boletin 22-7-12
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60:4
el boletín nº111
en el centro de su voluntad
www.acercatealavida.com.ar
Domingo 22 de Julio de 2012
nace un río por SERGIO PENIZZOTTO
del espíritu
NO OLVIDES!!
Jueves de 16 a 18 Hs.Podes acercarte y compartir tu necesidad o la de algún conocido
con nuestra Asistente Social y el equipo especializado
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Felices Vacaciones !!Durante losSábados 21 y 28 de Julioel Club de Amigos de Jesús estará de vacaciones(no habrá actividad)les deseamos que disfruten el descanso y la familiay los esperamos a la vuelta...
La palabra de hoy toca el segundo de los cuatro
aspectos que entiendo, como destaqué hace dos
semanas, surgen de Ezequiel 47: el Río.
Cuando lanzamos la Palabra para el 2012, uno
de los énfasis fue no movernos sin el Espíritu,
basados en Hechos 1:4 que dice: “Mientras
estaban juntos, les mandó que no se fueran de
Jerusalén, sino que les dijo: «Esperen la promesa
del Padre, la cual ustedes oyeron de mí. 5 Como
saben, Juan bautizó con agua, pero dentro de
algunos días ustedes serán bautizados con el
Espíritu Santo.»” Pero a lo largo de este camino
hemos entendido que el Espíritu ya está
dispuesto, y una de las cosas más valiosas que
nos dejó Pentecostés fue que sus implicancias,
es decir, el contenido del pentecostés de debe
ser un evento, sino una constante en nuestra
vida.
Hasta hace dos semanas el mayor énfasis de la
palabra ha estado puesto en nosotros, como
vasos que debemos recibir al Espíritu, como
instrumentos de Su Obra, como habitación de Su
Presencia. Nos hemos referido a las condiciones,
a las demandas, y hemos vuelto una y otra vez
sobre las decisiones que esta Palabra reclama
sobre nuestras vidas en tanto templos, casa de
Dios aquí y ahora.
Pero el mensaje ha sido dado y ya es tiempo de
avanzar. Si queremos ver la palabra establecida
íntegramente, así como lo hizo Ezequiel,
debemos salir fuera del “templo”, es decir, de la
mirada puesta en nosotros mismos, para que
Dios pueda mostrarnos lo que quiere hacer.
Permítanme, entonces, conectar la visión que el
profeta Ezequiel tuvo del río que salía del Templo
con la palabra que Dios le dio al profeta Isaías:
Isaías 58:1-12:
1¡Grita a voz en cuello y sin descanso! ¡Levanta
la voz como una trompeta, y denuncia la rebelión
de mi pueblo! ¡Denuncia el pecado de la casa de
Jacob! 2 Dicen que me buscan todos los días, y
que quieren conocer mis caminos, ¡como si
fueran gente que practicara la justicia y que
nunca hubiera abandonado las enseñanzas de su
Dios! Me piden emitir juicios justos, dicen que
quieren acercarse a mí, 3 y me preguntan: “¿Qué
sentido tiene que ayunemos, si no nos haces
caso? ¿Para qué afligir nuestro cuerpo, si tú no te
das por enterado?” Pero resulta que cuando
ayunan sólo buscan su propia satisfacción, ¡y
mientras tanto oprimen a todos sus
trabajadores! 4 Sólo ayunan para estar peleando
y discutiendo, y para dar de puñetazos
impunemente. Si quieren que su voz sea
escuchada en lo alto, no ayunen como hoy día lo
hacen. 5 ¿Acaso lo que yo quiero como ayuno es
que un día alguien aflija su cuerpo, que incline la
cabeza como un junco, y que se acueste sobre el
cilicio y la ceniza? ¿A eso le llaman ayuno, y día
agradable al Señor? 6 »Más bien, el ayuno que yo quiero es que se
desaten las ataduras de la impiedad, que se
suelten las cargas de la opresión, que se ponga
en libertad a los oprimidos, ¡y que se rompa todo
yugo! 7 Ayunar es que compartas tu pan con
quien tiene hambre, que recibas en tu casa a los
pobres vagabundos, que cubras al que veas
desnudo, ¡y que no le des la espalda a tu
hermano! 8 Si actúas así, entonces tu luz brillará
como el alba, y muy pronto tus heridas sanarán;
la justicia será tu vanguardia, y la gloria del Señor
será tu retaguardia. 9 »Entonces clamarás, y el Señor te responderá;
lo invocarás, y él te dirá: “Aquí estoy. Si quitas de
tu medio el yugo, el dedo amenazador, y el
lenguaje hueco; 10 y si compartes tu pan con el
hambriento y satisfaces el hambre de los
afligidos, entonces tu luz brillará entre las
tinieblas, y la oscuridad que te rodea será como
el mediodía.” 11 Entonces yo, el Señor, te guiaré
siempre, y en tiempos de sequía satisfaré tu sed;
infundiré nuevas fuerzas a tus huesos, y serás
como un huerto bien regado, como un manantial
cuyas aguas nunca faltarán. 12 De generación en
generación tus descendientes edificarán las
ruinas y los cimientos de antaño, y tú serás
conocido como reparador de ruinas y restaurador
de calzadas otrora intransitables.
1.- No somos los destinatarios del río · En tanto figura del Espíritu Santo, la aplicación
que más he escuchado del pasaje de Ezequiel
47, es la del desafío a sumergirse de tal
manera en el río del Espíritu que yo ya no tenga
el control, y sea Él quien me lleve por donde
quiera.
· Aunque esta puede ser una aplicación válida,
no es lo que encuentro que relate el profeta. Su
visión no está centrada en “su experiencia” con
el río, sino en el río mismo. La descripción
refiere a cómo el río va creciendo, hasta que se
hace imposible cruzarlo sino es nadando.
· Las aguas no transforman su vida, transforman
el mar muerto y las riveras del río.
· Pensarnos como el fin del río es caer en el
mismo error que Dios le reclama a Israel a
través de Isaías, que ayunaba para torcer el
brazo de Dios, sin estar dispuesto a torcer su
conducta. (ver v. 3-5)
· Y también puede estar mostrando que, más
que Templo del Espíritu, somos el mar Muerto.
2.- Somos los remitentes del río · El río que vio Ezequiel, y que se relata en el
capítulo 47 de su libro, SALE DEL TEMPLO.
· Ya hemos entendido que nosotros, que somos
hijos de Dios, Su Cuerpo, la Iglesia, somos
Templos del Espíritu.
· Por tanto el río de aguas que imparten sanidad
debe NACER EN NOSOTROS.
· La marca de una vida que se mueve en el
Espíritu debe ser la impartición de sanidad, de
libertad, de provisión al necesitado, la mirada
puesta en la angustia y la aflicción de nuestros
hermanos y de quienes aun no tienen al Señor.
(ver v.
· En uno de sus primeros mensajes, Jesús hace
propias las palabras de Isaías: “El espíritu de
Dios el Señor está sobre mí. Sí, el Señor me ha
ungido; me ha enviado a proclamar buenas
noticias a los afligidos, a vendar a los
quebrantados de corazón, a anunciar libertad a
los cautivos, y liberación a los prisioneros; a
proclamar el año de la buena voluntad del
Señor…” (Isasías 61:1-2a)
· Para Jesús tener al Espíritu sobre Él no tenía
otro significado.
3.- Más lejos de nosotros, más grande
· La descripción que el profeta hace acerca de
cómo el río crecía mientras caminaba otros 500
metros, más que un énfasis en animarse a
meterse más y más en su cauce, enfatiza que
mientras más lejos del templo más grande.
· Y esto no quiere decir, “mientras más
desconectado del templo”. Recordemos que el
templo es la fuente misma del río.
· Es que mientras más el río de aleja de la zona
del templo en la que ya mora la Presencia
misma de Dios, introduciéndose más en los
valles de sombra y muerte, en tierras desiertas,
en aguas muertas, el río del Espíritu se hace
más grande y poderoso para traer sanidad, y
todo lo que está a su paso es reverdecido y
prospera.
· Y si confluyen las corrientes que brotan de cada
uno de nosotros, formando un río de unidad, su
poder puede ser incontenible.
4.- Nuestra bendición está en el río que
entra, no en el que sale. · En Ezequiel 43 habíamos visto cómo el profeta
vio ingresar la Presencia de Dios en medio de
un estruendo como de muchas aguas.
· Nosotros somos el templo de Dios. No
necesitamos del río que sale, porque tenemos
la fuente misma en nosotros.
· Pero el Templo tiene una Ley: Santidad. Y así
como Dios le dijo en la visión a Ezequiel, y
también a Israel por medio de Isaías, su
Presencia en nosotros está determinada por
nuestro ajuste a Su Palabra, por nuestra
OBEDIENCIA.
· Jesús dijo: “Mi comida es hacer la voluntad del
que me envió”. Él entendía el principio, y que
cuando se ocupaba de hacer lo que Dios le
había mandado, entonces el Padre se ocupaba
de sus necesidades. Por eso también decía que
busquemos primero el Reino de Dios y su
justicia, y todas las cosas nos serían añadidas.
· Cuando nos enfocamos en hacer la voluntad de
Dios, él se encarga de nuestras necesidades,
calma nuestra sed, renueva nuestras fuerzas,
nos convierte en fuentes de bendición, y Él se
encarga de darnos herencia y reconocimiento.
(ver v. 9-12)
Conclusión: Hace 15 días un hermano de la congregación vio
un río, una fuente de agua inmensa, contenida
por un dique, una muralla, vio cómo esa pared
comenzó a fisurarse y el agua comenzó a brotar.
La palabra fue que ese dique estaba pronto a
derrumbarse, para lo cual había que avanzar.
Yo quiere ver nacer en mi vida, y en nuestra
iglesia, un río del Espíritu que traiga sanidad y
salud a una ciudad que está clamando por un
manantial de renuevo.
Todo está dispuesto.
por SERGIO PENIZZOTTO
nace un río del espíritu
contratapa
Lunes 20 a 22:30 (M.Muñoz 529)
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