bobbio norberto sobre las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política

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Trad ucción d(,! JOSE FERNANDE Z y ARIE ll A A UR HI NORBERTO POBBIO: EL FILÓSOFO Y LA POLÍTICA Antología Estudio preliminar y comp ila ción de JOFERNÁNDEZ SANTILLÁN FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

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Page 1: Bobbio Norberto Sobre las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política

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Traducción d(,! JOSE FERNANDEZ S¡\:-l'T1LL\~

y ARIEllA A URHI

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NORBERTO POBBIO: EL FILÓSOFO

Y LA POLÍTICA Antología

Estudio preliminar y compilación de JOSÉ FERNÁNDEZ SANTILLÁN

FONDO DE CULTURA ECONÓMICA MÉXICO

Page 2: Bobbio Norberto Sobre las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política

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SOBRE LAS POSIBLES RELACIONES ENTRE FILOSOFÍA POLÍTICA y CIENCIA POLÍTICA"

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COMO filósofo del derecho y como estudioso, desde hace.: algunos aflOs, de la ciencia polílica. tengo el pie en dos estribos. Quisiera aprovechar estn posición incómoda pero en cierto aspecto privilegiada para dcdr algo sobre el problema de las relaciones entre la filosofía política y la ciencia política. En cuanto ciay por sentado que ambas disciplinas tienen pleno derecho de ciudadanía en el nuevo y amplio reino de nuestras facultades de ciencias políticas, nquí no pretendo dC1CnCI1l1C en la naturaleza)' fun ­ciones de ésta y aquélla, sino que considero más útil tratar de delimitar sus respectivas fTonteras. Estimo que una operación de esta índole puede ser de alguna utilidad. para no caminar a tientas moviéndonos ora en una dirección, ora en otra, según soplen los vientos. Hnce cuarenta años, en tiempos de nuestros éstudios universilarios y bajo. el imperio de la filosofía idealista, nadie quería oír hablar de la ciencia política, a la que se había con­denado al ostracismo junto con todas las demás ciencias sociales. Sería verdaderamente lamentable que hoy, en un .:: lima filosófico distinto, donde tanto las corrientes ueoempiristas anglosajonas como las diversas inter­pret!lciones antiideológicas del marxismo (por último, la estructuralista) han favorecido el desarrollo del estudio "científico" de la sociedad en ge­neral y de la sociedad política en particular, el interés renovado por In ciencia política terminase por ensombrecer la filosofía.

El problema de las relaciones entre la filosofía política y la cicncia políti­ca tiene muchas face.as, porque manteniendo firme el significado de uno de los dos términos, o sca, el de 'ciencia política', entendiéndolo como estudio de Jos fenómenos políticos realizado con la metodología de bs cicn· cias empíricas y utilizando todas las técnicas de investigación d~ b cienci¡¡ del comportamiento. si el otro término -'filosofía política'- cs usado, como generalmente acontccc, bajo significados muy val"iados, también las relaciones entre ellos se plantean incvitablcmente de mancra dife¡·cnie.

El objetivo principal de este trabajo es mostrar que a cada acepción de 'filosof(a política' corresponde una mancm difCl'cnle de presentar el pro­blema de las relaciones ent¡·c filosofía política y ciencia política y, pOI· tan · to, pone'r en guardia a todo el que crea que el problema tiene una soluc ió n unívoca. Creo que mostrar las cosas de esta manera puedc $crvir pal·a- po­ner en evidencia una de las razon.:s de la confusión lJLI~ reilla en la matclü .

• D .. i I'ossibili rapporli Ira {ilo.H,{i" ,,,,Urica .. _~ci(·n:'(I ¡m!irica. F.S/f<lllu ,Ial f'" Si",!",.<i" ," Filusu/i,! d .. l/tI Poli/k,! ~lr",/i:i",,<' .' IIClvir,; d.·IIt, Filo.'wli" ,h·/I" I'olir i. ·,, -, F;";,,lIa<l '''" Judspludenda, Univcr.;idóld de Bari·L.,lerlól, l3;u·¡, [970. pp. Z)-29.

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RELACIONES ENTRE Fu,osarlA I'OLITl<':I\ y CIENCIA l'OUT1CA

""Ie pa rece que se pueden dis tingui l' po r lo menos eH.lIro sig n ificados c.lifcrcntcs de '(Bosana política'.

J. La manera más tradicional y coherente de entender la filosofía pulíti­ca es concebid:!. como hl descripció n, proyección y teorización de la óp ti­ma república o, si se quiere . como la construcción de un modelo ideal de ESI<1do fundado en algunos postulados éticos últimos, sin preocuparnos de cuándo)' cómo pucda ser efect iva y 101:\ll11c111 C .'cnliz<ldo. Pc!"lcnCl.:cn a csta forma de pensamiento cicrt~,s "uJarfas all'cvés" de l;¡,s que ha Iwbiclo ejemplos conocidos solm.! lodo en el último siglo, que consisten en la des­L"ripciún no de la óplinm, sino de la peor rcpüblica o, si se desea, dellllode­lo idea l del Estado que l/O debe realizarse.

2. Una segunda fomla de comprender In filosofía políticn es considerada como lu búsqueda dcl fumbmento último dd poder, que pcnnitc rcspon­del' a las pl'eguntas "¿n qui~n deho obedecer?" y "¿por qué?" Se tral:t del problcma bastante conocido de la naturaleza y función de la obligación política. Bajo esta acepción, la l"iIosofía política se resuelve en la solución del problema de la justificación del poder último, o, en otras palabrns, en la detenninación de uno o más criterios de legitimidad del poder. Cuando se hace referen'cia, por ejemplo, a la filoso na política moderna y se men­ciona a escd tores como Hobbes y Lockc, Rousscau y Kant, De Maistre y Hegel. se hace referencia a teorías que, partiendo generalmente de supuestos filosóficos sobre la natu raleza humana, de.la sociedad y de la historí~, ,penden a esgrimir buenas razones, incluso las mejores, por las cuales el poder últim~ debe (o no debe en determinados casos) ser obede­c ido, vale decir, a proporcionar una justificación de la obligación polftica y n delimitar su úmbito. De conformidad con esta connotación, todas las [ilosofías políticas se poddan clasificar según los diversos criterios de legitimación del poder que han s ido en su tumo adoptados.

3. Por 'nJosoffa política' también se puede entender la delenninación del concepto gener;)1 oc 'polilica', como actividad autónoma, manera o forma del espíritu -como habría dicho un idea1ista~ que tiene sus canlctcrfsticas peculiares que la distinguen así de la é tica como de la economía , el dere­cho o la religión. De la misma manera se dice que la tarea de la filosofía del den!cho es b determinación del concepto del dC'I"echo. Tengo la impre­sión de que éste ha sido ~sobn! todo por influencia de Croce, quien evoca­ba a j\'laquiavclo como el descubridor de la catcgoria de la política~ el sentido predominante en Italia. Cua ndo en tn.: nosotros se h~\hb de filoso­fía política, el pensamiento con"C inmediatamente no tantO:JI pl"Oblema de la obligación política, como haría un estudioso inglés, sino al problema de la distinción entre política y moml, entre razón individual y razón de Estado, al problema de si la conducta política posee SIlS propias leyes, de si res­ponde a criterios propios de valoración, s i el fin justifica los medios, s i los Estados se pueden gob(.:rnal' con padrenuestros, o, como hoy se diría, si hay una ética de gmpo distinta de la ética individu;\l. o, siguiendo b temli-

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RELACIONES ENTRE F1LOSOF!/\ I'OtJrtC,\ y CIENCI,\ poLi I"l C,\

nología webcriana, si e l hombre político sigue la é tica de la rcsponsa :ll lidad o la de las convicciones, etcétera.

4. La difusión del interés por los p'roblemas epistemológicos, lógicos, de análisis del lenguaje, e n general metodológicos. ha hecho aparecer un;· cuarta manera de hablar de la filosofía polrtica: la filosona política con,,) discurso crítico, entendido sobre supuestos, condiciones de ve rdad, pI<' tensiones de objetividad , o no valoración, de la ciencia política. Desde e:-.t " perspectiva sc puede habla r de fil oso fía política como lIIl'tlldcllcilJ, u w· de un estudio de la política a un segu ndo nivel, que no es el directO) dI' 1 investigación científica entendidrt como estudio empfl"icu de los compol' mientos politicos. sino el indirecto de hl críti c;¡ y la k'gitimac ión de 110 procedimientos por medio de los cuales l'S llevada rt efec to la iu\'cstigaci, ' cn el primer nivel. En esta perspectiva entra la oricntaci,ín de la fi[o'óoh .l analitica hacia 1:. resolución de la filosofía política en el an:Hi s is d· lenguaje político. ,

No es dificil dade cuenta de que el problema de las n:bciunes cntre 1. filosofía política y la ciencia política asume aspectos diferentes sc!!ún s i l · ...

tomada en cons ideración una u otl'a acepción de la filosufía politic<l. a nl l" señaladas.

5. Cuando por filosofía política se en tiende la teoría de la óptim .1 república, la relación con la ciencia política es de oposición neta. Mientl ... · la ciencia política tien e una función esencialmente descriptiva o explic:\ t , va, la filosofía corno teoría de la óptima repl"lblica descmpdía un papel PI t. mordialmentc prescriptivo: el objeto de la primera es la polrtica tal ctl al ' .. , (la "verdad efectiva"); el propósito de la segunda es la polít ica como ueb.· rla ser. Dicho de otra forma: se trata de dos maneras difel'entes de con"' l derar el problema político, de dus puntos de vista autónomos uno dd ot: n o, si se quiere, de dos caminos que no están destinados a encontran;e. L;¡

proyección hacia el futuro dc la filosofía como teorla de la óptima repúbJ: , ca es la utopfa; 1; \ misma proyección hacin el fUIUI"O de la ciencia polít ic:' asume el aspecto de "prospcctiva". El diseilo utópico es el proyecto dc u n Estado que debe ser en el sentido moral de "debe"; la ruturología es la PI ,', visión de un Estado que debe ser en el sentido naturalista de "debc": d Estado utópico ..!s deseab le pero podría no realizarse ; el Estado futu re , podrfa t;:¡mbién 110 ser deseable pe ro es el que necesariamente debe ve ril ¡. ca r:se si la previsión es científicamen te exac ta . EH el p:IS() de la posicit"ll. filosófica a la científica, la ulopín SI.' resuelve en ruturoJogía.

6; En la segun·la acepción, de ilcue rdo COl I la cual por nJosOn~\ polífl ( se entiende una teoría sobre la justificación o legi timación del poder, ! •. relación entre la filosofía politica y la ciencia política es muclll.l n1.l 'ó I estrecha. Aquí el problema filosófico presupone d análisis de los re l\(', I

menos reales del poder, que estimamos de competencia del cient ífico dI' política. Por otra parte, el estudio reali s ta del poder no puede dejal ' desembocar en el problema ~que tradicionalmente ha sido considcr;¡.;.

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58 RELACIONES ENTRE FILOSOFIA POLITlC,\ y CIENel,\ ,'aL/TICA

propio de la filosofi;l- de los criterios de legitimidad. esto CS, de las I"<lZQ­

!les úhimas por las que un pode¡" es y debe se," obedecido. La obra de Hobbcs. que en muchos aspec tos es un análisis empírico del comportamiento po­lítico. ha sido ll amada con ¡"<lzón una gl-amática de la obediencia. En la Filosofía del derecho de Hegel es terriblemente difícil separar el análisis rea li sta de lo socicd;;ld y del Estado de la ideología política que Jo guía: están igunlmcntc vinculados el momento de la explicación de lo que acon­tece y el momento de la justificación por la cUOlllo que acon tece debe su­cede r; o el problema de la representación histórica y la legit imación idenl del Estado, 0, mejor dicho, de un cierto tipo de Estado. Es superl1uo agre­gar que una cosa es determinar un criterio de legitimació;l, y otra describir l:ls diversas pautas de legitimación posibles o realrnt=n tc aplic:lbles en los diversos regímenes y en las difl..!l·entcs épocas histódcas (lo que es t:u'ca de la cil..!ncia política).

7. En cuanto al te rcer significado de filosofía política -como detelmina­ción ,de la categoria 'polític,\'-, la relación con la ciencia bolítica es tan estre­cha que resulta difici l establecer una línea de separación entre una y otra y señalar dónde termina el área del científico y dónde empieza la del filósofo. Las dos investigaciones constituyen una continuidad: no se puede pensar en una pesquisa de la ciencia política que no se plantee el problema del con­cepto 'política' y, en consecuencia, de la delimitación misma del propio campo de investigación; pero tampoco se pUl .. -de pensar en un an{llisis del con­cepto de polHica que no tenga en cuen ta los datos recabados y los fenó­menos examinados por la investigación fáctica. La diferencia entre el plano de la filosofía y el de la ciencia ya no es, en este caso, de naturaleza cuant i­tat iva. sino exclusivamente de orden de importancia. Hoy no existe a nális is científico de los fenómenos polít icos que no comience con el planteamiento o con la presuposición de una teQría general del poder, la que debería selVÍr para delimitar el campo de la política del de la economía y del derecho. Más que de filosoffa polltica, <lquí sería mejo.· hablar de "teoría general de la política", bajo el mismo cliteIio con el que en el campo del derecho se dis­tingue la teoria general del derecho de la ciencia juridica en sentido estricto.

8. En el caso de la filosofía polílic'-l entendida como metacicnda, la dis­tinción entre f.ilosofía y dl..!ncia SI..! vudvc de lluevo tajante: se trata de inves­tigaciones que tienen objl..!\()s y fines diversos. La dcnci:l es el discurso o conjunto de discursos sobrc el comportamiento político; la filosofía es el discurso sobre el discurso del cien tífico. Como tal, es una investigación de segunda instancia. Se enlh:nde que la diferencia no excluye un tipo muy preciso de relación: la metaciencia se propone, con respecto a la investiga­ción científica, un objetivo - como ha sido dicho en repetidas ocasioncs­terapéutico, y por tanto tiene necesidad de mantener un contacto perma­nente con la investigación cienlíllc:l propiamente dicha. La ciencia, por otra pa:1c, se si lve de la reflexión que se refiere al método y al lenguaje para co­l-regir y fin<llrnente perfeccionar el propio trabajo y con trolal'los resultados.

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RELACIONES ENTRE FILOSo!'IA POIITICA y CIENCIA I'OUTlCA

Tratando de resumir las diferentes rcladoncs que se cst.lblcccn entre 1" filosona política en ;;us diversas acepciones y la ciencia politic<l, se podri:l decir que: a) en el primer caso hay Ulla relación de separacióII y al mi<;mo tiempo de divergenda; b) en el segundo caso la relación. si bien es de sepa­ración , al mismo tiempo es de convergencia; e) en el tercer caso hay una relación de continuidad y por tanto sustancialmente de indistinción (se trata, en todo caso, de una distinción convencional); y el) en el ctmrto caso \.1 relación es de integració" recíproca o de selVicio mutuo. ObselVando esto<; distintos tipos de "elación, se puede hacer todavía una consideración' manteniendo firme el carácte r "avalora ti va" de la c iencia pulhica (o la ciencia es avalorativa o no es ciencia), la mayor distancia entre la filosofra política y la ciencia polHica se registrn allf donde la filosofía polilic Ol asume un carácter fuertemente valomtivo. De nuestra tipología se des­prende que las acepciones en las que la fil osofía polflica asume un rasgo fuertemente valor<:.tivo son las primcnls dos, o sea, la filosofía polllka como descripción de la óptima república y como dcterOlin:H:ión de 111 ,

principio de legitilflidad. y son éstos, en efecto, los C<lSOS en que la rel.l ' ción entre filosofía y ciencia es de separación más que de integración.

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RAZONES DE LA FILOSOFÍA POLiTICA*

ERA prcvÍl.iblc que la institucionalización de la cátedra de filosofía política,

al crearse las nuevas f-Jc ultades de ciencias políticas a finales de los alios

sesenta, provocase un debate sobre la naturaleza, contenidos y objetivos

de hl nueva disciplina que ganaba su pues to aliado de dos materias lI"adi·

cionalcs, la historia de las doctrinas políticas y la ciencia polílicu, para no

hablar de la todavía más ¡"cdenl!! sociología polflien. En rcalidad ese dc­

bate no se dio, o fue muy inferior en cunnto a intensidad y vivacidad ni que

había precedido y acompai'íado el nacimiento de la disciplina.

Entre el 11 yel 13 de mnyo de 1970 Lu vo lugar en 1.:. Facultad de Derecho

de Bari. gracias al profesor Dino Pasini, un congreso dedicado a la "Tradi­

ción y novedad en la filoso ría polílica", en el que tocó a Alessandro Pa­

sserin d'Entreves, primer titular de la materia, y a mí, que lo sustituiría

dos años después, presentar las conferencias introductorias. No nos deja­

mos seducir por la tentación , tan frecue nte en estos casos, de proponer

nuestro particular concepto de filosofía política, es decir, de ceder a la pre­

sunción de dccil· qué debe ser la filosofía política. O'Entreves, en su ponell­

cia intitulada manzonianamcnte "El compartimiento asignado o. los

es ladi stas", se plantea el. siguiente problema: "¿Existen caractcristicas co­

munes que se encuentran en todos los pensadores gene ralmente cataloga­

dos como políticos?" Puesto en estos términos, el asunto requerla una res­

pUl.!sta bo.smla en una pesquisa histórica consistente en una serie Je juicios

de hecho, por encima de los de valor, aunque presuponía un acuerdo tácito

apoyado en una convención am pliamente compartida sobre lo que se debía

entender por "pensador político", o, para retomar la metáfora manzoniana,

qué es lo que debe ser colocado en la "casilla" (en la que "destacaban" -na­

turalmente- Maquiavelo, "licencioso, pero profundo", y Botero, "recatado,

pero agudo"). Los ejemplos pmpol·cionados por d'Entreves, que iban de

S~n Agustín a S:mto Tomás, de Hobbes a Locke, de Maquiavelo a Montes­

quieu, se apegaban al nCllcn.Jo . Este procedimiento ¡Xtru definir la fil osofía

politica es ellípico mecanismo empírico en cuan to a extensión e inten­

sión. Fijado el con tenedor (extensión) se trataba de ver qué cosa había

dentro (in tens ión). También mi ponencia era descriptiva porque, presentando una clasifi­

cación de los principales significndos Icxicales de "filosoffn política", no

lenio. intención de ele\'ar ninguno de citos a definición privilegiada)' cxclusi-

. ~Ragioni deBa filosofi¡¡ polilica", en varios aUIOT<.'S. Slmli politid iu ouore. di Lui!:i Firpo.

vo1.IV, Problemi, melodi, pros¡J<!lIivc. Deplo. de Estudios PoHticos, Universidad de Turin·Frnnco

Angeli. MiI<'in, 1990. pp. 175·187.

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RAZONES DE I.A FII.OSOFIA rolJTlcA 61

va y, por consiguiente. de dm' algt'm can'tclcr estipulativo. Estos significa­

dos e ran los siguientes: descripción y propuesta de la óptima república;

bt'lSl¡ueda del fundamento último delllOder y, por tanto, del deber de obe·

decer; determinación del concepto genr.:ra l de polftica, con·la eonseCllcnll'

distinción entre política y moral. entl·e política)' derecho, .:nlrc polílicn y

religión; y, finalmente, metodología de la ciencia política o metacienci:t

política. La necesidad de csta clasificación, que tenía un valor puramcnh.!

analílico sin intención normativa alguna, brotaba de la cons tOltadón de

que en la cOllegoría de la filosofía politica se suden colocar obras aparen­

temente muy diferentes entre sí ---<:o mo la RepubJica de Platón, d COIllml ,

social de Rousscau y la Filoso{ia del derecho de Hcgel- y de que en esto\

últimos tiempos, luego del gmn inte,·és por los problemas de la filosoff<t (11-

la ciencia y de la sospecha ele que la filosoffa tradicionalmentr.: concebid;¡

es un saber ideológico, por "filosoffa" se debe entender exclusivamente la CI; ­

tica a la ciencia. I

El debate italiano se realizó un año después de una discusión semejante

que tuvo efecto gracias al Instituto Internacional de Filosofía Política, en

un congreso parisino cuyas memorias vieron la luz en 1965. El Instituto.

fundado por Boris Mirseine-Guetzévitch, pero encabezado desde el inicio

por Georges Davy, .1nbía inaugurado sus seminarios anuales, que cont i·

núan hasta ahora, con un debate sobre el tema fundamental, el "poder".

cuyas actas fueron publicadas en dos volúmenes en 1956. El sr.:xto congre ·

so fue dedicado a L'idée de philosophic politiqueo De las ponencias sólo dos

tocaban el tema cs¡::ecífico. In de Paul Bastid, "L'idée de philosophie poli.

tique", y la de Raymon Polin, "Oéfinition et défensc de la philosophie po·

¡¡tique".l Ambas transitaban el camino opuesto al que seguiría el debate

italiano: se proponfan explicar en qué consiste la "vcrdadem" filosoffa po·

lítica y, en eonsecu~ncia, tenfan un preci .~o objetivo propositi vo. La "\'er­

dadera" filosona política era lo que ella debia ser. Bnst id se habla limitadn

a distinguir la filoso na politica de la filosofía de In hi storia, la filosofía

moral y la filosofiajuridica, lo que tradicionalmente es un tema académico

con el que el enseñante de una disciplina introduce el discurso sob re la

propia materia, y a concluir que ella se resuelve en la búsq ueda de los pd­

meros rudimentos o de los principios fundamentales de la organización

social. Polih, en c}-.mbio, se proponía declaradamente In misión de dar

una definición de filosofía que silvicsc p.lI-a 1'I:I:O/lV,.;,. y P"I7I ,.emplacer Ia~

definiciones tradicionales. Después de haberla ddinido como la forma d o.:

conocimiento superior que tiene la tarea de "hOleer inteligible la realidad

1 Tanto la ponencia c.e d'Emrc\'es eomo I¡¡ ml<l se encuentran en TnuliüOllt e IIovi/a drfl ..

{iloro[ia dtlla politica, ~Ouadcrni degli Ann;.li ddla Facoh~ di Gunsprudenza della Unin'r.;.it:'l

di B;:lIi~, 1970, pp. 7·21 ., 23-37, n:spcctivamente. Toqué el tema también en ·Considcr:tlio;¡i

sul1a mosofi;:,. potítica", en Rivista italialla di sciC/lZ/J. politi<,u, 1, 1971 , pp. 367-379. (L'l pone~

cia a la que: se rcficn;: Bobbio es d ensayo anlerior, incluido en este volumo:n. pp. SS-59) .

2 En e1libro ¿'¡dte de philosopme pofitiqllt, Pl'F, París, 1965, pp. )·20 Y 33-55, respecl i\ ..

mente.

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Page 6: Bobbio Norberto Sobre las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política

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62 RAZONES DE LA F1LOSOF1A I'OLITICA

política", explicaba que ella era insus tituible en el universo del cono­cimiento, y tenía una función "crílica y normativa", sobre todo la de tomar en cons ideración y favorecer "un futuro de libertad".

En el mismo congreso, Renalo Trcves leyó un trabajo sobre la noción de fi lasoCia polilica en el pensamiento italiano: constataba que cmn dos las ace pciones p,·cdominantcs de la cxpn.:s i6n. la que era entendida, por una parte. como descripción del Estado óptimo y, por otra, como la investi · gación sobre la naturaleza y Jos objetivos de la actividad política, que debe ser distinguida de otras actividades del espíritu (la referencia a la filosofia de orien tación espiritual dominante en Ita lia era evidente) y. sobre todo, de la actividad económica y de la moral.

Este anális is constituyó un bue n precedente de la discusión de Bari : en efecto, dos de los significados de rHosoHa polftica que enuncié correspon­den a los resaltados por Treves en el pensamiento italiano contemponíneo. Luego él mismo declaraba su preferencia por un tercer signj(icado, afir· mando que, a su manera de ver, la filosofía habría debido ser considerada como "metodología de la ciencia política, como reflexión sobre el lenguaje, sobre los límites y fines de es ta ciencia",l Con esto llamaba la atención so· bre una posible definició n de [¡Josofía polh ica que no correspondía a las tradicionales, y me sugería uno de los cuatro significados de mi clasifica· ción. Sólo faltaba la acepción de filosofía política como justificación de la obligación política, o, lo que es lo mismo, como problema de la legitimi­dad del poder.

A este problema siempre había sido más sensible el pensamiento políti. co inglés, que se había inte lTog:1do sobre los límites del podel', vistos ex po,.t;: (..·i villl1l , muc ho más que el penS;\micnlO político en 1:1 Eump;1 conti · ncn t .. \!, cuyo problema fundame ntal había sido el de la razón de Estado, o Sl';.\, uc la legítima ruptur;¡ de los lím it es, ex part/! prillci"is. El Lema de la obligación política había sido importado a Italia por d'Entrevcs , quien tuvo su primera y decisiva formación académica en Inglaterra. No por casuali . uad en su ponencia de Bari, después de haber expuesto lo que consideraba. los caracteres comunes de las filosonas políticas tradicionales, concluía que estos rasgos comunes convergen en un (mico problema, que es el de "per· catarse de los vínculos de dependencia que abrazan a.1 hombre de la cuna. a. la. tumba", yen definiliva de ha.ccr posible la respuesta a la pregunta: "¿Por qué un hombre debe obedecer a otro hombre?"4 Ocupándose de este proble­ma -concluía-, los grandes escritores políticos del pasado hacían fi· losofía. "eran filósofos y no simples recopiladores y ordenadores de datos".

En la discusión de Bari no se había podido tener en cuenta el artículo del profesor Raphael, de la Universidad de Londres, "What is Political Philosophy?", publicado el mismo ano en el libro Problems o{ Political Phi/o·

l R. Treves, LA lzolim! de phi/asapMe paliliqllc dans la pct1sée italienl/e. p. t08. • Tradiúane e uavita, ap. d I .. p. 14.

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HAZONES DE I...A I'ILOSOFIA ¡'OLITtC¡\ 6J

SOf1hy (que cito de la segunda edición de 1975). Tamhién Raphael seguía la otra vía, la de ex.pre.iar su opinión sobre lo que uehería. ser la filoso fla política, para distinguirla ya sea de la teoría política perseguida por los sociólogos y científicos de la política, 'que se propone "explicar" el fenó­meno polftico, ya pOr b ideología que tiene un caráctcr exclusivamentc normativo. El propós ito de la filosofla polftica no es, segun Raphael. Ir! explicación, sino la justificación; su cometido 110 es prcsc ripth'o como el de la ideología, sino 1I0nnativo en el sentido limitado de que ofrece buenas razones para que se acepte o rechace una proposicióh. En pocas palabras. los objetivos de la investigación filosófica, que valen igualmente para la filosofia polflica, son, a juicio de Raphacl, esencialmente dos: a} la aclara­ción de los conceptos. y b} la evaluación crflica de las creencias. Ambos propósitos son fina y claramente ilustrados por el autor.

No tiene caso comentar es ta y otras interpretaciones de la mosofla politica. Tal eapita tOI selltell tiae. Tampoco hay que maravillarse de que Ji! filosofia política siga la suerte de la filosofía general, que continua interro· gándose sobre sí misma desde que nació, tanto así que una parte conspicu:1 del saber filosófico consiste en un saber reflexivo, en filosofar sobre lóJ filosofía. Aquf me interesa poner en evidencia que también la filosofía de la filosofía, que podemos llamar meta filosofía, puede tener, a semejanza de la metaciencia. un carácter descriptivo y prescriptivo. El debate, tal como se desarrolló en Bari. tuvo un rasgo predominantementc descriptivo. en contraste con el debate parisino y con el artículo de Raphacl, cuya pauta es (undamentalmente prescriptiva. Luego, se puede precisar que una meta­filosofía descriptiva se orienta hacia el descubrimiento y el análisis de las defini ciones lexicales que ti enen en cuanto tales un derecho igual a ser' tomadas en consideración, mientras una rnetafilosofía prcscdptiva desem­boca irremediablemente en una defi n ición estipulativa. que tiende a ex­cluir todas las demá:¡.

A pesar de la expans ión gradual de la enseñanza de la mosofía políti ca en nues tras universidades , las primeras discusiones sobre la naturaleza, los fines y los límites de la disciplina no tuvicron muchas repercusiones en los años siguientes. Una oportunidad para retomarlas fue la publica· ció n de la nueva re·'¡sta Teoria política, cuyo primer númcro apareció;¡ comienzos de 1985. Al proponer la confrontación entre filósofos de la potr­tka y científicos de 'a política, al invita r a colaborar e interactuar a filóso­fos, sociólogos, historiadores, po litólogos y juristas, la revis ta no pod ía dejar de provocar d scusiones de naturaleza metodológica . La primera intervénción apareció en el tercer número, gracias a Danilo Zolo. quie n para desarrollar sus consideraciones partía del debate de 1970, como si en el no tan breve intervalo de 15 años no se hubiese alzado ninguna \'0 1.

digna de ser escuch .. da.s Incluso los olros escritos a los que Zolo se rcferia.

'D. Zolo,"1 possibili rapporti Ifa filosofia poU¡lca y scienw. politica. Una proposta post· emplrlca· , en Teoria politica , J, 1985, núm. 3, pp. 91·109 .

Page 7: Bobbio Norberto Sobre las posibles relaciones entre filosofía política y ciencia política

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RAZONES DE LA F1LOSorl" POLÍTICA

dI! Sarto¡-j y Malteucci. sobrl! el tema de la naturaleza de la ciencia política que no podía dejar de ser examinada sin con fTDn.tarl ~\ con, I,a filosofía política, se remontaban a esos mlos. Igualmente,la C1CnCI:l pohllca,cuando apareció. o, mejor dicho. cuund o reapareció bajo las nuevas vcstUllcnlus de ciencia a la norteamericana, aproximadamente d iez ai'ios antes. generó una discusión semejante. Todo discu rso sobre la ciencia política llamaba en su causa a la filosofía política y viceversa. E.n el sexto volumen de la gran His(ol'ia de las ideas po!fticas, econól11 icas y sociales, publicado en 1973 y ded icado al siglo XX se encuen tran frente a [l'cnte un ensayo de d'Enlrevcs sobre la filosofía política. con un apartado sobre la distinción entre Bloso­[ía política y ciencia política, y u no de Giovanni Sartori sobre la ciencia políti ca, con un apartado sobre la l'il osofía polftica.b Bujo I'azonam.ient~s simétricos y opuestos, en el pl'imero la filosofía aparece como nO-CienCia, yen el segundo la ciencia se muestra como no,B losofía. .

La relación entre filosofía política y ciencia politica era el tema principal del artículo de Zolo de 1985. pero considerado más desde el punto de vista de la ciencia política, de la que criticaba la concepción ncoempi rista o neoposilivista. predominante en h alia y sostenida por mí, y no desde el de la nJosofía política. En referencia u es ta última, se congratulaba de que en nuestras univers idades la filosofía política se hubiese emancipado de la filo­sofía del del'ccho, que lenra una 1:'\I 'ga tradición, y que hubiese supcrndo el complejo de inferioridad frente a la ciencia polít ica y la s~cio lo~ra ~Iílica. Retomaba el "mapa" diseñado por mí de los varios y pOSibles slgmficados de fil osofia política y plantea ha un<l tesis para profundizar. según la cual la d istinción en tre filosofía política y ciencia política puede remitirse "probablemente" a una d ife rencia de grados, a una tendencial polarización tic maneras de pensa r que se traduce en una diferente selección y pre$ClIla­

ciÚIl de los problemas. Precisaba que "la forma dd pensamiento filosól'ico privilegia las teorías muy genel'<ll cs . fuertemente inclus ivas, que operan ulla .'educción de cOlllpk'j; tbd mlly d~bil y por dio mismo son muy com­plejas y difíciles de controb r",7 mkntras In forma dd pensnmiellto cientí­fico n:salLa las teorías de alcance más limitado, capaces de una elevada reducció n de la complej idad y pO I' cllo fuel'lemenle especializadas y ahstmctas, gracias a un uso muy intenso de d3usulas ceteris paribus.

DI,.' I,.'Sh: IlllXlo, ta mbi~n Zol,) s ... ·orklllaba h:'\I,.'ül un:l IlH.·t a filllsofí~l pn.'scl;p' tiva. proponiendo una so la acepción plausible de "filosofía politica", pre­kl'ihk:\ tl)tb~ las delll :i:-; . :>i 1\0 11l~'11I~\) ~'omo la :>01:1 "prob:'lblem(,.'l1Ie" \'er­d:'1\.I l.' I";\, una ;lc(,.'pción qUl' j·l'p ... ¡la, sin 1· ... .:onOl'imlento (,.'xplidlO, d .:on.:epto .fl'la fi losoll:l direl'enh~ sólo l,.'ua ntit:lIi'·:lI1ll,.'ntc dl'la ciencia, que habia sido pmpio lid positivismo. es d~y il '. lk 1;\ filosol'ia Je la CJue d mismo Zolo holbí" cri ticado el conceplo de ciencia. sugi riendo como alternativa un enfoque postcmpíri co pa nl. la ciencia. Aun <ldmitiendo que la fil osofía poJ(tica pu-

o Do: S;u1oti \~:ISo: tamb¡¡'<n [,(I/Jf>li¡;C'" ÚJK;ca <! me/odo in sci"., :e $ocinli. Sugarro. M¡]:\n. 1979. 1 MI. dI.. p. 10·1,

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¡{¡\ZONES D~ LA FILOSOFII\ I'OLlTICA

diese tener también la larca de metaciencia , que era el cuarto sign ificado que puse en evidencia, esta manera de entenderla era de cua lquier fOI'01<t .

en referencia a los significados tradicion¡:¡les, limitativa, porque tendía a eliminar del mapa los si,gn ificados del'Ívados de la dis tinción entre lo des' cript ivo y lo prescriptiv0, entre la e"plicaciór. y la justificación, distinción que había aparecido repetidamente en el debate sobre la nntumleza de la disciplina. La verdad es que, de conformidad con la idea inspiradora de la nueva revista, Zolo se proponía trazar las líneas de una "teoría política" que en cuanto tal no podía tener la misma extensión de la filosofía política, naturalmente mucho más amplia. La limitación del campo de la filosofía polftica dependía del hecho de que ciertamente se hablaba de filosofía políti­ca, pero se tenía en la mira la teoria política, de la que se trataba de identi­ficar su papel sea con respecto a la filosofia, sea en referencia a la ciencia.

Resultó daro del articulo de Michelangelo Bovero, publicado dos nú, meros después en la misma revista con el titulo "Por una meta teoría de la política. Cuasirrespuesta a Danilo Zolo", que el verdadero objeto de la contienda era la teoría política. El asunto en cuestión no era tan to la filo­sofía política como el objeto todavía mis terioso de la teoría polftica, según se mostraba desde el título. en el que se hablaba de melateona y no de me­tafilosofía. Aquí no es el lugar para detenerse en este intento de constnlil' un modelo de teoría política que dé cuenta de la estructura formal y del entramado de las teorías polít icns . porque el lema sale de esta cr6nica, y el problema de In na turaleza de la teoría política deberá se r profundizado en otro sitio. Lo he senalado porque efectivamente era claro que el debate sob re lo que es la filosofía poHtica se estaba desplazando hacia el proble , ma de la naturaleza de la leona política, que parecía menos compromet ido con la lucha secular sobre el s ignificado de "filosofía" y, en consecuencia. más susceptible de respuestas específicas, purticularmentc Opol'tunas en el momento en que se estaba introduciendo una nueva disciplina en la en­senanza universitaria. Que la nueva disciplina se llamase filosofía política no e"clura una redefinición de ella como tcoría política , que parecía más adecuada a encontrar un mejor pllnlo de convergencia del que estaba per­mitido a la vieja e"prcsión filosofía polflica, abierta a las más divcl'sa s interpretaciones y crfti : as.

Con es las observaciones no Quisiera <.I n!' a entender que yo este di s­puesto a_dar a las cues tiones de método y a las rererenles al conflic to de las disciplinas mayor importancia de la que tienen en realidad. Tanto las primeras. como las s'!gundas frecuentemente SOIl asuntos puramente académicos, en los QU..! a la agudeza de las di stinciones y suhd istinciones no corresponde siempre una impoltancia práctica. Ello 110 CJuitn 1.1 sorpre­sa al constatar que la proliferación de las cá ledras de filoso na política no ha s ido acompañada pOI' una ¡'cOe"ión sobn: c1lugal' de la di sciplina en la ahora vasta 3rea de las enseñanzas que liene.~ por objcto la política. En un reciente comentario d'! las respues tas a un cues tionario sob re los pros;ra,

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66 RAZONES DE L\ ¡:[lOSOFIA l'oLlnc,\

mas de los profesores de filosofía política se mostró que el objeto predomi­nante de los cursos es el comentario de obras clásicas, tanto así que el comentarista fue constreñido a preguntarse si el objeto de la filosofra política para los docentes italianos de la materia era la política en cuanto tal, o las ideas y lrts tcorías filosóficas sobre la polftic;.\.~ La pl'l!gunta era claramente retórica: es cviclcnlc que en este segundo caso la filosol'fa po­lítica no st.:rfa otra cosa que una copia de la historia de las doctrinas políti­cas que es enseñada desde hace cincuenta años en nuesll'as universidades. Si alguna vez hubo un debate sobre la naturaleza de la filosofía política, éste se orientó sobre toclo a la diferenciación de la filosofía política de la ciencia política y, en segunda instancia, de la filosofía moral y de la filo­sofía del derecho. Nadie se había planteado el problema de la distinción entre filosofía política e historia del pensamiento poHtico porque la dife­rencia entre una y otrn era evidente. Y, en cambio, una vez más se debe constatar -si es válido parodiar un célebre título kantiano- que lo que puede ser correcto en teoría no vale para la práctica.

Faltaba en Italia, es verdad, una tradición de docencia de la filosofía política, como la había en cambio para la filosofía del derecho, que nadie hu Diese pensado confundit- con la historia del pensamiento jurídico, aun­que al no existir un curso de esta materia las cátedras de filosoCia del dere­cho en la práctica frecuentem ente son cursos de historia del pensamiento juríd ico, y los filósofos del derecho suden distinguirse en filósofos propia­mente dicho e historiadores. Pero en el caso de la filosofía polílica injerta­da en un tronco cn el que unO! de las ramas frondosas erala historia del pensamiento político, la sobreposición y, en consecuencia, la confusión con la historin no deberían haber surgido. Es ¡Ji"eciso agregar que, mientras existe una larga tradición de manuales y tratados de filosofía del derecho que incluye -en honor a la supremacía del del·ccho sobre la polílica, de 10 que me ocuparé un poco más adelante~ a la filosofía política (baste el ejemplo de la Philosophie des Rechls de Hegel), no existe una tradición semejante en la filosofía política.

Así y todo, un ejemplo de lo que habría podido ser la enseñanza de la filosofía política diferente de la historia del pensamiento político había sido presentado por quien ocupó primeramente esa cátedra. El manual que d'Entreves publicó en 1962 bajo el'título en ese entonces académica­mente insustituible de DOClnl1a del Estado, pero que luego continuó siendo utilizado cuando el título de la cátedra se volvió "Filosofía de la política", tenía por objeto un solo tema, el poder, que sin embargo era asumido des­de tres puntos de vista: como fuerza, como poder legítimo y como autori­dad. Cada uno de estos aspectos fue presentado mediante ejemplos tomados del estudio de los clásicos, que él denominaba con la feliz expresión "los

s Cito del BollelillO di filOSO/la poli/iea, núm. O, mimeografiado, que contiene un csclito de M. Boyero sobre los resultados del cuestionari" (p. 5).

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autores que cuentan". Así. la historia de ninguna manera quedaba excluida, pero era puesta al SClvicio de una propuesta teórica. El propio aulor, casi como justificación del hecho de que la cl·onología no era respetada y de que "los saltos en el tiempo son a veces tremendos", dcclaraba abierta­mente: "Este libro no es UI1<I historia de las doctrinas polftit:as" (p. XI). En efecto, no era una historia de las doctrinas políticas porque era una obra de filosofía política.

Como sucesor de d'Entreves en la cátedra, no olvidé ni la orientación del curso -la selección de un gran tema, para desalTollar con referencias con­tinuas a la historia de las ideas-, ni la lección de los clásicos, o sea, de "los autores que cuentan". Al dedicar un curso a la tcoría de las formas dc go­bielllo en la his toria del pensamiento político, escl"ibí en el P/"ólo~o que "si un curso de filosofía polftica tiene una razón de ser, diferente a aquella de los cursos de historia de las doctrinas políticas y de ciencia rolítica, et; d estudio y el análisis de los llamados 'lemas recuITentes"'.9 Entendia por temas recurrentes los que atraviesan la historia del pensamiento político, desde los griegos hasta nuestros días (comienzo por los griegos dado mi escaso conocimiento del pensamiento orienta!), los que, como tales, consti­tuyen una parte de la teoría general de la política. Explicaba que la identi­ficación de estos temas recurrentes tenía un doble propósito: por una parte, sirve para estab:ecer algunas grandes categorías (comenzando por la más amplia de la polílica) que pemliten fijar en conceptos gene rales los fenómenos que entmn a fomlar pal·te del universo político: por Oll·a, fadlila establecer entre las diversas teorías políticas, enarboladas en liempos diversos, semejanzas y diferencias. El últi:no curso lo dediqué, paniendo del Libro V de la Política de Al"istóteles sobre los "cambios", a uno de esos conceptos ~sobre el que ahora la literatura ya es inmensa-, la I·evolu ­ción. Para cualquiera '.jue tenga una cierta familiaridad con los d<isicos, no hay más que tomarse la molestia de seleccionar.

Las no siempre buenas relaciones, por no decir la mutua desconfianza, entre los historiadores de las doctrinas polítkas y los filósofos de la políti­ca es el efecto de las incomprensibles incomrrensiones (perdonen ustedes el enredo), y si no incluso de los malentendidos. La teoría poiítica sin histo­ria queda vacía, la historia sin teoría está ciega. Están fuera de lugar tanto los teóricos sin historia com6 los historiadores sin teoría, en tanto que los teóricos que escuchan :a lección de la historia y los historiadores que están muy conscientes de los problemas teóricos que su investigación presupone salen beneficiados del ayudarse mutuamente. Es probable que, más que de incomprénsión, se trate de un contraste de posiciones o de mentalidad: la que aprecia lo que es cC'nstante, propia del teórico, y la que privilegia lo que está en mutación permanente, propia del historiador. Nihil slIb sole novi, o

9lA leoria drlle rom/e di govemo /le/la Slorio. dl'{ pC/lsiero polilico. Giappichrlli. Turín, 1976, p. 1 (hay versión en español del FCE: lA leoria de las rOllll(lS dc ¡.;obiemo cllf(l hislori(l ti..! I,rll · Sl1miclllO po/(Iico, trad. de J. Fcrnándcz Santillán. l' ed., Mexico. t987. )

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68 RAZONES DE LA FILOSOI' IA ¡'OLfTICA

"Todo se mueve". La permanencia o el Iluir. El eterno retorno o el c¡:¡,mbio irrcvc rsiblt.!. Nada me impide confesar que me he sentido cada vez más atrafdo por el descubrimiento de lo repetido que por la consecución de lo irrepetible; pero sin caer en la insidia del imperialismo disciplinario que pone a los historiadores contra los filósofos, a los juristas con tra los poli­tólogos, a los sociólogos con tra los hi storiadores, y así por el estilo. En el vasto y cada vez más amplio un iverso del saber hay arortum:..damcnte lugar para todos. No concedo mucha imponancia a las cues liones nlc.:todológi­cas, pero ciertamente tiencn alguna utilidad: la de hacer más conscientes, a cada cual en su propio ámbito, de los límites del propio ten-i torio y del derecho de exis tir de otros campos lejanos y ce rcanos. Una cos.\ es narrar los hechos y otra reflexiona r sobre ellos y derivar leyes, siguiendo el ju icio de Maquiavelo de acucalo con el cual "todas las cosus del mundo en cual­qui et' época tienen su ~orrespondien t l.! en los ti empos an ti guos", lo que proviene de que los hombres tienen "s icmpre las mismas pas iones", de donde derivan "por necesidad" siempre los mismos efectos, o p<ll'a captar de esos acontecimientos el sent ido (la filosoBa de la historia), recapitulando la-enseñanza de Hegel según la cual la historia es el teatro del progreso del espírit u del mundo en In concienda y en la afirmación de la libertad,

Obviamen te, hay de historias a historias, Sobre el particular, Salvudori hizo una observación úli l: huy libros de historia, incluso grandes, que no estim ulan la producción tcó¡;ca , y otros, en cambio, mucho menos grandes, que'pt'oponen ca tegorí:ls de interpl'etación histórica q ue lino. reflexión teórica no puede más que tomarlas en consideració n. Entre los primeros tomaba el ejemplo del CavoUl' di Romeo; ent re los segundos el li bro de Charles Maier, LA refi-mdaciort de la Europa burguesa , que introduce en el debate histórico y teórico el concepto nuevo, por justo o errado que sea, de corpor'-ltivismo, En est" segunda categoría ubicada, como ejemplo típico, el libro de Alexander Yanov, Los o/'ig~l1es de la autocracia, dirigido en bue­na medida a trazar, magistralmente, la distinción en tl'c despotismo y aulo­cracia y a ilustrar e l despotismo, vcrdadet'O lema recurrente de Aristóteles a Wiltfogel. su historia y sus vurias interpret aciones,

No sólo hay de historias a hi s torias, s ino que hay divet'sas in terpreta , ciones de lo que debetia ser la ta l'ea de l historiador, Es muy sorprendente que mientras en Italin el dcb'-lte metodológico entre historiadores dd pen­samiento polftico, filósofos de la polít ica y cientiHcos de la política ha con­tinuado adormilado, algunos entre los más conocidos y originales histol'ia­dores del pensamiento politko en Inglaterra, donde es tos es tud ios tienen una tradición mucho más antigua y renombrada que en nues tro país, hayan dado vida a una dispu ta sobre los propósitos y el método de sus d is­cipli nas, de los que sólo hasta ahora se ha comenzado a hablar también entre nosotros , Los dos mayores pl'Otagonistas de es ta disputa son 101m A. Pocock, autor de Tlle Machiavelill1l Momenl (1974), del cual incluso existe una traducción itali ana (11 Mulino, BoJonia, 1980), y Quintín Skinnel', al

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RAZONES DE LA FILOsorlA l'OLITleA

que se debe una de las ob ras de m-iyOt' resonancia en el campo de estos estudios I1le Foulldation o{ Modenr Polirical Tlwllght (1978),

Uno d~ sus adversaric's rue la historia de las ideas de orientación ¡m"lít i­ca, com~ era impulsada y ejecutada en los años de éx ito de la fil osofra analítica neoempirista) IingiHst ica, cuyo propósito h¡¡bía s ido exam inat' el texto clásico en sí mismo, en su elabornción concep tual y coherencia inter­na, independientemente de cualquie r referencia his tórica y de cualquiel' ioteq)retación-falsificación ideológica, Personalmente considero que esta manera de estudiar a los clásicos de la filosofía y de la filosofía política ha dado buenos fmtos, especia lmenle para una mejor comprensión de los textos y para la reconstrucción del s istema conceptual del autor estudiado. En escritores como Hobbes ha llevado a resultados nuevos en la aclaración de temas fundamentales como el estado de naturaleza, b relación t'nt re k'y natural y ley posi tiv", la naturaleza del contrato de unión, la relación entre libertad y autoridad y entre podL'(' espiritual y temporn l, la teo ría de I;.~s fannas de gobierno, y a,í por el est ilo, No debe olvid"l'se que la insistenCIa en el estudio analítico de un tex to era u na natural y, a mi juicio, sa ludable reacción a las extravagancias del historicismo, que, colocando ese lex to en una determinada situación histórica, tomaba de él ~on frecuencia sólo el significado polémico contingente y descuidaba la importancia de la elabo­ración y construcción doctrina ri as, válidas en lodo tiempo y lugar. y contra los excesos de las interpretaciones ideológicas frecuenles en la Pilrccla de los estudios marxistas, pero no sólo en ésta, que había conducido al e,Xtrai'lo resulta'do de considera r a autores muy diversos, de Hobbes a Max Weber, pasando por Locke, Rousseau, Kant, Hegel. Bentham, Mili y Spcncer, a pcs.."U' de la contraposición de sus tesi s, como ideólugos de la burguesía, unas veces en ascenso, otras en declive y otrns más en una crisis de tl'an~ ic i6n, o bien, a interpretar a Hobbes alternadamenle como autoritario o li be ral. ti Rousseau como democrático o totalitario, a Hegel como fascista o anticipn· dar del Estado social. Micntms la inte rpre tación histórica contcmplil una ob ra política, cualquiera que és ta sea, grande o pequcfm, con los ojos puestos en los problemas políticos dclliempo en el que fue escrita -Hob~s y la Guerra Civil, Locke'y la Revolución glori osa, Rousseau y la Revoh~cton francesa, Hegel y la Res aurnción-, poniendo de esta manera en el ,nusmo plano un gran texto como el Leviattill y uno de los m iles de p:lnnetos dc esos m ismos años en defensa de la monarquía contrn las pre tens iones del parlamento, y, por cons igu ien te, limitando la dimensión históri ca de ese texto, que trasciende el tiempo, la critica ideológica la verá con los ojos p~ICS­tos en la lucha de su ti.:mpo parti cul ar, sometiéndola a juidos polítiCOS positivos o negativos según si es considerada más o menos actual. mas o menos útil a la parte a la que se pertenece, y de tal manera empobreciendo Sil

valor teórico,lo

I~ Me rd iero a dos artkulos publicados casi allllislllo tiempo: M. Viroli. - Rcvisionist i e

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70 RAZ.ONES DE LA FILOSOflA I'QI.ITICA

Contra estas dos concepciones del trabajo historiográfico, la escuela analítica ha tenido el mérito de poner en evidencia el aparato conceplUal con el que el autor construye su sistema, de estudia¡' sus fuentes, de sopesar los argumentos en pro y en contra, aprestando así los instrumentos nece­sarios para la comparación entre los textos, independientemente de su cer­canía en el tiempo y de las posibles influencias de uno sobre otro, y para la elaboración de una teoría general de la polftica. No hay duda de que, de los diversos métodos con que se puede tratar la historia del pensamiento político, el que tiene una relación más cercana con 1<1 filosofía política es el método analítico. No llegarla al extremo de afirmar, como lo han hecho algunos críticos de los "revisionistas", que "la metodologfa sugerida por Skinner disuelve los tex tos clásicos y deja en su lugar una polvosa erudi­ción",ll por la conocido razón de que en cuestiones de método las exas­peraciones polémicas es tán equivocadas. Cuando la "erudición", como en el caso del libro de Pocock sobre la suel1e de Maquiavelo en Inglatena, per­mite ilustrar aspectos del pensamiento polftico inglés hasta el momento descuidados, cualquier estudioso, unalflico o s intético, filosofante o historizante, "revisionista" u "ortodoxo", debe alegrarse de ello. También puedo admitir que haya textos que se presten más y otros menos a la metodología annlílicn, como se ha dicho de los libros de histoda, que no todos son iguales con respecto al subsidio que le pueden ofrecer a los teó­licos, y entre estos textos campean las obras de Hobbcs, en las cuales se ha ejercitado en gran parte In escuela ana\ftica. Pero no me inclinarla a acusar a los historiadores analfticos 'de las ideas de que "sus esfuer.lOs orientados a una historia continua representan intentos desprecinbles por mezclar las cuestiones filosóficas con los problemas sociales, polftieos y religiosos",ll y a considerar un error el hecho de que, queriendo mirar a los escritores del pasado desde un punto de vista privilegiado, han terminado por olvidar el sentido de la contingencia histórica.

Insisto en oponer una obstinada resistencia a toda forma de Metho­dCl1s1reil, llevada hasta la exclusión recíproca. La pluralidad de los puntos de vista es una búsqueda de la que los partidarios del método propio con exclusión de cualquier otro no saben sacar ventaja. El método analítico y el histórico de ninguna manera son incompatibles. Antes bien, se integran mUlUamente. Todo esto no quita que la filosofía política, más cercana a los historiadores analíticos que a los eruditos o los historicistas, no haya encontrado aún su statlls, como lo ha hecho la más antigua y académica­mente más consolidada filosofía del derecho. Para complicar las cosas, agréguese que al significado tradicional de "polftica"como la actividad o

ortodossi nella sloria ddle idee polj¡ichc8

, en Rivi.Sla di {iloso{ta, LXXVIII, 1987, pp. 121-136: y F. Fagiani, "La storia del 'discorso' político inglesc de! se<.:oli XVII e XVIII Ira 'virtC!' e 'diriui' ", en Rivisll1 di storia della (iloso{iI1, XLII, 1987, pp. 481-498.

u Virol i, arto eil .. p. 129. 12 Art. cit., p. 124.

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RAZONES DE LA FllOSOl'fA I'OLfTICA 71

conjunto de actividades que de alguna manera se refieren a la polis, cnten­dida como organización de una comunidad que pnra com¡crvarse hace uso en {¡ltima instancia de la fuerza, se ha ,,~nido acercando c incluso empoll­mando otro significad\}: la política como directriz o conjunto de directrices que una organización colectiva, no necesariamente el Estado, prod~lce y trata de aplicar para alcanzar los propios fines, significado que se muestra en la expresión del lenguaje común, como eu.:mdo se habla de la "política" de la Fiat o del Banco de Italia. Esta conrusión deriva de la tr,¡ducción rol'­zada de dos palabms inglesas, polilics y poli •. :y. Pero la falta de conciencia sobre esta confusión ha hecho que hoy exista quien entiende la filosofía poUtica como un discurso de ética pública, orientado a la formulación de propuestas para una buena, correcta o eficiente polilica (en cuanto policy) económica, sanitaria, financiera, ecológica o energética. Tampoco en este caso hay que sorprenderse o escandalizarse. Las dos filosofías políticas. como teorra general del Estado o como ética pública, son perfec tamen te legftimas. Basta entender: caen en la relación en la que están la metaética y la ética. La fiJosoria polftica tradicional es una metapolilicn; la filosofía polftiea como ética pública es una polílien en el sentido de una étie'l no de los sujetos individuales, sino de los grupos organizados.

Al no tener un estatuto especffico propio, la filoso na política deja inevitablemente a sus cultivadores una cierta libertad. Si pudiese expresar mi preferencia, pero sin ninguna intención de presentarla como mejor que otras, dirfa que hoy la función más útil de la filosofía políti ca es la de analizar los conceptos políticos fundamentales, comenzando precisamente por el de polflica. Má'i útil, porque son los mismos conceptos usados por los historiadores políticos, por los historiadores de las doctrinas políticas, por los poJitólogos, por los sociólogos de la política, pero con frecuencia sin poner cuidado en la identificación de su significado, o de sus múltiples significados. Bien se sabe que el mismo fenómeno puede ser llamado de diversas maneras: en ~l discurso político un ejemplo típico es la eonfusi60 y la sobreposición de república y democracia, por la que toda\'fa Monles­Quieu en su análisis de la república , lomando dos ejemplos históricos, Atenas y Roma, colOC,lba juntas una democracia en el sentido propio de la palabra, o que pretendía serlo de acuerdo con el célebre epitafio de Peri­c1es, y una república en el sentido de forma de gobierno contrapuesto al régimen real o al prin.::ipado, como Roma, la cual fue considerada, comen­zando por Polibio, no como una demacrada, sino como un gobierno mixto, y exaltando los ideall:s y las virtudes republicanas , "esaltaba en realidad los ideales y las virtudes democráticas. A la inversa, fenómenos diferentes pueden ser llamados con el mismo nombre: ejemplo clásico es el de la expresión "sociedad civil", que a lo largo de los siglos, desde la politiké koinonia de Aristóteles hasta la bürgerliche Ceseltschaft de Hegel, no sólo ha cambiado su significado original, sino que incluso se ha modificado por completo.

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