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. Relatos de fútbol . ANTOLOGÍA DE LA GAMBETA Escuela de Educación Media Nº 5 Sierra Chica - 2014

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Relatos de fútbol

.

ANTOLOGÍA DE LA GAMBETA

Escuela de Educación Media Nº 5 Sierra Chica - 2014

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Agradecemos a Adrián Lasa y a Orlando Apecechea,

quienes fueron los encargados de tipear los textos,

por su desinteresada colaboración.

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PRÓLOGO

Antología de la gambeta brinda rela-

tos e historias de fútbol creadas por

los alumnos que concurren a la Es-

cuela Media Nº 5, “Rufino Sánchez”.

Precisamente en este 2014 donde la

mayor atracción fue el Mundial de

fútbol jugado en Brasil, los alumnos

se sintieron muy a gusto escribiendo,

logrando así una conexión con la lite-

ratura.

Como estudiantes de dicha escuela

nos sentimos muy cómodos con cada

posibilidad de poder demostrar nues-

tra faceta de escritores, y esperamos

que la lectura de este libro logre pro-

mover la lectura y la escritura como

un camino a la libertad.

Adrián Lasa 4º año

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LA VOZ DE MI VIEJO

Cada vez que escucho ese cantito, me acuerdo de mi viejo, porque mi viejo me llevaba a

ver los partidos a la cancha. Yo en ese momento tenía 10 años, y cuando llegábamos a casa,

a la tarde, veníamos cantando “¡Se siente, se siente, Boca está presente!”. Mi mamá se ponía

colorada, porque ella era de River, y porque Boca le ganó 3 a 1 a River.

Ahora que pasaron 40 años, todavía me sigo acordando de ese cantito preferido de mi

viejo “¡Se siente, se siente, que Boca está presente!”.

Benítez Godoy, Luís 1º 8ª

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta

Relatos

de fútbol

EL FÚTBOL MÁGICO DEL CHINO

“Dicen que escapó de un sueño de su mejor gambeta,

que ni los sueños ajenos respeta,

y ataca a sus villanos, sin más armas en la mano”

Los Piojos

Íbamos perdiendo por uno a cero. A nuestra selección se le estaba complicando mucho.

Faltaban cinco minutos para que terminara el partido. Ya no queríamos mirar más, se nos

terminaba la esperanza. Pero teníamos un jugador, “el mago”. Sí, él tenía que aparecer vo-

lando una pelota más o menos en la mitad de la cancha, a pura gambeta , dejando a los de-

fensores sin poder hacer nada, venciendo al arquero con un golazo bien abajo, esquinado. Yo

lo vi al arquero tirándose, pero nada pudo hacer con la jugada prodigiosa de nuestro mago

para empatar el partido y nos llenamos de esperanza otra vez.

Esto no podía terminar en un empate. Teníamos un jugador diferente, ya lo había demos-

trado. Nos faltaban dos minutos para el final. Yo sabía que no iba terminar así. Entonces,

apareció otra vez el mago en toda su plenitud a pura gambeta, con grandeza, con amor a su

camiseta para dejarnos en la final del mundial. Gracias, mago, por gambetear a nuestros ad-

versarios, cumpliendo nuestro sueño, tu sueño, jugar una final del mundo.

Carmona Paiva Edgardo. 2º 5ª

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EL PRIMO

Llegaba del trabajo a casa. Cuando bajé del colectivo, me encontré con un amigo de la infancia. Nos salu-

damos, conversamos un rato y antes de irse me invitó para reunirnos, el sábado en la canchita del barrio.

El viernes lo llamé por teléfono para confirmar mi presencia. Me contó que jugaríamos un partido contra

los pibes de otro barrio y después comeríamos un asado.

Al día siguiente nos juntamos a las doce del mediodía. Éramos los doce amigos de la infancia. Mientras

comíamos contamos algunas anécdotas. En ese momento vimos venir a los muchachos del otro barrio que

venían con Juan, el almacenero, que hacía de referí..

Comenzó el partido y a los quince minutos ya ganábamos 2 a 0.

Nosotros no sabíamos que Juan, el referí, era el padrino de uno de los chicos del otro equipo Nos enteramos

cuando comenzó a sacarnos tarjetas rojas y expulsó a cuatro de nuestros jugadores.

Once contra siete. Era imposible jugar el partido.

Hicimos un cambio. Salí enojado de la cancha, porque era ridículo seguir ese partido. Entró Diego, el pri-

mo de Alejandro, mi mejor amigo, Venía de la Villa Fiorito. Él dio vuelta el partido que estábamos perdien-

do por culpa de Juan, el árbitro. Hizo tres goles y ganamos el partido.

Con Alejandro, cada vez que nos cruzamos, recordamos ese partido. Éramos 11 contra 7 y gracias a Diego

pudimos vencer. El primo de Alejandro era nada más que DIEGO MARADONA.

Bogao S. Marcelo 3º4ª

UN SUEÑO HECHO REALIDAD….

Era la tarde de un día muy soleado. La gente de la localidad de Morón, alborotada, esperaba el partido

final.

Todos palpitaban el momento en que Deportivo Morón, más conocido como “El Gallito del Oeste”, esta-

ba a punto de ascender a la Primera A, y dejar el Nacional B para poder competir con los equipos grandes

del país.

Esa tarde de sábado, el estadio estaba repleto de espectadores ansiosos y a su vez nerviosos para que De-

portivo Morón enfrente a uno de sus rivales más conocidos, Almirante Brown.

Pero el jugador más importante de Morón no estaba en su mejor momento. Aquerman no agarraba ni una

pelota. Sus compañeros tampoco estaban muy concentrados, ya que el delantero estaba con una molestia en

el aductor izquierdo. Entonces el equipo contrario se aprovechó de la situación y convirtió su primer tanto.

Los jugadores, el técnico y la hinchada del Gallito no lo podían creer.

Terminó el primer tiempo y Morón perdía uno a cero. En el vestuario, de inmediato, Aquerman es atendi-

do por los médicos del plantel y logran una mejoría en su pierna izquierda.

A los 10 minutos del segundo tiempo, gol del Gallito de Morón, desde un tiro de esquina desde la dere-

cha, palomita de Aquerman y Morón empata el encuentro.

El gallito se recupera, no sólo mentalmente, sino también físicamente. A seis minutos de terminar el par-

tido, penal para Morón. Aquerman ejecuta el disparo al ángulo derecho del arquero que no llega a detenerlo

y nuevamente gol. El equipo ascendía a Primera A. El sueño del Gallito se convirtió en realidad y toda una

localidad salió a las calles a festejar.

Parra Verón, Hernán 2º 5ta.

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EL MUNDO A TUS PIES

La pelota, a veces de goma o de medias, o simplemente una lata pequeña, era suficiente.

Cuando aparecía alguno con una de cuero, una de “enserio” el picadito nos hacía sentir que

jugábamos “la final del mundo”. Pero cualquier cosa era suficiente para hacernos correr, feli-

ces, hacia el arco contrario (hecho con un ladrillo o piedra a cada lado). Así fuimos creciendo,

transcurriendo los primeros años entre la escuela, mandados, y ese encuentro impostergable

en el potrero de la otra cuadra, donde nos juntábamos cada tarde, para ir tras una pelota que ni

siquiera era redonda.

En el grupo, algunos éramos más cercanos. Manu (el Ruso), que era mi compañero de ban-

co de 5º grado; el Tano, Virulana (por su pelo), Gustavo y el Peca, todos de la misma cuadra.

Con esos pateábamos en la calle cuando no había picado en la canchita.

A veces venía el Colo, que vivía a la vuelta, era callado y solitario. Tenía una habilidad

bárbara. Una vez, que íbamos perdiendo por varios goles, le sacó la pelota de las manos a

nuestro arquero, y los empezó a gambetear a los contrarios. Los pasó a todos y les hizo un gol

que les gritamos con todas las ganas. Perdimos igual, pero esa apilada del final fue fenome-

nal. Nuestro jugador estrella, sólo venía a veces al potrero o a algún campeonato, porque tenía

que cuidar a sus dos hermanitos chiquitos y hacer las cosas de la casa. Eran huérfanos de ma-

dre y el padre trabajaba todo el día hasta la tarde.

Pasó como un año o más, y un día el padre dejó de trabajar, no se sabía bien qué le pasaba,

pero se comentaba que tenía una enfermedad incurable. El Colo ya no venía a jugar, aunque a

veces lo íbamos a buscar, y después de varios meses se tuvieron que ir de la casa por no poder

pagar el alquiler. Se mudaron a un barrio lejano. Nos enteramos un tiempo después que el pa-

dre había fallecido y que al Colo y a sus hermanitos, los tenía una tía, pero ni siquiera lo man-

daban a la escuela.

A los doce años nos separamos. Algunos fueron a jugar a otros clubes de barrios, otros más

talentosos fueron a jugar a equipos importantes. Cuando los escuchábamos nombrar por la

radio, o los veíamos por el canal local, nos sentíamos orgullosos y decíamos - ¡Yo lo conozco

desde chico, jugábamos juntos!- como sintiendo que eso nos daba algún prestigio, elevándo-

nos el status por encima de los que hablaban.

Después la vida, como hace siempre, nos volvió a separar por distintos lugares. Cada uno con

lo suyo, su familia, o su trabajo, nos fuimos yendo del barrio.

Pasaron los años y una tarde, Manu, el Ruso, que es con el que siempre estuvimos en con-

tacto, y es mi hermano de la vida, llegó a casa y me dijo - ¿Te enteraste? Hay un tal Sergio

Carrera, que va a debutar hoy en primera. ¡Dicen que la rompe, que se crió por acá, me la jue-

go que es el Colo! Prendé la tele porque lo pasan por el canal local ahora.

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta

Relatos

de fútbol

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Nos acomodamos frente al televisor, con expectativas y emoción ¿Sería en verdad el Colo? Mate de por me-

dio, esperábamos el comienzo del programa. Cuando comenzó la transmisión, mostraron la cancha y la entra-

da de los jugadores, pero no lo vimos.

Entonces se formaron los equipos para la foto, y sí, ahí estaba, lo pudimos ver bien, era el Colo, in- confun-

dible, diez años después. Nos miramos con el Ruso y una cierta emoción, mezclada con alegría, ansiedad y

orgullo, nos hizo sonreír y llorar.

Fue como abrir una puerta que nos hizo volver a nuestra niñez. Una puerta que muchas veces está cerrada

por el vivir cotidiano, que no nos permite disfrutar la vida desde ese lugar de niños. El mismo lugar que nos

hace recordar los días de picaditos en el potrero,

y a ese hermano y amigo a la vez, que era calla-

do y con aire triste; ese niño, que la vida golpeó

tan prontamente y tan fuerte. Ese jugador que

desde niño, agarraba la pelota y volaba en la can-

chita, al que no se la podían quitar y que nos dio

más de una alegría con sus goles, pero que a ve-

ces no podía disfrutar de lo que le gustaba por-

que la vida lo hizo crecer de golpe.

Empezó el partido. Cuando se la dieron a él, em-

pezamos a gritar de alegría. Éramos su hinchada

de corazón.

Iban como veinte minutos, y el debut del Colo

era bueno, pero prometía más; nosotros lo sabía-

mos, éramos su equipo de potrero.

Le dieron la pelota a mitad de cancha, tiró una

pared cortita con el ocho y encaró al cinco con-

trario. Lo gambeteó como él sabía. Nosotros lo

alentábamos como dos locos, gritando de alegría.

Amagó salir para la derecha y enganchó para la

zurda. Con la elegancia de Redondo, otro crack,

aceleró hacia el área y le salió el seis, que fue al piso y quedó desparramado.

Se la tiró por el costado al dos y entro al área con la cabeza levantada, “a lo Bochini”. Enfrentó al arquero,

le amagó como para afuera y se volvió, y con la zurda, como acariciándola se la dio suave al nueve que venía

acompañando. Éste definió con el arco vacío. -¡¡¡GOL!!! ¡Grande, Colo!- gritábamos de alegría.

Quizás la vida empezaba a compensarlo por todo lo que le quitó. El fútbol, ese deporte bendito y a la vez

profano, que genera tanta pasión, que endiosa y crea multitudes de hinchadas fanáticas por su club favorito,

esta vez le daba la revancha. Ahora, quizás le toque al Colo tener “el mundo a sus pies”.

Mario Higuera. 3º4ª

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¿LAS BRUJAS NO EXISTEN?

Era un día como todos, el Sol brillaba y nos daba su calor. A lo lejos venía Agustín, pateando su

pelota de cuero nueva. Nosotros lo esperábamos en la esquina de su casa.

Como siempre llegaba tarde. El partido de fútbol ya estaba por comenzar. Nuestros rivales eran unos

chicos de otro barrio que nos ganaban siempre. Pero esta vez habíamos planeado una estrategia de

juego para poder ganar.

Cuando llegó Agustín nos contó que la mamá no lo dejaba venir porque en la canchita, detrás del

arco, había un baldío con una casa donde vivía una bruja que tenía muchos años y muchos gatos

Le dije que en esa casa no vivía nadie, que fuéramos a la canchita, que ya era demasiado tarde.

Agustín levantó la vista, agarró la pelota y salimos rumbo a la canchita. Todos sabíamos que para

llegar teníamos que pasar por el baldío donde se encontraba la casa. En ese momento Agustín nos dijo

que él no pasaría porque tenía miedo.

¡No! ¡Yo no paso! ¿y si nos agarra la bruja al cruzar?

¡Agus, las brujas no existen! Dale que llegamos tarde.

Cuando íbamos llegando a la casa abandonada, vimos una pequeña anciana de pelo blanco, largo,

con un montón de gatos a los cuales les daba de comer. Agustín la miró asustadísimo y gritó –¡ Miren,

miren! ¡La bruja!!

La viejita con un guiño de ojo lo saludó. Ahí se dio cuenta de que no era una bruja, sólo era una

agradable anciana.

Al fin, pudimos jugar el partido y ese día ganamos.

Falcón Figueroa, Ariel 3º4ª

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta

Relatos

de fútbol

UN DÍA INOLVIDABLE.

Una mañana de Octubre del 2000, Boca jugaba la final de la “Copa Libertadores”. Era sába-

do. Mi hermano gritaba y cantaba. Él es muy fanático, siempre lleva puesta la camiseta de

Boca con el número 10 de Riquelme.

El marcador iba 1 a 1. Mientras seguíamos alentando y viendo el partido, mi mujer rompió

bolsa, estaba por nacer nuestro hijo. La ayudé a levantarse y la llevé al hospital. Mientras ma-

nejaba llamé a mi hermano desde mi celular, pero él no atendía. Mi mujer gritaba y yo estaba

desesperado por llegar al hospital y por saber el resultado del partido.

Qué felicidad cuando el médico me dijo “¡Sos papá de un hermoso varoncito! Y para com-

pletar me llama mi mamá para felicitarme y me cuenta que Boca ganó 2 a 1. ¡Era el Campeón

de la copa Libertadores! Fue un día inolvidable.

Escobar Brian 1º 8ª

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DESOBEDIENTES

Era la hora de la siesta. Ciriaca, la abuela de Sergio, Cesar y Martín, antes de ir a acostarse les encargó a sus

nietos que no salieran de la casa, que ni se les ocurriera ir a jugar al

fútbol al baldío porque era muy fuerte el sol y hacía muchísimo calor.

Los tres refunfuñaron y asintieron con la cabeza, mientras seguían pa-

teándose la pelota uno al otro en el pequeño patio de la casa. Treinta mi-

nutos después, Sergio, el más saludable de los tres, mira a la abuela y ve

que duerme profundamente; entonces les propone irse a jugar al baldío,

ya que la abuela dormiría por una horas más.

Cesar y Martín, no estaban muy seguros, pero Sergio, tomando la pelo-

ta, picó en punta seguido por ellos dos rumbos al baldío que se encontra-

ba a la vuelta de la cuadra. Ahí se encontraron con otros siete desobe-

dientes más, con los cuales formaron dos equipos e iniciaron un intermi-

nable partido, corriendo, gambeteando al rayo del sol. La camiseta pega-

da al cuerpo por la transpiración, y ellos como si nada, atrapados por su

amor apasionado al fútbol.

De repente, ocurrió lo inesperado. Todos quedaron sorprendidos y ate-

rrorizados por el grito de dolor emitido por César, cuando al entrarle a

una pelota dividida con toda su fuerza se trabó con Emilio, uno de los siete restantes, quién llegando a des-

tiempo no da con la pelota sino con la tibia de César y se oye claramente el estallido del hueso al quebrarse.

Todos estaban asustados sin saber qué hacer. Sergio se agarraba la cabeza diciendo - ¡La abuela me mata!

Martín reaccionó y cruzó la calle volando, llamando a los gritos a don Ignacio. Salió el hombre medio dor-

mido y preguntó a qué se debía tanto alboroto.

Por favor, don Ignacio, se quebró mi hermanito ¿lo lleva al hospital?- dijo Sergio angustiado.

Don Ignacio lo cargó en la camioneta. César lagrimeaba del dolor cuando la F 100 modelo 68 salió como

en una picada.

Ya en el hospital, mientras César era atendido, Sergio pensaba en la abuela que ya estaría levantándose de

la siesta. Sabía que lo acusaría de cabecilla por llevar a sus hermanitos a jugar al baldío y estaría furiosa.

Ya está restaurado el campeón- dijo don Ignacio al salir de la guardia con el herido - Ahora todos a casa que

tienen que descansar.

Todos se pusieron contentos al ver sonreír a César, menos Sergio que estaba sumergido en sus pensamien-

tos sobre la ira de la abuela. Don Ignacio lo vio.

¿A ti qué te sucede? ¿No te alegras?

Fue mi culpa, yo los llevé al baldío. Mi abuela va a estar muy enojada conmigo.

Tranquilo, hijo – dijo el hombre- tu abuela podrá enojarse por sus desobediencias, pero puedo asegurarte que

será mayor su alegría al verlos bien y saber que fueron responsables, acudiendo por ayuda de manera urgen-

te. Vamos a casa, yo hablaré con la abuela.

Al llegar a la casa, Ciriaca, que estaba a punto de salir rumbo al baldío, se sorprendió al ver detenerse la ca-

mioneta casi frente a ella, pero mayor fue su sorpresa cuando vio bajar a sus nietos y a uno enyesado de una

pierna.

Don Ignacio le contó todo lo sucedido desde que los chicos llamaron a su casa. La abuela, lejos de enojar-

se, llamó a sus nietos y los estrechó en un fuerte abrazo.

-Vamos todos adentro- les dijo- Les voy a preparar una merienda de chocolatada fría y galletitas dulces. Al

oír esto, todos juntos gritaron -¡Viva la abuela ra, ra, ra! Y ella pidiendo atención, dijo:

-Que este susto les recuerde siempre, que deben ser obedientes.

Garrido Pavón, Santiago 2º 5ª

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PIBES DE BARRIO

Éramos doce los pibes del barrio María Auxiliadora que formábamos el equipo. No nos destacábamos, pero

hacíamos siempre buenos partidos.

Un viernes, Carlitos recibió una invitación desde un pueblito que no quedaba lejos Sin pensarlo dos veces, ni

consultarlo con nosotros, aceptó el desafió de un torneo relámpago, que se jugaba en dos fechas contra tres

equipos muy renombrados.

- No podemos dar marcha atrás- dijo Carlitos.

En el primer encuentro nos tocó jugar contra un equipo áspero que jugaba fuerte. Eran de un barrio cercano,

el de “La golondrina”. Teníamos que vencer sí o sí a este rival para seguir compitiendo por el primer lugar y lo

logramos.

Carlitos, que tenía la voz de mando, dijo – Muchachos, tenemos que derrotar a nuestro próximo rival para

poder jugar la final y llevar el premio a casa. No podemos desaprovechar esta oportunidad ¡Así que a ganar!

Llegó el domingo pactado. A las tres de la tarde comenzaba el encuentro. Estábamos felices por el partido.

Por fin entramos a la cancha, empezamos a calentar y pelotear un rato. Después entró el árbitro. Ingresó el

equipo contrario y la hinchada lo recibió con una batucada impresionante.

Ya en el centro del campo los dos capitanes se reunieron con el réferi para ver quien comenzaba con el

balón.

Nuestro equipo formó como siempre. Carlitos, Fabián, y yo como delante-

ros. En el medio campo Julio, César, y Emilio. Más abajo, como defensores

estaban Rubén, Mario, Enrique, y Darío. De arquero lo teníamos a Juan, alias

“El travieso”.

Faltando dos minutos para que culmine el primer tiempo nos sorprendieron

con un golazo del área grande, y el árbitro lo dio por terminado.

Durante el descanso, mientras escuchábamos gritos hinchando por nuestro

equipo, el equipo tomó ánimos y fuerzas. Eran, para nuestra sorpresa, chicas

del lugar que se habían copado con nuestro equipo porque dábamos lo mejor

de nosotros.

El réferi dio comienzo al segundo tiempo. Ellos seguían atacando sin parar,

pero a los veinticinco minutos, Fabián robó una pelota en la mitad de la cancha

y la jugó hacia Carlitos que con un cabezazo logró concretar el empate.

Después del 1 a 1 el partido se tornó más parejo. Faltando 2 minutos para

culminar el encuentro el árbitro señaló una mano dentro del área chica y dictaminó penal para nosotros. Fueron

segundos interminables para decidir quién lo pateaba.

- ¡Pateo yo¡- dije, mientras colocaba el balón en el punto del penal, y con un disparo certero puse la pelota en el

ángulo.

Él árbitro dio por finalizado el encuentro y salimos victoriosos. Nos abrazamos, lloramos, no podíamos creer

que éramos campeones. La hinchada saltó a la cancha a festejar junto a nosotros.

¡Dimos la vuelta olímpica! Era como tocar el cielo con las manos. Entramos en la historia por ser el primer

equipo invitado a participar y ganar el torneo.

Nosotros, en forma de agradecimiento a su hospitalidad, decidimos donar el 30% del premio. En nuestros

corazones nos trajimos el cariño y afecto de esa gente de pueblo.

Giménez Fariña, José 3º 5ª

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EDUARDO “EL COLIFA”

Era la hora de la siesta. Todo parecía dormir. Juan, Braian y Lucas jugaban al fútbol en el fondo de la casa.

Lucas pateó un penal y Braian, que atajaba, no llegó a agarrar la pelota que cayó en el patio del vecino.

Este hombre, se llamaba Eduardo Carrera, era un ex militar pero se comentaba en el barrio que después de una

guerra había quedado medio chiflado, y ya había pinchado unas cuantas pelotas. Entonces Juan, que de los tres

era el más vivo, le dijo a Lucas y a Braian que él rescataría la pelota. Le pidió a Lucas que lo ayudara a subir al

tapial para pasar al otro lado. Cuando por fin Juan pudo trepar y ver hacia el otro lado, se dio cuenta de que era

un terreno muy grande y lleno de plantas que no permitían ver más allá.

- Allá voy – dijo Juan, y saltó del tapial.

Cuando cayó al piso se torció el tobillo y dio un grito que se debe haber escuchado hasta el cielo. Lucas y

Braian, que lo esperaban del otro lado, empezaron a gritarle qué pasaba y cómo se encontraba, pero Juan no con-

testaba. Entonces los dos, al no tener respuesta, salieron corriendo para avisar a su papá. Cuando llegaron a la

casa, su padre dormía y ninguno de los dos se animaba a llamarlo y contarle lo sucedido, pues los dos sabían que

se enojaría y los dejaría en penitencia. Entonces Braian tomo la decisión de ir a buscar a Juan. Entre los dos fue-

ron a buscar una escalera que tenía su padre guardada. Al llegar al lugar subieron, pero no veían a Juan por

ningún lado, pues mucho no se veía debido a la cantidad de plantas. Bajaron y comenzaron a llamar a su herma-

no, pero Juan no contestaba. Entonces Lucas le dijo a Braian - Vos buscá por acá, que yo voy por allá.

Después de un rato, Lucas se encontró con Juan que ya había encontrado la pelota, la cual había caído dentro

de un pozo.

Pero cuando volvían, se encontraron con vecino, a quien en el barrio llamaban “el Colifa”. Al verlo se asusta-

ron y corrieron hacia distintos lados, aunque Eduardo, que ya conocía el terreno, los encontró.

Luego de una larga charla con los chicos, Eduardo Carrera los invitó a que se retiren, pero con la condición de

que todos los días fueran a su casa a jugar al fútbol con él.

Desde ese día, Juan, Braian y Lucas juegan al fútbol junto con Eduardo en el fondo de su casa.

Quintero Gonzáles, Manuel. 2º 5

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta Relatos

de fútbol

ITALIA 90

Hace muchos años de aquel partido, pero aún recuerdo cuando el arquero de la selección Argentina de

1990 atajaba los penales frente a la selección de Italia, que en ese mundial eran los locales. De esa ma-

nera Goicoechea, nos daba paso a las finales de Italia 90.

Pasaron ya 24 años de ese partido, sin embargo me acuerdo como si hubiera sido ayer. Estábamos en

casa junto con mi primo Oscar. Yo tan sólo tenía 10 años, pero le daba más importancia al fútbol que a

la comida. Por eso aún recuerdo ese momento en el que pasábamos a la final por penales y lo festejamos

junto a mi familia. Sin embargo se venía el partido más difícil del Mundial, era la final frente al gran

equipo de Alemania.

Después de unos días de festejar el triunfo de Argentina frente a Italia, llegó el día del partido final.

Ahí estaban nuestros héroes del fútbol, Goicoechea, Maradona, Canigia, Rugeri y otros jugadores. Ese

día dejaron todo en la cancha, pero la suerte no estuvo de nuestro lado y Alemania ganó la final por 1 a 0

y se consagró campeón del mundo. A pesar de haber perdido la final, yo grabé en mi memoria, que la

Argentina había ganado ese partido porque pude ver cómo los jugadores dejaron todo en la cancha y

para mí, al Mundial de Italia 90, lo ganó la Argentina.

Vega Sosa, Damián 1º 8ª

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EL MEJOR DÍA DE MI VIDA

¡Qué loco que fue el día sábado cinco de julio! Estaba mirando el partido y

pensando en mi mujer que en cualquier momento daría a luz. En ese mo-

mento Argentina hizo un gol. Entre festejo y festejo, me llegó un mensaje

en donde decía ¡Te felicito, sos papá! No sabía qué hacer. Me quedé sin

palabras,

Quise llamar y no podía comunicarme. Sentía que me invadía una lluvia

de sentimientos que no se podían explicar. En ese momento, seguí miran-

do el partido, finalmente ganó Argentina.

Volví a llamar y me atendió mi mujer. Le pregunté cómo estaba. Me

contestó que estaban muy bien ella y nuestra hija, Bianca.

Cuando escuché llorar a nuestra hija por el celular, yo también estallé en llanto, No podía creer que éra-

mos papás.

Para mí fue un momento inolvidable, único. Bianca estaba finalmente con nosotros. Por otro lado la selec-

ción había conseguido el triunfo.

Fue el mejor día de mi vida

Maiello Silva. 3º 4ª

NO ME LO RECUERDES.

Los años pasan, pero los acontecimientos quedan marcados para siempre en nuestra memoria.

El domingo al medio día, casi como algo religioso, nos reuníamos los muchachos en el bar del viejo Ca-

cho. Picada, aperitivo, partidito de truco y el tema principal, fútbol.

José, el más charlatán y pícaro, siempre traía a memoria el partido aquel. Claro, fue uno de los goleadores

y con tono muy burlón miraba fijamente a Miguel, quien en aquel tiempo era el arquero del equipo perde-

dor. Como era obvio, esquivaba aquella conversación que tanto conflicto había traído no sólo a José y Mi-

guel, sino también a sus respectivas familias.

El papá de Miguel era el dueño de la única fábrica que había en el pueblo, la principal fuente de empleo de

aquel lugar, y por supuesto, nuestros padres trabajaban allí, hasta aquel día inolvidable. Luego, el papá de

José fue despedido. En aquel tiempo toda una tragedia, hoy es sólo un recuerdo.

Los años pasaron y José se casó con la hermana de Miguel. Ambas familias son muy unidas, pero eso no

evita la cargada de aquel partido que terminó dos a cero, ambos goles de José.

Novik, Marcelo 2º 5ta

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RECUERDOS DE MÉXICO 86

Mi primer recuerdo del Mundial fue en México 86. Me acuerdo que estaba muy entusias-

mado para que comience, tenía diez años, y era todo para mí ese momento. El fútbol era mi

vida y encima estaba feliz por ser de La Villa Fiorito, porque jugaba el Diego. Diego Arman-

do Maradona era de mi barrio, imagínate ese momento. Toda la villa estaba que explotaba,

era una locura.

Nosotros con mis amigos, hacíamos réplicas del partido cada vez que Argentina ganaba. El

primer conflicto y la primera pelea, era por quién hacía de Diego. A mí me daba bronca por-

que nunca me dejaban y siempre iba al arco, pero igual quedaba contento porque era el “Neri

Pumpido”.

A veces nos olvidábamos de qué día jugaban y nos poníamos a jugar a la bolita. La gente

nos miraba extrañada de que no fuéramos a ver el partido. Hasta que uno gritaba “¡El partido!

Salíamos todos corriendo y nos metíamos en la primera casa a mirar la tele. Yo tardaba un

poco porque siempre me quedaba atrás.

¡Cada partido era tan emocionante! Relatábamos el partido, cantábamos los coros “¡Vamos,

vamos, Argentina! ¡Vamos, vamos, a ganar!”. Cuando miraba por la ventana, toda la villa ya

no era tan triste, la alegraban los colores celeste y blanco, y tenía una sonrisa que me alegraba

en ese momento. Encima, el Diego, un orgullo para el barrio.

El partido que nunca me voy a olvidar, fue el de Argentina contra Inglaterra. Yo, a pesar de

mis diez años, sabía que era una revancha y una guerra en la cancha. La diferencia era que

teníamos, un arma secreta, que era el Diego. Él iba a dejar su vida en esa cancha porque era

nuestro Diego. Iba a morir, por conseguir la victoria para nuestro país. Y así fue, lo logramos.

Aunque no fue una guerra, sólo un partido,

pero el triunfo iba a alegrar a esos soldados

que estaban en primera fila para ver ese parti-

do. Me los imaginaba a ellos gritando los go-

les desde el cielo, cantando “¡Vamos, vamos,

Argentina!.

Ver a la Argentina Campeón del Mundo,

con tan solo diez años, fue lo mejor que me

pasó en un Mundial.

Suárez Díaz, Rubén 1º 8º

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta Relatos

de fútbol

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¡CAMPEONES POR PRIMERA VEZ!

1978 fue un año muy especial. En ese año cumplía mis 18, era la

época de la dictadura militar y se jugaba el Mundial de fútbol en nuestro

país.

Mi padre se había comprado el primer televisor a color que mucha

gente anhelaba para poder ver por primera vez el primer mundial a co-

lor. Éramos veinticinco millones de argentinos emocionados, apasiona-

dos por ver a nuestra selección jugar. Éramos veinticinco millones de

argentinos, con sus gorros, banderas, pitos, cornetas, bufandas, todo pin-

tado de celeste y blanco, era una emoción muy grande.

Ese día nos reunimos en el comedor con mi padre. Era el día que to-

dos anhelábamos y que jamás habíamos imaginado que era estar en una

final del mundo. Un día espléndido, agradable, medio fresco, pero no

importaba. El calor de la emoción era suficiente para no darnos cuenta si

hacía frío o no.

Mi padre, envuelto con la bandera, tomaba su vino tinto que tanto le

gustaba y mi mamá llegaba con la infaltable picada de fiambre.

Cuando la Selección salió a la cancha fue una emoción enorme que nos erizaba hasta los huesos. Al ter-

minar el partido llegó la gran emoción al saber que éramos campeones del mundo por primera vez.

Suárez Medina Miguel 1º 8va.

LA VISITA DEL TÍO

Desperté muy temprano. Sentía los ruidos, pero no sabía qué es lo que pasaba. Cuando salí de mi cuarto,

lo vi a papá que estaba arreglando el techo que cubría nuestra parrilla. El día estaba como para llover. Le

pregunté qué es lo que hacía.

Buen día, hijito mío. Estoy arreglando el techo para que no se llueva y poder recibir al tío Martín, con un

rico asadito, y mirar el partido de Argentina que juega contra Holanda.

¡Huy! ¡Qué bueno, ya lo extrañaba al tío Martín! Seguramente me traerá alfajores.

Al rato escuchamos la bocina que el tío hacía sonar cuando llegaba a casa.

- Hola Lautaro- me dice mientras me abraza - estoy contentísimo de verte. Te traje alfajores, los que te

gustan a vos. Además quiero festejar con ustedes cómo le ganamos hoy a Holanda.

Comenzaba el partido, mientras papá servía el asado. Cuando llegó el primer gol nuestro, contentísimos

gritamos. Papá y el tío fuertemente me abrazaron. Después, ya casi a punto de terminar el partido, nueva-

mente volvimos a hacer otro gol. Entonces papá me dijo –¿Viste, hijo, que vino el tío y trajo mucha suer-

te?

Entre festejos y alegría terminamos de comer el rico y delicioso asadito que había preparado mi papá.

Centeno Mario. 1º 8va

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EN FAMILIA

Era la hora de la siesta, todo parecía dormir en esa tarde de Julio. Mamá y papá se acostaron después

de almorzar. Mi hermanita menor, Yani, miraba dibujitos en su cuarto. Yo, aburrido después de jugar

unas horas a la Play, decidí ir a lo de mis amigos Martín y Jael, compañeros del colegio.

Salí de mi casa, caminé dos cuadras por la calle Colón y cuando estaba por doblar para llegar a la

casa de Martín, recordé que tanto él como Jael se habían ido al mundial de Brasil. - ¿Qué estoy

haciendo?-dije para mí mismo- si ayer cuando estaba en el face vi fotos de mis amigos con su familia

en Brasil, y me escribieron por el Chat, que la estaban pasando genial. ¿Cómo pude haber olvidado

una cosa así? ¡Será mi aburrimiento!

Retorné a mí casa, no se sentía a nadie en la calle, era como si todos se hubieran puesto de acuerdo

en quedarse dentro de sus casas. Sólo había unos pocos autos circulando. La tarde gris y fría del in-

vierno también podía ser el motivo. Iba llegando a mí casa y por dentro mío decía - ¡No puede ser lo-

co, ellos en Brasil y yo acá! ¡Qué injusticia!

Cuando entré a mí casa, estaban mamá, papá y Yani sentados mirando el partido de Argentina-

Holanda.

Vení, hijo, sentate con nosotros. Vamos a alentar a la Selección- me dice papá.

Me senté con ellos cuando estaba terminando el segundo tiempo complementario. Iban a penales.

Nosotros nos abrazábamos con la tensión que da mirar los penales de una semifinal del mundo.

Atajó el primero Romero. Gritamos con mucha alegría. El último que pateó Maxi Rodríguez, fue el

estallido de una emoción inmensa. Festejamos saltando y cantando “Brasil, decime que se siente”.

Fue algo hermoso y me di cuenta que con mi familia la pasamos genial y que no necesito ir a Brasil

para pasarla bien.

Attadía Juan.1º 8ª

Escuela de Educación Media Nª 5

Antología de la gambeta Relatos

de fútbol

UN GIGANTE QUE DESPIERTA

“Era la hora de la siesta. Todo parecía dormir…. Años habían pasado. Ya la esperanza parecía

desaparecer. Ese grito de júbilo se estaba perdiendo en el silencio y es que alguien se había dormi-

do.

Pero las derrotas, las críticas, la indiferencia, despertaron al gigante de su siesta. ¡Y en el campo

estábamos viendo los resultados! Después de tantos años de silencio, podía gritar con alegría, todo

lo que mi equipo estaba logrando” Estas fueron las palabras de mi abuelo. Después de tantos años

de silencio, vi en su semblante la emoción y la alegría que produce cuando tu equipo está ganando.

Recuerdo que hasta la dentadura se sacó para gritar “¡Gracias Selección!”

Pude entender entonces que todos estos años en que la selección Argentina fue muy criticada por

sus pérdidas, sólo lograron preparar y despertar a un gigante dormido, que se estaba tornando una

siesta, que parecía dormir, pero que despertó para sorprender a muchos. Pude ver a mi abuelo como

un alegre joven que disfrutaba ver a su Argentina triunfante. Las dificultades sacaron lo mejor de la

selección y hoy vemos los resultados. ¡Todos estamos en el equipo! ¡A ganar selección!

Estrada Velásquez Ronald 2º5ª

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RECUERDOS DEL MUNDIAL 2014

-¡No sabés, hijo, qué momento fue esa definición! Chiquito Romero bajo los tres palos, agazapado,

con su mirada puesta en esa esfera. 40 millones de argentinos en silencio, esperando a ese colorado

alemán, frío, soberbio y sobrador. ¡Si lo atajaba, éramos campeones!

En un momento empieza a correr en dirección al balón ¡puff! ¿Estaba soñando o era cierto? ¡Se había

cortado la señal! Desde afuera solo se escuchaba “¡¡Uuuh!” “-¿Eh, Juan, vos tenés señal?”

Yo me había quedado inmóvil, mirando esa tele que se había quedado sin imagen, un domingo 13 de

Julio de 2014, quince minutos después del último penal que Chiquito había atajado. ¿Y si éramos cam-

peones del mundo? En la radio, la frecuencia 590 a.m. me lo comunicaba. ¡Mi corazón empezó a agitar-

se, parecía explotar de alegría y emoción!

Thiago, su nieto, lo observaba con los ojos brillantes, como si él también, estuviera en ese momento

cuando la tele del abuelo se quedó sin imagen, y la radio le comunicaba que Argentina era ¡Campeón del

Mundo, Brasil 2014!.

Attadía Fernando. 2º 5ª

LUCHANDO EN EQUIPO

El partido de fútbol era difícil, once jugadores contra siete. La ver-

dad es que se había convertido en un verdadero desastre. Ya estába-

mos a mitad del partido y no podíamos revertir las cosas. Si no nos

acomodábamos bien en el centro de la cancha, difícil iba a ser que

pudiéramos ganarlo.

Quedábamos muy pocos jugadores dentro del campo de juego y

nos estábamos cansando. Lo único que podíamos hacer era plantarnos

bien en la defensa para no perder por goleada.

Pusimos lo mejor de nosotros para mantener el resultado. Todos

cuidábamos nuestras posiciones. No le dábamos lugar al otro equipo,

tapando los rincones por donde podían desbordar nuestra defensa y

hacernos un gol.

Teníamos que ser más astutos que ellos, luchando en equipo y yen-

do para adelante hasta el final. Así los sietes terminamos el partido

ganando, porque gracias al esfuerzo, a la confianza en nosotros mismos, al granito de arena, que cada

uno puso, llegamos a una merecida victoria por un gol, con una inmensa alegría.

Acuña Guzmán, Fernando 3º 4ª

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¡NUNCA HAY QUE DARSE POR VENCIDO!

Era una mañana del año 2000, en la que Boca Junior disputaba la final de la copa Intercontinental en

Japón. El rival era muy temible, era el Real Madrid, un gran equipo. Todos apostaban y decían que gana-

ban ellos, porque eran los favoritos, pero yo con tan solo 10 años y mi padre, lo bancábamos a morir a

Boca.

Jugaban a las 8:30 de la mañana. Junto con mi padre nos fuimos a un bar a verlo, con banderas, bufan-

das de Boca y gritando como dos locos por el barrio.

Llegamos y el partido empezó. Estábamos muy ansiosos tomando unas gaseosas, mirando muy atenta-

mente. Ahí fue que mi papá empezó un cantito que decía “¡Y dale, y dale, y dale Boca dale!”, y todos lo

seguían.

Pasaba el tiempo y seguíamos el partido muy entusiasmados, cuando de repente se cortó la luz. Todos

eufóricos buscaban cómo ver el partido. Mi padre, de milagro, se acordó que en ese bar tenían una radio

a pilas. Lo escuchamos, ¡y ganamos!. La mañana se iba, y gritábamos ¡Boca campeón! Era la primera

vez que lo veía ganar una copa.

Muy contento mi viejo me abrazó y me dijo ¡Nunca hay que darse por vencido!, y nos fuimos conten-

tos y cantando.

Dante Estrada Rainelli 1º 8ª

NOCHES ALEGRES, MAÑANAS DIFÍCILES

Se realizaba un Campeonato de fútbol en una escuela rural

donde había otras escuelas invitadas. Nuestra Escuela estaba de

fiesta y al otro día teníamos que jugar el partido.

El chofer, un hombre de unos cuarenta años, se había pasado de

copas durante el festejo. Estuvimos como treinta minutos para

despertarlo. Después de varios cafés amargos, emprendimos el

viaje hacia la escuela que quedaba a unos veinte kilómetros. En

el camino pinchamos un neumático. Yo no podía creer lo que

estábamos pasando.

Cuando al fin llegamos, comenzó el partido. Nosotros salimos

a la cancha con muchos nervios. En el primer tiempo, nos hicie-

ron un gol y a los veinte minutos nos echaron un jugador. ¡No lo

podíamos creer!

Pero no sé si fue por suerte o gracia de Dios, empatamos el par-

tido al final del segundo tiempo. ¡Fuimos a penales y ganamos!

Felices, festejamos y regresamos alegres a casa.

Pebay Julio 2º 5ta