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Edita: Asociación para el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales e Institucionales. Redacción: C/ Saúco 1, 2º-3. 28039 Madrid Teléfono/Fax: 91 311 27 93 Correo electrónico: [email protected] Equipo de Redacción: Antonio Tarí, Emilio Irazábal, Federico Suárez, Teresa Yago, Carmen Albéniz. Consejo Directivo: Ana Távora, psiquiatra; Antonio Tarí, psi- quiatra; Diego Vico, psiquiatra; Emilio Irazábal, psicólogo; Federico Suárez, psicó- logo; Javier Serrano, médico psicoanalista; Violeta Suárez, psicóloga; Yolanda Sanchís, psicóloga; Raúl Cifuentes, médico; Esteban Merchán, psicólogo; Leonel D. Mendoça, psicólogo; Carmen Lafuente, psicóloga; María Asín, psicóloga; Carmen Albéniz, enfermera y psicóloga; Milagros Ramasco, enfermera y socióloga. Diseño: A. Díaz / A. Espejo Edición/Realización/Impresión: Dincolor Artes Gráficas ISSN: 1134-9999 Depósito Legal: M-24122-1994 Publicación incluida en la Base de Datos ISOC, elaborada en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Los artículos publicados son propiedad de los autores. El erquipo de redacción no se hace responsable de las opiniones en ellos expresadas. sumario editorial materiales Una experiencia grupal: seminario para padres y madres sobre Adolescencia. César Galán El dispositivo del Grupo Operativo y el Acogimiento heterofamiliar. Fiorenza Milano Experiencias de trabajo grupal en la práctica profesional. Carmen Martín Madrazo Trabajo grupal con pacientes de cáncer de mama. María Asín Algunos comentarios sobre el trabajo con familiares de enfermos mentales. Amelia Palancar Sobre intervenciones grupales en un Hospital de Día. Diego Vico La agresividad en los grupos. Winnicott y la intersubjetividad. El silencio, el silenciar y el callar. Leonel Dozza Globalización y Salud Mental. Leonardo Montecchi Relectura de Psicoanálisis y la Revolución Social. Armando Bauleo Del psicoanálisis a la psicología social (octubre, 1972). Enrique Pichon-Rivière y Ana P.Quiroga Pichon-Rivière habla sobre J. Lacan (extracto de entrevista) crítica bibliográfica Il gruppo in psichiatria. Antonio Tari El femenismo y sus diferencias. Esther Moreno López 8 12 17 22 24 27 36 52 55 58 61 64 66

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Edita:Asociación para el Estudio de TemasGrupales, Psicosociales e Institucionales.Redacción: C/ Saúco 1, 2º-3.28039 MadridTeléfono/Fax: 91 311 27 93Correo electrónico: [email protected]

Equipo de Redacción:Antonio Tarí, Emilio Irazábal, FedericoSuárez, Teresa Yago, Carmen Albéniz.

Consejo Directivo:Ana Távora, psiquiatra; Antonio Tarí, psi-quiatra; Diego Vico, psiquiatra; EmilioIrazábal, psicólogo; Federico Suárez, psicó-logo; Javier Serrano, médico psicoanalista;Violeta Suárez, psicóloga; Yolanda Sanchís,psicóloga; Raúl Cifuentes, médico; EstebanMerchán, psicólogo; Leonel D. Mendoça,psicólogo; Carmen Lafuente, psicóloga;María Asín, psicóloga; Carmen Albéniz,enfermera y psicóloga; Milagros Ramasco,enfermera y socióloga.

Diseño:A. Díaz / A. Espejo

Edición/Realización/Impresión:Dincolor Artes Gráficas

ISSN:1134-9999

Depósito Legal:M-24122-1994

Publicación incluida en la Base de Datos ISOC,elaborada en el Consejo Superior de Investigaciones

Científicas.

Los artículos publicados son propiedad de los autores.El erquipo de redacción no se hace responsable

de las opiniones en ellos expresadas.

s u m a r i o

editorial

materiales

Una experiencia grupal: seminario para padres ymadres sobre Adolescencia.César Galán

El dispositivo del Grupo Operativo y elAcogimiento heterofamiliar. Fiorenza Milano

Experiencias de trabajo grupal en la práctica profesional.Carmen Martín Madrazo

Trabajo grupal con pacientes de cáncer demama.María Asín

Algunos comentarios sobre el trabajo con familiares de enfermos mentales.Amelia Palancar

Sobre intervenciones grupales en un Hospital de Día.Diego Vico

La agresividad en los grupos. Winnicott y laintersubjetividad. El silencio, el silenciar y el callar.Leonel Dozza

Globalización y Salud Mental.Leonardo Montecchi

Relectura de Psicoanálisis y la RevoluciónSocial.Armando Bauleo

Del psicoanálisis a la psicología social (octubre,1972).

Enrique Pichon-Rivière y Ana P. QuirogaPichon-Rivière habla sobre J. Lacan (extracto de entrevista)

crítica bibliográfica

Il gruppo in psichiatria.Antonio Tari

El femenismo y sus diferencias.Esther Moreno López

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e d i t o r i a l

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A PRENDER a coordinar grupos no es tarea fácil. Nos ha llevadomucho tiempo conseguir un cierto sosiego en el ejercicio de ese roly por eso nos gustaría hablaros de ello. Todo el proceso de forma-

ción y, posteriormente, de especialización, ha estado repleto de inseguri-dades, incertidumbres y todo tipo de ansiedades de las que hablan los tex-tos.

Difícil saber cuántas de esas ansiedades provenían de unos encuadresprofesionales poco desarrollados, cuántas provenían de la propia tarea (eltrabajo con grupos) y cuántas de características más personales.

El propio método de formación (aprender sobre grupos y en grupo)provoca ansiedad, por eso atrae a unos y ahuyenta a otros. Es un mode-lo más terapéutico que didáctico, más centrado en las “aperturas” que enlas síntesis. Defensivamente hablando, es más contrafóbico que fóbico.

Es un modelo que, al compararlo con otras formaciones, sobre todo lapsicoanalítica, tiene sus ventajas e inconvenientes. Nos hace (o nos hahecho) más desprejuiciados en el pensar aunque menos sistemáticos (tam-bién en el pensar).

Algo tendrá que ver con esto el hecho de que de todos los que parti-cipamos en los inicios de los grupos operativos en España, allá por losaños 75-76, somos una minoría los que hemos sobrevivido y nos segui-mos manteniendo en esa línea de trabajo. Los otros se fueron descolgan-do en el camino para acercarse a proyectos y pertenencias profesionales,aparentemente más clarificadas y con más futuro.

Algunos de estos sobrevivientes nos volvimos a agrupar, hace ya unosaños, para llevar adelante un proyecto de Revista. El Nº 0 salió en marzodel 94. Con este Nº 9 hemos editado diez en nueve años. No está nadamal en estos tiempos tan poco propicios. Alguna solidez como grupo yatenemos lograda, y nos disponemos a entrar en nuevos proyectos. Es puesun buen momento para dar otra vuelta de tuerca a nuestro encuadre pro-fesional.

La escritura

Es importante el que escribamos sobre las experiencias grupales querealizamos. Obtenemos información sobre lo que hacen los compañeros ycómo lo piensan. Nos vamos haciendo una especie de mapa de nuestrapresencia. Sentimos la compañía y facilita el intercambio y la comunica-ción a otro nivel.

nº 9 • Primavera 2003

Los de los Grupos Operativos¿Qué problemas tenemos?

E d i t o r i a l

4Primavera 2003 • nº 9

Los artículos que se presentan en este número cumplen esas funcionesy, además,... destilan optimismo.

Hay otro tipo de artículos que añaden elementos para seguir pensandoy situando problemas y conceptos... para ir “haciendo teoría”. El trabajode Leonel Dozza es uno de ellos. Este artículo produce un avance en laexplicitación de problemas sobre la relación grupo-coordinación, y nos daclaves para ir concretando nódulos importantes de nuestra técnica de tra-bajo.

Agradecemos a Leonel el esfuerzo que ha hecho, tanto al plantear eltema de la agresividad grupal en una reunión de trabajo como al promo-ver las discusiones posteriores con algunos de nosotros sobre el borradorque nos presentó. Es un artículo que tiene algo de colectivo pues tienemuy en cuenta la discusión suscitada. Lo cual da más fuerza y relevanciaa sus planteamientos.

Por lo que repercute en el contenido de la Revista, abre (o reabre denuevo) un interés que estaba en su origen: la de ser no sólo una seleccióncuidada de trabajos recibidos y solicitados, sino también la de mostrar conmás evidencia resultados concretos de nuestro trabajo como grupo.

Estaría bien que en el futuro, cada número que editemos “espere” a quese realice esa discusión grupal para mostrar frutos de lo trabajado. No hayprisa, no tenemos urgencias ni compromisos,... ni tampoco muchosmedios.

La bibliografía

Al leer los artículos de este número llama la atención la casi ausenciade referencias bibliográficas de autores grupales en que supuestamentenos deberíamos apoyar.

Buscando razones de esta ausencia, surgen varias explicaciones:

– La bibliografía existente nos resulta poco atrayente. Los que nosdedicamos a la formación grupal sabemos de las quejas por la difi-cultad de leer y entender los textos que planteamos.

– La bibliografía existente nos resulta poco útil para pensar en lassituaciones grupales en las que estamos trabajando.

– O, simplemente, no tenemos esa biblioteca de apoyo. A lo mejor, lasideas y aportaciones buenas y claras no están escritas, circulan demanera oral y es más difícil retenerlas.

Pero, entonces, ¿qué debemos leer? ¿dónde buscar las ideas?. Pongamosun ejemplo:

A. Bauleo, en una conferencia que dio en Madrid hace dos años, decía:“...la curación, la rehabilitación, la formación, la prevención, etc., siempreson producto y resultado de un vínculo, no de un individuo aislado de sucontexto como la ideología individualista intenta inculcar...”.

L o s d e l o s g r u p o s o p e r a t i v o s ¿ q u é p r o b l e m a s t e n e m o s ?

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Estamos bastante de acuerdo con esta aseveración, siempre y cuandovayamos teniendo claro los límites en nuestras pretensiones terapéuticas(la madurez profesional no debe caer en un ingenuo “ambientalismo”.Observamos día tras día cómo los pacientes o alumnos mantienen susestereotípias, también vemos cómo la farmacología va secuestrando terre-no al aprendizaje por la experiencia. Pero también constatamos que elgrupo no es un “consuelo para impotentes”, como parece ser que lo venmuchos).

Entonces, el vínculo es un tema importante para trabajar, y sobre ellohay mucho escrito, aunque no precisamente sean los autores grupalistasquienes mejor lo plantean.

A lo largo de los números que venimos editando, existen trabajos dealgunos de nosotros (los de Diego Vico son un claro exponente) quehacen énfasis en esta idea..

También podemos ser optimistas en este tema. Quizás haya que seguirtrabajando en separar el grano de la paja de esa “biblioteca de apoyo”.

Los conceptos

Desde sus comienzos en España, la formación en grupo operativo fueatrayendo a distintos tipos de profesionales. La heterogeneidad de estosgrupos de formación (profesionales de la medicina, enfermería, psiquia-tría, psicología,...) fue produciendo a su vez una diversidad en la manerade pensar y utilizar estos conocimientos.

Algunos de estos profesionales han ido aplicando estos conocimientosa temas de gestión y coordinación de equipos, dando lugar a experienciasmuy interesantes y que han dejado huella, resaltando notablemente en elcontraste con otros modelos.

Es en el terreno de la clínica y la terapia donde las aplicaciones resul-tan más problemáticas y donde nuestro ECRO mantiene núcleos confusosy dilemáticos. Intentaremos explicarlo.

Para los profesionales cercanos al psicoanálisis, el grupo operativo apa-reció como un instrumento muy asequible y fácil de “hacerse” con él. Laconceptualización del grupo operativo ha sido construida sobre la base deconceptos psicoanalíticos kleinianos, lo cual favorecía este acercamiento.Estos profesionales han ido diseñando una especie de lugar o espacio parael grupo operativo. Algo así como una técnica auxiliar que podía comple-mentar y “embellecer” su actividad clínica central (individual).

Pero existen otros profesionales que hemos puesto el grupo operativo,no como técnica auxiliar, sino como instrumento principal en nuestroquehacer. Contemplamos el grupo como actividad central donde ponemoslas mejores perspectivas terapéuticas.

Es claro que el primer uso es más mayoritario que el segundo.

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¿Cuándo hablamos de grupo, unos y otros, estamos hablando de lomismo?. Claramente no. Las diferencias saltan en muchos puntos: desde lacreencia en el proceso grupal, en las habilidades y movimientos del coor-dinador, hasta el cuidado y esmero que ponemos en el diseño y protec-ción del encuadre grupal.

Según pasan los años, uno se vuelve más radical y hace menos conce-siones en las dos o tres cosas que tiene claras. Siempre hemos tenido lasensación de que, en este dilema, han vencido los otros, de que el refrán“a río revuelto, ganancia de pescadores” es muy cierto. No queremos máscomplicidades de este tipo. Preferimos seguir perteneciendo a esa mino-ría. Optamos por la satisfacción que uno recibe al constatar, día a día, queel trabajo grupal (bien organizado y bien llevado) es el recurso metodo-lógico que mejor conjuga con nuestras ideas sobre la salud mental, sobrela terapia y el aprendizaje.

Los grupos dan vida. No hace mucho comentábamos entre nosotrosque los días que vamos más alegres y vitales a trabajar, suele coincidir conlos días que tenemos alguna sesión de grupo. Percibimos en los pacientesparecidas cosas. Les vemos que, una vez pasadas las dos o tres primerassesiones, también vienen alegres, más arreglados e interesados. Hasta laslágrimas y sufrimientos saben de otra manera.

Y cuando tenemos la oportunidad de comprobarlo, meses o años des-pués de finalizado el grupo, vemos que realmente les ha servido.

Paradójicamente, el grupo reúne las condiciones para ser uno de lostratamientos psicoterápicos más completos, para el individuo.

Pero debe de haber algo en nuestra teoría que permita pensar el grupooperativo como técnica auxiliar y como instrumento terapéutico central.Aquí hay gato encerrado o una especie de equívoco epistemológico.

El esquema conceptual del grupo operativo es muy escueto y aparen-temente sencillo. Si estudiamos dos artículos centrales: “Grupos operativosen la enseñanza” de J. Bleger y “La noción de tarea en psiquiatría” de E.Pichon-Rivière y A. Bauleo, parecería que podemos definir las caracterís-ticas básicas del esquema.

Es imposible que sea así, pero así parece. ¿Es ese el equívoco?.

Abordar el equívoco nos va a suponer interrogar a cada uno de los con-ceptos básicos con los que nos manejamos, ver sus posibilidades actualesde explicación y desarrollo, y así poder resituar su lugar en el esquema.

Podríamos finalizar aquí este editorial, ya que el listado de problemasexpuestos es más que suficiente para unas cuantas jornadas de trabajo,pero no queremos hacerlo sin antes señalar un posible ejemplo de abor-daje del equívoco y que ha ido surgiendo mientras redactábamos este edi-torial.

La reflexión se centraba en el tema de la duración de los grupos. Ungrupo de seis meses de duración, ¿es similar a otro de un año?. ¿En qué se

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diferencian? ¿uno es más operativo que otro? ¿por qué?.Supongamos queel de mayor duración es más productivo porque, entre otras cosas, tienela posibilidad de repetir y volver a los problemas que ya fueron plantea-dos en el primer tramo, además de permitir o provocar la aparición deotros aspectos que ni siquiera estaban contemplados en el inicio.Entonces, el otro grupo, ¿se quedó “a medias”?. Sí. Y además suele ocurrircon bastante frecuencia. Nos apoyamos en que el encuadre así lo fijaba yescondemos nuestras dudas sobre los objetivos logrados recurriendo a lasinterpretaciones sobre el duelo y la ansiedad de separación, olvidándonospronto de esa sensación incómoda de dejar las cosas a medias, en lugarde preguntarnos cuál debe ser el tiempo real para que un grupo operati-vo sea operativo, es decir, terapéutico.

El grupo necesita tiempo para conocerse y así poder incluir este cono-cimiento en el propio trabajo grupal. El coordinador también necesita esetiempo, para poder trabajar con los integrantes, interaccionar con ellos yno sólo remitirlos al fenómeno grupal, rehuyendo el “cara a cara” con elindividuo y refugiándose en el peligroso “aquí y ahora”.

El grupo necesita tiempo, el necesario para abordar sus problemasindividuales y grupales, y no quedarse a medias, perdiendo así casi todasu potencialidad terapéutica y dando la razón a los que piensan el traba-jo grupal como técnica auxiliar. Las instituciones, sus responsables, pre-fieren los grupos “cortos”, crear la sensación de que “se hacen cosas” porlos individuos, no sólo por sus síntomas. Pero los profesionales “asisten-ciales” no tenemos porque pensar igual.

Equipo de Redacción

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m a t e r i a l e s

Una experiencia grupal:Seminario para padres y madres sobre adolescencia

César R. Galán Cueli*

D ESDE hace 9 años se vienen desarrollando,en un municipio de la Comunidad deMadrid que tiene una población cercana a

los 100.000 habitantes (Alcobendas), experienciasgrupales de carácter “formativo” dirigidas a padresy madres de adolescentes.

En la convocatoria pública, que se hace a travésde los medios de comunicación y mediante dípti-co remitido a las familias de los alumnos de 1º a 4ºde educación secundaria, se contemplan los cam-bios que al llegar a la adolescencia se notan en sucomportamiento: “se enfrenta mucho a las opinio-nes de la familia, presta más atención a sus amigosque a usted, los padres le parecen viejos y anti-cuados, se viste de formas que a usted le parecenraras, ha cambiado sus gustos en relación a susamistades, no es consciente de los peligros queexisten fuera y, además, ya no se interesa tanto porlos estudios”..., y se les ofrece un “espacio grupalde reflexión, de intercambio de experiencias y opi-niones –coordinado por un psicólogo–, dondepueden aclarar y entender el comportamiento desu hijo/a adolescente, a la vez que el suyo propiocomo padre y madre preocupado”.

Durante este período de tiempo se han venidorealizando un promedio de 4/6 grupos por año,desarrollados por diferentes coordinadores, quetrabajan durante un trimestre (13 sesiones) un díaa la semana, con una duración de hora y mediacada sesión.

Las razones por las que acuden los padres ymadres son múltiples. Cuando se expresan porescrito (en la última sesión se entrega un modelode evaluación individual que incluye las razonespor las que acudieron) se formulan como: “com-prender mejor a sus hijos”, “conocer qué les estápasando”, “nos ponen nerviosos y nos sentimosintranquilos”, “quieren entenderles”, “no sabencomo tratarles”... Sin embargo, detrás de esas pala-

bras aparece la historia de una relación de cadauna de las personas con sus hijos y con su propiaadolescencia (tal como surge en la primera sesiónde presentación y escucha de la demanda) y unintento de re-elaborarla a través de una experien-cia en grupo –algo que probablemente tiene quever con cómo se construyeron ellos/as cuandovivieron, también, su adolescencia/juventud–.

El modelo de trabajo que utilizamos es la técni-ca de grupo operativo donde el coordinador pre-senta una información en cada sesión que sirvecomo pretexto de trabajo para ir haciendo “tarea”,una información que provoca un debate y que esreplanteada por el grupo en función de sus expe-riencias anteriores y del contexto (se parte de con-siderar que sólo hay aprendizaje cuando los suje-tos elaboran sus relaciones interpersonales y afec-tos puestos en juego por la información, es decir,trabajamos con una “didáctica grupal” basada en laelaboración de los elementos afectivos quecomienza a desencadenarse a partir de la circula-ción de las informaciones).

La primera sesión –introducción– es de presen-tación del coordinador y de los participantes, deescucha de la demanda (quienes son, por qué vie-nen, qué esperan, cuales son sus temores...) y deencuadre de la tarea (recogida de sus preocupa-ciones, delimitación de espacios y tiempos, modode trabajo y un esbozo de algunos de lostemas/contenidos básicos a trabajar). Es decir, sedefinen espacio, tiempo, roles y tarea como pre-misa para que puedan darse las necesarias articu-laciones del pensar –emoción– acción..

A lo largo del seminario se trabaja, en diferen-tes sesiones:

• La adolescencia como una crisis de creci-miento, como momento de “iniciación” a la vida yde construcción de la propia identidad. Las dificul-tades por las que hay que preocuparse (sufrimien-

* César Galán es psicólogo. Centro Psicopedagógico Municipal. Patronato Sociocultural de Alcobendas (Madrid)

Una experiencia grupal: seminario para padres y madres sobre Adolescencia

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to excesivo que demanda ayuda) y lo que es “nor-mal” en este proceso.

• La “pubertad” con un cuerpo que cambia (elduelo por el cuerpo infantil perdido, la mirada cor-poral a través del espejo, la ropa.. ) y con una“poussé” hormonal que trae consigo y aboca a lapregunta ¿qué soy?, ¿qué es ser mujer?, ¿qué es serhombre?. El trabajo para reconocerse, aceptarse ygustarse en un nuevo cuerpo.

• La construcción de una nueva imagen de símismo a través de la imagen corporal, el doble uotro que acompaña, el espejo grupal (ese “pare-cer” o gustarse en la mirada de los demás), losamigos. Se están haciendo la pregunta ¿quién soy?

• Las relaciones familiares y el deseo de auto-nomía: la pérdida de la imagen idealizada de lospadres y la necesidad de separarse emocional-mente para poder construir una identidad propia.El pulso por la libertad (la conquista de espaciospropios) a través de los horarios, las normas, losgustos..

• La sexualidad y el enamoramiento. Las difi-cultades para poder hablar de la sexualidad sininvadir la intimidad; la secuencia amigo/a íntimo -coquetear - primer amor - noviazgo; las viven-cias/temores internos ante la sexualidad que emer-ge; el pasaje desde el propio cuerpo al cuerpo delotro y a una relación basada en vínculos afectivos.

• Los estudios y las dinámicas familiares. Elpeso actual del rendimiento escolar, los deseos yexpectativas de los padres hacia los hijos y la pre-gunta por el proyecto propio. Los modos deenfrentarse al aprendizaje en estas edades y lasactitudes de los padres a veces distantes y a vecessobre-implicadas.

• El comportamiento social, la ilusión por loseventos sociales o el encuentro con “hacersemayores”. La dificultad para adaptarse a los valoresadultos y el deseo de ir más allá, el gusto por loprohibido y la transgresión.

• Los riesgos actuales:– Las adicciones y la lógica del vagar en la dise-

minación. La dependencia tóxica o la enfermedaddel ideal, del no hay futuro, el quedarse apegadosa una sustancia que impide crecer y paraliza laconstrucción del propio proyecto.

– El alcohol, el “cuelgue” frente al vaso o labotella o la dificultad para poder expresar los sen-timientos y construir la relación con el otro comoser sexuado.

– Las dificultades de aceptar las transformacio-nes que implica el crecer en su relación con elcuerpo (anorexias y bulimias), con el sentido decontinuidad vital (la velocidad, el ir al límite parapoder sentirse vivo..) y con el tiempo (los com-portamientos violentos o las dificultades parapoder elaborar el proceso adolescente, la proyec-ción sin apenas interiorización).

La última sesión, además de la despedida, es deevaluación individual (escrita) y luego colectiva,en grupo, de lo que han vivido y sentido.

Nuestra función, junto a la información transmi-tida en los primeros momentos de cada sesión, esfavorecer en las primeras sesiones la constitucióndel grupo y su vivencia como un continente/redque puede recoger y albergar temores y dificulta-des –estamos en los inicios ante las ansiedadesmás primitivas de desmembramiento, de pérdidade narcisismo...– para, posteriormente y cuando elgrupo está constituido como tal, señalar los “sinsentidos” –“lapsus”– paradojas que pudieran obs-taculizar la tarea e impedir que los múltiples senti-dos, que la situación grupal produce, puedan cir-cular libremente hasta que emerjan combinacionessignificativas que permitan historizar su devenir.

En el desarrollo de la función es muyimportante “la pérdida de la ilusión oracular”, de lailusión de que el coordinador –en función de unacierta idea religiosa de lo “oculto”– “sabe lo que lepasa al grupo”. Es necesario que se produzca un“descentramiento” (el coordinador no es el líder,más allá de los problemas de poder) que permitaque su función interpretante sea demarcar algunoscontenidos del recorrido grupal, los atascamientosy resistencias del proceso. El desafío del coordina-dor, y aquí está solo, es sostener la tensión entrelo singular-colectivo en su función de intervenciónen la relación grupo-tarea. (Ver Armando Bauleo:“la responsabilidad, una cuestión de la implicaciónen el aprendizaje” –texto mecanografiado–).

Entre los emergentes emocionales, entendidoscomo aquellas expresiones que surgen en las per-sonas del grupo cargadas con gran intensidad afec-tiva, podrían entresacarse varias preocupaciones:

• Las dificultades en la “comunicación” y lapreocupación por no perderla: “no nos cuentannada y... qué nos podemos contar”, “es difícilhablar de ciertas cosas y saber cuando es elmomento oportuno” (los problemas de hablar conlos hijos pero también de comunicarse en el

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Materiales

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grupo), “tenemos que hablar con ellos y, sinembargo, nuestros padres no lo hicieron con nos-otros”, “siempre me he dirigido a él/ella, no sé quédecir...., quizá hay que dejar que ellos se acer-quen”, “parece que a veces vienen a una pen-sión.../a veces me siento como una cotilla pen-diente” ( en el grupo cómo romper las distancias yencontrar “el lugar” más adecuado), “había cosasescritas en mi diario que eran muy importantespara mí, mi padre las cogió, las leyó.. y se rió,desde entonces ya no escribo” (el temor a la inva-sión de la intimidad por el grupo y la construccióndel espacio propio o individuación), “más quedecir lo importante es transmitir”...

• El paso de las “generaciones” y la dimensiónafectiva del tiempo: “pensaba que mis padres erantontos, que no se enteraban ni preocupaban”, “note das cuenta de lo que hacían tus padres hastaque te pasa a ti cuando tienes hijos”, “yo soy comomi madre y la historia se repite”, “antes el dolor demi madre no me importaba, ahora como padresintentamos retener que abran sus alas”, “nuestrarebeldía en las calles no era sólo apariencia”... Noshablan del reconocimiento de una historia pasadaen lo individual y lo grupal, de las dificultades parapoder abrirse a lo nuevo que viven los adolescen-tes y que atraviesa todo grupo, de la necesidad debuscar referencias en el pasado para afrontar latarea.

Aparecen las diferencias generacionales “tedicen ¡yo con mi cuerpo hago lo que quiero!, “lode los estudios es lo más duro, me siento ¡rallada!”,“quizá una cosa que te ha costado conseguirla sevalora de verdad, por ello es importante transmi-tirles lo que cuestan las cosas, que estén pendien-tes de lo que valen..”, “el defecto es que les damosdemasiado porque nosotros no lo hemos tenidoanteriormente..”, “quizá quienes no queremossufrir somos nosotros, se lo damos todo molido,para que no sufran, y así no sufrimos nosotros”,“nos metemos en su mundo pero ellos lo tienenque descubrir, tratamos de hacérselo todo muyfácil”..

• Las diferencias de sexo –el reconocimiento deque hay diferencias– y su relación con los rolesasignados.

En las “mujeres/madres” expresado como ladificultad para soltarles y desprenderse de loshijos, para afrontar las dificultades de dejar unascosas y poder coger otras. Dicen: “nos sentimos

más solas”, “ya no nos dan un beso y menos anteun grupo de amigos”, “el otro día les enseñamosunas fotos antiguas de cuando eran pequeños”,“lloro porque me doy cuenta de las dificultades decrecer para ellos y para nosotros”, “tenemos miedoa los institutos porque algo les va a pasar”, “elmundo que les rodea es peligroso” . Dolor y temo-res en relación con los procesos de separación quehablan en la dinámica grupal de la dificultad paradejar lo antiguo y el temor a lo nuevo, a la “expe-riencia”. Hay como una fantasía de desastre o cam-bio catastrófico, “flota” la sensación de no podercontrolar lo nuevo que surgirá en el vínculo conlos otros en relación a la tarea o finalidad que alinicio les congregó (Ver Armando Bauleo: “elcampo grupal y la grupalidad”).

En la relación “mujer/hombre”, expresada apartir de la demanda de la presencia del padre enestos momentos de separación, dicen “me veomuy sola ante estos problemas”, “yo acudí a mimarido y no estaba”, “hecho en falta que me acom-pañen, poder contar cosas a mi marido, que entrelos dos...”, “las chicas hoy son más lanzadas, estánmás avanzadas”, “las dificultades de poder expre-sar ciertos sentimientos por parte del padre..”, “y elpadre, ¿no dice nada? Junto a una realidad de lasfamilias donde se necesita que el otro (la pareja)esté presente, de un otro que acompañe y ayudedesde su propio lugar a poner referencias al ado-lescente/la adolescente, en el grupo la preguntaque late es ¿podremos abrir este proceso y noencontrarnos solos?, ¿estará en su sitio el informa-dor/coordinador, se asustará y huirá o le seducire-mos y se volverá confuso?. Empiezan a aparecerlas dificultades de elaboración, el reconocimientode las carencias, los “silencios”...

• Lo difícil de sentir lo nuevo o el abrirse a la“experiencia”: “todo les ha sido dado y no sientennecesidad de....” (en el grupo la demanda de másinformación/saber aunque ya no nos sirva), “loque cuesta soportar que ellos sufran, que se sepa-ren de nosotros y puedan hacer experiencia” (enla relación con los hijos la desidentificación, elaceptar al otro que crece pero también, y en tér-minos grupales, el dolor por lo que ya no nos sirvey lo difícil de descubrir..).

A partir de aquí surgen expresiones como“cuantas dificultades tienen ellos y nosotros paramostrar debilidad”, “qué importante es disfrutar delpiam/piam de cada día”, “cuanto cuesta abrir espa-

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cios para los adultos...”. El grupo se desenvuelvegracias a las diferencias –frente a la fantasía deigualdad o de aglutinación–, diferencias que nosólo le permiten desarrollar la tarea sino tambiénposibilitar la elaboración de las “partes más indis-criminadas de la personalidad” (Bleger)

Durante el recorrido grupal ha ido apareciendola intensidad de los cambios de la adolescencia, lastransformaciones corporales (diferenciaciónsexual), las modificaciones de sus posibilidadesintelectuales (pensamiento abstracto o pensarse así mismo y al entorno), de sus posibilidades afec-tivas (el grupo y lo colectivo frente a lo familiar),de sus deseos (hacia el otro sexo y la elaboracióndel proyecto personal). Es decir, una crisis de indi-viduación que permite que se instaure la sexuali-dad genital, que se desarrolle un nuevo sentimien-to de identidad (una realidad psíquica propia) yque implica vivir nuevas relaciones afectivas,investir energía e ilusión en nuevas actividadesque sientan propias, elaborar proyectos ligados ala realidad circundante.

También han ido apareciendo cambios en lamirada de los padres que perciben que para ela-borar una consciencia propia sus hijos/as necesi-tan independizarse emocionalmente de ellos.Saben que en estos momentos no pueden irse nidesentenderse, que ahora han de “acompañar” yque eso implica confiar, saber esperar y no devol-verles imágenes distorsionadas de sí mismos.

Y al informador/coordinador también le surgenpreguntas y conclusiones que tienen que ver con:

– La técnica: 1) El papel del encuadre como sos-tenedor del proceso: la ruptura o modificación delencuadre por parte de la coordinación (cambiocoyuntural de espacio, modificación de hora-rios....) sitúa al grupo sin la seguridad de un conti-nente último que actúa como “tercero” (Winnicott).2) La importancia del manejo/resolución de losconflictos grupales a partir del propio grupo: lasustitución de la pregunta/cuestionamiento/bús-queda de solución por parte del coordinadorralentiza el desenvolvimiento grupal . 3) El plus delo grupal o la dimensión de lo colectivo, la rique-za de lo posible entre varios, la posibilidad de“tejer” y “destejer” sin encontrar el vacío.

– Lo psíquico “adolescente”: 1) La elaboracióndel espacio psíquico mirando y mirándose en losotros (mirándose en el espejo de los amigos enfunción de como actúan y enfrentan situaciones,

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JACQUES ANDRÉ: “Aux origines féminines de lasexualité” Presses Universitaires de France (PUF),Paris, 1995.

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uno va construyéndose). 2) La elaboración deltiempo entre el actuar “imprevisto” (hay que hacerpara poder pensar) y la espera/paso del tiempo (laimportancia del silencio, del estar al lado escu-chando el silencio).

– Lo social o sociológico del contexto: 1) Elalargamiento de la permanencia en el hogar fami-liar y las dificultades para diferenciarse (la impor-tancia de la noche como un espacio propio queescapa al control familiar).

BIBLIOGRAFÍA

M a t e r i a l e s

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E L trabajo refiere una experiencia de grupooperativo con padres acogedores. Dentro dela, entonces, Concejalía de Política Social,

Sección de Servicios Personales, Departamento deMenores, del Ayuntamiento de Venecia, se puso enmarcha en el Centro de Acogimientos un espaciode intervención, para la creación y la gestión delAcogimiento familiar, como recurso alternativo enla Comunidad para la recuperación y la tutela demenores "momentáneamente" en dificultad y "enriesgo" en sus familias de origen. Los principioslegislativos que delimitan el Acogimiento seremontan a la Ley 184, de 1983, que ha sido modi-ficada recientemente (1 de marzo de 2001) en laque se resalta el derecho del menor a una familia;en el artículo 1 se añade que "las condiciones deindigencia de los padres o del padre que ejerza lapatria potestad no pueden ser obstáculo para elejercicio del derecho del menor a su propia familia.A tal fin, se han dispuesto a favor de la familiaintervenciones de sostén y de ayuda". Solo cuando(Art. 2) "el menor está temporalmente privado deun ambiente familiar idóneo, a pesar de las inter-venciones de sostén y ayuda dispuestos en el senti-do del Art. 1, es confiado a una familia, preferible-mente con hijos menores, o a una sola persona, encondiciones de asegurarle el mantenimiento, laeducación, la instrucción y las relaciones afectivasde las que tiene necesidad". Finalmente, en el Art.3 se dice entre otras cosas que: "En el expedientede acogimiento familiar deben estar indicadasespecíficamente las motivaciones del mismo, ade-más de los tiempos y los modos del ejercicio de lospoderes reconocidos al acogedor, y las modalida-des a través de las cuales los padres y demás com-ponentes del núcleo familiar pueden mantenerrelaciones con el menor". Estos breves apuntes

legislativos muestran los elementos principales delinstrumento Acogimiento: la temporalidad, el dere-cho del niño primero de todo a su propia familia,las tareas de la familia acogedora y las relacionesesenciales y fundamentales con la familia de ori-gen.

Volviendo a la descripción del contexto institu-cional, quiero precisar que el equipo que trabaja-ba, y que aún trabaja, sobre el acogimiento es plu-riprofesional y está compuesto por psicólogos-psi-coterapeutas consultores y por trabajadores socia-les. El trabajo del equipo ha sido supervisado porel profesor Bauleo en calidad de supervisor exter-no a la institución. Estos breves datos descriptivosdel trasfondo institucional delimitan ya algunoselementos importantes que han influido sobre lapraxis realizada: la presencia de un equipo pluri-profesional y un mandato institucional explicitadoasí: seleccionar familias acogedoras, colaborar conlos operadores que detectan situaciones familiaresde riesgo, generalmente ya denunciadas ante elTribunal de Menores, sostener el recorrido de aco-gimiento del menor y de la familia acogedora yelaborar el proyecto de reinserción del niño en sufamilia de origen. Históricamente, era prácticahabitual en otros lugares, que el Acogimiento logestionase en solitario la trabajadora social quien,al mismo tiempo que ponía la situación en cono-cimiento del Tribunal, buscaba, entre el movi-miento asociativo y el voluntariado, a la familiaacogedora y preparaba el acogimiento, descuidan-do las propias implicaciones con la familia de ori-gen después del alejamiento y la asignación delmenor, situación esta que producía dinámicas per-secutorias y de difícil elaboración en la familia deorigen, que, así perpetuaba con los ServiciosSociales una relación de profunda ambivalenciacuando no de explícita hostilidad. Tal situación

El Dispositivo del Grupo Operativo y elAcogimiento heterofamiliar*

Fiorenza Milano**

* Traducción de Federico Suárez

** Fiorenza Milano es psicóloga-psicoterapéuta. Consultora del Centro de Acogimientos Familiares del Ayuntamientode Venecia. Italia.

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daba lugar a aquél constante malentendido delacogimiento como una "adopción camuflada". Enotros lugares más "evolucionados" el Acogimientoha sido gestionado en los Consultorios que, por lodemás, han tenido dificultades para desarrollarlo acausa de mandatos institucionales múltiples, estan-do con frecuencia presente como recurso tan solosobre el papel. Lo dicho trata de subrayar una cier-ta posición de discriminación con la que los ope-radores han podido aproximarse a su tarea, aun-que la experiencia de la casuística y el tipo deelección y de intervención sobre las problemáticasemergentes, han puesto de manifiesto rápidamen-te la complejidad de un instrumento, el Aco-gimiento, frecuentemente aplicado pero escasa-mente problematizado.

Armando Bauleo describe el acogimiento(sobre todo el heterofamiliar) como un "nuevoobjeto clínico". Creo que con esta denominacióntrata de poner en evidencia la novedad de un ins-trumento pensado como un dispositivo operativode intervención sobre el malestar del menor queempuja a pensar en nuevas estrategias, pero que almismo tiempo reclama la necesidad de una pers-pectiva del acogimiento entendido como una tareadentro de un contexto (setting) de trabajo en elque, a través del método clínico (observación-diagnóstico-intervención) se perfilen los elementosindispensables para la comprensión y tratamientodel acogimiento mismo. Identificar la tarea en elAcogimiento, establecer sus tiempos y su espacioy discriminar los roles de los diversos protagonis-tas, facilitan otras tantas coordenadas para poderconsiderar esta intervención no solo como merapráctica psicosocial sino como metódica, pertinen-te y apropiada para el malestar del menor y de lafamilia. Ello significa tener una perspectiva deinvestigación sobre las problemáticas del acogi-miento con una concepción de la familia como ungrupo operativo "mediante el cual –y cito a AliciaMontserrat y su trabajo sobre los padres preadop-tantes en espera de adopción internacional– es pre-cisamente esta cualidad la que constituye e inclu-ye un sujeto en una familia, permitiendo una com-pleja trama vincular: familiar y social". El acogi-miento es una situación que atraviesa no solo indi-vidualmente a los sujetos que están implicados (lapaternidad, la maternidad) sino también a la pare-ja, al núcleo familiar, a la familia extensa, la escue-la, el trabajo, el tiempo libre, etc.

León y Rebeca Grinberg en su trabajoPsicoanálisis de la migración y del exilio se pre-guntan si el acogimiento, al igual que la adopción,puede ser considerado una emigración particular ycuáles son sus efectos sobre el niño que, a dife-rencia del adoptado, no sufre por el engaño, porla incógnita y el fantasma de unos orígenes desco-nocidos. Para los autores el elemento central, latarea en el acogimiento, es la elaboración de lainevitable vivencia en el niño de tener una doblepertenencia y una doble lealtad respecto a las dosfamilias que se confrontan en su mundo interno,idealizando frecuentemente una en detrimento dela otra. El trabajo de los operadores se sitúa justa-mente sobre este plano: la elaboración de la"doble pertenencia" con todos los sentimientos ylas emociones que esta situación arrastra consigo.Añado que no solo el niño acogido vive éstos sen-timiento, sino que también la familia acogedora yla de origen se encuentran con que deben afrontarcambios y modificaciones dentro de las redesintersubjetivas familiares, que complejizan la rela-ción paternal y de filiación basada casi exclusiva-mente en la consanguinidad y en la indiscutible"naturalidad" de los vínculos de sangre como úni-cos garantes de "buen" funcionamiento familiar.Solo teniendo presente la dinámica inconscienteque se desencadena a partir de esta compleja trian-gulación, familia acogedora - niño - familia de ori-gen, se puede construir con el acogimiento unaexperiencia creativa. Igual que el emigrado, elniño acogido "sufre una disminución de sus capa-cidades creativas, una desorganización transitoriade sus equilibrios, y necesita entonces de un espa-cio - tiempo de transición que le permita una ela-boración y reorganización interna capaz de posi-bilitar una continuidad entre el país de origenmaterno (para nosotros la familia natural) y elnuevo país de acogida (la familia acogedora). Lafalta de esta área de mediación puede crear gravesdisturbios".

Precisamente la delimitación de esta área demediación nos empujó a nosotros, operadores, abuscar, a través del dispositivo grupal y trabajandocon la Concepción Operativa, un espacio-tiempodentro de la oferta de intervención del Centro deAcogimientos, en el que las parejas podían partici-par voluntariamente para reflexionar juntas sobrela experiencia de acogimiento que todas estabanatravesando. La oferta fue aceptada por siete pare-

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jas: el encuadre preveía una reunión grupal cadaquince días, durante una hora y cuarenta y cincominutos, con una duración total de un año, siendoel lugar de reunión un espacio dentro del Centrode Acogimientos. El equipo de coordinación (coor-dinadora y observadora no participante) compartíael esquema de referencia a través de la formacióny de la supervisión del trabajo con los Acogimien-tos heterofamiliares.

Tomaremos ahora en consideración tresmomentos del proceso grupal considerados como"emergentes" paradigmáticos de las problemáticasque se desencadenan a partir de una experienciade acogimiento.

En el primer período de trabajo en grupo sereconocen los siguientes elementos: las parejasestán pasando de una relación con el Centro deAcogimientos de tipo individual (las parejas vení-an a las entrevistas solo en pareja para hablar desu acogimiento) a un trabajo de tipo grupal. Latarea es hablar juntos de su experiencia de acogi-miento y de todo lo que quieran discutir. Ladimensión de pareja como único contexto de refle-xión sobre el acogimiento utilizada hasta aquelmomento, se complejizó con la introducción de unnuevo dispositivo para facilitar el desarrollo de unaprendizaje diferente y la producción de cambiosen el modo de pensar y de sentir. La coordinaciónpercibe la estructura del grupo en este momentode pasaje como un "conjunto de parejas" que notienen un tercero, la tarea, en común. La resisten-cia al trabajo de grupo está acentuada por el entre-cruzamiento de identificaciones proyectivas masi-vas presentes en todas las parejas, donde el pasa-je al grupo (el tercero) puede ayudar a la discrimi-nación y a la individualización. La resistencia a estepasaje está depositada en los operadores, tambiéncon ellos se tiende "a hacer pareja": la interaccióny la comunicación son depositadas siempre en lacoordinación, a quienes se dirigen tratando detransformar a los operadores en líderes de lainformación: "¿A qué hora va David donde suspadres?", "¿Cómo se accede al Servicio deNeuropsiquiatría para que atiendan a María?", etc.Tras el señalamiento de la coordinación sobre ladificultad que parece haber en aquel momentopara preguntarse entre ellos, pidiendo informaciónsobre los otros acogimientos y hablando de susexperiencias en curso, se inicia el relato por partede una integrante sobre la complejidad de las rela-

ciones con el niño que tiene en acogimiento ysobre su dificultad para hablar de ello en grupo, sepregunta "si volviese para atrás ¿haría otro acogi-miento?". Estar en grupo parece haber roto la ideamínima que cada uno tenía del acogimiento en supropia experiencia, se están confrontando sobreuna situación donde antes esto se pensaba a solas.Crece el miedo a que contando se pueda romperla idealización y la ideologización del instrumentodel acogimiento, es decir, ¡que esto represente unaelección indiscutiblemente buena y caritativa parael niño y para ellos como pareja!. El acogimientopuede ser, en efecto, un "síntoma de salud", comoseñala Marta De Brasi hablando del embarazo,porque también un acogimiento "puede ser unlugar de condensaciones y de desplazamientos designificaciones, resultado de un pasado y provoca-dor de ciertos efectos futuros, y constituye la expre-sión del entrecruzamiento de aspectos de la histo-ria personal y de los mitos socialmente estructura-dos". En el equipo de coordinación se adviertecontratransferencialmente la dificultad de pasar deuna idea individual de los integrantes (nos vienena la mente sus historias singulares de pareja, ten-demos a hacer interpretaciones individuales, losdesignamos por sus apellidos, etc.) a una idea gru-pal que dirige más la atención a sus funciones ymodalidades de representación en el grupo; sevuelve, también para los operadores, a una discu-sión sobre quién es quién y cuál es su función enel grupo respecto a la tarea. Desde la supervisiónse nos indica hacer señalamientos referidos a lacontención de la ansiedad producida por la salidade una cierta situación, hacer intervenciones quefaciliten la comunicación de las informacionessobre sus acogimientos, para disminuir el misterioy bajar así la ansiedad e interpretar su preguntasobre si harían de nuevo el acogimiento metién-dola en la transferencia con el equipo de coordi-nación, señalando que su segundo acogimiento(una eventual experiencia nueva de acogimientode la que hablan) ya ha sucedido dado que estánen el grupo para ser adoptados por nosotros.

El último emergente se refiere a la familia deorigen del niño que tienen en acogimiento y sudificultad para entrar en relación con ella, sea enel momento de las visitas del niño a casa, seacuando el menor, durante la vida cotidiana, men-ciona a sus familiares connotando positiva o nega-tivamente ciertos puntos de divergencia o de con-

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vergencia en los hábitos y costumbres de las dosfamilias. Este emergente evidencia un nudo centraldel acogimiento, es decir, la posibilidad por partede la familia acogedora de utilizar al menor comodepositario único de las dificultades en la elabora-ción de la doble pertenencia y de desplazar sobresus eventuales conflictos y la crítica a su familia deorigen la culpa por un sentimiento de sustracción,por haberlo "robado", a escondidas. Además, losemergentes sobre la "familia de origen" sirven paradescentrar al grupo de la reflexión sobre su "fun-ción de padres". El "fantasma biologicista", verda-dero estereotipo en el acogimiento heterofamiliar,señala la fase de pretarea: están confusos y nospiden consejos para salir de esta situación confu-sa.

Los emergentes centrales del proceso grupalretoman algunas temáticas sobre la familia naturaly la importancia primaria de los vínculos biológi-cos. El grupo nos pide poder celebrar la Navidadinminente con una pequeña fiesta, transformandoel encuadre en una merienda. Se señala que fren-te al acogimiento y a la reflexión sobre sus funcio-nes de familia acogedora, tratan de mantener lafamilia/grupo lo más tradicionalmente posible: ¡secome el turrón en familia y se brinda por laNavidad y por el Año Nuevo!. Hipervalorizando latradición están huyendo de una pregunta que arti-cula el pasaje de la biología a la función: ¿quiénpodría decir que aquél niño con aquéllas proble-máticas sería así en cualquier familia? o ¿cuántouna relación diferente, un contexto familiar distin-to puede influir sobre su desarrollo?. Y, en últimainstancia: ¿es posible un cambio para un niño otodo es vano porque en la herencia biológica sejuegan los aspectos más importantes para la per-sonalidad?. En este momento el grupo se presentacon la situación del dilema: la mitad de los inte-grantes están presentes y la otra mitad no, el climagrupal es pesado, se advierte una cierta desmoti-vación y un sentimiento general de abatimiento.Aprovechando una comunicación para un cambiode fecha de una sesión, y a sugerencia del super-visor, se envió una carta personal a cada compo-nente del grupo para comunicar la nueva fecha. Lacarta nominal modifica la situación, vuelven losausentes, se percibe que eran sobretodo los hom-bres quienes delegaban tácitamente en las compa-ñeras toda una serie de problemáticas que ellas(presentes) asumían también tácitamente.

Comienza una reflexión sobre todos los vínculospresentes: entre ellos, con nosotros y con el aco-gimiento. Aparecen emergentes que hablan dedinero. Un acuerdo municipal, en efecto, disponeuna suma de dinero que se sitúa en torno a las600.000 liras mensuales para la pareja acogedora,para eventuales gastos inherentes al acogimiento(médicos, inscripciones en actividades deportivas,etc.). La coordinación señala que pueden comen-zar a preguntarse cuáles son las ventajas o las des-ventajas del acogimiento, cuál es la "ganancia afec-tiva" que ellos obtienen de esta nueva situación ysi se puede hablar de su placer. El término placerse deja intencionalmente abierto a todas sus acep-ciones, para permitir al grupo entrar, y a la coordi-nación observar, cómo y si se aproximan a temáti-cas silenciadas, pero ya evocadas por sus asocia-ciones, referidas a la sexualidad, que parece estarcompletamente saturada por el "ser padres".Además se están preguntando si en el grupo, a tra-vés de la comunicación y de las relaciones esta-blecidas con nosotros y entre ellos, hay algo degratificante además de preocupante, si la expe-riencia es "enriquecedora" y si hay un cambio.Durante la supervisión emergen otros aspectos,extraídos del material del grupo, y que se refierena cuestiones más teóricas, como el valor, o mejor,la valencia que el acogimiento adquiere para lapareja que lo solicita, distinguiendo una solicitud"sintomática" (con valencia psicopatológica para lapareja) de una solicitud "asintomática" del acogi-miento (con valencia de mecanismo de defensa nopatológico de la pareja).

Los emergentes finales del proceso se refieren aun cierto estupor frente a la toma de conciencia deque el grupo termina: algunos dicen que no losabían, otros que no lo habían pensado en ningúnmomento.... se habla de un niño en concreto, quellamaremos Paolo, del fin de su acogimiento (queduraba alrededor de tres años), del deseo de vol-ver a su barrio para demostrar que todo va bien.Más tarde entenderemos que el retorno a la fami-lia de origen y la finalización de un acogimientoestán relacionados también con el fin de la situa-ción de problematicidad y de riesgo. Paolo quierevolver para demostrar que la situación de su fami-lia se ha resuelto, lo quiere decir al "barrio", atodos. Bauleo considera que en el acogimiento esnecesario poner mucha atención sobre la prescrip-ción, sobre cómo se procesan las demandas de

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acogimiento "en cuanto que sobre su indicaciónjuegan constantemente dos tipos de elementos: lospersonales del operador, su ideología, su forma-ción y aquéllos más institucional y sociológico dela idea de libertad, de responsabilidad y de efica-cia presentes en aquel contexto institucional". Elinicio de un acogimiento, su prescripción, influyeen el desenvolvimiento y la finalización del acogi-miento mismo.

Hablar de la separación del grupo arrastra elproblema de la valoración: una integrante cuentaque el niño que tiene acogido, a la pregunta deaclaraciones por parte de otros niños respecto a lafamilia acogedora y del lugar que él ocupa, res-pondía tranquilamente que "estaba en acogimien-to". La respuesta simple parece indicar un buenfuncionamiento de la familia acogedora, que no hapermitido una confusión de identidad (familia deorigen/familia acogedora) permitiendo una discri-minación. También su acogimiento, diríamos, tieneun fin, el grupo termina y las temáticas discutidasindican, al menos así nos parece, un cierto reco-rrido elaborativo en el "pensamiento del acogi-miento fantaseado", es decir, en el pensamientodel niño que se ha imaginado acoger y en la fami-lia acogedora que se ha imaginado ser.

Para terminar el relato: en este grupo tres aco-gimientos, de ellos uno diurno, han concluido conel retorno del menor a la familia de origen; otro haconcluido por la mayoría de edad del chico, quese fue a vivir por su cuenta; otro acogimiento con-cluirá el próximo año y otros dos permanecentodavía en curso.

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E x p e r i e n c i a s d e t r a b a j o g r u p a l e n l a p r á c t i c a p r o f e s i o n a l

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EN este nuevo siglo que acabamos de iniciar elmundo de la salud está sufriendo importantescambios y transformaciones: cambios sociode-

mográficos en la población, desplazamientos de lamisma, envejecimiento, desarrollo de nuevas tec-nologías, aumento de enfermedades crónicas, cre-cimiento del nivel económico... etc., esta situaciónestá generando nuevos requerimientos personalesy sociales, nuevas necesidades que en muchasocasiones no pueden ser autosatisfechas y por lotanto necesitan cuidados profesionales.

Los profesionales que trabajamos en saluddeberíamos adaptarnos a estas necesidades, o,mejor dicho, actualizar, innovar y consolidaraspectos de nuestro ejercicio profesional. Los cam-bios parecen ineludibles, si queremos estar dondeestán las necesidades tendremos que salir de locómodo, la rutina, lo estándar y hacer un esfuerzopara adaptarnos a los nuevos problemas surgidosen nuestra sociedad.

El reciente documento “Salud 21. Salud paratodos en el siglo XXI” aprobado por la O.M.S.renueva el compromiso de realizar políticas desalud para dar respuestas adecuadas a las deman-das que están surgiendo.

Se trata de un documento de principios éticosde equidad, solidaridad y justicia social, que incor-pora estrategias y políticas orientadas a la saludcomo derecho fundamental y a la participación yresponsabilidad de las personas, grupos, comuni-dades e instituciones en el desarrollo de la salud.

Una de las estrategias planteadas es que laAtención Primaria se debe dirigir a la familia yla comunidad, mediante un proceso de desarrollosanitario participativo, llegando a todos los nive-les: hogar, centros educativos y de trabajo, y quepromueva la toma de decisiones y la responsabi-lidad conjunta.

Si queremos crear entornos de apoyo que per-mitan a las personas llevar vidas sanas no tendre-mos más remedio que capacitarlas en el autocui-dado, para que puedan tomar decisiones y asumirel control de su propia vida.

Para ello tenemos un instrumento potente anuestro alcance, la educación para la salud,recurso como la educación mediante prácticas gru-pales nos permitirá dar respuestas eficientes y rea-les a los problemas donde las soluciones están enpoder de los ciudadanos.

Mi experiencia con el trabajo grupalCada uno hace un viaje en la vida. Viajar tiene algo de nacimiento, es algo consus-

tancial a la naturaleza del hombre.Creo que viajar es como realizar grupos.Igual que viajar, trabajar con grupos supone

una aventura, hay riesgo, emoción, adicción.Como en todo buen viaje lo grupal produce

ansiedad, miedos, decepción, ganas, confusión,frustración, ilusión...

Viajar y hacer grupos es una forma de crecerporque retienes cuanto ves y cuanto oyes, en lamemoria y en la retina, más tarde tendrás queinterpretarlo.

Bien comencemos el viaje... Se han cumplido 7 años desde que me inicié en

esta actividad. Y como casi todo lo que se inicialos comienzos fueron difíciles, cargados de dificul-tades, como una carrera de obstáculos, quisieradestacar de estos momentos:

• Que fue importante no estar sola, tener unbuen acompañamiento, y un buen tutor, tambiénbuenas dosis de ilusión para no desfallecer.

• La nueva actividad suponía mucho esfuerzo ytiempo a dedicar, requería planearse nuevos obje-

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Experiencias de trabajo grupal en lapráctica profesional

Carmen Martín Madrazo*

* Carmen Martín es enfermera. Imsalud. Madrid.

Este artículo fue presentado como ponencia en la Mesa “Trabajo grupal y enfermería”, en el Congreso “Diez añosde la Escuela Universitaria de Enfermería de la C.A.M.” celebrado en Leganés, en mayo de 2000.

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tivos, redefinir los que había, planificar y organizarel quehacer diario.

• Vencer las resistencias de los compañeros (médicos y enfermeras). En estos momentos apare-ció la confrontación con otros miembros del equi-po sobre todo con una parte de enfermería que nolo veía claro y lo que sentía era una sobrecarga detrabajo.

• Aparecieron los conflictos en el equipo, nose entendía qué hacíamos, para qué servían, quéeficacia y eficiencia producían los grupos .

• Me supuso un importante esfuerzo intelec-tual, había que conocer la vida grupal, sus encla-ves teóricos, sus aplicaciones prácticas, sus proce-sos, sus técnicas... cuanto más lo conocía másinseguridades me iban surgiendo.

Poco a poco comenzó el cambio y la tranquili-dad, hubo que aprender a resolver los conflictos, ylas discrepancias con los compañeros a través deun permanente dialogo, pues el empeño estabaclaro: estabamos convencidas del enorme poten-cial de aprendizaje que tenían los grupos.

Han pasado ya 7 años, y nuestra labor ha segui-do desarrollándose, está viva, en movimiento,todas las enfermeras, la trabajadora social y casitodos los médicos hemos incorporado en nuestrotrabajo lo grupal como un recurso más a utilizaren la práctica cotidiana.

Al comenzar el año se prepara un calendariocon fechas, horarios, profesionales que realizarangrupos en los meses siguientes. Podemos decirque la actividad está consolidada, ahora todo yaexige menos esfuerzo, menos tiempo y más satis-facción.

Ahora ya no tiene sentido la pregunta si con-viene o no utilizar grupos en nuestro trabajo, lapregunta ahora es esta: si comprendemos mejor loque pasa en los grupos, ¿estos nos puede ayudar ahacer mejor nuestro trabajo diario?

Claves para el desarrollode los grupos

1. Para trabajar con grupos es necesariocambiar ciertas actitudes

Cuando comencé a trabajar con grupos poco apoco me fui dando cuenta de la verdadera dimen-

sión del tema, no solo era prepararme las sesionesgrupales, era esencialmente la necesidad dereplantearme ideas, rutinas y actitudes.

Los proyectos grupales no sólo eran la alterna-tiva a la rutinaria consulta sino que se convirtie-ron en plataforma de discusión de asuntos contro-vertidos porque afectaban a nuestra coherenciacomo trabajadores de la salud.

2. Para trabajar con grupos se requieretrabajar en equipo

Hay equipos donde trabajar con grupos se sien-te como una obligación impuesta, los grupos seconvierten en un fin en sí mismo y no en unmedio, es un objetivo a cumplir como sea, anteesto muchos profesionales optan por trabajarsolos, de cualquier manera para cumplir con elexpediente.

Es necesario además de las personas que sehacen cargo del grupo que también colaboren losdemás profesionales, médicos, los administrativos,trabajador social..., cada uno colaborará en distin-tos momentos (en la captación en consulta, infor-mación en admisión, etc.). Todos somos necesa-rios.

3. La actividad grupal no se puede impro-visar

Debe ser un trabajo sistemático, programado,evaluado.

Es un trabajo intencional y no improvisado.Cuando se realiza con falta de planificación y

de método pierde credibilidad y validez.

4. El acompañamiento

Era una tarea que no relacionaba con mi traba-jo asistencial, y que he descubierto cuando comen-cé a trabajar en lo grupal. Acompañar es algo másque estar junto a otra persona, acompañamiento“evoca la participación en los sentimientos o con-ductas del otro para entender las cosas que suce-den alrededor de ambos”[1].

Las decisiones que surgen del proceso son delgrupo y no nuestras, nuestro papel es ayudar yacompañar.

[1] “Acompañamiento a personas con demencia en una vivienda compartida de Mayores”. Esteban Merchán. Revista Área3, Nº 7, 1999.

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5. El grupo además de recibir informacióntomará contacto con lo que sabe de su problemao situación de salud, contactará con sus sentimien-tos, sus percepciones, y reflexionará sobre todoesto (como afecta la imagen a un obeso, comovive su enfermedad el diabético, qué alternativasve a su problema el cuidador, qué significa paraella la menopausia...

Aprendizaje y cambio, son claves en el traba-jo grupal

6. Los profesionales tenemos falta de costumbrede escuchar lo que los ciudadanos piensan y sien-ten sobre su salud, para entender lo que pasa enun grupo hay que aprender a escuchar, a observar,a ser tolerante, a mejorar las capacidades de comu-nicación, todo ello nos llevará a un nuevo sabercon los otros, es un proceso de formación perma-nente, nunca se acaba.

7. Para saber de grupos hay que formarseen grupos.

Hay una carencia de formación importante anivel metodológico. La formación en temas grupa-les es compleja pero necesaria, pues estar formadoes estar protegido, es un factor de seguridad. Labúsqueda de seguridad ante los grupos parecemarcar la necesidad de formación para poder“enfrentarse al grupo”, la garantía de que todo irábien, es una forma de autocuidarnos como profe-sionales.

8. Conocer otros recursos, técnicas, métodoseducativos que también faciliten el aprendizaje ymejoren las habilidades sociales y personales.

Combinar métodos, adaptarlos a nuestras situa-ciones, experimentar lo que funciona y lo que no.Ver lo que es útil.

El trabajo con los pacientes

El esquema de trabajo que utilizamos es elgrupo operativo, este es un grupo pequeño cen-trado en una tarea. El abordaje de esta tarea es loque permite el esclarecimiento, la comunicación yel aprendizaje. Es en este proceso donde se pro-ducen y resuelven los conflictos y se realiza y ela-bora un pensamiento de cambio.

Hemos incorporado técnicas educativas enalgunos grupos, para facilitar la movilización dela elaboración grupal.

Mi primer contacto con los grupos fue con laspersonas diabéticas, el impacto para mí despuésdel grupo fue importante, fue conocer que en ladiabetes no todo se ve, ni se siente, hay mucho deinvisible, trabajar con pacientes diabéticos esconocer lo imaginario, cómo son sus fantasías, susmiedos, sus ilusiones “algún día saldrá algo paraque esta maldita enfermedad desaparezca” decíaun paciente, fue conocer como se autocastigan, semarginan, me di cuenta que esta enfermedad eranueva para mí.

El objetivo del curso era que obtuvieran másconocimientos, habilidades... pero el grupo explo-ró otros aspectos que no habíamos contemplado:sexualidad, afectividad, autoimagen, pareja, preo-cupación por las complicaciones.... me di cuentade que no es nada sencillo conocer un poco loque sucede y sobre todo lo que nos sucede. Parallegar al otro y a nosotros mismos tenemos quelocalizar y desmontar esquemas que no nos dejanver claro.

El trabajo con personas cuidadoras fue unproyecto interesante, y muy laborioso, la realiza-ción del mismo duro, complejo y difícil.

Complejo y difícil porque:los participantes no se presentan como “pacien-

tes oficiales” aunque acumulen gran experienciade malestar y sufrimiento.

Porque la tarea del cuidador es física y emocio-nalmente muy dura.

Porque muchas veces es el acompañamientodel familiar hacia la muerte.

Ayudar a estas personas parece que es unalabor necesaria, el grupo con su potencialidadterapéutica les ayuda a desdramatizar la propiaproblemática, a expresar sus sentimientos y males-tares, a sentirse escuchados y apoyados por otros,a aprender sobre uno mismo y a extraer un pro-vecho terapéutico de la experiencia.

Trabajar con grupos de obesos me ha permiti-do comprender mejor por qué se autocastigancomiendo, por qué sienten rabia contra la vida ycomen, por qué la ansiedad les hace engordar;también he comprobado cómo los pacientesempiezan a “buscar”, “estamos buscando respues-tas”, comentan, “si un día no lo entiendes es por-que no tocaba, ya será otro día cuando la encuen-tres”.

En grupo los pacientes aprender a “buscar” enellos sus conflictos, lo que significa la comida, la

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diabetes, la obligación de cuidar.... “vamos cami-nando juntos”, con el grupo se sienten acompaña-dos en su problema que muchas veces les deja delado, les margina, con el grupo comienza un pro-ceso que ya no para.

Todos se dan cuentan que saben ya cosas, en elgrupo lo recuerdan; otras veces tienen que ela-borar conceptos que se resisten, cómo aceptaruna enfermedad, dicen sabiamente, “no se puedeaceptar lo que se niega”.

En el grupo aprenden a tratarse con cariño, adedicarse más tiempo, a quererse un poco más.

Momentos difíciles de los grupos

• Un momento significativo e importante escomenzar a pensar a poner en marcha el grupo,los preparativos, la captación, organizarlo.. enestos primeros momentos ya comienza en el inte-rior de cada uno, los deseos, las incertidumbres, laansiedad...

• Cuando el grupo nace todo en él reflejaansiedad y tensión. Nada hay claro, solo muchaspreguntas, un personaje se ve nítido: el coordina-dor, pues él debe conocer los objetivos, las nor-mas, él puede aclarar la situación, hacia él se diri-ge parte de la atención.

En el primer día la capacidad del coordinadorpuede establecer la permanencia o no de los par-ticipantes.

• Los silencios, esos silencios no de los que notiene nada que decir, sino los silencios misteriosos,al principio me aterraban. Ahora he comprendidoque los silencios pueden suponer abandonos, perotambién llevan un mensaje implícito: el grupopuede salir sólo de cualquier situación difícil.

• Ponerse de parte de los sujetos más depen-dientes, de los que reclaman más atención, puedevenir bien al ego, es sentirse admirada, e inclusoidealizada, pero luego es difícil deshacerse de ello,sabiendo además que no les estamos dejando quetomen sus decisiones, que no les estamos dando laposibilidad de ser responsables de sus problemas.

• Los momentos incómodos, cuando hayenfrentamientos o conflictos verbales entre unosmiembros y otros. El conflicto en los grupos esimprescindible, siempre que las tensiones fluyande manera organizada, lejos de huir de ellos, con-viene afrontarlas y aprovecharlas.

Estos momentos al coordinador le producenreacciones complicadas (ira, ansiedad,...) la situa-ción grupal impregna todo.

• El observador tiene que estar en silencio obli-gado, a veces parece un elemento extraño sentadosin decir nada, siendo un espectador “activo” ysiendo observado por todos .

Bauleo dice “nosotros observamos mientrassomos observados, por eso nuestra observacióndebe incluir otra observación”.

Tampoco es fácil esta tarea.• Cuando el clima en el grupo se hace más

afectivo y cualquier intervención que realicemospuede provenir más de una necesidad personal decontacto que de un deseo de ayudar a otras per-sonas.

El desarrollo de tareas grupales supone inevita-blemente la implicación de la propia persona, aveces no podemos dejar de confrontar nuestra pro-pia persona con la experiencia de los demás.

No hay gran viaje que no suponga una trans-formación (Javier Reverte).

• Momentos finales del grupo.Siempre me sorprende cómo el grupo tiene una

extraña capacidad para conocer que se acerca elmomento de la separación.

Lo hacen subrayando públicamente lo que hanhecho juntos, lo que han aprendido, el clima nosiempre es de duelo, a veces es de euforia por loque han conseguido, reconocen que ya tienen uninstrumento importante para poder cambiar.

El fin no perdona, el viaje termina, al final detodo viaje aparece la tristeza, la ansiedad, nossolicitan que les digamos algo, alguna palabramágica, diagnóstica o conclusiva de ellos.

Perspectivas: el futuro

El planteamiento del futuro ha de ser menoscómodo que el actual, de mayor compromiso.

El viaje es necesario

Comenzar a cambiar nosotros, en vez de exigirque cambie todo lo demás, debemos dirigir nues-tros esfuerzos allí donde la sociedad se estémoviendo, ya no es válido argumentar que no nosdejan, no tenemos espacio, ni tiempo, ni sabemos.Adoptar posturas defensivas, de resistencia sóloconducen a languidecernos profesionalmente.

E x p e r i e n c i a s d e t r a b a j o g r u p a l e n l a p r á c t i c a p r o f e s i o n a l

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Seguir inventando y adaptando experiencias anuestra población, a nuestro trabajo, los grupos noson un valor añadido, como se dice, es un valornecesario y deseado.

Importante la orientación que se dé en lasEscuelas de Enfermería, la formación pregradodeterminará en gran media las futuras actitudesprofesionales. Las Escuelas son un buen espaciopara enseñar a pensar a los alumnos a indagar,reflexionar y analizar nuevas propuestas

El apoyo institucional puede resolver en partelas dificultades existentes, mediante estrategiasdocentes e implicación de los responsables de lasgerencias, si esto sucede supondría un estimulopara la introducción de la EpS grupal en la activi-dad cotidiana de los centros.

El reconocimiento de las actividades grupales,no de manera formal mediante “la cartera de ser-vicios”, sino valorándolo y aceptándolo como una

herramienta de trabajo más, normalizado y homo-logado a otra actividad terapéutica.

No nos debe asustar la tarea, pues la satisfac-ción viene con ella misma .

Permitirme que termine con unas estrofas deCavafis sobre un viaje:

“Si vas a emprender el viaje hacia Itaca,pide que tu camino sea largo, rico en experienciasy conocimientoque sean numerosas las mañanas de verano enque con placer,felizmente arribes a bahías nunca vistas...ten siempre a Itaca en tu memoria,llegar allí es tu meta,más no apresures el viaje,mejor que se extienda largos años, y en tu vejez,arribe a la vista con cuanto hayas ganado en elcamino. Cavafis. 1911

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E L cáncer tiende hoy día a ser una enfermedadya no mortal, sino controlada, agresiva en sutratamiento y mutilante muchas veces. Pero

sigue generando un impacto, una conmoción, enla vida de la persona que la padece, que hacemarca en su psiquismo.

Conmoción, porque mayoritariamente no hayun malestar, una anomalía física o sintomatologíaprevia suficiente (y de la que la persona sea cons-ciente) que dé cuenta del sufrimiento físico y emo-cional (intervención quirúrgica, tratamientos, incer-tidumbre ante la vida o la muerte...) que va a con-llevar. No hay previamente una "enfermedad" visi-ble y, sin embargo, lo que se desencadena, lo quelleva acarreado el diagnóstico, es una amenaza realy de forma repentina sobre la salud y la vida.

Conmoción, sobre todo, porque hoy por hoy eldiagnóstico de cáncer es de los más temidos, portodas las fantasías que despierta acerca de la muer-te. Las dudas, el miedo ante algo desconocido eincontrolado aparece ya. A posteriori, algunasmujeres hablan de que en el tiempo anterior a ladetección del cáncer se encontraban con algúnmalestar, pero sobre todo se refieren a estadosemocionales.

En muchas ocasiones, las pacientes de cáncerno pueden ni oír la palabra cáncer, y no puedenplantearse ninguna cuestión personal a raíz deldiagnóstico.

Entonces, lo que se hace es ocultar, evitar, hacercomo que no pasa nada, de cara a los demás y depaso a sí mismas. La mujer se retrae, y también elentorno en el que vive.

Pero muchas otras mujeres buscan ayuda ya eneste momento; en otras ocasiones esto ocurrecuando se terminan los tratamientos oncológicos,cuando a pesar del "alta" médica, los síntomas osufrimiento emocional no desaparecen o, por elcontrario, se acentúan: es entonces cuando buscanayuda.

En general, y a pesar del apoyo médico y fami-liar que reciben, sienten la necesidad de hablar yescuchar, verse reconocidas por otras que estánpasando por la misma situación, y dejar de sentirasí que sobrecargan con sus síntomas y preocupa-ciones a médicos y familiares

La ayuda que brinda el trabajo grupal comienzaentonces por la necesidad de muchas mujeres quepadecen cáncer de hablar sobre todo con otrasmujeres en similares circunstancias. El traumatis-mo, la herida en el psiquismo que aparece conesta enfermedad, produce una escisión tan marca-da que separa el antes y el después de la enfer-medad, de tal forma que la mujer se siente tambiéndiferente al resto de personas que no la tienen. Yen muchas mujeres surge la necesidad de sentirseapoyadas y aceptadas por otras que están pasandopor una situación semejante, de poder hablar y deque se escuche aquello de lo que es difícil, perosienten necesario, hablar; de estar unidas, compar-tir con otras, pertenecer... Y así, enfrentar la extra-ñeza, el aislamiento y la soledad que el diagnósti-co de cáncer desencadena en la vida de la mujerque lo padece.

De esta forma, el trabajo grupal tiene comoobjetivo poder hablar, pensar y comenzar a elabo-

Trabajo Grupal con pacientes de cáncer de mama

María Asín Mendoza*

* María Asín es psicóloga. Zaragoza

Reseña del trabajo presentado en Granada en junio de 2002, en los II Encuentros de Área 3, sobre la experiencia grupal con pacientes de cáncer de mama. El resumen aquí presentado está centradoen un aspecto: para qué puede servir el trabajo grupal con pacientes diagnosticadas y en tratamiento por

cáncer de mama. Se ha preferido delimitar la exposición a este objetivo concreto, dejando de lado otras cuestiones también importantes.

T r a b a j o G r u p a l c o n p a c i e n t e s d e c á n c e r d e m a m a

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rar con otras personas las cosas que a cada una lepreocupan a raíz de la problemática del cáncer.Generalmente, no son personas que van en buscade una ayuda psicológica porque piensen que tie-nen conflictos, que algo no está bien en ellas ynecesitan cambiar. El problema está en lo real, tie-nen cáncer.

En el grupo la mujer se puede encontrar con noser ya la única, no ser distinta, que a otra le pasalo mismo, y así puede matizar el sentimiento deculpa que a veces aparece con la enfermedad. Laculpa de estar enferma, de necesitar cuidados, demolestar por ello a los médicos, de ser una cargapara la familia. Quizá, también, por la tendencia dela mujer a hacerse cargo de todo.

Lo que fundamentalmente se cuestiona la per-sona con un diagnóstico de cáncer es "¿por qué amí? ¿por qué me ha pasado esto?" y, sobre todo,"¿lo superaré?" La incomprensión de este hecho, ladesconfianza, la tristeza y el abatimiento, la angus-tia, miedo, vulnerabilidad, impotencia, incertidum-bre y amenaza ante lo que va a acontecer, es tantraumática que lleva a la desorganización del pro-ceso vital: fisica, emocional, laboralmente, etc.

La necesidad de contestarse a estas preguntas,hacia las cuales gira fundamentalmente su pensa-miento, no es fácil de eludir ni de satisfacer. Sinembargo, se hace prioritario para la mujer poderhallar respuesta a estas preguntas.

A través de la comunicación con otras mujeres,a partir de lo que representa la enfermedad paracada una de ellas en su vida en particular, puedenir poniendo palabras a estos interrogantes y senti-mientos, y sacar a la mujer de la paralización queel diagnóstico genera. Lo que el trabajo grupalaporta es poder afrontar estos sentimientos de lamujer ante este diagnóstico con más recursos per-sonales: aunando respuestas y sentidos, comogrupo, se da la posibilidad de contener y elaborarla sobrecarga de la enfermedad, posibilitando quese establezca un proceso, un tiempo para poderparar y pensar, frente a la aparición de la ansiedadde muerte que se siente a veces, en contra de lossentimientos que produce el diagnóstico y trata-miento que lo hacen interminable o con un fininmediato.

El trabajo grupal aparece como un lugar propi-cio para integrar, para no dispersar. Para integrarun diagnóstico de cáncer: el deseo inicial de quela enfermedad y los tratamientos supongan unparéntesis en la vida, y que luego una vuelve a ser

la misma de antes, se quiebra; en este sentido,posibilitar aquello que muchas personas dicen des-pués de haber pasado por esta enfermedad: con elcáncer he aprendido a valorar de otra formamuchas cosas de mi vida. La reorganización men-tal pasa por una reorganización de su propia his-toria, una reconstrucción que permite luego poderconectarse con otras cosas, ilusionarse, proyectar-se de otra forma en el futuro, dejando a la mujeren mejor situación para enfrentar la vida. La ela-boración de esta crisis vital tiene que suponer elque la mujer llegue a retomar su vida con másrecursos personales, ya que con la enfermedad sedejan algunos de lado, quedando todas sus poten-cialidades a veces anuladas y fijadas al cáncer.

Porque el encuentro con otras mujeres en sumisma situación hace tomar contacto con sus limi-taciones, pero también con sus posibilidades. Elintercambio grupal actúa como un elemento regu-lador: la posibilidad de enfrentar el dolor mental,no sólo el somático, la preocupación (no sólopuesta en los demás o sólo en sí misma), la impo-tencia (ante la incertidumbre), o la omnipotencia(como negación)...

Las dificultades en este trabajo grupal tienenque ver con el curso mismo de la enfermedad decada mujer que participa en el grupo: agravamien-tos, recaídas, muertes... y por las dificultades deelaborar los procesos de duelo, las pérdidas que sevan produciendo. La dificultad está también ensentir y expresar algunas emociones: la inhibicióny supresión de sentimientos que tienen que vercon la agresividad, el enfado, la rabia, etc... serepite entre las integrantes del grupo: el miedo aproducir más dolor, a movilizar demasiado en unaspersonas que son o están frágiles, el temor a dañary poner en peor situación.., es por lo que se nece-sita ir con mucho cuidado y precaución, aunquesea preciso a la vez poder también llegar a sentiry expresar la agresividad. Las intervenciones vandirigidas a ampliar su historia, como se ha dicho,no a interpretar, a facilitar la comunicación. Con elgrupo, se puede trabajar lo vincular, lo relacional:de una misma con su cuerpo, con la enfermedad;con su familia; de una misma con los otros, con elequipo médico...

El propósito del grupo es pues acompañar a laenferma de cáncer en este proceso de curación,largo y tortuoso, y que tantas preguntas desenca-dena: cómo cuidarse, en el sentido de no separa elcuidado del cuerpo del cuidado emocional.

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EMPECÉ a trabajar con familiares de personasque padecen algún tipo de esquizofrenia en elaño 91, en la Asociación madrileña AMAFE, y

allí continué con esta labor durante 10 años con-secutivos.

Comencé haciéndome cargo de un grupo defamiliares que se venía reuniendo bajo la supervi-sión de otro familiar que tenía funciones en laJunta directiva, y que se sentía ya desbordado porla angustia masiva que le transmitía el grupo.Durante los primeros años la actividad consistía enuna Terapia de Grupo y se desarrollaba en sesio-nes semanales de 1,30 h de duración, a lo largo delaño.

Al igual que los familiares manifestaban lanecesidad imperiosa y desesperada de buscar res-puestas por parte del “profesional” que teníandelante, yo también sentía la necesidad imperiosade supervisar mi trabajo y encontrar una guía queme permitiera entender qué pasaba en el grupo.

Pude ir aprendiendo cómo la ansiedad psicóti-ca inundaba toda la institución y su funcionamien-to, incluyéndonos a todos. Nunca sabía las perso-nas con las que me iba a encontrar y tan pronto elgrupo era de 7 personas como que otro día eran25. En esos primeros tiempos me dejé engullir y apesar de hacer intentos por discriminar y aclararqué hacía yo allí y las condiciones que se requerí-an para llevarlo a cabo, no parecía conseguir grancosa en ese sentido.

Era una constante la queja por el abandono odejación de la sociedad de su responsabilidad enel cuidado de los enfermos, por la falta de centrosque asumieran la tarea que ellos sentían que no lescorrespondía y para la que no estaban preparadosporque no sabían (es el profesional el que sabe,pues que se ocupe). Dedicaban mucho tiempo yesfuerzo y una gran dosis de agresividad, en la

búsqueda de enemigos externos en quienes depo-sitar o proyectar todo su dolor (instituciones, psi-quiatras, amigos y vecinos, resto de familia, etc.)Yo representaba una figura que tan pronto estabainvestida de “todo” el conocimiento, como que erala viva imagen del “no saber nada” y de la incom-prensión de los profesionales y del resto delmundo.

Esta actitud de las familias, sobre todo en lo quese refiere a su intensidad, fue cambiando a lo largode los años, al igual que se fue produciendo uncambio en las instituciones y profesionales relacio-nados con la salud mental, de tal forma que elenfrentamiento y la crítica hacia el afuera, eramucho menos intensa y aparecía con más frecuen-cia, en las personas que se incorporaban, el inten-to por comprender y convivir mejor con su fami-liar.

Después de unos años esta actividad quedóreducida a unos pocos participantes y no se deri-vaban nuevas incorporaciones desde otros servi-cios de la institución, a pesar de ser una asociaciónde familiares y tener entre sus objetivos el apoyo alos mismos. Coincidiendo entonces con la susti-tución temporal de la persona que controlaba elservicio de información y derivación, empezó aaumentar la demanda y consideré oportuno intro-ducir algunos cambios que me parecían necesariosa partir de mi experiencia, de forma que la acti-vidad pasó a ser un Grupo de orientación y apoyopsicológico, en el que proponía un pequeño pro-grama.

Para aclarar algunos conceptos y dudas respec-to a terminologías y diagnósticos que planteaban yaportarles el modelo de enfermedad con el queíbamos a trabajar, dedicaba las primeras sesiones.El resto del programa estaba formado por 3 gran-des bloques temáticos que giraban en torno a los

Algunos comentarios sobre el Trabajo Grupalcon familiares de enfermos mentales

Amelia Palancar Sánchez*

* Amelia Palancar es psicóloga. Área de Orientación y Apoyo Psicológico del Centro de Servicios Sociales delAyuntamiento de Majadahonda (Madrid).

Algunos comentarios sobre el Trabajo Grupal con familiares de enfermos mentales

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distintos tipos de ayuda o cuidado por parte de lafamilia, tipos de relación que establecen con elenfermo y sus consecuencias y análisis de la comu-nicación.

Lo que me interesaba fundamentalmente eraproporcionarles una perspectiva que fuera diferen-te de la que solían escuchar por otras vías (p.e.conferencias, escuelas de padres, etc., que organi-zaba la propia asociación) y que se centraba másen descripciones tradicionales de la enfermedad,modificación del aprendizaje, etc.

La información que se proporcionaba no sehacía de forma sistemática en cada sesión, sinocuando me parecía indicado en función del traba-jo del grupo, y sobre todo en los primeros encuen-tros. A la mitad y final del programa les devolvía,en forma de resumen, las ideas fundamentales quehabían expresado y trabajado.

Desde luego, la dificultad para contener el tor-bellino que surge en el seno familiar desde queempiezan las primeras manifestaciones o indiciosde enfermedad en alguno de sus miembros estácargada de intenso desconcierto y sufrimiento. Y elimpacto que produce la aparición de un trastor-no mental hace, en principio, y por desgraciadurante mucho tiempo, que todo esté inundadopor la locura, todo gire en torno a ella y todos sesientan tocados por ella.

Y es tal el miedo que se siente frente a esa locu-ra, a ese mundo al revés, enigmático, peligroso,confuso e incomprensible, que hay que mantener-lo alejado, a veces negándolo directamente o cons-triñéndolo al individuo que está diagnosticado,que para eso tiene un título oficial que lo certificay acredita. Este título, a veces tan necesitado por elenfermo y por la familia, es lo que le da identi-dad, todo lo que es esa persona está ahí conteni-do, en esa palabra aunque no entendamos lo quequiere decir.

El diagnóstico se transforma, en muchas oca-siones, en esa pesada bola que arrastran los presosde los tebeos, de la que no se puede uno librar.Parecería que es una condena perpetua que estarásiempre presente, a pesar de los intentos de unosy otros, por desembarazarse de ella.

La familia se queda pegada a un concepto deenfermedad unidimensional, en la que solo existecarencia e identifica enfermedad con incapacidadpara todo y asume el único papel que sienten queles corresponde, el de cuidar y velar por el inca-

paz, pasando por cierto, como se dice vulgarmen-te por carros y carretas, y sintiéndose absoluta-mente solos en esa difícil tarea.

Se percibe al otro de esa forma parcial, sesga-da, odiada, en la que no hay cabida más que parala enfermedad, el deterioro, la dependencia, eldescontrol, etc. El otro no sabe nada, no puede, esincapaz de gobernarse, por lo que la familia tratadesesperada e insistentemente de hacerle entenderlo irracional y equivocado de su comportamiento ypensamiento, así como del dolor que está produ-ciendo en los demás. Esto permite que temporal-mente o por momentos puedan colocarse en elpolo opuesto (o sencillamente lo crean), de talforma que ellos saben lo que le conviene, lo quetiene que hacer y lo que es bueno para él. Él tieneel dolor y el que yo tengo es por su culpa, ¿acasolo tendría si él no estuviera así?

Todo el proceso que sufren les enfrenta a unarealidad dramática nueva, en la que surge la idea,muy poderosa, de considerar como catastróficocualquier movimiento del enfermo. Se instala elmiedo generalizado, miedo a la agresión, a queabandone el tratamiento, miedo a que lo quedigan o hagan pueda alterar al otro, miedo a larecaída, miedo a que intente salir del pozo en elque está, etc., y para evitar la catástrofe tratan deejercer ese control constante e implacable del otro,a la vez que el que está más pegado a él parece-ría que pierde sus propios límites e identidad. Estemiedo intenso bloquea y paraliza la capacidad dela familia para contener su propia ansiedad ypoder pensar con cierta claridad, a veces en lassituaciones más sencillas.

Para finalizar este breve comentario, quisieraseñalar que considero prioritario en el trabajo conlos familiares, dirigir la ayuda a cuestionar y anali-zar su actitud con el enfermo, de forma que pue-dan comprender cómo ellos mismos fomentan, sindarse cuenta, esa misma locura y se pierden enella. Consideran loco que el enfermo se gaste enuna tarde 80.000 ptas. en ropa porque cree queson ricos, pero no se cuestionan su propia locuracuando son ellos los que le acompañan y pagan.

Cuando los familiares pueden, tras un tiempode trabajo, desprenderse de la idea de que eldoble objetivo de sus vidas es que su familiaracepte y reconozca reiteradamente que está enfer-mo y que tome religiosamente su medicación,entonces es cuando pueden empezar a ocuparse

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de otras cosas, a sentirse partícipes y responsablesdel necesario proceso de cambio que requiere lasituación que viven. El punto de partida requerirá,con la ayuda suficiente, aceptar no solo que unmiembro se ocupe de superar sus dificultades, sinoque ellos tienen que ocuparse también de lassuyas, y que constituyen una pieza fundamentalcon capacidad para ejercer un papel clave en eseproceso.

Esta tarea es desde luego lenta y no son todaslas familias las que están dispuestas o en condi-ciones de realizarla, pero es digno del mayor méri-to la capacidad de algunas de ellas para producirlos cambios necesarios que la transformen en unafamilia que pueda desempeñar suficientementebien sus funciones primordiales, en palabras deBion, de generar amor, promover esperanza, con-tener el dolor y pensar, de forma que permita eldesarrollo de todos sus miembros, y no que sobre-viva a costa de alguno de ellos.

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BIBLIOGRAFÍA

S o b r e I n t e r v e n c i o n e s G r u p a l e s e n u n H o s p i t a l d e D í a

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La Piscoterapia de Grupo

Según mi experiencia, la psicoterapia de grupoes la práctica más eficaz en nuestro dispositivo.

He oído decir a Bauleo que el grupo viene a seruna asamblea de objetos internos.

Me sigue pareciendo increíble que personas tanenfermas en su grupo interno quieran reunirse ycada uno aportar lo que pueda a su manera. El len-guaje verbal los perturba tanto que se comunicanmejor mediante el control de la comunicación noverbal y, no obstante, se reúnen; ¿para qué?, parairse o quedarse no se sabe a dónde, ni por qué, nicómo, ni cuando.

Suele ser un espejismo lo que motiva sus con-ductas. Un aterrador superyó al que satisfacer; ins-tancia en la que están internalizados los padres enrepresentación de la sociedad. La madre como sos-tén vital nutriente –fuente de amor y odio– y elpadre como el tercero mediante el cual hacen apa-rición los demás, lo social. Estos pacientes estándetenidos, también entretenidos, en la fantástica yúnica relación con la madre. Todo lo demás quedaridiculizado hasta el extremo de hacerlo pedazos,enloquecerlo, amordazarlo y no permitirle la sali-da al mundo externo mediante el padre.

El grupo ofrece al terapeuta la oportunidad detomar contacto con sensaciones viscerales intensasy caleidoscópicas, difíciles de acceder a la condi-ción de representación mental.

Ahora se estilan líderes cuya tarea es defender-se agresivamente. No proliferan los líderes queaglutinen a su alrededor mediante el amor. Estospacientes lo muestran padeciendo el terror que lessuscitan las vidriosas imágenes del exterior de lasque se defienden con hostilidad que como es pro-vocada desde afuera, no pertenece a ellos. No se

creen violentos. Se consideran la sublime fuentede amor que no puede malgastarse en nada, úni-camente en ella misma. El terapeuta ha de estardispuesto a dar sin esperar casi nada.

Es curioso observar cómo ha ido cambiando elperfil de los integrantes de los grupos terapéuticosque he ido haciendo a lo largo de mi práctica enhospital de día. Comencé con grupos de pacientesesquizofrénicos muy empobrecidos, excesivamen-te primarios, a los que ponía encuadres y tareasmuy básicos para que cada uno pudiera sentir quepertenecía al grupo a su manera. Tenía que usar eltiempo que fuese necesario para conseguir deellos que contuvieran tanto impulso desorganiza-do: mantenerse sentados, no interponerse unossobre otros, respetar el uso de la palabra, etc. Enestos grupos mis palabras son más útiles si sondirectas y emocionales, sin retórica.

Estos grupos permanecían cerrados seis mesesal cabo de los cuales cada integrante tendría quedecidir, con la cooperación de los demás y delterapeuta, si quería o no participar en otro gruponuevo que se formaría pasado un mes con otrosindividuos. Este paso de entrar en el grupo porquealguien me lo dijo a irme o quedarme porque yolo decido, pese a ser en la mayoría de los casosuna decisión impostora, origina un cambio radicalen el compromiso con el tratamiento y da opciónal planteamiento de un sinfín de posibilidades.

Siguiendo esta secuencia cabe pensar que losgrupos que voy formando mediante momentos deapertura y cierre cada seis meses, van nutriéndosede pacientes cada vez más saludables –así consi-dero a los que toman conciencia de sus dificulta-des, perciben y se benefician de los efectos delgrupo y deciden, sobre la base de ello, enfrentarun proceso de cambio prolongando su participa-

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Sobre Intervenciones Grupales enun Hospital de Día*

Diego Vico Cano**

* Extraído de “Viajeros del tren de la locura: el psiquiatra, el loco y el alumno”, capítulo del libro“ENSEÑAR/APRENDER... SALUD MENTAL de la Unidad de Docencia y Psicoterapia de Granada (en imprenta)

** Diego Vico Cano es psiquiatra del Hospital de Día de Salud Mental. Granada. Miembro del consejo directivo deÁrea3

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ción hasta agotar el límite de tiempo institucionalde dos años– que van configurando mí fantasíasobre las características de los nuevos candidatosal grupo para que este lleve a buen puerto la tareade los que permanecieron en él. El problema entregrupo anterior o viejo y grupo nuevo está servido.Llevará bastante tiempo la integración; inclusohabrá pacientes que no puedan enfrentar el cam-bio y permanecerán anclados, entre quejas, lamen-tos y descalificaciones, en el pasado.

Es posible que de esta manera, casi sin propo-nérmelo, he ido formando grupos de crecientecomplejidad: desde los integrados únicamente poresquizofrénicos hasta el actual, en el que predo-minan pacientes limítrofes y esquizoides que tra-bajan durante hora y media, dos veces en semana.

El grupo de pacientes esquizofrénicos más gra-ves suele estar integrado por un máximo de ochoindividuos, algunos recién salidos de la unidad deagudos a los que podemos considerar como con-valecientes y otros en fase de reintegración en tra-tamiento ya de hospital de día. Al estar en momen-tos distintos, las necesidades de unos y otros sondistintas; coinciden el contacto con la realidad, laaprobación social, el control de impulsos, la defi-nición de problemas y la constancia. Los pacientesen reintegración, involucrados y sostenidos por laconvivencia en el hospital de día, plantean en elgrupo otras necesidades añadidas: la motivación,el manejo de síntomas y las relaciones.

Comienzo el grupo describiendo el encuadre,los animo a presentarse respetando a los que seomiten y les digo que aunque estén allí porque unfacultativo se lo haya indicado, seguramente pue-den decir algo sobre lo que esperan conseguirmediante su participación en el grupo. En generalsuelen estar bastante asustados; es posible queteman por su integridad, que el grupo los aniquiletragándoselos, y se defiendan de ello ignorándosecomo si estuvieran solos; unos intentando perder-se en el silencio, otros dirigiéndose a mí con unavoracidad insaciable mediante preguntas increí-bles. Me dan a entender que yo soy el único queexiste. Se me ocurre que sería estupendo si seplanteara alguna cuestión de interés general. Hagoalgunos esfuerzos al respecto que, en la mayoríade las ocasiones, resultan desalentadores. Cuandoquiero acordar me sorprendo imaginando los queno volverán; a la menor oportunidad les preguntocómo lo llevan. Unos aparecen y desaparecen,

algunos no vuelven y otros pocos se quedan for-mando un núcleo estable que asegurará la super-vivencia del grupo. En cualquier caso, nadie pre-gunta por nadie. Tengo que ocuparme de cuidar elespacio: cerrar la puerta, la ventana por la queentra un ruido infernal, que no fumen tanto paraque no formen una nube tras la que escondersemientras nos asfixiamos, etc., etc. Durante todaesta fase inicial, antes de cada sesión siento ansie-dad por saber cuantos vendrán; por mi mente cir-culan escenas de la sesión anterior a las que inten-to agarrarme en busca de alguna predicción.Necesito elaborar esta preocupación con el fin deque no interfiera más de la cuenta en mi funcióncomo terapeuta en el sentido de conseguir, más omenos, una adecuado equilibrio entre gratificacióny frustración.

Progresivamente los pacientes van establecien-do conmigo un vínculo que, a veces, intuyo comoambivalente. Me asedian a preguntas: ¿y yo cómome curo?, ¿me van a dar trabajo?... y cosas por elestilo. Creen que lo sé y lo puedo todo. Otros bos-tezan, me piden permiso para salir, cuchicheancon el de al lado, se piden tabaco, el mechero; sealborotan.

Lleva su tiempo que tomen conciencia de queestán reunidos con otras personas. Suelen coinci-dir en considerarse víctimas de la incomprensión eintolerancia de los demás, especialmente de susfamilias, resultando que todo lo que les pasa esconsecuencia de continuos malentendidos y agre-siones. Pasan todo el tiempo compadeciéndoseunos de otros y exhibiendo sus padecimientos.Pretenden hacer del grupo un lugar seguro en elque estén a salvo de agresiones, pasadas y pre-sentes, provenientes del exterior. Dicen que es esolo que han de hacer, tratarse bien, no crear tensio-nes y comprenderse, puesto que todos se sienteniguales y no se van a comportar entre ellos comolo hace la gente.

Poco a poco empiezo a recibir sorpresas.Alguien le responde personalmente a otro; tengola impresión de que se han comprendido realmen-te. Un miembro nos explica la ausencia de otrorecordando un comentario de sesiones atrás.Aparecen remedios, sugerencias; ya cuidan ellosdel espacio. Se preguntan con interés y esponta-neidad. Intentan explicarse las conductas de unosy otros. Siento que mi papel ya ha de ser otro. Aveces, me siento sólo.

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Para mí lo de recibir sorpresas es fundamental.Antes de cada sesión me pregunto a cerca de cualserá la sorpresa de ese día. Generalmente, el grupoen proceso terapéutico va y viene de un funciona-miento a otro y, las más de las veces, coexisten enla misma sesión. Cuando las sesiones se sucedende forma previsible, sigo manteniendo la mismaactitud hasta que empiezo a sentir aburrimiento.Este es un síntoma que yo considero alarmante ylucho por obtener alguna hipótesis sobre lo queestá pasando y la forma de hacérselo saber algrupo. Cuando la consigo y se la digo, no respon-den nada y me miran de tal forma que me hacensentir ridículo o que soy yo quien dice locuras. Aveces, responden algo que me hace mirarlos de lamisma manera. En cualquier caso es una situacióndesagradable. Procuro entonces mantenerme calla-do a la espera de algún acontecimiento que meoriente o, también, solicito al grupo ayuda pidién-doles alguna sugerencia.

Cada momento evolutivo del grupo precisa unaestrategia distinta por parte del terapeuta.

Al comienzo me dirijo a ellos con la finalidad deneutralizar el miedo; intento sacarlos del aisla-miento y promuevo que corran el riesgo del con-tacto emocional. No tengo inconveniente en hablarsobre la enfermedad del paciente, los síntomas, elpapel de la medicación, la función de los distintosdispositivos asistenciales. Aquí hay muchas proba-bilidades de que puedan compartir experienciasvividas y les pregunto intentando conectarlos aunos con otros; en lo que puedo, y desde el res-peto personal, procuro que ningún paciente quedesólo y olvidado. En esta etapa inicial la comunica-ción verbal suele ser fragmentaria, dislocada, cadauno va a lo suyo que, para colmo, no sé bien quées. Suelo estar en confusión continua y se lo hagosaber al grupo: no puedo entenderlos. Por supues-to, no suelo referirme a ellos globalmente median-te la palabra grupo. Tampoco tengo buena expe-riencia señalando un portavoz mediante el cual elgrupo intenta comunicarme algo. Sencillamenteutilizo el plural. Creo que en estos grupos las inter-venciones dirigidas a la totalidad han de hacerse lomás personales posibles, huyendo de palabrasconceptuales.

En otra etapa posterior, cuando se interesan enmantener una relación unilateral conmigo ignorán-dose mutuamente, la etapa del asedio a preguntas,es cuando se me plantea el problema de sentirmeescindido. Por una parte respondo algunas pre-

guntas y también empiezo a devolverlas indicán-doles que seguramente ellos tienen algo que decir,que no pueden anularse; con esto fomento la rela-ción individual conmigo, pero también les quierodecir que estoy presente y disponible emocional-mente. Por otra parte tengo que fomentar que seolviden un poco de mí, que me coloquen más allado y que se arriesguen al contacto entre ellos.Como no todos los pacientes llevan el mismo pro-ceso, menos aún lo que aparecen y desaparecen,te ves ante situaciones enloquecedoras, situacionesen las que, al mismo tiempo, te reclaman inter-venciones sobre distintos procesos.

Pasado un tiempo intervengo para señalar loque está ocurriendo. A veces, mi intervención esseguida de silencio, en él obtengo la impresión deque están haciendo un esfuerzo por organizar laansiedad confusional que les invade. Es unmomento importante en el que no se ha de impor-tunar al grupo. Si veo que se acerca el final de lasesión intervengo para que tomemos contacto realunos con otros. Generalmente no aparece el silen-cio, alguien habla de lo mal que está y del cabreoque tiene; los demás parece que se interesan porel asunto y le van dando remedios a cual máscurioso.

Es inevitable que algunos pacientes, cuando notodos, se sientan decepcionados. Difícilmente melo van a hacer saber directamente; lo desplazaránsobre otras figuras parentales como, por ejemplo,la institución y similares. Me siento más segurocuando la agresividad la expresan mediante lametáfora; a pesar de ello, paso un mal rato, perci-bo la amenaza en el ambiente. En ocasiones,cuando el grupo ha establecido vínculos más sóli-dos de predominio amoroso, les interpreto el des-plazamiento de la metáfora. Aquí he de tener espe-cial cuidado a las heridas narcisistas. La mayoría deestos pacientes no pueden ser más que totalmentebuenos y, en el caso muy improbable de sentirhostilidad, es por culpa de los demás que no sóloles hacen daño, sino que además les hacen sentir-se malos sin serlo.

Como dije anteriormente, los pacientes delgrupo iban cambiando, según entraban y salían, ycon ellos el objetivo del grupo, la tarea del tera-peuta y el encuadre.

Desde hace unos años se trata de pacientes connúcleos sanos o neuróticos más fuertes y presen-tes, con mayor capacidad de simbolización. A dife-rencia de los anteriores, se ha ido llenando de

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mujeres hasta ser mayoría; la presencia masculinaes del 30% en un grupo de nueve miembros y haquedado desdibujada no sólo porque son menossino porque además son los poseedores de losnúcleos más psicóticos hasta el extremo de mani-festarse con clínica esquizofrénica. Como persona-lidades esquizoides muestran, por tanto, el predo-minio de la relación de objeto parcial, del tomarsobre el dar, del interés en el mundo interno: sesienten empobrecidos después de dar y crear, lasideas sustituyen a los sentimientos y están muyinteresados en cuestiones de plenitud y vacío; endefinitiva, son muy orales. ¿Qué van a hacer conseis mujeres?

La presencia tan desigual entre mujeres y hom-bres ha definido el único requisito imprescindiblepara ser candidato a entrar en el grupo: ser hom-bre.

Las mujeres, por su parte, son limítrofes.Presentan núcleos psicóticos, en ocasiones, fácil-mente observables. Hay angustias psicóticas detipo persecutorio, de abandono, confusional haciasí misma o su identidad. Hay pobreza en el controlde impulsos predominantemente autoagresivoscon algún intento de suicidio de claros maticessádicos. También alguna mujer más neurótica conproblemas de dependencia; es decir, con impor-tantes aspectos regresivos orales.

Los nueve miembros son licenciados. Algunasmujeres han tenido o sostienen en la actualidaduna pareja. La mayoría de los hombres no hantenido siquiera juegos amorosos.

La edad está comprendida entre los 23 y 45años; la mayoría oscila entre los 29 y 35. Unosenfermaron tras la licenciatura, otros después deun corto y angustiante contacto con la prácticaprofesional; algunos están en baja laboral.

El grupo trabaja en sesiones de noventa minu-tos dos veces en semana. El tiempo máximo deestancia en él es de dos años; aunque si el proce-so del paciente aconseja continuar convenimoscon él la estrategia de un alta para observar losefectos y una entrevista a los seis meses para eva-luación, desde la que se puede indicar el ingresoinmediato del paciente en el grupo.

Ha estado abierto alrededor de tres meses. Nose volverá a abrir hasta pasado un año; en esemomento saldrán y entrarán pacientes.

Naturalmente cada paciente vive el tiemposegún sus necesidades. Los de baja laboral tienenmás prisa e introducen el ritmo de la esperanza.

Otros, desde el otro extremo, tienen el ritmo de lamuerte.

Se trata de un grupo bastante impulsivo quehuye hacia delante. Tienen especial temor al silen-cio confusional, persecutorio y hostil, al que evitanhablando y discutiendo continuamente. No tienendificultad en expresar la hostilidad en forma mani-fiesta; tampoco el cariño.

Las mujeres son buenas relaciones públicas yhacen esfuerzos por tener las cosas muy claras,pero se interesan poco por los hombres del grupo.Uno de ellos ha despertado una especie de amormaterno.

Los miembros limítrofes establecen en el grupounas relaciones impredecibles, agresivas, ofensi-vas, atemorizantes y desleales.

En una sesión discuten tres mujeres sobre ellasmismas. En un momento, una se alía con otra ydejan fuera a una tercera a la que una de ellas lerecrimina que cómo se atreve a tener esa actitudarrogante y segura después de haber estado unmes sin venir por las razones que sean. Acto segui-do, la paciente ofendida se levanta para salir; alponerse en pie trastabilló y nos alarmó a todoscon la amenaza de caerse. Dijo que se le habíadormido el pie. Se fue.

Los hombres transmiten pobreza, soledad, inhi-bición, autorrreferencias narcisistas. Nada eróticosalvo algún intento fallido fuera del grupo.

A la mentalidad grupal que va creando contri-buyo de varias maneras: convoco al grupo, esta-blezco las reglas del juego y señalo su observancia–a veces esto me cuesta un gran esfuerzo puestoque he de establecer la alianza terapéutica con lasresistencias; he de aceptar que eso es lo que hay;he de aliarme con la parte que boicotea al grupo,que actúa, aceptándola. Veré si podremos sabercuál es la misión de esas resistencias–, nombro unatarea: entender las conductas, establecer hipótesisacerca de por qué están aquí, para qué y adóndeirá cada uno.

Soy de la opinión de que al hacer referencia alproyecto del grupo, debemos plantearlo indivi-dualmente, señalando que ese cambio individualse ha gestado, entre otras cosas, en el grupo. Nocreo que haya que hacer del grupo la máximaexpresión de la procreación. El grupo ha hecho sutrabajo, no todo el trabajo.

También contribuyo a la mentalidad grupalmediante mi contratransferencia; esto es, con larelación inconsciente que establezco con la trans-

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ferencia de los integrantes. Toda la descripciónque voy haciendo del grupo es contratransferen-cial: dispone mi observación, escucha, intervencio-nes y conducta preverbal hacia el grupo.

Suelo intervenir poco, pero quizás sean inter-venciones algo prolongadas; tal vez, porque espe-ro demasiado a que ellos resuelvan el problema ysiento que he de entrar, en principio, haciéndomemás presente y ofreciendo una hipótesis sobre loque está pasando y haciéndoles notar el climaemocional que están creando.

Estoy interesado en conseguir que se callen unpoco y vayan recogiéndose, a ser posible, en ungrupo interior básicamente amoroso al que pue-dan expresar en el afuera. Espero que los hombresobtengan provecho de ello y tengan la opción delibidinizar a los demás.

Será muy deseable que puedan identificar susobjetos buenos y malos en los demás y, desde ahí,introyectarlos.

Decía Anthony que el terapeuta ha de cuidar algrupo y este cuidará a sus integrantes.

Seguimiento clínico en Grupo o elllamado Grupo de Medicación

El seguimiento clínico de los enfermos menta-les graves es un aspecto imprescindible del trata-miento que adopta características peculiares en elhospital de día: hemos de organizarnos para obte-ner un equilibrio entre actividades psicoterapéuti-cas, clínicas y ocupacionales. A mi modo de ver lodeterminante es que se convive con los pacientes.

Sus síntomas están ahí, en sus conductas.Observamos que mediante la relación entre nos-otros, nosotros con los pacientes y la de estosentre sí, los modifican en intensidad y en sus for-mas de expresión producto de la integración deobjetos disociados y la diferenciación de objetosaglutinados; objetos con variadas tonalidades afec-tivas con los que contamos ya internalizados.

El hecho de preservar espacios para psicotera-pia individual y grupal, obliga a una organizacióndel equipo asistencial muy difícil de sostener cuan-do está presionado institucionalmente. Hay dema-siada prisa. Exige además al psiquiatra que realizala revisión clínica una actitud muy atenta para dis-criminar el material que es pertinente en ella delque corresponde a la psicoterapia. Como se ve, seplantea el problema de observar la clínica desde

un corte vertical a cambio de preservar el espaciopsicoterapéutico de elaboración.

Me he sentido sobrecargado por excesivasdemandas de revisiones clínicas, muchas de ellasdemasiado parcializadas, faltas de una mínimaintegración. Además de perturbarme, me alarmó.No se trataba sólo de la repercusión en mi rendi-miento en los espacios psicoterapéuticos y en eltrato con los pacientes fuera del despacho. Tendríaque hacer algo para higienizar esta situación.

Pensaba en los motivos de tanta consulta clíni-ca. Los pacientes no se descompensaban más de loesperado. Se me ocurrió que éramos nosotros mis-mos los que estábamos provocando esa situaciónpor distintos motivos: quizás por sentimientos deculpa inconscientes hacia el hecho de la descom-pensación masiva del paciente; tal vez por mante-ner el prestigio del equipo ante otros dispositivosdiciéndoles que deriva muy pocos pacientes a launidad de agudos o, lo que es lo mismo, este equi-po puede contener. La resultante era, a mi juicio,que provocábamos mayor regresión en los pacien-tes, haciéndolos más dependientes innecesaria-mente y originando mayor intolerancia a la frustra-ción con la complicación de que los pacientesdisocian y no tienen opción a rescatar estas ansie-dades en el momento que suceden sino que hande quedar expuestas a que pueda ser integrado enla sesión de psicoterapia.

También observé que los pacientes utilizaban larevisión clínica para eludir el dolor de los espaciospsicoterapéuticos. Es decir, que si la idea del equi-po era cuidar esos espacios, por otro lado los está-bamos boicoteando. De esa manera manteníamosla escisión, negación, proyección, intolerancia a lafrustración, etc. que originan una patología sobre-añadida infantilizando al paciente. Es como desearque sean niños buenos, no personas adultas.

Por otra parte, a la mayoría de los pacientes lesprocuramos una salida escalonada con lo que pro-vocamos que quede algún vínculo manifiesto entreel paciente y el equipo: ya queda sólo en psicote-rapia individual o grupal, ya en revisiones clínicas,en espera de pase a alguna actividad laboral, etc.

Además, tenemos unos pacientes a los quehemos llamado ambulatorios. Desde el punto devista administrativo son pacientes que no se pue-den ubicar en un registro de indicadores asisten-ciales. Se trata de pacientes graves y, también,menos graves. Los más graves no acuden nunca al

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equipo de salud mental; supongo que si acaso tie-nen idea de que están enfermos, se intentan curarellos solos; ingresan en agudos y, desde ahí, noslos remiten. Suelen estar con nosotros algún mes ydesaparecer; a veces vienen a visitarnos, deambu-lan a nuestro alrededor sin poder comprometersecon el tratamiento a nuestra manera porque a lasuya sí que lo están haciendo. De esa forma nosvamos convirtiendo en su espacio de referenciapara pedir ayuda. Otros, se quedan con nosotros asu manera: incapaces de aceptar normas, deambu-lan por el hospital a su antojo, entran en los espa-cios del personal, van y vienen, aparecen y des-aparecen, revolotean a nuestro alrededor.Procuramos tolerar la frustración que nos produ-cen.

Los pacientes menos graves son los que hanvuelto a estudiar, hacen cursos o se entretienencon aficiones, etc., y quedan por cualquier motivo–transferencial– y durante un tiempo (no encua-drado) con el seguimiento clínico pendiente dehospital de día.

Pensé intervenir en esta situación haciendorevisiones clínicas en grupo. Estos pacientes tie-nen en común: aclarar el motivo de esa relacióntan peculiar con el hospital de día y preguntarsequé pueden hacer al respecto. Unos tendrían quepensar en por qué no se van y otros en qué lesimpide entrar.

Nos reunimos una vez en semana durante horay media con un máximo de diez pacientes quepertenecen al perfil ya comentado más arriba yque acuden por propia iniciativa o por indicaciónde su terapeuta. Adopto una actitud directiva y lesseñalo la tarea: cual es su relación con hospital dedía, cual es su diagnóstico, qué tratamientos estánsiguiendo, qué alteraciones sintomáticas les hanllevado al grupo, qué se les ocurre sobre su ori-gen y posibles medidas terapéuticas. Les solicitocolaboración cuando decido modificaciones psico-farmacológicas y acordamos la fecha de la próxi-ma revisión si procediera.

Como quiera que, en general, los pacientes tie-nen otros espacios terapéuticos, en la primera reu-nión les recordé que no se trataba de un grupoterapéutico; por lo tanto, se guardaría un orden deintervención y no era necesario que hablasen decuestiones íntimas. Pasadas un par de sesiones notuve que recordarlo más; unos se lo recuerdan aotros cuando entran en cuestiones personales “másallá de la cuenta”. Y “más allá de la cuenta” no está

definido; algo nos avisa a los pacientes y a mí deque pasado un cierto nivel ya nos estamos desli-zando de la tarea del grupo.

Suelen generar un ambiente de confianza, dis-tendido y respetuoso, en el que se modifican lasdosis, se habla de efectos secundarios y siempreprocuro que no digan sólo el síntoma sino quehagan una hipótesis sobre lo que a su juicio des-encadena o atenúa los síntomas, a lo que le doyespecial importancia puesto que brinda la oportu-nidad de que el paciente vincule sus síntomas contodo lo que le pasa, con los otros espacios tera-péuticos y con el ambiente social del que formaparte y del que puede tomar conciencia en el aquíy ahora de la situación de agrupamiento mediantelo que los demás le pueden devolver.

Vi que el grupo podía ser un lugar donde lospacientes poco entrenados en evaluarse por miedoy el rechazo a la medicación, desconocedores desus indicaciones y efectos secundarios podíanbeneficiarse aprendiendo de otros pacientes que sísaben acerca de su enfermedad, peculiaridades delos psicofármacos, etc. e incluso cómo estos mis-mos pacientes me indicaban la conveniencia desubir dosis, cuando mejor la pauta si por la maña-na o la noche y cosas así.

También les proporciona la opción de aprenderde aquellos pacientes que han reanudado estudioso cultivan aficiones, hacen vida social, hablan delos síntomas en relación con dificultades de la vidacotidiana, cómo se gestionan ayuda, etc.

Intervenciones con familias

Hay un grupo al que llamamos de informaciónpara familiares que se reúne una vez en semanapara intercambiar información sobre las vicisitudesdel tratamiento de los enfermos y de la vida coti-diana de los familiares, los pacientes y hospital dedía. De este grupo, hace una decena de años,nació la asociación de familiares de enfermos men-tales en esta ciudad.

Hace algún tiempo decidimos crear otro espa-cio grupal para familiares de enfermos reciéningresados (en fase de integración) como respues-ta a las dificultades que plantean algunos pacien-tes al inicio de su tratamiento. Este periodo inicialde integración decidimos concretarlo en un mes ysegún el caso. Durante ese tiempo obtenemosinformación de la localización y magnitud de losobstáculos.

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En general, sabemos que cuando las familiaspueden hablar de las dificultades estas se ablandany permiten “negociaciones” con el encuadre. Lasdificultades se hacen insalvables cuando no pue-den hablarse y son actuadas; sencillamente elenfermo se ausenta desde el principio, no haymanera de sacarlo de la cama, desaparece encuanto puede, etc. Los familiares, generalmentepadres, tienen una conducta paralela, tampocosuelen acudir al grupo y si lo hacen es para escon-derse tras una cortina de palabras vanas.

Estos grupos están coordinados por enfermeríay el trabajador social. De lo que en ellos sucedetenemos conocimiento por las reuniones de equi-po y opinamos sobre estrategias a seguir. Las deci-siones y la coordinación de las estrategias las llevaa cabo el terapeuta del paciente.

Como ya señalé anteriormente, entrevistamos alos familiares al inicio, les informamos sobre nues-tro encuadre y les hacemos comprometerse en elcumplimiento del contrato terapéutico.

Una vez que me hago cargo de un paciente, notengo prisa en conocer a la familia y hablar unpoco con ella. Dejo pasar un tiempo en el queestoy a la expectativa mientras voy recibiendoinformación con el paciente y las reuniones deequipo.

Cuando los alumnos leen acerca del desarrollode la personalidad, observo que se identifican conel bebé, lo que les conduce a aliarse con el pacien-te. La familia piensa acertadamente que te haspuesto de parte del paciente sin hacer esfuerzoalguno por entenderlos. Si la familia nos cae malantes de conocerlos tendremos que revisar nuestracontratransferencia.

Una adolescente con sintomatología obsesiva,especialmente insegura, miedosa, aislada, retiradade sus estudios y de trato difícil con las conocidas,me hizo ver un aspecto muy real del origen de sussíntomas: provenían de la madre, por la que meinteresé y pude mantener sólo una entrevista; noconsintió acudir en más ocasiones. Le preguntépor su vida. Sin padre desde muy pequeña, quedóal cuidado y manutención de su madre que se con-sideraba de una casta superior como para trabajar.Pasaron penalidades de todo tipo y se casó cuan-do murió la madre. Tuvo dos hijos y una hija (lapaciente), todos miedosos en el enfrentamiento delas etapas del crecimiento, nadie crecía para noenfrentar riesgos.

La paciente mejoró espectacularmente. Todo eltrabajo lo hizo ella; yo solamente la acompañé enun momento de su vida.

Muchas familias de pacientes debían de hablarregularmente con el equipo terapéutico sirviéndo-se del encuadre que éste establezca para estoscasos, lo que dependerá de la importancia que sele atribuya a la familia en relación con la enferme-dad de uno de sus miembros. La posición másradical cree que la patología reside en la propiafamilia y el paciente no es más que un emergenteportavoz de la enfermedad familiar. En el otroextremo, la posición más conservadora piensa quela patología puede deberse a una predisposicióngenética y la familia sólo hace la función de trans-misión genética. En cualquier caso, vivir con unfamiliar psicótico pone a prueba la salud familiar yes preciso estar ahí más para higienizar que paracurar. Es muy difícil que una familia haga una psi-coterapia reglada; se presentan obstáculos múlti-ples y variados. Me resulta más fácil ir hablando devez en cuando con el miembro de la familia quemás se preste; de ahí pueden surgir iniciativas paramayores empresas. Recuerdo un caso opuesto: aquien no conocí fue al paciente.

En una ocasión me hice cargo de un paciente alque no llegué a conocer más que por el informede derivación. Aparecía la madre para disculparsus ausencias y de paso me daba ánimos y espe-ranza para que no desistiera de esperar a su hijo.Llegó un momento en el que me desconcerté ycomo solución decidí sustituir a la madre por suhijo. Se me ocurrió que estaba pidiendo ayudapara ella misma y que tal vez si conseguía que sevinculara al hospital de día, ello pudiera repercutiren ablandar la extrema evitación del hijo. Se trata-ba de una mujer deprimida, casada con “un hom-bre que iba a lo suyo”, de escasa participación enla vida familiar. Ella se consideraba de un nivelsociocultural muy superior a él y su matrimoniofue un mal menor. Necesitaba un padre al quemostrarse como una estrella inalcanzable. Mehabló de su feliz vida anterior con un novio de sunivel social. Daba la impresión de que aún le dura-ba el duelo. La estuve acompañando durante tresmeses, una vez por semana. Le fue útil. Casi desdeel principio dejó de hablar del comportamientobizarro de su hijo para hablar de ella. Nos despe-dimos con afecto.

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Introducción

Aunque el eje central de mí esquema de refe-rencia es la Técnica de los Grupos Operativos ges-tada por Pichon-Rivière, intentaré pensar acerca dela agresividad en los grupos desde el pensamientode Winnicott. Me basaré fundamentalmente en míexperiencia como coordinador de grupos de for-mación, aunque creo que estas reflexiones puedenservir para pensar acerca del trabajo con grupos engeneral.

El trabajo con Grupos Operativos, al emplear lateoría psicoanalítica como herramienta, puedeestar contaminado por la técnica psicoanalítica clá-sica y algunos de sus estereotipos, como puedenser el empleo sistemático de interpretaciones delsilencio, la adopción de una actitud de abstinenciay pretendidamente neutral, la hipervaloración delo verbal y la desvalorización de la acción, etc.

Una y otra vez he escuchado que en determi-nados contextos y situaciones no conviene emple-ar la técnica operativa "clásica", de la misma formaque en determinados contextos y con pacientesgraves, no conviene emplear el psicoanálisis clási-co. Suena como si se tratara de hacer un "grupooperativo light". Entonces la coordinación ya nointerpreta tanto y adopta una presencia más sensi-ble, activa y pedagógica; participa más a modo de"charla", tiene una actitud más distendida y jugue-tona, ¡incluso contesta a algunas preguntas!, etc.

Según tales criterios, creo que lo que hago son"grupos operativos lights". Sin embargo, Winnicottha destacado cómo muchas veces las interpreta-ciones (o determinadas formas de interpretar) pue-den resultar intrusivas y persecutorias; que es posi-ble realizar una labor profunda y efectiva sin nece-

sidad de emplear la interpretación de forma siste-mática, y que el terapeuta que no sabe jugar noestá preparado para la tarea.

También destacó que mucho de aquello que sedescribía en términos de "pecho bueno y malo"(relación objetal), en primera instancia habría quepensarlo en términos de madre (in)suficientemen-te buena. Es decir, también hay que tener en cuen-ta la actitud "real" de las figuras materna y paterna,y no poner el acento casi exclusivamente en elmundo objetal del bebé.

En la medida en que Winnicott trasladó estosplanteamientos a la clínica, podría decirse que hasido uno de los precursores del intersubjetivismo.En términos muy resumidos y sencillos, la ideabásica sería: las manifestaciones (sanas, patológi-cas, etc.) del bebé, paciente o grupo, van a depen-der en gran medida de las interacciones con losprogenitores, terapeuta o coordinadores (coordi-nador y observador). Toda manifestación psíquicay vincular depende del contexto intersubjetivo enque tiene lugar. De ahí que me pareciese intere-sante (re)pensar acerca de la cuestión grupal desdelos planteamientos de Winnicott y otros autores.

En lo que se refiere a la agresividad, Winnicottla considera un elemento fundamental en los pro-cesos de discriminación y desidealización, ya seaen el desarrollo, en una situación terapéutica, deproceso grupal o en relaciones cotidianas.

Por otra parte, cabe no perder de vista la ideade la agresividad como algo que hace daño y pro-duce dolor. Quizá las dos vías más potentes a tra-vés de las cuales podemos dañar al otro o sentir-nos dañados son:

1) Atacando su narcisismo (o sentirnos ataca-dos)

La agresividad en los grupos. Winnicott y la intersubjetividad. El silencio, el silenciar y el callar

Leonell Dozza del Mendoça*

* Leonell Dozza es psicólogo. Madrid. Correspondencia: [email protected]

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2) Haciendo que se sienta culpable (o sentirnosculpables)

Podemos hundir a una madre diciéndole ohaciéndole sentir que es mala madre. Con un sólogolpe atacamos su narcisismo y hacemos que sesienta culpable. La actividad profesional que reali-zamos constantemente nos expone a ser y sentir-nos atacados en este sentido; y esta exposiciónpuede hacer que realicemos intervenciones agresi-vo-defensivas que bloquean o entorpecen el pro-ceso grupal.

Las manifestaciones de agresividad pueden serla resultante de procesos defensivos resistenciales(del grupo y de los coordinadores), o bien apun-tar hacia procesos estructurantes. Con ello no pre-tendo decir que determinada manifestación deagresividad sea una u otra cosa, sino que es posi-ble pensarla desde dos perspectivas distintas, quepor lo general se atraviesan mutuamente.

Todo acontecer grupal es un vaso mitad llenomitad vacío; y el enfoque que adoptemos marca engran medida el rumbo y talante de nuestras inter-venciones. El que determinada manifestaciónresulte sana o patológica depende también delsigno que pongamos en nuestra mirada. Quizá ten-demos a percibir y señalar la mitad vacía, posible-mente debido a la necesidad de posicionarnoscomo siendo la mitad llena.

La agresividad como elementoestructurante en el desarrollo

emocional

Las construcciones teóricas de Winnicott acercade la relación bebé-madre pueden brindar algunasmetáforas para pensar acerca de la relación grupo-tarea-coordinación; lo cual no significa que losprocesos grupales reproducen el desarrollo emo-cional primitivo.

Partiendo de que toda psicología "individual" espsicología interactiva e intersubjetiva, consideroque algunos paralelismos conceptuales pueden serválidos, por lo menos como punto de referencia ya modo de metáfora.

En las primeras etapas del desarrollo el bebé nodiscrimina entre yo y no-yo, mundo interno yexterno, procesos intrapsíquicos y acontecimientosde la realidad externa. A raíz de múltiples expe-riencias, la figura materna se va haciendo significa-tiva en calidad de objeto fusionado. Winnicott diráque hay relación de objeto, pero no el reconoci-miento de relacionarse con un objeto externo[1].

En este contexto el bebé tiene la ilusión derelacionarse con un objeto fusionado que seencuentra bajo su control omnipotente. Por ejem-plo: cuando siente hambre, durante un tiempopuede eliminar el displacer mediante la descargamotriz del berreo y el pataleo, y luego a través dela alucinación. Si en este momento la madre leofrece el pecho y la leche reales, se establece unayuxtaposición entre aquello que el bebé es capazde alucinar y la realidad externa.

En el ámbito de esta yuxtaposición entre lo alu-cinado y lo real, se establece el primer "vínculo" (amodo de fusión) con la realidad externa. El acce-so al principio de realidad se basa en que la madreno plantea exigencias prematuras en este sentido.A su vez, esta actitud no intrusiva sostiene el des-arrollo del sí-mismo verdadero.

Tomemos la siguiente idea como metáfora delmatrimonio entre el extremo del individuo y extre-mo de su afuera:

"La madre posibilita al bebé tener la ilusión deque los objetos de la realidad externa pueden serreales para él, vale decir, pueden ser alucinacio-nes, ya que sólo a las alucinaciones las siente rea-les. Para que a un objeto exterior se lo sienta real,la relación con él debe ser la relación con una alu-cinación." (Winnicott, 1989a, 73).

El paso siguiente consiste en "romper" la fusión,poner al objeto fuera de la zona de control omni-potente y reconocer su externalidad. Para ello, elbebé tendrá que destruir al objeto fusionado.

Esta destructividad no está motivada por el odioo la ira, sino por la necesidad psíquica de discri-minarse y existir como fenómeno autónomo yseparado.

Aunque se trata de una destrucción a nivel derelaciones objetales, ello implica ataques reales

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[1] Se ha demostrado que desde el comienzo el bebé es capaz de discriminar, lo cual no invalida (aunque sí rela-tiviza) el planteamiento más tradicional acerca de los estados de fusión primitiva (ver Ogden, 1989, 48ss; Stern,1985). De hecho, Winnicott dice que la fusión es un logro del desarrollo, posible en la medida en que el bebécuenta con un sí-mismo relativamente integrado que se fusiona con el sí-mismo de la madre.

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hacia la figura materna; por ejemplo, cuando elbebé muerde, patalea, araña, no la mira, la recha-za.

Aquí la principal tarea de la madre es sobrevi-vir al ataque, lo cual significa no reaccionar con lavenganza o el abandono (de hecho, algunasmadres no toleran esos movimientos de indepen-dización y tienden a reaccionar según la ley deltalión).

Winnicott destaca que el término "destrucción"no se refiere tanto al impulso destructivo del bebé.Si la madre sobrevive al ataque, la destrucción esuna destrucción potencial en el ámbito de las rela-ciones objetales; una destrucción que será restitui-da una y otra vez por la supervivencia de la madre.Es como si el bebé dijera: "te destruyo, no existes",y luego se encontrara con que la madre sigueestando ahí.

Estas experiencias basadas en la destrucción-supervivencia, fundan la discriminación entre fan-tasía y hecho, entre yo (mundo interno, fantasía,"te destruyo") y no-yo (mundo externo, hecho,"sobrevives").

A partir de la discriminación el bebé empieza aesperar algo del objeto no-yo. Si la madre es "sufi-cientemente buena", la mente del bebé se encargade convertirla en una figura materna idealizada.Fundamentalmente, espera que ella sea capaz desatisfacer sus necesidades y protegerle de todos lospeligros.

Esta sería una función positiva (no resistencial)de la idealización: la "renuncia" a la ilusión deomnipotencia propia pasa por la creencia en laexistencia de otro omnipotente o ideal (cf. Kohut,1971). Sin la idealización el bebé se sentiría dema-siado expuesto y desprotegido.

A su vez, para seguir hacia la autonomía elbebé también tendrá que destruir esta concepciónidealizada. Si siguiera creyendo en la existencia deotro ideal, no pulsaría en él la necesidad de des-arrollar sus propios recursos.

Una y otra vez, inevitablemente la actitud de lamadre no cumple con las expectativas idealizadas,lo cual genera la frustración y los correspondientessentimientos de odio.

A diferencia de lo que pasaba en aquella des-tructividad más primitiva (sin odio), la destrucciónde la idealización deriva del odio provocado por lafrustración y la desilusión.

Winnicott dice que la madre empieza a "fallar",en el sentido de que disminuye poco a poco, de

forma no traumática, el grado de adaptación a lasnecesidades de su hijo. Con ello, brinda al bebémotivos "objetivos" para que la odie y destruyaaquella concepción idealizada, lo cual pasa pormomentos de ataque, repulsa y denigración delobjeto. Winnicott incluso habla de rociar al objetoidealizado con excrementos.

A su vez, a la madre le corresponde tolerar laherida narcisista de no ser la encarnación real deuna madre perfecta, lo cual le posibilita tolerarestos momentos transitorios de ataque, repulsa ydenigración; por ejemplo, cuando el bebé nocome de su comida pero come si la da un extrañoo la tía.

Si la madre sobrevive a estos ataques, el bebépuede integrar sus sentimientos ambivalentes;empieza a darse cuenta de que esta madre "que noda la talla" (denigrada) es la misma que una y otravez actúa de forma pertinente y es amada.

La agresividad como emergente grupal

La agresividad suele manifestarse de diversasformas en el proceso grupal: culpabilizacionesimplícitas o explícitas, ataques al narcisismo y a losdistintos elementos del encuadre, insultos, discu-siones y cuestionamientos (a veces constructivos yotras veces dilemáticos, acalorados o aburridos),humor y sarcasmo, somatizaciones, en aquellassituaciones en que brilla por su aparente ausencia,etc.

Más allá de los procesos intragrupales relacio-nados con la tarea, tales manifestaciones de agre-sividad pueden derivar de la actitud de los coordi-nadores. En primera instancia, ello no es ni positi-vo ni negativo, sino simplemente inevitable. Loque sí se puede evitar, por lo menos en ciertamedida, es el clima de crispación derivado dedeterminadas intervenciones intrusivas.

A continuación propondré algunas líneas dereflexión e intervención relacionadas con la agre-sividad en los grupos.

La paradoja del comunicar silente

Una de las líneas más común en la conceptua-lización sobre grupos, suele entender la agresivi-dad como derivada de las frustraciones, ansieda-des y resistencias relacionadas con la tarea grupaly el trabajo (recuérdese que estoy hablando desdemi experiencia como formador). Tales manifesta-

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ciones se deben, entre otras cosas, a que el grupoexterno puede vivirse como amenaza al grupointerno y al sí-mismo de cada miembro, es decir: asus esquemas de referencia, narcisismo, omnipo-tencia, etc.

La perspectiva inversa (menos mencionada)consiste en tener en cuenta el efecto apaciguanteproducido por la externalidad del grupo. Quizáuna de las principales motivaciones para que laspersonas busquen pertenecer a grupos, deriva dela necesidad básica de compartir intersubjetiva-mente sus experiencias psíquicas y vinculares. Losfallos significativos en este sentido pueden produ-cir estados confusionales, paranoides, de aisla-miento y psicóticos.

Stern comenta que: "lo que se desarrolla es unanecesidad dominante de pertenencia-psíquica-a-un-grupo-humano, esto es, necesidad de inclusiónen un grupo humano como miembro con expe-riencias subjetivas potencialmente compartibles,en contraste con el no-miembro, cuyas experien-cias subjetivas son totalmente únicas, idiosincrási-cas y no compartibles. La cuestión es básica. Lospolos opuestos [aislamiento y exposición] de estadimensión única de la experiencia psíquica defi-nen diferentes estados psicóticos. En un extremoestá el sentido de aislamiento psíquico cósmico, laalienación, la soledad (la última persona quequeda en la tierra), y en el otro está el sentimien-to de total transparencia psíquica, en el cual nopuede conservarse la privacidad del menor reco-veco de experiencia potencialmente compartible.Es presumible que el infante descubre esta dimen-sión de la experiencia psíquica en algún puntointermedio, entre los polos extremos, que esdonde la mayoría de nosotros seguimos encon-trándola." (Stern, 1985, 170s).

En la situación grupal, los miembros del grupooscilan entre la exposición y el aislamiento del sí-mismo.

Respecto al aislamiento, suelen producirse estossilencios tensos en los que uno tiene la sensaciónde que cada miembro busca refugio en su grupointerno. Podemos casi verles interactuando con susinterlocutores imaginados: unos ponen cara seria,otros sonríen o intentan no sonreír; a algunos seles ve contestando a las preguntas que se plante-an, mientras otros pelean contra la respuesta quehan recibido de sus interlocutores internos.También hay los que clavan su mirada en el artí-culo; pero todo hace pensar que no registran pala-

bra, si es que leen alguna.Este refugiarse cumple una función protectora o

aislante ante la exposición del sí-mismo en la situa-ción grupal. Esta función protectora no es algonecesaria ni exclusivamente resistencial, sino másbien una función que contribuye a que los miem-bros empiecen el proceso de estar en grupo. Unaforma de empezar a estar en grupo puede ser noestando y teniendo donde refugiarse.

En un artículo titulado "La capacidad para estara solas", Winnicott se refiere a la capacidad paraestar a solas en presencia de alguien (paradoja); demodo que es "importante que haya alguien dispo-nible, alguien que esté presente, si bien sin exigirnada" (Winnicott, 1965, 37).

En otro lugar reivindica explícitamente "el dere-cho a no comunicarse" (ibidem, 217). Argumentaque el núcleo del sí-mismo verdadero, de esta ins-tancia que posibilita al individuo sentirse real en surelación consigo mismo y con el mundo externo,se basa en aquellas relaciones que pertenecen alorden de la yuxtaposición entre la alucinación y larealidad externa.

Con el paso del tiempo, este espacio psíquico yvincular de la yuxtaposición se convierte en elmundo interno y de fantasía creativa del individuo;en el núcleo del sí-mismo verdadero. Winnicottsugiere "que este núcleo nunca se comunica con elmundo de los objetos percibidos, y que la perso-na, el individuo, sabe que no debe establecersecomunicación con dicho núcleo ni dejar que larealidad externa influya en él" (ibidem, 227). Setrata de en una especie de territorio sagrado "mere-cedor de todo cuanto se haga para protegerlo" (ibi-dem).

Parafraseando a mí amigo Iñaki Aierra, diríaque todos tenemos nuestro video secreto, y vete asaber qué pasaría si le damos al play. Si se le da alplay, o si hay la amenaza de que ello ocurra, unade las alternativas consiste en organizar defensas amodo de un sí-mismo falso que oculta y protege alverdadero. La otra alternativa es defenderse ata-cando.

"No nos es difícil comprender por qué la genteodia tanto el psicoanálisis; por haber profundizadoen la personalidad humana y representar una ame-naza sobre la necesidad humana de permanecersecretamente aislado. La pregunta es la siguiente:¿cómo aislarse sin que tengan que encerrarnos?"(ibidem, 227).

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Siguiendo a Winnicott, creo que este núcleo delsí-mismo verdadero puede volcarse en la realiza-ción de actividades culturales, en el arte, la reli-gión, el trabajo y el vivir creativos, etcétera; perono debe haber comunicación directa con estenúcleo desde fuera hacia dentro. Ello configura undilema o paradoja entre "la necesidad urgente decomunicarse y la necesidad, más urgente todavía,de no ser hallado" (ibidem, 224). Cuando estaparadoja es atacada o se rompe, el sujeto oscilavertiginosamente entre las vivencias de aislamien-to y exposición excesivos.

Los miembros de un grupo se encuentran antedos alternativas que se atraviesan constantemente.Por un lado, la situación grupal cumple una fun-ción apaciguante; puede viabilizar la necesidad decomunicarse (desde dentro hacia fuera) y compar-tir experiencias subjetivas. Por otro lado, a la parse estructura una situación paranoide, el peligro deser hallado, de que haya una comunicación direc-ta e intrusiva desde fuera hacia dentro.

Aquí el supuesto saber de la coordinaciónpuede representar una amenaza, que a veces sehace efectiva bajo la forma de interpretacionesprofundas y penetrantes que, efectivamente, pue-den penetrar las defensas e invadir los refugios.

Creo que sobre todo al comienzo conviene nointerpretar estas cuestiones relacionadas con elrefugio de cada miembro; porque una explicita-ción de tales procesos posiblemente sería vividacomo un ataque.

Desde esta perspectiva, cuando la agresividad-crispación aparece como emergente grupal, corres-ponde cuestionar en qué medida fue la coordina-ción la que dio el primer golpe, profanó territoriossagrados o atropelló los pasos que conducen pocoa poco a la constitución grupal. Este cuestiona-miento va a la par con las hipótesis acerca de lasposibles dificultades del grupo con relación a latarea.

Por otra parte, también es importante que lacoordinación no se deje llevar por la inerciapotencialmente ansiógena de aquél silencio aislan-te. En tales situaciones uno puede preguntar quépasa, en qué están pensando, qué les ha parecidoel artículo, qué han hecho el fin de semana; o bien

emplear el humor para "romper el hielo", introdu-cir sus propias asociaciones (y luego dejar que elgrupo siga con las suyas), etc.

Pero no intervenimos tanto para que el grupohable de los vínculos que se están construyendo yde las defensas implicadas en dicha construcción.Sobre todo al comienzo del proceso grupal, cual-quier decir en este sentido puede entorpecer laexperiencia de crear vínculo.

Además de lo planteado acerca de los refugios,hay determinados aspectos de la experiencia gru-pal que se juegan más bien en los niveles prever-bales y paraverbales de comunicación (clima, tonode voz, empatía, fluidez de la comunicación).

Desde la perspectiva de la psicoterapia, Fiorinidice que "a veces el acto de decir ataca al ordenpreverbal, por la distancia que la representaciónde palabra induce frente a las representaciones deestados de cosas" (curs. LDM); "resulta delicado,en la tarea de crear vínculo, que se hable de esevínculo en el mismo momento de estar constru-yéndolo. Las líneas tradicionales kleinianas quehan planteado una intervención sistemática sobrela transferencia, han sido a mi juicio muy nocivas,a veces deletéreas para la posibilidad de construirvínculo. Porque cuando lo hago no lo digo, dadoque ese decir es distanciante" (Fiorini, 1993, 125)[2].

Es como si uno pretendiera hablar de un cua-dro que todavía no ha sido pintado. Entonces hayla posibilidad de que el cuadro sea pintado en fun-ción de lo que se ha hablado; es decir: la posibili-dad de que el proceso grupal se desarrolle sobrela base de un sí-mismo falso que intenta amoldar-se a enunciados semánticos.

En resumen diría que, para no atacar el proce-so grupal, hay momentos y situaciones en los queconviene silenciar determinados aspectos y nivelesde la experiencia, lo cual no significa quedarse ensilencio.

Creo que resulta fundamental tener en cuentaesta diferenciación entre el silencio y el silenciar.Como coordinadores podemos hablar mucho(incluso interpretar), silenciando a la vez determi-nados aspectos y niveles de la experiencia que, deser explicitados, pueden bloquear o entorpecer elproceso grupal.

[2] "Balint (1986) ha sugerido que la técnica kleiniana de la ´interpretación consecuente` representa una actua-ción contratransferencial del papel de un objeto interno omnisciente [...]; una forma de defensa contra la ansie-dad de no saber [...]; obviamente, esto sucede tanto si el analista es kleiniano como si no" (Ogden, 1989, 165).

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En lo que respecta a esta posibilidad de "inter-pretación verbal silente", según algunas líneas psi-coanalíticas contemporáneas "la interpretación dela que hablamos no procura revelar el sentidooculto en las palabras"; "la interpretación es paranosotros más un efecto producido por la transfe-rencia que un elemento que actúa sobre la trans-ferencia. La fórmula que proponemos sería: lainterpretación es la puesta en acto de la transfe-rencia" (Nasio, referencias desconocidas; cf.Moreno).

Ilustraría mí comprensión de este planteamien-to diciendo que, si un paciente o grupo me cuen-ta algo trágico sin manifestar ninguna emocióncorrespondiente, puede que me salga decir"¡ostia!", o lo que sea, puesto que lo importante esesto: ¡...!. Eso sería una interpretación; en este caso,algo que tiende a integrar representaciones verba-les y afectos. Se trata de un "problema terapéuticoque ha sido desde siempre problema de poetas:encontrar palabras que logren ser acción más quecontemplación" (Fiorini, 2000, 16).

Desde esta perspectiva, el acento recae en lassignificaciones intersubjetivas de tales palabras-acción. Aquello que solemos llamar interpretaciónserían más bien intervenciones explicativas.

Menciono esta cuestión para ilustrar cómo esposible interpretar y a la vez silenciar. Silenciarpara que no se produzca aquella comunicaciónintrusiva desde fuera hacia dentro, la amenaza deser hallado o la falsificación lingüística de los nive-les no-verbales de la experiencia[3].

Si no somos capaces de silenciar, mejor seráque nos quedemos en silencio. De lo contrario,"sabemos demasiado y somos peligrosos, debido aque hemos establecido una comunicación dema-siado directa con el punto central, quieto y silen-cioso" (Winnicott, 1965, 229). Quizá sea nuestro nosaber silenciar el que en cierta medida producesilencios resistenciales en el grupo, su formaliza-ción y burocratización (falso sí-mismo) o bienmanifestaciones de agresividad hacia la coordina-ción y el encuadre. Luego, está el peligro de quelo interpretemos como resistencia del grupo.

Agresividad y construcción semántica

Si en primera instancia he puesto el acento enla importancia de silenciar determinados niveles yaspectos de la experiencia, cabe no perder de vistaque una de nuestras funciones es copensar con elgrupo. En este sentido, cabe tener en cuenta lasconstrucciones semánticas que empleamos.

En un artículo titulado "Las palabras para decir-lo. Un enfoque intersubjetivo de la comunicaciónen psicoterapia", Ortiz (2002) hace un análisis inte-resante acerca de cómo diferentes construccionessemánticas (empleadas en interpretaciones, pre-guntas, comentarios) conllevan mensajes implícitoscon una carga valorativa, de aprobación o des-aprobación (culpabilizadora), de (des)valorizaciónnarcisista, etc.

Un aspecto importante de esta cuestión tieneque ver con el lugar en que uno se coloca a lahora de enunciar sus palabras; es decir, si habladesde un lugar ajeno al aquí y ahora, o si lo haceempáticamente. El autor cita como ejemplo el casode una paciente que se deprimió tras visitar a unaamiga que tiene todo lo que ella no tiene (atracti-vo físico, novio, capacidad para comprometerse).A continuación discrimina entre las posible inter-venciones:

"Lejana y «objetiva» (pretendidamente desdefuera de la matriz relacional): ´Fuiste a ver a tuamiga, sentiste envidia y eso te deprimió`.

Empática: «Me doy cuenta de que inevitable-mente te comparaste con tu amiga y que experi-mentaste que ella tiene todo y que tu, en cambio,no tienes nada. Que fue un contraste tan dolorosoque empezaste a odiarte y a odiar al mundo engeneral por ser tan injusto».

En esta intervención, aunque el terapeuta tratade ver las cosas con los ojos de la paciente (yoentiendo lo que es ser tu), todavía hay una ciertaseparación entre uno y otro. En una tercera inter-vención, también empática, esa separación casi hadesaparecido.

«Sí, duele cuando uno se siente tan diferente ypeor que los demás». Con esta frase el terapeutadice: tu, yo y cualquiera experimenta dolor en unasituación así. El terapeuta muestra que la entiende

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[3] Para un análisis del empleo del lenguaje verbal como representante del falso sí-mismo, ver el interesante tra-bajo de Stern (1985, sobre todo las págs. 200ss, 274ss). Por supuesto, el autor también tiene en cuenta las fun-ciones y efectos estructurantes del lenguaje verbal.

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y, además, le legítima su dolor." (Ortiz, 2002)Habría mucho qué decir y matizar acerca de

esta cuestión; pero sólo destacaré la importanciade que el observador tome nota de las construc-ciones semánticas empleadas por el coordinador,debido a que este material puede ser muy valiosoa la hora de reflexionar acerca de cómo el grupolas experimenta y reacciona.

En términos generales, las construccionesempáticas suelen resultar menos persecutorias.Ello se debe, en parte, a que cuando el coordina-dor interviene desde la empatía, tiende a formularsus impresiones desde su propia subjetividad; esdecir, no hay un movimiento de revelar lo que estápasando en el grupo (comunicación desde fuerahacia dentro), sino más bien la puesta en escenade la subjetividad propia que, en el mejor de loscasos, hace eco en el grupo.

Por ejemplo: "mientras os escuchaba, tenía lasensación de que..."; es decir, en vez de atribuir,desde "fuera", una significación a lo que está ocu-rriendo, les estoy diciendo que yo tengo la sensa-ción de que... (cf. Safran, 2002).

Dicho en términos "winnicottianos" y metafóri-cos: la madre no mete el pecho en la boca delbebé. Lo que hace es poner el pecho a una "dis-tancia óptima", de modo que el gesto de apropiar-se del pecho parte del bebé.

Si uno tiende a meter el "pecho" (interpretación,etc.) en la boca del grupo, hay una mayor tenden-cia a que se generen tres tipos de reacción: recha-zo, acatamiento y ataque.

Agresividad anárquica

Otra cuestión que se me ocurre, tiene que vercon cómo los miembros del grupo tienden a repro-ducir, en la situación grupal, una serie de violen-cias instituidas en sus lugares de trabajo. Según miexperiencia, los brotes de agresividad más crudossuelen producirse cuando los miembros del grupopertenecen a una misma institución, y sobre todocuando el grupo se reúne en el espacio físico de lainstitución. Esto último parece intensificar lasansiedades paranoides.

En tales grupos no es poco frecuente observarmanifestaciones de agresividad cruda: se insultandirectamente, atacan el narcisismo de los compa-ñeros y reparten culpabilidades a modo de ladri-llos. Incluso suelen estar orgullosos de que "aquí

somos sinceros y decimos las cosas". Se producendiscusiones acaloradas y dilemáticas que no tienenfin, o cuyo fin se acerca más bien a la descargamotriz del bebé que berrea y patalea.

Es curioso observar que tras estos brotes deagresividad, los miembros implicados se hablanafectuosamente como si nada hubiese pasado(algo muy común en familias de pacientes conpatologías graves). Uno tiene la sensación de quese trataba tan sólo de una representación teatral enla que, una vez terminada, los actores se deshacende sus personajes.

Sin embargo, parece tratarse más bien de situa-ciones que ilustran la disociación de las experien-cias de destrucción y supervivencia; de modo queno hay ni destrucción ni supervivencia, sino tansólo destrucción y reparación mágicas.

Esta dinámica se acerca a lo que pasa en losdibujos animados: el ratón hacer estallar unabomba dentro de la boca del gato, y en la tomasiguiente el gato ya está rehecho para empezar unanueva secuencia en la que terminará destrozado.Entre una toma y otra no queda registro de lasconsecuencias de la agresión ni del proceso dereparación.

Según mi experiencia, en el proceso grupal nohay interpretación o señalamiento que de cuentade estos brotes de agresividad; de modo que a lacoordinación le corresponde ejercer una funciónde interdicción activa.

Si no hay una interdicción activa, es probableque se produzca la desintegración del grupo o ladeserción de algunos de sus miembros, o que estadinámica se perpetúe al igual que en los dibujosanimados ("siempre pasa lo mismo").

Este tipo de situación me hace recordar a unniño que atendí en la consulta. Su único "juego"consistía en hacer que los juguetes chocasen vio-lentamente unos contra otros. Si yo le preguntaba,por ejemplo, por qué los muñecos estaban pele-ándose, él no sabía qué decir. No había un guióno argumento, sino tan sólo descarga motriz sinposibilidad de historicización.

Sólo cuando ejercí una función de interdicciónactiva este niño fue capaz de jugar (sin comillas);incluso de jugar a que los muñecos peleasen y dis-cutiesen debido a sus desacuerdos. A raíz de elloempezó a poder pensar acerca de por qué solíapegar e incluso estrangular a sus compañeros sinmediar palabra.

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Doy este ejemplo para ilustrar cómo, sobre todoen situaciones extremas, la interdicción activapuede contribuir a que la agresividad se conviertaen una experiencia acerca de la cual, o desde lacual, se puede pensar. No se trata de no permitirque los miembros del grupo discutan e inclusopeleen (verbalmente), sino de brindar las condi-ciones para que puedan discutir y pelear; pero nocomo en los dibujos animados.

En términos generales, aunque no absolutos,creo que este orden de cosas no están para serinterpretados en términos explicativos, sino másbien para ser interpretados en acto (función deinterdicción).

Ejercemos la función o no. Podemos ejercer lafunción hablando, pero lo que ejerce la función noes el contenido semántico y explicativo, sino másbien la escenificación, la puesta en acto, la actitudy las significaciones intersubjetivas que todo elloadquiere en este contexto. Si le decimos al grupoque por eso y aquello otro necesitan una figuralegisladora, y demandan que nosotros asumamoseste rol, entonces ya no hemos ejercido la función;o la hemos ejercido de una forma mediatizada ydistante, demasiado abstracta para un grupo enque las palabras son bombas y la escucha es unbunker.

Agresividad callada

En el otro extremo tenemos aquellos gruposque se caracterizan más bien por el bloqueo de laagresividad. Si en los grupos anteriormente citadosconstantemente resbalamos en la desesperaciónexasperada, en los grupos en que opera este blo-queo de la agresividad la tendencia es hundirnosen la desesperación aburrida.

En el grupo, junto con la aparente calma y for-malidad vemos cómo la agresividad pulsa y emer-ge bajo la forma de retrasos, olvidos, lapsus, fusi-lamientos implícitos, caricias sarcásticas, ausencias

por enfermedades o molestias físicas adquiridasjusto este día, etc. También puede ocurrir que elencargado de sacar las fotocopias pierda el librodel coordinador.

A veces se organiza una dinámica interactiva ala que podríamos denominar "grupo armónico conmiembro callado" (puede que haya más de unmiembro callado o que lo callado no esté personi-ficado en ningún miembro).

Cuando un miembro permanece callado duran-te un tiempo significativo, ello puede deberse aque está callando algo que se contrapone y repre-senta una afrenta a la supuesta armonía grupal, ala ilusión narcisista (en parte necesaria y en parteresistencial) de que "somos iguales". En este con-texto interactivo e intersubjetivo, la explicitaciónde lo callado representa un gesto agresivo, un ata-que al "narcisismo grupal" (independientementedel nivel de susceptibilidad de cada miembro asentirse atacado en este sentido)[4].

Digo "agresivo" también en el sentido de que laexplicitación de lo callado es un gesto discrimina-torio, y todo proceso de discriminación e indivi-duación está impulsado por la agresividad. Aquí setrata de algo evidentemente estructurante y "posi-tivo", pero el grupo (así como los coordinadores)no lo vive necesariamente así.

Empleando la metáfora de Winnicott, diría queeste gesto discriminatorio pasa por rociar la ideali-zación (armonía grupal) con excrementos, lo cualaparece reflejado, en el lenguaje popular, enexpresiones tipo "me cago en dios, en la virgen, enla ostia" etc. El "grupo armónico con miembrocallado" se esfuerza por no cometer tales atrocida-des.

No se si resulta adecuado hablar de "incons-ciente grupal". En el tipo de situación que descri-bo, el supuesto "inconsciente grupal" se está mani-festando en el contexto interactivo, en el cual unode los miembros porta lo que está "reprimido"(callado, latente) en función de la interacción gru-

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[4] El "principio de igualdad narcisista" es un elemento muy potente de ligación emocional, y por lo tanto deconstitución grupal. De hecho, muchos enamoramientos y amistades empiezan con un "¡ah! a ti también te gusta..."(lo cual no siempre es explicitado). Luego, no es poco frecuente que tales parejas y amigos discutan debido aque al otro no le gusta lo que a uno, o viceversa. En términos crudos (es decir, primarios) la fórmula sería:"si te gusta lo que a mí me gusta, si piensas como pienso yo, te gusto y me gustas; de lo contrario, no te gustoy no me gustas". Todo ello puede estar secundarizado por la capacidad del individuo para aceptar o por lo menostolerar las diferencias, y en el mejor de los casos disfrutar con ellas. Pero estos atravesamientos secundariosno eliminan lo que es primario y fundante en el establecimiento del vínculo.

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pal; aquellas representaciones a las que adjetiva-mos como "inconscientes"[5].

Ante el miembro callado los demás tienden ano preguntarle qué piensa o si le pasa algo. Aveces siquiera le miran. Suelen argumentar que siuno no quiere hablar, hay que respetarlo. En defi-nitiva, sienten que evocar la palabra del calladosería algo agresivo, desrespetuoso e invasivo.Temen hacerle daño, violar su si-mismo. Sinembargo, en algún nivel el grupo armónico sabeque es la explicitación de lo callado lo que puederepresentar una agresión.

Si antes hablaba de la importancia de silenciarpara no representar una amenaza, ahora corres-ponde tener en cuenta aquellas situaciones en quelo amenazante proviene de lo que está callado. Adiferencia de aquello que debe ser silenciado, locallado es algo que pulsa y está al acecho: tarde otemprano habrá que purgarlo.

En lo que respecta a la intervención, creo quedebemos intervenir en el sentido de contribuir aque este "emergente sumergido" pueda aparecer.En este momento interactivo es el miembro calla-do el que puede formular o escenificar la "inter-pretación" más precisa.

Es decir, que nos corresponde intervenir (sihace falta) en el ámbito de la interacción grupalpara que desde este ámbito lo "inconsciente"(callado) se haga "consciente" (manifiesto), y nointervenir directamente en el sentido de hacer"consciente" lo "inconsciente" (que es lo que carac-teriza a la definición más tradicional de la inter-pretación).

Una vez que se haya producido este movimien-to desde la interacción grupal, puede tener cabida(o no), según el caso, algún tipo de señalamientoo interpretación explicativa por parte de la coordi-nación.

Destructividad constructiva

Partiendo de las ideas de Winnicott acerca delpapel de la agresividad en el proceso de discrimi-nación y desidealización, sugiero que todo proce-so de crecimiento y aprendizaje pasa por la des-

trucción potencial de la matriz que generó y quesostiene dicho proceso. En el desarrollo emocionaldicha matriz es la figura materna (en cuanto repre-sentación psíquica). En el proceso grupal, la matrizque debe ser destruida es la coordinación, lo queella representa.

Esta destrucción no está motivada exclusiva-mente por la ira (envidiosa, resistencial, derivadade la frustración), sino también por el hecho deque el curso de los procesos empuja en este senti-do. A partir de determinado momento, el cascarónque posibilitó el desarrollo debe ser destruido paraque el desarrollo prosiga.

Si bien es cierto que se trata de una destrucciónsimbólica, estos procesos serán escenificados bajola forma de ataques a la coordinación y al encua-dre. Recordemos que, en el desarrollo, la destruc-ción potencial se procesa a través de ataques rea-les hacia la madre.

Nos encontramos ante una situación que puedepensarse a doble vía. Por un lado, la función de lacoordinación es contribuir a que el grupo puedacuestionar y transgredir (o no) lo instituido; y cues-tionar y transgredir implica destructividad. Por otrolado, y por más que ejerzamos bien esta función,invariablemente la coordinación y el encuadrerepresentan lo instituido, aquella matriz fundanteque el grupo tiene que destruir para discriminarse.

Siempre seremos representantes de la matriz yde lo instituido, debido a que posibilitamos que elgrupo se reúna y somos los que establecemos yadministramos el encuadre.

Además, lo instituido se manifiesta en granmedida en las estereotipias del grupo, pero tam-bién en las estereotipias de los coordinadores(modos de intervenir y manejar el encuadre). Merefiero aquí a un monto de estereotipia "universal"o inevitable, y no necesariamente a los posiblesexcesos de este y aquél coordinador.

Desde esta perspectiva, los ataques al encuadrey a la coordinación pueden derivar del esfuerzopositivo de destruir (potencialmente) la matriz quegeneró y sostiene el proceso grupal; y a la vez, deromper con lo instituido y estereotipado. Tales ata-ques, muchas veces interpretados como "síntoma",

[5] Esta noción de un "inconsciente interactivo e intersubjetivo" aparece reflejada en el planteamiento de Nasio(referencias desconocidas) según el cual "no hay un inconsciente del analizando y otro del analista, solamentehay un inconsciente en juego en la relación psicoanalítica, aquél que se abre en el momento del evento psíqui-co", es decir: en el momento de la interacción mutua (cf. Lyons-Ruth, 1999). Desde esta perspectiva, también hayque incluir a la coordinación en el concepto de "inconsciente grupal", o de "latente grupal", si se prefiere.

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pueden ser más bien la "intervención" que elgrupo hace para señalar nuestras estereotipias.

Por lo tanto, esta agresividad potencialmentedestructiva cumple una doble función positiva,cuales sean: 1) posibilitar la discriminación y unmayor nivel de autonomía, así como 2) diferentesgrados de ruptura con lo instituido y estereotipa-do.

En el ámbito de estos procesos también cabetener en cuenta la necesidad de desidealizar. Enprimera instancia determinados niveles de ideali-zación de la coordinación por el grupo es algoespontáneo y necesario. Como he indicado, sobretodo al comienzo la situación grupal organiza orefuerza una situación paranoide, de intensa expo-sición del sí-mismo. Ello resulta soportable en lamedida en que el grupo confía en la idealidad deuna coordinación que les protegerá y alimentarácon su (supuesto) saber y benevolencia. Tambiénhemos visto que cierto grado de "renuncia" de laomnipotencia propia pasa en primera instancia porla posibilidad de idealizar a otro[6].

En definitiva, basta con que seamos suficiente-mente buenos para que el grupo nos idealice.Nadie dudará que resulta placentero sentirse idea-lizado por otro. Además, creo que sobre tododurante estas etapas los coordinadores de hecho"trabajan mejor"; y ello debido al investimientonarcisizante que reciben del grupo. También escierto que este "trabajar mejor" está sostenido engran medida por el hecho de que el grupo tienderecibir casi todo lo que digamos con cierta "ale-gría"; "perdonan" nuestros errores y callan los ele-mentos de discordia.

Sin embargo, y sobre todo si se trata de ungrupo de duración media o larga (de uno, dos otres años), en algún momento empezará a produ-cirse la expulsión del paraíso, la destrucción de lamatriz, la denigración de lo idealizado, el encuen-

tro de la discordia y la armonía, el asesinato sim-bólico de la madre y del padre.

Aquí, quizá más que en ningún otro momento,en el grupo como en los coordinadores hay unamaraña de fuerzas enfrentadas; entre fuerzas quetienden a perpetuar la idealización y fuerzas queempujan hacia su destrucción.

Si bien es cierto que la idealización resulta pla-centera y hay fuerzas primarias que tienden a per-petuarla, también lo es que poco a poco al grupoya no le sirve que seamos sólo suficientementebuenos. En algunos casos, en mayor o menormedida, puede que empiecen a ganar protagonis-mo las demandas y exigencias (a veces pasivas) deque seamos la encarnación real de la idealización.Eso ya no nos resultará tan placentero y quizáempezaremos a sentirnos algo molestos... y a lavez frustrados. Molestos también ante las protestas(no necesariamente explícitas o reivindicativas)debido a que nuestra actitud no cumple con aque-lla concepción idealizada.

El paraíso empieza a convertirse en un lugaraburrido e incómodo, a la vez que la tormenta seorganiza alrededor del pecado original.

Entonces el grupo ya no recibe nuestras inter-venciones con la "alegría" de antaño; ya no lasrecoge con aquella cierta incondicionalidad. Aveces, y más bien a modo de ejercicio de la buenaeducación, nos dejan hablar pero "pasan olímpica-mente". Puede que este "pasar olímpicamente" nosea algo resistencial, sino más bien un momentodel proceso grupal: el momento de la repulsahacia el objeto. Al "igual" que suele ocurrir con elbebé que no acepta la comida, no se trata necesa-riamente de que no tenga hambre o que la comi-da esté mala: es que se la da la madre-coordina-ción.

Quizá un observador externo diría que los coor-dinadores se vuelven más torpes, y puede que nos

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[6] En el proceso terapéutico, Kohut (1971, 134ss) señala que la idealización del terapeuta por el paciente debeconsiderarse un signo de pronóstico favorable, debido a que abre una doble vía de transformación de la libidonarcisista, a saber: la de la "grandiosidad y el exhibicionismo del self grandioso arcaico en ambiciones y auto-estima realistas", y la transformación de "una imago parental idealizada en ideales internalizados". El autortambién destaca cómo la interpretación prematura de la idealización puede bloquear estos procesos estructuran-tes. Al igual que Winnicott, considera que la idealización (de los padres, terapeuta) tiene su importancia enla medida en que brinda la posibilidad de que, en el ámbito de experiencias reales, el sujeto vaya descubrien-do poco a poco las imperfecciones y defectos del objeto idealizado. Con ello, las catexias narcisistas puestasen el otro quedan disponibles y son canalizadas hacia la idealización del superyo, es decir: de los valores ynormas. Ante los fallos significativos en estos procesos, entre otras cosas el sujeto puede quedarse atrapadoen la grandiosidad y exhibicionismo del self grandioso arcaico, o bien padecer una extremada dependencia en loque respecta a recibir aprobación y reconocimiento desde el exterior.

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sintamos más torpes. Además, en el grupo se des-arrolla una percepción más realista de nuestrosdefectos, estereotipias y errores técnicos (ya nonos perdonan como antes); errores en parte pro-vocados por la misma situación intersubjetivagenerada en este momento grupal.

En el ámbito de la psicoterapia, Winnicott diceque "a la larga, el paciente aprovecha los fallos delanalista, a menudo insignificantes y tal vez induci-dos por el paciente, o bien el paciente produceelementos ilusorios de transferencia (Litle, 1958),viéndonos nosotros obligados a soportar que senos entienda mal en un contexto limitado"(Winnicott, 1965, 319).

En definitiva, independientemente de que setrate de errores reales ("técnicos"), imaginarios,buscados o provocados, importa destacar que taleserrores brindan al grupo motivos "objetivos" paraque odie a la coordinación y destruya aquella con-cepción idealizada (cf. Kohut, 1971, 97ss).

Aquí la resistencia de los coordinadores puededeberse a que la desidealización pasa por unaetapa de denigración y repulsa hacia el objeto.

En tales situaciones es legítimo e inevitable queuno sienta tales procesos como un ataque o afren-ta a su narcisismo. Lo que puede resultar desfavo-rable es que no sobreviva al ataque; por ejemplo,que interprete el ataque como resultado de proce-sos resistenciales en el grupo, cuando se trata másbien de procesos estructurantes que empujan haciaadelante.

Con ello, en vez de brindar motivos para que elgrupo se enfade y destruya constructivamente(desidealización), la coordinación brinda motivospara que se sienta culpable. Ante el (supuesto) ata-que a su narcisismo, puede ocurrir que ataque elnarcisismo del grupo (lo cual puede manifestarseen la tendencia a señalar fundamentalmente lamitad vacía del vaso). Como he indicado, la cul-pabilización y ataques al narcisismo son dos for-mas muy potentes de hacer daño, y también decontrolar al otro para que no nos haga daño.

En esta "etapa" el proceso grupal se encuentraante una bifurcación. Por un lado el grupo necesi-ta del investimiento narcisizante que le brinda lacoordinación. Por otro lado, si sigue adelante en elproceso de destruir y desidealizar esta matriz, temeperder dicho investimiento. Necesita actualizar losprocesos en que está implicada la agresividad,pero teme la culpabilidad que ello puede generar.

En tales situaciones el proceso grupal sueleestar atravesado por el fantasma de un progenitorque no sobrevive al no poder tolerar los procesosde discriminación y desidealización; que reaccionaante tales procesos con la desestructuración o lavenganza.

Si en el desarrollo normal hay adaptación a lasnecesidades del bebé, puede ocurrir que la preca-ria integración y narcisización de la figura maternaimpongan al bebé el desarrollarse amoldándose alas necesidades de ella. Aquello que vendría aconstituir el núcleo del sí-mismo verdadero se des-arrolla en función de la organización defensiva deotro, bajo la forma de un sí-mismo falso atrapadoa demandas y necesidades ajenas. Puede que elbebé o niño se convierta en un problema (tonto,torpe, incapacitado) para que el otro sea o se sien-ta la solución; o para evitar la depresión o deses-tructuración del otro.

Ante aquella bifurcación, puede ocurrir que elgrupo "opte" por desarrollarse bajo la forma de unsí-mismo falso que cumple la función de protegerla coordinación. Todo ello pertenece a lo imagina-rio del grupo; pero este imaginario se organizatambién en función del contexto interactivo eintersubjetivo con la coordinación.

En lo que respecta a la intervención, resultafundamental permitir la completación de la expe-riencia de destrucción y desidealización. La inter-pretación (sobre todo la transferencial) suele estro-pear la continuidad de la experiencia; entre otrascosas debido a que aquí posiblemente se produci-ría una interpretación defensiva: interpretar parainterrumpir la experiencia interactiva en que elotro me está desidealizando.

Por ejemplo: el grupo puede estar desidealizan-do el saber que atribuye a la coordinación (ironi-zan con el artículo, cuestionan o rechazan las inter-pretaciones, señalamientos y sugerencias, pasanolímpicamente, etc.). De una forma u otra a lacoordinación se la pone en el lugar del no-saber;y el no-saber es una afrenta al narcisismo (verOgden, 1989, 163ss).

Aquí la interpretación puede interrumpir laexperiencia de destrucción potencial, sobre todo sise hace una "buena" interpretación reflejando lanecesidad del grupo de discriminarse, desidealizary transgredir lo instituido. En este caso se produceuna paradoja: cuanto mejor sea la interpretación,peor puede ser el efecto.

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Si partimos del supuesto de que la tarea delgrupo se centra en cuestionar su (no)saber, resultaevidente que aquí se ha generado una situaciónespecular, en el sentido de que ponen a la coordi-nación en el lugar del no-saber para así asumir ellugar del saber.

Por otra parte, creo que si la coordinación inter-preta este tipo de situación (no sobrevive al ata-que), se coloca en el lugar del saber, es decir:emplea un mecanismo defensivo-especular análo-go al empleado por el grupo.

Asimismo, creo que cierta dosis de estos errorestécnicos, derivados de las resistencias y(contra)transferencias de los coordinadores, puedecontribuir al proceso grupal. Cierta dosis de discri-minarse, desidealizar y hacerse autónomo a pesardel otro, hace que los procesos sean vividos comoel resultado de los impulsos y pulsos del grupo, yno como una dádiva ofrecida por el otro.

En el ámbito de los procesos que he intentadodescribir, estos planteamientos teóricos puedencontribuir a que la coordinación tome una distan-cia operativa ante estos procesos que implicanheridas narcisistas y un sin fin de reacciones (con-tra)transferenciales. Pero no una distancia que pre-tende no sentirse afectada, sino una distancia queposibilite reconocer la afectación y tomarla comoguía, conjuntamente con la teoría.

También creo que estos planteamientos teóricospueden servir para discriminar entre aquello queinterpretamos silentemente en nuestro espaciomental (distinto de callar una interpretación) yalguna posible intervención explicitada al grupo.La fórmula aproximada y relativa sería: no interve-nimos explicitando al grupo aquello que pensa-mos y sentimos. Lo que hacemos es intervenir enfunción de lo que sentimos y pensamos.

En lo que respecta a esta forma de procesar laintervención, destacaría el potente efecto delhumor. Si un miembro del grupo (dentro de unoscriterios de respeto) le dice al coordinador que suintervención es la típica manifestación de un este-reotipo psicoanalítico, el coordinador puede res-ponder con una broma o con la risa, sobre todo siestá de acuerdo con el comentario del dichomiembro.

En su trabajo sobre "El chiste y su relación conlo inconsciente", Freud (1905) dice que la risa deri-va de un ahorro de gasto de energía psíquica. Sivemos a alguien que se saca la lengua mientras

escribe, ello puede resultar gracioso en la medidaen que nos percatamos del excesivo gasto de ener-gía que emplea; con lo cual, reímos lo que nosahorramos. También podemos reírnos de nosotrosmismos si en determinado momento nos sorpren-demos realizando este tipo de estereotipia; demodo que al dejar de realizarla, reímos lo ahorra-do.

Si un miembro dice que mí intervención es latípica manifestación de un estereotipo psicoanalíti-co, y yo me percato de que puede que tengarazón, la energía sobrante queda disponible y sedescarga mediante la risa. En el contexto grupalintersubjetivo, lo que queda significado es lasupervivencia de la coordinación; el hecho de quela destrucción objetal no implica necesariamenteuna destrucción real (la no supervivencia de lacoordinación).

Por otra parte, y teniendo en cuenta que todapercepción tiene algo de proyección, una bromaingeniosa puede ser un buen recurso para devol-verle el golpe al grupo; que también ellos tendránsus estereotipias. Esto sería una "broma interpreta-tiva". Aunque suene gracioso, lo digo en serio.

Con ello no estoy proponiendo que ensayemossonrisas, ni mucho menos cualquier actitud que seacerque a las patéticas "terapias de la risa". Talesrisas, así como la risa nerviosa y sarcástica, impli-can un alto gasto de energía psíquica; son intentosfallidos de descarga motriz.

"Reírse de todo es propio de tontos, pero noreírse de nada lo es de estúpidos" (Erasmo deRotterdam).

En la actualidad estoy investigando acerca delempleo del juego y el humor en el trabajo conpacientes con patologías graves. Hay mucho quedecir acerca de esta cuestión, pero me limitaré aseñalar que, si en un grupo (los coordinadoresincluidos) no hay juego, humor y risas, podemosdiagnosticar con cierto grado de seguridad quealgo anda mal.

Agradecimientos Comentados

Para empezar a terminar, decir que este artícu-lo ha sido gestado bajo la forma de texto-guiónpara una charla que tuvimos en nuestra Asociaciónpara el Estudio de Temas Grupales, Psicosociales eInstitucionales. En aquél contexto, la intención eraplantear algunas ideas problematizadoras para

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impulsar el debate. A su vez, a la hora de refor-mular el texto para su publicación sentí cierta insa-tisfacción y temor acerca de los posibles malen-tendidos que pudieran generarse. De ahí que qui-siera dar las gracias a Masza Maszlanka, AntonioTarí y Emilio Irazábal por los comentarios al borra-dor de este artículo. No puedo dar cuenta de todaslas observaciones, sugerencias y correccionesplanteadas, de modo que tan sólo haré algunasmatizaciones aclaratorias.

La redacción del texto a veces trasmite, o puedetrasmitir, una trasposición simplista de la situaciónterapéutica dual a la grupal. En determinadospasajes parece haber cierto "olvido" acerca de loque pasa entre los miembros del grupo, en funciónde la tarea y de los procesos grupales. Es decir;que quizá he cargado demasiado en el platillo dela relación coordinación-grupo; lo cual, si se tras-lada a la práctica, puede considerarse un error téc-nico: por ejemplo, que la comunicación sea radialy no circular, que la coordinación asuma el lide-razgo de los procesos, que siempre se presentecomo la que nutre (interpreta o no, hace comenta-rios, valida, bromea, etc.). Todo ello puede con-ducir a un grupo centrado en la coordinación,cuando se trata de que se centre en la tarea.

De hecho, es importante no perder de vista esteenfoque más "tradicional" (es decir, más desarro-llado por los autores grupalistas), pero he preten-dido centrar mí aportación en el enfoque "crítico-intersubjetivo" de la relación grupo-coordinaciónque, creo, ha sido menos desarrollado.

El enfoque intersubjetivo se insiere en la pos-modernidad, en un movimiento de cuestionamien-to de la modernidad y de sus nociones de objeti-vidad y neutralidad, que siguen influyendo en granmedida en el pensamiento psicoanalítico y susderivaciones (ver Eizirik, 2002). Este "nuevo" enfo-que propone modelos conceptuales y reflexivosque implican un mayor reconocimiento de cómo la(inter)subjetividad de los coordinadores (terapeu-ta, etc.) participa en la estructuración y dinámicade los procesos grupales. Se trata de un análisisque va más allá de reconocer que los procesosintragrupales generan en los coordinadores senti-mientos y reacciones "contratransferenciales".

No basta con hablar de resistencia al cambio entérminos exclusivamente intragrupales; ni tampococon decir que el grupo o paciente se resiste aaceptar las interpretaciones, o que las deserciones

sólo son cosa del otro. Conviene preguntar(se):"¿cuántas de las resistencias del paciente [o grupo]tienen que ver con procesos puramente intrapsí-quicos [o intragrupales] y cuántas son reaccionesdefensivas frente a un analista [o coordinador] que,de un modo sutil o burdo, humilla, desafía o mal-trata a un paciente?" (Ortiz, 2002; corchetes LDM).

No se trata de optar por una u otra alternativa,sino de tener en cuenta el atravesamiento entreambas.

En determinadas situaciones, puede resultarcrucial que los coordinadores reconozcan, ante elgrupo, la participación de su subjetividad; o quevaliden las percepciones "realistas" (válidas) que elgrupo tiene de nuestras estereotipias, manías, acti-tudes defensivas puntuales, etc.

En este punto podría objetarse que, si estascosas ocurren, a los coordinadores les correspon-de supervisar y psicoanalizarse. Desde luego, elloes fundamental; pero entiendo que una (suficien-temente) buena supervisión, así como el análisis,sirven justamente para ayudar a reconocer queestas cosas ocurren. La pretensión de eliminarlas"de raíz" constituye uno de los mitos de la moder-nidad: el del superhombre psicoanalizado.

Por otra parte están los peligros inherentes auna aplicación simplista, demagógica o ingenua deestos planteamientos. En determinadas situacioneslos reconocimientos pueden reforzar la tendenciadel grupo a depositar sus resistencias y dificultadesen la coordinación. Puede ocurrir que las percep-ciones realistas del grupo estén al servicio de laresistencia.

Al plantear esta cuestión en el ámbito de lapsicoterapia, Kohut (1971, 302s) propone unadoble intervención: 1) aceptar y reconocer losaspectos realistas de la percepción del otro, y 2)señalar la posible función resistencial de dichaspercepciones. En definitiva, se trata de una aplica-ción clínica de algo muy conocido, y que tiene quever con las implicaciones mutuas entre percepcióny proyección.

Esta actitud suele contribuir a la disminución delas resistencias del grupo a la hora de cuestionarse(cf. Safran, 2002). Si uno sólo señala el aspectodefensivo-proyectivo (la mitad vacía del vaso), elmensaje implícito puede estar desvalorizando eincluso patologizando los aspectos sanos o estruc-turantes del acontecimiento grupal. Luego, está latendencia a que los miembros trasladen este

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modelo interactivo a sus lugares de trabajo y a lasrelaciones con sus pacientes, usuarios, etc.

Por otra parte, conviene tener en cuenta quetoda ruptura con determinado discurso suele con-ducir, sobre todo en primera instancia, al extremoopuesto de este discurso (y sus correspondientesprácticas). Si el enfoque intersubjetivo implica unamayor responsabilidad de los coordinadores en losprocesos grupales, también hay el peligro de quedicho enfoque se convierta en un arma para cul-pabilizar y atacar el narcisismo de otros profesio-nales, o bien en el látigo que ajusta las cuentas delautocastigo.

Estas oscilaciones discursivas vertiginosas ypasionales, en cierta medida inevitables en todomovimiento de ruptura con lo instituido, tambiénpueden fomentar ciertos modismos y falsas modes-tias. Entonces uno está todo el tiempo "recono-ciendo" su implicación y "se olvida" de que elgrupo está ahí, con sus particulares y a veces muypeculiares modos de resistirse, atacar, defenderse,mostrarse creativo, cuestionar; y que también losmiembros del grupo están ahí con sus historiaspersonales desplegándose en el grupo, entre ellosy con la coordinación.

En definitiva, el enfoque intersubjetivo no anulael modelo "tradicional" de análisis de la horizonta-lidad y verticalidad (o de la transversalidad) de losprocesos intragrupales; lo que hace es incluir laverticalidad de los coordinadores, así como suinclusión en la horizontalidad.

¿Ello significa que hay simetría entre grupo ycoordinación?

No; pero en parte sí: es una cuestión de puntode vista. Estrictamente hablando, una lectura inter-subjetiva simétrica sólo es posible cuando los coor-dinadores están fuera del acontecer grupal, y encierta medida sólo puede efectuarse con la ayudade un observador externo; por ejemplo, un super-visor. A su vez, desde dentro, en la situación gru-pal, lo que predomina es la asimetría, porque hayun contrato y un encuadre que discriminan estruc-turalmente los lugares desde los cuales coordina-ción y grupo experiencian y observan el acontecergrupal, y participan en él.

Esta cuestión también es importante debido aque, sobre todo en grupos de profesionales conformación psicoanalítica, no es poco frecuente quealgún miembro pretenda interpretar las interven-ciones de los coordinadores.

Según mi experiencia, este portavoz puedeestar manifestando un mecanismo de despersona-lización; no sólo en el sentido de que pretendeusurpar el lugar del coordinador y/o observador,sino más bien en el sentido de que se posicionadefensivamente en un (no)lugar externo al aconte-cer grupal. Ante las ansiedades implicadas en sermiembro del grupo (único lugar desde el cualpuede aprender y pensar), intenta posicionarse enel lugar de supervisor de la relación grupo-tarea-coordinación.

Desde luego, el contenido semántico de estas"interpretaciones" hechas por el portavoz puedenser válidas; pero antes de validarlas, a la coordina-ción le corresponde "poner al portavoz en su sitio",copensar con el grupo acerca de los mecanismosgrupales que condujeron a esta situación.

Es importante discriminar entre ámbito de aná-lisis e intervención. El hecho de que reconozcamosla implicación de los coordinadores no significaque siempre sea conveniente explicitar este reco-nocimiento. Incluso conviene tener en cuenta latendencia inevitable a disociar entre discurso ver-bal y significaciones interactivas (Stern, 1985), locual puede hacer que el primero (la explicitaciónverbal ante el grupo) opere a modo de un sí-mismo falso (demagógico, como si), a la vez queen el ámbito interactivo no se producen cambiossignificativos.

Por lo tanto, creo que lo fundamental son loscambios de actitud de los coordinadores, siempreque se considere que la actitud vigente entorpeceo bloquea el proceso grupal. El explicitarlo verbal-mente, o no, son decisiones tácticas que debenbasarse en el análisis de cada situación.

Debido a que todo proceso grupal satisfactorioestá atravesado por momentos y niveles de actitu-des resistenciales de los coordinadores, tales "obs-táculos" son a la vez parte necesaria e inevitabledel proceso (cf. Moreno, 2000). El grupo avanzagracias y a pesar de sus coordinadores. Si fueraposible eliminar el "a pesar", posiblemente se per-dería el "gracias".

Todos somos o hemos sido hijos, y hemos sali-do adelante gracias y a pesar de las neurosis (oalgo más) de nuestros padres. Si bien el "a pesar"ha dejado heridas y cicatrices, carencias y fragili-dades, también es cierto que nos ha hecho másfuertes, suficientemente aptos para habitar unmundo que no se caracteriza precisamente por

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50Primavera 2003 • nº 9

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Resulta evidente, por otra parte, que algunasideas que he planteado ya han sido brillantemen-te desarrolladas por nuestros autores y maestrosgrupalistas; pero a veces, decir lo mismo con otraspalabras es lo mismo que decir otra cosa o pensardiferente; o volver a pensar cuando la terminolo-gía a la que nos hemos habituado parece habercaducado y extinguido su potencia pensante yproblematizadora.

Respecto a la terminología, en algunos pasajesquizá he empleado un lenguaje demasiado extre-mo a la hora de intentar describir determinadasvivencias del grupo y de los coordinadores. Por logeneral, la idealización-denigración no se mani-fiestan con la intensidad y el talante trágico-imagi-nario que el lenguaje empleado refleja; en el sen-tido de que no se trata, por ejemplo, de las inten-sas transferencias y regresiones descritas porKohut y Winnicott.

En todo caso, en algunos pasajes he intentadohacer un acercamiento desde un lenguaje quetiene que ver con lo poético, lo cual conlleva lavenia de exagerar; pero también el compromiso depreguntar en cuáles pasajes la exageración se hapasado de largo o se ha quedado corta. Podemosdescribir a un hombre sentado en una plaza,diciendo que es un hombre sentado en una plaza;pero el poeta, en parte gracias a que se permiteexagerar, y en parte debido a que no tiene la pre-tensión de hacer una descripción correcta ni con-creta, puede hacer una lectura más rica y válida; esdecir, intersubjetivamente válida como forma decomunicación.

A fin de cuentas, la cuestión de las intensidadestiene que ver con los distintos grupos y momentosgrupales, así como con las vivencias del que losdescribe.

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IMAGINEMOS un espacio, un espacio cualquie-ra; hay una relación entre ese espacio y lamente que lo imagina. Así, si el espacio es line-

al, ilimitado, cubierto de puntos y pliegues, nosaparece la tierra del nómada.

El espacio nómada es inmenso, los puntos dereferencia son los pozos en el desierto, las estrellasen el cielo de la estepa, un árbol, un oasis. El mares un espacio nómada aún no segmentado pormeridianos y paralelos.

La cartografía de estos espacios, de estas tierrasy de estos mares, es cambiante, es la narración delviajero, es el mapa que se modifica con cadanuevo deambular.

El nómada sigue los flujos de los deseos, de lasmigraciones, recorre un espacio sin confines, trazalíneas y curvas para llegar a puntos desde los queparten otras líneas, otras curvas.

Si el espacio está segmentado, delimitado, forti-ficado, plagado de murallas, empalizadas, alam-bradas, se nos presenta el territorio del déspota.

Aquí se ejercita el control perinde ac cadaver,los puntos de referencia son los recorridos prees-tablecidos y prescritos por el déspota, que ordenalos comportamientos.

Los mapas evidencian las propiedades, delimi-tan los otros territorios con los que se tienen rela-ciones de fuerza; está la ciudad, la ciudad estado,estados que imponen su propio dominio sobre latierra.

En los límites del territorio, en sus márgenes,permanece la tierra nómada: hic sunt leones, losbárbaros fuera del limes que no recuerdan lasderrotas y no se rinden a la civilización.

También en la civilización, en el territorio, apa-recen líneas de desterritorialización, momentosque escapan al control, disociaciones colectivas

ritualizadas, así como momentos críticos, guerras,terremotos, pestes, migraciones, revueltas quehacen emerger el espacio nómada dentro de lalínea de murallas.

Pero hay un espacio en expansión en el territo-rio: es el espacio del mercado, la inmensa recolec-ción de mercancías provenientes de toda la tierra,mejor dicho, la tierra con todos sus territorios, senos presenta como un inmenso mercado en el quecirculan libremente las mercancías usando las víasde comunicación, desde las caravanas a los bits. Elmercado o los mercados definen el espacio delvendedor y del comprador.

No hay territorio, el mercado es global.Este es el horizonte espacial de la globalización,

su forma arquitectónica es el Centro comercial o elhipermercado, incluso el Mc Donald, un espaciode mercado que no tiene nada que ver con el terri-torio, que se reproduce, con pequeñas variaciones,sobre toda la tierra.

También las ciudades se transforman en metró-polis y megalópolis, y en este espacio del merca-do tienden a confluir en una única gran red quehace cada vez más similares los habitantes deCalcuta a los de Londres.

¿Qué diferencia el aeropuerto de Buenos Airesdel de Manila?. ¿Qué diferencia hay entre una esta-ción metropolitana de Ciudad de México y una deParís?.

En este espacio se podría tomar tranquilamenteel tren en Tokio y salir en Milán. Todo es merca-do. Todo está desterritorializado. ¿Todo?. No. Si lasmercancías circulan en este espacio no sucede lomismo con los sujetos. El mercado derriba lasaduanas, facilita la circulación de aguas minerales,bebidas, vinos, frigoríficos, automóviles, televiso-res, ordenadores, dinero, capitales, a condición de

Globalización y Salud Mental*Leonardo Montecchi**

* Traducción de Federico Suárez

** Leonardo Montecchi es psiquiatra. Director de la Scuola di Prevenzione “José Bleger”. Rimini. Italia.

Ciertamente, en el desierto trazaré un camino; en el páramo, ríos

Isaías 43

G l o b a l i z a c i ó n y S a l u d M e n t a l

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que sean objetos, mercancías propiamente, que noexpresan ninguna subjetividad.

Los seres humanos sólo pueden circular comomercancías, como esa mercancía particular que esla fuerza de trabajo. Deben ser requeridos por elmercado.

Esto es una contradicción.La formación del espacio mercado tiene una

terrible fuerza de desterritorialización, territoriosenteros son barridos, formas de vida organizadasalrededor de otras espacialidades son absorbidaspor la máquina capitalista, los vínculos de sangre,las fantasías familiares, las semióticas parcialesconvergen en el paradigma del mercado.

Los mercados son los sujetos y los objetos deeste espacio. Aquí el alfa y el omega del significa-do es la acumulación.

Entonces, el espacio del mercado libera delcontrol del déspota, del estado, pero también delas normas morales de un superyo, de los vínculosy de los deberes de la comunidad de sangre: laGemenischaft. El Otro generalizado con sus pres-cripciones de rol disminuye el control para des-embocar en un espacio más vasto.

Un nuevo estado de conciencia.Pero estas fuerzas decodificantes encuentran

una nueva codificación.No somos todos iguales en el mercado. Hay

quien compra, hay quien vende, y hay quienvende esa mercancía particular que es la fuerza detrabajo, el saber hacer. Así pues, hay quien compray quien vende saber hacer. Saber hacer es infor-mación, potencialidad de información, capacidadde contener información, capacidad de elaborarinformación. En suma cerebros, cerebros biológi-cos.

La venta del cerebro codifica un dominio, unterritorio, una forma institucional, un controlsocial. Retorna la norma moral del superyo, el Otrogeneralizado impone una jerarquía de roles, unterritorio delimitado, un cerebro de silicio, un lugarde trabajo, un sitio controlado, un tiempo secuen-cial y planificado, un resultado, un salario, unassatisfacciones, un imaginario, una semiótica.

La máquina capitalista se conecta con los apa-ratos de control de cualquier contestación y nosabre de par en par el espacio del imperio.

El imperio es el territorio global segmentado enaparatos de control. Conocemos las siglas de estosaparatos: OTAN, FMI, OSCE, WTO, etc.

Se trata de aparatos que organizan y dirigen losflujos informativos y comunicativos. Son nudosproductores de la violencia simbólica y real queimpone el orden lógico, político, social, económi-co y libidinal.

Son máquinas con el cerebro de silicio,Inteligencia Artificial alimentada por la energía delos cerebros biológicos.

Esto es el imperio: una máquina de máquinasque produce una semiótica, es decir, una modali-dad de interpretación del ser en el mundo, en elque el deseo está en otro lugar y la conciencia esfalsa.

Pero hay puntos de rotura de la máquina, frac-turas por las que emerge lateralmente una subjeti-vidad. Estas fisuras, estos delirios, estas alucinacio-nes, estas disociaciones abren el espacio en otraparte.

Y desde aquí combatimos todavía al imperiocon nuestros Jefferson Airplane. En este espacio ili-mitado, fuera de todo control se organizan los gru-pos operativos que elaboran las informaciones yestudian los programas de los aparatos imperialespara reventarlos.

Nosotros somos los hacker que decodifican loscódigos informativos, somos el virus libidinal queinfecta el silicio, somos la pesadilla que atormentaa los que dirigen, somos los deseos crecientes delos soldados, de los químicos, de los operadoresinsertados en cualquier máquina.

Esto y mucho más aún está en otra parte.Pero si las marginalidades aisladas, las desterri-

torializaciones espontáneas, las descodificacionessingulares, las contestaciones parciales dejan entre-ver este espacio, son fácilmente recodificadas porotro aparato imperial de control.

Estoy hablando del DSM, un código para clasi-ficar los trastornos mentales. Este código nortea-mericano funciona recodificando las descodifica-ciones según el orden del espacio imperial.

No hay ningún "en otra parte" en el DSM. Lamirada es la mirada del control.

Primero estuviste territorializado en Kurdistán,después has sido desterritorializado siguiendo elflujo migratorio, has sido descodificado, tu super-yo se ha debilitado, tu identidad se ha vuelto difu-sa; como el mercado no ha comprado tu cerebrobiológico, vagas como un flaneur a la derivametropolitana, y aquí encuentras a quien debe cla-sificarte, eres codificado de nuevo, para el imperio

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pasas a tener un "trastorno borderline de la perso-nalidad". El operador que ejecuta el programaDSM no tiene emociones, no le sirven, no tienelibido, no existe, no tiene deseos, complicarían eltrabajo.

Él realiza unos actos, solo, como si estuviese enla cabina de pilotaje de un cazabombardero. Sumáquina debe producir un diagnóstico, indepen-dientemente de sus sentimientos y de sus pasio-nes, de la relación que se instaura en aquélmomento, independientemente del campo, de lasituación: esquizofrenia.

Este diagnóstico es una violencia simbólica querecodifica en el espacio de dominio los flujos dese-antes proyectados en otro lugar.

Entonces, si este manual es un aparato conec-tado al complejo industrial farmacéutico que pla-nifica el control químico ¿cuáles serán nuestroscontraplanos?.

¿Es una empresa vana? ¿una lucha contra moli-nos de viento?. Creo que no. Este manual es untigre de papel.

Se hizo una experiencia en Estados Unidos.Rosenhan organizó un grupo de ocho investigado-res que ingresaron voluntariamente en ocho hos-pitales diferentes, algunos universitarios y otrosprovinciales. Los investigadores fingían haber oídovoces que decían: "vacío", "hueco", "inconsistente".Los síntomas se eligieron por su semejanza conciertos interrogantes existenciales.

Aparte de inventar los síntomas y falsificar elnombre y la profesión o empleo, no se hicieronotras alteraciones sobre la historia personal. Lavida familiar y los acontecimientos significativosfueron presentados tal como sucedieron.

Inmediatamente después de la admisión en elpabellón psiquiátrico, el investigador dejaba desimular síntomas de anormalidad.

A pesar de mostrarse sanos de mente, los inves-tigadores no fueron nunca identificados comotales. Fueron admitidos en ocho hospitales dife-rentes con un diagnóstico de esquizofrenia, excep-to uno, y dados de alta con un diagnóstico deesquizofrenia en vía de remisión. La internaciónduró entre 7 y 52 días, con una media de 19.

Tan solo los pacientes constataron la saludmental de los investigadores diciendo: "tu no estásloco. Eres un periodista, o un profesor (refiriéndo-se al hecho de que tomaban notas continuamente)estas haciendo un control del hospital".

Esta extraordinaria experiencia demuestra cómose puede deconstruir un código de control.

Finalizo con una indicación operativa: constru-yamos grupos de ataque al DSM. Cada investiga-dor que reciba la etiqueta diagnóstica podrá ridi-culizar la violencia simbólica de aquél aparato.

Multipliquemos la experiencia Rosenhan crean-do grupos con la tarea de deconstruir el aparato dediagnóstico psiquiátrico del imperio.

Cada grupo puede descubrirse en el momentode reventar el código y decir al operador de lamáquina DSM: "sonríe, estás en otra parte". Unafoto podría documentar la expresión de su rostro.

Habrá carreras para violar los aparatos más for-tificados en las universidades más prestigiosas, y sepondrán leyendas sobre los ciberpunk más hábilespara sepultar con una carcajada el ManualDiagnóstico y Estadístico de los trastornos menta-les y su task force.

R e l e c t u r a d e “ P s i c o a n á l i s i s y l a R e v o l u c i ó n S o c i a l ”

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HAN pasado un poco más de 30 años de esteescrito presentado por Marie Langer, en elXXVII Congreso Internacional de

Psicoanálisis, en Viena en el año 1971.Artículo de balance de movimientos sociales, de

las vicisitudes del psicoanálisis y un esbozo auto-biográfico de su recorrido político-profesional-per-sonal.

Su lectura, o su nueva lectura, como siempreme sucede en estos casos, me conmocionó no sóloemotivamente sino también intelectualmente.Evocaciones de circunstancias determinadas, pormomentos claras y en otras difusas, actualizaciónde aquellos pensamientos y consignas, recuerdosde compañeros presentes o ausentes, presencia depaisajes y ciudades en los cuales estuvo ella o estu-ve yo, añoranzas de viejos amores en medio detanta política, reaparecen mezcladas las figuras delíderes de esos tiempos, el Che, Mao, Tosco, Freud,Bleger, y el de todos los tiempos, Fidel.

Entremos en el artículo y su contexto. El textofue leído dentro del ámbito del Congreso antescitado, con él Marie Langer se despedía de I.P.A.En esos momentos, Plataforma Argentina estabadecidiendo su continuidad o no en A.P.A. Fueradel Congreso oficial, se iba a desarrollar elCongreso paralelo de Plataforma Internacional, enel cual participábamos varios de nosotros. Enambos eventos, y de manera diferente, la tensiónse centraba en la relación del Psicoanálisis con loSocial.

Marie Langer comenta en su escrito, una histo-ria inicia allá, en los años 30, pero antes escribeuna frase para tener en cuenta ahora, en el 2002,a pesar que se refiere a los años 70-71, “vivimosbajo el signo de múltiples, rápidos descubrimien-tos e innovaciones que conspiran contra la super-vivencia de ideas e ideales”.

Cuenta que la Institución Psicoanalítica vienesarecibía la influencia directa de Freud, a quien acu-dían frente a diversos conflictos. – “¿Y los jóve-nes?” –se pregunta la autora– “habían crecidoleyendo Freud, Marx, sin conocer la estabilidad!!”.“Nacidos antes o durante la Gran Guerra habíanaprendido de chicos que los emperadores caen...”

1930: Recién aparecido El Malestar de laCultura, Mimi subraya una frase “Al abolir la pro-piedad privada, sostiene Freud, sin mucho énfasis(dice Mimi) se sustrae al hombre un instrumentosin duda muy fuerte para ejercer su amor a la agre-sión, pero de ningún modo el más fuerte detodos”. Esta frase irá luego al final del texto paraexponer sus ideas.

1931: Podemos leer, año tranquilo.1932: Surgen problemas con W. Reich, quien

considera que el “instinto de muerte” es un pro-ducto del sistema capitalista. Lo convencen aFreud de no rebatirlo. En ese año Marie Langercomienza su análisis. También en ese año asiste enAlemania a un gigantesco mitin nacionalista; seña-la que socialmente se atacaba al comunismo paramantener “la prudencia y el desarrollo pleno delpensamiento analítico”, lo que impedía enfrentarseal fascismo.

1933: Freud advierte a M. Bonaparte que lesugirieron que huyera a Suiza o Francia, lo cual veabsurdo.

1934: Se ejecutan líderes jóvenes y se declarailegal la social-democracia; el austrofascismo cleri-cal toma el poder. Freud, con amargura, se apoyaen él, y no publica Moisés y el Monoteísmo. En elInstituto de Psicoanálisis alemán se desarrolla elllamado “proceso de nivelación” (no a los judíos,no al análisis didáctico, eliminación del nombre deFreud, sus libros quemados...)

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Relectura de “Psicoanálisis Revolución Social”

Armando Bauleo*

* Armando Bauleo es psiquiatra y psicoanalista. Director científico del Istituto Internazionale di PsicologíaSociale Analítica de Venecia. Italia.

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1935: Se prohíbe institucionalmente analizarmilitantes. Sterba analista de Mimi, desoye esaadvertencia.

1936: Es arrestada por “Médicos por la Paz”.Federn paternal, aconseja que no se inmiscuya enesas cuestiones. “Entendí que debí elegir entrePsicoanálisis o Revolución Social”

Se alista en las Brigadas Internacionales (Guerrade España).

En ese momento del texto, se provoca unabrusca ruptura de la ilación del mismo para recor-dar a Plataforma, Roma 69, Buenos Aires,Montevideo y en Estados Unidos, las marchas encontra de la Guerra de Vietnam.

A continuación subraya, “seguiré con lo perso-nal”, es decir, cuándo y cómo eligió la otra partedel binomio: ser analista.

1939: Muerte de Freud, inicio de la II GuerraMundial, se halla en Montevideo.

1942: Se trasladan a Buenos Aires. Los analistasla acogen bien y luego con ellos funda laAsociación Psicoanalítica de Argentina. Había vuel-to al análisis sin renunciar a la política “Junta de lavictoria” – “Austria Libre”

1945: termina la Guerra contra el fascismo ycomienza la Guerra contra la URSS y el comunis-mo. En Argentina sube Perón –“No hay que llamarla atención ni meterse en la izquierda” Hay quemantenerse quieto para que la joven Asociación nocorra peligro- “Entonces renuncié al marxismo”–comenta una serie de posibles causas: algunas per-sonales, no especificadas, el ser emigrante, notener titulo nacional, inseguros y extraños en elnuevo país. Además la responsabilidad de habercreado la Asociación y la obligación de mantener-la.

Lentamente habla del retorno a la actividadpolítica, en este caso sin fechas precisas. Al final dela página, aparece París 68 y en 1969 Rosario yCórdoba (El Cordobazo)

Un largo comentario sobre la no-contradicciónentre psicoanálisis y marxismo que enriqueciera aambos en sus dominios respectivos. Aparecen cita-dos algunos autores y también artículos que ibansurgiendo en ese periodo.

Casi el final retoma la frase de Freud, que antescité de El Malestar en la Cultura y estipula cincopuntos como variaciones interpretativas de lamisma. En el primero sobre ciertas consecuenciasdel “amor a la agresión”, el segundo son los senti-mientos reprimidos, el tercero trata de los criterios

de salud y su relación con la frase freudiana: el sín-toma de la “indiferencia” frente a lo social, comorepresión o negación. El cuarto una hipótesis: unasociedad racional ofrecerá posibilidades más acep-tables para instrumentar esta agresión de maneraútil y no culpógena. Aparece un comentario opti-mista sobre las relaciones sociales y de los sexos.El quinto, los grupos interdisciplinarios entre psi-coanalistas y marxistas.

Últimos renglones: 1959: Revolución Cubana y se fueron los ana-

listas.1970: Chile, muchos analistas preparan su

éxodo.Pero esta vez no renunciaremos ni al psicoa-

nálisis ni al marxismo.Qué comentar, cuál interpretación, cómo colo-

carlo (más allá de su historicidad) en nuestromomento actual.

Cómo repensarlo? Es sólo un recuerdo más, esun hito para discutirlo, como cuenta en nuestroaccionar actual?

El mismo título en estos momentos parece pocoentendible. A los 30 años de su enunciación no sepuede hablar del psicoanálisis en singular dada supluralidad de concepciones de ideas, de agrupa-ciones, instituciones o corporaciones. Sus prácticasson innumerables desde la más banales hasta lasmás sofisticadas. Los campos de “aplicación”(horrible y repudiable palabra pero que bien seña-la la expansión ilimitada del ejercicio analítico) sonvariadísimos: hasta parece una broma cuando sedice que por años se rechazaron dentro de la ins-titución analítica el análisis de los niños, de losgrupos y de los psicóticos. Ahora todo eso, tam-bién está desbordado, se analizan instituciones,cuestiones sociales, emergentes barriales, algunos“atrevidos” y “desaforados” toman al país comopaciente.

Solamente una clínica rigurosa pone en su lugarla comprensión psicoanalítica.

Además una de las más fructíferas discusionessería el uso debido del análisis en el ámbito de laSalud Mental, cuya ley no se implementa por cues-tiones mafiosas y no políticas.

Con relación a Plataforma y a su desenvolvi-miento también se hace necesario aclarar.

He escuchado que últimamente se trata de mos-trar “lo escabroso” de Plataforma diciendo que loque la disolvió fueron sus discusiones internas. Nosé bien o no puedo entender las razones de esas

R e l e c t u r a d e “ P s i c o a n á l i s i s y l a R e v o l u c i ó n S o c i a l ”

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falsedades, o cuales son los objetivos o que oscu-ras ventajas obtienen los que difunden esas noti-cias “históricas”.

Que hubo discusiones y conflictos enPlataforma no cabe ninguna duda. Además nopodía ser de otra manera por nuestra procedenciainstitucional, por las características personales delos que ejercitan esta profesión, a lo cual se adjun-taban los deseos de crear espacios nuevos de des-arrollo, una Escuela de Formación, una agremia-ción, un APA de izquierda, un trabajo comunitario,perfil de un analista- marxista, problemas técnicosy teóricos (Freud Social), etc. eran temas de discu-siones incontenibles para momentos.

Pero la disolución de la Plataforma, vuelvo arepetir fue por una gran cuestión, punzante ygrave en ese momento que fue la elección entreun peronismo verticalista y el marxismo. Ahí, congrandes dificultades, nos separamos, se fuerondisolviendo vínculos y amistades entrañables,Plataforma se esfuma en los caminos por los cua-les, al poco tiempo, nuestros compañeros van alexilio, o mueren en manos de la represión, etc. Locomenté en el 20º aniversario de PlataformaInternacional, realizado en Roma, en 1989 y luegopublicado en “Lo Grupal”.

En relación con Revolución Social, es interesan-te y de hacer notar que a pesar de la convulsiónsocial en la cual vivimos, nadie utiliza la palabra onoción de Revolución. Ésta se encuentra sumergi-da en lo más profundo del inconsciente colectivo.Las palabras son cambio, transformación, modifi-cación del sistema, búsqueda de otro orden social.La última vez que escuché u oí “revolución” esta-ba ligada a la tecnología.

¿Cuáles son las imágenes que evoca? ¿a cuálrevolución se referirán los temores o ilusiones?¿cuál será la significación actual del término? Laidea, parece ser, que todo puede cambiar sin revo-lución. Paradoja simpática de la opinión pública ypolítica actual. En realidad eso estimula nuestracuriosidad sobre lo social, a qué cosa alude esafrase, o sea, qué significa cambiar. Puede ser quetodos (políticos, profesionales, la gente) se adscri-ban a la Psicología social pichoneana, en la cual seestipula que lo central es operar sobre la resisten-cia al cambio, ya que no se puede prefigurar elcambio desde las circunstancias anteriores almismo, es decir, del cambio del cual sólo tendre-mos noticias después de sucedido.

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CUANDO explicitamos los fundamentos en losque se apoya nuestra postulación de una teoríade la vida psíquica, señalamos como punto de

partida al psicoanálisis y al materialismo histórico ydialéctico. Sin embargo, la explicitación no puededetenerse allí. Resulta imprescindible poner de mani-fiesto los modos de articulación entre ambas fuentes,más aún cuando entendemos que lo que otorga espe-cificidad y validez al planteo no es la yuxtaposiciónde teorías o la búsqueda de un paralelismo formal enel nivel de los modelos, sino la posibilidad de esta-blecer un corte perpendicular, una intervención críti-ca en las premisas del discurso psicoanalítico quepermita una nueva valoración de sus aportes.

El lugar teórico desde el que proponemos unarevisión del esquema conceptual del psicoanálisis eintentamos una fundamentación de la psicologíasocial, es el de la dialéctica materialista, lo que indi-ca la propuesta de un método dialéctico.

La elección de este lugar teórico implica, respectoal psicoanálisis, un cambio de problemática, la aper-tura de una nueva problemática. Es decir, el planteoa partir de nuevas premisas del problema de los pro-cesos psíquicos. La psicología social que postulamoscomo teoría de la vida psíquica constituye frente alpsicoanálisis un espacio teórico diferente, una ópticadistinta, una modificación de las premisas.

Psicoanálisis y Psicología Social no representaríanentonces posibilidades de una misma teoría, sinoaparatos conceptuales separados por divergenciasfundamentales aun cuando uno aporta sus elementosal otro.

Hablar en este caso de una problemática implicala necesidad de explicitar tanto las premisas en quese funda la producción psicoanalítica, y a las que sedirige nuestra crítica, como las que configuran el

espacio teórico de la psicología social.El punto de ruptura entre psicoanálisis y psicolo-

gía social pasa por la teoría instintivista y la concep-ción del hombre y la historia implícitas en ella. Lapolémica que planteamos apunta a una de las premi-sas básicas de la que parten los desarrollos psicoana-líticos, premisa que define el campo teórico del psi-coanálisis. Nos referimos al supuesto de que la vidapsíquica se sustenta o es la resultante de la operaciónde fuerzas instintivas innatas a las que caracterizacomo: “fuerzas endosomáticas que tienen un repre-sentante psíquico, carga energética, factor de motrici-dad que hace tender al organismo hacia un fin”. Elinstinto que aparece como una fuerza constante tienesu fuente en una excitación corporal, su fin es supri-mir el estado de tensión de la fuente pulsional, y unobjeto por el que el instinto alcanza su finalidad (des-carga).

La premisa instintivista abre la problemática delpsicoanálisis. Es a partir de esa óptica que se articu-lan en un campo común los problemas de la vida psí-quica.

Lo excluido, lo oculto por la problemática defini-da a partir del reconocimiento del instinto como fun-damento de la vida psíquica, es la función del con-texto histórico-social como determinante de dichoproceso. Entendemos al contexto histórico-socialcomo determinante de la vida psíquica en la medidaen que es la condición específica dentro de la cualpuede manifestarse como fenómeno. Es ese contextohistórico-social el que fija como determinante loslímites en los que se cumple el proceso de emergen-cia y desarrollo de la vida psíquica.

Desde las premisas que definen el campo de laproblemática de la psicología social es el mundohumano, la construcción histórico social y, más espe-

Del Psicoanálisis a la Psicología Social(Octubre, 1972)*

Enrique Pichon-Rivière y Ana P. de Quiroga

* Extraído de la web www.espiraldialectica.co.ar

Documento elaborado por los autores para sentar la propia posición en el marco de una aguda polémica existente enla Primera Escuela Privada de Psicología Social y en la Escuela de Psicología Social de Tucumán.

En el marco de una conmocionada situación social –año 1972– que se expresaba también en el campo científico entérminos de debate y disputa, Pichon-Rivière, con la colaboración de Ana P. de Quiroga, escribe este texto.

(nota de Fernando Fabris).

D e l P s i c o a n á l i s i s a l a P s i c o l o g í a S o c i a l ( O c t u b r e 1 9 7 2 )

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cíficamente, cada formación concreta, lo que operacomo conjunto de condiciones de producción y des-arrollo del sujeto, en la medida en que es también elconjunto de condiciones de producción y desarrollode la necesidad.

El concepto de necesidad sustituye en este plan-teo a la noción de instinto. La caracterizamos como laexpresión de un monto de carencia que debe sersolucionado en un proceso de interacción. Muchosde los rasgos que la teoría psicoanalítica atribuye alinstinto: “...fuerzas endosomáticas, factor de motrici-dad... etc.”, caracterizan a la necesidad, pero nuestroplanteo la desplaza del ámbito de una teoría econó-mica.

La necesidad, que compromete al sujeto comototalidad, aparece como la condición interna deldesarrollo de la vida psíquica, condición interna de ladialéctica, de la contradicción no polar entre sujeto ynaturaleza, entre sujeto y mundo externo. Es en esteproceso dialéctico, en esta contradicción, en la que elsujeto es producido.

La producción del sujeto es histórico-social. La for-mación social no opera como causa de la necesidad(causa en el sentido mecanicista: causa-efecto), perosí como condición de su posibilidad y desarrollo. Esla ley y la encodificadora de la necesidad, la orientaen la búsqueda de satisfacción, ofreciéndole lasmetas socialmente disponibles. La traduce y la mani-pula.

La necesidad no es simple efecto de la estructura,pero como condición interna de la producción delsujeto, emerge, se desarrolla, y transforma en relacióncon las condiciones externas que operan a través deella. (Producción social del sujeto. Socialización).

La idea de un “sujeto relacionado” incluida en laproblemática psicoanalítica implica:

a) que el sujeto se constituye como tal con auto-nomía de sus relaciones externas (a esto se liga elsupuesto idealista del principio del placer como lega-lidad del pensamiento no apoyada en la experiencia,no determinada por el mundo real);

b) una posterior relación con la realidad exteriorque operará tardíamente en el sujeto configurándoseun principio de realidad y una internalización delmundo social en una instancia psíquica: el superyo;

c) desjerarquización de la relación sujeto-objeto,sujeto-mundo externo, centrando su análisis en unode los términos de la relación (sujeto), lo que impli-ca la afirmación de la posibilidad de una vida mentalautónoma que no tenga en la experiencia su basematerial.

Esto da lugar a hipótesis acerca de la satisfacciónalucinatoria de deseos fundada en el principio delplacer, o de fantasías inconscientes que son la expre-sión de un mundo narcisista autista, no sólo “sin obje-tividad sino también sin objeto” (Joan Riviere).

El supuesto ideológico implícito en la problemáti-ca psicoanalista es la ilusión metafísica de la “natura-leza humana”, esencia inmodificable. La peligrosidaddel supuesto reside en su carácter ocultante de ladeterminación por la estructura socio-económica dehechos como la guerra, la violencia, la dominación,la propiedad privada, el autoritarismo, etc.

La teoría psicoanalista, al reconocer, pese a lasvacilaciones de Freud, que no puede prescindir de lanoción de instinto para fundamentar sus hipótesis, seencierra en una problemática planteada por otras teo-rías instintivistas, según las cuales, las relacionesentre los hombres se establecen, en ultima instan-cia, sobre el juego de fuerzas instintivas innatas. Laconsecuencia, más o menos explícita, es que frente ala escasa variabilidad de los modelos biológicostomados como determinantes, se extraen conclu-siones acerca de la inmodificabilidad de las relacio-nes sociales.

Vemos aquí la función ocultante del supuesto ide-ológico incluido en el instintivismo.

La noción del instinto como fundamentación deuna teoría de la vida psíquica opera como obstáculoepistemológico en la elaboración de un aparato con-ceptual que de cuenta de la relación entre estructurasocial y vida psíquica y que analice los procesos enque se da la producción social del sujeto.

No es casual que el psicoanálisis como esquemaconceptual y como práctica institucionalizada hayasido puesto al servicio de las clases dominantes. Suóptica le permitía convertirse en una antropologíareformista, en una antropología de alternativa frentea la planteada por el marxismo. Los elementos dedenuncia incluidos en esa problemática, la importan-cia de la formulación del concepto de inconsciente,introducía en la valoración del esquema un monto deambigüedad que dificultaba la posición crítica. Laevaluación de la práctica analítica, tal como se des-arrolla a partir de las instituciones que vehiculizan lateoría, permite hoy la caracterización de la praxis psi-coanalítica actual como una de las formas del indivi-dualismo al servicio de la adaptación pasiva. Comoinstrumento ideológico la ortodoxia analítica, “másfreudiana que Freud”, operó para ocultar tras unacompleja sistematización las condiciones de produc-ción del sujeto.

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Los postulados de la psicología social

La postulación de la psicología social –ciencia enproceso de construcción– implica, como ya dijimos,una nueva problemática. Es decir, un planteo desdenuevas premisas del problema de la vida psíquica. Elpunto de partida es la hipótesis de que existe unarelación dialéctica entre el sujeto y el mundo. El hom-bre –a través de su praxis– se construye histórica ysocialmente en una contradicción no polar con lanaturaleza, de la que emerge y a la que domina. Elhombre es una construcción histórico-social resultan-te de una praxis.

Dice Gramsci “el hombre en general”, “la natura-leza humana”, es una abstracción. El hombre no esun punto de partida, no hay esencia de lo humano,el hombre es un punto de llegada, en construcciónpermanente, diferente en cada momento histórico, encada formación concreta. El hombre se construye,entonces, en la relación dialéctica con el mundo,relación cuyo motor es la necesidad.

Cuando se dice: “El sujeto es un ser de necesida-des que sólo se satisfacen socialmente en relacionesque lo determinan” (Pichon-Rivière, 1971), “El sujetoes producido en una praxis, no hay nada en él queno sea resultante de la interacción entre individuos,grupos y clases”, se afirma en consecuencia:

1) Que los procesos psíquicos son la expresión deuna relación dialéctica entre sujeto y mundo externo,o quizás más estrictamente, entre necesidad y mundoexterno; y que el mundo externo es determinante deesa vida psíquica como repertorio de posibilidades,como condición de desarrollo de la necesidad y susatisfacción.

2) Se establecen los lineamientos para la formula-ción de un criterio de adaptación activa, planteandoque la apropiación de lo real y su transformación, lamutua modificación sujeto-contexto en una relacióndialéctica, será el parámetro de evaluación de la cali-dad del comportamiento, jerarquizando así los proce-sos de comunicación y aprendizaje.

3) Se jerarquiza la operación del objeto, la opera-ción del mundo externo. Eso conduce a formular elconcepto de estructura vincular, que daría cuenta dela relación del sujeto con el mundo, relación quetiene dos dimensiones: la intersubjetiva y la intrasub-jetiva.

4) Como consecuencia de la jerarquización delobjeto, del mundo externo y del cuestionamiento dela teoría instintivista y los elementos idealistas repre-sentados por el principio del placer, se planteará una

reformulación de las hipótesis acerca de la fantasíainconsciente como expresión de la necesidad y de lasvicisitudes del vínculo dentro del cual se da la rela-ción necesidad-mundo externo.

5) Por la adjudicación de un carácter determinan-te a las condiciones externas sobre la vida psíquica,se reformulará la hipótesis sobre el carácter significa-tivo del contenido de la fantasía y de la conducta des-viada. Se plantea desde allí una terapia de la psicosis(esquizofrenia), a la vez que se considera a la enfer-medad mental como emergente (signo) de procesosde interacción patológica, y al enfermo como porta-voz.

6) Se formulan técnicas terapéuticas grupales(grupo familiar), que si bien operan en la dimensiónde lo imaginario grupal, o sea en el interjuego de fan-tasías inconscientes que cada integrante tiene acercade sí y de los demás, la consideración de la relacióndialéctica mundo interno - mundo externo conduce aplantear una técnica de confrontación entre la fanta-sía y los procesos reales de interacción, entre elgrupo fantaseado y el grupo real, lo que permite elaprendizaje de la realidad, redistribución de ansieda-des, etc.

Hemos dicho que una psicología a partir de estaspremisas se halla en proceso de construcción. Estossupuestos nos permiten repensar los aportes del psi-coanálisis, pero no sólo estos aportes. Nos interesa elabordaje del “sujeto producido” en su vida cotidiana.Esta problemática enmarca la tarea y orienta la pro-ducción de la Escuela. Es a la integración a esa tarea,a un compromiso de trabajo producido, que convo-camos a los miembros de la institución.

S. FREUD: “Los instintos y su destino”, Esquemadel psicoanálisis.

LAPLANCHE Y PONTALIS: Vocabulario dePsicoanálisis, “Pulsión”.

MAO TSE TUNG: “Sobre la contradicción”.

V.I. LENIN: “Sobre la dialéctica”, Materialismo yEmpiriocriticismo.

M. KLEIN y otros: Desarrollos en Psicoanálisis.

L. Althusser: Para leer El Capital. (Problemática)

A. SERCOVICH: Curso de Epistemología.(Determinación)

A. GRAMSCI: Antología.

BIBLIOGRAFÍA

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Del Psicoanálisis a la Psicología Social

A.P.: Si usted fuera J. Lacan ¿qué autocrítica seharía?.

Dr. Pichon-Rivière: Si Pichon-Rivière fuera J.Lacan su autocrítica se realizaría siempre desde laperspectiva de Pichon Riviere, ya que nuestraamistad no se fundó en identidades, sino en coin-cidencias, en una modalidad de pensamiento quecomo dialogo incluye la discrepancia.

Nos acercó una común pasión por el psicoaná-lisis, por su desarrollo. Nuestro encuentro, verda-dero “reencuentro” se dio en el congreso de psi-coanalistas de habla francesa (1951) en el queambos éramos relatores. Encuentro que coincidecon un momento particularmente fecundo del psi-coanálisis francés. No puedo dejar de mencionar aotro gran amigo: Daniel Lagache, a Hesnard, aNacht, a Francoise Dalto.

El pensamiento psicoanalítico se abría a lainfluencia de las corrientes filosóficas dominantes:la fenomenología, el existencialismo, el marxismo.

Los aportes de Sartre, Merleau Ponty, Lefevbre,Politzer, se incorporaban a nuestros marcos refe-renciales, en mi caso, marcando un hito definitivoen la construcción del ECRO.

Me unió a Lacan –entre otras cosas– una con-vicción militante en relación a las inmensas posi-bilidades creativas del pensamiento freudiano. Yhablo de militancia porque en ese momento lacreatividad en el marco de las sociedades psicoa-nalíticas significaba enfrentamientos, combate,quizá ruptura. De todo esto supimos largamenteLacan y yo.

Nuestro encuentro fue un “coup de foudre”.Creo que Lacan me sintió “lacaniano, así como yolo sentí pichoniano”. No somos ni lo uno ni lootro, pero Freud, el surrealismo y la cultura fran-

cesa fueron las claves de una amistad inmediata,que permanece inalterable en el tiempo. Así me lomostraron nuestros sucesivos encuentros, el últimoen Paris en 1969. No mantenemos corresponden-cia, pero amigos y discípulos, entre ellos Nasio yMassotta, constituyen un nexo, una vía de comu-nicación entre nosotros.

Ustedes me preguntan: si yo fuera Lacan, quéautocrítica me haría; como decía más arriba, laautocrítica jamás sería tal sino la que surge desdemi propia perspectiva. Sería entonces el cuestiona-miento que desde un esquema conceptual, refe-rencial y operativo se puede plantear a otro mode-lo teórico y operacional.

No es esta la circunstancia para tal polémica,pero en principio apuntaría mi crítica al idealismolacaniano, a ese esencialismo que se desliza en suplanteo de la problemática del deseo. Planteo queencuentro impregnado de la concepción hegelianadel sujeto, como primariamente, como esencial-mente, deseante de deseos. Concepción que inclu-ye la dialéctica, y en ese sentido permite com-prender ciertos aspectos del desarrollo del sujeto,de su historicidad, de su carácter relacional, peroque escamotea los fundamentos, las bases mate-riales de esa historicidad. En consecuencia la his-toricidad misma queda soslayada.

En tanto idealista, esencialista, lateraliza el, paramí fundante, interjuego necesidad-satisfacción.Interjuego intrincado con el desarrollo de las rela-ciones sociales, y que, en el aquí y ahora estádeterminado y reglado, en última instancia, desdelas relaciones sociales.

Ese sujeto deseante, sujeto del deseo, es, antesque nada, sujeto de la necesidad y sólo por estosujeto del deseo. Es a partir del concepto de nece-sidad que se esclarece el carácter social e históri-camente determinado de la esencia del sujeto. Es

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Pichon-Rivière habla sobre J. LacanExtracto de entrevista*

* Extraído de la web www.espiraldialectica.com.ar

Extractado de la Revista Actualidad Psicológica (nº12 diciembre de 1975).El artículo, en forma de entrevista, fue escrito por Pichon-Rivière en base a un cuestionario previo.

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este concepto el que permite comprender la dia-léctica sujeto-mundo. Abordar a ese sujeto en suscondiciones concretas de existencia en su cotidia-nidad.

Como Escuela, nos ha interesado, particular-mente en el último tiempo, trabajar la temática dela necesidad, el rol de la contradicción necesidad-satisfacción en la constitución y desarrollo del suje-to.

Ese trabajo, inserto en el contexto de la refle-xión psicológica contemporánea, reedita impres-cindiblemente la polémica materialismo-idealismo,en tanto la discusión remite al análisis de las con-cepciones del Hombre y la Historia desde las quese elaboran los distintos modelos conceptuales.

Esta preocupación por las ideologías, que comoconcepciones del hombre y el mundo subyacen -yen última instancia conforman- los modelos teóri-cos no es especulativa, ya que son estas concep-ciones las que orientan, o más aún, organizan loscriterios de salud y enfermedad. A su vez estos cri-terios son los que dan direccionalidad a la accióntransformadora de la relación analítica, acción enla que cobra sentido nuestra reflexión teórica, a laque a su vez fundamenta.

La pregunta llevó al señalamiento de las discre-pancias con Lacan. Querría subrayar una coinci-dencia fundamental: la que hace al análisis de lasituación triangular básica y del vínculo comoestructura de relaciones, sistema complejo queincluye la presencia estructurante del tercero.Utilizo mi terminología, no la de Lacan, pero insis-to, este es un punto de encuentro en lo teórico.

En 1969, discutiendo un trabajo mío, Lacan mepreguntaba: “Pour quoi Psychologie Sociale, pourquoi pas psychanalisé?”. Creo que su pregunta sin-tetiza las coincidencias y las discrepancias.

El definir a la psicología, en el sentido estrictocomo social, significa que se enfatiza el problemadel determinante en última instancia de los proce-sos psíquicos, el papel que cabe a las relacionessociales como condición de posibilidad del ordenhumano, y por ende del psiquismo.

Lacan, al entender que mi planteo era psicoa-nálisis, marcaba la coincidencia fundamental yamencionada: la referente a la génesis del sujeto enel interior de la estructura vincular. El que yo insis-tiera en caracterizarlo como psicología social,remite a las diferencias que a mi entender existenentre la concepción del sujeto relacional del psi-

coanálisis, el sujeto relacional de Freud y Lacan, yla concepción del sujeto agente, productor, prota-gonista de la Historia, a la vez que producido, con-figurado en sistemas vinculares y en tramas máscomplejas de relaciones que plantea la PsicologíaSocial que postulamos.

A.P.: Pocos psicoanalistas de nuestro mediotuvieron la oportunidad de conocer personalmen-te a Jackes Lacan, ¿cuál es su impresión acerca dela personalidad de este autor, su estilo de vida y lasvivencias que Ud. recogió de su contacto conLacan, ya que en la Argentina básicamente se loconoce a través de su obra?

Dr. Pichon-Rivière: Lacan es un tipo simpati-quísimo, afectuoso, comunicativo, que sabe muybien de qué habla y hasta dónde puede llegar consu interlocutor. No todos tienen esa imagen deLacan, y creo comprender por qué sucede esto. Éles un hombre que despierta envidia, rivalidad.

Sentí que mi diálogo con él era profundo.Pudimos, en nuestras charlas, plantearnos las cosasbásicas del psicoanálisis, los temas que hoy emer-gen.

Nuestro primer encuentro fue precedido poruna situación particular que permitió un acerca-miento mayor.

El primer día de mi llegada a París salí en buscade una dirección en la que sabía que un siglo atráshabía vivido el tutor de Isidore Ducasse, Conde deLautreamont M. Davasse. La dirección era 5, rue deLille. No encontré allí rastros de Lautreamont ni deDavasse, pero el centro de mi interés por el condese centraba allí, en el 5, rue de Lille, en el quemomentáneamente quedaban varadas mis investi-gaciones.

Al día siguiente se inició el congreso dePsicoanálisis. En esa inauguración tanto Lacancomo yo leímos nuestros relatos. Lacan se acercó,charlamos y me dice: lo espero esta noche a comeren casa, y agregó con cierto aire de broma: “tengouna sorpresa para Ud.”. Cuando leo su tarjeta reci-bo una sorpresa que no era la preparada porLacan: su dirección, 5, rue de Lille. Lacan vivía enla misma casa que yo visitara la mañana anteriorsiguiendo los pasos del conde.

El clima de encuentros, de asociaciones, de sor-prendentes coincidencias, el clima mágicoLautremoniano, se instaló entre nosotros. Yo sentíaes noche, mientras caminaba hacia lo de Lacanque iba hacia Lautreamont. Me decía a mí mismo:

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“ca marche”. Y así fue que la sorpresa programadapor Lacan era la presencia de Tristán Tzara, quienme acaparó esa noche. El tema no podía ser otroque el Conde de Lautreamont, el punto de partidade la poesía moderna, el más grande de los poe-tas, según el surrealismo. El ídolo de Breton.

He querido con este relato mostrar a J. Lacan.Un hombre sensible, sutil, refinado, generoso. Élconocía mis investigaciones sobre Lautreamont,podía compartir el doble interés que su obra des-pierta para la literatura y para el psicoanálisis, por-que en ella se encuentran lo siniestro con lo mara-villoso. Porque en esa obra, “diabólica y extraña,burlona y aullante, cruel y penosa, en la que seoyen a un mismo tiempo los gemidos del dolor ylos siniestros cascabeles de la locura”, como dijeraDarío, se hace presente con violencia inédita, elinconsciente.

El, Lacan, sabía lo que significaba para mí con-versar con Tzara, y aún antes de conocerme per-sonalmente, arregló ese encuentro en su casa deParís, un típico departamento parisién, con lasparedes cubiertas con cuadros de Masson. El surre-alismo penetraba desde allí, los muebles antiguos,los libros en todas partes, también apilados en elsuelo, me dieron un reconfortante sentimiento defamiliaridad.

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Este pequeño, pero interesante libro es el resul-tado de seis seminarios impartidos a educadores(profesionales de la rehabilitación) y enfermerospsiquiátricos de un Departamento de Salud Mentalde Bolonia sobre el tema del grupo y de su uso enlos servicios psiquiátricos públicos.

La contraportada del libro recoge dos ideas queresumen de manera ejemplar las propuestas dellibro:

"La primera se refiere a la convicción de que,enfermeros/as, educadores construyen en los ser-vicios psiquiátricos un área clave, el núcleo cons-titutivo de una grupalidad difusa, esto es de unclima, una difusión de emociones e ideas, unmodo en suma de permitir la circulación, en formaproductiva de vivencias y sentimientos incluso per-sonales.

La segunda, que la grupalidad es el factor deci-sivo de los servicios, se entiende por grupalidadun conjunto de factores terapéuticos, que constitu-yen naturalmente a niveles diversos, un continuumininterrumpido entre psicoterapia de grupo en sen-tido estricto, trabajo de grupo en ambulatorio y encasa, vida de grupo en las estructuras semiresiden-ciales y residenciales y finalmente trabajo de equi-po". "Este modo de proceder deriva de una preci-sa elección metodológica: o bien aquella de poneren evidencia la existencia de factores de base pre-sentes en el grupo, en cuanto tal, que desarrollanuna función terapéutica importante, independien-temente de la tipología específica del grupo, en elcual son examinados".

El libro me pareció especialmente interesanteporque plantea la importancia del grupo en el tra-tamiento de los pacientes psicóticos en dispositi-vos de rehabilitación.

Destacaría la primera sección del libro dondeplantean la noción de Terapeuticidad del grupo,de los Factores terapéuticos del grupo pero no dela manera que Yalom propone, sino tratando deresponder a la clásica pregunta ¿por qué cura ungrupo?.

A partir de una concepción de la psicosis basa-da en la psicología del self, describe los mecanis-mos por los cuales la grupalidad ayudarían a larecuperación del paciente. Esta descripción seapoya en distintas corrientes teóricas grupales,donde podemos distinguir la influencia de tresescuelas, que corresponderían a Bion, Foulkes y lapsicología del self.

Especialmente didáctico me parece el resumenque realizan de Los factores terapéuticos de losgrupos:

Factores terapéuticos Grupales(La Terapeuticidad grupal)• El espíritu de grupo. El sentido de pertenencia.• la red de relaciones:

– resonancia– mirroring– multiplicación de las relaciones– teatralización

• la transformación de las emocionesTomando como guía para el estudio de la emo-

ción los supuestos básicos de Bion, plantea ladoble función de las emociones que constituyenestos, considerándolas negativamente (versión másextendida y conocida) y valorándolas en una pers-pectiva más positiva y madurativa, como un ele-mento revitalizante y regenerante, tanto a nivelgrupal, como individualmente permitiéndole car-garse, apropiarse y enriquecerse con ellas. En estesentido introducen los autores la noción de la his-

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Il Gruppo in PsichiatriaAntonello Correale y Veronica Nicoletti

Antonio Tarí*

* Antonio Tarí es psiquiatra. Coordinador del Centro de Día Romareda. Zaragoza

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toria afectiva del grupo, y de cómo la identidad deun grupo tiene que ver con ella, con su patrimo-nio afectivo.

Querría hacer una última referencia al últimocapítulo del libro, que constituye el sexto semina-rio del que hablábamos al inicio, y que lleva portítulo "los trastornos psicóticos no afectivos y elgrupo".

Los autores parten de la idea que cualquierpaciente psicótico crónico puede ser consideradoen realidad como un paciente agudo y cubiertopor la cronicidad.

Dividen el seminario en tres partes: la crisis psi-cótica, la cronificación, y la utilidad terapéutica delgrupo.

Respecto a la crisis psicótica aguda planteanque es desencadenada por la brusca e imprevistaperdida de contacto con una situación estabilizan-te y protectora y que este acontecimiento provocala activación de una profunda angustia de frag-mentación, con perdida de la cohesión, de la con-tinuidad y vitalidad del sentido del sí-mismo, alque puede seguir una intensa y prolongada angus-tia de aniquilación.

El proceso de cronificación es abordado a par-tir de tres mecanismos que les parecen fundamen-tales en la consolidación de los síntomas psicóti-cos:

1. Una modalidad de apego exasperado y tenaz,en relación de todo aquello que se demuestracapaz de taponar la emergencia de las angustias defragmentación, de disgregación y aniquilamiento.

2. La grandiosidad y la omnipotencia.3. La evitación.El grupo institucional constituye, según los

autores, un válido instrumento por tres principalescaracterísticas: la garantía de continuidad en eltiempo, la capacidad de permitir explicitar variaspersonificaciones, y la posibilidad de una observa-ción atenta de modo prolongado en el tiempo dela cotidianeidad.

Finaliza el libro planteando que otro modo deentender la rehabilitación es posible, y frente o allado a una rehabilitación que entiende su objetivocomo conseguir que el paciente desarrolle nuevasactividades o retome antiguas competencias yhabilidades, propone otra que confiere importan-cia más al aspecto afectivo que al cognitivo."Enesta óptica la rehabilitación puede ser consideradacomo una operación dirigida a obstaculizar elvaciamiento general del paciente psicótico, el apa-gamiento general del empuje vital y del entusias-mo del paciente, a través de la suministraciónlenta, gradual, calibrada de experiencias afectivas,de modo que puedan ser asimiladas".

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M IENTRAS leo Crítica de la razón sexual deIgnacio Castro, empiezo a mosquearme porel tratamiento que el autor da a las mujeres

y al feminismo. Una de las ideas básicas del textode Castro es que los poderes de la globalizaciónimpulsan la desaparición de las diferencias entrelas personas para ejercer su control sobre noso-tras/os. Necesitan de la homogeneización socialporque la posibilidad de ser diferentes abre puntosde fuga hacia espacios de libertad, aunque estos seencuentren en los márgenes del sistema. Estepunto de partida me pareció sugerente para empe-zar a pensar.

Entre las diferencias con las que el sistema pre-tende terminar, Castro sitúa la diferencia sexual,que parece ser para él la diferencia más irreducti-ble. Desde un punto de vista crítico con la mascu-linidad tradicional, el autor sitúa frente al varón,sujeto de la historia, a la mujer que está fuera, enlo no histórico; en lo asocial frente a lo social y enlo sensible frente a lo intelectual. El hombre es larazón y la mujer lo Anterior.

¿Cómo expresar mis diferencias con el texto deI. Castro? Recurro a la ayuda de una teórica femi-nista, Teresa de Lauretis y su libro Diferencias;bastantes ideas que expondré acerca del feminis-mo y las mujeres pertenecen a esta autora. Este esmi diálogo entre los dos libros.

La argumentación de Castro sobre la diferenciasexual me sonaba a teorías que identifican a unente abstracto que es La Mujer siempre con LoOtro y con el Afuera. En el mejor de los casos, laMujer es un foco de resistencia, potencialmentesubversivo, estructurado negativamente con rela-ción al falo. Se trata de una noción de la feminidad

como una condición privilegiada, de proximidad ala naturaleza, al cuerpo, al lado materno y alinconsciente. Pero esta feminidad es una merarepresentación, un posicionamiento dentro delmodelo fálico del deseo y del significado, y no unacualidad de las mujeres. Lo que equivale a decirque la mujer en cuanto sujeto del deseo es irre-presentable, (o mejor aún, en el orden fálico de lacultura patriarcal la mujer es representable sólocomo representación).

Encuentro en el texto de Castro una “Diferenciasexual” como oposición universal de sexo, dondela mujer es la diferencia del hombre, ambos uni-versalizados. Esta abstracción hace invisibles lasdiferencias entre las mujeres y la Mujer, las dife-rencias entre las mujeres (entre unas mujeres yotras) y las diferencias internas a las mujeres (acada mujer).

Relaciono esto con una antigua costumbre depensar lo masculino como sinónimo de universal,y convertir a la mujer en metáfora. Costumbre másantigua que el sujeto cartesiano, por tanto, másdifícil de romper. Esto puede explicar la indiferen-cia generalizada cuando no el desprecio manifies-to de los intelectuales hombres hacia la elabora-ción teórica feminista. Y con el rechazo de los filó-sofos a identificar la feminidad con las mujeresreales. Desplazan la cuestión del género hacia unaahistórica y puramente textual figura de la femini-dad, un sujeto difuso.

La diferencia sexual es parte de la subjetividadde las mujeres reales. En las alusiones del autor ala Mujer echo en falta a las mujeres reales comopresencia social y afectiva, como sujetos dotadosde una especificidad y una historia. No una histo-

Crítica de la razón sexualIgnacio Castro

El feminismo y sus diferenciasEsther Moreno López*

* Esther Moreno es licenciada en Hispánicas y Máster en Estudios de la Mujer.

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ria de sentido totalitario y verdad universal (histo-ria patriarcal) sino una historia siempre en devenir,aquí y ahora, enraizada en la práctica, en la con-tradicción y en la heterogeneidad.

Creo también que las mujeres (y los hombres,supongo) son sujetos constituido sí por el géneroy el sexo (construcciones culturales) pero no úni-camente a través de la diferencia sexual, sinomediante el lenguaje y las representaciones cultu-rales, sujetos generados dentro de la experienciade las relaciones de raza y clase, además de las desexo, sujetos, en definitiva, no unificados sino múl-tiples, no sólo divididos sino contradictorios.

El otro tema al que me quiero referir es la críti-ca que Castro hace al feminismo. Para él, el femi-nismo mayoritario es un feminismo que persigue laigualdad con los hombres, hace el juego al podermasculino haciéndose cómplice y compañero detodas las injusticias y desigualdades en las que elpoder se sustenta, reforzadas ahora por la partici-pación femenina en el neoliberalismo, en los ejér-citos y las guerras... Esto es cierto al menos enparte, es una crítica que se ha hecho hace décadasdesde dentro del feminismo, unas feministas aotras, y que continúa vigente, pero también escierto, por ejemplo, que las violaciones en el ejér-cito siguen estando a la orden del día.

El feminismo es igual al machismo para Castro,los dos persiguen la misma voluntad uniformado-ra. El autor critica la incorporación de la mujer almercado de trabajo y a lo público, ya que estaincorporación contribuye a la primacía de lo mas-culino, imita sus valores, pero claro ¿lo público esde los hombres, el trabajo es de los hombres? Lasmujeres (las pobres, o sea, la mayoría) han traba-jado en la calle, en el campo, en las fábricas, en lostalleres, etc., desde siempre, si bien ha sido expul-sadas de los centros de saber y de poder.

¿El hecho de que yo (y muchas otras) tenga-mos un trabajo digno, una carrera universitaria,una serie de actividades sociales, ¿significa que leestamos haciendo el juego al sistema patriarcal, omasculinista o machista? Sólo fijándonos enEspaña, la vida de las mujeres ha cambiado radi-calmente en sólo un siglo, creo que ahora tenemosmás posibilidades de ser dueñas de nuestras vidas,nuestros deseos, nuestra descendencia, nuestrodinero, y eso no es gracias al “progreso” de la civi-lización occidental, yo no creo en el progreso(porque además esto no sólo le está ocurriendo a

las mujeres en occidente sino en todo el mundo)Esto es gracias al feminismo, a los feminismos, adeterminados feminismos,

Pero ¿qué tipo de feminismo es el que me inte-resa y que no es el referido por el autor?

Unas frases de su texto me resultaron claves:– “¿porqué es tabú entre nosotros discutir abier-

tamente sobre la virilidad, fuera de los lugarescomunes? Porque también está mal visto discutir,fuera de los tópicos periodísticos, qué es eso quellamamos mujer.”

Lo leí y dije “no puede ser”. Esto no es cierto,no es tabú entre mujeres reflexionar acerca de lafeminidad, de las formas en las que nos construí-mos como mujeres, y si no es tabú entre mujeres,entre feministas menos, es una práctica clave, bási-ca. El feminismo, su acción y su pensamiento,están relacionados con la posibilidad de que lasmujeres hablen de las mujeres con otras mujeres,o a otras mujeres.

El feminismo ha servido también para quemientras que antes los libros escritos sobre lasmujeres (o la Mujer) tenían autores masculinos,hoy son las mujeres las que escriben sobre ellasmismas y, en general, para otras mujeres. Existe unvasto corpus de narrativa, poesía, arte, pero tam-bién de ensayo, crítica, historia, psicoanálisis, teo-ría, desde nuestra relación excéntrica y contradic-toria con el lenguaje y con la historia, y desdenuestro esfuerzo, a pesar de todo, por interrogar-los, discutirlos y examinarlos, en suma desde nues-tro deseo de teoría, nuestra “pasión intelectual”,como la ha llamado la filósofa feminista RosiBraidotti, contrapartida directa del silencio que hamarcado por mucho tiempo, y continúa marcando,la existencia material e intelectual de muchasmujeres.

En general, los autores no dan valor al proyec-to feminista, ni a su teoría ni a su práctica. Loshombres no leen, en general, textos de mujeres,no es que no puedan, es que no lo hacen. Por loque respecta a la teoría feminista podemos mirarlas bibliografías de las obras que no son específi-camente feministas. La pobreza de referencias a lacrítica feminista y femenina es apabullante.

La teoría feminista se construye sobre una con-tradicción: la tensión y la confusión entre la Mujercomo representación, y las mujeres como sereshistóricos, sujetos de relaciones reales. Y sobre latoma de conciencia de nuestra complicidad con la

nº 9 • Primavera 2003

C r í t i c a b i b l i o g r á f i c a

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ideología de género, de las divisiones y las contra-dicciones que la acompañan.

El sujeto del feminismo es, para Teresa deLauretis, un sujeto que está al mismo tiempo den-tro y fuera de la ideología del género y es cons-ciente de ello, es consciente de esta doble tensión,de esta división y de su doble visión.

La del sujeto feminista es una visión desde otrolugar, que no es un pasado mítico ni una utopíafutura, es aquí y ahora, el fuera de campo de lasrepresentaciones patriarcales, a los márgenes delos discursos sociales dominantes, espacios socia-les enclavados en las fisuras y grietas de los apa-ratos de poder-saber.

Es un movimiento de ida y vuelta Dentro yfuera del género, un ir y venir entre la representa-ción androcéntrica del género y lo que la repre-sentación excluye, o mejor dicho convierte en irre-presentable, entre el espacio discursivo, represen-tacional, de los discursos hegemónicos, y el fuerade campo, el otro lugar de esos discursos, al mar-gen de ellos o “entre líneas”, en un lugar recons-truido por las prácticas feministas. Estos dos espa-cios no se contraponen, coexisten, ese es el lugarde la tensión de la contradicción, de la multiplici-dad y de la heterogeneidad, vivir en los dos espa-cios significa vivir en la contradicción, que es lacondición del feminismo aquí y ahora, su condi-ción histórica de existencia y su condición teóricade posibilidad. El sujeto del feminismo se generaahí, en otro lugar.

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