dom cristo rey c

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Ciclo C

Estamos en el último domingo del año litúrgico. Es como un resumen y culminación de toda la vida y mensajes de Jesús.

La palabra “Rey” puede tener diversas connotaciones según las épocas, las regiones y otras circunstancias; pero siempre es un signo de poder, categoría social o dignidad. En el tiempo de Jesucristo tenía el conjunto de privilegios y todas las demás personas tenían deberes ante él. Hablar de “rey” era hablar de poder absoluto, sobre todo si era emperador.

Hoy la mayoría de los reyes son demócratas; pero sigue vigente la importancia del nombre de rey o reina en todos los lugares. Jesús de hecho es dueño de todo por ser Dios;

pero Él ha venido al mundo para ser dueño de los corazones, que es algo más difícil, porque nos ha dejado libres. Pero desde el principio con cariño le cantamos:

Tu reinarás. Este es el grito

Automático

Tú reinarás, oh Rey bendito,

pues tú dijiste

¡Reinaré!

Reine Jesús

por siempre,

reine tu

corazón

en nuestra patria,

en nuestro suelo,

que es de María la nación.

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Es difícil pensar, sentir y vivir el verdadero reinado de Jesucristo. Los apóstoles hasta casi la Ascensión pensaban en un reinado material y hasta discutían entre ellos sobre quién iba a ser más grande en ese reino. Habían oído demasiado sobre el rey David y cómo el Mesías debía ser descendiente de David. Por eso, al pensar en Jesús Mesías, recordaban a aquel gran rey de Israel.

Hoy en la primera lectura de la misa se nos propone el recuerdo del rey David, cuando, siendo rey de la tribu de Judá, comienza a ser rey de todas las tribus de Israel.

2Samuel 5, 1-3

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron: "Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace

tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: “Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel”. “ Todos los ancianos de Israel

fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del

Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

De hecho la realeza en el pueblo de Israel no fue algo continuo, sino como un paréntesis. Primero fueron guiados por los patriarcas, luego por los jueces, hasta que llegó Samuel. El pueblo quería tener un rey.

Samuel, que era el portavoz de Dios, se quejaba y lamentaba, porque, al querer un rey terreno, iban a dejar de gobernarse por el verdadero rey total, que era Dios.

Les resultó mal con el primer rey, que fue Saúl. Pero el segundo, que fue David, resultó ser un gran rey. Pero después del tercero, que fue Salomón, ya se dividió el reinado, Israel y Judá. Y hacia el año 580 a.C. ya se habían terminado los reyes. Luego serían los sacerdotes, los principales formando el grupo del Sanedrín, quienes guiasen al pueblo de Dios.

De tal manera que cuando el ángel Gabriel anunció a María que concebiría al Mesías, le dice que “se llamará” (significa: será) “Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin”. María recibe la noticia al modo popular. Más tarde sabría que el reino de Jesús sería diferente de lo que pensaban todos.

Pero siempre quedaba la idea de que el Mesías, descendiente de David, debería ser rey.

Cuando Pilato tuvo delante a Jesús, pues se lo habían llevado acusándolo de que se hacía el rey de los judíos, le preguntó: “¿Tu eres rey?”. Jesús contestó: “Yo soy rey”. Pero enseguida tuvo que aclararle: “Pero mi reino no es de este mundo”. Es decir, no es como lo piensa la gente del mundo. De esta escena se trata especialmente en el ciclo B.

Pilato tuvo que llevarse un desengaño muy grande: Le habían traído aquel hombre que se quería hacer rey de los judíos y que además decía ser rey. Pero para nada parecía rey: No tenía guardia ni prepotencia, ni su vida había sido diferente de cualquier persona sencilla y pobre. ¿Porqué afirmaba Jesús que era rey?

Jesús iría a la cruz. Pilato mandaría poner una tablilla diciendo: “Jesús Nazareno, Rey de los judíos”. Uno de los ladrones, crucificado con Él vio lo que muchos no veían y le dijo: “Acuérdate de mi cuando llegues a tu reino”. Jesús le responde: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

De esto trata el evangelio de este año, que es el ciclo C. Dice así: Lucas 23, 35-43

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: "A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido." Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: "Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo." Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: "Éste es el rey de los judíos." Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: "¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros." Pero el otro lo increpaba: "¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada." Y decía: "Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino." Jesús le respondió: “Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso”.

Era difícil reconocer a Jesús como rey, cuando estaba clavado en la cruz. Por de pronto no le reconocían como tal las autoridades de los judíos que se burlaban. Tampoco el mal ladrón. Jesús, que podría haber llamado a una legión de ángeles para fulminar a quien le despreciase, había sufrido bofetadas, insultos y ahora sufre con amor.

No tiene trazas de rey aquel a quien obedecen el viento y el mar, el que hacía oír a los sordos y hablar a los mudos, aquel que dio de comer a miles de necesitados, y que por eso le quisieron hacer rey. Ahora nos quiere enseñar que Él no ha venido a ser servido sino a servir; no ha venido a ser salvado sino a salvar. En esto consiste su reinado.

Jesús nos quiere enseñar que la grandeza de ser rey no consiste en ser servido sino en servir y dar su vida por los demás. Y la plenitud de la realeza consiste en pasar, como Jesús, haciendo el bien, consolando, perdonando, curando, atendiendo, comunicando esperanza, dando testimonio de la verdad.

Cuando nosotros sigamos a Jesús de esta manera: buscando la paz y el bien, es cuando podemos decir que Jesucristo reina ya. Hay muchos que en verdad procuran con todas sus fuerzas seguir el camino del Señor. En ellos Jesús reina ya.

A veces hay gente que canta que Cristo reine y llevan banderas de Jesucristo; pero sólo en lo exterior. A veces se hacen consagraciones a Cristo Rey de una región o del mundo entero. Jesús en su inmensa misericordia bendecirá la buena voluntad;

pero muchas veces sirve de poco porque luego suelen volver a los pecados y vicios de antes.

En verdad que Jesús da su reino a aquellos que le quieren seguir, aunque tengan un solo pensamiento para Él. Así pasó con el buen ladrón. Así se supone que pasa con mucha gente sencilla que no han tenido mucho conocimiento del mensaje de Jesús.

Porque Jesucristo reina en aquel que es pobre de espíritu, que significa estar vacío de egoísmo y que va soportando y sufriendo los padecimientos que están unidos a su propio deber.

Lo cierto es que reina Jesús si aceptamos su verdad y vivimos su mensaje de las bienaventuranzas.

Reina Jesús en el que tiene hambre y sed de justicia: da a Dios y al hombre lo que es suyo. Y en el que es misericordioso con las miserias humanas. Y en el que tiene el corazón limpio siendo sincero con Dios. Y en el que es constructor de la paz, de la convivencia familiar y social.

Y en los que sufren persecución por defender los derechos humanos.

El reinado de Jesús y su realeza no tiene sólo una fase temporal y terrena, sino también una celestial y eterna. La realeza de Jesús en el cielo brillará con toda su luz. Hoy san Pablo en la 2ª lectura nos presenta a Jesús como imagen de Dios invisible… Y en Él reside toda la plenitud de la divinidad. Por lo tanto el reino de Jesús en el cielo será total y pleno.

Este reino de Jesús en el cielo poseerá las mismas cualidades que se señalan para la tierra; pero allí sin posibilidad de pérdida y en plenitud. Allí reinará la santidad y gracia por todos los salvados por la sangre de Jesús. Allí reinará la verdad y la vida, que es Jesús en todo su esplendor. Allí reinará la justicia y la paz. sin peligro de injusticia, guerra o turbación. Reinará sobre todo el amor.

Dice así la 2ª lectura: Col 1, 12-20

Hermanos: Damos gracias a Dios Padre, que nos ha hecho capaces de compartir la herencia del pueblo santo en la luz. Él nos ha sacado del dominio de las tinieblas, y nos ha trasladado al reino de su Hijo querido, por cuya sangre hemos recibido la redención, el perdón de los pecados. Él es imagen de Dios invisible, primogénito de toda criatura; porque por medio de él fueron creadas todas las cosas: celestes y terrestres, visibles e invisibles, Tronos, Dominaciones, Principados, Potestades; todo fue creado por él y para él. Él es anterior a todo, y todo se mantiene en él. Él es también la cabeza del cuerpo: de la Iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, y así es el primero en todo. Porque en él quiso Dios que residiera toda la plenitud. Y por él quiso reconciliar consigo todos los seres: los del cielo y los de la tierra, haciendo la paz por la sangre de su cruz.

Este podía haber sido un himno litúrgico de la primitiva Iglesia. Es al mismo tiempo una catequesis para enseñar quién y cómo es Jesucristo.. Se nos dice que Jesús es rey por esencia, es decir, por ser Dios. Por lo tanto, si en Él se han hecho todas las cosas es rey en el sentido tradicional de ser rey absoluto. Pero sobre todo es rey por amor, porque servir es reinar.

Termina el himno diciendo que Jesús quiere reconciliar consigo todos los seres, los del cielo y los de la tierra haciendo la paz por la sangre de su cruz. El Hijo de Dios ha entrado en nuestro mundo de pecado y del mal, ha caminado a nuestro lado sin avergonzarse de nosotros y ha ido a la cruz para salvarnos. Así ha podido romper las cadenas del pecado y de la muerte. Y ahora nosotros podemos unirnos con Él para siempre en el cielo.

Como el hombre es un ser social y solidario, pedimos que el reino de Dios venga sobre nosotros, como Jesús nos lo enseñó en el Padrenuestro. Pero además debemos luchar por la implantación de ese reino de Jesús en el mundo y en cada persona. Desear el reino de Jesús en el mundo es trabajar por las misiones.

Terminamos recordando que Jesús es rey de amor; que sufrió hasta morir en la cruz, porque era el modo de salvarnos del pecado y podernos llevar a reinar con Él para siempre. Los que viven apegados a lo terreno no llegan a entender ese reinado de amor, de servicio y de entrega.

¿Quién es el Rey de

reyes? Aquel Mesías

sufriente,

Automático

¿Dónde estará su Reino? En los pobres

de todos los

tiempos.

¿Cuántas serán sus

glorias, sus

hazañas, sus

victorias?

En los hombres que salvó a través de toda la historia.

¿Quién es el

siervo ungido? Aquél a quien

llaman el Cristo.

Porque los pobres lo eligen, y

muy pocos ricos lo siguen.

Él no escogió ser Rey entre hombres, sino siervo.

De este mundo no es su reino, pero pocos lo entendieron.

Que María Reina interceda para que podamos participar del reino eterno de

su Hijo.

AMÉN

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