cambios en tu hijo adolecente - roberto fontanarrosa
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8/18/2019 Cambios en Tu Hijo Adolecente - Roberto Fontanarrosa
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Cambios en tu hijo adolecente
Tu hijo adolescente está cambiando. Y está cambiando a ojos vista. Lo miras cuando
duerme y te asombras de que los pies le asomen una cuarta por el extremo más lejano de lacama. Los brazos se le enredan, como si no encontraran sitio, y la cabeza pende por la otra
punta de su lecho como la de un pollo muerto. ¡Y es la misma cama que parecía enorme
para él no hace tantos aos, cuando con tu esposa decidieron cambiarlo de la cunita con
barrotes porque saltaba a!uera de ella como si !uese un mono"
#u hijo ya no tiene el rostro redondeado y rubicundo de cuando era un nio, sino que la
cara ha adquirido ras$os an$ulosos y su color se torna, día a día, más verdoso. %ncluso sus
movimientos no tienen ahora la armonía de cuando pequeo, cuando todo, absolutamente
todo lo que hacía era $racioso. &rrojaba un plato de sopa al piso y era encantador.
&plastaba con su pequeo piecito las mejores !lores del jardín de tu casa y arrancaba risas.
'etorcía con saa la piel sedosa del paciente perro y movía a elo$ios.
&hora está al$o torpe, desmaado y le cuesta habituarse a sus nuevas medidas
antropométricas, las que ha adquirido durante el desarrollo. (e $olpea !recuentemente
contra las puertas del aparador, empuja sin querer con los codos los vasos de la mesa y se
da la !rente con estruendo contra el dintel de la puerta del !ondo. )*+ué está ocurriendo con
mi hijo), te pre$untas. *+ué !en-meno mutante le sucede, que se levanta una maana y ha
crecido cinco centímetros, sale de dos días con !iebre y se ha estirado ocho orque,
incluso, seamos sinceros/ huele mal. 0l sabandija huele a rayos. *&d-nde qued- ese aroma
a talco boratado, a jab-n Lanoleche y a per!ume suave que lo envolvía como una nube
celestial cuando era muy nio y daba placer estrujarlo &hora emana un tu!illo con!uso a
almizcle y a a$uas servidas, a $oma a$ria y a perro mojado. 1uando t2 entras en su
habitaci-n respiras el aire denso del encierro, un pesado vaho a zool-$ico, a establo, a
pesebre, a leonera, a min$itorio de bao p2blico. &demás, el sabandija se nie$a a baarse.
3o te lo dice directamente, no te en!renta mirándote a los ojos cuando se resiste a entrar a
la baera, no. ero elude el momento, se olvida, !in$e no tener tiempo, aduce que el estudio
le quita oportunidades de asearse. #u esposa le ha comprado cientos de nuevas camisetas,
al$unas de ellas con estampados jubilosos, ale$res, juveniles. #u hijo, sin embar$o, se
empecina en usar siempre la misma camiseta ne$ra, arru$ada, con el estampado en blanco
de un cocodrilo del 4an$es, con la que ha dormido las 2ltimas nueve noches. &hora mismo,
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mientras lo miras durmiendo despatarrado sobre la cama que ya le queda chica, adviertes
que sus piernas, esas mismas piernas que, cuando bebé, eran cortas extremidades rollizas,
in!ladas, rosáceas y re$ordetas son, de pronto, lar$as piernas huesudas que, en sectores,
muestran una $ranulosidad plena de canutos similar a la de la piel de los pollos con$elados.
Y en otras zonas unos enormes, lar$os y ne$ros pelos simiescos que con!ieren a tu hijo una
apariencia silvestre. (u piel, por otra parte, en estos momentos, ya no es más la tersa y
suave que tanto te $ustaba tocar cuando no tenía más de 5 aos. #u hijo está viviendo una
explosi-n hormonal, sus $lándulas sebáceas se han declarado en estado de alerta máxima, y
revientan, especialmente sobre la super!icie de su rostro, centenares de nuevos $ranos
amarillentos, cer2leos y purulentos. *+ué hay, incluso, sobre sus labios amoratados
6etectas una sombra. ero no es, precisamente, la sombra de su sonrisa, como bien lo
poetizaba la canci-n aquélla. 0s un bozo, una pelusa de bi$ote, una suerte de suciedad
$risácea que brinda a su labio superior un ribete desprolijo, como si no se hubiese limpiado
la base de la nariz lue$o de comer cenizas. ero mucho te equivocarías si tan s-lo te
detuvieras en eso, en la observaci-n de los cambios !ísicos, notorios y evidentes. (i s-lo te
quedaras en precisar que su cabello opaco se enreda en $rumos intrincados, sus rodillas
tienen la dimensi-n de dos tazas de ca!é y su aliento huele a comadreja. 7curre al$o más,
al$o más pro!undo y complicado aparte del replanteo de diseo y decoraci-n personal de tu
hijo. 7curre al$o más y es esto/ tu hijo está cambiando como persona, como ser humano.
1omo las serpientes, está mudando de piel y de personalidad. 8ay veces 9muchas, debes
con!esarlo9 en que le hablas y no te oye. arece escucharte, pero no re$istra en lo más
mínimo lo que le has dicho. 7 masculla, simplemente/ )(í, sí, está bien. 0stá bien), como
se les dice a los locos, s-lo para con!ormarlos. 7, cuando le reprochas al$o, responde con
!rases de un cinismo notable tales como ):ala suerte) o )+ué pena), como aseverando que
tus desvelos por corre$irlo serán vanos, morirán, in!ructuosos, aplastados por los ya
escritos desi$nios del destino. 7 s-lo contesta con un desa!iante e insolente )*Y...) cuando
su madre le recuerda que no ha ido este mes a visitar a sus tíos. Y hay otro llamado de
atenci-n, te recuerdo, muy claro y estremecedor, conven$amos/ en ocasiones te mira como
para matarte. &quellos ojos de ardilla que se abrían encantadores cuando t2 le mostrabas ellibro con la historia de los dos ositos, ahora se clavan en los tuyos y t2 adviertes, lisa y
llanamente, que tras sus pupilas titila un brillo asesino, el mismo que alumbrara la locura
homicida de 1harles :anson.
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#2 te has atrevido a entrar en su habitaci-n lue$o de $olpear un par de veces, desde lue$o.
Le has recordado que debe ir a limpiar el bao que qued- hecho un lodazal lue$o de que él,
por !in, accediera a darse la ducha semanal, y has interrumpido su videojue$o en la
computadora. #e dijo, rumiante, que ya iría a secar el bao, pero t2, imprudente, has
insistido. 0s entonces cuando él te mira tal como lo describíamos. #e mira y te dice, con
una voz donde relampa$uea una in!lexi-n !ilosa y acerada, separando notoriamente cada
sílaba/ )#e9dije9que9ya9iba9a9ir). Y serpentea por sus palabras una apenas velada amenaza
de homicidio. ¡0s él, tu hijo, el mismo nio que para las 3avidades cantaba junto a ti
villancicos con voz dulce y $raciosa" &l$o se está solidi!icando dentro del ma$ma espiritual
de tu muchacho. &l$o, dentro de esa corriente de a$ua pura y cristalina que era tu pequeo,
se está con$elando, está creando sus propios án$ulos y sus propias aristas. 8as palpado al$o
duro allí dentro, por cierto. *6-nde ha quedado aquella personita min2scula, $enuinamente
inocente, que se creía la historia del ratoncito que deposita dinero a cambio de un diente
caído #2 mismo empezaste a cambiarla cuando le enseaste a ne$ociar, te in!ormo. Les
has vendido espejitos a los indios, mi ami$o. Les has mostrado el poder del canje, les has
cambiado pieles de zorro por a$uardiente. &hora saben que t2 debes darles al$o cuando les
pidas al$una cosa. #u propia esposa inici- a tu hijo en eso cuando le prometía dejarlo ver el
pro$rama de televisi-n con los :uppets si él era tan bueno de comer la primera cucharada
de la repu$nante papilla. #2 mismo lo acostumbraste a la extorsi-n cuando ne$ociaste no
llevarlo sobre tus hombros en el paseo por el shoppin$ vecino a cambio de comprarle un
chupetín con !orma de rinoceronte. &hora le pides $entilmente que apa$ue la luz de su
pieza cuando no la usa y te exi$e diez d-lares, le rue$as que no deje tiradas sus ropas por el
suelo y pretende un compact de los (creamin$ 8eadless #orsos, le indicas que no apoye los
codos sobre la mesa y ru$e que necesita una moto japonesa. 3o te sorprendas, mi ami$o.
La explicaci-n es muy simple/ él está cada vez más parecido a ti mismo, es ya un
delincuente como todos nosotros, es uno más de la banda, lo estamos inte$rando
jubilosamente en el clan. Y hay otro detalle/ ya no puedes pe$arle. 0se coscorr-n sonoro
sobre el remolino de pelo que tiene en la cabeza, ese manotazo plano sobre sus asentaderas
cuando hacía al$o malo, ese zamarreo espasm-dico tomándolo de un hombro cuando berreaba como un demonio, ya no es atinado. &hora, te diría que lo pienses muy bien antes
de hacerlo. &yer mismo le levantaste una mano y te mir- !ijamente, como calculando la
resistencia de tus huesos, la oposici-n que presentaría la piel de tu cuello a la punta doble y
metálica de una tijera. Lo miras ahora, mientras duerme, cuando parece recuperar al$o de
ese toque an$elical que poseía en el cole$io primario, y ves que su espalda tiene casi el
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mismo ancho que su almohada, y que los m2sculos j-venes de los brazos son
protuberancias tensas, como si tuviese so$as que le corrieran bajo la piel. Lo comprobaste,
además, no hace mucho, cuando le asestaste un !estivo empuj-n sobre una tetilla, a modo
de chanza, y tu mano choc- contra una super!icie que tenía la $ranítica dureza del cemento,
una dureza que en tu propio cuerpo de padre s-lo podría encontrarse en la hebilla de tu
cintur-n. odría matarte con una sola de sus manos, en suma. erdiste tu oportunidad de
pe$arle cuando estabas a tiempo. &hora ya es tarde. ero no te inquietes, tu hijo está en una
etapa de cambios. (u personalidad se retuerce como una culebra caída en el !ue$o. ;aría día
tras día, se trans!orma, muta. 8oy verás a tu hijo silencioso y reconcentrado, como
preocupado por un !uturo que se le antoja amenazante. :aana lo verás conversador y
tumultuoso, atacado por un hambre !eroz que lo llevará a comer cuatro !iletes de cerdo
acompaados con huevos !ritos. &yer lo habías contemplado esquivo y distante, abocado a
leer poemas de ;erlaine y de 'imbaud. (u alma es una suerte de masilla blanduzca, que se
modi!ica y amolda a las presiones que recibe. &parece un día diciendo que quiere ser
ju$ador de basquet, y no se saca durante olsa de ;alores y se empecina en lucir un saco
oscuro con corbata al tono sobre los pantalones vaqueros. :aana por la maana sostendrá
que desea sacar la visa para irse a vivir a 'usia y criar allí conejos de an$ora. or la tarde
con!esará que está enamorado y habrá de casarse al poco tiempo. (u per!il, su !orma de ser,
!luye, se eleva y se distorsiona como esas voluptuosas volutas aceitosas que $iran dentro de
los cilindros iluminados que suelen ponerse como adorno en las casas de decoraci-n, llenos
de un líquido ámbar y moroso.
ero pronto, mucho antes de lo que t2 te ima$inas, aparecerá el modelo terminado. La
naturaleza habrá completado su diseo. (e habrá con!irmado la curva de su mandíbula,
encontrará su diámetro la extensi-n de la cintura y las excrecencias de la piel se harán más
y más in!recuentes en las inmediaciones de la nariz y la boca. 8asta la voz ya no le patinará
tanto en al$unos tonos, adquiriendo un matiz más parejo y previsible. ero lo más
importante/ podrá advertirse una estructura !irme, un andamiaje que sosten$a a una
personalidad de!initiva y consolidada. Y entonces, mi querido ami$o, padre y custodio de
un adolescente, cuanto tu hijo haya adquirido ya una personalidad concreta, s-lida,
palpable, buena o mala pero propia, de!inida, conocerá a una mujer. 1onocerá a una mujer
y esa mujer intentará cambiarlo.
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Tomado de Te digo más... y otros cuentos, de Roberto Fontanarrosa. Publicado por
Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 2001