aurell, jaume - la vivencia de la muerte del hombre medieval

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MILLENNIUM: FEAR AND RELIGION. MILENIO: MIEDO Y RELIGIÓN. MILLÉNNAIRE: PEUR ET RELIGION. La vivencia de la muerte del hombre medieval: entre la precariedad de lo corporal y la durabilidad de lo espiritual Jaume Aurell (Universidad de Navarra) El hombre medieval acostumbraba a percibir la realidad a través de lo sensible, que se manifestaba principalmente en una arraigada cultura de gestos, de símbolos, de imágenes visuales. El ejercicio de la abstracción filosófica y de las demás ciencias quedaba relegada a los centros culturales de las élites eclesiásticas. El pueblo adquiría una de este modo una profunda vivencia de las realidades sensibles, de lo tangible, de lo simbólico. En este contexto de dominio de lo iconográfico y de lo gestual, lo que quedaba más profundamente grabado en la conciencia del hombre medieval eran no tanto las ideas abstractas como las manifestaciones del lenguaje del cuerpo. (1) El lenguaje de los gestos, tan arraigado en la cultura medieval, podía manifestarse principalmente de dos modos bien diversos: privadamente o socialmente. El gesto privado se caracterizaba habitualmente por la postura que acompañaba la demostración de dependencia o servitud: es la actitud física de los orantes, que se arrodillaban para mostrar su indigencia y servilismo ante Dios, uniendo sus manos como manifestación de sumisión, tal como también habían hecho durante siglos los siervos al manifestar la sujeción a su señor feudal. El gesto social, por contraste, se experimentaba a través de las celebraciones religiosas (liturgia de la iglesia), las procesiones públicas con motivo de una fiesta, las abigarradas procesiones mortuorias o el folklore en las fiestas populares. La piedad personal, el pacto feudo-vasallático, la liturgia de la Iglesia y el folklore popular son, en efecto, cuatro de las principales notas específicas de la cultura del hombre medieval, regidas por unas precisas manifestaciones exteriores: un hombre arrodillado, la unión de manos del vasallo con su señor, la parsimoniosa procesión eucarística o los alegres desfiles de la fiesta del patrón de un pueblo. Todo ello eran gestos con un significado bien preciso para el hombre medieval, con una simbología cargada de significado, con una trascendencia que iba mucho más allá de una concreta postura de las manos o de una determinada posición dentro de una procesión. En este mundo dominado por las imágenes y los gestos, las circunstancias que rodeaban el traspaso del hombre medieval al otro mundo eran extraordinariamente sentidas y experimentadas, de modo que se puede llegar a hablar que el hombre medieval tenía una especial y paradójica vivencia de la muerte, con una liturgia bien precisa. El testamento: "hacer memoria del pasado, ordenar lo presente y prever lo venidero" La época que Johan Huizinga definió con brillantez el otoño de la edad media y que Jacques Le Goff rebautizó como flamboyant, se caracteriza, entre otras cosas, por una mayor concienciación de la realidad de la muerte. (2) En este contexto, el hombre bajomedieval adquiere una mayor vivencia de la muerte. Todos los acontecimientos que rodean el momento del traspaso adquieren entonces una significación y una

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Aurell, Jaume - La vivencia de la muerte del hombre medieval.

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  • MILLENNIUM: FEAR AND RELIGION.MILENIO: MIEDO Y RELIGIN.

    MILLNNAIRE: PEUR ET RELIGION.

    La vivencia de la muerte del hombre medieval: entre la precariedad de lo corporal y la durabilidad de lo espiritual

    Jaume Aurell (Universidad de Navarra)

    El hombre medieval acostumbraba a percibir la realidad a travs de lo sensible, que se manifestaba principalmente en una arraigada cultura de gestos, de smbolos, de imgenes visuales. El ejercicio de la abstraccin filosfica y de las dems ciencias quedaba relegada a los centros culturales de las lites eclesisticas. El pueblo adquira una de este modo una profunda vivencia de las realidades sensibles, de lo tangible, de lo simblico.

    En este contexto de dominio de lo iconogrfico y de lo gestual, lo que quedaba ms profundamente grabado en la conciencia del hombre medieval eran no tanto las ideas abstractas como las manifestaciones del lenguaje del cuerpo.(1) El lenguaje de los gestos, tan arraigado en la cultura medieval, poda manifestarse principalmente de dos modos bien diversos: privadamente o socialmente. El gesto privado se caracterizaba habitualmente por la postura que acompaaba la demostracin de dependencia o servitud: es la actitud fsica de los orantes, que se arrodillaban para mostrar su indigencia y servilismo ante Dios, uniendo sus manos como manifestacin de sumisin, tal como tambin haban hecho durante siglos los siervos al manifestar la sujecin a su seor feudal. El gesto social, por contraste, se experimentaba a travs de las celebraciones religiosas (liturgia de la iglesia), las procesiones pblicas con motivo de una fiesta, las abigarradas procesiones mortuorias o el folklore en las fiestas populares.

    La piedad personal, el pacto feudo-vasalltico, la liturgia de la Iglesia y el folklore popular son, en efecto, cuatro de las principales notas especficas de la cultura del hombre medieval, regidas por unas precisas manifestaciones exteriores: un hombre arrodillado, la unin de manos del vasallo con su seor, la parsimoniosa procesin eucarstica o los alegres desfiles de la fiesta del patrn de un pueblo. Todo ello eran gestos con un significado bien preciso para el hombre medieval, con una simbologa cargada de significado, con una trascendencia que iba mucho ms all de una concreta postura de las manos o de una determinada posicin dentro de una procesin.

    En este mundo dominado por las imgenes y los gestos, las circunstancias que rodeaban el traspaso del hombre medieval al otro mundo eran extraordinariamente sentidas y experimentadas, de modo que se puede llegar a hablar que el hombre medieval tena una especial y paradjica vivencia de la muerte, con una liturgia bien precisa.

    El testamento: "hacer memoria del pasado, ordenar lo presente y prever lo venidero"

    La poca que Johan Huizinga defini con brillantez el otoo de la edad media y que Jacques Le Goff rebautiz como flamboyant, se caracteriza, entre otras cosas, por una mayor concienciacin de la realidad de la muerte.(2)

    En este contexto, el hombre bajomedieval adquiere una mayor vivencia de la muerte. Todos los

    acontecimientos que rodean el momento del traspaso adquieren entonces una significacin y una

  • simbologa que va mucho ms all del montono y rutinario cumplimiento de unos ritos

    establecidos o recibidos por la tradicin.

    Es probable que este fenmeno haya sido acrecentado por las lacerantes epidemias que asolaron

    Europa a mediados del siglo XIV, as como el aumento de la crueldad de las guerras y el aumento

    de las aglomeraciones urbanas, que favoreci una mayor percepcin de los fenmenos ms

    morbosos de la experimentacin de la enfermedad y la muerte.(3) Otros han puesto ms nfasis en

    el desarraigo que supone para la gente del campo su llegada masiva a la ciudad en los siglos

    bajomedievales. Este desarraigo actuara como catalizador de la necesidad de acrecentar la

    solidaridad con sus antepasados, que se manifestara principalmente en la abigarrada liturgia que

    rodea todo lo relacionado con la muerte en este periodo, tal como demuestran con exuberancia los

    testamentos.

    En todo caso, es indudable que la arraigada conciencia escatolgica del hombre medieval, una de

    cuyas manifestaciones ms significativas es la profunda conviccin de la existencia de la vida

    eterna, est fundamentada en su cercana vital con lo sobrenatural. Por tanto, ms all de estas

    motivaciones que podramos denominar coyunturales, el hombre y la mujer medievales reciben, en

    los siglos XIV y XV, unas tradiciones bien establecidas sobre la vivencia de la muerte. Pero lo que

    quizs ms llama la atencin de estas tradiciones es que son tremendamente dinmicas,

    recibiendo el continuo influjo de las innovaciones, lo que les da un dinamismo que es fcilmente

    perceptible en la documentacin.

    La fuerza con que la idea de la muerte se arraiga en el hombre de este periodo, aunque no es

    exclusiva de esta poca, difcilmente tiene parangn: nunca como a finales del siglo XIV y durante

    todo el siglo XV la imagen de la muerte ha sido tan explicitada, a travs de mltiples

    manifestaciones que van desde las expresiones ms ntimas y privadas (la redaccin del

    testamento y la disposicin espiritual al bien morir) a las ms populares y folklricas (la

    minuciosidad con que se preparan las procesiones mortuorias y la escenificacin de la danza de la

    muerte)(4), as como el reflejo de estas realidades en el arte de la poca.(5)

    La cercana y la experimentacin de la muerte excitan algunos de los valores latentes en la

    siempre sensible sociedad bajomedieval: la consideracin del ms all desde una perspectiva

    apocalptica, la conciencia de la fugacidad de la vida, la vanidad de la gloria humana o el

    incremento de la conciencia cronolgica de la existencia corporal, en contraposicin de la

    sempiterna vida sobrenatural.

    Todas las consideraciones anteriores cobran toda su fuerza al considerar la trascendencia que

    para el hombre medieval tiene la redaccin y disposicin del testamento, envuelto tambin en una

    liturgia bien precisa y meticulosa.(6) El testamento se convierte, para la mentalidad del hombre

    bajomedieval, en un autntico pasaporte para la vida eterna,(7) aunque es bien consciente de que

    ese documento tiene que ir acompaado de las buenas obras y completado por los

    correspondientes sufragios. Con todo, es evidente que para el historiador de las mentalidades y de

    la espiritualidad es una excelente oportunidad disponer de una fuente de estas caractersticas.

  • Los testamentos constituyen sin duda un instrumento privilegiado para el estudio del

    comportamiento espiritual y religioso del hombre medieval. En el momento de redactar el

    testamento, independientemente de la cercana o lejana objetiva del momento de la muerte, el

    testador adquiere una viva conciencia de su traspaso. Lo jugoso de esta documentacin no viene

    determinado por la mayor o menor cercana cronolgica de la hora de la muerte como por su

    expresiva carga subjetiva, sino simplemente de la mayor vivencia que el testador adquiere de su

    traspaso al redactar su ltima voluntad.(8)

    La redaccin de la ltima voluntad estaba rodeada de un notable simbolismo en la ltima edad

    media, pudindose hablar de una autntica liturgia del testamento. En muchos de los testamentos

    se hace constar la causa prxima que ha decidido al interesado hacer efectiva su ltima voluntad:

    la inminencia de un viaje comercial, el advenimiento de una enfermedad o, simplemente, la

    conciencia de la terrible justicia divina.

    En este sentido, son bien conocidos los temores del hombre medieval por la posibilidad de una

    muerte sbita, que le haga enfrentarse al juicio divino sin las debidas disposiciones. Algunos

    testamentos de la Barcelona bajomedieval son bien elocuentes de la necesidad de la vigilancia,

    ante la precariedad de la salud humana, lo que exige una vigilancia especial. El mercader

    barcelons Bartomeu Trillo lo expresa de un modo sinttico y explcito, con un cierto regusto

    oriental por su forma proverbial: qui hodie sanus est, continuo se debet expectare infirmum.(9) Y,

    como consecuencia de la fragilidad del cuerpo, el alma debe estar en continua vigilia, conociendo

    lo incierto del momento de la muerte. As es como lo expresa otro ciudadano barcelons, Pere

    Savila, en su testamento: In Dei nomine, licet incerta mortis ora semper debeat in prudentis anima

    esse suspecta, corporis cum iminente langore ipsius plus naturaliter forimidatur eventus...(10)

    Hay otro motivo de incertidumbre, que hace que el hombre medieval no pueda confiarse, ni

    mostrarse negligente: las consecuencias de morir intestado, aunque no consta jurdicamente su

    punicin, son temidas. El mercader barcelons Pere Salelles es quien quizs explica mejor la

    necesidad del testamento en su propio documento, que -traducido del original cataln- suena ms

    o menos as: "por este motivo, cualquiera que est en su sano juicio y en recta razn, debe

    sabiamente proveer y disponer de sus bienes, de tal manera que despus de su muerte no

    permanezcan ni puedan ser encontrados sin orden, ya que el Soberano Juez y Dios Eternal pedir

    un recto regimen y administracin de esos bienes, y se le deber dar leal y debida cuenta y clara y

    verdadera razn".(11) Las motivaciones de la redaccin del testamento asumen -segn nos

    transmite este valioso documento- el plano natural y el sobrenatural, como la mayora de las

    realidades que se reflejan en los testamentos bajomedievales: la transmisin de los bienes

    temporales, por un lado, y la conciencia de la necesidad de presentarse libre de acusaciones ante

    el juicio divino.

    Adems, como indica en su testamento Arnau de Senyecs, es necesario no retrasar excesivamente

    el momento de la redaccin del testamento porque ste tiene que redactarse en plenas

    condiciones psquicas y morales. Su argumentacin es bien precisa y contundente, apelando no

    slo a la incerteza del momento de la muerte sino tambin a lo contingente de la razn humana,

    que tantas veces puede verse turbada por la enfermedad corporal: "atendiendo a que no hay cosa

  • ms cierta que la muerte, ni menos cierta que la hora de la muerte, y queriendo disponer de mis

    bienes temporales mientras estoy sano en mi persona y mientras la razn rige en el pensamiento;

    porque la razn muchas veces es turbada por la enfermedad, no slo por los bienes temporales

    sino que tambin llega a olvidarse a s misma. Y, por tanto, ahora que me encuentro con buena

    salud, con sano juicio y con buena memoria, hago y ordeno mi testamento".(12)

    Partiendo de estas expresivas consideraciones, es fcil adivinar la tensin y la carga emocional

    del momento de la redaccin del testamento, que contrasta con la de otros documentos notariales.

    En los inventarios post mortem, por ejemplo, los escribas y notarios van repasando

    meticulosamente los objetos de la casa del difunto, analizando habitacin por habitacin.(13) El

    resultado es una informacin objetiva, sin lugar a la emotividad, el dramatismo circunstancial u

    otros factores que puedan distorsionar la rigurosidad que estas noticias tienen para el

    historiador.(14) Las circunstancias que rodean al testamento son bien diferentes, lo que genera

    tambin una atmsfera de mayor emotividad.(15)

    En todo testamento, hay clusulas que dan una valiosa informacin objetiva (la parroquia del

    testador, la procedencia de sus padres, el lugar de la defuncin, el tiempo que transcurre entre la

    redaccin del testamento y la muerte) que permite al historiador un estudio contextual. Pero el

    historiador de las mentalidades sabe encontrar a travs de algunos datos aparentemente anodinos

    que aparecen en los testamentos (como por ejemplo las rgidas frmulas notariales, los

    comentarios marginales, la jerarqua de las donaciones) abundantes noticias referentes a la

    espiritualidad y la vivencia de la muerte en el hombre de aquel periodo.

    El testamento se constituy, desde los primeros siglos medievales, en un autntico seguro de vida

    eterna para el testador, siempre y cuando fuera acompaado de las buenas obras y de un

    verdadero arrepentimiento, que las mismas disposiciones del documento deban acreditar. Era

    como un pacto, una pliza de seguros que se estableca entre la Iglesia y el testador, la cual cubra

    el mbito natural y el sobrenatural. De hecho, en los testamentos bajomedievales se establece

    desde el principio una dicotoma bien caracterstica entre las donaciones terrenas (pago de

    deudas pendientes, establecimiento de donaciones a los familiares, recompensas a los amigos,

    retribucin a los colegas profesionales) y las espirituales (limosnas de todo tipo, donaciones a las

    parroquias, solicitud de oraciones y, por fin, el abigarrado mundo del establecimiento y pago de

    los sufragios que el testador establece para entrar en la vida eterna con la mayor premura posible).

    De este modo, lo que en un principio ejerca simplemente la funcin de la transmisin de los

    bienes del difunto a sus herederos, se haba ido convirtiendo con el tiempo en un autntico paso

    previo para la preparacin de la vida eterna, rodeado de una precisa liturgia y de unos

    procedimientos notariales bien especficos.(16) No sera ajeno a esta evolucin el aumento

    progresivo del horror del hombre medieval a morir intestado, lo que podra acarrear

    consecuencias funestas para su alma. Como consecuencia de todo lo anterior, a finales de la edad

    media se produce una elocuente democratizacin del testamento, que pasa a ser una prctica

    masivamente utilizada.(17)

    El momento i el memento de la muerte: entre la angustia y la esperanza

  • La evidencia y la proximidad de la muerte ejercen de catalizadores y excitadores de la

    espiritualidad del hombre medieval. Una de las frases que aparecen con ms asiduidad en los

    testamentos es aquella atribuida a San Agustn: "Nada ms cierto que la muerte, ni menos cierto

    que la hora de la muerte".(18) El sentido de lo sobrenatural, de lo trascendente, tan arraigado en la

    sociedad medieval, recupera aqu todo su significado, toda su expresividad, toda su fuerza, toda

    su carga emocional.

    Por otra parte, la proximidad de la muerte en la mentalidad del hombre medieval, no tiene porqu

    manifestarse explcitamente en la percepcin de su inminencia temporal. De hecho, una buena

    parte de los testamentos bajomedievales que han llegado hasta nosotros estn redactados por

    personas sanas, lo que implica que la conciencia de la muerte no est directamente relacionada

    con un estado de salud precario.(19) En efecto, lo que se desprende de los testamentos

    bajomedievales no es tanto el efecto de la proximidad temporal de la muerte como la misma

    conciencia que tiene de ella.

    La mayora de los ciudadanos barceloneses bajomedievales redactan su testamento sans de cos i

    d'esperit ("sanos en el cuerpo y en el alma"), lo que no les hace perder una viva conciencia de la

    fugacidad de la vida. Indudablemente, los que redactan su testamento egritudine detenctus

    ("gravemente enfermos")(20) estn marcados por una carga emotiva mucho ms profunda. Pero

    esta circunstancia no se percibe al comparar la redaccin de unos y otros testamentos, que no

    suelen variar segn el estado de salud sino por otros factores mucho ms heterogneos. De este

    modo, independientemente de las motivaciones concretas que llevan al hombre bajomedieval a

    disponer de su ltima voluntad (que van desde el contagio de una grave enfermedad hasta la

    inminencia de un largo viaje comercial por las riberas mediterrneas),(21) los testamentos tienen

    una indudable connotacin escatolgica, que facilita enormemente la labor del historiador de las

    mentalidades. Al fin y al cabo, si el testamento era un pasaporte para la vida eterna, tena una

    suficiente entidad como para que se le otorgara a su redaccin una trascendencia que iba mucho

    ms all del hecho concreto de un precario estado de salud.

    No es ajeno a esta realidad la percepcin de que las introducciones ms jugosas y expresivas de

    los testamentos suelan hallarse en aquellos que testan estando sanos. Es de suponer que estas

    expresivas invocaciones, redactadas por hombres en plenitud de fortaleza fsica, sus motivaciones

    vendran determinadas por el hecho de la necesidad de justificar la redaccin del testamento con

    unas palabras introductoras, apelando a la fugacidad de la vida y a la seguridad de la vida eterna.

    En cambio, aquellos que lo hicieran estando gravemente enfermos no se veran en la necesidad de

    justificar su redaccin, por la misma evidencia de los hechos.

    Quizs sea ms sencillo entender esta idea con la transcripcin de una de estas introducciones

    tan jugosas a las que me vengo refiriendo. Aunque la traduccin deviene menos expresiva y

    vigorosa que el original, suena de este modo: "En nombre del muy alto y soberano Creador

    Nuestro Seor Jesucristo y de la muy excelente y pura Virgen Nuestra Seora Santa Maria, madre

    suya, y a salvacin de mi alma en remisin de mis pecados, amn. Y como todo lo compuesto

    segn lo natural, por la misma naturaleza, tiende a disolverse, y como el cuerpo del hombre est

    compuesto por cuatro elementos que al mismo tiempo se contraponen a s mismos, pues es

  • necesario que el cuerpo del hombre se disuelva naturalmente, por todos estos motivos toda

    criatura racional debe pensar en tres cosas, a saber: hacer memoria del pasado, ordenar lo

    presente y prever lo venidero. En efecto, como todos, segn dice el Apstol, estaremos delante del

    juicio divino para recibir segn lo que hayamos obrado, cada fiel cristiano tiene que identificarse

    con las obras celestiales para salud de su alma, ya que no hay cosa ms cierta que la muerte, ni

    ms incierta que la hora de aquella, y, por amor de todo lo reseado, jo, Valentn Sapera,

    ciudadano de Barcelona, ... por la gracia de Dios, sano y alegre de cuerpo y de pensamiento, en

    pleno y bueno juicio y sana e ntegra memoria, hago y ordeno mi propio testamento, escrito de mi

    propia mano..."(22)

    Bastara el atento comentario y la oportuna divulgacin de este tipo de documentos para

    desmentir muchos de los tpicos an extendidos sobre la pretendida pobreza de matices del

    mundo medieval. En este caso, este mercader barcelons de principios del siglo XV expresa de su

    propia mano, con todo rigor filosfico -y con no escaso talento potico- un cosmovisin que

    podran firmar gran parte de sus contemporneos, aunque quizs no expresarla de este modo. Al

    mismo tiempo, con un trazo deductivo magistral, enumera los tres pilares que sintetizan el estado

    de nimo de todo hombre a la hora de redactar su ltima voluntad: haver memria del pessat,

    ordonar en lo pressent e a provehir en lo sdevenidor ("hacer memoria del pasado, ordenar lo

    presente y prever lo venidero"). Pasado, presente y futuro, en un orden cronolgico y escatolgico

    perfectamente definido, se halla presentes de un modo conjunto en la mentalidad de este

    ciudadano barcelons a la hora de redactar su ltima voluntad.

    Ante esos expresivos testimonios, cabe concluir que es en los prembulos de los testamentos

    donde quizs se muestra de modo ms explcito el temor a la muerte y la conciencia de su

    proximidad que los ciudadanos bajomedievales tienen. All, el testador suele explayarse,

    manifestando en algunas ocasiones el estado de nimo con el que afronta -de un modo inminente

    o no- la muerte natural. En estas clusulas es donde se refleja con ms hondura la conciencia de

    la profunda pequeez del hombre medieval ante la magnitud de lo sobrenatural o la idea de la

    fugacidad de la vida, que se nos va como el agua del ro entre las manos cuando corremos

    pretendemos retenerla demasiado tiempo. En fin, el hombre medieval percibe con toda claridad el

    contraste del tiempo caduco del paso del hombre sobre la tierra con el interminable transcurrir del

    tiempo eterno.

    La fragilidad de lo caduco y la seguridad de lo perdurable

    Hace ya bastantes aos, Jacques Le Goff contrapuso, de modo brillante y expresivo, el tiempo del

    mercader al tiempo de la Iglesia.(23) El historiador francs se refera al progresivo cambio de

    mentalidad que se estaba obrando en el universo urbano bajomedieval, con la progresiva

    sustitucin del tiempo tradicional (caracterizado por una cadencia rtmica bien marcada y una

    notable dependencia respecto a la luz natural y a las condiciones climticas y estacionales) por un

    nuevo tiempo instaurado por el ambiente comercial que se estaba imponiendo de modo

    generalizado en todas las ciudades en los ltimos siglos medievales.

  • A esta dicotoma tan sugerente, la atenta lectura de los testamentos de los ciudadanos

    bajomedievales sugieren otra posible distincin que va hacindose cada vez ms explcita en la

    medida que avanza la edad media: la dicotoma entre tiempo caduco y tiempo perdurable. En

    efecto, la primera idea que transmiten con toda claridad los testamentos bajomedievales es la idea

    de la fugacidad de la vida terrena, en contraposicin de la vida eterna.

    El formulario con que los ciudadanos de la Barcelona bajomedieval expresan este contraste

    adquiere tintes entre dramticos y poticos, aunque siempre bien enraizados en una arraigada

    confianza en la providencia divina y un profundo conocimiento de las Escrituras. Un conocimiento

    que, todo hay que decirlo, se basaba en la lectura asidua que de ellas hacan los barceloneses de

    finales de la edad media. En este sentido, es bien significativo que muchos de ellos suelan tener

    un ejemplar de la Biblia en su mesa de noche, en contraste con la ubicacin de los libros

    profesionales o de entretenimiento, que solan guardar en el escritorio o en una caja ad hoc.(24)

    En cualquier caso, las imgenes que los barceloneses utilizan para describir la fugacidad de la

    vida terrestre son bien expresivas. Algunos comparan la duracin de la vida terrena con el

    florcicmiento y la caducidad de una flor de primavera: attendens et experimento cognoscens, sicut

    et scriptum est, quod omnis caro fenum et omnis gloria eius tamquam flors agri.(25) Otros acuden

    a la imagen de la sombra, que pasa con tanta celeridad como tiempo dura el humo en evaporarse:

    "considerando que la vida presente pasa como una sombra, que mientras es vista ms larga es

    como vapor o humo que poco dura".(26)

    La fugacidad de la vida viene expresada en trminos de escasa duracin temporal (como se

    marchita la flor del campo o como tarda en evaporarse el humo) pero tambin por la profunda

    conciencia de la muerte del hombre bajomedieval, como una manifestacin de algo que est

    inserido e impreso en la naturaleza humana: attendens quod nullus in carne positus mortem potest

    evadere corporalem et... quodque natura humana est mortis lex obligata(27): la humillacin de la

    muerte est ya inscrita en la ley natural, y el hombre tiene que ser consciente de esta realidad si

    quiere orientar correctamente su existencia.

    Otros barceloneses de este periodo prefieren describir la idea de la fugacidad de la vida de un

    modo ms filosfico, con un razocinio que adquiere tintes de elevada escolstica. As, el mercader

    Bernat Vidal inicia su testamento a mediados del siglo XIV con la siguiente premisa: Attendens

    quod illa que habent visibilem essenciam tendunt visibliter ad non esse...(28) Tambin se mueven

    en el mbito filosfico las palabras del ciudadano Guillem de Pere, cuyas expresiones adquieren

    un sesgo escatolgico: este mercader barcelons tena muy claras algunas ideas respecto a la

    naturaleza corporal y espiritual del hombre: la corruptibilidad material del cuerpo (a disoldra per

    natura), la dicotoma y las peculiares contradicciones cuerpo-alma (anotadas en la bellssima

    expresin qui ensemps contrariegen) y la existencia del juicio inexorable despus de la muerte

    corporal (per rebre segons que fet haurem).(29)

    Las imgenes y metforas se multiplican entre los testamentos bajomedievales. Se habla de lo

    transitorio y lbil de las realidades creadas (Attendens quod omnia que in presenti vita miserabili

    adquiruntur labilia et transitoria sunt)(30) y del evidente contraste entre las realidades materiales y

  • las espirituales, que son durabilia sine fine.(31) En este contexto, no es extrao que algn

    ciudadano exprese con toda su crudeza la radical contraposicin entre las realidades materiales

    (miserables y transitorias, evanescentes como una sombra) y las espirituales (cuya duracin no

    tiene fin).(32) Quin no podra encontrar, tras estas contraposiciones, un resello y una clara

    reminiscencia de los planteamientos dualistas del platonismo? Quizs algn da los filsofos

    puedan decir algunas palabras sobre esto.

    Por otra parte, otra de las realidades que los testamentos procuran realzar es que las realidades

    visibles tienen una tendencia natural al no-ser, mientras que las sobrenaturales o invisibles tienen

    el carcter de la no-caducidad:...attendens quod illa quae sunt visibilem essenciam tendent

    visibilia ad non esse, et quod nullus in carne positus mortem potest evadere corporalem.(33)

    Como consecuencia de todos estos pensamientos, de todas estas profundas reflexiones, el

    hombre de este periodo se preocupa (timeo, utilizan los testamentos) por su muerte corporal, no

    tanto por su muerte espiritual, tal como especifican de modo explcito los testamentos en su

    distincin muerte corporal-muerte espiritual (detentus egritudine de qua timeo mori morte

    corporali).(34) La finalidad natural de la carne es la muerte, la descomposicin y, por lo tanto,

    existe una realidad perfectamente asumida -y no por eso menos temida-, que es la muerte

    corporal, utilizando la misma expresin de la documentacin. Pero, como consecuencia de la

    dualidad cuerpo-alma que hay en todo hombre, este debe preocuparse en primer lugar por la salud

    del alma, ms que por la salud corporal. Y este es uno de los fines del testamento: asegurar el

    pasaporte para la vida eterna del alma inmortal, a travs de una oportuna imbricacin entre la

    conversin de las obras pasadas, la correcta ordenacin de las presentes y la oportuna previsin

    de las venideras.

    Conclusiones

    En no pocas ocasiones se ha hablado de la rigidez y la repetitividad de las frmulas notariales, que

    ahogaran con su montona cadencia toda posible interpretacin histrica a travs del estudio de

    los testamentos. Una atenta mirada a los testamentos de la Barcelona de finales de la edad media

    que hemos utilizado como fuente documental para estas reflexiones, desmiente de modo

    categrico esta afirmacin. El historiador de las mentalidades se encuentra con unos documentos

    llenos de fuerza y de expresividad, aprovechando las abundantes grietas abiertas por entre las

    tradicionales frmulas notariales. Ciertamente, esta expresividad viene favorecida por la

    expansin de las lenguas romances (en este caso, el cataln) y su implantacin como lengua

    jurdica, asimilable al latn en algunos casos. En este sentido, el contraste entre la documentacin

    redactada en lengua latina y la redactada en lengua catalana son bien elocuentes, en lo que se

    refiere a su expresividad. Pero lo que es indudable es que la misma heterogeneidad de los

    testamentos legitima al historiador poder sacar diversas conclusiones respecto a la mentalidad del

    hombre bajomedieval en lo que se refiere a su vivencia de la muerte propia y ajena.

    Los testamentos dejan de ser una mera formalidad jurdica en orden a solemnizar la transmisin

    de los bienes materiales del difunto para entrar en el universo de la justificacin de la actuacin de

    toda un vida. El momento de la muerte se acerca -de modo real y explcito en el caso de los

  • enfermos o de modo figurado e implcito en el caso de los sanos- y hay que hacer balance de las

    buenas y las malas obras. Ah radica precisamente el inters de esta tipologa documental: en su

    misma funcionalidad, que a finales de la edad media se desborda en una expresividad, una

    sensibilidad y un barroquismo desconocidos hasta ese momento.

    Los testamentos reflejan tambin una sociedad que est plenamente persuadida del contraste

    entre un frgil mundo corporal y un incorruptible mundo espiritual. La sociedad medieval, en su

    dimensin popular, saba poco de matizaciones. Dante, con su viaje por el ms all, ide un

    maravilloso edificio que refleja de modo preciso el nimo del hombre medieval, donde se

    conciliaba con toda naturalidad la corruptibilidad de la vida natural y la eternidad de la vida

    sobrenatural. La documentacin es, en este sentido, inequvoca. Los ciudadanos barceloneses de

    este periodo son plenamente conscientes de la precariedad de su vida corporal, expresin

    utilizada frecuentemente por ellos mismos. Pero, al mismo tiempo, estn plenamente persuadidos

    de que, si obran con una prudencia evanglica, alcanzarn de la divinidad el premio de la vida

    eterna.

    La confianza en la misericordia divina no es capaz de atenuar, sin embargo, un profundo temor

    ante el imprevisible pero indudable advenimiento de la muerte. Todos los testamentos estn

    dominados por una atmsfera de angustia o, quizs mejor, de una temerosa prudencia. Es

    necesario dejarlo todo atado y bien atado para llegar al juicio divino con las suficientes garantas:

    esta es el verdadero sentido del testamento medieval y el modo como el historiador debe

    interpretarlo si quiere llegar a una verdadera hermenetica de la vivencia de la muerte en el

    hombre de ese periodo.

    La vivencia de la muerte en el hombre bajomedieval es una expresin que esconde una aparente

    paradoja. Pero es precisamente esta aparente contradiccin (vivir la realidad de la muerte) la que

    da sentido al perceptible aumento de la emotividad y la expresividad con que es experimentado el

    momento del traspaso al ms all. Y es que la profunda vivencia de la muerte en el hombre

    bajomedieval remite automticamente a la vivencia de los espiritual, de lo trascendente, que son

    valores plenamente insertos en la cultura de aquel periodo.

    NOTAS

    1. Hemos expuesto algunas de estas ideas en J. Aurell, "La imagen del mercader medieval",

    Boletn de la Real Academia de Buenas Letras de Barcelona, XLVI (1997-1998), pp. 23-44.

    2. Remito al interesante prefacio de J. Le Goff para la no menos sugerente monografa de J.

    Chiffoleau, La comptabilit de l'au-del. Les hommes, la mort et la religion dans la rgion

    d'Avignon la fin du moyen age (vers 1320-vers 1480) Roma, 1980.

    3. La conciencia de la crisis del hombre bajomedieval, un tema clsico en la historiografa

    dedicada a este periodo, esta bien aplicada a la problemtica de la conciencia de la muerte en J.

    Chiffoleau, La comptabilit..., p. 101 i ss: las pestes, las epidemias, las guerras y las crisis son

  • factores que marcan decisivamente las conciencias y, por tanto, la forma de enfocar el tema de la

    muerte.

    4. H. Saugniex, Les danses macabres de France et d'Espagne, Paris, 1972 i E. Dubruck, The theme

    of Death in French poetry, Londres-Pars, 1964. Per l'ars moriendi, vid. A. Tenenti, "Ars Moriendi."

    Quelques notes sur le problme de la mort la fin du XVe sicle", Annales, E.S.C., 1951, pp. 433-

    446.

    5. E. Male, L'art religieux de la fin du Moyen Age en France. Etude sur l'iconographie du Moyen

    Age et sur ses sources d'inspiration, Pars, 1908. Ver tambin el estudio iconolgico de la segunda

    parte de la monografa de J. Aurell y A. Puigarnau, La cultura del mercader en la Barcelona del

    siglo XV, Barcelona, 1998.

    6. En este sentido es como se ha hablado de la funcin social del testamento y su

    ceremonializacin, tan caracterstica y especfica de los ltimos siglos medievales. (J. Chiffoleau,

    La comptabilit..., p. 32-35).

    7. Segn la conocida y afortunada expresin utilitzada por J. Le Goff ("passeport pour l'au-del"):

    La civilisation de l'Occident mdival, Pars, 1967, p. 240.

    8. El estudio del testamento como fuente histrica ha sido realizado en los ltimos decenios por la

    historiografa francesa ms emparentada con la tercera generacin de los Annales, bien

    entroncada con la corriente de la historia de las mentalidades: M. Vovelle, Pit et

    dchristianisation en Provence au XVIII sicle. Les attitudes devant la mort d'aprs les clauses

    des testaments, Pars, 1973, P. Chaunu, La mort Paris, XVIe, XVIIe, XVIIIe sicles, Paris, 1978, P.

    Aris, Essais sur l'histoire de la mort en Occident du Moyen Age nos jours, Pars, 1975 i

    L'homme devant la mort, Pars, 1977.

    9. Archivo Histrico de Protocolos de Barcelona (en adelante, AHPB), Joan Ferrer (major),

    Secundus liber testamentorum, 1432-1451, f. 9v.

    10. AHPB, Joan Frach (major), Primus liber testamentorum, 1409-1430, f. 85r.

    11. E per o casc de sana pensa, mentre la rah regonex aquella, deu saviament provehir e

    disposar de los bns en tal manera que aprs sa mort no romanguen ne pusquen sser

    inordonadament atrobats perqu del regiment e administraci de aquells puxa al Sobiran Jutge e

    Du eternal, com demanat ne fer, retre leyal e degut compte e clara vertadera rah (AHPB,

    Francesc Barau, Primus liber ultimarum voluntatum, 1416-1433, f. 44r).

    12. Atenent que alguna cosa no s pus certa que la mort, ne res menys cert que la hora de la mort,

    e volent dels bns temporals ordonar de mentre son sa, en ma persona e la rah reig la pensa, la

    qual moltes veus s entrant per la malaltia torbada, que no tan solament los bns temporals, ans

    encara oblida hom si mateix, per tal en ma bona sanitat e en mon bon sen e bona memria fas e

    ordon mon testament (AHPB, Ramon Morell, Secundus capibrevium testamentorum, 1359-1362, f.

    13v).

  • 13. Una interesante ilustracin de este proceso en G. Duby (ed.), Historia de la vida privada,

    Madrid, 1988, t. II, p. 462, que reproduce un Libro de Horas de Pars, del siglo XV, en el que aparece

    un notario elaborando un inventario: el notario est escribiendo, mientras que sus ayudantes

    abren los cofres y van disponiendo los objetos encima de una mesa.

    14. Nos hemos referido a estos aspectos metodolgicos en J. Aurell, "Els inventaris post mortem i

    la cultura dels mercaders medievals", Mediaevalia, 11 (1994), pp. 107-121.

    15. M. Garca Fernndez, "Actitudes ante la muerte, religiosidad y mentalidad en la Espaa

    moderna. Revisin historiogrfica". Hispania, L (1990), pp. 1073-1090 y M. Vovelle, "Minutes

    notariales et histoire des cultures et des mentalits", La Documentacin Notarial y la historia

    (Actas del II Coloquio de Metodologa Histrica Aplicada, Universidad de Santiago de Compostela),

    Salamanca, 1984, vol. II, pp. 9-26 (especialmente, el subapartado "Le testament, rvlateur des

    attitudes devant la mort", pp. 10-17).

    16. P. Aris, La muerte en Occidente, Barcelona, 1982, p. 73.

    17. La expresin es de J. Chiffoleau, que hablar de una dmocratisation de la practique

    testamentaire, a finales del siglo XIII e inicios del XIV (La comptabilit..., p. 60 i p. 76).

    18. Por recoger un ejemplo entre muchos, esta expresin la utiliza el barcelons Arnau de

    Senyecs quien inicia su testamento: Atenent que alguna cosa no s pus certa que la mort, ne res

    menys cert que la hora de la mort (AHPB, Ramon Morell, Secundus capibrevium testamentorum,

    1359-1362, f. 13v).

    19. J.R. Juli, "Las actitudes mentales de los barceloneses del primer tercio del siglo XIV",

    Anuario de Estudios Medievales, 20 (1990), pp. 15-51, apartado "Causas que mueven a testar", pp.

    18-21.

    20. R. Garca Crcel, "La muerte en la Barcelona del Antiguo Rgimen (Aproximacin

    metodolgica)", La documentacin notarial..., p. 120.

    21. En efecto, una causa muy caracterstica de la redaccin de los testamentos entre los

    barceloneses de la baja edad media es el acometimiento de un viaje comercial por mar, tal como

    hizo Ramon Sabater, quien redacta su ltima voluntad volens trafficare ad parte Alexandrie (AHPB,

    Berenguer Ermengol, Manual de testaments, 1385-1405, f. 51r).

    22. En nom del molt alt e sobiran Creador Nostre Senyor Jhesu Christ, e de la molt ecel.lent e pura

    Verge Nostre Dona Santa Maria, mare sua sia, e a salvaci de ma nima e en remissi de mos

    pecats, amn. E com to o qui es compost a natura, per aquella se haja a dissolre, e com lo cos de

    l'hom sia compost de quatre alements qui ensemps contrariegen, donchs de necessitat se cov

    que lo cos de l'hom se haja a dissolre per natura e per tant cascuna crehatura rahonable deu

    cogitar en tres coses, e s a saber: haver memria del pessat, ordonar en lo pressent e a provehir

    en lo sdevenidor, com tots, segons que diu lo Apostol starem devant lo divinal juyci per reebre

    segons que fet haurem, donchs cascun fel cresti se deu apperellar a les obres salestials a salut

  • de sa nima, com no sia neguna cosa pus certa que la mort e pus incerta que la hora de aquella, e

    per amor de a jo, Valent apera, mercader ciutad de Barchinona..., per la grcia de Du sa e

    alegra de cos e de pensa, en mon bo e ple seny e sana e entegra memria, fas o ordon mon

    testament, scrit de ma prpia m (AHPB, Joan Reniu, Manual de testaments, 1421-1431, f. 5r).

    23. J. Le Goff, "Au moyen age: temps de l'glise et temps du marchand", Annales, ESC (1960), pp.

    417-433.

    24. Hemos documentado esta realidad en el captulo referente a la cultura literaria de los

    mercaderes barcelonese en J. Aurell, Els mercaders catalans al Quatre-Cents. Mutaci de valors i

    procs d'aristocratitzaci a Barcelona, Lrida, 1996.

    25. Es el caso del mercader barcelons Llus de Parets (AHPB, Bernat Nadal, Llibre de testaments,

    1385-1397, f. 135v). La imagen utilizada por este ciudadano barcelons recuerda las palabras de la

    Escritura recogidas en una de las epstolas de San Pedro: quia omnis caro ut fenum et omnis

    gloria eius tamquam flos feni; exaruit fenum, et flos decidit; verbum autem Domini manet in

    aeternum ("Toda carne es como el heno, y toda su gloria dura como la flor de heno; se seca el

    heno y la flor se marchita; la palabra de Dios, en cambio, dura por siempre": I Pet. 1, 24-25).

    26. Considerant que la vida present traspassa com a hombra, e dementra que hs vista pus larga

    s ax com a vapor o fum qui poch dura... (AHPB, Antoni Vilanova, Liber testamentorum, 1457-

    1469, f. 7v).

    27. AHPB, Pere Ullastrell, Manual de testaments, 1382-1387, f. 59r.

    28. AHCB (Archivo Histrico de la Ciudad de Barcelona), Arxiu Notarial, III,1, testamento del

    1.IV.1365.

    29. AHPB, Joan Reniu, Manual de testaments, 1420-1439, f. 141r.

    30. AHPB, Jaume de Carrera, Primus liber testamentorum, 1397-1403, f. 22r.

    31. AHPB, Jaume de Carrera, Primus liber testamentorum, 1397-1403, f. 22r.

    32. ...quoniam ea que in presenti vita miserabili possidentur transitoria sunt et labilia vel ut umbra

    ea vero que in celesti gloria sperantur fieri eterna erunt et durabilia sine fine (AHPB, Jaume Just,

    Llibre de testaments, 1372-1403, f. 13r).

    33. AHPB, Sim Carner, Primus liber testamentorum, 1409-1446, f. 140v.

    34. AHPB, Guillem Jord (major), Primus liber testamentorum, 1426-1455, f. 18v.