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  • 7/26/2019 Buscar y hallar la Voluntad de Dios. Comentario a Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Fiorito

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    BUSCAR Y HALLAR LA VOLUNTAD DEDIOS

    Versin 1.1. del libro.

    INDICE

    Primera parte. Introduccin a los Ejercicios espirituales

    1. Los Ejercicios de san Ignacio

    2. Escuchar los movimientos interiores

    3. Cmo discernir la accin de los espritus

    4. El que da y el que hace Ejercicios

    5. La conversacin con el que da los Ejercicios

    6. Preparacin de la oracin

    7. Las Anotaciones de los Ejercicios (EE 1-20)

    8. Grande nimo y liberalidad (EE 5)

    9. Las Adiciones (EE 73-90)

    10. La mirada del Seor (EE 75)

    11. El examen de la hora de oracin (EE 77)

    12. Los Ejercicios anuales

    Segunda parte. Principio y fundamento

    1. Principio y fundamento (EE 23)

    2. El hombre es creado para (EE 23)

    3. Alabar, hacer reverencia y servir (EE 23)

    4. A Dios nuestro Seor (EE 23)

    5. Y mediante esto, salvar su nima (EE 23)

    6. Y las otras cosas para el hombre (EE 23)

    7. La regla del tanto cuanto (EE 23)

    8. Por lo cual es menester hacernos indiferentes (EE 23)

    9. Solamente deseando lo ms (EE 23)

    10. Orar siempre (EE 23)

    11. La rectitud de intencin

    Tercera parte. La oracin en la Primera semana

    1. La lectio divina (Dei Verbum VI)

    2. Las distracciones en la oracin

    @ 3. La desolacin en la oracin Salmo 44 [43])

    4. Los coloquios en los Ejercicios

    5. Los coloquios con la Virgen

    6. El triple coloquio de la Primera semana (EE 63)

    7. Vergenza y confusin de m mismo (EE 48)

    8. De la vergenza al aborrecimiento

    9. El sentido del pecado (EE 53)

    10. Conocimiento interno del mundo (EE 63)

    11. La repeticin de la oracin

    12. El examen de conciencia cotidiano

    13. El Padrenuestro en los Ejercicios

    14. La oracin de aceptacin

    15. Deseo de perfeccin y arrepentimiento9

    Cuarta parte. La Primera semana de los Ejercicios

    1. La Primera semana de los Ejercicios

    2. La Buena Nueva en la Primera semana

    3. La mirada del Seor en la Primera semana

    4. Misericordia de Dios y pecado propio

    5. La misericordia de Dios

    7. La misericordia del Corazn de Jess

    8. Primer ejercicio. Los tres pecados (EE 45-53)

    @ Correccin hasta aca

    9. El misterioso pecado de los ngeles

    10. El proceso de los pecados actuales (EE 55-61)

    11. El Apocalipsis en la Primera semana

    12. Conocimiento de las frases que nos motivan

    13. Los pecados capitales

    14. Los ocho pensamientos

    15. Languidez en la vida espiritual12

    16. El infierno (EE 65-71)

    17. El misterio de la muerte13

    18. El juicio

    19. El pecado es la iniquidad (1 Jn 3, 4)

    20. Tomar en serio el pecado y a Dios

    21. La parbola del hijo prdigo

    22. Visin paulina del pecado del hombre

    23. David encuentra a Dios en su pecado

    24. La conversin

    25. Confesin de los pecados, confesin de fe

    26. La confesin general en Retiros y Ejercicios

    27. Confesin sacramental: regularidad y frecuencia

    28. El aguijn de la conciencia de san Buenaventura

    29. Nuestras negligencias

    30. Nuestras avideces

    31. Nuestras agresividades

    La oracin en la Segunda semana

    1. Reflectir para sacar provecho (EE 106)

    2. El fruto o provecho que sacamos de la oracin

    3. La oracin en la Segunda semana

    4. La contemplacin en la Segunda semana

    5. El quinto Ejercicio (EE 121-126)

    6. Imaginacin y oracin

    7. Sentidos espirituales y testimonio en Juan

    8. Conocimiento interno del Seor (EE 104)22

    9. La Trinidad y la cruz en los Evangelios

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    10. Los misterios de la vida de Cristo nuestro Seor (EE261)

    11. Milagros de Jess como signos de la gloria de Cristo

    10. La visita de Mara a Isabel (Lc 1, 39-56)

    11. El nacimiento del Seor (EE 110 y 264)

    12. La circuncisin (Lc 2, 21)

    13. La presentacin del Seor (Lc 2, 22-24)27

    Notas

    14. Las profecas de Simen (Lc 2, 25-35) y de Ana (vv.36-38)

    15. Los pastores (EE 265; Lc 2, 8-20)28

    16. Los magos (EE 267; Mt 2, 1-12)29

    17. Huida a Egipto y vuelta de all (EE 269-270; Mt 2,13-23)30

    18. La vida oculta de Jess en Nazaret (EE 271)

    19. Jess en el templo (EE 134, 272; Lc 2, 41-50)31

    Sptima parte. La eleccin o reforma de vida

    1. Dos banderas (EE 136-148)32

    2. El deseo de oprobios y humillaciones (EE 146)

    3. Codicia de riquezas y soberbia (EE 142)

    4. La vida espiritual como una lucha

    5. Tres binarios (EE 149-157)

    6. Actitudes ante una posesin inquietante (EE149-157)33

    7. Tres maneras de humildad (EE 164-168)

    8. Los tres tiempos de eleccin (EE 175-177)

    9. Cmo buscar y hallar la voluntad de Dios

    10. Sacar provecho en tiempo de eleccin

    11. Objetivo de los Ejercicios; los consejos

    12. Los consejos evanglicos en el Vaticano II34

    14. Seguir ms a Cristo35

    15. El llamado del rico (Mc 10, 17-22)36

    16. El endemoniado geraseno (Mt, Lc, Mc)37

    17. La obediencia de Jess y la nuestra38

    18. Los anuncios de la pasin39

    19. La direccin espiritual: frecuencia y regularidad

    Octava parte. La discrecin espiritual

    1. Presupongo sertres pensamientos en m (EE 32)

    2. Las reglas de discernir de la Primera semana (EE 313)

    3. Primera y segunda reglas (EE 314-315)

    4. Tercera y cuarta reglas (EE 316-317)

    5. Reglas de la quinta a la novena (EE 318-322)

    6. Reglas dcima y undcima (EE 323-324)

    7. Reglas de la duodcima a la decimocuarta (EE325-327)

    8. Ttulo y primera regla de la Segunda semana (EE328-329)

    9. Reglas de la cuarta a la sptima (EE 332-335)

    10. Reglas segunda, tercera y octava (EE 330-331, 336)

    11. Variedad de espritus

    12. Ser presto consolado (EE 321)

    13. Preprale para la prueba

    15. Traed a la memoria

    Novena parte. La vida activa del Seor

    1. Bautismo del Seor

    3. La tentacin del Seor en Mateo (4, 1-11)

    4. La tentacin del Seor en Marcos (1, 12-13)

    5. La tentacin del Seor en Lucas (4, 1-13)

    6. Niveles de interpretacin de una tentacin

    10. Las bienaventuranzas (Mt 5, 1-12; EE 278)

    11. La justicia del Reino de los cielos (Mt 5, 20-48)

    13. Saber condenar al pecado, no al pecador

    14. La comunidad segn san Mateo

    15. Yo te bendigo, Padre (Mt 11, 25-30)

    16. La misin de los apstoles (Mt 10, 1-16; EE 281)

    17. La conversin de la Magdalena (Lc 7, 36-50; EE 282)

    18. Las bodas de Can (Jn 2, 1-11; EE 276)

    19. La multiplicacin de los panes (Mt, Me, Lc, Jn; EE283)

    24. La resurreccin de Lzaro (Jn 11, 1-44; EE 285)

    25. La cena en Betania (Jn, Mt, Me; EE 286)

    26. La entrada triunfal en Jerusaln (EE 287)

    27. La predicacin en el templo (EE 288)

    Dcima parte. La Tercera semana de los Ejercicios

    1. La confirmacin de la eleccin en la Tercera semana

    2. Contemplaciones de la pasin del Seor

    3. Una nueva cronologa de la pasin

    Reglas de la templanza (EE 210-217)

    5. Los Evangelios de la pasin

    6. La cena (Mt 26, 20-30; Jn 13, 1-11)

    7. La traicin de Judas

    8. La oracin en el huerto (Lc 22, 39-46; EE 290)

    9. El prendimiento de Jess (EE 291)6

    12. JtWi* unte Plalo, wogiiii Juan

    13. Del camino desde el Calvario hasta la sepultura (Mt27, 31-61)

    14. La ltima palabra de Cristo en la cruz

    15. El viernes y el sbado santos11

    16. La tribulacin

    17. Confianza en Dios en las tribulaciones13

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    Undcima parte. La Cuarta semana de los Ejercicios

    1. La consumacin de la eleccin en la Cuarta semana

    2. La contemplacin de los misterios pascuales

    3. Aparicin a Nuestra Seora (EE 218 y 299)

    4. Aparicin a las mujeres (EE 301)

    5. Aparicin a la Magdalena (EE 300)

    6. Saber perseverar en la peticin

    8. Aparicin a Ion

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    que ciertamente no son despreciables, es necesariocontar con la capacidad para seguir en el alma del ejerci-tante la accin del Espritu Santo.

    Al comienzo del examen general de conciencia, san Ignacionota lo siguiente: Presupongo ser tres pensamientos enm, a saber, uno propio mo y otros dos que vienen defuera, el uno que viene del buen espritu, y el otro delmalo (EE 32).

    Esta distincin entre los pensamientos (afectos, mocio-

    nes, inspiraciones que vienen de dentro y de fuera de m)es til y aun necesariaen el plano moral, porque per-mite a san Ignacio y a los moralistasdefinir con exac-titud y de una manera prctica la responsabilidad, el m-rito y la culpabilidad de los actos humanos.

    Pero en la realidad compleja de la vida espiritual esa opo-sicin dentro y fuera de uno mismo no resulta tanmarcada. El buen espritu y el mal espritu no solicitan alhombre desde el exterior de s mismo aunque s desdeel exterior de su libertad, como el bien y el mal parecensolicitar, en el mito clsico, a Hrcules en la bifurcacin dedos caminos. Ambos habitan en el interior del hombre,aunque siempre fuera de su libertad.

    Desde su nacimiento, estn en connivencia con l, lo cualexplica el drama de la vida espiritual: Toda la vida h u-mana dice la Gaudium etspes13 del Vaticano II[] sepresenta como una lucha, y por cierto dramtica, entre el

    bien y el mal, entre la luz y las tinieblas; o como dice elmismo documento ms adelante: a travs de toda la hi s-toria humana, existe una dura batalla contra el poder detinieblas que, iniciada en los orgenes del mundo, durar,como dice el Seor, hasta el da final (GS 37).

    En lo profundo del hombre no hay, en realidad, ms quedos movimientos: el amor y el egosmo. Uno depende deDios y el otro del pecado, personificado en el enemigo delhombre (EE 7 y passim), llamado Satans.

    Estas son las dos voluntades de las que habla san Pablo enRom 7, 14 ss.: el espritu y la carne, en el sentido escr i-turstico y patrstico; pero en las que hay que notar que laprimera voluntad es ms interior que lasegunda.

    5. Hemos hablado ms arriba de discernimiento de lasvarias mociones, de los pensamientos, etc.; y tambindel discernimiento de los espritus. Qu relacin hayentre uno y otro?

    En el fondo, se trata siempre de lo mismo: hay una equi-valencia prctica entre el discernimiento de las variasmociones que en el nima se causan, que est en elde las reglas de discernir de la Primera semana (EE 313ss.), y el discernimiento de espritus, del que se habla en

    el ttulo de las reglas de discernir de la Segunda semana(EE 328 ss.).

    Mociones son la realidad concreta, subjetiva, que expe-rimentamos dentro de nosotros, como pensamientos (EE32), deseos, gustos, sentimientos, etc. Y espritus son larealidad objetiva, fuera de nosotros es decir, fuera denuestra libertad, a la que atribuimos lo que pasa dentrode nosotros.

    En este sentido se habla, por ejemplo, de buen y de malespritu: el primero nos ayuda en nuestro camino haciaDios, el segundo nos pone estorbos en ese mismo camino.

    Deberamos habituarnos a esta distincin entre el bueno yel mal espritu y preguntarnos, siempre que experimenta-mos en nuestro interior un pensamiento, una mocin, unsentimiento (nimo o desnimo, fervor o sequedad, corajeo temor, etc.) como Josu al hombre que se le presentcerca de Jeric: Eres de los nuestros o de nuestrosenemigos? Qos 5, 13).

    Cmo tener una respuesta a esta pregunta?

    Para esto san Ignacio ha escrito sus reglas de discernir las

    varias mociones que en el nima causan (EE 313), sobretodo las que son ms propias para la Primera semana(ibid.).

    Y esto es que lo hay que hacer, sobre todo, cuando se esten los Ejercicios Espirituales de san Ignacio: prestar aten-cin a los movimientos interiores del alma y discernirlosComo dice san Juan: No os fiis de cualquier espritu,examinad si los espritus vienen de Dios (1 Jn 4, 1); o c o-mo dice Pablo: Examinadlo todo, y quedaos con lo bueno(1 Tes 5, 21).

    Durante el curso de los Ejercicios de san Ignacio, estandoel ejercitante desembarazado de sus preocupaciones ytareas habituales, su atencin estar ms disponible para

    darse cuenta, en s mismo, de los movimientos de los dosespritus, el bueno y el malo.

    Por eso, lo que san Ignacio ms teme durante los Ejercicioses la calma chicha, la tranquilidad:

    El que da los Ejercicios, cuando siente que al que se ejer-cita no le vienen algunas mociones en su nima, as comoconsolaciones y desolaciones, ni es agitado de varios esp-ritus, mucho le debe interrogar acerca de los Ejercicios, slos hace y cmo (EE 6).

    Si san Ignacio insiste en los temas de los Ejercicios y en eldesencadenamiento lgico de los mismos, es porqueque durante la meditacin y contemplacin de esos temasque en su mayora son los de los misterios de la vida de

    Cristo (EE 261-312), se provoquen reacciones encontradas (nimo y desnimo, alegra y tristeza, paz y turba-cin, confianza y desconfianza), que hay que discernir.

    La vida del hombre quiralo l o noes una lucha: de-pende de cada hombre el sufrir pasivamente esa lucha y noser otra cosa que espectador en un campo de batalla; otomar partido, como protagonista y, con el favor de Dios,que nunca le faltar, alcanzar la victoria.

    Pero si hay que tomar partido con energa, en esta lucha estodava ms necesario hacerlo con inteligencia. A estoayudan no slo las reglas de discernir de san Ignacio (EE313 ss.), sino tambin la experiencia personal y la compa-a de quien da los Ejercicios, cuya tarea principal

    indispensable en unos verdaderos Ejercicios Espiritualesde san Ignacioes ayudar a discernir los efectos del buenespritu y del malo (Directorio autgrafo, 19).

    2. ESCUCHAR LOS MOVIMIENTOS INTERIORES

    Si prestamos atencin a nuestro interior, podremos notaren l, la existencia, en ciertos momentos, de lo que po-dramos llamar movimientos interiores: la alegra o triste-za, nimo o desnimo que a veces van acompaados deciertas frases, como: No te metas, o bien Anmate yas por el estilo. Evidentemente que, para escuchar estosmovimientos interiores, se requiere cierto silencio inte-

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    rior; pero adems se requiere saber expresarlos esosmovimientos interiores a quien, en Ejercicios, acom-paa y dirige nuestra experiencia espiritual. A veces esms difcil expresar que sentir estos movimientos interio-res!: los sentimos, aunque no queramos; pero, para expre-sarlos, necesitamos hacer un esfuerzo.2

    1. Puede ayudarnos a expresar nuestros movimientos inte-riores la descripcin que san Ignacio hace de los mismoslas reglas tercera y cuarta de la Primera semana, cuandonos habla de la consolacin y de la desolacin espirituales.

    1.1. En la primera de las reglas mencionadas dice as:

    Llamo consolacin espiritual cuando el nima se causaalguna mocin interior con la que viene el nima a inflarseen amor de su Creador y Seor, y consiguientementecuando ninguna cosa creada sobre la haz de la tierra puedaamar en s, sino en el Creador de todas ellas.

    Asimismo, cuando lanza lgrimas motivadas por amor desu Seor, ahora sea por el dolor de sus pecados, o por lapasin de Cristo nuestro Seor, o por otras cosas dere-chamente ordenadas a su servicio y alabanza.

    Finalmente, llamo consolacin todo aumento de esperan-za, de fe y de caridad, y toda alegra interna que llena y

    atrae a las cosas celestiales y a la salud o santidad del ni-ma, aquietndola y pacificndola en su Creador y Seor(EE 316).

    1.2. Y paralelamente, en la segunda de las reglas:

    Llamo desolacin espiritual todo lo contrario de la reglaanterior, as como oscuridad del alma, turbacin en ella,mocin a las cosas bajas y terrenas, inquietud de variasagitaciones y tentaciones, moviendo a falta de fe, sin espe-ranza, sin amor, hallndose el nima toda perezosa, tibia ytriste y como separada de su Creador y Seor. Porque(termina diciendo san Ignacio) as como la consolacin escontraria a la desolacin, de la misma manera los pensa-mientos o sentimientos que salen de la consolacin son

    contrarios a los pensamientos o sentimientos que salen dela desolacin (EE 317).

    1.3. Y por esta ltima afirmacin (los pensamientos quesalen de la consolacin son contrarios a los que salen de ladesolacin), podramos tambin describir la desolacincomo sequedad (contra lgrimas), como rebelin contraDios (contra amor al mismo), etc.; y describir la consola-cin como luces sobre el tema de la oracin (contra oscu-ridad), paz en el nima (contra turbacin), nimo en lose est haciendo (o se piensa hacer) contra pereza oetc.

    2. Hay otra manera de caer en la cuenta y describir lavariedad de movimientos interiores, basada en la regla

    segunda de la Primera semana. Dice as:En las personas que van en el servicio de Dios nuestroSeor de bien en mejor subiendo, propio es del mal esp-ritu morder, entristecer y poner impedimentos, inquie-tando con falsas razones, para que no pase adelante; ypropio del bueno dar nimo y fuerzas, consolaciones, l-grimas, inspiraciones y quietud, facilitando y quitandotodos los impedimentos para que proceda adelante en el

    bien obrar (EE 315).

    Es decir, hay como dos movimientos interiores: los unosimpiden y los otros ayudan en el bien obrar, quitandoimpedimentos.

    2.1. Los que impiden crean en nosotros turbacin, descon-fianza, obstculos, miedo a meterse, cansancio interiortristeza

    Los movimientos que impiden son tambin aquellos queacusan, o sea, aquellos en los cuales el Acusador eso eslo que Satn es para nosotros, como lo fue para Job (1, 6,con nota de BJ) y Zacaras (3, 1, con nota de BJ)habla ennosotros para convencernos de que no somos capaces, quees demasiado lo que pretendemos hacer en servicio deDios, que tendremos muchos obstculos, que no seremosaceptados, que nos estamos exponiendo intilmente, etc.

    Entonces no se tiene ms deseos de orar y, en cambio, sesiente con fuerza, dentro de nosotros, un acusadorsiempre listo para denigrarnos, deprimirnos, hacernosperder la estima de nosotros mismos y de Cristo nuestroSeor.

    Todos estos impedimentos son nocivos en nuestra vidaespiritual, porque apagan en nosotros todo nuestro entu-siasmo por nuestra vocacin, toda nuestra generosidad ytoda nuestra energa en el servicio de Dios.

    Un ejemplo extremo de este tipo de impedimentos loexperiment el mismo Jess en el Huerto de Getseman,

    cuando comenza sentir la tristeza y angustia (Mt 26,37) y dijo: mi alma est triste hasta el punto de morir(Mc 14, 34), y sumido en agona [] su sudor se hizocomo espesas gotas de sangre que caan en tierra (Lc 2244, con nota de BJ).

    2.2. Los movimientos interiores que nos ayudantodo impedimento, son todos aquellos que nos dan con-fianza, nos ensanchan el corazn y hacen que sintamos uncierto respiro interior, estmulo en nuestra accin, alegraen la oracin, en el sacrificio, en la humillacin, etc.; yalegra tambin cuando, en nuestras tristezas, nos senti-mos ms semejantes a Cristo.

    Si en la Biblia el espritu del mal es llamado Acusador (Jb

    6 y Zac 3, 1), el nombre del Espritu Santo es el de Conso-lador o Parclito defensor o abogado que intercede pornosotros ante el Padre, como dice Juan Un 14, 26, connota de BJ).

    3. Los momentos en que experimentamos los movimientosde consolacin son los mejores para tomar decisionesporque como dice san Ignacio en la regla quinta de laPrimera semana, en esos momentos nos gua y aconsejamsel buen espritu (EE 318);aunque debemos tener encuenta como dice el mismo san Ignacio en las reglas dela Segunda semanaque puede consolar [] as el buenngel como el malo, por contrarios fines: el buen ngelpara provecho del nima, para que crezca y suba de bien

    en mejor, y el mal ngel, por el contrario [] para traerla asu daada intencin y malicia (EE 331).

    Pero adems, aun en el caso de la consolacin de sloDios nuestro Seor (hay que), con mucha vigilancia yatencin, mirar y discernir el propio tiempo de la actualconsolacin (de slo Dios), del siguiente (momento), enque el nima queda caliente y favorecida con el favor yreliquias de la consolacin pasada; porque muchas vecesen este segundo tiempo, por su propio discurso o por elmal espritu, forma diversos pareceres y propsitos que noson inmediatamente dados de Dios nuestro Seor y, portanto, han de ser muy examinados, antes de que se les dcrdito ni se los ponga en efecto (EE 336).

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    Por el contrario, no hay que tomar decisiones en los mo-mentos en que experimentamos los movimientos de de-solacin porque en ellos como nos dice el mismo sanIgnacio nos guia y aconseja ms el mal espritu, concuyos consejos no podemos acertar con el buen camino(EE 318).

    Adems, en los momentos de desolacin, nunca debemoshacer mudanza, mas estar firmes y constantes en los pro-psitos y determinacin en que estbamos en el da ante-cedente a la tal desolacin, o en la determinacin en queestbamos en la antecedente consolacin (EE 318).

    Ms aun asegura el mismo san Ignacio, dado que endesolacin no debemos mudar los primeros propsitos,mucho aprovecha el intenso volverse contra la misma de-solacin (EE 319), trayendo pensamientos (razones ofrases de la Escritura) de alegra contra la tristeza, de ni-mo contra el desnimo, etc.; y continainstar ms enla oracin (y) meditacin, en mucho examinar(nos) y enalargarnos en algn modo conveniente de hacer peniten-cia (EE 319).

    Sobre todo, el que est en desolacin, trabaje en estar enpaciencia, que es contraria a las vejaciones y dificultades

    que siente; y piense que ser presto consolado [] si ponelas diligencias (antes indicadas) contra la tal desolacin(EE 321). Porque el que est en desolacin considere c-mo el Seor le ha dejado en prueba con sus facultadesnaturales, para que resista a las varias agitaciones y tenta-ciones del enemigo; pues puede con el auxilio divino, elcual siempre le queda, aunque claramente no lo sienta;porque el Seor le ha quitado su mucho hervor sensible,crecido amor y gracia intensa, quedndole con todo graciasuficiente (aunque no la sienta sensiblemente) para con-seguir la salud eterna (EE 320).

    4. Por ltimo, esta advertencia.

    Como dijimos ms arriba (punto 3), puede consolar al

    nima as el buen ngel como el malo (EE 331). Cmo,pues, distinguir una consolacin (la del mal espritu) dela otra (del buen espritu) y evitar as ser engaados por elmal espritu?

    Siguiendo el consejo ignaciano: mucho advertir el dis-curso (o proceso) de los pensamientos; y si [] en el dis-curso de los pensamientos [] acaba en alguna cosa mala.O distractiva, o menos buena que antes tena propuestahacer; o la enflaquece o inquieta o turba al nima, quitn-dole su paz, tranquilidad y quietud que antes tena, claraseal es de proceder (la consolacin) del mal espritu,enemigo de nuestro provecho y salud eterna (EE 333).

    O sea, dos criterios para distinguir la falsa consolacin

    de la buena: un criterio objetivo, en el sentido de que lafalsa consolacin termina en alguna cosa mala, odistractiva o menos buena; y un criterio subjetivo, en elsentido en que la falsa consolacin la enflaquece oinquieta o turba al nima (EE 333).

    3. CMO DISCERNIR LA ACCIN DE LOS ESPRITUS

    Todos tenemos experiencia de diversos estados de nimo:sentimos miedos, entusiasmos, depresiones, apertura a losdems, ganas de cerrarnos sobre nosotros mismos nimoo desnimo, tristeza o alegra, esperanza o desesperanza,coraje o cobarda Discernir es el arte de detectar culesde estos estados anmicos nos vienen de Dios y, de una

    manera o de otra, nos sealan su accin en nosotros pormedio de un buen espritu; y cules no vienen de Diosaunque sean permitidos por ly debemos oponernos aellos, o no hacerles caso, porque no nos ayudan en nuestrocamino hacia Dios, e incluso nos estorban o nos desvan del. No se trata, pues, de hacer meramente una lecturapsicolgica de estos estados de nimo, sino una relectu-ra religiosa de los mismos: leer en ellos la voluntad deDios o la del enemigo de la naturaleza humana, comodice con frecuencia san Ignacio (EE 7 y passlm). A conti-

    nuacin vamos a presentar, en breve o sumaria declar a-cin (EE 2), las reglas de discernir ignacianas, llamadasla Primera semana, como Introduccin general al discer-nimiento de los espritus en Ejercicios.1

    1. Cuando nos apartamos del buen camino el enemigonos ayuda a ello, nos atrae con placeres aparentes, nosdistrae con lo que no tiene importancia, etc. En cambio, elremordimiento que brota en nuestro corazn, el disgustopor la vida de pecado que llevamos o por la tibieza en que

    vivimos son seales de la accin de Dios que en esa formaquiere sacarnos del pozo en el que estamos (EE 314).

    2. Por el contrario, cuando nuestro estado es de fidelidad aDios, de generosidad con l, puede ocurrir que, de repente,nos sintamos desanimados o tristes o nos invadan la inse-guridad, el miedo, la desconfianza (podrs estar tantotiempo viviendo tan austeramente?) Tales estados denimo (o preguntas) nos abaten y paralizan y se oponen ala accin de Dios que estbamos experimentando.

    La accin de Dios, en cambio, cuando vamos de bien enmejor, nos anima a progresar en el bien y nos da pazalegra, fuerza (EE 315).

    Comparada la accin del buen espritu en el caso anterior(EE 314) con la del malo en este (EE 315), se nota que el

    buen espritu nos remuerde, levantndonos hacia Dios(como en la parbola del hijo prdigo, que dice me levan-tar, Ir a mi padre, Lc 15, 18), mientras que, en el casopresente, el mal espritu lo que hace es morder y entriste-cer, como espantndonos, poniendo impedimentos paraque no pasemos adelante en el bien que estamos haciendo.

    3. Hemos experimentado algunas veces estados de conso-lacin, de vitalidad espiritual (EE 316): los temores sedisipan y se experimenta una paz profunda y gozosa. Es-tamos animados, alegres y dispuestos al trabajo. Sobretodo si sentimos la cercana de Dios.

    Cuando estamos en este estado que llamamos con sanIgnacio de consolacin, nuestra fe se fortifica, nuestrasdudas se disipan, nuestra esperanza aumenta y nuestra

    visin del mundo y de los acontecimientos de nuestra vidaordinaria se convierte de profana en religiosa. Nuestramirada sobre las personas, las instituciones y las cosas setransfigura. Hacemos entrar a Dios en nuestra relacincon todo lo dems y, a su vez, en todo vemos como unreflejo de Dios.

    Este estado va acompaado de una alegra, una paz, unalibertad de espritu. Alegra de estar con l, de renunciar anuestro egosmo, de ayudar al necesitado. Alegra quepuede sustituir e incluso crecer con el sufrimientofsico o la prueba moral: es la anticipacin de esa plenitudde gozo que tendremos con l, cuando lleguemos a lapatria celestial.

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    4. La desolacin, la depresin es todo lo contrario de laconsolacin (EE 317). En lugar de paz, turbacin; en lugarde alegra, tristeza, a veces sin saber por qu, a veces sa-

    bindolo o suponindolo.

    Las seales de este estado de desolacin pueden ser:

    Oscuridad de nuestra fe, de nuestra certeza, de nuestravocacin, de nuestro sentido cristiano de la vida.Oscuridad ante las decisiones que debemos tomar, ante lamarcha de la Iglesia, de la Institucin a la que

    pertenecemosTristeza, disgusto de todo, falta de entusiasmo por cual-quier cosa, abatimiento, malhumor difuso. Este estadoinvade todo nuestro ser, nos oprime, imposibilita o debi-litanuestra comunicacin con los dems.

    Inquietud, miedo, ansiedad, escrpulos, inseguridad

    Sequedad del corazn en la oracin, en el apostolado: nosentimos ni el amor a Dios ni al prjimo. Una especie de

    vaco. En momentos crticos puede llegar a la nusea delas cosas espirituales, de la vida, de Dios

    Atraccin de lo sensible, necesidad de divertirse, de dis-traerse, de alienarse en las cosas materiales. Deseo de losensual, de seguridad humana, de cario, de vivir abur-guesadamente.

    Prdida de confianza y de esperanza: todo se ve negro,todos los obstculos se juntan, no se ve ninguna salida

    5. En este tiempo de desolacin no hay que hacer cambiosrespecto de lo que estbamos haciendo antes de entrar enese estado: si cuando el tiempo estaba claro habamoselegido un camino, por l debemos seguir, a pesar de laoscuridad: la oscuridad, el desaliento, la turbacin sonlos peores consejeros (EE 318).

    6. Pero no basta no hacer cambios o mudanzas en tiempode desolacin, sino que adems tenemos que tratar decambiar nosotros en mejor: instar ms en la oracin, en lapenitencia (EE 319).

    Examinar qu me pudo llevar a este estado (ver ms ade-lante, punto 9).

    Romper la inercia, haciendo algo por los dems.

    7. Hacer actos de fe: Dios no me abandona en las tinieblas;est siempre conmigo, aunque no lo sienta (EE 320).

    Puedo resistir con el auxilio divino que nunca me falta.Una cosa es no tener y otra, no sentir; siempre me quedaaunque no lo sientael auxilio que me basta para servira Dios tambin en medio de la oscuridad.

    8. Por ltimo y no lo ltimo tener paciencia. Decirse:no hay mal que dure cien aos. Todo tiene fin. No hayfecha que no llegue, ni plazo que no se cumpla (EE 321).

    Y pensar en la prxima consolacin, que no tardar enllegar si hago a pesar de la oscuridad lo que est demi parte: Dios aprieta, pero no ahoga.

    9. Y la causa de la desolacin?

    Puede ser por nuestra culpa: no aceptamos la verdad sobrenosotros mismos. No aceptamos la realidad que se nosimpone. No aceptamos a los dems como son. O nuestra fese ha ido debilitando o no hemos resistido. O hemos idoperdiendo el sentido de nuestra vocacin y de nuestra mi-sin en la vida y nos hemos dejado estar, siendo negligen-tes.

    En trminos ms generales, hemos sido negligentes ennuestras obligaciones, en nuestro deber de estado, ennuestros compromisos con Dios y con nuestro prjimo (EE322).

    Tambin puede ser porque, independientemente de cual-quier culpa nuestra, Dios quiere probarnos para cuntosomos y en cunto nos alargamos en su servicio y alaban-za, sin tantas gracias sensibles (EE 322).

    En tercer lugar, puede ser para darnos verdadera noticia y

    conocimiento que no es de nosotros tener devocin creci-da, amor intenso ms que todo es gracia de Dios nuestroSeor (EE 322): nos alzamos muchas veces con lasde Dios, atribuyendo sus efectos a nuestro esfuerzo o anuestro mrito (Lc 17, 10: Somos siervos intiles; hemoshecho lo que debamos hacer).

    Estas son las tres causas principales [] por las que noshallamos desolados (EE 322); pero puede haber otrascomo por ejemplo que, con nuestra desolacin, podamosreparar los pecados de otros, uniendo nuestros sufrimien-tos a los de Cristo nuestro Seor.

    10. Cuando estamos en consolacin, pensemos cmo nosportaremos en la desolacin futura (cf. puntos 5-9): la

    alternancia de consolaciones y desolaciones es normal enuna vida espiritual sana (EE 323); de modo que, si no sediera esa alternancia, podra ser seal de falsa paz (cfSANTA TERESA, Moradas Terceras, cap. 2; Meditacionessobre los Cantares, cap. 2).

    11. En la consolacin debemos acordarnos de las vacasflacas: cun para poco ramos en tiempo de desolacinsin la tal gracia o consolacin (EE 324). Por el contrariocomo dijimos en el punto 7 y conviene repetir por laimportancia que tiene, piense el que est en desolacinque puede mucho con la gracia suficiente o sea, la que setiene, pero no se siente para resistir a todos losenemigos, tomando fuerzas en el Creador y Seor.

    12. El enemigo se agiganta cuando nosotros le tememos yno lo resistimos. Y se achica cuando ponemos muchorostro contra las tentaciones del enemigo, haciendo lodiametralmente opuesto de lo que l nos sugiere (EE325).No hay cosa peor, en la tentacin, que temerle. La tenta-cin es algo normal en la vida espiritual: san Ignacio diceque el que da los Ejercicios, cuando siente que al que seejercita no le vienen algunas mociones espirituales, ascomo consolaciones o desolaciones, ni es agitado de variosespritus, mucho lo debe interrogar (EE 6).

    Mala seal, pues, cuando no experimentamos tentacioneslo que tenemos que hacer es no dejarnos atropellar porellas. Hacerles frente con decisin. Y si la tentacin crece

    en lugar de disminuir, mala seal: no resistimos bien; perosi simplemente permanece sin crecer, debemos seguirresistiendo, sin desalentarnos.

    13. El mal espritu trata de que sus tentaciones sean rec i-bidas y tenidas en secreto; y por eso cuando el que las pa-dece las descubre a su buen confesor o a otra persona espi-ritual (como el director o padre espiritual o superior), queconozca sus engaos, mucho lo siente, porque colige queno podr salir con su malicia, al ser descubiertos sus en-gaos a otro (EE 326).

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    El solo hecho de hablar con otro, objetiva; pero si eseotro tiene experiencia espiritual, la ayuda que se recibepuede ser mayor.

    14. Finalmente, el enemigo mira en torno todas nuestrasvirtudes y por donde nos halla ms flacos y ms necesita-dos, por all nos bate y procura tomarnos (EE 327).

    En este sentido, el conocimiento propio que consegui-remos con las meditaciones que san Ignacio llama de laPrimera semana (EE 45 ss.)nos prepara para el discer-

    nimiento de los espritus: este no se hace en abstracto,sino en uno mismo, y cada uno es atacado con ms fre-cuencia en aquello en que es ms dbil o donde ha experi-mentado ms derrotas.

    Estas son las reglas de discernir de la Primera semana;pero existen otras, que son de materia ms sutil (EE 9),que se llaman de la Segunda semana (EE 328 ss.).

    4. EL QUE DA Y EL QUE HACE EJERCICIOS

    Los Ejercicios de san Ignacio suponen una relacin entreque da y el que hace Ejercicios, quienes se acompaanmutuamente a lo largo de un itinerario prefijado en loesencial: son el desarrollo de un dilogo; y por eso el papel

    del que da los Ejercicios no puede interpretarse de cual-quier manera. Hasta cierto punto, un retiro ignaciano val-dr lo que valgan el que los da y su forma de utilizar elignaciano. En efecto, el que da los Ejercicios propone lostemas de oracin, garantiza el debido carcter y desarrollodel retiro y gua al ejercitante mediante el discernimientoespiritual. A continuacin, examinaremos brevementeestos tres aspectos de su funcin pedaggica y lo que auno de ellos corresponde en el que da Ejercicios.3

    1. En cuanto a la oracin, en el pensamiento de sanel animador de un retiro no debe hacer sermones cuandopropone los temas de las horas de oracin ni siquieratratndose de un grupoy sobre todo sermones que, exce-

    sivamente teidos de elocuencia, provoquen sentimientosdesmedidos o presionen al ejercitante para desencadenaren l una generosidad forzada. Por eso no son tan apro-piadas las expresiones predicar los Ejercicios o predi-cador de Ejercicios.

    Quien da Ejercicios tampoco debe tratar un tema de unmodo doctrinal, sin dejar al ejercitante otra alternativa quela de repasar la leccin recibida.

    Finalmente, el que da Ejercicios no est para mostrarseinteresante o novedoso, ni para hacer gala de erudicin,aunque sea bblica, ni para esforzarse por ser prcticomultiplicando las aplicaciones a la conducta cristiana o alcomportamiento religioso.

    Debe, pues, conformarse con exponer sobriamente lo queencuentra en el libro de los Ejercicios, abriendo los cami-nos que el ejercitante habr de explorar por s mismo. Esteha de poder descubrir las riquezas espirituales a partir desu propia reflexin orante o de su contemplacin; y sedejar al Espritu plena libertad de accin sobre l. Es in-dispensable que el ejercitante disponga de gran iniciativa yque el que le da los Ejercicios respete en l tanto su auto-noma y su ritmo personal como la forma de accin elegidapor Dios para iluminar su fe i inspirar su camino.

    2. Un retiro segn los Ejercicios de san Ignacio no lo haceel ejercitante abandonado a su iniciativa personal: supone

    la presencia de un maestro o gua. No hay que olvidarpues, que san Ignacio exiga que los Ejercicios slo se die-ran bajo la direccin de otro: en este punto coincide contoda aquella tradicin que crea en la accin del EsprituSanto por mediacin del hombre.

    En las cosas de la vida y de la gracia es fcil equivocarse ono saber verdaderamente a qu atenerse. Dios ha bende-cido siempre la docilidad a otro, su enviado, del mismomodo que siempre ha actuado valindose de enviados. Si elinfantilismo es malo, la humildad denota tanta grandezacomo sabidura. Y en nada rebaja a la persona, como tam-poco la exime de la bsqueda ni de la escucha personal delEspritu.

    3. La experiencia personal de san Ignacio comenz por uncontacto con Cristo, percibido en su vida evanglica y en la

    vida de los santos y dependientemente de estaspor unas mociones interiores que iban en direcciones con-trarias: a unos pensamientos de vanagloria sucedan otrosque nacan de las cosas que lea (Autobiografa, 7). Econvaleciente se da cuenta de que las fantasas caballeres-cas, despus de haberlo deleitado, no le producen sinodesilusin, mientras que los anhelos de santidad le pro-porcionan una alegra duradera. Al principio no advierteeste fenmeno. Hasta que una vez se le abrieron un pocolos ojos y empez a maravillarse de esta diversidad y ahacer reflexin, poco a poco viniendo a conocer la diversi-dad de los espritus que se agitaban (Autobiografa, 8)Esta experiencia constituye un punto de partida para sanIgnacio, que aprende que nuestro mundo interior es elteatro en que actan Dios y Satans, el envite en que uno yotro se disputan. Para l, en cierto sentido, lo esencial de la

    vida espiritual consiste en ser consciente de estas inter-venciones divergentes, para descubrir en ellas los verda-deros caminos de Dios.

    Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio son una trans-posicin al caso de un ejercitante de lo vivido por el con-

    vertido de Loyola: Algunas cosas que observaba en sunima y las encontraba tiles le pareca que podran sertiles tambin a otros y as las pona por escrito (Auto-biografa,99), dice, explicando el origen de sus Ejerciciosescritos.

    He aqu por qu debe inquietarse el que da Ejercicios siadvierte que en su ejercitante no se produce variedad al-guna de mociones: de ocurrir tal cosa, mucho lo debeinterrogar (EE 6). Y es muy provechoso para el que da losEjercicios y de ello depende el xito de un retiro espiri-tualser informado fielmente de las varias agitaciones ypensamientos que los varios espritus le traen al ejerci-tante (EE 17).

    De todo lo cual se desprende una conclusin importantela funcin primordial del que da Ejercicios guarda relacincon los movimientos interiores que experimenta el que loshace y su calidad principal ha de ser el discernimientoespiritual paciente, perspicaz y seguro.

    Aplicndose as al discernimiento espiritual de los efectosdel buen espritu y del malo (Directorio autgrafo, 19), eque da Ejercicios se previene contra toda forma de avasa-llamiento por su parte, pues es tan dcil al Espritu pormenoscomo debe serlo su ejercitante, al cual no dirigesino que, con ayuda de las confidencias que de l recibe, selimita a discernir lo que Dios y el mal esprituva ope-

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    rando en l. Uno y otro el que da y el que hace Ejerci-cioscolaboran juntos bajo la accin del mismo Espritu.Obsrvese, en efecto, que se invita al ejercitante a abrirseque le da Ejercicios acerca de lo que sucede en su interior:las consolaciones o desolaciones que experimenta, losllamados que cree que el Seor le hace, las luces y mocio-nes que recibe de Dios y las tentaciones que experimentadel enemigo de la naturaleza humana (EE 7). Estos sonlos aspectos en que el que da Ejercicios concentra su aten-cin: apenas pretende conocer los pensamientos persona-

    les del ejercitante, ni sus pecados (EE 17). Lo que hace esinformarse, por medio del ejercitante, de los movimientosque originan en l los diversos espritus. De ah larecomendacin de san Ignacio: Mejor es, pudiendo, queotro lo confiese, y no el que da los Ejercicios (Directorioautgrafo, 4). As que la principal incumbencia del que daEjercicios est relacionada con la discrecin de espritus (yla del que los hace, comunicar sus varios espritus).

    Si uno que da Ejercicios es un hombre capaz, ante todo, dediscernir las varias mociones que en el nima se causan(EE 313) su ejercitante tambin debe ser uno que, en eltranscurso de los Ejercicios y para su vida interior, vayaadquiriendo, poco a poco, el arte y la facilidad de leer el

    Espritu. Un retiro sin ejercicio profundo de discerni-miento espiritual no es un retiro ignaciano. La prctica deldiscernimiento caracteriza no slo a los Ejercicios, sino atoda la espiritualidad de san Ignacio.

    De todo lo que antecede se desprende que los Ejerciciosoriginan una relacin compleja entre el que da y el quehace Ejercicios. En cierto modo, la primaca leal que los da; pero, en otro sentido, el ejercitante es artficede su propio retiro. Si el que da Ejercicios debe ser consi-derado el maestro, no se sigue de aqu que el que los hacesea un mero alumno, un simple ejecutor. Uno y otro debenrespetarse mutuamente: el que da Ejercicios est al servi-cio del que los hace y este reconoce en aquel a un interme-

    diario activo que le ayuda a descubrir el plan de Dios sobrel.

    El que da Ejercicios profesa una gran consideracin haciala persona del ejercitante, su grado de preparacin, el rit-mo de su andar, los tiempos y momentos que el Esprituelige. Tiene, a su vez, destreza psicolgica y espiritual. Nose permite en absoluto dominar al ejercitante, ni hech i-zarlo, ni atiborrarlo. El ejercitante, por su parte, se prestade buen grado a lo que el que da Ejercicios le prescribe y alo que el rgimen de los Ejercicios conlleva. Acepta a supedagogo. Consciente en dejarse instruir y conducir, perosin llegar nunca a quedarse pasivo.

    La seal elocuente de que su relacin con el que da Ejerci-

    cios funciona bien reside en la libertad que el propio ejer-citante no slo conserva sino que ve acrecentarse a todo lolargo del retiro. Merced a una sana docilidad al que le daEjercicios y, gracias al Espritu Santo, su mundo interiorhumano y creyente se manifiesta y consolida. Maduracinpsicolgica y maduracin espiritual corren parejas, se en-trelazan, se condicionan mutuamente y se jerarquizan.

    El que da Ejercicios debe poseer sagacidad y el que loshace, apertura. El que hace Ejercicios modela por s mismosu personalidad en todas sus dimensiones, mostrndoseasequible a lo que proviene del que le da Ejercicios y a loque proviene inmediatamente de Dios (EE 15). El que dalos Ejercicios lo ayudar efectivamente a esto, si se atiene a

    lo que la admirable Anotacin 15 le ensea: en ella se lepide que se muestre humildemente atento al Espritu y alejercitante, observando una especie de distanciamiento eindiferencia: al hacerlo as, el que hace Ejercicios crece entodos los aspectos.

    Cuando el ejercitante termina su retiro, descubre que hallegado a ser ms l mismo y, al mismo tiempo, que estms divinizado que antes.

    Ha alcanzado una nueva integracin de su yo total, el de su

    persona y el de su fe. Ha podido ofrecerse a Dios con plenaautenticidad. Y goza de una plenitud de ser que antes noconoca.

    Tales resultados no son en modo alguno quimricos, si elque da los Ejercicios ha tenido tanta sagacidad como ab-negacin; y el que los hace ha dado pruebas de una capa-cidad de escucha al que se los da y a Dios, igual a su inicia-tiva.

    4. Para terminar, digamos que los Ejercicios son, esuna escuela de oracin, pero orientada hacia el discerni-miento de las varias mociones que en el nima se causan(EE 313). De ah la importancia que tiene la conversacinentre el que hace Ejercicios y el que los da; conversacin

    la cual el primero le comunica al segundo fielmente lasvarias agitaciones y pensamientos que los varios espritusle traen (EE 17) y este le ayuda a aquel a discernir losefectos del bueno y del mal espritu (Directorio autgrafo19).

    5. LA CONVERSACIN CON EL QUE DA LOS EJERCI-CIOS

    Es un momento importante de los Ejercicios, que no sehacen totalmente a solas, sino acompaado del que da losEjercicios, que es como un hombre de Iglesia quepermite vivir los Ejercicios en la Iglesia de hoy y desiempre.1. La entrevista con el que da los Ejercicios se tiene pormenosuna vez al da; en lo posible, hacia la tarde, cuan-do est por terminar el da de Ejercicios, que es como launidad de los Ejercicios.

    En esta entrevista se recoge lo hecho durante el da quecomo hemos dicho, es la unidad de los Ejercicios y seprepara el da siguiente, que es la unidad siguiente.

    Los temas de esta entrevista estn indicados en las Ano-taciones de los Ejercicios, de las cuales conviene haberhecho por lo menos una lectura rpida antes de comenzarlos Ejercicios, para enterarse de su contenido; luego, otrams detenida, segn las necesidades que se vayan experi-mentando (EE 1-20; pero, sobre todo, 1-17).

    2. Uno de los temas de esta entrevista el menos impor-tante, sin dudaes la materia de cada hora de oracin: esdecir, la historia de la tal contemplacin o meditacincomo dice la Anotacin 2 (EE 2). Esta debe ser narradafielmente [] discurriendo solamente por los puntos con

    breve o sumaria declaracin, porque la personaque con-templa, tomando el fundamento verdadero de la historiao sea, su sentido literal y ms obvio discurriendo yraciocinando por s misma y hallando alguna cosa queun poco ms declarar intelectual- mente, diramos osentir afectivamentela historia, algunos por raciocina-cin propia, otros en cuanto a que el entendimiento esilu-minado por la virtud divina, es de ms gusto y fruto

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    espiritual, que si el que da los Ejercicios hubiera muchodeclarado y ampliado el sentido de la historia, porqueconcluye san Ignacio con este principio de toda ora-cin no el mucho saber intelectualmente harta ysatisface al nima, mas el sentir y gustar de las cosas in-ternamente.

    3. Otro tema de la entrevista con el que da los Ejerciciosest indicado en la Anotacin 6 (EE 6); sobre todo cuandoel que da los Ejercicios siente que al que se ejercita no le

    vienen algunas mociones espirituales en su nima, ascomo consolaciones o desolaciones, ni es agitado de variosespritus, porque entonces mucho lo debe interrogaracerca de los Ejercicios horas de oracin, de examen o delectura espiritual, etc.; es decir, si los hace a sus tiem-pos destinados dentro del horario de cada day cmo;asimismo de las adiciones, si con diligencia las hace yqu fruto, pidiendo cuenta particularmente de cada cosade estas (EE 6).

    Cuando todo va bien, se supone que se ha cumplido elhorario y con lo propio de cada ejercicio; pero cuando vamal y se va mal en Ejercicios cuando no se experimentanada, ni consolacin ni desolacin, ni variedad de esp-ritus conviene preguntarse uno mismo si ha cumplidocon todo y hablar del resultado de este examen con quienda los Ejercicios.

    Nota: vase lo que decimos, a propsito del examen decada hora de oracin, acercadel ir mal o bien en la ora-cin. Lo que debe preguntar el que da los Ejercicios esexterior a la oracin (adiciones, prembulos horario);pero lo hace interesado por lo interior de la oracin: porsu fruto, por las consolaciones o desolaciones, por la va-riedad de espritus, etc.

    4. Otro tema de la entrevista lo indican las Anotaciones 8a 10 (EE 8-10): segn la necesidad que sintiere en el quelos recibe los Ejercicios, platicarle las reglas de la PrimeraSegunda semana, que son para conocer los varios espri-tus (EE 8).4.1. Podra uno preguntarse por qu se espera a ver lanecesidad que sintiere en el que los recibe los Ejercicios.

    Y responderamos: porque las reglas ignacianas dediscernir no son teora sino prctica y slo en la prop iaprctica se pueden entender.

    Incluso si se las leyera de corrido y podra hacerse,convendra prestar siempre atencin a la propia experien-cia del que lee, sea anterior a estos Ejercicios, sea duranteellos, tratando de descubrir las seales del bueno y del malespritu en la propia experiencia.

    Por ejemplo, la diferencia entre el punzar y remorder las

    conciencias propio del buen espritu (EE 314) y ely entristecer, que caracteriza al mal espritu (EE 315), slose la entiende cuando se puede comparar, en la propiaexperiencia, la diferencia entre un verdadero remordi-miento, que nos levanta y nos hace volver hacia Dios (casodel hijo prdigo que dice, al arrepentirse, me levantar,a mi padre, y le dir: Padre, pequ contra el cielo y a nte ti,Lc 15, 18), y esos sentimientos de culpabilidad que nosencierran dentro de nosotros mismos y no nos dejan pen-sar en la misericordia y clemencia de nuestro Padre, msdispuesto a perdonar que a castigar.

    Lo mismo diramos de la diferencia entre una preguntapropia del mal espritu, que nos pone impedimentos,

    inquietando con falsas razones (por ejemplo: Para quvas a hacer ejercicios?; o la pregunta que el mal espritu lehizo a san Ignacio en Manresa: Cmo podrs t sufriresta vida setenta aos que has de vivir?, Autobiografa20) y las preguntas que hace el buen espritu y que nosaniman en el buen camino (como la que hizo el Seor a losdiscpulos, en Mt 16, 15: Y vosotros , quin decs que soy

    Yo?; o la que hizo a Pedro junto al lago, despus de suresurreccin: Mc amas ms que estos?), facilitando yquitando impedimentos, para que en el bien obrar proceda

    adelante (EE 315).Y as por el estilo, las diversas contrariedades que se danentre la accin del buen espritu y del malo y que se des-criben en las diversas reglas de discernir ignacianas, sloen la propia experiencia se entienden.

    4.2. San Ignacio insiste, en diversas ocasiones, sobre laimportancia que tiene el declarar qu cosa sea consola-cin, que es tanto como alegra espiritual, amor, esperanzade las cosas de arriba, lgrimas y todo movimiento interiorque deja el nima en el Seor nuestro consolada. Lo con-trario de esto es desolacin: tristeza, desconfianza, falta deamor, sequedad, etc. (Directorio autgrafo, 18).

    Es una variedad de espritus fundamental la que se daentre la consolacin y la desolaciny es uno de los temasms propios de la entrevista entre el que recibe y el que dalos Ejercicios.

    Vanse las diversas descripciones porque son slo des-cripciones y no definiciones conceptualesque san Igna-cio nos da, en sus diversos escritos, sobre estos dosepi-fenmenos.

    5. Tal vez el tema central de la entrevista entre quien haceEjercicios y quien los da es el de las mociones del buenodel mal espritu porque, como dice san Ignacio en la Ano-tacin 17 (EE 17):

    Mucho aprovecha, al que da los Ejercicios, no queriendo

    pedir ni saber los propios pensamientos ni pecados del quelos recibe (los Ejercicios), ser informado fielmente de lasvarias agitaciones y pensamientos que los varios espritusle traen.

    Por qu?

    Porque, segn el mayor o menor provecho, le puede daralgunos espirituales ejercicios convenientes y conformes ala necesidad de la tal nima as agitada.

    Aqu distingue san Ignacio entre propios pensamientospecados y varias agitaciones y pensamientos que los

    varios espritus le traen; y dice que, de estos tres elemen-tos, el tema de la entrevista entre quien da los Ejercicios yquien los recibe son los ltimos, es decir, las var ias agita-

    ciones y pensamientos que los varios espritus le traen alejercitante.

    Ms aun, el que da los Ejercicios no debe pedir ni saberpropios pensamientos, ni (los) pecados del que los recibelos Ejercicios, sino sola y exclusivamente las varias agi-taciones y pensamientos que los varios espritus letraen.

    Propios pensamientos, por ejemplo, seran los que al ejer-citante se le ocurren durante las horas de oracin oel da; y pecados, ya se entiende que son los que hay queconfesar (y por eso san Ignacio recomienda, en su Directo-rio autgrafo, que mejor es, pudiendo, que otro que no

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    sea el que da los Ejerciciosle confiese, y no el que da losEjercicios, n. 4).

    A veces es difcil distinguir entre un pensamiento propioy los que losvarios espritus le traen; mientras que, alcontrario, es ms fcil conocer los varios espritus, por-que son, entre s, contrarios (y de esta contrariedad ha-

    blan reiteradamente las reglas de discernir).

    6. Finalmente como dice el Directorio autgrafo, 19,del que da los Ejercicios es ayudar a discernir los efectos

    del buen espritu y del malo.Dice ayudar porque este discernimiento de los efectosde uno y de otro espritu debe ser iniciado por el mismoque los tiene y ya desde el mismo momento en que lostiene, sin esperar para ello el momento del examen deconciencia o de la hora de oracin; pero a veces hay queayudarlo a darse cuenta y, aunque se d cuenta, hay queconfirmarlo en la exactitud del juicio del discernimiento.

    Esta ayuda es lams importante de todas las que el queda los Ejercicios le presta al que los hace: ms importanteque el darle puntos para la oracin, hacerle preguntassobre la oracin y sus adiciones, platicarle las reglas dediscernir y declararle qu sea consolacin y desolacin y

    ser Informado fielmente de las varias agitaciones y pen-samientos que los varios espritus le traen, este ayudar adiscernir los efectos del buen espritu y del malo.

    Ms aun, diramos que todo lo interior es slo preparacinpara este momento el ms Importante de la entrevistaentre el que da los Ejercidos y el que los hace, porquetodos los Ejercicios estn orientados a una eleccin (EE135) o reforma de vida (EE 189); y en toda eleccin o re-forma de vida es de gran importancia la ayuda del que daEjercidos, ayuda que consiste sobre todo en este discerni-miento de las varias agitaciones y pensamientos que los

    varios espritus le traen a quien est buscando la volun-tad divina en la disposicin de su vida para la salud o

    santidadde su nima (EE 1).6. PREPARACIN DE LA ORACIN

    No conviene ir a la oracin meditacin o contempla-cinsin preparar el tema bblico, tradicional o del ma-gisterio de la Iglesia, y los pasos que se van a dar antesllegar al coloquio como dice san Ignacio en sus Ejerci-cios Espiritualeso dilogo con Dios y con los santos, quees el objetivo al que apunta todo lo que se hace con ante-rioridad.

    1. Ante todo, hay que preparar el tema de la meditacin ocontemplacin.

    El tema puede ser bblico, tomado de la Escritura que con-

    tiene la palabra de Dios, dirigida a los hombres de todostiempos, del Antiguo Testamento o del Nuevo; o tomadola tradicin de la Iglesia (Santos Padres, etc.) o tomado delmagisterio de la Iglesia (concilios, sumos pontfices, obis-pos).

    Como dice el Vaticano II:

    La Sagrada tradicin, la Sagrada Escritura y el magisteriode la Iglesia, por designio sapientsimo de Dios, se traban yasocian entre si de forma que uno no puede subsistir sinlos otros, y todos juntos, cada uno a su modo, bajo laaccin del Espritu Santo, contribuyen eficazmente a lasalud de las almas (DV 10, al final).

    Y pueden llevarnos a nuestro dilogo o coloquio con Diosuno y trino y con los santos (en especial, la madre deDios).Si se trata de un tema de la Escritura pasaje o percopadel Antiguo Testamento o del Nuevo, puede ayudar leerlas fichas de lectura.

    En ellas se trata como recomienda san Ignacio en EE 2de narrar fielmente la historia de la tal contemplacin omeditacin o bien de remitir al pasaje o percopa, queentonces conviene leer por entero en la misma Biblia, te-

    niendo en cuenta las notas (sobre todo las de la BJ)discurriendo a continuacin solamente con breve o suma-ria declaracin que d el fundamento verdadero de lahistoria o sentido literal del texto.

    Luego, en el curso de la misma oracin a la que se dedicauna hora de reloj, la persona contempla, tomando elfundamento verdadero de la historia (como dijimos, elsentido literal), discurriendo y raciocinando por s mismahallando alguna cosa que haga un poco ms declarar osentir la historia (esto segundo del sentir es ms impor-tante que el primer declarar; aunque tampoco este de-clarar puede ser descuidado, porque es el camino que elhombre tiene naturalmente para llegar a sentir lo que

    medita o contempla), bien sea por el razonamiento propio,bien sea en cuanto el entendimiento es iluminado por lavirtud divina (bien sea por ambas cosasesfuerzo propio ygracia divinaa la vez), tendiendo, en todo estetrabajo, asentir y gustar de las cosas meditadas o contempladasinternamente (EE 2).

    Del tema de la oracin habla la Adicin primera, que serefiere al momento en que uno se acuesta: a la noche, paralevantarse a la maana del da siguiente; o despus demedioda, cuando uno se acuesta para dormir la siesta, sila hace.

    En este momento, san Ignacio recomienda que, ya que mequiera dormir, pensar en la hora que me tengo que levan-

    tar, y a qu, resumiendo el tema del ejercicio que tengohacer (EE 73). Y este a qu es el tema del ejercicio quetengo que hacer, resumiendo como dice san Ignaciocontenido.

    Decamos ms arriba, a propsito del tema de la oracinque puede ayudar leer una o ms fichas de lecturas queel que da los Ejercicios indica para cada tema de oracin.

    Puede convenir hacer, primero, una lectura rpida de todala ficha de lectura, para entrar en materia; luego, unalectura ms detenida, fijndome en aquello que ms memueve y que puede servir para comenzar la oracin.

    Porque, en realidad, lo ms que se puede preparar es elcomienzo de la oracin, porque el resto de ella depende de

    las gracias y de las tentaciones que experimente y de larespuesta que le vaya dando a las mismas, recibiendo lasgracias y resistiendo a las tentaciones.

    Como durante la oracin siempre podemos recurrir a laficha de lectura, conviene tenerla a mano durante la horade oracin, para volver a leer la parte que ms nos ha mo-

    vido durante la preparacin.

    2. Adems del tema de la oracin, hay que preparar muybien lo que voy a pedir durante el curso de la oracin.

    De esto trata la Adicin segunda (EE 74,130, 206, 229).

    En la Primera semana, hay que pedir y buscar, conside-rando el tema de cada oracin desde la vergenza y

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    confusin de m mismo (EE 48) hasta el aborrecimientode mis pecados (EE 63), pasando por el crecido e intensodolor y lgrimas de mis pecados (EE 55). Como vemos, esuna amplia gama de sentimientos, propios todos los de laPrimera semana.

    Ms difcil de preparar es el coloquio pues este, por sunaturaleza de conversacin que se puede hacer con el Se-or o con la Virgen o con el Padre o con el Espritu Santoo con un santo de mi devocin o con todos a la vez, unodespus de otro, resulta ms difcil de prepararse.

    Adems, el tema de un coloquio puede depender de cmome va en la oracin (EE 109: Pidiendo segn que en ssintiere; o como dice en EE 54: Cundo pidiendo algunagracia, cundo culpndose por algn mal hecho, cundocomunicando sus cosas y queriendo consejo en ellas); yno hay ms remedio que remitirse al mismo momento delcoloquio.

    Con todo, a veces san Ignacio indica un tema propio dealgunos coloquios: por ejemplo, despus de la meditacindel Rey eternal (EE 98), de las Dos banderas (EE 147) o delos Tres binarios, con la nota correspondiente (EE 157); yhay que tener en cuenta estas indicaciones de san Ignacio.

    Decamos al comienzo que, adems de preparar el tema dela meditacin o contemplacin, hay que preparar los pasosque se van a dar antes de llegar al coloquio, que siemprese ha de hacer al final de cada hora de oracin; pero que,adems, se puede hacer en cualquier momento de la ora-cin en que uno sienta la necesidad de este dilogo perso-nal con Dios o con los santos (sobre todo, con la VirgenMara, con nuestro Seor Jesucristo y con el Padre).

    Y estospasosson los que indica san Ignacio.

    El primer paso es como dice la primera Adicinque,despus de acostado (en la noche o despus de medioda,si se hace la siesta), ya que me quiera dormir pensar a lahora que me tengo que levantar y a qu, resumiendo el

    ejercicio que tengo que hacer (o sea, su tema); luego, hayque cumplir con puntualidad con esta hora en la que unoha pensado que se va a levantar.

    El segundo paso es como dice la segunda Adicinque, cuando me despertare (a la maana o despus de lasiesta, si la hago), no dando lugar a unos pensamientos nia otros, advertir lo que voy a contemplar (en la primerahora de oracin que se sigue) (EE 74).

    El paso siguiente es como dice la tercera Adicinqueun paso o dos antes del lugar donde tengo queo meditar, me pondr en pie; alzado el entendimientoarriba considerando cmo Dios nuestro Seor (o sea, Je-ss, el Hijo de Dios resucitado) me mira , etc. (EE 75).

    A continuacin san Ignacio antepone una oracin prepa-ratoria que consiste en pedir gracia a Dios nuestro Seor(bajo cuya mirada nos hallamos) para que todo sea pura-mente ordenado en servicio y alabanza de su divina ma-

    jestad (que, como vimos, es el fin para el cual el hombrecreado segn el Principio y fundamento).

    En este sitio o momento de la oracin, san Ignacio aadetres prembulos, previos a entrar en materia:

    La historia de la contemplacin, cuando esta versa sobre lavida de Cristo segn la carne, para lo cual basta hacerlectura corrida del pasaje evanglico que se va a contem-plar.

    La composicin viendo el lugar, que en la Primera s e-mana es verse a uno mismo como encarcelado y comodesterrado entre brutos animales; y en las tres siguientessemanas es imaginarse la misma escena evanglica, sin-tindose uno mismo parte de ella.

    La peticin, de la que hablamos en el punto 2 anterior.

    El paso siguiente es como dice la Adicin cuartaentrar en la contemplacin o meditacin, cundopostrado en tierra, cundo de pie, andando siempre a

    buscar lo que quiero (que est indicado en la peticin); demodo que, si hallo lo que quiero de rodillas, no pasaradelante; y si postrado, asimismo, etc.; y en el puntodel tema en el cual hallare lo que quiero, ah mereposar, sin tener ansia de pasar adelante (en el tema)hasta que me satisfaga (EE 74).

    Es decir, en los precedentes prembulos como los lla-ma san Ignacio y que ya hemos visto no me he dedemasiado; pero, al llegar al tema de la meditacin o con-templacin, all me he de detener (sin ansia de pasar de-lante) donde hallo lo que deseo (indicado en la pet i-cin), pasando luego al coloquio.

    Y luego, si an queda tiempo de la hora de oracin que

    de ser hora de reloj y entera, volver a tomar otro pun-to del tema, terminado siempre con el coloquio.

    Por ltimo se ha de hacer, como dice la Adicin quinta, elexamen de cada hora de oracin: despus de acabado elejercicio de la meditacin o contemplacin, mirar cmome ha ido; y si mal, mirar la causa (negligencia en la pre-paracin, etc.), y as mirada, arrepentirme, para enmen-darme en adelante; y si bien, dando gracias a DiosnuestroSeor, haciendo otra vez de la misma manera (EE 77tener en cuenta las tres causas de la desolacin, en EE322).

    7. LAS ANOTACIONES DE LOS EJERCICIOS (EE 1-20)

    Las Anotaciones, escritas para tener alguna inteligenciade los Ejercicios Espirituales (EE 1), se pueden dividir endos grandes grupos: el primero, formado por las Anota-ciones de la primera a la diecisiete (EE 1-17), en las quefundamentalmente se trata de lo que han de hacer el queda los Ejercicios y el que los hace; y el segundo grupo, en elque se trata de las tres maneras de hacer Ejercicios (enforma leve pero con seriedad, en la vida cotidianaen completa soledad, siendo esta ltima manera la mejorpara hacer los Ejercicios). A continuacin, slo trataremosdel primer grupo de Anotaciones (EE 1-17)sin embargo una lectura detenida de la Anotacin vigsi-ma, que es una ponderacin de hacer los ejercicios de

    mes, que conviene imitaren cuanto sea posibleen lasdos otras maneras de hacer Ejercicios.

    1. La Anotacin 1 (EE 1) nos da la descripcin de lo que sonlos Ejercicios Espirituales de san Ignacio: todo modo deexaminar la conciencia, de orar vocal y mentalmente y deotras espirituales operaciones; a continuacin se concreta

    y se especifica ms diciendo que es todo modo depreparar y disponer el nima, para quitar de s todas lasafecciones desordenadas y, despus de quitadas, para

    buscar y hallar la voluntad divina en la disposicin de suvida para la salud del nima.

    Los Ejercicios de san Ignacio tienden, en primer lugar, aquitar de s todas las afecciones desordenadas; en se-

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    gundo lugar y esto sobre todo los especifica, a buscarhallar la voluntad divina para la salud del nima, dondeha de entender la salud del nima no meramente comosalvacin del alma o salvacin del infierno, sino comola santidad de toda la persona humana. Porque los anti-guos monjes del desierto cuya espiritualidad bebe Igna-cio hablan de la santidad como de la salud del nimapersona humana y esta santidad consiste en hacer la

    voluntad divina en nuestras vidas.

    2. La Anotacin 2 (EE 2) es un consejo para el que da losEjercicios, de narrar fielmente la historia de la tal co n-templacin o meditacin, discurriendo solamente por lospuntos con breve o sumaria declaracin, porque la personaque contempla busque, por s misma, y hallando algunacosa que haga un poco ms declarar o sentir la historia []es de ms gusto y fruto espiritual, que si el que da los Ejer-cicios hubiese mucho declarado y ampliado el sentido de lahistoria; porque no el mucho saber harta y satisface elnima, ms el sentir y gustar de las cosas internamente.

    Esto se facilita cuando el que da los Ejercicios da los pun-tos o temas de cada oracin por escrito, porque entoncesel que hace los Ejercicios puede tomar del escrito lo que leconviene y dejar lo dems. Sepuede hacer, por ejemplo,una lectura rpida de todo el texto escrito, para ambien-tarse en el tema de la oracin. Pero, luego, llevar a la ora-cin la parte del escrito que ms le llama la atencin y quecree que ms lo va ayudar para hacer la oracin que con-siste en sentir y gustar de las cosas internamente, con-

    versando de ellas con Dios nuestro Seor y con los santos(de un modo particular, con la Virgen nuestra Madre).

    3. La Anotacin 3 (EE 3) da un consejo para la oracin,supone que esta tiene como dos partes: una ms intelec-tual que prepara para la verdadera oracin, que es la otraparte, ms afectiva, cuando hablamos con Dios nuestroSeor o con sus santos (sobre todo con la Virgen, nuestraMadre). Esto supuesto, Ignacio dice que se requiere de

    nuestra parte mayor reverencia (en la parte ms afectiva)que cuando usamos del entendimiento entendiendo ypreparando la parte ms afectiva.

    durante la oracin o en los tiempos libres, ni sobre lospecados de la vida pasada o actuales (EE 17), sinosobre los varios espritus o varias agitaciones queatacan o ayudan al ejercitante durante los tiempos deoracin y los tiempos libres alrededor, sobre todo, de lamateria de eleccin o reforma de vida (EE 189).

    Y si no se diera esta lucha o variedad de espritus, malaseal, porque sera signo de que no se estn haciendo losEjercicios de san Ignacio. Y mucho se le debe interrogar alque hace los Ejercicios acerca de los ejercicios (horas de

    oracin, de examen, de lectura espiritual), si lo hace a sustiempos destinados (siguiendo el horario que cada uno seha hecho para ese da) y cmo los hace. Asimismo de las

    Adiciones, si con diligencia las hace, pidiendo particular-mente cuenta de cada cosa de estas.

    6. Las Anotaciones de la 7 (EE 7) a la 10 (EE 10) se refierena las distintas reglas de discernir las de Primera y las dela Segunda semanay al momento en que hay que expli-carlas, que sera, en general, el momento en que se lasnecesita para discernir una experiencia espiritual del ejer-citante.

    7. La Anotacin 11 (EE 11) es una norma de prudencia: elejercitante no debe preocuparse por lo que va a hacer en elfuturo, sino del momento presente. Consiguientemente, nodebe conocer ni preocuparse de lo que viene, sino nica-mente de lo que est haciendo.

    En cambio, puede y es conveniente, como lo insina laAdicin 6 de la Segunda semana (EE 130) recordar lomeditado y contemplado en los das anteriores y hacer, pormomentos, repeticiones rpidas sobre ello.

    8. La Anotacin 12 (EE 12), junto con la 13 (EE 13), se re-fiere al tiempo de oracin, que debe ser de una hora dereloj, a no ser que el ejercitante sea tentado de acortar laoracin, en cuyo caso debe alargarla algo, porque no slose avece a resistir al adversario, ms aun a derrocarlo.

    Es el espritu combativo de Ignacio, que sabe que est enlucha con un enemigo de la naturaleza humana (EE 7) alque no slo hay que resistir, sino tambin vencer, no dia-logando nunca con l, sino contradicindolo en todo.

    9. La Anotacin 14 (EE 14) trata de las promesas y losque Ignacio siguiendo en esto la tradicin de la Iglesiapondera, dando para ello una razn: La buena obra que sehace con voto es ms meritoria que la que se hace sin l;

    pero mucho se debe mirar la propia condicin, y cuntaayuda o estorbo podr hallar, el que hace el voto, en cum-plir la cosa que quisiere prometer.

    Por eso, cuando el que da los Ejercicios ve al que losque anda consolado y con mucho hervor, debe prevenirloque no haga promesa ni voto alguno inconsiderado y pre-cipitado; y cuanto ms le conociere ser de ligera condicin,tanto ms le debe prevenir y advertir que no haga ni pro-mesa ni voto alguno.

    10. La Anotacin 15 (EE 15) es de suma importancia, por-que indica con toda claridad el papel del que da los Ejerci-cios: no es un predicador, que mueve a todas personasque probablemente tengan sujeto apto para elegir conti-

    nencia, virginidad, religin y toda manera de perfeccinevanglica, sino que el que da los Ejercicios es un acom-paante cualificado y testigo fiel de lo que experimenta elque hace los Ejercicios, de manera que el que da los Ejer-cicios no se decante ni se incline a la una parte ni a la otrade las distintas maneras de tender a la perfeccin que sedan en la Iglesia; mas estando en medio como un fiel de la

    balanza, deje inmediatamente obrar al Creador con lacriatura, y a la criatura con su Creador.

    En los Ejercicios, ms conveniente y mucho mejor es,buscando la divina voluntad, que el mismo Creador ySeor se comunique al nima devota, abrazndola en suamor y alabanza y no que el que da los Ejercicios imponga

    su voluntad, por santa que esta le parezca ser.En otras palabras, el papel del que da los Ejercicios es,adems de dar los temas de la oracin con las limitacio-nes indicadas en la Anotacin 2 (EE 2) y sin inclinarse a launa parte o a la otra de las distintas maneras de tender a laperfeccin que se dan en la Iglesia (con votos o sin votos,etc.), ayudar a discernir los efectos del buen espritu ydel malo (Directorio autgrafo, 19).

    Para eso como dijimos ms arriba, Anotaciones 6 y 17el nmero marginal 5, el dilogo entre el ejercitante y eque da los Ejercicios no debe versar sobre las ideas que elejercitante tiene en la oracin y en los dems momentos

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    del da, sino sobre los varios espritus o las varias agita-ciones y pensamientos que los varios espritus le traen17; cf. EE 32, donde se habla de los pensamientos que

    vienen de fuera, el uno que viene del buen espritu y el otrodel malo).

    11. La Anotacin 16 (EE 16) nos habla de la importancia dela indiferencia de la que habla el Principio y fundamento,que no es como la palabra parece indicarlono sentir,sino preferir la voluntad de Dios a cualquier repugnancia odeseo propio, de manera que la causa de desear o teneruna cosa u otra sea slo el servicio, honra y gloria de sudivina Majestad.

    Pero esta Anotacin 16, adems de hablarnos de la impor-tancia de la indiferencia como actitud previa a toda buenaeleccin (EE 169), nos recomienda un medio para llegar aella: la oracin, instando en oraciones y otros ejercicios(exmenes de conciencia, lecturas espirituales) y pidiendoa Dios nuestro Seor y dicindole que ni quiere el tal oficioo beneficio ni otra cosa alguna, si, ordenando sus deseos,no le mudare su afeccin primera desordenada. Y estaoracin que aqu recomienda ser la misma que luego, enla nota al coloquio de los Binarios (EE 157), Ignaciopropondr cuando nosotros sentimos afecto o repugnan-cia, cuando no somos indiferentes, porque entoncesaprovecha, para extinguir el tal efecto desordenado, pediren los coloquios que el Seor le elija, y que l quiere, pide ysuplica, slo que sea servicio y alabanza de su divina bon-dad.

    8. GRANDE NIMO Y LIBERALIDAD (EE 5)

    Los Ejercicios Espirituales de san Ignacio se han de co-menzar con una actitud que su autor describe con estostrminos, en la Anotacin quinta: Al que recibe los Ejer-cicios, mucho aprovecha entrar en ellos con grande nimo

    y liberalidad con su Creador y Seor, ofrecindole todo suquerer y libertad para que su divina Majestad, as de su

    persona como de todo lo que tiene, se sirva conforme a susantsima voluntad (EE 5). Esta actitud inicial debe ma n-tenerse hasta el final de los Ejercicios, como lo expresa elcoloquio final de la Contemplacin para alcanzar el amor(EE 234); hasta el punto de que, si esta actitud se perdieraen algn momento de los Ejercicios, habra que interrum-pirlos y tomarse tiempo para recobrarla, porque sin ella,se podra hacer una eleccin o reforma de vida que expre-sara la voluntad divina en la disposicin de su vida (EEl).s

    1. Podramos expresar, en otros trminos, esta disponibi-lidad a la voluntad de Dios, cualquiera que esta sea?Creemos que s. Estos trminos seran el deseo de ms;

    no su eleccin, pues a veces Dios nos puede pedir menosque para nosotros sera un ms.

    Es el caso del endemoniado de Gerasa que, despus de sercurado por el Seor, le peda [al Seor] estar con l; perolo despidi diciendo: Vuelve a tu casa y cuenta todo lo queDios ha hecho contigo (Lc 8, 38-39). Era ciertamentems el estar con el Seor; pero el Seor no se lo pideni acepta el generoso ofrecimiento, sino que le mandaque vuelva a su casa, a los suyos, y que les cuente todo loque el Seor ha hecho con l.

    Debemos, pues, estar siempre dispuestos a ms de loque ya hacemos por el Seor y aun pedrselo si tenemos

    el coraje para ello (EE 157, coloquio de la meditacin deTres binarios); pero solamente hacerlo si l nos lo pide contoda claridad.

    2. Este ms es como el ambiente o clima de la eleccinreforma de vida dentro de los Ejercicios de san Ignacio. Noes el criterio de la eleccin o reforma, como si siempredebiramos elegir lo que es ms en general (hacer vo-tos, entrar en religin, etc.).

    Este deseo de ms es, pues, como la condicin de toda

    eleccin o reforma de vida. Pero, por qu?2.1. Podra ser por la razn que indica el beato Pedro Fabroen su Memorial. Est dando los Ejercicios Espirituales demes al que luego ser san Pedro Canisio y anota lo s i-guiente:

    Otro da, visitando al Maestro Pedro, el de Gueldres, quese estaba ejercitando durante un mes, conforme al modode nuestros Ejercicios, tuve algunos argumentos de grandeevidencia, con los cuales ms claramente que nunca en-tend cuantsimo importa, para discernir los espritus,atender, ms que a los pensamientos y hablas interiores, almismo espritu que por los deseos y afectos, por lade nimo o por la debilidad, por la tranquilidad o la in-

    quietud, por la alegra o la tristeza y por semejantes afec-ciones espirituales se suele manifestar; porque por estascosas (o sea, sentimientos y afectos) en verdad se puede

    juzgar ms fcilmente del alma y de sus huspedes que porlos mismos pensamientos o ideas.

    Algunos, aun con muchas y distintas contemplaciones ymeditaciones de los Ejercicios Espirituales, apenas puedenentender la variedad de los diversos espritus, sino quesiempre parece que los mueve un mismo espritu, aunqueen esto haya ms o haya menos. Pues bien, para provocaresta distincin o variedad de espritus, es eficacisimo me-dio la proposicin de la eleccin de vida y estado, y luegoen cada estado, los varios grados o medios de caminar a la

    perfeccin; y, en general, cuanto le propusieras cosas msaltas, o para obrar, o para esperar, o para creer o amarpara aplicarse a ellas afectiva y efectivamente, tanto conmayor facilidad le dars materia en la que se provoque ladiferencia del espritu bueno y del malo.

    Asimismo, hay algunos, especialmente gente piadosa y pormucho tiempo ejercitada en devocin y dejada de pecadosen quienes se reconoce el mal espritu porque no tienen nipensamientos que excedan los limites de la verdad y de la

    bondad, ni afectos manifiestamente desordenados. Asin embargo, por santos que sean, si los indujeres a exa-minarse en algn grado de vida y conducta ms perfecto,fcilmente se echarn de ver el uno y el otro espritu, es asaber, el que da fortaleza y el que debilita, el que domina yel que ofusca, es decir, el buen espritu y el contrario del

    bueno (Beato Fabro, Memorial, pp. 301-302).

    2.2. En resumen: en primer lugar, para discernir, hay queatender ms a los sentimientos y afectos que a las ideas opensamientos; en segundo lugar, paras provocar los sen-timientos y afectos varios y contrarios, no hay sino propo-ner, al ejercitante, un ms.

    Por consiguiente, el ejercitante tiene que estar dispuesto aun ms, cualquiera que este sea: en el estado de vida(votos, vida religiosa o cualquier otro estado de perfec-cin) o, dentro de cada estado de vida (matrimonio, profe-

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    sin), un modo de vida ms perfecto que el que tienehasta este momento.

    3. Sobre este deseo de ms dice san Agustn (Oficio deLectura del Viernes de la Sexta semana del Tiempo ordi-nario):

    Toda la vida del buen cristiano es un santo deseo.

    Lo que deseas, no lo ves todava; mas por tu deseo te hacescapaz de ser saciado cuando llegue el momento de la vi-sin. Supon que quieres llenar una bolsa, y conoces la

    abundancia de lo que van a darte. Entonces tenders labolsa, el saco, el odre o lo que sea: sabes cuan grande es loque vas a meter dentro y ves que la bolsa es estrecha, y poreso ensanchas la boca de la bolsa para aumentar su capa-cidad. As Dios, difiriendo su promesa, ensanchndola, lahace capaz de sus dones.

    Deseemos, pues, hermanos, ya que hemos de serVed de qu manera Pablo ensancha su deseo, para hacersecapaz de recibir lo que ha de venir. Dice, en efecto: Noquiero con esto que tenga ya conseguido el premio, o quesea ya perfecto; yo, hermanos, no considero haber ganadotodava el premio. Qu haces, pues, en la vida. si an nohas conseguido el premio? Slo una cosa busco: olvidando

    lo que queda atrs y lanzndome hacia lo que veo por de-lante, voy corriendo hacia la meta para conseguir elde la asamblea celestial. Afirma de s mismo que est lan-zado hacia lo que ve por delante, y que va corriendo haciala meta final. Es porque se senta demasiado pequeo paracaptar aquello que ni ojo vio, ni odo oy, ni vino a ladel hombre.

    Tal es nuestra vida: ejercitarnos en el deseo. Ahora bien,este santo deseo est en proporcin directa de nuestrodesasimiento de los deseos que suscita el amor del mundo.

    Ya hemos dicho que un recipiente, para ser llenado, tieneque estar vado. Derrama, pues, de ti el mal, ya que has deser llenado del bien. Imagnate que Dios quiere llenarte de

    miel: si est lleno de vinagre, dnde pondrs la miel? Hayque vaciar primero el recipiente, hay que limpiarlo y la-varlo, aunque cueste fatiga, aunque haya que frotarlo, paraque sea capaz de recibir algo.

    Y as como decimos miel, podramos decir oro o vino; loque pretendemos es significar algo inefable: Dios. Ycuando decimos Dios, qu decimos? Esta sola slaba estodo lo que esperamos. Todo lo que podamos decir est,por tanto, muy por debajo de esa realidad. Ensanchemos,pues, nuestro corazn, para que, cuando venga, nos llene,

    ya que seremos semejantes a l, porque lo veremos tal cuales.Dios es como dice en otro lugar el mismo Agus-tnsiempre ms grande

    4. En el corazn de quien hace Ejercicios debe obrar, comoun imn, un poder que lo atrae hacia lo mejor.

    Es el latido de la inquietud cristiana, la chispa de un fuegoque nunca dice basta; como dice Prov 30, 16: La tierra[] no se sacia de agua, el fuego [] no dice basta.

    Podramos aqu hablar de una teologa del comparativo.Con ms sencillez, se trata de un hecho, de una constanteen el seno del cristianismo: en la vida de la Iglesia siemprese da una elevacin por encima de lo ordinario que deter-mina el sentido de las vertientes.

    Para que haya un ro de vida cristiana es menester que susfuentes estn situadas en las altas montaas; jams habr

    un nivel de vida pura y sencilla en el que el cristiano notenga que morir al mundo normal, dejando de ser bur-gus.

    Tal es la base de toda sociologa de la gracia en la Iglesia deaquel que nos ha salvado amndonos hasta el extremo(Jn 13,1).

    Esta es la inquietud que se haba apoderado de Pablocuando escriba:

    No que lo tenga ya conseguido o que sea ya perfecto, sino

    que contino mi carrera por si consigo alcanzarlo, ha-biendo sido yo mismo alcanzado por Cristo Jess (Flp3,12).

    Hay que buscar el fundamento teolgico de esta generosi-dad en lo ms profundo del ser de Dios que se revel enCristo: l es siempre mayor que todo.

    Dios es siempre mayor, segn la expresin de san Agu s-tn. Siempre ser mayor, por ms que alejemos los confi-nes (Enarr in Ps. 2, 16). O, como dice el EclesisticoMucho ms podramos decir, y nunca acabaramos. Bro-che de mis palabras: l lo es todo. Dnde hallar fuerzapara glorificarlo? Que l es el Grande sobre todas susobras! [] Con vuestra alabanza, ensalzad al Seor cuanto

    podis, que siempre estar ms alto; y al ensalzarlo, redoblad vuestra fuerza, no os cansis, que nunca acabaris(Ecli 43, 27-31).

    5. Este deseo de ms nos hace espiritualmente jvenes.

    Desde los primeros tiempos de la Iglesia, Clemente deAlejandra expuso esta idea en los siguientes trminos:

    Joven es, pues, el pueblo nuevo, y as se distingue delviejo. Seamos siempre jvenes, siempre frescos, siemprenuevos. Es menester que quien participa de la buena nue-

    va, sea l mismo nuevo (Pedagogo, 1, 5. 20).

    El cristiano es, a la vez, nio en la malicia y hombre adultoen el juicio (1 Cor 14, 20): es, pues, joven, que est siempre

    esperando un nuevo crecimiento. Su juventud subsistesiempre, sin que nunca diga basta. El bautismo fue unnacimiento que nos hizo hijos de Dios. A partir de esemomento, nuestro crecimiento est sometido a las leyes dela generacin; pero analgicamente, porque la vida cris-tiana es un constante pasar de la infancia a la madurez.

    9. LAS ADICIONES (EE 73-90)

    Como su nombre lo indica las Adiciones son medios subsi-diarios, subordinados a algo ms importante cuya obten-cin favorecen. Y esto es importante a lo que estn or-denadas las Adicionesno es otra cosa que los Ejercicios ysu fin propio: como dice el ttulo de las Adiciones, son

    para mejor hacer los Ejercicios y mejor hallar lo que sedesea (EE 73), que es hallar la voluntad divina en la di s-posicin de su vida (EE l).4

    1. Las Adiciones no son como algunos piensan a vecesmedios exclusivamente ordenados a las horas de oracin(ejercicios, con minscula), sino a los Ejercicios en su tota-lidad (con mayscula). Tienen por meta asegurar la plenafecundidad de los Ejercicios en su desarrollo progresivo ysegn su finalidad propia, expresada en la definicin omejor, descripcinde los Ejercicios: todo modo de pre-parar y disponer el nima para buscar y hallar la voluntaddivina en la disposicin de su vida (EE 1).

  • 7/26/2019 Buscar y hallar la Voluntad de Dios. Comentario a Los Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Fiorito

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    No hay que considerar las Adiciones nicamente comoprembulos de la oracin, como meras rbricas de laoracin. Se trata de otra cosa. Apuntan a mantener al ejer-citante despierto y atento, mirando siempre el fin generalde los Ejercicios (preparar y disponer para buscar yhallar); pero, a la vez, mirando el fin de cada ejerciciode oracin y de cada etapa o semana de los Ejercicios (y deaqu la necesidad de tener en cuenta la adaptacin de las

    Adiciones a cada semana, EE 73 ss.; EE 130; EE 206; EE299).

    Las Adiciones constituyen propiamente el esfuerzo asc-tico, adaptado a los Ejercicios, que condiciona en granmedida su eficacia en cada ejercitante.

    Si el ejercitante realiza convenientemente esta ascesis,por ese solo hecho se dispone mejor al fruto de los Ejerci-cios en su totalidad y de cada momento y etapa de losmismos. Pero, si la descuida, pone obstculos al mismo;sobre todo a la lucha de espritus que caracteriza, segn la

    Anotacin 6 (EE 6), a los Ejercicios de san Ignacio.

    Ignacio hace de las Adiciones objeto de un examen parti-cular cotidiano, dos veces al da (EE 24-31 y 90) y cambiaalgunas de ellas en cada etapa o semana de los Ejercicios.

    Ms aun, hace que el que da los Ejercicios pregunte sobresu cumplimiento, sobre todo cuando siente que, al que seejercita, no le vienen algunas mociones espirituales en sunima, as como consolaciones o desolaciones, ni es agita-do de varios espritus (EE 6).

    2. Las Adiciones se pueden dividir en dos grupos. Lasprimeras se ordenan inmediatamente a la hora de la ora-cin y, en general como hemos dicho antes, tambin alfin de los Ejercicios (EE 1). Las cinco ltimas se ordenandirectamente al final de los Ejercicios y tambin al xito dela oracin, porque le crean un ambiente favorable.

    2.1. La primera Adicin (EE 73) concierne al ltimo actodeliberado del da que termina y lo ordena al da siguiente:

    actitud ante todo prospectiva y no retrospectiva.Nada se deja al acaso: ni la hora de acostarse, ni la de le-vantarse, ni la orientacin profunda del alma. Se asegurarecogimiento, a la vez que se deposita una semilla fecunda(pensar [] a qu, resumiendo el ejercicio de oracinque tengo que hacer), que madurar durante el reposonocturno: la psicologa moderna ha puesto en relieve elpapel del subconsciente y de la germinacin secreta que enl opera.

    San Ignacio quiere que sea un acto corto, por espacio deun Avemara (cerca de medio minuto) y que enseguida elejercitante quiera dormirse, para aprovechar bien el tiem-po que dedica al descanso nocturno.

    La segunda Adicin ordena el primer acto deliberado delda siguiente. Nuevamente, una actitud prospectiva. Noslo memoria e inteligencia, sino tambin acto de voluntad

    y de corazn: Advertir luego a lo que voy a contemplar,trayndome en confusin de mis tantos pecados (EE 74),en la Primera semana; y en la Tercera semana: Esforzn-dome, mientras me levanto y me visto, en entristecerme ydoler- me (EE 206); y en la Segunda semana, deseandoconocer ms el Verbo eterno encarnado, para ms servirle

    y seguir (EE 130); y, finalmente, en la Cuarta semana:Querindome afectar y alegrar de tanto gozo y alegra deCristo nuestro Seor resucitado (EE 229).

    As, al comienzo del da se recoge el fruto de la semilladepositada en la noche anterior: al mismo tiempo, se hacea un lado toda pereza. Dios ama las primicias y bendice elcorazn que se las ofrece.

    2.2. La tercera Adicin, muy importante y que ser eprimer acto de todo ejercicio de oracin o de examen, esconsiderar cmo

    Dios nuestro Seor me mira, etc. (EE 75): Vive el Seoren cuya presenciao bajo cuya miradaestoy. Actitud

    acompaada del humilde respeto y de la reverencia inte-rior, que se manifiesta con un gesto exterior (como podraser inclinarse o besar el suelo cuando uno est a solas encuarto): es la actitud alabada por el Seor en el publica- node la parbola (cf. Lc 18, 13-14).

    2.3. La cuarta Adicin (EE 76) define el comportamientodurante la oracin, la del cuerpo y la del espritu. Estclaramente subordinada a lo que se busca en la oracinandando siempre a buscar lo que quiero que, de ordina-rio, est indicado en la peticin de cada hora de oracin.

    En cuanto a la postura exterior, Ignacio habla expresa-mente de varias; pero no menciona el caminar, que reservapara el examen de la oracin (EE 77). Quiere decir que