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Todos los años en este segundo domingo de Cuaresma la Iglesia nos pone a considerar el pasaje de la transfiguración de Jesucristo. Ello es porque tiene un mensaje muy importante para este tiempo de cuaresma.

Y hasta el trabajar por el Evangelio se hace dificultoso, como le dice san Pablo a su discípulo Timoteo en la 2ª lectura de hoy.

El domingo pasado, primero de cuaresma, veíamos cómo en esta vida tenemos muchas pruebas y dificultades,

porque existe el peligro del pecado o apartarnos de Dios. Por eso es necesaria la purificación.

Querido hermano: Toma parte en los duros trabajos del Evangelio, según la fuerza de Dios. Él nos salvó y nos llamó a una vida santa, no por nuestros méritos, sino porque, desde tiempo inmemorial, Dios dispuso darnos su gracia, por medio de Jesucristo; y ahora, esa gracia se ha manifestado al aparecer nuestro Salvador Jesucristo, que destruyó la muerte y sacó a la luz la vida inmortal, por medio del Evangelio.

2Tim 1,8b-10

Y no sólo para la otra vida, sino que aquí Dios nos da momentos especiales de luz y de paz para poder comprender el gran mensaje de hoy:

que para llegar al monte de la gloria hay que pasar antes por el monte del Calvario. En medio de este “duro trabajo” de esta vida, Dios nos da la fuerza necesaria para poderlo trasformar en luz brillante.

Automático

Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.

Es un sendero angosto y pedregoso, alfombrado de espinos y de cardos.

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Mateo 17,1-9

Otra segunda lección nos quiere dar el evangelio: Que en esta vida nos da Dios glorias momentáneas o pasajeras (para animarnos) como fue la transfiguración de Jesús para los tres discípulos. La escena de la Transfiguración del Señor este año, por estar en el ciclo A, la narra el evangelista san Mateo. Dice así:

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro,a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. Y se les

aparecieron Moisés y Elías conversando con él. Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús: "Señor, ¡qué bien se está aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías." Todavía estaba hablando cuando

una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto.

Escuchadlo”. Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto. Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:

“Levantaos, no temáis”. Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo. Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó: "No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del

hombre resucite de entre los muertos."

¿Porqué no llevó Jesús a los 12? Es difícil saber las razones; pero también aquí hay una lección: En las cosas de la Religión no conviene decir todo a todos. Depende de la formación, las ideas se reciben diversamente.

Jesús quiere dar una lección

importante y escoge a tres

discípulos que parecen más aventajados.

Varias veces en los evangelios, después de algún milagro, Jesús manifiesta que no lo publiquen. Una de las razones es que para muchos sería contraproducente oír publicando que Jesús era el Mesías. Así sucede en la vida, que hay personas que no están preparadas para poder comprender diversos temas. Les basta con lo elemental “por ahora”.

A aquellos tres discípulos se lo quiere enseñar de una manera más viva y les invita a subir a aquel monte para hacer oración. Aun así no lo entenderían del todo hasta que Jesús resucitó.

Los discípulos en

general no habían

comprendido cuando Jesús les decía que Él debía ir a Jerusalén a sufrir, pero

pronto resucitaría.

La lección era que Él tenía que padecer para luego ir a la Gloria. Y que por lo tanto el sufrimiento no es la meta final de nuestra vida, sino que estamos creados para poder llegar a la verdadera gloria que es el cielo. Y, como existe la libertad y la maldad, no puede haber verdadera gloria si antes no se pasa por el sufrimiento.

O también, que el sufrimiento nos puede llevar a la gloria.

y que, aunque veamos mucho dolor y sufrimiento, como tuvieron los santos, si sabemos aprovecharlo, todo se transfigurará en una alegría y gozo como no lo podemos imaginar.

Esta es la gran verdad

que debemos sentir hoy en el corazón:

Dios, que es Amor, nos ha creado para

gozar

Siempre hay alguno que comenta que eso de la gloria eterna está muy lejos y, dicho así, la religión parece muy triste. La escena de la Transfiguración de Jesús es una muestra de que Dios a los que le buscan sinceramente les da muchas alegrías aquí. Los santos también eran las personas más felices.

Dios se muestra siempre con bondad y misericordia en medio de los sufrimientos.

Y, como siempre estaba impulsado por el Espíritu, lo mismo que impulsado por el Espíritu fue al desierto, ahora le impulsa subir a la montaña para escuchar la palabra de su Padre y el testimonio de “la ley y los profetas”.

También Jesús como hombre necesitaba un consuelo y una certeza.

Lo que expresa el evangelio sobre la impresión de los tres discípulos es haber escuchado verdaderamente a Dios. Jesús lo sentiría en lo más profundo de su alma. Aun como hombre era Hijo de Dios y no podía quedar abandonado.

La voz del Padre será: “Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo”.

Dios nos habla de paz, pero muchas veces a través de la cruz. Y quizá cuando menos lo esperamos, surge la luz, todo parece transfigurarse y sentimos que Dios está con nosotros.

A cada uno de nosotros Dios nos

habla, especialmente en

este tiempo de cuaresma.

Tenemos que estar a la escucha

de Dios.

Jesús lo siente especialmente cuando es llamado “el amado, el predilecto”. Son palabras sustanciales, eficaces. Cuando el Padre lo pronuncia, el Espíritu le envuelve en amor. Será testigo de ese amor durante su vida.

La manifesta-

ción de Dios es

sobre todo por el amor.

En realidad ya estaba en la Biblia, en la ley y los profetas, como así lo conversarían Jesús con Moisés y Elías. Muchas veces hay grandezas de nuestra fe que no se conocen, porque no se buscan o no se quieren conocer.

Ahora los tres

discípulos compren-

den un poco más

la gran lección

que Jesús nos da.

A nosotros hoy se nos invita a subir al Tabor, no quedarnos en una vida mediana o rastrera. Subir a la montaña significa esfuerzo, superación, conquista de ideales. Significa purificación, respirar aire puro, estar más cerca del cielo. Dios nos invita a subir como a Moisés y Elías para escuchar la palabra de Dios y encontrarnos con Él.

Subir es responder a una llamada, una vocación. Es dejar quizá la comodidad, la rutina, el ambiente corrompido y empezar a buscar nuevos ideales. Aunque en toda vocación se sufre, el vacío que muchas veces tiene el alma, debe llenarse de luz y de sentido, que producirá alegría. Eso es el encuentro con Dios. Por eso hoy se nos dice: Sube a la montaña y verás al Señor.

Automático

sube a la montaña y

verás al Señor.

sube a la montaña y

verás al Señor.

Oye la llamada

de su voz, no

vuelvas la espalda al Redentor,

sube y sigue al Señor.

El te invitará a ser pobre,

el te invitará a

ser limpio,

a vivir, a morir por

un mundo

de amor.

Sube a la montaña, sube a la montaña,

Hacer CLICK

Si subimos a la montaña con Jesús (podemos entenderlo como el ir a la iglesia) es para escuchar la palabra de Dios y para guardarla, para dejarnos conducir por ella. Esto significa que debemos dar respuesta a la llamada de Dios, hacerla vida en nosotros.

Si subimos a la montaña es para bajar, no para quedarnos. Esto será el día que vayamos al cielo. Bajar es ir a la realidad de cada día. San Pedro estaba muy contento escuchando al Señor y dice: “¡Qué bien se está aquí! Puede suceder a veces el estar a gusto en algunos encuentros espirituales. Pero…

Si vamos a la iglesia y estamos en encuentro con Dios, es para que luego lo compartamos en la vida común. A veces nos quedamos en el triunfalismo de la religión. Pero religión es sobre todo amor y hacerse uno con los demás. Porque en la vida nos encontramos con hermanos que sufren y apenas pueden caminar.

A ellos los que creemos que hemos tenido algún encuentro con Dios debemos llevarles fuerza y luz. Responder a Dios no es dar rodeos y pasar de largo, sino ir en ayuda del necesitado. A alguno Dios le pedirá salir de su casa y de su patria para hacer el bien, como a Abrán, que luego Dios le llamaría Abraham. Hoy en la 1ª lectura se habla de la llamada de Dios a Abraham. Dice así:

En aquellos días, el Señor dijo a Abrán: "Sal de tu tierra y de la casa de tu padre, hacia la tierra que te mostraré. Haré de ti un gran pueblo, te bendeciré, haré famoso tu nombre, y será una bendición. Bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan. Con tu nombre se bendecirán todas las familias del mundo." Abrán marchó, como le había dicho el señor.

Génesis 12,1-4a

Abraham escucha la palabra de Dios desde dentro más que desde fuera. Toda vocación exige renuncias: de la casa tranquila, de la familia, de las costumbres, de la comodidad.

Toda vocación, si se sigue

generosamente, termina en una transfiguración, a pesar de las dificultades.

es para que llevemos la salvación a muchos otros que se sienten hundidos por falta de seguridades en su espíritu.

Cuando Dios llama, no es

para hacernos sufrir, es para

hacernos crecer en

libertad, para colmarnos de

frutos,

La llamada de Dios y la presencia transfigurada de Jesús en nuestra vida no suele ser de repente y una sola vez. Dios se va presentando poco a poco, o nos va presentando sus planes poco a poco, dependiendo de nuestra disposición. Por eso hay que estar atentos al paso del Señor. Eso es tener fe y vivir en esperanza.

Y sentir la misericordia de Dios sobre nosotros. Hoy el salmo responsorial, que siempre es una respuesta de fe a la 1ª lectura, es una súplica a la misericordia de Dios: “Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros como lo esperamos de ti”.

Y vamos recitando el salmo 32 (o 33).

Dad gracias al Señor con la cítara,

Automático

tocad en su honor el arpa de

diez cuerdas.

Cantadle un

cántico nuevo,

Dichosa la nación

el pueblo que Él se escogió

Aclamad, justos, al Señor.

Con María cantemos

las misericor-

dias del Señor.

AMÉN

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