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Comunicación y música: mensajes, manifestaciones y negocios Universidad de La Laguna, diciembre de 2018
DOI (individual):10.4185/cil2018-247
ISBN-13: 978-84-16458-93-6/ D.L.: TF-799-2018 / DOI del libro: 10.4185/cac144 Página | 613
Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/18SLCS/libro-colectivo-2018.html
La Importancia de la teoría del discurso de Ernesto Laclau y un esbozo de su potencial
relación con los Estudios de la Comunicación: una mirada teórica
Nina Lulushca Aguiar Mariño – Universidad Politécnica Salesiana –
naguiar@ups.edu.ec
Roberto Miguel Sánchez Montoya– Universidad Politécnica Salesiana–
rsanchezm@ups.edu.ec
RESUMEN
El presente trabajo es un ensayo teórico que busca contribuir a la aplicación
crítica de la teoría del discurso político postestructuralista en el campo de los
estudios de medios de comunicación y de la comunicación como constructora
de significantes. El primer desafío teórico que afrontamos, es la definición de
qué es discurso. En la academia el discurso ha sido abordado por diferentes
disciplinas de las humanidades y las ciencias sociales que buscan analizar la
construcción social de sentido. Nuestra intención, no es hacer un recuento de
la extensa literatura que se ha generado sobre el tema, desde diferentes
escuelas teóricas, sino más bien centrarnos, en los argumentos de la corriente
postestructuralista que sostiene Ernesto Laclau. Su teoría propone explicar las
manifestaciones políticas como prácticas articulatorias, que posibilitan
identidades colectivas. La teoría del discurso laclauniana, señala el carácter
antagonista de los procesos histórico-culturales que se configuran en el campo
de lo social, desde esta perspectiva, los discursos se constituyen como
articulaciones antagónicas. Finalmente, se realizará una aproximación a la
importancia de los medios de comunicación en las sociedades
contemporáneas y como la teoría del discurso explicada en este trabajo puede
dialogar con la propuesta de la medialidad. Priorizaremos, el manejo de
conceptos claves como, antagonismo, discurso, medios de información e
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imaginarios, con el objetivo de articular conceptualmente la teoría política del
discurso de Laclau y la comunicación.
Palabras claves: teoría del discurso; Laclau; medios de comunicación;
medialidad.
1. Introducción
Aproximación a la teoría del discurso postestructuralista
A partir de los planteamientos de la linguística estructural, el antropólogo Levi
Strauss se convirtió en uno de los pioneros en desarrollar una teoría para
explicar la estructura de la vida social en términos de la lógica diferencial del
signo de Saussure. El antropólogo francés estudió costumbres, mitos y objetos
buscando desentrañar qué querían decir los pueblos a través de sus
representaciones más allá de su significado explícito y trataba de ubicar el
código subyacente que produce sentido (Hall, 1997). Al definir la antropología
social indicó que nadie había estado más cerca de definirla que de Saussure
cuando dijo que la lingüística estaba dentro de un área de estudio, aún por
nacer, que llamó semiología atribuyéndole “por objeto de estudio la vida de los
signos en el seno de la vida social” (Levi Strauss, 1985, 26).
En este contexto también surgió una primera generación de semiólogos que
estudiaron la forma de una serie de productos culturales como la fotografía, la
moda, y consideraron que todos “los objetos podrán transformarse en habla,
siempre que signifiquen algo” (Barthes, 1981,201). El semiólogo francés
Roland Barthes manifestaba que en un primer nivel denotativo los significantes
nos remiten a un significado, pero en un segundo nivel de interpretación
tenemos la connotación que involucra valoraciones culturales, es decir la
interpretación que se construye alrededor del significante y que involucra otro
significado (Barthes, 1981). Sin embargo, en una segunda etapa se dio cuenta
que los significantes operaban a través de una compleja cadena, que no se
podía simplificar en los dos momentos, connotación y denotación, que había
descrito inicialmente, y su preocupación se trasladó al juego del sentido y el
deseo. Esta situación lo llevó a plantear “la noción de un texto plural, cuyos
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significantes no pueden estar ligados permanentemente a significados
particulares” (Laclau, 2004, 4).
Otro destacado personaje que se valió de elementos del estructuralismo para
alimentar su desarrollo teórico fue Lacan, en este caso, para los estudios del
psicoanálisis enfocó al sujeto como subordinado al lenguaje, concibiéndolo
como efecto de una articulación significante que construye representaciones
fallidas, altamente inestables. Señaló que el sujeto debe ser localizado en el
inconsciente que está estructurado como el significante en permanente
desplazamiento (Gutiérrez, 2002). Desde este punto de vista el sujeto escapa
a la significación cerrada y está constituido por aquello que en esencia le es
negado a la conciencia (Lacan, 1964). Así estamos ante un sujeto descentrado
expuesto a la imposibilidad de una identidad fija y más bien es el resultado de
fuertes tensiones internas que lo constituyen escindido.
2.- Crítica al sujeto postestructuralista
Nancy Fraser, que no comparte estos presupuestos teóricos, critica la
concepción del sujeto lacaniano que tuvo gran influencia en el pensamiento
posestructuralista. Considera que en esa aproximación el sujeto “no es un
agente de la práctica discursiva, sino sólo un efecto del orden simbólico”
(Fraser, 1997, 13). Es decir, que sigue atado a la estructura lingüística y no
consigue resolver esa atadura, por lo que resulta complicado plantearse un
proyecto emancipatorio desde esa perspectiva. Desde su apreciación, éste
sistema todavía se presta a una concepción rígida de la significación, que de
alguna manera niega las tensiones y contradicciones que se da en la
construcción social de sentido.
Sin embargo, debemos considerar que autores postestructuralistas como
Barthes, Lacan y Derrida introducen valiosos elementos para tomar distancia
de las explicaciones rígidas del estructuralismo clásico. Precisamente este
momento postestructuralista abrió la posibilidad de desarrollar nociones como
la del texto plural, el deslizamiento permanente del significado, la imposibilidad
de cierre del sentido. Como veremos, más adelante, la teoría del discurso de
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Laclau sirve de base para plantear un proyecto político emancipatorio
reconociendo y valorando las diferencias sociales internas que tiene toda
comunidad.
Fraser divide los estudios del discurso en dos grandes campos según su origen
teórico. Considera que éstos pueden separarse entre los que provienen de
una fuente estructuralista y los que se nutren de la pragmática, identificándose
con el segundo grupo. Entre los autores más cercanos a la pragmática
destaca a Foucault, Bakhtin y Bourdieu, entre otros. Explica que la
aproximación desde la pragmática al estudio del lenguaje destaca la
importancia de relacionarlo con un contexto social, vinculando los estudios del
lenguaje con los estudios de la complejidad social.
El enfoque pragmático entiende la significación como acción y no como
representación. Se preocupa por la manera en que las personas ‘hacen cosas
con palabras’. Por esta razón, nos permite ver a los sujetos hablantes no sólo
como efectos de estructuras y sistemas sino, más bien, como agentes ubicados
socialmente (Fraser, 1997,14).
En estas líneas observamos que a la par de reivindicar la fuerza performativa
de las palabras, que por cierto también es tomado en cuenta por la teoría que
vamos a emplear, apela a la necesidad de vincular a los discursos con una
fuerza exterior que los constituya. Este último punto es la gran diferencia con
nuestro enfoque. Para ahondar más en el tema propuesto por Fraser vamos a
referirnos a un autor citado por ella y que es contemporáneo a las primeras
críticas postestructurales. Nos estamos refiriendo a Michel Foucault quien
trabajó sobre la producción de conocimiento a través de las prácticas
discursivas del poder, otorgándole una nueva dimensión a la noción de
discurso como un sistema de complejas representaciones sociales más allá de
la simple expresión de ideas por medio del lenguaje (Hall, 1997). Desde su
punto de vista debemos tener presente que la aprobación y sostenimiento del
poder, ocurre porque “no pesa sólo como potencia que dice no, sino que cala
de hecho, produce cosas, induce placer, forma saber, produce discursos”
(Foucault, 1988,137). Las prácticas discursivas se presentan embestidas por
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una voluntad de verdad que ejerce el poder y busca excluir todo lo que
consideran falso estableciendo prohibiciones. El autor francés considera que a
través de la administración de la verdad el poder ejerce estrategias de
dominación que buscan controlar el cuerpo social.
Pero, ¿por qué aceptamos la voluntad de verdad que produce el poder si se
constituye arbitrariamente para justificar prohibiciones? Debemos tomar en
cuenta que la verdad aparece ante nosotros como desbordante de “riqueza,
fecundidad, [como] fuerza suave e insidiosamente universal” (Foucault, 1999,
24). Bajo este armazón el poder ha desarrollado instituciones, ciencias,
disciplinas y una serie de prácticas excluyentes en la sociedad. “El poder nos
obliga a producir la verdad (…) Tenemos que decir la verdad, estamos
forzados, condenados a confesar la verdad o a encontrarla” (Foucault, 2000,
34). Para que esto suceda la voluntad de verdad se vincula estrechamente con
las prácticas sociales constituidas históricamente y que hemos interiorizado sin
advertirlas ni analizarlas. La voluntad de verdad está estrechamente ligada con
la producción discursiva, con esa “forma que tiene el saber de ponerse en
práctica en una sociedad, en la que es valorado, distribuido, repartido”
(Foucault, 1999, 22).
Sin embargo, Foucault también considera que en los discursos está presente la
figura de la discontinuidad por la que éstos se cruzan, yuxtaponen, convergen,
oponen o anulan. De esta manera recalca que los discursos circulan
complejamente. Es decir, que el sentido circula a través de una serie
entramada de eslabones y están lejos de ser considerados como una
continuidad lineal. Ante esta perspectiva planteó la necesidad de estudiar
genealógicamente los desplazamientos de las formaciones discursivas porque
no podemos tratar los acontecimientos como conjuntos uniformes de sentido o
fenómenos significantes homogéneos. Incluso planteó la necesidad de
introducir el “azar como categoría en la producción de los acontecimientos”
(Foucault 1999, 58). Esto último porque muchas veces intervienen
contingencias menudas que pueden alterar los sucesos a partir de las
pasiones, amarguras, odios, etc. Ahora, si bien Foucault se dedicó
principalmente al estudio histórico de instituciones y dispositivos de control
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social considerando al sujeto como producto de los discursos del poder
también nos invita a considera que el discurso “produce un lugar para el sujeto
(…) desde el cual su particular conocimiento y sentido hace sentido” (Hall,
1997,13-74.).
Esta aproximación a la propuesta foucaultiana nos muestra un estudio del
discurso que no pretende revelar “la universalidad de un sentido, sino que saca
a relucir el juego de la rareza impuesta con un poder fundamental de
afirmación” (Foucault, 1999, 68). Con esto reafirma que el análisis del discurso
debe ubicar la regularidad en la dispersión, recalcando que la regularidad de
sentido no se encuentra al interior de los discursos, sino que se ubican en
fuerzas externas a las formaciones lingüísticas. Pero esta heterogeneidad no
fue cabalmente explicada y posteriormente dejó de lado sus estudios sobre el
discurso sin una respuesta precisa sobre estos asuntos (Laclau, 2004).
Siguiendo las observaciones al trabajo de Foucault en materia discursiva,
vemos que para el filósofo francés la formación social de sentido es un
fenómeno que define como discurso y la unidad mínima de su análisis es el
enunciado (Buenfil, 2004). La volatilidad del enunciado como unidad de
análisis genera una serie de dificultades porque no puede ser considerado
como una proposición que resuma lógicamente el sentido de un texto.
Entonces tenemos que su unidad parte de un presupuesto bastante
problemático de definir y este sería uno de los motivos que lo llevan a tratar de
ubicar un elemento exterior a los discursos que pueda explicar la formación del
sentido (Buenfil, 2004; Laclau, 2004). Así tenemos que en las primeras obras
de Foucault, Las Palabras y las Cosas y La Arqueología del Saber, considera
que las prácticas discursivas están unificadas por la episteme, el paradigma de
una época que da lugar a una producción de sentido. Sin embargo, en sus
posteriores trabajos del College de France se centra en el estudio del poder
como la fuerza que produce las prácticas discursivas.
Rosa Buenfil también observa que las instituciones descritas en el trabajo de
Foucault como las cárceles, hospitales, escuelas, etc., son lugares
generadores de sentido. Por ejemplo, “¿Acaso la vestimenta del preso, del
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enfermo, del escolar no son significativas?” (Buenfil, 2004). Desde su
perspectiva, explica que las prácticas ritualizadas en esos establecimientos
también son portadoras de significación y se pregunta cómo es posible
mantener la separación entre actividades extralingüística y enunciados
lingüísticos que realizó Foucault en su obra. ¿Qué pasaría si todas las
actividades significativas descritas se las considera como parte del discurso?
¿Qué ocurriría si las relaciones externas de poder se las coloca en el interior
significativo del discurso, por ejemplo, el caso carcelario? Buenfil concluye que
la eliminación de lo extralingüístico, salvo consideraciones epistemológicas, no
habría traicionado ni abandonado las preocupaciones analíticas de Foucault.
3.- Teoría política del discurso de Laclau
Con estos antecedentes estamos listos para introducirnos en la propuesta que
sostenemos. Como hemos adelantado, en materia discursiva, Laclau pertenece
a la corriente postestructuralista que cuestiona el racionalismo y el cierre total
de sentido. Asimismo, un aspecto fundamental, es que considera que lo
discursivo no se queda en el habla o lo escrito sino que es visto como sinónimo
de articulación social. “Rechaza la distinción entre prácticas discursivas y no
discursivas y afirma (…) que todo objeto se constituye como objeto de
discurso” (Laclau y Mouffe, 1987, 144).
Este punto de partida nos lleva a plantear que cualquier particularidad para
acceder a la significación, debe establecer una frontera que marque diferencias
antagónicas frente a otra unidad significativa. Constituir una frontera es la única
forma que tiene una particularidad para diferenciarse de otra unidad que haya
alcanzado previamente cierta centralidad. Pero este proceso de exclusión, a
través del intento de fijación de los límites que constituye a una particularidad,
también implica establecer relaciones equivalenciales con unidades similares o
que se consideren semejantes. Es decir, la frontera que excluye
antagónicamente al diferente también permite la identificación entre
particularidades equivalentes.
Observamos que la significación se produce a partir de una relación diferencial,
y que también implica una articulación entre particularidades equivalentes, que
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buscan subvertir sus propias diferencias internas para dar sentido a una
centralidad. En este punto nos encontramos ante esta situación imposible y
necesaria. ¿Cómo las diferencias y equivalencias pueden conciliar para
acceder al campo de la representación? Laclau resuelve este problema
argumentando que la representación sólo es posible “si una particularidad
asume la representación de una totalidad que es completamente
inconmensurable respecto a sí misma” (Laclau, 2004, 3). Se trata de un intento
de apuntalar un significante totalizador que articula varias particularidades a
través de uno de sus miembros. Es decir, una particularidad se convierte en el
significante de un conjunto de particularidades para dar sentido a un discurso
común que los representa. Este resultante del complejo proceso de articulación
es lo que vamos a denominar discurso.
Esta totalidad discursiva, lejos de ser homogénea y cerrada, está sujeta a una
serie de tensiones. Cuando hablamos de una situación de tensión nos estamos
refiriendo a una relación contingente que no puede resolverse a priori, sino que
es intrínseca a su constitución y sujeta a desplazamientos de sentido según
diversas circunstancias. Para comprender esta situación debemos tener en
cuenta que en la práctica varios elementos buscan constituirse
simultáneamente como totales, lo que implica una lucha de distintas
particularidades por fijar significantes.
Entonces se debe comprender que la constitución de una formación discursiva
se produce por la presencia de una fuerza antagónica que produce la
articulación de una serie de diferencias que terminan siendo representadas por
un significante, y éste investimento se produce como consecuencia de luchas
por el poder. Ese significante que anteriormente era un significante flotante
cualquiera fue vaciado de su contenido original y ahora intenta dominar el
espacio de la discursividad, esta sobredeterminación discursiva rodea las
identidades, razón por la cual ninguna identidad es fija ni estable. Los
significantes hegemónicos son discursos privilegiados que fijan parcialmente el
sentido de la cadena significante. Estos tienden a vaciarse de sus propios
contenidos particulares y su rol no es aludir a un contenido conceptual o literal
sino el de representar una plenitud ausente: “En tanto nombra una plenitud
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indiferenciada no constituye un término abstracto sino, en el sentido más
estricto, vacío” (Laclau, 2005, 126). Es por ello que el significante vacío o
hegemónico no tiene un fundamento referencial sino que descansa en un
proceso discursivo. Los significantes vacíos tienen un rol articulador. Lo que
ellos condensan es un campo antagónico, es decir que representan tanto la
cadena equivalencial como sus fronteras. (Laclau, 2005, 114). Sin embargo,
esta lógica de articulación, no se produce en un contexto estable de fronteras
fijas. Por el contrario, en muchos casos ellas son móviles y se ven
influenciadas por el surgimiento de cadenas equivalenciales “alternativas”,
articuladas bajo otra cadena de significado, recibiendo así la presión de otros
proyectos que intentan ser hegemónicos.
4.- Discurso, comunicación y medios. Un esbozo de su potencial relación
con la teoría del discurso de Laclau.
En este marco los medios de comunicación aparecen como espacios
importantes para la construcción y circulación de discursos políticos. Los
actores políticos no operan activamente sin considerar la fuerza que tienen los
medios de información. La transmisión de los discursos políticos, crea barreras
y forjan imaginarios que terminan influyendo en la determinación de decisiones
políticas, así como también en los sentidos de identidad y de imagen de los
distintos actores involucrados. Este tipo de influencia puede significar el éxito o
fracaso de algún movimiento social o político. Los análisis sobre la formación
de las identidades políticas, por tanto, no pueden dejar de lado a los estudios
de la comunicación, la opinión pública y los medios de información.
Por las razones recientemente expuestas se considera que los medios de
comunicación y el poder creciente de estos en la estructuración de voluntades
requieren ser revisados desde la teoría política del discurso. De la misma
manera en esta última sección se buscará relacionar la teoría del discurso
expuesta con estudios de los medios como constructores de imaginarios e
identidades, es decir como constructores de discursos. Se tomará en cuenta
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que los medios transmiten y fundamentan un tipo de información discursiva que
posibilita mayor fuerza a determinados proyectos que a otros.
Jannick Schou; en Ernesto Laclau and Critical Media Studies: Marxism,
Capitalism, and Critique, insiste en que
“... la teoría del discurso postmarxista de Ernesto Laclau (1990, 2005) ha hecho
lenta pero segura, su ingreso en el campo de los estudios de medios durante
las últimas dos décadas (Dahlberg y Phelan 2011). A lo largo de sus muchos
escritos, Laclau (1979, 1990, 1996, 2014) desarrolló una forma del marxismo
que no descansa ni toma su punto de partida en relaciones de clase a priori o
estructuras económicas de base. Por el contrario, Laclau desarrolló, una teoría
política de la significación que a menudo se denomina teoría del discurso”
(Schou, 2016, s/p).
La teoría política de la significación que a menudo se denomina teoría del
discurso, según Schou hace hincapié en la fijación de significado y analiza la
existencia de los regímenes particulares como el resultado de una continua
lucha discursiva. El análisis que hace Schou alrededor de las implicaciones del
enfoque de Laclau para entender el papel de la comunicación y de los medios,
es desde una visión crítica del discurso. En este sentido, la teoría del discurso
crítica, posibilita deconstruir las formas en que las relaciones de clase -
antagónicas- influyen en la producción de discursos, entendiendo que estos
discursos guardan sentidos ideológicos, políticos, culturales y de clase.
Tomando como referencia a Schou, la teoría política de Ernesto Laclau
debería entenderse como una teoría emancipatoria. Según Laclau (1990,
1996), cualquier proyecto emancipatorio nunca puede ser basado en una
última fundación o suelo. Más bien, tendrá que seguir siendo un contingente.
De esta manera, la teoría del discurso de Laclau, puede entenderse como
indispensable para los análisis críticos de la comunicación, “ya que es,
simultáneamente explicativa, práctica y normativa. En una era dominada por
los medios capitalistas y la hegemonía neoliberal (Schou, 2016, s/n).
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La visión de Schou (2016), en la comprensión de la importancia de la teoría de
Ernesto Laclau para los estudios de la comunicación nos ha permitido pasar de
un primer entendimiento alrededor de ciertas categorías como antagonismo,
discurso, imaginarios y medios, a una visión mucha más completa del discurso
político, como un discurso emancipatorio.
El capitalismo contemporáneo genera todo tipo de desequilibrios y áreas
críticas: crisis ecológicas, marginalidad y desempleo, desniveles en el
desarrollo de diferentes sectores de la economía, explotación imperialista, etc.
Eso significa que los puntos antagónicos van a ser múltiples y que cualquier
construcción de una subjetividad popular tendrá que comenzar a partir de esa
heterogeneidad. Ninguna limitación basada en una estrecha noción de clase
servirá a esos efectos (Laclau, 2006, 25).
La pluralidad de relaciones sociales que conforman el entramado social,
requieren de estrategias políticas de articulación en torno a las diferentes
demandas. Esto implica que los sujetos como agentes construyen discursos
que incluyen demandas de cambio social y de crítica. Estos discursos “son
determinantes” frente a ciertos discursos hegemónicos y de poder. El análisis
crítico de cómo se constituyen estos discursos desde la significación de lo
político son materia de la comunicación, desde esta perspectiva, los enfoques
teóricos de Ernesto Laclau, nos ayudan a entender que, los medios de
comunicación se manejan políticamente, y son creadores de discursos.
Para vincular el trabajo de Laclau a la comunicación, también nos sirve el
concepto de medialidad que surge de la propuesta de Marchart. Los textos de
Oliver Marchart aportan elementos conceptuales para atender la relación entre
medialidad y medios de comunicación, medialidad y construcciones imaginarias
e identitarias. Según Oliver Marchart es posible establecer un vínculo
epistemológico entre, lo político y la comunicación. “Entendemos las prácticas
de activación política -los discursos- como resultantes de la medialidad” (2011).
El autor sostiene que la medialidad constituye la figura bajo la cual ―lo político-
puede ser integrado en los estudios de la comunicación, ya que, la medialidad
interviene en la formación antagónica. La medialidad tendría entonces una
doble vía, una como aquella que posibilita construcciones identitarias, de
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imaginarios, por tanto de discursos; y por otro lado, la medialidad como el acto
-de influencia- que, a través de ciertos instrumentos - los medios de
comunicación- posibilitan la transmisión y fortalecimiento de esos discursos.
El antagonismo forjado desde la dimensión imaginaria, pretende actuar sobre
el núcleo de la identidad. Las identidades se conforman en relación con el otro,
es decir, se debe atender a la construcción de una figura antagónica para la
definición de la propia identidad. Así, la configuración de una identidad implica
el establecimiento de una diferencia, y el éxito de su afirmación estriba en su
capacidad de excluir y de producir un nosotros inclusivo; esto no sería posible
sin la medialidad.
La idea central de la medialidad no es factible, sin los procesos comunicativos y
de intercambio entre los distintos actores. Por lo tanto, lo que proponemos es
comprender el espacio de lo social como un espacio de procesos
comunicativos, un lugar de interacción que es creado por la participacion -
comunicación, de los distintos grupos antagónicos. La medialidad por tanto,
como acto discursivo que posibilita sentidos, significados, identidades,
imaginarios y prácticas.
Las identidades por tanto se forjan en el espacio de lo social, donde los
distintos actores interactúan, crean y recrean sus propias identidades, en
función del otro excluido - confluyen aquí diferencias culturales, de
negociación política y hegemónicas. Es así que la medialidad es esa frontera
que está articulada por una variedad de concurrencias, que determinan todos
los factores que llevan a los actores a procesos antagónicos. Por tanto, pensar
en la medialidad, abriría como ya los hemos mencionado, a planteamientos y
nuevas interrogantes acerca del rol de los medios de comunicación y la
circulación de discursos en relación al registro de lo político, así como también
de la formación de representaciones alrededor de los sujetos políticos en
correlación; por la influencia de los medios, y de los discursos que se legitiman
por éstos.
Hemos procurado en un primer momento, estudiar los abordajes teóricos de
Ernesto Laclau; quedándonos con dos de sus principales conceptos como son
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el de antagonismo y el de discurso, para articularlos con conceptos propios de
los estudios de la comunicación, como son los imaginarios y los medios de
comunicación; la vinculación de estos conceptos, se entienden, bajo una
premisa fundamental planteada por Laclau, que es que los antagonismos,
deben entenderse como propios de lo social.
La propuesta de Laclau considera lo social como base de la emergencia de los
sujetos políticos; el espacio de lo social vendría a ser por lo tanto, el espacio de
articulaciones de mediación logradas por la interacción entre los sujetos,
interacciones que siempre estarán regidas bajo situaciones de conflicto, de
exclusión e inclusión. El antagonismo supone también un concepto clave en la
comprensión de la formación de identidades, ya que la rivalidad con el otro es
inherente a la definición de la propia identidad.
En esta época tan mediatizada la articulación de los distintos significantes -son
el resultado de los imaginarios, símbolos o valores ambiguos que se conforman
en función de la medialidad-, es decir por interacción comunicacional cargadas
de disputas de sentido. Las nuevas articulaciones se forman desde la
medialidad. Estos discursos vienen a constituir, el marco referencial de los
movimientos sociales y políticos. Por lo tanto, las cadenas significantes que
engendran puntos nodales -discursos- se conforman de la mediación conflictiva
y articuladora, entre los distintos grupos antagónicos. La mediación, no puede
entenderse, sino solo, desde los procesos comunicacionales.
Jannick Schou al igual que Marchart, intenta relacionar el sentido laclauniano
del discurso con los estudios de comunicación. Si bien Marchart se concentra
en la “mediación” y en los medios de comunicación, Schou, considera prudente
examinar la noción de crítica ideológica de Laclau, sosteniendo que éste
concepto no debe considerarse como un formato de investigación descriptiva
sino como una perspectiva explicativa, normativa y práctica; y como crítica
radical de las estructuras existentes de dominación y subordinación. Por otro
lado, es importante entender a la comunicación no solo desde el papel de los
medios, sino también como la fuente que posibilita la creación de imaginarios e
identidades, así como también de prácticas comunicativas vinculadas por
Comunicación y música: mensajes, manifestaciones y negocios Universidad de La Laguna, diciembre de 2018
ISBN-13: 978-84-16458-93-6/ D.L.: TF-799-2018 / DOI del libro: 10.4185/cac144 Página | 626
Libro colectivo enlínea: http://www.revistalatinacs.org/18SLCS/libro-colectivo-2018.html
ejemplo al ejercicio de la política, y que deben ser indagadas desde el discurso
político.
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