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1 BOLETI DE LA FRATERIDAD CISTERCIESE DE SATA MARIA DE HUERTA En una sociedad en la que el tener y el poder, la imagen y el prestigio, se convierten en los ídolos ante los que se sacrifica todo lo demás, nosotros como cristianos, tenemos la posibilidad de mostrar con el lenguaje silencioso de los hechos, propio de nuestro espíritu cisterciense, el gozo de la fe, el valor del amor, que se da gratuitamente; la fuerza del que no compite en solitario para aparecer siempre como el vencedor, sino de quien colabora en una causa común a favor de los demás. Creo que ésta es una de las grandes posibilidades de aportación que nos ofrece la vocación y la espiritualidad de Císter. El apostolado cisterciense se desliza, preferentemente por cauces de irradiación de vida, más que por una actividad evangelizadora expresamente constituida a este fin. Y este cauce de irradiación de vida es especialmente necesario y apto para las características de nuestra sociedad y nuestra época. Ya el Papa Pablo VI hablaba de que el mundo contemporáneo, tiene más necesidad de testigos que de maestros, y esta idea no ha perdido su fuerza, sino que ha visto reforzado su sentido y validez en el transcurso de los años desde que fueron pronunciadas. Los monjes y los que compartimos esta espiritualidad en el mundo, tenemos una importante aportación, que hacer en este sentido. En este número: “Desde Huerta” – Espiritualidad una y plural - por Isidoro “Desde la Coordinación General”- Montesión y Valbuena en el origen de la Nueva Observancia – por Enrique “Reflexiones de nuestros fraternos” – Nuestra Fraternidad y La Oración - por Pilar. - El cazador cazado – por Chelo – El Jainismo y los monjes giróvagos – por Leo – Echo de menos a los monjes mayores – por Mari Paz – Luces y sombras – por Lourdes Crónicas de la FraternidadEn Cuaresma - por Luis. “Sucedió en…” – Año 1999 - por Luis ABRIL 2018 3ª Época – º 69

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BOLETI� DE LA FRATER�IDAD CISTERCIE�SE

DE SA�TA MARIA DE HUERTA

En una sociedad en la que el tener y el poder, la imagen y el prestigio, se convierten en los ídolos ante los que se sacrifica todo lo demás, nosotros como cristianos, tenemos la posibilidad de mostrar con el lenguaje silencioso de los hechos, propio de nuestro espíritu cisterciense, el gozo de la fe, el valor del amor, que se da gratuitamente; la fuerza del que no compite en solitario para aparecer siempre como el vencedor, sino de quien colabora en una causa común a favor de los demás.

Creo que ésta es una de las grandes posibilidades de aportación que nos ofrece la vocación y la espiritualidad de Císter. El apostolado cisterciense se desliza, preferentemente por cauces de irradiación de vida, más que por una actividad evangelizadora expresamente constituida a este fin. Y este cauce de irradiación de vida es especialmente necesario y apto para las características de nuestra sociedad y nuestra época. Ya el Papa Pablo VI hablaba de que el mundo contemporáneo, tiene más necesidad de testigos que de maestros, y esta idea no ha perdido su fuerza, sino que ha visto reforzado su sentido y validez en el transcurso de los años desde que fueron pronunciadas. Los monjes y los que compartimos esta espiritualidad en el mundo, tenemos una importante aportación, que hacer en este sentido.

En este número: “Desde Huerta” – Espiritualidad una y plural - por Isidoro “Desde la Coordinación General”- Montesión y Valbuena en el origen de la Nueva Observancia – por Enrique “Reflexiones de nuestros fraternos” – Nuestra Fraternidad y La Oración - por Pilar. - El cazador cazado – por Chelo – El Jainismo y los monjes giróvagos – por Leo – Echo de menos a los monjes mayores – por Mari Paz – Luces y sombras – por Lourdes “Crónicas de la Fraternidad” – En Cuaresma - por Luis. “Sucedió en…” – Año 1999 - por Luis

ABRIL 2018

3ª Época – �º 69

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“ESPIRITUALIDAD UNA Y PLURAL”

por Isidoro, † Abad de Sta. Mª de Huerta

El que todos los pueblos de la tierra tengan una lengua común puede resultar eficaz, pero restaría belleza y nos privaría de la multitud de matices que reflejan el espíritu de cada cultura. Para transmitir una misma idea, cada pueblo lo hace con la cultura que lo configura, fruto de su propia historia, de su forma de ver las cosas o de comunicarlas. Sin duda que las diversas lenguas se influyen y enriquecen entre sí, pero el mantener su diversidad no sólo es algo que consolida la identidad de los pueblos que las hablan, sino que enriquece al conjunto, embelleciéndose con variedad de matices.

Igual sucede con la música. Cuando se escribe una composición musical se da la misma partitura a todos los músicos para que cada uno la interprete con su propio instrumento. Cada instrumento tiene su peculiaridad y su momento de intervención. Dos instrumentos podrían estar tocando las mismas notas a la vez, por ejemplo un violín y un piano, pero cada uno lo haría con un matiz y una sonoridad diferentes. No produce el mismo impacto un instrumento de cuerda que uno de viento o uno de percusión o uno electrónico. Buscar unir todos los sonidos en un solo artefacto que los englobara a la vez no sería lo mismo, además de perderse la identidad de cada instrumento, su sonoridad individual y hasta su forma y sensación al tacto.

Algo parecido sucede con la espiritualidad en nuestros días. Debido a muy diferentes causas, existe la tentación de unificar todo en una sola expresión que puede obstaculizar la identidad de cada tradición religiosa con su propia historia e idiosincrasia. La forma como se expresa cada una de ellas tiene detrás todo un contenido que conforma dicha expresión. Trasladar sin más ciertas expresiones propias de una tradición a otra, termina vaciándolas de significado o, al menos, lo puede distorsionar seriamente. Nadie lo duda: en el centro de la rueda todos los radios se juntan, pero cada uno guarda su propia peculiaridad. Todos los radios se sujetan en el eje, pero el eje necesita los radios para llegar a toda la llanta, ocupando cada uno el lugar que le corresponde.

Cada tradición tiene su propia riqueza que debe profundizar. Quizá algún aspecto que esté más dormido en ella se despierte al contemplarlo en otra tradición, pero no se puede caer por ello en la imitación de unas formas cuya motivación es diversa. Por ejemplo, no es lo mismo renunciar a comer carne por creer en la reencarnación, que hacerlo por respeto a todo animal vivo o por considerar que dicho alimento genera unas pulsiones más violentas que lo pueda hacer una dieta vegetariana. Como tampoco es lo mismo hacer determinados ejercicios físicos para vivenciar la unificación con la Naturaleza que hacerlo para alcanzar una armonía personal o, simplemente, para estar más en forma. Como tampoco es lo mismo la práctica de un silencio que trata de apaciguar la mente, buscando la no dualidad en la propia unificación, que vivir un silencio místico frente al tú de Dios en quien vivimos, nos movemos y existimos, en una unidad sin confusión.

En el caso de los cristianos tenemos una gran riqueza que hemos de profundizar, pues ciertos aspectos muy valiosos pueden estar dormidos. Pero hay que hacerlo sin complejos, sin buscar el visto bueno de la espiritualidad dominante en la actualidad y de una cultura científica que tiende al agnosticismo y la secularidad. Siempre hay que intentar hacerse entender, presentando de forma atractiva e inteligible lo que se quiere comunicar como un bien para todos, pero sin que prevalezca la necesidad de la aceptación y el aplauso. No es bueno actuar demasiado preocupados por el futuro. Pero sería también un suicidio y una infidelidad no profundizar y anunciar el tesoro recibido. Dios sigue enviándonos profetas dentro y fuera de la Iglesia. La corriente espiritual de nuestro tiempo también es un grito del profeta que no podemos matar porque nos resulte incómodo, pero que tampoco nos debe llevar a perder nuestra propia identidad cristiana.

Hoy día la espiritualidad y la mística tienen un lugar incuestionable en nuestra experiencia más esencial y trascendente, pero no creo que ello suponga el fin de la religión. Esta no se extinguirá en favor de una espiritualidad pura, que busca lo común desde el silencio y el eclecticismo, tomando prácticas de aquí y de allá sin una conexión real con las raíces en donde surgieron. Cuando nos ponemos nosotros mismos en el centro de la espiritualidad, terminamos creando algo para nuestro propio consumo, bien sea sentimental, ritual o “más comprensible”, en sintonía con un agnosticismo que relega el tú de Dios.

Desde Huerta

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Para los cristianos la fe supone algo más que una experiencia espiritual sentimental o mística. El cristiano necesita celebrar su fe en Cristo Jesús, en su misterio pascual y en su evangelio, algo cargado de simbolismo, pero también de realidad.

MONTE SIÓN y VALBUENA en el origen de la Nueva Observancia en Castilla-León

La revista Cistercium en su último número 269, 2017, publica un interesante y extenso trabajo de transcripción de un manuscrito del año 1656, en el que Fray Luis de Estrada, Abad de Valbuena, describe minuciosamente “..los progresos de nuestra regular observancia en los reinos de Castilla y León y la reformación que con ella tiene en ellos la religión desde el principio de dicha observancia hasta el año de 1620”.

Tomo de este trabajo y del publicado también por Cistercium “Fundación del insigne y devoto monasterio de Nuestra Señora de Montesión” (Manuscrito 449 conservado en la Biblioteca Central de la Universidad de Oviedo) sobre el nacimiento del Monasterio de Monte Sión, algunas ideas centrales que nos pueden ayudar a conocer nuestra propia historia. Este último texto habría sido escrito por los propios monjes del Monasterio de Monte Sión, a mediados del s. XVI, añadidos de finales del s. XVI y del s. XVII. Los destinatarios serían los mismos monjes cistercienses. Su interés histórico estriba principalmente, en que contiene la redacción más antigua que se conoce actualmente de la fundación del Monasterio de Monte Sión y de la observancia cisterciense

castellana, con la reforma de la Orden Cisterciense en España realizada por el padre Martín de Vargas. Para ello, obtuvo de la Santa Sede en el año 1425 la Bula “Pía supplicum vota” y así erigió en el año 1427 el Monasterio y fundó la llamada Congregación de Castilla o Congregación española.

Así empieza el manuscrito: “Comienza la fundación del insigne y devoto monasterio de Nuestra Señora de Santa María de Monte

Sión, situado extramuros de la muy nombrada ciudad de Toledo, el cual, desde el principio, fue fundado en muy estrecha y regular observancia y para reformación de otros muchos monasterios que después de su fundación se han reformado en estos reinos de España, en regular observancia de nuestra sagrada orden de Cister”

Y así, hablando de los primeros monjes que con el padre Martín de Vargas vinieron, sigue diciendo que: “….y especialmente en estos reinos de los que ellos eran oriundos, vieron que desde muy atrás dicha

Orden estaba echada a perder y muy olvidada en la boca de los seglares y en retroceso y oprobio traída. Por tanto, llorando con grandes gemidos y teniendo gran confianza en nuestro Señor Jesucristo y en su

bendita Madre, que eligen cosas enfermas para confundir cualquier soberbia, disponiéndose a todo y a cualquier peligro y trabajo, y aún a la muerte si por ello fuere necesario padecer, se propusieron de corazón hacer todo lo necesario y con el mayor poder para reformar, resucitar e iniciar en la dicha Orden, con otros religiosos de su mismo deseo, tanto hermanos como monjes, todo aquello que fuere necesario….

De modo que los dichos padres acordaron que sería mejor fundar de nuevo alguna casa, por pobre que

fuese, donde fuesen ellos y los otros religiosos que quisiesen guardar estrecha y literalmente la santa Regla de nuestro padre San Benito, ayudados por los trabajos de sus manos y las limosnas de la buena gente, manteniendo la intención de que fuese su mantenimiento a base de pan y legumbres, fruta y vino, si buenamente pudiere ser; y que su vestir fuese todo de sayal y calcil, y dormir sobre unas pajas sin más, con una pequeña manta para por encima de la ropa que fuere necesaria.

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En conclusión, lo que firmemente se proponían, era constituirse sobre la misma estrechez de vida que los primeros padres, los monjes del monasterio de Molesmes, haciendo lo mismo que ellos cuando se establecieron en la selva cerca de Císter..” Con ello, el nacimiento la nueva observancia fue una realidad, que se acabó extendiendo a los restantes monasterios en España y que llegó hasta la misma desamortización de Mendizábal en 1835. Pero aunque los monjes de Monte Sión se atribuyan en su manuscrito todo el mérito de la reforma, parece que las cosas no fueron tan sencillas y que otro monasterio, el de Valbuena en Valladolid a orillas del Duero, tuvo mucho que ver en el proceso, hasta poder decir con visos de que pueda ser verdad, que la reforma empezó antes en el monasterio de Valbuena que en de Monte Sión.

Viene al caso para ello el manuscrito de 1656, escrito por fray Luis de Estrada, Abad de Valbuena, al que no hay que confundir con otro del mismo nombre de Santa María de Huerta, que murió cuando el primero era aún muy joven. Es un trabajo verdaderamente notable que, aunque criticado por ser algo tendencioso a favor de su casa, tiene un indudable valor para conocer los usos y costumbres, proyectos, ilusiones, fracasos y éxitos de nuestros padres. Describe el Abad Luis de Estrada en su libro –Principios de la observancia de la corona de Castilla y León, Palazuelos, año de 1656- como “… el venerable padre y maestro fray Martín de Vargas, hijo del monasterio de

nuestra Señora de Piedra en el reino de Aragón y natural de Jerez de la Frontera, en la provincia Bética….” sintió la necesidad de la reforma que daría luego lugar a la Congregación de Castilla. Cuenta como fray Martín de Vargas, saliendo de su monasterio de Piedra, se determinó a ir a tratar su pensamiento con el pontífice de Roma, que a la sazón era Martín V, el cual parece que le prestó una gran atención, dándole licencia para fundar dos monasterios, que él llama eremitorios, o admitirlos para la reforma de los ya fundados y existentes. Cuando el maestro fray Martín de Vargas entró de vuelta a España e intentó poner en ejecución lo que por sus privilegios le había concedido el Papa, halló muy buena entrada en los pleitos que sobre la abadía de Valbuena tenían distintos abades comandatarios. Aunque esta historia es larga, cabe resumirla en que consiguió, con la ayuda del rey don Juan II que veía con muy buenos ojos la reforma y “….. que no ignoraba los pleitos tan criminales como pasaban sobre la abadía de Valladolid…”, tomar posesión de este monasterio, tratando de dar principio en él a la nueva observancia. En este ínterin, fray Martín trató asimismo de la fundación de Monte Sión, de suerte que a un mismo tiempo pretendió edificar el monasterio de Toledo y reducir a la nueva observancia a Valbuena, que había sido lo primero que el dicho maestro intentó y procuró. Cabe decir que parece cierto haberse comenzado a edificar Monte Sión antes que tomase posesión de Valbuena, porque según lo que dicen los hijos de aquella santa casa, tuvo lugar el año 1427 y de Valbuena se tomó posesión el día 4 de marzo de 1430. Aquí entra la cuestión reñida entre ambas casas, de si fue posible, con tan pocos medios y en tan corto plazo de tiempo iniciar en Monte Sión una observancia regular o si se impuso esta antes en Valbuena. Va a favor de esto último que “….el estilo ordinario de edificar monasterios aunque sean de capuchinos, el primer día que ponen la primera piedra al edificio ni hay convento ni lo puede haber y aunque los superiores desde ese día pongan nombre a la casa y señalen prelado para ella, no por eso ponen luego religiosos, ni sería buen gobierno, ni menos hacen el oficio divino, pues para todo esto es menester algo de aderezo de iglesia y casa…” Parece abundar también en esa idea el hecho de que Martín de Vargas, nada más tomar posesión de Valbuena en 1430, se partió a Roma con su compañero fray Miguel de Cuenca, a tratar lo que se contiene en el tercer privilegio de la observancia, el cual le vino a ser concedido en 1432. En la narrativa al pontífice, no dice el maestro fray Martín de Vargas, ya prior de Valbuena, que ha edificado el monasterio de Monte Sión, sino que ha procurado edificarle; y refiriendo en el dicho privilegio la subrogación del monasterio de Valbuena, no dice se guardase en este tiempo la observancia en Monte Sión, pero si en Valbuena y con muchos monjes. Cierto y verdad es que en Valbuena el monasterio estaba ya hecho y tan suntuoso en 1430 como lo era en 1656, tiempo en que el abad Estrada escribía su tratado.

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Muchos aspectos quedan todavía por considerar y quizás no el menos importante la contribución económica que Valbuena vino a hacer para la edificación de Monte Sión, que se había iniciado con más fe en Dios que bienes materiales. Pero esto hay que dejarlo ya para algún otro artículo de Fraternum, materia hay para muchas páginas de historia. Solo terminar diciendo que al día de hoy, entrados ya en el siglo XXI, el monasterio de Valbuena luce un esplendor material aún mayor que en su época, si bien su uso ya no es el mismo que antaño y el mundo se ha apoderado de buena parte de él. La Iglesia, espléndida, sigue siendo templo parroquial, pero el resto de los edificios monásticos albergan un hotel y balneario de 5 estrellas A su estado actual corresponden las fotografías, gentileza de Javier y Maruja, buenos amigos del Monte Sión de hoy.

Enrique

por Pilar Vargas

Ante la pregunta que nos ha formulado el Abad sobre cómo vemos cada uno de nosotros la Fraternidad y que se puede hacer para mejorarla, he querido expresar lo que pienso y siento a través de estas páginas del Fraternum. Yo particularmente veo la Fraternidad con optimismo. Pienso que si estamos en ella es porque todos sentimos algo dentro de nosotros que nos lleva a una búsqueda común de Dios a través del Evangelio y compartiendo un mismo carisma, en nuestro caso el Cisterciense. No se trata de que seamos todos muy amigos, aunque eso fuese lo ideal, sino de que nos aceptemos de corazón unos a otros con nuestras cosas buenas y nuestras carencias, y que nos amemos como Cristo nos ama, nos respetemos y nos ayudemos en la medida de nuestras posibilidades. Un grupo funciona bien cuando cada uno aporta su pequeño grano de arena, dejando a un lado las diferencias de criterio, de “incompatibilidad” de caracteres y el afán de imponer nuestras ideas. La amabilidad y la servicialidad es también algo fundamental para que un grupo funcione.

Yo, al vivir en Ciudad Real no puedo asistir físicamente a las reuniones de los Grupos como me hubiera gustado, pero hoy día se puede estar cerca aún estando lejos, a través del teléfono, el correo electrónico o cualquier otro medio tecnológico que esté a nuestro alcance. No es imprescindible por tanto verse a menudo para compartir y conocerse mejor y lo digo por propia experiencia con otros grupos. Nosotros somos seglares y no vivimos en comunidad. Todos tenemos nuestras familias, obligaciones laborales, actividades parroquiales o de voluntariado. La oración es lo más importante y ahí estamos unidos todos. Fue

una gran idea la de rezar cada día por un fraterno o monje en concreto, aunque además no se deje de llevar a todos, en la oración diaria, a la Presencia de Dios. El estar a gusto en la Fraternidad y que esta funcione depende de uno mismo y no de los demás. Si uno es sincero en sus actuaciones y en lo que dice, podría bastar un solo día al trimestre para conocerse. Al menos a mí me basta. Una cosa muy buena que tenemos en las reuniones trimestrales, aparte de la oración en común y la formación, es podernos reunir en grupos pequeños para hablar sobre los temas que nos propone el Abad. También es un modo de conocerse, siempre que participemos con el corazón y con la verdad en la mano. Tal

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vez el tiempo de las reuniones es un poco escaso pero lo cierto es que el día no da para mucho más. Al formarse los grupos al azar es fácil que vayamos rotando y lleguemos a conocernos todos un poco más. Una cosa que he comprobado que pasa siempre y no debería pasar, aunque humanamente es normal, es que, tanto en la reunión conjunta como en el comedor, siempre suelen sentarse juntos los del mismo grupo y, o los amigos. Lo ideal sería mezclarse los miembros de los distintos grupos y procurar no hacer “grupitos”. Esto ayuda también a conocerse y a la acogida sobre todo de los nuevos fraternos. En cuanto a la participación en diferentes actividades creo que es algo que tiene que ser totalmente voluntario. Yo llevo años participando en el Fraternum con mis reflexiones y de esta manera dejo al descubierto mi manera de ser, de pensar, mis sentimientos... Esto pienso que suple el no poder asistir a las reuniones mensuales aunque en mis reflexiones no trate sobre los temas propuestos por nuestro formador para debatirse en los grupos. Pero soy totalmente consciente que no se puede pedir, y mucho menos imponer a nadie que haga lo mismo. Hay que respetar la intimidad de cada uno. Cada cual sabe que es lo que puede y debe hacer y aportar. Unos lo hacen con sus escritos, otros asistiendo a los Encuentros Internacionales y compartiendo las vivencias, y otros simplemente con su oración. Sería muy bonito y ayudaría a crecer espiritualmente el que la Lectio fuese compartida por todos los miembros de cada uno de los Grupos. Tal vez bastaría un pequeño esfuerzo por parte de cada uno, pero antes que nada hay que respetar a quien no quiere, no puede o no sabe hacerlo. Eso es una decisión personal que yo respeto. Una cosa sencilla de hacer es felicitarse los cumpleaños o santos individualmente, bien por teléfono, correo o whatsapp. Esto es un signo de cercanía, de demostrar al otro que te importa y que ese día le tienes presente compartiendo su felicidad y no solo rezas por él. Y lo mismo cuando se trata de compartir una pena, una enfermedad o un suceso importante en tu vida. Pero para eso tiene que haber cierta comunicación entre todos porque si no sabemos si al otro le ocurre algo, bueno o malo, alegre o triste, no podremos interesarnos ni compartir su alegría o su dolor. En este aspecto encuentro que hay una gran carencia. Me decía una persona de la Fraternidad, que sabía de otra que no podía acudir siempre a las reuniones porque tenía problemas económicos. Si a mí me pasase eso yo se lo diría al Abad, pero si el que está pasando por una mala etapa se lo calla, no se le puede ayudar. Comprendo que es duro reconocer y decir ciertas cosas, pero si el Abad lo supiera él solo, podríamos todos ayudar sin tener que saber de quién se trata. En resumen, está en cada uno de nosotros el hacer crecer nuestra Fraternidad. Tenemos que intentar ser como esas primeras comunidades de cristianos que quienes las veían decían de ellos “mirad cómo se aman”. Eso es lo realmente importante, al menos para mí, y por supuesto que lo que vivimos dentro de la Fraternidad lo irradiemos en nuestros ambientes.

por Pilar Vargas

Se ha escrito y hablado mucho sobre la oración y la importancia que tiene -o debería tener- para el cristiano. Hoy día es frecuente escuchar a los sacerdotes en las homilías exhortar a los fieles a la oración. No alcanzo a recordar si antiguamente la Iglesia también insistía tanto en la necesidad de orar, tal vez porque yo en aquellos tiempos no era aún consciente de lo que llegaría a significar en mi vida. Solo cuando uno ha escuchado interiormente esa llamada de Dios que transforma tu corazón y tu existencia, es cuando se llega a sentir esa necesidad creciente de entregarle todos los días parte de tu tiempo a solas y en silencio, de acompañarle preferiblemente junto al Sagrario donde Él nos aguarda cada día pacientemente para darnos su Amor.

Solemos utilizar mucho la frase: "hacer oración" pero pienso que esta expresión no es del todo correcta porque nosotros no "hacemos" la oración por mucho que nos esforcemos sino que es el Espíritu Santo el que ora en nosotros. Orar es ponerse en la presencia de Dios durante cierto tiempo con el ardiente deseo de entrar en comunión con Él, y para ello hace falta como he dicho antes silencio y soledad. Silencio no solamente exterior sino

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fundamentalmente interior, y soledad aunque esta no signifique que siempre podamos estar solos físicamente cuando oramos. Si no pasamos mucho tiempo junto a alguien y no le escuchamos, nunca podremos llegar a conocerle de verdad. Y eso mismo nos pasa con Dios. Si no escuchamos su Palabra, si no permanecemos fieles junto a Él es imposible que le conozcamos y por tanto que le amemos, porque no se ama aquello que no se conoce. Hay dos tipos de oración -comunitaria y personal- y las dos son necesarias. La Liturgia de las Horas y fundamentalmente la Eucaristía son un claro ejemplo de oración comunitaria, siendo de hecho esta última la más importante y el centro de toda vida cristiana. Jesucristo nos habla de este tipo de oración cuando nos dice: "Donde estén dos o tres reunidos en mi nombre..." (Mt 18, 20). Pero sin la oración personal pienso que uno puede ir a Misa todos los días y no conocer a Dios. Al hablar de hacer oración generalmente nos referimos a la personal. En los Evangelios contemplamos muchas veces a un Jesucristo orante que busca el silencio de la noche y el lugar solitario para comunicarse con el Padre. También Jesús se refiere a ella cuando nos explica cómo tiene que ser: "Cuando vayas a orar entra en tu aposento y después de cerrar la puerta ora a tu padre que está allí en lo secreto...”, “No utilicéis muchas palabras..." (Mt 6, 5-15). Hoy día se habla mucho de la importancia que tiene en la oración contemplativa utilizar ciertas técnicas de relajación, de respiración o de posturas corporales, pero la oración cristiana no es una técnica como sucede en otras religiones orientales, sino una gracia que Dios nos concede gratuitamente cuando estamos en su Presencia, y que, eso sí, está en nosotros el acogerla o no. Por tanto no creo que valga de mucho todo el esfuerzo personal que podamos poner en concentrarnos, o en intentar conseguir ese "éxtasis" que algunos santos gozaron en vida. En la oración lo que tenemos que hacer es responder a esa gracia con nuestros dones y también con nuestros fracasos y debilidades. No se puede conseguir una profunda vida de oración si no hay fidelidad y perseverancia. Uno no puede supeditar la oración al estado de ánimo o a las pocas o muchas ganas que se tengan de rezar. La oración no es algo que se impone, no es una obligación ni tampoco una necesidad personal que produzca un cierto placer. La oración es una consecuencia del amor desinteresado. Es búsqueda del Amado, entrega, y abandono en los brazos de un Padre-Amigo-Hermano-Esposo que nos ama locamente. Es un simple "estar ahí" junto a Él acompañándole, sin desear nada más. En la oración es imprescindible tener una disposición de fe y de humildad, fe para creer de corazón que Dios está realmente presente junto a nosotros en ese Sagrario, o en ese rinconcito de nuestra habitación donde oramos y humildad para reconocer nuestra miseria, nuestra incapacidad para rezar y nuestras distracciones. A veces el Señor nos concede el regalo de sentir sensiblemente su Presencia pero lo normal es que eso no sea así llegando incluso a pasar largas temporadas sumidos en esa noche oscura del alma que te hace a veces desanimarte. Si cuando esto sucede, si cuando no sentimos nada o somos incapaces de hacer o decir algo durante la oración nos planteamos abandonarla es que aún no hemos comprendido que Dios siempre está actuando y hablándonos en lo más profundo de nuestro corazón. El querer "tirar la toalla" y abandonar solo indicaría que lo único que buscamos en la oración, aún inconscientemente, es a nosotros mismos, el estar satisfechos con una oración más o menos sensible y hermosa, pero no acompañar al Señor entregándole nuestro tiempo. Todos los días necesitamos comer, beber y respirar para vivir y lo mismo nos sucede a nivel espiritual. Si no comemos su Cuerpo, si no "bebemos" de su Palabra, si no "respiramos" su Presencia en la oración, nuestra vida interior se irá debilitando hasta apagarse ese fuego interior que sin darnos cuenta Dios ha ido prendiendo poco a poco en nuestra alma. Muchas veces pienso que Cristo en el Sagrario es como el sol que en los días nublados no se logra ver pero que está ahí y que sigue calentando aunque no nos queme. Si persevero pasaran los días nublados y el calor será cada vez mayor y como consecuencia de ello más le buscaré, más le conoceré y más le amaré. Santa Teresa de Jesús decía que en la oración, lo que cuenta no es pensar mucho, sino amar mucho y tenía razón. Leí una vez, y es cierto, que la perseverancia en la oración es fuente de la auténtica felicidad, pues quien la practica no deja de «gustar y ver qué bueno es el Señor» (Sal 34) y encontrar el agua viva prometida por Jesús: «Quien beba del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás» (Jn4, 14). Pero la oración diaria no sirve de nada si no se traduce después en una mayor entrega a los demás, en un amor más atento, desinteresado y sensible al sufrimiento del prójimo. Si en la oración nos llenamos de Dios, de su Amor, no podemos quedarnos con ese tesoro escondido sino que tenemos que salir y "gritar" al mundo las maravillas del Señor y eso solo es posible con un auténtico testimonio de vida cristiana, con el cumplimiento de las bienaventuranzas, y todo ello con la sencillez y humildad de quién de verdad ha sido tocado con la Gracia de Dios.

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por Chelo Solís

Desde el claustro plateresco del monasterio de Santa María de Huerta describo el espectáculo (mi cámara no podía captar las estrellas, sólo las torres y me pregunto: ¿Para qué está la literatura? y ¿para qué está el google (San Google)?...así que me puse a escribir y lo acompaño de una foto mía y otra prestada. Son las 10 de la noche, poco después de completas, esa última oración de la liturgia de las Horas donde te dan las buenas noches con agua bendita y donde pides al Señor "concédeme una noche tranquila y una muerte santa". Las dos torres, la de la campana y la del palomar que está encima del Refectorio gótico están iluminadas con esa tenue luz anaranjada que hace brillar en la noche los monumentos más emblemáticos de

nuestras vidas. Y lo hacen por lo que son, joyas, joyas heredadas que marcan la historia, tesoros que mantienen la antorcha encendida, esa que nosotros mantenemos apagada en la vida diaria. Pues bien, a derecha y a izquierda de las torres y en el centro de su espacio brillando en el cielo, aparece Orión cual guardián de las dos torres. Para quien no lo sepa Orión es una constelación que representa al Cazador en la mitología griega; lleva un cinturón formado por tres estrellas llamadas "Las tres marías o los tres reyes magos" está tumbado como le pasa siempre en el mes de noviembre y sus hombros apuntan hacia el campanario y sus pies hacia el palomar. Sin embargo pareciera que en esta ocasión el destino le viene a dar al traste y es el Cazador quien es cazado. Es como si hubiera quedado prendado de la belleza de las torres y del claustro transformando su fatalidad en feliz destino. Ya no persigue, ya no busca, ya ha encontrado la paz y se deja acariciar por el cuidado amoroso que lo encierra. Viendo que todo está en paz decido pasear en círculo por el cuadrado monacal y al otro lado del cielo encima de los tejados de la biblioteca me encuentro plasmada la Vía láctea, una mancha lechosa inconfundible. Me parece una columna vertebral también enjoyada, el Pilar de nuestro cielo. Me doy cuenta en medio del silencio: Este espectáculo es en realidad todo lo que tengo y ni si quiera es mío. No soy nada, no tengo nada...y lo soy todo y lo tengo todo.

por Leonardo Muñoz

La sociedad hebrea no conoció nada parecido a una comunidad monástica hasta la llegada de los minoritarios esenios. Sí conoció a gentes como los “nazireos” que eran ascetas consagrados que no tomaban bebidas fermentadas ni la navaja pasaba por su cabeza. Juan Bautista pudo ser uno de ellos. En la tradición cristiana el término “nazareno” atribuido a Jesús por el lugar de su origen se ha vinculado a veces al de “nazoreo”, pero Jesús no pudo serlo porque consumía vino. El cristianismo no conoció la vida monástica hasta el s. IV. En esa época muchos hombres y mujeres de Siria y Egipto se retiraron al desierto para llevar una vida más acorde con su fe lejos de los lujos y los vicios de las ciudades. Algunos se reunieron para vivir en común obedeciendo una

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regla que organizaba todos los aspectos de esa vida comunitaria dedicada a la oración. La regla de San Benito fue la que tuvo más éxito y es la que rige a los cisterciense. Al contrario del cristianismo el budismo y el jainismo fueron primero comunidades monásticas para posteriormente extenderse entre los laicos. El jainismo es una religión minoritaria casi circunscrita a la India que sigue las enseñanzas de los “jinas”, sabios ascetas entre los que destaca Mahavira posiblemente contemporáneo de Buda. Se le suele representar en la postura del loto por lo que mucha gente lo confunde con Buda. Una característica de los jaínes es la “ahimsa”, la no-violencia. Son estrictamente vegetarianos y no visten prendas hechas con pieles de animales, algo así como los “veganos”. Dice uno de sus textos. Todo ser viviente quiere vivir y ninguno desea morir; sabiendo lo terrible de matar un “nirgrantha” evita la violencia. ….................................................... Desiste de toda forma de violencia causada a los seres vivos, sean minúsculos o grandes, móviles o sin movimiento, a todo lo que vive no voy a dañar ni haré que otros lo hagan, ni aprobaré que nadie lo haga. Una de las características de sus monjes es que son lo que San Benito llama giróvagos y de los que no tenía buena opinión. Escribe en su regla: “El cuarto género de monjes es el de los llamados giróvagos. Estos pasan su vida entera por diversas regiones, hospedándose durante tres o cuatro días en los distintos monasterios, siempre vagando y nunca quietos, sirviendo a sus propios deseos y a los deleites de la gula, y en todo peores que los sarabaítas”. Los monjes jaínes practican la “no-posesión”. Visten una simple tela blanca y en invierno lo completan con un chal de lana. Las monjas llevan también un velo que cubre la cabeza y los hombros. Utilizan un fino plumero al caminar, sentarse o al tumbarse para dormir, con él apartan a todo ser vivo que pudieran aplastar o pisotear. Algunos llevan una tela que les tapa la boca para no dañar a los seres invisibles del aire. Los miembros del grupo más ascético van completamente desnudos con el plumero y un cántaro para el agua como únicas posesiones, las mujeres no pueden pertenecer a ese grupo porque se considera inadecuada la desnudez femenina Con esta extrema pobreza pasan el tiempo peregrinando a pie y descalzos. El constante cambio de lugar es uno de los modos de liberarse de todo apego. Sí se acercan a un lugar donde existe una comunidad de laicos éstos acuden a recibirlos y les acompañan hasta el lugar que les han reservado para que descansen. Son acogidos con gran respeto pues encarnan la perfección espiritual a la que todos aspiran: no-violencia, desapego, sinceridad, serenidad, conocimiento de la doctrina, etc. Acuden a escuchar sus enseñanzas y se refuerzan como grupo en sus convicciones. Durante la estación de las lluvias (de finales de junio a octubre) el vagabundeo cesa y es el momento en que la relación con los laicos se intensifica, es el momento de las charlas personales, de los cursos, de las conferencias o de dilucidar posibles vocaciones para la vida ascética. Como vemos la vida de estos monjes giróvagos está muy lejos de la denunciada por San Benito. Debido a su vida itinerante dependen de la generosidad (dana) de los laicos que les alimentan y les dan cobijo, especialmente durante los meses de sedentarismo, los laicos a cambio les exigen la ejemplaridad de vida que debe tener todo renunciante.

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por Mari Paz López Santos

En una sociedad tan prepotente como la nuestra parece que echar de menos es un signo de debilidad. En la austeridad de la vida monástica puede parecer que quien echa algo de menos es porque se creó una cierta dependencia. Ni debilidad ni dependencia… sencilla y humanamente echo de menos a los monjes mayores que se han ido pero que se quedaron en mi corazón. Sé que están bien y que nos acompañan de otra manera en este valle de lágrimas, pero no sólo, también en el quehacer alegre, confiado, fraterno y comunitario, a la hora del Ora y a la del Labora. Una vez hace muchos años, cuando todavía no se había muerto ninguno de los hermanos mayores que formaban parte de la comunidad cuando llegué al monasterio, hablando con el abad me dijo una cosa que entonces no llegué a comprender en todos sus matices. Dijo (lo comparto desde el recuerdo, no literal) que era una riqueza para una comunidad que hubiera monjes mayores; que era muy bueno para los que se iban incorporando a la vida monástica estar cerca de esos monjes que transmiten sabiduría monástica y forman desde el contacto día y la experiencia. En el 2005 murió el hno. Pablo, en el 2011, el hno. Gaudencio y en el 2016, en menos de dos meses, el hno. Jaime y el hno. Marcelino. Me he ido dando cuenta cómo les echo de menos revisando cuándo, dónde, cuánto y porqué noto ese vacío que deja quien se fue y es irremplazable; deja en el ambiente un no sé qué… Los monjes mayores impregnan un algo que creo que tiene que ver con la estabilidad, el compromiso (esa palabra tan compleja en este tiempo), el estar de vuelta por haberse dejado moldear o modelar por la vida y más concretamente por la vida monástica que eligieron como vocación en el seguimiento y búsqueda de Dios. No he necesitado muchas palabras de esos monjes mayores que ahora echo de menos. No es un tema de palabras o de silencios, es de ser y estar, algo que se transmite aún sin ser conscientes, sin intentar nada, sin “exportar” imagen. Echo de menos el toc…toc…toc del bastón del hno. Marcelino cuando salía de la oración en silencio después de Vísperas. Recuerdo lo que un hermano me contó una vez cuando yo andaba discerniendo qué hacía volviendo una y otra vez al monasterio: “Dice el hno. Marcelino que uno es de donde bebió sus primeras leches monásticas”. Eso me pasaba a mí y a tantos laicos con los he hablado de esto. Le recuerdo sentado en el claustro plateresco en las tardes de verano, mirando al cielo como si fuera la primera vez que lo veía, como si estrenara el perfecto momento presente… cuando le veía así me iba en sentido contrario del claustro para no perturbarle ni una décima de segundo.

Echo de menos la singular empatía y compasión del hno. Jaime. El valor terapéutico del abrazo hecho evangelio con forma de cogulla, y la “recomendación-despedida” tan suya: “¡No se te olvide ser feliz!”. También el saludo de silenciosa inclinación de cabeza con sonrisa incluida cuando llegaba a Vísperas y él estaba sentado al fondo de la capilla leyendo. Echo de menos al hno. Gaudencio, llegué a comer sus exquisitas lentejas, pero ya no era cocinero titular. Su paso tambaleante con el bastón al entrar en la capilla tan oscura, a la hora de Vigilias, en la antigua capilla, sus pasos medidos, el bastón al respaldo y la imagen del

monje en oración. También le recuerdo pelando ajos y cascando nueces en la cocina antigua… ¡qué frío hacía en aquella cocina! Recuerdo cómo se sorprendió de que le fuéramos a visitar al hospital, como si no se mereciera ser visitado. Y recuerdo como supe que había muerto: las

campanas del monasterio empezaron a tocar a destiempo, no era el aviso a la oración; era ese toque con cadencia, lento y triste, que anunciaba una despedida. Echo de menos a aquel monje que me llamaba tanto la atención cuando llegué por primera vez al monasterio: el hno. Pablo. Era el último converso de Santa Mª de Huerta. Su figura semi-encorvada de anciano monje, envuelto en la cogulla

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blanca que se confundía con la blancura de su denso pelo, bien rapado, me transmitía una profunda serenidad en la oración. En cierta ocasión pude hablar un rato con él en el claustro plateresco y me contó de su vida en Huerta. ¿Dije estabilidad? Sí, los monjes mayores emanan sutilmente una profunda sensación de estabilidad. Por eso doy las gracias por los que todavía tenemos entre nosotros y no me ruboriza echar de menos a los que ya partieron y nos acompañan de esa otra manera.

por Lourdes García Ramos

El sagrario abierto y vacío, el altar sin mantel con una cruz que contiene una reliquia del Lignum crucis en el centro. El sábado Santo es un día silencioso, de vacío, de espera…

Los huéspedes nos fuimos acercando lentamente hacia la cocina gótica, en el murillo de piedra bajo la campana, un montón de ramas estratégicamente puestas para que cuando llegue el momento puedan arder; la incógnita que teníamos es si aquella vieja chimenea volvería a cumplir con la misión para la que fue construida ILUMINAR Y DAR CALOR. En la oscuridad vimos al Hno. Félix echar un último vistazo y colocar unos papeles en las cuatro esquinas. Entorno a la chimenea nos fuimos arremolinando como podíamos, la oscuridad solo era rota por los flases de alguna cámara fotográfica, después, tiniebla y silencio. Concentrando

nuestros oídos podíamos percibirnos cercanos unos a otros, pero sin apretarnos, quizás sentíamos algo de temor y desconfianza, levemente se oía la respiración y el ligero susurro de algún comentario. Todo transcurría envuelto en el misterio de la noche, sabíamos que íbamos a ser partícipes de un gran acontecimiento. Es hermoso dejarse envolver por la magia del silencio en una noche cargada de simbolismo, la oscuridad nos abrazaba a todos haciendo iguales, los matices: hombre, mujer, alto, bajo, grueso, delgado eran sólo eso, matices. Todos anhelábamos en nuestro corazón oír la gran NOTICIA, necesitábamos creer en ella, dejarnos guiar por EL. Los hermanos fueron llegando en absoluto silencio y se colocaron en torno al Cirio que se erguía en un pedestal. Llegó la hora. Félix se acercó al hogar, encendió el fuego por las cuatros esquinas y el fuego, primero lentamente y después con gran energía, empezó a lanzar sus llamaradas a lo alto de la chimenea, el tiro era perfecto, no hubo humo incómodo. ¡Qué buenos constructores los monjes que la diseñaron! Las lenguas de fuego ascendían y chisporroteaban el brezo y ramas secas. Los rostros de los presentes empezaron a hacerse perceptibles. Todos mirábamos ilusionados el crepitar del fuego. En este momento vino a mi memoria el poema de S. Francisco: “Loado seas, mi Señor, por el hermano fuego, por el cual alumbras la noche, y él es bello, alegre, hermoso y fuerte.” Comienza la acción litúrgica, rezos, y bendiciones sobre el cirio pascual, éste es encendido tomando del fuego primigenio de la chimenea la primera llama. Toda la liturgia de esta noche es muy simbólica. El fuego no solo es calor, se notaba mucho entre los que estábamos cerca, es sobre todo Luz, ilumina nuestras personas, nos muestra todos nuestros perfiles, nos reconocemos, nos sentimos cerca o lejos, nos muestra la alegría o el asombro de nuestro rostro, nos saca de la duda, del miedo a tropezar, nos invita a confiar. A continuación comienza la procesión por el claustro gótico, todos tras el cirio con nuestras velas aun apagadas. El cirio es puesto como ejemplo en el pregón pascual, de la columna de fuego, la misma que acompaño y condujo a los israelitas por el desierto Nos sentimos como el Nuevo pueblo de Israel que camina tras esa luz símbolo de Cristo. Toda esta parte está centrada en la simbología LUZ Y NOCHE. Pero la noche no es vista como algo miedosa y escondida, por el contrario será cantada como noche dichosa, como noche clara como el día, como noche que desearon ver los profetas y los santos de la Antigua Alianza.

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El canto llena con sus vibraciones todo el espacio. ¡”Oh luz gozosa!”. La música, como la tenue luz nos envuelve en el misterio que estamos viviendo. Nuestra fe tenue como el pábilo del cirio a veces chisporrotea de gozo y a veces se esconde tras la cera de nuestros pensamientos terrenos. Seguimos caminando. Vamos avanzando. ”¡Lumen Cristi!” oímos al cantor. Esta frase se irá haciendo cada vez más intensa, más cercana, más aguda, más presente… Mientras tanto un momento muy simbólico pero de cierto barullo es el encendido de nuestras velas partiendo de la luz del cirio pascual, esta luz es distribuida a todo el que quiera aceptarla y unirse así al coro de los monjes y los ángeles. La luz se reparte pero no por ello pierde su luz original. Subimos las escaleras hacia la capilla, lástima que aquí y por necesidades prácticas para que nadie tropiece hay demasiada luz, con ello el crescendo: luz, música, fe, emoción se ven un poco bruscamente truncadas. En la capilla, el cirio es colocado en su pedestal. El diácono ha entonado por tercera vez ¡Lumen Cristi! en un tono muy agudo LA RESURRECCIÓN DE CRISTO va a ser proclamada en el pregón, este cirio es sólo un símbolo de Cristo que es el verdadero lucero matinal.

El pregón es muy sencillo en su entonación que solo pretende realzar la significación del texto que se proclama.

¿De qué nos serviría haber nacido si no hubiéramos sido rescatados?

¡Qué asombroso beneficio de tu amor por nosotros! ¡Qué incomparable ternura y caridad! ¡Para rescatar al esclavo, entregaste al Hijo!

Todo él transmite emoción contenida. Nuestra fe asienta sus raíces en la confirmación de que la tumba está vacía. El cuerpo de Cristo ha sido resucitado por el poder de su Padre. Ahora todo tiene su sentido, Él lo ilumina todo, y nos confirma a nosotros, sus hermanos, que como Él ha resucitado también nosotros resucitaremos un día con El.

El climax de este anuncio lo tenemos con la proclamación del GLORIA, las campanas llenan de vibración alegre el aire de la fría noche, todas las luces del templo se iluminan. Seguimos con las lecturas de la misa y así continuamos celebrando esta Noche Santa llena de misterio, de sombras que se iluminan, de música que canta la resurrección del Señor.

¡Qué noche tan dichosa! Sólo ella conoció el momento en que Cristo resucitó de entre los muertos.

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por Luis, “Cronista Oficial de Fraternum”

“EN LA CUARESMA”

CRÓNICA DEL ENCUENTRO DEL 10-3-2018

Un trimestre más con la ilusión renovada de volver a reunirnos en nuestra querida Abadía de Santa María la Real de Huerta, como se decía, hace ya bastantes años, 26 fraternos acudimos a la cita prevista desde el año anterior en el calendario correspondiente. No demasiados, evidentemente, pero es la cifra que últimamente suele ser habitual; cierto es que las dificultades del viaje para algunos, los achaques propios de la edad para otros, y las obligaciones familiares para todos, condicionan mucho el viaje, y de ahí que no sea fácil en muchos Encuentros rebasar la cifra de 30, como ha ocurrido en el presente caso. El tiempo seguía siendo cambiante e imprevisible, como ha venido ocurriendo durante el invierno y primavera de este año. Frio, lluvias, nevadas, y días soleados y apacibles, han ido alternándose creando cierta inestabilidad; concretamente en este día hubo momentos de lluvia y frio, sin mayor importancia. Presidida la jornada de este Encuentro por el Abad Isidoro, acompañado por Enrique, Coordinador General, y nuestro formador el P. José Ignacio, dieron comienzo las actividades del día con el rezo habitual implorando el auxilio del Espíritu Santo: Ven, Espíritu divino, manda tu luz desde el cielo…………… Siguió la intervención del Abad para dar cuenta de los hechos más relevantes habidos dentro de la Comunidad Monástica, destacando la profesión de José María, y el acceso al diaconado del monje Paco Rivera, así como la salida y entrada de algunos postulantes. A continuación el Coordinador General interesó de los Coordinadores de Grupo, que informaran de las novedades de cada uno de ellos y de las ausencias habidas, no por espíritu inquisidor, sino por todo lo contrario para solidarizarnos y unirnos en la manera de lo posible con las limitaciones y circunstancias personales de todos ellos, cosa que hicieron responsablemente como es habitual siempre. Igualmente informó de los temas tratados en la Reunión habida el día anterior del Consejo de la Fraternidad. Temas éstos que se esbozan seguidamente. Entre ellos está la situación económica de la Fraternidad, dando cuenta de la misma con los datos facilitados por la Ecónoma, Pilar Izquierdo, y que referida al año 2017 destacan las siguientes cifras: Ingresos 2.210 €; Gastos 2.485 €; Saldo al día de la fecha, integrado por el saldo existente (1.408), e ingresos y gastos señalados 1.133 €. En relación con lo propuesto por el Comité Internacional, como tema de estudio y elaboración para la próxima reunión, señaló la materia de este tema, que es la siguiente: “Llevar el carisma cisterciense a nuestro mundo; ¿Cuál es la misión de los laicos?; ¿cómo transmitir el carisma?”; ¿Cómo dejar que la obra de Dios no se quede encerrada en nosotros mismos?; el valor señalado en el documento de la Identidad Cisterciense, que es el de la hospitalidad y servicio”. En este sentido propuso como plan de trabajo para poder elevar al Comité las conclusiones de la Fraternidad, que cada Grupo elabore una propuesta. Posteriormente la Fraternidad en su conjunto, analizará la de todos Grupos, y propondrá un texto único. Para este trabajo se eligió como coordinador a Leo. El trabajo y propuesta final de la Fraternidad, que no debe ser superior a cuatro folios debe estar terminado antes del 31-12-2018, para entregarlo en enero del año 2019. Como segundo tema de trabajo que propuso el Comité Internacional está el de profundizar en la Formación, que el Consejo de la Fraternidad analizó igualmente en la reunión habida, partiendo de la base de los cuatro valores cistercienses citados por el Comité y que pueden formar parte de la formación: Obediencia; Estabilidad; Equilibrio de vida y Humildad. Las ideas y conclusiones sobre esta materia deben enviarse igualmente al Comité Internacional. Estos cuatro valores también serían analizados en la reunión de los grupos pequeños de la tarde, a propuesta del Abad. Otro tema que también analizó el Consejo de la Fraternidad fue el de la posibilidad de actualizar la formación de los que por primera vez se acercan a nosotros, debatiéndose si es suficiente utilizar en síntesis todos los temas

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que se han dado, o hay que mejorar la metodología. Tal vez fuese interesante pensar en una formación cíclica de los temas debatidos, algo parecido a lo que ocurre con los evangelios cada año. Al plantear por Enrique los temas debatidos en el Consejo del día anterior, el Abad quiso puntualizar un tema importante que nos ayude en nuestro caminar que debe abordarse con sinceridad y sin acritud, dijo: Se trata de tomar el pulso de tensión de la Fraternidad en plan positivo; se trata ni más ni menos de mejorar nuestro caminar, ¿cómo va éste?, ¿nos implicamos o no? Todo este análisis debe hacerse en los Grupos y hasta el mes de Junio. Señaló como pautas de reflexión las siguientes: Opinión de cómo veo la Fraternidad (sin mencionar personas); hacer propuestas para mejorar; cómo implicar y potenciar a todos los fraternos que puedan hacer algo (posibilidad de cambiar actitudes). Finalmente indicó que se trata de que entre todos saquemos algo en común, hay que ensanchar nuestros horizontes y acoger al que salga a nuestro encuentro. Terminada la intervención conjunta del Coordinador General y el Abad, tomo la palabra el P. José Ignacio, nuestro admirado formador. Las palabras de José Ignacio tuvieron como finalidad, señalar con su maestría habitual, el tiempo que estábamos viviendo de la Cuaresma que nos llevara a la jornada feliz de la Resurrección, haciendo de todo ello un pormenorizado análisis y una reflexión profunda; sugirió que como punto de partida para posteriormente ahondar en la naturaleza de este tiempo litúrgico, deberíamos leer con detenimiento el Pregón Pascual. En esta línea estaba todo el tema formativo del día de hoy, concentrado en dos partes: “CUARESMA, CELEBRA EL MISTERIO DE CRISTO EN LA VIDA DE LA IGLESIA”; y, “BIENAVENTURANZAS DICHAS DESDE EL CARLVARIO”. De ambos temas dio unas breves y rápidas pinceladas, como es habitual en su metodología, animando a los presentes a profundizar más intensamente en todo el contenido de los temas facilitados, y más teniendo en cuenta que estamos en plena Cuaresma. Finalizó la jornada matinal con la celebración de la Eucaristía, seguida de la comida en la hospedería, donde no faltó la exquisita empanada de Arcos de Jalón, tan apreciada por todos los fraternos, y como no, el regalo de las naranjas exquisitas traídas de Valencia por Pepe y Jesús, auténtico sabor mediterráneo. Al finalizar la comida hizo acto de presencia el monje Paco Rivera, que quiso compartir con nosotros unos momentos de felicidad y cercanía, facilitando de este modo la felicitación que todos queríamos hacerle por su acceso al diaconado. En un dialogo fraterno quisimos participarle nuestra alegría y buenos deseos por Grado alcanzado, y al mismo tiempo él tuvo con nosotros palabras de cariño y agradecimiento; nos explicó lo que suponía el diaconado y las funciones que le correspondían dentro de la liturgia. De este modo unimos a la felicitación un conocimiento exacto de este Orden. Tras el rezo de Nona, se formalizaron los “grupos de debate” donde se analizó la propuesta hecha por el Abad sobre los valores cistercienses. Obediencia, estabilidad, equilibrio de vida y humildad. Finalizadas las reuniones respectivas se puso en común las conclusiones habidas exponiendo el representante de cada “grupo” sus deliberaciones y conclusiones. Del cómputo total de todas ellas destacaron: EQUILIBRIO DE VIDA, Y HUMILDAD. Antes de terminar este punto del orden del día, José Ignacio, quiso hacer algunas puntualizaciones y aclaraciones sobre la ESTABILIDAD o lo que es lo mismo vinculación a un determinado monasterio (voto en el Cister), ya que a lo largo del debate se habían suscitado algunas dudas. Aclaró, que ESTABILIDAD: lo es en el tiempo y en el espacio, es bueno para la vida monástica y para la comunidad; implica duración, firmeza, constancia, perseverancia y seguridad. Al monje le da fuerza en la providencia de Dios, quien le ha llamado a estar aquí (en un monasterio determinado) y con estos hermanos. Es la confianza en Dios, que es el que quiere mi presencia aquí, Dios ha elegido el lugar y los hermanos, supone el equilibrio y sosiego de vivir en Dios y la quietud en la búsqueda del mismo. Estas aclaraciones fueron muy positivas para los presentes, pues había quedado claro que no todos tenían, sobre esta cuestión, las ideas lo suficientemente claras. Una breve meditación en la capilla, centrada en lo que supone la Cuaresma, y el rezo de Vísperas puso fin a esta nueva jornada y a este Encuentro en plenos días cuaresmales. En el año 2001, este humilde cronista, tuvo el honor, por encargo de la Junta de Cofradías de la Ciudad de Soria, de pronunciar el Pregón de Semana Santa en la Iglesia de El Salvador de dicha ciudad. Del citado Pregón, y como final de esta Crónica he querido traer aquí mis torpes palabras, que de alguna forma nos llevan al momento sublime de la Cuaresma: la Resurrección de Cristo, el final esperanzador y jubiloso de los cristianos: “Y, después del amor de un Dios y del dolor de un hombre vendrá el gozo de resurrección de Cristo. La teología nos señala que la resurrección no es el final feliz de una fábula, sino la garantía de que el amor de Dios es lo más poderoso de todo, y porque además esta resurrección “no quita nada del precio del amor, la propia vida que Cristo ha tenido que pagar”. Es la victoria de la vida sobre la muerte. Del bien sobre el mal. De la luz sobre las tinieblas. Es la Pascua, el instante sublime en la vida de Jesús y en la vida de la Iglesia. Es la verdadera esperanza del cristiano. En ella está la razón de la alegría de este día. Si Cristo no hubiera resucitado vana sería nuestra fe, dice San Pablo”.

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Atendiendo la sugerencia que se ha planteado sobre la conveniencia de dar a conocer momentos que ha vivido la Fraternidad en el pasado, y que muchos de los fraternos actuales desconocen, hemos creído oportuno bucear en los viejos papeles del archivo y traer a luz algunos acontecimientos que hemos vivido en común. Con este deseo iniciamos hoy esta sección que titulamos “SUCEDIÓ EN…”, y que hoy tiene como centro el año 1997, que es cuando ve la luz FRATERNUM.

Octubre de 1997. Aparece el primer número de FRATERNUM por iniciativa y dirección de JuanVi en una reunión en la Parroquia del Sto. Niño de Cebú. Contaba con seis modestas páginas; empezaba así con un Editorial: “Nace hoy nuestro Boletín, después de un año de caminar juntos en este intento de hacer de nuestra Fraternidad una realidad viva. Casi sin saber cómo, así suele pasar con las cosas del Espíritu, más de 40 personas, hemos recibido la carta de Cofraternidad y la Regla de San Benito como símbolo de un nuevo camino que queremos recorrer unidos entre nosotros y nuestros hermanos de la Comunidad de Santa María de Huerta”……..………. Además del Editorial y había otros artículos Luis, Alicia, y Antonio Vila. Se pedía un Cronista, de esta manera:”¡¡¡ ANUNCIO IMPORTANTISIMO!!! Se necesita CRONISTA voluntario para hacerse cargo de esta sección fija del Boletín. Sólo se necesita buena voluntad y ganas de colaborar”. También se solicitaban voluntarios para las facilitar las noticias más importantes de la Fraternidad y un monje para tenernos al día de los acontecimientos de la Comunidad Monástica. Del Monasterio la noticia importante fue la profesión solemne del Hº Jaime producida el 17 de septiembre de ese año. También se daba a conocer el logotipo de la Fraternidad, que se había elaborado por Javier, y que curiosamente no es muy conocido en la actualidad por lo poco que aparece. En diciembre de 1997, aparece el número dos del Boletín. De seis páginas se pasa a ocho. Un pequeño avance. Escriben JuanVi, Luis, Amalia, Susana y el Hº Eduardo. Ya hay cronista en este número que es Luis, que todavía continua en activo. Polo y Sagrario se encargaban de la logística para desplazarse a Huerta en autobús. También aparecía la homilía de José Ramón Carrasco, Párroco “in solium” con Antonio Plá en aquellos días, de la Parroquia de Nuestra Señora del Encuentro, actual sede del Grupo del mismo nombre de Madrid, con ocasión del Domingo Primero de Adviento. El 13 de diciembre fue el encuentro en Huerta bajo la dirección del P. Severino. El tema principal de estudio de ese día fue la OBEDIENCIA. El Hº Eduardo nos contó las noticias del Monasterio. En un largo artículo hace referencia a todo lo ocurrido prácticamente en todo el año 1997, sin olvidar, obras actuales, proyectos futuros, enfermedades importantes del P. Severino, Hº Pablo, P. Agustín, P. Ignacio, Hº Gaudencio y P. José, sin olvidar al familiar Julio Pachón. No se deja nada en el tintero. Entre las cosas que nos cuenta aparece una noticia curiosa, por su vinculación actual con la Fraternidad, que queremos resaltar: “José Ignacio ingresa en septiembre y toma el hábito blanco y negro, el 1 de noviembre, ya que al venir de otro instituto religioso (PP. Paúles) no necesita hacer el noviciado. Estará tres años en periodo de tránsito “. Ya veis donde lo tenemos ahora. Todos contentos. Como estábamos a la puerta de la Navidad, no faltó alusión a la misma, y deseos de felicidad.

Continuará…

Nota de la Redacción: Como Fraternum carece de ingresos, fondos y cualquier otro elemento monetario se ha decidido que cubra esta

nueva Sección fija alguien con experiencia, madurez, conocedor de la hemeroteca y pluma ágil y elegante. Ante estos requisitos se ha

adjudicado el cargo a nuestro Cronista Oficial, Luis, que hará todo por el mismo sueldo que percibe en la actualidad (0,00€) incluidas las

pagas extras.