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Maestría Virtual Latinoamericana en Ciencia, Tecnología y Sociedad Problemas del Desarrollo en América Latina

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Page 1: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Maestría Virtual Latinoamericanaen Ciencia, Tecnología y Sociedad

Problemas del Desarrolloen América Latina

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Page 3: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Carpeta de trabajo

Problemas del Desarrollo en América Latina

Rodrigo Arocena

Page 4: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Universidad Nacional de Quilmes

Maestría Virtual Latinoamericana en Ciencia, Tecnología y Sociedad:

Problemas del Desarrollo en América Latina

Segunda edición: marzo de 2003

Diseño de Tapa: Lorenzo Shakespear

Diseño de Interior: Hernán Morfese

Corrección: María Inés Silberberg

La Universidad Nacional de Quilmes se reserva la facultad de dispo-

ner de esta obra, publicarla, traducirla, adaptarla o autorizar su tra-

ducción y reproducción en cualquier forma, total o parcialmente, por

medios electrónicos o mecánicos, incluyendo fotocopias, grabación

magnetofónica y cualquier sistema de almacenamiento de informa-

ción. Por consiguiente, nadie tiene facultad de ejercitar los derechos

precitados sin permiso escrito del editor.

Impreso en Universidad Nacional de Quilmes

Roque Sáenz Peña 180 Bernal. Pcia. de Buenos Aires

Teléfono: (5411) 4365 7100

http://www.cvq.edu.ar

Impreso en Argentina

Page 5: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Lectura obligatoria

Es la bibliografía imprescindible que acompaña el desarrollo de los conteni-dos. Se trata tanto de textos completos como de capítulos de libros, artícu-los y "papers" que los estudiantes deben leer, en lo posible, en el momentoen que se indica en la Carpeta.

Actividades

Se trata de una amplia gama de propuestas de producción de diferentes ti-pos. Incluye ejercicios, estudios de caso, investigaciones, encuestas, elabo-ración de cuadros, gráficos, resolución de guías de estudio, etc.

Leer con atención

Son afirmaciones, conceptos o definiciones destacadas y sustanciales queaportan claves para la comprensión del tema que se desarrolla.

Para reflexionar

Es una herramienta que propone al estudiante un diálogo con el material, a tra-vés de preguntas, planteamiento de problemas, confrontaciones del tema conla realidad, ejemplos o cuestionamientos que alienten la autorreflexión, etc.

Lectura recomendada

Es la bibliografía que no se considera obligatoria, pero a la cual el estudian-te puede recurrir para ampliar o profundizar algún tema o contenido.

Pastilla

Se utiliza como reemplazo de la nota al pie, para incorporar informacionesbreves, complementarias o aclaratorias de algún término o frase del textoprincipal. El subrayado indica los términos a propósito de los cuales se in-cluye esa información asociada en el margen.

Íconos

Page 6: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina
Page 7: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Introducción: sobre la noción de desarrollo .........................................11

Contenidos ........................................................................................14

Observaciones sobre el uso de esta carpeta de trabajo........................15

Objetivos del curso .............................................................................17

1. La Revolución Industrial y las dinámicas de cambio .........................19Objetivos.............................................................................................191.1. La Revolución ..............................................................................19

1.1.1.De la manufactura a la industria maquinizada.......................201.1.2. La transformación de la industria del algodón......................251.1.3. La Revolución de la Energía ................................................271.1.4. Surgimiento del sistema fabril ............................................29

1.2. Sobre causalidades e interacciones ..............................................311.2.1. El contexto social y económico ...........................................321.2.2. Especificidades de un proceso de cambio técnico................34

1.3. Hacia el matrimonio de la ciencia y la tecnología ...........................401.3.1. Difusión de la industrialización, Estado y dependencia .........411.3.2. El segundo ciclo de crecimiento industrial ...........................451.3.3. Nuevas tecnologías y modificación de las formas de producción ..............................................................................481.3.4. Las cambiantes relaciones entre investigación y producción ................................................................................53

1.4. La educación y el avance de la industrialización.............................591.4.1. La educación y la pérdida de la vanguardia tecnológica .......591.4.2. El surgimiento de la universidad de investigación ...............631.4.3. Recapitulación: transiciones grandes y conflictivas ..............64

2. América Latina en el orden mundial: del crecimiento hacia afuera a la industrialización ...........................................................................67Objetivos.............................................................................................672.1. La inserción en el orden “centro/periferias” ...................................67

2.1.1. La expansión mundial del Occidente industrializado.............682.1.2. El crecimiento primario exportador......................................70

2.2. Ciertas tendencias profundas de la evolución latinoamericana ........742.2.1. Desigualdad y pautas de crecimiento..................................742.2.2. La demanda tecnológica hacia afuera.................................772.2.3. Una experiencia relacionada con el papel de la equidad .......................................................................................81

2.3. Orígenes del proceso industrializador ............................................842.3.1. Inmigración e innovación industrial......................................842.3.2. Agotamiento del “orden neocolonial”...................................86

2.4. La transición a un nuevo tipo de crecimiento..................................88

Índice

Page 8: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

3. La evolución del crecimiento hacia adentro .....................................95Objetivos.............................................................................................953.1. La consolidación de la ISI ..............................................................95

3.1.1. Del consenso industrializador a la contraposición de modelos .................................................................................953.1.2. La configuración de las políticas industriales .......................98

3.2. La segunda fase de la ISI ............................................................1033.2.1. Cambio dentro del modelo ...............................................1033.2.2. La gran expansión ...........................................................1063.2.3. Industrialización por endeudamiento.................................109

3.3. El agotamiento del modelo .........................................................1123.3.1. El camino de la crisis ......................................................1123.3.2. La recesión .....................................................................115

3.4. Una mirada de conjunto..............................................................1193.4.1. La ISI en perspectiva .....................................................1193.4.2. Tendencias a la profundización del proceso industrializador ..........................................................................123

4. Las políticas y la reflexión acerca del desarrollo ............................129Objetivos...........................................................................................1294.1. Atraso y subdesarrollo en el mundo de la Segunda

Posguerra ..................................................................................1294.1.1. La irrupción del Tercer Mundo ..........................................1294.1.2. Concepciones alternativas sobre el desarrollo...................130

4.2. La concepción latinoamericana clásica acerca del desarrollo ..................................................................................1324.2.1. El estructuralismo cepalino ..............................................1324.2.2. La temática de la dependencia.........................................1374.2.3. Resumen de una concepción ...........................................141

4.3. “La industrialización trunca de América Latina”............................1444.3.1. El papel de la desigualdad ...............................................1444.3.2. Las políticas industriales .................................................147

4.4. Tecnología y subdesarrollo ..........................................................1504.4.1. Opciones ante la dependencia tecnológica........................1514.4.2. Definición de capacidad tecnológica autónoma..................1534.4.3. La tecnología en los países latinoamericanos ...................1554.4.4. Lineamientos de política tecnológica ................................157

4.5. Un gran viraje ............................................................................1604.5.1. La búsqueda de un nuevo orden económico internacional..............................................................................1604.5.2. La “contrarrevolución” en la teoría del desarrollo .............163

4.6. Recapitulación ...........................................................................165

5. ¿Hacia la sociedad del conocimiento? ...........................................171Objetivos...........................................................................................1715.1. Tecnología, comunicación e información ......................................171

5.1.1. Investigación y cambio técnico en la segunda etapa de la industrialización .......................................................1715.1.2. En los orígenes de una nueva revolución tecnológica.........174

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Universidad Virtual de Quilmes

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5.2. Acerca de los cambios en el mundo del trabajo............................1825.2.1. Auge y decadencia del fordismo .......................................1835.2.2. Evoluciones alternativas de la organización fabril ..............1865.2.3. Diferenciación del trabajo y perspectivas de la ocupación ..............................................................................190

5.3. La economía de la innovación......................................................2005.3.1. El crecimiento económico en la visión original de Schumpeter ..........................................................................2015.3.2. Innovación y evolución del sistema productivo...................2065.3.3. El paradigma técnico-económico de las TICs ......................208

5.4. Ciertos desafíos mayores............................................................2135.4.1. Centralidad y privatización del conocimiento......................2135.4.2. La cuestión ambiental y los riesgos del cambio técnico .....2155.4.3. Población, globalización y marginación ..............................219

6. La cuestión del desarrollo en los albores del siglo XXI.....................223Objetivos...........................................................................................2236.1. Innovación y desigualdad ............................................................223

6.1.1. Crecimiento con inequidad en la economía global ..............2236.1.2. La desigualdad en el nuevo modelo latinoamericano ..........2256.1.3. Cambio técnico y evolución de las asimetrías sociales .......226

6.2. Las propuestas neoestructuralistas .............................................2306.2.1. La transformación productiva con equidad.........................2306.2.2. La dimensión ambiental de la transformación productiva..................................................................................2366.2.3. Conocimiento y educación ................................................241

6.3. Algunos aspectos de la evolución reciente de la región.................2466.3.1. La reinserción neoperiférica en la economía mundial..........2466.3.2. La equidad como asignatura pendiente .............................252

6.4. Elementos para una recapitulación .............................................2556.4.1. Revisitando un enfoque pionero ........................................2566.4.2. En torno del concepto de desarrollo ..................................2596.4.3. El cambio técnico y la investigación endógena ...................2606.4.4. Desarrollo sustentable y autosostenido.............................264

Referencias bibliográficas..................................................................269

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Page 11: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Introducción

Sobre la noción de desarrollo

De acuerdo con lo previsto para los diversos módulos de la Maestría en laque se inscribe esta carpeta de trabajo, corresponde insertar aquí unasuerte de introducción conceptual a ciertos problemas, cuestiones y ejesque estructuran la temática del desarrollo. Al respecto, lo que sigue esapenas una reflexión preliminar.

La estrecha vinculación entre desarrollo económico y crecimiento econó-mico es, a la vez, cuestión muy importante y una fuente de considerableconfusión, advierte uno de los más reputados especialistas de la discipli-na, Amartya Sen (1998), en un artículo titulado “El concepto de desarro-llo”, que nos guiará en los próximos párrafos.

Si no cambian otras cosas, es razonable suponer que el aumento de lariqueza contribuye a la mejora de las condiciones de vida. Consiguiente-mente, los primeros trabajos acerca de la teoría del desarrollo -que seconstituyó como un tema en sí mismo tras la Segunda Guerra Mundial- fo-calizaron su atención en el crecimiento económico, y en particular en el in-cremento de la producción nacional total, así como en el logro del plenoempleo. Paralelamente, se fue difundiendo el uso de ciertos índices delproducto de cada país para medir su grado de desarrollo.

El Producto Nacional Bruto (PNB) puede ser definido como la suma detres grandes componentes: el gasto privado de consumo en bienes y servi-cios, el gasto público en bienes y servicios y el gasto de inversión, inclu-yendo la inversión bruta realizada en toda clase de maquinaria y construc-ciones (SAMUELSON, 1967, p. 236). Mide pues, grosso modo, el total de laproducción de bienes y servicios generados en el país de que se trate. Porsu parte, el Producto Interno Bruto (PIB) mide el total de la producción debienes y servicios para uso final en el país. Por lo tanto, el PNB es igual alPIB, más los ingresos recibidos del extranjero menos los pagos efectuadosal exterior. Aunque estas caracterizaciones aproximativas nos bastaránaquí, no deberían ocultar las muy complejas cuestiones, tanto conceptua-les como de cálculo, involucradas en las nociones mencionadas.

Año tras año, el Banco Mundial publica un “Informe sobre el DesarrolloMundial” que, además de estudiar algún tema relevante en particular, ofre-ce abundante información cuantitativa bajo el título “Indicadores del desa-rrollo mundial”, PNB y PBI incluidos. Vale la pena citar lo que se dice en el In-forme titulado “La pobreza”:

❘❚❚ “Por sí mismo, el PNB per cápita no representa ni mide el grado de bienes-

tar o el éxito del proceso de desarrollo. Tampoco establece una distinción en-

tre los objetivos y usos finales de un producto dado, ni revela si se limita a

contrarrestar un obstáculo natural o de otra índole o si es perjudicial o benefi-

cioso para el bienestar. Por ejemplo, el PNB es más alto en los países con un

clima más frío, cuyos habitantes gastan dinero en calefacción y ropa de abri-

go, que en los países con un clima más suave, cuyos habitantes pueden usar

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Introducción

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ropa ligera a la intemperie. En términos más generales, el PNB no proporciona

información sobre los aspectos ambientales, particularmente la utilización de

los recursos naturales” (BANCO MUNDIAL, 1990, p. 265). ❚❚❘

Son muchas pues las objeciones que pueden plantearse al índice más fre-cuentemente utilizado para estimar el grado de desarrollo de un país, su PIB

por habitante, medido a precios de mercado y convertido en dólares deacuerdo con las tasas de cambio correspondientes. Por ejemplo, Arabia Sau-dita tiene desde hace tiempo un PIB por habitante bastante más alto que elde otros países donde el analfabetismo o la mortalidad infantil son muchomenores. En general, no resulta simple la relación entre los índices más omenos habituales para estimar la producción y las condiciones de vida de lagente. Países con mayor producción promedio por habitante que otros pue-den ofrecer, por ejemplo, una expectativa de vida menor. Y la opulencia pue-de incluso relacionarse con el auge de la criminalidad y la violencia.

Buscando contar con índices más adecuados, el Programa de las Nacio-nes Unidas para el Desarrollo (PNUD) calcula anualmente el llamado “Indica-dor del desarrollo humano” (IDH) de cada país. Se trata de un número entre0 y 1, obtenido como un promedio ponderado de datos relativos a la espe-ranza de vida, la alfabetización de los adultos, el promedio de años de es-tudio y los ingresos por persona.

Se puede sin duda discutir lo bien fundado del IDH. En todo caso, como lodestaca también Amartya Sen en el Informe sobre el Desarrollo Humano de1999, al evocar la óptica del creador del IDH, Mahbub ul Haq, hace falta un in-dicador sintético tan simple como el PIB, cuyo uso sea igualmente cómodo,pero que no sea tan ciego a los aspectos sociales de la vida humana.

Cuando se piensa en el desarrollo como proceso es preciso tener encuenta lo que sucede en materia de alimentación, vestimenta, vivienda,atención médica, posibilidades educativas y otras cuestiones que tienenque ver con la estructura de la sociedad en su conjunto.

En efecto, temas como los apuntados se relacionan con la producciónpero también con la distribución de lo que se produce. Y, por otra parte, lamejora o el deterioro de las condiciones de vida están directamente vincu-lados con las condiciones ambientales y sociales en las que se desenvuel-ve la vida.

En suma, el concepto de desarrollo es un concepto problemático. Y esde suponer que no dejará de serlo, pues se relaciona con el logro de condi-ciones que permitan una vida mejor. Se trata de una noción directamentedependiente de los valores que cada uno adopte. Bien se sabe que los va-lores difieren según las personas, las naciones y las culturas; se sabe tam-bién que los valores cambian a lo largo del tiempo. Parecería, en conse-cuencia, que el pensamiento acerca del desarrollo debe adoptar unaperspectiva plural, sustentada en el respeto a la diversidad. No pretendere-mos pues elaborar una definición del desarrollo. Pero ensayaremos una sín-tesis, como ayuda a la discusión, de lo que cabe entender como temáticapropia del desarrollo.

En términos muy generales, puede decirse que la teoría del desarrolloestudia la evolución y la transformación de los procesos productivos, de lasrelaciones de trabajo y de las formas del crecimiento económico, desde elpunto de vista de sus conexiones con las condiciones de vida de la gente.

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Universidad Virtual de Quilmes

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Y su propósito es el de colaborar a la mejora de dichas condiciones, ofre-ciendo elementos de juicio para un más eficiente accionar colectivo en losámbitos vinculados con la producción y el trabajo.

Volvamos ahora a considerar las conexiones entre la noción de desarro-llo y el crecimiento económico. Al respecto, cabe consignar por lo menostres enfoques significativos y distintos; intentaremos sintetizarlos a conti-nuación.

Como ya se anotó, el punto de vista desde el cual fue enfocado habi-tualmente el tema del desarrollo, desde los países “centrales”, apuntó aidentificarlo con el del crecimiento económico, visto globalmente. Uno delos pioneros de la disciplina afirma: “La teoría del desarrollo abarca, a mientender, las ramas de la ciencia económica que desempeñan papeles cru-ciales cuando uno intenta analizar el crecimiento de la economía como untodo” (LEWIS, 1998).

Es de notar, sin embargo, que habitualmente el tema del crecimientoeconómico ha sido entendido en un sentido bastante restringido. Un difun-dido texto dice que “las teorías modernas del crecimiento económico” secaracterizan por utilizar “un número relativamente pequeño de variableseconómicas, definidas de manera precisa, para la elaboración de un mode-lo formal sobre un aspecto del proceso de crecimiento” (JONES, 1975, p. 6)El mismo texto diferencia tales teorías de las del desarrollo económico,que encaran la problemática del subdesarrollo, por lo cual no pueden ocu-parse sólo de cuestiones económicas.

En los países de la periferia, la reflexión original acerca del desarrollotendió a considerar que el mismo incluye al tema del crecimiento económi-co, pero lo desborda, en la medida en que el desarrollo debe ser visto co-mo proceso de transformación global, orientado a la mejora de las condi-ciones de vida de la gente, lo cual no sabría reducirse al aumento de laproducción.

Corresponde todavía destacar un tercer enfoque de las relaciones entredesarrollo y crecimiento. La idea es que el incremento de la producción hallegado a ser más perjudicial que beneficioso para la vida de los seres hu-manos, en la medida en que supone un acelerado consumo de recursosnaturales no renovables y, más en general, una degradación ambiental ace-lerada. En otras palabras, el crecimiento habríase convertido en un procesocontradictorio con los fines del desarrollo, por lo cual la preservación delas condiciones de vida exigiría poner un “alto al crecimiento”.

Este último enfoque ilumina un problema mayor, directamente vinculadocon el de averiguar si los avances de la ciencia y la tecnología suponenmás beneficios que perjuicios para la vida humana, o a la inversa. El creci-miento técnico-productivo proporciona medicinas más variadas, armas máseficientes, mayor cantidad de alimentos, más contaminación… ¿Cuál es elbalance?

No pretendemos responder a tal pregunta. Pero notemos que no tienepor qué existir una forma única de crecimiento, que se mantenga vigente alo largo del tiempo. Precisamente, los “desafíos de la innovación”, a losque suele hacerse referencia desde hace algún tiempo, sugieren más bienque las formas de crecimiento prevalecientes hasta hace muy poco tiempoestán en plena mutación.

En cualquier caso, cuando se piensa acerca del desarrollo en los térmi-nos sugeridos antes,

Problemas del Desarrollo en América Latina

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❘❚❚ “[...] nos interesan preguntas del siguiente tenor: ¿Cómo tiene lugar el cre-

cimiento en diferentes tipos de sistemas económicos? ¿Cuáles son las carac-

terísticas institucionales de tales sistemas? ¿Qué clases o grupos sociales

poseen poder político y económico, y qué relaciones existen entre las estruc-

turas de poder y el proceso de transformación social? ¿Bajo qué condiciones

cabe esperar que un tipo de sistema económico se transforme en otro? Se no-

tará que se sigue analizando el crecimiento económico, pero en un sentido

‘causal’ mucho más complejo, en el contexto de lo que a veces se llama eco-

nomía política. Y, por extensión, la frase ‘economía política de la ciencia y la

tecnología’ se refiere al estudio de cómo ‘la ciencia’ y ‘la tecnología’ en tanto

instituciones sociales han incidido en el ritmo y en la dirección del desarrollo

económico y del cambio social, y al análisis de los problemas resultantes”

(CLARK, 1985, p. 24). ❚❚❘

Para reflexionar, con perspectiva latinoamericana, acerca de algunas de ta-les grandes cuestiones, este texto aspira a ofrecer ciertos puntos de refe-rencia.

Contenidos

Nuestro curso, titulado “Problemas del desarrollo en América Latina”, sepropone hacer énfasis en los temas de Ciencia, Tecnología e Innovación.Se trata de uno de los cursos iniciales de la Maestría en Ciencia, Tecnolo-gía y Sociedad, al que seguirán otros, más específicos, de Historia, Sociolo-gía y Política de la Ciencia y la Tecnología, y Economía de la Innovación.

En semejante contexto, se propone abordar la cuestión del desarrollocon una perspectiva histórica, que no se restrinja a América Latina sinoque tenga como eje la evolución del continente, apuntando a ofrecer ele-mentos para discutir su problemática contemporánea, lo que coloca la te-mática “Ciencia, Tecnología e Innovación” en el centro de la atención. Enotras palabras, lo que se está proponiendo de hecho es una “Introduccióna los problemas actuales del desarrollo vistos desde América Latina conperspectiva histórica”.

Se espera ofrecer así una suerte de prólogo común a los cursos poste-riores y, también, un terreno apropiado de encuentro para estudiantes que,presumiblemente, llegarán a la Maestría con formaciones previas muy va-riadas; en efecto, la temática del desarrollo encarada con perspectiva his-tórica puede brindarles a todos tanto motivaciones para acercarse a disci-plinas que no han privilegiado previamente, cuanto ocasiones para sacarpartido de sus estudios anteriores, cualesquiera sean éstos.

El texto que se presenta incluye, con correcciones y actualizaciones, am-plias porciones de trabajos anteriores del autor (AROCENA, 1993a, 1995), yaprovecha la experiencia generada por su uso en diversas actividades do-centes.

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Observaciones sobre el uso de esta Carpeta de Trabajo

Para las diversas carpetas de trabajo de la Maestría Virtual Latinoamerica-na en Ciencia, Tecnología y Sociedad, se ha previsto que cada unidad o ca-pítulo incluya una corta lista de lecturas obligatorias y algunas preguntas osugerencias de actividad. Respecto de lo primero, la amplia bibliografía quese incluye al final, las extensas citas que recoge el texto y las numerosasreferencias ofrecen amplias posibilidades al potencial “alumno-lector”; pa-recería útil que la selección de lecturas pudiera hacerla él mismo, en fun-ción de las reflexiones y dudas que le suscite la consideración de la unidadcorrespondiente, así como de su manejo del inglés. En cualquier caso, con-vendría postergar la definición de tales lecturas hasta tener cierta experien-cia de la interacción entre docentes y alumnos a partir del uso de este tex-to. Será necesario conocer a los alumnos, sus antecedentes y susreacciones ante el material que se les presenta. Ello es especialmente im-portante dada la naturaleza introductoria de este curso, que se piensa ofre-cer a un conjunto de alumnos de formaciones previas bastante diversas.Tales consideraciones sugieren también que el tipo de preguntas o activida-des de cada unidad sólo podrá ser establecido sobre la marcha, al menoscuando el curso se dicte por primera vez. Sin desmedro de ello, puede sos-tenerse desde ya que parte de tales preguntas deberían apuntar a una ela-boración propia del “alumno-lector” en torno de los objetivos de cada uni-dad, que figuran al comienzo de la misma.

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Objetivos

Los siguientes son los objetivos del presente curso:• Ofrecer una introducción, con una perspectiva de largo plazo, a ciertos

aspectos de la temática “Ciencia, Tecnología y Sociedad” directamentevinculados con la problemática del desarrollo.

• Poner en discusión algunas tendencias profundas que han gravitado enla historia contemporánea de América Latina y que condicionan podero-samente su situación actual.

• Esbozar un marco de referencia para el análisis de las perspectivas futu-ras de la región y de las estrategias alternativas para su desarrollo inte-gral.

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Objetivos del curso

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UNIDAD 1

La Revolución Industrial y las dinámicas de cambio

Objetivos

• Estudiar ciertas facetas fundamentales del surgimiento y la evolución delproceso social de la industrialización.

• Analizar las variaciones y permanencias en las relaciones entre ciencia,tecnología y producción en el curso de la Primera y la Segunda Revolu-ción Industrial.

• Presentar una introducción de tipo histórico a la consideración del papelde las políticas públicas y de la educación en los procesos de cambiotécnico.

La gravitación de las interacciones entre sociedad, ciencia y tecnología seha ido incrementando aceleradamente a partir de la Revolución Industrial.Esa inmensa transformación tecnológica y social, desencadenada hace yamás de dos siglos, también influyó poderosamente en la configuración delas relaciones entre las distintas naciones y regiones del globo, por lo cualsu estudio de constituye un punto de partida adecuado para esta unidad, enla cual se aspira a dibujar un marco general de referencia para la considera-ción de la temática del desarrollo con perspectiva histórica.

La Unidad 1 ha sido organizada como una sinopsis del período que trans-curre desde la aurora de la Revolución Industrial hasta la conformación delpatrón de relaciones entre ciencia, tecnología y producción característicasde las sociedades industriales, al menos hasta la década de 1960, la cualpuede quizás ser vista como un momento de apogeo de la industrializacióny como la víspera de una grande e inesperada etapa de mutaciones, en laque se inscribe una profunda crisis y también una nueva revolución tecnoló-gica.

Pese a la vastedad de semejante temática, lo que sigue tiene pretensio-nes modestas: será primordialmente una síntesis comentada de la lecturade algunas obras fundamentales. Se busca, a la vez, ofrecer un panoramamínimamente coherente y destacar algunas cuestiones de importancia per-durable.

1.1. La Revolución

Durante la segunda mitad del siglo XVIII, Inglaterra vivió los orígenes de unagran mutación. “Con la Revolución Industrial se inició un proceso acumulati-vo de avance tecnológico autoalimentado cuyas repercusiones se haríansentir en todos los aspectos de la vida económica” (LANDES, 1979, p. 17), locual señala un punto de viraje en la evolución de la humanidad: “el inglés de

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1750 estaba más cercano a los legionarios de César, en términos de bienesmateriales, que a sus propios biznietos” (ibid., p.19).

Durante la prolongada evolución de la humanidad que precedió a esta re-volución, los incrementos de la producción terminaban habitualmente consu-midos en gran medida por los consiguientes aumentos de población, mien-tras que a partir de ese período se inició un proceso autosostenido deinnovación tecnológica y de crecimiento, tanto de la productividad como dela inversión, que desbordó todos las trabas previamente conocidas.

En dicho proceso, el binomio “Ciencia & Tecnología” ha venido desempe-ñando un papel rápidamente creciente, pero también cambiante, en la diná-mica de la producción y de la sociedad. Captar esa tendencia profunda conalguna perspectiva histórica debería ayudarnos a comprender mejor los al-cances de las nuevas mutaciones que nos toca vivir.

1.1.1. De la manufactura a la industria maquinizada

“En el siglo XVIII, una serie de inventos transformaron la manufactura de algo-dón en Inglaterra y dieron lugar a un nuevo modo de producción -el sistemafabril-” (LANDES, 1979, p. 56). Así comienza el capítulo sobre la Revolución In-dustrial en Gran Bretaña de la que suele ser considerada como la principalreferencia sobre el tema, publicada originalmente en 1969. Casi treintaaños después, en un estudio de amplio espectro acerca de “la riqueza y lapobreza de las naciones”, su autor inicia con la misma frase el capítulo so-bre “la naturaleza de la Revolución Industrial” (LANDES, 1998, p. 186). Pode-mos pues verla como la síntesis de un estudio a fondo, y tomarla como hiloconductor para la consideración del tema.

La gran transformación de la industria se nos presenta, en primer lugar,como el pasaje de la manufactura a la fábrica.

Como las mismas palabras clave son utilizadas a veces con un sentidomuy amplio y otras con uno mucho más restringido, conviene insertar algunaobservación sobre sus significados. En líneas muy generales, son los si-guientes: “industria” designa la destreza o artificio para hacer una cosa;“manufactura” -de mano, y factura: hechura- denota lo hecho mediante pro-cedimientos manuales; “fabricar” alude a la transformación de materialespara obtener instrumentos y productos que satisfacen ciertas necesidadeso deseos de los seres humanos. Las palabras se refieren pues a activida-des que los seres humanos han desempeñado desde siempre, pero de ma-neras cambiantes, y algunas de estas actividades han llegado a identificar-se con las palabras en cuestión. Una mirada a esos cambios ayudará acaptar la gran transformación que aquí nos ocupa.

Durante la Edad Media el sistema predominante en la industria -en tantoactividad de fabricación en general- lo constituyó el artesanado. En cada unode los diversos oficios organizados en gremios, cada “maestro” artesano,propietario de sus instrumentos de trabajo y director de su propia actividad,realizaba su labor en su propio taller, junto a un número muy reducido de“oficiales” y “aprendices”, y vendía su producto en condiciones estrictamen-te fijadas por la organización gremial, y sin incursionar en ninguna otra acti-vidad industrial.

En la manufactura, por el contrario, un número variable y potencial-mente muy grande de trabajadores son reunidos en un mismo taller, bajo

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la dirección de un mismo “capitalista”, propietario de los medios de produc-ción y del producto. Es el “empresario”, que reúne los medios necesariospara fabricar algo -local, herramientas, materias primas-, contrata y paga alos que han de fabricarlo, organiza su trabajo y dispone de su producto. Latransición del sistema artesanal al sistema manufacturero, en tanto formapredominante de la organización industrial, gestó el contexto en el cual sur-gió la industria moderna.

Dicha transición y sus consecuencias fueron agudamente analizadas enel capítulo XII -“División del trabajo y manufactura”- del tomo I de El Capital,al que nos referimos en lo que sigue.

❘❚❚ “La cooperación fundada en la división del trabajo asume su figura clásica en

la manufactura. En cuanto forma característica del proceso capitalista de pro-

ducción, predomina durante el período manufacturero propiamente dicho, el cual

dura, en líneas muy generales, desde mediados del siglo XVI hasta el último ter-

cio del siglo XVIII” (MARX, 1979, p. 409). ❚❚❘

La manufactura surge de dos vertientes principales: a) “La primera consisteen reunir en un taller, bajo el mando del mismo capitalista, a trabajadorespertenecientes a oficios artesanales diversos e independientes, por cuyasmanos tiene que pasar un producto hasta su terminación definitiva.” (ibid.,p. 409). Ejemplo: la manufactura de coches empieza así, pero la especializa-ción de cada artesano (tapicero, latonero, cerrajero) en su labor en el tallerva convirtiendo “una combinación de oficios artesanales independientes” enuna “división de la producción […] en las diversas operaciones particularesque la componen” (ibid., p. 410). b) “Muchos artesanos que producen lomismo o algo similar, por ejemplo papel, o tipos de imprenta, o agujas, sonutilizados simultáneamente por el mismo capital en el mismo taller” (ibid.,p. 410). Esta concentración y simultaneidad posibilita cambios organizativosy la emergencia de una división sistemática del trabajo.

El tránsito del artesanado a la manufactura supone un cambio sustantivoen la relación de los trabajadores con los medios de producción. En el siste-ma artesanal, los “obreros, en líneas generales, quedaban tan ligados a susmedios de producción como el caracol a su concha, con lo cual faltaba elfundamento primero de la manufactura, la autonomización de los medios deproducción, en cuanto capital, frente al obrero” (ibid., p. 437).

Algunas consecuencias del cambio de sistema productivo serán de largoalcance. Por ejemplo, la manufactura engendra una fuerte tendencia a dismi-nuir la calificación requerida al obrero respecto de la del artesano, creandoincluso la categoría de los peones:

❘❚❚ “En todos los oficios de los que se apodera, […] la manufactura genera

una clase de trabajadores que la industria artesanal excluía por entero, los lla-

mados obreros no calificados. Así como aquélla, a costa de la capacidad con-

junta de trabajo, desenvuelve hasta el virtuosismo la especialización totalmen-

te unilateralizada, comienza también a hacer de la carencia de todo

desenvolvimiento una especialización. Junto a la gradación jerárquica entra en

escena la simple separación de los obreros en calificados y no calificados. En

el caso de los últimos, los costos de aprendizaje desaparecen totalmente; en

el caso de los primeros se reducen, si se los compara con el artesano, porque

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se ha simplificado la función. Y en ambos casos disminuye el valor de la fuer-

za de trabajo. La excepción se registra cuando el desdoblamiento del proceso

de trabajo genera nuevas funciones comprehensivas, que en la industria arte-

sanal no existían en absoluto o no habían adquirido un volumen similar”

(MARX, 1979, p. 426). ❚❚❘

Por un lado, la división del trabajo y la especialización permiten al sistemamanufacturero, en comparación con la artesanía independiente, producirmás en menos tiempo. Por otro lado, se mantiene una base técnica estre-cha del proceso de producción, pues las operaciones conservan su caráctermanual y su dependencia de las condiciones de cada obrero individual paramanejar su instrumento. Pero, precisamente, el marco organizativo del siste-ma manufacturero posibilitará la expansión de la base técnica de la produc-ción:

❘❚❚ “La diferenciación de los instrumentos de trabajo, en virtud de la cual ins-

trumentos de la misma clase adquieren formas fijas especiales para cada

aplicación útil particular, y su especialización, merced a la cual cada uno de ta-

les instrumentos especiales sólo opera con eficacia en las manos de un obre-

ro parcial específico, son rasgos característicos de la manufactura” (MARX,

1979, p. 415) ❚❚❘

Ello se constituye en un cimiento para el empleo de la maquinaria: “El perío-do manufacturero simplifica, mejora y multiplica las herramientas de trabajo,adaptándolas a las funciones especiales y exclusivas de los obreros parcia-les. Crea con ello, a la vez, una de las condiciones materiales para la exis-tencia de la maquinaria, que consiste en una combinación de instrumentossimples” (ibid., pp. 415-416).

El uso sistemático de la maquinaria no se hará empero realidad sino alcabo de un largo proceso, en sí mismo muy instructivo por lo que hace a lasdinámicas del cambio técnico.

Como ya se anotó, por compleja que sea la organización de la manufac-tura, siempre puede considerarse como una combinación en el tiempo y enel espacio de procesos simples, de tipo individual y artesanal: “A pesar delas diversas ventajas que presenta la manufactura combinada la misma noadquiere, sobre su propio fundamento, una verdadera unidad técnica. Dichaunidad sólo surge cuando la manufactura se transforma en la industria ma-quinizada” (ibid., p. 423).

Lo dicho no significa, por cierto, que las máquinas empiecen a tener im-portancia sólo con la Revolución Industrial. Durante los períodos en los quepredomina la producción artesanal y la manufacturera, las máquinas desem-peñan un papel en general secundario, pero existen e inciden mucho de di-versas maneras:

❘❚❚ “El período manufacturero, que no tarda en proclamar como principio cons-

ciente la reducción del tiempo de trabajo necesario para la producción de mer-

cancías, esporádicamente desarrolla también el uso de máquinas, en particular

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Page 23: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

para ciertos procesos primarios simples que hay que ejecutar masivamente y

con gran desgaste de energías. Así, por ejemplo, en la manufactura papelera

pronto se utiliza el molino de papel para desmenuzar los trapos, y en la meta-

lurgia el llamado molino quebrantador para triturar el mineral. Con el molino hi-

dráulico, el Imperio Romano nos había legado la forma elemental de toda ma-

quinaria. El período artesanal nos deja los grandes inventos de la brújula, de

la pólvora, de la imprenta y el reloj automático. En líneas generales, sin embar-

go, la maquinaria desempeña ese papel secundario que Adam Smith le asigna

junto a la división del trabajo. De gran trascendencia fue el esporádico empleo

que de las máquinas hizo el siglo XVII, pues ofreció a los matemáticos eminen-

tes de esa época puntos de apoyo y alicientes prácticos para la creación de la

mecánica moderna” (MARX, 1979, pp. 423-424). ❚❚❘

Entre otros elementos fundamentales, la cita subraya que ni las máquinas nilos grandes inventos estuvieron ausentes de los períodos anteriores a la Re-volución Industrial: la evolución de la técnica combina períodos de acelera-ción y concentración de los cambios, que pueden tener carácter radical, conla “larga duración”. En particular, la cita destaca que el “período artesanal”fue técnicamente muy creativo. En un magnífico capítulo titulado “La inven-ción de la invención” -en el cual se ocupa con detalle de la rueda o molinode agua, las lentes o lupas, el reloj mecánico, la imprenta y la pólvora-, Lan-des (1998) afirma que, a diferencia de lo que se pensó durante un extensoperíodo, la Europa de la Edad Media constituyó una de las sociedades másinventivas que la historia haya visto.

La máquina conocióuna evolución lenta y gradual durante largo tiempo;su papel era todavía secundario en el período manufacturero, cuando sinembargo su evolución se acelera, hasta que una serie de inventos, de carác-ter revolucionario, transformarán la manufactura y abrirán la etapa de la in-dustria maquinizada. Para la caracterización de lo que es la máquina y paradibujar esa transición, nos referimos a capítulo XIII -“Maquinaria y gran indus-tria”- de El Capital.

❘❚❚ “Toda maquinaria desarrollada se compone de tres partes esencialmente

diferentes: el mecanismo motor, el mecanismo de transmisión y, finalmente, la

máquina-herramienta o máquina de trabajo” (MARX, 1979, p. 453).

“De esta parte de la maquinaria, de la máquina-herramienta, es de donde

arranca la revolución industrial en el siglo XVIII. Y constituye nuevamente el

punto de arranque, cada vez que una industria artesanal o manufacturera de-

viene industria mecanizada. […] La máquina-herramienta […] es un mecanis-

mo que, una vez que se le transmite el movimiento correspondiente, ejecuta

con sus herramientas las mismas operaciones que antes efectuaba el obrero

con sus herramientas análogas” (ibid., p. 454).

“Con la transferencia, a un mecanismo, de la herramienta propiamente dicha,

antes manipulada por el hombre, la máquina reemplaza a la simple herramien-

ta. […] El número de herramientas con que opera simultáneamente una má-

quina herramienta, se ha liberado desde un principio de las barreras orgánicas

que restringen la herramienta de un obrero” (ibid., p. 455). ❚❚❘

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Si bien lo que hoy en día llamamos máquina no tiene una fuente de energíahumana o animal, no reside allí la característica primera de la máquina. Loque la define es la introducción de un mecanismo que realiza una tarea de-sempeñada previamente en forma manual. Como lo indica la cita siguiente,ese mecanismo puede tener que ver con la fuente de energía, pero la trans-formación revolucionaria de los procesos productivos no se originó a ese ni-vel, sino al de la máquina-herramienta, mediante la invención de mecanis-mos que hacen actuar a una serie de herramientas, en principio similares alas usadas por los artesanos, de modo tal que alguna etapa de un procesode fabricación deja de ser realizada en forma manual por seres humanos.

❘❚❚ “En muchos instrumentos artesanales, la diferencia entre el hombre como

mera fuerza motriz y como obrero que manipula la verdadera parte operante

del instrumento, posee una existencia sensorialmente perceptible. En la rue-

ca, por ejemplo, el pie sólo actúa como fuerza motriz, mientras que la mano,

que trabaja en el huso y tira y tuerce, ejecuta la verdadera operación de hilar.

La revolución industrial primero se apodera, precisamente, de esta parte del

instrumento artesanal, y por el momento deja aún al hombre, aparte del nue-

vo trabajo de vigilar la máquina con la vista y corregir sus errores con la ma-

no, el papel puramente mecánico de la fuerza motriz. Por el contrario, justa-

mente aquellas herramientas sobre las que el hombre opera desde un primer

momento tan sólo en cuanto simple fuerza motriz -como por ejemplo al hacer

girar la manivela de un molino, al bombear, al abrir y cerrar los brazos de un

fuelle, al machacar en un mortero, etc.- son las que primero dan motivo a la

aplicación de animales, agua, viento, en calidad de fuerza motriz. Esas herra-

mientas llegan a convertirse en máquinas, en parte durante el período manu-

facturero y esporádicamente ya mucho antes del mismo, pero no revolucionan

el modo de producción” (MARX, 1979, p. 456). ❚❚❘

Lo que inició el gran viraje fue la introducción de mecanismos que, por com-paración con el desempeño manual previo de la misma operación, podíanmovilizar simultáneamente un número mucho mayor de herramientas y, amenudo, a mayor velocidad. Se produjo así un “desequilibrio” entre la capa-cidad operativa multiplicada de la máquina-herramienta y la limitada capaci-dad de su fuente de energía, humana, animal o aun hidráulica. La introduc-ción y generalización de una nueva y mucho más poderosa fuente deenergía definirá el carácter propiamente revolucionario de esa etapa decambio técnico:

❘❚❚ “La máquina, de la que arranca la revolución industrial, reemplaza al obre-

ro que manipula una herramienta única por un mecanismo que opera simultá-

neamente con una masa de herramientas iguales o parecidas a aquélla y que

es movido por una fuerza motriz única, sea cual fuere la forma de ésta. Tene-

mos aquí la máquina, pero sólo como elemento simple de la producción me-

canizada.

Al ampliarse las dimensiones de la máquina de trabajo y el número de herra-

mientas con que opera simultáneamente, se vuelve necesario un mecanismo

motor más voluminoso, y este mecanismo, para superar su propia resistencia,

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requiere a su vez una fuerza motriz más poderosa que la humana” (Marx,

1979, p. 457). ❚❚❘

Recapitulemos. Nos hemos ocupado en esta sección de la manufactura entanto sistema productivo y, en líneas muy generales, de las primeras etapasde su conversión en un sistema de producción basado en máquinas. Comolo afirma la cita de Landes que nos sirve de guía, esa transformación tuvolugar inicialmente en una rama muy definida de la industria, lo cual condicio-nó al proceso en general. Es tiempo de llevar nuestra atención a la trayecto-ria específica de la Revolución Industrial.

1.1.2. La transformación de la industria del algodón

La historia inicial del sistema fabril se vio grandemente condicionada por larama industrial en la que surgió:

❘❚❚ “La Revolución Industrial no tuvo sus orígenes en el desarrollo de la indus-

tria pesada y el transporte; éstos deben buscarse más bien en el desarrollo

de la principal industria del país [Inglaterra], como de todos los de la época: la

textil. A medida que crecía la demanda interior y exterior de tejidos, los viejos

comercios y la industria artesanal del sur de Inglaterra no podrían crecer al rit-

mo necesario para satisfacerla […] Hacia 1750 la industria empezó a dispo-

ner de una nueva fibra: el algodón. Los tejidos de algodón se importaban de la

India; cuando se prohibió la importación, a instancias de los industriales texti-

les, fue necesario producirlos en el país. [El algodón] exigía nuevas técnicas y

no estaba ligado por las viejas tradiciones de la lana […] en seguida la de-

manda de tejidos de algodón superó la capacidad de los telares movidos a

mano.” ❚❚❘

Así, la industria algodonera llegó a ofrecer

❘❚❚ “[…] un campo ilimitado para la maquinaria sustitutiva de mano de obra.

Los grandes inventos -el torno de hilar de Hargreaves, en 1764, el telar hidráu-

lico de Arkwright, en 1769, y la tejedora de Crompton, en 1779- abrieron la pri-

mera brecha en las viejas técnicas manuales, primero multiplicando la acción

de la mano y luego utilizando la energía en los procesos primarios del hilado.

La producción relativamente enorme de esas máquinas hizo que se emplearan

a tan gran escala que la capacidad de los pequeños ríos próximos a las fábri-

cas acabó por agotarse; en 1785 se dio el último paso lógico, adoptándose la

máquina de vapor de Watt para mover los telares. [Esta revolución] pronto se

propagó a otras ramas con el telar mecánico de Cartwright, en 1785, abarcan-

do la fabricación de tejidos de lana y lino” (BERNAL, 1967, t. I, pp. 399-400). ❚❚❘

Una idea de la magnitud de los cambios surge de unos pocos números rela-tivos a la productividad del trabajo, medida como la relación entre la canti-dad producida y el tiempo empleado en producirla. El empleo de la máquina

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de Crompton, en 1780, significaba multiplicar por 25 la productividad de unhilandero manual de la India, y por casi 170 cuando, en 1795, se adaptó lamáquina de vapor a dicha tarea. Casi dos siglos más tarde, las máquinasmás avanzadas de 1990 sólo permitían multiplicar por 7,5 la productividadalcanzada por el hilado del algodón a fines del siglo XVIII en Inglaterra (se-gún datos consignados en FREEMAN y SOETE, 1997, p. 40). El salto que signi-ficó la Revolución Industrial en esta rama resulta evidente.

Habiendo crecido espectacularmente la capacidad de producción, sobretodo en la industria del algodón, se estableció en torno de ésta una rela-ción externa que anunciaba el futuro. Para apreciarlo, conviene destacarque la importación de telas de la India, todas de algodón y a menudo dehermosos colores, significó un gran impacto del comercio en la Europa delsiglo XVII. Las manufacturas textiles europeas no podían competir con lasnuevas importaciones, que fueron prohibidas en Francia y en Inglaterra,aunque siguieron ingresando de contrabando (BRAUDEL, 1979, p. 495). Elavance tecnológico ya mencionado de la industria algodonera inglesa, ytambién el accionar del gobierno colonial inglés en la India, trastocaron larelación previa.

Entre 1750 y 1769, las ventas al exterior de tejidos de algodón británi-cos se multiplicaron por más de 10; entre 1785 y 1850, tanto la importa-ción de algodón en bruto a Gran Bretaña como la producción total de telasse multiplicaron por más de 50; la mayor parte de las manufacturas de al-godón, vendidas al exterior, llegaron a dar cuenta en el período de 1816 a1848 de entre el 40 y el 50% de las exportaciones británicas. “La India fuesistemáticamente desindustrializada y se convirtió a su vez en un mercadopara los algodones de Lancashire: en 1820, el subcontinente asiático com-pró sólo 11 millones de yardas; pero en 1840 llegó a adquirir 145 millo-nes”, alrededor de la quinta parte de las exportaciones algodoneras británi-cas. Gran Bretaña empezaba a constituirse en “el taller del mundo”. Puedeafirmarse que “la opinión tradicional que ha visto en el algodón el primerpaso de la Revolución industrial inglesa es acertada.” […] Inicialmente, “laspalabras ‘industria’ y ‘fábrica’ en su sentido moderno se aplicaban casi ex-clusivamente a las manufacturas del algodón en el Reino Unido”. A su vez,“la demanda derivada del algodón -en cuanto a la construcción y demás ac-tividades en las nuevas zonas industriales, en cuanto a máquinas, adelan-tos químicos, alumbrado industrial, buques, etc.- contribuyó […] en granparte al progreso económico de Gran Bretaña hasta 1830” (HOBSBAWM,1997, pp. 41-45).

Recapitulemos. En la manufactura del algodón y, simultánea o sucesiva-mente, en otras ramas de la industria, capacidades y esfuerzos humanosfueron sustituidos por máquinas, y fuentes de energía animal por energíamecánica, cambios que constituyen la Revolución Industrial. Más específi-camente, las grandes transformaciones que la caracterizan fueron, al decirde Bernal, el tránsito “de la madera al carbón como combustible, de la ma-dera al hierro como material, de la energía animal e hidráulica al vapor, dela acción simple a la acción múltiple en los telares mecánicos”.

Así, un nuevo sistema técnico surgió en una rama productiva específica,pero como resultado de una conjunción mucho más amplia de fenómenos y,a su vez, constituyéndose en un impulsor poderoso de cambios en el con-junto de la economía.

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En su fundamental Historiasocial de la Ciencia, Bernal(1967, t. II, pp. 411-413) dibu-ja un esquema de conjuntosobre el curso del progresotécnico, que incluye la carac-terización menciona-da.

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1.1.3. La Revolución de la Energía

La transformación de la producción manufacturera se asocia con la intro-ducción de un conjunto de máquinas de nuevo tipo, capaces a la vez desustituir y multiplicar el esfuerzo humano en una escala hasta entoncesdesconocida. Por consiguiente, como ya fue destacado, devino central elproblema de multiplicar la fuerza motriz disponible, para poner en funciona-miento la cantidad de herramientas que los nuevos mecanismos permitíanoperar:

❘❚❚ “El desarrollo de una industria mecanizada, concentrada en grandes unida-

des de producción hubiera sido imposible sin una fuente de energía mayor

que la que podían proporcionar la fuerza humana y la animal, e independien-

te de las veleidades de la naturaleza. La solución la proporcionó un nuevo

convertidor de energía -la máquina de vapor, y la explotación a una escala tre-

menda de un combustible antiguo-: el carbón” (LANDES, 1979, p. 112). ❚❚❘

El problema se planteaba con urgencia creciente precisamente en la indus-tria textil, donde los cambios técnicos eran más impactantes y donde másprovechosa estaba resultando la expansión de la capacidad productiva, dedonde mayor era la demanda de nuevas innovaciones para evitar que lascarencias energéticas limitaran las ventas potenciales.

En el ya citado capítulo sobre “Maquinaria y gran industria”, Marx enca-ra como sigue la cuestión:

❘❚❚ “Las fábricas de hilados equipadas con los throstles (telares continuos) de

Arkwright, desde un principio tuvieron como fuerza motriz el agua. No obstan-

te, también el uso de la fuerza hidráulica como fuerza motriz dominante pre-

sentaba dificultades muy serias. No se la podía aumentar a voluntad, ni reme-

diar su escasez; en ocasiones faltaba, y, ante todo, era de naturaleza

puramente local. Sólo con la segunda máquina de vapor de Watt, la denomi-

nada de efecto doble, se encontró un primer motor que mediante el consumo

de carbón y agua genera él mismo su fuerza motriz, un motor cuya potencia

energética está por entero bajo el control humano; que es móvil y un medio

de locomoción; urbano y no, como la rueda hidráulica, rural; que permite con-

centrar la producción en ciudades, en vez de dispersarla por el campo, como

hacía aquélla; universal en sus aplicaciones tecnológicas; relativamente poco

condicionado, en cuanto a su ubicación geográfica, por circunstancias loca-

les. El gran genio de Watt se pone de manifiesto en la especificación de la

patente que obtuvo en abril de 1784, y en la cual no describe su máquina de

vapor como invento para fines especiales, sino como agente general de la

gran industria” (MARX, 1979, pp. 458-459). ❚❚❘

El proceso de “maquinización”, que apareció con gran fuerza inicialmenteen la manufactura del algodón, no sólo pudo desplegar ampliamente su po-tencial en esa rama, sino también extenderse progresivamente al conjuntode la “gran industria” porque la máquina de vapor fue un “agente general”

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capaz de proporcionar cantidades de energía incomparablemente más gran-des que antes a una gran variedad de máquinas.

Ello garantizó el carácter revolucionario de la transformación de la manu-factura. Por consiguiente, la máquina de vapor es un símbolo adecuado deesta Revolución. Su evolución, que se reseña a continuación, ilustra con elo-cuencia sus tendencias profundas, particularmente las que tienen que vercon las cambiantes relaciones entre ciencia, tecnología e innovación.

A lo largo del siglo XVII, la idea de “elevar el agua por medio del fuego”fascinó a todos los inventores. De Caus resolvió el problema colocando “unhornillo bajo un recipiente casi vacío de agua, conectado a un pozo median-te un tubo; cuando el agua hervía y el recipiente se llenaba de vapor, retira-ba el fuego y cerraba el respiradero, con lo que casi conseguía llenar deagua la vasija por la succión producida”, pero no era ésta una máquina prác-tica. La primera que además de funcionar amortizaba su costo fue introduci-da por Newcomen, en 1712, usando “un pistón abatido por el vapor conden-sado en un cilindro conectado directamente a una caldera de baja presión”.Ahora bien: “Es dudoso que la idea […] de la bomba de vacío se le hubierapodido ocurrir a un mecánico, al menos antes que a un científico; por otraparte, ningún científico hubiera podido resolver los problemas no menos im-portantes planteados por la construcción de una máquina capaz de funcio-nar realmente”. La máquina de Newcomen tenía un funcionamiento dema-siado irregular como para usarla en otra cosa que el bombeo o como fuelle,y consumía muchísimo carbón. El gran salto adelante fue obra de Watt,quien “consiguió una máquina capaz de mover a otras con una velocidaduniforme incluso aunque se tratara de resistencias muy variables”. Hastaentonces, el uso de la máquina de vapor estaba prácticamente limitado aldesagüe de las minas de hulla, donde el carbón era muy barato, mientrasque la máquina de Watt, más barata y eficiente, pudo ser usada en la meta-lurgia pesada, más tarde en la industria textil y luego en las más diversasactividades. Si casi todas las mejoras de esta máquina fueron aportadaspor ingenieros prácticos y sin ninguna contribución notable de la ciencia, elestudio científico de su funcionamiento hizo surgir una concepción que en-globa naturalmente el trabajo mecánico y al calor en la categoría energía,abriendo así el camino para avances fundamentales:

❘❚❚ “El principio de conservación de la energía […] fue el descubrimiento físico

de mayor importancia de mediados del siglo XIX […] permitió relacionar mu-

chas disciplinas hasta entonces separadas [en particular, las nuevas teorías

del calor con las más antiguas de la mecánica] y representaba muy bien las

tendencias de la época. La energía se convirtió en el punto de concurrencia de

las diversas ramas de la física. […] Toda la actividad humana -la industria, el

transporte, el alumbrado, y en último término la alimentación y la propia vida-

pasaban a definirse a partir de un término común: energía” (BERNAL, 1967, t. I,

pp. 444-453). ❚❚❘

Este papel central de la energía, tanto en el despliegue de la Revolución In-dustrial como en lo que tiene que ver con sus repercusiones sociales y cul-turales, debe ser tenido muy especialmente en cuenta a la hora de caracte-rizar la presente ola de cambios técnico-productivos.

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De la gran transformación de ayer, pudo decir Cipolla (1978) que “todocomenzó con el vapor”. En este sentido, el punto de viraje tuvo lugar cuandouna larga acumulación de innovaciones incrementales y mejoras gradualesdesembocó en una innovación radical, una máquina que posibilitaba el usogeneralizado de una fuente inmensa de energía inanimada, al convertir el ca-lor en energía motriz para máquinas de muy diverso tipo, haciendo así reali-dad “la potencia motriz del fuego”. Desde cierto ángulo, la Revolución Indus-trial puede ser vista como la Revolución de la Energía.

1.1.4. Surgimiento del sistema fabril

La frase de Landes que hemos tomado como guía culmina señalando que laemergencia de la fábrica constituyó el núcleo del nuevo sistema productivo,que se impondrá rápidamente sobre las otras modalidades de la producciónindustrial, como el artesanado, el sistema manufacturero y la industria a do-micilio. Esta última tiene carácter capitalista, como la manufactura y a dife-rencia del artesanado, pues se basa en que un empresario -por lo general,un comerciante que extiende su actividad- proporciona la materia prima alos trabajadores y luego se encarga de la venta del producto terminado, pa-gándoles a los productores directos por los productos que han fabricado ensu propia casa, con sus propias herramientas, lo cual asemeja el sistema alartesanado y lo diferencia de la manufactura. La industria a domicilio propor-cionó ciertos ingresos adicionales a familias campesinas, que podían porejemplo aprovechar los períodos de escasa labor rural para tejer en conjun-to no sólo para su propio uso sino para la venta; el sistema también permi-tió a los comerciantes intervenir en la producción en una forma vedada porel régimen gremial del artesanado.

La división del trabajo, que permite expandir la producción y favorece lasustitución, para la realización de ciertas tareas, de la mano humana pormecanismos, tuvo lugar esencialmente en el sistema manufacturero. Así, elencadenamiento de cambios sociales y técnicos que desembocó en la in-dustria moderna pasó por la expansión de la manufactura, en la cual se mul-tiplicó el uso de máquinas, hasta que, cuando coincidieron la convenienciaeconómica y la posibilidad técnica de alimentar los mecanismos motrices delas máquinas mediante una nueva gran fuente de energía, la manufactura seconvirtió en fábrica. Esta palabra pasó pues a designar una entidad produc-tiva unificada, en la cual se agrupa bajo una dirección y supervisión comúna un conjunto de obreros, y se usa una fuente centralizada de energía, típi-camente inanimada; por contraste, cuando falta esa fuente central de poten-cia, se habla de manufactura (LANDES, 1998, p. 186).

En las décadas finales del siglo XVIII, se arracimaron un conjunto de inno-vaciones, en la industria textil y en el uso de la energía, pero también en lametalurgia, en las máquinas usadas en otras ramas industriales y, funda-mentalmente, en la fabricación de máquinas para fabricar máquinas. Talesinnovaciones no sólo se apoyaban en una larga evolución en sus respectivasáreas sino que además se respaldaban las unas a las otras, en la medidaen que interactuaban entre sí, difundiéndose con cambios menores o mayo-res de una rama a otra, inspirando y posibilitando nuevos cambios técnicos,los cuales, como volvería a suceder en otros períodos, se agruparon en unasuerte de racimo o cluster.

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Esa ola de innovaciones afectaba tanto lo tecnológico como lo institucio-nal, las relaciones de producción:

❘❚❚ “Las máquinas y las técnicas por sí solas no hacen la Revolución Industrial.

Supusieron mejoras en la productividad y un desplazamiento de la importancia

relativa del factor de producción trabajo en favor del capital. Pero por revolu-

ción entendemos también, además del cambio de medios de producción, la

transformación de su organización. En particular, nos referimos al agrupamien-

to de grandes masas de obreros en un mismo lugar, con el propósito de que

realizasen sus tareas bajo supervisión y disciplina; en pocas palabras, esta-

mos hablando de lo que se ha venido a llamar el sistema industrial” (LANDES,

1979, p.131). ❚❚❘

La emergencia y expansión del sistema fabril impulsó grandes cambios enla estructura de las clases sociales, en la medida en que fue acompañadapor el auge del empresariado industrial y por el crecimiento acelerado delproletariado moderno, con una incidencia, en las dinámicas colectivas, queno precisa ser destacada.

Las diversas facetas de la mutación integral que venimos considerandoseñalan puntos de referencia centrales para calibrar la envergadura de lastransformaciones del presente, sus impactos presuntos en la sociedad y, es-pecíficamente, en las perspectivas de desarrollo de los países periféricos,tanto las que se abren como las que se cierran.

La Revolución Industrial supuso una revolución con mayúscula porque apare-jó cambios mayores e inextricablemente entrelazados en las técnicas producti-vas, en la organización social de la producción y en las condiciones mismas detrabajo. El surgimiento de la fábrica textil, y del proletariado disciplinado sin mi-ramientos que la hacía funcionar, resume ese proceso, uno y triple.

Desde ese foco irradiaron las mutaciones que, andando el tiempo, ha-brían de generar las relaciones sociales de producción que podemos consi-derar características del siglo que acaba de terminar:

❘❚❚ “[…] como resultado de las mejoras tecnológicas, las empresas cuyo ritmo

venía marcado por el hombre se orientaron hacia el mismo tipo de precisión y

regularidad que caracterizaba al hilado y al tejido. En las industrias del hierro

y del acero, tanto el taller de laminado como el martinete de vapor y los proce-

dimientos de transporte más eficaces facilitaron la orientación en esta direc-

ción; y en el conjunto de la industria metalúrgica, el desarrollo de máquinas-

herramientas para propósitos especiales y la mayor precisión de las piezas

condujo hasta las cadenas de montaje del siglo XX” (LANDES, 1979, p. 138). ❚❚❘

Notemos, todavía, que la problemática del desarrollo exige tener muyen cuenta las diferencias entre invención e innovación: se trata de proce-sos que no sólo no son idénticos sino que ni siquiera están automática-mente conectados; la realización del uno no garantiza la del otro, como hallegado a descubrirlo la moderna política para la ciencia y la tecnología,uno de cuyos capítulos centrales es el de los puentes entre “invención”

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científico-técnica, por un lado, e “innovación” económico-productiva, por otro. Pues bien, la fábrica

❘❚❚ “[…] reflejaba la orientación tecnológica implícita en la concentración de la

producción. En contraposición al sistema de producción doméstico, en que el

empresario era ante todo un vendedor, un comercializador de bienes produci-

dos por otros según métodos poco orientados hacia la satisfacción de las ne-

cesidades y oportunidades del mercado, la fábrica ponía énfasis sobre la pro-

ducción: su propietario era ante todo y fundamentalmente un hombre que

producía, capaz, dentro de márgenes bastante amplios, de cambiar a voluntad

las técnicas y condiciones de trabajo. Resultado de ello fue que el estado de

la técnica se hizo más sensible que nunca ante las oportunidades económi-

cas. Las presiones en favor de las innovaciones, inherentes por naturaleza a

la nueva tecnología -con sus cálculos de eficiencia, su sistematización de la in-

vestigación empírica, sus conexiones implícitas y crecientes con un cuerpo ca-

da vez mayor de teorías científicas- se vieron reforzadas enormemente con

ello. La fábrica constituyó un nuevo puente entre invención e innovación” (LAN-

DES, 1979, p. 139). ❚❚❘

Cuando se trata de discutir si en el presente asistimos a una nueva Revolu-ción Tecnológica, corresponderá analizar si, desde ese punto de vista, la fá-brica no está siendo sustituida por un conjunto de nuevos puentes entre in-vención e innovación, por ejemplo los que se construyen en ese procesoactualmente tan estudiado de relación entre la academia y el sector produc-tivo, donde está surgiendo quizás, en paralelo con otros desarrollos como eldel trabajo a distancia, la “nueva fábrica”.

1.2. Sobre causalidades e interacciones

No estamos, por cierto, en condiciones de adentrarnos en el tan apasionan-te como complejo problema de por qué la Revolución Industrial se inició enEuropa Occidental y, más específicamente, en Inglaterra, durante el sigloXVIII. Quizás interrogantes semejantes no tengan propiamente una respues-ta. Vale la pena, sin embargo, mencionar algunos aspectos del asunto, puesfocalizan la atención en ciertos factores de importancia recurrente y relevan-te en los procesos sociales de cambio técnico-productivo.

Como en todo este texto, las observaciones que siguen no pretenden de-linear una tesis sino tan sólo ofrecer algunos elementos de juicio que aquien esto escribe le parecen útiles para que los eventuales lectores se for-men su propia composición de lugar.

Recordemos ante todo una enseñanza de Braudel (1979, p. 465): dadoque toda sociedad experimenta permanentemente un conflicto entre fuerzasque tienden a preservarla y fuerzas que tienden a trastocarla, el análisis deuna revolución plantea siempre el problema de conectar el largo y el cortoplazo, reconociendo su dependencia mutua. Así, la Revolución Industrial “jue-ga en dos registros”, pues aparece como resultado a la vez de una serie deacontecimientos notables, concentrados en un período comparativamente

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corto, y de un proceso muy lento, que refleja la gravitación de la “larga dura-ción”, la longue durée cuyo papel general el gran historiador francés ha des-tacado una y otra vez.

Durante la segunda mitad del siglo XX, la cuestión del desarrollo se viofundamentalmente condicionada porque la industrialización avanzó sobre to-do en los países donde ya había avanzado antes, y porque en ellos se de-sencadenó, en gran medida, la nueva revolución tecnológica, impresionanteejemplo de la convergencia de los “dos registros”.

1.2.1. El contexto social y económico

En relación con el tema de la sección, el carácter acumulativo del crecimien-to económico lo muestra el hecho de que ya a mediados del siglo XVII Ingla-terra había llegado a ser el primer país de Europa en el terreno de la produc-ción de manufacturas. Ese carácter acumulativo proviene, en general, deque el crecimiento exige que se encadenen, complementándose, factoresmuy diversos: la producción de alimentos, el suministro de energía, la es-tructuración de los transportes, la disponibilidad de mano de obra, la ofertade capitales. La concreción de los encadenamientos requeridos para que“despegue” el crecimiento económico suele requerir de “la larga duración”.Así ocurrió en Inglaterra.

Ahora bien: ¿cómo se fue forjando ese contexto económico favorable pa-ra la aceleración del cambio técnico-productivo? Ciertos análisis de la Revo-lución Industrial centran la atención en las relaciones sociales y políticas.Ello nos lleva a recordar que en el agitado siglo XVII, durante el cual dos ve-ces el monarca reinante en Londres fue derrocado, el absolutismo que pre-valecía en Europa fue derrotado en Gran Bretaña, de manera definitiva, conla llamada “Gloriosa Revolución” de 1688, que terminó con la dinastía delos Estuardo. A partir de entonces, la nación, encabezada por el rey pero conel poder de la corte en declinación, fue orientada por una clase dominantesecular, letrada, racional y con confianza en el futuro, integrada por la noble-za, la pequeña aristocracia rural (gentry) y la burguesía (MANN, 1986, p.469), que impulsó la expansión de las relaciones mercantiles y de una capa-cidad productiva que llegaría a ser el cimiento de la industrialización.

Hobsbawm conecta, en los siguientes términos, la evolución apuntadacon la transformación de las estructuras agrarias:

❘❚❚ “[...] las condiciones sociales se dejaban sentir mucho en Gran Bretaña, en

donde había pasado más de un siglo desde que el primer rey fuera procesado

en debida forma y ejecutado por su pueblo, y desde que el beneficio privado y

el desarrollo económico habían sido aceptados como los objetivos supremos

de la política gubernamental. Para fines prácticos, la única solución revolucio-

naria británica para el problema agrario ya había sido encontrada. Un puñado

de terratenientes de mentalidad comercial monopolizaba casi la tierra, que

era cultivada por arrendatarios que a su vez empleaban gentes sin tierras o

propietarios de pequeñísimas parcelas. Muchos residuos de la antigua econo-

mía aldeana subsistían todavía para ser barridos por las Enclosure Acts

(1760-1830) [legislación que permitió el cercamiento y la apropiación privada

de las tierras antiguamente poseídas en común] y transacciones privadas, pero

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difícilmente se puede hablar de un ‘campesinado británico’ en el mismo senti-

do en que se habla de un campesinado francés, alemán o ruso. Los arrenda-

mientos rústicos eran numerosísimos y los productos de las granjas domina-

ban los mercados; la manufactura se había difundido hacía tiempo por el

campo no feudal. La agricultura estaba preparada, pues, para cumplir sus tres

funciones fundamentales en una era de industrialización: aumentar la produc-

ción y la productividad para alimentar a una población no agraria en rápido y

creciente aumento; proporcionar un vasto y ascendente cupo de potenciales

reclutas para las ciudades y las industrias, y suministrar un mecanismo para

la acumulación de capital utilizable por los sectores más modernos de la eco-

nomía. […] Un considerable volumen de capital social -el costoso equipo gene-

ral necesario para poner en marcha toda la economía- ya estaba siendo cons-

tituido, principalmente en buques, instalaciones portuarias y mejoras de

caminos y canales. La política ya estaba engranada con los beneficios” (HOBS-

BAWM, 1997, pp. 38-39). ❚❚❘

En otras partes de Europa, la expansión del capitalismo de mercado y de laproducción encontraban trabas mucho mayores, no sólo por el peso de lamonarquía absoluta sino también por la mayor gravitación en el agro de re-manentes feudales y de la pequeña parcela campesina, poco aptos para fa-vorecer el incremento de la producción agraria. Este último, en cambio, fuemuy notorio en Gran Bretaña, como consecuencia de una evolución original,posibilitada desde mucho antes por la concentración de la tierra y la apari-ción del granjero como verdadero empresario. Un largo proceso de mejorasgraduales y pequeñas innovaciones -en la combinación de siembras, el em-pleo de abonos, el uso alternativo de la tierra, etc.- desembocó en un muyeficiente sistema que más tarde fue conocido como high farming, cultivoavanzado que se basaba sobre todo en una prolongada y cuidadosa serie deobservaciones de los distintos fenómenos naturales y actividades humanasque forman parte de la producción agraria (BRAUDEL, 1979, p. 483). La ex-pansión de la agricultura constituyó una fuente de riqueza; posibilitó asimis-mo el crecimiento demográfico y, junto con éste, multiplicó el número declientes con recursos como para comprar productos manufacturados.

Para captar más plenamente el peso de este y otros factores, resulta ilu-minante el procedimiento que utiliza Braudel, en su obra ya citada, cuandoconsidera, al analizar las causas de la Revolución Industrial, varios ejemplosde “prerrevoluciones”, o revoluciones industriales fracasadas. Ello ejemplifi-ca, en sus sugestivas palabras, una de las varias maneras a las que recurrepara “jugar la carta preciosa de la historia comparativa”. Digamos, de paso,que la importancia de saber “jugar esa carta” en ningún terreno es mayor,probablemente, que en la cuestión del desarrollo, cuya extrema complejidadinduce a buscar comparaciones que puedan arrojar alguna luz, pero tambiénpreviene contra las simplificaciones en las cuales uno de los ejemplos de lacomparación deviene modelo a imitar.

Una de las “prerrevoluciones” que Braudel (1979, pp. 470-473) tiene encuenta es la etapa de avance técnico y crecimiento productivo que vivió Eu-ropa entre el siglo XI y el siglo XIII, la cual desembocó en una tremenda rece-sión, aproximadamente de 1350 a 1450, cuando la producción cayó abrup-tamente, la carencia de alimentos se hizo sentir y el hambre y la pestediezmaron a la población. Ello constituye un ejemplo clásico de los ciclos de

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crecimiento y decrecimiento característicos de las sociedades agrarias.Braudel vincula la explicación de ese fenómeno, “la mayor victoria y la mayorderrota que Europa haya conocido antes del siglo XVIII inglés”, con un avancedemográfico cuyo ritmo no fue seguido por la agricultura. Consiguientemen-te, cuando todavía crecía la producción total, empezó a disminuir la produc-ción por habitante, desencadenado una crisis multifacética.

La comparación esbozada destaca el papel que tuvo el crecimiento de laagricultura inglesa en el éxito de la Revolución Industrial del siglo XVIII. Tam-bién subraya uno de los aspectos más propiamente “revolucionarios” deesa transformación: antes, cada impulso de crecimiento había terminadochocando contra las limitaciones de la producción agrícola, o de los trans-portes, o de la energía, o de la demanda del mercado; a partir de entonces,comienza un crecimiento de tipo distinto, mucho más continuo, capaz deafrontar esas limitaciones (BRAUDEL, 1979, pp. 512-513). En las sociedadesindustriales, las crisis no faltarán, pero el crecimiento tendrá un carácter mu-cho más sistemático y autosostenido.

Otra comparación que Braudel (1979, pp. 475-477) desarrolla muestraque por cierto no basta con el auge agrícola. Lombardía lo conoció muy tem-pranamente -ésa sería la causa que le permitió esquivar la gran crisis de lossiglos XIV y XV-, pues allí se inició ese high farming que más tarde se encuen-tra en Holanda y después sería transmitido a Inglaterra. Milán, la capital dela región, llegaría a conocer, en tiempo de Leonardo da Vinci, un gran auge,sostenido por la expansión tanto de una agricultura de tipo capitalista comode la producción manufacturera. Se sostiene que el estado de la técnica nobasta para explicar que ese auge no haya desembocado en una revoluciónindustrial, pues es conocida la capacidad mecánica de tiempos del Renaci-miento, notoria por ejemplo en las máquinas hidráulicas utilizadas en el teji-do de la seda. Braudel destaca en este ejemplo histórico la carencia de unacondición que estima sine qua non para el éxito de una revolución industrial:el dominio de grandes mercados exteriores, que generan una gran demandade productos industriales e impulsen el cambio técnico como vía para acele-rar y ampliar la producción.

Este último factor no estuvo por supuesto ausente, sino todo lo contrario,en el caso de Inglaterra, que en el siglo XVIII se afirma como dueña comercialy militar de los mares, al tiempo que conoce una “verdadera explosión co-mercial” exportadora; durante ese siglo, creció 50% la producción de las in-dustrias que vendían en el mercado interno y 450% la de las industrias deexportación (BRAUDEL, 1979, p. 497).

Las posibilidades de ampliar sistemáticamente los mercados acicatearonlos esfuerzos para multiplicar las capacidades productivas. Y viceversa. Lasexportaciones constituyeron un importante motor del cambio, en la medidaen que la “explosión comercial” interactuaba positivamente con la introduc-ción de técnicas que permitían producir mucho más en menos tiempo.

1.2.2. Especificidades de un proceso de cambio técnico

Enfoques como los reseñados en la sección precedente llevan frecuentementea entender que las transformaciones tecnológicas tuvieron un carácter induci-do. Las innovaciones dependían evidentemente de la acción del mercado, y norespondieron sino a una demanda insistente del consumidor, dice Braudel

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(1979, p. 490), en una sección cuyo título -“La técnica, condición necesaria, sinduda no suficiente”- sugiere sin embargo algo más matizado. Para suscitar lareflexión, podemos referirnos a otro de los ejemplos de “prerrevoluciones”, orevoluciones industriales fracasadas, que el autor estudia.

Braudel recuerda que se ha hablado de una primera revolución industrial in-glesa, que habría tenido lugar en el período 1560-1640. El uso creciente delcarbón de piedra se estaba constituyendo en el rasgo mayor de la economía in-glesa; se lo usaba para la calefacción y en la fabricación de vidrio, cerveza, la-drillos, en la refinación de azúcar, en la obtención de sal mediante la evapora-ción de agua de mar. Ese dinamismo económico impulsaba la concentración decapitales y de mano de obra, que a su turno impulsaba a aquél. Se expandíaasí el “sistema manufacturero” que, mirado desde el futuro, puede ser descritocomo el sistema de las fábricas sin máquinas, o sea, el agrupamiento en gran-des talleres de numerosos trabajadores. Se atribuye el primer lugar en la expli-cación de ese dinamismo al auge del mercado interno, resultado a su vez de unimportante crecimiento demográfico -del orden del 60% durante el siglo XVI- ydel considerable incremento de los ingresos en el agro, lo cual amplió la de-manda de productos manufacturados (BRAUDEL, 1979, pp. 477-478).

Pues bien, todo ello estimuló los cambios productivos, pero no desencadenósin embargo nada comparable al ciclo de innovaciones tecnológicas que algomás de un siglo después configuró la Revolución Industrial. Para avanzar en lacomprensión de ésta, hace falta pues ir más allá del contexto general que la hi-zo posible.

El éxito de la Revolución, dicen Freeman y Soete (1997, p.55, nuestra tra-ducción) “se debió aparentemente a la combinación de una actividad empresa-rial imaginativa, el ingreso a mercados potencialmente crecientes, el acceso alcapital necesario para la inversión en las nuevas fábricas, y la capacidad de in-ventiva técnica, a veces pero no siempre protegida por patentes y, a veces perono siempre, sustentada por contactos con el mundo de la ciencia”. Destacantambién (ibid., p. 56) que “entre las instituciones más favorables para el creci-miento económico en Gran Bretaña estaban el espíritu científico que permeabala cultura nacional y el apoyo a la invención técnica”.

Las transformaciones de índole revolucionaria aparecen como conjunciones,en ciertas circunstancias de lugar y tiempo, de oportunidades propicias con ca-pacidades para aprovecharlas, unas y otras surgidas a su vez del “doble regis-tro” en el que se combinan la concentración en un período breve de aconteci-mientos gravitantes con la acumulación gradual que se despliega en la largaduración.

El cambio técnico no es, seguramente, una suerte de “primer motor” de lastransformaciones, pero la historia no sugiere que sea el mero reflejo de condi-ciones externas. Por lo general, no tiene lugar en ausencia de una demanda so-cial, pero ésta no basta para producirlo. Se trata de un proceso social, que in-teractúa con otros, que sin embargo no lo determinan unívocamente, por lo cualno cabe soslayar el análisis de sus dinámicas específicas.

Ello puede comprobarse en los orígenes de la industrialización, respecto delo cual lo que sigue es muy sugestivo:

❘❚❚ “Parece claro, aunque no es fácil de demostrar, que en la Gran Bretaña del

sigo XVIII existía un nivel de capacidad técnica y un interés en máquinas y ‘ar-

tefactos’ muy superior al de otros países de Europa. Esto no debe confundirse

con conocimiento científico: a pesar de los muchos esfuerzos por relacionar la

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Revolución Industrial con la Revolución Científica de los siglos XVI y XVII, esta rela-

ción parece haber sido muy difusa: ambas eran reflejo de un gran interés por los

fenómenos naturales y materiales y de la aplicación cada vez más sistemática de

la investigación empírica. Si acaso, fue el progreso del conocimiento científico

quien le debió mucho a los enfoques y a los logros de la tecnología; pero el flujo

de ideas o métodos en la otra dirección fue mucho menor, y continuaría siéndolo

hasta bien entrado el siglo XIX” (LANDES, 1979, pp. 76-77). ❚❚❘

El papel directo de la ciencia en la industrialización, inicialmente subordina-do y hasta marginal pero creciente, lo ilustra bien la evolución de la metalur-gia, rama fundamental tanto para la iniciación del proceso como para su pa-saje de una etapa a otra:

❘❚❚ “La manufactura del hierro era esencialmente una forma de arte culinario -

exigía intuición acerca de los ingredientes, un sentido muy agudo de la propor-

ción, tener cierto ‘instinto’ sobre cuánto tiempo debía pasar el cocido al fue-

go. Los herreros no sabían por qué ciertas cosas funcionaban y otras no; ni

les importaba. No fue hasta mediados del siglo XIX que los científicos lograron

un conocimiento suficiente del proceso de transformación del mineral en me-

tal para poder servir de guías hacia el desarrollo de técnicas racionales y de

medidas de la eficiencia de los procesos” (LANDES, 1979, p. 108). ❚❚❘

Volviendo al período de los orígenes, y a esa vocación técnica que habría ca-racterizado a la Inglaterra de entonces, se podría tal vez hablar de la difu-sión de una actitud innovadora a nivel de la práctica productiva, basada pri-mordialmente en una vocación por la experimentación pero también en elamplio uso de los elementos básicos del conocimiento científico disponiblea nivel masivo. La cuestión, por cierto cardinal, justifica una cita extensa pe-ro elocuente. Ciertas investigaciones

❘❚❚ “[…] presentan una imagen impresionante de la energía con que en Lancashire

se movilizó y promovió la capacidad técnica en la segunda mitad del siglo XVIII -im-

portando artesanos de lugares tan lejanos como Londres y Escocia y capitalizando

sobre su propia tradición muy fuerte de mano de obra especializada, para conver-

tir carpinteros en constructores de molinos y torneros, herreros en fundidores, re-

lojeros en modeladores y constructores en mecánicos-. Aún más impresionante re-

sulta el conocimiento teórico de esos hombres. No eran, en conjunto, unos

hojalateros ignorantes, como suele presentarlos la mitología histórica. Incluso un

constructor de molinos ordinario […] solía ser ‘un aritmético aceptable, sabía algo

de geometría, nivelación y medición, y, en algunos casos, poseía conocimientos

muy completos sobre matemáticas aplicadas. Sabían calcular las velocidades, la

resistencia y la fuerza de una máquina: sabían dibujar planos y secciones…’. Mu-

chos de estos ‘conocimientos superiores y capacidad intelectual’ reflejaban la

abundancia de medios para la educación técnica que se daban en ‘pueblos’ como

Manchester durante este período, y que comprendían desde las academias de Di-

sidentes y de las sociedades ilustradas hasta la presencia de conferenciantes lo-

cales o invitados, escuelas privadas de ‘matemáticas y comercio’ con clases por

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las tardes, y una circulación muy amplia de manuales, periódicos y enciclopedias

prácticas” (LANDES, 1979, pp. 78-79). ❚❚❘

El papel en la innovación y la educación de los “Disidentes” -los que no ad-herían a los cánones religiosos oficiales-, así como la formación científica deun sector del empresariado, resultan muy sugestivos. Glosamos en este pa-rágrafo lo que al respecto dicen Freeman y Soete:

❘❚❚ “Entre las causas de la importancia empresarial de los Disidentes pueden ha-

ber estado su actitud general no conformista y su racionalismo, así como su ex-

clusión de las universidades tradicionales y de los cargos públicos, que impulsó a

muchos a hacer sus carreras en la industria. Su celo educativo los llevó a esta-

blecer sus propios colegios y a constituir el sector mejor educado de las clases

medias. De la Escocia Presbiteriana provenía una proporción inusualmente alta

de los inventores más relevantes [Watt incluido], en una época en que Escocia te-

nía el mejor sistema de educación primaria de Europa y algunas de las mejores

universidades” (FREEMAN y SOETE, 1997, p. 43, nuestra traducción). ❚❚❘

Se ha destacado que el impulso a la investigación científica y a sus aplica-ciones prácticas no provenía de las universidades de Oxford y Cambridge si-no de las de Glasgow y Edinburgo. “Las academias de los Disidentes hicie-ron por Inglaterra lo que las universidades por Escocia. Una minoríasignificativa de los empresarios más exitosos estaban bien al tanto delavance reciente de la ciencia y a menudo se ocupaban de mantenerse encontacto.”

Nos encontramos pues con un terreno específico, abonado por la educa-ción y la ciencia, que resultó muy propicio para la innovación. Ello tambiénse vincula con la “larga duración”, y con otra Revolución del siglo XVII que lle-gó a tener a Inglaterra como teatro principal, la que puso las bases de laciencia moderna. No significa ello que la Revolución Científica del siglo XVII

haya sido la causa de la Revolución Industrial del siglo XVIII: ya se destacó elescaso papel directo del conocimiento científico en los grandes cambios téc-nicos que marcaron el comienzo de la industrialización. La continuidad entreambos procesos está dada principalmente por la nueva actitud ante la Natu-raleza que define a la Revolución Científica:

❘❚❚ “Los científicos del siglo XVII […] desean matematizar la Naturaleza para ver en

ella una inmensa máquina que idealmente, en sus leyes, podríamos fabricar no-

sotros mismos. […] esta unión de teoría y práctica era entonces una novedad re-

volucionaria, pues oponía a la antigua fórmula ‘conocer es contemplar’ una com-

pletamente nueva: ‘conocer es fabricar’” (TATON, 1972, t. 2, p. 222). ❚❚❘

Este objetivo será, hasta avanzado el siglo XIX, mucho más un programa queuna realidad. Pero, desde el propio siglo XVII, orientará la práctica de no pocagente. Y en esa influencia cultural de la nueva ciencia, la primacía de Inglate-rra será todavía más notoria que en la creación científica propiamente dicha.

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En su obra clásica Ciencia, tecnología y sociedad en la Inglaterra del sigloXVII, dice Merton que

❘❚❚ “[...] este estudio afirma el mutuo apoyo y la contribución independiente a

la legitimación de la ciencia tanto por parte de la orientación valorativa sumi-

nistrada por el puritanismo como por la creencia generalizada en las solucio-

nes científicas -quizá más que por el hecho ocasional de ellas- para los pro-

blemas económicos, militares y tecnológicos acuciantes” (MERTON, 1984, p.

21). ❚❚❘

Nos encontramos pues ya entonces con las raíces de lo que fue un siglomás tarde uno de los fundamentos de la aceleración del cambio técnico y,sobre todo, de la contribución de los “Disidentes” a ello: una actitud ante lapráctica basada en valores.

Orientado por el famoso libro que Max Weber tituló La ética protestante yel espíritu del capitalismo, Merton centra su atención en la “exaltación de losestudios científicos y empíricos” por parte de la ideología puritana:

❘❚❚ “[…] el estudio de los fenómenos naturales es un medio efectivo de poner

de relieve la gloria de Dios. El estudio de la Naturaleza de un ‘modo convincen-

te, científico’, estimula una cabal apreciación del poder del Creador, de modo

que el científico de la naturaleza debe necesariamente estar mejor equipado

que el observador casual para glorificarlo. De esta manera directa, la religión

dio su sanción a la ciencia y elevó la estima social de los que efectuaban in-

vestigaciones científicas, con la intensificación y la difusión asociadas del in-

terés por tales realizaciones. Una base adicional para la santificación de la

ciencia se halló en [un] postulado principal del ethos puritano: el principio uti-

litario. La relación es evidente: ‘El conocimiento debe ser valorado de acuerdo

con su utilidad’, pues todo lo que tiende a ‘suavizar la vida de los mortales’, a

mejorar su bienestar material, es bueno a ojos de Dios. Por ende, el valor reli-

giosamente asignado a la ciencia es incrementado de modo inconmensurable,

en vista del hecho de que el estudio científico de la naturaleza tiende a au-

mentar el dominio del hombre sobre ella. La ciencia es concebida como una

poderosa herramienta tecnológica, y como tal debe ser altamente estimada”

(MERTON, 1984, pp.100-102). ❚❚❘

Como quiera que sea, la ciencia revolucionaria del siglo XVII en Inglaterraprestaba gran atención a las cuestiones técnicas. Merton analiza en detallelos ejemplos de la minería, la tecnología militar y la navegación. Respecto deeste último caso concluye: “En general, pues, puede decirse que los científi-cos contemporáneos, desde el infatigable y brillante Perry hasta el sin parNewton, enfocaron definidamente su atención en tareas técnicas, plantea-das por los problemas de la navegación, y en investigaciones científicas de-rivadas de ellas” (MERTON, 1984, p. 206). Ésta era la actitud que la nuevaciencia y su prestigio propagaban.

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Lo que se dibuja, a partir de los enfoques que venimos reseñando en es-ta sección, es un riquísimo fenómeno de difusión y valoración de una cultu-ra científico-técnica. Sus raíces incluyen una tradición ya de larga data, ali-mentada por una activa práctica de investigación, en la cual la ciencia seconsideraba como conocimiento empíricamente fundado y racionalmenteorientado, que permitiría controlar la naturaleza y multiplicar el poder de losseres humanos.

La difusión de esa cultura científico-técnica se relaciona con el surgimien-to, durante el siglo XVIII, de ámbitos sociales originales, donde se encuentranactores distintos pero cuyo común interés en la tecnología los impulsa aconstruir canales de comunicación capaces de superar las vallas de los có-digos sectoriales: “Más que en el siglo XIX, fue en este período cuando losmanufactureros, los científicos y los nuevos ingenieros […] se mezclaron ensu trabajo y en la vida social. Se casaban entre sí, conversaban sin cesar,experimentaban o se asociaban para nuevos proyectos”. Aparece así uncuadro mucho más rico que el diseñado desde una visión puramente exóge-na del cambio técnico. Y se ponen de manifiesto ciertas especificidades delcaso considerado:

❘❚❚ “Esta combinación de ciencia y manufactura sólo se encontró en Inglaterra

a fines del siglo XVIII. Su existencia caracteriza un período de equilibrio dinámi-

co entre la ciencia y la técnica, una transición entre un período en que la cien-

cia tenía más cosas que aprender de la industria que para enseñarle, y otro

en el que la industria llegaría a basarse casi completamente en la cienciA”

(BERNAL, 1967, t. I, pp. 405-406). ❚❚❘

Esta interacción multifacética coadyuvó a dotar de cierta base científica alos productores más innovadores -lo que constituyó probablemente el aspec-to principal de la contribución directa, por entonces relativamente menor dela ciencia al avance de la técnica- y, a su vez, canalizó hacia la ciencia unacreciente “demanda” por soluciones a problemas varios, proceso mayor tan-to para el desarrollo de la investigación como, a la larga, para su conversiónen herramienta fundamental de la producción:

❘❚❚ “Aunque en sus primeros estadios los cambios técnicos que respondían a

las necesidades económicas podían tener lugar sin intervención de la ciencia,

ocurría con frecuencia que el mismo desarrollo de las tendencias existentes

conducía a dificultades imprevistas que únicamente podían superarse recu-

rriendo a la ciencia. Por ejemplo, podía suceder que disminuyera la fuente de

aprovisionamiento de determinado tinte vegetal debido simplemente a un au-

mento en la producción de tejidos, creándose una demanda para un sucedá-

neo artificial que únicamente podía lograrse recurriendo a la ciencia” (BERNAL,

1967, t. I, p. 387). ❚❚❘

Ahora bien, la mera existencia de una “demanda” -en este terreno, al me-nos- no suscita de por sí la “oferta” correspondiente: otras condiciones adi-cionales deben verificarse, entre las que conviene destacar la existencia de

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canales de comunicación entre quienes necesitan cierto tipo de solucionesy quienes pueden elaborarlas. Los comentarios de Bernal acerca de las vin-culaciones, en el trabajo y en la vida social, entre “manufactureros, científi-cos y nuevos ingenieros” esbozan esa comunicación en la Inglaterra de laque surgió la Revolución Industrial. Se trata, en definitiva, de un proceso deaprendizaje vivido por actores diversos a través de su interacción, en la pro-ducción y también fuera de ella, la que potencia sus respectivas capacida-des para la innovación.

Desde este punto de vista, la argumentación que presenta Landes lleva auna conclusión cuya importancia no sabría ser exagerada:

❘❚❚ “[…] existen buenas razones para creer que hasta hace muy poco los

economistas y los historiadores económicos tendían a exagerar la importan-

cia de la formación de capital como motor del cambio económico. Las inves-

tigaciones más recientes han puesto en claro que los incrementos de capital

son responsables sólo de una pequeña fracción del aumento en la produc-

ción agregada, y que, de hecho, las contribuciones globales debidas a los

factores de producción tradicionales -tierra, trabajo y capital- representan só-

lo un papel secundario en el conjunto del proceso. ¿De dónde provenían en-

tonces dichos incrementos? Parece ser que se debían a la calidad de los fac-

tores -a una mayor productividad de las nuevas técnicas y a una mayor

capacidad y experiencia por parte de empresarios y obreros-. Y en esto […]

la Gran Bretaña de la Revolución Industrial gozaba de grandes ventajas” (LAN-

DES, 1979, pp. 95-96). ❚❚❘

Los cambios técnico-productivos contemporáneos han focalizado la atenciónen “la calidad de los factores” más bien que en su cantidad; Landes nos di-ce que la misma fue decisiva para los comienzos mismos del proceso indus-trializador. Y tal vez su importancia no haya hecho otra cosa que crecer des-de entonces. O puede que sea más correcto decir que la productividad detecnologías nuevas, la experiencia de los diversos grupos de productores ysu capacidad para innovar son factores cuya centralidad resurge y aumentaen cada salto adelante de lo que ha sido sin duda un proceso globalmenteascendente, pero discontinuo, contradictorio y conflictivo.

1.3. Hacia el matrimonio de la ciencia y la tecnología

En las dinámicas económicas de las sociedades industriales, la aplicacióndel conocimiento científico a la producción llegó a tener una importanciabien conocida. Ello ocurrió a través de un proceso al que se ha bautizado co-mo el matrimonio de la ciencia y la tecnología. Según ciertos autores, comopor ejemplo NORTH (1984, p.183), ese proceso constituyó lo característicode la “Segunda Revolución Económica”, y que fue la emergencia de la agri-cultura lo propio de la “Primera Revolución Económica”. En todo caso, pare-ce claro que la transición de la manufactura a la industria maquinizada abrióel camino para el desarrollo de tecnologías cada vez más relacionadas conlas ciencias. El proceso avanzó interactuando con la profundización y la difu-sión de la industrialización, y con las respuestas que la misma suscitó en

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los estados que procuraban superar su retraso tecnológico. De estas cues-tiones nos ocupamos en lo que sigue.

1.3.1. Difusión de la industrialización, Estado y dependencia

El crecimiento de la industria tuvo lugar en la Europa continental con mayorlentitud que en Inglaterra. Su difusión configuró un proceso grandemente in-fluido, de manera por cierto múltiple y compleja, por lo que acontecía en elpaís que, según Marx, servía a los demás de espejo de su propio futuro. Contal proceso se vinculan ciertas cuestiones de máxima actualidad. Entreellas: las causas del retraso técnico-productivo, las estrategias destinadas aenfrentarlo, la irradiación de los avances tecnológicos, las diferentes trayec-torias nacionales de la industrialización.

En esta sección consignaremos ciertas observaciones sobre los papelesdesempeñados por la capacitación técnica, la educación y la investigacióncientífica en la situación diferencial de los países de Europa Occidental res-pecto de Inglaterra, en sus esfuerzos por emularla y en la configuración deun tipo de desarrollo comparable pero no idéntico, que con el transcurso deltiempo desplazaría del primer lugar a aquella nación donde la nueva épocaviera la luz.

Conviene comenzar por destacar que las ventajas inglesas iniciales no ra-dicaron en el nivel de la investigación o de la enseñanza superior: “Los paí-ses continentales formaban parte de una misma civilización común conGran Bretaña, y se encontraban en un plano de igualdad, o en algunos as-pectos superior, respecto a la ciencia y a la educación de las élites” (LANDES,1979, p.142). Desde este punto de vista recordemos lo anotado en unasección precedente, según lo cual cabe suponer que una de las principalescausas del adelanto de Inglaterra fue la educación técnica de calidad queposeía una fracción comparativamente alta de su población.

Ello, a su vez, tiene que ver no sólo con el surgimiento sino con la difu-sión de las innovaciones. En efecto, ¿por qué los notables adelantos quesurgían en la isla no se trasladaban rápidamente al continente?:

❘❚❚ “Desde luego, las tareas más difíciles parece que hubiesen tenido que ser

las iniciativas creadoras originales que condujeron a la fundición de coque, el

huso mecánico y la máquina de vapor. En vista de la superioridad económica

enorme de estos inventos sería razonable pensar que el resto hubiera tenido

que adoptarlas automáticamente. Entender las razones por las cuales esto no

fue así -por qué incluso los países más activos se retrasaron hasta la tercera

o cuarta década del siglo XIX- es entender no sólo una buena parte de la histo-

ria de estos países sino también parte del problema del desarrollo económico

en general” (LANDES, 1979, p.143). ❚❚❘

Seguramente no hay demasiadas cuestiones históricas que tengan mayorimportancia actual que ésta para un país periférico.

Pues bien, una dificultad mayor parece haber sido la falta de conocimien-tos técnicos, ya que “la industria continental necesitaba mecánicos tantocomo máquinas”. No fue fácil importar ni éstas ni aquéllos, entre otras

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razones por algunas que mucho dicen sobre el liberalismo de los paísescentrales, particularmente en las instancias fundacionales: “La emigraciónde artesanos ingleses estuvo prohibida hasta 1825; la exportación de los ti-pos de maquinaria considerados más valiosos -en particular, los principalesinventos textiles, sus piezas y planos- hasta 1842” (LANDES, 1979, p.165).

¿Cómo fue superando Europa continental su dependencia tecnológica?“La creciente independencia tecnológica del continente fue en gran parte elresultado de la transmisión de conocimientos sobre una base individual, enel propio lugar de trabajo. De menos importancia inmediata, aunque de ma-yores consecuencias a largo plazo, fue el aprendizaje formal de mecánicos eingenieros en escuelas técnicas” (LANDES, 1979, p. 168). La educación fuevista como una poderosa palanca para la recuperación del tiempo perdido,sobre todo en Alemania. Allí y en Francia, principalmente, se estructuró unagama de escuelas técnicas, destinadas a cubrir desde los niveles básicoshasta los más avanzados.

La Revolución Francesa progresó tempranamente en esa dirección. Ejem-plo destacado de ello lo constituye la fundación en 1794 de la Escuela Poli-técnica (inicialmente denominada Escuela Central de Trabajos Públicos), pro-yectada en un principio como escuela militar para oficiales de artillería eingeniería, pero a la cual se dotó desde el primer momento de un cuerpo do-cente con científicos de primer nivel, con lo que la institución llegó a priori-zar la formación científica y la capacitación técnica avanzada. Sus egresa-dos constituyeron la élite tecnocrática e ingenieril francesa, que construyó ymanejó el sistema ferroviario del país, aprendió y adaptó la tecnología meta-lúrgica inglesa, y dirigió trabajos públicos en el exterior. Otras instituciones -como las Escuelas de Minas, de Puentes y Caminos, de Artes y Manufactu-ras-, fundadas antes o después pero integradas en un sistema estatal deconjunto, brindaban preparación de diverso tipo para el desempeño en la in-dustria, la ingeniería, los negocios. Junto a ellas se desplegó un sistema deescuelas vocacionales “de artes y oficios” y otras especializadas en ramasindustriales particulares (LANDES, 1998, pp. 282-283).

En el terreno de la educación fue donde más se destacó el accionar es-tatal deliberadamente orientado a superar la dependencia tecnológica, nue-vo rol del Estado que la Revolución Industrial trajo al primer plano del esce-nario a poco de iniciado su camino. En efecto:

❘❚❚ “Los costes iniciales eran demasiado altos y los beneficios monetarios

demasiado distantes para que la empresa privada hiciera algo más que dar

su bendición y su apoyo a aquellas escuelas de nivel más elemental cuyos

cursos cortos estaban encaminados a preparar para entrar directamente en

las fábricas. Sólo el gobierno podía responsabilizarse de mandar funciona-

rios en costosos viajes de inspección a lugares tan lejanos como los Esta-

dos Unidos; facilitar los edificios y materiales necesarios; alimentar, vestir,

alojar y en algunos casos pagar a los estudiantes durante años” (LANDES,

1979, p. 168). ❚❚❘

Por cierto, el sistema institucional orientado a la introducción y difusión delas nuevas tecnologías no se componía sólo de establecimientos educativos,sino que incluía otro tipo de instituciones, como las academias sin finalidad

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Page 43: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

docente y los museos, así como esos acontecimientos de enorme importan-cia que fueron las exposiciones. Y, por supuesto, múltiples eran las formasde la promoción estatal al desarrollo tecnológico:

❘❚❚ “El gobierno proporcionaba orientación y asistencia técnica, concedía sub-

venciones a los inventores y a los empresarios inmigrantes, repartía regalos

en forma de maquinaria y concedía rebajas y exenciones de impuestos sobre

las importaciones de equipo industrial. Algunas de estas disposiciones repre-

sentaban simplemente una continuidad con el pasado -herencia de la fuerte

tradición de interés directo en el desarrollo económico por parte del Estado-.

Gran parte de estas políticas, sobre todo en Alemania, eran síntomas del de-

seo apasionado por organizar y acelerar el proceso de recuperación del tiem-

po perdido” (LANDES, 1979, p. 169). ❚❚❘

Las políticas en cuestión alcanzaron éxitos notables y perdurables, como loevidencia el lugar de vanguardia que Alemania alcanzó en la carrera de la in-dustrialización, durante la segunda mitad del siglo XIX, y el papel relevanteque desde entonces ha mantenido en lo que tiene que ver con el cambiotécnico. Tal experiencia constituye pues una referencia ineludible en el estu-dio de las políticas públicas para el desarrollo. Es pues éste un lugar ade-cuado para una primera reflexión en torno de las relaciones entre el accio-nar estatal y el desarrollo técnico-productivo.

Nos aproximaremos a la cuestión contrastando lo que se acaba de deciracerca del papel del Estado europeo del siglo XIX con la comparativa debili-dad del Estado en la Europa preindustrial, que precisamente puede conside-rarse como una de las causas de que allí surgiera la Revolución Industrial.Al respecto dice Landes:

❘❚❚ “[…] el ámbito de la actividad económica privada en Europa Occidental

era muy superior al del resto del mundo y fue creciendo a medida que la

economía se expandía y abría nuevas áreas de actividad que no estaban su-

jetas a trabas impuestas por la ley o la costumbre. La tendencia se reforza-

ba a sí misma: las economías más libres crecían más rápidamente. Esto no

quiere decir que el control o la empresa estatal sean intrínsecamente infe-

riores a la actividad privada, sino, simplemente, que, dado el nivel de cono-

cimientos de la Europa preindustrial, el sector privado estaba en mejor si-

tuación para juzgar las distintas oportunidades económicas y asignar los

recursos en forma eficiente. Aún más importante quizás fuera el impulso

que de este modo recibía la innovación: en una época en que la naturaleza

y la dirección más adecuadas para el avance tecnológico eran mucho me-

nos claras que en la actualidad, la multiplicidad de fuentes de creatividad

ofrecía una ventaja fundamental. A mayor número de personas que busca-

ran nuevos modos de hacer mejor las cosas, mayor era la probabilidad de

hallarlos: también aquí el proceso se reforzaba a sí mismo. Las economías

más libres parecen haber sido las más creativas; la creatividad favorecía al

crecimiento, y el crecimiento creaba oportunidades para nuevas innovacio-

nes, intencionadas o accidentales” (LANDES, 1979, p. 34). ❚❚❘

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Page 44: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Sobre este tema fundamental volveremos en las próximas unidades. Desta-quemos desde ya dos observaciones que surgen de la contrastación queplanteamos. Antes de que la revolución tecnológica cobre envergadura ymuestre en qué consiste, cuando resultan poco claras “la naturaleza y la di-rección” del avance tecnológico y productivo, “la multiplicidad de fuentes decreatividad” constituye una ventaja decisiva. Más adelante, cuando lo queocurre en el escenario central de las transformaciones sugiere “lo que hayque hacer” para superar el rezago -para avanzar más rápidamente por un ca-mino análogo al abierto por otros- el accionar deliberado del Estado puedeconstituirse en una palanca fundamental del desarrollo.

Subrayemos todavía que la “apuesta a la educación” no sólo permitió pa-liar desventajas sino que se convirtió en una importante ventaja:

❘❚❚ “A mediados de siglo, la tecnología seguía siendo aún esencialemente em-

pírica y, en la mayoría de los casos, la forma más efectiva de transmisión de

conocimientos siguió siendo mediante la experiencia directa en el trabajo. Pe-

ro desde que la ciencia empezó a anticiparse a la técnica -y en parte esto ya

comenzó a suceder hacia 1850/60- la educación formal se convirtió en un im-

portante recurso industrial, y los países continentales vieron cómo lo que an-

tes había sido un factor compensador de sus limitaciones pasaba a convertir-

se en una ventaja diferencial importante” (LANDES, 1979, p. 169). ❚❚❘

Así se iría desplazando el centro de gravedad de la industrialización, en unproceso en el cual, ayer como hoy, mucho incidirán las características espe-cíficas de las ramas industriales que en cada etapa lo dinamizan, particular-mente sus relaciones con el uso de la energía y su potencial tanto para sus-citar como para aprovechar el avance de la investigación científica. Estascuestiones, hoy día centrales para comprender las vinculaciones entre pro-greso técnico y desarrollo económico, encuentran elocuente ilustración his-tórica en el período al que estamos aludiendo. En efecto:

❘❚❚ “En Gran Bretaña, la Revolución Industrial se edificó sobre la manufactura

del algodón, que creció más de prisa que otras ramas de la industria antes

de 1800 y las arrastró con ella. En el Continente, fue la industria pesada -

carbón y hierro- la que se erigió en sector adelantado. […] El mayor coste del

combustible, en sí mismo una desventaja, servía de incentivo para la innova-

ción tecnológica. Mientras que los industriales metalúrgicos ingleses se-

guían permitiendo que las llamas y los gases de sus hornos iluminasen la

noche, los mejores productores del Continente tomaron medidas para utilizar

esta energía, antes desperdiciada, para refinar el arrabio, calentar la carga, o

alimentar las máquinas de vapor. […] nos consta que los industriales meta-

lúrgicos del Continente sacaban más partido de sus recursos que sus com-

petidores del otro lado del Canal; y como el ahorro de combustible era la cla-

ve de la eficacia en casi todos los estadios de la producción, estas ventajas

iniciales de 1830-40 y 1840-50 fueron el punto de partida de una metalurgia

científica que habría de dar sus frutos, en forma de mejoras sustanciales,

una generación más tarde” (LANDES, 1979, pp. 193 y 199). ❚❚❘

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Page 45: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Por otra parte, los avances en la metalurgia combinados con las nuevasfuentes de energía estaban posibilitando una aceleración de la industrializa-ción. Los beneficios producidos por la maquinaria engendraron la industriade la construcción de maquinaria y dieron así origen a una revolución en lasartes mecánicas: la utilización de máquinas para construir máquinas. Aun-que dicha transformación debía poco a la ciencia, éste

❘❚❚ “[…] fue el camino por el cual la ingeniería mecánica empezó a hacerse

científica. Las más elaboradas aplicaciones matemáticas de la mecánica de

Newton en el siglo XVIII eran de escasa utilidad para los ingenieros prácticos,

porque las máquinas no podían construirse con precisión salvo que fueran

obra de los mejores artesanos o respecto de máquinas excepcionales, como

los relojes. Incluso para las vitales necesidades de la guerra, los cañones no

podían ser construidos con la exactitud y uniformidad suficientes para poder

aplicar seriamente las sólidamente establecidas teorías balísticas. Todo esto

cambió con las cortadoras mecánicas de precisión, de modo que la realización

de artificios prácticos pudo ser calculada por anticipado” (BERNAL, 1967: t. I,

pp. 457-458). ❚❚❘

Ciencia y educación serán fundamentales para el surgimiento de la llamada“Segunda Revolución Industrial” y ésta convertirá a aquéllas en claves delos avances futuros.

1.3.2. El segundo ciclo de crecimiento industrial

Entre 1850 y 1873, Europa vivió un período de notable crecimiento económi-co, que suele asociarse con el desarrollo del ferrocarril, aunque por supues-to se sustentó en el auge de varias ramas productivas, la textil en particular.Sin embargo,

❘❚❚ “[…] a partir de mediados de siglo, el ferrocarril, gracias a su demanda de

bienes de capital y mano de obra, y a los efectos acumulativos de estos gas-

tos a través de todo el sistema económico, había desplazado a los textiles co-

mo sector avanzado en la actividad industrial, y marcaba tanto los ritmos de

los ciclos cortos como los de las tendencias a largo plazo” (LANDES, 1979, p.

221). ❚❚❘

Detengámonos brevemente en esta innovación mayor, precedida por variasinnovaciones menores, como el uso ya en el siglo XVII de rieles de maderapara el desplazamiento de vagones cargados de carbón y su sustitución porrieles metálicos hacia 1767; el éxito de la máquina de vapor como “agentegeneral de la gran industria” llevó, a partir de 1800, a intentar adaptarla pa-ra el desplazamiento de los vagones por los rieles; la primera locomotoraapareció en 1814 (BRAUDEL, 1979, p. 506). Tomaba cuerpo una innovaciónradical que, para gran parte del mundo, constituiría el signo de los cambiosen curso:

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❘❚❚“Ninguna de las innovaciones de la Revolución Industrial encendería las

imaginaciones como el ferrocarril, como lo demuestra el hecho de que es el

único producto de la industrialización del siglo XIX plenamente absorbido por la

fantasía de los poetas populares y literarios. Apenas se demostró en Inglate-

rra que era factible y útil (1825-1830), se hicieron proyectos para construirlo

en casi todo el mundo occidental, aunque su ejecución se aplazare en muchos

sitios. Las primeras líneas cortas se abrieron en Estados Unidos en 1827, en

Francia en 1828 y 1835, en Alemania y en Bélgica en 1835 y en Rusia en

1837. La razón era indudablemente que ningún otro invento revelaba tan dra-

máticamente al hombre profano la fuerza y la velocidad de la nueva época; re-

velación aún más sorprendente por la notable madurez técnica que demostra-

ban incluso los primeros ferrocarriles. (Velocidades de sesenta millas a la

hora, por ejemplo, eran perfectamente alcanzables en 1830-1840 y no fueron

superadas por los ferrocarriles de vapor posteriores.) La locomotora lanzando

al viento sus penachos de humo a través de países y continentes, los terraple-

nes y túneles, los puentes y estaciones, formaban un colosal conjunto, al lado

del cual las pirámides, los acueductos romanos e incluso la Gran Muralla de la

China resultaban pálidos y provincianos. El ferrocarril constituía el gran triunfo

del hombre por medio de la técnica” (HOBSBAWM, 1997, p. 52). ❚❚❘

A partir de 1873 el clima de próspero optimismo fue cediendo su lugar aotro de malestar. El crecimiento no se había detenido pero su ritmo habíadisminuido:

❘❚❚“Esta desaceleración no cambió de signo hasta que una serie de importan-

tes avances abrió nuevas áreas de inversión, hacia finales de siglo. En estos

años se experimentó el vigoroso crecimiento, si no el nacimiento de la energía

eléctrica y de los motores, la química orgánica y los productos sintéticos, la

máquina de combustión interna y los vehículos automóviles, la manufactura

de precisión y la producción en cadenas de montaje; un cúmulo de innovacio-

nes que se han venido a llamar la Segunda Revolución Industrial” (LANDES,

1979, p. 256). ❚❚❘

Dadas las dimensiones de la mutación histórica que supuso la RevoluciónIndustrial propiamente dicha, podría argumentarse que es más adecuadohablar de segunda etapa de la industrialización o de “segundo ciclo de cre-cimiento industrial”, como lo hace Landes quien -escribiendo en la décadade 1960- consideraba que el ciclo en cuestión estaba todavía en curso.

La expansión en esta nueva etapa se ligó crecientemente con el impre-sionante incremento de los mercados para los productos de la industria:

❘❚❚ “[…] los grandes avances de estas décadas -acero barato, fabricación de

precisión, electricidad- hicieron posible toda una nueva y extensa gama de

productos, que hoy llamamos bienes de consumo duraderos: máquinas de co-

ser, relojes baratos, bicicletas, luz eléctrica y, más adelante, los electrodo-

mésticos. La consiguiente expansión de la producción, que seguía a una pri-

mera oleada, basada fundamentalmente en bienes de capital y en el conjunto

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de necesidades asociadas con el ferrocarril, sólo fue posible gracias a la exis-

tencia de este tipo de mercado” (LANDES, 1979, p. 265). ❚❚❘

Notemos todavía que el comienzo de este segundo ciclo de crecimiento in-dustrial puede ser visto como un punto de viraje que llevaría a considerarlocomo una revolución con mayúscula. En palabras de Sábato y Mackenzie:

❘❚❚“Es sabido que durante los siglos XVIII y XIX el modo de producción de mer-

cancías se transformó de la artesanía a la manufactura y finalmente a la in-

dustria moderna en un proceso histórico que constituye la llamada Revolución

Industrial. Durante el siglo XX es la producción de tecnología la que está su-

friendo una transformación similar de la artesanía a una actividad industrial,

constituyendo así la característica de una revolución científica y tecnológica”

(SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 15). ❚❚❘

Más en detalle:

❘❚❚“Mientras que durante milenios el hombre produjo tecnología de manera es-

pontánea, asistemática y casi amateur (en forma artesanal), en las últimas dé-

cadas este modelo de producción de la tecnología ha cambiado drásticamente

y se ha transformado en una actividad específica, organizada, diferenciada y

continua, con su propia identidad, su propia legitimidad y sus propias caracte-

rísticas económicas. Y así como las mercancías corrientes se producen en es-

tablecimientos corrientemente denominados fábricas, lo mismo ocurre ahora

con la tecnología, con la diferencia de que a las fábricas de tecnología se las

designa con nombres tales como ‘laboratorios de investigación y desarrollo’,

‘departamentos de R-D’, ‘centros de R-D’ y similares. Este salto de la produc-

ción artesanal de tecnología a su manufactura industrial es uno de los factores

claves de lo que se ha dado en llamar la Segunda Revolución Industrial. Y así

ha surgido un nuevo proletariado: los científicos, técnicos y asistentes que tra-

bajan en las fábricas de tecnología y que venden su fuerza de trabajo en el

mercado, fuerza de trabajo que se emplea en la producción de una mercancía

muy valiosa, la tecnología” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, pp. 25-26). ❚❚❘

Esta sistematización de la producción de tecnología se hace ya visible en ellaboratorio de Menlo Park, Nueva Jersey, instalado en 1880 por Tomás A.Edison. En sus propias palabras: “Alguna gente opina que mi mayor inventoha sido la lámpara incandescente. Lamento estar en desacuerdo: piensoque mi mayor invención ha sido el laboratorio comercial de investigaciones,un lugar donde yo pude desarrollar todas mis invenciones”. Cabe sostenerque “en Menlo Park la producción de tecnología dejó de ser artesanal paraser manufacturada, con toda la intencionalidad y sistematicidad que exigealgo que se había transformado en una mercancía” (SÁBATO y MACKENZIE,1982, pp. 55-57).

Por cierto, tal sistematización de la producción de tecnología apenas sise inicia con el advenimiento, en la segunda mitad del siglo pasado, de la

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“Segunda Revolución Industrial”; su expansión es fenómeno principalmentede este siglo, ligado en particular a los grandes conflictos bélicos y a las for-mas de generar tecnología con vistas a su uso militar, las que conocieron untremendo desarrollo durante la Segunda Guerra Mundial.

Como se anotó antes, con la “Primera Revolución Industrial” surgió la fá-brica, que constituyó un puente mayor entre invención e innovación. Con la“Segunda Revolución Industrial” surgió el laboratorio empresarial de Investi-gación y Desarrollo (I+D, en la jerga española de hoy), que llegaría a consti-tuirse en un eslabón fundamental en lo que es la cadena de la innovación.

1.3.3. Nuevas tecnologías y modificación de las formas deproducción

El segundo ciclo de la industrialización tuvo entre sus principales caracterís-ticas las que provienen del auge de ciertos materiales nuevos, de métodosnuevos de obtener otros bien antiguos y de nuevas formas de energía.

En relación con los materiales, se ha llegado a hablar de la “Era del Ace-ro” pues “si tuviéramos que escoger la característica más importante de latecnología del último tercio del siglo XIX sería la sustitución del hierro por elacero y el incremento consiguiente en el consumo del metal per cápita” (LAN-DES, 1979, p. 271).

El acero era conocido desde la Antigüedad, pero su producción de altacalidad resultaba muy cara, por lo cual durante siglos se organizó primordial-mente en torno de la fabricación de armas. La introducción de los procesosde producción de Bessemer, Siemens-Martin y Thomas hizo descender, entrelas décadas de 1860 y 1890, los costos de producción de acero entre un80 y un 90%. Los dos primeros procesos eran utilizables sólo con mineralesrelativamente puros y poco corrientes, mientras que el tercero, al lograr ab-sorber el fósforo desprendido en la fundición, resultó aplicable a los minera-les más abundantes. Esta última mejora es también significativa porque

❘❚❚ “[…] fue enteramente científica. Aunque Thomas empezó a ganarse la vida

como empleado en una comisaría de policía […] fue un maestro en teoría me-

talúrgica; comprendía con precisión qué era lo que estaba intentando hacer y

los resultados de sus experimentos, realizados en un sótano de Londres, pu-

dieron aplicarse con éxito tres años después [1879] a la producción en gran

escala. Su obra es una extraordinaria anticipación de la investigación indus-

trial del siglo siguiente” (BERNAL, 1967, t. I, p. 460). ❚❚❘

Notemos de paso que, hacia fines del período antes mencionado, Alemaniahabía superado a Gran Bretaña en ese rubro, aunque 20 años antes produ-cía la mitad, y los Estados Unidos habían alcanzado un primer puesto, desti-nado a la permanencia, en la producción tanto de hierro como de acero.

Por su parte, hacia fines del siglo,

❘❚❚ “[…] la electricidad acapara la actividad de transmisión de energía. Es inte-

resante seguir la historia de este desarrollo -como ejemplo de cooperación

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científica y técnica, de invención múltiple, de progreso a través de una canti-

dad de pequeñas mejoras, de actividad empresarial creadora, de demanda de-

rivada y anticipación de consecuencias-. El crecimiento simbiótico de la ener-

gía y de los motores eléctricos es como el de las máquinas textiles y las de

vapor en el siglo XVIII: se disponía de una nueva técnica y de un nuevo sistema

de producción, con posibilidades ilimitadas. Era, de nuevo, el Génesis” (LAN-

DES, 1979, p. 307). ❚❚❘

Tan elocuente como esa comparación con una etapa anterior resulta otracon una etapa posterior: se ha señalado que la industria de la electricidadconstituía, durante las décadas anteriores a la Primera Guerra Mundial, elequivalente de lo que en el presente es la industria micro electrónica, en lamedida en que era el sector que multiplicaba la eficiencia en el hogar, la ofi-cina, la fábrica e incluso el transporte público urbano (FREEMAN y SOETE,1997, p. 64).

Desde cierto punto de vista, el auge de la industria eléctrica se asemejómás a lo que vendría después que con respecto al pasado, pues el papelde la ciencia fue mucho más directo y evidente que en el caso de las tecno-logías mecánicas del período inicial de la industrialización. Los científicosdel siglo XVIII habían investigado diversos aspectos de la electricidad; con lainvención en 1800 del hilo voltaico de Volta se tuvo una primera batería queposibilitaba el uso de la electricidad afuera del laboratorio; en la década de1820, Faraday estableció el principio del motor eléctrico y en 1831 anuncióel descubrimiento de la inducción electromagnética. En la década de 1830se empezó a usar el telégrafo eléctrico; en la de 1870 se inició la explota-ción comercial del teléfono; hacia la misma época se logró generar y trans-mitir en gran escala energía eléctrica; el empleo comercial de la misma pa-ra la iluminación se hizo posible a fines de la década de 1850 y en la de1880 apareció la lamparilla con filamento de carbono. En 1878, la ilumina-ción mediante la electricidad se utilizó por primera vez en un partido de fút-bol, al que concurrieron treinta mil personas (FREEMAN y SOETE, 1997, pp. 64y 71).

Lo que no era más que un juego científico al comenzar la centuria a me-dida que ésta avanzaba se fue convirtiendo en una forma de energía de pri-mera importancia para las comunicaciones, la química ligera y la metalur-gia, la iluminación, los transportes y el propio funcionamiento de la fábrica,a la que transformó por su flexibilidad. Sobre esto último volveremos ense-guida. Aquí queremos destacar la interacción entre las tecnologías decisi-vas del período, de lo que constituye un caso notable la construcción del“subte” en Londres, durante los años finales del siglo XIX, “ilustrando lanueva constelación de acero, electricidad e ingeniería pesada” (FREEMAN ySOETE, 1997, p. 74).

La industria eléctrica fue uno de los ámbitos donde surgió la nueva formade producción de tecnología, como ilustra el ejemplo legendario ya menciona-do de Edison y el laboratorio que en 1880 instaló en Menlo Park. Allí, habien-do reunido un grupo pequeño pero competente, que incluía algunos científicosmuy destacados y contaba con buen equipamiento, se propuso producir un in-vento menor cada 10 días y uno importante cada semestre, a partir de una di-visión del trabajo que combinaba “un 99% de transpiración y un 1% de inspira-ción”. En ese laboratorio se inventaron centenares de dispositivos -Edison

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llegó a obtener casi 1.100 patentes a lo largo de su vida- pero lo más impor-tante fue su propia existencia. Se trataba, sin duda, de una gran innovaciónsocioinstitucional (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, pp. 55-57).

También en el campo de la electricidad Gran Bretaña llegaría a verse supe-rada por los Estados Unidos y Alemania, con sus grandes empresas sólida-mente respaldadas por sus bancos de inversión. Pero el capital no lo era todo:

❘❚❚ “Al igual que en la industria química, el conocimiento científico, la capacidad

tecnológica y los elevados niveles de calidad contaban en el mercado más que

el precio. También en este caso, un país pequeño como Suiza logró éxitos ex-

traordinarios, y nombres como Brown-Boveri, Oerlikon, Eggi-Wyss y CIEM (Cie. de

l’Industrie Electrique et Mécanique) adquirieron renombre internacional. Y, por

las mismas razones, incluso una economía agraria como la húngara fue capaz de

producir una empresa como la Ganz de Budapest” (LANDES, 1979, p. 313). ❚❚❘

Así, en el segundo ciclo de la industrialización se inició el proceso de difu-sión del equipamiento eléctrico, que ha sido uno de los rasgos notables delsiglo XX, particularmente por su impacto en la vida hogareña. Este procesoparecía decir que no existe actividad que no pueda mecanizarse y electrifi-carse. Según Landes, “ésta fue la consumación de la Revolución Industrial”,tesis que convendrá tener en cuenta al discutir si en el presente vivimos untercer ciclo de crecimiento industrial o más bien una nueva revolución tecno-lógica con mayúscula.

A ese respecto, la relación entre nuevas tecnologías y reorganización dela producción es en todos los casos cuestión central. Vale la pena pues des-tacar que la irrupción de la electricidad

❘❚❚ “[…] hizo mucho más que transformar las técnicas y el decorado de las fá-

bricas: al suministrar energía barata tanto dentro como fuera de las fábricas,

invirtió la tendencia histórica del siglo, dando nueva vida y posibilidades a la

industria artesanal dispersa y a los pequeños talleres, y modificó el modo de

producción. En particular, hizo posible una nueva división del trabajo entre

grandes y pequeñas unidades. Mientras antes, y dentro de una misma indus-

tria, estas dos formas se habían visto inevitablemente enfrentadas entre sí -

unas utilizando nuevas técnicas y en proceso de expansión, las otras mante-

niendo las viejas y en proceso de extinción- ahora se hace posible su

complementariedad. Ambos tipos podían utilizar materiales modernos, a partir

de que la fábrica se especializase en productos pesados y artículos estandar-

dizados, que requerían técnicas intensivas en capital, y el taller en actividades

intensivas en trabajo, utilizando herramientas eléctricas ligeras. Y, a menudo,

la complementariedad se convertía en simbiosis: la estructura moderna de

subcontratación en la industria de bienes de consumo duraderos se basa en

la eficiencia tecnológica de los pequeños talleres” (LANDES, 1979, p. 311). ❚❚❘

En especial, la producción de motores eléctricos pronto se hizo masiva pero,en la mayor parte de los casos, no reemplazaron a sistemas anteriores sinoque permitieron la mecanización de empresas pequeñas, mediante una

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fuente de energía nueva, barata, robusta y flexible. “La revolución fue elec-tromecánica” (FREEMAN y SOETE, 1997, p. 76).

La transformación desbordó a la industria. A fines del siglo XIX, tras variasdécadas de innovaciones tecnológicas eslabonadas, se habían multiplicadolas oportunidades de inversión basadas en el acero barato y en la energíaeléctrica. Para ello hacía falta una inmensa infraestructura nueva, capaz degenerar esa energía y transmitirla a hogares y fábricas, lo cual a su vez de-mandó un nuevo marco regulatorio y masivas inversiones. Luego,

❘❚❚ “[…] la combinación de acero barato y electricidad trajo consigo no sólo

una nueva fuente de energía y materiales sino una transformación del con-

junto del sistema productivo y de la estructura socio-económica. Las innova-

ciones organizativas y gestionarias fueron tan importantes como las tecno-

lógicas. La situación era comparable a la de hoy, con sus debates acerca de

la robótica, el teletrabajo, las organizaciones en red y otros aspectos de la

tecnología de la información” (FREEMAN y SOETE, 1997, p. 78, nuestra traduc-

ción). ❚❚❘

Así pues, el segundo ciclo de la industrialización no es sólo la “era del ace-ro”, o de la electricidad, o de la química orgánica. Importancia no menor a lade las nuevas tecnologías debe atribuirse, en su conceptualización, al cam-bio con diversificación de la estructura productiva -según se acaba de notar-así como a la transformación de las relaciones de la industria con la investi-gación, que ejemplificaremos en la próxima sección, y a la evolución de lascondiciones de trabajo, de la que nos ocupamos en los siguientes párrafos.

En este período “las industrias de montaje eran el reducto de los artesa-nos calificados”, dice LANDES (1979: p.331): “Estos hombres eran la aristo-cracia de la mano de obra industrial. Dueños de sus técnicas, capaces tan-to de mantener sus herramientas en buen uso como de utilizarlas, cuidabande aquéllas como si fueran suyas, aun cuando pertenecían a la empresa. Enel trabajo eran realmente autónomos”.

Para que los ritmos de producción pudieran ser uniformizados y fijadospor la dirección de la empresa, y para que ésta no dependiera de la califica-ción del mencionado tipo de trabajadores, dos metas debían ser alcanza-das: en primer lugar, era necesario descomponer el trabajo en un conjuntode operaciones simples, susceptibles de ser ejecutadas por máquinas ma-nejadas por obreros sin mayor calificación; en segundo lugar, hacía falta es-tablecer normas para la producción de modo que las piezas del mismo tiporesultaran intercambiables y el montaje pudiera convertirse en una rutina.Los avances en ambas direcciones convergieron en la cadena de montaje,que constituyó así no sólo una forma para abaratar la producción sino tam-bién, y quizás fundamentalmente, una innovación orientada al control delproceso de trabajo.

Notemos que este último objetivo no era en absoluto nuevo; ha sido con-siderado incluso como un motivo fundamental de la propia emergencia de laindustria maquinizada:

❘❚❚ “La Revolución Industrial se produjo como resultado de los cambios orga-

nizativos dirigidos a mejorar el control de los trabajadores. La disciplina de la

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fábrica era, en sí misma, un paso más en el control de la calidad, pero tuvo la

consecuencia adicional de sugerir a los empresarios nuevas combinaciones

productivas y, en concreto, la utilización de máquinas para reemplazar el traba-

jo humano en el proceso productivo” (NORTH, 1984, p. 193). ❚❚❘

Una serie de inventos propiciaron, a lo largo de la segunda mitad del sigloXIX, la mencionada evolución hacia una producción desagregada en pasossimples y sujeta a normas estrictas. La máquina de coser, la máquina de es-cribir, la bicicleta y, sobre todo, el automóvil, requerían un elevado grado deprecisión y conquistaron un mercado que rentabilizó los esfuerzos por lograrla intercambiabilidad de piezas.

Los principales avances en la marcha hacia la mecanización del trabajofueron realizados en los Estados Unidos. Allí, a comienzos de los años 1880Frederick Taylor elaboró los fundamentos de su famoso sistema, la llamada“organización científica del trabajo”, mientras se desempeñaba como encar-gado de un taller de maquinaria en “Midvale Steel Works” de Pennsylvania,tarea en la cual tuvo muy duros enfrentamientos con los trabajadores.

❘❚❚ “Las conclusiones a las que Taylor llegó después del bautismo de fuego

que recibió en la lucha de Midvale pueden ser resumidas como sigue: los

obreros que están controlados tan sólo por órdenes y disciplina generales, no

lo están adecuadamente, debido a que mantienen su iniciativa en los proce-

sos reales de trabajo. Mientras que controlen el proceso mismo de trabajo,

ellos impedirán los esfuerzos para realizar al máximo el potencial inherente en

su fuerza de trabajo. Para cambiar esta situación, el control sobre el proceso

de trabajo debe pasar a las manos de la gerencia, no sólo en un sentido for-

mal sino a través del control y el dictado de cada paso del proceso, incluyen-

do su modo de ejecución. No hay sacrificio demasiado grande ni esfuerzos ex-

cesivos en la persecución de este fin debido a que los resultados pagarán

todos los esfuerzos y gastos empleados en alcanzar esta meta urgente y cos-

tosa” (BRAVERMAN, 1975, p. 124). ❚❚❘

El taylorismo parte de la cuidadosa observación de lo que hacen los obrerosque más rinden, el análisis y la descomposición de su accionar en movi-mientos elementales, y el cronometraje de estos; luego, se calcula los cos-tos de cada operación; finalmente se establecen las normas para la realiza-ción del trabajo como una sucesión de tareas elementales precisamenteestablecidas en cada caso. No menos importante es la estricta separaciónentre la concepción y la ejecución de las tareas: “Todo posible trabajo cere-bral debe ser removido del taller y concentrado en departamentos de pla-neación o diseño”, sostenía Taylor.

Dice Landes:

❘❚❚ “Visto desde la atalaya de mediados del siglo XX, la organización científica

fue la consecuencia natural del proceso de mecanización que constituyó el nú-

cleo de la Revolución Industrial: primero la sustitución de la destreza y la fuer-

za humanas por las máquinas y la energía mecánica; luego, la conversión del

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operario en autómata, para ponerse y mantenerse a la altura del material. El

tercer estadio es el que estamos presenciando: la automación, la sustitución

de hombres por máquinas que piensan, además de actuar” (LANDES, 1979, p.

347). ❚❚❘

El propio enfoque del autor citado, que hemos reseñado en esta sección,nos previene contra el error de concebir esa “conversión del operario en au-tómata” como un proceso determinado por la evolución de la técnica: su vin-culación con ésta no parece discutible, pero tampoco sus conexiones conlas relaciones sociales que los hombres establecen en el curso de la pro-ducción.

La Revolución Industrial es una Revolución con mayúscula porque desig-na un proceso histórico de cambio acelerado en el equipamiento tecnológicode la humanidad, en la estructura de la sociedad, en ciertas institucionescentrales para la vida colectiva y en las condiciones de trabajo de los sereshumanos. Entre las tendencias mayores de ese proceso -interdependientespero también dotadas de cierta dinámica propia- corresponde anotar, por su-puesto, la impresionante difusión a los más variados ámbitos del uso demáquinas y de energía mecánica, pero también el crecimiento del empresa-riado industrial y del proletariado, el surgimiento de la fábrica y su conver-sión en el corazón de la actividad productiva, y la mecanización y fragmenta-ción del trabajo industrial.

1.3.4. Las cambiantes relaciones entre investigación y producción

También la industria química llegó a conocer un auge extraordinario en la se-gunda mitad del siglo XIX. Consideraremos con algún detalle su desarrollo,pues el mismo mucho dice sobre la evolución de las relaciones entre la cien-cia y la industria

Según Bernal, la fundación de la química moderna, racional y cuantitati-va, fue la mayor contribución científica nueva del período de la Revolución In-dustrial, comparable en la historia de la ciencia a la gran síntesis astronómi-co-mecánica del siglo XVII, en cuyo esquema conceptual fue introducida porlas explicaciones atomísticas de los fenómenos químicos. A partir de ello, elestudio de diversas sustancias llevó a imaginar a las moléculas como es-tructuras en cuyas propiedades inciden no sólo la composición atómica sinola configuración espacial de los átomos componentes. “Desde un punto devista puramente científico […] la determinación de la constitución molecularpor los métodos de la química orgánica es uno de los mayores triunfos lógi-cos de la mente humana” (BERNAL, 1967, t. I, p. 487).

La ciencia en cuestión fue impulsada por “el rápido desarrollo de la in-dustria química, en gran parte auxiliar de la nueva producción mecánica agran escala de la industria textil y [por] el consiguiente interés de los cientí-ficos por los problemas de la materia y sus transformaciones” (BERNAL,1967, t. I, p .406). A su vez, los más importantes avances de la manufactu-ra química en el período al que nos estamos refiriendo llegaron a ser el mé-todo de Solvay para la producción de álcalis y, fundamentalmente, la síntesisde compuestos orgánicos.

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A medida que la industrialización avanzaba,

❘❚❚ “[…] la química cambió de color tanto literal como imaginariamente todos

los productos de la industria manufacturera. Materiales nuevos, sintéticos y

más baratos -adulterantes, perfumes y colorantes, obtenidos generalmente a

partir de la hulla- empezaron a sustituir a los productos naturales, demasiado

costosos y raros para cubrir todos los mercados. En esta transición, el centro

de la investigación química se mudó, de su lugar de nacimiento en la Inglate-

rra del siglo XVIII, a Francia donde se amplió y sistematizó, y finalmente a Ale-

mania, que fue el primer país en que se pusieron en práctica sus variadas

aplicaciones” (BERNAL, 1967, t. I, p. 426). ❚❚❘

Como bien se sabe, la nación germana no ha perdido ese lugar de privilegioque así llegó a ocupar en la química -según Bernal, la ciencia del siglo XIX- apartir de su temprana comprensión de las relaciones entre investigación yaplicación. El descubrimiento por Perkin de la primera anilina colorante arti-ficial, en 1856, “despreciado en Inglaterra, fue adoptado inmediatamentepor los directores de mentalidad más científica de la nueva industria alema-na, y rápidamente los grandes beneficios de los colorantes sintéticos permi-tieron crear una enorme y dominante industria química en Alemania” (BER-NAL, 1967, t. I, p. 487).

El proceso dice mucho acerca de lo que significa la capacidad para la in-novación, incluso a partir de invenciones ajenas: “A finales de 1860-70 la in-dustria era todavía pequeña, dispersa, y esencialmente imitadora. Escasa-mente una década más tarde, la Badische Anilin, Hoechst, AGFA y otras,controlaban aproximadamente la mitad del mercado mundial; a fines de si-glo, su participación era de 90%”. Se trata seguramente de uno de los fenó-menos mayores de la historia del crecimiento económico: “Este salto a posi-ciones de hegemonía, casi de monopolio, no tiene paralelo en cuanto avirtuosismo técnico y agresividad empresarial. Fue la realización industrialmás importante de la Alemania Imperial” (LANDES, 1979, p. 298). Resulta in-cluso superior, en términos relativos, al impresionante avance contemporá-neo del Japón en el campo de la microelectrónica y la informática.

El desarrollo de la industria química se vio estimulado por el enorme creci-miento del mercado para algunos de sus productos fundamentales, como lasoda, el amoníaco o el ácido sulfúrico. Desde el punto de vista de lo que nosinteresa aquí, corresponde subrayar que ese desarrollo estimuló y se vio esti-mulado por el de la profesionalización de la Investigación y Desarrollo (en loque sigue: I+D) como actividad propia de la empresa, incorporada a las tareasde la fábrica. Intercalamos aquí breves observaciones al respecto, basadasen el tratamiento del tema por Freeman y Soete (1997, pp. 89-92).

Precisamente, fue la industria química alemana la que ya en los años1870 había establecido el nuevo modelo de I+D “intramuros”, orientado a laintroducción de nuevos productos y procesos. Bayer, Hoechst y la BadischeAnilin (BASF) estuvieron entre las primeras empresas en organizar sus pro-pios laboratorios de I+D. Aunque fueron inventores-empresarios los queaportaron las mayores innovaciones del siglo XIX, a su término la escala dela experimentación requerida desbordaba ya las posibilidades de un químicoactuando individualmente.

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Por otra parte, las tres empresas mencionadas estaban dirigidas por quí-micos que consideraban como parte de su tarea el mantenerse vinculadoscon el progreso de la investigación universitaria. Los nuevos desarrollos de-pendían de la cooperación entre científicos dedicados a la investigación ytecnólogos calificados; fueron facilitados por la cantidad de químicos alta-mente capacitados formados en las universidades e institutos tecnológicosde alto nivel. Así, por ejemplo, la investigación de Kekulé proporcionó unabase teórica para avances mayores en la industria de colorantes, en la cualAlemania avanzó vertiginosamente, dando cuenta de un tercio de la produc-ción mundial en 1880 y del 80% en 1900.

La síntesis del índigo ilustra bien la importancia nueva del proceso de de-sarrollo sistemáticamente relacionado con la ciencia, tanto por los aportesde la investigación como por las dificultades, los costos y las demoras paratransformar los descubrimientos en producción rentable. Desde que el pro-fesor Baeyer, sucesor de Liebig en la Universidad de Munich, sintetizó porprimera vez el índigo en 1880 -lo que le valió el Premio Nobel- hasta que sehizó económicamente viable su producción en gran escala transcurrieron ca-si veinte años, se gastaron otros tantos millones de marcos de la época,otros procedimientos fueron inventados -en el Politécnico de Zurich en parti-cular-, diversas patentes adquiridas y varios desarrollos técnicamente facti-bles resultaron económicamente inviables.

Al concluir la centuria, las empresas químicas alemanas y suizas habíanconsolidado su supremacía en la técnica y en los mercados, superando el80% de la producción mundial. Las empresas suizas, estrechamente vincu-ladas con las alemanas, a las que compraban sus insumos básicos e inter-medios, se concentraban en remedios y colorantes de alta calidad basadaen la investigación, y exportaban hacia 1900 el 93% de su producción. Heahí un temprano ejemplo de apuesta de un pequeño país a la alta tecnolo-gía como una de las claves de su inserción en la economía internacional.

Dicen Freeman y Soete (1997, p. 91, nuestra traducción) que “tal vez elejemplo más espectacular del exitoso matrimonio entre la química funda-mental y la fuerte capacidad en ingeniería de procesos fue el desarrollo delproceso Haber-Bosch de producción de fertilizantes nitrogenados sintéti-cos”. BASF había buscado resolver el problema desde antes de 1900, perosin éxito; en 1908 Haber sintetizó el amoníaco en el Karlsruhe TechnischeHochschule; la BASF se asoció con él, y puso en marcha un grupo de desarro-llo que logró diseñar y construir los instrumentos necesarios para iniciar laproducción comercial en 1913. La misma compañía estableció además unaestación agrícola experimental en 1914 y varios centros de asesoramiento,lo que posibilitó la rápida introducción de los fertilizantes sintéticos en laagricultura de Alemania y la supervivencia de ésta cuando la I Guerra Mun-dial la privó del acceso a los nitratos chilenos.

En el curso de la evolución que nos ha ocupado en esta sección, los quí-micos llegaron a ser más de la mitad de los trabajadores científicos y la na-turaleza del trabajo de estos experimentó significativos cambios. “El quími-co, y especialmente el químico de la segunda mitad del siglo XIX, fuerealmente un científico de nuevo tipo, mucho más vinculado a la industriaque el químico de los antiguos tiempos” (BERNAL, 1997, t. I, p. 487). El ma-trimonio entre la ciencia y la industria, que constituye una de las facetas de-finitorias de la segunda etapa de la industrialización, transformó a los dosmiembros de la pareja.

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Ese matrimonio se plasmó en un sistema institucional estructurado entorno de la Investigación y Desarrollo como actividad profesional, sistemacuyo crecimiento ha sido considerado por Freeman como uno de los cam-bios económico y social más importantes del siglo XX.

Recordemos que los primeros laboratorios especializados en I+D a nivelde la industria fueron instalados durante la década de 1870, en empresasquímicas y eléctricas. A los laboratorios gubernamentales y universitariosvenía así a sumarse un nuevo tipo de institución, a través de la cual las ta-reas de investigación y desarrollo en la industria -que por supuesto no empe-zaron entonces- se fueron conformando como una labor diferenciada y espe-cífica. Y esa institución, a su vez, llegará a ser una componente fundamentaldentro del conjunto de las dedicadas a la investigación en las naciones másavanzadas. Este proceso, como lo ha destacado Freeman, ha sido paraleloal desarrollo de ciertas ramas que apenas si existían hace 100 años -elec-trónica, instrumentos, petroquímica, plásticos, energía nuclear, entre otras-pero que son características de la nueva industria basada en la investiga-ción, y en las que tiene lugar una gran proporción de la I+D industrial.

Si el surgimiento de la fábrica constituyó un puente nuevo entre invencióne innovación, la diferenciación en su seno de las labores de I+D sistematizóesa vinculación, extendiendo la lógica del sistema fabril a la producción desu propia transformación. Cabe hablar de una suerte de industrialización delcambio, que llegará a tener enorme impacto en la economía. Ese dinamismocobró fuerza en la segunda mitad del siglo pasado; al concluir el período,

❘❚❚ “[…] el sistema alemán había institucionalizado la innovación: el cambio

era parte del sistema. No había garantías de poder lograr descubrimientos im-

portantes; resulta destacable, por ejemplo, el que los avances más importan-

tes de la metalurgia en la segunda mitad del siglo fueran de origen inglés

(Bessemer, Siemens, Thomas-Gilchrist), francés (Martin, Carvès), o belga (Cop-

pée). Pero estaba bastante asegurado que, cualquiera fuera su origen, los

nuevos inventos serían experimentados y utilizados; y en el propio seno de la

industria existía un flujo constante de pequeñas mejoras cuya acumulación

constituyó una revolución tecnológica. Las mayores empresas alemanas de

derivados del alquitrán de hulla registraron 948 patentes entre 1886 y 1900,

frente a las 86 de las correspondientes industrias inglesas. Y, como observa-

ba Schumpeter en su descripción de la industria eléctrica alemana, la varie-

dad y la frecuencia de las innovaciones nacidas al impulso de los departamen-

tos técnicos de las grandes empresas dio lugar a una carrera que, ‘aunque

nunca tuvo las propiedades formales de la competencia perfecta, produjo los

resultados que suelen atribuírsele a ésta’” (LANDES, 1979, p. 378). ❚❚❘

Esa sistematización en Alemania de las relaciones entre investigación y pro-ducción esboza lo que ha llegado a conocerse como “sistema nacional deinnovación”. Su desarrollo fue causa y consecuencia, a la vez, de una acti-tud hacia el largo plazo: la preocupación por esta dimensión motivó la crea-ción de los departamentos de I+D, y éstos ofrecieron una atalaya para la anti-cipación. Dado que “el empresario alemán, simplemente, tenía un horizontetemporal más largo e incluía en sus estimaciones variables exógenas de cam-bio tecnológico que su competidor británico mantenía constantes” (LANDES,

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1979, p. 379), el conjunto de la problemática del cambio técnico fue mejorencarado por el primero que por el segundo.

A lo largo de la primera mitad del siglo XX, la investigación cambió de es-cala, en todos sus aspectos y particularmente en lo que tiene que ver con lagente que se dedica a ella.

❘❚❚ “Las dimensiones del esfuerzo científico han aumentado en el siglo XX de

un modo casi incomparable. En 1896 existían aproximadamente unas 50 mil

personas dedicadas a la continuación de la tradición científica, de las cuales

sólo unas 15 mil tenían a su cargo el progreso del saber por medio de la in-

vestigación. 66 años más tarde el número de los investigadores científicos no

era inferior al millón, y el total de los trabajadores científicos en la industria, la

administración y la educación es casi imposible de determinar con seguridad

pero debía aproximarse a los dos millones de personas” (BERNAL, 1967, t. II, p.

18). ❚❚❘

En un plazo relativamente corto, la investigación en sentido amplio pasó deser la actividad de un puñado de personas -que la desempeñaban a menudode manera individual, informal y hasta honoraria- a convertirse en la tareaprofesional y en varios sentidos estandardizada de mucha gente, que traba-ja en lo que ha llegado a ser uno de los centros neurálgicos de la economíay de la vida contemporánea en general. Esta masificación y profesionaliza-ción de las tareas de I+D, y su conversión en el cimiento de las actividadesproductivas más dinámicas, constituyen efectivamente un cambio económi-co y social relevante.

Para captarlo en toda su dimensión, es útil mirar con una perspectiva al-go mayor las transformaciones de los lazos entre investigación y producción.

Esquemáticamente, los siglos XVI y XVII constituyen el período del naci-miento de la ciencia moderna, mientras que los siglos XVIII y XIX conforman laetapa del surgimiento y expansión de la industria en el sentido moderno dela palabra. Pues bien:

❘❚❚ “Si se compara la Revolución científica de los siglos XVI y XVII y la Revolución

Industrial de los siglos XVIII y XIX se advierte un cambio radical en la relación

existente entre la ciencia y la vida económica. En el primer período […] el re-

curso a la ciencia y la respuesta efectiva de ésta se daban en un frente muy

limitado, que escasamente iba más allá de la astronomía y la navegación. En

el segundo, en cambio, ese frente comprende todo el ámbito de la actividad in-

dustrial: maquinaria, energía, transporte, productos químicos y municiones.

Correspondientemente la ciencia del primer período se ocupó principalmente

de los nuevos instrumentos” ❚❚❘

para investigar la naturaleza -telescopios, microscopios, termómetros y baró-metros- y del análisis matemático necesario para diseñar experimentos e in-terpretar sus resultados. Aunque, naturalmente, en el segundo período se si-guió desarrollando el instrumental, “nuevas máquinas -de vapor, turbinas,

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dínamos, motores eléctricos e instalaciones químicas-, todas ellas diseña-das no ya para investigar la Naturaleza sino para cambiarla, fueron productocaracterístico de los siglos XVIII y XIX” (BERNAL, 1967, t. II, pp. 508-509).

Así, el centro de gravedad de la actividad científica fue desplazándose dela búsqueda de conocimientos a un creciente papel en las actividades técni-co-productivas.

Como ya se ha destacado, la historia de la industrialización es también ladel surgimiento y desarrollo de una tendencia fundamental: la cada vez másestrecha unión entre Ciencia y Tecnología, encarnada en el cambio en lascondiciones de trabajo de dos grupos humanos cuyo número e importanciano ha dejado de crecer desde entonces, pues como dice Bernal “los científi-cos se convirtieron en ingenieros y los ingenieros adquirieron conocimientoscientíficos”.

Esa unión constituye un fenómeno relativamente nuevo, pues ambas ac-tividades eran bastante independientes la una de la otra en los tiempos pri-meros de la Revolución Industrial, cuando por cierto la influencia que ejercíala tecnología sobre la ciencia era considerablemente mayor que a la inversa.

La incidencia de la tecnología y de las cuestiones surgidas del ámbitoproductivo nunca ha dejado de ser relevante para el avance de la ciencia, pe-ro desde mediados del siglo XIX la investigación científica viene a su vez co-brando influencia creciente sobre el desarrollo económico.

Es instructivo considerar tal proceso en relación tanto con la oferta comocon la demanda de conocimientos. Por un lado, las escuelas de ingeniería,que comenzaron a difundirse desde comienzos del siglo XIX, fueron ofrecien-do a la industria personas dotadas de cierta preparación específica y entre-nadas para el análisis de algunos tipos de problemas, lo cual fue quizás lomás importante de su contribución.

Desde el punto de vista de la demanda, conviene anotar que algunas delas ramas más dinámicas, y por entonces nuevas -como la química orgánicay la ingeniería eléctrica- plantean por su propia naturaleza requerimientosque rápidamente desbordan los conocimientos que pueden proporcionar elempirismo, la tradición y el sentido común; son, en sí mismas, demandantesde ciencia. En esas ramas apareció un nuevo modelo de vinculación entre laciencia y la industria, que se consolidaría en este siglo, particularmente enla electrónica, la producción de materiales sintéticos y las plantas de flujocontinuo.

Paralelamente, al crecer a lo largo del siglo pasado la escala de la pro-ducción, la precisión en el manejo de materiales y de la energía se convirtióen cuestión económica vital: “más que nunca se insistía en la medición, ylos mismos instrumentos de medida se contaban entre las aplicacionesmás ingeniosas de los principios científicos puros a las necesidades indus-triales” (LANDES, 1979, p. 349). Ello constituyó pues un poderoso estímulopara la interacción entre teoría científica y práctica productiva, que tan diná-mica se ha mostrado desde hace un siglo y medio. Ejemplo notable de esetipo de colaboración lo constituyó la turbina a vapor de Parsons, de la quese ha dicho que exigía una combinación de “todos los recursos disponiblesde las matemáticas, la ciencia, y el diseño de maquinaria”.

Por supuesto, para la vinculación entre ciencia y tecnología, el estableci-miento de los departamentos de I+D en empresas que se contaban entrelas más dinámicas ofreció un escenario privilegiado. El éxito de las diversasmodalidades de “apuesta a la ciencia” impulsó el financiamiento industrial

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de la investigación, no sólo de la aplicada sino a la larga también de la fun-damental:

❘❚❚ “Esta relación cognitiva entre ciencia y práctica aceleró enormemente el ritmo

de las invenciones. La expansión autónoma de las fronteras del conocimiento

no sólo produjo todo tipo de frutos prácticos inesperados, sino que la industria

pasó a poder hacer encargos especiales a los laboratorios, del mismo modo

que un cliente hace un encargo a una empresa” (LANDES, 1979, p. 350). ❚❚❘

Así se fue gestando un proceso característico del desarrollo económico vivi-do en el siglo XX: el auge de una industria de tipo nuevo, basada fundamen-talmente en la ciencia, y la paralela industrialización de la propia produccióncientífica. En ese contexto han surgido algunos de los grandes desafíos denuestra época.

1.4. La educación y el avance de la industrialización

El proceso iniciado por la Revolución Industrial multiplicó la importancia delconocimiento técnico como factor de poder. El matrimonio de la ciencia y latecnología llevó a sistematizar considerablemente la generación y la transmi-sión de ese conocimiento.

Volviendo a considerar el tema de la Segunda Revolución Industrial, Lan-des (1998, p. 285) afirma que no fue sólo el extraordinario “racimo” (clus-ter) de innovaciones lo que la hizo tan importante, sino también y sobre to-do el papel que llegó a adquirir el conocimiento formalmente transmitido.

Por consiguiente, la educación avanzada empezó a tener importancia cre-ciente en las dinámicas del crecimiento económico y del poder basado en latécnica. De ciertos aspectos de ese fenómeno nos ocupamos en la seccióninicial de este punto; buscamos luego señalar algunas conexiones entre latransformación de la enseñanza superior y el avance de la industrialización;de este último proceso ofrecemos un resumen en la sección de conclusión.

1.4.1. La educación y la pérdida de la vanguardia tecnológica

En las últimas décadas del siglo pasado la vanguardia de la industrializaciónse desplazó de Gran Bretaña a Alemania. Comprender ese proceso tiene uninterés y una importancia práctica, para el accionar en el presente, compara-ble a la que ofrece el estudio del surgimiento mismo de la Revolución Indus-trial. Y también desborda nuestras posibilidades. Sin embargo, es impres-cindible destacar una de las causas más relevantes de ese desplazamientoocurrido en el liderazgo económico; nos referimos a lo que sucedía en el ám-bito educativo.

❘❚❚ “Por educación entendemos en realidad la transmisión de cuatro tipos de

conocimiento, cada cual con su propia contribución al funcionamiento eco-

nómico: 1) la capacidad para leer, escribir y calcular; 2) las habilidades del

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artesano y el mecánico; 3) la combinación de principios científicos y experien-

cia práctica de los ingenieros; y 4) el conocimiento científico de alto nivel, tan-

to teórico como aplicado. En las cuatro áreas, Alemania disponía de lo mejor

que podía ofrecer Europa; en las cuatro, con la posible excepción de la segun-

da, Gran Bretaña estaba a la zaga” (LANDES, 1979, p. 365). ❚❚❘

La caracterización precedente de lo que conviene entender por educaciónes, seguramente, demasiado unilateral. Y no deja de serlo aun en el caso deque se refiera implícitamente a los aspectos de la educación con más direc-to impacto en el funcionamiento de la producción; incluso desde este puntode vista restringido resultaría parcial, al no tener en cuenta por ejemplo loque tiene que ver con la gestión. Pero es indudable que los cuatro tipos deconocimiento apuntados son relevantes, hoy como ayer, por lo cual resultainstructivo sintetizar una comparación a ese respecto entre el país que esta-ba perdiendo la punta y el que la estaba conquistando.

En Gran Bretaña, hacia 1860, alrededor de la mitad de los niños en edadescolar tenían acceso a alguna forma de instrucción; la escolarización que-dó, hasta las últimas décadas del siglo, en manos de la actividad privada;recién en 1880 la instrucción primaria se hizo obligatoria. Pero no dejó porello de estar signada por la desigualdad y el derroche:

❘❚❚ “[…] el sistema continuó esterilizado por prejuicios despreciables y por

las limitaciones de unas condiciones sociales patológicas. Así, resultaba ge-

neralmente admitido que la aptitud para la instrucción o, de forma más sutil,

la capacidad para hacer uso de ella, era función de la clase social, y que el

contenido y el nivel de la enseñanza debía adecuarse al destino en la vida de

cada estudiante.” Más explícitamente: “cualesquiera que fuesen los objeti-

vos proclamados de la educación elemental obligatoria, su función esencial

[…] no era la instrucción, sino disciplinar a una masa creciente de proleta-

rios disidentes e integrarlos en la sociedad británica” (LANDES, 1979, pp.

366-337). ❚❚❘

Otro era el panorama en Alemania, en algunas de cuyas regiones la instruc-ción primaria obligatoria data del siglo XVII. En 1860-1870, el 97.5% de losniños en edad escolar de Prusia acudían a la escuela. El valor de la educa-ción, el deber del Estado en la materia y los beneficios que de ello obten-drían eran convicciones hondamente arraigadas en la nación alemana.

La diferencia de perspectivas no era menos notoria a otros niveles de laeducación:

❘❚❚ “[…] mientras que Gran Bretaña abandonó la enseñanza técnica, al igual

que la primaria, a la iniciativa privada, lo cual condujo en su caso a una provi-

sión de instituciones desigual e inadecuada, los estados alemanes financia-

ron generosamente un sistema completo de instituciones, erigiendo edificios,

instalando laboratorios y, sobre todo, manteniendo un profesorado competen-

te y, a los niveles más altos, verdaderamente distinguido” (LANDES, 1979, p.

369). ❚❚❘

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En 1910 escribía un observador norteamericano:

❘❚❚ “La importancia suprema de la eficiencia como un factor económico fue

comprendida primero por los alemanes, y es este hecho lo que les permitió

avanzar su condición industrial, que hace veinte años era ridícula, hasta el pri-

mer lugar en Europa, si no es que en el mundo. Naturalmente nos interesa sa-

ber en detalle los métodos que han usado, y la respuesta es que ellos han re-

conocido el valor del ingeniero científicamente entrenado como un factor

económico. En los Estados Unidos, nuestros soberbios recursos naturales nos

han permitido progresos fenomenales sin consideración para la enseñanza de

la ciencia y en muchos casos a pesar de nuestra negligencia hacia ella. El pro-

greso de Alemania nos advierte que nosotros hemos alcanzado el punto en

que debemos reconocer que la adecuada aplicación de la ciencia a la indus-

tria es de vital importancia para la futura prosperidad del país. […] Nuestras

universidades y escuelas de alta enseñanza están todavía dominadas por

aquellos para quienes el entrenamiento fue en gran medida literario o clásico

y fallan enteramente en darse cuenta de la diferencia entre una época clásica

y una industrial. Esta diferencia no es sentimental sino real, pues la nación

que sea industrialmente la más eficiente pronto se convertirá en la más rica y

poderosa” (citado en BRAVERMAN, 1975, pp. 193-194). ❚❚❘

Como suele suceder con cualquier explicación interesante de un fenómeno,aunque sea parcial, ésta suscita más preguntas de las que responde. Enefecto, si la distinta actitud “nacional” ante la educación entre Gran Bretañay Alemania es uno de los factores que ayudan a comprender por qué la pri-mera fue desplazada por la segunda del liderazgo de la industrialización du-rante la segunda mitad del siglo XIX, ¿cuáles son las raíces de posturas dife-rentes con tan importantes consecuencias? Y, más específicamente, ¿porqué sus consecuencias irrumpieron cuando lo hicieron y no antes? No pre-tendemos ocuparnos más que, muy sumariamente, de la última cuestión,que nos parece estrechamente ligada con el tema principal de esta unidad.

Recordemos, para situarnos, que la amplia difusión de una sólida forma-ción técnica ha sido destacada como una de las razones de las ventajas ini-ciales de Inglaterra en la carrera de la industrialización. Por otra parte, si laigualdad de oportunidades en materia educativa no caracterizaba a esepaís, la democratización de la sociedad no era por cierto la preocupación ofi-cial del Estado alemán que Prusia organizó. Conviene pues acotar las dife-rencias. Lo que parece haberse constituido, al cobrar ímpetu un segundo ci-clo de crecimiento industrial, en una decisiva ventaja alemana fue laimportancia otorgada a la educación organizada sistemáticamente, a suprioridad como función estatal, a su obligatoriedad a nivel elemental y a suvinculación a nivel técnico con la formación científica. La idea, ya avanzadaen una sección anterior, es que la apuesta a este tipo de educación, conce-bida inicialmente como una estrategia para paliar retrasos, fue siendo cadavez más exitosa a medida que la ciencia -y por ende la masiva difusión deuna educación científica- se convertía en una fuerza productiva de importan-cia creciente.

Situada así históricamente la cuestión, interesa captar las motivaciones quegeneraron aproximaciones disímiles a la relación entre técnica y educación. Se

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comprobará así algo sólo en apariencia paradójico, con conocidos paralelis-mos a lo largo de la historia; a saber: el retraso inglés en la segunda etapade la industrialización se liga estrechamente con la magnitud de sus venta-jas originales.

En efecto, la instrucción técnica tropezaba con toda suerte de escollosen Inglaterra. “Pero la mayoría sencillamente se oponía a la propia idea: es-taban convencidos de que era un fraude, de que era imposible una educa-ción técnica eficaz, y de que la instrucción científica era innecesaria” (LAN-DES, 1979, p. 370). Miraban su propio pasado -que les llegaba por supuestosimplificado, embellecido y aun distorsionado- en el cual creían ver a un con-junto de hombres prácticos, sus antepasados, creando la industria desde lanada y aparentemente sin saber casi nada más que lo que su propia prácti-ca les enseñaba. El éxito suele ser conservador y contraproducente, puespromueve la permanencia de ciertas actitudes al mismo tiempo que socavalas condiciones en las que fueron eficaces. Fue el propio éxito de la Revolu-ción Industrial, al introducir técnicas más complejas, lo que hizo cada vezmás difícil que la tecnología siguiera avanzando sin apoyarse considerable-mente en el conocimiento sistemáticamente generado y transmitido. No esfácil imaginar un período más exitoso desde el punto de vista tecnológico, eimpactante desde el punto de vista ideológico, que la segunda mitad del si-glo XVIII inglés. Si, como se ha dicho, ése fue de nuevo el tiempo del Géne-sis, ¿es de extrañar que sus imágenes pesaran como una losa sobre lasconcepciones de sus herederos a lo largo de un siglo?

Muy otra era la perspectiva más allá del Rhin:

❘❚❚ “El contraste con las actitudes alemanas resulta difícil de exagerar. Para

una nación ambiciosa, impaciente por elevar su economía al nivel de la britá-

nica, vejada, si no humillada, por su dependencia de expertos extranjeros, un

sistema de educación científica y técnica eficaz era una base y una esperanza

de riqueza y engrandecimiento. Se desarrolló un verdadero culto por la Wis-

senschaft y Technik [ciencia y técnica]. Los reyes y príncipes de Europa Central

competían entre sí, creando escuelas e institutos de investigación y coleccio-

naban sabios (¡incluso humanistas como los historiadores!) como sus prede-

cesores del siglo XVIII habían coleccionado músicos y compositores; o como

las cortes italianas del cinquecento [el siglo iniciado en el año mil quinientos]

lo habían hecho con artistas y escultores. La gente se quedaba boquiabierta

ante las Hochshulen [escuelas superiores] y las Universidades, con una acti-

tud de respeto que suele reservarse para la contemplación de monumentos

históricos. Pero más importante aún era que los empresarios solían apreciar a

los graduados de estas instituciones, y muchas veces les ofrecían posiciones

respetadas e influyentes -no sólo las empresas gigantes, con sus equipos de

laboratorio de hasta más de cien personas, sino incluso las pequeñas, que

veían en la capacidad propia de los técnicos profesionales su mejor defensa

frente a la competencia de la producción en gran escala-” (LANDES, 1979, p.

372). ❚❚❘

A medida que se abría camino una industria de tipo nuevo, crecientementebasada en la ciencia, se acercaba a su ocaso la hegemonía tecnológica delpaís pionero, donde surgiera la industria primigenia que poco le debía a la

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ciencia, y avanzaban hacia el liderazgo quienes paciente y tesoneramentehabían construido “un sistema de educación científica y técnica eficaz” parabasar en él su desarrollo productivo.

1.4.2. El surgimiento de la universidad de investigación

Centramos aquí nuestra atención en una de las dimensiones más gravitan-tes de la transformación de la educación a la que recién se ha hecho refe-rencia:

❘❚❚ “La reforma universitaria alemana en las primeras décadas del siglo XIX,

que habitualmente se relaciona con el nombre de Wilhelm von Humboldt, esta-

bleció como principio perdurable la idea de la unidad entre investigación, do-

cencia y estudio. […] Las acciones realizadas históricamente en nombre del

principio humboldtiano condujeron a la revolución académica. En ocho siglos

de vida universitaria en el mundo occidental, desde las Bolonia y París del si-

glo XII hasta las Stanford y Tokio del siglo XX, ningún otro cambio se puede

comparar con el surgimiento y desarrollo de la moderna universidad de inves-

tigación” (CLARK, 1997, pp. 9-10).

Este proceso avanzó junto con la difusión de la industrialización y convergió

con el matrimonio de la ciencia y la tecnología, que impulsó la “revolución aca-

démica” y, a la vez, se apoyó en ella. Como resultado de esa interacción, la an-

tigua institución universitaria, que había tenido un papel marginal en la Revo-

lución Científica del siglo XVII, se convirtió en uno de los principales ámbitos de

creación de conocimientos de nuestro tiempo.

Ese papel creativo reconoce importantes antecedentes en universidades delsiglo XVIII, particularmente en Escocia y también en Alemania, donde algunasfacultades de Filosofía empezaron a cultivar las humanidades con pautascaracterísticas de la nueva ciencia de la época, ante todo el énfasis en loempírico, por ejemplo en la filología y en la historia. Ello propició un encuen-tro entre humanistas y científicos, que coincidieron en concebir a las univer-sidades como instituciones cuyos integrantes se dedican a la investigación.Este espíritu informó la fundación de la Universidad de Berlín, en 1809-1810, bajo la orientación de Humboldt, como parte de la reacción nacionalprusiana tras la derrota militar ante la Francia napoleónica.

En la universidad alemana de nuevo tipo la investigación científica -a lavanguardia de la cual se ubicaba Francia durante las primeras décadas delsiglo XIX- encontró un campo para un crecimiento notable. Y esa universidadllegó a convertirse, durante la Segunda Revolución Industrial, en una clavedel poderío económico y militar de Alemania, así como en el modelo acadé-mico más admirado.

El proceso no tuvo nada de lineal. Primero, porque un conjunto muy des-tacado de filósofos alemanes manifestaban una fuerte oposición a las cien-cias experimentales y al estilo de hacer ciencia encarnado por Newton.. Porotra parte, la investigación, al ser considerada como un medio para la forma-ción de los miembros de la comunidad universitaria, tendía a concentrarseen ciertas ramas que, por alguna razón, eran consideradas espiritualmente

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Resumimos aquí eltratamiento del tema

que, en el marco de una dis-cusión sobre las “revolu-ciones académicas”, se pre-senta en Arocena y Sutz(2000), que incluyenumerosas referencias, entrelas cuales corresponde men-cionar a Ben-David (1984).

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elevadas, lo que priorizaba las matemáticas y las humanidades en desme-dro del trabajo de laboratorio.

Aun así, el enfoque experimental se fue abriendo paso y, en conjunto, lainvestigación científica se afianzó en las universidades alemanas de la se-gunda mitad del siglo XIX; en la medicina, la química y la física, sus contribu-ciones las ubicaron a la vanguardia de la ciencia mundial. En cambio, la in-geniería era considerada de menor dignidad, tanto por los catedráticos comopor los funcionarios públicos que se ocupaban de la administración universi-taria. Se planteó así un fuerte conflicto con las escuelas de ingeniería y losinstitutos politécnicos, que era también un conflicto entre la orientación hu-manística de la actividad académica y su involucramiento en el desarrollo dela tecnología y de la industria. Éste avanzó tanto por la relación directa entreuniversidades y empresas -que, según ya observamos, algunos científicospromovieron activamente-, como por la elevación del nivel académico y de larelación social de los institutos politécnicos, algunos de los cuales obtuvie-ron, pese a la oposición de las universidades, la autorización para ofrecerdoctorados.

En definitiva, la “revolución académica” en la Alemania del siglo XIX gene-ró un sistema de educación superior, basado en la combinación de enseñan-za e investigación de muy alto nivel, que profesionalizó la actividad científi-ca, como tarea reconocida y pagada por el Estado, de mucha gente quetrabajaba establemente, por lo general en grupo. Todo ello constituía uncambio mayor, que incidió considerablemente, tanto en el avance de la cien-cia como en el poderío de Alemania, país que a fines de ese siglo llegó a te-ner una proporción de científicos e ingenieros claramente superior al de lasotras potencias.

Sin embargo, la constitución de la moderna universidad de investigacióny su gravitación en el cambio técnico es un proceso que incluye, además dela emergencia del modelo humboldtiano, su adaptación con significativas in-novaciones en los Estados Unidos. Las mismas incluyeron la sistematiza-ción de los estudios de posgrado y la vinculación, en escuelas avanzadas,de la formación de profesionales con la promoción de la investigación aplica-da. En ese país, la “importación creativa” del modelo alemán convergió conuna fuerte y antigua tradición propia de vincular la enseñanza con la prácti-ca. Si la fundación de la Universidad de Berlín, en 1809-1810, signa laemergencia del modelo humboldtiano, quizás la fundación del Instituto Tec-nológico de Massachusetts en 1861 pueda simbolizar el propósito decididode extender a la ingeniería y a la tecnología en general la idea fundacionaldel modelo, la vinculación entre enseñanza e investigación.

La capacidad para la innovación institucional, que permitió combinar lageneración, la transmisión y la aplicación del conocimiento avanzado, consti-tuyó una de las claves que, a partir de la Segunda Revolución Industrial, lle-varon primero a Alemania y después a los Estados Unidos a ocupar las po-siciones de vanguardia en la tecnología y la producción.

1.4.3. Recapitulación: transiciones grandes y conflictivas

La compleja combinación de a) un contexto económico y cultural muy propi-cio, b) la notable capacidad innovativa emanada de una serie muy específi-ca de interacciones entre ciertos actores colectivos, c) la concentración de

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capacidad creativa y d) la dinámica propia de un cierto proceso de cambiotécnico, puso en marcha el proceso de industrialización que habría de cam-biar la faz del globo.

La Revolución Industrial resultó de la convergencia, en determinadas cir-cunstancias de tiempo y de lugar, de procesos forjados en el “tiempo largo”,lo cual impulsó ciertos cambios acelerados y, simultáneamente, permitió sa-car partido de ellos.

En la Alejandría helenística, tuvo lugar una serie de proezas técnicas queincluyó, en el siglo I antes de Cristo, un antepasado de la máquina de vapor,capaz de abrir y cerrar la gran puerta de un templo. La ciudad era, a la vez,un gran centro comercial y la principal sede de una tradición científica bri-llante. Braudel (1979, pp. 469-470), al comentar este ejemplo, señala queincluso se llegó a crear en Alejandría una escuela de ingenieros, pero que to-da esa capacidad técnica no dio lugar a una revolución de la producción in-dustrial. De esto último considera como principal causa a la esclavitud, quesuministraba la fuerza de trabajo requerida y no impulsaba a buscar nuevasfuentes de energía.

En todo caso, a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, en Inglaterra pri-mero y en Europa Occidental después, se encontraron las demandas de mul-tiplicar la producción, las capacidades técnicas para hacerlo y las condicio-nes sociales para que algunos grupos aprovecharan esas capacidades ypropiciaran su expansión. Se inició así la muy conflictiva y despareja transi-ción de las sociedades de base agraria a las sociedades industriales.

Grandes fueron los sufrimientos que signaron el crecimiento de la nuevapoblación trabajadora y, en general, de los sectores más desfavorecidos delos países en los que emergió el sistema fabril moderno.

❘❚❚ “La situación de los trabajadores pobres, y especialmente del proletariado

industrial que formaba su núcleo, era tal que la rebelión no sólo fue posible,

sino casi obligada. Nada más inevitable en la primera mitad del siglo XIX que la

aparición de los movimientos obrero y socialista, así como el desasosiego re-

volucionario de las masas. La revolución de 1848 sería su consecuencia direc-

ta. Ningún observador razonable negaba que la condición de los trabajadores

pobres, entre 1815 y 1848, era espantosa” (HOBSBAWM, 1997, p. 210). ❚❚❘

Las luchas sociales y políticas que todo ello alimentó se fueron entretejien-do con los avatares técnicos y productivos para configurar los rasgos espe-cíficos de las naciones altamente industrializadas del siglo XX.

Paralelamente, la industrialización, cuyos primeros pasos fueron estimu-lados por la expansión mundial del Occidente europeo, dotó de una fuerzanueva y enorme a esa expansión.

❘❚❚ “Ante los mercaderes, las máquinas de vapor, los barcos y los cañones de

Occidente -y también ante sus ideas- los viejos imperios y civilizaciones del

mundo se derrumbaban y capitulaban. La India se convirtió en una provincia

administrada por procónsules británicos, los estados islámicos fueron sacudi-

dos por terribles crisis, África quedó abierta a la conquista directa. Incluso el

gran Imperio chino se vio obligado, en 1839-1842, a abrir sus fronteras a la

explotación occidental” (HOBSBAWM, 1997, p. 11). ❚❚❘

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Con la Segunda Revolución Industrial, el diferencial de capacidad productivaentre las naciones técnicamente avanzadas y las otras se hará realmenteimpresionante, según lo veremos más de cerca en la próxima unidad. En ladécada de 1880, Europa Occidental completa formalmente el reparto de ca-si todo el África, símbolo de un poder llegado a su apogeo, que generará laformidable reacción anticolonial y antioccidental del siglo XX. Los enfrenta-mientos suscitados tendrán como un eje mayor las búsquedas de caminospara la industrialización de las naciones periféricas.

Todo el conjunto conflictivo de transiciones irá poniendo de manifiesto lagravitación ascendente del conocimiento. La Revolución Industrial abrió elcamino a poderosas dinámicas de cambio y crecimiento económico que, enmedio de contraposiciones y luchas sociales, tienden a reforzarse a sí mis-mas, pero también puso en marcha un proceso en el cual la combinación deeducación avanzada, ciencia y tecnología constituirá un factor de poder cadavez mayor.

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América Latina en el orden mundial: del crecimiento hacia afuera a laindustrialización

Objetivos

• Estudiar las características principales de la inserción periférica de Amé-rica Latina en el orden mundial modelado por la Segunda Revolución In-dustrial.

• Analizar la evolución del llamado “crecimiento hacia afuera”, con aten-ción especial en las tendencias de largo plazo que se gestaron o consoli-daron durante esa etapa.

• Considerar algunos de los factores que pautaron la emergencia de la in-dustria en el continente.

2.1. La inserción en el orden “centro/periferias”

Los orígenes de la industrialización en el Occidente de Europa no fueron aje-nos a la expansión europea que, a partir del descubrimiento de América, cu-brió el planeta entero. El flujo de riquezas, el auge del comercio, las deman-das nuevas a las técnicas y las nuevas oportunidades para aplicarlas, lamovilidad social, la diversificación cultural: tales procesos contribuyeron adesencadenar la mutación global que fue la Revolución Industrial. Y ésta, asu vez, consolidó el predominio de Europa en el mundo, asentándolo en unasuperioridad técnica -para producir, transportar, comerciar y guerrear- que yano era de grado sino de naturaleza: la que en tales terrenos establecen lasnaciones de base industrial sobre las sociedades de base agraria.

Así, los procesos entrelazados de la industrialización y la expansión de laEuropa del Oeste fueron configurando una suerte de orden económico mun-dial, en cuyo centro se ubicaron los países que protagonizaban tales proce-sos, y cuya periferia llegó a incluir a todo el resto del planeta. Esa estructu-ra consolidó sus rasgos durante el período de la “Segunda RevoluciónIndustrial”, cuando la expansión del proceso industrializador generó nuevasdemandas y posibilidades también nuevas. En efecto, la urbanización acele-rada y la multiplicación de las fábricas -en Inglaterra, pero también en Bélgi-ca, Francia, Alemania y otros países- incrementó notablemente la demandade materias primas y alimentos, cuyas posibilidades de ser transportadoscrecían también rápidamente con el desarrollo de la técnica. Así, por ejem-plo, la aparición de los navíos frigoríficos, en la década de 1870, habría depermitir una sustantiva transformación de la economía del Río de la Plata.Paralelamente, se abarataba y diversificaba la producción y el transporte debienes industriales -productos textiles y químicos de la más diversa índole,

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vagones y locomotoras, lámparas y motores-, haciendo a la vez posible y ne-cesario ampliar sus mercados.

El orden de la “economía-mundo” tendía a estructurarse como una “divi-sión internacional del trabajo” en torno del intercambio entre un “centro”productor de bienes manufacturados y una “periferia” abastecedora de pro-ductos primarios. En ese marco tuvo lugar, durante la segunda mitad del si-glo XIX, la inserción de América Latina en el orden económico internacional,como periferia de la economía metropolitana cuya posición dominante esta-ba sólidamente afirmada en su capacidad industrial.

2.1.1. La expansión mundial del Occidente industrializado

Algunos números muestran con elocuencia tanto la expansión mundial delpoder económico del Occidente industrializado como los cambios en las po-siciones hegemónicas. Nos referimos a la información que presenta Mann(1993, pp. 261-264) al analizar la cuestión con una perspectiva históricaamplia, de 1760 a 1914, que permite además complementar algunas obser-vaciones precedentes sobre los orígenes y la evolución del proceso indus-trializador. Esa información fue elaborada con enorme esfuerzo por Paul Bai-roch. A él se debe la siguiente tabla (que ofrecemos en versión abreviada).

Producción industrial bruta por país, 1750-1913

(Base 100 = Gran Bretaña en 1900)

1750 1800 1860 1913

Todos los países desarrollados 34 47 143 863

Francia 5 6 18 57

Alemania 4 5 11 138

Gran Bretaña 2 6 45 127

Estados Unidos 1 16 298

Tercer Mundo 93 99 83 70

China 42 49 44 33

MUNDO 127 147 226 993

Aun con todas las precauciones con que debe tomarse una comparación detan amplio alcance, necesariamente muy compleja y discutible, ciertos fenó-menos encuentran en las cifras transcritas una clara ilustración.

En vísperas de la Revolución Industrial, como lo muestra la primera co-lumna del cuadro, lo que llegó a ser denominado como Tercer Mundo casi tri-plicaba, tomado en conjunto, la producción de tipo industrial de los paísesdesarrollados de hoy.

En 1750, Francia y los estados que a partir de 1871 constituirán la Ale-mania unificada, más grandes y poblados que Gran Bretaña, tienen una pro-ducción industrial mayor. No es de extrañar que entre las tres ricas nacionesagrarias de Europa Occidental, la producción industrial más grande corres-ponda a Francia, debido a su mayor riqueza agrícola que sustentaba el ma-yor consumo de bienes manufacturados.

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La Revolución Industrial tuvo lugar en Gran Bretaña entre 1750 y 1800:durante ese período, la producción industrial siguió creciendo, en el mundoy en cada uno de los países considerados. La comparación de las dos pri-meras columnas del cuadro sugiere al menos dos observaciones. En primerlugar, el crecimiento más rápido tuvo lugar en Gran Bretaña, a un ritmo que,comparado con los otros, basta para sugerir que algo importante estaba pa-sando, aunque la producción total del país en 1800 no sea en sí misma muyllamativa. Por otro lado, en ese año todavía China, por sí sola, da cuenta deuna producción industrial mayor que la de todo el mundo hoy desarrollado;puede considerarse que, durante la larga era en la cual la agricultura fue labase fundamental de la economía, llegó a ser la nación económicamentemás exitosa.

Entre 1800 y 1860, la industrialización se extiende a Europa Occidental ya los Estados Unidos, y se acelera en Gran Bretaña. La isla deviene el “ta-ller del mundo” que, a fines de ese período, suministra casi la tercera partede la producción industrial del planeta entero; por sí sola produce más queFrancia y Alemania reunidas, cuyas industrias sin embargo han crecido rápi-damente, en total más todavía la francesa que la alemana. Aparecen los Es-tados Unidos, con un incremento acelerado, que se debe fundamentalmenteal aprovechamiento de una fabulosa dotación de recursos naturales.

En este período de difusión de la industria “maquinizada”, la diferenciade capacidad productiva industrial entre las naciones que están haciendouso de las nuevas tecnologías y el resto se hace evidente. Las primeras,concentradas en una porción reducida del planeta, ya superan ampliamenteen este rubro al conjunto de todas las restantes. En poco más de medio si-glo, aquéllas multiplicaron por tres su producción industrial total.

La diferencia con las sociedades agrarias ya no es sólo de ritmos, puesen la misma etapa el futuro Tercer Mundo ve decrecer su producción indus-trial. Bairoch sostiene que el capitalismo occidental desindustrializó al Ter-cer Mundo; China e India se vieron inundadas por productos manufacturerosoccidentales baratos y reducidas al papel de exportadoras de productos pri-marios. Este viraje sin precedentes en el poder geoeconómico convirtió alOccidente decimonónico en una civilización hegemónica (MANN, 1993, pp.261-262).

En 1857-1858, la India fue el escenario de una gran insurrección contrael dominio británico. “La gente se sublevó contra lo que creía que era la des-trucción cada vez más rápida y despiadada de su forma de vida por parte deuna sociedad extranjera” (HOBSBAWM, 1998, p.135). El levantamiento fueaplastado y la reina Victoria consagrada emperatriz de la India.

En China, una pequeña fuerza naval británica derrotó al imperio durantela primera “guerra del opio” (1839-1842), obligándolo a aceptar la libre im-portación de la droga por los comerciantes ingleses y poniendo de manifies-to la debilidad del país frente al extranjero, lo cual desencadenó una seriede convulsiones enormes, incluyendo “la mayor de las revoluciones del sigloXIX”, la insurrección Taiping (1850-1866). Ésta fue derrotada en un procesoque fue multiplicando las concesiones del gobierno chino a los occidentalesy también a Rusia: “la China imperial se lanzó […] a la completa dependen-cia de los extranjeros. Desde 1854 un triunvirato anglo-franco-norteamerica-no controlaba las aduanas de Shangai, pero después de la segunda ‘guerradel opio’ (1856-1858) y del saqueo de Pekín (1860) que finalizó con la capi-tulación total”, un inglés llegó a administrar todo el sistema aduanero chino,

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poniendo de manifiesto “la completa subordinación del gobierno imperial alos intereses de los occidentales” (HOBSBAWM, 1998, pp. 138-141).

Podemos volver a mirar al cuadro que nos guía en esta sección. No sor-prenderá que la comparación entre la tercera y la cuarta columna ponga demanifiesto un retroceso aún mayor que en el período precedente de la pro-ducción industrial del Tercer Mundo, casi todo él registrado en China. Esamisma comparación entre los datos de 1860 y los de 1913 muestra lo quefue la Segunda Revolución Industrial: en aproximadamente medio siglo, laproducción manufacturera de los países desarrollados se multiplicó porseis. Entre esos países, si bien Gran Bretaña siguió creciendo rápidamente,su producción industrial total se vio superada por Alemania y sobre todo porlos Estados Unidos.

La última fila del cuadro sintetiza las tres etapas que consideramos an-tes: entre 1750 y 1800, la producción industrial del planeta creció algo me-nos del 20%, una parte menor pero significativa que da cuenta de los prime-ros pasos de la gran transformación técnico-productiva; entre 1800 y 1860,esa producción se incrementó más del 50%, y el porcentaje fue aún mayoren los países que iniciaban su tránsito a la sociedad industrial; entre 1860y 1913, se aceleró el retroceso industrial de las sociedades de base agrariay el matrimonio de la ciencia y la tecnología se reflejó en un aumento de mu-cho más del 400% de la producción industrial mundial.

Comentando esas y otras cifras dice Mann:

❘❚❚ “El hegemon indisputado que se revela en estas tablas no es un solo Esta-

do o Potencia en el sentido usual sino la civilización occidental como conjun-

to, capaz de ‘pacificar’ el mundo en sus propios términos. Desde el punto de

vista de los Indios o los Africanos podía importar poco si su contraparte co-

mercial -empleador, administrador colonial- era británico, francés, o incluso da-

nés. La dominación era occidental, cristiana y blanca, presentando institucio-

nes esencialmente similares. Desde una perspectiva global las luchas entre

Francia, Gran Bretaña y Alemania podían parecer epifenómenos. Quienquiera

que ganara, los europeos (o sus primos coloniales) regían el mundo, de mane-

ras bastante parecidas” (MANN, 1993, p. 264, nuestra traducción). ❚❚❘

2.1.2. El crecimiento primario exportador

La incorporación de América Latina a la economía mundial, hegemonizadapor el “centro” en curso de industrialización acelerada, puede ser vista co-mo la emergencia del “orden neocolonial”, o nuevo “pacto colonial”, que ha-bría de sustituir al que ataba a estas regiones a España y Portugal. El ordencolonial impuesto a partir de la conquista entró en crisis a fines del siglo XVIII

y concluyó con la emancipación de los países iberoamericanos. A ésta si-guió lo que el historiador Tulio Halperin ha denominado “la larga espera:1825-1850”, período de estancamiento en la economía del continente, quesigue careciendo de fuentes significativas de dinamismo interno, mientrasque sus relaciones con el exterior ya no son las de la época colonial ni hansido todavía sustituidas por otras de tipo diferente. Esto último es, precisa-

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mente, lo que empieza a cambiar después de 1850, cuando se forjan losnuevos vínculos con las economías industrializadas.

Se abre así la etapa del denominado “crecimiento hacia afuera” de Amé-rica Latina, sustentado fundamentalmente en el auge de las exportacionesde productos primarios a los países centrales, y caracterizado asimismo porel papel protagónico de los inversores de estos países en la transformacióneconómica del continente.

El nuevo tipo de relación externa presenta características y ritmos muy di-ferentes en la diversidad regional del continente. Pero, en conjunto, se pue-de hablar de un

❘❚❚ “[…] nuevo orden latinoamericano, [cuya consolidación] comenzó a produ-

cirse sobre todo desde que la relación con las zonas económicas metropolita-

nas comenzó a cambiar; este cambio es un aspecto del que a partir de media-

dos de siglo afecta a la entera economía metropolitana. Gracias a él pudo

ésta cumplir las funciones que desde la emancipación se habían esperado va-

namente de ella: no sólo iba a proporcionar un mercado para un conjunto de

producciones tradicionales latinoamericanas, y ofrecerlo para un conjunto de

producciones nuevas; por añadidura, iba a ofrecer los capitales que -junto con

la ampliación de los mercados consumidores- eran necesarios para una mo-

dernización de la economía latinoamericana” (HALPERIN DONGHI, 1993, pp. 215-

216). ❚❚❘

La dinámica industrializadora del Occidente europeo requiere materias pri-mas para sus fábricas y alimentos para sus urbes en expansión. Además,genera medios técnicos nuevos para el transporte de mercancías:

❘❚❚ “De importancia decisiva en la transición de la primera a la segunda etapa

de la Revolución Industrial, fue el desarrollo de la tecnología en los medios de

transporte. Las líneas de ferrocarril hicieron posible la rápida integración de los

mercados internos en los países europeos y la mecanización de los transportes

marítimos modificó profundamente las condiciones del comercio internacional.

La invención de la hélice ocurrió alrededor de 1840, y durante el decenio si-

guiente se introdujo el casco de hierro en los navíos, lo que permitió reducir la

resistencia del agua y aumentar las dimensiones de los barcos. A partir de en-

tonces el tonelaje de la marina mercante mundial aumentará con extraordinaria

rapidez: de 6,7 millones de toneladas en 1840, pasó a 12,8 millones en 1860

y alcanzó a 43 millones en 1913” (FURTADO, 1973, p. 45). ❚❚❘

Estos avances técnicos permiten una vinculación mucho más directa degran parte del mundo con las economías centrales, que necesitan mercadosdonde vender sus productos. Disponen además de capitales para invertircon el fin de impulsar los circuitos del intercambio; los banqueros metropo-litanos otorgarán créditos a ciertos gobiernos, en la medida en que los mis-mos parezcan capaces de apoyar el nuevo orden y ofrezcan garantías de pa-go; se inaugura así un ciclo de endeudamiento externo en el cual ladependencia financiera será fuente de dependencia política. Los empresa-rios metropolitanos quedan a cargo de la mayor parte del transporte por mar

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y por ferrocarril, de la comercialización en ultramar de los productos latinoa-mericanos, de la venta en nuestro continente de productos de la industriaeuropea; paulatinamente, penetran también en la producción primaria, la mi-nería en especial.“En 1880 - años más, años menos - el avance en casi toda Hispanoaméricade una economía primaria y exportadora significa la sustitución finalmenteconsumada del pacto colonial impuesto por las metrópolis ibéricas por unonuevo” (HALPERIN, 1993, p. 288). Se va estructurando así el denominado “or-den neocolonial”, en el cual la situación relativa de las distintas áreas delcontinente tenderá a ser bastante diferente de la que prevalecía durante el“orden colonial” anterior a la Independencia, cuando las zonas productorasde metales preciosos constituyeron la principal fuente de prosperidad paralos conquistadores.

❘❚❚ “Ese nuevo pacto transforma a Latinoamérica en productora de materias

primas para los centros de la nueva economía industrial, a la vez que de artí-

culos de consumo alimenticio en las áreas metropolitanas [y] la hace consu-

midora de la producción industrial de esas áreas” (HALPERIN, 1993, p. 222). ❚❚❘

En la división internacional del trabajo resultante de la industrialización, lademanda europea de alimentos acelera la expansión de las zonas ganade-ras y de agricultura templada, así como de las que producen ciertos cultivostropicales, mientras que las propias necesidades de la industria y del trans-porte requieren cobre, estaño y, más adelante, petróleo. Se asiste pues alauge de la Argentina del trigo y de la carne, del Uruguay de la lana y la car-ne, de las zonas del cobre en Perú y Chile, del estaño en Bolivia, del Brasilcafetalero: a fines del siglo pasado, el altiplano paulista contribuía con dosterceras partes a la producción mundial de café (FURTADO, 1973, p. 52). Elpetróleo se convierte en el principal rubro exportable de México y nace la Ve-nezuela petrolera; el azúcar transforma a Cuba y a Puerto Rico; las grandescompañías norteamericanas hacen de la banana la principal exportación devarios países centroamericanos.

❘❚❚ “Al ingreso de diversos productos a la economía mundial corresponde la

aparición de distintos países en el panorama del comercio internacional y de

las inversiones extranjeras. Por lo que se refiere a América Latina, durante una

primera fase, el auge de las exportaciones de lana, de carnes y posteriormen-

te de granos, refleja el desarrollo de estas actividades en Argentina y Uruguay

principalmente y, en cierta medida, en Paraguay y México; debido al desarrollo

agrícola europeo y de estas nuevas zonas, se ampliaron las exportaciones de

guano en Perú y luego de salitre en Chile. Con posterioridad, y a raíz del au-

mento en los niveles de vida del consumidor europeo y norteamericano, se

acentúa la expansión de algunos productos tropicales tradicionales, tales co-

mo el café, el azúcar, el cacao, etc., y más adelante del banano, en los países

del Caribe y de Centroamérica, así como en Brasil, Colombia y Ecuador. Des-

pués, hacia fines del siglo pasado y comienzos del presente, la diversificación

industrial y la producción manufacturera masiva en el centro estimulan ciertas

actividades mineras, tanto de metales ferrosos como no ferrosos, y también la

producción petrolera” (SUNKEL y PAZ, 1970, p. 60). ❚❚❘

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La diferente dotación de recursos naturales exportables da lugar a relacio-nes externas diferentes. “En este proceso de inserción tienden a configurar-se tres grupos de países exportadores de productos primarios: a) países ex-portadores de productos agrícolas de clima templado; b) paísesexportadores de productos agrícolas tropicales, y c) países exportadores deproductos minerales”. El primer grupo está constituido básicamente por laArgentina y el Uruguay:

❘❚❚ “La producción agrícola exportable básase, en este caso, en el uso extensivo

de la tierra y se destina a competir con la propia producción interna de los paí-

ses en rápida industrialización. El uso extensivo de las tierras de buena calidad

permite, desde el comienzo, alcanzar elevados índices de rentabilidad. [El segun-

do grupo de países] congrega a más de la mitad de la población latinoamerica-

na. En él se incluyen Brasil, Colombia, Ecuador, América Central y el Caribe, y

además ciertas regiones de México y de Venezuela. [El tercer grupo] está forma-

do básicamente por México, Chile, Perú y Bolivia” (FURTADO, 1973, pp. 50-52). ❚❚❘

A medida que el “orden neocolonial” se afianza, adquieren un enorme peso enel continente las grandes empresas extranjeras dedicadas a la producción agrí-cola y minera. Su poderío financiero suele ser mayor que el de los estados la-tinoamericanos; se desenvuelven en condiciones oligopólicas o directamentemonopólicas; sus intereses son protegidos por las potencias de la época. Suinflujo político en los países donde están presentes es, por lo general, muygrande. Su impacto en la economía, sin embargo, suele difundirse comparati-vamente poco, concentrándose más bien en las zonas en las que actúan, lasque frecuentemente se vinculan mucho más con el exterior que con el restodel país; se constituyen así las denominadas “economías de enclave”, ámbi-tos típicos de la producción extractiva, cuya sofisticación tecnológica y elevadacapitalización resultan de su vinculación con la economía metropolitana e inci-den poco en la economía del país donde están ubicadas.

En las economías de enclave

❘❚❚ “[…] la producción es una prolongación directa de la economía central en

un doble sentido: puesto que el control de las decisiones de inversión depen-

de directamente del exterior, y porque los beneficios generados por el capital

(impuestos y salarios) apenas ‘pasan’ en su flujo de circulación por la nación

dependiente, yendo a incrementar la masa de capital disponible para inversio-

nes de la economía central. [Además] no existen realmente conexiones con la

economía local -con el sector de subsistencia o con el sector agrícola vincula-

do al mercado interno-, pero sí con la sociedad dependiente, a través de cana-

les como el sistema de poder, porque ella define las condiciones de la conce-

sión. [En fin], desde el punto de vista del mercado mundial, las relaciones

económicas se establecen en el ámbito de los mercados centrales” (CARDOSO

y FALETTO, 1978, p. 53). ❚❚❘

Esa inserción periférica de América Latina en la economía internacional es-tuvo lejos de ser indolora; ciertos sectores sociales se vieron favorecidos y

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otros gravemente perjudicados. Los rápidos incrementos de la producción,de los cuales los más espectaculares tuvieron lugar en el Río de la Plata pe-ro que por cierto no se restringieron a esa región, ampliaron notablementela riqueza de las élites dirigentes. En cambio, la “plebe rural”, que constituíauna notable proporción de la población latinoamericana, fue la gran derrota-da durante la implantación del “orden neocolonial”. Sobre esta cuestión vol-veremos más adelante, al ocuparnos del papel de la desigualdad durante el“crecimiento hacia adentro”. En ese período, se asistió a diversos conflictossociales y políticos directa o indirectamente vinculados con la conformacióndel nuevo orden. Pero los beneficios de éste resultaban tan significativos pa-ra la mayor parte de los sectores viejos y nuevos con capacidad de presio-nar y resolver que, a ese nivel numéricamente restringido pero política y eco-nómicamente decisivo, las grandes opciones vinculadas con el nuevo tipode relación externa contaron con amplio consenso.

2.2. Ciertas tendencias profundas de la evolución latinoamericana

Durante la etapa de la historia latinoamericana que estamos considerando,se configuraron o consolidaron ciertos rasgos perdurables que, de una ma-nera u otra, han incidido poderosamente en la evolución posterior del conti-nente y siguen condicionando sus perspectivas; de algunos de ellos nosocuparemos en esta sección.

Intentaremos poner de manifiesto el profundo enraizamiento y las cone-xiones mutuas de factores como la alta desigualdad, la predilección por elconsumo conspicuo e imitativo, la escasa propensión a invertir, la subvalora-ción cultural de la ciencia y la técnica y la tendencia a comprar sistemática-mente en el exterior la tecnología incorporada al proceso productivo.

Para ello recurriremos una vez más a la historia comparativa, analizandoen paralelo ciertos aspectos del “crecimiento hacia afuera” en América Lati-na y de las experiencias de otras regiones que, hacia la misma época, se in-corporaron a la economía internacional a partir de posiciones periféricas.

2.2.1. Desigualdad y pautas de crecimiento

Una de las principales herencias del orden colonial fue la alta desigualdad.Algunos de los proyectos que confrontaron fuerzas durante las guerras de laIndependencia en Hispanoamérica apuntaron a modificar ese panorama. Pe-ro en conjunto fueron derrotados. En los nuevos países recién emancipadosde la dominación ibérica, las diferencias sociales y étnicas siguieron siendopor lo general muy marcadas, y el poder quedó altamente concentrado enpequeños grupos de terratenientes, grandes comerciantes, jefes militares yabogados prominentes.

Frecuentemente, los miembros de esas élites dirigentes habían impulsa-do o respaldado la ruptura de la subordinación a las coronas española oportuguesa como un primer paso a una nueva relación con las nacioneseconómicamente más dinámicas de la época, Gran Bretaña ante todo.Cuando esa relación empezó a concretarse, se afirmó entre los sectores di-rigentes latinoamericanos la intención de vincularse estrechamente con

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Esta sección incorpora, conciertas modificaciones, partede una ponencia de Arocena ySutz, presentada en las Jor-nadas de Historia Económica,Montevideo, 1999.

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sectores dominantes de las nuevas potencias hegemónicas, mucho más queuna vocación nacional.

❘❚❚ “Tuvieran las preferencias políticas que tuvieran los miembros de la élite

hispanoamericana, sorprende ver la poca confianza que tenían en sus propios

países. Las élites, en gran parte descendientes de españoles, de ninguna ma-

nera se identificaban con los indios, los negros y mulatos de la clase baja y en

cambio se asociaban más a la burguesía europea. […] A veces, la falta de

confianza era tal que las élites querían, de una manera u otra, dejar de ser paí-

ses independientes” (BETHELL, 1991a, p. 96). ❚❚❘

Consiguientemente, cuando el auge del “crecimiento hacia afuera” empezóa poner en manos de esos sectores un sustancial excedente económico, suorientación hacia la inversión reproductiva no constituyó la máxima prioridadni, mucho menos, su uso para paliar las carencias sociales de las mayorías;fue notable, en cambio, el nivel que adquirió el consumo conspicuo, imitati-vo de las costumbres y modas de las clases altas europeas, que a muy al-tos costos se procuró importar. Se destaca, en efecto, durante este período,“la gran cantidad de divisas extranjeras que se destinaban a comprar artícu-los de consumo superfluo en el extranjero” (BETHELL, 1991b, p. 21).

“Con pocas excepciones, parece que las élites gobernantes de la región se entu-siasmaron con los beneficios de lo que ellas percibían como modernización, unamodernización que, habida cuenta de los vastos recursos nuevos que proporcio-naba el proceso, en esencia se autofinanciaba. […] Sin embargo, no parece que,en la mayoría de los casos, los elogios fueran acompañados de una mayor incli-nación a alterar las pautas de inversión social y las instituciones al objeto de quelos beneficios de la modernización llegasen a segmentos mucho más amplios dela población. Con mayor frecuencia, el comportamiento social favorecido era uncreciente cosmopolitismo de los estratos elitistas de la sociedad, especialmenteen relación con las preferencias de consumo” (BETHELL, 1991b, p. 42).

Desde entonces, ha constituido un rasgo perdurable de la evolución latinoame-ricana, considerada en su conjunto, la incidencia del consumo conspicuo en elnivel de la actividad económica y su peso en el comercio de importación.

La desigualdad heredada del orden colonial se afianzó durante el “ordenneocolonial”, no sólo por la cuantía de los ingresos captados por aquellosque salieron ganando con la inserción periférica en la economía mundial, si-no también por lo que sufrieron quienes pagaron los costos de los cambios.Éstos incluyeron, como se anotó más arriba, a gran parte de los sectores ru-rales más pobres, que era la mayoría de la población.

“Las víctimas de ese orden nuevo se encuentran sobre todo en los sectores rurales.[…] uno de los elementos precursores de su aparición fue el comienzo de la ex-propiación de las comunidades indias, en las zonas en que éstas habían logrado

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sobrevivir hasta mediados del siglo XIX.” (Halperin, 1993: p.226)

Para aprovechar las nuevas oportunidades de vender productos del agro alos países metropolitanos, se necesita dedicar más tierra a la producciónexportable y más gente a trabajar en ella. Las relaciones sociales en el cam-po empiezan a cambiar rápidamente.

“La incorporación a un proletariado rural proporciona muy escasos beneficios aquienes la sufren: los sectores que dirigen la modernización agraria, escasos decapitales, no encaran sino cuando no les queda otra salida la constitución de unamano de obra realmente pagada en dinero; encuentran que los peones asalaria-dos son no sólo demasiado costosos, sino también demasiado independientes:un campesino con dinero suele, en efecto, creerse más libre de lo que efectiva-mente está, y abandonar la hacienda. El sistema de endeudamiento, facilitadoporque el hacendado ha heredado del antiguo corregidor un derecho no escritode repartimiento que le permite fijar precios y cantidades de artículos consumi-dos por sus peones, se revela más eficaz para disciplinar a la mano de obra; [ade-más] el hacendado tiene el poder político, administrativo y militar a su servicio:en efecto, la función de hacer producir al campesino y la tierra se ha transforma-do, en un régimen económico que se apoya en la constante expansión de las ex-portaciones, en una suerte de servicio público.” (Halperin, 1993: p.226-7)

El ritmo de trabajo propio de los tiempos en que “la rigidez de los mercados deconsumo no empujaba a aumentar la producción” debe cambiar radicalmente;por lo tanto, “la modernización económica impone a la fuerza de trabajo ruralcargas que ésta no aceptaría espontáneamente”. Hace falta convertir al cam-pesino latinoamericano en “una suerte de híbrido”, que combine característi-cas del proletario moderno en materia de productividad y rasgos del trabajadorrural tradicional de América Latina, en lo que tiene que ver con sus escasasexigencias y su aceptación de una disciplina que “incluye vastos márgenes dearbitrariedad”. La búsqueda dificultosa de mano de obra con tales rasgos in-cluye mecanismos que recuerdan la trata de esclavos:

❘❚❚ “[…] en la costa peruana, en Panamá o en Cuba los coolies chinos parecen

ser una respuesta a la clausura definitiva de la fuente africana; jurídicamente

libres, son vendidos, sin embargo, a hacendados (o a compañías de obras pú-

blicas) por los importadores a quienes deben el monto del pasaje; sistemas

análogos se practican, aunque más limitadamente, en el Río de la Plata por

empresarios franceses y españoles respecto de inmigrantes vascos y galle-

gos, en los años entre 1850 y 1870, y en Brasil se conocerán aún en fecha

más tardía para inmigrantes portugueses y sobre todo italianos” (HALPERIN

DONGHI, 1993, pp. 226-228). ❚❚❘

Por supuesto, este tipo de importación de mano de obra extranjera no mejo-ra la situación de los trabajadores rurales nativos.

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Podría decirse que, al iniciarse el crecimiento en algún sentido de tipo“moderno” -en tanto motorizado por la relación con los procesos económi-cos más avanzados-, la desigualdad tradicional fue una fuente de nueva de-sigualdad, la cual a partir de entonces se inscribió perdurablemente en laspautas características del crecimiento económico latinoamericano conside-rado en conjunto.

“La primera ola de expansión correspondió sobre todo a un período de creci-miento impulsado por la exportación de productos básicos. Sin embargo, la ma-no de obra escaseaba, un problema que la inmigración palió parcialmente. La es-casez condujo perversamente no a una buena distribución del ingreso y a un altorendimiento para el factor trabajo, sino a instituciones que reprimieron y contro-laron a los trabajadores y crearon oferta de mano de obra desalojando a los cam-pesinos. Las comunidades indígenas concretamente fueron a menudo desposeí-das y desalojadas, al tiempo que diversos modos de trabajo forzadocontribuyeron a que se dispusiera de una fuente barata de trabajadores. La evo-lución prorrogó sencillamente el legado colonial de concentración de la tierra yde subyugación de los pueblos indígenas. De esta manera la desigualdad se in-corporaba profundamente en el tejido del modelo y contribuía a la eficacia de és-te en la generación de crecimiento” (THORP, 1998, p. 6).

“Puede que el aumento de la población haya empeorado o no la distribucióndel ingreso, pero ya a principios del siglo XX toda América Latina mostraba unalto grado de desigualdad. El proceso socioeconómico de crecimiento impulsadopor las exportaciones, levantado sobre las concesiones territoriales y los mono-polios del período colonial, cementó la desigualdad” (THORP, 1998, p. 26).

Desde que se tienen registros confiables, la alta desigualdad promedio ca-racteriza a América Latina en las comparaciones internacionales.

2.2.2. La demanda tecnológica hacia afuera

Además del papel relevante de la desigualdad, hemos destacado la voca-ción de los estratos dirigentes latinoamericanos por imitar los modos de vi-da de las élites europeas, a lo que se agregaba su despreocupación por elavance tecnológico.

Estos dos rasgos constituyen una diferencia significativa con lo que suce-día en el Japón, que hacia la misma época se incorporaba a una activa rela-ción externa, pero de manera muy distinta. En efecto, su gobierno habíamantenido país prácticamente cerrado a los contactos con el extranjero,hasta la década de 1850 cuando, inaugurada con la visita de una escuadrade los Estados Unidos al mando del comodoro Perry, la apertura comercial aOccidente fue impuesta por la superior tecnología militar de los países in-dustriales. Ello puso en marcha un inmenso proceso de confrontaciones so-ciales internas, signado por el enfrentamiento militar e ideológico de distin-tas opciones acerca de cómo debía actuar el Japón ante su obligadaincorporación al orden mundial emergente. La reacción ante la incapacidadpara manejar la nueva situación del sistema tradicional de gobierno -el Sho-gunato- llevó a su derrocamiento, en la llamada “restauración Meiji” de

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1868, a partir de la cual se afirmó cada vez más firmemente el proyecto alargo plazo de las élites dirigentes japonesas, orientado a evitar la dependen-cia de la nación mediante la adquisición del poder de la tecnología occiden-tal y el mantenimiento de un estilo propio de vida.

En ese caso, como en el de Alemania, impulsada durante el siglo XIX por elpropósito de colmar la “brecha” de poder técnico-económico que la ubicabaen desventaja respecto de Gran Bretaña, es notorio el vigor de un “naciona-lismo tecnológico”. Si toda nación es una “comunidad imaginada”, cada ima-ginario colectivo nacional puede incluir dimensiones muy distintas. La propiaunificación alemana transcurrió paralelamente con el despliegue de una vo-cación nacional en ciencia y tecnología. Se podría afirmar que se construyó ala vez la nación y su sistema de innovación.

Adelantándonos a nuestra historia, notemos la conexión de lo dicho conla teoría de los Sistemas Nacionales de Innovación (FREEMAN, 1987; LUNDVALL,1992; NELSON, 1993; EDQUIST, 1997) que, surgida durante la década de 1980,ha llegado a tener notable influencia en la reflexión acerca del cambio técni-co y la elaboración de políticas en ese campo. Freeman (1987) considera laexperiencia del Japón como gran ejemplo inspirador de esa teoría. En dichopaís la meta nacional, “alcanzar y superar a Occidente”, tenía que ser logra-da en el campo en el cual la superioridad de Occidente había sometido al Ja-pón a una apertura impuesta desde el exterior. Ese propósito orientó un granesfuerzo que signa la historia del Sistema Japonés de Innovación. En ella, talcomo la presentan Odagiri y Goto (1993), se percibe el vigor de un “tecnolo-gismo nacionalista” que, partiendo de cierta capacidad técnica propia, buscaacceder por todas las vías posibles a la tecnología extranjera más avanzada,en lo productivo y en lo bélico. Para ello se puso en juego un destacado pa-pel del Estado con gran influencia del aspecto militar, una multiplicidad de ini-ciativas empresariales, el fuerte estímulo a la ampliación de la base educati-va y la prioridad asignada a la ingeniería. Todo ello convergía al objetivo dellegar a saber manejar las mejores técnicas en los más diversos terrenos.

No sucedió cosa parecida en América Latina. Por supuesto, estamos ha-blando de las tendencias dominantes y no del panorama entero. No faltan enla historia del continente, durante el período al que nos estamos refiriendo,ejemplos significativos de esfuerzos científicos y tecnológicos, vinculadoscon la producción y, sobre todo, con la salud. Entre los más relevantes figu-ran, ya en las primeras décadas del siglo XX, los desarrollos de la cienciaaplicada en el Brasil. Pero, sin desmedro de tantos esfuerzos -a menudo ais-lados y remando contra la corriente- es claro que en los imaginarios colecti-vos de las naciones latinoamericanas la dimensión científica y tecnológica haestado más bien ausente.

Pese a todo lo que han cambiado el mundo y el continente durante los úl-timos cien años, todavía se registra en el presente esa ausencia, que dificul-ta considerablemente la construcción del futuro. Vale la pena pues detener-se, aunque sea brevemente, en el análisis de este fenómeno mayor.

En América Latina, la actitud prevaleciente hacia la ciencia y la tecnolo-gía era el fruto combinado de procesos de antigua data y de otros nuevosque estaban alterando rápidamente el aspecto de amplias regiones delcontinente. En la desatención a lo técnico confluían tanto las lecciones deuna historia en la cual la prosperidad debía poco al cambio tecnológico ylas pautas de una cultura oficial tradicionalmente ajena a la ciencia -des-preciativa de lo productivo, de lo manual, del ingenio para hacer cosas-,

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con ciertas características fundamentales del nuevo orden económico.Sin duda, nos encontramos aquí con el peso gravoso de una larga tradi-

ción. Los reinos ibéricos que impusieron el orden colonial en América Latinano fueron ámbitos propicios para el Renacimiento ni, mucho menos, para laRevolución Científica del siglo XVII; prevalecieron en ellos por largo tiempo tra-zos feudales que nada favorecían el desarrollo interconectado de las activida-des mercantiles y productivas; por largo tiempo, la cultura oficial permanecióde espaldas al saber técnico.

Aquella cultura esencialmente medieval fue traída por sacerdotes y funcio-narios peninsulares a América, donde arraigó profundamente, en las tempra-nas universidades hispanoamericanas, en la agenda de los gobernantes y enla forma de ver el mundo de las élites. Un aspecto central de esta última, eldesprecio por los trabajos técnicos y manuales, resultó acentuado cuando alos clivajes de clase se sumaron los de raza: esas tareas eran propias no só-lo de subalternos sino de indios y negros. Por otra parte, quienes cruzaron elAtlántico esperando encontrar grandes riquezas, no era en la elevación del ni-vel técnico de la producción en lo que pensaban, ni fue éste el factor que hi-zo las nuevas fortunas.

Pero la historia no es el destino. En otras circunstancias de tiempo y delugar, grandes inflexiones ocurrieron, incluso en las actitudes prevalecien-tes respecto del saber técnico. Ello ocurrió en medida muy escasa en lasnuevas naciones iberoamericanas, porque el peso del ayer era muy grandey porque los factores que podían contrarrestarlo muy débiles. Ya destaca-mos el sentido de nación por lo general endeble que evidenciaron sus éli-tes. El nacionalismo no estuvo ausente de la historia continental, ni duran-te el siglo que siguió a la Independencia ni después. Pero, en esa etapa, sehizo presente ante todo entre los sectores perjudicados y aún derrotadospor la modernización “hacia afuera”, motorizada por el comercio exterior;nos referimos a los productores de manufacturas desbordados por la im-portación masiva de bienes de consumo más baratos y modernos, a losproductores primarios alejados de los circuitos de exportación o jaqueadospor la aparición de competidores más eficientes, a los núcleos dirigentesde zonas que perdían importancia frente al ascenso de los grandes puertosy de las regiones que abastecían las ventas al exterior, a los grupos socia-les desfavorecidos que de una manera u otra dependían de los sectoresmencionados, a los intelectuales que se pretendieron sus voceros. En lamedida en que un cierto nacionalismo arraigó en esos conjuntos abigarra-dos y heterogéneos, sus rasgos fueron de tipo reactivo, signados por la tra-dición y orientados a afirmar su vigencia. Difícilmente hubieran podido cons-truir proyectos a tono con los desafíos de la modernización, con la cual suscontactos eran más bien indirectos; sus adversarios directos no eran, en lamayor parte de los casos, los poderes políticos, empresariales o militaresexternos sino las élites internas que se beneficiaban y ascendían con loscambios en curso. Y éstas no debían su nueva riqueza, ni la que a menudotraían del pasado, a la atención prestada a las dimensiones técnico-produc-tivas. Los sectores triunfadores del período no tenían vocación nacional,tradición cultural o interés material que los moviera a ensayar alternativas ala modernización inducida por la inserción en las relaciones internacionalesde intercambio.

La reorientación general de las actividades económicas que supuso elnuevo tipo de relación externa contribuyó a afianzar las tendencias anotadas.

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“Además de brindar nuevas e importantes oportunidades de crecimiento, estareorientación trajo consigo una dislocación del comercio que entrañó costes paravarios elementos de la economía de la región: la mengua de la producción arte-sanal y la extinción virtual de los talleres manufactureros u obrajes, la decadenciaeconómica de algunas regiones, el deterioro de los sistemas de transporte interre-gionales. Pero difícilmente podía preverse en aquel momento lo que a la largaquizá fue una de las pérdidas institucionales más significativas. La integración dela región en la economía mundial y la correspondiente facilidad de obtener prés-tamos del extranjero contribuyeron a sofocar el potencial para la producción lo-cal de tecnología que pudiera existir aun después de los intentos de moderniza-ción que la corona española hiciera en los últimos decenios de la época colonial,así como a obstaculizar el crecimiento de la experiencia manufacturera en el con-tinente. Las transferencias de tecnología que tuvieron lugar aumentaron la pro-ductividad en las Américas, y es indudable que con ello la producción total cre-ció más rápidamente de lo que hubiera hecho sin ellas. A pesar de todo, es unhecho que este tipo de prestación cultural cruzada no consiguió persuadir niayudar a los países prestatarios a emprender el perfeccionamiento de su propiatecnología. Debido a la relación coste-beneficio, a corto plazo era mucho más fá-cil -y más racional- adquirir nuevos métodos de producción en Europa que crearla clase de ambiente social que hubiera estimulado la generación local de talesmétodos” (BETHELL, 1991b, p. 3).

La “pérdida” resultante no fue consecuencia del recurso a la tecnología ex-tranjera; los japoneses la procuraron por todos los medios: compra, imita-ción, espionaje, robo. Pero si supieron espiar y robar técnicas fue porquese preocuparon de aprender a crear más que de simplemente usar; losbuenos técnicos son buenos espías. Lo decisivo fue que, en ese caso, laincorporación de tecnología del exterior tuvo lugar bajo formas que estimu-laron la generación local. Más bien lo contrario aconteció en el caso lati-noamericano. En lo inmediato, era más barato y rendidor comprar tecnolo-gía avanzada afuera que esforzarse por generarla adentro; unaracionalidad que incluyera consideraciones de largo plazo sólo podía habersurgido de políticas y proyectos que fueran más allá de las señales delmercado.

La demanda hacia afuera de tecnología se vio acentuada por el papel delcapital extranjero en el período del “crecimiento hacia afuera”, mucho másintenso que en otras zonas que hacia la misma época se insertaron activa-mente en la economía mundial. Durante gran parte de ese período -hasta laPrimera Guerra Mundial-, las inversiones externas en América Latina fueronmasivas; las impulsaban tanto el auge capitalista en los países centralescomo la escasez de restricciones para los movimientos de capitales.

“Los cuatro o cinco decenios que precedieron a la primera guerra mundial, la eradel alto capitalismo, fueron una edad de oro para las inversiones extranjeras enAmérica Latina. […] las condiciones para la recepción de capital extranjero mejo-raron mucho en los decenios anteriores y el movimiento de capital que cruzabalas fronteras nacionales todavía se hallaba casi totalmente libre de restriccionesoficiales. Aprovechando las condiciones que a la sazón iban manifestándose en

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los mercados de productos, el capital extranjero penetró en América Latina encantidades que no tenían precedentes” (BETHELL, 1991b, p. 35).

Las grandes compañías frecuentemente trajeron consigo sus tecnologías,para las minas, los frigoríficos, los transportes; así se construyeron en elcontinente plataformas de exportación que a menudo utilizaban los procedi-mientos más avanzadas, en un período de acelerado progreso técnico: “envísperas de la primera guerra mundial las plantas exportadoras de AméricaLatina, que eran intensivas en capital, presentaban la misma escala y lamisma estructura que los establecimientos extractivos y de preparación deotras partes del mundo” (BETHELL, 1991b, p. 239; se ejemplifica con las mi-nas de Chuquicamata y El Teniente, y los frigoríficos Armour y Swift en Bue-nos Aires, comparables a los de las mismas empresas en Chicago). Así, “lacombinación del crecimiento de la demanda mundial de exportaciones lati-noamericanas y el aceleramiento de los cambios tecnológicos tuvo conse-cuencias profundas para varias industrias exportadoras. Técnicas extracti-vas o de tratamiento más modernas transformaron la escala y la naturalezade la producción. El resultado era con frecuencia la pérdida del control na-cional” (ibid.).

Ese “saber hacer” avanzado fue importado en bloque, lo que constituyóuna nota típica de la temprana incorporación de América Latina a la econo-mía internacional hegemonizada por los países industriales. En este aspec-to, como en otros, fueron grandes las alteraciones con el correr del tiempo,las idas y venidas, las variaciones según los momentos, los países y los go-biernos; pero aun así, a lo largo de todo el siglo XX, la canalización “haciaafuera” del grueso de la demanda tecnológica siguió constituyendo una delas claves de la evolución continental.

2.2.3. Una experiencia relacionada con el papel de la equidad

En la década de 1990, como lo analizaremos más adelante, se hizo muygrande la preocupación por las relaciones entre el crecimiento económico yla desigualdad. Por ello nos parece tan importante encarar el tema en unaperspectiva de largo plazo. En esta sección complementaremos lo dicho an-tes a partir de otra comparación, que pone de manifiesto el papel potencialde la equidad, particularmente en el impulso y la orientación del cambio téc-nico.

Hacia fines del siglo XIX, la desigualdad y las relaciones de poder eranmuy diferentes en América Latina y en Escandinavia, otra región también in-corporada a la economía internacional como “periferia” exportadora de bie-nes primarios. Se trataba, empero, de una región cuya tradición no la ubica-ba al margen de los avances de la ciencia, donde la educación se extendíaconsiderablemente, y en la cual ciertos sectores no privilegiados disponíande una significativa capacidad de organización autónoma. En los comparati-vamente pobres países nórdicos, un mayor grado de igualdad, en un marcosocial y cultural propicio, contribuyó a orientar el excedente económico haciala construcción de capacidades productivas propias. A esta cuestión centralnos referimos aquí.

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Lo dicho parece bastante bienestablecido. Surge, por ejem-plo, de un trabajo de Lingardey Tylecote (1998) que consti-tuye una de las referencias

básicas para lo quesigue.

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Conviene destacar, como punto de partida de la comparación, que Escan-dinavia no era por entonces tanto más próspera, como hoy, en relación conla población, que cualquier área de América Latina. Hacia 1870, Dinamarca,el país más rico de aquella región, tenía una producción por habitante queera alrededor de una vez y media la de la Argentina.

En la evolución posterior de Dinamarca, una cuestión clave fue la formaen que la reinversión de las ganancias impulsó el progreso técnico. Ello sedebió en gran medida al vigor del cooperativismo campesino. En efecto, esemovimiento permitió un avance importante de la mecanización, impulsadapor las propias familias campesinas, en la medida en que agrupadas podíanposeer maquinaria; si hubieran estado aisladas, ello no les hubiera sido po-sible, en cuyo caso cada hogar rural habría tenido que seguir efectuando enforma manual las labores agrícolas. En particular, se atribuye una importan-cia decisiva al movimiento cooperativo en la configuración institucional de lapujante industria procesadora de alimentos. El gran impulso para la funda-ción de las cooperativas en la industria láctea surgió en la década de 1880,cuando los granjeros individuales reconocieron la necesidad de la propiedadconjunta para financiar la puesta en marcha de una nueva centrífuga dane-sa. Poco después se establecieron cooperativas en la industria cárnica. Es-tas asociaciones funcionaban de manera democrática. En realidad, el finan-ciamiento mediante asociaciones de ahorro y crédito se había establecidoya una generación antes, con el movimiento para liberar a las pequeñas pro-piedades de las cargas remanentes del pasado feudal

Es importante subrayar el papel que la ciencia y la tecnología desempe-ñaron en la modernización de Dinamarca. La figura de Oersted, físico y quí-mico danés que trabajó en las primeras décadas del siglo XIX, desarrollandoel área del electromagnetismo, fue sin duda muy significativa para la cienciamundial; su impacto social en el nivel local, aunque menos conocido, fue re-levante por su influencia en la investigación asociada con el desarrollo de laindustria, particularmente la elaboradora de cerveza. El fundador de la Cer-vecería Carlsberg, que había sido alumno de Oersted, fue uno de los prime-ros industriales en establecer un laboratorio bien equipado para la investiga-ción química básica y una fundación para el financiamiento de la ciencia,cuya importancia para la industria siempre destacó. En la industria de lamanteca Dinamarca era líder mundial en esa época: la tercera parte de lamanteca que se comercializaba en el mundo era danesa a fines del siglo XIX.Este liderazgo tenía su base en una temprana ventaja tecnológica derivadade una marcada orientación científica de la industria; a su vez, el éxito ex-portador proveyó los recursos necesarios para las inversiones tanto indus-triales como académicas que permitieron sostenerlo por mucho tiempo. Enconjunto, el comparativamente exitoso desarrollo danés parece deberle mu-cho a la integración de la ciencia y la tecnología, y de ambas con la industria(JAMISON, 1982, pp. 280-281).

Como ya se anotó, el movimiento cooperativo jugó un papel determinanteen el éxito de la industria danesa de producción de alimentos. Vale la penadetenerse un poco en cómo se “casaron” la asociatividad productiva y la in-tegración de la ciencia y la tecnología a la producción, más allá de las accio-nes de racionalización en el uso de bienes de capital. Un primer elementotuvo que ver con la educación: las folk high schools que se desparramaronpor toda Dinamarca al impulso de un religioso nacionalista -Grundtvig (1783-1873)- jugaron un papel determinante en la modernización democrática del

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espacio rural, proceso en parte responsable del surgimiento del movimientocooperativo. A su vez, consolidado este tipo de estructura productiva, variasconsecuencias se derivaron referidas a la innovación. Una fue una demandaimportante de difusión de prácticas productivas estandarizadas entre muchí-simas unidades pequeñas que debían ofrecer sus productos con calidadessimilares, para lo cual hubo que desarrollar procesos específicos. Otra con-secuencia fue la acción política dirigida a evitar la privatización del conoci-miento vía el sistema de patentes, en lo cual los campesinos daneses obtu-vieron un éxito que ha sido reputado como único en el mundo.

Por cierto, la interacción entre la investigación y la producción fue un mo-vimiento de ida y vuelta:

❘❚❚ “Tras un período de relativo eclipse, se reconstituye, hacia 1880, un clima

favorable a la ciencia bajo el efecto del desarrollo económico, que rompe los

cuadros sociales tradicionales. Este florecimiento se manifiesta primero en Di-

namarca y Noruega, y gana luego a Suecia. Mientras diversas asociaciones di-

funden la ciencia en los medios populares, las antiguas universidades prospe-

ran (Copenhagen, Upsala, Lund) no menos que las recientes (Oslo y Estocolmo,

creadas en 1811 y 1878); se crean nuevos institutos especializados con ayu-

da de fondos públicos o gracias a la liberalidad de fundaciones privadas (Carls-

berg en Dinamarca, Nobel en Estocolmo)” (TATON, 1973, p. 696). ❚❚❘

La evolución posterior -lenta, por cierto- de Dinamarca hacia una estructurafuertemente industrial estuvo pautada por la interacción entre el éxito eco-nómico del “complejo de innovación cooperativo agrario” y la especializaciónhacia la producción de bienes de capital que dicho complejo estimuló. Enuna primera etapa, la elevación del ingreso de los campesinos expandió elmercado interno para los bienes de consumo, y también fomentó la fabrica-ción nacional de bienes de capital para la agricultura. Se constituyó así unsector manufacturero sofisticado que a partir de 1960 se fue orientandocrecientemente hacia la exportación. Los procesos de aprendizaje desplega-dos en el terreno agroindustrial sirvieron incluso de cimiento para el desa-rrollo contemporáneo de avanzadas tecnologías de preservación y repara-ción ambiental (ANDERSEN y LUNDVALL, 1988, p. 11).

Le hemos dedicado cierta atención especial al caso de Dinamarca por-que del mismo, como también de la evolución de Suecia, Noruega y, poste-riormente, Finlandia, surgen elementos de peso para cuestionar una tesisampliamente difundida en relación con el desarrollo. Suele sostenerse, enefecto, que el crecimiento económico necesita que, inicialmente, la desigual-dad sea alta o se incremente; ello concentraría el excedente económico enlos sectores de mayores ingresos, que serían los únicos con capacidad deahorro, y de tal forma se haría posible destinar a la inversión una masa derecursos suficientes para el “despegue” de la economía, es decir, para queésta ingrese en una etapa autosostenida de crecimiento y modernización.La experiencia latinoamericana a la que nos hemos referido más arribamuestra que la desigualdad inicial no es condición suficiente para el “despe-gue”, pues no asegura una alta tasa de inversión reproductiva. La experienciaescandinava, por su parte, sugiere que la alta desigualdad de partida tampocoes condición necesaria, pues una distribución relativamente igualitaria puede

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constituirse en un estímulo para el avance técnico y productivo.Por cierto, no estamos sosteniendo la tesis contraria a la cuestionada:

no decimos que una menor desigualdad asegure el crecimiento económico.Notamos tan sólo que la historia confirma algo que la razón de por sí sugie-re; a saber, que debe tenerse en cuenta además de la distribución del ingre-so, y del poder económico, los rasgos sociales y culturales tanto de las éli-tes como de los “productores directos”, y en particular los niveleseducativos y las capacidades asociativas de estos últimos.

La incorporación periférica en la economía mundial, tal como tuvo lugaren el contexto sociocultural latinoamericano, afianzó la desigualdad, mien-tras que sus efectos fueron muy diferentes en el contexto escandinavo, don-de la equidad mostró su potencial para impulsar la innovación.

2.3. Orígenes del proceso industrializador

El crecimiento hacia afuera tuvo ritmos y alcances distintos en las distintasregiones del continente. Sin desmedro de esa diversidad, cabe afirmar que,en líneas generales, afianzó el “orden oligárquico” que todavía regía en Amé-rica Latina a comienzos del siglo XX. Pero ese proceso de crecimiento tam-bién generó tendencias que contribuirían a poner en cuestión las relacionessociales prevalecientes. El aumento de la riqueza abrió posibilidades nuevasa las manufacturas locales, y atrajo también a nuevos contingentes inmigra-torios, que a su vez aportaron sustantivamente a dos grandes procesos des-tinados a horadar aquel orden, la industrialización y la democratización.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, en algunos países de AméricaLatina surgió no sólo el entramado productivo incipiente de la industrializa-ción, sino la base ideológica del proceso, y además ciertas redes sociopolí-ticas que habrían de promoverlo. En todo ello se destacaron las ligas indus-trialistas, donde también jugaron un rol preponderante los inmigrantes; yapor entonces fueron adoptadas medidas gubernamentales y regulaciones le-gislativas de apoyo a la industria nacional. Ciertas corrientes políticas queen el siglo siguiente habrían de desempeñar un papel estelar, como el bat-llismo uruguayo, se nutrieron de esos aportes e integraron la ideología in-dustrialista en el programa democratizador.

La construcción industrial fue parte del haz de tendencias antioligárqui-cas que conmovieron a América Latina en las décadas iniciales del siglo XX.Entre las más destacadas figuran la Revolución Mexicana, el Movimiento dela Reforma Universitaria, el crecimiento de los movimientos obreros, las pri-meras instauraciones de regímenes políticos democráticos, los avances dela legislación social y las construcciones pioneras del Estado de bienestar.Su entramado conflictivo alimentaría, después de 1930, la emergencia deun tipo de crecimiento con mayor incidencia de factores endógenos.

2.3.1. Inmigración e innovación industrial

Nos interesa aquí detenernos brevemente en los fundamentos de la inci-piente industrialización. Ésta se hizo notar especialmente allí donde el creci-miento hacia afuera incrementó la capacidad de consumo, no sólo de lossectores altos sino también de las clases medias, lo cual ocurrió tanto por

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la cuantía de las exportaciones como por la proporción del excedente gene-rado que era apropiado internamente, en lugar de ser remitido a inversoresexternos. Diversos factores -tamaño del mercado interno, nivel de vida, polí-ticas gubernamentales proteccionistas, presencia de personas que suelenser inmigrantes con pericia y vocación para la manufactura, etc.- fueron ge-nerando lo que se ha denominado como una “industrialización temprana”,anterior a la década de 1930 y a partir de la cual tendrá lugar después elauge de la producción manufacturera.

Parece posible afirmar que la inmigración fue un gran protagonista de laindustrialización temprana. Ello es particularmente notorio en el caso argen-tino, pero no se reduce sólo a él.

Entre 1871 y 1915, dejando de lado inmigrantes estacionales y los queno se quedaron en el país, casi 2,5 millones de personas emigraron a la Ar-gentina (inmigración neta).

“No sería exagerado decir que la mayor parte de la mano de obra y de las habi-lidades con que se construyó la moderna economía argentina las proporcionó es-te gran movimiento de personas. Fue también la razón por la cual la calidad dela fuerza laboral de que disponía la economía argentina al estallar la primera gue-rra mundial era muy superior -más culta, más especializada, más sana- a la decualquier otro país latinoamericano” (BETHELL, 1991b, p. 31).

En la Argentina, en

❘❚❚ “[…] 1914, dos tercios de los propietarios de establecimientos industriales

habían nacido en el extranjero. Los inmigrantes preponderaban en casi todas

las ramas de la fabricación, con la importante excepción de la industria textil.

El contraste con los hacendados era muy grande: casi tres cuartas partes de

propietarios o administradores de hacienda eran naturales del país. En 1935

la industria seguía siendo coto cerrado de extranjeros, con más del 60% de

empresarios industriales nacidos fuera de Argentina. La cifra había sido de

más del 80% en 1895. Los nativos mantenían una presencia fuerte sólo en

las actividades artesanales, los procesos vinculados a la agricultura y en los

establecimientos situados fuera de la capital federal. La preponderancia de

los inmigrantes data de los comienzos del período nacional. Como país de in-

migración en masa, Argentina sólo era excepcional en el grado en que prepon-

deraban los inmigrantes. El material cualitativo hace hincapié en el papel de

los inmigrantes en la expansión industrial de Chile y los datos accesibles sos-

tienen conclusiones parecidas en el caso de Perú. Los inmigrantes también

fundaron la mayoría de las industrias modernas de Uruguay y, en 1908, ya po-

seían más del 60% de los establecimientos manufactureros de Montevideo.

[…] Las pruebas impresionistas y los datos cuantitativos advierten que no hay

que caer en la fácil trampa de hacer esta generalización extensiva a Brasil,

donde, si bien los empresarion inmigrantes proyectaban una imagen dinámica

en la fabricación, no debe subvalorarse la iniciativa nacional” (BETHELL, 1991b,

pp. 269-270). ❚❚❘

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La innovación en general, el surgimiento de lo nuevo, suele tener un carácterinteractivo. Su contexto es, a menudo, el de un “encuentro” entre actores di-ferentes, algunos de los cuales, en particular, se ven inducidos a cambiarsus comportamientos habituales, en el marco de nuevas situaciones quedan lugar a mecanismos tipo “desafío -y- respuesta”. Seguramente, ello tu-vo lugar cuando llegaron a América, en la marejada de la inmigración, nume-rosas personas que, proviniendo de los suburbios de la industrialización queestaba transformando Europa y habiendo tomado la decisión de empezaruna nueva vida, sabían hacer ciertas cosas en los ramos manufactureros, oal menos sabían que esas cosas se podían hacer, y se encontraban con es-pacio económico para los establecimientos de escala reducida que algunos,a menudo con inmenso esfuerzo, podían establecer. Si la innovación produc-tiva consiste en la introducción de algo nuevo en un cierto ámbito, aunquesea ya conocido en el mundo -criterio incluso menos restrictivo que el quese adopta en un estudio comparativo ampliamente difundido (NELSON -ed.-,1993)-, es razonable suponer que los inmigrantes tuvieron un papel desco-llante en la innovación que constituyó la etapa originadora de la industriali-zación latinoamericana.

“Aunque los datos que tenemos son muy fragmentarios, parece justificado decirque los empresarios inmigrantes contribuyeron de forma desproporcionada a lacreación de los cientos de pequeñas fábricas que surgieron en Argentina, Brasil,México, Chile, Perú y otras partes, aunque es posible que en Colombia los nati-vos contaran un poco menos con los empresarios y técnicos extranjeros” (BET-HELL, 1991b, p. 41).

Respecto de esta cita, cabe preguntarse si, en realidad, corresponde hablarde “empresarios inmigrantes” o de inmigrantes que, en el encuentro con elmundo al que habían emigrado, se hicieron empresarios.

En cualquier caso, la inmigración masiva y la innovación industrial apare-cieron juntas en el escenario latinoamericano. En el caso del Uruguay, estetema ha sido minuciosamente estudiado en obras (BERETTA, 1996; BERETTA yGARCÍA, 1998) donde se afirma y prueba que la industrialización fue obra dela inmigración, en el contexto de una rica dinámica de actores sociales. Elanálisis que se ofrece de la formación previa de algunos inmigrantes, de sugusto por la técnica, de su capacidad para la experimentación y aun la inven-ción, de su trayectoria laboral y empresarial, demuestra algo más: a saber,que la innovación técnico-productiva fue en gran medida una contribución dela inmigración.

2.3.2. Agotamiento del “orden neocolonial”

Después de 1900, el “crecimiento hacia afuera” empezará pronto a en-contrar sus propios límites en grandes áreas del continente, aunque porcierto no en todas; “al revés de lo que había ocurrido durante casi todo elsiglo XIX, los términos de intercambio se mueven en el siglo XX en sentidopredominantemente desfavorable a los productos primarios” (HALPERIN,1993, p. 324). La gran demanda desde el “centro” favoreció inicialmente

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a los países de la periferia que primero la atendieron, entre los cuales sedestacaron los de América Latina, que en conjunto llegaron a representaruna parte importante del comercio mundial, y en particular una fuente ma-yor de aprovisionamiento de productos primarios para las naciones másavanzadas. La situación fue cambiando a medida que nuevas áreas produc-toras de materias primas se insertaban en la división internacional del tra-bajo y se afianzaba la primacía productiva, comercial, financiera y militar delos países centrales.

Pronto se haría notar

❘❚❚ “[…] la evolución de la tecnología como factor responsable de la tendencia

depresiva de los precios de las materias primas en los mercados internaciona-

les. El nitrato sintético sustituiría progresivamente al salitre chileno, a partir

de la Primera Gran Guerra. Lo mismo sucedería a continuación con las fibras

y el caucho sintético. La mayor eficiencia en la utilización industrial de los pro-

ductos minerales actuaría en el mismo sentido” (FURTADO, 1973, p. 56). ❚❚❘

El cambio tecnológico, escenificado en los países del “centro”, tendía a for-talecer la posición de éstos en la división internacional del trabajo, mientrasque incidía comparativamente mucho menos en la transformación de lastécnicas productivas tradicionalmente utilizadas en la periferia.

Después de la Primera Guerra Mundial, la gravitación de Gran Bretaña enla economía latinoamericana empieza a dejar lugar a la de Estados Unidos,lo cual afectó la inserción externa de varios países del área.

“El lento crecimiento de la economía británica en la década de 1920 fue un gol-pe para aquellos países latinoamericanos que tradicionalmente habían considera-do a Gran Bretaña un mercado para sus exportaciones y el ascenso de EstadosUnidos como el poder económico dominante fue un escaso alivio para las repú-blicas que vendían bienes que competían con los de los agricultores norteameri-canos” (BETHELL, 1997, p. 7).

En general,

❘❚❚ “[…] a medida que Latinoamérica se incorporaba como área dependiente al

sistema económico que se estaba haciendo mundial, se hacía más vulnerable

a las crisis generales de ese sistema. En 1929 comenzó la más devastadora

de todas esas crisis; de ella y sus consecuencias el lazo neocolonial no iba a

recuperarse nunca; agotado en sus posibilidades, no por eso ha sido reempla-

zado por un nuevo modo de inserción de Latinoamérica en el mundo” (HALPERIN

DONGHI, 1993, p. 368). ❚❚❘

Por otra parte, como ya se destacó, bastante antes de la Gran Depresión ha-bía comenzado a atenuarse la demanda externa de bienes primarios desde

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los países centrales, por diversos motivos entre los cuales figuraban tanto laaparición de sustitutos sintéticos como la protección a la agricultura europea.

Por efecto conjugado de esas tendencias de largo plazo y de la crisis, sonlos fundamentos mismos del “crecimiento hacia afuera” los que se encuen-tran en cuestión; la especialización en la producción de bienes primarios re-sulta cada vez menos conveniente, dada la menor demanda de los mismosy sus precios decrecientes en relación con los de los bienes manufactura-dos; el sector externo tiende a dejar de ser el motor de la economía. La ex-portación de bienes agrícolas, ganaderos y mineros va tornándose insufi-ciente para posibilitar la compra en el exterior de bienes industriales,impulsando por consiguiente la producción interna de una parte creciente detales bienes

La producción destinada a la exportación resulta menos rendidora, por locual no ofrece un campo tan provechoso como antes a la inversión, ni gene-ra muchos empleos, ni permite que la demanda interna siga siendo atendi-da mediante el crecimiento de las importaciones. Inversamente, atender ala demanda local mediante la producción local pasa a ser bastante más re-dituable que en un pasado reciente. Así, en aquellos países latinoamerica-nos en los que ya antes de 1930 se había asistido a un cierto crecimientode la industria productora de bienes de consumo, ésta encontrará en la cri-sis una ocasión para la expansión. En efecto, por los motivos anotados, par-te de una demanda antes abastecida mediante importaciones pasa a serlomediante productos de la industria nacional, que por lo tanto acelera su cre-cimiento. Empieza a tomar cuerpo de esta forma el proceso denominado deIndustrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).

2.4. La transición a un nuevo tipo de crecimiento

Puede decirse pues que la crisis del “centro”, desatada en 1929, constituyeun punto de inflexión en la evolución económica latinoamericana que, en lí-neas muy generales, pasa de la etapa del “crecimiento hacia afuera”, duran-te la cual el dinamismo proviene ante todo de la exportación de bienes pri-marios, a una etapa de “crecimiento hacia adentro”, en cuyo curso losincrementos de la producción y del empleo dependerán bastante más de laindustria que produce para el mercado interno. En un balance, se indica que

❘❚❚ “[…] los cambios en los años treinta pueden ser vistos como los que esta-

blecieron los fundamentos para una transición hacia el modelo puro de susti-

tución de importaciones, que alcanzó su fase más intensa en las décadas de

1950 y 1960. Con seguridad, esto es exacto con respecto a Brasil, Chile y Mé-

xico, que se habían sumado a Argentina a finales de los años treinta como los

únicos países que habían impulsado la industrialización y el cambio estructu-

ral hasta conseguir que la demanda interna no fuera ya determinada por el

sector exportador” (BETHELL, 1997, p. 42). ❚❚❘

No fue por cierto la crisis, que golpeó con fuerza al continente a comienzosde la década de 1930, la “creadora” de esa modalidad industrializadora es-pecífica que constituyó la ISI, sino la gran ocasión para que la misma cobrara

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fuerza. La crisis agrietó los pilares esenciales del dinamismo económico pre-vio, imponiendo la búsqueda urgente de alternativas, lo que pudo hacerse enla medida en que las bases de éstas ya existían.

“A fines de la década de 1930, el sector industrial se había desarrollado en algu-nas de las repúblicas más grandes (Argentina, Brasil, Chile, Colombia, México yPerú), y también en las suficientemente prósperas como para haber formado unvigoroso mercado interno (Uruguay). Incluso antes de la primera guerra mundial,el crecimiento basado en la exportación había generado en la mayoría de estassiete repúblicas un mercado interior lo bastante amplio como para justificar lapresencia de establecimientos manufactureros modernos. Estas fábricas produ-cían principalmente bienes de consumo perecedero (por ejemplo, textiles, ali-mentos elaborados y bebidas) que podían competir con las importaciones graciasa aranceles que contenían ya un elemento proteccionista. La primera guerramundial dio mayor impulso a las manufacturas en unos cuantos países (clara-mente en Brasil), mientras que las importaciones escaseaban, pero el estímuloprincipal para la industria provino del crecimiento del consumo interior, el cualestaba todavía estrechamente ligado -incluso en los años veinte- a la suerte delsector exportador. En ningún país el sector manufacturero tenía un tamaño sufi-ciente para operar como el motor del crecimiento, aunque estaba empezando aadquirir cierto dinamismo autónomo en Argentina y Chile -las dos naciones don-de la industrialización había progresado más hasta los años veinte-” (BETHELL,1997, p. 10).

Ahora bien, la exportación de bienes primarios nunca dejó de ser fundamen-tal para las economías latinoamericanas, en particular para el financiamien-to de la industrialización interna. Así pues, el tránsito del “crecimiento haciaafuera” a un período de otro tipo no implicó que las dinámicas principalesde la etapa precedente dejaran de tener importancia; como suele sucederen la historia, tampoco ocurrió de la noche a la mañana.

Sin embargo, no debe minimizarse el impacto que significó la caída, amenudo con caracteres de derrumbe, de las exportaciones a los principalesmercados metropolitanos; la disminución fue notable en volumen y muchomás en precio. La consiguiente baja de ingresos afectó la capacidad impor-tadora que, en relación con la población, disminuyó alrededor de un 37% de1930 a 1934 en nuestro continente, cuya economía en general se vio grave-mente afectada. “En América Latina la crisis alcanzó dimensiones catastró-ficas, debido a que, de entre las regiones subdesarrolladas, era una de lasque más se habían integrado en el sistema de división internacional del tra-bajo” (FURTADO, 1973, p. 59). Los ingresos provenientes de las exportacio-nes bajaron en 1932 a poco más de la tercera parte de lo que habían sidoen 1929, tanto en América Latina como en la Argentina, por entonces laprincipal economía de la región. Los precios de los productos importadostambién disminuyeron, pero menos y más lentamente. Se ha calculado que,como efecto combinado de la disminución de los precios y de la cantidad delas ventas al exterior, el poder de compra en el exterior generado por las ex-portaciones latinoamericanas en su conjunto había descendido en 1932 amenos de la mitad de lo que representaba en 1928. Las importaciones secontrajeron, los ingresos de los gobiernos disminuyeron junto con el comercio

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exterior, los intereses de los préstamos crecieron y el peso de las deudas sehizo bruscamente más gravoso.

La Gran Depresión del “centro”, desencadenada a fines de 1929, golpea-ba con particular dureza a las zonas de periferia con las cuales más estre-chos eran los vínculos. Al desnudo quedaba la extrema vulnerabilidad exter-na del tipo de inserción en el mundo que había dominado hasta entonces laevolución de la economía latinoamericana. Comenzó a partir de entonces agestarse, trabajosamente, un período de crecimiento “hacia adentro” que,grosso modo, se extiende desde la década de 1930 hasta la década de otragran crisis, la de 1980.

El descenso de la capacidad para importar favoreció a la producción na-cional. Ello impulsó sobre todo a la manufactura, en primer lugar donde yaantes se había construido una estructura industrial de alguna significación,como era el caso de la Argentina en primer lugar, y sucedía también en elBrasil, México, Chile, Colombia, el Perú y el Uruguay. En esos países, la eco-nomía tenderá así a diversificarse, y también a cerrarse, en la medida enque las relaciones comerciales con el exterior serán menos fluidas que en elperíodo anterior, mientras que el comercio externo representará una propor-ción menor de la producción.

El mismo factor promovió también, en varios casos, la sustitución de im-portaciones agrícolas. En efecto, el modelo de crecimiento “hacia afuera” in-centivó la especialización exportadora, concentrando los esfuerzos en pocosproductos, o incluso en uno solo; ello trajo aparejado, particularmente enAmérica Central y en el Caribe, que algunos cultivos de exportación despla-zaran a los destinados al mercado interno, al punto de reemplazar la produc-ción local con la importación de alimentos. La tendencia se revirtió con lacrisis, que impulsó la agricultura destinada a sustituir ese tipo de importa-ciones.

En los años que siguieron a 1929, como ya se subrayó, no sólo cayeronlas exportaciones sino también sus precios relativos a los de los productosimportados. Se hizo cada vez más urgente la adopción de medidas para pa-liar los efectos de la crisis, que incluían la pérdida de reservas en monedasfuertes, el peso creciente de las deudas y la restricción del financiamientoproveniente de los países centrales. Los gobiernos latinoamericanos empe-zaron a desplegar políticas económicas activas que, de una manera u otra,apuntaban a reducir los impactos negativos que estaban teniendo los movi-mientos de las finanzas internacionales sobre la región y, más en general, lavulnerabilidad externa de ésta. Se apuntó a intervenir más directamente enla relación económica con el exterior, por ejemplo mediante controles decambios y cuotificación de importaciones; se enfrentó el desempleo median-te inversiones en obras públicas que no requirieran mayores compras exter-nas, en particular mediante un amplio desarrollo de la red de caminos; seintrodujeron o ampliaron, según los casos, medidas de protección a la pro-ducción nacional. En suma: “El cambio más importante en la década de1930 consistió en sustituir las políticas económicas autorreguladoras por eluso de instrumentos de política que tenían que ser activados por las autori-dades” (BETHELL, 1997, p. 42).

La industria sustitutiva de importaciones será promovida en América Lati-na, como respuesta a la crisis, por gobiernos de variado signo ideológico, quenecesitan compensar la caída de las exportaciones y del empleo en el sectorexportador mediante la contención de las importaciones y la generación de

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otras fuentes de ocupación, a falta de lo cual la problemática financiera ysocial podía tornarse explosiva. Por ello se incrementan los aranceles a lasimportaciones y se adoptan varias otras medidas de protección a la indus-tria nacional, las que suponen costos que sólo la recuperación de las expor-taciones permitirá financiar duraderamente.

El Estado empezaba a convertirse en un protagonista central del aconte-cer económico. Y aparentemente no lo hacía mal:

❘❚❚ “Los cambios en la política económica de los años treinta fueron general-

mente racionales: una retirada absoluta del sector exportador y la construcción

de una economía semicerrada habría implicado un incremento masivo en la

ineficiencia; un compromiso esclavizante al modelo de crecimiento basado en

la exportación habría limitado la región a una asignación de recursos que ya no

era compatible con una ventaja comparativa dinámica a largo plazo. Los histo-

riadores económicos, que tratan de detectar el período del siglo XX en que la

política y el comportamiento económico de América Latina se descarriaron se-

riamente, deben mirar más allá de los años treinta” (BETHELL, 1997, p. 46). ❚❚❘

La última parte de la cita apunta a una cuestión fundamental, sobre la quevolveremos. Notemos con todo desde ya que, si existió algo parecido a un“descarrilamiento” en una etapa posterior, su explicación debería segura-mente combinar elementos propios de la etapa con tendencias de más lar-go plazo. Ése es uno de los motivos por los cuales hemos destacado, en es-te capítulo, “ciertas tendencias profundas de la evolución latinoamericana”.

Después de 1932, los términos de intercambio tendieron a mejorar, asíque se fue ampliando la capacidad de importar generada por las exportacio-nes de bienes primarios. Éstas volvían a tener un papel primordial, pero yapor entonces la industria latinoamericana crecía más que la economía en suconjunto.

Al terminar la década de 1930, casi todos los países latinoamericanoshabían recuperado los niveles de producción por habitante anteriores al de-sencadenamiento de la Gran Depresión.

La recuperación, sin embargo, no retrotraía la situación a diez años an-tes. La confianza en el modelo tradicional de crecimiento había sido horada-da por la crisis, la capacidad de la estructura industrial había alcanzado unreconocimiento superior y los estados disponían ya de un aparato de inter-vención en la economía bastante más sofisticado que el de poco tiempoatrás. Había comenzado, además, a construirse una red de empresas públi-cas que llegaría a ser muy importante en sectores básicos de la estructuraproductiva -como la extracción o refinación de petróleo, la generación deenergía eléctrica, la siderurgia o los transportes-, y en el sector de la banca.

Cosa no menos importante, el crecimiento de la industria fortalecía a va-rios grupos sociales interesados en que los gobiernos ampliasen su apoyoal sector, los empresarios industriales en primer lugar, pero también los tra-bajadores y otros sectores urbanos que se beneficiaban, directa o indirecta-mente, con la expansión de los ingresos generados por la actividad manu-facturera..

La Segunda Guerra Mundial supuso un nuevo golpe para las modalida-des antes prevalecientes de la inserción de América Latina en la economía

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mundial. La Guerra mostró una vez más la vulnerabilidad del modelo de cre-cimiento hacia afuera, en general por la dependencia muy grande del acon-tecer externo y, particularmente, en este caso por las trabas que padecieronlas importaciones tradicionales desde los países centrales, pues el aconte-cer bélico generó tanto restricciones de la oferta como grandes perjuicios enel transporte.

Además, durante la guerra, los Estados Unidos apoyaron decididamentela industrialización de algunos de los países que, mediante un suministroasegurado de materias primas en particular, respaldaron su esfuerzo bélico.Ejemplos destacados de ello los ofrecen la colaboración en general con eldesarrollo industrial de México y el apoyo brindado a la construcción de laplanta siderúrgica de Volta Redonda en el Brasil (Bethell, 1997, pp. 50-52).

Más en general, la competencia con la producción local de las importa-ciones se hará menor tanto por la disminución de la oferta de los países enguerra como por las dificultades y los costos adicionales que el conflicto su-pone para el transporte de mercancías. Las trabas para importar repuestosy maquinaria no favorecieron el mejoramiento tecnológico de la industria la-tinoamericana, pero la impulsaron a ampliar su espectro, sustituyendo me-diante producción local no sólo la importación de artículos de consumo si-no, en alguna medida, también la de equipos. Por otra parte, la demandametropolitana de productos primarios, en conjunto, aumentó también debidoa la guerra, con lo cual la recuperación de las exportaciones latinoamerica-nas alimentó el poder de compra local y financió las políticas de apoyo a laindustria.

La combinación de los factores indicados impulsará durante la década de1940, un avance de la industrialización en el continente considerablementemás rápido que el de la década precedente.

Ahora bien, las condiciones en que ese avance tiene lugar acentúan sudebilidad tecnológica, lo que más adelante acarreará graves consecuencias.En efecto, la industrialización por sustitución de importaciones se desarrollaa partir de la estructura creada en una fase anterior, durante la cual la acti-vidad manufacturera se reducía

❘❚❚ “[…] al procesamiento de materias primas locales con equipos importados

o a la terminación de bienes de consumo importados semielaborados, siem-

pre sobre la base de equipos adquiridos en el exterior. La limitación de la ac-

tividad industrial a manufacturas de procesamiento de bienes de consumo, li-

mitaba sobremanera los requerimientos de asimilación de la tecnología

moderna. La asistencia mecánica a las industrias existentes se limitaba a la

sustitución de piezas, lo que podía ser hecho por agentes ligados a las casas

importadoras. Esa aparente ventaja de un primer momento, repercutiría de for-

ma extremadamente negativa en la fase siguiente, pues la instalación de in-

dustrias se hacía sin que se crease una auténtica mentalidad industrial, la

cual presupone no tan sólo la formación de administradores sino también de

cuadros con un conocimiento cabal de los procesos tecnológicos” (FURTADO,

1973, p. 109). ❚❚❘

El atraso relativo, en términos de técnicas y máquinas, no será corregido si-no que más bien se agravará durante la fase de auge de la década de 1940.

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Durante la guerra resulta muy difícil importar equipos avanzados de los paí-ses metropolitanos, mientras que la restricción general de importacionespermite a la industria latinoamericana crecer pese a los altos costos que suprimitivismo tecnológico genera en varias de sus ramas.

Otra consecuencia del proceso bélico fue que disminuyó la importanciade Gran Bretaña y de Europa en su conjunto en las relaciones externas de laregión, al tiempo que se consagró la primacía de los Estados Unidos. Al lle-gar la paz,

❘❚❚ “[…] era evidentemente el escenario principal de la economía mundial. Su

capacidad productiva se había incrementado el 50% durante la guerra y en

1945 producía más de la mitad del total mundial de los bienes manufactura-

dos. Aún más significativo, Estados Unidos poseía la mitad de la capacidad de

transporte mundial (comparada con sólo el 14% en 1939) y suministraba un

tercio de las exportaciones mundiales, mientras que consumía solamente una

décima parte de las importaciones mundiales” (BETHELL, 1997, p. 57). ❚❚❘

En esas condiciones, no era fácil consolidar una relación externa con la pri-mera potencia industrial, pero también gran productor agrario, que permitie-ra un crecimiento basado en las exportaciones de bienes primarios, salvoen el caso de algunos productos muy específicos, de gran demanda en losEstados Unidos, como el petróleo. En consecuencia, Venezuela pudo esta-blecer con la nueva potencia hegemónica una vinculación típica del “creci-miento hacia afuera”, pero ello resultaba mucho más dificultoso para lospaíses exportadores de productos agrícolas, sobre todo los de clima templa-do.

En suma, el “crecimiento hacia adentro” resultará estimulado todavíamás por la Segunda Guerra Mundial que por la crisis del ‘29.

Como se anotó, la guerra amplió considerablemente la demanda de mu-chos productos primarios y dificultó el que los propios beligerantes pudieranatenderla; por consiguiente, en varios casos incrementó sustantivamentelos ingresos provenientes de las exportaciones primarias. Como las importa-ciones no habían podido crecer en medida similar, cuando las hostilidadescesaron, en varios países existían fuertes reservas acumuladas de divisas.Y no eran nada débiles los motivos, los sectores sociales y los instrumentospolíticos que apuntaban a utilizar ese excedente en la promoción decididade la industrialización. Ésta constituyó el eje del nuevo modelo de crecimien-to, orientado “hacia adentro”, que se afianzó entre finales de la década de1940 y mediados de la de 1950.

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La evolución del crecimiento hacia adentro

Objetivos

• Esbozar una perspectiva histórica de un período fundamental para el aná-lisis de la temática del desarrollo en el continente.

• Presentar ciertos problemas recurrentes de la industrialización latinoa-mericana e indicar las principales estrategias con las que se intentó su-perarlos.

• Ofrecer elementos de juicio que constituyan una base para la posteriordiscusión sobre las interacciones entre las ideas, las políticas y las reali-dades del desarrollo latinoamericano.

3.1. La consolidación de la ISI

En este apartado nos ocupamos del afianzamiento de un nuevo tipo de cre-cimiento, durante la que puede ser considerada como una primera fase dela Industrialización por Sustitución de Importaciones (ISI).

3.1.1. Del consenso industrializador a la contraposición de modelos

Durante la etapa que termina con la gran depresión, como ya señalamos, seasiste a una industrialización apenas embrionaria en algunos países de laregión, en el marco de la rápida inserción de América Latina en el orden eco-nómico internacional fraguado por la “Segunda Revolución Industrial”. Esteproceso tuvo “ganadores” y “perdedores”, pero, en conjunto, las ventajasobtenidas por los diversos grupos con mayor peso económico y político ge-neró un consenso bastante amplio entre los sectores dirigentes en torno delas grandes opciones vinculadas con el “crecimiento hacia adentro”.

Un consenso distinto pero no menos significativo, y socialmente bastan-te más amplio, tomó cuerpo durante lo que puede considerarse la etapa ini-cial del “crecimiento hacia adentro”, entre 1930 y el fin de la Segunda Gue-rra Mundial. Desde muy variadas perspectivas y con muy diversasexpectativas, se coincidió en la promoción de la industria para sustituir im-portaciones. Las dificultades para abastecerse como antes en el exterior,causadas primero por la caída de las exportaciones durante la década de1930 y luego por la Guerra Mundial, impulsaron en esa dirección tanto a losque la percibían como un rumbo nuevo y más prometedor como a muchosque la consideraban un remedio transitorio pero inevitable.

Ahora bien, según ya se apuntó, el propio avance de la industrialización lefue generando apoyos entre sectores que no dejaron de enfrentarse entresí, pero cuyos intereses están ligados a la profundización del proceso. Entre

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ellos se destacan, por supuesto, los propios empresarios industriales, ytambién el proletariado industrial, que de clase muy minoritaria antes de ladécada de 1930 pasa a constituir un sector con peso significativo en variosde los países del continente a mediados de la de 1940. El respaldo al pro-yecto industrializador se extiende incluso más allá de los sectores mencio-nados, y abarca a buena parte de los estratos populares y medios urbanos,favorecidos por la ampliación de las actividades económicas y de las funcio-nes del Estado que tiene lugar junto con la sustitución de importaciones.Son pues bastante minoritarios los grupos que, en este período, se oponenfrontalmente a las políticas en pro del “crecimiento hacia adentro”, que in-cluyen una importante y costosa protección a la industria así como un“avance dramático del estado en el gobierno de la economía” (HALPERIN

DONGHI, 1993: p. 446).Ese consenso de llamativa amplitud en torno del proyecto industrializador

tendió a resquebrajarse en los años posteriores a 1945. Las disyuntivasplanteadas y las propuestas enfrentadas arrojan luz tanto sobre el panora-ma de la época como sobre ciertos problemas profundos del desarrollo lati-noamericano.

Cuando concluyó la guerra, el continente mostraba grandes cambios conrespecto a 1929, pero los cimientos de las nuevas construcciones eran en-debles:

❘❚❚ “[…] naciones grandes y medias, y aun algunas de las menores de Latinoa-

mérica llegaban a la hora de la paz con un sector industrial a la vez vertigino-

samente expandido y muy frágil, ya que esa expansión se había dado bajo la

protección del aislamiento de guerra, que le permitió prosperar con un nivel

tecnológico muy bajo. Ahora se daba una oportunidad de corregir esas fallas y

seguir avanzando sobre bases más sólidas; para ello se contaba con los sal-

dos acumulados gracias al superávit comercial de tiempos de guerra, y, según

se esperaba, con la prosperidad futura del sector exportador, asegurada por la

acrecida demanda de una Europa en reconstrucción. Esta solución requería

que los fondos creados por el sector primario-exportador fuesen transferidos

al industrial, y era éste precisamente el punto en torno al cual iba a estallar la

discordia” (HALPERIN DONGHI, 1993 p. 445). ❚❚❘

Emergía lo que puede considerarse como el dilema recurrente del período:el “crecimiento hacia adentro” aparecía como la vía para el avance económi-co y social pero, simultáneamente, como un proceso con grandes dificulta-des para sostenerse a sí mismo y más aún para profundizarse.

Consolidar ese crecimiento, motorizado por la industria nacional de va-rios países latinoamericanos, planteaba exigencias difíciles. Parecía necesa-rio, en primer lugar, restringir o gravar sustancialmente las importacionescompetitivas con la producción local. Además, se hacía necesario destinarimportantes recursos provenientes de las exportaciones primarias a la finan-ciación del sector manufacturero. Esta necesidad se hará mayor con el avan-ce mismo del proceso industrializador, para el cual se precisan equipos ca-da vez más sofisticados y caros, cuya producción la propia industrialatinoamericana no está por lo general en condiciones de afrontar, debido asus varias carencias, en particular tecnológicas.

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En la inmediata posguerra, el dilema indicado se planteó como una con-traposición bastante aguda entre dos opciones polares, la profundizacióndeliberada de la industrialización y el retorno a las políticas anteriores a lacrisis de comienzos de la década de 1930.

Los partidarios de la segunda opción creían que había llegado su hora.En efecto, el alza de la demanda de bienes primarios desde los países cen-trales parecía ofrecer una alternativa al proyecto industrializador. Se podíasostener que la coyuntura desfavorable inaugurada por la “gran depresión”había quedado atrás, por lo cual América Latina debía dejar de lado una po-lítica válida sólo para tiempos excepcionales, durante la cual había sido ine-vitable proteger a la industria mediante medidas que tendían a “cerrar” a laeconomía. Quienes tenían intereses más directamente vinculados con el in-tercambio con el exterior argumentaban que la hora permitía retornar a laubicación internacional más favorable para la región, que seguía siendo a suentender la de exportadora de productos primarios, lo cual a su vez requería“abrir” la economía para facilitar el comercio con los países del “centro”.

Un pilar de esta argumentación lo constituía la tesis clásica de que con-viene facilitar al máximo los intercambios internacionales, pues entonces ca-da país o región puede concentrar energías en la producción de los bienes yservicios en los que es comparativamente más eficiente, lo cual redunda enmayores beneficios para todos. Desde esta óptica, financiar la industria através de importantes gravámenes a las exportaciones era negativo, pues labaja de los ingresos de los productores primarios disminuiría la inversión ylos esfuerzos en los sectores donde la rica dotación de recursos naturalesofrecía grandes ventajas comparativas a América Latina.

La opción alternativa -de la que nos ocuparemos más extensamente alanalizar las concepciones de la CEPAL- argumentaba que la especializaciónprimario-exportadora era intrínsecamente desfavorable para el crecimiento alargo plazo, al menos en términos relativos a los países del “centro”, puesimplicaba esencialmente quedar al margen de las ventajas del progreso téc-nico, a las que sólo se podía acceder mediante un proceso deliberado de in-dustrialización. Ya hemos destacado que esta opción representaba, en me-dida más o menos directa, los intereses de amplios sectores ligados a laindustria, a la expansión urbana y a la ampliación de las funciones del Esta-do.

Justamente, el papel del sector público era y siguió siendo el nudo de laspolémicas. En particular, porque la industrialización se estaba configurandode un modo altamente dependiente de la intervención del Estado, y que ten-día a incrementar sensiblemente su gravitación en la orientación de la eco-nomía así como en la distribución de ganancias y pérdidas entre clases, gru-pos e individuos.

Tanto la contraposición en el plano de las ideas como su incidencia en lasdecisiones políticas pueden ilustrarse mediante los avatares de una gran po-lémica que, en el Brasil de la posguerra, enfrentó a Roberto Simonsen con Eu-genio Gudin. El primero encabezaba un grupo de industriales que prioritabanla intervención del Estado en la promoción de la industrialización.

“Gudin encabezaba una sólida facción neoliberal que, aunque no se oponía a laindustrialización en sí misma, se oponía firmemente a cualquier protección, y de

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hecho a la intervención estatal de cualquier tipo. La fuerza de la facción liberal sepuso de manifiesto cuando se constituyó en la base del primer gobierno de Bra-sil después de la guerra: la presidencia de Eurico Dutra (1946-1950). La comple-jidad de la realidad subraya lo que señalamos sobre los elementos contradictoriosen juego. Pese a que la retórica y algunas acciones eran liberales, persistieronciertamente sólidos elementos de intervencionismo y autoritarismo. El breve ex-perimento de reducción de aranceles terminó en 1947, cuando los controles so-bre la importación fueron reimplantados, a causa de la dimensión del déficit”(BETHELL, 1997, p. 63).

En el Brasil, como en la mayor parte de América Latina, se fue afirmando laopción por la ISI. Ello ocurrió en medida variable y de maneras contradicto-rias, pero en conjunto bastante neta. Había ciertas posibilidades para avan-zar en el camino de la industrialización, mientras que volver a la etapa pre-cedente resultaba económica y socialmente muy poco viable.

Inicialmente, se coincidía en un diagnóstico optimista respecto de la de-manda metropolitana de productos primarios. Las dos opciones esbozadasdependían grandemente de que esa demanda se sostuviera. En caso contra-rio, resultaría inviable la revitalización del “crecimiento hacia afuera”, perotambién muy difícil financiar la continuidad de la industrialización.

Precisamente, las trabas para esto último llegarán a ser muy gravitantescuando, pocos años después de terminada la Segunda Guerra, se esfume labonanza exportadora que la misma generó, y que en algunos casos la Gue-rra de Corea prolongó. Pero ello venía a confirmar, por otro lado, que la crisisdel “crecimiento hacia afuera” sustentado en las exportaciones primariasera difícilmente reversible.

Había excepciones, por cierto. La economía centroamericana siguió inser-ta en el modelo exportador. “Sólo en los años sesenta la influencia cepalinapromovería la idea de una industrialización deliberada dentro del contexto deun Mercado Común Centroamericano” (BETHELL, 1997, p.78). En conjunto,sin embargo, el gran viraje de un modelo de crecimiento a otro se consumódurante la década de 1940.

En el futuro, la evolución del continente no dejaría de estar estrechamen-te vinculada con lo que aconteciera con su frágil pero importante estructuraindustrial. América Latina ya no podría retroceder a la posición en la econo-mía mundial que se le había asignado durante la división internacional deltrabajo establecida en la segunda mitad del siglo anterior.

3.1.2. La configuración de las políticas industriales

La opción por la industrialización se fue haciendo ineludible. Pero en condi-ciones no demasiado propicias, en lo que se refiere a los precios y a los vo-lúmenes de los productos primarios que América Latina vendía a los paísesdel “centro”. Por supuesto, las variaciones fueron grandes a lo largo deltiempo y según las materias primas que se tome en cuenta; el petróleo, enparticular, conoció espectaculares incrementos de precios; más aún, a co-mienzos de la década de 1970, los términos de intercambio mejoraron, tran-sitoriamente, para la periferia en su conjunto. Pero, globalmente considera-da, su evolución mostró claro signo negativo.

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Entre alzas y bajas se fue afirmando una tendencia mayor: el cambio tec-nológico en nuestro tiempo erosiona los rendimientos relativos de la produc-ción primaria cuyas ventajas comparativas iniciales radican en la dotaciónde recursos naturales y/o en el bajo costo de la mano de obra. Ese fenóme-no, por ejemplo, empezó a comprobarse muy poco después de la SegundaGuerra en lo que fuera uno de los pilares fundamentales de los avancesmás espectaculares, tanto del “crecimiento hacia afuera” como de la finan-ciación del “crecimiento hacia adentro”, la agricultura argentina, cuyo retra-so tecnológico se hará más patente por el rápido avance de la norteamerica-na. En ambas etapas de crecimiento los países del Plata se habían ubicadoen los primeros lugares, pero ya en la década de 1950 constataban que suprivilegiada dotación natural para la producción agropecuaria perdía impor-tancia ante los avances de competidores cada vez más tecnificados, dentroy fuera de los países centrales. Por consiguiente, el financiamiento de la in-dustria sustitutiva de importaciones, y del creciente consumo urbano en ge-neral, se fue haciendo cada vez más penoso.

Ya bastante antes había quedado en evidencia que la ayuda pública delos Estados Unidos, la cual jugó a través del Plan Marshall un papel impor-tante en la reconstrucción de Europa Occidental, no constituiría un puntal dela industrialización latinoamericana. “Bélgica y Luxemburgo juntas recibieronmás ayuda [de los Estados Unidos] entre 1945 y 1951 que toda América La-tina” (BETHELL, 1997, p. 58). Esta región no constituía una prioridad económi-ca ni política para la potencia hegemónica, cuyo predominio se reflejaba tan-to en el terreno del comercio como en la orientación de la inversión.

En ese contexto fue que no sólo se afirmó el proceso industrializador engeneral sino que se configuraron ciertas políticas industriales bastante es-pecíficas, de las que nos ocupamos en este apartado.

Se ha señalado que, precisamente, en la posguerra habría habido undesmejoramiento de la calidad de las políticas, con gravosas consecuenciasa largo plazo:

❘❚❚ “[…] en los años treinta el funcionamiento económico de América Latina

estaba aún basado en la exportación de bienes primarios, aunque en la mayo-

ría de los países la industria creció más rápido que el producto interior bruto

real. La política económica logró la extraordinaria hazaña de estimular a la vez

las exportaciones primarias y el desarrollo industrial, lo cual fue un importan-

te logro, ya que las exportaciones primarias eran la principal fuente de divisas

para la importación de bienes intermedios y de capital. Hacia los años cin-

cuenta, sin embargo, América Latina se hallaba totalmente aferrada a la indus-

trialización por sustitución de importaciones, cuya característica clave fue una

fuerte discriminación de las exportaciones combinada con una necesidad ca-

da vez mayor de divisas. Es decir, discriminaba un sector que era esencial pa-

ra su funcionamiento. Debemos comprender, por tanto, cómo y por qué la po-

lítica pasó de la relativa coherencia de los años treinta a las contradicciones

de los cincuenta” (BETHELL, 1997, p. 47). ❚❚❘

Anotemos algunos de los aspectos relevantes de semejante evolución. An-te el duro impacto de la Gran Depresión, los gobiernos de los países queya contaban con una cierta base industrial pudieron actuar con bastante

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agilidad y autonomía. Las medidas a tomar, en líneas generales, parecíanbastante claras y recibían amplio apoyo; la protección a la industria parasustituir importaciones, que la caída de las exportaciones hacía muy difícilsufragar, fue impulsada por gobiernos de muy diversa orientación, como yalo subrayamos. Al mismo tiempo, las dificultades de la coyuntura y lo inci-piente de los nuevos rumbos no permitían exitismos mayores; de hecho, seestaba “cambiando de modelo”, pero más por presión de las circunstanciasque por decisiones inspiradas por la confianza en una estrategia nueva. Porotra parte, los sectores directamente favorecidos por la protección a la in-dustria eran todavía débiles, lo cual permitía al sector público desempeñar-se con un margen significativo de independencia respecto de intereses sec-toriales. Ciertas herramientas de la política económica e industrial tuvieroninicialmente resultados exitosos, que dependían bastante de su carácternuevo y de su uso limitado.

En todos los aspectos anotados, el panorama fue cambiando significati-vamente.

La importancia de la protección y la multiplicación de controles durantelos años que siguieron a la guerra tuvieron como efecto una gran expansiónde las relaciones de tipo clientelista entre estados y empresarios. El empre-sariado adjudicó al Estado un papel relevante pero en el entendido de que locumpliría bajo su orientación; como se ha dicho en relación con México, seproponía “más bien la intervención empresarial en el gobierno que la inter-vención gubernamental en la empresa”. En el conjunto de las economías envías de industrialización, el sistema llegó a ser “tal que casi siempre la ma-nera de aumentar las ganancias era operar en el nivel político antes que conlas variables convencionales que determinan la productividad” (BETHELL,1997, p. 64).

Ello limitará dramáticamente los esfuerzos dedicados a la innovación tec-nológica y organizacional, a la expansión de la capacidad productiva en ge-neral. También incidirá en la baja calidad de las políticas proteccionistas, ensu carácter casuístico, en su reducido horizonte temporal, en su tendencia areiterar procedimientos, ampliándolos más bien que modificándolos deacuerdo con el cambio de circunstancias. Sobre esto nos extenderemosmás adelante, cuando ensayemos una comparación de diferentes políticasindustriales. Destaquemos aquí que el propio avance del proceso industriali-zador limitó la autonomía del Estado para orientarlo de acuerdo a interesesde conjunto y a largo plazo, pues aumentó el poder de los sectores ligadoscon la industria así como el influjo directo en las decisiones gubernamenta-les de intereses particulares y de corto plazo.

El avance de la industrialización también robusteció la visión general quela orientaba, y fue despojándola de matices. Las principales características,en lo que aquí nos ocupa, de la década de 1950

❘❚❚ “[…] fueron el pesimismo (justificado aunque exagerado) con que la región

consideró las perspectivas para las exportaciones tradicionales de productos

básicos y su acceso a los mercados internacionales financieros, y el optimis-

mo (también justificable aunque exagerado) referente a las perspectivas de la

ISI. Por tanto, el período se caracteriza por una progresiva desvinculación de la

economía internacional y la puesta en marcha de ambiciosos programas de in-

dustrialización” (BETHELL, 1997, p. 93). ❚❚❘

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Es decir que a medida que se disipaba el optimismo de la inmediata pos-guerra respecto de la futura evolución de los términos de intercambio, sefue imponiendo la opción que preconizaba una industrialización deliberada eimpulsada por el Estado; los pasos iniciales y exitosos en esa dirección pa-recen haber generado a su vez un optimismo respecto a sus perspectivas alargo plazo, que contribuyó a dificultar un análisis más exigente y riguroso delas perspectivas y de las herramientas utilizadas para conducir el proceso.

Esto último, junto a la escasa autonomía del Estado, ayuda a entenderpor qué desmejoró la calidad de la política para la industrialización. En todocaso, ello parece haber tenido real entidad:

❘❚❚ “[…] la ISI sufrió mucho por el hecho de que las políticas de comercio y de

industrialización fueron realizadas mediante controles burdos, innecesariamen-

te confusos y con bastante frecuencia ineficientes. Surgieron una gran variedad

de restricciones arancelarias y cuantitativas a la importación, múltiples tipos

de cambio sumamente fluctuantes y diversos obstáculos administrativos a la

exportación de productos básicos; estos controles no sólo eran muchas veces

impredecibles y de una complejidad inútil, sino que también, en algunos casos,

estaban sujetos a manipulaciones burocráticas” (BETHELL, 1997, p. 96). ❚❚❘

Ello reflejaba no sólo la ineficiencia burocrática sino el permanente conflictoentre intereses particulares que, en conjunto, parecían colonizar el aparatoestatal. La escasa capacidad de éste para actuar con un grado de autono-mía significativo hacía más fácil reiterar procedimientos, tornándolos cadavez más engorrosos e ineficientes, que cambiarlos sustantivamente a medi-da que se alteraban las circunstancias que habían motivado su adopción.Esto podía ser incluso el resultado del éxito de tales procedimientos pero,por razones fáciles de imaginar, en general es grande la tendencia a persis-tir en lo que ha dado resultados positivos, aunque su propio éxito haya mo-dificado las condiciones que lo posibilitaron.

Las consecuencias de semejantes avatares de la política se harían sentiren toda su dimensión recién bastante después, pues durante la década co-mentada ciertos indicadores eran realmente promisorios:

❘❚❚ “América Latina consiguió una tasa de crecimiento anual convincente en

las manufacturas durante los años cincuenta (6,6%) -con la producción de

acero creciendo el 13% por año, la celulosa y los derivados del petróleo el

11% cada uno, y las exportaciones manufacturadas (durante la segunda mi-

tad de los cincuenta) el 7%-. En consecuencia, la participación de las manu-

facturas en el PIB creció del 18% al 21%. Las manufacturas fueron también

un efectivo motor de crecimiento para el conjunto de la economía, con la in-

versión interna bruta expandiéndose a una tasa anual del 7,8% y el PIB al

5,1%. Sin embargo, la orientación global de la política económica y una des-

medida cantidad de nuevos recursos fueron dirigidos hacia la ISI, con el con-

secuente descuido de las actividades tradicionales de exportación y de la

agricultura para el mercado interno; a su vez, la ISI estaba constantemente

amenazada por una restricción de divisas producida por el lento crecimiento

de las exportaciones. Al mismo tiempo, muchos de los problemas sociales y

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políticos que se suponía que la industrialización resolvería permanecían sin

solución” (BETHELL, 1997, p. 98). ❚❚❘

Volvamos a la contraposición de opciones planteadas en la posguerra, parasintetizar su evolución desde entonces hasta el agotamiento del modelo dela ISI.

“Por un lado, la concepción estructuralista naciente propugnaba una industria-lización inducida por el Estado, que utilizara una protección modesta y eficien-temente dirigida y que confiara en los flujos de capital público extranjero paraaliviar los obstáculos y facilitar el proceso. Esta concepción tenía una confian-za algo ingenua en la capacidad y coherencia del sector público, y en que lospréstamos extranjeros serían accesibles. La segunda visión respondía a los inte-reses de Estados Unidos y a los intereses más conservadores en América Lati-na, y buscaba un retorno radical hacia las fuerzas del mercado con poca pro-tección y una posición que favoreciera al capital privado extranjero. Cuandoestuvo claro que el capital público extranjero no llegaría en cantidades aprecia-bles, y que las ventajas de complacer a Estados Unidos con una postura de li-bre comercio eran insignificantes, la política se consolidó en una desafortuna-da mezcla de ambas posturas. Se buscó enérgicamente el capital extranjeroprivado, que fue atraído por un mercado protegido y por una legislación favo-rable. Cualquier sensibilidad previa a la deseabilidad de exportar nuevos bie-nes manufacturados desapareció rápidamente, y la eficiencia se convirtió enun factor totalmente subordinado a la necesidad de crear oportunidades signi-ficativas de ganancia a corto plazo. La insistencia de la época bélica en las in-dustrias básicas desapareció ante el auge del interés en la producción local debienes de consumo duradero. Los dirigentes tendieron a descuidar el grado enque ‘la sustitución de importaciones’ estaba produciendo crecientes gastos entecnología importada inapropiada y grandes necesidades de importación. Elprejuicio implícito contra la agricultura y contra las exportaciones tampoco fueadvertido ni discutido, mientras el crecimiento fuera bueno y las nuevas opor-tunidades surgieran constantemente. El día del ajuste de cuentas llegaría mástarde” (BETHELL, 1997, pp. 81-82).

En la década de 1950, las dos opciones contrapuestas se veían jaqueadaspor el peso relativamente decreciente, tanto de América Latina en la produc-ción mundial de productos primarios como de éstos en la economía interna-cional. Ello, en un continente donde la población había crecido en flecha ydonde también se habían expandido significativamente las expectativas deconsumo, simplemente no permitía retornar al modelo precedente de inser-ción primario-exportadora en la economía mundial. Pero también hacía cadavez más difícil apoyar el crecimiento de la industria nacional, orientada pri-mordialmente hacia el mercado interno. En suma, se consolidó el modelo in-dustrializador, pero mediante políticas que no resolvieron sino más bienagravaron el dilema central destacado antes, la limitada capacidad del “cre-cimiento hacia adentro” para sostenerse a sí mismo.

Las políticas predominantes no contribuían demasiado a diversificar lasfuentes de dinamismo económico ni a limitar los costos de la industrialización.

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Los principales defectos del nuevo modelo llegarían a ser “los prejuicioscontra la exportación y la agricultura, así como la excesiva dependencia delas importaciones y la tecnología extranjera” (BETHELL, 1997, p. 80). Esta de-pendencia, en realidad, no tenía como causa única el tipo de políticas carac-terísticas del período; su comprensión debe prestar atención también a susprofundas raíces históricas, a las que nos hemos referido al analizar las con-dicionantes perdurables del desarrollo latinoamericano, que se afianzarondurante la inserción periférica de América Latina en la economía internacio-nal. Esa dependencia muy grande de las importaciones y de la tecnologíaextranjera, que la ISI no logró alterar sustancialmente y que en ciertos aspec-tos fue aumentando, operaría como cuello de botella para la profundizacióndel proceso industrializador, que por consiguiente tendría pocas posibilida-des de llegar a sostenerse a sí mismo.

3.2. La segunda fase de la ISI

Las dificultades a las que venimos de referirnos indujeron una reorientacióndel “crecimiento hacia adentro” en la cual centramos nuestra atención acontinuación.

3.2.1. Cambio dentro del modelo

Durante la década de 1950, particularmente en la Argentina y el Brasil, sepusieron en marcha intentos de superar el dilema fundamental de la ISI me-diante las estrategias a veces denominadas “desarrollistas”. Esquemática-mente, se trataba de superar tres tipos de carencias muy vinculadas entresí -de fondos, de tecnología avanzada y de capacidad para desarrollar la “in-dustria pesada”- impulsando la inversión extranjera en el sector manufactu-rero. Las Empresas Transnacionales (ET) habrían de contribuir a subsanar lascarencias anotadas. La economía latinoamericana había tendido a “cerrar-se” a partir de la “gran depresión”, levantando barreras al intercambio co-mercial que se mantendrían en la posguerra, pero en este nuevo período laeconomía se “abriría”, parcialmente, a la inversión externa. A ésta se leotorgarían condiciones favorables que alcanzarían a las remesas de ganan-cias al exterior, y que se apoyarían en los propios mecanismos proteccionis-tas, pues éstos ofrecían un mercado muy protegido a las empresas extranje-ras que produjeran en el continente.

Cabe decir que la apuesta desarrollista procuraba tonificar el “crecimien-to hacia adentro” mediante la inversión desde afuera.

Ello puede verse como una nueva vuelta de tuerca en la gran contraposi-ción de opciones que emergió en la posguerra. A mediados de la década de1950, el papel central del Estado era ampliamente aceptado, pero la disyun-tiva reaparecía en torno de la función de la inversión externa. Estaba en jue-go la orientación de la industrialización y también quiénes habrían de reco-ger los mayores dividendos del proceso. Específicamente, las dificultadespara sostener y profundizar el crecimiento hacia adentro afectaban la posi-ción de quienes inicialmente parecían llamados a ser sus principales benefi-ciarios, los empresarios industriales nacionales.

El caso del Brasil ilustra la cuestión.

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“Las fuerzas en conflicto también operaban en la década de 1950 respecto al capi-tal extranjero. Nuevamente, el debate Simonsen-Gudin es representativo. Simonsendeseaba un acceso ‘selectivo’ del capital extranjero, y veía el capital público comola solución principal. Era uno de los que favorecía en consecuencia un ‘plan Mars-hall’ para América Latina. Gudin deseaba, por supuesto, la liberalización total. Sinembargo, cuando la protección incentivó la penetración de capital extranjero en elsector manufacturero brasileño el peso relativo de los intereses se modificó. Laburguesía industrial se volvió más fragmentaria. Nuevos grupos surgieron a finalesde los años cuarenta e inicios de los cincuenta cada vez más asociados al capitalextranjero, de tal modo que anularon la resistencia potencial a la legislación finalencarnada en la instrucción 113 de 1955, de la Superintendencia de la Moneda ydel Crédito (SUMOC), la cual daba efectivamente tratamiento preferencial al capitalextranjero. La cuestión se sumió en mayor confusión debido a la política de ‘paloy zanahoria’ seguida por diferentes gobiernos, que ofrecían incentivos a la expor-tación, tipos favorables de cambio y por último la reforma arancelaria. La paradojaimplícita en la evolución de un modelo viable de industrialización que provocaríaun rápido crecimiento en la década siguiente, basado en la triple alianza entre elEstado, las multinacionales y la burguesía nacional donde la última era definitiva-mente un socio menor, se sintetiza en la frase de un miembro de dicho grupo: ‘Alfinal nosotros ganamos, pero no recibimos el premio’” (BETHELL, 1997, pp. 64-65).

En los hechos, la instalación en la región de filiales de grandes empresas in-dustriales marcó un punto de viraje en el proceso industrializador, al menosen los países más grandes del área. En efecto, rasgo nuevo y característicode la posguerra lo constituye la presencia notoria y determinante de las em-presas transnacionales en la industria continental, en cuya evolución incidi-rá poderosamente.

Dicho fenómeno es sin duda susceptible de interpretaciones polémicas.Darcy Ribeiro lo caracterizó como “industrialización recolonizadora”, afirman-do que

❘❚❚ “[…] la empresa multinacional es el equivalente ultramoderno pero prodi-

giosamente superior de las viejas empresas capitalistas mercantiles de nave-

gación oceánica, de tráfico negrero y sobre todo de minería y monocultura, que

operando con mano de obra esclava colonizaron el Nuevo Mundo. Es el equi-

valente también de las antiguas empresas monopolistas implantadoras de

puertos, vías férreas, servicios de agua y electricidad, merced a las cuales cre-

ció el imperialismo industrial en su etapa de expansión financiera. Su función

es además la misma: movilizar recursos técnicos, económicos, políticos e

ideológicos para imponer nuevas formas de dependencia” (RIBEIRO, 1974, pp.

28 y ss). ❚❚❘

Consignemos un punto de vista distinto:

❘❚❚ “El hecho, frecuente en América Latina, de asignar la responsabilidad por

las insuficiencias de la industrialización a las ET, implica evitar asumir la res-

ponsabilidad que corresponde al sector empresarial nacional, público y privado,

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y a las otras fuerzas sociales que han convergido, en determinados períodos,

en la definición de las políticas internas y, por consiguiente, postergar la bús-

queda de opciones reales para la industrialización eficiente de América Lati-

na” (FAJNZYLBER, 1983, p. 141). ❚❚❘

Conviene subrayar que el fenómeno señalado constituye una diferencia ma-yor con lo que se comprueba en el sudeste asiático, donde la industrializa-ción fue protagonizada por empresas nacionales, con una presencia apenasmarginal de las ET. Difiere también de lo que acontecía en nuestro continen-te en etapas anteriores, cuando la inversión extranjera era ya globalmentemuy influyente, pero todavía escasa su presencia en la industria.

El auge económico de larga duración que se inició en los países del “cen-tro” tras la Segunda Guerra aceleró la expansión mundial de sus principalesempresas. La inversión extranjera en el sector manufacturero latinoamerica-no creció, entre otros motivos, porque posibilitó a las ET superar los obstácu-los que, para la colocación de sus productos en la región, suponían los altosaranceles a las importaciones, las cuotas y otras medidas orientadas a pro-teger la producción local; a la inversa, la instalación de plantas fabriles ennuestros países permitió a las ET acceder en condiciones oligopólicas a mer-cados protegidos, vender a precios comparativamente altos y en muchos ca-sos transferir al exterior importantes ganancias, lo cual por cierto no figura-ba entre los objetivos que se fijaron inicialmente para la políticaproteccionista. Semejantes rendimientos fueron obtenidos a menudo a par-tir de inversiones que “eran sobre todo de maquinarias que en la mayor par-te habían sido ya abundantemente utilizadas en el país de origen, y cuyoreemplazo era inminente” (HALPERIN DONGHI, 1993, p. 453).

Las ET instalan en América Latina nuevas ramas industriales, entre lascuales la del automóvil constituye el ejemplo por excelencia. En tales ramasla productividad y los salarios son mayores que los promedios continenta-les, pero su capacidad de generar ocupación es en conjunto mucho menorque la de las ramas que, como la textil, la química o la farmacéutica, carac-terizaron la etapa previa de la industrialización. En ella había predominado laproducción de bienes de consumo realmente masivo, mientras que las ra-mas preferidas por las ET ofrecen productos de altos costos, difícilmente ac-cesibles a la mayor parte de la población, por lo cual serán sólo las nacio-nes más grandes las que pueden proporcionarles un mercado suficiente.

“La consecuencia es que serán menos las naciones que ingresarán en esa nuevaetapa; sólo Brasil y menos sólidamente México serán capaces de afirmarse en ellapara avanzar aún más allá en el camino de la madurez económica; en cambio Ar-gentina encontrará difícil mantenerse en ese nuevo nivel de industrialización eimposible superarlo, y en Chile y Perú la tentativa de alcanzarlo no será más queun incidente sin consecuencias significativas para la economía en su conjunto”(HALPERIN DONGHI, 1993, p. 455).

Como lo sugiere la cita precedente, en el período comentado tuvo lugar undramático cambio de posiciones relativas de las economías más grandes

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del continente. La Argentina, que durante el “crecimiento hacia afuera” sehabía afirmado en el primer lugar de América Latina y que a comienzos de ladécada de 1950 era a menudo vista como una nación casi desarrollada o in-dustrializada, fue superada por el Brasil y por México.

“En 1950 […] la economía de la República Argentina era la más grande de la re-gión, representando un cuarto del PIB; tenía un nivel de producción el 10% másgrande que el de Brasil y el 25% mayor que el de México. Debido a su deficien-te desarrollo relativo entre 1950 e inicios de los años ochenta, el PIB de Argenti-na sólo creció por un factor de 2,7, mientras que el de Brasil se multiplicó porsiete. A finales de ese período el PIB brasileño había alcanzado casi tres cuartaspartes del correspondiente al Reino Unido. México logró un crecimiento seme-jante durante ese período. Hacia 1990 Brasil y México juntos representaban casitres quintos del PIB latinoamericano. En ese año, la producción argentina repre-sentó sólo cerca de un tercio de la brasileña y la mitad de la mexicana” (BETHELL,1997, p. 108).

En suma, a partir de la segunda mitad de la década de 1950, con ritmosdesparejos y resultados bastante diferentes, en las principales economíasde América Latina se asiste a un “cambio dentro del modelo”. Cobra fuerzala denominada “ISI 2”, caracterizada por la apertura a la inversión extranjeraen la industria como vía para superar las trabas financieras y tecnológicasque bloqueaban la profundización de la ISI. Como lo veremos en el próximoapartado, esa inversión fue un factor importante en el período de auge queconoció la producción latinoamericana en la década de 1960, enmarcado enun notable crecimiento a escala internacional. Pero ni en lo financiero ni enlo tecnológico se accedió por esa vía a una solución de largo plazo: el “cre-cimiento hacia adentro” no encontraría afuera respaldos para sostenerse yprofundizarse de manera sistemática.

3.2.2. La gran expansión

La economía de los países capitalistas avanzados conoció una notable ex-pansión desde poco después del fin de la Segunda Guerra Mundial hastacomienzos de la década de 1970.

Durante ese período llegó a su apogeo el tipo de crecimiento impulsadopor la Segunda Revolución Industrial, por el relacionamiento entre ciencia ytecnología que la caracterizan, por las tecnologías específicas y la organiza-ción del trabajo que formaron parte de la misma. Fue el auge del modelotécnico-productivo denominado “fordista”, simbolizado por la línea de monta-je de las grandes plantas automovilísticas y, más en general, asociado conla gran producción en serie de productos similares, con importancia cardinalde las economías de escala, tecnologías avanzadas y relativamente madu-ras, el empleo abundante de mano de obra sin mayor calificación y organiza-da con criterios “tayloristas”, y el uso masivo de materias primas y energíacomparativamente baratas.

A la gran capacidad productiva de los Estados Unidos se asociaron las deEuropa Occidental y del Japón. En la década de 1950 se afirmó la recuperación

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europea y se inició una inédita experiencia integradora de gran alcance; traslas devastaciones de la guerra, la ayuda estadounidense, y sobre todo el niveleducativo y tecnológico de los países europeos, sus tradiciones empresaria-les y sus capacidades organizativas, posibilitaron una rápida reconstrucción ymodernización del aparato productivo; ello se conjugó con dinámicas socialesy ejecutorias gubernamentales que dieron lugar a Estados de Bienestar muydesarrollados; paralelamente, una visión política de largo plazo puso en mar-cha la “construcción europea” como integración de amplio espectro; talesprocesos se potenciaron mutuamente y alimentaron la notoria prosperidad dela década de 1960. También en la década de 1950 se definió el heterodoxocamino del Japón para la construcción de una estructura productiva de primernivel, a través de la prioridad asignada a la industria pesada y al avance tec-nológico, el papel central del Estado, su estrecha asociación con el empresa-riado, el énfasis en la capacitación de la mano de obra así como en su inte-gración al esfuerzo productivo, y la consideración “sistémica” de las distintasfacetas e instituciones vinculadas con la innovación.

Así -con vaivenes y conflictos tanto internos como externos, que la tele-gráfica formulación precedente no debiera ocultar- fue constituyéndose du-rante el período indicado la “Tríada” -Estados Unidos, Europa Occidental yJapón- que incide decisivamente en los circuitos contemporáneos de la pro-ducción y el intercambio. La revolución tecnológica iniciada en la década de1970, junto con el derrumbe del bloque soviético, afirmarían su posición do-minante en la economía global.

“El cuarto de siglo después de la posguerra fue un período de prosperidad y ex-pansión sin precedentes en Europa, Japón y Estados Unidos. Entre 1950 y 1973,la producción de las EMD (economías de mercado desarrolladas) creció casi el 5%por año y en términos per cápita alcanzó el 3,8% anualmente. Así, en sólo vein-titrés años, el PIB aumentó más del triple y la renta per cápita se multiplicó porun factor de 2,4. Esta tasa de crecimiento económico era doblemente más rápidaque en cualquier otro período desde 1820. Al mismo tiempo, el aumento de laproductividad del trabajo se hizo dos y media veces más rápido que en el perío-do de 1913 a 1950, mientras que el dinámico crecimiento del stock de capital noresidencial representó un auge de inversión que en su dimensión y continuidadno tenía parangón en la historia económica de las EMD. Como resultado, la inver-sión promedio como porcentaje del PIB durante este período también duplicó a lade cualquier período precedente” (BETHELL, 1997, p. 84).

Esa etapa ha sido considerada como una “edad de oro”, que también se re-flejó en las cifras promedo del incremento productivo en los países menosdesarrollados (PMD), los cuales sin embargo evidenciaron un comportamien-to económico cada vez más diferenciado. En ese contexto, América Latinaalcanzó resultados relativos destacados.

“El crecimiento del producto per cápita de los PMD en el período 1950-1973 eracasi tres veces más rápido que sus mejores realizaciones en períodos anteriores.Como resultado de este dinámico crecimiento, la producción total se triplicó.

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Pese al aumento notablemente más rápido de su población, los PMD lograron unaumento mucho más rápido en la renta per cápita en relación con la tasa logra-da entre 1913 y 1950, llegando casi a duplicarla en veinte años. América Latinaconsiguió el mejor resultado, seguida por China, el resto de Asia y después Áfri-ca. Sin embargo, los países de industrialización reciente (PIR) de Asia mostrabanlas tasas de crecimiento más rápidas si se tomaban las cifras de estos países co-mo un subgrupo. El rendimiento de los PMD fue particularmente bueno en la pro-ducción manufacturera, logrando un crecimiento promedio del 7% anual duranteeste período” (BETHELL, 1997, p. 88).

En una perspectiva de largo plazo se destaca el que, por primera vez des-de 1820, la expansión económica de los países menos desarrollados fuesimilar a la de los países más desarrollados (ibid., p. 90). Si bien ello noalcanzó a la renta per cápita, dado el crecimiento demográfico más acele-rado de los países más pobres, tiene gran relevancia histórica, pues sugie-re al menos una atenuación de la tendencia a la creciente disparidad entreambos grupos de países que se hizo patente desde el momento en que seafianzó la industrialización en Europa Occidental, a comienzos del siglo XIX.El fenómeno comentado, como lo indica la última frase de la cita conteni-da en el párrafo anterior, se vincula con la expansión de la producción in-dustrial en parte del mundo periférico. Este proceso ha tenido característi-cas muy desiguales, como desigual ha sido la evolución en ese mundo,donde ciertas regiones como el África subsahariana vieron empeorar su si-tuación mientras algunos países -los PIR asiáticos ante todo- avanzabanmuy rápidamente.

Los años finales de esa etapa general de expansión contemplaron uncrecimiento rápido de la economía latinoamericana. El auge mundial delcomercio y las inversiones, la relativa madurez de la base industrial cons-truida en las décadas previas y la instalación de numerosas plantas deempresas transnacionales colaboraron a una significativa ampliación de lacapacidad productiva. Por cierto, ello no ocurrió en todos los casos; la ISI

ya mostraba para entonces signos de agotamiento en el Uruguay. Pero, enconjunto, los números dan cuenta de un período bastante excepcional.

“En general, con la excepción de las exportaciones de productos básicos y laagricultura para el mercado interno (que de todos modos tuvieron una tasa decrecimiento del 3,3% anual en ambos casos), el período de 1960-1973 fue el másdinámico de la historia económica de América Latina. La producción manufactu-rera creció a una tasa anual del 6,8% y su participación en el PIB pasó del 21% al26%. La inversión bruta interna se expandió un 9% anual, con lo que el nivel deinversión en 1973 fue más del triple que el de 1960. El PIB creció a una tasa anualdel 5,9%, lo que significa que la producción se duplicó durante este período; yque, dado el crecimiento anual de la población del 2,7%, la renta per cápita su-bió al 3,2% anual. El abrupto fin de la ‘edad de oro’ en las EMD, los límites de laISI (tal como se estaba implantando en América Latina), las crisis del petróleo de1973 y 1979, y las consecuencias negativas de la liberalización financiera a partirde 1973 (con los préstamos excesivos y su uso muchas veces ineficiente), altera-rían radicalmente gran parte de este veloz proceso de desarrollo en América La-tina” (BETHELL, 1997, p.102).

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Lo que acontecería después mostraría que el “cambio dentro del modelo”no había proporcionado una base demasiado sólida para el crecimiento in-dustrial latinoamericano. El problema de la sustentabilidad tecnológica y fi-nanciera del proceso reaparecería con fuerza redoblada. Sin desmedro deello, el crecimiento productivo del período 1960-1973 fue llamativo.

En este período, se hizo notar una preocupación por el sesgo antiexporta-dor de las políticas industriales y se empezó a atenuarlo. A partir de enton-ces fue cobrando significación la exportación de manufacturas de algunosde los mayores países latinoamericanos.

“El auge comercial internacional de los años sesenta y el éxito de los países deindustrialización reciente asiáticos influyeron también en el intento de diversificarlas exportaciones latinoamericanas. Los países que habían progresado más en suproceso de ISI tuvieron mayor éxito en aumentar las exportaciones de bienes ma-nufacturados. Éste fue particularmente el caso de Brasil y México, pero tambiénocurrió en otros países como Argentina y Colombia. Todos ellos, en diferentegrado, diversificaron sus exportaciones de bienes manufacturados dentro de losmercados latinoamericanos, así como fuera de ellos. Era el resultado de los cam-bios ocurridos en América Latina y los mercados internacionales, así como de lasreformas de la política comercial implantadas por algunos países de la región”(BETHELL, 1997, p. 121).

También progresó sensiblemente el nivel técnico de la industria, en el marcodel llamado paradigma “metal-mecánico”. Durante esos años alcanzó unacierta madurez la base industrial, cuya construcción había sido fuertementeestimulada desde la década de 1930; se incrementó rápidamente la inver-sión extranjera en la industria, y se recibieron los efectos positivos de la no-table expansión de la economía internacional. Se trataba de una conjunciónde circunstancias especialmente propicias para políticas que buscaban in-yectar dinamismo desde afuera al crecimiento hacia adentro. En ese contex-to, la segunda fase de la ISI llegó a su apogeo.

3.2.3. Industrialización por endeudamiento

Originalmente, el financiamiento de la industrialización se basó en las expor-taciones primarias, de las cuales los gobiernos obtuvieron importantes re-cursos para costear sus políticas proteccionistas, las que favorecieron a losempresarios manufactureros y también a sectores urbanos más amplios.Esas políticas, junto al fortalecimiento sindical y político de sectores asala-riados, generaron en varios países transferencias de ingresos que, en líneasgenerales, tendían a disminuir la desigualdad. Luego, como ya se destacó,el financiamiento de una industrialización de mayor envergadura fue pesan-do más sobre la balanza de pagos, mientras que, en numerosos casos, losingresos provenientes de las exportaciones primarias no crecieron en un ni-vel comparable, o incluso disminuyeron. Es cierto que en la década de 1970las exportaciones manufactureras de los países mayores del continente co-braron cierta significación. Pero globalmente se mantuvo la dependencia de

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los ingresos provenientes de las exportaciones primarias, las inversiones ex-ternas o los préstamos. Una industrialización cuyo motor había llegado a serel alto consumo interno, mucho más que el ahorro propio y la capacidad deinnovación, sólo podía avanzar mientras el financiamiento externo fuera defácil acceso.

Durante la década de 1970 en especial, el crecimiento fue impulsado porla abundante oferta de crédito proveniente de la banca internacional. Ellofue una consecuencia de la nueva situación generada a partir del incremen-to brusco del precio del petróleo.

“El acontecimiento económico más significativo de los años setenta fue que elprecio del petróleo se cuadruplicó en 1973-1974, después de varios años de des-censo en términos reales. El momento para esta inesperada alza de precios fuesumamente desventajoso (económica y políticamente) para las EMD, pues vino asumarse a sus crecientes problemas económicos. La crisis del petróleo y las subi-das de los precios en otros productos que le siguieron, llegaron en un momentoen que la ‘edad de oro’ estaba mostrando claros signos de desgaste. El régimen‘Bretton Woods’ había sido socavado por el abandono unilateral de Estados Uni-dos de la convertibilidad del dólar en 1971 y su ulterior devaluación. Hacia 1973el nuevo sistema de tipos de cambio flotantes no estaba aún firmemente asenta-do. Este nuevo sistema tenía que luchar con los abruptos cambios en las balan-zas de pagos de las EMD y de los PMD, en sólo un año, la subida de los precios delpetróleo hizo que las cuentas corrientes de las EMD pasaran de contar con un ex-cedente de 10.000 millones de dólares estadounidenses a tener un déficit de15.000 millones, y las de los PMD pasaron de un déficit de 9.000 millones a unode 21.000 millones. Junto con los mercados financieros internacionales privados,el nuevo sistema de tipos de cambio flotantes se vio saturado por la transferenciacomercial de recursos más grande jamás habida desde las EMD hacia un grupo delos PMD (OPEP), así como por el reciclaje de una gran proporción de estos recur-sos que retornaban de los países de la OPEP con baja absorción hacia las EMD y alos PMD no exportadores de petróleo” (BETHELL, 1997, pp. 102-103).

La consiguiente disposición de la gran banca privada a prestar sumas muyconsiderables a intereses bajos y sin exigir mayores garantías fue aprove-chada como si la situación estuviese llamada a durar eternamente. Se haseñalado que la disposición a endeudarse constituye un rasgo de larga dataen la evolución histórica de América Latina.

“Los préstamos extranjeros a América Latina han estado determinados básicamen-te por la oferta. Estos países parecen estar dispuestos a endeudarse tanto comoles permitan los mercados financieros internacionales. De este modo, los cuatroperíodos de grandes incrementos en los préstamos extranjeros que han tenido lu-gar desde la independencia (a finales de la década de 1810 y comienzos de la de1820, la década de 1860 e inicios de la de 1870, la década de 1920 y la de 1970)fueron posibles por los altos niveles de liquidez internacional. […] Lo mismo su-cedió en el período más reciente de influjos de capital, 1990-1994, a excepciónde los casos de Chile y Colombia” (BETHELL, 1997, p. 93).

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Lo anotado constituye una manifestación de ciertas tendencias perdurables,que han condicionado profundamente el acontecer económico en el conti-nente y sobre las cuales hemos llamado la atención en el capítulo anterior,como la propensión de los sectores dirigentes a priorizar el corto plazo en eluso de los fondos disponibles y su preferencia por canalizarlos hacia el altoconsumo. Ejemplifica esto último el uso que se le dio a los fondos obteni-dos en aquel período de “dinero fácil”.

Se destaca, en primer lugar, el enorme crecimiento de las importaciones:“entre 1973 y 1981, la importación [anual] de bienes de América Latina cre-ció en términos reales (a precios de 1980) de 44.000 millones de dólaresestadounidenses a 93.000 millones y su déficit por cuenta corriente se ele-vó de 10.000 millones a 40.000 millones” (BETHELL, 1997, p. 105). Es decirque en menos de una década la importación de bienes se multiplicó pormás de dos, pero ello no fue solventado por un aumento comparable de lasexportaciones, sino por los préstamos.

La utilización de la bonanza crediticia varió de país a país pero, en térmi-nos promediales, la inversión productiva no absorbió el grueso de los fondosobtenidos mediante empréstitos. “En general, los préstamos extranjerosfueron utilizados para pagar las importaciones de petróleo, para expandirotras importaciones (de consumo, bienes de inversión y equipamiento) y pa-ra financiar la fuga de capitales fuera de la región” (BETHELL, 1997, p. 146).La afluencia de dólares provenientes de los préstamos permitió mantenertasas de cambio que hacían muy conveniente comprar con moneda nacionalsumas en dólares y depositarlas en el exterior.

El endeudamiento mayúsculo de este período generó una dependencianotable del acontecer financiero a corto plazo que, con dramáticas conse-cuencias en la década de 1980, se ha convertido en uno de los condicionan-tes mayores del panorama latinoamericano desde entonces.

“Los estrechos lazos financieros entre los países latinoamericanos y los mercadosfinancieros internacionales vincularon el destino económico de la región a laspolíticas económicas y al desarrollo de las EMD. Tradicionalmente, los vínculosentre ambos habían funcionado principalmente mediante flujos comerciales, enlos que el nivel de demanda de productos básicos de las EMD era el factor decisi-vo. En las nuevas condiciones, se añadió un fuerte e inestable vínculo financiero,caracterizado por tipos de interés flotantes y grandes sumas de préstamos convencimientos a corto plazo” (BETHELL, 1997, p. 105).

Cuando la bonanza inducida se hubo esfumado, de los pocos años de “dine-ro fácil” una de las principales herencias es esa dependencia muy grande dela coyuntura financiera internacional que hoy sigue pesando sobre la región.

El crecimiento siguió siendo promedialmente alto durante la década de1970, incluso por comparación con procesos muy celebrados: de 1965 a1980 el PBI per cápita se incrementó a un promedio anual del 3,5% en Amé-rica Latina y del 5% en Asia Oriental, incluyendo a China. Pero el “modelo la-tinoamericano” de crecimiento no era sustentable o, mejor dicho, no era au-tosustentable. A fines de la década de 1960 escribía Furtado (1973, p.300): “parece indudable que las posibilidades de desarrollo apoyadas en la

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exportación de materias primas y en la industrialización ‘sustitutiva de im-portaciones’ controlada del exterior, alcanzan o ya alcanzaron los límites desus posibilidades”. Durante la década de 1970, la situación financiera inter-nacional colaboró a mantener abiertas esas posibilidades. Pero las limita-ciones propias de ese tipo de crecimiento no fueron superadas.

3.3. El agotamiento del modelo

En este apartado nos ocupamos de ciertas características relevantes de laetapa final del “crecimiento hacia adentro”.

3.3.1. El camino de la crisis

Probablemente, más que el endeudamiento en sí mismo, lo realmente nega-tivo fue no sólo el uso que se hizo de los préstamos como los procedimien-tos a través de los cuales se los obtuvo.

Los prestamistas querían colocar fondos, altos funcionarios públicos con-traer empréstitos y varios otros actores intervenir en el uso de los recursosasí obtenidos; los préstamos se fueron sucediendo sin control centralizadosobre el endeudamiento ni recopilación de la información por parte de cadagobierno.

“Como el cobro de comisiones y la corrupción se volvieron características típicasde los acuerdos más rentables, la falta de información convenía a todas las par-tes. Se produjo un fuerte incremento de las importaciones, y los regímenes mili-tares de los años setenta aprovecharon la disponibilidad de recursos para acumu-lar material de defensa. Los bancos internacionales y los comerciantes de armasse unieron para ayudar a que América Latina utilizase el crédito de que disponía”(THORP, 1998, p. 222).

El agotamiento del crecimiento hacia adentro impulsado por el Estado fue,en parte, consecuencia de las carencias con que el sector público encaró lapolítica industrial, tema al que ya se hizo referencia y que será retomadomás abajo. A medida que se iban debilitando las fuentes internas del dina-mismo industrializador, el funcionamiento del aparato estatal se fue degra-dando en medida significativa debido a las modalidades del sostén externo.

“La combinación de una mayor escala y de un peor control financiero resultóperjudicial para la calidad del gasto público. Frecuentemente, proyectos enor-mes y mal concebidos tuvieron consecuencias ambientales y sociales negativas,tanto directas como indirectas […] ¿Quién iba a dar batalla en favor de mejorarla calidad del gasto cuando nuevos proyectos atraían recursos nuevos (y, natu-ralmente, con ello más comisiones)? El sesgo hacia la ‘resolución’ de problemasmediante nuevos proyectos en lugar de hacer frente a las dificultades existentesse manifestó claramente en la agricultura, donde problemas como el exceso de

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salinidad o el deterioro de los sistemas de regadío eran mucho más fáciles de so-lucionar emprendiendo nuevos proyectos que enfrentando los problemas, sobretodo si no era fácil encontrar recursos en préstamos para los trabajos de mante-nimiento. La calidad de la gestión y del control financiero en las grandes empre-sas estatales tendió a empeorar en un ambiente de dinero fácil y de beneficiospersonales” (THORP, 1998, pp. 225 y 226).

Se entró así en un camino de riesgo creciente:

❘❚❚ “A comienzos de los años ochenta, América Latina tenía el volumen de deu-

da más grande en el Tercer Mundo. También había adaptado más sus patro-

nes de consumo y producción a la abundancia de crédito externo (como si fue-

ra a ser una situación permanente). Esto colocó a América Latina en una

posición vulnerable frente a una evolución negativa de la economía internacio-

nal” (BETHELL, 1997, p. 142). ❚❚❘

Se llegó a lo que puede ser descrito como una situación de “sobreendeuda-miento”, porque parte importante de los préstamos no era utilizada para al-gún fin específico. Consiguientemente, la oferta abundante de divisas llevóa la disminución de su valor respecto al de las monedas nacionales. Se ge-neró así un impulso a la compra de moneda extranjera y a la transferenciade fondos al exterior. Esa baratura relativa del dólar favoreció las importacio-nes y perjudicó a las exportaciones, con lo cual, además de una fuerte ten-dencia al déficit de la balanza comercial, aparecieron nuevas dificultades pa-ra la producción local. Frecuentemente, tales problemas fueron paliados connuevos préstamos, dando lugar a una espiral de creciente riesgo, que seconvertiría en ominosa realidad con el cambio de las circunstancias interna-cionales.

“Los países latinoamericanos se endeudaron por encima de su capacidad parautilizar divisas. En consecuencia, la abundancia de divisas llevó a la acumulaciónde reservas internacionales en los bancos centrales y a una sobrevaluación de susmonedas, generando desajustes. El ajuste a finales de los años setenta, bajo el es-tímulo de la revaluación del tipo de cambio, funcionó en una dirección que eraincompatible con un desarrollo sostenible, dadas las tendencias en las economíasreales nacional e internacional. Las cuentas externas se deterioraron rápidamente,alcanzando un déficit en la cuenta corriente de 40.000 millones de dólares esta-dounidenses para el conjunto de la región en 1980, cuando la segunda crisis delpetróleo, los desequilibrios financieros mundiales y el estancamiento del merca-do internacional de productos primarios generaban un sombrío contexto econó-mico” (BETHELL, 1997, p. 145).

La ISI surgió como un proceso impulsado por actores de poder internos de laescena latinoamericana; empresarios manufactureros nacionales o naciona-lizados por la inmigración, dirigencias políticas de base urbana, fracciones

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de la burocracia pública interesadas en la afirmación del Estado y, tam-bién, obreros industriales sindicalizados constituyeron las redes de podereconómico y político en las que se basó el “cambio de modelo” que tuvolugar a partir de la Gran Depresión. Ese cambio implicó inicialmente un de-bilitamiento relativo de los actores de poder externo, de la gravitación eco-nómica del capital extranjero, de la influencia política de los gobiernos del“centro”, de la preponderancia ideológica de las concepciones “ortodoxas”acerca del crecimiento económico y la modernización. La ISI se entretejió -de manera por demás conflictiva, cierto es- con la elaboración de una con-cepción latinoamericana del desarrollo. A medida que la dinamización en-dógena de la ISI fue perdiendo fuerza, se debilitaron simultáneamente losactores de poder internos mencionados y, de alguna manera, volvió a cre-cer la gravitación de los actores externos. En el nivel económico, las em-presas transnacionales pasaron a marcar el ritmo del desempeño indus-trial; en el nivel político, los estados apelaron crecientemente tanto alfinanciamiento como a la orientación proveniente del exterior. Ello tuvo con-secuencias graves, recién destacadas, para el funcionamiento del sectorpúblico; ideológicamente se entretejió con el debilitamiento de la reflexióninterna, de su capacidad de incidir en la generación de políticas y particu-larmente en el análisis de las perspectivas. En esto último gravitó priorita-riamente la elaboración de las instituciones financieras internacionalesque -por entonces como en las crisis posteriores- no se caracterizó por suagudeza.

“El endeudamiento recibía también el aliento de toda una gama de actores inter-nacionales, comprendidas las instituciones financieras internacionales, que al pa-recer no percibían peligros de ningún tipo. Una evaluación realizada por el FMI

en 1981 señalaba que ‘la situación global de la deuda en los años setenta seadaptó por sí sola a las fuertes tensiones surgidas en el sistema internacional depagos […] Aunque algunos países experimentaron dificultades, se evitó un pro-blema generalizado de gestión de la deuda y el futuro inmediato no ofrece moti-vos de alarma’” (THORP, 1998, 221-222).

Apenas formulado ese diagnóstico tranquilizador, estalló la crisis más gravede la historia latinoamericana.

A un continente signado por la diversidad, una vez más circunstancias deorigen esencialmente externo lo dotarían de cierta unidad. En un período decrédito abundante, alimentado por los “petrodólares” que las monarquíasdel Cercano Oriente depositaban en los bancos de Occidente, los préstamosa bajo interés afluyeron a la región, generando un auge tan notorio comodesparejo. Ese flujo de fondos permitió financiar los déficits comerciales ge-nerados por el tipo de industrialización ya descrito e incluso volver a impul-sar en ciertos casos el crecimiento de la industria, así como mantener en vi-gencia las políticas practicadas por los países exportadores de petróleocuando éste ya no alcanzaba para pagarlas. El endeudamiento masivo sos-tuvo una prosperidad cuya fragilidad quedó al desnudo cuando, en 1982,México se descubrió en una situación de virtual cesación de pagos. La crisisde la deuda inauguraba la “década perdida” de América Latina.

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3.3.2. La recesión

La alarma venida de México hizo evidentes los riesgos contraídos por los pres-tamistas, por la facilidad con que habían prestado sumas enormes sin preocu-parse demasiado por las garantías ni, mucho menos, porque el uso productivode los préstamos asegurase la capacidad de pago. Si durante años había entra-do a América Latina más dinero del que salía, la situación se revirtió brusca-mente y, entre 1982 y 1990, lo que primó fue la salida de fondos. Ese drásticocambio de signo desencadenó en la región una gran recesión, cuya magnitudpuede ilustrarse notando que, de 1980 a 1989, el PBI creció a un promedioanual del 6,3% en Asia Oriental, y decreció un 0,5% en América Latina.

El proceso de renegociación de las deudas acentuó la recesión y el desigualreparto de los costos de la crisis. Los grandes bancos acreedores actuaron enconjunto pero impidieron que los países deudores hicieran otro tanto; imponien-do un tratamiento caso por caso de la situación de estos últimos, negociarondesde una posición de fuerza con cada uno por separado, con el respaldo desus propios gobiernos y del FMI.

Como volvería a acontecer en 1997 con la crisis del Este asiático, la inter-vención de los grandes actores de poder internacionales agravó los costos in-ternos y protegió a los principales intereses externos.

“Las primeras reprogramaciones se negociaron en condiciones muy desfavorablespara los países deudores. Si se elabora un índice del costo de renegociación de ladeuda que tenga en cuenta las comisiones pagadas, los plazos de vencimiento y elmargen con respecto al LIBOR y se compara con los costos pagados en 1980-81, si-tuando éstos en 100, se advierte que con la primera ronda de reprogramación Ar-gentina pagó 319, México 280 y Brasil 144. Los beneficios de la banca fueron eleva-dos: los dividendos declarados por los grandes bancos de Estados Unidos en 1984,sólo dos años después de la crisis, duplicaron los de 1980” (THORP, 1998, p. 233).

Un factor clave del proceso lo constituyó la imposición de que los estados lati-noamericanos asumieran responsabilidad incluso por la deuda que no habíancontraído ni garantizado.

“Un rasgo común de la renegociación de la deuda durante este período fue el reque-rimiento de que los gobiernos ofrecieran una garantía ex post a la deuda privada nogarantizada. Ésta era una medida particularmente arbitraria, impuesta a los gobiernosde la región por los bancos acreedores y los gobiernos de las EMD con el apoyo oaceptación de los organismos internacionales. No parecía importar que los bancoshubieran dado voluntariamente estos préstamos sin garantías gubernamentales y hu-bieran cobrado primas por los riesgos adicionales que habían corrido” (BETHELL,1997, p. 151).

El uso conjunto del poder económico y político evitó que los prestamistas fue-sen afectados e hizo recaer sobre el sector público de la región una considera-ble carga adicional. Fueron frecuentes las “compras de carteras” difíciles decobrar, a través de las cuales, entre un acreedor externo y un deudor privado

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interno, se ubicaba el Estado, asumiendo la responsabilidad de pagar al pri-mero y recibiendo la remota posibilidad de cobrar al segundo.

Se ha sostenido que ese uso del poder perjudicó no sólo a los paísessubdesarrollados y endeudados sino también a los países ricos, salvo a losbancos acreedores.

“Es revelador que, durante los años ochenta, muchos PMD [países menos desarro-llados], particularmente en América Latina, hicieron transferencias netas al exte-rior mayores, como proporción del PBI, que las realizadas por Alemania despuésde la primera guerra mundial. Más esencial es el hecho de que la crisis de la deu-da de los PMD no se limitaron al sector financiero de las EMD con grandes présta-mos al Tercer Mundo, sino que sus exportaciones (particularmente las manufac-turas) a los PMD más fuertemente endeudados fueron perjudicadas por la crisis,provocando pérdidas en la producción, el empleo y la participación en el merca-do. La evidencia sugiere que una reducción de los flujos de intereses de los PMD

a los bancos de las EMD habría sido casi equilibrada por el aumento de las expor-taciones de las EMD. Existió una contradicción entre el interés propio de los ban-cos acreedores y la economía real de los países deudores y acreedores, y fueronlos primeros los que prevalecieron” (BETHELL, 1997, p. 157).

Este enfoque resalta el alcance mundial del fenómeno:

❘❚❚ “La crisis de la deuda del Tercer Mundo en los años ochenta fue un proble-

ma global. Los déficits de los países no petroleros en vías de desarrollo ha-

bían absorbido una parte significativa de los excedentes de la OPEP en los

años setenta, contribuyendo así a suavizar la recesión de las EMD. Desde

1982, el peso del pago de la deuda impuso costos masivos a las economías

de los PMD, particularmente en América Latina. Sin embargo, este ajuste tam-

bién afectó negativamente las exportaciones de las EMD a los PMD, y, por tanto,

la producción, la recaudación fiscal, la inversión y el empleo en los países in-

dustrializados. La crisis de la deuda también contribuyó a la inestabilidad en

los mercados financieros mundiales. Dada la existencia de una interdepen-

dencia creciente en la economía mundial, un planteamiento bien programado y

más equilibrado de la crisis de la deuda habría beneficiado tanto a los países

en vías de desarrollo como a los desarrollados” (BETHELL, 1997, p. 158). ❚❚❘

Pero si la crisis afectó a todos las regiones del globo, lo hizo por cierto deforma muy desigual. En condiciones muy difíciles, los países latinoamerica-nos reorientaron sus políticas, de modo tal que devinieron prioritarios el ser-vicio de la deuda externa y la obtención de superávits en el comercio exte-rior que permitieran atender ese servicio.

“Todas las áreas del mundo en desarrollo afrontaron similares condiciones exter-

nas durante el decenio [de 1980]: un acceso restringido a nuevos préstamos, no-

tablemente elevados tipos de interés real, un deterioro general de los términos de

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Page 117: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

intercambio y una demanda estancada de productos básicos en el Norte. La ma-

yoría de los países latinoamericanos fueron muy vulnerables a estos impactos ne-

gativos y, por tanto, incapaces de lograr un ajuste eficiente durante los años

ochenta” (BETHELL, 1997, p. 152).

Al desencadenarse la crisis de la deuda, América Latina se internó en una delas etapas más dramáticas de su agitada historia. En materia de producción,y aún más en lo que tiene que ver con la desigualdad de ingresos, la décadade 1980 constituye sin duda una etapa de retroceso. De 1981 a 1989, el PIB

por habitante bajó un 8,3%, retrocediendo al nivel alcanzado ya en 1977, condistribución más regresiva (CEPAL, 1990, pp.21-22). Entre 1980 y 1990, la pro-porción de la población considerada pobre se elevó del 41% al 46%, y la po-blación indigente pasó del 19% al 22% del total.

A comienzos de la década de 1980 se invierte el signo de los movimientosmonetarios: los préstamos externos dejan de afluir a la región, y ésta debededicar cantidades crecientes para atender los servicios de una gigantescadeuda externa. La inflación y la inestabilidad crecen, retroalimentándose mu-tuamente con las masivas transferencias de capitales al exterior. La inver-sión, fuerte en los años anteriores, disminuye sustantivamente: del 22,7% delPIB en 1980 pasa al 16,4% en 1989 (CEPAL, 1990, p. 38).

Una comparación de largo plazo resalta la pérdida de dinamismo económi-co: el PIB total de la región creció a un promedio anual del 5,1% en la décadade 1950, de 5,7% en la de 1960, de 5’5% en la de 1970 y de 1,1% en la de1980 (CEPAL, 1992: p.36). Entre 1950 y 1980, en medio de grandes disparida-des regionales y sociales, América Latina había logrado que el índice de creci-miento bruto de la producción superara al índice de crecimiento de la pobla-ción. Esa relación se invirtió en la década de 1980.

En un continente de población joven, que se incrementa rápidamente, elestancamiento económico generó un importante deterioro de los ingresosmás bajos; se estima, por ejemplo, que el salario mínimo real urbano era en1991 alrededor del 60% del de 1980 (CEPAL-UNESCO,1992). La desigualdad cre-ció apreciablemente: “se contrajeron severamente los salarios y los ingresosde los trabajadores por cuenta propia no calificados, en tanto que las ganan-cias de los empleadores fueron menos afectadas y, en ocasiones, hasta au-mentaron” (CEPAL, 1992, p. 38).

La crisis llevó a promover las ventas al exterior, de materias primas y tam-bién de manufacturas, y a reducir los gastos en el interior. Junto a la disminu-ción ya destacada de los salarios, ello supuso una drástica baja de los gastossociales, un debilitamiento del sector público y, en particular, un sensible de-terioro de la calidad de la educación y la salud públicas.

El crecimiento hacia adentro, mantenido cuando ya había perdido vigor me-diante el aflujo de créditos externos, llegó a un abrupto final cuando éstos seinterrumpieron. Se inició entonces un gran viraje en la evolución del continen-te, en el cual se empezó a buscar una nueva inserción internacional mediantela apertura de la economía, la liberalización financiera y el crecimiento de lasexportaciones, particularmente de bienes industriales en cuyos precios gravi-tará decisivamente el uso masivo de recursos naturales y los bajos salarios.

En conjunto, se empezó a procesar un “ajuste estructural”, o rees-tructuración global de la economía, tendiendo a disminuir rápidamente

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Page 118: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

la importancia del sector público mientras aumenta la de los mayores gru-pos empresariales privados, la del sector financiero, la de los agentes exter-nos. “La crisis de la década de los ochenta estuvo asociada a un procesoimportante, y probablemente irreversible, de redistribución y concentracióndel capital.” Sus formas incluyen el aumento de la importancia relativa delos activos financieros y de la banca transnacional, así como el más fácil ac-ceso de los agentes externos al control de activos nacionales y recursos na-turales, a menudo a precios por debajo de los valores económicos reales(CEPAL, 1992, p. 44). Los procesos mencionados se conectan estrechamentea través del proceso de privatización más o menos acelerado que han veni-do impulsando la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos, debido alo cual ha descendido notoriamente la gravitación económica del área deproducción estatal.

En materia social, como ya se apuntó, las implicaciones del “ajuste” fue-ron claramente regresivas, lo cual era apreciado a comienzos de la décadade 1990 en los siguientes términos: se ha acentuado

❘❚❚ “[…] la excepcional desigualdad en la distribución de los ingresos en Amé-

rica Latina. Mientras que el 20% más rico de la población tiene, en promedio,

un ingreso seis veces mayor que el quintil más pobre en los países industria-

lizados y siete veces mayor en los países asiáticos, en América Latina el quin-

til más rico de la población obtiene un ingreso casi diecinueve veces mayor

que el 20% más pobre de los habitantes. Esta disparidad aumenta a tasas de

26 y 32 puntos en los casos de Brasil y Perú” (LECHNER,1992, pp. 84-85). ❚❚❘

En resumen, los procesos de ajuste apuntaron a la expansión de las expor-taciones, la contención de las importaciones y la caída del gasto público, ba-sándose para lograr todo ello en la disminución de la inversión, de los sala-rios y de los recursos destinados al área social. En lo económico y en losocial, la década de 1980 representó “la década perdida” de América Lati-na.

“En América Latina, el largo período de crecimiento sostenido desde 1950 llegó aun abrupto final en 1980-1981. Durante tres décadas el PIB había crecido a una ta-sa promedio del 5,5% anual, mientras que el producto per cápita se elevaba al2,8% anual. Sin embargo, durante los años ochenta la región logró un crecimien-to de sólo el 1,2% anual, mientras que la renta per cápita descendió casi en lamisma tasa. Casi todos los indicadores reflejan este cuadro general de estanca-miento y decadencia. La producción manufacturera, por ejemplo, que creció auna tasa del 6,5% anual entre 1950 y 1981, creció sólo el 1,1% entre 1981 y 1990”(BETHELL, 1997, p. 92).

En 1980, la participación del sector manufacturero en el PIB era del 25,4%,mientras que en 1990 había descendido al 23,4%. La ISI ya no era el motorprincipal del crecimiento económico. Una etapa fundamental de la historialatinoamericana estaba definitivamente agotada.

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Page 119: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

3.4. Una mirada de conjunto

Ensayamos aquí una valoración global de la etapa de la historia latinoameri-cana signada por el papel motor de la industria orientada hacia el mercadointerno.

3.4.1. La ISI en perspectiva

Intentaremos en esta sección una recapitulación de los principales rasgosdel “crecimiento hacia adentro”, cuya evolución ha sido descrita en las sec-ciones precedentes. La siguiente cita sirve como adecuada introducción altema:

❘❚❚ “Al concluir la segunda guerra mundial, los esfuerzos de desarrollo de la región

se dirigieron a transformar la estructura de la producción y a reducir la dependen-

cia externa. La industrialización por sustitución de importaciones produjo algunos

resultados positivos. La economía del área se expandió rápidamente: entre 1950

y 1981 el producto interior bruto creció a una tasa anual promedio del 5,3%. Sin

embargo, aunque el ingreso promedio per cápita creció a una tasa anual del

2,6%, persistieron las enormes desigualdades en la distribución de los beneficios

del crecimiento económico en toda América Latina: desigualdades entre los gru-

pos sociales, entre las áreas urbanas y las rurales, entre las regiones de cada

país y entre los distintos países. A su vez, surgieron nuevas formas de dependen-

cia respecto de la economía internacional. La ISI y la diversificación de los patro-

nes de consumo en los años cincuenta y sesenta dieron lugar a la adopción de

tecnologías importadas, cada vez más complejas, intensivas en capital y depen-

dientes de insumos importados. Asimismo, los años sesenta vieron un significa-

tivo flujo de inversión extranjera directa concentrada en la producción de sustitu-

tos de las importaciones de bienes manufacturados, que se beneficiaron de los

altos niveles de protección efectiva. Dado el considerable contenido importado de

estas industrias y las altas tasas de beneficios, los ahorros netos de divisas eran

a veces insignificantes o incluso negativos” (BETHELL, 1997, pp. 84-85). ❚❚❘

Entre luces y sombras, la industria orientada predominantemente al merca-do interno fue efectivamente el primer motor del crecimiento y se expandióa ritmos llamativos:

❘❚❚ “América Latina obtuvo altas tasas de crecimiento de las manufacturas en-

tre 1950 y 1981, en que la producción creció más de seis veces. Este creci-

miento [del orden del 6,5% anual] fue más rápido que el de la producción ma-

nufacturera mundial (5,7%), lo que significa que América Latina aumentó su

participación en la producción mundial durante estas décadas” (BETHELL,

1997, p. 115). ❚❚❘

En el período señalado, la participación de la industria en el PIB latinoameri-cano total pasó de menos del 20% a más del 25%.

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Page 120: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

Ese proceso de crecimiento económico significativo con transformaciónde la estructura productiva fue posibilitado por un importante incremento dela inversión, que llegó a ubicarse bien por encima de su promedio históricoy de los valores que registraría después de la crisis de comienzos de la dé-cada de 1980. En efecto, la inversión en América Latina pasó del 18,4% delPIB en la década de 1950 al 22,2% en el período 1973-1981, para descen-der al 16,7% como promedio entre 1982 y 1990. La considerable acumula-ción de capital durante la ISI se reflejó en que “el nivel de inversión en 1981era, en términos reales, casi nueve veces mayor que el de 1950”; entre es-te año y 1981, “la inversión en maquinarias y equipos también creció rápi-do, a una tasa anual del 8%” (BETHELL, 1997, p. 110).

Siempre resulta cuestionable hablar de América Latina en su conjunto,pues la diversidad de situaciones nunca deja de ser notable. Sin mengua delo dicho, la ISI y las formas en las que fue llevada adelante en el continentegeneraron ciertas tendencias comunes y no pocas similitudes en el panora-ma económico, si se lo contempla en perspectiva histórica. En efecto, la ten-dencia hacia una cierta convergencia de situaciones durante el período del“crecimiento hacia adentro” contrasta acusadamente con lo registrado an-tes, cuando la inserción primario-exportadora en la economía mundial tuvolugar con grados de vinculación y niveles de beneficios muy diversos, lo queacentuó la diversidad continental. Probablemente, la primacía de las tenden-cias divergentes sobre las convergentes haya reaparecido en los últimostiempos.

En cualquier caso, la diversidad de resultados no estuvo ausente en laetapa de la ISI, en la cual se destacó el crecimiento de la producción en elBrasil y también en México. Ello fue

❘❚❚ “[…] también impresionante en relación con el de las EMD. Durante este pe-

ríodo, los dos países latinoamericanos crecieron a una tasa promedio anual

de aproximadamente el 50% por encima de la tasa de las EMD, de modo que,

pese a su crecimiento demográfico mucho más rápido, lograron aumentar su

renta per cápita en relación con la de los países de altos ingresos de la OCDE

del 16% al 21%” (BETHELL, 1997, p. 109). ❚❚❘

En cambio, países como la Argentina y Chile, donde la industrialización tem-prana fue especialmente importante, avanzaron luego con mayores dificulta-des, en parte por motivos que arrojan luz sobre la problemática de conjunto.

“Típicamente la ISI en América Latina comenzaba con la producción de bienes deconsumo ligeros, después pasaba a los bienes intermedios, a los de consumo du-raderos y a los bienes de capital. Las economías de escala, la especialización y eltamaño del mercado interno se hicieron cada vez más importantes, y la tecnolo-gía se volvió más compleja cuando la ISI progresaba hacia etapas más avanzadas.Algunos países que habían iniciado su ISI con mayor anticipación, como Argenti-na y Chile, pronto comenzaron a tropezar con dificultades debidas principalmen-te a la incapacidad para explotar las economías de escala dada la limitada expor-tación de manufacturas. Estos obstáculos se reflejaron en tasas de crecimientomás bajas” (BETHELL, 1997, p. 115).

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La cita ilustra un problema capital, que no llegó a ser resuelto durante elperíodo, y que más bien fue agravándose: la industrialización dependía engrado sumo de las importaciones. Inicialmente, la ISI colaboró a mejorar lasituación en materia de comercio exterior, pues disminuyó la importaciónde productos manufacturados para consumo, pero, con el paso del tiempo,“la producción interna se hizo cada vez más dependiente de las importa-ciones de bienes intermedios y de capital” (BETHELL, 1997, p. 118). Las di-ficultades para avanzar en el proceso de industrialización, hasta el puntode sustituir también parte sustantiva de las importaciones de máquinas,tecnología e insumos intermedios, y de compensar las importaciones conexportaciones considerables de manufacturas, constituyó el problema fun-damental de la ISI, que se reflejó recurrentemente en las dificultades delcomercio exterior.

“El desarrollo de una ISI de ‘importación intensiva’ (principalmente deinsumos sin sustitutos autóctonos) produjo una creciente rigidez en la de-manda de importaciones”; así, a pesar de lo que se incrementó la produc-ción industrial local, durante veinte años, entre 1953 y la crisis del petró-leo de 1973, que alteró profundamente la estructura de las importacionesa precios corrientes, el peso en estas últimas de las manufacturas semantuvo alrededor del 70% del total de lo que los países latinoamericanoscompraban en el exterior (BETHELL, 1997, p. 119).

El “crecimiento hacia adentro” implica que el comercio exterior -la sumade las exportaciones y las importaciones- crece menos que la produccióntotal. Pero ello puede suceder con evoluciones muy distintas de la balanzacomercial. En el caso latinoamericano, esta última tendió a ser deficitaria,por el carácter “importador dependiente” de la ISI y también por la cuantíadel alto consumo atendido mediante compras en el exterior.

“[…] la ISI, tal como se aplicó en los países latinoamericanos durante este perío-do [entre 1950 y 1980, aproximadamente], condujo a una disminución de la par-ticipación del sector externo en el PIB (con una caída más rápida en el porcenta-je de exportaciones que en el de importaciones y una rigidez creciente en elporcentaje de importaciones). El resultado fue una tendencia estructural hacia dé-ficits más grandes en la balanza de pagos hasta la crisis del petróleo de 1973-1974. De ese modo, la balanza comercial pasó de un excedente de alrededor del3% del PIB a inicios de los años cincuenta a un déficit de casi el 2% en 1972”(BETHELL, 1997, p.120).

Ese déficit se ligó a las formas de financiación de la industrialización. En lí-neas generales, las políticas durante la ISI trasladaron recursos del agro a laindustria y, más en general, a los sectores urbanos, lo que contribuyó a ge-nerar “un crecimiento agrícola más lento, el cual se convirtió en un obstácu-lo para el desarrollo industrial cuando el excedente comercial de la agricultu-ra disminuyó rápidamente durante los años cincuenta y sesenta” (BETHELL,1997, p. 120).

Las dificultades en la balanza de pagos vinculadas con el proceso indus-trializador fueron en alguna medida incentivadas por

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❘❚❚ “[…] el sesgo antiexportador de las políticas comerciales. Una percepción

pesimista de las posibilidades de expandir y diversificar las exportaciones

(particularmente de los productos básicos) llevó a subestimar la capacidad de

la exportación de servir como una fuente dinámica del crecimiento económico.

En retrospectiva, parece evidente que los países latinoamericanos fueron len-

tos en percibir los cambios que estaban ocurriendo paulatinamente en la eco-

nomía mundial, así como en predecir el agotamiento de la ISI (tal como se es-

taba aplicando en América Latina). El hecho es que se mantuvo por

demasiado tiempo el acento en las políticas de desarrollo en los mercados in-

ternos. Sin subsidios a la exportación para compensar las distorsiones de los

precios asociados con la ISI, las actividades de exportación estaban en mu-

chos casos expuestas a una protección efectiva negativa. Esto desalentó la in-

versión y la diversificación de la exportación que, pese al rápido crecimiento

de las exportaciones de bienes manufacturados en los países más grandes,

se mantuvo excesivamente dependiente de unos pocos productos básicos”

(BETHELL, 1997, p. 120). ❚❚❘

Sin embargo, corresponde subrayar que una de las tendencias que se fueabriendo paso en los tramos finales de la ISI la constituyó precisamente elincremento de las manufacturas en el total de las ventas al exterior de lospaíses latinoamericanos. Ya en la década de 1960 habían empezado a to-mar cierta importancia las políticas de apoyo a la exportación. La capacidadproductiva construida a partir de la sustitución de importaciones fue la baseen la que se apoyó el gran esfuerzo de exportación de bienes industrialesque la región debió realizar durante la década de 1980, para afrontar el ser-vicio de la deuda y las restricciones al financiamiento externo.

Dicha capacidad se expandió durante la “ISI 2”, en buena medida debidoal nuevo papel de las empresas transnacionales.

“Durante los años sesenta la inversión extranjera directa empezó a participar enla producción de manufacturas. Éste fue el resultado de una nueva tendenciamundial de las empresas multinacionales, de las modificaciones en la composi-ción de la demanda de las economías de mercado desarrolladas por importacio-nes, de la mejorada capacidad productiva y tecnológica de la región derivada dela ISI, y de la creciente presión política en muchos países en pro de la nacionali-zación de las compañías extranjeras involucradas en la exportación de productosbásicos” (BETHELL, 1997, p. 143).

La exportación de manufacturas fue favorecida por otra de las tendencias re-gistradas durante la segunda fase de la ISI, la búsqueda de acuerdos de in-tegración a escala regional o subregional.

Las tendencias anotadas ofrecían vías para superar algunas de las tra-bas de la industrialización, como el reducido tamaño de los mercados nacio-nales y la gravitación negativa en la balanza comercial. Aunque no alteraronsustancialmente el tipo de crecimiento predominante, ni evitaron su agota-miento, representan potencialidades abiertas por la propia ISI para ir másallá de sus limitaciones, eventualmente mejorando o alterando el modelo.

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Ambas tendencias serán brevemente consideradas en la sección siguiente,pues son relevantes no sólo para una valoración de conjunto del “crecimien-to hacia adentro” sino, más todavía, para el análisis de lo que sucedió des-pués y de lo que puede suceder en el futuro.

3.4.2. Tendencias a la profundización del procesoindustrializador

En la segunda fase de la ISI, la capacidad industrial instalada empezó a ge-nerar ventas al exterior de cierta significación. Por cierto, el fenómeno variómucho de un país a otro, y fue el Brasil el que alcanzó niveles mayores. Sindesmedro de tal diversidad, la tendencia destacada se manifestó en el con-junto de la región y llegó a alimentar las expectativas de que el período del“crecimiento hacia adentro” fuera seguido por otro caracterizado por el pre-dominio de un modelo industrial exportador. Como lo indica la importanciade las exportaciones de automóviles en el caso brasileño, la inversión ex-tranjera en la industria fue uno de los factores que impulsaron esta expan-sión de las exportaciones manufactureras, particularmente de las que se di-rigían a otros países de la misma región. La composición tradicional de lasexportaciones a otras regiones varió bastante menos.

“La exportación de manufacturas, que había estado creciendo a una tasa anualdel 3,8% durante los años cincuenta, creció al 11,3% entre 1960 y 1973, y (trascuatro años de estancamiento después de la primera crisis del petróleo) cerca del15% anual entre 1977 y 1990, esto es, la exportación de manufacturas de Améri-ca Latina en 1990 fue 25 veces más grande que a inicios de los años cincuenta yla exportación de bienes semimanufacturados cinco y media veces mayor. Enconsecuencia, la participación de las manufacturas y semimanufacturas en las ex-portaciones totales de América Latina se elevó del 9% en 1952-1955 al 12% en1960, al 15% en 1970, a un tercio en 1980 y a casi el 40% a principios de los añosnoventa. El país que más diversificó sus exportaciones fue Brasil, cuyas ventas enel sector automotriz sobrepasaron a las del café en los años ochenta y cuyas ma-nufacturas representaron más de la mitad (52%) de las exportaciones en 1990. Sinembargo, la mayor incidencia de las manufacturas se generalizó en toda la re-gión. Por ejemplo, en las exportaciones combinadas de Colombia, Perú, Uruguayy Venezuela el porcentaje de las manufacturas en la exportación total creció del1% en 1960 al 17% en 1990” (BETHELL, 1997, p. 122).

Este proceso tuvo algunas similitudes con el auge exportador de los paísesasiáticos, como lo destaca la cita siguiente. Ahora bien, a pesar de que lascifras del crecimiento productivo durante las décadas de 1960 y 1970 ofre-cían algún apoyo a la idea de que en América Latina algunas naciones vi-vían un proceso comparable al del Este de Asia, ya recordamos que los gua-rismos de la década de 1980 fueron muy distintos. Más adelanteahondaremos en esta cuestión a partir de una comparación sucinta entrelas políticas industriales prevalecientes en una y otra región. Como surgetambién de la próxima cita, las políticas que moldearon la ISI fueron las que,reorientadas, se usaron para la promoción de la exportación de productos

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industriales; consiguientemente, esta alternativa se vio limitada por las ca-rencias de aquellas políticas, que se hicieron más graves en un contexto deacrecentada competencia internacional, de aceleración del cambio técnico yde transformación de los procesos productivos, lo que ha sido presentadocomo el tránsito del “paradigma fordista” al “paradigma de las Tecnologíasde la Información y la Comunicación (TICs)”. Las diferencias entre los proce-sos de industrialización en el Este de Asia y en América Latina hicieron quedicho tránsito fuera muy favorable para los primeros y más bien al contrariopara los últimos.

Sobre los puntos anotados recién volveremos en secciones posteriores.Concentrando aquí la atención en nuestra región, vale la pena consignar quese han señalado

❘❚❚ “[…] tres características principales de la experiencia de diversificación de

las exportaciones de América Latina. En primer lugar, los países grandes tuvie-

ron más éxito en este aspecto, fueron los que realizaron una ISI más efectiva y

tuvieron una base industrial más desarrollada. Este fenómeno es parecido a

la experiencia de algunos países del este asiático en su transición de la sus-

titución de importaciones a la promoción de la exportación. En los países más

pequeños los tipos de cambio favorables y otros incentivos a la diversificación

de la exportación no fueron tan efectivos como en las economías más indus-

trializadas. Es evidente que los mercados internos más grandes ayudaron a la

ISI a aprovechar las economías de escala en una gama más amplia de activi-

dades. En segundo lugar, los países más exitosos en términos de la diversifi-

cación de las exportaciones fueron aquellos en que el Estado intervino activa-

mente con medidas dirigidas a la promoción de la exportación. En otras

palabras, como en el caso de los PIR [países de industrialización reciente del

Asia], se realizó la apertura de la ISI generalmente mediante la reorientación

de muchos instrumentos de promoción directa, como la inversión pública, los

subsidios, la financiación pública y la exención fiscal, junto con la corrección

de algunas distorsiones perjudiciales tales como la protección efectiva negati-

va y un tipo de cambio artificialmente revaluado. Finalmente, la integración

económica regional fue otro factor que tuvo un impacto significativo en la di-

versificación y promoción de la exportación” (BETHELL, 1997, p. 125). ❚❚❘

La frase precedente conecta, de manera muy directa, la tendencia que ve-níamos comentando con la emergencia de los procesos de integración, otroproceso que también se destacó durante la segunda parte del período de“crecimiento hacia adentro” y que, con significativos cambios, tiene en elpresente notoria incidencia en el panorama continental.

Los principales ideólogos de la ISI vieron la integración regional como unaclave para el avance de la industrialización, por un doble motivo: por un la-do, al ofrecer un mercado mucho más amplio para la actividad manufacture-ra, posibilitaría aprovechar las economías inherentes a la producción en granescala, cosa que, en general, la pequeñez de los mercados nacionales nopermitía; por otro lado, la apertura de los mercados nacionales a los bienesproducidos en otros países de la región supondría para las empresas indus-triales una competencia mayor que redundaría en una mayor eficiencia. Ensuma, protegiendo no tanto a cada mercado nacional sino a un mucho más

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grande mercado regional, se podría profundizar la industrialización al combi-nar la protección con la ampliación de la demanda y el estímulo de la com-petencia.

Puntos de vista semejantes se vieron reflejados en la creación, por el Tra-tado de Montevideo de 1960, de la Asociación Latinoamericana de Libre Co-mercio (ALALC), la cual incluía a México y a las diez naciones independientesde Sudamérica (por entonces Guyana y Surinam eran colonias); en 1980, seconvirtió en la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración). La ALALC fueconstituida, pese a la oposición de los Estados Unidos, en momentos enque se notaba una considerable disminución del comercio intralatinoameri-cano. Al comienzo, facilitó un rápido incremento de ese comercio, pero luegoel proceso integrador perdió fuerza y sus resultados quedaron muy por deba-jo de los objetivos planteados; en conjunto, sin embargo, contribuyó a ex-pandir los intercambios dentro de la región, sobre todo de manufacturas, loque posibilitó una mayor utilización de la capacidad industrial instalada.

Por su parte, el Mercado Común Centroamericano (MCCA) -que llegó aagrupar a todos los países del área con excepción de Panamá- tuvo inciden-cia significativa durante la década de 1960, cuando se instaló, y parte de lade 1970. Luego, el MCCA se vio afectado por las desigualdades regionales y,especialmente, por la crisis de la deuda.

La comparación entre los dos procesos integradores a los que se ha he-cho referencia pone de manifiesto que, si bien la ISI impulsada en cada paísmediante un uso amplio de la protección sentó las bases para el avanceposterior de la industrialización, también lo dificultó, al generar redes de in-tereses opuestos a la integración, en la medida en que esta última afectabala protección que los beneficiaba.

“El avance en el intercambio comercial era mucho más significativo en el MCCA

que en la ALALC/ALADI. Como en su mayor parte la industrialización centroameri-cana estuvo asociada al proceso de integración, los intereses creados se convir-tieron en una fuerza a favor del comercio intrarregional. Era un caso de ISI basa-do en la integración. Por el contrario, en la ALALC los intentos para promover elcomercio intrarregional fueron en muchos casos derrotados por los interesescreados consolidados durante la fase inicial nacional de la ISI entre los años trein-ta y cincuenta” (BETHELL, 1997, p. 136).

El Pacto Andino se inició como proceso de integración en 1969, llegando aincluir a Chile, Colombia, Ecuador, Perú y Venezuela; se esperaba que esebloque compensara la superioridad económica de los tres grandes paísesde la región, Argentina, Brasil y México. Este proyecto se planteaba objetivosmucho más ambiciosos que la ALALC o el MCCA; en efecto, se apuntaba a unaplanificación industrial conjunta; además, a través de la muy comentada“Decisión 24” del Pacto Andino, se estableció una regulación común y exi-gente de la inversión extranjera. Durante la primera mitad de la década de1970, el influjo comercial de este proceso integrador fue muy grande; mástarde se vio perjudicado por factores como el cambio de política al respectoa que el golpe de Pinochet dio lugar en Chile, el cual se retiró del Pacto en1976. En los años posteriores, el impulso inicial se fue debilitando.

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En 1980, cuando se habían desdibujado buena parte de las esperanzasdepositadas en la integración de las economías latinoamericanas, un nuevotratado de Montevideo, menos ambicioso que el de veinte años antes, sus-tituyó a la ALALC por la ALADI (Asociación Latinoamericana de Integración), queprocuró mantener los avances logrados facilitando acuerdos bilaterales en-tre los países miembros. Éstos ya se habían mostrado muy útiles para unpequeño país como el Uruguay, cuyo comercio con sus dos grandes vecinosfue grandemente estimulado por el CAUCE (Convenio Argentino Uruguayo deCooperación Económica) y el PEC (Protocolo de Expansión Comercial, estable-cido con el Brasil).

A esa altura, los experimentos integracionistas habían alcanzado ciertoslogros, particularmente en lo que hace a facilitar la expansión de las expor-taciones industriales, pero no habían logrado revitalizar a la ISI en un marcoregional ampliado.

“En último análisis, los principales obstáculos a la integración económica regionaleran los mismos que constreñían el desarrollo económico en general en AméricaLatina en este período; a saber: la falta de continuidad de las políticas económi-cas, los súbitos cambios políticos y financieros, la estrechez de miras de la mayo-ría de los grupos empresariales, las expectativas demasiado ambiciosas, losshocks externos y la crisis de la deuda externa” (BETHELL, 1997, p. 140).

En la década de la crisis, reapareció un proyecto integracionista muy ambi-cioso.

“El acuerdo bilateral más importante de los años ochenta fue el convenio entreArgentina y Brasil de julio de 1986, que comprendía asuntos tan diversos como larenegociación de las preferencias arancelarias, las empresas binacionales, los fon-dos de inversión, la biotecnología, la investigación económica y la coordinaciónnuclear. De los ‘dieciséis protocolos firmados’, el más significativo fue el ‘proto-colo número uno’ que abordaba la producción, el comercio y el desarrollo tecno-lógico de los bienes de capital” (BETHELL, 1997, p. 138).

Pero lo que pudo ser visto en su momento como la transición de la integra-ción para avanzar en la sustitución de importaciones industriales a la inte-gración para cooperar en la promoción de exportaciones industriales másallá de la región, no tuvo realmente continuidad. Si bien la aproximación en-tre la Argentina y el Brasil dio lugar al MERCOSUR -que fue creado en 1991 eincorporó al Paraguay y al Uruguay-, éste trasuntó un proyecto muy distinto alque inspiraba el convenio de 1986, y además se fue plasmando en condicio-nes políticas y económicas bastante distintas a las de la década de 1980.

En cualquier caso, el tema de la integración recibe atención creciente enAmérica Latina, por lo cual vale la pena transcribir una recapitulación de suevolución hasta comienzos de la década de 1990.

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“El proceso de integración económica de América Latina pasó por tres etapas dis-tintas. La primera (los años sesenta y comienzos de los setenta) se caracterizó porla amplia intervención del Estado, y plazos tanto para la eliminación de barrerascomerciales intrarregionales como para el establecimiento de aranceles externoscomunes. Después, hacia finales de los años setenta, la frustración con el paula-tino desfase entre las grandes expectativas iniciales y los logros reales de la pri-mera fase de la integración provocó un período de reacción y consolidación. Du-rante esta segunda fase, los países latinoamericanos abandonaron los objetivosanteriores y adoptaron un enfoque más prudente, basado principalmente enacuerdos comerciales bilaterales de alcance parcial. El inicio de la tercera etapa,la nueva ola de integración regional de finales de los años ochenta y comienzosde los noventa, coincidió con la transformación de las políticas de industrializa-ción y comercio. No se veía ya como un estímulo a la ISI ni como un instrumen-to para la ‘defensa colectiva’ de los mercados latinoamericanos frente a la com-petencia extranjera; en lugar de ello, se veía la cooperación más estrecha comouna palanca para estimular la participación de las exportaciones latinoamericanasen los mercados mundiales, particularmente en las naciones industrializadas”(BETHELL, 1997, p. 126).

Por lo dicho antes, la sugestiva caracterización de conjunto recién transcritasuscita algunas reservas. Los principales procesos de integración que invo-lucraron a la región latinoamericana durante los noventa fueron el MERCOSUR

y, sobre todo, el NAFTA, el tratado de libre comercio entre Canadá, los EstadosUnidos y México, que entró en vigencia en 1994. El primero representó enlos hechos un viraje en el proceso de integración entre la Argentina y el Bra-sil, cuya orientación inicial apuntaba, en efecto, a una estrategia exportado-ra conjunta, de largo aliento, con atención a los bienes de capital y a la tec-nología, lo cual no fue prioritado por el MERCOSUR, cuyo énfasis ha estado enla liberalización comercial más o menos rápida.

En cuanto al NAFTA, es evidente su enorme importancia para la economíade México, y también para su historia, en la cual puede jalonar un cambio derumbo que va mucho más allá de lo económico. Para la región en su conjun-to, el NAFTA se presenta como un paso hacia la conformación de una zona delibre comercio de todas las Américas, propuesta por el gobierno de los Esta-dos Unidos. En otras palabras, lo que está planteado es una reorientacióncompleta del proceso integrador de América Latina. Se inscribe así en la dis-cusión de las perspectivas de la región después de que la crisis de la déca-da de 1980 marcara el agotamiento del crecimiento hacia adentro y abrierauna etapa muy distinta de la historia latinoamericana.

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Las políticas y la reflexión acerca deldesarrollo

Objetivos

• Servir de introducción histórica sumaria al estudio de la teoría del desa-rrollo y, especialmente, de la contribución latinoamericana a la misma.

• Estudiar las interacciones en América Latina entre el pensamiento acercadel desarrollo y los procesos de industrialización, cambio técnico y gene-ración de conocimientos.

• Ensayar, como estímulo para el estudio y la reflexión propia de los lecto-res, una interpretación de conjunto sobre la evolución de la cuestión deldesarrollo en América Latina durante la segunda mitad del siglo XX.

4.1. Atraso y subdesarrollo en el mundo de la Segunda Posguerra

En este apartado resumimos el contexto en el cual el tema del desarrollo sedestacó especialmente, tanto a nivel político e ideológico como académico.

4.1.1. La irrupción del Tercer Mundo

En los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial cobró gran notoriedadla problemática del “desarrollo”. Ello se debió en gran medida a la importan-cia política creciente de las áreas “periféricas”. En efecto, en esa época seinició el gran proceso histórico de la descolonización, a lo largo del cual al-canzaron su independencia, particularmente en Asia y África, multitud de na-ciones que hasta entonces eran colonias europeas. Esas ex colonias, algu-nos países previamente independientes de ambos continentes y AméricaLatina en su conjunto constituyeron lo que a partir de comienzos de la déca-da de 1950 fue conocido como el “Tercer Mundo”, por oposición al “PrimerMundo”, formado por los países capitalistas avanzados, y al “Segundo Mun-do”, constituido por el bloque soviético. La “Guerra Fría” entre estos dos úl-timos realzó la importancia de lo que acontecía en aquel conjunto de nacio-nes nuevas o con aspiraciones renovadas, capaces de incidencia crecienteen la arena económica y política internacional.

El Tercer Mundo había irrumpido con fuerza en el acontecer mundial, pro-pulsado por su gravitación estratégica para los bloques enfrentados, por laimportancia económica de su producción y por la activación política de loscontingentes humanos que lo poblaban, muy grandes, muy jóvenes, viviendomayoritariamente en condiciones muy inferiores a las prevalecientes en elPrimer Mundo, y potencialmente dispuestos a sostener ambiciosos proyec-tos de cambio. Todo conducía pues a prestar gran atención a las aspiracio-nes al “desarrollo” que cundían en los “países atrasados”.

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4

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4.1.2. Concepciones alternativas sobre el desarrollo

En el contexto sumariamente evocado antes, surgieron las teorías modernassobre el desarrollo. En ellas, las concepciones predominantes compartíanciertos puntos de vista que incluyen los apretadamente resumidos a conti-nuación. El desarrollo de un país es el proceso a lo largo del cual su capaci-dad productiva y su estructura económica se van asemejando a las de lospaíses industriales avanzados, esto es, los países desarrollados. El procesode desarrollo es, en sus grandes rasgos, el mismo para todos los países,por lo cual los países atrasados son los que están ubicados en los peldañosinferiores de la escala del desarrollo; atraso y subdesarrollo, en esta óptica,son sustancialmente lo mismo: falta de desarrollo.

Rasgo fundamental de estos enfoques es la identificación entre desarro-llo y crecimiento económico, por lo cual la teoría del desarrollo resulta partede la economía. A su vez, la solución a la problemática del desarrollo ha detener como eje central el logro de un nivel de inversión elevado, que garanti-zará el crecimiento. Esta noción se afirmó sólidamente en los años posterio-res a la Segunda Guerra Mundial: “Se convirtió en un artículo de fe, reforza-do por la recuperación y el crecimiento rápidos de la posguerra […], tanto enla Europa occidental como en la Europa oriental, que el crecimiento depen-día decisivamente de la inyección de una cantidad adecuada de capital, na-cional o extranjero” (HIRSCHMAN, 1984, p. 84).

Más detalladamente,

❘❚❚ “[…] el desarrollo se verá más o menos como sinónimo de formación de

capital. W. A. Lewis ha proporcionado un pasaje clásico en este contexto: ‘El

problema central en la teoría del desarrollo económico es el de entender el

proceso por medio del cual una comunidad que previamente está ahorrando e

invirtiendo de 4 a 5% de su ingreso nacional o menos, se convierte en una

economía en que el ahorro voluntario alcanza alrededor de 12 a 15% del ingre-

so nacional o más. Éste es el problema principal, ya que el hecho central del

desarrollo económico es la acumulación rápida (incluyendo al conocimiento y

las capacidades, junto con el capital)’. Durante los años cincuenta, la gran ma-

yoría de los economistas no vio ninguna diferencia entre país ‘subdesarrolla-

do’ y país ‘no desarrollado’. Al observar las diferencias entre los países indus-

trializados y los subdesarrollados, se intentó describir el nivel y los diversos

aspectos del subdesarrollo. Por lo tanto, el problema del subdesarrollo fue ca-

racterizado como un problema de escasez de capital” (BLOMSTRÖM y HETTNE,

1990, pp. 23-24). ❚❚❘

La óptica que estamos resumiendo incluyó entre sus rasgos característicosuna opinión muy definida sobre las consecuencias de la interacción entrepaíses avanzados y países atrasados: el comercio internacional beneficiaríatanto a unos como a otros, e incluso era visto como un factor potencial deigualación de los ingresos en el mundo en su conjunto.

La familia de concepciones que compartían los puntos de vista reseña-dos corresponde a la que, en su “clasificación simple de las teorías del de-sarrollo”, Hirschman (1984, pp. 13-16) denomina economía ortodoxa.

El mismo autor señala que, durante las décadas de 1940 y 1950, fueron

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Page 131: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

cobrando fuerza ciertas ideas diferentes, que constituyeron lo que llamaeconomía del desarrollo. Esas ideas compartían dos ingredientes básicos:

❘❚❚ “[…] el rechazo de la pretensión de la monoeconomía y la afirmación de la

pretensión del beneficio mutuo. Entiendo por el rechazo de la monoeconomía

la idea de que los países subdesarrollados se apartan como un grupo -debido

a varias características económicas específicas comunes a todos ellos- de los

países industriales avanzados, de modo que el análisis económico tradicional,

que se ha concentrado en los países industriales, deberá reformularse en sen-

tidos importantes cuando se ocupe de los países subdesarrollados. La preten-

sión del beneficio mutuo es la afirmación de que las relaciones existentes en-

tre estos dos grupos de países podrían adoptar formas tales que se

produjeran beneficios para ambos” (HIRSCHMAN, 1984, p. 13). ❚❚❘

Vale la pena indicar cómo las denominadas “pretensiones de la macroeco-nomía y del beneficio mutuo” diferencian posiciones contrapuestas en elpensamiento acerca del desarrollo.

“La posición ortodoxa sostiene las dos proposiciones siguientes: a) la economíaes un conjunto de teoremas simples, pero ‘poderosos’ y de validez universal: só-lo hay una ciencia económica (‘así como sólo hay una física’); b) uno de estosteoremas afirma que, en una economía de mercado, fluyen beneficios para todoslos participantes, ya sean individuos o países, de todos los actos voluntarios delintercambio económico (‘porque de otro modo no participarían en tales actos’).En esta forma se afirman las pretensiones de la monoeconomía y del beneficiomutuo.La posición contraria es la de las principales teorías neomarxistas del desarrollo,que sostienen: a) que la explotación o el ‘intercambio desigual’ es la característi-ca esencial, permanente, de las relaciones existentes entre la ‘periferia’ subdesa-rrollada y el ‘centro’ capitalista; b) a resultas de este largo proceso de explota-ción, la estructura político-económica de los países periféricos es muy diferentede todo lo que haya experimentado jamás el centro, de modo que su desarrollono puede seguir el mismo camino; por ejemplo, se ha sostenido que los paísesperiféricos no pueden tener una experiencia de industrialización afortunada bajoauspicios capitalistas. Aquí se rechazan la pretensión del beneficio mutuo y lapretensión monoeconómica” (HIRSCHMAN, 1984, pp. 14-15).

Recapitulemos. Cuando, en la segunda posguerra, la cuestión del desarrolloirrumpe con singular fuerza en los ámbitos políticos y académicos, las con-cepciones predominantes comparten en líneas generales las afirmacionessiguientes:• el desarrollo de los países atrasados es un problema económico que se

resuelve mediante el crecimiento;• la clave del crecimiento radica en la disponibilidad de fondos para la in-

versión;• las dinámicas económicas de los países atrasados responden a los mis-

mos determinantes que las de los países avanzados (pretensión de lamonoeconomía);

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Page 132: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

• el comercio internacional beneficia tanto a los países avanzados como alos países atrasados (pretensión del beneficio mutuo);

• los países atrasados han de desarrollarse según trayectorias similares alas recorridas previamente por los países avanzados.

A su vez, las concepciones alternativas se fueron definiendo a través delcuestionamiento a algunas o de todas esas afirmaciones.

4.2. La concepción latinoamericana clásica acerca deldesarrollo

Las observaciones del apartado precedente esbozan el contexto en el cualtomó cuerpo el pensamiento latinoamericano sobre el subdesarrollo. En es-ta corriente de ideas jugó un papel fundamental el llamado “estructuralismocepalino”, la concepción alimentada por los trabajos realizados en el marcode la CEPAL, la Comisión Económica para América Latina. A ella nos referimosa continuación.

4.2.1. El estructuralismo cepalino

El término “estructuralismo” aparece por primera vez en el vocabulario técni-co del desarrollo durante los debates de la década de 1950 acerca de lascausas de la inflación en América Latina. La posición estructuralista soste-nía que, en el continente, la inflación no era simplemente un fenómeno mo-netario. No lo causaba sólo la emisión de demasiado dinero en relación conla oferta disponible de bienes. La desproporción entre dinero y bienes obvia-mente estaba presente, pero sus causas eran más globales y residían en laestructura económica, que creaba rigideces en la oferta de bienes. La impli-cación para la política era que la solución de este tipo de inflación no podíaencontrarse sólo en la deflación o restricción de circulante. Ella consistía endesarrollar la estructura económica de modo de eliminar las rigideces exis-tentes. Exigía pues encontrar formas para reducir la dependencia de la ex-portación de bienes primarios y de la importación de bienes de consumo yde capital (Toye, 1987, p. 34).

La CEPAL fue creada en 1948. En las discusiones que condujeron a sucreación se destacó que, hasta ese momento,

❘❚❚ “[…] se había prestado insuficiente atención a la necesidad de acción inter-

nacional en la esfera del desarrollo económico, y que existía una tendencia a

ver los problemas de los países subdesarrollados desde el ángulo de los paí-

ses altamente desarrollados de Europa y América” (SUNKEL y PAZ, 1991, p.

34). ❚❚❘

La CEPAL jugará un importante papel en la redefinición, desde la perspectivadel subdesarrollo, de la problemática del desarrollo y del concepto mismo.Los enfoques propuestos por su director, Raúl Prebisch, señalan el comien-zo de una etapa durante la cual, a través de planteos diversos e incluso

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contrapuestos, los aportes latinoamericanos a la teoría del desarrollo ten-drán gran impacto no sólo en nuestro continente sino también fuera de él.

El pensamiento cepalino se basa en el cuestionamiento a “la división in-ternacional del trabajo” en la economía mundial, entre un “centro” productorde bienes industrializados y una “periferia” productora de materias primas.En la concepción predominante acerca del comercio internacional, esa situa-ción era considerada beneficiosa para ambos grupos de países, en la medi-da en que cada uno se dedicaba a producir lo que hacía mejor y podía porende vender con mayor provecho, logrando mayores recursos para comprarlo que no era capaz de producir eficientemente. En tales condiciones, la di-visión internacional del trabajo prevaleciente beneficiaría tanto a los paísesindustrializados como a los que no lo eran.

Prebisch sostuvo que, por el contrario, la experiencia mostraba que losprecios de las materias primas tendían a deteriorarse en relación con losprecios de los productos de la industria, lo cual implicaba que, en el inter-cambio con el “centro”, la “periferia” tenía que exportar volúmenes crecien-tes para no ver disminuidas sus importaciones. Se asistía así a un “deterio-ro de los términos de intercambio”, difícil de evitar en la medida en que losbienes producidos por los países industrializados resultaban cada vez másimportantes para la economía en su conjunto. Consiguientemente, el inter-cambio internacional no funcionaba con provecho para todos, sino benefi-ciando al “centro” y perjudicando a la “periferia”, cuyo rezago productivo ytecnológico aumentaba. El problema de los países no industrializados ya noparece consistir sólo en la falta de desarrollo propio sino que es asimismouna consecuencia del desarrollo ajeno. El “subdesarrollo” no es únicamenteatraso sino también subordinación, ubicación desventajosa en la economíainternacional.

La concepción original de la CEPAL

❘❚❚ “[…] expresa la preocupación que despierta en ciertos países su depen-

dencia del comercio internacional, en virtud de la especialización en la expor-

tación de materias primas; refleja también las aspiraciones de reafirmación de

la independencia política y económica de los nuevos países que han dejado

de ser colonias; alude al bajísimo nivel de vida que prevalece en la mayoría de

los países y de la población mundial, y a los violentos desniveles entre éstos

y los de los países industrializados; traduce la convicción de las naciones re-

zagadas de que el camino para obtener mejores niveles de vida es la indus-

trialización y, en general, la aplicación de la técnica moderna al esfuerzo pro-

ductivo y al aprovechamiento de recursos ociosos; revela el convencimiento de

que la aceleración del ritmo de progreso económico y social requiere cambios

en la estructura productiva y un esfuerzo deliberado de la comunidad nacional

e internacional para lograr esos fines” (SUNKEL y PAZ, 1991, pp. 21-22). ❚❚❘

Semejante enfoque condujo a proponer la industrialización como eje del de-sarrollo. Se la onsideraba

❘❚❚ “[…] como el único camino válido al alcance de los países de América Lati-

na para aprovechar las ventajas del progreso técnico. La industrialización les

Problemas del Desarrollo en América Latina

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Page 134: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

permitiría alcanzar un desarrollo más dinámico y autónomo, menos vulnerable

frente al exterior, así como absorber crecientemente mano de obra, elevar la

productividad y mejorar de manera paulatina el nivel de vida de las masas”

(ROSALES, 1988, p. 21). ❚❚❘

Desde comienzos de la década de 1950 se sostuvo que

❘❚❚ “[…] para revertir el proceso de subdesarrollo, se requería una política de

industrialización bien preparada y […] la CEPAL trató de convencer a los gobier-

nos latinoamericanos de esta necesidad, ofreciéndose para ayudar en la pre-

paración de programas de desarrollo detallados para cada país. De aquí sur-

gió la frase de industrialización programada, que después se haría popular”

(BLOMSTRÖM y HETTNE, 1990, p. 62). ❚❚❘

La estrategia impulsada, caracterizada como una Industrialización por Susti-tución de Importaciones (ISI), se centraba en la protección y el estímulo, me-diante medidas tarifarias y de otro tipo, a las empresas nacionales capacesde producir los bienes industriales que constituían gran parte de las impor-taciones corrientes. Se trataba pues de profundizar y sistematizar lo que engran parte del continente se había empezado a hacer como respuesta a lacrisis de la década de 1930. La estrategia de la CEPAL apuntaba a darle con-tinuidad a lo que en muchos casos había sido visto tan sólo como una polí-tica transitoria -una serie de medidas extraordinarias para afrontar una co-yuntura inesperada-, convirtiéndola en el punto de partida para uncrecimiento de nuevo tipo.

También la perspectiva integradora jugaba un rol destacado en la estrate-gia propuesta:

❘❚❚ “Dadas la estrechez de los mercados internos y la exigencia de tecnologías

de escalas amplias de producción, la integración regional surge como una po-

sibilidad de especialización industrial de las economías, permitiendo reducir la

subutilización del capital y la ineficiencia en el proceso productivo. Del mismo

modo, favorece la diversificación de las exportaciones y actúa como fase de

aprendizaje para luego tratar de penetrar en los mercados de otras áreas del

mundo” (ROSALES, 1988, p. 23). ❚❚❘

Tempranamente, Prebisch destacó que el avance de la industrialización exi-giría acometer actividades cada vez más complejas, que se verían creciente-mente trabadas por la pequeñez de los mercados:

❘❚❚ “[…] si la producción continúa realizándose en veinte compartimientos es-

tancos, como con el sistema actual, el retorno de las nuevas inversiones de

capital […] continuará siendo más bajo que el conseguido en los grandes cen-

tros industriales con mercados más amplios a su disposición […]” (BETHELL,

1991, pp. 125-126). ❚❚❘

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Page 135: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

escribió hacia 1959. En el mismo lugar Bethell afirma que “para Prebisch, eldesarrollo hacia dentro mediante la ISI era claramente hacia dentro de Amé-rica Latina en su conjunto”.

Al Estado le correspondía un papel central, según la concepción “estruc-turalista” de la CEPAL.

“Ésta pone el acento de la política de desarrollo sobre un conjunto de reformasestructurales, en la acción del Estado como orientador, promotor y planificador, yen una reforma sustancial de las modalidades de financiamiento externo y delcomercio internacional” (SUNKEL y PAZ, 1991, p.35).

Entre tales “reformas estructurales” se destacan dos: en primer lugar, unareforma agraria dirigida a modificar formas de tenencia de la tierra muy di-fundidas e inadecuadas, como el latifundio o el minifundio; en segundo lu-gar, una reforma fiscal orientada a construir un sistema tributario más pro-gresivo -es decir, con cargas más altas para los sectores de más altosingresos- y con mayor gravitación del impuesto a la renta.

Miremos los planteos cepalinos desde un ángulo que, en estas páginas,nos interesa especialmente, el de las relaciones entre tecnología y desarro-llo. Se entiende que las relaciones establecidas entre el centro y la periferiaubican a ésta en una notoria desventaja para generar e incorporar progresotécnico, en la medida en que se supone que ambas actividades son más di-námicas en el contexto de la industria, y particularmente en el de la indus-tria de bienes de capital, que en el de la producción de bienes primarios. Enese sentido, la “división internacional del trabajo prevaleciente” tiende aahondar las diferencias de capacidad tecnológica entre países desarrolladosy países subdesarrollados.

“Si una de estas ideas de Prebisch hubiera de indicarse como crucial o decisiva,se encontraría amplio consenso en señalar su modo de percibir el desarrollo co-mo estrechamente conectado al progreso técnico, y el desenvolvimiento de laeconomía mundial como indisociable de lo que llamó ‘proceso de propagaciónuniversal del progreso técnico’.“La originalidad y especificidad de sus puntos de vista radica en el modo de en-focar dicha economía: un sistema único compuesto por dos polos -los centros yla periferia- a cuya dinámica es inherente la desigualdad, en tanto se la deje libra-da al juego de las fuerzas del mercado” (RODRÍGUEZ et al., 1994, pp. 49-50).

Por consiguiente, la industrialización es concebida como la vía maestra pa-ra la incorporación de progreso técnico. Ahora bien, “esa propuesta claveenvuelve una concepción del progreso técnico relativamente simple” (RO-DRÍGUEZ et al., 1994, p.50); se lo considera, en efecto, como incorporado alos bienes de capital, por lo cual la instalación de plantas industriales ase-gura el avance técnico. Ahora bien, la historia no respalda esta concep-ción: para que una nación logre generar e incorporar tecnología adecuada

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Page 136: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

a sus condiciones propias, se necesita mucho más que fábricas más omenos modernas.

Sobre esta cuestión central, ya tratada en capítulos anteriores, volvere-mos al ocuparnos de la problemática actual del desarrollo en nuestros paí-ses. Procedamos ahora a recapitular los planteos que hemos venido consi-derando.

“La propuesta de la CEPAL apuntaba a modificar la inserción de las economías re-gionales en la división internacional del trabajo. Abogaba por una industrializa-ción que se apoyara básicamente en la expansión del mercado interno, sustitu-yendo importaciones o satisfaciendo desde el comienzo con producción internael surgimiento dinámico de nuevas demandas. Este proceso descansaba en el ac-cionar del Estado como principal agente ejecutor y concertador de esfuerzos conel sector privado, destacando la importancia del sector público en los aspectosvinculados al financiamiento, la inversión, la infraestructura y el desarrollo tecno-lógico” (ROSALES, 1988, p. 25).

El desarrollo, en la perspectiva de la CEPAL, ya no se identifica con el creci-miento económico, ni la atención se concentra en la inversión y la escasezde capitales. El desarrollo es concebido, por el contrario, como un procesode cambio estructural global.

Tal “enfoque implica el uso de un método estructural, histórico y totalizante, através del cual se persigue una reinterpretación del proceso de desarrollo de lospaíses latinoamericanos, partiendo de una caracterización de su estructura pro-ductiva, de la estructura social y de poder derivada de aquélla; de la influenciade la estructura social y de poder sobre la política económica y social, y de loscambios en las estructuras productivas y de poder derivados de las transforma-ciones que ocurren en los países centrales y en las vinculaciones entre esos paí-ses y los periféricos” (SUNKEL y PAZ, 1991, p. 39).

Se apunta a una concepción global, “sistémica”, según la cual el desarrolloy el subdesarrollo deben ser considerados conjuntamente en el contexto delsistema “centro-periferia” y de la división internacional del trabajo. Es en es-te contexto que la dependencia aparece como una causa del atraso de lospaíses periféricos.

La problemática del desarrollo tiene que ver pues no sólo con la produc-ción y con la economía sino también con las relaciones sociales y las estruc-turas de poder, entre otros motivos porque las mismas inciden fundamental-mente en la suerte de las reformas requeridas para el avance de laindustrialización y la superación del subdesarrollo. El desarrollo es concebi-do como acción colectiva global, en la cual se prioriza la participación, y lateoría del desarrollo es pensada como ciencia social para la acción.

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4.2.2. La temática de la dependencia

La evolución económica latinoamericana durante las décadas que siguierona la Segunda Guerra -algunos de cuyos rasgos han sido evocados antes- seentrecruzó con un acelerado cambio social y con un agitado acontecer políti-co. A comienzos de la década de 1960 se hizo patente el estancamientoeconómico de algunos de los países que mayores avances sociales habíanexperimentado en períodos anteriores. Al tiempo que la industrializaciónsustitutiva de importaciones mostraba sus límites, se levantaban grandespropuestas de cambio a escala continental, desde la opción socialista en-carnada por la Revolución Cubana hasta la Alianza para el Progreso impulsa-da por los Estados Unidos.

Todo ello avivó el debate en torno al desarrollo en los medios académi-cos y políticos de la región, donde en la segunda mitad de la década de1960 toma cuerpo la llamada “teoría de la dependencia”. La misma tuvouna gravitación muy grande, y puede ser vista como la culminación de unaetapa en el pensamiento latinoamericano acerca del desarrollo.

Esta corriente de ideas se expresó a través de diversos autores, no sólolatinoamericanos, y mediante propuestas también variadas. Un panoramade conjunto puede verse en la obra de Blomström & Hettne, quienes seña-lan que, pese a sus diferencias, quienes propulsaban la escuela de la de-pendencia compartían,

❘❚❚ “[…] en su mayoría, algunas ideas:

i) El subdesarrollo está conectado de manera estrecha con la expansión de

los países capitalistas industrializados.

ii) El desarrollo y el subdesarrollo son aspectos diferentes del mismo proceso

universal.

iii) El subdesarrollo no puede ser considerado como la condición primera de

un proceso evolucionista.

iv) La dependencia, sin embargo, no es sólo un fenómeno externo sino que

también se manifiesta bajo diferentes formas en la estructura interna (social,

ideológica y política)” (BLOMSTRÖM y HETTNE, 1990, p. 15). ❚❚❘

En las formulaciones de esta corriente influían considerablemente los plan-teos marxistas y, muy en especial, los enfoques de Paul Baran, cuya obrafundamental, La economía política del crecimiento, fue publicada en ingléspor primera vez en 1957.

Aquí intentaremos tan sólo ubicar la teoría de la dependencia en relacióncon “la cuestión del desarrollo mirada desde América Latina”, guiándonosprincipalmente por una de las obras más conocidas de esta escuela, el librode Cardoso y Faletto que tiene por título Desarrollo y dependencia en Améri-ca Latina. Ensayo de interpretación sociológica.

Ese libro fue escrito en 1966-1967, casi diez años después de que co-menzara a desvanecerse la visión optimista de la inmediata posguerra, pordos sociólogos que trabajaban en estrecha relación con los economistas dela CEPAL y a quienes interesaba principalmente elaborar “una perspectiva deinterpretación que insiste en la naturaleza política de los procesos de trans-formación económica” (p. 161). En la Introducción (p. 10) se afirma:

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❘❚❚ “Falta un análisis integrado que otorgue elementos para dar respuesta en

forma más amplia y matizada a las interrogantes generales sobre las posibili-

dades del desarrollo o estancamiento de los países latinoamericanos, y que

responda a las preguntas decisivas sobre su sentido y sus condiciones políti-

cas y sociales” (CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 10). ❚❚❘

En el Postscriptum sostienen:

❘❚❚ “Lo fundamental de nuestro ensayo es la relación de las luchas políticas

entre grupos y clases, de un lado, y la historia de las estructuras económico-

políticas de dominación, internas y externas, por otro” (CARDOSO y FALETTO,

1966-1967, p. 167). ❚❚❘

En su perspectiva, las nociones de “centro” y “periferia” subrayan adecua-damente las funciones de las economías subdesarrolladas en el mercadomundial, pero hace falta además poner de manifiesto que la situación de de-pendencia “supone formas definidas y distintas de interrelación de los gru-pos sociales de cada país, entre sí y con los grupos externos” (CARDOSO y FA-LETTO, 1966-1967, p. 28). Ello es necesario para comprender la evolución delsubdesarrollo, que no resulta determinada sólo por las relaciones de cadapaís con el exterior sino que también se ve poderosamente influida por sudinámica interna. Además, “no hay una relación metafísica de dependenciade una nación a otra, de un Estado a otro. Estas relaciones se hacen posi-bles, concretamente, mediante una red de intereses y de coacciones que li-gan unos grupos sociales a otros, unas clases a otras” (CARDOSO y FALETTO,1966-1967, p. 162).

Cardoso y Faletto analizan la problemática latinoamericana cuando haculminado una etapa de crecimiento protagonizada por empresas privadasnacionales y el Estado:

❘❚❚ “La fase llamada de industrialización sustitutiva de importaciones se carac-

terizó por un doble movimiento convergente: la expansión del sector privado

de la economía y, consecuentemente, el robustecimiento de la burguesía in-

dustrial y la creación de áreas nuevas de inversión, concentradas alrededor de

la ‘industria básica’ y de las obras de infraestructura, en donde fue acentuada

la participación estatal” (CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 103). ❚❚❘

Se está viviendo el tránsito a la segunda fase de la ISI, en la cual se desta-ca la presencia de las empresas transnacionales (ET) y el robustecimientodel sector industrial a través de su asociación con el capital extranjero, par-ticularmente en los países más grandes del continente.

Paralelamente se desenvuelve un proceso político caracterizado por el re-troceso institucional, como lo ejemplifican los golpes de Estado militares de1964 en el Brasil y de 1966 en la Argentina. El análisis de diversas situacio-nes lleva a los autores a detectar:

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❘❚❚ “[…] el mismo callejón aparentemente sin salida del estado actual del de-

sarrollo del capitalismo en Latinoamérica: la modernización se hace a costo

de un autoritarismo creciente y sin que disminuya el cuadro de pobreza típico

del ‘desarrollo con marginalidad’. Al contrario, aumenta la magnitud de la po-

blación puesta al margen del sistema económico y político, en la misma medi-

da en que el orden se mantiene gracias a mecanismos abiertos o disfrazados

de presión y violencia” (CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 135). ❚❚❘

Lo señalado subraya una tendencia opuesta a la observada durante las pri-meras décadas del “crecimiento hacia adentro” cuando, por cierto con des-niveles y vaivenes, se pudo constatar en varios países del continente unamejora significativa en las condiciones de vida de sectores bastante am-plios, si bien casi exclusivamente urbanos.

En la nueva etapa, las ET pueden generar “islas de modernidad”, que be-nefician a ciertos grupos de asalariados, técnicos, empresarios, funciona-rios, etc. pero que poco inciden en el avance de la producción y de las retri-buciones en el conjunto de la sociedad. Por consiguiente, el paso delrégimen democrático-representativo, frecuente durante el período inicial dela expansión industrial, a un régimen de tipo autoritario “que se presenta co-mo la alternativa probable de la actualidad, se hace por intermedio de revo-luciones en las cuales son las grandes organizaciones nacionales, como elejército y la burocracia pública, más que las burguesías nacionales o inter-nacionalizadas, quienes actúan y se reorganizan” (CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 155).

Se sostiene así una relevante afirmación de alcance general: todo lleva“a que el tránsito hacia el establecimiento de un modo capitalista-industrialde producción relativamente desarrollado en países dependientes se asien-te en regímenes políticos autoritarios (civiles o militares)” (CARDOSO y FALETTO,1966-1967, p. 195).

En particular, se pone de relieve una impactante transformación en el pa-pel esperable del Estado en relación con el crecimiento económico. Se re-cordará que el sector público se constituyó en un gran protagonista de la in-dustrialización en los comienzos del “crecimiento hacia adentro”. Laspropuestas latinoamericanas para el desarrollo que, en mayor o menor me-dida, se inspiraron en las ideas cepalinas coincidieron en atribuir al Estadoun papel aun más importante y decisivo para la continuidad del crecimientoasí como para la extensión de sus beneficios. En la segunda mitad de la dé-cada de 1960 ya era claro que varios de los principales estados de la regiónno estaban cumpliendo con semejante tarea. Tal omisión resultaba aún másevidente en 1976 -luego de los golpes militares en Bolivia, el Uruguay y Chi-le, y de un nuevo golpe en la Argentina- cuando Cardoso y Faletto escribenpara su libro un “Postscriptum”, influidos por acontecimientos como los ano-tados y por la ya larga experiencia brasileña de acelerado crecimiento, bajogobierno castrense, tanto de la marginalidad social como de la economía in-dustrial más avanzada del continente.

Afirman, en ese texto complementario: “El carácter de Estado-empresarioy de Estado-asociado económicamente con las fuerzas imperialistas, sin serpolíticamente un Estado-asociado, dio a la forma estatal contemporánea unsignificado distinto del que tuvo hasta mediados” de la década de 1950(CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 195). Destacan las vinculaciones entre los

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“estados burocrático-autoritarios” y el capital internacional que dispone delos medios tecnológicos y financieros para impulsar el avance de la indus-trialización. “En el caso de los países industrializados de América Latina queestamos considerando debe quedar claro que el Estado expresa una alianza(contradictoria) entre los intereses del sector internacionalizado de la bur-guesía y de las burocracias públicas y de empresas.” Más aún, sostienen:

❘❚❚ “Lo que es característico del capitalismo dependiente en la fase de la in-

dustrialización de la periferia bajo el impulso del capitalismo oligopólico inter-

nacional es el desarrollo de una forma estatal basada en la alianza entre em-

presa multinacional, empresariado estatal y burguesía local, a través de la

cual estos sectores generan el dominio sobre el resto de la sociedad” (CARDO-

SO y FALETTO, 1966-1967, pp. 204-205). ❚❚❘

Los autores siguen postulando la centralidad del Estado: “Vista desde laperspectiva de las clases dominantes o desde la de las clases populares,tanto la pugna entre las clases como la propia relación fundamental de de-pendencia encuentran en la forma y en la naturaleza del Estado el lugar cru-cial por donde pasa la historia contemporánea” (CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 192). Y concluyen su escrito afirmando la necesidad de“transformar la reivindicación de una economía más desarrollada y de unasociedad democrática, en la expresión de dimensiones que se articulen enel Estado como manifestación de vitalidad de fuerzas realmente populares,capaces de buscar formas socialistas para la organización social del futuro”(CARDOSO y FALETTO, 1966-1967, p. 213).

Hemos resumido ciertos aspectos de una de las versiones de la “teoríade la dependencia”; no nos internaremos en la descripción de otras, ni en lade sus intercambios de ideas con los “estructuralistas cepalinos”.

En conjunto, los “dependentistas” subrayan que la sustitución de impor-taciones ha aumentado la dependencia del exterior, en cierta medida al me-nos, pues la industrialización depende tanto de la exportación de productosprimarios como de la importación de bienes de capital. Algunos señalan quela “industrialización transnacional” genera una “nueva dependencia” y hastauna nueva división internacional del trabajo, en la cual la industria modernainstalada en la “periferia” viene a ser en realidad parte de la economía del“centro”.

Los “dependentistas” discrepan entre sí acerca de varios puntos, entrelos cuales figura la posibilidad o no de un desarrollo capitalista en la perife-ria que, como se ha visto, Cardoso y Faletto no consideran imposible. Losenfoques más radicales, en cambio, lo niegan, planteando opciones tajantesy afirmando, con especial énfasis en el caso de André Gunder Frank, que losobstáculos decisivos para el desarrollo son externos. Theotônio dos Santossostiene que América Latina debe elegir entre socialismo y fascismo. Estaposición apuntaba a señalar, como lo planteara netamente el economistaegipcio Samir Amin, que la relación de la periferia con el centro la condena-ba al subdesarrollo, por lo cual los países periféricos debían desligarse delmercado mundial. “Para que esto fuera posible era necesaria una transfor-mación política más o menos revolucionaria. Tan pronto como los obstáculosexternos hubieran sido salvados, daba por sentado el paso al desarrollo, co-mo un proceso más o menos automático e inherente” (BLOMSTRÖM y HETTNE,

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Concepto elaboradopor el politólogo ar-gentino Guillermo O’Donnellpara caracterizar los regíme-nes de tipo dictatorial que sur-gieron en el Sur de América apartir de La década de 1960.

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1990, p. 104). Compartieran o no la propuesta del delinking -la desvincula-ción del mercado mundial-, todos los “dependentistas” afirmaban en la dé-cada de 1960 que las sustantivas dificultades económicas que por enton-ces se hacían notar en América Latina sólo podían ser afrontadas mediantesoluciones políticas que supusieran profundos cambios, tanto en los aspec-tos internos como en el orden capitalista mundial.

A lo largo de la década de 1960

❘❚❚ “[…] iba a parecer cada vez más claro a muchos que sería imposible supe-

rar la amenaza de estancamiento sin quebrar el marco del sistema político y

económico internacional en que hasta entonces había debido desenvolverse

Latinoamérica. Esa convicción vino a dar popularidad a las distintas versiones

de la llamada teoría de la dependencia, que partían de un diagnóstico no de-

masiado alejado del de Prebisch y, aunque no se privaban de reprochar al eco-

nomista argentino que no lo hubiera acompañado de una precisa propuesta

de soluciones económicas para los males registrados en ese diagnóstico,

también se abstenían de adelantarla. Es que, a los ojos de los teóricos de la

dependencia, lo que impedía a Latinoamérica superar el subdesarrollo era su

integración subordinada en el orden captitalista mundial, y -aunque no todos

los proponentes de esa teoría veían en la revolución socialista la única vía ha-

cia adelante- todos coincidían en que era preciso introducir en ese orden mo-

dificaciones más hondas que los retoques hasta entonces invocados como

necesarios por las corrientes reformistas latinoamericanas; a sus ojos, si los

problemas eran económicos, su solución sólo podía ser política” (HALPERIN

DONGHI, 1993, p. 536). ❚❚❘

4.2.3. Resumen de una concepción

Durante las décadas posteriores a la Segunda Guerra Mundial, en el conti-nente se fue conformando una cierta visión de la problemática del desarro-llo, sin duda emparentada con grandes corrientes del pensamiento a escalamundial, pero que también daba cuenta de elaboraciones propias. Esa vi-sión, que llegó a ser predominante en América Latina, puede ser caracteriza-da mediante ciertos rasgos compartidos por lo que es en realidad una gamaamplia de concepciones teóricas y políticas, con perfiles bastante heterogé-neos, pero en los cuales puede empero reconocerse cierto aire de familia.

Nos estamos refiriendo, por supuesto, a las corrientes de ideas conside-radas en las secciones precedentes, es decir, al pensamiento cepalino y aciertos parientes más o menos próximos, como las diversas versiones de lateoría de la dependencia, enfrentados entre sí con mayor o menor virulencia,pero no por carecer de ciertos puntos de vista comunes, sino más bien alcontrario. En efecto, la centralidad atribuida por todos los contendientes aciertos fenómenos y lineamientos para la acción delimitó un terreno dondepudieron confrontarse enfoques diferenciados.

Empleando una terminología cuyos riesgos se conocen, diríase que setrataba de polémicas en el interior de un “paradigma” compartido, sustentode los contendientes y de la contienda misma. Si, en relación con la investi-gación vinculada con la comprensión y la resolución de una problemática

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determinada, un paradigma está conformado por ciertas claves interpretati-vas fundamentales, direcciones de trabajo priorizadas, tipo de resultadosperseguidos y herramientas o instrumentos preferidos, en la teoría del desa-rrollo la concepción latinoamericana “clásica” constituye un paradigma deindudable relevancia.

No pretendemos ofrecer una argumentación cuidadosa de lo afirmado, nimenos aún embarcarnos en una precisa caracterización del paradigma indi-cado. Creemos que todo ello puede hacerse a partir de obras bien conoci-das, como las de Rodríguez (1980), Sonntag (1988), Blomström y Hettne(1990), y otras que figuran en las amplias bibliografías que las mencionadasincluyen. Semejante conjunto de estudios lleva a destacar algunos rasgoscaracterísticos de la concepción latinoamericana clásica, que no constituyenseguramente una lista exhaustiva, pero que colaboran a la comprensión delas relaciones entre innovación y desarrollo en nuestra parte del mundo.Nos referimos a cuatro caracteres mayores de lo que fue el tronco común delas ideas dominantes entre las décadas de 1950 y 1970. A saber:a) La especificidad de la condición periférica.b) La prioridad asignada a la infraestructura industrial.c) La concepción del desarrollo como transformación global, de las estructu-

ras sociales de los países involucrados y del orden económico internacio-nal.

d) El rol protagónico atribuido al Estado.

La primera característica anotada se engloba en la tesis de Albert Hirschmanacerca de “la inaplicabilidad de la monoeconomía ortodoxa a las áreas sub-desarrolladas”. Las especificidades comunes a estas áreas, según la con-cepción latinoamericana a la que nos referimos, tienen una causa mayor enla relación entre el “centro” y la “periferia” de la economía mundial, queconstituye un orden que tiende a reproducirse a sí mismo. Ello se explica demaneras diversas, que coinciden empero en la afirmación de que ese ordenpreserva las asimetrías que favorecen a los países desarrollados en desme-dro de los demás, que por lo tanto no deben ser considerados como paísesen vías de desarrollo sino subdesarrollados. El tipo de inserción de éstos enla economía internacional afianza su “heterogeneidad estructural”, dificultan-do su acceso a la industrialización y por ende al progreso técnico-productivo.

En el pensamiento cepalino, particularmente, explica Octavio Rodríguez(1980) que lo fundamental reside en la caracterización de la relación centro-periferia. Durante el crecimiento hacia afuera se conformó una estructura pro-ductiva de la periferia que se caracteriza por ser heterogénea y especializadaen un número limitado de bienes, por oposición a la del centro, homogénea ydiversificada. En la periferia, coexisten un sector productivo moderno y otro“arcaico”, con grandes diferencias de productividad; ésta es en conjunto redu-cida, los efectos de lo cual se ven paliados, pese al lento crecimiento del sec-tor moderno, por la abundante oferta de mano de obra proveniente del sector“arcaico”, que mantiene bajos los salarios. Esa dinámica tiende al rezago enmateria de cambio técnico, así como al desempleo estructural, el desequili-brio externo y el deterioro de los términos de intercambio. En consecuencia,el sistema centro-periferia, si bien evoluciona dinámicamente en su conjunto,conoce un desarrollo desigual, de la productividad en especial, que mantienela diferenciación estructural y da lugar a una creciente disparidad de ingresosentre los países del centro y los de la periferia.

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La especificidad de la condición periférica requiere, en definitiva, transitarpor caminos distintos de los que recorrieron las naciones industrializadas.

En la concepción que nos ocupa, sin dejar de tener en cuenta la gran di-ferencia de los enfoques que la componen, los países centrales lo son, engran medida, por haber logrado construir una economía basada en la indus-tria y motorizada por ella. Esquematizando mucho: la industria es el granvector de avance de la producción, en la industria viene incorporada la diná-mica del progreso técnico, así que para superar el subdesarrollo la gran ave-nida a recorrer es la que lleva a la instalación de una base productiva indus-trial.

Ahora bien, esto último es justamente lo que resulta impedido por la di-námica centro-periferia, tal como la misma se fue estructurando cuando Eu-ropa y los Estados Unidos vivían las primeras etapas de la Segunda Revolu-ción Industrial, otras regiones del mundo eran incorporadas a la economíainternacional como exportadoras de productos primarios y América Latinainiciaba su “crecimiento hacia afuera”, generando o afianzando estructurassociales poco compatibles con el desarrollo. Por consiguiente, para la con-cepción que evocamos, el progreso pasaba necesariamente por una trans-formación global, incluso del orden económico internacional.

Al escoger las vías para intentar tamaña transformación es, obviamente,cuando mayor resulta la heterogeneidad de las concepciones que, sin em-bargo, cabe agrupar en un mismo paradigma. Las propuestas para la acciónincluyeron desde “la revolución” y/o el delinking hasta el intento de conven-cer a los países avanzados de que les convenía contribuir al desarrollo de laperiferia, combinando la expansión del comercio internacional y el afianza-miento de los precios de las materias primas con las transferencias finan-cieras y tecnológicas, así como una variante de dicha estrategia, consisten-te en sumar a las negociaciones las presiones basadas en el poder políticoemanado de la gravitación de los países del Tercer Mundo en el enfrenta-miento entre el Primero y el Segundo Mundo, y en el poder económico sus-tentado en el control de los suministros de materias primas, lo que adquirióvigor en la década de 1970 como reivindicación de un “Nuevo Orden Econó-mico Internacional”.

Tampoco requiere mayores comentarios, en este contexto, la cuarta ca-racterística anotada: el papel del Estado fue interpretado de formas muy dis-tintas, y hasta ferozmente contrapuestas, pero coincidiendo en su centrali-dad, particularmente en lo que se refiere a los dos aspectosprecedentemente consignados: la construcción de la base industrial y la mo-dificación del tipo de relación externa. Si “modelo” designa la combinaciónde una interpretación de la realidad con una guía para la acción que se ba-sa en ideas relativamente sencillas a las que se asigna empero gran alcan-ce, el protagonismo atribuido al Estado en el desarrollo lleva a decir que laconcepción descrita engloba una familia de modelos estadocéntricos.

Respecto del pensamiento cepalino, entre sus aspectos ideológicos des-taca Octavio Rodríguez la suposición de que el Estado dispone de la autono-mía y la capacidad que son necesarias para conducir el proceso de desarro-llo y, en particular, para arbitrar conflictos, integrar a los sectorespostergados y defender los intereses de la nación como tal.

En resumen, la concepción latinoamericana clásica del desarrollo afirmaque la especificidad de la condición periférica supone una dependencia y ge-nera una postergación que sólo pueden ser enfrentadas mediante estrategias

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originales, orientadas internamente a la industrialización y a la transforma-ción de ciertas estructuras sociales, y externamente a la alteración del or-den económico mundial, estrategias cuya puesta en práctica ha de tener alEstado como actor estelar.

4.3. “La industrialización trunca de América Latina”

Durante el período de la ISI, el Estado se constituyó efectivamente en un ac-tor central de la economía en general, y de la industrialización en particular.Sin embargo, las poderosas élites tradicionales combatieron las políticaspúblicas orientadas a promover un crecimiento de nuevo tipo; la también tra-dicional subvaloración cultural de la tecnología siguió predominando. Facto-res de ese tipo incidieron en la falta de profundidad y continuidad de las po-líticas industriales, que no incluyeron un adecuado apoyo público a laelevación sistemática del nivel tecnológico, como se registró en el Japón yen otros países del Asia Oriental. Paralelamente, las mejoras en la distribu-ción fueron en conjunto limitadas y, muy especialmente, no gestaron círculosvirtuosos entre equidad e innovación, como los que ilustra la experiencia es-candinava. El potencial para la innovación, que creciera hacia el final del pe-ríodo anterior y posibilitara el surgimiento de la ISI, no dejó de tener un lugarmarginal en las dinámicas del crecimiento latinoamericano.

Todo ello incidió, particularmente, en que no pudiera consolidarse un im-portante sector de producción de medios de producción. Nos encontramosasí con el motivo central por el cual Fajnzylber ha calificado de “industrializa-ción trunca” a la que tuvo lugar en el continente durante el crecimiento ha-cia adentro. Esto a su vez abrió camino al gran viraje hacia lo que cabe de-nominar como “crecimiento hacia adentro con protagonismo de afuera”, lasegunda etapa de la ISI motorizada por el capital extranjero, que entretejió in-dustrialización con desigualdad y amplió tanto la escala como la variedad dela producción manufacturera, pero no consolidó la capacidad endógena parala innovación.

En este apartado nos ocuparemos de la gravitación de la desigualdad yde las políticas en la configuración de la industrialización latinoamericana.

4.3.1. El papel de la desigualdad

❘❚❚ “El segundo período de crecimiento comenzó entre los años treinta y cin-

cuenta y finalizó a principios de los ochenta. En este período se logró el creci-

miento más rápido del siglo y se consiguió un progreso notable tanto de la

producción como de la productividad laboral, respaldados por el auge de la in-

fraestructura y la prestación de servicios. Se produjo al mismo tiempo una

transformación de los indicadores de desarrollo humano. En los años sesen-

ta, descendió el porcentaje de personas en la pobreza, y hubo algunos indicios

en unos pocos países de que se había frenado el empeoramiento de la distri-

bución del ingreso y de que, incluso, se replegaba” (THORP, 1998, p. 295). ❚❚❘

Los indicios a los que se refiere la cita precedente reflejaban el impacto deciertas tendencias que apuntaban hacia la disminución de las desigualdades,

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por cierto de formas variadas según los países, y no siempre en los mismosmomentos. Entre tales tendencias cabe destacar: i) los procesos de demo-cratización que debilitaron en muchos casos el control del Estado por élitesreducidas, ii) la expansión de los cometidos económicos y sociales del sec-tor público, iii) el crecimiento del proletariado industrial y del movimiento sin-dical, y iv) la disminución de la influencia de las empresas extranjeras, encomparación con el período anterior y sobre todo durante la primera partedel período.

Ahora bien, el efecto de tales tendencias se vio contrarrestado por las di-ficultades con las que fue topando el “crecimiento hacia adentro” y por losderroteros por los que avanzó la industrialización.

En efecto, la magnitud del esfuerzo industrializador, la profundidad de laspolíticas proteccionistas, la capacidad del sector público para adaptarlas acircunstancias cambiantes de manera exigente y estimulante, así como el di-namismo y la disposición a invertir del empresariado se vieron limitados porfactores profundamente enraizados en la evolución social latinoamericana:la vocación por el consumo conspicuo, un imaginario colectivo que valora es-casamente tanto la tecnología como las capacidades nacionales para desa-rrollarla, una arraigada costumbre de comprar afuera casi todo el conoci-miento y el instrumental que las actividades económicas requieren.

Ya se ha llamado la atención del lector acerca de las limitaciones, para elavance de la industrialización, generadas por lo reducido de los mercados in-ternos. Pero semejante limitación, en el caso de los países más grandes delcontinente al menos, no respondía a la pequeñez de la población en generalsino de la fracción con capacidad de compra. La alta desigualdad promediolimitó la demanda solvente de bienes industriales.

Por todo ello, como fuera destacado en el capítulo anterior, el proceso in-dustrializador, una vez culminadas las etapas más sencillas de la sustitu-ción de importaciones manufactureras, se encontró con crecientes dificulta-des para pasar a las etapas más complejas y empezó a pesar de maneracada vez más gravosa en el comercio exterior de bienes y servicios, a travésde la importación de maquinaria y conocimientos técnicos.

Estos problemas fueron enfrentados por vías que, a largo plazo, permitie-ron el asentamiento de una cierta base industrial, pero no que la misma al-canzase un nivel elevado y autosustentable de dinamismo tecnológico. Enese proceso, la desigualdad alta jugó un papel relevante, tanto por la formaen que modeló la estructura de la demanda como por las limitaciones quesupuso para producir en un nivel avanzado. A la inversa, las modalidades es-pecíficas que fue cobrando la ISI tendieron a consolidar la desigualdad. Endefinitiva, el “crecimiento hacia adentro” no generó dinámicas autososteni-das de disminución de la inequidad.

En efecto,

❘❚❚ “[…] el profundo enraizamiento de las estructuras sociopolíticas en un sis-

tema desigual persistió durante la primera alteración del modelo de desarro-

llo. Y aún más grave, las nuevas relaciones surgidas reforzaron de hecho la

distribución existente del ingreso. Esto se debió a que dado que las activida-

des económicas en alza eran intensivas en el uso del capital, la creación de

empleo fue más lenta que el crecimiento de la demanda de puestos de traba-

jo y, por otro lado, a que la estructura de la producción atendió a la demanda

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existente, elaborando bienes durables de consumo para residentes urbanos

de las clases alta y media” (THORP, 1998, p. 7). ❚❚❘

Elaboremos sucintamente las afirmaciones precedentes. En la década de1950, las “ventajas” emanadas de la crisis y las guerras en el “centro” ha-bían desaparecido; en cambio, se hacían presentes con fuerza las dificulta-des para profundizar el proceso de industrialización latinoamericano. En me-dio de debates y conflictos que habrían de agudizarse notablemente durantela década siguiente, la opción que predominó, al menos en los países másgrandes del continente, fue el “desarrollismo”, vertebrado por la apuesta ala instalación en el continente de filiales de las grandes transnacionales, co-mo vía maestra para acceder a las máquinas, las técnicas y los capitalesque la expansión de la industria requería. Esas filiales se instalaron paraproducir bienes que, dados los niveles de inequidad y los tamaños de losmercados nacionales, sólo encontraban una clientela importante y en expan-sión en los países de mayor tamaño y en la medida en que se incrementa-ran sostenidamente los ingresos de los sectores pudientes. Así tomó cuer-po una segunda etapa de la industrialización, que fomentó y se viofomentada por la desigualdad. No es de extrañar que la ISI se haya agotadotempranamente en países pequeños y comparativamente igualitarios comoel Uruguay; la segunda etapa del proceso se afirmó especialmente en lasnaciones más grandes, como la Argentina, el Brasil y México. En este lapso,dentro de un panorama como siempre colmado de contrastes, ya no son lastendencias hacia una mayor equidad las que predominan.

“El grado de desigualdad puede empezar a documentarse a partir de mediadosde siglo, cuando las primeras estimaciones colocan a América Latina entre las pri-meras posiciones de la escala mundial. Para el momento cuando se empieza adisponer de datos para una amplia gama de países, alrededor de 1970, el ingre-so del 20% superior de la población como múltiplo del 20% inferior se situaba en21 veces en Brasil, 24 en Venezuela y 17 en Colombia, mientras que en los paí-ses desarrollados el promedio fue de 5,5. Las estimaciones del Banco Mundialefectuadas en 1960 indican que la proporción del ingreso que correspondía al20% más pobre en América Latina era la más baja de todas las regiones del mun-do. Si bien los investigadores están de acuerdo en que en el período 1950-70 sedio una desigualdad extrema del ingreso, las estimación de los cambios ocurridospresenta serios obstáculos. […] Teniendo en cuenta todas las dificultades, la con-clusión a la que se llega en varios estudios cuidadosos es que en algunos paísesse registró probablemente un empeoramiento continuo de la distribución del in-greso en los años sesenta y setenta, mientras que en uno o dos países hay prue-bas razonables de un principio de mejora” (THORP, 1998, p. 28).

Ciertos aspectos de este segundo empuje industrializador pueden ejemplifi-carse claramente con el caso de la Argentina. Allí el auge inversor que tuvolugar entre 1957 y 1961 generó una rápida expansión tanto de la producciónmanufacturera como de la productividad. En esos años, alrededor de 200corporaciones extranjeras instalaron filiales en el país, llevando su participa-ción en la producción manufacturera hasta un tercio del total, y generando un

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profundo cambio en la cultura industrial local. En este proceso, un papelcentral le correspondió a la industria automovilística, cuya producción crecióalrededor de un 25% por año entre 1958 y 1965; a comienzos de la décadade 1950 había un automóvil por cada cincuenta personas en la Argentina,proporción que en 1975 había bajado aproximadamente a uno cada seispersonas. (Los datos de este párrafo han sido extractados de KATZ y BERCO-VICH, 1993, pp. 455 y 457).

A fines de la década de 1950 se implantaron en la Argentina y en el Bra-sil nuevas industrias intensivas en capital, particularmente importantes enlas ramas metal-mecánicas (automóviles ante todo) y químicas, lo que seinscribe en la denominada segunda fase de la sustitución de importaciones;la dirección del cambio estructural fue similar en ambos países, si bien la in-tensidad del proceso y el ritmo de crecimiento fueron mucho más destaca-dos en el Brasil.

Las multinacionales producían bienes que en los Estados Unidos, y des-pués también en Europa, podían ser adquiridos por muchas personas. Peroen América Latina sólo una minoría podía acceder a ellos, así que la expan-sión fundamental de la estructura productiva se orientó según la demandade esa minoría. Si la desigualdad era escasa, esa demanda no resultabagrande, y por lo tanto el crecimiento económico inducido era también esca-so. Frecuentemente, los gobiernos latinoamericanos impulsaron la concen-tración de ingresos como vía para ampliar el mercado de lo que se habíaconstituido en el sector dominante de la industria. Ello no siempre fue com-patible con la preservación de la institucionalidad democrática. A partir de ladécada de 1960 los gobiernos militares de la Argentina y el Brasil en espe-cial ampliaron las concesiones a la inversión extranjera e impulsaron el in-cremento de la desigualdad; ello supuso un cambio particularmente notableen la Argentina, la economía latinoamericana más avanzada durante la pri-mera mitad del siglo, donde la equidad había conocido avances importantesa fines de la década de 1940 y comienzos de la de 1950.

Cabe decir pues que se asistió a una reorientación de la ISI -quizás no enel continente en su conjunto pero sí en los países más grandes y tambiénen algunos otros-, de modo tal que en la segunda fase de la industrializa-ción, el papel dinámico principal correspondió a los bienes producidos parael sector del mercado interno con poder adquisitivo alto, e incluso fortaleci-do por las políticas de varios gobiernos. En este sentido, la desigualdad per-sistente influyó poderosamente en la configuración del proceso industrializa-dor y éste, a su vez, llegó a convertirse en un factor de acentuación de lainequidad, revirtiendo así tendencias que habían emergido en las fases ini-ciales de la ISI.

4.3.2. Las políticas industriales

En la Unidad 3 nos hemos ocupado de la evolución de las políticas industria-les en América Latina durante el período de la ISI. Aquí presentamos una vi-sión de conjunto de esas políticas, resumiendo un agudo análisis de Fajnzyl-ber (1983, en particular pp. 143-146). Su hilo conductor es la comparacióncon el papel desempeñado por el sector público en los procesos de industria-lización acelerada, primero del Japón y luego de Corea del Sur y de Taiwán.

En la comparación entre América Latina y esos países del Asia Oriental,

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lo primero a subrayar es que en ambos casos se registró un fuerte inter-vencionismo estatal y, en particular, la protección a la industria nacional re-sultó decisiva para su crecimiento. Lo segundo a destacar es que las polí-ticas proteccionistas tuvieron resultados muy diferentes no sólo porque seaplicaron en contextos económicos, geopolíticos, sociales y culturales muydistintos, sino además porque se trató de políticas muy diferentes.

Fajnzylber formuló en este contexto la crucial distinción entre el “protec-cionismo para el aprendizaje”, que caracterizó a los procesos industrializa-dores más exitosos del Asia Oriental, y el “proteccionismo frívolo”, que enAmérica Latina signó la industrialización tardía.

En el primer caso, y en apretada síntesis, las políticas públicas de apo-yo al sector industrial, concertadas con éste y muy variadas, estaban suje-tas a revisión, y tenían un carácter transitorio. Exigían de las empresascontrapartidas -en materia de empleo, modernización tecnológica, capaci-tación para la exportación, etc.-; se mantenían en la medida en que seavanzara en esa dirección y no más allá de ciertos plazos consideradosadecuados para el logro de tales objetivos. La protección no suponía la se-guridad de altas ganancias, que induce a la rutina, sino que planteaba exi-gencias y ofrecía cierto apoyo para satisfacerlas.

En nuestro continente la protección fue también muy alta, pero no tuvocaracterísticas similares de selectividad y temporalidad; tampoco se basóen una visión prospectiva acerca de las ramas que mayor impacto habríande adquirir, particularmente en lo que tiene que ver con el progreso técni-co; no apuntó, en fin, a la construcción de capacidades exportadoras, locual de por sí constituye un estímulo a la innovación en sus diversas mo-dalidades. El proteccionismo tuvo, en líneas generales, un carácter indiscri-minado y carente de metas explícitas; sus variaciones dependieron másbien de las coyunturas financieras que de la evaluación de sus logros.

El Estado en América Latina protegió a la manufactura local para susti-tuir importaciones, pero no fue realmente capaz de apoyar el desarrollo dela industria nacional frente a las ET cuando instalaron sus filiales en elpaís, y se convirtieron en grandes beneficiarias de la protección. De ellasterminó dependiendo el avance de la industrialización y ésta reflejó ese rolpredominante. Destaca Fajnzylber que la protección llegó así a estimularuna reproducción indiscriminada pero a escala pequeña de la industria delos países avanzados, trunca en sus componentes de bienes de capital, li-derada por empresas cuya perspectiva a largo plazo era ajena a las condi-ciones locales y cuya innovación no sólo se efectuaba principalmente enlos países de origen sino que, además, era estrictamente funcional a susrequerimientos.

En la modalidad “frívola”, el sistema proteccionista no preveía una tra-yectoria para su propio debilitamiento y eventual desaparición, cuando sehubiera superado la etapa de la “industria infantil”; no se apuntaba aconstruir, durante el período de competencia restringida, una competitivi-dad basada en el conocimiento y la capacidad de innovación que permitie-ra seguir avanzando en condiciones de mayor apertura económica. Por elcontrario, el “proteccionismo para el aprendizaje” apuntaba a ponerse a ti-ro de la tecnología avanzada y, cosa aún más importante, con el ritmo y ladirección de la innovación en los países centrales.

La diferencia tiene mucho que ver con la capacidad y la vocación de lossectores dominantes para articular estrategias de largo plazo, orientadas

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por una noción bastante explícita y compartida de las posibilidades delpropio país, y para implementar esas estrategias mediante políticas dota-das de cierta continuidad, que no pierdan el rumbo ante el peso de losgrandes intereses externos o la proliferación de presiones internas.

Concluida la Segunda Guerra Mundial, el Japón se encontró con una es-tructura industrial devastada y una gran población hambrienta. Los técni-cos de los organismos financieros internacionales recomendaron que con-centrara su esfuerzo en industrias ligeras, de escaso equipamientotécnicamente avanzado y mucha mano de obra. La opción escogida fuemuy otra. Fajnzylber cita a un alto funcionario del MITI, el Ministerio de In-dustria y Comercio Internacional, que fue durante décadas el organismorector de la estrategia técnico-productiva:

❘❚❚ “El MITI decidió establecer en el Japón industrias que requerían la utilización

intensiva de capital y tecnología, y que, considerando los costos comparativos

de producción, resultarían en extremo inapropiadas para el Japón. Se trataba

de industrias como la del acero, refinamiento de petróleo, petroquímica, auto-

motriz, aérea, maquinaria industrial de todo tipo y electrónica, incluyendo com-

putadoras electrónicas. Desde un punto de vista estático y a corto plazo, alen-

tar tales industrias parecería entrar en conflicto con la racionalidad

económica. Pero, considerando una visión a más largo plazo, éstas son preci-

samente las industrias donde la elasticidad de demanda de ingreso es mayor,

el proceso tecnológico más rápido y la productividad de mano de obra se ele-

va más rápidamente. Estaba claro que sin estas industrias sería difícil em-

plear una población de 100 millones y elevar su nivel de vida para igualar al

de Europa y Norteamérica únicamente con industrias ligeras; para bien o para

mal, el Japón tenía que tener industria química e industria pesada” (FAJNZYL-

BER, 1983, p. 144). ❚❚❘

La protección a la industria más avanzada, con mayores requerimientostécnicos y mayor impacto potencial sobre el conjunto de la estructura econó-mica, fue definida con claridad en sucesivos “planes” gubernamentales y lle-vada a la práctica sistemáticamente, incluso mediante drásticas limitacio-nes a la importación de bienes de capital e impuestos diferenciales alconsumo que beneficiaban a los productos nacionales. Durante décadas,cada convenio de incorporación de tecnología extranjera requería la aproba-ción del MITI, que determinaba si era conveniente para la industria nacional yprocuraba mejorar sus términos de modo de favorecer la generación local detecnología.

Tales políticas muestran la continuidad de una estrategia secular (véaseantes, sección 2.2.2.), orientada a basar la inserción internacional del Japónen la capacidad tecnológica y productiva.

En América Latina, reflejando también el peso de tendencias profundas,las políticas industriales tuvieron un alcance mucho más restringido. Lo ilus-tra una diferencia medular, la que se refiere a los bienes de capital. Éstostendieron a ser comprados en el exterior por las principales empresas queoperaban en América Latina, tanto las estatales como las multinacionales.La producción nacional de esos bienes recibió por lo general menos protec-ción que el resto del sector manufacturero.

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“El efecto de la ISI sobre la demanda de importaciones fue fortalecido por la es-tructura de protección, que daba una demanda efectiva baja (y con frecuencianegativa) a la producción de bienes intermedios y de capital. Esta política dejósin incentivos a la producción interna de dichos bienes y alentó el uso de tecno-logías intensivas en capital” (BETHELL, 1997, p. 119).

Ese factor contribuyó grandemente al truncamiento de la industrialización,en la medida en que no abrió espacios para procesos fundamentales deaprendizaje ligados a la producción de máquinas herramienta y de sistemastécnicos relacionados. En lo que hace a la tecnología, su importación care-ció prácticamente de regulaciones; políticas para la “sustitución de importa-ciones tecnológicas” fueron ensayadas en muy pocos casos. La demandatecnológica hacia afuera, consolidada durante la inserción primario-exporta-dora en la economía mundial, no dejó de gravitar poderosamente durante el“crecimiento hacia adentro” y limitó en grado considerable el alcance de laspolíticas industriales.

4.4. Tecnología y subdesarrollo

Las versiones más difundidas de las concepciones latinoamericanas clási-cas sobre el desarrollo no privilegiaron un tratamiento específico de la pro-blemática tecnológica y de sus relaciones con la economía.

Por supuesto, el estructuralismo cepalino ubicó en el foco de sus preocu-paciones al progreso técnico del continente, pero tendió a verlo, de maneraun tanto unilateral, ante todo como una consecuencia de la instalación deplantas industriales, lo que constituyó uno de los principales argumentos pa-ra priorizar a la industria.

A su vez, los teóricos dependentistas afirmaron que la dependencia tec-nológica constituye un elemento central en el fenómeno global de la depen-dencia, uno de cuyos aspectos es precisamente el control de la generaciónde tecnología por los países centrales; sin embargo, no atendieron a la diná-mica propia de la tecnología, cuya generación en la periferia parecieron con-siderar inviable, lo que demostró ser erróneo.

Blomström y Hettne (1990) afirman que la “escuela de la dependenciafue la primera contribución real del Tercer Mundo a las ciencias sociales” (p.247). Tiene pues especial valor su señalamiento de las equivocaciones delos dependentistas, en ciertas apreciaciones generales y en áreas más cir-cunscritas.

“Una de estas áreas se ocupaba de los efectos de la ‘dependencia tecnológica’, lacual estaba considerada como un elemento crucial en todo el fenómeno de la de-pendencia. Entre otras cosas, los teóricos de la dependencia afirmaban que,puesto que quienes controlaban la generación de tecnología (es decir, el centro)también controlaban su explotación, esto hacía que la dependencia tecnológicafuera permanente. Por lo tanto, las posibilidades de generar tecnología internaquedaban anuladas […]. Pero los estudios empíricos en América Latina encontra-ron que esto no se cumplía, particularmente en los países ‘semiindustrializados’.

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Por ejemplo, Argentina, que se encuentra entre este tipo de países, tuvo un desa-rrollo relativamente rápido de su tecnología interna durante los años setenta. Lassucesivas adaptaciones a las condiciones locales de la tecnología importada per-mitieron nuevos hallazgos tecnológicos, muy diferentes de los importados y conun valor comercial propio. Argentina pudo exportar tecnología. Fueron empresasnacionales quienes hicieron este tipo de exportaciones, cuyo destino estuvo limi-tado a otros países latinoamericanos, esto es, países con bastantes similitudes es-tructurales. […] “El hecho de que las empresas nacionales de los países subdesa-rrollados comenzaran a generar tecnología suscita nuevos problemas relativos alpapel de las importaciones de tecnología en general, y de las inversiones direc-tas de corporaciones multinacionales en particular, debido a que estas firmas sonlos actores más importantes en la generación, aplicación y transferencia interna-cional de la tecnología moderna. En la bibliografía de la dependencia, tanto losaspectos dinámicos de la tecnología, como los efectos de ‘derrame’ de las inver-siones extranjeras eran ignorados por completo” (BLOMSTRÖM y HETTNE, 1990, pp.122 y 123).

Varios de los puntos tocados en las citas precedentes serán consideradosen los próximos párrafos.

Esquematizando, puede sostenerse que las corrientes más notorias delpensamiento periférico subestimaron, no la importancia de la tecnología, pe-ro sí las características propias del desarrollo tecnológico como proceso so-cial, y por consiguiente las dificultades específicas que la problemática tec-nológica plantea para superar la dependencia, así como las que surgencuando se procura la transferencia de tecnología desde el centro a la perife-ria. Parecieron suponer, en sus formulaciones originales, que el debilitamien-to de las formas habitualmente reconocidas de la dependencia, políticas yeconómicas, permitiría afrontar con éxito sus dimensiones tecnológicas. Pe-ro los hechos tendieron a opinar de otra forma.

Ahora bien, ya en la década de 1970 empezaron a cobrar cierta notorie-dad los trabajos de estudiosos latinoamericanos que seguían de cerca la re-flexión internacional en torno de la ciencia y la tecnología, particularmenteen el campo de la economía del cambio técnico, al tiempo que investigabanlo que al respecto acontecía en nuestro continente e impulsaban tanto unaelaboración como una práctica de carácter autónomo. Esta línea de trabajose ha caracterizado por su capacidad para formular e impulsar propuestasespecíficas. La misma dio lugar a una obra publicada justo cuando el pesodel pasado desencadenaba la crisis de la década de 1980 -La producción detecnología. Autónoma o transnacional, de Jorge Sábato y Michael Mackenzie(1982)-, que constituye una referencia fundamental para pensar hacia el fu-turo las relaciones entre tecnología, dependencia y desarrollo. En ella se ba-sa este apartado.

4.4.1. Opciones ante la dependencia tecnológica

El acontecer contemporáneo sugiere dos conclusiones, bastante obvias yestrechamente emparentadas. En primer lugar, el cambio tecnológico incidecon creciente velocidad y profundidad en la evolución social y cultural en ge-neral. En segundo lugar, la capacidad para generar y usar tecnología gravitacada vez más en la distribución de la riqueza, en las decisiones políticas, en

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las pautas de conducta y en la difusión de valores.En consecuencia, “al mismo tiempo que la tecnología ha introducido la

modernización y el cambio en todos los países, ha aumentado el poder eco-nómico y político de los países más desarrollados y la dependencia tecnoló-gica y la alienación cultural de los menos desarrollados” (SÁBATO y MACKENZIE,1982, p. 211).

Ello implica, en particular, que los países del Tercer Mundo enfrentangrandes dificultades para conseguir las tecnologías más adecuadas para re-solver sus problemas sociales básicos. La solución ensayada por lo general-”la ciega importación de tecnología”- ha resultado escasamente satisfacto-ria. En particular, ha sido muy frecuente gastar sumas considerables en pro-cedimientos tecnológicos poco adecuados a las propias circunstancias,mientras que el contexto económico en el cual tuvo lugar el cambio técnicono lo indujo a priorizar las necesidades de los sectores más carenciados.

“Hoy se admite que la ciega importación de tecnología que ha tenido lugar en lasúltimas décadas no sólo ha sido cara en términos económicos sino también -y so-bre todo- en términos sociales, políticos y culturales. En la mayor parte de los ca-sos se ha tratado de tecnologías útiles para la producción de bienes y serviciosdestinados a las minorías de alto estándar de consumo y no para las necesidadesde las mayorías” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p.131).

Por otra parte, resulta que por esa vía

❘❚❚ “no sólo se importa un conjunto ordenado de conocimientos, sino también

las relaciones de producción que le dieron origen, las características sociocul-

turales del mercado para la cual fue originalmente producido, etc. Como si fue-

se un ‘código genético’ que estuviese inserto en su estructura, la tecnología

transmite el sistema de valores para el que fue diseñada. Esto confiere a la

dependencia tecnológica alcances mucho más vastos que los estrictamente

económicos” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 231). ❚❚❘

Planteada así la situación, se trata de buscar alternativas. Muchas han sidopropuestas, pero aquí sólo consideraremos algunas, muy sumariamente, atítulo de ejemplo.

La introducción de tecnología moderna no sólo genera dependencia sinoque frecuentemente también ocasiona desempleo y desarraigo, impulsa ladestrucción de formas tradicionales de vida y la degradación del ambiente.No es de extrañar pues que el rechazo al cambio técnico cuente con nume-rosos partidarios tanto en los países avanzados como en los subdesarrolla-dos. Pero parece escasa la viabilidad de ese rechazo como alternativa glo-bal, particularmente para regiones altamente pobladas y notoriamentecarenciadas.

El mundo de hoy se caracteriza tanto por los ritmos demográficos y tec-nológicos como por la globalización de la economía, de las comunicacionesy de las aspiraciones. En tal contexto, el conservadurismo técnico conllevael retroceso productivo a la par que el incremento de las frustraciones y lasprivaciones, todo lo cual acentúa el deterioro ecológico.

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El punto no dejará de ser polémico pero, en todo caso, no debería olvidar-se que la humanidad usa tecnologías desde que existe, por lo cual rechazarla innovación tecnológica implica preferir la persistencia de las técnicas deantes, en condiciones que ya no son las de antes. No son pocos los perjui-cios asociados con el cambio técnico, pero también son muchos los quecausa el estancamiento tecnológico. Conviene notar que

❘❚❚ “[…] la mayor productividad de las tecnologías modernas las impone casi

inexorablemente. Ello no significa que ellas sean las únicas posibles o que ne-

cesariamente deban ser intensivas en capital y energía. Se pueden imaginar y

eventualmente desarrollar otras soluciones mejor adaptadas a la constelación

de recursos y factores locales, pero ello sólo será posible a través de un inten-

so esfuerzo de investigación y desarrollo y no simplemente con una especie

de romántica ‘vuelta a la naturaleza’. Si la tecnología moderna no es adecua-

da y conveniente, la única respuesta aceptable es producir tecnología más mo-

derna aún (en el sentido de su ‘edad’) y que sea adecuada y conveniente” (SÁ-

BATO y MACKENZIE, 1982, p. 253). ❚❚❘

Si las innovaciones predominantes son escasamente convenientes, la únicasalida es buscar innovaciones más convenientes, lo cual obviamente exigecapacidad para la innovación.

Si, por consiguiente, no tiene destino cualquier prohibición de incorporartecnología, tampoco constituye una solución la importación de tecnologíasen uso hace medio siglo en los países industrializados; esto último ha sidosugerido en el supuesto de que la situación de esos países era por enton-ces similar a la del presente en las naciones del Tercer Mundo, por lo cualse supone que lo que ayer era conveniente para unos debe serlo hoy paraotros. Ahora bien, los países “atrasados” no están en la situación en la quese encontraban ayer los países “adelantados” justamente porque hoy for-man parte con estos últimos de un mismo sistema económico mundial: és-ta es una característica central del subdesarrollo. Así por ejemplo, una tec-nología que permitía prosperar a la ganadería norteamericana antes de laSegunda Guerra puede ser muy poco rendidora hoy en el Sur de América,precisamente porque otras son las tecnologías con las que no hay más re-medio que competir y muy otro el contexto económico y político global.

En algún sentido, las opciones por tecnologías anticuadas o estáticas in-ducen a nuestros países a perjudicarse por partida doble. Mantienen incólu-me la dependencia tecnológica y limitan el aprovechamiento de los múltiplesbeneficios potenciales de la innovación técnica.

4.4.2. Definición de capacidad tecnológica autónoma

Alternativas como las mencionadas, pese a su diversidad, tienen en comúnla renuncia a la construcción de una capacidad tecnológica propia, actualiza-da y específica. Pero, precisamente, esto es lo que se necesita para, en ca-da caso concreto, escoger la tecnología más conveniente que, en términosgenerales, será una mezcla de tecnología importada y tecnología producidaen el país:

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❘❚❚ “Lo más adecuado sería desarrollar una cierta capacidad local, que permi-

tiese a los países alcanzar un grado de autonomía tecnológica compatible con

sus recursos, y que los ayudase a reforzar su soberanía y su personalidad cul-

tural. Esa cierta capacidad autónoma les permitiría elegir con mayor racionali-

dad las tecnologías más convenientes con respecto a factores y recursos, res-

petando al mismo tiempo las restricciones sociopolíticas impuestas por la

sociedad. Se podría pasar así de la importación ciega a un método por el cual,

para cada caso, se proveería una tecnología que sería en verdad un ‘mix tec-

nológico’ entre tecnología importada y tecnología producida localmente. Este

‘mix’ debiera ser entonces el ‘apropiado’ a las circunstancias de cada proble-

ma; y la capacidad autónoma estaría definida entonces por la capacidad de lo-

grar producir los ‘mix’ más apropiados” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p.132). ❚❚❘

A su vez, el propósito de combinar elementos diversos para obtener el resul-tado más adecuado al caso encarado se sustenta en una concepción segúnla cual cada tecnología es un paquete de conocimientos de variada índole,procedencia y edad:

❘❚❚ “La tecnología no es una máquina, ni un diagrama, ni una receta, ni un pro-

grama de computadora, ni una fórmula, ni un diseño, ni una patente, sino mu-

cho más. Incorporada, como en una planta industrial, desincorporada, como

en un conjunto de planos, o en una mezcla adecuada de ambos tipos, la tec-

nología es un paquete de conocimientos organizados de distintas clases (cien-

tífico, técnico, empírico, etc.) provenientes de diversas fuentes (descubrimien-

tos científicos, otras tecnologías, libros, manuales, patentes, etc.) a través de

métodos diferentes (investigación, desarrollo, adaptación, copia, espionaje, ex-

pertos, etcétera)” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 25). ❚❚❘

Generar una tecnología implica, pues, producir un paquete tecnológico a par-tir de la combinación de conocimientos diversos, elaborados en el país ofuera de él.

La capacidad para efectuar exitosamente semejante selección es lo quese llama capacidad tecnológica autónoma, y su construcción constituye elobjetivo general que se plantea para las políticas tecnológicas de los paísesdel Tercer Mundo.

Es decir que el objetivo

❘❚❚ “es que cada país construya una capacidad propia que le permita tener una

tecnología más adecuada a sus propios objetivos, más respetuosa de sus pro-

pios valores culturales y de sus características ecológicas, más interesada en

servir a la satisfacción de las necesidades básicas de su población y más

apropiada a su propia constelación de factores y recursos” (SÁBATO y MACKEN-

ZIE, 1982, p. 212). ❚❚❘

Semejante capacidad implica, en particular, conocimiento, experiencia y poderpara conseguir importar la tecnología más conveniente en las condiciones

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más favorables. A la inversa, la “importación ciega” es una consecuenciapoco deseable pero difícilmente evitable de la falta de capacidad tecnológi-ca autónoma.

La reivindicación de semejante capacidad no debería pues ser confundi-da con la aspiración a la autarquía tecnológica, es decir con la absoluta au-tosuficiencia en la materia, garantizada incluso mediante la prohibición deimportar tecnología. Esto no parece conveniente hasta para un país alta-mente industrializado y la experiencia no lo muestra como un camino por elcual se pueda avanzar exitosamente.

“Se ha propuesto que la mejor manera de lograr [un] control efectivo del flujotecnológico sería a través de una drástica reducción de la tecnología importada yaun de su total eliminación (autarquía tecnológica). Hasta el presente, eso no seha podido lograr en la práctica, como lo demuestra (una vez más) el recientecambio en la política tecnológica de la República Popular China [1978]. Por lotanto, debe aceptarse que en el flujo tecnológico habrá siempre un componenteimportado. Para que sea posible lograr una mezcla tecnológica, será pues im-prescindible disponer de una capacidad para producir tecnología nacional, sin lacual sería ilusorio pretender controlar el flujo y lograr autonomía” (SÁBATO y MAC-KENZIE, 1982, p. 216).

La construcción de una auténtica capacidad tecnológica nacional no pareceposible sin una relación importante, siempre compleja y a menudo conflicti-va, con los centros más dinámicos de la innovación tecnológica. Por ello im-porta subrayar que, en este contexto, el calificativo “apropiada” se utiliza pa-ra la mezcla “tecnología nacional-tecnología importada”. En efecto, lo

❘❚❚ “[…] corriente es hablar de ‘tecnología apropiada’, pero esto suele llevar a

creer que la tecnología debe ser original, desarrollada especialmente y que no

debe estar ‘contaminada’ con la tecnología importada. En realidad, en muchos

casos, una mezcla de tecnologías viejas -con elementos nacionales e importa-

dos- suministra una respuesta más apropiada que la que podría obtenerse

con una tecnología ‘pura’ y ‘nueva’. Por eso nos parece más adecuado hablar

de flujo apropiado o de mezcla apropiada; de esa manera queda claro que no

se trata de buscar originalidad o pureza por sí mismas, sino de suministrar el

flujo que mejor satisfaga la necesidad planteada” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p.

217). ❚❚❘

Según el problema por resolver, la mezcla apropiada será más o menos ori-ginal y tendrá una componente importada mayor o menor; lo que cuenta noes el grado de novedad sino la capacidad para hallar la “mezcla” adecuadaa los datos específicos del propio problema.

4.4.3. La tecnología en los países latinoamericanos

En conjunto, la producción local de tecnología ha sido escasa en los paísessubdesarrollados. Esto es bien conocido. Sin embargo, hace ya tiempo que envarias naciones latinoamericanas se empezó a generar tecnología a niveles

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significativos, pero el fenómeno demoró en ser advertido, en parte debido asus rasgos informales.

En nuestro continente “una de las fuentes más importantes de la tecno-logía nacional es la modificación y adaptación de los paquetes tecnológicosimportados, operación que en general no se realiza en instituciones de in-vestigación especializadas sino en las propias empresas” (SÁBATO y MACKEN-ZIE, 1982, p. 223). Se trata de una actividad que, por cierto, frecuentementeaborda problemas complejos, para lo cual hace uso abundante de conoci-mientos científicos y técnicos. Pero dicha actividad no está diferenciada deotras en la misma empresa, ni se planifica con antelación; por lo general, sela lleva a cabo como respuesta a la necesidad de adaptar un paquete a cir-cunstancias distintas de las que motivaron su elaboración. Constituye unasuerte de I+D (Investigación y Desarrollo) “implícita”, que puede también servista como una forma de “producción artesanal de tecnología”.

Las características informales de tal actividad, junto con las ideas domi-nantes acerca del desarrollo científico y tecnológico, determinaron que dicha“I+D informal” fuera prácticamente ignorada en el nivel oficial. Así, a co-mienzos de la década de 1980, se diagnosticaba:

❘❚❚ “En resumen, la situación actual en los países sudesarrollados con relación

a la tecnología nacional es que la producción artesanal de tecnología, que de

hecho existe y es importante, no recibe prácticamente ningún apoyo guberna-

mental, y que tampoco hay una política decidida encaminada al desarrollo de

la producción industrial de tecnología” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 227). ❚❚❘

Para impulsar esta producción, y la comercialización de tecnología, la obraque venimos glosando bosqueja una propuesta de “empresas de tecnologíapara América Latina”.

Recapitulemos: las estrategias para el desarrollo tecnológico de nuestraregión deben tener en cuenta no sólo el atraso y la dependencia en la mate-ria, sino también el hecho de que en la producción nacional de tecnología seha avanzado no poco, aunque no siempre por caminos previstos de antema-no.

Por otra parte, en las últimas décadas se han llevado a cabo significati-vos esfuerzos para edificar una infraestructura científico-técnica y, asimis-mo, para conocer mejor las relaciones entre investigación y producción, locual plantea una problemática bastante más compleja de lo que se solía su-poner.

En particular, se llegó a comprobar que la industrialización del continente,aunque “trunca” en el sentido ya expuesto, ha promovido una creciente “tec-nologización”. Al concluir la década de 1970 se podía anotar:

❘❚❚ “La producción local de tecnología es pequeña, comparada con el flujo de

tecnología importada, pero se registran algunos éxitos alentadores (PEMEX en

México, maquinaria agrícola en Argentina, máquinas herramientas en Brasil,

etc.) así como avances en la desagregación o ‘apertura del paquete tecnológi-

co’ (central nuclear Atucha, en Argentina; plan siderúrgico brasileño, petroquí-

mica en el Pacto Andino, etc.) y una actividad creciente en relación con la

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adaptación de tecnología importada a las necesidades locales. Por lo tanto,

de ningún modo puede afirmarse que la actividad innovadora sea inexistente.

Incluso se han realizado exportaciones importantes de tecnología incorporada

y desincorporada y se han adoptado medidas para su apoyo y fomento (crédi-

to preferencial, desgravaciones impositivas, tasas de cambio favorables). Las

exportaciones intrarregionales de capital y tecnología, especialmente desde

las tres naciones mayores, ya ha comenzado a tener significación. En 1975,

Brasil exportó tecnología desincorporada por 135 millones de dólares, mien-

tras que en 1967 sólo había exportado por 3 millones” (SÁBATO y MACKENZIE,

1982, p. 232). ❚❚❘

Pero, en líneas generales, el balance sigue siendo deficitario: no se ha logra-do un funcionamiento relativamente armónico de la estructura productiva yla infraestructura científico-tecnológica; no se le ha brindado a la producciónlocal de tecnología la protección necesaria para poder afirmarse ante lacompetencia de la tecnología importada; la demanda local de tecnología si-gue siendo escasa; la fuga de cerebros ha continuado. Salvo excepciones,los estados no han desempeñado un papel importante y sostenido en estecampo. Al respecto, la siguiente observación es relevante:

❘❚❚ “Se carece aún de una buena teoría sobre el papel del Estado como pro-

ductor y propietario de unidades (industrias, bancos, comercios, seguros, etc.)

que son grandes consumidoras de tecnología y que frecuentemente se com-

portan con respecto a la ciencia y la técnica en forma tanto o más regresiva

que el sector privado, desmintiendo así la creencia de que la nacionalización o

estatización de una unidad productiva basta para terminar con su dependen-

cia tecnológica” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 235). ❚❚❘

Este diagnóstico de comienzos de la década de 1980 sostiene:

❘❚❚ “En ningún país del área, con excepción quizás de Brasil, se ha pasado aún

de una estrategia defensiva (limitada al refuerzo de la infraestructura, funcio-

namiento de registros de tecnología, etc.) a una estrategia ofensiva (con énfa-

sis en la producción de tecnología y en una negociación agresiva con los pro-

veedores externos de tecnología). Es urgente reconocer que la estrategia

defensiva tiene un techo estructural y operativo y que la superación de esa li-

mitación sólo podrá lograrse vía una estrategia ofensiva” (SÁBATO y MACKENZIE,

1982, p. 236). ❚❚❘

Concluiremos este capítulo sintetizando algunos rasgos de la política tecno-lógica que se propone y destacando ciertos obstáculos que se anticipan.

4.4.4. Lineamientos de política tecnológica

La construcción de una capacidad tecnológica autónoma, en el sentido pre-viamente definido, requiere fomentar decididamente la producción local de

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tecnología, lo cual a su vez exige estimular tanto la oferta como la demandade tecnología nacional. Es de notar que lo segundo suele descuidarse aúnmás que lo primero.

Para promover la demanda, hay que usar incentivos diversos que promue-van el consumo de tecnología local y desestimulen el uso innecesario detecnología importada. Hace falta pues un cierto grado de proteccionismo tec-nológico, que no puede ser indiscriminado sino que debe impulsar el uso dela capacidad local en la medida en que ésta sea de alta calidad y de mayorespecificidad para los problemas a afrontar, lo cual a menudo sucede porejemplo en los estudios de consultoría. Empleando por nuestra cuenta laterminología de otro autor, previamente citado en forma amplia, diríamosque en materia de tecnología nacional existe un amplio campo para un pro-teccionismo para el aprendizaje, una de cuyas metas centrales sea la capa-citación de los técnicos del propio país.

“Para mejorar la oferta habrá que reforzar la infraestructura científico-tecnológicay fomentar la instalación y operación de empresas productoras de tecnología, deservicios de consultoría, de servicios de ingeniería y diseño, de servicios técnicosauxiliares. Dicho fomento deberá también realizarse según los mecanismos yprocedimientos aceptados y en uso en la estructura productiva: crédito bancario,reducción de impuestos y otros beneficios fiscales, etc. La producción cuasi-arte-sanal que se realiza en empresas de la estructura productiva también debe reci-bir promoción adecuada, por ejemplo permitiendo la deducción impositiva delos gastos dedicados a la producción de tecnología, recibiendo créditos ‘blandos’para el desarrollo de prototipos y para el montaje y operación de plantas piloto,etc.” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 243).

La estrategia reseñada no sabría ser vista como una “tecnologización porsustitución de importaciones”, dirigida esencialmente hacia adentro, puesse considera que exportar tecnología es a la vez posible e imprescindiblepara avanzar en la construcción de la capacidad tecnológica autónoma.

“El fomento de la producción debe complementarse con un enérgico fomento dela exportación de tecnología, que ya ha comenzado exitosamente en varios paí-ses de América Latina y que promete crecer explosivamente en las próximas dé-cadas, sobre todo en dirección al Tercer Mundo, donde países que están aún enuna etapa anterior del desarrollo encuentran que las tecnologías provenientes deAmérica Latina son más adecuadas que las que provienen de los países centrales.En particular, la exportación de servicios tecnológicos reviste suma importancia,especialmente porque prepara el terreno para la posterior exportación de activostecnológicos, de bienes de capital, etc.” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, pp. 243-244).

En relación con la importación de tecnología, se anticipa que ella más bientenderá a crecer, sobre todo si el desarrollo de América Latina avanza. No setrata pues de reducir el volumen de la tecnología importada sino de mejorarsu calidad global, disminuyendo las importaciones superfluas y consiguiendo

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en mejores condiciones tecnologías más adecuadas a las necesidades y alos recursos locales.

Lo que antecede lleva directamente a la cuestión de la capacidad paranegociar en el campo tecnológico, particularmente con las empresas trans-nacionales. Su

❘❚❚ “[…] dominio de la tecnología les ha dado [a las ET] una fuerte ventaja com-

parativa, tanto en el ámbito nacional como en el internacional. No sólo saben

producir paquetes tecnológicos sino también incorporarlos a ‘paquetes empre-

sariales’ más complejos, que incluyen recursos financieros, acceso a los mer-

cados (doméstico y extranjero), facilidades bancarias, personal altamente cali-

ficado, experiencia administrativa, publicidad y prestigio” (SÁBATO y MACKENZIE,

1982, p. 209). ❚❚❘

Ahora bien:

❘❚❚ “[…] también hay que tener presente que, al menos en ciertos sectores -al-

gunos de los cuales son muy importantes- hay suficiente competencia entre

las diversas ET como para que un negociador competente y honesto pueda ob-

tener condiciones razonables en la venta o alquiler de tecnología. En otras pa-

labras, hay espacio para negociar, siempre que quien represente a un país

subdesarrollado tenga la capacidad, el conocimiento y el poder necesarios pa-

ra hacerlo con eficiencia” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, p. 210). ❚❚❘

La cuestión aludida se ubica en lugar destacado entre los problemas queuna política tecnológica nacional debe afrontar. Otra dificultad suele plan-tearla el divorcio entre política tecnológica y política económica, pues fre-cuentemente la última favorece la importación indiscriminada de tecnología;en realidad, si se asiste a un divorcio de tal índole, no existe una verdaderapolítica tecnológica, pues ésta integra la política económica bien entendida.

Para construir una capacidad tecnológica autónoma, concluye la obra re-señada,

❘❚❚ “[…] habrá que superar un conjunto de obstáculos de variada importancia,

entre los cuales se destacan los siguientes:

a) Los grupos de intereses que se benefician con la dependencia tecnológica

y que no permanecerán pasivos ante un programa enérgico pro autonomía tec-

nológica.

b) La débil competencia del Estado, que debe cumplir uno de los papeles pro-

tagónicos, y su poca capacidad para aplicar y hacer aplicar decisiones de na-

turaleza tecnológica.

c) La alienación intelectual de los grupos de la clase dirigente que postulan

que nada puede cambiar porque ‘no somos capaces’ y de otros grupos que

postulan que nada puede cambiar porque ‘no nos dejan’.

d) La modalidad de la racionalidad existente, según la cual es mejor negocio

importar tecnología que producirla localmente.

e) La dependencia cultural, según la cual ‘toda tecnología extranjera es mejor

… por ser extranjera’.

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f) El sistema de valores en vigencia, según el cual atender al consumo super-

fluo de las élites tiene prioridad a atender al consumo esencial de la mayoría

de la población.

g) El mimetismo de la periferia, que lleva a copiar hasta los peores productos

y procesos del centro.

h) Los mecanismos financieros locales, que no proveen de capital de riesgo

para la producción de tecnología pero que avalan toda importación ‘prestigio-

sa’ de tecnología.

i) La escasa articulación entre los protagonistas del proceso: funcionarios del

Estado, empresarios y gerentes y científicos y técnicos” (SÁBATO y MACKENZIE,

1982, p. 254). ❚❚❘

A comienzos del siglo XXI, quien se ocupe de impulsar una política tecnoló-gica en alguno de nuestros países quizás halle útil revisar la precedente lis-ta de “obstáculos” y analizar cuáles siguen vigentes. En todo caso, la citaayuda a comprender por qué Sábato y Mackenzie hablan de “drama tecnoló-gico”, con muy variados actores: políticos, empresarios, obreros, burócratas,científicos, tecnólogos, consumidores, etc. Los autores subrayan que el de-sarrollo tecnológico es un proceso social que se despliega en “un espaciode intereses contrapuestos” (SÁBATO y MACKENZIE, 1982, pp. 212-213).

4.5. Un gran viraje

Volvemos aquí a la consideración de la interacción entre las políticas y lasideas en materia de desarrollo. Como se destacó previamente, ciertas estra-tegias latinoamericanas para el desarrollo, que llegaron a tener gran impac-to dentro y sobre todo fuera de la academia, surgieron y maduraron “en diá-logo” con la evolución del “crecimiento hacia adentro”. Esas estrategiasincidieron en alguna medida en diversas experiencias gubernamentales en-tre los las décadas de 1950 y 1970, y fueron a su vez grandemente influi-das por los resultados de las mismas. Lo que aconteció durante los años fi-nales del período puso de manifiesto el agotamiento de lo que hemosdenominado la concepción latinoamericana clásica para el desarrollo y, másen general, marcó el inicio de un gran viraje ideológico y político. A ello nosreferimos en este apartado.

4.5.1. La búsqueda de un nuevo orden económico internacional

En la interacción entre el acontecer político y la reflexión académica resaltala gravitación de lo vivido en Chile entre 1970 y 1973. Allí la coalición de iz-quierdas denominada “Unidad Popular” -en cuya estrategia económica juga-ron un papel de primera línea economistas formados en los ámbitos cepali-nos- procuró plasmar en los hechos esa doble transformación integral, enlas estructuras internas y en las relaciones externas, que preconizaban los“dependentistas”. Su estrategia intentó hacer del accionar estatal la granpalanca del cambio que se anunciaba como “la vía chilena al socialismo”.El gobierno encabezado por Salvador Allende, electo presidente en septiem-bre de 1970, que impulsó la nacionalización de la gran minería del cobre, la

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profundización de la reforma agraria y una masiva redistribución de ingresosen favor de los sectores menos pudientes, enfrentó muy pronto el bloqueocomercial y financiero impuesto por los Estados Unidos, así como la desin-versión en la industria privada, la fuga de capitales al exterior y una duraoposición, promovida por los grupos sociales más poderosos pero que en-contró apoyos bastante más allá de éstos. La situación económica se fuedeteriorando y el conflicto político endureciéndose, hasta que en septiembrede 1973 el golpe militar dirigido por el general Pinochet puso fin a la originalexperiencia y desencadenó la violencia.

Esos acontecimientos dramáticos incidieron profundamente en lo queHalperin ha caracterizado como una “mutación en el horizonte político-ideo-lógico latinoamericano”, en la cual se destaca, según creemos, el desdibuja-miento de las estrategias clásicas para el desarrollo de la región. No menorfue la incidencia en ello de lo que aconteció con la demanda, planteada porlos países subdesarrollados, de instaurar un “nuevo orden económico inter-nacional”, la que se constituyó en el principal impulso al debate sobre coo-peración y comercio a escala internacional desde comienzos de la décadade 1970. Algunos gobiernos latinoamericanos de esa década figuraron entrelos más enérgicos impulsores del proyecto, cuyos fundamentos se afirma-ban en la concepción “centro-periferia”.

Grosso modo, se trataba de revertir las asimetrías generadas por la divi-sión internacional del trabajo entre países industrializados y exportadoresprimarios, mediante una negociación entre los gobiernos del Primer Mundo ylos del Tercer Mundo, en la cual éstos habrían de usar como armas de pre-sión la retención en las ventas de sus materias primas estratégicas y su ca-pacidad de actuar relativamente unidos en la arena internacional, a fin deimpulsar ciertas reivindicaciones, entre las que se incluían: i) una mejorasostenida en los términos de intercambio; ii) una sustancial transferenciade tecnología desde los países del centro a los de la periferia; iii) un controldel accionar de las empresas multinacionales; iv) una reestructuración delsistema monetario internacional.

El proyecto tomó cuerpo a comienzos de la década de 1970, cuando laprolongada prosperidad vivida por los países más ricos, junto a modalidadesproductivas en las que se hacía un uso masivo de recursos naturales, ha-bían expandido sustancialmente la demanda y por ende los precios de nu-merosos productos exportados por la periferia.

El petróleo ejemplificaba lo que se pretendía hacer. Su precio se multipli-có por cuatro en 1973; la Organización de Países Exportadores de Petróleo,la OPEP, se convirtió en un primer actor de la escena mundial; parecía enor-me su capacidad de presión, al decidir unificadamente montos y precios dela producción petrolera, que suministraba a los países de la OPEP ingentesrecursos que, en cierta medida, se fueron volcando al financiamiento degrandes programas de industrialización. En algún sentido, se trataba de ge-neralizar tal estrategia, formando asociaciones de países exportadores decada materia prima relevante, para mantener altos los precios y dotar al con-junto de países subdesarrollados de un poder negociador susceptible de re-vertir gradualmente las asimetrías generadas por el “orden neocolonial”, po-sibilitando en consecuencia el desarrollo de la periferia.

Paralelamente, se promovía la conformación, para cada materia prima re-levante, de acuerdos internacionales entre los principales países producto-res y consumidores a fin de estabilizar los precios a largo plazo, lo cual no

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constituía en sí mismo una novedad, pues acuerdos de ese tipo venían fun-cionando desde tiempo antes, como por ejemplo el del estaño desde 1956y el del café desde 1962. Lo característico de la década de 1970 fue el im-pulso que los países subdesarrollados dieron a esta línea de acción, parti-cularmente en las conferencias e instituciones del sistema de las NacionesUnidas.

La estrategia esbozada asignaba a los estados del Tercer Mundo, comose ve, la máxima responsabilidad en la construcción del “nuevo orden”, tan-to en lo que se refiere a la modificación de las relaciones externas como enla programación del crecimiento interno. Lo que aconteció con semejanteestrategia dice mucho acerca de las grandes tendencias de la evolución tec-nológica y económica contemporánea.

La bonanza de los precios de los productos primarios fue en general efí-mera; la tendencia fue revertida por la recesión de la economías metropoli-tanas. Ello hizo cada vez más difícil el funcionamiento de los acuerdos parala estabilización de precios, entre otros motivos porque agudizó las contra-dicciones entre los propios países productores de productos primarios igua-les o intercambiables.

El fin de la prolongada prosperidad de la posguerra en los países centra-les coincidiría con el comienzo de una mutación técnico-productiva que im-pactaría sobre el planeta entero, y de la cual ni siquiera saldría indemne elpoder de los productores de petróleo, que por entonces lucía avasallante.Las nuevas relaciones de precios acelerarían los cambios en la producción,las políticas de ahorro energético y los avances en la tecnología que reduci-rían el consumo de petróleo en relación con el gasto total así como frente aotras formas viejas y nuevas de energía. Hacia 1986, en términos reales, elprecio del petróleo había vuelto a niveles similares a los anteriores a la granalza de 1973 (TOYE, 1987, p. 141).

Más en general, el cambio de paradigma técnico-productivo tendería a in-crementar el peso en la economía de la capacidad científica y tecnológicaconcentrada en el Primer Mundo, y a disminuir el de los productos primariosexportados por la periferia en desmedro de su poder de negociación. A co-mienzos de la década de 1980, el proyecto de “nuevo orden económico in-ternacional” había perdido vigencia.

Durante esa década, las tecnologías del “complejo electrónico” sustenta-rían la acelerada globalización tanto de las comunicaciones como de la eco-nomía, facetas estrechamente vinculadas de un mismo proceso, en el cuallas empresas transnacionales jugarían un papel mayor y menos regulado,mientras que las instituciones internacionales de manejo de las finanzas nodejarían de estar controladas por los países más ricos.

Por otra parte, la experiencia había mostrado ya las enormes dificultadesde la “transferencia de tecnología” del Norte al Sur, incluso cuando se dis-ponía de abundancia de recursos monetarios. Durante la década de 1970se acumularon los ejemplos de plantas productivas, compradas “llave enmano” en particular por países de la OPEP, que resultaron un fracaso econó-mico. En varios casos se trató de equipos más o menos anticuados, adqui-ridos debido a una combinación de corrupción e ignorancia; el avance técni-co hacía cada vez más necesario, hasta para saber comprar, el disponer decapacidad avanzada. Pero incluso cuando las plantas instaladas no estabanya atrasadas, y sobre todo cuando eran técnicamente sofisticadas, pesabagravosamente en su rendimiento la escasa capacidad local para escogerlas

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en función de las propias necesidades y para llevar a cabo las generalmen-te imprescindibles adaptaciones a condiciones distintas a las prevalecien-tes en los países de origen.

Esta problemática se vio agravada por el recién mencionado “cambio deparadigma”. En efecto, gran parte de los países de la OPEP dedicaron propor-ciones sustanciales de los fondos que el petróleo les proporcionaba a com-prar equipos para empresas industriales que resultaban obsoletas inclusoantes de entrar en funcionamiento, pues habían sido planeadas en funciónde las técnicas, los criterios de eficiencia y los perfiles de la demanda queprevalecían todavía en la década de 1960 pero que habrían de cambiar pro-fundamente a partir de la de 1970. Así, en Venezuela como en Argelia o enel Cercano Oriente varios proyectos, propios de esa “industria pesada” quesimbolizara el éxito en una etapa anterior del crecimiento económico, queda-ron como testimonios del fracaso de un tipo de industrialización programadapor el Estado.

Volvamos a concentrar nuestra atención en América Latina hacia fines dela década de 1970. Los países exportadores de petróleo se acercaban altérmino de una bonanza excepcional, que indujo en ellos cambios significati-vos, pero que no sentó las bases de un crecimiento sostenido. El resto delcontinente experimentaba ya desde hacía algunos años, en líneas genera-les, una reversión desfavorable de los términos de intercambio. Entre las na-ciones más avanzadas del área, las del Cono Sur vivían bajo “regímenes bu-rocrático-autoritarios”. Sus estrategias para el crecimiento económico noprivilegiaban por cierto metas como la redistribución y la mejora de las con-diciones de vida de las mayorías, que ocuparan un lugar central en las con-cepciones clásicas para el desarrollo latinoamericano. Éstas languidecíanjunto con las esperanzas en un “nuevo orden económico internacional”.

4.5.2. La “contrarrevolución” en la teoría del desarrollo

A esa altura de los acontecimientos, el intercambio de ideas en torno de laproblemática del desarrollo se caracterizaba ya por la emergencia de una co-rriente que críticos y partidarios coincidían en calificar como una “contrarre-volución” en la teoría y también en la práctica del desarrollo. La misma sevio estimulada por la amenaza del “nuevo orden económico internacional”reclamado por el “Sur”, con cierto apoyo de opinión en el “Norte”, como lomostró la acogida dispensada al llamado Informe Brandt de 1980. Esta co-rriente se alzó en defensa del orden internacional vigente. Surgida en la dé-cada de 1970 fuera de América Latina, sus puntos de vista tendrán sin em-bargo profunda gravitación en el continente a partir de la década de 1980.

Tal “contrarrevolución” es una concepción caracterizada, en líneas gene-rales, por la oposición a las ideas centrales de la “revolución” en la econo-mía asociada al nombre de John Maynard Keynes, a las teorías estructuralis-tas del subdesarrollo y al uso de la planificación económica para afrontarlos problemas del desarrollo. Dicha concepción sostiene que estos proble-mas sólo pueden ser resueltos permitiendo el libre juego de los mercados ylimitando al mínimo la intervención gubernamental en la economía. Sus par-tidarios afirman que el Tercer Mundo no existe como realidad geográfica yeconómica, sino como una creación psicológica y política: surge por el senti-miento de culpa de Occidente frente a las consecuencias de la colonización

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En esta parte nos ba-samos en el libro de

John Toye (1987), Dilemmasof Development, cuyo subtítu-lo es Reflections on the Coun-ter-Revolution in DevelopmentTheory and Policy.

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y consiste, de hecho, en el conjunto de países beneficiarios de la ayuda ex-terna.

Estos puntos de vista difieren mucho de los que en las décadas de 1960y 1970 predominaban entre quienes definían la cooperación con los paísesdel Tercer Mundo. Los voceros de la contrarrevolución en la política para eldesarrollo proponían obtener mejores resultados atacando tres problemasen particular: i) la hipertrofia del sector público, que a su juicio había daña-do a las economías de los países atrasados al asumir funciones, especial-mente en la esfera productiva, que desbordaban los cometidos normales delEstado; ii) el énfasis excesivo de los gobiernos en la acumulación de capitalfísico en desmedro del mejoramiento de los recursos humanos; iii) la prolife-ración de controles públicos que perjudicaban el funcionamiento de la eco-nomía.

Esta corriente hizo particular hincapié en la experiencia hindú, que pre-senta no pocas similitudes con la industrialización latinoamericana median-te la sustitución de importaciones. Criticó particularmente tres aspectos delo hecho en la India: i) la política de industrialización promovida por el Esta-do, y en particular el énfasis en la industria pesada; ii) la sobrevaluación dela moneda nacional y el sesgo antiexportador de la estrategia adoptada; iii)la atribución discrecional por la burocracia pública de las cuotas de importa-ción así como de los fondos para inversión en la industria, lo cual abre am-plios espacios para la arbitrariedad y para la corrupción.

La estrategia alternativa, impulsada por los teóricos de la concepciónque estamos resumiendo consistía en usar la ayuda a los países en desa-rrollo como elemento de presión para inducirlos a disminuir el tamaño delsector público y a promover la apertura de la economía.

De hecho, tres décadas de experiencia en las políticas para el desarrollomostraban que no se puede confiar en que las empresas públicas, la inver-sión en máquinas y edificios y las disposiciones gubernamentales sean ins-trumentos suficientes y siempre eficientes para lograr los objetivos busca-dos. Así, frente a la tradicional insistencia de los “estructuralistas” en losfrecuentes “fallos del mercado”, sus adversarios podían encontrar no pocosejemplos para destacar las fallas de los gobiernos.

Esto último centró gran parte de los debates, en los que frecuentemente lapolarización “estado vs. mercado” llevó a descuidar la vinculación que sueleexistir entre ambos tipos de fallos. El mercado puede fallar, por ejemplo, encobrar a un empresario por el uso que hace de las estructuras públicas de for-mación o por los daños que pueda infligir al ambiente, o en compensarle porla formación que pueda suministrar a sus empleados, debido a motivos queincluyen la falta de un marco institucional adecuado, es decir, por fallos delsector público. A la inversa, el gobierno falla, por ejemplo, cuando no es capazde proteger adecuadamente el interés público debido al peso que tienen ensus decisiones ciertos monopolios u oligopolios, cuya existencia constituyeun fallo del mercado. Esto lo explica Toye, quien afirma:

❘❚❚ “La tesis según la cual los fallos del mercado son pequeños, pero los fallos

del gobierno son enormes, puede ofrecer un eslogan poderoso. Pero como ele-

mento de análisis económico y político, es totalmente inadecuada para enten-

der la interacción bidimensional entre fallos del mercado y fallos del gobierno”

(TOYE, 1987, p. 65). ❚❚❘

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Por otra parte, todas las economías de los países más avanzados son encierto sentido economías mixtas, con un papel preponderante del mercado,pero también con una intervención amplia y polifacética del Estado.

En cualquier caso, el ocaso de las concepciones latinoamericanas clási-cas acerca del desarrollo se vio confirmado en la década de 1980 por el au-ge de puntos de vista diametralmente opuestos, como los sostenidos por lamencionada “contrarrevolución”. Uno de los principales representantes deesta última sostuvo que descartar la economía del desarrollo, como discipli-na de estudio, podía ser útil para mejorar la salud tanto de la disciplina eco-nómica en su conjunto como de la economía de los países en desarrollo (TO-YE, 1987, pp.71-72). Las ideas dominantes del momento ponían de relievela decadencia de la propia teoría del desarrollo.

4.6. Recapitulación

Lo que ocurrió con el desarrollo en América Latina, particularmente entre lasdécadas de 1950 y 1980, puede, en alguna medida, ser comprendido a par-tir del análisis de la interacción de cinco procesos distintos, los cuales hanrecibido por cierto atención amplia o incluso muy amplia en la literatura, y alos que ya se ha hecho referencia en las secciones precedentes. En ésta,ensayamos una síntesis que tiene como hilo conductor las influencias recí-procas de:1) Un proceso desplegado en los ámbitos de las ideologías y las políticas, el

auge y la decadencia de la concepción latinoamericana clásica acerca deldesarrollo.

2) Un proceso técnico-productivo, susceptible de ser caracterizado tanto élmismo como su desenlace mediante el título de una obra capital previa-mente citada (FAJNZYLBER, 1983), la industrialización trunca de América La-tina.

3) Un proceso en el que se entretejen relaciones de poder económico y polí-tico, la redistribución por lo general escasamente equitativa del excedente.

4) Un proceso que transcurre en el terreno de las relaciones económicas in-ternacionales, el impacto en la periferia de la transición en el centro delparadigma tecno-económico fordista al de las Tecnologías de la Informa-ción y la Comunicación (TICs).

5) Un proceso que debe ser considerado en el nivel de la cultura -o de las re-laciones de poder ideológicas-, que da cuenta más bien de persistenciasque de cambios, la preservación de un imaginario colectivo que subvalorala tecnología.

Esto último hunde sus raíces en el pasado lejano, pues constituye una he-rencia de la colonización ibérica, que impuso pautas culturales muy distin-tas a las transplantadas a las zonas de colonización anglosajona. La Espa-ña que conquistó América fue la que se arruinó a sí misma, cultural ytécnicamente, destruyendo la agricultura morisca, expulsando a los judíos,sometiendo la sociedad a la Inquisición. Su impronta entre nosotros se ma-nifestó en las universidades monásticas que perduraron bastante más alláde la Independencia, en el desprecio al trabajo manual, en el parentesco en-tre las escuelas de oficios y los establecimientos correccionales. La culturaoficial asignó un lugar marginal y -con excepción del caso de la biomedicina

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y la investigación agropecuaria- más bien decorativo a la ciencia, pese a es-fuerzos y logros relevantes, y prácticamente dejó afuera la tecnología. Causay consecuencia de tal fenómeno, el “matrimonio entre la ciencia y las artesútiles”, que caracteriza a la Segunda Revolución Industrial, en estas tierrasapenas si se consumó.

Cuando se inició el crecimiento hacia afuera, después de 1850, esaspautas culturales, y sobre todo la estructura de poder económico y políticoheredada de la Colonia y de los vendavales de la Independencia, volcaron elexcedente que en algunos casos llegó a ser cuantioso mucho menos haciala modernización técnico-productiva que hacia el consumo conspicuo y laimitación de las costumbres de las clases altas europeas. Se afianzó así lainequidad que, en términos globales, nunca dejó de ser característica deAmérica Latina, como también la estrecha vinculación entre el nivel de la ac-tividad económica y el del gasto de los sectores pudientes. Los factoresdestacados tienden a reforzarse entre sí, limitando de esa forma las posibi-lidades de las políticas encaminadas a canalizar el excedente hacia la redis-tribución y la inversión. En conjunto, se configuró un tipo de modernizacióncuyos rasgos todavía pueden advertirse hoy día: “la modernización no se ha-ce por la asimilación de la tecnología moderna en las formas y procesos pro-ductivos, sino a través de la adopción de productos acabados y del trasplan-te de formas de comportamiento en la utilización del producto” (FURTADO,1973, p. 294).

Sin desmedro de lo dicho, el crecimiento agroexportador generó en variospaíses del continente una demanda interna que abrió espacios para la diver-sificación de la producción y para la inmigración, que a su vez fue un factorclave en la forja de una cierta capacidad para atender aquella demanda me-diante la manufactura local de algunos bienes de consumo. La instalaciónde esas manufacturas fue en muchos casos la obra de inmigrantes con al-guna formación específica, y gusto por la técnica. En el Uruguay, al menos,puede formularse la conjetura de que el descenso de la inmigración incidióen la disminución de la capacidad para la innovación tecnológica; ¿podrá de-cirse, en general, que la tradicional subvaloración latinoamericana de la téc-nica resultó atenuada sobre todo por ciertas corrientes migratorias, peroque, en esta fusión de lo autóctono y de lo incorporado, primó más bien loprimero?

Sea como fuere, la incipiente industrialización, estimulada por la inmigra-ción y la urbanización, las reforzó; conjugados, esos procesos se constituye-ron en sostenes de los cuestionamientos democráticos al orden oligárquico,y frecuentemente la expansión de la democracia amplió el apoyo político a laindustrialización. Se construyeron así los cimientos productivos e ideológi-cos de la reorientación del crecimiento hacia adentro, desencadenada por lacrisis de la década de 1930 y motorizada por la Industrialización por Susti-tución de Importaciones. Con ésta tomó cuerpo el carácter “estadocéntrico”del acontecer económico, y en diálogo con tales procesos surgió la concep-ción latinoamericana clásica del desarrollo.

Ahora bien, en este nuevo caso de “industrialización tardía”, si el prota-gonismo del Estado no sólo está presente sino que, en términos relativos aldel empresariado, es acaso hasta mayor que en los casos paradigmáticosde Alemania y el Japón, lo que está ausente es el “tecno-nacionalismo”, tannotorio en estos últimos. La vocación nacionalista es por cierto evidente enla historia de nuestro continente. Se ha manifestado incluso en el propósito

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de construir la nación latinoamericana, al que podría señalársele alguna si-militud con la unificación alemana del siglo XIX. Esa vocación latinoamerica-nista no es ajena a uno de los rasgos destacados de la concepción clásicadel desarrollo, pensada no tanto como estrategia para algún país en particu-lar sino como proyecto de modificación de la inserción internacional de la re-gión en su conjunto y aun de la periferia toda. En cambio, siempre fue muydébil el “tecnologismo nacionalista” latinoamericano; muchos ejemplos dealgo así pueden anotarse, pero se trata de anécdotas que no llegan a con-formar una corriente o tendencia. Los períodos de prosperidad le debieronpoco a la innovación tecnológica endógena, por lo cual ésta no salió del lu-gar marginal en que la ubicaba la cultura tradicional.

Y esa marginalidad se reflejó también en las ideas predominantes acercadel desarrollo, que parecieron suponer que la capacidad tecnológica vieneincorporada a la maquinaria, de donde la instalación de la infraestructura in-dustrial bastaría para poner en marcha el proceso de innovación. Reflexio-nes mucho más elaboradas acerca de la problemática tecnológica en el sub-desarrollo, como la de Jorge Sábato, no llegaron a formar parte del“paradigma” clásico.

Hemos padecido, por el contrario, los perjuicios de un arraigado imagina-rio tecnológico desvalorizante, que consiste básicamente en no creer queuna actividad tecnológicamente compleja y, además, estratégica, pueda serdesarrollada o co-desarrollada localmente. No es un imaginario compartidopor toda la sociedad: en general los cuerpos técnicos de las empresas delEstado, por ejemplo, han solido reclamar una mayor participación en decisio-nes e implementaciones técnicas de primerísima importancia, basándoseen su mayor capacidad de delimitar los problemas y de definir las pautas pa-ra su solución que los proveedores “llave en mano”. En algunos casos, co-mo el venezolano, esos cuerpos técnicos llegaron a darse una organizacióncolectiva: el Movimiento Antonio José de Sucre dio batallas -y las perdió- enlas empresas nacionales de telecomunicaciones y del hierro a fines de ladécada de 1970. La situación fue muy distinta en los países nórdicos y enCorea, donde un imaginario tecnológico positivo -no vinculado con grandesproyectos de prestigio- permitió importantísimos desarrollos en áreas depunta, basados en la demanda interna de productos diseñados y producidoslocalmente: sólo así se explica el liderazgo mundial de Suecia en telecomu-nicaciones y de Corea en memorias de computadoras.

Una ironía de nuestra historia, bastante trágica, es que el ejemplo de na-cionalismo tecnológico de mayor envergadura en el nivel del accionar guber-namental sea el de la dictadura militar brasileña, orientada por valores so-ciales y políticos muy distintos de los que inspiraron la “concepción clásica”y su noción del desarrollo.

Durante la etapa del “crecimiento hacia adentro”, difícil sería detectar laemergencia de sistemas de innovación propiamente dichos. En cambio, seconstituyeron en nuestros países verdaderos “sistemas nacionales de in-dustrialización”, vertebrados por la protección estatal a la industria, nacionalo instalada dentro de fronteras. Un tipo de proteccionismo agudamente ana-lizado por Fajnzylber (1983) estimuló la construcción de una base industrialapreciable pero trunca, en tanto se mantuvo limitada su capacidad de “ele-varse” desde la producción de bienes de consumo a los de equipo y de ac-ceder a los mercados externos; así, el potencial de la sustitución de impor-taciones para mejorar la balanza de pagos no mantuvo el ritmo esperado.

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Factores como los ya apuntados impidieron que la generación endógena detecnología fuera priorizada, lo cual se reflejó particularmente en el tipo deprotección practicada; consiguientemente, esos “sistemas de industrializa-ción” apenas si incluyeron la innovación. El “triángulo” Estado-empresariado-técnicos, que Sábato propuso como síntesis de una concepción del desarro-llo, se redujo en los hechos al “segmento” constituido por los dos primerosvértices. El papel más bien virtual de los otros dos segmentos constituyeuno de los principales motivos para el “truncamiento” de la industrializaciónlatinoamericana.

Debe subrayarse que durante la etapa de la sustitución de importacioneshubo innovación tecnológica (KATZ, 1994), probablemente de más envergadu-ra que en la posterior década de 1980 pero, por razones como las anota-das, tuvo un carácter altamente informal. Escasamente valorada en las pau-tas culturales predominantes, desatendida por las corrientes centrales delpensamiento sobre el desarrollo, ignorada casi por las políticas públicas, lainnovación tecnológica latinoamericana constituyó un fenómeno de naturale-za bastante intersticial. Según parece, sigue siéndolo (SUTZ, 1998).

En los países más avanzados del continente, empero, la industrializaciónsustitutiva de importaciones llegó a conformar una capacidad manufacture-ra exportadora (VILLASCHI, 1994; KATZ y BERCOVICH, 1993). Ello estuvo relacio-nado, en buena medida, con el potencial construido en el área metal-mecá-nica; los cambios en las tecnologías decisivas, que forman parte de laemergencia del paradigma tecno-económico de las TICs afectaron ese poten-cial exportador (KATZ y BERCOVICH, 1993).

La emergencia de este paradigma afectó más en general a la industriali-zación latinoamericana, haciendo comparativamente más grave que antessu debilidad para la innovación y ampliando la distancia con la frontera tec-nológica mundial, pero además disminuyendo la capacidad de presión nego-ciadora de los países productores de materias primas. La década de 1970presenció el auge simultáneo de las demandas en pro del Nuevo Orden Eco-nómico Internacional y de las organizaciones de países productores de bie-nes primarios, y su decadencia también simultánea, y paralela con la apari-ción de pautas productivas que tendían a disminuir la importancia relativade la periferia en la economía mundial.

Correlativamente, el proceso industrializador en el continente pasó a sermotorizado en grado creciente por el endeudamiento externo, en las condi-ciones de crédito fácil de aquella década, mientras que también crecía el pa-pel de las filiales de las empresas transnacionales, al menos en los paísesmás grandes. Su producción, primordialmente volcada al mercado interno debienes de consumo caros, atendió una demanda importante, sustentada enla alta inequidad, y contribuyó a acentuarla, porque se construyó un merca-do para esa oferta acentuando la desigualdad en la distribución del exce-dente, mediante herramientas varias que por cierto no apuntaron a la pro-fundización de la democracia. La contracara del “milagro brasileño” puedeverse en la disminución salarial y el crecimiento de la desigualdad que tuvie-ron lugar a partir del golpe de 1964 (VILLASCHI, 1994, p. 25).

En cierto sentido, la desigualdad mantuvo la desigualdad en un ciclo enel que la limitación del potencial para el crecimiento aparece como variableintermediaria: la inequidad relativamente alta mantuvo reducida la demandasolvente de gran parte de la población así como su capacidad productiva,debido a las malas condiciones de vida y la deficiente formación, lo cual -

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Para una considera-ción de distintos as-pectos de las relaciones entreinnovación y desarrollo enAmérica Latina, nos referimosa los textos reunidos en Sutz(ed.) (1997).

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conjugado obviamente con otros factores, de los que algunos ya fueron men-cionados- atenazó el crecimiento económico y reforzó sus vínculos con elconsumo privilegiado; propiciar éste fue a menudo la vía maestra para supe-rar el estancamiento. Con diferencias grandes según los países y los mo-mentos, la etapa de la Industrialización por Sustitución de Importaciones, sibien en conjunto mucho más propicia que la anterior para el progreso social,no forjó un círculo virtuoso en el que se reforzaran mutuamente la expansióneconómica y la equidad.

Esta breve recapitulación concluye con el gran viraje de la década de1980, cuando la crisis marcó el agotamiento definitivo del “crecimiento ha-cia adentro”, impuso esfuerzos exportadores mucho más grandes y más li-gados a las manufacturas que antes, acentuó las desigualdades, agravó laspenurias de los más carenciados y desencadenó los procesos aceleradosde apertura, liberalización y privatización que ya han cambiado la faz del con-tinente.

Por entonces llegó también a su fin el ciclo de la concepción latinoameri-cana clásica del desarrollo. Durante las agitadas y contradictorias décadasde 1960 y 1970, esa concepción también se agitó y vivió estimulada porsus propias contradicciones y sobre todo por las de la realidad. Pero la diná-mica de los hechos fue desplazando cada vez más su centro de gravedad dela guía para la acción a la crítica del orden existente y, dentro de esta última,del análisis de los procesos a la denuncia de las consecuencias, pues lastendencias de la realidad desbordaban las pautas interpretativas.

El Estado había impulsado la industrialización, y ésta había modificadoprofundamente la estructura productiva del continente, aunque sin dotarlade un dinamismo autosostenido; el accionar estatal y los procesos indus-trializadores habían alterado la inserción en la economía internacional, perola subordinación al centro se mantenía; la especificidad de la condición pe-riférica sobrevivía mucho mejor que los métodos para afrontarla, quizás por-que sus causas más profundas no eran las alegadas, quizás porque la de-pendencia tenía raíces más sólidas de lo supuesto. En cualquier caso, elmundo rico vivía una nueva revolución tecnológica, los lejanos procesos deindustrialización tardía del Este asiático se revelaban mucho más exitosossin cuestionar mayormente el relacionamiento centro-periferia, y América La-tina se afanaba en la “competitividad espuria” de la década perdida, de to-do lo cual no era demasiado lo que la concepción latinoamericana clásicadel desarrollo tenía para decir. En ese proceso, paralelo a lo que se ha cali-ficado como la transición de una matriz social “estadocéntrica” a una matriz“mercadocéntrica”, la propia temática del desarrollo perdió gran parte de suvigencia.

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¿Hacia la sociedad del conocimiento?

Objetivos

• Analizar ciertos lineamientos característicos de la evolución contemporá-nea de la ciencia, la tecnología y la producción, prestando especial aten-ción a las transformaciones revolucionarias de las últimas décadas.

• Discutir ciertos aspectos definitorios de la economía global, basada en elconocimiento, motorizada por la innovación y modelada por los procesosde aprendizaje.

• Poner de manifiesto ciertos desafíos mayores, en términos sociales yambientales, que tales procesos generan.

5.1. Tecnología, comunicación e información

Durante el siglo XX, el “matrimonio de la ciencia y la tecnología” y los inven-tos institucionales a través de los cuales se consumó -la universidad de in-vestigación y el laboratorio empresarial de I+D - hicieron posible un procesode cambio técnico sostenido que transformó la producción, las condicionesde trabajo y también la vida cotidiana de muchísima gente. En este aparta-do comenzamos a ocuparnos de algunas de tales transformaciones, cen-trando la atención en ciertos procesos que ya han tenido impactos muygrandes y que están en el origen de lo que se considera como una nueva re-volución tecnológica.

5.1.1. Investigación y cambio técnico en la segunda etapa dela industrialización

En esta sección ejemplificaremos, mediante la evolución de la tecnologíaelectrónica, ciertas características medulares de la interacción entre investi-gación y generación de nuevos productos en el período de consolidación ydifusión de la Segunda Revolución Industrial.

Dice Landes:

❘❚❚ “[…] la radio fue el primer producto de una nueva tecnología electrónica que

desde entonces se ha desarrollado más allá de lo previsible por sus creadores

y continúa dando lugar a innovaciones de importancia económica extraordina-

ria. Algunos incluso la consideran como precursora de una nueva Revolución In-

dustrial. Por otro lado, pocas experiencias ilustran tan bien las características

más importantes del avance tecnológico moderno y, en particular, la combina-

ción entre investigación de grupo y genio individual, entre búsqueda sistemáti-

ca y descubrimiento fortuito.” (Landes, 1969: p.451) ❚❚❘

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En la década de 1860, Maxwell estableció las bases de la teoría de las on-das electromagnéticas. Dos décadas después Hertz verificó su existenciatransmitiendo impulsos electromagnéticos a cortas distancias. El trabajosistemático en I+D comenzó en 1897 cuando Marconi, prototipo del inven-tor-empresario, estableció en Londres su compañía de telegrafía sin hilos.

“La fidelidad de Hertz a la ciencia pura, frente a la aplicada, era tan fuerte quenunca imaginó el valor potencial de su trabajo para las telecomunicaciones. Pe-ro otros tomaron su lugar, y no hay prueba más significativa de las mejoras ha-bidas en la experimentación científica y la comunicación intelectual que la ra-pidez con que los avances en este campo se difundieron de un país a otro.”(Landes, 1969: p.452)

J. A. Fleming -profesor del University College de Londres y consultor de lacompañía de Marconi- introdujo el diodo durante 1904, en Inglaterra, y LeeDe Forest hizo lo propio en los Estados Unidos con el triodo de malla duran-te 1906-1907. El funcionamiento de éste era empero insatisfactorio; fue en1912-1913 que en los laboratorios de investigación de la American Telepho-ne and Telegraph -que había comprado patentes a De Forest- y de la GeneralElectric se introdujo una eficiente “válvula resistente” o tubo de vacío. Elmismo “se convirtió en el núcleo de los instrumentos principales de la co-municación sin hilos”, aunque “cada uno de ellos siguió su propia línea deinvestigación, invención y desarrollo”. Se abrió así el camino para la irrup-ción de la radiodifusión comercial:

❘❚❚ “La emisión regular de programas recreativos empezó en 1920 en Estados

Unidos y Holanda y en 1922 en Gran Bretaña. A pesar del coste relativamente

alto de los receptores […] las ventas crecieron de forma espectacularmente rá-

pida. En los Estados Unidos, los 110.000 aparatos de 1922 pasaron a ser

550.000 en 1923, 1.500.000 en 1924 y alcanzaron una primera cota máxima

de dos millones en 1925.” (Landes, 1969: p.454) ❚❚❘

El impacto productivo y económico de ello no es difícil de imaginar, pero se-guramente fue mayor su importancia social y cultural:

❘❚❚ “[…] la radio es un ejemplo excelente de lo que podrían llamarse lujos inver-

sos a la renta o estatus, es decir, un producto cuya utilidad varía inversamente

con la renta, por lo que es adoptado con mayor rapidez por los pobres que por

los ricos (la televisión es quizá un ejemplo incluso mejor). Para aquellos a quie-

nes sus recursos les permitían un amplio margen de diversión y distracción, la

radio fue sólo una fuente más de entretenimiento, por importante que fuera.

Para quienes disponían de menores recursos, la radio se convirtió rápidamente

en la diversión principal, y la audición de ciertos programas casi adquirió un ca-

rácter de ritual.” (LANDES, 1969) ❚❚❘

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Las citas de este apartado hansido tomadas del libro de Lan-des (1969), pp. 451-456. Enrelación con la radio, nos refe-rimos también a Freeman(1982), p. 73.

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Lo transcrito recién ha sido espléndidamente pintado por Woody Allen en supelícula “Días de radio”. Más en general, ¿qué actividad social no se ha vis-to trastocada por la radio y, después, por la televisión?

Por otra parte, el desarrollo de la radio es característico de las condicionesdel avance tecnológico durante la primera mitad de este siglo. Dice Landes:

❘❚❚ “Pocos utensilios ilustran tan bien la naturaleza de este proceso: las múlti-

ples contribuciones, provenientes de varios países y a veces simultáneamente;

el flujo de ideas de la ciencia a la ingeniería y de ésta al mundo de los nego-

cios; la función de la investigación de grupo y financiada; el alto rendimiento de

las rivalidades tecnológicas. La radio era testimonio de un ámbito de conoci-

miento que compartía un acervo común de ideas, cifras y métodos; un mundo,

además, en el que la mejora de las comunicaciones y la profesionalización de

la ciencia y la ingeniería habían acelerado enormemente la difusión de cada

idea nueva y de cada avance” (LANDES, 1969). ❚❚❘

Se trabajaba ya en lo que han llegado a ser las condiciones habituales de lainvestigación, pero todavía quedaba espacio para sustantivas contribucionesde inventores individuales, como Guillermo Marconi, Lee De Forest, ReginaldFessenden y Edwin H. Armstrong. “Éstos fueron, sin embargo, un nuevo tipode inventores, mejor preparados en cuestiones científicas que sus anteceso-res de los siglos XVIII y XIX; la electrónica era demasiado esotérica para per-mitir empirismos ingenuos.” De Forest se doctoró en Yale con una tesis so-bre la telegrafía sin hilos; Fessenden y Armstrong fueron profesores, esteúltimo en la Universidad de Columbia de 1934 a 1954. Pero hubo otro fac-tor relevante:

❘❚❚ “Como Marconi y Fessenden, Armstrong tuvo su propia obstinación de genio,

que le permitió defenderse de la indiferencia y hostilidad del mundo de los ne-

gocios, más que de la desesperanza de la ciencia. Su invención de la frecuen-

cia modulada en 1933 fue rechazada por la Radio Corporation of America y

combatida por las grandes compañías de radiodifusión. No obstante, gracias a

un amigo que lo apoyaba consiguió ser escuchado por la pequeña cadena Yan-

kee, de Nueva Inglaterra, y las preferencias de los consumidores hicieron el res-

to” (LANDES, 1969, pp. 456-458). ❚❚❘

El desarrollo de la radio ilustra también el papel del Estado y de las grandesempresas en el cambio técnico contemporáneo. Hasta fines de la PrimeraGuerra las compañías dominantes en la industria eran británicas -del grupoMarconi en primer lugar- y alemanas. Estas últimas habían comenzado algomás tarde a ocuparse del rubro, pero recibieron sólido apoyo del Estado -aimpulsos de la Marina- quien las convenció de colaborar en ciertos aspec-tos; así surgió Telefunken en 1903. Ella y Marconi desarrollaron sólidas po-siciones en materia de patentes, bien organizados programas de I+D, aptitu-des para aprovechar los avances que otros introdujeran, servicios técnicospara sus clientes y escuelas para formar radioperadores -en 1901 Marconiabrió la primera de las suyas.

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Como otras innovaciones mayores, la radio no resultó rentable por bas-tante tiempo: pasaron 13 años desde su fundación hasta que la compañíaMarconi pudo pagar dividendos, en 1910. También cabe subrayar que Tele-funken aventajaba a Marconi tanto por la solidez de sus recursos financieroscomo por lo sistemático del apoyo gubernamental. En los Estados Unidosuna empresa especializada en la electrónica y realmente exitosa surgió re-cién con la fundación de la RCA en 1919, como compañía unificada de pro-piedad americana, promovida por el gobierno -también en función de la ópti-ca de la Marina, para la cual era inaceptable el control de una redcomunicacional por una empresa extranjera, aunque fuera de una potenciaamiga, como era el caso de Marconi-. Notemos, para concluir esta sinopsisdel surgimiento de la industria de la radio, que las trabas ya mencionadasque encontró Armstrong incidieron en que la primera red experimental de fre-cuencia modulada no fuera establecida en su país, sino por Telefunken parael ejército alemán en 1936 (FREEMAN, 1982, pp. 74-76).

La televisión pasó del laboratorio a la distribución comercial en la décadade 1930, durante la cual las grandes compañías -en particular la RCA- afronta-ron problemas en materia de desarrollo de una escala tal que no podrían ha-ber sido resueltos sin los recursos de una organización comparativamentegrande. Ello resulta aún más notorio para el caso de la televisión a color, quela RCA logró hacer rentable en 1960. En este rubro, quizás lo más importantea destacar es la capacidad del Japón -un actor muy menor del magnífico libroque Landes escribió en la década de 1960- para colmar su rezago y alcanzar,hacia fines de la década de 1970, un indiscutible primer lugar. Las causas detal éxito se relacionan con la superior productividad – a su vez ligada al enfo-que integrado de la automación así como a la formación intensiva de los tra-bajadores – y con la capacidad de innovación, en este caso apoyada en unesfuerzo de investigación realizado a partir de 1966 en conjunto por variasempresas, universidades e institutos de investigación, con la promoción delMinisterio para la Industria y el Comercio, MITI (FREEMAN, 1982, pp. 76-78).

No entraremos en detalles con respecto al caso de la televisión; en lí-neas generales, pone de manifiesto aspectos similares a los que hemosdestacado en la evolución de la radio. En conjunto, lo que aconteció en estecampo de la comunicación de base electrónica entre, aproximadamente, lasúltimas décadas del siglo XIX y la de 1960, ilustra elocuentemente las moda-lidades del cambio técnico que se hicieron habituales en la segunda etapade la industrialización. A cierta altura, los avances en las tecnologías de esecampo y de otros estrechamente relacionados adquirieron una envergaduraque llevó a hablar de “Tercera Revolución Industrial”. Éste es el tema de lapróxima sección.

5.1.2. En los orígenes de una nueva revolución tecnológica

La microelectrónica, la computación y las telecomunicaciones – a cuyo con-junto suele denominarse complejo electrónico – se constituyeron a la largodel siglo XX en foco principalísimo de surgimiento de “cosas nuevas”, conimpresionante capacidad de irradiación hacia los más variados ámbitos dela actividad humana, en los que suelen inducir alteraciones mayores. Hanllegado a ser por ello una referencia central de gran parte de las reflexionescontemporáneas vinculadas a la temática “ciencia, tecnología y sociedad”.

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No es exagerado decir que el “complejo electrónico” constituye una ilustra-ción inmejorable de los desafíos – económicos, políticos y culturales – quesupone la innovación en nuestra época.

Una sólida introducción al estudio del tema la constituye el capítulo 7 dellibro de Freeman y Soete (1997), que constituye una referencia central parala breve síntesis ofrecida aquí.

Las aplicaciones de las tecnologías electrónicas, tras la aparición de laradio y de la televisión – procesos a los que se hizo referencia en el aparta-do precedente –, se expandieron principalmente, durante y después de la IIGuerra Mundial, a los sistemas de detección y navegación –el radar–, al con-trol de una variedad de procesos industriales y al procesamiento de datosmediante las computadoras.

Según Freeman (1982: p. 71), la introducción de computadoras electróni-cas eficientes de bajo costo constituye la más revolucionaria innovación tec-nológica del siglo XX.

El mismo autor (op. cit., p. 82) inicia su estudio del desarrollo de la com-putación destacando que, como continuación de los esfuerzos pioneros pa-ra la construcción de máquinas de calcular, realizados por Leibnitz, Pascal,Schickard, Jacquard y otros, Babbage inició el trabajo hace más de 100años en una “máquina analítica” que ya incluía todos los rasgos principalesde la computadora moderna. Babbage había recibido uno de los primerosgrandes grants para desarrollo tecnológico del gobierno británico, que alcan-zaba a 17.000 libras a lo largo de 20 años, para construir su “máquina dediferencias”, con el propósito específico de realizar cálculos. Más ambiciosofue su proyecto de crear la “máquina analítica”, concebida como una “má-quina universal”, de propósito general, con memoria y programa. Recorde-mos que Watt describió a la máquina de vapor que patentó en 1784 no co-mo un invento de propósito específico sino como el agente general de lagran industria. Ninguna de las dos máquinas de Babbage fueron completa-das, porque los componentes y técnicas disponibles eran inadecuados paratales objetivos.

Durante largo tiempo se luchó, sin demasiado éxito, con las dificultadespara implementar materialmente los procesos aritméticos y lógicos. Laconstrucción de dispositivos para el tratamiento mecánico de datos se inicióen el propio siglo de la Revolución Científica:

❘❚❚ “Wilhelm Schickard, astrónomo, matemático, mecánico y catedrático de len-

guas orientales de Tubingia construyó en 1623 una de las primeras máquinas

de cálculo, si prescindimos de los modelos de la antigüedad [del tipo del ába-

co, cuyos antecedentes se ubican en el tercer milenio antes de Cristo]. De to-

das formas, sólo podía sumar. El joven filósofo y matemático francés Blaise

Pascal presentó en 1645 una máquina de calcular, desarrollada por él tres

años antes y de la que se construyeron quince ejemplares, que se pusieron a

la venta. El gran impulso lo consiguió en 1671 el erudito alemán Gottfried Wil-

helm Leibniz con la invención de la ‘máquina con cilindro de dientes escalona-

dos’, que permitía realizar saltos de cálculo automáticos de una posición deci-

mal a otra. La máquina podía operar en las cuatro reglas fundamentales o,

mejor dicho, podría haberlo hecho si entonces hubiera sido posible fabricar con

la necesaria precisión su complicado mecanismo.” (Crónica de la Técnica,

1989, p. 157) ❚❚❘

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Máquinas de cálculo de ese tipo se empezaron a construir en serie reciénen el siglo XIX, usando discos, palancas y, más adelante, teclados. Tuvo lu-gar así un proceso de mejoras incrementales de las calculadoras mecáni-cas, que realizaban sus tareas sólo como respuesta a instrucciones directasde sus operadores. El proyecto de “máquina analítica”, concebido en 1833por el matemático británico Charles Babbage, apuntaba al funcionamientoautomático, mediante una unidad de almacenamiento de datos y de otraque operaría sobre los datos; para seleccionar los mismos y para definir lasoperaciones a realizar con ellos, se pretendía usar tarjetas perforadas. Es-tas habían sido introducidas por Joseph Jacquard, para controlar el funciona-miento del telar que construyó en 1801.

❘❚❚ “La construcción de la máquina nunca se completó, aunque Babbage traba-

jó en ella alrededor de veinte años. El principal problema de esta máquina fue

que aunque era enteramente realizable, constaba de tan gran cantidad de rue-

das, engranajes y bielas que la hacían inutilizable. No obstante, los conceptos

básicos de esta máquina primitiva han sido integrados en los actuales ordena-

dores, con órganos electrónicos que reemplazan a los aparatos mecánicos.”

(Crónica, pp. 908-909) ❚❚❘

Un uso efectivo con gran impacto de las tarjetas perforadas para el procesa-miento mecánico de datos fue implementado en las tareas del censo de1890 en Estados Unidos, a partir de los trabajos del estadístico de esepaís, Herman Hollerith. Ello constituyó una innovación relevante, a partir dela cual se desarrollaron diversas tabuladoras electromecánicas y constituye-ron varias empresas, en particular la IBM en 1924 (Ibid., pp. 909-910).

Ese tipo de máquinas no constituían pues una implementación de laidea de “máquina universal” propuesta por Babbage. El primer computa-dor “que funciona según un programa que trabaja de forma satisfactoriaen todos los sentidos” (Ibid. p. 622), el Z3, fue construida en Berlín porKonrad Zuse entre 1936 y 1941. Su segundo modelo, el Z4, fue usado yaen 1942 para cálculos de diseño de aviones. Ese mismo año fue retiradoel apoyo gubernamental al proyecto de Zuse para construir una computa-dora electrónica; Z3 y Z4 usaban tecnología electromecánica, como elcomputador ASCC (Automatic Sequence Controlled Calculator) o “Mark I”,más caro y menos rápido, construido por la Universidad de Harvard e IBMentre 1937 y 1944.

En la computación como en tantos otros campos, la II Guerra constituyó,evidentemente, un estímulo fundamental para el avance técnico. Freeman ySoete (p. 171) destacan la eficiencia, que tardó mucho en ser sobrepasada,del computador “Colossus”, desarrollado en Gran Bretaña para descifrar elcódigo alemán “Enigma”. Asesoró su construcción el notable matemáticoAlan Turing, cuyo trabajo sobre lógica y algoritmos desempeñó un papel cen-tral en la evolución de la informática. Incluía ya elementos electrónicos y em-pezó a operar en 1943. El primer computador electrónico construido en Es-tados Unidos entre 1942 y 1946, el ENIAC (Electronic Numerical Integratorand Calculator), recibió apoyo financiero de la Marina para usarlo en cálcu-los balísticos; “presentaba un avance importante: la capacidad lógica juntocon la capacidad aritmética. La adquisición de la capacidad lógica represen-

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ta el verdadero punto de separación del ordenador respecto a la máquina decalcular” (Crónica, p. 911).

La computadora propiamente dicha – a veces denominada “ordenador” –puede, a diferencia de las máquinas de cálculo, implementar cualquier algo-ritmo. Ello significa que es capaz de seguir cualquier conjunto o sistema su-ficientemente explícito y preciso de instrucciones para la realización de lasoperaciones que deben ser ejecutadas para encontrar la respuesta a laspreguntas de un tipo o clase determinada. Esto constituye a la computadoraen “máquina universal” para el tratamiento de la información, mediante pro-cedimientos de tipo algorítmico, en el sentido recién esbozado.

Es interesante destacar cómo la comprensión de las computadoras, porparte de quienes las desarrollaban, fue pasando de verlas como calculado-ras rápidas a algo mucho más amplio. Un estudioso de la historia de la in-formática ha escrito que, a comienzos de la década de 1950, ya se estabaen condiciones de concebir a la computadora como algo más que un “mas-ticador de números”. A medida que se expandían las aplicaciones – en la re-solución de problemas numéricos, el manejo de grandes conjuntos de da-tos, la modelización y simulación de sistemas complejos, etc. – se llegó aver a la computadora como “un manipulador flexible de símbolos” (Sutz,1984: pp.25-26)

Pero la captación de las posibilidades de la nueva máquina más allá delterreno militar y científico no fue rápida. Antes de 1950, en general no secreía que hubiera demanda comercial para las computadoras. Esta era laopinión del propio presidente de la IBM, Thomas Watson, quien además pen-saba que la máquina exhibida en sus oficinas de Nueva York podía resolvertodos los problemas del mundo vinculados con cálculos científicos. Casi to-da la demanda inicial en los Estados Unidos tuvo origen militar; tanto en laindustria como en el gobierno se pensaba fundamentalmente en aplicacio-nes científicas y bélicas; pocos encaraban el procesamiento de datos engran escala. La IBM produjo su modelo 650 impulsada por la Guerra de Co-rea; su Departamento de Planificación de Producción y Ventas predijo que lamisma no tendría colocación comercial ordinaria, mientras que su Grupo deCiencia Aplicada estimó que se venderían unas 200 máquinas: llegaron avenderse 1.800 y la “650” fue conocida como el “modelo T” de la industriade la computación.

❘❚❚ “Esto muestra con mucha fuerza las limitaciones de las teorías de la deman-

da guiada por el mercado en materia de innovaciones radicales y el papel clave

de la paciente promoción gubernamental en el período temprano de una tecno-

logía radicalmente nueva”. (Freeman, 1982: pp.83-84) ❚❚❘

El papel del Estado fue decisivo para que el liderazgo en el desarrollo de lascomputadoras, fuera asumido por Estados Unidos, tras sus orígenes en Ale-mania y Gran Bretaña. Las Fuerzas Armadas tuvieron pronto una clara ideade para qué podían servirles esas máquinas. Promovieron y coordinaron lainvestigación científica requerida, financiaron su construcción, definieron lascaracterísticas técnicas a las que debían ajustarse y fueron durante bastan-te tiempo sus principales usuarios. La asignación sistemática de grandessumas a ese desarrollo constituyó una verdadera política de largo plazo, que

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hizo posibles los largos, costosos e inciertos trabajos de I+D en el área; elmasivo financiamiento acordado a empresas y universidades garantizó losrendimientos de las primeras, la movilización de las grandes capacidadescientíficas de las segundas, y la estrecha colaboración entre unas y otras.La demanda militar indujo algunas de las primeras aplicaciones más sofisti-cadas de la computadora; por ejemplo, en 1959, la IBM construyó una má-quina cuyo principal propósito era la simulación de situaciones de combatepara el entrenamiento de la oficialidad. En USA, a comienzos de la décadade 1970, el Departamento de Defensa de USA financiaba el 66% de la in-vestigación en electrónica y el 94% de las computadoras adquiridas por elsector público en 1972 fueron ubicadas en instalaciones militares. (Sutz,1984: pp. 40, 61, 65).

Ese apoyo del Estado no se evaporó posteriormente: “en la década de1980, cuando el ultraliberal gobierno de Reagan sintió el pellizco de la com-petencia japonesa, el Departamento de Defensa financió SEMATECH, unconsorcio de empresas electrónicas estadounidenses, para apoyar costososprogramas de I+D en la fabricación electrónica por razones de seguridad na-cional.” (Castells, 2000: 101)

La introducción de computadoras electrónicas inauguró una acelerada reducciónde los tiempos de cálculo, con disminución de los costos operativos. Las primerascomputadoras electromecánicas , Z3 o ASCC, demoraban unos 5 segundos en ha-cer una multiplicación; a comienzos de la década de 1950, se podían hacer unas2.500 multiplicaciones por segundo, y unas 375.000 a mediados de la década si-guiente, mientras que entre esos dos momentos el costo de un determinado núme-ro de operaciones se redujo en más del 98 % (Freeman & Soete, pp. 159 y 171).

Se hizo así posible y redituable manejar mediante computadoras una lista de ta-reas siempre creciente y, en particular, controlar “en tiempo real” procesos variados- reacciones químicas, la navegación aérea, secuencias de bombardeos, etc. -, amenudo muy complicados, porque llegó a ser posible realizar los cálculos involu-crados a la velocidad requerida para intervenir efectivamente en el manejo de talesprocesos.

Los avances en la computación han estado directamente relacionados conlos realizados en el área de los componentes de los equipos electrónicos. Alrespecto, las innovaciones y mejoras han dependido fuertemente de los pro-gresos no sólo en materia de desarrollo sino también en lo que tiene quever con la investigación fundamental.

Casi todas las compañías en esta industria dedican importantes recur-sos a las tareas de desarrollo, pero pocas lo hacen en relación a la investi-gación básica. Una de las que lo ha hecho a escala notable es la Bell Labo-ratories, la que ofrece un elocuente ejemplo de la “fábrica de tecnología”estudiada por Sábato y Mackenzie. En sus palabras:

❘❚❚ “La perfomance actual de los célebres laboratorios Bell es realmente ‘indus-

trial’, como lo pone de manifiesto un aviso comercial reciente de esa empresa

refiriéndose al desarrollo de ‘burbujas magnéticas’: ‘Inventos tales como las

burbujas magnéticas no ocurren todos los días en los laboratorios de la Bell.

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Pero la innovación es algo que sí ocurre diariamente […] Nuestras patentes so-

bre burbujas es una de las 19.000 que hemos recibido desde nuestra funda-

ción en 1925. Es decir, un promedio de dos por día de trabajo’.” (Sábato y Mac-

kenzie, 1982: p. 64) ❚❚❘

Allí se obtuvo el mayor de los avances en este rubro, la invención del transis-tor en 1948, que constituye un notable ejemplo de la interacción entre cien-cia, tecnología y producción. El primero que se construyó “estaba compues-to por un trozo de germanio sobre el que se había dispuesto dos electrodoscon puntas de contacto muy próximas. La resistencia de uno de los puntosdependía de la intensidad de corriente que circulaba por la otra. Debido aque dicha resistencia era transferible, el dispositivo así construido era desig-nado como TRANsference reSISTOR (resistencia de transferencia), quedan-do así el acrónimo de dicho concepto de la siguiente forma: TRANSISTOR.”(Crónica de la Técnica, p. 885)

El transistor es un dispositivo que utiliza materiales que se comportancomo semiconductores respecto a la electricidad – germanio en una prime-ra etapa y silicio a partir de los años sesenta, en los que se introduce “im-purezas” de otros materiales –, de modo tal que puede ampliar, corregir, de-tectar o cortar corrientes, generar ondas de alta frecuencia, y abrir o cerrarcircuitos, para lo cual insume extraordinariamente poco tiempo y espacio.

La Bell ya contaba con una importante tradición de trabajo en mecánicacuántica cuando en 1945 estableció un grupo de investigación en física delestado sólido, y un subgrupo dedicado a los semiconductores. A partir de1948 se empezaron a obtener transistores – a cuya invención estuvo direc-tamente ligado un equipo de 13 personas – pero su conversión en produc-tos comerciables exigió tiempo adicional y más dinero del que se había in-vertido en la investigación fundamental. Y su desarrollo se convertiría en“la piedra fundamental del desarrollo de la industria electrónica japonesa”.En 1953, la Sony compró una licencia para un cierto uso restringido detransistores; luego, “a través de su propia capacidad, modificó el paqueteadquirido a la Western y produjo un transistor para ser empleado en radio-telefonía. En 1955 puso en el mercado japonés la primera radio a transis-tores. Eso no fue más que el comienzo, porque en 1957 presentó la prime-ra radio a transistores de tamaño reducido, que pronto se difundiría por elmundo entero, produciendo un gigantesco impacto sociocultural.” (Free-man, 1982: pp 91-94)

La “transistorización” de la computación, mediante el recurso de la tec-nología de los semiconductores, permitió reducir notablemente tamaños ycostos así como aumentar la velocidad del procesamiento de datos de ma-nera no menos impactante. En ello tuvo una incidencia fundamental el pro-ceso de “miniaturización” de los elementos empleados, en el cual un pasocaracterístico fue la fabricación en 1958 del primer circuito integrado o“chip”: la tecnología de los semiconductores permitía construir un circuitocompleto, con transistores, resistencias y condensadores, en una mismalaminilla de germanio. Un chip puede incluir un enorme número de transis-tores y otros elementos en un pequeño bloque, cuyo material de base pasóa ser el silicio; el chip cuya introducción más impacto tuvo fue el micropro-cesador.

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“La realización técnica más espectacular de la microelectrónica fue el microproce-sador, desarrollado por Edward Hoff, del centro de investigaciones de Intel, en1971. Un microprocesador es un circuito integrado de alta escala de integración[…], que tiene capacidad para constituirse como una unidad central de control ytratamiento. Este circuito puede ejecutar programas y controlar las unidades nece-sarias para que se realice la ejecución de las instrucciones. En general es un circui-to que realiza las funciones de control y cálculo de un ordenador.” (Crónica de laTécnica, p. 887)

Cada vez más pequeños, rápidos y “memoriosos”, los microprocesadoresson utilizables en las más variadas actividades: la capacidad de procesar in-formación puede instalarse en cualquier parte mediante un objeto muy pe-queño. Durante la propia década de 1970 se avanzó rápidamente hacia laconstrucción de una computadora que tuviera un microprocesador como uni-dad central, vale decir, un microcomputador; la competencia fue grande eilustra, una vez más, la diferencia entre invención e innovación. Esta última,en el caso que nos ocupa, se plasmó en 1977 con el Apple II, primer micro-computador efectivamente comercializado. El primer PC (Personal Computer)de IBM apareció en 1981; su nombre, tan sugestivo, se convirtió en la deno-minación genérica de estos objetos característicos de nuestro tiempo. En1984, el lanzamiento del Macintosh facilitó inmensamente su uso. El soft-ware especialmente adaptado a los “micros” se había empezado a desarro-llar en la década anterior, en un proceso durante el cual se constituyó la em-presa líder del área, Microsoft.

A lo largo del proceso de innovación en las tecnologías del “complejoelectrónico”, las conexiones entre las empresas y la investigación científicahan sido muy variadas, pero en general muy importantes. En las mismas hadesempeñado un papel relevante la “proximidad” - geográfica pero tambiénsocial y cultural - con los centros académicos, como lo muestra el ejemplotan famoso del “Silicon Valley” en California.

Los orígenes de la vitalidad innovativa del lugar pueden remontarse al es-tablecimiento, en 1951, de un parque industrial por la Universidad de Stan-ford. La conjunción de capacidades académicas y empresariales lo convirtióen foco principal de “la revolución de la tecnología de la información; allí seconstituyeron empresas de “capital de riesgo”, con capacidad técnica y mo-netaria para seleccionar y financiar proyecto innovadores; allí se desarrolla-ron el circuito integrado, el microprocesador y el microcomputador. El proce-so se alimentó a sí mismo, atrayendo capital y capacidades de todaspartes. Este tipo de interacción geográficamente concentrada constituye loque se ha denominado un “medio (milieux) de innovación”; los ejemplos noson pocos, y no se restringen a Estados Unidos ni al caso de las TICs, perosus características dependen en alto grado de la historia y de las condicio-nes específicas de cada emplazamiento. (Castells, 2000: 94-100)

Recién se destacó la importancia del “capital de riesgo”, vale decir, de ladisponibilidad de recursos financieros para intentar innovar. El alto grado decomplejidad e incertidumbre que ha caracterizado a la industria de semicon-ductores - particularmente la introducción de los sucesivos tipos nuevos detransistores y chips - requirió grandes y riesgosas inversiones, hizo difícil laentrada de nuevas empresas al área y mantuvo el carácter intensivo en I+D

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de la microelectrónica. También en este terreno el papel del gasto militar fuemuy relevante para el avance de la industria en Estados Unidos. Se afirma,sin embargo, que las empresas japonesas fueron capaces de utilizar el mer-cado de la electrónica de consumo, de manera parecida a cómo las esta-dounidenses se basaron inicialmente en los “mercados de la defensa”, pa-ra asegurar un volumen suficiente de demanda para la industria desemiconductores. Esa estrategia fue tan exitosa que, hacia fines de la déca-da de 1980, cuatro de las cinco mayores empresas fabricantes de semicon-ductores eran japonesas. Pero durante los ’90 las competidoras estadouni-denses recuperaron terreno, apoyándose en esfuerzos compartidos de I+D yen el respaldo de su gobierno. (Freeman & Soete, 1997: p. 182-3)

Desde el punto de vista de las tecnologías de la información y la comunicación,la última década del siglo XX fue, ante todo, la década de Internet. Con ella surgió“quizá el medio tecnológico más revolucionario de la era de la información.” Sucreación y desarrollo “en las tres últimas décadas del siglo XX se derivó de unacombinación única de estrategia militar, cooperación de grandes proyectos científi-cos, espíritu empresarial tecnológico e innovación contracultural.” (Castells, 2000:77) Fue promovida inicialmente por el Departamento de Defensa de USA, paraconformar un sistema de comunicaciones invulnerable ante la eventual destrucciónde sus centros. La primera red, Arpanet, que empezó a operar en 1969, vinculabaa centros científicos que cooperaban con el mencionado Departamento. Otras re-des, por iniciativas académicas, se fueron creando o escindiendo durante la déca-da de 1980, durante la cual se estructuró la “red de redes”, Internet, que llegó a te-ner como “columna vertebral” una red gestionada por la NSF (National ScienceFoundation, USA). “Sin embargo, las presiones comerciales, el desarrollo de redescorporativas privadas y redes cooperativas no lucrativas condujeron a la clausurade esta última columna vertebral de Internet gestionada por el gobierno en abril de1995, lo que abrió la vía a la plena privatización de Internet cuando una serie deentidades comerciales derivadas de las redes regionales de la NSF sumaron susfuerzas para constituir dispositivos cooperativos entre redes privadas.” (Ibid.: 78)

En el proceso reseñado, Castells destaca la aparición de invenciones y usosinesperados para quienes primero lo impulsaron y utilizaron. Ejemplos nota-bles son la comunicación por correo electrónico, las innovaciones que posi-bilitaron las conversaciones electrónicas generalizadas y la organización delos “sitios” en la “world wibe web”, con la introducción de los “navegado-res”, todo lo cual contribuyó a que los usuarios de Internet pasaran de me-nos de 20 millones en 1996 a unos 300 en el 2000 (Ibid.: 37, 80-83).

Volvamos, para concluir este apartado, a considerar el papel del Estado yde la demanda del mercado en la evolución de estas tecnologías. Castells(2000: 102-103, itálicas en el original) coincide con la relevancia ya consig-nada del papel del sector público, a la par que destaca otros elementos yofrece una síntesis en los siguientes términos:

❘❚❚ “[…] el Estado, no el empresario innovador en su garaje, tanto en los Esta-

dos Unidos como en el resto del mundo, fue el iniciador de la revolución de la

tecnología de la información. Sin embargo, sin estos empresarios innovadores,

como los que estuvieron en el origen de Silicon Valley o de los ordenadores cló-

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nicos de Taiwan, la revolución de la tecnología de la información habría tenido

características muy diferentes y no es probable que hubiera evolucionado hacia

el tipo de herramientas tecnológicas descentralizadas y flexibles que se están

difundiendo en todos los ámbitos de la actividad humana. En efecto, desde los

comienzos de la década de 1970, la innovación tecnológica se ha dirigido esen-

cialmente al mercado; y los innovadores, aunque aún suelen ser empleados de

las principales compañías, sobre todo en Japón y Europa, continúan estable-

ciendo sus propias empresas en Estados Unidos y, cada vez más, a lo largo del

mundo. Ello provoca la aceleración de la innovación tecnológica y la difusión

más rápida de esa innovación, ya que las mentes creadoras, llevadas por la pa-

sión y la codicia, escudriñan constantemente la industria en busca de nichos

de mercado en productos y procesos. En efecto, es por esta interfaz de progra-

mas de macroinvestigación y grandes mercados desarrollados por el Estado, por

una parte, y la innovación descentralizada estimulada por una cultura de creativi-

dad tecnológica y modelos de rápido éxito personal, por la otra, por lo que las

nuevas tecnologías de la información llegaron a florecer. Al hacerlo, agruparon a

su alrededor redes de empresas, organizaciones e instituciones para formar un

nuevo paradigma sociotécnico.” ❚❚❘

No ha sido nuestro propósito intentar siquiera un resumen telegráfico deciertas facetas relevantes en la evolución del “complejo electrónico”, sinotan sólo recordar algunas de sus características, las que ilustran elocuente-mente las relaciones entre ciencia e industria durante la segunda mitad delsiglo XX, como lo hace la evolución de la química respecto al siglo XIX. La in-dustria química fue a la vez estimulada y transformada por el advenimientode la Revolución Industrial; llegó a convertirse en terreno privilegiado de en-cuentro entre investigación y producción; se constituyó, a partir de la intro-ducción de los colorantes sintéticos, en ejemplo por antonomasia de los ras-gos propios del segundo ciclo de crecimiento industrial. En el curso de esteúltimo, surgió la industria electrónica y se imbricó con el procesamiento y latransmisión de la información, revolucionando la comunicación. El poder dedifusión de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) seasemeja al de la mecanización misma. Su renovado auge, a partir de la dé-cada de 1970, ha sido caracterizado como el comienzo de un tercer ciclo decrecimiento industrial o como una nueva revolución tecnológica. Esta cues-tión será reconsiderada en una próxima sección, tras haber reseñado otrosaspectos de las grandes transformaciones en curso

5.2. Acerca de los cambios en el mundo del trabajo

En este apartado centramos nuestra atención en la interacciones entretransformaciones técnicas, organización del trabajo y evolución de la estruc-tura ocupacional.

A partir de la Segunda Revolución Industrial fue emergiendo y afirmándo-se un tipo de organización productiva bien definido, que llegó a ser conocidocomo “fordismo” por el influjo que Henry Ford tuvo en su estructuración y di-fusión. El fordismo se asocia a las fábricas de gran tamaño, donde las ta-reas se organizan alrededor de la línea de montaje y en las que prima tantola mecanización como la fragmentación del trabajo, puestas al servicio de la

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producción en serie de una gran cantidad de objetos iguales. Sin desmedrode la diversidad de formas organizativas que se registran en la industria a lolargo del siglo XX, el fordismo ha sido la modalidad predominante durante elsegundo ciclo de la industrialización y constituye uno de los procesos quecaracterizan a este ciclo. El análisis de su evolución constituye pues la víade entrada al tema del apartado.

5.2.1. Auge y decadencia del fordismo

Este tipo de organización productiva alcanzó sus expresiones más nota-bles en la industria del automóvil, una de las más gravitantes en la produc-ción contemporánea, tanto por sus dimensiones como por su producto. Suinflujo múltiple en la vida cotidiana ha llevado a decir que el siglo XX ha sidola era del automóvil, sin que el fin de esta última esté a la vista, por cierto.

Los primeros vehículos a motor surgieron en la última década del sigloXIX, pero fue en el siglo siguiente cuando su impacto llegó a ser comparableal de la introducción del ferrocarril, estimulando la demanda, planteandonuevos problemas técnicos, generando grandes inversiones en infraestructu-ra y también oportunidades de empleo.

❘❚❚ “El camino hacia su crecimiento vino marcado por los desarrollos que se

produjeron en Estados Unidos, con la introducción de la manufactura de preci-

sión, las piezas intercambiables, y la cadena de montaje, que pusieron al auto-

móvil incluso al alcance de los obreros que lo fabricaban. El modelo T data de

1908 y costaba 1.000 dólares al principio. En 1924 … su precio había bajado

a menos de 300, y, hacia 1926, Henry Ford había vendido 15 millones de sus

cochecitos motorizados. Se los daré del color que quieran, decía, con tal de

que sea negro. En consecuencia, los Estados Unidos tenían en 1913 el triple

de coches registrados que los tres mayores países europeos juntos; hacia

1921, debido a la guerra, la relación pasó a ser de 13 a 1, y de 10 a 1 para el

conjunto de Europa.” (Landes, 1969: p.470) ❚❚❘

El taylorismo había dado origen al fordismo, la producción en serie a granescala estructurada en torno a la cadena de montaje, que fue la forma domi-nante de organización del trabajo a lo largo de por lo menos medio siglo, du-rante el cual tuvo mucho que ver con el crecimiento del producto y del em-pleo industriales y, en los países más desarrollados, del nivel de vida de losobreros de la gran industria.

Sus principios fundamentales habían sido ya establecidos por Taylor:estricta separación entre las actividades de concepción y dirección, por unlado, y las de ejecución, por otro; descomposición de éstas últimas enoperaciones elementales, susceptibles de ser sistematizadas al detalle yencomendadas a personas con mínima preparación previa; consiguienteespecialización de la mayor parte de los asalariados en la repetición ruti-naria de tareas simples. Semejante sistema posibilitó una reducción gene-ral de los costos salariales, tanto por el pago de menores retribucionespor tareas no calificadas como por el ejercicio de un mayor control sobreel proceso de trabajo. El propósito de avanzar en esta última dirección –conviene siempre recordarlo – ha constituido históricamente uno de los

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grandes impulsos para desarrollar la técnica y para modificar la organiza-ción de la producción.

Diversos avances técnicos ya mencionados, y típicos del segundo perío-do de crecimiento industrial – como la mecánica de precisión –, hicieron ren-table la gran producción en serie con las características anotadas. El creci-miento productivo llegó a niveles que hicieron posible incluso un sostenidoaumento del salario industrial, lo cual es propio del “modelo fordista” de lasgrandes empresas, y a través del cual se amplió y diversificó notablementeel mercado interno de los países más ricos. Producción masiva, uniforme yen expansión; despliegue del consumo, masivo y uniforme. Las grandes fá-bricas norteamericanas de automóviles constituían, durante la década de1950, los ejemplos por antonomasia del modelo. Las actitudes y la econo-mía vinculadas a éste se encarnaban en sus productos, propios de una épo-ca de materias primas baratas, energía también barata y ausencia de preo-cupaciones ambientales.

En las décadas siguientes, el modelo confrontó desafíos de envergaduracreciente en los países “centrales” donde surgió y llegó a ser dominante. Enprimera instancia, por su propio éxito, que propulsó su irradiación a paísesde nivel de vida en promedio muy inferior, donde la producción con tecnolo-gías que se habían vuelto bien conocidas podía llevarse adelante con gastossalariales mucho menores. Y frecuentemente también con menos conflictoscon los asalariados, dado el férreo control de éstos y de sus organizacionessindicales ejercido por regímenes represivos. Ello constituyó una manera deesquivar el creciente descontento de los trabajadores ante las condiciones“fordistas” de trabajo, descontento que alcanzó niveles altos en los paísesmás desarrollados a comienzos de los ‘70. De ese fenómeno dio cuenta enEstados Unidos un informe oficial, “Work in America”, citado por Braverman(1975: pp. 45-50).

El desplazamiento de plantas a diversas regiones del Tercer Mundo sevio más tarde acelerado por las preocupaciones ecológicas, que generaronen los países más avanzados reglamentaciones crecientemente estrictas ypor ende costosas, mientras que la despreocupación ambiental en el mundodel atraso se convirtió en un nuevo lujo impuesto por la pobreza.

La vigencia del modelo en los países centrales se vio así cuestionada porsu extensión a la periferia. Desde una cierta perspectiva, este proceso pue-de ser visto como una incipiente globalización de la división y segmentacióndel trabajo: empresas de alcance mundial pasan a distribuir entre sus filia-les repartidas a lo largo y a lo ancho del planeta las diversas fases de laproducción para el mercado mundial.

En una segunda etapa, el modelo fordista conocería un ataque global mu-cho más serio, proveniente no ya de la maduración que permite la difusiónde la tecnología sino de la innovación, que parece indicar que su época yaha pasado. El desarrollo del complejo electrónico – a través de la automati-zación flexible, de la manufactura asistida por computadora, etc. – ha res-quebrajado los cimientos de la rentabilidad de la producción repetitiva en se-rie de índole taylorista.

Al reducirse los costos y los tiempos que la diversidad requiere, las ven-tajas de la uniformidad en gran escala se van esfumando, y la innovaciónconsigue un lugar en lo que hasta ayer era el santuario de la repetición. Pe-ro éste abría ciertos espacios a bastante gente, que al perderlos difícilmen-te encuentra otros, salvo en condiciones de labor deterioradas, mientras

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que quienes los sustituyen son menos y se sienten menos seguros que losque allí estaban en tiempos no lejanos. No parece fenómeno coyuntural sinotendencia profunda esa mayor “dureza” del mundo del trabajo, tanto por ladificultad de acceder a él como por la tensión que lo signa.

Antes de abordar las cuestiones anotadas, conviene sintetizar la evolu-ción del empleo en las regiones más industrializadas, donde más directa esla incidencia de la innovación técnico-productiva. Castells la estudia en deta-lle para los países del denominado Grupo de los Siete, G-7, constituido porEstados Unidos, Japón, Alemania, Francia, Canadá, Reino Unido e Italia. Dis-tingue dos períodos, 1920-1970 y 1970-1990, que grosso modo correspon-den, respectivamente, al auge y a la decadencia (al menos relativa) del for-dismo. A continuación glosamos su análisis y consignamos algunos de losdatos que el mismo incluye.

El enfoque nos introduce a la cuestión del “postindustrialismo”. Se afirma enefecto que: “La principal distinción analítica entre los dos períodos proviene delhecho de que durante el primer período las sociedades en consideración se con-virtieron en postagrícolas, mientras que en el segundo período se convirtieron enpostindustriales. Por tales términos entiendo obviamente el declive masivo delempleo agrícola en el primer caso y el rápido descenso del empleo industrial enel segundo período.” (Castells, 2000: 263)

El proceso varió de país a país pero, hacia 1970, tanto en Estados Unidos co-mo en Japón el empleo industrial constituía un 26% del total, algo menos en Ca-nadá y una proporción mayor en las otras naciones del G-7, constatándose que“el cambio en la estructura del empleo en este medio siglo (1920-1970) fue de laagricultura a los servicios y la construcción pero sin dejar la industria.” (Ibid.)

En los veinte años siguientes, el empleo industrial disminuyó, pero a ritmosdiferentes: cayó rápidamente sobre todo en el Reino Unido (de 38,7% a 22,5%) yEstados Unidos (de 25,9% a 17,5%); el descenso también fue considerable en Ita-lia (de 27,3% a 21,8%) y Francia (de 27,7% a 21,3%), así como en Canadá (de19,7% a 14,9%); la disminución apreciable en Alemania (de 38,6% a 32,2%) man-tuvo empero en un alto nivel al empleo industrial, que en Japón disminuyó bas-tante menos (de 26% a 23,6%).

En el mismo período 1970-1990 se expandieron los “servicios de producción”que “se consideran los servicios estratégicos de la nueva economía, los que pro-porcionan información y apoyo para el aumento de la productividad y la eficienciade las compañías”; también se expandieron los “servicios sociales”. Sumando elempleo en ambos, “observamos un incremento considerable en lo que podría eti-quetarse de ‘categoría de servicios postindustriales’ en todos los países” del G-7,que llega casi al 40% del empleo total en Estados Unidos y el Reino Unido. (Cas-tells, 2000: 266 y 269)

Recapitulemos. Los cambios tecnológicos e institucionales mayores de ladenominada Segunda Revolución Industrial impulsaron importantes transfor-maciones de la estructura ocupacional y modalidades de expansión de laproducción que se hicieron especialmente notables después de la I GuerraMundial. Durante el medio siglo siguiente, en las naciones más industrializa-das se pasó notoriamente a una estructura ocupacional “postagrícola”mientras el fordismo se consolidaba y llegaba a su auge, haciendo del em-pleo fabril masivo uno de los rasgos fundamentales de la estructura social

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de la época. El período desembocó, cuando la paz se instaló en aquellas na-ciones después de la II Guerra Mundial, en lo que ha sido considerada comouna “edad de oro” de la economía capitalista, que duró hasta la década de1970. Paralelamente, las dinámicas generadas por la Segunda RevoluciónIndustrial, y particularmente la consolidación del llamado matrimonio de laciencia y la tecnología, interactuaban con otros procesos para inducir unanueva aceleración del cambio técnico, cuyas manifestaciones más destaca-das fueron discutidas en una sección anterior. Sus impactos en la organiza-ción de la producción devinieron muy grandes hacia la misma década cuan-do, conjugados con tendencias de otra índole, pusieron en cuestión laprimacía del “modelo fordista”. A partir de entonces se asiste a una deca-dencia de lo que puede llamarse el empleo industrial “tradicional”, propiodel proletariado fabril, tanto por su disminución relativa a la ocupación total,recién consignada, como por la transformación organizativa de la produc-ción, a la que nos referimos a continuación.

5.2.2. Evoluciones alternativas de la organización fabril

Lo que ocurre en el nivel laboral constituye una de las cuestiones centralespara apreciar los rasgos fundamentales de la Revolución tecnológica que seha venido desplegando a partir de la década de 1970. Puede afirmarse quese trata efectivamente de una Revolución, de un cambio de época, en la me-dida en que involucra tanto las relaciones técnicas como las sociales.

Entre lo que suele denominarse “modo de acumulación fordista” y otro“post-fordista”, cuatro diferencias mayores se registraban hacia fines de ladécada de 1980. Ellas tienen que ver con el criterio rector de la organizaciónproductiva, el fundamento de la competitividad, el contraste entre lo global ylo individual, el papel del trabajo. Más en detalle, según Kaplinsky (1990), alque glosamos en los próximos parágrafos:

1) El fordismo se basa en la estandarización, las economías de escala y untipo de producción impulsada por la oferta de productos estandarizadosfabricados con maquinaria de propósitos específicos. El post-fordismotiene como características centrales la flexibilidad y la organización de laproducción en función de la demanda.

2) En el fordismo la competitividad depende básicamente del precio, mien-tras que en el post-fordismo predominan la innovación y las característi-cas propias de cada producto.

3) Un contraste de índole más general tendría que ver con la importancia re-lativa atribuida a las partes y al todo. En el fordismo, la atención se con-centra en la máquina individual, la empresa individual y el trabajador indi-vidual. En el post-fordismo son las vinculaciones sistémicas entre gruposde unidades individuales las que devienen prioritarias. De allí la relevan-cia productiva de conceptos como “gestión de calidad total” (total qualitymanagement) y “producción justo en tiempo” (just-in-time production), detecnologías como la “manufactura integrada por computadora” (computerintegrated manufacturing), y de las redes interempresariales.

4) Afirma Kaplinsky que en la vieja época de la competencia mediante elprecio, el trabajo era visto como un costo de producción a minimizar, enlos casos más extremos mediante el uso de mano de obra femenina ubi-cada en las zonas de procesamiento de exportaciones de los países me-

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nos desarrollados, mientras que en la nueva época el trabajo es conside-rado como un recurso cuyo potencial debe ser maximizado.

La transición de una forma de producción a otra demanda reestructuras enlas que el aspecto social prima sobre el propiamente tecnológico. Ello surgede lo que ha venido sucediendo en el corazón del modelo fordista, la indus-tria automotriz de los Estados Unidos. Esta, al verse desbordada en su mer-cado interno por la penetración japonesa, atribuyó el fenómeno a un gradosuperior de inversión en automatización, a la cual apostó, con resultadosmodestos. Numerosos estudios orientados a comparar rendimientos llega-ron a conclusiones del tipo siguiente: la industria japonesa a comienzos dela década de 1980 tenía más bien un grado de automatización menor quesus competidores norteamericanos y europeos; sus ventajas competitivasemanaban de los cambios en el proceso de trabajo, las relaciones entre em-presas y la organización de la fábrica. Habiéndose concentrado en una pri-mera instancia en ese tipo de transformaciones organizativas, a partir demediados de la década de 1980, los japoneses impulsaron una muy rápidadifusión de las nuevas tecnologías de la automatización flexible.

Estas conclusiones relativas al sector automotriz fueron confirmadas porel estudio de otros sectores, en los que también resulta que la reestructuraorganizacional tiene importancia primaria, y sólo después que la misma hasido completada puede sacarse partido del cambio técnico basado en laelectrónica. Afirma Kaplinsky que es precisamente el hecho de que no se lle-gue a ser competitivo mediante la introducción de nuevas tecnologías en elmarco de las formas prexistentes de organización lo que muestra que se vi-ve una transición entre dos épocas.

Uno de los aspectos más relevantes de tal transición, en caso de hacerserealidad, será la denominada “crisis post-fordista del autoritarismo fabril”. Enel esquema organizativo de inspiración tayloriana, la autoridad concentradaen el vértice tiene un papel central que signa las relaciones entre el capital yel trabajo, mientras que en el post-fordismo la cooperación pasaría a ser cla-ve. Esta última se extendería también a las relaciones entre las empresas,las que tienden a ser más estables, y en las que la calidad, la predictibilidady la capacidad para la innovación se van haciendo más importantes que losprecios a la hora de escoger proveedores. Estos y sus clientes colaboran enel desarrollo de técnicas de interés común. Esta tendencia suele resaltarse apartir de la colaboración flexible entre pequeñas empresas de algunas regio-nes italianas, que han afrontado conjuntamente esfuerzos de gran escala –en materia de diseño y mercadeo o de costosas inversiones en equipo decomputación, por ejemplo – sin perder la agilidad de la pequeña escala.

Pero retomemos la cuestión fundamental de los cambios en las relacio-nes de trabajo en la industria. En el modelo fordista, las mismas tienen uncarácter intrínsecamente conflictivo – focalizado en el nivel de los salarios –y se basan tanto en la existencia de un “ejército laboral de reserva” comoen la fácil entrada y salida del empleo. Este esquema ha dejado de ser efi-ciente. Se ha argumentado que el mismo iría cediendo su lugar a una nuevaforma de organización del trabajo, que realza la cooperación, se apoya en lacreatividad de la fuerza de trabajo, promueve la capacitación múltiple de ca-da trabajador, se aparta de la fragmentación de tareas y requiere de la esta-bilidad del empleo, sin lo cual tales aportes potenciales de los asalariadosno pueden hacerse realidad.

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Se verían así erosionadas algunas de las bases tradicionales del autori-tarismo fabril: el monopolio por la gerencia del saber y la información, la es-casa vinculación entre lo que hace cada trabajador y la tarea de los otros, lafacilidad con que cada uno puede ser reemplazado.

Según Kaplinsky, el autor del que glosamos las consideraciones prece-dentes, se pueden identificar al menos dos rutas mayores hacia el post-for-dismo, a las que con trazo grueso cabe describir como la vía sueca y la japo-nesa. Esta última pone en primer plano una forma de autoridad con basesmuy distintas a las del modelo fordista, pues se sustenta en la legitimaciónconsensual de la dominación jerárquica, con raíces en el Japón feudal. Elmodelo japonés tiene rasgos corporativos acentuados; los beneficios socia-les tienden a ser suministrados por la empresa – más bien que por el “esta-do de bienestar” –, lo que le permite retener a la mano de obra “multicalifi-cada”; la división del conjunto de los trabajadores en segmentos consituaciones e intereses muy variados se ve así promovida. En Suecia, el mo-delo de innovación tecnológica tiene rasgos considerablemente más coope-rativos y democráticos, ligados a la tradición socialdemócrata. Pero su afir-mación tropezó con las dificultades que la economía sueca experimentó afines de los años ’80, las que pusieron en cuestión aspectos importantesdel modelo sueco de atención social integral.

Comentemos brevemente lo que antecede. Por un lado, cabe conjeturarque la enconada competencia económica internacional impone ese ya men-cionado “endurecimiento” en el mundo del trabajo, que parece difícilmentecompatible con el despliegue de formas relativamente democráticas e igua-litarias de cooperación; éstas constituyen una variante del “post-fordismo”que se vería bloqueada por las tensiones de lo que es una verdadera guerrade la competitividad a escala planetaria. Por otro lado, en esa confrontaciónno resultan tampoco eficientes los regimientos fabriles, carentes de motiva-ción, cuya estructura responde a los moldes clásicos del autoritarismo for-dista.

En semejante contexto, cabe prever que se confirmará el retroceso delfordismo como modalidad predominante de organización de la producción,pero ello no significa que vaya a dejar de tener importancia en ciertas regio-nes y ramas de la economía. Tampoco resulta fácil sostener que se estéconfigurando con claridad algún modelo “post-fordista” predominante. Enparticular, el “modelo japonés” parece demasiado ligado a su historia socialy cultural específica como para que se extienda ampliamente; además, du-rante la década de 1990, la pérdida relativa de dinamismo del Japón y el re-novado vigor de la economía de Estados Unidos han debilitado tanto la vi-gencia como el atractivo de tal “modelo”.

Ahora bien, las evoluciones posibles de las relaciones laborales constitu-yen uno de los terrenos donde mayor impacto tienen para la vida colectivalas cambiantes interacciones entre ciencia, tecnología y sociedad. Su análi-sis es insoslayable, en particular, cuando se buscan nuevas estrategias pa-ra el desarrollo.

Por tanto, como insumo para la reflexión del presente, puede ser útil con-siderar diversas hipótesis que se manejaron en un pasado cercano. Con talfin, reseñamos a continuación las partes pertinentes de un enfoque másglobal, contenido en un trabajo de D.Leborgne y A.Lipietz (1987).

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¿Qué va a pasar con la clásica división del trabajo “fordista” ante la “revolucióntecnológica” de la electrónica? Ante esta pregunta, los autores mencionados enca-ran tres alternativas hipotéticas.

La primera llevaría hasta sus últimas consecuencias la lógica del taylorismo, pri-vando de toda iniciativa al operario y consolidando el triunfo de la “oficina centralde métodos”, en una fábrica tendiente a la automatización total, con unos pocos“cuellos azules” no calificados cumpliendo tareas de limpieza y acarreo, y algunosprofesionales encargados de la modulación del proceso. En esta dirección se avan-zó en muchas plantas donde mayor había llegado a ser el cuestionamiento socialde comienzos de los ‘70, particularmente en las de la FIAT en Turín; allí fue elimi-nada la presencia misma de los trabajadores en algunos de los lugares más conflic-tivos. Esta fue una opción primordialmente política; habiéndose recuperado el con-trol de las relaciones de producción, no se justificaría económicamente laconstrucción de plantas de un grado extremo de automatización. Para las empresassería preferible, en líneas generales, lograr un mayor involucramiento de los equi-pos de trabajadores, de modo que en particular su “aprender haciendo” en la tareacotidiana constituya una fuente sistemática de mejoras, asimilables y formalizablespor los equipos de diseño, métodos e ingeniería. “De hecho, el problema es reco-nectar lo que el taylorismo desconectó: los aspectos manuales e intelectuales deltrabajo.” Ahora bien, dado que esta opción tiende a incrementar la independenciade los trabajadores - la reducción de la cual fue precisamente motor central de lataylorización -, desestimar la automatización radical abre otras dos alternativas. Unabusca el involucramiento individual del trabajador ofreciéndole mejores ingresos yavances en su carrera. La otra procura que, en la elevación de la productividad yde la calidad de la producción, haya un involucramiento colectivo, garantizado porel sindicato, que obtiene a cambio el derecho de controlar las condiciones de tra-bajo y de sustitución de la mano de obra, así como la participación de los trabaja-dores en los beneficios emanados de una mayor productividad. Una vez más, Ja-pón ejemplificaría una opción y Suecia la otra.

Los autores que glosamos resumen así las tres alternativas dibujadas: (A)crecimiento de la polarización en las relaciones de trabajo y de la “descapa-citación” de la mano de obra; (B) involucramiento negociado individualmen-te; (C) involucramiento negociado colectivamente. Consideran que ningunase ha impuesto como un “nuevo modelo hegemónico de industrialización”,sino que las tres coexisten en la mayoría de los países, dentro de las mis-mas empresas e incluso de las mismas plantas. La primera tendería a unacreciente polarización social, planteada en términos de capacidades e ingre-sos. La segunda apuntaría en la misma dirección, al impulsar en la sociedaden su conjunto la lógica de la competencia individual, inclusive al nivel de laformación. Sólo la tercera podría llevar a una promoción social y cultural co-lectiva de los asalariados.

Señalan también Leborgne y Lipietz que las indicadas formas (A), (B) y (C)de reorganización del proceso de trabajo deben ser consideradas en conjun-to con dos formas típicas de contratación salarial: (I) “rígida”, y (II) “flexi-ble”. Así, la combinación (A.II) configura una variante adecuadamente deno-minada como “neotaylorista”, que fue la predominante a comienzos de ladécada de 1980. Pero, a fines de la misma, los éxitos de la industria en Ja-pón, Alemania, Italia, y sus dificultades en Estados Unidos, robustecieronlas tesis según las cuales otras variantes tienen mejor en cuenta los intere-

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ses de corto y largo plazo, no sólo de los asalariados sino también de losempresarios, en lo que tiene que ver con el aprovechamiento de las nuevastecnologías.

La evolución durante la década de 1990 no parece mostrar el predominioneto de alguna de las alternativas mencionadas, aunque cabe notar el avan-ce de las formas de contratación “flexibles” y las dificultades del “involucra-miento negociado colectivamente”. Según Castells, se ha venido afirmandola individualización de la inserción de los trabajadores en los procesos labo-rales; de esta tendencia mayor nos ocuparemos específicamente más ade-lante, conectándola con el impacto diferencial de los cambios técnicos enlos distintos tipos de inserción ocupacional.

Refiriéndonos a uno de los enfoques reseñados en esta misma sección,parece admisible la tesis de que la complejidad del desarrollo tecnológicocontemporáneo origina una fuerte correlación positiva entre competitividadde la empresa e involucramiento de los trabajadores. También parece válidosostener que ciertas características salientes de la innovación tecnológicaen nuestra época requieren no sólo mayor capacitación y participación delos trabajadores sino también su creciente disposición a la labor en equipo.Ello surge, muy grosso modo, de la flexibilidad, rapidez de adaptación y diver-sidad de respuestas a la demanda que, posibilitadas por la explosiva varie-dad del instrumental originado en la microelectrónica, se convierten en re-quisitos difícilmente eludibles de la competitividad. Se configura así unatendencia objetiva, mayor y claramente contrapuesta a la taylorización tradi-cional. Pero no es evidente que esta tendencia lleve a una mejora generalde las condiciones de trabajo. Apuntan en sentido contrario, junto a la agu-dización de la competencia económica internacional, el mayor poder de ne-gociación empresarial basado en cambios técnicos acelerados, que hacenmás heterogéneas las condiciones de trabajo, permiten prescindir de gran-des contingentes de mano de obra y agravan la amenaza del desempleo, to-do lo cual debilita a los sindicatos y disminuye la capacidad de negociaciónde los sectores asalariados.

En conjunto, la realidad va mostrando una creciente segmentación delmercado de trabajo. La misma se vincula a una diferenciación en tipos deocupación cuyas perspectivas de aprovechar o sufrir los cambios técnicosen curso son bastante distintas.

5.2.3. Diferenciación del trabajo y perspectivas de la ocupación

El avance de la robotización y la automatización en general ha encendido laspolémicas acerca del futuro del trabajo. La preocupación por el desempleo,abierto o encubierto, se ha ubicado al tope de las agendas colectivas. En laperiferia, la conjunción de una dinámica tecnológica que tiende a disminuirla demanda de ciertas labores tradicionales con un crecimiento poblacionalaún promedialmente rápido y con sistemas de seguridad social muy débileshace aún más urgente la cuestión de la ocupación, en sus dos vertientes: ladegradación del empleo y el afianzamiento de la desocupación, lo cual afec-ta particularmente a los jóvenes.

No se trata por cierto de un problema propio de la periferia. A mediados dela década de 1990, el entonces primer ministro de Francia, Alain Juppé, afirmóen su primer discurso ante la Asamblea Nacional: “Todo el programa de traba-jo que les he presentado hoy cabe en una sola palabra: empleo”. El posterior

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cambio de gobierno tuvo mucho que ver con el escaso éxito en el enfrenta-miento a la desocupación, para lo cual se han venido ensayando, en Francia yen otras partes, una gama muy amplia de medidas. En los países más avan-zados de Europa ha tomado cuerpo el llamado “desempleo estructural”, queno resulta de factores circunstanciales o de los avatares de la coyuntura eco-nómica, sino de la dinámica profunda de la evolución productiva y de la estruc-tura social, en el marco de la cual un número importante de personas simple-mente no encuentran lugar para trabajar. En consecuencia, si bien ladesocupación desciende cuando crece la producción, se mantiene a niveles al-tos, al menos en la mayor parte de los países donde la existencia de segurosde desempleo permite a ciertos contingentes de desocupados subsistir sin te-ner que aceptar una sustancial degradación de sus condiciones de labor

En Estados Unidos, el desempleo abierto ha sido bastante menor que enEuropa Occidental, en parte debido a la razón apuntada recién, y ha dismi-nuido sensiblemente durante la sostenida expansión económica iniciada acomienzos de la década de 1990. Todo ello hace, en cierto sentido, más vi-sible la evolución de las condiciones de trabajo. Vale la pena resumir un en-foque muy sugestivo de las tendencias en la materia, elaborado a comien-zos de la década citada (Reich, 1993: pp. 174-176).

❘❚❚ “Básicamente, están surgiendo tres amplias categorías de trabajo, que co-

rresponden a las tres diferentes posiciones competitivas en las cuales se en-

cuentran los norteamericanos. Estas mismas categorías están tomando forma

en otras naciones. Las denominaremos servicios rutinarios de producción, servi-

cios en persona y servicios simbólico-analíticos.” ❚❚❘

La primera categoría – los servicios rutinarios de producción – abarca el con-junto de tareas más o menos repetitivas que se realizan particularmente enla industria tradicional – trabajo manual poco calificado, supervisión y geren-cia rutinarias, etc. – pero también en las empresas de alta tecnología, puesbuena parte del procesamiento de datos, por ejemplo, es de tipo repetitivo.Hacia 1990, alrededor de la cuarta parte de los empleos en Estados Unidoscorrespondía a esta categoría, y el total de la misma tendía a disminuir.

La segunda categoría – los servicios en persona – comprende a los servi-cios, en general también simples y repetivos, que se proporcionan de perso-na a persona, no requieren tampoco demasiada formación y están estrecha-mente supervisados (vendedores minoristas, cajeros, servicios de limpieza,en bares, de secretaría, guardias de seguridad, etc..). “En 1990, este tipode servicios comprendía casi el 30% de los puestos ocupados por los nor-teamericanos y su número aumentaba a un ritmo acelerado.”

La tercera categoría – los servicios simbólico-analíticos – “incluye las acti-vidades de los expertos en intermediación estratégica, identificación y reso-lución de problemas”, que pueden ser ingenieros, investigadores, ejecutivos,abogados, consultores, publicistas, arquitectos, editores y escritores, gentede la prensa y de las artes, etc. Cubrirían no más del 20% de los puestos la-borales en Estados Unidos.

Las tres categorías incluyen más del 75% de los puestos laborales enese país; alrededor del 5% trabaja en el sector primario (agricultura y mine-ría), y la mayor parte de los restantes son empleados públicos.

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Grosso modo, la tercera categoría descrita cuenta con ingresos al alza, loque amplía la brecha que la separa de las dos primeras, cuya condición es-tá signada por la precariedad del empleo.

Comparemos este análisis de Reich, acerca de la evolución de la ocupa-ción en Estados Unidos, con las conclusiones a las que llega Castells, a par-tir de su estudio, ampliamente glosado en la sección (V.2.a), de lo que haacontecido en los países de más avanzada industrialización.

“Nuestra observación empírica de la evolución del empleo en los países del G-7muestra algunos rasgos comunes fundamentales que parecen ser característicosde las sociedades informacionales:• desaparición progresiva del empleo agrícola;• descenso constante del empleo industrial tradicional;• incremento tanto de los servicios de producción como de los sociales, sobre

todo de los servicios a las empresas en la primera categoría y los de salud enla segunda;

• creciente diversificación de las actividades de servicios como fuentes de pues-tos de trabajo;

• rápido incremento de los puestos ejecutivos, profesionales y técnicos;• estabilidad relativa de una cuota de empleo considerable en el comercio mi-

norista;• incremento simultáneo de los niveles más elevados y bajos de la estructura

ocupacional;• aumento relativo del nivel de la estructura ocupacional a lo largo del tiempo, ya

que el crecimiento de la cuota asignada a las ocupaciones que requieren mayorpreparación y educación superior es en proporción más elevado que el obser-vado en las categorías del nivel inferior.” (Castells, 2000: 283-4)

Los enfoques considerados son diferentes y, en particular, se refieren a dis-tintas clasificaciones de las ocupaciones, pero aportan elementos comple-mentarios. Tomados en conjunto, dibujan un panorama bastante nítido de laestructura ocupacional en los países centrales a fines del siglo XX.

Dice Castells (2000: 337, itálicas en el original): “El modelo prevalecien-te de trabajo en la nueva economía basada en la información es de una ma-no de obra nuclear, formada por profesionales que se basan en la informa-ción y a quienes Reich denomina ‘analistas simbólicos’, y una mano de obradesechable que puede ser automatizada / despedida / externalizada segúnla demanda del mercado y los costes laborales.”

Para calibrar la afirmación precedente y, más en general, para avanzar enel análisis de las principales tendencias que van configurando las perspecti-vas de la ocupación a comienzos del siglo XXI, es necesario considerar, demanera un poco más pausada que antes, el impacto de las TICs en el mun-do laboral. Para ello nos referimos a la sección que Castells (2000: 295-306) dedica a “el proceso de trabajo en el paradigma informacional”. La si-guiente cita, en la cual el subrayado es de nuestra responsabilidad, defineajustadamente – y de manera por cierto convergente con el enfoque deReich – lo que nos parece la tendencia central al presente en lo que hace alas interacciones entre tecnología y trabajo.

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“La amplia difusión de las tecnologías de la información ha ocasionado efectos bas-tante similares en fábricas, oficinas y organizaciones de servicios. Estos efectos noson, como se había previsto, el cambio hacia el trabajo indirecto a expensas del di-recto, que se automatizaría. Por el contrario, el papel del trabajo directo ha aumen-tado porque la tecnología de la información ha otorgado poder al trabajador direc-to de los talleres (ya sea en el proceso de comprobación de chips o de suscripciónde pólizas de seguros). Lo que tiende a desaparecer mediante la automatiza-ción son las tareas repetitivas de rutina, que pueden precodificarse y pro-gramarse para su ejecución por máquinas. Es la cadena de montaje taylorista laque se convierte en una reliquia histórica (aunque sigue siendo la dura realidadpara millones de trabajadores del mundo industrializado). No debe resultar sor-prendente que las tecnologías de la información hagan precisamente eso: reem-plazar el trabajo que puede codificarse en una secuencia programable yrealzar el trabajo que requiere análisis, decisión y capacidad de reprogra-mación en tiempo real, en un grado que sólo el cerebro humano puede do-minar. Todo el resto de las actividades, dada la velocidad extraordinaria de pro-greso en la tecnología de la información y su descenso constante de precio porunidad de información, son potencialmente susceptibles de automatización y, porlo tanto, el trabajo que impliquen es prescindible (aunque los trabajadores comotales no lo sean, dependiendo de su organización social y capacidad política).”(Castells, 2000: 297)

Parece indiscutible la centralidad de la tendencia al debilitamiento aceleradodel poder de negociación de los trabajadores que desempeñan tareas ruti-narias, repetitivas y fragmentables o parcelables, en el sentido taylorista, setrate del taller, la oficina o el comercio. Esas tareas pueden ser realizadas,de forma cada vez más amplia y barata, por máquinas. Lo que efectivamen-te suceda dependerá, en cada situación concreta, de una constelación defactores que no son sólo técnicos.

La diversidad de trayectorias sociales que puede seguir el cambio técni-co volvió a quedar en evidencia durante el proceso de automatización de ladécada de 1980, cuestión a la que ya nos hemos referido y de la cual laperspectiva del tiempo transcurrido permite ratificar conclusiones relativa-mente sólidas. El enfoque que glosamos en estos parágrafos ratifica lo con-signado antes y en algunos aspectos lo profundiza.

❘❚❚ “El contexto social, y en particular la relación existente entre capital y traba-

jo según las decisiones específicas de la dirección de las firmas, afecta de for-

ma drástica la forma real del proceso laboral y las consecuencias del cambio

para los trabajadores. Ello fue particularmente cierto durante la década de

1980, cuando la aceleración del cambio tecnológico fue a la par del proceso de

reestructuración capitalista […. Así un estudio] sobre el impacto de la introduc-

ción de robots en la industria automovilística de Japón, Estados Unidos, Francia

e Italia, mostró de forma sustancial los efectos diferentes de una tecnología si-

milar en la misma industria: en los Estados Unidos e Italia, los trabajadores

fueron desplazados debido a que la meta principal de introducir nueva tecnolo-

gía era reducir los costos laborales; en Francia, la pérdida de puestos de traba-

jo fue menor que en esos dos países debido a las políticas gubernamentales

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para amortizar los impactos sociales de la modernización; y en Japón, donde

se obligaba a las compañías a mantener el empleo vitalicio, éste aumentó y se

disparó la productividad como resultado de la formación y de un trabajo en

equipo más intenso, que aumentaron la competitividad de las firmas y consi-

guieron cuotas de mercado antes estadounidenses.”

“Los estudios realizados sobre la interacción del cambio tecnológico y la rees-

tructuración capitalista de la década de 1980 también mostraron que, con mu-

cha frecuencia, se introdujeron las tecnologías, en primer lugar, para ahorrar tra-

bajo, para someter a los sindicatos y para recortar costes, más que para

mejorar la calidad o aumentar la productividad por otros medios que no fueran

la reducción de tamaño.” (Castells, 2000: 304) ❚❚❘

La tendencia fundamental destacada – la creciente prescindibilidad de lostrabajadores que realizan tareas “taylorizables” – abre posibilidades a estra-tegias empresariales muy distintas. En algunos casos se ha resuelto llevarhasta el final, en cierto sentido, el proyecto taylorista, sustituyendo masiva-mente trabajadores no calificados por máquinas, para de esa manera liqui-dar las bases objetivas que el fordismo ofreció a la organización de podero-sos sindicatos industriales. Pero – como surge del enfoque de Leborgne yLipietz sobre las evoluciones posibles de la evolución fabril, discutido en elapartado anterior, y como lo confirma la cita precedente – esa no es necesa-riamente la mejor estrategia para incrementar la competitividad; este objeti-vo también ha sido perseguido buscando calificar e involucrar más a los tra-bajadores, utilizando el avance técnico para aprovechar mejor suscapacidades antes que para simplemente sustituirlos. Esa es, de maneramuy esquemática, una segunda posibilidad que abre la tendencia que veni-mos comentando. Una tercera – bien ejemplificada en los países del “cen-tro” pero mucho más en los de la periferia – apunta a la degradación de lasremuneraciones y de las condiciones de trabajo en general, que el desem-pleo tecnológico real o potencial permite efectivizar.

En cualquier caso, la tendencia en cuestión ahonda la divisoria entre lasposiciones ocupacionales, en la terminología de Reich, de los analistas sim-bólicos y de los servicios rutinarios de producción. Semejante polarizaciónno es una consecuencia ineluctable de lo que pasa a nivel tecnológico, peroresulta difícil negar que esto último ha debilitado considerablemente la si-tuación de quienes desempeñan tareas de tipo rutinario, repetitivo y frag-mentable.

En la conclusión de la sección arriba mencionada, Castells se refiere aesa divisoria, o “bifurcación”, destacando facetas centrales de la misma, co-mo sus conexiones con la educación y sus raíces en una transformación tec-nológica que quizás de lugar a una mutación muy grande de lo que se ha en-tendido durante mucho tiempo por desempeño laboral.

“[…] la nueva tecnología de la información está redefiniendo los procesos labora-les y a los trabajadores y, por lo tanto, el empleo y la estructura ocupacional.Mientras está mejorando la preparación para una cantidad considerable de pues-tos de trabajo y a veces los salarios y las condiciones laborales en los sectoresmás dinámicos, otra cantidad está desapareciendo por la automatización tanto enla fabricación como en los servicios. Por lo general, suelen ser puestos que no

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tienen la cualificación suficiente para escapar a la automatización, pero que sonlo bastante caros como para merecer la inversión en la tecnología necesaria parareemplazarlos. El aumento de preparación educativa, ya sea general o especiali-zada, requerida en los puestos recualificados de la estructura ocupacional segre-ga aún más a la mano de obra en virtud de la educación, en sí misma un sistemamuy segregado porque institucionalmente se corresponde en cierto modo conuna estructura residencial segregada. El trabajo degradado, sobre todo en lospuestos de picado de datos para una nueva generación de trabajadores compues-ta por mujeres, minorías étnicas, inmigrantes y jóvenes, se concentra en activida-des poco cualificadas y mal remuneradas, así como el trabajo temporal o los ser-vicios diversos. La bifurcación resultante de las pautas de trabajo y supolarización no es el desenlace necesario del progreso tecnológico o de tenden-cias evolutivas inexorables (por ejemplo, el ascenso de la ‘sociedad postindus-trial’ o la ‘economía de servicios’). Está determinada por la sociedad y diseñadapor los gestores, en el proceso de reestructuración capitalista que tiene lugar enel nivel inferior, dentro de la estructura y con la ayuda del proceso de cambiotecnológico, origen del paradigma informacional. En tales condiciones, el trabajo,el empleo y las ocupaciones se transforman, y las propias nociones de trabajo yjornada laboral quizá cambien para siempre.” (Castells, 2000: 306)

Los argumentos presentados a lo largo de este apartado apuntan pues aprever que la estructura ocupacional seguirá transformándose en profundi-dad, en un proceso en el cual se destacan ciertas tendencias a la polariza-ción y a la degradación de la situación laboral de gran cantidad de gente. Es-to último incluye, por supuesto, las dificultades muy grandes que tienenmuchísimas personas para encontrar empleo, particularmente los adultosdesempleados tras largos años de desempeño en algún “servicio rutinariode producción” o actividades de tipo “taylorizable” en general, así como losjóvenes, sobre todo si su nivel educativo es bajo. Una de las manifestacio-nes del fenómeno es la alta proporción que ha alcanzado lo que puede de-nominarse como “desempleo estructural”.

Ahora bien, las tendencias registradas no necesariamente apuntan a algoasí como la desaparición del trabajo asalariado en tanto consecuencia direc-ta del cambio tecnológico. Las perspectivas de futuro son variadas, pero nocabe sostener que en las décadas finales del siglo XX, todas las economíasde los países “centrales” hayan evidenciado un incremento unilateral y ma-sivo del desempleo abierto. Castells (2000: 307-9) cita datos según loscuales “las economías industriales más avanzadas en cuanto a tecnología,Japón y Estados Unidos, son precisamente las que han creado más puestosde trabajo durante los años ochenta y noventa”, mientras que “el empleoempezó a crecer en Europa en 1997-1999, momento en el que los paíseseuropeos intensificaron la difusión de las tecnologías de la información ensus empresas, al tiempo que reformaban aquellos aspectos del mercado detrabajo que frenaban la creación de empleo. En octubre de 1999, por prime-ra vez en la década, la tasa de paro de la Unión Europea en su conjunto ca-yó por debajo del 10%.”

Recordemos que el análisis se refiere a los países donde se está esceni-ficando la revolución tecnológica; cabe suponer que, en el resto, el panora-ma será muy variado pero, en su conjunto, bastante distinto. En particular,es altamente probable que la transformación técnico-productiva en curso su-ponga destrucción de empleo e incremento del desempleo, abierto o encu-

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bierto, sobre todo en los países donde esa transformación tenga impactosprimordialmente indirectos, siendo sus manifestaciones locales más débilese inducidas esencialmente desde afuera, con escasa incidencia de las diná-micas endógenas. A esta cuestión volveremos al referirnos al panoramaocupacional de la periferia.

Ensayemos antes una síntesis, necesariamente muy precaria, de loscambios recientes en el mundo del trabajo allí donde más rápido está sien-do el cambio técnico. Lo que sugieren tanto la reflexión teórica más afinadaque conocemos como el análisis de los datos disponible es una mutaciónprofunda de las condiciones ocupacionales, que incluye: (i) la desapariciónde gran número de puestos de trabajo, sobre todo de tipo rutinario y repeti-tivo; (ii) la aparición de otros muchos, aunque no necesariamente tantos co-mo los suprimidos ni ocupados, en general, por quienes perdieron sus colo-caciones, en particular porque gran parte de los nuevas oportunidades exigecalificaciones comparativamente más altas; (iii) una importante “bifurca-ción” o polarización en las condiciones de trabajo, en gran parte ligada al ni-vel de preparación requerido, que separa en particular a los “analistas sim-bólicos” de quienes realizan tareas rutinarias y poco calificadas, sean o noautomatizables; (iv) una tendencia a la degradación de la situación ocupa-cional de las muchas personas que sólo pueden aspirar a realizar este últi-mo tipo de actividades, lo que se manifiesta de maneras muy variadas, de-sempleo abierto, empleo informal y precario, alargamiento de la jornadalaboral, privación de derechos, etc.

Para discutir otra tendencia mayor, recordemos que, según lo consignadoen el apartado anterior, a fines de la década de 1980, Leborgne y Lipietsconsideraban que las tres principales alternativas, en materia de evoluciónde la ocupación, podían caracterizarse como: a) crecimiento de la polariza-ción en las relaciones de trabajo y de la descalificación de la mano de obra;b) involucramiento negociado individualmente; c) involucramiento negociadocolectivamente. Los argumentos que hemos venido presentando esbozanuna evaluación de esas alternativas. Respecto de (a), cabe decir que la ten-dencia a la polarización luce muy real, pero lo que parece registrarse no esun retroceso generalizado de la calificación de los trabajadores, sino una ex-presión relevante de esa misma polarización, según la cual un conjuntogrande de tareas exige escaso o nulo avance en materia de formación mien-tras que crece notoriamente otro conjunto de tareas que requieren niveleseducativos comparativamente muy superiores. Respecto de las otras dosposibilidades consideradas, que se refieren al tipo de involucramiento de lostrabajadores, abunda la evidencia del debilitamiento de la alternativa (c), lade la negociación colectiva. Asociada a la difusión de los llamados modeloslaborales flexibles, es la alternativa (b), en tanto relacionamiento individuali-zado con la actividad laboral, la que parece afirmarse.

❘❚❚ “La reestructuración de las empresas y organizaciones, permitida por la tec-

nología de la información y estimulada por la competencia global, está llevando

a una transformación fundamental del trabajo: la individualización del trabajador

en el proceso de trabajo. Estamos siendo testigos de la inversión de la tenden-

cia histórica hacia la salarización del trabajo y la socialización de la producción,

que fueron los rasgos dominantes de la era industrial. La nueva organización

social y económica basada en las tecnologías de la información pretende des-

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centralizar la gestión, individualizar el trabajo, personalizar los mercados y, por

lo tanto, segmentar el trabajo y fragmentar las sociedades. Las nuevas tecnolo-

gías de la información permiten, al mismo tiempo, la descentralización de las

tareas laborales y su coordinación en una red interactiva de comunicación en

tiempo real, ya sea entre continentes o entre pisos del mismo edificio. El surgi-

miento de los métodos de producción escueta va a la par de las extendidas

prácticas comerciales de subcontratación, outsourcing, ubicación en el exterior,

consultoría, reducción de tamaño y personalización.” (Castells, 2000: 322, itá-

licas en el original) ❚❚❘

Constituye un tema apasionante, que sólo podemos mencionar, el análisisde las conexiones entre esta “individualización del trabajador en el procesodel trabajo” – posibilitada por las TICs, promovida por la ampliación de lacompetencia económica y hecha realidad a través de las nuevas estrategiasempresariales – con el tipo de valores predominante en la posmodernidad.

Los modelos laborales emergentes se destacan por la variabilidad de lajornada laboral, la falta de estabilidad tanto en el empleo como en las ta-reas que se realizan, y la diversidad de las relaciones entre empleados yempleadores. Se afirma que “la forma tradicional de trabajo, basada en unempleo a tiempo completo, tareas ocupacionales bien definidas y un modelode carrera profesional a lo largo del ciclo vital, se está erosionando de mane-ra lenta pero segura.” (Castells, 2000: 332, itálicas en el original)

Diez o quince años atrás, se discutía, como vimos, acerca del “modelosueco” o el “modelo japonés”. Ambos se han visto fuertemente cuestiona-dos, en términos temporales primero el sueco, según lo destacamos antes.Más recientemente, la vigencia del modelo japonés ha sido puesta en duda,lo que constituye sin duda un tema mayor.

Un hecho de por sí muy llamativo es que “en 1999 el MITI publicó un in-forme en el que aconsejaba a las compañías, por primera vez, que se recon-virtieran hacia el empleo no vitalicio para la mayoría de sus trabajadores.”Castells (2000: 336-7) lo consigna y luego afirma:

❘❚❚ “[…] parece que Japón ha venido practicando durante cierto tiempo la lógica

de mercado de trabajo dual que se está extendiendo por las economías occi-

dentales. Al hacerlo, ha combinado los beneficios del compromiso de una ma-

no de obra nuclear con la flexibilidad de un mercado de trabajo periférico. La

primera ha sido esencial porque ha garantizado la paz social mediante la coo-

peración entre la dirección y los sindicatos de las empresas, y porque ha au-

mentado la productividad mediante la acumulación de conocimiento en la firma

y la rápida asimilación de las nuevas tecnologías. Esto último ha permitido una

rápida reacción a los cambios de la demanda laboral, así como a las presiones

competitivas de la fabricación fuera del país durante los años ochenta. En los

noventa, las cifras de la inmigración extranjera y los jornaleros comenzaron a

subir, introduciendo una selección y flexibilidad adicionales en los segmentos

menos cualificados de la mano de obra. En conjunto, parece que las compa-

ñías japonesas fueron capaces de afrontar las presiones competitivas median-

te la recualificación de su mano de obra nuclear y la adición de tecnología,

mientras multiplicaban su mano de obra flexible, tanto en Japón como en sus

redes de producción globalizadas. Sin embargo, como esta práctica laboral se

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basa en esencia en la subordinación de las mujeres japonesas educadas, que

no durará para siempre, propongo la hipótesis de que es sólo cuestión de tiem-

po que la flexibilidad oculta del mercado laboral japonés se difunda al núcleo

de la mano de obra, poniendo en tela de juicio el que ha sido el sistema de re-

laciones laborales más estable y productivo de finales de la era industrial.” ❚❚❘

A fines de la década de 1980, un análisis de Kaplinsky, glosado antes, seña-laba que dos de las rutas mayores hacia el “post-fordismo” podían ser de-signadas como la vía sueca y la vía japonesa. Diez años después, la prime-ra se había desdibujado en grado significativo y la segunda parecía menoscapaz de constituir una alternativa en vías de expansión.

En los últimos tiempos, se ha hablado bastante del “modelo holandés”,presentándolo como una manera de adoptar la flexibilidad laboral que conju-garía bastante bien el crecimiento económico y la protección social; parececomparable a un “modelo escandinavo”, en tanto versión de alcance bastan-te más limitado que el atribuido ayer a menudo a la “vía sueca”.

“En el contexto europeo, una aproximación interesante para detectar los nuevosmodelos laborales emergentes es el denominado ‘modelo holandés’, que tuvo unenorme éxito en la creación de empleo y el crecimiento económico sin pérdida deprotección social durante los años noventa. Enfrentados a un desempleo crecienteen los ochenta, el gobierno, las empresas y los trabajadores holandeses alcanzaronuna serie de acuerdos para reestructurar el mercado laboral. En el marco de estosacuerdos, los sindicatos accedieron a moderar los aumentos salariales a cambio dela preservación de empleos del núcleo de la industria. Pero además de este acuer-do (que ya es habitual en las negociaciones entre sindicatos y patronal en todos lospaíses), los sindicatos holandeses también accedieron a la ampliación, en la perife-ria de la mano de obra, de nuevas formas flexibles de empleo, principalmente tra-bajo a tiempo parcial y contratos eventuales. El gobierno también creó programaspara estimular la iniciativa de las pequeñas empresas. Sin embargo, el elementoclave de este modelo es que, a diferencia de los Estados Unidos, los trabajadores atiempo parcial y eventuales reciben la plena cobertura del sistema sanitario nacio-nal y de los planes de pensiones de incapacidad, desempleo y jubilación. Y lasmujeres, principales receptoras de los nuevos empleos a tiempo parcial, disfruta-ban de subsidios para el cuidado de sus hijos. Como resultado de esta estrategia, latasa de desempleo de los Países Bajos, en un momento de intensa innovación tec-nológica, bajó de un promedio del 9% en los ochenta a un 3% a finales de 1999.Desde el punto de vista macroeconómico, los Países Bajos disfrutaron en los añosnoventa de un aumento de la inversión privada, crecimiento económico y del em-pleo y un crecimiento salarial moderado pero positivo. Este modelo de flexibiliza-ción negociada de los mercados laborales y de las condiciones de trabajo, juntocon una definición de la responsabilidad institucional y fiscal de los sistemas debienestar social, parece estar también en la base de la experiencia de crecimientoeconómico equilibrado y bajo desempleo de Suecia, Dinamarca y Noruega.” (Cas-tells, 2000: 330-1)

A partir de los enfoques resumidos, volvamos a mirar brevemente a la peri-feria. La consideración específica de la situación latinoamericana nos ocu-pará en el próximo capítulo. La heterogeneidad del “Sur” en su conjunto im-

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pide, seguramente, llegar a conclusiones precisas a partir de la clasificacióntripartita de Reich. Pero ello no implica que sus categorías ocupacionalescarezcan de interés para anticipar algunas tendencias incluso en la perife-ria. En todo caso, tal categorización parece bastante más útil que la divisióntradicional en sector primario, industria y servicios, que puede ubicar en lamisma categoría a quien sólo alcanza a cultivar de forma que no llamaría laatención a un agricultor del neolítico y a un agrónomo, a una persona reduci-da a cargar bolsas en una fábrica y a un ingeniero químico, al empleado enservicios de seguridad y al de una empresa de elaboración de vacunas.

Cabe suponer que los empleos relativamente bien remunerados y esta-bles en los “servicios rutinarios de producción” disminuirán rápidamente,particularmente en la industria tradicional, sometida a dura competencia eimpulsada hacia la automatización. Las empresas multinacionales, comoparte de la globalización de sus estrategias, seguirán instalando parte desus circuitos productivos allí donde encuentren mano de obra más barata ydisciplinada, pero ello será probablemente muy inestable: la tecnología se-guirá disminuyendo la importancia de ese factor de producción, las intalacio-nes se mudan con rapidez en función de los datos cambiantes del panora-ma global y, si mejoran las condiciones de trabajo, suelen aparecer otrospaíses donde se paga menos y se controla más a los trabajadores; así havenido sucediendo en el Asia Oriental.

El trabajo en el sector primario, agricultura ante todo, engloba a una pro-porción de la población por lo general mucho mayor en los países periféricosque en los del centro y, aún en los casos en que ello no es tan así, ese sec-tor suele tener una importancia comparativamente mayor en la economía na-cional. En relación a todo ello el cambio técnico plantea una gran incerti-dumbre, que comenzará a develarse posiblemente en las primeras décadasde este siglo, cuando según algunos pronósticos la biotecnología llegará ainducir transformaciones aún mayores que las propiciadas en las últimas dé-cadas por la microelectrónica. Se anticipa, en especial, que la ingeniería ge-nética reducirá drásticamente la importancia relativa de la localización geo-gráfica, de la tierra, de sus especificidades y de las del clima, eincrementará el papel de la técnica, en lo que hace a la cantidad y calidadde la producción agropecuaria.

❘❚❚ “Así pues, a largo plazo, la revolución biotecnológica supone potencialmente

una importante redistribución de la producción agrícola (o sustitutos) fuera del

mundo en vías de desarrollo, empeorando su posición comercial, su deuda y su

dependencia general de los países más ricos. Además, aún cuando los países

en vías de desarrollo superaran todos los obstáculos (falta de laboratorios,

científicos, sistemas de suministros, información patentada) y fueran capaces

de desarrollar una producción in vitro propia, sería en detrimento de millones

de puestos de trabajo agrícolas y con el riesgo de provocar una rebelión campe-

sina.” (Kennedy, 1993: p.104) ❚❚❘

Aún si esta predicción se revelase exagerada, o al menos prematura, comosuele suceder con las predicciones en materia de impactos del cambio téc-nico, es muy probable que tienda a decaer la cantidad y/o la calidad de laocupación ofrecida por “los servicios rutinarios de producción” en la agricul-

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tura. En efecto, es notorio que la expansión de la producción agropecuariase ha vinculado muy de cerca con la introducción de nuevas técnicas y conla racionalización general del manejo de los recursos, lo cual va obviamenteen detrimento de gran parte de las tareas rutinarias y repetitivas.

En el heterogéneo conjunto de los “servicios en persona” buscan un lu-gar proporciones crecientes de las poblaciones periféricas; sus condicionesde trabajo suelen ser deficitarias en más de un sentido; a menudo, la dis-tancia que separa ese tipo de ocupaciones de las de índole informal es es-casa. A su vez estas últimas son, frecuentemente, modalidades apenas en-cubiertas del subempleo que, junto al desempleo abierto, han afectado,durante la década de 1990, a no menos del 40% de la población latinoame-ricana que busca trabajar.

Las consideraciones precedentes apuntan a la escasa viabilidad de undesarrollo industrial sostenido a largo plazo de la periferia que pretenda ba-sarse en la baratura de la mano de obra no calificada. Esta última tendrá im-portancia rápidamente decreciente en los rubros productivos dinámicos, ypor ende también en los costos relativos de los mismos. En cualquiera delas alternativas que se esbozan para los tiempos “post-fordistas” – con ma-yor o menor grado de automatización y/o de involucramiento de los trabaja-dores, participativas o “neo-tayloristas” – el uso abundante de mano deobra escasamente paga y pobremente calificada tiende a ser una apuestaperdedora. Visto desde este ángulo el proceso de crecimiento industrial, pa-rece cierto que un segundo ciclo ha concluido y que vivimos ya en un terce-ro, signado por la irradiación del complejo electrónico, ante la cual el trabajorepetitivo y rutinario en sus diversas formas se bate en retirada, como ayerel trabajo manual en la manufactura ante el avance de la maquinización.

5.3. La economía de la innovación

El análisis del nuevo ciclo de cambios mayores, en la tecnología y en la or-ganización de la producción, ha inspirado una reflexión renovada en torno decuáles son los principales factores del crecimiento económico, sus ritmos yciclos, sus interacciones con la dinámica social en general.

En las primeras páginas de La economía de la innovación industrial -libroreputado que ya hemos glosado más de una vez- Freeman señala que no se-ría poco razonable ver a la educación y a la I+D (Investigación y Desarrollo ex-perimental) como los factores básicos del proceso de crecimiento, relegandola inversión de capital al papel de un factor intermediario. En esta perspecti-va, el proceso de inversión es tanto uno de producción y distribución de cono-cimiento como de producción y uso de bienes de capital, los que simplemen-te corporizan el avance de la ciencia y la tecnología (FREEMAN, 1982, p. 4).

Este enfoque parece ir más allá de las formas y apuntar a ciertos rasgoscentrales de la dinámica interna del crecimiento. No le faltan por cierto pun-tos de apoyo en la experiencia histórica, según surge aun de una exposiciónrápida, como la presentada en el primer capítulo. En esa dirección apuntaLandes, hacia el final de su obra fundamental que nos ha servido de guía:

❘❚❚ “Irónicamente, hubo una época, no hace mucho tiempo, en que pocos eco-

nomistas concedían demasiada importancia a la tecnología, la calificación labo-

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ral, la organización y el espíritu empresariales. Fue sólo cuando al ajustar las ci-

fras de la contabilidad nacional con distintas funciones de producción, y quedó

demostrado que los inputs tradicionales sólo podían explicar una parte del cre-

cimiento económico, que se abandonó la tradicional indiferencia ante lo que se

había visto hasta entonces como consideraciones externas. Incluso en este ca-

so, para algunos la nueva revelación se hizo difícil de aceptar, en parte por te-

mor a lo desconocido y en parte porque no es fácil tratar estos elementos con

las técnicas de análisis tradicionales, o integrarlos dentro del cuerpo de teoría

establecido. No obstante, los mejores economistas se han interesado con en-

tusiasmo por esta nueva área de investigación, intentando domesticar (uso es-

te término deliberadamente) e incorporar dentro de un marco analítico toda una

gama de factores cualitativos recalcitrantes; éstos van desde las consecuen-

cias educativas y científicas de los nuevos conocimientos, pasando por la

transmisión de este conocimiento a las aplicaciones económicas, hasta la cali-

dad de los agentes (lo que suele llamarse ‘capital humano’), de las institucio-

nes y de las decisiones empresariales que gobiernan su actuación. En el mun-

do de la posguerra, el más prominente de estos elementos ha sido el del

conocimiento -el crecimiento del saber científico y su traducción en un conjunto

impresionante de nuevos productos y técnicas-” (LANDES, 1969, p. 544). ❚❚❘

Fue precisamente durante el período posterior a la Segunda Guerra que lospaíses más desarrollados vivieron una expansión productiva realmente sinprecedentes que duró casi treinta años, los “treinta gloriosos” tan mencio-nados. A comienzos de la década de 1970 se abrió de manera bastanteinesperada una crisis económica profunda, algunas de cuyas secuelas ha-brían de revelarse persistentes, como las que se refieren a la problemáticadel empleo. Paralelamente, se asistió a una nueva aceleración del cambiotécnico, proceso cuyas relaciones con la evolución de la crisis, lejos de sersimples, son sin duda relevantes. Ambos fenómenos trajeron al primer pla-no la reflexión sobre el conocimiento y la innovación en relación con la eco-nomía y con las políticas. En este apartado resumimos algunas de las face-tas de tal reflexión que parecen tener más incidencia en la cuestión deldesarrollo.

5.3.1. El crecimiento económico en la visión original de Schumpeter

El estudio económico del cambio técnico ha sido impulsado, en especial,por varios investigadores que en la materia reconocen su deuda con el enfo-que pionero de Joseph Schumpeter. Éste fue elaborado a lo largo de prolon-gados estudios, y se ha llegado a distinguir en el mismo dos etapas: una pri-mera en la cual el empresario individual desempeña el papel central en lainnovación, y otra posterior, en la que ese papel pasa a ser desempeñadodentro de la gran empresa. En todo caso, según dicho enfoque, el surgimien-to de las innovaciones tiene un carácter discontinuo, y aun explosivo, confuerza suficiente para desestabilizar el funcionamiento de la economía y exi-gir grandes esfuerzos de adaptación a las nuevas condiciones.

Esta visión parece especialmente penetrante cuando se trata de compren-der ciertos rasgos diferenciales de nuestro tiempo. Comentándola, Freeman(1982, p. 210) subraya que las industrias más intensivas en I+D son las quepresentan tasas de crecimiento excepcionalmente altas en el siglo XX, antes

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del cual la mayoría -electrónica, aviación, productos farmacéuticos, instru-mentos científicos, materiales sintéticos- simplemente no existían. Resultabastante obvio, agrega, que esas tasas se relacionan con un flujo especial-mente grande de innovación tecnológica en materia de nuevos productos yde nuevos procesos así como con el acelerado ritmo de difusión de tales in-novaciones en el seno de la economía mundial. Las diferencias observadasen las tasas de crecimiento de la producción y de la productividad se relacio-nan sistemáticamente con la intensidad de I+D y con las modalidades delcambio técnico.

Parece pues que la inspiración original de Schumpeter puede constituirun aporte fecundo para la tarea de repensar la problemática del desarrollo ala luz de las transformaciones tecnológicas en curso y, más en general, delpapel que juega la innovación, que ha devenido permanente sin dejar de serturbulenta. En esta sección nos ocuparemos pues de su temprana obra so-bre la teoría del desarrollo, considerada clave de su pensamiento, aunque laprimera versión de la misma fue concluida en 1911, cuando el autor no te-nía aún treinta años.

En el prólogo preparado para la edición en español de 1941, titulado“Teoría del desenvolvimiento económico”, dice Schumpeter:

❘❚❚ “Clasificando todos los factores que pueden ser causantes de cambios en

el mundo económico, he llegado a la conclusión de que, aparte de los factores

externos, existe uno puramente económico de importancia capital, y al que yo

he dado el nombre de Innovación. He tratado de demostrar que el modo en que

aparecen las innovaciones y en que son absorbidas por el sistema económico

es suficiente para explicar las continuas revoluciones económicas que son la

característica principal de la historia económica” (SCHUMPETER, 1941). ❚❚❘

Y agrega, sintetizando una imagen dinámica, discontinua incluso, del discu-rrir de la vida económica -poco compatible, por cierto, con los enfoques másconvencionales-:

❘❚❚ “Mis teorías pueden ser equivocadas; mis esquemas, con seguridad, no son

más que una de tantas posibilidades; pero hay dos cosas de las que estoy se-

guro: primero, que se debe tratar al capitalismo como un proceso de evolución,

y que todos sus problemas fundamentales arrancan del hecho de que es un

proceso de evolución; y, segundo, que esta evolución no consiste en los efec-

tos de los factores externos (incluso factores políticos) sobre el proceso capita-

lista, ni en los efectos de un lento crecimiento del capital, de la población, etc.,

sino en esa especie de mutación económica, me atrevo a usar un término bio-

lógico, a la que he dado el nombre de innovación” (SCHUMPETER, ed. de 1957,

pp. 9 y 12; todas las citas de esta sección corresponden a esa edición). ❚❚❘

El desarrollo, para Schumpeter, es algo muy específico: sintéticamente, con-siste en la aparición en la producción de lo nuevo. Más en detalle:

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❘❚❚ “Producir significa combinar materiales y fuerzas que se hallan a nuestro al-

cance. Producir otras cosas, o las mismas por métodos distintos, significa com-

binar en forma diferente dichos materiales y fuerzas. En tanto que pueda surgir

la ‘nueva combinación’ de la anterior por el ajuste constante a pasos peque-

ños, existe indudablemente cambio, y posiblemente crecimiento, pero no pode-

mos hablar de un fenómeno nuevo, ni de desarrollo en nuestro sentido. En la

medida en que no sea éste el caso, y que las nuevas combinaciones aparezcan

en forma discontinua, podremos afirmar encontrarnos ante los fenómenos que

caracterizan al desarrollo. En consecuencia, solamente nos referiremos a este

último caso cuando hablemos de nuevas combinaciones de medios producti-

vos, por razones de conveniencia expositiva. El desarrollo, en nuestro caso, se

define por la puesta en práctica de nuevas combinaciones” (SCHUMPETER, ed. de

1957, p. 76). ❚❚❘

Se habrá notado algo que, empero, conviene subrayar: las “nuevas combina-ciones” no se identifican necesariamente con la introducción de nuevas téc-nicas; pueden tener lugar, por ejemplo, en la organización de la producción.Este enfoque no lleva necesariamente a ver la tecnología como el determi-nante o el primer motor de la vida económica, sino que abre espacios parauna concepción plurifacética del papel de la innovación, incluso en el nivelinstitucional.

Es en relación con la introducción de lo nuevo que, según Schumpeter, sedefine el empresario, cuya autoridad suele invocarse al usar el vocablo auncuando se esté manejando un concepto que no coincide con el del autor.“Llamemos ‘empresa’ a la realización de nuevas combinaciones, y ‘empre-sarios’ a los individuos encargados de dirigir dicha realización.” La definiciónes más restringida que la usual, pero también más amplia: “empresario”puede ser un empleado. Cualquiera sea el tipo,

❘❚❚ “[…] solamente se es empresario cuando se ‘llevan efectivamente a la prác-

tica nuevas combinaciones’, y se pierde el carácter en cuanto se ha puesto en

marcha el negocio; cuando se empieza a explotar igual que los demás explotan

el suyo. Ésta es naturalmente la regla, y es en consecuencia tan raro que una

persona conserve durante toda su vida el carácter de empresario, como lo es

para un hombre de negocios no ser empresario, ni aun siquiera un momento y

en forma modesta, durante todo el curso de su vida” (SCHUMPETER, ed. de 1957,

pp. 84 y 88). ❚❚❘

Es interesante señalar que Schumpeter resume su posición global mediantetres pares de oposiciones:

❘❚❚ “Primero la oposición entre dos procesos reales: la corriente circular, o

la tendencia al equilibrio, de un lado, y una alteración de los canales de la

rutina económica, o de los datos económicos que resultan del propio siste-

ma, de otro. En segundo lugar la oposición entre dos aparatos teóricos: la

estática y la dinámica. En tercer lugar la oposición entre dos tipos de con-

ducta, que podemos representar, siguiendo a la realidad, por dos tipos de

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individuos: los simples gerentes y los empresarios” (SCHUMPETER, ed. de

1957, p. 92). ❘❚❚

Estas alternativas polares existen en el mundo de la práctica y tienen su va-lidez en el de las ideas. Los “simples gerentes” administran el funcionamien-to relativamente rutinario de la economía, la denominada “corriente circular”con sus tendencias al equilibrio, de las que la economía neoclásica ofrece unmodelo. Por su parte, los “empresarios” fracturan los equilibrios mediante laintroducción de esas “nuevas combinaciones” que constituyen el desarrollo,cuya comprensión demanda una teoría dinámica en un sentido muy fuerte dela palabra: una teoría de lo que no tiene un funcionamiento de tipo periódicosino esencialmente cambiante, pasando de una etapa a otra que no puedeser vista como una reproducción eventualmente ampliada de la anterior.

Por cuenta nuestra podríamos todavía notar que, si el “empresario” deSchumpeter no tiene porqué ser un empresario en el sentido corriente de lapalabra, tampoco parece necesario que sea un actor individual. Sin desme-dro del aporte personal, es propia de nuestra época la creciente relevanciade lo colectivo en la introducción de lo nuevo. Ejemplo ya reiteradamentemencionado de ello lo ofrece el proceso de generación y aplicación de cono-cimientos científicos. Cabe pues apuntar a una concepción del desarrolloque atribuya centralidad a los actores del proceso social de innovación.

En definitiva, el gran tema de la obra que estamos reseñando es la intro-ducción de lo nuevo, su rol fundamental en la vida material, y las trabas, so-bre todo de índole espiritual, que a ello se oponen.

“No es sólo objetivamente más difícil realizar algo nuevo que lo habitual y loque ha sido probado por la experiencia, sino que el individuo siente repugnan-cia por ello, y la sentiría aun si no existieran las dificultades objetivas. Igualocurre en todos los campos. La historia de las ciencias es una gran confirma-ción de las dificultades que impone la adopción de un nuevo punto de vistacientífico, o de un nuevo método. El pensamiento vuelve una y otra vez a suscaminos trillados, a pesar de que se hayan revelado como ineptos, y aun cuan-do la innovación adecuada no presente dificultades particulares. La propia na-turaleza de los hábitos fijos del pensar, y su función ahorradora de energía, sefunda en el hecho de que han llegado a ser subconscientes, dan sus resultadosautomáticamente y a prueba de crítica, y aun de contradicción, por parte de loshechos individuales. Pero es precisamente a causa de esto por lo que se trans-forman en pesadas cadenas una vez que ha pasado su utilidad. Y así ocurretambién en el mundo económico. Las fuerzas del hábito se rebelan y se enfren-tan al proyecto en embrión de quien pretende acometer algo nuevo. Es nece-sario, por tanto, un nuevo esfuerzo de la voluntad, para conseguir a pesar deltrabajo y las preocupaciones de la vida diaria, tiempo y alcance para la concep-ción y aplicación de nuevas combinaciones, llegando a verlas como posibilida-des y no como un soñar despierto. Esta libertad mental presupone un gran ex-cedente de fuerzas sobre las demandas diarias, y es rara y peculiar pornaturaleza” (SCHUMPETER, ed. de 1957, pp. 95-96).

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Schumpeter sostiene con énfasis que la aplicación de un progreso cualquie-ra es tarea esencialmente distinta de su invención, por lo cual lo que él de-nomina “empresario” y el “inventor” son figuras muy diferentes, más allá deque en algunos casos puedan coincidir en la misma persona. Más aún, lasinnovaciones que los empresarios practican pueden no tener nada que vercon invención alguna.

En esta visión, los motores del desarrollo deben vincularse prioritaria-mente CON las motivaciones del empresario, de las que se destacan tres: laambición de poder, la voluntad de luchar y el gozo de crear. La propiedad pri-vada resultaría esencial sólo en relación con el primer tipo de motivos. A suvez, los rasgos inherentes a la sociedad “adquisitiva”, la necesidad de crearfondos para la inversión. y en particular el carácter objetivo de la gananciahace a ésta muy difícilmente reemplazable como motor del desarrollo. A es-ta altura, empero, Schumpeter anota un comentario sugestivo:

❘❚❚ “Sin embargo, es cierto que el segundo y tercer grupo de motivos del empre-

sario podrían ser sustituidos por alguna organización de la sociedad, que no

presupusiera la ganancia privada como resultado de la innovación económica.

La clase de estímulos con que pudieran sustituirse esos motivos de la activi-

dad del empresario, y la forma en que se conseguiría que operaran satisfacto-

riamente, así como lo hacen los capitalistas, queda fuera de nuestro tema. Los

reformadores sociales no prestan bastante atención a estos puntos y los igno-

ran totalmente los partidarios del radicalismo fiscal. Pero no son insolubles, y

pueden ser determinados por la observación detallada de la psicología de la

actividad del empresario, al menos para lugares y momentos dados” (SCHUMPE-

TER, ed. de 1957, pp. 102-103). ❚❚❘

La cuestión no puede ser marginada de los debates orientados a la renova-ción de los proyectos para el desarrollo, pues los estímulos a la innovaciónconstituyen probablemente el mayor problema a encarar en ese campo. Enefecto, en términos sumarios y a cuenta de mayor cantidad, notemos que laesterilidad de las estrategias “tercermundistas” para el desarrollo, tan enboga hace un cuarto de siglo, y más aún el estrepitoso derrumbe del mode-lo soviético, pueden ser vistos desde un cierto ángulo como el resultado desu impotencia para fomentar la innovación. Hasta podría aventurarse quelas dificultades que en los últimos años llegaron a poner en entredicho altan exitoso “modelo sueco” tienen muchísimo que ver con esta cuestión. Ala inversa, los impulsos a la innovación de corte típicamente “capitalista” nosólo parecen dar dividendos colectivos escasos en la periferia y agravar losproblemas sociales, incluso en los países centrales, sino que además susci-tan serios riesgos de naturaleza ambiental. Los motores subjetivos del de-sarrollo están en entredicho.

Hacen falta nuevas formas de estimular el surgimiento de lo nuevo: qui-zás la expresión no sea un mal resumen de un problema central al comen-zar el siglo XXI.

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5.3.2. Innovación y evolución del sistema productivo

Para analizar la gran mutación técnico-productiva de nuestra época, convie-ne discutir con cierta perspectiva las formas de la innovación y sus relacio-nes con la evolución del sistema productivo.

En el presente, la trascendencia de las grandes innovaciones tecnológi-cas no requiere ya ser destacada. Pero la transformación de la producciónestá lejos de reducirse a una serie de saltos de esa índole.

Las “innovaciones incrementales” tienen lugar durante todo el ciclo de vi-da de un producto. Son necesarias para posibilitar la real utilización de lasinnovaciones radicales, lo cual suele exigir el rediseño de productos y proce-sos a partir de las experiencias de usuarios y productores. Mejoras incre-mentales también surgen cuando se llega a la etapa de difusión rápida, apartir de la cual la combinación del “aprender haciendo”, el “aprender usan-do” y las economías de escala pueden generar importantes aumentos deproductividad, incluso durante largo tiempo. Esos frutos del aprendizaje nose reducen, por cierto, al cambio técnico en sentido restringido, sino que in-volucran otras dos dimensiones fundamentales de la innovación, que se vin-culan con la organización y con la formación.

El análisis del proceso de cambio técnico lleva a distinguir entre inven-ción, innovación propiamente dicha y difusión.

En los laboratorios y gabinetes de estudio se descubren nuevas propie-dades de la naturaleza y se construyen dispositivos nuevos para incidir enla realidad. Se constituye así un reservorio potencial para la labor innovati-va. Esta última, en el contexto en el cual la consideramos aquí, consiste enla introducción de lo nuevo en el nivel de la actividad económica: se tratade forjar combinaciones nuevas, de elementos técnicos y/o de otra índole,conocidos o no; ésta es la tarea específica del empresario según Schumpe-ter. Un invento puede o no inducir una innovación, pero nunca lo es de porsí. Por su parte, una innovación puede o no incluir la aplicación de un inven-to, pero nunca se reduce a ello. Y, a su vez, una innovación no supone unadifusión automática: muy diversos factores pueden acelerar o retrasar loque en cualquier caso es una actividad específica, tanto como la invencióny la innovación.

Ahora bien, si conviene no confundir los procesos mencionados, tampo-co cabe suponer que se trata de actividades relativamente independientes.En particular, el proceso de difusión es también un proceso de generaciónde novedad, y por cierto uno de los más interesantes, pues lo nuevo resul-ta de la interacción de muy variados actores sociales. El descubrimiento dela importancia que ello tiene signa la reflexión contemporánea sobre elcambio técnico. Lo simboliza el auge de expresiones como “aprender a par-tir del uso”, “aprender haciendo”, y de una más general: “aprender interac-tuando”.

En esta época de tantos inventos que causan sensación, correspondesubrayar el papel fundamental que sigue teniendo la corriente permanentede mejoras incrementales y descubrimientos poco destacados. Pero, a cier-ta altura, las mejoras incrementales resultan insuficientes para superar de-terminados límites técnicos y económicos, por lo cual nuevos avances en laproductividad requieren innovaciones radicales. Éstas pueden generar ra-mas productivas enteramente nuevas; ocasionan cambios estructurales enla economía; constituyen así una causa mayor del dinamismo económico.

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Esta sección se basaespecialmente en elcapítulo 4 de Freeman (1992)”.

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Ahora bien, la historia subraya la interdependencia entre diversos cam-bios radicales e incrementales, lo cual lleva a hablar de “redes” o “siste-mas” de innovación. Ejemplos elocuentes son la evolución de la electrici-dad, los ferrocarriles o las telecomunicaciones. En contextos semejantes,un cambio sustancial genera “desequilibrios” o cuellos de botella que pue-den a su vez inducir otras transformaciones. En particular, el éxito de una in-novación sustancial depende de que tengan lugar otras modificaciones, porejemplo, en relación con los materiales disponibles, los instrumentos y má-quinas, la formación de las personas involucradas. Ello, a su vez, suele re-querir nuevas inversiones. En suma, los grandes avances en la capacidad deproducción tienen un carácter sistémico. No es pues de extrañar que elaprovechamiento efectivo de las potencialidades contenidas en ciertas inno-vaciones mayores requiera a menudo más tiempo del inicialmente supuesto.

Así, los mayores incrementos de productividad asociados con una graninnovación no suelen tener lugar en su fase de introducción, sino posterior-mente, cuando se ha ampliado la escala de producción, asegurado el sumi-nistro de los nuevos materiales e instrumentos requeridos y difundido losnuevos conocimientos que se precisan. La potencialidad de una gran innova-ción técnica suele hacerse realidad sólo cuando se ve acompañada porotras, en materia productiva, pero también y fundamentalmente en los ámbi-tos de la organización, la gestión y la formación. Cabe decir que los grandescambios se concretan sólo como resultado de una “constelación” de nume-rosas innovaciones interconectadas pero distintas y que tienen lugar en ám-bitos variados.

Precisemos un poco más ciertas nociones útiles para captar las facetasdel cambio técnico-productivo en una cierta perspectiva histórica sumaria.

Freeman propone clasificar las innovaciones en los siguientes tipos:

a) innovaciones incrementales, que tienen lugar prácticamente a diario, sinefectos dramáticos, pero cuyo efecto acumulado sobre el incremento deproductividad es muy grande;

b) innovaciones radicales, como el ferrocarril o los reactores nucleares; c) cambios de “sistema tecnológico”, basados en una combinación de inno-

vaciones incrementales y radicales, técnicas y organizacionales, que tie-nen amplio impacto en la economía, como la “constelación” de innovacio-nes en los materiales sintéticos que tuvo lugar entre las décadas de1930 y 1950;

d) cambios de “paradigma tecno-económico” o “revoluciones tecnológicas”.

A partir de la Revolución Industrial se distinguirían cinco paradigmas tecno-económicos, cada uno de los cuales incluye una “mejor práctica” y aprove-cha algún insumo particularmente barato. Intentaremos presentar de mane-ra casi telegráfica el esquema de Freeman.

1) 1770-1780 a 1830-1840: período de la (Primera) Revolución Industrial y,luego, de los llamados “tiempos duros”; introducción de la mecanización;centralidad de los textiles y de la industria del hierro; organización fabrilde las ramas productivas fundamentales; competencia entre empresa-rios individuales y pequeñas empresas (de menos de 100 empleados).

2) 1830-1840 a 1880-1890: prosperidad victoriana y más tarde la “gran de-presión”; difusión del uso de las máquinas a vapor y del ferrocarril; cen-

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tralidad de su producción y del carbón; nuevo sistema de transporte; apo-geo de la competencia entre empresas pequeñas, y aparición de empre-sas que emplean miles de empleados.

3) 1880-1890 a 1930-1940: la llamada “Segunda Revolución Industrial”, la“belle époque” y la nueva “gran depresión”; difusión de la electricidad yde la ingeniería pesada; centralidad de las máquinas eléctricas, el aceroy la química, colorantes en particular; estandarización; monopolios, oligo-polios e intervención estatal en la economía.

4) 1930-1940 a 1980-1990: la época de oro del crecimiento y del pleno em-pleo keynesiano, seguida por la crisis; difusión de la producción en masade tipo fordista; centralidad de las industrias de automotores, aviones,armamentos motorizados, bienes de consumo durables, materiales sinté-ticos, etc. y de la energía, del petróleo especialmente; producción en se-rie, a partir de la línea de montaje, la plena estandarización, las econo-mías de escala y la energía barata; competencia oligopolística y auge delas corporaciones transnacionales.

5) Iniciado en 1980-1990, sería el paradigma de las Tecnologías de la Infor-mación y Comunicación (TICs); se caracterizaría por: la difusión de los dis-positivos asociados con esas tecnologías; la centralidad de la microelec-trónica; la producción flexible, las economías de alcance (scopeeconomies) y la integración del diseño, la producción y el mercadeo; lasredes de colaboración entre empresas grandes y pequeñas (FREEMAN,1987, pp. 61 y ss.).

A esta última etapa se ha hecho referencia en el apartado 1 de esta uni-dad, desde el ángulo de los cambios técnicos, y en el apartado 2, desde elpunto de vista de la organización del trabajo; la noción de paradigma técni-co-económico ofrece una interpretación integrada del proceso, que reseña-mos en la próxima sección. De esa noción, elaborada en particular por Free-man y Carlota Pérez, se ha afirmado:

❘❚❚ “Un concepto clave es el de ‘paradigma técnico-económico’, definido como

el conjunto de tecnologías ubicuas y principios organizativos genéricos que con-

forman y condicionan las oportunidades en cada período. Dado que cada revo-

lución tecnológica conduce a un cambio de paradigma, es vital comprender sus

principales características, pues su aplicación puede rejuvenecer la mayoría de

las tecnologías establecidas y experimentadas y servir de criterio para diseñar

instituciones adecuadas y políticas eficaces” (PÉREZ, 2000, p. 2). ❚❚❘

5.3.3. El paradigma técnico-económico de las TICS

En el enfoque que estamos sintetizando, cada cambio de un paradigma aotro tendría entre sus causas la aparición de innovaciones, no sólo en ma-teria de productos y de procesos sino también en el plano de la organiza-ción de la producción y en las instituciones. Las depresiones podrían servistas como inadecuaciones entre paradigmas emergentes y marcos insti-tucionales preexistentes, mientras que los períodos de auge - los booms -indicarían la adecuación entre el paradigma dominante y el “clima socio-ins-titucional”.

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“Cada revolución tecnológica aporta tecnologías genéricamente ubicuas ynuevas prácticas organizativas que dan lugar a un aumento significativo delpotencial de productividad de la mayoría de las actividades existentes.” (Pé-rez, 2000: p. 16) Esto último no tiene lugar inmediatamente sino tras uncierto período donde se hacen sentir las inadecuaciones (o contradicciones)entre aspectos técnicos y aspectos organizacionales.

En esta perspectiva, la crisis estructural de la década de 1980 es vistacomo la transición de la economía mundial a una nueva etapa en la cual latecnología se basará en productos y procesos “intensivos en información”,tal como la crisis estructural de los ‘30 habría marcado la transición a unsistema de producción en masa y en serie, “intensivos en energía”.

Los “cambios de paradigma” generan gran inestabilidad, entre otros mo-tivos porque afectan a todas las decisiones ligadas a la inversión, y acen-túan el desarrollo desigual, requiriendo por ende que se conforme un nuevocontexto institucional de regulación.

Freeman y Soete (1997: 184-5) subrayan que la asimilación de una nue-va tecnologí de gran envergadura en el sistema económico y social no insu-me años sino décadas. Consideran que ello es más o menos inevitable,pues la efectiva difusión de una tecnología como la de la máquina de vapor,la energía eléctrica o la electrónica sólo se hace posible cuando se realizannumerosos cambios de tipo educacional, social y organizativo, así como laconjunción de innovaciones técnicas en diversos campos de aplicación ytambién cambios de escala en ciertos procesos. Consideran pues que te-nían razón quienes, allá por 1950, anticipaban las potenciales aplicacionesde las computadoras en fábricas y oficinas, pero que a menudo se equivoca-ron seriamente al estimar los plazos. Por ejemplo, entienden que NorbertWiener no tomó en cuenta lo que tardaría en construirse las ramas de bie-nes de capital y de componentes asociadas a la computación, prestó aten-ción insuficiente a los costos y - lo que fue quizás aún más serio - subesti-mó el tiempo que demandaría la formación y capacitación de millones depersonas en las diversas tareas relacionadas con la nueva tecnología, des-de el diseño hasta el mantenimiento. Tales requisitos se fueron cumpliendoentre las décadas de 1950 y 1970; recién en la de 1980 habría cobradofuerza - en un contexto de crisis estructural - la transición al paradigma delas TICs, cuya capacidad de impulsar un crecimiento de nuevo tipo se habríaevidenciado durante los años finales del siglo XX.

Castells considera que la noción de paradigma técnico-económico ayudaa comprender las interacciones de la transformación tecnológica en cursocon la economía y la sociedad. En su visión, cinco son los rasgos que cons-tituyen “el núcleo del paradigma de la tecnología de la información”:

1) “la información es su materia prima: son tecnologías para actuar sobre la in-formación, no sólo información para actuar sobre la tecnología, como era elcaso de las revoluciones tecnológicas previas”;

2) “la capacidad de penetración de los efectos de las nuevas tecnologías”, que in-ciden en todo el acontecer individual y colectivo, puesto “que la informaciónes una parte integral de toda actividad humana”;

3) “la lógica de interconexión”, que posibilita la configuración en red de “todo ti-po de procesos y organizaciones mediante tecnologías de la información dereciente disposición”;

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4) “el paradigma de la tecnología de la información se basa en la flexibilidad”,que permite, a quienes manejan las organizaciones, realizar ciertos cambiosmuy profundos en su funcionamiento sin destruirlas;

5) “la convergencia creciente de tecnologías específicas en un sistema altamenteintegrado”, con lo cual “la microelectrónica, las telecomunicaciones, la optoe-lectrónica y los ordenadores están ahora integradas en sistemas de informa-ción.” (Castells, 2000: 103-105, itálicas en el original).

La insistencia de Schumpeter [y de Marx] en la interdependencia entre inno-vaciones técnicas e innovaciones organizativas se hace evidente en el casode la tecnología de la información. “La mayor parte de las ventajas económi-cas y técnicas que la misma hace posibles dependen de cambios en la orga-nización y el desempeño de la gestión. Muchas de ellas dependen de cam-bios estructurales de largo alcance, incluyendo cambios institucionales einnovaciones sociales en una escala más amplia.” (Freeman, 1987: p. 110)

Amplia atención ha prestado Carlota Pérez a este tema fundamental delas relaciones entre cambios técnicos y cambios organizativos. La siguientecita resume bien su punto de partida:

❘❚❚ “... la microelectrónica es ampliamente reconocida como el núcleo de una

revolución tecnológica llamada a transformar el aparato productivo mundial de

manera múltiple, masiva y prolongada. Bastante menos visible es la otra cara

de la actual transición tecnológica: el cambio organizativo o, más exactamente,

el desmoronamiento del viejo sentido común gerencial y su reemplazo gradual

por un modelo distinto de máxima eficiencia productiva.” (Pérez, 1990) ❚❚❘

Por ende, el éxito competitivo tiende a vincularse con el énfasis puesto en latransformación organizativa, que es por cierto bastante más difícil que elcambio en el equipamiento. Ciertas tendencias profundas señalan el surgi-miento de un “nuevo sentido común”.

En primer lugar, asistimos al decaimiento de “las estructuras pirámi-dales jerárquicas y cerradas”, modelo organizativo centralizado y vertical,con compartimentación de las diversas especializaciones, que predominódurante largo tiempo en todo tipo de instituciones, generando crecientes ri-gideces y lentitudes. Tiende a ser sustituido por un modelo de “redes pla-nas, interactivas y abiertas”, dotadas de autonomía, en las que se reúnencompetencias diversas para un trabajo interdisciplinario en función de obje-tivos no parcelados.

❘❚❚ “Esta forma de estructura en red es el paralelo humano de la que en siste-

mas computarizados se denomina inteligencia distribuida. En lugar de tener

un solo gran computador central dirigiéndolo todo, se da capacidad de capta-

ción y procesamiento de información a los diversos puntos de la red, dotándo-

los de condiciones para la toma de decisiones. Estos a su vez envían la infor-

mación pertinente para el seguimiento central, teniendo a menudo

posibilidades de optimización de nivel intermedio, a través de la comunicación

horizontal.”(Pérez, 1990) ❚❚❘

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Parelelamente, va perdiendo sus viejas ventajas la producción estandarizadaen gran escala y cobran fuerza las estructuras flexibles y adaptables a con-diciones rápidamente cambiantes. Ello tiene que ver con la capacidad paradiversificar la producción, para impulsar una formación polivalente de los tra-bajadores y para llevar adelante cambios tecnológicos.

❘❚❚ “La llamada organización científica del trabajo se basó en la premisa de que

la gerencia posee todo el conocimiento necesario para la organización óptima

de la producción, por lo cual, dado un buen diseño de la planta y de los pues-

tos de trabajo, acompañados de manuales bien escritos y un adecuado siste-

ma de disciplina, es posible moverse hacia un sistema de operación óptimo y

mantenerse allí. Independientemente de si esto funcionaba así en la práctica o

no el hecho es que esas han sido las ideas guía de la ingeniería industrial y la

gerencia de operaciones.” ❚❚❘

Pero, cuando el cambio se hace permanente, un sistema de producción eseficiente si es a la vez un sistema de aprendizaje permanente y colectivo.Ello demanda una transformación en lo que tiene que ver con la estabilidad,la participación y el estímulo a la innovación de los trabajadores, que posi-blemente resulte la más difícil entre las que plantea el “nuevo sentido co-mún”, que requiere nuevas formas de cooperación, al interior de las empre-sas, entre distintas empresas, entre ellas y sus clientes – tendiendo afabricar un producto como se brinda un servicio –, con el sector público.

❘❚❚ “El tan debatido rol del MITI en el desarrollo japonés puede entenderse co-

mo una forma de superar el dilema entre el control del Estado y la libre compe-

tencia: un sistema de economía de mercado orientado por un plan diseñado

con participación de todos los actores y acordado entre ellos. En el fondo esto

no es más que aplicar a nivel de todo un país el mismo principio de organiza-

ción en red con alta autonomía de cada unidad y con una orientación estratégi-

ca común que fortalece a todos los integrantes del conjunto.” (Pérez, 1990) ❚❚❘

Los criterios modernos para la eficiencia buscan combinar “lo mejor de dosmundos”: las grandes empresas crean unidades de tareas con la agilidad, lacreatividad y la autonomía de las pequeñas empresas, y éstas forman redesde colaboración – en investigación y desarrollo, por ejemplo – que les ofre-cen economías de escala y les permiten conseguir “masas críticas” paraafrontar grandes desafíos.

Como ya se anotó, Carlota Pérez subraya la coherencia interna entre elnuevo modelo de gestión y las características propias de la tecnología infor-mática, viendo a la adopción del primero como un prerrequisito para el me-jor aprovechamiento de la última: en Estado Unidos se originó la denomina-da revolución microelectrónica, pero fue en Japón donde mejor se laaprovechó para elevar la productividad.

La necesidad de cambios tanto en materia de organización como de equi-pamiento diversifica las rutas hacia una mayor productividad. Es de notarque si se atiende primero al cambio de equipos, los costos pueden ser mu-

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cho mayores. Pero priorizar la adopción de una estructura interactiva y parti-cipativa puede ser una decisión mucho más difícil para los que tienen el po-der de realizarla.

El trabajo que venimos glosando concluye así:

❘❚❚ “A la larga … la frontera de la competitividad será tecnológica; estará dada

por el uso integral y dinámico de las tecnologías genéricas y por el constante

mejoramiento de las tecnologías específicas. El dominio tecnológico, anclado

en una sólida base organizativa y en recursos humanos cada vez más califica-

dos, cada vez más creativos y nutridos de experiencia práctica, es y será la con-

dición determinante de alcanzar y mantener la competitividad. Fue la vieja men-

talidad, asociada al patrón tecnológico y gerencial hoy caduco, la que imaginó

que la microelectrónica y la automatización expulsarían a los seres humanos

del proceso productivo. Gradualmente se va comprendiendo más nítidamente

que en la sociedad de la información la clave del éxito será el factor humano.”

(Pérez, 1990) ❚❚❘

El enfoque reseñado capta varios rasgos definitorios de la gran mutación ini-ciada en las décadas finales del siglo XX. Pero, en su compartible afán porencontrar sustentos objetivos para los cambios deseables, puede que atri-buya demasiado peso relativo a ciertas tendencias. Un ejemplo de esto últi-mo lo ofrece la cita precedente. Parecería que, en la realidad de los últimostiempos, han coexistido una importancia mayor del “factor humano” comoclave de éxito y la expulsión de numerosos trabajadores de sus empleos, laapertura de mejores oportunidades que las ofrecidas por el paradigma “for-dista”, para no poca gente – por lo general de alta calificación –, con la de-gradación de las condiciones de trabajo de muchas personas, particular-mente en los “servicios rutinarios de producción”, según la terminología deReich.

Comentemos brevemente la cuestión, a partir de una idea central en laconcepción de los paradigmas técnico-económicos, según Freeman y Pérez.Nos referimos a la que resalta las relaciones cambiantes entre tecnologíase instituciones, viendo –según ya se anotó– a los períodos de depresión, du-rante los cuales tiene lugar la transición de un paradigma a otro, como eta-pas de inadecuación entre las innovaciones tecnológicas emergentes, carac-terísticas del paradigma que surge, y el marco institucional propio delparadigma que se agota. En esta noción, próxima a la de concepción deMarx sobre las contradicciones entre evolución de las fuerzas productivas yrelaciones de producción, los períodos de auge de la economía aparecencuando las instituciones se han adecuado a las nuevas tecnologías. Ahorabien, esto último no implica necesariamente que las condiciones de vida ytrabajo de la mayoría de la gente mejoren. En particular, para que se expan-da la producción en las condiciones del presente, parece necesario contarcon mucha más gente calificada que antes, así como establecer relaciona-nes de nuevo tipo en el mundo del trabajo y entre organizaciones diversas;pero ello involucra a una fracción no demasiado grande de la población delplaneta. Además, el éxito económico sigue vinculado con la capacidad deasegurar que un número suficiente de personas acepten realizar un conjun-to de tareas rutinarias y/o poco agradables – desde la limpieza hasta la se-

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guridad –, a cambio de retribuciones bastante magras. En otras palabras, la“adecuación” – cultural, institucional, educativa – a las nuevas tecnologíaspuede ser económicamente exitosa y, a la vez, socialmente excluyente. Des-de el punto de vista del desarrollo, éste es el núcleo de los problemas queplantea la economía de la innovación.

5.4. Ciertos desafíos mayores

Las grandes revoluciones tecnológicas suelen tener ganadores y perdedo-res, en términos absolutos y relativos. La cuestión del desarrollo cobró fuer-za por la muy desigual transición a la sociedad industrial y, más precisamen-te, porque la industrialización se concentraba en ciertas áreascomparativamente restringidas del planeta, pero afectaba de una manera uotra a todas las regiones, con una muy despareja distribución de beneficiosy perjuicios. Algo similar está sucediendo con la transición a la sociedad delconocimiento. En este apartado, destacamos sumariamente algunos aspec-tos de esa transición y los vinculamos con algunos de los mayores proble-mas que la misma plantea.

5.4.1. Centralidad y privatización del conocimiento

En los tres apartados anteriores de esta misma unidad nos hemos referidoal ciclo de transformaciones tecnológicas y sociales a las que, desde pers-pectivas distintas, se coincide en atribuir carácter realmente revolucionario.Parece necesario señalar que ello va más allá incluso del impacto inmensode las TICs, pues involucra un nuevo salto en el papel del conocimiento cien-tífico y tecnológico en general, así como, por consiguiente, de la universidady de la educación superior.

Muy esquemáticamente, en el primer ciclo de la industrialización – quese inicia con el desencadenamiento de la Revolución Industrial - el desarro-llo tecnológico y productivo deben muy poco a la ciencia; ésta, en cambio,llega a desempeñar un papel mucho más importante en un segundo ciclo decrecimiento industrial, cuyos orígenes son también los de la industria basa-da en la I+D, o, si se prefiere, en la “industrialización de la ciencia”.

Este proceso, sugestivamente designado como “el matrimonio de la cien-cia y la tecnología”, constituye uno de los aspectos más relevantes de la Se-gunda Revolución Industrial.

Desde cierta corriente de ideas muy influyente, ha sido considerado in-cluso más trascendente que la (Primera) Revolución Industrial y comparablea lo que se considera como la “Primera Revolución Económica”, la emergen-cia de la agricultura: “la verdadera revolución de la tecnología -la SegundaRevolución Económica- [...] se caracteriza por el maridaje de la ciencia y latecnología” (NORTH, 1984, p.183). Más en detalle:

❘❚❚ “El período que hemos venido a llamar Revolución Industrial no significa una

ruptura radical con el pasado, como parece suponerse a menudo. Fue, en cam-

bio […] la culminación de la evolución de un conjunto de sucesos anteriores.

La revolución real tuvo lugar mucho después, en la última mitad del siglo XIX.

Los acontecimientos tecnológicos del período de la Revolución Industrial fue-

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ron, en gran medida, independientes de los desarrollos en las ciencias básicas.

Sin embargo, los acontecimientos tecnológicos del pasado reciente han reque-

rido, en su mayor parte, avances científicos significativos. El aprendizaje por ex-

periencia puede explicar la tecnología desarrollada durante la Revolución Indus-

trial, pero sólo la experimentación científica puede ofrecer una explicación del

desarrollo de la energía nuclear y de la industria petroquímica. Los grandes

avances tecnológicos de los últimos cien años dependen de la revolución cien-

tífica; y la combinación de la ciencia y la tecnología ha producido la Segunda

Revolución Económica” (NORTH, 1984, p. 185). ❚❚❘

Como quiera que sea, a partir de la segunda mitad del siglo XIX las mayoresinnovaciones tecnológicas pasaron a basarse crecientemente en el conoci-miento científico, formalizado y sistemático.

Ahora bien, durante bastante tiempo el cambio técnico se basó, por lo ge-neral, en conocimiento científico ya maduro, sedimentado y ampliamente difun-dido. Ello mantuvo una separación variable, pero en conjunto notoria, entre lasactividades científicas y las tecnológicas, así como criterios distintos para elreconocimiento de la investigación y la difusión de los resultados en uno y otroterreno. Podría decirse que el matrimonio de la ciencia y la tecnología consti-tuía una pareja de tipo tradicional, con papeles bien establecidos y distintos.

En las décadas intermedias del siglo XX ello empezó a cambiar, insinuán-dose una tendencia que luego se expandió hasta constituirse en uno de losaspectos fundamentales del cambio técnico en el presente. En breve, las in-novaciones tecnológicas más trascendentes se van relacionando cada vezmás con la “ciencia de punta”, la que se está haciendo y no sólo la que es-tá -o parece- ya hecha. Los plásticos y la energía nuclear ejemplificaron tem-pranamente esta tendencia, que luego se vio amplificada por las tecnologíasespaciales, las del complejo electrónico y las de los nuevos materiales -deltipo de las cerámicas y los plásticos especiales-; probablemente llegue aser aún más impactante en el mundo de las biotecnologías.

El matrimonio entre la ciencia y la tecnología ha devenido una pareja mo-derna, donde los roles, valores y comportamientos no son necesariamentefijos ni distintos.

Las fronteras entre ciencia básica, investigación aplicada, tecnología, de-sarrollo y producción no desaparecen, pero se vuelven mucho más comple-jas, más variados los puentes entre tales áreas y más cortos los tiemposque insume el cruzarlos en uno y otro sentido. Por consiguiente, se va des-dibujando la frontera entre, por un lado, los científicos que buscan respues-tas a los “porqués” y publican abiertamente sus resultados, según los cáno-nes académicos tradicionales, y por otro lado los tecnólogos, que aspiran aresponder a los “cómo hacer”, cuyos resultados tienen valor económico yson a menudo protegidos mediante patentes. Todo ello tiene mucho que vercon la creciente importancia directa para las aplicaciones de la investigaciónbásica, que se va convirtiendo en factor de inmediata incidencia en la pro-ducción. Por consiguiente, se extiende el manejo reservado de sus resulta-dos y su protección mediante patentes. La privatización de la tecnología seexpande hacia la ciencia.

En conclusión, se asiste a una elevación sustancial de la incidencia eco-nómica del conocimiento científico y tecnológico en su conjunto, así como asu creciente privatización.

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La primera tendencia, junto con otra estrechamente interconectada, lacreciente gravitación de la educación avanzada en muy diversas facetas delacontecer social, sugieren pensar, más bien que en términos de “sociedadposindustrial” o “sociedad de la información”, en la probable emergencia deuna “sociedad del conocimiento”. En todo caso, semejante proceso pareceal menos tan desigual como lo fue durante el siglo XIX la emergencia de lasociedad industrial, proceso que afectó a todo el planeta pero de manerasmuy distintas, en particular, porque sólo en una pequeña porción del globose constituyó efectivamente una sociedad industrial, mientras que en las de-más regiones las sociedades seguían siendo esencialmente agrarias perose veían integradas, de forma más o menos subordinada, a una “economíamundo” hegemonizada por las naciones industriales.

En el presente, son muy grandes las diferencias en materia de conocimien-to científico y tecnológico. La inmensa mayoría de la investigación mundial serealiza en países de la “tríada” Estados Unidos-Europa Occidental-Japón y enfunción de agendas que reflejan los intereses prevalecientes en esos países.El Informe sobre el Desarrollo Humano (PNUD, 1999) ofrece ejemplos claros deesto último. La privatización del conocimiento incide poderosamente no sóloen qué se puede usar la investigación sino también en qué se investiga. Afir-ma el Informe recién mencionado que en la agenda de investigación pesa másel dinero que las necesidades básicas de los seres humanos.

5.4.2. La cuestión ambiental y los riesgos del cambio técnico

En las décadas finales del siglo XX se fue extendiendo la preocupación porlos daños y los riesgos asociados con la expansión de la ciencia, la tecnolo-gía y la producción. La fabricación de bombas atómicas supuso un salto cua-litativo en materia de capacidad técnica para la destrucción, y un duro golpepara la identificación entre investigación y progreso. Posteriormente, se fuecomprobando que los peligros no concernían sólo al uso bélico de la tecno-logía. Cabe suponer que el poder de las nuevas tecnologías -especialmentelas que surgen del avance de la biología- generarán en los próximos tiemposproblemas y conflictos de gran envergadura, complejamente entretejidos consus logros y las esperanzas que suscitan. Semejantes cuestiones se ubicanya en el centro de los estudios acerca de las interacciones entre Ciencia,Tecnología y Sociedad, ampliando la reflexión planteada desde la ecología, ala que nos hemos referido en esta sección, y recordando algunos aspectosde su evolución reciente que ayudan a contextualizar la temática de los ries-gos generados por el cambio técnico-productivo.

Como bien se sabe, los problemas que plantea la aceleración del creci-miento económico, desencadenada por la industrialización, han llegado aser especialmente graves en lo que se relaciona con el medio ambiente. Ladestrucción de la naturaleza resulta ser una consecuencia cada vez más pe-ligrosa de los proyectos orientados a dominarla. La globalización de la eco-nomía se hace particularmente evidente en la creciente interdependenciaecológica de las distintas áreas del planeta. Los modos de desarrollo lleva-dos a la práctica tienden a erosionar ciertos cimientos insustituibles del de-sarrollo, y devienen así incapaces de sostenerse a sí mismos. Por ello hacobrado creciente relevancia la problemática del “desarrollo sustentable”.La óptica ambiental constituye, por ende, un punto de vista fundamental pa-ra analizar los desafíos de la innovación.

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Plantear así la cuestión no apunta a ningún tipo de “alto al crecimiento”y al cambio técnico, que pretendiera congelar la situación presente. Ello se-ría, por cierto, inviable. Pero además luce indeseable, pues supondría renun-ciar al uso de nuevos recursos técnicos, así como a producir más y mejor,para enfrentar los diversos males que padece la humanidad y, en particular,sus sectores más pobres.

Para escapar a una disyuntiva paralizante, se trata de saber en qué me-dida la técnica, mediante la cual los seres humanos han intentado discipli-nar a la naturaleza hasta el punto de amenazar su reproducción, puede serpuesta al servicio del ambiente. El problema tiene que ver con la investiga-ción y el desarrollo técnico, pero aún más con el cambio institucional y cul-tural.

La noción de polución -tan corriente hoy- surgió ya con fuerza a comien-zos del siglo XIX, junto con la difusión de la industrialización, el crecimientode la urbanización y la aceleración del crecimiento económico. Pero, hastahace poco más de 30 años, la preocupación global por la preservación de lanaturaleza permaneció confinada a círculos restringidos.

“A fines de los años ‘60 emerge una nueva conciencia. La conservación de lanaturaleza deviene denuncia de todas las poluciones generadas por un produc-tivismo forzado. La protección del ambiente se radicaliza a partir de mayo del68, cuando una generación denuncia la sociedad de consumo a ultranza y másen general los fundamentos de la sociedad del lucro y del individualismo” (DE-RAIME, 1993, p.18).

En las décadas finales del siglo XX las grandes catástrofes vinculadas conla industria abrieron camino al movimiento ecologista.

En 1967, el petróleo de un barco naufragado contamina las costas fran-cesas e inglesas, constituyendo una de las mayores mareas negras de lahistoria, y la primera con amplia repercusión tanto en los medios como enla opinión pública. En el cuarto de siglo siguiente, 17 grandes mareas ne-gras serán contabilizadas, incluyendo las causadas por la guerra en el Me-dio Oriente. En 1984 tiene lugar lo que fue considerado como el más gravesiniestro de la historia industrial hasta ese momento: las fugas tóxicas enuna fábrica de pesticidas de la Union Carbide en Bhopal, India, matan acuatro mil personas y afectan irreversiblemente a decenas de miles deotras. En 1986 explota un reactor de la central de Chernobyl, Ucrania, ma-tando a decenas de personas, irradiando gravemente a centenares y des-plazando de sus hogares a unas 135.000: “Ni un árbol en la zona maldita;3.300 kilómetros cuadrados de tierras desoladas en Ucrania, Bielorrusia yRusia. Centenares de miles de hectáreas fértiles contaminadas” (DERAIME,1993, pp. 40-41).

El mayor número de víctimas sigue, no obstante, siendo consecuencia delas catástrofes naturales. Pero las consecuencias de las mismas se hanagravado justamente por la alteración humana de la naturaleza. Así, porejemplo, la tala de las laderas montañosas del Nepal permite que las lluviasarrastren masivamente sedimentos que causan mayores desbordes delGanges y del Bramaputra: las inundaciones de 1991 en Bangladesh ocasio-

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Sylvie Deraime, 1993(p. 12); en esta obrase basa gran parte de la pre-sente sección.

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naron 140.000 muertes y dejaron a la intemperie a unos 10 millones depersonas (DERAIME, p. 46).

Fenómenos menos espectaculares que las catástrofes evocadas puedenempero resultar no menos dañinos. Durante la década de 1980 se llegó a laconclusión de que, a lo largo de los últimos 20 años al menos, ha disminui-do globalmente la capa de ozono atmosférico, suerte de filtro que nos prote-ge de la parte más peligrosa de los rayos ultravioletas. Diversas actividadesindustriales envían a la atmósfera cloro bajo cuya incidencia el ozono sedestruye, convirtiéndose en oxígeno. Diversas convenciones han sido esta-blecidas para conjurar los riesgos. En particular, los CFC (cloroflorurocarbo-nos, utilizados en sistemas refrigerantes, aerosoles, plásticos, etc.) dejaríande ser producidos, pero su larga vida mantendrá vigente el problema muchodespués. Ciertos cálculos sugieren que el ozono estratosférico seguirá dis-minuyendo por lo menos hasta el 2050. Otras emisiones acrecentadas porla actividad industrial, como las de anhidrido carbónico, incrementan la con-sistencia de la capa atmosférica constituida por impurezas, vapor y otros ga-ses, que bajo el impacto de los rayos infrarrojos genera el “efecto invernade-ro”, fenómeno que estaría ligado a la tendencia al alza de la temperaturapromedio de la Tierra. Las conferencias internacionales no han generadoaún acuerdos operativos para enfrentar semejante desafío.

Óxidos de azufre o nitrógeno, emitidos por vehículos y fábricas, retornan ala superficie terrestre como parte de lluvias ácidas, con lo cual, en particular,la polución del aire genera la del agua de lagos y ríos. Hasta la de los océa-nos se ve afectada, como lo señaló ya en la década de 1950 la “enfermedadde Minamata”, bahía japonesa en la cual una fábrica vertió sales de mercurioque, vía la pesca, mataron y lisiaron a no pocos seres humanos. El agua secontamina y también desaparece: la irrigación masiva y el uso de pesticidas,en particular, han tenido esas consecuencias en el Mar de Aral, cuya superfi-cie ha disminuido 40% en treinta años y donde hoy puertos de ayer se en-cuentran en medio de las tierras. No es raro que en el presente se preguntesi el agua limpia llegará a ser un bien raro (DERAIME, 1993, pp. 48 a 55).

Más en general, cabría inquirir si el crecimiento desencadenado por laRevolución Industrial ha sido mayor en la producción o en la polución. Ahorabien, a mediano o largo plazo, la primera se verá afectada por la segunda.¿Cuáles son pues los indicadores de un desempeño económico eficiente? ElProducto Bruto Interno (PBI), cuya variación domina al respecto toda discu-sión, ignora los eventuales desgastes generados en materia de recursos na-turales. Sería absurdo que una empresa sólo contabilizara “ganancias bru-tas”, sin descontar lo que corresponda a la amortización del “capital fijo”-edificios y máquinas, en particular- que se va desgastando a lo largo delproceso productivo. Al no tomar en cuenta el deterioro del “capital natural”,lo que se menosprecia es al futuro. Pero éste suele cobrar sus cuentas.

Se trabaja ya desde hace bastante tiempo para confeccionar índices yelaborar estadísticas de producción que incluyan los costos ecológicos. Supeso creciente hace cada vez más antieconómica la frecuente práctica eco-nómica de privilegiar los indicadores de corto plazo. Y, más en general, haceurgente el innovar para poder producir de otra manera: reutilizando materia-les, y reciclando o valorizando energéticamente lo que no se puede reciclar;disminuyendo consiguientemente la contaminación generada por los dese-chos de la producción; privilegiando el ahorro de energía, depurando en elpropio lugar de producción el aire y el agua, etcétera.

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Freeman (1992, p.193) observa que, como en las próximas décadas lospaíses del Tercer Mundo muy probablemente incrementarán su consumo deenergía y materiales, serán necesarios avances muchos mayores que los re-cientes para reducir los insumos de materiales y energía por unidad de pro-ducto. Habiendo sido más bien lento el progreso en el uso de energía reno-vable, como la que proporcionan el sol y las olas, se requerirán no sóloinnovaciones incrementales sino también radicales.

Han proliferado los especialistas en tratamientos de residuos de diversaíndole. La polución ha generado una nueva rama de la economía. Ya a co-mienzos de la década de 1990 se calculaba que el mercado mundial de bie-nes y servicios ligados con la protección del ambiente crece al 5,5% anual,bastante por encima del conjunto de la economía (DERAIME, 1993, p. 84).

En suma, la problemática ecológica se constituye en uno de los mayoresdesafíos planteados en el presente, en el nivel tecnológico pero -digámoslouna vez más- también y fundamentalmente a nivel cultural e institucional.Ello es especialmente notorio cuando se pretende afrontar las grandes y di-versas formas del deterioro de la calidad de vida vinculadas con el creci-miento de los transportes: mucho puede hacerse al respecto en materia téc-nica, pero no parece que ello sea suficiente sin cambios en las costumbres,por ejemplo en lo que tiene que ver con el uso de autos privados.

La relevancia de la dimensión social de la innovación es aún más eviden-te cuando se recuerda que la degradación ambiental se ve acentuada por elsubdesarrollo.

Por ejemplo, como bien se sabe, la deforestación es especialmente gra-ve en las áreas más pobres, donde se usa masivamente la madera comocombustible y se practica una agricultura primitiva que agota pronto la tierra,impulsando a seguir talando bosques.

También es sabido que los países más ricos exportan hacia los más po-bres las formas de producción cuyas poblaciones rechazan por contaminan-tes, e incluso desechos tóxicos que todos quieren tener lo más lejos posible.

Pero la deforestación y, más en general, la expansión en el “Sur” de for-mas productivas contaminantes que en el “Norte” están siendo erradica-das, acentúa la contaminación global.

Luego, un desarrollo sustentable puede llegar a ser inviable, incluso enlas áreas más prósperas, si no se extiende a todo el planeta.

Resulta pues crucial determinar si existen tendencias relativamente obje-tivas en la evolución del sistema técnico-productivo que hagan viable el sur-gimiento de la tan reclamada “nueva economía ecológica”.

Es indudable que toda esta temática se vincula profundamente con lacuestión del desarrollo, al menos si esta última es comprendida -según lopropusiera la tradición clásica latinoamericana- como reflexión específicaacerca de la condición periférica, que no es sólo de atraso sino también desubdesarrollo y dependencia, y como una búsqueda de alternativas distintasde la imitación de las trayectorias seguidas por los países del “centro”. Enefecto, por un lado, la cuestión ambiental no se plantea de la misma mane-ra en el “Norte”, donde refleja ante todo el despilfarro de recursos naturalesinducido por la exacerbación del consumo y posibilitado por el avance técni-co, que en el “Sur”, donde entre sus causas se destacan las formas de su-pervivencia propias de contingentes humanos pobres, desarraigados y en rá-pido crecimiento. Por otro lado, es precisamente la evolución ambiental laque hace insostenible la repetición en la periferia de los estilos de creci-

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Se recordará que, acomienzos de 1992,tomó estado público un me-morándum interno del BancoMundial en el cual el jefe deasesores económicos de lainstitución recomendaba quelas plantas productivas máscontaminantes y dañinas paralos seres humanos fueran ins-taladas en países del TercerMundo, dado que en ellos sonmenores los costos de laatención a la salud.

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miento practicados en el centro: ¿cuáles serían las consecuencias para lavida en el planeta si Asia, África y América Latina alcanzaran los niveles degasto energético por persona de los Estados Unidos o Europa? ¿Cuáles sonya los costos ambientales de la modernización china?

El alcance de los problemas ambientales, de los que nadie está a salvo,constituye un interés mayor y objetivamente compartido por todos los sereshumanos en la búsqueda de “otras” formas de producción y consumo. Estoya no puede ser visto como un problema que sólo afecta al “Sur” y del cualel “Norte” debería ocuparse sólo por razones de conciencia. Desde estepunto de vista, el cambio necesario de las pautas prevalecientes en materiade desarrollo económico y social deja de ser una urgencia sólo para los sub-desarrollados.

5.4.3. Población, globalización y marginación

La cuestión del desarrollo depende muy directamente del panorama demo-gráfico. Dado un cierto territorio, las formas adecuadas para afrontar la pro-blemática de la alimentación, salud, vivienda, educación, ocupación y medioambiente difícilmente puedan ser las mismas si la población se multiplicapor cinco o por diez.

Pues bien, el cambio técnico ha posibilitado un crecimiento explosivo dela población mundial, que probablemente se estabilizará durante el siglo XX,pero no sin antes haber cambiado radicalmente la faz del globo.

Cuando la industrialización se difundía por el Oeste de Europa, hacia1825, la población total del planeta llegaba a unos 1.000 millones de per-sonas. Un siglo después prácticamente se había duplicado. Entre 1925 y1976 pasó, aproximadamente, de 2.000 a 4.000 millones, y llegó a los6.000 millones poco antes de terminar el siglo XX.

No es fácil prever su evolución en las décadas futuras. Las proyeccionesque incluye la obra L´Etat du Monde 2000 estiman en algo más de 7.800millones la población del globo en el 2025. En dos siglos, la población sehabrá multiplicado por alrededor de 8.

Más importante aún que los números totales resulta su previsible distri-bución regional. Se ha estimado que más del 90% del crecimiento demográ-fico de las próximas tres décadas tendrá lugar en la periferia. África, que en1950 contaba con la mitad de la población de Europa, ya la ha superado.

Tal evolución no dejará de repercutir en el “centro” pues,

❘❚❚ “[…] si el mundo en vías de desarrollo permanece atrapado en la trampa de

la pobreza, los países más desarrollados se verán asediados por decenas de

millones de emigrantes y refugiados deseosos de residir entre los prósperos,

pero envejecidos, habitantes de las democracias. De un modo u otro, es proba-

ble que los resultados provoquen malestar en la sexta parte más rica de la po-

blación del planeta que en la actualidad goza de unas desproporcionadas cinco

sextas partes de su riqueza” (KENNEDY, 1993, p. 61). ❚❚❘

Por cierto, los mayores desplazamientos de población tienen lugar dentro dela periferia. Ésta presenta abismales diferencias en las condiciones de vidade la gente; incluso en un mismo país, las diferentes perspectivas de creci-

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miento generan migraciones internas como la que ha llevado tanta gentedesde el Nordeste brasileño al área de San Pablo. Los pequeños islotes decomparativo bienestar y lento crecimiento demográfico existentes en el mun-do del subdesarrollo no permanecen ajenos a los impactos de la multiplica-ción de las poblaciones carenciadas que los rodean.

En definitiva, la reproducción ampliada de los pobres del mundo -reto fun-dacional de la reflexión y las prácticas para el desarrollo- tiende a afectar ca-da vez más lo que acontece en el planeta entero.

En general, en las últimas décadas la expansión de la innovación y de laproducción se ha visto acompañada por una tendencia al incremento de ladesigualdad a la vez que de la interdependencia entre las distintas regionesdel planeta.

En un mundo donde la diversidad de situaciones en las que viven los sereshumanos sigue siendo enorme, y en ciertos sentidos incluso se ha incremen-tado, la globalización de la economía y de las comunicaciones ha adelgazadoconsiderablemente ciertas divisorias entre las naciones. Imágenes y flujos mo-netarios atraviesan las fronteras a escalas inimaginables veinte años atrás.Gran parte de la población del planeta visualiza muy directamente algunos as-pectos de las condiciones de vida de otros, por lo cual la heterogeneidad delas realidades coexiste con una cierta homogeneización de las aspiraciones.La capacidad de control de la coyuntura económica por parte de los estados,incluyendo a muchos de los más grandes, ha disminuido sensiblemente, asícomo su incidencia en la redistribución de la riqueza, al tiempo que las empre-sas transnacionales han expandido considerablemente la escala de sus ope-raciones. En realidad, el influjo mundial de las grandes compañías data de an-tiguo y caracteriza la expansión industrial desde las últimas décadas del siglopasado, pero parece llamado a gravitar aún más en el futuro próximo.

“[El] movimiento desigual de la prosperidad global ha tenido lugar al mismotiempo que -e interactuando con- el surgimiento de grandes compañías multi-nacionales cada vez menos apegadas a los intereses y valores particulares delpaís de origen. Al competir con firmas rivales por sectores del mercado mun-dial, han desarrollado una estrategia mediante la cual dirigen la inversión y laproducción de una parte a otra del planeta con la ayuda de una revolución fi-nanciera y de las comunicaciones, que ha creado un mercado global para bie-nes y servicios. Importantes en el mundo actual, dichas compañías lo seránaún más en el futuro gracias al derrumbe de las barreras comerciales que habíaimpuesto la guerra fría y la cada vez mayor integración de la economía global”(KENNEDY, 1993, p. 69).

Las tendencias anotadas se vinculan directamente con la aceleración delcambio técnico y sus ambivalencias; más allá de valoraciones contrapues-tas y consecuencias diversas, el acontecer tecnológico se presenta sin dudacomo una causa mayor de desestabilización e irreversibilidad. En efecto, laevolución en ese terreno suele generar impactos bruscos e incluso explosi-vos, raras veces se vuelve a estadios técnicos anteriores, y ciertos grandescambios vinculados, como el crecimiento de la población o la transforma-ción de la naturaleza, parecen difícilmente reversibles.

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Además, la dinámica técnico-productiva ha alterado la relación entre“centro” y “periferia” hasta un punto en el que cabe preguntarse si el eje detal relación no se está desplazando desde la “dependencia” a la “margina-ción”. En un artículo publicado el año de su acceso a la presidencia del Bra-sil, Fernando Henrique Cardoso (1994) ha encarado este interrogante, des-tacando que parte del “Tercer Mundo” se ha convertido en un “CuartoMundo” extremadamente carenciado, que no ocupa ni siquiera intersticiosde la economía internacional; su explotación ya no interesa al “centro”, cuyaprosperidad no depende en las formas de antaño de la pobreza de la perife-ria; inmensos contingentes de seres humanos se ven confrontados así a laperspectiva de la marginación, que es aún peor que la dependencia.

En la medida en la que se afiancen tendencias como las anotadas, y porende también la diferenciación entre privilegiados y carenciados, mientrasse acentúa la gravitación de las grandes corporaciones transnacionales, lle-gará a ser realmente acuciante la pregunta que plantea Paul Kennedy: “¿có-mo coexistirá una cultura tecnológicamente sofisticada, transnacional, cor-porativa, desleal a cualquier gobierno y por encima de toda reglamentaciónlocal con las masas políglotas, hambrientas e insatisfechas previstas enuna población mundial de 8.000 o 10.000 millones de personas?” (KENNEDY,1993, p.78).

Por supuesto, detectar algunas tendencias no equivale a desentrañar elporvenir. Aunque el análisis fuera ajustado, intervienen otros factores, quefrecuentemente contrarrestan y siempre complican el accionar de los quehan sido tomados en cuenta. En el tema que nos ocupa, además, todoapunta a destacar la diversidad de situaciones y perspectivas en el mundode la periferia, por lo cual se puede conjeturar sin mayor riesgo que el cursode los acontecimientos en ese mundo será extremadamente variado.

Más en general, no cabe suponer que la evolución social está determina-da de antemano; en cualquier caso, su complejidad desborda toda capaci-dad humana de predicción. Reina pues la incertidumbre. Y ella abre espa-cios a la libertad de los seres humanos para intentar construir su propiahistoria. Las sociedades se han mostrado más de una vez capaces de afron-tar grandes desafíos con respuestas innovadoras que alteraron las tenden-cias forjadas por el pasado. Es por ello que resulta tan interesante analizarlos retos y las oportunidades que se dibujan en el horizonte.

Las estrategias para enfrentar la dependencia, elaboradas durante lasdécadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial, apuntaron a unificar elaccionar del Tercer Mundo con el fin de lograr el control de su producción pri-maria y utilizarlo como sostén de su industrialización. Esas estrategias sehan agotado; la situación de la periferia luce hoy aún más heterogénea queayer; hacen falta alternativas nuevas y diversificadas, atentas a las especifi-cidades de la geografía y de la cultura. Pero, en todos los casos, ellas debe-rán ofrecer respuestas a las nuevas dinámicas científico-tecnológicas y am-bientales, que han trastocado tanto el panorama como la definición mismade la periferia.

Los procesos contemporáneos de crecimiento económico han alteradolos límites del “Sur”, cuya dinámica productiva se ha diversificado y cuyageografía social incluye grandes enclaves de la tecnología y el consumo del“Norte”, dentro del cual a su vez se descubren impactantes bolsones demarginación. La “periferia” se conformó históricamente como zona de apro-visionamiento de materias primas y reserva de mano de obra barata para el

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“centro”; esa función pierde importancia relativa en la producción contempo-ránea. Tienden pues a reconfigurarse tanto los límites respectivos como lasrelaciones mutuas del “centro” y la “periferia”; y, paralelamente, surge confuerza la pregunta de si parte del “Sur” transita de la dependencia a la mar-ginación. Este interrogante domina el nuevo contexto en el cual se replan-tea, de cara al porvenir, la cuestión del desarrollo.

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La cuestión del desarrollo en los albores del siglo XXI

Objetivos

• Vincular la reflexión precedente con las perspectivas de América Latina.• Completar los elementos de juicio ofrecidos previamente mediante la

consideración de las tendencias recientes de la evolución continental ala luz de las cuestiones destacadas en la unidad anterior.

• Ofrecer al lector ciertos elementos adicionales de juicio que pueden ser-le útiles para elaborar su propia visión de la problemática del desarrollo.

6.1. Innovación y desigualdad

El cambio técnico acelerado de las últimas décadas se ha visto acompa-ñado de un rápido crecimiento de la riqueza, y de un notable crecimientode la desigualdad. Esas tres grandes tendencias condicionan fundamen-talmente la evolución contemporánea y, más específicamente, las similitu-des y las grandes diferencias que se registran en un mundo cada vez másinterconectado pero -pese a ello y también debido a ello- impactantemen-te fragmentado. En este apartado presentamos ciertos elementos de jui-cio acerca de las interacciones entre tales tendencias.

6.1.1. Crecimiento con inequidad en la economía global

Según datos del Informe sobre el Desarrollo Humano de 1999, la produc-ción por habitante en moneda constante creció, entre 1975 y 1997, alre-dedor del 50% como promedio en los países en desarrollo y algo más enlos países industrializados más ricos, mientras que descendió en Europadel Este y en los territorios de la antigua URSS. Ahora bien, el heterogéneoconjunto de los “países en desarrollo” evidenció comportamientos muy di-ferentes, desde el crecimiento excepcional del Asia Oriental, donde el va-lor monetario de la producción por persona se multiplicó por más de cua-tro en el período anotado, hasta el alarmante retroceso del Áfricasubsahariana, donde ese valor cayó más del 20%.

Junto con la producción aumentó la desigualdad: la relación del ingresopromedio de la quinta parte de la población mundial que vivía en los paísesmás ricos con el ingreso promedio de la quinta parte que vivía en los paísesmás pobres era de 30 a 1 en 1960, y de 74 a 1 en 1997. La inequidad, apartir de comienzos de la década de 1980, tiende a crecer no sólo entre paí-ses sino dentro de los países, incluso en los más prósperos. La expansióndel consumo y las dimensiones de la pobreza caracterizaban al mundo de la

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década de 1990: entre 1990 y 1997, el consumo real por habitante se in-crementó promedialmente a un 2,4% anual, mientras que alrededor de milmillones de personas no podían atender sus necesidades de consumomás elementales.

Esas desigualdades se vinculan con calidades de vida muy distintas, ycon diferencias en la duración misma de la existencia humana, que se haincrementado sensiblemente, pues la esperanza de vida pasó de un pro-medio mundial de 59 años en 1970 a uno de aproximadamente 67 añosen 1997, aunque manteniendo y aun ampliando ciertas distancias, comolas que separan a los países industrializados, donde superaba los 78años, del África subsahariana, donde todavía era inferior a los 50 años en1997.

Quizás la combinación de avance global y enormes disparidades se re-fleje con máxima elocuencia en la mortalidad infantil. La mayor disponibi-lidad de bienes, los avances de la investigación y la difusión de las tecno-logías médicas y sanitarias, y el progreso de la educación permitierondisminuir, entre 1970 y 1997, la mortalidad en el primer año de vida porcada 1.000 niños nacidos vivos de 98 a 58 como promedio mundial; ladisminución fue de 20 a 6 en los países industriales más prósperos, de37 a 26 en Europa Oriental y la ex URSS, de 46 a 15 en Asia Oriental (sinChina), de 86 a 33 en América Latina y el Caribe, de 137 a 105 en el Áfri-ca subsahariana. No sólo los números absolutos son muy distintos: tam-bién los ritmos de avance.

Incontables datos y elementos de juicio corroboran la envergadura delas tendencias anotadas, la aceleración del cambio técnico, la expansiónde la producción material y el acentuamiento de las desigualdades. Ahorabien, ¿cuáles son las conexiones profundas entre ellas? El auge de las ca-pacidades para la innovación, a cuyas diversas facetas hemos dedicadoya bastante atención, conecta entre sí a las dos primeras: la multiplica-ción de resultados de la investigación da lugar a la multiplicación de bie-nes y servicios, a través de procesos que no tienen nada de automático,en los que intervienen actores varios y que sólo cobran vigor a través deaprendizajes interactivos, jalonados por conflictos.

En la medida en que la innovación desempeña un papel central en lavinculación entre investigación y producción, la distribución de esos bie-nes y servicios, cuya cantidad y variedad se multiplican, depende fuerte-mente de las formas que adoptan los procesos sociales de innovación, delas relaciones de poder que en torno de ellos se constituyen. Cabe puesesperar una creciente incidencia de las modalidades de la innovación enlas distintas facetas de la equidad y la inequidad. Pero no se trata de unainfluencia en un solo sentido. De maneras variadas, incluyendo algunasmuy sutiles, los factores más relevantes en la cuestión de la equidad gra-vitan sustantivamente en los ritmos, las orientaciones y las consecuen-cias de la innovación.

Las interacciones entre innovación e inequidad se están ubicando enun primer plano de la escena contemporánea. Sus distintas configuracio-nes gravitarán poderosamente en las dinámicas sociales, tanto en los“Sures” como en los “Nortes”. A algunos de los muchos problemas invo-lucrados nos referiremos en este capítulo, discutiéndolos en conexión conel panorama y las perspectivas de América Latina.

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6.1.2. La desigualdad en el nuevo modelo latinoamericano

Este continente constituye un terreno adecuado para el estudio de la cues-tión planteada por el peso que la inequidad ha tenido en la configuración desus procesos de crecimiento y por la atención que recibe en el presente. Enla materia, el panorama actual es muy variable, pero en conjunto es recono-cidamente grave; de una forma u otra, la cuestión resulta priorizada por casitodos los que analizan las dinámicas sociales latinoamericanas y sus pers-pectivas.

Como ya lo subrayamos, esa inequidad promedialmente alta hunde susraíces en el pasado, donde aparece tempranamente vinculada con la muydesigual distribución de la tierra. Es llamativo que el tema de la reformaagraria, tras haber sido uno de los grandes ejes de las luchas sociales y po-líticas latinoamericanas durante largas décadas, para luego virtualmente es-fumarse de la agenda reconocida en la década de 1980, haya vuelto al tape-te en la década de 1990, impulsado por grandes movimientos sociales,como en el Brasil, pero también por analistas que nada tienen de radicales.Estos últimos suelen destacar algo bien establecido, pero que no recibía si-milar atención hace poco tiempo: la gravitación que en los notables proce-sos de crecimiento del Japón, Corea del Sur y Taiwán, tuvieron las reformasde las estructuras agrarias, que disminuyeron el poder de las élites tradicio-nales y contribuyeron sustantivamente a la disminución de la inequidad.

Ahora bien, un círculo virtuoso de interacciones entre incremento de laproducción y disminución de la inequidad es, precisamente, lo que no se ob-serva en el presente en América Latina. Se ha señalado (TOKMAN, 1997, pp.467-468) que, al emerger un nuevo sistema de crecimiento económico, sevan dejando de lado dos pilares del sistema anterior: la búsqueda del plenoempleo y la “solidaridad sistémica”, como meta de políticas redistributivas.Ambos objetivos van perdiendo vigencia, en la medida en que se los consi-dera escasamente compatibles con las nuevas exigencias de la economía.Se dibuja así un gran viraje, en las ideas y en las políticas, con consecuen-cias sociales de primera magnitud.

Particularmente durante los primeros tiempos del “crecimiento haciaadentro”, la expansión del empleo formal constituyó la gran avenida para elmejoramiento de la situación de los sectores más postergados, así comouna tendencia hacia una mayor homogeneidad de la sociedad. La nueva eta-pa, por el contrario, se caracteriza por la expansión del empleo informal, demala calidad y baja productividad, que poco contribuye a la modernizacióndel sistema productivo. En términos estrictos, no se trata de un “crecimien-to sin empleo”, sin incremento de la ocupación, sino más bien de una diso-ciación entre los sectores técnicamente más dinámicos de la economía ylos sectores donde se genera la gran mayoría de las nuevas oportunidadesde trabajo. Ello apunta hacia el agudizamiento de la heterogeneidad social,e incluso hacia una polarización bastante neta entre quienes acceden a losbeneficios del cambio técnico y del crecimiento económico, a través de in-serciones ocupacionales que brindan ingresos considerables y posibilidadesde buena educación para sus hijos, y quienes no logran insertarse fuera delos ámbitos cada vez más amplios de la precariedad y de la informalidad la-boral, donde no se obtiene por lo general una capacitación que ayude aavanzar, ni ingresos que permitan educar a los hijos de modo que ellos pue-dan progresar. Por supuesto, se trata sólo de tendencias, que además no

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cubren todas las posibilidades: no pocos se ubican en empleos bastante es-tables, como son o eran los del aparato estatal, si bien esta fuente de ocu-pación ha ido disminuyendo tanto en tamaño relativo como en el total de in-gresos que genera. En todo caso, la población latinoamericana en estado depobreza, calculada en el 30 % del total al comienzo de la “década perdida” -la de 1980- y casi en el 40% al final, apenas si disminuyó en términos rela-tivos durante el crecimiento económico de nuevo tipo de la década de 1990,al término de la cual incluye a unos doscientos millones de seres humanos,mientras que en el continente en su conjunto la inequidad no se ha abatido.

Con vistas al futuro, estas comprobaciones -tan importantes como suma-riamente referidas- plantean interrogantes mayores: ¿La pobreza extendida yla alta inequidad son características transitorias del nuevo tipo de crecimien-to, destinadas a disminuir su gravitación a medida que este último se conso-lide, o son más bien factores que tienden a limitar las posibilidades de esecrecimiento? ¿En qué medida esas características se relacionan con los ras-gos fundamentales de los procesos contemporáneos de innovación técnico-productiva en general y cuánto dependen de las formas específicamente la-tinoamericanas de tales procesos? Aproximarse a respuestas adecuadasparece imprescindible para encarar otra pregunta, más urgente: ¿Qué mar-gen de acción existe para políticas que apunten simultáneamente al fomen-to de la innovación y a la disminución de la desigualdad?

Sin pretensión alguna de contestar tamaños interrogantes, pero esperan-do ofrecer algunos elementos de interés para su discusión, nos referimos acontinuación a la incidencia de las nuevas dinámicas del acontecer científi-co y tecnológico en ciertas dimensiones de la equidad.

6.1.3. Cambio técnico y evolución de las asimetrías sociales

Tomemos como punto de partida algo ya destacado: el amplio consensoacerca de las crecientes desigualdades registradas en las décadas de 1980y 1990 en la mayor parte de las regiones del mundo. Paralelamente, se haobservado un gran desplazamiento en la agenda política: temas como lapreocupación por la redistribución, la igualdad y la innovación de tipo social,que en las décadas de 1960 y 1970 recibían atención prioritaria, han perdi-do relevancia relativa frente a asuntos como la innovación tecnológica, la efi-ciencia y el crecimiento.

Freeman (2000) sugiere que esos fenómenos suelen registrarse cuandouna nueva tecnología mayor se expande por el sistema económico, en el cur-so de lo cual emerge una vigorosa tendencia hacia la desigualdad, y correla-tivamente las prioridades políticas se concentran en la producción; a medi-da que madura el nuevo sistema técnico y las desigualdades se hacen másgraves, se comprobaría un efecto de péndulo, según el cual las preocupacio-nes por la redistribución volverían al tope de la agenda.

En esta perspectiva, estaríamos todavía en la primera fase de un ciclo enel cual la nueva aceleración del cambio técnico, que tiene como eje las Tec-nologías de la Información y la Comunicación -según algunos, la Revoluciónde la Información, iniciada en la década de 1970-, genera nuevas tenden-cias hacia una mayor inequidad.

Una justificación de la tesis reseñada puede sintetizarse como sigue.La centralidad que cobran las nuevas tecnologías altera el conjunto de las

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dinámicas económicas y las claves de la eficiencia. Se abren grandes posi-bilidades empresariales y ocupacionales nuevas, que en una primera etapapocos están en condiciones de aprovechar, lo que genera beneficios consi-derables. Paralelamente, numerosas actividades resultan trastocadas, deva-luadas o incluso suprimidas, sin que quienes se desempeñan en ellas dis-pongan, por lo general, de las capacidades requeridas para adaptarseexitosamente a la rápida modificación de su contexto; la disminución de in-gresos, la inseguridad laboral y la desocupación tienden así a crecer. Haypues “ganadores” y “perdedores” de la revolución tecnológica. Ni unos niotros están determinados de antemano, pero claramente las mejores posibi-lidades se encuentran del lado de la gente con mayor preparación, mejoresrelaciones y más cercana -geográfica y socialmente- a los centros neurálgi-cos de los cambios; por ende, si bien entre los “ganadores” hay personas,grupos o regiones que vienen “de abajo”, lo más probable es que se los en-cuentre entre quienes ya estaban bastante “arriba”, mientras que los otrostienen más probabilidades de “perder”. En términos muy generales, se dise-ña así una tendencia a la acentuación de las desigualdades.

También cabe entender en estos términos los cambios indicados en laagenda de las prioridades políticas: cuando se alteran rápidamente laspautas prevalecientes de la economía, en ella se concentra la atención;cuando la innovación tecnológica aparece como causa central de semejan-te alteración, los gobiernos y actores sociales con mayor capacidad de ini-ciativa tienden a priorizarla; cuando son comparativamente pequeños losgrupos preparados para sacar partido de las nuevas oportunidades, su po-der crece y el énfasis en la redistribución no parece la mejor política paracontentarlos o atraerlos. En algún sentido -y sin desmedro de diferencias ytendencias contrapuestas- la política tiende a robustecer, durante un ciertoperíodo, las tendencias hacia la desigualdad que surgen de la transforma-ción tecno-productiva.

En semejante perspectiva, no resulta extraño que, a comienzos de la dé-cada de 1990, el 1% más rico de la población de los Estados Unidos fueradueño del 40% de la riqueza, el doble de la proporción que le correspondíaa mediados de la década de 1970 y algo similar a lo que poseía a fines dela década de 1920, es decir, justo antes de que el Estado empezara a prac-ticar activamente políticas orientadas hacia el pleno empleo y la redistribu-ción de la riqueza.

Tales metas cobraron importancia central en la agenda política despuésde la Segunda Guerra Mundial, impulsadas por factores de diverso orden,incluyendo la preocupación por evitar las depresiones y la reaparición deldesempleo masivo -considerados como causa relevante en el ascenso delnazismo-, el auge de las ideas keynesianas como orientación para encarartales problemas y el vigor de los sindicatos y partidos de base obrera. Va-le la pena recordar la gravitación de elementos de naturaleza ideológica ypolítica, como los recién apuntados, en la prioridad atribuida a la innova-ción de tipo social y a la equidad hasta comienzos de la década de 1970aproximadamente, es decir, durante el período de apogeo del paradigmatecno-productivo fordista. Éste ha sido caracterizado, entre otros elemen-tos, por la producción en serie, las ventajas de la gran escala y las condi-ciones relativamente homogéneas de trabajo de grandes conjuntos de asa-lariados, rasgos que objetivamente favorecieron el avance de lasindicalización y, por ende, de la redistribución. Luego, si esa mirada hacia

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el pasado reciente muestra un proceso de tipo pendular, no se trata de al-go automático, que garantice una próxima reaparición de las prioridades ylos avances vinculados con la equidad. Ello dependerá de una gran varie-dad de factores, como por ejemplo las conexiones entre las característicasespecíficas de las nuevas condiciones tecno-productivas con las posibilida-des del accionar colectivo.

El amplio fresco de la evolución contemporánea que ofrece Manuel Cas-tells (1996, 1997, 1999) confirma en alguna medida el enfoque antes rese-ñado en lo que se refiere a los impactos sobre la equidad de una ola emer-gente de cambio técnico. La transición que describe a una sociedadinformacional y a una economía global se caracteriza por un difundido dete-rioro de las condiciones de vida y de labor para los trabajadores. A media-dos de la década de 1990, numerosos estudios destacaban tendencias co-mo las siguientes: el incremento del desempleo en Europa Occidental, queno reflejaba una mala coyuntura transitoria ni disminuía sustancialmentecon el crecimiento económico, es decir que tenía un carácter “estructural”;la inestabilidad laboral, la desigualdad de remuneraciones y la disminuciónde los salarios reales en los Estados Unidos; el subempleo en el Japón y lasmuy diferentes condiciones de trabajo, particularmente desfavorables en lasempresas de reducidas dimensiones así como para las mujeres; la expan-sión de la informalidad y la degradación del empleo en gran parte de los paí-ses de desarrollo intermedio y la marginalización de la población rural en lospaíses más atrasados.

En conjunto, afirma Castells, se asiste en el alba de la era de la informa-ción a una restructuración de las relaciones entre el capital y el trabajo enbeneficio del primero, que ha sido posibilitada por las nuevas tecnologías ylas formas organizativas que las mismas favorecen.

Gran parte del trabajo repetitivo de producción ya no lo realizan seres hu-manos; no hace falta concentrar grandes cantidades de asalariados en unasola planta, ni ubicarla cerca de la clientela de mayor poder adquisitivo; lastareas son más variadas y cambiantes; pueden ser coordinadas sin demo-ras, aunque estén repartidas entre regiones muy alejadas; cada una deellas puede ser ubicada donde mayores sean las ventajas específicas. Laamenaza del desempleo crece, la situación de los asalariados se hace me-nos segura y más heterogénea; disminuye el proletariado industrial y la sin-dicalización en general retrocede, con excepción eventualmente de la fun-ción pública; el trabajo se fragmenta, y las relaciones de poder se modificanen su contra.

Cuando la economía pasa a depender cada vez más de la generación yutilización del conocimiento, los procesos de innovación y aprendizaje se tor-nan decisivos; el trabajo más o menos rutinario y escasamente calificadopierde relevancia, con lo que disminuye el poder de negociación de quieneslo desempeñan, y tienden a degradarse sus condiciones de labor; paralela-mente, aumenta la relevancia de la formación avanzada, de la capacidad pa-ra hacer cosas nuevas y para adaptarse a situaciones cambiantes. No ca-sualmente, los más diversos estudios coinciden en señalar el pesopromedio cada vez mayor del nivel educativo en los ingresos así como la am-pliación de las diferencias materiales entre quienes acceden a una forma-ción relativamente avanzada y quienes no tienen semejante oportunidad.Las desigualdades generadas por el acceso diferencial a la educación se ex-tienden al manejo de información, a la incidencia en la toma de decisiones,

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al grado en que se aprovechan los beneficios y se eluden los perjuicios quegeneran los nuevos procesos técnicos.

Las asimetrías asociadas con la emergencia de la economía del conoci-miento se despliegan tanto en el interior de cada país como entre países yregiones. Junto a las diferencias entre personas y grupos sociales, ya subra-yadas, se registran otras entre áreas geográficas.

No se trata de una situación cristalizada. Por el contrario, una etapa deacelerado cambio lo es también de trastocamiento de las relaciones esta-blecidas y de nuevas oportunidades. Las transformaciones asociadas conlas Tecnologías de la Información y la Comunicación han sido ampliamenteaprovechadas por personas, empresas y países. La rápida y eficiente adap-tación a las condiciones generadas por el auge de dichas tecnologías cons-tituye una de las causas mayores del avance del Japón, Corea del Sur y Tai-wán durante las décadas de 1970 y 1980, y del desafío que llegaron aplantearles a los países más poderosos de Occidente; también es notorioque numerosas empresas “intensivas en conocimiento”, de creación muy re-ciente en varios casos, han sacado gran partido de las oportunidades abier-tas por el cambio técnico.

Pero las oportunidades son muy desiguales. El potencial científico y tec-nológico no se distribuye por cierto de manera más o menos pareja a lo lar-go y a lo ancho del globo, sino todo lo contrario: la gran mayoría de los inves-tigadores, de las instituciones de investigación y de los recursos materialesnecesarios para la creación de conocimientos se concentra en un pequeñonúmero de países; de manera bastante similar se concentran las capacida-des para la innovación tecno-productiva, para la introducción de lo nuevo enlas diversas actividades prácticas. Estos países -los Estados Unidos y tam-bién Canadá, las naciones de Europa Occidental, el Japón así como Taiwán yCorea del Sur- se constituyen así en los “centros” dinámicos de la economíadel conocimiento.

La situación de las restantes naciones es extremadamente diversa, dentrode un panorama que no es en absoluto estático. En varias regiones externasa los “centros” se hace sin embargo uso muy amplio de tecnología moderna,con significativa capacidad de adaptación y aun de generación, ligada a uncierto potencial científico; en otras regiones, la modernización productiva re-sulta casi exclusivamente de la importación, y la investigación tiene muy esca-sa incidencia; todavía, en un tercer grupo de regiones y naciones el gran atra-so tecno-productivo tiende a marginarlas de la economía internacional. No haypues nada parecido a un “Tercer Mundo” relativamente homogéneo, ni siquie-ra desde el punto de vista que aquí consideramos, sino un conjunto extrema-damente heterogéneo, en el cual el conocimiento, la innovación y la formaciónavanzada NO son las claves de las dinámicas económicas.

En este sentido, una “brecha” separa a los “Sures” de los “Nortes”, ubi-cando a los primeros en una situación subordinada y dependiente.

La situación se asemeja a la del siglo XIX, cuando los impactos de la indus-trialización se iban difundiendo por todo el planeta pero de manera muy desi-gual, pues sólo un puñado de países se industrializaban, con lo cual su rique-za crecía rápidamente y también su poder sobre los demás. En ese período seconstituyó una “división internacional del trabajo”, entre productores de bienesindustriales y productores de bienes primarios, como rasgo principal de un in-tercambio en el cual las naciones técnicamente más avanzadas afianzan suprimacía al concentrarse en los rubros más dinámicos de la producción.

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En los últimos años, en América Latina se ha planteado con inquietud laposibilidad de que se esté generando otra vez una divisoria de ese tipo, enla cual los países del continente se concentrarían no exactamente en los ru-bros de ayer sino en las modalidades menos intensivas en conocimiento delas diversas ramas productivas, menos demandantes de investigación endó-gena, de capacidades propias para la innovación, de trabajo altamente capa-citado. No se identifica a la industria o a los servicios con el avance ni a laagricultura con el atraso: lo decisivo es el “valor intelectual agregado” a losbienes y servicios generados -fruta o aceros o turismo-, pues de ello depen-den el dinamismo de la producción y sus posibilidades de competir durable-mente en los mercados internacionales de mayor poder adquisitivo.

El Secretario Ejecutivo de la CEPAL, Gert Rosenthal (1997), al señalar lassemejanzas del presente con la “división internacional del trabajo” percibidapor su institución en 1949, comentaba que sería irónico que los países endesarrollo, o al menos los de América Latina y el Caribe, se encontraran enla economía global otra vez atrapados en una trampa de baja productividad.

Si tal fuera el caso, cabría calificar de “neoperiférica” a la nueva inser-ción internacional del continente. En realidad, se trata de dilucidar si, en lasnuevas condiciones tecno-productivas, América Latina tiende a quedar atra-pada en una combinación de innovación más bien débil e inequidad prome-dialmente alta.

6.2. Las propuestas neoestructuralistas

La crisis de la década de 1980 generó, en los ámbitos vinculados con la CE-PAL, una revisión de los planteos para el desarrollo, en una perspectiva quesus impulsores han denominado “neoestructuralista”. En este apartado nosocupamos de tal enfoque, basándonos fundamentalmente en ciertos docu-mentos cepalinos que tuvieron amplia difusión durante la primera mitad dela década de 1990.

6.2.1. La transformación productiva con equidad

El nuevo enfoque de la CEPAL fue presentado bajo el título Transformaciónproductiva con equidad. La tarea prioritaria del desarrollo de América Latina yel Caribe en los años noventa. El punto de partida lo constituye una aprecia-ción de la reinserción internacional de la región tal como ella se fue desple-gando durante la década de 1980. Se entiende que dicha reinserción se habasado en una “competitividad espuria”, que surge de los bajos salarios ydel uso indiscriminado de los recursos naturales, por lo que incrementa lainequidad y tiende a agotarse.

Por un lado, ese tipo de crecimiento tiene graves consecuencias en rela-ción con el medioambiente y con las condiciones de vida de grandes contin-gentes humanos:

❘❚❚ “El estilo de desarrollo predominante en América Latina y el Caribe ha ge-

nerado una elevada marginalidad, tanto urbana como rural. Las poblaciones

pobres tienden a asentarse en áreas de baja habitabilidad, frecuentemente

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vulnerables a los desastres naturales, con riesgos de derrumbes, inundacio-

nes, etc., y en el sector rural, en ecosistemas más frágiles y vulnerables” (CE-

PAL, 1992, p. 217). ❚❚❘

Por otro lado, en las condiciones técnico-productivas contemporáneas, elloconstituye una apuesta perdedora para la competencia económica interna-cional de los próximos tiempos y no permite realmente superar el atraso:

❘❚❚ “América Latina y el Caribe, como región en desarrollo semiindustrializada,

continúa ocupando una posición periférica en la especialización productiva

mundial, con más del 70% de sus exportaciones (incluidos los combustibles)

compuestos por productos primarios” (CEPAL, 1990, p. 43). ❚❚❘

Ello nos ha ubicado en lugares poco dinámicos del comercio internacional.En efecto, entre 1962 y 1985 el promedio anual de crecimiento de las ex-portaciones puede desglosarse como sigue: • productos primarios, 1.6 %; • manufacturas basadas en recursos naturales (principalmente alimentos

procesados), 3.7 %; • manufacturas tradicionales no basadas en recursos naturales (principal-

mente bienes de consumo intensivos en mano de obra), 6.8 %; • nuevas manufacturas (complejo electrónico, biotecnologías, nuevos mate-

riales, etc.), 8.1% (CEPAL, 1990, p. 43).

En general, puede afirmarse que las “manufacturas no basadas en recursosnaturales, que por cierto incluyen los equipos e insumos utilizados en latransformación de los recursos naturales, constituyen una proporción mayo-ritaria y creciente del comercio internacional”. En ese contexto se dibujanciertas apuestas ganadoras:

❘❚❚ “[...] entre los países de competitividad ‘creciente’ predominan los de Euro-

pa occidental y asiáticos que, a pesar de sus diferencias, comparten dos carac-

terísticas principales: la primera, cooperación estrecha gobierno-sector empre-

sarial, que se expresa en una amplia gama de incentivos y mecanismos

institucionales de apoyo a la competitividad internacional; y la segunda, posicio-

namiento especializado en torno a rubros dinámicos” (CEPAL, 1992, p.120). ❚❚❘

La marginación del continente crece sobre todo por su participación decre-ciente en la gran mutación técnico-productiva en curso, lo cual puede apre-ciarse por ejemplo por su comparativamente débil esfuerzo en materia de in-novación científica y tecnológica, así como por su deficiente panoramaeducativo.

“El nivel educacional promedio es apenas de 6 años de estudio y casi la mitadde la fuerza laboral latinoamericana no ha completado la educación primaria. La

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masificación [de la enseñanza] se realizó con poca inversión y tuvo un impactoinequitativo, pues benefició en mayor medida a los hijos de los grupos de ingre-sos medianos y altos. [Así] de mantenerse la tendencia histórica de la última dé-cada, la región contaría todavía con un 11% de analfabetos en el año 2000, y un40 % de los jóvenes no habría logrado terminar la enseñanza primaria; […] el tra-bajador promedio […] apenas podría esperar recibir un mes de capacitación du-rante su vida laboral” (CEPAL-UNESCO,1992, p. 77).

Como alternativa para una nueva ubicación de la región en el escenariomundial se propone la denominada “Transformación Productiva con Equi-dad” (abreviadamente TPE), en la cual la equidad es vista como marco parala construcción de una “competitividad auténtica”, sustentada en la incorpo-ración de progreso técnico.

Las siguientes citas resumen la médula del enfoque:

❘❚❚ “Penetrar […] mercados [internacionales] exige absorber progreso técnico e

innovar de modo de mantenerse en ellos por la única vía que no se agota: la

agregación de valor intelectual a los bienes y servicios exportados. [Además], la

solidez de la posición en el mercado internacional está determinada en general

por el nivel de calificación de la población y por su capacidad para participar en

el proceso permanente de innovación tecnológica” (CEPAL, 1990: p. 77). ❚❚❘

Notemos que la primera parte de la afirmación es indiscutible pero que lasegunda, si bien fundamental, es parcial: la innovación que se requiere noes sólo tecnológica sino también social e institucional.

La TPE constituye una propuesta articulada en torno de las siguientes“ideas fuerza”:1) la clave fundamental de la transformación, como ya se mencionó, ha de

ser la incorporación de progreso técnico;2) la competitividad a la que se aspira debe tener un carácter sistémico, re-

flejado en la red de relaciones entre las empresas, el sector público, lossistemas educativo y financiero, la infraestructura tecnológica, energéti-ca, comunicacional y de transportes, etcétera;

3) la estabilidad y la coherencia de la gestión macroeconómica son impres-cindibles, pero no son suficientes para impulsar la transformación desea-da, la que requiere además de políticas sectoriales;

4) es preciso remover las divisiones sectoriales herméticas, impulsando enparticular las vinculaciones de la industria con el sector primario de laeconomía y con los servicios;

5) tan importante como la transformación productiva es la equidad; no sepuede avanzar en una dirección sin hacerlo al mismo tiempo en la otra;

6) la integración y la cooperación en los marcos regionales son fundamenta-les;

7) la elaboración de políticas debe tener lugar en un contexto democrático,pluralista y participativo, donde las estrategias que se adopten puedanser el fruto de consensos amplios;

8) el accionar estatal debe renovarse, priorizando la construcción de la

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competitividad que se basa en la incorporación de progreso técnico y elcontinuo avance hacia mayores niveles de equidad y de sustentabilidadambiental (CEPAL, 1991, p.15).

El enfoque se precisa a partir de la confrontación de las siguientes tres al-ternativas:i) La apertura generalizada y rápida, con irrestricta sujeción a las señales

del mercado, vista como la “ortodoxia de la década de 1980”.ii) La profundización de la industrialización hacia adentro, catalogada de “or-

todoxia de las décadas de 1950 y 1960”.iii) La propuesta de “transformación productiva de la década de 1990”, ca-

racterizada sintéticamente por: la búsqueda de la competitividad auténti-ca y de la equidad que se basan en la incorporación de progreso técnico;la preocupación por los equilibrios macroeconómicos complementadoscon políticas sectoriales selectivas; la prioridad atribuida a la generaciónde empleo productivo y a la inversión en recursos humanos; la “concerta-ción estratégica y transparente entre el Estado y el sector empresarial”;el fortalecimiento del “Sistema Nacional de Innovación”, y la “reorienta-ción de la industria hacia los mercados externos” (CEPAL, 1990, p. 85).

Esquematizando un tanto, podría decirse que esta tercera alternativa se pre-senta, frente a las anteriores, como una “industrialización hacia afuera”, conapertura gradual y controlada. La cita siguiente parece reveladora:

❘❚❚ “Distintas corrientes de pensamiento y posturas políticas concuerdan en la

actualidad en que el destino económico de la región está ligado a las caracte-

rísticas de su inserción en la economía internacional. Este consenso se apoya

en argumentos teóricos, históricos y prácticos. Para las corrientes neolibera-

les, esta postura se basa en los principios de la teoría ortodoxa del comercio

internacional y su análisis de las ventajas comparativas. Para las corrientes

estructuralistas, la apertura se hace necesaria pues la exportación -sobre to-

do de productos no tradicionales- es la etapa natural siguiente para aprove-

char la plataforma industrial creada por la sustitución de importaciones” (CE-

PAL, 1992, p. 109). ❚❚❘

Ahora bien, no cabe identificar apertura con reinserción, si esta última ha detener algún significado positivo; en efecto, no es difícil mostrar ejemplos deapertura completa que refuerzan la marginación. Como la propia cita lo su-giere, lo que está en juego es la construcción de ventajas comparativas quepuedan sustentar una ubicación dinámica en la economía internacional, laautoexclusión de la cual parece difícilmente compatible con el progreso téc-nico, condición no suficiente pero sí necesaria para mejorar las condicionesde vida de las mayorías. Más aún:

❘❚❚ “La competitividad que conduce a la elevación del nivel de vida se basa en

el aumento de la productividad y en la incorporación y difusión del progreso

técnico. Por su carácter sistémico, requiere un grado razonable de cohesión

social y de equidad. Por su parte, esta última, en un mundo que tiende hacia

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una creciente homogeneización, difusión y convergencia de las aspiraciones a

acceder a bienes y servicios modernos, no se sostiene si los países no logran

una auténtica competitividad” (CEPAL-UNESCO, 1992, p. 34). ❚❚❘

Subrayado lo que antecede, conviene reiterar sin embargo que la identifica-ción entre el afianzamiento de “ventajas competitivas”, el avance técnico-productivo y la “industrialización hacia afuera” no es evidente. Por ejemplo,pueden llegar a constituirse enclaves exportadores, dotados incluso de unagran sofisticación productiva pero de una escasa capacidad para difundirla asu alrededor. Justamente por su carácter sistémico, el desarrollo es pocoviable sin estrategias que eleven el nivel técnico de un conjunto muy ampliode actividades, estrategias por ende que no pueden ser sino específicas, yque deben incluir trayectorias para la generación e incorporación de progre-so técnico que se adapten a las características propias de cada sociedad.Sobre esta cuestión volveremos.

No nos internaremos en las especificidades de las políticas propuestas,pues sólo apuntamos a bosquejar sus recomendaciones generales. Entreéstas se destacan las siguientes:a) El estímulo a la formación de empresas y empresarios, en el entendido

de que la

❘❚❚ “[...] ampliación de la base de empresarios de un país tiene, como efecto

principal, el de fortalecer la capacidad de iniciativa de la sociedad para enfren-

tar en forma descentralizada los desafíos que plantean el acelerado proceso

de cambio tecnológico y el dinamismo de los mercados internacionales” (CE-

PAL, 1990, p. 126). ❚❚❘

Además:

❘❚❚ “Para que el crecimiento sea sólido y sus frutos lleguen a las grandes ma-

yorías, la modernización debe movilizar al grueso del empresariado y de la

fuerza de trabajo nacional, lo que implica incorporar en esta dinámica a la em-

presa pequeña y mediana (PYME), ámbito en que se forman y gestan la mayoría

de las nuevas empresas, así como las nuevas generaciones de empresarios

del futuro, donde se produce el grueso del valor agregado de la región, y don-

de se emplea la enorme mayoría de la fuerza de trabajo.” ❚❚❘

Se entiende por PYME “toda empresa que no transe en la bolsa ni tengaacceso a créditos internacionales o nacionales, salvo de corto plazo. Setrata no tanto de la microempresa o pequeña empresa informal, sino so-bre todo del grueso de las empresas del sector formal que no tienen unacceso fluido al mercado de capital” (CEPAL, 1992, p. 174).

b) La reivindicación, en el interior de la empresa, de la cooperación en vezde la confrontación, debiendo aquélla tratar a los trabajadores como so-cios colaboradores y los sindicatos incluir entre sus objetivos la producti-vidad. La modernización de las relaciones laborales tendría como eje lavinculación entre productividad y remuneración, particularmente a través

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de la participación en los resultados, para lo cual se destaca el mecanis-mo de los “salarios participativos”. Se sostiene que ello permite ademásdisminuir la inestabilidad laboral, al hacer menos rígidos los costos sala-riales.

c) El énfasis en el reforzamiento de la articulación productiva, mediante polí-ticas industriales que prioricen áreas para la intervención gubernamental,que debe afrontar “la conducción de un proceso de apertura gradual y se-lectivo [...] en un contexto de restricción financiera y de debilitamientoinstitucional del sector público” (CEPAL, 1990, p. 128), y también median-te el desarrollo de una amplia gama de servicios de apoyo al productor,los que van desde los estudios de factibilidad hasta la distribución y pue-den llegar a representar el 90% del precio final, pese a lo cual -se afirma-ba en el documento citado- en América Latina sigue vigente una concep-ción de los servicios como sector retardatario.

d) La redefinición del papel del Estado, al que se atribuyen en el presenteciertas tareas cruciales -”participar en la superación de las carenciasacumuladas en los ámbitos de la equidad y la competitividad internacio-nal”- para cuyo desempeño tendrá que seleccionar y simplificar sus inter-venciones, so pena de una pérdida aún mayor de incidencia real y de ca-lidad en sus prestaciones. En particular, la reforma fiscal es vista comoel eje de la reforma del Estado. Al respecto se sostiene que

❘❚❚ “[...] las comparaciones en el ámbito internacional indican que existe un

importante margen para elevar la carga tributaria en varios países de la región

y para modificar su estructura, sin afectar significativamente el bienestar co-

lectivo ni la competitividad internacional” (CEPAL, 1992, p. 93). ❚❚❘

La estructura tributaria, sesgada hacia los impuestos indirectos y menosprogresivos, tiene una escasa capacidad redistributiva.

e) El impulso a la interacción entre los sectores público y privado, de la cual sedestaca un aspecto frecuentemente olvidado, la tarea prospectiva, pues

❘❚❚ “[...] asume especial relevancia: la necesidad de conocer, aunque sea mínima-

mente, los escenarios futuros hacia los cuales podría evolucionar cada sociedad

nacional. Esta labor de prospectiva ha sido muchas veces perjudicada durante

los años ochenta, cuando los desequilibrios y ajustes de corto plazo absorbían la

atención de los gobiernos. Durante el próximo decenio, surge como uno de los

nuevos papeles que deberán asumir los organismos nacionales de planificación y

de coordinación de políticas públicas” (CEPAL, 1990, pp.154 y 156-157). ❚❚❘

f) El desarrollo de una política de fomento a las formas de asociación coo-perativa y autogestionaria. Estas han tropezado frecuentemente con obs-táculos que incluyen

❘❚❚ “[...] la insuficiencia de la organización empresarial; la ausencia de perso-

nal ejecutivo y técnico; la falta de asistencia técnica; la carencia de canales

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propios de comercialización; los problemas de financiamiento y la falta de ade-

cuación de los marcos jurídicos”. ❚❚❘

Hace falta pues actuar de modo de dar “aliento a proyectos y empresas eco-nómicas viables conforme a una noción distinta de organización y de distri-bución social” (CEPAL, 1990, p. 161).

Tanto en su enfoque general como en sus recomendaciones de índolesectorial, los planteos que comentamos se basan en la centralidad del pro-greso técnico y el conocimiento, y de alguna forma también en una cierta vi-sión de las mutaciones que se están procesando en esos ámbitos. Vale lapena pues analizar específicamente tales temas, cosa que haremos tras ha-ber indicado las conexiones de los mismos con la temática ecológica y loque esta última implica para la cuestión del desarrollo.

6.2.2. La dimensión ambiental de la transformación productiva

Según se anotó, el crecimiento exportador latinoamericano durante la “déca-da perdida” se basó grandemente en la “competitividad espuria”, es decir,en la capacidad de producir bienes sin mayor valor agregado a precios com-parativamente bajos, a partir de los muy bajos salarios y el uso masivo derecursos naturales, factores que tienden a perder importancia en la econo-mía contemporánea al tiempo que acentúan la inequidad social e impulsanla degradación ambiental. Las relaciones de estos problemas, particular-mente el último de los citados, con la “transformación productiva con equi-dad” fue tratada en un documento específico de la CEPAL de 1991, algunosde cuyos aspectos comentaremos en esta sección.

Como se sabe, ciertos mecanismos empleados para incrementar rápida-mente las cantidades producidas han generado serios problemas de polu-ción, afectando la salud de los seres humanos y de los animales. Un ejem-plo de ello lo constituye el uso masivo de pesticidas en la agricultura deAmérica Central (CEPAL, 1991, pp. 35 y 37-38). En particular, el uso del DDT

permitió una rápida expansión de la producción de algodón en condicionesque generaron un rápido deterioro del “capital natural”, lo cual a su vez ele-vó los costos y desembocó en una crisis que obligó a revisar las formas deproducción para elevar su calidad. Para afrontar la crisis fue necesario prohi-bir los pesticidas sintéticos, volver a usar pesticidas orgánicos e introducirenemigos naturales de los causantes de las pestes así como otros métodosbiológicos de control.

En los últimos años se ha prestado bastante atención a la deforestaciónde las zonas tropicales del continente, impulsada especialmente por la ex-pansión de la agricultura y de la ganadería. A comienzos de la década de1990 se estimaba que América Latina y el Caribe poseían más de la mitadde las selvas tropicales del mundo entero, y también el más alto ritmo dedeforestación en el mundo en desarrollo (CEPAL, 1991, p. 39).

La degradación generada en los ejemplos mencionados no es ajena alas políticas públicas practicadas, incluyendo el subsidio al uso de pestici-das en el primer caso, y las ventajas fiscales otorgadas a ciertos grandesproyectos de inversión en la Amazonia, en el segundo caso. Las consecuen-cias contaminantes de ciertas políticas pueden detectarse no sólo en lasáreas rurales sino también en las urbanas.

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Por ejemplo, la Región Metropolitana de la capital chilena se ha estadoconvirtiendo rápidamente en una de las áreas urbanas más polucionadasdel mundo. Se afirma que el grado de contaminación del aire y del agua enSantiago puede ser visto como una advertencia acerca de los efectos dañi-nos de ciertas prácticas desregulatorias y de la aplicación de regulacionesinapropiadas, particularmente en lo que concierne al transporte. Al instalar-se en 1990 el nuevo gobierno democrático, el enfoque empezó a ser revisa-do (CEPAL, 1991, p. 43).

Los ejemplos podrían multiplicarse, aludiendo también a otros países,para mostrar el nivel alcanzado por la problemática ecológica. La misma de-be ser analizada en el contexto de una de las más gravitantes transforma-ciones experimentadas por nuestro continente en el período posterior a laSegunda Guerra Mundial: en cifras redondas, la triplicación de la población,y su desplazamiento, que convirtió a la población urbana de una minoría enlas tres cuartas partes del total.

Ambos procesos conjugados tienen obvias consecuencias ambientales,dramáticamente ilustradas por la ciudad de México, donde se estima que vi-ven ya más de 20 millones de personas, mientras que en 1950 lo hacíanunos 5 millones; allí la calidad del agua y la cantidad de que dispone en pro-medio cada habitante bajaron significativamente, al tiempo que crecían losperjuicios ecológicos debidos a la búsqueda de fuentes de abastecimientomás profundas y más lejanas; también crecieron los problemas de poluciónque sufre la ciudad, los que frecuentemente llegan a niveles muy alarman-tes. Se estima que la primera causa de los mismos la constituye el parqueautomotor, compuesto ya a fines de la década de 1980 por alrededor de dosmillones y medio de vehículos, a cuyas emanaciones se agregaban las deunos treinta mil establecimientos industriales en el área del Gran México(CEPAL, 1991, pp. 51-52).

El incremento acelerado de la población se sumó, en su impacto sobre elmedioambiente, con otros procesos ya destacados en capítulos anteriores: elcrecimiento de la inversión extranjera en diversos sectores de la produccióna partir de la década de 1950; el auge de esa inversión en la década de1960 y la consiguiente expansión de ciertos tipos de gran industria en lospaíses más grandes del área; los considerables flujos monetarios de la déca-da de 1970; la crisis de la deuda de la década de 1980, con el agudizamien-to tanto de la pobreza como de la presión para exportar. Este conjunto de fac-tores ha alterado profundamente el uso de los recursos naturales de laregión. En ello han incidido tanto las actividades en pequeña escala desple-gadas por mucha gente -los pobres que se arraciman en los cinturones urba-nos o queman y deforestan para plantar- como las actividades a gran escala,por ejemplo las implementadas por empresas mineras o pesqueras.

Sostiene la CEPAL que la región ha sufrido una significativa e irreversiblepérdida de su biodiversidad genética, así como pérdidas de suelos debidasa la erosión y de bosques nativos. En términos económicos y sociales, losproblemas ambientales más serios se vinculan con la irracional expansiónurbana. Se destacan asimismo los deterioros de ciertas áreas costeras y delas aguas interiores. Se afirma que el daño más directo para la población escausado por la contaminación del agua, mientras que la polución del aire,aunque seria en muchas ciudades, tendría un alcance comparativamentemenor, si bien está asociada a sistemas productivos que sólo pueden sermodificados y controlados a muy alto costo.

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Varios de los ejemplos que suelen mencionarse, como apoyo para lasafirmaciones precedentes, aluden a los efectos recíprocos de la pobreza y ladegradación ambiental. El desarrollo escaso y los diferentes promedios dehijos por pareja según los sectores socioculturales se reflejan en un creci-miento de los estratos más carenciados superior incluso al de la poblaciónen su conjunto. La mayoría de los pobres viven en el presente en áreas ur-banas; frecuentemente se instalan en las laderas de los cerros y en las ribe-ras, agravando los riesgos de deslizamientos de tierras, la acumulación dedesperdicios y la contaminación de las aguas, de todo lo cual son las prime-ras víctimaso. Pero también sigue siendo pobre la mayoría de la poblaciónrural, a la que resulta más difícil hoy más que ayer conseguir agua y leña, ta-rea por lo general reservada a las mujeres y a los niños en familias frecuen-temente reducidas a la práctica de una agricultura migratoria, que agrava ladeforestación y la degradación de los suelos.

Este círculo vicioso de las relaciones entre miseria y medioambiente su-pone uno de los mayores obstáculos para el desarrollo en un continentedonde la extrema pobreza afecta a gran parte de la gente. Si se tiene encuenta, además, que la población total de América Latina, inferior en 1970a los 300 millones de personas, orilla en el presente los 500 millones, re-sulta bastante claro que el urgente enfrentamiento a ese círculo vicioso notendrá éxito a partir de procedimientos unilaterales ni de los intentos de re-tornar a las condiciones prevalecientes en alguna etapa del pasado. Hacefalta innovar, en los más diversos ámbitos.

La problemática de la “transformación productiva con equidad”, basadaen la incorporación y difusión del progreso técnico, y la cuestión de la sus-tentabilidad ambiental del crecimiento económico se conectan entre sí porvías múltiples. En el enfoque de la CEPAL se destaca la idea de que, en el fu-turo, serán cada vez más estrechos los vínculos entre el avance tecnológicoen lo que hace a la protección ambiental y la competitividad internacional.Se anota, en particular, que los países más prósperos son los más exigen-tes en materia ambiental, e imponen condiciones cada vez más severas enese sentido a los productos que acceden a sus mercados.

Las relaciones entre cambio técnico, competitividad y sustentabilidad am-biental resultan particularmente claras en el terreno de la energía. El uso dela misma incide directamente en cuestiones de alcance mundial, como elefecto invernadero, la destrucción de la capa de ozono, las lluvias ácidas yla proliferación de residuos nucleares. La polución de la atmósfera dependemuy directamente de la intensidad energética de cada actividad. Se señalaque un consumo equivalente al de una tonelada de petróleo implica la emi-sión de entre 2,4 y 4,5 toneladas de dióxido de carbono; hace falta una hec-tárea forestada para absorber la cantidad de ese dióxido generada por laquema de una tonelada de carbón (CEPAL, 1991, p. 86).

Desde la década de 1970, en los países industrializados ha venido dis-minuyendo la relación entre el consumo total de energía y la producción bru-ta, debido al avance tecnológico y también al crecimiento mucho más lentode la industria pesada “intensiva en energía”, como las ramas del acero odel cemento, por comparación con la industria “intensiva en tecnología”, ti-pificada por las ramas del complejo electrónico. Se estima que el progresotécnico da cuenta de entre el 66% y el 75% de esa disminución relativa delconsumo energético en los países más avanzados, lo cual representa unuso más eficiente y menos contaminante de recursos naturales. Se destaca

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que semejante mejora en el aprovechamiento de la energía no se registrabaen la industria latinoamericana (CEPAL, 1991, pp. 82-83).

La dimensión ecológica genera pues nuevas exigencias de índole técnico-productiva y, paralelamente, da lugar a nuevas demandas, particularmenteen lo que se refiere a productos y servicios para la protección ambiental. Da-do que los problemas en este campo tienen frecuentemente característicasmuy específicas y propias del lugar, ello puede constituir una oportunidad in-teresante para empresas locales, incluso medianas y pequeñas, en la medi-da en que dispongan de flexibilidad y capacidad de innovación.

Se estima que la demanda latinoamericana de “equipamiento ligado alambiente” crecerá rápidamente y, también, que parte significativa de tal de-manda puede ser atendida por la propia industria de los países más adelan-tados de la región (CEPAL, 1991, p. 92).

La importancia de la capacidad tecnológica endógena en el área de laecología se ve subrayada por los costos involucrados. Se ha calculado quela región debe invertir no menos de dos mil millones de dólares al año enbienes y equipos destinados a prevenir o controlar problemas ambientalescausados por actividades productivas, manufactureras y mineras en primerlugar. Si a ello se le agrega lo que insumiría reparar errores del pasado, la ci-fra indicada podría multiplicarse por cinco. Y aún ello no sería mucho si setiene en cuenta que los países desarrollados invierten en la materia entre el1% y el 2% de su producción total (CEPAL, 1991, p. 109).

Por otra parte, se ha comprobado fehacientemente que las industriasmás contaminantes y que mayor uso relativo hacen de los recursos natura-les crecen más rápidamente fuera de los países desarrollados. Las corpora-ciones transnacionales suelen trasladar sus plantas más polucionantes des-de sus países de origen a otros donde la legislación ambiental es máspermisiva. Esto constituye un argumento adicional para promover la genera-ción y la transferencia de tecnología ambiental, imprescindible para imponercontroles adecuados y hacerlos realidad, así como para paliar daños y sobretodo para anticiparlos.

El círculo vicioso de las relaciones entre pobreza y degradación ambientaldebe ser atacado por varios flancos, entre los cuales no debe olvidarse elque dice relación con la ciencia y la técnica. El informe comentado de la CE-PAL sostiene que las tecnologías que facilitan la acumulación de capital natu-ral, las tecnologías “limpias” que posibilitan el acceso a los mercados inter-nacionales de los productos de la región, las tecnologías eficientes quemejoran la competitividad internacional, y las tecnologías no polucionantesutilizables en actividades de pequeña escala, que suelen dar trabajo a mu-cha gente, son todas ellas imprescindibles para mejorar la calidad de vidade la población latinoamericana (CEPAL, 1991, p. 133).

La ecología se vincula indisolublemente con la cuestión del desarrollo,ante todo porque la problemática ambiental se plantea de manera específi-ca en el subdesarrollo. Si en los países avanzados ella tiene que ver antetodo con el consumo desenfrenado y con el despilfarro de los recursos aque induce la riqueza, en las regiones menos favorecidas esa misma pro-blemática suele estar ligada a la carencia de recursos y, más en general, ala falta de desarrollo. Esa clara diferenciación de situaciones resulta ahon-dada por los intentos, ya destacados, que se realizan en el “centro” paratransferir a otros ámbitos los mayores riesgos de contaminación que susformas de producción generan, todo lo cual demanda un abordaje de la

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cuestión ecológica propio de la “periferia” e integrado a la reflexión acercadel desarrollo.

Semejante abordaje exige un “esfuerzo sistémico” que tenga en cuentadimensiones muy variadas pero estrechamente relacionadas, como el tipode políticas económicas practicadas, el nivel y la orientación de la inversión,la gestión de los recursos naturales, la investigación y el desarrollo tecnoló-gico, el panorama de la educación, la evolución de las instituciones, las for-mas y los alcances de la participación de la población (CEPAL, 1991, p. 10).En especial, tanto en el nivel de la reflexión como de la ejecución, hace fal-ta ir más allá de los enfoques puramente sectoriales, confinados en el inte-rior de una especialidad temática, de una repartición administrativa o deuna frontera territorial, para ensayar aproximaciones más integradas, en lascuales tanto las prioridades ambientales como las de los usuarios puedanser efectivamente tenidas en cuenta durante los procesos de adopción dedecisiones (CEPAL, 1991, p. 63).

Propósitos como los indicados han orientado los esfuerzos en pro de un“desarrollo sustentable”, noción cuyos antecedentes y contenidos en el nue-vo enfoque cepalino resumimos para concluir este capítulo, intentando almismo tiempo ubicarla en la evolución de la temática del desarrollo en nues-tro continente.

Las teorías tradicionales del crecimiento económico influyeron sobre lareflexión acerca del desarrollo de modo tal que, inicialmente, los principalesproblemas encarados fueron los del nivel y el ritmo de la formación de capi-tal, en el entendido de que las carencias más importantes eran las de capi-tal físico y financiero, mientras que se daba como un hecho la abundanciade “capital natural”. Estos puntos de vista se reflejaron en la prioridad acor-dada hasta comienzos de la década de 1970, en el marco de la promocióndel desarrollo, a la infraestructura energética y de transporte, así como a laobtención de recursos monetarios. En los aspectos organizacionales, seprestó especial atención a las grandes empresas e instituciones estatalesdedicadas a las obras y servicios públicos, y se impulsó la fundación de ins-tituciones financieras para la promoción del desarrollo.

A medida que se evidenciaban las limitaciones del crecimiento económicopara superar la pobreza -especialmente cuando se registraban llamativas ta-sas de incremento de la producción-, las prioridades se fueron desplazando yse fue configurando una segunda etapa en las políticas para el desarrollo; enella, la atención se focalizó directamente en el problema de la pobreza. Lasestrategias ensayadas tendieron a priorizar el involucramiento directo de losbeneficiarios potenciales, y la participación fue vista como un aspecto funda-mental del desarrollo entendido como proceso de cambio global.

Esta visión, cuya preponderancia puede ubicarse según los distintos paí-ses entre fines de la década de 1960 y comienzos de la de 1980, inspiróprogramas orientados, por ejemplo, al desarrollo rural integrado, la autosufi-ciencia alimentaria o la expansión de los servicios básicos en las áreas ca-renciadas. En términos organizativos, la complejidad imaginable de proyec-tos semejantes se vio agravada por las dificultades halladas parainstitucionalizar niveles significativos de participación así como por la ines-tabilidad de muchos gobiernos de la región.

Una tercera etapa -iniciada en la década de la crisis y a su influjo- se ca-racterizó por la primacía acordada a la gestión de la coyuntura económica ya la implementación de los llamados programas de ajuste estructural, dirigi-

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dos a disminuir el tamaño del sector público, a impulsar las privatizacionesy a acentuar la importancia de las instituciones gubernamentales dedicadasal manejo de las políticas financieras y monetarias. Durante este período,prácticamente desapareció de la escena la cuestión del desarrollo en tantotransformación integral.

Por otra parte, desde la década de 1970 fue tomando cuerpo en la re-gión la preocupación por la sustentabilidad ambiental y por el deterioro del“capital natural”. Ello condujo, por un lado, al cuestionamiento de las ideasrecibidas acerca de las formas productivas y, por otro lado, al impulso de va-riados programas conservacionistas.

Ahora bien, si la importancia de tales programas no sabría ser cuestiona-da, su priorización unilateral no puede dejar de ser discutida en países don-de abundan las carencias de todo tipo.

En las dos últimas décadas se ha abierto camino la conciencia de que elcrecimiento económico, tal como ha tenido lugar históricamente, tiende aser insustentable, pues agrede y daña a la Naturaleza. Pero el círculo vicio-so de las relaciones entre pobreza y degradación ambiental muestra que lasustentabilidad es inviable sin desarrollo. Y éste a su vez no puede ser en-carado de forma unilateral, como cuando se lo asimila con el incremento decapital físico o monetario, sino que exige tener en cuenta una gran variedadde “recursos” y requisitos, naturales, humanos, institucionales, culturales,científico-técnicos, productivos.

En la década de 1990 se intentó revitalizar los esfuerzos en pro del de-sarrollo, impulsando lo que podría llegar a constituir una cuarta etapa en laevolución de la cuestión en nuestro continente, la que estaría signada por laaspiración a compatibilizar el crecimiento económico, la equidad social y lasustentabilidad ambiental.

Por vías como las apuntadas se ha ido prestando atención creciente al“desarrollo sustentable”, entendido como el que satisface las necesida-des del presente sin generar el riesgo de que las futuras generaciones nopuedan satisfacer sus propias necesidades. Esta noción involucra a muydiversos actores: el sector público, los empresarios, los trabajadores, dis-tintas comunidades, la población en general. Los objetivos que esa nociónincluye requieren transformaciones institucionales profundas, que sólopueden ser el fruto de esfuerzos de largo aliento, pues las organizacionesfuertes y efectivas no se construyen en poco tiempo, y además en este ca-so lo que hace falta es cambiar pautas de comportamiento muy arraiga-das y generalizadas.

6.2.3. Conocimiento y educación

La propuesta neoestructuralista de comienzos de la década de 1990 afirma-ba que conocimiento y educación constituyen el eje de la transformaciónproductiva con equidad.

En estos temas, el punto de partida de los enfoques cepalinos lo consti-tuye la bien conocida tesis según la cual asistimos a la conformación de unnuevo paradigma tecnológico, que “constituye una verdadera revolución [y]combina la revolución microelectrónica originada en los Estados Unidos, conel modelo flexible de organización y gestión desarrollado con mayor plenituden el Japón” (CEPAL, 1992, p. 111).

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En la economía internacional, en el presente signada por la globalizaciónde los mercados y por el rol decisivo del progreso técnico en la competitivi-dad, se destacan aspectos como los siguientes:

avance de la automatización; • difusión horizontal de las tecnologías de la información, que en particular

favorecen el uso eficiente de los recursos naturales y, sobre todo, el aho-rro de energía;

• erosión de las ventajas comparativas basadas en la disponibilidad demano de obra barata y de recursos naturales;

• emergencia de un nuevo paradigma de organización y gestión empresa-rial;

• acortamiento del ciclo tecnológico e intensificación de la flexibilidad pararesponder a la demanda;

• heterogeneidad tecnológica y posibilidades de que los países avanzadosdesplieguen un proteccionismo creciente en el mercado de tecnología.

Los rasgos considerados realzan la importancia de la investigación básica, dela educación y de la política pública; esta última tiene que ocuparse de lasdos primeras, entre otros motivos porque “la aparición de nuevas tecnologíasy los avances científicos de importancia se fundan, necesariamente, en inves-tigaciones básicas de largo plazo, que sólo un número reducido de grandesempresas está en condiciones de realizar” (CEPAL-UNESCO, 1992, p. 31).

Es en tal contexto que se sostiene que “educación y conocimiento” cons-tituyen el “eje de la transformación productiva con equidad”, pues se “haceimpostergable la transición hacia un período cuyo dinamismo y desempeñoestarán marcados por el grado de centralidad que las sociedades otorguena la educación y a la producción de conocimiento” (CEPAL-UNESCO, 1992, p.18). En efecto, los nuevos y variados “modelos de crecimiento” desarrolla-dos durante la década de 1980 incluyen un motor de crecimiento común: laproducción endógena de conocimiento.

“Las tasas de crecimiento de largo plazo de distintos tipos de países sonmuy diferentes, pero tienden a exhibir una estabilidad excepcional a lo largodel tiempo.” ¿Qué puede producir cambios radicales en tales tasas, comolos ocurridos en el SE de Asia? A partir de decisiones posiblemente ajenasen sus orígenes al sistema económico, “la acumulación de capital humano,el aprendizaje y la especialización recibieron, en esos países, empujes ini-ciales que luego les permitieron entrar en trayectorias de alto crecimiento yfuerte acumulación de conocimientos” (CEPAL-UNESCO, 1992, pp. 103-104). Enrelación con la muy citada obra de Michael Porter, La ventaja competitiva delas naciones, se anota que su investigación

❘❚❚ “[...] deja pocas dudas de que la educación y la capacitación son factores

decisivos en las ventajas competitivas nacionales. Las naciones estudiadas

que invierten más en educación (Alemania, Japón y Corea) tienen ventajas en

muchos sectores, las que pueden fácilmente ser atribuidas a los recursos hu-

manos. Más aún, en todas las naciones estudiadas [Alemania, Dinamarca, Es-

tados Unidos, Italia, Gran Bretaña, Corea, Singapur, Suecia y Suiza] las indus-

trias más competitivas eran aquellas en que las inversiones especializadas en

educación y capacitación ascendían a sumas excepcionalmente elevadas” (CE-

PAL-UNESCO, 1992, p. 110). ❚❚❘

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En lo que tiene que ver con la visión de Peter Drucker, se enfatiza que en “lasociedad del conocimiento” el concepto de educación terminada carece desentido y que la educación no podrá permanecer confinada dentro de las es-cuelas. Por otra parte, no son pocos quienes creen, como André Gorz, queun nuevo tipo de empleo estable y creativo será disfrutado sólo por una mi-noría de la clase trabajadora, cuya segmentación y desintegración se ve ace-lerada por el cambio técnico. Para combatir la dualización de la sociedad, lomás eficaz es generalizar la alta calificación.

El enfoque reseñado puede resumirse a partir de las siguientes conclu-siones:1. El conocimiento es el elemento central del nuevo paradigma productivo.2. La transformación educativa deviene clave de avance.3. La misma debe sustentarse en la descentralización, autonomía, experi-

mentación y vinculación con la comunidad.4. Todo ello conlleva riesgos de creciente diferenciación y segmentación.5. “El acercamiento entre el sistema educacional, el mundo de las comuni-

caciones y la esfera del trabajo resulta fundamental para desarrollar per-sonas internacionalmente competitivas y ciudadanos activos en el mun-do del próximo siglo” (CCEPAL-UNESCO, 1992, p. 119).

Se dibuja así una neta contraposición entre lo que debe hacer y lo que havenido haciendo el sistema educativo en América Latina y el Caribe, dadoque su evolución desembocó en

❘❚❚ “[...] una radical separación entre el sistema de formación de recursos hu-

manos y las necesidades del desarrollo, al punto de volverlo casi impermeable

a las inquietudes y desafíos que nacen del nuevo contexto socioeconómico y

del debate internacional sobre el destino de la educación” (CEPAL-UNESCO, 1992,

p. 77). ❚❚❘

Se entiende empero que existe una nueva oportunidad para recuperar eltiempo perdido, pues todos los países deben revisar sus sistemas educati-vos en función de las nuevas exigencias.

A la búsqueda de caminos, se destacan ciertas experiencias internacio-nales que, hacia 1990, eran consideradas muy sugestivas. Entre ellas, la deSuecia. Una

❘❚❚ “[...] originalidad de la política educativa sueca es el establecimiento explícito

de un continuo educación-capacitación-empresa, que permite una permanente

adaptación de los programas de enseñanza a la realidad del mercado de trabajo.

La apertura hacia la vida laboral como componente explícito de los programas

escolares suecos desde la más temprana edad permite contrarrestar la abstrac-

ción y la tradicional distancia entre la enseñanza y el mundo de la producción.

Los esfuerzos por acercar la cultura general y la cultura técnica, con programas

de formación general menos teóricos que en otros países y mediante programas

de capacitación técnico-profesional menos estrechos o especializados, cumplen

de manera simultánea con el doble propósito de una mayor equidad y una mayor

utilidad económica” (CEPAL-UNESCO, 1992, p. 239). ❚❚❘

Problemas del Desarrollo en América Latina

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También se considera la tan frecuentemente invocada “estructura dual” dela educación en Alemania, la cual establece una divisoria entre los jóvenesque se orientan hacia la formación técnica -centrada en su inserción comoaprendices en las empresas, las que asumen un papel fundamental en elsistema- y los que optan por una formación académica. Esta última vía, lar-ga y selectiva, es la principal para acceder a la universidad, pero existenpuentes que permiten la reincorporación posterior de los aprendices al sis-tema formal. Al sistema se le atribuyó tradicionalmente buena parte del éxi-to industrial alemán. Empero, se nota que forma mano de obra calificada,pero muy especializada y poco flexible, con dificultades para mantenerse aldía. Por otra parte, la formación general goza de mayor valoración social.

En lo que tiene que ver con la preparación requerida de los trabajadores,se subrayan las lecciones emanadas de la experiencia de la FIAT en Italia. Laempresa se convirtió durante la década de 1980 en una de las más automa-tizadas del mundo, pero en la capacitación de sus trabajadores para lasnuevas tecnologías se encontró con dificultades inesperadas.

“Más allá del manejo técnico, las nuevas formas automatizadas de producción re-quieren de los operarios una comprensión global del proceso, la capacidad deresolver problemas complejos y el establecimiento de nuevas líneas de comuni-cación. Las dificultades con que se ha tropezado en el uso eficiente de los nue-vos equipos, aun después de tal esfuerzo de capacitación, han demostrado la im-portancia de considerar, ante la introducción de esas tecnologías, lasmodificaciones requeridas en la organización de la producción y la paralela des-centralización de responsabilidades, sin las cuales la automatización no es real-mente efectiva. Paradójicamente, la automatización, que fue inicialmente conce-bida como medio para controlar el poder relativo de los sindicatos, terminóaumentando en cierta forma su importancia como interlocutor en las relacionesindustriales” (CEPAL-UNESCO, 1992, p. 253).

También la experiencia de Corea es tratada con alguna detención:

❘❚❚ “El caso coreano suele presentarse como el ejemplo más patente de la

asociación entre el crecimiento económico y una buena política educativa. Con

frecuencia se ha relacionado el crecimiento excepcional de la escolarización

en Corea, a partir de los años cincuenta, con el desarrollo posterior de la es-

tructura industrial y espectacular aumento del ingreso por habitante.” ❚❚❘

En especial, la “magnitud del esfuerzo coreano refleja en buena medida elconcepto de que la inversión en educación debe adelantarse a las necesida-des de la producción, por su tiempo relativamente largo de maduración”.Una “deficiencia del sistema educativo coreano es su escasa capacidad deinvestigación propia”. Sin embargo

❘❚❚ “[...] los gastos en investigación y desarrollo de las empresas privadas han

aumentado de 32% del total en 1971 a 80% en 1987. Ese aumento, asociado

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con un mayor gasto en este rubro en el conjunto del país (de 0.3% a 1.9% del

PIB), es indicador de una estrategia de las empresas decididas a invertir para

poder seguir adelante en su evolución con tecnología de vanguardia” (CEPAL-

UNESCO, 1992, pp. 252-255). ❚❚❘

Se destaca también que ese país logró prácticamente quintuplicar el alum-nado de la enseñanza superior entre 1975 y 1987 (ibid., p. 64).

El planteo contenido en el documento conjunto de la CEPAL y de la UNESCO

de 1992 -que hemos citado reiteradamente en los últimos párrafos- culminadibujando una estrategia de transformación educativa, basada en la descen-tralización del sistema educativo y en una mayor autonomía de los centrosde enseñanza, entendido cada uno de ellos como un proyecto con su propiaidentidad, “sin la agobiante dependencia burocrática de un organismo cen-tral”, con capacidad de inserción en el medio y participación de los docentesen la gestión.

“En vez de reconocer y aprovechar la diversidad de la cultura moderna, la plura-lidad de sus formas y la enorme variedad de enfoques posibles sobre la forma-ción, el sistema educativo, aferrado a las tareas y modalidades del siglo pasado,busca la uniformidad, el centralismo, las jerarquías y la rigidez. Por eso cae en larutina y provoca rechazo y rebeldía” (CEPAL-UNESCO, 1992, p. 132).

Superar el aislamiento del sistema educativo es visto como la fuente másfértil de dinamismo y cambio. Ello requiere de la participación de la comuni-dad en los consejos de establecimiento, así como de la autonomía de cadacentro educativo para innovar, y para concertar. Su contrapartida debe ser lacapacidad del Estado para atender complejas cuestiones de regulación, cer-tificación, evaluación, apoyo y coordinación.

La transformación educativa tiene que sustentarse en la profesionaliza-ción y el protagonismo de los educadores, mediante la formación que permi-ta su titulación, la capacitación permanente usando incluso los mecanismosde la educación a distancia, la redignificación de la docencia, la preparaciónespecial de los directores de establecimiento.

Para tales fines, y para la mejora de la educación en general, se reco-mienda desarrollar la cooperación regional e internacional.

En lo que hace al compromiso financiero de la sociedad con la educa-ción, se reclama: estabilidad y coherencia del financiamiento público; diver-sificación de las fuentes de recursos; mecanismos que estimulen el uso efi-ciente de los fondos estatales, incluyendo la competencia entre losestablecimientos y diverso tipo de préstamos para proyectos en Ciencia yTecnología; asignación de los recursos públicos en función de las priorida-des educacionales.

En materia de costos, es de resaltar que el gasto público en educaciónascendía, como promedio de América Latina y el Caribe hacia 1990, a algomenos del 4,5% del PIB, mientras que el gasto total (de los gobiernos, los ho-gares y las empresas) se estimaba en alrededor del 7% del PIB. El documen-to glosado considera que la estrategia propuesta requeriría dedicar a la

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educación un monto adicional equivalente a un 3.9% del PBI (CEPAL-UNESCO, 1992,p. 218). Para ello se estima viable lograr un financiamiento privado adicionaldel 1% del PIB, y obtener hasta 0.5% de financiamiento externo, por lo que elsector público debería agregar como mínimo un 2.4%, lo que a su vez significaaumentar en más del 50% la inversión del sector público en educación.

Recapitulando, la estrategia planteada por la CEPAL para la década de1990 apuntaba a paliar los rezagos de la región en la emergente economíadel conocimiento y presuponía un gran esfuerzo en materia educativa.

6.3. Algunos aspectos de la evolución reciente de laregión

Las recomendaciones glosadas en el apartado anterior no parecen haberencontrado demasiado eco en la realidad. Una transformación productiva li-mitada con poca equidad está teniendo lugar en América Latina, de cuyaevolución económica y social durante la década final del siglo XX nos ocupa-mos en este apartado.

6.3.1. La reinserción neoperiférica en la economía mundial

El título de esta sección resume una visión de lo que aconteció en AméricaLatina entre los años de 1990 y 2000. La misma se basa en elementos dejuicio como los que se presentan a continuación, tomados principalmentedel capítulo 2, “El legado de los años noventa”, de un informe reciente de laCEPAL (2000), al que pertenecen, salvo mención en contrario, las citas inclui-das en los párrafos siguientes. Una presentación muy interesante de la evo-lución económica del continente entre 1980 y 1995 es ofrecida en un infor-me anterior (CEPAL, 1996)

Se reputa como logro sobresaliente “la estabilización de la inflación deAmérica Latina en los niveles más bajos en medio siglo, que alcanzaron al10% por año desde 1997 y cifras de un dígito a partir de entonces en la ma-yoría de los países”. Entre 1945 y 1980, durante el “crecimiento haciaadentro”, la inflación fue en promedio del 20% anual. Y, durante la décadade 1980 e incluso después, el continente sufrió agudos procesos inflaciona-rios, que en más de un caso desembocaron en una hiperinflación.

En materia de crecimiento, la evaluación es más matizada: el desempeñoproductivo fue mejor que durante la década de 1980, cuando la producciónpromedio por habitante retrocedió, pero ese incremento estuvo por debajono sólo de lo que sería necesario para afrontar los problemas pendientes,sino también de los ritmos que la propia región conoció antes de la crisis dela deuda. En efecto, en América Latina “el ritmo promedio de expansión delproducto interno bruto (PIB) supera el de la década pasada (3,2% anual entre1990 y 2000 frente a 1% en la década de 1980, o 1,4% frente a -0,9% entérminos del crecimiento del PIB per cápita)”. Sin desmedro de ello,

❘❚❚ “[...] el crecimiento promedio de la región sigue siendo inferior no sólo a lo

que hace falta para cerrar la brecha que nos separa de los países más desarro-

llados sino también a lo que la CEPAL ha considerado deseable y necesario para

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superar los graves problemas de pobreza que aquejan a la región (6% a 7%

anual). Asimismo, ha sido significativamente inferior a los ritmos que experi-

mentó América Latina entre 1945 y 1980: 5,5% por año o 2,7% per cápita”. ❚❚❘

Ese crecimiento de la década de 1990, importante pero promedialmente nomuy significativo, fue además irregular y tendió a aminorarse durante la se-gunda mitad de la década, pues en promedio el PIB creció un 2,5% anual entre1995 y 2000, bastante por debajo del 4,2% registrado entre 1990 y 1994.Este último período se inició cuando, por primera vez desde 1982, el flujo defondos hacia la región pasó a ser positivo, y concluyó cuando la crisis conoci-da como “efecto tequila” disminuyó o incluso hizo negativos los índices regis-trados en 1995 de incremento de la producción, la que sin embargo se recu-peró en general más rápido de lo previsto en los años siguientes, si bien,como ya se notó, no alcanzó los niveles medios anteriores.

La irregularidad del crecimiento tiene mucho que ver con la acrecentadainfluencia del flujo de fondos del exterior, que se hizo muy inestable en la se-gunda mitad de la década de 1990. En conjunto, corresponde subrayar queel “comportamiento de la actividad económica refleja […] un patrón de de-pendencia acentuada frente a los altibajos del financiamiento externo”,constatándose en particular una “tendencia a sustituir ahorro interno porahorro externo que caracteriza las fases de reactivación del crecimiento aso-ciada al ingreso de capitales”.

Una vez más, préstamos e inversiones provenientes del exterior vuelvena desempeñar un papel central en un continente cuya debilidad para canali-zar el ahorro interno hacia la inversión productiva constituye una tendenciaperdurable de su evolución histórica, que ya hemos destacado, la que de-pende menos de la insuficiencia del excedente económico generado que desu amplio uso con fines de consumo conspicuo, fenómeno a su vez estre-chamente ligado con los altos niveles de desigualdad que caracterizan enconjunto al continente latinoamericano. En los últimos tiempos se vuelve aregistrar la alta incidencia del consumo de los sectores pudientes en el nivelgeneral de la actividad productiva.

El agotamiento del “crecimiento hacia adentro” llevó a proponer nuevasestrategias de desarrollo, basadas en la dinamización de las exportacionesy en una inserción en la economía mundial más estrecha que en la etapapasada. Es un hecho que el comercio exterior es, en relación con el conjun-to de la producción, bastante mayor que en el período anterior, lo que cons-tituye una de las facetas de la apertura de las economías latinoamericanas.

Durante la década de 1990, se registró “el crecimiento más rápido de lasexportaciones reales de la historia regional (8,9% anual entre 1990 y 1999),superior, además, al que alcanzó el comercio mundial”. Es de notar que granparte de ese incremento se debe a México, que, NAFTA mediante, en 1999

❘❚❚ “[…] concentró cerca de la mitad de las exportaciones latinoamericanas

de bienes. En cambio, Brasil se destaca por el crecimiento relativamente len-

to de sus exportaciones (3,2% anual), inferior no sólo en relación con el pro-

medio regional de la década, sino con su propia historia desde los años se-

senta. El resto de los países muestra, sin embargo, un crecimiento

dinámico, cercano al 8% por año. Aun así, la participación de América Latina

Problemas del Desarrollo en América Latina

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y el Caribe en el total de exportaciones mundiales sigue siendo muy baja, só-

lo ligeramente superior al 5%”. ❚❚❘

Ahora bien, las importaciones han crecido aún más rápido que las expor-taciones, de manera particularmente dramática en lo que hace a los bienesde capital, generando importantes déficits externos, que alcanzan en el pre-sente “niveles similares a los de la década de 1970”. La apertura económi-ca ha venido acompañada pues no sólo de una mayor dependencia financie-ra sino también de una preocupante fragilidad comercial. Esto último surgedel análisis tanto de los niveles como de los contenidos de las exportacio-nes y las importaciones. No sólo las primeras tienden a ser menores quelas segundas sino que, en líneas generales, se concentran en bienes quevan perdiendo importancia relativa en el mundo de hoy, en tanto dependenrelativamente menos de la incorporación de conocimientos y del uso de ca-pacitaciones de alto nivel. Ello constituye un rasgo mayor de la incipientereinserción de América Latina en la economía mundial.

El crecimiento productivo y la relación externa se basan mucho menos enla innovación que en los recursos naturales y en la inversión externa. Se hanseñalado dos tipos principales de especialización. El primero es el que sedestaca en México, y también en Centroamérica y algunos países del Caribe.“En lo que respecta a México, refleja el auge de las exportaciones industria-les hacia Estados Unidos, que abarca un amplio conjunto de productos, in-cluidos aquellos asociados a actividades de ensamble (maquila).” Por otrolado, en Sudamérica “se sigue observando una alta participación de las ex-portaciones de bienes primarios, así como de las manufacturas de uso in-tensivo de recursos naturales o tradicionales.” Se dibuja así un segundo ti-po de especialización, que

❘❚❚ “[…] combina el predominio de exportaciones primarias o industriales de

uso intensivo de recursos naturales hacia afuera de la región, con un comer-

cio intrarregional mucho más diversificado. Éste es el modelo que impera en

los países sudamericanos y se combina, en el caso de Brasil, con algunas ex-

portaciones de uso intensivo de tecnología y, en éste y varios otros países,

con exportaciones manufactureras de uso intensivo de mano de obra y con

una importante producción industrial destinada a los mercados internos”. ❚❚❘

Dentro de un panorama variado, en la relación económica externa de la re-gión se destaca pues el peso, por un lado, de las actividades ensamblado-ras, y, por otro lado, del uso intensivo de los recursos naturales.

“Estos patrones de especialización han implicado que, mientras México y algunospaíses centroamericanos y caribeños han venido ampliando sus exportaciones enrenglones que son dinámicos dentro del conjunto de las importaciones de la Or-ganización de Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) [entre estos renglonesse mencionan las confecciones, la industria automotriz, la maquinaria, el equipoelectrónico, las computadoras y la industria químico-farmacéutica] -aunque, nuevamente, con un peso importante de las actividades de ensamble-, los países

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Page 249: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

sudamericanos han hecho lo propio en bienes que tienden a perder participaciónen las compras de los países desarrollados”.

Un estudio cuidadoso de las economías del MERCOSUR muestra que, si bien elperfil exportador ha evolucionado de modo tal que los productos industrialestienen importancia creciente, la inserción en el mercado internacional siguesignada por la exportación de commodities que son intensivas en recursosnaturales y/o energía así como en bajos salarios. Este tipo de bienes hanmostrado una tendencia al bajo dinamismo y al exceso de oferta, con el con-secuente estancamiento de los precios (LASTRES, 2000)

En conjunto, las pautas prevalecientes del intercambio se basan esen-cialmente en la exportación de bienes y servicios de escaso valor agregadoy la importación de bienes y servicios de alto valor agregado.

Como se anotó, la gravitación creciente de la inversión extranjera consti-tuye uno de los rasgos mayores de la integración del continente en la econo-mía internacional. El auge de la inversión extranjera directa

❘❚❚ “[…] responde a diferentes fuerzas: la desregulación de sectores de uso in-

tensivo de recursos naturales, la privatización de sectores tradicionalmente re-

servados al Estado, el aprovechamiento de acuerdos de libre comercio o de

preferencias comerciales otorgadas por países o regiones más industrializa-

das (el Tratado de Libre Comercio de América del Norte y la Iniciativa para la

Cuenca del Caribe, en particular) y la reestructuración de los sectores produc-

tivos en el marco del proceso de integración regional”. ❚❚❘

La gravitación de la inversión extranjera se destaca también debido a la fra-gilidad financiera del continente:

❘❚❚ “Dada la inestabilidad que han acusado los flujos financieros hacia la re-

gión, la inversión extranjera directa se ha constituido, además, en la fuente

fundamental del retorno a una situación de transferencias netas de recursos

positivas desde el exterior, revirtiendo de esta manera la transferencia negati-

va propia de la ‘década perdida’. Sin embargo, en 1999 la región tuvo, por pri-

mera vez en casi una década, una transferencia neta de recursos ligeramente

negativa.” ❚❚❘

Dicha inversión gravitó especialmente en las transferencias de propiedad:

❘❚❚ “El auge de la inversión extranjera directa no se ha traducido en su totalidad

en la ampliación de la capacidad productiva, ya que su componente más diná-

mico han sido las fusiones y adquisiciones de activos existentes, primero públi-

cos (privatizaciones) y más recientemente privados. En los últimos años (1997-

1999), en particular, los flujos asociados a las fusiones y adquisiciones han

representado alrededor del 40% de la inversión extranjera directa. El rápido

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Page 250: Arocena-Probl as Del Desarrollo America Latina

crecimiento de dicha inversión ha redundado en un aumento acelerado de la

participación de las empresas extranjeras en la producción y las ventas, ese-

pecialmente desde mediados de la década.” ❚❚❘

Se observa que, en las ventas de las 500 empresas mayores de la región,la parte de las empresas extranjeras pasó del 26,6% del total en 1990-1992 al 38,7% en 1998.

El documento de la CEPAL que venimos glosando destaca varias causasde la debilidad promedio del crecimiento económico en la región, las que in-cluyen “la insuficiente recuperación de las tasas de inversión”, la “incapaci-dad de los distintos sectores de enfrentar la competencia externa y la ruptu-ra de las cadenas productivas, especialmente en el sector manufacturero”,así como

❘❚❚ “[…] el predominio de estrategias ‘defensivas’ de adaptación de las empre-

sas al nuevo contexto (reestructuraciones organizativas, productivas y de es-

trategia de comercialización con baja inversión) en vez de estrategias ‘ofensi-

vas’ (en que se combinan las reestructuraciones anteriores con aumentos

importantes de la inversión en nuevos equipos y tecnologías y alianzas estra-

tégicas de todo tipo).” ❚❚❘

Se destaca que en “términos de la metáfora schumpeteriana de la ‘destruc-ción creativa’ típica de los procesos de reestructuración productiva, el proce-so de reforma se ha caracterizado por un peso relativamente fuerte de loselementos ‘destructivos’ y una relativa debilidad de los ‘creativos’”.

Particular atención merece la situación de la industria:

❘❚❚ “Entre los sectores de bienes transables, la industria manufacturera ha si-

do, en general, la más afectada en relación con su propia historia, especial-

mente las industrias más tradicionales de uso intensivo de mano de obra

(confecciones, calzado y manufacturas de cuero, muebles, etc.), con excepción

en este último caso de aquellas asociadas a la maquila. Entre los sectores in-

dustriales que han tenido un buen desempeño se destacan precisamente la

maquila, la industria automotriz, favorecida en México por el acceso al merca-

do de los Estados Unidos y en Sudamérica por mecanismos especiales de

protección en el marco de los procesos de integración, algunas industrias pro-

cesadoras de recursos naturales y ramas orientadas al mercado interno du-

rante los períodos de auge de la demanda (materiales de construcción, bebi-

das, algunos alimentos, etc.).” ❚❚❘

Se dibuja así un panorama de transformación productiva real pero, en con-junto, poco innovadora y de resultados limitados. Resalta la comprobaciónde que,

❘❚❚ “[…] aun en sectores donde la productividad ha aumentado, en la mayo-

ría de los países la brecha correspondiente en relación con las economías

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industrializadas -Estados Unidos, especialmente- ha tendido a ensancharse en

la década de 1990. Éste es, en particular, el caso de la industria manufacture-

ra”. ❚❚❘

La evolución despareja de la productividad conduce a ciertas conclusionescentrales para la caracterización de la evolución contemporánea de AméricaLatina:

❘❚❚ “Este patrón heterogéneo de aumento de la productividad revela una de las

características más destacadas de los procesos de reestructuración producti-

va que se han desarrollado en la región: el aumento de la heterogeneidad in-

terna de los sectores productivos, de la ‘heterogeneidad estructural’, como la

ha denominado tradicionalmente la CEPAL. Esto indica que las reestructuracio-

nes no han sido ‘neutrales’ en términos de sus efectos sobre los distintos

agentes económicos. Las principales ganadoras han sido las empresas multi-

nacionales y algunas grandes empresas nacionales, dando lugar a un proceso

de concentración económica que, acorde con el patrón internacional, es evi-

dente en casi todos los países.” ❚❚❘

Rosenthal (1997, p. 198) destaca que los segmentos más perjudicados porlos cambios incluyen las empresas pequeñas y medianas, las empresas pú-blicas como conjunto y las actividades intensivas en ingeniería.

Más adelante nos ocuparemos del impacto en el empleo y la capacita-ción de esta diferenciación entre “ganadores” y “perdedores” de las trans-formaciones en curso. Notemos desde ya que los “ganadores” no parecenestar elevando sistemáticamente las capacidades para la innovación; variasexperiencias en el Brasil muestran que la toma del control de las activida-des de empresas locales por transnacionales tuvieron efectos negativos pa-ra esas capacidades en las empresas involucradas; más aún, sorprendente-mente, incluso en varias de las empresas de alta tecnología del país, lasactividades de Investigación y Desarrollo fueron disminuidas cuando las mul-tinacionales las compraron. (CASSIOLATO, 2000).

Ensayemos una recapitulación. El modelo económico prevaleciente tienecomo uno de sus rasgos centrales la gravitación externa tanto en su impul-so como en su orientación, debido al influjo de la inversión extranjera, direc-ta y de portafolio, así como al peso de la dependencia en lo que hace a lasfinanzas y también a las políticas. La actividad productiva está altamenteconcentrada en el procesamiento de recursos naturales, con incorporacióncomparativamente escasa de tecnología avanzada, por lo general generadaen el exterior y no diseñada específicamente. Por consiguiente, el crecimien-to económico se basa primordialmente en la abundancia de riquezas natura-les, la baratura relativa de la mano de obra, la capacidad de consumo de lossectores ricos y el ingreso de fondos externos. En suma, el estrechamientode las relaciones con el exterior puede ser visto como una inserción neope-riférica en la economía mundial, signada por el débil papel que en AméricaLatina tienen los procesos endógenos de generación de conocimientos, in-novación y aprendizaje, que son factores fundamentales del dinamismo eco-nómico a escala global.

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6.3.2. La equidad como asignatura pendiente

La alta desigualdad sigue caracterizando a América Latina. Según el Informe so-bre el Desarrollo Humano de 1997, la relación del ingreso promedio per cápitadel 20% más rico de la población al del 20% más pobre era 4 a 1 en el Japón, 5a 1 en Asia del Sur, 7 a 1 en el conjunto de los países desarrollados, 8 a 1 en elconjunto del mundo en desarrollo, y de 19 a 1 en América Latina y el Caribe.

Cabe, no obstante, señalar una evolución positiva de los últimos años:

❘❚❚ “En el frente social, el avance más importante ha sido la creciente canaliza-

ción de recursos públicos hacia el gasto social, que aumentó del 10,1% del PIB

en 1990-1991 al 12,5% en 1996-1997, alcanzando de hecho los niveles más

altos de la historia de la región” (las citas sin otra mención siguen siendo de

CEPAL, 2000). ❚❚❘

Pero la evolución reciente de la economía no ha inducido tendencias socia-les más promisorias que las observadas previamente.

El problema ocupacional se ha agravado:

❘❚❚ “[…] el desempleo abierto aumentó cerca de tres puntos porcentuales du-

rante la década y se elevó súbitamente en algunos países, en particular duran-

te las crisis del tequila y asiática. Los indicadores de deterioro de la calidad

del empleo son aún más generalizados, según se aprecia en el incremento re-

lativo del empleo en sectores de baja productividad, particularmente del sec-

tor informal -donde se han generado seis de cada diez puestos de trabajo en

las zonas urbanas durante la década” [de 1990]. ❚❚❘

Más aún, un reputado experto en la materia sostiene que el empleo informalse expandió, como proporción del empleo no agrícola, del 40% a más del50% entre 1980 y comienzos de la década de 1990, siendo de carácter in-formal ocho de cada diez empleos creados durante los últimos quince años(TOKMAN, 1997, p. 450).

Los dos patrones predominantes en materia productiva, antes señala-dos, tienen consecuencias disímiles en materia laboral:

❘❚❚ “[…] el tipo de especialización internacional que ha venido surgiendo en

México, Centroamérica y algunos países del Caribe es de uso más intensivo

de mano de obra (en muchos casos, sin embargo, de baja calificación), en tan-

to que el sudamericano es, en general, de uso más intensivo de capital y re-

cursos naturales”. ❚❚❘

Como panorama de conjunto, cabe subrayar la “débil generación de empleoy su concentración en trabajos de baja productividad”. A tales factores “seatribuye el desempeño insatisfactorio que ha mostrado la productividad laboral en los años noventa”.

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En términos salariales, se constata el profundo impacto de una tenden-cia que es mundial:

❘❚❚ “La considerable ampliación de la brecha de remuneraciones entre trabajado-

res calificados y no calificados -que se ha acrecentado entre el 18% y el 24% en

promedio para la región- ha sido un proceso aún más extendido que el lento cre-

cimiento del empleo, básicamente como resultado del aumento de la brecha de

ingresos entre trabajadores con educación universitaria y el resto.” ❚❚❘

Esta brecha de las remuneraciones, junto con la baja calificación de la granmayoría de los nuevos empleos, hace muy difícil revertir la alta inequidad.Recordando lo anotado antes acerca de la productividad, cabe decir que lafalta de avances en materia de equidad constituye una limitación mayor pa-ra la transformación productiva.

En definitiva, la pobreza sigue siendo realmente terrible en América Lati-na. Hacia 1950, alrededor del 50% de la población vivía por debajo de la lí-nea de pobreza; la proporción disminuyó al 35% en 1980, y luego volvió acrecer, alcanzando el 41 % a fines de la década de 1980; disminuyó algo, a38% en 1997, tras varios años de crecimiento, pero se incrementó en losaños finales del siglo, ubicándose según ciertas estimaciones otra vez porencima del 40%.

Son varios los países donde los niveles de desigualdad son menores queal término de la “década perdida”, si bien en otros, como en México, son to-davía mayores. Ahora bien: “posiblemente no existe ningún país de la regióndonde se hayan reducido los niveles de desigualdad en relación con los im-perantes hace tres décadas”.

No es de sorprender que el documento glosado afirme que “la región vie-ne enfrentando un deterioro de la cohesión social, es decir, del sentido delas personas de pertenencia a la sociedad, de identidad con propósitos co-lectivos y de desarrollo de lazos de solidaridad”.

Si la transformación productiva en curso no está mejorando apreciable-mente las condiciones medias de vida en el presente, tampoco parece ga-rantizar las del futuro.

La sustentabilidad del modelo de crecimiento no es evidente.

“El grueso de las políticas ambientales explícitas existentes, así como los instru-mentos de regulación directa e indirecta en la región, es de carácter reactivo, esdecir, tienen por objeto mitigar los efectos negativos que se derivan de la conta-minación producida por la expansión urbana e industrial, la deforestación, la ero-sión de los suelos, el deterioro de los recursos del mar y la actividad minera. Laspolíticas ambientales de carácter preventivo y de fomento, tendientes a incre-mentar la excelencia ambiental vinculada a la competitividad productiva, han re-cibido una atención mucho menor. Más aún, en lo relativo a temas emergentescomo la bioseguridad y el comercio de organismos modificados genéticamente,la dispersión institucional es particularmente grave y se enfrenta a empresastransnacionales muy bien agrupadas para defender sus intereses.”

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En consecuencia, los motivos de preocupación son varios:

❘❚❚ “[…] no hay todavía señales claras de la detención de los procesos de dete-

rioro ambiental en la región. Aproximadamente en la mitad de los países, las ta-

sas anuales de pérdida de bosque natural han aumentado entre 1980-1990 y

1990-1995, en tanto que en la otra mitad continúan a ritmos similares o un po-

co más lentos. Otros indicadores sobre degradación de los suelos y sobreexplo-

tación de los recursos marinos son también de signo negativo. Más de 300 mi-

llones de hectáreas están afectadas por procesos de degradación en la región;

en la mayor parte de los casos se trata de procesos de erosión del suelo por

deforestación y sobrepastoreo y, en menor medida, por degradación química.

Más del 80% de las reservas comercializables de pescado en el Atlántico su-

doccidental y el 40% en el Pacífico sudoriental están explotadas, sobreexplota-

das o agotadas. Al vincular los impactos ambientales con la estructura exporta-

dora y las estrategias económicas de los países de América Latina y el Caribe,

se pone de manifiesto que las ramas manufactureras basadas en recursos na-

turales, productoras de bienes industriales intermedios altamente estandariza-

dos (productos básicos industriales), han logrado un buen desempeño exporta-

dor durante las últimas décadas. Se trata de industrias que forman parte de las

consideradas ‘ambientalmente sensibles’” [como el hiero y el acero, productos

petroquímicos, celulosa y papel, cobre y aluminio]. ❚❚❘

Dirijamos nuestra atención a las perspectivas futuras de las interaccionesentre transformación de las estructuras productivas y evolución de la proble-mática social. El capítulo que venimos glosando de un documento cepalinoconcluye así:

❘❚❚ “El interrogante básico que se plantea […] es: ¿en qué sentido el nuevo

‘estilo de desarrollo’ alienta este proceso?, ¿en qué medida, en otras pala-

bras, la penetración de las reglas de mercado y la creciente penetración del

concepto del esfuerzo individual, como guía básica del ordenamiento social,

terminan por erosionar el capital social que el propio modelo económico (y, ob-

viamente, cualquier ordenamiento social) requiere? Ésta es, sin duda, la dis-

yuntiva más paradójica que encara el modelo, una de las ‘paradojas de la mo-

dernización’. Detrás de ella subyace una gran controversia, posiblemente la

más importante de comienzos del nuevo siglo: aquélla entre la visión de los

elementos del desarrollo humano -la educación, la salud, el trabajo- como ‘de-

rechos’, consagrados por lo demás como tales en el Pacto Internacional de

Derechos Económicos, Sociales y Culturales, y la concepción de quienes los

visualizan como bienes o mercancías que cada individuo debe adquirir con el

fruto de su esfuerzo. ¿Hasta dónde llega el mundo de las mercancías y dónde

comienza el de los derechos? ¿Hasta dónde, en otras palabras, llega el mun-

do de los consumidores y dónde comienza el de los ciudadanos? Éste es ac-

tualmente uno de los dilemas esenciales que deben dirimir las sociedades de

nuestra región y del mundo entero” (CEPAL, 2000, p. 74). ❚❚❘

Las preguntas son sin duda relevantes. Pero no se plantean de la misma

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manera a lo largo y a lo ancho del mundo. En otras palabras, las “paradojasde la modernización” no son idénticas porque los denominados procesos demodernización son bastante diferentes. En la transición global a la “socie-dad del conocimiento”, los problemas son muy distintos cuando las dinámi-cas socioeconómicas impulsan la profundización de los procesos individua-les y colectivos de aprendizaje que cuando no lo hacen. Esta última tiende aser la situación prevaleciente en América Latina.

Recordemos que el proceso en curso ha generado, entre los diversos ti-pos de empresas, “ganadores” que son ante todo las transnacionales y cier-tos grandes conglomerados nacionales, y “perdedores”, representados porlas empresas públicas como conjunto y por gran parte de las empresas pe-queñas y medianas. Se notará que los “perdedores” son fundamentales pa-ra la generación de empleos, mientras que los “ganadores” crean muy po-cos puestos de trabajo.

Consiguientemente, es bastante probable que la demanda de trabajo téc-nicamente avanzado no se incremente significativamente en el futuro próxi-mo, con lo cual el “aprender haciendo” de nivel relativamente avanzado pro-bablemente seguirá restringido a una fracción pequeña de los trabajadores.

Por otra parte, las oportunidades de aprendizaje avanzado que ofrece elsistema educativo latinoamericano son todavía comparativamente peque-ñas. En 1993, la matrícula secundaria del tramo de edad correspondienteascendía al 53% en América Latina y el Caribe, y a 93% en los países desa-rrollados, mientras que en el nivel terciario las cifras respectivas eran 18% y42% (CEPAL, 1997, p. 197).

En suma, para la gran mayoría de los habitantes del continente es muydifícil acceder a una educación formal avanzada, a empleos formales moder-nos o a ingresos que les permitan costear por sí mismos su formación. Lasconsecuencias sociales de ello las ha enfatizado elocuentemente un autoral decir que no sólo se registró una “década perdida” para el crecimiento si-no que podría registrarse una “generación perdida”, desprovista de habilida-des básicas y de las capacidades para adquirirlas (FISHLOW, 1997, p. 414).

Cuando la acumulación individual de conocimientos es escasa, resultamuy difícil escapar de la pobreza, por lo cual la desigualdad genera desigual-dad. Cuando la acumulación colectiva de conocimientos es escasa, resultamuy difícil alcanzar un desempeño exitoso en las ramas económicas más di-námicas. Así, la alta desigualdad que sigue prevaleciendo en América Latinacontribuye poderosamente a consolidar su situación neoperiférica.

6.4. Elementos para una recapitulación

Buscamos concluir esta monografía sobre la problemática del desarrollo enAmérica Latina destacando su proposito central: ofrecer al hipotético lectoruna gama variada de elementos de juicio que puedan servirle para hacersesu propia composición de lugar. En lo que sigue se encontrará, primero, unapresentación sumaria de un enfoque pionero sobre la teoría del desarrollo yde su revisión por el propio autor, lo que en conjunto tiene gran actualidad;se avanzará luego hacia una reconsideración de la noción misma del desa-rrollo, la que a continuación se vinculará con la temática científica y tecnoló-gica, para concluir con una reflexión sobre la sostenibilidad de los procesosde desarrollo.

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Cabe agregar que la“inserción neoperiféri-

ca” constituye el escenariotendencial, en el lenguaje habi-tual de la prospectiva, pero enmodo alguno el destino ineluc-table de América Latina. EnArocena (1997) discutimos es-cenarios alternativos para elfuturo de las relaciones entretransformación productiva yequidad en nuestro continente.

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6.4.1. Revisitando un enfoque pionero

La visión original del desarrollo que Albert Hirschman ofreció hace ya largotiempo, y que continuó elaborando durante décadas, sigue constituyendo unsugestivo punto de partida para repensar la temática. Como pequeña introduc-ción a un pensamiento riquísimo, recordamos algunas de las tesis centralesde su obra clásica, La estrategia del desarrollo económico, escrita a partir deuna intensa experiencia latinoamericana y publicada originalmente en 1958.

La siguiente cita resume su visión del asunto:

❘❚❚ “[…] el desarrollo no depende tanto de saber encontrar las combinaciones

óptimas de recursos y factores de producción dados como de conseguir, para

propósitos de desarrollo, aquellos recursos y capacidades que se encuentran

ocultos, diseminados o mal utilizados” (HIRSCHMAN, 1981, p. 17). ❚❚❘

Al analizar las perspectivas de avance, y a diferencia de los enfoques usua-les, el autor no pone el énfasis en diversos “obstáculos para el desarrollo”sino en las visiones colectivas prevalecientes:

❘❚❚ “Nuestro diagnóstico es, simplemente, que los países no aprovechan su

potencial de desarrollo debido a que, por razones relacionadas principalmente

con su imagen del cambio, encuentran difícil tomar el número adecuado de de-

cisiones para desarrollarse y hacerlo con la rapidez necesaria” (HIRSCHMAN,

1981, p. 36). ❚❚❘

Más en particular, “el desarrollo se ve frenado principalmente por el proble-ma de canalizar los ahorros existentes o potenciales hacia las oportunida-des productivas disponibles, es decir, por una escasez de la capacidad detomar y llevar a cabo las decisiones de desarrollo” (HIRSCHMAN, 1981, p. 45).A esta última Hirschman la denomina “capacidad para invertir”. En su pers-pectiva, el problema central es el de expandir esa capacidad de usar recur-sos para el desarrollo mediante decisiones que, generando desequilibrios,necesidades o posibilidades, impulsen o incluso presionen a adoptar nue-vas decisiones y a aprovechar otros recursos:

❘❚❚ “La forma en que la inversión conduce a más inversión a través de comple-

mentariedades y economías externas es una ‘ayuda’ inapreciable para el de-

sarrollo, que debe utilizarse conscientemente durante el proceso de desarro-

llo. Añade una presión especial a todo un grupo de decisiones de inversión e

incrementa de esta manera aquel recurso escaso e imposible de economizar

de los países de escaso desarrollo: la capacidad de tomar nuevas decisiones

de inversión” (HIRSCHMAN, 1981, p. 80). ❚❚❘

Por consiguiente, no se trata de impulsar procesos de crecimiento equilibra-do, que exigen precisamente usar en muy diversas áreas una capacidad

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para adoptar decisiones que constituye el “recurso escaso” de los paísessubdesarrollados. “En otras palabras, si un país pudiera aplicar la teoría delcrecimiento equilibrado no estaría subdesarrollado” (HIRSCHMAN, 1981, p.61). El subdesarrollo es considerado como “un estado donde existe una dis-ponibilidad potencial de la fuerza del trabajo, del capital, del espíritu de em-presa, etc. [que] pueden combinarse, a condición de que se consiga un ‘fac-tor de unión’ suficientemente fuerte” (ibid., p. 180). Para promover talescombinaciones, se trata de mpulsar avances generadores de desequilibriosen tanto éstos harán necesarios nuevos avances: “el desarrollo también ob-tiene nuevas fuerzas de las tensiones que crea” (ibid., p.180).

Hirschman ilustra su punto de vista mediante un ejemplo curioso, el pro-blema del mantenimiento.

❘❚❚ “Quizá ésta sea una de las fallas más características y extendidas del pa-

norama económico de los países subdesarrollados. La erosión del suelo, los

camiones parados, los techos con goteras, la maquinaria que se estropea pre-

maturamente, los puentes inseguros, las presas de irrigación atascadas, to-

das muestran la misma característica paradójica y penetrante: una atención

inadecuada al capital existente en países con escasos recursos de capital”

(HIRSCHMAN, 1981, p. 144). ❚❚❘

Frente a la alternativa más obvia o sencilla -priorizar actividades con esca-sas exigencias en materia de mantenimiento- reivindica la opuesta: “la ob-servación confirma nuestra hipótesis de que lo mejor que pueden hacer lospaíses subdesarrollados es dedicarse a aquellas actividades donde el man-tenimiento se impone ineludiblemente” (ibid., p. 145). La idea es que elloobligará a prestarle atención, lo cual a su vez puede enseñar a hacerlo y atenerlo en cuenta también en otras actividades. Es decir,

❘❚❚ “[...] los países subdesarrollados bien pueden tener un éxito sorprendente

acometiendo empresas con una tecnología complicada que debe mantenerse

en estado óptimo de operación. En estas industrias es donde puede adquirir-

se el hábito del mantenimiento y de ahí extenderse al resto de la economía.

Por otra parte, las industrias ‘simples’, que a menudo se aconsejan como pri-

mer paso a los países más pobres, pueden ser precisamente aquellas que ex-

hibirán una fuerte tendencia al deterioro. Pues al mismo tiempo que la falta

de mantenimiento no tiene consecuencias drásticas inmediatas (y por lo tanto

es probable que se le dé rienda suelta), a un plazo más largo puede represen-

tar un fuerte golpe adverso para la eficiencia y el estado de ánimo” (ibid., pp.

145-146). ❚❚❘

Hirschman “generaliza” la solución que para el problema del mantenimientopropone, sugiriendo que lo que conviene a los países subdesarrollados noes impulsar tareas donde el margen para la ineficiencia pueda ser mayor:“Como estos países tenderían a hacer mal los trabajos que pueden hacerseo bien o mal, tendrían una ventaja comparativa en trabajos que han de ha-cerse bien si se hacen” (ibid., p. 147).

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Por detrás de la aparente sencillez de las formulaciones, se dibuja unaconcepción profunda de la problemática del desarrollo, que apunta a la es-tructura de las oportunidades y de las exigencias, a las motivaciones de losactores, a los factores que inducen nuevas combinaciones, a los procesosde difusión de los cambios.

Ese enfoque llevó a Hirschman a introducir una noción capital, la de loseslabonamientos o enlaces. Al revisar décadas más tarde la obra glosada, di-ce el autor: “Los enlaces hacia atrás y hacia adelante han pasado a formarparte del lenguaje de la economía del desarrollo” (HIRSCHMAN, 1984, p. 87).Su conexión con el enfoque antes reseñado surge claramente de su caracte-rización misma:

❘❚❚ “He definido los efectos de enlace de una línea de productos como las fuer-

zas generadoras de inversiones que se ponen en movimiento, a través de las

relaciones insumo-producto, cuando son inadecuadas o inexistentes las insta-

laciones productivas que aportan insumos a esa línea o utilizan sus produc-

tos. Los enlaces hacia atrás conducen a nuevas inversiones en instalaciones

proveedoras de insumos y los enlaces hacia adelante conducen a nuevas in-

versiones en instalaciones usuarias del producto” (HIRSCHMAN, 1984, p. 89). ❚❚❘

Los enlaces o eslabonamientos son algo así como hilos con los que se vantejiendo los procesos de desarrollo:

❘❚❚ “Los enlaces constituyen gran parte de la experiencia del desarrollo por

una razón que ya ha sido señalada: el desarrollo es esencialmente el indica-

dor de la forma en que una cosa conduce a otra, y los enlaces son ese indica-

dor desde un punto de vista específico. Los enlaces se centran en ciertas ca-

racterísticas inherentes a las actividades productivas que ya están en proceso

en cierto momento. Dadas sus características estas actividades empujan -

más modestamente: invitan- a algunos operadores a asumir nuevas activida-

des” (ibid., p. 102). ❚❚❘

Cuando la temática de la innovación ha cobrado gran importancia, en parti-cular en relación con el desarrollo, cabe subrayar que los enlaces constitu-yen asimismo verdaderos inductores de innovación: “Existe un enlace siem-pre que una actividad origina presiones económicas o de otra clase queconducen a la realización de una actividad nueva” (ibid., p. 103).

Este enfoque puede ser entendido como una mirada a lo “micro”, desdemuy cerca, que focaliza la atención en las especificidades de los procesostécnico-productivos:

❘❚❚ “El pensamiento marxista se ha centrado tradicionalmente en muy pocas

constelaciones de fuerzas productivas -como los modos de producción feudal

o capitalista- que dominan amplias zonas geográficas y persisten durante lar-

gos períodos; se supone que de estas macroondas derivan ciertas configura-

ciones sociales y políticas. El enfoque de los enlaces también parte de los

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rasgos característicos de la tecnología y los procesos productivos para el en-

tendimiento de los hechos sociales, pero lo hace a escala mucho menor, en

detalle mucho mayor, y en un marco temporal mucho más limitado. Por lo tan-

to, el ‘micromarxismo’ podría ser un término adecuado para este intento de

demostración de que la forma del desarrollo económico, incluidos sus compo-

nentes sociales y políticos, puede imputarse a las actividades económicas es-

pecíficas de un país” (ibid., p. 119). ❚❚❘

El lector no debería descartar el valor del enfoque de los enlaces porque laúltima frase pueda sugerir una interpretación “monocausal” de la evoluciónsocial. Conviene subrayar que la cita proviene de un volumen en que, justa-mente, el autor se propuso “traspasar” las fronteras disciplinarias, yendo“de la economía a la política y más allá”. Inicia dicho volumen un ensayo fa-moso sobre el ascenso y la decadencia de la economía del desarrollo, quesubraya las limitaciones de un enfoque puramente económico de la cuestión:

❘❚❚ “[...] la economía del desarrollo surgió como la punta de lanza de un esfuer-

zo que habría de lograr una emancipación general del atraso. Para que tal es-

fuerzo cumpla su promesa, el desafío planteado por la política mala deberá

enfrentarse, en lugar de eludirse. Ahora está fuera de duda que esto no pue-

de hacerse sólo por la ciencia económica. Por esta razón no puede frenarse

por completo la declinación de la economía del desarrollo: nuestra subdiscipli-

na había alcanzado su considerable prestigio y atractivo gracias a la idea im-

plícita de que podría derrotar al dragón del atraso virtualmente sola, o por lo

menos que su contribución a esta tarea era decisiva. Ahora sabemos que no

es así; quizás nos consuele pensar que hemos ganado en madurez lo que he-

mos perdido en entusiasmo” (ibid., p. 38). ❚❚❘

La revisión crítica de la teoría del desarrollo abre camino a una perspectivaque “traspase” las contribuciones disciplinarias y analice desde diversos ángu-los los procesos a través de los cuales los cambios se van procesando y enla-zando. A través de enlaces de distinto tipo, se originan nuevas combinaciones,se usan potencialidades previamente desaprovechadas, se vinculan activida-des y se aprende a realizarlas. Es posible afirmar que los enlaces van constru-yendo los sistemas de innovación en las condiciones del subdesarrollo.

6.4.2. En torno del concepto de desarrollo

La recapitulación que ensayamos en este apartado lleva a reconsiderar lanoción misma de desarrollo y sus conexiones con el cambio productivo,asuntos que han aparecido más de una vez, de una forma u otra, en las pá-ginas precedentes. A esta altura, sugeriríamos al lector que vuelva al co-mienzo, relea la “Introducción: sobre la cuestión del desarrollo”, y la recon-sidere a partir de las reflexiones que le haya suscitado la lectura de lasdiversas partes de este texto.

La mencionada introducción concluía destacando las conexiones de la“economía política de la ciencia y la tecnología” con la cuestión del desarrollo.

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En el curso de esta recapitulación, corresponde pues retornar a la temáticade la ciencia y la tecnología.

6.4.3. El cambio técnico y la investigación endógena

Nos referiremos aquí a temas antaño muy discutidos en nuestro continente,pero a los que hoy se presta una atención insuficiente, pese a que son toda-vía más importantes que ayer y a que deben ser reconsiderados a la luz delas dinámicas contemporáneas. Puede ser útil sugerir algunos puntos parael análisis a partir de las propuestas cepalinas, cuyos lineamientos genera-les fueron presentados en un apartado anterior.

Dichas propuestas, según ya se destacó, plantean la incorporación del pro-greso técnico como columna vertebral y también como hilo conductor. En un do-cumento al que nos hemos referido reiteradas veces, se sugieren lineamientosde acción que incluyen “impulsar la creatividad en el acceso, difusión e innova-ción científico-tecnológicos”. Se habla de fortalecer la oferta de tecnología, lademanda de la misma y los enlaces entre ambas, así como de vincular el siste-ma de Ciencia y Tecnología (CyT) con el aparato productivo. Se describen

❘❚❚ “[...] cuatro áreas clave en materia de política tecnológica y de la corres-

pondiente infraestructura de apoyo:

- adquisición de la tecnología extranjera más adecuada para reducir la diferen-

cia entre la mejor práctica y el nivel internacional;

- uso y difusión racional de la tecnología, especialmente con el fin de reducir la

dispersión de la eficiencia económica entre empresas en diferentes sectores

y entre sectores;

- mejoramiento y desarrollo de tecnologías para mantener el ritmo de los avan-

ces más recientes;

- formación de recursos humanos que estén en condiciones de realizar eficaz-

mente las tareas señaladas” (CEPAL-UNESCO,1992, p. 169). ❚❚❘

Signficativamente, la investigación propia en CyT no es mencionada. Esaomisión luce contradictoria, por ejemplo, con el elocuente ejemplo de la si-derúrgica coreana POSCO que se menciona en este contexto (ibid., p. 177) yque cuenta con un Instituto de Investigación y un Centro de educación demáximo nivel, a los que se atribuye ser una de las claves del éxito competi-tivo de la empresa.

Se evidencia así lo que nos parece una carencia significativa de estos enfo-ques cepalinos, en los que no se expone con claridad la estrecha relación queexiste en cada país entre la deseada incorporación de progreso técnico y el de-sarrollo de la investigación. Éste es un punto neurálgico para el análisis de lasrelaciones entre ciencia, tecnología y desarrollo, y para la reconsideración dela cuestión del desarrollo en general; requiere pues atención especial.

Los planteos de la CEPAL se vertebran en torno de la incorporación de pro-greso técnico, su urgencia y su centralidad para la construcción de una“competitividad auténtica”. Creemos que tal proceso incluye dimensiones yrequisitos que no han sido tenidos en cuenta o cuya importancia ha sido in-debidamente subvaluada.

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El “cambio de paradigma técnico-productivo”, la “tercera revolución in-dustrial”, o como se prefiera designar a la gran mutación en curso, tiene uneje que de una u otra manera han señalado todos los que se ocupan del te-ma, y que los planteos cepalinos destacan ampliamente: la centralidad delconocimiento. Pues bien, una de las principales facetas de ello es el nuevopapel de la ciencia, tanto en la producción como en la actividad económicaen general.

Sintetizando considerablemente, puede decirse que hasta hace unostreinta años casi todo el conocimiento científico que se aplicaba habitual-mente estaba constituido por la denominada “ciencia madura”, la que ya haobtenido su lugar en los libros de texto, si se quiere decir así. Un cambiofundamental, que tiene que ver con el acortamiento del ciclo de tantos pro-ductos y se ejemplifica notablemente en la evolución de las llamadas “nue-vas tecnologías”, lo constituye el papel central que tiene hoy en el desarro-llo tecnológico la “ciencia de punta”, la que se está haciendo, a un grado talque las fronteras entre ciencia y tecnología prácticamente se esfuman enáreas relevantes. Dicho con pocas palabras, pero no mal, la capacidad demanejar la “ciencia calentita”, recién salida del horno y a veces sacada an-tes de tiempo, es cada vez más importante para afrontar las cuestiones dela incorporación del progreso técnico.

En suma, al mismo tiempo que el cambio técnico gravita crecientementeen la sociedad en general y en la producción en particular, la actividad cien-tífica pasa a incidir de forma mucho más inmediata y poderosa sobre la ge-neración de tecnología y sobre el conjunto de las prácticas sociales.

Hoy, para los países de la periferia, es pues todavía más importante queayer tanto la construcción de una estructura científica y tecnológica propia ysólida como el estrechamiento de sus lazos con el mundo que está afuerade las bibliotecas y los laboratorios, priorizando su relacionamiento con elsector productivo.

Semejante estructura no puede dejar de lado las denominadas CiencasBásicas, como a veces se sugiere, alegando sea que ellas no incidirían enlas aplicaciones, sea que a sus resultados se accedería directamente con-sultando la literatura científica internacional. Lo primero es cada vez másfalso; en realidad, cada nueva etapa en el avance técnico a partir de la Re-volución Industrial ha estado caracterizada por un drástico incremento delpapel de la ciencia fundamental en el desarrollo tecnológico, y ello, como yase apuntó, constituye uno de los rasgos mayores del período en curso. Encuanto a lo segundo, ha sido desmentido por los economistas del cambiotécnico que, al estudiar la utilidad económica de la investigación básica, su-brayan que el aporte de la misma consiste sobre todo en la formación degente con una competencia que les permite afrontar problemas nuevos y va-riados. Así lo destaca Keith Pavitt, en un análisis de las relaciones entre lasCiencias Básicas y la Innovación (UNESCO, 1993, p.134), donde subraya que,al revés de lo que comúnmente se cree, el beneficio económico principal dela investigación básica no es un conocimiento directamente aplicable a unconjunto estrecho de sectores, sino conocimiento de base, capacidades pa-ra la investigación, instrumentos y métodos que rinden dividendos positivospara un conjunto muy amplio de actividades. Entre otras cosas, agrega Pa-vitt, esto plantea un desafío para analistas y decisores políticos que siguenasumiendo que el “output” económico principal o único de la investigación bá-sica está constituido por información cuya aplicación es fácil o virtualmente

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gratuita, en vez de un imprescindible insumo para un más complejo y costo-so proceso de desarrollo tecnológico.

El desarrollo de la investigación propia y de alto nivel es requisito ineludi-ble para afrontar con perspectivas de éxito las diversas facetas incluidas enun proceso de incorporación de tecnología adecuada a las propias necesida-des. Las mismas incluyen la generación, la selección, la adaptación, latransferencia por acuerdo o por apropiación; ninguna de ellas es realizablesin capacidad científica y tecnológica propia, ni siquiera la compra. La com-plejidad de los factores involucrados -desde las necesidades específicas delcomprador hasta los poderes de persuasión de los grandes vendedores detecnología, pasando por la creciente sofisticación de la misma- determinaque incluso para saber comprar haya que tener ese grado de comprensiónen la materia que sólo puede alcanzarse a partir de la realización de activi-dades creativas vinculadas. La historia de la transferencia de tecnología es-tá repleta de casos de compras “llave en mano”, o sea, “sin desatar el pa-quete”, que supusieron fiascos productivos y despilfarros.

La expresión “paquete tecnológico” fue acuñada por Jorge Sábato, quien

❘❚❚ “[...] era un gran amante del tango, y contaba que cuando comenzó a traba-

jar sobre el tema de la transferencia de tecnología, le vino a la memoria aquel

tango de Discépolo [“Victoria”] que en una de sus estrofas dice: ¡Cuando de-

sate el paquete y manye que se ensartó! La conclusión es obvia. Cuando se

compra tecnología en forma acrítica, en ‘paquete’, el riesgo de equivocarse es

muy grande” (E. Fliess y M. Posada (eds.), Cuadernos de Ciencia y Tecnología

de la Universidad Nacional de Luján, No. 1, p. 5). ❚❚❘

Ningún país puede pretender generar toda la tecnología que usa; no lo preten-den los más avanzados. Pero ningún país que aspire a lograr algo parecido auna “competitividad auténtica” puede esperar comprar toda la tecnología queha de emplear. Tal competitividad ha de basarse en el uso inteligente de cier-tas especificidades, y ello no puede sino incluir la construcción de determina-das soluciones técnicas también específicas, que sería muy difícil y/o muyoneroso obtener en el mercado mundial de la tecnología.

Por otra parte, son numerosos los casos en los cuales la búsqueda de so-luciones con significativo contenido endógeno a problemas propios ha consti-tuido el punto de partida para la construcción de ventajas comparativas diná-micas, las que se basan en la permanente incorporación de trabajo altamentecalificado, como bien dicen los textos de la CEPAL. Pues bien, para ello es im-prescindible contar con investigación propia, original, de alta calidad.

La actividad económica contemporánea es un “continuo” en el cual la efi-ciencia se relaciona directamente con la capacidad para innovar en todoslos escalones de la cadena productiva: investigación científica básica, apli-cada y tecnológica; desarrollo experimental; relaciones de trabajo y estructu-ra de la cooperación; innovación en productos y procesos; organización ycontrol de la producción; gestión en general; información; distribución y co-mercialización; relaciones con los usuarios, etc. Supone pues una grave ca-rencia tanto la ausencia de algún eslabón de la cadena -es decir, la falta decapacidad propia a un nivel cualquiera- como la eventual desconexión de loseslabones.

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Por ello, en particular, deviene central toda la cuestión de la relación en-tre la investigación y el sector productivo, uno de los ámbitos más relevan-tes en los que se entreteje el tejido social de la innovación. Sin ocuparnosde sus diversas modalidades -convenios y proyectos conjuntos de todo tipo,parques tecnológicos, etc.- hoy en pleno florecimiento, notemos que las mis-mas constituyen vías privilegiadas para ciertos procesos en los que se en-carnan las cada vez más estrechas relaciones entre ciencia y producción.Ejemplo significativo lo constituye la incorporación a las empresas másavanzadas tecnológicamente de investigadores provenientes de los laborato-rios de ciencias básicas, provistos de una formación que resulta fecunda pa-ra la producción, lo cual incluye la tan destacada conversión en empresariosexitosos de investigadores también exitosos, cuya propia trayectoria materia-liza la transformación de una invención en innovación.

Notemos todavía que sin investigación propia de alta calidad la apuestaa la educación para la innovación está destinada al fracaso. Cuando lo deci-sivo es despertar el gusto, la capacidad y los hábitos para poder seguiraprendiendo toda la vida, pasan a ser decisivas las vinculaciones entre for-mación y creación. Cada disciplina debe ser presentada como una actividadabierta y en curso de transformación permanente, con énfasis en sus desa-fíos y posibilidades. Por lo tanto, los docentes tienen que haber sido forma-dos en ámbitos próximos a la investigación, y mantenerse en contacto conellos. Si lo único que realmente se puede aprender es a seguir aprendiendo,la preocupación debe desplazarse de los contenidos informativos y de losprogramas uniformizados al entrenamiento para abordar nuevos problemas.Y esto se aprende y se enseña trabajando cerca de los ámbitos donde se re-suelven problemas, donde se realiza tarea creativa.

El saber técnico es ya un factor central -y lo será cada vez más- en la de-sigualdad, entre los seres humanos y entre las naciones. La educación parala innovación, ligada con la creación, no es sólo imprescindible para el avan-ce productivo; es en sí misma clave de equidad y de democratización.

Los niveles y las formas de la incorporación del progreso técnico resultanpues relevantes no sólo en relación con el crecimiento económico sino tam-bién desde el punto de vista de la democracia y en relación con la depen-dencia de nuestros países, tema este último más bien olvidado en los nue-vos textos cepalinos. Es difícil no advertir que la capacidad para generar,dominar y utilizar la Ciencia y la Tecnología constituye un factor cada díamás gravitante en la “brecha” entre el centro y la periferia.

En definitiva, en lo que hace a la cuestión del desarrollo, tiene importanciaprimordial el fenómeno de la introducción dependiente de progreso técnico, queno sólo reproduce la subordinación a la cual debe su origen sino que además re-sulta poco eficiente. Ante todo, resulta más bien pasiva que activa: no favorecelas apuestas propias que constituyen la raíz de la competitividad auténtica.

Conviene todavía subrayar las consecuencias culturales -en el más am-plio sentido de la palabra- de la incorporación dependiente de progreso téc-nico, es decir, de la que tiene lugar bajo modalidades que no se apoyan enel fomento a la creatividad a todos los niveles. Cabe comparar sus efectoscon los de una enseñanza que, en lugar de preparar para encontrar solucio-nes propias a problemas nuevos, se centra en la transmisión de métodosestandarizados para encarar ejercicios conocidos. Ello genera costumbresrutinarias y actitudes dependientes, que no se circunscriben al ámbito invo-lucrado, pues la desconfianza en las propias capacidades es expansiva.

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La dinámica de la tecnología está conformada por un conjunto de proce-sos cuyas especificidades fueron bastante descuidadas por el pensamientolatinoamericano “clásico” acerca del desarrollo. Las propuestas cepalinasque hemos comentado prestan especial atención al tema, pero su enfoque,en términos globales, luce excesivamente optimista en relación con lo quedenomina como “progreso técnico”.

Ninguna reflexión sobre el presente puede olvidar la centralidad polifacé-tica del acontecer tecnológico, pero tampoco puede limitarse a destacar losaspectos positivos de lo que está lejos de ser sólo “progreso”. Múltiplesson los problemas que suscita la evolución de la Ciencia y la Tecnología, in-cluyendo los de tipo ambiental -de los que algo se dijo antes- pero sin redu-cirse en absoluto a ellos.

Quizás en ningún terreno la investigación ha recibido tanto apoyo guber-namental ni cosechado tantos “éxitos” como en lo que hace al arte de ma-tar. La capacidad de destrucción masiva generada por la ciencia moderna,que Hiroshima y Nagasaki pusieron brutalmente de manifiesto, no se reducea su empleo militar, como Chernobyl lo muestra más allá de toda duda. Lasnuevas tecnologías ofrecen nuevas posibilidades pero también generan todaclase de nuevos problemas, particularmente en el campo de la ética. La in-formática amenaza la vida privada y suministra un sustento potencial a nue-vas formas de discriminación. Aún más preocupantes lucen ciertos desarro-llos de la ingeniería genética. Estas cuestiones pueden afectar de maneraespecial a los países de la periferia. Pero aquí no intentamos listar proble-mas sino tan sólo recordar que la ciencia y la tecnología avanzan, vertigino-samente, para bien y para mal.

Una postura acrítica ante el cambio técnico conduce fácilmente a identifi-car progreso y modernización con imitación, impulsando en particular lacompra indiscriminada, por lo general costosa y a menudo ineficiente, de lasnovedades técnicas disponibles en los países del “centro”. No pocas vecesesa actitud convierte a los países periféricos en compradores de dispositi-vos en proceso de descarte, reactores u otros.

Más en general, semejante postura alimenta las tendencias a imitar laspautas de consumo prevalecientes en los países más ricos, lo cual se trans-forma en uno de los mayores obstáculos para una auténtica “transforma-ción productiva con equidad”.

Todo lo que antecede no hace sino reforzar la urgencia de construir una ca-pacidad propia en Ciencia y Tecnología. Ella es imprescindible en particularpara afrontar los riesgos emanados del cambio tecnológico que, como siem-pre ha sucedido a lo largo de la historia, son mayores para quienes los vivenpasivamente que para quienes los impulsan, pues los últimos disponen demejores medios para transferir los costos a los primeros. Una capacidad pro-pia en Ciencia y Tecnología es imprescindible para disponer de capacidad decrítica y alternativa ante la dinámica tecnológica, a defecto de lo cual se parti-cipa bastante menos en sus beneficios que en el pago de sus platos rotos.

6.4.4. Desarrollo sustentable y autosostenido

De cara al futuro, hace falta pensar en procesos de desarrollo sustentablesy, más aún, en términos de desarrollo autosostenido, pues no se trata sólode evitar que el proceso de desarrollo socave sus propios sustentos sino,

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además, de lograr que sea capaz de robustecer sus aspectos endógenos,las fuentes sociales y culturales de su propio dinamismo.

En tal perspectiva, parecería que la confluencia (el matrimonio, si se pre-fiere) entre tecnología y ecología ha de constituir una preocupación central.

La preservación y recuperación del ambiente es inviable sin incorporacióny generación de tecnología, específicamente para tales fines y más en gene-ral para enfrentar las tendencias a la degradación ambiental que surgen dela miseria y del estancamiento económico.

A la inversa, el crecimiento técnico-productivo prevaleciente en nuestraépoca es ambientalmente cada vez menos sustentable, por lo cual urge al-terar sus lineamientos; ello supone, entre otras cosas, una reorientación delas prioridades de la investigación para impulsar la innovación técnico-ecoló-gica, conjugando una “I+D” apropiada a los requisitos ambientales contransformaciones a nivel de la gestión y la participación.

La magnitud de los problemas que se dibujan en el horizonte permitesospechar, por otra parte, que volverá a confirmarse una y otra vez una delas lecciones de la historia más firmemente establecidas: las respuestasque pueden considerarse exitosas, de pueblos y naciones confrontados a re-tos sustantivos, no suelen estar asociadas con la simple reproducción deexperiencias ajenas sino más bien con la capacidad de adaptar con una al-ta cuota de originalidad y aun de hacer cosas enteramente nuevas.

En esa perspectiva, parece imprescindible volver a hacer un lugar a labúsqueda de los “caminos propios” hacia el desarrollo, caminos que apun-ten no tanto a lo que ya existe -y a las best practices de hoy, que serán lasde ayer cuando se logre eventualmente replicarlas- sino a lo que se dibujacomo posible, en tanto conjunto probable de consecuencias de la dialécticaentre tendencias objetivas y necesidades percibidas.

Ilustra elocuentemente este punto de vista lo que dice Christopher Free-man (1992, pp.207-209), cuando plantea la cuestión de pensar, diseñar yconstruir las instituciones y las tecnologías que pudieran combinarse en unnuevo paradigma técnico-económico “verde”.

Obviamente, las dificultades e incertidumbres técnicas y económicasasociadas con semejante propósito no sabrían ser minimizadas: en el mejorde los casos, esa idea no puede ser más que una guía para la reflexión y laacción.

Notemos, sin embargo, que a este respecto no todo es incertidumbre, enparticular, porque el surgimiento de un nuevo paradigma es en gran medidaun fenómeno de difusión, que incluye aplicaciones nuevas de tecnologías yaexistentes.

En tal perspectiva, la noción de “nuevo paradigma técnico-económico ver-de” puede ofrecer ciertas orientaciones a la acción informada por la refle-xión prospectiva, en el entendido por cierto de que avanzar hacia su concre-ción “requerirá innovaciones sistémicas radicales”, al decir de Freeman,quien sostiene:

❘❚❚ “Semejante programa debiera estructurarse a partir de redes de trabajo,

debido a la gran variedad de participantes. Es esencial incluir en el mismo a

los usuarios potenciales de los nuevos productos y sistemas así como a los

innovadores, e incluir a las universidades así como a las industrias, para ase-

gurar que las soluciones más imaginativas y radicales sean exploradas.” ❚❚❘

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Por otra parte, “la multidisciplinariedad constituiría un rasgo esencial delprograma y sería vitalmente importante incorporar al mismo desde un co-mienzo tanto a científicos sociales como a científicos naturales”.

La expansión de las actividades científicas y tecnológicas ha llegado aconstituir, en nuestro tiempo, el principal factor del crecimiento económico yuno de los grandes impulsores de los procesos de innovación en general.Todo ello supone desafíos mútiples, que no se reducen por cierto a los quese relacionan con el medio ambiente, pero que desde este punto de vista re-velan toda su entidad. En efecto, la cuestión ecológica evidencia la necesi-dad de buscar alternativas a las formas del crecimiento económico que pre-valecen en el presente. Resulta pues fundamental averiguar si semejantebúsqueda de alternativas puede sustentarse en ciertas tendencias objetivasde la evolución técnico-productiva contemporánea.

Lo que antecede realza la importancia de la labor prospectiva, particular-mente en lo que tiene que ver con el proceso del cambio técnico y sus rela-ciones con la sociedad; la construcción de alternativas para el desarrollo re-sulta de la interacción entre tendencias relativamente objetivas y proyectoscolectivos; el futuro ni está predeterminado ni puede seguir cualquier derro-tero. Escudriñar las grandes tendencias de la evolución social contemporá-nea, intentar calibrar a tiempo peligros y oportunidades, elaborar escenariosalternativos que ayuden a prevenir los primeros y aprovechar las segundas:esos cometidos, propios de la tarea prospectiva sistemática, son parte ne-cesaria de las políticas para la innovación.

La prospectiva es pues una de las herramientas requeridas por “la erade la incertidumbre” en la que nos hemos encontrado al llegar a las déca-das finales del siglo, y en la cual se agigantan algunos desafíos mayores alos que ya se hizo referencia, entre los que se destaca la tendencia a la mar-ginación de grandes contingentes de seres humanos.

Afrontar tales retos exige cultivar el potencial de creación propia: corres-ponde reiterarlo al reivindicar la necesaria confluencia de tecnología y ecolo-gía, elocuentemente ilustrada por la idea de apuntar a la construcción de unnuevo paradigma técnico-económico verde. Todo ello, en efecto, requiere ex-plorar trayectorias muy dependientes de las especificidades regionales y cul-turales, para lo cual es imprescindible disponer, en cada país y en cada re-gión, de un potencial propio para la innovación, tanto tecnológica yproductiva como institucional y cultural. Entre los sustentos de semejantepotencial, dos llamados a tener relevancia creciente han sido destacados ensecciones anteriores:a) la generalización de una educación superior de calidad, susceptible de

permanente renovación, cuya diversificación le permita llegar a la mayoríade la población;

b) la construcción y permanente ampliación de una capacidad endógena deinvestigación.

Ahora bien, ¿a quiénes corresponde impulsar esas y otras tareas cuya con-jugación constituye el desarrollo autosostenido? Al intentar reformular lacuestión del desarrollo en el contexto de la problemática contemporánea dela innovación, es preciso reconsiderar esa interrogante central: ¿quiénesson los protagonistas del desarrollo?

La propia noción de Sistema Nacional de Innovación apunta a una plura-lidad de actores y a una diversificación de escenarios que desbordan los

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En Arocena (1993b)nos ocupamos de lasposibilidades de la labor pros-pectiva en América Latina.

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marcos más tradicionales del pensamiento acerca del desarrollo, pero queempalman de manera natural con la reflexión latinoamericana específicaacerca del enfrentamiento a la dependencia tecnológica. En efecto, hace yatiempo que entre nosotros se maneja la noción del “triángulo de Sábato”,cuyos “vértices” representan tres agentes fundamentales del desarrollo -elEstado, los empresarios, los técnicos- y cuyos “lados” simbolizan las nece-sarias conexiones entre ellos. Esta metáfora puede verse como una antici-pación del concepto de Sistema Nacional de Innovación y, también, como elbosquejo de una concepción del desarrollo a partir de la confluencia de ac-tores colectivos. En esta dirección parece necesario avanzar.

En efecto, definitivamente superadas -en la práctica y en la teoría- hanquedado las concepciones que hacían del Estado el primer actor y máximorector del desarrollo. Nada, en la teoría como en la práctica, demuestra queel mercado pueda reemplazarlo como garante y orientador en exclusividadde un proceso de desarrollo autosostenido. Una y otra visión, simplificado-ras en un grado que resulta altamente contraproducente de cara a la com-plejidad de nuestra época, resultan anacrónicas en el contexto de las for-mas del pensar contemporáneo. No se trata de seguir buscando el demiurgodel desarrollo sino de encarar la problemática de la pluralidad.

El prolongado y no demasiado fructífero debate “estado vs. mercado” hadejado empero algunas cosas en claro. Entre ellas, la importancia estratégi-ca de la intervención gubernamental para fomentar la construcción local decapacidad tecnológica, particularmente en lo que hace al manejo de la infor-mación, a la asimilación efectiva de nuevos conocimientos, a la negociaciónde tecnología, a la asunción de riesgos, a la disponibilidad de crédito, a la in-fraestructura requerida para el funcionamiento de los mercados, a la racio-nalización de la industria y a la minimización de los costos sociales asocia-dos y, en general, “a la navegación por los mares, para los que no existenmapas, de las potenciales ventajas comparativas dinámicas” (BARDHAN,1988, p. 62).

Políticas públicas, en áreas como las mencionadas, son seguramente im-prescindibles. Pero también son insuficientes para impulsar el desarrollo au-tosostenido. Para ello hace falta avanzar hacia la conformación de un “polí-gono”, que amplíe el “triángulo de Sábato” mediante la inclusión de otros“vértices”: trabajadores organizados, organizaciones estudiantiles y juveni-les, movimientos ambientalistas, educadores, comunicadores, una diversi-dad de ONGs, etc.; es preciso asimismo avanzar hacia el funcionamiento“sistémico” del “polígono” a partir de las vinculaciones entre sus “vértices”,de lo cual el hoy tan a la moda relacionamiento universidades-sector produc-tivo-gobierno es un aspecto relevante, entre otros. No menos importante hade ser, por ejemplo, el relacionamiento entre el sistema educativo, los insti-tutos tecnológicos de I+D y los sindicatos.

Pero semejante enfoque -que tiende a ver al desarrollo como el fruto deconfluencias variadas, difíciles y hasta conflictivas, de una pluralidad de ac-tores colectivos- es más bien parte del problema que de su solución, en lamedida en que creemos asistir a una cierta fragmentación y al debilitamien-to de los actores colectivos con inspiración laica, orientados hacia el futuroy con capacidad de iniciativa histórica.

Así encarada, la cuestión del desarrollo es también, y fundamentalmente,la de la revitalización y renovación de los actores colectivos, en un mundodonde parece haber poco espacio para ellos entre el nivel más global, de la

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economía y las comunicaciones planetarias, y el nivel individual.Esta última observación, como otras previas, señala una de las conexio-

nes de nuestro tema con el del “desarrollo local” y con la valorización de la“comarca”, como ámbito donde es posible que las especificidades y lasidentidades sean realmente tomadas en cuenta, donde las dimensiones in-volucradas y la trama de relaciones sociales abren posibilidades a la colabo-ración de agentes diversos en torno de proyectos concretos, donde tales ex-periencias pueden ir configurando simultáneamente una estrategia dedesarrollo y una confluencia de actores en torno de ella.

El problema de la acción colectiva se vincula, asimismo, con la importan-cia de nociones orientadoras como las que se refieren a un paradigma téc-nico-económico “verde”. En efecto, a la vista de la relevancia de la cuestiónambiental y de su comprensible impacto entre los jóvenes, incluyendo a mu-chos que tienen o aspiran a tener altos niveles de formación, cabe conjetu-rar que tales nociones pueden ofrecer un “horizonte de sentido” que interac-túe positivamente con el surgimiento o la renovación de actores colectivos,orientados hacia formas del desarrollo autosostenido y vinculados con laeducación, la generación de conocimientos, la problemática local, las for-mas alternativas de producción y gestión, o la revalorización de las identida-des colectivas como fuentes de respuesta a los desafíos de la innovación.

En última instancia, la cuestión del desarrollo desemboca en la proble-mática de los valores, los estilos de vida y los proyectos colectivos.

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Problemas del Desarrollo en América Latina

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