camino del relato

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Antología de Micro Cuentos de autores y géneros varios, resultado de un Concurso Internacional Literario convocado por el grupo AMANTES DE LAS LETRAS / SOLO PARA LOCOS. Casi sesenta historias que trasladan desde el drama, pasando por el suspenso, el terror o el realismo hacia múltiples desenlaces. Una obra para disfrutar en cualquier momento y lugar, apta para todo público. Es el trabajo conjunto de un grupo de talentosos escritores hermanados por su pasión a las letras.

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AMANTES DE LAS LETRAS / SOLO PARA LOCOS

GRUPO

MARCELA ISABEL CAYUELADAYANA CAROLINA ROSAS

https://www.facebook.com/groups/93 8 7 7 9992 8 3 9995 /

CAMINO DEL RELATOMICRO CUENTOS

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DATOS DE REGISTRO PARA “CAMINO DEL RELATO”© Ediciones AMANTES 2 01 61 ° Edición

Creative Commons Attribution- ShareAlike 4.0MARCELA ISABEL CAYUELA

Nro. de Registro: 1 605 07 7 45 1 008https://www.safecreative.org/

Imagen de Portada: Dionisio López RamosDiseño y edición de Portada: Marcela Isabel CayuelaDiseño y maquetación: Dayana RosasEdición Literaria: Dayana Rosas y Marcela Isabel CayuelaImágenes: Web

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Un agradecimiento muy especial alGrupo de Amantes de las Letras / Solopara Locos, por permitir que estepequeño evento se haya llevado acabo, por participar y dar rienda sueltaa sus plumas y su imaginación. Noduden, ni por un momento, que estehermoso grupo vive gracias y enustedes. Les estamos muy agradecidaspor dejar que lleguemos a suscorazones.

Ha sido un hermoso trabajo el quese ha realizado. Esta pequeña y granantología es el resultado del esfuerzode todos. Un gesto hacia ustedes, desus Administradoras.

Gracias, muchas gracias por existir,estar y participar.

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GANADORES

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PRIMER LUGAR

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Caminaba por una calle desierta. Era una nocheinusualmente oscura en la ciudad. Supuse que todos

permanecían en sus casas, resguardándose del frío y la lloviznaque caía de forma continua.

Miré a mí alrededor, pensé entonces en la celeridad de lavida, en lo poco que importaban las pequeñas cosas y en todolo que a veces, por idiotas, nos perdemos.

Así iba reflexionando en todo y nada, cuando de repenteapareció ante mí la figura de un viej o amigo, quien, desde laotra vereda, me dij o adiós con la mano.

No volvimos a vernos y un año después, estaba muerto. Losupe una tarde cuando, acomodado en mi sillón favorito ydispuesto a ver un partido, un flash informativo interrumpió latransmisión. Hablaban de un curioso caso.

Habían encontrado el cuerpo en avanzado estado dedescomposición, casi convertido en esqueleto, de un hombre.El hallazgo se realizó en el interior de una humilde y alej adacabaña situada en el bosque. No se encontraron signos deviolencia. El cadáver yacía sobre la cama y solo un frasquito,del que aún emanaba suave el olor de almendras, acompañadode una carta, permitían suponer lo acontecido.

Dicha carta, escrita con letra pequeña y apretada rezaba:

“A quien me encuentre: A nadie ha deresponsabilizarse por mi muerte. Si hay un culpable, hesido solo yo. Por no haber sabido encontrarle un rumbo ami vida. Por no soportar la mediocridad y este espantosodolor de sentirme solo.

Juan Blanco”

Sentí que se me erizaban los pelos de la nuca. ¡Se trataba demi amigo! La fecha de aquella misiva, coincidía con la de lanoche en que lo vi por última vez. Recordé entonces su gestoal saludarme. Había en el, algo de fatal resignación.

Se estaba despidiendo de todos y de mí. Pensé… Alguien

ENCUENTRO

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

que como los demás, también lo dej ó solo.

La pregunta quedaría en mi cabeza por siempre, inclusollegado mi propio final, palpitando como una entidad con vida:“¿Aquella noche, era mi amigo en carne y huesos? ¿O quizá supropio espíritu liberado, caminando a solas como yo, baj o lalluvia?”

HANNA POE - ARGENTINA

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BARWOMAN

Con el vaso mezclador en la mano izquierda, la botellade licor en la derecha y haciendo alarde de una gran

maestría, terminó el show con una espectacular voltereta deambos elementos, de espaldas a la barra, mientras vertía aciegas las bebidas en sendas copas sin derramar una gota.Agradeció con una reverencia exagerada y una sonrisa, losaplausos de los clientes, así homenaj eados y se dirigió al lugardonde él esperaba acodado y sorbiendo, como de costumbre,su whiskey, Sinatra select.

- Hola chico guapo- le dij o, regalandole un guiño y agregó-Oye, hace tres meses que vienes, te sientas allí y me observasen silencio. Puedo ver en tus lindos oj os el interés en mi y teconfesaré que tú no me eres indiferente. Creo que debopremiar tu halagadora perseverancia.. . Harás lo siguiente: Meinvitaras con una cena en un lugar intimo y romántico. Silogras sorprenderme, te regalaré la noche más hermosa quepuedas imaginar, haciendo realidad tus más locas fantasías,¿que dices, bombón? - preguntó y volvió a sonreírpícaramente.

Él la observo sin inmutarse, guardando silencio duranteunos segundos y luego le respondió:

- Definitivamente debemos hablar. Creo que eres mi madre.

MARCELO ADRIÁN SÁNCHEZ - ARGENTINA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

PAULA Y YO

Paula y yo somos muy íntimas. Inseparables. Hacecuarenta y seis años vivimos en la misma piel. Cuando

ella dice sí, yo siempre siento no. Sin embargo, luego de largascharlas y apasionados intercambios de opiniones, llegamos porfin a un acuerdo.

A veces me reclama actitudes conformistas. Siempre mealienta a ir por más. Es un tanto alocada, pero verla divertirse,me divierte de verdad.

La vez que me tiré del techo con el paraguas fuesimplemente porque sabía que se iba a reír. Me había casiconvencido que si creía, podría volar. Aún escucho su risacolándose por mis oj os ante los gritos de mi madre, un tantoenfurecida.

Cuando esa noche le conté que me ardían muchos losraspones, Paula me dij o con mucha dulzura que ella estaba ahísolo para aliviarme. Me reconfortó su compañía y el dolor quesentía, lentamente se esfumó.

Muchas veces tengo que negarla. Eso me duele bastante,pero no puedo andar explicándole a todo el mundo quecuando la soledad me carcome hasta los huesos, Paula es laúnica que sabe cómo animarme.

Nunca me pide nada a cambio. Me acepta tal cual soy. Nointenta manipularme, solo sabe estar ahí. Respeta missilencios, mis sueños, mis dolores. Es el reflej o de mi espej o ynunca me culpa por mis errores.

Paula y yo somos muy íntimas. A veces ella se encapricha ydice si, y yo... .simplemente siento no. Sin embargo, ¡me gustacomplacerla! ¡Si ella es feliz, siento que también yo puedo serfeliz!

MARIA ANGÉLICA BONTHUIS - ARGENTINA

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SEGUNDO LUGAR

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LA PARTITURA

Hace tiempo, cuando aún era feliz, escuchó contar unahistoria., hablaba de una partitura inacabada.

La leyenda decía que estaba maldita, que todo aquel queintentaba terminarla moría en extrañas circunstancias.

Contaba su viej o profesor de música clásica, que el autor dedicha pieza, fue un prometedor concertista de piano, queenamorado de la más bella de las mujeres, empezó acomponer la obra para su amada, su musa, y que antes depoder terminarla, ella lo abandonó por un violinista.

Él, loco de celos, los mató a los dos y acabó con su propiavida, maldiciendo al tiempo la música que ese amor le habíainspirado.

Ahora, destrozado, sin fe, renegando de un Dios que learrebató lo que más quería, recuerda la historia y busca lapartitura., faltan los últimos acordes y se dispone a terminarla.

Toma asiento en la banqueta del piano, empieza a deslizarlos dedos por las teclas, la música suena sublime, leembarga…y sin darse cuenta, la termina.

Alguien le sonríe desde las sombras y unas lágrimas sedeslizan calladas por sus mej illas.

MARIA GALERNA - ESPAÑA

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VISITANTE

Durante tres días había pasado algo muy extraño. Unviej o pordiosero tocaba la puerta de casa para pedir

alimentos. El primer y segundo día le dij e que no tenía nadapara darle. Cuando llegó por tercera vez, lo vio mi hij o y mecomentó que podía ser Jesús o Dios mismo, que deberíamosdarle de comer. Mi hij o mismo le preparó algo, a lo que elviej o agradeció. Después no apareció más.

Años más tarde, tuve que soportar ver a mi hij o ir a laguerra, ser fuerte ante lo peor, recibir la noticia de su muerte.Durante meses, tuve que reponerme de tan trágico golpe.Viudo y sin mi hij o, mi vida había cambiado para siempre,estuve al borde de quedarme loco.

Pero una fría noche de invierno, ya estando acostado, sentíque alguien tocaba la puerta. Con el frío que hacía y lo tardeque era, no quise saber nada ni ver quién era. De pronto, meacordé de mi hij o y su acción de j ovencito con aquel viej o quepodría ser Jesús. Entonces me levanté.

Cuando abrí, me di cuenta que era un vagabundo, unpordiosero mal alimentado, con esa enorme barba que seasemej aba a aquel viej o de hace años. Lo senté en la mesa y le

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

preparé algo de comer, como lo hizo mi hij o. Me acomodé asu lado para verlo comer.

Apenas podía sostener la cuchara para alimentarse, lo mirébien esta vez. Algo había en esa mirada, toda esa barbaescondía un rostro. Y entonces comencé a mirarlo más y más.Le di más de comer con la intención de que se quedara mástiempo. Todo ese vello en el rostro no me dej aba reconocerninguna cara. Entonces, me quedó la duda. La preciosa dudade no saber si el que tenía enfrente era Jesús o mi amado hij o.

ALEJANDRO FABIÁN AGUIRRE - ARGENTINA

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TERCER LUGAR

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EL VERDADEROMUNDO DE ESTHER

Esther vivía como había nacido. Cansada. Sus díascrepitaban rutinas y silencios hasta el ocaso y desde la

misma alborada.

- ¡Quiero estar sola! - gritó en silencio.

Tras sus gastadas gafas de plástico barato, solo un fierodestello fue consecuente con la insonoridad de su reclamo. Asu alrededor todo se veía viej o, restaurado a fuerza de pinturaal aceite y mucha cinta de embalaj e.

Ella sabía mejor que nadie lo que significaba “vivir desegunda”. Fue una mujer un día hermosa, hoy ya entrada enaños, los que por cierto, le sentaban tan mal como losmúltiples oficios que le arrugaron el alma remendada.

Sentada baj o la luz amarillenta de una desnuda bombillaque colgaba inerte desde un cable color viento y lluvia,adornando de pobreza el ladrillo pelado que rodeaba supequeño patio, Esther escribía como siempre unas palabras.Quería ser poeta. Necesitaba que alguien la escuchara.

- ¡Fuera! - gritó de nuevo, pero esta vez fuerte y claro, a lasdos perras de la casa que insistían en rondarla.

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

Miró entonces por sobre la montura de sus lentes hacia elinterior de la casucha que habitaba. Deprimente, pensó. Unsilencio abismal vagaba alrededor de dos de los seis que juntoa ella la moraban, apiñados cual sardinas en su lata. Pero Estherencegueció sus sentidos, intentando abstraerse de aquellamísera realidad que la rodeaba insobornable.

Escuchó un violín lanzando a la noche sus notasdesgarradas, hiriendo con el filo del sonido el negro techo deun firmamento tan insomne como su madurez temprana.

Hubiese querido llorar. Llorar a gritos reclamando paz yvida para su alma vapuleada. Mas con profunda resignación,fingió ausentarse tras el tardío ostracismo al que, para sentir, sehabía condenado.

- Mamá… - llegó temeroso el susurro desde la juvenilsilueta cubierta por las sombras, j usto a su costado.

Esther reaccionó…. Más de lo que hubiera querido. El sutiltemblor de aquella voz tan conocida para ella solo traj o a sumemoria el recuerdo de sus propios miedos. Esos que habíadecidido no enfrentar.

Entonces lo supo. Sintió que más que temida o respetada,era incluso despreciada. Aquel, su empeño en existir entresueños y palabras, había levantado infranqueables murallas queahora la encerraban, aislándola.

- ¿Si? - contestó Esther, con la voz agobiada de respuestas.- Nada… - respondió su hij a, baj ando la cabeza y

fundiéndose con sus pensamientos camino de vuelta hacia lanada.

No existen letras que puedan plasmar el dolor de verquebrarse desgaj ados los lazos de un amor que se enfrenta alos silencios entre dos seres que perciben la vida desdemiradas diferentes.

La puerta que daba al patio se cerró suavemente tras laj oven, quien se alej a de la distancia que hoy es su madre,dej ando a Esther muy sola. Esta vez sí. Completamente sola.Con las manos yertas sobre los retazos de su propia historia.Esa, esa que nunca llegará a ser publicada.

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Y duele… Apuñala… Vibra un llanto añej o y conocido,forj ando el sempiterno nudo en su garganta.

Sola.

El fracaso que ronda y apuñala. Esther no habla. Ya no tienecon quien y tampoco le quedan ganas. De pronto, impiadosa lalluvia, se descuelga antes que sus lágrimas. Golpeando surostro, recorriéndole la espalda. Pero Esther no se mueve. Nose estremece a su contacto. Tal parece… que no ha sentidonada.

Sobre el óxido color ocre de una viej a mesa de taller, frentea la que está sentada, se humedecen, desdibuj ándose, laspalabras. Y las llamas de un sueño…que se apagan.

MARCELA ISABEL CAYUELA - ARGENTINA

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SELECCIONADOS

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AUTOPISTA

Debo llegar a la otra orilla. Sé de antemano que nolograré hacerlo.

Pero me hipnotiza este mar oscuro, fugaz, excesivamenteintermitente y luminoso. Veo cangrej os con cabezas redondas,medusas que me deslumbran hasta casi cegarme. Enormesmonstruos marinos de colores que echan humo y cantan comoballenas asustadas, desesperadas.

De tanto en tanto, si observo la superficie dura y caliente,veo flotando un zorro, un armadillo, un perro grande yaplastado. Veo mi propio destino. Su sonido me ensordece ysu olor es amargo. Pero debo llegar al otro lado. Respirohondo, aprieto los puños decidido y me sumerj o en ellaberinto recto de solo dos direcciones.

HANNA POE - ARGENTINA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

DON

Tengo un don. Puedo ponerme en la piel de aquel queme mira a los oj os. Me basta una mirada para colarme

por las ventanas de su alma y recorrer, minuciosamente, cadarincón de su ser.

Fue un día cualquiera, pero se hizo especial. Fue un lugarpreciso, pudo haber sido cualquiera. Caminaba por las callesde una ciudad llena de luces; sin embargo, supe que dormía.Rodeada de mil personas, en compañía de una intensasoledad. Mis oj os no querían ver nada. Comenzaron a llenarsede todo y a marearse entre mil silencios que gritabandesilusiones, envidias, celos, desamparo y ambicionesdemasiado profanas.

El encuentro fue frente a frente. Paralizó mi paso. Fueronun par de minutos, los sentí verdaderas eternidades. Unos oj osnegros brillantes se encontraron con los míos, demasiadohambrientos de respuestas. Las imágenes comenzaron aaparecer como en cámara lenta. Pude ver mucho más de loque pretendía mirar, les aseguro, por el resto de mis días.

Un nido de serpientes se retorcía entre palabras venenosas.Lenguas ponzoñosas lamían heridas, abrían cicatrices.Bandadas de cuervos pretendían esos oj os negros. Un ej ércitode ángeles negros batían sus alas aplaudiendo desaciertos. Unabanda completa tocaban himnos a la desesperanza ymuchísimas voces susurraban: ¡Están todos muertos! Setenta ysiete maldiciones se reían a carcaj adas de lo que, tímidamente,elevaba plegarias a la suerte. Un mar de soledades besaba lasplayas que, aunque parecían tranquilas, se levantabancelestialmente despiertas.

Huellas de sus pies me marcaban un rumbo. Certero, perolleno de vidrios rotos que se abrían paso entre un angostosendero, rodeado de rosas blancas. Mi alma se llenó de unperfume a lirios, reconfortando esas visiones tan negras. Micorazón latió aceleradamente entre dos mundos de fuegos. Sequebrantó ante el j adeo incesante de una manada de lobossueltos.

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Sentí su hambre. Me recorrió el miedo. Partido en dos,sangraba lágrimas de creencias desmayando pero al caer en elsuelo, formaron una imagen clara y pura de ese cuerpomaltrecho. Vi su rostro. Un Ángel con una misión: besar unpuñado de almas perdidas y darles la redención. El solo mehizo una seña pidiéndome... silencio.

Tengo un don. Hay instantes en que lo maldigo. Implorandode rodillas, pido quedarme ciega. Una voz me dice: "El sentidode esta vida está muy lej os de los que muchos creen. El vibrardesde el verdadero amor siempre es un eterno consuelo".

Todas las almas perdidas tienen el gran privilegio de tenerun Ángel. No miremos con desprecio, existen demasiadosjueces. Ellos también, cuando no saben nada, casi siempre,despiadadamente, nos mienten.

MARIA ANGELICA BONTHUIS - ARGENTINA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

MBÓI JAGUA

La vida de esta persona, a quien llamaremos Anselmo,transcurría plácidamente entre el atender las

necesidades de su numerosa familia (era casado y tenía, consu esposa, once hij os, entre niños y niñas) y las tareas que ledemandaba el cuidado de su “chacra”, bastante distanciada desu hogar, allende el monte.

Solía permanecer un tiempo en cada lado, digamos, unasemana con la familia y otra en la soledad de su chacra,cuidando los cultivos de tabaco o algodón, que alternaba conotros, de acuerdo a las demandas del almacén que tenía en lacasa o de los intermediarios que compraban gran parte de laproducción, llevándola en enormes camiones a la ciudad.

Esa madrugada, mientras tomaba unos mates, preparaba elcaballo y algunos enseres que le estaban haciendo falta allá enla chacra. Conversaba con su esposa baj ito, para no despertar alos niños. Le contó que ya no quedaba mucho por hacer, peroque como se avecinaba la cosecha, posiblemente, se quedaríaunos días más que de costumbre para dej ar todo preparado. Sedespidió con un beso, palpó su cintura asegurándose de que elrevolver estuviera bien calzado, e introduciendo el machete aun lado del apero, montó al fin y emprendió el camino a travésde la noche cerrada del monte.

Dos horas de galope corto, primera parada en la mitad decamino, allí donde un hilo de agua cristalina, del que nadiesabe el origen ni el destino, refresca generosamente a todo servivo que se acerque a su cauce. Saciada la sed y disponiéndosea montar, ve con asombro como el caballo da un respingoasustado. Anselmo trata de calmarlo, hablándole suavemente ysuj etando las riendas. Desde el agua se asoma presurosa porescaparse hacia el follaj e, una cría de mbói j agua, (anaconda)la que es rápidamente capturada por Anselmo y metida en unaalforj a.

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Luego de llegar a la chacra y habiendo cumplido con lasobligaciones, Anselmo se dedicó a alimentar a la boafamiliarizándola con su voz y su contacto. El tiempotranscurrió y también varias cosechas.

Yboty, que así fue bautizada la boa, creció sana y fuerte.Respondía inmediatamente al silbido de su amigo y lo recibíasiempre atenta en la puerta. Anselmo la premiaba con unhuevo, a veces un pollo o, en ocasiones, con alguna deliciosaalimaña que cazaba por el camino para su amiga.Celosa guardiana de la chacra en ausencia de Anselmo, nodej aba que nada ni nadie osase acercarse siquiera al lugar, perose mostraba mansa e inofensiva con los visitantes en presenciade su amigo.

Muchos años después, me contaría María, una de las hij asde Anselmo, a quien tuve el placer de conocer, que en unaocasión su tío Waldo, hermano de su madre, llegó a la chacrasin previo aviso mientras Anselmo se encontraba sembrandono muy lej os de allí. Waldo entró concienzudamente y, en ungesto de amistad, palmeó el lomo de Yboty, quieninmediatamente lo ataj ó, lo redujo, comenzando a envolverloen un mortal abrazo entre sus anillos. Los gritos desesperadosde su tío alertaron a Anselmo, quien corrió presuroso a laentrada y con un silbido detuvo a su amiga, salvándolo del fataldesenlace.

MARCELO ADRIÁN SÁNCHEZ - ARGENTINA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

Un sentimiento, una palabra, una razón, libertad ylibertinaj e. Los cinco salieron juntos a caminar

entablando entre sí una breve, pero intensa discusión.

Razón quería imponer un sí, . . . y también, su criterio porencima de la palabra y libertinaj e.

Mientras, sentimiento y libertad observaban mudos lasituación sin intervenir. En pleno alboroto, palabra alzó aúnmás su tono de voz de manera ofensiva, apoyada porlibertinaj e contra razón.

- ¡Basta ya! - Espetó sentimiento zanj ando la discusión.- Vuestra actitud ofende y no pienso compartir ni un

segundo más esta situación.- Inmediatamente, volvió sobre sus pasos y se alej ó.

Palabra, razón y libertinaj e se miraron entre sí. Después,libertinaj e preguntó a libertad:

- ¿Qué opinas libertad? ¿Lo que ha sucedido es como paraque sentimiento se enfade y se marche de esa manera?

La respuesta no tardó en llegar

DESACUERDOS

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- Puede ser porque hay palabras sin razón, que apoyan ellibertinaj e para herir los sentimientos de la libertad.

DIONISIO LOPEZ RAMOS - ESPAÑA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

OSITO DE PELUCHE

Sentada al borde de la cama, se coloca unos calcetinesgordos de lana para estar en casa; en el suelo, unas

zapatillas algo deshilachadas esperan su turno para sercalzadas. Si por Mercedes fuera, ya hubiese comprado otras yéstas estarían en el cubo de la basura, pero faltan tres semanaspara su cumpleaños y Laura, su sobrina, ha prometidoregalarle unas nuevas para ese día.

La j ornada ha sido dura, ahora toca ponerse cómoda yrelaj arse. En pij ama y bata, se dirige a la cocina, donde sumascota espera que la saque a dar un paseo como todos losdías. Mercedes coge una j aula con cuidado y, antes de "unplisplás", está sentada sobre el sofá de la sala.

Una mesa rectangular de cristal y un camino hecho conpipas, trazado y bien alineado, esperan que una ratita blanca sepasee por allí, como si fuese el Circuito del Jarama. Mercedesabre la puerta de la j aula, coge la ratita con mucha suavidad yle da un minúsculo oso de peluche que ha comprado para quejuegue con él. Instantes después, observa cómo algunascáscaras de pipa quedan panza arriba tras saciar su amiga elapetito.

Pasado el momento, toca la segunda parte del paseo. Ellaintroduce suavemente por la manga de la bata de su brazo

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izquierdo a su mascota, al hacerlo, nota cómo va trepando,poco a poco, por su brazo hasta salir por el cuello; después, alrevés; solo que cuando baj a por el mismo camino, lo primeroque ve asomar Mercedes por la manga son unos pequeñosbigotes que anuncian la presencia de dos oj os respingones quela miran fij amente.

Hoy, curiosamente se ha quedado parada en la mitad delcamino sin moverse. Esto no había pasado nunca, por esoMercedes desabrocha un par de botones de la bata, para verqué sucede. Observa a su amiga dormidita a la altura del calorque desprende su axila, coge su cámara de fotos.. . y dispara.Cualquier día la vemos colgada en el Facebook.

DIONISIO LOPEZ RAMOS - ESPAÑA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

HORNO DE BARRO

Los rayos solares jugaban con las sombras de los escasosárboles ese mediodía, la brisa hacía bailotear las ramas

y hoj as más tiernas, las avecillas gritaban por comida. Lanaturaleza desprendía un lastimero sonido y Teodoro loescuchaba como si le fuera dedicado exclusivamente a él.

Horno de Barro era un poblado habitado por seresdescartados socialmente, poseedores de una rara enfermedadllamada “síndrome D”.

Una semana antes explotó una bala en la frente de la esposapor esconderle el dinero de la venta de ese mes. No intentóocultar el hecho, porque todas las hipótesis conducirían haciaél.

El abogado de la familia, supuesto amante de Rosa desdehacía años, con la ayuda de los demás miembros del Círculo dela buena conducta, lo declaró enfermo al solo efecto desentenciarlo a vivir en Horno de Barro.

La fuga surgía como única posibilidad. En sus cuarentaaños ni siquiera había estado en las cercanías del temidopueblo, del cual poco se conocía. Prácticamente nadieretornaba para contar las experiencias vividas allí. Era la tierraliberada y Teodoro había escuchado algunos comentarios quele helaron la sangre a pesar de que no les dio, como la mayoría,crédito.

Un lunes temprano lo trasladaron en una Ford Rangerblanca. No le pusieron sacos ni lo maniataron, simplemente lointroduj eron con un resuelto empujón. Desde el precisoinstante que cruzó la línea entre la vida y la muerte se sintióprivado, por primera vez, de su libertad.

Los muertos vivos no tardaron en aparecer, curiosos ante la

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novedad se acercaron y lo palparon con movimientosdesordenados. Algunos estaban totalmente desquiciados y unababa gruesa y blanquecina les caía de la boca, otros daban unaapariencia de cuerdos; pero no obstante, prefirió hacerse eldesequilibrado y evitar la cercanía de ambos.

Corrió como un ñandú, hacia todos lados, cortó hierbas conlas manos, abrió grande los oj os y se alej ó. A partir deentonces todos siguieron la acostumbrada rutina olvidándosede él. Primera meta lograda.

La sombra grotesca de la noche comenzó a cubrir todo lovisible y el sonido de voces incoherentes llenó el lugar. Conasombro, vio en ráfagas de luz que a un grupo de aquellospobres despojos humanos, sometía sexualmente a otros quegritaban y vociferaban. Teodoro comenzó a sentir temor porprimera vez en su vida y maldij o, en todos los idiomasconocidos, a Rosa, única responsable de su desdicha.

Para pasar la noche se tiró debaj o de unos maderos y ubicóel cuerpo en un espacio tan pequeño, que al poco tiempo lehacía doler y acalambrar los miembros. Prefirió permanecer enese lugar y en esa posición, a ser sorprendido por algúnhabitante.

A la mañana siguiente lo sorprendió el sol de lleno en lacara. Abrió los oj os y un hermoso y colorido paisaj e sepresentó ante ellos. Los páj aros revoloteaban hacia todasdirecciones, para finalmente, posarse sobre las verdes hoj as delos árboles campestres. Por un momento, pensó que todohabía sido un sueño y que Rosa y Juanita, la hij a de ambos,entrarían por la puerta y se tirarían sobre la cama deldormitorio peleándose por el control del DIRECTV.

De pronto, escuchó un grito desgarrador y pegó un saltodirigiéndose automáticamente hacia la dirección de dóndeprovenía. Se acercó lentamente. Un cuadro espectacular teníalugar a escasos metros de donde se encontraba.

Aparentemente en esa mañana, llegó un nuevo huésped yno fue bien recibido, lo demostraban propinándole mordiscos,patadas, pellizcos. Los oj os de Teodoro se encontraron con losdel muchacho. Rápidamente ideó la forma de llamar laatención para que lo liberaran. Se dej ó ver. Gritó, subió y baj óde los árboles. No le costó mucho porque desde pequeño

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

había sido un excelente trepador. Los locos lo miraron con laboca abierta y luego intentaron hacer lo mismo, olvidándosepor completo de la presa que salió corriendo como unproyectil.

Después de que todo volvió a la "normalidad", ambos seconfiesan y unen sus habilidades para armar el proyecto.Acuerdan evitar la zona donde puedan ser percibidos. Armanuna pirca para permanecer aislados. Teodoro se llevaba biencon los animales y un joven halcón merodeaba la zona. Conmaestría descomunal lo adiestró para la cetrería, con el fin deresolver la obtención de alimento. El halcón se presentaba conconejos, liebres, acondicionados para resistir la putrefacción.

- A esto lo llamamos charque en mi pueblo - le dij o un día,su ocasional le dij o un día su ocasional compañero.

El halcón pasó a formar parte indispensable de los dos. Enmás de una oportunidad, anunciaba la proximidad de losdementes, lo que permitía que los dos hombres seescabulleran sin ser vistos. Pasado el tiempo no volvieron asaber de ellos. Segundo obj etivo resuelto.

Los árboles comenzaron a entristecer y las hoj as caían alsuelo, abrazando todo de amarillo y marrón. El otoñorepresentaba un nuevo desafío para el grupo y lo resolvieronarropándose mutuamente con el cuerpo. La comida escaseóhasta la desesperación y, de vez en cuando, un agotado halcóntiraba un conejo piel y hueso, suficiente para calmar lahambruna de los tres.

Teodoro, el más resuelto, había notado el silencio en ellugar y comprendió que los demás habitantes pasarían baj ocuatro paredes todo el invierno. Era la oportunidad que estabaesperando para escabullirse definitivamente del monstruosolugar y comenzó a idear distintas posibilidades, con susconsecuencias.

Una noche, la tormenta, cómplice, azotó la zona conrelámpagos, rayos y fuerte viento. La oscuridad reinabatotalmente. Estuvieron horas esperando algún movimiento y larespuesta era la soledad total.

- Vamos, muévete - dij o Teodoro al compañero.

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El halcón movía sus alas en un intento por mantenersefirme en sus hombros. No escuchó respuesta, pero no dioimportancia, ya que el fuerte ventanal ahogaba las voces.

Cuando saltó el alambrado y su rostro dibujó la sonrisa deltriunfo, las potentes luces de la Ranger blanca le volvieron a lacruel realidad; el compañero de tantas noches y días era unsoplón que había ganado, a expensas suya, la liberación.

ALICIA FARINA - ARGENTINA

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

CUANDO PUDEDECIR ¡BASTA!

(Los malos ej emplos son peores que los crímenes) .

P oco a poco las fuerzas me pueblan de nuevo. Pero enaquellos tiempos en los que amamanté a mis hij os con

mis miedos, las fuerzas caían de mis brazos y la risa abandonómi cara por completo.

Morí en vida entonces, dej é que me robaran las ganas. Creíamar, cuando en realidad estaba enredándome en una espiralde canalladas.

- Sos mi todo, mi reina - decías.

Y tanto tiempo tardé en darme cuenta, que tan solo era lareina de las pavotas. Coreografía de insultos y accesos de rabia,mechados con gritos, adornados de flores, anillos, viaj es yhelados.

El tiempo al transcurrir, mostró que solo eras un traidor.Más no pude verlo hasta muy tarde, cuando los días sehicieron noches y el cuerpo dolorido pedía una tregua gritandofrente al espej o que ya no había risas, sino una honda pena.

Cuando me pediste que te pasara las copas y, de pronto, meencontré rodando entre las ruedas, comprendí que debía huirde tanta insania.

Con vos… me fui traicionando yo.

Amortaj é mis sueños, avinagré los juegos de mis niños,enterré la esperanza con las palabras que repetías y que yocreía como una verdad suprema.

Permití tanto desparpaj o. Fue tan chata mi consciencia quese amoldaba con las huellas mnémicas de tantos improperios,abusos y violencia; desdibuj ándose los bordes, los límites y la

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decencia.. .Analfabeta para leer con claridad todas las falacias.

Me traicioné y de lej os veo el lienzo destaj ado de heridasen la pared del alma, heridas que me recuerdan las cicatrices,los gritos y los llantos.

Fue entonces que una nueva huella se inscribió en milinaj e con la palabra Basta!!!

Hoy, otro aire sopla por mis playas. Sonrío y me muevoporque pude recortarme de los brazos anillos, flores y abrazosencadenados con mentiras insaciables.

Restauro la calma, la dignidad, el valor de la vida, el amorde ms hij os. Embandero promesas vestidas de verdeesperanza...Porque pude decir ¡Basta!.

GRACIANA DUPRAT - ARGENTINA

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RELOJES

Sonrió. Le causaba gracia su desopilante comparación,aunque reconocía su autenticidad: era como la reloj ería

de don Armando, repleta de reloj es de diferentes estilos ymodelos, cada cual marcando una hora distinta.

Habían unos que adelantaban y otros que atrasaban, ella eraconsciente tanto de sus precocidades como de susinmadureces. Reloj es empecinados en quedarse estancados enun instante determinado y reloj es derrotados, sin manecillas,las que yacían sueltas y tiradas en la parte inferior del aparato.Reloj es caprichosos que solo funcionaban correctamentecuando tenían ganas, y reloj es inseguros que oscilabanavanzando y retrocediendo un punto. Reloj es que funcionabana pilas, eléctricos y a pulso. Reloj es estruendosos como el decampanadas y el cucú que se vanagloriaban mostrando sueficiencia y reloj es tan tímidos, que hasta silenciaban su tic-tac.

Existían los superados que daban por supuesto que conninguna, o a lo sumo cuatro rayitas, era suficiente paracomprenderlos, otros exóticos con números romanos y losexplícitos digitales con numeración arábiga. Algunosfuncionaban correctamente, aunque por algún extraño motivomostraban un horario que no coincidía con el de ese momentoy lugar. Reloj es grandes y pequeños, de diferentes materiales yformas, artísticos y cuadrados. La diversidad y suscomplej idades exhibidas en un negocio con tan sólo unamáquina.

Decidió ir allí y conversar con don Armando paracomentarle sus reflexiones. Él la escuchó atento, mientras laobservaba curioso. Luego buscó en un caj ón un estetoscopioy, apoyándolo sobre su pecho, comenzó a oscultar su tic- tac

LUNA NIMAC - ARGENTINA

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UNA HISTORIAFANTÁSTICA

Hoy puedo contar, sin guardarme nada, una historiafantástica que me he callado por miedo a que me

llamasen loco. Pasó hace como tres años atrás.

Una noche de vacaciones. Todo es día lo pasamos en laplaya, divirtiéndonos, bebiendo, j ugando. Fue un díaespectacular. Ya entrada la noche, mis amigos decidieroningresar a la cabaña para ver películas. No estaba de humorpara ello, por lo que me quedé sentado en la orilla, respirandolibertad, viendo la inmensidad, oliendo la pureza, pensando enella: Sara. ¿Qué haría cuando la volviese a ver?

Mis pensamientos fueron golpeados cuando un destello enel mar se vislumbró. Me encandiló por completo. Luego, nadamás. Me quedé quieto, trémulo, esperando. Varios minutospasaron sin que nada ocurriera. De pronto, un susurro llora,como si fuera el viento. Pero yo ya había hablado tanto tiempocon él que sabía no era. Un llanto, dolor, sufrimiento que medesgarraba. Una voz de ángel, muy a lo lej os, por donde la luzse había visto.

Sin perder más tiempo, mi cuerpo tembloroso se

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transformó en una flecha. Instintivamente, entré en el agua.Estaba seguro que podía ir y venir sin ningún problema. Micondición de nadador nato me lo permitía. Me dej é llevar porel sonido, nadé, nadé y nadé. Casi estaba allí, pero me detuveporque vi la cosa más increíble hasta ese momento: elchapoteo de unas aletas, pero no de unas cualquieras, sino lasde una sirena. ¡Mis oj os estaban viendo a una sirena! ¡PadreSanto! ¿Estaba loco?

Hermosa criatura. Pelo verde, largo, sedoso, húmedo, pielblanca como el mármol, sus preciosos pechos estabancubiertos por dos conchas. Sin embargo algo no andaba bien,no se movía con soltura. Sus oj os tocaron los míos,suplicantes, preocupados. Cuando logré visualizar en laoscuridad, me percaté de que estaba en una red, atrapada y sinforma de salir ni escapar. Pensé lo más rápido que pude, peronada se me ocurría.

Intentando avanzar hacia ella, una luz deslumbrante mecegó, consiguiendo que no pudiera avanzar hacia mi obj etivo.¡Fue asombroso! Como pude, observé un ángel de cabellosamarrillos descender con sus alas gigantescas. El batir de ellassemej aba el motor de un avión en acción. Las olas que creabaen el mar eran inmensas, aun así y a duras penas, logréatravesarlas.

Unas lágrimas azules salían por las dos perlas de sus oj os,una belleza. No eran de tristeza, sino de felicidad al ver alángel llegar en su rescate. Sin esperar mucho más, éste latomó entre sus brazos, destruyendo la trampa mortal humana.Ella volvió a mirarme y me sonrió. Supe que era enagradecimiento por lo que quise y no realicé. Mientras, él se lallevaba lej os, a salvo. Vi como se escudaba en su pecho, comoyacía tranquila en su regazo. El ángel le dio un casto beso ensus cabellos, mientras ascendía de nuevo hacia los cielos. Fuesu manera de decirle que siempre velaría por ella.

Estupefacto, volví con los míos sin mencionar palabra. Perohoy no he podido detenerme, pues el vacío y las ansias desaber de ambos me dej an en paz. Espero un día conocer suhistoria. No crean que estoy loco, es lo más real que he vistonunca.

DAYANA ROSAS - VENEZUELA

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COBARDE

Un temeroso susurro. Lágrimas. Un grito ahogado. Unportazo. Un salto esperado de sorpresa.

Silencio. Mucho silencio. Y el llanto desconsolado de unbebé.

Hace dos años que vive así. No conoce otra realidad. Ellatiene dieciocho años, él veinticinco. Tienen un niño de diezmeses, fruto de las noches de pasión que tuvieron en susmejores momentos. Pero eso era antes. Antes.

Hace ocho meses él cambió. O al menos, comenzó amostrar hábitos que no dej ó entrever en los primeros tiempos,durante el primer año juntos. Cuando nació el bebé, se tornómás agresivo, antipático y posesivo. No la dej aba salir, nisiquiera con el niño. Le exigía tener sexo todo el día y a losgritos, cuando ella sólo quería cuidar al pequeño.

Emmanuel, lo habían llamado. Hij o de Dios. Y comenzaronlos golpes. Cuando la madre de ella iba a visitarlos, él salíacorriendo, argumentando una changa que inesperadamentehabía conseguido. Ella no hablaba con su madre sobre el tema.No lo creía tan grave.

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Emmanuel ya tiene diez meses, y ella ya no aguanta más.Habla con una amiga, pero todavía no se anima a denunciarlo.Aún lo quiere.

Cuando hacen el amor es sin cariño, precisamente sin amor.El siempre termina lastimándola, física y mentalmente. Si no legusta la comida, le pega y la dej a en un baño de lágrimas,mientras se va al bar de la esquina y vuelve horas después,totalmente ebrio.

Pasan los días y las horas.

Una mañana él la despierta y la interroga por un mensaj eque llegó al celular de ella mientras dormía. Ella le j ura milveces que no sabe de quién es, cosa que es cierto.

Una bofetada. Dos. Tiradas de pelo. Insultos. Emmanuelcomienza a llorar en su cuna, despierto por los gritos de suspadres. Un aullido de dolor desgarra el aire del mediodía. Undisparo. El llanto del niño continúa. Otro disparo. Silencio. Unleve gemido. Y un último disparo.

Cuando llega la policía, alertada por los vecinos, laencuentran a ella en su dormitorio con una bala en el pecho.

En el cuarto del bebé, las sábanas de la cuna estánimpregnadas en sangre. Emmanuel con un disparo en lacabecita.

Y en el piso, con un disparo en la boca y mordiendo elpolvo ensangrentado, yacía un imbécil.

Un cobarde.

JOANNA MEMINGER - URUGUAY

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SIETE ANILLOS

Mañana se cumpliría el séptimo aniversario desde quese fundara su exitosa empresa. No existían

obstáculos que lo detuvieran. A sus escasos veintisiete años,tenía todo y más de lo que otro chico de su edad quisiera. Anivel nacional, no existía otra Compañía que estuviera a laaltura de la suya, y según lo indicaban las finanzas, senecesitaría mucho tiempo para que alguien obtuviera aquelstatus. El sabía que para entonces, su capital habría crecido aniveles exponenciales. Era el génesis del dinero y de la fama.Este panorama era digno de celebración.

La fiesta tomó lugar en el anfiteatro sur, como decostumbre. La multitud, las luces, los manteles, las sillas, lascomidas. Incluso la ropa de los cocineros era perfectamentecoherente con los mosaicos del baño. Todo semej aba unapintura plasmada por algún dios millonario.

Nada podría arruinar su evento.

Ya se preparaba para dar inicio a su discurso, cuando unencargado de limpieza se acercó para pasarle una llamadacatalogada como de “extrema urgencia” por parte de unanónimo. La humillación que este empleado recibió delempresario, era congruente con la magnitud del lugar. No soloestaba molesto porque el encargado no respetaba el“protocolo”, sino también porque el teléfono al que llamaroncon costos a su cargo, lucía una de esas luces azules ycomandos básicos. Tras minutos de improperios, un guarda deseguridad que acompañaba a dicho empleado, decidióintervenir. Tomando uno de los micrófonos desde la mesaprincipal dij o en tono desesperado:

- “ ¡Señor, su padre acaba de morir! Usted cambió sunúmero telefónico el día en que se enojó con él hace sieteaños, y el único contacto que el hospital logró encontrar fue eldel mejor amigo del señor César. Por eso era necesario queusted atendiera esa llamada. Siento mucho que se enterara deesta forma, pero no me ha dej ado otra opción”.

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Anonadado, el j oven empresario salió corriendo entre lamultitud, subiéndose al Porsche, condujo hasta su casa. Unavez ahí, decidió empaparse en alcohol, y mezclar LSD con unpoco de cocaína. Sumergido en su desgracia y vacilando, tomóun espej o. El reflej o le anunciaba que su rostro setransformaba conforme transcurría Queen Quotes Crowley,aunque no entendía muy bien porqué. “Seguramente es poresto que estoy consumiendo”- - pensó.

Fortuitamente surgió alguien llamándolo, la voz era similara la de la pieza que su computador reproducía. Sobrevinieronentonces segundos de inconsistencia (en donde ya no sabía sile faltaba un ojo, o le sobraba una boca, o si por el contrarioestaba tan impecable como siempre) , acompañados estos porel consecuente aturdimiento y un fuerte dolor de cabeza, quesolo podía empeorar ante el sonido de las sirenas policialesque ya rodeaban su casa. Nuevamente oyó su nombre y todovolvió a ordenarse. Excepto por una cosa: Lo que ahorapercibía en su mente, eran solo memorias.

Recordó cuando debido a la envidia y a través del soborno,hace siete años pagó por “arreglar papeles” con el obj eto deconvertirse él mismo en dueño de la microempresa que sumedianamente viej o y pobre padre había creado.

También rememoró los tiempos en que la ira corría por susvenas ante el hecho de tener que esperar una media hora paratomar el autobús que lo llevaría de vuelta a casa. O cuando porpereza a salir, rechazaba siempre los encuentros que su noviaproponía. Recordó cuando dej ó de hablar con aquellos quefueran sus amigos desde primer grado en la escuela; tan soloporque su cuenta bancaria valía más. Recordó la época endonde tenía un deseo implacable por hacer sentir comoinsectos a los demás. Recordó que la cocaína que habíaconsumido, provenía de una prostituta con la que estuvo, dosnoches previas al evento. Y el último recuerdo… Cuando hacepocas horas, humilló a su propio empleado.

De pronto todo se oscureció. Le llegaba el olor a humo decigarrillo y el dolor de cabeza se intensifico paralelamente conuna voz que decía:

- “Has visitado los siete anillos del infierno. Ya estás listo”.

Nunca se supo lo que realmente le sucedió a Juan Pablo

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Cáceres. Solo que tuvo un accidente automovilístico a 1 00metros de la Iglesia Central y que en su cuerpo no seencontraron rastros de alcohol o drogas.

Actualmente yace enterrado junto a su padre, en la bóvedafamiliar de quien fuera su encargado de limpieza. Porque nadiefue a reclamar sus cuerpos.

FREOS V. WH - COSTA RICA

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INSTRUCCIONES PARASUICIDARSE

Todo buen suicida ha de tener por lo menos, unmotivo. No tiene que ser muy grande, tal vez una

decepción amorosa, la quiebra de su empresa, el olvido de unser amado. El motivo tampoco ha de ser proporcional almétodo empleado para quitarse la vida.

No elij a nada que sea muy sangriento, recuerde siempreque el aseo es una virtud.

Segundo, la elección del método y el arma que, como estádicho, tiene que ser algo simple, una cuerda colgando deltecho, por ej emplo, suele ser muy efectiva, claro,comprobando primero su resistencia, no es cuestión deecharlo todo a perder por una cuerda en mal estado. Recuerdeque solo tiene una oportunidad y no debe desaprovecharla.

Luego está la carta de despedida. Evite las frases largas, lasmotivaciones tortuosas, al fin y al cabo, eso ya no importa,usted estará muerto para cuando la lean, evite echarle la culpade su infortunio a los demás. Es usted quien toma la decisión,nadie le ha obligado.

Siendo así, ya está usted listo, no dej e que nada leinterrumpa, sobre todo no conteste el teléfono, quien sabe, talvez una reunión imprevista lo pondría a usted en posición devolver a intentarlo después y nunca se sabe lo que puedasurgir el día de mañana.

Empuñe fuertemente el arma (o el frasco de pastillas) , condeterminación, recuerde que no hay nada peor que un suicidacobarde. Suba a la cornisa con paso firme, oj alá entonando unacanción, le aseguro que esto le dará muchos ánimos.

Si sigue las instrucciones al pie de la letra, lo más probablees que sus familiares se lo agradezcan (sobre todo si tieneusted un buen saldo en el banco) en caso contrario, lo másprobable es que le maldigan por haberles añadido otra deuda

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más.

Salte del abismo con estilo, como si volara, apriete el gatillocon cierta gracia, delicadamente, tómese el frasco de pastillascon suavidad, haga de cuenta que solo son dulces de menta.

Después de hecho esto lo más seguro es que nada importeya.

DANIEL CASTILLO - ANONYMUS - COLOMBIA

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EL SECRETO

¡No confesará!. ¡Jamás traicionará la confianza que en ellahabían depositado! Guardará el secreto hasta las últimas

consecuencias. Era evidente a esta altura que ella era la únicaque conocía la respuesta y el acceso a aquello tan ansiado...pero nunca obtendrán ninguna ayuda voluntaria de su parte¡aunque la torturen!.

Desde que la encontraron ya perdió la cuenta de todas laspuertas y cerroj os por los que pasó; recuerda que la tuvieroncolgada mucho tiempo de una soga con los pies en el aire; queinnumerables veces le introduj eron medio cuerpo en lugaresestrechos que raspaban sus extremidades o en grandes yextrañas cuevas donde se sentía perdida; que le untaron elcuerpo con sustancias viscosas que la asqueaban y le hacíanresbalar; incluso la amenazaron con limarle uno por uno todossus dientes.. . ¡pero ella se mantuvo firme!, ¡siempre!, j amáscolaboró.

Ya hace varios días que la tienen encerrada en una caj a fría yoscura. No sabe si es por que se cansaron y entendieron quenada doblegaría su lealtad o simplemente es otra forma deablande... no le importa, nunca accederán a la cerradura de lacual ella es la única llave.

LUNA NIMAC - ARGENTINA

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EN LA PRÓXIMANAVIDAD

El cachorro desorientado entró por la rej a de aquellacasa donde vivía un abuelo. Pasado un tiempo y, al ver

que nadie lo reclamaba, pensó en un nombre definitivo.Mientras tanto, se le ocurrió llamarlo “Cachilo”.

Se habían encariñado mutuamente. Un blando almohadón,al costado de su cama, lo esperaba todas las noches para susmás tiernos sueños. Una mañana, el abuelo se despierta y lollama.

- ¡Cachilo!, ¡Cachilo!

El noble perrito, poniendo sus dos patas a la altura de surostro, comienza a lamerlo dulcemente. ¡Ya no podría vivir sinél! Luego del desayuno, lo llevaba hasta la placita del barrio yahí veía como Cachilo retozaba contento. Era su fielcompañero en momentos de soledad.

Se aproximaba el fin de clases, las vacaciones escolares y,tras ello, las fiestas Navideñas.

Abuelo Dante se preparaba para recibir a su nieto Manuel,para quién tenía preparado un cuarto con muchosentretenimientos; aunque para el niño, el mejor recreo era elperrito. Cuando llegó el niño, caminaban hasta la placita y, allí,

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el anciano disfrutaba verlos correr y jugar.

Allegada la Navidad, los padres de Manuel y el abuelo lepreguntaron qué regalo le había pedido a Papá Noel.

- ¡Un tren eléctrico!! - Manuel muy decidido, gritó- . ¡Sí, sí!Eso le pedí en mi “cartita”.

La festividad se realizaría en la casa del abuelo. La mamá deManuel, desde muy temprano, había comenzado con lospreparativos para la sublime cena. Una adornada mesa ygustosa comida los unió baj o un mismo halo de luz.

Al llegar la media noche, la familia brindaba por una muyFeliz Navidad. Entre estruendosos cohetes y algarabía, la mamáinvitó a cada integrante de la familia a abrir su regalito. Manuelcorrió a recibir el suyo. Papeles multicolor volaron por el airey, tras cartones rasgados, apareció el regalo tan anhelado porManuel. ¡Un tren! ¡Sí! ¡Un tren eléctrico! Más felicidad no lecabía.Pidió ayuda a su padre, quién le armó la pista y todos, esanoche, se convirtieron en niños. Cachilo giraba y chumbaba acada vuelta del tren.

A la mañana siguiente, abuelo Dante fue el primero enlevantarse, llamando a Cachilo para su acostumbrado paseo.

- ¡Cachilo! ¡Cachilo!

Pero el perrito no apareció. Manuel, escuchando a suabuelo, saltó de la cama.

- Abuelito, quédate tranquilo, yo saldré a buscarlo - le dij o.

Se dirigió hasta la placita, sentándose en el banco donde suabuelito acostumbraba a descansar y allí quedó a la espera…Desolación total. Como un espej ismo, vio a un niño acercarsecon un perrito atado a una soga y pronto reconoció a Cachilo.Manuel le fue al encuentro, el pobre perrito no paraba detironear y ladrar. En son de amistad, se presentó y le explicóque ese perrito era de su abuelo; pero el niño, quien dij ollamarse Tito, le contó que lo encontró la noche de Navidad yque era su más preciado regalo; pues, Papá Noel, nada le habíadej ado.

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Tras una corta charla con Tito, Manuel corrió hasta la casa desu abuelo y volvió a salir con misteriosa urgencia.

Al regresar, entró gritando alegremente: ¡Abuelito!¡Abuelito! Abuelo Dante no lo podía creer, ¡Cachilo saltando asus brazos nuevamente! Manuel se sentó en las rodillas de suabuelo y le preguntó al oído:

- Abuelito, ¿ falta mucho para la próxima Navidad?

HILDA ALIMONTI - ARGENTINA

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PREMONICIÓN- ¡Hola, hij o!- ¡Buenos días, padre!- ¿Por qué tan triste?- Es que recuerdo a mi niña esta mañana, cuando subió a

nuestro cuarto, muy tempranito y se arruncho en mi pecho.Creo que durmió una media hora cerca a mi corazón, surespiración pausada y pura, me enalteció. Luego, con elimpulso propio de la juventud, se levantó para irse al colegio.Yo baj é minutos después y la llevé a la ruta donde pasa elmicrobús. Justo, instantes antes de abordar el auto, tuvimos unaltercado por cosas sin sentido. Nos despedimos muyparcamente, pero... . Justo en ese momento, por unosmicrosegundos nos miramos, pude ver la tristeza en sus oj os, ycreo que ella vio algo similar en los mios, sentí.. . . ¡el peso de ladespedida eterna! Después el coche se interpuso entrenosotros. Lo último que vi fue su silueta acomodándose enuno de los puestos. ¿Sabés una cosa, padre? , lo que merepugna e indigna de mi ser, es porqué discutí por nada. Meentristece aún más el no poder hablar con ella, nunca, ¡nuncamás! y que me perdone por cómo me porté.

- Hij o, tranquilidad es el secreto para aplacar las tristezas yangustias. No te desesperes y no digas "nunca, es nunca". Nadaes para siempre, te aseguro que algún día se reencontrarán,será cómo si el tiempo nunca hubiese pasado.

- ¿Es que aún no me explicó cómo pudo pasar eseaccidente? Si la vida nos sonreía, pero pienso, con lo que teconté, ya esto estaba predestinado a suceder.

- Así es. Una parte de el alma ésta en constante contactocon seres espirituales, y es informada de los cambios que leacaecerán, y.. . . No te apures, los accidentes son lecciones devida para uno cómo para los otros.

- ¡Me angustia no saber de su suerte!- Ja, j a, j a, j a, ¿con qué es eso lo que te afana? Siempre

vivirás en su corazón, cómo ella descansa en el tuyo. ¡Es unapromesa! ¡Ven hij o!, hay trabaj o que realizar. Tengo queinstruirte en tus nuevos deberes aquí en el cielo. ¡Esto tedistraerá!

LUCHO SANCHEZ - ARGENTINA

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LIBORIA

Habían pasado de las seis de la tarde, cuando unasensación de temor me invadió en forma repentina.

Caminar por el Centro se hacía dificultoso, faltaba el aire, mismanos traspiradas buscaban de donde suj etarse y me detuvefrente a la entrada del edificio.

Recobrando el aliento, introduj e la llave, abrí y tomé elascensor que, lentamente, me llevó hasta el 7 º piso.

Al llegar al departamento me sentí recuperado y comencéa organizar las tareas mentalmente, mientras me servía unwhisky sin hielo. Ya en “mi micro mundo controlado”, retoméla lectura interrumpida la noche anterior, sin recordar conexactitud la página abandonada.

La oscuridad avanzaba, sus sombras iban reemplazando laluz por tinieblas y la pacífica lectura, por ansiedad enconcluirla. Cerré el libro. Escenas del día se entremezclabancon imágenes de la lectura y el diálogo con Liboria.

- ¡Pequeño ilusionista enamorado, llegaste tarde al lugarindicado!

- Liboria, me hablas en rima!- ¡Te noto un poco tenso para estar en la colina!

Liboria se dirigió al dormitorio, fue desnudándose lenta ysensualmente, reclinándose sobre la cama e iluminando lahabitación con una sonrisa cómplice. Presuroso, entré en elcuarto, pero al llegar, ella estaba dormida. La alcoba olía avainilla.

En mi lectura, Liboria, una mujer atractiva de unoscuarenta años, temperamento reservado, acostumbrada a labuena vida y algo promiscua, j amás hablaría en rima y muchomenos se quedaría dormida. Es más, nunca durmió en toda lanovela. Bueno, estaría cansada por eso.

No estoy seguro si el hecho era un juego imaginario o un

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primerizo y tímido contacto con lo incorpóreo. Ávido decomprender el suceso, recurrí al libro, suponiendo encontraralgún indicio, pero infructuosas fueron las relecturas.

De hecho, Liboria había interferido en “mi micro mundocontrolado”, su sensualidad alterado mis deseos y laimposibilidad de poseerla, una angustiosa frustración.

Busqué en la biblioteca un texto sobre apariciones, ritualesy formas de invocación, que revisé mientras cenaba unossándwiches. Poco a poco, el esoterismo fue filtrándose en mispensamientos, hasta invadirlos por completo. Solo traspasandola puerta hacia lo intangible llegaría a ella.

Comencé preparando la ambientación: sahumerios devainilla, velas roj as, música de Vangelis. Todo perfecto. Solofaltaba Liboria, pero estaba seguro de su aparición.

Tocaron a la puerta. Al abrir, . . . era ella. Sin decir palabra,se abalanzó sobre la mesa, donde quedaban algunossándwiches de miga que devoró mientras trataba dejustificarse.

- Hace mucho que no me materializo, tengo el hambre queprovoca la eternidad.

- Lo importante es que llegaste hasta mí, estamos juntos.- Eres el único que me invocó. Ya te dij e que hace mucho

que no me materializo y en la novela solo ingiero té verde- replicó Liboria.

- ¿Qué eres Liboria? ¿Una fantasía producto de miimaginación, un fantasma, un demonio, un ángel? - preguntécon la novela en mis manos.

- Nada de eso, solo soy un personaj e cansado de esperarque alguien tome un libro olvidado en la estantería, para podersentir.

Liboria, luego de agradecerme con una sonrisa, salió deldepartamento. Me asomé por la ventana y la vi perderse entrela gente de la ciudad. Al releer la novela, noté que ella ya noestaba, pero había un nuevo personaj e que sufría ataques depánico.

ROBERTO AUGUSTO GENTILE - ARGENTINA

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El amor se demuestra con hechos, me dij iste, intentandoreprimir una lágrima. Miré por la ventana, afuera era

aun de día pero ya se presentía la inminente llegada de laslluvias de octubre.

Tenías razón, era hora de ser valientes. Llegaba el final denuestra historia, un final que j amás esperamos, pero quedebíamos afrontar. Actuar con amor, en eso debía pensarsiempre.

Acaricié tu cabello, lentamente, evitando mirarte a la cara.

"Ya es hora", me dij iste entonces, "no lo aplaces más".Dos nuevos ríos sin cauces volvieron a cruzar tu rostro

pálido, cada vez más sombrío. Te besé la frente y te dij e aloído:

"Amor, gracias por todo. Te veré pronto."

Cerraste los oj os y volviste tu rostro hacia la pared. Luego,poco a poco, tu respiración se fue suavizando.

Entonces, con un movimiento enérgico y repentino, melevanté de la cama, desconecté tu respirador artificial, apaguéla luz de la habitación y salí de aquel hospital casi corriendo.

DANIEL CASTILLO - ANONYMUS - COLOMBIA

PIEDAD

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

Las viej as del pueblo cuentan que los que allí llegannunca se van, que el viento enloquece a la gente.

Las viej as cuentan cosas increíbles.. .

Dicen que aquel verano fue el más tórrido; que la tierraardía baj o la suela de los zapatos y hasta se podía cocer unhuevo sobre las chapas. Filberio estaba justo ahí, reparando eltecho, mientras Rosa sazonaba el guisado en la cocina.

El sudor resbalaba por su frente, metiéndosele a los oj os.El aire caliente, la sed insaciable.. . Debía reforzar cada unióncon alambre doble además de los clavos (se había jurado quele ganaría la próxima batalla al viento) . Con la últimatormenta, algunas chapas fueron a parar al zanj ón y otras seperdieron. Estaba harto de techar lo destechado, de clavar lodesclavado, de haberse quedado en aquel lugar maldito - Rosasiempre quiso irse a cualquier parte- pero él sabía que nopodrían escapar. En eso estaba pensando mientras retorcíacon fuerza el alambre. Entonces sintió la brisa y la quietud sehizo presente.

Sus músculos tensos, su piel enardecida, los oj os fij os enel horizonte tratando ver lo inalcanzable… Y una ráfaga queruge amenazante.

Terminó de ajustar la última chapa y baj ó sin quej arse, nisiquiera suspirar. Fue hacia la cocina, donde Rosa probabacon el dedo la salsa roj a, el aroma del orégano flotando en elvapor y ella que olía a pan fresco. Filberio rodeo su cintura yla beso en el cuello sin decir palabra. En algún lugar la fieradespertaba y él había sentido su aliento.

Los guisados de Rosa tenían el poder de seducir al paladarmás exquisito. Ella era feliz salpimentado la vida y también enese instante; mientras las papas se ablandaban y Filberiodescorchaba una botella de tinto.

- Qué estamos festej ando- Dij o Rosa

PUEBLO DE VIENTOS

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- Lo de siempre, lo insignificante, este minuto – ContestóFilberio, sirviendo dos copas y mirándole los oj os y la boca.

A lo lej os, un rumor de caballos al galope levantandopolvareda, estremeciendo los árboles, sacudiendo hasta laspiedras; acercándose cual ej ército feroz que no da tregua…

El viento implacable.

Sobre la mesa puesta ella apoyó las caderas para sostenersebaj o el peso de su hombre. Sus pechos agitados escaparon dela blusa al encuentro de una boca húmeda de vino. Sus muslosamortiguaron el ímpetu del deseo desatado y ni él ni ellarepararon en los platos rotos, ni el vino derramado, ni lasventanas soportando la afrenta.

Afuera el viento chiflaba y aullaba tratando de meterse porlas rendij as, soplando y resoplando, sacudiendo. Danzabanalucinados en un vaivén sudoroso los cuerpos sobre la maderacruj iente, gimiendo, suspirando, temblando y el pulsoacelerado taladrando el pecho, subiendo y baj ando.Arremetiendo sin piedad su bocanada el viento.

Suspiros entrecortados. Silencio.. .

Cuentan que nada quedo en pie con aquel tornado, quedesapareció cuanto había clavado sobre el suelo. Y que ellosfueron presa de esa furia.

Dicen que desde entonces Rosa gime junto al viento nortemientras Filberio ruge con el viento sur. Y que en días comoeste, se encuentran y hacen el amor. Desatando la tormenta.

Las viej as cuentan cosas increíbles.. .

SARA SHUPMANN - PARAGUAY

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SIGISMUNDO

Todos se acuerdan de Sigismundo ¿no?

Por supuesto que sí, "El Sigismundo" si, aquel que terminóla escuela a los 1 5 , el que se sentaba allá en el fondo con "ElMaico" y esos. Te acordás.. .túnica siempre sucia, gomera,gorrita con visera y le faltaba un diente. Era aquel si, el quenos quitaba la merienda y era un crack jugando a la bolita.

Sucedió en un diciembre allá por el '7 4. La maestra seatrincheraba tras un montón de libros y cuadernos, equipadacon gruesas gafas y portando una regla de madera soportabacon dificultad la salva de papeles y tizas que se estrellaba cadatanto en su escritorio. Rodrigo, Juana y otros dos o tres leían ycomentaban un libro de Julio Verne, José el del gallegonegociaba con el vasco por unas "masitas" y otras golosinas. Elgringo Smith tenía a dos chiquilinas grandes como embobadasy aprovechaba para dibuj arles corazones y letras debaj o de suspolleritas tableadas. Isaurí con la boca abierta se tragaba unamosca cada cierto tiempo mientras su mente vagaba por otrosinsondables mundos. Pedro cantaba una Zamba mientras otrosdos cada tanto gritaban: ¡Adentrooooooo! y¡Sevalesengundaaaaaa!. "EL Sigi", con "el Maico" y otros dosmorenitos bombardeaban con nutrido fuego de tiza y papelitosa todos los que les dej aban la retaguardia o el flanco aldescubierto. Al promediar el horario alguien tocó a la puerta.

La maestra después del segundo toque cayó en la cuenta deque aquel sonido no provenía desde adentro de aquel valle delágrimas y se levantó casi chirriando las rodillas mientrasexclamaba un sordo quej ido y un resoplo. Abrió la puerta altiempo que decía con una voz atiplada y fingidamente amable:

- Siiiiibuenosdias

Un hombretón de pelo corto, rostro cuadrangular,tupidísimas cej as que ocupaban casi la totalidad del supuestoespacio donde debería estar la frente le contestó:

- …diavinepoelsigi.

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- ¡Ah! Usted es el papá - Cosa por demás evidente- Puesiseñora - - contestó el obtuso suj eto con rostro

inexpresivo.- - ¡Ay mire señor! Yo lo mandé llamar debido a algunos

episodios de inconducta del Sigismuuundo...- - ¡NO me diga más! Este ya anduvo haciendo macanas de

seguro—Respondió el hombre- - Bueno mire.. .como decirleeeee...por dónde

empezaaaar.. . .Fíj ese que sin ir más lej os el otro día pregunté ala clase si alguien sabía quién descubrió Américay...—Comenzó a relatar la maestra.

- - ¡Ahhh no me diga más!- - Dij o el hombre con expresiónairada y rascándose con fuerza la nariz.

- - ¡No me di ga más y PE- GUE- LÉ, pero PE- GUE-LÉEEEE nomás señorita, que le aseguro que fue ese bandidonomás!

ARIEL ZAPATER FERREIRA - URUGUAY

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BENEFICIOS DELSISTEMA

Mientras observaba con deleite la suave y desnudageografía de... ¿Karina? , ¿Carolina? (una de las dos

opciones, creo…) asomando entre las sábanas en la penumbradel cuarto no pude menos que sonreír con ternura. Surespiración sonaba en sintonía con la melodía romántica quesalía del reproductor de MP5 (o MP6 , o Mp7 . No estoyseguro) . En estos días ya casi nadie recuerda a Frank Pourcel,pero mi viej o me había dicho que su música era infalible, asíque no me detuve hasta conseguirlo. No fue fácil, pero valió lapena, ya lo creo.

Mucha gente habla pestes del “Sistema”; claro, sin salir de lacomodidad que éste le proporciona, j a, j a. Me causan gracia. Encambio, yo lo acepto, lo estimulo, lo alimento y me alimento deél sin ningún remordimiento. Después de todo: ¿Qué cornoses el “Sistema”? ¿Nuestra forma de vida? ¿Otras diferentes?¿Acaso no hubo siempre alguna forma de vivir? ¿Eran otros“Sistemas”? ¿Mejores? ¿Peores? ¿Más o menos? ¿Cómocompararlos si apenas tenemos vagas ideas de esas formas quederivaron en ésta? ¿Acaso podemos siquiera imaginar larepugnante mugre y pestilencia en la que nacían, sereproducían y morían nuestros ancestros hasta hace poco másde un siglo? ¿Podemos imaginar su insoportable aburrimiento?¿Podemos tener aunque más no sea una ligera noción de unmundo sin anestesia y promedios de vida que no llegaban acuarenta años? Preguntas parecidas podrían ocupar varios yextensos tomos. Me dirán que el “Sistema” no alcanza con susprotectores brazos a una importante fracción de la sociedad, locual es totalmente cierto (¿Cómo negarlo? No necesitamos aEinstein para llegar a esa conclusión) , pero creo que lasrazones deberíamos buscarlas mirando el corrupto accionar degobernantes y afines, poseedores de cuentas bancariasengordadas hasta el absurdo, a quienes poco y nada les importaese sector abandonado a su suerte.

El “Sistema”, bla, bla. bla. bla. Siempre tenemos algo, unarazón para despotricar, como quien se mira en el espej o y dice:“ ¡Qué horrible nariz!”, pero sigue sirviéndose de ella paracontinuar respirando. ¡Pamplinas! ( término en desuso del que

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me valgo para evitar la vulgaridad que quisiera pronunciar) .Algunos dicen que me escudo en mi soltería y mis treintaaños para pensar así, que soy un necio, cínico, superficial,egoísta, y muchos otros adj etivos con los que ensalzan mis“virtudes”. Ja, j a. Vuelvo a reírme de su palabrerío huecocargado de una hipocresía tan grande como un elefanteenfermo de elefantiasis (es una pena que no exista laballeniasis, se ajustaría mejor) . Grande, sí, pero a la queprefieren no ver, como aquel rey que no veía su ridículadesnudez, de la que todos se burlaban a escondidas (creo queera algo así la historia) . Imagino un abdomen del tamaño de undirigible arrastrándose por el piso del castillo, encerándolocon su grasa superficial, j a, j a, j a.

Bueno, bueno, basta, estoy saliendo del tema, aunque nodel todo. Yo tengo mis propias teorías, pero tampoco medesvelan. Además, el “Sistema” se vale de muchos otros“sistemas” (con minúscula, para poder diferenciarlos) . Y ahíestá el punto: un “Sistema” que es un gran engranaj ecompuesto por “sistemas”.

La cuestión es que el “Sistema”, su engranaj e y sus fallas(supongo que nadie con el cerebro un poquito más grande queun paramecio creerá que es perfecto…) suelenproporcionarnos muchas satisfacciones. La dulce compañía deKarina (o Carolina) es un claro ej emplo de lo que digo.

La había conocido esa mañana cerca del mediodía. Laoficina de atención al público de la empresa de servicios en laque ella trabaj aba, y a la que yo había concurrido por untrámite, mostraba una imagen desacostumbrada sin el bullicioy las voces subidas de tono del gentío habitual.

“¿Señor?”. Su sonrisa y algunos gestos eran una invitación ala invitación. Amor contenido a primera vista: algo así fue loque disparó la sensación de ser alcanzado por una repentinaola de calor que desmentía el aire acondicionado. Siguiódiciendo algunas cosas que no entendí (absorbido como estabapor otros pensamientos) , hasta que pronunció el conjurocompuesto por cuatro palabras que abrió las puertas del cielo.Luego de eso siguió el almuerzo, un paseo por el parque, elroce de las manos, y…y…y…

Y allí estaba, recorriendo sueños desconocidos en laplacidez de mi cama, llenando de vitalidad y belleza la

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habitación, ligándose a mi existencia (más allá de la brevedadque nos envolvió, pues hasta eso es relativo: un día puede seruna eternidad) desde el momento en que consiguió permisopara retirarse del trabaj o por una razón totalmente atendible yque se explicaba con las cuatro palabras del conjuro:

“Se cayó el sistema”.

¡Gracias “Sistema”! Regalas alegría hasta con tus caídas.

Espero que Karina (o Carolina) vuelva a comunicarseconmigo. Tiene mis datos: teléfono fij o, celular, D.N.I., mail,Chat, Facebook, Twitter, WhatsApp, nicks, grupo sanguíneo,signo del zodíaco, etc. etc.

Si no lo hace, uno de estos días voy a volver a su oficina.Con un poco de suerte el “Sistema”, a través del “sistema”,volverá a caerse oportunamente.

¡Ahhhhh! El “Sistema”… ¡Qué gran invento!

ROLANDO CORREA - ARGENTINA

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TE COMPRO TU DOLOR

El hombre iba comprando los dolores y las penas de lagente de aquel pueblo lej ano. Poseía un pequeño

instrumento que medía la magnitud del dolor que cada quienllevaba consigo y al que todos llamaban “su cruz”. Creo que deallí proviene el dicho popular que reza “cada quien sabe elpeso de su cruz”.

Todos lo esperaban, porque además se desplazaba por lospueblos circunvecinos. Cierto día comenzaron a ver que elhombre se iba encogiendo y en su espalda aparecía una j oroba,que cada vez se hacía más y más grande. En su pecho había unletrero que decía: “TE COMPRO TU DOLOR.” Nadiepreguntaba de donde sacaba tanto dinero, eran morocotas deoro que pagaba según la magnitud de la pena o el dolor. Y otracosa, no se le podía mentir, porque su mirada era inquisidora yal tocarte sabía si decías la verdad o no…Su don no era de estemundo, pero eso se descubriría mucho después.

Cuentan que un día el hombre enfermó. Cuando recibió lavisita del médico del pueblo, éste lo examinó completamentesin encontrar nada que pudiera especificar con certeza, másallá de su aspecto notablemente cadavérico, debido a lo cual lerecomendó reposo. Ante tal indicación el viej o argumentó:

- Yo no puedo guardar reposo, debo seguir comprandodolores, porque es mi trabaj o y antes de irme al encuentro deDios, he de culminar mi labor en la tierra, pues me fueencomendada hace tres mil años. Aún no he llegado al final demi lista, me faltan más de quinientas penas y dolores.

El galeno lo observó de arriba abaj o y contestó de malmodo:

- Pues creo que no le queda mucho tiempo, a lo sumo unmes .

El anciano lo miró de soslayo y le dij o.

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– Le compro su dolor doctor.

El científico, volvió a posar sus oj os en el hombre:

- ¿Sabes que tengo dolores y penas? Todo el mundo lastiene y un médico no tiene por qué ser la excepción.

El hombre de ciencia, que había hecho juramentohipocrático, sobó su barba y preguntó:

- ¿Y cuánto ofrece?- Le daré 3 000 mil morocotas - Respondió el anciano.

El médico, que atravesaba por entonces una mala situacióneconómica comenzó a alegrarse, pero el anciano continuó:

- Son muchas tus penas, también tus dolores, pero lasmantuviste ocultas durante años y eso es lo que te haprovocado esa úlcera que dentro de treinta días reventará

Entonces el clínico sonrió y alegó socarronamente:

- ¿Además de todo eres bruj o?-–Pues no, pero casi – Contestó el comprador de dolores

soltando una carcaj ada que retumbó como el sonido de miltrompetas.

Aquel profesional sintió como un escalofrío le recorría laespina dorsal y se preparó para irse, pero el viej o lo detuvocon una fría y arrugada mano.

- Espera, abre ese baúl y saca la bolsa color añil, allí hay3 000 morocotas de oro. Por favor tómalas y vete. Y por sobretodas las cosas… Nunca cuentes lo que viste – Advirtió elanciano.

Así se despidieron. Más, seducido por el pecado capital dela avaricia, el médico quiso más y contrató unos ladrones paraque robaran el baúl del viej o.

Durante la siguiente noche, éstos intentaron entrar a la casa,pero no lo consiguieron. Cuando ya se iban, la puerta se abrió

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sigilosamente y por ella apareció el anciano con el baúl en lasmanos. Los llamo y les dij o:

- - ¿Venían por esto? Llévenlo. Yo moriré el día de hoy y yano lo necesito.

Los ladrones se apresuraron a tomarlo y se marcharon.Luego esperaron un poco y cuando la oscuridad se hizo másintensa, se dirigieron presurosos a casa del médico.

- - Listo, aquí está todo y esperamos que nos pague hoymismo.

El avaricioso pagó con diez morocotas a cada uno. Ellos semiraron uno a otro y le reclamaron a los gritos:

- - ¡¿Solo diez morocotas? ! ¡Ese baúl pesa demasiado!

Al cabo se desató una trifulca y repentinamente elcodiciado baúl se abrió, dej ando a la vista el contenido; eransolo piedras de diferentes tamaños.

Todos se miraron por instantes con llamaradas de odiosaliendo de las cuencas. Pero fue muy tarde pues se habíanconvertido en calaveras.

Aquella misma noche, el hombre anciano falleció, la gentedel pueblo lo sepultó en su propio j ardín debaj o de unmanzano. Cuando entraron a la casa del misterioso personaj e,notaron que cada habitación lucía un nombre en la puerta:Tristeza, Soledad, Angustia, Amargura, Desolación, etc. “Noabrir porque se liberarán los males” rezaba más abaj o

Desde ese día nadie pasa por el lugar…Pero el manzano seve cargado de hermosas frutas, que caen sobre la tierra, peronadie osa tomar.

Pasaron los años y la casa fue demolida. Allí construyeronun edificio de muchos pisos, donde nunca nadie fue feliz.Cada uno de sus pisos contenía un mal, una pena, un dolor.Sus habitantes j amás supieron que con solo tomar una fruta deaquel manzano todo podría ser diferente para aquel que seatreviera, ya que este era nada menos que el “Árbol de la

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Felicidad”.

Y así murieron todos; porque como nosotros mismos aveces, solo se dej aron llevar por lo que “veían” o“conocían”…sin atreverse a experimentar.

MARITZA ALVAREZ - VENEZUELA

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INOLVIDABLE

Ignacio es un hombre borrachín, descuidado de sufamilia, y amante de bares y lugares poco

recomendables. Siempre despilfarrando lo poco que gana ensu trabaj o.

En aquella oportunidad, Ignacio sale por la madrugada deun lugar de estos, y se encamina hacia su residencia sinningún afán; trastabillando de acera a acera y con la miradaadormilada. Cuando llega a un potrero que está cerca de sucasa, j usto allí, a mitad del terreno, divisa a un hombre quecamina de un lado a otro, como buscando algo. Ignacio, contodos sus defectos, es también poseedor de un corazónbondadoso, por lo que sin más, decide ingresar al lugar yllama al extraño:

- ¡Hola, amigo!

El hombre lo ignora y continúa en su labor. Ante lo cualIgnacio, decide interponerse en su camino e insiste:

- ¡Amigo! ¿Se encuentra bien? ¿Ha extraviado algo?- ¡Sí!- Fue contundente la respuesta del suj eto.- ¿Le puedo ayudar?- ¡Si quiere y tiene tiempo!- ¿Y qué está buscando? – Vuelve a interrogar Ignacio- Es algo que perdí hace mucho tiempo… - Comenzó e

explicar el desconocido - - Y cuando sucedió, escuché quealguien decía: "Pobre hombre, intentaron robarle y se resistió…A cambio, perdió la vida"…. Desde entonces estoy aquí. – Dij omirando a Ignacio - - Si tú la encuentras, me la regresaras,¿verdad?

Ignacio, primero sintió que las piernas se le hacían agua.Luego su vista, recobró nitidez y tensó el cuerpo, hastaconseguir la agilidad de una pantera. De un salto salió dellugar y en un instante llegó a su casa. Golpeó la puerta condesesperación. Cuando finalmente su esposa abre, él seprecipita derechito al cuarto y se mete entre las cobij as.

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Mientras tanto, su señora se queda en la puerta hablandocon alguien que permanece oculto baj o la penumbra de lacalle:

- Gracias por tu servicio – Dice la mujer. - Toma el pagoque acordamos.

El extraño misterioso, recibe el faj o de billetes y exclama:

- ¡Mire señora se lo aseguro, su marido nunca más volverá amalgastar tiempo ni dinero por las noches!

- ¡Eso espero! – Contesta ella satisfecha - Feliz amanecer,amigo.

- Mi trabaj o es 1 00% garantizado. ¡Tenga también ustedun muy buen amanecer señora!

LUCHO SANCHEZ - COLOMBIA

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CELEBRACIÓN

Me encontraba en Santiago de Chile, parado en laesquina de San Pablo y Matucana, cuando un viej o

furgón volskwagen, ese que tiene 2 1 ventanitas, lleno deturistas, frenó de golpe arañando el cordón de la vereda.

- ¿Hey, amigo? ¿La casa de Neruda? ¿Dónde queda? - mepreguntó alguien con marcado acento inglés.

- Bueno, Pablo Neruda tenía tres casas: Una casa aquí enSantiago, a la que llamaba "La Chascona"; otra en Valparaiso,llamada "La Sebastiana" y la de Isla Negra, que no es una isla,sino un lugar a la orilla del mar cerca de un pueblito llamado"El Quisco".

- ¡La de Isla Negra! ¡A la de Isla Negra, a esa vamos! ¿Laconoce?

- Sí. Para ir a Isla Negra deben tomar la autopista de la costa,sigan derecho y...

- ¿Amigo? , ¿usted escribe?- Bueno,escribo en Facebook, cosas sin importancia.- ¡Suba, por favor! Así nos orienta en el camino - me pidió

una dulce voz de mujer. Por esa voz, subí al furgón. Adentro,de inmediato me hicieron lugar.

- ¿Sabe? , usted es muy parecido a Ernest Hemingway- mirando a mi ocasional compañero de asiento le dij e.

- ¡Es Ernest Hemingway! - me dij o el pasaj ero del asiento deadelante y se presentó.

- Hola, soy Mario Benedetti; tal vez haya leído algo escritopor mí.

- ¡Sí, claro! ¡He leído todo de usted, Don Mario! ¡Y es ungran honor conocerlo!

Mientras tomábamos la autopista de la costa, el pasaj ero delasiento de atrás me tocó el hombro y me dij o.

- Mucho gusto, soy Julio Cortazar. ¿Fuma usted? - Meofreció un cigarrillo. Yo no fumo, pero cómo rechazarle unpucho a Julio Cortazar. Ahí comencé a notar, con asombro, quetodos los pasaj eros del furgón eran grandes escritores. Todos,excepto yo, por supuesto.

Al lado del chofer iba Raymond Chandler, quien por alguna

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razón había pegado en la radio y a todo volumen "Jambalaya",cantado por Emmylou Harris. En la fila siguiente, Jane Austeny Mario Benedetti. Más atrás, Hemingway y mi modestapersona. Al fondo, Julio Cortazar, acompañado de tresseñoritas.

- ¿Disculpe, Don Mario? ¿Las damas que van con Cortazarno son las hermanas Brontë?

- Ellas son amigo. Charlotte, Anne y Emily. Pero no lasmire fij amente a los oj os, a menos que usted sea un sementalen la cama.

- ¡Eso, eso! ¡Very good! ¡Muy buen semental! - dij oHemingway muerto de risa, mientras se despachaba otrodaiquiri.

- ¿Y el que va manej ando? ¿No es Borges?- Es Borges, buen amigo. No tenga dudas de eso.- Pero tengo entendido que Borges no ve muy bien.- La verdad, Borges está casi ciego y, además, no sabe

manej ar. Pero de todos nosotros, es el único que puede pasarun control de alcoholemia - me contestó Jane Austen, conflemática sensatez.

Eran las últimas horas de aquel 3 0 de febrero, cuandollegamos a Isla Negra. Sobre las frías aguas del Pacífico, el solya era una delgada línea de fuego. A esas horas de la noche, lacasa de Neruda era una fiesta.

JON KOKURA - CHILE

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MARIPOSAS

Marlene, que poco sabía de las mañas del amor, peromucho de las mañas de la vida, estaba enamorada. Sí,

a los cuarenta y pico volvió a sentir las nunca bien ponderadas"mariposas en el estómago", síntoma indiscutible de que sucorazón (y nadie sabe cuál es la conexión con la panza, pero asíes) estaba poseído.

No lo supo de inmediato, es mas, creyó que se trataba de unpre- infarto y acudió al cardiólogo; pero nada, su corazón estabafuerte y sano y con mucha "cuerda" pa` seguir.

Las mariposas son insectos, no son aves, son hermososbichos de colores que alegran los oj os del que las mira, vuelany alborotan al viento y las panzas bulímicas de las muchachasde 1 4 y pico, no las de 40 y algo de equipaj e, escribió en sudiario.

Le gustaba escribir sobre las cosas de la vida: los miedos, lasalegrías, incluso los asuntos de la muerte. Ahora deletreabaotro alfabeto. Marlene no era virgen, ¡ni dios lo quiera! Peronunca se había fij ado en los detalles del amor. Así que novios,¡Dios le guarde! Ella quería librarse de todo mal y se libró, porun buen tiempo.

Se conocieron en séptimo grado, j uraron amarse en unaversión libre de Romeo y Julieta que representaron a fin deaño. Al año entrante, se cambiaron de turno y luego de escuelay ya no volvieron a verse. Marlene lo tuvo en cuenta y nuncaolvidó, ¡Dios no lo quiso! Las promesas son como un beso, sedan, se roban y duran tanto como el recuerdo de su sabor.

Por eso, j ustamente, pudo reconocer esos oj os cuando secruzaron en la calle, entre todos los miles de oj os en el tráficode un viernes por la tarde, 3 0 años después.

Sus oj os se miraron, ventanilla con ventanilla, del otro ladode la franj a blanca del asfalto. Fue en ese momento que sintió

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esa cosa en la boca del estomago, que la dej ó primero sin airey, luego, con esa sensación tan rara, como de casi muerte.Marlene estaba enamorada y su Romeo había pasado de largoaquella tarde, como uno más en el montón.

SARA SHUPMANN - PARAGUAY

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EL CAMINODE KATYA

Un mes entero recorrimos el bosque por completo:árboles, lagos, lagunas, por las zonas más oscuras e

inverosímiles de ese lugar; pero no encontramosabsolutamente nada. ¿Qué buscábamos? No lo sabíamos, de loque sí estábamos seguras era que no lo habíamos halladotodavía.

Cansadas ya del recorrido de ese día, nos dispusimos abuscar un lugar cómodo cerca de la laguna que teníamosenfrente, por la que ya habíamos pasado unas trece veces.Tanteando, buscando en la oscuridad el mismo sitio en el quedescansáramos tiempo atrás, vi como Katya seguía un caminodiferente, sin esperarme o detenerse.

- Kata, ¿Dónde vas? - la llamé.

Pero no me contestó. Traté de seguirle el paso y alcanzarla,pero me costó. Fij é bien la mirada en la maleza y el suelo,observando cada obstáculo que me alej aba de ella. Los atravesécomo pude, colocándome al lado de mi incondicional amiga.Cuando la detuve, miré a sus oj os. Quedé estupefacta, estabanblancos como las nubes. Noté que estaba en un estado detrance, muy profundo e intenso. Muchas veces la había vistoen trance, pero j amás de esa manera.

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De ipso facto, la dej é libre. Siguió su camino directo al agua.Con este frío, meterse allí solo significaba pasar una muy malanoche. Fui tras de ella al lago. De pronto, observó algo en laprofundidad, se sumergió en el agua, dej ándomecompletamente preocupada.

Entonces comenzó a salir una luz blanca desde el fondo deaquel lago. Grité una y otra vez el nombre de mi amiga, pero noaparecía. Cuando tomé la decisión de baj ar también e ir en subúsqueda, Katya fue apareciendo poco a poco, como en cámaralenta.

Primero sus cabellos dorados, más intensos, más largos,estaban brillando. Luego su rostro, demarcado por un hermosatiara, la que no tuviera antes. Su piel más tersa, blanca.Literalmente toda ella brillaba, como la estrella más bella de lanoche. Cuando todo su cuerpo estuvo fuera, me percaté de laespada que traía consigo. Sentí una gran fuerza y poder dentrode ella. Lucía atemorizante, con ese vestido moj ado, amoldadoa su cuerpo perfecto, esos oj os que prometían darlo todo porsu obj etivo y esa tiara resplandeciente que la asemej aba a unadiosa.

- Has hallado la espada que tiene tu poder y tu coraj e, Katya- Se escuchaba de algún rincón del lago.

- Debes darle un nombre y hacerla parte de ti, para queluche a tu lado y por el bien de todos. Si la aceptas con amor,ella hará lo mismo contigo. Nunca lo olvides- continuó la voz

Con cada palabra, la esencia de mi amiga se hacía más y másfuerte, más y más radiante. Sin poder creer lo que veían misoj os, esperé en silencio que el rito se sellara.

- Te acepto con amor, con gratitud, como una bendición. Teserviré como tú a mí, con idéntica devoción. - Cada sonidoarticulado parecía una canción que solo yo entendía,transformando la mitad del rostro de Katya en un contratoviviente. Marcas que dej aban huellas del pacto que se hacían- .Tu nombre será Sgòthan.

El trato estaba cerrado, el contrato yacía escrito en su faz,mientras que la espada le daba la bienvenida con su poder.Katya sonrió, la empuñó, moviéndola de un lado a otro, hastaque sus esencias se hicieron una.

Mi amiga cayó nuevamente al agua y la espada desaparecióen el acto. La ayudé a salir, tomándola por el brazo. Una ráfaga

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de calor nos golpeó de tal manera que nos sentimosprotegidas, nuestras ropas se secaron de inmediato. Sí, esanoche por fin descansaríamos.

Ese día encontramos la iniciación de Katya como guerrera.Lo habíamos logrado. Ahora era yo quien necesitaba encontrarmi camino, mi virtud, mi ascensión. Seguramente estaba amitad de camino. Lo conseguiría. No cabía duda.

DAYANA ROSAS - VENEZUELA

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SOLTAR

Y te solté, después de tantos días, meses, años. Tuveque pasar por un infierno de aromas, lugares, besos,

mañanas, noches. Fue largo el transitar para dej arte ir.Olvidarte no, porque me hice más hombre.

Una mañana me desperté y ya no estabas más. Comencéfinalmente a caminar.. .

GASTON VÍCTOR - ARGENTINA

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HOLA

¿ Te has preguntado cómo sería tu vida si vivieras en unaduda diaria? Pues yo sí, mi vida siempre fue diferente a

las demás. Amaba ayudar, pero no lo conseguía pues meencontraba en plena lucha conmigo misma.

Mi nombre es Loreto. Pasé gran parte de mi existenciabatallando contra la ira que me provocaba el hecho de que elcáncer arrebatara el hálito de mi amiga. Si, el cáncer, esaenfermedad tan cruel.

La conocí en un hospital cuando tenía dieciocho años y ellacuarenta. Era perfectamente consciente de que moriría, sinembargo no dej ó de pelear…hasta el final.

A veces pienso que si hoy estuviera aquí j unto a mí, diría:

- - “Sigue adelante con tus sueños”.

El hecho es que yo j amás conseguí soñar.

Quizá soy fría, pero ella indudablemente no. Era puroamor. Nunca llegaré a saber si cumplí con sus expectativassobre mí. Pero de lo que si estoy completamente segura esque conservo la férrea esperanza de que en donde quiera queella esté, sepa que fue y aun es una gran amiga. Y que nuestradespedida, fue única e inolvidable para mí.

VALERIA MUÑOZ GALLEGUILLOS - CHILE

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UN LLAMADO AZUL

Un reflej o de luna plateada iluminó los carromatos delcirco... .Esa noche no hubo función porque la

atracción animal del circo, estaba agonizando... . .El cómicochimpancé Carmelo, ese que se vestía y desvestía haciendomalabares en lo alto del trapecio, casi no tenía aliento;descansaba sobre un mullido colchón en el interior de uno delos carromatos. Se encontraba rodeado de sus compañeroshumanos, el payaso Colores, la ecuyere Nadia, losmalabaristas, incluso el dueño, el único de los hermanosSaldívar que dirigía el circo.

Más sus compañeros animales, esos que compartían conCarmelo las caricias y aplausos de los niños, esperaban ensecreto y desde sus j aulas anhelaban el milagro. Aquella tardeenviaron de común acuerdo, a uno de los galgos, ese, el másligero, el que enloquecía a los pequeños adivinando númerosy colores de los naipes; con un encargo singular. Nadie mássabía excepto ellos, que en su loca carrera el veloz perro ibaen busca del gnomo azul. ¿Quién era este gnomo azul? Nadamás y nada menos, que un pequeño hechicero que sabía cómodevolver la vida a los animales buenos. Vivía oculto junto alas lechuzas, allí en el campanario.

Aquella noche solo se esperaba y se rezaba para queCarmelo tuviera fuerzas.

Cuando el reloj de la iglesia, dio las doce campanadas, elmás plateado rayo de luna iluminó aquel carromato y la figurade un rechoncho veterinario, se asomó dentro del circo. Esteauscultó a Carmelo y revisando su corazón dij o:

- Tienen artista para raaaaato, solo es una simpleindigestión .

Colores lo acompañó entusiasta hacia la salida. Sinembargo, detrás de los barrotes de las j aulas, cien oj os

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fosforescentes adivinaban entre la penumbra de la noche, elgorro azul del duende bienhechor, sobre la cabeza del doctor.

Para el alma de niño de todos los del grupo. Esa, quesiempre llevamos dentro.

IRMA HAYDEE PEREIRA - ARGENTINA

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PINOCHA

En un lugar apartado de Maderalandia vivía Pinocha. SÍ,como escuchas, la versión femenina de pinocho, el de

Collodi y el de Rodari j untos. Esta mujer era más astuta que losdos juntos, poseía el almacén de madera del pueblo. Todo loque se encontraba se había construido con su nariz. Pues sucapacidad de mentir era inusitada, inventaba mentiras comouna máquina sumadora.

Ser cenicienta, pero con la caperuza de Caperucita, labelleza de Blanca Nieves y decía que había asustado a la reinade Alicia en el país de las maravillas, que podía convertirse enPulgarcita y la Sirenita; además, que era hermana de Gepetto.pero que este la había desheredado por parecerse a su hij o.¡Vaya locura!

Cierto día se encontró con Dulcinea y le preguntó porAlonso Quij ano, el bueno, y por Sancho Panza. Se sabía lahistoria completa. Esta Pinocha era muy culta, pero muyenvidiosa. Vio que Dulcinea era más bella de lo que el Quij otedecía y quiso preguntarle cosas que la Dulcinea ignoraba,porque ella solo fue un invento de don Quij ote. Allí se diocuenta que ella sola no tenía la capacidad de inventar, eso laentristeció.

Comenzó a caminar y caminar, llegó al pueblo de CienAños de Soledad, Macondo, el lugar de lo posible y de loimposible. Allí vio a Remedios, la bella, ascender al cielo enuna sábana y a Mauricio Babilonia, rodeado de mariposasamarillas, y a un tal Melquíades vendiendo el hielo. Entendióque la ilusión y la fantasía existen …¿entonces para que mentir?Siguió caminando y vio a Macario, el de Rulfo, esperando aque salieran las ranas de la alcantarilla; más allá a Guachirongo ,el de Don Julio Garmendia, cantándole a las nubes coloradas.Más adelante, se encontró la tumba de Juan Peña, el granuj adel diente roto, quien la vio y le dij o:

- He oído hablar de ti, la versión femenina del Pinocho. A

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estas alturas, con tantos encuentros importantes, debes habertedado cuenta que los molinos de viento eran eso, no gigantescomo creía el Quij ote, y que la fantasía existe, "pero se debediferenciar entre la realidad y la fantasía".

En ese instante, a Pinocha le dieron ganas de estornudar yya no tenía nariz. Ese paseo le había quitado su penosa narizgrande, producto de las mentiras que había construido parallegar a ser la dueña del pueblo. Quiso regresar, pero noencontró el camino. La envolvió una nube de polvo y sehundió en el laberinto de la verdad.

Nadie supo nunca más de Pinocha, la versión femenina deRodari y de Collodi. A veces, alguien la recuerda y sonríe;pero solo es eso, un recuerdo, un punto en el infinito.

MARITZA ALVAREZ - VENEZUELA

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PLEYADIANO

Sentía su poder, no entre las piernas como lo hacen loshombres mundanos, sino el que viene desde las

entrañas, el que tienen los superhéroes. Ese poder que lograestablecer orden en dimensiones más allá de la esferaterrestre, más allá de los cielos.

Eso le sucedía a un hombre común, a uno de esos quecamina por la calle, toma el subte, bebe una cerveza. En suimaginación y en su corazón, creía que venía a liberar a loshumanos de las cadenas del infierno. La ansiedad lo agobiaba,no lograba encontrar el atuendo perfecto. Volar no podía, teníaexceso de equipaj e. En la gran ciudad no se encontrabancuevas con murciélagos. Y de Robín no quería, él eraheterosexual.

Mientras en la ciudad de la furia pasaba de todo, con suatuendo azul, bastón de policarbonato. Mucho no podía lograr,el superhéroe quedaba atrapado en la intención.

Quiere ayudar a la humanidad, a veces la humanidad noquiere que la ayuden. Al estilo Bruce Banner, no por locientífico, sino por lo solitario. Así anda por la vida, buscando

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la fórmula que lo logre conectar con lo que su corazón siente.

Dicen que el cosmos tiene todo planificado, aunque a vecespensemos que son puras habladurías. Así lo hizo. Se cruzó conuna hechicera siglo XXl, esas te miran y saben lo que buscas.En una galería perdida por el gran con urbano, librosexotéricos, piedras, en un rincón criptonita, a él no le pasonada cuando la tocó.

Esta mujer sabia le recomendó un libro, de cuatrocientashoj as. Le dij o que en él iba a encontrar respuestas a suspreguntas existenciales.

No tardó en leerlo. Las primeras sesenta hoj as fuerondensas, bostezos, palabras que se cruzaban. Se poníainteresante hoj a tras hoj as, como si el libro te aduj era de apoco. Lo que decía pasaba a tener relevancia, mientras él nopodía creer lo que leía.

Al tercer día, ingresó al final del libro, faltaban cientocuarenta hoj as. Eran las dieciséis horas de un domingo. Climaperfecto para culminar la lectura. A medida que transcurríanlas páginas, más inmerso estaba en ese mundo etéreo de seresde luz, de donde él sentía que venía.

Explicaban que el libro era su forma de comunicarse, paraayudar a la humanidad, en su despertar. Al que le llegaba ellibro, era signo de que pertenecía a esa familia de luz, lospleyadianos como se hacen llamar. Son un sistema planetarioen la constelación de tauro. No es sencillo llegar, viven atrecientos ochenta años luz. La meditación o el libro es la únicaforma de comunicación, no les gusta el whatsapp.

En las últimas veinte hoj as, antes de cruzar el disco, sentíaen el corazón que ellos le hablaban como si estuvieran leyendojuntos el libro. Su alteración fue creciendo, su cerebro empezóa estar partido en dos, el calor en el cuerpo era insostenible, yni hablar de la antorcha humana.

En ese momento, él descubrió quien era realmente y cuálera el propósito acá en la tierra. Estos seres se habíancomunicado con él, lo que sentía y presentía pasó a tenerrelevancia.

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No estaba errado en sus intuiciones. Todo había dado ungiro multidimensional, había mucho por trabaj ar.Principalmente en su interior.

Al igual que los grandes súper héroes, él tiene un secreto,atrás de su traj e.

ALMA ZEN - ARGENTINA

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ARC EN CIEL

En un valle diferente a los demás, llamado Embaumer,vivía una niña como todas las demás: imprudente,

secreta y, sobre todo, bonita. Estaba prometida por sus padres aun anciano y frío noble, de las tierras altas de los Alpes.

Un día como cualquier otro, Sofi tuvo que salir a buscaragua para su pequeño caballo, llamado Arc en ciel. Llegando almanantial, la niña vio una figura muy pálida y hermosa. No seasustó, a medida que se acercaba, se tornaba más pálida y máshermosa. Pasó a través de ella y sintió en su cuerpo uncosquilleo húmedo, que baj aba desde su entrepierna y llegabahasta fundirse en la vertiente del manantial.

Nadie la ha vuelto a ver, pero es bien sabido que cada vezque llueve en ese lugar, la gente se enamora.

JOSE LUIS MACHADO - URUGUAY

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LOS CONTROLADORES

¿ Realidad o fantasía? : cada uno usa sus conocimientos ose dej a engañar.

Cuándo todo se dé a la luz, dej aremos de pensar que nosenvolvió la “ignorancia”. Conocer la verdad es aterradora, lasociedad tal vez no está preparada para afrontar la llegada deotros seres.

Los organismos oficiales como CIA, NSA, MI6 , NASA, lomantienen en secreto con demasiados controles, para que nohayan fugas.

Creen poseer un control férreo de algo que es incontrolable,y que aparece a sus anchas, saliendo del perímetro limitado delas bases secretas para hacer sus diabluras.

Aquellos que pudieron, circunstancialmente, o fueronelegidos, comprenderán los motivos. Nadie está a salvo de sucontrol, ni los controladores saben que están siendomanipulados.

Cuando no conoces sus planes reales, ni su poder, ni lashazañas de tu oponente y les ofreces puentes de plata parahacer su entrada, poco a poco, como caballos de Troya, vansiendo un enj ambre difícil de controlar. Ya no se puede parar.

Entes enfermizos, sin sentimientos, obsesionados con lagenética, el aura humana, el alma y los sueños, haciendodesastre sin razón a cobayas humanas y animales, ¿realidad ofantasía?

Tus sueños son alterados para mantenerte en trance y a sualcance. No es fácil despertar de su dominio, si no conoces losfallos de su método, sus intentos de posesión y control de uncuerpo, que aun no está siendo un éxito.

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Que nadie explore lo más valioso de tu ser, tuspensamientos. Tú sabrás esconder, desde el alma hasta lasentrañas. Tu voz no calla, espera ser escuchada, divaga enrazones.

No son tan inteligentes aún, siguen cometiendo errores.¿Realidad o fantasía? Solo el tiempo dará la respuesta, aunquealgunos ya la sepan.

IRENE BEATRIZ OSES - ARGENTINA

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INOCENCIAROBADA

Era apenas una niña cuando todo comenzó, eran juegosdecían y ella tan inocente creyó. Pasó el tiempo y el

j uego - como ellos llamaban- no había cesado, eran cómplicesde ese abuso. Los padres vivían sus vidas, aj enos a todo lo queacontecía en esa casa. Cada uno velaba por sí mismo, los hij osa la deriva se encontraban.

La niña crecía y supo que a eso que ellos llamaban juego, sele denominaba incesto y era pecado. Empezó a rebelarse, y coneso las agresiones físicas y verbales. Eso ya no era abuso, muytarde comprendió, sino algo mucho peor.

Así transcurrió su vida, encerrada en sí misma, temiendolos momentos en que quedaban solos. Se refugiaba en la nadapara ocultar su dolor,l loraba sin lágrimas.

Se hizo señorita y se rebeló aún mas, empeorando lasituación, el único camino que le quedaba era escapar. Así lohizo, huyó lej os.

Aunque no fue su mejor elección, prefería los golpes deaquel hombre a que la siguieran ultraj ando sus propioshermanos.

NORMA BEATRIZ VILLAFAÑE - ARGENTINA

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HOLA, MAMI

¡Hola, mami! Sí, tú, la que te miras la panza y la acariciascon ternura. Yo te veo desde aquí, en mi rinconcito. Veo

tu cara de muñeca. ¡Mami, eres hermosa! Aquí arriba tengosiempre un concierto de tambores, porque tu corazón latepermanentemente con notas de amor. Me pregunto muchasveces por qué tuve tanta suerte de tenerte. Sé que seré felizcontigo y con toda esa gente que te rodea con tanto cariño.

Dime, mami, ¿me leerás antes de dormir ese cuento de unniño rubio que habla con las rosas? Ese que cada tanto túescribes, algo de lo invisible y de los oj os, ¿me enseñarás esafrase? ¿Me harás escuchar esa canción en ese idioma extraño? ,pero que me gusta mucho, esa de ese señor de pelo largo conlentes, que me eriza los poquitos pelitos que tengo.

¿Me cantarás al oído que me duerma tranquilo, como eseseñor que le cantaba a su hij o, del Norte al Sur? ¿Me llevarás ala playa a recoger caracoles, estrellas de mar y cáscaras demej illones? ¿Tendré una varita mágica con la que puedallamarte y que acudas en mi ayuda? ¿Me llenarás las manitosde pintura y podré pintar a mi gusto las paredes del comedor?¿Lo harás, mami? Sí, yo sé que lo harás. Y con todo el gustodel mundo, porque los dos somos libres.

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Sé que me cuidarás en lo que creas necesario, harás que misalas crezcan hasta cuando pueda volar y encontrar mi rumbo.Sé que dedicarás días y noches a ayudarme a construir micamino, que irás delante de mí hasta cuando lo consideresnecesario y, a partir de ahí, serás un apoyo a mi lado, en mispasos independientes.

Sé que me protegerás de todo riesgo, pero lo que veas queyo puedo enfrentar me dej arás enfrentarlo, porque sólo tú y yoconocemos mis fuerzas y debilidades. Sé también que si mepaso de la raya me lo harás saber, los sermones son tannecesarios como el amor, pero sin exagerar en la dosis. Encambio, el amor cuanto más mejor, más se perfecciona el actode dar.

Quiero libros, muchos libros y películas. Quiero escuchar aesos cuatro hermanos que cantan tan lindo, canciones rápidas ytambién tristes.

Déj alo ser…

Panzadas de milanesas y empanadas. Chocolate hasta en lasopa. Prometo no ser como Mafalda y tomar hasta la últimagota de sopa. También, prometo cuestionarme todo lo que vea,preguntar, hasta cansarme de saber. Quiero saber, así como túbuscas preguntas a todo, aunque no haya respuestas, perobuscas saber. Seré una esponj a, ávida de conocimiento, desabiduría, amor y libertad.

Quiero ser como tú, mami. Debes saber que desde ya teamo, mucho, mucho, lo suficiente y lo imposible.

Eres la mujer de mi vida, hasta mi último día de miexistencia.

JOANNA MEMINGER - URUGUAY

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VELOCIDAD

Llegó su alma al cielo y preguntó San Pedro.

- ¿Cómo llegaste hasta aquí, hij o mío?- Fallecí en un accidente de tránsito.- Cuéntame, ¿cómo sucedió?- Conducía una moto.- ¿A qué velocidad ibas?- Para qué interesa eso, si ya estoy muerto.- Es que debo asentarlo en una ficha de entrada.- Bueno, la velocidad era de. . . 1 2 0 km por hora.

San Pedro escribió: Velocidad 1 08 .1 2 0 km por hora. A elalma le pareció no correspondía lo asentado en la ficha ypreguntó.

- Perdón, Sr. Ud ha cometido un error. Le dij e 1 2 0 km.- ¿Tú vienes de la tierra, verdad?- Si Sr. De allá vengo.- Pues debes saber que la velocidad que desplaza tu planeta

en su orbita solar es de 1 08 .000 km por hora, osea 3 0 km. porsegundo. Siendo tú un habitante terrestre, j unto con el planeta,desarrollas su misma velocidad y tú le agregaste 1 2 0 km más.

- Pero. . .- Nada hij o, puedes pasar, pero la próxima vez, ten más

cuidado.

¡LA PRÓXIMA VEZ! Sonrió, socarronamente, San Pedro.

NICOLÁS FERREIRA LAMAÍTA - URUGUAY

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EL VIAJE

El día de visitas había llegado, desde muy temprano elmovimiento de sus compañeros de cuarto demostraban

lo especial de la j ornada.

Con gran dedicación hizo la cama cuidando que la colcha nopresentara ninguna arruga, luego ordenó el caj ón de la mesa deluz acomodando con sumo esmero la foto de su difunta esposamientras una lágrima asomaba por sus enroj ecidos oj os.

Separó el paquete de caramelos de eucalipto y colocándoloen el bolsillo de la camisa se dirigió al comedor paradesayunar.

Prolij amente vestido, llamaba la atención el brillo de suszapatos y el comentario del resto de los internos no se hizoesperar:

- ¡Siempre le hacen lo mismo, pobre Don Federico, se pasatodo el día esperando!.

- La culpa es suya, les dio todo lo que tenía y así es como lepagan .

En ese momento interrumpió Don Federico:

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- Hoy viene mi nieto, seguro que vamos a pasear por elPuerto.

- Claro, a ver los barcos. ¿Es lo único que te interesa?- . Dij ouna anciana con notorio mal humor.

- Ya van a entender. Todos tenemos un pasaj e reservadomás yo quiero elegir el barco y cuando viaj ar. Mi nieto me loprometió y yo se lo debo a Lucía – Contestó él.

Las horas fueron pasando, los visitantes llegaban, algunospaseaban por el j ardín, otros retiraban del instituto a unosansiosos veteranos quienes cual si fueran niños, no lograbanocultar su alegría por salir… ni su tristeza al regresar.

Federico ocupó un sillón de mimbre en la galería. El sol dela tarde le acarició la piel curtida hasta llevarlo al sueño.

Durante el letargo regresaron a su memoria los días deplenitud juvenil. Su trabaj o como conductor de subte, dondepasaba largas horas añorando la luz solar. Su regreso al hogarrepleto de caricias, con aroma a cocina y la sonrisa de suesposa Lucía, siempre dispuesta para el amor.

Inmerso en aquel pensamiento se mantuvo durante unosmomentos, intentando sostenerlo como al tesoro más preciadoy esforzándose por reconstruir la imagen de su mujer sinconseguirlo.

Sus remembranzas se vieron interrumpidas por la llegadade un joven.

- ¡Abuelo, te traj e una sorpresa!, ¿Creías que ya no venía?- .Y luego de abrazarlo le entregó un sobre conteniendo el pasaj eprometido.

- ¡Gracias! ¡Hemos esperado tanto tiempo! Pero al finpodremos viaj ar –.Exclamó entusiasta Federico.

- Es un hermoso barco. Sale el viernes del Puerto de BuenosAires a las ocho de la mañana. ¡Cuídate!

- No te hagas problema, ya soy bastante grande - . Dij o DonFederico.

- Sí lo sé, pero toma nota lo que debes llevar, no te olvidesde nada .

- Lo importante es que finalmente podré cumplir, podréllevarla conmigo…

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Ambos se mantuvieron en silencio durante unos minutos yluego se despidieron con un efusivo abrazo.

El viernes, con gran emoción, Don Federico saludó a cadauno de sus compañeros de cuarto prometiendo disfrutar elviaj e al máximo y se dirigió al Puerto en un auto de alquiler.

Su entusiasmo era enorme, conversaba con todos sobrecualquier tema, desarrollando expectativas y planificandoactividades.

Al momento de abordar buscó entre sus pertenenciasadvirtiendo que había olvidado la foto de su mujer y no restabatiempo para reparar aquel descuido.

Durante ese preciso instante, su actitud cambió porcompleto, transformándose repentinamente en el más calladoy solitario de los pasaj eros.

Sentado en un banco de cubierta trató en vano de recordarel rostro de Lucía mientras hacía infructuosos garabatos sobreuna servilleta.

El sol y el viento lo acariciaron hasta llevarlo al másprofundo de los sueños.

De pronto, una mano se posó suavemente sobre el hombrode Federico.

- Te esperé mucho tiempo… – Susurró una vozaterciopelada.

Federico y Lucía emprendieron el viaj e prometido.

ROBERTO AUGUSTO GENTILE - ARGENTINA

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EL ESPEJO

Desde que entre en la habitación no pude apartar losoj os del aquel espej o. Cual como si me atrapara de

modo ineludible.

El primer día que lo vi, note sobre el cristal el dibuj o de unamancha y aunque trate de ignorarla, siguió allí, acrecentándose.

Hoy siento que me absorbe… yo empequeñezco y ellacontinua creciendo lentamente

Hay días en que permanece igual y aun cuando trato derestarle importancia, percibo que mis fuerzas decaen mientrasella se fortalece.

Tengo miedo a desaparecer, a que me succione porcompeto. Entonces huyo de la habitación.

Más no consigo alej arme demasiado, es como si me llamaray de nuevo, indefectiblemente, me encuentro allí, sentada enel sillón con la vista fij a en su contorno.

Pasó un mes desde que todo comenzó. Perdí el aliento,permanezco en cama el día entero solo observándola crecer.

Noto que me voy, mis oj os se cierran paulatinamente ypierdo la conciencia. Dej é de sentir los latidos de mi propiocorazón.

De pronto inmersa en esa inconsciencia, puedo oír que mereclama susurrando sugestivamente. Me levanto y caminohacia el espej o, apoyo sobre él mis manos, y como si nuestrasesencias se fundieran desaparezco en su interior.

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Y ahora estoy allí, cautiva en su reflej o, transmutada enmancha. Presta a cobrar una nueva víctima.

NORMA BEATRIZ VILLAFAÑE - ARGENTINA

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SIN ETIQUETAS

Yo quería sacar la voz, y lo hago escribiendo sátiras dehumor negro. Cuando la gente sepa reírse de sí

misma, las leerán, antes no; pues creo que nadie es realmentecapaz de reírse de sí mismo o de otros.

Mientras espero que se puedan mostrar esos trabaj os, loshe guardado baj o siete llaves. Yo, por el momento, saco la vozcon mis relatos.

VALERIA MUÑOZ GALLEGUILLOS - CHILE

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LA CACERÍA

Ya se sacaban los granos en sus vainas y las plantacionescomenzaban a adquirir un tono amarronado. Una

noche en el boliche escuché hablar de una manada de j abalíesque salían del monte y arrasaban con la soj a.

Nunca cacé. Alguna que otra vez algún pobre capincho, queme llenó más de lástima que de orgullo; pero chancho, no.Todos saben lo peligroso que puede ser uno macho, con suscolmillos inferiores apuntando hacia arriba: dos puñales dedoce cm que abren lo que venga.

Decidí ir a por los cerdos, solo, sin perros, pero con miFAL cal. 7 .6 2 , con reductor para 2 2 , magnum. Esa noche uséla munición original, salí de tardecita, dej é la camioneta a uncostado del camino y me fui derechito a donde sabía que ellosabrevaban y se revolcaban. No tenía dogos ni ningún otroperro bueno, solo dos perras viej as y mansas, así que me dij e:"tenés que probarle a todos esos charlatanes del boliche quevos podés, solo".

A la cintura llevaba un puñal hecho por mí, cincuenta cmde hoj a de elástico de vw, estoque de doble filo y aguzadapunta. Llegué al abrevadero inmediatamente, hice lo que haríaun chancho, me sumergí en el agua fangosa hasta quedarcubierto de barro hasta el último cm cuadrado. Luego, sin másdemora, salí caminando entre la plantación que me llegaba alpecho.

La noche estaba tibia, así que no sentía mucho frío. Caminéunos kilómetros, hasta llegar a donde terminaba la plantación ycomenzaba el monte.Al llegar, escogí un apostadero, calculando que por allí podríansalir los porcinos. Me acomodé y esperé. Extraj e de entre misropas un frasco con el orín de una chancha en celo y lo vertíencima. ¡Ya vería ese famoso padrillo, que tantos perrosllevaba muertos con quien se toparía esa noche!

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Después de unas cuatro horas de espera, me sacó del limboduerme- vela el escándalo producido por perros, venían dellado del monte y traían por delante a una manada de chanchas.Atiné a levantar el fusil con foco incorporado y a dispararle a laque iba más cerca. Fallé, pero vi clarito que la bala picó en laspatas del bicho, así que corregí un poquito y el segundo tiro lahizo tambalearse. Ya herida fue cayendo para el costado delboquete de salida. Observé que tras la chancha, varioslechoncitos venían chillando y detrás de ellos venia él: unpadrillo negro con una pinta blanca en la frente.

El animal, calculé, debía pesar unos doscientos cincuentakilos, el hocico más largo j amás visto . Cuando quise afirmar lavista en él, lo vi levantando a un perro blanco por el aire,largándolo como a cinco metros totalmente despanzurrado.Enseguida, el padrillo se vio rodeado de cinco o seis canes másgrandes que el anterior y allí comenzó la pelea. Seguíaalumbrando, pero me era imposible tirar, era tal la agitacióndel combate. Saqué la linterna de su encaj e y, manoteando elestoque, me acerqué al lugar de la pelea. El chancho, cuandome vio, desatendió inmediatamente a los perros y, sin soluciónde continuidad, se vino encima, con un arranqueincreíblemente veloz.

A mi alrededor, todos los perros yacían destrozados por loscolmillos asesinos. Cuando se acercó, calculé la distancia ycorrí tres pasos hacia él; en la milésima de segundo justa salté,logrando que el animal cruzara, tirándome un navaj azo lateralcon la cabeza, como es costumbre en estos bichos. Ese elmomento decisivo. Con la mayor velocidad que pude, me divuelta y corrí hacia el colmilludo, afirmando el puño cerradode la zurda con la linterna en la tierra, para poder retomar laposición vertical.

Al llegar a su lomo, este casi se daba vuelta para reanudar elataque, j usto a tiempo, me así de su cola, soltando la linterna yquedando solo con cuatro sentidos disponibles, porque ya nopodía ver más nada. De mis sentidos, el que podía usar en elcaso, era el tacto y un poco el oído, pero teniendo al animalsuj eto, era parej a la lucha. Digo parej a, porque no me fue fácilapuñalarlo, ya que el forzudo me arrastraba por encima de unasmatas de paj a, haciéndome caer en varias oportunidades,siempre intentando herirme, tanto que sentí como el acerochocaba con sus dientes repetidas veces.

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Al cabo de un tiempo, que me pareció larguísimo, pudehacer pie y me la jugué en una estocada violenta, con el riesgode errar y quedar pagando a merced de los puñales delenemigo. Acerté. Ligué, como dicen los paisanos, sentí conalivio como mi mano llegaba a toparse con las cerdas delporcino, lo que indicaba que la hoj a no estaba más en el airesino en la carne. De ahí en más, los corcovos fuerondisminuyendo, sintiéndome libre de ser muerto.

Cuando al fin lo solté, j usto venían llegando los dueños delos perros, quienes no entendían nada. Imagino que cuadrovieron al llegar: sangre a granel, varios animales muertos oheridos y un hombre cubierto de barro y sangre, tirado en elpiso con vida. Los cazadores atendieron a sus perros y meayudaron a cargar el pesado animal, tirándolo con caballo hastami camioneta.

Uno de ellos, cazador famoso en la región, me propusocambiar el padrillo por los seis lechones de la chancha quematé. Los avalué. Los habían capturado vivos, estaban gorditosy eran lindos, rayados y de pelo brillozo.

Llegamos a un acuerdo: yo solo quería la cabeza delpadrillo, así que les cambié el animal, menos la cabeza y elcuero, por los seis lechones. Me ayudaron a cargar la chancha,por lo que les di un cuarto y una paleta.

Esa noche en el camino a casa, me baj é de la camionetapara observar a los lechones. Me conmovió ver cómointentaban mamar en su madre muerta. Hasta el corazón másduro se conmovería. Pero... el domingo con la familia y vinotinto.. . ese chillido sobre las brazas.. . a eso no hay quien seresista.

ARIEL ZAPATER FERREIRA - URUGUAY

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LA ISLA

Viajaban casi todos los fines de semana hacia la isla. Alllegar amarraban fuertemente la lancha y comenzaban

a baj ar sus pertenencias. Allí concretaban sus más ambiciosossueños.

Aquel bello lugar, colmado de una tupida vegetación, cuyosilencio profundo solo era perturbado por el trinar de diversospáj aros y alguna viej a embarcación que de vez en cuando hacíasonar la sirena, les recordaba que “ese”, era su otro mundo.

El mundo de los amantes…

“Edu” y Anahí, hacía mucho tiempo que llevaban una doblevida y por cierto, no les resultaba nada fácil encontrarsecuando así lo deseaban. No obstante era tan intensa la pasiónque sentían el uno por el otro, que una vida generosa, se rendíaa sus pies…- “Cuando se quiere se puede” – Solían decir.

Así una y mil veces, dej aban sus respectivos hogares conexcusas “creíbles”.

LA ISLALA ISLA

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Una inmensa luna, iluminaba la cabaña aquella noche y ensu interior, una pequeña mesa era suficiente para la gran cenade los amantes.

Dos copas de vino, oj os acaramelados y el chillido delventilador que no permitía oír ningún otro sonido desde elexterior, los preparaba para el ritual más sagrado.

Con desmesurada y tierna locura, hacían de la habitación untemplo sublime. El templo de su amor.

Nada se prohibían, nada dej aban para después, nada seocultaban y nada les parecía locura, pues, la vida para ellos eratodo eso y ya!

Luego, inmersos en un profundo relax, sus almassimplemente…se evaporaban.

Ella, solía levantarse temprano y en penumbras muysilenciosamente, intentando no despertarlo. Tomaba unaducha y luego preparaba el desayuno mientras retirabalevemente la cortina para disfrutar del maj estuoso paisaj e. Sinembargo esa mañana, el temor se apoderó de su cuerpo.

Observando el muelle, notó que la lancha ya no estaba.Cientos de camalotes cubiertos de bellísimas flores, se habíandetenido justo frente a la cabaña. El espectáculo eramaravilloso y en tal la cantidad, que parecía un espej ismo.Pero… ¿Y la lancha?

Anahí, corrió entonces hacia la habitación llamándolo para…

Ella continuó yendo a la isla…

Las dos copas de vino sobre la mesa aun la acompañan. Ycada mañana, como siempre, prepara el desayuno, descorre lacortina… los camalotes todavía yacen inertes y sus florespetrificadas le anuncian la llegada de un nuevo día.

HILDA ALIMONTI - ARGENTINA

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ESCULTOR

Quería esculpir su cuerpo en madera.. . .

Entre sueños y realidad, solo talló la silueta de una mujer,una que deseaba inmensamente fuera suya.

Cuando termino de tallarla se dio cuenta que esa mujer, eraalguien que permanecía muy cerca suyo, entonces se asustó.Pues además de ser casada, era la mujer de un conocido.

Volvió así a tallarla una y otra vez, durante varias lunas, sinpensarlo; hasta que no pudo más e intentó verla.

Cuando lo consiguió, descubrió sorprendido que ellatambién lo buscaba.

Ella era escritora y lo tallaba a él, pero con letras…

GASTÓN VÍCTOR - ARGENTINA

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AUSENCIA

Al entrar a esa habitación, miro sus paredes, susesquinas, el piso y todo lo que hay en ella.

Agarro las cortinas de la ventana con mis dedos y percibo tuperfume, es que tal vez quiero sentir tu aroma. Realmenteanhelo encontrar tu ser impregnado en ese lugar que fue tuyo.Tus pensamientos, tus alegrías, tus sueños de pequeña.

En aquel instante observo el techo, como buscando tumirada, más solo consigo ver el frío blanco del cielorraso.

Como me mata tu ausencia, como te busco donde no hayposibilidad alguna. Siento un cruel desgarro y cierro los oj os.Entonces me doy cuenta que una lágrima nace y la verdad mequema mientras se desliza.

Pero al cerrarlos pude verte, en todas tus formas y acciones.Jugando, gritando, protestando. Entonces, respiro aliviado.

Me puteo irremediablemente por ser tan débil ynostálgico… es que no me resulta fácil. Salgo de allí sin dej ar desentir la horrible sensación de que no estás.

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Es mediodía y ya es la hora, mi corazón se acelera. Suena elteléfono y te escucho mientras seco aquella lágrima.

Me habla la sangre de mi sangre, desde lej os, ya mujer, yauniversitaria, en busca de sus propios sueños...

ALEJANDRO FABIAN AGUIRRE - ARGENTINA

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EL

Él se encontraba absorto en la pantalla, su rostro enmarcabaun envej ecimiento prematuro. Llevaba tres días con susnoches sin dormir, la computadora le mostraba algo que leparecía la verdad más absoluta que hasta el momento hubiesetenido ante sí, en su corta vida.

La aleatoriedad de las imágenes se intercambiaban con talrapidez, que le parecía presenciar un círculo coloidalerigiéndose en un triángulo; la verdad, era un poco máscomplej a que un círculo o un triángulo, correspondían acientos de archivos con fotografías de él, de ella y del otro queparecía ser él, pero no era.

Él había sido suplantado 1 2 años atrás. Lo interesante delcaso era que el suplantador ni siquiera se imaginaba talcuestión, ella se había encargado perfectamente de ocultarcualquier destello de su pasado, incluso hasta se prometióolvidarlo y sacarlo de su vida para siempre. Así lo hizo.

Pero había algo que se le escaparía de las manos, susubconsciente la traicionaría de la manera más sutil. De todoslos hombres en el mundo, tenía que fij arse en ése, que no eramás que la copia barata de él: los mismos gustos, ropa, música,inclusive y por si fuera poco, hasta tenía el mismo nombre.Fue entonces en un buen día y sin querer, alguien le advirtióde un hallazgo en las redes sociales. La usurpación quedó aldescubierto y él enloqueció.

Pasaron meses en los que él recabaría información, todasesas fotografías que almacenaría en su archivo. Pero llegada esatarde, se dio cuenta de que el círculo que años atrás pensóhaber cerrado, se había transformado en un triángulo, gracias aése que no era él, pero que ahora ocupaba su lugar. Desde esedía, se perdió en un abismo coloidal del que j amás saldría.

LUIS MANUEL SOTO - MÉXICO

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BELISARIO

Belisario había nacido en el pueblo el Tinglado. Era másastuto por lobo que por hombre. Envej ecer no tenÍa

secretos para él. Concurría a funerales y daba la bienvenida alos siempre nuevos pobladores. Rubicundo y de espaldasanchas para el trabaj o, a menudo era llamado para distintosquehaceres. Hábil y educado, con el paso del tiempo habíaaprendido a dominar sus instintos y a esconder sus grandespatas, en zapatos un par de números más grandes. Su apetitode lobo recrudecía cada cuatro o cinco meses. La bestia y elhombre vivían en constante puj a.

Una tarde de primavera, Don Felipe lo mandó a llamar paraarreglar la viej a chimenea. Después siguió el granero, elestablo e infinidad de trabaj os. Pasó la primavera, comenzó elverano y la navidad estaba próxima. Don Felipe y doña Justaandaban felices por la noticia de que Luciana, la hij a menor decuatro hermanas, vendría a vivir con ellos, tras un desgraciadoaccidente que la dej ara ciega.

A don Felipe le pesaban los años y se había encariñado conese j oven forzudo y trabaj ador.

- Mañana es noche buena - le dij o- , y me gustaría quecompartieras la mesa con mi familia.

La invitación le cayó de sorpresa. Era común que lollamasen para trabaj ar ,pero en tantos años, nadie nunca lohabía invitado a cenar. Contento, regresó a su casa, lustró suszapatos y puso baj o el colchón la camisa blanca de lino,hurtada a algún difunto. Al día siguiente se dio un buen baño,se rasuró y limpió las unas. El hombre daba acabadas muestrasde superación, mientras la bestia permanecía agazapada.Compró un ramo de flores para doña Justa, bombones para lahij a y una botella de buen vino para don Felipe.

Alrededor de las siete y media subió al sulqui y salió rumboa su primera cena en compañía. El anciano lo recibió con una

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sonrisa y, entre palmadas y palmadas en el hombro, lo guió alcomedor. El corazón de Belisario se estremeció al ver tandistinguida mesa adornada con delicado y fino mantel bordado,candelabros lustrosos y ángeles de cerámica. Desbordante debelleza, Luciana permanecía sentada en un taburete frente alviej o piano. Sus manos como mariposas se deslizaban sobreaquellas teclas, liberando la melodía más hermosa que j amáshubiese escuchado. El corazón le danzaba de felicidad. Aquelloera una familia y él estaba allí.

- Ven - dij o el anciano- . Voy a presentarte a mi hij a.

De manera cortés, el j oven se inclinó a modo de saludo yextendió su mano, don Felipe acercó la de su hij a, que demanera gentil agradeció su visita. Belisario sintió un revueloen el estómago y la sangre arder en sus venas. Aquellamuchacha poseía en sí, el encanto y la belleza de todas lasmujeres que había conocido durante su larga existencia. ElHombre ganaba la batalla y afianzaba sus raíces.

Pasadas las festividades, Belisario continuó trabaj ando en lacasa y, a veces por las tardes, se sentaba a escuchar la músicaque Luciana ej ecutaba al piano, salían a caminar o a pasear ensulqui.

Habían pasado doce lunas llenas sin salir de cacería. Por fin,se sintió libre, el amor lo había curado de maldiciones yhechizos; entonces, pidió la mano de Luciana. La casa se llenóde flores y presentes. Todo el pueblo se alegraba de que, al fin,el bueno de Belisario sentara cabeza.

Entre tanto preparativo, la fecha de la boda llegó paracoronar tanta dicha.Belisario sintió que le había ganado la pulseada al mismodiablo y valoraba cada instante de su nueva vida.

Cuando Luciana le dij o que pronto sería padre, trabaj ócomo un loco, como un bruto para terminar la casa nueva.Estaba feliz. Su mujer iba y venía por la casa como una gacela,perfumaba las tardes con el aroma dulce de tartas de manzanasy las sábanas con perfume de lilas.

Una de las tantas tardes en que Luciana iba a visitar a suspadres, mientras reían e imaginaban al niño correr por el

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parque, se desató una tormenta. El cielo se oscureció. Depronto, fuertes vientos comenzaron a sacudir álamos yeucaliptos. Los truenos no cesaban y la tierra parecía sucumbirdesde sus mismas entrañas. El susto aceleró el momento delparto y Belisario llegó justo para acarrear agua caliente a lahabitación donde estaba su esposa. Allí permaneció junto aella, tomándole las manos, besando su frente, hasta que llegó lapartera maldiciendo la torrencial lluvia.

En plena labor de parto, Luciana perdió el sentido, mientrasque la criatura asomaba a la vida. El horror se dibujó en elrostro de la madraza, que del susto dej ó caer al recién nacido.Con los oj os desorbitados, Belisario intentaba calmarse.Envolvió a su primogénito, un lobezno, en una manta.

La tormenta cesó de golpe y, en su última aparición, la lunallena asomó tras la arboleda. El hombre gritó, acudió la bestiaagazapada. Sin noción de sus actos, descabezó de un manotazoa la mujer tendida en el suelo y corrió sobre sus cuatro patas,escaleras abaj o. Los padres de Luciana flameaban comobanderas en las fauces de aquella bestia. Esa noche el diablopaseó orondo por todo el pueblo consagrando su victoria.

Cuando Luciana volvió en sí, le inventó una historia deinundación y rayos telúricos que cobraron la vida de muchospobladores, entre ellos sus padres. Desde entonces, cada lunallena se las ingenia para permanecer con su hij o a oscuras enla sala, mientras ella duerme plácidamente, sin enterarse deque las únicas personas que ama, son los monstruos queaniquilan al pueblo.

BETTY SANTELLA - ARGENTINA

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LA ESTANCIALA SOLEDAD

Ruana, lindo nombre. Se lo pusieron por su madrina.Ella es una j oven muy bonita, se crió en el campo,

j unto a su familia. Su padre es el capataz.

A esta chica le gustan las flores, sentarse junto al arroyo,soñar como toda j oven. Los muchachos del pueblo le arrastranel ala, pero ella quiere soñar alto. Coquetea, al caminar muevesus caderas con cadencia. Es una alborotada, como diría supadre. Su madre, más modosita, dice que la niña esta en edadde merecer.

La Ruana, como le dicen, se levanta temprano, ayuda en lastareas. Pero su padre casi no quiere que vaya al pueblo, por sise distrae con alguien; a lo que la j oven responde con altanería.

- Que miren nomás. Esos pobretones no son para mí.

Ruana no es un muchacha común, le gusta la ciudad ysueña poder irse pronto. Cierto día, se entera por su madre queel j oven patrón viene de paseo a la hacienda. Eso la tienealterada. Recuerda que jugaban a ser novios en la niñez. ¡Hacetanto que no viene a la estancia! Se prueba peinados y vestidos,lo espera ansiosa.

Al fin, lo ve venir en su auto. Dispara fuerte y levantapolvareda. Los criados lo esperan a la entrada, para darle labienvenida, tendiéndole la mano. Él solo mira y sigue de largo.

- Más tarde conversaremos - es lo único que dice.

Ruana solo lo mira a él, quien le devuelve la atención.

- Eres tú - dice sorprendido- . Debo admitir que eres bella.

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Ella retoza de felicidad. Siempre estuvo loca de amor por él.

- ¡Niña dej a de soñar! - su madre preocupada le dice- . Él noes para ti. De seguro tendrá una novia de la alta sociedad. Él esun Ingeniero Civil y tú, una niña campesina. Cuidado, niña. Note alej es con ese hombre, solo quiere jugar contigo. Eresvirgen y debes casarte con un hombre de tu condición.

Ella echaba los hombros para arriba, en realidad no leimportaba.

Un día él la invitó a un baile en el pueblo. Su madre no sepudo negar y dij o que la cuidaría. La Ruana se puso feliz, suvestido nuevo radiante. Muy bonita estaba. Él muy coqueto yj ovial. Ambos se fueron.

Al bailar el patrón le decía palabras de amor.Inevitablemente, se besaron. Sus caricias se hicieron másintensas, ambos locos de excitación. Ella se entregó con todasu pureza, él lo sabía y lo disfrutó, sin ver el mal que lecausaba, simplemente no le importaba.

Luego se fueron al rancho. El patrón seguía muy meloso.Antes de entrar a la casa le susurró algo.

- No digas nada de esto. Es un secreto entre los dos.

Ella accedía feliz. Al levantarse por la mañana, Ruana lomira, le sonríe, le sirve el café, lo besa en la mej illa y él laretira.

- ¿Qué pasa contigo? , ¿en qué quedamos? Te dij e quenadie tenía que saber. Hoy viene mi novia para el rancho,espero la atiendas bien.

Ruana siente que se muere. Sus lágrimas corren por susmej illas como un caudal. Su pobre madre la ve mal, algosupuso y la hace hablar. Entre llanto se lo cuenta todo.

- Hij a, te lo advertí. Él no es hombre para ti.Y a no sonniños, como antes. Ahora es un hombre de otro mundo. Túperteneces aquí.

- Es que lo amo, madre.

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- Pero él no a ti. Además, "páj aro que comió voló". Esperonotraiga consecuencias.

La novia del j oven vino de visitas, muy altanera ella.Trataba a la gente como si fuera de otro planeta. Su patrón laabrazó, con lo que Ruana creyó morir. En aquel momento, solose arrepentía de haber sido tan mala con el j oven que siempredecía amarla. Le dolía que se hubieran burlado de ella. Sesintió sucia en cuerpo y alma. No sabe de donde tomó valentíay lo increpó. Le dij o que era una mala persona, sabía cómo eraella y no le importó, que le iba a decir a la novia qué clase debicho era.

La novia escuchó voces, se asomó y lo oyó todo. Pero lo quemás le dolió fue que hubiera sido con una campesina.

- Es que esta campesina creyó estar enamorada de este malbicho - Ruana dij o- . Guardaba recuerdos de la niñez, pero eltiempo pasa y la vida, las personas cambian, para bien o mal.Prefiero ser una campesina y ser buena persona y no unvividor, reírse de las buenas mujeres. A usted, j oven, tampocola ama. Me acabo de enterar que el señor está en bancarrota yusted es su salvación. Lo siento, de verdad, no quise lastimarla.

Él trató de calmarla diciéndole “te amo”, pero ella subió a suauto, mientras le gritaba: “nunca más te me acerques. Ve,busca a otra idiota” y se largó. Ruana rió feliz ante aquelcuadro.

Moralej a: quien mal anda, mal acaba.

MAYDEE PAIS - ARGENTINA

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VENDEDOR DEILUSIONES

- “Todo llega y todo cansa”- Decía el vendedor de ilusionesque un día llego a mi pequeño pueblo.

- “Disfruta antes de lograr tus sueños, pues cuando losalcances, habrás de pagar con la pérdida del deseo que les dioorigen”- Predicaba el personaj e a quienes solo queríandisfrutar de anhelos intrascendentes.

En su juventud, había sido vendedor de aj os y compradorde chatarra y lenta pero inexorablemente fue juntando monedatras moneda para concretar su propio sueño de hombre solo.Alcanzar la realidad de una mujer y varios hij os. Conformó asíuna familia perdiendo de vista su torturante soledad.

Pero llegó el día en que fue convocado por aquel que lo hizoposible, y con un boleto de ida debió partir. Lo aquej aba unaenfermedad incurable.

Aun así, antes de marcharse de este mundo y cuando losdoctores se descuidaban, él se lanzaba hacia el pobladopretendiendo burlar a la muerte y ante la pregunta de:

- ¿Cómo anda don Carmelo?

El respondía tan fuerte como podía:- ¡Estoy hecho un toro pibe!

Aquella respuesta vendría a mi memoria pocos díasdespués, cuando un cortej o fúnebre le mostraba al pueblo elpaso de un gigante dormido.

Don Carmelo, filósofo de las simples cosas, era nada más ninada menos que un coloso que no le tenía miedo a la muerte.

Pero si terror a que le tuvieran lastima...

EMILIO PASSIMO - ARGENTINA

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LOS ALONSO

Ocurrió en diciembre de 1 98 0. Yolanda entró eufórica,casi corriendo, a la casa de su madre, se escuchaba el

taconeo de sus zapatos, siempre elegante, buena ropa, altanera,se la veía feliz y, no era para menos, había quedadoembarazada. Siempre dij o que le gustaría tener un hij o.

A sus 45 años, ya había tenido tres fracasos amorosos. Unaño atrás había conocido a Francisco Alonso, quien venía deuna ruptura matrimonial, tenía dos hij os. Él se enamoró de ellalocamente, aunque no sé si ella sentía lo mismo, pero leagradaba las posición de Francisco: médico químico, buenasolvencia económica. Al tiempo, contraj eron matrimonio y sefueron a vivir a un hermoso departamento en un barrioresidencial.

Pero su reloj biológico corría de prisa; por lo que, medianteun largo tratamiento, pudo fecundar en su útero un hij o. Suembarazo fue todo un drama para ella. Tuvo que guardarreposo durante toda la gestación. Eso la ponía de mal humor,pues le gustaba salir, hacer cenas con las amistades< , en unapalabra, le gustaba sobresalir.

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Llegó la esperada fecha del nacimiento, una cesáreaprogramada. Nace un hermoso niño, a quien le dieron elnombre de su padre: Francisco junior. Fue bautizado comocatólico, así decían sus padres. Una fiesta muy acorde a laposición de sus progenitores se realizó.

Los años fueron pasando y el pequeño creciendo. A loscuatro años de edad, en el j ardín lo observaban y vieron que eldesviaba la mirada, tildándose. Lo que puso mal a los padres.Los médicos dij eron que el niño era Autista. Yolanda se sintiómal, tenía un hij o discapacitado. Se avergonzaba y siempre locomparaba al resto de los niños. Lo trataba mal, lo vestía depunta en blanco y si se ensuciaba lo ponía en penitencia dentrodel placar. Es de entenderse que eso no ayudaba al niño, letemía a su madre.

Durante un tiempo, el niño concurrió a colegios especialesde doble escolaridad, ya que su madre se ponía nerviosa altenerlo tanto tiempo en casa, y a su esposo le daba pena queella se sintiera mal.

Recuerdo que la llevó de viaj e a Europa, mientras que elniño se quedaba con la abuela. A su regreso, Yolanda comenzóa sentirse mal. Va al médico y se hizo estudios. Lediagnostican cáncer linfático. Tengo que reconocer que peleócon su enfermedad hasta vencerla. Eso sí, controlándosesiempre, era muy prudente en su cura.

Pasado un tiempo, su esposo, que le llevaba unos diez añosmas, comenzó a sentirse mal: sus manos comenzaban atemblar y no lo podía controlar. El hombre estaba afligido, porsu mujer, sus hij os. Dej o de concurrir al laboratorio y lovendió. Se refugió en su hogar. Allí se dio cuenta que la mujera la que amaba tanto no sentía lo mismo hacia él. Le molestabatodo lo que hacía y se lo señalaba. Cuando se le caía de la manola comida, por los movimientos sin control, era muy mala, locriticaba y se marchaba. Lo vi llorar tantas veces.

Tiempo después. falleció Francisco, quedando Yolanda solacon su hij o que sigue asistiendo al colegio especial, del estado,uno muy bueno. Ella no tuvo control sobre sus gastos, por loque al poco tiempo se queda sin dinero. Vendió sudepartamento y se fue a uno más chico; no conforme a eso,siguió vendiendo cosas de valor. Se empobreció de tal manera,que tenían que comer en los hogares comunitarios. Se alej ó de

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

todos o, mejor dicho, la alej aron. Sé que fue penoso, no porella sino por su hij o, persona inteligente y de buen corazón. Separecía a su padre. Siempre se peleaban madre e hij o, pero seamaban a su manera, se acompañaban, estaban solos.

A los 3 5 años, Francisco se sintió enfermar. Aquel día ellalo dej ó.

- Me voy hacer unas compras y, a mi regreso, merendamos- le dij o- . Duerme una siesta.

Le da su remedio y se va. A su regreso, fue en busca de suhij o al cuarto y lo encuentra en el piso. Yacía muerto. Cuentanque creyó enloquecer. Vinieron la policía, la ambulancia y selo llevaron. La autopsia dio aneurisma cardíaco.

Yolanda se quedó sola, sin marido ni hij o. Anduvo por lascalles de vagabunda, deambulaba sin saber a dónde. Se leescuchaba decir:

- Para qué vivir, si lo que quise siempre se ha ido; no lo supecuidar.

Los días pasan. Nada le importaba, su casa sucia, unaindigente más en la vida. Un viernes por la tarde, saliódespidiéndose de la portera. Cuando regresa en la noche, nadielo nota. Pasan las horas y la portera, extrañada, golpea la puerta.No la siente. Tiene un número de teléfono de un familiar quede vez en cuando la visitaba, lo llamó. Este acudió y, al ver queno escuchan a nadie, avisaron a la policía. Cuando estosllegaron, abrieron la puerta, encontrándola muerta en su cama.La autopsia dio derrame cerebral.

La vida es un misterio que no se puede descifrar, es comouna muralla que no se dej a atravesar. Me da frío cruzar ellaberinto de los Alonso.

MAYDEE PAIZ - ARGENTINA

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ÍNDICE

PRIMER LUGAREncuentro – Hanna Poe …... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7Barwoman – Marcelo Adrián Sánchez... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9Paula y Yo – María Angélica Bonthuis …... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 0

SEGUNDO LUGARLa Partitura – María Galerna... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 2Visitante – Alej andro Fabián Aguirre.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 3

TERCER LUGAREl Verdadero Mundo de Esther – Marcela Isabel

Cayuela.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 6

SELECCIONADOSAutopista – Hanna Poe... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 0Don – María Angélica Bonthuis.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 1Mbói Jagua – Marcelo Adrián Sánchez... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 3Desacuerdos – Dionisio López Ramos... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 5Osito de Peluche – Dionisio López Ramos... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 7Horno de Barro – Alicia Farina.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 2 9Cuando pude decir ¡BASTA! – Graciana Duprat.. . . . . . . . . . . . . . . 3 3Reloj es – Luna Nimac... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 5Una Historia Fantástica – Dayana Rosas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 6Cobarde – Joanna Meminger.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 3 8Siete Anillos – Freos V. Wh... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 40Instrucciones para Suicidarse – Daniel Castillo.. . . . . . . . . . . . . . . . . 43El Secreto – Luna Nimac... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 45En la Próxima Navidad – Hilda Alimonti.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 46Premonición – Lucho Sánchez... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 49Liboria – Roberto Augusto Gentile.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 0Piedad – Daniel Castillo.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 2Pueblo De Vientos – Sara Shupmann... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 3Sigismundo – Ariel Zapater Ferreira.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 5Beneficios del Sistema – Rolando Correa.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 5 7Te Compro Tu Dolor – Maritza Alvarez.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 60Inolvidable – Lucho Sánchez... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64Celebración – Jon Kokura... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 6Mariposas – Sara Shupmann... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 6 8El Camino de Katya – Dayana Rosas.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 0Soltar – Gastón Víctor.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 3

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Amantes de las LetrasSolo para Locos

Hola, Mami, – Valeria Muños Galleguillos.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 4Un Llamado Azul – Irma Haydee Pereira.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 5Pinocha – Maritza Alvarez.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 7Pleyadiano – Alma Zen... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7 9Arc En Ciel – José Luis Machado... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 2Los Controladores – Irene Beatriz Oses.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 3Inocencia Robada – Norma Beatriz Villafañe... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 5Hola Mami – Joanna Meminger.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 6Velocidad – Nicolás Ferreira Lamaíta.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 8El Viaj e – Roberto Augusto Gentile.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 8 9El Espej o – Norma Beatriz Villafañe... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 2Sin Etiquetas – Valeria Muñoz Galleguillos.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 94La Cacería – Ariel Zapater Ferreira.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 5La Isla – Hilda Alimonti.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9 8Escultor – Gastón Víctor.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 00Ausencia – Alej andro Fabián Aguirre.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 01El – Luis Manuel Soto.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 03Belisario – Betty Santella.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 04La Estancia La Soledad – Maydee Paiz.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 07Vendedor de Ilusiones – Emilio Passimo... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 0Los Alonso – Maydee Paiz.. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 1 1 1