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NOTA EDITORIAL

Con el presente número del Boletín de Arqueología PUCP nos complace entregar la terceray última parte de las actas del IV Simposio Internacional PUCP, que llevó por título Identidad ytranformación en el Tawantinsuyu y en los Andes coloniales . Perspectivas arqueológicas yetnohistóricas . Este número sale poco después del séptimo y con ello se ha podido recuperar partede la periodicidad de esta publicación seriada y cumplir con el cronograma impuesto, a pesar deinnumerables problemas menores y mayores que suelen involucrarse en una empresa editorial deesta magnitud. Aunque la cantidad total de las páginas apenas de los números 6 a 8 difiere del totalde los números 4 y 5 ( Huari y Tiwanaku: modelos vs. evidencias ), se percibe una serie de diferenciasque apuntan hacia mejoras generales.

Algunos cambios técnicos, sobre todo una homogenización estilística más estricta de loscontenidos, han permitido una calidad enriquecida que pretendemos mantener en el futuro. Debidoa problemas arrastrados en las preparaciones de los números anteriores y la experiencia acumuladadesde hace ya siete años, hemos optado por incluir una detallada guía estilística preparada por elseñor Rafael Valdez, responsable de la edición general ( cf . este número). Esperamos que los futurosautores nos entreguen sus trabajos en la forma requerida ya que, con ello, se podrá racionalizar eltiempo de la publicación, ahorrar mucho tiempo y justificar que el Boletín se encuentra indizadodesde el número anterior. Este trabajo, además, apunta hacia una orientación en la presentación demanuscritos de la especialidad de arqueología, los que han carecido de una normativa por muchotiempo en el proceso de la producción de los libros de este campo.

El otro cambio se nota en una línea iniciada desde el primer número, pero que es másevidente en los números 6 a 8. Me refiero a la interdisciplinariedad en su perspectiva desde laarqueología hacia otras disciplinas. A menudo reclamada como necesidad ineludible en enfoques

prácticos, metodológicos y teóricos, el ejercicio real en los países latinoamericanos, y en el Perú en particular, dista de este reclamo justificado. Aún en los casos en los que se postula su presencia, seobserva con frecuencia que se confunde interdisciplinariedad con multidisciplinariedad otransdisciplinariedad. Sin afán de profundizar en esta problemática, el tema del simposio se centra enla fusión de los datos o enfoques etnohistóricos y arqueológicos relativos a los incas y las etniasinvolucradas en su complejo sistema político, y las transformaciones posteriores que afectaronambas partes debido a la imposición de otro imperio: el español. Lo que llamo «fusión» tiene comorequisito previo la compatibilidad de los datos, cuya naturaleza es distinta pese al tema generalcompartido. Esta compatibilidad se puede obtener por medio de la comparación. Sin embargo, no se

la logra por medio de una simple aceptación de la veracidad de las fuentes escritas, aplicándolasacríticamente a la materialidad arqueológica, o desde una postura que critica a las fuentes comoincompatibles con los datos arqueológicos. Tampoco se puede esperar avances significativos si setoman los datos arqueológicos como ilustraciones convenientes, pero no imprescindibles, de narra-tivas coloniales.

La interdisciplinariedad requiere un «lenguaje común» que permita la elaboración de enfo-ques compartidos, así como una colaboración y discusión sostenidas, en este caso, entreetnohistoriadores y arqueólogos. Este reclamo puede sonar algo extraño, ya que todos los colegasinvitados lo suscribirían por el mero hecho de haber participado en el evento y de haber entregadosus trabajos para su publicación. La mayoría de las contribuciones que aparecen en estos tres

números tratan de involucrar ambos lados, pero, en muchos casos predomina el aspecto arqueoló-gico, a menudo desde un sitio o de una región circunscrita, otros son más específicamente«etnohistóricos». El tema específico, la identidad y la etnicidad, tópicos ampliamente discutidos en

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la antropología y en muchas otras disciplinas afines, no han entrado con fuerza aún en la discusiónde los Andes coloniales y precoloniales, ya que a menudo están teñidos de un aire indigenistadentro de las «arqueologías» nacionalistas latinoamericanas, más ligadas a una cierta estereotipiaque prohibe discernir los dinamismos inmanentes. Pero en los numerosos trabajos incluidos enestos tres números se percibe la gran potencialidad de este enfoque: hay multitudes de aportes

implícitos y explícitos cuya discusión pormenorizada no puede emprenderse ni en este marco y ni enlas reflexiones finales ( cf . Kaulicke, este número). En este sentido, me parece que la temática escogi-da se vislumbra como un camino que habrá que proseguir en el futuro.

Un tercer cambio es la «explosión» de otro enfoque, diseñado desde los inicios del Boletín .Me refiero a la «internacionalización» de la arqueología peruana por medio de cada edición delSimposio Internacional de Arqueología PUCP, que, con la excepción del primer número, forman las

bases de esta revista. Con «internacionalización» no me refiero a una concentración preferencial enlos colegas norteamericanos, cuyos proyectos suelen formar gran parte del conjunto de trabajos decampo que se están efectuando en territorio peruano, sino la inclusión de todos los colegas dedica-dos e estos estudios, sean latinoamericanos, europeos, asiáticos o australianos. En los primeros

tres números (1997 a 1999) figuran 55 autores, más de la mitad peruanos, un 26% de norteamericanos(algunos con varias contribuciones) y un 20% de europeos. En los números 4 y 5 aparecen 66autores, casi la mitad de ellos son peruanos y casi 41% son norteamericanos, además de algunoscolegas de Argentina y de Chile. En los últimos números, la cantidad total de autores subió a 78; otravez aparecen los colegas peruanos, representando a casi la mitad del total, pero el número de loseuropeos se triplica como también los países de su origen (Finlandia, Dinamarca, Inglaterra, Bélgica,Francia, Alemania, Italia y Polonia). Aún más significativo es el hecho de una participación másmasiva de los colegas de Argentina y Chile (seis veces más que en los números 4 y 5). La necesidad de estrechar vínculos con colegas de otros países latinoamericanos llevó también a incluir a algunosde ellos en el Comité Editorial del Boletín (Linda Manzanilla [México], Myriam Tarragó, VerónicaWilliams [ambas de Argentina] y Lautaro Núñez [Chile]). En forma constante, por parte del Japónhan participado desde el primer número cuatro arqueólogos, dos ingenieros civiles y un etnohis-toriador. Pero no es solo la cantidad de participantes la que conviene destacar, sino también sucalidad. No quiero nombrarlos en esta ocasión, ya que no hay necesidad de presentarlos y unaojeada a los índices bastará. Es evidente que estas condiciones constituyen un foro importante querompe las limitaciones nacionales o nacionalistas y posibilita diálogos fructíferos. Es una gransatisfacción que esto sea posible en el Perú como alternativa a eventos comparables que suelenllevarse a cabo en Estados Unidos o en Europa.

Sin el afán de repetir lo que se publicó en las primeras dos notas editoriales, queda por presentar el contenido de este número. De acuerdo al programa original ( cf . Nota Editorial del núme-

ro 6), los dos últimos temas por tratar eran los de las mesas redondas 5 y 6, que llevaban como título«Lenguaje, onomástica e identidad» y «Tecnología, identidad y memoria», respectivamente. El pri-mer rubro reúne un conjunto de temas diversos. El primer trabajo, de la pluma de Rodolfo Cerrón-Palomino, se concentra en un problema crucial, la identificación étnica, en su supuesta equivalenciacon un idioma específico. A diferencia de la opinión general de que los incas representaban algo asícomo los quechuahablantes «puros por excelencia», Cerrón-Palomino demuestra que ellos hablabanel aimara, usaban también el puquina y adoptaron el quechua en una fase tardía de su política deexpansión. Es un buen ejemplo de muchos otros casos que reclama la presencia de lingüistas en ladiscusión de la atribución lingüística, la que dista mucho de ser un problema de fácil solución.Demuestra también que las lenguas no son estáticas y que la distribución espacial de dialectos oidiomas cambia con el tiempo y no excluye movimientos considerables de poblaciones. María

Rostworowski, una de las defensoras más fervientes de los trabajos interdisciplinarios entreetnohistoria y arqueología, se ocupa del tema de las relaciones entre Wari y los incas, tocando untema de gran relevancia, pero poco tratado a profundidad hasta ahora ( cf . Kaulicke, este número).

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Hidefuji Someda se ocupa de otro tema de mayor relevancia, el de los «incas de privilegio», etniasque se incorporan en la sociedad incaica antes de la fase expansiva, en la que ocupan un papel

preponderante. Es, con otras palabras, un problema de etnogénesis que parece ser un procesocomplicado, con transformaciones a cuya solución podría aportar la arqueología, aunque ni losdatos etnohistóricos ni mucho menos el material arqueológico constituyen una base sólida aún.

Frank Salomon ofrece un aporte que usa la etnografía actual de Huarochirí y sobre el que existedocumentación colonial. La etnografía, en la actualidad, apenas está empleada en la construcción dehipótesis dentro de una perspectiva comparativa. El ejemplo de Salomon, al lado de otros trabajos

publicados por él, demuestra la validez de este enfoque, ya que aporta otros aspectos relacionadosa términos quechua de la Colonia y de tiempos precoloniales interpretados desde ángulos puramen-te económicos. En una contribución sumamente interesante, Thérese Bouysse-Cassagne se ocupade la minería en tiempos incaicos y en la Colonia. Lejos de tratarse de otro tema «económico», ellademuestra la necesidad de indagar sobre conceptos y prácticas dentro de un universo ideológicomuy complejo, en el que se captan paralelos con las creencias europeas de la época. Estos paralelosno se deberían confundir con sincretismo, mestizaje, aculturación o términos afines, ya que estos nocaptan la complejidad intrínseca en una discusión comparativa entre lo «europeo» y lo «andino»

gracias a la amplia documentación disponible. Es un excelente ejemplo de la posibilidad de llegar acomparaciones fructíferas que aportan a la arqueología de un modo esencial, como contempla tam-

bién el papel de la arqueología en este tema. Sabine MacCormack se encarga de discutir las comple- jidades de las identidades negociadas en el caso de Paullu Topa Inca, que es otro camino para definir identidades: el estudio de las biografías ( life histories ). Sandra Sánchez, fallecida trágicamente aúnantes de poder participar en el IV Simposio, pudo entregar su trabajo. Ella se ocupa de identidadesy etnicidades en el noroeste de Argentina y las dificultades de sus definiciones respectivas desdelas interpretaciones de las tempranas fuentes escritas. Waldemar Espinoza presenta otro caso deunas etnias de la serranía de Piura, lo que intenta reconstruir sobre la base de fuentes históricas.Toca también el problema vinculado con los mitmas a lo largo de su historia hasta el Virreinato.

Si en esta primera parte predominan los aportes que confían enteramente en las fuentesescritas, la segunda de nuevo se concentra más en la materialidad, su producción y su significadodesde una perspectiva más arqueológica. Paloma Carcedo, Luisa Vetter y Magdalena Diez Cansecoofrecen un estudio pormenorizado de un grupo de vasijas de plata que se vinculan con mitos de lacosta central, y de Pachacamac en particular, pero enfocan sus características tecnológicas. Escurioso que los pocos contextos conocidos en los que aparecen estas piezas se deben básicamentea Uhle. Los siguientes tres artículos tratan de evidencias del noroeste de Argentina. Luis Gonzálezy Myriam Tarragó se concentran en las evidencias preincaicas e incaicas del valle de Yocavil, en

particular en lo que concierne a la metalurgia y la alfarería. Verónica Williams ofrece un panoramamás amplio y enfatiza el papel de la ocupación inca en relación con las etnias del Kollasuyu al

enfocar la arquitectura y la cerámica como símbolos de poder. Conviene destacar la aplicación deanálisis de pastas con el fin de determinar sus lugares de producción. Rodolfo Raffino, ChristianVitry y Diego Gobbo presentan el caso de una etnia, los chichas, al contrastar la informaciónetnohistórica con la arqueológica. Jean-Pierre Protzen y Craig Morris estudian un conjunto arquitec-tónico como resultado parcial de un proyecto mayor: el sitio de Tambo Colorado, en el valle de Pisco.Un análisis pormenorizado de la arquitectura se combina con los colores aplicados y relativamente

bien conservados, lo que permite algunas interpretaciones preliminares. Los úl timos tres artículosse ocupan del tema de la memoria a través de estudios relacionados con el calendario (Zuidema), loskhipus (Urton) y los tocapus (Eeckhout y Danis). Todos estos aspectos tienen una relevancia

particular y ya han sido tratados de diferentes maneras con resultados divergentes y por medio dediscusiones a veces apasionadas. Tom Zuidema está preparando una publicación mayor sobre el

calendario inca, la que será una contribución sumamente significativa y necesaria. Por su parte, GaryUrton está trabajando con los khipus dentro de un proyecto mayor que ya ha producido una serie deartículos y libros fuera del trabajo presentado aquí. Los tocapus, en cambio, no han merecido estudios

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mayores en los últimos tiempos, por lo que se requiere un enfoque más sistemático que sirva enanálisis comparativos; el aporte de Eeckhout y Danis es un paso hacia este camino ( cf . Kaulicke,este número).

Identidad, etnicidad e imperios pretende ser un conjunto de reflexiones finales sobre los

tres números publicados. Por varias razones, me vi obligado a redactar este aporte sin mis coeditores.Esto implica, por supuesto, que mis ideas no necesariamente concuerdan con las de mis colegas. Nohe tratado tampoco de sintetizar los avances particulares de las contribuciones, sino presentar un

panorama más global en el que me concentro en los problemas que aún impiden la elaboración deuna visión integradora, basada en comparaciones que, a su vez, podrían llevar a comparaciones confenómenos extraandinos. Estos problemas tienen una trayectoria histórica larga en la que la arqueo-logía no juega el papel que debería ocupar por su característica de ocuparse de fuentes esencialmen-te independientes de las fuentes escritas. La identidad y la etnicidad como conceptos podrían

permitir una teorización de las dinámicas inter-, intra- y extrasociales al matizar diferencias en vez desimilitudes en diacronías largas que conectan con el presente y negociaciones de identidad en vezde oposiciones esencialistas y supuestamente insuperables entre el «yo» y el «otro».

Este tomo finaliza con un conjunto de cuatro notas de carácter arqueológico sobre eviden-cias en la costa norte del Perú (Alejandra Figueroa, Frances Hayashida y Sandra Téllez) y la costasurcentral (Miguel Guzmán y Emily Baca). Como ya queda mencionado, se ha incluido la Guía Estilís-tica del Boletín , que explica su normativa, y ha sido preparada por Rafael Valdez.

Ya que se cuenta con tres notas editoriales en el conjunto de estas actas, los agradecimien-tos, por necesidad, se dirigen a las mismas personas que quiero enumerar nuevamente sin repetir enforma detallada las razones de mi gratitud. En definitiva, estos logros son, básicamente, la suma deuna gran cantidad de esfuerzos convergentes. En primer lugar, a mis coeditores y coorganizadoresGary Urton e Ian Farrington y a los más de 80 participantes y/o autores del IV Simposio y sus actas,así como los casi 400 inscritos en el evento de agosto de 2002, hecho que ha convertido a esteencuentro y la publicación de sus resultados en sendos éxitos. La doctora Patricia Harmann y ungrupo de 15 estudiantes y técnicos (véase Nota Editorial del número 6) ayudaron en la organizaciónde esta edición del Simposio como de otras anteriores. Para asegurar la apropiada preparación detodo lo necesario para la marcha, nos brindaron significativos apoyos económicos la señora LynneRoche (Embajada de los Estados Unidos), el doctor Jean Vacher (Instituto Francés de EstudiosAndinos), el señor Enrico Brandt (Embajada de Alemania) y el doctor Krzysztof Makowski (anterior Jefe del Departamento de Humanidades PUCP).

En la preparación de los tres números (6 a 8) destaca el trabajo extraordinario del señor

Rafael Valdez, responsable de la edición en general del Boletín de Arqueología PUCP desde susinicios. Su esfuerzo notable se refleja también en el éxito de esta revista a nivel internacional, sumejora técnica y presentación general, así como sus logros consecuentes. También se tuvo el apoyodel Departamento de Humanidades en la persona de su anterior Jefe, el doctor Krzysztof Makowski,así como de la actual, la doctora Pepi Patrón. Por otro lado, el proyecto de las actas del IV Simposioera la mayor empresa que se acometía desde el primer número, por lo que en este trabajo se contó conla ayuda de un grupo de 11 estudiantes que participaron en los trabajos de uno o varios números. Eneste volumen colaboraron Gabriela Cervantes, Lucy Gutiérrez, Carla Hernández, Ursula Muñóz, Ade-la Passano y Lucía Watson. De parte del Fondo Editorial PUCP contamos con el apoyo eficiente dela Directora Gerente, la señora Annie Ordoñez, la doctora Estrella Guerra, Jefa de Edición de dichaunidad, así como del señor Oscar Hidalgo. A todos ellos, como a muchas personas más que han

intervenido directa o indirectamente, les expreso mi más profundo agradecimiento.

PETER KAULICKE

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EL AIMARA COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS 9BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 9-21

EL AIMARA

COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS Rodolfo Cerrón-Palomino*

Resumen

Según la visión tradicional de la historia prehispánica, la lengua oficial de los incas habría sido elquechua, lengua que, a su vez, se habría originado en la región cuzqueña. De acuerdo con los estudios de

lingüística histórica andina, todo conduce a pensar que, en verdad, el quechua no pudo haberse originado enel Cuzco, pues en dicha región, al tiempo en que se formaba el imperio, se hablaba aimara, lengua procedentede los Andes Centrales. En este trabajo presentamos evidencias de tipo documental, onomástico y lingüístico propiamente dicho que demuestran que los incas tenían el aimara como lengua oficial hasta por lo menos elgobierno de Tupac IncaYupanqui.

Abstract

AIM ARA AS THE IN CA OFFICIAL LANGUAGE

According to traditional prehispanic Andean history, the official tongue of the Incas was Quechua, alanguage whose craddle is assumed to have been the Cuzco area. In view of current Andean historicallinguistics, however, it all leads to the conclusion that Quechua couldn‘t have originated in the Cuzco region,since at the time of the beginings of the Inca empire, the language spoken there was Aimara, which in turn had spread southeasthward, coming from the Central Andes. In the present paper, documentary, onomastics, and linguistic proper evidences are advanced to prove that the official language of the Incas, at least up to the reignof Tupac Inca Yupanqui, was Aimara and not Quechua.

1. Preludio

Tradicionalmente se ha sostenido que el quechua habría tenido en la región cuzqueña sucuna de origen. Por consiguiente, la lengua natural de los incas habría sido igualmente dicho idioma.Tal versión, de claro sabor garcilacista, sigue en pie todavía no solo en los manuales de corte escolar sino incluso en tratados y ensayos de carácter académico (ver, por ejemplo, Bauer y Stanish 2001:cap. 3, 50-51). No han faltado, sin embargo, voces discrepantes, cuestionadoras de semejante pos-tura, que en el contexto de los estudios histórico-culturales andinos se conoce con el nombre de latesis del «quechuismo preincaico», a la que se opondría la del «aimarismo histórico y lingüístico»,según la síntesis ofrecida por el historiador Porras Barrenechea (1963 [1945]: cap. II, 23). Los avan-ces logrados en la segunda mitad del siglo pasado en materia de lingüística andina, especialmente en

* Pontificia Universidad Católica del Perú, Departamento de Humanidades. E-mail: [email protected]

Ayar Auca, oídas las palabras de su hermano, levantóse sobre sus alas y fué al dicho lugar queMango Capac le mandaba, y sentándose así luego se convirtió en piedra y quedó hecho mojónde posesión, que en la lengua antigua de este valle se llamacozco,de donde le quedó el nombredel Cuzco al tal sitio hasta hoy. De aquí tienen los ingas un proverbio que dice: « Ayar Aucacuzco guanca» , como si dijese «Ayar Auca mojón de piedra mármol» (Sarmiento de Gamboa1960 [1572]: 217).

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ROD OL FO CE RRÓN -PALOM INO10

relación con la historia y evolución de las llamadas «lenguas mayores» del antiguo Perú, ponen demanifiesto la total endeblez de la tesis del quechuismo primitivo, a la par que afianzan el carácter primordial y omnipresente del aimara en toda la región de los Andes centro-sureños. Según estainterpretación, el aimara, procedente de los Andes Centrales, habría llegado a la región cuzqueña entiempos preincaicos, posiblemente vehiculizado por el Estado huari, de manera que, al constituirse

el señorío de los incas, el idioma natural del que se habrían servido los soberanos cuzqueños habríasido dicha entidad, que más tarde adquiriría el estatuto de lengua oficial. Esta interpretación idiomático-cultural de la historia incaica no es enteramente novedosa, como se mencionó, pues siempre existióla sospecha de que las cosas pudieron haber sido diferentes de las señaladas por la visión tradicio-nal. Sin embargo, faltaba la evidencia lingüística decisiva para trasponer el umbral que separaba lamera suposición de los hechos tangibles y empíricos. En el presente trabajo quisiéramos precisa-mente elaborar los argumentos empíricos que confirman esto último.

2. Planteamiento inicial

Como se ha señalado, la idea de que el aimara pudo haber sido la lengua de los primeros

incas es de antigua data. En efecto, así lo sostenían, entre otros, David Forbes (1870), Middendorf ([1891] 1959); Uhle (1969 [1910]), y, en tiempos más recientes, Alfredo Torero (1994, 1998). Conviene preguntarse entonces sobre el tipo de fundamentos esgrimidos por tales estudiosos en favor de latesis sostenida. Al respecto, podemos señalar que han sido tres las clases de evidencias principalesconducentes a ella: a) onomástica, b) documental, y c) lingüística propiamente dicha. Por la primerase ha sostenido que la toponimia de los Andes centro-sureños acusa una profunda raigambre aimaraque no puede explicarse únicamente a partir de la simple presencia de mitimaes altiplánicos. Envirtud del segundo tipo de evidencias, se ha señalado que la documentación colonial, especialmentela del siglo XVI, testimonia la vigencia del aimara, alternando con el quechua, en territorios localiza-dos al noroeste del Cuzco, hoy completamente quechuizados. Finalmente, según la evidencia pro- piamente lingüística, la presencia actual del aimara central, en la provincia limeña de Yauyos, y cuya

procedencia mitimaica no admite justificación alguna, constituye la mejor prueba del carácternativocentroandino de la lengua.

Ahora bien, no siempre se consiguió estructurar tales argumentos, por razones de informa-ción y formación a la vez, en favor de uno solo, mucho más sólido y robusto, y ello podría explicar,en parte al menos, la vigencia de la tesis del quechuismo primitivo, que a su vez se resiente de unnacionalismo trasnochado y malentendido que parece reposar sobre una suerte de «repartición»idiomática, según la cual el quechua sería «peruano» y el aimara «boliviano» (como ocurre enarqueología frente a Huari y Tiahuanaco, respectivamente). Pero, además, bien evaluados, los argu-mentos de tipo onomástico y documental resultaban bastante endebles, y, el propiamente lingüísti-co, por su parte, enfrentaba una ambigüedad interpretativa, heredera de su «descubrimiento» tardío

(en el último tercio del siglo XIX). En efecto, por lo que respecta a la evidencia toponímica, salvoraras excepciones, como algunas etimologías de Middendorf y Uhle, los supuestos aimarismos no pasaban de ser elucubraciones fantasiosas, desprovistas de sustento empírico (Paz Soldán 1877;Carranza 1884; Durand 1921). Ello porque, al no haber verdadero sustento analítico, y estando lalingüística andina en una etapa precientífica, era imposible determinar, siquiera en calidad de hipó-tesis, el origen quechua o aimara de los topónimos. Tocante a la evidencia escrita, ocurría que unmismo documento, pongamos por caso las famosas «Relaciones Geográficas», era interpretadosegún esquemas preconcebidos en favor de una u otra de las tesis contrapuestas. Así, la presenciade pueblos aimarófonos en la región ayacuchana podía ser interpretada como producto de unainserción de mitimaes (Markham 1902 [1871]; Tschudi 1918 [1891]; Riva Agüero 1966 [1930]) o comovivo testimonio de un origen raigal (Middendorf, Uhle). Dicha indeterminación distaba de ser resuel-ta ante la dificultad de distinguir, en esas mismas fuentes, entre pueblos de habla aimara ancestral yotros de idioma trasplantado. En fin, con respecto a la evidencia lingüística propiamente dicha,igualmente, la presencia de dialectos aimaraicos en plena serranía limeña será interpretada en los

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EL AIMARA COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS 11

mismos términos: como un resto de habla de mitimaes (Barranca 1876; Espinoza Soriano 1982) ocomo formas de relicto de un aimara ancestral (Rivet y Créqui-Montfort 1951; Jijón y Caamaño 1996[1940]). Obviamente, para zanjar este problema se hacía necesario no solo comparar sistemáticamentetales dialectos con sus similares altiplánicos (Hardman 1975 [1966]) sino, sobre todo, emprender eltrabajo de reconstrucción de la protolengua (Cerrón-Palomino 2000a).

3. Reconsideración del problema

En lo que sigue intentaremos apuntalar, una vez superados los problemas mencionados enla sección precedente, la hipótesis del emplazamiento prequechua del aimara en los territorios cen-tro-andino-sureños y altiplánicos, y por consiguiente en la región cuzqueña, en la época de la forma-ción y expansión iniciales del imperio incaico, de suerte que la lengua que facilitó tales procesostuvo que haber sido la aimara. Para ello invocaremos los mismos tipos de evidencias mencionadas previamente, al tiempo que procuraremos integrarlos de modo orgánico y solidario, pero esta vezechando mano de los últimos aportes de la lingüística andina. De manera crucial, como se haráevidente, el acceso a nueva fuente documental así como la recta interpretación de la misma, consti-

tuirán los elementos decisivos para buscar demostrar el estatuto de lengua oficial de que habría disfru-tado el aimara entre los incas antes de la adopción del quechua chinchaisuyo en reemplazo de aquélla.

3.1. Cuestiones onomásticas

Gracias al desarrollo alcanzado por los estudios diacrónicos del quechua, y sobre todo delaimara, hoy es posible escudriñar con mayor rigor la onomástica, indagando acerca de la etimologíade los vocablos atribuibles a cada lengua, incluyendo dentro de éstos la toponimia o los nombres delugar. Una de las más poderosas herramientas puestas al servicio del estudioso de la onomásticaandina por la lingüística histórica es el conocimiento de un conjunto sistemático de cambios fonéti-cos que operaron en el desarrollo y configuración actual de ambas lenguas, y cuyo manejo por parte

del investigador se hace imprescindible a la hora de dilucidar sobre la motivación y filiación de losnombres en general y de la toponimia en particular. Sobra decir que sin el manejo de tales reglas, de probada capacidad heurística, se está condenado a las interpretaciones más fantasiosas y desenfre-nadas de topónimos, cuando no a la etimología popular de corte ingenuo. Como lo venimos demos-trando en nuestros trabajos de naturaleza onomástica (cf ., por ejemplo, Cerrón-Palomino 2000b),gracias al manejo de tales principios, en fin, es posible ahora encontrar asociaciones entre formasque antes burlaban fácilmente la atención de los especialistas, a la par que nos permiten desechar alinstante emparejamientos o entroncamientos puramente gratuitos y antojadizos.

Pues bien, los estudios en curso en materia de toponimia andina demuestran de manerafehaciente la presencia raigal del aimara en territorios hoy ocupados por el quechua. Ello es cierto no

solo para la región centroandina sino para toda el área sureña, y obviamente para el altiplano. Enmuchos casos no solo contamos con el registro de nombres asignables a la lengua sino tambiéndisponemos de la documentación colonial en la que se dice que tales nombres les fueron asignados por los «ingas antiguos» o los «ingas antepasados», como ocurre, por ejemplo, en la conocida«Relación» de don Francisco de Acuña, corregidor de Condesuyos y Chumbivilcas, al indagar sobrealgunos nombres de lugar, comoColquemarcay Chamaca,que hoy sabemos de claro origen aimara(cf.Acuña 1965 [1586]: 320, 322). Más crucial resulta, sin embargo, demostrar la existencia inconfun-dible de topónimos aimaras en pleno valle cuzqueño. Como lo hemos demostrado en trabajos ante-riores (cf.Cerrón-Palomino 1998, 1999), no solamente encontramos allí nombres de origen aimara que persisten sino también muchos otros que desaparecieron, pero que están registrados en la docu-mentación colonial, como es el caso de la nomenclatura de losceques (cf.Cobo 1956 [1635]: libroXIII, caps. XIII-XVI), cuya interpretación etimológica ofreceremos en otra oportunidad. De latoponimia, solo quisiéramos volver a llamar la atención aquí sobre los nombres deCuzco yOllantaitambo, apelativos de puro cuño aimara el primero y de naturaleza híbrida el segundo.

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En relación con el primer topónimo, según las pruebas que hemos aportado, en la lecturacuidadosa del pasaje de Sarmiento que citamos como epígrafe está la clave de la interpretación delnombreCuzco, cuyos intentos previos de explicación estuvieron viciados desde un principio alasignársele a la lengua particular que habrían tenido los incas (ver § 3.1), con el significado, más bien importado, de «centro» u «ombligo» del mundo; o al tomársele como quechua, derivado de la

raízkuska-,que nada tiene que ver con él, por lo menos para quienes tomamos en serio los dictadosde la lingüística andina.1 En efecto, como lo demostramos en Cerrón-Palomino (1998: § 5.1.2.3), laexpresión <Ayar Auca cuzco guanca>, que Sarmiento traduce por «Ayar Auca, mojón de piedramármol» (cf. Sarmiento,op. cit.,217), constituye una frase nominal con aposición, la misma que puede graficarse como <ayar auca> = <cuzco guanca>. Lo que dicha ecuación quiere decirnos esque Ayar Auca, a quien, según la leyenda recogida por el cronista, «le habían nascido unas alas», setorna, previa litomorfosis, en «cuzco guanca», es decir en «peñón del cuzco». El problema radicabaentonces en averiguar el significado del núcleo de la expresión, puesto que el modificadorguanca‘peñón’ no ofrecía dificultad alguna, al registrarse en ambas lenguas. Ahora bien, la vozcuzconofigura, que sepamos, en ningún vocabulario quechua o aimara coloniales, excepto como nombre dela ciudad, acusando por ello mismo un origen derivado. De allí las interpretaciones fantasiosas a las

que hicimos mención. Sin embargo, hacía falta indagar por el nombre en vocabularios ajenos a los delas variedades modélicas del quechua y del aimara sureños, y sobre todo en los de esta últimalengua. Pronto las pesquisas dieron con el clavo:qusquse registra no solo en los dialectos aimaras periféricos de Oruro y Chile, sino que también figura, en calidad de prestamo, en las lenguas atacameña(hoy extinguida) y chipaya (sobreviviente del uro). En tales variedades y lenguas el vocablo refierea un tipo de ‘lechuza’, y es claramente de origen onomatopéyico. De este modo se resuelve elenigma: Ayar Auca, convertido en lechuza (de allí las alas que tenía), vuela en dirección del lugar enel que se edificaría después el Coricancha, donde se posaría sobre un peñón antes de petrificarse.Con el tiempo, la denominación decuzco guanca(es decirqusqu wanka‘peñón donde se posó lalechuza’) se redujo acuzco simplemente, absorbiendo y eliminando a su núcleo frasal originario: lametonimia se consolidaba a medida que el nombre, ahora de la ciudad, desplazaba definitivamente

su significado originario, por lo menos en el área, hecho que se habría consumado a medida que elaimara iba siendo desplazado por el quechua. Lo que importa destacar aquí es el hecho de que elnombre de la capital del futuro imperio tenga un origen claramente ajeno al quechua, lo que está demos-trando que la lengua de sus fundadores era la misma que se hablaba en toda la región: el aimara.

En cuanto aOllantaitambo,voz compuesta, señalemos en primer lugar que su composiciónregistra una superposición quechua. En efecto, la voztambo, con pronunciación chinchaisuya (y notampu,como quería Garcilaso), se sobrepone claramente a la deOllantay. Pues bien, a partir de dichaconstatación, tendríamos hasta aquí el significado de ‘mesón de Ollantay’, y es precisamente sobrela base de esta interpretación primaria que los historiadores de la literatura quechua han queridodarle al topónimo un carácter conmemorativo,a fortiorisin duda alguna: la posada llevaría el nom-

bre del héroe ficticio Ollantay, que, gracias a dicha reinterpretación antojadiza, se constituiría en«prueba» arqueológica de su existencia histórica real. El problema, sin embargo, radicaba en que elsupuesto antropónimo no se dejaba interpretar a partir del quechua, por mucho que se lo estrujaraformal y semánticamente, como era la práctica hasta hace poco, y sigue siéndolo hasta ahora en los predios profanos.2 Y es que, como en el caso deCuzco, todo intento por descifrarlo a partir delquechua estaba condenado simple y llanamente al fracaso. Porque, como lo hemos demostrado enotro lugar (cf.Cerrón-Palomino (1998: § 5.1.2.3), el nombre es de pura cepa aimara. En efecto,Ollantayremonta a*ulla-nta-wi ‘lugar donde existe una atalaya’, voz que se deja analizar cristalinamente ensu componente radical*ulla- ‘ver, mirar’, seguido de los sufijos ingresivo –nta ‘hacia adentro’ yubicativo –wi. El paso de*ulla-nta-wi a ullantay se explica llanamente por medio de un par dereglas propias de su acomodamiento en el quechua aimarizado de la región (cf . Cerrón-Palomino2002a, para mayores detalles acerca de los cambios implicados por tales reglas). La pregunta quesurge entonces es por qué no se pudo acertar con una explicación aparentemente sencilla. Como sedijo, la razón fundamental radica en las anteojeras creadas por la tesis del quechuismo primitivo,

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EL AIMARA COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS 13

consistente en creer que todo topónimo del área cuzqueña debe interpretarse a partir del quechua.¿Significa ello que superado dicho escollo se estaría en condiciones de dar fácilmente con el étimoaimara? No, porque lamentablemente nuestros etimologistas aficionados siguen aferrados a la ideade que para explicar los nombres indígenas basta con saber hablar la lengua respectiva. Y auncuando, superando dicha limitación, se anime a consultar los vocabularios coloniales, todavía que-

da el peligro de no saber cómo manejarlos, pues a menudo se los lee e interpreta como si se tratarade textos modernos (descalabro frecuente que sufren nuestros etnohistoriadores). Es más, la limita-ción persistirá de todos modos desde el momento en que, para una recta interpretación de talesmateriales, hace falta conocer la historia de la lengua, la misma que en buena cuenta se reduce alconjunto de reglas de cambios operados en ella, según se dijo. Así, pues, en el presente caso, la sola búsqueda de la raízulla- o sus derivados en cualquier vocabulario aimara moderno sería infructuo-sa, pues no la encontraremos, no al menos en los vocabularios del aimara lupaca o pacaje. Hará faltaentonces recurrir a Bertonio, y allí sí encontraremos la voz <vlla-> y derivados, con el significado de‘ver’ (cf.Bertonio [1612] 1984: I, 467; II, 372). ¿Significa que <vlla-> no sería entonces aimara, ya queno se la encuentra en los vocabularios modernos, o a lo sumo sería un particularismo del aimaralupaca? Nada de eso, ciertamente. ¿Qué ocurre, sin embargo, cuando buscamos el equivalente de

‘ver’ en los vocabularios modernos? Lo que encontramos allí es la raíz <uña-> y derivados. ¿Erratade impresión? De ninguna manera, pues la variacionñ ~ ll ha sido recurrente en la historia de laslenguas aimaraicas, de manera que las variantesulla- ~ uña- son un ejemplo que ilustra dichatendencia. Pues bien, una vez aclarados la forma y el significado de la raíz del topónimo, solo queda por identificar los sufijos, por lo demás ajenos al quechua pero familiares al aimara, como ya loindicamos: así, el temaulla-nta-significa ‘ver hacia adentro’, lo que refiere inmediatamente a unaatalaya (y la arqueología nos lo confirma), y seguido del ubicativo –y,que remonta a*-wi, tenemosla significación literal del topónimo ‘lugar desde donde se divisa hacia el fondo’. De paso, gracias aesta interpretación, estamos en condiciones de dar con los significados de los híbridos quechumarasSalcantayy Lasuntay, orónimos que conllevan raíces quechuas chinchaisuyas (*sallqa ‘puna’ y*rasu ‘nieve) encestadas dentro de moldes gramaticales aimaras proporcionados por los sufijos que

acabamos de identificar. Tales nombres significarían, respectivamente, ‘lugar de acceso a la puna’ y‘lugar de acceso al nevado’, y al mismo tiempo nos están indicando a todas luces que fueronacuñados por bilingües aimara-quechuas. Por lo demás, volviendo al caso deOllantaitambo, restaseñalar que la documentación colonial corrobora nuestra interpretación al regalarnos el dato aporta-do por Glave y Remy (1983: caps. 1, 2), según el cual la fortaleza y la ciudadela en cuestión, que caíadentro de la encomienda de Hernando Pizarro, se llamaban en el siglo XVICollaytambo,o sea‘tambo de los collas’.3

3.2. Evidencias documentales

Como hemos tratado de demostrarlo en otras ocasiones (cf . Cerrón-Palomino 2000a: cap. IV,

§ 3, 2001), los documentos coloniales del siglo XVI, en especial las «Relaciones geográficas» dadasa conocer por Jiménez de la Espada ([1881-1897] 1965), dan cuenta de la presencia del aimara, alter-nando con el quechua en calidad de lengua cada vez más predominante, en toda la jurisdicción delobispado del Cuzco, que por entonces comprendía Huamanga por el noroeste. En tal sentido, nadamás exacto que la observación hecha por el clérigo Balthazar Ramírez, a fines del siglo XVI, cuandoseñala que «la lengua aymará es la más general de todas, y corre desde Guamanga, principio delobispado del Cuzco, hasta casi Chile o Tucumán» (cf.Ramírez [1597] 1906: 297), otorgándole inclusosu primacía como «lengua general» sobre el quechua, solo que, para ser precisos, hay que recalcar que por entonces esta lengua, que todavía no había logrado desterrar del todo a su rival en la regiónsureña, ostentaba el carácter de lengua dominante. Y, conste que no estamos incluyendo aquí las provincias serranas de Lima (por lo menos Canta, Huarochirí y Yauyos) donde seguían hablándosevariedades aimaraicas. Por lo demás, y para seguir refiriéndonos al territorio del antiguo obispadodel Cuzco, la presencia de la lengua en dicha jurisdicción también aparece refrendada en el texto delas «Annotaciones» a la traducción aimara de la Doctrina Christiana,así como en el «Vocabvlario

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breve» que lo acompaña, del Tercer Concilio Limense (1985 [1584]: fols. 78-84). En dicho documentose hace mención del «aymara cuzqueño», como una de las muchas variedades que ofrecía la lengua,diferente además de las de Canas y Canchis, así como de la de loscondes.Ahora bien, para ser exactos, como lo sugerimos en otro lugar (cf.Cerrón-Palomino 1999: § 5), dentro de la categoría de«aimara cuzqueño» debemos comprender no solo las hablas aimaraicas ancestrales del lugar sino

también aquellas que, provenientes del altiplano, todavía corrían en boca de los mitimaes en procesode quechuización.

Ahora bien, aparte de las fuentes de carácter oficial mencionadas, contamos también conotro documento que arroja luces sobre la presencia ancestral (al lado de la mitimaica) de la lengua al poniente del Cuzco. Se trata nada menos que de la Nueva Coronica, de Guaman Poma (1936 [1615]).Como se sabe, al ocuparse de las «canciones y mucica» de las «quatro partes» del antiguo imperio,el cronista indio inserta cinco canciones registradas en aimara (cf. op. cit.,317-327). Pues bien, comolo demostró Ferrell Ramírez (1996), el aimara de tales canciones resulta extraño a las variedadesmodélicas conocidas (lupaca y pacaje) y más bien parecen corresponder, con toda probabilidad, alas que hemos denominado «aimara cuzqueño». De allí que su interpretación a partir del aimara

collavino no tuviera resultados satisfactorios, y en cambio se mostrara más inteligible a partir de lavariedad central. Pero, además, como reflejando la situación caracterizada previamente, tales textosdelatan un aimara fuertemente quechuizado. Y no solo eso, pues Guaman Poma incluye tambiéndentro tales «taquies» el texto de una <cachiua>, es decir de una danza de jóvenes parejas (cf. op.cit., 317). Lo interesante del texto radica en que la canción está compuesta en un quechua extraño,que ha dejado mal parados a quienes intentaron traducirlo hasta ahora. Como lo demostramos en untrabajo en el que ofrecemos una versión castellana del texto (cf. Cerrón-Palomino 2003), la rarezaformal de este radica en que se trata de un quechua aimarizado, en el que no solo se registra léxicoaimara sino, de manera mucho más impactante, se echa mano de sufijos exclusivos de la lengua,amén de ilustrarnos también la actuación de algunas reglas fonológicas propias a ella. Según se puede apreciar, todo esto ilustra cómo, a comienzos del siglo XVII, el territorio del reciente obispado

de Guamanga, se iba resolviendo lingüísticamente en favor del quechua en labios de los naturales yde los mitimaes: el propio Guaman Poma habría experimentado, en el seno familiar, dicho proceso desustitución idiomática. Por lo demás, el material aportado por el cronista indio es de incalculablevalor, pues se trata de la única documentación lingüística con que contamos respecto de las varie-dades aimaras «ayacuchanas» exterminadas después por el quechua.

3.3. Evidencias lingüísticas

Como ocurre en geografía lingüística, las metrópolis son por lo general grandes centros deinnovación, a la par que la periferie se muestra conservadora y arcaizante. Precisamente, la situaciónque venimos caracterizando confirma dicho principio de lingüística espacial, en la medida en que el

proceso de quechuización del surandino parece haberse cumplido primeramente en el valle delCuzco, centro del poder imperial. Ello explicaría por qué ni las fuentes documentales más tempranashacen referencia al uso del aimara, y en cambio nos dan a entender que esta lengua parecía comple-tamente ajena: probablemente desde entonces el léxico aimara comenzó a ser reinterpretado a partir del quechua, fenómeno que se veía allanado por el extraordinario isomorfismo gramatical que tienenambas lenguas. Para dar un solo ejemplo: el nombre de la plaza mayor del Cuzco, cuya forma origina-ria era <Hauquipatha>, significando simplemente «plaça grande» (cf.Bertonio,op. cit.,II, 125), fuereinterpretado como <Haucaipata> y traducido como «andén o plaça de fiestas y regozijos» (cf.Gar-cilaso 1943 [1609]: VII, VI, 110). En este caso, el adjetivo <hauqui> ‘grande’ fue interpretado como<hauca> ‘feliz’, inaugurando una práctica distorsionadora que todavía no ha concluido al menosentre los aficionados.

Pues bien, lo dicho hasta aquí habría bastado para sostener no solamente la presencia delaimara en el área cuzqueña sino también, de manera más reveladora, su empleo por parte de los

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EL AIMARA COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS 15

soberanos incas como lengua de la administración imperial. Sin embargo, como veremos en seguida,el descubrimiento y posterior edición de los capítulos faltantes de laSuma y narración de los incasnos ha brindado la oportunidad única de contar con la prueba decisiva del carácter oficial de quedisfrutaba el aimara por lo menos hasta el gobierno de Tupac Inca Yupanqui. En efecto, comosabemos ahora, Betanzos registra, en el capítulo XIX de su crónica, el texto de un cantar mandado

componer por el propio Inca Yupanqui para celebrar su triunfo sobre los soras (cf. Betanzos 1987[1551]: XIX, 93). Lo curioso es que el cronista, que se reclama como buen quechuista, transcribe elcantar, parafraseándolo en castellano, pero sin advertir que lo que registraba venía cifrado, aparte decierto léxico común a ambas lenguas, en un idioma ajeno al quechua. Pues bien, en vista de que yanos hemos ocupado del análisis filológico y textual del cantar en más de una ocasión, en lo quesigue solo nos limitaremos a ofrecer el análisis lingüístico respectivo (para mayores detalles, ver Cerrón-Palomino 1998, 1999). El texto fundamental del cantar, previamente restituido y dispuesto enversos, va como sigue. Nótese que al lado de la forma restituida proporcionamos los equivalentesaproximados del aimara y quechua sureños de la época, en versión normalizada (cf . Tabla 1).

Conforme se echará de ver, el texto ofrecido proporciona una serie de datos sumamente

valiosos no solo para el aimara y el quechua sino también para el « lenguaje particular » de la realezacuzqueña, del que tanto nos habla el Inca Garcilaso. Dejando este último tema para el final (ver § 4.1), pasemos ahora a destacar brevemente las particularidades lingüísticas del texto para demostrar lafiliación aimara del mismo. Pues bien, léxicamente, el texto contiene dos palabras de origen claramen-te aimara: <yoca> (es decir yuqa) ‘hijo’ y <malca> (o seamarka) ‘pueblo’, esta última incorporada amuchos dialectos del quechua central. Fonológicamente, los versos del cantar registran dos rasgos:(a) la sonorización de las consonantes oclusivas tras consonante nasal (<inga>, <yupangue>, <indi>,<chimbo->), fenómeno exclusivo del quechua chinchaisuyo, que es el que los incas estaban asimi-lando; y (b) la lateralización der en contextos que iban más allá del inicial de palabra (<solay>,<malca>, <chinbolei>, <axcoley>), fenómeno propio del «aimara cuzqueño». Gramaticalmente, enfin, notemos de qué manera el texto del cantar armoniza perfectamente con el del aimara, registrando

los mismos sufijos, en contraste con lo que ocurre con la versión quechua, que muestra sus propiasdesinencias. Por lo demás, las diferencias superficiales entre las dos versiones aimaras —la del textoy la normalizada—, aparte de la notación vacilante de Betanzos, se explican mediante reglas sistemá-ticas vigentes en la lengua hasta la actualidad. De esta manera, de paso, queda ilustrado el extraor-dinario isomorfismo gramatical que guardan ambas lenguas, donde apenas se registra un vacíogramatical en cada lengua: a) la ausencia de marca de acusativo en el aimara (cuya forma originaria,que era*-ha, ya se estaba perdiendo), y b) la carencia en el quechua de un equivalente del sufijo –ra,cuyo significado tiene valor ‘serializador’ (= acción de uno en uno).

Queda, pues, demostrada la filiación eminentemente aimara del texto del cantar, atribuido al propio Tupac Inca Yupanqui, de acuerdo con la tradición recogida por Betanzos. Siendo así, y de

seguir aceptándose la versión tradicional en el sentido de que el quechua habría sido la lenguanatural de los incas, ¿cómo se puede armonizar el hecho de que un himno de carácter oficial estécifrado precisamente en una lengua ajena a la de la administración imperial? La respuesta no se dejaesperar: el aimara, y no el quechua, era la lengua oficial del imperio por lo menos hasta los tiemposdel gran conquistador y reformador del Tahuantinsuyo inmortalizado en los mismos versos delcantar que mandó componer.

4. Cuestiones residuales

De aceptarse la validez de las evidencias apuntaladas, y creemos que hay razones de peso para ello, restan por lo menos un par de cuestiones que fueron quedando en el camino. Ellas tienenque ver, por un lado, con el tema de la posible existencia de una lengua secreta privativa de losmiembros de la corte incaica; y, por el otro, con la adopción del quechua por parte de los últimosincas. En lo que sigue nos ocuparemos brevemente de ambos puntos.

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EL AIMARA COMO LENGUA OFICIAL DE LOS INCAS 17

establecimiento en el valle del Cuzco, de habla aimara, en el lapso de tres generaciones a lo sumo,habrían mudado su lengua en favor del idioma local. De su otrora lengua originaria apenas quedaríael recuerdo, como de un habla ininteligible, algún léxico (como aquel de <huanacauri> ~ <huayacauri>‘arcoiris’), o una construcción gramatical extraña como la de la aposición mencionada. Más tarde,cuando a su turno el aimara iba siendo sustituido por el quechua chinchaisuyo, aquél habríase

tornado también en idioma extraño para las nuevas generaciones, y por tanto calificable comolengua secreta.4

4.2. Quechuización de los incas

Siendo que la lengua oficial de los incas fue la aimara, por lo menos hasta la administraciónde Tupac Inca Yupanqui, la pregunta que surge tiene que ver con el tiempo y la manera en que se produce la mudanza lingüística en favor del quechua. Sobre el primer punto, afortunadamente,contamos con una tradición recogida por el cronista Murúa, en uno de sus capítulos en los querefiere las hazañas de Huaina Capac. Según el cronista, a este inca «se atribuye haber mandado entoda la tierra se hablase la lengua de Chinchay Suyo, que agora comúnmente se dice la Quíchuageneral, o del Cuzco, por haber sido su madre Yunga, natural de Chincha, aunque lo más cierto eshaber sido su madre Mama Ocllo, mujer de Tupa Ynga Yupanqui su padre, y esta orden de que lalengua de Chinchay Suyo se hablase generalmente haber sido, por tener él una mujer muy querida,natural de Chincha» (cf.Murúa,op. cit.,I, XXXVII, 136). Más allá del cálculo cronológico exacto, yaparte de las motivaciones sentimentales del inca (aspectos que no necesariamente deben suscitar escepticismos), hay por lo menos tres datos rescatables del pasaje transcrito: a) que la adopción delquechua como nueva lengua oficial se produjo en las postrimerías del imperio; b) que para entoncesel quechua ya estaba suficientemente expandido en la sierra sur; y c) que la variedad oficializada erala chinchaisuya. Lo primero se confirma por el simple hecho de que el cantar atribuido al padre deHuaina Cápac todavía aparece compuesto en aimara; lo segundo, se apoya en el hecho de que laadopción de una lengua es gradual y no súbita: el mismo texto del cantar ya acusa síntomas dequechuización; lo tercero, en fin, no necesita mayor explicación: el rasgo de sonorización observadoen el mismo texto delata una procedencia chinchaisuya indudable. Quedan aún, sin embargo, cabos por atar. Uno de ellos tiene que ver con el móvil que habría desencadenado la nueva opciónidiomática, más allá de las razones afectivas que habrían movido para ello al inca Huaina Capac. Larespuesta hay que encontrarla en el grado de difusión que había conseguido el quechua, segura-mente vehiculizado por los chinchas, como parece sugerirlo la «Relación» de Castro y Ortega Morejón([1558] 1968), en dirección sureste, llegando incluso a la región del Collasuyo. Si en el resto delterritorio norcentral andino estaba arraigada ya la lengua, pues había más que razones estratégicas para erigirla en lengua oficial. Por lo demás, como se dijo, el pase de una lengua a otra, además dehaber sido gradual, se habría visto enormemente favorecido por el extraordinario paralelismo estruc-

tural que guardan ambas lenguas formal y semánticamente.5. Conclusión

En las secciones precedentes creemos haber aportado las pruebas decisivas que demues-tran que la lengua de la administración incaica fue la aimara y no la quechua por lo menos hasta elgobierno de Tupac Inca Yupanqui. Si desde el punto de vista puramente lingüístico era posiblellegar a dicha conclusión, con solo demostrarse que el quechua no pudo tener al Cuzco como zonade origen, ocupado como estaba por pueblos de habla aimara, el examen de la onomástica, particu-larmente de la toponimia, y la interpretación de los documentos coloniales del siglo XVI, no hacensino reforzar y corroborar la mencionada hipótesis. Así, pues, la historia «interna» del quechua y del

aimara se ve confirmada por su historia «externa». De esta manera, los tipos de evidencias aportadasse apoyan y complementan entre sí, corroborando aquello que mencionaban de paso algunos cro-nistas, como Cieza de León (1985 [1551]: XXXIV, 104) o Luis Capoche, en el sentido de que el

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quechua «no era la [lengua] materna que la tierra [del Cuzco] tenía» (cf.Capoche 1959 [1585]: II, 170).Ahora sabemos que la lengua materna de los «ingas antiguos» era la aimara. Como se habrá podidoapreciar, el texto del cantar recogido por Betanzos constituye la prueba definitiva de ello.

Notas

1 Igual de disparatado es el significado de ‘lugar acuoso’ que sugiere Auza (1943), en un artículo que,como todos los de su género, está lleno de elucubraciones fantasiosas. Pero, como no hay trabajoque por más malo que sea no deje de tener algo de bueno, ofrece una lista entremezclada de topónimosmenores, algunos de los cuales conllevan el nombre que nos ocupa, y que seguramente son decarácter conmemorativo.

2 El mismo Auza (art. cit.), por ejemplo, propone el significado antojadizo de ‘tambo de Anta’, luegode interpretar <ulla> como equivalente de <urin> ‘bajo’, otra aberración formal y semántica, como lodemostramos en otro trabajo (cf.Cerrón-Palomino 2002b).3 Es decir,qulla-y-tambu, que remonta a*qulla-wi tambu(ver, para casos semejantes, Cerrón-Palomino 2002a) , literalmente, en verdad, ‘tambo de (= donde hay) collas’, expresión en la que por “collas“ hay que entender puquinas y no como se hace en la actualidad como si la voz estuvieraaludiendo a los pueblos aimarahablantes del altiplano. Ver, sobre este punto, Bouysse-Cassagne(1988: cap. 1, § 2).

4 Uno de los elementos diagnósticos de carácter toponímico atribuible al puquina es la forma <laque>,que está presente en topónimos como Italaque, Coalaque,etc. En documentos comentados por Galdos Medina (2000) es posible encontrar la variante <raque> (como también se puede apreciar enCoporaque), que bien podría ser la original, y entonces la otra forma podría explicarse como unaaimarización (cambio de*r> l). Ahora bien, ocurre que Glave y Remy (op. cit., 3, 86) mencionan,como parte de la toponimia menor de las andenerías de Ollantaitambo, los nombres de <Manyaraqui>y <Pumbiraque>, en los cuales creemos reconocer la misma forma. El significado que sugieren losnombres que la conllevan parece ser el de ‘río’, de manera que el híbrido quechua-puquina <Man-yaraqui> (que ahora es una llanura) podría haber significado originariamente ‘río del canto’. Es más,las expresiones <accoyraqui, ttiuyraqui>, comunes en el quechua sureño del siglo XVI, y quelexicalizadas ya significaban “Infortunio, grande calamidad, aduersidad, desgracia particular de al-guno” (cf.Gonçález Holguín [1608] 1952: I, 16-17), parecen conllevar también la misma palabra, conla ventaja de que esta vez <acco> y <ttiyu>, voces quechuas, significan ‘arena limpia’ y ‘arena

terrosa’, respectivamente. En tal sentido, la asociación de estos elementos con el río es evidente, yla metáfora también recobra su motivación: la de ser arrastrado por el infortunio como la arena por elrío. Como puede verse, no parece que el puquina haya desaparecido en el Cuzco sin dejar huella,aparte de su presencia en la toponimia de la región.

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LA INFLUENCIA WARI EN EL INCARIO.. . 23

LA INFLUENCIA WARI EN EL INCARIO

Y LAS PEREGRINACIONES

María Rostworowski de Diez Canseco*

Resumen

La victoria de Cusi Yupanqui sobre los chancas, posibles destructores del Estado wari, podríaentenderse como una venganza tardía, relacionada con la adopción de su nuevo nombre de Pachacutec queaparece también en la lista de gobernantes preincas de Montesinos. Por otro lado, el culto panandino dePachacamac del Horizonte Medio subsiste en tiempos incaicos y se mantiene en sincretismos actuales.

Abstract

WARI INFLUENCE IN THE INCA EMPIRE AND PILGRIMAGES

Cusi Yupanqui’s victory over the Chancas, which was possibly responsible for the destruction of theWari state, might be related to his adoption of a new name, Pachacutec. The latter appears in the ruler list provided by Montesinos. On the other hand, the pan-Andean cult related to Pachacamac, which originated inthe Middle Horizon, survived in Inca times and is still present in modern syncretisms.

¿Existió acaso en el incario alguna influencia wari a pesar del tiempo transcurrido entre lacaída wari y la expansión inca?

1. Primera parte

A continuación, presentamos las circunstancias en que se dieron, y quizá influenciaronafirmativamente, el desarrollo de los incas en los Andes. Para ello se empezará con la derrota chanca,ocurrida cuando este grupo étnico pretendió apoderarse del Cusco durante el gobierno del IncaViracocha, quien abandonó la ciudad ante la amenaza del ataque enemigo.

En estas circunstancias surgió la figura del joven príncipe Cusi Yupanqui, quien decidiódefender la capital del entonces pequeño señorío. Betanzos (1968 [1551-1557]: cap. VI) cuenta que,además de enviar un ejército al Cusco, partieron del centro chanca otros dos ejércitos, uno alCuntisuyu y otro al Antisuyu, no se sabe si con intención de conquista o solo de pillaje. El augeincaico se inicia al derrotar Cusi Yupanqui a los chancas en las puertas del Cusco; de allí la importan-cia de estos episodios. Pero surge la pregunta: ¿quiénes fueron los chancas? A la fecha, se hanefectuado excavaciones en distintos sitios atribuidos a esta etnia, y una buena síntesis es la deEnrique González Carré (1992), que expone distintos aspectos de su cultura y de su desarrollo. En elPeriodo Intermedio Tardío, antes del auge inca, los chancas y sus grupos afines habitaban vastas

regiones de los actuales departamentos de Huancavelica, Ayacucho y parte de Apurímac. Todosellos compartían algunas características, pero mantenían manifestaciones propias.

* Instituto de Estudios Peruanos, Lima.

BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 23-30

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MARÍ A ROST WOROWSKI DE DIEZ CANSECO24

A pesar de ocupar los chancas el territorio de la antigua y avanzada cultura del Estado wari,no aprovecharon los conocimientos de sus antecesores y se mantuvieron al margen de su desarro-llo, permaneciendo bastos y de pocos conocimientos. En sus poblados, según González Carré, noexisten evidencias de palacios o templos pertenecientes a una clase dominante, ni plazas o lugaresde reunión.

Los asentamientos chancas, ubicados principalmente en lugares altos y de fácil defensa, presentan un patrón de aldeas aglutinadas o dispersas según los accidentes topográficos. Estacaracterística se repite en más de 300 pueblos estudiados. Sus casas circulares carecen de vanos deventilación o de ventanas, y poseen techos cónicos con estructuras de ramas de árbol cubiertas de paja. Su cerámica, bastante burda —como se constata en el Museo de Ayacucho— luce una elabo-ración deficiente. Se trata de una cerámica tosca y rudimentaria.

Dado los antecedentes de los grupos chancas, se puede plantear la hipótesis que fue este pueblo el que asestó el golpe final al Estado wari, ya debilitado por situaciones que aún hoy sondesconocidas. Los chancas y sus aliados eran aguerridos luchadores y terminaron por aniquilar la brillante hegemonía wari. Debido a su rudeza, es probable que el principal motivo de sus luchasfuese solo el de obtener un botín de sus adversarios.

Al derrotar a los chancas, el príncipe Cusi Yupanqui sintió, quizá, que vengaba a los anti-guos wari de su humillante derrota, y con ánimo reivindicador tomó el nombre de Pachacutec quesignifica ‘el que transforma el mundo’. ¿Qué llevó a Cusi Yupanqui a tomar por nombre de gobernan-te aquel apelativo?

La explicación la encontramos en la crónica de Fernando Montesinos, autor tardío, enreda-do y fantasioso, que menciona un ciclo de 4000 años, cuatro soles y continúa con varias dinastíasque se sucedieron comenzando con los piruas, seguidos por la de los amautas, durante el que se perdió la escritura (?), para terminar con los incas.

La crónica de Montesinos relata invasiones procedentes de Chile y de Tucumán, de migra-ciones llegadas en balsas, de sequías y temblores —fenómenos marcados cada uno de ellos por un pachacuti — nombrados en su relato.1 Ahora bien, Montesinos recorrió el Perú, vivió en distintoslugares de la sierra y de la costa y logró acumular noticias confusas de un pasado fabuloso y lejanoque trató de plasmar en sus escritos. Si bien su historia es extravagante, este autor presintió laexistencia de otras civilizaciones anteriores a la inca. Los habitantes del Ande guardaban quizárecuerdos confusos del pasado, de mitos y de leyendas de grandes estados, ya olvidados.

¿En el siglo XVI se tendría en el Cusco algún tipo de noticias sobre la cultura Wari graciasa la cercana ciudad de Pikillacta? Al vencer el príncipe Cusi Yupanqui a los chancas, es posible quesintiera haber emulado a los gobernantes wari, y vengado su lejana derrota. Así, para marcar unretorno a la antigua grandeza y señalar un nuevo surgimiento, adoptó el nombre de Pachacutec alasumir la borla, pues también transformaría el mundo. Al obtener Montesinos algunas referenciassobre un estado del pasado trató de hacerlo más creíble y real a sus gobernantes mencionando losnombres, posiblemente imaginarios.

En la actualidad, es la arqueología la que ha demostrado y develado la existencia de lacultura Wari. En 1977, en Conchopata, Ayacucho, unos obreros encontraron por casualidad al cavar el suelo para colocar la red de tuberías de una nueva urbanización, unas grandes tinajas, rotasex

profeso. Estas urnas de cerámica representaban personajes de una extraordinaria expresión, quizácopiados de la realidad. Son señores y sacerdotes, surgidos de las tinieblas del olvido, que desfilanante nuestros ojos (cf . aportes al respecto en los números 4 y 5 del Boletín de Arqueología).

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LA INFLUENCIA WARI EN EL INCARIO.. . 25

Un aporte importante es el de la arqueóloga Anita Cook (1994), quien se ha dedicado ainvestigar las culturas Wari y Tiahuanaco. En su libro manifiesta que: «Existe una categoría ampliade personajes humanos que no recibieron la atención debida antes de nuestros estudios sobre losmateriales de Conchopata».

Sobre estos mismos hallazgos, Schreiber (1992) apoya la opinión de Cook y piensa que pueden ser retratos de ciertos individuos. En Bolivia, una propuesta similar es la de Ponce Sanginés para Tiahuanaco en el libro titulado Los jefes de estado tiawanaku y su nómina (1999), solo que esteautor acepta sin titubear la veracidad de la información de Montesinos y cree en las dinastíasnombradas.

2. Segunda parte

Los incas inventaron muy poco, pero tuvieron el talento de aprovechar los conocimientosdel pasado y aplicarlos para la formación del Estado. Es decir, que numerosas tecnologías apropia-das estaban en uso tiempo atrás, como por ejemplo los caminos, y con ellos los tambos a lo largo delas rutas.

La red de comunicaciones del incario abarca, según Hyslop (1984) entre 30.000 y 50.000kilómetros, y fue la organización inca la que desarrolló y comunicó entre sí a las distintas macroetnias,ejerciendo el Estado un control de los transeúntes, de las vías y, sobre todo, de los puentes.

Largo sería explayarnos sobre los préstamos culturales, por lo que solo mencionaremosaquí los conceptos de territorialidad discontinua bajo una parte de su estructura relacionada con los«enclaves religiosos». En los Andes, la parentela mítica de un dios importante significaba la forma-ción de estos enclaves religiosos, similares a los propuestos por John Murra para el sur del país(1975), pero que en lugar de tener un fin socioeconómico, tenían por objeto una función religiosa yeconómica.

Las huacas mantenían, al igual que los seres humanos, relaciones de parentesco, poseíanmujeres, hermanos e hijos (Santillán 1927 [1563]; Arriaga 1968 [1621]; Calancha 1976 [1638]). Por ejemplo, la parentela mítica de Pachacamac comprendía las ramificaciones del culto del dios yungaen regiones distantes en forma de tierras cultivadas por la gente local, cuyas cosechas eran llevadasa los depósitos del santuario (Rostworowski 1992).

Las posesiones lejanas de una huaca, separada del núcleo central por distancias más omenos apartadas, fueron llamadas por los naturales con nombres de parientes míticos, que se tradu-

cían en enclaves religiosos, tal como en el caso de Pachacamac. Sin embargo, se dio la situación deque ese dios se proyectó en otro lugar solo con su apelativo, quizá de acuerdo con las característi-cas del culto y los intercambios de complementariedad. Así, estas dos posibilidades se dieron enuna divinidad como veremos más adelante. Además, hacemos hincapié en que estos enclaves reli-giosos, en ambos casos, no eran la consecuencia de guerras o de luchas, sino que era una costum- bre muy andina. Esta situación nos lleva a preguntarnos: ¿las telas pintadas de Karwa, cerca deParacas y de origen chavín, obedecían a la costumbre del establecimiento de enclaves religiosos?

Continuando con el tema de los dioses andinos, mencionaremos una peculiaridad de lashuacas principales, que consistía en que sus servidores se vestían de la misma manera que ladivinidad. Esta noticia es interesante para la interpretación de la iconografía andina (Arriaga,ibid.).

Otra costumbre religiosa implicaba que cada huaca, por pequeña que fuese, poseía tierras de acuer-do con su importancia. En ellas la gente local cultivaba el maíz necesario para la preparación de bebidas para la celebración de su fiesta principal. Las ceremonias religiosas primordiales en torno a

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MARÍ A ROST WOROWSKI DE DIEZ CANSECO26

las encumbradas deidades se manifiestan con peregrinaciones a las que acudían romeros de diver-sos, y a veces lejanos, pueblos y aldeas.

La crónica de Avila (Taylor 1987: cap. 9) relata una de aquellas romerías realizadas parahonrar al dios Pariacaca, un nevado de las serranías del valle de Lurín, en la costa central. Los

informantes de Avila manifestaron que, en tiempos antiguos, toda la gente de la región se dirigía alsantuario y ellos eran los colli (Collique) y los carhuayllo (Carabayllo), ambos habitantes del valledel río Chillón; les seguían los ruricancho (Lurigancho), lati (Ate), huanchohuaylla, pariachi, yanac(Ñaña), chichima (Santa Inés), chaclacayo y mama (actual Ricardo Palma), todos pobladores delvalle del Rímac. De la vecina cuenca del río Lurín acudían los sacicaya (Sisicaya), pachacamac, ca-ringa y chilca.

Al retornar los peregrinos, las personas que no habían participado en la romería se juntabana esperar a los viajeros con el fin de saber cómo se hallaba su padre Pariacaca, si no estaba enojadoy, al ser favorables las noticias, con gran regocijo bailaban durante cinco días.

Cieza de León (1941 [1553]) menciona, igualmente, grandes romerías para las fiestas del diosPachacamac, y que llegaba gente de pueblos distantes. Es posible que la tradición de realizar romeríasfuese común a todo el ámbito andino y formara parte de su religiosidad. Así, un aspecto importante enlas relaciones sociales, y quizá económicas, en los Andes se expresaba en las peregrinacionesreligiosas a las que eran muy aficionados los habitantes yunga. Se trataba de un medio para estable-cer reciprocidades simétricas y asimétricas, además de dar inicio o de mantener relaciones de comple-mentariedad entre diversos medioambientes. De allí la presencia de peregrinos de muy lejanos po- blados en las celebraciones a las más conspicuas huacas.

Un ejemplo sería la proyección de Pachacamac, Dios de los Temblores, en Moche V, en elnorte (Rostworowski 1992; Zevallos 1994). Las referencias provienen de los protocolos notarialesdel Trujillo del siglo XVII. Se trata de noticias de «huaqueros» o buscadores de tesoros de oro y de plata que solicitaban a la administración española la autorización para «trabajar» una huaca; suúnica obligación consistía en la entrega del «quinto del rey» a la hora de la fundición de los metales Numerosas noticias señalan que la huaca grande de Moche, la actual Huaca del Sol, era llamadaPachacamac.

El nombre de «Huaca del Sol» fue seguramente impuesto por Tupac Yupanqui al conquistar el Chimú. Según los cronistas Castro y Ortega Morejón (1974 [1558]), los costeños no adoraban alSol, sino a las huacas y a sus oráculos. Posteriormente, durante el gobierno de Huayna Capac,cuando el Inca pasó por el señorío de Pachacamac en su marcha hacia el norte, los sacerdotes le

pidieron llevar su dios al Chimú, el soberano prometió hacerlo, pero no cumplió (Santa Cruz Pachacuti1927 [1613]: 211).

Esta realidad debe ser investigada y explicada, pero aquello estorba a los arqueólogos quetienen establecidos sus conceptos y no quieren ver una costumbre tan arraigada en los Andes.Ahora bien, el mayor esplendor y difusión del dios Pachacamac se dio durante el Horizonte Medioy disminuyó un tanto cuando el Inca Tupac Yupanqui llegó al santuario e impuso la edificación deun templo llamado Punchao Cancha (o ‘recinto del día’), estructura más importante y alta que la delviejo dios. Sin embargo, la influencia del Dios de los Temblores era aún grande cuando aparecieronlos españoles. Así lo manifestó Hernando Pizarro en su carta a la Real Audiencia de Santo Domingo,fechada el 23 de noviembre de 1533, y decía al referirse a Pachacamac: «[...] toda esta tierra de los

Llanos e mucha más adelante no tributa al Cuzco sino a Mezquita» (Fernández de Oviedo 1944[1549]: tomo XII, cap. XV). Esta noticia muestra la dilatada expansión del culto de esta divinidadmucho más allá de sus fronteras físicas.

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LA INFLUENCIA WARI EN EL INCARIO.. . 27

A Max Uhle (cf . Shimada 1991 [1903]) le debemos las primeras excavaciones realizadas enPachacamac y a la cerámica hallada la llamó Epigonal Tiahuanaco, por relacionarse con el HorizonteMedio. ¿La influencia wari en Pachacamac sería la consecuencia de las romerías al Dios de losTemblores? ¿Wari, por su parte, sería también un gran centro de peregrinaciones?

Podemos afirmar que la costumbre panandina de las peregrinaciones a huacas de prestigiodebió tener un origen muy remoto y, por esa razón, y su misma antigüedad, los indígenas resistierondurante el siglo XVII las crueles campañas eclesiásticas para abolir la idolatría entre los naturales. Ala fecha se ha formado un sincretismo religioso que ha mezclado credos católicos con prácticasandinas.

Si bien algunas romerías se dirigen a centros urbanos, otras se caracterizan por situarse enlugares apartados, inhabitados, con una capilla, o una iglesia moderna si el culto estaba muy desa-rrollado. Como ejemplo de nuestro decir citaremos las peregrinaciones a la Virgen de Chapi, cerca deArequipa, la Virgen del Rosario de Topará (Chincha), la de Yauca, de Ica, y el Señor de Qolluriti, dela región del Cusco.

Un segundo sincretismo se ha formado con los parentescos de las principales huacas. A lafecha, tanto la Virgen, santos y Cristo son parte de esta visión andina, que nada tiene que ver con lareligión católica. Losapu o wamani, personajes tutelares de las altas montañas y de los nevados,aún influyen en la vida campesina.

A continuación daremos algunos ejemplos, los que se podrían ampliar con mayores inves-tigaciones y trabajo de campo. En Ocongate, Cusco, en Semana Santa, la Virgen Dolorosa es consi-derada «viuda» y esposa de Cristo. Su anda para la procesión es guiada por un hombre llamadoquimichu(camayoc) y es adornada por las mujeres solteras y viudas del pueblo (Carlos Flores, S. J.,comunicación personal). En Huaylas, en un pueblo cerca de Caraz, se considera a la Virgen como lamelliza de Santa Isabel. Ambas son representadas por dos estatuas, una junto a la otra. Las dossalen en una misma anda en la procesión el 8 de julio y gozan de dos capillas iguales (Victoria ChaucaPérez, comunicación personal).

En el pueblo de Maca, en el valle del Colca, Santa Ana tiene una hermana y ambas salen en procesión y comparten un mismo altar. En Jarpa, provincia de Huancayo, veneran tres vírgenes: ladel Perpetuo Socorro, la Virgen Asunta y la Virgen de Fátima; todas son consideradas como tres personas diferentes y primas entre ellas (Carlos Flores, S. J., comunicación personal).

En Cangallo, capital de la provincia del departamento de Ayacucho, la Virgen de la Asunción

tiene dos estatuas, una grande llamada Mamacha, cuya anda está a cargo de las parejas casadas. Elsegundo día le toca salir a la estatua chica y la cuidan los hombres y mujeres solteros; al tercero, lasdos estatuas son paseadas y ese día es considerado el de mayor festejo (Lauro Hinostroza, comuni-cación personal).

En Qeqa, provincia de Lucanas-Parinacocha, el pueblo posee dos estatuas de Cristo, tam- bién una grande y otra pequeña, juntas salen en procesión y luego tiene lugar una batalla ritual paraver cuál de la dos es la ganadora (Elsa Rojas Osko, comunicación personal).

Según Palomino Flores (1971: 231-260) existen dos estatuas de la Virgen de Asunción, patro-na del pueblo de Sacsamarca (provincia de Victor Fajardo). En la iglesia, una de las imágenes es

grande, mayor (hatum), e inamovible mientras que la otra es pequeña (uchuy) y es transportada deun lugar a otro. El mismo fenómeno se da en Topará (Chincha); en la iglesia dedicada a la Virgen delRosario hay dos estatuas, la grande no sale del santuario y la pequeña, llamada «Peoncita», pasea

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MARÍ A ROST WOROWSKI DE DIEZ CANSECO28

por los valles vecinos pidiendo limosna para el culto. De manera reciente, el obispo de Ica prohibióesas salidas.

La autobiografía de Gregorio Condori Mamani (Valderrama y Escalante 1982) es conmove-dora. En ella se menciona la creencia de que el Cristo de Pampamarca tiene cuatro hermanos: uno es

el Señor de Pampakuchu, el segundo el Señor de Huanca, el tercero es Qolluriti y el cuarto, el deAcllamayo.

El concepto andino de parentesco permanece en la actualidad, en medio de la confusión dehuacas antiguas, santos y vírgenes. Por este motivo, las imágenes cristianas están relacionadas por parentesco espiritual y consanguíneo con losapu o cerros sagrados. Todos ellos tienen conductassemejantes a las de los hombres: se visitan, dialogan y resuelven problemas humanos.

Otro ejemplo adicional es el Taitacha Temblores, del Cusco, imagen muy venerada y PatrónJurado de la ciudad. Según la creencia local, el señor hace frecuentes visitas a su madre, MamachaBelén, de la parroquia del mismo nombre (Valencia 1991). Tanto la Virgen como el Señor de los

Temblores mantienen relaciones de madre e hijo, y son, para los cuzqueños, expresiones ancestralesde la pareja cosmogónica andina del binomio madre-hijo (ibid.: 96).

3. Conclusiones

La victoria del príncipe Cusi Yupanqui sobre los chancas en las puertas del Cusco permitióal grupo inca expandirse y transformarse en un Estado. El triunfador tomó el apelativo de Pachacutecen memoria de los wari y de los pachacuti que marcaron su historia.

En la segunda parte de este trabajo se discute la costumbre panandina de realizar peregrina-ciones a las huacas de prestigio, hábito que se remonta a la época wari y quizá más aún en el pasado,y se conserva hasta nuestros días en un sincretismo religioso con la religión católica.

Notas

1 Diego González Holguín (1952 [1608]: 215, 270):

- «Pachacuti pacha ticra: el fin del mundo o grande destrucción, pestilencia, ruina, perdida, o dañocomún».

- «Nina pachacuti: el fin del mundo por fuego»

- «Lloclla unu pachacuti: por el diluvio»

- «Lloclla: avenida de agua-diluvio»

Actualmente en Lima se utiliza erróneamente el término «huayco» para una avalancha de piedras, barro y agua, porque «huayco» significa ‘la quebrada por donde discurre la avalancha’.

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LA INFLUENCIA WARI EN EL INCARIO.. . 29

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APROXIMACIÓN A LA IMAGEN REAL DE «LOS INCAS DE PRIVILEGIO» 31BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 31-42

APROXIMACIÓN A LA IMAGEN REAL DE

«LOS INCAS DE PRIVILEGIO» Hidefuji Someda*

Resumen

El presente trabajo trata de aclarar la imagen de una categoría social en el Estado incaico, llamada«incas de privilegio», analizando principalmente las crónicas indígenas. Es claro que casi todos los

historiadores o etnohistoriadores coinciden en afirmar que los incas de privilegio desempeñaban algún papelen el mantenimiento de la dominación del Estado incaico, pero no precisan su razón de ser en dicho Estado. Naturalmente, eso se debe principalmente a la falta de noticias sobre ellos en los documentos o crónicas, y aque la mayoría de estas pocas noticias son muy vagas. Pero, para aclarar mucho más la realidad histórica dela expansión del dominio del Estado incaico en los Andes, es innegable e indispensable desarrollar lainvestigación sobre la función social y política de los incas de privilegio. En este trabajo, por ello, se pretendedemostrar sus características a través del análisis de las crónicas y a manera de ensayo, con la esperanza deque su estudio sea profundizado por los arqueólogos y los antropólogos.

Abstract

APPROACH TO THE TRUE IMAGE OF THE «INCAS BY PRIVILEGE»

This study aims at clarifying the identity of one special social category in the Inca state, «the Incas by privilege». Historians and cultural anthropologists have argued that the Incas by privilege played a part in themaintenance of domination by the Incas, but they do not explain the reason(s) for the existence of this categoryof people. This is due to the scarcity and ambiguity of information about them in the historical documents. However, in order to clarify the historical processes of the territorial expansion of the Inca state, it is essentialto advance research on the social and political function of the Incas by privilege. This study undertakes suchan analysis by discussing some of the central characteristics of this group of people as they are described and characterized in the chronicles.

Debido a la ausencia de escritura en las sociedades andinas prehispánicas, los historiadores,que dan mucha importancia a las críticas de los textos documentales o literarios, suelen o debendepender de las investigaciones de los arqueólogos y los antropólogos con el fin de aclarar lo másobjetivamente posible la realidad o características de la dominación del Estado incaico en los Andes.Y no hace falta mencionar que, gracias a los trabajos valiosísimos de eminentes investigadores talescomo John H. Rowe, John Murra, Tom Zuidema, María Rostoworowski y Franklin Pease, entre otros,el conocimiento sobre el pasado andino ha aumentado tanto que es imposible compararlo con el dehace 20 ó 30 años.

Sin embargo, es innegable que todavía quedan muchos aspectos por aclarar para entender la historia andina, sobre todo la del Tahuantinsuyu, y por extensión estimar con exactitud la capacidad política y socioeconómica de los pueblos andinos que se veían obligados a vivir en circunstancias

difíciles por las condiciones geográficas y climatológicas. Entre estos aspectos hay algunos que,

* Osaka University of Foreign Studies, Department of Area Studies.E-mail: [email protected]

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HI DE FUJ I SOM EDA32

aunque han llamado la atención de los historiadores, no han sido tratados como tema principal deinvestigación histórica debido a la falta de documentos, pero que pueden ser más aclarados medianteel análisis minucioso de los textos históricos, es decir, las crónicas. Uno de ellos es una categoríasocial existente en el Estado incaico: «los incas de privilegio».1 Por ello, en este artículo, se trata deaclarar esta categoría social del modo más objetivo posible, analizando principalmente las crónicas

indígenas.Se conocen dos noticias de sendas crónicas que transmiten información sobre los incas de

privilegio. Primero, el cronista Diego Fernández (El Palentino), después de proporcionar datosexplicativos sobre la costumbre de horadar las orejas y el orden que tuvieron los incas, los mencionaen términos muy precisos: «hubo otros muchos en este reino que asimismo se nombraban y tenían por Ingas, y traían sus orejas horadadas; pero no eran tenidos en tanto ni eran tan libertados yesentos como éstos (los orejones reales) que delante del señor y por su mandado se hacían, y conlas solemnidades sobredichas, aunque, en fin, los tenían por caballeros. Estos fueron algunos criados,deudos y amigos de los señores, capitanes y servidores del Inga, a los cuales ellos les horadaban (omandaban horadar) las orejas. Y como eran criados y servidores de los que mandaban, disimulábase

y pasábase por ello» (Fernández de Oviedo y Valdés 1963: 84a). Esta noticia informa sobre la existenciade categorías de «orejones» y que en la jerarquía del Estado incaico la posición social de los que «senombraban y tenían por Ingas», es decir, los incas de privilegio, no era alta. Se dispone de otrainformación más completa en la obra del Inca Garcilaso, quien escribe con claridad que:

[...] a lo último, viéndose ya el Inca viejo (Manco Capac), mandó que los más principales de sus vasallosse juntasen en la ciudad del Cozco, y en una plática solene les dixo [...] que quería dexarles el colmo de susfavores y mercedes, que era el apellido de su nombre real, para que ellos y sus descendientes viviesenhonrados y estimados de todo el mundo. Y assí, para que viessen el amor que como a hijos les tenía, mandóque ellos y sus descendientes para siempre se llamasen Incas, sin alguna distinción ni diferencia de unos aotros [...] De estos Incas, hechos por previlegio, son los que hay ahora en el Perú que se llaman Incas [...]

Que de los Incas de la sangre real hay pocos [...] (Garcilaso de la Vega 1985 [1609]: libro I, cap. XXIII,39b-40a).

Aunque en estas palabras del Inca Garcilaso, cuya madre era de sangre real, es posible percatarse de un cierto sentimiento antagónico contra los que se llaman «Incas», el cronista mestizodescribe con claridad el origen de los «incas de privilegio».

Teniendo como base estas noticias, la mayoría de los investigadores modernos no dudan dela existencia de los incas de privilegio y tratan de ellos, bien que solo de paso, en sus obras sobre elimperio incaico; pero sus explicaciones o descripciones son, por lo general, muy ambiguas. Por ejemplo, Waldemar Espinoza Soriano los denomina «incas simbólicos» y menciona que: «a los incas

simbólicos también se les permitió celebrar el huarachicuy, horadarse las orejas y cortarse el cabello; por cierto con diversos tamaños y materiales según el grado de fidelidad y muestras de adhesión enla contienda antichanca. Algunos ayllus de incas simbólicos fueron elegidos para cumplir funcionesen la organización política y administrativa del Estado» (Espinoza 1995: 308). Según Espinoza, querelaciona el origen del grupo llamado «incas de privilegio» con la guerra antichanca, estadenominación recae en las etnias vecinas al Cuzco, posiblemente desde el río Apurímac hasta el ríoVilcanota. Pero no aclara la razón por la que apareció esta categoría social ni por qué «algunos ayllusde los incas simbólicos» fueron elegidos como funcionarios.

Por su parte, el norteamericano Malpass, refiriéndose a la organización social del Estadoincaico, menciona que: «[...]there were three categories of importance: the Incas of royal blood,the non-royal Incas of Cuzco, and the Incas-by-privilege [...] The Incas-by-privilege were espe-cially important during the period of imperial expansion. The ruling elite used the Incas-by- privilege as the empire’s administrators and colonists»2 (Malpass 1996: 36-37).

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APROXIMACIÓN A LA IMAGEN REAL DE «LOS INCAS DE PRIVILEGIO» 33

Tampoco se explica la necesidad de estos para la expansión imperial. Casi todos loshistoriadores o etnohistoriadores coinciden en afirmar que los incas de privilegio desempeñabanalgún papel en la expansión o el mantenimiento de la dominación del Estado incaico, pero no precisansu razón de ser en él. Por ello, de acuerdo con Catherine Julien (2000: 267, 311), que considera que losgobernantes imperiales les habían dado una especie de estatus como de ciudadanía, es preciso

confesar que la clasificación en grupo de los incas e «incas de privilegio» está demasiado simplificada. Naturalmente, eso se debe a la falta de noticias sobre ellos en los documentos o crónicas, y

a que la mayoría de estas son muy vagas. Es así como se tiene por objetivo, un poco «atrevido», promover una investigación más documentada sobre los incas de privilegio, a fin de aclarar más larealidad histórica del dominio del Estado incaico en los Andes. A tal efecto se discutirán las fuenteshistóricas que nos ofrecen algunas noticias o sugerencias sobre este aspecto.

Gracias a las investigaciones históricas y arqueológicas se sabe que con la expansión deldominio incaico, que empezó con motivo de la victoria contra los chancas, el llamado «noveno»soberano Pachacuti Inca, al reconstruir la ciudad de Cuzco no solamente en el plano físico, sinotambién en su organización social y ceremonial, aumentó el número de los incas de privilegio quevivían fuera del centro de Cuzco para satisfacer la necesidad de administrar bien el territorio enexpansión (Davies 1995: 52, 115-116) y tanto es así que Silva afirma que «[...] fue una categoríacreada por Pachacutec e incluía a quienes colaboraron con los cuzqueños en la guerra contra loschancas» (Silva 1995: 105).3

En primer lugar, se presenta el problema de aclarar cuáles etnias y con qué criterio fuerondesignadas como incas de privilegio, para juzgar la credibilidad de la información proporcionada por Diego Fernández y el Inca Garcilaso. En cuanto al primer problema, afortunadamente existe una lista bien documentada, compuesta por Bauer (1996: 45, cuadro 1). Por medio de esta se conoce que losincas de privilegio se encontraban alrededor de la ciudad imperial o en la región del Cuzco (Julienop.cit .: 242, mapa 3) y todos eran de lengua quechua, aunque había algunos que originalmente habíanhablado el aimara, tales como los poques, los lares y los mascas, que procedían del Collao (Urteaga1931: 40-41).

Pero en cuanto al segundo problema, solo se cuenta con las palabras del Inca Garcilaso,quien escribe que tal privilegio fue otorgado a «los que havía visto (el Inca Manco Capac) másdóciles a su doctrina y que havían trabajado más en la redución de los demás indios» (op. cit.: 39a).¿Qué significa en concreto la docilidad a la doctrina del Inca? O, antes aún, ¿en qué consiste ladoctrina del Inca? Puede que sea la ideología del Estado incaico, que quiere justificar su expan-sionismo cultural y territorial en los Andes. Entonces, el uso del quechua, lengua original del valle

de Cuzco, y la adopción del culto al Sol serían dos requisitos importantes para que una etnia fueradesignada como incas de privilegio. No hace falta recordar que el culto al Sol estaba relacionado conel mito «oficial» del origen de los incas.

Pensando así, se explica el por qué Guamán Poma, famoso cronista andino, aunque no usala expresión de «los incas de privilegio» sino la de «los incas pobres (uaccha) o incas foráneos(haua)» al referirse a este grupo social, siempre pone en primer lugar el nombre de los anta inca, yaque los anta fueron una de las primeras etnias de habla quechua que se rindieron a los cuzqueños(González Carré 1992b: 124). Guamán Poma transmite valiosa información sobre la sociedad jerarquizada del Estado incaico y escribe que: «A este oficio (alguacil mayor: Uatay camayoc, chacnaycamayoc) no le elexía a yndio pobre, cino a hijos uastardos o sobrinos de los Yngas. Ya que le elexía

este dicho cargo y oficio a fiel yndio Hanan Cuzco o Lorin Cuzco ynga, Anta ynga, Quillis Cachiynga o a los hijos de los prencipales de la parcialidad de Guanoco y no a otro nenguno» (GuamánPoma 1992 [1615]: fol. 345).

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HI DE FUJ I SOM EDA34

Ciertamente se puede señalar que en la última frase citada se manifiesta el sentimiento deorgullo que Guamán Poma abrigaba sobre su supuesta procedencia noble de la dinastía Yarovilca dela región de Huánuco, pero aquí interesa mucho más constatar que este autor andino insinúa quehabía distinción social dentro del grupo de los incas de privilegio, al decir que «cada uno conformea su calidad se ahoradauan las orexas en su ley y serimonia que usuaron en tienpo del Ynga» (ibid .:

337). También el Inca Garcilaso, aunque sostiene que no había distinción alguna ni diferencia entreellos, escribe que había tres naciones o etnias a quienes «mandó el Inca por particular favor ymerced que truxessen las orejas más abiertas que todas las otras nasciones, mas que no llegasen ala mitad del tamaño que el inca las traía, [...]» (op. cit .: 39a), y estas eran Urcos, Yucay y Tampu(Tambo). De aquí se puede inferir que existía una jerarquía dentro del grupo de los incas de privilegio,relacionada con los emblemas simbólicos en la representación de la identidad cultural de cada etnia.Como prueba de ello, se examinará el caso concreto de los anta inca.

Los anta, según Guamán Poma, fueron subyugados por el segundo capitán Topa AmaroInca y los otros hijos del Inca Sinchi Roca (ibid .: fol. 148) y como incas de privilegio se encargabande oficios administrativos, tales como alguacil mayor ytocricoc, para asegurar la dominación incaica

en las provincias (ibid .: fols. 184, 345, 347). Para buscar la razón por la que los anta inca desempeñabantan importante papel, es necesario recordar un episodio interesante transmitido por Sarmiento deGamboa: que el llamado sexto soberano, Inca Roca, concedió a un señor de Anta que se llamase«pariente de los Cuzco», como recompensa a un servicio prestado por él, ya que había salvado al príncipe Yahuar Huacac, hijo de Inca Roca, de las manos de los ayamarcas (Tocay Capac), etnia rivalde los incas (Sarmiento de Gamboa 1988 [1572]: cap. XXII, 76-78).

Aunque el Inca Garcilaso niega la veracidad histórica del rapto de Yahuar Huacac por losayamarcas y lo considera una ficción (op. cit .: lib. IV, cap. XVI, 153a), se puede pensar que es posibleque sucediera algo importante que obligase al Inca Roca a otorgar dicho privilegio de llamarse«pariente de los Cuzco» al señor de Anta, sobre todo si se tiene en cuenta el hecho de que los

informantes de Sarmiento de Gamboa no eran exclusivamente descendientes de la antigua elitecuzqueña, como los del Inca Garcilaso o Cieza de León, sino también de varias etnias conquistadas por los incas. En conclusión, Sarmiento de Gamboa no tiene por qué inventar dicho episodio, sinoque puede haberlo recibido de algún informante. Tampoco se puede pasar por alto que, comoatestiguan la mayoría de las crónicas, el llamado «octavo» soberano, Viracocha Inca, nieto de IncaRoca, se casó con Mama Ronto Caya, o Mama Yunto Caya, hija de un señor de Anta. Es decir, elseñor de Anta llegó a tener relación de parentesco con el Inca. Julien interpreta que este casamientosirvió para recompensar algún favor hecho por un señor de Anta o pagar una deuda (op. cit .: 247).

Esta es una interpretación razonable, pero que no debe ser aceptada ciegamente, ya que nose puede descartar la posibilidad de que el señor de Anta aceptase la propuesta del Inca, que le pidió

a su hija, a fin de fortalecer los lazos con la elite cuzqueña, ni que la verdadera intención de la propuesta del Inca consistiera en incorporar firmemente a la jerarquía social del Estado incaico avecinas etnias fieles para consolidar su hegemonía en la región del Cuzco. En otras palabras, existela posibilidad de que se viera obligado a depender de la colaboración o alianza con las etnias vecinasque se enfrentaban con los ayamarcas, tales como los guayllacanes y los anta (Sarmiento de Gamboaop.cit .: caps. XX-XXI, 72-76). Entonces, este casamiento convendría al designio del Estado incaicoy serviría para asegurar la colaboración de los anta en la empresa expansionista hacia el Chinchaysuyu.Al mismo tiempo, para los anta, el casamiento significaría el fortalecimiento de los lazos políticoscon el Cuzco, lo que les garantizaría la paz y tranquilidad en su territorio y, por extensión, algúnascenso de estatus en el Estado incaico. Así, este casamiento podría haber sido fruto de la concor-dancia de intereses de ambas etnias.

Además, se debe recordar que el famoso intérprete y cronista español Juan de Betanzosinforma que Manco Inca, quien se levantó contra la dominación española hacia 1536, fue hijo nacido

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entre Huayna Capac y Mama Runtu, quien fue «señora principal del pueblo de Anta» (Betanzos 1987[1551-1557]: parte II, cap. XXVIII, 289). Esto significa que los anta inca llegaron a ocupar una posiciónimportante dentro de la jerarquía social del Cuzco. Esto confirma que el casamiento de ViracochaInca, nieto de Inca Roca, con la hija del señor de Anta fue un matrimonio por conveniencia, quecontribuía a consolidar sus lazos o alianza, lo que beneficiaría a ambas etnias.

Así, se explica que los anta inca ocuparan una posición destacada dentro del grupo de losincas de privilegio y, en contra de la opinión del Inca Garcilaso, se puede decir que a partir delreinado de Pachacuti Inca ellos fueron clasificados política y socialmente de acuerdo no solo con elgrado de docilidad — quizá el de colaboración para el establecimiento de la hegemonía ideológica yterritorial del Estado incaico o las circunstancias de su rendición voluntaria— y de los méritosmilitares, sino también con el «parentesco político» y, quizá, con las condiciones geográficas yestratégicas en que ellos se encontraban.

Guamán Poma menciona repetidas veces a los anta inca (Guamán Poma 1992 [1615]: fols. 84,148, 186, 329, 339, 347, 349, 356, 357, 754, 1084), pero el Inca Garcilaso no dice nada de ellos; por ello,

a continuación se presentará el caso de otra etnia de incas de privilegio, a la que se refierencomúnmente tres cronistas: el Inca Garcilaso, Guamán Poma y Pachacuti Yamqui. Se trata de loschillque inca.4

Según Guamán Poma, los chillques fueron subyugados, igual que los anta, bajo el reinadodel «segundo» soberano, llamado Sinchi Roca (ibid .: 148). Miriam Salas, quien examinó la semánticadel vocablo «chillque» —el que, según ella, proviene del aimara y significa ‘paso con que miden’—,sostiene que los chillques fueron naturales del Collao y que «habrían pasado al Cuzco, siendovencidos y desplazados a los alrededores de la ciudad por los fundadores del imperio incaico, peroconstituyendo una clase aliada al Estado que, según la división tripartita presentada por Zuidema, pertenecerían al ceque Cayao» (Salas 1979: 20-21). Aquí, para entender la distinción social dentro de

los incas de privilegio, vale la pena recordar de paso que, según Zuidema, los anta pertenecerían alceque Payan (1995: 214).

Refiriéndose a los cargos deTaripac Unanchac Cauaric, es decir, visitador y juez, GuamánPoma escribe que: «[...] estos fueron de los hijos prencipales de Papri ynga y Chillque ynga. Estofueron uecitadores que fueron mandado a todo el rreyno a becitalle los tanbos, y monjas, acllaconas,y depócitos y comonidades y sapci de los Yngas y de sus dioses guacas [...]» (op. cit.: fol. 363). Estosignifica que los chillques ejercían un cargo administrativo para asegurar la dominación social eideológica del Cuzco en las provincias. Además, el cronista andino dibuja una jerarquía social delEstado incaico conforme a las ordenanzas dictadas por Tupac Inca Yupanqui y menciona que loschillques ocupaban un cargo llamado Incap Quipocamayochin, es decir, secretario particular del

Inca (ibid .: fol. 184). Se debe anotar que Guamán Poma enumera en su obra un total de 22 incas de privilegio, pero que, al referirse a dichas ordenanzas de Tupac Inca Yupanqui, solo menciona 11, loque sugiere que habría existido una distinción social al interior del grupo de los incas de privilegio(cf . Anexo).

Según estas ordenanzas, los anta inca se habían de encargar de un oficio de alto rango,como el de alcalde de corte, cuyo papel principal era prender a los señores principales de las provinciasque se mostraran rebeldes o desobedientes al Estado. Según Guamán Poma, este oficio solo deberíaser concedido a los fieles vasallos, tales como los indios guanocos de Chinchaysuyu (ibid .: fol.345). De ahí se infiere que los anta inca, que antes cumplían el cargo de alguacil mayor ytocricoc, seencargarían luego de asegurar la estabilidad y la expansión del dominio del Estado centralizado en elCuzco, ejerciendo, bajo el nombre delSapa Inca, una especie de derecho judicial en las provincias.Esto lo demuestra el hecho que aclara González Carré (1992a: 116), quien, al mencionar el repoblamientode Huamanga, provincia muy importante para asegurar y consolidar la hegemonía del Estado incaico

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en los Andes, sostiene que los anta, que mantuvieron con los incas una estrecha alianza, «sonubicados en la zona del actual pueblo de Huamanguilla, durante el gobierno del Inca Huayna Cápac».En otras palabras, una parte de los anta fue mandada como mitimaes a esa provincia estratégicamenteimportante para el Estado incaico a fin de ejercer el poder judicial.

Además de los anta, según Guamán Poma, en Huamanga había otros incas de privilegio yestos fueron los acos, papres, yanahuara y chillques, quienes también fueron mandados allí comomitimaes para su repoblamiento, mientras que los chillques también fueron ubicados en Cayara deVilcashuaman. Por supuesto, había otras muchas etnias en esta región forzosamente inmigradascomo mitimaes, tales como los collas y los yungas-mochic (González Carré 1992b: 124-126), pero eranetnias no tan fieles que resultaban difíciles de conquistar para la elite cuzqueña y cuyo lugar de procedencia quedaba relativamente lejos de la región del Cuzco, donde se concentraban los incas de privilegio. Por ello, el Estado incaico parece haber utilizado diestramente a los incas de privilegiocomo mitimaes «orejones» (Anders 1990: 63-64) con el fin de controlar ideológica y políticamente alos otros pueblos conquistados.

De acuerdo con lo expuesto, existían unos incas de privilegio que desempeñaban un papelimportante como mitimaes para la seguridad del señorío de los cuzqueños en los Andes. Según Juande Betanzos, Atahualpa, que pensaba construir el nuevo Cuzco en Quito, aunque tal intento no sevio cumplido, mandó a través de sus capitanes, que «[...] se juntasen en la plaza los principales delos pueblos treinta leguas entorno de la ciudad de Cuzco [...]», y reuniéndose ellos en la plaza,fueron ordenados despoblar sus tierras y edificar el nuevo Cuzco. Y entre los caciques que sereunieron se encontraban el de chillques y el de papris, entre otros (Betanzos 1987 [1551-1557]: parte II,cap. XIX, 262), los que son mencionados por el Inca Garcilaso y Guamán Poma como incas de privilegio.

Acerca de la función de los incas de privilegio como mitimaes, el Inca Garcilaso explica que:

«trasplantávanlos también por otro respecto, y era cuando havían conquistado alguna provincia belicosa, de que se temía que, por estar lexos del Cozco y por ser de gente feroz y brava, no havía deser leal ni havía de querer servir en buena paz. Entonces sacavan parte de la gente de aquella tal provincia, y muchas vezes la sacavan toda, y la passavan a otra provincia de las domésticas, donde,viéndose por todas partes rodeados de vasallos leales y pacíficos, procurassen ellos también ser leales, baxando la cerviz al yugo que ya no podían desechar. Y en estas maneras de mudar indiossiempre llevavan Incas de los que lo eran por privilegio del primer Rey Manco Cápac, y embiávanlos para que governassen y doctrinassen a los demás [...]» (op. cit .: libro VII, cap. I, 274b).

Aunque no se puede afirmar que todos los incas de privilegio fueran enviados como mitimaesa alguna región, se puede sostener por lo menos, de acuerdo con la información de laVisita a

Huánuco hecha a mediados del siglo XVI (Anders 1990: 63-67), que una de las funciones importantesde los incas de privilegio era la de asegurar con mitimaes omichocrima (guarniciones de la fortalezas)el repoblamiento o la seguridad de las provincias donde se encontraban las etnias que no estabandispuestas a obedecer a la elite cuzqueña (Sarmiento de Gamboa 1988 [1572]: cap. XXXIX, 111).5

En este punto es de notar que el cronista Cobo pone énfasis en la función militar de losincas de privilegio, cuando escribe: «Del título y privilegio de nobles gozaban, en primer lugar, todoslos Incas de la sangre real, que nuestros españoles les llaman Orejones, porque traían las orejashoradadas de extraña grandeza; éstos, con algunos otros caballeros de otros linajes, que por merceddel rey se horadaban también las orejas, componían el orden de caballería, que podemos decir correspondía a nuestros caballeros de la órdenes militares, y profesaban la milicia como ellos»(Cobo 1964 [1653]: libro 12, cap. XXVII, 119a). El cronista indio Pachacuti Yamqui, refiriéndose a laexpedición mandada por Pachacuti Inca a los Andes, menciona que: «para ello nombra por generaldel ejército a Otorongo Achachi y luego a cápac Huari y a apo Quihucta, a otro de los chilques y

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papres, otro de Cana, etc.» (Pachacuti Yamqui 1995 [1613]: 27v, 83). Aquí se percibe con claridad quelos incas de privilegio constituían tropas propias independientemente del ejército incaico paraexpandir el territorio del Estado. En otro lugar, el mismo cronista, al tratar de la discordia entreHuáscar y Atahualpa, anota que Huáscar trae del Cuzco: «[...] por delantero a los quihuares,collasuyos, tambos, mascas, chilques, papres, quichuas, mayos [...]» (ibid .: 40r, 117).

Se debe recordar que Atahualpa intentaba edificar el nuevo Cuzco en Quito con los mitimaes,entre los que se encontraban incas de privilegio tales como los chillques y los papres, que habíanformado el ejército de Huascar Inca. Esto no significa que Atahualpa se lo ordenara como castigo alos chillques, sino que indica más bien que Atahualpa se vio obligado a depender de los incas de privilegio para la construcción del nuevo Cuzco, ya que, según el punto de vista sostenido en esteartículo, ellos se habían convertido ya en un grupo social muy grande cuya influencia no pudodespreciar el Inca mismo. Lo demuestra la noticia de Pachacuti Yamqui sobre las guerras dirigidas por Huayna Capac en contra de las etnias norteñas de Quito. Según el cronista del Collao,acompañaron a la expedición de Huayna Capac incas de privilegio, tales como los mayos, sancos(«cancus» de Guamán Poma) y quilliscanchis, y cuando el Inca se encontraba en una situaciónangustiosa, le llegó desde el Cuzco el socorro que había pedido. Y el cronista continúa como sigue:

El inca con toda esta gente comienza a combatir sin dar agradecimiento a su general Míhic Huaca Maita ya los orejones, los cuales de puro enojo desamparan al inca, toman la estatua de Huanacauri y vienenmarchando hacia el Cuzco. Y el inca viene a rogar a los orejones, con promesas. En esta sazón losenemigos dan asaltos y estragos en el ejército de Tahuantinsuyu y hacen daño. El inca hace volver a los22 mil orejones, con los cuales da guerra sin hacer daño. El inca manda poner gran cantidad de ropas ycomidas para los orejones, echando a la rebatiña. Fuera de esto les manda dar otras muchas cosas, comoa gente interesada. Los tahuantinsuyos pelean, vuelven y defienden con gran lealtad en esta ocasiónsufriendo hambre, sed y trabajos. Y el inca no mira esto. Los orejones, no estando satisfechos por tántasmercedes, murmuran del inca y por esta causa el inca vuelve a los tahuantinsuyos a darles de comer (ibid .:35r-v, 101-103).

Aunque se perciben discrepancias entre Pachacuti Yamqui y Sarmiento de Gamboa en lainformación detallada sobre las guerras contra los pastos, quitos, carangues y cayambis, etniasrebeldes del norte, se percibe la coincidencia en la descripción de la actitud de los orejones para conel Inca. De esta manera, Sarmiento de Gamboa escribe que: «por lo cual (Huayna Capac) se tornó aTumipampa, adonde reformó su ejército para revolver sobre los cayambis. Entretanto los orejonesse desgraciaron del inca y se determinaron de le dejar y venirse al Cuzco. Mas el inca los detuvo condarles a saco muchas cosas de ropa, comida y otras riquezas, y formó un buen ejército» (op. cit .: cap.LX, 144). No es necesario proponer que estas dos informaciones prueban con claridad la importancia

de «la reciprocidad», un principio socioeconómico indispensable para mantener la dignidad o exce-lencia del soberano inca en el Estado incaico, pero aquí el aspecto que interesa es que estas infor-maciones indican que había ocasiones en las que los orejones se mostraban «desobedientes» almandato del Inca.

No está lejos de la realidad suponer que la mayoría de los 22.000 orejones que acudieron alsocorro del Inca en las batallas contra los cayambis serían incas de privilegio ya que, según Sarmientode Gamboa, a los escuadrones dirigidos por los cuatro capitanes de Collao y de Cuntisuyu lesacompañaron solo 2000 orejones como guardas, los que eran de sangre real, porque estaban puestos bajo el mando de dos capitanes, Auqui Tupac Inca, hermano de Huayna Capac y Acolla Tupac, dellinaje de Viracocha (op. cit .: cap. LX, 142-143).

De este modo, hacia 1520, poco antes de la invasión de los españoles, los incas de privilegiollegaron a transformarse en una gran categoría social de la que no podía hacer caso omiso el Estado

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incaico ni el Inca, sobre todo como administradores y militares. En otras palabras, la elite cuzqueñano podía mantener su hegemonía en los Andes, donde se encontraban muchas etnias culturalmentediferentes de los cuzqueños, sin la colaboración de los incas de privilegio, antiguos vasallos lealesy copropietarios de la cultura. Por consiguiente, no es difícil conjeturar que, con el correr del tiempo,al Estado incaico le resultara cada vez más necesaria la capacidad o facultad de satisfacer a los incas

de privilegio a fin de utilizarlos como instrumento indispensable para la divulgación de la ideologíaestatal, simbolizada por el culto al Sol, para la dominación o sofocación de las etnias rebeldes odesobedientes y para el suministro de los productos necesarios a la elite imperial. Es decir, que losincas de privilegio fueron un grupo social importante e indispensable para establecer el régimenllamado paxincaica.

En resumen, los incas de privilegio eran una categoría social que el Estado incaico hubo decrear en la época temprana de la expansión, para establecer y consolidar su hegemonía en la regióndel Cuzco, antes de poner en marcha la campaña expansiva a gran escala, y su importancia aumentódespués del avance de expansión, porque el Inca debía mostrar claramente ante las etnias belicosaso desobedientes al poder del Estado cuzqueño. Este, que no quería asimilarlos totalmente dentro de

su jerarquía social, les prohibió, para diferenciarlos de los orejones reales, vivir dentro de la ciudadde Cuzco y traer las orejas abiertas de la misma forma. Por eso mismo, los descendientes de losnobles incaicos, orejones reales, a los que pertenecían en su mayoría los informantes de la historiade Tahuantinsuyu, no ofrecieron de buena gana la información sobre los incas de privilegio a losespañoles, ya que ellos intentaron justificar y glorificar su propia historia, como bien indica Silverblatt(1987: xxv). De ahí resulta que quedan muchos enigmas por resolver en torno a los incas de privilegioy se justifica afirmar que, para su resolución, es obligado esperar a que los arqueólogos se dediquena su investigación, sobre todo en cuanto a su ubicación como mitimaes en las provincias estratégi-camente importantes.

Notas

1 Probablemente el primer historiador que llama la atención sobre la existencia de «los incas de privilegio» sea el norteamericano William H. Prescott, ya que en su obra Historia de la conquista delPerú (1986 [1843]), en la nota 54, escribe que: «Garcilaso habla de una clase de Incas por privilegio,a quienes se permitía usar el nombre y disfrutar de muchas de las inmunidades de la sangre real,aunque solo descendían de los grandes vasallos que sirvieron a las órdenes de Manco Capac.Desearíamos encontrar la menor confirmación de este hecho importante a que alude Garcilaso conmucha frecuencia» (Prescott 1986 [1843]: 54).

2 «[...] hubo tres categorías importantes: los incas de sangre real, los incas no reales de Cuzco y losincas de privilegio [...] Los incas de privilegio fueron especialmente importantes durante el periodode la expansión imperial. La elite dominante los utilizó como administradores y colonizadores delimperio».

3 Rowe dice: «The Inca class consisted of the members of the 11 royal ayllus, who were Incas byblood, and a larger group of Incas by privilege formed by Pachacuti. This great organizer found the small group of Incas by blood insufficient as an instrument of administration, and he extended Inca privileges to all the inhabitants of the Empire who spoke Quechua as their native languageand so would be useful in his program for the linguistic unification of his dominions. The Incas by privilege included all the tribes from Quiquijana in the Vilcanota Valley (The Caviña) to Abancaybeyond the Apurimac (The Quechua)[...] Many of them were settled in distant parts of the Empireas colonists, and they are generally called simply <Incas> by the chroniclers» (Rowe 1946: 261-262).

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«La clase inca consistía de miembros de 11 ayllus reales, quienes eran incas de sangre y ungrupo más grande de incas de privilegio formado por Pachacuti. Este gran organizador se dio cuentade que el pequeño grupo de incas de sangre era insuficiente como instrumento de administración,así que extendió los privilegios a todos los habitantes del imperio que hablaban el quechua comolengua nativa, de modo que fueran útiles en su programa de unificación lingüística de sus dominios.

Los incas de privilegio incluían todas las tribus desde Quiquijana, en el valle del Vilcanota (elcaviña), hasta Abancay, más allá del Apurímac (el quechua) [...] Muchos de ellos fueron establecidosen partes distantes del imperio como colonos y fueron denominados simplemente como “incas” por los cronistas».

4 González Carré pone en duda la situación nobiliaria de los chillques por las dos siguientes razones(1992b: 126): a) según Guamán Poma (ibid .: 118), cuando los orejones del Cuzco querían insultar auna persona le llamabanchillque inga, que quería decir ‘gente baja’, y b) según Cristóbal de Molina,El Chileno, los chillques lucharon con los mascas, tal vez por la posesión del Cuzco. Los mascas, quefueron los vencedores, llevarían desde entonces el cabello corto, y los chillques, los vencidos,llevarían el cabello largo.

En cuanto a la primera razón, se puede decir que González Carré tergiversa la información deGuamán Poma, ya que el cronista andino no escribe que los nobles cuzqueños usaran la expresión«chillque inga» para insultar a alguien, sino que explica que el nombre de «inga» no se refiere a unseñor, rey, duque o conde, sino que en esos casos —exactamente en el caso de los incas de privilegio— la expresión «inga» corresponde a gente baja y sin importancia. Por consiguiente, ahí podemos reconocer con claridad, antes que la realidad del uso de la palabra «inga», la ideología deGuamán Poma, que quiere insistir en su procedencia noble y ataca con vehemencia la soberbia de loscronistas españoles que escribieron la historia de los Andes sin tener ningún conocimiento básicoacerca de la historia y el idioma de los pueblos andinos. De esta manera, no es posible estar deacuerdo con la opinión de González Carré. Y sobre la segunda razón, para que se vea lo equivocadode la interpretación de este autor, abajo se transcribe la noticia de Molina, quien, después de afirmar que debido a la falta de letras no se sabe nada sobre la fundación de la ciudad de Cuzco y de sus primeros señores, dice que: «[...] lo que entre los naturales de ella se trata comúnmente es que eneste asiento del Cuzco, muy antiguamente, había dos maneras de orejones; llámanse orejones, porquetraen las orejas horadadas y meten dentro de ellas unas ruedas hechas de juncos [...] Los señores y principales traían aquellas rosas de oro fino en las orejas; los unos de estos orejones eran trasquiladosy los otros de cabellos largos, que se llaman hoy día chilques; estos pelearon los unos con los otros,y los trasquilados subjetaron a los otros [...]» (De Molina 1968 [1552]: 72b).

En primer lugar, esta noticia sobre los orejones no está documentada, sino que es legendaria

y, en segundo lugar, aunque se acepta como hecho histórico que los chilques eran los orejones decabellos largos, dicha noticia no impide admitir a los chillques como incas de privilegio, ya que ellostienen las orejas abiertas en la época del imperio incaico, como señalan Guamán Poma y el IncaGarcilaso (cf. Baudin 1970: 125, nota 3).

5Anders plantea el problema de diferenciación entre los «mitimaes orejones o ingas» y los «mitimaesquichuas» (ibid .: 64, nota 36), diciendo que «si estos mitimaes orejones fueron incas de privilegio,y los mitimaes quichuas no lo fueron, podrían haber sido distinguidos originalmente de los mitimaesquichuas tanto por su mayor proximidad al Cuzco como por un estado de mayor prestigio debido aun papel especial designado en el funcionamiento político-ritual en Cuzco». No se sabe, por ahora,la razón exacta de dicha distinción.

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HI DE FUJ I SOM EDA42

S e c r e t ar i o d e l

c on s e j or e al

S e c r e t ar i o

M a s c a

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43COLLCA YSAPÇIBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 43-57

COLLCA YSAPÇI :

UNA PERSPECTIVA SOBRE ELALMACENAMIENTO INKA DESDE LAANALOGÍA ETNOGRÁFICA

Frank Salomon*

ResumenEn la década de 1970, Murra propuso investigar los derivados posttawantinsuyu del sistema inka de

almacenes (qullka) mediante el estudio del término colonial«sapçi». Tanto en el texto de Guaman Poma (1615)como en el manuscrito quechua de Huarochirí (1608) utilizan este vocablo oscuro para denominar lo almace-nado para uso comunal. Hoy, los mismos pueblos donde se recogieron las narrativas de Huarochirí poseenedificios llamados collcas; ellas contienen depósitos parecidos al que Guaman Poma dibujó bajo el nombre desapçi. Las observaciones etnográficas (1994-2001) en la collca de Tupicocha sugieren que los sistemasmodernos de almacenamiento guardaron similitudes con elsapçi , y en menor grado, con laqullka , hasta elsiglo XX. Al igual que el almacenamiento inka, la collca se asocia con los khipus. De similar manera que elsapçicolonial, la collca fusiona dentro de su arquitectura el almacenamiento y la estructura central del pueblonucleado en forma de reducción toledana. También hay parecido con elsapçi de Guaman Poma en cuanto quela collca administra bienes intracomunales en vez de servir al sector estatal. El régimen ritual que gobierna lacollca, y que ha permitido frecuentes cambios en su diseño y sus funciones, puede ofrecer una analogía etno-gráfica relevante tanto a los casos inka como colonial.

Abstract

COLLCA AND SAPÇI: A PERSPECTIVE ON INKA STORAGE VIA ETHNOGRAPHIC ANALOGY

In the 1970’s Murra proposed studying post-Inka descendants of the Inka storage (qullka) system by following up the colonial term sapçi. Both Guaman Poma (1615) and the Huarochirí Quechua manuscript (1608) used this obscure word to denote stores for communal use. Today, the same villages in which the Huarochirí texts were gathered have buildings called Collcas, which contain storage deposits much like what Guaman Poma pictured under the name of sapçi. Ethnographic observation (1994-2001) at the Collca of Tupicocha suggests that modern local storage systems up to the 20th century bore significant likeness to thesapci, and lesser likeness to qullka. Like Inka warehousing, the Collca is associated with khipus. Like thecolonial sapçi, however, the Collca architecturally fuses warehousing with the central structure of the nucleated village on the Toledan reducción model. Also like Guaman Poma’s sapçi, it administers intracommunal hol-dings rather than serving the state sector. The ritual regimen which governs the Collca, and which has allowed frequent changes in its design and functions, may offer an ethnographic analogy relevant to both Inka and colonial eras.

En 1955, John V. Murra acabó de redactarThe Economic Organization of the Inka State. Enesta obra laqullka (collca en la jerga hispano-quechua), o depósito para almacenaje, ya figurabacomo clave a su modelo de la economía redistributiva inka (Murra 1978: 179-180). Al refinar estemodelo, Murra quedó fascinado cada vez más por el término que Guaman Poma de Ayala utilizó para

* University of Wisconsin-Madison, Department of Anthropology, Madison.E-mail: [email protected]

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45COLLCA YSAPÇI

Huancupa, comenzó a recibir mayor culto cuando el estado inka instituyó un subsidio: «saractari yngap çaranta sapçicunamantas corcan», «Y en cuanto a maíz, le dieron maíz del Inka desde lossapçi» (Taylor 1987: 298; Salomón y Urioste 1991: 203). Vale especificar algunos detalles gramatica-les. En primer lugar, el vocablo «maíz», que en quechua essara o çara, lleva el sufijo marcador de

posesión en tercera persona -n, parte del doble marcador posesivo «del Inka su maíz». El vocablosapçi no lo lleva; de manera que el maíz fue del Inka, pero elsapçi no. En segundo lugar, por ser pluralizado (-cuna) el vocablosapçicunamantas,indica que el autor pensó ensapçi como múltiples

Fig. 1. El almacén inka oqullka dibujado por Guaman Poma (1980 [1615]: 309).

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FRANK SALOMON 46

dotaciones; esto parece implicar que en la contabilidad, elsapçi no fue considerado como unitario.Es posible, por lo tanto, que el subsidio inka haya consistido en la asignación de ciertos bienes procedentes del sector real a una cuentasapçi, dentro de varias cuentas que conjuntamente forma- ban ‘lossapçis’ de la comunidad.

Como se verá, hasta hace poco unas prácticas similares alsapçi formaban parte de laeconomía comunal de Huarochirí central. Hasta hoy, estos pueblos poseen y utilizan estructuras

llamadas collcas, siendo estas los locales que antes fueron escenarios de dichas prácticas. Pero, ¿laetnografía huarochirana es aplicable a la arqueología inka? ¿Hasta qué punto se puede utilizar analogías etnográficas para la interpretación de restos construidos para uso dentro de un sistematan lejano de las economías colonial y moderna como fue el del inkanato?

2. Las collcas de Guaman Poma y las de Huarochirí

Ya se ha observado en la Fig. 1 lasqullkakunadibujadas por Guaman Poma. Sin embargo,menos conocido es su dibujo del «deposito» parasapçi (Guaman Poma 1980 [1615]: 754;cf. Fig. 3).

En esta imagen aparece un administrador indígena colonial de rango mediano, con indumen-

taria española. Es descrito como «teniente i protetor», reclutado entre loscapac apo suyoyoccona(«señores nobles con dominios»). En la página opuesta a esta imagen, Guaman Poma explica su rolcomo encargado del hospital, de las cofradías y delsapci de los pobres. Este individuo se encuentra

Fig. 2. Mapa del Huarochirí colonial, con toponimia del manuscrito quechua de 1608 (Dib.: O. Brouwer y F.Salomon).

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47COLLCA YSAPÇI

en un edificio grande con piso de tejas o lajas y una ventana abierta hacia el cielo. Dentro del edificioexiste otro menor, señalado «depocito de la comunidad y sapçi». Esta estructura interior tiene puertadoble, fuertemente asegurada con cerradura; posee ventana propia que, a diferencia de la otra

ventana, es protegida por una reja. Al «administrador» se le ve en el acto de abrir el candado. En sumano derecha porta un libro; se entiende que está preparado para anotar alguna transacción porquefrente al depósito existe una mesa chica con tintero, pluma y otro tomo. La perspectiva del dibujoresulta algo incierta, pero Guaman Poma aparentemente quiso indicar que el depósito está construi-do sobre una plataforma levemente elevada sobre el piso.

La Fig. 3 podría representar una institución similar a la que hoy en día se llama collca o «casade costumbre» en Huarochirí. Este término «costumbre» se emplea en el sentido típico de la zona, esdecir, como «ley consuetudinaria». De igual manera, en Tupicocha, Tuna, Sunicancha y pueblosaledaños se entiende por «costumbre» un intrincado régimen compulsivo que regula las actividadesde los inscritos en la comunidad campesina reconocida.

La Fig. 4 muestra el plano de la Collca o Casa de Costumbre de Tupicocha.1 Básicamente setrata de un recinto amurallado grande, cuyas partes principales son una plaza central rectangular, a

Fig. 3. El depósito de comunidad osapçidibujado por Guaman Poma (1980 [1615]: 754).

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FRANK SALOMON 48

cuyos dos lados largos se erigen plataformas que soportan filas de cuartos techados. La plaza tiene

una sola puerta de entrada, pero cada cuarto tiene su puerta propia. En el plano, la collca estáarreglada de la manera como se acostumbra para la reunión plenaria de los comuneros, o Huayrona,que inicia el ciclo político anual. Esta reunión se realizaba el 2 y 3 de enero y recientemente se haabreviado en una sola. Las comunidades huarochiranas en general practican tal plenaria y du-rante ella las autor idades cesantes rinden cuenta de sus obras, y los entrantes, tras el cambio demando, conversan con el público sus planes. Su nombre varía; en los años cincuenta se usaba eltérmino «Huatanchay», según Guillén de Boluarte (1958: 92-93), lo que en quechua equivaldría a‘hacer su año’.

La Fig. 4 ilustra, además de los rasgos arquitectónicos, la disposición de los espacios yseñas simbólicas, así como de los asistentes. El despliegue y su uso se explican en la siguiente

sección. La Fig. 5 demuestra el interior de la collca con el techo agregado a la estructura en 1998. Enla Fig. 6 se aprecia la fachada remodelada en el mismo año, con taquilla para controlar entradas a los bailes sociales destinados a ganar fondos comunales.

Fig. 4. Plano de la collca moderna de Tupicocha, anterior al techado de 1998 (Dib.: K. Choi, A. Ramos y F.Salomon).

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49COLLCA YSAPÇI

De acuerdo con los tupicochanos, el vocablo «collca» no significa simplemente depósitosino local de reunión en el que existe un depósito. El vocablo se aplica a varias estructuras quesiempre se componen de los siguientes elementos: la Collca de Santa Rosa, edificada para la cofradíadel mismo nombre, ahora en desuso, y la Collca de Pacota, por ejemplo. Supuestamente, los seis

Fig. 5. Interior de la collca moderna de Tupicocha, después del techado de 1998 (Foto: F. Salomon).

Fig. 6. Fachada de la collca moderna de Tupicocha, después del techado de 1998 (Foto: F. Salomon).

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ayllus o parcialidades históricas (hoy divididos en 10) poseían collcas propias. En el vecino pueblode Santiago de Tuna existe otra collca similar a nivel comunal.

Estos edificios poseen las mismas características arriba señaladas, frente al «depocito de lacomunidad y sapçi» de Guaman Poma. En las Figs. 4 y 5 se puede apreciar la presencia de depósitos

en forma de casas interiores dentro del edificio mayor, cada uno con puerta independiente y asegu-rada. Estas estructuras interiores fueron construidas con el fin de almacenar productos reservados para emplearse en las fiestas de la comunidad o para ser repartidos a los comuneros (porque proce-dían de chacras de propiedad común). Son colocados en plataformas elevadas sobre el piso delespacio común.

La Collca de Tupicocha no es un vestigio físico de tiempos prehistóricos. Al contrario, fueconstruido aparentemente entre 1935 y 1940 para uso de la «comunidad indígena» recién reconocida bajo el nombre de San Andrés de Tupicocha. Posteriormente ha sido remodelada varias veces. Las pequeñas habitaciones laterales que fueron utilizadas originalmente como depósitos perdieron sufunción como almacenes alrededor de 1945, debido a la parcelación de los terrenos comunales y

fueron rehabilitadas para viviendas de los profesores de la escuela fiscal. En la década de 1990 unrincón trasero de la collca fue acondicionado como garaje para el camión entregado a la comunidaddurante la presidencia de Alberto Fujimori. En el mismo periodo, la comunidad optó por techar laestructura entera para evitar que los asistentes a la Huayrona se expongan a las lluvias de enero. Enesta remodelación se eliminó el techo de una fila de habitaciones laterales; en el presente estas seusan como letrinas. La otra fila de habitaciones sirve de bodegas o, a veces, de pequeñas salas dereunión. Las últimas renovaciones consisten en el enlucido y pintado de la muralla exterior y laconstrucción de una plataforma elevada donde la banda de música puede tocar cómodamente duran-te los bailes. A menudo las obras de mejora son auspiciadas por subscriptores voluntarios, cuyosnombres están inscritos en el cemento o madera de la obra.

3. La collca moderna como espacio administrativo y ceremonialEn la arqueología se suele diferenciar entre infraestructuras administrativas y ceremoniales,

pero en la «costumbre» o ley consuetudinaria de Tupicocha estas dos categorías se fusionan casienteramente. Ninguna acción administrativa se considera como legítima sin que sea iniciada, dividi-da en «tiempos» o periodos, y finalizada por ciertos módulos rituales. En este sentido la collca no essino la más céntrica y más grande de los espacios administrativo-rituales. Toda función administra-tiva-ritual toma lugar en un espacio ritual establecido por la presencia de la peaña (pequeño adoratorio portátil compuesto de una cruz parada sobre pirámide de piedras) y por las varas de la autoridad dela entidad que auspicia la obra. Igualmente, cualquier función se define en la dimensión temporal por la intercalación de intervalos llamados «horas de costumbre», cuyos componentes son la «armada»

o distribución por el anfitrión de coca, tabacos, licores y el «enfloro» o distribución de hierbasdecorativas que deben colocarse en el sombrero como señal de cumplimiento. Además, en estosintervalos se hacen las «constancias», hoy escritas en libros; en tiempos anteriores fueron anuda-das en khipus.

La Huayrona, la reunión más importante de cuantas se realizan en la collca, amplía y elaboraen grado extremo estas reglas básicas. Mediante la colocación previa de manojos de hierba de la puna, fresca, que tiene por nombres ritualesuywanes, guayllabanas o catahuas se delimita elrecinto ritual. Este espacio es inviolable. Los diez ayllus entran uno por uno, desfilando primero alsantuario o peaña central donde todos hacen una venia, y luego pasando por el perímetro hastasentarse, ayllu por ayllu, en el orden correspondiente a los rangos respectivos de los ayllus.

En el espacio opuesto a la puerta se marca con aspas de hierba los sitios donde debenreposar los respectivosquipocamayos o khipus patrimoniales de los ayllus (Salomon 1997, 2004).

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51COLLCA YSAPÇI

En el sector de losquipocamayos (y no de sus respectivos ayllus) se sientan loscamachicos o presidentes de ayllu, tanto entrantes como cesantes. Este es el sitio donde se realiza el cambio demando mediante la colocación de los khipus en el cuerpo de quien asume la presidencia de ayllu.Dicha ceremonia es rezago de una ceremonia mucho más extensa, practicada aparentemente hasta principios de siglo XX, en la que elkhipu figuraba como constancia de que el ayllu había cumplido

con todos sus deberes a la comunidad durante el año pasado.Es probable que las cuentas porkhipuservían para documentar las contribuciones labora-

les o productos almacenados en los depósitos, según fueran ratificados por los respectivos mayor-domos. En apoyo a esta interpretación se puede mencionar que el ornamento presente en un extremode cadakhipu se llamaba pachacamanta. «Pachaca» significó según González Holguín (1989 [1608]:270) ‘mayordomo’ y – manta agrega el sentido ‘de, desde.’ En las celdas laterales de la collca seguardaban cosechas y otros productos de los bienes raíces tenidas en propiedad comunal, notable-mente los productos reservados para fiestas auspiciadas por la autoridad comunal (por ejemplo, lossantos patrones San Andrés y la Virgen de la Asunción, cuyos mayordomos se nombran anualmenteen asamblea comunal). Los productos reservados para los banquetes comunales, según la tradiciónoral, procedían de maizales y otras chacras del lugar cálido de Lanzasa. Este plan resulta similar almencionado por Guaman Poma en lo referido alsapçi, en cuanto consiste en una cuota de terrenosreservados, labores aplicadas a ellos, depósitos para su producto y contabilidad a base de auditoria pública.

Hasta 1935, fecha del reconocimiento jurídico de la comunidad, la Huayrona incluyó eloráculo o augurio llamado Huayra Huayra Pichcamanta, por medio del que los «dueños del agua»notificaban a la comunidad en qué parte iban a caer las mayores lluvias (Salomon 2002). La ceremo-nia oracular en la que se echan los dados queda documentada en Huarochirí desde comienzos delsiglo XVII, habiendo sido prolijamente denunciada por el extirpador Francisco de Avila bajo elnombre de jhanca y descrito en un informe jesuítico de 1611 (De Avila 1966 [1598?]: 255-257; Polia[ed.] 1999: 199). Bajo el nombre de «pichka» (juegos oraculares más o menos afines al de Tupicocha),estas ceremonias son documentadas en tierras andinas desde el Ecuador hasta el Noroeste Argen-tino, pero generalmente en contextos funerarios antes que político-civiles. Gentile (1998) resume suextensísima bibliografía y agrega ejemplos nuevos. El vocablo hispano-quechua «huayru», amplia-mente distribuido por los Andes, denomina el dado utilizado en el juego.

En efecto, el nombre hispano-quechua de la asamblea comunitaria,huayrona, parece deri-varse de una forma hipotética*wayruna, «ocasión apta para jugar elwayru». Esto sugiere queantes de 1935 el juego oracular fue el acto central o hasta el clímax de la asamblea. Después de 1935,la pichcamantafue delegada al pueblo anexo de Pacota, aldea cercana dotada de collca propia,

donde el pichcamanta sigue siendo el acto culminante de la asamblea de año nuevo. El juego se practica en una cancha simétrica a la collca, pero exterior a ella. Los límites de la cancha de pichcamanta, como los del espacio interior de la collca, se demarcan conuywanes de pasto altoandino(cf. Figs. 4, 7). Al igual que el recinto sagrado de la collca, demarcan un recinto sagrado, en cuyo perímetro se mueven los seres humanos mientras que el acceso al interior es permitido únicamente alos disfrazados que encarnan el poder superhumano. Las sucesivas lanzadas de los dos dados pichka, desde el perímetro hacia el interior representan la voluntad de la directiva tanto entrantecomo cesante, que respectivamente conforman los equipos del juego; las caídas o paradas de losdados expresan la voluntad de los «dueños» de la lluvia.

Otro ejemplo de la fusión de lo ritual y lo administrativo dentro de la collca se relaciona con

el ciclo de danzas y festejos, realizado desde el 5 hasta el 8 de enero, llamado «fiesta de Los Reyes» por coincidir con la celebración católica de la visita de los Reyes Magos que tiene lugar el 6 de enero.La fiesta tupicochana y la tradición ibérica comparten el motivo de una visita por seres mágicos que

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traen regalos. Tupicocha, conjuntamente con su diáspora urbana, alberga dos sociedades dedica-das a auspiciar los festejos, la «Agrícola» y la «Sibimol». Las dos actúan en años alternos.

La meta de sus fiestas consiste en reunir fondos para el beneficio de la infraestructura

comunitaria, siendo los mecanismos para lograrla administrativos o hasta burocráticos; pero losmedios son rituales. Al interior de cada sociedad existe una cofradía secreta llamada «los Curcuches»(otros sinónimos: «los viejitos», «los corcovados»). Inmediatamente después de la Huayrona, loscurcuches se retiran a un lugar secreto en las alturas de la puna, donde se trasforman en «hijos» delos cerros sagrados, abandonando sus nombres cristianos a favor de nombres rituales chistosos. Enel crepúsculo del 5 de enero, la sociedad del año baila en la entrada del pueblo con bolsas de coca(citadas a menudo en el libro quechua), para dar la bienvenida a los curcuches cuando bajan (Fig. 8).Durante tres días, ellos se apoderan del pueblo. Siendo hijos consentidos de los cerros, se mofan detoda institución humana con sus «juegos» o comparsas satíricas. A la vez, como embajadores de los«dueños» del agua, prometen agua y los demás dones de la naturaleza a la siempre sedienta pobla-ción, por lo que son recibidos con amor y júbilo. Las comilonas públicas, visitadas por los curcuches

y auspiciadas por los socios sibimol o agrícola, son las ocasiones para reunir donaciones. Al finaldel ciclo, que ocurre el 8 de enero, se llega al clímax del evento llamado el drama de la «matanza delgato» que no es otro que el puma, animal amigo de los curcuches y mascota de los «dueños». Hasta

Fig. 7. Juego oracular de pichcamanta en Pacota, 2000 (Foto: F. Salomon).

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antes de la reciente construcción del estadio de fútbol, dicho evento se realizaba en la collca y aúntoma lugar en ella en caso de lluvias. La fase final de la reunión consiste en la búsqueda e inscripciónde devotos por parte de la sociedad que va a actuar el año venidero.

4. Comparaciones: almacenamiento prehispánico, sapçi y collca modernaLa literatura sobre los almacenes pertenecientes al Tawantinsuyu es abundante, siendo

ejemplar la recopilación de LeVine con el título Inka Storage Systems(1992). No hay necesidad derepetir las conocidas descripciones y las ilustraciones dequllka en Huánuco Pampa por Morris yThompson (1985), ni de volver a citar los informes de Cieza (1985 [1553]: 329-331) y de Cobo (1964[1653]: vol. II, 124-126) sobre depósitos del Inka. La arqueología y la cronística coinciden al infor-marnos de la existencia de grandes diferencias entre laqullka inka y la collca moderna. Estas dife-rencias se pueden resumir en los siguientes términos.

En primer lugar, en los restos de centros inkas, las hileras de depósitos normalmente se

encuentran en laderas algo distanciadas del centro poblado donde se concentran sus facilidadesadministrativo-ceremoniales, mientras que en Huarochirí los depósitos se encuentran fusionadoscon el edificio administrativo-ritual dentro del centro poblado. En segundo lugar, los especialistas

Fig. 8. Llegada de los curcuches a Tupicocha, 1998 (Foto: F. Salomon).

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en arqueología inka sostienen que el almacenaje inka no contribuía a la subsistencia interna de las poblaciones «étnicas» no inkas sino que centralizaba bienes no procedentes de la economía políticalocal. Morris y Thompson llegan a concluir que «el tráfico de los bienes [en Huánuco Pampa] parecehaber sido básicamente unidireccional: hacia la ciudad» (ì1985: 107-108). Fueron consumidos por losocupantes del centro administrativo inka, por los contingentes demit’ayuq traídos a las laboresestatales y solo en parte reducida por los participantes en ceremonias redistributivas. De modosimilar, Hyslop (1990: 297-298) asevera que lasqullka inkas no abastecieron las economías ni in-terfirieron en ellas, excepto por ocasionales dádivas que constituyeron actas de reciprocidadentre el Estado y los kurakas. Hyslop cita una comunicación de D’Altroy en el sentido que sola-mente «[...] unos pocos complejos chicos de almacenamiento se asocian estrechamente con puebloslocales o aldeas. Estos pueden haberse aplicado al apoyo de actividades estatales [...] o puedenhaber estado bajo el cuidado de los habitantes» [traducción del original del inglés del autor] (ibid .).Al considerar estas discrepancias, surge la pregunta: ¿arrojan las collcas modernas alguna luz sobreel complejoqullka inka?

Fig. 9. Plano y dibujo reconstructivo del edificio «probablemente administrativo» excavado en Cerro Cacañan(Huamachuco) por J. Topic y C. Chiswell (1993: 217).

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En la Fig. 1 Guaman Poma demuestra que la auditoría porkhipu se realizó en el espacio quesepara dos hileras dequllka. Si se refirió a una auténticaqullka inka y no un simulacro influido por su experiencia colonial, queda la posibilidad de que la presentación delkhipu, en posición similar dentro del complejo tupicochano, siga las nociones arquitectónicas de una antigüedad prehispánica.De ser así, tal práctica se habría filtrado a través de cambios coloniales, pero, hasta cierto punto, los

detalles del complejo de la Huayrona aún podrían ser relevantes para la interpretación de los restosinkas.

Uno de los estudios de caso reunidos por LeVine demuestra rasgos arquitectónicos posi- blemente relacionados con el posterior desarrollo de complejos fusionados, pero procede de unazona demasiado lejana (de Huamachuco) para permitir conjeturas de una relación directa conHuarochirí. Topic y Chiswell (1992: 211-215) informan sobre un conjunto en el sitio Cerro Cacañandonde se encuentran dos hileras dequllka de diseño no muy típicamente inka, ubicadas a 250metros de un grupo de cuatro a seis estructuras grandes que aparentan ser casas de reunión (¿deayllus?); ellos reconstruyeron una de estas. En la Fig. 9 se aprecia que este grupo consiste de una plataforma interior, sobre la que se erige una casa o depósito, de manera similar al plano utilizado en

Huarochirí (notablemente similar al de Pacota). Si la collca de Tupicocha sirve como analogíaetnográfica, se puede conjeturar que las reuniones efectuadas en estas salas hayan incluido laauditoría en grupo y posiblemente la redistribución de los bienes almacenados.

Para explicar los atributos peculiares de las collcas modernas, es decir, la fusión arquitectó-nica de los depósitos con la sala de reuniones y el funcionamiento de los depósitos como partes dela economía política intracomunal, es preciso enfocarse en procesos propiamente coloniales. Enambos aspectos, la collca moderna se asemeja mucho más al modelosapçi descrito por GuamanPoma que al modelo incaico. En su totalidad, el complejo Huayrona aparentemente hereda mucho del plan previsto por Juan de Matienzo (1967 [1567]: 48-56) y legislado por el virrey Toledo (Levillier [ed.] 1925: vol. VIII, 337-338), donde se propone imponer una reunión anual de cambio de mando y

auditoría para casos de justicia a base de khipus, bastante parecido a lo visto en Tupicocha y en los pueblos vecinos que también ostentan el trazo de pueblo-reducción (Dávila Brizeño 1965 [1586]).Los atributos de sus collcas parecen relacionarse más con este padrón de asentamientos que con el padrón prehispano. Cada uno de estos pueblos corresponde, en la frase memorable de Teresa Guillénde Boluarte, a una «pequeña ciudad urbana rural» (1958: 56). Hoy en día nadie almacena bienes fueradel centro poblado. La fusión de los almacenes con el recinto donde se contabilizan sus contenidos puede haberse realizado ya antes del siglo XVII. La adaptación de los almacenes a funcionesintracomunitarias parece haber pasado por múltiples etapas. Según Guaman Poma, debieron servir para el alivio de los pobres, pero es igualmente posible que se hubieran desarrollado en torno a lostributos coloniales. La etapa etnográficamente conocida, es decir la utilización de los depósitos parafiestas que sirvieran para adquirir comercio y capitales a favor de la comunidad, probablemente

representa una transformación relativamente reciente.Las frecuentes remodelaciones y reubicaciones de las collcas modernas demuestran que las

formas arquitectónicas andinas respondieron rápidamente a la demanda de espacios públicos ade-cuados a las cambiantes condiciones políticas. Igualmente notable es la capacidad del complejocollca para funcionar como escenario de los actos rituales más diversos, entre los que figuran unostan arcaicos como el despliegue de los khipus, y otros tan modernos como la práctica de bailesmodernos como la salsa. Tal vez el mismo dinamismo existió en la prehistoria; no hay que suponer que todo cambio prehistórico fue paulatino.

Finalmente, llamamos la atención a la probabilidad de que el conjunto de prácticas adminis-trativas en fusión con rituales, al que hemos denominado el «complejo Huayrona», no es particular de Tupicocha sino que parece haber subsistido hasta tiempos recientes en múltiples zonas de lasierra de Lima. El Huatancha de Huarochirí claramente viene del mismo molde. Tello y Miranda, en su

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estudioWallallo (1923) fueron testigos de una ceremonia muy similar en San Pedro de Casta, alnorte del río Rímac. En Rapaz, provincia de Oyón, parece haberse practicado otra variante (RuízEstrada 1981) hasta 1932. En todos estos casos, se han vertido impresionantes recursos de tradiciónandina no cristiana dentro del recipiente formado por las instituciones toledanas y postoledanas.Será un interesante tema de investigación para futuros etnohistoriadores, averiguar por qué existen

bolsones de tradición andina dentro de una zona tan notoriamente martillada por las extirpaciones,las guerras y la escolarización homogeneizadora.

Agradecimientos

Se agradece cordialmente a las entidades que financiaron el trabajo de campo: la NationalScience Foundation de EEUU, la Wenner-Gren Foundation for Anthropological Research y la GraduateSchool de la University of Wisconsin-Madison. Durante el estudio, el Instituto de Estudios Perua-nos aportó su valioso apoyo. Igualmente se agradece a las autoridades de las comunidades, quefacilitaron el acceso a las collcas. Kelly y Clark Erickson brindaron valiosas ayudas bibliográficas.Este artículo se basa en la ponencia presentada al simposio «Representing the Inca: Texts, Images,

and Archaeology» en la Sainsbury Research Unit for the Arts of Africa, Oceania, and the Americas(University of East Anglia, Norwich, Inglaterra) el 24 de marzo de 2001. Agradezco mucho a Merce-des Niño-Murcia, por la revisión estilística, y a Emily Rohrer, por el escaneo de las ilustraciones.Estoy en deuda con Onno Brouwer por el mapa y por el plano con Kildo Choi y Aurelio RamosAntiporta. Por su generosidad, agradezco especialmente a la familia Scurrah-Mayer.

Notas

1 Dibujado con la ayuda de Aurelio Ramos Antiporta y de Kildo Choi.

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EL SOL DE ADENTRO 59BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 59-97

EL SOL DE ADENTRO:

WAKAS Y SANTOS EN LAS MINAS DECHARCAS Y EN EL LAGO TITICACA(SIGLOS XV A XVII)

Thérèse Bouysse-Cassagne*

Resumen Las minas ofrecieron tanto al sistema de creencias andino como al español el trasfondo de un paisaje

en el que se desarrollaron ritos y cultos complejos, y si hubo una adaptación de las creencias europeas fue porque existían compatibilidades entre los dos sistemas de representación del mundo. Las creencias alquímicasse acercaban, de alguna manera, tanto al mito etiológico del Inca-Sol como al mito de origen del oro andino,que era un mito solar. Sin embargo, el encuentro de esos sistemas de representación no determinó forzosa-mente una serie de prácticas sincréticas. Todo parece indicar que en Potosí, a mediados del siglo XVII, el cultoa la Virgen-cerro no correspondía a una práctica popular, pero tampoco impedía la práctica de varios cultosautóctonos de mayor profundidad histórica que, a su vez, estaban relacionados entre ellos. En el presentetrabajo, estos cultos chamánicos se analizan en el caso de diferentes minas. Las imágenes que se desprendende ellos ponen en juego una serie de artefactos, figuras y entidades que encontramos también en la descripcióndel viejo culto colla de la isla de Titicaca, heredera de Tiwanaku. Todos estos cultos influenciaron gran partedel sistema religioso elaborado por los incas.

Abstract

THE SUN WITHIN THE WORLD: WAKAS AND SAINTS IN THE MINES OF CHARCAS AND IN LAKE TITICACA (15TH-17TH CENTURIES)

Mines and mining offer both for the Andean as the Spanish systems of beliefs the background of asetting in which were developed rites and cult complexes, and if there was an adaptation of European beliefs it is because there existed compatibilities between the two systems of representing the world. Alchemical beliefsapproximated, in some manner, both the etiological myth of the Inca-Sun and the the same myth of origin of Andean gold, which was a solar myth. However, the encounter between the two systems of representation did not necessarily determine a series of syncretic practices. All appearances indicate that in Potosi, in the middleof the 17th century, the cult to the Virgin-mountain did not correspond to a popular practice, but neither did it preclude the practice of various autochthonous cults of major historical significance which, in turn, wererelated among themselves. In the present work, these shamanic cults are analyzed in different mines. Theimages that issued from them put in play a series of artifacts, of figures and entities that were also encountered in the description of the old Colla cult of the Island of Titicaca, heir of Tiwanaku. All these cults were influencedto a large degree by the religious system elaborated by the Incas.

«Sincretismo», «aculturación», «inculturación» y «mestizaje»: tales son los conceptos quese han usado generalmente para describir algunas de las dinámicas culturales que se llevaron a caboen los Andes a raíz de la colonización. Pero estos términos, a menudo concebidos a partir de unavisión occidental binaria y, por lo tanto, muy simplista de la realidad, no siempre permitieron descri- bir lógicas y sensibilidades profundamente diferentes.

* Centre National de la Recherche Scientifique, Paris. E-mail: [email protected]

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THÉRÈSE BOUYSSE-CASSAGNE 60

En efecto, se situaron al sincretismo y al mestizaje en función de una escala de valores en laque se puede identificar una serie de casos que parten de la tradición autóctona en camino a la acul-turación. Este itinerario, que se funda en una visión patrimonial de la cultura, esta implícitamenteconcebido como una descripción adecuada de la historia de las sociedades estudiadas, pero, enrealidad, pudieron producirse múltiples tácticas de apropiación y de rechazo del pensamiento occi-

dental al mismo tiempo. Muy a menudo, los análisis disponibles contemplan estos procesos de unamanera demasiado unívoca. Al hacerse poco caso de todas aquellas complejas y múltiples transfor-maciones que se produjeron simultáneamente, se exageró en simplificar la realidad. Por otro lado, amenudo se ha hecho hincapié sobre el hecho de que los procesos de inculturación, llevados a cabo por la iglesia católica, formaban parte de una voluntad propagandista que, en múltiples casos, nofue correspondida por los indios. En algunos casos, los análisis confundieron un discurso que procedía de una complejísima tradición cristiana con un «sincretismo» andino que utilizaba esque-mas conceptuales muy parecidos. Quizás ni el término «sincretismo» ni el de mestizaje sean adecua-dos para describir la complejidad de los procesos que se llevaron a cabo al mismo tiempo en lasminas de Charcas.

En el presente artículo analizaremos de qué manera las minas ofrecieron a ambos sistemasde creencias, tanto andino como español, el trasfondo de paisaje en el que se desarrollaron loscomplejos ritos y cultos. Se plantea como hipótesis que, si hubo aceptación de una parte de lascreencias europeas por parte de los andinos o si ocurrió una adaptación de estas, fue porqueexistían compatibilidades, e incluso similitudes, entre los dos sistemas de representación del mun-do. Esta hipótesis, obviamente, no pretende ignorar el hecho de que el pensamiento occidental hasido impuesto a la fuerza, ni que muchas creencias vernaculares subsistieran. Muy por el contrario, permite pensar que el sincretismo nunca logró ser completo.

1. La noción de santuario

Se podría pensar que la noción de santuario en la cristiandad difería radicalmente de la delmundo prehispánico de los Andes. Sin embargo, esta opinión común no resiste al examen de lasfuentes. De manera global, y a grandes rasgos, si nos atenemos a los lugares de culto de la cristian-dad española del siglo XVI, es impresionante la cantidad de capillas, ermitas y santuarios que seconstruyeron en lugares o zonas de tránsito, pasos y collados de montaña, encrucijadas de rutastrashumantes, caminos de abasto, caminos salineros, fuentes o ríos. En general, podríamos decir que las creencias populares y la mitología cristiana interpretaban los accidentes del paisaje en todala Europa de la época.

En el mundo cristiano, los santuarios cumplen varias funciones. Suelen ser, en particular,centros de salud y de virtud, y en ellos se desarrollan prodigios o milagros. Tampoco hay que

olvidar que cuando se instauraron las primeras peregrinaciones a ciertos santuarios fue para recla-mar la lluvia necesaria para el crecimiento de las mieses y germinación de los sembrados, y que así seiniciaron las rogativas, de tal modo que en el mundo cristiano el santuario, como lugar milagroso,irradia tanto la salud material como la espiritual. Como se verá, ninguna de estas funciones eraincompatible, a priori, con las que conocemos de los cultos andinos, dedicados a los montes, encru-cijadas, mojones, apachetas, etc. Los cultos cristianos se inscribían en una concepción del mundoglobal totalmente diferente, ligados a la idea de redención, idea incompatible, también a priori, conlos cultos a los muertos y la cosmovisión en el mundo andino. Sin embargo, conviene diferenciar elsistema heterogéneo de creencias, populares o no, en el que nos apoyaremos y que informa toda larealidad de los cultos locales en la cristiandad de lo que se podría llamar el cristianismo romano ensu ortodoxia.

En la actualidad se dispone de muchos datos acerca del mundo de la minería andina, de lascreencias y de las técnicas prehispánicas, pero son poco numerosos en comparación de los que se

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refieren a la temprana minería europea, para la que abundan los tratados y los estudios. Los trabajosde algunos autores, especialistas en metalurgia (Lechtman 1978), antropólogos (Salazar-Soler 2002;Absi 2003) o etnohistoriadores (Berthelot 1978; Bouysse-Cassagne 1997b) se centraron en torno alestudio de un caso desde una perspectiva andina con pocos intentos de comparación con los cultoscristianos, a excepción del trabajo pionero de Gisbert sobre la Virgen de Potosí (Gisbert [ed.] 1980).

2. El Sol, las minas y el Inca

Al identificar lo popular con lo auténtico, muchos estudios sobre el sincretismo ocultansistemáticamente el hecho de que los pobladores andinos estuvieron en contacto a partir del sigloXVI con las expresiones más cultas de las culturas occidentales y que estas influenciaron, en mu-chos casos, su visión global del mundo (Gruzinski 1999). En un reciente estudio, Duviols demuestracómo las múltiples influencias cultas recibidas por Guamán Poma lo llevaron a concebir su MapaMundi como una justificación por la geografía de la riqueza del mundo minero americano.

Los filósofos astrólogos y poetas que conocían bien la forma y altura de la Tierra, así comola riqueza de todos los países del mundo sabían que: «Dios no ha creado en el mundo ningún otro país, o reino más elevado o más rico que las Yndias del Perú, que se halle en tan alto grado (y por consiguiente tan próximo al sol» (Guamán Poma 1936 [1615]: 43). Esta frase de Guamán Poma fueinterpretada por Duviols de la siguiente manera: «Los filósofos, poetas y astrólogos, es decir variosautores europeos que se ocuparon de las cuestiones mineras desde la antigüedad hasta la época deGuamán Poma han escrito que el sol maduraba el oro de las minas y las imaginaciones medievales a propósito de la influencia del sol sobre la abundancia de metales y piedras preciosas es, sin duda, la base cultural explotada por Guamán Poma en esta frase».

En efecto, en Europa se creía que el calor del Sol criaba y maduraba los metales preciosos yque el oro y la plata, como lo anota explícitamente José de Acosta: «[...] nacía en las tierras masestériles e infructuosas». Esto se debe al hecho de que América está cerca del Sol, como lo hacenotar Duviols, y que: «[...] no ay otro rey que el Inca en el mundo que aya criado Dios de tanta rique-za», como lo escribe Guamán Poma en el comentario a su mapa (1936 [1615]: 43). En este famosomapa, en el que dibuja un enorme Sol próximo a la tierra, no solo confunde las Indias orientales y lasoccidentales, como lo hacían todos los europeos, empezando por Colón, sino que las sitúa —deacuerdo a los mapas de la época— más cerca del Sol que Europa. Correspondiendo a la misma lógica,resulta que Europa no posee tantos minerales como América, porque está lejos del astro (Fig. 1).

Siguiendo estos argumentos, Duviols interpreta otras frases de Guamán Poma. Por ejemplo,la frase: «[...] significa por la astrología que el Inca quiso llamarse hijo del Sol» (Guamán Poma 1936

[1615]: 43), como pretensión del Inca, no era más que una mentira de acuerdo a su interpretación.Guamán Poma se habría hecho eco de todo un debate teológico, económico, jurídico, político, reli-gioso y moral acerca del derecho de los incas en poseer el oro y la plata de las wakas y de las minas,así como lo reflejan obras como el De Thesauris in Peru de De las Casas o el texto del Anónimo deYucay.

En efecto, no hay que olvidar que el mito del Inca-Sol se relacionaba con los metales precio-sos y que es por este motivo, a mi parecer, que también Guamán Poma prestó tanta atención a lasexplicaciones «solares» occidentales, aunque las rechazó por último. Según este mito, Manco Cápachizo estirar dos planchas de plata y, colocándose una de ellas sobre el pecho y la otra en lasespaldas, subió a un cerro alto para recibir los rayos del Sol, los que se reflejaron en estas planchas

a modo de espejo, con lo que el Inca fue reconocido como hijo del astro (De Oré 1992 [1598]: 156).1

De ahí resulta que los metales, y en particular el oro, estaban íntimamente ligados al poder y que la persona del Inca se confundía con el Sol y el oro.2

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F i g .1 .E l M a p aM u n d i d e

G u a m á nP

o m a d eA y a

l a ( 1 9 3 6 [ 1 6 1 5 ] ) .

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En el discurso de Guamán Poma de Ayala convergen antiguas nociones precientíficas euro- peas, a menudo superadas en Europa alrededor de 1600, con temas de orden teológico y la refuta-ción del mito del Inca-hijo del Sol. Pero, ¿a qué se debe la adopción de estas viejas creenciaseuropeas alquímicas de parte de Guamán Poma cuando estas ya tienden a desaparecer de los trata-dos mineros europeos y no son tan frecuentes ni en Vannoccio Biringuccio (1480-1537), Antonio

Avelino (1400-1470) o Giorgio Martini (1439-1502)? En efecto, en algunos aspectos, estos tratadosse alejaban de la alquimia propiamente dicha y, como se sabe, cimentaban el conocimiento científicomoderno. De ahí, resulta lógico que Guamán Poma encontrara datos en las creencias alquímicas que,de alguna manera, se acercaban tanto al mito etiológico del Inca-Sol como al mismo mito de origendel oro andino que, obviamente, era un mito solar. Este mito era el siguiente: «[...] le tenían granrespeto al oro i asimismo decían que eran lágrimas que el sol llorava, i asi cuando allavan algun granogrande de oro en las minas sacrificando i hechando sangre i poníananlo en su adoratorio i decíanque estando allí aquella guaca o lágrimas del sol todo el oro de la tierra se vernía a juntar con el i quede aquella manera los que los buscavan lo allarían mas facilmente desta manera procediendo por todas lo eseñavan a todas las províncias que conquistavan i les hacian servir a todas estas huacasi asi mismo todos los señores de la tierra do quiera que estuviesen se hacían adorar en vida i muerte

[...]» (RAM s.f.).Este mito solar influenciaba todo el sistema productivo minero prehispánico y explicaba,

probablemente, porqué el hijo del Sol, el Inca, tenía un derecho sobre las minas en general, enespecial sobre las minas de oro, y también porque muchas minas fueron dedicadas al Sol. Además,el oro poseía un carácter sagrado puesto que procedía de las secreciones del mismo astro. Estacreencia estaba tan enraizada que, a la llegada de los españoles, los indios escondieron muchasminas pensando que cuando el Inca resucitara las iba a labrar de nuevo (Solórzano Pereira 1972[1648]: cap. XVII). Cuando estaba huyendo de los españoles, Tito Cusi Yupanqui se amparó en lawaka del Sol en las montañas de Vilcabamba y se refugió en una región «cuyos cerros estabancubiertos de oro y plata», donde existía una «casa del Sol» en el pueblo de Chuquipalta. Por lo

demás, «Villcabamba» significa ‘campo de la Villca’3

o ‘campo del sol’.4

Como tendremos ocasión de constatarlo más adelante, esta ubicación no pudo ser casual.Las minas de oro de Carabaya, las mayores del reino, situadas en las fronteras del Antisuyu yexplotadas por los mineros de la ribera omasuyu del Titicaca, estaban constituidas por dos tipos deexplotación bien diferenciadas. Por un lado, existían los lavaderos, considerados como propiedad delas comunidades donde se obtenía oro en polvo («chichi ccori» en quechua, es decir, ‘el granizo deoro’)5 y a veces pepitas («muhu ruru», que quiere decir ‘semilla’ o ‘fruto’ en quechua). Por otro lado,había minas de socavón, donde se encontraban los pedazos más grandes de oro («ccorimama»,quiere decir ‘el terrón de oro’) o pedazos grandes de mena. Estos eran considerados como mássagrados6 en razón de su tipo de mineralización y pertenecían al Inca (Berthelot 1978). Se trataba de

las «lágrimas del Sol» y tenían un poder de atracción del mineral y de fecundación superior a losdemás. Sospechamos, además, que, en Carabaya, los criterios que permitieron distinguir las minasdel Inca y las del Sol de las de las comunidades se fundaban en particularidades de orden geológicodistintas. Las minas formaban parte del dominio religioso. El cuestionario que Alvaro Luis de Navamuelelaboró para las Relaciones geográficas toma en cuenta este parámetro cuando formula la siguiente pregunta: «[...] si saven y es verdad questos bienes les offrecían y otros quel inga los señalaríacomo minas de oro y plata y tierras eran tenidos por propios de sus dioses y guacas de manera queno avía quien osase tomarlos para si sino que cómo cosas de sus dioses lo dexavan y avía officialesque tenían cargo desto y se llaman camayos [...]» (AHM 1571: expediente 261).

Con el cristianismo, paralelamente al discurso teológico de la iglesia en América referente alos tesoros y minas, y del que se hace eco Guamán Poma también, existía toda una serie de creenciasque se situaban en la encrucijada entre la historia natural y la historia santa, y que no se puede niignorar ni separar en América de la idea de «conquista providencial». En efecto, tanto en México

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como en los Andes, los cristianos buscaron imágenes de la representación de la cruz en la naturalezaamericana. Estas constituían la prueba de la existencia de un cristianismo primitivo americano, ante-rior a la conquista, que confortaba la idea de una preparación providencial. Uno de los ejemplos deestas «imágenes de la raíz», como las llamaron en México, es el de las tres «cruces de cristal pardo»,constituidas por un bloque de mineral que encontraron dentro de la mina boliviana de Calloma en

pleno siglo XVII (De Mendoza 1976 [1626]: 120).Además, la mitología cristiana había integrado la figura de Cristo a la cosmología atribuyen-

do a las esencias vegetales y a las piedras preciosas una función mediadora para el encuentro entreel Cielo y la Tierra: el incienso que se quema durante los santos oficios y el crisma utilizado en losritos de consagración. Conviene recordar que las impurezas y exudaciones de Cristo revestíantambién un carácter sagrado en la mitología cristiana y que del sudor de Cristo brotó el árbol deMatarieh que produjo el santo Crisma (Albert 1980: 172). Tampoco hay que olvidar que todas aque-llas metáforas que califican a Cristo o a su madre en la liturgia como «piedra, monte de piedra, piedra preciosa» se acercaban mucho al mundo de la minería.

Por otro lado, la literatura ligada a las conquistas de Alejandro había multiplicado en laantigüedad las referencias a las gemas y a las especies, y es de estos temas muy trillados, retomados por los naturalistas y los viajeros de la antigüedad clásica y del Oriente, que se hicieron eco a su vezlos relatos de las conquistas americanas (De Mandeville 1993: 11). Y fueron los ríos americanos,cargados de piedras preciosas y de aromas, los encargados de establecer el lazo entre el Paraíso y laAmérica recientemente descubierta.

Obviamente, cuando Colón llegó a las bocas del Orinoco quedó impresionado por la con-cordancia de los signos que divisó con los de «todos los santos y buenos teólogos», la abundanciade las aguas, los perfumes del aire, tantos indicios que hacían pensar en la proximidad del paraíso yde los tesoros. Una leyenda afirmaba, además, que para entrar en el Paraíso había que franquear la

boca de un dragón y los mismos ríos correspondían a las características de los dragones guardianesde tesoros, que convenía vencer para penetrar en él. Por este motivo, Colón nombró al estuario delOrinoco, río que, según él, procedía del Paraíso, como «Boca de la Serpiente» o «Boca del Dragón».De esta manera figura en los mapas actuales entre Venezuela y Trinidad. Inclusive, muchas leyendasespañolas, catalanas en especial, siguen contando hoy en día que a las viejas serpientes les crecíauna cabellera, en medio de la que se encontraba una piedra preciosa (Albert 1980: 1203).8 Así, en lossistemas de creencias andino y colonial, y a pesar de las enormes diferencias existentes entre ellos,las minas y las piedras preciosas desempeñaban un papel simbólico importante, al punto de manifes-tarse como el encuentro entre dos mundos: el mundo de abajo para los andinos y el Paraíso y la tierra para los cristianos.

3. La Coya y los socavones

Si nos referimos ahora a la concepción misma de la minería, las similitudes existentes son deotra índole. Los expertos en minería como Georgius Agrícola (1950) o el mismo Biringuccio (1977[1540]) seguían fascinados por los autores clásicos; de este manera, pensaron que el hierro de la islade Elba seguía creciendo de manera continua. En el preámbulo de suPirotechnia, Biringucciodesarrollará la metáfora de la mina como árbol subterráneo cuyas raíces están al pie del monte y decuyo tronco derivan las ramas, siendo las flores los humos azules o verdes y las marcasitas (Fig. 2).Más tarde, los estudios acerca de las aguas subterráneas destruyeron las especulaciones de origenfantástico sobre el origen de las fuentes, que se pensaba habían sido engendradas por un sistemacomplicadísimo de alambiques alimentados por un fuego perpetuo. Un sistema de vetas, en las quecirculaba el agua del mar que se elevaba enfriándose paulatinamente, dio lugar a una multitud deleyendas que, durante varios milenios, alimentaron la imaginación popular y las visiones literariasde Occidente.

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En los Andes también se pensaba que la tierra descansaba sobre una extensión de agua. Elsistema de circulación acuática celeste era mantenido por dos grandes serpientes. Las fuentes, puquios y lagos eran lugares de comunicación entre el mundo subterráneo y la faz de la tierra, esdecir «pacarinas». El mundo vegetal y el mundo mineral, por otro lado, fueron percibidos por unmismo modelo cuyas analogías se expresaban en el vocabulario. Holguín, al referirse a la mina deoro, la llamachacra, exactamentecori chacra en quechua. Para nosotros, la palabra «chacra»evoca, obviamente, el campo cultivado y ya se mencionó que las pepitas eran percibidas comofrutos. Por otro lado, al hablar de la mina o de la veta de plata, la nombra «koya» y la veta rica es«ccori çapa koya» (González Holguín 1952 [1608]: 581).

Fig. 2. Interior de la mina (Agrícola 1977: 83).

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Esta última glosa polisémica se refiere en realidad a un cuádruple contexto. Laccoya eratanto el agujero donde se siembra la papa y el maíz, como el socavón del que extraía el metal, asícomo la reina, esposa del Inca (capay koya), en cuyas entrañas crece el hijo tanto del Sol, como dela Luna.9 Las coyas podían volver impenetrables los cerros, si el que buscaba los minerales no losaplacaba con suaqullicu de coca mascada. Alvarez señala que los mineros no solo ofrecían esta

coca a la entrada de la bocamina sino a todos los lugares peligrosos del socavón. La coca tenía, enefecto, el poder de ablandar la roca (Alvarez 1988 [1588]: 351).10 Además, como se verá más adelante,tenemos confirmación de que los mineros de la región de Oruro siguieron invocando en el socavóna la Reina o Coya en pleno siglo XVII para pedirle el metal rico. Esta creencia, sin duda alguna, seextendía a todas las minas.

En aymara se registran también, además decoya, las palabras «ccoyo o ccoa; sirca», lo quesignifica tanto la vena en la que corre la sangre, como la veta de metal y la cordillera (Bertonio 1984[1612]: 317; González Holguín 1952 [1608]: 589).11 De esta manera, la mina ubicada en el interior de latierra era concebida como: a) un organismo viviente, sin duda femenino, donde el mineral crecía dela misma manera como crecen las plantas en un campo cultivado, o el oro, hijo del Sol, en el vientrede la Coya; b) un lugar donde el mineral circula en vetas como la sangre o los humores circulan en elcuerpo (no olvidemos que las concreciones de oro son lágrimas del Sol), y c) la veta en el sentido decoya, y las minas, como propiedades de los gobernantes hijos del Sol, estaban relacionadas directa-mente con la esfera del poder y de la sacralidad.

Sin embargo, es preciso matizar esta afirmación. Un documento inédito consultado señalaun orden de prioridades en cuanto a la propiedad de las minas y las ofrendas a las entidadessagradas: «Cuando los indios descubrían una mina de oro o de plata la ofrecían a su dios y luego asus ídolos y wakas dándoles las partes que les pertenecían, luego las daban a los Incas y nadie seatrevía a poseer una mina en privado.12 El primer mineral lo ofrecían a Wiracocha y a sus wakas»(AHM 1571: fol. 45). Esto quiere decir que los mineros daban el primer mineral al Wiracocha Pacha-yachachic, es decir al dios «que disponía la tierra para que rindiese».13 Como lo demostraremos másadelante, el papel de este dios fue, sin duda, de suma importancia en relación con los cultos mineros.Es de notar, además, que en algunos ritos agrícolas, antaño como hoy, las especies vegetales podíanser sustituidas por piedras que venían a representar a los prototipos germinatorios de las cosechas,sean estos papas o maíz. Los ritos permitían equiparar simbólicamente entre sí los diferentes frutosde la tierra, sean estos verduras, hortalizas o piedras de mina (Bouysse-Cassagne 1997b: 100).

Las «mamas o llallahuas, illas o conopas» de la mina eran los bloques de mineral másgrandes o correspondían a un tipo muy especial de mineralización. Tenían un poder de atracción yde fecundación del mineral superior a los demás. Eran wakas porque en virtud de su poder atracción

del mineral: «decían que estando allí aquella guaca o lágrimas del sol todo el oro de la tierra se veníaa juntar con el». Al igual que las papas grandes o el maíz de buen tamaño o de forma y color peculiar,estas mamas eran consideradas como sagradas. Se las conservaba para asegurar el crecimiento de lafutura cosecha minera14 y eran consideradas, efectivamente, como un tesoro que convenía guardar;las personas que poseían estas «illas» eran consideradas como venturosas.

La palabra «illa» no solo designaba productos o personas que tenían formas singulares,sino también a los que se distinguían por un brillo o un color diferente: «resplandecían, relumbra- ban, relucían o alumbraban»15 y este era el caso de los minerales. Contenían realmente una parte dela luz del relámpago (illapa) o del Sol que los había engendrado. El cuerpo muerto, y por extensiónlas prendas guardadas del antepasado, a quién se atribuían las mismas virtudes fecundantes que al

semillero y a las mamas, y que yacía bajo tierra y eran conservados, llevaban el mismo nombre que elrelámpago, pues era también yllapa16 o camaqueny animaba a sus descendientes. La luz contenidao atribuida a todas estas wakas del subsuelo era, entonces, la manifestación de su poder fecundante,

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de su fuerza animadora. Por estos motivos, los mineros ofrecían a la «illas» (o mamas) de la mina suslibaciones y su coca antes de bajar a los socavones (Albornoz 1989 [1572]: 165).

En tiempos coloniales, según lo cuenta Alvarez (1998 [1588]: 357), las ofrendas de coca sededicaban a estas piedras «mamas o illas en el punku»,17 es decir en la bocamina, que era el lugar

sagrado y donde se encontraba el almacén de los minerales (huasi) que contenía las piedras cose-chadas (Plattet al. e.p.). El punkucamayoc, el guardián de la puerta de la bocamina, cumplía funcio-nes sagradas de gran relevancia, como lo cuenta la extirpación de idolatrías realizada en la mina dePorco (1588). Daba oráculos, conocía las virtudes de las plantas y sanaba las enfermedades (Plattet al. e.p.), comunicando el mundo de adentro con el de afuera.

Además de los depósitos de objetos sagrados, como las collcas llenas demullu, existían,como lo señala para Recuay el extirpador de idolatrías Hernández Príncipe,18 depósitos de «illas»,verdaderos almacenes de «tesoros» o de objetos sagrados: los «illahuasi». En cierta medida, losalmacenes de minerales que se encontraban en la puerta de las minas se parecían a aquellas «casassagradas» de la riqueza y de la fecundidad.

Berthelot (1977: 122) señaló que, en las minas de oro de Carabaya, el Inca se había reservadolas minas de socavón donde los pedazos de mena eran de gran tamaño, mientras que a las comuni-dades les dejaba las de río. No cabe duda, como lo constataremos más adelante, que estas minas desocavón tenían un grado de sacralidad superior a los lavaderos de río. Esta diferencia se fundaba enla distinción que se hacía entre las mamas como lágrimas del Sol en el subsuelo y el oro en polvo oen pepitas como el granizo de oro. La luz que animaba unas y otras procedía, aparentemente, de dosentidades distintas. Para los Andes del sur, y en casi todos los contextos relativos a las minas de plata del Inca, constatamos que las «mamas» o «illas» , a menudo llamadas «papas», estaban igual-mente presentes en gran cantidad. El Inca, hijo del Sol, debía poseer estos concentrados de luzviviente que yacían en el subsuelo, sea que guardara las minas de socavón para él mismo o queestuviesen consagradas al astro solar:

1. En la mina de Tarapacá, cerca de Arequipa, que conocemos gracias a la descripción del cronistaPedro Pizarro:

[...] se tiene noticia de una veta que los indios tienen tapada, que dicen ellos era del Sol, de anchor de dos pies, toda de plata blanca. Lucas Martinez, vezino de Arequipa, uno de los conquistadores de este rreyno,labrava estas minas porque tenía en encomienda este pueblo de Tarapaca. Pues labrando en una queba dedonde primero sacavan plata para el Ynga, hallava unas papas rredondas como a manera de turmas detierra, quiero dezir como bolas rredondas que los yndios llaman aca papas [...] hallavanse estas papas de

plata sueltas entre la tierra, de peso de dozientos pesos, y de trezientos y de quinientos y de arroba y dedos arrobas y a veces de un quintal. Labrábase esto con grandes costas y halláuanse estas papas a tiemposque se críavan en esta cueba (Pizarro 1965 [1571: 221).

2. En Huantajaya, más al sur de Arica, en otra mina explotada por los incas, las fuentes señalan queal comienzo de la explotación colonial estas papas podían pesar hasta 100 libras.

3. A propósito de Potosí, otra mina incaica, el florentino Nicolás de Benino, consejero del virreyToledo, afirma que al arrancar las hierbas del suelo se arranca una especie de papas pequeñas de plata del grosor de una nuez,19 mientras que Ocaña considera que la mina era consagrada al Sol.

4. En Porco, otra gran mina del Inca en Charcas, Capoche señala que, en 1585, después de que la minahabía sido explotada pasado un buen tiempo, una sola bolsa podía rendir entre 8000 a 10.000 pesosde plata (Bouysse-Cassagne 1997b: 98).

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En todos los casos mencionados se trata de cantidades excepcionales de plata, a menudonativa, de modo que estas minas llenas de «mamas o de papas o de bolsas» podían aparecer particu-larmente fecundas y singularmente sagradas a los ojos de los incas.

Como ya ha sido demostrado en varios estudios anteriores (Bouysse-Cassagne 1997b; Platt

et al. e.p.), tanto los yacimientos de Potosí y de Porco en Charcas compartían las mismas caracterís-ticas: grandes cantidades de mineral nativo y de mineraltacana20 se encontraban concentradas enestas papas o bolsas. Las minas de Berenguela de Pacajes, igualmente explotadas por los incas,también producían plata nativa. Se trataba no solo de minas de excepcional riqueza sino del mejor delos minerales y de un mineral muy fácil de labrar con las técnicas vigentes de la época, como elmartillo, la utilización de cuernos de venado y de bolsas de cuero, todos muy parecidos a losinstrumentos usados a lo largo de la protohistoria europea (Fernández de Oviedo 1944 [1549];Sancho de la Hoz 1938 [1525]). Matienzo señala, además, que la plata nativa de Porco podía ser labrada sin ningún tratamiento metalúrgico y que bastaba entresacarla de la piedra (De Matienzo1967 [1567]: 132). En cuanto a latacana, se trataba de un mineral de plata de color muy blanco, de leymuy elevada y muy apreciado por estas calidades (Plattet al. e.p.).

Los trabajos de Heather Lechtman han demostrado que la metalurgia de eliminación desuperficies, y que constituía: «[...] un estilo tecnológico andino, permitió la especial atención pres-tada por los metalúrgicos al color y al brillo de los objetos de metal».21 La plata de las minas delCollasuyu fue considerada como excepcionalmente sagrada en la época incaica, y probablementeantes, por su color blanco y su abundancia. Según Ocaña, la plata de Porco no solo fue utilizada paraenchapar las andas del Inca, sino que fue engastada entre las piedras del Coricancha, el mayor templo del imperio (Plattet al. e.p.). En realidad, todas las minas ricas eran sacralizadas porque, comolo afirmaba Molina «El Chileno», el Sol era quien criaba las mamas y, por lo tanto, era el señor del oro.«[...] la orden por donde ellos funcaban (sic) sus huacas que ellos llamaban la idolatria, era porquedecían que a todas criaba el sol, y que decían que tenían madre y al maiz y a las otras sementeras ya las ovejas y ganados que tenían madre y a la chicha, que es el brebaje que ellos usan, decían queel vinagre de ella era la madre y lo reverenciaban y lo llamaban mama [...] y a la mar decían que teníamadre y que se llamaba Mamacocha».

Lo que se percibe es que si los habitantes del Collasuyu y de Charcas escondieron susminas a los españoles no solo fue en razón de su riqueza sino de su sacralidad y no cabe duda que,en tiempos incaicos, todos aquellos cerros tan ricos de plata y que contenían una parte de luz solar fueronwaka. Por eso, los mineros de Tarapacá cuya mina tenía una veta de plata blanca que perte-necía al Sol no la quisieron descubrir porque «sus hechiceros les decían se morirían todos y se lessecarían sus sementeras si la descubrían» (Pizarro 1965 [1571]: 222). Este fue, sin duda, el caso de

Potosí y de muchísimas minas más que contenían grandes cantidades de plata nativa. En todosestos santuarios mineros donde se manifestaba la luz de adentro del mundo se encontraba una poderosa fuerza vital que, más allá de la reproducción del mineral, permitía la reproducción de lasociedad entera.

4. Santuarios mineros del Collasuyu prehispánico

Las minas de Charcas constituían un gran complejo económico-religioso en el seno delTawantinsuyu y que, sin duda, existía antes de la llegada de los incas a la región. Cuando DiegoGonzález de la Caza (1588) realizó la extirpación de idolatrías de la mina de Porco, que pertenecía alInca, describe suwaka como constituida por tres piedras de mina de metaltacana y dice que estas

piedras habrían pesado una arroba (Plattet al. e.p.). Se trataba, con toda verosimilitud, de tresmamas de un mineral muy rico en plata, el más rico después de la plata nativa. Gisbert ha señalado, por su lado, que la presencia de ídolos triples abarcaba una región muy extensa, la que correspondía

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a un área que se extendía desde los yampara de Chuquisaca, hasta los charka de Sacaca (Gisbert[ed.] 1980: 28). Como fue demostrado en un estudio anterior (Bouysse-Cassagne 1997b: 98), pensa-mos que los ídolos señalados por Gisbert corresponden a ídolos de mina y que se trataba de illas.22

Entre 1581 y 1585, Cristóbal de Albornoz comenzó a redactar la famosa Instrucción para

descubrir las huacas del Perú

(cf . edición y presentación de Molina 1989 [1572]) Su experiencia personal en la minería le enseñó que «descubriendo las mamas que son madres de las minas [...],23 se pueden descubrir de ellas los minerales de donde salieron»; y, no cabe duda, las mamas constituíanindicadores del tipo de mineral que contenía cada yacimiento. Albornoz anotó, igualmente, algunosindicios que permitirían descubrir estas piedras, como los ceques o cachauis, que «son los señalesde ofrecimiento que a las tales guacas hacían», y los ritos que hacen a las piedras mamas: «los quevayan a labrar, el día que han de trabajar, mochan y beben a la tal piedra llamándola mama de lo quetrabajan» (Plattet al. e.p.). Los montes en cuyo interior se encontraban estas piedras eran igualmen-te venerados. Constituían la parte visible de la riqueza sagrada y varios santuarios de la zonacorrespondían a cerros y minas a la vez. En efecto, Calancha menciona que: «usaban los indios quevan a las minas de plata adorar los cerros o minas pidiéndoles metal rico [...]» (De la Calancha 1976-1981 [1638]: 842). Lo mismo pasaba en Potosí, Sacaca y Porco, donde existían wakas relacionadascon los cerros y las minas (De la Calancha,ibid .: 1167).

No muy lejos de Potosí, el jesuita Arriaga afirmaba, en 1599, que, «desde tiempo inmemo-rial» se concedía «una extraña devoción» a dos cerros, a pesar de los intentos tanto de la iglesiacomo de la justicia civil de destruir «estos diabólicos adoratorios». Estos dos cerros eran el HuaynaPotochi y el Potochi, y Arriaga fue quien logró destruir el santuario que estaba en la cima del CerroRico consagrándolo a San Bartolomé. Pero Bernardino de Cárdenas24 proporciona una informacióncomplementaria: considera, como Arriaga que las mamas cumplían funciones de oráculo, afirmandoque hablaban, y añade que estas llevaban los mismos nombres que los cerros. Estima, además, quecada cerro tenía una función diferente, por lo que los indios los invocaban en una especie de letanía,de la misma manera que los españoles invocaban a los santos. Bartolomé Alvarez confirma, por sulado, la frecuencia de los ritos en las minas, en particular en Potosí: «[...] las borracheras en Potosison más ordinarias que en otras partes. Todos los días de la semana estan bebiendo los curacas, ycon ellos no falta jamás quien beba» (Alvarez 1988 [1588]: 355-356).

La waka de Porco, fuera de sus funciones fecundantes, tenía muchas otras: era la divinidadde la guerra de la confederación charka y qaraqara, y propiciaba salud a la población como las demáswakas mineras. No cabe duda de que en la mina de Potosí, en la época colonial, los mineros seguíanvenerando a una o varias wakas que tuvieran poderes similares. En efecto, «todas las veces quesuben al cerro le van mochando [...] desde donde le dan la primera vista le mochan y le llaman señor,

y piden ventura y salud y riqueza» (Alvarez 1998 [1588]: 357). Fuera de su papel económico y político, la mina, como se verá, cumplía, como lugar de culto, otras funciones, algunas de ellas muysimilares a los lugares de culto del mundo cristiano, que también proporcionaban salud y riqueza.Constituían verdaderos santuarios y no cabe duda de que el conjunto del trabajo minero era untrabajo ritualizado, es decir, que la mita que involucraba a mineros venidos de muchas regionesdiversas no solo constituía el trabajo obligatorio conocido sino que este fue concebido como una peregrinación (taki).

Los mineros, al salir de sus respectivas comarcas, se postraban delante de los montes yapachetas, y dirigían sus súplicas a los montes que cruzaban en el camino durante el trayecto quelos conducía hasta la mina que iban a labrar. Al nombrarlos en forma de letanía, nombraban en

realidad sus wakas. Se sabe además, y lo confirma el caso de Potosí, que muchos montes llevaban unsantuario en su cima. De este modo, estas plegarias, que servían para enumerar una tras otra lasdiversas divinidades-montes, correspondían, quizás, a una memorización ritual ordenada visualmente

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y si, como lo afirma Albornoz, el orden de los santuarios correspondía a determinados ceques, nocabe duda que los mineros recorrían un camino sagrado.

Antes de entrar en el mundo oscuro del subsuelo practicaban sustaki y «borracheras».Algunos de estos rituales, en que alternaban bailes y libaciones, podían durar varios días. Existen

escasos datos de aquellos antiguos rituales, con excepción de un canto conmovedor, recordado por Guaman Poma, que hoy en día suena en nuestros oídos como la voz perdida de miles y miles demineros muertos:

¡Eh mujer lanuda!Máscara espantajo¿A donde irás? Mascarita¿A qué irás mascaritaA la mina? Mascarita¿Al lago Tuxllu? MascaritaUna vez allá

Una vez acá¡Qué alegría! ¡qué pena! (Albó 1986: 32).

En realidad, todo el proceso minero-metalúrgico era ritualizado, incluso el proceso de fundi-ción y la orfebrería:25 «Hay en Potosi hechiceros que hablan con el demonio más que en otras partes[...] Hay en Potosi gran numero de indios fundidores que llaman “guairizadores”. Estos funden oguairan para sí en una semana lo que han hurtado en la otra; y la semana que determinan de guairar se confiesan con sus confesores —que llaman ichuiri— en el principio de ella por fin de que el metaldé la plata y que la dé en abundancia. Y cuando estan guairando ofrecen coca en la guaira al fuego[...] tienen en sus casas un hornillo en que refinan la plata, en encendiendo el horno y poniendo la plata a refinar, comienzan a ofrecer coca en aquel fuego y algun abortivo de oveja o algun cuy, y las

cejas pestañas í lo estan mirando, como cosa que tiene ser o postestad de darles lo que esperan»(Alvarez 1998 [1588]: 356).

Potosí fue el mayor mercado de la coca de la Colonia, pero cuando Francisco de Toledoimpuso sobre este producto el 5% de alcabala, pagando a razón de dos por las demás especies, elvino, lógicamente, llegó a suplantar de manera parcial la coca en muchos rituales mineros. Sinembargo, más allá de algunas transformaciones de índole económico, lo que se percibe a través delos rituales mencionados, es que, como se constatará más adelante, algunos de los ritos de las minas perduraron aún mucho después de las extirpaciones de idolatrías, de manera que surge la pregunta:¿hubo de parte de los españoles una cierta permisividad frente a lostaki, «borracheras» y cultos engeneral, a cambio de facilitar una mejor explotación de la mina y un mayor rendimiento, y eso hasta

muy entrado el siglo XVIII? En efecto, como lo demuestra Vicente Cañete y Domínguez, sabemosque en aquellas fechas los mineros todavía seguían practicando muchos de sus antiguos ritos yalgunos de ellos, inclusive, perduran hasta hoy (Cañete y Domínguez 1952 [1787]).

4.1. Las primeras advocaciones de Potosí

La costumbre cristiana de bautizar las minas antes de explotarlas, de dedicarlas a la SantaTrinidad, a la Virgen o a los Santos constituía una práctica común en la Europa del siglo XVI. Colónlo atestigua en la Española y Biringuccio la reconoce en su tratado renacentista sobre metales ymetalurgia (Biringuccio 1977 [1540]: 17-18) y así se hizo también en los Andes. Probablemente, comoen otros casos, las diversas órdenes religiosas entraron en conflicto cuando se trató de dedicar unamina a un santo. Más que en otros casos todavía, la advocación del cerro de Potosí fue objeto demúltiples rivalidades entre las distintas ordenes religiosas que querían implantarse en esta riquísimaregión de Charcas.

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En efecto, una fuente inédita, que parece escrita por un religioso agustino, anota que en1561,26 y antes de que los agustinos se establecieran en la comarca, se denominó San Agustín alCerro Rico (BNP s.f.). Cuando, algunos años más tarde, en 1599, el jesuita Arriaga destruyó eladoratorio que estaba encima de Potosí, escribió que «[...] se avía hechado suertes para sacar a unsanto a quíen se dedicase y cúpole a San Bartholomé y vinóle muy bien por ser particular defensor

contra el demonio» (Egaña 1974). En toda la cristiandad mediterránea, San Bartolomé no solo cazabaa los demonios, sino que en la región de Sicilia, mejor dicho en las islas Eolies, era el santo que habíareemplazado a los viejos demonios que vivían al interior de los volcanes donde los cristianos ubica- ban el Infierno (Bouysse-Cassagne 1997b: 176) y esta creencia era muy difundida en toda la cristian-dad. Evidentemente, no es casual que la «suerte» designara en 1599 a este santo para reemplazar auna idolatría situada en un antiguo volcán en cuyas faldas se abría lo que se consideraba en aquelentonces «la boca del Infierno», en razón de las prácticas idólatras de los indios. Pero a partir de1615, a raíz de un «milagro» en favor de unos mineros que se habían quedado encerrados en la mina,fue cuando empezaron a multiplicarse los milagros hechos por la Virgen de la Candelaria y su culto,impulsado por los agustinos, comenzó a cobrar mucho más importancia, sin duda, que todos losdemás (BNP s.f.).27

Sería ingenuo pensar que la implantación del culto a San Bartolomé o a la Virgen logróerradicar instantáneamente los cultos andinos o que estos pudieron integrarse de inmediato a susfiguras. Arzáns y Vela escribe, en el siglo XVIII, que: «[…] tenían estos naturales en la quebrada quehoy llaman de San Bartolomé una grande Cueva naturalizada en piedra viva, donde un día a lasemana iban como en procesión a adorar al común enemigo que las más veces se les aparecía visi- ble», y añade el mismo Arzáns que:

Es memorable esta quebrada por la cual pasa el camino real de las provincias bajas y ciudades de Lima,Cuzco y otras por lo que en ella sucedía a los principios de la fundación de esta villa; pues pasando lasgentes por alli repentinamente se juntaban las dos peñas que son altisimas, y matándolos a todos se tornan

a abrir [...] afirman varios autores que el causador de estos daños era el demonio que habitaba en aquellacueva y añaden que después que se fundó en esta villa el colegio de la compania de Jesus, informados los padres fueron un dia llevando en procesión al apóstol S. Bartolomé y colocándolo en otra peña natural,cueva vecina a la grande al punto salio de esta el Demonio bramando y haciendo un espantoso ruido seestrelló contra la misma piedra, quedando hasta hoy las señales de un color verdinegro (Arzáns y Vela1975: 199).

En este caso, San Bartolomé cumplía funciones de exorcista o extirpador frente a un demo-nio que se manifestaba corporalmente en peña viva.28

Tanto en la minas de España como de Sajonia vivían gnomos o enanos que formaban parte

de la familia de los elementales y estos seres nutrían las múltiples leyendas del mundo del subsueloy de la mina. No cabe duda, como lo demuestran varios autores —Helmer (1978), Leonardini (1992)y Salazar-Soler (2002)— que estos personajes llegaron a poblar las minas andinas y que algunos deellos sobreviven hasta hoy. Se asegura que en las cavidades donde vivían se apreciaba una tenueluz verdosa, parecida al color de aquella piedra en la que estalló «el demonio» de la leyenda de Ar-zans. La cueva mencionada por este autor sigue existiendo y corresponde, probablemente, a unviejo lugar de culto prehispánico; lo cierto es que, hoy en día, los mineros se paran delante de elladurante la romería que tiene lugar en Potosí el 24 de agosto, día de San Bartolomé (Absi 2003: 12).

En la península, la Inquisición española asoció, a menudo, la actividad de buscar tesoroscon asuntos propios del demonio.29 Como inestimable ayuda contaba con un valioso libro llamadoEl Ciprianillo, auténtico florilegio de rituales, pactos con el demonio y búsquedas de tesoros. Paraentender algunas transformaciones de los dioses andinos prehispánicos no se debe olvidar que, para los cristianos, bajo la figura del diablo se escondían dos entidades a la vez: el diablo bondadoso

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que les proporcionaba el mineral y el maligno representado por los ídolos de los indios. Es probableque esta figura ambigua tuviera la capacidad de engendrar un nuevo culto.

4.2. La advocación mariana

En un reciente estudio, Malène Albert-Llorca demuestra cómo en España existía una viejatradición de edificar los santuarios marianos en lo más alto de los montes (Albert-Llorca 2002). Alreferirse al santuario de la Virgen de Montserrat, la autora demuestra cómo esta virgen llegó aapoderarse de un espacio montañoso que era lugar de devoción de antiguos cultos paganos y nosofrece varias leyendas de fundación de este viejo santuario benedictino de Cataluña. Una de ellascuenta que entre las rocas donde hoy se encuentra la basílica vivían los condenados y que hasta se podían escuchar los gritos de los pecadores entre ellas. Una de las puertas del Infierno se ubicabaen un lugar del monte llamado la Roca Forada, una roca agujereada.

Las representaciones de la Virgen de Montserrat demuestran que en España no se puededisociar a esta Virgen del monte donde se le rinde culto. En los Andes existen varias pinturas que la

representan, como las de la iglesia de Chinchero. Una de ella es obra de don Francisco Chiwantito.30

(Fig. 3). Lo que interesa en este caso son, obviamente, las similitudes temáticas y formales existentesentre la Virgen catalana y la Virgen de Potosí —aunque se trate de dos advocaciones distintas— dela que conocemos varias representaciones. Una de ellas es el famoso cuadro que se encuentra en laCasa de la Moneda de dicha ciudad, dado a conocer por los estudios de Gisbert en un enfoquedistinto al presentado en este trabajo (Gisbert [ed.] 1980: 82). En ambos casos, Montserrat y Potosí,se trata de una Virgen-cerro, las dos tienen la función de sacralizar un lugar de culto idólatra, estánencima de la boca del Infierno y ambas deben exorcizar la idolatría (Fig. 4).

Gisbert señala cinco cuadros que representan a la Virgen de Potosí, en los que a veces se leconfunde con el cerro mismo. En el de la Casa de la Moneda, el cerro sirve de manto a la Virgen, lo

que sigue la tradición hispana de vestir a la Virgen con un manto; otras veces la Virgen está sobre elcerro, como en la parroquia de Copacabana de Potosí (Gisbert [ed.] 1980: 17-19). Todas las fechas deestos cuadros son posteriores al mencionado milagro de 1615, con excepción de un dibujo atribuidoa Tito Yupanqui (aunque el autor de esta atribución, Vizcarra, parece ser una fuente poco fiable).31

Con la intención de demostrar el sincretismo del cuadro de la Casa de la Moneda, Gisbert propuso que la figura de la Pachamama llegó a confundirse con la Coya y que, a su vez, esta fuesustituida por la Virgen. La autora considera que estas sucesivas identificaciones se dieron «tantoa nivel popular como a nivel erudito eclesiástico» (Gisbert [ed.] 1980: 83). Nuestra interpretacióndifiere en varios puntos con la de Gisbert:

1. Por un lado, una Virgen-monte, como la de Montserrat, que correspondía a una iconografía muydifundida en el mundo hispano y que llegó a ser conocida en el Perú antes de que el cuadro de laCasa de la Moneda fuese pintado, pudo servir de modelo plástico a los cuadros mencionados por Gisbert, aunque se tratara de otra advocación sin que existiera un proceso de sincretismo.

2. Por otro lado, conviene tomar en cuenta que la intención evangelizadora de sustitución de unculto por otro se logra pocas veces en su totalidad y que las creencias prehispánicas no encuentranforzosamente equivalencias en todos los detalles con las del mundo cristiano.

Si bien no cabe duda, como lo afirma Gisbert, de que la implantación de la Virgen del Cerrocorrespondió a una voluntad evangelizadora por parte del clero —y en especial de los agustinos—,como lo demuestran los tempranos milagros de la Candelaria, me parece, sin embargo, que este cultodio lugar a una práctica sumamente compleja en la que la fusión de los componentes cristianos y delos indígenas no se llevaron a cabo como si se tratase de una reacción química.

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Fig. 3. La Virgen de Montserrat (de Flores Ochoa et al. 1993: 121).

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Fig. 4. La Virgen-cerro, Casa de la Moneda (de Mujica et al. 2002-2003: 61).

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En efecto, Gisbert propone una cadena de figuras que irían sustituyéndose y sumándose —la Pachamama, la Coya, la Virgen— para dar lugar a la Virgen-Cerro como figura sincrética. Sinembargo, no hemos encontrado dato alguno que permita afirmar la existencia de un culto a la Pacha-mama en las minas de la región considerada. Se puede afirmar, a pesar de ello, que el culto a la Coyaera todavía el objeto de una práctica en estas minas hasta muy entrado el siglo XVII. De esta manera,

pensamos que el culto a la Coya y a la Virgen no constituyeron forzosamente el objeto de prácticassincréticas, sino que estas pudieron ser concomitantes.

Una figura de Virgen —como la de la mina de Oruro, por ejemplo, donde es venerada aún bajo el significativo nombre de Mamita del Socavón— pudo haber sido confundida por los indios,no con el cerro mismo, sino, como lo indica su nombre, con el culto a la «mama» del mineral. Existen,además, múltiples representaciones de vírgenes pintadas sobre grandes piedras, como en Urcupiña,en la región de Cochabamba, que validan esta interpretación. En este ultimo caso, el culto mariano,nacido en el siglo XVIII, sigue siendo un culto a las piedras practicado hasta hoy en día. Los peregrinos que van a esta romería arrancan del suelo piedras de tamaño descomunal que llevan a suscasas con el fin de obtener suerte y riqueza, y consideran a la Virgen como la «mama» por excelencia,

la fuerza animadora de toda la peregrinación.5. El guardián de las minas

Las fuentes que nos informan sobre algunos cultos a las divinidades prehispánicas de lasminas son tardías y en el mejor de los casos proceden de las extirpaciones de idolatrías de fines delos siglos XVI y XVII. Todas demuestran que, a pesar de los intentos de sustitución de los cultosidólatras por la Virgen por parte de la Iglesia, estos perduraron junto con los ritos que los acompa-ñaban. Más adelante nos referiremos a ellos.

Como lo anotó Marie Helmer en 1978, en muchas minas los mineros siguieron rindiendo un

culto a una piedra que consideraban comomallcu, walchi osupay, lo que perdura hasta hoy (Helmer 1978: 231-236), sin que existiera mención alguna a un culto cristiano. El padre Bernardino de Cárde-nas, que fue arzobispo de los Charcas y extirpador de la comarca, escribe, en 1632, que los indios queiban a Potosí consideraban al cerro como el hijo delCapac Yquey explica:

[...] vi en las casas el lugar y asiento que tenían puesto para quando venía el demonio, al qual veían algunasveces en diferentes figuras, otras no le veían sino le oían hablar y entre las cosas que averigue como una vezles dijo que el era el Señor rico y por eso aquellos indios en su lengua le llaman capac iqui que quiere decir Rico Señor o que el cerro de Potosi era su hijo y asi lo adoran los yndios y que el les dava la plata y queel dios de los españoles no la tenía, que por eso venían desde Castilla a quitarles la que el les dava [...] y que juntamente le podían tener a el por su dios en primer lugar y luego al de los Espanoles, y así lo hacen

muchos indios.Y vez hubo que les dixo que la Ymagen del crucifixo que estava en la iglesia era suya y quea él le habían de adorar en ella, y lo hacían así» (De Cárdenas 1602).

Bartolomé Alvarez confirma este dato afirmando que, en el siglo XVII, los mineros seguíanrezando al Cerro Rico llamándolo «Señor»,32 y en otro capítulo de su Memorial, De Cárdenas reiteraque «[...] una vez un demonio con nombre del idolo llamado capac iqui que quiere decir rico señor,habló a muchos indios que le estavan adorando, y les dixo entre otros herrores que era maior pecadono servir al tiniente que la borracheras [...]» (De Cárdenas 1602).

Todo parece indicar, entonces, que a mediados del siglo XVII, el culto a la Virgen-monte nocorrespondía a una práctica popular o, si había sido adoptado por los mineros, no impedía la prácticade un culto autóctono de mayor profundidad histórica. ¿Quién era, entonces, aquelCapac Yque,aquel «Señor Rico», padre del Cerro de Potosí al qué a veces parece haberse superpuesto la figuradel Cristo de la iglesia?

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En el idioma pukina, hoy desaparecido, la palabra «Yque» significaba ‘padre’ y la voz «capac»se refería a la vez a la autoridad y al estatuto de rico y poderoso.33 Bajo la advocación de «capacyque» se ofrecía entonces un culto a una entidad que tenía, al mismo tiempo, un estatuto sagrado yel poder de dar el mineral.

Cuando De Cárdenas estuvo en Potosí, manifestó haber quitado ídolos de la mina, aunquesin ofrecernos más pormenores al respecto. Pero si damos crédito a lo que escribe Arzans y Vela enel siglo XVIII, algún que otro ídolo, relacionado con el Sol, se encontraba aún en la mina en aquellafecha. Además, gracias al viaje que hizo Ocaña en esta comarca, sabemos que el Cerro Rico estabaefectivamente consagrado al Sol. El Capac Yque, padre del cerro, pudo haber sido el Sol.

Sin embargo, no deja de llamarnos mucho la atención el uso de una palabra en idioma pukinacomoCapac Yque en el caso de Potosí, una región predominantemente aymarahablante y donde nohay huella de idioma pukina en el siglo XVI y menos en el XVII, que es cuando escribe De Cárdenas(Bouysse-Cassagne 1975).34 El idioma pukina, en su mayoría hablado en torno al Titicaca en aquellaépoca, fue, junto con el aymara y el uruquilla, probablemente una de las tres lenguas de la sociedadtiwanaku, como lo hemos demostrado hace años (Bouysse-Cassagne 1975). ¿Era «Capac Yqui» elSol de los puquinas que se adoraba en Tiwanaku?

Los recientes trabajos de Mark Abott y de Alexander Wolffe (2003) plantean nuevas hipóte-sis en cuanto a las fechas de explotación del cerro. Contrariamente a la idea generalizada del descu- brimiento del Cerro Rico por los españoles en 1545, los dos climatólogos piensan que la principalmina de Charcas fue explotada durante esta época y siguió en uso hasta la caída de este imperio entorno a 1100 d.C. A lo largo del Periodo Intermedio Tardío la actividad metalúrgica en el cerro seredujo considerablemente, pero fue alrededor de 1400 d.C., con los incas, que recobró su vigor deantaño, sobrepasándolo incluso. Estas fechas, sin embargo, aún requieren su confirmación.

Quien nos ofrece la explicación más convincente y compleja de la voz «Ique» es, una vezmás, el padre Alvarez. Al comparar este término con el concepto cristiano de «alma», no solo seconfirma que la expresión «ique» no pertenece al idioma aymara, como ya se constató, sino queAlvarez le atribuye el mismo sentido que la palabra «mullo»: «[...] otros dicen que lo que llamanmullo en lengua aimara, es una cosa que en el hombre vive y se le pierde, no del todo sino cuandomás espavorido de un temor se queda sin sentido, como muerto o atónito [...]», «[...] oyendo predi-car del alma han considerado que lo que ellos llaman mullo es el alma. Dicen algunos que lo quellaman mullo —y en otra lengua yque— que no moría ni se perdía ni se acaba». «Pues el hombredecís que va allá debajo de la tierra a vivir, y que va a ver a vuestros padres y a estar con ello, qué parte del hombre es la que va como lo entendéis? Porque el cuerpo siempre lo veís en la sepultura,

‘yque’ decis —que no sabeís si va, o qué se hace—: qué parte del hombre va adonde estan sus padres?» (Alvarez 1998 [1588]: 145).

De estas explicaciones podemos deducir que «ique» parece acercarse al concepto quechuade ‘supa o camac, alma del muerto’ o fuerza animadora, un principio vital contenido en el ancestroque no se pierde (Taylor 2000: 27), y que estaría contenido en el Sol, siendo este el Ique por excelen-cia: elCapac Ique.

Esta clase de advocación era, al parecer, común en las minas del centrosur andino. Unejemplo significativo de las relaciones entre el monte, la mina, el antepasado y el Sol se encuentra enun documento relativo a las minas de oro de Chuquiabo, donde, en 1586, los mineros «adoraban una

guaca que llamaban Choqueguanca, lo que significa el Señor del oro que no mengua, porque al piedel dicho cerro y junto a él estan muchas minas de oro» (Jiménez de la Espada [ed.] 1965: tomo I, 346).En este caso, entendemos cómo el monte donde se encontraba la mina estaba asociado a unawaka,

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que era unahuanka de oro (choque), es decir un ancestro litomorfizado (huanka), parecido a losque presidían a la multiplicación de las cosechas y que se encontraban en las chacras. Este era elreceptáculo del «alma», delcamaquen. En relación con la producción de mineral, directamenterelacionado con el Sol o el Rayo, antepasados por antonomasia, los huankas «criaban» las piedras(cf . Duviols 1978; Taylor 2000).35

En Potosí, elCapac Ique, el «Rico Señor» que «daba la plata», quizás se encarnaba en unahuanka, como en Chuquiabo . Esta piedrahuanka, receptáculo del «supa o camac» fue el origen delsupay, diablo que conocemos hoy en las minas bolivianas. Como lo demostró Taylor, con la evange-lización esta palabra pasó del sentido de alma del ancestro, a la de sombra o diablo (Taylor 2000: 19).

6. El culto al otorongo

El ya citado Memorial escrito por De Cárdenas, que utilicé en un trabajo anterior (De Cárde-nas 1602), proporciona otros datos importantes sobre un culto a una entidad sagrada a la queseguían rezando los mineros en el interior de la mina de Oruro en 1632.36 Este podría corresponder a

un antiguo culto compartido de gran difusión que analizaremos en adelante.De Cárdenas escribe, refiriéndose a los ritos practicados en Oruro: «[...] casi todos mueren

en lastimoso estado de idolatría porque en la mina cometen malas idolatrías, llamándola señora yreyna y diciéndole que se ablande y ofreciéndole en sacrificio una hierva maldita que llaman coca[...] la compran los indios para que les diese fuerza y no es sino terrible engaño del demonio, al cualhacen idolatría los indios llamándole Otorongo que quiere decir tigre fuerte y le ofrecen unas raícesque llaman curu que también desterraría yo si dios me diese mano».Este rito tiene dos momentos ydos protagonistas: uno de ellos es la señora y reina, es decir, la Coya, a quien los mineros ofrecen probablemente suaqullicu de coca para que la veta se ablande y que la extracción del mineral seamás fácil, y el otro es el otorongo, o jaguar, a quien ofrecencuru.37 Nos detendremos ahora en esta

última secuencia del rito, la que requiere de un análisis detallado. Luego se tratará de comprender cuál pudo ser la función ceremonial de la planta llamadacuru.

El Otorongo era la divinidad de la montaña, es decir del bosque tropical del piedemonte delos Andes orientales.38 En el monte Pitusiray, que se divisa desde el Valle Sagrado de Yucay, recorri-do por el río Vilcamayu (‘río del sol’ o ‘de la villka’), se rezaba al otorongo, se le ofrecía niños ensacrificio y era uno de los santuarios, vecino al Cusco, dedicado a este animal (Fig. 5). Son numero-sos y conocidos los estudios etnográficos de los grupos amazónicos que hablan de ritos al otorongoy que describen cómo los guerreros se pintaban el cuerpo o llevaban pieles de jaguares cuandosalían al combate.39 La asociación entre los felinos (jaguar, puma, gato) y la esfera de lo sagrado eramuy común antes de los incas y en su época.

Por regla general, durante los combates se pensaba que los guerreros valientes se transfor-maban en fieras y que «al cambiar de piel» adquirían las características del animal que los animaba(Garcilaso 1945 [1609]). Entre los incas, loscinchi eran considerados como «hombres esforzadosque corrían con la misma rapidez que un otorongo». Estos estaban en condición de mandar a losguerreros40 en razón de su valentía. La palabra «cinchi» equivalía también a «huaminca» y a«pumayna», es decir a ‘capitán’ (González Holguín 1952 [1608]: 175).

Guamán Poma señala que el Inca Pachacuti, que tenía fama de guerrero, peleaba con «su piedra de oro» y tenía «ojos de león» (Guamán Poma 1936 [1615]: fol. 109). Según Guamán Poma, losconquistadores del Andesuyu, Inca Roca y su hijo Otorongo Achachi —por otro nombre ApuCamac Inga— llevaron, efectivamente, el titulo de «Otorongo», aunque Sarmiento de Gamboa atri- buye a otros gobernantes, Tupac Yupanqui y su hermano Otorongo, la entrada y conquista delAndesuyu. De todas formas, según ambos autores, los dos llegaron hasta Carabaya (Fig. 6).

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Guamán Poma no solo describe y dibuja sus respectivas transformaciones en jaguares, sinoexplica que los incas ostentaron un otorongo en sus armas a raíz de la conquista del Andesuyu. En pocas palabras, parece que el otorongo fuera considerado como portador de una fuerza oriunda deaquellas tierras y que animaba los incas (camay). En consecuencia, el Inca conquistador del Andesuyuno solo fue elevado a la dignidad de ancestro fuerte y valeroso como Otorongo Achachi, es decir, el«antepasado otorongo», sino que llevaba, significativamente, el titulo de Apu Camac Inca.41

Antes de proseguir nuestro análisis sobre las posibles funciones simbólicas del otorongoen relación a las minas, conviene detenerse con el fin de hacer un breve repaso de otras fuenteshistóricas. Guamán Poma y Santa Cruz Pachacuti consideran que el Inca Pachacuti conquistó lasminas de oro de Carabaya, donde se encontraban las famosas minas de Carabaya y Larecaja, des- pués de haber sometido todo el Collasuyu. Estas ocupaban los cerros «Apuruma y Villcabamba y elRio Grande de Callana e Ipara y San Juan del Oro y San Cristóbal» (Jiménez de la Espada [ed.] 1965:tomo II, 69) que lindaban con las poblaciones amazónicas.42 Por otra parte, tanto Cabello Balboa, queutilizó la Relación perdida de Cristóbal de Molina, como Sarmiento atribuyen a su hijo Tupac Yupanquino solo esta conquista, sino la de las minas de Porco, Tarapaca y Chuquiabo (Cabello Balboa, enSarmiento 1943 [1572]: 225).

Los incas, como sabemos, dieron en explotación las minas de Carabaya a grupos demitmakuna procedentes de la ribera omasuyu del lago Titicaca, donde se hablaba pukina y aymara,

Fig. 5. El monte Pitusiray (de Guamán Poma de Ayala 1936 [1615]: 268).

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reservándose para su dominio las minas de socavón que contenían la mayor cantidad de mamas(Berthelot 1977; Bouysse-Cassagne 1997b).43 Durante el reinado de Pachacuti, cuando se celebraronlas fiestas del nacimiento de su hijo Amaru Ttopa, «[l]os curacas y mitimaes de Carabaya trae alChoquechinchay animal muy pintado, de todos los colores apu de los otorongos» (Pachacuti YamquiSalcamaygua 1993 [1615]: 224). Es decir, los mitimaes mineros venidos de la región omasuyu delTiticaca y los indios de Carabaya y del Andesuyu, veneraban al mismo dios: el jaguar celeste,

choquechinchay o gato de oro, y este era, además, elapu de los otorongos.Asociado con Venus en su manifestación vespertina por Juan Santa Cruz Pachacuti (1993

[1615]: fol. 13v), coronado de un arco iris de todos los colores, elchoquechinchay era el felinovolador que escupe granizo y estaba a menudo relacionado con la estación de lluvias. El diccionariode quechua moderno de Lira lo menciona como «un animal parecido al gato montés y que es unintermediario entre la onza y el gato doméstico. Dice también que es un nubarrón que presagiagranizada» (Lira 1944: 476). Era la figura arquetípica de los otorongos terrestres, suapu, su fuerzaanimadora, pero todo parece sugerir que podía tratarse también de un dios del subsuelo rezado por aquellos ejércitos de la sombra que eran los mineros, que recogían las piedras de minas, asimiladasal granizo.44

No existen datos directos que permitan interpretar la existencia del culto al otorongo en lasminas de Oruro como la posible difusión de un culto previo ya existente entre los mineros de oro de

Fig. 6.Otorongo achachi(de Guamán Poma de Ayala 1936 [1615]: 115).

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Carabaya o de un culto compartido en las demás minas del sur andino en una época remota. Sinembargo, conviene considerar que tanto en la Amazonía como en los Andes —y en este último casodesde antes de Chavín— los felinos sirvieron para crear símbolos imbuidos de una serie de cualida-des sociales y metafóricas que solo pueden entenderse dentro de una realidad mítica y un conjuntocomplejo de actividades simbólicas que pudieron variar según los contextos y los momentos histó-

ricos. No obstante, y a pesar de que no estemos en condición de entender este culto minero en todasu extensión, una de las pruebas de su difusión y duración se observa en la iconografía de la iglesiade Colcampata, en la región del Cuzco. Esta iglesia colonial, construida encima de una mina cuya boca fue sellada por la pila bautismal, ostenta, en su entrada principal, un pórtico decorado configuras de numerosos felinos (Fig. 7a, b).

De manera más general, la figura del jaguar fue relacionada con cultos chamánicos a menu-do acompañados del consumo de sustancias psicotrópicas no solo en la Amazonía, sino en todo elmundo andino, como lo demostró José Antonio Pérez Gollán (1986). Un ejemplo respectivo se tieneen el hecho de que los mineros hicieran uso de las raíces de un tabaco salvaje, elcuru ( Nicotianatricholine), cuando pedían al otorongo su fuerza, lo que revela, fuera de toda duda, la existencia deun culto chamánico.45 En este caso, los mineros, que absorbían la planta psicoactiva antes de pene-trar en la mina, habían bebido y bailado durante días y noches seguidos. En la oscuridad de lossocavones, después de haber ofrecido su coca a las mamas, caminaban en el mundo de adentro.Como los valerososcinchi y los chamanes, los mineros estaban, entonces, en condición de ser animados por el otorongo, al que pedían su fuerza.

Las mismas substancias psicotrópicas no se usaron en todas las regiones andinas. Su usovariaba, pero era muy difundido y desde hacía mucho tiempo. En el Collasuyu, al norte del Titicaca,el consumo de alucinógenos se remonta a la cultura Pucará (250-380 d.C.) y, en consecuencia, esanterior a Tiwanaku. En tierras callawaya (Collawaya o Carabaya), el ejemplo de la tumba de NiñoKorin, descubierta por Wassén, demuestra el uso de lavillka en la época tiwanacota, por lo que se puede sugerir que, si existió un culto al otorongo en las minas de oro de Carabaya y de Vilcabamba,este estaba asociado con esta planta alucinógena, la que, a su vez, estaba muy ligada al culto solar.46

Múltiples intercambios se dieron tempranamente entre zonas de consumo y zonas de pro-ducción, por ejemplo entre el norte chileno y la zona del Titicaca, o entre el norte argentino y laszonas más húmedas del piedemonte cercanas al Pilcomayo. Cada región elaboró sus propias tradi-ciones. Tratándose del material argentino, sin evidencias de contacto tiwanacota, o de las tabletasde rapé del desierto de Atacama, muy influenciadas por esta cultura, en todos los casos el otorongoconstituye una de las figuras representativas ligadas a la parafernalia del consumo de alucinógenos(jeringas, tubos inhalatorios, tabletas), independiente de la sustancia utilizada, como lo señala Pérez-

Gollán (1986). Todos estos casos constituyen evidencias de la presencia de cultos muy antiguosrelacionados con productos de intercambio procedentes de la Amazonía o del piedemonte amazónico.Estos cultos, como el dedicado al otorongo en las minas del Collao y de Charcas, deben entendersedentro de este amplio marco.

Con estos datos conviene volver a las evidencias procedentes de la región minera que puedan apoyar nuestra demostración. Cuando los mineros de Tarapacá estuvieron a punto de mos-trarle a Lucas Martínez la mina de plata que pertenecía al Sol: «[...] sus hechiceros les decían semorirían todos y se les secarían sus sementeras si la descubrían», luego «la tierra tembló muy recioy visto los indios el eclipse del sol y el temblor de la tierra dijeron que aunque los matasen nodescubrirán la mina, y ansi lo hicieron, que nunca quisieron mostrarlla» (Pizarro 1965 [1571]: 222). De

la misma manera, una cartaannua de los jesuitas, escrita en 1599 por el padre Rodrigo de Cabredo,relata la manifestación de unsupay en forma de tempestad, truenos y aire que, paulatinamente, setransformó en un temblor de tierra (Polia 1999: 236-237). Al mismo tiempo que el hechicero tiene

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visiones de edificios derrumbados, la tierra se estremeció, hasta que se oyó, de manera distinta, lavoz poderosa de un tigre que dijo llamarse Tunari, nombre de una sierra vecina a Chuquisaca.

Arzáns y Vela nos cuenta, a propósito de Potosí, una anécdota reproducida en forma reite-

rada, pero mal interpretada. Menciona que cuando Huayna Capac ordenó a sus mineros que abrieranlas vetas del cerro: «[...] se oyó un espantoso estruendo que hizo estremecer todo el Cerro, y tras esofué oida una voz que dijo: no saques plata de este cerro porque es para otros dueños [...] Asombrados

Fig. 7. a, b. La iglesia de Colcampata (de Ma-cera 1993: 123).a

b

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los indios [...] dijeron al rey lo que había sucedido, y al llegar a la palabra del estruendo dijeronPotocsi». La voz era descomunal y poderosa al punto de estremecer la tierra desde lo más hondo desus entrañas como si fuera un temblor o una erupción; se trataba, probablemente, de la del felinosolar, a quien estaba consagrada la mina.

7. La waka del Titicaca

Los incas, particularmente Tupac Yupanqui, asociaron su mito de origen con el Titicaca yemprendieron una reforma religiosa a gran escala de la península de Copacabana y de sus islas,anteriormente ocupadas por los descendientes del imperio de Tiwanaku, que ahí veneraban suswakas (Bouysse-Cassagne 1992). A mi juicio, no se ha considerado en forma suficiente la resistenciade los collas, ni en tierra firme, donde fueron masacrados junto con su jefe, ni en las islas, dondealgunos grupos se habían refugiado.47 En numerosos casos, como en la isla de San Andrés, estaresistencia duró varios años, pero acabó en una cruenta masacre perpetrada por los incas. En otroslugares, como en la Isla del Sol, sus habitantes fueron desplazados hasta la orilla de Yunguyo, conexcepción de algunos maestros de ceremonias.48 Finalmente, los incas lograron exterminar muchos

ritos de los pukinas y collas (De Lizárraga 1987: 68),49

quienes se habían rebelado contra ellos.50

En la segunda parte de su crónica, Cieza de León atribuye a Wiracocha Inca la primeraincursión inca en el Collao (Cieza de León 1986 [1553]: 125). Según Cobo y Ramos Gavilán, Pachacutifue el primero en visitar las islas del lago (Cobo 1964 [1653]: 82). Sin embargo, fue Tupac Yupanqui,devoto de la waka de la isla Titicaca, quien entró en las Islas del Sol y de la Luna, poblando la penín-sula de Copacabana demitmakuna pertenecientes a 24 naciones diferentes. Este inca organizó elnuevo culto a lawaka de Titicaca, anteriormentewaka de los puquina, colla y uro colla,51 y tambiénemprendió una búsqueda sistemática de nuevas minas en todo el Collao (Murúa 1987 [1616]: 90).52

Guayna Capac, su hijo, en su visita al Collao, nombró gobernador del Collasuyu a Apu Inga

Sucsu, quien pertenecía a la panaca de Wiracocha. Apu Inga no solo era el mayor funcionario delcuadrante sur del imperio, sino que era el sacerdote mayor del templo de la Isla del Sol (SantosEscobar 1984, 1987, 1990). El hijo de Apu Inga Sucsu, el famoso Apu Challku Yupanqui, quien heredólos cargos de su padre en la isla, fomentó la organización del trabajo en las minas de la región y enlas chacras de coca de Cochabamba, productos íntimamente ligados tanto a la economía como a lasimbología del imperio (Plattet al. e.p.). Por último, fue pariente de Alonso Wiracocha, hijo deChallku Yupanqui, el famoso Francisco Tito Yupanque, quien fabricó la talla de la Virgen deCopacabana, perpetuando, de esta forma, la influencia religiosa de esta panaca hasta la Colonia.

Al organizar el culto solar de las islas, Tupac Yupanqui y Guayna Capac se situaban en la perspectiva de una conquista religiosa del viejo dominio de Tiwanaku, lo que dio lugar a una guerra

con fuertes implicancias religiosas (Bouysse-Cassagne 1992). Este último inca pensó que la panacade Wiracocha, a la que pertenecía, era la más indicada para ocupar un puesto de gran relevanciareligiosa y para custodiar un santuario estrechamente ligado al mito de origen de los incas y al cultosolar.53 En el marco de esta política religiosa, la implantación de esta panaca favoreció una nuevainterpretación de los viejos mitos lacustres, hecho que dificulta cualquier interpretación que poda-mos hacer de ellos hoy en día.

Betanzos (1987 [1551-1557]), Pizarro (1965 [1571]), Acosta (1988 [1590]) y otros autoreshablan de un héroe mítico o de un Inca cuyo nombre era Wiracocha, que salió del lago y que Záratellama «espuma del agua». Betanzos, Sarmiento (1943 [1572]) y Molina «El Cuzqueño» (1989 [1572])mencionan que, después de recorrer el mundo, desapareció en el mar.

Ya que los textos de las extirpaciones de idolatrías de Cajatambo designan al dios wari —elviejo dios de Chavín— como «sol» y que lo registran como un dios que representa al ancestro y

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cuyo dominio son los lagos, los puquios, las aguas subterráneas, es decir, el mundo de adentro,Pierre Duviols (1993 [1615]: 90, 148, 388) se pregunta si el Sol, en su cara oscura de «Sol nocturno»o wari, que vive en las aguas del mundo de abajo, no es el mismo que el dios Wiracocha que, alamanecer, en la primera edad del mundo, surge del lago Titicaca (o «Wari cocha», que quiere decir ‘ellago del sol’) en forma de sol diurno. La hipótesis de Duviols, que no contradice lo que sabemos de

los cultos del mundo minero, evoca la existencia de un culto muy antiguo y aboga, en definitiva, afavor de la implantación de la panaca de Wiracocha en el lago en relación con el culto solar. Sinembargo, conviene prestar más atención a la descripción del culto de la isla de Titicaca para enten-der cuál fue el culto antiguo que pudo haber sido reinterpretado o sustituido por los incas, ya queeste no corresponde a la descripción de la imagen de Wiracocha hecha por Betanzos, si bien sícorresponde a la época de Pachacuti, aunque Duviols contempla la hipótesis de que esta fue reem- plazada varias veces.

Los datos proporcionados por Ramos Gavilán nos remiten a imágenes que nos son familia-res y que pueden ser representativas de un antiguo culto existente ya en Tiwanaku (Stanish y Bauer 2004: 21-42). La palabra «titi», que significa ‘gato montés’ en aymara y ‘escollo’ en quechua, nos

remite a aquel animal también llamado «choquechinchay», considerado «apu de los otorongos»,waka de los callawayas (que formaban parte de los collas, quienes hablaban un idioma emparentadocon el pukina) y que estaba en relación con la entidad celeste del mismo nombre. Pero la palabra«titi» tiene también el significado de ‘plomo o estaño’, mineral que caracteriza al Collasuyu. Siendo«titi» a la vez estaño y gato montés, la palabra «titicamana» significaba en aymara tanto ‘el mineroque sacaba el plomo’ (o el estaño) como ‘el que tenía como oficio de coger los gatos montesesy de aderezar sus pellejos’ (Bertonio 1984 [1612]: 313), de tal forma que el oficio de curtidor de pielesde gatos monteses se equiparaba simbólicamente con el de minero.54 Por otro lado, a las hijas de lostiticamana —mineros y curtidores— se las llamabantiti,es decir, gatos monteses. En cuanto a los hijos,que luego heredaban el oficio de sus padres, llevaban el nombre decopa, que es el de la piedra decolor azul verdoso que designaba al ídolo de Copacabana, situado frente a la Isla del Sol.55 Ambos

ídolos, emparentados con el mundo sagrado de la minería, nos remiten a creencias muy antiguas.En un primer momento, la voz «Titicaca» designó a la isla Titicaca como isla «de la tierra del

plomo» o «isla del gato montés» y, por extensión, llegó a denominar de esa manera al lago.56 Por otro lado, el mito de origen del santuario de la Isla del Sol, transmitido por Ramos Gavilán, estableceuna relación directa entre la luz que despide el gato montés que vivía en la peña sagrada y el astrosolar, por lo que ambos pueden equipararse. Este mito relata lo siguiente: «Fingen los indios queen tiempos pasados se vio un gato en la peña con gran resplandor, y que de ordinario la paseaba,de aqui tomaron motivo para decir que era la peña donde el sol tenia sus palacios y asi fue el mayor y mas solemne adoratorio que tuvo el reino dedicado a este planeta» (Bouysse-Cassagne 1980b:108-120).

Además, Ramos Gavilán, refiriéndose a las múltiples leyendas europeas que considerabanque las piedras, peculiarmente los carbunclos, eran fuente de luz,57 añade un dato muy importanteque nos hace sospechar que lawaka de la isla fue probablemente una «mama», una de estas piedrasde gran tamaño que provenían directamente de las secreciones del sol, sean estas lágrimas oescupitajos: «[...] si no es que ya aquel gato fuese el animal que llamamos Carbunco [...] y queguiados de su resplandor habían ido en su seguimiento, hallándose burlados después, porque esteanimal tiene tal instinto que con una cortina, o funda belloza que le dio la naturaleza, cubre la piedra[...] Tiénese por muy sin duda haber tenido el Inca algunas de estas piedras, en particular una muygrande que llamaban Intiptoca, que es lo mismo que cosa escupida del Sol» (Ramos Gavilán 1976[1621]: 46).58 De esta manera, estaríamos en presencia de la imagen solar del felino, asociada con una piedra «mama», perteneciente probablemente a un viejo culto tiwanakota o, incluso, anterior a él.Esta imagen dio origen a muchas otras, ya que la influencia de la peña sagrada se hizo sentir en unaamplísima comarca.

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La más famosa piedra poseída por un Inca era un cristal caído del cielo en la fuente deSusurpuquio, que reflejaba la imagen del Sol y que habló a Tito Yupanqui según la leyenda contada por Molina (1989 [1572]: 60-61). Esta imagen era la de un Inca revestido de la piel de «un león», conotro león entre las piernas y varias culebras enroscadas. Este era, probablemente, elintiptocamencionado por Ramos: un cristal que reflejaba el Sol. En susExhortaciones, Villagómez habla de

«unas piedras pequeñas de cristal a modo de puntas y esquinadas que llamaban lacas» que seguardaban (Villagómez 1919 [1649]: 146). Estas maravillas de la naturaleza que aprisionan y descom- ponen la luz fueron un artefacto ritual común entre los incas y nada imposibilita que su uso hayasido anterior a ellos.

Guamán Poma de Ayala, que nos brinda un excepcional momento de sacralidad introducién-donos en el Templo del Coricancha, da a conocer el uso de estos espejos de cristal. En esta ocasión,asistimos a una ceremonia íntima de adivinación en la que Topa Yupanqui se dirige al Sol y recibesus respuestas. Las paredes del templo están cubiertas de oro, mientras que numerosos cristalescuelgan del techo y a los dos lados se encuentran dos leones apuntando al Sol. «Alumbraba de lasventanas la claridad de los dos partes, soplavan dos indios y [...] Entrava el viento del soplo y salíaun arco que ellos llaman cuychi. Y alli en medio se ponía el inca, incando de rrodillas, puesta lasmanos, el rostro al sol [..] los demonios le iban respondiendo lo que pedía».

En su estudio sobre el Punchao, Duviols, basándose en una descripción del jesuita AntonioVega relacionada con el fin del imperio en Vilcabamba, propone una aproximación a la figura de ladivinidad del Coricancha al final del imperio, como la de un ser masculino cuya cabeza esta coronada por una serpiente bicéfala en forma de arco y con un par de felinos de ambos lados. Constatamosque esta descripción corresponde también a la de Guamán Poma, que escribe entre 1583 y 1615, ycontrasta con el Sol-Wiracocha antropomorfo de la época del Inca Pachacuti. Ignoramos, sin embar-go, cuando apareció esta divinidad bajo esta forma en el panteón inca y cuál fue el Inca que la promovió. Duviols señala que su imagen corresponde a la cerámica tardía de los valles costeños dela costa norte y central (Chimú, Pativilca, Supe, Ancón), pero podemos añadir también que susatributos zoomórficos hacen pensar en lawaka del templo del Titicaca.

Pérez Gollán, refiriéndose al temprano material arqueológico del Noreste Argentino (900-1480) y la iconografía de las múltiples placas de metal de la cultura La Aguada constata, efectivamen-te, que su iconografía se asemeja al Punchao inca de fines del imperio estudiado por Duviols,aunque le sea anterior por seis siglos en algunos casos. Según este autor, estas similitudes tendríansu origen en el importante papel desempeñado por el culto de la Isla del Sol desde Tiwanaku (PérezGollán 1986: 68-72).

Los cultos a las minas que hemos descrito, las imágenes que se desprenden de ellos y quelos vinculan con los antiguos cultos de la Isla del Sol practicados por los pueblos pukinahablantesabogan, de manera efectiva, a favor de la reinterpretación en las visiones y en los ritos de los incas —pese a tratarse de fuentes tardías— de elementos iconográficos y simbólicos que perdurarondurante siglos en el Collasuyu y que influenciaron en la religión y mitos de las culturas de los Andessurcentrales.

8. Conclusiones

En el afán de describir el encuentro de las religiones como una fusión, las nociones desincretismo y de mestizaje nos parecen muy mal adaptadas a la realidad de los cultos. En este trabajo

se sugiere que las creencias prehispánicas y las cristianas no se unieron siempre como distintoscomponentes de una reacción química para engendrar un nuevo estado destinado a perdurar, comose ha propuesto. El sincretismo, más que un estado, corresponde a un proceso movedizo y continuo,

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y no es tanto la creación producida la que está llamada a perdurar sino el proceso dinámico en el quese integra y del que obtiene su significado y su función.

A partir del ejemplo discutido en este trabajo, se llega a la conclusión de que no se juntarontodos los elementos de los diferentes sistemas culturales que se confrontaron. De tal manera, algu-

nos segmentos muy antiguos de creencias de los cultos mineros andinos pudieron seguir siendooperativos y subsistir durante siglos, tal como los conceptos y símbolos que los acompañaban. Nocabe duda de que el papel de la Isla del Sol fue fundamental en la difusión de estos símbolos. Suestudio revela que se inscriben en «cierta unidad permanente de conceptos» compartida con otrasculturas, hecho que, obviamente, dificulta su análisis.

Al tratar los cultos a las minas en la época colonial se debería visualizarlos como un comple- jo mosaico compuesto por una gran variedad de prácticas y de representaciones. Los encuentrosentre los distintos componentes prehispánicos y cristianos definen lugares polisémicos de los queno sabemos si fueron objeto de lecturas contradictorias. Hasta me atrevería a decir que una de lasfinalidades de estos encuentros fue la de facilitar una pluralidad de lecturas posibles.

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Notas

1 «Un indio destos llamado Manco capac hizo estirar dos planchas muy delgadas de plata, y poniendose una en los pechos y otra en las espaldas y un diadema en la cabeça enbio sus mensagerosal Cuzco, avisando a los indios que era hijo del sol, y que para que ellos viessen se mostraria en un

cerro alto, donde salio y fue visto en la cumbre del passarse con las planchas de plata, que relumbra- ban con los rayos del Sol que reverbera en ellas, lo cual viendo los indios lo tuvieron por hijo del soly cosa divina» (De Oré 1992 [1598]: 156).

En la Relación de los quipucamayoc a Vaca de Castro, tenemos una descripción muy parecida a la anterior: «Manco Capac, aquella mañana que los valles del Cusco habían de ir a leadorar, vistìose de buenas vestiduras que de Pacarintambo habìa llevado; una camiseta argentadade almejas y pusòse una patena de oro en el pecho, y una medalla de oro grande en la cabeza, queellos llaman canipo y unos brazaletes de plata en los brazos, y mucha plumería de colores en lacabeza y en el traje, y el rostro muy embijado de colores, y al salir el Sol, pusóse hacia el reverberoy resplandor del sol, al tiempo que los indios del valle caminaban para él y con aquel resplador que

echaba de si por las patenas y cosas que tenía en si, los indios tan barbaros verisimamente creyeronser hijo del sol».

2 Este rasgo es compartido por varias culturas andinas. Acordémonos que, según el mito de Vichama,los curacas salieron de un huevo de oro, sus esposas de un huevo de plata y los mitayos de unhuevo de cobre.

3 La villca, cuyo nombre científico es Anadenanthera colubrina.

4 «Villca: el sol como antiguamente dezìan, y agora dizen intivillca cuti: el solsticio cuando comienza a desviarse del tròpico de Capricornio a Cancro

villca: adoratorio dedicado al sol o otros idolosvillcanuta: adoratorio muy celebre entre Sicuana y Chungara: significa casa del sol, segun los indios barbarosvillca: es tambien una cosa medicinal o cosa que se dava a bever como purga, para dormir, y endurmiendo dize que acudía el ladròn que avìa llevado la hazienda: era embuste de hechizeros»(Bertonio 1984 [1612]: 386).

5 El chichi es el granizo (González Holguín 1952 [1608]: 108).

6 «Mama: metal en piedra, collque vel choque mama metal de plata o de oro en piedra, no fundido»(Bertonio 1984 [1612]: 212).

7 Las tres cruces de Caylloma aparecieron en 1632, en vísperas de la fecha de la Cruz de Mayo, dentrode una mina. Se trata de cruces de «un cristal pardo» (De Mendoza 1976 [1626]: libro I, cap. XXI,120).

8 Son estos mismos temas los que fueron retomados por el converso andino León Pinelo cuandodibujó su famoso mapa del Paraíso, situándolo en la región donde la presencia de minas era la másimportante de toda América: los Andes del sur.

9 A la luna llamabancoya, que significa «reina» (Anónimo 1968 [1590]: 153).

10 «[N]o entrara un indio en la mina sin ofrecer a la puerta su sacrificio de coca, mascada o por mascar,aunque esté un ángel a la puerta diciéndole que si ofrece (coca) se ha de hacer pedazos, excepto siel ángel se le mostrara de suerte que le cause miedo que en tal caso mocharía al ángel primero con la

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coca y después —si lo dejaran ir— mocharía a la mina. Cuando esta barreteando en el metal o veta,si la veta es de metal duro, saca con el dedo sucio de la boca que esté mas sucia, la coca mascada yunta el metal, entendiendo que ha de ablandar su dureza con aquello; es abusión del demonio. Entodos los pasos peligrosos de la minas y puentes va ofreciendo coca» (Alvarez 1998 [1588]: 351).

11

Significados en quechua:«Mina de oro ccori chacramina de plata collque koyaminas de veta koyamina rica ccoriçapa koya,collqque çapa koyamina pobre pissiyak o yayyak koyaminar hazer socavon millay ucucta azpirccunimina o socavon millay ucu cama azpirccuscca» (González Holguín 1952 [1608]: 589).

Significados en aymara:«Mina o veta de metal mama sirca

Mina o socabon ccoya derrumbarse thumisitha thunisitha phaphasitha thikhrasitha, apanocthatha,allinoctatha, chichhinoctathamina rica de oro, plata choqkhtara, collqukhtara sircaMina pobre de oro choque pisiSirca la vena del cuerpo, y mina de metal o betaSircatha sangrar sirca vel sipi la cordillera de los cerros colio circa ccunutahua esta nevada lacordillera de los cerros sirca manqhipatha pasarlaCcoya el agugero donde siembran la papa, mayzCcoya manqhero satancatha sembrar en este agugeroCcoyo vel ccoa mina o socavon de donde sacan el metalCcoya thuni derrumbarse la mina» (Bertonio 1984 [1612]: 370).

12 Efectivamente, Arzáns y Vela relata que, cuando Huayna Capac descubrió el cerro de Potosí, estele dijo que no podía labrarlo y que lo tenia reservado. De aquí se originó leyenda providencialista deque la plata del cerro estaba reservada para los españoles.

13 Esta traducción de las palabras «Viracocha Pachayachachic» corresponde a César Itier en suestudio lingüístico de la obra de Joan de Santacruz Pachacuti Salcamaygua (1993 [1615]).

14 «illa qualquiera cosa que uno guarda para provisión de su casa omo chuño, maíz, plata, ropa, y aun joyas. illa colque plata o dinero así, illa tanca sombrero guardado así de sus antepasados, illa piedra besar grande que se halla dentro de las vicuñas o carneros, illapu rayo o trueno» (Bertonio 1984

[1612]: 173).15 «yllarini resplandecer, relumbrar, relucir y alumbrar» (González Holguín 1952 [1608]: 367).

16 «Después de estas huacas de piedra la mayor veneración es la de sus malquis, que en los llanosllaman munaos, que son los huesos o cuerpos enteros de sus progenitores gentiles, dicen que sonhijos de las huacas» (Arriaga 1968 [1621]: 203).

«Mallqui la planta tierna para plantar; malquini plantar o transplantar» (González Holguín 1952[1608]: 225).

17 De igual manera, sabemos que en las puertas de los collcas o pirhuas (graneros) se colgaba el maízque llamaban piruazara, que, en razón de su forma peculiar, eran considerados como mas sagradosque los demás, «que van subiendo los granos derechos haciendo caracol».

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18 A propósito de las piedras «besares», Hernández Príncipe escribe: «tenían en veneración la casade las piedras besares, que llaman Illahuasi ofrecida al Rayo por el aumento de los carneros de latierra, y tenían depositario para ello» (1986 [1621]).

19 En primera instancia, quisiera recordar varias fechas en cuanto a las explotaciones mineras. Si

Pizarro descubre Porco en torno a 1538, la explotación tuvo lugar tan solo en 1577. En cuanto a laextirpación de Potosí por Arriaga, esta se dio en 1599 cuando se sabe bien que los españolesexplotaban la mina ya desde Gonzalo Pizarro y no a partir de 1549 como se repite demasiado amenudo. En cuanto a la mina de Oruro, su descubrimiento fue tardío (1610) y la implantación delculto a la Virgen está fechado en 1789.

20 La tacana es, después de la plata nativa, el mineral de más alto valor. Tenía dos tercios de plata y podía ser fundida en las guayras.

21 El color y la superficie de los objetos era, en efecto, la manifestación visible de una propiedadinterna. En términos metalúrgicos, este argumento requería que la aleación con la que se hacía un

objeto debía contener el metal —oro o plata— que luego será desarrollado y realzará la superficie, para así convertirse en el sello visual del objeto.

22 Como ejemplo citaremos al jesuita Arriaga, quien obtuvo información, durante su visita aChuquisaca, de unawaka con un ídolo de Tangatanga, «que decían eran en uno tres y tres en uno».Calancha añade, además, que: «el gran ídolo Tangatanga, a quien mochaban éstos y sus comarcas,[...] por sus quipos y tradición significaba el que uno es en tres y tres en uno; y así era un bulto contres cabezas».

Las asociaciones del Tangatanga chuquisaqueño con las minas y con el rayo nos hacen pensar, indudablemente, en el ídolo de Porco, ídolo triple también compuesto por tres piedras de

mina (De la Calancha 1976-1981 [1638]: 1165-1166).23 Cobo distingue los metales que llamanmama y las piedras de dichos metales, llamadas corpas.

24 «[...] no era uno solo el demonio que les hablaba y a quien ellos adoraban sino muchos condiferentes nombres, los cuales nombres toman de los cerros y piedras que tienen por ídolos, creyen-do aquellos cerros y piedra son los que vienen a hablarles y así adoran a estos cerros [...] y tambiénuna letanía de todos los ídolos, al modo que nosotros en nuestra letanía vamos invocando a lossantos, así ellos van nombrando y llamando todos los ídolos y cerros y les tienen por sus santos»(De Cárdenas 1602).

25 «Collqquenchani: platear con oro o con plata en hoja o echar guarnicion de oro, o de plata(González Holguín 1952 [1608]: 69; Bouysse-Cassagne 1997b: 632).

26 «Continuando el rigor de la peste desde el ano antecedente y sin llover una gota de agua llegaronlos afligidos moradores hasta enero de este ano que atribulados y (borrado) de todos acordaron queno tenia la Villa un abogado o patrón que en el cielo intercediese por ellos y aun que el pueblollamaban santiago de Potosí con todo estro trataron echar suertes y el santo que saliese jurarlo por patrón (cortado) raronse los vecinos en la iglesia mayor que aora es San Lor (cortado) parochia deindios pusieron las suertes en una basija de plata con los (borrado) de muchos santos cubrieronlassacando la suerte un nino leída decía San Agustín, torno a segunda y tercera vez y todas tres saliosan Agustín fue grande el consuelo en toda la villa no havia sido todavía sus sagrados religiosos ala provincia pe (cortado) en Potosí le tenia al santo patrón mucho afecto y así le tenia un nicho en laiglesia mayor luego pues que sacaron las suertes aquel mismo dia ordenaron una humilde lacrimosay devota procesión levanto al santo arca en andas anduvo por la mayor parte de las calles, aviendo

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estado al salir el cielo claro y sin nube algo milagrosamente por intercesión de San Agustín llovió desuerte que no se pudo proseguir la procesión volvieron a la iglesia mayor prosiguió el agua y secontinuo por [...] humedeciese la tierra seso la peste y comenzó la alegría los vecinos hallándosetodos reconocidos juraron por [...] pusieronle al Cerro San Agustín de Potosí hicieronle fiestas [...] yfundose la sagrada religión luego que en la provincia comenzaron sus fundaciones fue el ano de 1564

les enviaron cartas explicando por [...] ofreciendo a manos llenas el costo de la fundación aunqueentonces se excusaron fundando en los pueblos pobres luego vinieron como se vera en adelante».

27 «Ano de 1615 en este ano sucedió aquel milagro con que nuestra señora de la Candelaria de la parroquia de san pedro portento de hermosura favoreció aquellos ocho indios y muchachos comorefieren varios autores y yo haré lo mismo en la prometida historia los cuales abiendose hundido lamina de don pero de Ulloa donde trabajaban quedaron encerrados dhos indios sin esperanzas desacar aun los cuerpos muertos y estando con este cuidado llego el día sábado en que se contaron 16días de este encierro que estando celebrando el cura la misa de la virgen se alboroto la iglesia y pueblo con repique de campanas diciendo aver salido milagrosamente los indios de aquel dilatadoencierro entraron en la iglesia de san Pedro los favorecidos de la virgen».

28 Son numerosas las historias edificantes en torno al demonio y San Bartolomé, como se constataraen el ejemplo siguiente que procede de unos anales de Potosí (BNP s.f.): «Este año pasando por laquebrada de san Bartolomé que así se llama hoy esta una legua de Potosí que es la dentrada ycamino de los que bienen de las provincias abajo unos hombres que abian hecho grandes maldadesy se iban al cusco se juntaron las dos penas en donde hace mas angostura y matándolos a todos se bolvio a abrir y como afirman los autores que citaron en la historia antes y después deste susesosucedieron allí otros casos espantables por que si pasaban en mulas se alborotaban y no parabanhasta hacer pedazos a corcobos a los hombres otros se caían muertos pasando por esa quebradaocasionando estos danos el demonio que allí habitaba en una cueba hasta que los padres de lacompania de Jesús llebaron en efigie al Apóstol san Bartolomé y colocándolo en la cueba salio el

Demonio raman donde otra cueba vecina donde avisaba y se estrello en la pena dejando la señaladade una color berdinegro que hasta hoy se ve los lastres con la entrada del santo nunca tubo mas otrosuceso».

29 Los knockers son la variedad más común de los enanos mineros en Europa central, siendo losnibelungos alemanes tal vez los más famosos de ellos. Sin saber mucho de mineralogía, posiblemen-te hayamos oído hablar del cobalto, cuyo nombre deriva dekobolds, una raza de enanos germánicosque vivían debajo de la tierra. Todos ellos eran los guardianes de los tesoros y ejercían su actividadal interior de la mina sacando el mineral. Ignoramos cuando adoptaron los mineros andinos a los pequeños enanitos, pero, de todos modos, esta adopción no parece haberse generalizado como enel caso de la mina peruana de Julcani, estudiada por Salazar, donde se les conoce bajo el nombre de

muki. Estas creencias no están mencionadas en las fuentes tempranas de los siglos XVI y XVII.30 La devoción a la Virgen de Montserrat se inició en Lima cuando llegaron algunos monjes benedic-tinos del monasterio catalán en 1540. El templo de Chinchero fue construido tempranamente en 1607.Existe, igualmente, una representación de la Virgen de Montserrat en el convento de Santa Catalinade Arequipa.

31 Este dibujo, anterior al cuadro de la Casa de la Moneda, habría sido ejecutado entre 1548 y 1588según Gisbert. Figura en la obra muy fantasiosa de Vizcarra y, por lo tanto, conviene tomar este datocon mucha precaución.

32 «Todas las veces que suben al cerro le van mochando, máxime si van a hurtar, cuando van desdesus pueblos a Potosí, desde donde le dan la primera vista le mochan y le llaman ‘senor’ y pidenventura y salud y riqueza».

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33 De manera queCapacome era el rey yCapacomege la reina.

34 En este artículo se inspiró Alfredo Torero para sus sucesivos trabajos sobre los idiomas delCollasuyu.

35

«hupani» significaría, entonces, la sombra o ‘doble móvil del cuerpo que continúa a sobrevivir yque descansa al lado de las demás sombras de su etnia’.

36 Notemos que la fecha de esta extirpación es posterior a la pintura de la Casa de la Moneda, la quehabría sido pintada en 1720.

37 Los que trabajaban en el fondo de la tierra en las minas europeas eran atacados por losmalignismineralium spiritibus (los espíritus malignos de la mina). Los mineros alemanes de las minas de plomo llamaban «gato de las minas» al saturnismo, una terrible enfermedad que atacaba los nerviosy que los precipitaba en la «noche» de la condición animal, provocando parálisis, temblores ycontorsiones felinas. Estas alteraciones, ligadas a un imaginario alucinado, dieron origen a un bestiario fantástico. Agrícola menciona «dragones voladores» ydaemones subterranei que moles-taban a los mineros.

38 Area en la que el jaguar es conocido localmente también bajo el nombre de gato montés (o gato demonte).

39 Para los mojos, chiriguanes e indios de arcos y flecha vecinos de las fronteras de Charka, el jaguar era el protagonista principal de una caza ritual que implicaba, de parte del cazador, el uso de otrasarmas que las que acostumbraba. Bartolomé Alvarez cuenta, en efecto, que el cazador, armado dedos bastones, se acercaba a los lugares donde bebían las fieras y que, cuando estas se acercaban,se agachaba para que saltaran por encima de él; este era el momento escogido por el cazador paradarle dos bastonazos en la cabeza.

40 «Otorongo hina cinchi, otorongo hina runa hombre fuerte reziootorongo hina pahuaycachak, ligero corredor como tigre».«cinchi, fuerte, valiente rezio o el que esta con entera salud.Cinchi, cinchilla fuerte o animosamenteCinchi hina con fuerça o fuertemente o como varón valerosamente» (González Holguín 1952 [1608]:265).

41 «Otorongo achachi por otro nombre le llamaron apocamac ynga fue hijo de yngaroca este dho

capitan otorongo conquisto andesuyo-chuncho toda la montaña fue señor que dicen que paraavello de conquistar se torno otorongo tigre se tornaron el dho su padre y su hijo este dho su hijodizen que murió en los andes y dizen que tiene hijo en los andes que parió una india chuncho y ansi por ello los yngas se llamaron otorongo achachi-amaro ynga y tiene en sus armas pintado estosdhos yngas trageron coca y lo comieron y ansi se enseñaron los demás indios en este rreyno porqueen la cierra no se planta coca» (Guaman Poma de Ayala 1989 [1615]: 154). Además, los pobladoresandinos de la sierra consideraban que la divinidad por excelencia del Andesuyo era, en efecto, el jaguar.

42 «Conquisto Topa Inga [...] cuatro grandes naciones, la primera fue de los indios llamados Opataris,la segunda llamada Manasuyo, la tercera se dice de los Manaries o Yanaxines, que quiere decir de las

bocas negras [...] y la provincia de los chunchos [...] y por el río Rono abajo anduvo mucha tierra, yllego hasta los Chiponahuas. Y por el camino que ahora llaman de Camata, envío otro grande capitánsuyo llamado Curimachi, el cual fue a la vuelta del nacimiento del sol y camino hacia el río que ahora

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nuevamente se ha tenido noticia, llamado el Paititi, a donde puso los mojones de Topa Ynga»(Sarmiento de Gamboa 1943 [1572]: 204).

«Al fin de dicho inga, Tupac Yupanqui manda pregonar nueva conquista y entrada a losAndes y para ello les nombra por general del ejercito a Otorongo Achachi [...] y estos hacen su

conquista hasta las provincias de Manaresuyo y Opatari, hasta los confines de Huanca Vica y haciaarriba llega en derecho de Carabaya, en donde los vido una provincia, todos mujeres, llamadasWarmiauca” (Pachacuti Yamqui Salcamaygua 1993 [1615]: fol. 27v).

43 «[...] las mas ricas (minas de oro) fueron al oriente del Cozco, en la provincia llamada Callahuaya,que los españoles llaman Carabaya» (Garcilaso de la Vega 1945 [1609]: tomo III, 320).

44 «Los que viven en las montanas y tierras yungas hacían veneración y sacrificaban a otra estrellaque llaman chuquichinchay que dicen ser un tigre y estar a su cargo los tigres osos y leones: pedianle en el sacrificio que no les hiciesen mal estas fieras. Encomendabanse por la misma razónque los que habían de pasar por tierra fragosa y de boscaje, por la misma razón que los que vivían en

ella» (Cobo 1964 [1653]: tomo II, 159).45 «Muy conocida es ya la planta del tabaco no solo en todas las Indias, sino también en Europa,adonde se ha llevado desta tierra y es muy estimado por sus muchas y excelentes virtudes [...] a laraíz del tabaco silvestre llaman los indios del Perú, coro, de la cual usan para muchas enfermedades.Contra la detención de orina dan a beber en cantidad de dos garbanzos de sus polvos en un jarro deagua muy caliente, en ayunas por tres o cuatro días. Tomados estos polvos en moderada cantidad por las narices quitan el dolor de cabeza y jaqueca y aclaran la vista, y el cocimiento desta raíz hechocon vino, echado en el un poco de sal de compás, y azúcar candi, lavanse con el a menudo los ojosquita las nubes y cualquier paño o carnosidad».

46

«Solían curtirse las pieles con villka. Esta planta no solo contenía sustancias psicotrópicas quehacían de ella el alucinógeno usado en algunas minas, sino el tanino necesario para curtir las pieles»(Vásquez de Espinoza 1969 [1629]: 433).

«Villca el sol como antiguamente defina, y agora dicen intivillca cuti el solsticio cuando comienza a desviarse del trópico de Capricornio a Cancrovillca adoratorio dedicado al sol o otros idolosvillcanuta adoratorio muy celebre entre Sicuana y chungara: significa casa del sol, según los indios bárbarosvillca es también una cosa medicinal o cosa que se dava a beber como purga, para dormir, y endurmiendo dize que acudía el ladrón que avía llevado la hacienda: era embuste de hechiceros» (Ber-

tonio 1984 [1612]: 386).47 Pachacuti impuso a los caciques rebeldes collas el degollamiento y la confección de tambores consu cuero.

48 «[...] los naturales y vecinos de la isla los traslado al pueblo de Yunguyo, reservando algunosviejos y viejas que el Indio su guía señalo para maestros de ceremonias, los cuales como doctos ycursados en su oficio le catequizaron en lo que allí había de observar si quería tener grato a sudevoto el Sol que era el ídolo principal a quien los Incas adoraban» (Ramos Gavilán 1976 [1621]: 21).

49 «Para su servicio mandaba que las demás provincias de él que señalaba la sirviesen allí indios;solo a unos exceptuaba, llamados puquinas, que viven la mayor parte en el camino de Omasuyo, quees de la otra parte de la laguna, por ser gente, como de suyo es muy sucia, mas que otras de estosreinos, como si el demonio fuera limpio».

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50 «[...] había un templo grande con cinco puertas y no se permitía a ningún indio Colla, asistir nihallarse a estas fiestas ni entrar a que fuesen acabadas. [...] a esta gente Colla como a gente malditay mas desordenada en todos los vicios de la sensualidad, los tenia por particular decreto excluidosde aquellas sus mayores festividades» (Ramos Gavilán 1976 [1621]: 93).

51

«[...] la isla titicaca era la cosa mas celebre que había entre los Indios Collas» (Ramos Gavilán 1976[1621]: 20).

52 «Concluido con el castigo de la provincia del Collado, habiendo recibido los embajadores de las provincias de do le vinieron a dar la obediencia, dio orden Tupa Ynga Yupanqui de descubrir minas,y así en aquel tiempo parecieron y fueron descubiertas las de Porco, siete leguas de Potosí, yTarapaca de plata y las de Chuquiapo y de Carabaya de oro mas precioso y de mejores quilatas queel celebrado de los antiguos de Ribar».

53 Según González Holguín, «Wiracocha» significa ‘epicteto honroso del sol’ (1952 [1608]: 111).

54

Con el árbol vilca curten cueros para suelas como con el sumaque.55 Al dar la etimología de Copacabana, Ramos Gavilán escribe: «Copacabana es lo mismo que decir lugar o asiento donde se ve la piedra preciosa, porque Copa suena como piedra preciosa y cavana sededuce de la dicción de caguana que significa lo mismo que lugar donde se puede ver o se ve la piedra preciosa». Ramos y De la Calancha hablan de la relación estrecha entre lawaka del Titicacay la de Copacabana.

56 Acordémonos que la relación de losquipucamayoc a Vaca de Castro cuenta que Manco salió deuna «isla de plomo».

57

En el palacio del Preste Juan no había ni aberturas ni ventanas, porque se veía mediante loscarbunclos y las piedras preciosas que allí se encontraban.

58 «ttocani, escupir» (Gonzalez Holguín 1952 [1608]: 515).

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¿INCA O ESPAÑOL? 99BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 99-109

¿INCA O ESPAÑOL?

LAS IDENTIDADES DE PAULLU TOPA INCA*Sabine MacCormack**

Resumen

En la historiografía moderna, Paullu Topa Inca aparece como traidor de su gente. Este juicio da unaimagen falsa de las circunstancias de su vida como la representaron sus contemporáneos. Durante su existen-cia, muchos españoles lo respetaron, y los incas y la gente andina lo miraron como hombre de gran autoridad y valía. Después de muerto, los sucesos complejos de invasión y conquista en los que Paullu Topa Inca participó fueron transformados en una narrativa llana y sencilla, según las ideas del partido victorioso en lasguerras civiles. Esta narrativa se hizo canónica, una vez que se estableció el Estado virreinal. Los viejos querecordaban a Paullu Topa Inca lo hicieron en el contexto de sus propias memorias de niñez y juventud.

Abstract

INCA OR SPANISH? THE IDENTITIES OF PAULLU TOPA INCA

Paullu Topa Inca tends to be described, in modern historiography, as a traitor to his own people. This judgement misrepresents the circumstances of his life as perceived during the sixteenth century. During hisown life time, he was indeed respected by many Spaniards, but Incas and andean people also regarded him asa man of very great authority and worth. After his death, the complex events of the invasion and conquest inwhich Paullu Topa Inca participated were streamlined into a smooth narrative that fitted in with the perspectiveof the winning side in the civil wars of the conquest period, and that became canonical once the viceregal statewas established. The old men who at century’s end remembered Paullu Topa Inca did so as part of their ownmemories of their childhood and youth.

En octubre de 1596, don Melchor Carlos Inca obtuvo del virrey don Luis de Velasco unacédula en la que se ordenaba llevar a cabo una probanza en el Cuzco. Esta sería sobre el linaje yservicios a la Corona hechos por su abuelo, Cristóbal Paullu Topa Inca. El propósito de la pesquisaera recuperar el repartimiento de Hatuncana que, según Melchor Carlos, se le había otorgado a

Paullu (BNM 1626: fols. 11r-12r;cf . Lamana 2001: 25-48) no por dos vidas —como creyese el antece-sor de Velasco, al otorgarlo a otro Hatuncana—, sino en perpetuidad (BNM 1626: fol. 12v; Collapiña,Supno y otros quipucamayos 1974 [1542]: 73). Si bien el molino de la justicia solía ser lento, tan solodos años y medio más tarde, entre mayo y octubre de 1599, Antonio Pereira, regidor del Cuzco, síefectuó la probanza y logró recoger los testimonios de 15 testigos españoles y 10 andinos. Locorrespondiente al linaje de Paullu no ofreció problema alguno. Era hijo del Inca Guayna Capac y deAñaz Collque, hija del señor de Guaillas. Se había desposado con Tocto Ussica, descendiente deInca Roca y miembro de su panaca . El primogénito y único superviviente de este matrimonio eraCarlos Inca, casado con María Desquivel, extremeña de Trujillo. El único hijo de estos tuvo comonombre Melchor Carlos Inca, quien ahora reclamaba Hatuncana (BNM 1626: fols. 18r-22r). Para 1599,la descendencia de un soberano inca seguía siendo un alto honor, pero ya no era razón para sospe-

cha política alguna: para entonces, nadie contemplaba una restauración del incario.

* Traducción del inglés al castellano: Javier Barrios** University of Notre Dame, Department of History. E-mail: [email protected]

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SABINE MAC CORMACK 100

Distinto caso, sin embargo, fue la vida política de Paullu (Lamana 1996: 73-106).1 Varioshistoriadores, entre ellos Agustín de Zárate y el frecuentemente consultado Francisco López deGómara habían retratado a Paullu como un leal aliado de los españoles casi desde el principio. Elsumario de la probanza solicitada por Melchor Carlos corroboraba ampliamente esta imagen (BNM1626: fols. 24r-29r). En el resumen quedaba asentado que Paullu había acompañado a Diego de

Almagro en su expedición a Chile. Tras esto, también se confirmaba que Paullu, junto con Almagro,había intervenido exitosamente a favor de los hermanos Pizarro cuando estos fueron sitiados en elCuzco por el hermano mayor de Paullu, Manco (reconocido como Inca por Francisco Pizarro). Omi-tiendo cualquier alusión a las guerras civiles entre los Pizarro y los Almagro, el documento inmedia-tamente recapitula el apoyo de Paullu a la facción victoriosa de los Pizarro, al acompañar a Hernandoy a Gonzalo Pizarro en sus expediciones al Alto Perú. No menciona tampoco la tentativa de GonzaloPizarro en hacerse gobernante autónomo, sino rey del Perú. El sumario indica la presencia de Paulluentre las huestes de la Corona durante la batalla de Xaquixaguana. Entre tanto, se había convertidoal cristianismo y llevaba ropas españolas. Al morir, en 1549, fueron muchos quienes se lamentaron.La suya fue una vida notable, pero también una que, en tiempos más modernos, le ganó los epítetosde «Inca claudicante y entreguista» y de «artífice del oportunismo político» (Dunbar Temple 1949-1950: 630-651;cf . p. 638; Hemming 1970: 272;cf . p. 258). Y, sin embargo, fue reconocido como Inca por los miles de hombres andinos que lo siguieron a la guerra, por las multitudes que lo lloraron ensu funeral (Molina 1968 [1543]: 81a) y por los testigos andinos que declararon en la probanza deMelchor Carlos. Las dicotomías entre inca y español, que tan claras parecen a la luz de la historiografía posterior, eran mucho menos claras en el siglo XVI.

Aun más, en el mismo siglo XVI fueron dos las variantes que se dieron a la vida de Paullu:una en vida, y otra distinta, en los años menos convulsos que siguieron a su muerte. Tómese comoejemplo a la expedición de Almagro a Chile, acometida con la ayuda de Paullu, y sobre la que eltestimonio de los contemporáneos del Inca es mucho más complicado e impreciso que lo recabadoen la probanza de Melchor Carlos o en cualquier documentación posterior. Según todos los testigosde la probanza, fue a petición de su hermano, Manco Inca, y de Francisco Pizarro, que Paulluacompañó a Almagro para efectuar la conquista de Chile. Pero en la década de los cincuenta del sigloXVI, Cieza2 y Betanzos, entre otros, pensaban que Manco había enviado a Paullu a Chile para guiar a Almagro: «[...] por el camino que no se escape ninguno y por eso ha de ir por los puertos y tierrasestériles y faltas de comida en los cuales puertos todos perecerán así de hambre como de frío».

Al mismo tiempo, a los españoles se les diría que en Chile: «[...] hay mucho oro y [...] que lascasas y todo los demás es todo de oro» (Betanzos 1987 [1551-1557]: parte II, cap. XXIX, p. 291b),3

cosa que tanto Manco, como otros incas, sabían no era verdad. Mientras Almagro se encontraba enChile, el plan era que Manco sitiara al Cuzco y echara a los españoles para, así, recuperar al imperio.4

Pero algo falló, puesto que Paullu no guió a Almagro y a sus tropas a una muerte segura. A lo mejor demasiados de los seguidores de Paullu habían muerto para hacer el plan realizable. También es posible que al revés de lo indicado en la probanza de 1599, Paullu no rompió relaciones con Mancoen aquel instante. En todo caso, Gonzalo Fernández de Oviedo supo por un testigo ocular que,desde Chile, Almagro se mantuvo en contacto con Manco Inca, tratando así de persuadirle a queesperase a su regreso para juntos intentar alcanzar algún tipo de coexistencia pacífica bajo la Coronaespañola (Fernández de Oviedo 1959 [1535]: libro XLVII, caps. VI-XVII;cf . Villalobos 1962: 38-46).Según lo entendió Fernández de Oviedo, el principal obstáculo a tal proyecto eran los Pizarro. Así,afirmó que Paullu le había dicho a Almagro que si este derrotaba a los Pizarro, Manco «le venía en paz» (Fernández de Oviedo,op. cit .: cap. XVII). De todos modos, Paullu se hizo partidario de Almagro.Pero, la historia tiene un último giro, ya que, al final, el asedio del Cuzco fracasó no solo gracias a

Almagro, quien en momentos decisivos sacrificó su propio interés por ayudar a los Pizarro, sinotambién porque Paullu pudo persuadir a varios de los guerreros de Manco a que se fueran a su casao cambiasen de bando (BNM 1626: fols. 101v-102r; 122r; Molina 1968 [1543]: 92b-93).

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¿INCA O ESPAÑOL? 101

Mientras los españoles yacían divididos por las pretensiones en conflicto de almagristas y pizarristas, Manco, ahora impedido de recobrar el terreno perdido, se retiró a Vilcabamba, sintiéndo-se de la ayuda que creía Viracocha le daba a los españoles (Titu Cusi Yupanqui 1992 [1570]: fol. 40r).Poco antes, según Cieza, Paullu había alcanzado una conclusión parecida, pero formulada de modomás pragmático, al decirle a un capitán de Manco que en el sitio del Cuzco: «[...] se avían juntado por

[...] matar (a los españoles) pasados de dozientos mil, e la honra y provecho que dello sacaron no fueotra que dexar sin padres muchos hijos y biudas muchas mujeres, pues segund a el le avían ynformado,murieron en la guerra más de cinquenta mil; e sin estas cosas, Paulo les aconsejaba con los mensa- jeros e yndios que yban e venían del real de los yndios adonde él estava que no se pusyesen enarmas con los españoles» (Cieza 1994 [1554?]: cap. XXI, fol. 51).

Paullu parece haber aplicado esta misma lección a su propia situación, tras ser Almagroderrotado por los Pizarro en la batalla de Las Salinas en 1538. A pesar de haber luchado en el bandode Almagro durante la batalla, Paullu acabó incorporándose a los pizarristas,5 decisión aplaudida por Cieza, a pesar de que también era favorable a la causa de Almagro. Sin embargo, tanto para Ciezacomo para Paullu poner fin al derramamiento de sangre era la más alta prioridad.

Dos años más tarde, en 1540, Paullu presentó una probanza solicitando premio por susservicios a la Corona. Almagro ya estaba muerto y Paullu no hizo mención alguna de la batalla de LasSalinas, aunque uno de los testigos sí se permitió decir sobre Almagro «que gloria aya» (Medina[ed.] 1889: tomo V, n. 62, p. 348). En ciertos aspectos, esta probanza fue una primera edición de la probanza de Melchor Carlos, en la que la batalla de Las Salinas queda relegada a un segundo planoa pesar de ser aludida por los testigos andinos. Ya para entonces de poco importaba si Almagroestaba o no en la gloria: la victoria de los pizarristas había sido absoluta y ratificada por más de 40años de práctica administrativa. Por consiguiente, la identidad de Paullu se hizo más uniforme y estono solo en relación con el triste conflicto de los Pizarro y los Almagro. Lo que importaba en las probanzas no era solamente el descubrimiento de hechos concretos sino, también, la formación delas identidades de las personas, según las situaciones políticas actuales, las que seguían siendomuy inestables. Por lo tanto, un médico dijo a Gonzalo Fernández de Oviedo que: «[...] tienen razónlos señores del Consejo Real en no dar crédito a probanzas fechas en Indias, especialmente fechassin parte porque [...] ha visto probanzas que llevan muchos que de acá van probando servicios ycosas que no han hecho» (Fernández de Oviedo 1959 [1535]: libro 47, cap. XIII: 179a).6

En la probanza de 1540 y en otras ocasiones Paullu había hecho énfasis en su deseo perso-nal de hacerse cristiano. Un año más tarde recibió formalmente el bautizo, tomando por nombre el deCristóbal, en honor a su padrino, el licenciado Cristóbal Vaca de Castro.7Al mismo tiempo, renuncióoficialmente, si no en el ámbito privado,8 a todas sus consortes excepto una, con la que se casó por

la iglesia. Los nombres cristianos adoptados por Paullu y su entorno familiar en sí narran su propiahistoria. Su madre se había hecho llamar Juana Añas Collque, presuntamente en honor a la reinaJuana, madre de Carlos V y su cogobernante. El primogénito de Paullu, nacido al poco tiempo, fuenombrado Carlos Inca en honor al mismo Carlos V. Su consorte elegida, descendiente de Inca Roca,se convirtió en Catalina Tocto Ussica, siendo Catalina el nombre de la reina de Portugal y hermanade Carlos V. El único nombre que no encajaba en esta nomenclatura real era precisamente aquel quePaullu se había visto obligado a escoger: Cristóbal. Aun así, hizo saber su preferencia por el nombrecristiano de Paulo, es decir del apóstol San Pablo, alternativa más cercana a su nombre inca (Betanzos1987 [1551-1557]: parte II, cap. XIX, 260a).

La pretensión política andina implícita en estos nombres, no se delata en ninguna de las

fuentes, pero se puede suponer en vista de la pompa y majestad real de los incas con que Paullu serodeó. Según testigos españoles y andinos de la probanza de 1599, al ir a misa Paullu era llevado enlitera por los nobles incas y, de acuerdo con el antiguo protocolo real incaico, toda persona debía

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bajar la vista al estar en su presencia. No obstante, había mucho más en juego que meras cortesíasincaicas que, 50 años tras la muerte de Paullu, podían ser recordadas con simpatía. Prueba de estofueron las exequias de Paullu, en las que la ciudad entera del Cuzco lamentó su muerte, y entre 400y 500 soldados inca ocuparon su casa hasta que se consumó el entierro, puesto que, según decían:«[...] era costumbre de Cuzco que cuando moría el señor natural, porque con la alteración de la

novedad no se metiese algún tirano en las casas del señor y se enseñorase de la mujer e hijos delseñor y los matase y tomase y tiranizase la ciudad y el reino, venían alli a estorbarlo y no se volvíana sus casas hasta que el hijo legítimo del señor muerto queda señalado por señor universal delimperio» (Molina 1968 [1543]: 81a).

Como se sabe por Betanzos, era de hecho «costumbre de Cuzco» que al morir el soberanoinca, su casa fuera ocupada con el fin de asegurar la sucesión pacífica (Betanzos 1987 [1551-1557]: parte I, cap. XXX, 141ab). Pero información de este tipo, en que queda patente la realidad aúnvigente del poder del Inca, no era material que pudiere incluirse en una probanza, incluso en la yamás tranquila fecha de 1599.

De acuerdo con todos los testigos, españoles y andinos, de la probanza de 1599, Paulluvivió y murió como un cristiano modélico. Vida tan ejemplar la describió, por ejemplo, FranciscoUnapaucar de modo algo pintoresco: «[...] siendo catecizados los dhos. paullo topa ynga y la dha.tocto ussica su mujer en las cosas de nra. santa ffee catolica y ley ebangelica que les enseño un frailefranco tuerto de un ojo a quien por traer abito pardo llamavan los yndios chichi pater recivieron elagua del santo bautismo [...] (y) se casaron e belaron segun orden de la santa madre iglesia [...] estetestigo los vio hazer bida maridable de conjunto [...] biviendo de unas puertas adentro comiendo auna mesa y durmiendo en una cama» (BNM 1626: fol. 92 r-v).9 Además de vivir en un solo hogar, enmatrimonio cristiano, la pareja solía asistir a misa en la «yglesia mayor» del Cuzco, daba limosnas ycomida a los pobres, y: «[...] después de aver muerto el dho. don xpobal paullo topa ynga le hizieronsu entierro que fue en el monesterio de san franco. de esta ciudad donde tiene una capilla con muchasolenidad anssi por los españoles como por los yndios yngas orejones caciques principales ycomunes que acudieron todos de la comarca con muchos llantos» (BNM 1626: fols. 47v, 125v).

Lo que los testigos de la probanza solo mencionaron de paso fue el hecho de que el funeralcristiano estuvo acompañado por un complejo rito tradicional para las exequias del soberano inca,que Betanzos (1987 [1551-1557]: parte I, cap. XXXI), quien a la sazón vivía en el Cuzco, pudoobservar, aunque no supo comprender su significado. Un año más tarde, y según la costumbreestablecida por los incas, el aniversario de la muerte de Paullu fue celebrado con otro gran rito. Ciezaestuvo presente en el acto y al verlo recordó a «los reyes del pasado», pero «lo que dizen queusavan hazer no lo quiero poner, porque son jentilidades» (Cieza 1986b [1554?]: caps. XXXII, LXI)

que, por lo visto, eran aún demasiado palpables para ser de agrado. A pesar de este ceremonial,nadie entonces, ni más tarde, osó cuestionar cuán sinceras habían sido las convicciones cristianasde Paullu. Si para algunos de sus contemporáneos la conversión era un verdadero trauma que losdesorientaba y obligaba a abandonar sus hogares y familia (Cieza 1986a [1553]: caps. CVI-CVIII), noera esto lo que los testigos andinos de 1599 recordaban sobre su «señor natural». En vez de ello,indicaron que el cristianismo observado por Paullu consistía de tres componentes fundamentales,de los que solo uno era religioso: saber la oración cristiana, aprender a leer y a escribir, y usar vestimenta española. Don Juan Pichota, descendiente del Inca Viracocha, fue uno de los variostestigos que describieron el proceso evangelizador:

[...] vio este testigo como el dicho paullo topa ynga [...] fue catecizado [...] en la ley de nuestro señor jesu

christo [...] y otros yndios yngas sus deudos [...] caciques principales y comunes por unos clerigos yfrailes y hermitaños que les catecizaron [...] (en) una hermita [...] (que el) dicho paullo topa ynga hizohazer junto a sus cassas (de Colcanpata) donde oy es la perroquia de san cristobal y (en) otras partes

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señaladas para ello [...] donde asistian los dichos clerigos y frailes y hermitaños que se le enseñavan a leer y escrivir a los que querian saverlo y luego que el dicho paullo topa ynga se christiano se bistio en abitoespañol y hizieron lo mismo algunos yndios sus deudos caciques principales (BNM 1626: fol. 117v-118r).10

En suma, para Paullo y su séquito, la conversión fue una experiencia comunal, no indivi-dual, y un modo de ganar acceso al mundo político de los invasores. El hecho de que la ermita queél fundara junto a su hogar, en Colcampata, fuese posteriormente la parroquia de San Cristóbal,guarda perfecta relación con el proyecto de evangelización ideado a todas luces por el mismo Paullu.La ermita era un reemplazo para la piedra sagrada del cerro de Guanacauri, en los alrededores delCuzco, la que Paullu había tomado para su propio uso cuando los españoles destruyeron el adoratoriode dicho lugar. Para esta piedra, Paullu había construido una «[...] casa, junto a la suya, y desdeentonces se hiço alli la fiesta del raymi, hasta que los cristianos la descubrieron, y sacaron de su poder» (Rowe 1979: 1-80,cf . también p. 46, Collasuyo ceque 6, guaca 7).11 Igual que la casa del ídolode Guanacauri junto a Colcampata, la ermita se podía interpretar como un lugar sagrado inca yandino, lugar que ahora parecía estar bajo la capa española o cristiana.12

Según los testigos de 1599 lo mencionaron repetidamente, Colcampata era el hogar queGuayna Capac había concedido a la madre de Paullu, Añas Collque, al desposarla (BNM 1626: fol.98r; 105v) y que Paullu había logrado conservar durante los caóticos años de la invasión y conquis-ta, pudiendo legarlo a sus descendientes. En el mundo legal y social de los invasores, la posesión deColcampata equivalía a defender su título de pretendientes españoles. Fue esta una de las razones para la probanza de 1540, a la que respondió Carlos V con dos cédulas en las que confirmaba elderecho exclusivo de Paullu al uso y posesión del lugar (Medina [ed.] 1889: tomo V, n.o 86, 193s; n.o89, p. 196s). En semejante contexto, el poder leer y escribir y, por consiguiente, el poseer documen-tos eran requisitos imprescindibles para poder mantener una posición en la sociedad. Este era un punto que bien entendían varios de los testigos españoles de Melchor Carlos, al decir que, «la

magestad del emperador don carlos nuestro señor de felice rrecodaçion despacho en fabor del dichodon cristobal paulo topa ynga (un privilegio) en que le dio armas para si y su posteridad que a bistoeste testigo en poder del dicho don melchior carlos ynga bisnieto del dicho guainacaba escrito en pergamino pendiente el rreal sello ynclusso en una caxa de oja de milan y firmado del enperador yRey nuestro señor que santa gloria aya» (BNM 1626: fol. 4v).13

Este privilegio, y el escudo de armas que otorgaba, no eran de interés alguno para lostestigos andinos. En primer lugar, el privilegio era un método español, mas no andino, para poder comprobar el rango de noble y, en segundo lugar, varios de los testigos andinos afirmaron quehabían recibido doctrina cristiana junto con Paullu y que habían sido bautizados con él. Pero elsaber leer, escribir y apreciar el real privilegio con su sello, eran algo que ignoraban, puesto que

ninguno de ellos firmó su testimonio. La memoria e identidad andinas seguían manifestándose enmaneras distintas de las españolas.

Por lo tanto, la contribución de los testigos andinos al recuerdo de la persona e identidad dePaullu era de índole inca y andino. Tan solo la prudencia les prevenía de hablar en detalle sobre lassolemnes exequias incaicas que se habían celebrado por Paullu en 1549 y 1550. Sin embargo, y puesto que todos le habían acompañado en expediciones militares, sí abordaron con cierto detalle eltema, del mismo modo que lo hicieron los testigos españoles. Su testimonio más elocuente se centróen el linaje y la crianza de Paullu y en el Cuzco que habían conocido cuando eran jóvenes. Para 1599,mucho de este material era considerado «jentilidades», en palabras de Cieza, pero como se refería aeventos acaecidos antes de la llegada de los españoles y, por lo tanto, antes de que nadie pudieseser cristiano, sí se podía hablar libremente de ello. Y, por supuesto, las «jentilidades» estabaninseparablemente ligadas a la información genealógica requerida por la probanza y eran, así, parte dela identidad de Paullu.

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Martín Llanu Yupanqui, descendiente del Inca Viracocha, había sido un niño en edad yaapta para ir a la guerra (BNM 1626: fol. 96v) cuando, sentado junto a su padre y otros «yngashanancuzcos», presenció en la plaza de Haucaypata, la celebración del matrimonio entre GuaynaCapac y la madre de Paullu, Añaz Collque. Vio este como Guayna Capac: «[...] la rrecivio por sumuger ligitima en su ley [...] a quien le entrego el dicho guacapilli su padre que vino a ello a la dicha

ciudad del cuzco con mas de mill yndios sus subditos mui bien puestos y aderezados a su usanssacomo lo estavan en la suya los yngas hanan cuzcos hurincuzcos [...] con diademas de oro en lascavezas e mui galanes estando todos en la plaça de la dicha ciudad [...] donde el dicho guacapillientrego al dicho guainacaba a la dha. anaz collque su hija por tal su muger la qual llevava unas ojotasde plata y bestido de tocapu que quiere dezir de todas colores [...] y [...] la rrecivio por tal su muger el dicho guaina caba con ciertas ceremonias que sobre ello se hizieron a su ussanssa en lo qual sehizieron muchas fiestas [...] y bebio el dho. guainacaba con el dho. guacapilli padre de la dicha anazcollque y con los principales de aquella nazion» (BNM 1626: fol. 96vs).

Después de esta celebración pública se siguió otra en las «cassas reales» de Guayna Capac,en Casana Cancha, y finalmente se retiró Guacapilli, no sin antes besar las manos y pies del Inca, yadvertir a su hija que fuese esposa obediente (BNM 1626: fol. 97v;cf. fol. 105v). En otras ocasiones,Martín Llanu Yupanqui y otros testigos observaron que, a Añaz Collque, Guayna Capac: «[...] laquisso mucho» y «[...] la rregalo y carizio y llevo muchas y diversas vezes a su cassa rreal deucchullo de la dha. ciudad ques donde agora esta hedificada la yglessia mayor y hera el dormitoriodel dicho guainacaba para dormir con ella» (BNM 1626: fol. 97v;cf . fol. 112v).

Esta «casa rreal» de Ucchullu, conocida como «palacio dormitorio», era también el lugar donde cada año, tras efectuar la iniciación de los jóvenes incas, Guayna Capac yacía con su panaguarme o con Añaz Collque (BNM 1626: fol. 89v; v. 90 r-v). Añaz Collque tenía su propia litera,llamadachicchi rampa (BNM 1626: fol. 129v), caminaba bajo un quitasol y era honrada con lostítulos de coya o reina (BNM 1626: fol. 89v) y con el de «Mama Pacssa que quiere dezir Luna yseñora» (BNM 1626: fol. 124r;cf . fol. 119v).

Varios testigos explicaron que Paullu recibió su nombre del lugar llamado Paullu, en el vallede Yucay (BNM 1626: fol. 98r-v), y describieron cómo, según costumbre, vivía con su madre y eraeducado por nobles, para saber: «[...] todo lo que fuese neçesario supiese el hijo del rey de estatierra» (BNM 1626: fols. 91r, 99r, 106r). Otros testigos visitaron a Añaz Collque en Collcampata,mientras Guayna Capac dirigía la guerra en Quito, y vieron cómo el Inca le enviaba chasquis (BNM1626: fols. 106v, 114r); más aún, todos los testigos presenciaron y recordaban cómo, al año derecibirse en Cuzco el aviso de la muerte de Guayna Capac, el cuerpo momificado de este llegó y fueceremoniosamente bienvenido por la ciudad: «[...] como si estubiera vivo» (BNM 1626: fols. 114r,

119v). La viuda Añas Collque, según varios testigos se esforzaron en recalcar, continuó viviendo enCollcampata: «[...] que oy posee el dicho don melchior carlos ynga su viznieto, donde era visitada delos yngas deudos del dicho guaina caba y de sus hijos y mugeres que llamavan mamaconas y deotros señores prinçipales» (BNM 1626: fol. 114 v s). Entre esta distinguida concurrencia, estuvo elInca Guascar, quien la llamaba madre y daba a Paullu el título de hermano (BNM 1626: fol. 145v;cf .fol. 113r).15

Más de una voz hablaba, al relatarse estos recuerdos del Cuzco, como era antes de quenaciera Paullu y durante su infancia, antes de la llegada de los españoles. Los testigos recordabana sus padres, como, por ejemplo, Francisco Vasva de Lucanas, cuyo padre, Cusiguaman, había sidoranpacamayoc, artífice de andas para Guascar, y a su abuelo, quien también había servido a Guayna

Capac y a Tupa Inca Yupanqui en el mismo oficio, y que, como joven, había presenciado cómoGuascar, Añaz Collque y Paullu habían rendido homenaje al difunto Guayna Capac (BNM 1626: fol.114r). Los testigos también recordaron su propio pasado: habían sido niños o jóvenes cuando se

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desposó Guayna Capac, o cuando se fue a la guerra en Quito. Uno de ellos hasta luchó en aquellaguerra. Todos los testigos habían estado presentes en varios de los ritos imperiales que marcaronlas etapas más importantes en las vidas de Añaz Collque, Guayna Capac y Paullu; y todos habíanluchado bajo el mando de Paullu o Manco Inca, o ambos, tras la llegada de los españoles. Ningunode ellos hizo mención alguna de cuán diferente era la vida que ahora llevaban de la del pasado. Pero

sí sabían perfectamente que la información requerida por la probanza y para la cual ellos prestabantestimonio, sería usada por Melchor Carlos para legitimar su pretensión a la luz del pasado, y enten-dían la importancia de los papeles en el mundo administrativo español.15

Los testigos españoles también estaban al tanto del propósito de la probanza. Ello explica por qué hicieron poca mención de la batalla de Las Salinas y ninguna de la de Chupas, puesto que,según la política imperante en 1599, Paullu había batallado en aquellas ocasiones en el bando equi-vocado. Similarmente, se hace poca mención del apoyo que al inicio Paullu prestara a GonzaloPizarro,16 en vista de que este acabó ejecutado por lesa majestad. Los testigos andinos tambiénconfrontaron dudas de legitimidad en la vida de Paullu, pero estas fueron distintas en esencia. Lasconsortes de Guayna Capac, al igual que en el caso de los otros soberanos incas, fueron numerosas.

¿No convertía esto a Paullu, a pesar de sus muchos servicios a la corona española, en uno, entrevarios hijos naturales de un gran potentado? Los testigos andinos trataron el asunto indirectamen-te. Así, uno de ellos dijo que el padre de Añaz Collque había sido señor solo inferior al Inca. Todoslos testigos hicieron énfasis en la solemnidad y grandeza de la ceremonia nupcial de los padres dePaullu, a modo de recalcar su validez pública. Por ende, todos, repetidamente, dijeron que AñazCollque era la esposa legítima de Guayna Capac «en su ley», y que también, por su belleza, habíasido la más querida (BNM 1626: fols. 96v, 104v, 105r, 112v s, 119v). Un testigo resumió estos temas,y trajo a colación su conclusión lógica al decir que: «[...] con (Añaz Collque) hazia la vida el dichoguainacaba [...] por su mucha hermosura y ser hija de apo que se tenia en mucho y por serlo tanto ytan prinçipal save este testigo que si la susodicha y el dicho guaynacaba fueran cristianos se pudieran mui bien cassar en faz de la santa madre yglesia de rroma» (BNM 1626: fol. 89r).

Fue esta hipótesis irrealizable la que prevaleció en la vida de Paulo Topa Inca y, también, enlas menos conocidas vidas de sus contemporáneos andinos. Pocos años después de la probanza deMelchor Carlos Inca (1626), Guaman Poma también contemplaba esta hipótesis cuando escribió quelos antiguos andinos habían alcanzado «[...] una sombrilla y lus de conosemiento del Criador yHazedor del cielo y de la tierra y todo lo que ay en ella» (Guaman Poma de Ayala 1987 [1615]: 52,cf . p. 49).

El objetivo del presente trabajo fue describir, en primer lugar, la interdependencia de identi-dades individuales y colectivas en el Perú del siglo XVI, es decir, de Paullu Inca y de aquellos que loconocieron, y en segundo lugar, demostrar que estas identidades estaban estrechamente conecta-das con las memorias del pasado que mantuvieron los testigos, andinos y españoles, que hablaronen la probanza de Melchor Carlos Inca, memorias inestables que cambiaron con las necesidades delos tiempos.

Agradecimientos

Agradezco a Javier Barrios la traducción de este trabajo. Las expresiones incorrectas eneste y en las notas son resultado de mis propias revisiones de la versión original.

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Notas

1 Se trata de una discusión de la carrera de Paullu a la luz de la documentación producida durante suvida.

2

Cieza (1987 [1553]: cap. LXXXV, fol. 113v) menciona: «Paulo el Ynga, salió con su serviçio ymugeres para yr en la jornada, y lo mismo Villa Oma, dexando hecho el conçierto [...] con MangoYnga [...]»;cf . cap. XC, fol. 120v; cap. XCIV, fol. 127v: «[...], los españoles, con ayuda de Paullu,cogen oro fino».

3 Zárate (1995 [1555]): libro III, cap. I, 101; libro III, cap. III, 107) dice que, según el concierto entreManco y Paullu, Paullu y Villaoma iban a matar a Almagro y sus seguidores.

4 Pizarro (1978 [1572]: cap. XV, fol. 61v) declara que, en un momento anterior Paullu apenas escapó dela muerte porque Diego de Almagro mataba a los hermanos de Manco, quien en este periodo prepa-raba su alzamiento: «[...] porque no oviese ningún hermano de los suyos vivo, a quien los españolesdespues de alçado, pudiesen alçar por señor».5 Pero Francisco López de Gomara (1993 [1555]: cap. XLIX) dice que Paullu luchó en el bando deDiego de Almagro el Mozo en la batalla de Chupas en 1542: Diego de Almagro «[...] tenia tamvienmucha artilleria y buena, en que confiava: y gran copia de indios con Paulo, a quien su padre hizieraInga»cf . Zárate, Historia libro IV, cap. XIV: 166 y cap. XIX: 174. En confirmación de Gómara y Zárate,cf . la probanza de don Gerónimo Guacra Paucar, curaca de Jauja en 1560 (Guacrapáucar 1560: fol. 8r, pregunta 17) señala: «[...] que avra diez y seis anos poco mas o menos que vino al valle de xauxa elcapitan per alvarez holguin y el capitan gomez de tordoya con mucha gente para se yr a se juntar conel licenciado vaca de castro y los dhos capitanes estuvieron en el valle algunos dias a donde el dhodon grmo les dio todo lo que ovyeron menester e llevaron consigo myll yos y al dho don grmo hastala provyncia de guaylas en la qual sazon vino al dho valle don diego de almagro el moco con muchagente adonde estuvo dos meses trayendo en su companya a paulo ynga el qual les hizo mucho dañotomando al dho don grmo y a sus yndios sus haziendas ganados y hasta los hijos e mugeres para seservyr dellos». No he podido consultar la publicación de este texto por W. Espinoza Soriano (1971).

6 Cf . también Cieza 1987 [1553]: cap. XXIV fol. 60v: «[...] miran tan mal lo que conviene a sus concien-cias muchos de los que estan en aquellas partes, que como un governador quiera hazer una probanca,hallara tantos testigos contestes, que no abra nenguno que no diga que save la pregunta como enella se contiene».

7

Pero, Vaca de Castro describió la educación cristiana de Paullu como resultado de sus propiosesfuerzos. Véase su carta a Carlos V, escrita en el Cuzco con fecha de 24 Noviembre 1542, en Levillier (1921: 72): «A Paulo, yndio prencipal, hijo de Guainacava tornaré presto christiano y a sus hijos y parientes, porque agora estan aprendiendo los nutrimentos de fee necesarios [...]».

8 Sarmiento (1960 [1572]: cap. LXX, 276a) refiere que, en 1572:, «[...] de Paullo quedaron dos hijoslegitimos [...] y sin éstos le quedaron otros muchos hijos bastardos y naturales».

9 La situación fue interpretada de manera distinta por Pedro de la Gasca,cf . R. Levillier (1921), cartade la Gasca al Consejo de Indias, Lima 17 de Julio, 1548: 198: «En estos dias murió en el Cuzco donPablo, hijo de Guaynacaba, y vinieron diversas personas a pedirme sus indios, los cuales deje a don

Carlos, hijo mayor de don Pablo [...] ansi porque estaba legitimado por S.M. y el padre se habiacasado con la madr dos dias antes de su muerte, como tambien porque, aunque esto no concurriera,me paresciera gran inhumanidad quitarselos, siendo nieto del señor destas provincias, y cosa que

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diera a los naturales mucho desabrimiento, y aun fuera amedrentar a Xaraytopa [Sairi Topa] para novenir a la obediencia de S.M. aunque tuviera la voluntad de hacer, lo que hasta aqui ha demonstrado».

10 Cf ., también, sobre los vestidos, BNM 1626: fol. 128 v.s.: «[...] el dicho don cristobal paullo luegoque rrecivio el agua del bautismo [...] se bistio de colorado con pasamanos de oro y anssi le bio este

testigo y como a su ymitacion y rruegos hizieron lo mismo muchos yngas sus deudos y otros principales que se bistieron de amarillo y otras colores y rrecivieron el agua del santo bautismocomo lo hizo este testigo y otros muchos».

11 Este artículo es una edición y traducción al inglés de Cobo 1964 [1639]: libro XIII, caps. XIII-XVI.

12 En su testamento de 1582, Carlos Inca, hijo de Paullu, describió la morada de Colcampata con laermita, ahora iglesia de San Cristóbal, como conjunto: «Las casas que an sido fortalesa en estaCiudad que erede de don christobal paullo mi padre con muchos solares e rrancherías en ellas y junto a ellas e con el llano y plaça que esta junto a las dhas mis casas e a la plaça de la yglesia delSeñor San Christoval» (Villanueva 1987-1989: 35-49,cf . p. 38). Por ello, en cierto sentido, la ermita de

Paullu se parece a las Eigenkirchen, iglesias pertenecientes a familias nobles de la temprana EdadMedia europea,cf . Hartmann 1982: 397-444.

13 Varios de los testigos españoles mencionaron el sello y caja del documento, indicando que, paraellos, su poder no residía solamente en la escritura, sino tambien en el objeto propiamente dicho(cf . la colección de ensayos reunidos por Ganz [1992]).

14 Estas visitas de cortesía continuaban en el Cuzco de los españoles. Para una visita de Alonso deToro, teniente de Gonzalo Pizarro en el Cuzco, a doña Catalina Tocto Ussica cuando ella estabaenferma,cf . Cieza 1994 (1554?): cap. CXXXIII, 403; cap. CXXXIV, 404.

15 Véase la observación muy a propósito de don Juan Pichota sobre las discordias entre FranciscoPizarro y Diego de Almagro: lo que importaba eran: «[...] ciertos papeles que dezian heran provisio-nes de su magestad que vio este testigo» (BNM 1626: fol. 116r).

16 El apoyo era no solo en la conquista de Collasuyu, sino también cuando Gonzalo Pizarro se hizo procurador del reino (cf . Zárate 1995 [1555]: libro V, cap. IV: 193). Pero, llegado Pedro de la Gasca alPerú, Paullu colaboró con «[...] la voz de su magestad»;cf . Pérez de Tudela Bueso (ed.) 1964: tomoII, número 154, Relación del licenciado Gasca a don Francisco de los Cobos, Tumbez, 11 de agostode 1547: 238: «E asimismo con ellas vino una carta de don Pablo, hijo de Guainacaba, a quien agoralos indios entre si mas reconoscen, en que me escribe ofreciendose al servicio de Su Magestad, eque el para servir con todo el numero de indios que fuese menester, quedaba con Diego Centeno».

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SABINE MAC CORMACK 108

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DISCURSOS Y ALTERIDADES EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA... 111BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 111-132

DISCURSOS Y ALTERIDADES EN LA

QUEBRADA DE HUMAHUACA (PROVINCIA DE JUJUY, ARGENTINA):IDENTIDAD, PARENTESCO, TERRITORIO Y

MEMORIA

Sandra Sánchez*

Resumen

Las últimas décadas han sido testigos del despertar y florecer de la historiografía de la historiasocial indígena de regiones «periféricas» del imperio inca. El estudio de los procesos de identificación de las poblaciones que vivieron en esas latitudes e integraron la organización estatal permite una visión máscompleta de las relaciones entre el centro de poder incaico y los pueblos colonizados. La presente comunica-ción pretende generar una discusión y otro discurso en torno al proceso de transformación, cambio y cons-trucción de «identidades» de las sociedades indígenas que habitaron el sector centrosur de la Quebrada de Humahuaca, especialmente las gentes que en los testimonios hispanos fueron fijados en la historia jujeña conlos nombres de «tilcaras y purmamarcas». A lo largo del trabajo se evidencia que la conquista incaica delterritorio quebradeño irrumpió y distorsionó el juego de poder local y, con él, los procesos de autodenominación.

A través de una mirada sobre la documentación de archivo, édita e inédita, se fueron cristalizando losmecanismos descriptivos y la nueva organización espacial y política que el Inca impuso sobre la poblaciónlocal. Los hombres de la conquista hispana hacen suyo el discurso oral inca y lo fijan en la palabra escrita,continuando con la práctica de homogeneizar, fragmentar e invisibilizar la diversidad social.

Abstract

DISCOURSE AND ALTERITY IN THE QUEBRADA DE HUMAHUACA (PROVINCE OF JUJUY, AR-GENTINA): IDENTITY, KINSHIP, TERRITORY AND MEMORY

The last decades were witness to the awakening and flourishing of the indigenous social historiogra- phy of the «peripheral» regions of the Inca Empire. Study of the identification processes of populations wholived in these areas, who made up the organised State, allows for a more complex view of the relationship

between the centre of Inca power and the colonized people. This report attempts to discuss the construction process of the «identities» of the indigenous societies that lived in the central-southern sector of the Quebradade Humahuaca; in particular the people who in the Spanish testimonies were named in the Jujuy history as«Tilcaras and Purmamarcas». The research shows that the Incan conquest of the Quebrada de Humahuacaterritory broke up and distorted not only the local power games, but also self-identification. Through examin-ing archival documents, the descriptive mechanisms and the new territorial and political organisation imposed by the Incas became clear. The Spanish conquerors, by incorporating the Incan oral traditions and transform-ing them into the written word, continued the process of fragmenting and homogenising the social diversity.

Dejamos atrás el pasado, pero el pasado nunca nos deja a nosotros( Magnolia, película de Paul Thomas Anderson).

* Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti.

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SANDRA SÁNCHEZ 112

1. Introducción

Las últimas décadas han sido testigos del desarrollo de la historiografía de la historia socialindígena o, en otras palabras, de la elaboración sistemática de investigaciones sobre las poblacionesoriginarias de los Andes en toda su extensión. Esta práctica de investigación y metodología, llamada

etnohistoria o historia indígena, fue la encargada de volver la mirada y el quehacer de muchoscientistas sociales —historiadores y antropólogos especialmente— hacia la reconstrucción de lasestructuras políticas, económicas, sociales, religiosas y simbólicas, entre otras, de los nativosamericanos. Así, a partir y a través del redescubrimiento y relectura de los escritos españoles se«encontraron y revivieron múltiples estructuras sociales andinas casi incontaminadas» que, luego,con el impacto de la Conquista, sufrieron diferentes grados de desestructuración.

Pero con el correr de los años y al compás de las nuevas conceptualizaciones, estas «reali-dades naturales» encontradas en los documentos, comenzaron a ser objeto de una serie de observa-ciones. Tres, en especial, son las más relevantes.

a) La primera se refiere a la poca ejercitación de cierta actitud crítica sobre los materiales. La idea dela historia escrita por los vencedores tiene un asidero y es que escribir historia es un modo declasificar, organizar, jerarquizar y categorizar una serie de datos dispersos que, por lo tanto, suponeun cierto grado de autoridad —o por lo menos de autonomía— detrás del sujeto que escribe.

b) La segunda versa, justamente, sobre la autoridad o el poder. Se objeta que las miradas no supieronver los manuscritos coloniales como productos de contextos relacionales, de «zonas de contacto»(Pratt 1997: 26-27). Que en el empecinamiento de los investigadores por encontrar «la andinidad» ensus variadas manifestaciones, se olvidan los procesos de colonización que se desarrollaron a lasombra de las relaciones de poder, de redes de fuerzas internas y externas que generaron asimetríasy, por ende, discursos de poder que crearon imágenes de mundos, en la medida que invisibilizaron,homogeneizaron y, paralelamente, adjudicaron rasgos y marcadores diferenciales en los discursossobre la tierra y los hombres de este lado del Atlántico.

c) La tercera habla de la no neutralidad e impureza de los textos que fueron organizados de acuerdoa fórmulas de escritura sometidas a la retórica. Esto significa que hay un orden en la manera dehablar, argumentar y, por supuesto, justificar la construcción de imágenes sobre las gentes, losterritorios, las costumbres, etc. Los discursos reflejan además, una mirada condicionada, porquedescriben lo que los españoles fueron capaces de comprender y comparar culturalmente. Asimismo,en estos textos o discursos están presentes muchos otros de forma explícita o implícita,1 en lamedida que se toman y asumen unos de otros, asimilando, marginalizando o reacentuando, por

ejemplo, prácticas enunciativas y valorativas. De tal manera, en un documento de los siglos XVI oXVII se pueden encontrar fragmentos de discursos aymaras, cuzqueños, kunza o locales.

Por ello, aquí la autora propone un nuevo acercamiento, un nuevo ejercicio de reflexión,considerando las cautelas metodológicas arriba mencionadas. En este sentido, se trata de generar una discusión y, por supuesto, construir otro discurso, otra imagen de lo «indígena»: un «pliegue»más en los infinitos «repliegues de la materia» (Deleuze 1989: 11-12).

Uno de los problemas menos estudiados y en continua revisión sobre la historia de losgrupos indígenas es el tema de las identidades étnicas y la dinámica de sus transformaciones. Lasfuentes escritas legaron una serie de nombres de grupos indígenas que hasta pocos años atrás se

tomaban como «identidades prehispánicas». Nombres, membresías o etiquetas que habían transita-do por un «momento de crisis, inestabilidad, mutaciones imprevistas y confusión general» (Gruzinski1994: 151), casi inamovibles, naturalizadas como la geografía que las cobijó. Realidades per se.

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DISCURSOS Y ALTERIDADES EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA... 113

El escenario del presente trabajo es la Quebrada de Humahuaca. El problema es la identifica-ción de exoetnónimos o endoetnónimos al interior del colectivo identitario reconocido por los espa-ñoles como «los omaguacas», especialmente los grupos indígenas que ocuparon la porción centrosur de la quebrada y que en los testimonios escritos fueron fijados en la historia jujeña con los nombresde tilcaras y purmamarcas.

2. El lenguaje de la pertenencia

Fueron los «historiadores autodidactas» jujeños Carrillo y Vergara quienes abordaron eltema de los primitivos habitantes de Jujuy. En sus respectivas obras, dedicaron escuetos capítuloso párrafos a los habitantes de la hoy conocida Quebrada de Humahuaca y sus territorios aledaños.Ambos trabajos tuvieron como objetivo iluminar la epopeya de la Conquista y sus consecuenciascivilizadoras en su tierra de origen. El primero refiere que las «tribus predominantes eran losCochinhucas, los Humahuacas, los Tumbayas, Ocloyas, Paipayas, Osas i Ojotas» (Carrillo 1989[1877]: 29). El segundo consideró a los omaguacas como un conjunto de tribus que formaron unagran familia de indios «inteligentes, guerreros, agricultores, religiosos e inclinados a la borrachera».Uquías, purmamarcas, tilcaras, tumbayas, tilianes, yalas y argamatas expresaron este conglomeradohumano (Vergara 1961: 16; 1966: 36-37).

Otro grupo de trabajos sobre los aborígenes de la «región omaguaca» fueron el resultadode investigaciones llevadas a cabo por etnógrafos históricos como Serrano (1930: 71; 1947: 71-72) yCanals Frau (1953: 505; 1958: 53), quienes, en sus obras, diseñaron cuadros taxonómicos de los primitivos habitantes del territorio argentino. Estos investigadores consideraron que el nombregeneral de los indios de la quebrada no fue el de omaguacas, y que dicha generalización en esageografía se debió a los españoles venidos del Perú. Pero más allá de los nombres, las tribus o parcialidades o pueblos de tilcaras, maimeras, purumamarcas, osas, paypayas, tilianos, ocloyas, jujuys, fueron omaguacas tanto como los propiamente denominados así. Más aún, Canals Frauafirma que los omaguacas constituyeron «una verdadera unidad étnica».

La excelente e invalorable síntesis etnográfica que el arqueólogo e historiador AlbertoMario Salas redactó en 1943 (publicada en 1945) continúa siendo la mayor fuente de inspiración paraquienes se empeñan en profundizar y enriquecer las imágenes sobre los llamados omaguacas (Salas1945).2 Al referirse a la identidad de estos indígenas, señaló: «Es posible que esta unidad o afinidadde las parcialidades humahuacas (omaguaca, tilcara, maimará, purmamarca) no haya pasado des-apercibida al conquistador, ya que en los primeros documentos se habla de “provincia omaguaca”,término que por lo común encierra no solo un contenido geográfico, sino también una determinadaunidad cultural». Salas fue el único que, hasta ese momento, sobre la base de la información escrita,

realizó una reflexión pormenorizada de cada parcialidad en particular. De los tilcaras comenta que, pese a ser indios citados desde antiguo en la documentación, no se conoce ningún hecho que losdestacara particularmente durante la Conquista, y afirma que los purmamarcas constituyeron una parcialidad notablemente belicosa. Aporta, además, referencia a las numerosas grafías de esta pala- bra (Salas 1945: 45-50).

2.1. Los textos y los indios

¿Cómo aparecen estos indios denotados en la documentación local? ¿Cómo se habla sobreellos? A mediados del mes de abril de 1593, el capitán Francisco de Argañaraz y Murguía cabalgabacon su gente de guerra hacia el valle de Jujuy. Marchaban decididos a fundar allí «una ciudad y

pueblo de españoles» con título y comisión del gobernador Juan Ramírez de Velazco: «[...] convieneque en todo caso se haga la dicha poblacion en el dicho Valle de Jujuy [...] y el dicho fruto de estadicha poblacion, es muy notorio asi por que los naturales sus sircumbesinos vengan á pulicia y

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SANDRA SÁNCHEZ 114

Fig. 1. Organización espacial y política en el centro-sur de la Quebrada de Humahuaca.

NW

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Q ue br ad a de TUMB AY A

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OM

AGUA

CA

PURUAMARCA

2

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3

TUMBAYA

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COYRORO(Coiruro)

HuajraTiraxiChico

Tilquiza

Tiraxi

Escala 1:200.000Fuente: ATJ, AGI, AOJ, legajos, varios siglos XVI-XVII

Ab. de Yusca

MAYMALA

MAIMARABuena Vista

(Hornillos)

CHELSITO

TILCARA

(Alfarcito?)

Qda.Huichaira

1

12

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Oylla

(Angostode Perchel)

TUMI

Q d a .

J u e l l a

R í oGua ya ma yo

Referencias

21 y 234

1 Dominios del pueblo de Tilcara-Ticas Dominios del pueblo de Puruamarca-Purumaucas

Tierras compartidas por Ticas y Purumaucas Posible dominio del pueblo de Tilian-Tilianes Jurisdicción del valle de Purumamarca y Tilian

Nota: Las ubicaciones de los pueblos y extensión de sus respec-tivos dominios son aproximados.

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DISCURSOS Y ALTERIDADES EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA... 115

conosimiento de las cosas de nuestra Santa fee Catolica que tanto se pretende, como por ser elcamino mas breve y mejor y estar en Comercio de estas Provincias y reinos del Perú, y el bien que deellas sé resulta [...] en allanar los pasos y caminosque todavia estan de Guerra de Indios revelados[...] que an impedido y cada dia impiden el trato y comercio de estas dichas Provincias [...]» (Rojas1992 [1913]: 3-4. El resaltado es de la autora).

El 19 de abril, Argañaraz concretizó la noción de civilidad, redefiniendo el espacio geográ-fico, social e histórico. Inmediatamente nombró autoridades y así creó el primer órgano ejecutivo, jurídico y legislativo jujeño: el cabildo. La nueva institución lo reconoció como teniente de goberna-dor y justicia mayor. Con él se asentó la escritura que fijó los hechos de la conquista del territorio yla «domesticación» de sus habitantes.

En estos manuscritos fundadores se encuentran las primeras representaciones de la «reali-dad», las primeras nominaciones pormenorizadas de los habitantes, pueblos y caciques de la Que- brada de Humahuaca, Puna y zonas contiguas:

[...] abia vuestra señoria mandado al capp. don francisco de argañaras que corriese la tierra yProcurasePrender a todos Los caziquez y curacas que estauan Rebelados en el distrito y juridision de esta dichaciudad, en cuyo cumplymento el dicho capp. Don francisco [...] prendio al cazique biltipoco con todos sushijos y familia y prendio asimismo a don diego tilay a don francisco yachagua a don juan xgra a don pedro ypildora y todos los demas principales y asimismo hizo que saliese de paz elcazique ossa [...] y agoraultimamente despues que uestra señoria bino le dio orden para que fuese a tierras muy apartadas [...] yaal fin consiguieron su yntento y traxeron Preso al dicho cazique Layssa con todos sus principales [...](ATJ 1595-1596: legajo 23. El resaltado es de la autora).

[...] Bengan Los yndios siguientes del pueblo de yalas yndiosdel casique don alonso osal [...] Bengan [...]yndiosdel pueblo de Tilian que esta apartado desta ciudad seys leguas [...] Bengan otros [...] yndios delPueblo de puruamarca que esta apartado desta ciudad ocho Leguas [...] Bengan [...] de los yndioschurumatas [...] delos yndios ocloyas [...] yndios de los pueblos que eran sujetos a don diego Biltipoco [...]Bengan [...] yndios del Repartimiento de omaguaca [...] Vengan [...] yndios dellos Repartimientos decasabindos y cochinoca [...] (ATJ 1595-1596: legajo 23. El resaltado es de la autora).

[...] si los yndios omaguacas..de omaguaca [...] y sucuraca Es tolay ques El casique principal de omaguaca[...] preguntado alaysa principal de los yndios churumatas[...] En El pueblo de don Francisco Limpitacasique prinsipal que dizen ser agora[...] del dicho Valle de omaguaca [...]En El pueblo de don diegoViltipoco todos sus curacas de sus yndios [...] avya sacado aosa y a los yndios paypayas [...] pedro de osacuraca [...]don pedro quipiltora [...] y [...] don juan curacas del valle de omaguaca[...] (ATJ 1595-1596:

legajo 23. El resaltado es de la autora).Lo primero que se observa es que los indios son denotados en tanto y en cuanto depen-

dientes de un curaca y un pueblo. Parece que son discursividades sobre los dirigentes étnicos, enlas que los indios están subsumidos. Se habla de ellos de manera implícita. Así, en una secuenciainicial se tiene que todos los caciques y curacas estaban rebelados. En la siguiente fase, todos estoslíderes étnicos —con sus respectivos nombres indígenas y cristianos— son apresados y brindan la paz, o se ven obligados a darla. En la tercera, la sujeción de sus autoridades naturales implicó que losindios de los diversos pueblos bajo sus dominios también prestaran obediencia a sus nuevos seño-res y autoridades.

Estos textos, que se limitan a develar nombres de curacas y pueblos, constituyeron y cons-tituyen los primeros discursos locales identitarios sobre posibles organizaciones políticas, socialesy espaciales de las poblaciones que vivieron en la Quebrada de Humahuaca.

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DISCURSOS Y ALTERIDADES EN LA QUEBRADA DE HUMAHUACA... 117

Como se advirtió antes, la información documental persiste en su esquivez a la hora deidentificar a los indios de la región de forma más explícita. De tal manera, la geografía, el pueblo y elcuraca fueron los ejes a cuyo alrededor se expresaron diferencias altéricas. Así se denota a losindios en relación al nombre de la geografía que los acogió: indios omaguacas, habitantes del valley quebrada homónima. En este caso, los europeos vincularon el nombre de la tierra al nombre de sus

habitantes. De alguna manera, esta homologación singularizó a una población indígena específica,no así a un territorio. La segunda, más laxa, se evidencia en los enunciados «[...] indios del pueblode [...]», ya que es un misterio si los nombres dados a los pueblos remiten al apodo o patronímico delos indios o bien si yala, tilian o puruamarca correspondieron, respectivamente, a topónimosautóctonos o alóctonos de la región. En la tercera, todos los textos concuerdan en la forma deconnotar a un grupo y sus asentamientos a partir del nombre y figura de su curaca. Una revalidacióny confirmación constantes, al decir de las frases «yndios de, gente de, pueblos de Viltipoco», a unarelación de poder y convocatoria, materializada y visualizada en la persona de «biltipoco general y principal tirano».

Otra constatación que surge de la lectura de los fragmentos textuales fue la presenciarecurrente a lo largo de esos 11 años de Viltipoco en el ámbito bélico como guerrero y en el políticocomo curaca y señor de indios y pueblos en la zona.

Al parecer, y luego de la acción bélica de los Altamiranos, la quebrada se pacificó aunquesolo momentáneamente. En este contexto de tensa tranquilidad, el curaca guerrero «aceptó» no soloel santo bautismo —si se tiene en cuenta su nombre cristiano— sino que se sometió a los nuevos poderes. Quizás este periodo le sirvió al rebelde Diego Viltipoco para aprehender y digerir la dinámi-ca de las nuevas relaciones de poder. Las palabras del religioso Lizárraga son sugerentes en estesentido:

Pero habrá 7 años que el principal curaca desta provincia, cuando iba á Tucumán, llamadoViltipoco, envióalgunos indios principales á la Audiencia de La Plata, pidiendo quería servir y pagar moderado tributo, poblar los tambos que hay de su tierra a Talina, dar en ellos al precio que en Talina gallinas, carneros deCastilla y de la tierra, para cargar, maíz, y lo demás, como en los tambos del Perú, y darian indios para lasminas de Potosí, y admitirían sacerdotes, con tal condición que no habían de tener otro encomendero quesu Majestad [...] (Lizárraga 1928 [1607]: tomo II, 210-211. El resaltado es de la autora).

La Real Audiencia aceptó la propuesta y, según el autor del relato, Viltipoco cumplió lo prometido hasta que el gobernador Ramírez de Velasco intentó aprovecharse de la sujeción y envióuna avanzada de soldados a tomar posesión de «aquella provincia». No se tiene claro lo que acaeciódespués. Este líder que encarnó en las miradas y construcciones hispanas «al tirano de Omaguaca,

al salvaje y rebelde enemigo», parece obvio que renovó y retomó su liderazgo y volvió a alentar lalucha étnica. Así se le reencuentra, resistiendo, a fines del siglo XVI.

¿Fue tan imponente este personaje que logró borrar en el discurso hispano los nombres dela tierra y del grupo a él sujetos? ¿O tal vez este conjunto humano, incluido su líder, exteriorizaba su particularidad a través de una marca que a la vista de los españoles, «conocedores» de la región,establecía inmediatamente la pertenencia a un grupo tutelado por este curaca? Entonces, ¿era lomismo y de uso más frecuente decir «indios de Viltipoco» que indios «tales»? ¿O no tenían ningunasingularidad y el liderazgo de Viltipoco fue resemantizado como un rasgo de pertenencia comúnentre él y sus seguidores?, a su vez, y aquí una primera diferenciación ya señalada, ¿los destacabade los otros, de los omaguacas por ejemplo, si se atiende a algunas citas arriba expuestas? Pero, ¿solo

en estos contextos bélicos, de enfrentamientos o que refieren hechos de ese tipo, aparecen estos in-dios nominados «de Viltipoco» o el jefe mismo? En este caso, indios o grupos de indios fueron aso-ciados «indefinidamente» con un nombre, Viltipoco, que a su vez indicaba una relación jerárquica.

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2.3. Viltipoco y Puruamarca

Cuando se llega a este punto y se reflexiona sobre la indiscutible invisibilización de undiscurso más específico sobre los indios que en este texto se piensa que podría darse un posibleencuentro a través de la relectura de las famosas probanzas de méritos y servicios. ¿Por qué? Porque

estos documentos, en su gran mayoría éditos, relatan las hazañas o hechos memorables de loshombres que lucharon contra las poblaciones autóctonas por el control del territorio. Muchosfueron los capitanes y soldados de la Conquista que, con diversos destinos y en distintos momen-tos, atravesaron el valle y Quebrada de Humahuaca. Sin embargo, fueron unos pocos los que recor-daron más en detalle el encuentro con esos indios:

«[...] en acompañamiento con la dicha armada hasta la poner en saluo de la otra parte de purumamarca[...]» (1550) (Levillier 1919-1920: tomo II, 47. Información hecha a pedimento de Hernán Mexía Miraval.El resaltado es de la autora).

«[...] murieron el dicho capitan Juan Gregorio Bazan e su yerno [...] peleando con los indios delvalle de

prumamarca [...] venimos cincuenta leguas por tierra deindios de guerra belicosos purumamarcas [...] e poco despues [...] pasando por prumamarca trajo los guesos del dicho mi marido e yerno [...] losindiosde purmamarca [...] lo habian muerto [...] del suceso de prumamarca [...] que los indios de guerra delvallede purumamarca [...] en purumamarca nos hicieron cruel guerra [...] losindios de purumamarca ycomarcanos a ellos los mataron» (1550-1554) (Levillier 1919-1920: tomo II, 225-26, 244, 258, 312, 319,331. Información de méritos y servicios del capitán Juan Gregorio Bazán. El resaltado es de la autora).

«[...] y se acuerda que quando entraron a hazer la dicha primera poblacion en laquebrada de poromamarcaque ba antes del valle de jujui y en una guacauara muy rrenida que los yndios dieron a los xpianos [...] enla entrada de puromamarca se encontraron con los indios de guerra que había que estaban puestos paraguerra en forma de media luna y a la vista de la gente del dicho capitan [...]» (1575 aproximadamente)

(Levillier 1919-1920: tomo I, 578, 581-582. Información de los servicios del capitán Juan Pedrero de Trejoy Sanabria. El resaltado es de la autora).

«[...] porque en tiempo que gobernaba el gobernador Abrego en las provincias de tucumán había 3 años queno se comunicaba el dicho camino ni salia gente a esta tierra [...] y pasaron por un pueblo llamadoPurumamarca a donde indios de el le defendieron el paso y pasaron adelante [...] el dicho general se volvióen la cual vuelta tubo muchas guasa[ba]ras en la dichaquebrada de purumamarca hasta salir a lo altoquitandoles a los indios doce o trece caballos y lanzas y sillas y ropa que en la pelea dejaron los indios [...]»(1580 aproximadamente) (Museo Etnográfico de Buenos Aires 1604. El resaltado es de la autora).

«[...] yndios comarcanos a aquel valle como son el valle de omaguaca poromamarca [...]» (1585-1586

aproximadamente) (Levillier 1920: tomo II, 423. Información de los méritos y servicios de don JuanRamírez de Velazco. El resaltado es de la autora).

«[...] a cauo de veinte e vno e dos dias que hera vn sauado a media noche [...] hasta que caminando todoaquel dia y la noche y llegaron a media noche avn balle e quebrada llamado poromamarca donde el dichouiltipoco con cinquenta o sesenta yndios cojiendo sus comidas con sus capitanes y en el camino e caminosthenia puestos grandes centinelas y espias [...] y sin ser sentido [...] llegaron al dichoasiento dondeestauan e los hallaron bien descuidados y durmiendo y [...] cercaron lascasas e pueblo [...] entraron dondeestaua el dicho viltipoco e sus capitanes y gente que estauan juntos e los prendio [...]» (1594-1595)(Levillier 1919-1920: 548-549. Información de los méritos y servicios del capitán Francisco de Argañarazy Murguía. El resaltado es de la autora).

Desde mediados del siglo XVI los conquistadores identificaron y definieron a Puruamarcacomo un espacio de guerra. Una extensión sin límites, donde este vocablo lo cubrió todo: valle,

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quebrada, entrada, asiento, pueblo, indios, etc. Todo un «microuniverso guerrero» anunciado por esta única manera de nombrar. Aunque imprecisos, la beligerancia de la tierra y su gente tuvo suslímites: «al otro lado o a lo alto» de Purumamarca, e incluso el valle de «Jujuy» que «ba» después deaquel, se presentan como espacios más fáciles de transitar, más «seguros». Las instrucciones de1576 dadas por el cabildo de Santiago del Estero y una real cédula enviada al virrey Toledo en 1577

confirman la peligrosidad y las esfumadas demarcaciones entre ambos espacios (Salas 1945: 34-35).Las discursividades sobre Viltipoco y Puruamarca emanadas de las probanzas, en especial en

la de Argañaraz, advierten acerca de una ubicación geográfica más precisa, de cierta organizaciónsocial, de algún tipo de relación de dependencia y jerarquía como, asimismo, de un juego de palabrasque denotaban y connotaban significados en aquellos tiempos. Así, el nombre del valiente curacaViltipoco que distinguió su persona también simbolizó lo rebelde, salvaje y guerrero; en igual senti-do, Puruamarca, cuyo significado envolvió a los hombres y su geografía, dio a entender un estadode belicismo, primitivismo y alzamiento. A parecer de la autora, se estableció una suerte de sinonimiaentre dichos vocablos: una relación directa entre los contenidos de ambas palabras. Los españolesde la época construyeron una representación unívoca sobre el curaca y los habitantes de la zona deguerra. Por ello, fue indistinto distinguirlos como indios viltipoco, «Viltipoco y su gente» e indios oindios belicosos de Puruamarca.

2.4. La mano del Inca

La figura, rol y poder de Viltipoco en el paisaje social humahuaqueño está reevaluándosedesde varias décadas atrás. Salas lo consideró como el poderoso cacique de la Quebrada deHumahuaca (Salas 1945: 40). González y Madrazo, respectivamente, vincularon el poder de estecuraca principal con la conquista incaica de la región. Viltipoco sería el último representante de las jerarquías regionales incaicas (Madrazo 1989 ms.: 3-4). En un trabajo anterior se exploró el origen ysignificado del nombre Viltipoco y descubrió que tanto «huaca», «fundador de linaje», «jefe guerre-ro» y «curaca» pudieron ser las distintas caras de quien llevaba ese nombre (Sánchez y Sica 1994:170-171). Pareció pertinente indagar sobre el posible o los posibles significados de Puruamarca, pensando tal vez encontrar una reafirmación de la correspondencia arriba sugerida. Al recorrer las páginas de cronistas y compiladores de voces quichuas y aymaras, se encontró información elo-cuente.

Al relatar el ciclo mítico sobre el origen de este mundo, Guamán Poma de Ayala ordena todaslas humanidades partiendo de Dios. La tercera y cuarta edades estuvieron habitadas por ciertacategoría de hombres que interesan sobremanera:3

De esta tercera edad de indios llamadaPurun runa, [...] y vivieron y multiplicaron esta gente muy mucho,[...] comenzaron a hacer ropa, tejido e hilado, auasca y de cumbe, y otras policías ygalanterías y plumajes[...] y alzaron reyes y señores y capitanes [...] y mojonaron sus pertenencias y tierras y pastos y chacras,cada señor en cada pueblo, y tuvieron sus mujeres casadas [...]comenzaron a hacer bravezas [...]edificaron casas de pucullo, de allí comenzaron alzar paredes y cubrieron casas y cercas, y reduciéronse,y tuvieron plaza, aunque no supieron hacer adobes, sino todo era de piedra, y labraron chacras y sacaronacequias de agua [...] comenzaron a tejer ropa con vetas de colores y teñir lana de colores y criar muchoganado, uacay, paco; [...] De cómo no supieron leer ni escribir, estuvieron de todo errados y ciegos, [...]quelos indios eran salvajes animales [...].

[...] Aucaruna. de esta cuarta edad de indios llamada Aucapacharuna, [...] estos dichos indios se salieron

y [...] fueron a poblarse en altos y cerros y peñas, y por defenderse, y comenzaron a hacer fortalezas queellos llaman pucara, edificaron las paredes y cerco, y dentro de ellas casas y fortalezas y escondrijos y pozos para sacar agua de donde bebían; y comenzaron a reñir y batallar mucha guerra y mortandad con

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su señor y rey,[...] bravos capitanes y valientes y animosos hombres. Y peleaban con armas [...] y sehicieron grandes capitanes y valerosos principes. De puro valientes dicen que ellos se tornaban en labatalla en leones y tigres, y zorros y buitres, gavilanes y gatos de monte, y asi sus descendientes hasta hoyse llaman poma otorongo, atoc, cóndor, anca, usco, y viento, acapana, pájaro uaynanay, [...] De cómomandaban y eran muy belicosos indios, y bravos guerreros y fuertes, cada uno de ellos se embestían como

leones; [...] De cómo se poblaban los indios en cerros y altos, por ser ellos muy fuertes y bravos, que todosu trabajo era guerrear y vencerse unos con otros y quitarse cuanto tienen en aquel tiempo [...] De cómono había tanta justicia, sino solo era justicia el rey y no otro, de cada pueblo que tenía, y gobernaba ydefendía su tierra y reino con sus armas, aunque eran pocas armas deindios en aquel tiempo de infieles [...](Guaman Poma 1993 [1616]. El resaltado es de la autora).

La autora cree que «puruamarca» proviene, sin duda, de la unión de purum auca, voz conque los incas calificaron a las poblaciones renuentes a ser conquistadas, ‘gente rebelde, bárbara,enemiga salvaje e infiel’. Entonces, esta expresión quechua no estaría denotando una identidad oapelativo específico, sino la calidad y condición de estos hombres y el paisaje que los rodeaba.«Purum», «puron» o «purun» define ‘lo bárbaro’. Todo ser o conjunto de cosas que estuvo acom- pañado por esta palabra fue algo burdo, sin cultivar, yermo, despoblado, arruinado, silvestre, etc.(González Holguín 1952 [1608]: 297-298). Pero destaca sobre todo un estado cultural y político:«[...] y gobernaba y defendía su tierra y reino con sus armas [...]». En suma, gente renuente a laconquista y ley, incaica primero y española después. Las profundidades míticas y ahistóricas delvocablo se remontan hasta la guerra contra los chancas, cuando, durante la defensa del Cusco,vinieron en ayuda del Inka Yupanqui los «pururauca», unas piedras transformadas en soldadosenviadas por el dios Viracocha. Se dice que luego del triunfo devinieron en piedras huacas, dignasde ser adoradas. También Cobo, en relación a las huacas y los ceques, menciona que el sexto cequeo casa era la «dicha Pomamarca» (casa del Puma) (Zuidema 1989: 332-347).

La calidad de soldados guerreros y amigos de los conquistadores incas quedó en el mito yla historia del dominio del Cusco. Más allá del «ombligo del mundo», los purumauca fueron lasdiferentes poblaciones de geografías distantes y disímiles, como Jujuy y el centro de Chile,4 quecombatieron contra los poderes hegemónicos. El discurso oficial inca los fijó en la tradición oralcomo «bárbaros y salvajes enemigos». Más tarde, el español se apropió de él y lo estampó en la pa-labra escrita: «Hombres por fugetar, que no tienen Ley, ni Rey» (Bertonio 1984 [1612]: parte II, 278).

De la descripción del cronista surgen dos indicios que, sin duda, contribuyeron a que estas poblaciones fueran indicadas como «purumauca». El primero mostraría la imposibilidad del Inca ensometerlas a través de alianzas y ritos de lealtad. Ellas batallaron hasta el fin contra el invasor. Elsegundo, remarca la relación de su bravura en la lucha y la consiguiente transformación durante los

combates en animales tan simbólicos y poderosos en los Andes como leones, cóndores, buitres, pumas, etc. En consecuencia, la construcción de una imagen de salvajes y rebeldes resumió tamañaoposición. Resulta más sugerente aún que de las muchas poblaciones que lucharon contra elexpansionismo incaico solo algunas hayan quedado fijadas en este discurso. Una vez más se en-cuentra una comunión de pertenencia y una mítica e histórica tradición de resistencia a todo ordenagresor entre el poder de un cóndor, águila o halcón (Viltipoco) y la animalidad de sus bravosguerreros sin nombre.

3. Parentesco, territorio y memoria

3.1. Puruamarca y Tilian

Por un lado es sintomático del proceso de posesión española de la región la invisibilizaciónde esa relación de pertenencia que se viene descubriendo entre los indios de Puruamarca y Viltipoco

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y, por otro, la fragmentación de ese conjunto político-social reordenado por el Inca que tuvo suasentamiento en dicho pueblo y la cristalización de otras relaciones. Noticias parciales se encuen-tran desde 1595-1596:

[...] bartolome miguel quintana y antonyo nuñez [...] Por quanto Entrenos ha abido y ay pleytos y

diferencias que estan pendientes [...]sobre razon de los Yndios quellaman de la quebrada del many y dela de purumamarca [...] nos consertamos E convenymos Enesta forma que yo El dicho antonyo nuñez meaparto de los dichos yndios E pueblo con tal que el dicho bartolome miguel me dexe sacar nueue yndios queyo nombrare [...] ande ser parientes y deudos de los dichos yndios que rresidian o rresiden oy en dia enla dicha quebrada de tumbaya que es la quebrada del many [...] y sino tubieren Parentela que se cumplan Delos demas que obiere en el dicho pueblo de purumamarca con sus mugeres E hijos [...] (1596) (ATJ1595-1596: legajo 5. El resaltado es de la autora).

[...] ynformar a su señoria de cómo pedro marcos [...] de su propia autoridad sin orden de ninguna justiciadesnaturalizo y saco de su pueblo llamado tumbaia todos los yndios que en el estauan los quales estauan y residian cinco leguas de esta ciudad camino del piru [...] (1595-1601) (ATJ 1595-1596: legajo 23. Elresaltado es de la autora).

[...] yten Pedir que su sseñoria Mande espressamente que Los yndios de tilian que pedro marcos[...] llebode su pueblo y natural sin orden [...] (1595-1602) (ATJ 1595-1596: legajo 12. El resaltado es de la autora).

[...] yo Roman Valero[...] doy mi poder cumplydo [...] para que...podays administrar y tengays enadministracion los indios demi encomienda que tengo [...] que son los yndios del pueblo de tilian [...](1596) (ATJ 1595-1596: legajo 5. El resaltado es de la autora).

Se debe advertir que estos repartimientos se hicieron a vecinos de la nueva ciudad de Saltaa partir de 1583 y 1584. Y si bien no se cuenta con las cédulas de encomienda, se tiene certeza res- pecto a los beneficiarios, cuyos nombres se cuentan entre los favorecidos por mercedes de tierrasen la jurisdicción salteña (Cornejo y Vergara 1938).

Sin duda, estas informaciones, confusas e imprecisas en una primera lectura, revelan tramasde un tejido social de origen incaico. Ellas permiten afianzar la hipótesis acerca de la relación entrelos habitantes de las quebradas y pueblos de Puruamarca y Tumbaya o Tilian, como también se losidentificaba, respectivamente. En 1595, cuando se reparten los mitayos para las obras de la ciudadde Jujuy, el gobernador determina que «Bengan yndios del pueblo de Tilian que esta apartado destaciudad seys leguas [e] yndios del Pueblo de puruamarca que esta apartado desta ciudad ochoLeguas [...]». ¿Por qué no se requiere brazos del pueblo de Tumbaia que estuvo ubicado a 5 leguas

de la capital? ¿Fue un asentamiento con dos nombres diferentes o un pueblo menor dentro de unespacio jerarquizado, cuyo centro visible fue la cabecera de Tilian? Para 1596, el primer corregidor deOmaguaca especifica, «[...] porque Estando Este testigo En ElValle de Purumamarca y Tilian [...]»(ATJ 1595-1596: legajo 4, el resaltado es de la autora). Desde la perspectiva de la autora, este dato esmuy significativo y confirma dos hechos: primero, la entrevista dependencia política, económica y parental que permitió la movilidad y permanencia de la gente entre un pueblo y otro, y segundo, laconformación de cierta unidad geográfica o jurisdiccional que vinculaba a las poblaciones quevivieron desde Purumamarca al norte hasta Tilian al sur, un espacio político y social tutelado por los pueblos de Puruamarca y Tilian, y escoltados por otros asentamientos de menor importancia, talcomo pudieron haber sido el pueblo de Tumbaia o el pueblo de Coyroro (ATJ 1610: legajo 39) en otraquebrada un poco más al sur de aquella. La prestancia e influencia de estos asentamientos sobre el

resto se efectivizó en las descripciones españolas que singularizaron el valle a partir de sus nom- bres. Asimismo, entre ellos hubieron diferencias. En relación a ambos, los documentos sugieren doscomentarios. En primer lugar, llama la atención de que a los dirigentes étnicos como Viltipoco hasta

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1595, Antonio Cama (1600-1601) y los siguientes,5 se les mencione en relación a Puruamarca, como siel poder en cuanto jerarquía política hubiera tenido allí su base. En segundo lugar, si se toma comoguía los repartimientos de indios, Tilian tuvo un peso demográfico mayor. Se podría pensar queestos contrastes reflejan, sobre todo, las posiciones formales y funcionales que ocuparon dichos pueblos en la organización espacial inca como también las relaciones entre ambos.

La última mención en los manuscritos coloniales de Jujuy sobre los indios y pueblo deTilian, hace referencia al reparto de tres mitayos de este asiento para las faenas relacionadas con elabasto de carne (ATJ 1599: legajo 10). Lo mismo sucedió con el pueblo de Tumbaia, cuya solamención es la que arriba se consigna (cf. arriba). De aquí en más, en los discursos coloniales, los«únicos sobrevivientes» de esa unidad geográfica, política y social fueron los llamados «pur-mamarcas» y el ahora, solo, valle y quebrada de Purumamarca.

3.2. Viltipoco y Tilcara 6

Don Diego Viltipoco, una vez apresado y encarcelado, es interrogado acerca de su rol político en el valle de Omaguaca. Lo mismo sucede con los demás curacas hechos prisioneros juntocon él. En este nuevo contexto, la figura del jefe guerrero de la «provincia de Omaguaca» da paso al personaje político, al señor de indios y pueblos de la quebrada y de su flanco oriental. En estesentido, el pueblo de Puruamarca se presenta fuera de su órbita de poder y bajo la dirección de otrocuraca: don Antonio Cama.

La autoridad de Viltipoco y sus descendientes se extiende hacia el centro de la quebrada,sobre una serie de pueblos e indios innominados en los discursos. Pero, ¿quiénes eran estos pue- blos e indios de Viltipoco? ¿Cuándo y para qué echaron mano a los recursos nmemónicos de susociedad?

My Poderosso Señor Don Rodrigo de Yllescas Protector de Los naturalesen Nombre de Don FelipeViltipoco cassique prinsípal del pueblo de Tílcara Repartimiento de Don Francisco de Argañarás en LaProVinsia del TucumánY de los demás Yndios del dicho Repartimiento, Digo que alos sussodichos detíempo Ynmemorial aesta parte Antenido Y posseydo eposeen al presente por tíerras propías Y por suYas Las que estan desde La quebrada de Yucara hasta el Río de Omaguaca desde allí el Río arriva hasta elasiento de Tumí de Vna banda y de otra Y otras tíerras en La quebrada de purmamarca hasta las tíerrasde Yucayra, Y chelísto, Y maymala Y tílcara y tumí , en Las quales ansido amparados por los mandamientos[junio de 1606] (Sánchez 1996: 52-53; ATJ 1612: legajos 749 y 751. El resaltado es de la autora).

En primer lugar, no sorprende el inmediato uso de la palabra escrita por parte de Felipe

Viltipoco, intérprete y protector de naturales mediante, posible sucesor de don Diego. Asimismo, lacontemporaneidad entre la pacificación de la quebrada (1595-1596) y el pedido de amparo al rey deEspaña es bastante clara de esta práctica (junio de 1606, corresponde a la fecha de anoticiamiento delas autoridades locales españolas e indígenas del amparo real). Entonces, una primera incógnita sedespeja: el pueblo de los viltipoco se denominaba «Tilcara».7

3.3. La «posesión inmemorial»: papeles y derecho

Aquí se requiere comentar el texto. El documento se originó en un pleito por la intromisiónde vecinos indígenas en 1699, en un potrero comprendido dentro de los límites del pueblo. Enton-ces, los afectados con la intención de probar, confirmar y recordar sus derechos a un territorio

presentan como prueba una cantidad de escritos provenientes de distintas esferas de la burocraciaadministrativa colonial. Por lo tanto, se tiene enfrente un texto que salta de una época a otra a medidaque se insertan los papeles aprobatorios de una posesión desde los títulos de propiedad otorgados

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por Felipe III en 1606, amparos ratificados por la Real Audiencia de La Plata y distintos gobernado-res del Tucumán e, inclusive, un mandamiento de don Francisco de Alfaro, visitador de la goberna-ción. Lo curioso es que él mismo se otorga por expreso pedido del cacique, según palabras delvisitador, «[...] y que aunque tenia mandamientos de amparo de los gobernadores de esta provinsiame pidieron les diese el mio pues era sin perjuicio de parte [...]» (Sánchez 1996: 53; ATJ 1612: legajo

749, 751).La multiplicación de fechas y confirmaciones a que se hace referencia puede vincularse con

la validez de la palabra escrita desde la perspectiva europea, ahora también nativa. Esta composicióndocumental forjada en el procedimiento de unir diversos escritos que —a primera vista, puede parecer incoherente y redundante en cuanto a fechas y personajes— deviene inteligible en la cohe-rencia de la discursividad que enuncian: la posesión en el tiempo de un territorio circunscripto. Talvez la «incoherencia advertida» evidencia la costumbre de colocar la memoria en un tiempogeneracional más que general o mundial (Van Young 1981). En el tiempo también se inscribe lamemoria de la posesión, graficada en las frases «tiempo inmemorial, posesión siendo tan antigua, posesión tan dilatada» (Sánchez 1996: 53). La inmediata petición del curaca al rey refleja la memoria política de Tilcara y es lo que permite atribuirle raíces prehispánicas.

Asimismo, la representación cartográfica reivindicada por el curaca puede entenderse comoun «mapa indígena» donde el líder étnico volcó la memoria histórica de un pueblo mediatizada por la posesión de un territorio. Este «mapa indígena» reúne un doble significado: el espacio como funda-mento simbólico y ritual de una alteridad, espacio emblemático de un encuentro entre ellos y susdioses tan antiguo que no hay memoria de cuándo empezó, circunscripto por un paisaje escrito a lamanera de una toponimia, que no solo confirma el mantenimiento de una tradición oral y simbólica,sino que actúa como un sistema de puntos cardinales que definen y orientan el espacio terrestre: elterritorio. Este plano geográfico-topográfico, que describe las particularidades de su superficie, se presenta bastante amplio y aglutina ecologías distintas y rutas de acceso a la Puna y los valles.Además, cobijó un conjunto de población fragmentada y organizada jerárquicamente de acuerdo a laecología o a las características de sus habitantes como, por ejemplo, la cabecera de Tilcara y losasentamientos secundarios de Tumi y Maymala.

Parte de los topónimos8 se conservaron hasta la actualidad, mientras que los otros nofiguran en cartografía alguna y tampoco aluden a un accidente geográfico específico. El «asiento deTumi» habla de un poblado; otros relatos sobre mercedes y litigios de tierras permitieron ubicarlo:

- «[...] y corriendo el valle abajo esta otraangostura que se llama toma [...]» (Sánchez 1996: 54; ATJ1612: legajo 749. El resaltado es de la autora)

- «[...] el Pueblo de Tilcara [...] [es] dueño desde el Angosto de Tome hasta la capilla de Purmamarca [...]»(Sánchez 1996: 55; ATJ 1830-1833: legajo 2836. El resaltado es de la autora)

- «[...] rio abajo hasta otra angostura que hace dicha quebrada llamadatopa [...] de la parte del dicho pueblo de tilcara [...] lindero con dicho Pueblo [...]» (ATJ 1771: legajo 2880. El resaltado es de laautora)

El diccionario del padre González Holguín dice: «Tumi: cuchillo de indios de cobre a manerade segur sin cabo» (1952 [1608]: 347). Al contrastar esta referencia geográfica en el terreno, se divisacon total claridad el estrechamiento correspondiente al actual Angosto de Perchel.9 Se podría agre-

gar que la «angostura de toma» pudo hacer alusión a que desde ella se deriva la toma de la acequia principal del río Grande para regar hacia el sur. En el Cusco, las divisiones políticas —pueblos dentrode una división política más vasta— estuvieron vinculadas a las secciones de un canal que fue de

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SANDRA SÁNCHEZ 124

interés colectivo. Además, estos sistemas de irrigación estaban indicados por puntos críticos comoquebradas y peñascos angostos que obligaban a dar un rodeo (Zuidema 1989: 463, 486) Por todoesto, para la autora, este asiento reunió la calidad de límite geográfico, político y un corte queinvolucró la captación de aguas.

a) Quebrada de Purmamarca: se cree que el significado de «desiertos despoblados» es el que más seaproxima a una vinculación geográfica. Además, se le puede relacionar con la puna, «tierras yermasy despobladas» aparentemente. Tanto en regiones cercanas como alrededor del Cusco se encuentrael topónimo «Pumamarca» vinculado con quebradas y punas (Glave y Remy 1983: 2; Zuidema 1989:329). Este límite indica que «los altos» de la quebrada de Purmamarca fue «la puerta», el camino oacceso a los despoblados de la Puna y de Susques y de allí hacia Atacama (hoy Chile), a manera deun límite suroeste.

b) Quebrada de Yucara o Yucayra: topónimo cuya grafía no corresponde a ningún vocablo anotadoen los léxicos coloniales. Otros vocablos e indicios ayudan a aproximarse a un posible significado,como Yunca o Yurama, que hacen alusión a las «tierras calientes» y a las «papas ordinarias buenas para semilla». Nuevamente, próximo al Cusco se encuentra un topónimo bastante correspondientecon el de Yucayra, «el valle de Yucay» (Glave y Remy 1983: 45, 59, 109,inter alia), que está ubicadoen la ceja de selva. Posiblemente, la quebrada de Yucayra o Yucara haga alusión a un valle cálido tipoyunga y frontera este, productor de las «yuramas», tan apreciadas y necesarias en la agriculturaomaguaqueña.

c) Chelisto: a entender de la autora, no representaría un límite. Más bien, parece que fue un lugar que, por alguna razón desconocida hasta ahora, mereció ser consignado dentro del pedido de ampa-ro. Pudo tratarse de un punto equidistante entre las tierras de Yucayra (frontera este) y las deMaymala y Tilcara. El único lugar conocido es el gran sitio agrícola de Alfarcito. Es decir, viniendode Yucayra se pasa por Alfarcito (¿Chelisto?) y de allí a Maymala o Tilcara y Tumi. Madrazo apuntaque un hacendado español donó a sus hijos la estancia de Rucapayo, luego Alfarcito (Madrazo1990: 107). En el diccionario de González Holguín, si bien no figura la palabra, se encuentran otrosvocablos similares que lo asocian con sol, calor, el rayo del sol, etc. (González Holguín 1952 [1608]:321-22). Dos alternativas se presentan y son las siguientes: a) que Rucapayo sea una deformaciónde Yucayra o Yucara, que luego devino en Yucapayo y después Rucapayo, y se refiera a la importan-te cuenca del Guasamayo, que alberga no solo a Alfarcito10 sino también a otras localidades agríco-las, es decir, a un espacio productivo general al oriente de Tilcara, y b) que Chelisto haya sido elnombre con que los indígenas denominaban al sitio agrícola de Alfarcito propiamente dicho. Por ahora, y ante la ausencia de nuevos planteamientos y evidencia, esto es lo que autora plantea.

d) Maymala: en un primer momento es casi obvio hacer una correspondencia con el actual pueblo deMaimara. No obstante, un dato del amparo del visitador Alfaro despertó sospechas. Al concluir suescrito dice «fecho en el asiento de maymara». Con sorpresa, aparece un poblado no señalado conanterioridad. Sin embargo, allí no existe vestigio alguno de asiento poblacional (cosa que no signi-fica que nunca existió). Pero sí lo hay en Hornillos, que es considerado un asentamiento de segunda jerarquía al interior de los dominios del pueblo de Tilcara (Sánchez 1996: 24,58). Se piensa queMaymala pudo corresponder al hoy conocido Hornillos. Otro indicio podría ser la existencia deltambo de Hornillos.11

A la descripción ecológica se la puede relacionar con las culturas desprovistas de escritura,donde el espacio geográfico es un lugar común de memoria: cumbres, valles, quebradas y ríos son

posibles de ser leídos como señalizaciones y también como formas de relaciones con los antepasa-dos (Bouysse-Cassagne y Harris 1987: 12-13). En este sentido, Harris señala que las «sociedadesinvadidas por los españoles tenían un gran respeto por los mojones mediante los cuales establecieron

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diferentes niveles de límites. También los incas compartieron esta práctica y en muchos casosestablecieron nuevos mojones o legitimaron los preexistentes, como una forma de mapear el paisajey establecer hitos tanto a nivel estatal como local» (Harris 1997: 364-367).

Desde la perspectiva y valoración de la autora, este acto comunicativo construye, recrea y

transmite la memoria colectiva o social de una pertenencia a un espacio propio y prehispánico,ordenado de acuerdo a una distinción política, económica y jerárquica, es invocado como una forma política de alteridad y luego de identidad, una defensa del territorio ante cualquier amenaza y, por último, constituye una reivindicación permanente del pasado, donde la memoria e historia estuvie-ron relacionadas a un territorio sagrado de origen.

3.4. Tilcara y Purmamarca 12

A estas alturas, solo se tiene nombres de pueblos, Tilcara y Purmamarca, unidos a través dela figura del cacique Viltipoco, que se desplazaba entre ellos con notoria autoridad, pero cuyadescendencia se autoproclamó y quedó fijada a partir de la historia colonial como linaje cacical delos indios del pueblo de Tilcara y sus dominios. Entonces, ¿compartieron los indios de estos pue- blos algún rasgo o marcador identitario? ¿O Viltipoco, en calidad de jefe de todas las tropas guerre-ras de la quebrada, fue reconocido como autoridad en cualquier asentamiento, más allá de las estruc-turas políticas locales? ¿Qué otro vínculo los unió?

La entrada de siete indios mataguayos al pueblo de Humahuaca en 1640 dio origen a unosautos judiciales que resultaron en una sumaria información de testigos para clarificar el propósito delos chaqueños. Entre los testigos indígenas, en su gran mayoría, destaca la declaración, vía intérpre-te, de don Pedro, curaca de Omaguaca: «[...] antes tenian por tradicion de sus antepasados queantiguamente los yndios de su nacion omaguacas ytilcaras ticas y otras naciones sircunbezinassuyos abian tenido guerra y batalla con los dichos yndios mataguayes la tierra y los bencieronmatando muchos dellos dichos mataguayes [...]» (Sánchez 1996: 36; ATJ: legajo 210. El resaltado esde la autora). El discurso del curaca omaguaca es importantísimo, ya que informa como ellos deno-minaban o consideraban a sus vecinos. ¿Expresaba una categoría aparentemente diferenciadora deuna alteridad? ¿Está nombrando? ¿Correspondía al nombre local que luego se segmentó? ¿O era«ticas» el apelativo indígena y el curaca, a efectos de que el intérprete se ubicara sobre quieneshablaba, le sumó el nombre del pueblo? ¿Recordó el nombre tanto tiempo silenciado de sus vecinos?¿O se remitió a un dominio privativo de Tilcara que se revelaba bajo la mirada del otro?

Tanto el diccionario de lengua quichua como el glosario del kunza concuerdan en adjudicar-le a «ticas» un significado de ‘señal, flor, la flor que es plumaje, ponerse flor o plumaje en la cabeza,

ser demasiado amigo de plumajes, ramillete compuesto, el que usa mucho plumajes, componer rami-lletes para plumajes, todos generos de plumajes de flores o de plumas, todo genero de plumajes’,etc. (Vaisseet al. 1896: 3; González Holguín 1952 [1608]: 282, 348).

Los incas también identificaron a las ticas como flores y, entre ellas, las más apreciadasfueron la «Chinchircuma, una flor amarilla que es plumaje», la «Huayarcuma», que es colorada, y el«Chimpu», sinónimo deTtica (‘flor’). La representación de estas flores, que tuvieron un valor simbólico, se aprecia en objetos incaicos como los keros, principalmente. Sin embargo, en la mayoríade los casos no fueron el motivo central de la decoración, sino que constituyeron el marco parahacer más comprensible la especie de pájaros representados a su alrededor, como el colibrí (Yacovleff y Herrera 1934-1935: vol. 3 [3], 252; vol. 4 [1], 59-61, 81-82, 85-86). Lo primero que salta a la vista es

que la palabra «ticas» provino y se refirió a algún tipo de pluma o plumaje que se usó generalmentesobre la cabeza. Al parecer, la utilización de estos ornamentos formó parte de la vida cotidiana de sus poseedores.13

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SANDRA SÁNCHEZ 126

Cristobal de Molina («El Cuzqueño»), al relatar diferentes ceremonias que se realizaban enel Cusco comentó: «[...] salían a la plaza [...] con unas vestiduras muy galanas [...] y en la cabezaunas plumas llamadas capaticas, que son colas de guacamayas y pilco, llamado gualambali, [...]»(Molina 1959 [1572?]: 81-82. El resaltado es de la autora). A partir de estas noticias se puede entrever respuestas y despejar interrogantes. Al parecer, las aves preferidas fueron los guacamayas y pilco

denominados también «gualambali». El término alude al área geográfica que, desde la llegada de losespañoles al Tucumán, comenzó a nombrarse como el «Gran Chaco Gualamba», región vecina a laquebrada de Omaguaca, tierra de maravillosas aves de exóticos plumajes y colores, apreciadísimas por sus vecinos andinos (Sánchez 1996: 39-40). Otra punta de este ovillo la dió el famoso cronistamestizo Garcilaso de la Vega: «[...]las plumas de la cola que son muy largas y muy galanas lasestiman en mucho los indios para engalanarse en sus fiestas [...]» (Garcilaso de la Vega 1943 [1604]:L. VIII, C. XX. El resaltado es de la autora). Se cree que los pájaros a los que se hace referenciacorresponden a los picaflores o colibríes, que viven exclusivamente en América; quizás las diferen-cias en nombrarlos se debió a su polimorfismo en cuanto a su apariencia externa, pudiendo resultar su brillo, colorido, forma y tamaño sumamente variados. La gama discurre entre el colibrí gigante delos Andes, que llega a 20 centímetros de longitud, y el colibrí abeja, cuyo cuerpo no supera en

tamaño el de un abejorro. Por su parte, las plumas de la cola presentan una extraordinaria variaciónde tamaño y color. Con seguridad, la posesión de estas plumas tuvo que ver con las «característicasmágicas» adjudicadas a los colibríes como, por ejemplo, la velocidad del vuelo y la capacidad demantenerse suspendidos en el aire, libando el néctar de las flores (Sánchez 1996: 41-42).

Otros significados, totalmente distintos, pero no por ello menos elocuentes, son los queotorgan las lenguas aymara y del Inca: «Tica collque o Collque tica: barras de plata, o Oro, o plomo,o tejuelos de effos metales;Tica: adobe de barro,Ticaña: adobera,Ticatha: Hazer abobes,Tica faataattha: Enderecar los adobes para que fe fequen,Tica harapitha, Leuantarlos de lado en ringle-ra» (Bertonio 1984 [1612]: tomo II, 349-50. El resaltado es de la autora). El quichua guarda casi lasmismas correspondencias, «Adobes:Tica, Adobero:Tica camayok , Adobes hazer:Ticana» (González

Holguín 1952 [1608]: tomo II, 388. El resaltado es de la autora).Se puede interpretar que los habitantes de Tilcara y sus dominios se distinguieron de los

otros por usar señales en sus cabezas, a modo de penachos o tocados, para cuya confecciónutilizaron las vistosas plumas de la cola de los colibríes que a los ojos de los observadores serevelaban con visos cromáticos. Las ticas pudieron haber sido, por lo tanto, significantes de alteridad,diversidad de estatus o adornos ceremoniales y rituales que usaron en determinadas ocasiones.Dicha selección reflejaría una superioridad cultural en sentido amplio, similar a la de los conquis-tadores incas. Según Guaman Poma de Ayala, la palabra «tica» aparece con el primer «inga» (GuamánPoma de Ayala 1993 [1616]: tomo I, 71). Las acepciones aymaras del término también coinciden conesta idea de superioridad cultural, organizativa y productiva. En tanto y en cuanto, lotica fue el

reflejo de sociedades que dominaron el trabajo mineral a través de la producción de barras o tejas deoro, plata, cobre, y elaboraron y usaron adobe para la construcción de sus pueblos, material asocia-do a la refundación del Cusco.

¿Y los del pueblo de Purmamarca? Una de las características culturales de los purum runafue que comenzaron a hacer «galanterías y plumajes». ¿Significa que también ellos fueron reconoci-dos por el uso de plumas? Algunos vocablos quechuas y aymaras asociaron cierto uso de plumascon estos hombres. Así, «Ppuru puru. Plumage redondo como bola,Ppuru. Plumas del aue menudasde todo el cuerpo» (González Holguín 1952 [1608]: tomo I, 298. El resaltado es de la autora), « Affanco,Plumaje de muchas plumas pueftas en el fombrero redondo como capacete oPhuru, Plumaje como elaffanco de plumas menores coloradas o verdes» (Bertonio 1984 [1612]: tomo I, 371. El resaltado es dela autora). Se puede suponer que los indios de Purmamarca usaron una especie de sombrero tipocasco o cofia, confeccionado sin una selección tan minuciosa y exquisita del material. Por ello, las plumas son «menores, de aves menudas» y de cualquier parte del cuerpo. Con seguridad, el efecto

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visual entre unos y otros —adornos, tocados o distinciones— fue importante. Esta concepción deuna sociedad más «primitiva» o que no había desarrollado el manejo de ciertos procesos estéticos,artísticos y visuales, se corresponde con la acepción «salvaje» de purum. De esta manera, todos losmateriales que poseían permanecieron en un estado «sin cultivar» o «virgen». En este sentido, sedebe recordar que las sociedades de esta edad construyeron sus casas y pueblos de piedra porque

no supieron hacer adobes (cf.arriba).Estas representaciones culturales evidencian las posiciones políticas asumidas por los

pueblos locales en el contexto de la invasión inca y, tal vez, respondan a especificidades preexistentes.Es elocuente que los habitantes de Tilcara tomaron parte en la reorganización espacial y política dela región centrosur quebradeña. Por ello merecieron el calificativo de «ticas», hombres con capaci-dades políticas, productivas y religiosas parangonables a la sociedad invasora. Eran pueblos capa-ces no solo de hacer adobes, sino de contribuir a «refundar» un nuevo orden. Por el contrario, losgrupos vecinos de más al sur lucharon hasta la derrota final, contrarios a la idea de perder suautonomía en favor de la estructura estatal que se les precipitaba. La bravura de estos hombres solofue comparable a los soldados de piedra defensores del Cusco. No obstante, la memoria de una

valentía semejante y ahora en común, estos guerreros omaguaqueños comenzaron a ser reconoci-dos como los «purumaucas», los salvajes enemigos del imperio, distinguidos por un tipo de tocado burdo que les protegía la cabeza en la lucha, en forma de capacete14 según Bertonio (cf.arriba). Másallá de estas manifiestas oposiciones culturales entre «ticas y purumaucas», este conjunto socialrefleja los conceptos de oposición y complementariedad consustanciales con la ideología incaica.Justamente fue esa conquista, que si bien pudo haber creado, fomentado o profundizado esasdistinciones, la que amalgamó bajo un único sistema de jerarquías, vínculos y dependencias a lassociedades de la Quebrada de Humahuaca.

Con la aparición de la palabra escrita, la dinámica interna de las relaciones que unieron aestos pueblos se graficó desde un primer momento con el apresamiento de Viltipoco en Purmamarca.

Más tarde, otras noticias anunciaron la profundidad de aquella relación (Sánchez 1996: 60-71). Cuan-do el oidor don Francisco de Alfaro a requerimiento de don Felipe Viltipoco otorga su amparo sobreel territorio reivindicado, advirtió: «[...] Y por mi Vistoavíendome ynformado del cassique y dealgunos Yndios del pueblo de purmamarca que se haLLaron presentes Y quienes podían pedir algun derecho sí Le tubieran Tube por bien deles dar este mi mandamiento [...]» (febrero 1612) (ATJ1612: legajo 749. El resaltado es de la autora; Sánchez 1996: 68).

Se entiende que esto se debió a algún tipo de añeja alianza entre las jefaturas políticas deambos pueblos, pero ¿en qué términos? Tuvieron que transcurrir 73 largos años desde el amparo yverse amenazado ese vínculo para que el curaca de Tilcara, don Diego Vilti, y luego su hijo Juan ale-garan lo siguiente:

[...] hallandome y dichos mis sugetos y pueblo el mas sercano al que llaman dePurmamarca[...] a soladistancia de tres leguas [...] ycon La Union y deudo de ser cassados Unos con otros ermanos en armas[...] y quecon esta union i parentesco por la abundanssia y fertilidad de tierras de dicho pueblo dePurmamarca y falta de ellas en el nuestro de Tilcara [...]emos [...]sembrado nuestras sementeras de maisi papas en dicho pueblo [...]» «[...] por auer serca de mi pueblo otra llamada Purmamarca dondelos yndiosestan cassados con las yndias de mi pueblo y estos con las del otro [...]» «[...] yestar mesclados en el parentesco de casamiento como al presente lo esta el Curaca del uno Con el del otro[...] (Sánchez 1996:69-70; AGI s.f., Charcas 106. El resaltado es de la autora).

Este parentesco fue confirmado en una matrícula de confesión, donde se aclara «foráneoscassados en este pueblo» de Purmamarca; este fue como el caso de Pasquala Itunchi, india naturalde Purmamarca «muger de Marcos Sarapura que es de tílcara» (Sánchez 1996: 69-70; Archivo delObispado de Jujuy s.f., Carpeta 12). En otras palabras, la alianza que pasó a través de la distribución

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de las parejas convirtió a ambos pueblos en donantes y receptores de mujeres simultáneamente. Conalta probabilidad, este intercambio de mujeres se relacionó con la posesión de tierras. Mujeres ycomida se hallaron estrechamente asociados. Es casi seguro que la presencia de Viltipoco enPurmamarca se relacionó con este hecho, si se tiene en cuenta las calidades de dicha quebrada, que proporciona cultivos tempranos. Esta red de parentesco entre pueblos vecinos estuvo regulada por

la capacidad de introducir un recurso vital propio de sus geografías o ser puertas de entrada haciaotras zonas. La idea que ronda es que los medios logísticos para participar de esta red de intercam- bio fueron los matrimonios o, mejor dicho, la entrega de mujeres. En este caso, es interesante queesta práctica fue extensiva a toda la población.

La unión de los, ahora, «tilcaras y purmamarcas» fue tan sólida a lo largo de los siglos quetodo acto de rebeldía, reivindicación o reclamo —que siempre o casi siempre se inició en el pueblode Tilcara— estuvo acompañado por la presencia de los jefes y autoridades étnicas del pueblo dePurmamarca. En 1830, una disputa por el trabajo de los indios motivó que los curacas de ambos pueblos bajaran a la ciudad a reclamar ante las autoridades republicanas (Archivo Histórico deJujuy, caja n.o 1, 1830, citado en: Sánchez 2002: 139). Tres años más tarde, cuando el ocaso de las

comunidades indígenas era inminente, los «purmamarcas» acompañaron en su batalla legal a sus parientes y vecinos: los «tilcara».

4. Palabras finales

La conquista incaica del territorio quebradeño irrumpió y distorsionó el juego de poder local y con él los procesos de autodenominación. Este cambio se realiza con la imposición decalificativos que de ninguna manera remiten a los apelativos de los grupos originarios. Dentro delsector acerca del que se reflexiona se fueron evidenciando los mecanismos descriptivos culturales yreferenciales con los que se clasificó y categorizó a los pueblos de la zona, y se estableció un nuevoorden discursivo hegemónico. En este sentido, las categorizaciones de «ticas y purumaucas» sinte-

tizan el proceso de conquista: pactos de alianza y duras batallas mediante los que los incas reorga-nizaron el paisaje social del centrosur omaguaqueño. La connotación cultural no solo buscóabsolutizar calidades y condiciones sobre las gentes nativas, sino también crear, fomentar o profun-dizar las diversidades en esa incorporación e iniciar un proceso de «aculturación» y naturalizaciónde esas diferencias.

Así, surge la figura de Viltipoco el indomable guerrero de la Quebrada de Humahuaca:dirigente político de los «ticas» y jefe militar de los bravos purumaucas. Un personaje que transitabay desplegaba su poder entre un pueblo «civilizado» —y, en parte, artífice de la «refundación» de lanueva estructura política—, y otro «enemigo y semicivilizado», pero que, luego de la derrota, fueasimilado a través de vínculos parentales con Tilcara y de lazos de dependencia política y militar con

Viltipoco.Los hombres de la conquista hispana hacen suyo el discurso oral inca y lo fijan en la palabra

escrita, continuando con la práctica de homogeneizar e invisibilizar la diversidad. Solo cuandonecesitaron ratificar o litigar su derecho sobre tierras y hombres se esforzaron en hacer representa-ciones más vívidas. De esta manera, se toma conocimiento que un eslabón más en la cadena devinculaciones entre pueblos y valles del centrosur quebradeños lo constituyó la relación parental y política entre los pueblos-cabecera de Puruamarca y Tilian, y otros menores, como Tumbaya oCoyroro, ubicados en su zona de influencia, una vinculación que se desvanece en los albores de la posesión española del territorio. Los otros, que al mismo tiempo que dicha nueva conquista ydominación recurrieron a la palabra escrita y a la protección del nuevo monarca para salvaguardar,recrear su memoria colectiva e invocar su «identidad» social y política, fueron los viltipoco y los«tilcarastica»: siempre junto a ellos los «purumaucas/purmamarcas», inmemoriales «parientes yhermanos en armas».

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Agradecimientos

Agradezco profundamente los comentarios, sugerencias y críticas de los doctores MyriamTarragó, José Pérez Gollán y Flora Guzmán, así como de Mercedes Fumagalli y Gabriela Sica.

Notas

1 Es decir, lo que en literatura se conoce como intertextualidad. También son polifónicos en la medidaque hay otras voces que entran en los discursos a través del sujeto que enuncia.

2 En los capítulos segundo y tercero de su tesis doctoral, que llevó por títuloEl Antigal de CiénegaGrande, examinó aguda y acertadamente aspectos territoriales, filiaciones étnicas, estructura políti-ca, relaciones intergrupales e interpretaciones de la toponimia de las poblaciones locales. Su análi-sis sobre la documentación édita e inédita, junto con sus certeras hipótesis sobre la problemática

étnica quebradeña, proporcionó un punto de partida ineludible y hace que el trabajo realizadoreconozca su influencia.

3 Idea tomada de la defensa oral de la tesis de licenciatura de Viviana Manríquez, a quién se agradecela misma.

4 Corresponderían al mismo tipo de construcción identitaria «los promaucaes o provincia de los promaucaes», indios ubicados en Chile central (Viviana Manríquez, comunicación personal).

5 Don Francisco Carache (1619), don Juan Carache, hijo del anterior (1633), don Juan Catacata (1656),etc.

6 Las ideas y citas documentales de este acápite son parte del capítulo IV de la tesis de licenciaturade Sandra Sánchez (1996: 52-81).

7 Conocido como el Pukará de Tilcara, uno de los monumentos arqueológicos más importantes deArgentina.

8 Para un desarrollo minucioso sobre los topónimos,cf . Sánchez 1996: 54-59.

9 En una ladera de este angosto existe un sitio arqueológico que cumplía una función estratégica.

10

Alfarcito contó con una superficie agrícola prehispánica superior a las 1200 hectáreas. Además seencuentra a una hora y media de caminata de Tilcara.

11 El oidor Matienzo, en su carta de 1566 dirigida al rey, menciona al tambo despoblado de «Maimera»entre los tambos incaicos que se encontraban en territorio jujeño (Jiménez de la Espada [ed.] 1965:XLI-XLVIII). En la documentación local se menciona, por primera y única vez, el «tambo de BuenaVista» ubicado en la quebrada (ATJ 1594: legajo 1). Este paraje es contiguo al de Hornillos y distantede Maimara solo 1,5 kilómetros aproximadamente. Es sugerente que ningún escrito español consig-ne el tambo en Maimará y sí lo ubique y designe como «paraje y tambo de los Ornillos» (ATJ 1771:legajos 682, 1163, 1604, 2836, entre muchos otros). Para la jurisdicción de Jujuy hay registro escritode 10 tambos.

12 Las reflexiones de este punto son parte del capítulo II de la tesis de licenciatura de Sandra Sánchez(1996: 35-45).

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SANDRA SÁNCHEZ 130

13 En el ámbito del Noroeste Argentino, tanto el capitán Gerónimo Luis de Cabrera como el goberna-dor Juan Ramírez de Velazco, informan en 1586, que los indios llevaban ticas «de las cabezas ytocados» «que son como plumajes» de oro o lana (Jiménez de la Espada [ed.] 1885: tomo II, 140 yapéndice n.o 3: LII, respectivamente).

14

La Real Academia Española otorga entre otros significados a «capacete: Pieza de la armadura quecubría y defendía la cabeza» (RAE 1992: tomo I, 396).

1. FUENTES MANUSCRITAS

Archivo de Tribunales de Jujuy (ATJ). Jujuy

1594 Legajo 1.

1595- Legajos 4, 5, 12, 23.1596

1599 Legajo 10.1610 Legajo 39.

1612 Legajos 749, 751.

1771 Legajos 682, 1163, 1604, 2880.

1830- Legajo 2836.1833

Archivo del Obispado de Jujuy.

s.f. Carpeta 12.

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s.f. Charcas 106.

Museo Etnográfico de Buenos Aires. Buenos Aires

1604 Copia del Archivo General de Indias. Carpeta B. Información y servicios del capitán Luis de Fuentes,1604, fols. 64v-65.

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 133BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 133-150

LA ETNIA GUAYACUNDO

EN LA SIERRA PIURANA

Waldemar Espinoza Soriano*

Resumen

Los guayacundo formaron un atuncuracazgo o macroetnia durante el Periodo Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío. Su ubicación corresponde al espacio actualmente ocupado por las provincias de Ayabaca y

Huancabamba, en el departamento de Piura. Su cultura tuvo una gran influencia selvática, al igual que los paltas, caluas y malacatos, localizados al norte y al noreste. Guayacundo fue un señorío de pueblos sedenta-rios, dedicados a la agricultura y a diversas artesanías, organizados en un espacio políticamente estructura-do y con permanente contacto con costa y selva. Fueron conquistados por Túpac Yupanqui, quien, entre otrascosas, fundó el asentamiento urbano de Caxas, en las tierras de Coyayca. Los guayacundos pasaron a formar

parte del Tahuantinsuyo en calidad de leales servidores de los incas, los que les confiaron cargos de respon-sabilidad a favor del Estado.

Abstract

THE «GUAYACUNDO» ETHNOS IN THE HIGHLAND OF PIURA

The Guayacundo were an atuncuracazgo, or macroethnia, during the Late Intermediate Period and Late Horizon. Their location corresponds to the space occupied by the counties of Ayabaca and Huancabamba,in Piura. Their culture was greatly influenced by peoples from the forest, such as the Avocados, Caluas and,

Malacatos, located to the north and the northeast. Guayacundo was a chiefdom of sedentary towns, dedicated to agriculture and diverse crafts, organized in a politically structured space with permanent contact with boththe coast and the tropical forest. The Guayacundo were conquered by Tupac Yupanqui who, among other things, founded the urban establishment of Caxas, in the lands of Coyayca. The guayacundos became part of the Tahuantinsuyo in capacity of loyal servants of the Inca, who trusted them with positions of responsibility inthe service of the state.

1. Introducción

La primera vez que tuvimos noticias de la etnia guayacundo fue en el año 1952, con laedición íntegra de la crónica de Miguel Cabello Balboa, aunque los datos presentes en dicha obrasolo proporcionan el etnónimo y su ubicación en las espaldas o lomo de la cordillera de Huancabamba.

Sin embargo, recién en 1958 fue posible adquirir referencias un poco más amplias sobre laexistencia de los guayacundos en el antiguo Perú. Así lo manifesté en una comunicación titulada

Investigaciones sobre los movimientos migrator ios en la época del imperio de los incas , la que fuealcanzada a la Mesa Redonda de Ciencias Sociales promovida por la Facultad de Letras de laUniversidad Nacional Mayor de San Marcos. En el mismo año, de inmediato, los datos fueronampliados en otra ponencia, presentada al Segundo Congreso Nacional de Historia del Perú. En

dicha ocasión, bajo el título La incorporación del curacazgo de Huamachuco al imperio de los incas

,

* Universidad Nacional Mayor de San Marcos, Facultad de Ciencias Sociales, Lima. E-mail: waldemar_espinozasoriano@hotmail .com

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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO134

expuse sobre la existencia de un ayllu de mitmas guayacundos en un determinado paraje del valle deCondebamba, provincia de Cajabamba. Por entonces, nadie podía suministrar más datos al respecto.Fue así, y pese a lo escueto del informe de Cabello Balboa, que elaboramos la hipótesis de que losguayacundos procedían de Leimebamba, el Atunmayo o Marañón.

Muy pronto, en 1959, hallé en el Archivo General de Indias (Sevilla), la autobiografía de donDiego de Figueroa Caxamarca, quien emerge, en sus memoriales e informaciones, como elatuncuraca ,o jefe máximo de los mitmas guayacundos en Quito. Era hijo de un tal Carguatanta y nieto de un talApo Guagal, señor de Caxas, en los tiempos de Huayna Cápac. El hecho de apellidarse Caxamarca mellevó a reformular la tesis de que emanaban de Cajamarca y no de Leimebamba, pues en el citadomanuscrito se habla de lugares que pertenecieron al reino o señorío de Caxamarca o Cuismancu,como por ejemplo de la huaranga de Pampamarca o Bambamaca, del pueblo de Ichocán y del ríoYanamayo.

Simultáneamente, encontré otros informes acerca de los mitmas guayacundos ubicados enlas etnias caxamarca, guacho (wachu), pariguanacocha o parinacochas, parixa o parisha (Quinua) y

en Chimbo. Consecuentemente, los guayacundos no pudieron ser de Leimebamba ni de Caxamarca porque cuando los mitmas eran trasladados a otros lugares no llevaban el nombre del ayllu del queeran sacados, sino el de la macroetnia o atuncuracazgo de origen. En todos estos lugares figurabancomo mitmas y no como naturales. Los estudios de Markham y Rowe no ayudaron a resolver nada,ya que ni siquiera los mencionan.

En 1970 di a conocer mi artículo Los mitmas huayacuntus en Cajabamba y Antamarca.Siglos XV y XV . Sobre ellos volví a insistir en 1974 en mi libro Los señoríos étnicos del val le deCondebamba y provincia de Cajabamba. Etnohistoria de las huarangas de Llucho y Mitmas. Siglos

XV-XX , y fue al año siguiente (1975) que publiqué todo lo referente a Los mitmas huayucuntu enQuito o guarniciones para la represión armada . Siglos XV y XVI.

El material documental acumulado, por consiguiente, demostró que los mitmas guayacundos procedían de una etnia denominada «Guayacundo». Y solo después de releer a Cabello Balboa fuedable puntualizar a los guayacundos, efectivamente, en «las espaldas de la cordillera de Huancabamba».Pero fue el descubrimiento que hiciera Diego de Pineda y suUisita de los guayacundos de la prouinciade Caxas entre Serrán y Huancabamba lo que nos condujo al convencimiento de que la mencionadaetnia estuvo en las actuales provincias de Huancabamba y Ayabaca, en la porción serrana deldepartamento peruano de Piura. Poco a poco se develaron noticias importantes, ya que fue factiblehasta exhumar su tasa tributaria de 1553. Más tarde, en 1985, torné a escribir una nueva obra acercade los guayacundos titulada La etnia Chimbo, al oeste de Riobamba. El testimonio de la etnohistoria(Espinoza 1985).

La Uisita , oVisita , de Diego de Pineda fue redactada entre 1557 y 1558 en cumplimiento deuna orden del virrey Hurtado de Mendoza, quien se había propuesto fijar una tasa acorde con ladisminución poblacional indígena. El corregidor Pineda no recorrió las aldeas y tierras de la «prouinciade Caxas»; por lo tanto tampoco inspeccionó los sectores de Huancabamba y Ayabaca. Lo que hizo,sin moverse de la ciudad piurana, fue convocar a este vecindario español a los curacas o señoresautóctonos para someterlos a un interrogatorio. Además, lo que queda es apenas el cuaderno referentea Caxas. Los de Huancabamba y Ayabaca, deplorablemente, no han sido encontrados. Estosinstrumentos, aunados a las evidencias arqueológicas, etnográficas y toponímicas, permiten tener un conocimiento relativamente capaz sobre los referidos guayacundos.

Uno de los primeros problemas que tuvimos fue el atingente a la correcta terminología. Losmanuscritos dicen «Guayacondo» unas veces y «Guayacundo» en otras. Pero estas, es evidente,son ya palabras castellanizadas. Los españoles transformaban lat en d , la o en u , la i en e, la p en b ,

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 135

y viceversa. Opté, en aquellos tiempos, por la pronunciación quechua Huayacuntu (Wayakuntu ),como efectivamente lo vocalizaban los incas. Con todo, ya que en los documentos figura«Guayacundo», preferimos ahora llamarla así, tal como lo hacen otros científicos (Hocquenghem1989; Polia 1995). En cuanto al verdadero nombre de este atuncuracazgo, no hay seguridad de quehaya sido la autodesignación que se daban a sí mismos, ya que, como sucedió en la mayor parte del

espacio andino, «Guayacundo» debió ser la denominación conferida por sus vecinos, o sea unsobrenombre, algo así como un apodo. Por lo tanto, no sabemos con precisión el apelativo que seotorgaban ellos mismos. Lo que conocemos, en consecuencia, es su alias.

El término «Guayacundo» tiene tres alternativas etimológicas: puede significar ‘zona de loscóndores esparcidos’ (Hocquenghem 1989) o, tal vez, ‘tierra de los flojos’ (Polia 1995). Si bien pienso que lo más exacto podría ser ‘los cóndores colgados’, quizá en alusión a algunos adornosque pendían de una de sus prendas de vestir, o acaso de sus tocados. Una tercera opción es que estévinculado a los guayanchis (wayanchi ), actos mágicos realizados por los curanderos de las huaringas para unir a las parejas de enamorados. Al cumplir sus deseos les decían, y dicen, «ya estánguayanchados » (Ramírez 1966: 22), es decir, ‘irremediablemente amartelados y encariñados’.

En lo que atañe aCaxas , es sinónimo decasa o casha , ya sea en el Cusco o en la sierranorte, respectivamente. No es otra cosa que los ‘cardonales’, que es como lo traduce el cronistaReginaldo de Lizárraga (1909 [1607]: 529). Ayabaca , en cambio, emana de Ayauaca , antiguo nombrede los cementerios, de los cadáveres y de los muertos en general. El término «Huancabamba»(Wankapampa ), por su parte, está relacionado con los monolitos sagrados, erguidos en los terrenosde cultivo, propiciadores de la fertilidad. En el presente contexto quiere decir ‘llanura de los hitossacralizados’.

En las crónicas aparece con diversos nombres. Unos le dicen «provincia de Ayauaca»,otros «gran provincia de Huancabamba» (Garcilaso de la Vega 1962-1963 [1609]: 295-297) y no faltan

quienes escriben «provincia de Caxas». Ningún autor del periodo virreinal le llama «provincia deguayacundo». Cabello Balboa simplemente profiere que «por la tierra de los goayacondos tomaronlo alto de la gran cordillera por la parte de Guancabamba, y dieron una vista a la tierra de Pacamoros»(1951 [1586]: 331).

Gracias al testimonio delatuncuraca Caraatoto (Karwatutu), se puede deducir que el genuinoy original nombre del sector étnico que él administraba fue Coyayca. Allí, en uno de sus parajes,Túpac Yupanqui fundó lallacta de Caxas. Se percibe, entonces, que los españoles, impresionados por la magnitud del mencionado asentamiento urbano, y sin informarse de la realidad geográfica, bautizaron con el nombre de Caxas a toda esa demarcación. Su topónimo primigenio, Coyayca, pasóal olvido en la literatura oficial hispánica.

Este aparente embrollo se suscitó con la conquista incaica y se consumó con la distribuciónde encomiendas o repartimientos en las dos primeras décadas coloniales. Previamente, TúpacYupanqui fragmentó al atuncuracazgo de los guayacundos en tres señoríos menores: a) Coyayca, encuyo territorio fue establecida lallacta de Casha o Caxa; b) Ayauaca, y c) Huancapampa. FranciscoPizarro y los gobernantes peninsulares que le sucedieron lustros después les dieron el apelativo de«repartimientos» y «provincias», cada uno entregado a un encomendero. Resultaron, pues, tresencomiendas o repartimientos con nombres ya castellanizados —Caxas, Ayabaca y Huancabamba—,con lo que se consolidó la desestructuración política de los guayacundos.

2. La cultura Guayacundo

Como se avista, ya no cabe duda sobre la existencia de la etnia guayacundo. Del examendocumental, ya dijimos, se colige que su hábitat estuvo localizado en las que actualmente son las

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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO136

provincias de Ayabaca y Huancabamba, al oriente del departamento de Piura. Por el norte tenía comolindero a los ríos Catamayo y Calua (Calva) —llamado también Espíndola— los que la separaban dela etnia calua. Por el sur colindaba con los santouelicos u olmos, por el este con las etnias tapacunay guampu (tabaconas y huambos). Por el oeste, con los tallanes de Máncora, Pucalá y Sechura, delas que lo separaba, en gran parte, el río Chocán. El río Catamayo daba lugar al valle de su nombre,

con abundantes pastizales y tierras agrícolas para maíz.1

Esta delimitación, empero, ha sido cuestionada por Hocquenghem (1989). Ella sostiene queel Yanamayo o Chocán corresponde al Calva, muy cargado durante los meses de lluvia. La referidaautora tiene una conjetura: expresa que es «posible» que los caluas también hayan constituido una«subetnia» guayacundo, al igual que los ayabacas y huancabambas. Como se ve, es una sospechano demostrada y nada más. Yo no he hallado ningún documento que diga, tácita ni expresamente,que la etnia calua haya formado parte de los guayacundos. Lo que sí he encontrado es que en Caluao Calva existían, ya en 1573, algunos forasteros guayacundos. Igualmente se puede probar que paltas, malacatos, caluas y guayacundos participaban de la misma cultura.

El Inca Garcilaso de la Vega es el cronista que mejor ha trasmitido la versión oficial de lahistoria del incario, puntos de vista muy preocupados por enaltecer a la etnia inca del Cusco y, almismo tiempo, muy ansiosa por minusvalorar a otras «naciones» o etnias. Dicho cronista nos da unaimagen deprimente de los habitantes de lo que llama la «gran provincia de Huancabamba». Esta esaún más envilecedora cuando escribe de las «provincias» de Cassa (Caxas), Ayauaca y Calua. Peroen su texto hay errores por que habla de Huancabamba, Caxas y Ayauaca como de tres etniasdistintas, de conformidad con las modificaciones que hicieron los incas, mostrándolas como sisiempre hubiera ocurrido eso (Garcilaso de la Vega 1962-1963 [1609]: 295-296). Garcilaso califica a loshuancabambas como gente de vida bestial, sin la mínima capacidad ni razón para ordenar su vida política y social. Exhibe a algunos de ellos como a antropófagos que, por no saber tejer, andabandesnudos, que carecían de divinidades, que no configuraban un señorío estatal, que escasamentesobrevivían conformando ayllus libres el uno del otro, invadiéndose mutuamente para robarse mujeres,y que no querían tener un rey soberano. Es decir, una simple o embrionaria «behetría». Realidad,exclama, que facilitó su conquista por parte de los incas, ya que huían a cuevas, montes y quebradasde donde salían rendidos por el hambre. Estas ideas, propagadas por la parcializada historia narradaen el Cusco, fueron recogidas antes por Cieza de León (1947 [1553] y Alonso Borregán (1948 [1565])y, mucho después, por Antonio Vásquez de Espinosa (1948 [1630]). Garcilaso solamente deja bien parados a los cassas o caxas, ayauacas y caluas cuando apunta que estaban bien organizados,únicamente para la defensa, lo que les permitió resistir a los incas en una guerra sangrienta.

Pero lo que dejaron consignado Garcilaso y sus seguidores es falso por cuanto la

documentación de archivo y otras fuentes demuestran que Guayacundo sí constituyó un atun-curacazgo, un gran señorío, política, territorial y socialmente estructurado. Conformaba una sociedaddividida en clases. Incluso el propio Garcilaso, tan solícito acumulador de la versión históricaoficial del Cusco, en cierta ocasión se contradice y, no pudiendo negarlo, elogia a los huanca- bambas por vivir de manera política, con pueblos y fortalezas, con textura de gobierno. Expresaque, en determinadas oportunidades, se congregaban para tratar sus asuntos de gobernabilidad yque en épocas de beligerancia se reunían para elegir a sus capitanes, personajes que eran muyobedecidos.

Garcilaso de la Vega subrayó más cosas. Asevera que los huancabambas, caxas, ayauacasy caluas manejaban diferentes lenguas. Con ello pretende advertir que eran etnias distintas y que no

se confederaron para enfrentarse a los incas. Pero esto tampoco es seguro porque, en lo que manifiesta,traspasa y endosa la intención interesada cusqueña. Se podría hacer un libro sobre las extravaganciasde esa historia subjetiva. Basta, como muestra, la inexacta ubicación que da Garcilaso sobre la

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 137

localización de Cuismancu y Chuquimancu. Los sitúa al sur de la costa de Lima (Garcilaso 1962-1963[1609]: 233-234) cuando lo verídico es que estuvieron en lo que hoy son las provincias centrales ymeridionales del departamento norteño de Cajamarca.

Ahora se ha podido determinar que los guayacundos fueron de origen jíbaro o, por lo

menos, retenían una enorme influencia jíbara. Hablaban en un idioma perteneciente al grupo lingüístico jíbaro, al que Alfredo Torero le llama lengua Cat (ocot , cote , con ), parla regional en la sierraseptentrional del Perú y meridional del Ecuador (Hocquenghem 1989; Polia 1995). También entendíanel quechua, y en gran profusión, como lo demuestran los topónimos y patronímicos. Pero esta gente,de raíces jíbaras, con el correr de los siglos adquirió rasgos andinos. Los incas los hallaron innegable-mente andinizados, puesto que hasta ya comprendían elrunashimi . Físicamente eran de talla medianay de epidermis morena.

De conformidad a lo que revela laVisita de Diego de Pineda (1557-1558), los guayacundosvivían muy esparcidos. Sabían construir chozas de pirca, de quincha, de adobes y de maderastechadas con paja e, igualmente, con hojas de penca ( Agave americano ). Sabían confeccionar cerámica, aunque sin formas ni matices artísticos. Existían, inclusive, ayllus o pachacas especializadosen alfarería como, por ejemplo, en lo que hoy se llama el pueblo de Olleros (Ayabaca) y, un segundo,en Sondorillo (Huancabamba). En el primero elaboraban hasta urnas funerarias. Hocquenghem,cabalmente, sostiene que es cerámica de técnica amazónica. Sus tejidos eran de fibra animal, si bienen más proporción utilizaban algodón y pita o cabuya obtenida de la penca. Usaban adornosconsistentes en aretes y narigueras de oro, plata y cobre, huinchas (winchas) de cobre dorado,anillos de cobre, collares, corazas de láminas metálicas como uncus (camisetas). El atuendo de loscuracas era muy complicado e incluía ojotas de cabuya. Intercambiaban productos para conseguir sal; trocaban también urnas funerarias y guayllaquepas o pututos, es decir, trompetas de caracolas procedentes de mares de aguas tibias. Conocían balanzas y manejaban armas, tales como hondas,varas arrojadizas (estólicas), hachuelas de cobre, rodelas y lanzas.

Tenían deidades, mitos, leyendas, ritos y sacrificios. También illas, conopas (o amuletos)y efigies de sus entes supremos. Rendían adoración a varios jircas o huamanis: seres superiores — masculinos o femeninos— residentes en el interior de las altas cumbres de su país, desde donde protegían la fecundidad humana, animal y agraria, y, por igual, el permanente suministro de agua.Enterraban a sus muertos, algunos de ellos en ollas apreciablemente voluminosas, lo que anunciauna vez más su ascendencia jíbara (selvática). Creían en el alma y sus curacas llevaban a cabo ritosfunerarios con capac-uchas o sacrificios de algunas de sus esposas. Sus tumbas preferían tenerlasen cuevas. Practicaban el culto a los muertos, con los que nunca perdían su parentesco para alcanzar el bienestar de los ayllus o pachacas. Medían el tiempo por meses lunares.

Conocían técnicas agrarias, cerámicas y textiles; esta última con muchas herramientas,incluyendo telares. Para sus cosechas de papas echaban mano de hachuelas de piedra, cuyas siluetasexhiben una clara técnica de influencia amazónica. Asimismo, conocían cinceles de cobre, cuchilloso tumis, propulsores, hachas, campañillas y puntas de picas del mismo metal. Toda esta materialidadde la vida cotidiana de los guayacundos es posible conocerla gracias a las exhumaciones arqueo-lógicas.

Sus costumbres y trajes eran similares a los de Calua, Tapacuna y Malacato del ámbito palta. Como ocurría en los Andes, se diferenciaban más que todo por el tocado (Cieza de León 1947[1553]). En cuanto al matrimonio, imperaba la monogamia en la gente común y la poliginia entre los

curacas, pero, en ambas circunstancias, con la residencia patrilocal. El visitador Pineda añade que,cuando alguien quería casarse, los progenitores del muchacho buscaban a sus consuegros poten-ciales. Conversaban con los padres de la chica, a quien la solicitaban por mujer, indudablemente en

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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO138

medio de una serie de actos ceremoniales en los que campeaban los intercambios de regalosconsistentes en productos alimenticios, telas y otros objetos de prestigio. Si los progenitores de la joven consentían, el pretendiente la llevaba a su casa. Había fiesta, y se brindaba comida y bebida alos concurrentes. No existían más ceremonias que estas itera Diego de Pineda (1557-1558).

En lo que respecta a la «provincia de Caxas» (la antigua Coyayca), el citado visitador reiteraque estaba poblada por cinco parcialidades (huarangas), aunque, infelizmente, no apuntó el nombrede cada una de ellas, sí lo hizo con el de sus líderes: primeramente, la que corría a cargo de él mismo,y luego las de los señores Carguacóndor, Chuquirundo, Guancaxulca y Paquirachi; los cinco bajo elcomando del citado Carguatoto. Excepcionalmente, el mencionado curaca Carguacóndor declaróque el pueblo principal de su agrupación tenía por nombre Chali, mientras que Guancaxulca dijo que«[...] es principal de los pueblos de los Ayues»; en tanto que, Chuquirondo manifestó que «[...] es principal e tiene a su cargo vn pueblo que se dice Paliamas». Puede que estas sean las designacionesde sus respectivas parcialidades.

Muy pronto, no obstante, se puso en evidencia que no eran cinco sino ocho aquellas parcialidades, enumeradas de conformidad al nombre de sus curacas en el siguiente orden: a) «Cargua-toto, cacique de Coyayca, ques en la dicha prouincia», b) Carguacóndor, c) Guancaxulca, d)Chuquirundo, e) Pariapoma, f) Pacarachi, g) Xulcaguanca, y h) Chuquin.

Carguatoto y los demás caciques pusieron de manifiesto que sus habitantes moraban en lasalturas de la serranía. Que en sus comarcas poseían arboledas para obtener buena madera y que laintegridad de sus tierras también era excelente para cultivar y cosechar maíz, papas, frijoles, ocas yzapallos. La totalidad se regaba con agua de lluvias, no aplicaban el riego mediante canales, motivo por el que apenas lograban una cosecha al año. Declararon que no sembraban algodón porquelos aguaceros los dañaban e inutilizaban. Enfatizaron que no cultivaban otros productos porquesu ecología no les permitía. Confesaron, análogamente, que en la época prehispánica sí tuvieronganado camélido, bien que en escasa cantidad, pese a gozar de óptimos pastizales. Y que escasosindividuos sabían tejer la fibra de llamas y alpacas, por lo que las telas de este material no abundaban.Lo que sí tejían bastante era el algodón; técnica que conocían todos, pero primordialmente lasmujeres. Al algodón lo conseguían trocándolo con los habitantes yungas, principalmente con los deChinchacharra, ubicados al oeste de ellos. Remarcan sobre la inexistencia de minas de metales preciosos y acentuaron que no acostumbraban repartirse chacras de cultivo, sino que por existir tierras abundantes cada hombre y familia tomaba la que podía para sembrar, lo que necesitaba confines de su respectiva subsistencia, acopio de semillas y otras cantidades, para ofrendas eintercambios.

Aquí cabe hacer un paréntesis para comentar algo substancial. Cuando los señores étnicosredundaron acerca de que en sus tierras no existía la costumbre de controlar el reparto de chacras o parcelas de cultivo, ni el de supervisar las aguas de riego artificial por medio de canales, implícitamenteestán anunciando que el mandato de ellos no conformaba un auténtico poder centralizador, comoacontecía en los reinos costeños. Tal vez, esta realidad fue explotada por los incas para empequeñecer el ordenamiento económico, social y político de los guayacundos, que ya vimos.

Por último, los curacas informantes recalcaron sobre la abundancia de cabuya que proliferabaen su territorio, la que aprovechaban para confeccionar ujutas (sandalias), alpargatas, sogas y, posiblemente, alfombras y costales. Bien que, en el presente rubro, la fuente etnográfica es másexuberante. Esta constata que era, y es, la planta más beneficiosa para los campesinos guayacundos.

La utilizaban toda en importantes y diferentes aplicaciones. A sus raíces enredadas las extraíanamacolladas, reteniendo la tierra formando champas para emplearlas en la erección de pircas, elementode linderación de unas chacras con otras. Las hojas o pencas las utilizaban para techar sus casas, en

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 139

tanto que las espinas de sus extremidades servían para acondicionar agujas y prendedores. De las pencassecas, llamadas jarapa o carapa, se valían como combustible para cocer sus alimentos. De las que brotan junto al tronco del maguey, denominadas «quishquesh», hacían amarras duraderas. El troncomismo, eternamente fofo, solían aprovecharlo como pirgua o depósito (churuco ) para guardar sus prendas de vestir. Las cabuyas o fibras de las pencas les servían para la fabricación de jarcia

(enormes mantas). Y cuando la planta alcanzaba la madurez en que emerge el maguey, la aplicaban enel tabicado de sus viviendas y para elaborar los enserches de las mismas (paredes desecadas yendebles como mamparas, forradas por dentro y fuera con una frágil capa de barro). Al corazón delmaguey, o yesca, lo usaban como encendedor y mechero. Al brotar el maguey, hacían un huecocircular en el tronco de la planta cortando tres o más pencas. Todos los días lo iban ahondando más para que se deposite la savia que recibía el nombre de guarapo, el que era tomado crudo, aunque,más comúnmente, hervido para curarse del reumatismo, resfríos y blenorragias. Sus flores, antes deabrirse, constituían un buen alimento para el ganado. Las pencas andinas no son exactamenteiguales a las de México. Las hojas de las nuestras son más angostas, con pocos aguijones y de color verde-amarillo. Son más pequeñas y delgadas pero resistentes para el enserche de las paredes desus modestas viviendas (Ramírez 1966: 307).

Pese a lo dicho, la tasa tributaria de 1553 confirma que a los españoles avecindados en laciudad de San Miguel de Piura no les atrajeron los implementos manufacturados a base de la cabuya, penca y maguey. Sencillamente no se les menciona. La citada tasa patentiza, por ejemplo, que la«provincia de Caxas» fue obligada a dar a su encomendero, Gonzalo de Grijera, ropa, trencillas,cordoncillos, toldos, almohadas, colchones, manteles, pañizuelos, bolsas, winchas, fajas y ovillosde pabilo, la totalidad de algodón, maíz, fríjoles, ají, sal, 50 arrobas de miel, tres arrobas de cera, dosvenados descuartizados y pescado de río.

En fin, si bien esta gente no llegó a conformar un Estado como el de Chimor y el de los incas,sí pudo constituir una entidad política tipo atuncuracazgo o señorío, cual un pequeño pero respetablereino. Configuraba una verdadera etnia o «nación» como decían los cronistas de los siglos XVI,XVII y XVIII. La documentación de 1557-1558 los deja ver como a una sociedad que se desenvolvíaen «pulicia». Lo que vale decir, en medio de una perfecta organización, en lo que aventajaban a lostallanes, aparte de ser más esforzados en el trabajo que los de la costa, por lo que vivían sanos ylongevos (Salinas Loyola 1965 [1538]: 238).

Su población estaba dividida mediante el sistema decimal o, mejor dicho, en huarangas y pachacas, a las que los españoles las bautizaron con el nombre de parcialidades. Lo que se adviertees que estaban distribuidos en, más o menos, 1000 y 100 unidades domésticas, respectivamente.Cadahuaranga tenía su curaca; pero había uno que jefaturaba a todas, en una estructura de gobierno

en la que el jefe principal o central aparecía como un primun interpares . Las pachacas, por su parte,no eran otra cosa que los ayllus, cada uno con su correspondiente curaca. Hay minúsculos datos dela parcialidad llamada Collana, emplazada en el centro del sector de Huancabamba, entre la cordillerade Huamaní y el río Huancabamba. Le pertenecían los terrales de Ñangalí y El Llumbe (Ramírez 1966:13, 159, 162).

Por lo demás, no todos eran guayacundos. En mérito de las fuentes documentales, etnográ-ficas y toponímicas, se percibe que por allí coexistía otra población perteneciente a la etnia llacua ollacuas, que paraba en un sector de las alturas dedicada a la ganadería y a la agricultura de tubérculos.Los llacuas o llacuases gozaban de la justa fama de ser los mejores curanderos o médicos del área deLas Huaringas, unos expertos conocedores de fármacos y huacanquis o hechizos de amor. Los

llacuases, de procedencia altiplánica, tenían una larga historia en los Andes Centrales, y no eranotros que los yaros, así llamados en la sierra central. Al promediar el siglo XV, entre guayacundos yllacuases debieron sumar 40.000 habitantes (cf . Garcilaso de la Vega 1962-1963 [1609]: 295-297).

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WALDEMAR ESPINOZA SORIANO140

Guayacundos y llacuases tenían sus lenguas y dioses o huacas diferentes, aunque los curacasentendían perfectamente el quechua del Chinchaysuyo. Los llacuases veneraban a Pariacaca, cuyahuaca se erguía en el cerro colorado del mismo nombre, el que circunda por el este a la actual ciudadde Huancabamba y en cuyas bases se extendía una pampa cubierta de pastos (Ramírez 1966: 21, 32,34, 140). Bien que los más ensanchados pastizales pertenecientes a ellos se veían en el sitio llamado,

justamente, Llacuas (Yacuas), ubicado en el espacio de Huarmaca. En un censo de 1815 fueronempadronados allí 223 llacuas de ambos sexos. Así lo manifestó en 1816 su cura, Lucas Cabral ySaavedra (Ramírez 1966: 121, 164; Stiglich 1922: 1150). Lo que quiere decir es que había huarangas deguayacundos y huarangas de llacuases, como sucedía en otros ámbitos del espacio andino o, por lomenos, pachacas de llacuases subordinadas a huarangas de guayacundos, como acontecía en elatuncuracazgo de Caxamarca. Lo que no conocemos es el número exacto de huarangas y pachacasdel espacio guayacundo, ni el nombre de la integridad de ellas. Un documento de 1548 manifiestaque el «repartimiento» de Huancabamba tenía tres caciques, lo que estaría indicando que puedetratarse de tres huarangas. En lo que toca a Coyayca, sí comprendía más de cinco huarangas, deconformidad a lo que manifiesta Diego de Pineda. El lugar donde residía su curaca principalconformaba la cabecera de la huaranga. E igual acaecía en lo referente a las pachacas.2

Todos los guayacundos vestían con ropa de pelambre de camélidos, aunque más preferenciale otorgaban al algodón. Similarmente, la documentación permite conocer que estas pachacas yhuarangas, pese a constituir una macroetnia y vivir bajo la dirección de unatuncuraca , protago-nizaban muchas rencillas y cuestionamientos sobre la posesión de tierras agrícolas y de pastizalesde cada pachaca y huaranga . O, dicho de otro modo, tales agrupaciones sabían defender sus posesiones colectivas aún en la situación de ser estas inmensas y estar desocupadas, sin hacerlesfalta efectiva. Tal es la figura que se desprende de laVisita de Diego de Pineda.

La sucesión de sus señores era patrilineal, de varón a varón, de preferencia los hijos y,secundariamente, los hermanos y primos. En la citadaVisita de 1557-1558 los informantes porfían

que el heredero del señorío era uno de los hijos, el mismo que «heredaba» las tierras correspondientesa su padre. Los hijos segundones únicamente recibían los trajes y mantas dejados por el difunto progenitor. Pero eso sí, remarcan que los hermanos menores vivían a cargo del curaca sucesor.Afirman que este sistema de herencia también preponderaba entre la gente común. Los curacasdisfrutaban de un expectante servicio de yanas (sirvientes) para atender sus aposentos, cuidar susganados, cultivar y cosechar sus parcelas (principalmente de maíz), abastecerle de leña y paja, yrepararle su morada cuando esta se deterioraba. Los curacas les retribuían con comidas y bebidas.

3. Su anexión al Tahuantinsuyo

Fueron invadidos cuando Pachacútec gobernaba el imperio, pero el que los conquistó fue

su hijo y correinante, Túpac Yupanqui, asesorado por sus tíos, los capitanes Auqui Yupanqui yTilca Yupanqui. Pese a los requerimientos estilados por los incas, que constantemente anhelaban laincorporación sin guerra, la oposición de los guayacundos fue tensa. Parapetados en lugaresestratégicos defendieron su libertad con tal denuedo que dejaron sus muertos por centenares,aunque a Cieza de León (1947 [1553]: 425-442) le contaron que fueron por millares. Pero, también sesabe que los guayacundos mataron a 8000 soldados de los efectivos incaicos (Garcilaso 1962-1963[1609]: 295-297). Con todo, ante la imposibilidad de resistir a las fuerzas imperiales, luego de cincomeses aceptaron su derrota. Fue lo mejor que hicieron para no ver diezmada a su etnia, bien quedocenas de guayacundos jamás se sintieron satisfechos con su descalabro. Los curacas fueronrespetados en sus cargos a condición de someterse a los dictados del Cusco. Como acostumbrabanlos soberanos del Tahuantinsuyo, les prodigaron regalos consistentes en vestidos, joyas, yanas yesposas adicionales, además de otras redistribuciones. Las mujeres de los mencionados curacastambién recibieron extraordinarios obsequios. Túpac Yupanqui prosiguió su marcha victoriosa en pos de la conquista de Calua, Palta y Pacamuros (Cieza de León 1947 [1553]).

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 141

Existen referencias indirectas sobre cuya base se puede sostener que el acreditado atun-curacazgo o etnia guayacundo, integrado por huarangas y pachacas, fue subdividido por los incasen tres porciones o, mejor dicho, en mitades (sayas o suyus). Esto según la misma táctica quellevaban a cabo en otras etnias. Los desarmaron, y a sus curacas les eliminaron sus competencias y jurisdicciones ancestrales, con el fin de debilitarlos política, militar y judicialmente. La división del

norte fue denominada Ayauaca, la del sur, Huancapampa, mientras que a la del oeste la dejaron consu añoso apelativo de Coyayca. En uno de los parajes de esta última, en el llamado Caxas, los planificadores del Tahuantinsuyo hicieron edificar unallacta o asentamiento urbano de modeloincaico.3 Pero, eso sí, cada una de estas flamantes jurisdicciones con suatuncuraca respectivo,estructura dentro de la que el de Coyayca, llamado Apo Guacalla o Apo Guagal, siguió conservandosu rango formal de jefe máximo, como lo había tenido desde antes de la fragmentación. Para Ayauacay Huancabamba designaron a otros personajes, recayendo los nombramientos en individuos de lanobleza regional, prácticamente en uno de los señores de una de las huarangas de cada zona, de losque los incas se aprovecharon para gobernar y administrar. Así fue como el atuncuracazgoguayacundo quedó políticamente desestructurado para siempre. Como fue dicho, en cada una de lastres nuevas circunscripciones, el gobierno cusqueño dispuso la fundación de otras tantas llactas.Es decir, un asentamiento urbano en cada saya con objetivos de control total: económico, político,militar, judicial. Y, por último, instaló mitmas de todo tipo. Las respectivas llactas tenían un templosolar, unacllahuasi , almacenes y edificios con muros, ya de piedra o ya de pirca, y hasta de adobesy tapiales, necesarios para desempeñar funciones específicas. Tales asentamientos urbanoscomenzaron a cumplir el papel de cabeceras incaicas (capitales) de las mencionadas nuevasdemarcaciones. Se sabe que uno de los primeros grupos de mitmas trasladados a Coyayca fuesacado de Serrán. Y, tal como habituaban los incas, acomodaron de manera similar un espacio paraestablecer y conformar ahí un campamento de mitmas incas. Hay datos etnográficos y toponímicosque así lo confirman. Nos referimos a la parcialidad de El Ingano o Incano con sus respectivas tierrasde Huaylas y Uchupatal en Huancabamba. Son indicadores de que, originalmente, fue el asiento deun ayllu de mitmas incas. Entre ellos no faltaron los de apellido Choquehuanca. Hoy en día, ElIngano es un caserío (Ramírez 1966: 13, 61, 103, 190, 198, 337). Aparte de esas llactas, no se sabe quelos incas hayan llevado a efecto la planificación de otros asentamientos urbanos en el espacioguayacundo.

Sincrónicamente, el poder imperial designó un gobernador (tutricut ) de linaje cusqueño para regir en representación delsapaninca (o sapallaninca ) en cada una de aquellas tres nuevasdemarcaciones. Eltutricut , pues, personificaba al Estado imperial al lado de otros administradoresoficiales, tales como quipucamayos, vigilantes de tambos, puentes y caminos, inspectores de hitosy linderos, etc. De ahí porqué los tutricuts tenían que ser de una de las etnias incas, ya de sangre oya de privilegio. Cada tutricut gobernaba adaptándose a las realidades locales y regionales. En este

programa de reordenamiento, es verosímil que el poder inca haya llegado al colmo de abolir eletnónimo «guayacundo», con lo que consumaron el desmembramiento político y gubernamental dela etnia en referencia. Solo así es explicable el porqué los cronistas, salvo Cabello Balboa, ignoraronen sus páginas el aludido nombre étnico.

Lasllacta de Huancamabamba tenían estrecha relación con las de Caxas. En ambas edificaronaposentos reales (casas para el descanso del soberano en los días de tránsito). Asimismo,acondicionaron una gran plaza, oatuncancha , con su respectivoushnu , o altar piramidal de cuatro plataformas superpuestas. Se trataba de una construcción que debía cumplir varios fines, como el deservir de tribuna para que las supremas autoridades presenciaran las festividades, desfiles yconcentraciones de militares, danzantes y de otras ocurrencias. También, como tribunal de justicia o

para, desde allí, propalar las disposiciones superiores, o poner en escena ceremonias y rituales deíndole oficial. Incluso servía para prácticas de medición del tiempo, como si fuera una especie deobservatorio con fines calendáricos. En fin, los ushnus conformaban el símbolo del poder imperial

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en los curacazgos. En cadallacta , por igual, levantaron callancas, o galpones largos y rectangulares, para alojamiento de las tropas en campaña y servir de refugio a las multitudes que celebraban algunasolemne conmemoración en los días de aguacero. Similarmente, tambos, templos solares, acllahuasisy almacenes para todo espécimen de productos, ya serranos o ya costeños, pues Caxas fue declaradacomo una de las sedes principales del área, en la que debían concentrar los excedentes producidos,

inclusive, en la cálida zona tallán. Y a más de todo ello, barrios para artesanos, guarniciones y de losservidores yanas. Dispusieron, concomitantemente, el trazo de caminos longitudinales y transversales.

Pero comparando las tres llactas erigidas en territorio guayacundo, a la de Huancabamba sela contemplaba más monumental que a la de Caxas. Incluso en la de Huancabamba levantaron unafortaleza imitando las formas cusqueñas (Cieza de León 1947 [1553]: 425-427), cuyos restos han sidoredescubiertos en Mitupampa (Sondorillo). Tiene un área de 1 hectárea, con muros de 1,5 metros deancho y hasta 4 de altura. Su puerta de entrada es monumental. Dicha fortaleza queda con exactitudentre Caxas y Huancabamba, al borde delcapacñan o vía imperial (Polia 1995).

Otro hecho vital que debemos tener en cuenta es que fijaron tierras para el Sol y el Estado,

respetando las propiedades colectivas de las pachacas y huarangas oriundas. Como es lógico,otorgaron parcelas en usufructo a los que quedaron como mitmas. Señalaron la cantidad de mitayos para el servicio y mantenimiento de los nuevos asentamientos administrativos. Dispusieron,similarmente, la salida de centenares de guayacundos para reforzar a las tropas incaicas en lascampañas conquistadoras del norte, hasta Quito. Los guerreros guayacundos fueron movilizadoscon sus esposas e hijos, al mando de Apo Guagal. Acaeció así, porque aquel enjambre de hogaresguayacundos debía quedar arraigado por allá, en condición de mitmas de guarnición estatal, tantoen Chimbo como en Uyumbicho, Latacunga y Quito. Otros grupos de guayacundos fueron enviados,como mitmas también, a Ayamango (Cajamarca), Condebamba-Antamarca (Huamachuco), Chucurpu,Parinacochas, Cusco y a otros sitios (Espinoza Soriano 1962, 1970, 1974, 1975, 1985). La política dedominación y control inca, como acabamos de ver, fue severa. No obstante, la desestructuración

política de la que fueron objeto los guayacundos fue contrapesada con un tratamiento especial prodigado con miras a ganarse la voluntad y simpatía de los referidos guayacundos, si bien máshalagos dispensaron a los atuncuracas y «principales» o nobles de la etnia. En tal sentido, alreubicarlos por diversos parajes del territorio del Tahuantinsuyo, lo hicieron en calidad deguarniciones para vigilar a otros pueblos conquistados. En la documentación, se descubre quenunca fueron deportados por castigo, sino como establecimientos militares, con visibles honores y privilegios para que laborasen a favor del Estado. Con tales metas los trasladaron a Calua, Uyumbicho,Quito, Latacunga, Chimbo, Cañar, Cajamarca, Huamachuco, Tapacuna, Cusco, Parinacocha, Quinuay Guachu. Y todo eso lo llevaron a efecto simultáneamente.

Pero falta algo más. Estas tres llactas, sobre todo la de Huancabamba, quedaron con

jurisdicción y mando sobre un territorio muy extenso. A ellas concurrían a realizar sus mitas o tareasde trabajo, mediante estrictos y bien planificados turnos, los hombres del ámbito tallán, tumbes,tapacuna y santouelico (Olmos). A ellas trasladaban los excedentes para depositarlos en trojesimperiales. Por cierto que en Poechos, ubicado en el valle del Chira, de la circunscripción tallán, losincas mandaron edificar unallacta (Jeréz 1947 [1534]: 324; Cieza de León 1947 [1553]: 412), pero aPoechos no ingresaban a servir trabajadores (mitayos) de las etnias serranas.

Como lo ha demostrado la fuente arqueológica, en lallacta de Ayabaca estuvo el mejor templo solar, habitación de un gran sacerdote cuya competencia y jurisdicción era enorme (AnónimoJesuita 1950 [1589]: 155). Los estudios arqueológicos lo han identificado con Aypate, donde tambiénhay unushnu (Polia 1995).

Por otro lado, el cronista Francisco de Jerez (1947 [1534]: 326) es el único que brinda informesacerca de lallacta de Caxas. Asimismo, Cristóbal de Mena (1937 [1534]) y Diego de Trujillo (1948

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 143

[1571]: 54) proporcionan leves detalles. Unas veces la llaman «provincia de Caxas», otras «pueblode Caxas» e, inclusive, «asiento de Caxas». Son denominaciones que reflejan las concepcionestípicamente hispanas del siglo XVI. Al designarle «pueblo», pretendían significar que no era comolas residencias de los vecindarios españoles y al calificarle de «asiento» procuraban expresar queno tenía cabildo con alcaldes al uso hispánico. Por lo restante, las tres llactas estaban cimentadas y

levantadas en las veras del camino real que iba del Cusco a Quito. En sus contornos pastabanatractivas manadas de ganado.

Por las descripciones suministradas por los mencionados cronistas, sabemos que a Caxasse ingresaba por medio de un puente, en uno de cuyos bordes había una garita para controlar laentrada y salida de los peatones. Lallacta misma comprendía ostentosos edificios. Ya hemos vistoque allí radicaba untutricut en representación de Huáscar, por lo que pronto habría de sufrir losestragos y represalias de Atahualpa. Entre aquellos aposentos destacaba elacllahuasi , que secomponía de tres casas confortables en cuyo interior perseveraba, recluido y estrictamente jerarquizado, un promedio de 500 mujeres que tejían día tras día (Trujillo 1948 [1571]: 54). Pero juntocon la producción de vestimenta también preparaban comidas y bebidas para el Estado. Muchas deellas, finalmente, eran regaladas, por el inca o sus delegados, para resarcir y remunerar losmerecimientos de determinados hombres que laboraban a favor del poder. Los almacenes de Caxas permanecían repletos de calzado, panes o pequeños bloques de sal, carne seca, maíz, fibras (lanas),trajes finos decumpi e, incluso, de figuras de oro martillado y de bebidas (Jerézop. cit. ). Dichos productos estaban destinados para abastecer a los guerreros, administradores, acllas y servidoresdel Estado en general. Y, por cierto, también para que elsapaninca tuviera cosas con las cuales poner en práctica sus consabidos regalos o redistribuciones, actos que le daban fama e inmortalidad.4

En lo que toca a tambos, en el área guayacundo hubo, fehacientemente, por lo menos tres decategoría mayor y dos de rango menor. Los primeros son los llamados por Guamán Poma (1936[1615]: 1036) «tambos reales»: Ayauaca, Huancabamba y Caxas, y los otros simplemente «tambillos»:La Estancia y Hierbabuena (Yerbabuena). Los reales eran los capactambos, lo que vale decir,«hospederías» de la realeza inca o «aposentos del soberano», mientras que los tambillos quedabanreservados para la gente común. Y, desde luego, había también varioschasquihuasi , pequeñosalojamientos para quienes prestaban servicios trasmitiendo noticias oficiales.

Estas llactas, edificios, caminos, tambos y chasquihuasis permanecían a cargo de un rigurosoasistimiento para su inquebrantable mantenimiento. Sus servidores eran mitayos provenientes tantode la desquiciada etnia guayacundo, como de las colindantes, por ejemplo de la tallán, santouelicoy tapacuna, que eran llevados, por turnos, para mantener ininterrumpidamente el funcionamiento delos referidos servicios. Existían, incluso, mitmas para esta naturaleza de trabajos. La explicación que

daban para tener tallanes en la sierra era porque, en la costa, el camino imperial no era muy transitadocon fines oficiales. La política económica y social impelía a que el máximo de pobladores de cualquier parte cumpliesen tareas balanceadas en sus territorios originarios y en los adyacentes o limítrofes.Otro aspecto trascendente es que los sucesores de Túpac Yupanqui continuaron engrandeciendo yhermoseando los citados aposentos, colcas o trojes, caminos, tambos, etc. Acostumbraban, sobretodo, a renovar los almacenes.

El atuncuraca , o gran señor, que gobernaba a las cinco o más huarangas de Coyayca en los primeros lustros de su anexión al Tahuantinsuyo fue Apo Guagal, nombre quechua que, vertido alcastellano, significa algo relacionado a su conducta o psicología personal o a algún cargo quedesempeñaba, o por derivación de un señalado hecho que le había sucedido en su vida. Puede

significar ‘señor que llora’ o, tal vez, estar vinculado a un ejercicio ritual inherente a los jefes étnicoscon miras a demandar lluvias a sus divinidades o, a lo mejor, tendría que ver con su aparentemansedumbre (Espinoza Soriano 1975;cf . Polia 1995).

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Apo Guagal fue considerado en un primer momento para que continuase en su puesto degran jefe de los guayacundos de Coyayque. Pero, eso sí, encasillado entre las jefaturas subalternasal Cusco. Fue convertido en unatuncuraca -vasallo y disminuido, únicamente con mando enCoyayque, bajo la dependencia del gobernador otutricut cusqueño residente en Caxas. Desdeluego que fue honrado con muchos regalos para que pudiera cumplir, devotamente, su nuevo rol de

administrador. Esto con la finalidad de convocar y tener listos los contingentes de trabajadores omitayos que el Estado urgía para poner en marcha sus proyectos económicos, sociales y políticos(Espinoza Soriano 1975). Para las otras flamantes demarcaciones de Ayauaca y Huancabamba, losincas también designaron como líderes autóctonos a diversos curacas dehuaranga que fuerontransformados en atuncuracas de sus respetivas jurisdicciones. Y, sobre todos ellos, la presenciasuperior del gobernador inca de procedencia cusqueña.5

Apo Guagal, desde entonces, comenzó a comportarse como un fiel servidor del incario, unasistente y dependiente incondicional de los soberanos del Tahuantinsuyo, quienes lo atiborraronde parabienes y honores formales para tenerlo contento. Incluso Apo Guagal, a la cabeza de un batallón de guerreros guayacundos, concurrió a la conquista y anexión de Quito, Chimbo, Latacunga

y seguidamente Cayambe, Pasto y Caranqui. Pero la hábil estrategia incaica lo desarraigó de Coyayca, por lo menos temporalmente, dejándolo como jefe de los mitmas guayacundos en Quito, lugar dondesus hijos, nietos, bisnientos y tataranietos siguieron viviendo, inveteradamente como curacas deaquellos mitmas que jamás perdieron sus vínculos de parentesco con sus paisanos y coterráneos dela sierra piurana.

Ahora preguntémonos: ¿quién quedó como autoridad nativa máxima en Coyayca? Con todaseguridad otro hombre encumbrado a esa categoría, es decir, otro apo extraído de una de sushuarangas. Pero, qué duda cabe, un señor enlazado al linaje de Apo Guagal, por cuanto los señoresde huaranga estaban difusamente emparentados desde antes de que hubiesen arribado los incas alespacio guayacundo. En estas designaciones era norma y costumbre sacar a personalidades de la

misma cepa y estirpe, aun en el caso de haber desaparecido elatuncuraca en la guerra de conquistao de haber sido depuesto por disposición del imperio.

Apo Guagal, como se mencionó, desde un principio se transfiguró en un escrupulososúbdito de los incas. Abrumado con tantos agasajos y dádivas formales, se olvidó de su estatus decuraca-vasallo del Cusco y de ser un señor menoscabado y desmedrado. De modo que cuandoHuayna Cápac gobernaba el Tahuantinsuyo, este volvió a disponer que lo acompañase en lascampañas reconquistadoras y de pacificación en el ámbito de Quito, Caranqui, Cayambi, Cochasquíy Pasto. Apo Guagal salió, comandando 1000 guerreros de su etnia, encima de su tiana y andacargada por cuatro hombres que se turnaban cada legua (6 kilómetros). El Inca, para incentivarlo yganarse la total voluntad del jefe de los mitmas guayacundos, le dio el trato ceremonial de «hermano».

Llegó al punto de sentarlo a su lado en su propio comedor al momento de ingerir sus alimentos. Esconcebible que hasta hayan comido del mismo plato, sostenido por una de las esposas delSapainca .De todos modos, Apo Guagal debió ser un hombre experimentado e inteligente, ya que HuaynaCápac lo nombró como uno de sus consejeros en asuntos políticos y económicos inherentes alextremo norte del Chinchaysuyo.

Los incas, que cuando les convenía sabían tolerar a las culturas regionales en lo materialcomo en lo espiritual, no innovaron el sistema decimal de huarangas y pachacas descubierto en lazona central y norteña del Chinchauysuyo. Tampoco despojaron totalmente de sus facultades a loscuracas. Realmente los dejaron con sus huacas y prácticas rituales. Desde luego, siempre y cuandoellos no contradijeran a los ideales, proyectos o designios incaicos. De todas maneras hacíaninnovaciones, como esa que ya vimos de dividir a la «nación» o etnia guayacundo en tresdemarcaciones (suyos), o esa de mermar la jurisdicción política, militar y judicial de los curacas,además de incautar tierras o de sacar y meter mitmas y el de implantar el trabajo obligatorio para crear

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excedentes en beneficio del Estado (mitas). La arqueología, por lo restante, ha puesto de manifiestoque encima de un templo guayacundo, ubicado en Mitupampa, sobrepusieron un santuario incaico(Polia 1995).

Tanto Ayauaca, como Huancabamba y Caxas, fueron enaltecidas. Caxas fue verdaderamente

una llacta completa. En Ayauaca, sin embargo, fue construido el templo solar más suntuoso, cuyosacerdote estaba complacido de su competencia y jurisdicción muy amplia (Anónimo Jesuita,ibid.) .Aunque cabe pensar que cuando el citado Jesuita Anónimo escribió «Ayauaca», bien pudo haber dicho, por igual, «Huancabamba» o «Caxas». Por lo tanto, lo más certero es que fue esta última elsitial de ese gran sacerdote del Sol. Finalmente, casi todos los que entraban a servir en las referidasllactas eran mitmas.

La espectacular fidelidad de los líderes guayacundos para con el Estado incaico es fácil dedesenterrar al analizar el sistema de mitmas. La documentación concerniente a esta institución jamáslos presenta como a gente trasladada o exiliada por delitos de traición o de subversión. Por elcontrario, los condujeron a otros lugares con expectantes consideraciones y dignidades para

conformar guarniciones de control militar y represivo a favor del imperio e, incluso, acciones deespionaje político y social. Cabalmente, con tal finalidad, familias enteras de guayacundos fueronreubicadas en Calua, Quito (Uyumbicho), Latacunga, Chimbo (Chapacoto), Cañares (Yagual),Cajamarca (Ayamango), Huamachuco (Condebamba y Andamarca, aquí, además, como pastores ycumbiqueros del Estado), Tapacuna, Guachu, Cusco, Pariguanacocha y Quinua, hacia la fronteraselvática. Sin embargo, no los mudaron a la península de Copacabana (Kupakawana), al sur del lagoPuquinacocha, y esto es sintomático. Llama la atención porque Copacabana fue copada con 44ayllus de mitmas, provenientes de las «naciones» o señoríos más representativos del Tahuantinsuyo para trabajar, única y exclusivamente, en el mantenimiento y funcionamiento del templo del Solerguido en la Isla de Titicaca. ¿Qué factores determinaron la ausencia de guayacundos en Copacabana?Es una incógnita por despejar.

En cuanto a los mitmas transpuestos al territorio guayacundo, escasamente hay pequeñasnotas al respecto. Solo conocemos una diminuta alusión que habla de los mitimaes de Serrán enCaxas. En 1553 su curaca se llamaba Fango. Y lo mismo hay que manifestar en lo tocante a los mitmasincas.

No obstante lo manifestado hasta aquí, los guayacundos de Ayauaca, Huancabamba yCoyayca no fueron totalmente moldeados según el modelo cultural inca. Siguieron con sus costum- bres, usos y creencias como acontecía en todas las etnias del Tahuantinsuyo. Lo que los incaslograron imponer fue que los hombres adultos les trabajaran mediante turnos bien planificados conla meta de crear excedentes económicos al Estado. La obligatoriedad de la lengua quechua fue solo

para los curacas. Claro que también quedó consolidada la construcción de algunos andenes yapertura de unos pocos canales de riego. Y, hasta cierto punto, entre otras de las escasas influenciassureñas en el solar guayacundo podríamos puntualizar lachaquitaclla o tirapié y, tal vez, el uso delos quipus.

Con todo, el auténtico peso y ascendiente inca de carácter político, económico, militar yarquitectónico solo se dejó sentir en las llactas de Caxas, Huancabamba y Ayabaca (Aypate), comotambién en los caminos, tambos y chasquihuasis, pero no en la vida cotidiana de las pachacas yhuarangas.

Sabemos que terminada la conquista y anexión de Quito al Tahuantinsuyo por resolución deHuayna Cápac, Apo Guagal regresó a Coyayca. Con tal suceso, como jefe de los mitmas guayacundosen el norte del Chinchaysuyo, fue designado su hijo Carguatanta, quien, de vez en vez, visitaba sutierra de Coyayca. Precisamente, cuando Hernando de Soto entró a lallacta de Caxas, Carguatanta

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se encontraba allí y no conocemos por qué fue asesinado por los españoles. «Carguatanta» traducidoal castellano quiere decir ‘pan de maíz mustio o triste’, ‘pan amarillo’ o, también, ‘cara pulida’(Espinoza Soriano 1975; Polia 1995).

En la guerra civil entre Huáscar y Atahualpa, el primero autorizó a su hermano Atoc para

reclutar soldados en el área guayacundo, pues estos se habían declarado leales a Huáscar. Estarealidad despertó la ira de Atahualpa, lo que desató una masacre.

Por su lado, la totalidad de los edificios empinados de Caxas, Ayabaca y Huancabamba, unavez caído el imperio de los incas, fue derribada, no por los españoles, sino por los propios cayampis,caranquis y pastos. Estos estaban bajo la dirección de Quisquis durante su repliegue al norte,enseguida de ser echados del Cusco por Manco Inca en alianza con los españoles. Y estos, apoyados por los cañaris, chachapoyas y huancas (cf . Estete 1924 [1535]: 53; Espinoza Soriano 1973). Por eso,cuando en 1548 pasó por allí Cieza de León, todo estaba desbaratado y deshecho.

4. Conquista e inicios del virreinato

Años después, cuando fue desaparecido Carguatanta en el cargo de curaca de los mitmasguayacundos en Quito, le sucedió su hijo Caxamarca, nombre que recuerda el lugar de Caxas. Es elmismo que fue bautizado por un sacerdote hispano con el apelativo de «don Diego de FigueroaCaxamarca». Y, así como su abuelo se declaró, en su tiempo, «pro inca», don Diego, imitándolo, se proclamó «pro español». Aprendió a leer, escribir y a expresarse en castellano. También a tañer instrumentos musicales europeos. Cogió gusto a la vestimenta europea y no ocultaba su deleite alacompañar la liturgia cristiana en las actividades evangelizadoras llevadas a efecto por los frailes ycuras venidos de España. Durante la guerra civil iniciada por Gonzalo Pizarro se declaró realista, por lo que fue objeto de la ira de los sublevados. Superado el fragor de la lucha, alcanzó a ser maestro degramática de otros niños, hijos de curacas.6

Entretanto, la división política de la etnia guayacundo, hecha por los incas en tresreparticiones, sayas o atuncuracazgos, fue continuada y mantenida por los españoles. Les convenía, para así tener más comarcas y habitantes a quienes distribuir en calidad de encomiendas orepartimientos. A partir de entonces, a dichas circunscripciones les dieron el nombre de «provincias»cada una de ellas entregada a un encomendero hispano en compensación a sus esfuerzos por invadir y conquistar el Tahuantinsuyo. A partir de aquellos años, consecuentemente, en la documen-tación se habla de las provincias de Ayabaca, Caxas y Huancabamba.

Desde 1532, las tres fueron puestas dentro de la jurisdicción territorial de la ciudad de SanMiguel de Tangarará, localizada en la desembocadura del río Chira, la misma que, al ser mudada hacia

el interior, fue designada San Miguel de Piura. Las tres provincias mencionadas también fueroncalificadas como «repartimientos» en directa alusión a su calidad de encomiendas, cuyosencomenderos, por la firmeza de las leyes, fijaron su residencia en la enunciada ciudad. FranciscoPizarro fue el que llevó a cabo la entrega de las primeras encomiendas. Ayabaca fue dada a Bartoloméde Aguilar. Huancabamba, con sus caciques Unllihuamba, Quiquepe y Guama, a Diego Palomino. Untal Gonzalo de Grijera, por su parte, fue agraciado con los habitantes del valle chaupiyunga deSerrán, administrados por sus caciques Tomapara y Arocama (Anónimo 1958 [1548]: 265-266).

Sin embargo, en fecha posterior, pero no muy lejana, hubo reformas de las encomiendas conel objeto de fragmentarlas para dar oportunidad a más españoles ávidos de rentas estables. Una deellas fue autorizada en 1536, pero Francisco Pizarro no pudo llevarla a efecto. Otra, en 1542, sí fuecumplida por Vaca de Castro, pero no hizo otra cosa que producir un nuevo trastorno o caos en laorganización sociopolítica de las etnias. Concretamente, este mandatario fue quien otorgó al citadoGonzalo de Grijera un ensanchamiento de sus ingresos económicos, añadiéndole la encomienda de

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Caxas, es decir, la antigua Coyayca, cambiada ya de nombre por los hispanos. Con todo, comoseguían arribando más y más inmigrantes españoles en pos de riquezas, Vaca de Castro convirtió enencomiendas a varias huarangas para contentarlos y satisfacerlos. En medio de aquella objetividad,cada encomienda, grande o pequeña, fue declarada independiente de sus curacas antiguos, quedandoel encomendero prácticamente libre para colocar curacas a su antojo, sin acatar las reglas consue-

tudinarias de las etnias. De ahí que si bien a Ayabaca, Huancabamba y Caxas continuaron llamándolas provincias, en el devenir virtual y efectivo su población fue prorrateada entre otros españoles. Asíes como aparecieron las nuevas encomiendas de Chinchacharra, Comboco y Toimapara (nombres decuracas, llamados también caciques). Claro que fue expedida una real cédula que prohibió esadesmembración, pero fue ya demasiado tarde.

En los referidos papeles de 1548, los aproximadamente 600 tributarios de Ayabaca redituabana su encomendero 2000 pesos anuales. Los 3300 tributarios de Huancabamba entregaban más omenos 3000 pesos y los 800 tributarios de Caxas, 1000 pesos. En suma, 6000 pesos.

Una fuente de 1561 dilucida que la encomienda de Huancabamba fructificaba al capitánDiego Palomino solamente la cantidad de 2000 pesos. Ayabaca entregaba a Diego Núñez Vaca 1800 pesos. Mientras una parte de Caxas, perteneciente a Juan de Saavedra, aportaba 2000 pesos y laotra, a Gonzalo de Grijera, 1250 pesos. En total, 7070 pesos (Hurtado de Mendoza 1979 [1561]: 105),cifra que representa 1070 pesos más de lo verificado en el año de 1548, no obstante el descenso dela población.

En 1565, fecha en que se efectuó la primera demarcación política oficial del virreinato peruano,el corregimiento de la ciudad de Piura comprendía, entre otros, los repartimientos de Huancabambay Ayabaca. Caxas, aparece ya con la denominación de «encomienda y repartimiento de Serrán».Apenas en 1588, una que otra vez emerge como «provincia de Caxas». En la de Huancabamba fuedonde el corregidor de Piura decidió poner un teniente para que lo representara en la administraciónde justicia y otros actos administrativos de carácter económico. En tal sentido, el corregidor era unaespecie de prefecto actual y su lugarteniente algo así como el subprefecto de hoy.

Entre 1572 y 1574 se ejecutaron, por fin, las disposiciones referentes a la fundación de pueblos o «reducciones» para indígenas. El que las delineó y planificó en el corregimiento piuranofue el visitador Bernardino de Loayza. Justo en la provincia de Ayabaca fundó el pueblo de NuestraSeñora del Pilar de Ayabaca; en la de Huancabamba el de San Pedro de Huancabamba. Y, en la deSerrán, el de San Andrés de Frías, llamado más tarde San Andrés de Ureña, bien que este nuevoapelativo no prosperó, quedando, invariablemente, como Frías. Precisamente, el repartimiento deSerrán abrazaba las comarcas y entornos de Sóndor, Serrán, Chinchacharra, Chirque y Caxas mismo

en aquella década. Al fin y al cabo, después de tanto trasiego, quedó con el nombre de «Repartimientode Serrán», cayendo en la desmemoria el de Caxas y peor todavía el de Coyayca.

En la fecha que se acaba de mencionar, la población había mermado demasiado. En la deAyabaca, por entonces encomienda de Diego Vaca de Sotomayor, fueron empadronadas 1021 perso-nas (327 tributarios y 698 no tributarios). En la de Huancabamba, del encomendero Gaspar deValladolid, 1534 individuos (397 tributarios y 1257 no tributarios). Y, en la de Serrán-Chinchacharra-Sóndor, perteneciente al capitán Hernando Lamero, 745 personas (203 tributarios y 542 no tributarios).En suma, 3300 pobladores (Miranda 1928 [1583]: 212).

5. Nota final

Han pasado ya cerca de cinco centurias y como corolario de la ausencia de investigacionesetnohistóricas, los habitantes de Huancabamba, Ayabaca y Coyayca (Caxas-Frías) virtualmente han

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olvidado y perdido su identidad guayacundina. Tal realidad es distinta a lo que acontece en el valledel Mantaro, Andahuaylas, Cajamarca y otros más, en los que están orgullosos de ser huancas,chancas y caxamarcas, respectivamente. En esta última han publicado una revista titulada ymembreteada, cabalmente,Caxamarca ; a su teatro principal le han puesto, asimismo, el nombre de«Caxamarca», y algo más: prefieren autollamarse caxamarqueses y no cajamarquinos.

La reivindicación de los guayacundos recién ha comenzado. Ahora es una de las etnias másy mejor estudiadas por los arqueólogos y etnohistoriadores.

Notas

1 Por tales motivos, escribe Vásquez de Espinoza (1948 [1630]), los españoles iban a establecer allísus estancias ganaderas.

2

Lo que sí es factible de aclarar es que lallacta o asentamiento urbano de Caxas era la capital incaicaen la «provincia» de Coyayca, que no era otra cosa que la sede de la comarca ocupada por una desus huarangas. También fue importante lahuaranga de Pampamarca, con cuyos señores estabanemparentados loscapac o atuncuracas restantes de la etnia guayacundo.

3 Son las mismas demarcaciones a las que los españoles iban a darles la categoría de «provincias».

4 Tanto Justino Ramírez como Anne Marie Hocquenghem piensan que la Caxas de los cronistas es elChulucanas actual, lo que, es obvio, falta comprobar.

5 La documentación hasta hoy descubierta apenas se refiere alatuncuraca de Coyayca. Losexpedientes acerca de las autoridades nativas y máximas de Ayauaca y Huancabamba todavía nohan sido encontrados, pero sabemos que existieron.

6 En el colegio de San Andrés de Quito, regentado por franciscanos, sus servicios fueron reconocidos por el rey en una real cédula de 1563. Le adjudicó el subsidio anual de 700 pesos. Por tales razonesfue considerado el indígena más cristiano de Quito.

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LA ETNIA GUAYACUNDO EN LA SIERRA PIURANA 149

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1. Introducción

A partir del Periodo Intermedio Tardío (aproximadamente 1000-1400 d.C.) se distingue unauge en la manufactura de vasos-efigie antropomorfos de plata a lo largo de la costa peruana. Ladistribución espacial de los mismos abarca desde la costa sur, en Ica y Chincha (Baessler 1906;

Schmidt 1929; Root 1949), hasta el departamento de La Libertad, en la costa norte (Squier 1974[1877]). A pesar de la cantidad de vasos que albergan colecciones públicas y privadas, casi no se lesha estudiado desde un punto de vista tecnológico ni funcional.

Con la cultura Huari, durante el Horizonte Medio (aproximadamente 800-1000 d.C.),1se pre-sentan vasos-efigie antropomorfos de metal con una figura central que tiene el rostro repujado.Estos vasos son muy escasos y los pocos que se conocen son de oro y tienen forma de kero. Lossiguientes ejemplos pertenecen a Sicán Medio (900-1100 d.C.), asociados a las tumbas de la elite(Carcedo y Shimada 1985; Carcedo 1992: 300; 1997: 8) y sus soportes son tanto de plata como de oro.Pero fue a partir del Periodo Intermedio Tardío (aproximadamente 1000-1400 d.C.) y Horizonte Tardío(aproximadamente 1400-1533 d.C.) que se desarrolló, fundamentalmente a lo largo de la costa perua-

na, un tipo de vasos alargados (en especial de plata) con rostro humano repujado, que comúnmentese conocen como «vasos-efigie» o «narigones» por exhibir una nariz muy pronunciada.

Uno de los ejemplos más interesantes entre los antiguos relatos que mencionan este tipo devasos es el del viajero norteamericano Squier (1974 [1877]), quien recorrió el Perú durante los años1863 y 1865. Entre los sitios visitados por él está el santuario de Pachacamac. Menciona algunas delas definiciones que los frailes españoles hacen del templo en su primera visita, «[...] que, a pesar deestar construido con materiales frágiles, se igualaba por su riqueza de oro y plata a los del Cuzco yTiticaca»; y continúa, «Pródigas fueron las ofrendas y sacrificios de los indios en este templo. Delos metales preciosos, los españoles se llevaron, entre sus despojos, veintisiete cargas (28,5 kilogra-mos) de oro y dos mil marcos (dieciséis mil onzas) (453,5 kilogramos) de plata, sin haber descubierto

el lugar en que estaban escondidas cuatrocientas cargas (11.400 kilogramos) de estos dos metales,que se presupone que están en alguna parte del desierto entre Lima y Lurín» (Squier 1974 [1877]: 34).Si bien las evidencias arqueológicas no apoyan aún esta descripción, es importante señalar lacantidad de oro y plata a la que hace mención. Además, señala que el botín más importante seencuentra escondido entre Lima y Lurín. Si bien semejante hecho no se ha podido comprobar, por lomenos se tienen noticias de que de la zona de Lima (Márquez y Chuquitanta) se han recuperado una buena cantidad de vasos-efigie antropomorfos de plata y algunos de oro.

Squier (1974 [1877]) menciona que cuando Hernando Pizarro estuvo en Pachacamac, mu-chos caciques de Mala y Chincha vinieron trayéndole regalos y se asombraron por su audacia alhaber destruido al ídolo. Hernando obtuvo de los caciques y sacerdotes 90.000 pesos de oro, a

pesar, dice el autor, de los 11.400 kilogramos de oro y plata que los sacerdotes ya se habían llevado.Esto indicaría que de los territorios del sur también se ofrendaba oro y plata al ídolo de Pachacamac.Ciertamente, entre los vasos-efigie antropomorfos de la colección del Ethnologisches Museum deBerlín hay varios que provienen de Ica y Chincha, no solo de plata, sino también de oro (Baessler 1906). Los primeros españoles que visitaron el santuario de Pachacamac no hicieron una descrip-ción de los objetos que obtenían. Este dato hubiera sido importante para conocer si los vasos deeste estudio eran parte de las ofrendas dedicadas al ídolo referido, fueron usados en algunos ritoso constituyeron ofrendas en las construcciones de los templos o pirámides con rampa. De hecho,Jiménez Borja encontró un vaso efigie antropomorfo:

[...] durante los trabajos de limpieza arqueológicos llevados a cabo en la Pirámide con Rampa Nro. 1 de

Pachacamac, los que fueron realizados en la década de los años sesenta [...], la pieza había sido enterradaal pie de uno de los flancos que definen el vano de ingreso principal al patio de la referida pirámide. Por lascaracterísticas señaladas, es posible considerar que este peculiar vaso de plata fue colocado como una

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A pesar de la gran cantidad de vasos-efigie antropomorfos que se conocen tanto en colec-ciones públicas como privadas, son muy pocos los que realmente proceden de una excavacióncientífica,2 por lo que se cuenta con escasa información sobre el lugar exacto de procedencia yfiliación cultural de los mismos. Lo que sí se puede observar a simple vista es que estos vasos presentan gran cantidad de variaciones, tanto iconográficas como de manufactura.

2. El trabajo de los plateros en la costa central

Entender una tecnología, en este caso la de los vasos-efigie antropomorfos, no es solocomprender el proceso en sí y sus diferentes pasos (extracción de la materia prima, tipos de minera-les, tipos de metales y la transformación de estos a través de las fundiciones). Debe comprenderse,también, cómo y quiénes elaboraban los objetos, de qué técnicas e instrumentos se valían, en dónde

estaban ubicados los talleres, qué posición social mantenían los orfebres (en especial los maestrosen relación con el resto de la comunidad), cómo se agrupaban y, por último, qué valor cultural,simbólico, político o económico jugó el metal en un determinado periodo cultural. Responder atantas preguntas no es fácil.

Salvo algunos trabajos de excavación en los que se han documentado talleres de orfebre-ría,3 es poca la información referente a talleres artesanales de metal. No se sabe mucho sobre suubicación, ni de cómo se distribuía el trabajo entre los diferentes talleres y al interior del mismo taller,ni la relación entre los aprendices, trabajadores y maestros. ¿Estarían divididos por técnicas o por especializaciones? Por ejemplo, los que solo martillaban, ¿vaciaban, bruñían o solo soldaban? ¿Quérango social ocupaba un maestro orfebre o platero? En las crónicas, los artesanos especializados enmetales aparecen diferenciados entre plateros, joyeros y aquellos que trabajaron el «fierro», pero nose especifica en dónde se encontraban los talleres o cómo funcionaban. Lo mismo ocurre con losdiversos escritos referentes a los instrumentos o herramientas, y con la forma en que fueron usados

Fig. 1. Seis vasos efigie antropomorfos de aleación de plata. Excavación de Uhle en la isla San Lorenzo(1906), MNAAHP. De izq. a der.: 3318, 3183, 3184, 3315, 3176, 3317.

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(Nordenskiöld 1921; Lothrop 1950; Bird 1967-1968; Bray 1971; Grossman 1972; Gordon 1985; Carcedo1992, 1997).

En su trabajo sobre la especialización de los artesanos de comunidades de la costa sur y dela sierra, Waldemar Espinoza (1987) puntualiza que tales especialistas no se dedicaban completa-

mente a dicha actividad. Eran, más bien, campesinos-artesanos que tenían que trabajar en las cha-cras ubicadas en distintos pisos ecológicos. Eso, según Espinoza, limitaba su actividad comercial,en especial durante el incanato, ya que el Estado era el que repartía y administraba su producción,trabajando, por tanto, en exclusividad para él. En cambio, los artesanos de las zonas marítimas eranespecialistas «zonales y de grupo», o de «nivel local» a tiempo completo, en cuyas pachacas o parcialidades realizaban, exclusivamente, tareas especializadas. Las pachacas o parcialidades coste-ñas eran independientes y libres de comercializar sus productos. Esto les permitía mantener unagran actividad comercial. Los plateros de la costa central y norte, por tanto, carecían de tierras yvivían de su oficio: «Es notorio entre los naturales de este reino, que indios yungas plateros nuncalabraron ni cultivaron tierras algunas para comer, sino que comen de sus oficios de plateros» (Me-morial de Francisco Pérez, Cuzco 1579, en Espinoza Soriano 1987: 55). El mismo autor menciona que,según el Anónimo de Chincha escrito en 1577, y los escritos de González Cuenca de 1566-1567,había ayllus enteros en la costa (Trujillo, Pacasmayo, Chepén, Saña, Chiclayo, Ferreñafe y Lam- bayeque), quizás agrupados por barrios, que se dedicaban, de manera exclusiva, a una ocupaciónartesanal dirigidos por un cacique.

Espinoza Soriano (1983) también publica datos documentados acerca del traslado comomitmas de plateros yungas a la región de Cuzco. Uno corresponde al ayllu de Herbay, pertenecientea la nacionalidad ischma, el que, por su gran habilidad artesanal, fue trasladado por encargo del IncaHuayna Capac a Picoypampa o Picoy, en las pampas de Anta, cerca de Cuzco, para trabajar a suservicio. Estos mitmas yungas fueron dotados de tierras que pertenecían a la etnia mayo y sesupone que debían trabajarlas según el sistema serrano, pero, según documentos históricos, pareceque nunca las trabajaron y vivieron de su oficio laborando, exclusivamente, como plateros oficiales para el Inca Huayna Capac. Otro importante ayllu de plateros trasladado a Cuzco, mencionado por Espinoza, fue el que describió Cieza de León en la provincia de Canchis (Cancha), actualmenteocupada por el pueblo de San Pablo de Canchis (antiguo Pampa Kacha), a 125 kilómetros del Cuzco(Fig. 2): «[...] Adelante de esta prouincia están los Canches: que son Indios bien domésticos y de buena razón, faltos de malicia, y que siempre fueron prouechosos para trabajo, especialmente parasacar metales de plata y oro: y poseyeron mucho ganado de sus ouejas y carneros [...]» (Cieza 1986[1553]: parte I, cap. XCVII, 268-269). Dicha comunidad, famosa por el trabajo en las minas y por sus plateros, fue estudiada por Valencia (1978) y Carcedo (2001). Según Espinoza Soriano (1983), es posible que el origen de estos célebres plateros fuera de algún grupo de mitmas conducidos allí en

el siglo XV o XVI para que realizaran funciones parecidas a los mitmas ischmas de Picoy, aunque noespecifica con exactitud su procedencia.

Recientes estudios etnoarqueológicos en los que se compara la tecnología de orfebresactuales que aún mantienen las técnicas ancestrales, muestran que se han mantenido casi inaltera- bles, durante siglos, técnicas e instrumentos tanto en forma como en función (Carcedo 1997). Com- paraciones entre técnicas e instrumentos precolombinos y actuales utilizados por joyeros y plate-ros, revelan no solo el alto grado de desarrollo tecnológico que alcanzaron aquellos, sino que lastécnicas de orfebrería siguen vigentes entre algunas comunidades peruanas. Dos de las autorasestudiaron los instrumentos y moldes para vaciados de los antiguos orfebres del sitio inca Rincona-da Alta, valle bajo del Rímac, en Lima.4 Los resultados revelaron información acerca del uso de la

técnica del vaciado en sólido, así como de las ofrendas de los fardos procedentes de las áreas deartesanos-orfebres del Horizonte Tardío (Carcedo y Vetter 2001).5 En cuanto a la tecnología, tanto enlos entierros de Rinconada Alta como en los sitios estudiados de Chuquitanta, Márquez, Pachacamac

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y la isla San Lorenzo, se encontraron vasos-efigie y cucharitas rapé. Es decir, había dos técnicasmarcadas en la costa central durante el Periodo Intermedio Tardío y el Horizonte Tardío: el martillado,utilizado en la mayoría de los vasos efigie, y el vaciado, usado para las cucharitas rapé y otrasfiguras. El estudio de la técnica del vaciado empleada actualmente por los plateros de San Pablo deCanchis muestra que esta es similar a la técnica del vaciado y a los moldes hallados en Rinconada

Alta (Carcedo 2001). Según los estudios de Espinoza Soriano (1983), es posible que los orígenes delos orfebres de San Pablo de Canchis se encuentren en la costa, aunque esto es difícil de asegurar.Un estudio comparativo de las técnicas del vaciado costeñas y serranas aportaría nuevas lucessobre esta relación sierra-costa.

La técnica del vaciado o fundido en plata usada por los orfebres de San Pablo es, quizás,una de las pocas técnicas que se conservan tal y como eran realizadas en épocas anteriores a laConquista. Representa uno de los documentos etnohistóricos más interesantes para comprender laantigua tecnología del trabajo del metal en vaciado. La técnica practicada por los plateros de SanPablo es, fundamentalmente, el vaciado tanto en plata como en oro, en moldes y en sólido. Por ello,dichos artesanos son maestros en la preparación de arcillas para moldes, fabricación de moldes ytratamientos de las temperaturas y aleaciones. Entre los grupos de plateros se distinguen los maes-tros, que gozan de gran prestigio en la comunidad, los jóvenes, que están aprendiendo y aspiranalgún día a ser maestros, y los niños. Las tareas de aprendizaje y del propio trabajo se desarrollan enlos talleres de una manera muy concisa. El taller suele estar ubicado en la propia vivienda del orfebre.Allí trabajan durante el día los aprendices, normalmente hijos o familiares del maestro, y el resto delos orfebres, siempre supervisados. Las mujeres de la casa participan en trabajos menores, como sonayudar a preparar la arcilla para los moldes, soplar la fragua o ayudar a sacar las piezas de los moldesuna vez vaciadas. Es interesante señalar que, dentro de la comunidad de San Pablo de Canchis, sonlos plateros los que, antes como en la actualidad, gozan de más prestigio y mayores ingresos.

Como se puede apreciar, quizás la mayor y más rica fuente de información sobre la tecnolo-gía antigua —y, en especial, sobre la orfebrería y platería peruanas— se obtiene estudiando a losorfebres actuales que aún conservan el conocimiento técnico y tecnológico heredado de susancestros. Este, salvo mínimas variaciones, se ha conservado intacto a través de los siglos, mante-niendo hasta hoy su renombrada calidad de expertos orfebres.

En la costa norte, las técnicas de los orfebres de Ferreñafe y Catacaos (Fig. 3) están muyligadas a los trabajos que se hicieron en época precolombina. Es por ello que se puede asegurar quelos actuales orfebres trabajan con técnicas e instrumentos heredados de sus antepasados. Es ex-traordinario el parecido entre los instrumentos usados hoy, como embutideras, cinceles, buriles, punzones, tases o yunques, balanzas para pesar metales, toberas para soldar, lingoteras, etc., y los

precolombinos. Como ocurría en San Pablo de Canchis, los orfebres norteños tienen sus talleres enlas casas. La división del espacio físico en el taller de un orfebre está dado por un orden que estáíntimamente relacionado con los procesos productivos de la fabricación de las piezas, como, por ejemplo, la disposición de la fragua en el patio, ubicada allí por la posible emanación de gasestóxicos producidos durante la fundición. El taller propiamente dicho, donde tenía su mesa de trabajoy herramientas más finas, estaba ubicado en otro espacio, consistente en una habitación techada ycerrada. Técnicas como el martillado y la soldadura aún se efectúan con martillos sin mango y tasesantiguos. Esto ocurre a diferencia de muchos orfebres «modernos» que usan la «laminadora», asícomo toberas con las que dirigen la llama hacia el punto de soldar, técnica nunca relatada por loscronistas (Carcedo 1992, 1997).

En Catacaos, los orfebres están divididos por especialidades y por familias. El maestro quehace trabajos en martillado y que se dedica, exclusivamente, a hacer piezas en esta técnica, es elespecialista-maestro y cabeza de familia, a quien todos respetan. El maestro del «dorado» de piezas

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Fig. 2. Orfebres de San Pablo de Canchis abriendo moldes después de efectuar la técnica del vaciado en plata.

Fig. 3. Orfebre de Catacaos martillando una lámina metálica en el patio de su taller.

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y del vaciado también es la persona más respetada dentro de su familia; enseñaba solo a quien élelegía. Cabe mencionar que, hoy en día, es extraño que se enseñen dichas técnicas heredadas a personas fuera del ambiente familiar. Un dato interesante lo constituye el hecho de que el maestroespecialista en martillado sufría de sordera y que la complexión física de sus brazos estaba altamentedesarrollada. Para el maestro de dorados y vaciados no era tan importante su complexión física, sino

su habilidad para encontrar las arcillas adecuadas para sus vaciados, así como las tierras usadas para la técnica del dorado.

Como se puede ver, tanto en los plateros de San Pablo de Canchis como en los orfebres deFerreñafe o Catacaos, el maestro es la cabeza de la familia y quien enseña sus conocimientos yhabilidades a sus hijos y familiares, y rara vez a un foráneo. Por ello, no es de extrañar que cuandolas crónicas o documentos antiguos hacen referencia a los traslados por mitmas, al nombre del ayllule suele acompañar el oficio de los que lo integran. Así, el ayllu integrado por artesanos especializa-dos, como los plateros, aparecerá identificado como tal. Por ejemplo, en las crónicas de Huarochirí,cuando se nombran los ayllus de esta zona, se menciona al ayllu de Sulcpcha Yasapa,6 es decir, elayllu de plateros sulcpcha.

Espinoza Soriano (1987) comenta también que existía una clase de comerciantes, fundamen-talmente en la costa, que comercializaban productos por trueque. Acerca de los sacerdotes o clerode Pachacamac puntualiza que se comportaban como comerciantes profesionales y que su prestigio,tan extendido por el litoral peruano, les pudo permitir, en cierta manera, hacer trueque con productosfabricados por los artesanos de Pachacamac.

Dorothy Menzel (1977) menciona que los centros de la costa sur, como Nasca e Ica, y de lacosta central, como Pachacamac, aceptaron la influencia de la religión huari durante el HorizonteMedio, mientras que el norte conservó su independencia religiosa. Tan fuerte fue la influencia delarte religioso de Pachacamac-Huari en el valle de Ica durante el Horizonte Medio que bien pudohaber existido una sede del oráculo de Pachacamac en Ica, como ocurrió durante el Periodo Interme-dio Tardío (Menzel y Rowe 1966). Menzel también puntualiza que, con la caída del imperio huari,declina su influencia en la costa sur, hecho que contrasta con el florecimiento de grandes centros enla costa norte. A principios del Periodo Intermedio Tardío, en el valle de Ica se revivió la religión pachacamac-huari, pero con nueva iconografía. Durante la primera mitad del Periodo IntermedioTardío, la gente de Chincha copia el arte de Ica, aunque por poco tiempo, pues rápidamente se veinfluenciada por el arte de la gente de las zonas al norte, como Chancay y Ancón.

El estudio de Menzel es interesante porque resalta la influencia entre estos tres centrosimportantes como son Pachacamac, Ica y Chincha durante el lapso comprendido entre el Horizonte

Medio y el Horizonte Tardío. Por lo tanto, es lógico que piezas metálicas como los vasos-efigie quese encuentran en el valle de Ica desde el Periodo Intermedio Tardío hasta el Horizonte Tardío y, enChincha, en el Horizonte Tardío, tuvieran relación con las piezas fabricadas en la costa centralligadas al santuario de Pachacamac. Y es que el santuario de Pachacamac ejerció una amplia influen-cia religiosa en la costa sur peruana desde el Horizonte Medio. Es más, si el clero de Pachacamac pudo influir de alguna manera en el comercio de bienes, como resalta Espinoza, no sería raro queencontremos piezas fabricadas en la costa central o en otros centros importantes de la costa, comolos valles de Ica y Chincha.

Los documentos históricos relatan que los plateros de la costa central gozaban de gran prestigio social durante el incanato y que se agrupaban por ayllus. Muchos de ellos, como ayllus de

especialistas, fueron trasladados a la provincia del Cuzco, adonde llevaron sus técnicas, las que persisten hasta ahora en algunas comunidades del departamento del Cuzco. Los datos arqueológi-cos indican que a partir del imperio huari hubo una gran relación entre los sitios de la costa sur y el

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una pieza es de valor museable,13 como las del presente estudio, la toma de muestra se hace muydifícil, en especial cuando se trata de vasos manufacturados en varias secciones. Así, de la secciónsuperior se puede tomar la muestra del labio, mientras que para analizar la zona inferior lo lógico sería

estudiar las paredes laterales o la base. En nuestro caso, ambas partes eran secciones muy curvadasque no permitieron la realización de análisis metalográficos. La dificultad de sacar las piezas fuera delos museos imposibilitó la realización de análisis de rayos X, los que hubieran proporcionado valio-sa información sobre la presencia y/o ausencia de tipos de uniones en algunas piezas.

3.2. Discusión de los análisis

A partir de los resultados obtenidos, se pudieron identificar, por ahora, cinco formas demanufactura para la elaboración de los vasos:

1. Vasos elaborados en dos partes: una superior rolada (doblada en forma cilíndrica, formando el

cuerpo por unión) y otra inferior que formaría la base, unida al cuerpo superior por presión y/ounión.

2. Vasos elaborados a partir de martillar una lámina vaciada y dar la forma por el método del recopado.

3. Vasos elaborados en dos partes: una que formaría la sección del cuerpo trabajada, posiblemente, por el método de recopado, hasta los dos tercios de su altura, y otra conformada por una láminaunida a la anterior formando el tercio final de la pieza.

4. Vasos elaborados a partir de un vaciado en un molde con un forjado final.

5. Vasos que muestran un baño de plata en su superficie exterior, el que fue dado en una fase posterior a su elaboración final. Aún no sabemos si fueron hechos a partir de una lámina por latécnica de recopado o de algún otro método aún no estudiado.

Fig. 4. Vasos-efigie antropomorfos de aleación de plata. De izq. a der.: MRLH-48, MRLH-68, MRLH s.n. o , MRLH s.n. o , MRLH-325, MRLH s.n. o.

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Primera categoría.Vasos elaborados en dos partes: una superior rolada (doblada en forma cilíndri-ca formando el cuerpo por unión) y otra inferior que sería la base, unida al cuerpo superior por presión y/o unión (Fig. 5). A esta categoría pertenecen cuatro vasos procedentes de la colección delMRLH: 1) vaso n.o 48, con decoración repujada de pez-ave en el reverso; 2) vaso n.o 68, sin decora-ción posterior; 3) vaso s.n.o, con decoración repujada que representa un collar en el anverso y sindecoración en el reverso (a este vaso le falta la base), y 4) vaso s.n.o, de doble cara y con decoración

superior incisa que forma un sapito.En los análisis metalográficos realizados a los cuatro vasos, las muestras fueron tomadas

del labio (borde superior del vaso). Todos ellos están hechos de una aleación de cobre-plata, rica encobre. En su microestructura se observa una solución sólida rica en cobre con eutéctico de cobre- plata, con granos alargados que indican la dirección del martillado y un recalentamiento sinrecristalización total del componente plata. En todos, la microestructura está constituida por «dendritas» (estructura típica de fundición) (Fig. 6). Estos datos indican que estas piezas fueronelaboradas en dos momentos: el primer paso fue trabajar a partir de una plancha metálica vaciada(proceso de fundición), la que, posteriormente, el orfebre martilló y recalentó hasta darle el espesor y la forma requerida. Una vez concluido este proceso, el orfebre procedió, por medio de las técnicasdel repujado14 y burilado,15 a formar la cara, tocados y decoraciones que actualmente apreciamos(Fig. 7). Una vez terminado el proceso de repujado y burilado roló (dobló) la lámina trabajada hastaunir horizontalmente los dos extremos y formar un cilindro, lo que dio la forma del vaso. El segundo

Fig. 5. Vasos-efigie antropomorfos de aleación de plata. De izq. a der.: MRLH-68, MRLH s.n. o , MRLH s.n. o , MRLH-48.

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Fig. 6. Fotomicrografía del labio superior de la pieza MRLH s.n. o , en donde se aprecia una superficieenriquecida de plata, la que contiene líneas de deslizamiento y algo de maclas de recocido. 500x.

paso fue la elaboración de la base, la que se logró con otra lámina colocada al final por presión oalgún otro tipo de unión.

Las piezas que evidencian unión lateral o posterior tienen mayor porcentaje de cobre que de plata, mientras que las que no evidencian este tipo de unión tienen una composición mayor de plata,es decir, por encima del 90%. La plata, al ser un metal mucho más maleable que el cobre, permite, enlas piezas con alto contenido de ella, realizar la técnica del recopado con mayor facilidad. Por otrolado, los vasos hechos sobre la base de varias láminas ensambladas mediante uniones presentan uncomponente mayor de cobre. Este otorga un mayor endurecimiento al metal y, por lo tanto, lo hacemenos maleable, condicionando la dificultad en la aplicación de la técnica del recopado. De estamanera, es más viable la realización de un vaso mediante secciones ensambladas a partir de láminasdeformadas plásticamente. En el trabajo realizado por Vetter y Villacorta (2003) en una máscara de plata procedente del sitio de Rinconada de La Molina, costa central, la microestructura es igual a la

apreciada en los vasos de la primera categoría, lo que refuerza la teoría de la manufactura.Segunda categoría. Vasos elaborados a partir de martillar una lámina vaciada y dar la forma por elmétodo del recopado (Fig. 8). A esta pertenece el vaso n.o 325 del Museo Rafael Larco Hoyle, el que presenta decoración de dos mazorcas repujadas en el reverso y decoraciones de láminas doradas enlos ojos y en las comisuras del rostro en el anverso.

La muestra fue obtenida del labio. El examen macroscópico no ha evidenciado ningún tipode unión en la totalidad de la pieza, aunque exámenes de rayos X podrían reconfirmarlo. El examenmetalográfico evidencia un material con alto contenido de plata, constituido completamente por unamatriz de solución sólida, rica en plata, con granos poligonales que contienen maclas de recocido.

Esto indica, por tanto, procesos de deformación plástica (martillado) y calentamiento, los que pudie-ron haber sido efectuados por el orfebre de manera simultánea o alternativa. El proceso derecristalización encontrado es completo (Fig. 9).

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Dadas las características macroscópicas y la evidencia microscópica, es posible concluir que este vaso pudo haber sido manufacturado según la técnica de recopado descrita por Easby(1955).16La técnica de recopado implica una deformación plástica muy drástica del metal, que quedaevidenciada en una estructura donde las inclusiones no metálicas17 asumen la dirección del confor-mado. Por ejemplo, en los vasos elaborados por la técnica del recopado, las inclusiones asumirán unsentido vertical con respecto al eje del vaso. Ello indica que la lámina, mediante el martillado, sufrióuna fuerte deformación plástica para elevar sus paredes y lograr la forma tridimensional del vaso(Fig. 10). En el caso que se encuentren inclusiones en sentido horizontal, estas podrían explicar una

Fig. 7. Proceso de manufactura para los vasos de la primera categoría.

Fig. 8. Vaso-efigie antropomorfo de aleac ión de plata (MRLH-325).

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deformación plástica cuya intención fue estirar y adelgazar la plancha de metal con el fin de lograr una lámina plana del tamaño y grosor requeridos por el orfebre; el procedimiento fue igual para losvasos de la primera categoría. No se pudo determinar la dirección de las inclusiones en este vasodebido a que ello hubiera requerido cortar la lámina metálica en un plano longitudinal. La muestra fuetomada del borde superior del labio del vaso y en un plano transversal.

Dentro de la sala de metales del MNAAHP se pueden encontrar dos moldes de madera muyinteresantes. Uno tiene un rostro tallado, similar a los encontrados en otros museos y colecciones privadas (Schmidt 1929; Easby 1955; Emmerich 1965-1967; Carcedo 1992, 1998b), y otro que presentados mazorcas talladas, diseño que aparece tanto en la decoración posterior del vaso descrito en estacategoría como en otros seleccionados en este estudio (Fig. 11).

Tercera categoría. Vasos elaborados en dos partes, una que formaría la sección del cuerpo trabaja-da, posiblemente por el método de recopado hasta los dos tercios de su altura, y otra conformada por una lámina unida a la anterior, lo que daría forma al tercio final de la pieza (Fig. 12). Dentro de estacategoría se encuentra un vaso s.n.o del Museo Rafael Larco Hoyle. Este presenta decoración repu- jada de un collar en el anverso y un pez-ave en el reverso.

La muestra fue tomada del labio. En la metalografía se observa un material rico en plata, cuyamicroestructura consta de una matriz de solución sólida, rica en plata, con granos poligonales ymaclas de recocido. Esta microestructura indica una conformación plástica del material con calenta-miento posterior hasta la temperatura de la recristalización de los granos.18 El proceso derecristalización logrado es completo,19 es decir, el orfebre, al igual que en el caso anterior, logródominar la deformación plástica y las temperaturas. Esto indica un alto conocimiento de los trata-mientos térmicos metalúrgicos y del comportamiento de los metales y sus aleaciones (Fig. 13).

Fig. 11. Vaso-efigie antropomorfo dealeación de plata, acompañado por dos moldes de madera. En uno de ellosestá tallada una cara antropomorfa

y en el otro dos mazorcas de maíz.Fueron utilizados, posiblemente, co-mo moldes para la técnica del repu-

jado (MNAAHP-M-6647).

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PALOMA CARCEDO, LUISA VETTER Y MAGDALENA DIEZ CANSECO166

Fig. 12. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MRLH s.n. o).

Fig. 13. Fotomicrografía del labio superior de la pieza MRLH s.n. o , en donde se muestra una solución sólidade plata con granos con maclas de recocido. 200x.

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La técnica de elaboración de este vaso presenta dos momentos: uno trabajado hasta los dostercios del mismo, posiblemente mediante la técnica del recopado, es decir, la misma técnica que ladescrita en la segunda categoría, y un segundo momento en el que el orfebre habría trabajado,aparte, la sección superior, para luego, mediante algún tipo de unión no caracterizada aún, ensam- blar las dos. Ambas partes están acopladas por una unión horizontal que recorre todo el vaso, la quees muy visible a la altura de la frente (encima del rostro). La lámina superior no presenta unión en suelaboración, al igual que la inferior; por lo tanto, es posible que esta sección pudo haber sidofabricada también con la técnica del recopado. Para que esto fuera viable, el orfebre tuvo que hacer un vaso completo mediante la técnica del recopado para luego proceder a cortar, transversalmente,la base del mismo, y unirlo al cuerpo inferior del vaso, el que ya estaba terminado con las decoracio-nes repujadas (Fig. 14).

Una opción lógica para trabajar la parte superior es utilizar una lámina que, una vez rolada ycon los extremos acoplados verticalmente, formara un cilindro (como ocurre en los vasos de la primera categoría), ahorrando, de esta manera, material y esfuerzo. No obstante, esta forma de manu-factura no fue usada en este tipo de piezas, pues no hay evidencia de unión vertical en el terciosuperior del vaso.

Cuarta categoría. Vasos elaborados a partir de un vaciado en un molde con un forjado final (Fig. 15).Esta categoría está representada por un vaso s.n.o con decoración de mazorcas e incompleto delMuseo Rafael Larco Hoyle.

La muestra fue obtenida del borde inferior, el que se encuentra incompleto. Su microestructuraevidencia alto contenido de plata, con una mezcla de granos equiaxiales y granos poligonales; estosúltimos presentan maclas de recocido. En la zona externa se ubican los granos poligonales, los que

Fig. 14. Proceso de elaboración del vaso-efigie antropomorfo de la tercera categoría.

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son mucho más pequeños que en la zona interna, posiblemente por la última forja recibida. En lazona interna existen granos poligonales maclados (10 veces más grandes que los anteriores) ygranos equiaxiales. La presencia de granos equiaxiales en la zona interna de la microestructuraevidencia que el vaso fue elaborado por el procedimiento de vaciado o colada (proceso de fundi-ción) (Fig. 16).20El tamaño del grano depende de la temperatura y del grado de deformación plástica(martillado) al que es sometida la lámina. Por ello, si los granos de la zona exterior son pequeños, poligonales y maclados indicarían que el orfebre, después vaciar el vaso, finalizó la pieza con unaserie de martillados muy sutiles. Adicionalmente, la habría recalentado con temperaturas entre, y por debajo, de la recristalización, lo que evitó que los granos de la zona interior se recristalizaran total-

mente y que los granos equiaxiales desaparezcan. La técnica de vaciado usada en este caso pudohaber sido la de la cera perdida, muy utilizada en Colombia, Ecuador y, en especial, en la costa nortedel Perú a partir de la cultura Mochica.

Quinta categoría. Vasos que muestran un baño de plata en su superficie exterior, el que fue dado enuna fase posterior a su elaboración final. Aún no se sabe si fueron hechos a partir de una lámina por la técnica de recopado o de algún otro método aún no estudiado. Dentro de esta categoría están losvasos M-1881 y M-1889, los que proceden de la isla San Lorenzo y son actualmente parte de lacolección del MNAAHP. Las conclusiones de la muestra están aún en discusión.

En este caso, los vasos no estaban completos y las muestras corresponden a fragmentos

sueltos de los mismos. La microestructura en las dos muestras presenta un metal rico en plata y tieneun carácter laminar, es decir, consta de varias capas con diferentes características microestructurales:a) la capa interior, la que consta de un material cuya microestructura es de granos poligonales muylimpios que contienen maclas de recocido. Se logró una recristalización total. El tamaño del grano seva reduciendo significativamente según se acerca a la cara interna del vaso; b) la parte media, que esla zona que presenta mayor grado de corrosión; en algunas áreas presenta una fase rica en plata deforma acicular. El eutéctico presente se pudo caracterizar por la corrosión manifestada y, finalmente,c) la capa externa, que presenta una estructura dendrítica típica de un vaciado.

Siguiendo estos pasos, se puede concluir que ambos vasos pudieron haber sido elabora-dos, en primera instancia, por el método mencionado en la categoría 2 (el recopado, capa a). Luegose les habría dado un recubrimiento metálico rico en plata (capa c). Este proceso explicaría la estruc-tura dendrítica en la zona exterior (un recubrimiento metálico fundido) y la estructura recristalizadaen el interior, originada por el recopado.

Fig. 15. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MRLH s.n. o).

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En la muestra M-1889 (Fig. 17), la estructura dendrítica de la capa externa (capa c) presentauna dirección de crecimiento de los granos que va desde el interior hacia el exterior. Estos granosdendríticos se originan por la inmersión del sustrato «frío», o plancha metálica a platear, en unrecipiente con metal líquido, en este caso con alto contenido de plata. Las dendritas siempre crecendesde la zona más fría del impacto (punto de nucleación) hacia la más caliente. En este caso, la piezarecibió un baño externo por inmersión, como se supone ocurrió en la muestra, permitiendo que lasdendritas crecieran de adentro (parte en contacto con el metal y, por lo tanto, punto más fría) haciaafuera (parte más caliente).

En la muestra M-1881 (Fig. 18) la estructura dendrítica presenta un crecimiento en direcciónopuesta a la muestra anterior, es decir, crecen desde la capa externa (zona más fría) hacia la capainterna (zona más caliente). Esto implicaría que, en primer lugar, la parte externa del vaso estuvo encontacto con una superficie de menor temperatura, hecho que ocasionó el crecimiento dendrítico deafuera hacia adentro. Esa superficie bien pudo ser un molde de arcilla que recubría el vaso, de talmanera que, dejando un espacio entre el molde y el vaso a recubrir, formó un canal por donde corríael metal líquido. La técnica exacta de este segundo recubrimiento está aún por definirse. Estudiosrealizados por diferentes investigadores han coincidido, en sus conclusiones, con algunas de lascategorías aquí descritas.21

En su investigación sobre las piezas de periodos tardíos de Ica y Chincha, Root (1949)realiza análisis químicos en una variedad de piezas, pero, metalográficos solo en una con forma deadorno de cabeza.22 Si bien Root realiza análisis químicos en los vasos-efigie antropomorfos, tantode oro como de plata, no explica las técnicas de manufactura de los mismos. Concluye que fueronhechos por laminado sobre un posible molde de madera (técnica descrita por Easby [1955]) y en unao dos piezas. Al no realizar análisis metalográficos, no llega a los resultados de las muestras aquíestudiadas. Por su parte, Ríos y Retamozo (1978) analizan piezas procedentes de las excavaciones deUhle en la isla San Lorenzo, pero se limitan a describirlas y dibujarlas. Rovira (1991), publica un

Fig. 16. Fotomicrografía del labio superior de la pieza MRLH s.n. o , en donde se muestran granos de bordescurvados, algunos, en especial los de la periferia, contienen bordes rectos con maclas de recocido en la solu-ción sólida de plata. 500x.

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Fig. 17. Imagen de electrones retrodifundidos obtenida por microscopía e lectrónica de barrido de la muestrade la pieza MNAAHP-M-1889. Se observa una interfase metal recristalizada (zona inferior) y metal fundido(zona superior). 400x.

análisis metalográfico de la pared del vaso MA-7263 del Museo de América de Madrid, al quedescribe como de plata-cobre y monolaminar. La fotomicrografía muestra granos alargados y defor-mados, sin presentar estructura dendrítica, por lo que se presume que la técnica de manufactura esla descrita por Easby (1955) y mencionada por Root (1949).

Por su parte, Lechtman (1991) describe un vaso de plata laminado perteneciente al MuseoChileno de Arte Precolombino. Dicho vaso está elaborado en dos partes: la parte inferior, hecha taly como la describe Easby (1955), y la parte superior manufacturada a partir de una lámina de plata deforma rectangular que se curvó hasta traslapar los dos extremos, los que fueron unidos mecánica-mente. Lechtman llega a esta conclusión al realizar análisis de rayos X. No efectúa análisis químicosni metalográficos. Por último, Vetter y Villacorta (2003) analizaron un vaso-efigie procedente de laexcavación de Jiménez Borja en la Pirámide con Rampa N.o 1 de Pachacamac y que se encuentraactualmente en el Museo de Sitio Arturo Jiménez Borja-Puruchuco. Los análisis metalográficos y decomposición dieron como resultado un vaso de plata hecho con una lámina fundida, con una severadeformación plástica y recocido de recristalización (técnica descrita por Easby [1955]).

4. Mitos de la costa central y su posible relación con los elementos iconográficos de los vasos-efigie antropomorfos

Esta sección pone énfasis en aquellos elementos iconográficos que relacionan al corpus devasos-efigie antropomorfos que son la base de esta investigación con algunos de los mitos másimportantes de la costa central. Esta incluye a las cuencas de los ríos Chillón, Rímac y Lurín, pero la

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procedencia del corpus estudiado presenta mayor incidencia en la cuenca del río Chillón (sitios deMárquez y Chuquitanta) y en la isla San Lorenzo, situada frente al puerto del Callao, cerca a la de-sembocadura del río Rímac. Tomando como base las versiones de Antonio de la Calancha y de Cris-tóbal de Albornoz, Rostworowski (1989) menciona que, tanto «el valle de Lima», como «el valle dePachacamac» formaban una unidad que se conoce como la provincia de Ychima, la que estaba sujetaal señor de Pachacamac.

4.1. Los mitos

El mito más antiguo para la costa es el de Con, un dios solar más antiguo que Pachacamac.Rostworowski, cita a López de Gómara:

Al principio del mundo vino de regiones septentrionales un personaje llamado Con, que no tenía huesos.En su rápido y ligero recorrido, disminuía las distancias, aplanando las sierras y cortando los valles con elsolo poder de sus palabras. Fue él quien pobló la tierra de seres humanos y la colmó de abundantes frutos pero, por algún enojo que le hicieron, castigó a los hombres quitándoles la lluvia y transformó los fértilescampos en yermos desiertos; solo dejó unos ríos para que, con su esfuerzo y trabajo pudiesen subsistir.De ahí en adelante no llovió más en la costa. Es entonces cuando surgió otro dios, también hijo del Sol,llamado Pachacamac, que desterró a Con y convirtió a sus criaturas en gatos o monos (Rostworowski1989: 167).

Fig. 18. Imagen obtenida por microscopía electrónica de barrido de la muestra de la pieza MNAAHP-M-1881.Se observa un crecimiento dendrítico del exterior hacia la zona interior. En la zona interior se presentangranos poligonales recristalizados. 300x.

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El mito principal sobre el dios Pachacamac fue narrado por Antonio de la Calancha (1976-1981 [1638]: vol. III, 930-939). Según este, al inicio del mundo existió una pareja primordial, pero, por la carencia de subsistencias, muere de hambre el varón y la mujer queda sola. Esta, desconsolada, sequeja al Sol de su triste situación. Este, conmovido, fecunda a la mujer y, cuatro días después, naceun niño. Pachacamac, celoso de su hermano, coge al recién nacido y lo despedaza; luego, siembra

los dientes, de los que brota el maíz, de las costillas y los huesos brotaron las yucas y todas lasdemás raíces. De su carne brotaron los pepinos, pacaes y demás frutas y árboles. Pachacamac sevuelve, con esto, el dios de las subsistencias. Ante el ruego de la madre, el Sol devuelve la vida alniño, llamado Vichama, por medio del cordón umbilical. Al crecer, quiso andar por el mundo, al igualque su padre el Sol. Pachacamac, aprovechando la ausencia de Vichama, mata a la madre y, con susrestos, alimenta a gallinazos, buitres y cóndores.

Vichama, al regresar al valle de Végueta,23 busca a su madre y, al darse cuenta de lo sucedi-do, la revive. Debido a ello, busca vengarse de Pachacamac, pero este, para evitar matar a su herma-no Vichama: «[...] se metió en la mar en el sitio y paraje donde ahora está su templo, y el pueblo yvalle se llama Pachacamac» (De la Calancha 1976-1981 [1638]: vol. III, 930-939). Vichama, enojado, pide al Sol que convierta a los habitantes de Végueta en piedra, pero luego, arrepentido y paradisminuir su culpa, convierte a los curacas y señores en islas del litoral, y ordena a las futurasgeneraciones de hombres que se ofrende a estas islas con chicha, plata y espingo.24

En el universo de mitos procedente de las partes altas de la costa central y que se relacionancon Pachacamac existe el narrado por los informantes de De Avila (Taylor 1987): el dios CunirayaHuiracocha fecunda a una princesa-huaca llamada Cahuillaca por medio de una lúcuma madura quecontenía su semen. Al cabo de un tiempo nace el niño. La princesa-huaca, al no saber quién era el padre, llamó a todas las huacas y a los «huillcas», y los convocó en el lugar denominado Anchicocha,donde les preguntó si alguno de ellos era el padre. Como no obtuvo respuesta, decidió que el hijoubique al padre entre todos los asistentes.

Cuniraya Huiracocha, disfrazado de mendigo, estaba entre los presentes y es hacia él dondeel niño se dirigió. La madre, al ver que el padre era un andrajoso, huye cargando a su hijo endirección del mar. Cuniraya Huiracocha la sigue y en el camino se topa con distintos animales, entreellos un cóndor, una zorrina, un puma, un zorro, un halcón y unos loros, a los que maldecía o bendecía según sus respuestas sobre Cahuillaca. La princesa-huaca, que había entrado en el mar, seconvierte, junto con su hijo, en las islas que se encuentran actualmente frente al Templo dePachacamac. Como no logró alcanzarla, Cuniraya Huiracocha regresa a Pachacamac, donde se en-cuentra con las dos hijas del dios Pachacamac, custodiadas por una serpiente. Urpayhuachac, lamadre de las dos jóvenes, estaba visitando a Cahuillaca. Aprovechando la ausencia de la madre,

Cuniraya Huiracocha violó a la hija mayor y cuando quiso hacer lo mismo con la menor, esta setransformó en paloma y voló. De ahí en adelante se le conoce a la madre (esposa de Pachacamac)como Urpayhuachac, «la que pare palomas». El mito señala que, en aquella época, no había ni unsolo pez en el mar; «[...] solo Urpayhuachac los criaba en un pequeño estanque dentro de su casa.Cuniraya, encolerizado porque Urpayhuachac había ido a visitar a Cahuillaca, los arrojó a todos almar. Por esto, ahora el mar también está lleno de peces [...]» (Taylor 1987: 71).

Dentro de los atributos que se relacionan con el dios Pachacamac es que es un dios tectónico, pues tiene la capacidad de producir temblores con el solo movimiento de su cabeza; si moviera todoel cuerpo produciría catástrofes (Taylor 1987: 335: § 24). También se le relaciona con la oscuridad yde ahí que su ubicación dentro del templo, según la descripción que hace Miguel de Estete, fuera la

siguiente: «[...] estaba en una buena casa, bien pintada y terminada. En un cuarto rigurosamentecerrado, muy oscuro y hediondo, se hallaba el ídolo de madera, muy sucio, al que llaman dios,creador y sustentador nuestro [...]» (Estete en Squier 1974 [1877]: 34).

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Según los informantes de De Avila, «[...] cuando llegaban a Pachacamac enterraban vivas alas víctimas de [rito] capac hucha dicendo: “Helos aquí; te los ofrezco, padre”. De la misma manera,[le ofrecían] oro y plata y no dejaban [de sacrificarle] llamas y de hacerle ofrendas de bebida y

comida en la época de la luna llena» (Taylor 1987: 331: § 13). Este rito en honor a Pachacamac, estaríarelacionado con la noche y con la luna llena, en oposición al día y al Sol.

4.2. El Idolo de Pachacamac y el templo

En los muros del Templo de Pachacamac (Fig. 19) se encuentran pinturas murales con repre-sentaciones de aves, peces, plantas de maíz y personajes antropomorfos. Dulanto (2001) describelos segmentos que corresponden a los muros de los nueve niveles aterrazados del lado noreste y alos muros de la parte alta del templo, y constata un orden en el uso de los elementos iconográficos.Las figuras de peces están ubicadas en la parte inferior del templo y forman hileras orientadas haciala izquierda, en las que, ocasionalmente, se alternan con plantas de maíz, aves y personajes antro- pomorfos. Los niveles de la parte alta no presentan peces, sino aves con el pico hacia abajo y conalas en actitud de pesca. En una de las capas posteriores de pintura están representadas aves, plantas y personajes antropomorfos. Las pinturas de la cima del templo representan a plantas demaíz así como a otras no identificadas, además de personajes antropomorfos.

El ídolo de madera descubierto por Giesecke25 en la terraza superior del Templo de Pachacamac(Dulanto 2001) presenta los siguientes elementos iconográficos: al Personaje A26 correspondentocado de plumas, collar de cabeza de felino, cinta con dos discos, mazorcas de maíz, cinturón demazorcas de maíz y tobilleras aserradas. El Personaje B se caracteriza por un tocado de cabezas defelino, pectoral de cuerpos de serpiente o pez, cinturón de cabezas de felino y tobilleras de penachosde plumas. En ambos personajes, los pies y el rostro antropomorfo con nariz aguileña muy pronun-ciada aparecen sin diferencias. En las imágenes de la sección media se encuentran tres personajesantropomorfos, dos serpientes de dos cabezas, dos serpientes de una cabeza, cinco felinosencorvados, una planta de maíz, una cabeza antropomorfa y un ave.

Fig. 19. Detalle de las pinturas murales de la Sección D, capa 15, del Templo de Pachacamac (Muelle y Wells1939: 275, fig. 8, de Dulanto 2001).

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Cabe resaltar que el ídolo descubierto por Giesecke no es el descrito por Estete. Squier menciona que, «Hernando [Pizarro] ordenó que la bóveda en que estaba el ídolo fuera demolida,destrozó al ídolo mismo y luego les mostró la cruz como un arma invensible contra el demonio»(Squier 1974 [1877]: 34).

4.3. Iconografía relacionada con los vasos-efigie antropomorfos

La iconografía estudiada en el corpus de 59 vasos corresponde a los elementos iconográficos

que acompañan al rostro, no al estudio del rostro en sí mismo.27

Se han logrado agrupar 10 categoríasiconográficas diferentes, según las características decorativas presentes. Dado que estos vasos pertenecen al mismo ámbito espacial y cultural, los datos iconográficos presentan similitudes que,además, guardan relación con los mitos anteriormente descritos, con las imágenes representadas enel ídolo y con las pinturas murales encontradas en el Templo de Pachacamac. Teniendo en cuentaestos datos, la secuencia del corpus iconográfico es la siguiente:

1. Vaso con representación de tocado con felino (Fig. 20):28 un espécimen. En el ídolo de Pachacamacse encuentran representaciones de felinos, tanto en los dos personajes tallados (A y B), como en elcuerpo longitudinal del mismo (sección media) con la forma de cinco felinos encorvados. Esteelemento iconográfico puede vincularse con el mito de Cuniraya Huiracocha, relacionado conPachacamac y narrado por los informantes de De Avila. El personaje mítico Cuniraya Huiracocha persigue a la princesa-huaca Cahuillaca y en su camino con dirección al mar se topa con distintosanimales, entre ellos un felino: el puma.

Fig. 20. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-01828).

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2. Vasos con representación de tocado con aves (Figs. 21, 22): dos especímenes. Como se mencionó,las representaciones de aves marinas se encuentran pintadas en la parte alta de los muros delTemplo de Pachacamac, las que pueden estar asociadas al mito de Urpayhuachac, narrado por losinformantes de De Avila.

3. Vasos con representaciones de mazorcas en su parte posterior (Fig. 23): 16 especímenes. Repre-sentaciones de mazorcas aparecen tanto en las pinturas murales del Templo de Pachacamac, comoen el propio ídolo. En el mito narrado por Antonio de la Calancha se menciona cómo Pachacamacdespedaza a su hermano Vichama y siembra sus dientes, de los que brotó el maíz y, de esta forma, seconvierte en el dios de las subsistencias. Cabe destacar que en muchos mitos del área andina hay untemor siempre latente hacia la posibilidad de la carencia de alimentos y, por lo tanto, a morir por inanición.

4. Vasos con representación de pez en su parte posterior (Fig. 24): un espécimen. Representacionesde peces se encuentran en los murales de la parte inferior del Templo de Pachacamac. Estos formanhileras orientadas hacia la izquierda, alternadas con plantas de maíz, aves o personajes antropomorfos.

El mito narrado por los informantes de De Avila sobre Cuniraya Huiracocha y Urpayhuachac mencio-na la existencia de peces en el estanque mítico cuidado por Urpayhuachac (Taylor 1987).29 La presen-cia de Urpayhuachac en los mitos de la sierra se debe, probablemente, a la de los pescadores quellevaban pescado seco para trocarlo en las partes altas del valle. Asimismo, ellos invocaban a este personaje para obtener una buena pesca.

5. Vasos con decoración en forma de pez-ave (Fig. 25): tres especímenes. No se han encontradorepresentaciones de peces-ave en los muros del Templo de Pachacamac ni en el ídolo. Por ello, lasque aparecen en los vasos podrían ser una síntesis de varios mitos, o un sincretismo evocativo deritos y mitos. En el recuento mítico de De la Calancha se narra cómo ocurre el descuartizamiento dela madre de Vichama a manos de su hermano Pachacamac, quien, luego, entrega sus restos a las aves

de rapiña (De la Calancha 1976 [1638]: libro III, cap. XIX, 409). En cuanto a los ritos, es importanteenfatizar cómo Pedro Pizarro relata la costumbre de alimentar a gallinazos y cóndores con cargas desardinas y anchovetas en una plaza situada frente al lugar donde estaba el ídolo de Pachacamac(Rostworowski 1986).

6. Vaso de doble cara con decoración de sapo (Fig. 26): un especímen. Representaciones de saposno aparecen en las pinturas murales del Templo de Pachacamac ni en el ídolo. Sin embargo, cuandonarran la historia sobre Pariacaca, Huatiacuri y Tamtañamca, los informantes de De Avila relatan que,«[...] un sapo con dos cabezas salió y echó a volar hacia la quebrada de Anchicocha [...]» (Taylor 1987: 99). Cabe resaltar que el vaso-efigie presenta un sapo repujado sobre las dos caras; asimismo,Anchicocha es también el lugar donde la princesa Cahuillaca (mito de Cuniraya Huiracocha y

Cahuillaca) convoca a los curacas para saber quién es el padre de su hijo. El relato del mito relaciona-ría, por lo tanto, al sapo con el lugar sagrado evocado en ambas historias.

7. Vasos de doble cara con tocado de mono (Fig. 27): ocho especímenes. El mono como elementoiconográfico no está presente en los muros del Templo de Pachacamac ni en el ídolo; sin embargo, enel mito narrado por López de Gómara, Pachacamac vence y destierra a su hermano Con, para luegoconvertir a las criaturas creadas por Con en gatos o monos (Rostworowski 1989).

8. Vasos de doble cara con tocado de felino: dos especímenes. Representaciones de felinos noaparecen en las pinturas murales del Templo de Pachacamac, pero sí en el ídolo. El Personaje A llevatallado un collar con cabeza de felino y el Personaje B presenta un tocado y cinturón con cabezas defelino talladas. En la sección media, la representación de cinco felinos encorvados se asemeja a laque se encuentra en los vasos-efigie. En el mito, López de Gómara narra cómo Pachacamac vence ydestierra a su hermano Con, para luego convertir a las criaturas creadas por Con en gatos o monos.

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Fig. 22. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata(MNAAHP-M-3402).

Fig. 21. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MNAAHP-M-3402).

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9. Vasos con decoración posterior en forma de pez reticulado (Fig. 28): ocho especímenes. En la parteinferior de los muros del Templo de Pachacamac se encuentran murales con representaciones de peces. La forma reticular evoca a la pesca y a la actividad pesquera como medio de subsistencia. Enel recuento de los mitos, los informantes de De Avila relatan cómo Cuniraya Huiracocha encoleriza-do, arroja al mar los peces que Urpayhuachac criaba en un pequeño estanque.

10. Vasos con decoración de tejido (Fig. 29): 11 especímenes. Varios de los vasos presentan en la parte superior y posterior de la cabeza una decoración geométrica que bien pudiera aludir a algúntipo de adorno textil. Estudios posteriores podrán relacionar los diseños aparecidos en los vasoscon elementos iconográficos encontrados en los textiles de la costa central. Cabe resaltar que eltejido está directamente asociado a Cuniraya Huiracocha: «Especialmente los tejedores de ropa fina,

Fig. 23. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-01832).

Fig. 24. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-V79, n. o 5).

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Fig. 25. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MRLH-48) .

Fig. 26. Vaso efigie-antropomorfo de aleación de plata (MRLH s.n. o).

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Fig. 28. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-01834).

Fig. 27. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-01831).

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Fig. 29. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de plata (MOP-FMMG-V80, n. o 3).

Fig. 30. Conjunto que representa las cuatro primeras categorías de manufactura.

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cuando tenían que tejer algo muy difícil, lo adoraban y lo invocaban» (Taylor 1987: 51: § 19). Laiconografía del tejido puede estar relacionada con la identidad y con el estatus del personaje.

Esta aproximación iconográfica podrá ser profundizada en futuros trabajos, los que permi-tirán una mejor comprensión de lo que fue el universo mítico de aquella época en relación con las

representaciones iconográficas de los vasos.5. Conclusiones

1. Los vasos-efigie antropomorfos siempre han sido clasificados como originarios de la culturaChimú. Esta investigación demuestra que su origen está más relacionado con los valles de la costacentral, según los datos iconográficos presentados y su relación con los mitos e iconografía delsantuario de Pachacamac. Su presencia en otros valles situados tanto al norte como al sur se deberíaa la presencia ideológica y religiosa de sacerdotes que llevaron su fe hacia estas zonas de la costa.

2. Las islas o islotes que están frente al litoral peruano son sumamente importantes como lugares

sagrados. Se ha visto cómo, sucesivamente, los personajes de los mitos buscan refugio en el mar yse perennizan como figuras pétreas sacralizadas. Por ejemplo, Cahuillaca y su hijo se transforman enlas islas frente a Pachacamac; Urpayhuachac es el nombre que recibe una de las islas frente aChincha; Pachacamac, para evitar matar a su hermano, «se metió en la mar» y, en la segunda parte delmito, Vichama, para disminuir su culpa, convierte a los curacas y señores en islas del litoral. Asimis-mo, los vasos-efigie antropomorfos encontrados por Uhle en la isla San Lorenzo son la evidenciaarqueológica que confirma este hecho.

3. Los estudios históricos y etnohistóricos concluyen que hubo ayllus especializados de platerosen la costa central y que algunos de ellos fueron elegidos durante el incanato para ser trasladadosal Cuzco y trabajar al servicio del Inca.

4. Las técnicas del martillado y vaciado fueron las más importantes durante los periodos tardíos dela costa central. Dichas técnicas, posiblemente, y según revelan los datos etnográficos, fueronllevadas por los mitmas de la costa hacia la sierra durante el incanato y, según estudios etnográficos,dichas técnicas aún perduran entre los plateros de San Pablo de Canchis.

5. El hecho de que el porcentaje de cobre de algunos de los vasos analizados sea mayor al porcentajede plata no significa que los vasos presenten una apariencia cobriza, pues, según evidencian las me-talografías de la primera categoría, dichas piezas obtuvieron un enriquecimiento superficial exterior plateado mediante diferentes técnicas (como inmersión en baños líquidos que contenían algún tipode ácidos naturales, salmueras o sustancias corrosivas no ácidas, o calentamientos; etc.), lo que

permitió que el metal menos noble, en este caso el cobre, fuese retirado de la superficie para dar pasoa un metal noble, en este caso la plata, con lo que se logró una pieza con tono superficial plateado.

6. De acuerdo con los resultados obtenidos en las muestras analizadas de los vasos-efigieantropomorfos, podemos concluir que no existió una sola forma de manufactura, sino cinco catego-rías (Figs. 30, 31, 32, 33, 34). Además, la hipótesis planteada por Easby en 1955, si bien ayudó encierta manera a entender una posible técnica de manufactura, estas difieren mucho en unos vasos yotros. El reto para el futuro es determinar a qué se deben estas diferencias, si a diferentes talleres,diferentes periodos y/o a determinadas áreas culturales. También queda pendiente la comparaciónde estas técnicas de manufactura en los metales con las utilizadas en otros soportes.

7. La técnica de manufactura de vasos-efigie antropomorfos descrita por Easby en el año 1955 hasido corroborada mediante los resultados de los análisis metalográficos efectuados a los vasoscorrespondientes a la segunda y tercera categoría del presente estudio.

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Fig. 34. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de pla-ta (MRLH s.n. o).

Fig. 31. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de pla-ta (MRLH s.n. o).

Fig. 32. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de pla-ta (MRLH-325).

Fig. 33. Vaso-efigie antropomorfo de aleación de pla-ta (MRLH s.n. o).

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Notas

1En la publicación de Alan Lapiner (1976: 251) aparecen un vaso efigie de oro, un brazalete y orejerasque, según dicho autor, procederían de la costa central.

2

Se conocen los vasos de la isla San Lorenzo, Ica y Chincha excavados por Uhle, y el de Pachacamacexcavado por Jiménez Borja en la Pirámide con Rampa N.º 1 (comunicación personal de Jiménez Borjaa Villacorta, en Vetter y Villacorta 2001).

3Topic en Chan Chan (1990), Shimada en Pampa Grande y Mórrope (1994), Makowski y Velarde enPampa Juárez, Vicús (1998), Curay en Pampa Burros, costa norte (V. Curay, comunicación personal).

4Excavado entre 1996 y 1998 por el arqueólogo Daniel Guerrero.

5Esta investigación fue presentada en julio de 2000, en el 50.o Congreso Internacional de Americanistasen Varsovia.

6El término «yasapa» quiere decir ‘platero’ (Taylor 1987: 363).

7 De las 59 piezas, solo ocho proceden de contextos arqueológicos. Siete de estas fueron excavadas por Uhle en la isla San Lorenzo, frente a las costas de Lima (piezas del MNAAHP). La octava fueencontrada en Pachacamac por Jiménez Borja (pieza del Museo de Sitio Arturo Jiménez Borja-Puruchuco).

8Por ser piezas de valor museable solo fue permitido hacer análisis microscópico en dos piezas muyfragmentadas del MNAAHP. Los análisis metalográficos y de microscopía electrónica fueron reali-zados por el ingeniero Jesús Ruiz en el Laboratorio de Materiales de la Facultad de Ciencias eIngeniería, Sección Ingeniería Mecánica PUCP.

9Dichos análisis proporcionan datos sobre la manufactura de la pieza, estado de corrosión, metodo-logía del dorado o plateado de superficie si la hubiera. También brindan idea acerca de los tratamien-tos mecánicos y térmicos realizados en el metal, así como del tipo de aleación, componentes ysoldaduras.

10 Los análisis químicos brindan datos cualitativos y cuantitativos de los elementos químicos quecomponen la muestra.

11La técnica del recopado o embutición profunda (raising ) es la técnica que, mediante el martilladoy la utilización de matrices de madera, permite la compresión y contracción de una lámina metálica plana elevando sus paredes, de tal manera que se le de una forma tridimensional, en este caso devaso.

12La técnica del vaciado o colado consiste en vaciar metal fundido (metal líquido) en un molde para producir un objeto de una forma deseada.

13 Por «valor museable» se hace referencia a aquellas piezas arqueológicas que no pueden ser seccionadas por considerarse únicas en su género.

14 Repujar es hacer diseños en relieve en la lámina metálica por medio de un cincel. El repujadotrabaja la lámina por el reverso y el cincelado por el anverso.

15Burilado es la técnica decorativa que consiste en hacer diseños incisos en una lámina metálica por medio de un buril.

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16En 1955, Easby publicó análisis macroscópicos de vasos-efigie antropomorfos de plata proceden-tes del American Museum of Natural History de New York. Según su publicación, todos los vasosexaminados tenían la técnica del recopado.

17Inclusiones no metálicas: materiales «extraños» o basura incluida dentro del metal al momento de

la fundición.18 Para que los granos recristalicen debe haber una deformación plástica severa seguida de uncalentamiento a una temperatura específica, la que dependerá de la aleación o metal que se trabaje.

19Esto quiere decir que la microestructura comprende, únicamente, granos poligonales con maclasde recocido.

20 El proceso de vaciado o colada presenta dendritas en su microestructura. En este caso, como setrata de un material puro (alto contenido de plata), no se muestra dicha estructura, sino granosequiaxiales.

21Análisis de vasos-efigie antropomorfos fueron realizados por Root (1949), Ríos y Retamozo (1978),Rovira (1991), Lechtman (1991) y Vetter y Villacorta (2003).

22De los tres vasos-efigie antropomorfos de las tablas 3, 9, 16 presentadas por Root (1949), uno esde oro y los otros dos de plata. De los nueve restantes, dos de la tabla 10 son de oro y de las tablas12 y 14, cinco y dos, respectivamente, son de plata.

23 La caleta de Végueta está situada al norte de la ciudad de Huaral, sobre el litoral, en el departamen-to de Lima.

24Espingo: semilla de la costa (comentario personal de Rostworowski).25La escultura de madera denominada «Idolo de Pachacamac» fue encontrada por Alberto Gieseckeen la terraza superior del Templo de Pachacamac (Dulanto 2001: 162).

26 El Idolo de Pachacamac presenta dos personajes, denominados A y B, en la sección superior (Dulanto 2001).

27 En un estudio posterior se analizará la relación de los diferentes rostros de los vasos-efigie con loselementos iconográficos que se representan en cada uno de ellos.

28 Ver anexo sobre la colección de donde procede cada vaso descrito en esta sección.29 La iconografía de peces en los vasos puede estar relacionada con la presencia de peces en losmitos (Taylor 1987: 71, § 54, 56).

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LO S VASOS -E FI GIE AN TR OP OM OR FO S 189

ANEXOS

Anexo 2. Nomenclatura de los vasos de acuerdo con la relación

a) Vaso con representación de tocado con felino (1):* MOP-FMMG-C-01828.

b) Vasos con representación de tocado con aves (2): MNAAHP-M-3402, MOP- FMMG-V-80-3.

c) Vasos con representaciones de mazorcas (16): CG s.n.o, VA 31734, MAM s.n.o, VA 16556, VA 16557,BCRP 490, VA 25912, VA 31735, MOP-FMMG-C-01832, MNAAHP-M-6647, VA 23866, MRLH 325, VA36331, MET-001, MRLH s.n.o, MNAAHP-M-3178.

d) Vasos con representaciones de peces en su parte posterior (14): MMCM s.n.o, MRLH s.n.o, MOP-FMMG-C-01837, MOP-FMMG-V-79-1, MOP-FMMG-V-79-5, VA 25914, VA 45551, MNAAHP-M-3183;VA-662, VA 31731, MOP-FMMG-C-01835, VA 25903, MOP-FMMG-C-01834, MNAAHP-M-3402.

e) Vasos con decoración en forma de pez-ave (3): MRLH 48, VA 24606, VA 61533.

f) Vaso de doble cara con decoración de sapo (1): MRLH s.n.o.

g) Vasos de doble cara con tocado de mono (8): VA s.n.o, VA 28888, VA 24604, VA s.n.o, MOP-FMMG-C-01831, VA 25900, VA 5147, VA 25909.

h) Vasos doble cara con tocado de felino (2): VA 25897, VA 45553.

i) Vasos con redes asociadas con pescado como decoración posterior (8): VA 25914, VA 31731, CMs.n.o, MOP-FMMG-C-01834, MOP-FMMG-V-79-5, MOP-FMMG-V-79-1, MOP-FMMG-C-01837,MNAAHP-M-3402.

j) Vasos con decoración de tejido (11): MOP-FMMG-C-01828, MOP-FMMG-V-80-3, CR s.n°, VA31732, VA 36291, MCAP s.n.o, MNAAHP-M-3184, MNAAHP-M-3318, MNAAHP-M-3317, MNAAHP-M-3176, MNAAHP-M-3315.

MOP/FMMG

MRLHMNAAHPBCRPMETSMVMCMVAMA MMCAPCGCR

Anexo 1. Correspondencia en las siglas de los vasos

Museo de Oro del Perú y Armas del Mundo de Lima, Fundación Miguel Mujica Gallo

Museo Rafael Larco HoyleMuseo Nacional de Arqueología, Antropología e Historia del PerúBanco Central de Reserva del PerúMuseo de Sitio Arturo Jiménez Borja-Puruchuco de LimaStaatliches Museum für Völkerkunde München, Colección Mayrock Ethnologisches Museum BerlinMuseo de América de MadridMuseo Chileno de Arte PrecolombinoColección GoldbergColección Rockefeller, actualmente en el Metropolitan Museum of Art, New York

* El número entre paréntesis indica el número de piezas.

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PRODUCCIÓN TECNOLÓGICA E IDENTIDAD... 191BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 191-207

PRODUCCIÓN TECNOLÓGICA E IDENTIDAD

DURANTE EL DOMINIO INCAICO EN ELNOROESTE ARGENTINO

Luis R. González* y Myriam N. Tarragó**

Resumen

La dominación incaica en el valle de Yocavil del Noroeste Argentino implicó una espinosa articula-ción entre el poder central y el de las formaciones sociales complejas locales. Considerando a la producción

tecnológica como un campo adecuado para explorar las formas y resultados del enfrentamiento entre losintereses estatales y los de los sectores subordinados, se analizan algunos aspectos de los cambios y continui-dades en la metalurgia y alfarería santamarianas, tanto en sus aspectos técnicos como expresivos. De dichoanálisis se desprende que, así como la circulación de materiales asociados al imperio operó por canalesrestringidos, el «modo de hacer» tradicional, en términos amplios, mantuvo vigencia. Interpretando la evi-dencia en el marco de fenómenos de resistencia cultural, se propone que, para alcanzar los objetivos progra-mados para la región, los administradores estatales debieron respetar determinados elementos del sistema derepresentaciones autóctono, a su vez vinculados con cualidades organizativas de las formaciones sociales.

Abstract

TECHNOLOGICAL PRODUCTION AND IDENTITY DURING THE INKA DOMINATION IN NORTH-WESTERN ARGENTINA

Inka domination in the Yocavil valley of Northwestern Argentina implied a complex articulationbetween central and local social formations power. Using technology production as the field to explore waysand results of struggle between state and subordinated sector interests, we analize some aspects of the changesand continuities in Santa Maria metallurgy and pottery in their technical and expressive aspects. From suchanalysis, we conclude that, as the circulation of material within the empire operated by restricted channels, thetraditional forms of production persisted. Interpreting evidence from the perspective of cultural resistence, we propose that, in order to achieve production targets for the region, state administrators must have respected some elements of the local system of representation that were related to the specific organizational qualities of social formations in the region.

1. Introducción

Entre las cualidades más notables que revistieron la formación y expansión del Tawantinsuyuse destaca la capacidad del Estado para acomodar bajo su administración a las disímiles realidadessocioculturales y ambientales existentes dentro de su extenso territorio. En tal sentido, la aplicaciónde las normas políticas y económicas diseñadas desde el gobierno central siguieron un curso losuficientemente flexible como para adecuarse a las cambiantes situaciones regionales, sin que por ello se perdieran de vista los específicos intereses imperiales. Ya fuera por dominación directa oindirecta, para la organización estatal fue imprescindible centralizar el control político, reservándose

el monopolio de la coerción y de la toma de decisiones que permitieran sostener al aparato estatal y

* Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, Buenos Aires. E-mail: [email protected]** Museo Etnográfico Juan B. Ambrosetti, Buenos Aires. E-mail: [email protected]

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LUIS R. GONZÁL EZ Y MYRI AM N. TARRAGÓ192

desarrollar las actividades planificadas en cada caso, así como poner en marcha las reformas econó-micas de acuerdo con el potencial productivo de cada región. De todas formas, las profundas trans-formaciones aparejadas por el proceso de articulación del Estado con las comunidades que pobla- ban los territorios que iban siendo incorporados no derivaron solo de las imposiciones del incariosino también de las respuestas a la dominación, prácticas y simbólicas, ejercidas por las formaciones

sociales locales.En el presente trabajo se explorarán algunas de las características de la producción de

bienes de metal y de cerámica en el Noroeste Argentino durante la dominación estatal, centrando elanálisis en el caso del valle de Yocavil meridional. Se considera a las prácticas tecnológicas comouno de los escenarios en los que se dirimieron los conflictos derivados del enfrentamiento entre el poder central y el de los líderes locales. En tal sentido, la tecnología es evaluada, fundamentalmente,como un hecho cultural, condicionada por variables técnicas, pero determinada por precisas condi-ciones sociohistóricas (Dobres y Hoffman [eds.] 1999; Dobres 2000; L. González 2002a) y, por tanto,capaz de reflejar no solo situaciones de dominación, sino también de resistencia a la dominación.Los datos obtenidos se integran a los surgidos del estudio de otros aspectos del registro arqueoló-

gico de la región (González y Tarragó e.p.) y permiten, en su conjunto, avanzar en propuestas acercade la dinámica sociocultural durante la época tratada.

2. El valle de Yocavil meridional

Al momento de la ocupación incaica, el valle de Yocavil meridional se encontraba densa-mente poblado por comunidades que habían erigido un gran número de asentamientos de diferentescaracterísticas y magnitudes. La geomorfología del área había otorgado un marco específico a lasmodalidades de uso del espacio y a la organización de las actividades productivas, en especialaquellas relacionadas con la obtención de los alimentos que sostuvieran el paulatino crecimientodemográfico. En este sentido, sobresalieron los cultivos mesotérmicos de buen rendimiento (maíz,

poroto, ají y zapallo) y el pastoreo de camélidos, aprovechando los pastizales de altura. En el fondode valle, además, prosperaron especies arbóreas valiosas por sus maderas y frutos, tales comoalgarrobo, chañar y churqui (Tarragó 2000). Con un clima de tipo árido a semiárido y escasas preci- pitaciones concentradas en los meses estivales, las principales fuentes de agua permanente delvalle eran el río Santa María que, de sur a norte, recorre el fondo del bolsón, y los cursos quedescienden desde el este, de la sierra del Aconquija, tales como el Caspinchango, Entre Ríos,Andalhuala y Ampajango.

A occidente del acuífero principal, los grandes poblados indígenas tendieron a ser erigidosen puntos altos de las serranías o sus piedemontes o en ambos espacios, siendo los ejemplos másconspicuos Fuerte Quemado, Las Mojarras, Rincón Chico y Cerro Mendocino. Hacia el oriente, en

cambio, los asentamientos conglomerados se ubicaron relativamente alejados del fondo del valle, enmesetas o quebradas altas, y asociados a los cursos de agua mencionados, como en La Maravilla-Masao, Pabellón, Loma de Jujuil, Loma Rica de Shiquimil, Andalhuala, Ampajango y Pajanguillo(Fig. 1).

En momentos preincaicos, la consolidación de sociedades jerarquizadas con distintos gra-dos de control político regional derivó en una articulación de los asentamientos según diferentesniveles, habiéndose propuesto que, para el suroeste del área, el poblado de Rincón Chico asumió la primacía dentro de un sistema de complementariedad funcional para la obtención directa de losrecursos básicos para la subsistencia. Este proceso se habría acelerado a partir del siglo XIII,acompañando el crecimiento edilicio y demográfico de Rincón Chico, el que habría alcanzado sumáxima expansión poco antes o en coincidencia con la llegada cuzqueña. De tal modo, una multitudde asentamientos de menor magnitud se habrían convertido en proveedores complementarios dealimentos cultivados para el núcleo político (Nastri 1999a; Tarragó y Nastri 1999).

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PRODUCCIÓN TECNOLÓGICA E IDENTIDAD... 195

hileras de motas negras, constituyendo este último el elemento básico que aparece en todas lasvariaciones o «versiones de un tema mítico» (Nastri 1999b: 377) que representa cada espécimen.También se conocen figuras humanas que, por lo general, están inscritas en los cuellos de las urnasde la fase IV o en el borde interno de la fase V (Fig. 2 c, d; Perrota y Podestá 1978). En su conjunto, para las urnas el estilo santamariano se basa en la repetición de un universo limitado de elementosde diseño pero combinados de formas particulares que no solo remiten a variantes cronológicas yregionales sino también a diferentes canales de circulación de las piezas en el seno de las comunida-

des. Por otro lado, el hecho de que las imágenes se ajusten a convenciones comunes que involucrana un personaje central con atributos de seres del mundo natural y actitudes de ofrenda o sacrificio,sumado a que no se conocen dos urnas idénticas, sugiere un dominio altamente consciente por parte de los antiguos artesanos del significado de los motivos y de sus combinaciones (Nastri1999b: 378).

La alfarería santamariana clásica se presenta en los asentamientos del valle de Yocavilacompañada por otro tipo cerámico, denominado Famabalasto Negro Grabado por E. M. Cigliano(1956-1957, 1958), en proporciones minoritarias pero llamativamente regulares (entre 7 y 10% en cadamuestra). La restringida distribución en el Noroeste Argentino de las piezas de este estilo ha llevadoa plantear que ellas fueron producidas en el valle Yocavil meridionalsensu lato (Palamarzuk yManasiewicz e.p.). La cerámica de estilo Famabalasto Negro Grabado, conocida principalmente a partir de escudillas y, en mucha menor medida, por jarros o vasos, presenta aspectos y atributostecnológicos muy diferentes a los verificados en las urnas. El color de la superficie y de la matriz es

Fig. 2. Urnas santamarianas: a) fase II (al-tura: 51 centímetros); b) fase III (altura: 59centímetros); c y d) fase IV (alturas: 61 y 60centímetros respectivamente).

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LUIS R. GONZÁL EZ Y MYRI AM N. TARRAGÓ196

oscuro, variando entre el pardo grisáceo y el negro. Las pastas son de granulometría muy fina, sinincorporación de tiestos molidos y las inclusiones no plásticas detectadas parecen ser componen-tes ya presentes en la arcilla utilizada. Estas características no serían solo el resultado del uso dematerias primas específicas (Piñeiro 1996; Sjödin 1998), sino también de técnicas de cocción particu-lares que incluían un proceso de ahumado (Palamarzuk y Manasiewicz e.p.). No solo la tecnología de producción sino también la forma de plasmar los elementos iconográficos y su selección y distribu-ción fue muy diferente a la empleada en la alfarería santamariana clásica. En el Famabalasto Negro,las representaciones fueron realizadas por incisión en la pasta cruda y los motivos predominantesson los geométricos, en particular rombos encadenados, grecas, zigzags y pequeños círculos. Entrelos motivos figurativos se registran serpientes, batracios serpentiformes y aves. Un rasgo sugesti-vo es que la decoración fue dispuesta, casi siempre, en forma de guardas limitadas por dos líneasrectas paralelas (Fig. 3). En las formas predominantes, las escudillas, estas guardas fueron ubicadasen los bordes de las piezas (Palamarzuk y Manasiewicz e.p.).

En el caso de los metales, y a similitud a lo que se observa en la alfarería Famabalasto NegroGrabado, los temas del estilo santamariano se presentan de forma menos abigarrada que en las urnasfunerarias clásicas y concentrados en unos pocos motivos dominantes plasmados en líneas enrelieve, obtenidas por grabado en los moldes. Es probable que tal situación no derive solo de unamayor o menor dificultad técnica para «decorar» a los materiales sino también de una diferencia enel valor simbólico de las piezas de metal respecto de las de cerámica (A. González 1998: 161). Losobjetos de bronce más sobresalientes son las placas, circulares o rectangulares, las campanas ova-les y las hachas con o sin mango incorporado (Figs. 4, 5, 6). Esta trilogía de objetos (placas-campa-nas-hachas) fue parte importante de la parafernalia que acompañaba al ceremonialismo religioso delas sociedades tardías de la región, el que incluía sacrificios cruentos y el cercenamiento de cabezas(A. González 1983: 268; 1992: 248). Los rostros o cabezas humanas, de diversos tamaños, son, precisamente, los motivos más habituales que se encuentran en los objetos de bronce. También

Fig. 3. Alfarería de estilo Famabalasto Negro Grabado (altura: entre 15 y 22 centímetros).

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LUIS R. GONZÁL EZ Y MYRI AM N. TARRAGÓ198

aparecen algunas representaciones zoomorfas, como roedores, serpientes bicéfalas y aves y, con menor frecuencia, figuras humanas (guerreros con grandes escudos) similares a las presentes en los cuellos delas urnas de la fase IV. En algunos casos, los motivos figurativos se funden con los geométricos, comoocurre en los rombos encadenados. En las hachas, los mangos suelen presentar guardas escalonadas,mientras que en las campanas la decoración y diseños tienden a ubicarse en la boca de las piezas.

4. La elaboración de metales

La metalurgia prehispánica del Noroeste Argentino se desarrolló de forma independiente a

los considerados «centros de invención» andinos y adquirió una definida identidad tanto en lascaracterísticas formales de los objetos producidos como en los procedimientos aplicados para ello(L. González 2002b). Entre los siglos V y VII, en el marco de la entidad sociocultural La Aguada, losmetalurgistas pusieron a punto el manejo de la aleación de cobre y estaño y emplearon sofisticadosmétodos de colada, como el de la «cera perdida», para elaborar piezas de decidida función simbólico-religiosa (A. González 1998: 134; Cabanillaset al. 2002; L. González 2002a). A partir del siglo X, enalgunas áreas del Noroeste Argentino, la escala de las actividades metalúrgicas comenzó a incre-mentarse dramáticamente. El valle de Yocavil, en particular, parece haberse transformado en unverdadero laboratorio de innovación técnica en el que se elaboraron algunos de los objetos de metalde mayor volumen de los Andes prehispánicos, como las mencionadas placas y las campanas ovales(A. González 1992; González y Vargas 1999; González y Cabanillas 2004). La llegada incaica a laregión encontró talleres metalúrgicos dotados con mano de obra especializada y que manejaban consoltura el bronce estañífero, considerado como la aleación imperial por excelencia (Lechtman 1978:511; Earle y D’Altroy 1989: 203).

Fig. 6. Anverso y reverso de un hacha ceremonial de bronce (altura: 29,5 centímetros).

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PRODUCCIÓN TECNOLÓGICA E IDENTIDAD... 199

Si bien hay acuerdo entre los autores en considerar a la explotación de metales como uno delos principales intereses atendidos por el incario en el Noroeste Argentino, fueron escasos losestudios arqueológicos dedicados a calibrar el modo en que la organización tecnológica local fueaprovechada y, eventualmente, modificada (cf. Earle 1994; Raffinoet al. 1996). Los datos más com- pletos provienen de las investigaciones llevadas a cabo en el Sitio 15 de Rincón Chico (Fig. 7),donde, entre los siglos X y XVI, operó un taller metalúrgico que parece haber desarrollado una

creciente escala de producción al ritmo del proceso sociocultural de la región. Durante las extensasexcavaciones realizadas en distintos sectores del taller se recuperaron y registraron evidenciascorrespondientes a todas las etapas del proceso de producción metalúrgica: minerales de cobre y deoro, fragmentos de moldes y crisoles, estructuras de fundición, diversos tipos de escorias y restosde metales, así como instrumental de piedra utilizado en la manufactura y terminación de los objetos(L. González 1992, 1997, 2001; Tarragó y González 1996). El estudio de las evidencias y 11 fechadosradiocarbónicos permitieron establecer las características de la organización productiva y sus trans-formaciones históricas. De acuerdo con los datos generados, desde los comienzos de la ocupacióncomenzaron a elaborarse objetos de bronce estañífero, en algunos casos mediante moldes de cera perdida, utilizando para la fundición crisoles que eran calentados en estructuras de combustiónexcavadas en el suelo. Con el correr de los siglos, el nivel de producción parece haber ido

incrementándose con la habilitación de nuevas áreas de trabajo dentro del sitio. A partir de ladominación incaica, el taller aumentó aún más la escala de actividades, habiéndose incorporado una batería de hornos de cuba del tipohuayra(L. González 2002c).

Fig. 7. Sitio 15 de Rincón Chico. Se indi-can las áreas de actividades metalúrgi-cas.

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El taller estaba ubicado a la vera de lo que, al parecer, constituyó uno de los tramostroncales del camino incaico que atravesaba la zona (Fig. 1). Este camino llegaba desde el norte,uniendo importantes postas como Tolombón, Pichao, Quilmes y Fuerte Quemado y, hacia el sur, trascruzar el río Santa María en San José Banda, pasando por Loma Rica, Ampajango y Pajanguillo,abandonaba el valle en el tambo de Punta de Balasto. La ruta principal se dirigía luego hacia cono-

cidas instalaciones imperiales como Shincal. La posición del Sitio 15 dentro del sistema vial tenía susconsecuencias para la organización de la producción metalúrgica. Por un lado, se aseguraba unaeficiente movilización de materias primas minerales, teniendo en cuenta que estos materiales, en particular el óxido de estaño, debían transportarse desde una distancia más o menos considerable.De igual modo, la evacuación de productos desde el taller para su eventual distribución regional oextrarregional también habría sido más aceitada. Por último, todos los aspectos de la producciónmetalúrgica quedaban con mayor claridad sujetos al control estatal. La planificación espacial de laorganización productiva, con su específica logística de aprovisionamiento de materias primas, eficazmovimiento de bienes y supervisión de los talleres que fuera postulada a partir de la evidencia deRincón Chico, se fortalece con los datos de áreas de actividades de fundición registradas enasentamientos vecinos, como Las Mojarras y Fuerte Quemado, y que sugieren la presencia detalleres asociados a la ruta imperial (González y Tarragó e.p.).

No obstante, más allá del empujón otorgado a la escala de producción metalúrgica en eltaller del Sitio 15, el incario no parece haber incorporado modificaciones técnicas de peso. Como semencionó, la aleación cobre-estaño era manejada en la región desde unos cuantos siglos antes. Unacomparación entre las proporciones de estaño en 35 piezas de metal analizadas procedentes de laregión (24 asignables a momentos preincaicos y 11 a momentos incaicos) mostró un escaso aumentodel aleante bajo la administración imperial (de 4,45% a 5,16%), el que no resulta significativo desdeuna óptica técnica (L. González 2001, 2002c). Al respecto, es útil indicar que en las 11 piezas incaicas,la variabilidad detectada en los contenidos de estaño sugiere que tampoco hubo intentos de estan-darizar la dosificación del aleante (cf . Earle 1994: 456). Las cualidades de los refractarios no sufrieronvariaciones (L. González 1997). De hecho, a lo largo de la secuencia de ocupación del Sitio 15, losmodos de preparación de moldes y crisoles respondieron a las mismas normas técnicas, no solo enla estructura de las pastas sino también en las características de operación de los materiales (por ejemplo, los recubrimientos de fosfato de calcio y el uso de coladas por cera perdida).

Una modificación significativa impuesta por la administración incaica parece haber sido lademanda de lingotes de diversos tamaños, lo que se adecuaba con una organización productivadentro de la que una parte de los metales obtenidos ingresaban a una red de movilización regional omacrorregional para su posterior procesamiento en otro lugar. Es sugestivo que algunos moldes delingotes se asocien a evidencias de minerales de oro y restos de fundición de minerales de oro, tales

como las incrustaciones en crisoles. Es posible que algunos de estos lingotes se relacionaran con eltraslado de metal precioso, de propiedad «natural» del Inca, hacia el Cuzco. Al respecto, es conoci-da la documentación etnohistórica que da cuenta de la existencia de una organización formalizada para el traslado de metales preciosos desde el Noroeste Argentino hacia el centro del imperio (Mon-tes 1959: 88-89).

Sin embargo, el procesamiento del metal precioso fue incorporado como una más de lastareas a desarrollar en el taller. La reorientación de la producción metalúrgica en el lugar no significóque los artesanos dejaran de manufacturar aleaciones de bronce estañífero. No se han podidoidentificar, a partir de los restos de moldes recuperados los modelos de objetos habitualmenteasociados a la ocupación incaica en el Noroeste Argentino —comoliwi, tumi y topu — aunque,

teniendo en cuenta los hallazgos procedentes de la región, es presumible que ellos hayan sidoincorporados como objetivos de producción (González y Palacios 1996; Gonzálezet al. 1999). Perolas evidencias no dejan lugar a dudas de que las elaboradas piezas del repertorio local que requerían

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cantidades relativamente importantes de material, en particular discos y campanas, siguieronfabricándose. Tanto los objetos procedentes de la región y depositados en colecciones como losmotivos grabados en los moldes recuperados indican que el estilo decorativo santamariano en losmetales continuó vigente.

5. La alfareríaLos estilos cerámicos asignados al llamado «momento imperial» en el Noroeste Argentino

fueron incluídos en cuatro categorías (Calderari y Williams 1991: 79): a) Inca Cuzqueño o Imperial(piezas importadas); b) Inca Provincial (piezas locales que imitaban a las cuzqueñas); c) Inca Mixto(piezas que combinaban elementos cuzqueños y no cuzqueños); y, d) fase Inca (piezas de estiloslocales que sufrieron modificaciones). Las urnas funerarias santamarianas se consideraron dentrode esta última categoría y, en lo que hace a la trayectoria estilística de las piezas, las denominadasfases IV y V (sensu Perrota y Podestá 1978) se corresponderían con las épocas incaicas. En las urnasse advierten, respecto de momentos previos, ciertos cambios en las formas y proporciones de las piezas y la distribución de los motivos iconográficos. Los muy altos cuellos y los cuerpos peque-

ños, de forma esferoide (fase IV) o elipsoide (fase V), contrastan con los cuerpos abarrilados ycuellos cortos o intermedios de la variedad tricolor. En cuanto a la decoración, es de tipo lineal, predominando el reticulado, para llenar los elementos de diseño triangulares o romboidales. Lostemas de serpientes bicéfalas y la representación del suri se mantienen pero con modificacionesestilísticas y hay motivos nuevos, como la hilera de «polluelos» en sentido oblicuo y ascendentesobre el cuello, al igual que la aplicación de «cabecitas» modeladas en el cuerpo por encima de lasasas (Fig. 8). No obstante, tales cambios resultan tan sutiles que no es arriegado considerarlos pocosignificativos teniendo en cuenta tanto el impacto que debería esperarse a partir de la imposición delas condiciones de la organización estatal en las comunidades locales como la alta susceptibilidadde la alfarería para reflejar esas nuevas condiciones y asimilar nuevos repertorios. De igual modo,los estudios tecnológicos han puesto al descubierto una continuidad en los procedimientos de

manufactura de las piezas, con pastas de similares cualidades a las de fases preincaicas. Caberecordar que elementos reconocidos en la iconografía incaica, tales como los dameros alternados en blanco y negro, y los rombos encadenados y concéntricos, dispuestos en una hilera vertical centralen el cuerpo de las urnas (cf. Diseño «B» del Cuzco Polícromo, Rowe 1944), formaban parte de la paleta santamariana desde épocas anteriores. A modo de hipótesis, puede plantearse que entre loselementos incorporados a partir del dominio imperial en la región se encontrarían los motivos deguerreros con adorno cefálico tipo «ancla», la representación de los «polluelos» (Fig. 8 c, d) y lascabezas modeladas mientras se mantenía elleit motiv del anfisbena. En la morfología habría impactadomuy poco el estilo imperial, salvo la novedosa incorporación en vajilla de cocina de las ollitas de piey una forma de grandes cántaros tronco-ovoides, usados también como urnas de párvulos, querecuerdan al aríbalo (Bregante 1926: fig. 139; Tarragóet al. 1997: fig. 14).

En Rincón Chico, la proporción de fragmentos de cerámica con estilos de raigambre incaica —los tipos Rojo Pulido, Negro sobre Rojo Sanguíneo e Inca Paya— es muy baja, predominando conamplitud el Santa María Bicolor. En algunos sectores del extenso poblado la presencia de alfareríaimperial es nula. Las mayores frecuencias se concentran en las áreas más cercanas al fondo del valle,es decir, aquellas con una asociación más directa con las vías de comunicación. Si se comparan eneste aspecto Rincón Chico con otra de las poblaciones más conspicuas del sur del valle, FuerteQuemado, se observan ciertas diferencias que pueden ser interpretadas en términos de distintasformas operatorias de la dominación inca. La composición de la muestra cerámica de excavación enFuerte Quemado incluye porcentajes relativamente elevados del tipo Inca Local, Negro sobre Rojo(entre 14 y 36% en recintos del fondo de valle) en relación a las vasijas Santa María Negro sobreCrema en sus diversas variedades (Kristkausky 1999). Este estilo resulta de interés porque aparececomo otro tipo Inca Mixto, con cualidades de pasta y algunos diseños de la tradición Santa María-Belén, combinados con otros que se cruzan con el Inca Paya y aún con el Inca Humahuaca, como es

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el caso de los triángulos reticulados. Es pertinente mencionar que, en cuanto a los conjuntos arqui-tectónicos, las instalaciones de Fuerte Quemado son, al igual que en Rincón Chico y Las Mojarras,extensas y complejas, involucrando el espacio alto y bajo de las serranías e incluyendo, al menos,dos probables estructuras ceremoniales en la parte superior de dos morros. Las diferencias cons-tructivas de las estructuras ceremoniales llevaron a proponer que en Fuerte Quemado operó unatradición cuzqueña más definida, mientras que en Rincón Chico el Estado habría preferido exaltar una antigua y reconocida huaca regional a fin de establecer un nexo con las tradiciones ancestralesde las poblaciones locales (cf. González y Tarragó e.p., Tarragó y González 1996). La diferente repre-sentación de la cultura material en ambos sitios probablemente refleje las disímiles condiciones políticas expresadas en las prácticas ceremoniales.

Algunos autores han incluído dentro de la categoría Inca Provincial, según la clasificaciónmencionada más arriba, al estilo Famabalasto Negro Grabado, denominándolo Chaquiago NegroInciso (Calderari y Williams 1991: 83). No obstante, tenemos claras evidencias de que el estilo sedesarrolla por lo menos desde el siglo X y, con seguridad, desde 1300 d.C., de acuerdo con fechadosradiocarbónicos (Tarragó 1998: 227, 229; Palamarzuk y Manasiewicz e.p.: fig. 2). Lo que efectivamen-te ocurre a partir de la dominación incaica, es que piezas del estilo Famabalasto Negro Grabadotrascienden su ámbito de circulación y aparecen en contextos externos a la unidad territorial valle deYocavil-El Cajón. Se le ha reconocido en Potrero Chaquiago (Andalgalá), El Shincal (valle de Hualfín)y Potrero de Payogasta (valle Calchaquí norte), todos ellos asentamientos estatales de importanciaestratégica (Palamarzuk y Manasiewicz 2001), siendo probable que esta nueva distribución estéseñalando la intervención de los administradores cuzqueños.

Fig. 8. Urnas santamarianas de la fase V. Alturas:a. 65 centímetros; b. 76 centímetros; c. 64 centíme-tros; d. 61 centímetros.

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Más allá de esta cuestión, las características tecnológicas y decorativas de las piezas tar-días del estilo Famabalasto Negro Grabado mantienen identidad con las de épocas preincaicas. Eneste sentido, sería aconsejable desvincular el supuesto parentesco entre los estilos Famabalasto Negro sobre Rojo y Famabalasto Negro Grabado, vínculación surgida de la aplicación del criterio del«sitio tipo» que era corriente en la arqueología de la década de los sesenta en el Noroeste Argenti-

no. Como fuera expresado, para la iconografía plasmada en las piezas fueron seleccionados soloalgunos motivos del repertorio santamariano, en particular las guardas de rombos u óvalos encade-nados con un punto o rayita central, líneas quebradas, escalonados, grecas y motivos serpentiformes.Es relevante subrayar que el modo de representar el primer motivo y su disposición en las piezas,sobre todo escudillas, es casi idéntico a como aparece en las placas y campanas de bronce y que,además, fue logrado por incisión, procedimiento similar al empleado en los refractarios para obtener representaciones en líneas en relieve en los metales colados. En este sentido, puede plantearse queeste tipo alfarero representa un puente simbólico y material entre la labor de los ceramistas y losmetalurgistas santamarianos.1 De igual modo y teniendo en cuenta su restringida representación ydistribución, sus cualidades tecnológicas y las características funcionales de las piezas conocidas(¿recipientes para libaciones?), se adelanta la hipótesis de que el Famabalasto Negro Grabado habríaestado relacionado con desempeños ceremoniales, compartiendo el escenario ritual con la parafernaliade bronce.

6. Comentarios finales

El estudio de la ocupación inca en el sur del valle de Yocavil ha posibilitado generar datosde interés para el análisis de la articulación del Estado con las sociedades complejas locales. Lasinvestigaciones en curso muestran que la presencia inca fue mucho más intensa que lo que seconocía hasta hace unos años, pero con un reflejo arqueológico que no se ajusta estrictamente a losrasgos «típicos» a partir de los que se suele evaluar la ocupación imperial en los Andes Meridiona-les. Por el contrario, las evidencias tienden a adquirir un carácter más sutil y no necesariamentecargado de espectacularidad. Sin lugar a dudas, la incorporación de la región al Tawantinsuyuaparejó profundas transformaciones en la organización social de las comunidades nativas, entreellas las derivadas de la redefinición de las relaciones de poder. En el nuevo orden, el prestigio y laautoridad de las elites políticas locales era sostenido, en última instancia, por el reconocimientoemanado del Cuzco, plasmado, por ejemplo, en la exhibición de determinados ítems de la culturamaterial vinculados con el poder central. Las condiciones de dominación habrían sido apuntaladasmediante la manipulación y el ajuste del aparato ideológico vigente, institucionalizando la cosmologíay las formas rituales oficializadas por el Estado. En esta dinámica, los metales y la alfarería constitu-yeron materiales adecuados para operar como símbolos políticos y religiosos, y la administracióncuzqueña encontró una aceitada organización diseñada para producirlos.

En Rincón Chico, uno de los asentamientos más extensos de la zona, las evidencias de la presencia incaica se presentan focalizadas en algunos sectores de la localidad. Donde la ocupacióncuzqueña aparece con mayor claridad es en los grupos constructivos más cercanos al fondo delvalle, en los que los fragmentos de alfarería, los fechados radiocarbónicos y las remodelacionesarquitectónicas sugieren una preocupación por parte del incario de ejercer un control sobre lasactividades que en ellos se desarrollaban. Las evidencias nos alientan a concluir que los administra-dores incaicos habrían mantenido las estructuras básicas de las organizaciones sociopolíticas loca-les, introduciendo modificaciones solo en aquellos aspectos relacionados con un incremento en la producción de bienes para financiar las actividades del Estado. Esta situación aparece claramenteejemplificada en el curso que tomaron las actividades de producción metalúrgica.

Atribuimos estas características a las condiciones sociopolíticas bajo las que interactuaronel Estado y las organizaciones locales. En este sentido, los objetivos del gobierno central chocaron

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con los intereses particulares de las elites políticas locales, el sistema de representaciones dominan-te y la dinámica de los conflictos sectoriales, factores que constituyeron fuerzas activas que matiza-ron el modo en que la dominación estatal fue plasmada. En el proceso de ocupación territorial nosolo los planificadores cuzqueños exhibieron una amplia flexibilidad para desplegar sus objetivos particulares. También las formaciones sociales abarcadas desarrollaron sus propias estrategias para

no perder espacio dentro de las nuevas condiciones y la cultura material fue uno de los mediosutilizados para dirimir el conflicto.

Es de interés señalar que, así como ocurre con la alfarería de tipos incaicos, en Rincón Chicoson extremadamente bajas las frecuencias de fragmentos cerámicos de modalidades del NoroesteArgentino asociadas con la presencia imperial, como Famabalasto Negro sobre Rojo y Yocavil, cuya presencia ha sido interpretada en otros lugares como evidencia del traslado de poblaciones por parte de los administradores incaicos. En el caso del sur del valle de Yocavil, esta informaciónapunta a negar la implantación demitmaq. La perduración de los estilos tecnológicos e iconográficosen metalurgia y cerámica, a su vez, estaría indicando que la organización productiva continuó enmanos de operarios locales. En torno a este punto, es significativa la correlación entre la alfarería

santamariana y la mencionada de estilo Famabalasto Negro Grabado, tanto en épocas preincaicascomo incaicas y nos induce a proponer que este último mantuvo un valor simbólico y un reconoci-miento cultural que atentó contra la circulación de aquellos bienes de tipo Famabalasto Negro sobreRojo y Yocavil. Asimismo, este valor simbólico podría explicar que los administradores cuzqueños,como se indicara en líneas anteriores, se hubieran interesado por difundir piezas de estilo Famabalasto Negro Grabado hacia asentamientos estatales externos al valle de Yocavil.

La perduración de los estilos tecnológicos e iconográficos, a diferencia de lo registrado para otros casos (por ejemplo, Inca Paya, Quebrada de Humahuaca y Diaguita Chileno), según seinterpreta, implica un reconocimiento de la capacidad organizativa local y del nivel de desarrollo desu fuerza de trabajo. Pero también permite postular que la administración cuzqueña, como parte desus estrategias políticas, habría aprovechado el prestigio regional de determinados bienes, apro- piándose de los mecanismos de su distribución social, lo que puede resultar coherente con la ampliarepresentación de los materiales santamarianos. A través de su iconografía se resumieron los prin-cipios fundantes del universo mítico surandino, base ideológica que fue aprovechada por los incas.En este cuadro, la confrontación de las ideologías dominantes, la estatal y la local, habría permeadode modo diferencial en la sociedad. Las tenues modificaciones estilísticas en la alfarería y en losmetales que se registran en esta época nos están hablando de la multiplicación de fenómenos deresistencia cultural, señalando tanto estrategias desplegadas para la adecuación a un nuevo ordencomo esfuerzos para mantener y subrayar una diferenciación social y simbólica.

Notas

1 En relación con el estudio de la manufactura de un disco de bronce procedente de la región, fue planteado anteriormente que, en la preparación del molde, habrían intervenido por lo menos dosequipos de artesanos: uno que habría preparado la forma básica y un segundo que se habría encar-gado de grabar en la cavidad los motivos que luego aparecerían en la pieza metálica colada (Gonzálezy Vargas 1999).

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 209BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 209-245

PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL

EN EL KOLLASUYUVerónica Williams*

Resumen

La ideología es un elemento central del sistema cultural y es una fuente de poder social, si se entiendeesto último como la capacidad para controlar y manejar el trabajo de un grupo de personas para obtener

beneficios. Su materialización se convierte en fuentes efectivas de poder. En el presente trabajo se analizará lamanipulación del poder por parte del imperio inka para alcanzar la dominación y control de las poblacionesnativas del noroeste de Argentina entre 1000 y 1536 d.C. a partir del rol, simbólico y coercitivo, de laarquitectura y de la producción y uso de objetos simbólicos —especialmente de la cerámica— como formas decontrol y dominio por parte del Estado inka en los valles Calchaquí, Yocavil y áreas relacionadas. En otras palabras, se interpretarán las instituciones en términos de arquitectura y cultura material. La espacialidad planteada por las sociedades locales del Noroeste Argentino y el Estado inka es entendida como una dimensiónclave en la estructuración de relaciones sociales y la manipulación del poder.

Abstract

THE POWER OF THE STATE AND THE MATERIAL CULTURE IN KOLLASUYU

Ideology is a central element of cultural systems. It is also a source of social power particularly as it relates to the capacity of the state to control and manage the social work of a group of people to obtain benefits.This study analyzes the Inka manipulation of power in the attempt to achieve domination and control of native populations in the Calchaqui and Yocavil valleys of Northwest Argentina (NOA), between AD 1000-AD 1536.These processes are viewed through the study of the coercive and symbolic role of architecture and the production and use of symbolic objects, specially ceramics. The contest between native societies from NOA and the Inka State is understood as a key process in the structuration of social relationships and the manipulationof power in this region.

1. Introducción

En los últimos años, arqueólogos de diferentes tendencias han examinado la naturaleza dela ideología y su rol en el desarrollo de las sociedades complejas (Hodder [ed.] 1982; Conrad yDemarest 1984; Miller y Tilley 1984; Cowgill 1993; Earle 1994). La ideología tiene un componentematerial y otro simbólico, y se materializa en diversas y concretas formas para convertirse en fuenteefectiva de poder. Dicha materialización deriva de transformar ideas, valores, historias y mitos bajola forma de ceremonias, objetos simbólicos, arquitectura o monumentos, y de un conocimientomanejado por una elite o personal religioso que es indispensable en las posiciones de autoridadconferidas por su habilidad (DeMarrais 1997).

El Tawantinsuyu fue el sistema político más grande y, en cierta medida, el más complejo de

América. Cuando los inkas extendieron sus dominios sobre los Andes Meridionales controlaron una

* Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales.E-mail: [email protected]

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VERÓNICA WILLIAMS 210

vasta región que fue incorporada al Kollasuyu, el sector geográfico más grande del imperio y deenorme interés estratégico para el Cuzco (Fig. 1). Los Andes del sur, incorporados bajo el mandatode Topa Inka Yupanqui, quien asume su liderazgo militar en 1463, ingresaron al imperio bajo especia-les condiciones de control político y para lograrlo se construyó una compleja red de caminos queligaban entre sí a los centros estatales que, en su mayoría, fueron habitados por poblaciones

multiétnicas. La administración del territorio de los Andes del sur fue menos intensa que la de lassociedades que habitaron el territorio que se extiende desde el lago Titicaca hasta Tumipampa,aunque fue gobernada en forma directa, en mayor escala, que la costa norte peruana y el piedemonteoriental andino. Desafortunadamente, se carece de descripciones escritas sobre la estructura de lasrelaciones entre los líderes locales y los administradores estatales.

En el marco de la organización estatal se reconocieron, para el noroeste de Argentina (NOA),cinco grandes provincias inkas owamani(González 1982a, b), que de norte a sur son: Humahuaca,cuya capital habría sido el pueblo de Tilcara, habitada por mitimaes de origen chicha que defendie-ron la frontera oriental y enclaves de mitimaes agricultores; Chicoana, habitada por los pulares, conel pueblo homónimo como su cabecera (hoy La Paya), además de La Poma, Cachi y Luracatao que seextendía por el piso de puna y la parte septentrional del valle Calchaquí (hasta cerca de Seclantás).Hacia el sur se ubicaba la provincia de Quire-Quire, que comenzaba en Pompona (hoy La Angostura)y que comprendía el resto del valle Calchaquí, todo el valle de Santa María y los valles de Andalgalá,Hualfín y Abaucán, con uno de sus asientos en el Shincal (actual Londres de Quinmivil) al sur delvalle de Hualfín; y el otro, probablemente, en Tolombón en el norte del valle de Yocavil, con un grannúmero de mitimaes dedicados a la explotación minera (Ramírez de Velasco 1588;1 Jaimes Freyre 1915:225-226; Reyes Gajardo 1958: 43 y ss.; Fortuny 1972: 28; González 1982a: 329, 369). Estos dos últimoscentros (o capitales) de poder político y económico, Shincal y Tolombón, presentan diferente infra-estructura arquitectónica, lo que nos lleva a preguntarnos si sería el resultado de la particular composición poblacional, de la existencia de conflictos con la organización política de esta provin-cia o simplemente una diferencia de funciones. Luego continúa la provincia de Tucumán, que com- prendía los valles orientales y las sierras subandinas y, por último, la provincia Austral, que seextendía desde la moderna provincia de La Rioja hasta Mendoza, donde el valle de Uspallata debióser el cruce hacia Chile pasando por la Tambería de Chilecito en La Rioja, probablemente centro principal de esa región (Lorandi 1980; González 1982a; Bárcena 1998).

El Noroeste Argentino habría funcionado como una frontera interior para el Estado en razónde la aparente resistencia que los naturales, o parte de ellos, opusieron al avance cuzqueño. Aundesde esta perspectiva, el Noroeste Argentino no puede ser tomado como una unidad y por ello esnecesario hacer énfasis en los estudios a nivel microrregional.

Para conquistar y dominar este territorio, el Estado inka habría utilizado una serie de políti-cas coordinadas uniendo control militar, reclamo ideológico, hospitalidad ceremonial, reubicacióndemográfica, tratamiento preferencial de algunos grupos étnicos, así como la intensificación mineray agropastoril (Williams y D’Altroy 1998). En algunos casos, mientras estas políticas se aplicaronsistemáticamente, los inkas tomaron en cuenta las variaciones locales en la organización social, losrecursos y la historia de las relaciones políticas preexistentes. Específicamente, las políticas coordi-nadas del gobierno inka para los Andes del sur fueron: 1) la instalación de fortalezas a lo largo de susfronteras y de la red vial para mantener la seguridad; 2) la instalación de centros estatales a lo largodel camino principal y vías secundarias (Raffino 1981; Hyslop 1984, 1990; Vitry 2000); 3) la intensi-ficación de la producción agropastoril a partir del desarrollo de recursos separados de los de lassociedades nativas; 4) la intensificación de la producción minera y artesanal (Raffino 1981), y 5) el

reclamo del paisaje sagrado a través de la construcción de santuarios en más de 50 elevaciones quesuperan los 5000 metros sobre el nivel del mar (Schobinger 1966, 1971; Reinhard 1985; Ceruti 1997;D’Altroyet al. 1998).

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 211

Fig. 1. Mapa de extensión del Tawantinsuyu o imperio inka.

Santiago

Área de

detalleArgentina

Bolivia

Ecuador

Perú

0 1000 km

Cuzco

Quito

Chuquiabo (La Paz)

500

L. Titicaca

Lima

Mendoza

Copiapó

Salta

Cotapachi (Cochabamba)Arequipa

Nazca

Hatun Xauxa

Huánuco Pampa

Cajamarca

Tumipampa Tumbes

Guaca

Ingapirca

ChiquitoyViejo

Pumpu Tarma

WillkaWamán

Pachacamac

Inkawasi Tambo Colorado

ChalaAtico

HatuncollaChucuito

Paria

Pica

Tupiza

Tilcara

La Paya

CatarpeSan Pedro de Atacama

Chile

Pucará del Andalgalá

Chilecito

Ranchillos

Sitio inkaCiudad o poblado moderno

Ciudad o poblado sobreun sitio inka

OllantaytamboVilcabamba

LimatamboLa Centinela

Machu Picchu

Potrero-Chaquiago

Cerro Grande de La Compañía

Potrero de PayogastaCortaderas

Samaipata

Túcume

Milliraya

Shinkal

Yavi

TucumánValliserrana central

O c

é a

n o

P a c í f i c o

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VERÓNICA WILLIAMS 212

El presente artículo está dividido en dos partes. En la primera referiré brevemente a lasdiversas formas de dominio imperial plasmadas en la arquitectura de dos valles intermontanos del Noroeste Argentino y, en la segunda parte, se analiza la producción y el uso de cerámica como unaforma de dominación simbólica por parte del Estado inka.

2. El Noroeste Argentino

En el Noroeste Argentino, la quebrada de Humahuaca, los valles de Calchaquí, Santa María,Hulafin y Abaucán exhiben patrones de asentamientos conglomerados jerárquicos durante el perio-do previo a la conquista inka. Se encuentran ubicados en zonas estratégicas, de fácil visibilidad yfácil defensa (los pukara), a lo largo de las quebradas troncales y la porción inferior de las quebra-das tributarias. Este patrón fue el resultado de un proceso multisecular de concentración poblacionalque se inicia alrededor de 1000 d.C. con la formación de asentamientos conglomerados que reempla-zan al patrón disperso anterior (Nielsen y Walker 1999: 155). Alrededor de 1300 d.C. se observa unacreciente integración económica que cobra expresión en la progresiva segregación espacial entreáreas residenciales y productivas. También surgen relaciones jerárquicas entre asentamientos ex- presadas en contrastes, no solo de tamaño, sino de complejidad, estructura interna y en la distribu-ción diferencial de espacios públicos (Nielsen 1996).

Los asentamientos más grandes como Quilmes, Tolombón, Pichao y Fuerte Quemado en elvalle de Santa María, o los complejos de Valdez y Borgatta, en el norte del valle Calchaquí, o Tilcaray Los Amarillos en la quebrada de Humahuaca, probablemente sustentaban poblaciones de unoscientos de miles de habitantes. Algunos de ellos presentan evidencias de construcciones públicascomo grandes plazas centrales flanqueadas por edificios no residenciales, mientras que otros, pro- bablemente, arquitectura cívico-ceremonial.

3. La infraestructura imperial

En el Noroeste Argentino se hallan importantes instalaciones inkas, incluyendo centrosadministrativos, tambos, fortalezas, almacenes y zonas de producción agrícola (Fig. 2). No obstante,la ocupación estatal difiere de una región a otra en algunas características importantes que seráncomentadas posteriormente y, a su vez, difieren de las ocupaciones locales previas. Si bien la mayo-ría de los centros provinciales del Noroeste Argentino comparten rasgos de urbanismo, detallesarquitectónicos y actividades similares al resto de las provincias inkas, la magnitud es algo diferen-te. Por ejemplo, los complejos inkas más grandes del Noroeste Argentino, como Shincal o Cortaderas,contienen solamente entre 100 a 200 edificios, mientras que Huánuco Pampa, en la sierra central delPerú, contiene más de 4000.

3.1. Las fortalezas

Un rasgo interesante de destacar en los Andes del sur es el énfasis dado a la defensa delterritorio (Fig. 3). En el perímetro suroriental del Kollasuyu se distribuyen asentamientos inkas forti-ficados o situados en posiciones defensivas. Se sabe que durante el reinado de Wayna Qhapaq sereforzó la frontera suroriental del imperio con la instalación de una línea de fortalezas para evitar lasincursiones de los grupos chiriguanos, quienes aprovechándose de la preocupación del Estado por los Andes septentrionales, invadieron la frontera suroriental del imperio.

En general, este tipo de asentamiento se ubica en posiciones de control de tráfico a través

de puntos clave naturales, especialmente pasos montañosos. Inkallacta (Bolivia), Pucará de Andalgalá(Argentina) y Cerro Grande de la Compañía (Chile) son algunos ejemplos arqueológicos que presen-tan esas localizaciones. En la actual provincia de Jujuy se ubican una serie de pequeñas fortalezas y

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 215

sitios rituales a lo largo de la cima de las montañas, como Cerro Chaquillas, Cerro Amarillo, PucaráMorado, Puerta de Zenta, Pucará Tres Cruces y Pueblito Calilegua. En estos casos, los sitios forti-ficados parecen haber sido parte de un esfuerzo sistemático por impedir, o al menos controlar, eltráfico entre las tierras bajas, los valles y la puna. En la provincia de Salta, los inkas mantuvieron laseguridad sobre el piedemonte entre las montañas y las tierras agrícolas asociados a cientos de

qollcas, como es el caso del valle de Lerma, donde en el Campo del Pucará hay más de 1700 estruc-turas de almacenamiento. Más al sur se ubica, casi sobre la frontera oriental del imperio, el Pucará deAndalgalá, aunque el ejército inka penetró más de 100 kilómetros dentro de territorio lule. Muchossitios en el interior del área valliserrana estuvieron fortificados, como es el caso del Pucará de LasPavas, en el macizo de Aconquija, así como en Cortaderas en el valle Calchaquí norte (Paulotti 1958-1959; D´Altroyet al. 2000).

En el ámbito del valle de Yocavil hubo al menos 14 pukara, lo que apunta a una situación panandina donde las fuerzas productivas y políticas estaban en competencia y comenzaba unatendencia a la centralización política. Según Tarragó (2000), en este valle se dio una dinámicaestructurada tanto por colonización efectiva como por intercambio. Una jerarquía de núcleos pobla-dos se articula en diferentes niveles de magnitud en cuanto a tamaño poblacional y de densidad deocupación. Esta organización se relaciona con la consolidación de sociedades jerarquizadas quedetentaban diversos grados de control político en el marco regional. En un primer nivel se encontra-ría Quilmes y su entorno de varios pueblos y, más al norte, el conjunto de Tolombón y Pichao(Cornell y Johansson 1993). Tolombón (35 hectáreas) cuenta con más de 212 recintos distribuidossobre el pie de un cerro, en el conoide y sobre la cima del cerro defendido por un complejo grupo demurallas que constituyen un sistema de protección de eficacia sorprendente. En un segundo nivelde magnitud se ubicarían los núcleos de Fuerte Quemado, Rincón Chico, Las Mojarras y CerroMendocino, con un poblado al pie, en el extremo meridional. Diversos caseríos y unidades domés-ticas rurales dependientes de algunos de estos núcleos se distribuían en puntos claves del valle.

3.2. Asentamientos inkas

El valle Calchaquí fue uno de los territorios de mayor complejidad sociopolít ica no solo porque allí los inkas construyeron centros administrativos importantes, sino como escenario de laresistencia contra el dominio español. Desde el extremo norte del valle Calchaquí había al menos11 núcleos importantes de población que combinaban los pukara con poblados bajos como Fuer-te Alto de La Poma, Palermo, Cachi Adentro, Cortaderas Alto, El Churcal, Molinos y Angastaco(Figs. 4, 5). Según Lozano (1874), desde Cafayate hasta el campo del Gran Arenal, el valle deYocavil o Santa María, situado entre el cerro Las Animas (Aconquija) y la sierra de Quilmes, está:«[...] tan cuajada de ruinas ( pukara y pueblos antiguos) como la quebrada de Humahuaca». Para

este valle se conocen hasta el momento siete grandes conjuntos de poblados que se ubican en lamargen izquierda u occidental y estos son, de norte a sur: Tolombón, Pichao, Quilmes, FuerteQuemado, Las Mojarras, Rincón Chico y Cerro Mendocino, y una serie de asentamientos sobre lamargen derecha, como Yasyamayo, Amaicha, Masao-Caspinchango, Jujuil, Shiquimil, Ampajangoy Pajanquillo (Tarragó 1995: 226). Recordamos que este valle formó parte de la provincia de Quire-Quire, que fue la provincia de los calchaquíes y yocaviles, y para la que se menciona la presenciade 20.000 mitimaes traídos de diversas zonas del imperio con el fin de explotar la región y controlar el trabajo de la población local (Lozanoop. cit.; Jaimes Freyre 1915: 225-226).

Los misioneros, Lozano entre ellos, anotan que los inkas temblaban ante el nombre de loscalchaquíes y que los consideraban indómitos, fieros y caribes (Lozano 1874: vol. IV, 10). La

tradición oral cuenta sobre la política represiva que el Cuzco debió utilizar para conquistarlos. Losdel valle se revelaron dos veces contra los inkas y en represalia se ordenó que destruyeran atodos los moradores.2 Estas marchas y contramarchas en la conquista y ocupación se demuestran

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VERÓNICA WILLIAMS 216

Fig. 4. Mapa con la ubicación de los sitios inkas y tardíos locales del valle Calchaquí medio, Salta.

0 5 km

Seclantas

Molinos

Luracatao

Amaicha

Gualfín

La Arcadia

Tacuil R í o

T a c u i l

R í o C o

l o m e

R í o L u r a c a t a o

R í o C a l c h a q u í

La Torre

Churcal

Angostura

AngastacoR í o An g as t ac o

SSalSac1

Mol 29

Mol 31

Mol 20

Mol 25

Mol 27

Mol 11Mol 12

Mol 13Mol 5

Mol 7

Mol 2

Poblaciones actuales del valle Calchaquí medioSitios arqueológicos de tipo fuerte del valle Calchaquí medioSitios arqueológicos del valle Calchaquí medio

SSalMol 27: La Puerta de LuracataoSSalMol 7: San RafaelSSalMol 2: El ChurcalSsal Mol 9: San Lucas ISSalMol 11: Amaicha I o Santos VíctorSSalMol 12: Amaicha IISSalMol 13: Amaicha IIISSalMol 16: Molinos I

SSalSac 2

SSalSac 4

Mol 23

Peña Bola

Mol 16

Mol 9

SSalMol 5: La CampanaSSalMol 20: MayucoSSalMol 29: Fuerte de GualfínSSalMol 31: Fuerte de TacuilSSalMol 23: El Pozo o LeoponzoSSalSac 2: La AngosturaSSalSac 4: Santa Rita o La Angostura IISSalSac 1: Angastaco

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VERÓNICA WILLIAMS 218

en la superposición de edificios, después de un periodo de abandono, visibles en la construccióndel centro administrativo de Potrero de Payogasta, en el valle de Calchaquí norte. En esta provinciainka se llevó a cabo el levantamiento indígena provocado por Pedro Bohórquez en nombre del Inka,quien fue llevado por el cacique principal del valle, Pivanti, a su casa en el pueblo de los pacciocasen las cercanías de Tolombón (Torreblanca 1984 [1696]: 2, 5; Lorandi 1997). Cieza sitúa «el pueblo de

Quire-Quire» con el de los «tolombones» (1987 [1533]: 212) y dice «[...] los mitimaes de Yocaviltuvieron la misión de vigilar la minería de Linlin». Barzana (1965 [1594]), en su carta al padre Sebastián,expresa que eran «Ingas», orejones y que hablaban quechua. Al interior de este territorio, los seño-res habrían mantenido una interacción mutua de alianza tanto en la esfera económica como simbólicay social, lo que era necesario para preservar la cohesión del sistema productivo y su defensa deotros pueblos foráneos. Lozano (op. cit.) nombra a Topanqui, cacique de Zuma, del valle de Quire-Quire (Strube Erdman 1963) y se refiere al valle de Tolombón como sector político-territorial del valleCalchaquí y señala, además, que, «[...] habiendo en su antigüedad contraído parentesco con los presidiarios peruanos que hubo en sus fronteras, se habían esmerado más en los obsequios a sufingido inka, Pedro Bohórquez quien por fiar más de ellos, les hizo los guardas inmediatos de su persona, porque así aseguraba más el respeto y veneración de los demás [...]» (Lozano 1874: tomoLXXVIII).

En el valle Calchaquí, los sitios inkas se encuentran ubicados en los dos tramos principalesdel camino real que entran al valle desde el norte y en la parte media del mismo. Se han registradosiete sitios estatales, que se distribuyen en 50 kilómetros al este del camino imperial desde el sector superior del valle hasta Tastil en la quebrada del Toro, no interrumpidos por ninguna comunidadsantamariana local importante (por ejemplo, Belgrano, Casa Quemada y el Calvario [Hyslop y Díaz1983]). En el norte del Calchaquí, en un área prácticamente vacía de asentamientos locales, los inkasedificaron un paisaje propio construyendo dos sitios principales con probable función administra-tiva, Cortaderas y Potrero de Payogasta, aunque existen otros sitios con componentes importantesinkas que se ubican a lo largo del tramo occidental del camino. En contraste con estos sitios netamenteinkas, los sitios La Paya y Guitián, en la parte media del valle Calchaquí) se destacan como losmayores asentamientos con sectores inkas intrusivos en comunidades locales preexistentes quemencionaré posteriormente.

Cortaderas fue un asentamiento multifuncional ubicado en el valle del río Potrero, queconsta de cuatro sectores arquitectónicos (Fig. 6). El sector más alto, Cortaderas Alto (9 hectáreas),fue un sitio santamariano de tipo conglomerado (de más de 200 conjuntos arquitectónicos), natural-mente fortificado y rodeado por una serie de paredes o muros perimetrales y terrazas empinadas; fueocupado brevemente y los inkas probablemente lo pudieron haber despoblado. Cortaderas Bajo(4 hectáreas), ubicado sobre el camino inka principal, contiene un cerrito fortificado con clara arqui-

tectura inka y construcciones tipo celda que fueron quizás usadas para almacenamiento. Unos pocos metros al sur se ubica Cortaderas Derecho que, al parecer, habría sido un asentamientoresidencial (Acuto 1999). El último sector, Cortaderas Izquierdo (6 hectáreas), presenta numerososedificios; uno de ellos se caracteriza por estar formado por 20 recintos dispuestos en doble hilera,recintos rectangulares conectados, un montículo plataforma, una posiblekallanka y una serie de posibles estructuras circulares de almacenamiento. Considerado todo el conjunto de sectores deCortaderas, sugerimos que los inkas realizaron una considerable inversión en la ocupación de estazona, el punto pivote que conecta el valle Calchaquí con la puna y la quebrada de Humahuaca,ubicada más al norte. Justo al sur de Cortaderas se encuentra un área de tierras irrigadas interrumpi-das con algunas estructuras de arquitectura inka con cerámica imperial.

En la cabecera del río Potrero se localiza otra instalación estatal de funciones múltiples,Potrero de Payogasta (9 hectáreas) a 5 kilómetros al norte de Cortaderas y sobre el camino principalinka (Fig. 7). El establecimiento domina la ruta principal, entre el valle y la puna al norte, rodeada por

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 219

Fig. 6. Plano del sitio de Cortaderas, en el valle Calchaquí norte, Salta.

100 m0

- 1 0 0 m

- 1 5 0

m

- 2 0 0 m

- 2 5 0 m

- 5 0 m

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427

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VERÓNICA WILLIAMS 220

Recolección de superficie

Excavación

División arquitectónicaADIntervalo topográfico = 4 m

50 m0

AD 21

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- 2 4

-28

(SSalCac 42)

POTRERO DEPAYOGASTA

Fig. 7. Plano del asentamiento inka de Potrero de Payogasta, en el valle Calchaquí norte, Salta.

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VERÓNICA WILLIAMS 222

El asentamiento inka de Potrero Chaquiago es una pequeña instalación estatal formada por cinco sectores arquitectónicos que cubren un área de 4,3 hectáreas, de donde proviene una consi-derable evidencia sobre producción artesanal de diferente tipo, incluida la producción agrícola parauso local a través de la construcción de terrazas y pequeños sistemas de irrigación que regabantierras cercanas al asentamiento (Fig. 11). También existe una serie de 15 qollcas, posiblemente parauso local (Williams 1996). En esta zona se ubican dos grandes fortalezas: Pucará de Las Pavas yPucará de Andalgalá, así como una serie de postas, como la de Intihuatana, en Fuerte Quemado,Punta de Balasto, Bicho Muerto y el tambo de Ingenio del Arenal Médanos, ubicado en el piedemontede la falda occidental de la cadena del Aconquija y en el nodo de comunicación entre los valles del

Cajón, Santa María, Hualfín y la sierra de Capillitas y bolsón de Andalgalá. No se debe dejar demencionar la existencia de un grupo de estructuras tipo celda cuya morfología y distribución presen-tan características singulares (Fig. 12).

Fig. 8. Plano del sitio Guitián, en el valle Calchaquí medio, Salta.

50 m0

Plaza

Muroperimétrico

Plataforma

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 223

Fig. 9. Mapa de distribución de sitios locales e inkas en el valle Yocavil norte.

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b r e s C a l c h a q u

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S i e r r a d e Q u i l m e s o d e l C a j ó n

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S i e r r a C h a n g o

R e a l

Área dedetalle

ARGENTINA

20 KM0

Tolombón

El Churcal

Sitios arqueológicos del valle Calchaquí medio y Yocavil norte

Poblaciones actuales del valle Calchaquí medio y Yocavil norte

Pichao

Quilmes

Las Mojarras

Rincon Chico

Cerro Mendocino

Amaicha

Caspinchango

Pajanguillo

Amapajango

Jujuil

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VERÓNICA WILLIAMS 224

F i g .1 0 .M a p a d e d i s t r i b u c i ó n d e s i t i o s i n k a s y t ar d í o s e n e l v a l l e d e S a n t aM

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 225

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VERÓNICA WILLIAMS 226

Una particularidad de este tipo de arquitectura es la distribución que comienza en el Kollasuyucon el sitio de Calahoyo o Tambo Real de Matienzo, ubicado en territorio boliviano en el límite conArgentina. Dentro del Noroeste Argentino fueron localizadas 22, especialmente en las provincias deSalta (valles Calchaquíes, Amblayo) y en la Quebrada del Toro, de Catamarca (en los valles del Cajóny de Abaucán) y, probablemente, en San Juan. Por su parte, en el norte de Chile se ubicaron dosconjuntos: uno en la cuenca alta del río Copiapó (Atacama) y otro en el valle del río Grande (Coquimbo).En el Cuntisuyo, dentro de territorio ecuatoriano, fueron registradas estructuras similares en sitiosubicados en las provincias de Chimborazo y de Loja. La mayor parte de estos conjuntos arquitectó-nicos estaría en condiciones de haber sido usada como terrenos de cultivo. Esta afirmación se basaen que: a) se ubican en áreas aptas para la agricultura, como lo demuestra el hecho de encontrarse en

Fig. 12. El sitio Cortaderas Izquierdo, en el valle Calchaquí norte, Salta.

25m0

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 227

medio o cerca de zonas agrícolas como las estructuras del valle del Cajón, las de Urbina y la deCortadera; b) están muy próximos a cursos de agua, y e) un gran porcentaje de las mismas esempleado, actualmente, de manera exitosa con esa finalidad. En este punto surge una cuestión: ¿por qué son morfológicamente diferentes estas construcciones a las restantes terrazas de cultivo ubica-das en los mismos sitios? Podemos responder que, en principio, esta arquitectura marca, de manera

indudable, la presencia imperial, pero no se puede precisar si esos terrenos estaban destinados alculto, a actividades administrativas o si la especial morfología de estas estructuras —que incluía paredes mucho más altas que las del resto— servía para algún cultivo que requería cuidados espe-ciales o para un producto con acceso restringido.

A partir de la información presentada, señalamos que la ocupación inka en el NoroesteArgentino fue intensa, pero ocurrió en bolsones o islas en áreas productivas y estratégicamenteubicadas (Williams y D’Altroy 1998). Tanto en el valle Calchaquí como en el de Yocavil-Santa Maríay la Quebrada de Humahuaca, los inkas supervisaron la construcción de una amplia variedad defacilidades usadas para propósitos administrativos, militares y ceremoniales, además de la produc-ción artesanal y agrícola, movilizando contingentes de poblaciones destinadas a trabajar en proyec-tos estatales. La minería y metalurgia podrían haber sido importantes y el factor decisivo de ladominación, pero la diversidad de instalaciones y las actividades desarrolladas indican que losinkas no simplemente extrajeron recursos sino que también invirtieron en el gobierno directo enubicaciones claves.

El hecho de que los inkas construyeran importantes asentamientos tanto en lugares dondeestaba presente la población local como en zonas vacías subraya la propensión a confeccionar sugobierno con relación a las situaciones locales en el contexto de un diseño a gran escala (norte de laquebrada de Humahuaca, norte del valle Calchaquí, valle de Lerma, alrededores de las confluenciasde los valles de Santa María, Hualfin y Abaucán, y alrededores de Santiago de Chile). Esta distribu-ción nos permitió plantear que la ocupación imperial fue selectivamente intensiva (Williams y D’Altroy1998). En el sector norte del Calchaquí y en el área circundante del macizo de Capillitas, el imperioconstruyó una serie de asentamientos de clara arquitectura inka, mientras que en el sector medio ysur del valle Calchaquí-Yocavil, la materialización del poder estatal se traduce en un reacomodo delos espacios locales (por ejemplo, La Paya, Guitián, Loma del Oratorio, Tolombón, Quilmes y FuerteQuemado). La presencia inka trajo cambios en el uso, reorganización y el significado de los espacios públicos, domésticos y ceremoniales de las sociedades locales. En otros casos, la presencia inkasolo está representada por la existencia de restos muebles imperiales, principalmente cerámica de-tectada en sitios locales (Tero, Fuerte Alto, Choque, Valdés y Tolombón).

4. La producción de objetos simbólicos

Los Andes del sur fueron conocidos por las actividades artesanales y mineras en tiemposdel Inka, según algunos documentos históricos. Cronistas como Betanzos (1987 [1551-1557]), Sar-miento (1960 [1572]) y Pizarro (1986 [1571]) sostienen que el propósito central de la aventura imperialen los Andes del sur fue la de obtener minerales. Tanto Chile como el Noroeste Argentino son terri-torios ricos en minerales de cobre y hay una considerable tradición en la metalurgia del broncevarias centurias anteriores al surgimiento del Estado inka, así como una larga tradición de produc-ción de lapidaria en minerales de cobre como turquesa, malaquita y atacamita, así como objetos deoro que han sido recuperados, con frecuencia, en tumbas del Periodo Formativo.

Las investigaciones arqueológicas en los Andes del sur también apoyan la idea de que

los inkas tomaron ventaja de la riqueza mineral de la región. Existe una amplia evidencia sobresitios inkas que estuvieron relacionados con la explotación, procesamiento y extracción mineradel oro, plata, cobre, galena, plomo, zinc, estaño y otros minerales asociados (por ejemplo, Quillay

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VERÓNICA WILLIAMS 230

Fig. 15. a, b. Cerámica de estiloYocavil Polícromo, del Noroeste Argentino.

química de la cerámica de estilo Famabalasto Negro sobre Rojo y Yavi Chico Polícromo ofrecenevidencia de que grupos de artesanos de dos localidades, como Yavi en la puna y Santiago delEstero, fueron trasladados a centros estatales de Catamarca y Salta. Si bien la alfarería confecciona-

da por los colonos artesanos se realizó en concordancia con los patrones tecnológicos de sus probables áreas de origen, la producción y distribución de ambos estilos parece haber seguidolíneas diferentes.

El segundo rasgo es que en contra de la noción general de una economía estatal discreta ycontrolada es la alta proporción (más del 60%) de cerámica policroma no inka usada en muchosasentamientos que poseen rasgos de construcción y ocupación estatal. Este patrón es especialmen-te visible en la mitad sur del imperio. La disyunción entre la arquitectura estatal y la distribución decerámica es, indiscutiblemente, un resultado directo de una estrategia de gobierno que fue aplicadadistintivamente en los Andes del sur (D’Altroyet al. e.p.). Por ende, la distribución de cerámica deestilo cuzqueño parece haber estado restringida a ciertas regiones. Los conjuntos cerámicos de lossitios inkas de los Andes Centrales (por ejemplo, Mantaro, Cuzco y lago Titicaca) presentan una alta popularidad de los tipos inkas, mientras que en los Andes del sur los contextos cerámicos dematerial inka no llegan a un 10%. La explicación sobre este comportamiento diferencial puede estar

a

b

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PODER ESTATAL Y CULTURA MATERIAL EN EL KOLLASUYU 231

Fig. 16. a, b. Piezas del estiloYavi Chico Polícromo del áreade Yavi, Jujuy. a. Altura: 14 cen-tímetros (de Krapovickaset al.1989); b. Escudilla. Altura: 7 centímetros.

relacionada con las diferentes políticas que el Estado aplicó para anexar nuevos territorios. Lasdiferencias estilísticas, petrográficas y composicionales de la cerámica inka indicarían que, en sumayoría, esta fue producida para consumo regional aunque algunas cerámicas de estilo cuzqueño

fueron trasladadas a largas distancias (D’Altroy y Costin 1982; D’Altroy y Bishop 1990; Lorandiet al. 1991; Raffinoet al. 1993).

El tercer rasgo se refiere a la distribución de ciertos estilos cerámicos en los Andes del sur,a lo largo de canales paralelos a la distribución de cerámica inka polícroma. Es muy posible que losinkas habrían valorado los estilos cerámicos de ciertos grupos étnicos. Algunos de los más impor-tantes estilos son el Pacajes o Saxamar, del área circuntiticaca (Munizaga 1957; Dauelsberg 1960),Yavi Chico Polícromo, sur de Bolivia y Puna argentina (Krapovickas 1977) e Inka Paya o Casa Mo-rada Polícromo (Ambrosetti 1907-1908; Bennettet al. 1948; Serrano 1958) hallados en muchos sitiosinkas en el Noroeste Argentino e incluso Perú, Chile y Bolivia. Precisamente, las formas abiertas(escudillas y platos) de casi todos estos estilos han sido recuperados de centros inkas en el Noroes-te Argentino (valle Calchaquí y bolsón de Andalgalá). Las preguntas clave que se deben contestar es acerca de que si aquellas cerámicas fueron transportadas a largas distancias o si fueron hechaslocalmente como imitaciones de estilos prestigiosos.

a

b

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VERÓNICA WILLIAMS 232

La cerámica de estilo Pacajes o Saxamar (Fig. 17) es de larga tradición en la zona del altiplanosur (entre 1100-1470 d.C.)3 y durante el periodo comprendido entre 1470 d.C.-1540 d.C. una de lasvariantes estilísticas que incorporaba elementos cuzqueños fue la que se difundió por el Kollasuyu(Albarracín-Jordán y Mathews 1990). Cuencos con llamitas dominan los conjuntos recuperados por Rydén (1947) en Palli Marca y Cchaucha del Kjula Marca. En Chucuito, Tschopik identificó un platocon llamitas como del estilo Inka Cuzco (cf. Tschopik 1946: fig. 24 h). Fuera del área del Titicacadiseños de «llamitas» aparecen en platos inkas de la región de Cuzco (Bingham 1930; FernándezBaca 1971) vinculados a otros motivos naturalistas y geométricos (Van Buren 1993: 292); en el vallede Moquegua en la costa sur peruana (Torata Alto y Sabaya) (Van Buren 1993) y en Atacama, Chile.En el Noroeste Argentino están siempre asociados a contextos inkas de centros administrativos,como Cortaderas Bajo y Chivilme (Calderari y Williams 1991; Williams 1996).

Los análisis realizados de caracterizaciones químicas de 14 fragmentos cerámicos de estiloPacajes del sitio de Kasapata, en la isla de Titicaca, sugieren que, posiblemente, este material fue producido en la región del Cuzco más que en la cuenca del lago, ya que sus composiciones sonquímicamente semejantes y formaron un grupo composicional coherente (D’Altroy y Bishop 1990).Las muestras de cerámicas pacajes de centros administrativos de Salta, Argentina, presentaron unacomposición química semejante a una muestra de Bolivia, lo que llevaría a pensar que, probablemen-te, pudieron ser manufacturadas con una arcilla semejante en Bolivia o en otra zona, y ser trasporta-dos, luego, a instalaciones estatales en Salta que están distantes a más de 100 kilómetros del área

circuntiticaca.El otro estilo cerámico es denominado Yavi Chico Polícromo, fechado entre el 930 y 1400

d.C. y cuya distribución corresponde a la porción norte del sector oriental de la puna, cerca de lafrontera con Bolivia que coincide con el territorio de los chichas, según comentan fuentesetnohistóricas de los siglos XVI y XVII (Krapovickas 1977: 146-147). La evidencia documental ehistórica indica que miles de colonos fueron transportados con el fin de producir una variedad de bienes para el Inka. La alfarería yavi de excelente calidad4 debió haber sido un bien de intercambioque circuló por amplias regiones, en el valle de San Juan Mayo, Lípez y, en Atacama, el alto Loa,Chile, lo que indica el prestigio y el valor de circulación que tenía el estilo (Tarragó 2000: 260-270). Elantiguo tráfico entre Humahuaca y el noreste de la Puna sur de Bolivia se habría intensificado con laconquista inka debido, quizás, a los desplazamientos de población (Lozano 1941 [1733]: 78) o por lautilización de olleros chichas para la producción de cerámica para el Estado en la zona (Murra 1978).Análisis macroscópicos realizados sobre material yavi sugieren que la cerámica —perteneciente a

Fig. 17. Cerámica de estilo Pa-cajes de la cuenca del Titicaca.Colección Bandelier (American Museum of Natural History de

New York).

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el Noroeste Argentino, e Inkallajta, Samaypata, Arani y La Alameda de Tupiza, en Bolivia (Berberiány Raffino 1991: 194).

Los análisis de 310 muestras cerámicas de diferentes estilos y 34 muestras de arcillas proce-dentes de varios centros estatales del Noroeste Argentino y de la Isla del Sol y de la Luna del

Titicaca (Bolivia) aportan algunos resultados interesantes con relación a la producción y consumode cerámica por parte del Estado (Williams, Lorandi, D’Altroy y Hastorfet al. e.p.). El primer resul-tado es la existencia de una alta correspondencia entre estilo cerámico y composición química (por ejemplo, el estilo Inka Polícromo se diferencia de los estilos Pacajes, Negro Pulido, Yavi y Famabalasto).El segundo es que la producción y el consumo de cerámica para el Noroeste Argentino de estilo InkaPolícromo fue regional. El tercero es el reconocimiento de múltiples localidades de producción decerámica inka en el Noroeste Argentino localizadas en las actuales provincias de Salta y Catamarca.Se distinguieron, al menos, cuatro fuentes de producción de cerámica de estilo Inka en Catamarca ydos para la provincia de Salta. El cuarto resultado es la posible presencia de colonias demitmaqkunaen las instalaciones imperiales de Catamarca y Salta. Los análisis químicos de la cerámica Famabalasto Negro sobre Rojo y Yavi Chico Polícromo ofrecen evidencia de que artesanos de dos localidadesfueron trasladados a centros estatales de Catamarca y Salta. La alfarería confeccionada por loscolonos artesanos se realizó en concordancia con los patrones tecnológicos de sus probables áreasde origen, tal como se propuso para los estilos Famabalasto y Yocavil en Catamarca y Salta, aunquela producción y distribución de ambos estilos parece haber seguido líneas diferentes. La alfareríaFamabalasto recuperada de sitios inkas fue confeccionada localmente. De manera contraria, materialYocavil de Santiago del Estero es muy similar en su composición al material del mismo estilo deCatamarca y Salta.

Por último, la manufactura de los grandes aríbalos y de los platos, las formas con mayor distribución territorial dentro del imperio, fue descentralizada. Para la confección de ambas formasse habrían usado arcillas diferentes, las que están presentes en seis de los grupos composicionalesformados de la muestra analizada.

5. Conclusiones

Se han presentado algunos ejemplos arqueológicos del proceso de materialización del po-der inka a partir de la arquitectura, producción y uso de objetos simbólicos, especialmente en lacerámica. Tanto en la Quebrada de Humahuaca, como en el sector norte del valle Calchaquí, en elvalle de Santa María y en el bolsón de Andalgalá los inkas construyeron numerosos asentamientosen puntos de contacto interregional, todos muy cercanos entre sí y en áreas no densamente ocupa-das por los pueblos nativos, constituyendo un sector fuertemente inkaizado en donde se implantó

un paisaje inka (Raffino 1981; Raffinoet al. 1983-1985; Acuto 1994; D’Altroyet al. 1998).Muy probablemente, las diferentes formas de ocupación espacial por parte del Estado que

se vieron para el caso específico del Noroeste Argentino pudieron responder a un control territorialde tipo directo o indirecto partiendo del supuesto de que en los asentamientos estatales confluyencentros de poder y de intercambio. Estos centros se ubican en lugares con ciertas característicasgeográficas, como la presencia de cerros, manantiales, huaycos o cursos de agua, etc. Su construc-ción constituyó un poderoso mecanismo de dominación ideológica y cultural planeado que actuósobre la constitución social y la identidad de algunos de los miembros de las sociedades nativas conel propósito de imponer la visión del mundo inka sobre las poblaciones dominadas, justificando su poder y autoridad e intentando reestructurar prácticas sociales (Acuto 1999).

Si se sostiene que el Estado dominó a través de la monumentalidad la pregunta es: ¿quécriterios primaron para plasmar esta variabilidad en la ocupación inka en el Noroeste Argentino?

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Notas

1 Ramírez de Velasco, en su carta de 1588 al rey, sustituye e identifica «al asiento de Quire-Quire» conel de los tolombones (Strube Erdmann 1958: 280).

2

Pedro Lozano, citando una carta del obispo Maldonado, expresa que, en la opinión de algunos:«[...] de hecho los capitanes del Inga conquistaron dos veces a los naturales de este valle, pero queellos idólatras de su propia libertad, llevaron tan pesadamente el yugo de su nuevo dominio, queotras dos veces se rebelaron, por lo cual despachando por tercera vez a sus capitanes al valle, lesdio orden apretada que destruyesen a todos sus moradores y que de aquí le vino al valle, en elidioma peruano el nombre de calchaquí, que quiere decir asolados, usando la metáfora del verboCalchani que usa el indio cuando acaba la cosecha del maíz abate al suelo la caña y alterando poco elvocablo se llamó el valle de Calchaquí» (Lozano 1874: 71). Esta es una de las interpretaciones del vocablo(cf. Lorandi 1997: 234).

3 Los fechados disponibles por termoluminiscencia del estilo Pacajes del norte de Chile son 750 ± 50

a.p., 670 ± 90 a.p., 640 ± 80 a.p. 590 ± 90 a.p. (Muñóz y Chacama 1988: 23; 35, 36; Schiapacasseet al.1991: 41).

4 El estilo Yavi Chico Polícromo incluye formas de botellones con caras modeladas en el cuello,cántaros con dos asas tipo baldes y escudillas decoradas con líneas negras sobre superficiesanaranjadas o beige sobre un engobe rojo morado con motivos de triángulos espiralados en diver-sas combinaciones o dibujos de forma arriñonada rellenos con reticulados.

5 En el sitio Loma del Oratorio (SsalCac 8), en Cachi Adentro, Díaz y Tarragó hallaron sobre la margenderecha del río Las Cuevas, un ejemplar de cerámica del estilo mixto Inka-Santamariano. El sitio secompone de dos sectores, uno de ellos de montículos con tumbas y otro con arquitectura inka. Eneste último sector se halló el entierro de un niño al interior de la vasija mencionada, junto con tres pequeñas piezas cerámicas de estilo Inka Paya y dos vasijas de forma restringida con asa única.

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INKAS Y CHICHAS 247BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 247-265

INKAS Y CHICHAS:

IDENTIDAD, TRANSFORMACIÓNY UNA CUESTIÓN FRONTERIZA

Rodolfo A. Raffino*, Christian Vitry** y Diego Gobbo***

Resumen

Durante su dominio sobre del altiplano, los valles del sur de la actual Bolivia y extremo boreal de Argentina, los inkas explotaron las riquezas mineras y agrícolas de Porco, Chayanta, Tupiza, Suipacha yTarija, utilizando comomitmaq y jatumrunas las naciones chichas, carangas y soras. Estas actividades deter-minaron la construcción de ramales decapacñam en sentido transversal, que conectaron esas regiones con elcapacñam principal que corría desde el Cuzco al Kollasuyu y varios pucarás para resguardarlas de lasinvasiones guaraníes. A pesar de las transformaciones en su estatus y la movilidad espacial que se les impuso,los chichas nunca olvidaron su identidad étnica y territorial. Incluso durante la administración española perdieron su prestigio y territorios en represalia por haber sido «hijos privilegiados del Tawantinsuyu».

Abstract

INKAS AND CHICHAS: IDENTITY, TRANSFORMATION AND A BORDER QUESTION

During their dominion of the plateau and valleys of the south of present-day Bolivia and boreal northof Argentina, the Inka mining and agricultural enterprises of Porco, Chayanta, Tupiza, Suipacha and Tarijaoperated using as mitmaq and jatunrunas people belonging to the nations of Chichas, Carangas and Soras.These locations and activities determined the routes within this region of the Inka road, capacñam. The road connected these regions with the main route of capacñam that ran from the capital of Cuzco to the Kollasuyu,as well as several pucaras (fortresses) which had been placed to protect against guaraníes invasions. In spiteof the transformations in their status and their movement as mitmaq, the Chichas never forgot their ethnic and territorial identity.

Primeramente las cuatro naciones que fueron soldados de los ingas [...] somos Los Charcas yCaracaras y Chuis y Los Chichas, diferenciados en los trajes y hábitos, hemos sido soldadosdesde el tiempo de los ingas llamados Inga Yupangue y Topa Inga Yupangue y Guaynacava y

Guascar Inga y cuando los españoles entraron en esta tierra los hallaron en esta posesión. Y esansí que estas dichas cuatro naciones como es público y notorio fuimos hemos sido soldadosdesde el tiempo de los ingas referidos arriva, reservados de pechos y alcavalas y de todas lasdemás tasas y servicios personales que se entiende de guarda de ganados y de ser ovejeros y dehacer la mita en la corte de la gran ciudad del Cuzco y de ser canteros, tejedores de la ropa decumbe y de abasca y de ser chacareros, albañiles y canteros gente que tenía por costumbretrasponer un cerro a otra parte a puras manos y labranzas como se hacía en el tiempo de losingas por otras generaciones como es público y notorio [...] (Memorial de Charcas [1582] en:Espinoza Soriano 1969: 24).

* Universidad Nacional de La Plata, Departamento Científico de Arqueología del Museo de La Plata.E-mail: [email protected] ** Museo Arqueológico Provincial, Provincia de Salta, Argentina. E-mail: [email protected] *** Universidad Nacional de La Plata, Departamento Científico de Arqueología del Museo de La Plata.E-mail: [email protected]

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RO DOL FO A. RA FF IN O, CH RI STI AN VI TR Y Y DI EG O GO BBO248

1. Introducción

Según ha sido propuesto, existen fuentes históricas y visibles evidencias arqueológicasque corroboran las acciones de una conquista y dominio pacífico del Tawantinsuyu sobre las nacio-nes que poblaban el altiplano, los valles mesotérmicos del altiplano y los valles del centrosur de la

actual Bolivia. Esto significa que, con excepción de los hechos beligerantes que concluyeron, du-rante el reinado de Wayna Kapac, con el desarraigo de los pueblos del valle de Cochabamba (Wachtel1980-1981) ambos registros, el etnohistórico (Espinoza Soriano 1969) y el arqueológico (Raffino,Alvis, Olivera y Palma 1986; Raffino, Alvis y Nielsen 1991; Raffino 1993) indican una coexistencia pacífica entre los inkas y las naciones que cohabitan al sur del Titicaca: quillacas, azanaques,carangas, soras, yuras, caracaras, uruquillas y chichas.

De las cuatro naciones a las que alude el Memorial de Charcas, el señorío de los chichas esel que atrae la atención de este trabajo. El Memorial, firmado por uno de sus líderes más importan-tes, Fernando Ayaviri, Mallku o señor de señores, descendiente del principal Consara, quien fueracapitán general de la confederación charca, es decir, de los chichas potosinos y tarijeños, ha dejado

suficientes pruebas arqueológicas que confirman su antiguo estatus social en tiempos delTawantinsuyu. Los chichas fueron guerreros, maestros canteros, albañiles, tejedores y labradores alservicio del Inka. Estas fuentes indican la participación de jatumrunas y guerreros (sinchis o aucas) pertenecientes a las naciones previamente conquistadas por los inkas en el altiplano meridional deBolivia y que intervinieron en el poblamiento, explotaciones mineras, agrícolas y, fundamentalmen-te, fueron guerreros de frontera para contener los avances arawakos o guaraníes —despectivamentellamados chiriguanos— que azotaban la frontera oriental sobre los espacios inkaizados (EspinozaSoriano 1969: 6-7).

Por tales méritos como guerreros del Inka, los chichas potosinos fueron honrosamentedistinguidos como «orejones de privilegio por sus servicios al Estado» y llegaron a hacer la mita en

la «gran corte del Cuzco» (Espinoza Soriano 1969). De igual modo, se reunían junto a las tresnaciones altiplánicas restantes en el tambo de Paria para ir a tributar al Cuzco. Paria fue una impor-tante instalación inka levantada al sur del lago Poopó, debajo de las minas de Porco, las que fueronexplotadas por los inkas y que nosotros creemos identificar como Uma Porco. Esta es una relevanteinstalación construida por el Tawantinsuyu que cuenta con cerca de 70 edificios dispuestos con elclásico ordenamiento espacial de los centros administrativos en torno a unaaukaipata, además deuna formidablekallanka, unushnu, numerosas collcas y corrales (Raffino 1993: 200).

Más allá de alguna exageración que indica el documento acerca del rol desempeñado por loschichas sobre sus servicios al Estado cuzqueño, el objetivo de este trabajo es presentar un recono-cimiento arqueológico realizado en las montañas de los departamentos bolivianos de Potosí y Tarija

con el propósito de contrastar esas hipótesis generadas a partir de las fuentes históricas del sigloXVI. Esto significa analizar un caso donde se advierte movilidad étnica, por mandato del Tawan-tinsuyu, de una nación como la chicha que, no obstante su sumisión al nuevo orden, mantuvo suidentidad étnica.

En términos de su cultura material, la arqueología pone en evidencia que, a pesar de lastransfiguraciones procreadas por la conquista de los inkas, los chichas continuaron manufacturan-do su propia alfarería con sus pastas, formas e iconografías, y también se vistieron conservando sustécnicas textiles y su moda, como lo indican las crónicas. Su asimilación al imperio los llevó a participar como obreros y maestros canteros en la construcción delcapacñam, tampus de apoyo,guarniciones fronterizas, andenes agrícolas, así como en diversas obras de asistencia alcapacñam,como puentes y alcantarillas. Además, al parecer, durante su participación en esta empresa regionalal servicio del Estado, los individuos que por diferentes razones perecían eran inhumados en tumbascon arquitectura y ajuar compuestos por artefactos y recipientes típicos de la nación chicha.

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INKAS Y CHICHAS 249

En esas obras de infraestructura se advierte que los chichas volcaron sus conocimientosadquiridos desde tiempos preimperiales sobre la cantería, la que mantuvo gran parte de su estiloarquitectónico original, no obstante sufrir algunas transformaciones al asimilar componentes arqui-tectónicos de la «tecnología de punta inka» en la construcción de caminos, puentes y demás obrasde infraestructura.

2. El paisaje regional y étnico de esta sección del Kollasuyu

Tanto el registro arqueológico como la documentación etnohistórica indican que la naciónChicha fue un importante cacicazgo andino que originalmente poblaba el territorio que nos ocupa: elaltiplano meridional de Bolivia, en lo que hoy día son las provincias nor y surchichas del departa-mento de Potosí, y la sección occidental del departamento de Tarija. Sus sitios residenciales, minasy chacras —Talina, Suipacha, Cotagaita, Ascande y Tupiza— se extendían por una serie de vallesentre los 2500 y 3700 metros de altitud por donde transcurría el sinuoso río San Juan Mayo u Oro.Hacia el naciente ocuparon también los oasis puneños de Ñoquera y Tajsara, encerrados por laCordillera Central o de los Chichas y los fértiles valles mesotérmicos de Tarija y Padcaya, situados por debajo de los 2500 metros de altitud.

La presencia chicha se ha comprobado arqueológicamente también en habitats alojados enel extremo boreal montañoso del Noroeste Argentino, específicamente en las nacientes del ampliovalle del río San Juan Mayo u Oro, en el altiplano y en las comarcas quebradeñas de Santa Victoriaoeste, Iruya y La Quebrada del Toro, en las actuales provincias de Jujuy y Salta. Su clásica cerámicay algunos rasgos arquitectónicos aparecen en importantes instalaciones multicomponentes comoPozuelos y Queta en la puna, Titiconte, Arcayo, Zapallar y Nazareno en Santa Victoria e Iruya, asícomo en sectores específicos de grandes instalaciones situadas en las quebradas de Humahuaca ydel Toro. Dichas instalaciones fueron fundadas en tiempos anteriores al avance cuzqueño y luegoremodeladas al caer bajo la órbita imperial, como sucedió con La Huerta y Tilcara; o abandonadas pocos años antes o durante la misma invasión, como fue el caso de Tastil donde se constata sola-mente alcapacñam cruzando a la vera del poblado.

Esta presencia fue interpretada como casos demitmaq chichas trasladados al NoroesteArgentino para cumplir sus servicios al Estado en el territorio situado al sur de su territorio originaldentro del antiguo Kollasuyu (Raffino, Alvis, Olivera y Palma 1986; Raffino, Alvis y Nielsen 1991;Raffino 1993; Williams y Cremonte 1992-1993). Hacia el sur, esta presencia se ha constatado inclusoen sitios que fueron capitales huamanis como El Shincal (Raffino 2004) y Chuquiago (Williams yCremonte 1992-1993: 9). En cuanto a la ocupación hacia la naciente, su «marca» se diluye por falta deregistros arqueológicos alrededor del meridiano 64°, en las últimas estribaciones serranas que descien-

den al Gran Chaco. Este espacio lindaba con la temible frontera chiriguana, los «bárbaros» arawakos,a quienes los chichas y, posteriormente, los mismísimos inkas no pudieron dominar, por lo quefueron objeto de permanentes invasiones o malocas.

Ese vasto territorio se encuentra en la sección meridional de los Andes Orientales, unainmensa masa montañosa que se levanta hasta casi 6000 metros sobre el nivel del mar, posee unsentido general Norte-Sur y transcurre por los actuales departamentos de La Paz, Cochabamba,Potosí, Oruro, Chuquisaca y Tarija. Regionalmente es conocida como Cordillera Real o Central, laque a lo largo de su transcurso comienza a diversificarse en cordones semiparalelos que se abrenhacia el sur como ramajes de un árbol y reciben diferentes topónimos de acuerdo a su situacióngeográfica y, especialmente, al territorio indígena que cruza. Entre ellos están la Cordillera de los

Azanaques, Chocaya, San Vicente, Central, de Los Frailes, de Los Chichas, de Lípez (Muñoz 1980).En su continuidad meridional penetra en el actual territorio saltojujeño argentino, en donde se leconoce como Cordillera o Sierra de Santa Victoria (Fig. 1).

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F i g .1 .M a p a d e u b i c a c i ó n d e l o s s i t i o s m e n c i o n a d o s e n e l t e x t o .

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Intercalados entre estos cordones serranos se inscriben esa serie de valles intermontanosya mencionados, de singular fertilidad y de trazado general Norte-Sur. En la geografía boliviana sonconocidos como «valles mesotérmicos», están ubicados en altitudes entre los 2000 y 3800 metrossobre el nivel del mar y responden, por su similitud ecológica, a los valles tipokeshua de la sierra peruana (Pulgar Vidal 1946). Su imagen física es comparable a la de los valles calchaquíes o a la

Quebrada de Humahuaca, en el Noroeste Argentino. Están surcados por ríos de montaña de uncaudal regular que se incentiva en épocas estivales y que pertenecen a la cuenca del Plata. Entreellos se destacan los ríos San Juan Mayo u Oro, Tupiza, Cotagaita, Pilaya, Camacho y Guadalquivir o Grande de Tarija. Estos descienden a la naciente y derivan sus aguas a las cuencas del Bermejo ydel Pilcomayo, luego a los ríos Paraguay, Paraná y de La Plata. Otros cauces menores se activan enépocas estivales y sus aguas confluyen sobre los nombrados. Entre ellos se encuentra el río Ñoquera,que corre con ligereza por un estrecho y profundo cañadón a una altura superior a los 3400 metrossobre el nivel del mar, derivando sus aguas al San Juan Oro. Para cruzar este cauce del Ñoquera afines del siglo XV, chichas e inkas construyeron un magnífico puente de piedra, unrumichaca quese conserva intacto hasta el presente.

Es oportuno señalar que los altos parajes altiplánicos de los Andes Orientales reciben unaconsiderable cantidad de bautismos regionales que enriquecen la toponimia —en mayor medidaaborigen, en lenguas aymara y kechua—, pero conducen a confusiones para quienes no los hanrecorrido en el propio terreno. La prueba de ello es que dos de las obras construidas por la asocia-ción inka-chicha —elrumichaca o puente de piedra sobre el río Ñoquera, y elcapacñam, construido por el Tawantinsuyu para conectar la puna de Tajsara con los valles de Tarija y Tupiza— se encuen-tran enclavadas entre las montañas, sus piedemontes y fondos de valle que los lugareños, e inclusoalgunos mapas del Instituto Geográfico Militar de Bolivia (hojas SF 20-1 y 20-5, serie H531, escala: 1:250.000) identifican como sierras de Yunchará, Tajzara o Tarachaca (donde «chaca» significa ‘puen-te’) y Mochará, las que alcanzan alturas superiores a los 4600 metros sobre el nivel del mar y forman parte de este sistema montañoso. Sin embargo, de manera indudable, el topónimo que mejor les cabea estas altas regiones es el de Cordillera de los Chichas , porque fue esta nación indígena de tiempos protohistóricos la dueña natural de esas montañas y punas, venas metalíferas, valles, pasturas y semen-teras.

Continuando hacia la naciente del altiplano, los valles altoandinos dan paso a otra serie decuencas de menor altitud y mayor fertilidad muy ricas en instalaciones prehispánicas y modernas,donde las evidencias de ocupación inka-chicha se tornan más abundantes. Se trata de los valles deCamacho, Antigal, Misca, Alisos, Pinos, Tolomosa y Tarija; en ellos se surcan otros cauces hídricosde regular caudal, los ríos Camacho, Alisos, Orosas, Pinos, Tolomosa y el Guadalquivir o Tarija. Másallá, en dirección al levante, el mundo andino da paso a la floresta amazónica y al Gran Chaco de los

yungas, con sus impenetrables bosques habitados por «los salvajes chunchos, mojos y chiriguanos» ,las tribus que, por siglos, resultaron indomables para los inkas, chichas y europeos.

3. El registro arqueológico como prueba de identidad y transformación cultural

La invasión imperial sobre el territorio chicha se encuadra dentro de la cronología tradicio-nal propuesta por Rowe (1945) a partir de la crónica de Cabello de Balboa (1951 [1586]). Esto abarcadesde los comienzos del reinado de Topa Inka Yupanki en 1471 y se extiende hasta la entrada deDiego de Almagro al Noroeste Argentino y Chile. Almagro llega a Tupiza a fines de 1535, pero no sedesvía hacia el Levante, a Tarija, sino que sigue su campaña hacia el sur, penetrando en el NoroesteArgentino hasta los valles de Hualfín y Abaucán, y pasa la Cordillera de los Andes por el puerto

cordillerano de Comecaballos hacia Copiapó a mediados de 1536 (Raffino 1995). La entrada españolaen Tarija sucede cuatro años más tarde, en setiembre de 1539, y la dirigieron Pedro de Candia, «ElGriego», y Diego de Rojas, provenientes de Tupiza (Julienet al. 1997; Barragán Vargas 2001).

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No quedan dudas de que la invasión española hacia el levante se hizo utilizando elcapacñamque unía Tupiza con Tarija durante el dominio inka regional. Varios factores estratégicos y económi-cos se advierten como móviles:

1) El Estado inka quiso aprovechar la fertilidad de sus valles, aún hoy día vigente, de modo que

planeaba utilizar jatumrunas para la construcción de sementeras (terrazas y andenes, con sistemasde regadío) y collcas para almacenar las reservas agrícolas.

2) Esta energía se producía para obtener recursos agrícolas con el fin de abastecer las explotacionesmineras de plata y oro que los inkas estaban realizando en la cordillera de Porco y Chayanta, en laCordillera Central, Chuquiago y otros lugares sobre el afamado río San Juan Oro, donde utilizabancomomitmaq a las etnias chichas, carangas y soras a la vez.

3) Para potenciar esas actividades fue necesaria la construcción de varios ramales en sentido trans-versal delcapacñam, que conectaran los valles de Tarija con las zonas de explotación económica ycon elcapacñam principal que corría desde el Cuzco a Tupiza y el Noroeste Argentino.

4) Ese espacio debió ser protegido de la amenaza proveniente «del bajo», de los guaraníes, con loque fue necesaria la construcción de varias guarniciones o pucarás fronterizos que también debíanser abastecidos. Para esta misión, los chichas fueron socios activos, pues fungieron de guerrerosque cubrían la frontera oriental de la amenaza chiriguana (Nordenskiöld 1917; Espinoza Soriano1969; Saignes 1985a, 1985b, 1986).

Las fuentes históricas son coincidentes en señalar que, a partir del último tercio del sigloXV, los chichas pasaron a desempeñarse en calidad demitmaq al servicio del Tawantinsuyu y participaron en la construcción y ocupación de guarniciones o pucarás fronterizos, de los numero-sos tramos decapacñam que unían al altiplano potosino con los valles mesotérmicos de Tarija, asícomo del manejo de las terrazas agrícolas, collcas y tampus. Las obras que mayores recursos huma-nos ameritaron fueron elcapacñam principal o «de la Sierra» que transcurre de norte a sur conectan-do el Cuzco con el Noroeste Argentino y Chile (Raffino 1982; Hyslop 1992), así como los segmentostransversales que atraviesan la cordillera de los Chichas de Poniente a Levante y comunican losvalles de Talina, Cotagaita, Tupiza y Suipacha, en Potosí, con los de Tolomosa, Antigal, Camacho,Pinos, Padcaya y Tarija en el sureste de la actual República de Bolivia (Fig. 2). Para apoyar estaempresa fue necesaria la construcción de una serie de establecimientos con arquitectura de superfi-cie, fundamentalmente tamberías, explotaciones agrícolas, collcas y corrales agrupados y, de maneraespecial, guarniciones defensivas que protegieran el territorio.

Varios de estos sitios fueron reconocidos en anteriores misiones de terreno y han sido publicados (Raffino, Alvis, Olivera y Palma 1986; Raffino, Alvis y Nielsen 1991; Raffino 1993). Elestilo arquitectónico de la nación chicha fue anteriormente reconocido en instalaciones multicom- ponentes inka-chicha que estos últimos ocupaban en lo que fue el epicentro de su territorio. Entreestos sitios están las instalaciones de Chipihuaico y Chagua, en la quebrada de Talina, la primeravinculada con actividades agrícolas y la segunda de arquitectura muy importante que contiene unaaukaipata, un ushnu y varias kallankas inkas. Chagua, además, fue un pueblo de olleros(soñocamayos) donde se desarrollaron intensas actividades de confección de cerámica chichautilitaria y de productos que tuvieron gran dispersión regional en tiempos inkas.

En el valle aledaño de Suipacha, el Tawantinsuyu construyó el centro administrativo de

Chuquiago (‘polvo de oro’ en keshua), el que presenta varios conjuntos de kanchas, una represa de piedra, acueductos y kallankas construidas con fina cantería chicha y vinculadas con la explotaciónde venas auríferas (Fig. 3). Un kilómetro al sur se encuentran el tambo de Villa Victoria (D. Angelo,

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comunicación personal) y el pucará de Charaja sobre el río San Juan Oro, por donde transcurre el

capacñam antes de internarse en la Cordillera Real en dirección al Naciente, hacia Tarija. También selevantaron tambos en La Alameda —hoy día sepultados por el suburbio norte de la población deTupiza y donde Almagro estuvo un par de meses reaprovisionándose en 1535— y en los parajes puneños de Mochará, Calahoyo y Toroara, estos dos últimos sobre la frontera argentino-boliviana.

En todos estos enclaves es visiblemente reconocida la típica alfarería chicha con cincovariedades (Raffino 1988), las que incluyen los tipos Yavi del Noroeste Argentino (Krapovickas1977) cuya presencia y distribución espacial es concordante —covariación directa o positiva— conlos sitios de registro arquitectónico chicha.

4. El registro arqueológico inka-chicha entre Tupiza y Tarija

Las obras en las que nos detendremos son cuatro, levantadas a corta distancia una de otraen la margen oriental del río San Juan Oro, en las provincias de Avilez y Mendez, dentro del depar-tamento de Tarija. La primera es de franco carácter monumental, un puente de piedra, la segunda esuna clásica guarnición inka, la tercera un conjunto de andenes y terrazas agrícolas y la cuarta uncementerio. Todas ellas atesoran claros indicios artefactuales y arquitectónicos que muestran elclásico estilo Chicha entremezclado con componentes arqueológicos inkas, como elcapacñam ysus tambos de apoyo.

En relación a la primera obra citada, los autores de esta nota nos hemos ocupado en unreciente aporte (2001). Se le conoce en el lenguaje andino como rumichaca («rumi» ‘piedra’; «cha-ca» ‘puente’ [K]) o «[...] Lumichaca en lengua de los ingas, y en la nuestra querrá decir puente de piedra [...]» (Cieza de León 1947 [1553]). Le corresponde la segunda categoría asignada para estetipo de obra por el ingeniero peruano Regal (1936). Se sitúa en la posición meridiana 21°37’ latitud

Fig. 2. Imagen delcapacñam entre Potosí y Tarija.

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Fig. 3. Planta y perfil de Chuquiago, en el valle de Suipacha.

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sur y 65°08’ longitud oeste y a 3444 metros sobre el nivel del mar. Se trata de una notable pieza, aúnen uso, que expresa la solidez y el megalitismo clásico de la arquitectura andina, los que explican su perdurabilidad ante el paso de más de cinco siglos desde su construcción. Esta se realizó con undoble muro de grandes bloques poliédricos canteados cuidadosamente, y luego ensamblados yfijados con barro y ripio. Los dos extremos del puente se incrustan en los faldeos de los cerros, lo

que vuelve innecesaria la construcción de estribos de apoyo. Por lo demás, es inmejorable la verti-calidad de sus muros laterales. Gruesos tirantes de madera tendidos horizontalmente se alternanentre los aparejos murarios. Estos fueron deliberadamente colocados para darle elasticidad a la masa pétrea (Figs. 4a, b).

El puente tiene un rumbo general noreste-suroeste, 15 metros de largo y 2,80 metros deancho en su base; su altura por sobre el nivel del cauce es de 8 metros y el ancho de la calzada es de2,10 metros. En esta última se alzan relictos de lo que fueron barandales de piedra para proteger el pasaje de los caminantes. La alcantarilla de su fondo es de forma trapezoidal, con una abertura de1,40 metros de alto, 70 centímetros de ancho en su parte superior y 80 centímetros en la inferior. Ungrueso dintel formado por seis bloques corona la alcantarilla, mientras que el otro extremo, el de lacalzada, fue terminado con un empedrado de bloques planos de mayor tamaño.

El tiempo transcurrido y la propia utilización del puente hasta la actualidad no ha hechomella en el estado de conservación de esta obra. Los ingenieros que lo planearon y los albañiles ycanteros que lo construyeron conocían muy bien su oficio. La utilización de troncos de maderaintercalados entre los bloques pétreos para quitarle rigidez y evitar que la superestructura se que- brara y desmoronara por causas sísmicas —fenómeno típico en la región andina— es una tangiblemuestra de aplicación de «tecnología de punta» en materia de obras viales. Los muros laterales y la propia alcantarilla se conservan de manera admirable y ocurre lo mismo con los extremos del puenteque, aunque tiene un estado de conservación impecable comienzan a vislumbrarse por la natural de-gradación de los cerros en los que se apoyan. A comienzos de la década de los setenta, en el antiguoterritorio del Tawantinsuyu sobrevivían alrededor de 80 puentes, de los que posiblemente el de Ñoquera sea uno de los pocos que se ha conservado casi intacto.

A pocos pasos en dirección sur sobre el faldeo del cerro se observan los restos de un puñado de unidades funerarias construidas en piedra con la misma técnica de pircado usada para el puente, y son idénticas a las que observamos en otros sitios vecinos, como el de Quiscacancha, delque nos referiremos más adelante. Sin duda, la asociación de ambas construcciones es directa yconduce a pensar que en ellas fueron depositados los cuerpos de probables jatumrunas.

El capacñam inka es muy visible en las inmediaciones del puente, al que atraviesa. Proviene

desde el Poniente, desde Potosí, por Texisca y sobre el río San Juan Oro, mientras que hacia la Naciente corre en dirección a Tarija por las localidades de Ñoquera, con restos de un gran tamboinka semidestruido pero donde son visibles restos de kanchas y grandes espacios cerrados que podrían haber sido corrales (Fig. 5). Luego transcurre hacia Ramadas, donde se diseminan importan-tes terrazas y andenes agrícolas de la misma filiación cultural y las altas pampas de Tajsara.

Condorhuasi es un típico pucará inka de frontera descrito brevemente por el geógrafoSchmieder (1924). Está situado en la serranía homónima, bajo las coordenadas meridianas de 21°28’latitud sur y 65°01’ longitud oeste y a 4020 metros de altitud. Fue levantado sobre un cerro escarpa-do distante aproximadamente 20 kilómetros al norte de Ñoquera, pero entre ambos se disponenvarios conjuntos de terrazas agrícolas similares en su factura a las de Ñoquera y Ramadas, y que

pueblan la zona de San Luis de Palqui. Como todas las instalaciones de su género, el pucará deCondorhuasi combina el factor topográfico con un trazado arquitectónico militar defensivo (Raffino1988). Posee paramentos dobles de pirca semicanteada con relleno interior. En su sector levantino

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Figs. 4a, b. El puente de Ñoquera.

a

b

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está protegido por una muralla discontinua, habida cuenta que no llega a encerrar todo el espacioresidencial. Este último presenta un factor de ocupación del suelo (FOS) muy bajo (aproximadamen-te 10%), rasgo típico de los trazados defensivos en los que se ha privilegiado la arquitectura militar defensiva por sobre la residencial. Las habitaciones están compuestas por un puñado de kanchasinkas o rectángulos perimetrales compuestos levantados con la misma técnica que las murallas perimetrales. La construcción chicha se advierte por la profunda similitud que ostenta con otrossitios clásicos ya señalados, pertenecientes a esta etnia en la región central de su territorio, la deTalina-Tupiza. Se trata de una arquitectura muy prolija, con aparejos murarios bien acabados de tipo

celular —de acuerdo a la clasificación propuesta por Agurto Calvo (1980)— con fachadas concornisa, aberturas coronadas con dinteles y delgadas jambas, peldaños en voladizo y hornacinasinteriores. Los cierres fueron de maderamen de cardón revestidos con ichu.

El pucará de Condorhuasi es uno más de un puñado de guarniciones inkas destinadas a proteger la frontera oriental. La lista es bastante extensa en el Kollasuyu y se distribuyen desde elvalle de Cochabamba por el norte hasta la provincia de Catamarca, en Argentina. No obstante,debemos señalar que a pesar de haber sido mencionados por diversos autores, sus descripciones y planimetría son muy lacónicas y esquemáticas. Desde Cochabamba hacia el Noroeste Argentino secuentan los de Inkarracay, Inkallajta (Nordenskiöld 1915), Pucarilla (Nordenskiöld 1924), Sipe Sipe(Bennett 1936), Samaipata-La Fortaleza (Meyer y Ulbert 1998), Culpina (Metraux 1933), Condorhuasi

(Schmieder 1924), Incahuasi de Camargo, Pulquina, Batanes, Incahuasi de Lagunillas, Santa Elena(Nordenskiöld 1915, 1924), Oroncotá (Walter 1959a, b; Raffino 1982) y Cuticutuni (Ahlfeld 1933). Yaen territorio argentino la lista se amplía con Puerta de Zenta, Cerro Amarillo-Pueblito Calilegua y elcélebre pucará de Aconquija (Raffino 1982, 1993). Se excluyen de esta nómina los pucará situados enla Quebrada de Humahuaca, los que, si bien atesoran claros rasgos de filiación inka, no revisten lacondición de ser guarniciones de frontera sino espacios interiores al territorio inka. Estos pucaráarqueológicamente corporizados son verdaderas guarniciones de frontera implantadas a la sombradel meridiano 65 y protegen un espacio ocupado a partir del último tercio del siglo XV por tambos,caminos, campos agrícolas y collcas.

Otros registros arqueológicos que han sido reconocidos en esta sección andina son las

tumbas agrupadas en necrópolis halladas en el paraje Quiscacancha (Fig. 6), situado en 65º10’longitud oeste y 21º37’ latitud sur, a corta distancia al sur del puente, antigal y andenes de Ñoquera.Se trata de un conjunto de cámaras subterráneas de planta rectangular con techumbre de piedras

Fig. 5. Apacheta inka ar-ticulada al capacñam en-tre Potosí y Tarija.

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planas. Sus dimensiones oscilan entre 80 centímetros a 2 metros de largo por 60 centímetros a 1,50metros de ancho, y hasta 1 metro de altura. Albergaron individuos en posición genuflexa, acompa-ñados de ajuares de cerámica clásicamente chicha, inclusive la variedad «Portillos» de Yavi, clasifi-cada por Krapovickas (1977) y por uno de nosotros (Raffino, Alvis, Olivera y Palma 1986).

Finalmente, al repertorio arquitectónico se suman las apuntadas zonas pedemontanas ocu- padas por andenerías conectadas por canales de riego y algunos recintos menores, aparentementecollcas. Carecemos de registros funcionales por excavación pero sus dimensiones, formas y vanosestrechos y elevados nos permiten adscribirlas como tales. Estos relictos se sitúan en Ramadasoscilando en cotas de 3000 metros de altitud. Los sitios con remanentes agrícolas se diseminan por un par de kilómetros en los piedemontes que rodean a Ñoquera, con la que se conectan directamente por el capacñam. Se trata de clásicos sistemas agrícolas en pendiente, asistidos con canales deriego y se extienden discontinuamente desde Ñoquera y Ramadas al menos hasta la localidad de SanLuis de Palqui bajo las coordenadas 65º9’ de longitud oeste y 21º33’ de latitud sur.

El repertorio cerámico propio de estos sitios proviene de ajuares funerarios de las tumbasya descritas y de grandes cantidades de piezas fracturadas que aparecen en superficie. El mismo nodeja dudas en cuanto a la amalgama de la tradición de los ceramistas chichas con la incorporación devalores inkas. Las formas predominantes son, todavía, las piezas globulares y jarras locales confec-

cionadas en pastas duras y en colores rojizos, morados y naranjas (Raffino, Alvis, Olivera y Palma1986; Raffino, Alvis y Nielsen 1991; Raffino 1993). A ellas se suman los pucos ornitomorfos y losaribaloides inkas realizados con las mismas pastas y colores que las piezas chichas, pero dondeaparece la decoración geométrica del estilo cuzqueño. También hay torteros de cerámica de igualfactura, directamente vinculados con actividades textiles que, como lo indican las fuentes históri-cas, constituyeron una actividad realizada por los chichas (Fig. 7).

5. Respuesta arqueológica a un dilema

Otras guarniciones de frontera similares a Condorhuasi situadas en esta región son mencio-nadas por las crónicas, pero su existencia es incierta o al menos aún no ha sido detectada su

correspondencia arqueológica con precisión por falta de trabajos puntuales, o porque sus topónimosse han perdido. Ellas serían las de Tomatas y Canasmoro situadas al norte del valle de Tarija (Arellano1984), las de Tarcana y Aquilcha: «[...] una fortaleza poblada por cien casas de indios carangas [...]»

Fig. 6. La necrópolis deQuiscacancha.

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(Saignes 1985a; Julienet al. 1997; Presta 2001). Además están un centro de control fronterizo llama-do Esquila, «[...] que es en el ualle de Tarixa, que es vna fuerca donde solía la guarnición del yngacontra los chiriguanos [...]» (Julienet al. 1997) y Lecoya, en el paraje La Angostura, que surca el ríoGuadalquivir o Tarija, al sur del Valle Central (Presta 2001).

Mejor fortuna en cuanto a su localización arqueológica le cabe al «fuerte y caserones enTolomosa», ubicado en el paraje homónimo y donde hoy día son visibles sus restos. Sus materialesarqueológicos fueron descritos en su tiempo por Von Rosen (1957 [1916]) y recientemente han sidomencionados por Delcourt (2001). Un destino similar les cabe a las instalaciones adscribibles al pueblo de Tomatas, cuyo hábitat se ubicó en San Lorenzo, al norte de la actual ciudad de Tarija,donde aún subsisten un conjunto de construcciones con arquitectura en piedra y mampostería, asícomo alfarería chicha en superficie que pueden, preliminarmente, atribuirse a ese pueblo. En cuandoa Aquilcha, «con sus 100 casas», correspondería al actual El Saire para el historiador BarragánVargas (2001). En esta localidad nosotros hemos registrado un importante tambo inka asociado alcapacñam y un asiento con arquitectura y alfarería chicha de regular tamaño situado a menos de1 kilómetro al poniente. Sobre ambos deberán profundizarse los trabajos arqueológicos.

Las fuentes históricas dan cuenta, asimismo, de todo un mosaico de etnias que pueblan elaltiplano y los valles mesotérmicos de la sección meridional boliviana entre los actuales valles deTalina, Tupiza, Suipacha, Cotagaita y Tarija. Además de los consabidos chichas, en el firmamentoetnográfico aparecen los pueblos de Tomatas, Erquis, Churumatas, Chuis y Carangas, estos últimos,según las fuentes, fueron introducidos comomitmaq por los inkas. Para nosotros, la identificaciónde la etnia chicha desde la visión externa tipificada por el etnocentrismo español que habitó el Cuzcotras la caída del Tawantinsuyu corrió similar destino a lo sucedido con los reinos circuntiticacas: los

Fig. 7. Alfarería chicha proveniente de Ño-quera y Quiscacancha.

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collas, pacajes y lupacas, donde los dos últimos perdieron su identificación —no su identidad comoetnia— y fueron también, a su tiempo, conocidos genéricamente como «collas». Un panorama simi-lar aconteció con los calchaquíes del Noroeste Argentino, una denominación muy genérica de uncomplejo que en realidad aglutinaba un mosaico de pueblos que se diferenciaban perfectamenteentre sí, pero que terminaron aglutinados bajo ese vocablo por la ligereza en su identificación. De

esta manera, collas (collao) o calchaquí eran asignaciones que fueron producto de una simplifica-ción europea que no contribuyó al conocimiento etnográfico de la época. De un modo similar, eltérmino «chicha» corresponde a una denominación genérica con una adscripción territorial, una«provincia, la de los chichas», situada en el sur de Bolivia y extremo boreal del Noroeste Argentino.Fue un mosaico étnico genéricamente identificado, primero por los inkas y luego por los europeos,sin reparar que dentro de esta adscripción territorial existieron segmentos menores, pueblos o parcia-lidades unidas por lazos de sangre, parentales, políticos, portadores de una similar cultura materialy, quizá, lingüística que conocemos de manera genérica como aymara, pero que entre ellos se iden-tificaban muy bien, inclusive por su particular forma de vestir y la forma decorativa de su cerámica.

De esta manera, se reconocen pequeños segmentos poblacionales, pueblos cohabitantes

de los valles fértiles de Tarija, como los tomatas, quienes, como hemos señalado, estaban situadosen San Lorenzo, al norte de la actual Tarija, donde sobreviven sus topónimos y varias ruinas conarquitectura y alfarería chicha que deberán ser estudiadas en profundidad. No podemos avanzar sobre los erquis, pero sí se sabe sobre los chuis, originarios de los valles cochabambinos desdedonde fueron «deportados» por los inkas (Byrne de Caballero 1977; Wachtel 1980-1981). En cuantoa los churumatas, ya hemos compartido oportunamente la opinión de Pastells (testimonio de Ledesmay Valderrama [1644] en Pastells 1915), Salas (1945) y Espinoza Soriano (1986), quienes los asignancomo pertenecientes o directamente emparentados con la etnia chicha (Iácona y Raffino 1993) conuna territorialidad en el sur del espacio meridional tarijeño y en el extremo boreal del NoroesteArgentino, al naciente de Humahuaca. Esto significa que, salvo los chuis, las parcialidades tomatasy churumatas fueron ramas de un mismo tronco, el chicha, regionalmente segmentado.

La primera entrada española al valle de Tarija ocurrió en 1539. Sus protagonistas fueron 15soldados de Francisco Pizarro comandados por Pedro de Candia, «El Griego», y Diego de Rojas,acompañados por el escribano Juan de Grájeda. Este último tuvo a su cargo el labrado de variasactas, publicadas recientemente por el historiador Mario Barragán Vargas (2001). Estos documentoscubren un periodo entre mayo de 1539 y marzo de 1540, y contienen datos relacionados con laentrada y ocupación del valle en fechas situadas a pocos años de la caída del imperio inka.

El dominio inka de la región, ocupada previamente por el señorío chicha, es señalado por varios cronistas, entre ellos el franciscano Reginaldo de Lizárraga en su Descripción del Perú,Tucumán, Río de la Plata y Chile, escrita entre 1595 y 1607, en la que confirma la participación de

mitmaq inka en la defensa de la frontera: «[...] Quince leguas a la mano izquierda de Talina, declinan-do más al oriente, entramos al gran valle de Tarija [...] El Inga cuando era señor desta tierra, tenía aquíguarnición de gente de guerra contra estos chiriguanos [...]» (Lizárraga 1999 [1595]: libro I, cap.CVIII). Como ha sucedido con las primeras expediciones españolas a regiones anteriormente con-quistadas por el Tawantinsuyu, como las de Diego de Almagro en 1535 al Noroeste Argentino yChile, la de Pedro de Valdivia a Chile en 1539 y las de Diego de Rojas y Nicolás de Heredia en 1543hacia los ríos Paraná y del Plata en busca de la salida a España por el Atlántico, no hay duda de queel tránsito de esas se realizaba en gran parte siguiendo elcapacñam que se conservaba en plenofuncionamiento. El derrotero de Almagro ha sido recompuesto sobre la base de numerosos datosarqueológicos de terreno (Raffino 1995). Esa misma alternativa debió producirse con la expediciónde Pedro de Candia y sus hombres. Esto significa que debieron bajar desde Cuzco por el camino inkallamado «de la Sierra», que corría al naciente de la Cordillera de los Andes (Herrera y Tordesillas1726), pasando por Rajchi, Hatumcolla, Chuquito, Desaguadero, Andamarca, Paria, Uma Porco deAullagas (Fig. 8) y Tupiza hasta llegar a Chuquiago en el valle de Suipacha (Fig. 3). En este importante

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Fig. 8. Planta y perfil de Uma Porco, instalación inka que puede corresponder a la histórica Paria.

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centro inka, elcapacñam se bifurcaba en dos ramales; uno de ellos continuaba directo hacia el sur por la quebrada de Talina, con los establecimientos inkaicos de Chipihuaico y Chagua hasta llegar aCalahoyo, en la actual frontera entre Bolivia y Argentina. Esta sección delcapacñam y sus tambosde apoyo fueron reconocidos y publicados en un anterior aporte (Raffino 1982, 1993). El restanteramal corre en sentido transversal en dirección a la Cordillera de los Chichas hacia Tarija (Fig. 6).

Todas las incursiones españolas, como las de los inkas años antes, transcurrieron de mane-ra inevitable por los territorios de los chichas. Ese mosaico de pueblos emparentados por sangre,lengua y cultura material, dueños naturales de estos ámbitos, fueron luego identificados, respon-diendo genéricamente a una asignación más territorial: los chichas, activos colaboracionistas de lasconquistas inkas. Por esos servicios, los chichas fueron distinguidos como «hijos primogénitos ymayorazgo del imperio» en reconocimiento a sus campañas militares en la complicada frontera orien-tal. Fueron a la vez jatumrunas al servicio del Estado y guardias especiales en los palacios cuzqueños.Sin embargo, a pesar de las lógicas transformaciones en su estatus y la movilidad étnica espacialque se les impuso, los chichas nunca perdieron su identidad cultural como nación, con su territorioen el actual occidente de Potosí y oriente de Tarija. Incluso durante la administración española, a partir de la época toledana, perdieron su prestigio, pasturas, minas, sementeras y territorios enrepresalia por haber sido «hijos privilegiados del Tawantinsuyu» y haber participado junto a las parcialidades del Noroeste Argentino en las rebeliones indígenas en contra del dominio europeo.

Agradecimientos

Este artículo es posible gracias a la National Geographic Society, que financia las investiga-ciones de terreno (Grant 7126, otorgada a Rodolfo Raffino). Los autores desean agradecer a PhillipeDelcourt, de Padcaya, a la familia Methfessel, de Tarija, y a Dante Angelo, de Tupiza. La correccióndel manuscrito estuvo a cargo de L. Anahí Iácona y Cristina Díez Marín (CONICET, Argentina).

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LOS COLORE S DE TAMBO COLORADO 267BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 267-276

LOS COLORES DE TAMBO COLORADO:

UNA REEVALUACIÓN Jean-Pierre Protzen* y Craig Morris**

Resumen

Cien años después de Max Uhle, los autores visitaron nuevamente el sitio inca de Tambo Colorado,ubicado en el valle de Pisco, con el fin de llevar a cabo investigaciones en este complejo que debe su nombre a los

muchos colores que adornan sus muros y estructuras. Uno de los objetivos del proyecto actual es determinar sidichos colores tuvieron algún significado arquitectónico o simbólico. Hasta el momento, las investigacionessugieren que existe, efectivamente, una correlación bien estrecha entre el trazado del sitio, la organizaciónbastante jerárquica de los espacios y la distribución de los colores.

Abstract

THE COLORS AT TAMBO COLORADO: A REEVALUATION

The research visit to the Inca site of Tambo Colorado, in the Pisco Valley, reported on in this paper took place a hundred years after the visit of Max Uhle’s. Tambo Colorado takes its name from the many colorsthat adorn its walls. It is one of the aims of the present project to determine whether or not the colors have anyarchitectural or symbolic significance. So far, the research suggests that there is a close correlation between

the site’s layout, the highly hierarchical organization of its spaces, and the distribution of colors.

1. Introducción

Durante la expansión de su imperio, los incas construyeron nuevos y numerosos asen-tamientos, centros administrativos, templos y otras estructuras. De todo ello, el carácter de lasconstrucciones en los territorios recién conquistados, en particular los de la costa, es uno de losaspectos menos estudiados de la arquitectura inca. Las preguntas en torno a este tema son de doscategorías: de tipo arquitectónico y de tipo político-administrativo. En el primer caso, lo que más

interesa investigar es cómo los incas adaptaron y transformaron el estilo arquitectónico único queellos habían desarrollado en sus tierras de origen, cuyos cánones están más precisamente plasmadosen su arquitectura de piedra cortada, en el contexto de nuevos entornos con recursos y tradicionesdiferentes: ¿desarrollaron nuevas formas, nuevos detalles, nuevas técnicas constructivas? ¿Cuántose dejaron influenciar por la arquitectura que encontraron en los nuevos territorios? ¿Incorporaronnuevos elementos arquitectónicos en sus edificios? ¿Se apropiaron de algunos aspectos de las prácticas locales en sus técnicas? Por otro lado, también es de interés determinar el cómo los incasusaron su arquitectura, aún quizás modificada, para imponer su visión imperial y difundir su cultura,sujetar a los pueblos conquistados y obligarles a cumplir con el nuevo orden o, tal vez, para cons-truir alianzas y fomentar la integración al Tawantinsuyu. El sitio de Tambo Colorado, en el valle de

* University of California at Berkeley, Department of Architecture. E-mail: [email protected]** American Museum of Natural History, Division of Anthropology, New York.

E-mail: [email protected]

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JE AN -P IER RE PROT ZEN Y CR AI G MO RRI S 268

Pisco, es uno de los mejor preservados en la costa y, quizás, pueda proporcionar algunas respuestasa estas inquietudes.

2. Elementos arquitectónicos

2.1. Rasgos destacados de la arquitectura inca No cabe duda de que la arquitectura de Tambo Colorado corresponde a los cánones de la

arquitectura inca. Presenta muchos de sus elementos diagnósticos, como vanos de forma trapezoidal, portadas de doble jamba, muros inclinados, recintos de un solo espacio, fuentes o baños, unushnu ,entre otros. Sin embargo, como ya había observado Max Uhle 100 años atrás, en Tambo Coloradoaparecen algunas diferencias notables.

a) Nichos de formas divergentes: a Uhle le llamó la atención, en particular, la forma de los nichos, delos que registró tres tipos: a) nichos trapezoidales, que en vez de ser alargados son casi cuadrados(Fig. 1); b) nichos alargados, que son casi rectangulares (Fig. 2), y c) nichos de doble marco (Fig. 3)(Uhle s.f.: 151-153). Es posible que Uhle nunca hubiera visto nichos del tercer tipo en otros edificiosincas, pero sí existen, aunque sean escasos. Aparecen, por ejemplo en Ollantaytambo, en el departa-mento de Cuzco, en la cara exterior de la Puerta de T’iyupunku. ¿Hace esto que Ollantaytambo no seaun sitio inca?

Además, Uhle notó la ausencia, en Tambo Colorado, de nichos del tamaño de portales talcomo los observó en la Isla de la Luna, en el lago Titicaca, y en Pachacamac. En efecto, no se puedenobservar nichos de este tipo en pie en Tambo Colorado; ni siquiera se puede percibir que el muro queencerraba la gran plaza al oeste y al norte delushnu estuvo constituido de una secuencia de nichosaltos, puesto que no se conserva nada más que la base (Fig. 4).

b) Plataformas o banquetas: al limpiar las ruinas de Tambo Colorado se descubrió un gran número de plataformas o banquetas de unos 15 a 20 centímetros de altura, de las que se encuentran una o dosen casi todos los cuartos. No hay plataformas de este tipo en las estructuras inca de la sierra. Si esque existen plataformas en dichas zonas, son mucho más altas y cubren espacios vacíos que, encontextos domésticos, se interpretan como cuyeros o plataformas para ventilación en los depósitoso qollcas.

c) Ventanas anchas y ventanas escalonadas: las otras ventanas trapezoidales en Tambo Coloradomiden en promedio unos 40 a 50 centímetros de ancho a la altura del antepecho y 35 a 45 centímetrosen el dintel, lo que es comparable con las dimensiones de las ventanas incas en la sierra; pero en Tambo

Colorado también existen ventanas grandes de, aproximadamente, 2,75 metros de ancho (Fig. 5).Ventanas de este tamaño son ajenas a la arquitectura inca de la sierra, tal como lo son las ven-tanasescalonadas que se pueden registrar en algunos recintos de este complejo costeño (Fig. 6).

d) Almenas escalonadas: varios muros y edificios están coronados por motivos escalonados (Fig.7). Es cierto que este tipo de decoración es bastante común y que fue utilizado por varias culturasandinas para adornar su alfarería y tejidos; incluso aparece en bajorrelieve en algunos muros incasdel complejo de Ollantaytambo; pero, como elemento arquitectónico, el escalonado no es parte delinventario de formas arquitectónicas incas y no se tiene una buena idea de su origen. Una vasijamochica ilustrada por Donnan y McClelland (1999: 19, fig. 1, 15) luce una pequeña vivienda con un patio, cuyo muro está ornamentado de escalonados semejantes a los de Tambo Colorado. Uhle

comparó estos escalonados con otros elementos decorativos de plata y oro que él observó en lo quellamó «cetros» de los caciques de Ica. De esta observación, Uhle infirió que los escalonados eransímbolos de alto rango (PHMA 1901: pp. 51-52).

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LOS COLORE S DE TAMBO COLORADO 269

e) «Enrejado» (lattice work ): otros muros y edificios en Tambo Colorado terminan en un tipo dediseño «enrejado» que es ajeno a la arquitectura inca (Fig. 8). Este elemento arquitectónico pareceevocar al sitio de Chan Chan, pero habría que definir otro antecedente local para este «enrejado», loque no ha sido posible. Lo que llama la atención es que el «enrejado» de Tambo Colorado no estáconstruido, como podría suponerse, de adobes, sino de tapia. Este detalle parece significativo

porque todos los muros de Tambo Colorado fueron construidos con adobes. Aunque existen estruc-turas incas en tapia en la sierra, por ejemplo en Ollantaytambo o Yucay, estas estructuras pertenecena un periodo tardío. Al parecer, la técnica del tapial fue introducida en la sierra después de que losincas conquistaron la costa central, donde esta antigua técnica constructiva estaba bien establecidacon anterioridad a su dominio.

f) Friso: de lo que fue un largo friso, y del que Uhle fotografió una parte bien preservada, no quedahoy en día nada más que un elemento bastante erosionado (Fig. 9). Lumbreras ha señalado queencontró uno muy similar en Chincha y Patricia Lyon ha señalado que este motivo también le recor-daba a diseños chimú (comunicaciones personales). Lo que se puede determinar con certeza es queno es de origen inca.

g) Colores: lo que más distingue a Tambo Colorado de otros ejemplos de arquitectura inca es el usointensivo y extensivo de varios colores en diferentes combinaciones (Fig. 10).1 No cabe duda de quelos incas pintaron muchos de sus edificios en la sierra. Se pueden encontrar restos de enlucido decolor rojo y a veces se observan sencillas decoraciones tales como franjas negras (Protzen 1993:237; 2005) o vestigios de un motivo triangular escalonado invertido (Niles 1999: 298), pero no haynada parecido a Tambo Colorado con sus decoraciones en color blanco, amarillo y rojo brillantes.

2.2. Patrones de color

Los colores en Tambo Colorado fueron aplicados en las paredes en franjas horizontales,una encima de la otra y en varias combinaciones. Se han identificado hasta 14 patrones diferentes enel que se ha denominado el Palacio Noroeste, los que se presentan a continuación. Las franjasaparecen enumeradas de abajo hacia arriba (A significa amarillo, B blanco y R rojo):

B

B—R

B—R—B

B—R—A

B—A—R

B—A—R/B—R—A

B—R—A—R

B—A—R—A

R

R—B

R—A—R

R—A—R—A

A—R—A

Diseño de triángulos

toda la pared de un solo color

los colores R y A se alternan en paredes adyacentes (cf . Fig. 11)

toda la pared de un solo color

Patrón 1:

Patrón 2:

Patrón 3:

Patrón 4:

Patrón 5:

Patrón 6:

Patrón 7:

Patrón 8:

Patrón 9:

Patrón 10:

Patrón 11:

Patrón 12:

Patrón 13:

Patrón 14:

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En algunos casos, los bordes o límites entre colores fueron grabados en el enlucido fresco,lo que sugiere que este patrón particular había sido planeado de antemano, pero este no fue siempreel caso, ya que, a veces, un color fue simplemente superpuesto a otro. Cada uno de los patronesmencionados tiene sus variaciones con respecto al color de los nichos y de las ventanas. Por ejemplo, el patrón de paredes pintadas en su totalidad de blanco puede relacionarse con nichos y

ventanas pintadas también completamente de blanco, o con nichos en rojo y ventanas en blanco,etc. Además, la pintura de los nichos no siempre es de un solo color; a veces, los costados de unnicho eran pintados de un color y su fondo en otro (por ejemplo, los costados en rojo y el fondo enamarillo).

Los patrones de colorido no siempre fueron iguales a lo que se ve hoy actualmente. Mu-chos de los muros, en un tiempo u otro, fueron pintados de nuevo y, a veces, cubiertos de una nuevacapa de enlucido y pintura nueva. Al repintar las paredes, nichos y ventanas, no siempre se respe-taba al patrón anterior; este pudo ser cambiado y estos cambios se hicieron, como en ciertos casosse ha establecido, hasta cuatro veces. Quizás el cambio más drástico fue el recubrimiento de unasofisticada decoración de triángulos coloridos con una capa de enlucido pintada toda de blanco(Fig. 12).

2.3. Organización arquitectónica

a) Jerarquía espacial: la disposición interna de los recintos del palacio de Tambo Colorado se carac-teriza por una estricta jerarquía, marcada por accesos restringidos y por portales de doble jamba(Fig. 13). Por ejemplo, desde la gran plaza no se puede llegar al torreón en la esquina suroeste sin primero pasar por dos patios y tres portales de doble jamba, transcurrir por largos pasadizos estre-chos de, a veces, menos de 70 centímetros de ancho y, al final, sortear una especie de laberinto o«chincana» antes de llegar. Lo mismo ocurre con el acceso al torreón en la esquina noroeste: se debeatravesar tres patios y cuatro portales de doble jamba, un pasadizo, otro patio y otro pasadizoangosto antes de encontrar la puerta del torreón. La representación de esta jerarquía se puedeapreciar en la Fig. 14.

b) Jerarquía espacial y patrones de colorido: al analizar los patrones de colorido aparece una ciertacoincidencia entre su distribución y la jerarquía arquitectónica. Si, por ejemplo, el análisis se limitaa los patrones encontrados en el interior de los cuartos tal como aparecen hoy en día y no setoman en cuenta los cambios anteriores, resulta el cuadro de la Tabla 1, según el cual se constataque: a) ningún patrón aparece en todos los recintos; b) en ningún recinto se encuentran todos los patrones; c) toda combinación de patrones no se repite; d) algunos patrones se limitan a un recinto particular, y e) en algunos recintos aparece un solo patrón, excluyendo a todos los demás. Estas

restricciones en la distribución de patrones de colorido sugieren que esta no se dio al azar sino quefue planeada y tuvo algún significado.

c) Partición Este-Oeste: en la organización espacial del palacio, además de la jerarquía ya menciona-da, y como ya lo notó Uhle, se puede ver una partición de: «[...] todos los aposentos al oeste de los patios 1, 9, 42 (con excepción de los cuartos 2 y 3 que tuvieron sus entradas desde el patio 1)»[traducción del inglés de los autores] (PHMA 1901: 70) y los del este. En efecto, el oeste se diferen-cia del este por algunos aspectos arquitectónicos. Los conjuntos G y F, al oeste, comparten unacierta dualidad, ya que ambos lucen una estructura de dos pisos o torreón, y un baño o fuente,elementos que no se encuentran al este del palacio. En cambio, el Conjunto H, al este, es el único conestructuras coronadas por motivos escalonados y con ventanas escalonadas. Además, Uhle obser-

vó, como se puede verificar en el cuadro de distribución de colores, que en el lado oeste, «se hahecho mucho más uso de los colores rojo y amarillo» (ibid .), que en el lado este. En efecto, hay unsolo cuarto al este, denominado U45, que luce el color amarillo.

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Fig. 1. Tambo Colorado. Nicho trapezoidal casi cuadrado.

Fig. 2. Tambo Colorado. Nicho alargado casi rectan-gular.

Fig. 3. Tambo Colorado. Nicho de doble marco.

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Fig. 5. Tambo Colorado. Venta-nas grandes de aproximada-mente 2,75 metros de ancho.

Fig. 4. Tambo Colorado. Nicho

del tamaño de un portal.

Fig. 6. Tambo Colorado. Venta-nas escalonadas.

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Fig. 7. Tambo Colorado. Edificios coronados por motivos escalonados.

Fig. 8. Tambo Colorado. Estructura denominada «enrejado»

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Fig. 9. Tambo Colorado. Friso (fotografía de Max Uhle, N. o 15-2014, Phoebe A. Hearst Museum of Anthropology,University of California at Berkeley).

Fig. 10. Tambo Colorado. Uso intensivo y extensivo de varios colores (patrón 7).

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Fig. 11. Tambo Colorado. Los colores rojo y amarillo cambian de orden en paredes adyacentes (patrón 6).

Fig. 12. Tambo Colorado. Decoración sofisticada en formade triángulos. Fueron cubiertos con pintura blanca.

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LOS COLORE S DE TAMBO COLORADO 271

F i g . 1 3

. T a m b o C o l o r a d o . P l a n o d e l p a l a c i o , r e a l i z a d o p o r M a x U h l e ( d e W u r s t e r [ e d . ] 1 9 9 9 : 1 6 1 ) .

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JE AN -P IER RE PROT ZEN Y CR AI G MO RRI S 272

Fig. 14. Tambo Colorado. Jerarquía de los espacios (la numeración de los cuartos corresponde a los del planode Uhle).

53-65 42 43-52

16

15

G H

E

D

JF

K

17,18,30

31-41 22-29

9 10-14

12

34

5

6

78

C

B

PALACIO NOROESTE

A

PLAZAPRINCIPAL

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LOS COLORE S DE TAMBO COLORADO 273

¿Es posible que los patrones de colorido, junto con la jerarquía y la partición espacial,representen una suerte de código, indicativo de los usuarios y de las actividades o funciones, oquizás ambos, de los conjuntos y sus aposentos?

3. Interpretación tentativaEn las crónicas no aparecen muchas referencias a la organización y al funcionamiento de los

palacios incas. Guamán Poma menciona los tipos de edificios que abarcaron los palacios, pero casino se refiere a sus ocupantes o a su disposición espacial o agrupamiento (Guamán Poma 1980 [1615]:302-303). Una de las escasas referencias a la organización de palacios se encuentra en Martín deMurúa, quien menciona las categorías de gente que entraban a los varios portales de un palaciollamado Cuusmanco (Murúa 1987 [1616]: 346). Murúa no precisa de quién fue este palacio, ni informade su ubicación, pero se cree que se encontraba en el Cuzco. Las observaciones de Murúa dan aentender que diversas agrupaciones de cuartos y espacios abiertos estaban en una relación jerár-quica entre sí y que los portales y estructuras más internas conformaban la cumbre de esta jerarquía,

a la que llegaba solo el mismo Inca con los miembros más altos y confiables de su corte. En efecto,Murúa informa que:

A la primera puerta, en la entrada della, había dos mil indios de guarda con su capitán un día, y despuésentraba otro con otros dos mil, que se mudaban de la multitud de los cañares y de chachapoyas. Estossoldados eran privilegiados y exentos de los servicios personales; los capitanes que los gobernaban eranindios principales de mucha autoridad, [...] A esta puerta primera, donde estaba la guarda dicha, se seguíauna plaza, hasta la cual entraban los que con el Ynga venían acompañándole de fuera y allí paraban, y elgran Ynga entraba dentro con los cuatro orejones de su consejo, pasando a la segunda puerta, en la cualhabía también otra guarda, y esta era de indios naturales de la ciudad del Cuzco, orejones y parientes ydescendientes del Ynga, de quien él se fiaba [...] (Murúa 1987 [1616]: 347).

De esta descripción de Murúa queda claro que los espacios abiertos y las agrupaciones deaposentos en un palacio estaban en una relación jerárquica entre sí, tal como se puede observar en

COLORES

CONJUNTO

PATRÓN 1

TODO B

PATRÓN 2

B-R

PATRÓN 5

B-A-R

PATRÓN 6

B-A-R/ B-R-A

PATRÓN 7

B-R-A-R

A

C

G

H

J

K

U02?, U03,

U04, U06,

UO8?

U13

U60, U65

U47, U50?

U32

U11, U12

U52U55

U45

U33, 38

U62

U22, U23,

U25, U27

Tabla 1. Colorido de las paredes al interior de recintos por conjunto (B = blanco, A = amarillo, R = rojo). Lanumeración de los cuartos corresponde a la del plano de Uhle.

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Tambo Colorado. No sorprende, entonces, que los dos patrones de colorido que aparecen en exclu-sividad correspondan a dos recintos del más alto rango. Ambos patrones incorporan toda la gamade colores de Tambo Colorado. Pero, ¿qué significaban estos? Uhle propuso la interpretación si-guiente (PHMA 1901: 68-69):

Blanco: El culto al solAzul: El origen infinito del mundo

Rojo: El mismo Inca

Rojo y azul: El mismo Inca, los colores de sullautu 2

Rojo y amarillo: «Principe heredero», los colores delllautu de los allegados más inmediatosdel mismo Inca

Marrón: La elite local

El color marrón no es parte de la gama de colores de Tambo Colorado y tampoco lo es el azul,aunque ha sido detectado un color negro azulado en algunos nichos de doble marco en el muro sur de la plaza mayor. Uhle relata que él observó este mismo color en los nichos de doble marco en elmuro norte de la misma plaza, pero esta observación no pudo ser confirmada. Teniendo como basesu interpretación de la combinación de los colores rojo y amarillo, Uhle concluyó que: «[...] no seríaopuesto aquí a la interpretación de que la anterior agrupación de aposentos [el Conjunto G] servíade departamentos a los inquilinos masculinos, y la [agrupación] posterior [los conjuntos K y J] a los[inquilinos] femeninos del palacio, y preferiría defender esta opinión hasta que se presenten prue- bas para una mejor explicación de los datos existentes» [traducción del inglés de los autores] (PHMA1901: 77).

Antonio de la Calancha proporciona otra posible interpretación del simbolismo de los colo-res. El recordó un mito en el que el Sol, del que los incas alegaban descender, puso tres huevos enla tierra: uno de oro, uno de plata y uno de cobre. El huevo de oro dio origen a los curacas, el de plataa las mujeres (¿nobles?) y el de cobre a la gente común; Rostworowski combina el mito de Calanchacon los grados o rangoskollana - payan -kayao , dondekollana se refiere al rango más alto (Rostwo-rowski 1983: 147). De ello se obtiene el cuadro de la Tabla 2.

Si, por el momento, se acepta tanto la correspondencia de los metales con los colores comola interpretación del simbolismo de los metales, hay que admitir que esto cuadra bastante bien conla supuesta división Este-Oeste, en la que el lado oeste representa los aposentos del mismo Inca. Noobstante, existe renuencia en aceptar una correspondencia de uno a uno del simbolismo de loscolores, esto no explica los hechos ya que, en la mayoría de los casos, dos o tres colores aparecen juntos. Podría ser mejor seguir la sugerencia de G. Urton (comunicación personal), quien aconsejaimaginar un concepto relacional, es decir, considerar pares o triples de colores en oposición comple-mentaria.

Es evidente que, hasta la fecha, las interpretaciones de los colores y de los patrones decolorido quedan incompletas y tentativas. Además, el presente trabajo no puede considerarse com- pleto, pues han surgido muchas preguntas nuevas a las que tampoco se les puede dar respuestasfiables. ¿Cómo interpretar los cambios de patrones? Un cambio que parece haber sido aplicado de

una forma un tanto sistemática es el ya mencionado cambio del blanco-amarillo-rojo al blanco-rojo-amarillo-rojo. ¿Qué significa? ¿Y qué pensar de lo que parece ser la ultima fase en la que paredesenteras fueron pintadas de nuevo todo en rojo?

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LOS COLORE S DE TAMBO COLORADO 275

Si Tambo Colorado, como se piensa, es una estructura del incanato tardío y si todos loscambios observados datan de la ocupación inca de Tambo Colorado, estos representan una activi-dad frenética: se trata de cuatro a cinco cambios en menos de 40 años. Si es cierto que todavía seescapan muchos de los detalles del código de colores pintado en Tambo Colorado, aún se puedeconsiderar que este fue vinculado a las categorías y las jerarquías sociales manipuladas por losincas en la expansión y la administración de su imperio. El palacio de Tambo Colorado fue un espacioritual discurrido por gente en el proceso de aprender y actuar sus identidades en el nuevo orden político-social. El código de colores, junto con los nuevos rasgos arquitectónicos, no solo propor-cionaron la escena para estos rituales críticos de la formación del imperio, sino también proveyeronindicaciones visuales. Estas indicaciones fueron tan poderosas y concretas que lograron una equi-valencia con un guión escrito. El reto es descifrarlo, al menos en la mayor parte de sus rasgos.

Notas

1Se debe mencionar que en el sitio inca de Paredones, cerca de Nasca, se puede detectar los mismoscolores rojo, amarillo y blanco en un portal de doble jamba todavía en pie. Además, uno de losautores (Morris) hizo una observación similar en el asentamiento inca de Lima La Vieja, valle abajode Tambo Colorado, antes que este fuera totalmente destruido.

2 «llautto: el cigulo que traen por sombrero» (Gonzalez Holguín 1989 [1608]: 212).

Oro — amarillo?

Plata — blanco?

Cobre — rojo?

Kollana

Payan

Kayao

Hombre mayor

Mujer

Gente común

Color Rango Referente

Tabla 2. Tripartición social y sexual, según Rostworowski.

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JE AN -P IER RE PROT ZEN Y CR AI G MO RRI S 276

1. FUENTES MANUSCRITAS

Iberoamerikanisches Institut Preußischer Kulturbesitz (IAI PK). Berlin

Nachlass Max Uhle

Uhle, M.s.f. Manuscrito 35 ( Inca-Ruinen des Thales von Pisco ).

Phoebe A. Hearst Museum of Anthropology (PHMA). Berkeley

1901 Fieldnotes Catalog, vol. IV. Max Uhle. Letter to Phoebe Hearst dated Pallasca, September 11, 1911.

2. REFERENCIAS

Donnan, C. B. y D. McClelland1999 Moche Fineline Paintings: Its Evolution and its Artists , UCLA Fowler Museum of Cultural History, Los

Angeles.

González Holguín, D.1989 Vocabulario de la lengua general de todo el Perú llamada lengua qquichua o del Inca , (presentación de R. [1608] Matos; prólogo de R. Porras Barrenechea), 3.a ed., edición facsimilar, Francisco del Canto, Universidad

Nacional Mayor de San Marcos, Lima.

Guamán Poma de Ayala, F.1980 El primer nueva corónica y buen gobierno (edición de J. V. Murra y R. Adorno; traducción del quechua[1615] de J. Urioste), 3 vols., Siglo XXI, México, D.F.

Murúa, M. de1987 Historia general del Perú (edición, introducción y notas de M. Ballesteros), Crónicas de América 35,[1616] Historia 16, Madrid.

Niles, S.1999 The Shape of Inca History. Narrative and Architecture in an Andean Empire , Iowa University of Iowa

Press, Iowa City.

Protzen, J.-P.1993 Inca Architecture and Construction at Ollantaytambo , Oxford University Press, Oxford.

2005 Arquitectura y construcción incas en Ollantaytambo [traducción de R. Valdez y S. Téllez], Pontificia Uni-versidad Católica del Perú, Lima.

Rostworowski de Diez Canseco, M.1983 Estructuras andinas del poder: ideología religiosa y política , Instituto de Estudios Peruanos, Lima.

Wurster, W. (ed.)1999 Pläne archäologischer Stätten im Andengebiet/Planos de sitios arqueológicos del área andina, Materialien zur Allgemeinen und Vergleichenden Archäologie 56, Mainz am Rhein.

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LA IDENTIDAD DE LAS DIEZ PANACAS.. . 277BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 277-287

LA IDENTIDAD DE LAS DIEZ PANACAS

EN EL CUZCO INCAICO

R. Tom Zuidema*

Resumen

En la literatura moderna acerca de los incas se conoce más la noción, introducida por Sarmiento en1572, de que las 10 panacas del Cuzco se habrían formado a lo largo de un proceso histórico en el que cada

rey fundó su propia panaca. Cronistas anteriores, como Betanzos, Santo Tomás y Las Casas describieron la formación de las 10 panacas de manera muy distinta y estas habrían constituido la parte central de laorganización del Cuzco. Las panacas formaban una organización jerárquica en que otras funciones sociales,tales como clases y grados de edad, calendario y religión, también jugaban roles indispensables.

Abstract

THE IDENTITY OF THE TEN PANACAS IN INCAIC CUZCO

One notion well-known in the modern literature on the Incas, which was first introduced by Sarmientode Gamboa, in 1572, is that the ten panacas of Cuzco were formed in a historical process, with each king

founding his own panaca. However, earlier chroniclers, such as Betanzos, Santo Tomás and Las Casas,described the formation of the ten panacas very differently. For the latter authors, the totality of the ten panacasalways constituted the central part of Cuzco’s organization. Beyond their signifcance as lineage groupings, the

panacas represented a hierarchical organization in which other social func tions, like age grades and ageclasses, the calendar and religion, also played indispensable roles.

1. Introducción

Un aspecto central para comprender la organización política del Cuzco es el sistema de 10 panacas o «ayllus reales». En este artículo quiero enfatizar cómo el calendario inca puede ayudar aenfocar los roles activos de las panacas en la sociedad. Esto contribuirá con el objetivo de alcanzar un concepto más empírico acerca de la identidad de estas panacas.

Cuanto más se estudia a las panacas, menos clara resulta ser su constitución como «lina- jes». Betanzos las introduce en la literatura en 1551 cuando describe cómo el Inca Pachacuti estable-ce la organización política del Cuzco y de sus alrededores (1987 [1551-1557]: 99-100). El gobernanteentra en relaciones matrimoniales con los jefes de 20 grupos sociales: 10 de Hanan, de mayor rangoy que conformarían las panacas, y 10 de Hurin, de menor rango. Posteriormente, Betanzos habla de«chapas», como secciones del territorio del valle del Cuzco. Se sugiere que estas «chapas» habríanincluido los dominios de los jefes respectivos (Zuidema 1986, 1990).

Al mismo tiempo, fray Domingo de Santo Tomás (1951 [1560]: 128-129) obtuvo datos sobrealgunos, así llamados, panacas y ayllus. Estos datos fueron utilizados por Las Casas unos 10 años

* University of Illinois at Urbana-Champaign, Department of Anthropology. E-mail: [email protected]

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R. TO M ZU ID EM A278

después; él introdujo la palabra «panaca» como concepto y menciona diferentes rangos de nobleza,como «parientes del rey» y «barrios» del Cuzco, es decir, barrios en el valle. Las denominadas«panacas» habrían consistido en rangos que correspondían con barrios.

Recién 20 años después de Betanzos (1987 [1551-1557), y no antes, Sarmiento (1943 [1572])

empieza a hablar de las panacas como «linajes reales»: cada rey de una dinastía inca daba origen asu propio grupo de descendientes como panaca . Sarmiento ya no menciona al sistema administrati-vo de las panacas con sus «chapas» o barrios, ni tampoco, como se verá más adelante, sus rolescalendáricos. Para él, las panacas resultan de un sistema de culto a las momias de los antepasadosreales que recién es introducido por Pachacuti Inca. Sarmiento desconoce los roles sociales y ritua-les de las panacas que refieren Betanzos y Las Casas, pero, en dos oportunidades, se traiciona eimplica a las panacas en cuanto a sus funciones. En la segunda oportunidad copia sin más a Betanzos,sin mencionar los detalles calendáricos de más interés. A continuación mencionaré la información deBetanzos.

En la primera oportunidad, Sarmiento (1943 [1572]) nos presenta los diferentes cultos de las

respectivas panacas. Aunque su información es parcial, y Cobo (1964 [1639]) más tarde lo completa-rá, Sarmiento es más preciso en cuanto a lo más esencial del sistema de cultos. El señala (Sarmiento1943 [1572]: 178) que Capac Ayllu, la panaca de rango más alto en Hanan Cuzco, daba culto al Sol;Hatun Ayllu, que le seguía en rango, rendía culto al Trueno, y Sucsu Panaca, la tercera panaca , lohacía al dios Viracocha. Más adelante podré indicar cómo los roles de estas y otras panacas definie-ron también otras acciones de las mismas en la sociedad cuzqueña.

2. El estudio teórico de las panacas

A través de los años he estudiado las panacas desde distintos ángulos teóricos. Conclusio-nes posteriores no negaban tanto las anteriores, sino que las incrementaban con otros aspectos del

problema general. Primero estudié el sistema de panacas en oportunidades sucesivas por medio detres modelos de parentesco. Si bien la combinación de los tres nos ayuda a buscar mejor informacióndesde este ángulo, hay otros aspectos de las panacas que así se nos escapan. Cualquier tipo degrupos de descendencia divide la sociedad de una manera, digamos, «vertical», en la que represen-tantes de diferentes generaciones pertenecen a un mismo grupo. El sistema jerárquico de las panacasestuvo íntimamente relacionado también con cortes «horizontales» en distintos niveles temporalesde toda la sociedad. Hay dos tipos de datos que nos revelan estas divisiones horizontales. En el primer tipo de datos, las panacas influyeron directamente sobre las acciones de personas que perte-necían a diferentes «generaciones», «grados de edad» y «clases de edad». El otro tipo de datosconcierne al calendario: cada panaca estuvo a cargo de los ritos de su propio mes. Por el momentono interesa explicar este sistema calendárico por sí, sino, más bien, quiero llegar a definir como los

datos temporales pueden ayudar a reformular, de manera global, los roles de las panacas, su forma-ción y su constitución en la sociedad cuzqueña.

Un ejemplo de Betanzos, con información sobre grados y clases de edad, sirve mejor paraintroducir el tema general. Por «grados de edad» se entienden las fases naturales de la vida de una persona: niñez, juventud, iniciación, matrimonio y vejez. El sistema de clases de edad consistió decinco clases, de cinco años cada una, con la que se dividió la vida de una persona madura; se podríadecir entre los 25 a 50 años. En otra parte, Betanzos introduce también el concepto de generación, pero no hace falta discutirlo al momento.

3. La organización política del Cuzco

Betanzos (1987 [1551-1557]: 105-109) menciona el sistema de vigilancia para guardar la bue-na moral en la ciudad. Primero menciona una organización de 12 señores y cada uno de ellos, con la

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R. TO M ZU ID EM A280

facilitar la discusión se presentan, en primer lugar, algunas conclusiones generales a las que hellegado (Fig. 1). El calendario inca tenía 13 meses, y no 12 (Zuidema e.p.) (cf . Fig. 1). Según estafigura, las cinco panacas de Hanan Cuzco son enumeradas por sus rangos de manera descendentede 10 a 6 y las cinco panacas de Hurin, de la misma manera, de 5 a 1. Se han indicado los solsticiosy se cuentan los meses en el sentido de las agujas del reloj. Las panacas Capac Ayllu (10), Hatun

Ayllu (9) y Vicaquirao (6) pertenecieron al principal de los cuatro suyus: Chinchaysuyu. Este conte-nía la ciudad y la fortaleza de Sacsayhuaman, ubicada al noroeste.

La relación panaca -mes es más evidente en cuanto a Capac Ayllu, el «ayllu real», el quecelebró los ritos de iniciación de los muchachos nobles durante el mes de Capac Raymi, la «fiestareal», terminando con el solsticio de diciembre. Los ritos siguientes fueron lunares y empezaron conla luna nueva después del solsticio. Así, los primeros y más importantes ritos estaban a cargo deHatun Ayllu y ocurrieron en el mes de Camay Quilla, es decir, iniciándose con el solsticio. Pero comola luna podía llegar tarde, los últimos ritos de esta secuencia caían con frecuencia en el siguientemes, Hatun Pucuy, y estuvieron a cargo de Vicaquirao Panaca. De esta manera, en el rito de Mayucati(mayucati , término que significa ‘siguiendo el río’), se echaron las cenizas, los restos de los sacrifi-cios y las ofrendas al río. Hombres con antorchas los seguían hasta Ollantaytambo y de allí, encarrera, regresaban al Cuzco.

4. La información de Guaman Poma

En esta sección llegamos a la información de Guaman Poma. El arroja una luz nueva sobre laidentidad de las panacas, especialmente aquellas de Chinchaysuyu, y su relación con las señorasiñaca . Guaman Poma da una versión muy distinta acerca de los ritos de Chinchaysuyu en el semes-tre, es decir, de diciembre a febrero. No obstante, por medio de dos detalles precisos, revela que tieneen mente los ritos ya mencionados. Voy a resumir la información antes de discutir ciertos detalles dela misma.

En la división del Cuzco en cuatro suyus, Chinchaysuyu, al noroeste, representaba a lanobleza inca, mientras que Cuntisuyu, al suroeste, representaba a las señorasiñaca (junto con susesposos como nobles incas de privilegio) y también a los pueblos preincas del valle del Cuzco.3 Enconsecuencia, tanto el Chinchaysuyu como el Cuntisuyu estaban involucrados en una representa-ción doble en el calendario.

Como grupo, los nobles del Chinchaysuyu celebraban los ritos de dic iembre a febrero —esto lo implican los datos de Guaman Poma—, pero los nobles, como fuente del aparato adminis-trativo, se distribuyeron sobre la administración de todo el valle. En este rol representaban, respec-

tivamente, los meses de todo el año. Algo similar ocurrió con las señorasiñaca , quienes provenían delas cuatro partes fuera del Cuzco. Como tales, cada una representaba una «semana» del año. Sinembargo, como grupo, ellas fueron representadas solo por el Cuntisuyu y por el semestre de septiem- bre a noviembre, el tiempo de siembra. Entonces celebraban sus grandes ritos en conjunto (Tabla 2).

Llego ahora al relato de Guaman Poma (1987 [1613]: 263, 265 [265, 267]) (Tabla 2). Nos lo daal final de su capítulo sobre los meses incas y describe cuales fueron los dioses que entonces seveneraban. El Inca daba culto al Sol en su Templo del Coricancha; la Coya, junto con las sacerdotisas,daba culto a la Luna en un templo propio. Este templo estaba en Puma Chupa, es decir, a la salida delCuzco, allí donde, en el rito de Mayucati (mayucati ), se echaban las cenizas. Los hijos e hijas delInca y de la Coya, losauquicuna y las ñustacuna , adoraban a Venus (chasca cuyllor ), al Trueno

(chuqui ylla ) y a todas las huacas y billcas, las huacas alrededor del Cuzco a las que Guaman Pomallama los «dioses de ellos de los menores». Finalmente, la gente común se fue a las apachetasubicadas al borde de todo el territorio de interés ritual del Cuzco y las adoraban allí.

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LA IDENTIDAD DE LAS DIEZ PANACAS.. . 281

C o y a r a y m

i

( S i t u a )

( a y l l u s )

C A P A C R A Y M I

R a y m

i q u i l l a

C A P A C A Y L L U

1 0

A y a r m a c a r a y m

i

R a u r a u

2

U m a r a y m

i

C h i m a

C a m a y q u i l l a

H a t u n a y l l u

I ñ a c a p a n a c a H

a t u n p u c u y

V i c a q u i r a o

P a c h a p u c u y

S u c s u

A y r i h u a

A u c a y l l i

H a t u n c u z q u i

( a y l l u s )

A y m u r a y

( c u r a c a s d e f u e r a )

H a u c a y c u z q u i

( I n t i r a y m i )

H a h u a y n i n

C h a h u a r c a y

A p u m a y t a

Y a p u y -

T a r p u y

U s c a m a y t a

1

4

5

3

7

8

6

9

D i c i e m b r e

s o l s t i c i o

J u n i o

F i g . 1 . E l c a l e n d a r i o

i n c a d e 1 3 m e s e s .

L a s p a l a b r a s s u b r a y a d a s

i n d i c a n

l o s m e s e s ;

l a s p a n a c a s s o n

l o s n ú m e r o s y

l o s n o m

b r e s . L o s a y l l u s c o r r e s p o n d e n

a l o s d e l a g e n t e c o m

ú n . L a

h i l e r a f o r m a d a p o r

l a s p a l a b r a s

d i c i e m b r e - s o l s t i c i o - j u n i o

i n d i c a l a d i v i s i ó n d e l a ñ o p o r m e d i o

d e l o s s o l s t i c i o s .

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R. TO M ZU ID EM A282

Reflexionando sobre este texto, no hay dificultad en sugerir que el Inca y la Coya corres- ponderían al Capac Ayllu; y que sus hijos, quienes adoraban, entre otros dioses «menores», alTrueno, corresponderían al Hatun Ayllu. Por el momento, de más interés para el tema que estoytratando es lo que Guaman Poma dice en particular sobre la Coya y sobre la gente común. El temamerece que introduzca alguna elaboración sobre ellos aquí.

Cuando Guaman Poma trata sobre los ritos de los cuatro rangos de gente, primero hace unadistinción entre el nombre del mes en que el Inca hace su adoración y el nombre cuando la Coya lohace. Al primer mes lo denomina Capac Raymi, «la fiesta real», que es la fiesta del Sol, y al segundomes lo llama Quilla Raymi (‘la fiesta de la Luna’). Si bien el primer nombre es el más conocido de lassiete listas originales que se conocen de los meses incas, cuatro de los cronistas —Betanzos,Anónimo, Fernández [El Palentino] y Gutiérrez— llaman a diciembre Raymi Quilla (‘la luna o el mesde [la gran fiesta]raymi », y otros tres —Polo de Ondegardo, Molina y Ricardo— lo denominanCapac Raymi. Solo Guaman Poma conoce los dos nombres, aunque invierte en el segundo las pala- bras «raymi» y «quilla» (Quilla Raymi).

Guaman Poma nos permite llegar a una conclusión de doble importancia. Apoya la tesis deque había un mes solar, con posición fija en el calendario, así como un mes lunar movible que, por algún dispositivo, estuvo conectado con el mes solar. A veces podían coincidir pero, normalmente,solo en parte. El mes solar organizó las tareas masculinas y el mes lunar las tareas femeninas.

Tendré que volver a este mes lunar, femenino, pero ahora debo discutir la identidad de la panaca Vicaquirao a cargo del tercer mes, el que corresponde a febrero. Guaman Poma (1987 [1613])sugiere que se trataría de hombres que él llama simplemente «los indios», es decir, «gente común»,sin otra distinción. Pero sí se interesa por ellos, pues dice que se fueron hacia tierra caliente paraencontrarse en una apacheta al camino con gentes oriundas de tierra caliente. Ollantaytambo resultaser el lugar de encuentro al que habrían llegado, según Molina (1989 [1572]), los participantes delrito Mayucati «siguiendo el río». A partir de otros datos, podemos concluir que los «indios» comu-nes de Guaman Poma pertenecieron a la panaca Vicaquirao.

Existe otra referencia que nos permite identificar a la panaca Vicaquirao. Cobo (1964 [1639]:213), en su discusión de los ritos del mes de Camay Quilla después del solsticio de diciembre, nos proporciona una lista de los cultos respectivos de las cinco panacas de Hanan Cuzco y de las deHurin Cuzco. No brinda los nombres de las panacas, pero tres de los cultos son los mismos queSarmiento conoció. De esta manera, no hay problema para identificar a tres de las panacas mencio-nadas. Aquí doy la lista de Cobo y añado las identificaciones de Sarmiento (Tabla 3).

La solución para completar la lista de Cobo es menos regular de lo que antes pensaba, peromás significativa. Existen otras listas sobre los mismos cultos, pero sin referir a las panacas y

Tabla. 2. Organización espacio-temporal del Chinchaysuyu (según Molina, Sarmiento y Guaman Poma) .

Capac ayllu?

Hatun ayllu/Iñaca panaca

Vicaquirao panaca

IncaCoya

Auqui/ Ñusta

Común

Rango Panaca

SolLuna

Trueno/Venus

Apachita(Ollantaytambo)

Culto

Capac raymiRaymi quilla

Camay quilla

Hatun pucuyquilla

Mes inca

Diciembre Noviembre-Diciembre

Enero

Febrero

Mes europeo aproximado

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LA IDENTIDAD DE LAS DIEZ PANACAS.. . 283

siempre ponen a la Luna al final. ¿Por qué está aquí en segundo lugar? Se sospecha que Coboobtuvo su lista de alguna fuente antigua, probablemente del mismo Polo de Ondegardo, quientambién «nutrió» a Guaman Poma. La Luna no correspondería a otra panaca , sino a las señoras dealta nobleza de Capac Ayllu, por lo que sospecho, además, que el así llamado culto a la Tierra fueotorgado a la panaca Vicaquirao.

Para terminar con el problema de la panaca Vicaquirao, vale la pena dar algunos detallesmás. Sus miembros fueron los encargados del cuidado de las acequias en el valle, un oficio deservicio y de baja categoría. En el Mayucati, ellos habrían cerrado todas las acequias y conducidolas aguas por la ciudad hacia el río, siguiéndolas, después, hasta Ollantaytambo. El nombre «Vicaquirao» posiblemente deriva de «vecca» (‘la suciedad de la panza y tripas’ según González Holguín(1989 [1608]), y «quirao» [‘cuna’]). Finalmente, el ayllu correspondiente se llamó Huacaytaqui (quequiere decir ‘los danzantes de las huacas’). De todos modos, hace falta un mayor análisis de estasasociaciones y otras similares (Zuidema 1989, 1998). Sugiero la hipótesis de que expresaron valoresde un culto a la tierra ejecutado por una panaca de rango bajo en servicio directo de la nobleza. Lahipótesis ayudaría también a entender mejor la aparente irregularidad de incluir a la panaca 6 en elChinchaysuyu y en el semestre de diciembre a febrero.

5. La identidad de Chinchaysuyu

Con la información precedente puedo llegar a definir la identidad de Chinchaysuyu comouna entidad social en sí misma. La conexión entre las informaciones de Guaman Poma y Molina lohace posible. En primer lugar, las panacas no fueron «linajes» en el sentido leído en Sarmiento (1943

[1572]). Sus panacas fueron rangos dentro de una jerarquía definida por la lejanía de sus respectivosancestros del rey. Lo que quizá les dio imagen de ayllu fue su conexión con unachapa , su «enco-mienda» (Zuidema 1986; Betanzos 1987 [1551-1557]: 57). El diccionario de la Real Academia Españoladefine este concepto en primer lugar como una «dignidad dotada de renta competente», y como«merced o renta vitalicia que se daba sobre un lugar».4 Las panacas obtuvieron sus derechos amejores o peores tierras por definir rangos, no por ser «ayllus».

Guaman Poma no utilizó el concepto de panaca ; es más, ni siquiera conoció la palabra. Paraél, en el Chinchaysuyu no existieron más de tres rangos o, a lo más, cuatro: de la nobleza alta, de lanobleza baja y de gente común. Quizá reconoció a la Coya y a las señoras de nobleza alta como unrango intermedio entre nobles altos y bajos, pues ellas establecieron el contacto entre los dos.

Así, podemos volver a los nombres de las panacas de Chinchaysuyu tal como los introdu- jeron Santo Tomás, Las Casas, Molina y Polo. El texto de Guaman Poma nos permite interpretarlos.

Tabla. 3. Los cultos de las panacas, según Cobo y Sarmiento.

Sol

Luna

Trueno

Viracocha

Tierra

Sarmiento

10 Capac ayllu

9 Hatun ayllu/Iñaca panaca

8 Sucsu panaca

Cobo

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R. TO M ZU ID EM A284

Capac Ayllu se conformó de los parientes directos de los reyes. Hatun Ayllu, el «ayllu grande», eraconformado por los descendientes de rangos inferiores, el más «grande en número». La palabra«hatun» está utilizada en el mismo sentido que en «hatunruna». González Holguín (1989 [1608])traduce esta palabra como ‘hombre basto o labradormitayoc o aldeano que no es de la ciudad’. Eltérmino «hatunruna» refiere, para él, al ‘vulgo popular’. El Hatun Ayllu tenía una posición corres-

pondiente en relación con Capac Ayllu. El nombre «Iñaca Panaca» nos muestra la otra cara del rangode Hatun Ayllu. Algunos cronistas utilizaban únicamente un nombre, otros el otro, y recién Sarmien-to utiliza ambos para el mismo grupo de gente. El nombre indica que sus miembros fueron descen-dientes incas en mujeresiñaca . A partir de Hatun Ayllu/Iñaca Panaca fueron distribuidos los ad-ministradores sobre todas las otras unidades administrativas. En este punto del trabajo, vuelve la pregunta de porqué la última panaca de Hanan Cuzco, de rango más bajo, también estuvo incluidaen Chinchaysuyu. Sin necesidad de especular más, podemos observar que, desde una posiciónservil a Capac Ayllu, y quizá a Hatun Ayllu, cumplió mejor su función.

6. Conclusiones: la identidad de Cuntisuyu

El modelo social del Chinchaysuyu sirve para estudiar también la información sobre losotros tres suyus. Al principio de este trabajo presenté al Cuntisuyu, de modo que voy a discutir muy brevemente algunos de sus datos para incluir, en mis conclusiones, un aspecto esencial de la orga-nización de Chinchaysuyu y de todo el Cuzco.

Betanzos presentó a las señorasiñaca , cada una con un servicio de 10 días, mientras quePedro Pizarro (1978 [1571]: 47, 66-67) habló de la misma organización cuando describió la corte deAtahuallpa. Cada semana de ocho o 10 días tenía otra «dama de corte». Guaman Poma y Murúahablan de las señorasiñaca como esposas de los 40 curacas de unahuaranca (1000 familias), for-mando la organización de incas de privilegio. Murúa (1946 [1590]: 107-109) proporciona el mito queexplica el porqué la señorasiñaca jugaban un rol central en una fiesta de Coya Raymi, de septiembrea octubre. Esta resultó ser la fiesta lunar de lasitua . Guaman Poma, por su parte, solo reconoce comoiñaca a las señoras de Cuntisuyu. Por medio de ellas, Cuntisuyu representó en Coya Raymi, la fiestade las mujeres, al rango social de incas de privilegio en todos los cuatro suyus afuera del Cuzco. Esesta la posición de las señorasiñaca que Betanzos comenta en su historia ejemplar de la boda dePachacuti Inca. El rey se casó con Mama Anahuarque, nombrada por el cerro Anahuarque en Cuntisuyuy ancestro de la población preinca prediluviana del valle del Cuzco. Ella representó a las señorasiñaca tanto por su lugar de origen, la celebración en la fiesta de Coya Raymi, como por el hecho,resaltado por Pachacuti Inca, de que él tuvo multitud de hijos secundarios que, por eso, formaronHatun Ayllu o Iñaca Panaca.

Se ha querido interpretar la descripción de la boda de Pachacuti Inca como un hecho histó-rico estrictamente, afectando solo a las personas de él y su mujer. La importancia política y globalque Betanzos, Pizarro, Murúa, Guaman Poma y otros dan a las señorasiñaca como clase social en laorganización de la ciudad, su valle y su provincia de incas de privilegio demuestra que tal limitaciónno es válida (Fig. 2).

Resumo lo dicho en un esquema de pirámide social (Fig. 2) en el que faltan los dos suyusrestantes, Antisuyu y Collasuyu. Seguramente ocuparon lugares intermedios entre Chinchaysuyu yCuntisuyu, pero faltan textos pertinentes como de los que se pudieron aprovechar Betanzos yGuaman Poma; sin embargo, una reinterpretación de las informaciones dinásticas sí nos permitehacer ciertas sugerencias. Cuando, según Betanzos (1987 [1551-1557]), Pachacuti Inca se casó con

10 señoras de rango alto, ellas debían haberse distinguido entre sí también por sus rangos respec-tivos. Fue la jerarquía de los rangos de las madres la que condicionó los rangos de los hijos comoadministradores en su distribución por todo el valle del Cuzco. Es por eso de tanto interés que los

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LA IDENTIDAD DE LAS DIEZ PANACAS.. . 285

cronistas son explícitos sobre la relación entre elsuyu de mayor rango y el de menor rango. De estemodo, su relación refleja la total jerarquía de la sociedad cuzqueña. Se trata de un modelo jerárquicode una organización tanto del espacio como del tiempo: el tiempo del calendario y el tiempo del pasado inca.

Notas

1 Los incas de privilegio fueron los curacas no incas de los alrededores del Cuzco, a quienes se leshabía dado el privilegio de llevar el título de «inca».

2 En Ayacucho, en los años sesenta, se presenció una expresión de este tipo de servicio femenino.Mujeres de pueblos sujetos a una hacienda tenían que servir aquí por turnos semanales.

3 No hay datos que revelen en forma igualmente clara la importancia de los dos suyus restantes y por el momento prefiero dejarlos fuera de discusión.

4 El concepto correspondiente en francés o inglés sería «apanage».

Inca Coya

Chinchaysuyu CuzcoCapac ayllu

Hatun ayllu/Iñaca panaca

Vicaquirao panaca

IñacaCuntisuyuLos cuatrosuyus conincas de privilegio

Fig. 2. La jerarquía sociopolítica de Cuzco en su doble representación: en Chinchaysuyu-Cuntisuyu y en todoel valle del Cuzco.

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 289BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 289-303

CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS

DE REGISTROS DE KHIPUS PROCEDENTES DECHACHAPOYAS E ICA, PERÚ

Gary Urton*

Resumen

Relatos y narraciones en las crónicas españolas relativas a la práctica inka de mantenimiento deregistros por medio de khipus (en quechua ‘nudo’) indican que estos registros y cuentas eran recopiladosdentro de un sistema de «controles y balances». Cada comunidad en el imperio poseía un mínimo de cuatro«contadores» o registradores de khipus, los que, según relata el cronista Garcilaso de la Vega, llevaban ymantenían los mismos registros. Este estudio examina diversos ejemplos de registros y cuentas afines y deconcordancia compartida identificados entre conjuntos de dos o tres ejemplares de khipus. La identificaciónde registros de khipus con afinidad y concordancia ha sido considerablemente facilitada por el recientedesarrollo de una base de datos de khipus en la Harvard University. El objetivo a largo plazo de estainvestigación es la de examinar la información registrada en ejemplares de khipus procedentes de diversas

zonas a lo largo y ancho del antiguo imperio inka que pudiesen representar los restos o remanentes dearchivos de khipus.

Abstract

MATCHING ACCOUNTS IN THE KHIPU ARCHIVES OF CHACHAPOYAS AND ICA, PERU

Accounts from the Spanish chronicles regarding Inka record keeping prac tices by means of theknotted string devices called khipu («knot») indicate that these accounts were compiled in a system of «checksand balances». Each community in the empire had a minimum of four khipu accountants, all of whom are said by the chronicler Garcilaso de la Vega to have kept the same records. This study examines several examples of matching khipu accounts identified among sets of two or three khipu samples. The identification of matchingkhipu accounts has been facilitated by the recent development of a khipu database at Harvard University. Thelong range objective of this research is to investigate the information recorded on khipu samples from various

provenience zones around the former Inka empire that may represent the remains of khipu archives.

1. Introducción

Una afirmación intrigante y a la vez desconcertante expresada por el cronista Garcilaso de laVega con relación a la anotación y mantenimiento de registros por los inkas por medio de losimplementos de cordeles anudados conocidos como khipus (en quechua ‘nudo’) es de que estoseran utilizados dentro de un sistema de «controles y balances». Este sistema es explicado por Garcilaso de la siguiente forma:

No obstante que los quipucamayus eran tan precisos y honestos como lo hemos referido, el número deellos en cada pueblo estaba en proporción a su población, y sin importar cuán pequeña esta fuese, tenía por lo menos cuatro o más hasta veinte o treinta. Todos llevaban los mismos registros, y aunque un solo

* Harvard University, Department of Archaeology. E-mail: [email protected]

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contador o escriba hubiera sido suficiente para mantenerlos, los Incas preferían tener hartos en cada pueblo y para cada tipo de cálculos, para así evitar errores que pudiesen ocurrir si hubiese pocos de ellos,diciendo que si había una cantidad de ellos, estarían todos errados o no estaría ninguno (Garcilaso de laVega [1966: [1609]: 331).

¿Cómo debemos de interpretar esta aseveración por parte de Garcilaso? Por ejemplo,¿significa esto que algunos, o todos, de los cuatro a 30 (o más) khipukamayucs en algún pueblo ocomunidad dada, llevaban todos los mismos registros, empleando los mismos principios y procedimientos? ¿Quién habría recolectado, comparado y, de ser necesario, corregido los diversosregistros? Estas representan tan solo un par entre las muchas interrogantes que surgen a partir deuna consideración del relato de Garcilaso sobre la naturaleza de las prácticas de mantenimiento deregistros a nivel local por parte de los inkas. Al tiempo que estudiosos de los khipus han estadoconcientes hace tiempo sobre el aspecto de inter- y contra-referenciado, o de balances y controles,en el sistema de registros inkas por medio de los khipus, hasta la fecha nadie le ha dedicado muchaatención o escrito a este rasgo, que debe haber representado una práctica administrativa de índolecrítico. En el presente estudio pienso encarar este vacío en los estudios de los khipus por medio dela consideración de varios ejemplos de registros dekhipu que parecen contener datos, si no idénticos,sí muy similares y que podrían, por tanto, representar ejemplos aún existentes del aparato y las prácticas administrativas descritas por Garcilaso.

El interés en perseguir o rastrear este tema deriva a partir de un hallazgo surgido dentro deldesarrollo de un proyecto que actualmente llevo a cabo, dedicado a la investigación y creación deuna base de datos referenciales sobre los khipus. Este proyecto apunta a consolidar y compilar información recolectada en el transcurso de los años por diversos estudiosos de los khipus dentrode una base de datos unificada y accesible, esto es, que pueda ser consultada e investigada encuanto a patrones y configuraciones en, y entre, toda la variedad de distintos rasgos y característicasde los khipus tales como números, colores, direccionalidad de hilado-plegado y anudado, etc. Noobstante el hecho de que este proyecto aún se encuentra en estado temprano o incipiente dedesarrollo, la investigación de algunos de los primeros khipus ingresados a la base de datos —comolos 22 de los 32 ejemplares descubiertos en el sitio Laguna de los Cóndores, en Chachapoyas, nortedel Perú— reveló, entre tres ejemplares diferentes de khipus, una afinidad y correlación deinformación, sobre todo de índole numérica, extremadamente interesante y compleja. Estaré presentando detalles de esta afinidad y concordancia más adelante durante el transcurso de esteartículo.

2. Parejas afines: concordancia y correlación en registros de khipu

Una muestra muy directa y patente de lo que parecería constituir un ejemplo de correlacióno concordancia de información registrada en dos diferentes khipus sucede en el caso de un par deejemplares conservados en el American Museum of Natural History (AMNH), en New York (Fig. 1).Su procedencia está indicada como en las cercanías del valle de Callango, en el valle de Ica, al sur deLima, en la costa central peruana. Estos khipus han sido descritos en formato tabular por Marcia yRobert Ascher. En el sistema de anotación de los Ascher, los dos khipus en mención se hallanidentificados por los códigos AS194 y AS195.

El khipu AS194 detenta dos cordeles colgantes, de los que el primero lleva fijado trescordeles subsidiarios. El primero de estos tres cordeles subsidiarios, a su vez, lleva añadidos otrosdos cordeles subsidiarios (terciarios). El segundo de los dos cordeles colgantes en elkhipu AS194

se halla separado del primer cordel colgante, en su punto de fijación a la cuerda principal, por unintervalo de 21 centímetros de longitud; asimismo, cabe mencionar el detalle de que este mismosegundo cordel colgante no posee ningún nudo. Los respectivos detalles referentes a los valores

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 291

Fig. 1. a, b. Los khipus AS194 y AS195. American Museum of Natural History, New York.

cromáticos y numéricos de los cordeles colgantes y cordeles subsidiarios en elkhipu AS194 sehallan ilustrados en la Fig. 1a. El segundo de los dos ejemplares, con el código AS195, detenta tansolo un cordel colgante. Sin embargo, a este cordel colgante se hallan fijados tres cordeles subsidiarios,de los que el primero de estos, a su vez, lleva añadidos otros tres subsidiarios. El tercer subsidiariose halla cercenado o «mochado» a una distancia de 4 centímetros de su punto de fijación.

Como se puede apreciar en las Fig. 1, los valores numéricos de nudos en los cordelescolgantes y subsidiarios de AS194 y 195 son casi idénticos. Las diferencias más apreciables yacenen la ausencia de un tercer colgante subsidiario valorizado como «4» en AS194 (este valor podríahaber estado registrado, supuestamente, en el ahora roto o incompleto subsidiario de P1), además

de algunas otras diferencias en colores de cordeles entre los dos khipus. Pareceríamos hallarnos, eneste caso, ante una instancia bastante evidente, por lo menos en términos numéricos, de un cuerpode información registrado en unkhipu que se halla reproducido o repetido en otro. El hecho de quelos valores cromáticos asociados con las series de números en estos dos khipus no sean idénticos, podría indicar que los khipukamayuqs o encargados de su elaboración poseían sus propios valoresde señalización de colores para indicar alguna o más características de las identidades de los números,objetos y actividades, etc., registradas en sus khipus. Parecería razonable suponer que este primer par de khipus «afines» puede representar una expresión del sistema de controles y balances dekhipus (por ejemplo de dos khipukamayuqs, depositarios o custodios), y que conservaban losmismos datos y registros pertinentes con referencias a algún recurso o actividad comunitaria, segúnlo descrito en el testimonio de Garcilaso de la Vega que hemos citado al inicio.

El segundo ejemplo de concordancias y afinidades en registros y recuentos, o segmentosde estos, proviene de una pareja de khipus que se hallan incluidos dentro de un grupo de ocho

120 (B)

(b)- AS 195

62 (B)4 (B)4 ( B:KG)

8 (B)

? (LB)

4 (B- W)

(a)- AS 194

(B)

2 1

62 (W)

120 (W)

4 (B)4 (KG: W)? (LB)

8 (B)

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ejemplares adquiridos en 1905 por el Museum für Völkerkunde, en Berlín, Alemania. Los números declasificación de los Ascher correspondientes a estos dos ejemplares son AS159 y AS173. Losregistros del museo indican que este conjunto de ocho khipus proceden de una zona entre Ica yPisco, en la costa central peruana, al sur de la ciudad de Lima.

El khipu AS159 está compuesto por un total de 35 cordeles colgantes. Los primeros siete deestos, con aquellos subsidiarios que poseen, se encuentran diagramados de manera esquematizadaen la Fig. 2. En cuanto alkhipu AS173, este ejemplar está compuesto por un total de tan solo 13cordeles colgantes. Proporciono aquí un diagrama esquemático de los primeros ocho cordelescolgantes en este ejemplar, igualmente con los respectivos subsidiarios que pudiesen haber (Fig. 3).

Según se podrá apreciar a raíz de una comparación entre las Figs. 2 y 3, los siete cordelescolgantes (P1-7) en el ejemplar AS159 son idénticos, en términos de sus valores numéricos y estructuracolgante-subsidiaria, a siete de los cordeles colgantes (P2-8) en el ejemplar AS173. Como ya se haobservado en el primer, o anterior, ejemplo de khipus emparejados o afines, los colores de loscordeles colgantes en este segundo par de khipus difieren igualmente entre sí en un grado muy

considerable.Es importante señalar que los cinco restantes cordeles colgantes (P9-13) del más exiguo de

los dos khipus, el AS173, no contienen concordancias o afinidades con segmento alguno de los 28cordeles colgantes restantes (P8-35) en AS159. Por tanto, la información numérica concordante yafín entre estos dos khipus incumbe a los cordeles colgantes iniciales, o más cercanos, de ambosejemplares. Dada la ubicación de los segmentos concordantes y afines en estos dos khipus, se podría sugerir que el AS173 pudo haber constituido la fuente original para la primera parte de AS159.En este caso, los restantes cuatro quintos delkhipu AS159 no poseen referencias o se hallan«indocumentados», por lo menos según la información con la que contamos actualmente. Estosuscita la interrogante acerca de que si pudieran o no existir otros khipus, procedentes del área de

Ica-Pisco, que registren otros segmentos de cordeles colgantes en el AS159, e inclusive aquelsegmento corto, restante y carente de afinidad o concordancia, en el AS173. Hasta la fecha, nohemos identificado concordancias, afinidades, fuentes y orígenes para los otros segmentos.

Fig. 2. El khipu AS159. Museum für Völkerkunde, Berlín.

Cordel n. 1 1s 1 2 3 4 5 6 7 ...35

Valores del nudo: Color:

1 18+2(W)(W)

16+1(B: W)

16 16(B: W) (B: W) (B: W)

18(B: W)(B)

12 16

o

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Un tercer ejemplo de la presente mención de khipus afines y concordantes proviene de un par, o pareja, de khipus —también conservados en el Museum für Völkerkunde de Berlín, Alemania— cuyo registro de procedencia está indicado como Ica. Los ejemplares en mención poseen los númerosde clasificación de Ascher AS114 y AS123. Estos dos ejemplares constan de dimensiones nota- blemente diferentes, es decir, el AS114 está compuesto de 339 cordeles colgantes, mientras que elAS123 posee tan solo 70 cordeles. Ambos ejemplares detentan numerosos cordeles subsidiariosfijados a los cordeles colgantes, aun cuando ninguno de estos (subsidiarios) se halla presentedentro de los dos tramos de cordeles colgantes que nos conciernen en este particular momento.

No obstante las notables diferencias de tamaño entre estos dos ejemplares dekhipu , las particulares y respectivas series de concordancia y afinidad de valores numéricos en segmentos decordeles colgantes —10 cordeles por cada ejemplar— son hallados virtualmente en las mismasubicaciones si se cuenta a partir de los mismos extremos de estos khipus desde los que los Ascher

comenzaron sus respectivas lecturas de cada uno de estos ejemplares. Esto es, la serie de 10 cordelesafines en el AS114 se hallan situadas en los cordeles colgantes 40-49, mientras que los 10 colgantesafines en el AS123 se hallan situados en los cordeles 41-50. Los valores correspondientes a estasdos series mencionadas de cordeles colgantes se encuentran representados en la Fig. 4.

Como demostrará ser evidente según las descripciones previas de los dos khipus de los quefueron obtenidas las secuencias de 10 cordeles ilustrados en la Fig. 4, existen 39 cordeles que preceden al segmento del AS114 mostrado en la mencionada figura y otros 290 cordeles posterioresque lo siguen. Por parte del segmento mostrado correspondiente al ejemplar AS123, existen 40cordeles precediéndolo y 20 cordeles subsiguientes. Debo agregar que no existen segmentosadicionales que concuerden (numéricamente) o muestren afinidad entre estos dos khipus.

Asimismo, es importante señalar que los cordeles colgantes, en los que los segmentos de10 cordeles se hallan respectivamente situados en estos dos ejemplares, son todos del mismo

Fig. 3. El khipu AS173. Museum für Völkerkunde, Berlín.

Cordel n.

Valores del nudo: Color:

18+2(W)(W)

16+1(B)

1 2 2s1 3 4 5 6 7 8 ...13

(B) (B) 16 1611 1618 12

(B) (B) (B)(B: W)

o

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color —es decir, los 10 cordeles en AS114 son todos HB (marrón plomizo), mientras que aquellos enel AS123 son todos EB (marrón amarillento plomizo)— no obstante el hecho de que, en ambos casos,las agrupaciones de cordeles precedentes y subsiguientes son de colores diferentes respecto aaquellos de estos dos particulares segmentos a los que nos hemos estado refiriendo.

Partiendo de esta previa observación, mi suposición es de que estas series, concordantes yafines, de segmentos de 10 cordeles representan unidades «aislables» y «desligables» dentro de

sus respectivos khipus, las que podrían ser observadas y tomadas en cuenta aparte, o fuera de, losotros cordeles en sus particulares contabilidades matrices. ¿Qué significa o implica esto en cuantoa la naturaleza de la contabilidad, contrareferenciación y control mutuo o compartido de los khipus?Yo sugeriría que la implicancia es de que aquellos segmentos afines y concordantes representaninformación proveniente de una fuente común. Por ejemplo, estos datos numéricos afines podríanhaber provenido de doskhipukamayuq , los que eran responsables de registrar información pertinentea la misma tarea o actividad, o alguna(s) característica(s) de un mismo grupo social (por ejemplo, unayllu). El hecho de que el remanente de datos e información registrados en los dos relatos o archivossea diferente entre cadakhipu , sugiere que los doskhipukamayuq en cuestión compartían tan soloesta particular responsabilidad contable y nada más.

Ahora debemos dirigimos brevemente a un ejemplo que parecería representar una variantedel fenómeno de mantenimiento múltiple de registros que hasta este momento hemos estadoinvestigando. Este caso involucra aquello que denomino como unkhipu de «reajuste o reevaluación».Una muestra de este tipo se encuentra ilustrada en la Fig. 5 a y b. En la Fig. 5 a observamos losvalores numéricos y colores de los 13 cordeles que componen elkhipu AS116; este ejemplar, procedente de Ica, se halla conservado en el Museum für Völkerkunde de Berlín. La Fig. 5 b muestralos números y colores de los cordeles del AS150, otro ejemplar de la colección de Berlín y tambiénindicado como procedente de Ica. Este último ejemplar detenta un total de 27 cordeles colgantes.

En los cordeles colgantes de los dos diferentes ejemplares mostrados en la Fig. 5 se puedeobservar que los valores numéricos son idénticos o, más comúnmente, cercanos en cada caso, conla excepción del quinto número en cada columna. Sin embargo, las diferencias son regulares, en elsentido de que, cuando difieren valores emparejados, aquel valor registrado en el AS116 siempreresulta siendo menor que su correspondiente pareja en AS150. Por tanto, sugiero que los dos

Fig. 4. Los khipus AS114 y AS123. Museum für Völkerkunde, Berlín.

40 9 57 30 56 80 21 8 22 12

40 9 57 30 56 80 21 8 22 12

Cuerda principal

Cordelpendiente # ...40 41 42 43 44 45 46 47 48 49 50.

AS114Color: todos HB

AS 123Color: todos EB

Valor:

Valor:

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 295

Fig. 5. a, b. Los khipus AS116 y AS150. Museum für Völkerkunde, Berlín.

W

170648437819

522

26

2272

<Null>

WSB

1

2

34

567

89

10111213

N ú m e r

o d e c

o r d e

l

C o l o r

V a l o r t o t a

l

N ú m e r

o d e c

o r d e

l

123456789

10111213

V a l o r t

o t a l

V a l o

r t o t

a l

s u b s i

d i a r i o

Ica As150Ica As116

W

W

W

ABABABAB

AB

SB

SB

1s1

2s1

141516

1717s11819

19s119s2

2020s121

21s121s1s1

21s22223

23s124

24s125

25s126

26s127

27s1

W

W

155

151

117475

1826587

389210562

302

282

55

<Null>86

51

<Null>

<Null>

<Null>

57

102

321

73145

6722

4

2

337

63

331

2

2

C o l o r

MBLB

LBRBW

RBW

RBWRBWRBB

RBB

RB

BRBW

BRBMBWLB

BRBLBMBWW

RBWRBW

RBW

RB

RBW

(a) (b)

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ejemplares mostrados en la Fig. 5 podrían estar contabilizando los mismos objetos o elementos peroen dos momentos o tiempos distintos; el número contabilizado de estos puede haberse incrementado(por ejemplo, sí es que el ejemplar AS116 precedió al AS150), o decrecido (de darse el caso inversoy fue el AS150 el que precedió al AS116) durante un particular periodo de tiempo.

Todos los khipus afines y correlativos sobre los que se ha tratado hasta este momentoestán indicados como provenientes de Ica o de la región aledaña a esta. Al mismo tiempo, losresultados obtenidos hasta ahora por medio de un proceso de acopio y cotejo de afinidades ycorrelaciones en el Proyecto de Base de Datos de Khipus sugieren que, posiblemente, podríamoscomenzar a concebir a la voluminosa colección de ejemplares procedentes de esta región, y quizástambién aquellos provenientes de algunas otras regiones (por ejemplo, Chachapoyas, Pachacamac,Arica, etc.), como la representación de verdaderos «archivos», es decir, colecciones de khipusinterrelacionados cuyos registros contables podrían traslaparse o superponerse parcialmente, enmayor o menor grado, en virtud del sistema de controles y balances de mantenimiento de registrosdescrito por Garcilaso de la Vega. La base de datos registrable que hemos desarrollado en la HarvardUniversity constituye un excelente instrumento para la investigación de dichos archivos, ya quenos posibilita registrar y escudriñar series numéricas en forma progresiva y, también, regresiva (por ejemplo, siguiendo el mismo sentido, o también el contrario, al adoptado por los investigadores alhaberse registrados los datos pertinentes), además de buscar y establecer afinidades y concordanciascercanas (por ejemplo, series numéricas cuyas unidades varían tan solo por una unidad numérica).

En lo que va del presente estudio hemos contemplado casos de afinidades y correlacionescomprendidos solo entre dos ejemplares de khipus. A continuación, nos dedicaremos a observar unejemplo más complejo de afinidad de khipus, una que involucra a tres ejemplares.

3. Afinidad correlativa de partida triple en khipus procedentes de Chachapoyas

Tras haber completado la construcción de nuestra base de datos registrable de khipus,comenzamos a investigar y explorar en búsqueda de configuraciones y patrones en ellos, con-centrándonos en los 22 ejemplares recuperados de los túmulos saqueados en el sitio Laguna de losCóndores, ubicado en Chachapoyas, norte del Perú. Debido a su contexto arqueológico relativamente«entero» y «bueno», esta se perfiló como la colección que ofrecía la mayor probabilidad de poder producir resultados interesantes dentro de nuestros esfuerzos de identificación e interpretación de potenciales conexiones, como, por ejemplo, «afinidades» y correlaciones de datos numéricos o deotra índole entre ejemplares de khipus. Durante la primera semana, después de haber ingresado ycomenzado a revisar los datos pertinentes a los ejemplares de khipus de Chachapoyas, se percibióuna correlación sorprendente y bastante interesante en las secuencias numéricas registradas en tres

de estos khipus: se trata de los ejemplares denominados UR6, UR9 y UR21.Antes de continuar, debo mencionar que ya he publicado un previo y extenso análisis del

khipu UR6. En aquel estudio indiqué que este voluminoso y esmeradamente elaboradokhipurepresentó, muy probablemente, un registro calendárico y, al mismo tiempo, tributario. Quisiera permitirme, ante todo, repasar nuevamente los rasgos y características estructurales que mecondujeron a esta interpretación del ejemplar en mención. Fuera de contadas excepciones, los cordelescolgantes del UR6 se hallan organizados en 24 conjuntos, integrados a su vez, respectivamente, por 29 a 31 cordeles colgantes por cada conjunto, lo que arrojó un total absoluto de 730 cordeles (Fig. 6).Más específicamente, los 24 conjuntos de cordeles están compuestos por series emparejadas de:a) 20, 21 ó 22 cordeles colgantes regulares (por ejemplo, estos cordeles se hallan fijados directamente

a la cuerda primaria o principal), y b) conjuntos de ocho, nueve o 10 de los que he llegado adenominar «cordeles colgantes enlazados» («loop pendants »). Estos «colgantes enlazados» sehallan fijados a otro cordel, cuyos extremos están, a su vez, fijados a la cuerda principal. En el

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 297

Fig. 6. La organización de los cordeles colgantesen el khipuUR6. Centro Mallqui, Leimebamba, Cha-chapoyas.

120

91

219

21

219

921

21

21

9

9

921

10229

22

921

8

229

219

229

229

229

22

229

922

9

9

22

22

229

22

8

8

921

42525

4

Cordeles superiores

Cordeles superiores

Cordeles superiores

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GARY URTON 298

anterior estudio se sugirió que los 24 conjuntos de 29-31 cordeles colgantes podrían ser interpretadoscomo representativos de los 24 meses solares de dos años solares, o siderales, de 12 meses (2 por 365 = 730) (Fig. 7).

Asimismo, en aquel estudio previo de UR6 documenté que la suma de nudos en los 730

cordeles colgantes que componen el calendario bienal produce un total de 30.042 (Fig. 8). Sesugiere que este total representaba un recuento tributario de tres guarangas (3000) demit’ayuq(«tributarios») que fueron enumerados en esta región según unkhipu que es mencionado endocumentos españoles como en posesión de un registrador nativo de Chachapoyas apellidadoGuaman, en las décadas entre 1530 hasta 1570. Es relevante hacer mención aquí que la poblaciónque probablemente habitó en las comarcas aledañas a la Laguna de los Cóndores estaba compuestade nueve ayllus de los indios chilchos. En mi anterior estudio sobre elkhipu UR6 sostuve que elregistro combinado calendárico y tributario, o censal, incluido en estekhipu habría representadouna contabilidad del servicio laboral tributario posiblemente llevado a cabo por los integrantes delos nueve ayllus chilchos en el transcurso de dos distintos años o bien una contabilidad dual (por ejemplo, en grupos de 1000 y otro de 2000mit’ayuq ) en el transcurso de un solo año durante la épo-ca prehispánica tardía.

Con esta breve explicación del registro calendárico-tributario de UR6 como trasfondo, deseoenfocarme ahora sobre un segmento del calendario en estekhipu . Este es el periodo de cuatro mesesque transcurre desde principios del mes XIII hasta el mes XVI. La Tabla 1, que contiene todos losnúmeros registrados en los nudos de UR6, resalta la cantidad o cifra hipotética de tributariosconscriptos durante el periodo de tiempo recién descrito.

Ahora bien, un muy intrigante desarrollo que se ha suscitado en el estudio de los khipus deChachapoyas es que recientemente hemos identificado otros dos ejemplares cuyos datos numéricoscontienen partes de la información contenida en el segmento de cuatro meses delkhipu UR6 resaltadaen la Tabla 1 o virtualmente toda. Estos otros dos khipus son los denominados UR9 y UR21. Cuandose estudiaron las series de números de UR9 y UR21 y comparamos estas con el segmento de cuatromeses de UR6 (Fig. 9), encontramos que existen tramos significativos, o segmentos de números, queson idénticos a través de los tres registros de khipus. Las similitudes y correlaciones son tanmarcadas que yo argumentaría que los ejemplares UR9 y UR21 podrían representar versionesdiferentes, minutas o ensayos preliminares, o referencias correlativas (en el sentido «garcilasiano»)de anotaciones y recuentos elaborados por dos diferentes khipukamayuqs de segmentos significa-tivos del registro contenido en la versión más comprensiva, y quizás final o definitiva, vertida en elkhipu UR6.

¿En qué forma podría haberse llegado a suscitar este complejo registro de valores numéricosafines y correlativos entre los ejemplares UR6, UR9 y UR21? O, expresado de otra manera: ¿qué es loque este ejemplo de concordancia y afinidad en registros de khipus nos informa con respecto a las prácticas de archivamiento de registros de los inkas? A mi parecer, la circunstancia principal quedebemos tomar en cuenta al responder a estas interrogantes es aquella de que el factor afín yconcordante entre los ejemplares UR9 y UR21 con UR6 involucra tan solo a una sexta parte de losdatos —por ejemplo, cuatro de sus 24 meses— que se hallan registrados en el voluminoso, y quedenominaré «compendioso» o «sumario»,khipu UR6.

Para adelantar aún más esta interpretación, por lo menos en la medida en que sea posible enel momento actual, pienso que la circunstancia de contabilidad múltiple identificada en la Fig. 9

debería ser contemplada con relación a la hipótesis que anteriormente adelanté o en el contexto deella, a efecto de que la información numérica anudada en los nudos delkhipu UR6 podría haber registrado el número o cantidad de trabajadores cuya obligación laboral hacia el Estado inka era

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 299

Fig. 7. El calendario bienal de la Laguna de los Cóndores. Khipu UR6. Centro Mallqui, Leimebamba, Cha-chapoyas.

922

9

229

229

22822

922

8

921

4

92121

921

921

921

9

219

21

10229

228

21

229

9

219

229

229

229

22

42

25

5

120

91

Primer año

(Superior)

(b)

Segundo año

(c)

(a)

Pares de cordeles pendientes y colgantes enlazados

=179

=183

=185

=183

=368

(d)

=362

(Superior)

(Superior)

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GARY URTON 300

Fig. 8. La cuenta de valores en los nudos del khipuUR6. Centro Mallqui, Leimebamba, Chachapoyas.

(d)

(a)

(b)

(c)

Primer año

Segundo año

19

135

(0)

(31)

12

595

150

10

1

1

209

219

219

9

9

9

21

21

21

75

58

60

52

58

44

921

921

922

21

22

229

8

10

Total 733

71

71

67

83

49

4511

103

148

13

12

871295 (=2028)

219

229

229

422

22

22

9

9

9

59

52

55

57

30

26

(23)

121

12

13

86

76

8

229

229

22

9

22

22

9

8

821

Total

28

33

19

22

39

26

446

7

64

7

5

66

66531 (=977)

42525

(26)

(80)1826 (=3005)

(=3085)

1179Totales

(Superior)

(Superior)

(Superior)

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 301

Fig. 9. Comparación entre los khipus UR9, UR6 y UR21, procedentes de Laguna de los Cóndores. Centro Mallqui, Leymebamba, Chachapoyas.

Leyenda: [Concordancia exacta] Concordancia cercana Etiqueta de identificación

UR 21UR 6UR 9

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GARY URTON 302

Tabla 1. Secc ión del khipu UR6 compartida con los khipus UR9 y UR21 (denotada con énfasis).

1, 1, 7, 1, 7, 12, 30, 65, 20,1, 4, 1, 15, 2,

2, 1, 1, 1, 1, 13, 1, 1, 1, 1, 1, 9, 2, 1, 2, 2, 4, 1, 2, 5,(a)UR 6

1, 1, 2, 1, 1, 15, 10,1, 3, 1, 1, 4, 2, 1, 1, 2, 1, 12, 2, 15, 3, 3, 2, 4, 1,1, 1, 4+ 3, 1, 1, 1+1, 3+3,1, 1, 1, 1, 10, 2, 1, 11, 2, 7, 2, 7, 2, 8, 2, 1+1,2, 1, 1+1, 3+2, 1 1,1, 1, 1, 6, 1, 2, 1, 1, 2+1, 4, 9, 2, 5, 2, 9, 2, 2,18+2, 2, 4+2, 2, 16+4, 1, 10+3+6, 521, 10+8+6,1, 1, 2, 2, 2, 7, 1, 1, 16, 3, 7, 3, 2, 2,14, 2, 1, 7, 2, 1, 6, 1, 30, 80, 20,1, 3, 2, 1, 3, 1, 1, 1, 10, 18, 2, 1,1, 1, 1, 1, 6,(b)1, 1, 3, 1, 3, 1, 8, 6, 9, 8, 3, 1,2, 1, 2, 4, 1, 1

1, 2, 6, 1, 1, 1, 13, 9, 7, 6, 2,

2, 2, 2, 2, 3, 3, 9, 3, 2, 1, 12, 1, 6, 1, 6, 9, 19,8, 2, 5, 1, 9, 1, 15, 40, 22,

2, 1, 9, 4, 4, 1, 1, 20, 71, 35,2, 2, 2, 3, 1, 1, 4, 1, 2, 1, 3, 1, 15, 21, 2, 5, 1,1, 1, 5, 1, 5,2, 2, 1, 1, 3, 3, 1, 13, 1, 3, 4, 3, 10, 9, 10, 5,2, 3, 5, 1, 1,2, 1, 2, 2, 1, 2, 10, 1, 7, 1, 1, 6, 10, 5, 15, 5,7, 1, 5, 1, 5, 1, 12, 35, 20,

2, 1, 1, 2, 2, 8, 1, 2, 9, 2, 5, 1, 2, 7, 14,2, 1, 8, 4, 3, 1, 1, 20, 61, 20,2, 1, 3, 2, 3, 1, 2, 1, 14, 16, 4, 2, 1,

1, 4, 1, 1, 5,1, 1, 2, 1, 1, 4, 7, 1, 2, 1, 1, 3, 3, 11, 10, 3, 3,2, 1, 3, 1, 5, 1,1, 1, 1, 1, 10, 9,2, 2, 3, 2, 7, 1, 3, 1, 1, 1, 6, 11, 5, 7, 5,6, 1, 5, 1, 5, 1, 1, 11, 35, 20,1, 1, 1, 1, 2, 2 3, 2, 2, 2, 5, 4, 4,1, 4, 1, 1, 2, 1, 10, 40, 16,1, 1, 1, 1, 2, 1, 2, 1, 2, 2, 5, 2, 5,1, 1, 1, 5,

(c)

(d)1, 1, 1, 3, 1, 1, 2, 3, 4, 4, 5, 2,1, 1, 1, 3, 1,1, 1, 1, 2, 2, 1, 3, 1, 4, 8, 3, 3, 3,5, 1, 3, 1, 3, 1, 10, 30, 10,1, 2, 1, 1, 1, 1, 1, 1 3, 5, 1, 1,1, 2, 1, 3,1, 1, 2, 1, 3, 2, 4, 4, 1, 3,1, 3, 1,1, 1, 1, 2, 3, 1, 1, 2, 1, 1, 1, 2, 6, 4, 7, 5,4, 1, 3+1, 1, 2, , 1, , 2, , 1,10 30 101, 1, 1, 1, 2, 3, 3,1, 3, 1, 2, 3, 20, 7,---------------------------------1, 1, 1,4, 4,2, 2, 2, 1, 1,1, 1,1, 1, 2+1

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CONCORDANCIAS Y AFINIDADES EN ARCHIVOS DE REGISTROS DE KHIPUS... 303

consignada en el marco de este calendario bienal. Teniendo en cuenta la anterior hipótesis, sugieroque las contabilidades contenidas en los khipus UR9 y UR21 representan los registros suministrados por dos diferentes registradores de ayllu, cuya información se hallaba resumida o compendiada enun segmento cuatrimestral dentro del amplio y dilatado registro administrativo de carácter sumarioy recapitular compaginado en elkhipu UR6. Los doskhipukamayuq que retuvieron los ejemplares

UR9 y UR21 parecerían haber poseído la misma responsabilidad contable, como, por ejemplo, elregistro o empadronamiento de los trabajadores de sus respectivos ayllus, quienes eran conscriptos para el periodo de cuatro meses indicado en la Tabla 1. Estos funcionarios de menor rango —por ejemplo, de nivel ayllu— habrían reportado los contenidos de sus respectivos khipus a aquel individuoque coordinaba los diversos registros provenientes de los diferentes registradores de ayllus. Esteindividuo, quien habría debido ser un funcionario local de alto nivel, probablemente un funcionarioestatal administrativo o supervisor, habría sido responsable de mantener una contabilidad y relaciónrecapitular y resumida en unkhipu como el ejemplar UR6.

4. Conclusiones

Deseo puntualizar dos temas breves en esta conclusión. En primer lugar, considero importanteque comencemos a estudiar khipus que compartan una procedencia u origen común como forma dedesarrollar una comprensión de los archivos de khipus de las diferentes áreas y territorios delimperio inka. Esto podría proporcionar una estrategia para conseguir investigar no solo cómo eraregistrada la información por los administradores en las diversas partes del imperio, sino también para brindarnos percepciones y conceptos más claros acerca de la organización y clasificación deinformaciones dentro de la temática general del archivo y mantenimiento de registros en el Estadoinka.

El segundo punto al que deseo referirme concierne al tema de idiosincrasia y conven-cionalismo de signos en elkhipu . Una de las cuestiones más grandes y controvertidas que actual-

mente incide y prevalece sobre los estudios de khipus es la interrogante acerca del grado en queaquellos registros preparados por unkhipukamayuq podían o no ser leídos por otro. Obviamente,los ejemplares UR6, UR9 y UR21 podrían igualmente haber sido elaborados por un solokhipu-kamayuq , pero dudo que este haya sido el caso. Mas bien, sospecho que los khipus UR9 y UR21constituían anotaciones efectuadas individualmente por dos khipukamayuqs diferentes en rango o potestad, a nivel de ayllu, cuyos registros contables individuales —muy similares, si bien de ciertamanera diferentes— se hallaban rectificados y sintetizados, a su vez, dentro del archivo de registroglobal representado por el especimen UR6. De esta forma, creo que podemos concluir que, en algúnnivel, los tres khipukamayuqs, incluyendo al responsable delkhipu UR6, habrían estado, de maneraindudable, capacitados de poder leer, individual y colectivamente, la mayor parte, o acaso la totalidad,de sus respectivos registros.

REFERENCIAS

Ascher, M. y R. Aschers.f. Code of the Quipu: Databooks I and II. Cornell University Archives, Ithaca, en:

<http://instruct1.cit.cornell.edu/research/quipu~ascher/>.

Garcilaso de la Vega, I.1944 Comentarios reales de los Incas (edición de A. Rosenblat; prólogo de R. Rojas), Emecé, Buenos Aires.[1609]

Urton, G.2001 A Calendrical and Demographic Tomb Text from Northern Peru, Latin American Antiquity 12 (2), 127-

147, Washington, D.C.

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 305BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 305-323

LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA:

¿UNA HERÁLDICA INCAICA?Peter Eeckhout* y Nathalie Danis**

Resumen

Los tocapus son cuadrángulos con signos geométricos o figurativos estilizados que aparecen en forma de series en los tejidos y vasos ceremoniales del periodo inca y de los inicios del periodo colonial. Varias

interpretaciones han sido propuestas para explicar su posible significado, pero ninguna convincente a la fecha. En este estudio preliminar se propone un análisis de los tocapus representados en los retratos deemperadores incas en la famosa Nueva crónica. El método sistemático que los autores han usado abre una víainnovadora para un cierto número de tocapus, los que estarían asociados a Sapa Incas específicos. Además,se ha podido relacionar algunos de esos tocapus «heráldicos» con piezas arqueológicas en las que figuran. Aunque la muestra es bastante reducida, el contexto de dichos hallazgos concuerda a nivel cronológico con las propuestas de atribución, lo que fortalece la hipótesis. Si esta se verifica con una muestra más amplia, podríaconstituir una herramienta bastante útil para el fechado de los artefactos con tocapus.

Abstract

ROYAL TOCAPU IN GUAMAN POMA: AN INCA HERALDIC?

Tocapus are small quadrangles filled with geometric or stylized figurative motives that appear inseries on textiles and ceremonial goblets of the Inca and Early Colonial Periods. Various interpretations havebeen proposed in order to explain their possible significance and meaning, but none to date has been convincing.This preliminary study is based on an analysis of the tocapus represented in the portraits of the Inca Emperorsin the famous «Nueva crónica...», by Guaman Poma de Ayala. The systematic method the authors have used opens an innovative way of interpreting a certain number of tocapus, suggesting that they could be associated with specific Sapa Incas. Furthermore, some of those «heraldic» tocapus may be linked to archaeologicalartifacts on which they figure. Although the sample is small, the context of those objects on which the tocapu-like images are found fits with the suggested attributions, which strenghtens the hypothesis. If this hypothesisis supported when applied to a larger sample, it would become a useful tool for the dating of artifacts bearingtocapus.

1. Introducción

Más allá de su función práctica y utilitaria, el textil tenía en el imperio inca un papel econó-mico y simbólico primordial del que dan testimonio tanto las fuentes etnohistóricas como los hallaz-gos arqueológicos. La materia usada —algodón, lana de camélidos,1 adornos de plumas, metal,concha labrada, etc.— así como las técnicas empleadas para realizar los unkus, llicllas, chumpis yotros elementos de la vestimenta, permiten clasificarla según su grado de elaboración y fineza. Esasclases no estuvieron al alcance de todos sino, más bien, reservadas a ciertas categorías sociales enel imperio (Montell 1929: 182; Cobo 1956 [1653]: libro 14, cap. IX; Murra 1962: 218; J. Rowe 1979: 239;

* Université Libre de Bruxelles, Faculté de Philosophie et Lettres, Bruxelles.E-mail: [email protected]** Université Libre de Bruxelles, Faculté de Philosophie et Lettres, Bruxelles.E-mail: [email protected]

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PETER EECKHOUT Y NATHALIE DANIS 306

A. P. Rowe 1995-1996: 9; Roussakis y Salazar-Burger 2000: 270). Por ejemplo, el uso de vestimenta enlana de vicuña, sumamente fina, se consideraba un privilegio exclusivo del Sapa Inca, con castigomortal para el que no respetaba esa regla (Garcilaso 1991 [1609]: libro 6, cap. VI). El intercambio deropa era parte integrante de las negociaciones políticas y militares, y muchas ceremonias constabande ofrendas de tejidos enterrados, voluntariamente desgarrados y hasta quemados (J. Rowe 1946:

259, 307; Eeckhout 1998). El traje servía también de marcador regional pues cada comunidad tenía su propio estilo de indumentaria (Pachacuti 1993 [1613]: fol. 8, vol. 198) y bajo el dominio inca estuvo prohibido cambiarlo (Garcilaso 1991 [1609]: libro 7, cap. IX). A la inversa, la humillación suprema trasla derrota consistía en desnudar a los prisioneros, lo que equivalía a quitarles su identidad (Murra1962: 227). Los textiles tenían también una importancia extrema en los ritos funerarios. Su presenciaen las tumbas es una tradición milenaria en el Perú y aunque las costumbres variaban adentro delTahuantinsuyo, la mayoría de los muertos eran vestidos y luego se les envolvía en varias capas detejidos hasta formar los famosos bultos que luego se enterraban en fosas o cámaras funerarias (Uhle1903: 12; Cobo 1956 [1653]: 274; De la Calancha 1976 [1638]: LIV: cap. XIX; Ravines y Stothert 1976;Flemming 1983: 64-65; Narváez 1995: 93-97, entre otros).

Entre las diferentes categorías de tejidos incaicos se destaca un tipo particular, caracteriza-do por diseños específicos que se conocen bajo el nombre de «tocapus». Volveremos más abajosobre la definición y la descripción de los tocapus, pero lo que ya se puede anotar es que dichosmotivos constituyen un tema de investigación per se, pues su recurrencia, ordenamiento, grado deestandarización y complejidad han hecho sospechar que tenían no solo una función de ornamentos,sino también significados propios. En el marco de este ensayo, los autores se interesarán en ciertostocapus representados en los dibujos del cronista indígena Guamán Poma de Ayala (1989 [1613]) ysus correspondientes en piezas arqueológicas.

2. Los tocapus

Los tocapus son cuadrángulos rellenos con motivos de varios colores, geométricos o figu-rativos estilizados, que aparecen en forma de series en los tejidos y vasos ceremoniales del periodoinca y de los inicios del periodo colonial (Fig. 1). Un mismo motivo puede ser representado endiferentes combinaciones de colores y con orientaciones variables. Varía o cambia igualmente elordenamiento de los tocapus en los textiles, pues a veces forman hileras horizontales o se encuen-tran alrededor del cuello delunku. También existen túnicas enteramente cubiertas por dichos moti-vos y otros cuya superficie está salpicada con ellos. La geometrización característica de los tocapusno resulta de ninguna obligación técnica del tejer, pues se trata sistemáticamente de tapicerías, loque permite representar cualquier clase de motivos (cf. Conklin 1996) y constituye, más bien, unaelección cultural por parte de los incas. Es interesante señalar que los textiles con tocapus siguieronsiendo realizados y vestidos por los descendientes de la nobleza inca hasta el siglo XVIII, como se

puede ver en la pintura de la Escuela Cuzqueña de dicho periodo (J. Rowe 1979: 243; Roussakis ySalazar 2000: 296). En los diccionarios de quechua antiguos se definen los tocapus como «vestimen-tas con hermosos bordados o paños con bordados entretejidos» (González Holguín 1989 [1608]) yse precisa que se trata de «vestido o ropa del Inga hechas a las mil marauilas» (Bertonio 1984 [1612]:357). Se encuentra el término en algunas crónicas, pero ninguna menciona ni el posible significado,ni la función exacta de estos. Según Cieza de León (1995 [1551]: vol. II, cap. VI, 14), por ejemplo, setrata de «unas mantas largas y otras a manera de camisas sin collar ni mangas, de lana, riquísimas,con muchas pinturas de diferentes maneras, que ellos llaman “tocabo”, que en nuestra lengua quie-re dezir “vestido de reyes”». Existen dos fuentes coloniales en las cuales se representan las túnicascon tocapus: la Nueva crónica y buen gobierno de Guamán Poma de Ayala, terminada en 1615, y la Historia del origen y genealogía real de los reyes incas del Perú, escrita por el fraile Martín deMurúa en los alrededores de 1600 (Murúa 1946 [1590?]). La semejanza entre las ilustraciones deambas obras sugiere la existencia de una fuente común (perdida) o de un mismo dibujante (Murra1992: 63). No se entrará aquí en ese debate, ni en la cuestion de saber en qué fuentes se inspiraron

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Fig. 1. Túnica 9. MNAAHP, Lima (de Roussakis y Salazar 2000: 279).

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 307

dichos autores, y se enfatizará, especialmente, la obra de Guamán Poma, que es la más completa, pues consta de 400 ilustraciones, de las que 116 muestran tocapus. Dicha fuente es en realidad unareferencia obligada para los que se dedican al estudio de los tocapus, como lo vamos a ver másadelante.

3. La interpretación de los tocapusVarios autores opinan que los tocapus constituyen un sistema de transmisión de informa-

ción comparable con la escritura. Victoria de la Jara (1967, 1970, 1972, 1975), por ejemplo, afirma quese trata de una escritura logográfica en la que cada motivo representa una palabra completa. Existie-ron alrededor de 350 signos diferentes (De la Jara 1970: 29) cuya pronunciación no importaba, pues podían ser entendidos por individuos que no tenían el mismo idioma (ibid. 1975: 12, 35). Se trata deuna especie de representación gráfica del lenguaje, similar a los ideogramas chinos (ibid.: 44).Colores, líneas y puntos adicionales a partir de formas básicas de tocapus formarían una especie degramática que permite escribir palabras compuestas (De la Jara 1967: 243; 1972: 69; 1975: 12, 45-49).Asimismo, identifica diversos logogramas como nombres de ciudades, de divinidades, estaciones,

títulos de estatus, rangos jerárquicos o edificios (De la Jara 1972: 69). Desafortunadamente, la autorano explica en qué basa sus asociaciones, es decir, cómo llega a identificar los logogramas con palabras o conceptos específicos, lo que, a nuestro modo de ver, desacredita su metodología y resul-tados.

Otro partidario de la escritura logográfica es Thomas Barthel (1970, 1971), cuyos ensayos, bastante complejos, intentan demostrar que existen dos niveles de interpretación de los tocapus. Enun primer nivel se refiere a representaciones calendáricas y estelares en cuyo detalle no vamos aentrar aquí. A un segundo nivel considera los tocapus como grafemas con valor logográfico y concorrespondencia vocálica en aymara y quechua, es decir, que las palabras no significan la mismacosa pero se pronuncian de manera semejante. Sería largo describir cada etapa de su razonamiento,

que Rowe resume de la manera siguiente: «El “desciframiento” de Barthel fue pura conjetura y nosabía lo suficiente respecto a la cultura o el lenguaje de los incas como para hacer conjeturas plausibles» (J. Rowe y A. P. Rowe 1996: 464).

La obsesión por ver en los tocapus una forma de escritura prehispánica que hubiera perma-necido desconocida para los conquistadores llega a un nivel extremo, casi surrealista, con los traba- jos de William Burns Glynn (1981a, b, c, 1990, 1992), quien afirma, tranquilamente, que los tocapusconstituyen un alfabeto del Runa Simi (la lengua común en el imperio) compuesto de 10 consonantescuyo sonido se parece al de las cifras del sistema decimal inca. Existiría, entonces, una correspon-dencia entre letras y estas cifras (Burns 1981b: 26). Deduce que los quipus podían servir pararegistrar el lenguaje escrito (ibid .) y que, por otro lado, se pueden «leer» los tocapus representados

en las túnicas dibujadas en la Nueva crónica. Otra vez, la propuesta no se comprueba en los datos,ni en la obra de Guamán Poma, ni en los tocapus arqueológicos (Burns 1981c;cf . Danis 2001: 84-90).

En la misma corriente, los trabajos de Laurencich-Minelli (1996, 1999, 2000) y Sandron (1999)se basan en un documento de fines del siglo XVII ( Historia Rudimenta Linguae Piruanum) paradefender la idea de que los tocapus conformaban una escritura pictográfica, ideográfica e ideográfica-silábica que servía, no a la comunicación entre los hombres, sino, más bien, para comunicarse conlos dioses o conservar la memoria de hechos históricos y relatos míticos. Aunque no se discute laantigüedad de dicho documento, su autenticidad y credibilidad permanecen inciertas a la fecha(Arellano 1999: 247, 260), así que no nos parece suficiente como para darle crédito a las propuestasde los autores mencionados.

Mucho más sustancial es el aporte de Tom Zuidema (1991), que ha intentado ver las relacio-nes entre las túnicas de los emperadores incas en el manuscrito de Guamán Poma y los personajes

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 309

demostrado nada sino la propia lógica interna del manuscrito. Por esa razón, en una tercera etapa,se estableció un catálogo de tocapus tejidos y pintados sobre la base de unas 24 piezas publica-das (Danis 2001: 51-69, anexo 2, tablas 11 a 26). Por supuesto, solo se trata de una muestra, peroque consideramos lo suficientemente representativa como para constatar nuestras hipótesis. Lacuarta etapa consistió en comparar ambos catálogos, el corpus de Guamán Poma y el corpus

arqueológico (Danis 2001: 74-77, anexo 2: tabla 27). En el marco de un ensayo como este, esobviamente imposible detallar todos los resultados logrados, así que nos centraremos en un temaespecífico: los tocapus reales.

5. Los tocapus en la Nueva crónica

En los 116 dibujos considerados se registraron 36 tocapus diferentes (identificados como1 GP hasta 36 GP,cf . Fig. 2). El análisis de contexto revela que hay 31 motivos diferentes en elconjunto de las túnicas de los Sapa Incas (1 GP hasta 31 GP), mientras que en los trajes de las coyassolo hay 11 motivos diferentes, de los que tres (32 GP hasta 34 GP) son específicos de los individuosde sexo femenino.

Las túnicas masculinas que no pertenecen a la realeza comparten la mayoría de sus motivoscon las de los incas, con solo dos motivos específicos (35 GP y 36 GP). Todos los diseños figuradosen los trajes femeninos no asociados a lascoyas son idénticos a los que se encuentran en los trajesde las coyas. Cuando se cruzan esos datos en cuadros resulta que de los 36 tocapus, 21 sonespecíficos de los reyes incas, uno para las reinas y los demás compartidos entre las diferentesclases y sexos.

En las ilustraciones de Guamán Poma destacan seis túnicas (Ta, Tb, Tc, Td, Te, Tf) y dosmotivos decorativos (M1, M2), formalmente diferentes de los tocapus pero recurrentes y, pues, potencialmente significativos a nivel de la función (Fig. 3). El análisis de los contextos (Danis 2001:42-45) revela que los personajes que llevan esas camisas son reyes incas, personas de su linaje oque se benefician de privilegios especiales. Están relacionados con el poder, el ejército o ritualesdiversos. En cuanto al motivo M1 y sus variaciones, han sido estudiados por J. Rowe (1979: 260-61),quien lo compara con un ejemplo arqueológico y concluye que podría tratarse de un motivo estan-darizado para ciertas clases sociales. Es muy importante resaltar el hecho de que la misma existenciadel motivo M1 brinda la prueba de que Guamán Poma se inspiró, por lo menos en ese caso, enobjetos y motivos arqueológicos. Nos permite entonces pensar que los otros motivos y tocapus enla Nueva crónica, por más simplificados que puedan parecer, también ilustran motivos existentes enla indumentaria prehispánica.

La Tabla 1 reúne los 34 tocapus observados en las túnicas de los Sapa Incas y de lascoyas con su frecuencia de aparición. En la columna de la izquierda figura el nombre de cadasoberano, con un número romano que indica su posición en la genealogía y el número de páginaal que corresponde el dibujo en el manuscrito. Otras dos representaciones han sido agregadas aesta lista: el Inca Xb261, identificado como Tupa Yupanqui, cuya túnica está decorada con unmotivo peculiar; el Inca 364, que representa a un rey (no identificado por Guamán Poma) en elConsejo Real. La hilera horizontal de la tabla es la de los tocapus numerados. El total de cadacolumna vertical permite ver la frecuencia de untocapu en el conjunto de las piezas y el rótulo CT(cantidad de túnicas) indica en cuántas túnicas se observó eltocapu.

En términos de asociaciones, sobresale una conclusión innegable: existen recurrencias ex-

clusivas entre ciertos tocapus y Sapa Incas particulares: 15 de los 34 tocapus están asociados a personajes específicos. Más de la mitad de los gobernantes (incas I, II, V, VIII, IX, X, XI, 364), asícomo la Coya VI, tienen tocapus propios, diríamos personales, pues no aparecen en ningún otro

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PETER EECKHOUT Y NATHALIE DANIS 310

F i g .2

.T o

c a p u s e n G u a m á nP

o m a .

1 GP

2 GP

3 GP

4 GP

5 GP

6 GP

7 GP

8 GP

9 GP

1 0 GP

1 1 GP

1 2

GP

1 3 GP

1 4

GP

1 5 GP

1 6 GP

1 7

GP

1 8 GP

1 9 GP

2 0 GP

2 1

GP

2 2 GP

2 3 GP

2 4

GP

2 5

GP

2 6 GP

2 7

GP

2 8 GP

2 9 GP

3 0 GP

3 1

GP

3 2

GP

3 3 GP

3 4 GP

3 5 GP

3 6 GP

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 311

dibujo del manuscrito. Proponemos, pues, que se trata de sus emblemas y que dichos tocapus podrían tener un valor heráldico (Fig. 4). Es interesante notar que el décimo Inca (Tupa Ynga Yupanqui)está representado dos veces (pp. 110 y 261) con tocapus diferentes. En el primer caso (Fig. 5) se tratade una especie de «retrato oficial» en el que lleva las insignias de su función imperial y tiene sustocapus personales (21 y 22 GP). En el segundo caso (Fig. 6), es representado conversando «contodas la huacas», es decir, en el marco de una ceremonia de carácter religioso y no tiene esetocapu,sino otros que comparte hasta con los individuos de rango inferior. El Inca de la página 364 (Fig. 7)no aparece identificado en el texto, pero tiene tres tocapus «personales» (27 GP, 28 GP, 31 GP). Elcontexto es sumamente informativo, pues se trata de la reunión del Consejo Real, en el que, comomenciona explícitamente Guamán Poma (1989 [1613]: 365), se juntan los señores principales de lascuatro partes del Tahuantinsuyu. Tal vez en ese caso podemos arriesgarnos a sugerir una relaciónentre forma y función de los tocapus, pues los tres tocapus mencionados evocan la cuatriparticióny el centro en que se encuentran las cuatro partes, como fue el Cuzco. Si seguimos esta hipótesis, podemos pensar que el Inca llevaba trajes con tocapus específicos para ciertos tipos de eventos, talcomo lo había sugerido Zuidema (1991: 151).

6. Los tocapus reales en Guamán Poma y en las piezas arqueológicas

El corpus de piezas arqueológicas que nos sirvió de muestra consta de 12 túnicas enteras(T1-T12), nueve fragmentos de tejidos (F1-F9) y tres keros (K1-K3) (Tabla 2). Se tiene que remarcar que, en general, se publicó un solo lado de las camisas, así que no se puede apreciar el otro lado, por más que, por lo general, está también decorado. Eso no nos parece un obstáculo muy importante para nuestros fines, pues la única túnica de la que tenemos ambas caras (T1) tiene los mismostocapus adelante y atrás, aunque se combinan de manera diferente. Los números y cálculos, pues,son puramente indicativos pero bastante representativos en términos estadísticos. Además, el mis-mo problema ocurre en los dibujos de Guamán Poma, donde, de manera obvia, solo aparece la partedelantera de la vestimenta.

Todas esas piezas han sido descritas (Danis 2001: 49-69) y se registraron 230 tocapus dife-rentes para el conjunto de la muestra (ibid .: tablas 11 a 26). Es probable que el estudio de otros

textiles y keros revele más tocapus que complementarían dicha lista. Hay 16 tocapus recurrentes (esdecir, que se encuentran en más de una pieza), con un 7% del total de motivos. Por tanto, lo quecaracteriza a las piezas arqueológicas es su diversidad. A nivel de ordenamiento, vemos que las

Fig. 3. Túnicas especiales y motivos decorativos en Guamán Poma.

Ta Tb Tc Td Te

Tf M1a M1b M1c M2

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PETER EECKHOUT Y NATHALIE DANIS 312

T a b l a1

.T o

c a p u s r e a l e s e n G u a m á nP

o m a .

I n c a I

8 5

I n c a I I

8 8

I n c a I I I

9 6

I n c a I V 9

8

I n c a V 1

0 0

I n c a VI 1

0 2

I n c a VI I 1

0 4

I n c a VI I I 1

0 6

I n c a I X 1

0 8

I n c a X 1 1

0

I n c a X 2

6 1

I n c a XI 1 1 2

I n c a XI I 1 1

5

I n c a 3 6 4

C o y a I 1 2

0

C o y a I I 1 2 2

C o y a I I I 1 2

4

C o y a I V 1 2

6

C o y a V 1

0 0

C o y a VI 1

3 0

C o y a VI I 1

3 2

C o y a VI I I 1

3 4

C o y a I X 1

3

6

C o y a X 1

3 8

C o y a XI 1 4

0

C o y a XI I 1 4 2

T OT AL

C .T

.

6 1 0 6 1

3 3 1

3 3 1

3 3 1 3 4 4 4 2 1 2

1 4

4 0

1 0

3 4 1 2 1 0 4

3 1 1 0 6 1 1

8 5

1 1 0 6 5 2 2

4 5

1 1 1

1 9 1 0 2

1 8 2 1 1 3

8 4 1 1 0 2 3 7 5 4

0 8

6 6 3 1 5 3

5 1 4 4 1

7 4

0 4

6 8 1 4

2

7 7 1

6 2 8 2

1 2 2 1

4 2

2 2 1

4 4 1

2 2 1

6 7 1 3 2

2 1

2 1 1

3 6 2 1 1 3

8 1 6

3 0 1 5

5 4

8 8 1

7 7 1

6 6 1

3 3 1

5 5 1

1 0 6 4 2

7 4

6 7 4 4 1

4 3

1 1 1

1

6 3 6 5 1 0 6 3 4 5 3 1

7 9 2

1 3

3 6 6 1 1 4

1 0 3 4 6 4 2 3 8 5

6 1 2 3

2

4

5

6

7

8

9

1 0 1 1 1 2 1

3 1 4 1

5 1

6 1 7 1

8 1

9 2

0 2 1 2 2 2

3 2 4

2 5

2 8

2 7

2 6

2 9 3 0 3 1

3 2

3 3

3 4

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 313

Fig. 4. Tocapus-emblema imperiales.

Inca I: Manco Capac (p.86)

Inca II: Sinchi Roca (p.88)

Inca V: Capac Yupanqui (p.100)

Inca VIII: Viracocha Inca (p.106)

Inca IX: Pachacuti Inca (p.108)

Inca X: Topa Yupanqui (p.110)

Inca X: Topa Yupanqui (p.261)

Inca XI: Huayna Capac (p.12)

Inca no identificado (p.364)

Coya VI: Cusi Chimbo (p.130)

4GP

5GP 6GP

11GP

17GP

20GP

21GP 22GP

29GP 30GP

24GP

27GP 28GP 31GP

34GP

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PETER EECKHOUT Y NATHALIE DANIS 314

Fig. 6. Topa Inga Yupanqui conversando con las hua-cas (Guamán Poma 1989 [1613]: 261).

Fig. 5. El Inca Topa Inga Yupanqui (Guamán Poma1989 [1613]: 110).

Fig. 7. El emperador en el Consejo Real (Guamán Poma 1989 [1613]: 364).

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 315

túnicas que están enteramente cubiertas por tocapus (T1, T4) no presentan, a priori, un esquemaorganizativo. Los tocapus no aparecen ordenados de manera simétrica ni tampoco en ejes diagonales,al contrario de lo que se observa en los dibujos de Guamán Poma. Sin embargo, nunca hay dostocapus iguales colocados de manera consecutiva, lo que significa que su disposición es pensaday determinada por el artesano, tal vez con intenciones estéticas (por ejemplo T9,cf . Fig. 1). En lasotras túnicas, las bandas de tocapus se organizan en secuencias repetitivas y ordenadas, lo quecorresponde a los criterios visuales incas, es decir, privilegiando la simetría y el rigor.

En cuanto a las semejanzas con los tocapus de Guamán Poma, se observa lo siguiente:

a) Los tocapus en las piezas arqueológicas y los de Guamán Poma tienen una forma cuadrangular es-tandarizada.

Túnica 1

Túnica 2

Túnica 3Túnica 4Túnica 5

Túnica 6Túnica 7Túnica 8

Túnica 9Túnica 10Túnica 11

Túnica 12Fragmento 1Fragmento 2

Fragmento 3Fragmento 4Fragmento 5

Fragmento 6Fragmento 7Fragmento 8

Fragmento 9

Kero 1Kero 2

Kero 3

Dumbarton Oaks, Washington

Textile Museum, Washington

MNAAHP, LimaAMNH, New York Museo Regional de Ica

Museum für Völkerkunde, BerlinMuseum für Völkerkunde, BerlinMuseum für Völkerkunde, Berlin

MNAAHP, LimaColección E. Poli Bianchi, LimaMuseum of Fine Arts, Boston

MNAAHP, LimaMuseo de América, MadridMuseo de América, Madrid

Museo de América, MadridMNAAHP, LimaMNAAHP, Lima

Musées Royaux d’Art et d’Histoire, BruselasMNAAHP, LimaMuseum of Fine Arts, Boston

Museo e Instituto de Arqueología del Cusco

Museo de América, MadridMuseo de América, Madrid

Museum für Völkerkunde, München

Rowe y Rowe 1996: 458Arellano 2000: 256

De Lavalle y Lang 1980: 169Lothrop 1964 : 231Arellano 2000: 254

Arellano 2000: 259Arellano 2000: 258Arellano 2000: 258

Roussakis y Salazar 2000: 279Bonavia 1994: 259Stone-Miller 1992: 181

De Lavalle 1980: 172Ramos y Blasco 1980: 187Ramos y Blasco 1980: 188

Ramos y Blasco 1980: 188De Lavalle 1980: 173Roussakis y Salazar 2000: 269

InéditoDe Lavalle 1980: 171Stone-Miller 1992: 175

Silverman 1994: 75

Sandron 1999: 145Sandron 1999: 152-153

Arellano 2000: 261

Piezas Colección Fuente bibliográfica

Tabla 2. Corpus de piezas arqueológicas.

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b) Los tocapus de las piezas arqueológicas aparecen en túnicas masculinas, al igual que en GuamánPoma.2

c) La túnica 5 se asemeja a las túnicas con motivos «en damero» Tb, Tc y Td de Guamán Poma,relacionadas con el poder militar. Esa camisa aparece en miniatura, formando untocapu (n.o 5, ver Figs. 8 a, b) en la túnica T1, lo que, tal vez, señala el mismo tipo de relación.

d) Hay formas decorativas comunes en ambos registros —bandas de tocapus alrededor de la cintu-ra, ornamentos en triángulos en el cuello, túnicas cubiertas de tocapus—, lo que refuerza la idea deque el dibujante se inpiró en ejemplos arqueológicos.

Por otro lado, existen numerosas diferencias entre los tocapus arqueológicos y los dibuja-dos, pero sobre todo en el número —230 arqueológicos y solo 36 dibujados— y la complejidad delos motivos. Otra diferencia destacable es el hecho de que los tocapus tejidos o pintados son polícromos, mientras que los dibujos son en blanco y negro. Sin embargo, ciertos tocapus arqueo-lógicos parecen corresponder a los dibujados por Guamán Poma (Fig. 9). Hemos encontrado 11ejemplos de tales correspondencias en 12 piezas, es decir, la mitad de la muestra (Tabla 3).

El tocapu 17 GP se encuentra en la Túnica 9 (Fig. 1). Dichotocapu está asociado a ViracochaInca. Eltocapu 30 GP se encuentra en el Kero 1 (Fig. 10). Dichotocapu está asociado a Topa IngaYupanqui. Los tocapus 21 GP y 29 GP se asocian al mismo soberano y se encuentran, respectivamen-te, en la Túnica 11 y en la Túnica 6 (Figs. 11, 12). Más interesante todavía, esta última túnica tambiénmuestra otrotocapu de Guamán Poma: el 31 GP, que corresponde a un rey no identificado (Fig. 7), elque podría ser, entonces, el mismo Topa Inga Yupanqui. La Túnica 11 también lleva untocapu(23GP) que está asociado a este soberano y al mismo rey de la página 364, lo que fortalece lahipótesis. Si se observa el contexto, la Túnica 11 es idéntica a la que lleva el soberano en los dibujosde las páginas 110 y 364 de la Nueva crónica, es decir, cuando él aparece representado en su funciónimperial (Figs. 5, 7), mientras que la Túnica 6 es idéntica a la que lleva Topa Yupanqui cuando se lerepresenta cumpliendo alguna función religiosa (Fig. 6). Se trata de dos tipos bien diferentes ycaracterísticos, pues el primero está lleno de tocapus, mientras que el segundo solo consta decuatro hileras de tocapus a nivel de la cintura. Ese «caso de escuela» permite deducir que la Túnica

Fig. 8. a. Túnica 5. Museo Regional de Ica (de Arellano 1999: 254); b. Motivo tocapun.o 5 (detalle de la Túnica1, Dumbarton Oaks, Washington; Rowe y Rowe 1996: plate 133).

a

b

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11 es del tipo llevado por el emperador Topa Inga Yupanqui durante algún evento relacionado con el poder (por ejemplo, el Consejo Real), y que la Túnica 6 corresponde a las llevadas por el mismodurante alguna ceremonia religiosa (por ejemplo, la consulta a las huacas).

Los otros ejemplos de correspondencias entre tocapus imperiales y piezas arqueológicasson menos espectaculares, pues no permiten asociar los objetos con reinados particulares, pero, sin

Fig. 9. Correspondencias entre tocapus en GuamánPoma y tocapus arqueológicos.

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17 GP

30 GP21 GP

29 GP

23 GP31 GP

12 GP

15 GP1 GP

25 GP32 GP

p. 106

p. 110 p. 110

p. 261

pp. 110, 364 p. 364 pp. 100, 364

pp. 104, 106, 108, 112 pp. 85, 88, 96

VariosVarios

Viracocha Inca

Topa Inga YupanquiTopa Inga Yupanqui

Topa Inga Yupanqui

Varios soberanosSoberano no identificadoVarios soberanos

Varios soberanosVarios soberanos

Incas, coyas y hombresCoyas y mujeres

T9

K1T11

T6

T11T6T12, F1, F2

T1T9, T10

K2F5

87

21799

40

10037128

862, 93

224178

TocapuGuaman Poma

Referenciaen Guaman Poma

Asociación enGuaman Poma

Tocapuarqueológico

Pieza

Fig. 10. Kero 1. Museo de América, Madrid (dibujado por Sandron 1999: 145).

embargo, confirman que los tocapus de Guamán Poma no constituyen el fruto de la imaginación delautor, quien más bien se inspiró en ejemplos auténticos. Volveremos sobre este punto en las conclu-siones. El Fragmento 5 muestra untocapu asociado con las mujeres (32 GP). Sería interesante llevar a cabo un análisis de dicha pieza con el fin de determinar si se trata, tal vez, de una prenda de laindumentaria femenina.

7. Conclusiones

Los tocapus dibujados en la Nueva crónica de Felipe Guamán Poma de Ayala representanun corpus de 36 unidades, de las que la mayoría se asocia a individuos particulares: emperadores o

Tabla 3. Tocapus reales en piezas arqueológicas.

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Fig. 11. Túnica 11. Museum of Fine Arts, Boston (Stone-Miller 1992: 181).

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Fig. 12. Túnica 6. Museum für Völkerkunde, Berlin (Arellano 1999: 259).

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LOS TOCAPUS REALES EN GUAMÁN POMA 319

coyas. Los tocapus imperiales pueden, entonces, considerarse como una especie de heráldica incaica,teniendo cada emperador sus propios emblemas. La muestra de piezas arqueológicas estudiadareveló que parte de dichos tocapus aparecen representados en los unkus y keros incaicos, lo que permite relacionar ciertas piezas con reinados y contextos específicos, es decir, si nos fijamos en suvalor heraldico, con los lineajes reales asociados, tanto en tiempos pre- como post-Conquista. Más

allá de la demostración formal, el corpus y el método usados pueden, pues, servir para el fechadorelativo de artefactos prehispánicos o para relacionarlos con panacas específicas.

El análisis llevado a cabo sobre la base del manuscrito de Guamán Poma muestra que ciertosincas tienen tocapus personales y otros no. Tal vez las asociaciones faltantes, si existen, aparecerána la luz de análisis más completos. También es posible que otros aspectos de la sociedad inca debantomarse en cuenta, como la división en linajes (¿unos con tocapus, otros no?), la bipartición y lacuatripartición, etc. Tampoco podemos rechazar la posibilidad de que Guamán Poma tenía conoci-miento solo de ciertos tocapus y no de todos. Al respecto, se sabe que las momias de variosemperadores se conservaron hasta inicios de 1559 en el Cuzco (D’Altroy 2002: 96-99, tabla 5.1), por lo que es posible que Guamán Poma las viera y tomara notas para su obra.3

Quedan todavía muchas interrogantes por esclarecer respecto a los tocapus. Considerandoel número reducido de motivos dibujados por Guamán Poma (unos 36) y el número mucho másgrande representado en las piezas arqueológicas (230 en la muestra de 24 objetos que se estudiaron para este ensayo), es obvio que la Nueva crónica no podrá proporcionar una explicación para todala problemática de los tocapus. Al respecto, nos parecería interesante seguir el método que hemosempleado aquí aplicándolo al estudio de la pintura colonial, en la que figuran descendientes deciertos linajes cuzqueños llevando indumentaria decorada de tocapus. Si se pudiera llegar a estable-cer las genealogías, estas representaciones proporcionarían una fuente suplementaria de datos parala identificación de otros tocapus reales, pero también de otros tipos de tocapus. En efecto, es más probable que los tocapus, si constituyen una forma de comunicación gráfica como pensamos, abar-quen otros campos además de la heráldica: la toponimia, las marcas de rango social y militar, lossímbolos para eventos y periodos del año, para el culto a divinidades, etc. Aunque no se puedeesperar la recuperación de todo el significado de estos símbolos, se espera que el presente ensayohaya contribuído a rescatar por lo menos una parte.

Agradecimientos

Este artículo se inspiró en el trabajo llevado a cabo por Nathalie Danis (2001) bajo el aseso-ramiento de Michel Graulich y Peter Eeckhout. Quisiéramos agradecer especialmente a nuestra ami-ga y colega María Jesús Jiménez Díaz por haber revisado la traducción del manuscrito, así como por sus observaciones y comentarios. Asumimos la total responsabilidad del contenido, así como de loserrores que pudieran subsistir.

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Notas

1 En principio se considera que la fibra usada para la fabricación de tejidos en los Andes prehispánicosno fue la de llama, demasiado gruesa, sino la de alpaca o vicuña (María Jesús Jiménez Díaz, comuni-cación personal 2002). Incluso en opinión de autores como Jane Wheeler no es posible diferenciar el

tipo de camélido del que procede la lana, debido al alto grado de hibridación existente entre ellos yaen época precolombina (cf . Wheeler 1995, 1996; Wheeleret al.1995) .

2 A la fecha no se conocen chumpis (fajas para mujeres) con tocapus, tales como los dibujados en la Nueva crónica.

3 Según Pietschmann (1989 [1908]: XIV), Guamán Poma empezó la redacción de su obra en los años1560 (cf . también Pease 1995: 292).

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IDENTIDAD, ETNICIDAD E IMPERIOS 325BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 325-357

IDENTIDAD, ETNICIDAD E IMPERIOS:

ALGUNAS REFLEXIONES FINALES

Peter Kaulicke*

1. Introducción

No cabe duda de que el tema más tratado, discutido —a veces con vehemencia —y máscomplejo del pasado preeuropeo de buena parte del occidente sudamericano se vincula con losincas. El enorme caudal de publicaciones al respecto se inicia en el siglo XVI, se acentúa a partir delsiglo XIX y no ha perdido su atracción en la actualidad. Por lo visto, no hay bibliografías exhausti-vas que pretendan controlar esta exuberancia de producciones ni, mucho menos, tratados comple-tos de las fuentes y de la copiosa literatura secundaria en todas sus variantes, dentro de una historiade las ideas o conceptos que giren alrededor de la evaluación de este «fenómeno» (cf . PorrasBarrenechea 1960). En este lapso de, aproximadamente, 500 años, la imagen de los incas fue cambian-do continuamente, y en forma sustancial, al crearse un sinnúmero de posiciones y comparacionesanalógicas políticas que complicaron una comprensión cabal de la historicidad incaica. En vez deello, en el ámbito europeo prevalecen modelos o idealizaciones del «otro» reflejados en idealesfilosóficos contrastados con las situaciones políticas vigentes. Pero no solo se trata de visioneseurocentristas sino también indigenistas con facetas utópicas (cf . Ossio 1973; Flores Galindo 1986;Burga 1988; Millones 1990, entre otros) que no han perdido vigencia en la construcción actual de lasmemorias de las poblaciones rurales andinas.

En los trabajos recientes se suele obviar casi toda la producción de literatura secundariaque antecede a los últimos 50 a 60 años, cuando tres destacados exponentes de diferentes líneas deinvestigación inician sus trabajos. Según Lorandi y Del Río (1992: 60-83) se pueden diferenciar tres perspectivas teóricas principales en ellas.

La primera se manifiesta en el historicismo norteamericano de John H. Rowe, recientementefallecido, que se inicia a comienzos de la década de los cuarenta del siglo pasado, influenciado por Boas, la arqueología clásica y los aportes de Max Uhle (cf . Kaulicke 2001b). Rowe se opone a Luis E.Valcárcel —fundador de la etnohistoria peruana, que vincula la antropología de las sociedadescontemporáneas con su pasado y cuyos primeros trabajos se remontan a la década de los veinte, elque es influenciado a su vez por la Escuela de los Círculos Culturales (Kulturkreislehre) de Viena(Valcárcel 1927). Los trabajos del último están precedidos por Julio C. Tello, Max Uhle y José de laRiva-Agüero, entre otros.1 Rowe trata de recuperar la historia incaica por medio de una combinaciónentre los datos contenidos en las fuentes tempranas y los vestigios arqueológicos. Su influencia hasido enorme, aunque menos notable en el ámbito latinoamericano, y sigue vigente en los trabajos de Niles (v.g., 1999), Julien (1998, 2000, 2001, 2004, entre otros,cf . número 6) y otros.

La segunda de ellas es el funcionalismo de John Murra, cuya tesis doctoral data de 1955(Murra 1978), influenciada por el funcionalismo británico y las ideas de Polanyi (1976 [1957]). Su

* Pontificia Universidad Católica del Perú, Departamento de Humanidades, Lima. E-mail: [email protected]

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interés se centra en el funcionamiento económico del Estado inca, para cuyo esclarecimiento enfocay publica también otras fuentes menos consideradas hasta ese entonces (visitas, litigios, etc.). Suinfluencia ha sido aún mayor que la de Rowe, ya que se extiende a varios países sudamericanos —sobre todo Perú, Chile, Bolivia y Argentina— y se mantiene incólume en la actualidad. Sus víncu-los con la arqueología son menos marcados que los de Rowe y se limitan al inicio de su carrera. En

vez de ello, realizó trabajos de campo con fines etnográficos.La tercera está vinculada con R. Tom Zuidema, quien presenta su tesis doctoral en 1953,

escrita bajo la influencia del estructuralismo holandés (cf . Urton 1996), el que se manifiesta en todasu cuantiosa producción científica. Sus aportes más importantes se centran en discusiones acercadel sistema de ceques (Zuidema 1964, 1995), el calendario incaico, el parentesco y matrimonio, y larelación entre mito e historia (v.g., Zuidema 1977; Burga [ed.] 1989;cf . Zuidema este número). Susvínculos directos con la arqueología se limitan a estudios arqueoastronómicos, pero, al igual queMurra, también incursionó en el campo de la etnografía. Pese al estilo complicado que le caracterizacon frecuencia, cuenta también con muchos discípulos en Europa, Estados Unidos y Latinoamérica.

Estos tres exponentes principales suelen ser llamados etnohistoriadores. El término «etno-historia» es un híbrido entre la antropología y la historia, nacido del estudio de los pueblos coloni-zados por medio de fuentes escritas, lo que resulta en una perspectiva occidentalizada de «pueblossin historia (propia)». En otras palabras, se pretende aplicar la historiografía con el fin de analizar poblaciones cuyas percepciones de historia deberían recuperarse, más bien, por medio de la antro- pología. En estas combinaciones, se prevé una convivencia algo tortuosa entre la historia y laantropología tradicionales, ya que implica que los historiadores se conviertan en antropólogos y losantropólogos en historiadores. En los casos de Rowe, Murra y Zuidema y las varias generaciones dediscípulos que formaron —varios de ellos y el propio Zuidema han contribuido al evento que se estádiscutiendo—, todos se inscriben dentro de la disciplina de la antropología en el sentido norte-americano, mientras que en el ámbito latinoamericano hay que sumar a historiadores de profesión,antropólogos sociales y algunos sociólogos, lo que convierte al campo en una empresa «transdis-ciplinaria».

En sentido estricto, la etnohistoria se enfoca en la época colonial, en la que diversas políti-cas agresivas procuraron disolver etnias con el fin de incorporarlas en el sistema político impuesto por los colonizadores. A menudo, la búsqueda de una historia «imposible» se emprende con la difícilmeta de superar el colonialismo, lo que implica una reorientación reivindicadora hacia estados precoloniales con el fin de justificar el postcolonialismo nacionalista. Cronológicamente, hay quedistinguir entre tres etapas: a) el pasado precolonial reflejado en las fuentes escritas de los siglosXVI y XVII, con una presencia reclamada, pero poco sistemática, de la arqueología; b) el pasado

colonial casi por completo cubierto por las fuentes escritas contemporáneas (no existe una arqueo-logía colonial o «histórica» definida y sistemática en los países respectivos), y c) el pasado postcolonial de los siglos XIX y XX que incluye la etnografía. Esta última parte, sin embargo, noestá mayormente desarrollada ni desde el punto de vista histórico ni el antropológico/etnográfico(cf . Thurner 1997), al menos en el caso peruano. Resulta interesante observar que, en el caso delPerú, los arqueólogos —muchos de ellos de extracción provincial— suscriben el afán de definir sucampo de estudio como medida de reivindicación del «indio» dentro de términos de un nacionalismomarcado, con lo que esta reivindicación adquiere facetas de una «autoreivindicación» (cf . Kaulicke1998a, b), dentro de una orientación llamada «neoindigenismo». Es evidente que este procedimientoimplica una supuesta continuidad de un estado glorificado del pasado precolonial que subsiste,algo debilitado, pese a los casi 300 años de duración de etapa de la Colonia, por lo que la etnografía

de pueblos actuales, poco practicada, es capaz de iluminar o reconfirmar este pasado lejano casi enforma directa. Esta asombrosa retención de memoria, sin embargo, se descubre como otra forma denegación de la historia.

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2. Conceptos de historia

Volviendo al tema de los incas, el inagotable interés en el tema por parte del público noespecializado se manifiesta en una serie de publicaciones generales que siguen un esquema compar-tido, en el sentido de presentar versiones narrativas de sus orígenes, expansión, ocaso y, luego, su

desaparición como entidad política debido a la invasión española (Espinoza 1987; Rostworowski1988 [con dos ediciones y nueve reimpresiones, la última de 2004]; Patterson 1991; Julien 1998, 2001;D’Altroy 2002, 2003, entre otros, como parte de un género iniciado por Prescott en 1847). Estasnarrativas se basan en síntesis variadas de las fuentes escritasex post facto por españoles, criollosy mestizos de los siglos XVI y XVII dentro de un contexto colonial inicial o completo. El problema, por regla enfatizado por los autores modernos, es la ausencia de fuentes indígenas contemporáneas,esto es, anteriores a la presencia de los españoles y, por tanto, más cercanas a la mayoría de loseventos relatados, ya que la sociedad compleja en cuestión es considerada ágrafa. Su memoria, por lo tanto, se basa esencialmente en tradiciones orales y su transmisión está complicada por el filtrodel idioma castellano, el trasfondo histórico distinto de los invasores e intereses polít icos implíci-tos o explícitos. Resulta comprensible, entonces, que pese a presentar el conjunto sintético como«historia de los incas» parecido al estilo de los españoles de los siglos XVI y XVII, se lo consideracomo colecciones de mitos, mito-historia, narrativas épicas o aún «historia» (cf . Cummins 2002, passim). Su veracidad, por tanto, es cuestionable, pero no explícitamente cuestionada, mientrasque otros —en particular Zuidema y sus seguidores— interpretan las fuentes en pos de una bús-queda de formas distintas de historia. Estas formas distintas implican expresiones borrosas deconciencia histórica o historicidad propia poco apropiadas para la definición precisa de secuenciasde eventos (genealogía, transferencia de poder, cronología de los conflictos o expansiones milita-res, etc.). Desde la perspectiva de la historiografía moderna, estas supuestas diferencias implicantambién una evaluación negativa en el sentido de una memoria poco confiable o, inclusive,«amnésica», incapaz de retener u ordenar información esencial, pese al transcurso de solo pocasgeneraciones si se considera que, probablemente, el imperio incaico solo duró alrededor de 100años. Este constituye un argumento que ya se encuentra en las crónicas, basado en la ausencia deescritura. En suma, se trata de autorepresentaciones y presentaciones del «otro» cuyo trasfondo noestá basado en argumentos sólidos de carácter científico, sino en un distanciamiento que se debe,en gran parte, a evaluaciones de carácter político como mecanismos vigentes tanto en el siglo XVI,en adelante como en la actualidad.

Es preciso señalar las divergencias en la percepción del estado «ágrafo», que implica elsentido de traducción y/o interpretación de informaciones orales por parte de los informantes andinos.Por otro lado, se conocen complejos sistemas recordatorios sobre los que existe una literaturaabundante iniciada en el siglo XVI, es decir, cuando aún estaban en uso, seguida por reinterpretaciones

variadas desde el siglo XVII hasta la actualidad, a las que se suman vestigios materiales tanto deltiempo preeuropeo como colonial temprano, subactual y actual (cf . Locke 1923; Mackeyet al. 1990;Ascher y Ascher 1997; Julien 2000: 11-13; Kaulicke 2000: 10-17; Assadurian 2002; Hyland 2002;Quilter y Urton 2002; Urton 2002, 2003a, este número; Pärssinen 2004; Pärssinen y Kiviharju 2004).El sistema más famoso y más discutido es el quipu, el más complejo y, probablemente, más usado detodos. Si bien los españoles del contacto inicial y del periodo colonial temprano no aceptan suequivalencia con la escritura, destacan la precisión y la complejidad de sus contenidos manejados por especialistas, quienes, con sus quipus, fueron aceptados como testigos fidedignos en un sinnú-mero de pleitos, de los que existen varias traducciones (cf . Pärssinen y Kiviharju 2004). Su empleomás conocido ha sido, y en cierto sentido sigue siendo, el de la contabilidad —censos, ingresos,egresos, etc.—, pero también existían quipus con contenido histórico, legislativo y religioso, como

la famosa Relación de la guacas del Cuzco (cf . Pärssinen y Kiviharju 2004: 101-136 y Pärssinen2004: 61-66). Polo de Ondegardo recuperó quipus (¿con contenido biográfico?) asociados al cuerpode Pachacuti, el más importante de loscapac inca, sobre cuya vida existe abundante información

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temprana (Julien 2000: 128-129, 131;cf . también la memoria de los nietos de Topa Inga Yupanqui[Rowe 1985, Pärssinen y Kiviharju 2004: 83-99). Betanzos (1987 [1551-1557]) y Cieza (1985 [1553];cf . Kaulicke 2000: 5-8) enfatizan la necesidad de la elaboración y retención de la memoria de loscapaccuna, en la que los quipus tenían un papel destacado.2 El concepto de «memoria» pareceimplicar tanto el acto de memorizar, contar (cf . subtítulo de Quilter y Urton 2002) y hasta honrar, por

lo que Yupanqui es epíteto de varioscapaccuna. Con ello, cadacapac inca es, al mismo tiempo, beneficiario, creador de su memoria e instructor en el arte de la creación y de la lectura de los quipus(Kaulicke 2000: 10), algo similar altopos de los reyes de Mesopotamia (Glassner 2003: cap. 10).

Estudios de los quipus conservados han demostrado que reproducen un sistema numéricodefinido (cf . Ascher y Ascher 1997); recientemente, Urton (2003a) ha ampliado el análisis al detectar indicios complementarios que señalan una complejidad estructurada apta para almacenar informa-ción compleja.3 Esta complejidad, por lo tanto, no contradice lo enunciado en las fuentes tempranas.Además, estos quipus no son invención de los incas sino que se remontan al Horizonte Medio,relacionados con otra formación social de una complejidad parecida (Estado o imperio) (Conklin1982, 1990). De acuerdo a ello, cumple en lo esencial, es decir, con lo que se espera de las caracterís-

ticas principales de escritura. En un artículo reciente (Postgateet al. 1995: 459), sin embargo, se postula que los sistemas de escritura suelen caracterizar a estados tempranos (en este caso, Chinaantigua, Egipto antiguo y Mesopotamia), pero se presenta, a modo de «excepción a la regla», alEstado incaico como «notorious for having achieved a complex system of information exchangeand retrieval without writing».4 Esta caracterización suena a contradicción interna, pero se basa enuna serie de supuestos como: a) el sistema no funciona con grafemas como los sistemas conocidosy aceptados, una razón esgrimida ya por los españoles del siglo XVI (cf. arriba); b) es una especie de protoescritura conocida también en otras partes del mundo,5 y c) su lectura solo es factible por medio de especialistas que se sirven de los quipus como ayuda nemotécnica, lo que «explica» laimposibilidad de su lectura por parte de personas carentes de guías informados.

Ya que la literatura disponible no especifica con claridad la construcción, el uso y la trans-misión, tales supuestos difícilmente pueden aceptarse como argumentos válidos para una definiciónautorizada de su estatus como «no escritura» o sistema nemónico de menor valía. Por otro lado,Glassner (2003) rechaza el concepto de protoescritura que lleva a la escritura aceptada como tal, yaque esta última es resultado de una invención y no de un proceso. Esto invalida también la idea delas pictografías6 como precursoras necesarias de la escritura. En suma, las posiciones oscilan entreevaluaciones positivas (escritura y textualidad) y negativas (nemotécnicas dentro de la oralidad), amenudo sin que se especifiquen con criterios fundamentados los argumentos que conducen a ellas.Aún no se vislumbra una solución convincente a este problema, pero la tendencia actual favorece la primera opción.

Otro sistema emparentado es el de los tocapus (Jara 1964, 1975; Barthel 1970, 1971; Burns1990; Zuidema 1991, 1994; Arellanoet al. 1997; Arellano 1999; Kaulicke 2000: 15-16; para bibliografíamás completa, cf. Cummins 2002: 132, nota de pie 41; Eeckhout y Danis, este número). Al igual quelos quipus, los tocapus se sirven del medio textil, en este caso en forma de cuadrículas uniformesdentro de una especie de red o filas horizontales, verticales o diagonales, y convergentes. Estascuadrículas enmarcadas contienen motivos tanto geométricos como, en menor cantidad, figurativosesquematizados que varían, además, en la escala cromática y en la direccionalidad. Suelen formar parte de vestimentas suntuosas y se les conoce tanto de tiempos incaicos como de la Coloniatemprana (cf. Cummins 2002: 291-295, figs.11.7-11.9), pero parecen tener sus antecedentes en latextilería huari y tiwanaku (cf. Cook 1996; Rodman y Fernández 2000). Asimismo, también aparecenen otro tipo de soporte, como los queros pintados (cf. Rowe 1961; Cummins 1991, 2002; FloresOchoaet al. 1998; Wichrowska y Ziolkowski 2000, entre otros), sobre todo en contexto colonial.Zuidema (1991, 1994) ofrece discusiones complejas valiéndose tanto de los dibujos y textos deGuaman Poma como de pinturas coloniales y objetos arqueológicos, y llega a la conclusión de que

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se trata de elementos que denotan identidad, en particular de la elite, dentro de un contexto quecombina espacio y tiempo calendárico con conceptos del pasado ritualizados en forma de expresio-nes políticas (cf. arriba). Lo denomina «sistema complejo de comunicación gráfica» (Zuidema 1991:151). No es de sorprenderse, por tanto, que algunos autores hayan intentado demostrar que se tratade un sistema de escritura (Jara 1964, 1975; Barthel 1970, 1971; Burns 1990). Estos intentos no

cuentan con la simpatía de autores más recientes como Cummins (cf. Cummins 2002: 131, nota de pie41), quien los reduce a una supuesta confusión entre el término «quillca» y la escritura alfabéticaeuropea, pero acepta su estatus como sistema nemotécnico repitiendo los argumentos esgrimidos para los quipus. El enfoque de Barthel (1970: 92-93) es más sofisticado y coincide con algunos de losargumentos de Zuidema. Según él, el número de grafemas es relativamente grande y se percibenregularidades que no se limitan a simetrías y repeticiones, pero, al parecer, no contiene informaciónnumérica.

Los tocapus en los queros se caracterizan por conjuntos más reducidos que en los tejidosy se pueden entender como indicadores de actos rituales destinados a entes receptores, básicamen-te lugares numinosos o de origen, como «ofrenda de libación», «presentación» o aspectos

calendáricos, en parte «traducidos» en fuentes coloniales[concordancia]. Siguiendo esta lógica, la«legibilidad en acción», en movimientos ritualizados con intervisibilidad (transmisor activo a recep-tor pasivo), probablemente no es equivalente a la de los quipus y, por tanto, no se trata de unaescritura, sino que podría limitarse a informaciones precisas y cortas que deben corresponder más aun sistema pictográfico (cf. arriba) que complementa el sistema más completo y complejo de losquipus en contextos sociales más exaltados (para un caso comparable en la zona de la China antigua,cf. Yang 2000).

Es evidente que esta discusión tiene sus repercusiones sobre las construcciones del pasa-do, en las que reaparece la controversia de conceptos que sugieren una incompatibilidad mutua.Desde la perspectiva española aparece la historiografía en forma de la presentación de secuencias

razonadas de eventos ligados a interacciones entre actores protagónicos y menores bajo el princi- pio de una veracidad implícita, no siempre verificable en forma independiente. A este procedimientosubyace el concepto de la conciencia histórica que, según Goetz (2002: 141-141), refiriéndose a lahistoriografía medieval, se define por tres elementos mayores: a) la conciencia de la naturalezahistórica del mundo, b) el concepto de historia, y c) el interés específico en la historia. El primeroincluye también una conciencia de cambios en la historia misma y la autenticidad de los eventosindividuales; el segundo consiste en un acto mental de organizar la masa amorfa de la informaciónhistórica y su conocimiento en un proceso sistemático, y el tercero combina el presente con el pasado, por lo que debería existir una coherencia inevitable entre «tiempo» e «historia».

De esta manera, una conciencia histórica es inconcebible sin un marco temporal. El tiempo

es, a su vez, una condición natural de la vida humana, mientras que su representación se inscribe encategorías sociales e históricas, por lo que estas están sujetas a cambios. Estas interrelacionesconstituyen reflexiones de discursos con el pasado debido a las intenciones de los autores. Si lahistoria es la narración de lasres gestae, la historiografía se presenta en forma de «crónicas», ungénero cuya denominación se debe al término griego de «tiempo». La historiografía también tieneuna coherencia sustancial que es la representación intelectual del pasado a través de la narrativa. Elconcepto medieval del pasado fue determinado por una mezcla ambigua de la creencia en la progre-sión histórica por un lado y su consistencia por otro, por cambios de épocas. Al mismo tiempo, se percibe como una continuidad de tiempos y situaciones históricas que, por último, carece de unsentido realmente histórico del pasado, ya que el tiempo fue una parte esencial de la existencia delmundo como, también, símbolo del mundo eterno.

Estas percepciones del tiempo, se expresan en cinco criterios que, en la percepción medie-val, separan la historiografía de otros géneros: 1) entre lasres gestae fueron escogidas las que

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merecían su memorización (memorabilia gestae); 2) por reclamar la verdad se diferenciaba de laficción; 3) por su examen del pasado y, específicamente, de los «orígenes» (origines), se separabade las profecías acerca del futuro; 4) por su intención de trasmitir lasres gestae del pasado a la posterioridad (memoriae commendare), se constituía como historiografía, y 5) por su manera espe-cífica, el orden cronológico adquiría un carácter propio (ibid ., 143). De ahí resulta que el tiempo y las

acciones cronologizadas son construcciones cuya lógica no se desprende de comprobaciones cons-tantes, sino que incluyen material y conceptos diferentes como conceptos de memoria, de ritual y deoralidad, lo que demanda un tratamiento más antropológico en el estudio de este tipo de fuentes (cf .Althoffet al. 2002).

Dentro de esta perspectiva, a la que también pertenecen las crónicas del siglo XVI que seocupan del pasado de los conquistadores y de sus antiguos adversarios, habría que tratar el proble-ma de la existencia o inexistencia de conciencia histórica entre los incas. Si se entiende el tiempocomo una construcción y no como expresión «objetiva» en el sentido calendárico o físico, se permi-te una comparación entre ambos conceptos. Si la historia europea se percibe como lineal, la incaicaes cíclica y «progresiva», en el sentido de un origen que es repetido en diferentes niveles tempora-

les. La crónica de Betanzos permite detectar la naturaleza de estos ciclos que se inician con un pachacuti, en el sentido de un actor específico. El significado de este término implica reorientacióno reorganización en el tiempo y restablecimiento del orden puesto en peligro por el comportamientoindebido de un gobernante anterior. El Inca Pachacuti inicia un ciclo al «reestrenar» el origen primor-dial y, con ello, construye y ordena otro mundo social superior al pasado, un concepto que es muycomún en historias de estados tempranos. Este origen y sus consecuencias están profundamenteinmersos en una lógica ritual que le da coherencia al ciclo. El ciclo ritual más ligado a él es el de su propia muerte, con lo que se convierte en ancestro o abuelo. Su sucesor, Tupac Inca, en cambio, serelaciona con los ritos de transferencia de poder y el último soberano, Huayna Capac, que causa elfin del ciclo y la llegada de otro pachacuti, está ligado con los ritos de su inserción inicial en la vidasocial, un año después del nacimiento. Cada uno de ellos trata de superar al otro: como arquitecto en

construcciones monumentales, en el sentido literal de memoriales,7

como guerrero invencible en laguerra y cazador exitoso de animales salvajes, y como renovador del culto.

La lógica ritual convierte la vida de cada soberano en ciclo propio cuya finalidad es lareinserción delcapac inca como ancestro en la vida social, política y ceremonial, en forma de«bulto» (Kaulicke 1998, 1999, 2000, 2002, 2004). La secuencia histórica de eventos se inserta dentrode esta lógica. Como lo ha demostrado Julien (2000), no solo se detecta coherencia en la narrativa«imperial» sino también en la «preimperial», lo que probablemente se expresa en una secuencia deciclos que se inicia con el origen del mundo y termina con la desaparición de los incas en Vilcabamba.Toda esta construcción se sostiene, en forma adicional, por la presencia de complejos mecanismosde memorias multisensoriales en dramaturgias rituales dentro de un espacio estructurado por luga-

res de historia materializada. Este mundo es el Cuzco, percibido como un microcosmos por incorpo-rar físicamente el mundo exterior (plantas, animales y etnias presentes de todas las provinciasconquistadas).

Esta historia cíclica es esencialmente personificada, lo que se expresa en construccionesnarrativas de la cúspide de la elite incaica. Es, a la vez, «cuzco-céntrica», ya que el Cuzco es perci- bido también como centro del mundo. En la medida en la que se expande fuera de este centro, seenfrenta con otras historias sin que estas modifiquen esencialmente su lógica histórica interna,aunque pueden afectar a las «otras» al insertarse en estas mismas. Si bien es cierto, y poco sorpren-dente, que este concepto de historia no se identifica de manera plena con el europeo del siglo XVI,se perciben congruencias parciales que no necesariamente se explican por intervenciones europeasen esta construcción sino por conceptos cuyas finalidades se parecen, pero cuya lógica de cons-trucción difiere de modo marcado o en parte. El concepto incaico, en general y en detalle, se parecea aquellos que son típicos de estados tempranos en diferentes partes del mundo (Egipto antiguo,

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Mesopotamia, China antigua, entre otros). Algunos de ellos se constituyen como bases de la con-cepción histórica europea. De ahí, resulta más productivo comparar los conceptos incaicos conaquellos mencionados en vez de limitarse a la discusión de contrastes considerables y supuesta-mente insuperables por las oposiciones entre lo «andino» y lo «europeo», ya que estos suelenconducir a construcciones políticas modernas. Existen avances en este sentido al comparar formas

de imperio dentro de una perspectiva global.8

Estas comparaciones no son factibles sin la interven-ción de la arqueología, por lo que es preciso discutir la relevancia de sus contribuciones al tema.

3. La arqueología y los incas

Si bien se entiende la arqueología como estudio de los vestigios materiales del pasado y sucontextualización, no se puede dejar de considerar la relación entre esta materialidad y las posicio-nes de sus productores, así como las de sus opositores y explotadores. Desde el siglo XVI hasta elfin de la Colonia, la posición de los europeos se ha caracterizado por una abierta hostilidad destina-da a la destrucción deliberada y masiva de esta materialidad en el afán de aniquilar o alterar en formasistemática memorias, identidades y etnicidades existentes en sus expresiones políticas, sociales,económicas e ideológicas. Otra razón igualmente poderosa era el afán de enriquecerse tanto de lasriquezas incaicas como de las preincaicas —no necesariamente reconocidas como tales— con loque se inicia el saqueo de los cementerios y un fenómeno, que subsiste en la actualidad, conocidocomo huaquería (Zevallos 1994; Ramírez 1996, 2002). Esta política agresiva, de manera obvia, produ- jo también cambios en la producción de materialidad por parte de los afectados al adoptar modeloseuropeos. Esta adaptación a menudo se entiende como aculturación o sincretismo, pero se trata másde una búsqueda o de resultados imprevistos o negociados de congruencias basadas en trasfondosy lógicas distintos tanto del lado andino como del europeo (cf . contribución de Bouysse-Cassagne,este volumen). La indisponibilidad de modelos gráficos de producción incaica en Europa conllevauna producción arbitraria del respectivo imaginario en forma de una especie debricolage de présta-mos diversos (indios de Brasil, motivos mesoamericanos y otros) conforme con la creciente idealiza-ción textual de los incas a partir del siglo XVI. Este proceso solo cambia con el descubrimiento delmanuscrito de Guamán Poma en el temprano siglo XX, cuyas láminas se sigue explotando ávidamen-te hasta la actualidad pese a su carácter colonial, su respectiva idealización estereotipada y suintroducción de motivos y técnicas europeas (cf. abajo).

Por otro lado, se inician aproximaciones analógicas europeas, expresadas, sobre todo, encomparaciones con el imperio romano (cf . MacCormack 1998, y reseña de Alcocket al. 2001, en elnúmero anterior) y que se refieren a los vestigios menos afectados por la destrucción, como laarquitectura y, sobre todo, el sistema vial inca. Estas comparaciones se emplean con diferentesintenciones, pero en su totalidad resultan poco útiles para la comprensión de «lo incaico». Esta

práctica sigue vigente hasta el siglo XIX (cf . Kaulicke 2001, e.p.) cuando el interés en las «antigua-llas» aumenta, fomentado por una actitud netamente anticuaria. Esta materialidad se agrega a lasdiscusiones vigentes acerca de las interpretaciones algo arbitrarias de las fuentes escritas, cuyovalor histórico referente a los incas se pone en duda. En ese tiempo también aparecen otros enfo-ques, como el estudio de los restos humanos y de las lenguas indígenas. En la segunda mitad delsiglo XIX, este interés se plasma en una serie de trabajos que visualizan esta materialidad, que seinicia con una no diferenciación entre lo incaico y lo preincaico (Rivero y Tschudi 1851; Raimondi1874; Squier 1877; Wiener 1880; Middendorf 1893-1895, entre otros), aunque los vestigios del Cuzcosí se reconozcan como obras incaicas. La mayoría de estas obras se deben a europeos críticos y poco afectados por las discusiones muy politizadas de los partidos involucrados en el proceso de laindependización latinoamericana y la cristalización de políticas nacionalistas.

El nacimiento de la arqueología científica en los inicios del siglo XX coincide con una política oficial decididamente nacionalista, en la que la arqueología se inserta dentro de un concepto

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de historia patria (cf . Kaulicke 1994: 135). Este nacionalismo, aún dominado por los criollos deorientación europeísta, llevó a la búsqueda de un extranjero para encargarse de esta tarea, el alemánF. Max Uhle. Pero su enfoque, basado en la construcción de historias largas por medio de la crono-logía relativa y de definiciones estilísticas, no concordaba con las expectativas, por lo que suintervención directa no dejó de ser un episodio efímero. Su enfoque tuvo más impacto en los estu-

dios de arqueólogos-antropólogos norteamericanos, a través de sus colecciones e informes inédi-tos, que en sus colegas peruanos. Es más, la reacción en otros países de su estancia como Chile,Ecuador, Bolivia y Argentina, en cambio, es algo más positiva. Por otro lado, provoca la formaciónde una arqueología nacionalista peruana, en particular en las figuras de Julio C. Tello y Luis E.Valcárcel. Este nacionalismo es de corte netamente indigenista, centrado en la búsqueda de orígenesnacionales de la civilización o, de modo más concreto, de la nacionalidad. Esta búsqueda durante laColonia está orientada hacia vínculos con el Viejo Mundo, ya que no se concentra en los incas sinoen vestigios mucho más antiguos que tratan de minimizar posibles influencias desde fuera del terri-torio político moderno.

Esta búsqueda aún se mantiene en la actualidad sin que primen de manera necesaria argu-

mentos arqueológicos, sino enfoques evolucionistas o abiertamente indigenistas. Esta evolución seentiende en el inicio, con Tello y sus discípulos, como una especie de desarrollo inverso, con una«edad de oro» coincidente con el origen y un deterioro constante hasta la actualidad en la metáforade un árbol cuya raíz determina el crecimiento, el tronco la dirección y las ramas son «variantes». Losconceptos de lo incaico varían de acuerdo a la posición de los indigenistas: para los cuzqueños esun fenómeno omnipresente y casi eterno; fuera del área cuzqueña es percibido como algo intrusivoque irrumpe la evolución regional, lo que vale también para los modernos países colindantes quemuestran evidencias de su invasión. El mismo concepto de «historia», por último, también es consi-derado como una introducción occidental, ejemplificada en ladark age de la Colonia, que irrumpe ydebilita la nacionalidad. De ahí, el pasado originario solo existe en una relación utópica con el presente y está construido bajo el principio de la unicidad del «hombre andino» que, por definición,

imposibilita la comparación y restringe la validez de estas construcciones al territorio nacional.Dentro de esta perspectiva no sorprende que los esfuerzos de Rowe (1944, 1945, 1956, 1959,

1962) por elaborar un esquema basado en la cronología relativa, construir secuencias maestras ydefinir con precisión estilos con sus cambios internos y sus correlaciones externas precisas, en elque el estilo incaico se inserta en un tratamiento histórico (cf . Menzel 1976), se hayan enfrentado alescepticismo, desinterés o, inclusive, rechazo abierto por parte de los arqueólogos indigenistas.Como consecuencia, el estilo incaico en cerámica y arquitectura se limita a rasgos generales ycomúnmente aceptados sin definición precisa (cf. más adelante). La alternativa indigenista consisteen el planteamiento de esquemas evolucionistas a menudo de corte marxista, en los que los proce-sos reemplazan a secuencias de eventos perceptibles en las excavaciones. A menudo se piensa que

el fechado por datación radiocarbónica reemplaza la cronología relativa, convirtiéndose en unaespecie de dato «histórico».

Esta caracterización, necesariamente resumida y simplificada, demuestra que muchos de losenfoques arqueológicos no pretenden resolver los problemas señalados en la discusión de la his-toricidad incaica, ya que las informaciones contenidas en las fuentes tempranas no se contrastan demanera crítica con el material arqueológico como evidencias independientes con el fin de consoli-darlas, modificarlas o, incluso, rechazarlas. Como queda aclarado, no se trata de una aceptación«literal» de las fuentes como «historia pura», una imposición historiográfica sobre las respectivasevidencias arqueológicas, ni de una primacía de modelos antropológicos ahistóricos sobre fenóme-nos que, por necesidad, se basan en eventos históricos. La veracidad general de estos no se discu-te, ya que fue comprobada por la arqueología en aspectos como el Cuzco como capital de los incas,la presencia de elite en el área cuzqueña, los centros mayores vinculados políticamente con elnúcleo, conquistas y reestructuración política y administrativa del territorio imperial, entre otros.

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Sería preferible concentrarse en enfoques menos generales que podrían ordenarse en tresniveles básicos:

a) El carácter del Cuzco en cuanto a su organización interna con sus subdivisiones, su funcionalidad —en la forma de las características de palacios, templos, canales, piedras esculpidas, paisajes,

accesos—, los cambios entre la fundación primaria y la española, así como sus modificaciones por medio de la comparación de estilos y patrones de construcción, modificación, superposición, etc.

b) La definición del territorio nuclear directamente ligado con el centro, lo que comprende la organi-zación de asentamientos y sus interrelaciones, organización interna, presencia de rasgos preincaicoso no incaicos, tipos de sitios, características de terrazas agrícolas en cuanto a técnicas, extensión,relación con arquitectura, etc.

c) Estudios regionales fuera del área del Cuzco, en lo que concierne a las características del sistemavial en cuanto a su relación con sitios incaicos y no incaicos, así como su «historia» (reutilización oincorporación de caminos anteriores, técnicas diferentes en tramos principales y secundarios, aso-ciación con sitios contemporáneos, anteriores y posteriores, etc.), características de los centrosmayores, función, organización espacial y la relación con vestigios no incaicos, sistemas de almace-namiento, sistemas defensivos, entre otros.

3.1. Arqueología del Cuzco

El conocimiento arqueológico del Cuzco depende aún casi enteramente de las detalladasdescripciones coloniales tempranas (cf . Paredes 1999, 2001; Bauer 2004: 107-157).9 Las intervencio-nes arqueológicas han sido realizadas casi de manera exclusiva por parte de arqueólogos cuzqueñosen forma de catastros y excavaciones de rescate o puesta en valor, cuyos resultados suelen mante-nerse inéditos. Excavaciones en mayor escala se están efectuando en el complejo de Sacsahuaman(cf . Paredes, número anterior), lugar donde Valcárcel condujo trabajos anteriormente (1934, 1935,1946;cf . también Julien 2004), pero la información detallada aún no está disponible. Esta extremaescasez de información basada en evidencias no permite una verificación precisa de las descripcio-nes tempranas con sus atribuciones funcionales y/o cronológicas por medio de datos independien-tes, ni mucho menos la formulación de hipótesis modernas con fines comparativos. Por lo tanto, noes de sorprenderse que los volúmenes presentados no incluyan trabajos respectivos, con la excep-ción del de Paredes (cf . Paredes, número anterior).

Obviamente, la situación del conocimiento histórico se presenta en forma diametralmenteopuesta, lo que de nuevo complica una contrastación con la información arqueológica (para diferen-

tes aspectos pertinentes,cf . este número Someda; MacCormack; Zuidema).3.2. Arqueología del núcleo y origen del Estado

La situación en la zona nuclear es algo diferente. Esta comprende las cuencas de Cuzco,Lucre, Huaro y la planicie de Anta con un límite en Machu Picchu, por el noroeste, y Raqchi, por elsureste (cf . Bauer 2004: 22, mapa 2.1; Sillar y Dean 2004; Farrington y Zapata, número anterior;Kaulickeet al. número anterior). Hay trabajos, por lo general poco extensos, en una serie de sitiosalrededor del Cuzco (cf . discusión breve en Bauer 2004: 91-94; Bauer y Covey 2004: 72) definidoscomo incaicos por el estilo de la cerámica y de la arquitectura (cf. discusión respectiva más adelante).Solo en el valle del Cuzco se han identificado por prospección unos 850 sitios, 700 de ellos con

dimensiones por debajo de 0,25 hectáreas y 17 que alcanzan entre 5 y 10 hectáreas (ibid .: mapa 9.1).Como en el caso del propio Cuzco, sin embargo, estos datos aún no han producido hipótesis inde- pendientes referentes al funcionamiento social, económico y político, sino que se caracterizan por la

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contrastación —o, mejor dicho, intento de identificación— con etnias citadas en las fuentes tempra-nas (cf . Zecenarro, número anterior), la posibilidad de verificar el sistema de ceques (Bauer 1998,2000) y el afán de relacionar estilos arquitectónicos con loscapaccuna individuales de la faseimperial (Niles 1999). Otra tendencia se centra en la identificación de sitios monumentales como«fincas o propiedades reales» (royal estates, cf . Hyslop 1990; Niles 1993; D’Altroy 2002, entre

otros) con lo que se enfatiza el carácter económico o legal que, en todo caso, es una caracterizaciónque no hace justicia a la complejidad y diversidad de estos sitios (cf . Kaulickeet al., número ante-rior). De nuevo, por lo tanto, los datos contenidos en las fuentes sirven de base sin que conduzcana precisiones, modificaciones o hipótesis divergentes de parte de los arqueólogos. Su carácter pocosistemático no permite una crítica fundamentada de las fuentes ni una extensión que acumule infor-mación esencialmente diferente sobre aspectos que no se encuentran en las fuentes escritas.

El problema del origen del Estado incaico, en cambio, ha merecido mayor énfasis. Desde una perspectiva arqueológica se propone revisar las narrativas conservadas que se concentran en tiem- pos previos a la expansión atribuida al Inca Pachacuti, cuyas versiones son consideradas menosfidedignas que aquellas que se ocupan de loscapaccuna posteriores, tanto por los autores españo-

les de los siglos XVI y XVII como por los modernos a partir de Rowe (1944, 1946). Por prospeccionesen la zona de Paruro, donde se ubica también el lugar del origen mítico de los incas, Bauer (1992) postula un proceso prolongado (1000 a 1400 d.C.) caracterizado por redes complejas de intercambioentre diferentes grupos étnicos y ausencia de sitios defensivos o reubicaciones que sugieren unafusión temprana en una especie de proto-estado dirigido desde el Cuzco por medio de una unifica-ción étnica de los «incas de privilegio» (cf . Someda, este número). Esta visión unificadora se basa enla distribución del estilo cerámico Killke. El mismo autor revisó su hipótesis recientemente por haber abarcado un área de prospección de mayores extensiones (Covey 2003; Bauer y Covey 2004). Se pudieron ubicar varios talleres de alfareros o estilos dentro de lo que se considera Killke, peroexisten otros estilos como Lucre y Colca, con distribuciones que parecen corresponder a etniasdiferentes, pero que se traslapan debido a la cercanía de sus núcleos de distribución. En general,

según lo antes citado, es posible que las evidencias arqueológicas puedan correlacionarse con laubicación de las etnias mencionadas en las fuentes tempranas con cierta precisión. Además, algu-nas de ellas deben haber sido complejas dada la presencia de residencias de elite, templos o centrosadministrativos, y las evidencias de intensificación de canales de irrigación, terrazas agrícolas yextensiones territoriales considerables con anterioridad a su incorporación al Estado incaico. La presencia de evidencias previas al periodo inca en el Cuzco también parecen haber sido importantes(Covey 2003).

Un enfoque algo diferente es el de Kendall (1996), quien se concentra más en aspectoscronológicos en sitios con secuencias estratigráficas tanto de estilos cerámicos como arquitectóni-cos basándose en investigaciones al norte del Cuzco. Como resultado reconoce cinco fases:

1) arquitectura cuadrangular asociada a cerámica killke, así como del estilo Inca Preclásico (1000-1100 d.C.); 2) arquitectura protoinca (1100-1200 d.C.); 3) arquitectura protoclásica, con una mayoríade cerámica Inca clásica (1200-1300); 4) la del protoclásico tardío (1300-1440 d.C.), y 5) la del clásicotemprano (a partir de 1440 d.C.). Asímismo, se ocupa del origen de los estilos Killke e Inca y sostieneque el primero sigue al estilo Qotocalle, por lo que está influenciado tanto por Huari como por elcontemporáneo Qotocalle. El estilo Inca se origina dentro del Killke, pero está más relacionado conel estilo Lucre, cuya esfera se ubica más al sur. Kendall concluye que no hubo un origen único en el propio Cuzco sino una contemporaneidad prolongada entre la cerámica Inca y Killke, así comomuchas evidencias de préstamos mutuos. Sus trabajos, como los de Covey y Bauer, se complemen-tan, y los tres consideran haber aclarado el panorama sin, exactamente, haber refutado las informa-ciones etnohistóricas.10

Un último caso relacionado es el sitio de Choquepukio, ubicado cerca a dos centros impor-tantes del Horizonte Medio: Pikillacta y Huaro (McEwanet al. 1995, 2002). Este complejo tiene una

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historia de ocupación que se inicia en el Periodo Formativo y termina con el periodo inca. Antes dela construcción de templos huari existen algunas evidencias tiwanaku, arrasadas hasta sus cimientos por la construcción de edificios grandes con nichos que guardan cierto parecido con construccio-nes huari y cuyo inicio se fecha entre 1000 y 1100 d.C. Los individuos enterrados en este complejo parecen víncularse con los aimaras del altiplano. Una nueva fase se ubica entre 1300 y 1400 d.C., en

la que los templos con nichos siguen en uso como probables residencias de elite. La cerámicaasociada es de los estilos Lucre y Killke, el primero relacionado con actividades festivas y vinculadoestilísticamente con Huari, pero también con estilos del altiplano. Se pudo excavar una secuencia desantuarios superpuestos que se inician a fines de la ocupación huari, seguidos por otros con evi-dencia de vasijas lucre y algunas killke y otros con presencia exclusiva de Killke. En un artículoreciente (Hiltunen y McEwan 2004), esta historia ocupacional se compara con aquella presentada enuna fuente relativamente tardía (Montesinos 1644 [1920];cf . Hiltunen 1999; Hyland 2001; Rostwo-rowski, este número), cuya validez es muy cuestionada entre los historiadores, ya que representauna historia muy larga con una lista prolongada de reyes.

Se ha tratado este punto con más detenimiento porque no aparece en los trabajos presenta-

dos y por el avance indiscutible en la definición de la historia preincaica e incaica temprana delCuzco. Es de esperar que estos se publiquen en forma más completa para que en el futuro sea posiblellegar a una síntesis pormenorizada, crítica y consistente. Por otro lado, todos los autores citadosusan las fuentes escritas y tratan de confrontarlas con sus datos arqueológicos, pero, debido a laforma preliminar de su presentación, es evidente que este procedimiento puede llevar a argumentoscirculares si se mezcla ambos tipos de datos en forma acrítica. El uso de Montesinos, que acaba demencionarse, hace regresar al problema de la conciencia histórica de los incas. McEwan (Hiltunen yMcEwan 2004: 235) insiste, como tantos otros, en la inexistencia de un «verdadero» sistema deescritura incaico, pero acepta la veracidad histórica de Montesinos, quien pretende haber consegui-do su información de los quipucamayocs, lo que puede tomarse por incongruencia. Por otro lado, seaclara el panorama de una ocupación huari importante, pero el papel de Tiwanaku sigue siendo poco

definido.11

Pero si se toma en consideración también las frecuentes emulaciones tiwanaku en laarquitectura, la presencia de quipus y «pretocapus» en vestimenta de corte compartido en contex-tos de elites huari/tiwanaku (cf. arriba), la presencia de caminos y terrazas etc., pueden surgir dudasacerca de casuales préstamos o emulaciones de un pasado esencialmente mítico desligado de cual-quier tipo de conciencia histórica (cf . Cummins 2002: 60-63). Finalmente, cabe destacar también queestos estudios concuerdan en sugerir un fechado de alrededor de 1400 d.C. para el inicio del IncaClásico o el inicio de la fase expansiva, lo que no dista mucho de la fecha, no histórica por cierto,indicada por algunas fuentes tempranas y aceptada por Rowe.

3.3. Estudios regionales o provinciales y el imperio

No hay duda de que los estudios sobre aspectos regionales del Tawantinsuyu superanampliamente aquellos destinados al centro. Los tres números publicados del Boletín no constituyenuna excepción y cubren buena parte de la sierra y costa peruana, así como zonas respectivas en elChile y la Argentina actuales (cf . número anterior y este número).

Antes de discutir la problemática de las provincias, es preciso definir lo que se entiende por imperio. En un artículo reciente, Sinopoli (2001) ofrece una serie de definiciones al respecto dentrode una perspectiva comparada e incluye el caso del imperio inca. Considera al imperio como unEstado extendido de composición étnica y cultural heterogénea, formado por conquistas o accionescoercitivas por parte de sistemas políticos poderosos que afectan a otros más débiles. Asimismo, lameta o consecuencia principal de tales acciones es la acumulación de riqueza en el sentido general.Los sistemas de control suelen ser fragmentados y comparables a estados territoriales más centrali-zados, en los que los gobernantes regionales o sistemas administrativos locales mantienen su au-toridad; su lealtad se recompensa con medios económicos, sociales o ideológicos, y su falta de

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obediencia se castiga. Esto lleva a una continuidad considerable en estructuras sociales, creenciasy prácticas económicas. El impacto directo del imperio, por tanto, suele ser reducido a intereses particulares, pero el impacto indirecto puede ser más generalizado. En este sentido, los cambios producidos suelen variar en forma significativa. Un imperio implica también una dimensión geográ-fica, con centros imperiales que dominan territorios organizados en provincias, una complejidad que

los modelos simples de centro-periferia no alcanzan a definir.En su estudio, los imperios deben ser contextualizados históricamente, lo que lleva a ciertas

confusiones por la tendencia a adherirse a modelos preferidos y rechazar casos que no concuerdan, pero la significativa variabilidad aludida hace dudar del sentido de la búsqueda de excepciones. Serelaciona con este punto el hecho de que los imperios no son formaciones estáticas; muchos subsis-ten por poco tiempo, emergen de modo rápido y modifican sus límites y sistemas de control tambiénde manera dinámica. Su acelerado ritmo de creación suele ser tal que resulta difícil identificarlo por medios arqueológicos. Esta creación se debe a elites imperiales, en particular a los individuos másdestacados, los emperadores, cuyas hazañas suelen ser exaltadas en una «propaganda» que no«inventa» o falsifica su carácter histórico.12 En cierto sentido, el emperador es la incorporación y,como tal, la representación física del imperio, sostenido por elites jerarquizadas del centro y de las provincias, así como por poblaciones sujetas (en el caso incaico, los mitimaes) que los sostienen.Esta perspectiva comparativa muestra que lo que caracteriza al imperio inca cabe muy bien dentro delas definiciones presentadas y no hay razón para buscar excepciones que lo separen como algoesencialmente distinto a otros imperios tanto del Nuevo Mundo como del Viejo Mundo (cf . Alcocket al. 2001; Kaulicke 2003b).

En este sentido, la exaltación de Pachacuti como fundador del imperio no resulta ser unejemplo aislado, por lo que su historicidad no tiene porqué rechazarse como propaganda infundadao construcción mítica. Incluso la duración de su gobierno, que le conceden las fuentes escritas, parece encontrar sustento en las evidencias arqueológicas. Pärssinen (1992: 71-140) presenta unadiscusión reciente sobre la cronología y el área de la expansión inca basada en los documentos quele merecen más confianza, en particular trascripciones de quipus e informaciones locales tempra-nas. Según este autor, Pachacuti inicia la fase expansiva del Estado inca, pero conquista personal-mente solo las zonas más cercanas al Cuzco. Durante y después de su gobierno, otros líderesmilitares, como Capac Yupanqui, y luego Topa Inca y Amaro Topa, se apoderarían de los valles deChincha y Pisco (Capac Yupanqui), así como de todo el Chinchaysuyu hasta Cañar (Tomebamba), posiblemente la costa de Huancavilca (Topa Inca), mientras que otros conquistaron el Collasuyuhasta el territorio de los chicha, y el Cuntisuyu hasta Arequipa. Esto implica un área de granextensión (cf . ibid .: mapa 11). Durante el gobierno de Topa Inca estallaron muchas rebeliones querequerían pacificaciones o reconquistas, pero, aun así, llega a ocupar zonas nuevas en los Andes

orientales desde Quito hasta extensiones considerables del Antisuyu, adentrándose en la selvahasta las zonas fronterizas del actual Brasil y Bolivia, y lo que hoy en día corresponde a Chile yArgentina. Su sucesor, Huayna Capac, consolida estos territorios y agrega, a su vez, otras zonas delnorte del actual Ecuador y del sur de Colombia, así como áreas menores al este de Bolivia. En suextensión máxima, el imperio alcanzó unos 4400 kilómetros de largo, un ancho máximo de 1000 kiló-metros, más de 1.000.000 de kilómetros cuadrados (Stanish 2001: 213) y una población total de unos9.000.000 de habitantes (Pärssinen 1992: 150).

Esta secuencia de expansión, sin embargo, es sumamente simplificada, ya que encubreacciones diversas en ritmos cambiantes tanto del lado de los invasores como de los invadidos ycuya cronología precisa resulta ser una empresa difícil, pero no imposible. La información sobre los

motivos y la ejecución de operaciones militares,13

negociaciones diplomáticas, eventos decisivos yla lógica de la expansión suelen ser muy escuetas en las fuentes disponibles. Parece que todo estose presenta en forma personalizada y ritualizada desde la perspectiva del centro y sus representantes

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principales, así como dentro de un espacio cuya geografía corresponde a concepciones casicosmológicas en las que se presentan estas acciones políticas. Por otro lado, el papel de los siste-mas políticos incorporados en el imperio es presentado como básicamente pasivo, fuera de lasinteracciones entre la elite regional y la cuzqueña cuyos títulos suelen ser «incaizados» como entérminos de «capac».14 Poblaciones enteras (mitimaes) fueron deportadas con fines de colonización,

pacificación y control. Una discusión pormenorizada de las etnias sometidas y sus características particulares se enfrenta con el problema de transformaciones significativas en tiempos incaicos o,inclusive, en el ámbito de la época colonial temprana, así como con las interpretaciones teñidas de percepciones y apreciaciones desde la perspectiva incaica y española (cf. abajo). Es evidente, por lotanto, que la arqueología puede contribuir a esta discusión desde una perspectiva más diacrónica alestudiar situaciones previas a la ocupación, durante la ocupación y, luego, durante el sistema colo-nial en sitios y regiones específicos.

La manifestación física más extraordinaria es el inmenso sistema vial, llamadoCapac Ñan(Hyslop 1984, 1992), que corre por toda la extensión del imperio con sus 35.000 kilómetros dispues-tos en varios ramales longitudinales y otros transversales. Un proyecto internacional dedicado asu estudio integral está en ejecución (para la parte peruana,cf . Instituto Nacional de Cultura2004). Este sistema vial presenta una amplia gama de técnicas y características de acuerdo a lascondiciones del terreno y la reutilización de sistemas preincaicos. Si bien este último punto esreconocido como tal, el estudio de sistemas viales previos a los incas no ha merecido la atencióndebida, en particular aquel que funcionó durante el Horizonte Medio (Huari) y que podría haber servido como modelo (entre muchos otros elementos,cf. arriba). La función de estos caminostambién ha sido variada —militar, económica, religiosa y administrativa— pero, por otro lado, es unaexpresión particular de un concepto materializado de organización del espacio que estructura elmundo fuera del Cuzco y lo vincula con el centro. Finalmente, todo este sistema debería verse comouna secuencia de ampliaciones de acuerdo a la expansión en sus fases históricas y no como una solaobra que se inicia con los incas y termina con el ocaso de su imperio. De hecho, la red de caminossigue en uso durante la Colonia y, en parte, hasta la actualidad, lo que implica modificacionesconstantes difíciles de captar en su secuencia cronológica.

Este sistema vial, considerado incaico, también determina la ubicación de sitios de diferen-tes funciones cuya atribución cronológica como inca se debe a la definición estilística de cerámicay arquitectura de acuerdo a las características presentes en el centro (Cuzco y área nuclear). Por regla se asume un conocimiento preciso de lo que constituyen estos estilos emblemáticos, peroestos, a menudo, carecen de definiciones claras. Esta práctica, por tanto, lleva a simplificaciones oidealizaciones tanto dentro del centro como en las provincias, ya que no se considera debidamentela variabilidad interna —diacronía, función, producción, distribución y sus motivaciones— o las

interrelaciones con sociedades no incaicas.Menzel (1976) ofreció un análisis estricto de la cerámica del Horizonte Tardío en Ica basán-

dose en material asociado obtenido en las excavaciones de Uhle. Ella describe un panorama comple- jo en el que la tradición local no se interrumpe con la ocupación inca sino que se adapta selectivamenteal estilo foráneo en diferentes formas. De esta manera, se modifican elementos morfológicos ydecorativos al lado de formas más «tradicionales» con solo pocos elementos adquiridos y se recu-rren a otras de otros estilos (Chincha y Nasca) o se imitan formas y decoraciones más característicasde fases anteriores tanto del estilo Ica como de otros anteriores a este (Horizonte Medio 4). Lacerámica importada del Cuzco parece ser escasa, aun en contextos funerarios de elite, al lado deotras importaciones, como las del estilo Chimú-Inca. El Horizonte Tardío en Ica, por lo tanto, se

caracteriza por una variedad de diferentes estilos y grupos estilísticos en diferentes tipos de asocia-ciones. En las decoraciones, la mezcla entre elementos inca e ica resulta en composiciones nuevas yno en imitaciones fieles del primero. Todo ello presenta un panorama de una complejidad mucho

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mayor que lo que pueden sugerir las informaciones escuetas contenidas en las fuentes escritas, yaque la información arqueológica permite la definición de estrategias variadas entre la imposicióndirecta del estilo emblemático inca y la ausencia de sus rasgos pese al dominio político impuesto.Estas apreciaciones se confirman también en estudios correspondientes en otros sitios o regionescomo Huánuco Pampa (Morris y Thompson 1985), Jauja (D’Altroy y Hastorf 2001), costa norte

(Hayashida 1995, este número; Tschauner 2001), Ecuador (Meyers 1976), entre otros (para aportes pertinentes en los números presentados,cf. abajo). En muchos de estos trabajos, sin embargo, la presentación del material analizado se limita a tesis doctorales (fuera de las citadas), muchas de ellasinéditas y, por tanto, de difícil acceso.

De ello queda evidente que las discusiones acerca de definiciones de estilo requieren de sucontextualización. Los ejemplos señalados de Menzel se refieren a contextos funerarios de elite queno constituyen un tema que permite mayores discusiones debido a la extrema escasez de ejemplosdocumentados (cf . Julien 2004; Paredes, número anterior). Este problema no se debe a la escasez decontextos excavados sino a la ausencia de publicaciones pertinentes de material sumamente cuan-tioso, en particular en la costa central del Perú (por ejemplo, 1286 fardos obtenidos en la quebrada de

Huaquerones, Puruchuco, cerca de Lima, cf . Cock y Goycochea 2004; Guerrero 2004). En los añosrecientes, la cerámica asociada a sacrificios humanos de altura ha llamado la atención (Schobinger 2001; Ceruti 2003;cf . Schobinger; Ceruti, número anterior). Más frecuente es la relación con laarquitectura de diferentes tipos. Las intensivas excavaciones en Huánuco Pampa produjeron 15toneladas cúbicas de este material que hicieron posible un estudio distribucional detallado sobre elcomplejo (Morris y Thompson 1985: 73), aunque su publicación completa aún no se ha presentado.Entre las diferentes funciones detectadas resalta una relacionada con bebidas dentro de contextosritualizados (cf . Morris y Covey, número anterior; Dillehay, número anterior), un tema que es de sumaimportancia pero que hasta la fecha no ha sido debidamente tratado.

El problema de la arquitectura es parecido. Existen publicaciones que abarcan varios sitios

del área del Cuzco —Ollantaytambo (Protzen 1993, 2005), Pisac (cf . Kaulickeet al., número anterior),Quispiguanca (Farrington 1995; Niles 1999), Callachaca (Niles 1987), entre otros—, que, por regla,carecen de la información sobre los hallazgos asociados debido a la ausencia de excavaciones o desu publicación respectiva. Aspectos tecnológicos, como materia prima, canteras, organización, trans- porte o preparación tampoco se tratan en la forma debida (perocf . Protzen 1993; Bengtsson 1998;Béjar, número anterior).15 Por otro lado, los estudios comparativos suelen limitarse a aspectos gene-rales (Kendall 1985; Hyslop 1990; Morris 1999, entre otros). Todos ellos se concentran en unaarquitectura atribuible a la elite, mientras que la arquitectura doméstica resulta desconocida.

Debido a la enorme extensión del imperio, la información arqueológica sobre arquitecturaes, por necesidad, desigual, incompleta o aún, en buena cuenta, ausente. Esta situación se compli-

ca por la presencia de muchos estilos no incaicos de gran variedad en cuanto a técnicas, organi-zación espacial, complejidad y extensión con o sin elementos incaicos discernibles. En el caso dela ausencia de estos últimos, no solo resulta difícil establecer el grado de la presencia inca, o suausencia, en los lugares respectivos, sino también su atribución cronológica (Horizonte Tardío oPeriodo Intermedio Tardío). Este problema está relacionado con la definición de las fronteras delimperio (cf . Dillehay y Netherly 1998; Alconini 2004). En todo lo relacionado con la cerámica y laarquitectura, las evidencias arqueológicas deberían contrastarse con los datos respectivos en lasfuentes tempranas, lo que no suele hacerse de modo sistemático (perocf . Julien 1993).

En los tres volúmenes que tratan de las actas del IV Simposio se optó por un ordenamien-to en cuatro rubros: a) identidad y organización sociopolítica; b) arquitectura, ancestros y paisaje;c) lenguaje, onomástica e identidad, y d) tecnología, identidad y memoria. Este ordenamiento es poco estricto y, a veces, poco justificado dada la amplia gama de los diferentes enfoques, evidenciasy preferencias de modo que solo sirve de orientación general. Algunos de los temas ya han sido

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tratados en este trabajo. Queda, sin embargo, la tarea de considerar brevemente dos aspectos degran relevancia: la arqueología de paisaje y la tecnología.

La arqueología de paisaje es un enfoque que está ganando importancia en los años recien-tes. En muchos de los trabajos de los volúmenes discutidos está presente este tema, a menudo algo

escondido, mientras que en otros está presentado en forma más explícita (cf . Kaulickeet al., númeroanterior). Se trata, en buena cuenta, de la percepción materializada del espacio, una especie de«cartografía mental» que corresponde a nociones del espacio «real» y sus componentes social yculturalmente significativos. En este sentido, el espacio actual observable es una suma de multitu-des de conceptos de espacio en modificaciones constantes cuyos significados se sobreponen, semodifican o se olvidan. Este espacio, por tanto, no es abstracto sino que se constituye por unaespecie de red de «lugares» cuya composición de elementos «culturales» y «naturales» correspon-den a una lógica específica que depende del conocimiento compartido de los «usuarios». Requiere, por lo tanto, de la experiencia, en el sentido que tiene este término en el idioma alemán («Erfahrung»,que proviene del verbo «erfahren», que literalmente significa ‘conocer por viajar’), lo que se refiereal movimiento en el espacio, a las relaciones específicas del cuerpo con el espacio percibidas de

manera multisensorial. Este espacio está conceptualizado en su totalidad, ya que es también eltiempo materializado en forma de memoria, historia, cosmología y cosmogonía. El término «totali-dad» implica también correlatos con «lo de arriba», el espacio celeste, y «lo de abajo», el mundosubterráneo.

En el caso de los incas, es bien conocido el sistema de ceques del Cuzco, cuyos múltiplesniveles de significados fueron analizados por Zuidema (1964, 1995). Este complicado modelo deespacio, sin embargo, es probablemente solo una abstracción entre otras referidas a espacios másespecíficos. Su proyección «universal» a todo el territorio del imperio, por tanto, parece ser unainterpretación simplificadora. Gracias a los abundantes datos acerca de ritos y objetos en la interpre-tación de los incas y de las etnias posteriormente incorporadas en su imperio y en el de los españo-

les, recogidos en el marco de la extirpación de idolatrías, se tienen pautas interpretativas que ayudanen la comprensión de paisajes y lugares. Estas interpretaciones, sin embargo, requieren sucontrastación arqueológica en forma de mapas precisos —tanto de las instalaciones o construccio-nes, como de las características físicas del terreno— y de excavaciones para definir las funcionesinterrelacionadas. Solo así se evita que los datos etnohistóricos —por regla recogidos en contextosespecíficos, pero ya estereotipados por los extirpadores— se apliquen de forma indiscriminada aotros contextos por conocer, tanto dentro del área nuclear del Cuzco como en las demás regiones delTawantinsuyu. Esta cautela es aún más recomendable en el estudio de paisajes de etnias en contac-to con los incas y con el imperio español, cuyas caracterizaciones escuetas por parte de los autorescoloniales pueden deberse a malentendidos o interpretaciones interesadas que solo conducen a unacomprensión parcial y parcializada, o a argumentos circulares.

De esta discusión podría surgir la impresión de una individualización del espacio dentro deun lenguaje algo esotérico que idealiza el paisaje, pero al tratar el espacio como construcción socialtambién se introducen los principios de la desigualdad y del poder político. Esto incluye también alas ciudades —concebidas como espacios sociales estructurados, pero a la vez dinámicos— u otrotipo de asentamientos o instalaciones dentro de redes cambiantes de intercomunicación. Todo ellono se deja abstraer en modelos rígidos, ya que se crean en situaciones históricas y sociales especí-ficas sujetas a un dinamismo que conduce a cambios constantes sostenidos y provocados por los participantes involucrados (para el concepto de paisaje político,cf . A. T. Smith 2003).

A estas alturas de la discusión, el tema de la tecnología tampoco debería limitarse a unasimple tipificación de objetos manufacturados y su ordenamiento en estilos, o a estudios tecnológi-cos de los mismos sin su contextualización apropiada. Tampoco se ubica dentro de un espacio«neutro» guiado por principios estrictamente económicos, sino dentro de una lógica ideológica y

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una ritualización compleja, como lo demuestra Bouysse-Cassagne en su discusión de la minería(este número), parcialmente compartida por conceptos europeos contemporáneos. Se trata, ademásde acciones concatenadas en espacios diferentes y la participación de agentes con múltiples pape-les desde la extracción o producción de la materia prima, su conversión en otros productos, sudistribución y función dentro de espacios sociales predestinados. En el caso de los incas, este

aspecto aumenta en complejidad por las interacciones interétnicas, una especie de «internaciona-lización» facilitada por el sistema político impuesto, así como por el desplazamiento de especialistasque afecta tanto a los incas del Cuzco como a las etnias de su imperio.

4. Identidad y etnicidad

Esta larga discusión acerca de la naturaleza de formaciones sociales y culturales de pocomás de un siglo de duración, que anteceden a la llegada de los europeos a los Andes, produce laincómoda sensación de un concierto de monólogos discordantes al enfatizar perspectivas conside-radas excluyentes por defender posiciones cuyo sustento empírico y teórico no suele ser lo sólidoque se pretende. Los etnohistoriadores tienden a mostrarse escépticos acerca de la validez de los

datos arqueológicos, mientras que los arqueólogos predican una cautela extrema en la interpreta-ción de los datos históricos, pero, con frecuencia, se sirven tanto de los «datos etnohistóricos» queestos determinan sus resultados. En ambos partidos se suele aceptar del «otro» lo que se considera«verídico» o útil en el sentido de su congruencia con la hipótesis planteada, aunque con toda probabilidad puede encubrir un argumento circular. La antropología suele servir de puente «teóri-co» entre ambos «extremos», lo que da la impresión de que ni la historia ni la arqueología producensus propios enfoques analíticos y teóricos. En vez de mostrar preocupación por las «identidades»de las diversas disciplinas y de sus exponentes, que ya llenaron las páginas pasadas, o de inventar otras con fines políticos, sería más conveniente tratar de definir con mayor precisión lo que seentiende por identidad, ya que en los trabajos presentados se la menciona con frecuencia de acuer-do al título del simposio.

En las discusiones presentadas ya se han introducido una serie de términos relacionadoscuyas definiciones fueron precisadas en algunos de los casos. Conviene, sin embargo, enfocar dosconceptos centrales en cuanto a sus definiciones básicas y principios teóricos: la identidad y laetnicidad. El término «identidad» deriva de los términos en latín «idem» (que quiere decir ‘el/lomismo’) y «entitas» (que significa ‘entidad’), el que proviene de «ens» (‘ser’), y que, a su vez, derivadel término griego «tautotés» (identity, II. monotony, III.identical condition, maintenance of identity,Lidell y Scott 1968: 1761). En el uso científico y filosófico se refiere a la oposición de diferencia comodefinición de las características invariables de un individuo o una cosa en oposición a lo no idénti-co. Ambos términos sirven para la definición de la individualidad de entidades. Se puede distinguir entre: a) identidad y diferencia como principios mentales; b) como categorías; c) como elementos

metodológicos, y d) como objetos de análisis metateóricos. En su definición como principios menta-les norman la reflexión sobre las cosas reales y definen el objeto de reflexión por medio de laidentificación y de la diferenciación, es decir, el reconocimiento de una cosa por la determinación desus características invariables que le proporcionan la unicidad a una cosa o individuo durante eltiempo de su existencia y la determinación de las variables que son características que compartencon otras cosas o individuos. Ambos principios mentales forman una unidad en la que estáninterrelacionados, ya que si todo fuera idéntico no se podría reconocer nada y si todo fuera diferentellevaría a un nominalismo extremo. En cuanto al segundo aspecto (b), se distinguen dos tradiciones:la lógico-matemática y la dialéctica. Esta última se concentra en la determinación de los opuestos(identidad aporética). El análisis de la identidad en los hombres forma parte del punto d) (Sandkühler 1990: 611-616). En las palabras de Wittgenstein, «[l]a identidad es el diablo en persona, pero tieneuna relevancia inmensa, mucho más relevante de lo que pensaba. Ella está relacionada en formainmediata con los problemas fundamentales» [traducción del original en inglés del autor] (citado enSandkühler 1990: 615).

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IDENTIDAD, ETNICIDAD E IMPERIOS 341

Lo que interesa más en la discusión emprendida es la identidad social a cuyo estudio seaplica bien la opinión de Wittgenstein. Por ello no se pretende abarcar toda la complejidad implicada,sino que es preciso limitarse a los problemas básicos. La identidad social parte del yo socializado yculturizado en relación con su incorporación en grupos y dimensiones sociales con los que seidentifica de modos diferentes, tanto como está identificado por otros. Esto implica un constante y

dinámico proceso de identificación basado en la diferencia y la similitud, expresado en identificacio-nes de grupos y categorizaciones sociales externas e internas. La dialéctica entre concepcionesideologizadas en forma de grupos o comunidades y el yo se resuelve en forma de una especie detecho o máscara (ideología), bajo la que se hace posible una gran heterogeneidad. La identificación,en este caso, es una de tipo nominal y simbólica que se expresa en interacción y práctica. Esevidente que estas prácticas y conceptos actúan en un espacio que es tanto «real» como imaginadoy se construye bajo conceptos de pasados «reales» o imaginados (Jenkins 1996).

Janusek (2004: 16-17) define identidad social con relación al individuo como filiación subje-tiva a otros en el sentido de compartir memoria, lugar, ancestralidad, género, ocupación, prácticasrituales o expresiones culturales al moverse entre diferentes contextos sociales y ambientes cultura-

les. Como participante activo en muchos grupos diferentes, el individuo desarrolla un sentido cohe-rente del yo en diferentes situaciones sociales. Las identidades se forjan en condiciones sociales particulares y realidades históricas formadas por relaciones de poder y estructuras políticas prescri-tas, por lo que se ubican en diferentes escalas y dimensiones entrelazadas de filiación e identidad.Cada tipo de identificación corresponde a diferentes rangos de personas, memorias, prácticas, luga-res, símbolos y materiales.

En los casos presentados estas identidades se pueden aplicar a individuos exaltados como elSapa Inca, las identificaciones sucesivas en su vida «personal» y entorno social inmediato, comotambién a grupos específicos como aqllas, yanas, amautas, artesanos especializados, etc., así como agrupos domésticos con parentesco compartido, los que se diferencian en sus posiciones y defini-

ciones dentro de complejas redes de interacciones y de poder. Estas identidades son, en primer lugar, autopercepciones dinámicas a nivel individual y grupal, pero pueden expresarse tambiéncomo estereotipos desde la perspectiva de los otros (cf. arriba, problema de la identidad y de ladiferencia). En este sentido, la identidad social desafía una relación rígida con la diferencia, ya queambas fluctúan en sus definiciones, por lo que estas definiciones son situacionales e interdepen-dientes en un espacio social reducido con un número reducido de agentes involucrados. Cadageneralización mayor suele borrar los límites de definiciones precisas y, por tanto, conducen aconstrucciones artificiales cuya validez metodológica es discutible (Jenkins 1996).

Desde el punto de vista de los enfoques de la arqueología y de la historia se impone lanecesidad de evitar generalizaciones grandiosas en favor de perspectivas más «microscópicas» que

permitan definiciones más precisas y, a la vez, más concatenadas. Esta «microhistoria» o «micro-arqueología» se presta mejor al análisis de los datos de muchos documentos (litigios, testamentos, procesos de idolatría, etc.) y los contextos arqueológicos (contextos funerarios, pisos de ocupa-ción, ofrendas, sacrificios, hornos de alfareros, talleres, fogones, etc.), todos ubicados dentro decontextos mayores e involucrando un número reducido de participantes interrelacionados. Quedaevidente que los problemas de identidad «arqueológica» solo se perciben en la materialidad. De ahíque es preciso desarrollar enfoques que permitan definir la identidad sin recurrir directamente aotros datos extraarqueológicos. ¿Cuáles son los contextos inmediatos en los que se forma y expresala identidad (palacios,aqllawasi, unidades domésticas, etc.)? ¿Cuáles son los elementos figurativosincaicos y principios estilísticos antes de la llegada de los españoles (que luego sirven de modelos para las tempranas expresiones coloniales), lo que exigiría un tratamiento considerablemente menosestereotipado de las evidencias? ¿Cómo se percibe la elite y cómo se puede definir la no elite(contextos domésticos)? ¿Cómo funcionan los talleres especializados de metal, cerámica, tejidos,etc.? ¿Cómo se puede definir función y funcionarios en contextos especiales —por ejemplo, templos,

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santuarios, canteras, etc.— con relación a su conceptualización ritual? La discusión de identidadsolo tiene sentido si estos problemas básicos se aceptan como tales.

Otro término de difícil definición es el de la etnicidad, que no es un concepto diferente de laidentidad sino que es parte de la misma problemática, pero en facetas diferenciadas. El término

deriva del griego clásico «ethnos» que significa «number of people living together, company, bodyof men, of particular tribes, of animals,2. After Hom. nation, people, b. later foreign, barbarousnations, gentiles» (Liddell y Scott 1968: 480) por lo que está emparentado con el sustantivo «natio»en latín, o «nación», el término usado por los españoles del siglo XVI para referirse a las etnias delimperio inca. En la Grecia antigua elethnos significaba el parentesco de todos los griegos en sangree idioma con los santuarios de dioses y sacrificios compartidos y el parecido general de su modo devida (S. T. Smith 2003: 10). La etnicidad trata de la diferenciación cultural, mientras que la identidades, como se vio, la dialéctica entre similitud y diferencia; está vinculada con la cultura por tener significados compartidos, pero también está basada en la interacción social y su resultado. Está,también, más fijada que la cultura, de la que es un componente, o que las situaciones en las que está producida y reproducida; es, además, tanto colectiva como individual en su forma exteriorizada en la

interacción social e interiorizada en la autoidentificación personal (Jenkins 1997: 165).En este sentido, se distingue entre definiciones «objetivistas» y «subjetivistas» que impli-

can perspectivas exteriores e interiores, o «primordialistas» e «instrumentalistas». Según los«primordialistas», las conexiones entre individuos resultan de los lazos de nacimiento, sangre,religión, territorio y cultura, los que se basan en explicaciones psicológicas y biológicas de conflictoentre amistad interior del grupo y enemistad fuera del mismo. Las respectivas teorías conducen auna romantización y mistificación de la identidad étnica, ligadas a los lazos de nombre, territorio,lengua y cultura, las que comprenden ligazones involuntarias y coercitivas. Suelen, por lo tanto,obviar las bases históricas y sociales de los mismos conceptos, como «grupo étnico» o «nación», alfavorecer la noción de un nacionalismo «prístino» (cf. arriba argumentos del neoindigenismo). El

enfoque «instrumentalista» suele reducir la esencia de la etnicidad a la movilización y politización enla organización de grupos de interés o relaciones económicas y políticas que obvian sus dimensio-nes culturales. En suma, ninguno de estos enfoques ofrece una teoría adecuada de la relación entrecultura y etnicidad (Emberling 1997; Jones 1997: cap. 4; S. T. Smith 2003). En todo caso, la etnicidadno solo es una identificación colectiva, como lo son otras formas de identidad social en materia decategorización, en la que entran asuntos como poder, compulsión y resistencia, todo concentradoen la definición de «los otros». Si se puede ubicar a «los otros» en el sitio que les corresponde, secrea un lugar para los «nosotros» y viceversa. Hay que enfatizar también el aspecto del contenidocultural, que no solo se limita a la cultura de la elite sino a aspectos de la realidad cotidiana, ya que permite diferenciar entre la etnicidad y sus componentes, como localidad, comunidad, identidadnacional, nacionalidad y «raza». Para tratar de estos asuntos es preciso adoptar una perspectiva

histórica. Solo con lalongue durée se pueden entender las diferencias entre etnicidad y «raza» oentre los diferentes impulsos nacionalistas (Jenkins 1997). En sus formas extremas, a las que perte-necen también algunas facetas del indigenismo peruano u otras formas de los nacionalismos lati-noamericanos, se pueden detectar deformaciones en la proclamación de «unicidades» culturales.Dale (1986: 222-223) termina su libro acerca del mito de la unicidad japonesa con las siguientes palabras:

In constructing a mythology of culture which denies the existencial distinction between «I» and «Thou»,and in supplanting that original and ineluctible estrangement between self and other with a cosy affirmationof the identiy of subject and object as an ethnic ontology, the mandarinate legitimates a world in whichneither the individual nor the group may obtain a pregnantly dialectical relationship of enhancing exchange

[...] In such a world of contrived discourse, one is permitted no ripe articulation and reciprocal expressionof instructive diference, but only a fallow and banal silence, a dumb solidarity of the unknown self with anunknown world .16

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IDENTIDAD, ETNICIDAD E IMPERIOS 343

Como se vio, la etnicidad está íntimamente relacionada con la materialidad. Para especificar esta relación y revincularla con el tema central de este trabajo, habrá que recurrir nuevamente a ladocumentación histórica del siglo XVI. Por lo general, se han tomado por características definitoriaslas costumbres funerarias, vestimenta y tocado, así como el idioma (cf . Kaulicke 2000: 96-97). Estascaracterizaciones, sin embargo, tienen facetas «primordialistas» y estereotipadas que generalizan y

clasifican grupos en un sentido esencialista. Un buen ejemplo es el conjunto de los dibujos deGuaman Poma que clasifica las etnias no incaicas de acuerdo a la geografía cuatripartita inca(Chinchaysuyu, Antisuyu, Collasuyu y Cuntisuyu) dentro de aspectos como elite (hombres y muje-res), sacrificios, entierros y fiestas (Guaman Poma 1980: 144 [165], 146 [167], 148 [169], 150 [171], 152[173], 154 [175], 156 [177], 158 [179], 240 [266], 242 [268], 244 [270], 246 [272], 264 [289], 266 [291], 268[293], 270 [295], 295 [320], 297 [322], 299 [324], 301 [326]). Los capitanes del Chinchaysuyu —en estecaso un abuelo de Guaman Poma (compárese su traje con las representadas en la figura de la pag.295)— y de Antisuyu están vistosamente adornados con plumas, tocados o coronas (compárese lacorona del capitán de Antisuyu con la de p. 297), cabellera larga (a diferencia de lo incas), armas yescudos, mientras que los de Collasuyu y de Cuntisuyu visten más sencillos y no se diferencianmayormente de otras representaciones estereotipadas. Tres son delgados, mientras que el deCollasuyo es notablemente más obeso. Las mujeres nobles visten trajes largos (solo la de la selvaluce una «minifalda») con tupus (en el caso de p. 152 se trata de untupu colonial, pese a que la mujer ilustrada viviera antes de los incas), pero todas llevan una vestimenta mucho más sencilla que lascoyas incas. De nuevo la del Collasuyu es notablemente más gorda. En el texto que acompaña estedibujo, Guaman Poma no esconde su opinión: «[...] de puro gorda quedó fea que to[dos] de la castason gordícimos y floxas, encapases, pusilánimos, pero rica gente [...] Y ací todos los hombres omugeres grandotes, gordos, sebosos, floxos, bestias solo es para comer y dormir» (ibid .: 157). Encuanto a los temas de los sacrificios y los entierros la composición es una sola; lo que cambia, básicamente, son los indicadores étnicos. En el tema de los entierros, llama la atención la correspon-dencia de la acción central de los collas con la de los incas (ibid .: 262). Los dibujos que muestran lasfiestas son más variados y parecen corresponder a observaciones directas de Guaman Poma. Quedaevidente que el autor no pretende presentar una etnografía o una caracterización de etnicidades sinouna clasificación estereotipada teñida de simplificaciones y simpatías, o antipatías, personalizadasen contraposición a los incas.

Pärssinen (1992: mapa 2) publica un mapa sobre la base de datos de Rowe y Tschopik (Rowe1946: mapa 3) en el que indica las «tribus» y provincias del imperio inca al enumerar un total de cercade 70 denominaciones (sin buena parte del Ecuador y del Chile modernos). Esta cifra, con toda probabilidad, está muy por debajo del total que debe haber existido en el siglo XVI; las «fronteras»indicadas son aproximaciones que sugieren una rigidez que no corresponde al carácter cambiante,aún si se limita al imperio inca. Este número elevado encubre una enorme variedad de sistemas

políticos, desde estados territoriales expansivos (Chimú) hasta agrupaciones políticas y/o étnicasrelativamente sencillas y de extensión reducida. La información acerca de estas etnias es muy des-igual y, en la mayoría de los casos, claramente insuficiente como para poder caracterizarlas dentro deenfoques comparativos. De este modo, queda poco definido cuáles son las autodefiniciones de losgrupos involucrados y cuáles son aquellas impuestas por los incas. ¿Cuáles son los efectos de las políticas expansivas de tres estados expansivos sucesivos (Huari/Tiwanaku, Inca y colonial)?

La situación lingüística en este enorme territorio es complicada y no ayuda mucho en la precisión de la etnicidad. En el norte predomina una fragmentación en muchas lenguas diferentes;solo en el territorio del Ecuador actual se cuentan 17, en el norte del Perú hay 15 lenguas, mientrasque en la costa norte del Perú el mochica y el qingnam abarcan territorios mayores —probablemente

debido a previas formaciones políticas—, así como también está el kulli en la sierra norte (Adelaar yMuysken 2004: mapa 3). En el centro predominan el quechua I y II, así como el aimara, todos con unaserie de dialectos. La situación en el área sur, en particular la zona circuntiticaca, muestra la presencia

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de varios idiomas (puquina, aimara, uru-chipaya), cuyo uso no era monolingüe. En el territorio delChile y de la Argentina actuales se agregan otras lenguas de menor extensión (atacameño, humahuaca,chango, diaguita y tonocoté [ibid .]). Si bien esto confirma la situación multilingüe típica para losimperios, la correlación etnia-lengua es bastante complicada y, en la mayoría de los casos, franca-mente dudosa, fuera del hecho de que muchas de las lenguas implicadas se extinguieron durante la

Colonia y tienen documentación insuficiente o esta es inexistente (cf . Bouysse-Cassagne 1987;Cerrón-Palomino 1987, 1994, 1995, 2000; Torero 2002; Stanish 2003, cap. 4; Adelaar y Muysken 2004,entre otros). El caso presentado por Cerrón-Palomino (este número) es de lo más ilustrativo. Losincas del Cuzco, generalmente considerados como los exponentes «naturales» o más «puros» delrunasimi (quechua), hablaron aimara, usaron el puquina como «lengua secreta» y adoptaron elquechua del Chinchaysuyo solo a finales del imperio.

Las clasificaciones realizadas por europeos, criollos y mestizos del siglo XVI en adelante,con conocimientos parciales en las «fronteras» de la etnicidad, constituyen estereotipos que sonuna forma de clasificación propia de la etnicidad, pero cuya función y significado deberíanespecificarse. Estereotipia y atribución son dimensiones importantes en la clasificación. Alestereotipar se clasifican colectividades sociales por medio de la simplificación de situaciones com- plejas. Es un ejemplo extremo del proceso clasificatorio general de una tipificación ideal e incluye laautoestereotipia. Pero no se limita a procesos normativos, sino que se convierte en símbolos signi-ficativos dirigidos tanto a la persona social como al grupo con el que se identifica por medio de laconformidad, solidaridad y la evaluación social y sus opuestos. La estereotipia no implica, de mane-ra necesaria, clasificaciones negativas (como en el caso citado de Guaman Poma) sino tambiénexageradamente positivas. La estereotipia, por tanto, enfatiza un reducido número de supuestassimilitudes entre lo estereotipado en vez de enfrentarse al vasto campo de las diferencias. Losestereotipos, en este sentido, son símbolos extremadamente condensados de identificación colecti-va (Condor 1990; Hogg y McGarty 1990; Jenkins 1996: 122-123;). De manera evidente, estos meca-nismos no solo deberían considerarse en la evaluación de las fuentes históricas, sino también en los problemas de clasificación que operan en los procesos clasificatorios comunes de las cienciashumanas en general, la arqueología incluida.

Queda por tratar el tercer indicador de etnicidad destacado por los autores del siglo XVI.Desde la perspectiva de la identidad social, la muerte biológica de un miembro de un grupo social noimplica la exterminación de su identidad sino un complejo proceso de simbolización de la separación por medio de una identificación colectiva del grupo y que se plasma en ciclos rituales. Durante estosciclos, la muerte se culturiza o se socializa y el muerto se convierte en símbolo en el sentido deconvertirse de individuo a objeto antes de transformarse y revincularse con el grupo en forma deuna identidad cambiada. En este sentido, los ritos previos o inmediatamente posteriores a la muerte

física están destinados a enfatizar definiciones, reconocimientos o reafirmaciones de una identifica-ción positiva exaltada o estereotipada del muerto durante su vida en conformidad con la auto-identificación del grupo. La simbolización del muerto refleja también una dialéctica entre el yo (pasa-do) y el otro en el que se transforma a través de la muerte, en un cuerpo dentro de un espacio comosimulacro de su pasado inmediato por medio de objetos o símbolos compartidos con los vivos (por ejemplo, características de traje, tocado, etc.), pero, a la vez, diferentes del espacio social de estos.Ya que la muerte física no es un evento aislado sino parte de una cadena continua de eventos parecidos, estas muertes forman grupos sociales de los muertos en espacios sociales propios, perodentro de un espacio mayor compartido con los vivos. Así se establece una comunicación constan-te o cíclica entre ambos, que se convierte en un diálogo sostenido con el pasado incorporado quefortalece la formación de identidad comunal y la mantiene sustancialmente. Ya que estos procesos

son eminentemente intrasociales, se les considera propios y diferenciados de las muertes y sutratamiento en otros grupos o etnias. Por otro lado, la dialéctica entre la individualidad y sus con-ceptos relacionados crean diferencias intrasociales, de modo que su identificación específica no

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desaparece, por más que se subordine a conceptos escatológicos ligados a la identificación étnicao de grupo. En este sentido, el tratamiento de este tema por Guamán Poma nuevamente se descubrecomo una estereotipia por medio de una diferenciación simplificada, en buena cuenta nominal, deetnicidad.

La materialización de la identidad y etnicidad en forma de la muerte social permite un estudiocompartido que combina el pasado prehispánico, colonial y republicano tanto desde un tratamientoespecífico como combinado o interdisciplinario desde la arqueología, historia, etnografía, antro- pología, sociología y psicología. Quizá no se hayan logrado aún mayores avances debido a lacomplejidad intrínseca del tema. La escasez de las contribuciones al respecto en los tres números presentados es un reflejo que no distorsiona la situación de la investigación. En vez de ello predo-mina una tendencia simplificadora o estereotípica en concentrarse en lecturas «literales» de lasfuentes históricas o la tipología de objetos desligados de contextos en la arqueología. Esta última noha podido presentar, ni menos analizar en forma precisa, las evidencias propiamente incaicas ni lasde las etnias afectadas por la expansión, de modo que las interpretaciones etnohistóricas se mantie-nen incólumes pese a los problemas inherentes (cf . Bauer 2004).

5. Conclusiones

En estas reflexiones no se ha pretendido discutir toda la gama amplia presentada en estostres números del Boletín, ni mucho menos destacar, por separado, las virtudes o señalar las eventua-les deficiencias de los más de 60 trabajos publicados. En vez de ello se ha tratado de enfocar eldesarrollo de la etnohistoria y de la arqueología en sus perspectivas históricas y las problemáticassurgidas en este camino. Estas han resultado en selecciones deliberadas y longevas de enfoquesinterpretativos en los que la materialidad arqueológica se enfrenta a una preponderancia histo-riográfica desde una posición desventajosa imaginada o autoimpuesta. Esta situación es metodo-lógicamente insatisfactoria y tiende a consolidar los enfoques existentes sin poder someterlos a unacrítica consolidada desde análisis independientes que deberían surgir del estudio adecuado de lamaterialidad inca o no inca relacionada y de su contextualidad. En vez de ello, se percibe la construc-ción de síntesis «holísticas» que suelen consistir en generalizaciones de enfoques particularistas, amenudo en una mezcla entre posiciones políticas y teóricas que tienden a simplificar intuidas situa-ciones complejas.

Dentro de esta perspectiva histórica, se perciben también construcciones de lenguajes quesuelen separar en vez de unir, aún tratándose del empleo de los términos compartidos. Este dilema estípico en disciplinas académicas separadas. Estos problemas lingüísticos solo se resuelven por elempleo de una especie de lenguaje «infradisciplinario» que debería reemplazar el lenguaje «común»

coloquial y politizado.Para este fin se buscó el término de «identidad» que es lo suficientemente complejo como

para poder servir de «techo» para enfoques diversos e interdisciplinarios. El término «transforma-ción» en el título del simposio y de los números respectivos implica que se trata de una identidadsocial que parte del yo culturizado y socializado sujeto a su entorno social inmediato, así como agrupos mayores y al otro concepto tratado en estas reflexiones: la etnicidad. Si se respeta la comple- jidad intrínseca que requiere su utilización en conceptos científicos relacionados, dentro de una perspectiva histórica que prevé los dinamismos inherentes, este sirve para redefinir conceptos pre-vios y redirigirlos a una meta compartida que es la redefinición de lo que es «lo incaico» como unconjunto de identidades en diferentes niveles y situaciones, y sus conexiones dinámicas con otras

entidades sociales. Estas redefiniciones implican, por necesidad, poner énfasis en las diferencias envez de las simplificaciones estereotípicas que caracterizan muchos trabajos tanto de corte etnohistóricocomo arqueológico. Es esta diferenciación la que permite otro enfoque que no se ha enfatizado lo

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suficiente en estas reflexiones: la comparación. Esta solo tiene sentido si se basa en un conocimien-to preciso y diferenciado, ya que la similitud borra límites y llega a generalizaciones ideologizadas —como la justificación de poderes políticos dominantes—, o tan simples que su resultado carece deimportancia. Se entiende por comparación no solo la interna —lo inca frente a las etnias sometidas,y las etnias frente a otras etnias— sino también externa al contrastar los resultados obtenidos con

los de otras sociedades complejas fuera del ámbito andino. Con ello se logrará que el imperio inca,uno de los logros políticos más importantes en la historia de la humanidad, no sea visto solo como«excepción a la regla» desde la perspectiva de un indigenismo que mitologiza la diferencia y predicao causa la exclusión.

Notas

1 Cf . disputas entre Riva-Agüero y Uhle (Kaulicke 1997a), así como entre Uhle y Tello (Kaulicke1998d).

2 Quipu memoria o «Yupana qquellca o quipu: las quentas por ñudos, o por escrito: Yupa-: Tener, ocontar o estimar, por algo [...] Yupayok yupayniyok: Honrado» (Gonzalez Holguín 1952 [1608]: 371-371).

3 Cf . Urton 2003b: 20, donde se reproduce la foto de un quipu de Mollepampa, Chile, con más de 1500cuerdas.

4 «[...] famoso por haber alcanzado un complejo sistema de intercambio informático con recupera-ción de los datossin la presencia de escritura» [traducción del inglés y resaltados del autor].

5 En el caso de la China antigua, como precursora mítica de la escritura conocida a partir de unos 1400años a.C.; también se suele recurrir a quipus incaicos como ilustración (Rafael Flores, comunicación personal).

6 Las que también existen en los casos incaico y preincaico (cf . Kaulicke 2000: 15-17) y, por ejemplo,en el chino (cf . Yang 2000).

7 Para estetopos, cf . Smith 2003: 202-210, figs. 30-32, acerca de casos parecidos en Mesopotamia.

8 Cf . Alcocket al. 2001 y reseña en el número anterior; D’Altroy ha intervenido también en la

discusión sobre Uruk (cf . D’Altroy 2001).9 Para un plano poco conocido de Uhle con indicación de sectores atribuidos a diferentes gobernan-tes incas y clasificación de tipos de mampostería,cf . Wurster 1999: 177.

10 Pese a sus actitudes acríticas, por tanto, no queda siempre aclarado hasta qué punto lo «históri-co» condiciona la argumentación y se convierte en círculo vicioso.

11 Esto se debe, probablemente, a trabajos menos intensivos en la zona sur del departamentocolindante con el de Puno, donde Sillar y Dean (2004) mencionan sitios con cerámica huari ytiwanaku. Paredes (número anterior) encontró fragmentos tiwanaku en Sacsahuaman y, en el mismo

sitio, Valcárcel excavó vasijas incas con decoraciones que imitan formas (quero) y motivos tiwa-naku (cf . Julien 1993: 195-197; 2004). Farrington y Zapata (número anterior) excavaron otras eviden-cias tiwanaku en Tambokancha.

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12 Acerca del papel de la propaganda,cf . Conrad 1992 y Jennings 2003. El uso del término «propagan-da» es poco adecuado, ya que es anacrónico y tiende a simplificaciones casi caricaturescas.

13 Para aspectos de la guerra en las informaciones de Cieza y Guamán Poma,cf . Nowack y Schweitzer 1991.

14 Para una interpretación de algunos de los sistemas políticos regionales,cf . Pärssinen 1992, cap. 8;sobre el concepto decapac, cf . Julien 2000: cap. 2.

15 En un artículo reciente, Ogburn (2004) sugiere que el material de construcción en la zona deSaraguro (Villamarca), Ecuador, provenía de Rumiqolca (cf . Béjar, número anterior), una famosa can-tera cerca del Cuzco, lo que implicó el transporte de material desde una distancia de unos 1600kilómetros. Su análisis se apoya en datos etnohistóricos.

16 «Al construir una mitología cultural que deniega la diferencia existencial entre el “yo” y el “tu” yal reemplazar este distanciamiento original e ineludible entre el “yo” y el “otro”, con la aseveración

confortable de la identidad entre sujeto y objeto como ontología étnica, se legitima un mundo en elque ni el individuo ni el grupo pueden alcanzar una significativa relación dialéctica de un intercam- bio realzado. En semejante mundo de un discurso inventado se impide una articulación oportuna oexpresión recíproca de diferencia instructiva; queda solo el silencio banal e improductivo, unasolidaridad muda con el yo desconocido en un mundo desconocido».

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SITIOS AMURALLADOS EN LA COSTA NORTE 359BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 359-371

NOTAS

SITIOS AMURALLADOS EN LA COSTA NORTE:NOTA PRELIMINAR SOBRE CERRO ARENA, PAMPA DE CHAPARRÍ, LAMBAYEQUE

Alejandra Figueroa* y Frances Hayashida**

Resumen

El Proyecto Ynalche investiga la pampa de Chaparrí, en el valle del r ío La Leche, e l que alberga unvasto sistema de irrigación prehispánico. Se presenta una descripción de Cerro Arena, sitio monumental alinterior de la pampa. A modo de comentarios finales, se plantean interpretaciones preliminares sobre este sitioen relación al sistema de irrigación que lo rodea.

Abstract

The Proyecto Ynalche focuses on the Chaparri pampa, located in the Leche Valley, North Coast of Peru. The pampa has an extensive irrigation system from prehispanic times. Cerro Arena, a monumental sitelocated within the pampa, is described here. Some preliminary interpretations of the site and its relation to theirrigation system are also introduced.

1. Introducción

Las investigaciones en la costa norte del Perú sobre los sitios chimú y chimú-inka hanexperimentado un aumento en los últimos años, incrementando lo que se sabe de las sociedades delPeriodo Intermedio Tardío y Horizonte Tardío. Una de estas investigaciones, actualmente en curso,es el Proyecto Ynalche, dirigido por F. Hayashida (Pennsylvania State University). El proyecto selleva a cabo desde 1999 y estudia la ocupación prehispánica de la pampa de Chaparrí, en el valle delrío La Leche, departamento de Lambayeque, una zona conocida por albergar un vasto sistema deirrigación cuyo canal principal es el Racarumi o Ynalche. El proyecto incluyó la prospección sistemáticade los sitios ubicados en la pampa, muchos de ellos asociados a los canales de irrigación que lacubren (Fig. 1). Hasta el momento se ha logrado registrar en el área de recorrido más de 500 sitios, detamaños y funciones muy diversas y correspondientes a las diversas ocupaciones presentes (desdeSicán Medio hasta la época inka). Del total de sitios registrados, 375 corresponden a periodostardíos (chimú e inka [Hayashida s.f.]).

Uno de estos sitios, que es materia de la presente nota, es Cerro Arena —codificado como86A01 según el registro del proyecto— el que se ubica en la cima del cerro del mismo nombre. Elasentamiento está construido con piedras de cuarcita rosada extraída del cerro y consiste de cuatromuros perimétricos concéntricos que encierran terrazas ubicadas entre ellos. En dichas terrazas hayestructuras, en su mayoría de regular tamaño y con subdivisiones internas. Asimismo, las dos cimas

* Instituto Chincha/Orbis Tertius. E-mail: [email protected]** Pennsylvania State University, Department of Anthropology. E-mail: [email protected]

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ALEJ AN DRA FI GU ERO A Y FR AN CES HAYASH ID A360

del cerro, en las que también se ubican estructuras, están rodeadas por los muros perimétricos. Acontinuación se presenta una descripción del sitio y de sus componentes arquitectónicos, así comouna breve descripción de la metodología empleada y del material recuperado durante el trabajo decampo. A modo de comentarios finales, se presentan algunas interpretaciones de las posiblesfunciones de este sitio en relación al sistema de irrigación que lo rodea.

2. Antecedentes y entorno geográfico

La pampa de Chaparrí abarca una gran extensión de terreno que se encuentra cubierta por canales de irrigación, los que están conectados con canales principales y el río Chancay. Toda la

zona está ocupada desde Sicán Medio (900-1100 d.C.) hasta la época inka (Fig. 2); sin embargo,sitios amurallados aparecen desde épocas tempranas: ya durante el Periodo Intermedio Temprano,los moche construyeron sitios en la parte alta de los cerros, rodeándolos de este tipo de estructuras.En el Periodo Intermedio Tardío hay una variedad de sitios que presentan muros perimétricos,también ubicados en zonas altas. La mayoría de estos parecen cumplir carácter defensivo, pero pocos han sido estudiados en detalle y tampoco existen planos precisos de la arquitectura de lamayoría de ellos.

Cerro Arena es uno de estos sitios. Su ubicación es significativa, ya que se encuentrarelacionado con uno de los ramales principales del canal Racarumi o Ynalche, el Racarumi IIC, elmismo que corta la parte baja del cerro en el que se ubica el asentamiento. Además, el sitio presenta

características formales que se observan en otros sitios amurallados de la zona del valle de La Leche presentados por Paul Kosok (Kosok 1965: 160). La más saltante de las semejanzas es la presencia demuros perimétricos concéntricos, de los que se proyecta un muro largo que delimita uno de los lados

Fig. 1. Mapa general de la zona de estudio.

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del sitio, ubicado, en este caso, en la ladera este. Sin embargo, muchos de los sitios mencionados por Kosok no han sido investigados a profundidad, ya que la información disponible se basa enmaterial de superficie y en someras descripciones de la arquitectura.

Se elaboraron planos topográficos y levantamientos planimétricos de Cerro Arena medianteuna estación total, se recogió la cerámica y otros materiales de la superficie del sitio y se lo registró por medio de fotos. De este modo se obtuvo un plano detallado de este tipo de complejo (Fig. 3),además de una muestra representativa del material. Su área abarca 78.264,69 metros cuadrados y el perímetro de la muralla más baja es 1112,32 metros. Debido a su tamaño, su ubicación y gran visibi-lidad, con muros de un promedio de 3 metros de alto y 2 de ancho, Cerro Arena debe ser uno de lossitios más importantes asociados con el complejo agrícola de Chaparrí. Este sitio limita con el río

Sanjón por el este y con parte de la pampa de Chaparrí por el oeste. Hacia el lado del río, la pendientees más suave que hacia el lado oeste, lo que puede haber convertido a esta zona en el acceso naturala la cima, lo que se corrobora por la presencia de todos los accesos en esta ladera. Sin embargo,también es posible acceder desde la pampa por varios otros puntos. A continuación, la ladera haciael río Sanjón se denominará «ladera este» y, de manera correspondiente la que mira hacia la pampa«ladera oeste» (Figs. 4a, b).

La mayor parte del cerro tiene poco suelo conservado y, en general, este es de color beigeamarillento oscuro y de textura compacta. El material natural del que se compone el cerro, y que seusó para la construcción, es cuarcita de color rojizo, mineral de fractura angular y de relativamentefácil extracción. Debido a la topografía del cerro, el sitio presenta una división entre la ladera este yla oeste: las estructuras se concentran en la ladera este, mientras que en la ladera oeste están casiausentes. En algunos casos, sobre todo en los muros perimétricos, la construcción se apoya sobrela roca madre, la misma que es incorporada a la estructura a manera de base.

Fig. 2. Mapa general de ubicac ión de sitios chimú e inka en la pampa de Chaparrí.

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3. Descripción y sectorización del sitio

El sitio de Cerro Arena, como se ha mencionado anteriormente, está compuesto por cuatromuros perimétricos concéntricos —llamados en adelante MP1, MP2, MP3 y MP4, desde la cimahacia la base—, los que encierran terrazas con estructuras, cuya mayoría es de regular tamaño y

muestra subdivisiones internas. Estas terrazas están usualmente delimitadas por los muros, pero, enalgunos casos, tienen otro muro de contención al interior, pegado para el lado del cerro, posiblemen-te para evitar derrumbes. Los muros perimétricos encierran, asimismo, las dos cimas del cerro, en lasque también se ubican otras estructuras.

Para facilitar el trabajo, el sitio fue dividido en seis sectores. De manera adicional, al momen-to de hacer el plano de las estructuras, se realizó el levantamiento de otros sitios cercanos, posible-mente relacionados con Cerro Arena. Al interior de cada uno de los sectores, las estructuras fueronnumeradas desde el inicio. No existe una numeración correlativa de todas las estructuras del sitio. Ladivisión en sectores se hizo sobre la base de las terrazas determinadas por los muros perimétricos ylas estructuras ubicadas al interior de las terrazas. Al interior de algunos de los sectores se observan

pequeñas terrazas, las mismas que han sido denominadas de acuerdo a las estructuras más próximas(por ejemplo, Sector C, Terraza 1-2 denota la terraza ubicada entre las estructuras 1 y 2 del Sector C)o a los muros perimétricos que las delimitan (por ejemplo, Terraza MP1-MP2 denota la terraza ubica-da entre los muros perimétricos 1 y 2). Los sectores identificados se presentan a continuación (Tabla 1).

a) Sector A: se trata de la primera cima del sitio, la más alta. Todo este sector está comprendido alinterior del MP1. En esta parte hay pocas estructuras y, en el punto más alto, hay una terrazacuadrangular ubicada al extremo sur del sector (terraza superior), la misma que se encuentra bastan-te dañada. Hacia el norte se ubican las estructuras 1 y 2, que son contiguas y se caracterizan por tener una división rectangular al lado oeste y a ambas están hechas de muros de piedra, de doblecara con relleno. La Estructura 1 es la más grande. Lamentablemente, en la recolección de cerámica

no se halló material. Hacia el extremo norte de este sector hay una serie de terrazas que facilitan lacirculación hacia el Sector C.

b) Sector B: se trata de la otra cima del cerro, la más baja, que está ubicada más hacia el sur. Esta cimase encuentra dentro del espacio delimitado por MP2 y MP3, y está formada por dos estructuras y unconjunto de terrazas. La Estructura 1 se compone de un muro perimétrico que encierra un grupo decuartos y terrazas. La Estructura 2 también está hecha de piedra, de muros dobles con relleno y secompone de un muro perimétrico que rodea una serie de cuartos. Esta estructura tiene un corredor en la parte central que la divide en dos y también varios accesos internos visibles, lo que es notabledebido a que muchas de las otras estructuras existentes en el sitio carecen, al parecer, de accesos.Las terrazas de este sector se ubican hacia el lado norte del mismo y en la parte del cerro que

desciende se componen de muros de contención de piedra. Hay gran cantidad de cerámica en lasuperficie de esta zona.

c) Sector C: comprende la pequeña terraza ubicada entre MP1 y MP2. Mide en general entre 2 y 3metros de ancho y prácticamente no tiene estructuras. En el extremo sur no presenta arquitecturadebido a que en esa zona aflora la roca madre; los lados este y oeste tampoco muestran ningunaconstrucción y, además, tienen poco material cerámico, el que aparentemente se ha rodado desde laterraza superior. En el extremo norte hay una estructura de piedra que consta de un muro perimétricoque encierra una terraza y un pequeño cuarto localizado al interior. Adosada al lado norte de estaestructura hay una terraza cuadrangular.

Fig. 3. (Desplegable en la página siguiente). Plano general del sitio de Cerro Arena.

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9275249 N

9274949 N

1 7 6 5 9 5 3 3

E

1 7 6 5 9 8 3 3

E

1 7 6 5 9 2 3 3

E

50 m

Proyecto Arqueológico YNALCHE

CERRO ARENA

0 m 100 m

(86A01)

Curvas de nivel a 1 m.

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Figs. 4 a, b. Cerro Arena visto desde la pampa.

d) Sector D: este sector está formado por la terraza ubicada entre MP2 y MP3, la misma que estádividida en varios subsectores. En el lado oeste de este sector, el MP3 se halla parcialmente caído envarias partes. Casi toda la terraza carece de estructura; las construcciones reaparecen en la esquinanoroeste a manera de pequeños recintos cuadrangulares, ubicados en terrazas, la mayoría sin ningu-na división interna. Cerca de estos recintos, en el extremo norte del sector, hay una plataforma

cuadrangular, a la que se llamó Plataforma Norte, hecha con muros de contención de piedra. En ellado este del sector se observan tres estructuras, llamadas, de Sur a Norte, Estructura 1, Estructura2 y Estructura 3. Están ubicadas sobre la terraza, que en esta parte tiene entre 8 y 10 metros de ancho.

a

b

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En los tres casos se trata de recintos cuadrangulares con muros de piedra de doble cara con relleno.Algunas de estas estructuras tienen accesos que permiten el libre tránsito por la terraza. La Estruc-tura 3 se ubica cerca de un acceso del MP3, que, además, marca el inicio del área más densamenteconstruida de todo el sitio (área de «cuartitos» del Sector D). En el extremo norte, cerca al acceso, seobservan varias terrazas que cubren el área hasta el MP2 y en las que hay abundante materialcerámico. Los llamados «cuartitos» son, en realidad, pequeños recintos aterrazados, colocados endiferentes niveles sobre la ladera del cerro (Fig. 5).

Más hacia el sur, el MP3 ha sido aterrazado hasta la parte más alta, donde se encuentra conlas estructuras mencionadas en el Sector B; algunas de estas terrazas presentan pequeñas estructu-ras cuadrangulares de piedra. En este sector se recuperaron dos artefactos de cobre.

e) Sector E: este sector está formado por la terraza comprendida entre MP 3 y MP4. Es la terrazamás ancha del sitio y, al igual que la del Sector D, ha sido dividida en varias partes. Del MP4 saleun muro de piedra que baja por la ladera este del cerro y en muchos sectores se encuentra caído.El lado oeste de este sector es una terraza de ancho irregular que varía entre los 3 y 10 metros. Aligual que el lado oeste del Sector D, no hay arquitectura o material cultural en esta parte del sector;al acercarnos a la esquina noroeste aparecen las construcciones y la cerámica. En este lado hay unaestructura (Estructura 1) sin divisiones internas y de planta cuadrangular. Hacia la esquina noroestehay, además, una serie de muros de piedra que, al parecer, delimitan partes de la terraza. En el extremonorte se ubica una estructura cuadrangular (Estructura norte).

En el lado este del sector es donde se agrupan las estructuras más grandes del sitio. Soncinco en total, numeradas de 1 a 5 (de Norte a Sur); la ladera sobre la que se asientan está aterrazadacasi en su totalidad. Vistas en planta, estas estructuras dan la impresión de conformar unidades

A

B

C

D

E

F

Primera cima (la más alta)del cerro

Segunda cima del cerro

Terraza MP1-MP2

Terraza MP2-MP3

Terraza MP3-MP4

Exterior del MP4

- Terraza superior - Estructura 1- Estructura 2

- Estructura 1- Estructura 2- Terrazas

- Estructura 1, lado este- Estructura 1, lado oeste

Lado oestePlataforma norteLado este (incluye las estructuras 1, 2 y 3)«Cuartitos» (incluye las estructuras 1, 2 y 3)

Lado oeste (incluye la estructura 1)Estructura norteLado este (incluye las estructuras 1, 2, 3, 4 y5 y un total de tres terrazas ubicadas entre lasestructuras 1-2 y 3, 3-4 y 4-5)

Estructura 1Estructura 2

Sector Descripción Subsectores

Tabla 1.

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arquitectónicas separadas, puesto que en la mayoría de los casos se hallan rodeadas por un muro perimétrico y tienen su propia organización interna.

La Estructura 1 se halla cerca del extremo norte, adosada al MP3. Consta de un muro perimétrico que encierra una serie de cuartos aterrazados. La Estructura 2 también está hecha de piedra, de muros de doble cara con relleno. No es muy clara la presencia de un muro perimétrico enesta estructura y tampoco hay muchas subdivisiones internas. Esta estructura se halla cerca delMP4. Hacia el sur, la ladera presenta las primeras terrazas, de las que algunas tienen pequeñasestructuras sobre ellas, usualmente pequeños recintos cuadrangulares o rectangulares.

La Estructura 3 está adosada al MP3 y consta de dos partes: un recinto cuadrangular degran tamaño y uno más pequeño adosado hacia el lado sur. Al igual que las otras estructuras, unmuro perimétrico rodea la estructura y encierra recintos aterrazados que se encuentran al interior. Lo

que llama la atención acerca de la Estructura 3, del recinto más grande, es que presenta un accesoque mira hacia el río, pero no se trata de uno directo, sino de un sistema en el que al ingresar uno seencuentra con una terraza que le corta el paso, por lo que se ve forzado a dirigirse hacia la izquierda, para rodear la terraza y llegar al segundo acceso, que es el que permite acceder al patio de laestructura (Fig. 6). Entre las estructuras 3 y 4 hay terrazas similares a las que se ven entre lasestructuras 1-2 y 3. La Estructura 4 es de planta cuadrangular, con un muro que encierra los recintosaterrazados del interior. Se encuentra cerca del MP3, separada de este por una terraza cuyos murosde contención estaban posiblemente adosados al mismo. Entre las estructuras 4 y 5 también hayterrazas, al igual que al sur de la Estructura 5. Todas estas son similares a las anteriores, aunque las pequeñas estructuras dispersas desaparecen. Asimismo, la pendiente se hace más pronunciada. LaEstructura 5 es más pequeña que las otras y comparte los rasgos arquitectónicos de las mismas.

f) Sector F: se trata de dos estructuras localizadas al exterior del MP4, en la ladera este del cerro. Sehallan sobre una terraza natural. La Estructura 1 es de planta cuadrangular, con muros de doble cara

Fig. 5. Vista del Sector D. Area de «cuartitos».

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con relleno, sin divisiones internas. El muro exterior no se halla completo. La Estructura 2 tampocotiene un muro perimétrico completo, aunque en este caso sí se observan algunas terrazas al interior.La mampostería de estas estructuras es similar a la de las estructuras del interior, aunque los murosno están hechos con tanto cuidado en poner las caras lisas hacia afuera; no obstante, parecen estar relacionadas a las estructuras ubicadas al interior de los muros perimétricos.

Tras una observación de todas las estructuras que componen el sitio, se han podido iden-tificar a grandes rasgos cuatro tipos de muros, los que describimos a continuación:

1) Muros perimétricos (MP): son muros perimétricos trapezoidales en corte, probablemente debidoa que con esta forma se gana estabilidad al estar apoyados en la pendiente del cerro. Están hechosde piedras medianas y algunas grandes, colocadas con las caras lisas hacia afuera. En algunossectores se usa la roca madre del cerro como base del muro. Se trata de muros de doble cara conrelleno de piedras pequeñas y barro; hacia el exterior se adosa un muro de contención, hechoigualmente de piedras. Estos muros conservan 3 metros o más de alto (Fig. 7), y el ancho promediode la parte alta varía entre 70 centímetros y 1 metro.

2) Muros de doble cara con relleno de piedra pequeña y tierra o barro: este es el tipo más común enel sitio (80% o más de los muros). En general miden 70 centímetros de ancho. No es claro el uso demortero; tal vez se usó una capa delgada de barro como adherente.

3) Muros de doble cara sin relleno: tienen en promedio 30 a 40 centímetros de ancho, y están hechoscon dos caras de piedras, con las caras lisas hacia afuera al igual que los anteriores. Estos muros

Fig. 6. Plano de la Estructura 3 del Sec tor E.

20 m0 10

N

Acceso

Sector E

Sector D

Muroperimétrico 3

Estructura 3

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generalmente se hallan al interior de las estructuras encerradas por muros del tipo 2. También están presentes en algunas terrazas.

4) Muros de contención: hechos con una sola hilera de piedras medianas, sin evidencia de mortero.Usualmente conservan solo la hilera de la base, aunque, en algunos casos, conservan hasta treshiladas (40 centímetros de altura). Se encuentran ubicados en todo el sitio de manera indistinta.

Entre las estructuras del sitio se observa que, por lo general, estas se adosan a los muros perimétricos en las diversas terrazas, con sus muros apoyados sobre el perimétrico. El sitio engeneral parece haberse construido en una sola etapa, debido a la gran similitud constructiva que seobserva entre los diferentes sectores del mismo. En la Estructura 2, en la segunda cima del sitio(Sector B), se ve claramente la manera como unían los muros. Aquí el muro interno interrumpe el perimétrico de la estructura, lo que quiere decir que fueron construidos en el mismo momento y, posiblemente, con cierta planificación. También son de notar las pequeñas terrazas que aparecen alinterior de algunas de las estructuras, muy bajas, que posiblemente hayan sido utilizadas como banquetas.

El sitio presenta tres accesos en el MP4 y todos se hallan ubicados en el lado este del sitioen la ladera que mira el río. Los accesos existentes ofrecen una entrada directa hacia la terrazacorrespondiente. La circulación en cada una de las terrazas es relativamente fácil; es más difícil pasar de una terraza a la otra. La mayor parte de los accesos están marcados por un muro de piedraterminado de manera que el relleno no es visible. Los accesos de las estructuras internas sonsimilares a los que se ven en los muros perimétricos, pero en menor escala; permiten acceder direc-tamente a la estructura. En una de las estructuras del Sector E (Estructura 3) hay un sistema deacceso indirecto, ya descrito líneas arriba.

4. Materiales recuperados

El sitio presenta bastante material cultural en superficie y se distribuye de manera irregular en los diferentes sectores. Se halla concentrado en el lado este del sitio y sobre todo en la zona deterrazas.

Fig. 7. Vista de la cara externa del muro perimétrico 4.

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El material más abundante es la cerámica. Las formas más comunes son porrones, cántaros,ollas con cuello y platos. La mayoría de los fragmentos están decorados mediante la técnica del paleteado (abigarrado), aunque también se ha encontrado aplicaciones modeladas a las vasijas(monitos, caras humanas, cabezas zoomorfas) y fragmentos decorados con piel de ganso. Haycerámica cocida en atmósfera oxidante y reductora. Por las formas encontradas, la cerámica pertene-ce al Periodo Intermedio Tardío (chimú), aunque no se descarta la presencia de componentes de periodos posteriores (chimú-inka) debido a que algunos de los fragmentos observados (platos ycántaros en su mayoría) guardan semejanzas formales con vasijas chimú-inka de la zona. Asimismo,se ha recuperado untupu de cobre (Fig. 8) que ha sido identificado como tardío (inka) debido a susimilitud con piezas de Macchu Picchu presentadas por Nordenskiöld (1921: 38, fig. 18r).

La recolección del sitio se hizo en tres modalidades:

a) Recolección sistemática tipo Dog Leash (DL): ejecutada cada 20 metros de ser posible. Se recogie-ron 73 muestras de este tipo.

b) Purposive Dog Leash (PDL): se trata de recolecciones sistemáticas tipo Dog Leash , colocadasintencionalmente en lugares que quedaban fuera de la primera modalidad de muestreo, pero quecontenían material cultural valioso para la investigación. Se recogieron dos muestras de este tipo.

c) Recolección no sistemática (RNS): se realizó en cada unidad arquitectónica y en los sectoresdonde podría haber alguna diferencia significativa del material dentro de cada recinto.

La recolección fue de material de superficie exclusivamente. Una de las ventajas del sitio

para este tipo de recolección es que dado el soporte natural, la roca madre del cerro, la acumulaciónde suelo es poca, lo que permite que las estructuras y el material asociado a ellas sea más o menosvisible, aunque el derrumbe de los muros cubre parte de la superficie original. Al parecer, el sitiotiene una sola ocupación, por lo que la colección de superficie puede ser representativa del mismo.

Además de la cerámica, hay pequeñas cantidades de otros materiales (malacológico, vérte- bras de pescado, metal, nácar, piedra pómez y tres o cuatro manos de moler, la mayoría pequeñas).Además se halló un fragmento de tobera hecha de cerámica que, al parecer, es de época tardía debidoa su forma y abertura (Shimada 1985: fig. 16.5).

5. Comentarios finales

Sobre la base del material recolectado de la superficie, se puede afirmar que el sitio proba- blemente fue construido y ocupado durante el Periodo Intermedio Tardío (chimú) y es posible,

Fig. 8. Artefacto de metal ( tupu) recuperado en el sitio.

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considerando la presencia de material tardío en el sitio, que continuara siendo utilizado durante lasépocas más tardías (chimú, inka) de ocupación de la pampa. No hay evidencia clara de alteracionesarquitectónicas que puedan indicar una reutilización o reocupación del sitio; tampoco se observanremodelaciones en las estructuras al interior de los muros perimétricos. Durante el periodo deldominio inka, la administración de la pampa fue trasladada hacia el sitio 2839X01, ubicado cerca al

Racarumi I y al borde del camino que une la pampa con el valle del Chancay (Hayashida s.f.).Debido a la homogeneidad del material y la arquitectura, se puede afirmar que el sitio tiene

una sola ocupación, aunque las estructuras del Sector F (al exterior del MP4) pueden ser ligeramente posteriores a la construcción de la mayor parte del sitio, debido a que la arquitectura es un poco mástosca que la del interior. Sin embargo, no se pueden descartar otros factores, no de índole cronológica,como explicación para este hecho (por ejemplo, algún tipo de diferenciación social). La ocupación enel sitio parece haber sido de carácter permanente, debido a que las estructuras están bien construi-das, lo que evidencia una inversión de trabajo considerable.

Dadas las características del sitio, su emplazamiento en la cima de un cerro y la presencia delas murallas perimétricas alrededor de la cima se consideró en un principio la posibilidad de que setratara de un emplazamiento defensivo. Sin embargo, en vista de las evidencias halladas, ese no parece el caso, puesto que aunque el sitio presenta murallas y está en la cima, el acceso es relativa-mente fácil desde diversos puntos de la ladera. Asimismo, los muros no tienen torreones, miradoresu otro tipo de arquitectura que pueda apoyar la hipótesis de una función defensiva. Los materialestampoco contienen objetos que puedan servir como armas o artefactos defensivos (por ejemplo, pilas de piedras o cantos rodados, presentes en sitios defensivos). Asimismo, la poca densidad deocupación en el lado oeste del sitio lo haría vulnerable; como ya se mencionó, esa parte está prácti-camente vacía y se conecta al resto del complejo mediante la terraza, que es abierta en toda suextensión, sin restricciones físicas que impidan el paso de un lado al otro. Debido a ello, el lado oestedel sitio sería ideal para ingresar sin ser visto, ya que la pendiente del cerro, aunque empinada, esaccesible en algunos sectores.

La segunda hipótesis que se manejó fue que se trataría de un sitio administrativo, ubicadoen la cima del cerro por razones de visibilidad y relacionado con el control de las actividadesagrícolas y la producción de las pampas de Chaparrí. Esta hipótesis no ha sido descartada, puestoque desde el sitio se divisan tanto el río como los canales principales que irrigan la pampa. Lasinvestigaciones de H. Tschauner en el canal Taymi registraron una serie de sitios administrativoschimú a lo largo del canal que, además, presentan muros perimétricos comparables a los registradosen Cerro Arena (Tschauner 2001). Si bien la altura del sitio no favorece una relación directa con loscampos ubicados en la parte plana de la pampa, hay otros sitios contemporáneos ubicados en la

parte baja de las laderas de Cerro Arena que podrían servir como puntos intermedios para lasfunciones de administración o control al hallarse más cercanos a los campos de cultivo.

Otro factor que apoya esta hipótesis es la ubicación del sitio, que lo hace altamente visibledesde casi cualquier punto de la pampa. Las murallas podrían haber sido construidas con el doble propósito de restringir parcialmente el acceso al mismo y, además, destacarlo a la vista desde la pampa. La cercanía al canal proporciona una fuente de agua —posiblemente permanente en la épocade su uso— y buena visibilidad sobre las personas que lo utilizaran en esa área.

Parte importante de la arquitectura del sitio consiste de unidades arquitectónicas separadasentre sí (Sector E, estructuras 1 a 5), la mayoría de las veces encerradas en muros perimétricos.

Basado en sus investigaciones en el canal Taymi, Tschauner (2001) postula que los centros adminis-trativos más grandes podían tener sectores residenciales de elite. Es posible, entonces, que algunade las unidades arriba mencionadas haya cumplido las funciones de un sector residencial para el

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grupo que controlaba el sitio y los recursos agrícolas que lo rodean. El material hallado en el sitio seconforma de cerámica de formas domésticas, así como cántaros y porrones que pueden haber sidoutilizados para almacenar alimentos o bebidas en pequeña escala. Hay poca cerámica fina, aunqueeso parece ser algo característico de la ocupación de la pampa de Chaparrí en general (la mayoría dela cerámica hallada no es de la más alta calidad). Asimismo, se han hallado bienes inusuales para el

resto de la pampa: nácar, metal, piedra pómez, aunque en muy poca cantidad.Todas estas características apuntan hacia la existencia de un grupo socialmente diferencia-

do entre los pobladores de la pampa, que se habría asentado en este sitio y que, quizás, desempeña- ba funciones distintas a las labores agrícolas directas. Es posible que tuvieran que ver con la orga-nización y control de la producción, del trabajo y/o del agua, y que manejaran una cultura materialque los diferenciara de los demás pobladores. Sin embargo, los resultados del trabajo en Cerro Arenarendirán sus mejores frutos al estar enmarcados dentro de un estudio a escala regional de la pampade Chaparrí.

Agradecimientos

El trabajo de campo en la Pampa de Chaparrí, incluyendo el trabajo en Cerro Arena, fue posible gracias a las subvenciones otorgadas a Frances Hayashida por la National Science Foundation,la Wenner-Gren Fundation for Anthropological Research, National Geographic Society y la Researchand Graduate Studies Office de Pennsylvania State University. Los permisos para el trabajo decampo fueron otorgados por el Instituto Nacional de Cultura (INC), en tanto que el Museo Brüningde Lambayeque, en la persona de su director encargado Carlos Wester, proveyó apoyo logístico.Asimismo, agradecemos las labores de Luis Cáceres en la estación total, de Carlos Ausejo, en lafotografía, así como a Cecilia Núñez, Gerardo Gutiérrez y Adam Freeburg en el desarrollo de losgráficos. Por último, nuestro reconocimiento al equipo completo del Proyecto Ynalche 2000.

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SITIOS AMURALLADOS EN LA COSTA NORTE 371

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CAMPOS DE CULTIVO PREHISPÁNICOS... 373BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 373-390

CAMPOS DE CULTIVO PREHISPÁNICOS EN LA PAMPA DE CHAPARRÍ

Sandra Téllez* y Frances Hayashida**

Resumen

Campos de cultivos amurallados han sido registrados en la costa norte como parte de instalaciones productivas creadas durante periodos tardíos. Los casos reportados de este tipo de instalaciones agrícolas seencuentran relacionados con los gobernantes o con sus familiares. A pesar de la importancia que este tipo deinstalaciones agrícolas presenta para entender el funcionamiento económico durante épocas tardías, no sehan reportado correspondientes estudios arqueológicos. Los trabajos de las autoras en los campos de cultivoamurallados en la pampa de Chaparrí (provincia de Ferreñafe, departamento de Lambayeque), focalizadosen las técnicas constructivas y uso de los mismos, ofrecen interpretaciones sobre el manejo de estas instalacio-nes agrícolas desde una perspectiva arqueológica dentro de un sistema regional agrícola.

Abstract

Walled fields on the North Coast were agricultural installations created in the late prehispanic period. In historical accounts, they are associated with Chimu and Inka rulers or their families. Despite their importance to understanding late prehispanic economies, archaeological examples have not been reported todate. Research on walled fields in the Pampa de Chaparri (Ferreñafe province, department of Lambayeque) focused on construction techniques and yield archaeological insights into the management of these agricultural features within a regional agricultural system.

1. Introducción

La costa norte del Perú es una amplia planicie desértica con una excepcional dependenciade agua debido a la escasez de ella la mayor parte del año. Los valles de esta región no reciben aguade las precipitaciones anuales, sino por medio de los ríos que bajan desde las zonas altas (Troll 1968:36, 46; Shimadaet al. 1991: 257; Shimada 1994: 41) y que presentan su mayor caudal de noviembre aabril, como producto de las lluvias en la sierra. Sin embargo, la característica medioambiental másimportante de los ríos que componen el Complejo Hidráulico Lambayeque1(Kosok 1965: 147) es laescasa separación entre los tres valles que lo componen. La relativa abundancia de agua dentro delmencionado complejo, combinada con la baja gradiente que presentan los valles bajos del mismo,además de la gran elevación del río Chancay-Lambayeque, permitieron crear las mejores condiciones

para la existencia de un sistema hidráulico de escala sin precedentes (Kosok 1959: 50; 1965: 115;Shimada 1994: 41). Este sistema unía los valles de Chancay-Lambayeque y La Leche mediante loscanales de Taymi y Racarumi I/II (o Ynalche), y los valles de Lambayeque2 y Zaña mediante el canalde Collique. Mientras que el Taymi fue construido para ampliar la frontera agrícola del valle bajo delChancay-Lambayeque (Tschauner 2001), el Racarumi sirvió para ampliarla hacia el valle medio(Fig. 1), en un lugar conocido como la pampa de Chaparrí, debido al cerro del mismo nombre (Fig. 2).

La pampa de Chaparrí (Fig. 1) conforma un valle geosinclinal regado por el río Sanjón.3 Esta pampa está rodeada por cadenas montañosas bajas hacia el este y oeste, las que han generado unaserie de depósitos aluviales que la hacen una zona fértil (Shimada 1982). En tiempos prehispánicos,un área de, aproximadamente, 56 kilómetros cuadrados fue puesta bajo cultivo mediante los dos

ramales del canal Racarumi (Ynalche): uno al oriente, llamado Racarumi I, que llevaba agua de un

* Pontificia Universidad Católica del Perú, Instituto Riva-Agüero. E-mail: [email protected]** Pennsylvania State University, Department of Anthropology. E-mail: [email protected]

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SANDRA TÉLLEZ Y FRANCES HAYASHIDA374

Fig. 1. Mapa de ubicación que muestra los canales que unieron los valles de Chancay-Lambayeque y La Leche: el Canal de Taymi amplió la frontera agrícola hacia el valle bajo, mientras que el Racarumi I/II la

amplió hacia el valle medio.

Fig. 2. El cerro Chaparrí visto desde el campo amurallado 85A34.

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CAMPOS DE CULTIVO PREHISPÁNICOS... 375

valle a otro, y el Racarumi II (Fig. 3), hacia el occidente, con subramales denominados RIIA, RIIB yRIIC, el que irrigó la mayor extensión en la pampa (Hayashida 2001, 2002, s.f.; Freeburg 2002: 10). Laocupación de la pampa fue continua desde Sicán Medio hasta la segunda mitad del siglo XVI,cuando la población local fue reubicada valle abajo; el área fue abandonada y los canales cayeron endesuso (Zevallos 1975; Netherly 1984: 242). La excelente conservación de los canales, campos yasentamientos prehispánicos dentro de la pampa se debe a este hecho y a que la mayor parte delagua fue llevada al canal Taymi, donde los españoles establecieron sus ciudades y haciendas. En laactualidad, si bien existen agricultores en uno de los extremos de la pampa, junto al reservorio de

Tinajones, esta se presenta desértica, ya que este último capta la mayor cantidad de agua que en laantigüedad corría por el río Sanjón y el sistema de canales Racarumi.

Por lo antes expuesto, la pampa de Chaparrí es una de las mejores zonas para el estudiotanto de los asentamientos prehispánicos como de los canales y campos de cultivo en comparacióncon otras áreas de la costa norte donde estos elementos han desaparecido por el avance de laagricultura o de las zonas urbanas. Si bien la asociación entre sistemas de canales y asentamientosha sido evaluada por varios autores, la relación entre los canales con los campos de cultivo y latecnología usada para su aprovechamiento aún no ha merecido estudios más detallados.

2. El canal de Racarumi y los campos de cultivo amurallados

El gran Sistema Hidráulico Lambayeque —vale decir, los valles de La Leche, Lambayeque yZaña, ha sido estudiado intensamente desde diferentes perspectivas (Kosok 1965; Farrington 1977;

Fig. 3. Ubicación de los sitios con ocupación chimú/inca y de los campos amurallados asociados a los ramales Racarumi II (RIIA, RIIB y RIIC), los que irrigaron la pampa de Chaparrí.

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Rostworowski 1979; Shimada 1982, 1987, 1990; Netherly 1984; Huertas 1987; Tschauner 2001, entreotros). Muchos de los temas relacionados con los canales, su construcción, uso y mantenimientohan sido investigados, pero la producción agrícola tanto durante el Periodo Intermedio Tardío (850-1450 d.C.) como en la época inca (1450-1532 d.C.) no cuenta con datos satisfactorios pese a suimportancia reconocida (Kosok 1965; Ramírez-Horton 1981; Kus 1984; Shimada 1987, 1990). En efecto,

la ampliación de la frontera agrícola, el mejoramiento de las técnicas de producción y la reorganizaciónde la población con fines productivos —con mayor o menor supervisión estatal— fueron preo-cupaciones fundamentales para las sociedades establecidas en este complejo con el fin de lograr unmayor incremento en su producción (Ramírez-Horton 1981; Netherly 1984).

El estudio del sistema de canales, los asentamientos y campos de cultivos asociados en la pampa de Chaparrí demuestran que es posible rastrear cómo se cambia de un manejo descentralizadode las tierras durante el periodo sicán, a uno con mayor supervisión estatal bajo el dominio chimú einca (Hayashida s.f.). Kosok (1965: 159-160) fue el primero en describir el canal intervalle de Racarumi,el que atraviesa la pampa de Chaparrí e irriga las tierras con sus aguas. Dos canales componen estesistema hídrico: un canal principal recorría la parte baja de la pampa hacia el lado este del río Sanjóny uno secundario al oeste del río. Años más tarde, Shimada y Craig levantaron un mapa de la zona basado en las fotos aéreas de 1975 (Shimada 1982, 1990) el que se nota claramente la destrucción delsistema de irrigación debido a la construcción del reservorio de Tinajones. Al igual que Kosok,reconocieron dos canales: uno hacia el este (Racarumi I) y el otro al oeste (Racarumi II) del ríoSanjón. Desde 1999 se lleva a cabo el Proyecto Arqueológico Ynalche, dirigido por Frances Hayashida(2000, 2001, 2002, s.f.), con el objetivo de estudiar la organización sociopolítica que construyó,organizó y aprovechó los canales, asentamientos y campos de cultivo, así como la tecnología usadaen el mantenimiento de estos elementos en la pampa de Chaparrí durante épocas tardías. La prospección sistemática de un gran porcentaje de las tierras irrigadas por el canal Racarumi en la pampa de Chaparrí demostró que la construcción del canal y sus ramales, así como de los surcos ycamellones, necesitaron no solo la inversión de una gran cantidad de mano de obra y tiempo, sino dela conversión de esta área en tierras aptas para la agricultura mediante la frecuente irrigación de lastierras (debido a la gruesa textura de los sedimentos de la pampa) y un agregado sustancial defertilizantes (Nordtet al. 2004).

La pampa de Chaparrí, un área de aproximadamente 56 kilómetros cuadrados (Fig. 3), fue puesta bajo cultivo mediante los dos ramales del canal Racarumi o Ynalche. Estos son visibles en lasfotografías aéreas de la zona (1962, 1975) y aún lo son en el campo. Sin embargo, no toda esta árease encontraba bajo cultivo de manera simultánea. Shimada (1990) afirma que la pampa de Chaparrífue irrigada en la época sicán como parte de la expansión agrícola generada por las actividadesligadas con la producción de metales.4 La prospección realizada por el Proyecto Ynalche muestra que

los asentamientos de los periodos Sicán Medio y Tardío se concentran a lo largo de los canales RIIAy RIIC, por lo que es posible que estos canales hayan sido construidos durante esta época. Por último, aunque existen pocos sitios de este periodo asociado al canal RIIB, es muy posible que laconstrucción de este canal también haya sido durante este periodo.

La ocupación chimú-inca (Hayashida s.f.) en la pampa de Chaparrí (Fig. 3) muestra unaorganización diferente de los asentamientos, lo que podría estar determinando una supervisiónestatal más directa (Hayashida s.f.). Si bien la distribución de los sitios asociados al RIIA y RIIC essimilar, se advierte un incremento en el número de sitios asociados al RIIB, los que se encuentranlocalizados dentro de las tierras irrigadas, a diferencia del periodo anterior donde los sitios seencuentran en los márgenes de las tierras de cultivo. El sitio de Cerro Arena (Fig. 3), levantado en la

cima de un cerro del mismo nombre, se caracteriza por la presencia de una construcción masiva demuros concéntricos separados por terrazas que contienen estructuras con el típico diseño chimú yfue, posiblemente, el centro administrativo de esta zona (cf . Figueroa y Hayashida, este número).

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Una probable instalación inca, el sitio 2834X01 (Fig. 3), caracterizada más por el tipo de cerámicaencontrada (fragmentos de cántaros inca de cuello evertidos, con pintura inca provincial) que por eltipo de arquitectura, fue registrada en el lado este del río Sanjón, muy cerca del reservorio deTinajones.

En este contexto de cambios aparecen los campos de cultivos amurallados (Figs. 3, 4, 8).Se trata de muros de adobes o piedras que enmarcan tierras cultivables reconocibles por surcos ycamellones. Presentan canales internos, compuertas, ingresos y una serie de estructuras y montículosadosados a los muros. En la pampa de Chaparrí se han registrado cuatro campos amurallados (Fig. 3),de los que tres son claramente instalaciones chimú-inca por el material diagnóstico asociado. En lacosta norte son raros los casos documentados arqueológicamente de este tipo de instalación agrícola.El único registro arqueológico de instalaciones productivas similares son los campos de cultivoreconocidos entre los muros de varias de las ciudadelas de Chan Chan para las últimas fasesconstructivas (Moseley y Day [eds.] 1982: plate 1; Kolata 1990: 118, 121). Por otro lado, documentoshistóricos sobre juicios de tierras (Netherly 1988) reportan este tipo de instalaciones en el área deCollambal, valle de Moche, las que pertenecían al Inca Huayna Cápac y su madre, y estaban dedicadasal cultivo de la coca. Si bien es muy probable que los campos amurallados de la pampa de Chaparríno fueran campos reales, la concepción de encerrar campos de cultivo podría ser una innovación para periodos tardíos, donde los mensajes que se querían transmitir habían estado ligados a laexclusividad de los cultivos sembrados dentro de ellos. Su presencia como uno de los elementosagrícolas instalado dentro de la pampa de Chaparrí constituye una oportunidad sin precedentes para estudiarlos desde una perspectiva arqueológica al interior de un sistema agrícola regional.

3. Evidencias

En la pampa de Chaparrí se han registrado cuatro campos de cultivos amurallados (Fig. 3),de los que dos fueron estudiados en detalle en 2001, ya que ofrecían mejores condiciones deconservación tanto de los campos y canales al interior como de las estructuras asociadas. No solose estudiaron la arquitectura y sus elementos asociados, sino también elementos importantes para eltrabajo agrícola como los surcos y camellones, así como el manejo del agua al interior y exterior delcampo, entre otros aspectos.

3.1. Sitio 85A34

Este campo de cultivo amurallado (Fig. 4) se localiza en la margen izquierda del río Sanjón,hacia el lado noreste de la pampa de Chaparrí, entre dos de los canales de distribución del canalRacarumi II (Doolittle 1990: 14-15): el RIIB4 y el RIIC1 (Freeburg 2002: 5). Se ubica sobre una elevación

natural que tiene una orientación noreste-sureste y que se dirige hacia el río Sanjón. El sitio presentaforma rectangular, y mide aproximadamente 800 metros de largo y 250 metros de ancho (Fig. 4).Adosados a los muros exteriores del campo amurallado se encuentran dos plataformas, junto al murosur, tres montículos —dos en el muro este y uno en el norte— y ocho estructuras, algunas encerrandomontículos que presentan diferentes formas y dimensiones. Dos, ubicadas en el muro este, encierranun montículo, mientras que hay cinco estructuras adosadas al muro norte, de las que solo unaencierra un montículo, y solo existe una en el muro sur. Dentro del campo amurallado (Fig. 4) seencuentran dos montículos hacia el lado oeste —uno de ellos muy cerca del muro y el otro hacia lazona central del campo— y hay una plataforma adosada al muro; hacia la zona central se localiza unmontículo muy próximo al muro sur.

Dos entradas se presentan en el muro sur (Fig. 4), una hacia la zona central y la otra máshacia el oeste, dando acceso a la terraza inferior ubicada en esa zona. En el muro norte se hanregistrado tres entradas, dos colocadas en la zona central y una en el extremo oeste, las que permiten

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l a n o d e l s i t i o 8 5 A

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el acceso a la terraza superior. A pesar de que el muro oeste se encuentra muy deteriorado, se han podido registrar, por lo menos, tres entradas (Fig. 4).

La construcción de los muros que encierran este campo presenta algunas peculiaridades,ya que no todos exhiben las mismas características. El muro este (Fig. 5), el menos conservado de loscuatro, tiene cimientos de piedras grandes sobre los que se asentaron muros de adobes. Los murossur (Fig. 6) y norte (Fig. 7) fueron construidos enteramente de adobes o colocando cimientos de

piedras sobre los que se alzaban muros de adobe. Los sectores de los muros norte y sur más cer-canos al lado oeste del campo amurallado muestran una mayor presencia de piedras grandes ymedianas en la estructura de construcción. La construcción del muro oeste, cuya conservación no esmuy buena en varios sectores, es singular con respecto a los tres muros anteriores, ya que consistesolo de piedras medianas y pequeñas colocadas en muros de dos caras con grava o tierra al interior.

Hacia el lado oeste del campo amurallado, y paralelo con el muro oeste, se extiende una seriede muros de contención que forman terrazas de baja altura (Fig. 4). Las terrazas se encuentran haciaambos lados de la quebrada, corriendo en dirección sureste y noreste, paralela a los muros este yoeste del campo amurallado y a una distancia aproximada de 11,5 metros del muro oeste. Los murosde contención recubren las terrazas naturales dejadas por el paso de la quebrada con piedras medianasy pequeñas, y grava en los intersticios entre ellas. Estas terrazas se adosan a los muros norte y sur,donde los muros de adobes son cambiados por una construcción de piedras y adobes combinados.Solamente dos terrazas se encuentran bien conservadas; las demás se conservan por partes.

Fig. 5. Detalle de muro este del sitio 85A34.

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Ese inmenso campo de cultivo amurallado fue alimentado por cinco canales mayores (Fig. 4)que traían el agua del canal Racarumi II (Freeburg 2002). El canal ubicado en la parte central no presenta ramales laterales y parece haber servido para llevar agua a un recinto adosado al muronorte. Tres canales regaban la mayor extensión del campo amurallado (Fig. 4). Dichos canales entraban por el muro sur y, una vez dentro, se desprendían una serie de canales paralelos a dicho muro, de losque, a su vez, se desprendían canales perpendiculares a 1 ó 2 metros de distancia. Los surcos ycamellones se colocan en forma perpendicular a estos últimos. La entrada o salida de los canales fue

reforzada con piedras medianas colocadas encima y alrededor de los adobes o piedras queconformaban el muro. La distribución del agua de las terrazas que se encuentran hacia el lado oestedentro del campo amurallado se efectuó por medio de dos canales (Fig. 4). Uno de ellos probable-mente ingresó por el muro oeste para transportar agua a la terraza superior; el otro ingresa por elmuro sur, muy cerca de la esquina suroriental (a unos 5,5 metros aproximadamente) para regar laterraza inferior.

3.2. Sitio 256A03

Este campo de cultivo amurallado (Fig. 8) se localiza aproximadamente a 3,5 kilómetros delrío Sanjón, hacia la margen izquierda, cerca al canal de distribución Racarumi II (RIIC1). Se ubica enuna zona plana con una inclinación sureste-noreste. Tiene forma trapezoidal y mide, aproximadamente,156 metros de largo, 68 metros de ancho en el lado este y 42 metros de ancho en el lado oeste.Adosada al muro este (Fig. 8) se encuentra una plataforma rectangular de unos 7 metros de largo y

Fig. 6. Detalle de muro sur del sitio 85A34.

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Fig. 7. Detalle de muro norte del sitio 85A34.

11 metros de ancho. Un muro de adobe, que a los 6 metros vira hacia el sureste, encerrando a la plataforma, parte de la esquina sureste de esta última. Se observó un solo acceso en el muro sur, a 30metros de la esquina suroeste; es posible que otros accesos no se hayan registrado dado el mal

estado de conservación de los demás muros.Estos muros también muestran diversas técnicas constructivas. El muro este presenta ado-

bes y mortero de barro (Fig. 9), así como el muro norte (Fig. 10), pero sus secciones más cercanas ala esquina noroeste consisten de piedras medianas o pequeñas combinadas con grava.5 El murooeste (Fig. 11) está construido con mayor presencia de piedras medianas colocadas «de cabeza» o piedras pequeñas en un muro de doble cara. El muro sur muestra mayor presencia de piedras medianas6

y pequeñas en su construcción, intercalando con secciones compuestas de adobes.7

Este campo fue alimentado por lo menos por un canal (Fig. 8) que traía el agua de uno de losramales del canal de distribución Racarumi II (RIIC1), el mismo que pasa por uno de los sitios más

importantes en la pampa de Chaparrí: Cerro Arena (Freeburg 2002). Este ramal, luego de tomar elagua del RIIC1, corre paralelo al muro norte del sitio y aproximadamente a 71 metros de su toma,cerca de la esquina noreste de los muros que rodean la plataforma, parte un canal que alimenta a estecampo de cultivo. Se realizó un pozo de cateo en la entrada del canal, hacia el campo amurallado(Fig. 12). De este modo se comprobó que el canal fue construido cortando una capa de grava muycompacta, con una profundidad de 30 centímetros y un ancho aproximado de 1 metro. El lado este dela entrada fue reforzado colocando dos hileras de piedras rectangulares grandes, mezcladas contierra y piedras más pequeñas y recubierto, por último, con barro.

Después de su entrada al campo amurallado, este canal se divide en tres ramales quedistribuyen el agua dentro del campo; el más visible es el que entra por el muro este y corre por elmedio del campo, mientras que los otros dos son menos visibles y habrían corrido en paralelo y junto a los muros norte y sur, respectivamente. Un canal, posiblemente de desagüe, intercepta alcanal principal a 37 metros, aproximadamente, de la entrada del canal.

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4. La construcción del campo de cultivo amurallado: una interpretación arqueológica

El encerrar campos de cultivos, construir estructuras y montículos adosados a los muros delos campos, así como encausar canales con el fin de regarlos, debió constituir una empresa de granmagnitud asociada a proteger cultivos especiales o restringir el acceso a ellos (Netherly 1988). Enlos dos casos arriba mencionados —los campos de cultivo encerrados entre los muros de lasciudadelas de Chan Chan y los campos amurallados de Collambal, pertenecientes al Inca HuaynaCápac y su madre, en el valle medio de Moche— los muros de este tipo de instalaciones agrícolas podrían estar marcando distinciones entre los dirigentes, y sus cultivos especiales, y los dirigidos.

A partir del estudio de los dos campos amurallados arriba descritos, es posible dar algunasinterpretaciones sobre la elección de los materiales, el diseño del campo, las técnicas constructivasempleadas y el uso de las estructuras adosadas a los muros del campo.

Fig. 8. Plano del sitio 256A03.

ESTACI ON

0 50m 100 mm

Curvas de Nivel a 0.1 m .

LEYENDA

Canales de regadío

Muro

9275185275185 N

1 7

17

0 6 5 5 8 5 9

655859

E

E

Surcos y camellones visibles

N

SITIO ARQUEOLÓGICO256A03Proyecto ArqueológicoYNALCHE

R I I C 1

¿Adobera?

¿Adobera?

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Fig. 9. Muro este del sitio 256A03, construi-do con adobes y mortero.

Fig. 10. Vista panorámi-ca del muro norte del si-tio 256A03.

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SANDRA TÉLLEZ Y FRANCES HAYASHIDA384

4.1. Los materiales

La construcción de los muros que encerraron los campos de cultivo comenzó con la selección

de la materia prima. Los materiales constructivos usados para levantar los muros que cercan loscampos en la pampa de Chaparrí fueron adobes y piedras, mezcladas con grava y mortero. De estamanera, los muros fueron construidos con piedra o adobe o una combinación de ellos. Las piedrasmás grandes fueron usadas como cimientos, mientras que las medianas y pequeñas formaron partede los muros. El tamaño, forma y color de las piedras indicarían que las piedras más grandes habríansido traídas de las quebradas y promontorios rocosos cercanos a los campos amurallados, ya que sucolor y composición son similares a los que se encuentran allí. Sin embargo, las piedras más pequeñasy redondeadas pudieron ser llevadas desde el río. La principal diferencia entre ambas es la com- posición, tamaño y el lugar donde ellas fueron colocadas: las más grandes a ambos lados de los murosde adobes o como cimientos de los muros, mientras que las más pequeñas formaron parte estructuralde los muros.

Los adobes fueron usados en la construcción de los muros como cimientos y como parteconstitutiva de ellos. La producción de adobes no requirió de un gran número de trabajadores, pero

Fig. 11. Detalle del murooeste del sitio 256A34.

Fig. 12. Detalle del ca-nal y el muro de piedrascolocado como refuerzo.

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sí agua, tierra y algún tipo de desecho vegetal como temperante (Cavallaro y Shimada 1988: 85-88),todos presentes cerca de los campos amurallados. A pesar de que algunos adobes tienen unacomposición similar a los suelos cercanos a los sitios (L. C. Nordt, comunicación personal), no sehan localizado aún las adoberas. Sin embargo, existen dos depresiones de forma ovalada hacia ellado noreste del sitio 256A03 (Fig. 10), con un pequeño canal que llega hasta otro que corre junto, y

en paralelo, al exterior del muro norte. La mayor de ellas, con un diámetro de 8 metros, se localizacerca de la esquina noroeste del campo; la menor, con un diámetro de 4 metros, se encuentra a 64metros de la esquina noreste. Aún queda por definir si estos hoyos pudieron tener esta función.

El mortero, que unía tanto las piedras como los adobes, y los enlucidos fueron hechos conarcilla de grano fino mezclada con grava y agua. En algunos casos, al igual que en los adobes, elmortero fue mezclado con carbón, pedazos de conchas y tiestos de cerámica. Es muy posible que lamateria prima para los morteros y los enlucidos también fueran tomada de lugares cercanos a loszonas donde se construyeron los muros.

4.2. El trazo de los campos amurallados y la construcción de los muros

La extensión y forma del campo amurallado estuvieron muy relacionados con la topografíadel terreno donde se ubicó este. De igual manera, la topografía del terreno también influyó en ladisposición de los accesos, las compuertas para la entrada del agua y la distribución de los canalestanto dentro del campo amurallado como fuera de ellos. Estos últimos fueron usados para descargar el agua que no se utilizó.8

Con el diseño terminado, el contorno era marcado y el área limpiada. La construcción habríacomenzado con una abertura de una zanja para la colocación de los cimientos. En el caso del sitio256A03, se abrió una trinchera de aproximadamente 60 a 80 centímetros de ancho por 10 a 25centímetros en profundidad.9 Se usó como relleno una mezcla de piedras angulares medianas a

grandes (10 a 30 centímetros) con mortero o, también, una mezcla de barro preparada como mortero.De hecho, en los dos sitios registrados el cimiento más usado fue el barro preparado. En muy pocoscasos los muros yacen directamente sobre una capa de grava muy compacta.

Una vez colocada la cimentación, el siguiente paso era el levantamiento de los muros. Losmuros que encerraban los campos de cultivo en la pampa de Chaparrí fueron hechos de adobes y piedras, medianas y pequeñas unidas con mortero de barro. La mayoría de los adobes que formaban parte de los muros aparecen erosionados, por lo que es difícil determinar sus medidas y forma. Por lo general, los muros construidos con piedra son muros de dos caras con relleno compuesto por grava y/o piedras pequeñas angulosas o muros que alternan hileras de piedras planas medianas. Enlos pocos casos en los que se combinan piedras y adobes en una misma construcción la piedra fue

colocada al exterior.Se encontraron restos de enlucido en la mayoría de los muros excavados. Es posible que el

acabado final de los muros se hiciese colocando una capa de enlucido de tal manera que seuniformizara el acabado hacia el exterior, a pesar de que los muros fueran construidos con materialesy técnicas constructivas diferentes.

4.3. La tierra y el manejo del agua

Geológicamente, la pampa de Chaparrí presenta depósitos aluviales provenientes de lasmontañas que la rodean tanto al este como al oeste (Nortdet al. 2004: 25). El grado de fertilidad delas tierras donde se colocaron los dos campos de cultivo estudiados es relativamente alto, siempreque se utilicen fertilizantes para incrementar los niveles de producción (Nordtet al.2004: 36-37). La permeabilidad del suelo, la baja salinidad de las aguas del río Chancay, así como la gruesa textura de

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los sedimentos que componen la pampa, permitieron una rápida desalinización (Nordtet al. 2004:42). La ubicación de los campos amurallados en lugares que presentaban una inclinación marcadatambién debió ayudar a evitar los aniegos y la salinización de los campos de cultivo.

Por otro lado, la localización de los campos de cultivo cerca de los ramales principales del

canal de Racarumi fue estratégica para dirigir el agua hacia ellos de manera más fácil y eficiente, loque explicaría por qué se ubican entre dos canales: uno para llevar agua y el otro como canal dedrenaje para irrigar campos de cultivo al exterior de los campos amurallados. Por otro lado, la mayoríade las entradas de los canales hacia los campos amurallados se ha reforzado colocando piedras enuno o ambos lados, de tal manera que la fuerza del agua al llegar al campo disminuya y penetre máslentamente.

4.4. Las estructuras adosadas y los montículos interiores

En los dos casos investigados se registraron estructuras adosadas a los muros exterioresde los campos amurallados. La función de dichas estructuras aún está por definirse, pero se tienen

algunas hipótesis al respecto. Algunos de los recintos externos presentan canales que llegabanhasta el interior de los mismos, por lo que podrían haber funcionado como almácigos, lugares dondelas plantas son colocadas y dejadas crecer hasta que alcanzan la fortaleza necesaria para que ser transplantadas a los camellones. Otros recintos pudieron ser usados como puntos de control para laentrada o salida de los campos amurallados, para controlar la distribución del agua dentro del campoo como almacenes temporales de productos o semillas.

Por otro lado, se registraron una serie de montículos al interior de los campos amurallados.Si bien algunos de ellos pudieron ser construidos con anterioridad al levantamiento de los murosque circundan los campos de cultivo, una vez integrados a los campos amurallados pudieron servir para el secado o almacenamiento temporal de productos de la misma manera como los agricultores

modernos los usan en tiempo de cosecha.5. Conclusiones

Los campos de cultivo amurallados localizados en la pampa de Chaparrí, pertenecientes a laocupación chimú-inca, constituyen la evidencia arqueológica de un tipo de instalación agrícola quehasta la fecha solo se conocía por fuentes históricas, por lo que permiten conocer mejor este tipode instalaciones. En la pampa de Chaparrí estas instalaciones se asocian a la construcción delsitio de Cerro Arena, el centro administrativo chimú más visible en esta zona, con murallasconcéntricas de más 2 metros de alto (cf . Figueroa y Hayashida, este número), las que, segúnTschauner (2001), podrían recordar los muros perimetrales de las ciudadelas de la capital chimú.

Estos últimos, siguiendo a Moore (1996), representan una ideología de exclusión que protege, limitay distingue el acceso diferenciado de individuos a recursos, productos y actividades. Los camposamurallados podrían reflejar una lógica parecida de exclusión, dirigida a dar cierta exclusividad a loscultivos sembrados al interior de ellos (Hayashida s.f.).

Las técnicas constructivas de los muros difieren en cada uno de los casos expuestos, lo querefleja principios de segmentación que se conocen en el complejo Huaca del Sol y La Luna, dondelas comunidades, como parte de su sistema de tributación, podrían haber construido secciones particulares del sitio previamente designadas por la autoridad de turno, la que estaba más interesadaen el producto final que en los detalles de la obra (Hastings y Moseley 1975). De este modo, sedejaba una total libertad a los constructores en lo que se refiere a materiales y técnicas constructivas.El mismo tipo de organización se emplea en la construcción de canales, en los sólidos montículos delas plataformas y en la construcción de los muros que encierran las ciudadelas de Chan Chan(Moseley 1975). Así, la construcción de los muros que encierran los campos de cultivo de la pampa

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de Chaparrí, los que posiblemente fueron construidos para el Estado, podría responder a esta largatradición de construir mediante segmentos proyectos grandes que requerían de una gran inversiónde mano de obra. Este tipo de organización concedía la libertad suficiente a los constructores paradecidir los materiales y técnicas constructivas sin gran intervención estatal, salvo en los detallesfinales de la obra (Hastings y Moseley 1975: 203).

El estudio de este tipo de instalaciones agrícolas aun no está concluido; aún quedan muchas preguntas abiertas para el estudio de los campos amurallados: ¿se sembraban los mismos productosdentro como fuera de los campos? ¿Cómo fue el funcionamiento, uso y mantenimiento de dichoscampos? ¿Cuáles fueron los cultivos desarrollados en los campos amurallados y sus requerimientostecnológicos? Estas y otras preguntas son problemas cuyo esclarecimiento adquiere relevancia a laluz del panorama ofrecido.

Agradecimientos

El trabajo de campo en la pampa de Chaparrí, incluyendo el trabajo realizado para el estudio

de los campos amurallados, fue posible gracias a la subvención otorgada a Frances Hayashida por la National Science Foundation (Archaeology Grant BCS-0001290). El permiso para realizar los trabajosde campo fue otorgado por el Instituto Nacional de Cultura (INC), mientras que el Museo Brüning deLambayeque, y su director encargado Carlos Wester, proveyeron del apoyo logístico. Asimismo,expresamos nuestro más profundo agradecimiento a Luis Cáceres, Adam Freeburg, Jonathan Scknol-nick, Rafael Vega-Centeno y a todo el equipo del Proyecto Ynalche 2001.

Notas

1

Los valles que conforman este complejo son los valles de los ríos Chancay-Lambayeque, La Lechey Zaña.

2El valle de Lambayeque es particularmente productivo debido a que el flujo de agua es relativamenteestable y abundante. En un año normal, el total de descarga anual de es 7.000.900 por 106 metroscúbicos (Moseley 1983: 785; Delavaud 1984: 42-43) y el área cultivable, junto con el valle bajo del ríoLa Leche, es de casi 86.000 hectáreas de tierras irrigadas y cultivadas en la actualidad (Delavaud1984: 85).

3 El río Sanjón, antiguamente alimentado por varias quebradas localizadas en la parte alta, en laconexión entre el río Chancay-Lambayeque y La Leche, solo trae agua en épocas de fuertes lluvias.

4 Si bien el centro de este crecimiento se encontraba en el valle de La Leche, donde se ubicaron loscentros políticos sicán (de los periodos medio y tardío), existe un buen número de evidencias para pensar que pudieron ocurrir cambios similares en el valle de Lambayeque (Yokoyamaet al. 1999;Tschauner 2001).

5 En este último tipo de construcción de muro se ubicó una unidad de excavación, por lo que se pudoconocer cómo se construyó: primero se colocó una mezcla de barro preparado en una zanja sobre laque se dispusieron dos hileras de adobes unidos con mortero para, finalmente, colocar dos hilerasde piedras a los lados y rellenar la parte central con grava.

6 Junto a este tipo de muro se abrió una unidad de excavación. El cimiento, al igual que en los casosanteriores, fue una mezcla de adobe preparado dispuesta en una zanja, sobre la que se colocaron treshiladas de piedras planas dispuestas de cabeza con mortero entre las hiladas.

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7 En uno de los sectores donde se registró un muro de adobe se ubicó otra unidad de excavación.Como en los casos anteriores, el cimiento fue una mezcla de adobe preparado como mortero dispuestaen una zanja, sobre la que se colocaron hasta tres hiladas de adobes unidos con mortero.

8 También se contempla la posibilidad de que se pudo romper un muro para hacer entrar un canal si

el campo aumentaba su extensión.9 No se ha excavado lo suficiente en el sitio 85A34 como para determinar el tamaño que tiene la zanja.

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 391BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 391-407

ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL:EL SEÑORÍO DE HUARCO Y LA OCUPACIÓN INCA

Miguel Guzmán Juárez*

Resumen

El presente artículo está basado en un estudio arquitectónico del sitio arqueológico de Cerro Azul,edificado por la sociedad del señorío de Huarco (1100-1470 d.C.) y reocupado por la administración inca. Laorganización espacial está definida por su cercana relación con el mar y por los accidentes geográficos que locircundan, lo que le otorga un carácter especial al paisaje en el que la arquitectura se inserta. El edificioanalizado, la Estructura I, da pautas para comprender una cosmovisión donde los espacios debieron diseñar-se en función de eventos rituales consistentes.

Abstract

This article is an architectonic study of the archeological site of Cerro Azul, which was constructed and occupied by the Kingdom de Huarco from approx. 1100-1470 A.D. and reoccupied by the administrationof the Inca empire. The unique architecture of the site was adapted to its seaside setting and its geographicalsurroundings. The part of the building analyzed here —Structure I— provides an example for allowing us tounderstand the cosmological vision, including its ritual functions, on the basis of which this site was laid out.

1. Introducción

El sitio arqueológico de Cerro Azul, que se asienta en el actual balneario del mismo nombre,es un gran asentamiento urbano, conformado por una serie de edificaciones diversas, formal yfuncionalmente, que constituye uno de los principales complejos arquitectónicos dentro del sistemade asentamientos del valle de Cañete (Fig. 1). Fue edificado por la sociedad del señorío de Huarco,correspondiente al Periodo Intermedio Tardío (1100-1470 d.C.). De forma posterior, el sitio siguiófuncionando como un núcleo estratégico de la administración inca en la costa central peruana.Definitivamente, los huarco debieron escoger un lugar propicio para su emplazamiento y se puedeinferir una serie de características relacionadas al relieve del terreno, el paisaje, la visibilidad y sucercanía con el mar. El sitio asombra por la monumentalidad de sus construcciones en tapial, lo queha contribuido a que, aunque bastante destruidas, aún permanezcan en pie.

Por la complejidad del sitio se determinó realizar un trabajo de investigación1 en una de susestructuras principales: un conjunto arquitectónico de carácter, al parecer, público y ceremonial.Este fue seleccionado por estar entre los que mejor se percibía la conformación de espacios por la presencia de muros bien definidos o más conservados. El edificio aún no estudiado se ubica hacia la parte sur del acantilado, muy cerca de la playa, aunque fue registrado ya por Kroeber en 1925 comola Estructura I (Kroeber 1937).

El presente trabajo es un intento de interpretación arquitectónica que se fundamenta en larealidad material del sitio arqueológico no excavado con el fin de comprenderlo a partir de la forma desus espacios, organización, interrelación funcional y finalidad, pero también a través del proceso de producción, que incorpora las formas de planificación, proyección, construcción y consumo. En estesentido, la arquitectura será entendida como un proceso productivo de construcción socialmente

* Universidad Ricardo Palma, Facultad de Arquitectura y Urbanismo, Centro de Investigación.E-mail: [email protected]

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 392

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 393

definido en un espacio y tiempo determinados. Desde la arquitectura se pueden comprender laslógicas de organización espacial de los edificios y de los asentamientos como resultado de unsistema de organización social que determina la construcción a partir de ciertas necesidades relacio-nadas, también, a determinadas formas de pensamiento: una cosmovisión andina particular. Todoello puede brindar pautas acerca de la dinámica y complejidad de dichas sociedades.

2. Antecedentes

Fueron los cronistas quienes destacaron la importancia del «valle de Huarcu». SegúnGarcilaso de la Vega, tuvo una población de cerca de 30.000 habitantes (cf.Garcilaso de la Vega 1973[1609]). Semejante población pudo edificar grandes complejos arquitectónicos, destacando entreellos, por su ubicación y magnitud, el sitio de Cerro Azul, construido al borde del mar y conocidocomo «Fortaleza de Huarco» (cf. Cieza de León 1962 [1550]). Luego, hacia finales del siglo XIX y las primeras décadas del siglo XX, diversos viajeros y estudiosos interesados en tales descripcionesrecorrieron el sitio e hicieron algunas anotaciones. Entre ellos estaban Squier (1974 [1877]),Middendorf (1973 [1894]), Larrabure y Unanue (1935 [1893]), Harth-Terré (1923), Villar Córdova (1935)y Kroeber (1937), quien realizó las primeras excavaciones hacia 1925.

En las últimas décadas del siglo pasado se encuentran los estudios de Menzel (1971),Williams y Merino (1974) y, fundamentalmente, el trabajo etnohistórico de María Rostworowski(1978-1980) quien animó a un equipo de investigación —integrado, además de ella, por Joyce Marcusy Ramiro Matos— a fin de realizar un programa de investigaciones arqueológicas sistemáticas, elque se efectuó entre 1983 y 1985. El objetivo era confrontar la información de las fuentes menciona-das con la realidad contemporánea de los edificios.

3. Ubicación espacio-temporal

El señorío de Huarco ocupó la parte baja del valle del río Cañete, colindando con el litoral ylimitando hacia el este con el señorío de Lunahuaná (Runahuanac) que ocupó la zona del valle medio(chaupi yunga). Hacia el norte se encontraba el señorío de Ichma y hacia el sur se asentaba elseñorío de Chincha. Entre ellos debió darse una serie de intercambios productivos complementa-rios, aunque el valle de Cañete gozaba de un alto grado de independencia. Este señorío tuvo losmedios para resistir la ocupación incaica por un periodo de hasta cuatro años, debido, entre otrascosas, a la abundancia de agua en el valle. Sólo por medio de una estrategia preparada por una«esposa» de Túpac Yupanqui, frente a la curaca que en ese tiempo gobernaba en el valle, al enviar a los lugareños al mar para realizar ceremonias, los incas pudieron invadir y derrotar a los huarco, al parecer con grandes represalias.2

Cuatro son los sitios que destacan por su jerarquía arquitectónica. Fueron edificados estra-tégicamente por los huarco para controlar su territorio y, a la vez, para servir de una suerte dedefensa o protección contra poblaciones externas (Fig. 1). Al norte del valle, en la margen derechadel río, se ubica el sitio de Cerro Azul, frente a la playa y en un imponente acantilado. Hacia el sector medio se encuentra el conjunto de Cancharí, emplazado sobre una montaña de mediana altura. Haciael sur, ingresando al valle y muy cerca del río, está el sitio de Ungará, cuyos edificios ocupan lasfaldas y la cima de un prominente cerro; y, por último, el muy destruido sitio de Herbay, se ubicahacia la margen izquierda del río Cañete y cerca del litoral.

El sitio de Cerro Azul estuvo rodeado por importantes campos de cultivo, probablemente

atravesados por diferentes caminos y canales. La zona de la playa, en forma de bahía, permitía lascondiciones favorables para el desarrollo de la pesca. Según Marcus (1987a), los pescadores actua-les reconocen tres habitat diferenciados: la peña (acantilado), la playa (actual bahía) y el litoral hacia

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 394

el sur de la peña. El acantilado debió ser el elemento simbólico más relevante en la definición del paisaje y la organización del espacio (Figs. 7, 18), por su aspecto imponente y por la visibilidad queofrece, lo que favoreció la ubicación del asentamiento. En estas condiciones físico-ambientales sedesarrollaron las mencionadas sociedades de pescadores, agricultores y artesanos; la arquitecturaformaba parte de las regulaciones de los ciclos ecológicos en una relación sostenida con en el

paisaje.De acuerdo con los datos de las excavaciones de Kroeber (1937: 5), en el sitio de Cerro del

Oro se identificó la presencia de dos estilos: Cañete Medio (Horizonte Medio) y Cañete Tardío oPosterior (cultura Chincha posterior), este último contemporáneo con los huarco del Periodo Inter-medio Tardío. Menzel (1971) está de acuerdo con Kroeber en señalar la existencia de un estilo particular denominado Cañete Tardío —o, simplemente, Cañete— fuertemente vinculado con elestilo Chincha. Ambos se caracterizan una cerámica monócroma en la que resalta el color negroahumado. Según Menzel, se desarrollaron fases propias de prestigio en Chincha y Cañete, pese algran poder de la tradición Ica-Nazca, quizá por encontrarse más cercanos a la costa central.3

4. La arquitectura de Cerro AzulEl complejo arquitectónico de Cerro Azul (Fig. 2) presenta grandes edificios y restos en tres

sectores diferenciados: 1) las estructuras correspondientes a la época inca, ubicadas muy cerca alacantilado y sobre los cerros Centinela y El Fraile; 2) los más de 12 conjuntos arquitectónicos preincas construidos en tapial y asentados entre la falda del cerro Camacho, que corre paralelo almar con dirección sureste-noreste, y la playa al sur del acantilado, y 3) las terrazas artificialesconstruidas en las laderas oeste del cerro Camacho, que contienen contextos funerarios y otrasestructuras arquitectónicas menores.

El sitio ocupa una superficie de 22 hectáreas y la mayoría de los conjuntos arquitectónicos(el segundo sector) se extiende sobre un terreno bastante horizontal, con unas dimensiones aproxi-madas de 550 por 250 metros (14 hectáreas) frente al litoral (Fig. 8). La organización espacial de losconjuntos responde a la forma definida por el relieve (Fig. 2). Hacia el norte, entre los cerros Centinela,al noroeste, y Camacho, al este, se produce una abertura natural que habría sido el acceso quecomunicaba esta zona jerarquizada, con edificios de carácter administrativo-ceremoniales, conla zona de la playa norte y la bahía, el actual balneario, donde debió asentarse la mayor parte de la población dedicada a la pesca y a la producción artesanal. Así, la conformación natural de los cerrosdefine y articula dos zonas: un espacio principal diferenciado, «sacralizado» y resguardado, frentea otro más abierto, pero ambos parte de un sistema complementario de sustento recíproco.

Atravesando la abertura indicada —el extremo norte, entre el acantilado y el cerro Camacho— hacia el sur, existen unos edificios actualmente muy destruidos, asentados en los bordes de unaespecie de abra, para luego pasar a un terreno mucho más definido, en donde el relieve de amboscerros define un amplio espacio que genera una forma más o menos circular y controla la visibilidadhacia su interior, de tal manera que desde allí no es posible percibir el mar. Este espacio presenta unaconfiguración radial, y allí se han construido siete importantes conjuntos arquitectónicos. Muestraevidencias de haber sido modelado como una gran plaza dividida en dos niveles: una inferior, haciael sur y una superior, hacia el norte. Entre sus límites se observan basamentos de muros. Kroeber (1937: 44) también indicó que entre la mayoría de conjuntos arquitectónicos se formaba un espacioimportante: una «plaza central nivelada».

Complementariamente, una segunda organización espacial, a la que se accede al atravesar la plaza central, corresponde a la disposición en la que se asienta el cerro Camacho, que define un ejelongitudinal con dirección noroeste-sureste a través de un pequeño camino de trocha en el que se

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 395

Fig. 2. Esquema de organización espacial del centro ceremonial de Cerro Azul (elaborado a partir de lacartografía de Marcus 1987a: 26).

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 396

ubican los demás conjuntos.4 Finalmente, hacia el extremo sur, se encuentra la Estructura I (Fig. 9),además de una última edificación que aún no ha sido registrada, denominada Estructura K.

Marcus excavó cuatro estructuras arquitectónicas en Cerro Azul. Las dos primeras, la Es-tructura 1, ubicada en el cerro el Fraile, y la Estructura 3, en el cerro Centinela, corresponden al

Horizonte Tardío dada la presencia de características estilísticas de la arquitectura «clásica» inca,sobre todo por el excelente trabajo de la piedra y el diseño de hornacinas trapezoidales. Las otrasdos son la Estructura D, denominada así por Kroeber, un imponente conjunto construido en tapial y parte de la primera organización radial, y la Estructura 9, un edificio más pequeño cercano al anterior.Según la autora citada, estas habrían sido edificadas por los huarco y luego reutilizadas durante laocupación inca, aunque no se encontró alfarería de esa época, ni siquiera en los edificios mástardíos (Marcus 1987a: 95). Por esta razón, es posible sugerir una presencia de control administrati-vo sujeta a la producción e importancia de los objetos locales.

Las excavaciones de Marcus en la Estructura 3 (Marcuset al. 1983-1985: 132-133) hanrevelado datos interesantes que podrían corroborar las descripciones de Cieza de León (1962 [1553]).Se trata de un edificio de forma ovalada, de 30 metros de largo por 10 a 13 metros de ancho, cuyo perímetro está conformado por basamentos de mampostería de tipo almohadillado adheridos a laroca madre. Posiblemente presenta dos etapas de construcción: la primera, externa, define las bases,mientras que la segunda comprende la zona central y más elevada, compuesta por rellenos de piedra basáltica, arcillas y adobes. Hay evidencias de que dichos muros de adobe estuvieron asentadossobre los de piedra y, además, revocados con barro. Estos debieron definir espacios y habitacionesque ahora es imposible percibir. La Estructura 1 es, también, muy interesante. Se trata de un edificiorectangular, de 45 por 15 metros aproximadamente, construido con adobes y que presenta los clási-cos nichos trapezoidales que aún se aprecian en su frente sureste. Se identificaron 12 habitacioneso cuartos, los que tienen una organización bastante regular y ortogonal, además de elementosarquitectónicos significativos (cf . fotos de los mismos en Marcuset al. 1983-1985) como escaleras,rampas, nichos, pasajes, muros de piedra en la zona del acantilado y un mirador especial definido por unas peñas naturales y ubicado frente al mar. Por lo tanto, la ubicación del sitio es también estraté-gica y la arquitectura se integra en la naturaleza, posiblemente con fines de observación y controldel tiempo y de realización de significativos rituales.

Sobre las estructuras excavadas por Marcus, que se ubican en el gran espacio circular (lasestructuras D y 9) destaca la recurrencia de habitaciones destinadas al secado y almacenamiento degrandes cantidades de pescado (1987a: 41-59). Estos datos sugieren un carácter administrativo delos edificios de esta zona, lo que implica, además, criterios de reciprocidad y redistribución necesa-rios para celebrar eventos rituales en ese gran espacio público con el fin de lograr un ordenamiento

equilibrado de la sociedad.De esa forma, los principales conjuntos que definen la gran plaza central o circular podrían

establecer un patrón arquitectónico en función del contexto espacial —amplio espacio público,abierto y controlado—, mientras que los que se hallan en el eje sureste constituyen otra organiza-ción más longitudinal. Esto indicaría otro tipo de funciones especializadas con relación a su mayor proximidad al mar, como la facilidad de realizar observaciones del transcurso del tiempo y el sentidoritual que ello connotaba.

5. El edificio ceremonial I

Este importante edificio está construido con tapial y tiene una altura promedio de más de 6metros. Está conformado por grandes plataformas superpuestas, altos y gruesos muros adosadosen su perímetro, además de un sistema de gradas de contención, lo que aumenta el volumen y genera

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 397

una fuerte sensación de solidez (Figs. 9, 10). Esto supone también el uso de una gran fuerza detrabajo dedicada a la construcción y organizada adecuadamente.

Este conjunto mide, aproximadamente, 55 por 70 metros (Fig. 3) y está organizado en dosgrandes sectores o volúmenes integrados de manera física: a) un cuadrilátero mayor y más alto hacia

el sur, denominado Unidad B, y b) un cuadrilátero más pequeño y más bajo, adosado hacia laesquina oeste del anterior, denominado Unidad A. Cuenta, además, con espacios anteriores defini-dos por muros perimétricos longitudinales. El emplazamiento de su eje mayor se alinea en direcciónnoroeste-sureste (33 grados con respecto al eje Norte-Sur) y limita hacia el noreste con un sector rocoso que es el pie del cerro Camacho por donde, actualmente, pasa un pequeño camino de trocha.Hacia su frente opuesto, el suroeste, se ubica otro conjunto importante, la Estructura J, que colindacon el borde de la playa. Sus muros están cubiertos de arena, por lo que es difícil determinar sudisposición, pero su cercanía a la Estructura I podría indicar una complementariedad funcional.Finalmente, hacia el sureste se encuentra un último y gran montículo, la Estructura K, que podríahaber sido el acceso a este centro ceremonial y su comunicación con el valle hacia el sur.

Entre los dos cuadriláteros A y B, hacia el norte, se define un espacio exterior, contenido por las faldas del cerro Camacho. Allí se diseñó la zona de ingreso: una plataforma de 14 por 7metros, adosada al cuadrilátero menor, a una altura intermedia (2,5 metros) entre el terreno natural yel nivel de la Unidad A. Se trata de una secuencia de alturas entre los volúmenes que podría haber indicado el sentido de la organización espacial y cuyo objetivo principal era llegar a la plataformasuperior del cuadrilátero mayor.

La Unidad A mide 24 por 27 metros y está compuesta por seis recintos. Dos de ellos, losrecintos 1 y 2, son de menores dimensiones y atravesándolos se accede, actualmente, hacia las plataformas superiores (Fig. 11), de tal manera que sirvieron como nexo de articulación entre las dosgrandes unidades o cuadriláteros. Están asociados a la plataforma de ingreso y se encuentran a unaaltura de 4,9 metros sobre el nivel del terreno. El Recinto 1 es de forma rectangular, mide 7 por 3,3metros y permite acceder hacia la izquierda al Recinto 2, en el que se define una circulación quebrada por medio de angostos pasajes en forma de «U». A través de ellos se debe ascender hasta el nivel dela plataforma superior (la Unidad B).

El cuadrilátero mayor mide unos 41 por 43 metros, se subdivide en dos sectores y alcanza sumáxima altura a más de 8 metros sobre el nivel del terreno. El primero de sus sectores, al que se llegaascendiendo desde el cuadrilátero menor, tiene una conformación rectangular, mide 35 por 11 metrosy ocupa todo el frente suroeste (la parte posterior del cuadrilátero), mientras que el segundo corres- ponde a la gran «plataforma superior», la que mide 35 por 28 metros y abarca la mayor área y todo el

frente noreste. Estos sectores están divididos por un ancho muro que determina un eje longitudinalimportante y paralelo a ambos frentes (eje 2).

El primer sector está dividido en tres recintos. Luego de atravesar un pasaje angosto, de 1,2 por 5 metros, se accede descendiendo, primero, hacia el Recinto 7 —a un nivel de plataforma de 5,8metros sobre el nivel de terreno— que es un patio abierto y alargado de 21 por 10 metros aproxima-damente. Este recinto ocupa una posición central y en sus extremos se ubican los recintos similares8 y 9. El segundo sector parece ser el lugar público o ceremonial de mayor jerarquía dadas susdimensiones y diseño. En este sector se ha construido una plaza cuadrada hundida, de 15,6 metrosde lado y a 3,8 metros sobre el nivel del terreno, y que contiene en su eje central (x) una especie de pozo circular de un diámetro de 3 metros, cuyo borde está definido por unas pequeñas piedras o

cantos rodados (Fig. 12). Esta plaza está rodeada de una gran «plataforma superior» que se ubica a6 metros sobre el nivel del terreno. Su configuración en forma de «U» presenta su abertura hacia elfrente noreste y se vincula visualmente con el cerro Camacho. Esta plataforma en «U» está asociada

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 398

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 399

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M U R O S D E

C O N T E N C I Ó N

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M U R O S D E C O N T E N C I Ó N

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 400

en uno de sus lados, al noroeste, a los restos de basamentos de muros que, en conjunto, definen unrectángulo de 8 por 12 metros, muy densos y compactos, y que sobresalen por ello y su elevadaaltura. El nivel del piso más alto se encuentra a 8,8 metros sobre el nivel del terreno y todos ellosestán conformando un recinto especial: el Recinto 10 o «altar».

Este recinto, de 5 por 5,5 metros, adquiere singular importancia por su posición sobre la plataforma, reducido tamaño y, al parecer, por la forma de acceder hacia su interior. Las evidenciassugieren la presencia de un angosto pasaje, de 0,9 por 9 metros, que debe ser atravesado y luegovoltear en forma de «U» para poder llegar a él. En el interior se ubica un detalle muy importante: la base de un madero de 2 pulgadas de diámetro (Fig. 13) del que se podría suponer que servía desoporte e indicar la presencia de una cobertura; sin embargo, es la única evidencia en esta zona. Suubicación tangente a un muro no corresponde a una lógica constructiva, por lo que en todo casodebió haber cumplido una función simbólica ritual, quizá la imagen de un «ídolo» dentro de un pequeño recinto dentro de la zona más jerarquizada. En la cercana superficie exterior se ha verificadotambién la presencia de dos orificios, con un diámetro de 4 pulgadas por 60 centímetros, que seríanlas improntas de postes de madera que, probablemente, sirvieron para sostener una cobertura ligeraasociada a estos espacios perimetrales de este pequeño volumen jerarquizado.

6. El sistema constructivo

El sistema de producción arquitectónica comprende dos factores básicos, además de los propios de la compleja organización social. Por un lado, los materiales, los métodos y la técnicaoperativa y, por el otro, la lógica constructiva como proceso de planificación, diseño y trazado de laobra misma. El primero revela una tecnología bastante elaborada. Los muros de tapial (Fig. 14) tienenun ancho promedio de 90 centímetros cada uno y se observa la presencia de paños más o menosmodulados de 1,6 metros de longitud. Las gradas de contención, una especie de contrafuertesadosados en todo su perímetro y que son también muros dobles y triples, tienen una secciónaproximada de 0,9 por 1,1 metros cada una y contribuyen a la estabilidad del edificio, con lo que sesolucionan las fuerzas de empuje y comprensión. Los muros han sido diseñados considerando talesesfuerzos, por lo que no son totalmente verticales, sino inclinados hacia el interior conforme ascien-den (sección trapezoidal) con una pendiente de 13% a 15%. Además, existen evidencias de refaccio-nes de muros que se debieron dar a través del tiempo, por el desgaste, el propio uso de la edificación,así como por ocupaciones de diferentes generaciones. Se ha verificado también restos de hiladasintrusivas de adobe (Fig. 15) de una coloración más verdosa y diferente al tapial, lo que sugiere quedeben corresponder a épocas tardías, es decir, la presencia inca en el lugar. Los incas debieronvalorar la magnitud de los edificios existentes, comprendiendo su complejo diseño y reutilizándolos,de tal manera que pudieron seguir funcionando pero realizándose refacciones con sus técnicas y

materiales propios. En el segundo caso, el proceso constructivo implica un proceso previo de deci-sión, planificación y diseño de la interrelación espacial en función del carácter de las actividades.Esta empresa demanda la presencia de personajes con conocimientos especializados en la construc-ción, quizá grandes maestros de obra o sacerdotes con conocimiento de la organización y controldel espacio y del tiempo.5

En cuanto a la organización formal se perciben ejes principales y a partir de ellos se debiórealizar el proceso constructivo. Este proceso tiene que ver, entonces, con conocimientos matemá-ticos (números y módulos) y geométricos (construcción en el espacio a través de cuerdas), por medio de los que se pudieron establecer los límites y las proporciones de los espacios, es decir, unsistema de relaciones. El cuadrilátero mayor (Unidad B), limitado por los ejes 1, 3, A y B, ha sido

trazado sobre la base de la proporción de un gran cuadrado de 39 metros de lado (Fig. 5). Ya se hamencionado que la «plataforma superior» en forma de «U» contiene una plaza cuadrada en un nivelinferior, de 15,6 metros de lado, la que se convierte en un módulo de construcción geométrica

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 401

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M o n t í c u l o

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 402

interesante, puesto que se ha comprobado, realizando los trazos con compás (sistema de cuerdas),que los límites del cuadrado mayor corresponden a 2,5 veces la dimensión de la plaza hundida (15,6metros de lado por 2,5 metros, lo que resulta en un total de 39 metros). De la misma manera, los límitesdel Recinto 10 parecen corresponder a un submódulo de la plaza cuadrada (la mitad de su dimensión,es decir, 15,6 metros entre 2).

Finalmente, resta analizar con mayor precisión la correspondencia de los ejes principales olas diagonales de los espacios en relación a las orientaciones astronómicas y eventos de importan-cia. El emplazamiento del conjunto y sus elevadas plataformas, que permiten tener buena visibilidad,indican una relación con la naturaleza y el cosmos con el fin de producir un control del tiempo. Y estees un aspecto importante en el diseño, pues a través de la arquitectura se puede materializar surecurrencia en el sentido de consolidar la memoria. Con relación a ello, como ya se anotó, el principaleje longitudinal del emplazamiento de la Estructura I es de 33 grados hacia el sureste, mientras queel ángulo astronómico de la constelación de la Cruz del Sur es de aproximadamente 31,5 grados, loque sugiere una correspondencia. Asimismo, los ejes C y D del cuadrilátero menor y del muro perimétrico respectivamente, tienen un ángulo de declinación de 43 grados aproximadamente haciael suroeste, lo que correspondería a la aparición de la Cola de Escorpio («Amaru») en el solsticio deverano, con un ángulo de 40 grados. Ambas constelaciones, Cruz del Sur y Cola de Escorpio, fueronimportantes en el antiguo mundo andino para la determinación de los ciclos temporales y la instau-ración de calendarios rituales en tanto establecían la reciprocidad con la naturaleza y la cohesiónsocial (Fig. 5).

7. Conclusiones

El centro arqueológico de Cerro Azul es uno de los más importantes de la costa central por su emplazamiento, magnitud y detalles arquitectónicos. Su ubicación estratégica obedece a criteriosde manejo del territorio y planificación del lugar, los que deben engarzarse de alguna forma con elsistema jerárquico de la arquitectura monumental que se localiza en el valle y, por lo tanto, concriterios regionales de subsistencia e intercambio. Esto sugiere, además, una extensa población congran capacidad productiva y organizativa: un orden social, político y religioso.

Este sitio ofrece connotaciones que sustentan su presencia como un gran centro ceremo-nial, vinculado, específicamente, a su relación con el mar tanto en los aspectos productivo, adminis-trativo como ritual. Por lo tanto, la organización espacial del sitio debió realizarse con ciertoslineamientos de planificación que organizaron la arquitectura morfológica y funcionalmente median-te un sistema de jerarquías. Entre estos lineamientos se definen: 1) la localización, en el sentido de laelección del sitio con respecto a la geografía, el paisaje y la ecología, como espacio estructurado

simbólicamente definiendo puntos de referencia diferenciados, en este caso la presencia del acanti-lado en contraste con la playa sur (donde se asienta el centro ceremonial); 2) el emplazamiento en elterritorio definido por ejes visuales en correspondencia a orientaciones geográficas en las que seasientan los principales edificios; 3) la sectorización del centro ceremonial determinada por el relievey en la que prevalecen el espacio central (plaza circular), protegido alrededor por una serie de cerrosdonde se ubican grandes edificios, y la conformación longitudinal con edificios muy cerca dellitoral, y 4) la organización espacial interior del conjunto ceremonial sur (Estructura I), que puede ser entendida a través de sus criterios de diseño constructivos y conceptuales referidos, sobre todo, aun pensamiento dual: la organización espacial y topológica de sus grandes cuadriláteros (Fig. 6).

El estilo arquitectónico permite percibir la presencia de dos ocupaciones diferentes. Las

construcciones en la zona de la playa sur fueron erigidas durante el señorío de Huarco y reflejanespecialización en el diseño y la construcción, implicando grandes contingentes de mano de obra; por otro lado, existen las arriesgadas y estratégicas edificaciones, de menor tamaño, realizadas por

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 403

F i g . 6 . E

s q u e m a

d e o r g a n i z a c i ó n e s p a c i a

l d e l e d i f i c i o c e r e m o n i a l I .

M U R O S D E C O N T E N C I Ó N

M U R O S D E C O N T E N C I Ó N

M U R O S D E C O N T E N C I Ó N

P A T I O E X T E R I O R

R E C I N T O 1 0

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B a n q u e t a

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B a n q u e t a

( A R R I B A )

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MIGUEL GUZMÁN JUÁRE Z 404

los incas en el borde del acantilado. Esta presencia final señala y es parte de la estrategia inca en elcontrol administrativo, político, social y religioso a lo largo del territorio andino.

Agradecimientos

Este trabajo se realizó gracias al valioso aporte de Alvaro Rivas y Carlos Alvino, quienes participaron en los trabajos de campo. Alvaro, además, realizó los gráficos del proyecto. Elio Martucelliy Wiley Ludeña me hicieron llegar observaciones importantes. El doctor Wilfredo Kapsoli, Director del Centro de Investigación de la Universidad Ricardo Palma, aprobó el desarrollo de la investiga-ción, respaldado por la Facultad de Arquitectura y Urbanismo. La Editorial Universitaria, a cargo deMiguel Angel Rodríguez Rea, alentó y permitió su publicación. En el poblado de Cerro Azul, deboagradecer a quienes, amablemente, nos brindaron facilidades, entre ellos José Paín, el alcalde muni-cipal, y la señora Alicia Sánchez.

Notas1 El trabajo de campo se realizó entre febrero y octubre de 2002, y ha consistido, básicamente, en ellevantamiento arquitectónico de la Estructura I. Se trata de un registro minucioso del dimen-sionamiento de los espacios y de los materiales constructivos a partir de los restos supérstites, detal manera que pueden haber ciertos errores de precisión en algunos sectores, sobre todo en loslugares que se encuentran disturbados. Este levantamiento incluye también una «medición solar» para determinar la posición de la orientación geográfica —en este caso los planos elaborados indi-can el sur geográfico— y, por otro lado, un registro superficial de otros materiales que puedencontextualizar las funciones.

2Tom Zuidema (1989: 256-272) transcribe la versión de Cobo (1964 [1653]), cronista que narra lossucesos de dicha conquista, y luego trata de interpretarlos estructuralmente con relación al «juegode los ayllus». Este es una especie de «apuesta política» en la que el Inca logra ganar provincias ydonde se diferencia el rol de las esposas del Inca: la de Chinchaysuyo, Coya, esposa principal y demayor jerarquía, frente a la del Collasuyo, esposa secundaria. Según Rostworowski (1978-1980: 157):«lo único que se puede asegurar es la resistencia de los Guarco ante la pujanza inca y las cruelesrepresalias posteriores». Según el Léxicon de fray Domingo de Santo Tomás (1951 [1560]), «Guarco»quiere decir ‘peso o balanza de peso’, «Guarcuni» significa ‘ahorcar’ y «Guarcona» equivale a‘ahorcadura’.

3

«Los recientes hallazgos en los valles de Pisco, Chincha y Cañete muestran que estos valles noestuvieron siempre unidos, ni formaron tampoco parte de un área de cultura fijo. Por el contrario, sedistingue la historia de estos tres valles por la frecuencia con la que cambiaron de afiliación cultu-ral» (Menzel 1971: 148).

4 Este camino es por donde los pobladores transitan actualmente, pero es probable que por suubicación y configuración, en tanto logra articular todo el centro ceremonial, corresponda al caminooriginal. Algunos pobladores lo denominan «camino real» y une, desde el norte, la playa de CerroAzul con los campos de cultivo hacia el sur, atravesando todo el conjunto y uniendo los otros sitiosdel valle.

5

En el manuscrito quechua de Huarochirí, escrito hacia los primeros años del siglo XVI (Taylor 1999:125), se destaca la presencia de un personaje importante, relacionado con lo constructivo y astronó-mico. Este individuo, denominado yañca, habría sido un maestro especializado en la observación

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Fig. 7. Cerro Centinela, don-de se encuentra la Estructu-ra 3 (época inca). Vista al nor-

oeste.

Fig. 8. El centro ceremonial, frente a la playa, con edifi-cios construidos con tapial.Vista general al sureste.

Fig. 9. Edificio ceremonial I. Zona de ingreso. Vista al sur-este.

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Fig. 12. Unidad B (eje cen-tral x). Plataforma superior en «U» vista desde la plazacuadrada, con espacio circu-lar central. Vista al suroeste.

Fig. 10. Edificio ceremonial I. Vista al Sur desde cerro

Camacho.

Fig. 11. Unidad A (cuadrilá-tero menor). Detalle de losrecintos de ingreso, vista alOeste.

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Fig. 15. Detalle del muro pe-rimétrico con adobes de laépoca inca. Vista al Este.

Fig. 13. Foto detalle del pos-te de madera (diámetro de 2

pulgadas) ubicado en el Re-cinto 10, plataforma supe-

rior.

Fig. 14. Foto detalle del murode tapial (eje C, Unidad A).Vista al sureste.

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ARQUITECTURA CEREMONIAL EN CERRO AZUL 405

del recorrido del Sol: «[...] se dice que estos hombres observan el paso del sol desde un muroconstruido según reglas muy precisas». Es decir, aquí se resalta la presencia de muros principalesmuy bien ejecutados, tanto en el aspecto técnico como en su alineamiento (dirección astronómica).

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 409BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 409-428

* Jr. Apurímac 3664, San Martín de Porres, Lima. E-mail: [email protected]

EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA, VALLE DE ASIA

Emily Baca Marroquín*

Resumen

La presente nota ofrece resultados preliminares de las excavaciones realizadas en el sitio de Uquira,situado en el pequeño valle de Asia, a 101 kilómetros al sur de Lima. Se han identificado y recuperadoevidencias de ocupación local e inca, así como datos sobre la función de este sitio durante la época inca y susrelaciones con otros asentamientos del valle. Los vestigios encontrados permiten también examinar las estra-tegias empleadas por los incas para controlar una zona conquistada.

Abstract

This note offers preliminary results of the excavations conducted in the site of Uquira, Asia valley,located 101 km south of Lima. Local and Inca occupations were identified along with data related to its particular functions ant its external relationships during Inca times. The archaeological remains also allow usto examine the Inka strategies employed to control a conquered territory.

1. Introducción

Los trabajos descritos a continuación se realizaron con el fin de contribuir al conocimientode la sociedad inca en el valle de Asia, Cañete. Las investigaciones anteriores en esta zona sirvieron para la elaboración de un corpus de datos referente a la ocupación incaica en la costa central.Asimismo, abordaron interrogantes concernientes al mecanismo de las conquistas y la participacióno reacción de los curacazgos o señoríos de los valles costeños.

Los trabajos de la autora en el sitio de Uquira, ubicado en el valle de Asia, tuvieron comometa evaluar la importancia política de este asentamiento en dicho valle, la que determinó el ingresode la población local al sistema político y administrativo del imperio inca. Se plantea que este sitiohabría sido construido en tiempos de los incas y dirigido por un señor local vinculado culturalmentea los valles del norte —Mala, Chilca y Lurín—, y que, luego de la conquista inca, ejerció un gobiernoen forma indirecta en el que los incas aún mantenían injerencia en las decisiones locales. Se sostieneque, de esa manera, la sociedad local precedente no habría recibido influencias culturales significativas.

El área de estudio se ubica en la costa central, en el valle de la cuenca del río Omas,denominado Asia en su parte baja. Específicamente se encuentra en el caserío de Uquira, distrito deSan Pedro de Coayllo, provincia de Cañete, departamento de Lima (Fig. 1). Limita al norte con lacuenca de los ríos Mala y Chilca, y al sur con el fértil valle de Cañete. Su ancho varía de 300 metrosa 1 kilómetro de ancho y su longitud no excede los 60 kilómetros. Para llegar a Uquira se debe tomar el desvío a la altura del kilómetro 101 de la carretera Panamericana Sur que conduce por los pueblosde Asia y Coayllo; en el kilómetro 24,5 se encuentra el sitio arqueológico, en la margen izquierda delrío y en la última quebrada antes de llegar al pueblo. Existen otras estructuras que, por suscaracterísticas arquitectónicas, deben haber sido ocupadas desde el Periodo Intermedio Tardío. Aese conjunto se le ha denominado Uquira II y se ubica en una quebrada transversal al río Omasubicada en su margen derecha.

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EMILY BACA MARROQUÍN 410

2. Antecedentes

Los incas han sido estudiados por muchos investigadores, pero el interés principal se con-centró en el Cuzco, pero aún falta por investigar a profundidad las características de la ocupaciónincaica en la costa en lo que se refiere a sus mecanismos de control político y económico. Esta ocu- pación data del gobierno de Tupac Inca Yupanqui y está acompañada de tensiones con las pobla-ciones locales sometidas, como en el caso de los guarco, en el valle de Cañete (Rostworowski 1978-1980). Una de las referencias más tempranas referente a Uquira es la de Jeréz, en la que se mencionaque los jefes locales presentados a Hernando Pizarro en enero de 1533: «[...] a ver al capitán con presentes de lo que había en su tierra y con oro y plata; [...] El señor de Malaque, llamado Lincoto,vino a dar la Obediencia a su majestad, y trujo presente de oro y plata; el señor de Hoar, llamadoAlincay, hizo lo mesmo; el señor de Gualco, llamado Guarilli, asimismo trujo oro y plata; el señor de

Chincha, con diez principales suyo, trajeron presentes de oro y plata; este señor dijo que se llamabaTambianves [...]» [el subrayado es de la autora] (De Jeréz 1947 [1534]: 340).

Los nombres antiguos de los valles en cuestión eran Malaque, hoy Mala, Hoar, hoy Asia,Gualco, hoy Guarco, y Chincha, cuyo nombre se mantiene inalterado. Hay otras evidencias quedemuestran que Asia no era el nombre original, pues Guamán Poma (1980 [1615]) describe un tamboen la desembocadura del río Asyac; Angulo (1921) alude al nombre de Oclla y Rostworowski (1981)menciona el topónimo Oquilla para el pequeño valle vecino a Cañete. Según Dávila Briceño (1965[1586]), la reducción de los yauyos incluía hasta San Jerónimo de Omas, por lo que los coayllo,identificados como los habitantes del valle de Asia por Rostworowski (1978-1980), habitaron el áreadesde el pueblo de Omas hasta el mar. Larrabure y Unanue (1935) localizó varios asentamientos,

entre ellos a Uquira, y reconoció semejanzas arquitectónicas con las estructuras en la margen derecha;también menciona un camino cerca de este complejo. Sandra Negro (1983) proporciona el levan-tamiento del sitio, describe los conjuntos arquitectónicos y menciona tres tipos de arquitectura para

Fig. 1. Plano de ubicación del sitio de Uquira, en el valle de Asia.

Tambo Asyac

UquiraLima

ChinchaCuzco

0 100 200 300Km

RED VIALINCA

Ramal Costa

Asia

Coaylloo

Uquira

R í o A

s i a

Rosario de Asia

01 1 2 3 4 Km

VALLE DE ASIA

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 411

la costa central, correspondiéndole a Uquira el de «arquitectura de enclave». También debe citarsea Agurto Calvo (1992), quien presenta un plano del sitio, describe los conjuntos y sostiene queUquira fue un centro administrativo.

Por los estudios de Menzel (1959), Rostworowski (1988) y Morris (1992), se sabe que las

poblaciones costeñas se caracterizaron por particularidades políticas y económicas —como en elcaso de los mercaderes de Chincha—, por lo que la dominación y control ejercido por los incas asociedades menos organizadas demandaron varias formas de relación que dependieron de sucomplejidad económica y política. Por consiguiente, se asumiría que la invasión, anexión y controlimperial fueron más viables con aquellos grupos que tenían menor complejidad política, mientrasque con grupos como los chincha, por ejemplo, optaron por otras alternativas, como pactos oalianzas políticas, surgieron variantes en la administración, patrón arquitectónico y formas alfareras.Pero estas particularidades no solo se limitan al ámbito social y político, sino que incluyen el aparatoreligioso e ideológico, pues los habitantes de la costa central estaban influenciados por el santuariode Ichma (Lurín), al que Topa Inca Yupanqui llamó Pachacamac. Por ello, este complejo no fuedestruido sino, más bien, respetado, de tal manera que el Inca ordenó construir el Templo del Sol

junto al templo local y en el lugar más visible, así como otros edificios como el acllahuasi y la plaza.La política de control inca se aplicó sobre la base de la cohesión cultural y política de las

sociedades costeras, así como en la cooperación de los señores locales. Dispusieron también laconstrucción de centros administrativos y tambos que se enlazaban al camino costero o «de losllanos» referido en la Nueva corónica y buen gobiernode Guamán Poma (1980 [1615]). En las últimasdécadas, está problemática fue abordada desde la perspectiva etnohistórica y arqueológica (cf . Hyslop1984, 1990, 1992; Rostworowski 1989, 1992). En cuanto a los estudios sobre centros o establecimientosenlazados a la red vial inca, sobre todo los ubicados en el área serrana, se han elaborado patrones yclasificaciones de sus formas y dimensiones, así como se han hecho inferencias sobre la políticaempleada por los incas en la organización del imperio. Uno de los más destacados investigadores es

Morris (1973), quien, por medio del análisis de los centros administrativos de Pumpu y HuánucoPampa, y los tambos de Tunsucancha y Taparaku, ha podido diferenciar y tipificar estos dos tiposde infraestructura construidas con el fin de organizar y administrar las zonas del entorno que sehallaban lejos del Cuzco. Las diferencias se expresan en las dimensiones y las distancias entre unosy otros, aparte de sus funciones, las que fueron mencionadas por los cronistas y confirmadas por los arqueólogos.

Todavía no se han hecho estudios completos sobre los tambos para definirlos en su totalidad, pues los trabajos de Morris son aplicables, principalmente, a la sierra central. Kendall (1976, 1985) hatrabajado de manera exhaustiva la regularidad del patrón de los establecimientos inca en el área próxima al Cuzco (valle del Urubamba). Hyslop, quien destaca por sus cuantiosas investigaciones

sobre los tampus, sostiene que una de las actividades más importantes que se desarrollaba en estasinstalaciones posiblemente habría sido la administración local. Muchas otras actividades les puedenser atribuidas, como la producción de cerámica, control vial, minería, apoyo militar, explotación decoca, actividades ceremoniales, alojamiento para las tareas de los chasqui, labores de hilado y es posible que en las vertientes de los Andes bolivianos se hayan combinado las actividades militarescon las económicas y políticas (Hyslop 1990). Por su parte, Coello propone que Uquira es un centroadministrativo inca, cuya función principal habría sido: «[...] la redistribución de una variedad de bienes a través de diversos pisos ecológicos como culturales» (Morris 1973, en Coello 1991). SegúnCoello, la ubicación del sitio responde a la existencia de ricas minas de metales preciosos ubicadosen los caseríos de Cata, Hunchor y La Yesera, que se sustentaría por la ocurrencia de poblados que, posiblemente, se ocupaban de las minas situadas en las quebradas cercanas a esos caseríos. Además,es importante por su posición geográfica en el valle, pues «[…] se comunica con sus valles vecinos por dos quebradas; hacia el sur (Quilmaná por la quebrada de San Andrés) y al norte (La Vuelta) por la quebrada de Hunchor» (Coello 1991).

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EMILY BACA MARROQUÍN 412

3. Formulación del problema

Los incas constituyeron una sociedad impositiva que aplicó estrategias de control, sobretodo a partir del gobierno de Pachacútec. Su liderazgo en los Andes Centrales fue incrementándosecon la conquista de nuevos territorios e imposición de condiciones políticas, económicas y socialesacorde con el grado de desarrollo de las sociedades conquistadas (Morris 1992; Rostworowski1992). Esto se expresó en acuerdos, alianzas y acciones militares según las circunstancias. La costa peruana no escapó al impacto político, económico, administrativo, cultural y social iniciado por losincas aproximadamente hacia el año 1470 d.C. en su afán de consolidar su presencia y aprovechar los recursos de esta zona y, de este modo, aumentar la renta estatal. El registro arqueológico confirmaesa presencia en el valle de Asia, así como en los de Ica, Chincha, Cañete, Lurín, Rímac y Chillón.

Los coayllo, al parecer, obtuvieron un trato diferenciado gracias a un pacto de reciprocidadque les permitió mantener su condición anterior. Es importante, entonces, evaluar las circunstanciasy consecuencias que se produjeron al momento del establecimiento de la dominación inca en elvalle, es decir, se debe investigar la forma cómo se expresó el control y cuál fue la actitud y conductade los dominados. Por estas razones se hizo necesario conocer las condiciones y funciones quetuvieron los coayllo en centros como Uquira. ¿Hasta qué grado se efectuó un gobierno directo oindirecto por parte de los incas? (Menzel 1959; Morris 1992) ¿Cuáles fueron las nuevas mani-festaciones culturales que surgieron de ambas sociedades? ¿Qué matices surgieron en el patrónlocal y en la producción de bienes incas? Para aproximarse a estas interrogantes, se indagó sobre la presencia inca en Asia y el carácter de la política aplicada a los coayllo, teniendo en cuenta lasestrategias que ellos empleaban en la conquista de nuevas tierras. En suma, se analizó la presenciainca en Uquira en el contexto de su política expansionista y de captación de recursos del valle.

Los objetivos del trabajo de investigación consistieron en: a) contribuir al entendimiento dela estrategia empleada por los incas en la conquista de algunos grupos étnicos de la costa central; b) analizar las evidencias arqueológicas excavadas en Uquira, las mismas que permitarán sustentar

Fig. 2. Foto aérea del sitio de Uquira I.

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 413

la coexistencia de patrones locales y foráneos, y c) examinar los cambios generados por la ocupacióninca en la identidad y el patrón local de los coayllo, para lo que se examinará la tecnología alfarera yel patrón arquitectónico. Como hipótesis de trabajo se sostiene que, como parte de la política adminis-trativa y militar inca aplicada en la sección sur de la costa central, el complejo de Uquira se inserta enlas estrategias de control indirecto del Estado. Es decir que a pesar de la evidente infraestructuraestatal inca en la región, el control en Asia se realizó a través de la elite local. Esta estrategia se

fundamenta en las manifestaciones culturales y arquitectónicas encontradas en Uquira, lo que sugiereque los coayllo conservaron su tradición y costumbres, en otras palabras, su identidad comocuracazgo. Las principales actividades realizadas se relacionan con la administración local y laexplotación de los recursos humanos y materiales de la zona. En este contexto, los patrones culturalesy tradiciones propios de la sociedad precedente no estuvieron amenazados.

4. Descripción del sitio

Uquira se encuentra en el cono de deyección de una pequeña quebrada en la margenizquierda del valle de Asia, a 400 metros sobre el nivel del mar y ocupa un área de 2,4 hectáreas(24.000 metros cuadrados). Esto incluye el espacio en el que están las estructuras o sectores en la

quebrada (Figs. 2, 3). El área construida denota planificación (Fig. 4); el material constructivo empleado para muros, vanos y nichos rectangulares consiste mayormente de adobes, pero existen ejemplos demuros de tapia con cimientos de piedra, así como en los que se usó tanto adobe como tapia. El patrón

Fig. 3. Plano del sitio de Uquira (de Agurto 1992).

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EMILY BACA MARROQUÍN 414

constructivo se asemeja al empleado por los incas en la costa, tal como en Tambo Colorado, LaCentinela, Salitre, Bandurria, Pachacamac y Armatambo. A lo largo del valle no se presentan sitios desemejantes características, pero existen sitios en los alrededores de Coayllo con característicasconstructivas propias del Periodo Intermedio Tardío, con algunos sectores edificados con adobesde tipo incaico.

Básicamente, todos los sectores se emplazan desde el piso de la quebrada, prolongando suconstrucción hacia la ladera de los cerros contiguos, lo que da lugar a desniveles o plataformas,cada una de dimensiones considerables. Para lograr este aspecto constructivo se construyeronhasta tres niveles o terrazas escalonadas en cada sector. De manera general, cada sector está conte-nido por un muro perimétrico que, en la mayoría de casos, delimita un espacio rectangular. Al interior de cada sector se observan espacios igualmente rectangulares, con un sistema de circulación inter-no que organiza los recintos de grandes a pequeños y de abiertos a restringidos. Este aspecto,aunado a las diferencias de altura existentes entre cada terraza o subsector, habría tenido unaconnotación jerárquica en el uso del espacio. Lamentablemente, el sitio ha sufrido destrucciones parciales.

4.1. Sectorización

Se realizó una clasificación en siete sectores, designados con números romanos, agrupadosconforme a su posición en la quebrada y según su naturaleza arquitectónica. Así, en la ladera este seubican los sectores I y II, en la ladera oeste los sectores III y IV y, finalmente, al centro de laquebrada, los sectores V, VI y VII. Al interior de cada sector se hizo una subdivisión tomando encuenta las plataformas, que fueron denominadas como subsectores e identificadas con letras.

Los sectores en Uquira presentan orientaciones diferentes, dos de ellos hacia el espacioocupado por la actual cancha de fútbol y otros cuatro cuyo acceso, eje de estructura y disposición

no se orientan a dicho espacio abierto. No se observan calles ni pasajes amplios, la circulacióninterna y entre sectores es discreta, basándose en un principio de mayor a menor circulación amedida que se sube a la siguiente plataforma. Los subsectores más bajos son los más amplios y losmás altos, tienen mayor intimidad y espacios más reducidos. Los vanos de acceso se comunican através de estrechos corredores y/o pasadizos. En el Sector I se advierte la presencia de banquetas,ya sea de una sola o doble línea. Existen tres tipos de escaleras que sirven de acceso a los nivelessuperiores: la tercera tiene planta sinuosa; la segunda, de planta rectangular, es muy empinada ydelimitada con muros altos a los lados, y la primera, también de planta rectangular, se apoya en unmuro de soporte lateral a ella (Fig. 5).

4.2. Material empleado y técnica constructiva

El adobe es el elemento más usado y presenta dimensiones parecidas a las que presentaSantillana (1984) para La Centinela (Chincha) (Tabla 1). La tapia aparece en algunos muros a manerade reparaciones, ampliaciones o añadidos al plano original. Una muestra de la reutilización de losadobes se observa en forma de muros levantados con adobes gastados, quizá provenientes delderrumbe de estructuras anteriores (Figs. 6, 7). La materia prima consiste en barro, arena gruesa y, enalgunos casos, fragmentos de valvas de moluscos. La mayoría de los muros de adobe son anchos ydispuestos de soga y canto, donde los adobes colocados en soga están dispuestos en pares y soloun adobe de canto. Los cimientos de los muros perimétricos construidos con piedra de cerro unidascon barro alcanzan hasta 1,6 metros, pues a menudo sostenían un segundo piso por medio de«pestañas». De este piso o techo, hecho de cañas con torta de barro, aún quedan improntas (Fig. 8).

Los cimientos de los muros perimétricos construidos con piedra de cerro unidas con barroalcanzan hasta 1,6 metros, pues a menudo sostenían recintos de dos pisos o con segundo piso,

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F i g

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Fig. 5. Uquira. Escaleras de los sectores I, II y III.

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 415

43

43,5

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46

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15

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Largo Ancho Espesor

Tabla 1. Medidas de los adobes procedentes de lasexcavaciones.

cuyos muros sostenían techos que se apoyaban en una especie de «pestañas». De este piso otecho, hecho de cañas con torta de barro, aún quedan improntas (Fig. 8).

El Sector VI ostenta estructuras erigidas con algunos muros de tapia con cimientos de piedra de cerro con mortero de barro y enlucido de barro, y otros construidos con una técnicadiferente y que consiste de muros con aparejo de tipo ordinario, con piedras angulosas de cerroasentadas con mortero y, finalmente, cubiertos con enlucido de barro. Los espacios definidos eneste sector, a diferencia del resto, se distinguen por su sencillez y falta de elementos formales comonichos, vanos trapezoidales, banquetas y uso de adobes. Asimismo, la distribución de los espacioses diferente al resto de los sectores de Uquira (Fig. 9).

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EMILY BACA MARROQUÍN 416

Fig. 6. Uquira. Sector I, Uni-

dad 5. Paramento oeste deadobes.

Fig. 7. Uquira. Sector I, Unidad 1. Dibujo del paramento de adobes.

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 417

En Uquira, los nichos tienen formas rectangulares, cuadrangulares y trapezoides. Se con-centran en el tercio superior de los muros y se construyen con dinteles de caña brava (Gynerium

sagittatum) y carricillo (Phragmites australis), procedentes del monte ribereño. Estos muros exhi- ben una sola hilera de nichos, como en el patio del Sector I que exhibe 18 de ellos; también aparecencerca del remate de los muros. Una habitación en el Sector III tiene los nichos trapezoidales másformales de todo el sitio en tres de sus paredes; en el Sector II tienen un dintel de adobe en vez decaña. Una ventana escalonada se aprecia en el Sector II (Fig. 10), construida con adobes y dintel decarricillo, semejante a la que se encuentra en Tambo Colorado. Existen improntas de hoyos cuadran-gulares en los muros y debieron soportar un tejado o ramada sostenido por horcones. En lasexcavaciones se registraron techos caídos, construidos con troncos de huarango, cañas y carricillos,amarrados con sogas y soguillas de junco, y recubiertos con una capa de barro (Fig. 11).

5. Excavaciones

Durante las excavaciones al interior y exterior del sitio se han detectado evidencias queseñalan eventos de su abandono y destrucción (unidades 2, 3, 5 y 8), así como modificaciones posteriores de ciertos espacios, fechadas entre fines del siglo XVI y principios del XVII (Unidad 1)dada la presencia de fragmentos de un papel con inscripciones que datan de la época colonial. En lasunidades 4, 6 y 7 no hay evidencias de construcciones anteriores, sino solo la correspondiente al periodo inca. De las ocho unidades excavadas en los diferentes sectores, el pozo 2, ubicado en elSector VII, presenta la estratigrafía completa de los eventos ocurridos en Uquira (Fig. 12). Se trata deun sondeo de 2 por 2 metros y una profundidad de 2,5 metros, ubicado en la actual cancha de fútbol,donde no se apreciaban estructuras o muros en la superficie. La meta era detectar superficies oconstrucciones incas o anteriores, y obtener evidencias de dichas actividades. Su estratigrafíacomprende las siguientes fases: 1) abandono del sitio (capas 1 a 4); 2) segunda ocupación del sitio(capa 5); 3) primera ocupación del sitio (capas 6 a 12), y natural (13 a 14). En la interpretación delcomportamiento de estas capas se presentan eventos modernos de ampliación y destrucción de las

Fig. 8. Uquira. Sector I. Nótese las improntas y la altura del recinto.

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EMILY BACA MARROQUÍN 418

Fig. 9. Uquira. Sector VI. Arquitectura de ti- po local. Muro de piedras con barro.

Fig. 10. Uquira. Sector II. Ven-tana escalonada.

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 419

estructuras cercanas al espacio abierto que corresponde al abandono del sitio. En cuanto al uso deeste espacio en épocas prehispánicas, no se ha determinado la presencia de estructuras o construc-ciones, pero sí de superficies de uso, como apisonados con restos de basura sobre ellos, así comoeventos de avenidas de aguas muy intensas hasta en dos momentos, procedentes de la quebrada,asociados a dichos apisonados. Sus características son:

a) Capa 1: gravilla mezclada con tierra y sin evidencias arqueológicas, colocada por la instalación deuna cancha de fútbol. Tiene un espesor de 4 centímetros.

b) Capa 2, nivel A: superficie con un espesor de 53 centímetros. Es compacta, horizontal y estáasociada al uso del terreno como cancha deportiva. Presenta material arqueológico (cerámica yrestos de valvas de moluscos).

c) Capa 2, nivel B: tierra más compacta, de 11 centímetros de espesor con grumos de barro y piedrasde mediano tamaño. También tiene material cerámico y malacológico.

d) Capa 3: consiste de grumos de barro y adobes rotos; probablemente fue un relleno constructivo para nivelar la cancha de fútbol. Los fragmentos de cerámica y moluscos tienen las características delas capas anteriores. Su espesor es de 26 centímetros.

e) Capa 4: consiste de tierra y fragmentos gruesos y gastados de barro de consistencia blanda, probablemente restos de muros o adobes. Tiene, además, piedras de cerro de regular tamaño que podrían corresponder a los cimientos de estructuras aledañas, destruidas en el acondicionamientode la cancha moderna. Se halló un fragmento de loza moderna, así como cerámica, moluscos, restosóseos y vegetales. La capa presentó un espesor de 46 centímetros en promedio.

f) Capa 5: se trata del segundo nivel de apisonado o superficie de uso. Consiste de gravilla compactay una fina capa de material orgánico con vegetales, coprolitos, cerámica y fragmentos de moluscosy restos óseos. El grosor promedio de esta capa fue de 23,5 centímetros y tiene textura suave.

g) Capa 6: primera superficie de uso con escaso material cultural asociado. Es semicompacta y tiene3 centímetros de espesor en promedio.

h) Capa 7: relleno de nivelación con arena gruesa o grava y cerámica, fragmentos de moluscos yhuesos. Es semicompacta y tiene un grosor promedio de 3 centímetros.

Fig. 11. Elementos de te-chumbre.

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EMILY BACA MARROQUÍN 420

Fig. 12. Uquira. Sector VII, Unidad 2. Perfil estratigráfico.

0 604020 80 100 cm

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 421

i) Capa 8: limo o arcilla muy fina con abundante mica, parecido a sedimentos fluviales o pluviales dela parte alta de la quebrada y que también aparece en la estratigrafía de la Unidad 8, al sur de launidad 2. Se han recuperado coprolitos, vértebras de pescado, vegetales, cerámica y fragmentos de barro con improntas de cañas. El promedio del espesor de la capa es 5 centímetros, tiene pocacompactación y es de textura muy suave.

j) Capa 9: desecho de coloración oscura con alta cantidad de vegetales, huesos de pescado y animal,fragmentos de cerámica, coprolitos y moluscos. Tiene 8 centímetros de espesor promedio y com- pactación mediana.

k) Capa 10: nivel de limo o arcilla, semejante a la capa 8, que se extiende en toda la unidad. El grosor promedio fue de 4 centímetros; la consistencia de esta capa es suave en textura y semicompacta.

l) Capa 11: arcilla en la que se hallaron moluscos, vegetales, óseo animal, coprolitos y cerámica.Tiene un grosor 12 centímetros en promedio.

m) Capa 12: material orgánico de color oscuro con restos botánicos y fragmentos de carbón. No esuna capa muy gruesa, ya que su espesor promedio es de 4 centímetros.

n) Capa 13: inicia las capas sin ocupación humana. Consiste de arena gruesa con escaso material ytiene 18 centímetros en promedio.

o) Capa 14: capa de arena gruesa con rocas medianas y grandes de cerro sin material cultural. Elespesor es de 30 centímetros en promedio.

A manera de resumen, las otras unidades de excavación, en al menos cuatro de los sietesectores, no presentan evidencias de construcciones anteriores a la época inca. Durante esta se

aprecia relativa escasez de material asociado a los pisos de barro, los que, en su mayoría, se encuen-tran limpios y con varias remodelaciones. Se pueden encontrar algunos restos de excremento deroedores, soguillas, carricillos, hoyos de poste de forma circular; los rellenos constructivos y de pisos constan de desechos orgánicos y cerámica. Luego del Horizonte Tardío se registran eviden-cias de objetos empleados en la Colonia, como cuentas de vidrio azul, papel con escritura de finesdel siglo XVI y principios del XVII, remodelaciones y cambio en el uso de los espacios, pues seredujo el espacio original para, finalmente, rellenar todo el recinto. Por último, se conoce que enépocas modernas no solo remodelaron el espacio abierto sino que en varios sectores se han revela-do eventos de huaqueo y también se ha dado un uso extendido de los recintos como corrales.

6. Material cerámico, textil y botánico

El material cerámico concuerda con los estilos conocidos en la costa durante el PeriodoIntermedio Tardío y el Horizonte Tardío. Se asemeja, en particular, al material excavado en Pachacamac(Paredes y Ramos 1994), más aún con Puerto Viejo, en el valle de Chilca (Bonavia 1959), así como alas evidencias del Periodo Intermedio Tardío en Cerro Salazar, Mala (Gabe 2000), y a las reportadas para el valle de Asia (Angeles 2003).

Entre las formas locales más recurrentes se observan cántaros, ollas, algunas botellas y pocos platos (Figs. 13, 14). La decoración consiste de diseños básicamente lineales y geométricosen blanco, granate, rojo, negro, naranja, ocre, marrón, ubicados principalmente en la porción supe-rior de las vasijas. También hay fragmentos de figurinas de arcilla muy fina que representan mujerescon la mano en el pecho, así como husos pintados con diseños de peces, parecidos a aquellos deChincha (Kroeber y Strong 1924: plate 14; Kroeber 1937: plate LXXXV) y Cerro Azul, Cañete (Marcus1987: figs. 21, 56) (Figs. 15, 16).

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En el Sector I se recuperaron textiles de buena calidad. Entre ellos están un fragmento defaja polícroma de 48 por 6,5 centímetros, diseños en zigzag en rojo, verde olivo, ocre y negro, yurdimbres y tramas de fibra animal y vegetal respectivamente. Uno de sus orillos presenta un pedazode cordón con diseños de aves (Fig. 17). Otro fragmento de textil polícromo procede de la Unidad 5del Sector I; presenta diseños de aves y felinos que se contraponen uno respecto del otro y que seenmarcan en el interior de rombos (Fig. 18). Un tercer fragmento lleva dos diseños de tocapusdispuestos de forma alterna y ejecutados con gran destreza, lo que le otorga una calidad extraordi-naria, comparable a la túnica de Dumbarton Oaks, Washington, D.C. (Salazar y Roussakis 1999: 268,299). Esta singular pieza podría tratarse de un bien obtenido como regalo o un objeto de intercambioentre la elite inca y local (Silva 1995) (Fig. 19).

Fig. 13. Uquira. Formas de botellas y cuencos.

10 cm

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 423

El análisis de restos botánicos se basó en la observación macroscópica del material vegetal.Se identificaron 29 taxas, de las que 28 están registradas a nivel de especies y, a su vez, correspon-den a 15 familias que se identifican en, al menos, cuatro áreas (Tabla 2). Los vegetales consisten dedesechos de panojas, tusas de maíz, vainas de fabáceas, fragmentos de tallos de ciperáceas,gramíneas, dicotiledóneas, fruto de mates, semillas de cucúrbitas, sapotáceas, anonáceas, etc. Des-taca la presencia de semillas de coca (Erythroxylum coca). La caña brava (Gynerium sagittatum) fue

Fig. 14. Uquira. Formas de cántaros.

10 cm

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EMILY BACA MARROQUÍN 424

usada para la cestería, su tallo para construcción y sus retoños como comestibles. El carricillo(Phragmites australis), que crece junto a la caña brava, fue utilizada para la construcción y lamanufactura de cestería. La tara (Caesalpinia tinctoria) es un árbol de madera recia que fue emplea-do en dinteles y techos, y sus vainas se usaron para curtir; el choloque (Sapinus saponaria) es unárbol cuyas semillas sirvieron para lavar; la achupalla (Tillandsia sp.) es una especie que fue utiliza-

da como combustible. La totora (Typha domingensis) y el junco (Schoenoplectus sp.) fueron em- pleados en cestería. Finalmente, se registraron fabáceas (fréjol, maní, pacay,Canavalia ensiformis, pallar), cucurbitáceas (mate, zapallo), ají (Capsicum annuum), pajuro (Erytrina edulis), algodón(Gossypium barbadense), Pisidium guajava (guayaba), lúcuma (Pouteria lucuma), chirimoya oguanábana ( Annonacea), maíz ( Zea mays) y cabuya (Fourcroya andina).

7. Consideraciones finales

Como resultado de las excavaciones, se ha podido observar que el sitio presenta hasta dosocupaciones: una durante el imperio inca y otra a la llegada de los españoles. Esta última se manifies-ta con la transformación, fechada entre 1580 y 1610, de ciertas estructuras. Finalmente, en el siglo pasado ocurrió la modificación del espacio abierto y la destrucción parcial de los sectores I, III y V.

Durante el lapso de ocupación inca en Uquira se observa que, en cuanto a la cerámica local,hay cierta semejanza entre los estilos locales presentes en Coayllo y los de otras zonas, como Lurín(Pachacamac Derivado), Chilca (Puerto Viejo) y Mala, que corresponden al Periodo Intermedio Tar-dío. Este estilo local posee una decoración bastante sencilla en forma de líneas, círculos, rombos yestrellas, sean pintados o impresiones, mayormente ejecutados sobre el cuerpo o en tiras aplicadasimpresas. En cuanto a los colores empleados están el blanco, negro, marrón y rojo muy diluidossobre el cuerpo de ollas y cántaros con reborde y labio doblado al exterior. Las formas clásicasincaicas no fueron difundidas y son, más bien, escasas en Uquira. La decoración es impresa, condiseños de peces, cruces escalonadas sobre engobes de color rojo y negro pulido de vasijas muyfinamente elaboradas en cuanto a pasta y acabados, lo que revela amplias diferencias entre el estiloInca local y el Coayllo.

El camino transversal que atraviesa el valle de Asia conecta a Uquira para luego enlazarse altambo de Asyac, ubicado en la desembocadura del río Asia, el mismo que fue descrito por GuamánPoma (1980 [1615]). Finalmente, este camino empalmó estos asentamientos con el camino o red vialde la costa. La localización estratégica de Uquira en el valle, su planeamiento y rasgos constructivossugieren que este asentamiento cumplía un rol estratégico, pero la carencia de materiales incas enlas unidades excavadas, a lo que se suman los análisis desarrollados hasta el momento, sugiere queel accionar de los grupos cuzqueños en el valle de Asia permitió a los coayllo mantener a sus jefes

locales, de modo que ellos tuvieron un estatus de aliados, pero sus poblaciones fueron empleadasen el repoblamiento del valle de Cañete, tal y como lo sustentara Rostworowski (1978-1980).

Las edificaciones locales se ubicaron en pequeñas quebradas transversales y al pie delvalle, cerca de los flancos o cerros. La técnica constructiva local en el valle de Asia se presentaclaramente definida en los sitios de Sequilao, Corralón, Coayllo y La Yesera. Se trata de grandesestructuras elaboradas en tapial y pirca, con muros anchos y altos que definen espacios rectangu-lares que fueron creciendo con el tiempo. Algunos sitios poseen plataformas y otros presentantambién grandes vasijas enterradas que aún se conservan. En muchos de los asentamientos delPeriodo Intermedio Tardío en el valle de Asia se observa que los incas incorporaron sectores oconstruyeron nuevas áreas con adobes bajo un diseño planificado, en posición contrastante con la

arquitectura local. Uquira es uno de los pocos ejemplos en el valle, junto con Tambo de Asyac yPueblo Viejo (Omas), en donde la construcción del asentamiento obedece a una planificación previay plenamente asociada a la época inca.

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Fig. 15. Uquira. Fragmento de figurina.

Fig. 16. Uquira. Huso con diseñode peces.

Fig. 17. Uquira. Faja polícroma de algodón y lana con diseños de ave en el orillo.

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Fig. 19. Uquira. Tocapu inca.

Fig. 18. Uquira. Textil polícromo con diseños de ave y felino.

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EXCAVACIONES EN EL SITIO DE UQUIRA 425

Teniendo en cuenta que en los sitios de Uquira I y II no se han identificado evidencias dealmacenamiento de productos o bienes a gran escala, hay ausencia de arquitectura dedicada al procesamiento o transformación de productos, que existe un predominio de la tradición local, mani-

festado en la cerámica y en la arquitectura y que, finalmente, no hay evidencias de espacios dedica-dos a congregar gente para rendir su tributo (fuerza de trabajo) en trabajos comunales, tal como lo planteara Morris para los centros administrativos serranos en Huánuco, se plantea que el sitio fue

Arachis hypogaea(maní)

Annona sp.

Bunchosia armeniaca(cansaboca)

Caesalpinia tinctoria (tara)

Canavalia ensiformis (pallar de los gentiles)

Canna edulis(achira)

Capsicum annuum(ají)

Cucurbitasp.

Erythrina edulis(pajuro)

Erythroxilum coca

Fourcroya andina(cabuya)

Gossypium barbadense(algodón)

Inga feuillei(pacae)

Ipomaea batata(camote)

Lagenaria siceraria(mate)

Phaseolus vulgaris(frejol)

Phaseolus lunatus(pallar)Pouteria lucuma(lúcuma)

Prosopis pallida(huarango)

Psidium guajava (guayaba)

Schoenoplectussp. (junco)

Sapinus saponaria(choloque)

Salix humboldtiana(sauce)

Tillandsiasp. (achupalla)Typha domingensis(totora)

Zea mayz

X

X

X

X

X

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X

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XX

X

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X

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XX

Especies Lomas Napa freática Valle Yunga

Tabla 2. Uquira. Especies botánicas según su ubicación.

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EMILY BACA MARROQUÍN 426

un área de residencia del gobernante local (coayllo) encargado de la administración del valle yvinculado favorablemente con los incas por la coyuntura generada con el repoblamiento del valle deCañete.

Agradecimientos

Deseo agradecer en primer lugar al Instituto de Investigaciones Histórico-Sociales (IIHS)de la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, por el apoyoeconómico para la realización de esta investigación. Esta, además, no hubiera sido posible sin elrespaldo académico de los doctores María Rostworowski y Jorge Silva, a quienes expreso mi grati-tud. Asimismo, extiendo mi reconocimiento a Martha Guzmán, Natalie Abad, Carlos Morales, Omar Pinedo, Gonzalo Valencia, Karina Venegas, Luis Peña, Martha Palma, Carmela Alarcón y, de maneraespecial, a Sergio Anchi, quienes me acompañaron durante las excavaciones y la etapa de trabajo degabinete. Agradezco, además, a Rafael Valdez e Iván Ghezzi por su continuo respaldo y, finalmente,a mi familia, por toda su comprensión.

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 429

GUÍA ESTILÍSTICA DEL

BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP Rafael Valdez*

1. Introducción

A lo largo del siglo XX la producción de textos de la especialidad de arqueología en caste-llano1 ha carecido, de manera general, de uniformidad al momento de la presentación de las contribu-ciones. Las primeras publicaciones en este campo provienen de otros idiomas —sobre todo eninglés— y, por lo tanto, han influido en el modo de expresión escrito de sus similares en castellano.La guía estilística que se presenta a continuación consiste en una propuesta para ordenar la informa-ción que actualmente se encuentra vigente en la bibliografía básica en arqueología y que es usadacon frecuencia por parte de los investigadores dedicados al estudio de las sociedades prehispánicasde los Andes —aunque esto se puede extender a otras zonas de Sudamérica— así como explicar losrequisitos técnicos para su adecuada publicación en los textos en castellano.

Un claro antecedente de este trabajo, a manera de requerimientos técnicos y de estilo, se publicó anteriormente con el fin de normar las contribuciones presentadas a las revistas estadouni-denses American Antiquity y Latin American Antiquity( Latin American Antiquity 1997) por partede la Society for American Archeology (SAA). Este trabajo se compone de tres secciones: a) códigoeditorial, que define los objetivos y mecánica de la publicación; b) información para los autores, enla que se definen las responsabilidades tanto del editor como de los autores, los procesos de su-misión y pruebas, así como reimpresiones, y c) guía estilística, que comprende los detalles de la preparación del manuscrito según los requerimientos técnicos establecidos por la revista. Se espe-cifican las secciones del artículo, la presentación del resumen pertinente, el modo de presentar loselementos del texto como los subtítulos, números, medidas métricas, caracteres matemáticos y es-tadísticos. Asimismo, en esta sección hay algunas primeras propuestas acerca del modo de expre-sión de fechas y edades radiométricas, manera de escribir nombres genéricos, específicos y varietales,así como el uso de las mayúsculas, los periodos cronológicos, áreas arqueológicas y geográficas. El

resto de normas se refiere a las abreviaturas, citas al interior del texto (citas parentéticas), las tablas,los requisitos para la calidad de las ilustraciones remitidas y, finalmente, los numerosos y diferentescasos de referencias citadas. La guía estilística presente contiene los requisitos de los manuscritos presentados al Boletín —una sección más desarrollada de la que siempre se expone en la sección deRecomendaciones para los autores en cada número— y amplia y actualiza la sección ortotipográfica2

relacionada con este campo de estudios.

2. La necesidad de una normativa

Guías de estilo y normativas de este tipo se dan básicamente a nivel internacional en todaespecialidad, desde las letras y ciencias humanas hasta las exactas y de la salud en la producción

de textos. En ese sentido, la premisa común para su existencia es que la correcta expresión en un

* Pontificia Universidad Católica del Perú, Departamento de Humanidades, Lima.E-mail: [email protected]

BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP, N.o 8, 2004, 429-462

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RAFAEL VALDEZ 430

idioma determinado es la base de la buena interrelación y comunicación entre profesionales de unaespecialidad, o agrupaciones de estos, y entre estos y el público general. Por dicha razón, el ordenadecuado de un texto, así como la correcta y clara expresión de ideas, no deberían entenderse comola atención a una normativa, sino como una política de trabajo. El perfeccionamiento de las formas yestilos contribuye, por último, a mejorar o definir la imagen de una institución y la de los individuos

particulares que producen los textos. Por otro lado, este tipo de trabajos se enmarcan en lo que en un plan normal de estudios de toda universidad o centro superior de educación en cualquier parte delmundo se refiere a la «metodología de la investigación», una serie de requerimientos básicos para laformación de los estudiantes.

En el ámbito internacional la evaluación de una publicación seriada (revista) se hace sobreun original y, por principio, elaborado y calificado contenido, pero además por la concordancia, demanera estricta, con una normativa y orden. Estos procesos ya se han establecido tiempo atrás yexisten para ello diversas instituciones, manuales de estilo y guías estilísticas que velan por elcumplimiento de estas normas para revistas de todo tipo de campo, sobre todo para el mundoacadémico anglosajón. Un ejemplo de ello son las Normas de Vancouver, Canadá, las que fueron

acordadas por un grupo de editores (directores) de revistas de medicina general. Lo que empezócomo una reunión informal terminó con el planteamiento de requisitos de uniformidad para manus-critos presentados a revistas médicas en 1979, además de incluir los formatos para referencias bibliográficas del National Library of Medicine de los Estados Unidos. El «Grupo Vancouver» fuecreciendo y hoy en día ha dado lugar al Comité Internacional de Editores de Revistas Biomédicas(International Committee of Medical Journal Editors), el que ha publicado, hasta la actualidad, variasediciones de los Requisitos de Uniformidad (el denominado «Estilo Vancouver»).

A este tipo de evaluación corresponden, por ejemplo, los procesos de indización.3 En estecaso específico, la indización corresponde a una adscripción a sistemas o bases de datos en Internetque son administradas por diversas instituciones a nivel mundial y en diferentes y numerosos

campos, lo que tiene como paso previo un proceso de evaluación de la presentación y ajuste anormas técnicas de las publicaciones científicas seriadas. El objetivo común de este tipo de organi-zaciones es el de apoyar a la difusión y reforzar la calidad de los textos. En una parte de los casos pueden incluir, opcionalmente, la posibilidad de publicar la revista en formato electrónico (las cono-cidas «revistas en línea»). Algunas de estas bases de datos son: MEDLINE (Index Medicus), pararevistas de medicina humana y disciplinas relacionadas; COMPENDEX, para las publicacionesseriadas del campo de la ingeniería y la informática; INSPEC, con revistas de astronomía, física,ingeniería eléctrica, tecnologías de la información e informática; el H. W. Wilson’s Humanities Index,que cubre los campos de arqueología, estudios clásicos, arte, historia, filosofía, entre otros. Para elcastellano y portugués están las bases de datos LILACS (Literatura Latinoamericana y del Caribe enCiencias de la Salud), Scielo (Scientific Electronic Library Online) y LATINDEX (Sistema Regional de

Información en Línea para Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal).4Eltrabajo de estas bases de datos provee de una poderosa herramienta de difusión, organización,

estadística y contacto para las áreas comprometidas.

En cuanto a normativas a nivel nacional, existen algunas iniciativas —muy completas, aun-que de difusión no tan lograda, por cierto— también del campo de la medicina. Por ejemplo, circulaen nuestro medio una extensa guía estilística que reúne una gran cantidad de especificaciones deortografía y criterios estilísticos por parte de la Organización Panamericana de la Salud (OPS 1995).Asimismo, existe, desde no hace mucho, unaCompilación de normas y criterios para la edición de publicaciones científicas(Comité Nacional para la Edición de Publicaciones Científicas 2003), como parte de las propuestas de trabajo del Comité Nacional de Ciencia y Tecnología del Perú (CONCYTEC).Si bien es cierto que los criterios técnicos son de un estándar internacional y que apuntan a unaaceptación por un nivel académico logrado, pautas de este tipo son, en esencia, herramientas ymodelos de trabajo para todo tipo de texto.

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 431

3. El establecimiento de una normativa en arqueología: un proceso

Para el caso específico de los investigadores que se concentran en el estudio de sociedades prehispánicas la carencia de modelos uniformes para las contribuciones ha originado una extensavariedad de interpretaciones de los modos de presentación de los textos en todo tipo de publica-

ción, sea libro, serie o colección, con la clara falta de un consenso común a lo largo de variasdécadas al margen de la calidad y cantidad de la producción.

Fuera de obvios aspectos propios de la normativa y las reglas en general de edición, se pueden destacar diversos aspectos problemáticos en el desarrollo de los textos en arqueología,etnohistoria y, quizá, otras disciplinas:

a) El uso de los adjetivos gentilicios en mayúscula, algo propio del inglés pero ajeno al uso castella-no, que se ha mantenido sin mayor cuestionamiento desde hace décadas.

b) El muy discutible uso indistinto de la grafía de las lenguas vernáculas (quechua y aimara), conuna multiplicidad de interpretaciones y presentaciones.

c) El modo de expresión de unidades de medida y fechados radiocarbónicos.

d) La forma de presentar las denominaciones de estilos, arquitectura, locaciones, periodos crono-lógicos, entre otros.

Para poder apuntar a un correcto desenvolvimiento de la producción de textos en estecampo se tiene que tener en cuenta, en primer lugar, que la existencia de determinados estilos deredacción, o la falta de ellos, ha sido de larga data y que para poder acceder a una o más pautasdiferentes, mucho más definidas y claras, se debe de prever un proceso de aprendizaje y asimilaciónmuy paulatino. En la labor de edición del Boletín de Arqueología PUCP se optó por un mejoramien-to constante de este aspecto hasta la propuesta definitiva que se presenta aquí. La falta de una guíaestilística correspondiente para arqueología se hizo más evidente aún en la edición de los números6, 7 y 8 del Boletín, pues, además, han incluido temas propios de la especialidad de etnohistoria. Deeste modo, el resultado que se presenta es fruto de un proceso largo de investigación, así como derevisión y consenso con la casa editorial de esta universidad.

Si bien es cierto que los criterios expuestos apuntan a la búsqueda de una uniformidad ycoherencia en las publicaciones seriadas, pautas similares pueden aplicarse a los diferentes tipos detextos del quehacer de la arqueología peruana. Textos de toda clase requieren, para su mejor proceso de

trabajo un mínimo de uniformidad y coherencia ya sean folletos, informes, libros, colecciones orevistas. La presentación de esta guía, además, se realiza con el fin de completar el mensaje de lo planteado por la SAA y colaborar con las propuestas de normativas existentes actualmente paraeste tipo de publicaciones en el ámbito internacional.

Como es obvio, la sección de formatos de las referencias bibliográficas (que incluye una parte para las fuentes manuscritas) varía según la institución o editorial académica. El tipo que se plantea aquí es, en esencia, un estilo entre muchos existentes. De la misma manera, y como sussimilares en otros campos, esta propuesta puede ser materia de perfeccionamiento con el transcursodel tiempo. Por último, esta guía, probablemente a diferencia de otras, no concentra mayores pautassobre ortografía y gramática, pero, obviamente, se sujeta a las modificaciones que contempla la

normativa de la Real Academia Española de la Lengua y entidades correspondientes. Esto puedecomplementarse con la consulta a diversos y numerosos libros que tratan acerca de estos temas. Enlas referencias de este preámbulo se señalan algunas.

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RAFAEL VALDEZ 432

4. Roles propios en el trabajo de edición y producción de textos

Cabe aquí incluir una digresión en el desarrollo de este breve preámbulo. Las tareas de losque participan en la producción de un texto deben diferenciarse o, más bien, especificarse apropia-damente. La literatura al respecto en castellano y portugués no es muy conocida en nuestro medio

y en algunos casos es bastante reciente, quizá en la misma proporción que la producción general enestos temas está alcanzando niveles aceptables de desarrollo y mayores alcances. La clarificaciónde estas funciones ayudará al adecuado desenvolvimiento de una especialidad y a la facilidad de latransmisión de los mensajes de sus productos.

a) Editor: este término se refiere, propiamente, a quien interviene en la producción de un libro en susdiferentes procesos de trabajo (Barvo 1996: 13 y ss.; Pérez Alonso 2002: 70). Como tal, es una persona que no necesariamente pertenece a la especialidad del libro que se produce —aunque elcaso contrario es, obviamente, óptimo— pero que participa y coordina la presentación general deltexto en su concepción, ortografía, sintaxis, composición, diagramación y el control de la calidad delas ilustraciones. Asimismo, también participa de su difusión, aunque no de manera completa. En

resumen, materializa las ideas del proyecto y, en ese sentido, abarca mucho más que un corrector deestilo, pero entiende de esta labor también. No necesariamente se vincula con una casa editorialespecífica y, por sus funciones, equivale al Herausgeberde la fórmula alemana.5

Con anterioridad, la palabra «editor» se usaba para señalar a la persona que dirigía unaempresa editorial (el término en inglés es «publisher»). Este, básicamente, adquiere manuscritos, lostransforma en libros y los comercializa y ese es el modo en que se desarrollan muchas empresas enel ámbito internacional y nacional hasta la actualidad. Por otro lado, también se suele encontrar eltérmino en inglés «editor» en la literatura producida en los Estados Unidos, cuando se refiere a las personas que han reunido los materiales a publicar —con el agregado de numerosas tareas que hayque llevar a cabo en este proceso—, algo que en castellano corresponde, de manera específica, a un

compilador,6

pero las personas implicadas no han realizado las funciones y tareas descritas arriba demanera necesaria.

Propiamente, se estila que los créditos deleditoro editors de los textos en inglés aparezcanen la carátula o falsas carátulas de los libros; sin embargo, en las publicaciones periódicas solo dedeben presentarse en la falsa carátula. Esto se sobreentiende, además, cuando dichoseditors tienenuna carrera reconocida o, al menos, experiencia y dominio del tema. En el resto de los casos expues-tos aquí, para el castellano, sus menciones, mayormente, se deben de exponer en la página decréditos. La confusión con el término en inglés ocasiona que dichos créditos aparezcan en las portadas.

En nuestro medio también se estila el uso de las palabras «editor» o «editores» cuando serefiere a quien ha dirigido un proyecto de publicación (como eldirecteurde la fórmula francesa)y/o, además, ha organizado un encuentro o evento del tema de su especialidad, con las numerosastareas que eso conlleva. En este tipo de acepción, se sobreentiende que esto es más propio de personas que tienen un dominio del tema, grados, carrera y experiencia reconocidos. Como enalgunos casos del medio norteamericano, pueden presentarse síntesis al final de estos textos por parte de una o más personas.

b) Editor científico: es la persona de determinada especialidad que controla o coordina el tema ycontenido del texto a producir. El término en inglés esscientific/technical editory tiene las mismastareas y funciones del anterior, con los objetivos específicos de su especialidad.

c) Compilador: es la persona de determinada especialidad que se encarga de la reunión de contribu-ciones para un texto, así como de la coordinación respectiva, pero no se encarga de editar o

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controlar el contenido de los textos de manera necesaria y tampoco presenta una síntesis al final deltexto necesariamente. El texto, además, no tiene por que ser monotemático. Por lo general, se entien-de que esta persona debe tener también una trayectoria reconocida o, por lo menos, alguna experien-cia en su campo, lo mismo que su equivalente en inglés, lo que incluye sus grados. Este aspecto se puede comprobar en los libros de esta especialidad en los Estados Unidos y Gran Bretaña, donde el

editor , propiamente, debe estar en un nivel académico similar o mayor al de los autores que presen-tan sus contribuciones en el proyecto editorial.

d) Corrector de estilo: es el encargado del correcto uso de la ortografía y gramática de un texto. Por lo general transforma y corrige los textos en su estilo gramatical, y está atento a sus inconsistencias.El término equivalente en inglés es «copyeditor» y, por lo general, trabaja de manera estrecha con eleditor.

Otras funciones que pueden aparecer en las tareas de producción de publicaciones son lasde coordinador o supervisor de la publicación, aunque esto también se amplia a comités organizado-res o de compilación, lo que se refiere al esfuerzo de varias personas que reúnen las contribuciones.

Como tales, este tipo de créditos también figuran en las secciones correspondientes (página decréditos), sin desmedro de sus méritos y esfuerzos.

Agradecimientos

La elaboración de esta guía de estilo ha sido, además, un proceso de aprendizaje y continuamejora desde que empezó el trabajo de creación y edición del Boletín de Arqueología PUCPen1997. Quiero agradecer en primer lugar a los doctores Rodolfo Cerrón-Palomino y Eduardo Hopkins, profesores del Departamento de Humanidades. Agradezco la valiosa ayuda de la doctora EstrellaGuerra y del señor Oscar Hidalgo, del Fondo Editorial de la Pontificia Universidad Católica del Perú,así como el apoyo de la licenciada Marta Miyashiro y la doctora Aurora de la Vega, profesoras de la

Especialidad de Bibliotecología PUCP. Agradezco también al licenciado José Ragas, por su ayuda enlos aspectos de ordenamiento de las referencias de la especialidad de etnohistoria y al licenciadoCarlos Molina, de la especialidad de Lingüística Hispánica PUCP.

Notas

1La ortotipografía se refiere a la ortografía y tipografía de los textos. Esta última define la forma de la presentación de los caracteres y letras que van a conformar el cuerpo del texto.

2 Propiamente, se usa el término «castellano» para el español que se habla fuera de la penínsulaibérica. La creación o corrección de un texto en este continente se indicaría de preferencia como

«castellano».

3 También se usa la palabra «indexación», un galicismo, por su traducción del término francés«indexation» y que ha sido incluida por la Real Academia desde 1992.

4 Desde el número 7, el Boletín de Arqueología PUCP se ha incorporado al sistema LATINDEX (cf .la páginaweb: <www.latindex.org>.

5 Para el Perú, sus funciones también están indicadas en la Ley de Democratización del Libro y deFomento de la Lectura (octubre de 2003).6De hecho, no es común el término «compiler» para definir una labor semejante.

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 435

GUÍA ESTILÍSTICA DEL BOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP

CONTENIDO

1. Primera parte. El documento1.1. Preparación del manuscrito

1.1.1. Idioma1.1.2. Formato de página1.1.3. Espaciado interlineal1.1.4. Procesador de texto1.1.5. Tipo de fuente1.1.6. Extensión del manuscrito

1.2. Secciones del manuscrito1.3. Página de portada

1.3.1. Título de la obra1.3.2. Datos del autor o de los autores1.3.3. Crédito del traductor del texto1.3.4. Resumen yabstract 1.3.5. Palabras clave

1.4. Esquema estructural del texto desarrollado1.4.1.Título y subtítulos

1.4.1.1. Título1.4.1.2. Subtítulos de primera categoría1.4.1.3. Subtítulos de segunda categoría1.4.1.4. Subtítulos de tercera categoría

1.4.1.5. Subtítulos de cuarta categoría1.4.2. Enumeraciones1.5. Citas

1.5.1. Citas dentro del texto1.5.2. Citas en párrafo aparte

1.6. Agradecimientos1.7. Notas al final del texto1.8. Referencias citadas1.9. Leyendas de los materiales gráficos1.10. Material gráfico

1.10.1. Figuras

1.10.2. Tablas2. Segunda parte: guía ortotipográfica

2.1. Elementos del texto2.1.1. Números

2.1.1.1. Expresión de medidas2.1.1.2. Fechas y edades radiocarbónicas2.1.1.3. Coordenadas geográficas

2.1.2. Tipo cursiva2.1.2.1. Términos usados comúnmente en arqueología2.1.2.2. Términos científicos2.1.2.3. Términos en idiomas diferentes al castellano

2.1.3. Uso de mayúsculas

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2.1.4. Uso de minúsculas2.1.5. Uso de comillas2.1.6. Uso de guiones2.1.7. Uso de prefijos2.1.8. Uso de siglas

2.1.9. Uso de abreviaturas2.1.10. Uso de paréntesis2.1.11. Uso de tildes2.1.12. Palabras y expresiones comunes

2.2. Modo de ordenamiento de las referencias2.2.1. Citas en el texto2.2.2. Referencias propiamente dichas (bibliografía)

1. Primera parte. El documento

1.1. Preparación del manuscrito1.1.1. Idioma. Los manuscritos deben estar escritos en castellano. Los autores de países nohispanohablantes y que tengan inconvenientes para la traducción de sus artículos pueden coordinar con la Oficina Editorial del Boletín de Arqueología PUCP la traducción de los mismos, la misma queserá encargada a un personal especializado determinado por el editor o editores. De preferencia seescribirá en estilo impersonal, omitiéndose la primera persona singular o plural, salvo en la secciónAgradecimientos.

1.1.2. Formato de página. Los cuatro márgenes deben ser de 2,5 centímetros y en formato A4 (21 por 29,7 centímetros).

1.1.3. Espaciado interlineal. El espacio interlineal utilizado debe ser de 1,5 líneas en todas las secciones,incluyendo resúmenes, citas textuales, agradecimientos, referencias, notas, leyendas de figuras,títulos de tablas y texto dentro de las tablas.

1.1.4. Procesador de texto. Se puede utilizar cualquier procesador de texto, preferiblemente compat-ible con Windows (Microsoft Word de preferencia y en formato RTF). No usar el formato MacIntosh.

1.1.5. Tipo de fuente. El tipo de letra usado en esta revista es Times New Roman, en cuerpo de letra11 (Microsoft Word). Utilícese este tipo de fuente en todo el documento, inclusive en las tablas yfiguras.

1.1.6. Extensión del manuscrito. La extensión de los manuscritos en cuanto al texto en si oscilaráentre 20 y un máximo de 30 páginas en el caso de los artículos y entre 10 y un máximo de 15 páginasen el caso de las notas. Las reseñas tendrán una extensión de dos a tres páginas en promedio.

Todos los elementos componentes de las contribuciones deben estar debidamenteempacados dentro de un sobre manila y remitirse a la Oficina Editorial del Boletín de ArqueologíaPUCP, cuya dirección se publica dentro de los créditos, en la retira de portada. La versión impresadel manuscrito debe realizarse en papel de buena calidad de tamaño A4 y por una sola cara. El textooriginal debe estar acompañado de las ilustraciones numeradas adecuadamente y no insertas. Seincluirá, además, un disquete en el que se incluya la versión digitalizada del texto impreso. Estatambién puede ser remitida comoattachment si es por correo electrónico. En ambos casos debeindicarse el formato electrónico utilizado. Aquí también se remiten el disco compacto o ZIP quecontiene las figuras y sus respectivas versiones impresas.

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1.2. Secciones del manuscrito.Cada una de las secciones del manuscrito debe ser presentada enuna página separada, numerando consecutivamente desde la página titular hasta las notas. El ordenen el que debe desarrollarse el manuscrito es el siguiente:

a) Página de portada (página separada, [pág. 1])

b) Resumen en castellano y palabras clave (página separada)

c) Resumen en inglés y palabras clave (página separada)

d) Texto (página separada)

e) Agradecimientos (opcional, en la misma página final del texto)

f) Notas (página separada)

g) Referencias (página separada)h) Apéndice o apéndices (opcional, página separada)

i) Lista de leyendas de figuras (página separada sin numerar)

j) Figuras (no incluidas en el texto)

k) Tablas (cada una en página separada, no incluidas en el texto)

1.3. Página de portada

En la página de portada deberán incluirse los siguientes elementos:

1.3.1. Título de la obra. El título de la obra o titulo primario deberá escribirse íntegramente en ma-yúsculas y con negrilla, y se centrará en la primera página. No se debe el subrayado en ningún caso.

1.3.2. Datos del autor o de los autores. Los datos que deben especificarse son el nombre del autor oautores, su filiación institucional y su dirección postal y/o correo electrónico. Estos deben ir alineadoscon el margen izquierdo de la página y debajo del título de la obra. Ejemplo:

LOS TEJIDOS HUARI Y TIWANAKU: COMPARACIONES Y CONTEXTOSAmy Oakland Rodman* y Arabel Fernández**

* California State University, Art Department, Hayward.E-mail: [email protected]

** Museo de la Universidad de Trujillo, La Libertad.E-mail: [email protected]

1.3.3. Nombre del traductor del texto. Se indica al pie de la primera página el nombre y apellido de la persona responsable de la traducción y se especifica el idioma original.

1.3.4. Resumen yabstract . Se deben presentar dos resúmenes, uno en castellano y otro en ingléstanto en los artículos como en las notas. El resumen no debe pasar de 200 palabras en el caso de losartículos y no más de 75 palabras en el caso de las notas.

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La versión en castellano deberá ir un espacio debajo del encabezado «Resumen» en negrilla.La versión en inglés deberá tener el mismo contenido de la versión en castelllano, precedida por eltítulo en inglés, escrito en negrilla y en mayúsculas, y sobre este el encabezado « Abstract », según elmodelo siguiente.

1.3.5. Palabras clave. Pueden consignarse de tres a 10 palabras o que identifiquen los temas tratadosen el texto. Esto permitirá un rápido reconocimiento del mismo.

1.4. Esquema estructural del texto desarrollado

1.4.1. Título y subtítulos. Dentro del texto desarrollado pueden darse títulos secundarios o terciarios,de acuerdo con lo que se crea apropiado para la claridad explicativa del tema. Todos los subtítulos,sean estos de primera, segunda, tercera o cuarta categoría, deben ser escritos con negrillas y nuncadeben subrayarse. Se deben alinear, además, con el margen izquierdo de la página. El texto desarrolladodeberá presentar tabulaciones al inicio de cada párrafo, con excepción de la notas al final del texto ylos formatos para subtítulos que se detallan abajo.

1.4.1.1. Título principal. Es el que encabeza y representa el contenido del artículo o nota. Se escribeen mayúsculas, con negrillas y centrado respecto a la página. Aquí también se tildan las mayúsculas.La cenefa de cada artículo diagramado es igual al texto en tanto lo permita su extensión.

1.4.1.2. Subtítulos de primera categoría: por subtítulos de primera categoría se entiende todos aquellosque subdividen el contenido dentro del desarrollo de la narración que siguen al título principal. Lossubtítulos de primer nivel deben escribirse con una numeración al principio, que seguirá en ordencorrelativo con mayúsculas solo al inicio de los mismos y con plena concordancia con el uso demayúsculas en caso de nombres propios. Al finalizar la escritura de un subtítulo de primera categoría,dejando un espacio interlineal de 1,5 líneas, se inicia el texto desarrollado. En este tipo de numeraciónse incluye los subtítulos Introducción y Conclusiones. Ejemplo:

1. Subtítulo de primera categoría

Texto desarrollado xxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxx xxxxx xxxxx xxxxxx xxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxx x xxxxxx x xx x xx x xxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxx xxxxx xxxxx xxxxxx xxxxx xxxxx xx xxx xxxxx xxxx xxx x x xxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxx xxxxxxxx xxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxx

1.4.1.3. Subtítulos de segunda categoría: por subtítulos de segunda categoría se entiende todosaquellos que dividen al texto en las diversas áreas temáticas o de narración determinados por lossubtítulos de primera categoría. Se antecede por una numeración según orden correlativo. Todo subtítulode segunda categoría debe escribirse con mayúsculas solo al inicio del mismo, con plena concordanciacon la norma del uso de mayúsculas en caso de nombres propios. Al final de cada subtítulo de segundacategoría, y salvo que se tratase de oraciones, no deben colocarse signos gramaticales como puntos([.] o [:]), guiones (-), punto y guión (.-), etc. Dejando un espacio, se sigue con el texto desarrollado.Ejemplo:

1.1. Subtítulo de segunda categoría

Texto desarrollado xxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxx xxx xxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxxxxxxx xxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx

1.4.1.4. Subtítulos de tercera categoría: por subtítulos de tercera categoría se entiende todos aquellosque subdividen el contenido dentro del desarrollo de la narración que sigue a un subtítulo de

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segunda categoría. Los subtítulos de tercera categoría deben escribirse con mayúsculas solo alinicio de los mismos, en negrilla y con pleno respeto al uso de mayúsculas en caso de nombres propios. Al finalizar la escritura de un subtítulo de tercera categoría deberá ir un punto seguido (.),y luego de este se continuará con el desarrollo del texto respectivo. Ejemplo:

Subtítulo de tercera categoría. Xxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxx xxxxxxxxxxx xxxx xxxxxxx xxxxx xx xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxx

1.4.1.5. Subtítulos de cuarta categoría: por subtítulos de cuarta categoría se entiende a todos aquellosque subdividen el contenido dentro del desarrollo de la narración que sigue a un subtítulo de terceracategoría. Se escriben con cursiva y al final del subtítulo se colocan dos puntos, e inmediatamente sesigue con el texto desarrollado y con la primera palabra en minúsculas. Ejemplo:

Subtítulo de cuarta categoría: xxxxxxxx xxxxxx xxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxx xxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xx xxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxx xxx

xxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxx xxxxxxxxxx xxx xx xxxxxxx xxx xx xxxxxxxxxxx xxxxxxx xx xxxxxxxx xxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxx xx xxx xxxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxxxxx xx xxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxx

1.4.2. Enumeraciones. En los artículos puede presentarse el formato de enumeraciones para detallar ordenadamente características, aspectos diversos, etc. Si se encuentran dentro del texto, se usaránletras en minúscula y en orden correlativo seguida de un medio paréntesis. Cada una de las divisionesse separa por un punto y coma de la otra. Ejemplo:

Xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxx xxxxxxxxxx xx: a) Xxxxxxxxxxxx; b)Xxxxxxxxxxxx; c) Xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxx; d) Xxxxxxx xxx x xxxxxxx x xxxxx x xxxxxx; e) Xxxxxxxxxxx.Xxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx xxxxxx xxx xxxxxxxxxxxxxxxx xxxx xxxxxxxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxx

Si las enumeraciones o series se dan en párrafos de orden vertical se indica la entrada por medio de una letra o número, a continuación un medio paréntesis, el tópico y dos puntos, para luegocontinuar con el texto desarrollado. Si se trata de una oración, la entrada se termina con un punto ycoma y con un punto si son más oraciones.

a) Xxxxxxxx xxxxxx xxxx xxxxxx xxxxx. Xxxxxxxxxx xxx xxxxxxxx xxx xx xxxxxxxxxxxx xxxxxx xx.

b) Xxxxxxxxx xxxxxxxxx xxxxxxxxxx xxxxxxx xxxxxxxx xxx xxxxxxxxx xxxx xxxxxxxxx xxxxxx.

c) Xxxxx xxxxxx xxxxxx xxxxx xxxx xxxxx xxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxxx xxxxxxxxxxxxx.

1.5. Citas

Las citas textuales se utilizan para reforzar una idea que el autor desarrolla o introducir alguna idea de otro autor. Al final de cada cita textual deben especificarse los datos de la fuentesegún el sistema de referencias del Boletín de Arqueología PUCP.

1.5.1. Citas dentro del texto. Se utilizan citas dentro del párrafo cuando estas tienen una extensiónmenor a ocho líneas. Estas deben ser escritas en tipo normal si están en castellano y en cursiva siestán en idioma diferente a este último. En ambos casos deben ir entre comillas (« »). La traduccióncorrespondiente a un texto diferente al castellano debe aparecer a modo de nota en la sección Notasdel artículo (antes de las Referencias). Ejemplo:

Posnansky presentó la hipótesis de que el agua rodeaba la mayor parte del asentamiento tiwanaku,un argumento que fue retomado recientemente por Kolata. Una gran fosa de unos 20 a 40 metros de

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ancho y varios metros de profundidad «[...] surrounds and separates like an island the most important and sacred part of Tihuanacu»1 (Posnansky 1945: 212), el núcleo monumental del sitio (Janusek 2001).

1.5.2. Citas en párrafo aparte. Las citas fuera del párrafo se emplean cuando la extensión de las mis-mas supera las ocho líneas. Deben ser escritas en redondas, sin entrecomillado y a un espacio por debajo del párrafo de referencia y con una tabulación respecto al margen izquierdo de la página.

1.6. Agradecimientos

La sección de agradecimientos (opcional) se inserta en el manuscrito al final del textoinmediatamente antes de la sección de Referencias tanto en los artículos como en las notas. Normalmente se agradece toda ayuda recibida durante la investigación y preparación del manuscritotanto en el aspecto económico como intelectual y técnico (v.g., preparación de figuras, traducción,etc.). Es la única sección del texto en que se escribe en primera persona.

1.7. Notas al final del texto

La sección de notas se ubica al final del texto y antes de las Referencias. Durante el desarrollode texto siempre se escriben en negrilla y supraíndice, y se escriben luego de todo signo de pun-tuación, y no después. Ejemplo:

Ocupa la parte más alta entre las cinco terrazas. Presenta un muro de contención con dirección N-S.En el paramento exterior de la Terraza 5 existen cuatro nichos ubicados hacia los lados del acceso (dos acada lado) (Fig. 14). Pasando la entrada de 80 centímetros y subiendo por una escalera de 1 metro deancho con ocho peldaños, se accede a un descanso hacia la Terraza 5; finalmente, se llega a la Terraza 5subiendo por dos peldaños de 90 centímetros de ancho. Por debajo del piso del descanso pasa un canalcuya entrada y salida no se han confirmado.25 En la parte norte de la Terraza 5, hay dos cuartos elevadosque no se pudieron excavar.26

Al final del texto deben ir en números arábigos correlativos y sin tabulación al final deldocumento bajo el encabezado Notas escrito en negrillas y alineado con el margen izquierdo de la página. Cada entrada de Nota se identifica por un número en negrilla y supraíndice, que la identificadentro del texto y se le separa de la otra dejando un espacio. En ningún caso se coloca la nota a piede página con el comando automático que ofrecen los procesadores de texto para este fin. Ejemplo(los dos primeros casos corresponden a traducciones de citas en el texto):

Notas1 «La personalidad de la figura central y el modo de representación de ojos, narices, colas, bocas y otras partes de los varios personajes en los diseños se refieren a Tiahuanaco [...]».2 «[...] algo menos que un estado imperial».3 Véase también la páginaweb: <http://www.saa.org/publications/saabulletin/14-3/SAA9.html.>.

1.8. Referencias citadas

Los detalles de esta sección se exponen abajo. Todo artículo o nota debe presentar losdatos completos de las referencias, con lo que se entiende que este aspecto es de absoluta responsa- bilidad del autor.

1.9. Leyendas de los materiales gráficos

Las leyendas de los materiales gráficos comprenden la última sección de la contribución presentada por el autor. Las leyendas deben estar en orden correlativo, sin dejar espacio entre ellas

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y de acuerdo con el orden de la exposición del trabajo, aspecto del que el autor o autores de losartículos o notas son totalmente responsables. Se utilizará el puntaje normalizado (11) y en formatonormal, sin negrillas ni cursivas.

En el caso de las figuras, se utilizará la abreviatura (por ejemplo Fig. 1, Fig. 2, Fig. 3). Si se

descompone una figura, ya que comprende dos partes de un mismo tema expuesto, se colocará de lasiguiente manera: Fig. 1A, Fig. 1B, Fig. 2, Fig. 3, Fig. 4A, Fig. 4B, etc. En el caso de que la figura seauna lámina (figura de tamaño grande que comprende varios elementos internos), la exposición de laleyenda será como sigue: en primer lugar el sitio, luego la descripción general del material y luego lasespecificaciones de cada uno de los elementos. Ejemplo:

Fig. 12. Azapa. Textiles de estilo Cabuza. a. Azapa-6, Tumba 16, n.o: 12106 f. Túnica semitrapezoidaltejida y decorada en cara de urdimbre; b. Azapa-71, Tumba 42, n.o: 00408. Bolsa tejida en cara deurdimbre y decoración por urdimbres flotantes; c. Azapa-71, Tumba 142-A, n.o: 00838. Inkuña tejida encara de urdimbre, decoración por urdimbres flotantes y terminación de orillas en tramas en torzal; d.Azapa-141, Tumba 19, s.n.o 4. Bolsa faja tejida en cara de urdimbre, decoración por urdimbres flotantesy esquinas bordadas en puntada anillada (Dib.: P. Chávez).

El tipo de cita en las láminas con este tipo de formato al momento de señalar elementosespecíficos es el siguiente: Fig. 12 a, c, d. En el caso de las tablas, se usará la nomenclatura siguiente,sin abreviaturas: Tabla 1, Tabla 2, etc. Para estas se elaborará una lista independiente de las figuras, pero también correlativa.

1.10. Material gráfico

En este rubro se encuentran las figuras (ilustraciones) y las tablas (estadísticas) que servirán para ayudar en la comprensión del texto. Bajo ningún concepto deben incluirse en el texto.

1.10.1. Figuras. Bajo el nombre de figuras se incluyen todos los materiales ilustrativos sean fotos,dibujos, mapas, diagramas u otros, a excepción de las tablas. Los autores son responsables de proveer las figuras en un formato listo para imprimir (v.g., dibujos o planos originales, fotografías eimpresos de óptima calidad, entre otros, siempre de preferencia digitales) y en una escala adecuadaal tamaño estándar (carta o A4). Los textos incluidos (leyendas al interior) deben estar en castellano.Dentro de las figuras también se incluyen los diagramas.

En promedio, el número de figuras puede ser como máximo de 25 en el caso de los artículosy un máximo de 15 en el caso de las notas. Hay que asegurar en el envío la correcta protección de lasfiguras o diskettes que las contengan. Toda ilustración original se devuelve al autor con posterioridadal diseño e impresión final del texto. La dimensión máxima de una figura es la de la caja o, en casoextraordinario, una mayor, es decir, una hoja desplegable (la caja de la presente revista es 14,6 por 20,8 centímetros y su formato es 25 por 17,7 centímetros). Se deben utilizar letras grandes y legibles,teniendo en cuenta la reducción necesaria para la publicación. Las mismas especificaciones serequieren para el caso de presentar tablas.

Cada original debe ser numerado de acuerdo con la lista de leyendas adjunta. Los mapasdeben incluir la flecha cardinal norte y se debe usar una escala gráfica, teniendo en cuenta lareducción proporcional que se llevará a cabo en la diagramación. Todo crédito de las ilustracionesse debe de mencionar, sea el caso de los que han elaborado los dibujos y los que tomaron lasinstantáneas, etc.

1.10.1.1. Fotos y/o slides: en el caso de fotos y/o slides, se remitirá una versión original en papelfoto/película y además, de manera obligatoria, una versión impresa de las mismas (fotocopias de las

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fotos y escaneados de las fotos o slides, las mismas que tendrán un mínimo de 300 dpi de resolución).Se aceptan fotografías en blanco y negro o a color.

1.10.1.2. Envío de archivos en discos CD, ZIP o por attachtment: si se trata de escaneados de lasmismas fotos o slides, se deben enviar en formato tiff y a 600 dpi de resolución mínima, pero no

archivos de extensión psd, pcx o jpg. Debe añadirse el envío de la versión impresa con la especificaciónmencionada para controlar su calidad y contar con la aprobación del autor acerca de como se deseaque estén impresas las características generales de la ilustración.

1.10.1.3. Dibujos lineales: si se trata de dibujos lineales, deben remitirse en formato digital de CorelDraw, Illustrator, etc. Su remisión puede ser en CD, disco ZIP o porattachtment . También se deberemitir una versión impresa de las mismas. No se aceptan archivos del programa Autocad.

Los autores tienen la opción de presentar imágenes (fotos/slides) a color para publicarlasen páginas couché a modo de encartes, si las características del material así lo ameritan. Estas soncomo mínimo una hoja —es decir, dos caras— por artículo. Las imágenes, en este caso, tienen que ser

necesariamente de óptima calidad. Del mismo modo, si se trata de dibujos lineales grandes o que presenten muchos detalles, se les puede destinar a páginas desplegables (formato más grandede presentación de imágenes del Boletín). Aquí las imágenes tienen que ser de óptima calidad demanera obligatoria, es decir, originales digitales —Illustrator, Freehand y Corel Draw— y no esca-neados, aunque sean de buena resolución.

La versión impresa de las imágenes en todos los casos es necesaria para saber cuáles sonlas características del formato que desea el autor que se publique y para verificar el orden y lacalidad de su presentación. Todo esto evitará, además, confusiones al momento de la edición. Losautores deben abstenerse, por completo, del envío de impresos en papel canson o fotocopias entodos los casos.

1.10.2. Tablas. Bajo este rubro se presentan los cuadros estadísticos y listas de referencias, entreotros, que el autor considere necesario para la correcta explicación del texto.

2. Segunda parte: guía ortotipográfica

Esta sección explica y propone modelos para la correcta expresión de términos comunesusados en escritos sobre arqueología. Todos ellos se han determinado según las reglas del idioma ysobre la base de consultas con los respectivos especialistas. Se atiene, además, a los cambios queasume la Real Academia Española de la Lengua.

2.1. Elementos del texto2.1.1. Números. Para la escritura de números se siguen las siguientes pautas:

a) La numeración arábiga entre 0 y 9, así como los números quebrados deben escribirse con letras. Lanumeración arábiga entre 1000 y 9999 no lleva punto ni coma. La coma se utiliza para expresar decimales. Ejemplo: 10,66; 0,5, etc.

b) La numeración arábiga a partir de 10 mil lleva punto. Ejemplo: 8000, 9000, 10.000.

c) Al inicio de un párrafo y oraciones el número se escribe en letras.

d) El nombre de los números ordinales se escribe en el texto, a excepción de las referencias (ver casode libros reeditados). Números ordinales inferiores al vigésimo primero deben escribirse con números

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romanos, pero a partir del vigésimo primero con número y letra voladita (también superíndice osupraíndice) (21.o, congreso, 87.a promoción, 120.o aniversario). Ejemplo:

Veinte arqueólogos excavaron por casi cuatro años 13 sitios en la cuenca del río Ica. Dos tercios delos sitios trabajados presentaron arquitectura de carácter doméstico. En el primer sitio se recuperó unamuestra de aproximadamente 10.000 fragmentos de cerámica decorada. En el resto de sitios, la muestrarecuperada no superó los 5000 fragmentos.

Estas excavaciones fueron efectuadas durante los primeros años de la década de los ochenta ycontribuyeron a ampliar el escaso conocimiento de la zona, trabajada en forma pionera en el siglo XIX.Los resultados de estos trabajos serán presentados en el III Congreso Internacional de Arqueología aefectuarse en la ciudad de Lima.

2.1.1.1. Expresión de medidas: esta sección considera los casos de longitudes, superficies, volúmenes,capacidad, pesos, grados. Escribir los nombres completos de las medidas a excepción de cuando seubican dentro de las tablas. En este caso se deben expresar los números en guarismos (o cifras) y nocon letras por tratarse de textos de carácter científico.

a) Longitudes: es recomendable expresar en metros cuando se refiere a elementos, estructuras uobjetos grandes (muros o edificios) y en centímetros cuando se refiere a los mismos, pero de pequeñasdimensiones (por ejemplo, adobes). En ningún caso deben usarse los símbolos de operacionesmatemáticas. Ejemplos:

1,1 metros, 1,95 metros60 centímetros, 85 centímetros40 a 60 centímetros de ancho... mide 120 por 30 metros1 kilómetro, 250 kilómetros

b) Superficies. Ejemplos: en textiles: hilos por centímetros cuadrados; en áreas: kilómetros cuadrados,hectáreas.

c) Volúmenes. Ejemplo: 10 metros cúbicos.

d) Capacidad. Ejemplo: 26 litros.

e) Pesos. Ejemplo: 16 kilos.

f) Altitudes. Se escribe completa la expresión y no la abreviatura. La más común es la altura sobre elnivel del mar. Ejemplo: 4000 metros sobre el nivel del mar, a 430 metros de altitud sobre el valle, una

colina de 40 metros de alto.g) Porcentajes: se escribe el símbolo junto al número. Ejemplos: 95%, 8,56%.

h) Expresiones de tiempo y fechas. Ejemplos: El 12 de octubre de 1492, el siglo XIX, el siglo IV a.C.,la década de los cuarenta, la década de los veinte del siglo XIX, durante los años setenta; 1921-1925 (no 1921-25).

i) Términos de una serie descriptiva: se utilizarán números arábigos. Ejemplos: un cántaro, tres botellas, dos platos, etc.

j) Puntos kilométricos. Ejemplo: kilómetro 65 de la carretera.k) Temperatura. Ejemplo: 10 ºC (escala Celsius) o ºF (escala Farenheit).

(y no 40-60 centímetros de ancho)

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2.1.1.2. Fechas y edades radiocarbónicas: la indicación del isótopo se escribe de largo y se le agregael número másico, ligando ambos con un guión (carbono-14) o simplemente se refiere como «fechadoradiocarbónico», pero en el texto no puede aparecer el símbolo. La expresión correcta de este es14Co C-14, pero no C14, aunque este puede aparecer en las tablas.

Se debe atender en los textos traducidos que las expresiones AD ( Anno domini) debentraducirse como d.C. Este tipo de expresión por lo general aparece en la literatura en inglés y seescribe sin puntos. Otros términos relacionados son:

ADa.C. / d.C.a.p. / A.P.600-650 AD995 ± 65 d.C. (calib.)1500 a.C.-50 d.C.(600 a 800 d.C.)

2.1.1.3. Coordenadas geográficas: en la ubicación por grados, se utilizan números (no letras), seguidosdel símbolo (°). Las palabras longitud y latitud, así como los puntos cardinales, se escriben enminúscula. Los puntos cardinales se escriben en mayúscula inicial como punto cardinal y todo enminúscula como parte de una zona; no ocurre así cuando figura en un nombre propio o indica di-rección y es empleado en forma adjetiva. Ejemplo:

Ubicado a 14° de latitud sur y a 73° de longitud oeste, el valle de Cotahuasi se localiza a lo largo del bordenorte del altiplano volcánico de Arequipa, en los Andes Centrales (Jennings y Yépez 2001).

Cuando se expresa de manera general: 13 grados al este del Norte magnético, 10 grados delatitud norte, pero 10º20’30”. Para el caso de grados de inclinación se escriben de manera similar.

Cuando se utiliza el sistema de coordenadas UTM, primero se escribe esta expresión enmayúsculas, seguido del número. A continuación, se designan los metros y la dirección en minúsculay mayúscula, respectivamente, y sin separación. Ejemplo:

Collota (UTM 728,100 mE, 8,320,000 mN) está compuesta por dos sectores con recintos de formarectangular, discretamente espaciados, con una plataforma ovoide elevada en el medio (Jennings yYépez 2001).

2.1.2. Tipo cursiva. En cursiva se escriben palabras que corresponden a otro idioma, así comoaquellas que designan la especie y la familia de un vegetal o animal. Estas últimas además deben ir con mayúscula inicial. Ejemplos:

...usando la funciónboundary en el programa OxCal, versión 3.5, sugiere un rango... (Owen y Goldstein2001)

La Anadenanthera existe en dos especies (Reis Altschul 1964): A. peregrina (L.) Speg. y A. colubrina(Vell.) (Torres 2001)

2.1.2.1. Términos usados comúnmente en arqueología: se trata de términos prestados tanto delinglés o el latín y de uso común en la literatura en arqueología, sobre todo por su acepción técnica.Aquí se presentan algunos ejemplos:

a) Estilos. Ejemplo: Interlocking. b) Estratigrafía, cronología. Ejemplos:ante quem, post quem.

( Anno domini: año de Nuestro Señor, después de Cristo)(antes de Cristo / después de Cristo)(sin calibrar / calibrado)(solo textos en inglés [abstracts y títulos en ingles])(con la indicación de fechado calibrado en abreviatura)

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c) Tecnología lítica. Ejemplo:chopper.

d) Especializaciones. Ejemplo:household archaeology.

e) Términos geográficos, económicos, entre otros. Ejemplos:hinterland, port of trade.

f) Contextos funerarios. Ejemplo: post mortem.

g) Tecnología textil. Ejemplos:sprang, tie-dye, slentre, fret .

h) Otros:

boomex profesogroso modomagnum opussensu latowebpage

Pero la última edición del Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua consideraintegradas al idioma —y, por lo tanto, no se escriben en cursivas— las siguientes expresiones:

ad hoca prioricorpusde factoin situstatu quosui generis

2.1.2.2. Términos científicos: los nombres científicos de plantas y animales se escriben en cursivas,tanto el género, como la especie y la subespecie. Sólo la primera lleva mayúscula inicial y se abreviala variedad (var.): Ejemplos:

Capsicumsp.Spondylussp. Homo sapiens sapiensStipa ichuErythroxylon novogravatensevar. truxillensesp.

2.1.2.3. Términos en idiomas diferentes al castellano: en el desarrollo del texto, todo término expresadoen otro idioma que no sea el castellano, será escrito en cursivas. Los términos en quechua (o aimara)se escribirán en cursiva debido a su tratamiento como un idioma diferente al castellano, y lo mismovale para el inglés, alemán, etc. Este es un aspecto particularmente problemático para el quechua yel aimara. En la edición de los trabajos presentados al Boletín que incluyen este tipo de términos, nose pretende cambiarlos a un único modelo —y, de hecho, no se hace—, sino que se considera quelos textos sean consecuentes con la forma que se está adoptando. Tampoco se pretende resolver este problema mediante una discusión lingüística, pues en ese sentido también va a requerir deestudios y consideraciones más profundos. A continuación se presentan las formas que se hanencontrado durante el trabajo de edición.

a) Términos quechuas que no consideran la s del castellano para pluralizar. Existe una variedad deformas de presentación (con el uso de las letrask , q, w, i, y, etc. de manera alterna), además del usode mayúsculas o minúsculas. En todo caso, debe considerarse que el sufijo -cuna indica el plural para los sustantivos.

(y noa grosso modo)

(o páginaweb)

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RAFAEL VALDEZ 446

llautullicllamallku/mallcumallquimamakuna/mamacunamitma, mullu, ulluchu,

mitmaqmitmaqkuna/mitmaqunaintiwatana/intihuatana paty/pati paccha pachaca panaca/panaqa pillu pukara puku/pucu pututuqollqa/qolqaquiro camayoqqollasuyu/collasuyutamputinkatocaputuputucuyricuy/tucuiricuyunku/uncuunu/hunuushnuwaranga/huarangawarapo/huarapu/huarapo yauyo/yauyu yanakuna/yanacuna

achachilaaclla/aqllaacllawasi/aqllawasi/acllahuasiacsuapuapu-panaca

camaquencapac ñam (o ñan)/qhapaq ñam/ qapaq ñan/Capac Ñancapac raimi/capac raymicapacocha / kapacochachacchachallachaupi yunga/chaupiyungachullpa (en singular)chumpicumbiguamaní/huamaní/wamanihanan/hurinYchsma/hanan Ychmahatun curacahuaca pacariscahuinchaintiintihuatanainkawasikallancakamayoqkanchakhipukhipu camayoq/quipu camayocllaqsa

b) Términos en quechua castellanizados. En este grupo existen dos subformas: a) los que se presentancon tildes y sin usos de las letrask , w, y, etc., y b) los que no usan tildes y el uso de las letrasmencionadas es bastante variado.

Esta pauta puede regir si se advierte primero a los autores que esa manera corresponde a untexto producido en castellano. Pueden presentar una letras al final, en cuyo caso se considerancastellanizadas y se escribirán en caracteres normales o redondos a pesar de su variedad en la formade escribirlas.

aqllaschuspasmallquismitmas pacchas

c) Términos escritos fonéticamente: se usarán con cursivas, además, las palabras que indiquen mo-dificaciones en los fonemas de los términos en quechua. Se caracterizan por presentar un apóstrofe.

wak´a’ayllu zeq’e/siq’i p´aqchat’oqriqkoq/t’uqrikuq

d) Un grupo de términos ha sido incorporado al uso del castellano de manera cotidiana, por ello seescriben en caracteres normales (redondas o paradas). Pueden presentarse en plural con la letras.

qolqastupustampusurus

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 447

apucazgoayllucanchaceque/cequescolcachile

chullpa/chullpascuracahuacahuanca

e) Términos que ha incorporado el diccionario de la Real Academia Española de la Lengua. En esteaspecto se debe tener cuidado con el uso de estos términos ya que existen una serie de defectos ensu incorporación (cf . Baldoceda 2001). Entre otros están:

aillucanchacuraca

chasquicochahuaicocharquichuspaguacaguaracaichomitamitayo

Otro gran grupo lo componen los reconocidos por la grafía de la Academia Mayor de laLengua Quechua. Pautas de esta normativa existen desde la década de los ochenta y, si bien no sonmuy conocidas, pueden ayudar a la definición de esta problemática. Por último, también está lagrafía correspondiente a los documentos coloniales tempranos que han registrado los vocablos deestos dos idiomas, aunque su consulta no implica, tampoco, un proceso automático (cf . Cerrón-Pa-lomino, este número). En caso de usarse alguna de estas formas expuestas, lo que se recomienda escuidar de que sea solo una de ellas la utilizada a lo largo de todo el texto y no combinar dos o tres deellas. En todo caso, y por norma general, los sustantivos comunes de lenguas vernáculas que noestén castellanizados y que no acepte la Real Academia Española se presentan en cursivas. Sinembargo, si términos como estos forman parte de nombres propios y denominaciones actuales desitios o locaciones, se escribirán en redondas. Ejemplos:

’InkallaqtaMachu QollqaMullup’ukruMachu PicchuOllantaytambo

2.1.3. Uso de mayúsculas. El uso de mayúsculas se rige por aquel aceptado por la normativa castellana.Así, sólo se escriben con mayúsculas la primera palabra de todo escrito, la primera palabra despuésde un punto, una interrogación o exclamación, así como los nombres propios y algunos comunesque responden a una normativa especial. En el caso de los textos sobre arqueología se tienen los si-guientes ejemplos:

a) Estilos. Ejemplo: estilo Nievería, Moche IV, Nazca IX. b) Culturas. Ejemplo: cultura Huarpa, Chiribaya, Inca.

ichuincuñamitimae pachilla piruroquipu

quipucamayotambotucuiricoyunga

mullo pincullo pirca

pucará/pucara puquioqueroquiputambotoposuri punaviracochayunga

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RAFAEL VALDEZ 448

c) Fases. Ejemplo: fase Huacaloma Temprano, Lima Tardío (pero las fases constructivas se escriben:fase 1, fase 2, etc.).

d) Estados. Ejemplo: Estado wari, Estado inca, Estado incaico, Estado lima .

e) Nombres de colecciones. Ejemplos: Colección Macedo, Colección Rodríguez Razetto, ColecciónMayrock.

f) Nombres de conjuntos arquitectónicos. Ejemplo: Complejo de Adobitos.

g) Nombres de sitios. Ejemplos: Chimu Cápac, Pacatnamú, Pampa Grande, La Viña.

h) Accidentes geográficos. Ejemplos:

AndesAndes Centrales,

Andes centrosur,Cordillera Negra,río Grande,océano Pacífico,Mar Negro, Mar Muerto,Amazonia o Amazonía

i) Nombres de títulos, dignidades y atributos divinos. Ejemplos: el Inca, elSapa Inca, la Sacerdotisa.

j) Nombres de épocas. Ejemplos:

Conquista

RepúblicaEdad Media

k) Periodos cronológicos: se escriben con mayúsculas al inicio y de manera completa. Ejemplos:

Periodo ArcaicoPeriodo FormativoPeriodo Intermedio TempranoPeriodo ClásicoConfederaciones RegionalesHorizonte Medio 3

l) Nombres de instituciones: se escriben con la primera letra de cada palabra en mayúsculas. Ejemplos:Museo Nacional de Antropología Arqueología e Historia del Perú, Wenner Gren Foundation for Anthropological Research.

m) Nombres de regiones. Ejemplos: Norte Grande (Chile), Noroeste Argentino.

n) Puntos cardinales. Ejemplos: Norte, Sur, Oeste, Este, pero noreste, sureste, etc.

o) Orientaciones. Ejemplos: N-S o Norte-Sur (sólo se sigue una de las dos formas a lo largo de untexto; no se recomienda la fórmula en inglés SW), pero noroeste-sureste, suroeste-noreste, etc.

p) Las denominaciones que el autor crea para denominar partes, locaciones o sectores de un sitioque estudia se escribirán en mayúsculas. Ejemplos:

(pero península ibérica)(se consideran como válidas las dos, aunque la primera seutiliza en la península ibérica)

(pero época colonial, época republicana, periodo colonial, periodo republicano, incario, periodo inca, periodo incaico[ambos son válidos, pero el segundo es la expresión deri-vada], imperio de los incas)

( y no andes)

(y no el Intermedio Temprano)

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Primer MuroPlaza ISegmento ISector IUnidad 1Muro de la Puerta Inconclusa

Recinto de los Diez NichosCuarto de la GaleríaTemplo de las Tres Ventanas

q) Se escriben con mayúsculas los cargos. Ejemplos: el Jefe, el Director, el Ministro, el Embajador.

r) Apelativos: el uso de estos términos es muy común en arqueología, ya que son nombres aplicadosen época moderna a personajes, objetos, etc. cuyo significado real no es determinado con certeza.Ejemplos: el Grifo de Pachacamac, el Dios de los Báculos, el Sacrificador, el Angel de Conchopata.

2.1.4. Uso de minúsculas. El uso de minúsculas se rige por aquel aceptado por la normativa delidioma. En el caso de los términos usados en arqueología, muchos de ellos se pueden adjetivizar,debido a licencias. No se utilizan mayúsculas en los gentilicios (los incas o los huari), nombrescompuestos o adjetivados (gobierno inca, iconografía tiahuanaco), nombres genéricos (costa norte,sierra central). Ejemplos:

a) Cerámica. Ejemplos: cerámica nievería, inca, chanca, chakipampa/chaquipampa ayacuchano, vasi- jas moche IV, lima tardío.

b) Arquitectura. Ejemplos: arquitectura wari, inca, recuay.

c) Estratigrafía. Ejemplos: ocupación inca, formativa.

d) Contextos funerarios. Ejemplos: entierros huaracane, omo, tiwanaku V.

e) Decoración. Ejemplos: decoracióninterlocking,huari norteño, teatino.

f) Especialidades. Ejemplos: arqueología, antropología, medicina, derecho.

g) Organización o división social, política. Ejemplos:

elitevirreinovirreinatodistritodepartamentocorregimientonación chanca, nación lupaqa, nación incaetnia chachapoya, etnia collasociedad moche, sociedad nazca

2.1.5. Uso de comillas. Las comillas usadas para las citas textuales insertadas dentro del texto —y para otros usos dentro del mismo— son las latinas o españolas (« »). Si dentro de estas comillas se presentan otras, entonces se recurre a las inglesas (“ ”) y, si hay otras al interior, se usarán lassimples, según el siguiente esquema y jerarquía (importante: los nombres de proyectos no se escri- ben entre comillas):

« “ ‘ ’ ” »

(pero: imperio wari, imperio inca, imperio romano)

(la cantidad de elementos se escribirán con letras)

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RAFAEL VALDEZ 450

a) Decoración en cerámica y textiles. Ejemplos: figura en «S», formando una «S», escalonada en«S», una letra «S», diseño de la «flor de lis».

b) En arquitectura. Ejemplos: planta en forma de «D», forma de «U», forma de «T», doble «T».

c) Nombres de simposios al interior de congresos y mesas redondas al interior de simposios tambiénse entrecomillan.

2.1.6. Uso de guíones. A continuación se presentan una serie de términos compuestos usadoscomúnmente en textos arqueológicos. Se usan por lo general los guiones cortos, a diferencia de loslargos, usados, por ejemplo, en la aposición [—], y los medianos (o semimenos, –), usados en lasentradas de la sección «Fuentes manuscritas» de las referencias.

A continuación se presentan algunos usos en diferentes especialidades.

a) Decoración. Ejemplos: crema-verdoso, negro-marrón, café-rojizo, pez-raya/peces-raya.

b) Cerámica. Ejemplos: cuello-efigie, presencia-ausencia, recto-divergente, cara-gollete, vasija-re-trato, asa-puente.

c) Contextos funerarios. Ejemplos: cabeza-trofeo/cabezas-trofeo, funerario-ceremonial, cista-altar.

d) Arquitectura. Ejemplos: grupo-patio/grupos-patio.

e) Geografía. Ejemplos: centro-sur, sur-central, sur-oriental (pero también centrosur, surcentral, sur-oriental).

f) Otros: indígena-colonial, presencia-ausencia.Las siguientes son ejemplos de términos compuestos que se usan sin guión:

agroalfareroanglohablantesociopolíticosocioeconómicocentroandinos (también centro-andinos)

2.1.7. Uso de prefijos. Se utilizan sin guión los siguientes:

anti antiinsurgenciacircun circunpuneña

co cogobernantecoeditor codirector coinvestigador coorganizadores

inter intermontaña

micro microaillu/microayllu

multi multirregional

pre preeuropeo

(pero circun-Titicaca)

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 451

pretiwanaku preexistente

post postinca posthuari, postcolonial post cocción

postdeposicionales proto protohistoria

protociudad protourbano

semi semicilíndricosemiárido

seudo seudoimperial

sub subépocasubtropical

trans trashumanciatras

ultra ultraperiferia

ex ex director ex hacienda

2.1.8. Uso de siglas. Estas se usan sobre todo para nombres de instituciones, normalmente sin puntos. En el desarrollo de un texto puede usarse la primera mención del texto, escrito de manera

completa, y a continuación la sigla entre paréntesis. Ejemplos: SAA (Society of AmericanArchaeology), DAI (Deutsches Archäologisches Institut), IAI-PK (Iberoamerikanisches Institut-Preussischer Kulturbesitz).

2.1.9. Uso de abreviaturas

2.1.9.1. Abreviaturas académicas

cap./caps.fasc.fol./fols.lám./láms.n.o/N.o/n.oss.a.s.n.os.f. vol./vols.y ss.

2.1.9.2. Abreviaturas bibliográficas

Solo se usa la versión en latín de las abreviaturas, por lo que no se tilda en ninguno de loscasos. Se usan con la primera letra en alta cuando inician una oración. Atención: la abreviaturae.g.,corresponde a los textos en inglés.

(pero: pre-Estado)

(aunque se aceptan posinca, poswari)

(aunque se permite poscocción)

(aunque se permite posdeposicionales )

(no proto-ciudad) pero: proto-«D», (pero: proto-Estado)

(y no pseudo imperial)

(y no transhumancia)

El prefijo ex- se separa de sustantivos y adjetivos, perono lleva guión

capítulofascículofolioláminanúmerosin añosin númerosin fechavolumeny siguientes

(pero: libro, plate [lámina en inglés], pero: Abb. [de Abbildung, ‘figura’ en alemán]), legajo, tomo)

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RAFAEL VALDEZ 452

c.cf.et al.ibid.id.loc. cit.

op. cit .v.g.

Importante: las menciones, cargos y títulos no debe usarse como abreviaturas en los textos. Estetipo es usado es mayormente para cartas y documentos. Ejemplos: licenciado, licenciados, doctor,doctores, señor, señores.

2.1.10. Uso de paréntesis. Los paréntesis tiene diferentes aplicaciones en el texto. Sin embargo, almomento de escribir una subdivisión interior, se hará uso de los corchetes ([ ]). Ejemplo:

Más aún, los fechados radiocarbónicos (cf . Tabla 2, Fig. 24) obtenidos de las excavaciones en uno delos sitios que comparten estas características los ubican de manera segura en el Periodo IntermedioTardío (R48, Beta-156743: 1300-1420 d.C. [calib.]).

2.1.11. Uso de tildes. Deben seguirse las reglas dictadas pro al RAE (cf. Real Academia Española dela Lengua1999). Se deben respetar los acentos o tildes comunes para el francés, portugués, etc. Enlos textos en inglés, por lo general, no aparecen las tildes normales usadas en castellano.

2.1.12. Palabras y expresiones comunes

chevrón/chevronescontrasteestatusestándar filiacióngraffiti, graffitishabilitaciónmorfofuncionalofrendatorio periodo/períodoquechuahablantereentierrozigzag, zigzagsfenómeno de El Niñofenómenos de El Niño

2.2. Modo de ordenamiento de las referenciasSe recomienda seguir las pautas, muy conocidas, del Sistema de Harvard («de autor y

año»). Las citas parentéticas, o llamadas de citas, se consignan de acuerdo a un orden cronológico.En el caso de tomos, volúmenes y capítulos referirlos en números romanos, pero en el caso de lasreferencias de revistas se usarán números arábigos.

2.2.1. Citas en el texto

1. Cita simple. Ejemplos:

(Janusek 1994: 95, fig. 5.4)Pérez (1984: cap. IV)(Cieza 1984 [1553]: 249)(Hodder [ed.] 1982)

abreviatura decirca, aproximadamenteconfróntese o compáresey otrosen el mismo lugar (reemplaza a la obra)idem (el mismo autor, reemplaza al autor)lugar citado

obra citada por ejemplo

(y no cheurón, cheurones)(y no contrastación)(y no status)

(y no afiliación)

(y no habilitamiento)

(y no ofrendaje)(ambas formas son válidas,

(y no zig-zag)(y no Los Niños y menos Meganiño. Puede escribirsemegaeventos de El Niño)

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 453

2. Dos autores. Ejemplos:

(Stübel y Uhle 1892)

3. Tres o más autores. Ejemplos:

(Balkanskyet al. 1997)Williamset al. (2000)(Espoueyset al. 1995)

4. Varios autores citados o varias referencias al mismo autor. Ejemplos:

(Erickson 1988; Stanish 1994)(Helms 1979, 1994; Earle 1987; Hastorf y Johannessen 1993)(Van Buren 1974: 325; 1980: 122; 1983: 233)

5. Dos o más referencias al mismo autor o autores en el mismo año. Se deben colocar en estricto

ordenamiento alfabético del mismo año de cita. Ejemplo:(Feldman 1989; Goldstein 1989)(Owen 1993, 1996, 1999)

6. Dos autores con el mismo apellido y año de publicación. Ejemplos:

(J. Smith 1982; N. Smith 1982)J. Smith (1982) y N. Smith (1982)

7. Institución citada como autor. Ejemplo:

(INGEMMET 1995)

8. Referencia citada con páginas, figuras o tablas específicas. Ejemplos:

(Glowacki 1996: 154-155)(Goodman 1994: lote 28)(Kajitani 1982: fig. 15)(Stübel y Uhle 1892: parte II, tabla 29, figs. 2c, 2d)

9. Serie de varios tomos. Ejemplo:

Posnansky, quien trabajó en Tiwanaku de 1904 a 1945, pensó que el Fragmento B era un arquitrabe, pero se equivocó (1945: vol. II).

10. Libro o artículo en prensa. Ejemplos:

Williams y Nash (e.p.)(Williams y Nash e.p.)

11. Ediciones antiguas y reimpresiones. Ejemplo:

(Cieza de León 1959 [1553]: 198-200; Garcilaso 1963 [1617]: 56-57; Trawick 1994: 77)

12. Periódicos. Ejemplo:( La República, 15 de julio de 2001)

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RAFAEL VALDEZ 454

13. Artículos aparecidos en el mismo número o en el siguiente del Boletín.Ejemplos:

(cf. Watanabe, este número)(cf. Uribe y Agüero, siguiente número)

14. Comunicación personal. Ejemplos:

Urton (comunicación personal 2000)(Isbell, comunicación personal)(M. Ruales, comunicación personal)(Ismael Pérez, comunicación personal 2002)

2.2.2. Referencias propiamente dichas (bibliografía). La sección de referencias o bibliografía empiezaen una página nueva. Esta debe ir con el encabezado «referencias» escrito íntegramente con mayús-culas y en negrillas, alineado con el margen izquierdo de la página. Cada referencia debe estar ordenada alfabéticamente. Los autores son responsables de que las referencias estén completas yde que sean fidedignas.

Todas las referencias citadas en el texto deben aparecer en esta sección. Para facilitar laconsignación de los datos, abajo se presenta, a modo de esquemas, los diferentes casos. En todosellos se debe mencionar el autor o autores en negrilla, el año bajo este y, dejando un espacio detabulador, desarrollar el título del libro o de la publicación seriada en cursiva. Cada uno de losdiferentes datos de la referencia debe estar separado por una coma. Se respetan las normas deescritura de los idiomas originales de los textos citados y se conserva en el idioma original el nombrede la ciudad en donde se realizó la edición.

Por lo general, se escribe solo la inicial del primer nombre (N.) y un apellido en el caso de losautores de habla hispana (con excepciones), y las dos iniciales de los dos nombres (N. [primer nombre] y S. [segundo nombre]) en el caso de los demás. Las referencias de textos en inglés tienen por norma escribirse en mayúsculas (altas) las primeras letras de los sustantivos y los adjetivos.

1. Libro, un autor Apellido, N. S.Año Título, Institución/Editorial, Ciudad.

Bauer, B.2002 Las antiguas tradiciones alfareras de la región del Cuzco, Centro de Estudios Regionales

Andinos Bartolomé de las Casas, Cuzco.

2. Libro, un autor, más de una ciudadApellido, N. S.Año Título, Institución/Editorial, Ciudad/Ciudad.

Paredes, P.1991 Pachacamac, en: S. Purin (ed.), Los incas y el antiguo Perú. 3000 años de historia, 364-383,

Barcelona/Madrid.

3. Libro, un autor, dos instituciones, más de una ciudadApellido, N. S.Año Título, Institución/Editorial, Ciudad/Ciudad.

Taylor, G.1987 Ritos y tradiciones de Huarochirí del siglo XVII , Instituto de Estudios Peruanos/Instituto

Francés de Estudios Andinos, Lima.

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4. Libro, más de un autor Apellido, N. S. y N. S. ApellidoAño Título, Institución, Ciudad.

Ibarra Grasso, D. y R. Querejazu1986 30.000 años de prehistoria boliviana, Los Amigos del Libro, La Paz/Cochabamba.

5. Libros editados o compiladosApellido, N. S. (ed./comp.)Año Título, Institución/Editorial, Ciudad.

I. Shimada (ed.)1994 Tecnología y organización de la producción de cerámica prehispánica en los Andes, Pontificia

Universidad Católica del Perú, Lima.

6. Títulos al interior de libros editados o compiladosApellido, N. S., N. S. Apellido, N. S. Apellido y N. S. ApellidoAño Título al interior de la obra principal, en: N. S. Apellido (ed./comp.),Título de la obra prin-cipal, página-página, Institución, Ciudad.

Anders, M. B., V. Chang, L. Tokuda, S. Quiroz e I. Shimada1994 Producción cerámica del Horizonte Medio Temprano en Maymi, valle de Pisco, Perú, en: I.

Shimada (ed.),Tecnología y organización de la producción de cerámica prehispánica en los Andes, 249-267, Pontificia Universidad Católica del Perú, Lima.

7. Catálogo de exposiciónApellido, N. S.Año Título del catálogo, catálogo de exposición, Institución, Ciudad.

Brinckerhoff, D.1999 Weaving for the Gods: Textiles of the Ancient Andes, catálogo de exhibición, Bruce Museum

of Arts and Science, Greenwich.

8. Institución responsable de una publicación (no se consigna un autor específico)Nombre de la institución (SIGLAS)Año Título, SIGLAS, Ciudad.

Instituto Geológico Minero y Metalúrgico (INGEMMET)1995 Geología del Perú, INGEMMET, Lima.

9. Libro traducidoApellido, N. S.Año Título [traducción de N. S. Apellido], Institución, Ciudad.

Lumbreras, L. G.1974 The Peoples and Cultures of Ancient Peru[traducción de B. J. Meggers], Smithsonian

Institution Press, Washington, D.C.

10. Reimpresión. Formato utilizado con más frecuencia en fuentes etnohistóricas. La ubicación del añooriginal de publicación varía de acuerdo a los estilos.

10.1. Reimpresión simpleApellido, N. S.Año de reimp.Título, Editorial, Ciudad.[Año original]

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RAFAEL VALDEZ 456

Cieza de León, P.1941 La crónica del Perú, Espasa-Calpe, Madrid.[1553]

10.2. Reimpresión, con trascripción/prólogo/edición/introducción/notasApellido, N. S.Año de reimp. Título (trascripción, prólogo/edición/notas de N. S. Apellido), Institución,[Año original] Ciudad.

Pizarro, P.1978 Relación del descubrimiento y conquista del Perú (edición y consideraciones preliminares[1571] de G. Lohmann Villena; nota de P. Duviols), Colección Clásicos Peruanos, Pontificia Uni-

versidad Católica del Perú, Lima.

10.3. Reimpresión y traducciónApellido, N. S.Año de reimp. Título, Institución/Editorial, Ciudad.

[Año original]Cieza de León, P.1959 The Incas[traducción de H. de Onis], University of Oklahoma Press, Norman.[1553]

10.4. Reimpresión en una serieApellido, N. S.Año de reimp. Título (prólogo/edición/notas de N. S. Apellido), Colección/ serie N.o, tomo N.o/[Año original] vol. N.o, parte, Editorial, Ciudad.

Polo de Ondegardo, J.1916 Informaciones acerca de la religión y gobierno de los incas por el licenciado Polo de Onde-[1571] gardo seguidas de las instrucciones de los concilios de Lima (notas biográficas y concordan

cia de H. Urteaga; biografía de C. A. Romero), Colección de Libros y Documentos Referen-tes a la Historia del Perú, vol. III, Sanmartí, Lima.

Dávila Briceño, D.1965 Descripción y relación de la provincia de los Yauyos toda, Anan Yauyos y Lorin Yauyos,[1586] hecha por Diego Dávila Brizeño, corregidor de Guarocheri, en: M. Jiménez de la Espada

(ed.), Relaciones Geográficas de Indias, vol. I, 155-165, Biblioteca de Autores EspañolesCLXXXIII, Atlas, Madrid.

10.5. Reimpresión con mención de edición y serie, dos instituciones

Apellido, N. S.Año de reimp. Título (prólogo/edición/notas de N. S. Apellido),Colección/ serie N.o, tomo N.o/[Año original] vol. N.o, parte, Institución/Institución, Ciudad.

Cieza de León, P.1986 Crónica del Perú. Primera parte (introducción de F. Pease G.-Y.), 2.a ed., Colección Clási-[1553] cos Peruanos, Pontificia Universidad Católica del Perú/Academia Nacional de Historia,

Lima.

11. Ediciones facsimilaresApellido, N. S.Año Título, edición facsimilar, Institución/Editorial, Ciudad.

Santo Tomás, D. de1951 Lexicón, edición facsimilar, Instituto de Historia de la Universidad de San Marcos, Lima.

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12. Libro reeditadoApellido, N. S.Año Título, N.o de edición en abreviatura, Institución, Ciudad.

Lavalle, J. A. de1989 Culturas precolombinas. Nazca, 2.a ed., Banco de Crédito del Perú, Lima.

13. Obra de varios tomosApellidos, N. S.Año Título, vol. N.o, Institución, Ciudad.

Posnansky, A.1945 Tihuanacu: The Cradle of American Man, vols. I y II, American Museum of Natural History,

New York.

Albarracín-Jordán, J. V. y J. E. Mathews1990 Asentamientos prehispánicos del valle de Tiwanaku, vol. I, CIMA, La Paz.

14. Obra, volumen o monografía dentro de una serieApellido, N. S.Año Título de la obra, volumen o monografía, Nombre de la Serie n.o, Ciudad.

Garcilaso de la Vega, I.1963 Los comentarios reales de los incas, en: P. C. Sáenz de Santa María (ed.),Obras completas[1617] del Inca Garcilaso de la Vega, Biblioteca de Autores Españoles CXXXIII-CXXXV, Atlas,

Madrid.

15. Volumen específico de una colecciónApellido, N. S.Año Título, tomo N.o/vol. N.o, Editorial, Ciudad.

Silva Santisteban, F. y R. Ravines1994 Los incas: historia y arqueología del Tahuantinsuyu, en: J. del Busto (ed.), Historia General

del Perú, vol. III, BRASA, Lima.

Lumbreras, L. G.1983 Las sociedades nucleares de Suramérica, en: Historia General de América, vol. IV, Ediciones

de la Presidencia de la República, Caracas.

16. Artículo de revista

16.1. Artículo de revista, un autor Apellido, N. S.Año Título del artículo, Nombre de la Revista vol. (n.o), página de inicio-página final, Ciudad.

Anders, M. B.1990 Maymi: un sitio del Horizonte Medio en el valle de Pisco,Gaceta Arqueológica Andina5

(17), 27-39, Lima.

16.2. Artículo de revista, dos autores, año real consecutivoApellido, N. S. y N. S. ApellidoAño Título del artículo, Nombre de la Revista vol. (n.o) (año real), página-página, Ciudad.

Chávez, S. y D. B. Jorgenson1981 Further Inquiries into the Case of the Arapa-Thunderbolt Stela, Ñawpa Pacha 18 (1980),

79-91, Berkeley.

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RAFAEL VALDEZ 458

16.3. Artículo de revista, con dos números de aparición en unoApellido, N. S.Año Título, Nombre de la Revista N.o/N.o, página-página, Ciudad.

Mujica, E.

1978 Nueva hipótesis sobre el desarrollo temprano del altiplano, del Titicaca y de sus áreas deinteracción, Arte y Arqueología 5/6, 285-308, La Paz.

17. Mención de nueva serie de revistaApellido, N. S.Año Título, Nombre de la Revista, Nueva serie/New Series/Neue Folge n.o/n.o, página-página,

Ciudad.

Bauer, B. S.1999 Early Ceramics of the Inca Heartland,Fieldiana Anthropology, New Series 31, Chicago.

Kendall, A.1976 Preliminary Report on Ceramic Data and the Pre-Inca Architectural Remains of the (Lower)Urubamba Valley, Cuzco, Baessler-Archiv, Neue Folge 24, 41-159, Berlin.

18. Apéndice en artículo de revista, libroApellido, N. S.Año Título del artículo,Título de la Revista N.o, páginas-páginas, Apéndice N.o, Ciudad.

Palomino, V.1976 Identificación de restos vegetales, Revista del Museo Nacional 42, 180-181, Apéndice 2,

Lima.

19. Artículo de diario/periódico19.1. Artículo no firmado

Nombre del diario (ciudad, país)Año Título del artículo, día del mes, página, ciudad.

El Comercio (Lima, Perú)1952 Bóvedas subterráneas con avalorios se descubrieron en Batan Orco, en el Cuzco, 5 de agos-

to, C4, Lima.

19.2. Artículo firmadoApellido, N. S.Año Título del artículo, Nombre del diario, día y mes, página, ciudad.

Milla, M.1952 Huellas evidentes de un fabuloso tesoro descubriéndose a 46 kilómetros del Cuzco, diario

La Crónica, 4 de agosto, p. 15, Lima.

Vega, J. J.2001 Cuestiones de identidad: verdaderas causas de la caída de los incas, diario La República, 15

de julio, Lima.

20. Contribución en un volumen editado en una revistaApellido, N. S.Año Título del artículo, en: N. S. Apellido y N. S. Apellido (eds.), Título de la obra,Título de la

revista N.o, páginas-páginas, Ciudad.

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GUÍA ESTILÍSTICA DELBOLETÍN DE ARQUEOLOGÍA PUCP 459

Browman, D. L.1984 Tiwanaku: Development of Interzonal Trade and Economic Expansion in the Altiplano,

en: D. L. Browman, R. L. Burger y M. Rivera (eds.), Social and Economic Organization inthe Prehispanic Andes , BAR International Series 194, 117-142, Oxford.

21. Presentación de serie/colecciónApellido, N. S.Año Título de la contribución, Título de la serie/colección N.o, Editorial, Ciudad.

Murúa, M. de1987 Historia general del Perú, origen y descendencia de los Incas (edición, introducción y notas[1616] de M. Ballesteros), Crónicas de América 35, Historia 16, Madrid.

22. Reedición mencionada a continuaciónApellido, N. S.Año Título de la obra, Institución, Ciudad. [Reeditado en:Título de la obra, página-página,

Institución/Editorial, Ciudad, Año].

Duviols, P.1967 Un inédit de Cristóbal de Albornoz: la Instrucción para descubrir todas las guacas del Pirúy sus camayos y haziendas, Journal de la Société des Américanistes 56 (1), 7-39, Paris.[Reeditado en:Fábulas y mitos de los incas(edición de H. Urbano y P. Duviols), Crónicasde América 48, Historia 16, Madrid, 1989].

Cornejo, M.1963 Chancay prehispánico: diversidad y belleza,Cultura Peruana 23, 175-178, Lima. [Reeditado

en: R. Ravines (ed.),100 años de Arqueología en el Perú, 363-378, Lima, 1970].

Hertz, R.1907 Contribution a une étude sur la representation collective de la mort, Anneé Sociologique 10,

48-137, Paris. [Reeditado como Death and the Right Hand (traducción de R. y C. Needham),Cohen and West, London, 1960].

23. Mención del volumen dentro del nombreApellido, N. S.Año Título del artículo, en: N. S. Apellido (ed.),Título de la obra. Vol. N.o, Título del volumen,

páginas-páginas, Institución/Editorial, Ciudad.

Murra, J. V.1985 Andean Societies before 1532, en: L. Bethell (ed.),The Cambridge History of Latin America.

Vol. I, Colonial Latin America, Cambridge University Press, Cambridge.

Horkheimer, H.1985 El distrito de Trinidad, nueva región arqueológica, en: F. Silva Santisteban, W. Espinoza y[1941] R. Ravines (eds.), Historia de Cajamarca. Vol. I, Arqueología, 147-150, Instituto Nacional

nal de Cultura, Cajamarca.

24. Contribuciones en publicaciones de coloquios/simposios/congresosApellido, N. S.Año Título, en:Título del coloquio/simposio/congreso (Año), página-página, Ciudad.

Lumbreras, L. G. y H. Amat1968 Secuencia arqueológica del altiplano occidental del Titicaca, en: Actas y Memorias del 37.o

Congreso Internacional de Americanistas2 (1966), 75-106, Buenos Aires.

25. Ponencia presentada a coloquio/simposio/congresoApellido, N. S.Año Título, ponencia presentada al N.o Nombre del coloquio/simposio/congreso, Ciudad.

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RAFAEL VALDEZ 460

Ochatoma, J. y M. Cabrera1999 Recientes descubrimientos en el estilo Huari de Conchopata-Ayacucho, ponencia presenta

da al 64th Annual Meeting of the Society for American Archaeology, Chicago.

D’Altroy, T. N.2000 Remaking the Social Landscape: Colonization in the Inka Empire, ponencia presentada al

School of American Research Conference, The Archaeology of Colonization, March 19-23,2000, Santa Fe.

26. Reseña de libroApellido, N. S.Año Reseña de: N. Apellido, Título de la obra reseñada.

Isbell, W. H.1995 Reseña de: M. Bermann, Lukurmata: Household Archaeology in Prehistoric Bolivia, Latin

American Antiquity 6 (2), 184-186, Washington, D.C.

Paredes, P.2000 Reseña de: M. Rostworowski de Diez Canseco, El señorío de Pachacamac: el informe de

Rodrigo Cantos de Andrade de 1573, Arqueológicas 24, 311-314, Lima.

27. TesisApellido, N. S.Año Título, tesis/memoria de bachillerato/licenciatura/doctorado, Facultad/Especialidad/Depar-

tamento, Universidad, Ciudad.

Dwyer, J. P.1971 Chronology and Iconography of Late Paracas and Early Nasca Textile Designs, tesis de doc-

torado, Department of Anthropology, University of California, Berkeley.

Brewster-Wray, C. C.1990 Moraduchayuq: An Administrative Compound at the Site of Huari, Peru, tesis de doctorado, State University of New York at Binghamton, University Microfilms, Ann Arbor.

Vera Cruz, P. de la1988 Estudio arqueológico en el valle de Cabanaconde, tesis de licenciatura, Facultad de Ciencias

Histórico-Arqueológicas, Programa Profesional de Arqueología, Universidad Católica SantaMaría, Arequipa.

28. Contribuciones para publicarse (en prensa)Apellido, N. S.Año Título del manuscrito, en: N. S. Apellido (ed.),Título de la obra, Ciudad.

e.p.Apellido, N. S.Año Título del manuscrito, para publicarse en:Título de la obra/revista N.o, Ciudad.e.p.

Bárcena, J. R.1999b Nota sobre recientes trabajos arqueológicos de campo en sitios incaicos de Mendoza, Sane.p. Juan y La Rioja , para publicarse en: Actas de las primeras jornadas de arqueología de La

Rioja, Dirección de Preservación del Patrimonio Cultural, La Rioja.

Adán, L. y M. Uribe

e.p. El Inka en la localidad de Caspana: un acercamiento al pensamiento político andino (río Loa,norte de Chile), para publicarse en:Tawantinsuyu 6, Canberra.

e.p. Acerca del dominio Inka, sin miedo, sin vergüenza..., para publicarse en: Chungará, Arica.

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29. Fuentes primarias (documentos inéditos de archivo, etc.)

Aunque, por lo general, no existe un formato uniforme en las publicaciones de la especialidadde etnohistoria, se indicará siempre como una sección separada del resto de las referencias. Secolocará un encabezado «fuentes manuscritas», se separa de las referencias (con dicho encabezado)

mediante una numeración y a continuación se escribe el archivo, las siglas correspondientes y laciudad donde se encuentra. El ejemplo siguiente muestra como se debe citar desde el dato másgeneral al más específico. Ejemplos:

Archivo General de Indias (AGI). Sevilla

Aymoro, F.1586 Probanza de los servicios que a hecho a su magestad don Francisco Aymoro, gouernador de

los yamparaes y cacique principal dellos, Audiencia de Charcas 44.

La Gasca, P. de1548 Título de la encomienda de La Gasca a Francisco de Barrionuevo y a Alonso de Barrionuevo,

Justicia 656, Pieza 2, ramo 1, n.o 1, 4-IX-1548.

Limaylla, G.1663 Pleito de don Geronimo de Limaylla, natural de la provincia de Xauxa, con don Bernardino

Limaylla, sobre el cacicazgo Lurin Guanca en la dha provincia, Lima, Escribanía de Cámara514 C.

Pizarro, F.1539 Título de la encomienda de Francisco Pizarro a Gómez de Mazuelas, Patronato 136, ramo 1,

n.° 2, 29-VI-1539.

Pleito fiscal1563 Pleito fiscal con don Bernardino de Meneses y Juan Ortiz de Zarate, vecinos de la ciudad de

La Plata, sobre la encomienda de indios yamparaes, Charcas, Moyos e ingas Gualparoca, LaPlata, Escribanía de Cámara 843-A, Piezas 1a-8a.

Vaca de Castro, C.