artículo del padre haring

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http://elpais.com/diario/1989/04/17/sociedad/ 608767202_850215.html LUNES, 17 de abril de 1989 PROCESO AL TEOLOGO DEL VATICANO II La lucha de Bernhard Haring con el Santo Oficio Actas del proceso al que fue sometido durante ocho años el maestro de la teología moral católica e inspirador del Concilio Vaticano II. El Santo Oficio le enviaba espías por todo el mundo para escuchar sus conferencias. No se inmutaban al verle comido por el cáncer, incapaz de hablar. Insistían en que fuera procesado. Quienes se ponen de parte del acusado, aunque sean cardenales, acaban pagándolo caro. En cuestiones de moral, la conciencia siempre prevalece sobre la ley, según Haring. Se enfrentó con la vieja moral que prohibía la inseminación artificial y los anticonceptivos. A sus 77 años, con siete operaciones de garganta a causa de un cáncer, el padre redentorista alemán Bernhard Haring, considerado el maestro de los teólogos de moral de la Iglesia católica y autor de obras fundamentales, como La ley de Cristo, ha decidido contar lo que él llama su "dolorosa experiencia" con el ex Santo Oficio, publicando las actas del proceso al que fue sometido durante ocho años. Bernhard Haring narra su enfrentamiento con el ex Santo Oficio a través del libro entrevista Fe, historia, moral, recopilado por Gianni Licheri, que la editorial Borla de Roma publicará el próximo miércoles y cuyo contenido adelanta en exclusiva. JUAN ARIAS, La decisión de Haring no dejará de crear un gran impacto dentro y fuera del mundo católico por su singularidad. Se trata de un experto de teología moral -fue una de las columnas del Concilio Vaticano II-, que se califica a sí mismo de "moderado", estimado por los papas Juan XXIII y Pablo VI, que habían elogiado sus obras,

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Una entrevista al padre Haring

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http://elpais.com/diario/1989/04/17/sociedad/608767202_850215.html

LUNES, 17 de abril de 1989

PROCESO AL TEOLOGO DEL VATICANO II

La lucha de Bernhard Haring con el Santo Oficio

Actas del proceso al que fue sometido durante ocho aos el maestro de la teologa moral catlica e inspirador del Concilio Vaticano II.

El Santo Oficio le enviaba espas por todo el mundo para escuchar sus conferencias. No se inmutaban al verle comido por el cncer, incapaz de hablar. Insistan en que fuera procesado. Quienes se ponen de parte del acusado, aunque sean cardenales, acaban pagndolo caro. En cuestiones de moral, la conciencia siempre prevalece sobre la ley, segn Haring. Se enfrent con la vieja moral que prohiba la inseminacin artificial y los anticonceptivos.

A sus 77 aos, con siete operaciones de garganta a causa de un cncer, el padre redentorista alemn Bernhard Haring, considerado el maestro de los telogos de moral de la Iglesia catlica y autor de obras fundamentales, como La ley de Cristo, ha decidido contar lo que l llama su "dolorosa experiencia" con el ex Santo Oficio, publicando las actas del proceso al que fue sometido durante ocho aos. Bernhard Haring narra su enfrentamiento con el ex Santo Oficio a travs del libro entrevista Fe, historia, moral, recopilado por Gianni Licheri, que la editorial Borla de Roma publicar el prximo mircoles y cuyo contenido adelanta en exclusiva.

JUAN ARIAS, La decisin de Haring no dejar de crear un gran impacto dentro y fuera del mundo catlico por su singularidad. Se trata de un experto de teologa moral -fue una de las columnas del Concilio Vaticano II-, que se califica a s mismo de "moderado", estimado por los papas Juan XXIII y Pablo VI, que haban elogiado sus obras, sostenido siempre por los superiores de su congregacin religiosa, y que, al mismo tiempo, ha tenido que sufrir durante ocho aos "los ataques y humillaciones" de los jefes de la Inquisicin teolgica de Roma y de la Congregacin para la Enseanza Catlica, telogos a los que llega a calificar de "terroristas" de la fe.

"He reflexionado mucho", dice, "antes de decidirme a revelar cosas mantenidas hasta ahora absolutamente secretas por decisin personal y que me afectan en lo ms ntimo. No tema slo a que las consecuencias podran amargar mis ltimos meses o aos de vida, sino, ms bien, al desconcierto que podra crear ante los creyentes. Al final me he convencido de la necesidad de provocar un cierto escndalo, que espero pueda contribuir positivamente a sanear una situacin que se ha hecho patolgica".

El anciano y famoso telogo vive retirado en su antiguo convento de Gars, donde hace 50 aos comenz su aventura religiosa en la Congregacin de los Redentoristas. Haring ha impartido durante 30 aos teologa moral en la Academia Alfonsiana de Roma por l fundada y salt a la fma al conocerse una carta suya de protesta enviada por l al papa Wojtyla.

Haring criticaba duramente al telogo personal de Juan Pablo II, Carlo Cafarra, de Comunin y Liberacin, por sus intransigencias en materia de teologa moral, y peda que se hiciese una consulta mundial interna, a todos los niveles de la Iglesia, para conocer cuntos catlicos, fieles, profesores de Teologa, confesores y obispos consideran que el uso de anticonceptivos es pecado.

Ahora Haring explica que aquella carta fue cursada al Papa para evitar el famoso Manifiesto de Colonia, que sus compaeros telogos estaban preparando que con una respuesta del Papa hubiese podido disuadirles de enviar ellos la suya. Pero pasadas siete semanas sin respuesta y convencido de que tambin dicha carta habra ido a parar a la papelera (desde hace 20 aos no he vuelto a ser recibido en una audiencia papal por la hostilidad de la Curia), me sent descorazonado. Me lleg al final una respuesta firmada por el asesor de la Secretara de Estado en nombre del Papa, muy gentil, y que sugera la esperanza de abrir un autntico dilogo".

Pero mientras tanto, el llamado Manifiesto de Colonia se redact y se difundi. "Se trata de un documento que intenta empujar a los obispos a que tomen iniciativas concretas frente a su silencio ante tantas decisiones opinables de Roma.

Haring, en el ocaso de su vida, tras haber impartido clases en las mejores universidades catlicas y protestantes del mundo, consultor de papas, de episcopados y centros mdicos catlicos, catedrtico eximio y pastor incansable, hombre de altsima espiritualidad, a quien Pablo VI, despus del concilio, invit a predicarle a l y a toda la Curia unos ejercicios espirituales, dicindole: "Hblenos con claridad y sin temor", lo ha contado todo.

El telogo redentorista cuenta que el Santo Oficio le enviaba espas" que le seguan secretamente por todo el mundo para escuchar sus conferencias y lecciones. Ironiza acerca de la "inexperiencia teolgica" de sus acusadores, "que ni siquiera lean mis libros enteros, y nunca en su versin original". Ridiculiza el hecho de que dichos acusadores y jueces eran siempre annimos. "Me dijeron que se trataba", afirma, "de dos 'grandes expertos', sin nombre".

La tesis fundamental de Haring durante toda su vida, antes y despus del concilio, ha sido que en materia de moral prevalece siempre la conciencia sobre la ley. Esta tesis, defendida en el concilio y ms tarde por la Iglesia gracias al Vaticano II, ha abierto caminos nuevos en el conocimiento de la sexualidad como "dialogo de amor" entre las personas humanas, y no como simple instrumento de la procreacin. Y nunca estuvo de acuerdo con el viejo y clsico concepto de que "todo acto sexual debe estar abierto a la procreacin".

Sus escritos sobre la masturbacin en una revista tan poco progresista comoFamilia Cristiana,escandalizaron a la Curia al haber roto los viejos tabes de la moral "casustica".

Se enfrent con la vieja moral que prohiba la inseminacin artificial, el cambio de sexo y condenaba la homosexualidad como algo pecaminoso. Fue siempre abierto a conceder los sacramentos a quienes tras divorciarse haban vuelto a contraer matrimonio civil y, sobre todo, no acept nunca el principio catlico de condena de los mtodos anticonceptivos que no sean abortivos, defendiendo la "paternidad responsable". Pero todo ello en una lnea que los telogos progresistas, sobre todo holandeses y norteamericanos, consideraban incluso excesivamente "rnoderada".

Sin embargo, el Santo Oficio le persigui siempre. En febrero de 1979, a pesar de haber dicho que prefera encontrarse frente a un tribunal de Hitler que tener que presentarse otra vez en el palacio del Santo Oficio, Roma volvi a la carga. "Despus de haber sufrido tres operaciones en la garganta para erradicar un cncer, la ltima de las cuales pareca preanunciar mi muerte, vino a visitarme a casa, en nombre del cardenal, monseor Bovone, subsecretario de la congregacin, trayndome los saludos del purpurado y sus excusas por no haber venido l personalmente. Me invit a presentarme de nuevo ante el ex Santo Oficio para un encuentro amistoso. Una invitacin que rechac porque me senta sin fuerzas y porque haba crecido en m una especie de alergia hacia aquel palacio. Pero despus, reflexionando sobre el mtodo de la no violencia, acab por aceptar el coloquio".

El encuentro tuvo lugar el 27 de febrero. "Se me peda una declaracin servil de que en el futuro me abstendra de cualquier tipo de crtica de los documentos de la congregacin, cosa a la que me negu rotundamente". Durante el encuentro, los dos colaboradores del cardenal, el arzobispo Jerome Hamer, secretario, y monseor Bovone, le dijeron de forma rotunda que era imposible para un telogo disentir de lo que ellos enseaban.

"Extenuado e indignado", afirma Haring, "contest que, gracias a Dios, nunca haba cado en la tentacin de confundir a la Iglesia con la Congregacin para la Fe, ya que de lo contrario no hubiese podido permanecer ni un instante en ella, y les invit a que pensasen con seriedad cuntas sombras haba acumulado la Inquisicin sobre aquel palacio, a lo que el arzobispo Hamer respondi que l no senta ninguna vergenza de ese pasado". Y concluye Haring: "Sal de all tras dos horas de interrogatorio y sermones, con la impresin de ser un muchacho ante sus preceptores. Me senta sin fuerzas y con nuseas, con la cabeza que me explotaba, pero ntimamente feliz y agradecido a Dios, que me haba ayudado a no doblegarme a ningn acto de servilismo". El encuentro se haba producido tras la publicacin de su obraLibres y fieles en Cristo, y seconcluy con una amonestacin escrita en la que se le exiga que cortase con cualquier tipo de disenso pblico con la congregacin. "Despus", afirma Haring con serenidad, "me dejaron en paz, quiz porque la nueva recrudescencia del cncer anunciaba la casi certidumbre de mi muerte inminente".

Pero la fibra fsica del telogo fue ms fuerte que sus metstasis y sigui en la brecha, defendiendo a otros telogos frente a las acusaciones del ex Santo Oficio. As lo hizo con el fundador de lateologa de la liberacin, el padre peruano Gustavo Gutirrez."Estuvo conmigo en Roma el da antes de su primer encuentro con el cardenal Ratzinger", dice. "Rezamos juntos y revisamos la carta-documento de acusacin y un estudio de la facultad Teolgica Ecumnica de Berkeley. Era un documento increble de la Congregacin para la Doctrina de la Fe que manifestaba o una maldad diablica o una increble y arrogante superficialidad. Se trataba de un collage de frases desligadas del contexto del trabajo de Gutirrez, para acusarle de marxismo y hereja. Gutirrez era entonces un hombre humilde, lleno de celo religioso y muy probado en su fsico a causa de toda una serie de enfermedades. Yo pude ser para l aquel da un mdico herido, cargado, igual que l, de una experiencia de dolor espiritual y fsica que le sirvi de alivio", explica Haring.

Haring volvi a declarar el 8 de marzo de 1986, para acompaar, esta vez, a otro telogo, moralista como l y acusado tambin de ir contra el magisterio de la Iglesia. Se trataba del famoso jesuita norteamericano Charles Curran, alumno y amigo personal suyo. Segn Haring, la primera acusacin contra Curran tuvo lugar en 1979, cuando se le descubri el cncer. "Desde entonces fui para Curran un punto de apoyo y de salvaguardia para su serenidad interior".

A Curran le acusaron, segn Haring, de no estar en sintona con el magisterio catlico en cuestiones como el divorcio, la homosexualidad, la masturbacin, las relaciones prematrimoniales, etctera. "Una acusacin", subraya, "absurda e injusta en el plano humano y pastoral". Lo nico que haba hecho Curran era avanzar para cada uno de esos problemas soluciones ms difuminadas y, pastoralmente, ms cercanas a la realidad de la gente de hoy. Se trata de la llamada 'flexibilidad' de ciertas normas de moral remota".

Haring, haciendo de tripas corazn, acept acompaarlo aquella maana a su encuentro con Ratzinger: "Lo hice por l, a pesar de que se trataba para m de una decisin humanamente mortificadora ya que haba decidido desde haca tiempo no volver a poner el pie en aquel palacio".

"Nos acompa hasta la antecmara de Ratzinger el decano de la facultad de Teologa de los dominicos, junto con George Higins, el sacerdote ms famoso de Estados Unidos, secretario de la Conferencia Episcopal Norteamericana, periodista y catedrtico. En espera del cardenal, nos pusimos a rezar expresando cada uno pensamientos espontneos. Una de aquellas oraciones fue: 'Seor, aydanos a buscar no tanto nuestra victoria personal, sino la de la Iglesia'. En aquel momento lleg Ratzinger, a quien rogamos se uniera a nuestra plegaria".

Haring no dice si se sum a ellos.

S explica que fue l quien empez a hablar frente al cardenal, el secretario de la congregacin, monseor Bovone, y el notario que redactaba las actas. Sus primeras palabras fueron stas: "Quin est en desacuerdo con la doctrina de la Iglesia, la Congregacin del ex Santo Oficio o Curran? Porque la historia ensea inequvocamente que en cuestiones no secundarias, ya sean bblicas o dogmticas, el Santo Oficio y la Inquisicin se han revelado siempre en desacuerdo profundo con los fieles y la mayora de los telogos. Y aad en seguida dos ejemplos. Pero Ratzinger me interrumpi diciendo: 'Sepa usted que la decisin sobre el caso ha sido ya tomada y no podr cambiarla este encuentro". Haring respondi con entereza: "Si es as, renunciamos al dilogo ya que no existe voluntad de descubrir la verdad".

El dilogo, sin embargo, continu. Haring pidi un compromiso. Curran se comprometa a renunciar a la enseanza de tica sexual y a dar un seminario. El cardenal Ratzinger les asegur que haba presentado la peticin al pleno de la congregacin. "Todo acab en un clima muy cordial", explica Haring, "pero meses despus lleg la sentencia: prohibicin absoluta de ensear como telogo catlico en ningn instituto controlado por la Iglesia".

Haring da a entender que quienes se ponen de parte de los acusados por el ex Santo Oficio, aunque sean cardenales, acaban pagndolo caro. As ocurri, segn cuenta, con los cardenales brasileos que apoyaron a Leonardo Boff. A la ciudad de So Paulo en Brasil lleg de pronto como visitador apostlico el difunto cardenal Hoeffner, arzobispo de Colonia. "Sin saludar previamente al cardenal Arris, arzobispo de la dicesis y defensor de Boff, y sin advertirle de su llegada, acudi al seminario y destituy al rector. Pero Arris impidi la destitucin.

El anciano telogo redentorista aborda en el libro el delicado tema de este pontificado tras hacer un sincero elogio del mismo por "recorrer los caminos de la paz y favorecer la afirmacin de una cultura no violenta". Pero le preocupa la relacin del papa Wojtyla con los telogos moralistas.

La situacin, dice, es compleja y no se presta a juicios precipitados; pero Wojtyla sabe lo difcil que es nuestro camino de mediadores de la doctrina oficial frente a las nuevas generaciones y las nuevas culturas. "No s si aprecia lo suficiente nuestro esfuerzo como mediadores del pensamiento moral entre las convicciones del hombre moderno y el servicio al magisterio de la Iglesia".

Y Haring, que mantiene diferencias doctrinales con algunos consejeros de Juan Pablo II sobre problemas morales, recuerda significativamente que, por ejemplo, Po IX, "un hombre abierto, fue infeliz a la hora de escoger a sus consejeros, incapaces de estar a la altura que sus puestos requeran". De Po X dice que "era un santo pero careca de una preparacin teolgica suficiente para comprender a los telogos que deseaban abrir un dilogo fecundo con el mundo moderno".

Y con el papa Wojtyla? Haring explica que la moral sigue siendo actualmente la ltima de las disciplinas teolgicas capaz de orientarse hacia una bsqueda de la modernizacin, de profundizar en la renovacin bblica y que, "consideradas las estructuras y los vnculos de la Iglesia romana", es normal que viva grandes tensiones.

Haring cree, sin embargo, que sera falso atribuir la culpa al papa Wojtyla, que, a pesar de haberse formado con los viejos manuales de moral, posee sin embargo una buena sensibilidad hacia la tica de los valores. Los temores de Haring por el Papa Wojtyla proceden de que "su altsima consideracin por la castidad pueda ser burdamente explotada por moralistas obsesivos y alarmistas que carecen de autntica experiencia pastoral y son incapaces de entender los desastres provocados en lo que se refiere al sexto mandamiento, por la obsesin de los moralistas y confesores".

"He sido testigo ocular de neurosis, excesos de escrpulos y angustias varias, como la explosin de crisis contra cualquier tipo de autoridad que provocan a .veces un desprecio patolgico hacia todo lo que llega del Vaticano sobre cuestiones sexuales. Se deseara un Papa y una Congregacin para la Doctrina de la Fe capaces de desarrollar un discurso teraputico, respetuoso, profundamente consciente de las heridas provocadas en el remoto y reciente pasado. Esperemos que el Espritu ilumine al Papa y lo gue en este terreno difcil si no minado".

Segn el redentorista, existe en una parte de la Curia Romana "una tendencia a un control casi patolgico de todo. Las congregaciones religiosas de todo el mundo son muestra de ello y podran ofrecernos una documentacin tremendamente elocuente al respecto".

Y explica cules son, a su parecer, las causas del actual "recrudecimiento del centralismo" durante este pontificado: "Una parte de la Curia no ha sabido asimilar el espritu del concilio y ha acogido en su estructura apersonas de su misma mentalidad que se sienten a disgusto frente al dilogo ecumnico, hacia la apertura a la pluralidad de culturas, hacia las religiones no cristianas".

Haring acaba confesando que nunca ha podido encontrarse personalmente con el papa Wojtyla. La segunda recada del cncer, que pareca decisiva para su vida, coincidi con la eleccin de Karol Wojtyla. "El Papa se interes benvolamente por mi salud, y me asegur que me tuvo presente en sus oraciones pero durante el largo perodo de mi convalecencia no me atrev nunca a pedirle una audiencia, porque en los momentos de conmocin mi nueva voz [de esfago] se quebraba. Por otra parte, nunca di importancia a mi persona, sobre todo frente a tantas y tan pesadas fatigas del Papa", concluye Haring.

En los archivos vaticanos no ha sido posible a este corresponsal encontrar una sola foto del famoso telogo. "Para poder buscarla tiene que decirnos la fecha de la ltima audiencia de Haring con el Papa", se nos explic.

Pero ocurre que esa audiencia nunca pudo celebrarse en los ltimos 20 aos.

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LUNES, 17 de abril de 1989

PROCESO AL TELOGO DEL VATICANO II

Prefiero los tribunales de Hitler"

De las confesiones de Bernhard Haring surge una imagen tremendamente negra de esa institucin de la Iglesia catlica que una vez se llamaba Santa Inquisicin, despus Santo Oficio y hoy Congregacin para la Doctrina de la Fe, pero que, como el telogo redentorista explica, poco ha cambiado en sus mtodos dictatoriales y policiales.

"Sobre el palacio de la antigua Inquisicin romana pesa", afirma Haring, "el lastre increble de un pasado que no hace honor a la Iglesia y que ha obstaculizado no poco el servicio mismo del sucesor de Pedro". De ah que pida al Papa que anule durante un par de aos sus actividades para dar paso a una reestructuracin profunda de la misma, y propone una especie de Amnista para la Iglesia.

Cuando el autor de la obra le pregunta cmo ve que al frente del ex Santo Oficio figure el telogo conservador cardenal Joseph Ratzinger, alemn como l, y con quien haba publicado un libro cuando Ratzinger era progresista, responde: "Lo veo muy bien. Pero el verdadero problema es el de la reforma de la institucin, porque en un lago envenenado no podrn vivir peces sanos".

Lo que quiz impresione ms de las revelaciones de Haring es la ausencia crnicade humanidadde algunos expertos del ex Santo Oficio o de otros dicasterios romanos. Queda claro, por ejemplo, que no se enternecan ni siquiera cuando le vean comido por el cncer, imposibilitado para hablar. Despus de asegurarle sus oraciones, insistan, sin embargo, en que deba presentarse ante ellos para ser procesado.

En una carta de fecha 5 de febrero de 1976, enviada al prefecto del ex Santo Oficio, el cardenal Franjo Seper, en la que el telogo responde minuciosamente a todas las acusaciones de hereja en el campo de la moral, que segn ellos estaba difundiendo en libros y conferencias a travs del mundo, concluye: "Eminencia, ah van mis respuestas. Espero que sean claras. Y espero que usted pueda comprender tambin mis sentimientos. Durante la II Guerra Mundial tuve que comparecer cuatro veces ante un tribunal militar. Dos de ellas era cuestin de vida o muerte. Pero en aquel momento me senta honrado, porque la acusacin proceda de los enemigos de Dios. Y, adems, las acusaciones eran exactas, porque yo nunca me somet a aquel rgimen. Pero ahora, de forma tremendamente humillante, me veo acusado por la Congregacin para la Doctrina de la Fe. Las acusaciones son falsas y, por si fuera poco, provienen de un rgano de gobierno de la Iglesia, a la que he servido toda mi vida con todas mis energas y honradez, y espero poder seguir hacindolo en el futuro, mientras me quede vida". Y aade una frase heladora: "Pero, sin embargo, aunque mi fe sigue sin vacilar, preferira encontrarme otra vez ante un tribunal de Hitler".