v domingo ordinario ciclo a

Post on 08-Feb-2017

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Spiritual

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Ciclo A

El evangelio de este domingo, como la mayoría en el ciclo A, es de San Mateo. Jesús había proclamado las actitudes que deben tener los que quieren ser sus discípulos. Son las bienaventuranzas. Algo grandioso y profundo en lo que muchas veces deberíamos meditar.

A continuación Jesús nos dice que un cristiano no es sólo quien vive una vida santa, sólo para sí, cumpliendo las bienaventuranzas, sino que debemos ser:

Dice así el evangelio (Mt 5, 13-16):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? No sirve más que para tirarla fuera y que la pise la gente. Vosotros sois la luz del mundo. No se puede ocultar una ciudad puesta en lo alto de un monte. Tampoco se enciende una lámpara para meterla debajo del celemín, sino para ponerla en el candelero y que alumbre a todos los de casa. Alumbre así vuestra luz a los hombres, para que vean vuestras buenas obras y den gloria a vuestro Padre que está en el cielo”.

Comienza Jesús diciéndonos que debemos ser sal de la tierra. La sal puede tener diferentes funciones; pero la principal y más conocida es la de dar sabor a los alimentos. Hay muchos para los que la vida no tiene sentido, les es insípida, aburrida. Les hace falta el buen sabor de la fe.

El cristiano debe ser como la sal para que otros encuentren el gusto de la vida. La cosas materiales pueden dar un cierto gusto, que resulta efímero y muy limitado. Debemos ayudar a encontrar el gusto profundo del alma aun en medio de la convivencia humana. Eso lo puede hacer quien esté impregnado del gusto divino.

La sal se usaba, cuando no había aparatos electrodomésticos, para conservar los alimentos. Era muy necesaria para preservarlos de la corrupción.

Por eso el discípulo de Jesús debe conservar su fe y hacer que se conserve en el mundo.

Para ello el discípulo de Cristo

debe tener un corazón puro y

limpio.

Debemos conservar y guardar las verdades

del evangelio. El discípulo debe

guardarse a sí mismo con honestidad e integridad para

poderlo ofrecer limpio.

En el Antiguo Testamento aparece la sal como símbolo de alianza y amistad.

El cristiano debe distribuir la sal del amor por el mundo.

En el tiempo de Jesús la sal tenía un significado peculiar al hablar de las ovejas. Después de todo un día por el pasto, les venía muy bien pasar por alguna zona donde hubiera tierra salada, orillas del Tiberiades o mar Muerto.

Por eso cuando Jesús dice a sus discípulos: “vosotros sois la sal de la tierra”, les habla de un símbolo de unión, que da fortaleza: unir a la humanidad en el Reino de Dios.

Si no servía para esto, había que tirarla.

Así los cristianos deben poder dar el calor del Espíritu al mundo. Ese calor son especialmente las bienaventuranzas.

La sal se usaba también para purificar y sanar heridas.

Así la fe debe purificar las esperanzas y el amor herido en la humanidad.

La sal no se puede poner a la comida en grandes cantidades. Es discreta, humilde, debe diluirse.Así el cristiano debe dar sabor, pero con humildad y discreción, sin buscar tener protagonismo. El cristiano debe diluirse en la sociedad. Pero debe ofrecer un evangelio ni demasiado diluido, sin sabor, ni demasiado salado.

Automático

sal de la tierra será;

los hombres la pisarán.

Que sea mi vida la sal,

que sea mi vida la luz:

sal y fuego es Jesús

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El cristiano, además de sal, debe ser LUZ DEL MUNDO.

Hay luces que alumbran

y hay luces que deslumbran.

Lo importante no es que veamos la luz, sino el camino que debe iluminar.

Hay personas que se creen “luceros”; pero si no están con Cristo son como una “luz fatua”.

A veces se llama progresismo a leyes tan negativas como el aborto o el divorcio. O se habla de adelantados o retrasados de formas muy diversas unos de otros.

En esta vida se necesita iluminar a muchos que están equivocados o que tienen las ideas muy oscuras.

Para iluminar, uno tiene que estar iluminado. En el plano de la fe hay muchos grados. Un grado sublime es cuando la persona se deja conducir por los dones del Espíritu Santo. Es curioso constatar que estos dones, más de la mitad, son dones de iluminación: don de sabiduría, de entendimiento, de ciencia, de consejo. Hay que ser humildes para ser partícipes de ellos.

Sus cortas dotes intelectuales le impedían brillar en los estudios; pero su santidad, amor a Dios y humildad en su entrega, hizo que pudiera tener el don de consejo tan desarrollado que no se puede entender sin la ayuda expresa del Espíritu Santo.

Muchos ejemplos podríamos poner de santos. Vamos a recordar a dos: 1) San Juan Mª Vianney era el cura de Ars.

2) Santa Catalina de Siena logró del papa, que estaba tranquilo en Avignon, que volviera a Roma, a pesar de las dificultades que había, para bien de la cristiandad. Para ello usó de la fuerza de convencimiento, con su luz y raciocinio, pero sobre todo consiguió, con la santidad de su vida y la entrega al don iluminador del Espíritu Santo, lo que otros no podían con el sólo raciocinio humano.

¿Cómo podremos ser luz para los demás? Ciertamente que no será con muchos argumentos, sino que será sobre todo con las obras de nuestra vida. Nuestra luz brillará sobre todo en las obras. Jesús nos dijo que en el juicio final brillarán especialmente, no los que sepan mucho o hablen mejor, sino los que hayan hecho más obras de misericordia.

Hoy en la primera lectura el profeta Isaías nos dice algo parecido. Si queremos brillar, debemos hacer el bien. Dice así el profeta:

Is 58, 7-10

Así dice el Señor: “Parte tu pan con el hambriento, hospeda a los pobres sin techo, viste al que ves desnudo, y no te cierres a tu propia carne. Entonces romperá tu luz como la aurora, en seguida te brotará la carne sana; te abrirá camino la justicia, detrás irá la gloria del Señor. Entonces clamarás al Señor, y te responderá; gritarás, y te dirá: “Aquí estoy.” Cuando destierres de ti la opresión, el gesto amenazador y la maledicencia, cuando partas tu pan con el hambriento y sacies el estómago del indigente, brillará tu luz en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía.”

El salmo responsorial, que siempre es como una meditación de la primera lectura, hoy es el salmo 111 (ó 112) en que se repetirá: “El justo brilla en las tinieblas como una luz”. Y luego va diciendo algunas cualidades de ese justo que brilla porque hace el bien.

Dichoso quien se acuerda

del hermano,

Automático

porque cumple el

mandamiento del Señor.

Cada día de lo suyo podrá dar.

El que es justo y es

clemente y compasivo

como luz en las

tinieblas brillará,

El que quiera el corazón

tener contento,

con los pobres

su comida partirá.

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La idea de la luz es una metáfora tradicional en la Sagrada Escritura. Dios crea lo primero la luz. Pero Dios mismo es la luz. Es como el signo de la majestad de Dios. O una efusión de la misma gloria de Dios. Los profetas hablan de la luz del reino futuro: Habrá un día luminoso repleto de claridad, iluminado por el sol de justicia.

Todas esas cosas hermosas, que decían los profetas, se cumplieron en Jesús. Él era “la luz verdadera que ilumina a todo hombre”. Un día diría: “Yo soy la luz del mundo. Quien me siga no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida”. Hoy les dice a los discípulos: “Vosotros sois la luz”

Por eso san Pablo, cuando predicaba, sólo quería hablar de Cristo crucificado. De esto nos dice san Pablo en la 2ª lectura de hoy.

1Corintios 2,1-5

Nosotros, si queremos tener y ser luz, debemos seguir a Jesucristo. Otros líderes pueden tener algo de luz, Jesús la tiene toda.

Es el camino, la luz y la verdad para aquellos que quieran aceptar sus palabras y su vida.

Yo, hermanos, cuando vine a vosotros a anunciaros el misterio de Dios, no lo hice con sublime elocuencia o sabiduría, pues nunca entre vosotros me precié de saber cosa alguna, sino a Jesucristo, y éste crucificado. Me presenté a vosotros débil y temblando de miedo; mi palabra y mi predicación no fue con persuasiva sabiduría humana, sino en la manifestación y el poder del Espíritu, para que vuestra fe no se apoye en la sabiduría de los hombres, sino en el poder de Dios.

Cuando uno se apoya en Jesús, Dios le va iluminando. Y cuando se apoya totalmente, como los santos, siente la presencia más plena con los dones del Espíritu Santo. .

Son ejemplo en el ver

el sentido

de la vida.

Por eso hay personas que sin haber tenido estudios especiales son luz en la Iglesia para

otros muchos.

Termina hoy Jesús en el evangelio diciéndonos que no apaguemos la luz que tenemos de Dios. Como en casi todas las cosas de religión podemos pecar por uno de los dos extremos: Porque podemos ser vanidosos creyendo que la luz se debe a nuestro esfuerzo o podemos ser falsamente humildes creyendo que nadie debe ver esa luz.

No tengamos miedo en hacer que brille la luz que Dios nos ha dado. El mundo necesita testigos. Hay muchos a quienes no gusta la elocuencia, ni creen en muchas palabras; pero el ejemplo arrastra.

Más que las

palabras son

urgentes los

hechos de vida.

Nuestra vida debe brillar. Pero eso sí: No para que nos glorifiquen a nosotros, sino para que, viendo nuestras obras, glorifiquen al Padre que está en el cielo. Y esto suele ser difícil. Por eso debemos pedir al Padre de todas las luces que nos dé la luz para saber cómo debemos actuar en algunos momentos.

Y confiados en Dios trabajemos por su gloria, sin preocuparnos de guardar la luz bajo la mesa, porque no debemos apagar la luz, que es sobre todo el amor.

No se oculta una vela

Automático

No se enciende una llama

para esconderla.

No apa-guéis

vuestro amor, no lo

hagáis.

No apaguéis vuestro

amor, no lo hagáis.

Si la sal ya no sirve, hay que tirarla.

La comida

está sosa ¿cómo salarla?

No apaguéis vuestro amor, no lo hagáis.

AMÉN

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