andersen y la piedra filosofal

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La Piedra Filosofal, cuento de Hans Christian Andersen y comentado por mi, Luis S. Guillén. Mis comentarios están inconclusos (es un trabajo que empecé hace unos años y que abandoné sin finalizar)... pero eso no importa.

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Hans Christian Andersen La Piedra Filosofal Luis S. Guillén

LA PIEDRA FILOSOFAL

Hans Christian Andersen1

Sin duda conoces la historia de Holger Danske. No te la voy a contar, y sólo te preguntaré si recuerdas que «Holger Danske conquistó la vasta tierra de la India Oriental, hasta el término del mundo, hasta aquel árbol que llaman árbol del Sol», según narra Christen Pedersen. ¿Sabes quién es Christen Pedersen? No importa que no lo conozcas. Allí, Holger Danske confirió al Preste Juan poder y soberanía sobre la tierra de la India. ¿Conoces al Preste Juan? Bueno, eso tampoco tiene importancia, pues no ha de salir en nuestra historia. En ella te hablamos del árbol del Sol «de la tierra de Indias Orientales, en el extremo del mundo», según creían entonces los que no habían estudiado Geografía como nosotros. Pero tampoco esto importa.

El árbol del Sol era un árbol magnífico, como nosotros nunca hemos visto ni lo verás tú. Su copa abarcaba un radio de varias millas; en realidad, era todo un bosque, y cada rama, aún la más pequeña, era como un árbol entero. Había palmeras, hayas, pinos, en fin, todas las especies de árboles que crecen en el vasto mundo, brotaban allí cual ramitas de las ramas grandes, y éstas, con sus curvaturas y nudos, parecían a su vez valles y montañas, y estaban revestidas de un verdor aterciopelado y cuajado de flores. Cada rama era como un gran prado florido o un hermosísimo jardín.

El sol enviaba sus rayos bienhechores; por algo era el árbol del Sol, y en él se reunían las aves de todos los confines del mundo: las procedentes de las selvas vírgenes americanas, las que venían de las rosaledas de Damasco y de los desiertos y sabanas del África, donde el elefante y el león creen reinar como únicos soberanos. Venían las aves polares y también la cigüeña y la golondrina,

1 Hans Christian Andersen (1805-1875), autor danés, uno de los escritores de cuentos de hadas más conocidos.Nació en Odense y vivió una infancia de pobreza y abandono. A los 14 años se fugó a Copenhague. Trabajó

para Jonas Collin, director del Teatro Real, que le pagó sus estudios. Aunque desde 1822 publicó poesía y obras de teatro, su primer éxito fue Un paseo desde el canal de Holmen a la punta Este de la isla de Amager en los años 1828 y 1829, un cuento fantástico que imita el estilo del escritor alemán E. T. A. Hoffman. Su primera novela, El improvisador, o Vida en Italia (1835), fue bien recibida por la crítica. Viajó por Europa, Asia y Africa y escribió muchas obras de teatro, novelas y libros de viaje.

Pero son sus más de 150 cuentos infantiles los que le han establecido como uno de los grandes autores de la literatura mundial. Este puesto de honor se debe a que abrió nuevas perspectivas tanto de estilo como de contenido en la literatura creada para un público infantil lo que además exigía un nuevo lenguaje. Entre sus principales innovaciones cabe destacar el uso de un lenguaje cotidiano y dar salida a las expresiones de los sentimientos e ideas que previamente se pensaba que estaban lejos de la comprensión de un niño. Entre sus famosos cuentos se encuentran El patito feo, El traje nuevo del emperador, La reina de las nieves, Las zapatillas rojas, El soldadito de plomo, El ruiseñor, El sastrecillo valiente y La sirenita. Sus cuentos han sido traducidos a más de 80 idiomas y han sido adaptados a obras de teatro, ballets, películas y obras de escultura y pintura.

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naturalmente. Pero no sólo acudían las aves: el ciervo, la ardilla, el antílope y otros mil animales veloces y hermosos se sentían allí en su casa.

La copa del árbol era un gran jardín perfumado, y en ella, el centro de donde las ramas mayores irradiaban cual verdes colinas, levantábase un palacio de cristal, desde cuyas ventanas se veían todos los países del mundo. Cada torre se erguía como un lirio, y se subía a su cima por el interior del tallo, en el que había una escalera. Como se puede comprender fácilmente, las hojas venían a ser como unos balcones a los que uno podía asomarse, y en lo más alto de la flor había una gran sala circular, brillante y maravillosa, cuyo techo era el cielo azul, con el sol y las estrellas.

No menos soberbios, aunque de otra forma, eran los vastos salones del piso inferior del palacio, en cuyas paredes se reflejaba el mundo entero. En ellas podía verse todo lo que sucedía, y no hacía falta leer los periódicos, los cuales, por otra parte, no existían. Todos los sucesos desfilaban en imágenes vivientes sobre la pared; claro que no era posible atender a todas, pues cada cosa tiene sus límites, valederos incluso para el más sabio de los hombres, y el hecho es que allí moraba el más sabio de todos.

Su nombre es tan difícil de pronunciar, que no sabrías hacerlo aunque te empeñaras , de manera que vamos a dejarlo. Sabía todo lo que un hombre puede saber y todo lo que se sabrá en esta Tierra nuestra, con todos los inventos realizados y los que aún quedan por realizar; pero no más, pues, como ya dijimos, todo tiene sus límites. El sabio rey Salomón, con ser tan sabio, no le llegaba en ciencia ni a la mitad. Ejercía su dominio sobre las fuerzas de la Naturaleza y sobre poderosos espíritus.

La misma Muerte tenía que presentársele cada mañana con la lista de los destinados a morir en el transcurso del día; pero el propio rey Salomón tuvo un día que fallecer, y éste era el pensamiento que, a menudo y con extraña intensidad, ocupaba al sabio, al poderoso señor del palacio del árbol del Sol. También él, tan superior a todos los demás humanos en sabiduría, estaba condenado a morir. No lo ignoraba; y sus hijos morirían asimismo; como las hojas del bosque, caerían y se convertirían en polvo. Como desaparecen las hojas de los árboles y su lugar es ocupado por otras, así veía desvanecerse el género humano, y las hojas caídas jamás renacen; se transforman en polvo, o en otras partes del vegetal.

¿Qué es de los hombres cuando viene el Ángel de la Muerte? ¿Qué significa en realidad morir? El cuerpo se disuelve, y el alma... sí, ¿qué es el alma? ¿Qué será de ella? ¿Adónde va? «A la vida eterna», respondía, consoladora, la Religión. Pero, ¿cómo se hace el tránsito? ¿Dónde se vive y cómo? «Allá en el cielo - contestaban las gentes piadosas -, allí es donde vamos». «¡Allá arriba! - repetía el sabio, levantando los ojos al sol y las estrellas -, ¡allá arriba!» - y veía, dada la forma esférica de la Tierra, que el arriba y el abajo eran una sola y misma cosa, según el lugar en que uno se halle en la flotante bola terrestre. Si subía hasta el punto culminante del Planeta, el aire, que acá abajo vemos claro y transparente, el «cielo luminoso» se convertía en un espacio oscuro, negro como el carbón y tupido como un paño, y el sol aparecía sin rayos ardientes, mientras nuestra Tierra estaba como envuelta en una niebla de color anaranjado. ¡Qué limitado era el ojo del cuerpo! ¡Qué poco alcanzaba el del alma! ¡Qué pobre era nuestra ciencia! El propio sabio sabía bien poco de lo que tanto nos importaría saber.

En la cámara secreta del palacio se guardaba el más precioso tesoro de la tierra: «El libro de la Verdad». Lo leía hoja tras hoja. Era un libro que todo hombre puede leer, aunque sólo a fragmentos. Ante algunos ojos las letras bailan y no dejan descifrar las palabras. En algunas páginas la escritura se vuelve a veces tan pálida y borrosa, que parecen hojas en blanco. Cuanto más sabio se es, tanto mejor se puede leer, y el más sabio es el que más lee. Nuestro sabio podía además concentrar la luz de las estrellas, la del sol, la de las fuerzas ocultas y la del espíritu . Con todo este brillo se le hacía aún más visible la escritura de las hojas. Mas en el capítulo titulado «La vida después de la muerte» no se distinguía ni la menor manchita. Aquello lo acongojaba. ¿No conseguiría encontrar acá en la Tierra una luz que le hiciese visible lo que decía «El libro de la Verdad»?

Como el sabio rey Salomón, comprendía el lenguaje de los animales, oía su canto y su discurso, mas no por ello adelantaba en sus conocimientos. Descubrió en las plantas y los metales

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fuerzas capaces de alejar las enfermedades y la muerte, pero ninguna capaz de destruirla. En todo lo que había sido creado y él podía alcanzar, buscaba la luz capaz de iluminar la certidumbre de una vida eterna, pero no la encontraba. Tenía abierto ante sus ojos «El libro de la Verdad», mas las páginas estaban en blanco. El Cristianismo le ofrecía en la Biblia la consoladora promesa de una vida eterna, pero él se empeñaba vanamente en leer en su propio libro.

Tenía cinco hijos, instruidos como sólo puede instruirlos el padre más sabio, y una hija hermosa, dulce e inteligente, pero ciega. Esta desgracia apenas la sentía ella, pues su padre y sus hermanos le hacían de ojos, y su sentimiento íntimo le daba la seguridad suficiente.

Nunca los hijos se habían alejado más allá de donde se extendían las ramas de los árboles, y menos aún la hija; todos se sentían felices en la casa de su niñez, en el país de su infancia, en el espléndido y fragante árbol del Sol. Como todos los niños, gustaban de oír cuentos, y su padre les contaba muchas cosas que otros niños no habrían comprendido; pero aquéllos eran tan inteligentes como entre nosotros suelen ser la mayoría de los viejos. Explicábales los cuadros vivientes que veían en las paredes del palacio, las acciones de los hombres y los acontecimientos en todos los países de la Tierra, y con frecuencia los hijos sentían deseos de encontrarse en el lugar de los sucesos y de participar en las grandes hazañas. Mas el padre les decía entonces lo difícil y amarga que es la vida en la Tierra, y que las cosas no discurrían en ella como las veían desde su maravilloso mundo infantil. Hablábales de la Belleza, la Verdad y la Bondad, diciendo que estas tres cosas sostenían unido al mundo y que, bajo la presión que sufrían, se transformaban en una piedra preciosa más límpida que el diamante. Su brillo tenía valor ante Dios, lo iluminaba todo, y esto era en realidad la llamada piedra filosofal. Decíales que, del mismo modo que partiendo de lo creado se deducía la existencia de Dios, así también partiendo de los mismos hombres se llegaba a la certidumbre de que aquella piedra sería encontrada. Más no podía decirles, y esto era cuanto sabía acerca de ella. Para otros niños, aquella explicación hubiera sido incomprensible, pero los suyos sí la entendieron, y andando el tiempo es de creer que también la entenderán los demás.

No se cansaban de preguntar a su padre acerca de la Belleza, la Bondad y la Verdad, y él les explicaba mil cosas, y les dijo también que cuando Dios creó al hombre con limo de la tierra, estampó en él cinco besos de fuego salidos del corazón, férvidos besos divinos, y ellos son lo que llamamos los cinco sentidos: por medio de ellos vemos, sentimos y comprendemos la Belleza, la Bondad y la Verdad; por ellos apreciamos y valoramos las cosas, ellos son para nosotros una protección y un estímulo. En ellos tenemos cinco posibilidades de percepción, interiores y exteriores, raíz y cima, cuerpo y alma.

Los niños pensaron mucho en todo aquello; día y noche ocupaba sus pensamientos. El hermano mayor tuvo un sueño maravilloso y extraño, que luego tuvo también el segundo, y después el tercero y el cuarto. Todos soñaron lo mismo: que se marchaban a correr mundo y encontraban la piedra filosofal. Como una llama refulgente, brillaba en sus frentes cuando, a la claridad del alba, regresaban, montados en sus velocísimos corceles, al palacio paterno, a través de los prados verdes y aterciopelados del jardín de su patria. Y la piedra preciosa irradiaba una luz celestial y un resplandor tan vivo sobre las hojas del libro, que se hacía visible lo que en ellas estaba escrito acerca de la vida de ultratumba. La hermana no soñó en irse al mundo, ni le pasó la idea por la mente; para ella, el mundo era la casa de su padre.

- Me marcho a correr mundo - dijo el mayor -. Tengo que probar sus azares y su modo de vida, y alternar con los hombres. Sólo quiero lo bueno y lo verdadero; con ellos encontraré lo bello. A mi regreso cambiarán muchas cosas.

Sus pensamientos eran audaces y grandiosos, como suelen serlo los nuestros cuando estamos en casa, junto a la estufa, antes de salir al mundo y experimentar los rigores del viento y la intemperie y las punzadas de los abrojos.

En él, como en sus hermanos, los cinco sentidos estaban muy desarrollados, tanto interior como exteriormente, pero cada uno tenía un sentido que superaba en perfección a los restantes . En el mayor era el de la vista, y buen servicio le prestaría. Tenía ojos para todas las épocas, - decía - ojos para todos los pueblos, ojos capaces de ver incluso en el interior de la tierra, donde yacen los tesoros, y en el interior del corazón humano, como si éste estuviera sólo recubierto por una lámina de cristal; es decir, que en una mejilla que se sonroja o palidece, o en un ojo que llora o ríe, veía

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mucho más de lo que vemos nosotros. El ciervo y el antílope lo acompañaron hasta la frontera occidental, y allí se les juntaron los cisnes salvajes, que volaban hacia el Noroeste. Él los siguió, y pronto se encontró en el vasto mundo, lejos de la tierra de su padre, la cual se extiende «por Oriente hasta el confín del mundo»...

Hans Christian Andersen

Holger Danske2 en una estatua de 1907(Castillo de Kronborg, Elseneur)

2 Héroe de leyenda danés, cuyos “huesos” descansan en Elseneur, en las catacumbas del castillo medieval de Kronborg (en donde Shakespeare ambiéntó su Hamlet), y en cuyas frías oscuridades se halla una estatua del guerrero, el cual, según el ciclo carolingio, despertará de su sueño el día en que el Reino de Dinamarca se vea en grave peligro.

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Exquisito relato, y tan profundo como sólo los cuentos sabios lo pueden ser: no sólo va dirigido al niño danés, que alcanza con él la comprensión del nacimiento de su héroe mitológico nacional, Holger Danske, sino también para ese otro niño, quizás de cabellos canosos y sabio en lecturas antiguas, que sabe cuánta sabiduría late en tan dulce narración...

Voy a intentar comentarlo sin profundizar excesivamente en la simbología empleada por el genial Andersen, pues créanme, daría para todo un libro. Pero no se preocupen, tampoco pasaré superficialmente por ellos.

Al principio, Andersen cita tres personajes, de los cuales dos son de la leyenda medieval y el otro es un personaje real; éste, Christen Pedersen3, es una indicación al niño danés de en qué autor puede encontrar el relato sobre los dos míticos... Pedersen decía que «Holger Danske conquistó la vasta tierra de la India Oriental, hasta el término del mundo, hasta aquel árbol que llaman árbol del Sol» y Andersen, en su cuento, lo que viene a decir es lo contrario, o sea, que Holger no tenía la necesidad de conquistar dicha tierra Oriental por cuanto que él procedía de allí; que su conquista fue la de la tierra Occidental; que su padre, señor de dicha tierra Oriental, en el término del mundo, era conocido en Occidente como el Preste Juan4...

El origen de la leyenda del Preste Juan arranca en los tiempos finales de la segunda Cruzada (hacia 1148). Por la leyenda posteriormente desarrollada, podemos establecer que está relacionada con el primer Adán5, es decir, el arquetipo humano antes de la Caída, y el Paraíso Terrenal, el Edén6. Esto último no sólo es demostrado por las descripciones idílicas del reino del Preste Juan, es que, además, queda confirmado cuando leemos que son dos los ríos que lo bañan, cuyas fuentes están en el Edén. Tiene otros ríos, afluentes y fuentes... maravillosos, en los que discurre el oro y de las que brotan las piedras preciosas.

3 Christen Pedersen (nacido c. 1480 - 16 de enero de 1554 en Helsingør, Dinamarca) fue el editor de la Historia de Dinamarca que escribiera Saxo Grammaticus y de otras obras antiguas. Sin embargo, es más conocido por su traducción, a partir de la Vulgata, del Nuevo Testamento al danés impresa en Amberes en 1529 y reimpresa en 1531; en este mismo año apareció también su traducción de los Salmos.

Pedersen fue el primer humanista danés que redescubrió la literatura nacional y su legado histórico, estimulando el desarrollo de un estilo vernáculo en la literatura danesa.

4 Legendario rey y sacerdote cristiano de la edad media, del que se creía que poseía un inmenso reino en algún lugar indeterminado de Asia o África. La primera mención a su figura aparece en la crónica del obispo e historiador alemán Otto de Freising. Se pensaba entonces que los cristianos nestorianos* habían instaurado una poderosa monarquía gobernada por un sacerdote-rey llamado Juan. Cartas de este misterioso personaje fueron dirigidas al emperador bizantino y al Papa, describiendo la magnitud y riqueza de sus dominios. Durante los siglos XIV y XV se situaron en el territorio cristiano de Abisinia, en África.* Nestorianismo, doctrina histórica adoptada por Nestorio, arzobispo de Constantinopla durante los años 428 a 431. Nestorio predicaba una variante de la doctrina ortodoxa relativa a la naturaleza de Jesucristo. La doctrina ortodoxa predica que Cristo tiene dos naturalezas, una divina y otra humana, las cuales, aunque distintas, están unidas en una persona y misma sustancia; Nestorio afirmaba que en Cristo la forma divina y humana actuaba como una sola, pero no se fundía para componer la unidad de un solo individuo. También afirmaba Nestorio que la Virgen María no podía ser llamada Madre de Dios, como la denominaban los cristianos ortodoxos, ya que su hijo, Jesús, nació como hombre, derivando su divina naturaleza no de ella sino de su Padre, que le engendró. Las doctrinas de Nestorio se propagaron a lo largo del imperio bizantino a principios del siglo V y generaron numerosas polémicas. En el 431 el concilio de Éfeso declaró herejes las creencias nestorianas, depuso a Nestorio y le exilió del Imperio persiguiendo a sus seguidores. Los nestorianos buscaron refugio en Persia, India, China y Mongolia donde a principios de la época medieval la Iglesia nestoriana era poderosa, aunque su influencia fue muy limitada a causa de persecuciones posteriores.

5 Adán, según la Biblia y el Corán, el primer hombre, progenitor de la raza humana. Adán (en hebreo, adam significa hombre) fue creado "con polvo del suelo" (Gen. 2,7). El relato aparece en dos versiones: Gén. 1,26-27 y Gén. 2,7-8; 18-24. En el islam, Adán es el vicario de Dios. Según dice el Corán y amplían las leyendas islámicas, fue creado de barro, de arcilla moldeable. Está considerado como el primer Profeta mensajero (nabí rassul). Cuenta una tradición islámica que fue el constructor original del altar sagrado, La Caaba, en la Meca.

6 Edén (del hebreo, 'delicia'), en los tres primeros capítulos del libro del Génesis, aparece como la primera residencia de la humanidad y es símbolo del estado de inocencia que finalizó con la caída tras el pecado original. Asimismo, término poético de cielo como lugar de bienaventuranza. También llamado Jardín del Edén o Jardín del Paraíso, el nombre sigue evocando un lugar idílico. El Edén se menciona en otros libros del Antiguo Testamento como lugar de gran fertilidad (Is. 51,3; Ez. 28,13; 31,19; Jl. 2,3)

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Al igual que el primigenio Adán era rey del Edén y sacerdote del Dios que lo había creado (a Adán y su mundo idílico), el Preste Juan era rey y sacerdote de este país oriental7, “en los confines del mundo”, en los cuales el Sol tiene su morada. ¿Y de qué dios era sacerdote Juan?: del fuego en particular y del Sol por extensión. Preste, según los etimologistas, viene del francés prestre y, éste, del latín presbyter, sacerdote... sin embargo, lo cierto es que, en mi opinión, la verdad es menos rebuscada; así, entiendo que preste viene del latín preste(r) (-eris), “remolino o columna de fuego”... y el símbolo, tomado como remolino ígneo, es el sol encarnado o hijo del sol y, como columna ígnea, es el “árbol solar”. Y este árbol solar, que en el centro del Edén eran el “árbol de la vida”, “de la ciencia del bien y del mal” (es decir, de los contrarios) cuya virtud, natural o sobrenatural, era la de prolongar indefinidamente, que no eternamente, la existencia, es la morada, el país, en el relato de Andersen, de este misterioso Preste Juan legendario, padre de seis hijos (en ningún momento se hace referencia a la madre de los mismos: brilla por su ausencia. Lo que reafirma aún más, si cabe, la idea de que es el Adán primero, el arquetipo, el modelo original y primario, de la Humanidad).

El Árbol es uno de esos símbolos presentes en todas las religiones y tradiciones sagradas de la Humanidad. El desarrollo de su simbología y de sus implicaciones analógicos llevaría a producir, cuando menos, un libro. Tal es el alcance y la profundidad del símbolo. Ciñémonos a comentar que, metafísicamente, el árbol expresa la fuerza universal que se despliega en todo lo creado, del mismo modo que la energía de la planta se despliega desde las invisibles raíces al tronco, a las ramas, a las hojas y al fruto. El árbol convierte, transmuta, la materia mineral disuelta en el agua en savia, en dulces y carnosos frutos, en dorados aceites, etcétera... Como símbolo del Espíritu Universal materializado, sus ramas simbolizan las ciencias que lo estudian desde diferentes aspectos de su manifestación; si bien su manifestación más importante y universal y, por lo mismo, más evidente, es la que menos percibimos y sólo unos pocos comprenden este aspecto que permanece un misterio para la inmensa mayoría, “que tienen ojos para no ver y sentido para no comprender”.

“El árbol del Sol... en realidad, era todo un bosque, y cada rama, aún la más pequeña, era como un árbol entero.” Es decir, el espíritu universal, considerado en su manifestación ígnea, lumínica, radiante, etcétera, es origen, raíz, de innumerables posibilidades de estudio y ciencia, pues cada ramificación, cada “camino” emprendido bajo este “reino”, da lugar a un nuevo y completo estudio independiente de los demás. “Cada rama era como un gran prado florido o un hermosísimo jardín.”8

“El sol enviaba sus rayos bienhechores; por algo era el árbol del Sol, y en él se reunían las aves de todos los confines del mundo...” El maravilloso árbol tenía la virtud de actuar como un imán, atrayendo a sí y en sí reuniendo a todos los pájaros del mundo, símbolos de lo etéreo, reyes del aire... mas no sólo éstas eran atraídas, también sucedía lo mismo con todos los animales veloces de la tierra... aquéllas, campeonas del espacio; aquéllos, campeones del tiempo... “se sentían allí en su casa.”

“La copa del árbol era un gran jardín perfumado, y en ella, el centro de donde las ramas mayores irradiaban cual verdes colinas, levantábase un palacio de cristal, desde cuyas ventanas se veían todos los países del mundo. Cada torre se erguía como un lirio, y se subía a su cima por el interior del tallo, en el que había una escalera... y en lo más alto de la flor había una gran sala circular, brillante y maravillosa, cuyo techo era el cielo azul, con el sol y las estrellas .” Imaginemos la copa del árbol solar bien sea como círculo (símbolo del Sol) o como triángulo (símbolo del fuego) es indiferente: el palacio está en el centro. Pero dado que estamos hablando, específicamente, del árbol solar, entonces subrayar que el Círculo (Sol) con un punto central es el

7 Del lat. oriens, -entis, p. a. de oriri, aparecer, nacer. Simbólicamente, el lugar en donde nace el Sol.8 “... el Jardín natural de los Filósofos, donde los verdaderos Hijos de la Ciencia acostumbran a sembrar, plantar y

trasplantar el Árbol Solar y Lunar. Con este ejemplo advertirás que todo el cuidado, el trabajo y la diligencia de los Filósofos tan solo consiste en esto: preparan su Tierra como se debe, y después de haberla trabajado naturalmente y con esmero, como hace el campesino, no hacen sino sembrar ahí su semilla metálica que, a su debido tiempo, producirá naturalmente el Árbol Solar.” (Instrucción acerca del Árbol Solar, Anónimo)

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símbolo del Oro. Pues bien, en este centro aurífico, nos dice Andersen, “se levanta un palacio de cristal”9. En la antigüedad, los cristales elaborados eran considerados joyas; por otra parte, el cristal es símbolo del espacio materializado y estático, al igual que el agua es símbolo, entre otras muchas cosas, del espacio fluido, es decir, temporal... Está dotado de torres, aunque no nos dice Andersen cuántas son. Lo que sí nos dice es que son como lirios, un símbolo caro a la filosofía hermética, una flor que, en su forma heráldica, ya que estamos en un reino, es llamada “flor de lis”10. Se dice que su sentido es significar la perfección, la luz y la vida. Los católicos utilizan el lirio como un emblema especial de la Virgen María; y también ha sido utilizada, por sus tres pétalos, como representación simbólica de la Trinidad... e indicar qué significa el que cada “flor” tuviese “una gran sala circular, brillante y maravillosa, cuyo techo era el cielo azul, con el sol y las estrellas” es bastante complejo. Pero quizás sea una buena indicación decir que cada sala es diferente a las otras, ninguna es igual, pues “cada cielo azul”, con sus soles y sus estrellas, son cielos y astros de otros mundos, de otras creaciones... quizás de otros universos, otras dimensiones... a estas salas se subía por el interior del tallo y, en este punto, señalar, para rematar como empezamos, que las escaleras11 de las torres, como en todos los palacios, son de caracol12, y que éstas están construidas de forma que sus gradas están unidas, en su pie derecho, a un eje llamado, precisamente, árbol.

A continuación, Andersen nos dice que no menos soberbios eran los vastos salones del piso inferior del palacio, “en cuyas paredes se reflejaba el mundo entero. En ellas podía verse todo lo que sucedía”... “Todos los sucesos desfilaban en imágenes vivientes sobre la pared.” Dicho de otra manera, aquí estamos ante una burbuja dimensional que nos mantiene fuera del constante fluir espaciotemporal: una burbuja llamada Presente. Por otra parte, a esto es a lo que se refiere E. Canseliet cuando, en su prefacio a la segunda edición de Las Moradas Filosofales de Fulcanelli, escribe: “Siguiendo el sentido del vocablo latino adeptus, el alquimista ha recibido desde ese momento, el Don de Dios o, mejor aún, el Presente en el juego cabalístico de la doble acepción, subrayando que, a partir de entonces, goza de la duración infinita de lo actual: "Adeptos se dice en el arte químico" -Adepti dicuntur in arte chimica-, precisa Du Cange, que analiza también el sinónimo Mystes (Mystae), que designa exactamente a los que han alcanzado la más elevada iniciación (imo epoptai).

"Pues esta rica materia -declara Henri de Linthaut en su Commentaire sur le Tresor des Tresors- comprende en sí el misterio de la Creación del mundo y de las grandezas y maravillas de Dios, y es un verdadero sol que da luz, por cierto, a las cosas más tenebrosas."

El Cosmopolita nos habla de un espejo que le mostró Neptuno en el jardín de las Hespérides, y en el que vio toda la Naturaleza al descubierto.”... ... ...

Ahora bien, en contra de la opinión de E.Canseliet, Andersen nos informa que el sabio que allí vivía ( “el hecho es que allí moraba el más sabio de todos [los hombres] .”) no podía atender a todo aquel saber y a todas aquellas revelaciones, ya que todo lo creado, todo cuanto existe bajo la creación, tiene sus límites: incluido el más sabio de todos, que también ha de morir, aunque su vida sea ilimitada (lo cual no quiere decir infinita ni eterna), pues el final de los tiempos implica el final de nuestro universo espacio-temporal y todo lo que en él se alberga como manifestación secundaria de la dimensión que los contiene y los crea...

9 También este tema ha sido tratado en escritos alquímico-herméticos. Por ejemplo, “La entrada abierta al Palacio cerrado del Rey” de Ireneo Filaleteo.

10 Se compone de un grupo de tres hojas, la del medio grande y ancha, y las de los costados más estrechas y curvadas, terminadas todas por un remate más pequeño en la parte inferior.

11 En el antiguo Egipto, el epíteto de Osiris era "el que está en lo alto de la escalera". La utilidad de la escalera está en que nos permite subir a los pisos superiores de un edificio, a un plano más elevado... o bajar de ellos.

12 El caracol tiene impreso en su “palacio”, en su concha, un símbolo solar: la espiral. Un remolino de fuego...

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