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    Coleccin Pensamiento LatinoamericanoBuenos Aires, 2013

    Ciencia,compromiso

    y cambio social

    Orlando Fals Bordaantologa

    Nicols Armando Herrera Farfn

    Lorena Lpez Gusmn

    Compiladores

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    Herrera Farfn Nicols Armando / Lpez Guzmn Lorena. (Comps.)

    Ciencia, compromiso y cambio social. Textos de Orlando Fals Borda

    1a ed. - Buenos Aires: El Colectivo - Lanzas y Letras - Extensin Libros, 2012.

    460 p. ; 15x22 cm. - (Coleccin: Pensamiento Latinoamericano)

    ISBN 978-987-1497-63-81. Ensayo Sociolgico. I. Herrera Farfn, Nicols, comp. II. Lpez Guzmn, Lorena,

    comp. III. Ttulo

    CDD 301

    Fecha de catalogacin: 21/11/2012

    Diseo de tapa y diagramacin interior: Alejandra Andreone

    Editorial El Colectivo

    www.editorialelcolectivo.org

    [email protected]

    Ediciones Lanzas y Letras

    www.lanzasyletras.org

    Extensin Libros

    www.extension.edu.uy

    Copyleft

    Est permitida la copia, distribucin, exhibicin y utilizacin de la obrabajo lassiguientes condiciones:

    Atribucin: se debe mencionar la fuente (ttulo de la obra, autor/a,editorial, ao).

    No comercial: se permite la utilizacin de esta obra con fines nocomerciales.

    Mantener estas condiciones para obras derivadas: slo est autorizadoel uso parcial o alterado de esta obra para la creacin de obras derivadassiempre que estas condiciones de liciencia se mantengan para la obraresultante.

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    Nadie puede ser verdadermanente revolucionariosi no confa en los valores del pueblo.

    Camilo Torres Restrepo

    No hay prctica revolucionaria, sin teora revolucionaria y viceversa.V. I. Lenin

    Quien pretenda decir que solamente un tcnico, un arquitecto, un mdico,un ingeniero, un cientfico de cualquier clase est para trabajar con sus

    instrumentos, solamente en su rama especfica, mientras su pueblo muere dehambre, o se mata en la lucha, de hecho ha tomado partido por el otro bando.

    No es apoltico, es poltico pero contrario a los movimientos de liberacin.Ernesto Guevara

    Con paso firme se pasea hoy la injusticia.Los opresores se disponen a dominar otros diez mil aos ms.

    La violencia garantiza: `Todo seguir igual.No se oye otra voz que la de los dominadores,

    y en el mercado grita la explotacin: `ahora es cuando empiezo.

    Y entre los oprimidos muchos dicen ahora: `jams se lograr lo quequeremos.

    Quien an est vivo no diga `jams.Lo firme no es firme.

    Todo no seguir igual.Cuando hayan hablado los que dominan,

    hablarn los dominados.Quin puede atreverse a decir `jams?

    De quin depende que siga la opresin? De nosotros.De quin que se acabe? De nosotros tambin.

    Que se levante aquel que esta abatido!

    Aquel que esta perdido que combata!Quin podr contener al que conoce su condicin?

    Pues los vencidos de hoy son los vencedores de maanay el jams se convierte en hoy mismo.

    Bertolt Bretch, Loa de la dialctica (1932)

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    Presentacin

    Introito. Orlando Fals Borda: sentipensante tropical

    Me queda la angustia de la continuidadUno siembra la semilla, pero ella tiene su propia dinmica

    Seccin i: teora

    La subversin: entre la historia y la utopaLa subversin justificada y su importancia histricaDe la subversin y la finalidad histrica

    Ciencia propia y subversiva

    Antecedentes de una ideaEl pro y el contra del retoEl neohumanismo en la sociologa contemporneaCiencias sociales, integracin y endognesis

    Colonialismo intelectual y eurocentrismoLa superacin del eurocentrismo (con Luis Eduardo Mora-Osejo)Casos de imitacin intelectual colonialista

    La antilite: agente de cambioLa antilite y su papel en el cambio social

    La hora de la antilitePrimera leccin: saber interactuar y organizarseUniversidad y sociedad

    ndice

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    La praxis: ciencia y compromisoEs posible una sociologa de la liberacin?Por un conocimiento vivencialRetorno al compromiso prctico

    La crisis, el compromiso y la cienciaEl tercer mundo y la reorientacin de las ciencias contemporneasIrrumpe la investigacin militante

    Seccin ii: mtodologa (IAP)

    El problema de cmo investigar la realidad para transformarla porla praxisReflexiones sobre la aplicacin del mtodo de estudio-accin enColombiaRomper el monopolio del conocimiento. Situacin actual yperspectivasOrgenes universales y retos actuales de la IAPTransformaciones del conocimiento social aplicado: lo que va deCartagena a BallaratSituacin contempornea de la investigacin-accin-participativa yvertientes afinesLa ciencia y el pueblo: nuevas reflexiones sobre la investigacinaccin (participativa)La investigacin: obra de los trabajadoresLa investigacin participativa y la geografa

    La IAP y la psicologa

    Seccin iii:praxiologaMovimientos sociales y polticaEl papel poltico de los movimientos socialesAlgunas reflexiones actuales sobre movimientos sociales

    Poder popular, revolucin y socialismo raizalLas revoluciones inconclusas en Amrica latinaEn torno al poder popular y la IAP

    Posibilidad y necesidad de un socialismo autctono en ColombiaElementos y desarrollos del socialismo raizal

    Globalizacin e integracin regionalLa globalizacin y nosotros los del surLa glocalizacin: una mirada desde MompoxHacia la gran Colombia Bolivariana: bases para enfrentar peligrosinternacionales

    Eplogo: Vigencia de las utopas en Amrica

    Fuentes (de donde tomamos los textos)

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    EPLOGO

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    Vigencia de Utopas enAmrica Latina1

    Ay! Utopa, cmo te quieroporque les alborotas el gallinero.

    Ay! Utopa, que alumbras loscandiles del nuevo da. No pasespena que antes que lleguen los

    perros, ser un buen hombre el quela encuentre y la cuide hasta que

    lleguen mejores das. Sin utopa lavida sera un ensayo para la muerte.

    De Utopa, cancin de Joan Manuel Serrat, 1992.

    Mi formacin como socilogo positivista durante los aos 50 me impidientender a las utopas como algo digno de consideracin acadmica. Habauna versin predominante de verlas como aventuras imaginativas al estilode los Viajes de Gulliver, como desligadas de la realidad: literatura barataaunque interesante, decan mis maestros, de la que poco se puede deducirpara el ordenamiento de la sociedad.

    Defensa de las utopias

    La experiencia extrauniversitaria, con la marcha del tiempo y el testimo-nio de los anhelos revolucionarios de la dcada siguiente (los trridos aos60) me fueron enseando otra visin y otra explicacin justiicativa de lasutopas. Tuve que empezar a respetarlas y adscribirles cierta vinculacincon la prctica concreta, en especial con las posibilidades de construir unsocialismo equivalente a democracia autntica en nuestro continente lati-noamericano.

    Ello empez cuando me independic de la visin de las ciencias como en-tes libres de valores. Si las disciplinas sociales, en efecto, no eran neutrales,entonces las explicaciones ofrecidas por ellas no podan ser sino relativas,enraizadas en la cultura y en la temporalidad: deban ser explicaciones

    1 Ponencia presentada en el VI Encuentro de Ciencias Sociales, Feria Internacional del Libro,Guadalajara, Mxico, 28 de noviembre de 1992.

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    Ciencia, compromiso y cambio social

    construidas por los cienticos sociales con el inevitable relejo de sus pro-pios valores, preferencias, fobias y actitudes ante la vida y sus problemas.Con esto no se demeritaba, a mis ojos, el valor de las disciplinas sociales,sino que se hacan ms problemticas y por ende ms retadoras y, quizs,

    ms tiles para la misma sociedad. En in, vea que ellas no podan desli-garse de enfoques praxiolgicos que desbordaban la entronizacin de lateora, y que abran el campo a la consideracin del viejo problema de lasrelaciones entre los medios y los ines en la conducta humana.

    As llevado, tal razonamiento tuvo que reconocer que no habra teorasocial sin algn elemento valorativo, y que, a travs de este elemento, seintroducira inevitablemente alguna concepcin utpica. Con este enfoquehertico, pero posible, algunas enseanzas clsicas perdieron, para m, elfalso ropaje objetivo e inevitable con el que se enseaban. As, por ejemplo,haba que volver a leer a Comte, el fundador del positivismo, para descubrirque el padre de la sociologa haba en verdad desarrollado su sistema conmiras a la reconstruccin de la sociedad de su tiempo y que, adems, lohaba propuesto como una nueva religin, la cientiista. Sus diferencias conutpicos aterrizados como Roberto Owen y Carlos Fourier pasaban a sersimples modulaciones, ya que estos pensadores prcticos, como algunosotros, entre ellos Marx, estaban reaccionando ante los primeros efectos ca-tastricos de la Revolucin Industrial y proponiendo alternativas basadasen el progreso y en la razn. En in, repensando los esquemas acadmicosaprendidos, a los funcionalistas poda vrseles entonces como interesadosen promover un estado atemporal de equilibrio y armona; y a los marxis-tas como impulsando un modelo revolucionario que llevara a una era de

    total emancipacin humana. Esto es, a todos esos escritores poda enten-drseles en una u otra forma como utpicos, como intentando presentar,directa o indirectamente, visiones de una cultura diferente con una vidamejor. No va en contra de ellos: esta es una tarea ciertamente justiicable.

    Al seguir considerando este tema desde el ngulo teleolgico, hall relati-vamente fcil hacer la recolocacin de la utopa y relacionarla con la cons-truccin de un socialismo democrtico posible. En primer lugar, resultevidente que los escritores utpicos no hacan uso exclusivo de su imagina-cin sino que se basaban en hechos observables. Las utopas tenan racesy entronques con culturas conocidas, y se concibieron mediante novedosascombinaciones de patrones existentes, como si los autores hubieran queri-

    do desaiar, en esas formas, a las sociedades en las cuales vivan, as comotambin retar al statu quo.

    En segundo lugar, la tica humanista de las utopas qued comprensiblecomo consecuencia de la dinmica sociocultural, al advertir que el caminodel cambio que tomaran las comunidades poda llevar conyunturalmentetanto a la meta ideal como a la antiutopa. Ello dependa de cmo se vin-cularan los conceptos a la prctica y, ante todo, de tener claridad sobre latesis de que una teora sin implicaciones reconocidas en la accin podaconvertirse en intil o inmoral. De all el inesperado acuerdo a que en estepunto llegaron Saint-Simon, Marx y Proudhon, este como representante de

    los anarquistas. No menos simblico result la Undcima tesis sobre Feuer-bach acerca de la necesidad de transformar el mundo con la praxis.No nos detengamos en los patticos fracasos de los socialistas utpicos y

    los Cartistas del siglo XIX. Est claro que, aunque actuaron, no tuvieron en

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    Eplogo

    cuenta las realidades de clase y poder de la gran sociedad y cayeron ellosmismos en prcticas elitistas; que no comprendieron los mecanismos de laintegracin comunitaria y el compromiso individual con causas superiores;y que hubo ciertas confusiones con el milenarismo.

    Ahora lo importante es saber si de aquella valiente y visionaria tradicinde bsqueda de utopas socialistas, anarquistas y liberales queda algovlido para nosotros en nuestros das. Veamos si hay vigencia de ellas enAmrica Latina, y si vale la pena retomar una razn utpica postcapitalis-ta, o postmoderna, para infundir nueva vida en viejos ideales cooperativosy humanistas, que hoy se ven azotados o moribundos por la crisis de lospases de la Europa Oriental y de la antigua Unin Sovitica que se habandenominado socialistas. Llamemos socialismo con democracia o autn-tico a esta renovable opcin, aunque no nos casemos todava con ningnbautismo.

    Las revoluciones de 1989

    Mi respuesta positiva ya la di al comienzo, y sus bases se remontan a loshechos de los aos 60 y a algunas de sus consecuencias. Pero vamos porpartes. Acabo de mencionar la crisis de la Europa Oriental, y debo confe-sar enseguida que ella me produjo desconcierto, como a tantos otros quevenamos alimentndonos de la utopa socialista clsica. Pasado ese malprimer momento y el maniquesmo publicitario con que fuimos tratados,podemos ver ahora con mayor serenidad el conjunto de los fenmenos yparar las exculpaciones a que fuimos sometidos. Las Revoluciones de 1989,la Cubana, los diversos movimientos populares que hemos observado o en

    los que hemos participado, no son material desechable. Ofrecen materia deaprendizaje y prctica til para seguir adelante, material que podemos ana-lizar como un todo, en especial para advertir sus posibilidades inmanentes.

    Porque de esa visin panormica y combinada podemos deducir respues-tas propias a aquella preocupacin estratgica sobre una posible recupera-cin del socialismo con democracia, aquel al que siempre aspiramos con to-das sus consecuencias liberadoras y justas en la vida cotidiana, aquel por elque a veces asumimos actitudes de rechazo por los abusos y traiciones queobservbamos. Esta tarea reivindicativa es urgente impulsarla si queremosque la nueva utopa pueda, sin tapujos, reasumir el histrico papel de rec-

    tiicador y crtico antagnico del capitalismo que ha tenido el socialismo.A este papel antiguo se estara aadiendo otro: el de impulsor de procesoscontraculturales estratgicos, tales como los derivados del reconocimientodel Otro (alteridad), el holismo, el pluralismo y la solidaridad.

    En primer lugar, apaguemos los acaloramientos sobre los eventos de1989. Fukuyama, Solzhenitsyn y los otros escritores que gritaron el in dela historia, el in de las ideologas y el in de las utopas, no podan tenerrazn. Sus apresuradas conclusiones iban contra el decurso mismo de lahumanidad, as pretendieran escudarse en la Fenomenologa de Hegel. Por-que no poda existir vaco en las ideas slo porque el capitalismo hubieraquedado temporalmente sin contendor. Fueron las posibilidades histricas

    conocidas las que quedaron exhaustas. El vaco ideolgico solo ha invitadoa replantear alternativas, esto es, a propiciar el surgimiento dialctico denuevos consensos polticos. Y esto es inevitable.

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    Ciencia, compromiso y cambio social

    Las Revoluciones de 1989 tienen dos peculiaridades de las que debemostomar nota: no son futuristas y fueron pacicas. Miraron al pasado para re-tomar rumbos perdidos, superar la violencia revolucionaria anterior y co-rregir el elitismo centralizador y tirnico. Por eso Jrgen Habermas las ha

    llamado revoluciones de rectiicacin o recuperantes, ya que algunos desus personeros como Vaclav Havel, Lech Walesa, hasta Mikhail Gorbachevapelan a pensadores de la Ilustracin y buscan revivir los postulados de lasrevoluciones de 1917, 1848 y 1789. Son los ideales antiguos de libertad,democracia e igualdad, tan malogrados en la historia moderna, que ahoravuelven a aparecer como metas valoradas, adems de la paz.

    De 1917, se aora el perodo de gobierno popular y participante de losprimeros Soviets, antes de que se bolchevizara el proceso. De 1789 se re-toman los ideales democrticos y del ciudadano, pero sin la tirana de lasideas que llev luego a la frustracin del Terror, a las guerras napolenicasy a la dictadura. De 1848 se rescata la importancia de la sociedad civil y sedestaca la revuelta de intelectuales, novelistas, msicos, profesores y estu-diantes, tan similar a la de 1989 (y la de 1968...); tambin se recuerdan lascuestiones divisorias del nacionalismo que plagaron a la Casa de Habsbur-go, revividas hasta con mayor acerbidad en 1989, as como la contradiccinentre la justicia poltica y la justicia social que dio origen a confrontacionesde clases que hoy podran de nuevo aparecer.

    Se trata entonces en la Europa Oriental de nuevas revoluciones burgue-sas o liberales? No lo parece, porque las de 1789 y 1848 se consideran es-fuerzos frustrados de liberacin colectiva. Al tratar de transitar hacia unademocracia pluralista con economa de mercado, tomando en cuenta lo

    anterior, los pases de Europa del Este no hacen otra cosa que rectiicarrumbos o recuperar tiempo perdido. La historia no ha terminado: ha vueltoa nacer. Por eso no es probable ni posible que aquellos pases echen porla borda todo el legado socialista, y en varios de ellos, en efecto, los viejospartidos estn volviendo o han vuelto al poder con otros nombres y lderes,pero castigados y expurgados del autoritarismo stalinista y animados porideales de paz, justicia y bienestar. Por eso mismo han entrado a un ex-traordinario perodo histrico en el que tienen la oportunidad de construirun orden social indito de posible repercusin mundial. Ya no ser ms eldel pasado socialismo realmente existente que no podr repetirse; perotampoco podr ser copia del capitalismo realmente existente.

    La herencia del Che y de Camilo

    Lo que ocurra en Europa del Este afectar nuestro continente en la medi-da en que sus pueblos vayan realizando esa bsqueda. Ello no debe condi-cionar nuestra propia tarea, para no volver a caer en las limitaciones del co-lonialismo intelectual y prctico de las viejas izquierdas latinoamericanas,incluidas las guerrillas todava activas en Colombia y Per que, aunque conalgunas ideas nuevas e interesantes, todava estn mayormente aferradasa la teora del foco de Debray y al maosmo blico de Hunan de los aos 60.La construccin de la nueva utopa o la recuperacin de la socialista autn-

    tica podr ser ms fcil en Amrica Latina si al conocimiento del esfuerzoexterno contemporneo, expurgado de antiguos dogmatismos y mimetis-mos, sumamos lo que nosotros mismos hemos producido como correctivo

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    Eplogo

    para enderezar el socialismo conocido y civilizar el capitalismo, incluyendola variedad xenofbica y racista que hoy amenaza de nuevo a Europa. In-dependicmonos, pues, de esas inluencias coloniales y extremas, mov-monos de la solucin militar nica e inapelable, y apelemos a nuestras ms

    sanas posibilidades inmanentes.Conviene, por estas razones, hacer una nueva lectura de las contribucio-

    nes de Ernesto Che Guevara sobre los movimientos sociales y el hombrenuevo, el del siglo XXI, que tanto irritaron a los capitalistas e imperialistasen su momento, releamos las tesis de Camilo Torres sobre el pluralismo yla solidaridad, y examinemos experiencias aines posteriores. Porque sonideas tiles que pueden ser ejecutadas con mayor decisin y claridad quecuando fueron expuestas, y ms ahora cuando ha renacido, mal que bien, lademocracia en nuestro castigado hemisferio. Aquellas ideas han hecho ca-mino sin proponrselo, a veces imputndose a otras personalidades menospolmicas o llamndolas con otros nombres. Siguen desaiando a nuestrassociedades y regmenes, hasta los de la misma Cuba, as sostengan publi-caciones inluyentes, como Cambio 16, que del Che Guevara no queda nada.

    Ello no es as. La carta de Guevara a Carlos Quijano, editor del semana-rio Marcha, de Montevideo, escrita en 1965 (El hombre y el socialismo enCuba), sigue siendo luminosa. Descontando los inevitables prrafos sec-tarios de la poca sobre la dictadura del proletariado, el vanguardismo au-toproclamado del partido y la omnipotencia del Estado central, es de estetexto de donde se derivan algunos de los ms claros signos de una raznutpica contempornea hacia un socialismo renovado. Destaco solamentelas ideas relativas a la necesidad de sintonizarse siempre con los deseos

    y aspiraciones de los pueblos, en especial con los jvenes; la necesidadde rectiicar la poltica cuando el avance se paraliza; la importancia de lasmovilizaciones populares como instrumentos moralizantes; las mayoresposibilidades del hombre de hacerse or y sentir en el sistema socialistaautntico, esto es, su participacin individual y colectiva en los mecanismosde direccin y produccin; y el estmulo a la experimentacin artstica ycultural. Son de actualidad los consejos del Che a los lderes revoluciona-rios y guerrilleros activos para que asimilen grandes dosis de humanidad,del sentido de justicia y verdad para no caer en extremos dogmticos.

    De Camilo Torres tambin podemos rescatar el propsito reconstructivo desus Mensajes de 1965, la experiencia pluralista y solidaria del movimiento

    Frente Unido, el primero de su clase, por lo menos en Colombia, y la consis-tencia terico-prctica de su sacriicio. Si no era el hombre nuevo del Ch,lleg por lo menos a actuar profticamente como conciencia tica de la socie-dad, animado del amor por todos que fue tambin tesis guevarista.

    El aporte tcnico de Bariloche

    El impacto de estos dos personajes y de los hechos desencadenados porla Revolucin Cubana fue tan grande en su momento, que llev no solo ala conocida reaccin poltica kennediana de la Alianza para el Progreso,sino tambin a la articulacin entre 1971 y 1976 de otra utopa socialista,

    igualitaria, participativa y no-consumista. Fue realizada nada menos quepor un grupo de personalidades liberales reunidas alrededor de AmlcarHerrera (Helio Jaguaribe, Carlos Mallmann, Enrique Oteiza, Jorge Sbato

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    Ciencia, compromiso y cambio social

    y Osvaldo Sunkel), en la Fundacin Bariloche de Argentina. Estos notablescienticos sociales quisieron responder tanto a la Revolucin Cubana comoal informe neomaltusiano del Club de Roma sobre los peligros del desa-rrollo econmico desorbitado. Produjeron as un modelo mundial para

    una nueva sociedad que, a diferencia de las propuestas del Che y Camilo,aunque convergente, se bas en estudios cuantitativos, sin desconocer laincidencia de los valores y de las ideologas. Plantearon como meta llegar aun mundo libre de miserias y del subdesarrollo como sociedad ideal. Paraellos, los problemas a resolver no eran sicos, como se pretenda en Euro-pa, sino sociopolticos, como resultado alienante y opresivo de una desigualdistribucin del poder y de la riqueza dentro de las naciones y entre ellas.

    El modelo de Bariloche predijo que si para 1992 no se satisfacan las ne-cesidades bsicas de la poblacin, ello habra sido prueba de que el siste-ma de distribucin de la riqueza habra seguido desigual e injusto hasta elpunto de continuar permitiendo el consumo irresponsable de las minorasprivilegiadas, lo cual sera ndice de la cercana de una catstrofe mundial.

    Al llegar hoy a este hito, es obvio entender que no se cumplieron los requi-sitos del modelo de Bariloche para el amplio acceso a los bienes necesarios eigualdad de oportunidades con el in de satisfacer las necesidades bsicas dela poblacin. Ello es muy preocupante, aunque era de esperarse por la persis-tente miopa mundial sobre estos asuntos. Pero este estudio qued como unvalioso testimonio tcnico sobre la validez de la crtica socialista al sistemacapitalista depredador del ambiente y de la humanidad, que hoy vemos entoda su funesta ostentacin. Nos refuerza en la vigencia actual de una raznutpica postcapitalista, y en la urgencia de volver a articular formas comu-

    nales y cooperativas de manejo y organizacin social, econmica y poltica.La Revolucin Cubana

    Los treinta aos de experiencia de la Revolucin Cubana no pueden dejarde brindarnos igualmente enseanzas para esta bsqueda alternativa, a pe-sar de sus fallas y falta de espritu crtico en sus estamentos. Mucho de me-ritorio debe existir en el hecho de haberse sostenido durante algo ms deuna generacin, a pesar del bloqueo de la potencia imperial vecina y de loserrores confesos de la dirigencia. En efecto, recordemos las alabanzas sus-critas en 1969 por intelectuales reconocidos como Leo Huberman y Paul

    Sweezy, quienes fueron los primeros en destacar la reduccin de desigual-dades sociales, la renovacin educativa, el impulso a la salud pblica y elpleno empleo y, en general, la creatividad y la disciplina personal y colecti-va desatadas por la Revolucin. Otros logros de este esfuerzo siguen dandodividendos, como por la cultura artstica y el desarrollo de la medicina quehan creado fuentes respetables de ingresos provenientes del arte, el depor-te y la biotecnologa, como no se observa en otros pases latinoamericanos.Fue gracias a la Revolucin, que form a muchos artistas y atletas, as comoa diez mil cienticos en 173 centros de investigacin, como este avancefue posible. Cmo negar que estos xitos culturales y tecnolgicos tenganraces en el casi nico intento de implantar un sistema socialista formal en

    Amrica Latina del que an quedan importantes expresiones?Los problemas son obvios, como bien los ha descrito el notable periodis-

    ta uruguayo Ernesto Gonzlez Bermejo en reciente artculo de la revista

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    Eplogo

    Brecha (sucesora de Marcha). Por ejemplo, Gonzlez Bermejo destaca lanecesidad de cambiar la poltica informativa del partido y el gobierno cuba-nos que es de una pobreza aterradora porque el nuevo hombre del Chedebe ser crtico y autnomo si aspira a protagonista de la historia. Habr

    que ir ms all de las reformas aprobadas por el IV Congreso del PartidoComunista Cubano y apostar a la democracia pluralista y de movimientospopulares autnomos, porque el socialismo al que se apela no podr existirsin ellos, ni sin el ejercicio de canales de participacin real (no formal) enorganizaciones estatales y partidistas. Gonzlez Bermejo se pregunta: Sehabr hecho una tan formidable obra de educacin con los jvenes cubanospara condenarlos ahora a no pensar? No es lgico que exijan coherenciaentre el discurso socialista en que se le form y la realidad de los hechos?

    La sobrevivencia actual de Cuba como nacin y de su accidentada bs-queda alternativa forma parte de la vigencia de la utopa contempornea,quirase o no. Por ello es indispensable que se prosigan los ajustes inter-nos y de poltica exterior comenzados en 1985, dirigidos a abrevar de losaltos ideales originarios de progreso, libertad, justicia y equidad, ganar deverdad el poder popular de que habla la Constitucin cubana, y obtener elrespaldo decidido de los pases hermanos del hemisferio. Estos ideales ymetas no pueden olvidarse ni perderse, sino recolocarse mediante mto-dos ms adecuados de orientacin y accin poltica.

    Partidos y movimientos

    Quedan por examinar otros componentes latinoamericanos que sirvanpara la recuperacin planteada. Ya he hecho una defensa general de las

    utopas, y he interpretado las Revoluciones de 1989, los legados de Gue-vara, Torres y la Revolucin Cubana, y el insumo tcnico de Bariloche. Losaportes adicionales de esta clase por fortuna son muchos y variados. Pro-vienen principalmente de movimientos populares y sociales que se insti-tucionalizaron y se convirtieron en partidos radicales durante los ltimosveinte aos, y de agrupaciones que han adoptado formas de accin parala democratizacin, la comunalidad y el respeto a la heterogeneidad y a ladiversidad en las sociedades.

    El ms notable desarrollo de este tipo es la aparicin y crecimiento del PT(Partido del Trabajo) del Brasil, fundado en 1979. En l se han cumplido

    dos grandes procesos sin renegar del socialismo ni descartar la democra-cia: uno es la acumulacin de movimientos sociales y colectivos popularesautnomos, desde las bases trabajadoras hacia arriba, hacia la coordina-cin organizativa en un gran proyecto democrtico participativo; el otroproceso es la articulacin ideolgica del pluralismo y la solidaridad, y de ladiversidad cultural y tnica.

    El PT est haciendo una novedad, distinta de lo propuesto por los pen-sadores socialistas del siglo XIX que conceptualizaron primero y actuarondespus: quiere teorizar desde la prctica. Se discute as la clsica tesisde si la toma del poder debe ser violenta, como un in en s mismo, o unatctica civil diseada para producir cambios evolutivos profundos en todo

    el sistema socioeconmico. La tendencia es hacia lo segundo, pero paraello se necesita ampliar la cobertura de alianzas del PT. Estn surgiendoas concepciones heterodoxas de Estado, lucha de clases, poder popular y

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    Ciencia, compromiso y cambio social

    vanguardia que enriquecen la nueva bsqueda ideolgica. Da qu pensar,por el evidente xito del PT en la poltica brasilea actual.

    Otras experiencias notables son las derivadas de las guerrillas que toma-ron el poder, como el FSLN en Nicaragua, o dejaron las armas para luchar

    por la paz y el desarrollo, como el PCV de Venezuela, el M-19 de Colombiay el FMLN de El Salvador. Lo ms signiicativo de esta evolucin ha sido elpaso que todos dieron de transformar la organizacin vertical marcial enproyectos polticos abiertos y legales, aunque en algunos todava quedenlos rezagos del autoritarismo o el caudillismo originales. El ms antiguoPCV dio el primer ejemplo signiicativo, al derivar al MAS (Movimiento alSocialismo) en 1971; el M-19 se convirti, junto a otras tres guerrillas yvarios movimientos populares, en la Alianza Democrtica M-19 en 1990; elFMLN da paso a su brazo civil, todos comprometidos en la reconstruccinpacica de sus pases. La experiencia de los Sandinistas en el poder (1979-1989) fue una dura leccin poltica de la que sobrevivieron los ensayos par-ticipativos y educativos de las bases organizadas, rica reserva con la quepueden volver a ganar el poder.

    Por otra parte, el extraordinario esfuerzo anticlientelista del Partido dela Revolucin Democrtica (PRD) de Mxico, de Causa-R de Venezuela, yde Bolivia Libre es otro sntoma de la persistente bsqueda latinoameri-cana de alternativas. Oicialmente no son organizaciones socialistas; pero,en este campo, las luchas por la civilidad, las reivindicaciones populares, laautonoma regional, la economa mixta y planiicada, la defensa ambientaly, sobre todo, las valientes acciones contra la corrupcin administrativa,son hechos que acercan. Todo ello le depara al PRD, a Causa-R y a Bolivia

    Libre un brillante futuro en la poltica de sus pases.Del pensamiento de Jos Carlos Maritegui podemos rescatar su visiona-

    ria propuesta de adaptar el marxismo a las condiciones del campesinadoaymara-quechua, en especial la utilizacin positiva de races culturales y so-brevivencias colectivistas del socialismo incaico, a la manera de Arguedas.Este rescate (que lleva a soluciones distintas del confrontamiento armado,poco entendible o aceptable, del Sendero Luminoso) tiene implicacionespara la incorporacin de las masas indgenas en pases como Guatemala,Mxico, Paraguay, Brasil y Colombia que estn luchando por su autonomay dignidad, por los derechos humanos y por el reconocimiento de sus en-tidades territoriales. Son tambin recuperables los escritos visionarios de

    socialistas de varios pases como Gerardo Molina, Antonio Garca y DiegoMontaa, en el caso de Colombia.

    En Uruguay, el Frente Amplio ha auspiciado importantes vivencias par-ticipativas en el gobierno de la capital. En Chile, muchos grupos formalese informales han dado lecciones sobre cmo combatir las dictaduras yreconstruir la democracia mediante macizas y heterodoxas campaas deeducacin popular, a veces subterrneas por las circunstancias de la luchacontra Pinochet. El Partido Socialista chileno y otros organismos siguensiendo importantes en el sostenimiento de esta lucha.

    Finalmente, podemos preguntarnos si de aquellas experiencias histri-

    cas que en 1968 llam revoluciones inconclusas nos quedan enseanzaspertinentes. En aquel pequeo libro con ese ttulo, y en otros posteriores,record lo positivo del corto recorrido de la Repblica Maya de Yucatny del Partido Popular de la Baja California durante los aos 20; la Refor-

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    Eplogo

    ma Agraria de Juan Jacobo Arbenz en Guatemala; la Revolucin general deBolivia de 1952; los interregnos radicales de Salvador Allende en Chile yVelasco Alvarado en el Per; la primavera del poder popular en Hait; hastalas contribuciones potenciales de los anarquistas peruanos que, en su mo-

    mento, estimularon la accin poltica de las izquierdas latinoamericanas.Este rico historial de victorias y derrotas, aciertos y errores no puede pasardesapercibido para la reconstruccin utpica de nuestro tiempo.

    Recapitulacin

    Ha llegado el momento de recapitular, y las conclusiones no me parecendecepcionantes para aquellos que creemos en la dialctica de la historia.Veamos:

    1. Las utopas no han muerto, mucho menos los elementos ideolgicosque puedan reunirse alrededor de una nueva opcin utpica, llmese so-

    cialismo autntico, o socialismo democrtico, o con otro nombre. Por elcontrario, si el socialismo retoma este proyecto poltico alternativo en suhistrico papel crtico y antagnico del capitalismo, y aade el de alimen-tador de procesos contraculturales, justiicara su continuidad. Porque lascontradicciones, abusos y conlictos del capitalismo rampante y de su siste-ma social son hoy ms evidentes y cada vez ms inadmisibles. Las reformasestructurales siguen siendo necesarias y urgentes, porque el triunfo del ca-pitalismo a escala mundial no ha resuelto los problemas de las guerras, laignorancia y la pobreza ni la explotacin de las mayoras, mucho menos losabusos del medio ambiente natural.

    En cambio, como lo anticip el estudio de Bariloche, la distribucin de

    la riqueza es hoy ms desequilibrada e inequitativa que antes, lo cual es yseguir siendo fuente de inestabilidad y confrontacin. La contaminacinambiental y la depredacin de recursos naturales se empeoran cada da,por el continuado nfasis en el progreso tcnico-material. Y el capitalismosigue haciendo tabla rasa de las diversas culturas del mundo con toda suriqueza humana y biolgica.

    2. Los partidos liberales que han venido acompaando la expansin del ca-pitalismo con polticas desarrollistas estn incapacitados para hacer frente alas consecuencias del crecimiento desorbitado actual, y satisfacer las necesi-dades de la poblacin, creando as las bases para un vaco de poder. No se ve

    por qu se deba privatizar todo o desmontar completamente a la planiica-cin y al Estado benefactor. El vaco de poder producido de esta manera, loestn llenando movimientos populares y de base autnomos inspirados enuna especie de antipartidismo, buscando redeinir lo poltico y hallar nue-vas formas de hacer poltica mediante prcticas democrticas, solidarias yparticipativas con frmulas novedosas, como la revocatoria de mandatos aelegidos indignos. En lo econmico, se trata de implantar polticas de equi-librio entre la iniciativa empresarial, el fomento estatal y el cooperativismo.

    3. La nueva poltica tiene visos de seguir pautas pluralistas y no violentas,con apertura a la construccin de nuevas culturas y la comprensin de di-ferencias grupales, sociales, tnicas y de gnero as en lo cotidiano como al

    nivel comunitario. Esta poltica combate la homogenizacin de la sociedadmediante el rescate de relaciones primarias. Lleva tambin a la desmilitari-zacin de las sociedades y de las costumbres.

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    Ciencia, compromiso y cambio social

    4. Un nuevo tipo de poder estatal menos centralista, vertical o elitista sedibuja, para reconocer autonoma a regiones, provincias y otras entidadesterritoriales, en una posible evolucin del Estado-nacin al Estado-regincomo expresin de autodeterminacin democrtica. Esta evolucin tiene

    fuertes races populares, de tal manera que sera posible concebir tantopolticas microregionales como macrorregionales de integracin hastaciudadana compartida como lo quera el APRA que sobrepasen los obs-tculos actualmente ofrecidos por fronteras internas y externas de los es-tados nacionales. Adems, este reconocimiento mutuo, y la necesidad demacrointegracin, pasa a primer plano en lo que tiene que ver con las rela-ciones Norte-Sur y con las convergencias estratgicas entre los pueblos delantiguo Tercer Mundo.

    Aparece as otro temple de poltica en el que juega la moral prctica, lasociedad civil, la cultura popular, los movimientos sociales, el respeto porlos derechos humanos, y la defensa de la paz y del medio ambiente comoelementos de una nueva razn utpica para nuestro tiempo. Es una polticaque no es del gusto completo del capitalismo ni de los liberales clsicos odesarrollistas. Sin embargo, hasta estos podran beneiciarse si por el im-pacto de esta poltica se vuelven ms democrticos y respetuosos de lasnecesidades colectivas, especialmente de las clases pobres, para que el ca-pitalismo adquiera, por lo menos, un viso humano.

    Surge de este modo una estrategia posible para los que hasta ahora hansido vctimas del poder establecido y del desarrollo socioeconmico malconcebido y ejecutado, los que no han podido hacer sentir su voz ni actuar,los oprimidos, olvidados y marginados. Una poltica de todos aquellos que

    buscamos entender a fondo las bases existenciales y culturales de lo po-ltico para desterrar dictaduras, partidos verticales y formas diversas dealienacin y violencia.

    Transparencia y tica; equidad, autarqua y responsabilidad; solidaridad,tolerancia y paz; todo aquello que prometi y no logr cumplir el capita-lismo realmente existente: he all algunos de los valores centrales consti-tutivos de esa utopa posible, de un socialismo redivivo, si se quiere, con lademocracia participativa que le sera implcita en nuestro mundo.

    Sera esa utopa incorregible que, como lo canta Serrat, no tiene bas-tante con lo posible, hechicera que hace que el ciego vea y el mudo hable,por subversiva de lo que est mandado, mande quien mande.