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“Procesos de reconfiguración económica y socioterritorial en el cinturón hortícola
de La Plata: trayectorias, prácticas y representaciones"1
Silvia C. Attademo- UNLP- UNCPBA – [email protected]
María Alejandra Waisman- CEHR_UNLP- Becaria Conicet - [email protected]
María Florencia Rispoli- UNLP- UNMdP- Becaria Conicet - [email protected]
Adriana Archenti – UNLP – [email protected]
GT:22 – Trabajo, territorios e identidades en la agricultura latinoamericana globalizada
Presentación
El presente trabajo forma parte de una línea de investigación que desarrollamos en
la Universidad Nacional de La Plata (Argentina), que tiene por objetivo estudiar los
desarrollos socio-regionales y las problemáticas locales de la región rururbana de la
ciudad de La Plata2. La investigación se inserta en la discusión sobre los aspectos
simbólicos y culturales que intervienen en la configuración de esta región como un
espacio social de interacción y de relaciones sociales, especialmente en el ámbito de lo
productivo, donde la actividad hortícola es central. Por ello -y trabajando desde una
perspectiva microsocial sustentada en un enfoque antropológico- nuestro interés se
centra en dar cuenta cuáles son los discursos circulantes que explican los procesos de
reconfiguración del espacio social y cómo han repercutido en los sujetos concretos que
viven y trabajan en este escenario social. En este contexto de producción optamos por
llevar adelante un análisis que rescate la dinámica propia de la región considerando las
situaciones sociales endógenas, pero sin perder su articulación con los fenómenos
globales en los que se inscribe. En este sentido, intentaremos establecer conexiones
entre las determinaciones coyunturales y socioestructurales y la agencia de los sujetos,
preocupadas por comprender la heterogeneidad de los fenómenos sociales, y
1 Ponencia presentada al VIII Congreso Latinoamericano de Sociología Rural, Porto de Galinhas,
2010 2 Proyecto: “Trayectoria de los actores sociales en el espacio social rururbano platense, sus
representaciones y sus prácticas”. UNLP.
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relativizando la idea de homogeneidad por posición de clase o inserción ocupacional
similar.
El espacio social rururbano: caracterización y reconfiguración histórica
El área donde desarrollamos nuestra investigación corresponde a la zona que
rodea la ciudad de La Plata3. Esta área constituye un espacio geográfico y social con
características específicas, que articulan lo rural y lo urbano, y entre las que se destaca la
actividad productiva hortícola4.
En términos generales, la horticultura puede ser asimilada a las actividades
agrícolas, sin embargo presenta características distintivas en aspectos tales como la
productividad, el tipo de producción, de comercialización, la conformación de la mano de
obra, etc. Por tanto, entendemos la horticultura como un tipo específico y diferente de
producción; que, aunque enmarcada en el contexto agrario, debe ser estudiada y
entendida en sus particularidades. Sintetizando algunas de sus especificidades podemos
decir que, en general, la actividad hortícola se caracteriza por la utilización de pequeñas
superficies de tierra; la aceleración de la rotación del capital; la diversificación de la
producción; la comercialización a través de los mercados concentradores que están en
manos del Estado; la marcada variación de precios que repercute en resultados
comerciales muy variables; el uso intensivo de la mano de obra, donde la mediería5, -
3 Esta ciudad es la capital de la provincia de Buenos Aires (la de mayor población de la Argentina) y
en ella se concentra la actividad administrativa y gubernamental de esta provincia. 4 El cinturón hortícola de La Plata comprende las localidades de: Villa Elisa, City Bell, Melchor
Romero, Abasto, Olmos, Los Hornos, Etcheverry, Gorina, La Granja, José Hernández, Arana, Villa Garibaldi, Ignacio Correa, Poblet, El Peligro y Arturo Seguí. A su vez, esta región se inserta en el extremo sur del Cordón Hortícola o Área verde Metropolitana, que comprende los partidos de Florencio Varela, Berazategui, Almirante Brown, Esteban Echeverría, La Matanza, Merlo, Marcos Paz, General Rodríguez, Moreno, General Sarmiento, Pilar, Escobar y Tigre (CEB, 1995). 5 “Las medierías consisten en arreglos de distinto tipo para transferir medios de producción, ya sea
agua, animales de trabajo, tierras, etcétera, con el fin de aprovechar entre dos personas los recursos disponibles. La forma más común de mediería es la transferencia de tierras, en la cual una parte aporta la tierra y la otra el trabajo. (…) la mediería en el cinturón verde bonaerense consiste habitualmente en un acuerdo mediante el cual el patrón aporta tierra, tecnología mecánica y capital operativo, y el medianero se hace cargo de la totalidad del trabajo requerido –aunque, eventualmente, también pueda aportar algunos insumos-. La relación se establece a través de un contrato, generalmente de palabra, por el cual se pacta que el medianero puede percibir, aproximadamente, entre el 40 % del precio de venta del producto, si aporta insumos, y el 25 % si aporta sólo el trabajo, y comparte con el patrón los riesgos de la producción” (Benencia, 1999: 84). Según Benencia, la emergencia de la figura del mediero “…termina por complejizar en el área el mercado de trabajo en el sentido tradicional (patrones y asalariados), pues al mismo tiempo que es un trabajador que se subordina a un patrón, deviene a su vez una especie de „patrón‟ que maneja un conjunto de trabajadores (familiares y tanteros) que le responden directamente a él, no al quintero. Es decir
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como forma social del trabajo y sistema con participación del producto-, ocupa un lugar
importante en las relaciones de trabajo del sector hortícola (Archenti et al, 1993).
Al hablar de espacio social queremos denotar los múltiples aspectos intervinientes
que entran en juego en la conformación de un territorio determinado; entre los que se
incluyen cuestiones económicas, decisiones políticas y diversos factores sociales y
culturales que comienzan a interactuar y configurar especificidades en un momento
histórico concreto. Pensamos este espacio como un campo pluridimensional de
posiciones y relaciones sociales en donde entran en conexión varias dimensiones: la
socioterritorial, la socioproductiva y la sociocultural. En particular se destaca el papel que
juegan las migraciones, las cuestiones étnicas y la configuración de los lazos sociales;
donde la interrelación de estos factores se expresa en un sinnúmero de relaciones
particulares en las que aparecen relaciones de poder, conflictos sociales, así como otras
situaciones de sociabilidad. En lo que refiere al concepto rururbano, esta categoría busca
expresar que no lo pensamos como un espacio que se conforma en los márgenes del
centro urbano, sino que destacamos ciertas especificidades que lo distinguen; por ello, es
pertinente señalar la estrecha interdependencia que tiene con el medio urbano cercano
para dar cuenta de las relaciones que se establecen a partir de los circuitos comerciales,
de trabajo, de insumos, flujos financieros, etc. (Ringuelet et al, 1991; Ringuelet, 2002;
Pérez, 2001). Es por estas razones que preferimos denominarlo rururbano -a diferencia
de periurbano- para destacarlo como un espacio que entrelaza características que lo
diferencian de lo urbano así como de lo propiamente rural: un espacio que no es
homogéneo ni autónomo, que se configura como propio, con una identidad particular. Tal
como lo venimos planteando en investigaciones y trabajos anteriores (Ringuelet et al,
1991 y 2000; Waisman et al, 2008), sostenemos que estamos frente a un espacio
pluridimensional de fenómenos y posiciones sociales en el que se entrelazan situaciones
endógenas locales con otros procesos globales.
En este sentido, las particularidades del rururbano no pueden ser pensadas al
margen de algunas cuestiones referidas al espacio socioeconómico de la Argentina
actual. Esto implica trazar líneas de continuidad con procesos políticos y económicos que
arrancan en la última dictadura militar, que se profundizan y consolidan en la década de
los noventa y que fueron determinantes de la configuración a la que se llega durante la
primera década del siglo XXI. No obstante estas continuidades de largo plazo, en la
que, a partir de su inclusión, se establece una cadena de relaciones y subordinaciones laborales que se aleja cada vez más del modelo de relación contractual clásico” (Benencia, 1996: 34).
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década de los 90 se han presentado especificidades a partir de las medidas estructurales
implementadas durante el gobierno menemista -desregulación económica, apertura
comercial y financiera, privatización de empresas públicas, convertibilidad entre el peso y
el dólar, alta dependencia del endeudamiento externo, modificación de la estructura
impositiva, reforma laboral, educativa, en salud y previsión social-. Por su parte, la crisis
política e institucional del 2001 trajo aparejada una serie de cambios en los parámetros
macroeconómicos -principalmente a través del abandono del esquema convertible y
devaluación de la moneda nacional-, pero coincidimos con quienes plantean que no se
han revertido las relaciones de fuerzas configuradas en los noventa.
A su vez, para comprender ciertas características del espacio social rururbano
platense, debemos atender a determinados procesos locales que han afectado a su
principal actividad económica: la producción hortícola. Nos referimos a una serie de
cambios tecnológicos que han operado en el sector: las incorporaciones en el sistema
productivo del uso de agrotóxicos en los '70, de híbridos durante la década de los '80 y de
coberturas plásticas en los '90. La repercusión que tuvieron estos procesos en la
reorganización de los espacios locales, en referencia al mercado de trabajo hortícola, se
puede visualizar en la emergencia de nuevos pocisionamientos y relaciones entre los
actores. Esta característica de la horticultura durante los ‟90 referida a la generalización
de la producción bajo invernáculo permitió, por un lado, un avance dinamizador en la
actividad pero, por otro lado, implicaba el uso de nuevas semillas, cambios en cuanto al
riego y al manejo de los cultivos bajo este sistema, que llevó al desplazamiento de
algunos trabajadores por necesitar una mano de obra más especializada. Según
Benencia (2009:19-20) “la utilización de las relaciones de mediería en los
establecimientos con producciones bajo cubierta generó modificaciones en este tipo de
contrato y de relación”. Surgen productores y establecimientos caracterizados por estar
insertos en procesos de descapitalización o encontrarse en situaciones que Murmis
(1998) denominó persistencia sin capitalización.
La adopción de esos paquetes tecnológicos trajo aparejada profundas
consecuencias en múltiples dimensiones: se han alterado las condiciones de producción y
reproducción, ha impactado sobre la calidad de los productos, ha repercutido sobre el
mercado de trabajo, se han manifestado consecuencias ecológicas, etc6. Por otra parte,
tratando de especificar el escenario socioproductivo actual, debemos traer a colación
6 Para ahondar en estas cuestiones véase: Benencia (1994/ 1996/ 1999/ 2009); Hang y Bifaretti
(2000); Ringuelet (2000); Simonatto (2000); Selis (2000).
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algunos procesos socioeconómicos acontecidos recientemente. Ha sido señalado, que la
crisis de 2001 y salida de la convertibilidad en 2002 tuvieron un importante impacto en el
sector: el arraigo del sistema de producción bajo invernáculo dependiente de insumos
importados redundó en un incremento de los costos de producción, sobre todo, teniendo
en consideración que la producción tiene como destino principal el mercado interno, lo
que generó un fuerte abandono de la actividad (García y Kebat, 2007). Sin embargo,
acompañando la recuperación post-devaluación, se produjo una “reactivación” de la
actividad que ha seguido las siguientes tendencias: el aumento del número de
establecimientos y la superficie arrendada -como forma de tenencia exclusiva-; el
incremento de la superficie cultivada bajo cubierta -mayor intensidad en el uso del suelo y
productividad por hectárea-; fenómenos que han sido asociados a la mayor participación
de los productores de nacionalidad boliviana en el total (García y Kebat, 2007). A partir de
estos cambios en la estructura social hortícola, antiguos productores descendientes de
inmigrantes de ultramar han sido desplazados de la producción y pasan a arrendar la
tierra a los nuevos protagonistas de este escenario socioproductivo: los productores de
nacionalidad boliviana.
En relación a lo que hemos planteado hasta el momento, nos interesa resaltar que
estos procesos de cambio tecnológico, productivo y del mercado de trabajo se articulan
con cuestiones específicas en lo social y cultural, y se entrelazan en el proceso de
configuración del espacio rururbano platense. Las transformaciones acaecidas tuvieron
incidencia en el reordenamiento del espacio social, dado que repercutieron en la
circulación de los sujetos e implicaron una reestructuración de las posiciones y relaciones
entabladas.
Trayectorias, prácticas y representaciones en el rururbano platense: cuestiones teóricas
metodológicas.
El interés en este trabajo consiste en rastrear los discursos circulantes que explican
los procesos de reconfiguración del espacio social hortícola y cómo han repercutido en los
sujetos concretos que viven y trabajan en este contexto social. En este sentido, esta
ponencia se sustenta en un enfoque que privilegia el punto de vista de los actores
involucrados. Para ello, nos focalizamos en analizar las entrevistas (tanto
semiestructuradas como abiertas y en profundidad) y los registros de observación
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recabados por el equipo de investigación entre sujetos vinculados a la producción
hortícola durante dos momentos históricos diferentes. La información obtenida de las
entrevistas realizadas durante la década de los 90 y los datos registrados en esta primera
mitad de siglo7, nos permiten trazar una línea temporal de análisis desde la cual rastrear
cómo los actores involucrados visualizan los cambios acontecidos. Especialmente nos
interesó la posibilidad de contactar a aquellos informantes que habían sido entrevistados
en la última década del siglo XX, lo que nos permitiría indagar acerca de los cambios y
continuidades.
En este sentido, concebimos el discurso como producto social y, a la vez, como
práctica constituyente de la realidad en el marco de determinados condicionamientos
histórico-estructurales. El lenguaje y la cultura constituyen un espacio de disputa y
negociación constante por la producción social de sentido y por la imposición de
particulares significaciones, que es paralela a las luchas de poder (García Canclini, 1985;
2004; Margulis, 2009; Pizarro, 2009). El lenguaje reproduce, la mayoría de las veces, las
relaciones estructurales prevalecientes, nombrando o desconociendo, valorizando
positivamente o descalificando. Estos fenómenos quedan comprendidos dentro de la
cultura pensada –desde una postura sociosemiótica8-, como la dimensión significativa de
los fenómenos sociales.
Abordar el análisis de estas cuestiones resulta relevante dado que estas
significaciones son fundamentales en nuestra vida, median entre nosotros y los otros,
entre nosotros y el mundo: pensamos a partir de ellas, actuamos y tomamos decisiones,
nos comunicamos y hacemos inteligibles los comportamientos y acontecimientos sociales
(Margulis, 2009). Cabe mencionar que, si bien todo significa y esas significaciones son
centrales en la organización de nuestras prácticas, el análisis de las mismas no puede
darse al margen de las relaciones estructurales y los condicionamientos socioeconómicos
presentes en la sociedad. Tal como lo afirma Canclini (1985), retomando a Godelier, toda
práctica es simultáneamente económica y simbólica; así como todo fenómeno económico
o social presenta una dimensión cultural, es decir, es objeto de procesos de significación,
también cualquier hecho cultural lleva siempre un nivel económico implícito9. Las
7 El trabajo de campo reciente ha sido realizado en varias etapas durante 2007-2010.
8 García Canclini, 1985, 2004; Margulis, 2009
9 Afirma Canclini: “en realidad, economía y cultura marchan solidarias, imbricadas una en la otra.
Pueden ser distinguidas como instancias teórico-metodológicas con una existencia separada en el nivel de la representación científica, pero esta diferenciación necesaria en el momento analítico del conocimiento
7
significaciones circulantes no reflejan pasivamente las relaciones sociales establecidas,
sino que al interpretarlas, contribuyen a la elaboración de alternativas para su
transformación; al brindar una representación del mundo y organizar nuestras prácticas,
estas significaciones no sólo reproducen el orden social sino que producen nuevas
realidades.
El interrogante que subyace a estas cuestiones y que motiva nuestro trabajo, está
centrado en la relación que se establece entre las determinaciones coyunturales y
socioestructurales y la agencia de los sujetos concretos. En este sentido, como afirma
Margulis “no hay automaticidad entre código y práctica, sino que el actor consciente de las
reglas del juego, posee una libertad relativa, puede elegir entre varias opciones que
dependen de la posibilidad de conjugar sus capacidades personales con las exigencias de
la situación” (Margulis, 2009:54-55). Esta libertad relativa implica que no todas las
opciones son posibles, sino que están condicionadas socioestructuralmente; sin embargo,
dentro del abanico de posibilidades objetivamente disponibles, algunas resultan
preferibles y este es precisamente el campo de la agencia de los sujetos que buscamos
explorar (Waisman, Rispoli y Attademo, 2008).
En relación a la temática específica que nos convoca, en esta ponencia nos
proponemos mostrar el papel que juegan las construcciones de sentido en la
estructuración del espacio social en general y cómo intervienen en la actividad hortícola
en particular. Desde nuestro punto de vista, el ámbito es –más que un territorio físico-, un
espacio simbólico en el que se trazan límites definidos a partir de las representaciones
sociales circulantes. Así, en el proceso de aprehensión del espacio social se constituyen
límites socialmente compartidos, se demarcan fronteras que separan un nosotros frente a
diversos otros (Barth, 1976; Chiriguini, 2008). Mediante estas operaciones clasificamos,
ordenamos, categorizamos el espacio social y organizamos nuestras interacciones
cotidianas; porque estas clasificaciones o modelos que circulan en el imaginario social y
que internalizamos como miembros competentes de un grupo, vehiculizan y enmarcan
anticipadamente la relación entre nosotros y los otros. Estas fronteras no son inmutables,
por el contrario, son dinámicas y cambios en la situación social pueden alterar los límites y
producir desplazamientos en las fronteras que se trazan. Por tal motivo hay que tener en
cuenta que, en este proceso continuo de construcción de fronteras, de delimitación
simbólica de un territorio, se producen negociaciones que involucran la multiplicidad de
debe ser superado en una síntesis que dé cuenta de su integración. Hay que atender a la vez a la unidad y a la distinción de los niveles que componen la totalidad social” (García Canclini, 1985:12).
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los actores en competencia, (Ortiz, 1998). En función de estas configuraciones de sentido,
constituidas en y constituyentes del orden social, se reclutan individuos para ocupar
diferentes lugares o posiciones sociales.
¿Quién es bueno para qué? Representaciones y prácticas en acción
En el presente análisis no podemos desconocer la importancia que tiene el
fenómeno migratorio en la conformación del espacio social rururbano. Por tanto son
destacables las sucesivas oleadas migratorias en diferentes períodos históricos: a
principios del siglo XX ingresaron inmigrantes de ultramar, principalmente de nacionalidad
italiana, portuguesa o española10; una segunda oleada proveniente de Europa arribó
durante la segunda posguerra; y también observamos la incorporación de migrantes
internos a partir de la década de 1960 provenientes de las provincias del noroeste y
noreste del país –con un claro predominio de santiagueños, seguidos por salteños y
jujeños-; y, finalmente, debemos mencionar la migración desde países limítrofes,
principalmente boliviana, con una afluencia sistemática desde 1970 y que se incrementara
en las últimas décadas (Archenti y Ringuelet, 1997). En las interacciones cotidianas de
estos sujetos provenientes de distintos orígenes, intervienen un conjunto de valoraciones
que enmarcan anticipadamente estos encuentros a partir de significar lo que se puede
esperar de cada uno de estos otros (Archenti y Ringuelet, 1997).
¿Cómo se manifiestan estos procesos en el campo laboral? En estrecha relación
con estos complejos procesos migratorios, la categoría étnico-nacional siempre ha sido
una característica relevante en la demarcación de fronteras simbólicas que lo delimitan
internamente. Antes de continuar, sería pertinente dar algunas especificaciones acerca de
la estructura social de la producción hortícola característica de la década de los noventa.
Los quinteros entrevistados por el equipo de investigación durante ese período, eran
descendientes en segunda o tercera generación de los primeros migrantes ultramarinos,
quienes heredaron de sus padres la profesión y las tierras en las cuales reproducir la
actividad11. En lo que atañe a la mano de obra, el mercado laboral hortícola se había
10
Para profundizar en los cambios socioterritoriales ocurridos en el área de la ciudad de La Plata, especialmente en el espacio rural. Veáse Garat, Selis y Velarde (sin año). 11
Los migrantes de ultramar que arribaron a la zona hacia principios y mediados del siglo XX se insertaron inicialmente como aparceros o arrendatarios; posteriormente, coyunturas favorables posibilitaron el acceso a la propiedad de la tierra (Archenti y Ringuelet, 1997).
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constituido -y en gran medida, sigue siendo válido para la actualidad-, a partir de la
afluencia de migrantes internos y de países limítrofes.
Cabe mencionar que, en la organización del proceso productivo hortícola, la
mediería ha ocupado un lugar destacado como forma social del trabajo y sistema con
participación del producto. En este sentido, se han generado diversas representaciones
acerca de estos trabajadores migrantes, que han intervenido y que siguen jugando un
papel destacado en la estructuración de las relaciones sociolaborales que se entablan en
este espacio. El boliviano es estereotipado con una imagen de gran resistencia física,
valorado positivamente por ser capaz de trabajar día y noche sin interrupción (Archenti y
Ringuelet, 1997; Archenti y Tomas, 2000). Mientras que los santiagueños, por su parte,
son caracterizados negativamente como 'buscapleitos', 'hacedores de juicios', en
contraposición especial con los bolivianos (Archenti y Tomas 2000). En función de estas
significaciones, los trabajadores bolivianos fueron buscados de manera preferencial,
particularmente para ocupar la posición de medieros. Así también, como efecto derivado
de estas construcciones de sentido, se han observado fenómenos de manipulación de la
adscripción étnica: muchos migrantes del norte de nuestro país buscan presentarse como
bolivianos en ciertas circunstancias, como estrategia para favorecer su inserción laboral.
Asistimos de este modo a una segmentación étnico-nacional del mercado laboral que,
atendiendo a las representaciones sociales circulantes, contribuye a reclutar individuos
para ocupar diferentes lugares o posiciones sociales. La pertenencia de estos sujetos a la
categoría de trabajadores está obviamente condicionada por factores de orden
estructural, sin embargo se ve reforzada por ciertas significaciones que atribuyen
cualidades a los trabajadores según su origen.
Durante la década de los ‟90 esta imagen hacia quienes representaban la mano de
obra para el trabajo en la quinta era importante en cuanto a la conveniencia para
desarrollar las distintas tareas, por ejemplo para trabajar en los invernáculos. En ese
sentido, los bolivianos eran calificados como “resistentes” “el boliviano es de vida simple,
de vida sacrificada, al estar acostumbrado a la vida sacrificada se sentiría capacitado para
la quinta”; “los medieros bolivianos son mucho más trabajadores, pero tienen el defecto de
gastar el dinero…pero tienen las ganas de progresar, no sé si viene de sufrir más” .
Aunque para otras tareas fuera de los invernáculos los santiagueños eran requeridos
porque “son más rápidos; para hacer lo que hace un santiagueño necesitás tres
bolivianos. El santiagueño para trabajar por tanto es una máquina, pero es una máquina
para cobrar también”.
10
Con notable influencia de estas representaciones, ciertos sujetos son valorados
como preferibles y buscados de manera activa para ocupar determinadas posiciones. Una
situación comparable de segmentación étnica del mercado laboral es analizada por
Pizarro (2009) para el área periurbana de la ciudad de Córdoba. A partir del trabajo de
campo en un cortadero de ladrillos, la autora pone en evidencia cómo las relaciones
laborales desiguales se vinculan con ciertas configuraciones de sentido sobre los
trabajadores y sus empleadores. Más precisamente, Pizarro da cuenta de ciertas
estrategias discursivas utilizadas por los patrones -quienes apelando a determinados
estereotipos racializantes en términos de las características psico-físicas que “los
bolivianos” tendrían-, buscan justificar y naturalizar tanto la segmentación étnica del
mercado laboral, como las condiciones de precariedad e informalidad en las que
transcurre el proceso productivo.
Fragmentación simbólica de la categoría productor
Como mencionábamos al comienzo de la ponencia, en estrecha relación con
procesos políticos y económicos acontecidos a nivel nacional -crisis político-institucional
de 2001 y posterior devaluación en 2002-, se han sucedido una serie de transformaciones
que han afectado la estructura social hortícola. Así, mientras muchos quinteros se alejaron
de la producción directa como consecuencia del incremento de los insumos importados,
con la recuperación post-devaluación cobran notable presencia productores de
nacionalidad boliviana (García y Kebat, 2007). De este modo, numerosos productores
protagonistas del proceso productivo durante la década de los noventa, se ven
imposibilitados de seguir produciendo y pasan a arrendar sus tierras a los nuevos actores
previamente mencionados.
En función del trabajo de campo más reciente12, hemos podido indagar acerca de
algunas de las connotaciones de estos procesos en el plano de las significaciones. Es
interesante mostrar los discursos que en este caso los productores han planteado acerca
de las situaciones y posibilidades que se les presentaban en la producción, que de alguna
manera incidieron en las posiciones que fueron tomando para quedarse o alejarse de la
12
Contextualizar temporalmente el trabajo de campo. Se puede decir que se buscaron especialmente contactar gente que se entrevistó en la década del noventa para indagar acerca de los cambios y continuidades. Al menos como primer acercamiento al campo.
11
actividad.
En el discurso de los entrevistados aparece de manera recurrente la referencia a
los productores bolivianos; su innegable presencia ocupando una nueva posición en la
estructura social -posición que en el pasado se encontraba segmentada étnico-
nacionalmente y era ocupada principalmente por migrantes de ultramar y sus
descendientes-, es significada por estos productores a partir de diferenciarse en lo
discursivo de ellos. Algunos de los sujetos entrevistados son ex productores que
abandonan la actividad y pasan a arrendar sus tierras, mientras que otros siguen al frente
de sus unidades productivas; sin embargo todos hacen especial hincapié en referenciar la
presencia de estos productores bolivianos mediante la apelación a ciertas
representaciones sociales que analizaremos a continuación.
Lo que aparece en el discurso relevado es que si los sujetos de nacionalidad
boliviana han accedido a la posición de productor y son capaces de conducir el proceso
productivo, es “porque producen por dos pesos”; “a ellos les rinde y a nosotros no”; “el
boliviano, se arregla con dos pesos el bulto y vive; y nosotros no podemos vivir con dos
pesos el bulto”; “aparte, la manera de vivir ellos, es tres veces más barata que nosotros”.
A su vez, se otorga especial relevancia a una supuesta solidaridad entre coterráneos -“se
venden entre ellos”, “los bolivianos solo le compran a otros bolivianos”, “los bolivianos
trabajan solo para otros bolivianos”-, que aportaría un diferencial estratégico y que
explicaría en parte su nueva posición en la estructura social. Pero al lado de estas
construcciones de sentido aparecen otras significaciones que atribuyen estas nuevas
posiciones a ciertas actividades de carácter ilícito que serían el real origen de los ingresos
de estos sujetos. Por su parte, en el discurso de ex productores es posible rastrear, como
explicación del alejamiento de la actividad, una pérdida de rentabilidad de la misma que
no alcanza a cubrir las expectativas de ganancia, las que se encontrarían desfasadas
respecto de los niveles de consumo de estos sujetos.
Podemos afirmar entonces que, en la actualidad, es la categoría productor la que
se segmenta: se trazan fronteras al interior de la misma que delimitan un nosotros -que
incluiría a los productores con trayectoria en el cordón hortícola, descendientes de
aquellos migrantes de ultramar, que manifiestan que no pueden seguir produciendo, que
no les rinde o que no pueden competir con los productores bolivianos-, frente a un otro -
conformado por los productores bolivianos; quienes comercializan su producción por
retornos menores a los considerados como aceptables por estos productores; y quienes
serían beneficiarios de una solidaridad entre coterráneos que favorecería su desempeño
12
en la actividad; pero también sujetos, cuyos ingresos no provendrían de la actividad
hortícola sino de supuestas actividades ilícitas. Sin embargo, esta demarcación de un
nosotros no ha favorecido ni implicado un mayor agrupamiento entre productores que
atraviesan situaciones difíciles y que en muchos casos se alejan de la actividad. Vemos
que en función de estas construcciones de sentido que se producen, circulan y consumen
en el espacio social rururbano platense, se organizan y pautan las interacciones en este
espacio social y se toman decisiones que inciden en el proceso productivo. En este
sentido, según las opciones y representaciones y los recursos subjetivamente
considerados, se toman decisiones que plasman trayectorias particulares. Sin embargo,
como se mencionó previamente, el análisis de las mismas no puede darse al margen de
las relaciones estructurales y los condicionamientos socioeconómicos presentes en la
sociedad. Quedan como interrogantes a profundizar e indagar los factores estructurales
que operan en este recambio en la estructura social productiva del rururbano, así como
incorporar al análisis diversos aspectos para explicar este desplazamiento, entre los que
se pueden mencionar el recambio generacional, las variaciones en el ciclo de vida
familiar, los procesos de urbanización, las nuevas trayectorias de los descendientes,
entre otras.
Palabras finales
A lo largo de este trabajo hemos querido señalar las conexiones intrínsecas que se
establecen entre representaciones y prácticas. Todo fenómeno social tiene una dimensión
significativa que no sólo representa e interpreta la realidad, sino que a su vez contribuye a
constituirla. En nuestras indagaciones hemos observado cómo el trabajo aparece como
una actividad importante en cuanto a la significación que representa. Por tanto, es de
destacar que estos sentidos, estas valoraciones y representaciones, tienen una profunda
incidencia en los comportamientos de los sujetos, en la conformación de subjetividades
particulares y sobre la identidad de las personas.
Específicamente, mostramos cómo estas construcciones de sentido están
operando en la estructuración del espacio social rururbano platense. Acercarnos a las
significaciones producidas, circulantes y consumidas en este contexto, nos permitió
visibilizar cómo las mismas actúan en la demarcación del territorio social y organizan y
canalizan las interacciones entre los sujetos. Como se sostuvo, estas representaciones
13
son centrales en nuestras vidas dado que nos ayudan a organizar la realidad, a
interpretarla y guían nuestras prácticas, condicionando las decisiones que tomamos. Por
tanto, relevar estas construcciones de sentido permitió evidenciar de qué manera los
procesos socioeconómicos más amplios impactan en la cotidianeidad de este espacio
social y de los sujetos concretos, redefiniendo el territorio social y las fronteras que se
trazan y pautan las relaciones sociales. Vimos cómo este espacio geográfico está
atravesado por significaciones sociales que fueron construidas a lo largo de su historia y
en donde la categoría étnico-nacional ha tenido y sigue jugando un papel relevante en la
demarcación de fronteras. Más allá del origen estructural de determinadas posiciones
sociales, hemos podido observar cómo, en función de estas valoraciones, se reclutan
individuos para ocupar diferentes puestos laborales. Finalmente, hemos hecho evidentes
desplazamientos en las fronteras sociales con la segmentación de la categoría de
productor, que da cuenta de las reconfiguraciones acontecidas en el ordenamiento de
este espacio social, a consecuencia de procesos más amplios ya analizados. El escenario
que se va delineando, por tanto, da cuenta de cambios en las trayectorias de algunos
actores que parecería mostrar un reordenamiento en las diferencias interculturales.
Bibliografía
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14
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