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DIRECTORIO Año 1, número 2

Diciembre del 2012

Director José Luis Barrera Mora

Editor

Luciano Pérez

Consejo Editorial Agustín Cadena

Alejandro Pérez Cruz Alejandra Silva

Fabián Guerrero

Web Master Gabriel Rojas Ruiz

Ave lamia es

un esfuerzo editorial de:

Director

Juvenal Delgado Ramírez

www.avelamia.com

ILUSTRACIONES:

� Portada: Virgen del Apocalipsis, S. XVII, José de Ibarra, Pinacoteca de la Profesa.

� P. 4: La Monja, anónimo. � P. 5: Foto, autor desconocido. � P. 6: Fotos de mujer, anónimo. � P. 7: La Bruja y el espejo, Autor desconocido. � P. 7: Brujas, anónimo. � P. 8: Calavera sobre césped, foto de archivo,

123RF, Rore. � P. 8: Maestra, anónimo. � P. 9: Madrugada, Manuel Daniel Rivera, Flickr. � P.10: Cucaracha, autor desconocido. � P. 11: Escena de Mimic, de Guillermo del

Toro, 1997. � P. 12: Monte Bugarach, anónimo. � P. 13: Carta y cafetera, anónimos. � P. 14: Cuarto vacio, Zyan, Flickr � P. 15 Ray Bradbury, autor desconocido. � P. 16: Invaders from mars, Cartel publicitario. � P. 17: Tenis en alambres, Tinta Rápida, 2010. � P. 18: Parroquia del Perpetuo Socorro,

Moctezuma, Venustiano Carranza, D.F. Iglesias-mexico.blogspot.com

� P. 19: Desnudo, Luis Villa.

INDICE EDITORIAL 3

XASTUR LA IMPLACABLE

Luciano Pérez 4

CULOS Hoscoxx Huraño 6

¡LISTOS! Adán Echeverría 7

LAS SIETE CUCARACHAS DEL APOCALIPSIS José Luis Barrera 10

POSDATA DE UNA CARTA (TODAVIA) NO ESCRITA Mario Bravo 13

DESPUÉS DEL AMOR Fabián Guerrero 14

WAUKEGAN - TONATICO Luciano Pérez 15

LA MOCTEZUMA TAMBIÉN EXISTE José Luis Barrera 17

Ya llegó diciembre, con su raudal de buenos deseos y mejores propósitos. Con la banalidad de la esperanza de dejar atrás todo lo malo y hacer como quien empieza de cero. Los humanos hemos de seguir, con patente insatisfacción, añorando al noble pasado y adulando al prometedor futuro, dejando con la deshonra de verdugo al remilgoso presente.

Pero cerrar un ciclo es continuar en donde se quedó la vida: a fin de cuentas las envidias, los rencores absurdos, la traición y toda la abyección humana son procedimientos usados a perpetuidad. Los malos momentos han de seguir llegando con su cúmulo doloroso de enseñanzas. Nada, amén de los recuerdos, se ha de declarar exánime con el año que va quedando atrás. Lo peor aún está por venir.

Tal vez olvidemos que la vida viene en paquete, y como en el mercado de La Merced, no se permite seleccionar la mercancía. Si salen alguno o varios jitomates podridos, se compensan con los buenos y colorados.

Quien se encuentre leyendo esto, es evidente que ha sobrevivido a los malos tiempos y a los peores; y aún con malandrines encopetados la sangre seguirá fluyendo por su cuerpo.

Pasado, presente y futuro sólo sirven para conjugar los verbos y no para calificar a la vida.

Venga pues diciembre, venga pues la hecatombe proclamada. Aquí están los creadores, con sus quijotescos yelmos para enfrentar a los molinos de viento y a los cueros de vino.

Aquí está AVE LAMIA en su segunda ofensiva, con sus nobles caballeros blandiendo su ingenio para disponerse a enfrentar cualquier batalla.

(JL)

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Entre la arena de los sueños y de los ensueños, llegó a mí Xastur, la diosa protosumeria que mata a los hombres mientras duermen. Y me sopló al oído cosas terribles, difíciles de describir. Porque de donde viene ella se fragua el material del que se crean las pesadillas. Y Xastur es implacable, no perdona a nadie, y de temor e inseguridad llena el ánimo de todos. Sin embargo, quise ser bueno con ella, le abrí mi mente y mi corazón, y ella aceptó entrar, pero sólo para devastarme más. “¿Por qué lo haces así?”, le pregunté, “¿qué mal te he hecho?” Y ella, con sonrisa muy efusiva, me contestó: “No me has hecho ningún mal, pero yo sí te lo hago a ti, y con eso me basta”, y me clavó sus colmillos y soñé visiones espantosas.

Xastur, disfrazada de monja carmelita de la orden teresiana, me abrió la puerta de su claustro. “Aquí es Ur, aquí es el principio”, dijo y señaló el lugar con su pálida mano, un sitio más viejo que el polvo de los días de

la Colonia. “Las monjas mecemos al Niño y después lo degollamos”, fueron sus sangrientas palabras, que continuaron: “Por supuesto que, una vez hecho así, le damos de beber la sangre a su Madre”, y se rió, y vi ante mis ojos cómo la Madre bajaba del cielo a eso, a beber la sangre de su Hijo, el cual tenía cabeza de borrego, lista para ser vendida como barbacoa los domingos en los tianguis de Tepis. Todo esto me fue inaceptable, intolerable. Tuve el impulso de correr, de huir, pero no pude, porque así son las pesadillas, se queda uno atado, paralizado, no hay manera de destrabarse. La monja Xastur se persignó al revés y besó su crucifijo de plata, donde Adonis el Crucificado aparecía con los pies hacia arriba.

Otra escena ahora. Una mujer de treinta y tantos años está por abortar a su bebé involuntariamente. Por más esfuerzos de su parte para no perderlo, hizo un coraje con su pareja, y fue inevitable. Ella lo

lamenta, el médico también, y el niño morirá sin haber nacido siquiera. La sangre inunda la cama donde se retuerce la mujer. La enfermera es Xastur, se le reconoce por los colmillos. El feto es incinerado cuanto antes, porque como la demonio disfrazada de su asistente le dice al médico: “La salamandra que vive en el fuego necesita alimentarse”. Él asiente, comprensivo, mientras la mujer que abortó aúlla de dolor, no tanto físico como moral por haber perdido el producto de sus amores. Cada jueves llegaba el amante a la casa de ella, a las siete de la noche, y, como les platicaba sollozando a sus amigas en el café años después: “Yo no hacía más que abrir las piernas, y eso era todo”. Y ahora también tuvo que abrirlas, para que el médico sacase el feto y alimentase a la salamandra de ojos dorados, quien con gran regocijo devoró el pedazo de carne y sangre. Un destino de depresión y de lágrimas le esperaba a la fallida mamá. Pero Xastur sabía mejor lo que pasaría, porque se me acercó en su uniforme de

XASTUR LA IMPLACABLE

Luciano Pérez

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enfermera brillante de limpieza y me dijo: “Las mujeres que abortan así, sin haberlo querido, que se ilusionaban con tener un bebé, se convierten en feroces vampiras. Y a ti, por supuesto, te comerá cuando menos te lo esperes, mientras crees que te besará”. Y se echó a reír, como siempre lo hacía. Me repugnó todo eso, pero una vez más no pude escapar.

Y otra escena más, antes de despertar. Entró a mi recámara la diosa Lilitu, con una máscara de perro Rotweiler en el rostro, y me entregó una caja, diciéndome, o más bien ordenándome: “La abres, juegas con ella, sueltas al espíritu, y luego llegará Barbie y luchas contra ella”. Decidí obedecer, aunque sabía que era malo hacerlo, y mis amigas devotas y

que oran antes de comer no me lo permitirían. Una de ellas me había dicho: “¡Jamás juegues a eso en mi casa!”. Pero tenía que jugar, así que abrí la caja, saqué la ouija, puse mis manos en ella y llamé al espíritu, el cual se apareció (era Xastur misma), y puso de cabeza la casa, haciendo que estallaran los cuadros de la Última Cena y del Cristo de la Misericordia, tan amado éste por las mujeres como en otro tiempo lo fue Attis en el Asia Menor. A continuación vino Barbie, que era una valkiria wagneriana, una soprano de 130 kilos de peso, quien al luchar cuerpo a cuerpo conmigo me quebró los huesos y tuvieron que meterme a un saco y tirarme como gato no deseado a las arenas movedizas.

Tales fueron las pesadillas que me trajo la demonio, Xastur la implacable. Y al despertar yo, todavía me susurró otras palabras más para mi colección de recuerdos maniacos: “Al hacerte mal me siento bien, y con eso date por satisfecho”. Salí como pude de las imágenes, en pleno amanecer de Mexicópolis, al fondo la mujer dormida en el volcán aún sin levantarse jamás, como siempre, en eterno sueño y ensueño como la propia Xastur, asesina creciente y nunca menguante, luna loca en un abril de Walpurgis, cuando bebés y muñecas son echados a la hoguera en tanto que las brujas entonan en sumerio canciones de Elvis Presley.

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Confieso que los domingos por la mañana iba a parques a fumar un dedito de marihuana y ya entusiasmado por la gravitación y la luz descubrí que me gustaban todos los culos de las mujeres.

Culos rotundos y carnosos, que desafían la gravedad y ciñen la mirada a la lujuria simple y llana.

Culos como continentes o como la mar, para que un avezado marinero bengalí los cruce.

Culos dorados como corazones perfectos, tan desafiantes como grupas de yeguas en celo.

Culos sagrados como hostias que nos dan la revelación de lo divino.

Culos que nos dan la gracia de recordar nuestro origen solar.

Culos que son una cifra del universo.

Culos que son la mesa de la felicidad sin adjetivos.

Culos que son un misterio que sólo se revela ante un iniciado.

Culos que son alimento para alcanzar la resurrección o la reencarnación.

Y hay culos pequeñitos y duros, fríos como de mono, o los que te caben en la palma de la mano, para guardarlos en el bolsillo, para un tentempié en plena cuaresma sexual.

O esos culos tan levantados y prominentes que parecen venir de una tienda de prótesis.

Culos negros, culos morenos, culos blancos como la nata, culos adolecentes tersos e inmaculados como una media naranja.

Culos tan apretados que parece que se necesita un taladro para penetrarlos.

Culos abiertos que te enseñan suavemente la miel que ofrecen a tu lengua, a tus dedos, a tu verga.

Culos que marcan pantalones hasta reventarlos.

Culos que se asoman insinuantes bajo faldas vaporosas.

Culos para que monstruos se masturben y sueñen venirse para alcanzar un orgasmo y la libertad anhelada.

Culos caídos que aguardan secretas pasiones, que se desbordan en frenesí de historias que no pueden contar.

Culos como tumbas oscuras que son la premonición de tu final destino.

¿Qué culo llevas por el mundo sin saber qué destino preconiza?

CULOS

Hoscoxx Huraño

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¡Listos!

Adán Echeverría

Nos dicen: Sed alegres. Rafael Alberti

Esta noche me despertó el sueño con la brujas Tú abrazada a mi me acariciaste el rostro Sudaba La noche era todavía espesa Tus ojos cerrados La ropa transparente. Tus senos cuajándose en mis labios Aún con las costras de semen en los muslos me levanté por agua El niño dormía en su hamaca El calor soplaba sobre los cuerpos y las cosas sudaban con nosotros El niño tenía tos y la ventana estaba quieta Era este un sueño en el que íbamos escalando por los corredores del mercado Tenías la capa roja El pelo corto y andabas descalza Era tu piel de un gris tan luminoso Subíamos de la mano mordisqueando las manzanas Llegamos a la cima La luna era un espejo de gusto terrible que se untaba en las pieles Detrás de las nubes iban cruzando las brujas Girando girando con el viento Una risa horrible se descolgó del cielo Tu rostro fue incendiándose y el niño tosía en su hamaca

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Hace dos años éramos eternos Hace tres nos mirábamos y éramos eternos Casi dioses Héroes equilibrados en la batalla de otros cuerpos Vamos a recordarnos así Hagamos lo posible por malolernos la distancia Porque nada prueba que el tiempo haya pasado por nosotros Ni estas canas Ni el niño ya en la calle paseando sus días de oso petulante Ni el niño corriendo las avenidas de su nombre Éramos así Como niños pervirtiéndonos el equilibrio Éramos así Un juego de barajas para cada tarde Un sol secando calaveras en el prado Un manojo de caricias Niños sin voluntad creciendo niños

La maestra ha dicho: Respetemos los espacios del otro y el otro que es él en sí mismo estaba quietecito mirando la pared ¿los hemos respetado? No podemos ni con el respeto hacia nuestros propios sueños: La noche no cedía y dentro de mi sus pataditas de gusarapo La maestra dijo: Sin correr hasta los raspones Pero bueno mi padre era bueno Era bueno mi padre y su silencio Era bueno mi padre en su abandono Abrazo a mi crío y me voy volando sobre los techos Esta es la vida Este el abandono Esta es la noche calurosa cuando te concebimos Este es mi padre hijo: el abuelo Tu abuelo era bueno Bueno para sus días de abandono La maestra ha dicho: Tienen que venir tus padres a firmarte el permiso Pero los sueños han caído

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C

Si no queda rastro habremos de perder la noche entre los dientes si no queda rastro habremos de nadar toda la noche entre los trenes la madrugada siempre tiene que ser agitada hay unos monstruos y los pulmones no pueden con esta humedad en este rastro constante nos quedamos pálidos mirando la muerte colgarse entre los hilos de la hamaca habrá que verlo habrá que medirse una y otra vez con esta cinta metálica porque no tendremos solución después de haber cenado tan solo media caña media docena de besos en menta se tienden sobre tu rostro

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¿Cómo creer que de verdad va a acaecer el fin del mundo el 21 de diciembre del 2012? En verdad nada de lo que han dicho “los conocedores del tema” me parece prueba fehaciente de tal acontecimiento. Por lo tanto no me estoy preparando para el mismo y por supuesto que tampoco tengo mayor interés en el tema que supere la simple chunga.

Debo aclarar que mi negativa a creer tales supercherías apocalípticas, no significa que no me agrade la idea o que me niegue a la posibilidad del “Juicio Final” por miedo a que en verdad suceda. Declaro abiertamente que me resulta muy atractivo tal cataclismo: Yo pienso que no nos vendría mal un buen descanso, y al planeta no le vendría mal un buen tiempo sin estos pinches humanos tan destructores. Por lo menos yo ya no andaría jodiendo a las cucarachas que

andan por mi cocina, que, a decir por los entomólogos, sería la única especie en sobrevivir al fin de los tiempos.

Tampoco tendría que seguir escuchando la aburridísima historia del mismo triste hombre, devastado por la misma maldita mujer; que he venido escuchando de unos años atrás.

De verdad que muchos saldríamos beneficiados con el fin del mundo: las cucarachas, el hombre herido y su aburrida autocompasión, y este triste y solitario tigre que no tiene trigo ni trigal. Y por supuesto que el más favorecido de este cataclismo sería el planeta, tan abrumado por nosotros, la especie más feroz y agresiva que haya conocido el mundo.

Lo que me tiene realmente preocupado, es mi tesis de que existe otra especie;

además de unos cuantos humanos apocalípticos, que se está creyendo a pie juntillas la versión catastrofista enjaretada a los mayas y sus siete profecías.

Me temo que a algunas cucarachas, ya les ha llegado la noticia de la famosa predicción de que el fin del mundo se aproxima. Y por otro lado, algún científico indiscreto ya les hizo saber de su imponderable resistencia a una catástrofe de esta magnitud.

Me parece que a estos blatodeos “iluminati”, les han corrido la versión de que el Monte Bugarach se encuentra en mi cocina, más específicamente en la estufa. Pero ellas no esperan a que unos extraterrestres las salven, sino simplemente que este terrícola que aquí reside deje de existir. Según las versiones, ya para el 22 de diciembre no estaré en este

LAS SIETE CUCARACHAS

DEL APOCALIPSIS

José Luis Barrera Tinta rápida

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mundo y aunque dudo que las cucarachas quieran “cargar los peregrinos”, ellas, a saber por su frenética actividad, piensan que yo no los cargaré este año.

No veo otra justificación para que estén tan comprometidas con la causa de conquista en mi cocina.

Me imagino lo que comentarán entre ellas: “¡por qué esperar más si a este en unos días se lo va a llevar el carajo! ¡Tomemos de una vez la Cocina Bugarach!”

Y de verdad que están muy entusiastas en su avanzada de ocupación. Y aunque han sufrido varias y, creo sensibles bajas, cuentan con un ejército considerablemente numeroso. Sin embargo espero dar un golpe artero y ventajoso como los gringos con la bomba en Hiroshima.

La madre de todas las exterminaciones está por llegar; ya estoy por contratar al controlador de plagas.

Para que mis indeseables huéspedes iluminati no sigan con sus teorías apocalípticas, mejor les quito su idea errónea, borrándolas de la faz de mi cocina.

Pero antes que otra cosa suceda, debo ir con los catastrofistas para reclamarles, ya que sus

palabras han ocasionado una verdadera insurgencia blatodeísta en mi cocina, que cada vez me hacen sufrir paranoias al estilo “Mimic”.

Las pobres han sido engañadas vilmente, han abusado de su ingenuidad. De otra manera no se habrían enfervorizado tanto, ni habrían iniciado acciones tan arriesgadas en mis propias narices.

Después de todo, las cucarachas han sido víctimas de los charlatanes, que ahora se repliegan diciendo que ellos habían hablado de un cambio de conciencias, una nueva era. Lo que según ellos sucede, es que ni nosotros ni las cucarachas los entendimos a cabalidad.

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La verdad es que todos los oímos decir que el mundo tenía las horas contadas y que unos extraterrestres iban a salvar a unos cuantos en su “Nave de Noé”. Que las cucarachas caídas en su avanzada conquistadora se lo reclamen.

Pero también he pensado en esperar un poco la contratación del exterminador

(si es que mi paciencia lo soporta), pues pretendo darles a las cucarachas y a los profetas del juicio final un apocalipsis el 21 de diciembre del 2012; a unas como desquite y a otros para elevarles un poco la autoestima después de tantas burlas que se van a llevar.

Las siete cucarachas del apocalipsis están por llegar.

Los mayas no lo predijeron, pero el mundo se les va a acabar a las cucarachas iluminati de la “Cocina Bugarach”, mejor conocida en el mundo blatodeo como “Monte Cucarach”.

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Y no se me olvida el verso que te debo, aquel que dejé junto a la estufa, por la mañana, cuando el aroma del café inundaba la cocina. Tampoco olvido la caricia dormida en mi mano, ni el beso que no te di porque el sueño me venció la otra noche. No, no olvido el medicamento diario después de los alimentos ni olvido aquel "te quiero" agazapado en mi garganta. Nada de ello olvido, tenlo por seguro. Despreocúpate, mujer, que cada noche coloco la escoba tras la puerta para que el miedo no entre a sorprendernos. Cada noche lloro los llantos de los que no tienen tiempo de llorar. Cada noche huyo por las avenidas y esquivo a los ladrones de las promesas y de las ventanas abiertas. Cada noche bebo un vasito de vino junto a tu retrato.

No olvido el beso que sí te di ayer cuando abrí los ojos por la mañana. No olvido tu abrazo en el vagón del metro al arribar a la estación, ni tu confesión de hace poco tiempo, cuando me dijiste que tu sopa favorita es la de fideos y no la de letras que siempre preparo. Tampoco olvido la tristeza de los lunes o la pereza de los jueves al salir de casa antes de las nueve.

No olvido ese suspiro tuyo cuando el tedio nos desarma, ni la batalla en tu cuerpo ni las siete letras de tu nombre. Sirva la presente para conjurar al olvido.

POSDATA DE UNA CARTA (TODAVÍA)

NO ESCRITA

Mario Bravo

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DESPUÉS DEL AMOR

Fabián Guerrero

En esta casa la noche despierta con tumbos de aguacero; la mesa rota de cristal y las esquirlas de agua en la pared bien acompañadas permanecen redondeando la oscuridad profunda y sin sexo Afuera el día resbala, junta semillas de pino para jugar consigo mismo recoge polvo de montaña y se cruza de brazos sobre la ciudad, mira y platica con un acompañante que no existe Justo entre esos dos muros anida la tristeza y teje pacientemente su red de zapatos y silencio de lamentos y cristales de agua y rasguños de comida enlatada, indiferencia y sábanas Esa red me envuelve, aprieta mis sienes hasta botarme los ojos; abrigado con ella salgo al día donde los gatos me buscan para entrar en la noche Frente a mis pies siempre el abismo, busco la carótida del mundo porque la noche también duele pero seduce Por ahora en ella permanezco anudado en la garganta amarrándome a un amasijo de sangre y pus por dentro, comiendo las migajas de resentimiento que quedan en la mesa después de hablar del amor

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“Mexicum, 31 octubre, 3008.- Hijo de campesinos y sin papeles, pero con la firme intención de cambiar su futuro, Pedro Ángel Albarrán emprendió su aventura a la ciudad de Waukegan, Illinois, que es la sucursal de Tonatico, Estado de México, en la Unión Americana, pues la mitad de los habitantes de ese poblado mexiquense residen allá… Sin embargo, despertó de su sueño americano. Pedro Ángel se fue a Waukegan, Illinois, con la idea de mejorar su vida, pero no lo logró.”

Un cohete lleno de marcianos con cara verde y pensamientos inescrutables, aterrizó en Tonatico, y los hombrecillos sacaron un enorme cartel donde estaba escrito que se solicitaba gente para trabajar en los campos del planeta rojo. Sin embargo, como la mitad de los habitantes, hombres y mujeres jóvenes y fuertes, se había ido a Waukegan, ni ancianos ni amas de casa (muchas de éstas embarazadas por sus esposos en rápidas visitas, para luego regresar ellos de nuevo a la

“mejor vida”), dieron un paso adelante para irse a Marte.

Las mujeres campesinas veían con asombro ese artefacto nunca visto por ellas y tan parecido a la bomba V-2 del ingeniero Wernher von Braun, que para ellas más bien parecía un falo diabólico que venía a llevarse a todas al infierno, para que Tonatico desapareciese ahora sí para siempre. Ya no había hombres en el pueblo, salvo pocos ancianos que ni siquiera quisieron saber nada del cohete, pues para ellos era más interesante ver telenovelas. Les resultaba importante estar pegados a la televisión, para luego comentar y desglosar silbando entre sus escasos dientes las inanes aventuras de tantas pirujillas metidas a impactantes estrellas. Luego salían siempre éstas “con su panza”, y los viejos hablaban largas horas, con entusiasmo, sobre la fecha exacta en que “les tocaba aliviarse”. Entonces, les tenía sin cuidado el objeto aterrizado en el pueblo.

Los marcianos, aunque imperturbables, no dejaban de estar asombrados por la nula

respuesta de los pobladores que aún quedaban en Tonatico. Y es que tampoco había muchachas, que también se habían ido, y los niños no estaban en edad de volar al espacio. Las embarazadas, por su parte, ya tenían suficientes problemas con sus grandes barrigas, y ellas no les interesaban a los viejos, más ocupados en lo que ya dijimos. Y las señoras de más de cuarenta, ya sin posibilidad de traer otro tanto de bebés al pueblo, aburridas de por vida por las largas ausencias de sus hombres, medio trabajaban en el campo, después volvían a casa, y su cansancio y apatía les evitaba interesarse por esos marcianos. Además de que hacía mucho tiempo que no recordaban lo que eran los hombres. Si acaso llegaban a verlos en las telenovelas, pero no eran verdes ni pequeños ni serios como estos de Marte, sino todo lo contrario: blancos, altos, alegres, jóvenes, desparpajados; es decir, tipos aún menos accesibles para ellas que los propios marcianos.

WAUKEGAN-TONATICO

Luciano Pérez

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Las ancianas casi no dijeron nada. Alguna comentó que el cohete le recordaba un gran depósito de basura, que ella alguna vez vio en su mocedad en el centro del pueblo y que no duró mucho a la vista porque se lo robaron. “Era igualito, de colores blanco y rojo”, concluyó. Pero en el fondo todas las otras mujeres, cincuentonas y sesentonas, sabían lo que les evocaba este cohete y que ya no había más para ellas… un falo enorme, desproporcionado, que

por supuesto no se atreverían a tocar y mucho menos a entrar en él, pues ¿qué dirían sus padres y madres y esposos hace largos años enterrados en el cementerio? El diablo provoca malos pensamientos, como decían los curas de antes, así que mejor retirarse.

Se cansaron los hombrecillos verdes, y decidieron despegar de Tonatico, pues era evidente que nadie tomaría la oferta de trabajo. Fue una desgracia para Pedro Ángel no haberse

quedado en su pueblo, pues él sí hubiera aceptado, no habiendo más alternativa, irse a Marte. Después de todo, hay sueños marcianos que más vale tomarlos como la última carta posible, así que cuando sienta uno que la idea de mejorar la vida no se logra, aún queda irse a labrar los campos de aquel planeta, además de que no se exigen papeles pues éstos arden en la atmósfera de ese lejano mundo. Tan lejano como lo está ya Waukegan, Illinois, la ciudad natal del cronista marciano, Ray Bradbury.

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Bajo la sombra del Aeropuerto Internacional “Benito Juárez” de la Ciudad de México y su séquito de altaneros hoteles, lujosos restaurantes y turísticos comercios, existe la colonia Moctezuma. Que dicho sea de paso, no tiene la trascendencia ni historia de Tepito, La Lagunilla o Tacubaya, tampoco la alcurnia de Polanco o la Del Valle, o el ambiente provinciano y bohemio de Coyoacán o San Ángel. Sé que no es el lugar más bello, ni el más histórico y difícilmente llegará a ser el de moda, tampoco es el más boyante de personalidades o lugares de interés, pero es un lugar lleno de vida, con sus características y peculiaridades de los paisajes arrabaleros que se debaten entre la extrema miseria y la mediana opulencia, donde colgar un par de sucios y viejos tenis en los cables de luz es una ceremonia evidente de territorialidad y alinear en un partido callejero -driblando contrincantes y automóviles-, es un privilegio propio de un seleccionado nacional, sin copa FIFA pero con unas “chelas bien muertas”. En los años que tengo de vivir en este antiparaíso, he

visto la metamorfosis de la colonia y sus habitantes, rostros que han desfilado de mi vista a la memoria, ancianos que ya no existen y otros sempiternos, niños que hacen su aparición o infantes transformados a adolescentes de hormonas inquietas, lo mismo que hermosas damitas de andar altivo, adultos y casas que envejecen juntos, como quien firma un pacto de vida; calles que se abren, crecen o se transforman; glorietas perdidas o destrozadas a cambio de la vialidad; en fin, mi colonia se ha transformado y esto implica cambios y desapariciones (como aquella tiendita llamada “la bola”, que ya nunca estará aquí). Eso sí, lo que nunca ha de cambiar en esta colonia, serán esos personajes surgidos de la tradición del populacho urbano: los teporochos y drogadictos que piden espacio para vivir con sus caras rojas y deformadas por la hinchazón -en harapos y pidiendo únicamente un trago o una estopa con solvente-, las niñas que ya anuncian la continuidad del oficio del amor comercial que llevan en la sangre, las

viejecitas que refugian su soledad en las iglesias, los vendedores de camotes con su lastimero silbato, los que ofrecen afuera de las panaderías vaporosos tamales y atole, los voceadores de periódicos “amarillistas” que aparecen cuando hay alguna violación, asesinato, asalto o cualquier suceso que rompa violentamente la cotidianidad de la colonia. En este paisaje citadino se cuenta por supuesto con los cambiadores (a los que de niño conocí como ropavejeros), con sus carritos de lámina o carretas jaladas por flacos rocines, los perros que van dejando rastro fecal y orín territorial por las calles, los místicos gatos y las simpáticas coconitas que han recibido sin problema a los multifónicos zanates. Todo esto en medio del perpetuo rugir de los Aeroplanos que pasan lo suficientemente cerca como para pensar que se les puede rascar la panza. Si bien el valemadrismo influye en el ánimo de sus pobladores, la Colonia Moctezuma tiene su propia celebración, cuando la Parroquia del Perpetuo Socorro se viste de fiesta para

LA MOCTEZUMA TAMBIÉN EXISTE

José Luis Barrera Mora Tinta Rápida

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celebrar a su patrona, que desde las horas primas inquietan los alrededores con la mañanitas con mariachi y con banda, hasta cerrar festivamente este día con la escandalosa feria y la pirotecnia que culmina con la quema del castillo. Por supuesto la zona se llena de puestos de garnachas, de juegos cuasi imposibles de ganar, canarios que te leen el futuro y huevos rellenos de

harina y confeti para joder a los amigos y no tan amigos. Lugar y momento idóneos para celebrar la poca identidad que se tiene y la mucha necesidad de pachanga. Esta colonia que pierde su mínima identidad entre la modernidad y la tradición, entre la pobreza y la riqueza, entre la fraternidad y la violencia (en la que en mi

íntima mitología existió un efímero “Café de Noche” que junto con la efímera Tina Modotti y un efímero mural me hicieron sentir artista), a fin de cuentas es un lugar con vida y sentimientos, en el que he vivido toda mi vida y por lo cual tengo autoridad suficiente para hablar de ella desde mi interior.

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LUIS VILLA

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PARA EMPEZAR EL AÑO 13