balius: hacia una nueva revolución

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    Prlogo

    La publicacin de este folleto responde a una nece-

    sidad. A travs del mismo encontraris plasmadonuestro pensamiento.

    Saludamos con emocin y con cario, a los camara-das del frente y a los camaradas que yacen tras re-

    jas.

    Salud, camaradas.

    Enero de 1938

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    Preliminares de la revolucin espaola

    La rotacin poltica, que se ha ca-racterizado en Espaa por el clsicoturno en el poder de los constituciona-listas y los absolutistas y que ha cons-tituido el engranaje de la cosa oficial,se quebr de un modo fulminante conel golpe de Estado que dio en la capi-tal catalana en el ao 1923 un gene-ral borrachn y pendenciero.

    La dictadura de Primo de Rivera esla resultante de la desastrosa actua-cin de una poltica que se ha desen-

    vuelto entre despilfarros, monopolios,gajes burocrticos, primas, concesio-nes y un cmulo de pinges negociosque se han realizado siempre con elfavor oficial.

    La reaccin de la militarada del ao1923 es una expresin exacta de unade las causas que han empobrecido anuestro pas y que han absorbido, casipor entero, el presupuesto nacional.

    El podero colonial de Espaa dio vida a una taifa de aventureros, demercenarios, de polticos profesiona-les y a una cohorte de tratantes de car-ne barata.

    Mientras que la burocracia del sable

    y los caballeros de industria tuvieronun mercado abundante en las posesio-nes de ultramar para robar y saquear,la Espaa oficial pudo ir navegandocon rumbo ms o menos incierto. Peroel desastre colonial llev aparejado elhundimiento de este tinglado que ma-nejaba una minora sin escrpulos ysin entraas.

    A fines del siglo XIX los militares sequedan sin la presa codiciada. Han de

    regresar a la pennsula con los entor-chados anegados en sangre y con laafrenta de unos entes inservibles ni enel propio terreno de las armas.

    Desde este momento se plantea unproblema difcil para el pueblo espa-ol. Miles de paniaguados de un reysifiltico vienen a devorar a los natura-les del pas, puesto que se les haba

    acabado la posibilidad de seguir es-quilmando a los pobladores de las co-lonias que maldecan a la Espaarepresentada por los ladrones y asesi-nos de fajn y de bocamangas.

    El erario pblico necesitaba un de-sahogo inmediato. El acta de Algeciraspermite asaltar el permetro de Ma-rruecos. Las minas del Riff que codi-ciaba el ex-conde de Romanones seconvierten en una ventosa que aspirala sangre y el dinero del pueblo espa-ol.

    La aventura de Marruecos ha costa-do al tesoro nacional la cifra de1.000.000.000 de pesetas y miles de

    vidas ofrecidas en holocausto del gru-po financiero que representaba el ex-conde de Romanones.

    La tragedia del Barranco del Lobo yla de Annual constituyen las fases mssalientes de este matadero espaolque ha girado en torno de las minas dehierro situadas en la cabila de Beni-Bu-Ifrar cerca del monte Af-Laten.

    Los militares han sido la eterna pe-sadilla del pueblo laborioso. De in-fausta memoria anotamos las Juntas

    de Defensa. El inspirador de las mis-mas coronel Mrquez trat de in-

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    fundirles un espritu liberal, pero elfavor palatino y las intrigas de LaCierva pesaron mucho ms que la su-puesta buena voluntad de un coronelque se vio perseguido y encarcelado

    en Montjuich.

    El general Primo de Rivera encarntodo el pasado que estamos narrando.Del brazo de Lpez Ochoa y con lacomplacencia de la burguesa, de loslatifundistas, del clero, de las finanzas,encaram la espada en las alturas delPoder.

    Se ha sealado textualmente que el

    ex-Capitn General de Catalua salaa la palestra a cancelar el expedientePicasso en el que estaban complica-dos en primer trmino Alfonso XIII ysu testaferro el General Silvestre. Esindudable que esta versin no es in-fundada; pero lo que precipit el golpemilitarista fue sin ningn gnero dedudas el malestar que se manifestabaen el seno de la clase trabajadora que,

    harta de atropellos y latrocinios, sedispona a barrer del suelo espaol alos causantes de su infortunio. La bur-guesa financiera e industrial puso to-dos sus recursos en la tramoya militar.Restringieron los crditos, sabotearonla economa, implantaron el lock-out,provocaron huelgas. Los burguesescatalanes recibieron con grandesmuestras de jbilo la polacada de los

    militares.La etapa de Primo de Rivera se ha

    de catalogar como un ensayo de la cla-se dominante para eludir el zarpazode la clase trabajadora que en las eta-pas venideras se produce con trazosms categricos. Su gestin fue la re-peticin corregida y aumentada de laspocas pretritas, con la idntica co-rrupcin de costumbres y con la eter-na desvergenza que ha matizado, entoda poca, el cadver de la Espaa

    castiza y harapienta. Al general muje-riego, le sucede Berenguer al que re-emplaza ms tarde Aznar. Y comocolofn, es el conde de Romanones agente del intelligence service quien

    realiza el traspaso de la monarqua asu antiguo secretario, a don Niceto Al-cal Zamora, que de consuno con elhijo de Maura y ayudado por un mdi-co palaciego Maran, del intelli-gence service, sentaron los pilares deuna Repblica que forzosamente ha-

    ba de culminar en la hediondez msespantosa.

    Nace la Repblica completamenteyugulada de sabor popular. En lugarde unas directrices sociales, forjadasen el fragor del arroyo, prevalecen lasmismas taras de las etapas borbni-cas. El Poder lo detentan los polticosque en los periodos monrquicos sir-

    vieron a su amo. Alcal Zamora era unmonrquico recalcitrante, represen-tante del clero y de los latifundistas.

    Azaa perteneci al partido deMelquades Alvarez; Miguel Maura,otro realista; Alejandro Lerroux undeshonrado...

    La desolada Espaa segua la sendade las traiciones, de los concilibulosinconfesables. La comedia de abril ha-

    ba de costar raudales de sangre.

    La Repblica abrilea iba a dar re-

    sultados catastrficos. A los pocos dasse producan acontecimientos. El vs-tago del asesino de Ferrer, el autor de108 muertos, el ministro que dio la or-den de disparar sin previo aviso, con-

    virti nuestro suelo en una hilera decruces funerarias.

    Al percatarse las masas obreras quesus reivindicaciones eran vilmente

    burladas, se revolvi airadamente

    contra la misse en scne de abril. Mi-guel Maura moviliz las fuerzas arma-

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    das de la flamante Repblica para ase-sinar y diezmar a los trabajadores. Pa-sajes, Arnedo, Castilblanco, Sevilla,Catalua... cataloga la naturaleza deuna Repblica que despide al sobera-

    no con guante blanco y lo convoya enun buque de la escuadra. Y la familiade Alfonso XIII encaja los apretonesde manos del general Sanjurjo que enagosto de 1932 y en julio de 1936 ases-taba duras arremetidas contra un pue-

    blo que fue juguete inconsciente de lospolticos que concedieron carta blancaal general asesino y de abolengo rea-lista. Y en la estacin del Escorial el

    conde de Romanones deca muy que-damente a la ex-reina: Hasta muypronto.

    Discurri la Repblica por constan-tes fluctuaciones. En las Cortes Cons-tituyentes no se dio solucin a ningnproblema.

    El problema militar que slo podaresolverse con piquetes de ejecucin,

    se troc en una farsa. Azaa concedia los militares el retiro con unas con-diciones tan excepcionales que tuvo la

    virtud de gravar enormemente las cla-ses pasivas y entreg los cuartos de

    banderas a la oficialidad monrquica.

    El problema religioso tambin fuesoslayado. Deba expropiarse sin in-demnizacin alguna a la Iglesia, amnde la supresin de la partida de cultos

    y clero del presupuesto nacional. Nose hizo as. Se legalizaron las rdenesreligiosas dando carta de ciudadana alas mesnadas que se cobijaban en las300 rdenes religiosas y en los 10.000conventos. No se quiso librar al pue-

    blo espaol de la carcoma que ha co-rrodo durante largos siglos el almapeninsular. Hizo ms el gobiernoMendizbal que la Repblica nacida

    con una experiencia de cien aos. Y nose arrancaron los 5.000.000.000 de

    pesetas que tenan incrustadas los je-suitas en la economa nacional.

    La cuestin financiera tampoco fueresuelta. Se reconocieron las deudas y

    los despilfarros de la Monarqua. Sehipertrofi el presupuesto. Se aumen-taron las clases pasivas y creci gran-demente la burocracia. La deudapblica que en 1814 ascenda a3.000.000.000 de pesetas, aumenta-da vertiginosamente con los desastrescoloniales y de Marruecos conocien-do un ligero desinflamiento en la po-ca de Villaverde llega al periodo

    abrileo con la cifra astronmica de22.000.000.000.

    El 14 de abril protege a los rentistas y grava al consumidor. El impuestosobre la renta fue algo truculento. Sehizo una poltica netamente burguesaa pesar de estar los socialistas en losescaos y en el Poder. Y los monopo-lios siguieron a la orden del da, conti-nuando en sus reales el

    contrabandista March que se dio elgustazo de fugarse de la crcel cuandoa l se le antoj.

    La cuestin de los Estatutos tampo-co dio un resultado satisfactorio. Enuno de los artculos de la Carta consti-tucional se habla de una Repblica fe-deral o federativa pero, en resumen decuentas, se mantuvo el centralismo.

    La cuestin agraria result un es-carnio. El Instituto de la ReformaAgraria fue un vivero de enchufistas.Haban de asentarse 5.000 campesi-nos por ao. Necesitaban tierra5.000.000. Al cabo de mil aos se hu-

    biera terminado tan jocosa y sangran-te reforma.

    En las cuestiones de trabajo se armun galimatas horrendo. El control

    obrero consisti en una serie de dele-gaciones que se las repartan las amis-

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    tades y los incondicionales.

    El problema de una Espaa coloni-zada se plante con el pleito de la Te-lefnica. A pesar de las bravatas de

    Prieto, a pesar de que en una confe-rencia celebrada en el Ateneo de Ma-drid se motej de leonino el contratode la Telefnica por el orondo ldersocialista y en contra de estas mani-festaciones se opt por ametrallar alos obreros de la Telefnica cuandosalieron a la calle pidiendo un justoaumento de salarios y como contrastese apuntal al capital norteamericano.

    Dos bienios hemos vivido. El rojo yel negro. En los dos, la clase obrerafue perseguida a mansalva.

    Los socialistas actuaron de lacayosdel capitalismo. Las leyes de defensade la Repblica, de Orden Pblico, del8 de abril son de un carcter amplia-mente represivo. Las derechas se sir-

    vieron a placer de ellas. La reaccinobrera se manifest en la quema deconventos, en los sucesos de Barcelo-na, en Figols, en el 8 de enero, en el 5de diciembre. Las deportaciones a Ba-ta y a Villa Cisneros adelantan la en-trega infamante de la Repblica a losenemigos seculares del proletariado.

    Los dos bienios fueron funestos. Lasocialdemocracia es responsable deque las derechas hayan vuelto a preva-

    lecer. Y son los culpables de que la re- volucin no haya podido evitar laintervencin extranjera, pues en abril

    de 1931 el fascio italiano an no se ha-ba librado de la espina de Adua y loshitlerianos tampoco haban logradoestructurar el Estado totalitario y na-cionalista. Las circunstancias eran fa-

    vorables. Pero la traicin de lossocialistas y el reformismo de Pestaa

    y adlteres, impidi llevar a la cima loque ms tarde va a ser mucho mscostoso.

    De esta amalgama de situacionesms o menos dispares, amaneci octu-

    bre.

    En Asturias se vivi el prlogo de

    julio. Se luch con denuedo y con bra-vura. En Catalua, Dencs se encargade alejar la clase trabajadora de aquelmovimiento que poda ser decisivo.

    En octubre, los socialistas pretend-an solamente amedrentar a Alcal Za-mora para que no entregase el poder alas derechas, como as lo haban in-tentado en las huelgas precedentes.De haber deseado la revolucin hubie-ran aprovechado el levantamientocampesino de junio de 1934 o bien lohubiesen aplazado para ligar la ciudadcon el campo. Pero los socialistas fue-ron desbordados por la clase trabaja-dora.

    Dos aos dur el Gobierno Lerroux-Gil Robles. Aos negros, de represin,de encarcelamientos. Culmina en fe-

    brero con las elecciones pro-presosque desemboca en las jornadas de ju-lio.

    19 de julio

    La tragedia de Espaa no tiene lmi-

    tes. Es intil que las plumas ms vi-brantes pretendan disear el dolor de

    este pueblo que lleva grabados en sus

    cuerpos y en sus mentes los horroresde un pasado y de un presente.

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    No podrn nuestros escritores refle-jar con exactitud el calvario de esta ra-za que parece talmente que hayanacido para sufrir.

    Este cuadro de dolor, este aguafuer-te espaol halla su mxima algidez enfebrero de 1936. En esta fecha, el sue-lo espaol era un inmenso presidio.Miles de trabajadores yacan tras re-

    jas.

    Nos hallamos en las puertas de ju-lio. Es necesario recordar los aconteci-mientos que constituyeron la antesaladel levantamiento militar.

    La poltica del bienio negro estabaen quiebra. Gil Robles no haba satis-fecho las apetencias de sus aclitos.Una pugna haba aflorado entre AlcalZamora y el jefe de Accin Popular. El

    jesuitismo respaldaba al Presidente dela Repblica. Era su nuevo candidato;no en balde haba levantado banderaen pro de la reforma constitucional yen pro de la religin. La vida de lasCortes era incierta. Los radicales esta-

    ban divorciados del bloque de las de-rechas, pues se sentan alejados delpesebre nacional. Las sesiones tumul-tuosas matizaban la jarana de una po-ltica baja, repugnante y criminal.

    El proletariado empezaba a mani-festarse de la forma que estaba ms asu alcance. Los mtines monstruosos

    celebrados en el Stadium de Madrid,en Baracaldo y en Valencia, congrega-ron inmensas multitudes. Es de la-mentar que aquellas demostracionesde tesn y de rebelda sirviesen a lapostre para revalorizar a una figura

    vetusta y reaccionaria como en el casopresente de Azaa. Y el error se pagams tarde con creces. Alcal Zamorase cree rbitro de la situacin. Disuel-

    ve las Cortes. Sus testaferros sonFranco, Goded, Cabanellas, Queipo de

    Llano, Mola. Elige para la consuma-cin de sus planes a un bandolero delas finanzas, Portela Valladares.

    Los resortes estatales le faltan al ca-

    cique gallego. A pesar de los puchera-zos electorales y del encasillado degobernacin, el resultado de las elec-ciones de febrero no satisfacen las an-sias de la Santa Sede.

    Alcal Zamora viendo frustradassus combinaciones, brinda a Portela ladeclaracin del estado de guerra. Por-tela no se atreve. Se da cuenta de queel pueblo espaol est en la calle.

    Aconseja la entrada de Azaa. Y acier-ta. El poltico del bienio rojo ser unsedante momentneo. Es lo que pre-tenda la reaccin en aquellos momen-tos. Un comps de espera, para irpreparando la sublevacin de los ge-nerales adictos a la Plaza de Oriente.

    El triunfo electoral de febrero noabri los ojos a los socialistas. Aque-llas protestas ciclpeas de la poblacinpenal, aquel entusiasmo para liberar alos presos del gran drama de octubre,no les sugiri nada nuevo. Siguieron laclsica pauta. Nuevas Cortes. Nuevaeleccin de Intendente de la Repbli-ca. Ocultaron al pueblo los propsitosdictatoriales de Alcala Zamora y susintenciones de entregar el mando a losmilitares.

    Pero el proletariado posea una du-ra experiencia de los bienios transcu-rridos. Se lanzan a la calle. Teasincendiarias prenden fuego a los cen-tros religiosos. Las crceles claman atravs de los muros. La ciudad y elcampo bullen por un igual. La idiotezde la socialdemocracia aplaza la eclo-sin popular. Afortunadamente el ce-rrilismo de las derechas, que no

    supieron apreciar en su verdadero va-lor el papel contrarrevolucionario de

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    Azaa y de Prieto, plantean al cabo decinco meses el problema en la calle.

    De febrero a julio se producen sen-dos disturbios. Volvi a derramarse

    sangre de trabajadores. La huelga delramo de la construccin de Madrid yun choque ocurrido en Mlaga revelael cretinismo de los polticos de febre-ro.

    Las derechas inician un plan desca-rado de ataque a la situacin que ema-na de unas elecciones teidas de unadosis sentimental. Los fascistas asesi-nan a mansalva, provocan algaradas.

    Se vislumbra que la Espaa negra tra-maba algo. Se hablaba con insistenciade una asonada militar.

    No haba duda. El proletariado esta-ba pisando el vestbulo de julio. Losgobernantes se encogan de espaldas.Entre el fascismo y el proletariadopreferan a los primeros. Y para des-pistar, el traidor nmero uno, CasaresQuiroga amenazaba desde el bancoazul a las derechas incitndolas a quesalieran a la calle.

    La muerte de Calvo Sotelo precipitlos acontecimientos. Se rumoreaba,con visos de verosimilitud, que los mi-litares se echaran a la calle de un ins-tante a otro. Se previnieron losgobernantes? Franco dispona demando en Canarias, Goded en las Ba-

    leares, Mola en Navarra... Por qu nose licenci inmediatamente a la tropa?Por qu no se arm, sin prdida detiempo, al pueblo? Los fascistas tam-

    bin contaban con poderosos auxilia-res en los sitiales gubernamentales!

    El da 17 de julio vino a descifrar elenigma en que estbamos rebatiendodesde fechas ha. En las Baleares, enMarruecos, en Canarias, la oficialidad

    se hallaba en franca revuelta.Qu medidas se tomaron para ata-

    jar la sublevacin? Qu hizo el go-bierno de este canalla, de este CasaresQuiroga? Encerrarse en la inercia msabsoluta. Esconder al pueblo la grave-dad de la situacin. Ordenar una seve-

    ra censura. Negar las armas alproletariado.

    Del da 17 al 19 de julio, haba tiem-po suficiente para reducir a los milita-res. Prevaleci una actitud suicida ysospechosa en alto grado. CasaresQuiroga es cmplice de Mola. Lo man-tuvo en Pamplona a pesar de habersedeclarado en franca rebelda desde las

    elecciones de febrero y a pesar de daramparo a todos los conspiradores dederechas.

    La traicin de las izquierdas es evi-dente. No se dio armas al pueblo por-que los demcratas burgueses temanal proletariado. Y as fue posible quemltiples localidades, que siempre ha-

    ban demostrado una potencialidadproletaria, cayesen fcilmente en po-

    der de los fascistas. En Zaragoza la ne-gativa del gobernador Vera Coronel,que entretuvo con entrevistas a los re-presentantes de la clase trabajadora,facilit el triunfo fascista. Y en Valen-cia, cuando en Espaa entera se esta-

    ba luchando, todava se toleraba lapermanencia de las fuerzas subleva-das en los cuarteles.

    En esta hora histrica, anegados desangre, acusamos, sin eufemismos, alos polticos republicanos que, por suaversin a la clase trabajadora, favore-cieron de una manera abierta al fas-cismo. Acusamos a Azaa, a CasaresQuiroga, a Companys, a los socialis-tas, a todos los farsantes de esta Rep-

    blica que surgida de un saineteabrileo ha destrozado los hogares dela clase trabajadora. Y esto ocurre porno haberse hecho la revolucin en sudebido tiempo.

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    Las armas las fue a buscar el pue-blo. Se las gan. Las conquist con suesfuerzo propio. No se las dio nadie.Ni el Gobierno de la Repblica ni laGeneralidad dieron un solo fusil.

    El 19 de julio, el proletariado seaposent en la calle como en las gran-des jornadas. Das antes haba actua-do sigilosamente de viga en las callesde las poblaciones espaolas. En la ca-pital catalana se remembraron das degloria y de lucha.

    El primer armamento lo sacaron lostrabajadores catalanes de unos buques

    surtos en el fondeadero barcelons.Del Manuel Arns y del Marqus deComillas, se sacaron las primeras ar-mas.

    Al amanecer del 19 de julio, los mili-tares se echaron a la calle. El pueblocataln arremeti contra ellos. Asaltcuarteles y luch hasta acabar con elpostrer reducto fascista.

    El proletariado cataln salv delfascismo a la Espaa proletaria. LaCatalua proletaria se converta en elfaro alumbrador de toda la pennsula.No importa que el agro espaol esten poder de los fascistas. Los trabaja-dores de los centros industriales res-cataremos a nuestros camaradas delcautiverio que les ha cado en suerte.

    En Madrid ocurri exactamente lo

    mismo. Tampoco les dieron armas.Las ganaron en la calle. El proletaria-do breg. Asalt el Cuartel de la Mon-taa. Venci a los militares. Y conescopetas, y como pudo, se dirigieronlos trabajadores a la Sierra de Guada-rrama para cortar el paso al generalMola que, al frente de las brigadas deNavarra, se dispona a conquistar lacapital castellana.

    En el Norte, en Levante y en diver-sas localidades de Aragn, de Andalu-

    ca y de Extremadura se derrot al fas-cismo. Pero en el resto de la pennsulalos obreros estaban desarmados y tu-

    vieron que enfrentarse con los propiosgobernadores de izquierda que facili-

    taron el golpe de la hez espaola.

    A Casares Quiroga le sucedi un go- bierno Martnez Barrios. El polticoque torpede las constituyentes deabril ocupaba el Poder para pactar conlos fascistas y entregarles el mando.La rpida reaccin de la clase trabaja-dora impidi que se fraguase una delas traiciones ms infamantes, que si

    no se lleg a cometer fue debido a queno hubo tiempo para ello. De esta ma-niobra vil han de responder los polti-cos con sus cabezas, empezando por

    Azaa.

    La atmsfera pesimista de los pri-meros instantes, el propsito de ren-dicin que anidaba en los centrosoficiales, fue rpidamente contrarres-tado por la bravura del proletariado. A

    Martnez Barrios le sustituye Giral.Hemos relatado los aspectos de ca-

    rcter anecdtico. Pero es preciso de-tenerse unos instantes ms en julio, yes necesario examinar qu clase de re-

    volucin fue la de aquellas memora-bles jornadas.

    Se ha teorizado mucho en torno dejulio. Los burgueses demcratas y los

    marxistas aseguran que la explosinpopular de julio ha de catalogarse co-mo un acto de legtima defensa querealiz el proletariado al verse acosa-do por su mayor enemigo. En torno deesta tesis se argumenta que no puedeconsiderarse julio como una manifes-tacin tpicamente revolucionaria y declase.

    La tesis de nuestros antpodas es

    falsa. Las revoluciones se producen enuna fecha imprevista pero siempre es-

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    tn precedidas de un largo periodo degestacin. En abril se cerr un parn-tesis y se abri otro. Y este segundoparntesis, lo encabez precisamente,en abril, la clase trabajadora y todava

    sigue en las avanzadillas de la revolu-cin. De no haberse lanzado el prole-tariado a la calle en julio, lo hubiesepracticado fechas ms tarde, pero nohubiese desistido de su noble empeode redimirse del yugo burgus.

    La pequea burguesa sustenta queen las jornadas de julio nos encontra-mos todos los sectores en la va pbli-

    ca. Pero les hemos de recordar que sila C.N.T. y la F.A.I. no hubiesen acudi-do a los lugares de peligro se hubierarepetido la astracanada del octubre

    barcelons.

    En Catalua predominan los traba- jadores que estn organizados en laC.N.T. Los que niegan esta realidad esque desconocen o se empean en ig-norar la historia de la C.N.T. en el sue-

    lo cataln.La revolucin de julio fue una revo-

    lucin impulsada por los trabajadores y por lo tanto de clase. La pequea burguesa actu de apndice y nadams. Tanto en la calle como en teora.

    Pero existen razones de tanto o mspeso. El recuerdo de las conmocionesde tipo poltico que capitane el capi-

    talismo en los siglos XVII, XVIII yXIX se ha esfumado y desvanecidas,adems, las ilusiones democrticaspequeo burguesas por los resultadoshabidos en los ensayos precedentes-1873, abril, febrero en Espaa no ca-

    ba otra revolucin que la de tipo so-cial que amaneci esplendorosa en

    julio.

    La experiencia de abril es definitiva.

    Bastaba para que no incurrisemos ennuevos errores. No nos referimos ex-

    clusivamente a la represin de quefuimos objeto. Nos ceimos a la tra-

    yectoria disparatada que patrocinaronlos marxistas.

    Cmo se comprende que en la re-volucin de julio se hayan repetido losdesaciertos que hemos criticado cen-tenares de veces? Cmo es que en ju-lio no se propugn por una revolucinde clase? Cmo es que las organiza-ciones obreras no asumieron la mxi-ma responsabilidad del pas?

    La inmensa mayora de la poblacintrabajadora estaba al lado de la C.N.T.

    La organizacin mayoritaria, en Cata-lua, era la C.N.T. Qu ocurri paraque la C.N.T. no hiciese su revolucinque era del pueblo, la de la mayoradel proletariado?

    Sucedi lo que fatalmente tena queocurrir. La C.N.T. estaba hurfana deteora revolucionaria. No tenamos unprograma correcto. No sabamosadonde bamos. Mucho lirismo pero,en resumen de cuentas, no supimosqu hacer con aquellas masas enor-mes de trabajadores; no supimos darplasticidad a aquel oleaje popular quese volcaba en nuestras organizaciones

    y, por no saber qu hacer, entregamosla revolucin en bandeja a la burgue-sa y a los marxistas, que mantuvieronla farsa de antao y, lo que es muchopeor, se ha dado margen para que la

    burguesa volviera a rehacerse y ac-tuase en plan de vencedora.

    No se supo valorizar la C.N.T. No sequiso llevar adelante la revolucin contodas sus consecuencias. Se temieronlas escuadras extranjeras alegandoque los barcos de la escuadra inglesaenfilaran el puerto de Barcelona.

    Es que se ha hecho alguna revolu-

    cin sin tener que afrontar innmerasdificultades? Es que hay alguna revo-

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    lucin en el mundo de tipo avanzadoque haya podido eludir la intervencinextranjera?

    Partiendo del temor y dejndose in-

    fluenciar por la pusilanimidad no sellega nunca a la cima. Solamente losaudaces, los decididos, los hombres decorazn, pueden aventurarse a lasgrandes conquistas. Los temerosos notienen derecho a dirigir las multitu-des, ni a salir de casa.

    Cuando una organizacin se ha pa-sado toda la vida propugnando por larevolucin, tiene la obligacin de ha-

    cerla cuando precisamente se presentauna coyuntura. Y en julio haba oca-sin para ello. La C.N.T. deba encara-marse en lo alto de la direccin delpas, dando una solemne patada a to-do lo arcaico, a todo lo vetusto, y deesta manera hubisemos ganado laguerra y hubiramos salvado la revo-lucin.

    Pero se procedi de una maneraopuesta. Se colabor con la burguesaen las esferas estatales en el precisomomento que el Estado se cuarteabapor los cuatro costados. Se robustecia Companys y a su squito. Se inyectun baln de oxgeno a una burguesaanmica y atemorizada.

    Una de las causas que ms directa-mente ha motivado la yugulacin de la

    revolucin y el desplazamiento de laC.N.T. es el haber actuado como sec-tor minoritario a pesar de que en lacalle disponamos de la mayora.

    En esta tesitura minoritaria, laC.N.T. no ha podido hacer valer susproyectos, vindose constantementesaboteada y envuelta en las redes de lapoltica turbia y falaz. Y en la Genera-lidad, y en el Municipio, dispona de

    menos votos que los otros sectores,siendo as que el nmero de afiliadosde nuestras organizaciones era muysuperior. Y adems, la calle la gana-mos nosotros. Por qu la cedimos tan

    tontamente?

    Por otra parte afirmamos que las re- voluciones son totalitarias por msquien afirme lo contrario. Lo que ocu-rre es que diversos aspectos de la re-

    volucin se van plasmandopaulatinamente, pero con la garantade que la clase que representa el nue-

    vo orden de cosas es la que usufructa

    la mayor responsabilidad. Y cuando sehacen las cosas a medias, se producelo que estamos comentando, el desas-tre de julio.

    En julio se constituy un comit demilicias antifascistas. No era un orga-nismo de clase. En su seno se encon-traban representadas las fracciones

    burguesas y contrarrevolucionarias.Pareca que enfrente de la Generali-

    dad se haba levantado el comit suso-dicho. Pero fue un aire de bufonada.Se constituyeron las patrullas de con-trol. Eran hombres de las barricadas,de la calle. Se tomaron las fbricas, lasempresas, los talleres, y se arrebat lapresa al latifundismo. Se crearon co-mits de defensa de barriada, munici-pales, comits de abastos.

    Han transcurrido diecisis meses.Qu resta? Del espritu de julio, unrecuerdo. De los organismos de julio,un ayer.

    Pero queda en pie todo el tingladopoltico y pequeo burgus. En la Pla-za de la Repblica de la capital catala-na persiste la maraa de unos sectoresque slo pretenden vivir a espaldas dela clase trabajadora.

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    3 de mayo

    Ha sido en el permetro cataln endonde se ha esforzado ms la contra-

    rrevolucin en aplastar las esenciasrevolucionarias de julio.

    La Catalua industrial, por su confi-guracin econmica, permita concen-trar grandes masas de trabajadoreseducados en un ambiente clasista, defbrica, de taller. Esta idiosincrasia delos centros fabriles es de un alto senti-do halageo para la consecucin delas reivindicaciones revolucionarias.

    La poblacin laboriosa de Cataluadio vida en julio a una nueva tnicasocial. Resurgi un proletariado ind-mito que posea el adiestramiento delargos aos de lucha en los cuadrosconfederales. La revolucin social enCatalua poda ser un hecho. Adems,este proletariado revolucionario podahaber servido de contrapeso a un Ma-drid burocrtico y reformista y la in-

    fluencia de una Vizcaya catlica.

    Pero los acontecimientos tomaronotro giro. En Catalua no se hizo la re-

    volucin. La pequea burguesa, queen las jornadas de julio se escondi enlas trastiendas, al percatarse de que elproletariado era nuevamente vctimade unos lderes sofistas se aprest adar la batalla.

    Lo chocante del caso es que al ha-blar de mesocracia nos hemos de refe-rir a los marxistas que hanarramblado con todos los tenderos ycon los 120.000 votantes de la Lliga.

    El socialismo en Catalua ha sidofunesto. Han nutrido sus filas con una

    base adversa a la revolucin. Han ca-pitaneado la contrarrevolucin. Handado vida a una U.G.T. mediatizada

    por el G.E.P.C.I. Los lderes marxistashan entonado loas a la contrarrevolu-

    cin. Y en torno del frente nico hanesculpido frases, eliminando primera-

    mente al P.O.U.M. y ms tarde han in-tentado repetir la hazaa con laC.N.T..

    Las maniobras de la pequea bur-guesa aliada de los socialistas-comu-nistas, culminaron en los sucesos demayo.

    Distintas versiones han corridoacerca de mayo. Pero la verdica es

    que la contrarrevolucin pretendaque la clase trabajadora saliera a la ca-lle en un plan de indecisin paraaplastarla. En parte, lograron sus pro-psitos por la estulticia de unos diri-gentes que dieron la orden de alto elfuego y motejaron a los Amigos deDurruti de agentes provocadorescuando la calle estaba ganada y elimi-nado el enemigo.

    La contrarrevolucin senta un inte-rs evidente de que el orden pblicopasase a depender del Gobierno de

    Valencia. Se logr gracias a Largo Ca-ballero y es de remarcar que en aquelentonces la C.N.T. dispona de cuatroministros en las esferas gubernamen-tales.

    Tambin se ha sealado que la pe-

    quea burguesa haba tramado unplan de intervencin extranjera con laexcusa de unos disturbios. Se asegurque las escuadras extranjeras dirigansu proa a Barcelona de divisiones mo-torizadas del ejrcito francs que esta-

    ban a punto de intervenir en lospuestos fronterizos. Y a esto puedeagregarse la labor conspiradora de de-terminados polticos que se encontra-

    ban en la capital francesa.El ambiente estaba enrarecido. Se

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    rasgaban los carnets de la C.N.T. Sedesarmaba a los militantes de laC.N.T. y de la F.A.I. Se producan con-tinuados choques que no desembocanen sucesos de mayor gravedad por pu-

    ra casualidad. Las provocaciones quehubimos de soportar los trabajadoresfueron mltiples. Las bravatas de lamesocracia emergan a la superficiesin tapujos ni rodeos.

    La muerte de un militante socialistade Roldn fue aprovechada paracelebrar una manifestacin monstruoen la que tom parte toda la chusma

    contrarrevolucionaria.Todas las anomalas eran achacadas

    a la C.N.T. De todos los desmanes seculpaba a los anarquistas. La escasezde los artculos alimenticios era atri-

    buida a los comits de abastos.

    El da 3 de mayo se produjo la ex-plosin. El comisario de orden pblicoRodrguez Salas con el visto buenode Aguad irrumpe al frente de unaseccin de guardias de asalto en la Te-lefnica e intenta desarmar a los ca-maradas de la C.N.T., a pesar de queen la Telefnica exista un control delas dos sindicales.

    La hazaa del provocador Rodr-guez Salas del P.S.U.C. fue un to-que de clarn. En pocas horas selevantaron barricadas en todas las ca-

    lles de la ciudad de Barcelona. Empe-z el crepitar de los fusiles, son eltableteo de las ametralladoras, retum-

    b en el espacio el estampido de loscaones y de las bombas.

    La lucha se decidi en pocas horas afavor del proletariado enrolado en laC.N.T. que como en julio defenda susprerrogativas arma al brazo. Ganamosla calle. Era nuestra. No haba poder

    humano que nos la pudiese disputar.Las barricadas obreras cayeron inme-

    diatamente en nuestro poder. Y poco apoco el reducto de los contrincantesqued circunscrito a una parte delcasco de la poblacin el centro urba-no que pronto se hubiese tomado de

    no haber ocurrido la defeccin de loscomits de la C.N.T.

    Nuestra Agrupacin, al percatarsede la indecisin que se haba manifes-tado en el curso de la lucha y de la fal-ta de direccin tanto callejera comoorgnica, lanz una octavilla y mstarde un manifiesto.

    Se nos tild de agentes provocado-

    res porque exigamos el fusilamientode los provocadores, la disolucin delos cuerpos armados, la supresin delos partidos polticos que haban ar-mado la provocacin, amn de laconstitucin de una Junta revolucio-naria, de recabar la socializacin de laeconoma y de reclamar todo el podereconmico para los sindicatos.

    Nuestra opinin expuesta en aque-llos instantes lgidos, a travs de laoctavilla y del manifiesto, radicaba enque no se abandonasen las barricadassin condiciones, pues se iba a producirel primer caso en la historia de que unejrcito victorioso cediese el terreno alcontrincante.

    Se necesitaban garantas de que noseramos perseguidos. Pero los capi-

    tostes de la C.N.T. aseguraban que losrepresentantes de la organizacin enla Generalidad velaran por la clasetrabajadora. No obstante, ocurri lasegunda parte de lo que haba acaeci-do horas antes en Valencia.

    Se abandonaron las barricadas sinque se nos hiciera caso. A medida quefue serenndose el horizonte catalnse fueron conociendo los desmanes

    cometidos por los marxistas y por lafuerza pblica. Tenamos razn. El ca-

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    marada Berneri fue sacado de su do-micilio y muerto a tiros en plena calle;treinta camaradas aparecieron horri-

    blemente mutilados en Sardaola; elcamarada Martnez, de las Juventudes

    Libertarias, perdi su vida de una ma-nera misteriosa en las garras de laCheca y un crecido nmero de cama-radas de la C.N.T. y de la F.A.I. fueron

    vilmente asesinados.

    Hemos de recordar que el profesorBerneri era un culto camarada italianode esta Italia antifascista que nutre lasislas de deportacin, los cementerios y

    los campos de concentracin y, a lapar que sus camaradas antifascistas,no poda permanecer en la Italia deMussolini.

    Una intensa ola represiva sigui aestos asesinatos. Detenciones de ca-maradas por las jornadas de julio y demayo; asaltos de sindicatos, de colec-tividades, de los locales de los Amigosde Durruti, de las Juventudes liberta-

    rias, del P.O.U.M.Un suceso ha de remarcarse. La de-

    saparicin y muerte de Andrs Nin.Ha transcurrido ms de medio ao yel Gobierno todava ha de aclarar elpretendido misterio que rodea el ase-sinato de Nin. Se sabr algn daquien ha muerto a Nin?

    Despus de mayo la contrarrevolu-

    cin se sinti ms fuerte que nunca.Las potencias extranjeras ayudaron aesta reaccin mesocrtica. A los pocosdas se constituye el Gobierno Negrnque naci con dos objetivos: el aniqui-lamiento de la fraccin revolucionariadel proletariado y la preparacin de

    un abrazo de Vergara. Y en Cataluase constituy un gobierno de Secreta-rios de partidos polticos y de organi-zaciones sindicales hasta que LuisCompanys arroj de la Generalidad a

    los representantes de la C.N.T.

    Los sucesos de mayo tienen unascaractersticas muy distintas a las de

    julio. En mayo el proletariado se baticon un espritu netamente de clase.No caba duda de que la clase trabaja-dora quera radicalizar la revolucin.

    Por ms que la prensa reaccionariatrate de empaar la naturaleza de ma-

    yo pasar a la historia como un gestorpido y oportuno del proletariadoque sintiendo amenazada la revolu-cin sali a la calle a salvarla y a reva-lorizarla.

    En mayo estbamos a tiempo desalvar la revolucin. Quizs muchos searrepientan en estos histricos mo-mentos de haber hecho cesar el fuego.

    Y si no que claven la vista en las crce-les abarrotadas de trabajadores.

    La Agrupacin Los amigos de Du-rruti cumpli con su deber. Fuimoslos nicos que estuvimos a la altura delas circunstancias. Supimos prever losresultados.

    Nunca podr olvidarse mayo. Fue elaldabonazo ms fuerte que ha propi-

    nado la clase trabajadora en los prti-cos burgueses. Los historiadores, alhablar de las jornadas de mayo, ten-drn que hacer justicia al proletariadocataln que sent en aquellas jornadaslos jalones de una nueva etapa que hade ser proletaria, cien por cien.

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    La independencia de Espaa

    La intervencin de las potencias ex-tranjeras ha vuelto a poner sobre el ta-

    pete espaol el eterno problema enque se ha debatido nuestro pas.

    Desde el siglo XVI que la poltica es-paola ha sido un feudo de las poten-cias extranjeras. Dos dinastas, laaustraca y la borbnica, amn del li-gero reinado de Amadeo de Saboya,han sojuzgado a los pobladores espa-oles hasta el 14 de abril de 1931.

    La independencia de Espaa ha si-do siempre un mito. ElForeign Officey el Quai d'Orsay han jugado un papelimportantsimo en nuestras delibera-ciones. Recurdese el indulto de San-

    jurjo en la sublevacin de agosto de1932, que se concedi por la presinhecha por el gobierno francs.

    La economa espaola, que es agra-ria por excelencia, nos ha tenido liga-

    dos a las grandes potenciasindustriales. Para exportar nuestrosagrios nos hemos visto obligados acomprar maquinaria que la podamosfabricar en nuestro terruo. Y paraque Londres recibiera nuestra naran-

    ja, se nos impeda comprar carbn in-gls con el contraste de que haba dereducir las jornadas de las cuencascarbonferas por existir stocks sobrea-

    bundantes de mineral.Exportamos hierro, cobre y otros

    minerales y despus comprbamos, ala misma nacin que nos compraba lamateria prima, las mquinas elabora-das con el material exportado.

    Nuestro subsuelo es riqusimo, peroest en posesin del capital extico.Los tentculos de las finanzas interna-

    cionales aprisionan nuestro pas y de- voran la riqueza verncula. Los

    trabajadores espaoles han trabajadosiempre para satisfacer los dividendos

    y los beneficios cuantiosos de los ac-cionistas y rentistas extranjeros.

    El espritu de independencia de losespaoles se ha manifestado desde losalbores de nuestra historia. Mltipleshan sido las invasiones pero nuncahan podido abatir el espritu sagradode independencia.

    Pero as como en los tiempos de los

    iberos, de los fenicios, de los cartagi-neses, de los romanos, de los rabes,de los franceses, no se manifestaba uncarcter social muy distinto al de lasinvasiones precedentes.

    En la invasin napolenica lucha-ban juntos liberales y absolutistas. Allado del Cura Merino se hallaba elEmpecinado aunque slo fuese mo-mentneamente.

    En la expedicin del Duque de An-gulema decretada en Viena por la San-ta Alianza, ya se manifest un distingopeninsular. El Cura Merino luchaba allado de las fuerzas invasoras. En cam-

    bio, el Empecinado se opona a la en-trada de las fuerzas extranjeras.

    Hoy se repite lo acaecido en la po-ca de Fernando VII. Tambin en Vie-

    na se celebr una reunin de losdictadores fascistas para dilucidar suintervencin en Espaa. Y el lugar queocupaba el Empecinado es desempe-ado por los trabajadores en armas.

    Alemania e Italia estn carentes dematerias primas. Necesitan hierro, co-

    bre, plomo, mercurio. Pero estos mi-nerales espaoles estn detentados

    por Francia e Inglaterra. No obstanteintentan conquistar Espaa, Inglate-

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    rra no protesta en forma airada. Porbajo mano intenta negociar con Fran-co.

    Y en el curso de la guerra ha contri-

    buido al bloqueo de nuestros puertos.Los buques fascistas descargan mate-rial blico en los puertos facciosos ycargan mineral, ganado, aceite... Elfascismo internacional necesita artcu-los alimenticios. El lema de Hitler dems caones y menos manteca y laautarqua de Mussolini, los induce asaquear las regiones agrarias que es-tn bajo la frula de los generales su-

    blevados.En el aspecto econmico hemos de-

    pendido siempre del extranjero. Lostratados comerciales, la balanza depagos, nunca nos han favorecido. Estatnica ha constituido una pesadillapara nuestra economa.

    El problema de Espaa es de un ca-rcter colonial. El capitalismo quearroj al feudalismo del coto nacional,incurre en una contradiccin de apun-talar el rgimen feudal en los pasesque desea explotar. Este es el caso deEspaa, como el de China.

    La clase trabajadora ha de conse-guir la independencia de Espaa. Noser el capitalismo indgena quien lologre, puesto que el capital internacio-nal est ntimamente entrelazado de

    un confn a otro. Este es el drama dela Espaa actual. A los trabajadoresnos toca arrojar a los capitalistas ex-tranjeros. No es un problema patriti-co. Es un caso de intereses de clase.

    Tal como se desarrollan las intrigasinternacionales, es presumible que In-glaterra procure liquidar el asunto es-

    paol a base de un statu-quo vergon-zoso. Harn concesiones econmicas

    y coloniales a Alemania y a Italia? Seconceder parte de la explotacin denuestro subsuelo a las potencias ex-

    tranjeras? Se repartirn Espaa?

    A Inglaterra le interesa nuestra ri-queza minera pero es tan colosal elchantaje fascista, que irradia todo elmundo, agregando el famoso pactoanticomunista, que a lo mejor la rubia

    Albin ceda a pesar de que no puedetolerar que le amenacen el libre pasode sus barcos por el Mare Nostrum.

    Es difcil vaticinar el futuro. No he-mos de confiar en la Sociedad de Na-ciones, ni en los mltiples comits,subcomits, ni en las Conferenciasque como en Nyon slo se hace quedar largas al asunto. Pero podemos re-marcar que los conservadores inglesesrecurren a Lord Halifax, el masacra-dor de las Indias.

    Slo nos cabe una pregunta: Que-rr Francia poner en juego su seguri-dad no solamente martima sinoterrestre? Seguir Francia la polticade no intervencin forjada por LenBlum? Querr renunciar a su ejrcitocolonial?

    No confiamos en nadie. La salva-cin est en nuestras manos. Las po-

    tencias extranjeras se inclinan por elmal menor, por el pasteleo. Y la clasetrabajadora sabr impedir que Espaasea sometida a un estatuto internacio-nal del tipo de Tnger, de Dantzig, delSarre.

    Vencer o morir, camaradas. Este esel dilema de la hora presente.

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    El colaboracionismo y la lucha de clases

    En el movimiento obrero espaol,como en general ha ocurrido en todos

    los pases, se van manifestando dostendencias. La colaboracionista y laque no admite transacciones de nin-guna especie con el adversario.

    En nuestro suelo, el socialismo, consu apndice sindical la U.G.T., ha en-carnado el clsico papel de los refor-mistas, el clich de los obrerosrenegados o bien de los intrusos en lasorganizaciones obreras que tiendenexclusivamente a uncir el proletariadoal carro de la burguesa.

    Son notorias las manifestaciones deIndalecio Prieto en el bienio rojo, apropsito de la huelga de ferroviariosque caracteriza la entrada del colabo-racionismo: Soy antes ministro quesocialista, exclamaba don Inda enaquella ocasin.

    La revolucin espaola ha adolecidode la influencia notoria que han pose-do los reformistas en las directrices dela misma. No se ha querido interpre-tar el sentido social y de clase quetranspiraron las jornadas de julio.

    La lucha de clases que siempre ha-ba sido patrocinada por la C.N.T. hapasado a ser plato de segunda mesa

    por una retahla de cuestiones quehan perjudicado enormemente el cur-so de la revolucin. Y al constatar esteabandono, no solamente hemos de la-mentar la desfiguracin revoluciona-ria sino que tambin constatamos laprdida de posiciones de carcter or-gnico por no haber mantenido preci-samente los derroteros de larevolucin en un terreno clasista y ha-

    ber conculcado el Sindicalismo Revo-lucionario.

    Los sindicatos son los rganos querepresentan de una manera genuina el

    espritu de clase de los trabajadoresen su eterna pugna con el capitalismo.Si relegamos a segundo trmino lossindicatos, forzosamente el proletaria-do ha de sentirse perjudicado en suspropios intereses.

    La colaboracin es funesta en todosmomentos. No se ha de colaborar conel capitalismo, ni desde fuera del Esta-do burgus ni dentro de las mismas

    esferas gubernamentales. Nuestro pa-pel como productores se halla en lossindicatos, fortaleciendo los nicos es-tamentos que han de subsistir despusde una revolucin que encabecen lostrabajadores.

    La lucha de clases no es bice paraque en los momentos actuales los tra-

    bajadores sigan luchando en los cam-

    pos de batalla y trabajando en lasindustrias de guerra. Pero s ha de te-nerse en cuenta que al plantearse unnuevo movimiento se ha de procedercon un sentido de clase y dando la de-

    bida prioridad a los sindicatos.

    Al margen de los sindicatos no pue-de existir otro organismo econmicoque restrinja sus facultades. Y frente alos sindicatos no puede mantenerse

    un Estado, mucho menos reforzarlocon nuestras propias fuerzas. La luchacon el capital sigue en pie. Subsisteuna burguesa en nuestro propio te-rruo que est en concomitancia conla burguesa internacional. El proble-ma es el mismo que aos atrs.

    Mantengamos la personalidad delos sindicatos. Sigamos la trayectoriasealada por la C.N.T. en su peculiar

    forcejeo con la burguesa indgena co-mo fue siempre norma antes del 19 de

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    julio.

    Los colaboracionistas son aliados dela burguesa. Los individuo que pro-pugnan tales concomitancias no sien-

    ten la lucha de clases ni tienen lamenor estima por los sindicatos.

    En ningn instante ha de aceptarsela consolidacin de nuestro adversa-rio.

    Al enemigo hay que batirlo. Y si endeterminadas ocasiones se efectauna pausa, no ha de convertirse estadisgresin social en una posicin defranca ayuda al capital.

    Entre explotadores y explotados nopuede haber el menor contacto. Sloen la lucha se ha de decidir quin seimpondr. O los trabajadores o los

    burgueses. Pero de ningn modo am-

    bos a la vez.

    El porvenir est en manos de la cla-se trabajadora. Los parias no tenemosnada que perder y en cambio podemosganar nuestra emancipacin que es elporvenir de la familia obrera.

    Rompamos las cadenas. Fortalezca-mos los sindicatos. Mantengamos elespritu de la lucha de clases.

    Nuestra posicin

    Es un momento de concretar. Va-mos a hacerlo con arreglo a cada unode los problemas que plantea la situa-cin presente.

    Ante el problema de la guerra so-mos partidarios de que el ejrcito estabsolutamente controlado por la clasetrabajadora. No nos merecen la menorconfianza los oficiales procedentes delrgimen capitalista. Se han producidonumerosas deserciones y la mayorade los desastres que hemos encajadoes debido a traiciones evidentes de losmandos. Y por lo que atae al ejrcito,

    propugnamos por un ejrcito revolu-cionario y dirigido exclusivamente porlos trabajadores; y en el caso de em-plear algn oficial ha de estar bajo uncontrol riguroso.

    Reclamamos la direccin de la gue-rra para los trabajadores. Tenemosmotivos suficientes para ello. Las de-rrotas de Toledo, de Talavera, la pr-

    dida del Norte y la de Mlaga, denotauna falta de competencia y de honra-

    dez en las esferas gubernamentalespor las siguientes razones:

    El Norte de Espaa se poda salvaradquiriendo el stock de material bli-

    co que para hacer frente al enemigo serequera. Y para eso haban medios.Las reservas de oro del Banco de Es-paa permitan abarrotar el suelo es-paol de armamento. Por qu no sehizo? Haba tiempo para ello. No hade olvidarse que el control de no inter-

    vencin no empez a contar hasta elcabo de unos meses de haber estalladola conflagracin espaola.

    La direccin en los asuntos blicosha sido un desastre. La actuacin deLargo Caballero es funesta. Es el res-ponsable de que el frente de Aragnno haya dado el rendimiento apeteci-do. Su oposicin a que se armase elsector aragons ha impedido que Ara-gn se salvase de las garras del fascis-mo y al mismo tiempo que se pudiera

    descongestionar los frentes de Madrid y del Norte. Y fue Largo Caballero

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    quien manifest que dar armas alfrente aragons era tanto como entre-garlas a la C.N.T.

    Somos enemigos de la colaboracincon los sectores burgueses. No cree-mos que se pueda abandonar el senti-do de clase.

    Los trabajadores revolucionarios nohan de desempear cargos oficiales nihan de aposentarse en los ministerios.Se puede colaborar mientras dure laguerra en los campos de batalla, en lastrincheras, en los parapetos y produ-ciendo en la retaguardia.

    Nuestro lugar est en los sindicatos,en los lugares de trabajo, mantenien-do el espritu de rebelda que afloraren la primera ocasin que se presente.Es este el contacto que hemos de man-tener.

    No ha de participarse en las combi-naciones que urden los polticos bur-gueses de consuno con las cancillerasextranjeras. Es tanto como fortalecer a

    nuestros adversarios y apreciar ms eldogal capitalista.

    No ms carteras. No ms ministe-rios. Volvamos a los sindicatos y al piede los tiles de trabajo.

    Propugnamos la unidad del proleta-riado. Pero entindase bien, esta uni-dad ha de realizarse entretrabajadores y no con burcratas ocon enchufistas.

    En el instante actual es factible unainteligencia de la C.N.T. con la frac-cin revolucionaria de la U.G.T. Y nocreemos realizable una entente con laU.G.T. de Catalua ni con los prietis-tas.

    La socializacin de la economa esindispensable para el triunfo de laguerra y para el encauzamiento de la

    revolucin. No puede perseverar ladesligazn actual. Ni puede concep-

    tuarse beneficioso que los distintoscentros de produccin no marchen deuna manera coordinada.

    Pero han de ser los trabajadores

    quienes lo realicen.El problema religioso ni debe remo-

    verse. El Pueblo ya dijo su ltima pa-labra. No obstante parece que setiende a abrir de nuevo los templos.La puesta en vigor de la libertad decultos y las misas celebradas, nos dapbulo para suponer que los gober-nantes se olvidan de las grandes jor-nadas incendiarias.

    La distribucin de los productos hade racionarse de una manera absoluta.No puede tolerarse que los trabajado-res no puedan comer mientras que losacaudalados hallan comida en los res-taurantes controlados por la propiaclase trabajadora.

    Se ha de socializar la distribucin,junto con un racionamiento riguroso.

    La burocracia ha de desaparecer.Los miles de burcratas que han llega-do a Barcelona revela una de las ma-

    yores plagas que sufrimos. En lugardel burcrata ha de haber un trabaja-dor. Y como burcrata entendemos elholgazn, el individuo de caf.

    Supresin absoluta de la burocracia.

    Los sueldos fabulosos han de desa-

    parecer inmediatamente. Es un escar-nio que los milicianos cobren diezpesetas diarias y en cambio existensueldos cuantiosos que los cobran los

    burcratas Azaa y Companys queperciben los sueldos de antao.

    Nosotros queremos que se implanteel salario familiar. Y que se acabe deuna vez esta irritante desigualdad.

    La justicia ha de ejercerla el pueblo.No puede consentirse la desviacin

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    surgida en este terreno. De los prime-ros tribunales de clase se ha cado enunos organismos integrados por losmagistrados de carrera. Y volvemos aestar como antes. Y ahora se suprimi-

    rn los jurados.

    La Justicia proletaria solamentepertenece a los trabajadores.

    El agro espaol se ha de encauzaren un sentido socializador. El saboteode las colectividades ha entorpecidoenormemente la vida de nuestro suelo

    y ha favorecido la especulacin. El in-tercambio de la ciudad con el campo

    acercar los campesinos a la clase pro-letaria. Y se vencer esta mentalidaddel trabajador del campo que est ha-

    bituado a cultivar un coto determina-do.

    Los problemas culturales, comocualquier otro aspecto referente acualquier actividad del pas, sea de ca-rcter social, cultural o econmico, in-cumbe de una manera cerrada a los

    trabajadores que son quienes han for-jado la nueva situacin.

    El orden revolucionario lo ejercernlos obreros. Exigimos la disolucin de

    los cuerpos uniformados que no sonninguna garanta para la revolucin.Los sindicatos han de avalar a los en-cargados de velar por el nuevo ordenque queremos implantar.

    Por lo que atae a la poltica inter-nacional no aceptaremos ningn ar-misticio. Y por lo que se refiere a lapropaganda de nuestra revolucin en-tendemos que ha de efectuarse en loscentros de produccin del extranjero yno en las cancilleras y mucho menosen los cabarets.

    A los trabajadores extranjeros se les

    ha de hablar en un lenguaje revolucio-nario. Hasta ahora se ha empleado unlxico democrtico. Se ha de inculcar alas organizaciones obreras, de todo elmundo, que es necesario que se mue-

    van; que saboteen los productos fas-cistas; que se nieguen a embarcarmaterias primas o material blico paralos asesinos del pueblo espaol. Y quese manifiesten en la calle, que exijan

    de sus gobiernos respectivos que se dun trato de justicia a la causa que esta-mos defendiendo que es la causa delproletariado mundial.

    Nuestro programa

    Las revoluciones no pueden ganarsesi estn ausentes de unas directrices yobjetivos inmediatos. En la revolucinde julio hemos podido constatar estafalla. La C.N.T. a pesar de tener lafuerza no supo cincelar la gesta quecon un carcter de espontaneidad semanifest en la calle. Los mismos diri-gentes se encontraron sorprendidosante unos acontecimientos que paraellos haba de catalogarse como algoimprevisto.

    No se supo qu camino seguir. Faltuna teora. Habamos pasado una se-rie de aos movindonos en torno deabstracciones. Qu hacer? se pregun-taran los dirigentes de aquella hora. Yse dejaron perder la revolucin.

    En estos instantes supremos no hayque vacilar. Pero hay que saber adn-de se va. Y este vaco lo queremos lle-nar nosotros, pues entendemos queno se puede repetir lo que ocurri en

    julio y en mayo.

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    En nuestro programa introducimosuna ligera variante dentro del anar-quismo. La constitucin de una Juntarevolucionaria.

    La revolucin a nuestro entendernecesita de organismos que velen porella y que repriman, en un sentido or-gnico, a los sectores adversos que lascircunstancias actuales nos han de-mostrado que no se resignan a desa-parecer si no se les aplasta.

    Puede que haya camaradas anar-quistas que sientan ciertos escrpulosideolgicos pero la leccin sufrida es

    bastante para que nos andemos conrodeos. Si queremos que en una prxi-ma revolucin no ocurra exactamentelo mismo que en la actual, se ha deproceder con la mxima energa conquienes no estn identificados con laclase trabajadora.

    Hecho este ligero prembulo vamosa trazar nuestros puntos programti-cos.

    I.- Constitucin de una Junta revo-lucionaria o Consejo Nacional de de-

    fensa. Este organismo se constituirde la siguiente manera: Los miembrosde la Junta Revolucionaria se elegirndemocrticamente en los organismossindicales. Se tendr en cuenta el n-mero de camaradas desplazados alfrente que forzosamente habrn de te-

    ner representacin. La Junta no se in-miscuir en los asuntos econmicosque ataen exclusivamente a los sindi-catos.

    Las funciones de la Junta revolucio-naria son las siguientes:

    a) Dirigir la guerra.b) Velar por el orden revoluciona-

    rio.c) Asuntos internacionales.

    d) Propaganda revolucionaria.

    Los cargos sern renovados peridi-camente para evitar que nadie tengaapego al mismo. Y las Asambleas sin-dicales ejercern el control de las acti-

    vidades de la Junta.

    II.- Todo el poder econmico a lossindicatos. Los sindicatos han demos-trado desde julio su gran poder cons-tructivo. Si no se les hubiese relegadoa un papel de segunda fila, hubierandado un gran rendimiento. Sern lasorganizaciones sindicales quienes es-tructuren la economa proletaria.

    Teniendo en cuenta las modalida-

    des de los sindicatos de Industria y lasfederaciones de Industria, podr ade-ms crearse un Consejo de Economacon el objeto de coordinar mejor lasactividades econmicas.

    III.- Municipio Libre. En la Espaaque precede a las dinastas extranjerasse defenda con gran tesn las prerro-gativas municipales. Esta descentrali-zacin permite evitar que se levanteun nuevo armazn estatal. Y aquel es-

    bozo de libertades que sucumbi enVillalar resurgir en la nueva Espaaque patrocina el proletariado. Y se re-solvern los llamados problemas cata-ln, vasco...

    Los Municipios se encargarn de lasfunciones sociales que se escapan dela rbita de los sindicatos. Y como va-

    mos a estructurar una sociedad neta-mente de productores sern lospropios organismos sindicales quienesirn a nutrir los centros municipales.

    Y no habiendo disparidad de interesesno podrn existir antagonismos.

    Los Municipios se constituirn enfederaciones locales, comarcales y pe-ninsular. Los sindicatos y los Munici-pios establecern relaciones en el rea

    local, comarcal y nacional.

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    Hacia una nueva revolucinEl descenso de la revolucin de julio

    ha sido rpido. Ninguna de las revolu-ciones que se consideran como el ar-quetipo de las conmociones socialessufri un declive tan vertiginoso.

    No puede teorizarse en torno de lasucesin escalonada de hechos porque

    la revolucin ya no existe. Es forzosoabrir nuevamente brecha en la canterainagotable de la Espaa proletaria.Hay que volver a empezar.

    Las revoluciones se repiten en nues-tro pas con mucha frecuencia. Algu-nas veces se intentan sin ambiente ysin posibilidades de triunfo. El mo-mento psicolgico e insurreccional seha de saber escoger. De la eleccin

    acertada depende el xito.

    No es fcil hacer profecas. Quines capaz de adivinar cuando ser posi-

    ble un nuevo julio o bien un nuevomayo? No obstante presumimos queen Espaa volvern a producirseacontecimientos.

    Si la guerra sigue en un terreno des-favorable se habr de echar por la bor-

    da a todos los polticos que estnbuscando la manera de pactar una tre-gua y un abrazo. Buena prueba de elloes el sabotaje a la guerra, a las indus-trias de guerra y el maremgnum deabastos, amn de la caresta de los ar-tculos alimenticios que patrocinan losgobernantes para crear un ambientefavorable a sus planes de yugulacin.

    Puede ocurrir que se pacte un abra-

    zo. Ser una ocasin para oponerse aello con las armas. Y en el caso de que

    se gane la guerra a la vuelta de los ca-maradas del frente se reavivarn losproblemas que en la actualidad tienende s una agudeza enorme. Cmo seresolvern?

    Cmo se convertir la industria deguerra en una industria de paz? Se

    dar trabajo a los combatientes? Seatender a todas las vctimas? Se re-signar la oficialidad a renunciar a susprebendas? Se podrn reconquistarlos mercados?

    Los tres momentos que hemos des-crito matizan distintas posiciones. Nopodemos predecir cual de ellas preva-lecer. No obstante, el problema radi-ca en preparar un nuevo

    levantamiento para que el proletaria-do asuma de una manera neta la res-ponsabilidad del pas.

    No se nos puede motejar de nervio-sos. El momento actual no tiene nadade revolucionario. La contrarrevolu-cin se siente con arrestos para come-ter toda clase de desmanes. Lascrceles estn repletas de trabajado-

    res. Las prerrogativas del proletariadoestn en franco declive. A los obrerosrevolucionarios se nos da un trato deinferioridad. El lenguaje de los bur-cratas, con uniforme o sin l, es intole-rable. Y no repitamos lo de los asaltosa los sindicatos.

    No queda otro camino que el de unanueva revolucin. Vayamos a su pre-paracin. Y en el fragor de la nueva

    gesta nos volveremos a encontrar enla calle los camaradas que hoy bata-

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    llan en los frentes, los camaradas queyacen tras rejas y los camaradas queen la hora actual an no han perdidola esperanza de una revolucin querinda justicia a la clase trabajadora.

    A la consecucin de una nueva revo-

    lucin que d satisfaccin completa alos obreros de la ciudad y del campo.

    A la consecucin de una sociedadanarquista que d satisfaccin a lasaspiraciones humanas.

    Adelante, camaradas!!

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