antologia de historias

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Nombre: Alan Cuevas Meléndez Escuela: Esc. Sec. Ricardo Flores Mogón Grupo: 3ºC T.M. “Antologia De Cuentos”.

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Page 1: Antologia de historias

Nombre: Alan Cuevas Meléndez

Escuela: Esc. Sec. Ricardo Flores

Mogón

Grupo: 3ºC T.M.

“Antologia De Cuentos”.

Page 2: Antologia de historias

“Esta serie de cuentos va dedicada a todo el publico,

En especial a niños menores de 10 años.”

Page 3: Antologia de historias

1-Carta De Renuncia…………………………………..1

2-La Memoria De Simón………………………………15

3-El Granjero Bondadoso…………………………….26

4-El Nuevo Amigo………………………………………27

5-La Aventura Del Agua…………………………......29

6-Secreto A Voces………………………………………30

7-El Hombre Perfecto………………………………….31

8-El Centro De La Tierra………………………………33

9-Querida Maestra………………………………………34

10-La Bruja………………………………………………..35

11-El Cumpleaños De La Tortuga………………….36

12-El Canto De La Libertad………………………….37

Page 4: Antologia de historias

La memoria de simon:

Ese viernes necesitaba caminar, poner en orden mis

pensamientos. Dejé el Instituto confundida, angustiada y

perdiendo las fuerzas necesarias para luchar en esta vorágine

de incomprensiones.

Con mi portafolio bajo el brazo, comencé a caminar con pasos

lentos por la rambla fresca y abierta. ¡Tantas veces mi

cómplice, mi refugio! En ella no podía ocultar los más

profundos sentimientos, su belleza era implacable, traslúcida

y serena. Desde mi época de adolescente, siempre que debía

resolver algo importante, o tomar una decisión difícil, recurría

a ella. Allá en el horizonte, el mar parecía regado de sangre

por el atardecer, las olas ondulaban muy suavemente en la

orilla, mientras una fresca brisa rozaba mi rostro. La gente se

había concentrado en los muros de la playa, para disfrutar de

los últimos y tímidos rayos de sol de ese clima primaveral.

La angustia y la confusión me producían un desasosiego

incalculable. Desde mi época de adolescente, solía refugiarme

en ella, bajaba hasta la orilla, descalzaba mis pies y corría por

la arena hasta caer rendida sobre su tibio lecho, mientras

miraba el cielo y el mar, que parecían unirse en el horizonte.

Enhebraba mis sueños, mis proyectos y el mar complacido me

inundaba de tranquilidad y sosiego, brindándome una paz

interior infinita. El viento sacudía mis cabellos y mi rostro se

encendía de luz.

Hoy, lejos de mis años juveniles las preocupaciones son otras,

en mi cabeza rondaban los pensamientos .sobre mis

muchachos. . . ¿Qué sería de ellos? No puedo defraudarlos,

esperan mucho de mí, a pesar de ello tengo que hacerlo, mi

carta de renuncia es casi un hecho. Sin duda estoy caminando

en un mundo hostil e injusto, un mundo prestado, en el cual

por alguna razón pienso diferente.

Parece que caminara al revés del resto de la gente, los

programas son rígidos, nadie puede apartarse de ellos, no se

pueden abrir puertas, sin embargo hablamos de Unión

Regional, la Era de la Tecnología, los cambios que nos mueven

diariamente, Recursos Humanos, Sicólogos, Asistentes

Page 5: Antologia de historias

Sociales, Estrategias, Misiones, hablamos de este nuevo

milenio, pero. . . ¿Qué ocurre con ellos, qué ocurre con estos

jóvenes? Los docentes tenemos en nuestro puño la calificación

o mejor dicho la reprobación o no de cualquier alumno,

muchas veces ni siquiera les permitimos discutir, nos

manejamos con la simpatía por tal o cual. Me es difícil aceptar

estas normas, soportar frases como las de Gustavo, el

profesor de Matemática, que se jacta de poner problemas sin

solución, para justificar el bajo nivel de su clase, simplemente

dice “son burros “, si fueran inteligentes se darían cuenta que

no tienen solución “Esta es una materia difícil y la seguirán

reprobando por los siglos de los siglos “¿Quiénes somos y

adónde pretendemos llegar?

¿Por qué no se pide control de calidad en la educación? Tal vez

es todo esto y mi discrepancia permanentemente, lo que hace

que mis colegas me aconsejen que consulte a un especialista

para resolver este dilema, según ellos yo no enseño, sólo

disfruto como una adolescente que no maduró y se involucra

demasiado con ellos. Hablamos de violencia, ¿y qué les

damos? Yo disfruto, claro que sí, aprendemos juntos a crecer y

a comunicarnos. Muchas veces una sola mirada basta para

entendernos, es por eso que no entiendo como los demás,

pueden calificar de bajo nivel a esta clase, en la cual se

manejan temas cotidianos de mucha importancia. Ana, la

docente de Español dice “nadie aprende, se distraen con

cualquier cosa” “Además no me agradan las miradas que se

entrecruzan determinadas parejitas que tengo en el grupo”,

olvidándose que el amor florece en primavera y que basta una

sonrisa para comprender. En más de una oportunidad escuché

con dolor decir alguno de los chicos que Ana jamás se aparta

del programa y si alguien trae algún pasaje para leer o

comentar, sólo se enoja y les dice que no pueden perder el

tiempo o simplemente tritura al autor desmenuzándolo

gramaticalmente.

¡Pobrecitos! Están en nuestras manos, se hacen cargo de

nuestras frustraciones, complejos y todas esas condenas que

atacan a la mayoría de los docentes. Jamás admitimos que

sepan más que nosotros. En toda la ramas de la enseñanza,

encontramos cosas como estas, he visto dormirse en la mesa

examinadora a uno de los profesores, ante aquel alumno

Page 6: Antologia de historias

brillante que comienza a desarrollar el tema apasionadamente

y cuando despierta, sólo dice: “Basta está muy bien, es

suficiente” defraudando los conocimientos agolpados en

aquella joven mente. ¿Acaso enseñar es dar sólo lo que uno

sabe? ¿Y si no lo sabe, no sería más honesto aceptar lo

propuesto por algún alumno? ¿Qué es la educación?

El maestro Tagore a quien admiro profundamente, expresó

que el hombre debe luchar por lograr una armonía, también

que hay que cultivar el intelecto junto con las emociones y la

volición y que todos estos aspectos de la vida interior del

hombre, deben desarrollarse armónicamente, él tampoco

creyó en fórmulas de educación estrechas o rígidas, si no que

es un sistema concebido en términos humanos amplios, hizo

hincapié en el arte y la creatividad, también tuvo la convicción

de que la educación, es la base esencial para crear una

sociedad.

Evidentemente que estoy equivocada al creer que puedo

escapar de esto. Viajo en el mismo tren que los demás

docentes y salvo algunos con los que comparto

determinadas ideas, el resto me es ajeno. La mayoría dice: –

“No debemos involucrarnos demasiado en sus vidas, los

muchachos de hoy tienen demasiados problemas, demasiadas

carencias, son agresivos, nos haría mucho daño escuchar el

drama de cada uno”. – Pero yo percibo la soledad que tienen,

la falta de proyectos en una sociedad que poco o nada les

brinda, necesito liberarlos de algún modo para que puedan

disfrutar de un buen libro, para que encuentren en el salón de

clase, un lugar de disfrute, necesito crearles un ambiente en el

cual desarrollen sus críticas y formen el sentido común, el

criterio propio.

¿Es malo todo esto?. . . es por eso que la directora me observa

siempre tratándome de inmadura, siempre me dice que lo

único que he conseguido hasta ahora, es indisciplinar a mi

clase – “Amalia, no te involucres tanto en sus vidas, mantén

distancia”. He aquí lo curioso. ¡Me encanta involucrarme!

Me sentía desfallecer, lo único que me animaba a continuar

eran sus rostros sedientos de conocimientos. Mis pasos me

iban llevando lentamente hacia aquel consultorio en el cual

debería dejar en claro mi situación. El viento fresco me

Page 7: Antologia de historias

empujaba hacia atrás como si tratara de detenerme, pero

debía hacerlo. . . Cuando me dediqué a mis estudios docentes,

estaba consciente de ello, evidentemente no era redituable,

pero lo mismo me encantaba y a pesar de mis padres y sus

consejos yo elegí.

Me resultaba y me resulta emocionante compartir diálogos,

impartir clases amenas, donde el aprender es mutuo y cada

vez más emocionante, donde el escuchar las críticas del

adolescente a veces crudas, significa que también seremos

escuchados cuando sea necesario. Era totalmente consciente

que lo que me pagarían, apenas alcanzaría para comprar

algunos libros, los apartados de fotocopia, algún material

extra, en fin, lo sabía, pero a pesar de ello, yo elegí. ¿Nos han

preparado para educar en este mundo tecnológico? ¿Acaso

nos han enseñado a respetar al alumno? ¿Estamos preparados

para ejercer la docencia en este mundo competitivo e injusto?

Yo vengo de un hogar donde el respeto por el otro siempre fue

lo primero, aprendí amar desde muy pequeña, la ternura de mi

madre colmó mi vida y aprendí que el amor hacia un niño, un

joven puede cambiar su vida. Por eso y a pesar de lo

manifestado por mis padres en la carrera que había elegido,

considerando ellos que yo podría perfectamente ser una

profesional destacada en otra área que no fuera la docencia,

yo elegí. Sentía la necesidad de dar todo ese amor que existe

dentro de mí y compartirlo con los jóvenes y los niños, pues

considero un aporte fundamental para el desarrollo de los

individuos. Yo pretendía y pretendo que ellos sintieran y

sientan, lo mismo que yo había experimentado con algunos de

mis maestros y profesores, los cuales dejaron en mí una

huella permanente que marcó parte de mi existencia.

Elegí Literatura, una materia rica en sentimientos y

creatividad. Transformé mi clase en una mesa redonda donde

conversamos como amigos y nos distendemos aprendiendo,

una charla donde los protagonistas son ellos y no yo.

Discutimos de mi materia, pero también del mundo, de la

sociedad, de los cambios, de la violencia, de la droga, del

sexo, sí del sexo. Opinan libremente. Muchas veces me entero

de cosas que desconozco, ellos se ríen y yo con ellos, es

evidente que todos estamos aprendiendo, a pesar de leer

mucho e informarme, desconozco los entre telones de los

Page 8: Antologia de historias

muchachos. Nuestra clase es un placer y lo curioso es que

cuando suena el timbre, llegan antes que yo a la clase y es

raro. . . Dora cuenta que le cuesta hacerlos entrar al salón y

ponerlos a tono para empezar la clase. ¡Es raro! Cuando entro

me rodean como locos. . .

- ¡Amalia mirá lo que traje!

- Yo encontré una párrafo en la novela “Sangre Negra”, de

Richard Wright, que me encantó ¿puedo leerla, Amalia?

- Amalia, encontré en mi casa una revista

con poemas anónimos ¡Dale! ¿Puedo decirlos? Son horribles,

escuchá. . .

- Amalia ¿qué opinás de las relaciones premaritales? ¿Estás de

acuerdo?

- ¡Muchachos, por favor haya calma! Haremos todo y daremos

la clase de hoy, pero para escucharnos debemos hacer silencio

¿Sí?

Mi clase vive, vibra, ¿es eso malo, tal vez? Mis colegas me

reprochan, manifestando la indisciplina de mi clase. – “Te falta

carácter, Amalia”. “Los muchachos te dominan” – Sin

embargo, cuando comienzo la clase, el silencio es profundo. . .

Caminaba cada vez más lento para seguir pensando en mi

decisión definitiva, la hora se acercaba y estaba llegando al

edificio del Dr. Velásquez. Comienzo a imaginar la gente

sentada en la sala esperando, aquellos, los locos como suelen

llamarle los demás. ¿Por qué será que llamamos locos a todos

aquellos que no piensan igual que los otros? Nunca pensé

entrar a uno de estos consultorios, pero nadie está libre de

caer en ellos y contarle todo lo bueno y lo malo que nos pasa,

para que el especialista tome la decisión por nosotros. Yo,

solamente yo, decidiré si continúo enseñando o no, de eso

estoy segura y por eso voy preparando mi mente. Metí la

mano al bolsillo y saqué aquel papelito arrugado y viejo con la

dirección exacta del psiquiatra, la calle la recordaba por

haberla leído antes de salir, sin embargo el número del edificio

se había borrado de mi mente.

¡Cuántos secretos conozco de mis gurises!

Page 9: Antologia de historias

Una impotencia enorme me sube hasta ahogarme cuando

pienso en lo que Felipe dijo el otro día en una charla sobre la

clase. . . “estos gurises no saben nada de historia, lo vienen

arrastrando desde primaria, hay varios que han dado el

examen de Historia en más de una oportunidad, inútilmente,

claro y me atrevo a decir que este año ocurrirá lo mismo,

serán reprobados en la materia.”

¿Cómo se puede saber en mayo si un alumno puede rendir lo

necesario al final del curso?

¿Cómo podemos saber nosotros si tal o cual alumno se

esmerará de aquí a fin del curso, para no reprobar?

Cosas como estas me ocurren a diario . . . el otro día tuve que

consolar a la hija más pequeña de mi amiga Agustina, ella

concurre a uno de los Conservatorios más grandes del país,

realiza una carrera brillante y con mucho éxito, destacándose

entre los demás alumnos por su talento, no obstante, la

profesora de educación musical que suele contar anécdotas de

compositores, se refirió a uno que Clarita conocía lo bastante

como para opinar y cuando manifestó que lo que ella decía no

tenía nada que ver con la realidad, esta se enojó y le bajó la

nota. Mi amiga Agustina concurrió de inmediato al Instituto

para conversar con la profesora, la cual le indicó que Clarita

era una irrespetuosa, una alumna rebelde. . .

¿Qué podía decir? ¡Pobre Clarita! Su madre por fin logró

defender su situación y a pesar de ser una materia que se

exonera, la mantuvo por ahí nomás.

Seguía caminando, las luces se habían encendido, había

caminado tan lento, que las horas transcurrieron casi sin

darme cuenta, crucé los semáforos y no sé si lo hice con luz

roja o verde, me detenía de cuando en cuando, observaba a la

gente, pensaba y pensaba . . . ¡Cuántas y cuántas anécdotas

se iban y venían por mi cabeza!

Laura es la mejor de mi clase, el otro día la sentí alejada,

ausente, de inmediato noté que algo le sucedía. . . La clase

terminó y sin decir palabra se acercó y me dijo:

- Amalia, ¿me escuchás un minuto?

- Claro Laura ¿Qué ocurre?

Page 10: Antologia de historias

- Es espantoso Amalia, espantoso

- ¿Qué es lo espantoso Laura, qué te pasó?

Es la vieja esa, la profesora, la imbécil de Matemática.

-¡¡ Laura!!

- Sí, esa tarada, la clase es un despelote total, todos tiran

papeles, la relajan, son tantos los griteríos, que su clase no se

escucha, nadie la quiere, es asquerosa Amalia.

- ¡Laura, por Dios!, nunca te vi de ese modo, tus expresiones

me dejan estática, no sé que decir. .

-¿Qué más pasó para que vomites tanta violencia?

- No la aguanto más Amalia – dijo – mientras sus ojos se

enrojecían de llanto y de rabia – ¿Sabés lo que nos dijo? Que

lo único que sabía hacer era enseñar y aunque no quisiéramos

escucharla, debíamos hacerlo, pues ese era su único trabajo,

su medio de vida y que aunque no le gustara, debía ganar

dinero para mantener a su madre que estaba muy vieja y

enferma. Algunas veces he sentido pena por ella, sobre todo

cuando veo que todos se burlan y nadie la escucha. ¿Sabés lo

qué pensé Amalia? que sería capaz de matarnos y aún así

cobrar.

¡-Laura! No, no es así.

-¿Qué opinás, decime? Yo me sentí defraudada Amalia,

frustrada y sentí ganas de llorar cuando me di cuenta que mis

compañeros y yo, no éramos más que una carga para ella,

sentí que nos odiaba.

-¡Laura, por favor! No pienses de ese modo, el odio no hace

bien a tu corazón, el odio sólo trae tristezas.

Miré su rostro tierno y fresco, los ojos húmedos de una

adolescente extremadamente sensible y sentí ganas de llorar

con ella ¿Qué podía decirle, de qué forma podía justificar esa

conducta? ¿Qué es lo que anda tan mal?

La miré fijamente, había angustia en ella. . . pasé mi brazo por

sus hombros y la sacudí. ¡Vamos

Page 11: Antologia de historias

Laura, ustedes deben haber provocados la ira de ella, sin lugar

a dudas!

- No Amalia, ella siempre es igual, es como una autómata,

parece que no siente nada y todo le da lo mismo.

¿Qué podía yo decir? Muy en el fondo también rechazaba

aquella actitud que jamás debió salir de esa docente, podía

haber elegido cualquier otro trabajo antes de formar mentes y

provocar iras como esa. Me sentí sofocada y mis ojos se

humedecieron, pero tenía que disimular. . .

- Bueno Amalia ¿qué pensás?

-No sé qué decir. . .

-¿Cómo qué no sabés? ¿Acaso vos no te das cuenta que

ninguno de nosotros va a aprender Matemática en estas

condiciones y que todos nos iremos a examen? ¡Contestame! .

. . Todos venimos a estudiar, algunos presionados por

nuestros padres y otros porque nos gusta, pero a veces

cuando nos encontramos con estas cosas, nos dan ganas de

dejarlo todo y huir. . .sí, huir de este liceo, de esa vieja

horrible, sentimos ganas de decirle muchas cosas, pero nos

callamos, ella es la profe ¿No? Aunque algunas veces alguien

le contesta groseramente.

¿Cómo podía yo sólo con palabras, revertir esa ingrata

situación? Me sentí impotente. ¿Podía yo acaso encarar a la

profesora Dora? ¡Claro que no! ¿Quién era yo? ¿No tendría ella

razón? ¿No venimos a este Instituto a ganarnos nuestro

sueldo? Yo también debía cobrar mi sueldo y subsistir con él,

pero debo reconocer que la diferencia está en que yo amo mi

profesión, el contacto con los adolescentes, el intercambio

generacional, el aprender a diario, poner a prueba mis ideas,

recibiendo la reconfortante tarea, de llevar conocimientos con

humanismo.

¿Realmente enseñamos cuando es imposible trasmitir

conocimientos? . . . En una fábrica, pensé. . . nos

descalificarían por bajo rendimiento o incapaz, si alguna de las

piezas por la cual respondemos se desforma, o no funciona.

¿Qué ocurre entonces cuando un profesor no puede trasmitir

lo que sabe, o no sabe hacerlo? Sin embargo no lo

Page 12: Antologia de historias

descalifican, nadie inspecciona o regula, no hay control de

calidad. Yo pienso. . . cuánto más alto sea el nivel del grupo,

habría más puntos para el docente. . . ¿o no? No consigo

encontrar la verdad, no sé si es real lo que pienso, o sólo es

una fantasía de mi mente trastornada, porque a esta altura ya

no comprendo, qué es lo que está bien o equivocado. ¿Qué

decirle entonces a Laura? Ya todo estaba hecho, ellos querían

huir del liceo, de nosotros. ¿Cómo detener esto? Es evidente

que debo pedir ayuda para dilucidar mis interrogantes, mis

ideas, mis dudas permanentes frente a los demás, al mundo.

Necesito encontrar el camino correcto, o por lo menos el que

más se aproxime a él.

Comencé a mirar desde el punto de vista de mis colegas, todos

trabajan en varios liceos, tienen adjudicadas muchas horas,

un salario pequeño, luego cuando llegamos a clase nos falta

todo, desde un pizarrón desgastado y roto, un proyector que

no existe, no hay tizas, muchas veces alguno de ellos ha

contado, que debió llevar bizcochos temprano, en la mañana,

porque tal o cual alumno no pudo tomar un simple desayuno

en su casa por falta de medios, una ventana sin vidrio cubierta

con una caja de cartón, las sillas rotas y despintadas, muchos

graffiti en las paredes agrediendo quién sabe a quién, porque

agraden aquellos que están agredidos y estos muchachos lo

están, por nosotros, por nuestra sociedad, por el mundo que

les resta un espacio.

¡Alto! aquí tenemos mentes que debemos rescatar y formar. . .

Faltaba muy poco para llegar al consultorio y en mi mente aún

se fundían las terribles dudas, que decidirían definitivamente

mi conducta a seguir.

El viento fresco rasgaba mi rostro, parecía purificarme de

aquellos opresores y confusos pensamientos, confusión

ingrata y angustiante. Mis pasos se detenían ante aquella luz

roja que me impedía cruzar la calle y sentía deseos de huir,

esconderme no enfrentar todo esto. En el fondo, mis colegas

tenían razón, no existen los medios suficientes para atender

las necesidades de la educación, sin embargo se producen

gastos en otras áreas, que no son tan importantes para el

individuo. ¿Por qué? La educación es fundamental, es la

primera formación de valores.

Page 13: Antologia de historias

Es el enriquecimiento diario de conocimientos, es el privilegio

de un país, no podemos creer que colmando nuestras escuelas

primarias de computadoras y dando alimentos en las aulas,

estamos logrando lo mejor. No es cierto. Eso no basta,

debemos invertir en nuestros muchachos. . . ¿Invertir?

¿Cómo? En calidad de docencia, en especializaciones

humanas, en test sicológicos a los docentes, para saber si

están capacitados en formar mentes, considerar sueldos

acordes con la tarea que realizan.

Realmente a veces estoy cansada de hablar, me duele la

garganta de esforzar mi voz, de cargar los escritos y corregir

con justo criterio a cada estudiante, sin mirar su nombre para

no verme prejuiciada… Educar es un trabajo como cualquier

otro ¿o no? No, claro que no, educar es compartir

conocimientos, dilucidando dudas, es apostar a lo más alto, es

invertir en esas mentes colmadas de interrogantes, educar es

inversión. Un país que educa, es un país que va ha destacarse

siempre, un país que cuida sus medios de comunicación, para

que estos no violen las reglas gramaticales, los valores, o no

utilicen la violencia y el sexo para vender tal o cual producto,

es un país que apuesta a lo mejor de su gente, a la dignidad

humana.

Es evidente que no puedo más, casi no puedo caminar, estoy

cansada de seguir este camino de lucha interior, es algo que

no puedo cambiar sola. ¿Y mis muchachos? Bueno quizás me

olviden pronto. . .

Ya estoy cerca del consultorio. . . decidir es muy difícil ¿Cómo

puedo apartarme de lo que más quiero en mi vida? ¿Cómo

puedo dejar mis clases, mis charlas, sin sentir un dolor

profundo muy dentro de mí? Había caminado sin parar varias

horas, recorrido la rambla, observando a la gente pasar a mi

lado, mientras en mi cerebro fluían los pensamientos

absurdos. De pronto, crucé la calle sin mirar que el semáforo

estaba en rojo y un coche frenó bruscamente, desde la

ventanilla alguien gritó un sin fin de disparates, nada me

importó, seguí caminando y me detuve en el edificio, donde

supuestamente el Dr. Velásquez me esperaba. Me encontraba

perdida, confusa, tropecé en el escalón, el portafolios se abrió

y mis carpetas se desparramaron en el suelo. El portero se

Page 14: Antologia de historias

acercó muy amable y trató de ayudarme, pero yo sólo quería

escapar, huir, desaparecer. . .

Guardé todo rápidamente y le agradecí, tomé el ascensor que

me conducía al piso cuarto. Un corredor oscuro llevaba hacia

el fondo, allí se encontraba una puerta cerrada, con un cartel

que decía: Entre sin llamar. Entré. Las personas que allí se

encontraban, se veían confusas y perdidas en un mundo

diferente, sus rostros preocupados, repletos de interrogantes

y sus manos estaban inquietas esperando ¿Esperando qué?

¿Una solución a sus problemas? ¿Una respuesta segura? ¿Una

serie de medicaciones para conciliar el sueño? ¿Un ansiolítico

para la angustia? ¿Un calmante para evitar suicidarse?

No, yo no puedo quedarme aquí, mi angustia es grande, pero

no puedo escoger este camino, pensando que alguien como un

doctor decida por mí. Creo que me sentía rara en ese

consultorio, las miradas de los demás me recorrían como si

quisieran adivinar lo que me ocurría. Retrocedí y apreté con

fuerza todo el tesoro que llevaba en mi portafolio, bajo la

mirada perpleja de la enfermera que me interrogaba, mientras

extendía su mano, solicitándome los datos personales para

llenar la ficha. Me extendió un recibo por la visita, esa visita

que debía pagar por unos minutos de alivio o desesperación

que me daría el doctor. Sin decir palabra alguna, volví la

espalda y me marché. Me pareció escuchar que me llamaba,

pero corrí hacia afuera, corrí hacia la puerta de salida y escapé

antes que alguien me indujera en esta decisión que yo misma

debía tomar.

Era tarde ya, la noche había encendido sus estrellas y estaba

algo fresco, sentía el aire del mar húmedo, mezclándose con

mis lágrimas y mi desesperación. Me parecía escuchar. . .

- Amalia ¿Cómo definirías el amor? Amalia hoy estoy horrible,

mis padres se separaron. Amalia ¿puede existir el amor como

Romeo y Julieta?

Amalia, Amalia, Amalia. . .

Basta, lo he decidido, se terminó, renunciaré a mis

muchachos, ya no tengo respuestas, ya no puedo seguir

educando con humanidad, me golpeo una y otra vez. . . La

plaza estaba desierta y me senté en un banco, bajo el farol

Page 15: Antologia de historias

que iluminaba mi portafolio repleto de tantos y tantos escritos

que ya no corregiría jamás, ya no volvería a verlos nunca. Tal

vez cuando crezcan recordarán a una pobre loca, que sólo

supo quererlos demasiado y no fue capaz de pelear por

ellos. . .

Fin

Page 16: Antologia de historias

LA MEMORIA DE SIMON:

-Simón ¿dónde has dejado tu chupete?-preguntó su madre

preocupada.

Simón no respondió y no lo hizo por dos razones muy

importantes. La primera era que Simón tenía tan solo siete

meses y los niños a esa edad no hablan, por lo cual mucho

para decir no tenía. La segunda razón y no menos valedera,

era que Simón no recordaba en absoluto dónde había dejado

su chupete.

Esta situación se repitió a lo largo de los años, no porque

Simón siguiera usando chupete, sino porque nunca recordaba

dónde había dejado las cosas.

Bufandas, peines, mascotas, galletitas. Simón jamás

recordaba dónde había dejado nada. Esta característica del

niño fue un verdadero problema para su a familia y sobre todo

para su madre quien pensaba diferentes métodos para que el

niño no olvidase sus pertenencias o, por qué no decirlo, a sus

seres queridos.

Un día Matilde, la mamá de Simón, compró un carretel de hilo

muy grande y resistente. Supuso que era buena idea atarle al

niño las cosas para que no pudiese olvidarlas por ahí. Desde

ese día el pequeño arrastraba algunas cosas y le colgaban

otras. Llevaba atados con cariño y esmero guantes, mochila,

gorritos de lana y hasta el sándwich que llevaba al colegio.

Cierto es que durante ese tiempo no perdió nada, pero no le

fue muy cómodo que digamos. El piolín de sus pertenencias se

enredaba en el banco del colegio, con la pelota con la que

jugaba y hasta con otros compañeros. Más allá de eso, no era

muy bonito ver un niño del cual colgaba un sándwich de carne

y tomate atadito con un piolín.

Viendo que este método no había dado resultado, Matilde

probó otro (su ingenio se agudizaba cada día más). Compró un

paquete de papelitos adhesivos y se los pegaba al pequeño

donde podía. En la cabeza, para que no olvidase su gorrito, en

el cuello para que no perdiese su bufanda, en la muñeca para

Page 17: Antologia de historias

que no extraviase su reloj, en la nariz por si usaba algún

pañuelo.

Tampoco era un método muy cómodo que digamos, pero el

niño lo soportaba no tanto para no perder nada, sino por no

contrariar a su madre. Sin embargo, el día en que tuvo que

usar los papelitos en los ojos para no olvidar sus lentes y se

llevó por delante todo lo que había a su paso, consideró que

ya era demasiado. Su madre coincidió con él y pensó

entonces, una alternativa más cómoda y práctica.

Antes de que Simón saliese de su casa, Matilde anotaba en

una larga lista todo lo que el niño llevaba puesto, dentro de la

mochila, dentro de los bolsillos y por supuesto en las manos.

Anotaba cada cosa y entregaba a su hijo la lista no sin antes

recomendarle, por supuesto, que no la olvidase.

Simón guardaba la listita con mucho cuidado y la revisaba

antes de volver a su casa para asegurarse de que no se

hubiese dejado nada en ningún lado.

El sistema funcionó bien por un tiempo, hasta que –como no

podía ser de otra manera- Simón olvidó dónde había dejado la

lista.

El tiempo pasaba. Simón crecía. Su madre seguía pensando –

sin mucho éxito por cierto- métodos para que el niño no

olvidase sus cosas.

Que el pequeño olvidase guantes, pelotas y hasta medias era

un poco preocupante, aunque no tanto como olvidar a un

hermano menor en una verdulería.

La primera vez que fue al comercio, se entretuvo mirando el

color de las frutas y verduras, controló una y mil veces la

listita que su mamá le había dado con lo que debía comprar y

más detalladamente aún controló el vuelto que le dio el señor

verdulero. En eso estaba cuando salió de la verdulería. Una

vez controlado el vuelto, lo guardó en el bolsillo, tomó las dos

bolsas y volvió a su casa. En su mente repasó todo lo que

había comprado: tomates, naranjas, manzanas y limones.

Estaba todo, menos su hermanito claro está.

Page 18: Antologia de historias

No se dio cuenta que no llevaba el cochecito, tenía ambas

manos ocupadas con las bolsas y su mente ocupada en frutas

y verduras.

Al llegar a su casa, saludo a su mamá y dejó las dos bolsitas

sobre la mesa de la cocina.

En décimas de segundo, la mamá miró a Simón, miró las

bolsas, miró a su alrededor, para arriba y para abajo, hacia

todos los costados, en el piso, delante y detrás de su hijo y

nada, el bebé no estaba.

-¡Tu hermano! ¿Dónde está tu hermano? Dime que no lo

olvidaste-dijo su madre a punto de ponerse a llorar.

Recién ahí el pequeño tomó conciencia que si bien estaban

todos los tomates y las manzanas, faltaba lo más importante

que era su hermanito.

No hubo tiempo para retos porque el señor verdulero llamó

enseguida para avisar que el bebé estaba espantando a la

clientela con su llanto. La madre salió corriendo a buscarlo y al

rato volvió con el pequeñín ya más tranquilo saboreando una

rica frutilla.

-¿Qué haremos con este niño? –preguntó preocupada Matilde

a su esposo.

-No sé mujer, no le ataremos al bebé con un piolín ¿no te

parece?

Simón era consciente de su frágil memoria, pero no lo hacía a

propósito. También él empezaba a preocuparse por este tema.

No era menor haberse dejado a su hermanito en un comercio.

Matilde había agotado su imaginación, ya no encontraba

recursos para que su hijo no olvidase nada.

Papelitos, llamados telefónicos, mensajes a maestros y

compañeros, Matilde recurría a cualquier recurso para que su

hijo no olvidase las cosas.

Todos se acostumbraron a vivir así: Simón olvidando y sus

padres recordándole, sobre todo su mamá.

Page 19: Antologia de historias

El tiempo pasó, Simón terminó el colegio (no sin antes

haberse dejado varias cosas allí) y comenzó a estudiar

abogacía. No tuvo problemas para recibirse de abogado,

aunque -en el camino- dejó varios libros, mochilas, relojes y lo

que no olvidó fue porque su madre se lo recordó.

El día que le entregaron el título de abogado fue inolvidable –

aún para Simón vale aclararlo-. Matilde no paraba de llorar. No

hubo foto de la entrega del título no sólo porque Simón olvidó

la cámara, sino también porque dejó el diploma sobre el

escritorio que había en el escenario y nunca más se lo vio.

No obstante, todos guardan un bello recuerdo de ese día,

porque eso tienen de bello los recuerdos, es difícil dejárselos

en algún lado que no sea el corazón.

El joven Simón comenzó a trabajar muy pronto. Hubo una

urgente necesidad de contratar una secretaria que le

recordase al joven no lo que decían las leyes porque no era

necesario, sino dónde había dejado los libros que contenían

esas mismas leyes.

Y así la vida de Simón transcurría entre olvidos y

recordatorios. Una madre que lo perseguía para que no

olvidase nada antes de llegar a la oficina, una secretaria que le

recordaba todo dentro de la oficina y una novia con muy

buena memoria que procuraba que su novio no olvidase nada

fuera de ella.

Alarmas, papelitos, listitas, llamados telefónicos, algún que

otro grito ¿por qué no decirlo? Simón se acostumbró a tener a

su lado un grupo de gente, cada vez más grande, que todo se

lo recordaba.

Así fue que un día el joven perdió no un zapato, no un

pañuelo, tampoco un libro, ni un paraguas, perdió su memoria

y todo, o casi todo lo olvidó.

Ya no alcanzaba con grandes listas, Matilde, su secretaria y su

novia no daban abasto y la vida de Simón y su familia se

convirtió en un verdadero caos, hasta que alguien dijo algo

muy sensato.

-Vamos al médico-propuso su padre-algún modo habrá de que

este hijo nuestro vuelva a recordar.

Page 20: Antologia de historias

Los preparativos para la consulta con el médico fueron algo

ajetreados.

-Te has puesto el pantalón ¿verdad hijo?-preguntó la madre.

-¿Te acordaste de bañarte?-preguntó el padre.

La secretaria llamó para avisar en qué lugar de su billetera

guardaba Simón sus documentos y la novia fue tempranito

a ayudar con los preparativos para que ni Simón, ni ningún

otro miembro de la familia olvidase algo.

-Simón no te has puesto los zapatos-dijo el padre.

-¿Dónde era que guardaba los documentos?-preguntó la novia.

Buscando estaban todos cuando llegó la secretaria, quien

prefirió acompañar a la familia para ver que todo estuviese en

orden y que su jefe no olvidase nada.

Y así todos juntos fueron al médico. Padre, madre, novia,

secretaria todos hablando al mismo tiempo.

-No olvides decirle que no recuerdas-dijo la novia.

-Recuerda decirle que olvidas todo-dijo su padre.

-Recuerda no olvidar de mencionar el día que dejaste a tu

hermano en la verdulería-agregó la madre.

-No olvide recordar cuando dejó su agenda en el baño-

intervino su secretaria.

Simón estaba realmente aturdido, ya no sabía qué era mejor si

recordar u olvidar.

De pronto se escuchó la voz del médico:

-¡Simón! ¡Simón Gutiérrez!

Y ahí se pararon Simón, el padre, la madre, la novia y la

secretaria y una vez más todos juntos, entraron al consultorio.

-Bueno muchacho-dijo el médico-¿Qué te trae por aquí?

-Que no se acuerda nunca nada-intervino Matilde.

-Se deja todo en cualquier parte-siguió la novia.

Page 21: Antologia de historias

-Yo no doy abasto, son demasiadas las cosas que le tengo que

recordar todo el tiempo-se quejó la secretaria.

-Es un verdadero problema doctor-dijo el padre-desde niño es

así.

-¿Le dije que se olvidó a su hermanito en la verdulería siendo

pequeño?-preguntó la madre.

El doctor observaba ese gentío que hablaba al mismo tiempo,

en tono fuerte y al pobre Simón que miraba a uno y a otro sin

decir palabra.

-Perdón ¿El muchacho ha perdido la memoria o el habla?

-Bueno es que seguro se olvida de contarle algo-dijo la madre.

-Eso lo veremos –dijo serio el doctor-a partir de este momento

necesito que me responda solo Simón ¿podrá ser?

-Si doctor-respondió el joven.

El doctor comenzó a formularle muchas preguntas, desde qué

edad olvidaba las cosas, qué pasaba cuándo eso ocurría, cómo

lo evitaban, cómo había sido su escolaridad y su carrera de

derecho. Simón contestaba, algunas pocas veces bien y

muchas otras no podía responder.

-Debo hacer unas pruebas más-dijo el médico ante la atenta

mirada de todos y les pidió que se retirasen para estar a solas

con el joven.

-No te olvides de contarle lo de la verdulería-insistió la madre

antes de irse.

El doctor cerró la puerta con llave, no pensaba tolerar más

intromisiones.

Todas las pruebas que realizó demostraban que Simón no

estaba enfermo, no tenía ningún trastorno y no había de qué

preocuparse en demasía.

Hizo entrar a toda la familia y por supuesto a la secretaria

también.

-¿Qué tiene doctor?-preguntó el padre.

Page 22: Antologia de historias

-Es grave ¿verdad?-sentenció la novia.

-¿Perderá el trabajo?-intervino la secretaria.

-¿Le ha contado lo de la verdulería doctor?-preguntó Matilde.

El doctor tomó asiento, miró a cada uno de los presentes y

dijo:

-Ahora seré yo quien hará las preguntas, pero primero les

cuento algo: No sé si habrán notado que Simón recuerda sólo

lo que es verdaderamente importante.

-Nada más lejos de mi intención contradecirlo doctor, pero no

es poca cosa olvidarse un bebé en un comercio-interrumpió

Matilde-estoy dudando mucho de su escala de valores.

-Calla mujer, eso fue hace demasiados años, cállate y

escucha-dijo el padre.

El doctor prosiguió.

-Simón olvida lo que no le hace falta recordar- y mirando a la

madre el médico se adelantó a agregar- quédese tranquila

señora que sé que era necesario recordar que estaba con su

hermano en la verdulería (y Matilde respiró aliviada), pero eso

fue hace mucho tiempo.

-¿Qué es lo que ocurre ahora con Simón?-preguntó el médico a

la abultada concurrencia.

-No lo tome a mal doctor, pero hemos venido a que Ud.

conteste esta pregunta-respondió tímidamente la secretaria.

-Para eso estamos aquí-agregaron a coro Matilde y su esposo.

-Ocurre que, como toda habilidad que no se ejercita, Simón

olvidó recordar.

-Que olvida todo no es ninguna novedad doctor, si me

disculpa-contestó Matilde.

-Digo-prosiguió el médico-que todos se han acostumbrado a

recordarle cada cosa: que se ponga los zapatos, que no olvide

una bufanda, que no deje la agenda…

-¡Es que si no lo hacemos, no recuerda nada!-gritó la novia.

Page 23: Antologia de historias

-Simón debe ejercitar su memoria, sino la perderá por

completo-dijo firme el doctor- Se acabaron los recordatorios,

nada de papelitos, llamados, listas.

-Pero… -dijeron a coro todos los presentes, inclusive Simón.

-Escucha Simón-dijo el médico-no recuerdas, porque siempre

tienes alguien que lo hace por ti.

Es cierto que desde pequeño no has tenido buena memoria,

pero nadie te ha permitido mejorarla, ejercitarla ¿Entiendes?

-¡Ah claro! ¡Resulta que ahora la culpa es nuestra!-gritó la

madre-¿Es mil culpa también que haya olvidado a su hermano

en la verdulería?

-¡Basta con eso por favor!-la interrumpió el esposo.

- Mire señora las madres tienen tantas buenas intenciones,

como veces repiten las cosas, son todas iguales y créame que

no es una crítica.

-¡Cómo se nota que nunca ha sido madre!

-¡Basta mujer! Siga doctor por favor-pidió el padre.

- Pues bien, a partir de ahora querido Simón dependerá de ti y

solo de ti lo que olvides o recuerdes. Respecto de todos

ustedes, se acabaron los recordatorios de cualquier tipo.

- Pero doctor, si no me recuerdan las cosas, todo será un

desastre-dijo Simón entre confundido y preocupado.

-Seguramente así será-contestó el doctor.

-¡Ah bueno! ¡Mire el ánimo que nos da! ¿Cómo comenzaremos

el tratamiento sabiendo que todo será un desastre?

-No será fácil, pero valdrá la pena y por otro lado, es el único

camino-contestó firme el médico.

-¿No le recetará algún remedio? ¿Un tónico? ¿Algo?-Preguntó

la eficiente secretaria.

-No hará falta, créanme, esto solo cuestión de que Simón

ejercite su memoria y se haga cargo él mismo de saber qué

lleva, qué deja, lo que tiene puesto, con quién va a alguna

Page 24: Antologia de historias

parte (esto lo dijo mirando a Matilde). Si lo quieren de verdad,

como estoy seguro que así es, déjenlo crecer, déjenlo que se

las arregle solo. Simón, nos vemos en un mes-agregó el doctor

y dio por finalizada la consulta.

Simón salió confundido, todos preocupados y Matilde un tanto

ofendida.

-¿Y si buscamos otro doctor?-propuso-Este médico no me

gusta nada, alguien que no da importancia a que se deje a un

hermano menor olvidado en un comercio no es de fiar.

–¡Basta con eso mujer por el amor de dios! A mí me parece

que sabe lo que hace, démosle una oportunidad-propuso el

padre.

El doctor había quedado extenuado, pidió a su secretaria un té

de tilo y se sentó en silencio un ratito, necesitaba descansar.

Bebiendo el té se dio cuenta que Simón y dicho sea de paso,

toda la parentela, se había olvidado la bufanda.

-No importa-pensó-se la guardo hasta la próxima consuta.

No fueron tiempos fáciles. No solo para Simón, sino para toda

la familia. Cada uno veía como el joven se iba a trabajar sin

corbata, por ejemplo, y no podían, no debían, recordarle nada.

Así fue que un día llegó a la oficina sin cinturón y con el

pantalón medio caído, hecho que a su secretaria avergonzó un

poco. Se olvidó varias carpetas en otras oficinas. Las llaves de

la casa en un bar, los botines de fútbol en el club y así un

sinfín de cosas.

-¡Esto no va ni para atrás, ni para adelante!-Se quejaba

Matilde.

-Ten paciencia mujer, es el primer mes-decía el padre.

Y Matilde trataba de tener paciencia, pero le costaba y mucho.

Para no hablar, cada vez que Simón estaba a punto de

olvidarse algo, lo miraba fijo como para que el muchacho se

diese cuenta, sin que ella abriese la boca.

Por su parte, Simón no estaba acostumbrado a valerse por sí

mismo y cada vez que salía (o entraba) temía haber olvidado

algo. También él sabía que no podía preguntar, que debía

Page 25: Antologia de historias

valerse solo de su memoria y esmerarse para recordar qué

debía llevar o, en el peor de los casos, qué había dejado en

algún lugar.

La situación al salir o llegar a su casa era siempre la misma.

Simón miraba a su madre como pidiéndole en forma silenciosa

que le dijese qué se estaba olvidando. Matilde, por su parte,

también lo miraba pero a la vez revoleaba los ojos para el lado

donde estuviese aquello que el joven estaba a punto de

olvidar. Así cada vez que Simón se iba al trabajo, se repetía la

misma escena: Matilde lo miraba y miraba hacia dónde

estaban las llaves, lo volvía a mirar, y luego movía los ojos

hacia el otro lado donde estaba la billetera.

Matilde miraba a su hijo y Simón a su madre. Matilde miraba

hacia la izquierda y Simón la seguía con la vista, giraba hacia

la derecha, el joven también lo hacía. Matilde levantaba las

cejas como diciendo “¡atención! ¡Fíjate lo que están

olvidando!”, Simón levantaba las cejas como diciendo “no

entiendo mamá ¿qué estoy olvidando?”.

Era evidente que con miradas no se entendían y ambos

tuvieron que resignarse a dejar de dar indicaciones con los

ojos.

-¡Me alegro mujer, me alegro!-Decía el padre- Estabas

haciendo trampa, el doctor fue muy claro ¡nada de avisos,

nada de recordatorios!

-Pero si yo no he dicho una sola palabra… -se excusaba

Matilde.

-No, pero no sé cómo no has perdido los ojos por ahí de tanto

revoleo, ahora tendrá que arreglárselas solo.

Y una vez más, el padre tenía razón. Simón, con mucho

esfuerzo, comenzó a aprender a depender de sí mismo y a

hacerse responsable de lo que llevaba consigo y de lo que

olvidaba también.

Tampoco fueron tiempos fáciles, por el contrario. Olvidó

muchas cosas, incluso alguna que otra consulta con el doctor,

pero comenzó a descubrir algo que lo hacía sentir satisfecho:

ser dueño de sus actos.

Page 26: Antologia de historias

Su memoria poco a poco fue mejorando para sorpresa de

todos y sobre todo de Matilde. Simón comprendió que siempre

había descansado en todos los demás, sobre todo en su madre

y eso no lo había ayudado a crecer. Al mismo tiempo, Matilde

comprendió que aunque había obrado con todo el amor del

mundo, no había permitido que Simón y su memoria crecieran

libres y se desarrollaran.

Lejos quedaron las listas, los recordatorios e incluso las

miradas cómplices de Matilde. Atrás dejó el joven ya no cosas

que olvidaba, sino alarmas, notitas y agendas. Simón ahora no

olvidaba, Simón recordaba todo lo que debía recordar y entre

esas cosas estaban:

Agradecer al médico su sabio consejo.

Valorar el amor y atención de su familia.

Que crecer implica ser responsables de nuestros actos.

Y por sobre todas las cosas, algo que dejó muy tranquila a

Matilde:

Pedirle perdón a su hermano por haberlo dejado en la

verdulería.

Fin

Page 27: Antologia de historias

El granjero bondadoso:

Un anciano rey tuvo que huir de su país asolado por la guerra.

Sin escolta alguna, cansado y hambriento, llegó a una granja

solitaria, en medio del país enemigo, donde solicitó asilo. A

pesar de su aspecto andrajoso y sucio, el granjero se lo

concedió de la mejor gana. No contento con ofrecer una

opípara cena al caminante, le proporcionó un baño y ropa

limpia, además de una confortable habitación para pasar la

noche.

Y sucedió que, en medio de la oscuridad, el granjero escuchó

una plegaria musitada en la habitación del desconocido y pudo

distinguir sus palabras:

-Gracias, Señor, porque has dado a este pobre rey destronado

el consuelo de hallar refugio. Te ruego ampares a este

caritativo granjero y haz que no sea perseguido por haberme

ayudado.

El generoso granjero preparó un espléndido desayuno para su

huésped y cuando éste se marchaba, hasta le entregó una

bolsa con monedas de oro para sus gastos.

Profundamente emocionado por tanta generosidad, el anciano

monarca se prometió recompensar al hombre si algún día

recobraba el trono.

Algunos meses después estaba de nuevo en su palacio y

entonces hizo llamar al caritativo labriego, al que concedió un

título de nobleza y colmó de honores. Además, fiando en la

nobleza de sus sentimientos, le consultó en todos los asuntos

delicados del reino.

FIN.

Page 28: Antologia de historias

El nuevo amigo:

Erase un crudo día de invierno. Caía la nieve, soplaba el viento

y Belinda jugaba con unos enanitos en el bosque. De pronto se

escucho un largo aullido.

¿Que es eso? Pregunto la niña.

Es el lobo hambriento. No debes salir porque te devoraría le

explico el enano sabio.

Al día siguiente volvió a escucharse el aullido del lobo y

Belinda , apenada, pensó que todos eran injustos con la fiera.

En un descuido de los enanos, salio, de la casita y dejo sobre

la nieve un cesto de comida.

Al día siguiente ceso de nevar y se calmo el viento. Salio la

muchacha a dar un paseo y vio acercarse a un cordero blanco,

precioso.

¡Hola, hola! Dijo la niña. ¿Quieres venir conmigo?

Entonces el cordero salto sobre Belinda y el lobo, oculto se

lanzo sobre el, alcanzándole una dentellada. La astuta y

maligna madrastra, perdió la piel del animal con que se había

disfrazado y escapo lanzando espantosos gritos de dolor y

miedo.

Page 29: Antologia de historias

Solo entonces el lobo se volvió al monte y Belinda sintió su

corazón estremecido, de gozo, mas que por haberse salvado,

por haber ganado un amigo.

FIN.

Page 30: Antologia de historias

La aventura del agua:

Un día que el agua se encontraba en su elemento, es decir, en

el soberbio mar sintió el caprichoso deseo de subir al cielo.

Entonces se dirigió al fuego:

-Podrías tú ayudarme a subir mas, alto?

El fuego aceptó y con su calor, la volvió más ligera que el aire,

transformándola en sutil vapor.

El vapor subió más y más en el cielo, voló muy alto, hasta los

estratos más ligeros y fríos del aire, donde ya el fuego no

podía seguirlo. Entonces las partículas de vapor, ateridas de

frío, se vieron obligadas a juntarse apretadamente,

volviéndose más pesados que el aire y cayendo en forma de

lluvia.

Habían subido al cielo invadidas de soberbia y fueron

inmediatamente puestas en fuga. La tierra sedienta absorbió

la lluvia y, de esta forma, el agua estuvo durante mucho,

tiempo prisionera del suelo y purgó su pecado con una larga

penitencia.

FIN.

Page 31: Antologia de historias

Secreto a voces:

Gretel, la hija del Alcalde, era muy curiosa. Quería saberlo

todo, pero no sabía guardar un secreto.

-Qué hablabas con el Gobernador?

-le preguntó a su padre, después de observar una larga

conversación entre los dos hombres.

-Estábamos tratando del gran reloj que mañana, a las doce,

vamos a colocar en el Ayuntamiento. Pero es un secreto y no

debes divulgarlo.

Gretel prometió callar, pero a las doce del día siguiente

estaba en la plaza con todas sus compañeras de la escuela

para ver colocar el reloj en el ayuntamiento.

¡Ay!, el tal reloj no existía. El Alcalde quiso dar una lección a

su hija y en verdad que fue dura, pues las niñas del pueblo

estuvieron mofándose de ella durante varios años. Eso sí, le

sirvió para saber callar a tiempo.

Fin.

Page 32: Antologia de historias

El hombre perfecto:

Me afeito por la tarde y en el espejo Miro la barba no crece.

En la mañana me levanto tan suave como el culito de un bebé

y no raye.

Esta es la prueba definitiva de que son perfectos.

Y usted dice que le falta algo.

Yo estaba en cuarentena antes de llegar a usted. Mucho

tiempo.Cuarenta días para ser exactos.

Los hombres con camisas me hicieron los exámenes y se

miraban a los pies de mi cama. Susurrando.

Yo aguzzavo escuchando y les oí decir que no podía ser, tan

perfectamente, que los instrumentos pueden estar

equivocados.Y el que tiene la barba dijo que tenía que repetir

los exámenes.

sospechaban que escuchaban. Desde ese momento se

retiraron a hablar tras el cristal.

Aprendí a leer los labios.

Los hombres con las camisas dijeron que el ser humano es

imperfecto por naturaleza, que tal perfección no podía ser

bueno.Tenían una responsabilidad, no me podía dar al mundo

y por lo que debe estar aquí. Y el que tiene la barba insistió en

que tenía que repetir los exámenes.

No lo hagas que me de confianza y dejó de hablar tras el

cristal.Entraron en la habitación contigua a la

reflexión. Aprendí de inmediato a leer sus mentes.

Los hombres con camisas estaban preocupados de que el

tiempo se agotaba y la instrumentación necesaria para

analizar un extraterrestre y un unicornio alado. Tenían que

tomar una decisión. Por ahora tenían toda la

documentación. Lo lógico era destruir el bien de todos. El

mundo no estaba listo. Y el que tiene la barba tenía problemas

morales y técnica, insistió en que tenía que repetir los

exámenes de nuevo.

Mi instinto de supervivencia funcionó a la perfección como

todo lo demás, y yo los llamaba con el botón situado en la

cabecera de la cama.

Ellos vinieron enseguida.

Yo les dije que si Yo me desaté estaría limitado a buscar y se

adhieren a usted como el pegamento, poner en su pedestal y

que pueda mantenerse hasta que el agotamiento de mis

fuerzas.Yo no he usado mi poder para el mal. Ne 'para

Page 33: Antologia de historias

desestabilizar, es para cambiar algo.

El hombre de la barba dejó de pensar que tuvo que repetir los

exámenes y me miró así, como que me estás viendo ahora.

Pero ciertamente yo sé leer la mente.

En este preciso momento pensando que iba a ser capaz de

inventar cualquier historia que no te pierdas.

Fin.

Page 34: Antologia de historias

El centro de la tierra:

Apagué la alarma tres veces. Es tiempo y todavía están entre

las sábanas. ¿Dónde están las alas que pone amor?

Eventualmente saltar de la cama y me sumerjo en los

zapatos.

Nell'alzarmi sabe que el suelo está más cerca de lo

normal. ¿No son más bajos. Estos son sólo mis pies se hundían

en el suelo.

Me esfuerzo por poner mis pantalones porque tengo que

levantar muy abajo, porque sigo a hundirse, por qué, por

qué. No tengo tiempo para explicaciones.

Es tiempo, pero siempre se retrasos de cinco minutos.

No pierdo el tiempo de afeitarse porque ahora no consigo al

espejo del baño. Se ven obligados a lavarme la cara en el

bidé.

Mientras espero el ascensor en el piso me pongo el

cinturón.Casi nadie llegada al botón.

Por suerte nos pusimos en la esquina. La gente no me ven. He

de esquivar porque no pisotear la cabeza.

Tuvimos que arreglar mi casa, pero tú eres como eres.

El proceso de registro en el quiosco justo a tiempo, veo que se

acerca mientras termino de hundirse.

Ahora estás aquí y no me veréis, mi cara es sólo una palma

bajo el talón.

envío besos mientras desaparezco lentamente. Adiós Amor.

Es una pena, ahora que había puesto las bragas blancas con

arco.

Fin.

Page 35: Antologia de historias

Querida maestra…:

Querida maestra...

Tal vez sea un poco tarde, pero hace tiempo que quiero decirle

estas palabras: Llevo muchos años vividos y a través de tanto

tiempo, me dì cuenta de todo lo que hizo por mí. No sé dónde

se encuentra usted hoy, pero sé que mi voz le llegará,

haciéndose eco en las voces de otros alumnos o quizá sea el

viento que le cuente que estoy muy agradecido y que nunca la

he olvidado.

Usted me enseñó a leer, pero más que eso, me enseñó a vivir,

a soñar, a querer.

Recuerdo cuando le conté que mis padres estaban separados y

me puse a llorar. Usted lloró conmigo y yo aún siento el calor

de sus manos acariciando mi cabeza despeinada. Ese día, nos

perdimos el recreo... También recuerdo la torta que trajo para

mi cumpleaños ¡fue mi primera torta!

¿Sabe una cosa, Seño? Mi mamá estaba celosa de usted, pero

la quería mucho, siempre me decía "Tu señorita te da el amor,

las caricias y todo lo que yo no puedo darte. Te muestra el

camino para que seas buena persona. Por eso, se siempre

agradecido y no dejes de quererla nunca".

Perdóneme por haber tardado tanto en decirle cuánto la

c7uiero.

Querida maestra, siga siempre así, enseñando, guiando,

acompañando. Aunque a veces el agradecimiento llegue tarde

o nunca llegue, todo lo que nos brinda dará sus frutos.

No voy a firmar la carta, porque mi nombre no tiene

importancia, soy un alumno entre tantos.

Y el suyo no puedo escribirlo, porque es el de todas las

maestras del mundo.

FIN.

Page 36: Antologia de historias

La bruja:

En un pequeño pueblito, situado en un lugar muy lejano, vivía

una bruja malvada que se divertía muchísimo asustando a los

niños.

Por las noches aparecía cubierta con un manto amarillo,

sombrero rojo, y una larga cola negra y brillante. Su nariz

larga y afilada, como un cuchillo, tenía en la punta una

verruga peluda, de su boca inmensa y desdentada salía una

estremecedora carcajada y sus ojillos pequeños y rojos

parecían despedir relámpagos de furia. ¡Qué fea era!

Todos en el pueblo sabían que ella solamente aparecía en las

noches más oscuras, las noches de luna nueva. Entonces,

aunque ningún niño salía de su casa, ella igualmente hacía sus

maldades.

A veces ponía sapos entre las sábanas, o langostas entre las

servilletas dobladas o escarabajos en las toallas. Una vez,

llenó con culebras y arañas la piñata de un cumpleaños, y

todos los niños terminaron llorando.

Pero resulta que en este pueblito había un grupo de niños muy

bandidos y traviesos. que por su mala conducta y educación

estaban siempre solos.

Ocurrió que una de esas noches oscuras en que la bruja salía a

divertirse. los niños malos la estaban esperando con sus

gomeras y los bolsillos llenos de piedras. La atacaron de

repente y la bruja sorprendida rodó por el suelo, con tanta

mala suerte que perdió su varita mágica y con ella todos sus

poderes.

La bruja salió corriendo y los niños la persiguieron hasta

arrinconarla en la plaza.

Se armó un gran alboroto y entonces los niños buenos se

acercaron para saber qué pasaba. Uno de ellos encontró la

varita, la levantó y apuntando hacia el centro de la gran pelea

dijo: "¡Abracadabra, que sean todos buenos!" Y así fue.

Dejaron de pelearse y la ropa de la bruja se tornó blanca como

sus cabellos, su rostro parecía ahora el de una dulce abuelita,

los niños malos la abrazaron cariñosamente y todos en el

pueblo festejaron el milagro.

Este lugar pasó a la historia por ser el único en el mundo

donde la bruja es buena, la luna brilla más que en ningún otro

sitio y siempre se escucha una suave y hermosa música que

nadie sabe de dónde viene.

Page 37: Antologia de historias

El cumpleaños de la tortuga

Había una gran fiesta ese día. Se celebraban los primeros cien

años de la tortuga y todos los animales quisieron estar

presentes.

Para entretenerse inventaban juegos como pararse en una

pata, subir al árbol más alto, saltar el arroyo y muchos otros, a

cual más divertido.

Luego de almorzar la tortuga propuso: "Juguemos una

carrera, a ver quién llega más lejos".

Todos sonrieron de manera burlona y aceptaron la apuesta.

Comenzó la carrera, eran cientos los animales que competían

y, por supuesto, la vieja tortuga iba última, pero a medida que

avanzaba iba dejando atrás a los animales que, ya cansados,

abandonaban la carrera, hasta que a un costado del camino

encontró al último de los corredores, quien al ver a la tortuga

le preguntó: "¿Cómo puede ser que nos hayas ganado a todos,

si cualquiera de nosotros es más rápido que tú?"

La tortuga le contestó: "Simplemente, porque al creerse

superiores, fueron soberbios y no escucharon mis palabras. Yo

les aposté a quien llegaba más lejos, no más rápido. Cuando

aprendan a escuchar, aprenderán a vivir mejor y quizás no

pierdan otras carreras".

Fin.

Page 38: Antologia de historias

El canto de la libertad:

Los padres de Marina y Carlitos habían ido de compras a la

feria dominical y al volver trajeron de regalo una jaula

bastante grande, cubierta con un manto rojo.

Desde la jaula tres aves hermosas y extrañas observaban a la

familia en pleno. "Nos contó el vendedor que las han traído de

un país muy lejano y que su canto es maravilloso", dijo la

mamá.

Pasaron los meses y a pesar del cariño y los cuidados que las

aves recibían, jamás dejaron oír su famoso canto, así que

tanto los niños como sus padres estaban un poco

desilusionados.

Un día Marina y Carlitos, estando solos en la casa, decidieron

jugar con las aves. Lo primero que hicieron fue cerrar todas

las ventanas y abrir la puerta de la jaula. Una de las aves salió

volando tan rápido que se golpeó contra una pared, las otras

dos salieron de la jaula e intentaron un vuelo más lento. Los

chicos se reían pero las aves estaban asustadas. Marina puso

comida y agua sobre la mesa y las aves, ya más tranquilas, se

acercaron a comer y beber. Luego levantaron vuelo, se

posaron sobre un perchero y comenzaron a cantar. Era tan

bello su canto que Marina, emocionada, no pudo contener

algunas lágrimas.

Sin dejar de cantar los pájaros regresaron a su jaula, ante la

mirada maravillada de los niños.

Este juego se repitió varias veces, hasta que un día Marina y

Carlitos decidieron abrir las ventanas para que los pájaros

salieran al jardín.

Con gran alegría las aves volaban, haciendo figuras en el aire,

bajaban hasta donde estaban los chicos, comían, bebían y

seguían con sus juegos, brindando su canto, que además de la

belleza habitual, transmitía una sensación de paz y felicidad.

Tan entretenidos estaban que ninguno se dio cuenta de que

los padres habían regresado y que estaban muy sorprendidos

al ver en el jardín tres aves idénticas a las suyas cantando con

tanta fuerza.

-¿Por qué será que nuestros pájaros no quieren cantar?- dijo

la mamá. -¿No será que deberían estar en libertad?

-No creo, tienen una jaula muy linda, comida, cariño. No, creo

que no.- contestó el papá.

Pero al entrar a la casa y ver la jaula abierta y vacía

Page 39: Antologia de historias

comprendieron todo.

Carlitos y Marina regresaron desde el jardín y las tres aves

que los seguían entraron solas en la jaula, como siempre.

Desde aquel día, la jaula es aún más hermosa, ya no tiene

puertas. Por las tardes, la familia se reúne en el jardín y

escucha con gozo la risa de los niños, el rumor del viento

entre las hojas y a las aves que cantan felices. Su canto es

alegría... están en libertad.

Fin.