juan l. ortiz - poesía inédita

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De las Obras Completas

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  • Centro de Publicaciones / Universidad Nacional del Litoral

  • POESA INDITA

  • Esta edicin electrnica reproduce por escaneo la parte correspondiente a este poemario, de la monumental edicin de las Obras Completas, realizada por el Departamento de Publicaciones de la Universidad Nacional del Litoral, hoy lamentablemente muy difcil, sino imposible, de hallar. Se ha dejado el nmero de pgina original para referencia en citas.

    Puesto que la seccin de notas est al final de la poesa editada y antes de la indita y la prosa, no sigue la secuencia de nmeros de pgina.

    Los poemas de Juanele exigen una cuidadosa disposicin en la pgina, tipografa, interlineados, a veces sangrados, cuestiones en la que el autor era minucioso y exigente; vaya por tanto todo el mrito que corresponde a esa gran obra que fue la edicin de la UNL.

  • ndice (se indica el nmero de pgina del papel, seguido del nmero de pgina en el pdf)

    Gualeguay 1 OI (5)

    Trptico del viento 942 (6) Vi unas flores... 943 (7) No puedo... 946 (10) 7 de Setiembre (a las 11) 953 (17) 7 de Setiembre (a las 17) 954 18) En la msica al fin? ...o en qu?... 955 (19) La nia... 957 (21) Es cierto... ? 960 (24) Entre Diamante y Paran 962 (26) Elega (a Julieta) 1 7 9

    (35)

    Luego de las poesas se encuentran las notas de la edicin

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 941

    Gualeguay

    rase una hondonada que el tiempo hiciera rosa

    para aspirar mejor los sentidos del cielo

    y que este cielo al fin tal una mariposa

    diera en la misma flor hojendose el anhelo.

    Erase que esta gracia por veces luminosa

    ardiera como un alma sobre el oscuro suelo

    aunque en llamas de honores fuera ya numerosa

    y en la lnea del vspero fosforeciese el vuelo.

    Erase que el espritu de las quintas un da

    campanillase en copas el encuentro de todos 10

    bajo parras que filtran estrellas de concierto...

    As dir de ti la futura armona...

    de ti, la abierta al sur de los fluviales modos-

    de ti en la ronda siempre de los duendes del huerto.

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 942

    Trptico del viento Artigas (viento del Este)

    Cmo el grito de Mayo entonces encontr

    su raz en el Este para ponerlo al frente

    de todas las races que invirtiera su voz

    como si de unas manos llevara la creciente.

    Cmo l lo artillara de Yatay y Pind

    frente al par de diademas que ni a la noche miente

    cmo lo desdoblara el "Morito" en que dio

    para que nadie el numen ni a una vincha detente.

    Y cmo abriera l hacia todos los fros

    rubes de cabildos en la flor del fogn 10

    cmo lo prolongara el litoral de a pie...

    Cmo en esa cauda de todos los desvos

    se dividiera el centro al dar la comunin

    del sol agrario en quince ptalos a la vez.

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 943

    Vi unas flores...

    Vi unas flores bajo el esto

    con todo el cielo al blanco adelgazndolas en modo de fundirlas

    luego en l, as

    como en un espejo sin lindes

    unos cirios...

    Pero no suele ver en sus adentros el comn, decidme,

    unas llamas de azucenillas

    devolviendo, de entre la grama, el medioda?

    Y ello no ocurre a mayor profundidad que la de esas anmonas que apenas si adivinan

    los amantes en su torbellino 10

    de ocho ramas u otra estrella reasumiendo su raz...?

    Y en un claro de bosque, asimismo?

    Oh, la ofrenda, tambin, la ofrenda sa al desvaro

    del cnit...

    Mas no es, sin embargo, de tales criaturas, a pesar de hacer ellas, todava,

    como de sacerdotisas

    en un abra del templo, en el oficio

    de recoger, virginalmente, la luz, y con la cera de sus vidas,

    a continuacin, restituirla

    en una consagracin que sera 20

    la dicha

    de no ser, tras de la transparencia, ya, la dicha

    que se mira

    a un apasionamiento de vidrio...

    No, no es de esas doncellas que por poco nos derriten

    hacia lo alto, como su nieve,

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 944

    los ojos que, enajenadamente, las siguen

    en la felicidad que, sin duda, escapa a las medidas

    pero que hemos entrevisto

    no bien bajbamos o pasbamos, en una dilatacin de los minutos, 30

    los niveles y los hitos

    del olvido...

    o hacamos, nosotros tambin, znicamente, el vaco,

    o moramos otro morir...

    No, no es de ellas... es del bosque, en verdad, de donde hojea como el hlito de los principios,

    de donde nos llaman unas soledades de "Uruta"...

    las que sentimos

    ascendiendo el amanecer por los estratos del silencio, se a que no abrimos

    sino muy raramente el odo...

    y las que, de pronto, son el amor, al parecer, de un "Crispn" 40

    que nos solicitan

    hacia donde el hijo de la luna llora en el exilio

    de otra selva de Yac

    toda en holln-

    Mas las voces de uno y otro, de roco

    en rosa y gris

    atraviesan en reverberaciones todo el plomo en gravitacin de las figuras

    aun las de los monstruos, s,

    a que el azar de los tablados nos llev, en ocasiones, a asumir

    hasta con un saturnismo

    a envenenarnos esa nada en que a la espera de desembarazarnos totalmente del da

    en el sueo nos hundamos...

    50

    Pero no slo tales splicas

    nos tocan, as,

    por la ampliacin de los trinos,

    trasminndonos la pesadez que revestimos,

    sino que stos iluminan,

    adems, el ngel o, si se quiere, el nio, el nio,

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 945

    tan en sombra que, ay, ni sospechamos que en nosotros lo hemos, solamente, dormido

    en el atad que le hiciramos 60

    y an conducimos...

    Y tras esta conciencia ellas, todava,

    nos incitan,

    y del fondo, an, de esos crepsculos que arboran unos Aladinos...

    nos incitan

    a cortar las presiones hacia el aire que exige

    la respiracin de la meloda:

    sa que, acaso, a partir

    de las caas aquellas en que soplara las albricias

    de su respuesta a las que, de arriba, 70

    le picaban, numerosamente, el oro de la edad que le naca,

    viene adelgazndose por las simas

    hasta casi el hilo

    por el que llega la asfixia,

    pero que bastara, quizs, a la impulsin que ha menester la criatura,

    pero ya en el clima

    de las flautas y de los "eolfonos",

    iniciar el otro ciclo

    en lo alto o la intemperie, por qu no? de lo paralelo o lo posible,

    pasando a los torbellinos, 80

    luego, de las arpas en la consumacin sin fin,

    por la espiral del espritu,

    en todos los destinos

    del espritu

    el que instrumentadamente, a la vez, los ir, acaso, as,

    orquestando en la sinfona

    en que el infinito

    desde lo sin nombre en el sueo an del timbre,

    habr de musicarse l mismo

    y al infinito... 90

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 946

    No puedo...

    No puedo abandonar, otoo, ni siquiera un minuto, un minuto

    a ese celeste a escondidas

    que ilumina

    tu veladura de medioda,

    porque s, otoo, s, que paralelamente a ti,

    se ha derramado ms noche, ms, sobre las larvas de la oscuridad", que dicen,

    al margen del lucero"

    que precisamente enfilaran, ellas, las "sin lnea"

    o con, apenas, la de la agona...

    a las que se librara, adems, y no muy lejos, a los filos 10

    de la "cariza"

    con las sombras esas a guardarlas hasta cuando ya de s

    ninguna desdoblaran:

    en cancerberos y esfinges... esfinges

    en las que ha de sonar, tambin, aunque en pieles, pero aqu,

    el da...:

    'larvas" aquellas a las que por igual se consignara a la corriente de las hierbas, y en la oportunidad,

    [ a las races

    a flor de su ida...:

    debajo, o poco menos, de la marquetera,

    es verdad, de los silfos 20

    taracendoles el esto

    en los follajes de los vientos y en los ocios de la brisa

    pero incrustndoles asimismo

    las desnudeces de la lluvia tras las de las hojas, an, de su estallido,

    en esa desnudez que hacinan

    los sobresaltos de un despertar, de qu? contra la quincha...

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 947

    (Oh, los genios de los geniecillos

    ramendoles la vigilia

    slo, despus, y terminando, terminando, ay, por escurrirles

    la muerte de los plenilunios). 30

    No puedo, pues, ahora, otoo, abandonarme, no, ni a este misterio en velutina

    de tu luz en nupcias

    con un cnit

    que la pierde con el mundo al lechar an los ecos, se dira,

    de azuletes en huida...

    y ni siquiera, otoo, por un minuto...

    No podr abandonarme, otoo, tampoco, ni un lapsillo,

    al silencio, se, que me aspirara

    al aspirar, l, no se sabe, no, a qu banda o a qu lista

    en correspondencia con su infinito 40

    de espectro, en abanico

    los lampos, que recuerdan y recuerdan, postumamente, los suspiros

    de sus vegetaciones de sima

    hacia el otro lado, se dijera, del roco

    que llora l mismo:

    el silencio, en el anochecer, an, de l mismo,

    y por su parte, fuera de s...

    Y ah, ni lo hubiera, cierto, ya podido

    hacer con el silencio de las diez en una suerte ste de imposible

    de trama bajo los hlitos 50

    de un cielo de inmanencia o de un siempre que le impide

    cruzar por ah

    cualquier cosa de hilos,

    mas que, azulinamente, desde el centro de su xtasis, creemos que respira,

    slo que en un suspenso sin lindes,

    es verdad, sin lindes...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 948

    Y ni, desde luego, con se que ha subido

    en mbar desde los abismos

    a la mitad de la tarde y que tampoco tiene lmites

    de aire y de islas...: 60

    aunque sea en el vrtigo, ya, de un inexorable que, es cierto, ha de curvar, ascensionadamente un

    [ limbo de algas, con slo una orilla

    para el nadie de las despedidas...

    Ni con el de los maitines

    en equilibrio

    de una grisalla, si cabe, de ngel...

    ni con el que le sigue,

    igualmente, "en visita":

    se que despierta, justo, y talla en fugas de iris,

    el sereno con que la "celistia"

    ha destilado en cada una de las pestaas del pastito, 70

    los destiempos que le dolan-

    No, no podr hacerlo, en resumen, con ninguno, con ninguno

    de ellos... ninguno...

    No podr hacerlo por la sombra aquella, excsame que lo repita, en sobre-sombra y en sub-sombra

    [ de salida

    de madre, en verdad, del Estige,

    que ha emergido,

    adems, otoo, sobre todos los destinos

    sin palabras y anegados, ya, por las interrogaciones de la vida,

    en lo annimo y lo imperceptible:

    las preguntas de esos ojos que fijaban al costado del camino 80

    la "ayuda de arriba"

    vuelta, en verdad, bajo la compulsin, de todos los bolsillos del declive,

    aunque con el "honor" de la "iniciativa"

    y su peso hasta all,

    indudablemente, aqulla destacada an en reflectores que, por cierto, apenas si laman

    un mnimo

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 949

    del flujo de la anochecida...

    y con la voluntad, por otra parte, por qu no? de equilibrar dominicalmente los saquillos

    con "actualidades" en relieve que les evitaran

    las suspensiones de la "matme"... 90

    Pero ellos, otoo, todos ellos, dejarn de ser pupilas

    de las tinieblas, y las ninfas

    dejarn, al integrar en mariposas las flores en enlace por los tallos

    al tronco de Psiquis

    asumiendo, por su lado, los estremecimientos de las fibras

    desde los limos

    y convocadas aqullas por el riego, a la vez, de las constelaciones, y encima,

    an, una de venas en deriva

    hacia los latidos

    en recuperacin de todos, todos los corazones en mortaja, ya, de slice, 100

    y all y aqu,

    y esto con lo que ahora, en el orden de unos bpedos,

    es la condenacin sin juicio

    a cargo de la magma de tal orden, la que as

    debe espumarles i o s detritos",

    o liquidar, en fin de cuenta, liquidar literalmente y a la par fnebremente, tu silencio, otoo, con los

    [ miles

    y miles de criaturas

    que le ritmaban o le miniaban lo an casi inaudible

    de su vida...

    y hasta, sin duda, con el coro mismo 110

    que se empeaba en empujarlo, y lo negaba, desesperadamente, al

    alzarlo a unos odos

    que slo le responderan

    desde la profundidad del deshora y de lo definitivo

    con el hipo

    de la ltima de las campanillas...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 950

    mientras, otoo, no olvidarlo, del revs, o mejor, de las antpodas de tu Abril,

    asciende, para incinerarlo, toda una aldeta

    de "amarillos"

    entre llaves de llamas, colocadas, all, por el doble, se, de pies 120

    en ubicuidad por los climas

    para "desmaquisar" todo su "orden" y an quemar todos los brotes y ramizas

    de los bambes que incurriran,

    tras la rfaga de esa purificacin llevada al blanco de "nihil", en el ultravicio

    de ponerse, aunque fantasmalmente, todava,

    de pie

    contra los pies,

    ahora, claro, en cuatro, por acuerdo con los cinco galopes a asumir,

    bajo las alas del Cristo,

    el aplastamiento de los que lo amaran sin figura 130

    en las fuentes que la varilla

    les fuese palpitando de debajo de las piedras y de detrs del ter,

    desde los principios...

    y que vienen reclamando por la fiebre de las islas

    se descrucifique

    tambin el amor all

    y se ponga, al igual, "sobre los pies", all...

    No podr, consecuentemente, abandonar, otoo, ni un minuto

    a las "ragas" y "raginis"

    de tu silencio, con todo que es verdad, otoo, que aparte del jams en avenida 140

    que te infligen

    y que no llega a cambiarte ni finalmente en ti,

    siempre vienes, otoo, por la subida

    slo de su silencio, a ponernos en presencia de una flotacin, de qu cadveres? al hilo

    de l mismo...

    a doblarnos a una pena de silbidos

    de nimas por ah

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 951

    en la propia entre-luz que, de repente, todo verticaliza

    desde unas anmonas y coralinas

    hasta una vaguedad de lmparas que arden, excedidamente, la altitud, como heronas 150

    de algo que no quiere morir...

    Pero tambin es verdad, otoo, que, en fin de cuenta, he librado ms de unos minutos

    en el intento de balbucirte

    lo que me impeda,

    justamente, otoo, abrrtelos,

    y an sintindote, con eso, en una relacin, otoo, cuyas lneas,

    insisto, no coincidiran...

    Y ello a base de unas imgenes, si esto se permite, de silencios que han sido,

    y que no cabe endosar, as,

    a una eternidad por venir... 160

    Y con referencia a un Jano, ahora de horror que menos te pudiera, consiguientemente, atair...

    Y con la profanacin, an, del silencio que se dice,

    ya, l, por los vitrales que angelizan

    los dos infinitos,

    y que es cmo ilumina, a su pesar, por lo comn, al ms opaco o distrado de la misa...

    y cmo tambin trasmina

    las hierbas y la arena hasta lo imponderable, casi, que no acaba de cernir

    en la fluctuacin de la atardecida...

    Aunque... aunque... por otro lado, otoo, pudiese que no sea la fidelidad esa del fro 170

    que atrae, por su parte, las pesquisas

    de las "araas" del da,

    lo cierto que al satlite, nicamente, sobrevive,

    sino que con ello pudiera, a la vez, tratarse de unos cambiantes o lunitas

    o de meses de sensitiva

    en que el silencio, all, fuese no slo de escamas en ascenso hasta su ro

    de allende Julio,

    o de una suspensin slo hacia el lecho, aqu...

    mas que, correspondientemente, tambin, un a modo de primavera en lunaciones con crines

    de Apocalipsis... 180

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 952

    y un a modo de otoo selenizado en lloviznas

    de llantos de serafn

    por las splicas que una madrugada va a ahogar el otro lado de la una

    subindoles el ceido...

    y sobre eso, acaso, al deshacerse de la calgine, la una, y enjugarse la piedad, el otro, en seguida,

    lunas o lunillas,

    todas, todas, con una suerte de gatillo

    como quera

    mi hermano Ral, a fin de disparar, oh silencio, sobre los expeditivos

    o sobre los cofrades de tu sombra en la hermandad del vuelo, para los cementerios del tapiz,

    que te corren por delegacin, lquidamente, el envo

    a lo absoluto, por la asfixia-

    de tu ceniza 190

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 953

    7 de Setiembre (alasti)

    Qu mar o ro

    es ste o se de rozamientos en un fluir

    que a la vez se extasa

    y que en una nada de ribera nos suspende en su mismo

    xtasis, de cuyo enigma,

    al parecer, apenas si la hora emerge en unos grumos con ramillas

    en filigrana todava?

    en ese ter en que pronto, pero con intermitencias, habr de ser urdido

    el imposible

    perdurando de unos tonos de roco

    aunque a travs de las profundidades que alzar, expectativamente, el da

    y aunque con figuras

    para, se dijera, oportunamente, inscribir

    el vrtigo que dibujan

    algunas de las hebras en tren de desprenderse, o poco menos, de s...

    y medidas

    al propio anhelo casi trasvelndose, o fuera, si se quiere, de eso que hasta ritma

    Mas se trata de algo as

    como la trama gracias a la cual por momentos omos

    al propio tiempo cruzando su tejido 10

    tambin, para, presumiblemente, cadenciarles sus latidos 20

    el despliegue de los confines...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 954

    7 de Setiembre (a las 17)

    La duracin ya no susurra o lo hace, quizs, slo para s,

    aunque el anhelo de su discurrir

    debe de darse, ahora, en aquel estupor al que muy apenas flava

    y al que apenas simultneamente irisa

    la iluminacin del abismo...

    Oh setiembre que subes azoradamente, a la vez, y de qu aqu?...

    de qu memoria u olvido

    del cielo

    o de aquella ilusin que con ste respiraba cuando as

    lo empezabas a abrir 10

    a unas almas de fresias, todava

    en ascenso de los limbos...

    aqulla que an hoy, hoy, vuelve contigo a ese oro que suspira

    en cambiantes desde las simas

    del infinito...

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 955

    En la msica al fin? ...o en qu?...

    Acaso t habrs sido

    el cauce. Y yo quizs el ro, el ro...

    Pero cmo los dos corriramos, entonces, hacia el fin de all o aqu?

    T la noche. Yo el da?

    T lo desconocido.

    Yo la evidencia, tal vez. Lo que no se comunica

    t. Lo que se participa

    yo, y as

    al igual, por el anochecer, que un lirio

    de la sombra en debate, a la paz siempre le hubimos 10

    de florecer una buja...

    T la magia. La inocencia yo de las pupilas

    a las que la noche alucina.

    T la morbidez. Yo el caballero perpetuamente en aprendiz.

    T el conocimiento. Yo el xtasis que liga

    un bemol de violines

    tendindose a travs de la penumbra hasta extraer el s

    ya en lo ubicuo,

    y hasta, por ltimo, la meloda

    de los timbres 20

    con cambios y cambios y cambios, sin cesar, de registro...

    en la indecisin misma...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 956

    o acaso, humildemente, ya, en el lmite

    adelgazndose, del sonido,

    o del silencio...

    O ms bien, o ms bien, s...

    T, lo que saben ingnitamente las hierbas desde la raz

    de los ritmos

    al lado tuyo, cmo? Un airecillo

    yo que, indefiniblemente, pasa y pasa y no llegar, al cabo, a definirse 30

    ni por la ramilla

    de los vientos en algn espritu de tono o de medida

    probablemente a presentir...

    O la sabidura

    si quieres t que sorbe el tiempo a travs de los mantillos

    por el flauteo de las albricias...

    y por ah

    de qu modo yo en lo annimo, o poco menos, de un soplo que acaso morir

    para una existencia, al parecer, sin fin

    en el sueo de su destino... 40

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 957

    La nia-

    La nia mir al gatito

    que le exhiba

    yo, como esa noche, acaso, l, que de repente da cuenta de los guios

    bajo sus prpados, de una navecilla

    con tesoros de islas...

    Negro, s,

    mas con azules corrindole, elctricamente, satines

    y con topacios o gatas o jades que, de su fijeza a su vez la fijan

    o la aspiran

    en un entrentamiento de abismos 10

    cuando no la libran

    a vrtigos de gemas en pasajes de amarillo

    o de nilos...

    De pronto, de qu rueda ese rumor que, de ms cerca, le teja,

    se dijera, el giro

    de ese misterio a que sus manitas

    se hubieran tendido

    a no ser se que las retrajese de sbito y dejara slo a sus ojitos

    en palidez, por su parte, de sensitivas,

    me lo preguntaran en seguida...

    Y fue luego el estupor, me pareci, de esas interrogaciones ya en el nadie,

    o cuando ms entre los meteoritos

    sobre o debajo? el bordoneo de las vueltas que apenas si despiden, suspendindolo,

    en un vuelo de chispas

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 958

    a aos-luz, quizs, de lo que haban

    alguna vez sido-

    Pero por qu, por qu, dije,

    nadie

    o a lo sumo esas agresiones que quemasen a aqullas, de improviso,

    en una rplica de estallidos? 30

    No hubiera alguien con sensibilidad, por ah,

    para esos zumbidos...

    Alguien que, trasminando en otro espectro, acaso, de las lneas,

    el que hara

    ste, probablemente, en un lugar, menos que un tomo todo en frenes

    de malaquita...:

    alguien que oyese los gemidos

    que llaman de estas gehenas y repiten y repiten

    las soledades en inminencia de ser, ay, aspiradas por esos torbellinos

    de nuestras Estigias... 40

    La nia mir, azoradamente, el gatito

    y luego a m

    cuando, acaso, el ronquido

    la invitara en una suerte, ahora, de arrullo, al infinito

    de los nmeros, y entonces el espritu

    aquel a que apelamos, con un modo, por qu, no? de corazn tras el odo

    de ngel, hubo de reducir

    el vahdo

    a slo el del rumbar de unas girndulas, o menos de unas drosfilas o

    mosquitas 50

    en una oscuridad de artificio,

    mientras no dejase l de inclinarse de entre las otras jerarquas

    de lo invisible,

    por sobre las crecidas

    de las splicas

    en una manera de tallos por, bajo los vrtices, definitivamente hundir

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 959

    hasta su inversin en las races

    de las despedidas...

    y a las que tampoco, a la vez, dejara de asumir

    hasta lograr cierren los gritos 60

    digitalmente en el suyo, y se abra por los teres, en consecuencia, el juicio

    ese de la piedad, por fin,

    que haga estallar, conforme a lo que ya Novalis quiso,

    las ruedas de las agonas...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 960

    Es cierto...?

    ...Es cierto que en algunas gamas del "aqu"

    la luz canta? Dmelo...

    ...s, canta... o deshace, ms bien, la duracin en una

    ruina de hebrillas...

    Canta, paradjicamente, as...

    y canta, a la vez, desde unas cifras,

    de debajo las cifras

    o del mnimum

    de unos litros, por lo dems, en busca de lo ubicuo...

    pero sube y sube en andutes 10

    que, se dijera, no concluye de reducir

    ni con las slfides

    aunque algunas de stas, en el vrtigo, acaso, lo abandonan por ah

    a la corriente del nadie

    o para unos odos

    de que, probablemente, no saban...

    mientras que de la trama de ella con un algo de brisa

    como en el vaco

    resultara

    ese misterio en filigrana de variaciones de tal vidrio 20

    que ni los pjaros deshilan...

    ni ellos... bien que, al cabo, se avengan, puramente, a surtir

    para una sed que ha de atairnos

    lo que al celeste de la siesta, por su parte, los habr transparecido

    hasta l mismo,

    y lo que en reflejos apenas de frasecillas

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 961

    ir aun palideciendo y perdindose al igual que ella la luz

    en los abismos

    por abrir

    de sus espacios adonde la eternidad o la tarde no ha de faltar, para

    Y en la circunstancia, desapareciera en la asfixia el cieno?

    Habr de transponerse, solo, el canto, en direccin a la

    penumbra de un zumbido...

    a nuestro nivel, as,

    a la vez que por las alas, alrededor de los follajes, parecer despedirse

    en un abatimiento de slabas

    y en un lagunar, luego, de silencio en amarillo

    suspendindose entre las rimas

    aspirarla, a la cita... 30

    por palpitarse ms en plata, an, del lucerillo

    y de la ranita...

    40

    [...]

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 962

    Entre Diamante y Paran

    Un cielo de pre-lluvia

    demoray demora un estupor de grises

    y de azules... de azules, es cierto, en inminencia an de

    decidirse.

    lo demorara

    hasta esa penumbra en que habr de desler

    su silencio, al fin,

    apenas, ste, apenas, muy apenas, cado

    o negado en una poco menos que adivinacin de arpas, o de brillos

    en una casi ceguera, entonces, por encima

    del tecleo que habr de cristalear, por su parte, se dira

    en abismamiento

    a los lados de las banquinas? :

    las ramitas

    debern por l, consecuentemente, de seguir

    digitando su llamamiento, o qu? de junto o en medio de un

    misterio de marismas

    sobre una nada de vidrios?

    se enciende, ahora, en la irradiacin de una agona

    que fija,

    altsimamente, una nube, o un cisne

    ms bien, de gloria, o mejor, una suerte de capullo del cual no

    se sabra

    a soar pero que flotaran

    en hilados, quizs, con intermitencias, por ah, 10

    Pero el camino 20

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 963

    si se despide

    o si en un fluido de oro y rosa, transcielamente, ya replica

    el amanecer de sus suspiros...

    Y son all y ms all unos pasajes, no? de trigo

    en subida

    o en vaporizacin o espectralmente en fuga entre las cintas 30

    de un verde por anochecer y todos en la misma

    meloda

    que despliegan y despliegan, lateralmente, los minutos

    que armonizndose en otra linea,

    hacia arriba,

    llegan a extasiarse en una como transfiguracin de rayos de jardn

    o de recuerdos, en un haz, de visos...

    Mas he aqu que uno de stos se extrava

    al abatirse

    consignados a lo fortuito

    de una "piedad" que, por su parte, en el vaco

    que la aspira

    slo puede, a lo sumo, ir delante de s

    y or

    nicamente el zumbido

    y da en descubrir

    lo que quedaba a un lado del asfalto, en un equvoco

    de denuncia, al exaltarlo precisamente as:

    lo que quedaba de un perrito

    que alguien, quin? separase de la madre y de los otros

    de la cra:

    40

    consignados, me dijeran, sobre una bolsa, en un declive

    a la margen de la ruta y contra un grupo de arbolillos...:

    consignados en la prisa,

    entonces, del desasimiento y del endoso, que se sigue,

    del fastidio... 50

  • Juan L. Ortiz

    de un tiempo que quisiera apurar hasta el lmite

    y ello siempre que no lo asimile

    ste, y a lo largo, ensordecedoramente, del da...

    Y entonces, me parece que la purpera hubo de preguntar en

    medio de hipos

    a ese desconocido

    que le alzara su hijo

    a un destino

    al que slo le fuera dado lamer casi en seguida

    entre acaso fintas

    que le impusiera el trfico, ciertamente, ay, obstruido

    por ellos all

    desgarradas aqullas de su parte por gritos

    ante el horror que an quizs se le infligiera de que ella debera

    lacrar con su vida

    eso a cuyo misterio no pudiese sino despertar ms los latidos

    y tenderlos no solamente por todo el curso, dirase,

    de la luz, pero asimismo

    por el de la propia sombra con el juego entre s

    de la fascinacin de los faros hasta la corrida

    de la vigilia

    por desprender la ltima a tiempo que la vela asimismo

    de las lucirnagas fosforeca

    el fin

    de los escalofros

    sobre el propio, en correspondencia, de las briznas...

    Y fuera en ese momento cuando probablemente ms habr sentido

    la ausencia de aqul, de cualquier modo, calorcillo

    que les asignaran por ah

    la dispensa de lo que, ciertamente, significase un "abuso de familia"

    pues el descendimiento para asistirlos

    de ese cielo que llegaba por momentos aun a adherrseles,

    Obra Completa 964

    60

    70

  • Juan L. Ortiz

    no llegaba, a fuer de "animitas"

    que era, a tocar, justamente, el lado de su fro,

    se que le hiciera desesperar en la ocasin, ms si cupiese,

    los aullidos

    en la necesidad de or

    allende los vanos que abrieran, fugitivamente, los ruidos

    del amanecer de la va,

    un posible

    de respuesta, a pesar de los pesares, de alguna viejecita

    o de algn linyera, desprendidos

    de su pesadilla,

    pero sin duda ellos, con odos

    a los que siempre, siempre, no se sabe, no, qu nadie,

    tras la reverberacin misma,

    les vuelve solamente, ay, solamente, a los gemidos...:

    ellos as

    los nicos, o casi, conforme a la experiencia que de por ah

    tuvieran los fieles de las otras jerarquas

    del Olimpo-

    capaces de cortar a tiempo el lazo de lo definitivo

    por correrse sobre unos hlitos...:

    ellos as

    como ngeles en trapos en esa lividez que profundiza

    todos los precipicios

    en que el alba va cediendo, ya, a los pies

    de los forzados de la intemperie

    cuando sin saber cmo no son stos aspirados, de improviso,

    entre los espartillos...:

    ellos as

    para escuchar o adivinar bajo o entre la circulacin, todava,

    del ruido

    los silencios que tiritan

    Poesa indita 965

    90

    100

    110

  • Juan L. Ortiz

    desde el extremo, se dijera, ya, del hilo...:

    ellos los aparecidos,

    literalmente, de este lado, para hacer que an no pasen al otro

    de su limbo

    sus hermanos de aqu

    si para ellos bastara algo de lo recogido

    de las bolsas de la noche de bajo las aceras cuando en la

    amanecida

    del volcadero, bajo un verde de volidos

    ya, o en medio de un crema ya tambin de ensortijados en

    hilitos

    y entre el seo de los otros digitales, asimismo

    hurgando, pero todos nivelados, madrugadoramente, all,

    por las urgencias de la bulimia...:

    aparecidos

    adems, en esa eternidad de un segundo de la ausencia bajo el filo

    del juicio

    a los olvidados, por ellos asumido...:

    o aparecidos

    de qu providencia, sencillamente, aunque en equilibrio

    acaso tambin para asistir

    en su desliz

    a los annimos de siempre o que parecieran elegidos

    de las cadas...

    Pero elegidos

    ellos, a la vez, por qu no? para que el alba se redima

    y as

    que la luz de la leche siquiera en algn sitio

    sensibilice

    en ese azulamiento de la fuga hacia lo alto que habr luego

    de cernir

    el desdn, casi, del "espritu"...

    Obra Completa 966

    130

    140

  • Juan L. Ortiz

    sensibilice o vaya sensibilizando lo que a ste, al fin,

    justificara

    por los desheredados, paradjicamente, de sus "ttulos"

    entre los grumos de su nadir

    inclinndose para lavarle a travs de las figuras

    de sus piedad, con el roco

    que llorase, desde sus estrellas, ella misma...

    para lavarle lo que, despus de todo, fueran por all

    humanamente, sus pies...

    Aunque ello, es cierto, en las antpodas, y ms que espacialmente,

    del continuo

    que all vuelve las arcillas

    y las lianas y los aires de un revs de apocalipsis

    en los estallidos

    de una de araas de teratologa o gigantismo

    y la llovizna

    de los desfoliantes de amarillo, slo, a no dudar, para

    amarillos

    y las "flechitas"

    con aletas para demorar por tres lunas el cruce a la otra

    orilla,

    y un lo inasible

    de salientes por la noche ya de los tejidos...

    y todava

    los globos en deshojamiento de esquirlas

    ajenas al metal pero en familiaridad, sin embargo, con el

    secreto de los gritos...:

    todas las "tcnicas", en fin,

    de la desintegracin y de la perennidad de la agona

    para reducir

    a los condenados a un infierno de tres dcadas, ya,

    y por estar, al ltimo, en el crculo

    Poesa indita 967

    160

    170

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 968

    de la estrategia de la ceniza

    que hundira

    para siempre, despus, en cavidades de cosmogona,

    a lo dems del continente con la nica

    culpa de haber ensayado recuperar, colectivamente,

    y aun abrir 190

    las lneas

    del yang y del yin...

    Y ms, hacia el Este "cercano" de la "civilizacin", las mujeres

    y los nios

    reos de discurrir,

    desde luego, sin saberlo, sobre el oro de las profundidades,

    cuyo viento necesita

    aqulla ilustrar e invertir

    en las llamas de la purificacin para el dominio:

    reos, pues, en el suplicio 200

    de los pronunciamientos de fsforo cayendo de unas alas

    en la apertura

    de unas villas...

    Y en otro nivel, la "civilizacin" que se inflige

    en el mejor de los casos, por el seuelo de unos "bienes"

    a cortar el circuito

    de una sabidura

    que florece a su hora, bien que en lo invisible,

    que debe, quizs, a unas corrientes que presionan silenciosamente, desde siglos...

    Y eso cuando ella no revierte contra la propia cetrera 210

    las artes de sus nebles

    pero superndolas, progresivamente, hacia la caza de los

    miedos,

    o de los monstruos de por encima

    de por dentro y de por bajo s en los infinitos

    que acechan asimismo...

  • Juan L. Ortiz

    Y ah, por aadidura, de este lado, en la Amerindia,

    igual descendimiento de los "super", para horror de la floresta,

    a ras de los que pisan

    o poco menos, ignorndolo tambin, unas minas

    del combustible.

    Y ello por entre los claros que tapa, a continuacin, de improviso,

    una fatalidad de aluminio

    que todava

    acosa, si cabe, de ms bajo, a las familias,

    hasta la ilusin de las barquillas

    pues entonces, aqulla, habiendo encontrado una manera de vaco

    sobre el afluente en fiebre al blanco, por minutos,

    del medioda

    le adelanta un crepsculo, en dehiscencia, de cobrizos...

    Y es ms arriba

    el suicidio

    en comunidad de las tribus

    ante el solo trueno que anuncia el genocidio...

    Y es ahora mismo

    el expatriamiento, en inminencia, de las

    dradas del origen

    a la aventura de una orilla

    del mar de energa

    o de la "presa" a alimentar o a sangrar, de verdad,

    bajo la desnudez de algunos ros

    por los fantasmas, acaso, ya, del fin

    de Nandur-Arand...

    Hay, pues, Stefan George, algn momento, en realidad,

    que d todo de s

    cuando al curvar, jardinadamente, un recuerdo de crculo,

    deja caer un eco, diramos,

    de uno de sus ptalos sobre la propia palidez tambin en ida

    Poesa indita 969

    220

    230

  • Juan L. Ortiz

    de la ruta y enciende como un casi imposible

    de memoria mas que abre unas lneas

    que nos toca seguir,

    vueltos, sbitamente, a pesar nuestro, del olvido

    del Estigia,

    y con todo que a aqul, en nuestro caso, le hubisemos,

    naturalmente, de abrir

    hacia los espacios, por qu no? del devenir

    o de su devenir

    con el concurso de hadas y silfos

    a travs de la penumbra y a travs aun de la misma

    sombra: ellos, entonces, en instrumentistas

    de lo invisible?...

    aunque... aunque... es cierto que las ondas que ahora no

    inmunizaran

    despliegan, concntricamente, a la vez,

    la amanecida

    en una rosa aun de cinc

    que toca, en verdad, muy apenas las orillas

    pero en la presin, ya, no puede negarse, desde el fondo del rio,

    de una piedad que se decide

    a amartillar el propio corazn de los siglos...

    Obra Completa 970

    250

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 971

    Elega (a Julieta)

    Por qu Julieta pienso en ti

    en este momento de la tarde cuando Agosto, por all, donde fuera tu pas,

    setembrinamente,

    vahea sobre las islas?...

    Julieta, me dijeron hace poco los amigos,

    que una maana te encontraron sin maana o en la nada de cul? ahora dormida,

    sin umbral, o en el s

    y desde, acaso, la velada por derretir

    en el s

    por qu no? de un presente que fuese ya sin lmites 10

    o en una ausencia de lneas-

    Mas yo te veo empinndote, empinndote con esas tus patitas

    hacia un Juani y una Bib

    que tu aficin astralizara, an, pero incorpreamente, y sin entonces, el ac de las diez

    que les mojaba las miradas al adherir

    a tu alegra

    de recuperarlos de nuevo cuando, con los batientes, ellos daban en abrirte

    las hojas del cielo...

    Y te veo en esa soledad que, de improviso,

    sin tus dioses y tus hijitos, 20

    era la noche que rampaba, toda de agua y por el este de tus incursiones y visitas,

    adelantadamente, sin un guio

    de lucecillas...

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 972

    Y te veo, despus, en una poco menos que ceguedad de puertas o stas ya con la franquicia

    a la circulacin del fin

    o de la opacidad sin remisin, debajo, an, de aparecidos

    en residuos

    de encalados a la deriva...

    Y te veo conjurando, tambin, qu, qu vocecita

    sin reflejo ni en el nadie 30

    de lquido...

    Y a continuacin trotando, trotando, a pesar de tu experiencia en cartas de crecida,

    trotando un desconocido

    de senderillos

    que daba, esta vez, por qu lados? a un derrame de silencio apenas si

    estertoreamente latido

    de espectros bajo la asfixia,

    y menos, an, silbado, en el extremo, por ah,

    de unos llamamientos de espritus...

    y el que, en la madrugada, hasta llegaba a suspender una de hilos 40

    de pena como para s,

    pero que te descubran

    unos relampagueos de culebra, al parecer, de corriente, a no concluir

    de electrizar los enigmas

    en fuga, lateralmente, de unos espartillos...

    y cuyo circuito

    en la unanimidad, en va y viene, de los signos

    del extravo,

    quizs te centellease eso que, por la intemperie en plenitud del estupor que aun le llova,

    les paralelara a todos, a todos, tras el escalofro, 50

    asimismo,

    de lo afrontado o lo visto,

    nada menos que milenios y milenios siempre prontos a incidir

    con el rayo de la defensiva

    o de la ofensiva...

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 973

    Mas al visionarte, Julieta, as,

    midiendo por eternidades la extraeza de unos caminitos

    que te devuelven de los bordes de un misterio en inminencia, sin cesar, de

    [ sumergirlos,

    pero debajo l mismo

    de las tinieblas en que desaparecieran, de improviso, 60

    tus dolos

    con aqullos que te dolan,

    cmo, por veces,

    en la nada de las mamilas...

    al visionarte, as,

    no olvido

    que junto a los "oscuros" que nos prepararon lo que se nos da como salida,

    todos ellos "pupilas",

    "pupilas"

    para lo "abierto" que han dicho, 70

    en la libertad de un espacio que jams nosotros encaramos y que es

    el de los ptalos al surtir...:

    no olvido

    que tuya fue la presencia, con sus visos,

    de lo "divino",

    a los que alzabas, en las gracias y las splicas de un rito,

    el aleteo de tus manitas...

    No, no lo olvido...

    mientras nosotros, perdiendo el nos en que una vez hubimos

    de tocar, casi, 80

    los secretos, siquiera, de la pesadilla

    que a ustedes les soara,

    con los del azoramiento, en consecuencia, de vivir,

    o mejor, que ha de vivirlos,

    o de morirlos,

    aqulla, sobre su orilla

    o detrs de los espejos que la abisman...:

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 974

    mientras nosotros, perdiendo, pues, el nos sobre las tapias de los miedos

    y de los deliquios,

    digitalmente, de tiza... 90

    cuando las manos en despliegue avanzaban y tanteaban, sin ojos,

    ofrecindose a lo inaccesible...:

    mientras nosotros hemos quedado, al cabo, con unas ventanillas

    que abren, a lo sumo, a un minuto

    de la divinidad en huida

    de la que no descreemos, en el fondo, al trasponer al porvenir

    el cumplimiento que nos excede

    y en el que, germinalmente, habrse de no ser

    para el ser

    en cereal de un cielo 100

    acaso recin cielo, aunque ms probablemente que en el de la ronda de los linos,

    en el de la espiral, si cabe, de las crisis

    de los desarrollos, y hasta en se

    del en vilo

    por sobre los torbellinos...

    pero en cualquier manera o paradoja de equilibrio,

    una inversin, tal vez de roco

    estrellando, desde las profundidades, el piso,

    en la circunstancia, del clima

    al integrar en cada edad la edad aquella sin edad, aqulla en que asumimos 110

    unas criaturas sin medida

    como si fueran nuestro bien o nuestros ngeles, an, por esa sima

    de los hechizos

    donde rozamos, tambin, fantasmalmente, los lindes

    de la tuya, oh perrita,

    oh Julieta, "adoratriz"

    de qu orden de halos?, despegando, casi, nuestra sombra en el batir

    de unos remos de eucarista...

  • Juan L. Ortiz Poesa indita 975

    o en trance de levitacin toda vez que respondas o accedas

    al fluido 120

    de tus deidades... o, si se quiere, en un principio

    de vuelo desde "el aqu"

    hacia unos nimbos

    que nosotros no vemos del modo ni el alrededor, an, de esos carios

    que nos arrodillan los das...

  • NOTAS

    Poesa indita

    Llamamos a estos poemas "inditos" en el sentido de no incluido en En el aura del sauce. Se trata de un conjunto muy heterogneo de poemas, de los cuales es difcil establecer sus fechas, si bien podemos suponer que, en su mayora, fueron compuestos a fines del '60 y principios de los '70. Los dos primeros poemas, los sonetos, forman un grupo aparte por su excepcionalidad. Fue-ron escritos en distintas pocas y, como todo soneto, como todo poema de forma regular (ver notas al poema "En el Parque" del Proto-sauce), no fueron incluidos en En el aura del sauce. Los otros poemas, en cambio, bien podran haber ido a formar parte de un "Cuarto Tomo" de la edicin Vigil. Alguno de ellos, como el caso del poema "La nia...", ha sido menciona-do por Ortiz como formando parte de este ltimo libro" en preparacin. Nos hemos referido a esta cuestin del "Cuar-to Tomo" en la introduccin. Si bien no pode-mos dirimirla en su totalidad, podemos acotar-la en algunos de sus aspectos. Uno de ellos es el econmico. Segn el relato de Rubn Na-ranjo, durante la preparacin de la edicin de En el aura del sauce (que demand casi tres aos de trabajo) Ortiz reciba, mensualmente, un pago como adelanto a cuenta de los dere-chos de autor. Entonces viva con muchas dificultades de una modesta jubilacin y esta pequea suma de dinero le era de gran ayuda. Una vez editado En el aura del sauce, se le sigui pagando esta mensualidad a cuenta de la entrega de un cuarto tomo. La existencia de este cuarto tomo, o la posibilidad de su exis-tencia, adems de estar relacionada con la continuacin y el cierre de la obra, se relaciona tambin con estas otras obligaciones "econ-micas". Ortiz hace referencia al Cuarto Tomo en diver-sos reportajes.

    En un reportaje realizado por Mario Alarcn en 1976 en Gualeguay, que fuera publicado en 1988, Ortiz contesta sobre su "trabajo actual":

    Bueno, estoy preparando, como le dije hoy... No, no estoy preparando, estoy pasando en limpio ciertas cosas que tena en borrador, traspapela-das por ah, y que iran en este cuarto tomo que anuncia ya la Vigil, no?, donde estara como la continuacin de ese poema El Gualeguay. "Cuan-do el ro me ahogue" [...] Bueno... eso y otros poemas que despus se han ido haciendo. Hay muchos, no?, muchos...

    En otro reportaje tambin realizado en 1976 ("a pocos das de haber cumplido 80 aos") por Daniel Kon para la revista Siete Das, ante la pregunta: "Prepara algo actualmente?", Or-tiz contesta:

    S, tengo muchos borradores, pero la verdad es que estoy haraganeando. Tengo que pasar en limpio muchas cosas pero se me descompuso la mquina de escribir y espero que algn amigo me la lleve a arreglar. De todos modos, creo tener preparado suficiente material para compo-ner el cuarto tomo de mis obras completas.

    Y en un reportaje que le hiciera Vicente Zito Lema, publicado en Crisis en junio de 1976, ante la pregunta por si "sigue escribiendo", Ortiz contesta:

    S, se es un delito en el que persisto... Estoy preparando el cuarto tomo de mis obras, aunque con muchas dificultades. Se me han perdido va-rias cosas que tena borroneadas. Sin embargo, ms o menos, no s si este ao, acaso ms seguro el ao que viene, tal vez pueda dar con un cierto mundo, de modo que constituira lo que podra ser el cuarto tomo. Seguramente no ha de ser tan extenso ni tan denso, en los dos sentidos, como los otros tomos, pero, en fin, espero sacarlo. Hablaba de densidad en el sentido fsico, casi, lo

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 978

    otro no me atae a m, son cosas de mis amigos o de ilusin de amigos, quizs...

    Todas estas respuestas, si bien cada una de ellas despliega distintas dificultades, coinci-den en afirmar que el cuarto tomo no es un libro terminado sino un trabajo en marcha. Incluso la ms afirmativa de todas estas res-puestas, la dada a Mario Alarcn, en el proyec-to de una continuacin de El Gualeguay, plan-tea, a su vez, como vimos en las notas a ese libro, sus propias dificultades. Cuando Ortiz responde a estos tres diferentes reportajes han pasado ya cinco aos de la edicin Vigil. Exceptuando este proyecto de continuacin de El Gualeguay, y a la luz de los poemas que aqu publicamos como suceptibles de haber integrado este cuarto tomo, no podemos des-lindar ningn proyecto potico concreto. Nin-gn rasgo de ese "mundo" con el que el poeta pensaba dar. En su mayora, estos poemas ms bien plantean una continuacin (diferen-te, de todas maneras, a la planteada con el poema El Gualeguay), del trabajo ltimo. Los poemas "Vi unas flores...", "No puedo..." "7 de Setiembre", "La nia...", "Entre Diamante y Paran" pueden pensarse como una continua-cin de los poemas de La orilla que se abisma. Al mismo tiempo algunos poemas pueden pensarse como un "cierre". El poema "La nia...", por ejemplo, como un retorno a los poemas dedicados al nio, en este caso en la persona de la nieta, de El agua y la noche-, el poema "Entre Diamante y Paran", como la bsqueda, en el seno del ciclo que llamamos Topogrfico, de un "grado cero" de territorio (en los restos del cachorro muerto al costado del camino).

    Gualeguay En el reportaje de Mario Alarcn, Ortiz recita este soneto de memoria. El periodista le pre-gunta: "Este poema es nuevo... indito", a lo que Ortiz contesta: "S, pero hace mucho que lo escrib... cuando escrib ese poema largo". Se trata, sin dudas, del "sonetil" que menciona en la carta a Emilio (ver Envos) compuesto en la misma poca del poema "Gualeguay", es

    decir en el ao 1953. En la oportunidad del reportaje, Ortiz transcri-be el soneto y este original es fotocopiado y repartido entre sus amigos. Tomamos el sone-to de una de estas copias que encontramos en el archivo Veirav. Est fechado: "Gualeguay, 25 de septiembre de 1976". De todas maneras encontramos entre los pa-peles de Ortiz, en una tira de papel del mismo tipo de las utilizadas para el trabajo de "Entre Diamante y Paran", un manuscrito con el poema, destruido parcialmente, y con algunas correcciones. Tanto esta versin, la dicha en el reportaje y la que transcribiera posterior-mente, varan. Por ejemplo:

    v.5 Erase que esta gracia de su luz pudorosa

    la ltima estrofa:

    As dir de t la futura armona, de ti la rosa lisa, pero alada de modos

    de t la diademada por el numen del huerto.

    El ltimo verso tambin

    de ti la diademada con los iris del huerto.

    Artigas (viento del Este) En el reportaje que le hiciera Alberto Perrone en 1972, publicado en la revista Gente, donde Ortiz habla del tema de los caudillos (ver notas a El Gualeguay), menciona el poema Trptico del viento":

    El federalismo es una entelequia. En mi poema "Trptico del viento" sintetizo, de algn modo, el problema. Para eso tom figuras que reconozco principalsimas: Moreno, el hombre de fuego, Francisco Ramrez, rama de orilla, hombre del pueblo de Entre Ros, y sobre todo Jos Artigas, con un pensamiento y una accin de los ms avanzados para su poca. Ellos son tres grandes caudillos atentos al latido del pueblo...

    El "Trptico del viento" parece ser un despren-dimiento de El Gualeguay, de la misma mane-ra que el poema corto "Gualeguay" lo era del poema largo. O, en todo caso, un poema en paralelo, que comparte con el mayor algunos tpicos temticos pero que queda al margen

  • Poesa indita Notas 979

    de sus riesgos formales. El viento, la noticia, el latido, o la vibracin, constituyen en El Gualeguay una serie ligada al hecho histrico (y a los caudillos como hecho por excelencia), que ocurren lejos de las "pupilas" del ro:

    v. 781/7 El enigma, tambin l, la crisis, [ el delirio, tambin l,

    en la desvanecencia sin fin, rodendolo como a una isla o como a

    [ un nufrago, a l mismo, s, por todos los lados del viento? Mas no era, a la vez, l, la frase que

    [ giraba, invisiblemente, desde ese centro que "ocurra",

    [ asimismo, en sus pupilas?

    Por medio del viento llegan al ro, por ejemplo, noticias de Ramrez:

    v. 1587/92 Y despus de catorce lunas, por la [ que ya se iba de roco,

    el viento del oeste, llameando sobre los esteros de las nimas, le dijera del "Saucecito", de los flancos del "directorio" en la

    [ trampa de las "caas"...

    El fragmento del Trptico del viento" que co-rresponde a Artigas comparte con El Guale-guay, adems, ciertos tpicos temticos como el "Monto" y el "sol agrario". Tomamos este fragmento de una versin que se transcribe en la revista Gente, junto con el reportaje de Pe-rrone. Adems hay una foto de Ortiz escribien-do y al pie de la foto, entre comillas, el siguien-te texto:

    El poema sobre Artigas lo tengo en la memoria, si me da un poquito de tiempo enseguida se lo escribo.

    Respecto a la memoria, hablando de Borges y el soneto, Ortiz plantea una paradoja en el reportaje que le hiciera Juana Bignozzi:

    La paradoja es que l pas toda su poca blica o virulenta del grupo martinfierrista atacando la rima y ahora ha tenido que recurrir a la rima por

    una circunstancia especial, porque no puede es-cribir sus poemas, tiene que recordarlos.

    Esta relacin entre la escritura y la memoria (la memoria como el papel de la escritura), en la que intercede la rima, se hace presente en Ortiz en los ltimos aos de su vida cuando, afectado de cataratas, haba llegado a perder la visin y una operacin realizada en 1975 o 1976 le permiti recuperarla parcialmente. Mientras tanto se haba ido sirviendo de la memoria como de un ejercicio novedoso. De todas maneras, como vimos con el soneto "Gualeguay", el verso en la memoria vara como si estuviera en un incesante borrador. Veirav habla, en La experiencia potica, de los ltimos das del poeta:

    Afectado por un enfisema de pulmn en las lti-mas semanas intentaba oralmente concluir dos poemas de homenaje, uno para Rafael Barret y otro para Jos Mara Arguedas, a quienes recor-daba cada vez ms, hasta que en cierto momento declar lentamente que haba decidido "irse" en-vuelto en esos dos poemas y se neg a dictarlos.

    De todas maneras hay varios borradores in-completos, manuscritos, sumamente ilegibles que tienen por ttulo "En la tumba de Jos Mara Arguedas". La memoria es nada ms que un sustituto, provisorio, del papel. La memoria, ligada a la rima y al poema breve, instala, en el sistema potico de Ortiz, otra paradoja. Cmo escribir en la memoria poemas extensos? Cmo escri-bir (o, mejor dicho: dibujar) en la memoria la diagramacin libre de su poesa ltima? Hay un borrador del Trptico del viento", muy deteriorado, donde estn los tres poemas que lo componen, en este orden: Moreno (el sur), Ramrez (el norte) y Artigas (el este). El poe-ma a Artigas, presenta variantes respecto a la versin de Gente:

    De qu manera el grito por sobre el Plata hall su raz en el Este que descenda, ya al frente de todas las races que invirtiera su voz como si de unas manos llevara la creciente.

    Helo, ah, desvelado de espinillo y pind

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 980

    ante la noche que por su borde se siente... Helo ah, desdoblndose del "monto" en que dio para que nadie el numen ni a una vincha detente.

    Helo ah, abrindose hacia todos los fros rubes de cabildos en la flor del fogn... Helo en una parbola del litoral de a p ie-

    Helo como esta cauda de todos los desvos dividindole el centro al dar la comunin del sol agrario en quince ptalos a la vez.

    De este borrador podemos rescatar los si-guientes fragmentos del poema a Moreno:

    Moreno (el sur) Cmo el "Sur" por la quinta hora de las neblinas diera en alas de fiebre contra el sueo del da que en la vigilia, l, quera sin esquinas para la lnea, sa, que su rebrote urga?

    Cmo se alz en arcngel en todas las resinas a fin de hacer el ao que a la "nia" deba puliendo en su ofrenda de azul su maestra [...]

    Vi unas flores... Fue publicado en la revista Crisis en julio de 1976, versin que tomamos como base. Hay una copia mecanografiada con el ttulo "Vi una de flores...", variante que reproduce el primer verso. Al parecer este poema ya exista en el momen-to de preparacin de la edicin de En el aura del sauce. Cuando en 1968 Jos Tcherkaski realiza un largo reportaje a Ortiz, reproducido en 1969 por la Editora Amrica Latina en un disco (y que luego Tcherkaski incluye como "Un monlogo de Juan L. Ortiz" en su libro A primera vista. Grandes reportajes), en un mo-mento del reportaje Ortiz lee tres poemas: "Ah, mis amigos, hablis de rima", que ya haba sido incluido en De las races y del cielo, el poema "No, no la temas..." que va a ser incluido en La orilla que se abisma, y el poema "Vi unas flores". Pero Ortiz no lee ni el ttulo ni la parte del primer verso que reproduce el ttulo, como estuvieran todava en suspenso. La copia mecanografiada presenta, respecto a

    la versin de Crisis, dos importantes variantes. La primera entre los v.51/2:

    a envenenarnos esa nada en que a la espera de [ un antdoto

    nos hundimos creyendo que por el sueo, entonces, nos

    [ desembarazbamos del da...

    La segunda, a partir del v.8l, y hasta el final:

    de las arpas en la consumacin sin fin del aqu

    para la espiral del espritu...

    Otras variantes:

    v.4 como tras un espejo sin lindes

    v.6 Pero no suele ver en sus adentros la gente, di a su vez "gente" est corregido a mano por "todos"

    v.9 y ello no es a mayor profundidad que la de [ esas anmonas que

    [ apenas si adivinan

    v. 11 de ocho ramas u otra estrella al [ reasumirse en su raz...?

    v. 13 Oh, la ofrenda, tambin, la ofrenda [ aquella al desvaro

    v.15 Mas no es, sin embargo, de esas criaturas, [ a pesar de hacer ellas, todava,

    v.28 en esa felicidad que, sin duda, escapa a las [ medidas

    v.36 de donde nos llaman y llaman unas

    [ soledades de "Kakuy"

    v.37 y las que sentimos

    v.44 en holln

    v.48 aun de monstruos, s, v.49 que el azar de los tablados nos lleva, a

    [ veces, a asumir

    v.55 en la ampliacin de los trinos

    v.57 sino que nos iluminan v.64 y del fondo, aun, de esos crepsculos que

    [ arboran unos Aladinos

  • Poesa indita Notas 981

    v.68 se que, acaso, a partir

    v.71 le picaban, infinitamente, el oro de la [ edad que le naca,

    v.75 pero que acaso bastara, quizs, a la [ impulsin que ha menester

    [ la criatura

    v.77 de las flautas y de los silfos

    La versin de Tcherkaski, pese a los proble-mas de la transcripcin (el texto est corrido, sin versificacin), es bastante fiel a la versin de Crisis. Durante la lectura Ortiz se detiene para dar explicaciones. En el v.10, al mencio-nar a "los amantes en su torbellino de ocho ramas", explica:

    es decir, el paraso de los amantes en el momento del xtasis

    Cuando dice, v.42/3, "hacia donde el hijo de la luna llora en el exilio/ de una selva de Yac", explica:

    ste es el mito del Crispn

    Y cuando, v.45, "las voces de uno y otro", aclara:

    del Crispn y del Uruta

    No puedo... Junto con el poema "Vi unas flores...", fue publicado en Crisis, en julio de 1976, versin que tomamos como base. Es mencionado en la entrevista de Tcherkas-ki, cuando, buscando entre los "poemas lti-mos", lo deja de lado:

    Esto no lo he pasado en limpio. "No puedo". Es aquello de... Me acord, lo que rodea es el indi-vidualismo. Se acuerda? el lobo estepario. Soy yo por todos lados. El no yo, el t...

    Hay una copia mecanografiada con pocas co-rrecciones que presenta, respecto a la versin de Crisis, las siguientes variantes:

    v.7 al margen, ellas, del lucero

    v. 12/3 con las sombras a doblarlas hasta cuando [ ya no las tendran

    v.20 s, de los silfos

    v.31 No puedo, pues, ahora, otoo, [ abandonarme a este misterio

    1 en velutina

    v.37 No podr tampoco, otoo, abandonarme, [ ni por este lapsillo

    v.42 de lampos, ste, que recuerdan y [ recuerdan, postumamente,

    [ los suspiros

    v.44 Hacia el otro lado, pareciera, del roco

    v.48/9 Y ah, ni menos podr hacerlo, no, con el 1 silencio de las diez

    v.61 aunque sea en el vrtigo, ya, de un [ inexorable que, es cierto, ha de

    [ curvar espirituadamente, un Nilo [ con slo una orilla

    v.68 se que despierta, justo, y talla en fuegos [ de iris,

    v.72 No, no podr hacerlo, en resumen, otoo, [ con ninguno, con ninguno

    v.75 de madre, o del limbo

    v.79 en lo annimo y en lo inapercibido

    v.80/90 detrs ellos, detrs de las preguntas de [ esos ojos que, al costado

    [ del camino, fijaban la "ayuda" de arriba, traspasndole "el honor" de la

    [ inspiracin, a que rendanse, bien que declinada en los bolsillos del declive

    mas con la voluntad, quizs, de [ equilibrarlos con "actualidades"

    [ en relieve que les evitaran las flotaciones de la "matine"

    v.102 y esto con lo que ahora, en el "orden" [ de unos bpedos

    v. 105 debe espumarles "los detritus"

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 982

    v.137 y se fe ponga, al igual, "sobre sus pies", all...

    v. 142 y que no llega, ni finalmente, a [ invertirte en ti,

    v.158 Y ello a base de unas "imgenes", si esto [ se permite, de silencios

    [ que han sido,

    v. 169 en la fluctuacin de la anochecida

    v. 173 lo cierto que, nicamente, a la luna [ sobrevive

    v. 174 sino que con ello pudiera, a la vez, [ tratarse de unas lunas

    [ o lunitas

    v.179 mas que, correspondientemente, [ tambin, un a modo de primavera

    [ toda de crines

    v. 191 o sobre los cofrades de sombra

    v. 192 que te corren por delegacin [ hidricamente, el envo

    v. 193 a tu absoluto, por la asfixia

    En el v.185, tanto de la copia como de la ver-sin de Crisis, figura "calgene" que corregi-mos por "calgine" (niebla, oscuridad, tenebro-sidad). Fue publicado, luego, en Diario de Poesa, Ns33, otoo de 1995, tomando como base esta copia mecanografiada.

    7 de Setiembre Fueron publicados el 4 de julio de 1971 en el suplemento cultural del diario La Opinin, con una fecha al pie: "setiembre de 1970", junto con un artculo de Francisco Urondo: "Juan L Ortiz, el poeta que ignoraron". Luego fueron publicados en el diario El Cro-nista Comercial el 27 de diciembre de 1975, junto con un reportaje de Vicente Zito Lema. Estas dos versiones presentan pocas variantes entre s. Ante la imposibilidad de decidir la primaca de una versin sobre otra, establece-mos un texto equidistante entre ambas. Fue publicado en la revista Poesa y Potica,

    Mxico, primavera de 1995, tomando como base la versin de El Cronista Comercial.

    En la msica al fin? ...o en qu?... Publicado en la revista Primera Plana el 10 d agosto de 1971 junto con un reportaje sin fir-ma. Entre los papeles de Ortiz haba una hoja con membrete de Primera Plana, con una nota sin fecha, firmada por Roberto Garca, donde qui-zs se alude a este poema:

    Seor Ortiz o Gola Por esos lamentables inconvenientes que suelen ocurrir en los talleres, tipgrafos y diagramado-res se empearon en ensuciar el original. Siento realmente que haya sucedido esto, pero no pude evitarlo. De cualquier manera, cumplo con lo prometido: se lo devuelvo y, adems, deseara que hiciera una verificacin de la prueba que le envo. El hombre que le lleva este mensaje espe-rar a que usted controle tranquilamente la prue-ba. Muchas gracias por la gentileza de entregar-me el poema y vuelvo a lamentar que le hayan manoseado el original. Slo espero que, adems de este poema, salga en la revista una nota ms o menos decorosa. Sus versos aliviarn la medio-cridad de mi lenguaje.

    Ms abajo, va la siguiente aclaracin tambin firmada por Garca:

    Como es obvio, seor Ortiz, cuando el cadete llev la prueba del poema, usted no estaba; como el cierre de la edicin me obligaba a tomar una determinacin, correg con el mximo de cuida-do la prueba y qued igual a su original (disculpe las cacofonas). Si se ha filtrado un error cosa que me parece imposible sabr usted que no estuvo en m cometerlo. Muchas gracias por todo; vuelvo a disculparme por la tropela de los diagramadores sobre su poema. Hasta siempre de nuevo.

    La nia... Fue publicada en El Cronista Comercial el 27 de diciembre de 1975 junto con el poema "7 de setiembre". Tomando esta versin fue publica-

  • Poesa indita Notas 983

    da en la revista Poesa y Potica, Mxico, pri-mavera de 1995. Ortiz menciona este poema, en un reportaje que en 1976 le hiciera Mario Alarcn, como formando parte de un conjunto de poemas dedicados a su nieta y que iran a formar parte del "Cuarto Tomo":

    Hay muchos, no?, muchos... Unos justamente estn dedicados a esta nia aqu presente, mi nieta... Uno, recuerdo, est referido a... yo recog unas flores del parque. La noche anterior haba llovido y estaba lleno de flores silvestres, estaba todo constelado de flores, lindsimo. Entoncesyo junt muchas de ellas e hice un ramo y le dije: tenga este ramo y llveselo a su abueiita. Muy bien, ella lo acept, pero despus, sabe lo que hizo esta nia?: desarregl el ramo, separ todos los tallitos y los coloc donde estaban antes, entiende? Es decir, las restituy a su lugar. Es decir, ella me dio una leccin porque las reinte-gr a la tierra de donde yo las haba arrancado... Otra vez yo tena un gatito negro y ella era la primera vez que senta roncar a los gatos. Como era muy manso, se lo acerqu a ella y l empez a roncar. Y ella sinti una cosa extraa, lo vi en sus ojos... Como el rumor de algo que sera el gato, pero que iba ms all del animal. Ya sabe que el gato est entre el cielo y la tierra. Ms entre las estrellas... Entonces yo se lo acer-qu y ella sinti ese ronquido y cambi la expre-sin, con una emocin extraa, como si hubiera sentido el rumor, sabe?, de las estrellas, del cosmos. Yo reproduc la expresin suya, de pali-dez, casi de pavor csmico, sabe?, porque no decan otra cosa sus ojos. Y tengo un poema en que se toca eso, es decir la sorpresa ante ese ronquido porque eso tena referencia a algo extraterrestre, el rumor csmi-co, el rumor que podran hacer, dice por ah Edgar Poe, a determinada altura, la rotacin de los astros, me entiende?... Hacen una especie de rumor, sobre todo cuando se van acercando a la atmsfera de cada planeta, de cada estrella... es muy posible que se sienta el ruido del girar... Y entonces ese rumor de esos mundos, donde cada puntito que vemos, ms que ser el centro de una

    constelacin es el centro de un sistema, se sien-te... Y yo record ese cuento de Poe, "La incom-parable aventura de un tal Hans Pfaall". Y tam-bin otros autores han hablado de ese rumor... Es decir que no es el silencio del espacio absolu-to de Pascal, sino el rumor de la rotacin de las esferas celestes...

    En un reportaje anterior, realizado por Fran-cisco Urondo y publicado en la revista Pano-rama el 17 de noviembre de 1970, se hace mencin a la nieta como motivo "de unos poe-mas recientes" y se cuenta la ancdota de las flores del parque restituidas por la nia. Al final del reportaje, escribe Urondo:

    Ahora va a leer un poema; lo cantar con su voz delgada. Antes har una aclaracin: "Este poema es un poema largo donde se complica la luz, con la sombra, la vida con la muerte. Y ya me met otra vez en otro lado, como si mirara la luz del otro lado; es largusimo este poema y, desde luego, alude tambin a cosas inmediatas que, de ningn modo, poda soslayar. La verdad dice, revisando el texto antes de la lectura que al meterme del otro lado tena una sensacin abisal o abismal". Y lee: "hundir hasta su inversin las races de la despedida". Se detiene, piensa, expli-ca humildemente: "La inversin; la mano que pide, que clama, es romo una raz invertida".

    El poema anunciado para su lectura parece ser "Del otro lado..." pero la cita comentada per-tenece al poema "La nia...". La imagen-met-fora de la mano que pide como una raz inver-tida ya haba aparecido, formulada con mayor claridad, en el poema "Yo adoro..." de El lamo y el viento, en el v.13:

    y hay manos, muchas manos, tendidas hacia [ nosotros desde otras sombras

    [ como races invertidas.

    Tambin aparece, ya con este carcter alusivo, en El Gualeguay, v.2432:

    en unas raicillas que se invertan...

    E s c ier to . . . ? Fue publicado en el diario La opinin, junto

  • Juan L. Ortiz Obra Completa 984

    con el reportaje de Alicia Dujovne Ortiz, "El escondido licor de la tierra", el 16 de abril de 1978, considerado como un "Fragmento de poema". Llevaba la siguiente presentacin:

    Difcil reproducir un poema entero de Juan L Ortiz; su habitual extensin, la entreverada dis-posicin de sus versos, la exigencia del poeta en cuanto al uso de tipos de letra muy pequeos, asustan a cualquier diagramador o tipgrafo. Aqu se ofrece slo el comienzo de un poema indito de Juanele; bastar aunque las conven-ciones periodsticas impidan ser totalmente fie-les a los deseos del autor para comunicar al lector algo de la misteriosa e invencible sugeren-cia que irradia esta poesa.

    En el mismo reportaje, Ortiz, luego de mencio-nar como "ltimos" poemas "Entre Diamante y Paran" y "El nio y el perro" (este ltimo, totalmente desconocido), hace alusin a este poema:

    ...es el canto de la luz, no se titula as pero se es el sentido. Empieza con que la luz canta, algo en que la luz se da y que a la vez tiene cierto tipo de msica-

    Entre Diamante y Paran Fue publicado en julio de 1978, dos meses antes de la muerte de Ortiz, en la segunda plaqueta de la coleccin "El bho encantado" editada por la revista El lagrimal trifulca de la ciudad de Rosario con prlogo de Samuel Wol-pin. En "El escondido licor de la tierra", reportaje de Alicia Dujovne Ortiz publicado el 16 de abril de 1978 en el diario La Opinin, Ortiz dice:

    Ahora tengo dos poemas largusimos, casi como novelas en verso. Uno es "Entre Diamante y Paran"...

    Se trata de un poema que Ortiz consideraba como "listo" y que l mismo entreg para su publicacin. Rodolfo Alonso, en su artculo " 'Dnde est mi corazn al fin?'", publicado en la revista Vigencia en Octubre de 1978, alude a una carta que Francisco Gandolfo, director de la revista El lagrimal trifulca, le

    enviara conjuntamente con la plaqueta:

    Y continuaba narrndome las simpticas ancdo-tas de la trabajosa conquista de ese original, que Juan L se resista a proporcionar, vieja costum-bre en l. Pero por suerte lo lograron (tras una obra maestra de estrategia cuya carta de triunfo fue una edicin de los poemas de Proust sugeri-da como trueque)...

    Tomando como base la plaqueta de El lagri-mal trifulca fue publicado en el NQ1 de Diario de Poesa, invierno de 1986, en el Dossier de-dicado a Ortiz, acompaada de una breve in-troduccin donde se dice:

    En un acto de homenaje a Ortiz realizado en una sala rosarina a mediados del '84, el editor de la plaqueta, el poeta Francisco Gandolfo, cuenta las sucesivas migraciones de rosarinos a Paran en busca de un poema del "viejo"; cuenta asimismo los sucesivos fracasos. Finalmente, Wolpin con-sigue arrancarle un manuscrito y lo pasa a m-quina...

    Tambin tomando como base esta plaqueta, fue incluida en la antologa preparada por Hugo Gola, editada por la Universidad Nacio-nal del Litoral, como formando parte del libro La orilla que se abisma-, y luego en la revista Poesa y Potica, Mxico, primavera de 1995. Hay una sola hoja, que lleva el nmero 5, de una copia mecanografiada, y varios manuscri-tos corregidos y superpuestos. Uno de estos manuscritos, dos bandas de papel de casi 80 cm. de largo por 8 cm. de ancho, escrito en sus dos caras de manera transversal a la banda, es decir formando diversas columnas, parece ser posterior a todos y se acuerda, hasta donde es posible seguir la lectura, al texto de la plaque-ta, salvo algunas variantes, sobre todo en la puntuacin, que en algunos casos asumimos. Variantes:

    v.221 Y ello por entre los claros que tapa, en [ consecuencia, de improviso

    v.242 Hay, pues, Stefan George, algn momento, [ en verdad, que pueda dar todo de s

    La versin del manuscrito termina en el v.259.

  • Poesa indita Notas 985

    La de la plaqueta, en cambio, en ese punto contina, o mejor dicho: recomienza:

    aunque... aunque...

    Elega Es el nico caso, entre los "poemas inditos" que aqu presentamos, de un poema que no fuera mencionado en algn reportaje, o dado a su publicacin por el mismo Ortiz. Tomamos el texto de una copia mecanografiada, comple-ta, que tiene muy pocas correcciones, encon-trada entre sus papeles. Tomando como base esta misma copia, fue publicado en Diario de Poesa, NQ28, primave-ra de 1993 y luego en la revista Poesa y Potica, Mxico, primavera de 1995.

    Adems de esta copia hay un borrador manus-crito en una larga tira de papel, y un conjunto de varias copias mecanografiadas con mlti-ples correcciones. En este conjunto es intere-sante observar que a veces se trata de copias similares, hechas con carbnicos, sobre las que se ensayan distintas correcciones. Es de-cir que son distintas "versiones", distintas in-terpretaciones, que parten de un mismo texto, y que conviven, durante un tiempo, similares y diferentes entre s. Julieta, la perrita a la que hace referencia el poema, viva en Colastin ("all donde fuera tu pas") una localidad cercana a Santa Fe, en la casa que all posean Juan Jos Saer (Juani) y Norma Castellaro (Bib) a fines de los aos sesenta.

  • Centro de Publicaciones, Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, Argentina, 1996.

    ISBN 950-9840-73-4 Reservados todos los derechos.

    Queda hecho el depsito que establece la Ley 11.723.

    Centro de Publicaciones, UNL 9 de Julio 3563 - 3000, Santa Fe, Argentina

    Tel. (042) 559610 Int 208 - Fax (042) 554292