pease, f. la formación del tawantinsuyu

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  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    1/24

    HISTORICA, Vol. III, Nm. 1, Julio de 1 979

    LA FORMACION DELTAWANTINSUYU: MECANISMOS

    DE COLONIZACION Y RELACION CON LAS

    UNIDADES ETNICAS

    Franklin Pease G.Y.

    Universidad atlica - ima

    Los ltimos aos han visto discurrir nuevas perspectivas para la compren

    sin del Tawantinsuyu; aunque

    no

    me es posible, por la naturaleza de este tex

    to,

    una

    larga explicacin aqu, ser necesario precisar un punto de partida: po

    dra

    ser 1946, fecha de la edicin del estudio sntesis de John H. Rowe, deveni

    do clsico (aunque lamentablemente nunca editado en castellano) y ciertos

    aportes que pueden entenderse fundamentalmente desde esa fecha: a) el progre

    sivo desvelamiento de la realidad multitnica que

    el

    Tawantinsuyu casi lleg

    a OCJJllar; b

    la

    mejor precisin de algunas de estas unidades tnicas privilegia

    das en la documentacin

    y

    en el trabajo anueolgico (i.e. Hunuco o Chucui

    to), lo que facilitaba su contrastacin con el Tawantinsuyu (cfr. Murra 1968,

    19n y

    1975; Morris 1972

    y

    1973;Morris-Santillana 1978),

    y

    e) la constatacin

    de que los criterios empleados para hablar del Tawantinsuyu no podan elabo

    rarse solamente a base de las crnicas clsicas, sino a partir de una numerosa

    documentacin administrativa y judicial. Dentro de este despliegue no puede ol-

    vidarse una confrontacin quizs sutil entre hiptesis que buscan una mejor

    explicacin de la articulacin econmica del poder y del uso de recursos: la del

    mltiple control ecolgico (Murra), frente a la diferenciacin rle la costa como

    un universo econmico diferente (Rostworowski) y la presenc . de un rgimen

    de mercado entre unidades tnicas casi concebidas como entidades feudales

    (Rostworowski, Schaedel, Hartmann, Espinoza

    l

    No es posible, sin embargo, lograr aproximaciones mejores en torno a la

    articulacin de un mosaico tnico andino poco preciso, con el poder centrali

    zado en el Cuzco durante el Tawantinsuyu. Las precisiones habidas han incidido

    sobre el aporte de ste en lo que

    se

    refiere a la redistribucin; aunque hay mu

    chos ejemplos, poco puede decirse con seguridad en este campo, salvo que el

    nivel y el alcance de esta redistribucin adquiri una dimensin diferente duran

    te el Tawantinsuyu., en al almacenaje de los recursos y su importancia, en la ma-

    1

    Mara

    Rostwocowski

    y

    Roswith Hartmann

    dieron nuevo n v ~

    a una

    hi_pPtesis

    pr ;

    puesta mut:has veces para los Andes, 9ue sostiene que las relaciones eonmicas an

    dinas se es tructuraron en

    torno

    a un regmen mercantil, interpretando en este sentido

    97

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    2/24

    sificacin de los mecanismos de oh tendn de los mismos. Poco es lo que pode

    mos

    decir que se

    ha

    logrado en trminos de saber cmo

    se

    realizaba realmente el

    control que el estado cuzqueo ejerca. Ultirnamente hemos odo hablar mucho

    de la dominacin incaica, de las formas como tambin el Cuzco fue un invasor

    en

    los Andes,

    lo

    cual ayud naturalmente al apoyo o a la aceptacin de los

    es-

    paoles en 1533 (Espinoza 1971, 1974, por ejemplo); ello lleva a otro orden una

    discusin en torno al control real del Tawantinsuyu sobre las unidades tnicas,

    as como tambin sobre las condiciones de cmo se lleg a ese control, es decir,

    la mecnica de la conquista incaica.

    Pero es quizs este ltimo

    punto

    el que nos permite

    una

    duda rpida sobre

    el carcter de la informacin que nos puede proporcionar la fuente clsica, y nos

    aproxima directamente a

    una

    primera pregunta: Que s lo que realmente sabe

    m os de cmo

    se

    inici la relacin eminencial del Tawantinsuyu sobre las unida

    des tnicas, sobre diversos conjuntos de etn{as, sobre una etnia individualmente

    considetada? Los problemas que

    e s ~ o

    acarrea son grandes, como pudo consta

    tane en otros mbitos a raz del s.imposio organizado por la Fundari.n

    e n n ~ -

    Green en 1967, cuyoc t r a b a j o ~ fue-ron editados bajo la

    coordimdn

    de Fre

    derik Barth ([ 19691 1976); el .emmen inir:ial de este ltimo fue

    un

    til e ~ t l l d o

    de la cue3tin

    e;on

    las dificultooes mayores en tomo a

    la.

    delimitacin real de la

    etnia y sus mecanismos de identidad. Si se admite que la articulacin de los

    diversos

    m p o ~

    tnicos exigic que ' 'su interdependencia ser limitada aunque,.,__

    sidan en la misma regin (Barth 1976:

    2.3) se e ~ t

    oceptando a nivel de

    un

    enun

    cado terico, aquello que en el caso andino fue propuesto a nivel de las colonias

    perifricas al ncleo principal de poblacin (Murra 1964, 1972, 1975), o an al

    nivel de ncleos especficos donde se daba una

    multietnicidad aparente o real

    (Pease 1977); pero

    Barth

    contina: la articulacin tender a concentrarse prin

    cipalmente en el comercio practicado, quizs, en un sector ceremonial o ritual .

    98

    las afirmaciones de los c r o r ~ t a s sobre

    trueques

    o intercambios en

    cantidades

    peque

    as o grandes a pequeas o grandes distancias.

    Rostworowski

    llam

    tambin la

    aten

    cin

    ~ o b , e

    la

    diferencia existente

    entre

    las

    o r ~ a n i z a c i o n e s

    costeas y serranas, indi

    cando

    que

    es

    en

    las primeras

    d o n d ~ apreciana

    una

    forma

    de

    intercambio ms

    acor

    de

    con

    loll planteamientos de

    Mu C'"a

    (Rostworowski 1977: 16-177; cfr.

    Hartmann

    1971). ~ t e

    critel o

    puede

    relacionarse con

    otros

    estudios

    que

    llegaron a

    mencionar

    p o s i b l e ~ > ~ t e m a s monetarios, i.e. las

    h

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    3/24

    ( bid

    :

    23). Si

    en lugar

    de

    comercio entendemos aqu intercambio , podemos

    hablar

    de

    reciprocdad (cfr. Polanyi 1957, Alberti-Mayer 1974, Murra 1975) y,

    entonces, las frases son

    l i d a ~

    para

    el

    rea

    andina

    Ello nos coloca frente a docu

    mentacin andina que aflrma la existencia de ncleos unitnicos y/ o n'iultit

    nicos (Pease 1977),

    de

    los cuales no conocemos todava las reglas de aglutina

    cin.

    Podramos disear distintos niveles

    de

    multietnicidad : a) el caso del n

    cleo de los lupaqa (Diez

    de

    San Miguel [1567] 1964, Murra 1964 y 1975),

    signiflca

    un

    nivel

    de

    multietnicidad el hecho que

    en l s

    cabeceras

    de

    los lupaqa

    aparezca registrada

    otra

    poblacin: uru, chinchaysuyu?; b) el caso del lago, con

    siderado como

    un

    macro-ncleo , si hablamos de reinos lacustres'', tiene

    al-

    gn sentido la

    afumadn de

    Sarmiento de Gamboa, cuando propone

    una

    dimen

    sin mxima del mbito

    de

    expansin de los callas ([1572] 1947: 191).

    AqUl

    no

    estara d.aro todava, al nivel

    de

    la documentacin, cul

    de

    los

    tres

    reinos

    seda el

    ncleo de

    un

    macro sistema lacustre; y

    e)

    el caso

    de

    Collaguas,

    donde podra discutirse largamente si el ncleo illcluye Collaguas y

    Cabwa, dis-

    tinguidos

    en

    el siglo

    XV

    al nivel de lenguaje (aymara y quechua, r e s p e ~ : ; t i v a -

    mente) y tambin a nivel de

    l t

    administracin espaola (en lo que respecta a

    las

    e n c o m i e n d a ~ no as

    r.n

    lo referente al corregimiento).

    Esto nos llevara a concluir

    un

    nivel previo de anlisis, en el que la imagen

    del ndeo que

    se

    obti.ene en cada

    uno

    de los ejemplos

    conoddos

    podra resul

    tar dhtinta

    a.l.

    meno:; en sus componentes), segn el nivel (el volumen) del

    s s-

    tema de macro adaptacin

    2

    De

    otro

    lado, est presente

    la

    duda de

    si las

    unida

    des

    t n i c a ~

    propuestas

    por

    las crnicas clsicas andinas son

    en

    realidad tales, o

    si

    se tratara en realidad de identidades fabricadas a lo largo del proceso colo

    nial3.

    3

    Desde 1964, Murn llamaba la

    atencin

    sobre la necesidad de

    c o n s d e r ~

    problemas

    de

    e >

    tipo, ~ u a n d n r.omparaba el manejo

    dP.

    distintas e c o l o g a ~ en una unidad de

    m ~ t k r u ' e t ~ . e m < T . , ; : . ( C h u p a y c h u ) , frent,e a otra mayor (Lupaqa); dr. Murra

    1975:

    cp

    .?,

    +m,

    Trayendo

    la d . : . . ; u ~ i n l momP.nto actual,

    Juan

    Ossio se pregunta si es relevante que

    los actuales lmites de 1 ~ r.omunidades .andinas hayan 5ido fijados

    por c ~ a o l < : " s

    o por .l.os incas (1978:

    8);

    esto demuestra

    la

    vigencia del problema. La discusin es

    relevante p o r ~ u e estara

    en

    relacin con el

    mbito

    en el cual se obtienen los recur

    $OS, con sus

    limites

    originales, con

    el

    mbito

    tnico

    y con sus disminuciones atribu

    das a las reducciones, a

    las

    sucesivas composiciones de tierra, etc. Cierto que hablar

    de

    comunidades es

    muy distinto

    que hablar

    de

    etnas, sin embargo

    remite

    al

    mismo

    problema. Cfr. Arguedas 1968,

    Fuenzallda

    1970, Matos 1976.

    Un punto adicional se referira

    al

    control SIIIPltneo sobre un misma territo

    rio: Dado el

    control

    simultneo que ejercan varias etn{as lacustres en la costa,

    no

    hay razn

    para

    suponer que diferencias de contenido cultural representan necesa-

    99

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    4/24

    Otro tipo de problema est sin duda relacionado con la presencia de una

    unidad

    de

    poder eminencial, como

    es

    el caso del Tawantinsuyu, el nico estado

    andino que es posible estudiar

    al

    margen de los solos testimonios arqueolgicos,

    y justamente cabe recordar aqu la anotacin de Fernando Fuenzalida a las pro

    puestas de Murra sobre el "control vertical de un mximo de pisos ecolgicos

    en las sociedades andinas", relativa a la funcin de cobertura (de "paraguas",

    se dijo) que habra cumplido el mismo Tawantinsuyu para proveer de una "pax

    incaica'' en la cual las relaciones entre diversas etnas poda ser posible en tr

    minos que no incluan necesariamente la violencia (Murra

    1975: O}; sin em-

    bargo, habra que considerar que el control ecolgico de los Lupaqa sobre la

    costa (que motiv el comentario de Fuenzalida) puede ser datado desde mucho

    antes que el Tawantinsuyu, lo que hace innecesario el "paraguas", aludido para

    la existencia del control ecolgico (Lumbreras

    1974,

    Hyslop y Mujica

    1974,

    Trimbom

    1975);

    el mismo Murra ha sugerido que en el caso de

    su

    propuesta

    (especficamente en la infonnacin de Diez de San Miguel sobre los Lupaqa)

    las

    relaciones entre los grupos q u ~ convivan en una colonia marginal sera muy

    fcilinnte consecuencia de un equilibrio conflictivo, g no propenso al conflic

    to.

    100

    ri.amente pocas diferentes,

    No me extraara

    si encontrsemos en

    un

    solo valle asen

    tamientos

    de

    d i v e r ~ o s

    antecedentes

    sin ninguna

    estratifkacin

    establecidas

    en

    los

    llanos" por ncleos contemporneos entre

    s,

    pero diferentes en su

    e ~ u i p o

    cultural

    (Muna

    1975: 76), Cfr., adems, los trabajos arqueolgicos citados alh

    por

    Murra, y

    lM

    anotaciones de Trimbom en 1973 a y b, y Trimborn et.

    aL

    1975; en el ltimo,

    e,.

    te

    autor

    precisa, sin embargo, las migraciones de

    Sama

    de grupos aimara que proce

    dan de la orilla ocddenral del Titicaca (1975: 57), ello ..,onfi.rmara ahora arqueo

    lgicamente

    la

    sugerencia

    inidal

    de

    Muna

    de que eran

    serranos

    los pobladores

    de

    l a ~ "islas" controladas por Chucuito. Ya en 1964 abrigamos la sospe.;ha de que mu

    thos, si no "Odos, eran serranos" (1975: 206-7, no 16).

    En

    el mismo sentido se

    haba

    l ronunc.iado. aos antes Rmulo Cneo Vidal.

    De ot10 lado, el hecho vetifu:ado de que el control ecolgko v e r t i c ~ es

    muy

    anterior

    al

    Tawantinsuyu,

    hace

    ver

    que la sugerencia de Fuenzalida

    podra

    ser vli

    da

    slo en los casos en que

    l

    mismo Tawantnsuyucree sus

    propios e c u r ~ o s polen-

    cima de

    os

    de las unidades tnicas, el paraguas ,

    p ~ o t e c t o r

    podr"a

    redudr

    entonces

    el conflicto en razn del i n t e ~ s estatal, Adems de insistir aq { en la antigiedad del

    control vertical, valdra la pena llamar l atencin sobre que

    no

    sabemos bien como se

    interdgitan las relaciones en las "islas" perifricas, en las que funcionan diversos

    grupos, el caso de

    Cochabamba nos demuestra aparentemente

    lo que ocurra baJo

    d Tawantinsuyu, pero

    no

    s

    ,podramos

    estar demasiado seguros

    de

    que

    la

    preci lion

    documental en

    torno

    al inka y

    l

    reparto de tierras por ste a

    mitmaqkllnade

    diversas

    etnas pudiera ser en realidad una forma de legalizar'' bajo

    un

    manto estatal viejas

    prcticas manejadas por las unidades tnicas antes del Tawantinsuyu y reorganizadas

    por

    ste al aadir

    la

    necesidad

    de

    un

    recurso especial

    para

    el estado.

    Sin

    negar

    la evi-

    dencia del manejo que el Tawantinuyu realizaba en el rea, es menester recalcar

    tambin que los Lupaqa, por ejemplo, mantuvieron su produccin en Cochabamba al

    margen del Tawantinsuyu, pero suponemos que se trata de tierras y gente diferen

    tes de las mencionadas en el

    documento de 1556

    (Morales ed. 1977).

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    5/24

    Sin embargo de todo esto, y a propsito de la presencia del Tawantinsuyu,

    parecena

    evidente que no todas las relaciones entre etnas diferentes fueron

    re-

    gidas por este

    patrn estatal

    valdra

    la pena

    recordar algunos casos:

    1

    Quando

    don Francisco Pizarro lleg l Cuzco vino (al pueblo de

    Moho, en la actual provincia de Huancan, Puno) un cacique prin

    cipal de

    la

    provincia de Chucuito que se llama Care ya muy vie

    jo y gouemador desta prouincia y llego

    l

    pueblo de Millirea y les

    dijo a los yndios mitimaes que all

    estauan: hennanos

    ya no

    es

    tiempo

    del

    ynga agora y os podeis boluer a vuestra tierra cada uno

    y assi saue este testigo que se fueron muchos que no quedaron

    hasta treinta dellos no mas y que despus se fueron los que queda

    ron (Archivo Nacional de Bolivia, Sucre, EC-1611, no 2, ff.

    33v/34i:).

    Este caso, como otros, es claro indicio de que se trataba de gente regida

    por patrones estatales de migracin es decir que eran mitmaqkunas del inka.

    Otros

    no

    eran puestos

    por

    ste,

    como

    es el caso

    de

    los hombres

    de

    Chucuito

    que

    t r a b ~ a b a n l s colonias costeras de Sama, Moquegua

    o

    nchura, por ejemplo, y

    que permanecieron all hasta el tiempo de las modificaciones producidas por las

    sucesivas encomiendas y

    an por

    las reducciones toledanas que limitaban el mo

    vimiento (el acceso o recursos) a distancias mayores. Esta gente reclam aos

    despus contra

    la

    marginalidad a

    que

    estaban condenados; visiblemente, el pri

    mer reclamo de un caso de estos fue el de los mismos habitantes de Chucuito,

    quienes solicitaron se les devolvieran los pobladores :que se hallaban en Sama,

    Incbura

    y Moquegua

    (es

    decir,

    que

    se les pennitiera restablecer

    -mantener-

    la

    vinculacin y el acceso a recursos de estas tierras bajas), como indic Polo de

    Ondeganlo, configurando

    as

    un caso diferente:

    2. al tiempo que la

    primera vez

    se

    visit

    la

    tierra para repartir

    la,

    estos yndios

    que

    se hallaron

    en

    algunos valles, como est he

    cha rrelacion,

    que

    estaban puestos

    para

    el efecto susodicho, con

    tronlos e rrepartironlos con los del mismo vaue, de manera que

    los sacaron de

    la

    subjecion de los principale$, e los repartieron

    sin

    ellos e les

    dieron

    diferentes encomenderos.

    No trato yo aqu

    si se pudiera bazer mejor de

    otra

    manera de la que se h i ~ o porque

    est

    ya

    hecho

    e

    no

    tiene rremedio; pero

    la

    duda

    es agora

    que

    c ~ e los ~ u s destos yndios llevrselos a sus tierras e des

    pues pretender tener derecho a las chcaras o suyos que sembra

    uan para el ynga

    e

    ans

    gouemando estos rreynos el Mar

    qus de Cafete, se

    trat

    esta materia, y hallando verdadera esta

    ynfonnacin

    que

    yo le ~ . . se hizo desta manera: que a la

    r ~ de Chucuyto se le volvieron los yndios y las tierras que

    tenyan

    en

    l

    costa en

    el tiempo del ynga donde cogan sus comi

    das, y a Juan

    de

    Sanjuan, vecino de Ariquipa, en quien estauan

    encomendados, se le dieron otros

    que

    vacaron en aquella ciudad,

    y ans qued aquella p r o u i n ~ i a rremediada; e lo mismo se avia de

    ~ e r e n

    todas las dems

    si

    fuera posible ([1571] 1916: 79-81;

    repetido en 1917: 72-73).

    101

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    6/24

    Esta situacin podra ser anterior a la anotacin del Licenciado Polo, des

    de que en la

    Renta

    que reparti el Presidente (La Gasea) entre los que le ayu

    daron a pacificar el Per (1549) e ~ t prer,isado: A los Yndios de Chucuito

    [darles, devolverles] los mitirnaes que tena San Juan que fueron de los dichos

    Yndios (Loredo 1958: 359) 4 ; de otro lado, la primera visita'' a que se re-

    fiere Polo de Ondegardo no puede ser la ordenada

    an

    en vida de Pizarro (1540),

    sino que debe referirse a la de 1549 y a los repartos de La Gasea; de hecho, la

    infonnacin tiene que ver con las primeras cdulas de encomienda,

    e n ~ r e

    Piza

    ero y La Gasea. Si la infonnacin de La Gasea

    es

    clara,

    es

    postble que Polo de

    Ondegardo confundiera el caso con otro similar, ocurrido efectivamente en

    1557, durante el gobierno de D. Andrs Hurtado de Mendoza, cuando a solici

    tud de los mismos

    cui: lcas

    de Chucuito

    se

    les devolvi los pueblos de:

    Auca, con el principal nombrado Aura con cincuenta indios na-

    turales del cacique Cariapasa, y otro pueblo que

    se

    dice incchen

    chura S con

    un

    principal que se dize Canche natural del cacique Ca

    riapasa con noventa y quatro yndios con los dems que hubieren

    multiplicado, que son naturales del dicho repartimiento y estn en

    comendados en Lucas Martnez Vegazo (Barriga 1939-55, m

    299; 300; Los Reyes, 2 Q , ; I I " . l 5 ~ 7 ) .

    Estos ~ n sido entregados a Lucas Martnez por Francisco Pizarro en

    1549 (lbide7t : 18). A esto hay que afiadir que la vinculacin de las zonas coste

    ras

    'Con

    la provincia c o l o n i . ~ de Chucuito se mantuvo, como indican continua

    mente los protOcolos notariales de Moquegua, por ejemplo, cuando menos hasta

    avanzado el siglo XVII; en 1661, el Conde de Alba de Liste dio una nueva pro

    visin

    en

    la cual segua considerando como mitirnaes de Chucuito a los habi

    tantes de Sama vinculados a esa provincia, indic que pagaran hasta el87/o de

    la

    tasa o parte de sta que era impuesta en maz (155 fanegas), para la comani

    dad de la dicha prouinc;ia de Chucuito (Archivo del Museo Nacional de Histo

    ria, Lima, Vid, nota

    5

    supra). De modo que queda claro que no solamente es-

    tos mitimaes'' pemianecieron en l l u g a r en que se hallaban al momento de la

    invasin, sino que, adems, continu hasta la segunda mitad del siglo XVII el

    abastecimiento tradicional de maz .proveniente de los valles costeros a los Lu

    paqa (debe considerarse que este abastecimiento, como otras condiciones

    simi

    4 Se

    l n d i / . : . a 1 \ q \ : t a m b i ~ : L q u e

    a

    Juan

    de San

    Juan le

    dierbn ehtonc:es lo

    que elt ij

    MansO:.

    de Cceres; no es

    completa entonces

    la

    afinnacibn

    del cannigo

    Martnez,

    que lo

    con-

    sider (a San Juan) ntcarnente encomendero en Ocoa y

    Cayma,

    1936: 177.

    S

    lncchenchura

    o

    lnchura

    es el

    pueblo

    de San

    Benito

    de

    Tarata, en

    el actual

    Departa-

    mento

    de Tacna ( Los indios

    mitmaes

    de Chucuito. Provission que el

    Virrey

    Conde

    102

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    7/24

    lares, continua hoy

    di

    a como puede constatarse en la cos1:a sur del Per, y de

    Jo

    cual dejo test'moni.o Flores Ochoa en 1973). Es visible que en el texto mencio

    nado de

    l61

    no

    se

    adujeron privilegios provenientes del tiempo del inka

    sino en una situacin nominal que identifica este tiempo con todo lo anterior.

    Resulta conveniente recamar aqu la necesidad de precisar

    un

    objetivo de la in

    vestigacin: el hecho de que la gente enviada como mitmaqkuna por el inka se-

    ra retomada rpidamente a sus lugares de origen, mientras que la otra ._geliteh

    enviada por las unidades tnicas permanecera en las colonias productoras. Se

    podra pensas que ste es uno de los m e j o r e ~ elementos diferenciadores entre

    los ntitmaqkuna de clases distintas. Si recordamos qae

    el

    manejo de las islas

    o colonias parece requerir ms gente permanente en los casos conocidos de cop

    trol ejercido por las unidades tnicas (cfr. nota 8 infra , que en los casos en que

    el control de recursos de este tipo

    es

    ejerctdo por el Tawantinsuyu (en Cocha

    bamba se mova gente de i f e r e n t ~ s grupos distantes para trabajar el maz; en

    Collaguas, las versiones orales actuales recuerdan como ellnka llev mucha gen-

    te para sembrar y cosechar el maz de Cabanaconde; pero estos nmeros mayores

    de trabajadores slo pueden ser entendidos para los momentos de siembra y

    cosecha, no permanentemente).

    Un caso, considerado al parecer como mitmaqkuna del Inka podra ser dis

    cutido como ejemplo: entre los mencionados por Wachtel se encuentran los

    Ycayungas de Sipe-Sipe (en Cochabamba) que

    se

    vieron separados de su lugar

    de origen (lea

    y

    Chincha, en la costa central del Per)

    y

    que, en tiempos de

    HuaynL

    Cpac, fueron desplazados a muchos cientos de kilmetros: las tie

    rras de ycayunga. las an posedo sembrado

    y

    cultivado los indios yca yungas

    plateros de sipe sipe porque este testigo oyo dezir que se las auia dado el ynga

    que serbian el ynga mascara hijo de guayna capa. e que eran mitimaes de

    de lba le despach del tributo que an de pagar en cada un ao, los que residen en el

    pueblo

    y

    valle de Zama, trminos de la ciudad de Arica Arica, 14-111-1661. Archivo

    del Museo Nacional de Historia. Relacin correspondiente a requipa No. 058.

    6 Mitmaquna

    eran

    los

    hombres

    movidos por

    el

    estado a trabajar, en las regiones aleja

    das

    de

    su

    lugar

    de origen; tambin los haba enviados por las unidades tnicasMitta-

    ni

    eran

    los qe cumplan una mitt o

    tumo de

    trabajo, energa entregada a la auto

    ridad estatal o local. l parecer

    la

    diferencia entre Mitmaqkuna y .mittani podra es

    tar en l permanencia, estable en los primeros, temporal en los segundos.

    103

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    8/24

    Chincha (Archivos Nacionales de Bolivia, Sucre,

    EC

    1584, no 72,

    f

    23;

    ci-

    tado en Wachtel 1976: 113,

    n

    89); el caso es que son propuestos como mit

    maqkuna dellnka pero cabra preguntar: cmo,

    si

    fueron puestos por el inka,

    no fueron retirados o restituidos

    (o

    no

    se

    restituyeron ellos) a

    su

    lugar de origen,

    a

    fm

    de que

    se

    hicieran tributarios legales, siendo menester recordar aqu que lo

    eran los originarios?, qu los hlzo_,permanecer en Sipe Sipe hasta despus de

    Toledo y de las reducciones en la regin?, hasta cundo permanecieron?,

    no

    puede dejarse de lado estas posibilidades.

    Lo

    ltimo permite recordar uno de los ms serios problemas de la informa

    i ~ n

    proporcionada

    por

    la documentacin en general, y es que

    c o m ~

    los espao

    les (preguntantes) en las informaciones realizadas, insistan en el tiempo del Yn

    ~ , ello pudo fcilmente haber motivadQ

    -al

    nivel de la traduccin,

    por

    cier

    to-

    una confusin apreciable: las relaciones intertnicas quedaban para siempre

    confmadas en el mismo plano informativo temporal del estado cuzqueo, situa

    cin sta que

    se

    originaba en la identificacin entre el pasado y el tiempo del

    y n ~ 7. Esta condicir. de la informacin origina una incertidumbre que apa

    rentemente slo puede ser solucionada a travs de evidencias no slo prove

    nientes de las crnicas clsicas, sino de documentacin judicial o notarial,

    re-

    ferida concretamente a los problemas de los curacazgos, en la cual aparecen ca

    sos

    en que

    l

    ubicacin de la gente en un lugar, una isla'' o una colonia peri

    frica, como es el caso de Cochabamba y tantas ms, no sea producto de

    l ac-

    tividad gerencial del estado, sino de la administracin tiiJca o an del, ayllu

    en cuanto sea defmible. Murra

    h

    precisado (1975: cap.

    3)

    a este respecto el

    manejo de las islas'' o colonias de los Lupaqa de Chucuito o los-Chupaychu de

    Hunuco

    8,

    queda

    por

    delimitar cuntas escalas o niveles de manejo eran posi-

    7 Se

    ha

    mencionado el juicio

    entre

    dos curacas, donde

    uno quera

    legalizar

    en

    tiempos

    coloniales la prnaca alcanzada -segn su afirmacin- desde tiemp? inmemorial ;

    el otro litigante afirm

    que era

    de poca importancia que don Rodrigo Guamarico

    fuese seor

    de Chimbo

    desde

    tiempo

    inmemorial,

    por tiempo

    inmemorial debe

    ra

    entenderse aquel de los gobernantes Inca. (Ossio 1976-77: 201:. Juicio entre

    Lorenzo Guamarica cuaraca de Chimbo con Sanl;iago,

    c u r a c ~

    de Cusibamba, AGI,

    Escribana de Cmara, Audiencia de

    Quito,

    Leg. 669,

    RO

    1, 1565).

    8

    Aqu

    vale la

    pena

    mencionar como en la poca

    toledana

    se mantena el control so

    bre las islas , as fuera bajo

    la

    apariencia

    de

    lo que los espaoles entendieron muchas

    veces como comercio , para acusar a los curacas de emplear l mano de obra andina

    para

    enriquecerse (a

    la

    manera europea}

    con

    su uso. Cfr. la declaracin de

    Rodrigo

    Halanoca, principal de hanansaya de Acora, quien dijo que algunas veces le a alqui

    lado su curaca para Potos y Arequipa (Ramr'ez Zegarra 1575:

    llv);

    esto deja pie

    a movimientos entendidos normalmente como si fueran comerciales . Un ao antes

    haban constatado los visitadores toledanos el mantenimiento del control de lasco

    lonias costeras y de las situadas al este del Altiplano (Gutirrez Flores

    r amrez

    Ze

    garra 1574:

    19r por

    ejemplo), indicando que

    los

    yndios mitimaes de halle de Mo-

    104

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    9/24

    bles, a nivel del ayUu la parcialidad , la etna, el Tawantinsuyu,

    y

    ser nece

    sario ver cmo se comporta cada una de ellas despus de la invasin espafiola,

    Tambin puede verse como estos grupos mantuvieron el control de sus

    respectivas colonias despus de la desaparicin del Tawantinsuyu, los ejemplos

    mencionados antes son buenos testimonios de ello, pues las reclamaciones, re-

    sueltas favorablemente o no, son una fonna de manifestar y mantener el dere

    cho 9; al menos, este mantenimiento fue efectivo mientras la corona espafio

    la

    no

    fue capaz

    de

    imponer definitivamente el sistema

    de

    reducciones (Pease

    1978,

    cap.

    2),

    y no sabemos bien cmo se ejerci o

    se

    mantuvo despus,

    por

    ello

    se requiere una vez ms ampliar nuestra infonnacin y nuestra discusin en tor

    no a l s reducciones y sus consecuencias. Interesara tambin a este respecto pro

    yectar

    la

    investigacin hacia el estudio de la transformacin paulatina de

    sis-

    te.mas de

    control ecolgico

    en

    regmenes de intercambio restringido y excluyen

    te;

    quizs Collaguas pueda proporcionar en el futuro mejor evidencia a este res

    pecto.

    Pero

    l s

    islas son tambin lugares de confrontacin intertnica, sobre

    la cual

    no sabemos prcticamente nada, a pesar que muchos conflictos.colonia

    les, registlados judicialmente, deben haberse originado en estas situaciones de

    coo.trol compartido entre el Tawantinsuyu y diferentes unidades tnicas, y

    entre

    unidades

    distintas.

    Un

    caso ms difcil

    de

    comprender es el

    de

    las colonias

    productivas de los Lupaqa en las regiones

    al

    este del altiplano boliviano, Cocha

    bamba,

    por

    ejemplo,

    y

    sus vecindades. La documentacin publicada reciente

    mente

    (Morales

    ed.

    1977),

    aunque fragmentaria, hace ver como era poSible

    su-

    peponer la informacin y

    asumir

    dentro de los modelos

    de

    colonizacin del

    Tawantinsuyu, presentados como tales a los funcionarios coloniales, fonnas de

    control que los Lupaqa representaban como suyos

    en

    la visitll de 1567, qu

    quegua son trescientos y quatro (los) mitimaes del halle de

    Cama

    y pueblo de Hin

    chufa son trescientos y quarenta y cinco yndios. . . (los) mitimaes del halle de Lare

    caxa son setenta y

    dos

    yndios . Estas cifras permiten ver, adems, como los n

    meros que daban los infomiantes de Garci Diez unos aos antes eran claramente mo

    der d s

    (cfr.

    el cuadro

    que public Murra en 1975: 212-213); aunque

    no se

    sabe

    bien a qu gente aluda Alonso de Buitrago, testigo ele Garci Diez, cuando declar

    que

    en

    S ama Mo9.uegua le parece que

    habr

    novecientos, indios. tributar ios (Diez

    de San iguel L1567J 1964: 54),

    pues

    no distingue a los Lupaqa de los, pobladores

    de la zona.

    Un

    ejemplo

    de

    cmo reclamar o contradecir , estar

    all

    en suma, era la forma

    de

    hacer sentir la presencia nativa,

    puede

    verse

    en

    Warman 1976, para el caso de More

    los, en el Mxico colonal.

    105

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    10/24

    otra

    cosa que un conflicto difcilmente defuuble puede ocurrir ante

    una

    situa

    cin de este tipo, cuando se introdujo la propiedad occidental a nivel agraro

    en

    los Andes?

    An

    teniendo en cuenta

    que

    las evidencias de la coexistencia en

    las colonias productivas o islas son visibles, los libros parroquiales pueden

    arrojar nuevas luces:

    por

    ejemplo, el caso

    de

    lchua,

    en la

    sierra

    de

    Moquegua,

    que

    entre 1685 y 1714 registra matrimonios

    de

    gente proveniente de Yanque,

    Cabana y Tisco (Collaguas), de, Chucuito, Pomata, Zepita. llave, Hatuncolla

    urinsaya, Hatun Cabana, Nuestra Seora de Copacabana, Moho y Macha (zona

    lacustre),

    Chuquiabo, Larecaxa (Charcas);

    la

    fecha hara pensar quizs

    en fo-

    rasteros'', pero indicios arqueolgicos seialan ocupacin muy antigua y ml

    tiple o.

    Consentimiento y redistribucin

    Recientemente, Maurice Godelier

    ha

    llamado

    la

    atencin sobre la oposi

    cin existente entre violencia'' y consentimiento , sugiriendo que des deux

    composantes

    du

    pouvoir,

    la

    force

    la plus

    forte n'est

    pas

    la violence des domi

    nants mais le consenternent des domins leur domination. Qu'on nous enten

    de

    bien et qu'on

    ne nous cherche pas de mauvaise querelle. Nous savons

    toute la

    diffrence

    qui

    existe entre

    un

    consenternent forc, une acceptation passive, une

    arlhsin retenue, une conviction partage. Nous n'ignorons pas que dans une

    socit, merne sans classe, l n;existe pas de consenternent a

    r

    ordre social, m eme

    passif, chez tous les individus ou chez tous les groupes.

    Et

    meme quand l est

    actif, le consentement

    n'est

    pas sans rseiVes, sans contradictions.

    La

    raison en

    est au dela de

    la

    pense, dans le fait que

    toute

    socit, les socits primitives les

    10

    Archivo de

    la

    Parroquia de

    San

    Pedro, Tacna. Libros de Matrnonios de Ichua, em

    pieza: 23-VII-1685, tennina 14-VIII-1714.

    Ichua

    tiene datacin

    ltica

    (Menghin

    y

    Schoeder 1957, Ravines 1972), form

    parte

    de Ubinas hasta su desmembracin

    en

    1795;

    durante

    el siglo XVIII tuvo un trapiche de moler metales de Plata (Bueno

    [ 1774-78 ] 1951:

    90;

    Valdivia 1847: 160; cfr. tambin Alvarez y Jimnez [1790-93]

    1946,

    Il: passim .

    Una pregunta adicional aqu sera cul fue

    la

    diferencia real (o la

    real similitud)

    entre

    algunos tipos de

    forasteros

    coloniales

    y

    los

    que

    anteriormente

    fueron mitrnaqkuna o mittani. No hay seguridad entonces de que siempre los llama

    dos forasteros'' respondaD a la nocin espaola.

    Como

    ejemplo paralelo puede re

    cordarse a los

    comerciantes

    dedicados a

    un

    intercambio restringido,

    como

    inter

    locutores estables,

    en un tipo

    de tarea identificable

    con

    el control ecolgico, comple

    mentaria o sustitutiva de

    ste.

    106

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    11/24

    plua galitaires comprises, contiend des intrets communs ou particuliers qui

    s'opposent

    et

    se composent quotidiennement. Sans cela il n y aurait jamais

    eu d'histoire. Mais bien qu'il importe normement, pour l'volution d'une soci

    t comme pour le e s ~ singulier ou collectif de ses membres, qu'il existe ches

    les domins soit une conviction profonde de la lgitimit de leur systeme, soit

    una adhsion mitige, soit une acceptation soumise, s9it une opposition latente,

    soit- enfin une hostilit dclare, nous sommes la deVant autant ~

    f:tgUres

    dis

    tinctes d'une force historique majeure de consetvation ou de transfonnation

    des socits, la force des ides, des idologies, une force qui ne nait pas

    seule

    ment de leur contenu mais de leurs, partage" Mss. 15-16) .

    El inters de Godelier en las lneas que siguen a las anteriores es tambin

    buscar las condiciones que hicieron posible la participacin en el consentimiento

    del cual habla, en casos diversos, generalmente africanos. Indica, por ejemplo,

    la urgencia de buscar las interpretaciones del mundo que legitiman

    -ciertamente

    que a los ojos de los dominados- la propia situacin de dominacin 11. Sin

    embargo, la lectura de Godelier sugiere nuevas posibilidades de anlisis, si apli

    camos la idea a una re-lectura de las crnicas clsicas y de la documentacin que

    se refiere al crecimiento del Tawantinsuyu, as como a la relacin de ste con

    las unidades tnicas que fue sometiendo a lo largo de su desarrollo. La pregunta

    inicial podra ser s n duda averiguar por los niveles

    de

    relacin entre el Tawantin

    suyu y las unidades tnicas. Ello requiere, ciertamente, de una revisin de lo

    que dicen los cronistas clsicos sobre la forma de la expansin cuzquefia (no

    so-

    " de los dos componentes del poder , el ms fuerte no es la violencia de los domi

    nantes, sino el consentimiento de los dominados a su dominacin. Que se nos en

    tienda bien, que

    no

    se nos acuse de m;ala

    fe.

    Sabemos

    toda la

    diferencia que existe

    entre

    un

    consentimiento forzado, una aceptacin pasiva, una adh Sin moderada, una

    conviccin parcial. No ignoramos que en una sociedad, -an sin clases, no existe con

    sentimiento -incluso pasivo- al orden social, en todos los individuos o en todos los

    grupos por igual. Y, lo mismo,

    cuando

    es activo el consentimiento, no lo es sin reser

    vas, sin contradicciones. La razn de esto est ms

    all

    del pensamiento, en el hecho

    de que

    toda

    sociedad, incluidas las sociedades primitivas ms igualitarias, tiene inte

    reses comunes o particulares que

    se

    oponen

    y

    se componen cotidianamente. Sin ellos

    no

    habra

    habido jams historia. Pero, aunque importe enormemente para la evolu

    cin de una sociedad, como para el destino singular o colectivo de sus miembros, que

    exista en los dominados una convkcin profunda de la legitimidad de sus sistemas,

    una adhesin mitigada, una aceptacin sumisa, una oposicin latente, o,

    en fin,

    una

    hostilidad declarada, estamos ante tantas figuras distintas de una fuerza histrica ma

    yor

    de

    conservacin o de transfoimacin de las sociedades, la fuerza de las ideas, de

    las

    ideoloas, una fuerz que

    no

    nace solamente de su contenido sino de su co-parti

    cipacin" (Mss.: 15-16).

    11 No escapar a la atencin apreciar

    aqu,

    y en las propias palabras de Godelier, una

    marcada oposicin

    con

    ideas de autores como Pierre Clastres ( 1975).

    107

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    12/24

    bre los motivos, por cierto), y confrontarlo con otro

    t po

    de informacin ms lo

    cal o regional

    En

    tnninos generales, podra adelantarse

    una

    opinin sobre

    una

    falta (al menos parcial) de consentimiento fl'ente a la presencia incaica, desde

    que tanto las crnicas clsicas comoJa documentacin regional sugieren diver

    sos niveles de conflicto, y

    no

    necesariamente una oposicin generalizada como

    parecera desprenderse del planteamiento de autores de los ltimos afios (Espi

    noza 1974, por ejemplo). Pero, al mismo tiempo, y resaltando las variantes

    que el propio Godelier otorga (matiza) al consentimiento, podra sugerirse un

    nivel de relacin estable que hizo posible el predominio del Tawantinsuyu.

    El primer

    punto

    mencionado

    se

    refiere a la imagen que nos da,

    de una

    parte, el conjunto de cronistas clsicos y, de l otra, la documentacin regio

    nal, de carcter muy variado. Podramos convenir; respecto a los primeros,

    en

    l generalizacin de dos utopas retrospectivas

    por una

    parte l conocida imagen

    generalizada por Garcilaso de la Vega, quien afinnaba un estado ciertamente

    muy poderoso, pero a

    la

    vez benvolo y paternal, capaz simultneamente de ga-

    rantizar una paz social

    g ~ n e r l i z d

    que algunos llamaron socialismo, y

    de

    repri-

    mir brutalmente la oposicin a esta sociedad paradisaca; l s conquistas eran ca

    si paseos triunfales donde la guerra

    no

    quedaba excluida porque ello supondra

    eliminar el derecho al herosmo de los prncipes, y donde tambin

    se

    valoraban

    mucho las alianzas de las unidades tnicas (los u r a c ~ g o s con

    el

    Tawantinsuyu.

    Por otro lado, una segunda fonna de utopa normalmente atribuida a los croniJ.

    tas llamados toledanos, retrataba

    la

    imagen apuesta:

    un

    estado igualmente

    po

    deroso, pero ferozmente incapaz de benevolencia alguna, que dominaba con un

    aparato poltico tan slido como ilegtimo o usurpador toda l regin

    n-

    dina. En esta ltima imagen

    l s

    conquistas fueron rpidas y establecieron una

    suerte de uniformidad por el

    tenor;

    aunque las alianzas pennanecieron, lo

    que

    prim fue ciertamente

    la

    imposicin que

    no

    excluy,

    por

    cierto, el reconoci

    miento de la capacidad del estado cuzquei'io para administrar eficazmente l

    economa andina

    en

    un nivel superior al comunal o

    tnico .

    Frente a esta imagen sustancialmente basada en los cronistas, tenemos

    otras posibilidades que h n sido propuestas ms cercanamente a l segunda

    vi-

    sin utpica; dada la existencia del Tawantinsuyu como un estado d

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    13/24

    tablecerse una relacin entre el criterio que presidi la visin toledana y esta

    sugerencia, en el hecho de que ambas pa.. ten de la existencia de un estado no s-

    lo poderoso, sino "ilegal'' y "usurpador'', violento dominador de las etnas

    an-

    dinas; en el siglo XVI este criterio fue elaborado para hacer moralmente justifi

    cable y aceptable la invasin espafiola, desde que destrua una estructura de po

    der

    y

    un

    Inka

    incluso- ilegtima, restaurando a la poblacin nativa de losAn

    des su derecho y su capacidad para recibir un nuevo rgimen dominador. En

    un

    estudio reciente, Rolena Adorno

    ha

    resaltado nuevamente el valor de la narra

    cin de Guaman Poma cuando precisa que el Tawantinsuyu fue entregado "vo

    luntariamente" al rey de Espafia, que de esta manera reafirmaba su condicin

    de heredero "legal'' de los incas;

    no

    hay entonces trauma de la conquista, pero

    el Tawantinsuyu se ofrece a

    s

    mismo

    (a

    travs de Huscar) a la corona espafiola,

    otorgando a sta una situacin de Jure distinta a la de los incas que, al fm y al

    cabo, eran invasores internos en el texto del mismo cronista (Adorno 1978;

    Guaman Poma [1615] 1936: 81, 376 [3'78]), que abomina la destruccin de la

    sociedad anterior a ellos, pero los acepta en tanto puede vincularse a los gober

    nantes del Cuzco como

    nieto

    de Tpac Inka Yupanqui. Es posible que esta

    actitud y esta opinin del cronista reflejen su inters en mantenerse vinculado

    -cmo

    mediador ideal' - a los Andes y a Espafia, situado entre los descen

    dientes de los incas y

    l

    corona espafiola que

    ha

    devenido sucesora, aunque para

    djicamente legtima, del poder de los primeros.

    Es

    necesario entonces limitar

    en

    lo

    posible el peso de este contexto ideolgico del siglo XVI

    y

    del presente,

    sin olvidarlo;

    tratar

    de lograr a travs y a pesar de la documentacin fuerte

    mente ideologizada

    (a

    su manera, tanto

    l s

    crnicas clsicas como tambin la

    documentacin administrativa y judicial), una imagen ms prosaica tal vez, que

    nos permita entender mejor

    l

    mecnica de la expansin y, sobre todo, los me

    dios de control del Tawantinsuyu sobre

    l

    regin andina. Para ,llo ser necesa-

    cumentos

    elaborados

    para

    obtener

    privilegios del sistema colonial,

    habra que

    ver

    en

    cada caso

    cul

    era la

    influencia

    real

    de

    esta

    actitud y

    de

    esta intencin,

    desde que el

    relato

    de una actitud

    o

    de

    un

    coJ\iunto

    de acontecimientos

    histricos

    no

    reviste

    necesariamente igual

    carcter en el pensamiento andino

    y

    en

    el

    europeo

    del

    mismo

    silgo

    XVI;

    puede verse

    como ejemplo

    de esto la distincin

    de

    la historia de las con

    quistas incaicas,

    presentada

    por los

    cronistas

    como

    tal,

    y

    el

    relato

    de

    un

    ritual

    de

    con

    q,uista, extrado

    de

    las mismas fuentes,

    en dos

    diferentes

    lecturas de

    las crnicas

    cl-

    siCas (Pease

    1978:

    108-114).

    Esto

    significa

    que

    debe

    tenerse

    una duda prudente

    fren

    te

    a las hiptesis de

    una

    oposicin frontal de las unidades tnicas, poco definidas

    realmente, al

    Tawantinsuyu, mienras

    no

    se haga

    un

    anlisis

    crtico

    de

    la

    documenta

    cin que

    precisa si las motivaciones

    que sustentaron

    los reclamos, las declaraciones o

    las ar.titudes

    de enfrentamiento

    generalizado

    con

    el Cuzco provienen

    o

    no

    del

    contex

    to

    colonial, o si

    son

    reflejo real

    de

    la situacin

    anterior

    a la invasin espaola_

    109

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    14/24

    rio referinne a un trabajo anterior, donde sugera diferencias entre la colomza

    cin incaica de distintas regiones andinas (1978: cap. 1).

    Los reinos'' altiplnicos, ejemplarizados fundamentalmente por los Lu

    paqa, cuya vida colonial y cuya informacin espaola sobre tiempos anterio

    res est ampliamente documentada (cfr. Murra 1975, especialmente cap. 7 y

    Pease 1978, cap. 2), produce

    un

    primer caso de colonizacin y de nivel de con

    sentimiento. Aqu nos encontramos con dos tipos de evidencia: primeramente,

    Hyslop y Mujica h n llamado la atencin sobre el hecho de que el Tawantinsuyu

    oblig a los pobladores del rea Lupaqa a abandonar sus establecimientos y

    pu-

    k r

    de

    los cerros, y a establecerse en los lugares que fueron encontrados por los

    espaoles como cabeceras o pueblos principales de los Lupaqa (Chucuito,

    Acora, llave, Juli, Pomata, Yunguyu, .Zepita), registrados por Garci Diez de San

    Miguel en 1567; y recientemente Catherine Julien

    ha

    precisado que el lugar tra

    dicionalmente conocido como Hatuncolla slo tiene ocupacin inka (1978).

    Un segundo tipo de evidencia nos permitira decir que el Tawantinsuyu no alter

    los mecanismos tradicionales de los Lupaqa para la obtencin

    de

    recursos, tanto

    en la costa sur como en las tierras bajas ubicadas al este del altiplano (cfr. Murra

    1964 y 1975) para una descripcin de esta mecnica); en todo caso, podra

    aftr-

    marse que el Tawantinsuyu superpuso su sistema econmico al de los Lupaqa,

    obteniendo sus recursos por encima y al margen de los de la poblacin. Estas

    dos actitudes del estado cuzquefio haran pensar que en el caso Lupaqa

    se dis-

    tingui el dominio potico del econmico; el primero requera reprogramar los

    patrones de asentamiento, y a ello puede deberse la imposicin del abandono de

    los viejos lugares ms altos. La segunda actitud supuso simplemente establecer

    un circuito de obtencin de recursos por encima del Lupaqa 13. De hecho, el

    13

    Pan c o r d a ~

    que durante 1a colonia.buho

    una

    oanse.::uencia.rela.tiva c.mte:Sta:actitud;.

    puede verse

    la

    abundante informacin de las visitas toledanas, que distinguieron cla

    ramente el rgimen tributario (que sugera

    la

    vigencia de

    patrones

    de asentamiento

    del ti ? O de las reducciones), del rgimen comercial funcionante al margen del prime

    ro.

    Los

    protocolos notariales de Moquegua, al menos entre 1587 y 1601, registran

    la doble jurisdiccin sobre el valle, proveniente la

    una

    de la provincia de Chucuito

    (cuyos curacas aparecen

    contratando

    abundantemente en pocas tempranas de

    la.

    colonia) y

    la. otra

    de Arequipa,

    cuyo

    rgimen

    de

    encomiendas est estrechamente

    vinculado con el valle de Moquegua (cfr. Protocolos de Diego Dvila, 1587-95 y

    1596-1600, 1601; Archivo Notarial de D.

    Vctor

    Cutip Moquegua). Ver tambin

    los casos mencionados en l primera

    parte

    de este trabajo sobre la devolucin de gen

    te y tierra a los pobladores de Chucuito.

    110

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    15/24

    caso de Cochabamba (1556) permite ver como el Tawantinsuyu organiz gran

    des grupos de gente del altiplano, dirigindolos hacia la regin indicada, pero el

    mismo documento de

    1 556

    no contradice las afirmaciones de los Lupaqa, he

    chas en 1567 y 1574-75, sobre su continuo control de tierras productivas de

    maz en Cochabamba, antes bien permite diferenciar las tierras repartidas

    por

    el Inka'' de las que eran de los Lupaqa 14.

    Lo que me interesa destacar en este contexto

    es

    el nivel (el alcance y el

    grado) de un consentimiento del tipo del que hablaMaurice Godelier. Solamente

    en un mbito donde el Tawantinsuyu

    ha

    respetado la organizacin local en

    un alto grado,

    es

    posible que esta organizacin pueda mantenerse despus de la

    desaparicin del estado cuzquefio. Si las visitas posteriores a Diez de San Miguel

    (es decir, posteriores a 1567) como es el caso de las toledanas y de los otros do

    cumentos citados, pueden dejamos tan clara evidencia del manejo de las islas

    ubicadas al este y al oeste del altiplano muchos anos despus de desaparecido

    el Tawantinsuyu,

    es

    visible que la superposicin del estado sobre la estructura

    de poder lupaqa no destruy a sta sino

    le permiti subsistir. Esto significara

    un alto

    nivef' de consentimiento, a lo que habra que afiadir que ello parecera

    conllevar un grado especial de redistribucin estatal, desde que

    ya

    le

    ha

    mostra

    do

    cmo el acceso a recursos estatales en la regin supona no solamente

    el

    acce

    so a los depsitos, tan sefialados en otros lugares, sino tambin a la posibilidad

    del reparto del

    ~ d o

    del Inka o del Sol, as fuera nicamente para uso ritual.

    Posiblemente este recurso fuera realmente una forma de explicar, dentro de la

    reciprocidad, nuevas obligaciones con el estado, quizs justificar cierto tipo de

    yana (Mum11975; 136), quizs los posibles repartos de ganado del Inka fueron

    el ms alto nivel de la generosidad institucionalizada''. Los Lupaqa, en realidad

    los grupos lacustres, pueden haber desarrollado aqu una capacidad de adecuar

    se a l imposicin de estructuras estatales, que bien pudo ayudarlos a sobrelle

    var mejor que otros (al menos

    al

    comienzo) la invasin espafiola.

    14 En 1556 se dijo expresamente: El segundo[ uyu corresponda] a yndios lupacas

    de chucuito que venan al beneficio del dho suyo de sus tierras los q u a l e ~ ~ tiempo

    que los espaoles entraron en este valle

    se

    fueron a sus tierra (Repartmuento de

    tierras en Morales ed. 1977: 21}. Los visitadores toledanos registraron claramen

    te el problema

    en

    otro sentido; inicialmente, Juan Ramrez Zegarra dej constancia

    de ello, por ejemplo para Larecaja y Chicanoma (1575: 34r, por ejemplo}; la tasa fi-

    nal del virrey indic lo que

    ui n

    de pagar en particular cada yndio de los susodi

    chos

    f

    de la provincia de Chucuito] ssi los que estaba mandado que fuesen a la villa

    imperial

    de

    Potos a

    la

    labor de las minas e yngenios de aquel asiento

    como

    los que

    avan

    de

    rreiidir y rresidian en la dicha

    p r o u ~ i

    y

    en

    los valles subjetos della de

    Cama, Moquegua, Latecaxa, Xicanoma y otras partes donde estauan yndios de

    la

    dicha

    p r o u m ~ i a

    (Toledo 1575: 235; cfr. tambin 238v, 242v.}.

    111

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    16/24

    Un caso diferente a considerar puede ser el Chlmor; es conocido el desa

    rrollo agricola, uro ano e hidrulico alcanzado ill, hasta el

    punto que

    pudo com

    petir con los lugares

    ms

    desarrollados

    de

    los Andes- Sin embargo, el Tawan

    tinsuyu parece haberse comportado en

    la

    regn de una

    manen

    bastante ms

    drstica; se

    ha

    hecho hincapi desde hace tiempo en la rpida despoblacin del

    rea, constatada despus de la invasin europea pero quizs iniciada antes

    de

    sta;

    se ha

    sugerido tambin que poco tiempo despus

    de la

    llegada de los espa

    oles, algunos de los ms importantes canales dejaron

    de

    funcionar. Las crni

    cas clsicas en general, y los testimonios, ms limitados al rea en particular,

    llamaron

    la

    atencin sobre

    la

    violencia del conflicto entre el Tawantinsuyu y el

    Chlmor. Rowe ([1948] 1979) ha reseado el proceso e indicado las fuentes prin

    cipales 15.

    Una

    vez'dominado el Chimor por el Tawantinsuyu, se aprecia

    la

    apli

    cacin del ejercicio del nuevo

    poder

    en

    la

    presencia

    de

    mltiples mitmaqkuna

    especializados (orfebres)

    en

    muchos y diferentes lugares

    de

    los Andes (vid.

    Z

    rate 1555, Lib. 1, cap.XN: 26-27; en ediciones posteriores es el cap. XI del Lib.

    1, pues a partir

    de la

    2da . ste fue uno

    e

    los captulos suprim.idoS;lwstwo-=

    rowski 1962: 158, 1976: 107; Crespo 1915;Pease 1978; 104-105)16.

    Cul sera el nivel del consentimiento

    aqu "?

    Evidentemente no se trata,

    como

    en

    el caso Lupaqa,

    de una

    situacin

    de

    consentimiento activo ,

    que

    favoreci

    mucho

    la redistribucin

    que

    el estado ejerca en la zona del lago.

    No

    encontramos evidencia

    de

    algo similar en el Chimor. Casi al mismo tiempo

    que

    Garci Diez

    de

    San Miguel visitaba Chucuito, recorra las tierras del Chimor Gre

    gorio Gonzlez de Cuenca (1566), aunque no proporcion la informacin que

    el primero sobre las relaciones entre

    la

    regin visitada y el Tawantinsuyu. Tam

    poco una visita anterior (G&ma [1540] 1975), ni

    otra

    posterior (Roldn [1568]

    1975) dejaron testimonios a este respecto. Quizs larpida

    baja

    demogrfica

    disminuy los intereses administrativos del siglo XV espaol? Valdra la

    pena

    15

    Sin embargo,

    el

    mismo Rowe llev entonces (1948)

    hasta la

    primera

    mitad

    del

    si?}-o

    XVII la decadencia de la cultura Chim, basndose en los efectos de la erradicacion

    de las

    idolatras lbid.:

    349); ello es independiente sin duda de la crisis demogr

    fica o de la poltica, anteriores a las extirpaciones de las idolatras, y nos lleva al in

    teresante problema de la continuidad de los patrones culturales: podemos ase

    gurar que los indios de la

    costa norte

    cambiaron el patrn de su

    cultura

    aborigen

    con

    algunos adornos espaoles mucho despus de 1600 (loe. cit.).

    16

    Aparte de esto, es sabido que

    el

    Tawantinsuyu signi&

    la

    masificacin de

    la

    produc

    cin de bronce, apreciable en la existencia de objetos enteros de este metal

    en

    los ba

    surales.

    112

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    17/24

    revisar cuidadosamente lo ocurrido en otro orden de cosas, pues otro tipo de

    docwnentos como los judiciales se refieren a esta situacin y a la herencia de los

    curacas, y nos dejan testimonios del recuerdo e informacin sobre tiempos

    anteriores a la invasin espai'ola, Pero ello nos lleva otra vez

    al

    problema del

    valor de la docwnentacin fabricada como prueba de derechos aducidos frente a

    circunstancias tan distintas.

    Mas

    bien, la imagen podra ser la contraria, y el

    Tawantinsuyu podra haber intervenido ms (destruido ms) la economa y la

    organizacin local; incluso Mara Rostworowski ha llegado a sugerir que la

    prohibicin de llevar armas en la regin, y el hecho de ',no tributar saldados

    durante el Tawantinsuyu fueron resultados de la dura resistencia de la poblacin

    del Chimor al estado cuzquei'o; a ello habra que sumar otra consecuencia,

    tambin grave, el tributo parece haber sido ms duro en esta regin que en

    otras (cfr, Rostworowski

    1976; 10717,

    Esto habra hecho que los yungas

    apoyaran a los espa.oles contra el Cuzco.

    Quedara entonces una impresin curiosamente puest a la que Cieza de

    Len tuvo acerca

    de

    la marginalidad

    de

    la poblacin hoy colombiana, y su

    rebeldia a la conquista por un t)Stado o un aparato estatal

    Se

    ha sugerido muchas

    veces que la zonas ''mas civllZadas'' ofrecieron menos resitenCJa a la mvas1n

    espa.ola y, a la inversa,

    las

    menos CIVIlizadas una ms act1va oposicin; este caso

    ind1carfa lo contrano el Chimor, con un lto grado de desarrollo urbano,

    opuso mas (aparentemente) que los Wanka al Cuzco. He mencionado aqu1 a

    estos ultimos,

    deb1do

    particularmente a la propuesta

    de

    que la

    r e ~ i ~ t e n c i a

    de

    l o ~

    Wanka

    al

    Tawantinsuyu y su permanente oposicin

    al

    mismo habt

    fan ~ i d o

    tales

    qu los llev rapidamente a una alianza

    c:on los

    espafioJ.es (Espmoza 1971

    1974

    1

    8)

    Un ltuno caso, a todas luces dJferente, sena el de{: ~ . p o y a s donde la

    documentacion publtcada (Espinoza 1966) proporciona una L

    zen distinta a

    la

    luz de la expedencia por ella proporcionada El Tawantmsuyu tenia aun menos

    tiempo en la reg.n que entre los pobladores lacustres y en la costa central y

    norte

    al

    momento

    de

    la _

    n11aS1n

    ~ s p a i a l a ;

    Chachapoyas sugiere un mbito

    marginal, quizs de una mayor dimensin que otros lugares sei'alados por los

    ar-

    17 Cabe aadir que

    las

    visitas publicaclaa aobre la c:osta inciden en que

    ninn

    grupo

    c:oltefio

    tribut

    aoldados Yic:l,

    por

    ejemplo, Carvajal y Rodrguez ( 1549J 1977).

    18 Los meuc:ionados estudios de Espin01a no se refieren al Chimor, sino a

    la

    regin

    Wanka,

    sin

    embargo, su argumentacin sera pertinente.

    113

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    18/24

    quelogos en la ceja de selva al este de los Andes (Bonava 1968 a y b, 1970,

    1972; Bonava y Ravines 1967 y 1968) que incluye ciertamente el mbito bo

    liviano

    19

    , con lugares de asentamiento incaico que miraban hacia la

    selva.

    Una

    cosa que interesa en la documentacin de Chachapoyas es la mayor dependencia

    del

    lnka

    que los curacas manifestaron;

    se

    acept de plano que fue el Inka Tpac

    Yupanqui quienlos'puso 20, sus sucesores no slo mantuvieron el predominio,

    sino que intervinieron activamente en proyecciones regionales del conflicto entre

    el Cuzco y Tuminampa (Espinoza 1966: 290-301, 312 y ss. por ejemplo). El

    hecho de que el curaca fuera

    yana

    del

    In

    ka nos coloca frente a una clara si

    tua-

    cin que no debera ser confundida con simples frmulas esclavistas acostum

    bradas; el yana

    es

    una frmula multivalente sin duda, pero claramente identifi

    catoria de un tipo de dependencia -no necesariamente nuestra imagen de de

    pendencia- y de la cual sabemos realmente poco desde que la presencia del

    yonacona

    colonial precomin abiertamente en la documentacin

    21.

    Acaso

    los curacas puestos por el Inka eran siempre, en alguna forma,

    yand

    (Platt ha

    resaltado la traduccin yana = ayuda : comparar con yanapay = ayudar ,

    1976: 27).

    Hay algunas diferencias fundamentales con

    los

    otros ejemplos: a) la pecu

    liar situacin de los curacas como yanas, b) la falta de documentacin tnbutaria

    r-olonial (al menos hasta el momento) que nos pennita ver con mayor claridad

    una comparacin entre lo que daban

    al

    Inka los Chachapoyas y despus dieron

    a sus encomenderos coloniales, e) la poca informacin que hasta ahora tenemos

    sobre la regin, en trminos arqueolgicos, d) la afirmacin, ya hecha, de que la

    19

    En

    un

    artculo

    reciente, Alejandro

    Camino

    ha vuelto a llamar la

    atencin

    sobre

    la

    penetracin andina

    en las tierras bajas situadas al este de la cordillera; no por ser el

    mbito

    de su

    estudio

    el

    Cuzco,

    pierde inters,

    sino

    al

    contrario (1977).

    20

    El

    pleito

    original se refiere no

    tanto

    a esto, sino a la situacin

    de

    nuevas frmulas su

    cesorias

    en un proceso

    de aculturacin

    jurdica.

    21

    Ciert,amente,

    la

    figura del

    yanacona

    colonial

    ha

    servido como

    punto de partida para

    la

    categorizacin de su

    antecedente

    prehispnico, otorgndole a ste los contornos de

    esclavitud

    que

    lo

    acompaan

    en

    la literatura; de

    hecho, hay casos visibles de yanaco

    nas coloniales

    que fueron

    esclavos aptes de

    obtener

    el

    status

    de yanacona, al

    menos

    en el siglo

    XVI; l

    30

    de

    marzo

    de 1591, Juan de Juregui, residente

    en la

    villa

    de

    Oropesa,

    vendi

    a Diego lnga, residente en Juli,

    una

    mujer de nll'

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    19/24

    documentacin regional conocida no habla de una situacin dual 22. Pero esto

    requiere mucha diScusin.

    El problema es averiguar aqu cul

    es

    el nivel del consentimiento, como en

    los dos casos anteriores del rea lacustre del Chimor. Se

    ha

    afirmado que la

    regin careci antes del Tawantinsuyu de una estructura poltica que puede ser

    ms defmida que ayllu pueblo o grupo de ellos, Entre los chachas cada

    ayllu pueblo

    o

    grupo de ayllus de p u e b l o ~ vivi en forma independiente

    de los dems. Cada ayllu se desenvolvi hbremente en su pueblo en

    su

    marca

    o parcialidad. . . Los curacas de ayllus no estuvieron sometidos a nadie

    (Espinoza 1966: 233); aunque tuvieron

    una

    cultura uniforme hablaron el

    mismo idioma (y) tuvieron un mismo dios Sin embargo nunca constitu

    yeron un estado unificado ( bid 235). Ciertamente que ello podra afir

    marse casi

    sin

    duda de cualquier lugar del rea andina, pero este tipo

    de aseve-

    raciones supone que se est buscando un orden poltico de corte occidental

    que los espafioles no encontraron de igual manera en todas partes; ello hace

    recordar una

    vez

    ms la vieja conclusin de Evans Pritchard de que

    es

    posible

    analizar un sistema poltico en el cual no existe -:aparentemente al menos--

    un

    rgano central de gobierno donde la autoridad se expresa a travs de la estruc

    tura integral del conjunto de autoridades independientes'' pero relacionados

    entre s. Por ello, aunque es cierto que la imagen de un determinado orden, ne-

    cesario, no

    fue

    igual en toda el rea andina y en esta regin de Chachapoyas, la

    documentacin europea produce fcilmente la impresin de que fue justamente

    el Tawantinsuyu el que lo produjo por primera vez, eliminando la behetra'' .

    Es entonces producto d ~ la actitud diferente (de la actividad diferente) la pre

    sencia de un rgimen de ayllus , pachacas guarangas, en lugar de las mitades

    tradicionalmente conocidas en el sur?, es, entonces, producto del Tawantinsu

    yu todo sistema de unidad tnica? O

    es

    que volvemos a caer en el problema de

    22

    Si,

    ~ o m o

    se

    afmna, no

    hubo divisin dual

    entre

    los

    Chachapoyas

    (Espinoza

    1966:

    232-3},

    por CJ U

    or.urte

    e n t o n ~ e s una

    pugna entre dos autoridades

    competitivas?

    Como a p a r e ~ e n a de la

    misma

    d o c u m e n t a ~ i n ;

    se

    puede

    discutir

    la

    ausencia de

    la

    dua

    lidad, pero habra que

    responder

    al interrogante diferente

    de

    por

    qu

    parecera pre

    dominar

    en

    la

    regin sur

    la

    frmula hanan-urin,

    mientras que

    en la

    regin

    norte,

    in

    duida

    Chacha;>oyas,

    predomina

    allauca-icho.-,.

    Interesa ver

    ms la

    l'omplementaridad

    que

    la

    oposicion,

    c;ue

    en

    la zona aymara

    se expresara

    en

    uma-urcu. Lo que

    no

    se ve

    en

    la

    d o c u m e n t a ~ i o n

    de Chachapoyas que est

    publicada

    es

    la

    institucionalidad

    que

    garantice la

    estructura

    de.poder,

    lo

    cual no significa necesariamente

    la

    inexistencia

    de

    esta

    ltima,

    Justamente,

    el

    hecho de que

    a consecuencia de los repartimientos colo

    niales, cada

    una

    de estas circunscripciones. pasara a ser

    gobernada

    por un

    curaca, in

    dependientemente de los dems, deja en pie la posibilidad

    de una

    e s ~ t u r a

    polti

    ca anterior

    (cfr.

    Espinoza 1966: 272-273;

    Ravines 1973}.

    115

  • 7/25/2019 Pease, F. La formacin del Tawantinsuyu

    20/24

    identificar "documentalmente" unidades tnicas donde no las hay?

    Podra concluir inicialmente aqu en que los diversos modos (lmites y

    alcances) del consentimiento anunciado (Lupaqa, Chirnor, Chachapoyas)

    habran

    dado lugar a diferentes modelos de colonizacin incaicos que

    se

    requiere estudiar

    arqueolgicamente (como

    en

    el primer y en

    el

    ltimo caso). Las preguntas siguen

    en pie sobre las formas del establecimiento colonial espafiol y su relacin con los

    resultados de la colonizacin incaica; usando ambos casos, la expansin del

    Cuzco y la invasin espafiola, es posible que lleguemos a perfilar una imagen

    andina del consentimiento, de la relacin con el poder en gr n escala. Sin

    embargo, vamos cayendo a la vez en la cuenta de

    que

    una de las cosas que ms

    importa en este mbito de

    la investigacin andina es el replanteo y la precisin

    de las categoras que estamos acostumbrados a manejar,

    l

    bsqueda efectiva del

    contenido que cada

    una

    de ellas encierra; tambin

    la

    precisin de los lmites

    mximos y mnimos de la aglutinacin tnica, Lupaqa es el

    mnimo

    en el

    conjunto lacustre? Forma el conjunto lacustre

    parte

    de un macro.iistema

    mayor, todava por precisar? Debe reconocerse las dificultades para hablar de

    relaciones interetnicas en condiciones. de investigacin como las que han sido

    indicadas antlls Cabe finalmente

    una

    ultima reflexmn sobre la estructura

    pohhca

    real en que consit a el Tawantnsuyu, pues pod1 ta . tenerse la 1mpresin, cada

    vez mas fuerte en los ultimo af os,

    de

    que el Tawantlsuyu es mucho mas una

    complicada y extensa red de relaciOnes que el aparentemente monohtlco y

    vistoso aparato

    de

    poder que

    l o ~

    cronistas nos dibujaron en el siglo XVL Tal vez

    la prec.isJn de estas relaciones, que pueden dibujar m;;.cr;.;sstemas

    e

    intercam

    b1o maymes de lo ' que estamos acostumbrados a maneJa , pueda perffi,tir la

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