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BRÚJULA SURAMERICANA: “Nuestro norte es el sur”
Lo genial de viajar es vivir esoque es emergente, todo aquello que no está previsto.
Liliana Casteblanco
Moverse de un lugar a otro por cualquier medio de transporte no es viajar.
Viajar es sentir repetida y poderosamente cada soplo de vida en ese lugar al que se llega.
Nelson D’Olivares
Había llegado la hora de lanzarnos a la aventura. Salimos de Tunja para Bogotá con
nuestras ilusiones a cuestas. En Bogotá nos cercioramosde que las mochilas estuvieran
completas para “hacer camino al andar”.
“Este no será un viaje, será una experiencia más”. Dijo Liliana, quien invitó a hacer el ritual
de cada viaje. Simple, la acostumbrada oración al universo y la canción que se convirtió en
nuestro himno: lowrider. Ahora sí, rumbo al sur.Tal vez no pisemos el suelo de toda
Suramérica, pero ir de Colombia a Ecuador y luego a Perú, literalmente, es una cruzada para
nosotros.
Salimos temprano en la fría noche bogotana hacia Cali en una flota con equipo completo:
mini pantallas y audífonos en los espaldares recargables de las sillas y wi-fi. El buen ánimo
se hizo notar en el ambiente interno de aquel bus. Al comienzo, hubo una especie de euforia
calmada, se escuchaba pequeñas risotadas en conversas telefónicas, pequeños planes para
hacer en navidad y año nuevo. Los distintos acentos colombianos más marcados hacían de
las suyas: medellinense, caleño, pastuso, y nosotros del centro del país. Luego, una emisora
radial nos despedía de Bogotá y le daba paso a una película, para después, sólo escuchar el
silente eco del motor del bus.
En realidad el cansancio que produce estar sentado a medio sueño durante tantas horas se
vio reflejado cuando nos bajamos en el terminal de transportes de Cali. Decidimos quedarnos
en la “capital de la salsa”ese día con su noche para tomar un nuevo aliento.Para nosotros,
Cali siempre ha sido una ciudad de paso, por esto, más que visitar y agasajarnos, solicitamos
descanso. Así quesin ir muy lejos, caminamos un poco para estirar nuestras extremidades.
Encontramos un restaurante y, al lado, un lugar para hospedarnos esa noche.
Para alargar el día, salimos temprano en la mañana, desayunamos y arribamos al terminal
para abordar un bus que nos llevaría a Pasto.Ésta es una ciudad fría, pero esta vez el clima
decembrino estuvo muy agradable. Aquí ya se siente los aires que buscábamos, llegamos a
un hotel multicolor de gran riqueza cultural, viajeros que venían subiendo del sur hacia
Colombia y, junto con nosotros, otros viajeros subiéndose al “tren al sur”.
Los días que estuvimos en Pasto e Ipiales fueron excelentes por motivos diversos, aparte de
quelas dos son ciudades especiales, porque nos encontramos a Oscar Bermúdez y su amigo
Mario. Oscar un estudiante de Mecatrónica en Tunja,a quien recurrimos para que fuera
nuestro guía. Esta compañía fue una gran ventaja, pues probamos el “hervidito” (una bebida
caliente con aguardiente y sabor a maracuyá), pudimos pasearseguros por calles y parques
que sin este encuentro no lo hubiéramos podido hacer.
Como es época decembrina, el motivo decorativo es la navidad; y como uno de las distintivos
de la cultura nariñense es el cuy, visitamos un parque donde encontramos grandes figuras de
cuyes hechos en papel maché y otros en fibra de vidrio. Además, música típica y pantallas
gigantes que muestran videos y promocionan a Pasto como destino turístico.
Agradecimos a Oscar y a Mario por haber estado con nosotros en su ciudad durante varias
horas. No sólo fue el habernos acompañado y mostrado los lugares, sino el acercarnos a la
gente para conocer sus costumbres y su riqueza cultural.
A IPIALES
Dejamos Pasto y nos dirigimos a Ipiales.
Salimos del terminal para ir a almorzar, con la fortuna que encontramos unas viandas que
trastornaron mi paladar, al punto de comer más de cinco. Una mezcla de plátano, queso,
bocadillo y batido de “arepuela” con el nombre de “emborrajado”.
No sé si era el lugar, la jovencita que atendía o los emborrajados, pero yo quería seguir
comiendo de esas frituras. De repente, escuche una vocecilla en mi oreja que decía
“vámonos a almorzar”, era Liliana que no le encontró el gourmet a la arepa frita rellena de
queso, bocadillo y plátano.
LAS LAJAS
Creas o no creas al estar en el sur de Colombia es obligatorio hacer una visita a una de las
muestras arquitectónicas más bellas que tiene nuestro país: El Santuario de las
Lajas.Untemplo maravilloso construido en una falda rocosa, de cara al abismopor cuyo fondo
pasa un río.
Por tal razón, y sin las mochilas a la espalda nos enrutamos hacia la Basílica.Es fácilde
llegar, ya que en el mismo terminal salen los taxis(colectivos) que cobran sólo 2000 pesos
por una carrera de no más de 15 minutos a las afueras de Ipiales.
Hoy no es fin de semana, por eso los múltiples puestos de ventas de relicarios, estampas,
escapularios y hasta tarros para bendecir agua no están, como tampoco la romeríaque
habíamos encontrado en otra ocasión. Para llegar al templo se empieza con un descenso en
su única calle empedrada y larga, eso sí,con unbello paisaje, que en seguida de un pequeño
parqueadero continúa con unas cortas escaleras queconducen a un costado del templo.
Aunque ya habíamos estado en este lugar, como niños que recorren un parque de
atracciones, fuimos y vinimos por los senderos señalados que existen en derredor de la
imponente catedral; además, bajamos al río para sorprendernos no sólo con la construcción,
sino con todo lo que compone a este mágico lugar.
Más tarde, con un bello recuerdo en la cámara del celulary un poco de meditación
emprendimos el camino de retorno. Sin embargo, aquella bajada breve ycon divino
panorama, ahora era una subida empinada, eterna y de corta vista.Quizás, porque el 50% de
nuestro equipo no es dado a creencias, y el otro 50% le resultó algo así como si se estuviera
librando de sus culpas y pecados con esa caminata.
Finalmente, fuimos avanzando lento en las pocas tiendas para apreciar los recordatorios
hasta llegar al paradero de los taxis (colectivos) que nos llevaronnuevamente al terminal de
transportes de Ipiales.
A la frontera
Nos dirigimos al Puente Internacional de Rumichaca, que es el último punto colombiano:
frontera Colombo-ecuatoriana.Antes de pisar tierra ecuatorianahay que pasar por la oficina
de migraciones. La fila estaba larga en las dos ventanillas, pero fue rápido el trámite.
Una sonrisa y un saludoamable del funcionario;luego, “pasaporte y cédula”. Se escucha el
tintineo de la impresora chiquitica; en seguida, “que disfrute su viaje” y “esperamos su pronto
regreso” son las sentencias que ese colombiano detrás de la ventanilla le desea al otro
colombiano que deja su país.
Ahora, el mismo proceso en el lado ecuatoriano.
Para salir de suelo colombiano se debe cruzar el Puente Internacional de Rumichaca. Felices
como perdices llegamos a tierra ecuatoriana.En contraste, la inmigración Ecuatoriana no fue
tan ágil, pues la fila no estaba tan larga como la colombiana, pero las señoritas encargadas
del permiso no daban abasto, no sólo porque de cinco ventanillas disponibles para
extranjeros sólo estaban habilitadas dos, sino porque en la fila estaban familias completas
con niños y niñas.
Con el pasaporte sellado quedamosdispuestos para deambular por Ecuador a nuestras
anchas (y así fue).Antes que nada debíamos cambiar nuestros congelados pesos
colombianos por dólares. Es bueno cerciorarse de un buen precio y hacer las propias
cuentas. Ambos lados del Puente rebosanlos cambistas así que por el cambio no hay
preocupación. Con los dólares en el bolsillo nos embargaba elgozo, eljúbilo, la felicidad y la
despreocupación. Ahora sí estábamos preparados ¡¡con toda!!
A Tulcán
Nos montamos en un colectivo hacia el terminal de Tulcán. Se pagan 75 centavos. El
conductor, una persona de edad avanzada, un poco lento en su recorrido,permitió un
comentario que no se hizo esperar: “este señor maneja como abuelita”. Ya que normalmente
un colectivo se demora 10 minutos, éste se demoró 25 hasta el terminal de Tulcán.
Llegamos a Tulcán hacia la media tarde. Optimistas de cruzar la frontera sin complicaciones,
tomamos una cerveza Pilsener 680 ml por un dólar diez centavos. Tulcán es un pueblo de
paso pero escuchamos que el cementerio es una obra de arte. Finalmente, pagamos los
tiquetes para Otavalo. Salimos bien entrada la noche.
A Otavalo
El bus nos dejó sobre la Panamericana alrededor de las 11:00 pm. Tomamos un taxi que nos
llevó a conocer Otavalo para justificar los tres dólares que cobró, porque al otro día nos
dimos cuenta de que el hotel al que nos llevó quedaba a pocas cuadras de donde nos había
recogido. Después de descansar esa noche, salimos al tradicional mercado otavaleño que se
extiende varias cuadras a la redonda desde el parque principal.
Otavalo es un pueblo indígena. Es un lugar mágico. Su gente, su comida, sus trajes típicos,
su música, su lengua materna es el Quechua y su segunda lengua, el español. En este
mercado uno puede encontrar las artesanías hechas a mano que estaba buscando, y si no
estaba buscando, seguro se enamorará de algún artículo de barro, metal, bambú, madera,
ropa de lana de llama, antigüedades, pinturas, cucarrones fritos con maíz, y hasta hoja de
coca.
Despuésde dos días visitando las cascadas, la plaza indígena, de haber paseado por todo
Otavalo, su mercado y de haber encontrado manufacturas de muchas clases (pues somos
amantes de las artesanías) decidimos comprar algunosy continuar nuestro recorrido por la
panamericana.
A Quito
Inmediatamentede haber llegado al terminal de Carcelén (norte) supimos que en ese terminal
no encontrábamos transporte para continuar hacia el sur, y que debíamos tomar otro bus que
nos llevara a Quitumbe, el terminal del sur; por lo cual, decidimos alojarnos en un hostal
cerca al centro histórico de Quito.
Allí, aprovechamos para conocer monumentos, catedrales, parques; pues ésta es una ciudad
de brazos abiertos y de muchos lugares para visitar. Por esto, resolvimos ir primero a
recorrer el centro histórico de Quito; luego, el teleférico y la Ciudad Mitad del mundo.
En centro histórico pudimos ver varios templos, piezas arquitectónicas antiguas, calles
empedradas, peatonales y artesanales, y la plaza centenario. Probamos dos platos típicos de
la comida ecuatoriana: el encebollado y la sopa de bola (si no los probaste no estuviste en
Ecuador).
El teleférico no es diferente del de Bogotá.Pero en la cima, es emocionante caminar por el
sendero que lleva al cerro Guagua Pichinchaa más de 3000 msnm. En ese punto nos
encontramos con Daniel, un arquitecto de la Universidad Nacional de Colombia, quien estaba
de paso en Quito porque su viaje terminaba en Argentina. Al regreso compartimos vagón con
una pareja de estadounidenses.
La Ciudad Mitad del Mundo es un complejo de diferentes atracciones como el monumento a
La Mitad del Mundo, incluye la línea amarilla que divide el sur del norte, pequeñas
construcciones dedicadas a las naciones que han hecho estudios sobre astronomía y
geografía no sólo en Ecuador, sino en otros países como Francia y España. Además, hay un
Insectarium, museos y muchas tiendas para comprar recordatorios y artesanías.
Del hostal del centro de Quito nos movimos a un hostal cerca de Quitumbe, el terminal del
sur. Ese mismo día, quisimos conocer centros comerciales y parques, así que fuimos al
parque “El Egido” y visitamos “El Recreo” y “El Supermaxi”, cuando pretendíamos regresar al
hotel, tomamos la misma ruta de metrobuses, pero nos perdimos. El último bus no nos dejó
en la estación de “Capulí” que era donde debíamos estar, sino en la paralela, la estación del
terminal de Quitumbe, justo ahí nos dimos cuenta que no teníamos la tarjeta del hotel, pero
estábamos seguros de saber llegar.Tomamos un taxi que dio varias vueltas en el sector y
nos retornó a la estación de Quitumbe.
Sin más opciones recurrimos dudosos a la policía del terminal. Nosotros un par de
colombianos con una mala imagen de la policía colombiana, nos tomó por sorpresa que en
Ecuador la POLICÍA sí es POLICÍA y no ejército. Les relatamos nuestro último itinerario, y
con gran asombro vimos como nos invitaron a un sedán de su institución y nos llevaron al
hotel. Fue una experiencia no muy grata, porque en once años de viajes no me había
sucedido y me hacía sentir mal las burlas de Liliana. En general, Quito es una gran ciudad y
su gente amable está siempre en función de colaborar.
A Lasso
Nos aprovisionamos para los días siguientes. Nos dirigíamos a Lasso un caserío de poco
comercio cerca del gran Cotopaxi. Una aventura inconclusa, pues no estaba permitido el
ascenso, así que tocó conformarnos con la poca vista a causa de la neblina.
Con el permiso de don Marcelo, acampamos tres días en un lote baldío utilizado como
parqueadero de su familia. Nos tomamos unos tragos bajo la carpa escuchando Bossa Nova
en el celular, hubo un momento sobre las 11:00 pm que salimos de la carpa y para ver el
eclipse de luna y las estrellas con tan mala fortuna que la niebla no nos lo permitió, sin
embargo dormimos un instante afuera, mirando la oscuridad del firmamento.
A Latacunga
Latacunga es una ciudad fría, afortunadamente era un puerto de paso. Llegamos temprano
en la mañana, supimos que el único bus de la mañana para Quilotoasalía a las 10:00 am, así
que teníamos un par de horas para desperdiciar en el pequeñísimo terminal de Latacunga.
Al Quilotoa y su laguna verde
El camino fue frío, afortunadamente llevamos nuestras frazadas de viaje, las mismas que
usamos todas las noches.La neblina se había posado sobre el caserío indígena, por esta
razón decidimos dormir un poco cuando estuviéramos en el hostal cualesquiera que fuera. Y
así fue.
Quilotoa significa diente de princesa y está ubicado a 4050 msnm, justo en el cráter de un
volcán, cuyo centro es una laguna azufrada y tibia de color verde. Sobra decir que no hay
vida en esas aguas. El lugar es habitado por una comunidad indígena, quienes te dan la
bienvenida y te acogen como uno más, todo en su lengua materna: el “quichua”, los adultos
hablan muy poco español y los jóvenes dado que estudian en pueblos y ciudades cercanas,
son bilingües y más.
Existen pequeños hostales rústicos para pernoctar ymuchos lugares para guardar bellos
recuerdos, como el nevado Illinizasque está a 5100 msnm pero muy cerca en línea recta.
Dentro de los atractivos se encuentranvarias caminatas: por el sendero a la laguna verde,
alrededor del cráter, a la cueva del Inca Mama Jataba, a Chugchilán (un pueblo cercano); la
feria en su galería artesanal, comida típica, música y bailes folklóricos, Shaman indígena, y
otras actividades que supimos de ellas pero no experimentamos.
La caminata a la Laguna Verde es obligada. Desayunamos y salimos a las 9:00 am.
Caminamos despacio, pues es unabajada casi de 90 grados por un sendero en zig-zag
bañado en arena gris, nos demoramos una hora en el descenso. Fuimos y vinimos en el
lugar por unos 50 minutos, visitando algunos puntos atractivos a nuestros ojos, tomamos
muchas fotos. Comenzamos a subir el cerro con energía, pero ese entusiasmo menguaba a
cada paso, el ascenso fue exhausto, pero elpaisajeera un espectáculo y el lugar fenomenal.
5 horas de sendero (Quilotoa - Chugchilán)
A la mañana siguiente,después de un suculento desayuno, con la sonrisa de Fabricio, un
niño indígena que sueña ser futbolista, y con la mochila en la espalda dejamos el Quilotoa y
abrimos camino hacía Chugchilán.
Empezamos a caminar alrededor del cráter. Éste es un paraje sin mucha vegetación. Una
senda sinuosa que avanza por arenales y peñascos hasta encontrar un bosque de pinos que
advierte el abandono por completo de la cima del volcány el comienzo del descenso por el
sendero.
Caminamos, caminamos y seguimos bajando. La neblina anuncia el cambio de clima, el aire
se pone frío y la respiración pesada. A lo largo del camino, nos encontramos con niños
campesinos con quienes compartimos dulces y chocolatinas.
Luego de tres horas de caminata, llegamos a un caserío que creímos era nuestro destino. Un
lugar de completa calma, de habitantes ocultos llamado Guyama San Pedro. Hicimosun largo
descanso para hidratar y comer nuestras viandas.
Sobre el mediodía, algunas gotitas de lluvia pronosticaban tiempo pasado por agua. Sin
menguar el paso, y para distraernos, y no permitir que el mal clima que se avecinaba nos
afectara, comenzamos a inventar canciones. Pese a que nos faltaban dos horas de sendero,
la estábamos pasando muy bien. Al llegar a una cabaña, al final del risco, salieron seis niños
con los que nos dimos un banquete de dulces y galletas. A partir de ese momento
retomamos el sendero demarcado directo a Chugchilán.
La llegada a este pequeño pueblo fueagotadora, debido a que la lluvia nos empapó y mojó
las mochilas, las hizo más pesadas y el cansancioaparecía.Éste fue un trayecto a piepor un
pasaje desgastado por las botas de muchos caminantes, una prueba de fuego, pero valió la
pena. ¡El sendero valió la pena!
En el único restaurante que encontramos abierto a las 3:00 pm almorzamos y pedimos
información acerca del pueblito. Nos dijeron que únicamente salían dos buses, uno a las 3:00
am y otro a las 6:00 am; que los tres hoteles eran caros. Confirmé la información: 25 dólares
por persona, lo cual estaba fuera de nuestro presupuesto.
El agotamiento nos sometió, así que le preguntamos a la señora del restaurante por un lugar
para dormir, ella nos dijo que tenía un cuarto desocupado con una cama y que nos cobraba
15 dólares por los dos. No salimos a conocer el agreste lugar, pues desde quedescargamos
las mochilas nos dedicamos a dormir satisfechos.Comimos bien y dormimos bien, estábamos
recuperados para lo que viniera ese día, con el agravante de que nos habíamos despertado
a las 7:00 am y para esa hora ya los dos buses que salían del caserío aquel ya habían
partido.
Desayunamos sin preocupaciones. Teníamos suficiente tiempo para salir de esa aldehuela.
Era hora del famoso autostop (o echar dedo que llaman), dos horas después íbamos en la
parte trasera de una camioneta camino al pueblo deSugcho e intermedias.
Entretanto, nos producía impresión saber que nuestro único afán era llegar a sitios
desconocidos para darle rienda suelta a la diversión, tal vez eso sea lo que llaman felicidad.
A Riobamba
La ruta de Quito a Cuenca es larga. Eso sí nos habíamos informado de todo acerca de
Cuenca. Son ocho horas de recorrido, por eso decidimos quedarnos en Riobamba para
apreciar desde la terraza del hotel, la majestuosidad del imponente Chimborazo.
Continuamos la ruta de noche enun bus muy cómodo. Durante el trayecto, el bus se detuvo
un par de veces a causa de varios retenes de la policía que inspecciona los documentos y el
equipaje.Despierto, en medio de la noche, con Liliana a mi lado dormitando plácidamente, a
través de la ventana las estrellas se dejaban caer.
ACuenca
Llegamos a Cuenca en un amanecer tranquilo.Rápidamente, buscamos un hotel para
ubicarnos y, sobre todo, para dejar las mochilas y descansar.
En la tarde, fuimos a Vilcabamba,entretenido e interesante, ahí se nos pasó la tarde, por lo
que no pudimos conocer más.Como en todos los sitios suramericanos, los taxistas y
encargados del transporte informal, quieren cobrar el doble y hasta el triple del costo real por
el servicio que prestan. Por eso, siempre hay que negociar con ellos y nunca creer en sus
precios.
Nos llamó la atención las campañas que hace el pueblo ecuatoriano contra la mendicidad,
encontramos un afiche donde se leía “El dinero no lo compra todo, no regales monedas”, nos
pareció acertado para no acrecentar en el número de indigentes.
Al volver al terminal de transportes, una señora que por su edad podría ser mi abuela,con
una sonrisa se acercó a pedirnos centavos a lo cual tuvimos que decirle que no con un gran
peso en el alma.
A Loja
Arribamos a Loja en un apacible amanecer. Ésta es una ciudad pequeña. Tanto que cuando
llegamos al terminal, aun no vendían pasajes. Liliana y yo aprovechamos el tiempo de espera
desayunando y tomando un par de fotos de las afueras.
A Macará
Desde el bus, ya se podía ver que dejábamos atrás la cordillera y su paisaje paraadentrarnos
en el calor diurno del desierto, pero esto era nada comparado con lo que viviríamos.
Había que darle más pasos al camino, así que la frontera entre Perú y Ecuadorse convirtió
en la segunda frontera de tres que debíamos cruzar. Siempre tuvimos presente llegar a
Macará. Teníamos una ruta abierta. A medida que avanzamos, consultamos en los mapas, el
gps del celular y la billetera la posibilidad de llegar cada vez más lejos delo planeado. Suena
a locura, pero en la ruta de un mochilero siempre la hay.
A Piura (Perú)
Una vibración interna nos aligeraba, puesto que por fin estaríamos en la patria Inca. Del frío
de los 4000 metros sobre el nivel del mar, fuimos al calor del nivel del pacífico.Así que
después de hablar con los lugareños y aceptar cambiar dólares por soles en esa población,
pues en la frontera no hay cambistas, y un buen almuerzo tomamos como primer destino
peruano a las playas de Piura.
Al bajar del bus en Piura, animados por un sol recalcitrante que nos dio la bienvenida a aquel
suelo hermano, descargamos las mochilas y tomamos un receso hasta el otro día para
cargar nuestras almas de optimismo universal.
Nuestro mapa muestra a Piura sobre la playa, pero al estar en la ciudad nos dimos cuenta de
que la playa está a dos horas de ahí. Sin embargo, había que descansar, hidratarnos y
comer algo.
Luego de un par de horas y varias indicaciones, decidimos tomar un taxi que nos acercaría
hasta donde el ovni bus nos podía llevar a Paita.
Emocionados por pisar tierra peruana, salimos de Piura (ciudad caliente) rumbo a Paita y las
playas de Colán, Máncora, cangrejos y Ayasilda.
La ruta no reconforta, hay desierto por todas partes y un hedor a cadáver descompuesto que
hace revolver las entrañas. Este tufo hediondo proviene de las muchas factorías
procesadoras y empacadoras de pescado.
Atentos por lo que nos esperaba, nos bajamos en un caserío muy playero.
Quizás buscando una conversa corta con nosotros, el joven conductor se interesó por
recomendarnos un hotel-restaurante con playa privada:donde Maikinhofrente al mar. Este fue
el comienzo de un maravilloso tour por las playas de Colán, Máncora, Cangrejos y Ayasila.
¡¡BUENOS DÍAS MUNDO!! GRACIAS POR OTRO DÍA MÁS DE VIDA
Ecuador y Perú nos conquistaron no sólo con sus montañas, sino con sus playas
encantadoras. Comentamos que debíamos quedarnos más días, para conocer mejor sus
pueblos costeros; sin embargo, la balanza se inclinaba hacia playa y más playa, a veces
porque nos sumergimos en el ambiente rumbero a veces porque la misma gente
recomendaba que no nos internáramos en el pueblo por algún riesgo que podríamos tener.
Al final, todas fueron buenas decisiones.
Tanto en las playas de Colán, Cangrejos y Máncora como en Lima y Chiclayoel calor iba en
aumento, tanto que sudamos bajo las palmeras;era necesario tomar varias duchas diarias
después de salir a pasear por la playa y encontrar la gloria en una mesa junto al mar azul
tomando un trago en las rocas y jugando poker con los amigos.Así se pasabannuestras
tardes, entre el bronce, el mar, el sol, los amigos, la brisa, la buena comida…perfecto como
si estuviéramos en una escena de James Bond.
Ya son diez años viajando, los últimos cuatro viajes con Liliana de copiloto. Nos
acostumbramos a salir, a cargar la mochila porque sí, porque hicimos carrera de mochileros,
caminantes, senderistas, viajeros, montañistas, turistas y así nos quedamos, y a pesar de los
años, esperamos que no se nos acabe las ganas de seguir siendo jóvenes.
FIN DEL PERIPLO
Los encuentros con otros viajeros fueron memorables, desde el arquitecto de la Nacional,
Daniel; Jimmy y su novia en el teleférico de Quito; todos los del hostal La casona; y muchas
personas más en Ecuador, hasta el pequeño Max, un argentino de 1,98 mts que se gana la
vida modelando ropa; Miguel (Maikinho), gran chef;el estadounidense Brad, un piel roja
playero; y más gente en Perú.
Aunque sabemos que cada uno de los países latinoamericanos posee sus propios
problemas, la única eventualidad que puede surgir es que decidas quedarte en alguna
comunidad indígena, algún pueblo antiguo, tal vez, en un centro histórico o colonial, o quizás,
en una ciudad tradicional de uno de estos paísesmaravillosos a los que prometimos
firmemente algún díavolver para sentir su gente,caminar sus senderos andinos,apreciar su
mar.
A pesar de que no deambulamos por todas las calles y sitios turísticos de esos pueblos y
ciudades, por lo menos estuvimos en algunos renombrados yquizás en otros que nadie
conoce, pero que más allá de todo eso, queda la memoria inmortal de la cultura de la gente,
la geografía, la alegría y todo eso que hace que uno siempre quiera volver e ir más allá para
ver lo que nuestra Latinoamérica tiene para ofrecer, apelo el grafiti de una pared al sur de
Ecuador “porque nuestro norte es el sur”.