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ría que el trabajo recibiría una remuneración superior (en 20 u), a su aporte real a la producción. El postulado de distribución equitativa se derrumbaría y los empresarios estarían perdiendo una parte del beneficio que corresponde al capital. Por esta razón, tan sólo emplearán a 2.000 u y las restantes 500 u quedarán desempleadas debido a que el salario está fijado en 50 u, por una voluntad exógena al mercado (el sindicato o el Estado). Consideraciones Gnales Vimos que el salario depende de la productividad marginal que se obtiene a cada nivel de empleo y que esta productividad marginal de- crece al ir aumentando la cantidad de trabajo que se combina con can- tidades fijas de capital y de tierra. Esto nos lleva a concluir que si el salario por unidad es pequeño comparado con el beneficio o con la renta, se debe al hecho de que el factor trabajo es abundante en rela- ción al capital y a la tierra. En el caso en que el trabajo fuese un factor escaso y el capital y la tierra factores abundantes, entonces el salario por unidad sería mucho mayor que el beneficio o la renta. En conclusión, el salario, el beneficio y la renta son indicadores de la escasez relativa de los factores de pro- ducción. Por lo tanto, si la distribución del ingreso parece ser desigual, porque los trabajadores ganan poco y los empresarios y los rentistas mucho, esta desigualdad se debe al hecho objetivo de que los factores más escasos son más productivos y, por lo tanto, siendo su contribución al producto total mayor es “justo” que reciban más. BIBLIOGRAFIA ARROW, K. J. y HAHN, F. H. DEBREU, Gerard Análisis Competitivo General F.C.E., México. Teoría del Valor. Antoni Bosch Editor, Barcelo- na, 1973. HICKS, John JAFFE, William Valor y Capital F.C.E., México, 1945. The Normative Bias of the Walrasain Model: Walras versus Gossen. Quarterly Journal of Eco- nomics, 1977. LLOYD, Cliff Microeconomic Analysis. Irwin Series Home- wood, Illinois, 1967. SAMUELSON, Paul Fundamentos de Análisis Económico F.C.E. 78

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ría que el trabajo recibiría una remuneración superior (en 20 u), a su aporte real a la producción. El postulado de distribución equitativa se derrumbaría y los empresarios estarían perdiendo una parte del beneficio que corresponde al capital. Por esta razón, tan sólo emplearán a 2.000 u y las restantes 500 u quedarán desempleadas debido a que el salario está fijado en 50 u, por una voluntad exógena al mercado (el sindicato o el Estado).

Consideraciones Gnales

Vimos que el salario depende de la productividad marginal que se obtiene a cada nivel de empleo y que esta productividad marginal de­crece al ir aumentando la cantidad de trabajo que se combina con can­tidades fijas de capital y de tierra. Esto nos lleva a concluir que si el salario por unidad es pequeño comparado con el beneficio o con la renta, se debe al hecho de que el factor trabajo es abundante en rela­ción al capital y a la tierra.

En el caso en que el trabajo fuese un factor escaso y el capital y la tierra factores abundantes, entonces el salario por unidad sería mucho mayor que el beneficio o la renta. En conclusión, el salario, el beneficio y la renta son indicadores de la escasez relativa de los factores de pro­ducción. Por lo tanto, si la distribución del ingreso parece ser desigual, porque los trabajadores ganan poco y los empresarios y los rentistas mucho, esta desigualdad se debe al hecho objetivo de que los factores más escasos son más productivos y, por lo tanto, siendo su contribución al producto total mayor es “justo” que reciban más.

BIBLIOGRAFIA

ARROW, K. J. y HAHN, F. H.

DEBREU, Gerard

Análisis Competitivo General F.C.E., México.

Teoría del Valor. Antoni Bosch Editor, Barcelo­na, 1973.

HICKS, John

JAFFE, William

Valor y Capital F.C.E., México, 1945.

The Normative Bias o f the Walrasain Model: Walras versus Gossen. Quarterly Journal of Eco­nomics, 1977.

LLOYD, Cliff Microeconomic Analysis. Irwin Series Home­wood, Illinois, 1967.

SAMUELSON, Paul Fundamentos de Análisis Económico F.C.E.

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Segunda Parte

EL MODELO DE KEYNES Y

LA MACROECONOMIA KEYNESIANA

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Capítulo IX

KEYNES Y EL KEYNESIANISMO

Contrariamente a lo que los libros de texto del keynesianismo de la postguerra sostienen, la teoría de Keynes no es un caso particular de la teoría neoclásica que sirve para explicar aquellas situaciones de dese­quilibrio, cuando por razones institucionales existen interferencias en el mercado. Por ejemplo, la existencia de una institución como el sindicato impone una “rigidez” en el salario nominal, es decir este no podrá bajar tal como lo dicta el mercado, ocasionando desempleo. En tal situación Keynes tiene algo que decir más allá de lo contemplado por la antigua teoría neoclásica. Esta visión dio origen al keynesianismo de la postgue­rra, el cual hasta finales de la década de los sesenta se convirtió en la Teoría Económica generalmente aceptada en los ambientes políticos y académicos de los países occidentales. Sin embargo, la concepción general de este keynesianismo siguió siendo neoclásica.

Por un lado, existe una dotación inicial de factores de producción, la cual está dada y, por el otro, están las preferencias, también dadas, de los consumidores. El proceso productivo combina los factores en la mejor forma posible, según el conocimiento tecnológico disponible para el momento (la tecnología también es dada) y de esa forma se obtienen el tipo y las cantidades de bienes para satisfacer la demanda de los consumidores. El mercado, mediante las variaciones de los precios rela­tivos, se encarga de escoger los métodos para la producción, asegurando que se produzcan aquellos tipos y aquellas cantidades de bienes que los consumidores quieren y pueden comprar. Los precios son indicadores de escasez que sirven para asignar productos y factores productivos. El ingreso que recibe cada propietario depende de la productividad margi­nal del factor productivo del cual es dueño. El sistema económico es un gran proceso de combinación de factores para producir cantidades dadas de bienes y servicios, es decir un gran sistema de trueque generalizado que logra estabilizarse a un nivel de pleno empleo de los factores, en virtud de las variaciones de los precios. El dinero no es más que un expediente para facilitar ese trueque.

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En cambio, la visión de fondo sobre la economía moderna que tiene Keynes es incompatible con la neoclásica. La actividad económica es un proceso que transcurre en el tiempo histórico; los empresarios deben tomar decisiones actuales en base a lo que ellos prevén que va a ser el futuro desconocido y sobre el cual no tienen ninguna certeza. De modo que es posible que sus expectativas resulten erradas, oca­sionando excedentes de algunos productos y escasez de otros. Obvia­mente podrán corregir estos errores haciendo otras previsiones sobre el nuevo futuro, también desconocido, y así sucesivamente. Así pues, no existe garantía de que el mercado elimine esos desequilibrios que cons­tituyen el estado normal de la economía. No existe ninguna tendencia al equilibrio.

El dinero es algo más que un simple medio para facilitar el inter­cambio. Es el único que puede convertirse, en forma directa e indirecta en cualquier otra mercancía, mientras que las otras mercancías deben convertirse en dinero primero para intercambiarse unas por otras, y no siempre pueden hacerlo con facilidad. El dinero tiene pues liquidez absoluta, las demás mercancías gozarán de cierto grado de liquidez en la medida que puedan cambiarse con facilidad por dinero. Pero la diferencia tajante persiste: sólo el dinero es líquido. No existe pues sustituto para el dinero. Además, la producción de dinero (en lá econo­mía moderna) no requiere prácticamente trabajo (como ocurre cuando el dinero es una mercancía particular como el oro). De manera que, si la gente decide demandar más dinero, el precio de éste subirá pero no habrá desplazamiento de la demanda hacia algún sustituto, ni podrá asignarse más empleo en la producción de dinero. Por lo tanto, si la demanda de dinero sube, la> demanda de otras mercancías bajará y no será posible transferir los trabajadores que queden cesantes en la pro­ducción de tales mercancías, a la producción de dinero. Luego habrá desempleo, sin que exista un mecanismo de mercado que pueda corregir esta situación. En cambio, en una economía de trueque siempre existe la posibilidad de encontrar un sustituto para cada producto y todos re­quieren trabajo para su producción. De modo que si la demanda de té sube excesivamente en relación a la del café, se producirá menos café y más té y si esto no es posible el precio del té subirá tanto que la gente preferirá volver al consumo del café. Existe en este caso, un mecanismo de mercado que reconduce al equilibrio toda vez que la economía se aparta de él.

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Además, incluso si las expectativas de los empresarios son correc­tas y no existe exceso de demanda de dinero, la economía podría estar en equilibrio interno y aún así existir desempleo involuntario de los factores productivos. Ni la tasa de salario nominal, ni la tasa de interés son precios como los demás, es decir indicadores de escasez. No existe un mercado de trabajo en el cual el precio (la tasa de salario) regule la oferta y la demanda de modo tal que sea posible el equilibrio y lo mismo puede decirse de la tasa de interés. De manera que no existe un mecanismo de mercado que asigne en forma óptima los factores pro­ductivos, -una vez dadas las preferencias de los consumidores-, como sugiere la visión neoclásica. Las remuneraciones factoriales no son pre­cios de mercado como los demás, su determinación por lo tanto se escapa a los mecanismos objetivos del mercado y hay que buscarla más allá del ámbito económico. Keynes pone e* énfasis en la psicología de las personas, en las expectativas que mantienen sobre el futuro.

En conclusión, la teoría de Keynes es incompatible con la visión neoclásica. El keynesianismo de la postguerra, cual síntesis de la visión neoclásica con algunos elementos de la teoría de Keynes, estaba montado sobre elementos espurios y llegaba por lo tanto a resultados inaceptables tanto desde el punto de vista neoclásico, como del keynesiano estricto, y estaba destinado a colapsar cuando la realidad exigiese de la teoría económica algo más que una superficial apología de statu quo. En efecto, al terminar la fase de bonanza de la postguerra, cuando em­pezaron a manifestarse los primeros síntomas de la crisis económica mundial a finales de los sesenta, el keynesianismo neoclásico se derrum­bó. Desde entonces existen una disputa teórica aún abierta entre los que se inspiran en la ortodoxia neoclásica y los que a partir de Keynes buscan construir una teoría económica que sirva para resolver los pro­blemas del capitalismo moderno.

A continuación presentamos una síntesis de lo que creemos es la visión del propio Keynes, aún cuando él mismo a veces vuelve a caer en proposiciones neoclásicas de las cuales se esfuerza por abandonar, un defecto común a todos los innovadores. Luego analizaremos como se modifica el planteamiento de Keynes con el modelo del diagrama IS-LM que constituye el esqueleto de la macroeconomía moderna.

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Capítulo X

CRITICA DE KEYNES AL MERCADO DE TRABAJO NEOCLASICO

Como vimos en el Capítulo VIII, el mercado de trabajo es, en la teoría neoclásica, un mercado como cualquier otro en el cual el salario real varía para hacer posible la igualdad de la oferta y la demanda. Keynes explícitamente resume en dos postulados la manera en que los neoclásicos se esfuerzan por reducir el mercado de trabajo a un mer­cado walrasiano* y el salario real en un indicador de la escasez como cualquier otro precio.

a) El salario real es igual al producto marginal del trabajo corres­pondiente a un determinado volumen de empleo. Esto permite construir la demanda como una función decreciente del salario real. (Véase el gráfico 8)

b) El salario real es igual a la desutilidad marginal del trabajo, es decir que la oferta de trabajo es una función creciente del sa­lario real. (Véase el gráfico 9)

Ahora bien es posible demostrar que en ciertas condiciones el salario real puede aumentar incluso cuando el nivel de empleo aumenta, lo cual contradice el primer postulado. Pero Keynes acepta en principio como válido este postulado a). Pero rechaza totalmente el segundo porque la fuerza del trabajo no es una mercancía como cualquier otra. La fuerza de trabajo no crece o disminuye en función de las subidas o los descensos del salario real, por lo menos en el rango relevante.

* El concepto de escasez fue desarrollado por el economista francés J.L Walras en cuyo modelo económico los precios dependen de las cantidades existentes de las mercancías que se intercambian. Véase el capítulo II, p. 13.

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Los trabajadores necesitan de un salario para poder subsistir y no pueden darse el lujo de graduar la cantidad de trabajo que ofrecen de acuerdo al nivel del salario real. Este no es un precio, sino una variable de distribución que depende del salario nominal w que los obreros contratan con los patrones y del nivel de precio de las mercancías que los trabajadores consumen. El salario real puede indicarse mediante la relación w/p.

Podemos parodiar el planteamiento neoclásico y presentar la argu­mentación de Keynes en el Gráfico 12. Suponemos que No indica el nivel de empleo correspondiente a la situación en la cual todos los trabajadores están empleados por el tiempo normal de la jornada de trabajo (digamos 8 horas diarias). Si el postulado neoclásico b) fuese cierto tendríamos una curva de oferta, como la curva EE’ y si la de­manda fuese DoDo, entonces tendríamos que el salario real de pleno empleo sería (w/p)o.

Existe un salario real mínimo (w/p)p por debajo del cual los trabajadores no podrían subsistir y por lo tanto para los salarios infe­riores a (w/p)j nadie querrá o podrá trabajar. Pero cuando el salario real es igual al mínimo de subsistencia (w/p),, entonces todos querrán trabajar para poder vivir. De modo que la oferta de trabajo será igual al segmento ONo, es decir todos los trabajadores ofrecerán sus servicios en condiciones normales (jornada de 8 horas). No existe una oferta

Gráfico 12

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creciente en función de un salario creciente como indica la curva neo­clásica en el tramo EA.

Cuando el salario real supera el valor (w/p)0, entonces es posible que los trabajadores rebasen la jornada normal de 8 horas y estén dis­puestos a ofrecer horas de trabajo extra en proporción al incremento del salario rfeal.

En este caso, sería posible concebir una curva de tipo neoclásica representada en el tramo A E\

Pero cuando el salario varía entre (w/p), y (w/p)o, la oferta de trabajo será siempre la misma ONo, todo el mundo querrá trabajar, por cualquier salario real en ese rango. La curva de oferta tendrá pues la forma indicada por los segmentos MM’AE’ y no la que indica E E \

Observemos ahora el comportamiento de la demanda. La demanda de trabajo DoDo corresponde a la demanda neoclásica, la cual supone que el nivel de producción es el máximo posible puesto que todos los bienes que se producen se venden. Además, dada la tecnología en uso, la productividad marginal de trabajo es la que indica la curva. Ahora bien la productividad marginal que corresponde al nivel de empleo No es (w/p)0 por lo tanto, ese es el salario que deben devengar los obreros de acuerdo al postulado a).

Pero si por cualquier causa, la demanda se desplaza hacia la iz­quierda en dirección de D,D,, la productividad marginal de N0 bajará y con ella el salario real. Sin embargo, como el salario real sigue siendo superior a (w/p)p la oferta de trabajo seguirá siendo ONo, todos que­rrán trabajar. Si la demanda se sigue desplazando hacia la izquierda más allá de DjDj, digamos que se convierte en D2D2. El salario real no puede descender por debajo del mínimo (w/p)p el nivel de empleo que se demanda se reducirá a QN2 y habrá entonces desempleo involuntario, puesto que el mercado puede absorber tan sólo la cantidad ON2, mientras que la oferta a ese nivel de salario es ONo.

En conclusión podemos decir que cualquier nivel de salario real mayor o igual a (w/p)j es un salario de pleno empleo, mientras que cualquier valor inferior a (w/p), no es un salario puesto que el trabajo deja a de existir. La oferta de trabajo no incide en nada en la determi­

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nación det salario real y, por lo tanto, este último no es un indicador de la escasez de aquella. Tan sólo en el caso en que la demanda se desplace a la derecha de DoDo, será posible que el salario funcione como un indicador de escasez. Pero cabe entonces preguntar que sentido tiene hablar de un aumento de la oferta de trabajo más allá del pleno empleo. La única explicación es que los trabajadores aceptan una extensión de la jornada de trabajo por encima de las 8 horas. A partir de ese momento, el trabajo deja de ser la condición de sobrevivencia y se convierte en una fuente de ingreso extra que el trabajador estará dis­puesto a ofrecer si la recompensa es igual al sacrificio adicional en el que debe incurrir; es decir el postulado b) se convierte en una descrip­ción plausible del comportamiento laboral en relación al trabajo extra­ordinario. A este respecto el Gráfico 12, muestra que el salario real de pleno empleo debe elevarse mucho [de (w/pj a (w /p)J antes de que logre inducir una oferta de horas extras. Esto explica por qué la remu­neración de horas extraordinarias es muy superior a la remuneración de la “hora normal” de trabajo.

La afirmación anterior de que cuando el nivel de empleo se reduce de ONj a ON2, existe desempleo involuntario, sería sin duda objetada por un neoclásico. Para él, el hecho de que se pasa de ONo a ON2 muestra precisamente lo contrario. En efecto, nos diría nuestro econo­mista, la reducción del empleo se debe precisamente al hecho de que el salario real es. “rígido” debido a que los trabajadores no aceptan ur salario real menor tal como lo determinaría el mercado. Luego ellos sor los culpables del desempleo que se produce, no hay pues desempleo involuntario, sino desempleo voluntario. Esta objeción implica dos su puestos totalmente inaceptables:

1) Que los trabajadores son propietarios del factor trabajo y pue den disponer de él del mismo modo que un terrateniente de si tierra o un capitalista de su capital.

2) Que los trabajadores pueden controlar en forma directa el sala rio real.

El primer supuesto obvia el hecho fundamental de que la vida de trabajador depende de su trabajo y del salario que reciba y no tien< ningún sustituto para éstos. El salario mínimo es una condición objetiv; independiente de la voluntad del trabajador. Mientras que el terrate

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niente o el capitalista pueden recurrir a su propia fuerza de trabajo para sobrevivir, en caso de que el precio de sus factores baje mucho. De manera que un terrateniente, por ejemplo, puede arrendar su tierra por cualquier renta superior a cero, sin que ello afecte su supervivencia física. Por lo tanto, si el terrateniente o el capitalista no aceptan la remuneración que fija el mercado, puede decirse en propiedad de que existe un desempleo voluntario de esos factores. Existe pues una dife­rencia de fondo entre el concepto de trabajo neoclásico y el de Keynes.

El segundo supuesto es rechazado por Keynes, argumentando que los trabajadores pueden contratar directamente tan sólo el salario nominal pero no pueden determinar el salario real que recibirán. El salario real w/p depende del salario nominal y del nivel de precios. Ahora bien, el salario nominal entra en los costos de producción y por lo tanto en la formación de los precios. Si por ejemplo, los trabajadores acordaran reducir a la mitad su salario nominal w, digamos que de 50 a 25, los costos de producción se reducirían también y con ellos los precios que pasarían de un promedio de 100 a uno de 50. El salario real era antes de 50 _ _1_ y ahora es de 25 _ _ L Es decir que

100 2 50 2seguiría siendo el mismo. Los trabajadores controlan el salario nominal w, pero no así el nivel de precios P.

El mercado de trabajo no es un mercado del tipo neoclásico en el cual la cantidad determina el precio y las variaciones de precio inducen al cambio en la cantidad disponible. En el caso del trabajo esta vincu­lación no existe. Los trabajadores serán empleados en la cantidad que los empresarios determinen en función de lo que esperan vender y no por el juego de la oferta y la demanda. A continuación veremos como toman los empresarios la decisión de emplear N número de trabajadores.

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Capítulo XI

EL PRINCIPIO DE LA DEMANDA EFECTIVA

El corto plazo en la. terminología económica define aquel período de tiempo durante el cual algún factor de producción permanece fijo, es decir inmodificable en la cantidad disponible. Keynes inspirándose en esta concepción de Marshall, considera que en un momento dado existe en la economía una cierta capacidad instalada, es decir un dado número de plantas industriales cuyas maquinarias y equipos están determinados en cuanto al número y a la técnica que utilizan. Con esa capacidad instalada es posible producir diferentes volúmenes de bienes y servicios, mediante variaciones en el número de horas-hombre utilizadas para operar las instalaciones. La decisión de cuantas horas-hombre emplear la tomarán los empresarios, los cuales tienen a su cargo la organización y la supervisión de los diferentes procesos productivos.

De manera que, nos dice Keynes:

a) Dado un estado de la técnica, es decir suponiendo que los métodos de producción no se puedan modificar,

b) Dada la cantidad de recursos disponibles,

c) y suponiendo que la estructura de costo se mantiene invariada,

el empleo de un determinado volumen de trabajo obliga al empresario a incurrir en dos tipos de gastos:

1) Costo de los Factores: corresponde a los montos que el em­presario debe pagar por los servicios corrientes que prestan esos factores (salarios, alquileres, rentas, etc.). Se exceptúa lo que el empresario paga a otros empresarios.

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2 Costo de Uso: incluye los montos abonados a losotros empresarios por aquello que les compra y el sacrificio en el cual el mismo incurre al emplear su equipo en lugar de dejarlo inactivo.

la venta de la cantidad de bienes producidos con un determinado volumen de empleo, permite obtener un beneficio o ingreso del empresa­rio ( 7T), el cual es el excedente del valor de la cantidad vendida (V) sobre la suma total del costo de los factores (Cf) y del costo de uso (Cu), o sea:

7T = V - (Cf + Cu)

El ingreso total

Aquello que un empresario particular considera como costo de los factores, es para los propietarios de esos factores el ingreso que perci­ben por la venta de sus factores. Por lo tanto, el ingreso total Y gene­rado por la utilización de una determinada cantidad de empleo será igual a la suma del ingreso percibido por el propietario de cada factor y el beneficio que obtiene cada empresario. En otras palabras, el ingreso total Y es igual a la suma de todos los costos de los factores CF más todos los beneficios ir :*

Y = Cf + rr

El proceso productivo concluye, como es obvio, en un conjunto de bienes y servicios; por lo tanto en un determinado período de tiempo tendremos una cantidad total de bienes y servicios que llamaremos Q. Ahora bien, si Q indica la cantidad total de bienes y servicios producidos en un dado período, y si Y es la suma de los ingresos recibidos por los empresarios y los propietarios de los factores, en virtud de us respectivos aportes al proceso productivo, tenemos que:

Y es idéntico a Q

6 Y = Q

* Los costos de uso no se incluyen en la composición del ingreso global para evitar el doble conteo.

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En efecto, Q indica el producto total, es decir el conjunto de bienes y servicios, tal como resultan de la actividad productiva, mientras que Y indica ese mismo producto total, pero visto como la suma de las diferentes porciones asignadas como ingreso a cada propietario y a cada empresario. Se trata pues de lo mismo pero visto desde dos puntos de vista diferentes: el de la producción y el del ingreso.

El nivel de empleo y el nivel de ingreso

En el corto plazo, podemos establecer además una corresponden­cia entre cada nivel de producción Q (o lo que es lo mismo entre cada nivel de ingreso Y) y cac^i nivel de empleo N. Esto es posible y sólo es posible gracias a los supuestos a), b) y c) de la pág. 89 que nos permiten suponer que el costo de los factores por cada unidad de trabajo em­pleada se mantiene constante para cualquier nivel de empleo. Así por ejemplo, cuando se emplean 2.000 horas-hombre de trabajo, se pro­ducirán 1.000.000 unidades del bien A, 105.000 del bien B, 1.200.000 del bien C y así sucesivamente; cuando se emplean 2.500 horas-hombre, tendremos 1.500.000 unidades de A, 107.000 de B, 1.350.000 de C, etc. En términos generales si Np N2, N3... indican diferentes niveles de empleo, tendremos para cada uno de ellos una cantidad de Q,, Q2, Q3 que le corresponde:

N, -- > Q. - (Y, )

n2 -- > q 2 - (Y2)

Í V - > Q3a (Y3)

N - Q = Y

Esta correspondencia sólo puede establecerse cuando se verifican los supuestos a), b), c). Si por ejemplo, cambia la técnica, entonces es posible producir una cantidad de bienes y servicios Q3 con un volumen de empleo Nr Pero en un análisis de corto plazo, es lícito establecer una correspondencia en los términos planteados.

La oferta agregada

Establecidas estas condiciones preliminares veamos cómo se deter­mina el nivel de empleo y de producción en el corto plazo. La identidad

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Y E Q es siempre válida ex post, es decir una vez que la producción se ha realizado. En efecto, culminado el proceso productivo, todo lo pro­ducido se reparte en la forma de ingreso y, por lo tanto, todo Q se convierte en Y.

Pero para lograr el producto Q es necesario que el proceso de producción se lleve a cabo y para ello es imprescindible que los empre­sarios tomen la decisión de cuanto van a producir. Aquí hay que resaltar el realismo del enfoque keynesiano, el cual hace énfasis en el hecho de que cada empresario debe tomar una decisión ahora en base a lo que prevé que será el futuro. Cada empresario debe decidir ahora cuanto va a producir y según lo que decida deberá contratar una determinada cantidad de empleo; es decir deberá incurrir en una serie de obliga­ciones contractuales que significan costos. Así por ejemplo, si el em­presario k decide producir la cantidad qk debe emplear la cantidad de horas-hombre (además de las materias primas necesarias, los gastos de depreciación etc.), además deberá suponer que al vender qk obtendrá el beneficio 7rk. De manera que la cantidad de producto qk que él va a producir tendrá un valor zk que es igual a la suma de todos los costos de los factores más el beneficio. Este valor \ de la cantidad de producto qk debe ser igual al precio de oferta o rendimiento mínimo que exige el empresario para cubrir sus costos y el beneficio. Sólo si el empresario está seguro que recibirá z^ contratará la cantidad de empleo para producir la cantidad del bien qk.

Si extendemos lo dicho con relación a un solo empresario al con­junto de los empresarios, tenemos que para cada nivel de producción Q que los empresarios decidan realizar deberán contratar el correspon­diente volumen de empleo N, tal como lo muestra el Gráfico 13.

Gráfico 13

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Si en lugar de medir el producto total Q en términos físicos (x unidades de A, y unidades de B, etc.), lo medimos en valor de Z, (donde Z es la suma de los valores de todas las mercancías que componen Q), tenemos que Z es el valor de Q producido con N, valor que cubre los costos más los beneficios, correspondiente al volumen de producto físico Q.

El Gráfico 14 muestra el costo más beneficio correspondiente a la producción Q obtenida con el nivel de empleo N, es decir muestra la cantidad de rendimiento Z que deben recibir los empresarios para poder ofrecer la cantidad de empleo N.

i

Gráfico 14

Ahora bien, la curva del Gráfico 14 representa la oferta agregada de toda la economía. Este curva establece una relación entre el nivel de empleo y el valor del producto que se puede obtener con ese nivel de empleo. Y nos dice que cada valor de N (número de horas-hombre empleadas) indicado en el eje de las abscisas es posible obtener una cantidad de bienes y servicios Q cuyo valor es Z representado por cada punto en el eje de la ordenada.

Los empresarios deben tomar en cuenta que si deciden emplear una cantidad de horas-hombre igual a Nj necesitan recibir una cantidad de dinero igual a Zt para poder cubrir los costos más beneficios co­

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rrespondientes a una cantidad de producto igual Qr Pero esto no quiere decir que efectivamente vayan a recibir el valor Z,. La cantidad de dinero que recibirán dependerá de la cantidad de Q que logren vender, es decir de cual sea la demanda correspondiente a ese nivel de produc­ción. Luego es necesario analizar como se determina la demanda agre­gada o demanda global.

La demanda agregada

Anteriormente establecimos una correspondencia entre el nivel de empleo y el ingreso global Y. Ahora bien, el ingreso en una economía monetaria se paga en dinero, con el cual los propietarios de los factores y los empresarios demandan los bienes y servicios que componen Q, el conjunto de estas demandas constituyen la demanda agregada. Si todo el ingreso recibido en dinero se transforma en demanda de bienes y ser­vicios, entonces los empresarios sabrían que, si emplean N, de trabajo, producirán una cantidad Q, de bienes y servicios, igual al monto de ingresos de Y,, que se convertirá en un demanda global por un valor D, = Y,.

En este caso, la decisión de los empresarios sería relativamente sencilla, puesto que si, por ejemplo, deciden emplear N, de trabajo para una producción Q, cuyos costos más beneficios es igual a Z,, enfrentarán una demanda global cuyo valor es D, = Y, i Z,. Es decir que el valor de la oferta Z será siempre igual al valor de la deman­da D.

Para cada nivel de empleo posible (Nj, N2,...), la demanda sería siempre igual al valor Z de la oferta total. Cualquiera que sea el nivel de empleo escogido por los empresarios podrían estar seguros de que el mercado absorberá toda su producción sin pedir más ni menos. Para cada nivel de empleo N, la demanda será siempre igual a la oferta como garanliza la ley de Say y como aparece en el Gráfico 15. Por lo tanto, cabe suponer que los empresarios producirán el máximo posible, es decir decidirán emplear toda la fuerza de trabajo disponible en el mercado de No La economía estará en equilibrio de pleno empleo.

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Gráfico 15

La demanda efectiva

Desafortunadamente, en una economía monetaria como la moder­na, no todo el ingreso Y percibido en dinero, se convierte de forma automática en demanda de bienes y servicios D. Es posible que cuando la actividad económica es muy reducida, es decir cuando el nivel de empleo es muy bajo, como el que muestra N, del Gráfico 16, la demanda de D, es superior al valor de Z, de la ofert? de bienes y servicios. Esto se explica considerando que mucha gente que no gana ingreso por estar desempleada, sin embargo, sigue demandando bienes y servicios necesarios y toma el dinero para comprarlos, de sus ahorros o del patrimonio que pudieran tener ellos mismos o sus familiares y allegados. En este caso, tenemos que:

Di > V Zj = O, — Ss- Nl

A niveles de empleo muy elevados como el que representa N2, la demanda correspondiente D2 es inferior al valor del producto total Z2. Esto porque una parte del ingreso Y2 queda atesorada en la forma de dinero, por razones que explicaremos más adelante, y no se convierte en demanda de bienes y servicios, o sea que

D2 < Y2; Z2 , Q2 N2

Los empresarios no pueden tener la certeza de que el nivel de empleo escogido será el adecuado. Sus expectativas acerca de cual será

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el valor de la demanda para el momento en que sus productos estén disponibles para la venta, pueden resultar equivocadas. Observando el Gráfico 16, podemos darnos cuenta de que si los empresarios toman la decisión de emplear la cantidad de trabajadores Np el producto total será Qj, cuyo valor es Zx (costos más beneficios). Pero la demanda que confrontarán al momento de vender será D1# la cual es mayor que el valor de la producción. Quedará pues una demanda insatisfecha por una cantidad igual a la diferencia entre ODt y OZr Al tomar la decisión de emplear trabajadores, se equivocaron y ahora están dejando de ganar aquellos beneficios que hubieran podido obtener de la venta de esa cantidad de producto (ODj - OZj) que el mercado quería pero que ellos no produjeron. Como el objetivo de los empresarios es el de maximizar sus ganancias, tratarán de corregir este error. Si aumentan el nivel de empleo hasta N2, pronto se darán cuenta de que a ese nivel de actividad el valor del producto global es Z2, pero la demanda tiene un valor de D2 inferior al valor del producto. Una parte de éste quedará invendida (OZ2 - OD2) y los beneficios bajarán. Las expectativas de los empresarios resultarán nuevamente equivocadas.

Gráfico 16

Solamente en el caso en que los empresarios decidieran emplear la cantidad de trabajo N3, la demanda global tendría un valor de D3 igual al valor de la producción Z3. Los empresarios realizarían entonces el máximo de beneficios posibles. Sus expectativas acerca de la demanda se verían pues realizadas y ya no tendrían motivo alguno para modificar

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el nivel de empleo y de producción. Al mismo tiempo, los demandantes estarían recibiendo la cantidad exacta de bienes y servicios que quisie­ran. Todo el mundo estaría satisfecho con lo que estuviese sucediendo y ya no habría cambios en la economía, la cual por eso mismo se encontraría en equilibrio. La demanda cuyo valor es D3 constituye la demanda efectiva, porque es la que va a determinar efectivamente, el nivel de empleo y de producción en condiciones de equilibrio.

De manera que incluso si suponemos como hacen los neoclásicos de que existe una tendencia hacia el equilibrio en la economía, es posible concebir este estado de equilibrio como compatible con la exis­tencia de desempleo involuntario. Ya vimos que la oferta de trabajo no juega ningún papel en la determinación del salario real. El volumen de trabajadores empleados dependerá de la cantidad que los empresarios decidan emplear (demanda de trabajo del Gráfico 12) y esta decisión depende, como acabamos de ver, del valor de la demanda efectiva D3. Sólo si la demanda efectiva es lo bastante grande para absorber toda la producción que corresponde al pleno empleo No del Gráfico 12, la economía alcanzará el estado de equilibrio de pleno empleo. Del análisis anterior podemos sacar dos conclusiones fundamentales:

1) El estado de equilibrio de la economía es alcanzable sólo si las expectativas de los empresarios acerca de cual será la demanda futura, resultan ciertas. De modo que la existencia de una tendencia normal al equilibrio en la economía, depende de que exista un mecanismo que garantice que las expectativas sobre el futuro se realicen siempre. De lo contrario, el estado de equilibrio no podría ser más que una coincidencia fortuita.

2) Admitimos con los neoclásicos que existe tal tendencia al equili­brio. Sin embargo, el estado de equilibrio no necesariamente corres­ponde al estado de pleno empleo como afirma la teoría neoclásica. No existe ningún mecanismo de mercado que asegure un nivel de demanda efectiva que estimule el empleo de todos los trabajadores disponibles.

Para comprender la conclusión 2) es necesario estudiar cuáles son los elementos que determinan la demanda efectiva.

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Capítulo XII

LAS DETERMINANTES DE LA DEMANDA EFECTIVA

Hasta este momento hemos hablado de la demanda agregada o demanda global, la cual como se dijo, es la suma de todas las demandas individuales de los bienes y servicios que se comercializan. Podemos ahora agrupar dichos bienes y servicios en dos grandes categorías: aquellos que se destinan al consumo final y aquellos que se utilizan en la producción de otros bienes y servicios. Llamamos a los primeros bienes de consumo y a los segundos bienes de inversión y demanda de bienes de consumo y demanda de bienes "de inversión a sus respectivas demandas.

La razón de distinguir entre estas dos categorías reside en el hecho de que en la economía capitalista los bienes de inversión tienen una funcionalidad diferente a los bienes de consumo y, por lo tanto, los fac­tores que determinan una y otra demanda son distintos:

a) La demanda de bienes de consumo Dc depende de la capacidad adquisitiva de los consumidores, es decir del ingreso real que cada uno de ellos percibe y del porcentaje de ese ingreso real que cada uno decide gastar en bienes de consumo.

b) La demanda de bienes de inversión D, depende de la cantidad que los empresarios decidan invertir en el proceso productivo. Los empresarios decidirán invertir de acuerdo a las expectativas sobre los rendimientos de la inversión planeada y al costo que tenga el dinero al momento de invertir. En otras palabras, la propensión a invertir está determinada por la eficacia marginal del capital (r) y la tasa de interés (i).

La demanda global de D es igual a la suma de la demanda de bienes de consumo y la demanda de bienes de inversión D = Dc + D,. Por lo tanto, aquellos factores que determinan la demanda de consumo y aquellos que determinan la demanda de inversión, constituyen el conjunto de las determinantes de la demanda global.

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La Demanda de Consumo.

La cantidad de dinero que se gasta en bienes de consumo, cons­tituye la demanda de consumo y depende del nivel de ingreso que cada demandante reciba durante el período considerado. Si llamamos a C la cantidad gastada en consumo y a Y el ingreso del período, tenemos que

1) C = cY

la 1) representa la función de consumo, la cual indica que el gasto de consumo constituye una proporción constante c del ingreso Y. Si por ejemplo c = 0.75, entonces de cada bolívar de ingreso se gastará en bienes de consumo real y medio; si el ingreso Y = 1.000.000, el C =750.000, siempre y cuando c = 0.75.

Ahora bien, el ingreso que cada persona recibe depende de la venta de los servicios factoriales que posee o del beneficio que recibe si es un empresario, el uso de los servicios así como los beneficios aumentan o disminuyen según que aumente o disminuya el nivel de producción. El ingreso Y depende del nivel de actividad económica y bajo los supuestos Xl-a), Xl-b), y XI-c) podemos establecer una co­rrespondencia con el nivel de empleo N: el ingreso sube o baja con el nivel de empleo, es decir el nivel de ingreso es úna función del nivel de empleo, esto nos permite establecer:

2) C = f(N)

el consumo también es una función del nivel de empleo.

Como quiera que el ingreso Y depende del nivel de empleo, es decir del nivel de actividad económica, no depende de la voluntad de las personas o agentes económicos. Por esta razón, Keynes lo considera la determinante objetiva del consumo. Pero si observamos la expresión 1) nos damos cuenta que el consumo C puede variar incluso si el ingreso no varía, si se modifica c. Suponiendo que el ingreso Y permanece en1.000.000 el consumo será C = 750.000 si c = 0.75; C = 500.000 si c = 0.50; C = 800.000 si c = 0.80. El coeficiente c indica la proporción del ingreso que se destina al consumo.

Ahora bien, según Keynes esta proporción c es la expresión esta­dística de un conjunto de factores sociales y psicológicos que influyen

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sobre cada individuo para que gaste habitualmente esa porción c de su ingreso. Cada individuo tiene una PROPENSION MARGINAL AL CONSUMO, o sea tiende a gastar un determinado porcentaje de cada unidad de ingreso adicional que recibe. A nivel macroeconómico, que es el que nos interesa, c representa la propensión marginal al consumo de todo el conjunto de consumidores.

Como se dijo, los factores que inciden en la propensión marginal al consumo son de tipo social y psicológico. Las personas suelen gastar una porción de su ingreso de acuerdo a las necesidades adquiridas por las costumbres, el medio ambiente en que se. desempeñan, etc. Estos há­bitos pueden modificarse con el tiempo, sobre todo si el ingreso perci­bido cambia en forma permanente; pero por lo general se mantienen estables por largos períodos de tiempo. De manera que la propensión marginal al consumo, el coeficiente c, no se modifica en el corto plazo.

En la moderna sociedad de consumo, sin embargo, los empresarios destinan grandes cantidades de dinero en publicidad comercial a través de todos los medios de difusión. El objetivo de estos esfuerzos es tratar de aumentar la propensión marginal al consumo para así vender más cantidad de productos. Incluso puede decirse que existe una enfermedad vinculada a la propensión al consumo, propia de aquellas personas que compran por comprar en forma compulsiva, que tratan de llenar el vacío interior comprando toda tipo de baratijas.

Si lo que las personas deciden gastar en consumo depende de los hábitos tal como lo expresa la propensión marginal al consumo, el ahorro S, es decir lo que la gente decide no gastar, también depende de los hábitos. En efecto, con el ingreso que cada quien recibe es posible hacer dos cosas: gastarlo en bienes de consumo o ahorrarlo. Por lo tanto, una vez que se conoce la propensión marginal al consumo, tam­bién se sabe cual es la propensión marginal al ahorro s. Suponiendo que el ingreso total para el período considerado es Y = 1.000.000 y que la propensión marginal al consumo es c = 0.75 (y por lo tanto, la pro­pensión marginal al ahorro es s = 0.25); entonces el consumo global es C = 750.000 y el ahorro total es S = 250.000. En términos generales:

C = cY3) S = sY

Y = C + S = c Y + s Y

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En la teoría keynesiana y contrariamente a lo que afirman k neoclásicos, la tasa de interés no juega ningún papel en la determinación del consumo y del ahorro. Desde una perspectiva neoclásica, se supone que las personas distribuyen su ingreso entre ahorro y consumo en función de las variaciones de la tasa de interés: mientras más elevada sea la tasa de interés mayor será la tendencia a gastar menos en con­sumo para ahorrar una mayor parte de su ingreso y así ganar más ingreso. Como funciona este mecanismo lo veremos más adelante, aquí sólo se quiere resaltar el hecho de que son los hábitos los que deter­minan el consumo y el ahorro y las variaciones de la tasa de interés no juegan ningún papel.

La parte del ingreso que se ahorra S no se convierte en demanda de consumo,, puesto que no se gasta y, por lo tanto, la dejaremos de lado por el momento.

En cambio, el ingreso gastado se convierte automáticamente en demanda de consumo. Si la propensión marginal al consumo se man­tiene estable por largo tiempo, como supone Keynes, entonces tendre­mos que, dada la propensión marginal al consumo c, la demanda de consumo C depende del nivel de ingreso Y, el cual a su vez depende (dados los supuestos Xl-a), Xl-b) y XI-c)) del nivel de empleo N.

El Gráfico 17 nos muestra que para cada nivel de empleo se obtendrá automáticamente un valor de C. Esto significa que una vez que están dados los hábitos de consumo, el gasto en bienes de consumo está automáticamente determinado por el nivel de actividad económica. A este tipo de gasto se le llama gasto endógeno por oposición a aquellos gastos que no dependen de forma automática del nivel de actividad, los cuales se denominan gastos autónomos. Estos últimos, como veremos más adelante, tienen un papel muy importante en la teoría keynesiana.

Si todo el ingreso Y se destinara a gastos de consumo, es decir si c = 1, entonces C = Y o sea que la demanda global sería igual a C. En este caso, tendríamos que para cada nivel de N todos los bienes producidos Q serían bienes de consumo y como todo el ingreso se gasta, entonces C = Y = Q, la ley de Say tendría vigencia y el Gráfico 17 se convertiría en el Gráfico 15. Este ejemplo, es algo absurdo puesto que supone que no se utilizan bienes de capital en la producción. Pero sirve

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para demostrar que si la demanda total dependiese solamente del gasto endógeno, entonces el equilibrio de pleno empleo sería un hecho.

Z =Q =Y

Gráfico 17

Sin embargo, en la realidad siempre existe cierto ahorro, es decir que para la economía es un conjunto c < 1, de manera que C < Y, lo cual significa que la demanda de consumo es siempre inferior al producto total producido Q. Si existiese un mecanismo que garantizara que la otra parte de la demanda global D, fuese siempre igual a la diferencia entre Y y C, es decir:

D, (Y - C) = S = sY

entonces, la demanda total sería siempre igual al ingreso y al producto correspondiente a cada nivel de empleo. La ley de Say tendría vigencia y la situación sería la que refleja el Gráfico 15. Pero desafor­tunadamente, ese mecanismo no existe, puesto que D,, la demanda de inversión, depende de factores que no están determinados por el nivel de actividad corriente. El gasto de inversión, que denominamos con la letra I es un gasto autónomo y puede ser mayor, menor o igual a la diferencia (Y - C). Antes de entrar a examinar el gasto de inversión, es necesario, sin embargo, estudiar un fenómeno curioso que vincula a la

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propensión marginal al consumo a los gastos autónomos y que juega un papel importantísimo dentro de la teoría keynesiana.

El multiplicador

En los años veinte, un economista inglés Kahn, había observado que cuando se decidía emplear nuevos obreros (en la construcción de carreteras, por ejemplo), además de los empleos correspondientes a los trabajos directamente empleados, se generaban otros empleos adiciona­les en el resto de la economía. Por ejemplo, la decisión del Estado de construir una nueva carretera es una decisión autónoma respecto a la actividad económica en curso en ese momento; de modo que los mate­riales de construcción y los bienes para alimentar a los obreros no han sido previstos. La economía debe pues enfrentarse a una serie de demandas no previstas de materiales y bienes de consumo obrero y para poder satisfacerlas debe incrementar su producción, empleando nuevos obreros y cantidades adicionales de materias primas que a su vez deberán ser producidas aumentando el número de trabajadores en las industrias que las producen y así sucesivamente. Esta reacción en cadena tiene como resultado que por cada trabajador empleado en la construc­ción de la mencionada carretera, otros 2 ó 3 trabajadores serán emplea­dos por la economía. Este efecto según el cual un trabajador empleado induce el empleo de un número x de otros trabajadores, se denominó el efecto multiplicador del empleo.

Keynes afirmó que este efecto multiplicador se produce mediante cualquier gasto autónomo hecho por el Estado o por los particulares. Y como el gasto autónomo por excelencia que realizan los agentes parti­culares es el gasto de inversión, desarrolló el concepto del multiplicador de la inversión.

Todo gasto de inversión I, decidido autónomamente por los empresarios induce una cadena de demandas no previstas que estimula la producción y hace crecer el ingreso. Así, por ejemplo, si los empre­sarios deciden invertir 100.000 bolívares, aparecerá una nueva demanda de 100.000 bolívares, que obligará a un incremento del producto Q por un valor adicional de 100.000 para lo cual deberán utilizarse más facto­res de la producción, cuyos propietarios recibirán un ingreso adicional de 100.000 bolívares. Estos 100.000 bolívares, volverán a presentarse como demanda de nuevos bienes induciendo un incremento de la

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producción y del ingreso, el cual genera una tercera demanda y así sucesivamente. Por lo tanto, los 100.000 bolívares iniciales generan me­diante una cadena de demandas una cantidad adicional del ingreso que será m veces mayor que el gasto de inversión inicial. Si suponemos que el multiplicador m es igual a 4, entonces 100.000 bolívares de inversión generarán 400.000 de ingreso adicional.

El exacto valor numérico del multiplicador m depende de la pro­pensión marginal al consumo, según la siguiente fórmula:*

4) m= — —' 1 - c

Si por ejemplo c = 0.75, entonces m = ——o~75~ =

muía 4) se puede ver que mientras mayor sea el valor de prospensión marginal al consumo, mayor será el efecto multiplicador.

El efecto multiplicador de la inversión y de cualquier otro gasto autónomo muestra la importancia de este tipo de gasto para estimularo desestimular la actividad económica. Sin embargo, existen algunos puntos oscuros en relación al exacto funcionamiento de este efecto multiplicador. La corriente monetarista liderizada por Milton Friedman rechaza explícitamente esta parte del análisis de Keynes.

El gasto autónomo debería tener un efecto multiplicador indefini­do sobre la producción y el ingreso, sin embargo, este proceso reitera­

* Matemáticamente la fórmula se deriv^del siguiente sistema de ecuaciones que define el modelo keynesiano simple.

1) Y = C + I ; S = I

2) C = cY

3) I = lo (lo es una cantidad exógenamente determinada y nodepende del nivel de ingreso).

Sustituyendo 2) y 3) en la 1), tenemos que

Y = cY + lo ó Y - cY = lo ; ó (1 - c) Y = lo;

1ó Y = ---------- lo

1 - c

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tivo parece agotarse poco a poco con el tiempo,* de forma tal que el valor del multiplicador es siempre un número finito en lugar de ser m= o o .

Las filtraciones en el efecto multiplicador.

La respuesta que se da normalmente para explicar por qué el efec­to multiplicador se agota al cabo de un tiempo, se fundamenta en la existencia de las filtraciones en el circuito económico, las cuales drenan, por así decirlo, fuera de la circulación ciertas partes de los ingresos generados por el efecto multiplicador, de tal suerte que éste se va dilu­yendo hasta agotarse. La palabra filtración se usa aquí de manera aná­loga al empleo que tiene en el lenguaje corriente. El sistema económico está conformado por una red de canales por las cuales fluye el ingreso antes de convertirse en demanda. En algún lugar, parte de ese ingreso se pierde antes de reaparecer como nueva demanda. Veamos lo que ocurre, haciendo un ejemplo numérico.

Un gasto autónomo inicial de 100.000, induce un producto y un ingreso adicional ( A Q y ¿Y) igual a 100.000. La nueva demanda adi­cional debería ser igual a 100.000, como se expuso anteriormente. Pero esto no es así. En primer lugar, tenemos que la propensión marginal al consumo es de 0.75 y, por lo tanto, tan sólo 75.000 se convertirá en demanda de consumo, la cual inducirá un nuevo incremento de Q e Y por 75.000 bolívares. La nueva demanda será pues de de (0.75 x 75.000) 56.250 bolívares y así sucesivamente hasta que el impulso se agota. La parte ahorrada en cada vuelta podrá generar un nuevo efecto multipli­cador cuando y si se gasta en bienes de inversión. Pero no es correcto suponer que todo el nuevo ingreso adicional AY se convierta en de­manda de consumo o en ahorro neto. Es posible que una parte de AY sirva para pagar deudas contraídas con anterioridad que sirvieron para financiar gastos ya realizados. Esta parte no generará ningún efecto multiplicador.

Cuando tomamos en cuenta el sector externo, es decir una econo­mía nacional vinculada al resto del mundo, entonces existe otro tipo d ;

* Nuestro análisis del multiplicador no toma en cuenta el tiempo, o mejor dicho supone que todo sucede en un instante. Este artificio es muy usado en la Teoría Económica y puede acarrear graves distorsiones en el análisis. Sin embargo, en este caso es útil para simplificar la exposición, del multiplicador.

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filtración muy importante para países como Venezuela. Una economía como la venezolana tiene un sector productivo que utiliza gran cantidad de insumos importados (bienes intermedios, de capital y materias primas). Además, frecuentemente parte de la propiedad de las empresas pertenece a personas que no residen en el país. Los propietarios de esos insumos importados y los empresarios no residentes recibirán la parte que le corresponde del nuevo ingreso generado por el gasto autónomo, lo cual significa que esa parte, por lo menos, no se convertirá en demanda de bienes nacionales. Por lo tanto, mientras menos integrado verticalmente está el sector productor de un país, es decir mientras más dependiente sea el sector de producción de bienes finales, de las industrias extranjeras de bienes intermedios, de capital y de materias primas, menor será el efecto multiplicador de un gasto autónomo en el país. La mayor parte del efecto se filtrará al exterior.

En conclusión, mientras el gasto de bienes de consumo deter­minado por el nivel de ingreso Y y la propensión marginal al consumo, según la relación fundamental C = cY, es un gasto endógeno que se produce automáticamente una vez fijado el nivel de empleo N, los gastos autónomos tienen por efecto incrementar el producto y el ingreso por encima de lo que determina el ritmo normal de la economía y en un monto que es varias veces el valor del gasto autónomo inicial.

La Demanda de Inversión

El más conspicuo de los gastos autónomos que se producen en la economía moderna es el gasto de inversión. Este gasto depende de la decisión de un grupo social restringido compuesto por los empresarios* que tienen por derecho de propiedad o de hecho el control sobre el proceso productivo. Invertir significa comprar nuevas plantas, nuevas maquinarias y equipos, cantidades de materias primas y contratar fuerza de trabajo; por lo tanto significa demandar: plantas, maquinarias y equipos, materias primas y fuerza de trabajo. La demanda de inversión D, de una economía para un período dado dependerá de los gastos de inversión I que hagan el conjunto de los empresarios.

* El concepto de empresario no se identifica con el propietario jurídico del capital. Son empresarios, los dueños del capital o los burócratas de las corporaciones o del Estado.

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No existe en la visión keynesiana de la economía, un mecanismo que garantice que los empresarios en conjunto decidirán invertir una cantidad I que sea igual a la porción del ingreso Y ahorrada en cada período, es decir I = sY. Si esto ocurriese, entonces la demanda total sería siempre igual a todo el producto (el ingreso)y la ley de Say estaría vigente; los empresarios podrían expandir la actividad productiva hasta el máximo permitido por la disponibilidad de factores de producción; es decir hasta alcanzar el pleno empleo y luego producir indefinidamente a ese nivel de actividad. Desafortunadamente, lo que los empresarios deciden invertir, no tiene por qué ser igual a la cantidad de sY. Veamos por qué.

La propensión a invertir

Cada empresario toma la decisión de invertir cierta cantidad de dinero, comparando el beneficio que él espera recibir de su inversión con el costo de mercado del dinero, es decir comparando la eficacia marginal del capital r con la tasa de interés i.

La eficacia marginal del capital. El empresario estima el rendi­miento futuro de los bienes de capital que piensa comprar por todo el período de vida útil de éstos (n número de años). Estos rendimientos esperados RE, toman en cuenta factores objetivos, tales como las pro­piedades tecnológicas de los bienes de capital, las condiciones de los suministros de materias primas, las infraestructuras institucionales exis­tentes (reglamentaciones legales, etc.); la estructura de precio existente en el mercado; pero el valor que el empresario estima para cada año, depende en gran parte de las expectativas acerca de cuáles serán las condiciones del mercado futuro, las cuales él de hecho ignora. Se trata pues de una estimación con una elevada posibilidad de resultar errónea y además muy influida por el estado psicológico del momento en que el empresario hace la estimación. Si el empresario se siente optimista, el valor de RE será mayor que si se siente pesimista.

Ahora bien, el valor que tiene los bienes de capital para el em­presario no es su precio de costo, sino la suma total de lo que él piensa que le van a rendir durante los n años de vida útil, o sea que:

V = RE. + RE, + ... + RE1 2 n

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donde V indica el valor total para el empresario y REp RE2,..., indican el rendimiento esperado para el primer año, el segundo año, etc. El valor que representa cada RE debe ser homogenizado en relación al valor actual, es decir no es lo mismo recibir un bolívar hoy que recibirlo dentro de un año, y un bolívar recibido dentro de un año, no es igual a un bolívar recibido dentro de dos. Supongamos que la tasa de interés actual es del 25%, si el empresario recibe un bolívar hoy, dentro de un año tendrá 1 + 0.25 = 1.25 bolívares y dentro de dos años recibirá 1.25 + 25% (1.25) = 1.25 + 0.31 - 1.56 bolívares. De modo que un bolívar hoy vale igual a 1.25 en un año y 1.56 en dos. Y al revés, si la tasa de interés es 25% anual, un bolívar recibido al cabo de un año vale

1 = 0.8 bolívares de hoy; y un bolívar recibido al cabo de 1 + 0.25 1 1 1

dos años, vale: * — <125 “ ( T T o S F boUvaresde hoy, y así para cada año sucesivo. Por lo tanto, si ponderamos cada valor de RE por la tasa de interés actual, según la fórmula:

RE. RE, RE„_ _ X 2 OV = ----------+ ----------------+. . .+ -------------

(1 + i) (1 + i)2 (1 + i)»

obtendremos el valor actual del rendimiento esperado por el capitalista durante la vida útil de su inversión. Este valor Vs lo compara el* empresario con el costo de compra del equipo, es decir con lo que él tiene que pagar para reponer esa cantidad de equipo cuando se gaste. Este costo de reposición CR puede verse afectado por la propia decisión del empresario de comprar, sobre todo cuando se trata de grandes bienes de capital que se producen por encargo. La compra de un martillo en ferretería no altera en nada el nivel de producción ni el precio de los martillos, puesto que uno solo es insignificante respecto al volumen total. Pero lo mismo no es cierto para un buque tanquero, una planta petroquímica, etc. De modo que el empresario debe estimar también en cuánto afectará el precio de reposición CR su propia decisión de comprar esos bienes de capital que desea.

Ahora bien, la diferencia entre el costo de reposición CR y el valor de los rendimientos esperados Va representa el beneficio que el empre­sario obtendrá por su inversión. Como el costo de reposición CR co­rresponde al gasto de inversión I que hace el empresario, podemos calcular la diferencia V4 - CR como porcentaje de CR = I que 11a-

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maremos la eficacia marginal del capital r.* Por lo tanto, la eficacia marginal del capital es el beneficio que el empresario espera recibir por cada bolívar invertido, es decir convertido en capital productivo (bienes de capital, materias primas, etc.). Es una tasa estimada, absolutamente dependiente de las expectativas y no debe confundirse con la productividad marginal del capital.**

El dinero para llevar a cabo la inversión puede provenir de los fondos propios del empresario o deberá adquirirlo mediante un présta­mo. Si el dinero es suyo, debe considerar la posibilidad de prestarlo y ganar un interés, en lugar de invertirlo. Si lo pide prestado debe cuidar que el precio que va a pagar por el préstamo no sea superior a lo que espera ganar con su inversión. En otras palabras, debe comparar la eficacia marginal del capital con la tasa de interés que es el precio del dinero prestable:

Si r > i, el empresario le convendrá comprar los bienes de capital en lugar de prestar su dinero, o incluso pedirlo prestado para invertir.

* Si Va es mayor que CR, entonces

Va = CR + d, donde d es la diferencia entre Va y CR, lo cual puede calcularse como un porcentaje de CR, es decir

d = rCR

entonces:

Va = CR + rCR

Va = (1 + r) CR

V .- 1

CR

cuando V = CR, entonces r = 0

** La eficacia marginal del capital será igual a la productividad marginal del capital (si tal cosa existiera) tan sólo cuando las expectativas son absolutamente realizadas. En ese caso, los rendimientos esperados serían iguales a los rendimientos realizados. Pero en un mundo lleno de incertidumbre, las expectativas rara vez se realizan. Además, mientras el concepto de eficacia marginal se refiere a una relación subjeti­va entre lo que se invierte y lo que se espera ganar; la productividad marginal se refiere a una supuesta propiedad física del capital. Véase a P. Garegnani: "El Capital en la Teoría de la Distribución"; Oikos Taus, 1981.

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Si r = i, le será indiferente invertir o no invertir, y no tendrá sentido pedir prestado para invertir.

Si r < i, el empresario no invertirá, preferirá prestar su dinero.

La propensión a invertir depende pues de la relación que exista entre la eficacia marginal del capital y la tasa de interés. Debe quedar bien claro, sin embargo, que el papel principal le corresponde a r, mientras que i tan sólo fija el límite mínimo por debajo del cual no puede decrecer la eficacia marginal del capital. Las expectativas acerca del futuro son lo fundamental en la determinación de la propensión a invertir, la tasa de interés es tan sólo un condicionante, de esa propen­sión. Esta diferencia es de primer orden en una visión que se precie de ser auténticamente keynesiana.

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Capítulo XIII

EL MERCADO DEL CAPITAL Y EL CONCEPTO DE EQUILIBRIO

Examinaremos ahora si el mercado posee un mecanismo autóno­mo que asegure un nivel de inversión I que cumpla con la condición:

I = S = sY

que como vimos en la página 102, es la única forma de que todo el ingreso se traduzca en demanda efectiva. El ahorro S es la porción sY del ingreso que las personas no consumen de acuerdo a los hábitos imperantes. Entre los hábitos de las personas debemos incluir la política de retención de ganancias de las grandes empresas, las cuales retienen esas ganancias en función de los planes de inversión que tengan. Pero en términos generales es el sistema financiero el que recoge los ahorros de los individuos y luego los ofrece como fondos prestables. Los ahorristas son distintos a los empresarios y cada grupo toma sus decisiones en forma independiente y por razones distintas a las del otro. El problema radica en establecer si existe o no existe un mecanismo que compati- bilice las decisiones de los ahorristas con las de los inversionistas. De otro modo, la igualdad entre I y S se daría sólo por casualidad.

El mecanismo regulador neoclásico.

Desde luego que los teóricos neoclásicos están conscientes del hecho obvio de que los inversionistas y los ahorristas son grupos dife­rentes que toman decisiones distintas. Pero afirman que existe un mecanismo de mercado que influye sobre ambos grupos de tal forma que sus decisiones serán compatibles y de este modo se garantiza la condición S = I. Este mecanismo está representado por el mercado de dinero capitalizable, o mercado de fondos prestables de capitales, el cual funciona como lo describiremos a continuación:

Cada individuo distribuye su ingreso de acuerdo a sus preferencias, y se abstiene del consumo en la medida en que esto le reporta un

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beneficio futuro mayor que el placer que obtiene del consumo presente. El indicador de este beneficio futuro es la tasa de interés. Por lo tanto, los individuos tomarán la decisión de cuanto ahorrar en función del nivel de la tasa de interés: a mayor tasa de interés mayor será el ingreso aho­rrado. El ahorro es una función creciente de la tasa de interés: S = S(i) y se representa como una curva igual a la del Gráfico 18.

Gráfico 18

Los inversionistas por su parte deciden invertir en función de la tasa de retorno del capital, tal como la define la productividad marginal del capital K empleado en la producción. Mientras mayor sea la can­tidad de K empleado, menor será la productividad marginal correspon­diente, si los otros factores permanecen invariados. El principio de dis­tribución neoclásico, afirma que cada factor debe recibir una remune­ración igual a su productividad marginal. De manera que la tasa de beneficio debe ser igual a la productividad marginal del capital. Existe una relación estrictamente decreciente entre la tasa de beneficio 7r y la cantidad de capital empleada, tal como lo muestra la curva del Gráfico 19.

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En lugar de considerar todo el capital invertido en la economía (el stock de capital K), tomemos tan sólo los posibles nuevos incrementos, debido a las nuevas inversiones I (flujo de capital). El Gráfico 19 se modifica en el Gráfico 20, el cual relaciona la cantidad de inversión I con la tasa de beneficio.

La tasa de beneficio n , expresa la productividad marginal del capital en términos monetarios. Se refiere al rendimiento del capital en la producción. Pero el capital puede presentarse bajo diversas formas: en forma de bienes de capital, materias primas, etc.; o en forma de una cantidad de dinero que puede comprar esos bienes de capital, esas materias primas, etc. Ambas son formas distintas del mismo factor de producción llamado capital.

El beneficio y el interés vienen a ser dos nombres distintos que se refieren a la misma remuneración factorial: aquella que le pertenece al factor capital.

El propietario de dinero recibe un interés cuando presta ese dinero, debido a que tarde o temprano y a través de una cadena de intermediarios más o menos numerosos servirá para comprar bienes de capital, materias primas, etc., es decir se convertirá en capital produc­tivo, cuya productividad marginal le pertenece por ser el propietario. En el mundo neoclásico no cabe la diferencia entre la tasa de interés y la tasa de beneficio como cosas distintas. Si a ésto le agregamos que en este mundo no existen las expectativas sobre el futuro o si existen se realizan siempre, entonces la diferencia entre eficacia marginal del capital y la tasa de interés que establece Keynes, no tiene sentido.

En el mundo neoclásico, la remuneración del capital está perfec­tamente determinada por la productividad marginal del capital, es decir por la tecnología y la cantidad de capital existente..* Si tt = i> entonces podemos fundir los Gráficos 18 y 20 en uno sólo.

* Se ha demostrado de manera concluyente durante la llamada controversia del capital en los años 60, de que no existe una relación decreciente entre cantidad de capital y tasa de beneficio y que, por lo tanto, esta última no está determinada por la productividad marginal del capital. Sin embargo, el razonamiento neoclásico sobre la existencia de un mecanismo de equilibrio, depende de esa relación. Sobre esto con­súltese a G. C. Harcout: "Teoría del Capital". Oikos Taus, 1975.

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-------------------- I

Gráfico 20

El mercado de capitales está conformado por una oferta y una demanda que son funciones de la tasa de interés, tal como lo muestra el Gráfico 21. El ahorro S es la formación de capital en forma monetaria, mediante la abstención del consumo que es recompensada por la tasa de interés. El ahorro crece en función del incremento de la tasa de interés /'. La inversión incrementa el capital productivo existente y hace bajar la productividad marginal del capital y, por lo tanto, la tasa de interés.

El Gráfico 21, muestra claramente que existe una tasa de interés i para la cual, la cantidad que los ahorristas han decidido ahorrar es igual a la cantidad de inversión que los inversionistas han decidido inver­tir: S = I. Si se produce un desequilibrio: S > I ó S < I; la tasa de interés i variará hasta reestablecer el equilibrio. De este modo, la teoría

Gráfico 21

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neoclásica explica como el mercado garantiza que la demanda de inver­sión sea siempre igual a la diferencia entre el ingreso y el consumo; y, por lo tanto, que la demanda efectiva global sea igual al ingreso Y.

Esta explicación supone que los agentes económicos siguen pasiva­mente las indicaciones del mercado. Los empresarios, por ejemplo, se limitan a constatar cual es la productividad marginal de cada volumen de inversión y si corresponde al interés que piden los ahorristas lo pagarán. Aunque la rentabilidad de lo que invierte hoy se verifique dentro de diez años, ellos pueden prever a ciencia cierta, cual será esta rentabilidad. Están dotados de una clarividencia infalible. Y aún en el caso en que se equivocasen podrán corregir sus errores de tal forma que al final el mercado alcanzará la condición de equilibrio: S = I.

La inexistencia de un mecanismo de equilibrio en Keynes

Para Keynes, el futuro no se puede conocer con certeza, las expec­tativas pueden resultar equivocadas, por lo tanto, la eficacia marginal del capital, no puede identificarse ni con la productividad marginal ni con la tasa de interés. Esta última se determina en el mercado monetario que como veremos está vinculado con el mercado de capitales pero no se identifica con él. Por otra parte, el ahorro es independiente de la tasa de interés, puesto que depende de los hábitos de consumo y del nivel de ingreso Y. No es posible construir un mercado como el representado por el Gráfico 21; no existe un mecanismo que garantice que la condición de equilibrio S = I se verifique ex ante*. Esta se dará sólo por una casualidad venturosa, pero insuficiente para asegurar el equilibrio como una tendencia inmanente al sistema económico.

En el corto plazo, si las expectativas son optimistas el gasto de inversión I crecerá más rápidamente que el ahorro S, esto acelerará la

* La igualdad S = I, se refiere como hemos venido repitiendo a las decisiones de ahorrar y de invertir. A posteriori, es decir una vez que el período económico considerado haya finalizado, notaremos que el ahorro efectivamente realizado por la economía es igual al nuevo capital invertido. En este sentido, la única forma de ahorrar es am­pliando la capacidad productiva, más bienes de capital, más materias primas y más bienes de consumo obrero. El concepto de ahorro macroeconómico es pues diferente al concepto de ahorro referido a un individuo. Este último ahorra toda vez que gracias al dinero retiene una capacidad de compra de bienes futuros. Pero la economía como un todo sólo retiene su capacidad de adquirir bienes futuros si amplía su capacidad para producirlos.

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expansión de la producción y del ingreso. Cuando cambian las expec­tativas, la inversión se reduce por debajo del nivel de ahorro y la eco­nomía entrará en una fase recesiva. Este movimiento cíclico es el movimiento natural del sistema capitalista y las causas que lo generan tienen precisamente que ver con el hecho de que no hay una tendencia inmanente al equilibrio. El estado de equilibrio S = I es tan sólo una eventualidad en una economía donde lo normal es S ^ I. La explicación de como se suceden estas fases, es decir cómo y por qué cambian las expectativas pertenece a la teoría de los ciclos económicos y no es éste el lugar para hablar de ello. Se menciona únicamente para recalcar que el concepto de equilibrio es extraño al planteamiento keynesiano. Desde esta perspectiva lo que hay que explicar no son las causas que alejan al sistema económico de su condición natural de equilibrio; sino, más bien como es posible que sin tener un mecanismo regulador interno, el sis­tema capitalista puede funcionar sin desintegrarse.* En este sentido, la teoría de Keynes es una teoría general respecto a la teoría neoclásica, la cual estudia las condiciones de equilibrio S = I, el cual es tan sólo un caso posible entre tantos.

Es además, incorrrecto decir que la teoría de keynes es una teoría del desequilibrio, como hacen muchos teóricos siguiendo a Patinkin.** Porque, de este modo se quiere decir que la teoría de Keynes explica el comportamiento de la economía en todos aquellos casos en que se encuentra alejada del estado de equilibrio (posiblemente en virtud de una traba institucional que impide el funcionamiento del mecanismo de mercado, como el “salario rígido”). Mientras que la teoría neoclásica recobra su vigencia cuando la economía logra “volver” al estado de equilibrio. De este modo, resulta que ambas teorías son complementa­rias, (siendo el keynesiano un caso particular de la teoría neoclásica) y no dos teorías absolutamente incompatibles como lo son en realidad. Digámoslo una vez más: en la visión keynesiana el equilibrio no existe ni siquiera como tendencia; y el uso de este concepto en la teoría, incluso

* Sobre estos temas el lector interesado puede consultar a H. Minsky "John Maynard Keynes". Columbia University Press, 1975, y Paul Davidson: "Money and the Real World" Macmillan, 1978.

** Véase: D. Patinkin: "Money, Interest and Prices" New York, 1965, y F. Modigliani: "Liquidity Preference and the Theory of Interest and Money". Econometrica, Vol. 12, 1944.

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como instrumento de aproximación a la realidad es inaceptable puesto que distorsiona el análisis en forma irreparable.

Si no existe equilibrio en el corto plazo, tampoco existe en el largo plazo, es decir cuando cambia la tecnología, los recursos disponibles y la estructura de los costos. Las inversiones seguirán dependiendo de las expectativas actuales acerca de un futuro incierto. Además, en el largo plazo hay que tomar en cuenta los efectos de la inversión sobre la caipacidad productiva, la cual crecería. La demanda efectiva deberá crecer en proporción a esta ampliación de la capacidad productiva y siendo la demanda de consumo insuficiente para copar ella sola el incremento de demanda necesario (recuérdese que c < 1), entonces será el gasto de inversión el que deberá crecer a un ritmo exponencial para cubrir la diferencia creciente entre ingreso Y y consumo C. Nada garan­tiza que las expectativas induzcan una propensión a invertir adecuada*. Pero incluso, si suponemos que esto pueda lograrse, no existe ninguna garantía de que el nivel de expansión de la economía sea el adecuado para dar empleo a la nueva fuerza de trabajo, cuyo crecimiento está determinado por efectos demográficos independientes de la economía.

En conclusión, el nivel de demanda de bienes de inversión I, no será necesariamente el adecuado para cubrir la diferencia entre el consumo y el ingreso. Por lo tanto, es posible que una parte del ahorro quede atesorada, inmovilizada en forma de dinero que no demanda ningún tipo de bien: ni de consumo, ni de inversión. Seguidamente analizaremos precisamente cómo tal cosa sea posible y a la vez expli­caremos cómo se determina la tasa de interés según Keynes.

* Sobre esto ver los (abajos clásicos de R. Harrod; "Dinámica Económica", Alianza, Madrid, 1979; E. Dom an "Expansion and Employment", American Economic Review; vol. 37, 1947.

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Capítulo XIV

LA PREFERENCIA POR LA LIQUIDEZ Y LA TASA DE INTERES

Si bien la eficacia marginal del capital es la principal determinante de la inversión, la tasa de interés juega también un papel muy impor­tante. El empresario decide invertir toda vez que la eficacia marginal del capital es superior a la tasa de interés de mercado; por lo tanto, mien­tras más elevada sea esta última, mayor deberá ser la primera, y vice­versa.

Para Keynes, la tasa de interés no es como para los neoclásicos un ♦premio que se paga para estimular la abstención del consumo. El ahorro para Keynes depende de los hábitos de las personas y de la política de la retención de ganancias de las empresas. La tasa de interés no tiene ingerencia directa en este tipo de decisión. Sin embargo, una vez decidido ahorrar la porción sY del ingreso; los ahorristas deberán decidir en qué forma mantener sus ahorros:

i) En forma de dinero que si bien no gana interés permite man­tener un poder de compra inmediato (liquidez);

ii) En forma de títulos financieros que producen una ganancia aunque es más difícil convertirlos en mercancías en el momento deseado (iliquidez).

En el caso i) tenemos que la decisión de mantener en dinero el ingreso ahorrado o una parte del mismo, significa demandar dinero. El dinero, como cualquier otro bien se puede demandar a cambio de otros bienes o servicios (la mayoría de las personas demandan dinero a cam­bio de trabajo). En el caso ii) se demandan títulos financieros a cambio de dinero.

Existen diversos motivos por los cuales los agentes económicos necesitan retener una parte del ingreso que reciben en forma de dinero. Keynes distingue tres:

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El motivo transaccional. En la economía mercantil desarrollada, los bienes y servicios circulan a través de múltiples transacciones entre compradores y vendedores. En ambos extremos de esta cadena de tran­sacciones están los productores de esos bienes y servicios y los recep­tores de ingresos. Estos últimos reciben sus ingresos en dinero y deben luego convertirlo en los bienes y servicios que desean en fechas distintas a aquellas en las cuales obtienen sus ingresos. Esto significa que durante cierto lapso de tiempo más o menos breve, parte del ingreso se man­tiene en dinero a la espera de una determinada transacción. De manera que en la economía monetaria, existe una demanda permanente de dinero para las transacciones; demanda que no existiría en una econo­mía de trueque. El número de transacciones es más o menos estable en un determinado período y depende de las características institucionales de la economía considerada. Sin embargo, cuando el nivel de actividad económica aumenta se registra una mayor producción, un mayor ingreso y un mayor número de empleo, lo cual significa que habrán más tran­sacciones y, por lo tanto, una mayor demanda de dinero para llevarlos a cabo. En el caso contrario, es decir cuando el nivel de la actividad económica disminuye se reducirá también la demanda de dinero. Tomando el nivel de ingreso Y como indicador del nivel de actividad, podemos establecer que la demanda de dinero por motivo de transac­ciones Lt es una función del nivel de ingreso, es decir:

Lj = l (Y)

El motivo precaución. Además, en la economía capitalista donde existe un futuro incierto y en la cual la única mercancía directa e inmediatamente intercambiable por otra es el dinero, existe otra razón para mantener parte del ingreso en dinero: hacer frente a los imprevistos. De repente se presenta la necesidad de hacer compras indispensables o que reportan un gran beneficio; por lo tanto, es me­nester estar preparado para ello. Este motivo no existiría en una eco­nomía en la cual los agentes pueden prever con exactitud el futuro. Mientras mayor sea el número de actividades en las cuales los agentes económicos estén envueltos mayor será la necesidad de dinero para los imprevistos. De manera que también la demanda de dinero por precau­ción L2 es una función del nivel de ingreso Y:

L2 = l (Y)

Estos dos motivos dependen de factores institucionales y de los hábitos y actitudes de los agentes económicos y de las empresas. La tasa

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de interés no juega aquí ningún papel relevante, según Keynes. Para un neoclásico el motivo precaución no existe puesto que los agentes prevén perfectamente el futuro; además, la demanda de dinero L, depende no sólo del ingreso, sino también de la tasa de interés. En efecto, los neoclásicos suponen que los agentes reducirán su demanda de dinero por motivo transaccional en la medida en que la tasa de interés sube. Para maximizar su ingreso los agentes prorratearán sus gastos de tal forma que el dinero entre un pago y otro se pondrá a interés redu­ciéndose así la demanda de dinero.

El motivo especulativo. Para Keynes la única demanda de dinero que depende de las variaciones de la tasa de interés, es la que depende del motivo especulativo. Keynes piensa que en una economía con un mercado de títulos financieros bien desarrollados, existe un número considerable de personas que se dedican a especular comprando y vendiendo papeles financieros para sacar provecho de los cambios en el precio de esos activos financieros. En principio, el mercado de títulos financieros sirve para poner en contacto a los oferentes de préstamos y los demandantes de préstamos.* Pero una vez establecido este mercado, se origina como en todo mercado una actividad especulativa, en la cual la compra y venta de títulos se convierte en una actividad en sí misma. Por lo tanto, existe en este mercado especulativo una demanda de dinero que varía al variar de la tasa de interés. Esta demanda depende sustancialmente de las expectativas acerca del comportamiento futuro de la tasa de interés, la cual incide sobre el estado psicológico de los especuladores haciendo aumentar o disminuir la preferencia por la liquidez. Examinemos más de cerca el mercado especulativo.

El mercado especulativo.

Este mercado está conformado por compradores y vendedores de títulos financieros. Los títulos tienen un precio y ganan una determinada tasa de interés: por ejemplo, un bono de 100.000 bolívares que gana una tasa de interés del 9% anual. Esto significa que alguien recibió en un momento dado 100.000 bolívares prestados y cedió (vendió) al pres­

* Nótese que esto no es lo mismo que el mercado de capitales neoclásico, lo que aquí depende de la tasa de interés es la parte de ahorro que se quiere p restar y no simplemente el ahorro.

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tamista un papel en el cual se compromete a pagar al cabo de un año los 100.000 bolívares más el 9% adicional como interés. La tasa de 9% era la tasa vigente en el mercado en el momento del préstamo. Supon­gamos que el propietario de este bono de 100.000 bolívares, necesite recuperar su dinero y quiera venderlo un día después; sin embargo, ese día la tasa de interés subió al 11% y el título que él posee paga tan sólo el 9%. Si exige 100.000 bolívares que fue lo que él pagó es improbable que consiga comprador. Nadie que tenga 100.000 bolívares para prestar, comprará un bono que gana el 9% (9.000 bolívares en un año) pudiendo prestarlo al 11% (es decir, comprando bonos emitidos ese día que como dijimos tiene una tasa de interés del 11%). Para hacer su bono competitivo en el mercado, nuestro poseedor del bono deberá venderlo a 98.198.20 bolívares. En efecto, el comprador obtendrá 98.198.20 bolívares un bono que le proporcionará 109.000 (o sea 98.198.20 x 11%). En el caso contrario, si la tasa de interés hubiese bajado a 8%, entonces podrá vender su bono de 100.000 bolívares por 100.926 (x8%= 109.000). En términos generales, podemos decir que el precio de los activos varía en relación inversa a los movimientos de la tasa de interés.

El especulador debe estimar el comportamiento futuro de la tasa de interés. Si piensa que subirá, entonces tratará de mantener sus ha­beres en forma de dinero; evitará prestarlo no comprando activos finan­cieros y tratará de vender aquellos que tenga en su poder. Se dice entonces que su preferencia por la liquidez aumenta. De este modo, tendrá dinero disponible para prestarlo en el futuro, cuando se verifique su previsión acerca de una tasa de interés más elevada y podrá ganar más interés; además de evitar incurrir en posibles pérdidas de capital en el caso de que tuviese que vender papeles viejos cuando la tasa de interés de mercado es superior a la que marca sus papeles. Por el contrario, si cree que la tasa bajará en el futuro, entonces tratará de prestar ahora todo su dinero, de lo contrario deberá hacerlo en el futuro en condiciones más desfavorables; además si vende en el futuro sus papeles comprados ahora obtendrá una ganancia de su capital. En este caso se dice que su preferencia a la liquidez disminuye.

El mercado especulativo es un mercado democrático por excelen­cia, puesto que la mayoría siempre gana. En efecto, si la mayoría de los especuladores piensa que la tasa de interés subirá, ésta subirá realmente y viceversa. Si la mayoría cree que la tasa de interés subirá entonces etendrán su dinero y también tratarán de vender los activos que tengan,

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esto hace que disminuya la oferta de préstamos. Los demandantes deberán entonces ofrecer un mayor interés para obtener los préstamos que necesitan.

En cada momento, la tasa de interés será baja si las expectativas prevén una mayor en el futuro y será alta en el caso contrario. Mientras más baja sea la tasa de interés mayor será la preferencia por la liquidez y viceversa. La preferencia por la liquidez que es un estado psicológico determinado por las expectativas sobre el futuro de la tasa de interés, influye sobre la demanda de dinero.

Determinación de la tasa de interés.

Una vez esbozado el funcionamiento del mercado especulativo, estamos en condiciones de establecer como se determina la tasa de interés. La demanda de dinero para la transacciones y la precaución aumenta o disminuye con el ingreso global Y, pero representa siempre una porción constante del mismo. En cambio, la demanda de dinero asociada al mercado especulativo puede variar considerablemente y en forma independiente del nivel de ingreso, tan sólo en virtud de cambios en las expectativas sobre el comportamiento futuro de la tasa de interés, las cuales determinan el grado de preferencia por la liquidez de los especuladores.

La tasa de interés es después de todo el premio o precio que se paga a los propietarios de dinero para que sacrifiquen la liquidez (o sea la capacidad de comprar inmediatamente cualquier mercancía) que le otorga la posesión de dinero, comparada con cualquier otra forma de riqueza (bienes raíces, bienes de capital, de consumo, activos financie­ros). Mientras menor sea este premio menor será la disposición de los tenedores de dinero a desprenderse de él. Tendrán pues una mayor preferencia por la liquidez y, por lo tanto, la demanda de dinero será mayor en comparación con la demanda de activos financieros. Por su parte, la tasa de interés actual es alta o baja tan sólo en relación a las expectativas sobre su comportamiento futuro. Por lo tanto, mientras más baja conviertan las expectativas a la tasa de interés actual más elevada será la preferencia por liquidez y viceversa. Es, por lo tanto, importante notar que la demanda de dinero depende de la preferencia por la liqui­dez y ésta de las expectativas sobre el futuro de la tasa de interés. No es pues posible en este caso establecer una relación funcional del tipo

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L3 = / (Y). La demanda de dinero para la especulación depende de las expectativas sobre la tasa de interés futura E(i), es decir

L3 = / [E (i)]

Una vez establecido el origen de la demanda especulativa, indaguemos acerca de la oferta de dinero. Esta depende en parte de esas mismas expectativas y en parte de las variaciones de la masa de dinero M, la cual es la cantidad de dinero existente en la economía en un momento dado y comprende diferentes tipos de dinero.

Tradicionalmente M se refiere a la cantidad de monedas acuñadas, (en Venezuela desde los 5 céntimos hasta los 5 bolívares) de papel moneda (billetes) y de depósitos a la vista (cuentas corrientes y cuentas de ahorro).* Ahora bien, esta masa de dinero es fijada formalmente por la autoridad monetaria pero varía con el variar de la actividad eco­nómica^ Pero supongamos por un momento que se mantiene constante M = M y regresemos al mercado especulativo.

Cuando aumenta la preferencia por la liquidez, la demanda de dinero aumenta, lo cual equivale a decir que habrá menos dinero que se ofrecerá en préstamos en el mercado de capitales. Los inversionistas tendrán dificultades en conseguir el dinero que necesitan para sus pro­yectos de expansión de la producción. Esto significa que cualquiera que sea el valor de la tasa de interés actual (pongamos el 11%), éste es considerado muy bajo por los especuladores cuyas expectativas preconi­zan valores futuros más altos y, al mismo tiempo, constituye un precio demasiado caro para los inversionistas cuya eficiencia marginal del capital es de digamos 10%. El incremento de la preferencia por la li­

* En la actualidad existen otros tipos de dinero creados por el propio sistema bancario moderno. Además, los neoclásicos a veces incluyen también algunos tipos de activos financieros, los cuasi dinero que por su fácil convertibilidad en dinero son considerados p o r ellos como otros tipos de dinero. De hecho otra diferencia importante que existe entre el enfoque keynesiano y el neoclásico radica precisamente en que el primero establece una diferencia esencial entre dinero y activos financieros, mientras que la postura neoclásica (Friedman, Tobin, Patinkin) sólo establece una diferencia de grados. D e este modo, puede reafirmar validez de la ley de Say en una economía monetaria. (V er Anexo).

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quidez, aumenta la demanda de dinero y provoca una escasez de dinero para préstamos o sea reduce la liquidez del sistema crediticio.

Ahora bien, si ai mismo tiempo que ocurre esto, la autoridad monetaria* aumenta la masa de dinero M en una cantidad A M, la oferta de dinero aumenta, y habrá más dinero para préstamos por encima de lo que demandan los inversionistas y esto hará descender la tasa de interés. En principio existe una relación inversa entre la oferta de dinero y la tasa de interés. ¿Pero qué ocurre si al mismo tiempo que la masa de dinero M aumenta en A M y la preferencia por la liquidez aumenta en la misma proporción o más? Obviamente, la oferta de dinero para préstamos se mantendrá constante o bajará aún más, y la tasa de interés permanecerá constante en 11% o incluso subirá.

En conclusión, en la teoría keynesiana, la tasa de interés, al igual que la eficacia marginal del capital y el salario monetario, están deter­minados exógenamente por las expectativas y no por los mecanismos automáticos del mercado. Si observamos bien, nos daremos cuenta que estos elementos están vinculados con la distribución del ingreso entre el factor trabajo y el factor capital. Para ellos no es posible describir mercados del tipo neoclásico donde la oferta y la demanda determinan el precio del producto (del factor en este caso). Las variables de distri­bución w e / , no son precios endógenamente determinados por el mer­cado. Ya vimos como la oferta de trabajo no incide en la determinación del salario (véase el capítulo X) En el caso específico de la tasa de interés, tenemos que las expectativas influyen tanto en la oferta como en la demanda de dinero capitalizable, de tal forma que es imposible establecer una relación funcional: a) entre la tasa de interés y la demanda de dinero; b) entre la tasa de interés y la oferta de dinero. Dependiendo de cuales sean las expectativas, un cambio de la oferta o de la demanda pueden hacer variar la tasa de interés en cualquier dirección.

* El aumento de la cantidad de dinero disponible po r parte de la autoridad m onetaria puede hacerse a través de múltiples mecanismos. Aquí suponemos una intervención en el mercado de activos financieros, es decir el Banco Central compra papeles e inyecta dinero en el sistema. Además, la oferta de dinero puede aumentar, si bajan los precios, en este caso, los que reciben ingresos nominales fijos si no varían sus hábitos de consumo, ahorrarán más y habrá más dinero disponible para préstam os si es que la preferencia por la liquidez no lo represa.

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La determinación de la tasa de interés en el keynesianismo neoclásico.

Los keynesianos de la postguerra -interpretando a Keynes en tér­minos neoclásicos- determinaron la tasa de interés, suponiendo que las expectativas no existen o son homogéneas, es decir que el futuro es igual al presente y, por lo tanto, la tasa de interés actual es igual a la espe­rada. En la interpretación convencional de los textos “keynesianos” (como el de Hansen, etc.) la demanda de dinero tiene una relación inversa con la tasa de interés: a mayor tasa de interés menor será la preferencia por la liquidez PL que se identifica con la demanda. Esta relación es representada por una curva de tipo que aparece en el Gráfico 22. Existe una tasa de interés máxima i ^ que reduce a cero la preferencia por la liquidez PL que corresponde al nivel de pleno empleo y existe una tasa mínima de que corresponde a un nivel de ingreso muy bajo propio de la economía durante la depresión, cuando nadie quiere prestar su dinero y si la autoridad monetaria introduce más dinero, éste será represado por la preferencia por la liquidez que es infinita.

La oferta de dinero es igual a la masa monetaria M, la cual es fijada por la autoridad monetaria en forma independiente de la tasa de interés. Se representa con una línea vertical que indica que para cual­quier valor de i, la oferta es siempre la misma cantidad M0. La tasa de interés de equilibrio está determinada por la oferta y la demanda de dinero y es i en el Gráfico 22.J O

Gráfico 22

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Capítulo XV

EL MODELO IS-LM

En el procedimiento de integración del planteamiento original de Keynes con el esquema neoclásico, tiene un papel de primer orden la síntesis entre el mercado neoclásico de capitales (Gráfico 21) y el mercado “keynesiano” del dinero (Gráfico 22), hecha por la ilustre economista Hicks. De esta síntesis resultó un modelo de determinación del ingreso y de la tasa de interés que sirvió de base para toda la teoría macroeconómica de la postguerra la cual dominó los libros de textos hasta la década pasada, cuando la crisis económica mundial mostró sus insuficiencias para justificar políticas económicas adecuadas.

El Gráfico 21, muestra un mercado de capitales neoclásico deter­minado por la oferta de ahorros y la demanda de inversión. Pero, como observó Keynes, el volumen de ahorro varía con el nivel de ingreso; es decir que para cada nivel de ingreso (Y1,Y2,Y3,Y4..) existirá una corres­pondiente curva de ahorro (Sj,S2,S3,S4,....), cada una de estas curvas intersectará la curva de inversión determinando así la tasa de equilibrio (i^i^ij.iJ, para cada nivel de ingreso tal como aparece en el gráfico 23. Si representamos en un gráfico aparte, (gráfico 24), los niveles de ingreso (Y,,Y2,Y3,Y4) y las tasas de interés de equilibrio correspondien­tes tendremos la curva IS, la cual representa la tasa de equilibrio en el mercado de capitales para cada nivel de ingreso, es decir muestra una serie de tasas de interés de largo plazo en equilibrio.

Pero, nos dice Hicks también la demanda de dinero, (la preferen­cia por la liquidez PL del Gráfico 22), varía con el nivel de ingreso. De modo que el Gráfico 22 podemos reorganizarlo en la forma del Gráfico 25, el cual muestra una demanda de dinero para cada nivel de ingreso.

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Gráfico 23

Gráfico 24

Del Gráfico 25 podemos derivar el Gráfico 26, que muestra la curva LM, es decir la curva de todas las tasas de interés de equilibrio en el mercado monetario (LP = M) correspondientes a los diferentes niveles de ingreso. Ahora bien, desde el punto de vista neoclásico la tasa dé interés determinada en el mercado de capitales (el capital producti­vo), es igual a la tasa de interés del dinero capitalizable, puesto que se trata siempre del mismo factor capital cuyo beneficio depende en última instancia de la productividad marginal del capital. Por lo tanto, la ver­dadera tasa de interés de equilibrio debe ser la misma tanto en el mercado de capitales, como en el mercado de dinero. Esto se puede ver si consolidamos en uno solo los Gráficos 24 y 26. De este modo, nos

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explica Hicks, tanto la tasa de interés como el nivel de ingreso se de­terminan simultáneamente, o sea que la tasa de interés es determinada por factores endógenos al sistema que son los mismos que determinan el nivel del ingreso, a saber:

1) la función de consumo que determina la cantidad de ahorro (pero una función de consumo que depende también de las variaciones de la tasa de interés). S = s(Y, i);

2) la función de inversión en la cual la cantidad de I depende no de las expectativas, sino de la productividad marginal del capital. I = I(i).

y4

Gráfico 25 Gráfico 26

3) la preferencia por la liquidez entendida como una función de la tasa de interés actual L3 = l(i) y, por lo tanto, identificable como una demanda de dinero que no está influida por las expectativas.

4) la cantidad de dinero M está dada. Pero hay que observar que incluso aceptando que la masa monetaria está fijada por la autoridad monetaria, M se mantiene constante, solo si los pre­cios se mantienen mvariados. M = Mo.

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Gráfico 27

La Política Fiscal

Los elementos 1) y 2) inciden en la curva IS que representa el mercado de bienes y servicios de equilibrio. Si ISo se desplaza hacia la posición IS; el nivel de ingreso aumentará a Y, y también la tasa de interés. Este desplazamiento de debe a que el volumen de inversión aumenta, estimulando el nivel de producción y de ingreso o a que el volumen de ahorro se reduce aumentando el consumo. Pero cualquier otro gasto autónomo estimula a través del multiplicador una expansión del nivel de ingreso. De manera que si el gobierno decide gastar una cantidad G (el gasto fiscal deficitario), entonces ISo se desplazará hacia IS, y el nuevo nivel de ingreso será Y,

el incremento de ingreso de Yo a Y, depende del gasto del gobierno y del efecto multiplicador que éste genere.

Si en cambio, el nivel de inversión baja, o se decide aumentar el ahorro y se reduce el gasto del gobierno, entonces IS se desplaza hacia la izquierda indicando la reducción de la producción y del ingreso Y.

Todo tipo de política económica que busque incidir directamente en IS es una política fiscal: reducción o aumento de impuestos para

1 - C

1G

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incidir en I o S; todas aquellas políticas que estimulan I o S y sobre todo, el gasto deficitario del gobierno.

La Política Monetaria

Los elementos 3) y 4) inciden en la curva LM que expresa el mer­cado monetario. Si LM se desplaza hacia la derecha y se convierte en LM, (Gráfico 28), el ingreso aumenta y la tasa de interés baja a i,. Esto se debe a que una expansión de la oferta de dinero de Mo a M,, hizo bajar Ja tasa de interés, como se puede ver en el Gráfico 22, pág 125. Si el costo del dinero baja, la propensión a invertir aumenta, y un aumento de la inversión, estimula la producción y el nivel de ingreso. Lo mismo ocurre si M permanece constante en Mo, pero se reduce la preferencia por la liquidez, es decir PL se desplaza hacia la izquierda en el Gráfico 22.

Gráfico 28

Toda la política que afecte directamente a LM es un política monetaria. Emisión de nueva cantidad de dinero, cambios en el encaje legal o en la tasa de redescuento, son éstas algunas de las políticas posi­bles. En términos generales, las políticas que aumentan la liquidez indu­cen un desplazamiento hacia la derecha de LM y muestran un efecto expansionista sobre el ingreso (el ingreso sube y la tasa de interés baja) y viceversa, las políticas que reducen la liquidez inducen con un despla­zamiento de LM hacia la izquierda que indica una reducción del ingreso.

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El modelo IS-LM justifica y a la vez limita la intervención del Es­tado en la economía. Se convirtió en la teoría económica dominante pre­cisamente porque justificaba teóricamente el tipo de intervención estatal que se ha practicado después de la guerra hasta el presente y al mismo tiempo permitía salvar en lo fundamental la visión neoclásica de la economía. Un análisis de la curva LM nos permitirá aclarar este punto.

La curva LM, tiene una forma peculiar cuya interpretación econó­mica, sirvió siempre para sintetizar la visión neoclásica con la de Keynes y al mismo tiempo para orientar sobre el tipo de políticas económica más idónea en cada caso.

La intervención del Estado.

Gráfico 29

El caso keynesiano. En épocas de depresión, cuando existe mucho desempleo, el nivel de producción y del ingreso son muy bajo, digamos que el valor de Y está entre 0 e Y, y es Yd. La tasa de interés es también muy baja y además se encuentra en su límite mínimo, por lo que nadie cree que puede seguir bajando. Esto hace que la preiferencia por la liquidez sea infinita y si la autoridad monetaria decidiese aumentar la oferta de dinero ( la curva M se desplazaría a la derecha de M, en el Gráfico 22), todo este

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aumento quedaría represado en los bolsillos de los receptores que prefieren el dinero contante y sonante a cualquier tipo de activos financieros o de bienes. Por lo tanto, la tasa de interés permane­cería mvariada al valor it. Para todos los valores de ingreso infe­riores a Yj, la política monetaria sería absolutamente ineficaz para estimular el crecimiento económico por medio de una reducción de la tasa de interés. El gráfico 29 muestra que sólo la política fiscal (estimulando la inversión privada o mediante el gasto autó­nomo del gobierno) inducirá un aumento de la producción y del ingreso. En forma gráfica esto equivale a un desplazamiento de la IS hacia la derecha. La situación descrita es conocida en la literatura especializada con el nombre de la trampa keyne- siana.

El caso neoclásico. Si suponemos que YN representa el nivel de ingreso que se obtiene cuando todos los factores productivos en economía están totalmente empleados, entonces sería imposible seguir aumentando la producción, mediante gastos del gobierno o de inversión. La nueva demanda adicional, lo único que haría es estimular un aumento de los precios y de la tasa de interés, sin poder aumentar al ingreso. En efecto, si ISN se desplaza hacia arriba, lo único que aumenta es i pero el ingreso permanece al nivel Yn. Por lo tanto, cuando se cumplen las condiciones de pleno empleo, la política fiscal es absolutamente inútil, tal como lo afir­maba (dicen los seguidores de estas síntesis neoclásico-keynesia- nas) la vieja teoría neoclásica. En este caso, el propio mercado se encarga del funcionamiento óptimo del sistema económico y al Estado no le queda otra tarea que la de regular la masa monetaria M de tal forma que sea siempre adecuada a la exigencias de la economía. Si el dinero tuviese representado por una mercancía producida de libre entrada y salida del país, como el oro en otros tiempos, entonces el Estado no tendría por qué intervenir ni si­quiera para esto. Pero como en la economía monetaria moderna, el Estado garantiza la circulación del papel moneda como medio obligatorio de pago, entonces está obligado a ajustar la oferta de dinero de modo que no exceda los requerimientos de circulación, causando un empuje inflacionario; ni sea insuficiente para el nor­mal desarrollo de la actividad económica, para evitar una contrac­ción por falta de liquidez.

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El monetarismo moderno, no acepta el modelo IS-LM en su tota­lidad,* es decir rechaza toda la parte que se refiere a la curva ÍS sosteniendo que no puede haber insuficiencia de demanda efectiva a largo plazo. En todo caso, el desequilibrio puede existir en el corto plazo en virtud de que la gente (especialmente los trabaja­dores) pueden tener expectativas erradas acerca de los precios futuros. Por lo tanto, recomienda como única política eficaz la política monetaria, es decir cambios en las expectativas de corto plazo de las personas y de este modo corregir la espiral inflacio­naria.

El caso neoclásico-keynesiano. Entre las dos casos extremos se encuentra una tercera posibilidad indicada en el Gráfico 29, por el tramo entre Y, e YN. La economía está trabajando con cierto grado de desempleo pero está lejos de la situación extrema de depresión. Esta situación tiende a ser la más frecuente en la economía moderna, al decir de los teóricos del modelo IS-LM. En ella tiene plena cabida tanto la política monetaria como la fiscal, por lo tanto el uso ponderado de ambas sería la mejor manera de estimular la producción y el ingreso. En efecto, observando el gráfico 29 podemos ver que un desplazamiento hacia la derecha tanto de la curva LM como de la curva IS, permite establecer el punto de equilibrio a un nivel superior de ingreso.

La teoría económica basada en el modelo IS-LM se convirtió en la justificación teórica de la intervención ecónomica del Estado democrático moderno. La intervención limitada a medidas mone- ■tarias o a políticas impositivas y al gasto público deficitario parece mostrar su eficacia a través del análisis IS-LM. Además, a diferen­cia de otros tipos de intervenciones (el fascismo o el capitalismo de Estado) no es contradictoria con el viejo ordenamiento jurídico del Estado liberal, mientras que el funcionamiento del mercado se ve afectado sólo en forma indirecta y, por lo tanto, conserva toda su vigencia como mecanismo regulador de la economía. El Estado sólo lo ayuda a evitar los peligros sociales que implica la depre­sión económica y aliviar los males de la inflación, tratando de balancear en la mejor forma el desempleo y la inflación. La crisis

* Sobre esto véase E. Del Búfalo: "Las Teorías Macroeconómicas después de Keynes". op. cit.

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de los años setenta que aún perdura y se generaliza cada vez más, dio al traste con estas tesis y con el modelo teórico IS-LM en el cual se sustenta. Hoy en día, el neoliberalismo a ultranza de los monetaristas y de los teóricos de las expectativas racionales (Nueva Escuela Clásica), se oponen a toda intervención de este tipo en favor de un mercado soberano. Pero en la práctica de todos los gobiernos el espíritu del modelo IS-LM sigue dictando las políticas.

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Capítulo XVI

LOS SALARIOS MONETARIOS, EL EMPLEO Y EL DINERO*

El salario monetario como mecanismo de equilibrio

Para la teoría neoclásica, el sistema de precios es un regulador eficaz de la economía, cada precio, variando, logra siempre establecer el equilibrio entre la oferta y la demanda en su propio mercado. Cuando todos los mercados están en equilibrio, entonces el sistema económico lo estará. Si la oferta de una mercancía cualquiera excede la demanda, el precio bajará hasta eliminar esa excedencia. La oferta de empleo no es una excepción en el mundo neoclásico; por lo tanto, el pleno empleo será siempre posible si el salario puede bajar lo suficiente para eliminar cualquier excedencia de oferta que se presente en un momento dado por cualquier causa.

El mecanismo de ajuste podemos describirlo de la siguiente mane­ra: el salario monetario entra en los costos de producción de todas las mercancías que requieran aplicación de trabajo para producirlas (todas en la actualidad); de modo que una baja del salario monetario w, reduce los costos de producción en esa proporción y como los precios están determinados por los costos de producción, si bajan éstos también lo harán aquellos; si los precios P bajan la demanda aumentará, luego se podrá expandir la producción e incorporar nuevos trabajadores, elimi­nando así el exceso de oferta de trabajo. En el caso de una escasez de oferta, entonces el salario subirá y se producirá el proceso inverso al descrito. El salario flexible es pues el mecanismo regulador que garantiza el pleno empleo.

Este planteamiento se basa en los siguientes supuestos:

1) El nivel de precios P se reduce en la misma proporción en que baja el nivel de salario w;

* Volvemos ahora a la visión del propio Keynes acerca de cómo funciona el sistema económico capitalista en su globalidad.

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2) La demanda agregada monetaria Dm se mantiene invariada cuando bajan los salarios.

Una variación de los costos de producción modifica los precios. Cuando el precio de la mercancía A se modifica en términos de la mer­cancía B (A se hace más cara o más barata que B), se dice que el precio relativo p = a /b (de A en términos de B), ha cambiado. Cuando todos los precios cambian de valor (suben o bajan al mismo tiempo), entonces se dice que el nivel de precios P ha variado. Ahora bien, como el salario monetario, entra en todos los costos de producción, su variación afecta a todos los precios y, por lo tanto, afecta al nivel de precios P.

Anteriormente vimos que la suma de los costos de producción es igual al ingreso global (Véase el capítulo XI), por lo tanto, una reducción de los costos monetarios inducida por una baja del salario monetario, reduce también el ingreso global monetario Y . La demanda global monetaria que depende de Ym, también se reduce. Para Keynes, es un error creer que si los salarios monetarios bajan la demanda perma­necerá igual. Esto es tan sólo posible cuando se trata de un producto particular, en cuyo caso, si el precio se reduce se venderá más porque la gente dejará de gastar en otras cosas para aprovechar una mayor cantidad de producto rebajado. Pero para la economía como un todo es imposible que eso ocurra porque, como dijimos, una reducción de los costos monetarios reduce también los ingresos monetarios.

Efectos sobre la demanda global de un cambio en los salarios monetarios.

Según Keynes, los posibles efectos de las variaciones de los salarios monetarios sobre la demanda global Dm, deben analizarse a través de sus posibles efectos sobre la funpión consumo C y la función de inver­sión I. En efecto, si los empresarios, al ver reducidos sus costos de producción, decidieran aumentar la producción y por ende el ingreso, se verían defraudados en sus expectativas de vender más. Debido a que la propensión marginal el consumo c es menor que la unidad, el incremento en el consumo A C en términos reales, será inferior al in­cremento de la producción A Q y del ingreso real AYr. Por lo tanto, a menos que la propensión marginal al consumo c aumente o se incre­mente el gasto de inversión I, existirá una deficiencia en la demanda global.

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Efectos sobre la propensión marañal del consumo c. Si los salarios monetarios w bajan, se dará una redistribución del ingreso a favor de los propietarios de otros factores de producción que componen los costos primos y cuyas remuneraciones no han sido afectadas. La propensión marginal de los sectores no asalariados es menor que la de los traba­jadores; de ahí que una transferencia de ingreso de estos últimos a aquellos signifique una reducción de la propensión marginal de toda la economía y por ende del nivel de empleo N.

En realidad, una baja en los salarios monetarios, al hacer bajar el nivel de precios, favorecería también a los rentistas que reciben remu­neración estipuladas en cantidades nominales fijas, y desfavorecería a los deudores, principalmente a los empresarios. Pero para efecto de las variaciones de c, esto tiene poca importancia puesto que las clases superiores tienen una propensión marginal al consumo muy parecida.

Efectos sobre la propensión a invertir.

a) Un cambio en los salarios w afecta la confianza de los empre­sarios de manera impredecible. Si la baja en los salarios va acompañada de expectativas por parte de los empresarios de que los salarios subirán en el futuro, entonces invertirán para aprovechar la fuerza de trabajo (barata en la actualidad). Pero si por el contrario, piensan que el descenso de los salarios seguirá en el futuro, entonces pospondrán sus inversiones para el futuro. La reducción de salarios sólo estimulará la inversión tan sólo en aquellos casos en que se da en forma única y general como la que se decide por decreto en las economías intervenidas por el Estado; pero como mecanismo de mercado que requiere de un descenso lento y desigual entre los diferentes sectores de asalariados, es ineficaz.

b) En una economía abierta, es decir que tenga relaciones econó­micas con otros países, un descenso de los salarios monetarios w, hará aumentar las exportaciones puesto que los productos locales serán más baratos que los extranjeros, al mismo tiempo que disminuyen las importaciones. Esto hará aumentar el nivel de producción y el ingreso local. Por otra parte, la relación de intercambio es decir la relación entre los precios de exportación P* Y l°s precios de importación Pm se hace más desfavorable para el país, puesto que ahora deberá destinar una mayor

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cantidad de productos de exportación para comprar la misma cantidad de productos importados. Esto significa una reducción del ingreso global Y.*

c) Un descenso de los salarios monetarios, reduce el nivel de precios P y el nivel de ingreso monetario Ym. Pero si Ym se reduce, bajá también la demanda de dinero para transacciones L, y si la masa monetaria *M no cambia, entonces quedará una cierta cantidad de dinero disponible en manos del público para ser destinada al mercado especulativo. Si los precios se reducen en la mitad, entonces se requerirá la mitad de dinero para reali­zar las mismas compras que antes. Las personas con ingresos fijos podrán destinar el mayor dinero que ahora les queda, des­pués de haber satisfecho sus hábitos de coñsumo, al ahorro. Ha­brá entonces una afluencia de nuevo dinero para préstamos que hará bajar la tasa de interés /. Si la tasa de interés baja con re­lación a la eficacia marginal del capital, aumenta la propensión a la inversión. Un aumento del gasto de inversión I, estimula el crecimiento del nivel de empleo, de producción y de ingreso.

De todos los posibles efectos analizados tanto sobre la función de consumo como sobre la inversión, este último es el único que Keynes reconoce como válido teóricamente y se conoce como el efecto Keynes. En los otros casos, cpmo vimos, no existe garantía, seguridad acerca de la dirección que toman los efectos de una reducción salarial y esto es condición suficiente para rechazarlos teóricamente. Pero en el caso del efecto c), la dirección es inequívoca y determinada. Sin embargo, Keynes afirma que la relación existente entre los salarios monetarios y el nivel de empleo a través de la tasa de interés es muy débil.

Primero, porque si la preferencia por la liquidez es muy grande se requiere un cambio muy grande en los salarios monetarios para lograr una pequeña variación en la tasa de interés i.

Segundo, porque si la eficacia marginal del capital es muy baja, la reducción de la tasa de interés deberá ser muy pronunciada para esti­mular la propensión a invertir.

* Esto en realidad afecta la propensión media al consumo c/y, y no la propensión marginal c.

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Si se combinan ambas condiciones, como es lógico suponer espe­cialmente cuando hay desempleo, entonces el efecto de una reducción de los salarios nominales sobre el nivel de empleo será nulo. Además, argumenta Keynes, si el objetivo de una reducción de los salarios monetarios es el estimular el nivel de empleo, bajando la tasa de interés; entonces es posible lograr lo mismo y en forma más eficiente mediante un aumento directo de la masa monetaria M.

El incremento de la masa de dinero M por decisión de la autori­dad monetaria reduce la tasa de interés, sin afectar los precios de las mercancías y, por lo tanto, desestabilizar la economía. Para Keynes, las fluctuaciones de los precios lejos de ser beneficiosas son negativas, puesto que generan incertidumbre e impiden la planificación del proceso productivo. Aquí aflora nuevamente la diferencia entre la visión neoclá­sica y la de Keynes sobre la naturaleza del sistema económico. Para un neoclásico que visualiza la economía ’como un mecanismo para satisfacer las preferencias de los consumidores, a partir de recursos dados, las fluctuaciones de precios son la manera más idónea de garantizar el equilibrio de mercado; mientras que para Keynes la economía tiene un proceso productivo que depende de las decisiones de los empresarios y si los precios oscilan en exceso, éstos no podrán planificar cuanto y como producir. En cierta forma podemos decir que si*bien, el sistema capitalista no tiene un mecanismo de mercado que garantice una ten­dencia al equilibrio, es precisamente la relativa viscosidad de los precios la que impide la desintegración del sistema. Imagínese lo que ocurriría en la economía mundial moderna, si los precios del petróleo (para men­cionar sólo uno) oscilarán diariamente entre 1 y 50 dólares por barril.

Los cambios .en los precios y la inflación.

El hecho de que Keynes considere que los precios, en el sistema capitalista, están muy limitados en su posibilidad de fluctuar, no significa que la economía funcione con precios “rígidos”* y mucho menos que la teoría de Keynes presuponga esa “rigidez” como por varias décadas ha venido sosteniendo el keynesianismo neoclásico.

* La palabra “rígido” es una infeliz selección neoclásica, para significar que los precios no son sensibles a los cambios de la oferta y la demanda. En un mundo como el. nuestro plagado de inflación definir los precios como “rígidos” es usar una termino­logía confusa.

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Keynes supone que por lo general las industrias trabajan con costos crecientes a escala, es decir cuando aumenta el nivel de produc­ción el costo por unidad producida aumenta también. Esto significa que cuando se estimula la economía y el nivel de empleo crece, los precios (que son reflejo de los costos) suben también. Además, los recursos no son siempre intercambiables y es probable que la oferta de algunas materias primas se reduzca para algunas mercancías antes que para otras. Estos cuellos de botella inducen cambios en los precios relativos de las mercancías. La remuneración de factores no crecerá en la misma proporción para todos ellos y, en especial, el salario monetario empe­zará a crecer mucho antes que se logre el pleno empleo, porque en una economía en expansión el poder de contratación de la clase obrera mejora considerablemente.

El Gráfico 30 presenta una relación entre el nivel de precios P y el nivel de empleo (y por ende el nivel de producción Q y el nivel de ingreso Y). El nivel de precios sube, cuando el nivel de empleo N se incrementa, y el ritmo de crecimiento se acelera, cuando nos aproxi­mamos al pleno empleo No.

Cuando se alcanza el pleno empleo No, el nivel de producción ya no sube y si la demanda monetaria aumenta,' sólo se producirá un incremento en el nivel de precios P.

Por lo tanto, entre O y No, un incremento de la demanda mone­taria Dm se traducirá un aumento del producto Q y del nivel de precios P; más allá de No, si Dm aumenta, sólo el nivel de precios aumentará. Keynes considera que sólo el segundo tipo de aumento del nivel de pre­cios puede definirse propiamente como una situación de INFLACION.

Gráfico 30

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Podemos ahora resumir lo dicho en los apartes anteriores, siguiendo todo el camino dé un incremento en la oferta de dinero M. Keynes define la demanda global como la suma de la demanda de consumo C y la demanda de inversión I, (o sea D = C + I). Pero también es posible definirla a la manera de la antigua teoría cuantitativa del dinero, que dice que la cantidad de dinero M, multiplicada por el número de veces que, en un determinado período, circula cada unidad monetaria V (velocidad de dinero), es igual a la demanda global medida en dinero, es decir que:

1) D = MV/ ta

obviamente, la cantidad demandada medida en dinero debe ser igual a la cantidad ofrecida medida también en dinero, es decir el nivel de producción Q multiplicado por el nivel de precios P que en apartes anteriores denominaremos Z, es decir:

2) MV = P Q s Z

El lector atento, debería sentirse confundido en este punto. En la discusión sobre el principio de la demanda efectiva (capítulo XI) se in­sistió en decir que la demanda D sólo es igual a la oferta Z en el punto de equilibrio. Y ahora se dice que Dm= Z siempre. En realidad la con­tradicción es sólo aparente. Por ejemplo, supongamos que la economía se encuentra en el nivel de empleo del Gráfico 16, pág. 96, entonces Dj > Zj en el momento de realizarse las transacciones; pero al final del proceso de mercado, los precios P estimulados por el exceso de deman­da MV subirán hasta que la ecuación 2) se verifique. De modo que al final Zj, los rendimientos necesarios, se habrá convertido en Z, los ren­dimientos realizados. Los empresarios que realizaron la producción ob­tendrán una ganancia extraordinaria, lo cual conducirá a otros a incre­mentar la producción. De manera que la afirmación anterior según la cual, la situación N, no es una situación satisfactoria para el conjunto de los empresarios sigue siendo cierta. Si la economía estuviese al nivel N2, entonces Z2 > D2, el nivel precio P se reducirá puesto que los empresa­rios tratarán de vender todo el producto incluso incurriendo en pérdidas parciales, o decidirán almacenar una parte de los bienes y será Q el que

La oferta de dinero y sus efectos sobre los precios y la producción.

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se reduzca de la circulación activa. De modo que al final del proceso de mercado, los rendimientos realizados serán Z2 < Z2 y la ecuación 2) se verificará nuevamente. Los empresarios incurrirán en pérdidas y bajarán el nivel de producción.

En términos generales, podemos reconsiderar el principio de la demanda efectiva de la siguiente manera:

D = Z ± dP

es decir, la demanda esperada es igual a los rendimientos necesarios más o menos la variación en el nivel de precios dP. La demanda efectiva es

D3 = z,

cuando dP = 0, es decir el nivel de precio P es el correspondiente a los costos de producción.

Pero dejemos de lado las variaciones a lo largo de la curva de demanda y examinemos que ocurre, si la demanda monetaria efectiva aumenta, por efecto de un incremento de la oferta monetaria. En otras palabras, si A M entonces D3 = MV se convierte en D3 = MV, donde M = M + A M. En el Gráfico 16 la curva de demanda se desplazaría toda hacia arriba. Tenemos que considerar dos casos fundamentales:

En el caso I, cuando la velocidad de circulación V permanece inalterada:

a) Un movimiento de Mo se traducirá en un movimiento propor­cional del nivel de precios Po ( AM = A P ), siempre que la producción Q no pueda aumentar y que los salarios nominales w varíen en la misma proporción que el incremento AM. Esto ocurre cuando N3 del Gráfico 16 corresponde al nivel de pleno empleo N .

b) De lo contrario, el incremento A M, se repartirá entre un in­cremento de los precios A P y un aumento del producto AQ , como lo indica la curva del Gráfico 30 para valores de N entre0 y No. Si el nivel de actividad económica es muy bajo, el incre-

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mentó de M afectará más a la producción que a los precios; y viceversa cuando la economía se encuentra cerca del pleno empleo No.

En términos generales, podemos establecer la siguiente relación:

3) ep = 1 - eq (1 - ew)

donde ep, eq, ew, indican las elasticidades del nivel de precios P, del nivel de producción Q y del nivel de salario w, en respuesta a cambios de la demanda monetaria.

El caso II, cuando la velocidad de circulación V varía:

a) Un aumento de la oferta monetaria M no necesariamente se traducirá toda en demanda monetaria como en el caso anterior. En este caso la vinculación entre una variación de oferta de dinero M y la variación de los precios se hace más compleja.* Pero siempre dependerá de los factores de liquidez'. ed (ed, es la elasticidad de la demanda efectiva en respuesta a un cambio en M), ew, eq, etc.

= ed - (1 - e j ed ee eQ

e = ed 0 - ee eo + ec eo ew)donde ed = 1, significa proporción constante del ingreso en dinero Ym

ew = 0 salarios monetarios fijos

e .e = 1 rendimientos a escala cosntantesc O

ec.eQ = 0 pleno empleo del equipo.

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Capítulo XVII

MAS ALLA DE KEYNES

El tratamiento que le da Keynes a la inflación en la “Teoría General del Empleo, del Interés y del Dinero”, es sin duda alguna muy somero e insuficiente. No queda claro por ejemplo si el incremento del nivel de precio antes de alcanzar el pleno empleo (ver Gráfico 30) es inflacionario o no. En todo caso parece que es debido a los costos crecientes determinados por relaciones técnicas de producción. La teoría post-keynesiana moderna, que rechaza la síntesis del keynesianismo con el neoclasicismo, atribuye las causas de la inflación, al incremento de los salarios monetarios por razones que tienen que ver más que con las relaciones técnicas de producción con los conflictos sociales.

El análisis de los efectos sobre los precios y el nivel de producción es también indicativo, pero no concluyente. Sin embargo, muestra que Keynes consideró explícitamente los efectos del incremento de la de­manda tanto sobre los precios como sobre el producto.* Además, de este análisis se desprende claramente que los salarios nominales pueden subir más rápido que el nivel de precio, cuando aumenta el nivel de empleo con lo cual también queda negado el primer postulado de la teoría del empleo neoclásico (véase capítulo X, pág. 84) que por razones expositivas había sido aceptado previamente. Un ejemplo bastará para demostrar esto: Supongamos que un incremento M se reparte por igual

* Nada es más falso que la afirmación de Friedman que,siguiendo a Leijonhufvud, pretende m ostrar a Keynes como un teórico preocupado por las variaciones del p ro­ducto suponiendo los precios constantes o como diría Leijonhufvud: “Keynes supone al contrario de Marshall cambios instantáneos de las cantidades y no de los precios”. (Leijonhufvud, p. 52). Esta es la interpretación neoclásica de Keynes. Repitámoslo una vez más: El concepto de “precio rígido” es espurio y sin sentido en la visión de Keynes y de jugar algún papel sería el de mantener su cohesión del sistema y no el de desequilibrarlo. Lo contrario de la visión neoclásica.

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entre salarios y producto, es decir que eq= 0.5 y ew= 0.5 introduciendo en la ecuación 3), tenemos que:

ep = 1 - 0.5 (1 - 0.5) = 0.25

el nivel de precio sólo sube en un cuatro. Por lo tanto, si los salarios monetarios w suben más rápido que el nivel de precios, el salario real w/p sube también, al mismo tiempo que el producto y el nivel de empleo.

Por último, la discusión del capítulo XVI debe servir para mostrar lo anti-keynesiano que es el keynesianismo basado en el modelo IS=LM que además de todos los defectos ya señalados, supone precios constan­tes, cuando las variaciones de precios son muy importantes en el análisis de Keynes.

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ANEXO

CRITICAS Y CONTRACRITICAS A LA TEORIA DE KEYNES SOBRE LOS

EFECTOS DE LAS VARIACIONES SALARIALES SOBRE EL NIVEL DE PRECIOS

El Efecto de Pigou

Una de las primeras respuestas neoclásicas al argumento de Key- nes en contra de la supuesta eficacia de la reducción de los salarios monetarios para estimular el empleo, provino del profesor Pigou.

Si -como afirman los neoclásicos- la tasa de interés i juega un rol fundamental en la determinación del ahorro S y del gasto de inversión I, entonces tenemos que

S = S(i, Y)

I = 10, Y)

al variar el ingreso, la tasa de interés también variará hasta que la condición de equilibrio S=I se cumpla. Cuando estamos en pleno empleo, el ingreso es YQ y la tasa de interés iQ, entonces las funciones son las que muestra el Gráfico A-l.

Si la tasa de interés subiera a i,, entonces el ahorro sería mayor que la inversión S > I. De mantenerse esa situación, el nivel de empleo se reduciría y con él, el nivel de ingreso. Pero el exceso de dinero haría bajar la tasa de interés, estimulando la inversión.

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Gráfico A-l

Pero si como dice Keynes la sensibilidad del gasto de inversión respecto a la tasa de interés es muy baja (la elasticidad del gasto de in­versión respecto a los cambios de i es casi nula); entonces el pleno empleo no podrá lograrse a menos que la tasa de interés asuma valores negativos, digamos i2, como lo muestra el Gráfico A-2. Desafortunada­mente una tasa de interés negativa no es posible en una economía, en la cual los costos de almacenaje del dinero Ison insignificantes. Tan sólo sería posible en una economía donde el dinero fuese una mercancía como el maíz, la parte que se pierde por putrefacción representaría una tasa de interés negativa.

Gráfico A-2

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Como puede constatarse en el Gráfico A-2, para cualquier valor dei > 0, el ahorro S será mayor que la demanda de inversión I. Esto quiere decir que el nivel de equilibrio S = I será posible con una tasa de interés positiva, si el nivel de ingreso se estabiliza a un nivel Y l que es inferior al correspondiente al pleno empleo, como lo muestra el Gráfico A-3.

Esto significa que no es posible establecer el nivel de pleno em­pleo, a menos que la tasa de interés sea negativa, lo cual es otra forma de decir que no existe mecanismo de pleno empleo.

Hasta aquí, la recapitulación en clave neoclásica del planteamiento de Keynes.

El profesor Pigou, replica diciendo que las decisiones de ahorrar S dependen no solo de i y de Y, sino también del valor real de los saldos monetarios, o sea que

S = S(i, Y, M/P)

donde M /P representa la relación entre cantidad de dinero y nivel de precio y mide el efectivo poder de compra del dinero. Así por ejemplo, supongamos que 10.000 bolívares compren 50 unidades de A, 300 de B y 100 de C. Si los precios P se redujeran a la mitad, entonces las mismas cantidades de las mercancías A, B y C antes indicadas, se podrán

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comprar con 5.000 bolívares; y viceversa y el nivel de precios se duplica­ra, entonces con 10.000 bolívares se podrán comprar la mitad de las cantidades señaladas de A, B y C.

Ahorrar con una tasa de interés es negativa, dice Pigou, es posible únicamente cuando la decisión de ahorrar obedece a otras motivaciones distintas a las del deseo de ganar un ingreso futuro, tales como el deseo de poseer cosas por el simple hecho de poseerlas o por hábitos adquiridos. Esta es precisamente el argumento de Keynes. Pero, observa Pigou, el deseo de ahorrar por los motivos ajenos al deseo de ganar un interés, está en relación inversa con el valor real de los saldos monetarios que la gente posee.

Cuando el nivel de salarios se reduce, el nivel de precios P bajará y el valor real de los saldos monetarios en poder de los agentes econó­micos aumentará. Un aumento de M /P significa que las personas tienen mayor capacidad de compra y querrán adquirir nuevos bienes y mayores cantidades de los viejos. La demanda de consumo aumentará y por lo tanto el ahorro S se reducirá.

Si consideramos la situación señalada por el Gráfico A-2, podemos afirmar que para un incremento lo suficientemente grande del valor real del dinero M /P, la gente ahorrará tan sólo si existe una tasa de interési positiva con lo cual regresamos a la antigua posición neoclásica según la cual el ahorro es una función de la tasa de interés. En otras palabras, según Pigou, para que la gente ahorre sólo en función de la tasa de interés y no por hábito, es suficiente con elevar el valor real de los saldos monetarios mediante la reducción del nivel de precios. En tér­minos del Gráfico A-2, la situación se representa mediante un despla­zamiento del ahorro S hacia la curva S*, la cual muestra como sólo hay ahorro, cuando la tasa de interés es positiva.

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Por lo tanto, cuando S > I, el nivel de ingreso caerá. Pero si baja el nivel de salario w, entonces los precios P se reducirán. A medida que P se reduce, M /P sube, el ahorro S disminuirá, hasta que se logre la condición de equilibrio S = I. Este es el llamado efecto Pigou, gracias al cual la reducción de salarios como mecanismo equilibrador vuelve a adquirir validez, puesto que el incremento de la masa monetaria M por decisión de la autoridad monetaria no necesariamente produce ese efecto. Si por ejemplo, el Banco Central emite dinero comprando activos financieros, la mayoría de los saldos monetarios de las personas no se verán afectados y éstos no gastarán más y no habrá efecto Pigou, sólo el efecto Keynes, es decir la baja de la tasa de interés.

Objeciones al Efecto Pigou.

El planteamiento de Pigou suscitó la reacción de muchos teóricos que sin dejar de ser neoclásicos en su visión fundamental de la econo­mía aceptaron como válidas “ciertas enmiendas keynesianas”. Patinkin entre ellos, objetó lo siguiente:

a) Los cambios en el valor del dinero afectan en forma desigual a los deudores y a los acreedores. Si separamos el sector privado del gobierno, vemos que este último es un deudor de la comu­nidad. Pigou supone que el efecto Pigou es neutral en el sector privado, pero es favorable a éste frente al gobierno. Pero si los deudores son más pesimistas que los acreedores a si las ban­carrotas de empresas son excesivas durante la recesión, el efecto Pigou no funcionará, puesto que la gente no gasta el exceso de dinero por temor al futuro.

b) La intensidad de la relación entre el ahorro y los precios vía M / P, debe ser muy fuerte para que efectivamente la gente gaste lo suficiente del exceso de dinero para que S se reduzca a S* en el Gráfico A-4.

c) El efecto Pigou está descrito en términos estacionarios y cuando hay expectativas otra es la situación. En teoría se puede suponer que una reducción de w, estimule una reducción de P y si la oferta de dinero permanece constante, los saldos monetarios M /P subirán de valor real. Pero cuando tomamos en cuenta el tiempo, es posible que tome mucho tiempo antes que el incre-

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mentó en M /P se traduzca en un aumento de consumo. Ade­más, si las expectativas son de que el nivel de precios P seguirá bajando en el futuro, el consumo se pospondrá y seguirá bajan­do deprimiendo aún más la demanda efectiva. Por último, el ambiente de inseguridad que las variaciones de precios genera hará aumentar la preferencia por la liquidez. Todos estos posi­bles efectos pueden anular el efecto Pigou.

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