aurell, jaume_los efectos del giro lingúístico en la historiografía reciente

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  • 8/6/2019 Aurell, Jaume_los efectos del giro lingstico en la historiografa reciente

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    LOS EFECTOS DEL GIRO LINGSTICOEN LA HISTORIOGRAFA RECIENTE

    BIBLlD [021.3-2370 (2004) 2()"'1; .1-16]

    Jaume AURELLUniversidad de Navarra

    Desde los afios setenta, algulIos bistoriadores han aspirado ti construir relatos comprensibles y atmctivos, E/lenguaje acadmico del marxismo, eSfnlcfUmlismoy Cflttntitfltivismoha sido sustituido por la coherencia formal de una narracin que no esld reida con el rigor centifico. Este artfculo pretende analizar aquf por qu los historiadores actuales hantenido tanto inters en recuperar el relato en su acepcin mds tradicionaly su preocupacin por crear una narracin formalmente impeettble cuya coherencia es elgarante de unaverdadera objetividad histrica. El maridaje entre la historia como disciplina y la Iingfstica se contempla como una de las consecuencias mds beneficiosas del ''giro lingiifstico"que afiet a las ciencias sociales en los aos setenta.As of he nineteen-seventies, historians have regained the eterna! aspiration fa tel! tales, toeonstruet easy-to-llnderJtand and attraetive storieJ". The aeademic, schematc and ormalistic language corresponding to the paradigms of he post-World Wttr era (Marxism,Struetura!ism and Qllantitativism) has gradua!1y been replaced by a truly comprehensible !anguage nol limited to scientific jargon. In accordl1nee with theJe new trmds, Ihe laste jor story and or the forma! cohermce ofnarratve need not be at odds wilh scimtificrigour, but rather can lead il lo fls higheJt peaks. The new ndlTativisl trends are to an important extent Ihe resu!t ofthe marriage in the nineteen-seventies between historiea! discipline and Iinguistes. This artic/.e is 1111 attempt to analyse why current historians haveshown so mueh interest in regaining stories in the most traditiona! sense of hat word, andin creating a flrma!/y impeecable narrative. Al! of his is one of he most beneficia! eomequences of/he so-cal!ed !inguis/ie t1lm, whieh ajjected the enfre fie/d of/he socia! scimcesduring the nineteen-seventes.

    EN 1999, EL HISTORIADOR BRITNICO SIMON SCHAMA public una monografa que gener un enorme inters en todo e! mundo y que pronto se constituy en un autntico best sellery fue traducido a un buen nmero de lenguas. Laobra estaba encabezada por e! enigmtico enunciado de Rembrandt's ejes (Schama 1999). Se trataba de un monumental estudio sobre la vida y la obra deRembrandt, basada en una original combinacin entre texto e imgenes. Talcomo se pona de manifiesto en e! sugerente ttulo de! libro (Los ojos de Rembrant), Schama intentaba adentrarse en el complejo mundo de la opulentasociedad holandesa de! siglo XVII a travs de los retratos de! clebre pintorflamenco. En una poca que Schama conoda bien por trabajos anteriores(Schama 1991), Rembrandt era e! representante de un nuevo mundo, en contraste con e! tradicional modelo plasmado en las obras de su antecesor Rubens.

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    El enorme xito del libro obtenido entre el gran pblico contrast, sin em-bargo, con las severas crticas que el autor recibi desde algunos sectores de lacrtica acadmica ms tradicional. La pretensin de Schama, consistente enrealizar una narracin del acto artstico, fue duramente contestada por histo-riadores tan consolidados como ]onathan Israe! o Ernst Gombrich, que acusal libro de parecerse ms a una novela histrica que a una monografa de his-toria de arte (Ruiz Domenec 2002).Con todo, parece que el propsito de Schama no era, en definitiva, tan ori-ginal. En su obra clsica El otoo de la EdadMedia, publicada originariamente

    en 1919, ]ohan Huizinga haba intentado leer una sociedad a travs de las obrasde los artistas, en este caso los hermanos Van Eyck. Lo que s era original, encambio, en Schama, era e! modo de realizar esa lectura, a travs de las nuevastcnicas narrativas divulgadas en la historiografa a partir de los afias setenta.Qu haba detrs de ese debate aparentemente limitado a! mundo acadmico?La publicacin del libro de Schama es una manifestacin ms de la incli-nacin que, durante los tres ltimos decenios, los historiadores han tenidopor contar hisrorias, por transformar el lenguaje acadmico, esquemtico yformalista de los viejos paradigmas de la posguerra (marxismo, estructuralis-mo y cuantitativismo) en un lenguaje verdaderamente comprensible. Segnestas nuevas tendencias, e! gusto por el relato y la coherencia forma! de la na-rracin no estn refiidas con la rigurosidad cientfica, sino que la conducen asus metas ms elevadas.

    Las nuevas tendencias narrativistas son en buena medida efecto de! mari-daje establecido durante los afias setenta entre la disciplina histrica y la lin-gstica. Ciertamente, ese mutuo influjo estuvo al principio muy acantonadoen los ambientes acadmicos ms vanguardistas. Pero, pasados treinta afias, sepuede concluir que el influjo de esta cohabitacin ha sido enorme y que yanadie puede desentenderse de ese contexto epistemolgico tan peculiar surgi-do entorno al xito obtenido por los nuevos relatos histricos firmados porGeorge Duby, Emmanue! Le Roy Ladurie, Carla Ginzburg, Natalie Z. Daviso el propio Simon Schama (Schama 1999).Todo ello es, indudablemente, una de las consecuencias ms beneficiosasdel llamado linguistic tum, que afect al entero campo de las ciencias socialesdurante los afias setenta. Durante esos afias, algo traumatizados por las crisiseconmicas y energticas, se gener un ambiente epistemolgico peculiar,cuando todas las ciencias sociales volvieron a converger en un esfuerzo unita-rio. Algo parecido haba sucedido durante los afias veinte, cuando la sociolo-ga de mile Durkheim y Max Weber se haba situado en e! centro neurlgi-co del debate entorno a la funcin y el mtodo de las ciencias sociales,consiguiendo por un instante una aparente unificacin de todas ellas. Cin-

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    cuenta aos ms tarde se volva a generar el mismo entusiasmo respecto a lasupuesta capacidad integradora de las ciencias sociales. La gran diferencia esque durante esos aos setenta la antropologa y la lingstica recogieron el testigio de la vieja sociologa como las ciencias sociales con capacidad de generarun mtodo verdaderamente integrativo.

    En primer lugar, la conexin entre la historia y la antropologa dio comofruto la sustitucin de la economa como tema estrella de las narraciones histricas. La cultura pas a ser definitivamente el tema fundamental. El marxismo dej de ser romado como el modelo metodolgico hegemnico. La disciplina histrica se abri a nuevos mbitos temticos, generndose un nuevomtodo de acercamiento a la realidad -la historia de las mentalidades- que,aunque hoy en desuso, constituy por aquel entonces una verdadera revolucin metodolgica y epistemolgica.

    La conexin entre la historia y la lingstica pareci quedar, por su parte,restringida a determinados ambientes acadmicos especialmente inquietospero con escasa incidencia en el devenir general de la evolucin de las cienciassociales. Sin embargo, el paso del tiempo ha demostrado que la relacin establecida entre la lingstica y la historia a partir de los aos setenta ha tenidounas consecuencias mucho ms duraderas y profundas, porque ha supuestoalgo ms que el establecimiento de una metodologa efmera. Su influjo haafectado al modo de escribir la historia, lo que parece algo con mucha mayorentidad que el modo de organizar la historia.

    Hoy, desde la perspectiva histrica adecuada, aparecen ms ntidas las consecuencias generadas por esta interconexin. No estaramos hablando ahorade un retorno a la historia narrativa durante los aos setenta si no se hubieranproducido dos acontecimientos de primer orden en el campo de las cienciassociales. El primero de ellos es ellinguistic ttirn. El segundo, la incorporacintarda pero efectiva, en el mbito historiogrfico, de los postulados de filsofos como Hans-Georg Gadamer, Michel Foucault, Jacques Derrida (1967),Michel de Certeau o Paul Ricoeur (Ricoeur 1983-1985). Ellos no son invitados de piedra de un forzado contacto interdisciplinar sino que se han consolidado como verdaderos referentes intelectuales para los historiadores, quehoy ms que nunca necesitan esta vinculacin estrecha entre la filosofa, lalingstica y la historia (White 1989,47-48).

    La historia, la lingistica y el giro lingsticoLa relacin entre las disciplinas histrica y lingstica es reciente, ya que no setrata ni del formalismo de la lingstica de principios de siglo -que el estruc-

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    turalismo super ampliamente- ni de la relacin entre filologa e historia, queparece ms evidente y de sencilla legitimacin (Struever 127-50). En el fondo, durante estos aos se produce una triple relacin entre historia, lingstica y antropologa cultural, desde el momento en que Claude Lvi-Straussconsigui un prematuro uso de los modelos lingsticos en la interpretacinde los procesos sociales. A partir de Lvi-Strauss, las derivaciones de la lingstica aplicada a la historia se multiplican, basadas en la lgica estructuralde Ludwig Wittgenstein, la sociolingstica de Victor W. T urner, el post-estructuralismo de Paul Henry y el nuevo formalismo de Richard Montague.

    La creencia tradicional de que una investigacin histrica racional nospermite llegar a un conocimiento autntico del pasado fue severamente revisada a travs de los postulados postmodernistas de algunos historiadores franceses y norteamericanos durante los aos setenta (Barthes 1967). Buena partedel replanteamiento de todas estas cuestiones fue provocado por el desarrolloy la consolidacin de un movimiento filosfico que ha tenido amplias conexiones y repercusiones en el resto de las ciencias sociales: ellinguistic turno

    Este punto de inflexin tena claros precedentes, que se remontaban inclusoa principios de siglo. Uno de los textos fundadores de esta corriente es el Curso delingistica general, del lingista suizo Ferdinand de Saussure, publicado pstumamente en 1916. All se afirmaba que el lenguaje forma un sistema autnomo ce-rrado en s mismo, el cual posee una estructura. De las tesis del lingista de Ginebra naci el estructuralismo que, en sus desarrollos ulteriores, lleg muchoms lejos que su fundador. As lleg a afirmarse que el lenguaje no es un mediopara comunicar sentido o unidades de sentido sino a la inversa: el sentido es unafuncin del lenguaje. El hombre no se sirve del lenguaje para transmitir sus pensamientos, sino que lo que el hombre piensa est condicionado por el lenguaje.

    Estas ideas ya tuvieron influjo en los historiadores de los primeros Anna-les, como la obra de Febvre, publicada en 1942, sobre el problema de la incredulidad en la Francia del siglo XVI. Para responder.a la pregunta de si Rabelaisfue ateo o no, Febvre argumentaba que no son decisivas las ideas explcitas,sino el instrumental lingstico con el que pensaban los hombres de la pocade Rabelais. El historiador francs demostr que era posible aptoximarse a losrazonamientos de una poca mediante el anlisis de su lenguaje, el cual constituye su utillaje mental. La monografa de Febvre demostraba, en la prctica,que los mtodos hermenuticos del historicismo clsico no eran suficientespara aprehender las concepciones religiosas de una poca; la lengua contienealgo mucho ms concreto, algo mucho ms libre e inexpresable de subjetividad, un resto arqueolgico que nos permite acceder a una cultura del pasado.No conclua todava, sin embargo, que las ideas o el lenguaje determinen unaevolucin histrica, pero s que la hacen comprensible.

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    La obra de Saussure y de Febvre se haba adelantado a los postulados es-tructuralistas, que afirmaban que el hombre se mueve en un marco de estructuras -en este caso, de estructuras lingsticas- que no son determinadas porl, sino que lo determinan a l. Ms tarde, este planteamiento influy indirecta pero notablemente en la disciplina histrica, a travs de la semitica o de laforma ms ntida del postestructuralismo que es el deconstruccionismo. Eldebate en Francia se ha actnalizado con Jacques Derrida, cuyos referentes intelectuales se remontan hasta Roland Barthes.

    La contextualizacin deja entonces de tener importancia, porque se quiebran los nexos de referencialidad entre el texto y el contexto. Incluso se llega a separar, en los planteamientos abstractos -abstractistas, si se me permiteesta expres in- de Michel Foucault, el texto de su creador, porque se niegala intencionalidad humana como elemento creador de sentido. Si en Saussure todava exista la relacin entre el signo, la palabra -el significante- y lacosa a la que ese signo haca referencia -el significado-, esa unidad se pierdecon Derrida, por lo que el lenguaje deja de ser incluso un sistema referencial.

    El giro lingstico es una expresin acuada por Gustav Bergman en 1964y hecha clebre por la coleccin de ensayos editados por Richard Rorty en1968. Aunque se trataba de un movimiento estrictamente filosfico, prontoinfluy notablemente en la disciplina histrica. En su aplicacin ms estricta,la historia pasaba a ser una red lingstica arrojada hacia atrs (Steiner 9-13).Las palabras de Hans-Georg Gadamer en su clsico Verdad y Mtodo habansido profticas, al proponer la naturaleza de la hisroria como la recopilacinde la obra del espritu humano, escrita en lenguajes del pasado, cuyo texto hemos de entender. En la ecuacin historicidad del texto = textualidad de la historia, los postulados del giro lingstico hacan pivotar inequvocamente el resultado hacia el segundo trmino. La siguiente cuestin planteada pareceobvia: hasta qu punto existe referencialidad en ese texto?

    El giro lingstico ha dado como consecuencia una acusada tendencia alrelativismo, que planea actualmente sobre el entero campo de la historiografa actual, como han puesto de manifiesto tanto los planteamientos prcticoscomo tericos de Hayden White (I973) y Dominick LaCapra, quien abogapor recuperar la capacidad terica de la historiografa clsica. Un proceso, porcierto, completamente inverso al que produjo el nacimiento de la historiacientfica en el mbito historiogrfico alemn del siglo XIX, cuando precisamente fue la fase narrativa de la historia la que se pretenda superar. Ahora seafirma que la historia, el pasado, subsiste simplemente a travs de unos signoslingsticos y forja su objeto a travs de las reglas del universo lingstico queconoce el historiador (Toews).

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    Elproblema de la reftrencialidad del lenguaje en las narraciones histricasEste debate, aparentemente reducido al mbito acadmico de la disciplina

    histrica, se extendi tambin al entero mbito de las ciencias sociales. Paraalgunos historiadores e intelectuales en general, el imperativo de la objetividad histrica -transmitido de generacin en generacin desde la historiografa clsica- haba sido el pilar de una concepcin del mundo logocntrica(Marrou 1968). La creencia en la objetividad histrica constitua a su vez elfundamento de las estructuras de poder, idea que aparece explcitamente enlos escritos de Michel Foucault y Jacques Derrida y, con anterioridad, en losde Friedrich Nietzsche y Martin Heidegger. Buena parte de la historiografafeminista se ha basado, por ejemplo, en esta idea, para iniciar la deconstruccin -empezando por el intento de transformacin de las palabras y conceptosheredados- de un mundo que se ha caracterizado por el dominio masculinodesde sus orgenes (Scott 1993). Esto demuestra que en el debate generado araz de las consecuencias del giro lingstico se dirime algo ms que un juegode palabras. Si son las palabras las que realmente cuentan en la narracin histrica, el modo de organizar esos signos pasa a ocupar un lugar privilegiadoen la construccin de la obra histrica. Por este motivo, en los debates tericos actuales se habla cada vez con mayor frecuencia del discurso como formade comunicacin y como forma de organizacin del trabajo histrico. Estoderiva en la progresiva interconexin de las ciencias sociales, cuyo denominador comn sera la articulacin de un discurso adecuado a sus necesidades.El discurso narrativo, recelado hasta los aos setenta en la historiografapor su aparente incompatibilidad con el rigor del lenguaje cientfico, ha pasado a ser considerado el entramado fundamental de la obra histrica. Reaparece as, ms vivo que nunca, el peligro del formalismo para el historiador actual, ms preocupado por el discurso que por la metodologa, por el resultadoformal que por el procedimiento material, por la retrica que por el contenido, por la esttica que por la tica: en definitiva, el dominio de la forma sobreel contenido y la prdida de los referentes objetivos que salvaguardan el rigorcientfico.

    El giro lingstico ha tenido tambin consecuencias enriquecedoras para lahistoriografa. Quiz la ms importante sea el perfeccionamiento de las tcnicas del relato y la narracin histrica, que han supuesto un aumento considerable de la divulgacin de algunas de esas obras. En efecto, parecen evidenteslos beneficios que comporta esta tendencia, porque probablemente sin estanueva preocupacin por la forma de la narracin, no hubieran sido creadosrelatos tan sugerentes como el Domingo de Bouvines de Georges Duby, elMartin Guerre de Natalie Z. Davis o el Menocchio de Carla Ginzburg. Al mis-

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    mo tiempo, el retorno al relato ha fucilitado tambin la recuperaci6n renovada de algunos viejos temas de investigaci6n, como es el caso de la nueva historia poltica, la historia de la religiosidad o la historia social del lenguaje.

    Todos estos nuevos movimientos y experimentos historiogrficos se basanen la creencia, ms o menos explcita, de que el lenguaje es algo anterior almundo expresado por l y lo hace inteligible, construyndolo de acuerdo consus propias reglas de significado (Spiegel1997, 5). La debilidad de este planteamiento radica en el peligro de un excesivo formalismo y en la arbitrariedadde su mtodo, porque el mismo lenguaje est condicionado por las convenciones sociales (Belsey 1994). Llevando hasta el extremo el argumento, cualquier construccin lingstica no sera otra cosa que una nueva articulacindel discurso, y por tanto, no puede trascender su propia realidad ret6rica y literaria (Schiittler 1989).

    Los signos lingsticos son construcciones arbitrarias y convencionales quenos permiten la construcci6n de un discurso. Por tanto, es dificil encontraren ellos el grado de objetividad intrnseca que precisa toda narraci6n hist6rica. La convencionalidad de los significantes condena a los significados a su arbitrariedad, aunque Paul Ricoeur opta por una va intermedia al hablar deuna autollomia semntica del texto que alejara toda esperanza de conectar eltexto con su contexto peto que no negara de modo absoluto su referencialidad (Ricoeur 1976, 25).

    Todo este contexto epistemol6gico ser llevado hasta las ltimas consecuencias por el deconstruccionismo de Jacques Derrida. Si se parte de que ellenguaje es un sistema arbitrario de codificaci6n, ser preciso descodificar odeconstruir esos c6digos para conpcer su funcionamiento. El deconstruccionismo se centra exclusivamente en el artilugio literario (el texto) frente al contenido referencial (el contexto). Derrida apuesta decididamente por una preeminencia absoluta del texto, ms all del cual no hay salida (Derrida 1976).La historia pasa a ser un efecto de la presencia creada por la textualidad, petono tiene una presencia en s misma. Se niega, por tanto, al texto histrico, laposibilidad de representar la realidad. El documento hist6rico, a travs delcual accedemos a la realidad, queda as asimilado al texto literario, a quien sele niega a su vez la capacidad de acceder al pasado.

    El redescubrimiento del I r ato histico durante los aos setentaQu influjo tuvieron la expansi6n de todas estas ideas en el modo de escribirla historia? Todo empez6 a mediados de los aos setenta con un conjunto denarraciones hist6ricas realizadas, a modo de experimento y en flagrante con-

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    u'adiccin con la tradicin recibida, por historiadores con un consolidadoprestigio acadmico, Ejemplo paradigmtico es el libro de Natalie Z. Davis,El regreso de Martin Guerre (Davis 1982). Dejando de lado la circunstancia,nada despreciable, de que esa narracin naci como guin para una pelculacomercial, el lector inicia la lectura atrado por un tema de evidentes repercusiones histrico-historiogrficas, y lo termina con la sensacin de haber ledouna buena novela. Hoy, los nombres de Natalie Z. Davis, Simon Schama yCarla Ginzburg estn asociados al movimiento de la nueva historia narrativa,que se ha situado en la vanguardia historiogrfica actual y ha reaccionadocontundentemente contra el lenguaje esquemtico y cuantitativista de los paradigmas anteriores. Historiadores y novelistas utilizan cada vez ms tcnicasnarrativas parejas.

    La funcin de la narracin en la historia ha sido una preocupacin constante por parte de los historiadores y de los filsofos de la historia. Ya en losaos sesenta, W. B. Gallie justificaba la labor de los historiadores por el mismo poder de la dimensin temporal de la narrativa (Gallie 1968). Sin embargo, ese planteamiento sera rebatido en los aos setenta por Luis O. Mink,quien lo tild de simplista y demostr que para comprender la sucesin temporal hay que partir de que el tiempo no es la esencia de la narracin. La historia se basara, por el contrario, en que la conexin fundamental de los diversos eventos de un relato es su mutua orientacin hacia un objetivo comn(Mink 1970). Entre esas dos posturas, se verifica en los aos ochenta un autntico revival de la historia narrativa, que ha dado lugar a unas profundasmutaciones en el panorama historiogrfico que estn todava hoy vigentes.

    El mejor diagnstico sobre el desarrollo ,de la renovada historia narrativa lorealiz en 1979 el historiador britnico Lawrence Stone (1919-1999), a travs de un influyente artculo, en el que repasaba los hitos ms importantes delo que l consideraba un retorno a la narracin histrica en detrimento de losgrandes esquemas tericos y estadsticos que haban dominado la historiografa de las dcadas anteriores (Stone 1979). Stone haba sido discpulo del historiador del capitalismo Richard H. Tawney y se haba especializado en elanlisis de la aristocracia britnica de los siglos XVI y XVII (Stone 1966). Almismo tiempo, formaba parte del consejo de la revista histrica Past andPre-sent, con todas las consecuencias metodolgicas que esto conllevaba, porquepor aquellos aos constitua una de las plataformas ms cualificadas del materialismo histrico anglosajn.

    Stone ha sido criticado por ese artculo aduciendo en su contra que l mismo haba cargado sus libros de material analtico y estadstico. Sin embargo,cualquiera que haya ledo el artculo en su versin original-en la traduccinespaola pierde gran parte de su energa- se da cuenta de que Stone no est

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    proclamando entusiasmado la llegada de un nuevo paradigma historiogrfico,sino que se limita a realizar un diagnstico de los principales trabajos publicados durante ese decenio en esa direccin. El mismo Stone manifestaba en diversos pasajes del artculo su principio de no-ap%gta. Lo expresaba de talmodo -entre la irona propia de un ingls aristcrata y la falta de urgencia propia de alguien no comprometido-- que nadie poda sentirse aludido: "no one isbeing urged to throw away his calculator and tell a story" (Stone 1979,75).

    Por otra parte, el historiador britnico no cambi sustancialmente laorientacin metodolgica de sus estudios tras realizar ese diagnstico y continu publicando algunos estudios sobre historia social (Stone y Fawtier 1984).Incluso se erigi ms adelante como una voz agorera de los peligros de ciertastendencias extremas del postmodernismo. El planteamiento del historiadorbritnico, como l mismo confirm en otras publicaciones posteriores, ibams bien encaminado a salvar a la ciencia histrica de la amenaza que constituan las consecuencias relativizantes del postmodernismo, en su triple amenaza del predominio de la lingstica, la antropologa cultural y el nuevo historicismo (Stone 1991).

    La nueva historia narrativaEl desarrollo de la nueva historia narrativa afectaba no solo a la incorporacinde nuevos temas, sino a una verdadera transformacin de las metodologas ylas epistemologas. No hay que olvidar que durante aquellos mismos alas loshistoriadores de las mentalidades y los de la historia social alemana estabanllevando a cabo una eficaz tarea de renovacin de las temticas, que seracompletada ms adelante por la nueva historia cultural y la nueva historia poltica. La nueva historia narrativa, por su parte, representaba una transforma-cin ms profunda que la que haban supuesto los paradigmas historiogrficos, porque su propuesta metodolgica iba mucho ms all que un simplecambio en las temticas predominantes. Por este motivo esta nueva tendenciamerece un anlisis independiente de esas otras corrientes, aunque en la prctica haya abundantes conexiones entre todas ellas.La narracin ha sido una prctica eterna en la historia. Los historiadoressiempre han contado relatos, desde los antiguos a los modernos. Todos ellosbuscaban exponer los resultados de sus investigaciones en una prosa elegantey vvida. En la Antigedad, la historia era una rama de la retrica. En la Biblia tenemos ms de un testimonio elocuente al respecto. El compilador dellibro de los Macabeos concluye brillantemente su narracin con una reflexinsobre la importancia del ritmo y la belleza del relato: "Yo tambin terminar

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    aqu la narracin. Si la composicin ha quedado bella y bien compuesta, esoes lo que yo quera; si resulta de poco valor y mediocre, esto es lo que he podido hacer. As como beber vino solo -lo mismo que el agua sola- es perjudicial, mientras que el vino mezclado con agua es saludable y tiene un agradable sabor, as tambin la estructura del relato debe agradar a los odos de losque llegan a leerla composicin" (2 Mac. 15, 37-39).

    Sin embargo, durante los largos aos de las dcadas centrales del siglo XX,la nueva historia preconizada por los Alma/es, el estructuralismo, la historiacuantitativa y el materialismo histrico, consideraron que la historia profesional deba prescindir de la narracin, para ceirse al mximo a la exposicincientfica de los resultados obtenidos en la investigacin. Narracin era as sinnimo de ficcin o, todo lo ms, de relato histrico sin excesivas pretensiones cientficas. La tarea del historiador fue reducida durante aquellos aos a lafuncin analtica e interpretativa, no a la narrativa, tal como diagnostic certeramente Michel de Certeau en los aos setenta. Este movimiento se consolid despus de la segunda guerra mundial y se concret en tres tendenciashistoriogrficas, que coincidan tambin con unos determinados mbitos nacionales: la escuela francesa de los Alma/es, el materialismo de los historiadores britnicos marxistas y la cliometra norteamericana, que trataba de reducirla historia a categoras matemticas. La narracin histrica era reducida porlos paradigmas a una histoire vnementie/, que en todo caso habitada en el divn de la construccin histrica, en el tercer piso de la corta duracin segnel modelo braudeliano. La historia narrativa era vista despectivamente, reducida a una crnica, a una exposicin lineal de los acontecimientos, limitada alanlisis de las categorias politicas, diplomticas y militares. La historia habiaadquirido su edad adulta al ser capaz de trascender esas temticas superficiales, centrndose en las caregorias socioeconmicas.

    En contraposicin a estos postulados, la nueva historia narrativa de losaos setenta, venia a reivindicar y recuperar el relato que el historicismo clsico del siglo XIX habia empezado a abandonar, al buscar un lenguaje ms cientfico que literario. La narrativa se entiende como la organizacin de ciertomaterial segn una secuencia ordenada cronolgicamente y como la disposicin del contenido dentro de un relato - s t o r ~ nico y coherente, si bien cabela posibilidad de encontrar vertientes secundarias dentro de la trama. La historia narrativa difiere de la historia estructural fundamentalmente en dos aspectos: su ordenacin es descriptiva antes que analtica y concede prioridad alhombre sobre sus circunstancias. Por lo tanto, se ocupa de lo particular y loespecifico ms que de lo colectivo y lo estadistico. La relacin entre escritura ehistoria es la clave de la historiografa y la qne le remite a los origenes. Miguelde Certeau identifica esos "origenes" con las Sagradas Escrituras, que son al

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    mismo tiempo escritura e historia (Cerreau 1975,7-23). La narrativa es unmodo de escritura histrica -historienl writillg--, pero es un modo que afectatambin y es afectado por el contenido y mtodo (Stone 1979,74-75).

    Tal como se entiende hoy en da, sobre todo despus de las exposicionestericas de Hayden White (1973), Michel de Certeau, Lawrence Stone(1979), Paul Ricoeur (1983-1985) y Fran,ois Dosse (1987 y 1997) Y lasconstrucciones histricas de Emmanuel Le Roy Ladurie, Cario Ginzburg,Natalie Z. Davis, Gabrielle M. Spiegel (1993 y 1997) Y Simon Schama(1999), la narrativa no es la del simple informador, el tradicional cronista, e!clsico relatador, como tampoco la del analista. Es una narrativa que accede alrigor de la exposicin histrica a travs de! desarrollo de una estructura coherente del relato.Los nuevos narrativistas procuran recorrer rigurosamente todos los tramosde la investigacin histrica: la cuidadosa recopilacin de los datos documentales -fase heurstica-, la organizacin y tratamiento de esos datos -&se ana

    ltica- y la interpretacin histrica de todo ese material. Pero, preocupadospor una exposicin ordenada y sistemtica de ese material en vistas a convertirlo en una historia, reorganizan todo ese material en forma de relato. Se trata, por tanto, de la creacin de un nuevo relato, articulado desde e! tiempopresente, partiendo de otro relato anclado en el pasado, vuelto a recrear y ganado para e! presente.Sin embargo, esta diacrona entre el relato historiado y el relato histricoes la que produce una quiebra en e! proceso de conocimiento, porque e! nuevo relato ya no se puede identificar con e! relato original. En efecto, han interpuesto, por lo menos, dos filtros entre la realidad narrada y la narracin deesa realidad: e! de la documentacin utilizada -que puede estar ms o menosidentificada con la realidad que representa- y e! de la mente de! historiador,que ha ree!aborado e! discurso a travs de las convenciones al uso. Solo e! observador externo puede narrar la historia y el sentido de la historia solo locomprende e! que la ve finalizada. En este contexto, la funcin del historiadores de testigo y de fiador, una vez ha adquirido la oportuna perspectiva histflca.

    Al nuevo narrador, le ataen profundamente los aspectos retricos de suexposicin. Ya no es algo accesorio, como un envoltorio. Es algo esencial, sobre todo despus de la experimentacin de!lillguistie tllm y la reivindicacinde la prioridad del lenguaje sobre la realidad. Los problemas de redaccin pasan a un primer plano, los nuevos narrativistas se preocupan tanto por la elegancia del estilo como por la construccin de las hiptesis -Le Roy Ladurie-,la presentacin de! contexto en todas sus vertientes -Carlo Ginzburg- o la organizacin de la trama -Natalie Z. Davis.

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    La eficacia de esta nueva orientacin historiogrfica reside en el diseo de laestructura del relato. Su coherencia no tiene que basarse solamente en la cronologa, sino tambin en la adecuada concatenacin de los diversos aspectos de larealidad. El Martin GI/erre de Davis y el Ricad Guillall de Ruiz-Domenec siguen bsicamente una estructura cronolgica, pero buena parte de su xito radica en el anlisis conjunto que realizan de todos los aspectos de la realidad. Sumodelo interpretativo contrasta radicalmente con aquel de los marxismos y losestructuralismos, que solfan poner nfasis en un mbito concreto de la realidadhistrica, como el demogrfico, el geogrfico o el econmico.

    El relato de estos nuevos experimentos consigue una correspondencia entrela estructura narrativa de la vida humana y la estructura narrativa de la historia.Esa adecuacin se comunica a travs del relato histrico, que no es ms que elreflejo de esa estructura vital. De este modo, el relato histrico consigue recuperar su correspondencia con la temporalidad humana porque se refiere a la accin global de la persona en el tiempo y no en un nico aspecto de esa accin.Las obras de los nuevos narrativistas reflejan en toda su intensidad la riqueza dematices de la existencia humana, que nunca queda limitada a un aspecto concreto, sea este econmico, poltico social. Por este motivo, el nervio centralde la narracin suele ser el temporal. A partir de l se consigue reflejar a la persona humana de un modo ms comprehensivo, lo que hace aumentar considerablemente la coherencia del relato. Esto explicara, adems, la amplia divulgacin que han tenido alguno de estos libros, al conectar de modo natural con lasinquietudes naturales de las personas de carne y hueso.La n;'eva historia narrativa pretende devolver a la historia su capacidad deconvertirse en arte, sin dejar de ser ciencia. El debate planteado por BenedettoCroce en la poca de entreguerras vuelve ahora a aparecer en toda su intensidad,pero no de un modo terico sino a travs de obras histricas reales. Sin embargo, es cierto que prevalecen los planteamientos tericos -sobre las relaciones entre historia, hermenutica y relato en Paul Ricoeur (1983-1985), sobre la escritura de la historia en Michel de Certeau, sobre la verosimilitud de la narracinhistrica en Hayden V. White (1973)- por encima de las construcciones prcticas. Pero estas empiezan a abundar cada vez ms, de modo que se puede hablarya de una nueva corriente historiogrfica, aunque se restrinja todava a los pocoshistoriadores que representan la arista cortante de la innovacin.

    ConcltlSiones

    Es evidente que la nueva tendencia de la historia narrativa, generada en losaos setenta, ha tenido dos consecuencias muy importantes para el desarrollo

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    prctico de la historiografa y, en consecuencia, para el entero mbito de lasciencias sociales. En primer lugar, ha representado una alternativa eficaz y unarespuesta contundente a la rigidez metodolgica de los viejos paradigmas comoel marxismo, el estructuralismo y la historia cuantitativa. En segundo lugar, hadevuelto a la historia la capacidad de contar historias, algo que pareca definitivamente perdido tras la dictadura de los paradigmas estructurales y marxistas.Las transformaciones epistemolgicas de la nueva narrativa son tan profundasporque representan un replanteamiento del modo de hacer historia en tres desus principales dimensiones: el contenido, el mtodo y el estilo.

    Otra de las razones por las que la nueva narrativa es tan eficaz es que, prcticamente por primera vez en la historia de la historiografa, se trata de unacorriente que no est restringida ni a un pas, ni a una escuela, ni a una institucin, ni a una tendencia ideolgica, ni a un partido poltico, ni a una filosofa cerrada como lo fue el marxismo. Quiz sea esta su mayor fuerza, porquees evidente que, a travs de un paulatino proceso que dura ya treinta aos, lanueva narrativa se ha ido imponiendo en el panorama general de la historiograffa. Al mismo tiempo, ha revitalizado y legitimado algunos gneros, comola biografa, que parecan condenados a quedar definitivamente excluidos dela rbita cientfica.

    Al mismo tiempo, hay actualmente un acuerdo generalizado al respecto dela primaca de la narracin en el discurso histrico, sea este de la naturalezaque sea y cualquiera que sea su forma o su contenido. En este campo, los referentes tericos han provenido en parte de la nueva hermenutica francesa(Michel de Certeau, Paul Ricoeur 1983-1985 y Jacques Ranciere) y de las narraciones de historiadores provenientes del mbito acadmico norteamericano (Hayden White 1973, Cario GuinzburgyNatalie Z. Davis). Jacques Ranciere es quien ha reclamado un estatuto cientfico especfico para la historia,que utilizara el mtodo de la potica del sabe; que dota a la disciplina de losprocedimientos literarios por los cuales su discurso se sustrae a la literatura, seatribuye un estatuto de ciencia y realmente lo significa.

    Actualmente, los historiadores han superado la supuesta incompatibilidadentre narracin y rigor, entre relato y objetividad. Los experimentos pionerosde los narrativistas de loS setenta han tenido un efecto tardo pero eficaz. Lanarracin ha recobrado su funcin y, lo que es quiz ms importante y especfico de la situacin actual, su legitimidad como mtodo cientfico para la recreacin del pasado. El debate se centra ahora en las modalidades del relato,ms que en su grado de objetividad. Por este motivo, Philippe Carrard ha podido demostrar en su bello libro cmo historiadores supuestamente pertenecientes a una misma escuela basan su argumentacin en muy diversas modalidades y estructuras narrativas.

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    En todo este proceso de revitalizacin del relato como fundante de la recreacin histrica, me parece evidente que tambin est pesando la legtimaaspiracin de los historiadores actuales de llegar a un sector ms amplio de pblico a. travs de sus publicaciones. Ello les obliga a construir un relato a travs de un lenguaje discursivo, lo que les lleva a abandonar definitivamente ellenguaje acadmico y cientfico que utilizaron los exponentes de los paradigmas de mediados de siglo. El xito de ventas de algunas monografas histricas recientemente publicadas se encargan de confirmar esta mayor conexinde la historia con e11engnaje del presente.La conclusin de todo este proceso es la reivindicacin eterna de las ciencias sociales por no perder el sentido comn que aporta en s misma la estructura del relato. l es el nico antdoto eficaz ante las excesivas pretensiones deuna historia reducida a un determinado aspecto, sea este de carcter racional(el historicismo clsico decimonnico), material (el marxismo) o sentimental(el romanticismo). El eterno retorno del relato asegura, por otra parte, la natural convergencia entre las diversas ciencias sociales, condicin necesaria entoda aspiracin a la objetividad de la narracin histrica. Una excesiva polarizacin hacia una determinada disciplina -la economa en el marxismo, la sociologa weberiana, el estructuralismo lingstico, la antropologa estructuralproduce una reduccin de la realidad que repercute en la prdida del sentidocomn y la objetividad histrica.La coherencia del relato es el garante de una verdadera objetividad histrica,que es quien mejor se adeca a la misma estructura de la vida de los hombres.Los esquemas, las estadsticas sociolgicas, las curvas de precios y los estudios deproductividad econmica pueden ayudar ms o menos a reflejar la parte de unarealidad, pero nunca llegarn a completar su polidrica estructura. La aspiracina una verdadera objetividad histrica puede ser considerada por algunos unautopa, pero desde luego se accede con ms propiedad a ella a travs de la estructura de relato. Por este motivo, el redescubrimiento de la estructura narrativa enla historia durante el ltimo tercio del siglo XX es en s mismo la historia de unrelato que no cesa: el del eterno retorno del relato en las narraciones histricas.

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