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ARRIESGARSE A VIVIR

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ARRIESGARSE A VIVIR

MARCELA LECHUGA

ARRIESGARSE A VIVIR

Arriesgarse a vivirPrimera edición: agosto de 2015

© 2015, Marcela Lechuga© 2015, Penguin Random House Grupo Editorial, S.A.

Merced 280, piso 6, Santiago de ChileTeléfono: 22782 8200www.megustaleer.cl

Penguin Random House Grupo Editorial apoya la protección del copyright. El copyright estimula la creatividad, defiende la diversidad en el ámbito de las ideas y el conocimiento, promueve la libre expresión y favorece una cultura viva. Gracias por comprar una edición autorizada

de este libro y por respetar las leyes del copyright al no reproducir, escanear ni distribuir ninguna parte de esta obra por ningún medio sin permiso. Al hacerlo está respaldando a los autores

y permitiendo que PRHGE continúe publicando libros para todos los lectores.

La editorial agradece a los escritores que han autorizado incluir sus textos en este libro, y pide disculpas a quien no haya podido ubicar,

reconociendo la titularidad de sus derechos.

Printed in Chile - Impreso en Chile

ISBN: 978-Registro de Propiedad Intelectual:

Diseño de portada: Amalia Ruiz JeriaImagen de portada: © LatinStock Chile

Fotografía contracubierta: © Andrés FigueroaIlustraciones interiores: Francisco Valdés

Diagramación y composición: Amalia Ruiz JeriaImpreso en

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AGRADECIMIENTOS

Quiero comenzar agradeciendo a usted que tiene este libro en sus mano y a los que leyeron Así es la vida, por el cariño y la confianza de dejarme llegar a sus corazones con lo que la vida me ha entregado en mi camino personal y profesional.

La verdad es que el éxito de Así es la vida es un milagro hecho realidad gracias a ustedes. Las veintidós semanas en el ranking de los libros más vendidos en Chile, la sexta edi-ción en un año, su lanzamiento internacional en Colombia, México, Argentina y Uruguay, cada comentario que llega a mi página, cada mensaje en mi Facebook, cada abrazo en las conferencias, me confirman que valió la pena el esfuerzo de arriesgarme a vivir este sueño y de estresarme frente al computador durante horas, días y meses sin desistir, como si fuera lo último que me tocaba hacer en esta vida.

Pero no puedo iniciar este libro sin despedirme del an-terior. Como todo en la vida, no podemos entregarnos a lo nuevo sin decir adiós a lo andado y lo logrado, junto con reconocer que el camino no se hace solo y honrar a quienes nos han acompañado.

Quiero dedicar este libro a mi editora personal que ya no está entre nosotros: «Pola, nunca me imaginé que alentándo-me a escribir Así es la vida te estabas despidiendo de la tuya. Nunca me imaginé que ese día de mayo de 2013 entrarías

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ARRIESGARSE A VIVIR

a esa unidad de cuidados intensivos de la cual no saldrías caminando con tu hermosa sonrisa. Pero dejaste muchas se-millas, y hoy puedo cosecharlas en mi corazón para iniciar este nuevo reto».

Cómo no reconocer que arriesgarnos a vivir no es una tarea fácil, ni con éxitos ni con fracasos, ni con veinte años ni con cien. Pero que debemos arriesgarnos, porque el ma-yor peligro es no arriesgar nada. Porque lo imposible se puede lograr.

Quiero agradecer a mi marido por su apoyo incondicio-nal, a mi hija, a mis padres, a mis amigos, a mis hermanas Clarisas Capuchinas, al padre José Forbes y a los profesionales de la editorial Penguin Random House por su apoyo para trascender las fronteras y publicar este libro.

Y finalmente agradecer a la vida por estar vivos arries-gándonos para hacer nuestros sueños realidad.

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INVITACIÓN

Durante nuestro viaje por la vida podemos empatizar con la biografía y las experiencias de otras personas, para hacer de este trayecto uno vivo, cercano y profundo en la búsqueda de las respuestas a las preguntas que nos planteamos de tramo en tramo. Desde mi propia historia personal y profesional ob-servo, con profundo realismo, que la vida nos plantea a veces desafíos difíciles de resolver y hacerlo en compañía, siempre es más alentador.

En Así es la vida utilicé la metáfora del estrés como el mo-tor de la vida, una mirada que nos permite ser conductores de nuestro propio destino. En esta ocasión es honesto —y no necesariamente pesimista— compartir que hay partes del trayecto en este viaje que llamamos «vida», donde nada cobra sentido, donde la percepción es de plena amenaza.

Arriesgarnos a ir al encuentro de esos momentos es una invitación poco apreciada pero necesaria, pues aunque es verdad que las noches más oscuras engendran un nuevo amanecer, también es cierto que este se encuentra fuera del alcance de nuestro entendimiento mientras percibimos do-lor, angustia, impotencia, sufrimiento… y sinsentido.

No obstante, siento que es muy necesario aprender y em-prender este camino para acompañarnos en los momentos difíciles, porque en los buenos siempre tendremos con quien

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ARRIESGARSE A VIVIR

compartir la alegría… Sin embargo, la noche oscura es casi siempre rechazada y se vive en soledad, no porque tenga que ser así necesariamente, sino porque muchas veces no logra-mos acoger las emociones profundas y contradictorias que surgen en esos momentos, aceptando que son parte de la vida.

Intentamos a toda costa evadir esos periodos de la vida, incluso deseando morir, como un grito desesperado que dice «me rindo, no puedo con esto».

Cuando la realidad nos atrapa, nuestra mirada suele tor-narse muy extrema, pero justo por eso, para no quedar mio-pes a otras posibilidades, es necesario recuperar la inocencia y seguir aprendiendo o reaprendiendo como si fuera la primera vez, como si fuera la última, como si fuera la única.

Agradezco profundamente la fortaleza de mi madre y la pragmática visión de la vida de mi padre que me pudieron acompañar en tramos difíciles y oscuros de mi vida sin delegar a otros su tarea, sin claudicar. Si así hubiese sido, hoy no estaría es-cribiendo este libro, hoy no podría reescribir mi propia historia.

Reescribir la historia es tarea de cada uno, ya que la reali-dad no es una sino muchas de acuerdo a cómo la percibimos en cada etapa de la vida, y lo que era imposible de ver en una, empieza a emerger en otra. Así, nuestra vida se va reescribien-do como un puzle en el que, paso a paso, cada uno a su pro-pio ritmo, vamos encontrando las piezas que le dan sentido a nuestra historia.

Por eso me dispongo a embarcarme en esta travesía. Y me aventuro a escuchar de nuevo las respuestas que vienen del alma y de la experiencia, que si están conectadas con lo esencial, pueden conectar nuestros corazones. Me arriesgo a invitarte a acoger el dolor, que es la experiencia más genui-namente humana y, por lo tanto, inevitable, con el objetivo

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InvItAcIón

de contribuir a que cada uno logre aliviar el sufrimiento in-necesario.

Tengo fe en que durante la lectura de este libro nuestras miradas podrán trascender las brechas de edades, de creen-cias y de experiencias con que evocamos nuestra visión de la realidad y nos llevarán a despertar nuestros sueños dormidos y a reconectarnos con nosotros mismos, con los demás y con la vida.

Transmitirles mi experiencia y conocimientos es una tarea que viene de mi alma, cuando ya he recorrido una parte de mi propio camino. Me sentiré feliz si en algo puedo aportar en el tuyo. Espero que comencemos juntos esta nueva invitación de arriesgarnos a vivir.

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PRÓLOGO

Arriesgarse a vivir es arriesgarse a hacer realidad los sueños. Es luchar contra lo posible y lo imposible, sin importar cuál sea el resultado final; es transitar en el proceso mismo de vivir.

El nuevo libro de Marcela Lechuga, después de su in-discutible éxito editorial Así es la vida, con sabiduría y un estilo abierto y peculiar, nos ofrece un paseo por tramos difíciles: por realidades que duelen, por caminos no siem-pre conscientes y a veces inexplicables, por creencias, ac-titudes y emociones teñidas de desesperanza e insuficiente conocimiento de las posibilidades de uno mismo, por im-posibles que se pueden hacer posibles, por valores, rutas e itinerarios por los que se puede transitar torcidamente, por raíces de sufrimiento inútil, a veces sepultadas en el camino de los años…

Todo no estará contemplado, hay muchas fuentes de su-frimiento humano que desbordan los confines de lo estric-tamente personal. Pero su persistencia en la búsqueda de sentido para la vida, de trascendencia y dignidad de vivir, de esperanza en el futuro de todos y, en especial, de las personas mayores y de los enfermos con dolor y que sufren, en cuya asistencia ha adquirido vasta experiencia profesional, nos hacen pensar al final de la obra que se pueden vislumbrar

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ARRIESGARSE A VIVIR

encuentros que alivian, que es bien cierta la frase que invita a que seamos optimistas y dejemos el pesimismo para días peores.

Leer su libro es hurgar heridas, pero para cicatrizarlas… y para reafirmar nuestra dignidad de vivir.

Jorge Grau

Doctor en Ciencias PsicológicasFundador de la Asociación

Latinoamericana dePsicología de la Salud

Capítulo I

REALIDAD QUE DUELE

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Los pavos no vueLan

Un campesino encontró en el campo un huevo muy grande. Nunca había visto nada igual… Decidió lle-varlo a su casa.

—¿Será de avestruz? —preguntó su mujer.

—No, no, es demasiado abultado —dijo el abuelo.

—¿Y si lo rompemos? —propuso el ahijado.

—Sería una lástima, perderíamos una hermosa cu-riosidad —respondió la abuela.

—Miren, ante la duda, se lo voy a colocar a la pava que está calentando sus huevos, tal vez con el tiempo nazca algo —afirmó el campesino.

Y así lo hizo.

Cuenta la historia que a los quince días nació un pavito oscuro, grande, nervioso, que con mucha avidez comió todo el alimento que encontró a su alrededor. Lue-go, miró a la madre con vivacidad y le dijo entusiasta:

—Bueno, ¡ahora vamos a volar!

La pava se sorprendió muchísimo de la proposición de su flamante crío y le explicó:

—Mira, pavito, los pavos no vuelan, a ti te hace mal comer tanto y apurado.

Entonces, todos trataron de que el pavito comiera más despacio, el mejor alimento y en la medida justa. Pero el pavito terminaba su almuerzo o su cena, su de-sayuno o merienda, y les decía a sus hermanos:

—¡Vamos, muchachos, vamos a volar!

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ReAlIdAd que duele

Todos los pavos le explicaban de nuevo:

—Los pavos no vuelan, a ti definitivamente te hace mal la comida.

El pavito fue hablando más de comer y menos de volar.

Así creció y murió… en la pavada general.

Pero el pavito era un cóndor que había nacido para volar hasta los siete mil metros.

Y como nadie volaba…

Muchas puertas están abiertas porque nadie las cierra, y otras puertas están cerradas porque nadie las abre. La verdadera protección puede estar en las alturas, en especial cuando hay hambre de elevación y buenas alas.

Cuento popular

En un momento de mi vida me dije que no volvería a relatar este cuento, quizá como una forma de negar la im-potencia que me provoca su final. Pero con el tiempo com-prendí que mi decisión también estaba contribuyendo a negar una «realidad que duele», ya que, más de una vez en nuestras vidas, tal como el pavito, hemos estado cerca de bajar las alas o, sencillamente, las hemos bajado.

En alguna ocasión nos habremos dicho que no pode-mos ser, hacer o sentir lo que somos, tal vez inducidos directa o indirectamente por otra persona, o incluso de manera inconsciente por nuestra sociedad… y esto puede llevarnos a lo que en Psicología se conoce como desespe-ranza aprendida.

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ARRIESGARSE A VIVIR

La desesperanza aprendida es un fenómeno psicológico y social que puede afectar el desarrollo de nuestras potenciali-dades y de nuestra identidad. Puede cambiar nuestra percep-ción de nosotros y de nuestras metas, haciéndonos pensar que no podemos hacer nada por mejorar la situación que «nos ha tocado». Incluso si en verdad se nos da la oportunidad de hacer algo, no lo hacemos.

Recuerdo el impacto inconsciente que este fenómeno tenía en mí durante la infancia. En el colegio, cuando en el ramo de historia universal abordábamos el Holocausto, mi reacción era evitarlo aun a costa de sacarme malas notas. Mi madre, en su mayor esfuerzo para que estudiara, me decía que sería una ignorante. Sin embargo, yo prefería asumir ese ries-go, porque no podía soportar el sufrimiento del pueblo judío.

Incluso cuando vi la película La lista de Schindler, una im-presionante historia sobre la persecución nazi hacia los judíos y el papel de un empresario de origen alemán que decidió ayudar a muchos de los trabajadores de su fábrica, me costó reponerme del impacto y la impotencia.

Desde muy pequeña cualquier experiencia de dolor me resultaba paralizante. Me acuerdo de los almuerzos familiares, cuando mi padre, a quien hasta el día de hoy le encantan los mariscos, preparaba sus almejas con gran esmero: las partía, las limpiaba y se disponía a disfrutar de su plato. El problema era que bastaba con que les echara limón y yo observara el mo-vimiento de los pobres moluscos para que empezara a gritar: «¡Les duele!… ¡Les duele a las almejas!».

Obviamente que esta es una conducta que hoy inquietaría a muchos padres, como a la pava del pavito. No obstante, mi padre, con gran naturalidad, me enviaba a mi pieza para que no siguiera gritando. A su manera, intentaba frenar mi sufri-miento, pero yo lo sentía como un castigo.

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ReAlIdAd que duele

Es difícil ponerse en el lugar del otro y ser empático, más aún si uno no percibe lo mismo; y es más difícil aceptar que se puede estar ciego a la realidad del otro.

Si comparto con ustedes este episodio con mi padre, es porque hoy puedo ponerme en su lugar y darme cuenta de que para él también fue muy difícil ponerse en el mío. Como adul-ta, puedo reconocer el esfuerzo que ha sido para él ser mi padre.

La sensibilidad que tenía desde pequeña y el sufrimiento que a menudo padecía no ha dejado de estar presente en mi vida hasta hoy, porque al final la realidad que duele nos ocurre en todo orden de cosas: con nuestros hijos en aquellos periodos de crisis y cambios; con nuestros padres que, —como el mío—, miraban con lentes distintos a los nuestros la vida, ya sea en lo social, en lo político, en lo religioso o en los ideales.

En ocasiones, la complejidad de nuestra realidad se torna muy difícil de descifrar, pues si bien la vida y nuestro cre-cimiento conllevan dolores inevitables, como caernos, acci-dentarnos o enfermarnos, el dolor innecesario también está presente. Es ese dolor el que podemos aliviar si tenemos las herramientas adecuadas.

Lo cierto es que la vida humana, dependiendo de cuán-do, dónde y cómo se viva, puede ser una sucesión de expe-riencias hermosas, nutritivas y significativas, que nos pueden permitir alcanzar la plenitud y la paz; o, también, una serie de experiencias que resulten frustrantes, dolorosas y desalenta-doras. No obstante, ninguna de esas experiencias hermosas o frustrantes es una profecía ni de éxito ni de fracaso frente al sentido de la vida.

Perder la esperanza es el estado más oscuro que pode-mos atravesar. La rendición se asocia a deseos de no existir, a tendencias perjudiciales que pueden incluso considerarse

ÍNDICE

AGRADECIMIENTOS . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 7INVITACIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9PRÓLOGO . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13

CAPÍTULO I REALIDAD QUE DUELE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17

Descifrando el camino . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 24

Cuando las piezas no encajan . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 27

¿Creer para ver? O ¿ver para creer? . . . . . . . . . . . . . . . . . . 37

CAPÍTULO II LO IMPOSIBLE… POSIBLE . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 47

El embarque . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 56

Responsabilidades del capitán . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 58

Rutas de navegación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 64

Prevenir los mareos de la tripulación . . . . . . . . . . . . . . . . . 67

Lo que resiste, persiste . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 74

Reescribir la historia . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 76

CAPÍTULO III PASITOS CORTOS, PELDAÑOS ALTOS . . . . . . . . . . . . 81

La experiencia del dolor . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 88

Carlitos no se quejaba . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 95

Todo cambio conlleva una pérdida . . . . . . . . . . . . . . . . . . 102

Paz en medio de la tormenta . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 111

¿Y cómo has trascendido hasta ahora los retos de tu vida? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 115

CAPÍTULO IV LA DIGNIDAD DE VIVIR . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 121

Nuestras raíces . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123

Las raíces del sufrimiento inútil . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 127

Las raíces enterradas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 129

El peligro de podar las emociones . . . . . . . . . . . . . . . . . . 133

Es urgente respetar los ritmos de nuestra naturaleza . . . . . . 135

La dignidad de envejecer . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 137

La dignidad de la esperanza . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141

CAPÍTULO V ENCUENTRO QUE ALIVIA . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 151

El encuentro con el espejo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 158

El encuentro con la duda . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 161

El camino hacia el encuentro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 166

El encuentro con la entrega . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 172

El encuentro con la vida . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 180

RECURSOS UTILIZADOS Y RECOMENDADOS . . . 183BIBLIOGRAFÍA CONSULTADA . . . . . . . . . . . . . . . . . 186