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Martin Aurell LA LÉGENDE DU ROI ARTHUR 550-1250

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Page 1: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

Martin Aurell

LA LÉGENDE

DU ROI ARTHUR 550-1250

Page 2: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

Introducción

Un frágil y tímido adolescente retira sin esfuerzo la espada de la escalinata. A continuación,

con la ayuda de Merlín el Encantador, se convierte en rey. En el poder, restaura el coraje

que los combatientes celtas de Gran Bretaña, hasta entonces derrotados por los invasores

anglosajones. El inflige doce derrotas al enemigo. El mata, solo, al ogro del Mont-Saint-

Michel que aterroriza a las mujeres del país. Tiene una corte suntuosa en su palacio de

Camelot. Se rodea de un grupo selecto de caballeros errantes, ávidos de aventura, formando

la camaradería franca y alegre de la Mesa Redonda. Con ellos, conquista el continente. Él

desafía al Emperador a las puertas de Roma. Sin embargo, fallará debido al adulterio de su

esposa Ginebra con uno de sus lugartenientes quien siembra el desorden y la dispersión en

una tropa que creíamos solidaria. Las luchas intestinas que siguen provocan su herida

incurable que Morgana y sus hadas vendan en la isla de Ávalon. Sin embargo, su pueblo

conserva la esperanza de que el volverá pronto de su maravillosa estancia, para traerle la

victoria y el imperio universal.

Arturo adulado, Arturo burlado

Poco después de la conquista normanda de Inglaterra, un clérigo de Oxford, Geoffrey de

Monmouth († 1155) tenía un largo resumen en latín de todas estas tradiciones, en gran parte

embellecido por su pluma. Durante su vida, el libro fue traducido al francés por el escritor

normando Wace, y tuvo gran distribución tanto en la isla como en el continente. Desde

finales del siglo XII, las obras de ficción en lengua vernácula o romana, que nosotros

llamamos "novelas", fueron dedicadas a Arturo. La más antigua está firmada por Chrétien

de Troyes. Este escritor originario de Champaña, quien dedicó un libro inacabado al Grial;

misteriosa vasija de la cual muchos autores, después de él, relatan su búsqueda por los

Caballeros de la Mesa Redonda.

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INTRODUCCIÓN  

3  

Más tarde, entre el siglo XIII y el XV, en las grandes lenguas europeas, sus historias

son perpetuadas por las novelas en prosa. Son parte de todas las bibliotecas1. Las hazañas

de Arturo y de sus caballeros tuvieron gran popularidad entre los círculos cortesanos y más

allá. Persiguen la imaginación de los nobles, que sueñan con realizarlos. La prueba esta en

muchas manifestaciones de la sociabilidad aristocrática: juegos, festivales y torneos a

menudo toman su entorno de un relato novelado. La leyenda también es aprovechada para

fines políticos. Las Profecías de Merlín prometen un futuro brillante para los celtas

insulares, y apoyan a los galeses en su lucha contra la anglo-sajones y normandos. En el

campo opuesto, Eduardo I (1272-1307), rey de Inglaterra, justifica por la antigua acción de

Arturo la legitimidad de su conquista de Gales y Escocia. Así, los cuentos sobre el mítico

rey y sus compañeros no sirven únicamente para entretener, también guían el

comportamiento de las decisiones de la nobleza y la política, y afectan a muchos aspectos

de la vida medieval.

Sin embargo, en la época moderna Arturo conoció algunos siglos de relativa

eliminación, incluso se convirtió en el blanco de burlas por lo escribanos del Renacimiento.

En Francia, Rabelais se burla de gigantes y hadas de la maravilla celta a lo largo de su

Pantagruel (1532), donde envía a Lancelot a “desollar a los caballos muertos”, y los otros

caballeros de la Mesa Redonda “pobres a ganar dinero” sobre un lago del infierno donde

reman penosamente al servicio de algunos diablillos alegres2. En Le Cinquiesme livre [El

Quinto libro] (1564) parodia el Grial como “botella divina” que todo ebrio debe buscar con

tenacidad3. Para su más grave contemporáneo, Montaigne (1533-1592) las historias de

Lancelot del Lago pertenecen “a un montón de libros con el que los niños se divierten”4.

Nada refleja mejor esta perdida de interés que la quema en la hoguera del Quijote (1605);

las novelas de caballería cuya lectura enloqueció al antihéroe de Cervantes5. En el Reino

1 Por ejemplo, a finales del siglo XV, aproximadamente 70 de los 177 libros inventariados en la tienda de un librero en Tour son novelas de caballería, la mayor parte de inspiración artúrica, A. Chéreau, Catalogue d’un marchand libraire du XV e tenant boutique à Tour, Paris, 1868. Véase Stanesco, Jeux…, p. 20.  2 Ed. G. Demerson, M. Renaud, Paris, 1995, [1973], II, 30, p. 311.  3 Ed. Joukovsky, Paris, 1995, V, 44, p. 182-186. La interpretación de la “botella divina” rabelesiano como caricatura del Grial es conservada por la antropología La Légende du Graal, dir. Stanesco, p. 1213-1215.  4 Les Essais, ed. P. Villey, París, 1999 [1965], I, 26, t. 1, p. 175.  5 Miguel de Cervantes, Don Quijote de la Mancha, ed. M. de Riquer, Barcelona, 1971, I, 6, t. 1, p. 66-75.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

Unido, Shakespeare se burla de Merlín y Camelot, que cita de manera burlesca, o de

Lancelot, nombre que da al payaso del Marchand de Venise6 [Mercader de Venecia] (1596-

1598). Más cercano a nosotros, Mark Twain ridiculiza en Un Yankee à la cour du roi

Arthur [Un yanqui en la corte del rey Aturo] (1889), la tiranía, la crueldad y la ignorancia

medieval que encarnan los caballeros de la Mesa Redonda desde su óptica liberal

americana. Así, entre los siglos XVI y XIX, las lecturas de novelas y los espectadores del

teatro ya no están en sintonía con los personajes cuyas aventuras les parecen risibles.

La erudición británica experimento un cambio similar. La imagen del rey Arturo,

muy apreciada por los eruditos de la Baja Edad Media, se derrumbó en el Renacimiento. El

protestantismo y la Iglesia nacional anglicana ayudaron, para que así los alemanes se

convierteran en los preferidos de los intelectuales de la isla en detrimento de los celtas

británicos. El siglo XIX victoriano heredó, tanto más esta ideología que la Inglaterra

orgullosa de su Constitución y su Imperio colonial, una grandeza que atribuye al mundo

germánico del cual surge la dinastía gobernante de los Hannover. En 1874, William Stubbs,

obispo anglicano de Oxford, ve en Alemania “la tierra ancestral”, y en las leyes y

costumbres de Inglaterra “el desarrollo más perfecto de los principios alemanes”; afirma,

sin dudar, que la Gran Bretaña heredo “por su historia una civilización que es inglesa y no

celta”7. En cuanto a la mentalidad, Alfredo el Grande (878-899), cuyo reino simboliza el

apogeo de la cultura germánica en la isla, excluyó en adelante al rey Arturo.

El triunfo del anglosajón sobre el bretón no fue siempre definitivo. Al iniciar el

siglo XX, el mundo celta atrae a los algunos contestatarios británicos que polemizan con

sus compatriotas sobre la cuestión católica o sobre la independencia irlandesa: “Estos son

los ingleses que no son los originales pues no ven las hadas”, escrito en 1905 por Gilbert K.

Chesterton, fascinado por la abundancia del imaginario de los celtas8. Su posición tenía

medio siglo de adelanto con relación a su tiempo. Después de 1945, mientras que Alemania

perdió, por razones obvias, su prestigio en Inglaterra y que el País céltico de Gales hace oír,

6 “Epilogue”, ALMA, p. 562.  7 The Constitutional History of England, Londres, 1880 [1874], t. 1, p. 6, 69-76. Véase Davies, The Matter…, p. 21-22.  8 Hérétiques, París, 1979, p. 179.  

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INTRODUCCIÓN  

5  

a su vez, sus pretensiones autonomistas, Arturo toma su venganza en detrimento de los

bárbaros germanos entre los historiadores medievalistas. Incluso se convierte en el icono

cultural de toda la nación británica, ávida lectora de The Age of Arthur [La Edad de Arturo]

(1973) de John Morris y apasionada por los resultados de las excavaciones de Tintagel

(Cornualles), presunta cuna de Arturo9. En 1975, el éxito de la película Sacré Graal [Santo

Grial] refleja la familiaridad del público con los temas artúricos, que el director Terry

Gilliam y el elenco de los Monty Python tratan, sin embargo, con el tono de la parodia y

ridículo.

Los políticos manifiestan un interés comparable por la leyenda. En la postguerra,

Winston Churchill elogia la lucha heroica de Arturo y sus caballeros, “guardianes de la

flama sagrada de la Cristiandad y del orden del mundo sostenido por su coraje, por su

fuerza psíquica y por sus buenos caballos y armaduras”, contra “la barbarie, la tiranía y la

masacre, por la libertad, la ley y el honor”10. En Inglaterra, la ciega admiración del obispo

Stubbs por el mundo germánico de hecho ha vivido. Arturo y los otros resistentes bretones

desde ahora han robado el protagonismo a sus enemigos bárbaros. Es lo mismo al otro lado

del Atlántico, donde una broma de periodista, llamó Camelot a la Casa Blanca de John F.

Kennedy, se reanuda el vuelo por el ambiente presidencial, que se aplica aun más a su líder

que representa para mucho el dirigente político perfecto: es sorprendido, en 1963, por una

muerte violenta, dando lugar a las especulaciones más audaces sobre su supervivencia y su

regreso. Este destino excepcional, no se olvidará pronto. Desde 1992, la prensa americana

sigue utilizando la imagen de la Mesa Redonda, que aplicó al candidato Bill Clinton quien

se presenta como un digno sucesor de Kennedy11. Así, al acercarse el 2000, el medievalista

puede constatar con sorpresa la perpetuidad del “arturianismo político12”, que hubiéramos

pensado que desapareció con los reyes angevinos de Inglaterra. Del mismo modo, en la

literatura, el éxito de la novela fantástica o futurista, retomada por la ciencia ficción

cinematográfica, pone el sabor de los relatos artúricos y la maravilla celta. La leyenda del

rey Arturo y de los caballeros de la Mesa Redonda perdura entonces, sin solución de 9 Highham, King…, p. 249-274.  10 History of the English-speaking Peoples, Londres, 1956-1958, t. 1, p. 47. Véase Pearsall, Arthurian…, p. 5.  11 Morgan, “One brief shining…”  12 Esta expresión el corazón de la tesis de C. Daniel, Arthurianisme et littérature politique (2002).  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

continuidad, a través de los siglos. Se adapta fácilmente a las circunstancias y a las épocas

más diversas. En virtud de esa longevidad y de esa plasticidad, constituye uno de los mitos

más destacados de la civilización occidental.

Sin embargo, esta es la Edad Media que necesita buscar las razones de la

supervivencia del imaginario del rey Arturo y de la Tabla Redonda. En su época, la leyenda

alimento las más prestigiosas creaciones literarias. Estos relatos, extremadamente

populares, pertenecen a la materia de Bretaña, en contraposición a la materia de Francia,

compuesta de la épica a la alabanza de Carlomagno, los fieles de Roland y Guillermo de

Orange, y la materia de Roma, cuyos personajes principales son Alejandro Magno y otros

personajes de la historia y la mitología grecolatina. Esta clasificación de la literatura

medieval se presentó por primera vez al inicio de la Chanson des Saxons [Canción de los

Sajones] de Jean Bodel (c. 1265-10), un trovador de Arras: “Si tan sólo tres temas que

nadie escucho / de Francia, Bretaña y la de Roma la ‘grande’”13. Jean Bodel añade que la

materia de Bretaña entretiene, mientras que la de Francia da la historia autentica y la de

Roma transmite el conocimiento antiguo. En este momento de renacimiento intelectual esta

distribución tripartita de los temas literarios da un lugar de honor, junto a los otros dos, a la

leyenda del rey Arturo. Ella respondió, por otra parte, a la noción de "materia" tal como era

comprendido entonces por la filosofía escolástica: una especie de masa preexistente, un

caos, que espera la concesión de un formulario o un alma que dan a luz a las criaturas. El

mito del Rey Arturo y los Caballeros de la Mesa Redonda también aparecen como una

unión en bruto y variado de narraciones listas para ser revaloradas por cualquier creador o

interprete que le de un espíritu original.

La materia de Bretaña circula principalmente en lengua vulgar, lo que testifica a la

vez su difusión oral y su carácter profano. Pero es necesario no olvidar que a veces utiliza

el latín, que esta marcada por el cristianismo y que es objeto de una producción manuscrita

abundante. En su clasificación Jean Bodel insiste sobre el poco crédito que debe

concederse: “Los cuentos de Bretaña son vanos y placenteros”14. Su observación se refiere

13 Jehan Bodel, Chanson des Saines, ed. A. Brasseur, Genova, 1989, v. 6-7, t. 1, p. 2-3, adaptado en francés moderno por el autor.  14 Ibid., v. 9.  

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INTRODUCCIÓN  

7  

a lo “maravilloso” que es el corazón de la temática artúrica. Esta palabra deriva del latín

mirabilia (“sorprendente”), designa los actos y los objetos extraordinarios que desafían la

naturaleza y la razón: un barco que navega sin tripulación, una mano que sale de un lago

para apoderarse de la espada que arroja, una lanza que sangra sin parar…La maravilla debe

ser distinguida de la magia obtenida por un ritual de brujería cuya naturaleza es a veces

diabólica, y del milagro como resultado de una intervención directa de Dios. Debido a que

éste es inesperado, a menudo determina la aventura (en el sentido etimológico de “lo que va

a ocurrir”) de los héroes de la narración15. Igual que las estructuras de muchos relatos, estas

maravillas vienen, en su mayor parte, de un viejo trasfondo celta o más generalmente

indoeuropeo. Corresponden a los mitos transmitidos bajo la apariencia de una fábula de

creencias paganas. Las bases tomadas por lo sobrenatural cristiano también son numerosos,

en particular en la búsqueda del Grial. Lo que no impide que muchos autores artúricos

señalen, sobre todo en antes del siglo XIII, una pretensión de verdad. A veces, ellos dan el

título de estoire (“historia”) a sus novelas, incluso aunque el nombre de “cuento” todavía

subsiste. Así, sus relatos, que dan por verdaderos, parten de lo que llamamos hoy en día

“leyenda”, un relato más o menos fabuloso que el autor afirma es verdadero.

En la Edad Media, las obras se difunden más de forma oral que escrita. Ellas,

circulan de forma preponderante por la voz. Para retomar una reflexión esencial de Paul

Zumthor, esa oralidad o, mejor todavía, esa ‘vocalidad’ hace uso

incorrecto del término “literatura” para este período ya que también se refiere a las cartas

de esa capa en pergamino o papel16. Los bardos y juglares recitan estas obras usando sólo

su memoria o garabateando rápidamente algunas notas. Ellos trabajan principalmente para

las cortes principescas y aristocráticas, que atraen muchos oyentes. Por otra

parte, la lectura de libros de entretenimiento no se hace casi nunca antes del siglo XIII, de

manera silenciosa y solitaria. Más bien da lugar a una ejecución pública: en Le Chevalier

au lion [El caballero del León] (1176-1181) de Chrétien de Troyes, Yvain, el héroe, ve a

una chica joven que lee un libro en voz alta a sus padres en el jardín de su castillo17. En esta

15 Véase, recientemente, la síntesis de F. Dubost, J.-R. Valette, “Merveilleux…”.  16 La Lettre… Véase, más recientemente, Performing Medieval Narrative, dir. E. B. Vitz, N. F. Regalado, M. Lawrence, Cambridge, 2005.  17 Véase arriba p. 301.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

época, la escena era común entre la nobleza. Cada una de estas recitaciones, incluso estas

lecturas, dan lugar a una representación diferente de la obra de acuerdo a la improvisación

del orador y su intercambio con el público. Es por ello que no es, estrictamente hablando,

sólo una versión del texto, sino tantas versiones como las veces que se otorgue al público.

Para describir este fenómeno y su concretización en el manuscrito, los filólogos emplean

neologismos hablando de ‘movilidad’ y ‘variación’18.

Esas fluctuaciones se materializan igualmente en la transcripción manuscrita de la

obra. El escribano limita su trabajo sobre el texto a una simple elaboración gráfica o a una

presentación material: abreviaciones, puntuación y separación de palabras, disposición en

líneas y columnas de la unión y la elaboración o uso de miniaturas19. Su autonomía es muy

grande. En la versión oral del texto que el escucha o en la versión escrita que el lee, dicho

copista intercala otras historias, agregando las explicaciones o modificando la métrica y la

rima de los versos. Sin ser, por supuesto el autor totalmente, marca por sus interpolaciones,

de forma más o menos profunda, el libro con su huella personal.

Los manuscritos medievales que contienen la materia de Bretaña son numerosos.

Nosotros hemos contado hasta 217 para la Histoire des rois de Bretagne [Historia de los

reyes de Bretaña] (1136-1138) de Geoffrey de Monmouth, del cual 58 son solamente del

siglo XII, cifras jamás igualadas en la Edad Media por un libro de vocación histórica20. En

su crónica latina, que persigue la veracidad, Geoffrey dice reportar con exactitud y

precisión los hechos relevantes de Arturo. El éxito posterior de la literatura sobre el rey y

sobre los caballeros de la Mesa Redonda ha impulsado a sus aficionados a querer saber más

sobre el Arturo histórico, que creyeron descubrir en esta obra, aún más cautivadora, que fue

escrita con facilidad y claridad21. Una copia de la Histoire des rois de Bretagne esta

certificada, por primera vez, en 1139 en la abadía normanda de Bec22. Ha sido

18 Estas palabras se han cumplido por P. Zumthor (1979) y por B. Cerquiglini (1989). Véase recientemente Trachsler, “Un siècle…”, p. 375-376.  19 Busby, Codex…, p. 59.  20 Crick, The Historia…III : A Summary…, “The Newly…”. A título de comparación con la Histoire de Charlemagne du Pseudo-Turpin (174ms), la Histoire Ecclésiastique de Beda el Venerable (164 ms) y de otros best-sellers medievales, véase Histoire…, p. 250-252, y Crick, The Historia…IV: Dissemination…, p. 9.  21 Guenée, Histoire…, p. 278 y 305.  22 Henri de Huntingdon, Historia Anglorum…, ed. Greenway, p. 558.  

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INTRODUCCIÓN  

9  

probablemente transcrita de su scriptorium, menos de un año después de que Geoffrey la

publicó.

La preponderancia de los escribanos monásticos y del latín cayó en los siglos XIII y

XIV, verdadera época de oro para la producción de manuscritos artúricos. Lejos del

silencio de los claustros, los copistas son de ahora en delante de los laicos poniendo las

novelas profanas en lengua francesa. Los talleres en los que trabajan por su cuenta abrían

sobre el bullicio de las calles de París y otras ciudades universitarias. Estos nuevos

escribanos utilizan pergamino de calidad, en carpetas organizadas y llamaban a los mejores

miniaturistas para iluminar sus manuscritos. El número de manuscritos conservados nos

indican el dinamismo de sus talleres: cuarenta y cuatro completos o fragmentarios para la

obra de Chrétien de Troyes23; cuarenta y siete completos del Merlín atribuido a Roberto de

Boron; ochenta y dos para el Tristán en prosa; una centena para el Lancelot24…La

importancia de la oferta o la eficacia de las nuevas redes comerciales no podrían explicar, a

ellos solos, el aumento de la producción manuscrita en comparación de los otros periodos y

de otros géneros literarios. La demanda aumenta simultáneamente, mientras que la lectura

se difunde entre la nobleza y entre la burguesía, y que aumenta la audiencia de la materia de

Bretaña. Los clientes más ricos aman mostrar esos libros cuya lectura en voz alta anima sus

noches. Alrededor de los manuscritos artúricos, aparecen las nuevas formas de sociabilidad

en los hoteles urbanos y en las residencias rurales de las élites del dinero y del poder.

El rey de los eruditos contemporáneos

El redescubrimiento de estos manuscritos, su edición después de las normas de la filología

erudita y el comentario crítico de las obras que están fechados, esencialmente, a mediados

del siglo XIX. El número de especialistas y de estudios ha seguido creciendo, incluso ha

habido un crecimiento exponencial durante los últimos treinta años. Los libros, artículos y

cuentos referentes al tema sumaban apenas 266 en 1949, fecha del primer número del

Bulletin bibliographique de la Société internationale arthurienne [Boletín bibliográfico de 23 The Manuscripts of Chrétien…  24 Ménard, “Trente…”, p. 339-346.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

la sociedad artúrica internacional] fundado para contabilizarlos. A mediados de la década

de 1990, la barrera de los 800 títulos anuales fue cruzada. Después del año 2000, se superó

el millar25. Esto demuestra la vitalidad de los estudios artúricos, pero también la dificultad

para el investigador de manejar tal avalancha de publicaciones, de datos y de reflexiones.

Sin embargo, es necesario tratar de esbozar una “historiografía”, es decir describir la

evolución del medio social de los historiadores, de sus métodos y sus trabajos. Dado el

ritmo acelerado de la producción editorial, esta presentación de las principales corrientes de

ideas y los hitos asociados al arturianismo no podrá más que estar incompleta.

El romanticismo, cuyo entusiasmo por la Edad Media es conocido, es en gran parte

responsable de la eclosión de estudios artúricos alrededor de 1850. La creación de las

óperas Tristan et Isolde [Tristán e Isolda] (1859) y Parcifal [Percival] (1882) por Wagner

refleja los nuevos gustos que relevan en Francia los fundadores de la ciencia filológica26.

En 1854, en un artículo titulado “La poésie des races celtiques”27 [“La poesía de las razas

celtas”], Ernest Renan alabó el genio creador de los bretones, que supieron dar, los

primeros, un lugar primordial a la mujer y al misterio en la literatura occidental. En este

contexto, Paulin Paris (1800-1881), profesor del Colegio de Francia, tradujo al francés

moderno los grandes textos artúricos y examinó el mito del Grial28. Su hijo Gastón Paris

(1839-1903), fundador de la revista de erudición Romania, inventó, a la luz de los Lais

(1155-1170) de María de Francia, la noción, prometiendo éxito, de “amor cortés”, que él

connota como una muestra a la vez trágica y mágica. El participa firmemente en el

comparatismo folklorista, una vía trazada por los románticos que insistían sobre el genio

colectivo de los pueblos, creación y difusión oral de los cuentos. El autor se limita a

modelar esa materia preexistente: su parte de creatividad es, pues, muy reducida. Por

consecuencia, la investigación de la filología debe comparar las diferentes tradiciones

populares con el fin de encontrar la fuente arquetípica de la cual se basa cada autor. Para

Gastón Paris, la imaginación creativa de Chrétien de Troyes es, por ejemplo, reducida al

25 1149 títulos recientes en 2004 y 1042 en 2005.  26 El curso historiográfico que sigue debe mucho a Nykrog, Chrétien…, p. 7-40, a Zink, “Histoire littéraire”, a Trachsler, “Un siècle”, a Ménard, “Trente ans…”, y a Marx, La Légende…, p. 20-39.  27 Revue des deux mondes, 5, 1854, p. 473-506.  28 Les Romans de la Table Ronde mis en nouveau langage et accompagnés de recherches sur l’origine et le caractère des grandes compositions, París, 1868.  

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INTRODUCCIÓN  

11  

mínimo a favor de los cuentos anónimos anglo-normandos que le proporcionaron, piensa, el

esquema de sus novelas29.

Esa posición es rebatida por el profesor alemán Wendelin Förster (1844-1915), que

insiste, al contrario, sobre la fecundidad de la imaginación de Chrétien, sobre la

originalidad de sus relatos y sobre la importancia de sus innovaciones formales. El poeta

champanes le parece, en efecto, como el verdadero constructor del mundo artúrico, más

cortés y francés que campesino, gales o bretón. Su influencia sobre las novelas posteriores

fue así más decisiva que la multitud de narradores celtas o anglo-normandos, invisibles para

nuestros ojos. W. Förster critica, de paso, el débil fundamento de la búsqueda sin fin de

estados intermedios –sin comprobación, por que todos están perdidos– de las obras

medievales30. El debate entre los folkloristas, unidos a la oralidad y al anonimato de los

relatos, que necesitan estudiar con un método comparativo, y los simpatizantes del genio

creador del autor es esencial. Traduce una percepción radicalmente diferente de la poética

medieval, para los primeros la poética medieval se enmarca en lo colectivo y lo popular, y

para los segundos individual y elitista. Es típico del siglo XIX, embrujados por la idea del

Volkgeist, el espíritu de un pueblo o el genio de las naciones. Incluso si ya se habían

superado, algunas de las temáticas se conservaron después.

A lo largo de la primera mitad del siglo XX, las ciencias humanas se renovaron

profundamente. Los métodos se afinaron, las teorías se precisaron y la información

aumentó. La historia comparada de las civilizaciones y las religiones hizo gran salto en

adelante. Es la época en la que James Frazer (1854-1940) propuso audaces interpretaciones

sobre los mitos, la magia y las prohibiciones de los pueblos primitivos. En la generación

siguiente, una cultura deslumbrante permitió a Georges Dumézil (1898-1986), retomar y

analizar los relatos indoeuropeos antiguos. Mircea Eliade (1907-1986) buscó, entonces, las

manifestaciones de lo sagrado o tipos fundamentales de lo sacro en las religiones más

diversas. Por su parte Vladimir Propp (1895-1970) planteó las bases teóricas del

comparatismo en la literatura popular, mostrando el peso de un esquema constante en el

29 La Littérature française au Moyen Age (XIe-XIVe siècles), París, 1888, y Mélanges de littérature française du Moyen Age, París, 1912.  30 Kristian von Troyes: Sämtliche Werke, Halle, 1884-1899, Véase Nykrog, Chrétien…, p. 15, Corregido probablemente en esta página de novela “anglosajón” a novela “anglonormanda”.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

cuento tradicional, cualesquiera que sean las variables superficiales que cada civilización le

imponga31. Algunos ejemplos de autores conocidos del público cultivado reflejan una

difuminación de las fronteras de la investigación que ya no puede limitarse a un corpus

reducido y coherente de textos. El comparatismo se convierte en un postulado teórico

ineludible.

Los estudios artúricos prolongan esta efervescencia intelectual. Ellos persiguen en

los textos literarios los mitos, definidos como la expresión simbólica de un pensamiento

religioso primitivo o como una creencia del paganismo celta. Estos son los relatos ofrecidos

a los dioses, a los semidioses, a los hombres, a los superhombres, para conmemorar sus

logros y bondades pasadas a cambio de un nuevo favor. Son, así, el preludio de los

sacrificios y la magia que atraen la benevolencia de los dioses. Pueden, dado el caso, iniciar

al sacerdote, el rey o el guerrero en la protección que el debe ejercer sobre los suyos, como

de los seres sobrenaturales cuyas hazañas se cantan32. En The Legend of Sir Perceval [La

Leyenda de Sir Perceval] (1906-1909) y From Ritual to Romance [Del Ritual al Romance]

Jessie L. Weston, una investigadora que ejerce fuera del medio universitario, busca los

rituales primitivos en la leyenda artúrica. Ella creyó descubrir en la procesión del Grial,

descrita por Chrétien y sus continuadores, los procesos iniciáticos precristianos y de los

cultos de fertilidad (El Grial simboliza el principio femenino y la lanza, el masculino). Ella

destaca igualmente, detrás de los relatos de infancia de los caballeros de la Mesa Redonda,

el antiguo matriarcado celta. Estas interpretaciones muestran la influencia de los métodos y

tesis de J. Frazer en la lectura de la materia de Bretaña.

En esta época, numerosos trabajos sobre los orígenes celtas de la literatura artúrica

se llevan a cabo en las universidades de los Estados Unidos. Parecen menos intuitivos y

más basados en los textos que los de J. L. Weston. En 1916, George K. Kittredge, presentó

las aventuras de Gauvein como una reminiscencia de la expedición al otro mundo y de los

amores de un mortal por un hada, comunes en los Mabinogi (colección de cuentos en gales

31 Morphologie du conte, París, 2001 [1928]. Véase una explicación de este método en la literatura medieval en Bozóky, “Roman médiéval…”.  32 Van Hamel, “Aspects of Celtic Mithology”, p. 207-208.  

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INTRODUCCIÓN  

13  

medio y cimérico33) y en las sagas irlandesas34. Estas mismas fuentes, permitieron a su

discípulo Arthur Brown ver, en el Grial, el caldero de la abundancia de Dagda y en la lanza

con cuentas de sangre la lanza de fuego de Lug, otra divinidad del panteón irlandés. La

búsqueda de estos objetos sagrados remite a las luchas mitológicas entre los dioses solares,

representados por Arturo y sus guerreros, y los dioses obscuros y el mal de la muerte35. Un

combate similar, de acuerdo con William A Nitze y Tom P. Cross36, entre los

secuestradores y liberadores de Ginebra, el rapto y la extensión simbolizan la desaparición

invernal de la vegetación y la renovación primaveral. En este contexto de efervescencia de

los estudios celtas en América se necesario situar la obra de Roger S. Loomis, Celtic Myth

and the Arthurian Legend [El Mito celta y la Leyenda Artúrica] (1927) y Arthurian

Tradition in Chrétien de Troyes [La Tradición Artúrica en Chrétien de Troyes] (1949)

donde sintetiza los descubrimientos anteriores al tiempo que añade elementos nuevos. El se

apoya, por ejemplo, sobre los avatares literarios de la diosa de la soberanía irlandesa cuya

fealdad sólo es aparente o los de la prueba de la decapitación, frecuente en la épica gala. El

favorece, así mismo, el papel de los cantores armoricanos en detrimento de los galeses en la

transmisión de los estos temas a la literatura francesa. Para su alumna Helaine Newstead,

Bran el Bendecido, un dios hospitalario, generoso y desprendido afectado por una lesión,

será el prototipo del Rey Pescador, amo del castillo del Grial37.

Último de esta generación, La Légende arthurienne et le Graal [La Leyenda

artúrica y el Grial] de Jean Marx, profesor de la Escuela Práctica de Altos Estudios de

París, concibió la influencia celta sobre las novelas francesas de manera más radical. Ella

no se limita, en efecto, a algunas anécdotas dispersas que el investigador puede tratar por

separado. Bajo si pluma, este viejo fondo es recibido por los autores artúricos de los siglos

XII y XIII como un sistema coherente y completo, como “un esquema con fuertes tramas y

bases institucionales y mitológicas” como “una unión orgánica [que] expresa un cierto

33 “Cimerique” (de Cymry, “compatriotas”, “miembros del mismo pueblo galo”) designa la lengua galesa.  34 A Study of Sir Gawain and the Green Knight, Cambridge (Mass.), 1943.  35 The Origin of the Grial Legend, Cambridge (Mass.), 1943.  36 Lancelot and Gunever, Chicago, 1930.  37 Bran the Blessed in Arthurian Romance, Nueva York, 1939.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

número de instituciones y nociones fundamentales [en el] mundo celta”38. También en

Francia, esta corriente esta hoy representada hoy por el trabajo de Phillipe Walter, quien

mira a Arturo bajo las ‘tradiciones de una antigua criatura de mitología celta’ y las historias

sobre él como una “expresión degradada de las viejas creencias y mitos celtas o ciertas

religiones precristianas”39. En Gran Bretaña, la investigación sobre los orígenes antiguos de

los Lais de María de Francia se perciben, todavía, de manera similar40.

Los textos ciméricos y gaélicos antiguos han sido muy explotados, la lectura

celtizante de las crónicas y las novelas artúricas de la Baja Edad Media conocen

actualmente cierta aversión. Los comparatistas prefieren la investigación del tripartismo

dumeziliano porque es susceptible de ser extendido en un corpus, mucho más abundante, de

toda la literatura indoeuropea. Se esfuerzan así, en reencontrar en los textos medievales

todas las reminiscencias una sociedad antigua compuesta por tres grupos bien delimitados:

curas, guerreros y campesinos. Este planteamiento es bien representado en Francia por Joël

Grisward, pero también por Dominique Boutet, Jean Claude Lozachmeur o Jean-Marc

Pastré41.

Después de mayo de 1968, otras estructuras interesaron a la crítica artúrica. Ellas se

refrieren a la esencia profunda de la psique humana, escondida entre las líneas de los textos

medievales. El profesor húngaro János György (1908-1973) busca la complejidad del ‘yo

del escribano’ en Erec y Enid (1170-1176), la obra de juventud de Chrétien de Troyes.

Erec, protagonista de la novela, sufre de una susceptibilidad y de un orgullo enfermizo: se

quiere lavar en la sangre el desprecio que le infringió un enano y humilla a su dama Enid

por que ella le informó el rumor de la cobardía actual en el cuento. Su ‘mitomanía

genealógica’ lo empuja, igualmente, a proclamar erróneamente y de forma indiscriminada

sus orígenes reales. En contraste, los personajes de las novelas posteriores de Chrétien

aprendieron la humildad: ellos aguantan con paciencia los insultos de la multitud como

Lancelot sobre la carreta, o su denigración pública como Yvain. Esta liquidación ‘del

38 La Légende…, p. 31, no. 3, y p. 39.  39 Arthur…, 2002, p. 26 y 34.  40 Véase Ménard, “Trente…”, p. 358.  41 Véase Boutet, “La perspective…”, p. 105-107.  

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INTRODUCCIÓN  

15  

resentimiento del yo’ coincide, según György, con la maduración personal de Chrétien,

convertido a lo largo de los años, más modesto. ‘El imaginario’ (sic) del autor, así, es dado

a conocer a través de sus propios personajes. Otros problemas psicológicos de sus

caballeros ficcionales explican su violencia: el complejo de Aquiles los hace vulnerables

por que saben que una debilidad le ha costado la vida, mientras que el de Damocles los

empuja a la agresión, pues siempre se creen una amenaza. Las pulsiones, entonces, más

primitivas se detectan detrás de la caza del Ciervo Blanco en Erec y Enid, donde J. György

adivina los complejos producidos por los tabúes del incesto y la consumación del animal

totémico42. Su discípulo Gérard Chandès, olvida al individuo Chrétien de Troyes y busca en

los textos las pulsiones profundas del inconsciente colectivo de su época. El tiene la

intención de identificar las ‘emociones abismales de la psique’ por ‘convergencia

simbólica’, a través de los objetos dados por la novela donde se fija la imaginación del

autor y del lector43.

En 1980 Riger Dragonetti, dedicó a Jacques Lacan (psicoanalista parisino, entonces

a la moda, que buscó el inconsciente en el lenguaje de sus pacientes) su libro sobre el

Cuento del Grial, donde sólo hay una cuestión de máscaras, trampas y juegos de las

escondidas44. "Las resonancias del inconsciente" son igualmente escuchadas por Charles

Méla en sus diferentes libros sobre la literatura artúrica, donde a menudo se vuelve a la

dialéctica de la figura femenina y la ley divina. Su juego de palabras en cascada, a la moda

de los juegos lacanianos, expresa un pensamiento en el que la intuición brillante apenas

produce una exposición sistemática45. Más recientemente, otros investigadores prefieren

combinar el enfoque psicoanalítico con uno más completo y tradicional, atento a la

antropología cultural, a los mitos paganos y los estereotipos de la obra46. Inspirado por

Sigmund Freud (1856-1939), por Carl G. Jung (1875-1961) o por sus alumnos, estos

investigadores están buscando, en definitiva, sobre los complejos y arquetipos

profundamente arraigados en el inconsciente humano, independientemente de la época. 42 “Prolégomenes…”.  43 Le Serpent, la femme, et l’épée…  44 La Vie de la lettre au Moyen Age. Le Conte du Graal, París, 1980. Véase Nykrog, Chrétien…, p. 33.  45 Blanchefleur et le saint homme ou la semblance des reliques, París, 1979, La Reine et le Graal, París, 1984. Véase Zink, “Histoire littéraire”, p. 210-211.  46 J.-J. Vincesini, Pensée mythique et narrations médiévales, París, 1996.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

Los enfoques célticos, indoeuropeos o psicoanalíticos tienen muchos críticos, más

apegados, a la manera de W. Förster, al genio creador de cada autor lo cual pone de relieve

la libertad individual. Ellos piensan, en efecto, que la literatura es más que un simple

aspecto colocado sobre las estructuras profundas, que nos gustarían comunes si no a la

humanidad entera, a un pueblo antiguo.

Su punto vista es compartido en 1927 por Edmund K. Chambers, que estudia el

lugar del rey Arturo en la historiografía de la Alta Edad Media británica. El problema de la

existencia incierta, o por lo menos el tratamiento que hicieron los cronistas antiguos del

personaje, le interesa ya que no cree que deberíamos considerar a Arturo como una mera

creación mitológica comparable a Fionn, el protector fantástico de los irlandeses.

Inmediatamente después, aparecen dos obras de la misma vena. En 1923, J. Douglas Bruce

insiste sobre la capacidad de invención y sobre el sentido de innovación que caracteriza a

cada novelista en el uso de los temas artúricos, cualquiera que sea su tradición común47. El

año siguiente, Edmond Faral, profesor del Colegio de Francia, publica una suma

impresionante sobre Geoffrey de Monmouth y sobre los cronistas anteriores que lo

inspiraron. Es el positivismo más riguroso que se erige explícitamente, desde su

introducción, en el método48. Este enfoque reduce la parte de la reconstitución y de la

interpretación por el medievalista a favor de sólo los hechos documentados por las fuentes.

Ella se concentra únicamente sobre el contendido de los textos raros que han escapado al

paso del tiempo, de nuevo, vuelve ‘a su significación estricta sin superarlos jamás’. Ella

llega a una conclusión clara: Geoffrey tomó “del jardín fértil de su imaginación” las únicas

fábulas que él no ha plagiado de la historiografía o de la hagiografía anterior49. Unos veinte

años más tarde, el americano John P.S. Tatlock mantuvo una posición análoga de

“escepticismo sobre la existencia de un ciclo artúrico anterior a Geoffrey”50. Así la Historia

de los reyes de Bretaña, escrita en latín por un clérigo erudito de Oxford, robó la atención 47 The Evolution of Arthurian Romance, Göttingen-Baltimore, 1923.  48 “Estuve de acuerdo en deliberar los riesgos de una crítica decididamente positivista”, La Légende…, t. 1, p. III. La siguiente cita está tomada de la misma página.  49 La Légende…, t. 1., p. 261. Véase Nykrog, Chrétien…, p. 20.  50 The Legendary History of Britain, p. 229. Este libro fue publicado de manera póstuma en 1950. Es una mina de información, pero los lectores se resisten a sus índices, que no son exhaustivos, y sus referencias en las notas, porque los números de los volúmenes y las páginas de las fuentes y referencias probablemente dactilográficas de un manuscrito del autor, no siempre son legibles.  

Page 17: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

INTRODUCCIÓN  

17  

de los bardos, juglares y cantores galos o bretones. El origen de la leyenda artúrica no es

asunto de los folkloristas, pero lo es de los latinistas. En definitiva, estos medievalistas

proponen limitar su análisis estrictamente al autor y la obra.

A finales de la década de 1940, una sensibilidad similar aparece Reto R. Bezzola

(1898-1993), filólogo suizo que ha leído novelas de Chrétien de Troyes como una aventura

vivida sólo por el propio poeta. Este investigador no exalta “una reconstrucción del mito

primitivo, sino mas bien la intuición de lo que el autor del siglo XII quiso expresar”51. A

raíz de este libro sobre el novelista champañés, publica una suma en más volúmenes sobre

los cursos de Occidente, donde evolucionan los escribanos medievales52. En ocasiones esta

obra fue muy criticada debido a los objetivos enciclopedistas de tomar a menudo el hilo de

la “literatura cortesana” en beneficio de la "vida literaria" sin tener que mostrar el vínculo

que pueda unir la ficción con la historia53. Este no es menos un monumento de erudición

colosal, en la que los especialistas no dejan de sacar valiosa información de orden histórico.

Al igual que los medievalistas de la escuela positivista del siglo XX, los filólogos

piensan, todavía, que los investigadores modernos dieron valor a una parte muy bella de la

mitología celta, al tripartísmo indoeuropeo o a las profundidades de la psique. Ellos afirman

que los mismos autores medievales no tenían, en el momento en que escribían, ninguna

conciencia de este fondo antiguo arquetípico o rechazado54. Estos investigadores estiman,

también, que las historias, los personajes o los objetos de estos cronistas, narradores o

novelistas se vuelven irreconocibles al querer, demasiado, reconstruir las raíces55. Al

transformar la errática del caballero en navegación peligrosa hacia el otro mundo, el Grial

en caldera mágica de abundancia, o el Rey Pescador en el dios Bran el Bendecido, los

celtistas hacen prueba de una cultura admirable y de un método comparativo abierto. Ellos

no se distancian menos de la intención primaria del autor o del mensaje que quiso transmitir

51 Le Sens…, p. 77.  52 Les Origines…  53 “El lector busca un centro de gravedad, sin encontrarlo fácilmente, lo que es una sensación desagradable […] De la historia literaria el libro se orienta más de una vez hacia la historia pura”, informe de Alexandre Micha, publicado en CCM, 2, 1964, p. 187-189, cuyas críticas no deben ocultar la veracidad de la conclusión: “El monumento esta ahí, imponente, y antes de él la sensación que prevalece es de una profunda admiración.”  54 Such antecedents – even if they can be proved – have no place in the medieval author’s explaining of Arthur, Morris, The Character…, p. 9.  55 Nykrog, Chrétien…, p. 21.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

a su público. Al borrar el tiempo y el espacio en el que nació la obra, ellos la traicionan

inevitablemente. Ciertamente, todas estas críticas son admisibles, si atendemos más a la

singularidad de la creación literaria o la especificidad de su contexto cronológico o social,

que a las tradiciones cuya obra es la heredera.

Esto no impide que la aportación de los estudios comparativos sea considerable. Sus

autores delimitaron una materia preexistente, donde se derivan, por supuesto, todos los

escritores medievales, tomando direcciones y eligiendo una disposición de acuerdo con las

exigencias de su público. El mismo Chrétien de Troyes no dice nada más en sus prólogos:

la temática (matiere) de sus novelas le es impuesto, sin embargo es libre de decidir

libremente su sentido (san) y de su arquitectura (conjointure)56. Ahora, le toca al lector

moderno encontrar la parte más o menos grande de la intervención personal de cada autor.

El hecho es que los textos antiguos que hayan inspirado una obra medieval casi nunca nos

son conocidos, al menos en su integridad. Esto es porque sus propias elecciones

epistemológicas dictan al investigador en insistir, en diferentes grados, sobre la originalidad

o, al contrario, sobre los préstamos de una crónica o de una novela artúrica. Las síntesis de

Jean Frappier (1900-1974), profesor en la Sorbona, sobre la obra de Chrétien de Troyes

proporcionan un bello ejemplo del equilibrio que podemos lograr entre los dos polos,

tenerlos, llegado el caso, por complementarios y no por contradictorios.

Novela y religiosidad

Los numerosos comentaristas otorgan un lugar esencial al cristianismo en su lectura de la

literatura artúrica, y hacen de esta forma pasar a segundo plano el elemento mitológico. Es

particularmente el caso de Jacques Ribard y de John Bednar, que presentan las novelas de

la Mesa Redonda como una unión coherente de mensajes religiosos. Colocándose “sobre un

plan deliberadamente metafísico o teológico”57, estos dos autores invitan a superar el

significado original de las historias artúricas para revelar, a través de sus símbolos,

56 Le Chevalier à la charrette, ed. Poiron, v. 26, p. 507, Erec et Enide, ed. Dembowski, v. 14, p. 4. Sobre la forma en que el autor define la época y la conciencia de su actividad literaria, véase Baumgartner, “Sur quelques…”.  57 Ribard, “Le Lai de Lanval: essai d’interprétation polysémique” en Du Mythique…, p. 191.  

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INTRODUCCIÓN  

19  

alegorías y parábolas, los misterios esenciales del cristianismo. Dicho de otra forma, los

textos de la materia de Bretaña, compuestos, con muy pocas excepciones, cerca de los

clérigos, serían construidos como novelas con claves, en las cuales cada uno de los

episodios llama a las verdades de la fe católica. Lancelot se convierte, por ejemplo, en la

imagen del Cristo crucificado (cruza el puente de la espada, donde soporta sufrimientos

terribles), desciende a los Infiernos (entra en el reino de Gorre de donde nadie regresa),

derrota al diablo (su duelo con el caballero Meleagant), se une con las almas redimidas (su

noche de amor con Ginebra) y las lleva al cielo (la liberación de los cautivos)58… En

definitiva, la interpretación simbólica establece en un sistema coherente la narración

profana, en la cual todos los pasajes se vinculan perfectamente al servicio de una vasta

empresa de catequesis.

Esta lectura contiene una innegable parte de verdad, siempre y cuando que

limitemos su ámbito de aplicación. Algunos elementos dispersos de las novelas artúricas

podrían tomar, en su tiempo, un sentido alegórico que hoy se nos escapa. Pero esas

parábolas no aparecían ocasionalmente en los textos, como por intermitencia59. En los

siglos XIII y XIV, la travesía del puente de la espada por Lancelot es, por ejemplo, citada

en un sermón francés anónimo y esculpido en la iglesia de San Pedro de Caen60. Este

episodio que hace referencia inmediata al adulterio de la reina Ginebra, no podría tener su

lugar en un edificio cultural o en la predicación si no presentara un simbolismo religioso

fácilmente comprensible para el cristiano medieval. Sin embargo, conviene evitar la

sistematización y no conceder a la alegoría teológica o moral una coherencia demasiado

rígida o una aplicación universal61.

Sin embargo, la mayoría de los medievalistas consideran que, sin ser absoluta, la

presencia de la religión es constante en la literatura artúrica. Al rededor de 1200, un laico

que escucho la historia de la procesión del Grial de Chrétien de Troyes o Roberto de Boron

(†c. 1210) no puede dejar de pensar en las reliquias de la crucifixión en la eucaristía. Por lo 58 Ribard, Chrétien de Troyes…  59 Strubel, “Conjointure…”, p. 601.  60 Los capiteles de esta iglesia también cuentan con temas tomados de la literatura profana, Gawain en la cama peligrosa, Aristóteles sobre la espalda de una joven y Virgilio suspendido en una barquilla, Le Bossé, “Les motifs arthuriens…”  61 Véanse las críticas formuladas en M. Zink (La Prédication…p. 379), tras su comentario del sermón del manuscrito “Arsenal 2058” citando Lancelot en el puente de la espada.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

contario, la dimensión mitológica, refiriéndose a los cultos paganos de la fertilidad en la

organización tripartita de los indoeuropeos o las calderas de la abundancia investigadas por

los navegadores celtas, no rozará su conciencia. Por lo tanto, la observación de Anita

Guerreau-Jalabert parece de las más pertinentes: “Es inútil buscar [en las obras en lengua

vulgar] la expresión de una mitología, en el sentido en el que el término es utilizado por las

sociedades antiguas o primitivas; en la sociedad medieval, la religión cristiana ocupa el

papel esencial asignado a otros mitos (explicación del mundo, explicación y justificación de

las relaciones sociales)62’. Los intelectuales del periodo tienen, en suma, una gran

familiaridad cono los misterios del cristianismo que impregnan tanto los acontecimientos

ordinarios de su vida cotidiana como sus elucubraciones sobre la sociedad y sobre los

poderes que la gobiernan. Sus conocimientos teológicos parecen más escuchados que su

maestría de los mitos que no pueden recibir más que de forma muy deformada a través de

cuentos y otras formas orales de relato popular.

La dimensión religiosa de la mayoría de las novelas artúricas es considerable, sobre

todo con la introducción del Grial en los siglos XII y XIII, que coincide con un esfuerzo

pastoral sin precedente por parte de la Iglesia y con una acrecentada cristianización de la

sociedad. En consecuencia, el comentarista de estos textos que descuidara su espiritualidad

se arriesga a dar una lectura trunca. Desde hace tiempo, los medievalistas han buscado

reubicar esa literatura en el contexto religioso donde nació. En 1921 y en 1932, Albert

Pauphilet y Etienne Gilson mostraron respectivamente cuan en deuda esta la Búsqueda del

santo Grial (1225-1230) con los temas teológicos desarrollados en el medio cisterciense del

siglo XII. En este momento, otros estudiosos, entre los cuales se encuentra Myrrha Lot

Borodine (1882-1957)63, discutían sobre la influencia de la liturgia, en particular bizantina,

en los ritos del Grial. Este enfoque no ha desaparecido del arturianismo. Vamos a citar tres

libros recientes en lengua francesa que proporcionan un lugar central a la perspectiva

religiosa en su lectura global de las novelas del periodo. En 2000, el diablo, el pecado, la

contradicción o la profecía en Merlin (1205-1210) de Roberto de Boron fueron largamente

62 “Romans de Chrétien…”, p. 27. O también, del mismo autor: “La Edad Media practica un discurso simbólico generalizado, cuyo referente se encuentra en el libro y la palabra que por excelencia son la Escritura y la palabra de Cristo, palabra que todavía debe interpretarse y que se da como tal en las parábolas”, “Le temps…”, p. 184.  63 “Autour du saint Graal…”.  

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INTRODUCCIÓN  

21  

discutidas por Richard Traschler. En 2003, Michel Zink insertó la conversión, la política

del saludo y el culto de las reliquias en el corazón de su análisis del Joseph (1191-1210) del

mismo autor. En 2007, Catalina Girbea emite y comenta el sistema de valores de la

caballería celestial, el ideal de santidad que exige, propuesto a los guerreros aristocráticos

en algunas novelas de los siglos XII y XIII. Estos trabajos se basan en sólidos fundamentos

epistemológicos, porque comparan directamente la literatura en lengua vulgar con los

textos latinos de los moralistas y teólogos de su tiempo.

Postmodernismo e intertextualidad

Desde 1968, los estudios artúricos conocieron una renovación teórica importante.

Alrededor de esta fecha, el mundo del aprendizaje se vuelca. Los cuadros académicos

tradicionales de la investigación en ciencias humanas son rechazados. Los nuevos métodos

se implementan en la investigación universitaria. Este movimiento, al cual etiquetamos de

‘postmodernismo’, es complejo. Se reduce difícilmente a una sola corriente de

pensamientos64. No dio un lugar menos destacado al lenguaje, y por lo tanto, tiene una

fuerte influencia en la crítica literaria. En 1969, Semiotikè de Julia Kristeva lanza el término

y la idea de ‘intertextualidad’: el texto sólo habla de sí mismo y toda la literatura es

'autorreferencial’; opera a través de una red en la que los textos se refieren unos a los otros.

La ‘deconstrucción’ de Jacques Derrida (1930-2004) no esta lejos65. Esta noción rechaza el

concepto, es decir una idea que cubre un objeto externo a la consciencia, en favor de los

signos que funcionan en un sistema cerrado, que nos es imposible de interpretar desde el

exterior. Nosotros sólo podemos desmontar la sutil arquitectura para comprender, en

profundidad, las estructuras artificiales de pensamiento que oculta la apariencia del sistema.

Otro intelectual influyente de esta generación, Michel Foucault (1926-1984) considera que

el discurso escapa completamente a su emisor y que es necesariamente el objeto de

estrategias de los poderes establecidos; cada uno de nosotros es, también, una construcción

64 J. Aurell, La Escritura…, p. 113-116.  65 L’Ecriture et la différence, París, 1967.  

Page 22: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

social que se oculta detrás de muchas máscaras y que alterna sus identidades66. Así, el

crítico literario también merece ser ‘cuestionado’ sobre la obra que el nunca entenderá. Para

él, el texto sólo debe ser un pretexto para un enfoque o un comentario más, una “deriva”

para hablar como Jean-François Lyotard (1924-1998)67. Dado que todas las lecturas son

iguales, la crítica de los textos conoce un periodo de apertura, de respeto y de tolerancia,

eufemismo que tal vez oculta una fragmentación excesiva de las escuelas y un dialogo cada

vez más difícil entre los investigadores68. Esta dificultad de intercambio coincide

curiosamente con la incomunicabilidad que defienden los pensadores postmodernos. Para

ellos, en efecto, las palabras y los discursos funcionan en un vacío, sin ninguna relación con

la realidad extra-mental69. La broma, si lo es, de J. Derrida resume bien este inmanentismo

´no hay nada afuera del texto’.

Todas las nociones y métodos desarrollados por la filosofía postmoderna son

directamente aplicables a la literatura antigua. Ya en la década de 1940, el New Criticism

americano toma un interés excesivo sobre las circunstancias de la redacción de una obra y

sobre las fuentes que la inspiran. Esta corriente desdeña la edición crítica de los textos.

Pondera, en contraparte, un análisis detallado del lenguaje, el estilo, las estructuras

narrativas del relato y su dimensión emocional70. El alemán Eric Auerbach participa,

posiblemente sin saberlo, de estos nuevos métodos, presentes en su célebre Mimesis (1946),

la novela de caballería como “desprovista de todo fundamento económico y político” y

como una “creación estética absoluta ajena a cualquier fin práctico”71. En Francia, el

artículo precursor de Robert Guiette, publicado en 1949, tiene un título significativo: “De

una poesía formal en Francia en al Edad Media”72. El autor presenta allí la canción

66 Les Mots et les choses. Une archéologie de sciences humaines, París, 1966, L’Archéologie du pouvoir, Paris, 1969, L’Ordre du discours, París, 1971. Véase Kellog, Medieval…, p. 4-10.  67 Dérives à partir de Marx et Freud, París, 1973.  68 Para analizar este fenómeno, R. Trachsler (“Un siècle…”, p. 367) habla de “más capillas”, “compartimentación de la disciplina” y “ruptura de la mayor parte de los círculos”. El concluye: “La concepción de los estudios literarios, su objetivo y sus métodos, estaba tan fragmentado que los grupos –contrariamente a la escuelas de antaño– podían ignorarse.  69 Véase un artículo de un especialista en historia moderna, cuyo título resume este estado de animo: R. Chartier, “Le monde comme représentation”, Annales ESC, 44, 1989, p. 1505-1520.  70 Kellog, Medieval…, p. 3.  71 Mimésis…, p. 143 y 148.  72 Revue des sciences humaines, n.s. 54, 1949, p. 61-69. Referenciaindicada amablemente por X. Storelli.  

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INTRODUCCIÓN  

23  

cortesana como un género de conocedores que, a partir de temas fijados por una larga

tradición retórica, juegan entre ellos, y son virtuosos en su presentación estética. Sin

embargo, durante el último tercio del siglo XX, impulsado por la filosofía, el brillo del

fondo hacia la forma era más popular que nunca. En 1972 Paul Zumthor insiste sobre la

“circularidad” de la poética de la Edad Media, donde la canción es su propio tema73. Este

enfoque, excesivamente formal, lleva a considerar la literatura como un juego sutil,

desconectado de sentimientos de un autor imperceptible, que busca aun más seducir a su

lector que transmitirle cualquier información74.

La novela se convierte en una metáfora de la escritura al realizarse. Dos ejemplos

recientes esclarecen esta tendencia. En 1996, Per Nykrog sostiene que en Cligès (1176-

1180) de Chrétien de Troyes, el hada Tesala, que prepara las posiciones alucinantes, y Jean,

un arquitecto constructor de viviendas mágicas, que llevan a cabo y crean de la nada, como

el escribano mismo, del cual estos dos personajes son la imagen. Por lo que Cligès le parece

un libro de la “falsificación de la realidad (ficticia)”, “una novela de novelista, casi una

meta-novela, en los que debemos prestar atención al arte o la técnica del novelista en vez de

al destino de los protagonistas”, una demostración de la “facultad maestra del creador de

ficciones”. El orgullo con el que Chrétien muestra la lista de sus obras en el prólogo de

Cligés, no es, sin duda, ajeno a la forma en que se afirma en tanto que autor, por la

mediación del hada y el arquitecto a lo largo de toda su novela75. Lanzado en 1991, el libro

de Michelle Szkilnik sobre la Historia del Santo Grial (1230-1235) insiste, de forma

similar, sobre esta representación que hace de él mismo el escribano anónimo que dedica

más que en Cligès un largo prólogo al por qué y cómo de su obra. M. Szkilnik presenta así

la nave de Salomón permitiendo a los guardias del Grial pasar de Tierra Santa a Gran

Bretaña, como “una metáfora del relato y de su elaboración”: la sabiduría de Salomón y la

habilidad de su dama, combinadas para construir la nave, regresan la razón y la

imaginación necesarias para escribir una novela; las etapas de su viaje por el Mediterráneo

y sus dificultades cruzan las de la creación literaria76. En suma, leídos bajo este ángulo

73 Essai de poétique médiévale, París, 1972. Véase R. Trachsler “Un siècle…”, p. 370.  74 Zink, “Histoire littéraire”, p. 208-213.  75 Nykrog, Chrétien…, p. 84-86.  76 L’Archipel..., p. 53 M. Szkilnik dice tomar prestada esa idea de Douglas Kelly.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

estético, Cligés y la Historia del Santo Grial se convierten en libros donde, con la idea de

metáforas sutiles, sus propios autores se ponen en escena al momento de escribir.

Por lo menos desde el siglo XIX, un estudio positivista de la literatura se ha

mantenido siempre a pesar de las distintas corrientes críticas que han agitado los

medievalistas. Es sobretodo atento a la biografía del autor, su medio social, las

circunstancias personales, sus mecenas y mentores y las ilusiones hechas en sus obras a los

acontecimientos políticos de su tiempo. Más que de un texto en sentido estricto, el

positivismo se interesa en el contexto. Contrario a los escribanos realistas para el

romanticismo, con sus “caprichos del espíritu” y sus “fantasías”, sin duda ha influido este

análisis de la literatura medieval. Honorato de Balzac (1799-1850) decía que la escritura de

La Comedia humana, que el había titulado originalmente Estudios sociales, se convirtió en

“el más grande historiador del sigo XIX”; en su tiempo, su obra se percibía como ‘un

espejo que se pasea sobre una gran carretera’.

En 1896, Gaston Paris aplicó los principios del realismo literario al ámbito de su

crítica. “Esta es la pintura de la sociedad de la que se pretende que ocupe la mayor parte de

tanto nuestra literatura antigua como nuestra literatura moderna. Por eso es una mina

inagotable de información sobre las costumbres, los usos, los trajes, toda la vida privada de

la Francia antigua” afirma77. Esta es la época en que los historiadores dibujan en la ficción

medieval los ejemplos para esclarecer la vida cotidiana de una categoría social. En 1891,

Léon Gautier, en su suma sobre la caballería, recurre frecuentemente a las novelas de la

Mesa Redonda, aunque prefiere la epopeya pues le parece más realista. El título del libro de

Charles Victor Langlois, La sociedad francesa en el siglo XIII, después de diez novelas de

aventura (1904), es indicadora de esta tendencia. Su autor no es para nada, en colaboración

con Charles Seignobos, el campeón del positivismo metódico en la ciencia histórica. Esta

pequeña obra contiene una breve introducción, elogiando la utilización de la literatura

como espejo social y se limita en seguida, de forma decepcionante, a resumir, una tras otra,

el contenido de las diez novelas escogidas. Otros autores siguen esta vía y extraen de la

literatura descripciones y anécdotas para completar sus cuadros de la vida en la Edad

Media.

77 Ejemplos tomados de G. Doutrepont, La Littérature et la société, Bruxelles, 1942, p. VIII y 139.  

Page 25: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

INTRODUCCIÓN  

25  

Es necesario esperar hasta la década de 1950 para ver la integración de los datos de

la ficción en una reflexión más amplia sobre la sociedad medieval. El marxismo se

extiende, entonces, en los medios intelectuales europeos. Una de sus tesis, acepta de forma

más o menos ortodoxa, dependiendo los individuos y las escuelas, demuestra que los

informes de producción y de luchas de clases siguen determinando a profundidad toda la

creación literaria, reducida a una superestructura fuertemente condicionada por la

infraestructura económica. Es desde esta perspectiva que las obras teóricas de György

Lukács (1885-1971) consideran la “socio-literatura”.

La aventura caballeresca, tesis de habilitación publicada en 1956 por Erich Köhler,

se inscribe, con muchos matices, en este movimiento. Sus análisis, los cuales conciernen

principalmente a la obra de Chrétien de Troyes, ponen de relieve la situación materialmente

precaria de la pequeña nobleza sufriendo su dependencia vasallática hacia los grandes

feudatarios, el aumento de burguesía mercantil y de los progresos de la administración, el

ejército y la fiscalidad real. Las frustraciones de esa clase aparecen en el tema literario de

un rey Arturo débil y perezoso en oposición a sus guerreros que dejan, heroicos, la corte

para correr a la aventura, verdadera búsqueda de su identidad. Tal ficción, todo en honor

del caballero errante, pero crítico de la realeza, permite a los nobles de segundo rango

olvidar un poco la dura realidad de su clase y superar su crisis de identidad. E. Köhler

minimiza, en consecuencia, la dimensión lúdica de los libros de Chrétien y de otros

novelistas, rechazando “la idea tenaz de que el poeta champañés era sólo una diversión

elegante de una sociedad privilegiada”. El piensa, igualmente, que la literatura de corte es

portadora de propaganda y que las “‘bellas artes’ pueden ser explotadas por la política y la

ideología”78. A pesar de la apariencia maniqueista o esquemática de algunas de sus tesis, E.

Köhler marca con su libro un hito importante en los estudios artúricos. La manera en que

ubica a un grupo social, sus crisis y sus tensiones en el centro de la creación literaria

presenta una gran originalidad en su tiempo: abre una vía muchas veces utilizada después

por los medievalistas. Algunos años más tarde, su colega Hans Robert Jauss completa su

reflexión, la reorienta. La producción de la novela, costosa a Köhler, prefiere su consumo.

Su “estética de la recepción” da el centro de atención al público, cuyo “horizonte de espera”

78 L’Aventure…, p. 4 y 303.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

determina fuertemente la obra por una clase de contrato implícito con su autor79. Detrás de

ese complejo aparato conceptual y ese vocabulario técnico, encontraremos una idea

expresada desde hace mucho tiempo y de forma simple por La Bruyère en la primera frase

de sus Caracteres (1688): “Yo vuelvo al público lo que me ha prestado; pedí prestada la

materia de esta obra”80.

Estas tesis se difundieron bastante pronto en los países de lengua inglesa. Las

formas de comunicación entre el autor y su público, y la influencia de la literatura sobre los

comportamientos aristocráticos son así esenciales para Peter Haidu (1968) y para R.

Howard Bloch (1977); estos dos literatos americanos abordan el problema de colocar por

escrito del ambiente violento81. Más arraigada a nuestro objeto, Literatura artúrica y

sociedad (1983) de Stephen Knight, crítico anglo-australiano, se interesa en las sociedades

que “producen y consumen” la materia de Bretaña desde los orígenes hasta nuestros días. A

la moda de la “socio-historia” marxista, este libro se propone, contra “el idealismo

literario”, de comprender “el poder en el mundo real del cual trata la leyenda”. Para él, la

literatura artúrica es un “potente documento ideológico”, “que revela tanto los temores

como las esperanzas de la clase dominante” y que defiende el poder del Estado sobre los

individuos, tras criticar sus abusos82. Les ejemplos de la recepción de ideas de E. Köhler y

de R. H. Jauss en el mundo algosajón podrían ser múltiples. Sin embargo observamos cierto

abandono en los últimos veinte años, como si los investigadores se interesaran ahora más

en la guerra de los géneros que en la lucha de las clases. Con los gender studies, la dama de

la materia de Bretaña se convierte en sujeto de estudio completo, que trata de separarse

sutilmente de la ficción literaria, no estereotipada o misógina como se podría creer a

primera vista, de este que es un reflejo de la conducta social83.

En Francia, después de 1968, algunos “literatos” en sentido estricto, que ocupaban

las cátedras universitarias de lengua y literatura se dejaron influenciar por estas corrientes

79 Pour une esthétique de la réception, París, 1978. Es probablemente que a raíz de ese movimiento sea necesario situar la obra enciclopédica sobre la cultura cortesana medieval en gran medida sobre las fuentes literarias, de J. Bumke, Höfische Kultur: Literatur und Gesellshaft im hohen Mittelalter, Munich, 1986.  80 Ed. R. Pignarre, París, 1965, p. 77.  81 Bloch, Medieval French…; P. Haidu, Aesthetic Distance in Chrétien de Troyes, Génova, 1968.  82 Arthurian Literature...p. XIV-XV.  83 Arthurian Woman…, dir. Fenster, 1996, M. M. Wynne-Davies, Woman and Arthurian Literature. Seizing the Sword, Londres, 1996.  

Page 27: Aurell, Martin La Légende du Roi Arthur

INTRODUCCIÓN  

27  

que arraigan firmemente la producción literaria en el terreno social. De tal modo que ellos

reunieron, posiblemente por primera vez, las preocupaciones de los “historiadores”. En esta

aproximación, estos últimos no son dejados a un lado dada la evolución de su propia

disciplina. Comenzaron, por su parte, a abandonar la economía y la civilización material,

privilegiadas hasta entonces por la escuela de Annales, para volverse hacia la historia de

mentalidades, es decir el análisis del imaginario, de las sensibilidades y de las ideologías,

así como los comportamientos y modos de vida inducidos84. Los Tres Ordenes o lo

imaginario del feudalismo (1979) de Georges Duby es indicativo de esta nueva

historiografía. Este gran medievalista escribirá más tarde su autobiografía: “Los rastros

dejados por los ‘juicios’, los ‘conceptos’, las ‘creencias’, que compartían nuestros

antepasados del siglo XII, aunque menos tangibles que las de una operación de intercambio

o una expedición militar […], no es menos ‘real’”85. La frase resume muy bien el cambio

historiográfico. Otro historiador a la vista, Jacques Le Goff redacta el prefacio de la

traducción de L’Aventure chevaleresque del literato E. Köhler, publicado en Francia

solamente en 1974, diez y ocho años después en su versión en alemán. Además su artículo

sobre la locura de Yvain y sobre su estancia salvaje en el bosque de Brocelandia, es

fuertemente influenciada por la antropología cultural de Claude-Levi Strauss86.

Alrededor de estos dos maestros surgió un dialogo fructífero entre literatos e

historiadores medievalistas87. Bastan algunos ejemplos de estudios artúricos. De lado

literario, Paul Le Rider expresa su deuda intelectual a J. Le Goff y G. Duby en su libro Le

Chevalier dans Le Conte du Graal de Chrétien de Troyes [El Caballero en El Cuento del

Grial de Chrétien de Troyes] (1978). El largo prefacio de Danielle Régnier-Bohler a la

antología La leyenda artúrica (1989), publicada por la colección “Bouquins”, transmite

igualmente una sensibilización hacia las problemáticas de corte histórico: la corte, el

público, la recepción de las obras, las consecuencias de la literatura sobre la vida y el

comportamiento de los caballeros. De lado de los historiadores, Michel Pastoureau publicó,

84 J. Aurell, La Escritura…, p. 87-112.  85 G. Duby, L’Histoire continue, París, 1991, p. 122.  86 “Levi-Strauss en Brocéliande. Esquisse pour une analyse d’un roman courtois ”, artículo mostrado en L’imaginaire médiéval, p. 151.  87 “Es sin duda en los años setenta que la fascinación ejercida por los historiadores sobre los literatos alcanza su punto culminante”, Zink, “Histoire littéraire”, p. 204.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

en 1976, Vie quotidienne en France et en Angleterre au temps des chevaliers de la Table

Ronde [Vida cotidiana en Francia y en Inglaterra en tiempos de la caballería de la Mesa

Redonda], cuyo confuso título, impuesto por las exigencias editoriales de una célebre

colección, refleja la voluntad de incluir realidad y ficción, utilizando la novela como una

fuente completamente histórica88. En 1982, Alain Guerreau propuso igualmente un sólido y

estimulante estudio sobre las estructuras simbólicas y la significación social del Bel

Inconnu [Bello desconocido] de Renaud de Bâge (1165-1230), donde pone de relieve, a

través de esa novela, el papel crucial de la alianza matrimonial en la mentalidad

aristocrática. También son ricas la problemáticas y reflexiones elaboradas por Anita

Guerreau-Jalabert sobre las novelas artúricas en verso. Con el uso de un método

frecuentemente cuantitativo, los trabajos de Jean Flori buscan los rastros de la ideología y

de los rituales caballerescos en la materia de Bretaña. Lanzado en 2000, el libro de John

Balwin sobre la vida aristocrática a partir de cuatro novelas, cuyo marco es sin duda bretón

para uno de ellos escrito por Jean Renart y Gerbert de Montreuil entre 1190 y 1230, es un

modelo del género. Últimamente, Amaury Chauou y Catherine Daniel se inclinaron sobre

la dimensión política e ideológica del arturianismo, en la obra de la corte de los reyes

Plantagenet de Inglaterra89. Una obra reciente de Dominique Barthélemy se acerca, desde la

óptica de la antropología cultural, a los intercambios de solidaridad entre los caballeros y

las manifestaciones de agradecimiento mutuo, dedicando un capítulo a Chrétien de

Troyes90. Finalmente, el Arturo de Alban Gautier, publicado recientemente, analiza

cuidadosamente la emergencia del personaje en la Alta Edad Media y su estudio

historiográfico hasta el siglo XX. Así, durante unos treinta años, en Francia, la

comunicación ha sido bien establecida entre las dos disciplinas, Literatura e Historia, que,

con algunas excepciones, eran hasta entonces extrañas91. Cada una de ellas guarda, sin

88 “Por que esta literatura, lejos de ser gratuitamente recreativa, es una literatura militante que busca imponer su versión del mundo y de la sociedad. Da los medios que representan una imagen a la vez fiel y falsa, retrospectiva y visionaria, y al hacerlo aporta al historiador información más rica y matizada que un documento jurídico o arqueológico seco e imperfecto…” Pastoureau, La vie quotidienne…, p. 8. El autor dice explícitamente inscribirse en la línea de E. Köhler, op. cit., p. 215, n.1.  89 Chauou, L’Idéologie…, Daniel, Arthurianisme…  90 La Chevalerie…  91 Véase también un ejemplo reciente de los vínculos entre las dos formas de conocimiento en un marco no artúrico: Blanchard, Mühlethaler, Ecriture et pouvoir… Para una reflexión de fondo sobre las relaciones entre política y literatura, véase J. Rancière, Politique de la littérature, París, 2007.  

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INTRODUCCIÓN  

29  

embargo, su especificidad, y la ‘pluridisciplinariedad’ (los intensos intercambios entre las

diferentes ramas del conocimiento, que sin embargo tienen sus propios métodos) prevalece

sobre la ‘interdisciplinariedad’ (la abolición de toda identidad disciplinaria para construir

un campo de conocimiento único).

Ni espejo ni espejismo

El siguiente trabajo intenta, de alguna manera, seguir el camino de la pluridisciplina. No

esta escrito por un literato, pero si por un historiador atento a la interacción entre los textos

y la sociedad. Esta entonces “en situación”92, en el contexto preciso donde nacen, se

difunden y son recibidas, que estos documentos serán estudiados. ¿Este método histórico es

compatible con la mayoría de las lecturas estrictamente literarias la obra? ¿Puede llevarse a

cabo simultáneamente con el comparatismo y el formalismo?

La respuesta parece afirmativa. Aproximarse, por una parte, al texto en su marco

cronológico no excluye de ninguna manera examinar los mitos antiguos, los estratos y

tradiciones sucesivas, las estructuras narrativas y los arquetipos más profundos que

alimentan sus temáticas. Eso no se opone, por otra parte, a tomar en cuenta las técnicas de

escritura, formas de organización o dificultades del género. Ya que los códigos retóricos

que permiten al los escribanos comunicarse entre ellos y con su público condicionan,

también, el contenido de su obra. Situar, en primer grado, la heroína de la novela como una

hija de un noble pobre que lucha por conseguir la suma de su dote, o el enano desabrido

que acompaña a un caballero como escudero o su doméstico, no impide de ningún modo

intentar, en otro grado, la comparación con las hadas y con los espíritus subterráneos que

pueden ser, en un pasado alejado y olvidado, el origen de sus personajes. Así mismo, que

un texto sea escrito en verso o en prosa cambia considerablemente la recepción y la

percepción que puede tener en su momento. Hoy tiene por lo menos dos siglos, que estos

enfoque críticos han hecho sus pruebas. Aplicadas en ciertos casos con precisión y rigor,

92 “Una reflexión preliminar sobre la posible naturaleza de los significados transmitidos por los textos, reflexión que exige que los textos literarios sean a su vez observados ‘en situación’, es decir con respecto a la sociedad que los produce y utiliza”, Guerreau-Jalabert, “Romans de Chrétien…”, p. 26.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

aportan puntos de vista más esclarecedores a las obras. Sería empobrecedor impedir uno de

los múltiples niveles de lectura que ofrece todo texto.

La naturaleza ficticia de los textos artúricos es patente. Esta evidencia no impide el

análisis histórico. De hecho, la relación de estos documentos imaginarios con la realidad

extra-mental es más compleja de lo que pudiéramos creer a primera vista. Sus autores los

dan muy a menudo por verdaderos y los narran casi siempre inspirados por el relato de un

testigo digno de confianza o un viejo grimorio que, por estar perdido, no es menos

confiable. Creer que, la verdad no se encuentra solamente en la enseñanza moral que ellos

intentan transmitir a toda costa y también en la historicidad de su relato, incluso

impregnado de maravillas93. Más o menos creíble, la lectura medieval puede rechazar o no

esas lecturas comunes, por las cuales el escribano afirma la validez de una tradición que,

transmite de generación en generación desde tiempos inmemoriales, es autentico porque es

antiguo.

El público encuentra, además, al mezclarse con la ficción, los elementos que atraen

tanto más su atención que devuelven a su universo cotidiano y que satisfacen así su

“horizonte de expectativa”. Estos toques realistas pueden, en su caso, referirse a un evento

político reciente: rebelión de los hijos del rey, ceremonia de coronación, victoria militar,

cruzada, embajada venida de lejos, éxito de tal orden religiosa… Esas alusiones sirven a

veces para alagar al mecenas, patrocinador o destinatario de la obra. El historiador aprende

así mucho sobre la educación de los nobles jóvenes, los técnicos militares, el desarrollo de

los torneos, la vestimenta, la comensalidad, la cortesía, el amor o la espiritualidad.

Entiende, pues, las mentalidades, los sistemas de valores, las identidades sociales y las

creencias religiosas. Toda esta información completa, si no es superado por su precisión, las

más áridas menciones de los annales, cartas, encuestas, documentos contables o

recopilaciones de leyes, sobre la que trabaja habitualmente. Podemos fácilmente hablar con

ellos acerca de la “mentira-verdadera”, para retomar el título de un cuento donde Louis

Aragon (1897-1982) transforma sus recuerdos de infancia en relato funcional, o aplicarle la

afirmación de Picasso (1181-1973): “El arte es una mentira que dice la verdad”.

93 Véase Boutet, Formes…, p. 3 y 26-27.  

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INTRODUCCIÓN  

31  

¿Acaso no es el medievalista precisamente atraído por una literatura cuyo objetivo

principal es entretener y divertir, y no informar sobre la sociedad o transmitir una ideología

política? Para responder a esta pregunta, debe plantearse inmediatamente un problema

muchas veces debatido en las últimas décadas sobre la relación entre la historia y la ficción.

Los historiadores actuales han probado el choque postmoderno, que niega cualquier

capacidad de entender y, sobre todo, de hacer inteligible el pasado. Para seguir con esta

aclaración radical, su retórica, de naturaleza narrativa o intuitiva, revelará aun más de la

ficción que de la ciencia empírica. El principal personaje de esta tesis, el crítico americano

Hyden White incluso ha clasificado el discurso de cuatro historiadores del siglo XIX en

tanto operaciones literarias: novela o metáfora (Michelet), comedia o metonimia

(Tocqueville), tragedia o sinécdoque (Ranke) y sátira o ironía (Burke). La estructura

narrativa y la parte de la creación estética triunfan, así, sobre la búsqueda de la verdad

objetiva, como si la escritura histórica se apoyara exclusivamente sobre la forma para

construir el fondo94. Bajo su pluma, el historiador se convierte en novelista, menor genio y

mayor pesadez.

Estas tesis parecen excesivas95. El historiador formula las conclusiones que revelan

tanto la ciencia como en la opinión. Debe establecer los hechos a partir de la información

que le proporcionan los documentos cuya variedad exige técnicas adaptadas. Su método

crítico le permite así revelar la subjetividad que contienen. El texto no es, ciertamente, la

fuente de agua clara y cristalina de la cual bebieron los positivistas del siglo XIX, para, así,

saciar su sed de conocer los hechos tal como realmente sucedieron. Pertenece a un conjunto

temático y aun género retórico, del cual necesitamos saber romper sus trampas. Entonces,

debe ser leído en su contexto mental, que nos enseña mucho sobre la astucia y

manipulación que implica. Pero rechazar el estrecho cientificismo y la ciega creencia en las

fuentes, no vuelve imposible la escritura de la historia. Corresponde al investigador

destacar los rastros de verdad que contiene cada testimonio sobre los hechos ocurridos,

para, a continuación, argumentar claramente la interpretación que quiere dar.

94 H.V. White, Metahistory. The Historical Imagination in 19th Century Europe, Baltimore-Londres, 1973, Topics of Discourse. Essays in Cultural Criticism, Baltimore-Londres, 1978; The Content of the Form. Narrative Discourse and Historical Representation, Baltimore-Londres, 1989.  95 Véanse recientemente las refelxiones criticas de J.-C. Schmitt, La Conversion d’Hermann le Juif, París, Seuil, 2003, p. 45-47, y de J. Aurell, La Escritura…, p. 207-209.  

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LA  LEYENDA  DEL  REY  ARTURO  

Algunas de estas generalidades, muestran la necesidad de navegar entre estos dos

escollos que son la estética total y el estrecho historicismo96, con el fin de evitar naufragar

tanto en el postmodernismo como en el positivismo. Para aproximarse a la literatura, este

justo medio proporciona la dialéctica de las diferentes disciplinas en lugar de su mutuo

rechazo. La articulación de la lectura histórica con el método formalista o con el

comparativo sólo puede conducir a buen puerto. Entonces la fuerza esta en estudiar la

atracción o, por el contrario, la repulsión que un texto manifiesta para la realidad. Ni

espejismo ni espejo, éste nos devuelve siempre los reflejos, más o menos pálidos, de la

Historia. Variable según las obras literarias, este grado de mimetismo o, por el contrario, de

distancia frente a frente del entorno político, social y cultural requiere privilegiar uno u otro

método, o caso por caso. Por lo tanto, al abandonar las generalizaciones un poco torpes de

la “socio-literatura”, el campo de estudio debe ser relativamente restringido para dejar

espacio tanto al análisis como a la síntesis. Así, corresponde a una “microhistoria” de la

ficción.

La presente obra se inscribe en lógica de la historia social, política y mental de la

ficción. La literatura artúrica se analiza aquí, en el curso de los años 550-1250 en un viaje

dirigido del País de Gales a Francia del Norte y también a Italia o a Tierra Santa. Al menos

desde el siglo VI, la poesía en lengua galesa informa de las hazañas de Arturo, un guerrero

de la aristocracia celta o un héroe de la mitología, en sus combates contra los anglosajones.

Muy vinculado a la resistencia insular contra los invasores, el personaje es difícilmente

recuperable por los normandos. Es necesario esperar hasta finales del siglo XII para que la

propaganda de los reyes de Inglaterra de la casa de Anjou llegue a sacar cualquier beneficio

político. En la época, Chrétien de Troyes hizo de Arturo, y más todavía de los caballeros de

la Mesa Redonda, los protagonistas de sus largas novelas en verso francés. El amor y la

guerra son el corazón de su obra que transporta los valores de la nobleza cortesana. Este

clérigo se preocupa también de la bienvenida de su público y de incluir algunas enseñanzas

doctrinales y lecciones morales a su atención. Esta didáctica religiosa se presenta mucho

más en las prosas inspiradas de su Conte du Graal [Cuento del Grial]. Los caballeros

96 Sobre el historicismo, que podemos definir como la creencia positiva en la verdad positiva de los datos históricos, sus presupuestos filológicos y sus consecuencias políticas, véase O. G. Œxle, L’Historisme en débate. De Nietzche à Kantorowicz, París, 2001.  

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INTRODUCCIÓN  

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errantes salen de la corte de Arturo para buscar el vaso santo, apareciendo los modelos a

imitar por los lectores de la novela del siglo XIII. Ellos encarnan, en efecto, los valores de

una perfecta nobleza cristiana, cuyo valor militar y calidad moral justifican su

preponderancia social.

A través de la historia de esta creación literaria, bardos y novelistas, patrones y

patrocinadores, oyentes y lectores serán honrados. Principalmente aristocráticos, la

sociedad y la cultura que reflejan estas obras de ficción, serán analizadas aquí. La parte

política, en el sentido estricto del término, aparece limitada en los poemas y novelas

artúricas, pero los raros indicios que le conciernen están presentes. Finalmente, la religión,

ya sea pagana o cristiana, es central en la materia de Bretaña como en este libro.