juan l. ortiz - poesía inédita
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Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral
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POESA INDITA
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Esta edicin electrnica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario, de la monumental edicin de las Obras Completas, realizada por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difcil, sino imposible, de hallar. Se ha dejado el nmero de pgina original para referencia en citas.
Puesto que la seccin de notas est al final de la poesa editada y antes de la indita y la prosa, no sigue la secuencia de nmeros de pgina.
Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposicin en la pgina, tipografa, interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y exigente; vaya por tanto todo el mrito que corresponde a esa gran obra que fue la edicin de la UNL.
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ndice (se indica el nmero de pgina del papel, seguido del nmero de pgina en el pdf)
Gualeguay 1 OI (5)
Trptico del viento 942 (6) Vi unas flores... 943 (7) No puedo... 946 (10) 7 de Setiembre (a las 11) 953 (17) 7 de Setiembre (a las 17) 954 18) En la msica al fin? ...o en qu?... 955 (19) La nia... 957 (21) Es cierto... ? 960 (24) Entre Diamante y Paran 962 (26) Elega (a Julieta) 1 7 9
(35)
Luego de las poesas se encuentran las notas de la edicin
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Juan L. Ortiz Poesa indita 941
Gualeguay
rase una hondonada que el tiempo hiciera rosa
para aspirar mejor los sentidos del cielo
y que este cielo al fin tal una mariposa
diera en la misma flor hojendose el anhelo.
Erase que esta gracia por veces luminosa
ardiera como un alma sobre el oscuro suelo
aunque en llamas de honores fuera ya numerosa
y en la lnea del vspero fosforeciese el vuelo.
Erase que el espritu de las quintas un da
campanillase en copas el encuentro de todos 10
bajo parras que filtran estrellas de concierto...
As dir de ti la futura armona...
de ti, la abierta al sur de los fluviales modos-
de ti en la ronda siempre de los duendes del huerto.
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 942
Trptico del viento Artigas (viento del Este)
Cmo el grito de Mayo entonces encontr
su raz en el Este para ponerlo al frente
de todas las races que invirtiera su voz
como si de unas manos llevara la creciente.
Cmo l lo artillara de Yatay y Pind
frente al par de diademas que ni a la noche miente
cmo lo desdoblara el "Morito" en que dio
para que nadie el numen ni a una vincha detente.
Y cmo abriera l hacia todos los fros
rubes de cabildos en la flor del fogn 10
cmo lo prolongara el litoral de a pie...
Cmo en esa cauda de todos los desvos
se dividiera el centro al dar la comunin
del sol agrario en quince ptalos a la vez.
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 943
Vi unas flores...
Vi unas flores bajo el esto
con todo el cielo al blanco adelgazndolas en modo de fundirlas
luego en l, as
como en un espejo sin lindes
unos cirios...
Pero no suele ver en sus adentros el comn, decidme,
unas llamas de azucenillas
devolviendo, de entre la grama, el medioda?
Y ello no ocurre a mayor profundidad que la de esas anmonas que apenas si adivinan
los amantes en su torbellino 10
de ocho ramas u otra estrella reasumiendo su raz...?
Y en un claro de bosque, asimismo?
Oh, la ofrenda, tambin, la ofrenda sa al desvaro
del cnit...
Mas no es, sin embargo, de tales criaturas, a pesar de hacer ellas, todava,
como de sacerdotisas
en un abra del templo, en el oficio
de recoger, virginalmente, la luz, y con la cera de sus vidas,
a continuacin, restituirla
en una consagracin que sera 20
la dicha
de no ser, tras de la transparencia, ya, la dicha
que se mira
a un apasionamiento de vidrio...
No, no es de esas doncellas que por poco nos derriten
hacia lo alto, como su nieve,
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 944
los ojos que, enajenadamente, las siguen
en la felicidad que, sin duda, escapa a las medidas
pero que hemos entrevisto
no bien bajbamos o pasbamos, en una dilatacin de los minutos, 30
los niveles y los hitos
del olvido...
o hacamos, nosotros tambin, znicamente, el vaco,
o moramos otro morir...
No, no es de ellas... es del bosque, en verdad, de donde hojea como el hlito de los principios,
de donde nos llaman unas soledades de "Uruta"...
las que sentimos
ascendiendo el amanecer por los estratos del silencio, se a que no abrimos
sino muy raramente el odo...
y las que, de pronto, son el amor, al parecer, de un "Crispn" 40
que nos solicitan
hacia donde el hijo de la luna llora en el exilio
de otra selva de Yac
toda en holln-
Mas las voces de uno y otro, de roco
en rosa y gris
atraviesan en reverberaciones todo el plomo en gravitacin de las figuras
aun las de los monstruos, s,
a que el azar de los tablados nos llev, en ocasiones, a asumir
hasta con un saturnismo
a envenenarnos esa nada en que a la espera de desembarazarnos totalmente del da
en el sueo nos hundamos...
50
Pero no slo tales splicas
nos tocan, as,
por la ampliacin de los trinos,
trasminndonos la pesadez que revestimos,
sino que stos iluminan,
adems, el ngel o, si se quiere, el nio, el nio,
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 945
tan en sombra que, ay, ni sospechamos que en nosotros lo hemos, solamente, dormido
en el atad que le hiciramos 60
y an conducimos...
Y tras esta conciencia ellas, todava,
nos incitan,
y del fondo, an, de esos crepsculos que arboran unos Aladinos...
nos incitan
a cortar las presiones hacia el aire que exige
la respiracin de la meloda:
sa que, acaso, a partir
de las caas aquellas en que soplara las albricias
de su respuesta a las que, de arriba, 70
le picaban, numerosamente, el oro de la edad que le naca,
viene adelgazndose por las simas
hasta casi el hilo
por el que llega la asfixia,
pero que bastara, quizs, a la impulsin que ha menester la criatura,
pero ya en el clima
de las flautas y de los "eolfonos",
iniciar el otro ciclo
en lo alto o la intemperie, por qu no? de lo paralelo o lo posible,
pasando a los torbellinos, 80
luego, de las arpas en la consumacin sin fin,
por la espiral del espritu,
en todos los destinos
del espritu
el que instrumentadamente, a la vez, los ir, acaso, as,
orquestando en la sinfona
en que el infinito
desde lo sin nombre en el sueo an del timbre,
habr de musicarse l mismo
y al infinito... 90
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 946
No puedo...
No puedo abandonar, otoo, ni siquiera un minuto, un minuto
a ese celeste a escondidas
que ilumina
tu veladura de medioda,
porque s, otoo, s, que paralelamente a ti,
se ha derramado ms noche, ms, sobre las larvas de la oscuridad", que dicen,
al margen del lucero"
que precisamente enfilaran, ellas, las "sin lnea"
o con, apenas, la de la agona...
a las que se librara, adems, y no muy lejos, a los filos 10
de la "cariza"
con las sombras esas a guardarlas hasta cuando ya de s
ninguna desdoblaran:
en cancerberos y esfinges... esfinges
en las que ha de sonar, tambin, aunque en pieles, pero aqu,
el da...:
'larvas" aquellas a las que por igual se consignara a la corriente de las hierbas, y en la oportunidad,
[ a las races
a flor de su ida...:
debajo, o poco menos, de la marquetera,
es verdad, de los silfos 20
taracendoles el esto
en los follajes de los vientos y en los ocios de la brisa
pero incrustndoles asimismo
las desnudeces de la lluvia tras las de las hojas, an, de su estallido,
en esa desnudez que hacinan
los sobresaltos de un despertar, de qu? contra la quincha...
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 947
(Oh, los genios de los geniecillos
ramendoles la vigilia
slo, despus, y terminando, terminando, ay, por escurrirles
la muerte de los plenilunios). 30
No puedo, pues, ahora, otoo, abandonarme, no, ni a este misterio en velutina
de tu luz en nupcias
con un cnit
que la pierde con el mundo al lechar an los ecos, se dira,
de azuletes en huida...
y ni siquiera, otoo, por un minuto...
No podr abandonarme, otoo, tampoco, ni un lapsillo,
al silencio, se, que me aspirara
al aspirar, l, no se sabe, no, a qu banda o a qu lista
en correspondencia con su infinito 40
de espectro, en abanico
los lampos, que recuerdan y recuerdan, postumamente, los suspiros
de sus vegetaciones de sima
hacia el otro lado, se dijera, del roco
que llora l mismo:
el silencio, en el anochecer, an, de l mismo,
y por su parte, fuera de s...
Y ah, ni lo hubiera, cierto, ya podido
hacer con el silencio de las diez en una suerte ste de imposible
de trama bajo los hlitos 50
de un cielo de inmanencia o de un siempre que le impide
cruzar por ah
cualquier cosa de hilos,
mas que, azulinamente, desde el centro de su xtasis, creemos que respira,
slo que en un suspenso sin lindes,
es verdad, sin lindes...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 948
Y ni, desde luego, con se que ha subido
en mbar desde los abismos
a la mitad de la tarde y que tampoco tiene lmites
de aire y de islas...: 60
aunque sea en el vrtigo, ya, de un inexorable que, es cierto, ha de curvar, ascensionadamente un
[ limbo de algas, con slo una orilla
para el nadie de las despedidas...
Ni con el de los maitines
en equilibrio
de una grisalla, si cabe, de ngel...
ni con el que le sigue,
igualmente, "en visita":
se que despierta, justo, y talla en fugas de iris,
el sereno con que la "celistia"
ha destilado en cada una de las pestaas del pastito, 70
los destiempos que le dolan-
No, no podr hacerlo, en resumen, con ninguno, con ninguno
de ellos... ninguno...
No podr hacerlo por la sombra aquella, excsame que lo repita, en sobre-sombra y en sub-sombra
[ de salida
de madre, en verdad, del Estige,
que ha emergido,
adems, otoo, sobre todos los destinos
sin palabras y anegados, ya, por las interrogaciones de la vida,
en lo annimo y lo imperceptible:
las preguntas de esos ojos que fijaban al costado del camino 80
la "ayuda de arriba"
vuelta, en verdad, bajo la compulsin, de todos los bolsillos del declive,
aunque con el "honor" de la "iniciativa"
y su peso hasta all,
indudablemente, aqulla destacada an en reflectores que, por cierto, apenas si laman
un mnimo
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 949
del flujo de la anochecida...
y con la voluntad, por otra parte, por qu no? de equilibrar dominicalmente los saquillos
con "actualidades" en relieve que les evitaran
las suspensiones de la "matme"... 90
Pero ellos, otoo, todos ellos, dejarn de ser pupilas
de las tinieblas, y las ninfas
dejarn, al integrar en mariposas las flores en enlace por los tallos
al tronco de Psiquis
asumiendo, por su lado, los estremecimientos de las fibras
desde los limos
y convocadas aqullas por el riego, a la vez, de las constelaciones, y encima,
an, una de venas en deriva
hacia los latidos
en recuperacin de todos, todos los corazones en mortaja, ya, de slice, 100
y all y aqu,
y esto con lo que ahora, en el orden de unos bpedos,
es la condenacin sin juicio
a cargo de la magma de tal orden, la que as
debe espumarles i o s detritos",
o liquidar, en fin de cuenta, liquidar literalmente y a la par fnebremente, tu silencio, otoo, con los
[ miles
y miles de criaturas
que le ritmaban o le miniaban lo an casi inaudible
de su vida...
y hasta, sin duda, con el coro mismo 110
que se empeaba en empujarlo, y lo negaba, desesperadamente, al
alzarlo a unos odos
que slo le responderan
desde la profundidad del deshora y de lo definitivo
con el hipo
de la ltima de las campanillas...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 950
mientras, otoo, no olvidarlo, del revs, o mejor, de las antpodas de tu Abril,
asciende, para incinerarlo, toda una aldeta
de "amarillos"
entre llaves de llamas, colocadas, all, por el doble, se, de pies 120
en ubicuidad por los climas
para "desmaquisar" todo su "orden" y an quemar todos los brotes y ramizas
de los bambes que incurriran,
tras la rfaga de esa purificacin llevada al blanco de "nihil", en el ultravicio
de ponerse, aunque fantasmalmente, todava,
de pie
contra los pies,
ahora, claro, en cuatro, por acuerdo con los cinco galopes a asumir,
bajo las alas del Cristo,
el aplastamiento de los que lo amaran sin figura 130
en las fuentes que la varilla
les fuese palpitando de debajo de las piedras y de detrs del ter,
desde los principios...
y que vienen reclamando por la fiebre de las islas
se descrucifique
tambin el amor all
y se ponga, al igual, "sobre los pies", all...
No podr, consecuentemente, abandonar, otoo, ni un minuto
a las "ragas" y "raginis"
de tu silencio, con todo que es verdad, otoo, que aparte del jams en avenida 140
que te infligen
y que no llega a cambiarte ni finalmente en ti,
siempre vienes, otoo, por la subida
slo de su silencio, a ponernos en presencia de una flotacin, de qu cadveres? al hilo
de l mismo...
a doblarnos a una pena de silbidos
de nimas por ah
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 951
en la propia entre-luz que, de repente, todo verticaliza
desde unas anmonas y coralinas
hasta una vaguedad de lmparas que arden, excedidamente, la altitud, como heronas 150
de algo que no quiere morir...
Pero tambin es verdad, otoo, que, en fin de cuenta, he librado ms de unos minutos
en el intento de balbucirte
lo que me impeda,
justamente, otoo, abrrtelos,
y an sintindote, con eso, en una relacin, otoo, cuyas lneas,
insisto, no coincidiran...
Y ello a base de unas imgenes, si esto se permite, de silencios que han sido,
y que no cabe endosar, as,
a una eternidad por venir... 160
Y con referencia a un Jano, ahora de horror que menos te pudiera, consiguientemente, atair...
Y con la profanacin, an, del silencio que se dice,
ya, l, por los vitrales que angelizan
los dos infinitos,
y que es cmo ilumina, a su pesar, por lo comn, al ms opaco o distrado de la misa...
y cmo tambin trasmina
las hierbas y la arena hasta lo imponderable, casi, que no acaba de cernir
en la fluctuacin de la atardecida...
Aunque... aunque... por otro lado, otoo, pudiese que no sea la fidelidad esa del fro 170
que atrae, por su parte, las pesquisas
de las "araas" del da,
lo cierto que al satlite, nicamente, sobrevive,
sino que con ello pudiera, a la vez, tratarse de unos cambiantes o lunitas
o de meses de sensitiva
en que el silencio, all, fuese no slo de escamas en ascenso hasta su ro
de allende Julio,
o de una suspensin slo hacia el lecho, aqu...
mas que, correspondientemente, tambin, un a modo de primavera en lunaciones con crines
de Apocalipsis... 180
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 952
y un a modo de otoo selenizado en lloviznas
de llantos de serafn
por las splicas que una madrugada va a ahogar el otro lado de la una
subindoles el ceido...
y sobre eso, acaso, al deshacerse de la calgine, la una, y enjugarse la piedad, el otro, en seguida,
lunas o lunillas,
todas, todas, con una suerte de gatillo
como quera
mi hermano Ral, a fin de disparar, oh silencio, sobre los expeditivos
o sobre los cofrades de tu sombra en la hermandad del vuelo, para los cementerios del tapiz,
que te corren por delegacin, lquidamente, el envo
a lo absoluto, por la asfixia-
de tu ceniza 190
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 953
7 de Setiembre (alasti)
Qu mar o ro
es ste o se de rozamientos en un fluir
que a la vez se extasa
y que en una nada de ribera nos suspende en su mismo
xtasis, de cuyo enigma,
al parecer, apenas si la hora emerge en unos grumos con ramillas
en filigrana todava?
en ese ter en que pronto, pero con intermitencias, habr de ser urdido
el imposible
perdurando de unos tonos de roco
aunque a travs de las profundidades que alzar, expectativamente, el da
y aunque con figuras
para, se dijera, oportunamente, inscribir
el vrtigo que dibujan
algunas de las hebras en tren de desprenderse, o poco menos, de s...
y medidas
al propio anhelo casi trasvelndose, o fuera, si se quiere, de eso que hasta ritma
Mas se trata de algo as
como la trama gracias a la cual por momentos omos
al propio tiempo cruzando su tejido 10
tambin, para, presumiblemente, cadenciarles sus latidos 20
el despliegue de los confines...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 954
7 de Setiembre (a las 17)
La duracin ya no susurra o lo hace, quizs, slo para s,
aunque el anhelo de su discurrir
debe de darse, ahora, en aquel estupor al que muy apenas flava
y al que apenas simultneamente irisa
la iluminacin del abismo...
Oh setiembre que subes azoradamente, a la vez, y de qu aqu?...
de qu memoria u olvido
del cielo
o de aquella ilusin que con ste respiraba cuando as
lo empezabas a abrir 10
a unas almas de fresias, todava
en ascenso de los limbos...
aqulla que an hoy, hoy, vuelve contigo a ese oro que suspira
en cambiantes desde las simas
del infinito...
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 955
En la msica al fin? ...o en qu?...
Acaso t habrs sido
el cauce. Y yo quizs el ro, el ro...
Pero cmo los dos corriramos, entonces, hacia el fin de all o aqu?
T la noche. Yo el da?
T lo desconocido.
Yo la evidencia, tal vez. Lo que no se comunica
t. Lo que se participa
yo, y as
al igual, por el anochecer, que un lirio
de la sombra en debate, a la paz siempre le hubimos 10
de florecer una buja...
T la magia. La inocencia yo de las pupilas
a las que la noche alucina.
T la morbidez. Yo el caballero perpetuamente en aprendiz.
T el conocimiento. Yo el xtasis que liga
un bemol de violines
tendindose a travs de la penumbra hasta extraer el s
ya en lo ubicuo,
y hasta, por ltimo, la meloda
de los timbres 20
con cambios y cambios y cambios, sin cesar, de registro...
en la indecisin misma...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 956
o acaso, humildemente, ya, en el lmite
adelgazndose, del sonido,
o del silencio...
O ms bien, o ms bien, s...
T, lo que saben ingnitamente las hierbas desde la raz
de los ritmos
al lado tuyo, cmo? Un airecillo
yo que, indefiniblemente, pasa y pasa y no llegar, al cabo, a definirse 30
ni por la ramilla
de los vientos en algn espritu de tono o de medida
probablemente a presentir...
O la sabidura
si quieres t que sorbe el tiempo a travs de los mantillos
por el flauteo de las albricias...
y por ah
de qu modo yo en lo annimo, o poco menos, de un soplo que acaso morir
para una existencia, al parecer, sin fin
en el sueo de su destino... 40
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 957
La nia-
La nia mir al gatito
que le exhiba
yo, como esa noche, acaso, l, que de repente da cuenta de los guios
bajo sus prpados, de una navecilla
con tesoros de islas...
Negro, s,
mas con azules corrindole, elctricamente, satines
y con topacios o gatas o jades que, de su fijeza a su vez la fijan
o la aspiran
en un entrentamiento de abismos 10
cuando no la libran
a vrtigos de gemas en pasajes de amarillo
o de nilos...
De pronto, de qu rueda ese rumor que, de ms cerca, le teja,
se dijera, el giro
de ese misterio a que sus manitas
se hubieran tendido
a no ser se que las retrajese de sbito y dejara slo a sus ojitos
en palidez, por su parte, de sensitivas,
me lo preguntaran en seguida...
Y fue luego el estupor, me pareci, de esas interrogaciones ya en el nadie,
o cuando ms entre los meteoritos
sobre o debajo? el bordoneo de las vueltas que apenas si despiden, suspendindolo,
en un vuelo de chispas
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 958
a aos-luz, quizs, de lo que haban
alguna vez sido-
Pero por qu, por qu, dije,
nadie
o a lo sumo esas agresiones que quemasen a aqullas, de improviso,
en una rplica de estallidos? 30
No hubiera alguien con sensibilidad, por ah,
para esos zumbidos...
Alguien que, trasminando en otro espectro, acaso, de las lneas,
el que hara
ste, probablemente, en un lugar, menos que un tomo todo en frenes
de malaquita...:
alguien que oyese los gemidos
que llaman de estas gehenas y repiten y repiten
las soledades en inminencia de ser, ay, aspiradas por esos torbellinos
de nuestras Estigias... 40
La nia mir, azoradamente, el gatito
y luego a m
cuando, acaso, el ronquido
la invitara en una suerte, ahora, de arrullo, al infinito
de los nmeros, y entonces el espritu
aquel a que apelamos, con un modo, por qu, no? de corazn tras el odo
de ngel, hubo de reducir
el vahdo
a slo el del rumbar de unas girndulas, o menos de unas drosfilas o
mosquitas 50
en una oscuridad de artificio,
mientras no dejase l de inclinarse de entre las otras jerarquas
de lo invisible,
por sobre las crecidas
de las splicas
en una manera de tallos por, bajo los vrtices, definitivamente hundir
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 959
hasta su inversin en las races
de las despedidas...
y a las que tampoco, a la vez, dejara de asumir
hasta lograr cierren los gritos 60
digitalmente en el suyo, y se abra por los teres, en consecuencia, el juicio
ese de la piedad, por fin,
que haga estallar, conforme a lo que ya Novalis quiso,
las ruedas de las agonas...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 960
Es cierto...?
...Es cierto que en algunas gamas del "aqu"
la luz canta? Dmelo...
...s, canta... o deshace, ms bien, la duracin en una
ruina de hebrillas...
Canta, paradjicamente, as...
y canta, a la vez, desde unas cifras,
de debajo las cifras
o del mnimum
de unos litros, por lo dems, en busca de lo ubicuo...
pero sube y sube en andutes 10
que, se dijera, no concluye de reducir
ni con las slfides
aunque algunas de stas, en el vrtigo, acaso, lo abandonan por ah
a la corriente del nadie
o para unos odos
de que, probablemente, no saban...
mientras que de la trama de ella con un algo de brisa
como en el vaco
resultara
ese misterio en filigrana de variaciones de tal vidrio 20
que ni los pjaros deshilan...
ni ellos... bien que, al cabo, se avengan, puramente, a surtir
para una sed que ha de atairnos
lo que al celeste de la siesta, por su parte, los habr transparecido
hasta l mismo,
y lo que en reflejos apenas de frasecillas
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 961
ir aun palideciendo y perdindose al igual que ella la luz
en los abismos
por abrir
de sus espacios adonde la eternidad o la tarde no ha de faltar, para
Y en la circunstancia, desapareciera en la asfixia el cieno?
Habr de transponerse, solo, el canto, en direccin a la
penumbra de un zumbido...
a nuestro nivel, as,
a la vez que por las alas, alrededor de los follajes, parecer despedirse
en un abatimiento de slabas
y en un lagunar, luego, de silencio en amarillo
suspendindose entre las rimas
aspirarla, a la cita... 30
por palpitarse ms en plata, an, del lucerillo
y de la ranita...
40
[...]
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 962
Entre Diamante y Paran
Un cielo de pre-lluvia
demoray demora un estupor de grises
y de azules... de azules, es cierto, en inminencia an de
decidirse.
lo demorara
hasta esa penumbra en que habr de desler
su silencio, al fin,
apenas, ste, apenas, muy apenas, cado
o negado en una poco menos que adivinacin de arpas, o de brillos
en una casi ceguera, entonces, por encima
del tecleo que habr de cristalear, por su parte, se dira
en abismamiento
a los lados de las banquinas? :
las ramitas
debern por l, consecuentemente, de seguir
digitando su llamamiento, o qu? de junto o en medio de un
misterio de marismas
sobre una nada de vidrios?
se enciende, ahora, en la irradiacin de una agona
que fija,
altsimamente, una nube, o un cisne
ms bien, de gloria, o mejor, una suerte de capullo del cual no
se sabra
a soar pero que flotaran
en hilados, quizs, con intermitencias, por ah, 10
Pero el camino 20
-
Juan L. Ortiz Poesa indita 963
si se despide
o si en un fluido de oro y rosa, transcielamente, ya replica
el amanecer de sus suspiros...
Y son all y ms all unos pasajes, no? de trigo
en subida
o en vaporizacin o espectralmente en fuga entre las cintas 30
de un verde por anochecer y todos en la misma
meloda
que despliegan y despliegan, lateralmente, los minutos
que armonizndose en otra linea,
hacia arriba,
llegan a extasiarse en una como transfiguracin de rayos de jardn
o de recuerdos, en un haz, de visos...
Mas he aqu que uno de stos se extrava
al abatirse
consignados a lo fortuito
de una "piedad" que, por su parte, en el vaco
que la aspira
slo puede, a lo sumo, ir delante de s
y or
nicamente el zumbido
y da en descubrir
lo que quedaba a un lado del asfalto, en un equvoco
de denuncia, al exaltarlo precisamente as:
lo que quedaba de un perrito
que alguien, quin? separase de la madre y de los otros
de la cra:
40
consignados, me dijeran, sobre una bolsa, en un declive
a la margen de la ruta y contra un grupo de arbolillos...:
consignados en la prisa,
entonces, del desasimiento y del endoso, que se sigue,
del fastidio... 50
-
Juan L. Ortiz
de un tiempo que quisiera apurar hasta el lmite
y ello siempre que no lo asimile
ste, y a lo largo, ensordecedoramente, del da...
Y entonces, me parece que la purpera hubo de preguntar en
medio de hipos
a ese desconocido
que le alzara su hijo
a un destino
al que slo le fuera dado lamer casi en seguida
entre acaso fintas
que le impusiera el trfico, ciertamente, ay, obstruido
por ellos all
desgarradas aqullas de su parte por gritos
ante el horror que an quizs se le infligiera de que ella debera
lacrar con su vida
eso a cuyo misterio no pudiese sino despertar ms los latidos
y tenderlos no solamente por todo el curso, dirase,
de la luz, pero asimismo
por el de la propia sombra con el juego entre s
de la fascinacin de los faros hasta la corrida
de la vigilia
por desprender la ltima a tiempo que la vela asimismo
de las lucirnagas fosforeca
el fin
de los escalofros
sobre el propio, en correspondencia, de las briznas...
Y fuera en ese momento cuando probablemente ms habr sentido
la ausencia de aqul, de cualquier modo, calorcillo
que les asignaran por ah
la dispensa de lo que, ciertamente, significase un "abuso de familia"
pues el descendimiento para asistirlos
de ese cielo que llegaba por momentos aun a adherrseles,
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Juan L. Ortiz
no llegaba, a fuer de "animitas"
que era, a tocar, justamente, el lado de su fro,
se que le hiciera desesperar en la ocasin, ms si cupiese,
los aullidos
en la necesidad de or
allende los vanos que abrieran, fugitivamente, los ruidos
del amanecer de la va,
un posible
de respuesta, a pesar de los pesares, de alguna viejecita
o de algn linyera, desprendidos
de su pesadilla,
pero sin duda ellos, con odos
a los que siempre, siempre, no se sabe, no, qu nadie,
tras la reverberacin misma,
les vuelve solamente, ay, solamente, a los gemidos...:
ellos as
los nicos, o casi, conforme a la experiencia que de por ah
tuvieran los fieles de las otras jerarquas
del Olimpo-
capaces de cortar a tiempo el lazo de lo definitivo
por correrse sobre unos hlitos...:
ellos as
como ngeles en trapos en esa lividez que profundiza
todos los precipicios
en que el alba va cediendo, ya, a los pies
de los forzados de la intemperie
cuando sin saber cmo no son stos aspirados, de improviso,
entre los espartillos...:
ellos as
para escuchar o adivinar bajo o entre la circulacin, todava,
del ruido
los silencios que tiritan
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Juan L. Ortiz
desde el extremo, se dijera, ya, del hilo...:
ellos los aparecidos,
literalmente, de este lado, para hacer que an no pasen al otro
de su limbo
sus hermanos de aqu
si para ellos bastara algo de lo recogido
de las bolsas de la noche de bajo las aceras cuando en la
amanecida
del volcadero, bajo un verde de volidos
ya, o en medio de un crema ya tambin de ensortijados en
hilitos
y entre el seo de los otros digitales, asimismo
hurgando, pero todos nivelados, madrugadoramente, all,
por las urgencias de la bulimia...:
aparecidos
adems, en esa eternidad de un segundo de la ausencia bajo el filo
del juicio
a los olvidados, por ellos asumido...:
o aparecidos
de qu providencia, sencillamente, aunque en equilibrio
acaso tambin para asistir
en su desliz
a los annimos de siempre o que parecieran elegidos
de las cadas...
Pero elegidos
ellos, a la vez, por qu no? para que el alba se redima
y as
que la luz de la leche siquiera en algn sitio
sensibilice
en ese azulamiento de la fuga hacia lo alto que habr luego
de cernir
el desdn, casi, del "espritu"...
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Juan L. Ortiz
sensibilice o vaya sensibilizando lo que a ste, al fin,
justificara
por los desheredados, paradjicamente, de sus "ttulos"
entre los grumos de su nadir
inclinndose para lavarle a travs de las figuras
de sus piedad, con el roco
que llorase, desde sus estrellas, ella misma...
para lavarle lo que, despus de todo, fueran por all
humanamente, sus pies...
Aunque ello, es cierto, en las antpodas, y ms que espacialmente,
del continuo
que all vuelve las arcillas
y las lianas y los aires de un revs de apocalipsis
en los estallidos
de una de araas de teratologa o gigantismo
y la llovizna
de los desfoliantes de amarillo, slo, a no dudar, para
amarillos
y las "flechitas"
con aletas para demorar por tres lunas el cruce a la otra
orilla,
y un lo inasible
de salientes por la noche ya de los tejidos...
y todava
los globos en deshojamiento de esquirlas
ajenas al metal pero en familiaridad, sin embargo, con el
secreto de los gritos...:
todas las "tcnicas", en fin,
de la desintegracin y de la perennidad de la agona
para reducir
a los condenados a un infierno de tres dcadas, ya,
y por estar, al ltimo, en el crculo
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Juan L. Ortiz Obra Completa 968
de la estrategia de la ceniza
que hundira
para siempre, despus, en cavidades de cosmogona,
a lo dems del continente con la nica
culpa de haber ensayado recuperar, colectivamente,
y aun abrir 190
las lneas
del yang y del yin...
Y ms, hacia el Este "cercano" de la "civilizacin", las mujeres
y los nios
reos de discurrir,
desde luego, sin saberlo, sobre el oro de las profundidades,
cuyo viento necesita
aqulla ilustrar e invertir
en las llamas de la purificacin para el dominio:
reos, pues, en el suplicio 200
de los pronunciamientos de fsforo cayendo de unas alas
en la apertura
de unas villas...
Y en otro nivel, la "civilizacin" que se inflige
en el mejor de los casos, por el seuelo de unos "bienes"
a cortar el circuito
de una sabidura
que florece a su hora, bien que en lo invisible,
que debe, quizs, a unas corrientes que presionan silenciosamente, desde siglos...
Y eso cuando ella no revierte contra la propia cetrera 210
las artes de sus nebles
pero superndolas, progresivamente, hacia la caza de los
miedos,
o de los monstruos de por encima
de por dentro y de por bajo s en los infinitos
que acechan asimismo...
-
Juan L. Ortiz
Y ah, por aadidura, de este lado, en la Amerindia,
igual descendimiento de los "super", para horror de la floresta,
a ras de los que pisan
o poco menos, ignorndolo tambin, unas minas
del combustible.
Y ello por entre los claros que tapa, a continuacin, de improviso,
una fatalidad de aluminio
que todava
acosa, si cabe, de ms bajo, a las familias,
hasta la ilusin de las barquillas
pues entonces, aqulla, habiendo encontrado una manera de vaco
sobre el afluente en fiebre al blanco, por minutos,
del medioda
le adelanta un crepsculo, en dehiscencia, de cobrizos...
Y es ms arriba
el suicidio
en comunidad de las tribus
ante el solo trueno que anuncia el genocidio...
Y es ahora mismo
el expatriamiento, en inminencia, de las
dradas del origen
a la aventura de una orilla
del mar de energa
o de la "presa" a alimentar o a sangrar, de verdad,
bajo la desnudez de algunos ros
por los fantasmas, acaso, ya, del fin
de Nandur-Arand...
Hay, pues, Stefan George, algn momento, en realidad,
que d todo de s
cuando al curvar, jardinadamente, un recuerdo de crculo,
deja caer un eco, diramos,
de uno de sus ptalos sobre la propia palidez tambin en ida
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Juan L. Ortiz
de la ruta y enciende como un casi imposible
de memoria mas que abre unas lneas
que nos toca seguir,
vueltos, sbitamente, a pesar nuestro, del olvido
del Estigia,
y con todo que a aqul, en nuestro caso, le hubisemos,
naturalmente, de abrir
hacia los espacios, por qu no? del devenir
o de su devenir
con el concurso de hadas y silfos
a travs de la penumbra y a travs aun de la misma
sombra: ellos, entonces, en instrumentistas
de lo invisible?...
aunque... aunque... es cierto que las ondas que ahora no
inmunizaran
despliegan, concntricamente, a la vez,
la amanecida
en una rosa aun de cinc
que toca, en verdad, muy apenas las orillas
pero en la presin, ya, no puede negarse, desde el fondo del rio,
de una piedad que se decide
a amartillar el propio corazn de los siglos...
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Juan L. Ortiz Poesa indita 971
Elega (a Julieta)
Por qu Julieta pienso en ti
en este momento de la tarde cuando Agosto, por all, donde fuera tu pas,
setembrinamente,
vahea sobre las islas?...
Julieta, me dijeron hace poco los amigos,
que una maana te encontraron sin maana o en la nada de cul? ahora dormida,
sin umbral, o en el s
y desde, acaso, la velada por derretir
en el s
por qu no? de un presente que fuese ya sin lmites 10
o en una ausencia de lneas-
Mas yo te veo empinndote, empinndote con esas tus patitas
hacia un Juani y una Bib
que tu aficin astralizara, an, pero incorpreamente, y sin entonces, el ac de las diez
que les mojaba las miradas al adherir
a tu alegra
de recuperarlos de nuevo cuando, con los batientes, ellos daban en abrirte
las hojas del cielo...
Y te veo en esa soledad que, de improviso,
sin tus dioses y tus hijitos, 20
era la noche que rampaba, toda de agua y por el este de tus incursiones y visitas,
adelantadamente, sin un guio
de lucecillas...
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 972
Y te veo, despus, en una poco menos que ceguedad de puertas o stas ya con la franquicia
a la circulacin del fin
o de la opacidad sin remisin, debajo, an, de aparecidos
en residuos
de encalados a la deriva...
Y te veo conjurando, tambin, qu, qu vocecita
sin reflejo ni en el nadie 30
de lquido...
Y a continuacin trotando, trotando, a pesar de tu experiencia en cartas de crecida,
trotando un desconocido
de senderillos
que daba, esta vez, por qu lados? a un derrame de silencio apenas si
estertoreamente latido
de espectros bajo la asfixia,
y menos, an, silbado, en el extremo, por ah,
de unos llamamientos de espritus...
y el que, en la madrugada, hasta llegaba a suspender una de hilos 40
de pena como para s,
pero que te descubran
unos relampagueos de culebra, al parecer, de corriente, a no concluir
de electrizar los enigmas
en fuga, lateralmente, de unos espartillos...
y cuyo circuito
en la unanimidad, en va y viene, de los signos
del extravo,
quizs te centellease eso que, por la intemperie en plenitud del estupor que aun le llova,
les paralelara a todos, a todos, tras el escalofro, 50
asimismo,
de lo afrontado o lo visto,
nada menos que milenios y milenios siempre prontos a incidir
con el rayo de la defensiva
o de la ofensiva...
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Juan L. Ortiz Poesa indita 973
Mas al visionarte, Julieta, as,
midiendo por eternidades la extraeza de unos caminitos
que te devuelven de los bordes de un misterio en inminencia, sin cesar, de
[ sumergirlos,
pero debajo l mismo
de las tinieblas en que desaparecieran, de improviso, 60
tus dolos
con aqullos que te dolan,
cmo, por veces,
en la nada de las mamilas...
al visionarte, as,
no olvido
que junto a los "oscuros" que nos prepararon lo que se nos da como salida,
todos ellos "pupilas",
"pupilas"
para lo "abierto" que han dicho, 70
en la libertad de un espacio que jams nosotros encaramos y que es
el de los ptalos al surtir...:
no olvido
que tuya fue la presencia, con sus visos,
de lo "divino",
a los que alzabas, en las gracias y las splicas de un rito,
el aleteo de tus manitas...
No, no lo olvido...
mientras nosotros, perdiendo el nos en que una vez hubimos
de tocar, casi, 80
los secretos, siquiera, de la pesadilla
que a ustedes les soara,
con los del azoramiento, en consecuencia, de vivir,
o mejor, que ha de vivirlos,
o de morirlos,
aqulla, sobre su orilla
o detrs de los espejos que la abisman...:
-
Juan L. Ortiz Obra Completa 974
mientras nosotros, perdiendo, pues, el nos sobre las tapias de los miedos
y de los deliquios,
digitalmente, de tiza... 90
cuando las manos en despliegue avanzaban y tanteaban, sin ojos,
ofrecindose a lo inaccesible...:
mientras nosotros hemos quedado, al cabo, con unas ventanillas
que abren, a lo sumo, a un minuto
de la divinidad en huida
de la que no descreemos, en el fondo, al trasponer al porvenir
el cumplimiento que nos excede
y en el que, germinalmente, habrse de no ser
para el ser
en cereal de un cielo 100
acaso recin cielo, aunque ms probablemente que en el de la ronda de los linos,
en el de la espiral, si cabe, de las crisis
de los desarrollos, y hasta en se
del en vilo
por sobre los torbellinos...
pero en cualquier manera o paradoja de equilibrio,
una inversin, tal vez de roco
estrellando, desde las profundidades, el piso,
en la circunstancia, del clima
al integrar en cada edad la edad aquella sin edad, aqulla en que asumimos 110
unas criaturas sin medida
como si fueran nuestro bien o nuestros ngeles, an, por esa sima
de los hechizos
donde rozamos, tambin, fantasmalmente, los lindes
de la tuya, oh perrita,
oh Julieta, "adoratriz"
de qu orden de halos?, despegando, casi, nuestra sombra en el batir
de unos remos de eucarista...
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Juan L. Ortiz Poesa indita 975
o en trance de levitacin toda vez que respondas o accedas
al fluido 120
de tus deidades... o, si se quiere, en un principio
de vuelo desde "el aqu"
hacia unos nimbos
que nosotros no vemos del modo ni el alrededor, an, de esos carios
que nos arrodillan los das...
-
NOTAS
Poesa indita
Llamamos a estos poemas "inditos" en el sentido de no incluido en En el aura del sauce. Se trata de un conjunto muy heterogneo de poemas, de los cuales es difcil establecer sus fechas, si bien podemos suponer que, en su mayora, fueron compuestos a fines del '60 y principios de los '70. Los dos primeros poemas, los sonetos, forman un grupo aparte por su excepcionalidad. Fue-ron escritos en distintas pocas y, como todo soneto, como todo poema de forma regular (ver notas al poema "En el Parque" del Proto-sauce), no fueron incluidos en En el aura del sauce. Los otros poemas, en cambio, bien podran haber ido a formar parte de un "Cuarto Tomo" de la edicin Vigil. Alguno de ellos, como el caso del poema "La nia...", ha sido menciona-do por Ortiz como formando parte de este ltimo libro" en preparacin. Nos hemos referido a esta cuestin del "Cuar-to Tomo" en la introduccin. Si bien no pode-mos dirimirla en su totalidad, podemos acotar-la en algunos de sus aspectos. Uno de ellos es el econmico. Segn el relato de Rubn Na-ranjo, durante la preparacin de la edicin de En el aura del sauce (que demand casi tres aos de trabajo) Ortiz reciba, mensualmente, un pago como adelanto a cuenta de los dere-chos de autor. Entonces viva con muchas dificultades de una modesta jubilacin y esta pequea suma de dinero le era de gran ayuda. Una vez editado En el aura del sauce, se le sigui pagando esta mensualidad a cuenta de la entrega de un cuarto tomo. La existencia de este cuarto tomo, o la posibilidad de su exis-tencia, adems de estar relacionada con la continuacin y el cierre de la obra, se relaciona tambin con estas otras obligaciones "econ-micas". Ortiz hace referencia al Cuarto Tomo en diver-sos reportajes.
En un reportaje realizado por Mario Alarcn en 1976 en Gualeguay, que fuera publicado en 1988, Ortiz contesta sobre su "trabajo actual":
Bueno, estoy preparando, como le dije hoy... No, no estoy preparando, estoy pasando en limpio ciertas cosas que tena en borrador, traspapela-das por ah, y que iran en este cuarto tomo que anuncia ya la Vigil, no?, donde estara como la continuacin de ese poema El Gualeguay. "Cuan-do el ro me ahogue" [...] Bueno... eso y otros poemas que despus se han ido haciendo. Hay muchos, no?, muchos...
En otro reportaje tambin realizado en 1976 ("a pocos das de haber cumplido 80 aos") por Daniel Kon para la revista Siete Das, ante la pregunta: "Prepara algo actualmente?", Or-tiz contesta:
S, tengo muchos borradores, pero la verdad es que estoy haraganeando. Tengo que pasar en limpio muchas cosas pero se me descompuso la mquina de escribir y espero que algn amigo me la lleve a arreglar. De todos modos, creo tener preparado suficiente material para compo-ner el cuarto tomo de mis obras completas.
Y en un reportaje que le hiciera Vicente Zito Lema, publicado en Crisis en junio de 1976, ante la pregunta por si "sigue escribiendo", Ortiz contesta:
S, se es un delito en el que persisto... Estoy preparando el cuarto tomo de mis obras, aunque con muchas dificultades. Se me han perdido va-rias cosas que tena borroneadas. Sin embargo, ms o menos, no s si este ao, acaso ms seguro el ao que viene, tal vez pueda dar con un cierto mundo, de modo que constituira lo que podra ser el cuarto tomo. Seguramente no ha de ser tan extenso ni tan denso, en los dos sentidos, como los otros tomos, pero, en fin, espero sacarlo. Hablaba de densidad en el sentido fsico, casi, lo
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Juan L. Ortiz Obra Completa 978
otro no me atae a m, son cosas de mis amigos o de ilusin de amigos, quizs...
Todas estas respuestas, si bien cada una de ellas despliega distintas dificultades, coinci-den en afirmar que el cuarto tomo no es un libro terminado sino un trabajo en marcha. Incluso la ms afirmativa de todas estas res-puestas, la dada a Mario Alarcn, en el proyec-to de una continuacin de El Gualeguay, plan-tea, a su vez, como vimos en las notas a ese libro, sus propias dificultades. Cuando Ortiz responde a estos tres diferentes reportajes han pasado ya cinco aos de la edicin Vigil. Exceptuando este proyecto de continuacin de El Gualeguay, y a la luz de los poemas que aqu publicamos como suceptibles de haber integrado este cuarto tomo, no podemos des-lindar ningn proyecto potico concreto. Nin-gn rasgo de ese "mundo" con el que el poeta pensaba dar. En su mayora, estos poemas ms bien plantean una continuacin (diferen-te, de todas maneras, a la planteada con el poema El Gualeguay), del trabajo ltimo. Los poemas "Vi unas flores...", "No puedo..." "7 de Setiembre", "La nia...", "Entre Diamante y Paran" pueden pensarse como una continua-cin de los poemas de La orilla que se abisma. Al mismo tiempo algunos poemas pueden pensarse como un "cierre". El poema "La nia...", por ejemplo, como un retorno a los poemas dedicados al nio, en este caso en la persona de la nieta, de El agua y la noche-, el poema "Entre Diamante y Paran", como la bsqueda, en el seno del ciclo que llamamos Topogrfico, de un "grado cero" de territorio (en los restos del cachorro muerto al costado del camino).
Gualeguay En el reportaje de Mario Alarcn, Ortiz recita este soneto de memoria. El periodista le pre-gunta: "Este poema es nuevo... indito", a lo que Ortiz contesta: "S, pero hace mucho que lo escrib... cuando escrib ese poema largo". Se trata, sin dudas, del "sonetil" que menciona en la carta a Emilio (ver Envos) compuesto en la misma poca del poema "Gualeguay", es
decir en el ao 1953. En la oportunidad del reportaje, Ortiz transcri-be el soneto y este original es fotocopiado y repartido entre sus amigos. Tomamos el sone-to de una de estas copias que encontramos en el archivo Veirav. Est fechado: "Gualeguay, 25 de septiembre de 1976". De todas maneras encontramos entre los pa-peles de Ortiz, en una tira de papel del mismo tipo de las utilizadas para el trabajo de "Entre Diamante y Paran", un manuscrito con el poema, destruido parcialmente, y con algunas correcciones. Tanto esta versin, la dicha en el reportaje y la que transcribiera posterior-mente, varan. Por ejemplo:
v.5 Erase que esta gracia de su luz pudorosa
la ltima estrofa:
As dir de t la futura armona, de ti la rosa lisa, pero alada de modos
de t la diademada por el numen del huerto.
El ltimo verso tambin
de ti la diademada con los iris del huerto.
Artigas (viento del Este) En el reportaje que le hiciera Alberto Perrone en 1972, publicado en la revista Gente, donde Ortiz habla del tema de los caudillos (ver notas a El Gualeguay), menciona el poema Trptico del viento":
El federalismo es una entelequia. En mi poema "Trptico del viento" sintetizo, de algn modo, el problema. Para eso tom figuras que reconozco principalsimas: Moreno, el hombre de fuego, Francisco Ramrez, rama de orilla, hombre del pueblo de Entre Ros, y sobre todo Jos Artigas, con un pensamiento y una accin de los ms avanzados para su poca. Ellos son tres grandes caudillos atentos al latido del pueblo...
El "Trptico del viento" parece ser un despren-dimiento de El Gualeguay, de la misma mane-ra que el poema corto "Gualeguay" lo era del poema largo. O, en todo caso, un poema en paralelo, que comparte con el mayor algunos tpicos temticos pero que queda al margen
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Poesa indita Notas 979
de sus riesgos formales. El viento, la noticia, el latido, o la vibracin, constituyen en El Gualeguay una serie ligada al hecho histrico (y a los caudillos como hecho por excelencia), que ocurren lejos de las "pupilas" del ro:
v. 781/7 El enigma, tambin l, la crisis, [ el delirio, tambin l,
en la desvanecencia sin fin, rodendolo como a una isla o como a
[ un nufrago, a l mismo, s, por todos los lados del viento? Mas no era, a la vez, l, la frase que
[ giraba, invisiblemente, desde ese centro que "ocurra",
[ asimismo, en sus pupilas?
Por medio del viento llegan al ro, por ejemplo, noticias de Ramrez:
v. 1587/92 Y despus de catorce lunas, por la [ que ya se iba de roco,
el viento del oeste, llameando sobre los esteros de las nimas, le dijera del "Saucecito", de los flancos del "directorio" en la
[ trampa de las "caas"...
El fragmento del Trptico del viento" que co-rresponde a Artigas comparte con El Guale-guay, adems, ciertos tpicos temticos como el "Monto" y el "sol agrario". Tomamos este fragmento de una versin que se transcribe en la revista Gente, junto con el reportaje de Pe-rrone. Adems hay una foto de Ortiz escribien-do y al pie de la foto, entre comillas, el siguien-te texto:
El poema sobre Artigas lo tengo en la memoria, si me da un poquito de tiempo enseguida se lo escribo.
Respecto a la memoria, hablando de Borges y el soneto, Ortiz plantea una paradoja en el reportaje que le hiciera Juana Bignozzi:
La paradoja es que l pas toda su poca blica o virulenta del grupo martinfierrista atacando la rima y ahora ha tenido que recurrir a la rima por
una circunstancia especial, porque no puede es-cribir sus poemas, tiene que recordarlos.
Esta relacin entre la escritura y la memoria (la memoria como el papel de la escritura), en la que intercede la rima, se hace presente en Ortiz en los ltimos aos de su vida cuando, afectado de cataratas, haba llegado a perder la visin y una operacin realizada en 1975 o 1976 le permiti recuperarla parcialmente. Mientras tanto se haba ido sirviendo de la memoria como de un ejercicio novedoso. De todas maneras, como vimos con el soneto "Gualeguay", el verso en la memoria vara como si estuviera en un incesante borrador. Veirav habla, en La experiencia potica, de los ltimos das del poeta:
Afectado por un enfisema de pulmn en las lti-mas semanas intentaba oralmente concluir dos poemas de homenaje, uno para Rafael Barret y otro para Jos Mara Arguedas, a quienes recor-daba cada vez ms, hasta que en cierto momento declar lentamente que haba decidido "irse" en-vuelto en esos dos poemas y se neg a dictarlos.
De todas maneras hay varios borradores in-completos, manuscritos, sumamente ilegibles que tienen por ttulo "En la tumba de Jos Mara Arguedas". La memoria es nada ms que un sustituto, provisorio, del papel. La memoria, ligada a la rima y al poema breve, instala, en el sistema potico de Ortiz, otra paradoja. Cmo escribir en la memoria poemas extensos? Cmo escri-bir (o, mejor dicho: dibujar) en la memoria la diagramacin libre de su poesa ltima? Hay un borrador del Trptico del viento", muy deteriorado, donde estn los tres poemas que lo componen, en este orden: Moreno (el sur), Ramrez (el norte) y Artigas (el este). El poe-ma a Artigas, presenta variantes respecto a la versin de Gente:
De qu manera el grito por sobre el Plata hall su raz en el Este que descenda, ya al frente de todas las races que invirtiera su voz como si de unas manos llevara la creciente.
Helo, ah, desvelado de espinillo y pind
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Juan L. Ortiz Obra Completa 980
ante la noche que por su borde se siente... Helo ah, desdoblndose del "monto" en que dio para que nadie el numen ni a una vincha detente.
Helo ah, abrindose hacia todos los fros rubes de cabildos en la flor del fogn... Helo en una parbola del litoral de a p ie-
Helo como esta cauda de todos los desvos dividindole el centro al dar la comunin del sol agrario en quince ptalos a la vez.
De este borrador podemos rescatar los si-guientes fragmentos del poema a Moreno:
Moreno (el sur) Cmo el "Sur" por la quinta hora de las neblinas diera en alas de fiebre contra el sueo del da que en la vigilia, l, quera sin esquinas para la lnea, sa, que su rebrote urga?
Cmo se alz en arcngel en todas las resinas a fin de hacer el ao que a la "nia" deba puliendo en su ofrenda de azul su maestra [...]
Vi unas flores... Fue publicado en la revista Crisis en julio de 1976, versin que tomamos como base. Hay una copia mecanografiada con el ttulo "Vi una de flores...", variante que reproduce el primer verso. Al parecer este poema ya exista en el momen-to de preparacin de la edicin de En el aura del sauce. Cuando en 1968 Jos Tcherkaski realiza un largo reportaje a Ortiz, reproducido en 1969 por la Editora Amrica Latina en un disco (y que luego Tcherkaski incluye como "Un monlogo de Juan L. Ortiz" en su libro A primera vista. Grandes reportajes), en un mo-mento del reportaje Ortiz lee tres poemas: "Ah, mis amigos, hablis de rima", que ya haba sido incluido en De las races y del cielo, el poema "No, no la temas..." que va a ser incluido en La orilla que se abisma, y el poema "Vi unas flores". Pero Ortiz no lee ni el ttulo ni la parte del primer verso que reproduce el ttulo, como estuvieran todava en suspenso. La copia mecanografiada presenta, respecto a
la versin de Crisis, dos importantes variantes. La primera entre los v.51/2:
a envenenarnos esa nada en que a la espera de [ un antdoto
nos hundimos creyendo que por el sueo, entonces, nos
[ desembarazbamos del da...
La segunda, a partir del v.8l, y hasta el final:
de las arpas en la consumacin sin fin del aqu
para la espiral del espritu...
Otras variantes:
v.4 como tras un espejo sin lindes
v.6 Pero no suele ver en sus adentros la gente, di a su vez "gente" est corregido a mano por "todos"
v.9 y ello no es a mayor profundidad que la de [ esas anmonas que
[ apenas si adivinan
v. 11 de ocho ramas u otra estrella al [ reasumirse en su raz...?
v. 13 Oh, la ofrenda, tambin, la ofrenda [ aquella al desvaro
v.15 Mas no es, sin embargo, de esas criaturas, [ a pesar de hacer ellas, todava,
v.28 en esa felicidad que, sin duda, escapa a las [ medidas
v.36 de donde nos llaman y llaman unas
[ soledades de "Kakuy"
v.37 y las que sentimos
v.44 en holln
v.48 aun de monstruos, s, v.49 que el azar de los tablados nos lleva, a
[ veces, a asumir
v.55 en la ampliacin de los trinos
v.57 sino que nos iluminan v.64 y del fondo, aun, de esos crepsculos que
[ arboran unos Aladinos
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Poesa indita Notas 981
v.68 se que, acaso, a partir
v.71 le picaban, infinitamente, el oro de la [ edad que le naca,
v.75 pero que acaso bastara, quizs, a la [ impulsin que ha menester
[ la criatura
v.77 de las flautas y de los silfos
La versin de Tcherkaski, pese a los proble-mas de la transcripcin (el texto est corrido, sin versificacin), es bastante fiel a la versin de Crisis. Durante la lectura Ortiz se detiene para dar explicaciones. En el v.10, al mencio-nar a "los amantes en su torbellino de ocho ramas", explica:
es decir, el paraso de los amantes en el momento del xtasis
Cuando dice, v.42/3, "hacia donde el hijo de la luna llora en el exilio/ de una selva de Yac", explica:
ste es el mito del Crispn
Y cuando, v.45, "las voces de uno y otro", aclara:
del Crispn y del Uruta
No puedo... Junto con el poema "Vi unas flores...", fue publicado en Crisis, en julio de 1976, versin que tomamos como base. Es mencionado en la entrevista de Tcherkas-ki, cuando, buscando entre los "poemas lti-mos", lo deja de lado:
Esto no lo he pasado en limpio. "No puedo". Es aquello de... Me acord, lo que rodea es el indi-vidualismo. Se acuerda? el lobo estepario. Soy yo por todos lados. El no yo, el t...
Hay una copia mecanografiada con pocas co-rrecciones que presenta, respecto a la versin de Crisis, las siguientes variantes:
v.7 al margen, ellas, del lucero
v. 12/3 con las sombras a doblarlas hasta cuando [ ya no las tendran
v.20 s, de los silfos
v.31 No puedo, pues, ahora, otoo, [ abandonarme a este misterio
1 en velutina
v.37 No podr tampoco, otoo, abandonarme, [ ni por este lapsillo
v.42 de lampos, ste, que recuerdan y [ recuerdan, postumamente,
[ los suspiros
v.44 Hacia el otro lado, pareciera, del roco
v.48/9 Y ah, ni menos podr hacerlo, no, con el 1 silencio de las diez
v.61 aunque sea en el vrtigo, ya, de un [ inexorable que, es cierto, ha de
[ curvar espirituadamente, un Nilo [ con slo una orilla
v.68 se que despierta, justo, y talla en fuegos [ de iris,
v.72 No, no podr hacerlo, en resumen, otoo, [ con ninguno, con ninguno
v.75 de madre, o del limbo
v.79 en lo annimo y en lo inapercibido
v.80/90 detrs ellos, detrs de las preguntas de [ esos ojos que, al costado
[ del camino, fijaban la "ayuda" de arriba, traspasndole "el honor" de la
[ inspiracin, a que rendanse, bien que declinada en los bolsillos del declive
mas con la voluntad, quizs, de [ equilibrarlos con "actualidades"
[ en relieve que les evitaran las flotaciones de la "matine"
v.102 y esto con lo que ahora, en el "orden" [ de unos bpedos
v. 105 debe espumarles "los detritus"
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Juan L. Ortiz Obra Completa 982
v.137 y se fe ponga, al igual, "sobre sus pies", all...
v. 142 y que no llega, ni finalmente, a [ invertirte en ti,
v.158 Y ello a base de unas "imgenes", si esto [ se permite, de silencios
[ que han sido,
v. 169 en la fluctuacin de la anochecida
v. 173 lo cierto que, nicamente, a la luna [ sobrevive
v. 174 sino que con ello pudiera, a la vez, [ tratarse de unas lunas
[ o lunitas
v.179 mas que, correspondientemente, [ tambin, un a modo de primavera
[ toda de crines
v. 191 o sobre los cofrades de sombra
v. 192 que te corren por delegacin [ hidricamente, el envo
v. 193 a tu absoluto, por la asfixia
En el v.185, tanto de la copia como de la ver-sin de Crisis, figura "calgene" que corregi-mos por "calgine" (niebla, oscuridad, tenebro-sidad). Fue publicado, luego, en Diario de Poesa, Ns33, otoo de 1995, tomando como base esta copia mecanografiada.
7 de Setiembre Fueron publicados el 4 de julio de 1971 en el suplemento cultural del diario La Opinin, con una fecha al pie: "setiembre de 1970", junto con un artculo de Francisco Urondo: "Juan L Ortiz, el poeta que ignoraron". Luego fueron publicados en el diario El Cro-nista Comercial el 27 de diciembre de 1975, junto con un reportaje de Vicente Zito Lema. Estas dos versiones presentan pocas variantes entre s. Ante la imposibilidad de decidir la primaca de una versin sobre otra, establece-mos un texto equidistante entre ambas. Fue publicado en la revista Poesa y Potica,
Mxico, primavera de 1995, tomando como base la versin de El Cronista Comercial.
En la msica al fin? ...o en qu?... Publicado en la revista Primera Plana el 10 d agosto de 1971 junto con un reportaje sin fir-ma. Entre los papeles de Ortiz haba una hoja con membrete de Primera Plana, con una nota sin fecha, firmada por Roberto Garca, donde qui-zs se alude a este poema:
Seor Ortiz o Gola Por esos lamentables inconvenientes que suelen ocurrir en los talleres, tipgrafos y diagramado-res se empearon en ensuciar el original. Siento realmente que haya sucedido esto, pero no pude evitarlo. De cualquier manera, cumplo con lo prometido: se lo devuelvo y, adems, deseara que hiciera una verificacin de la prueba que le envo. El hombre que le lleva este mensaje espe-rar a que usted controle tranquilamente la prue-ba. Muchas gracias por la gentileza de entregar-me el poema y vuelvo a lamentar que le hayan manoseado el original. Slo espero que, adems de este poema, salga en la revista una nota ms o menos decorosa. Sus versos aliviarn la medio-cridad de mi lenguaje.
Ms abajo, va la siguiente aclaracin tambin firmada por Garca:
Como es obvio, seor Ortiz, cuando el cadete llev la prueba del poema, usted no estaba; como el cierre de la edicin me obligaba a tomar una determinacin, correg con el mximo de cuida-do la prueba y qued igual a su original (disculpe las cacofonas). Si se ha filtrado un error cosa que me parece imposible sabr usted que no estuvo en m cometerlo. Muchas gracias por todo; vuelvo a disculparme por la tropela de los diagramadores sobre su poema. Hasta siempre de nuevo.
La nia... Fue publicada en El Cronista Comercial el 27 de diciembre de 1975 junto con el poema "7 de setiembre". Tomando esta versin fue publica-
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Poesa indita Notas 983
da en la revista Poesa y Potica, Mxico, pri-mavera de 1995. Ortiz menciona este poema, en un reportaje que en 1976 le hiciera Mario Alarcn, como formando parte de un conjunto de poemas dedicados a su nieta y que iran a formar parte del "Cuarto Tomo":
Hay muchos, no?, muchos... Unos justamente estn dedicados a esta nia aqu presente, mi nieta... Uno, recuerdo, est referido a... yo recog unas flores del parque. La noche anterior haba llovido y estaba lleno de flores silvestres, estaba todo constelado de flores, lindsimo. Entoncesyo junt muchas de ellas e hice un ramo y le dije: tenga este ramo y llveselo a su abueiita. Muy bien, ella lo acept, pero despus, sabe lo que hizo esta nia?: desarregl el ramo, separ todos los tallitos y los coloc donde estaban antes, entiende? Es decir, las restituy a su lugar. Es decir, ella me dio una leccin porque las reinte-gr a la tierra de donde yo las haba arrancado... Otra vez yo tena un gatito negro y ella era la primera vez que senta roncar a los gatos. Como era muy manso, se lo acerqu a ella y l empez a roncar. Y ella sinti una cosa extraa, lo vi en sus ojos... Como el rumor de algo que sera el gato, pero que iba ms all del animal. Ya sabe que el gato est entre el cielo y la tierra. Ms entre las estrellas... Entonces yo se lo acer-qu y ella sinti ese ronquido y cambi la expre-sin, con una emocin extraa, como si hubiera sentido el rumor, sabe?, de las estrellas, del cosmos. Yo reproduc la expresin suya, de pali-dez, casi de pavor csmico, sabe?, porque no decan otra cosa sus ojos. Y tengo un poema en que se toca eso, es decir la sorpresa ante ese ronquido porque eso tena referencia a algo extraterrestre, el rumor csmi-co, el rumor que podran hacer, dice por ah Edgar Poe, a determinada altura, la rotacin de los astros, me entiende?... Hacen una especie de rumor, sobre todo cuando se van acercando a la atmsfera de cada planeta, de cada estrella... es muy posible que se sienta el ruido del girar... Y entonces ese rumor de esos mundos, donde cada puntito que vemos, ms que ser el centro de una
constelacin es el centro de un sistema, se sien-te... Y yo record ese cuento de Poe, "La incom-parable aventura de un tal Hans Pfaall". Y tam-bin otros autores han hablado de ese rumor... Es decir que no es el silencio del espacio absolu-to de Pascal, sino el rumor de la rotacin de las esferas celestes...
En un reportaje anterior, realizado por Fran-cisco Urondo y publicado en la revista Pano-rama el 17 de noviembre de 1970, se hace mencin a la nieta como motivo "de unos poe-mas recientes" y se cuenta la ancdota de las flores del parque restituidas por la nia. Al final del reportaje, escribe Urondo:
Ahora va a leer un poema; lo cantar con su voz delgada. Antes har una aclaracin: "Este poema es un poema largo donde se complica la luz, con la sombra, la vida con la muerte. Y ya me met otra vez en otro lado, como si mirara la luz del otro lado; es largusimo este poema y, desde luego, alude tambin a cosas inmediatas que, de ningn modo, poda soslayar. La verdad dice, revisando el texto antes de la lectura que al meterme del otro lado tena una sensacin abisal o abismal". Y lee: "hundir hasta su inversin las races de la despedida". Se detiene, piensa, expli-ca humildemente: "La inversin; la mano que pide, que clama, es romo una raz invertida".
El poema anunciado para su lectura parece ser "Del otro lado..." pero la cita comentada per-tenece al poema "La nia...". La imagen-met-fora de la mano que pide como una raz inver-tida ya haba aparecido, formulada con mayor claridad, en el poema "Yo adoro..." de El lamo y el viento, en el v.13:
y hay manos, muchas manos, tendidas hacia [ nosotros desde otras sombras
[ como races invertidas.
Tambin aparece, ya con este carcter alusivo, en El Gualeguay, v.2432:
en unas raicillas que se invertan...
E s c ier to . . . ? Fue publicado en el diario La opinin, junto
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Juan L. Ortiz Obra Completa 984
con el reportaje de Alicia Dujovne Ortiz, "El escondido licor de la tierra", el 16 de abril de 1978, considerado como un "Fragmento de poema". Llevaba la siguiente presentacin:
Difcil reproducir un poema entero de Juan L Ortiz; su habitual extensin, la entreverada dis-posicin de sus versos, la exigencia del poeta en cuanto al uso de tipos de letra muy pequeos, asustan a cualquier diagramador o tipgrafo. Aqu se ofrece slo el comienzo de un poema indito de Juanele; bastar aunque las conven-ciones periodsticas impidan ser totalmente fie-les a los deseos del autor para comunicar al lector algo de la misteriosa e invencible sugeren-cia que irradia esta poesa.
En el mismo reportaje, Ortiz, luego de mencio-nar como "ltimos" poemas "Entre Diamante y Paran" y "El nio y el perro" (este ltimo, totalmente desconocido), hace alusin a este poema:
...es el canto de la luz, no se titula as pero se es el sentido. Empieza con que la luz canta, algo en que la luz se da y que a la vez tiene cierto tipo de msica-
Entre Diamante y Paran Fue publicado en julio de 1978, dos meses antes de la muerte de Ortiz, en la segunda plaqueta de la coleccin "El bho encantado" editada por la revista El lagrimal trifulca de la ciudad de Rosario con prlogo de Samuel Wol-pin. En "El escondido licor de la tierra", reportaje de Alicia Dujovne Ortiz publicado el 16 de abril de 1978 en el diario La Opinin, Ortiz dice:
Ahora tengo dos poemas largusimos, casi como novelas en verso. Uno es "Entre Diamante y Paran"...
Se trata de un poema que Ortiz consideraba como "listo" y que l mismo entreg para su publicacin. Rodolfo Alonso, en su artculo " 'Dnde est mi corazn al fin?'", publicado en la revista Vigencia en Octubre de 1978, alude a una carta que Francisco Gandolfo, director de la revista El lagrimal trifulca, le
enviara conjuntamente con la plaqueta:
Y continuaba narrndome las simpticas ancdo-tas de la trabajosa conquista de ese original, que Juan L se resista a proporcionar, vieja costum-bre en l. Pero por suerte lo lograron (tras una obra maestra de estrategia cuya carta de triunfo fue una edicin de los poemas de Proust sugeri-da como trueque)...
Tomando como base la plaqueta de El lagri-mal trifulca fue publicado en el NQ1 de Diario de Poesa, invierno de 1986, en el Dossier de-dicado a Ortiz, acompaada de una breve in-troduccin donde se dice:
En un acto de homenaje a Ortiz realizado en una sala rosarina a mediados del '84, el editor de la plaqueta, el poeta Francisco Gandolfo, cuenta las sucesivas migraciones de rosarinos a Paran en busca de un poema del "viejo"; cuenta asimismo los sucesivos fracasos. Finalmente, Wolpin con-sigue arrancarle un manuscrito y lo pasa a m-quina...
Tambin tomando como base esta plaqueta, fue incluida en la antologa preparada por Hugo Gola, editada por la Universidad Nacio-nal del Litoral, como formando parte del libro La orilla que se abisma-, y luego en la revista Poesa y Potica, Mxico, primavera de 1995. Hay una sola hoja, que lleva el nmero 5, de una copia mecanografiada, y varios manuscri-tos corregidos y superpuestos. Uno de estos manuscritos, dos bandas de papel de casi 80 cm. de largo por 8 cm. de ancho, escrito en sus dos caras de manera transversal a la banda, es decir formando diversas columnas, parece ser posterior a todos y se acuerda, hasta donde es posible seguir la lectura, al texto de la plaque-ta, salvo algunas variantes, sobre todo en la puntuacin, que en algunos casos asumimos. Variantes:
v.221 Y ello por entre los claros que tapa, en [ consecuencia, de improviso
v.242 Hay, pues, Stefan George, algn momento, [ en verdad, que pueda dar todo de s
La versin del manuscrito termina en el v.259.
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Poesa indita Notas 985
La de la plaqueta, en cambio, en ese punto contina, o mejor dicho: recomienza:
aunque... aunque...
Elega Es el nico caso, entre los "poemas inditos" que aqu presentamos, de un poema que no fuera mencionado en algn reportaje, o dado a su publicacin por el mismo Ortiz. Tomamos el texto de una copia mecanografiada, comple-ta, que tiene muy pocas correcciones, encon-trada entre sus papeles. Tomando como base esta misma copia, fue publicado en Diario de Poesa, NQ28, primave-ra de 1993 y luego en la revista Poesa y Potica, Mxico, primavera de 1995.
Adems de esta copia hay un borrador manus-crito en una larga tira de papel, y un conjunto de varias copias mecanografiadas con mlti-ples correcciones. En este conjunto es intere-sante observar que a veces se trata de copias similares, hechas con carbnicos, sobre las que se ensayan distintas correcciones. Es de-cir que son distintas "versiones", distintas in-terpretaciones, que parten de un mismo texto, y que conviven, durante un tiempo, similares y diferentes entre s. Julieta, la perrita a la que hace referencia el poema, viva en Colastin ("all donde fuera tu pas") una localidad cercana a Santa Fe, en la casa que all posean Juan Jos Saer (Juani) y Norma Castellaro (Bib) a fines de los aos sesenta.
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Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1996.
ISBN 950-9840-73-4 Reservados todos los derechos.
Queda hecho el depsito que establece la Ley 11.723.
Centro de Publicaciones, UNL 9 de Julio 3563 - 3000, Santa Fe, Argentina
Tel. (042) 559610 Int 208 - Fax (042) 554292
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