alianza terapéutica: un apoyo en la adherencia al
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Alianza terapéutica: Un apoyo en la adherencia al tratamiento y al cumplimiento de
los objetivos de intervención con niñas, niños y adolescentes1.
2Juliana González García
Johana Vélez Ríos
Ana María Rojas Olivares
RESUMEN
En este artículo se describieron aportaciones acerca del concepto de alianza terapéutica
clínica con enfoque cognitivo- conductual; su objetivo fue identificar la contribución de la alianza
terapéutica en la adherencia al tratamiento y en el cumplimiento de los objetivos de intervención
en niños, niñas y adolescentes, comprendiendo dicho concepto, la identificación de posibles
rupturas de la alianza durante el proceso y las habilidades del terapeuta en el ejercicio de su rol, la
interacción entre terapeuta y paciente como factor principal que influye en el desarrollo de la
alianza terapéutica, puntualizando en el papel activo del paciente y el cumplimento de objetivos
terapéuticos para alcanzar una alianza terapéutica. finalmente, se mencionan e identifican las
limitaciones y recomendaciones a revisiones futuras.
Palabras claves: Alianza terapéutica, cognitivo- conductual, adherencia al tratamiento,
terapeuta, niños-niñas-adolescentes.
1 Artículo de revisión presentado para optar al título de Especialista en Piscología Clínica con Énfasis en Psicoterapia con Niños y Adolescentes. Facultad de Ciencias Humanas, Sociales y de la Educación. Asesorada por: Diana Marcela Echeverri Gómez, Psicóloga, Especialista en Piscología Clínica con Énfasis en Psicoterapia con Niños y Adolescentes y Magister en Pedagogía y Desarrollo Humano. 2 Aspirantes al título de Especialista en Piscología Clínica con Énfasis en Psicoterapia con Niños y Adolescentes, Universidad Católica de Pereira.
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ABSTRACT
In this theoretical review article, some significant contributions of the main theoretical
sources about the concept of therapeutic alliance are described from the clinical psychology
cognitive-behavioral approach, the review aims to identify the contribution of the therapeutic
alliance in adherence to treatment and in the fulfillment of the intervention objectives in kids and
teenagers, where it is possible to understand the concept of therapeutic alliance in adherence to
treatment, the identification of possible ruptures of the alliance during the therapeutic process and
the skills of the therapist during their role, the interaction between therapist and patient as the main
factor influencing the development of the therapeutic alliance, in addition it is pointed out the
active role of the patient and the fulfillment of therapeutic objectives to achieve a successful
therapeutic alliance. Finally, the limitations and recommendations for future revisions are made.
Key Words: Therapeutic alliance, therapeutic relationship, psychotherapy, adherence to
treatment, intervention, therapist, patient, kids, teenagers
INTRODUCCIÓN
Son diversos los abordajes que se han realizado sobre la alianza terapéutica, al tener un
acercamiento a la búsqueda de documentos no se percibe suficiente evidencia científica a favor de
las relaciones teóricas entre los conceptos de alianza terapéutica, adherencia al tratamiento y
cumplimiento de objetivos del plan de intervención en niños, niñas y adolescentes, generando una
revisión sistemática de literatura, que posibilite la relación de conceptos y sus análisis, la
comprensión e importancia de la alianza terapéutica en la atención clínica con tal población. Por
tanto, el presente artículo se realiza partiendo del interés de llevar a cabo una revisión bibliográfica
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que posibilite una contrastación orientada al análisis y reflexión sobre la contribución que tiene la
alianza terapéutica en la adherencia al tratamiento y en el cumplimiento de los objetivos de
intervención propuestos en la atención a niños, niñas y adolescentes.
Según los autores Corbella, S & Botella, L (2003) para reconocer las limitaciones y el
interés que surge con relación a la alianza terapéutica, se hace necesario retomar sus inicios
teóricos, los cuales han atravesado diferentes momentos históricos, partiendo del psicoanálisis
con Sigmund Freud, quien desde sus constructos brinda elementos de gran importancia sobre la
alianza terapéutica, para ello Freud determina la trasferencia y la contra-transferencia como
elementos claves que apoyan para este caso al analista en el proceso terapéutico, justo allí se
evidencia la importancia de dicho concepto, ya que estas dos categorías determinan el vínculo que
se establece entre el analista y su consultante.
Por otra parte, Bordin (1979) establece tres (3) componentes para lograr una alianza
terapéutica eficaz; entendiendo el primero (1) como el establecimiento del vínculo, el segundo (2)
en relación con acuerdos entre el paciente y terapeuta, objetivos, metas, consentimiento mutuo y
por último el tercero (3) el cumplimiento de objetivos y tareas. Luborsky (1976) sugiere que la
alianza entre terapeuta y paciente se desarrolla en dos fases, la fase o alianza tipo I y la fase o
alianza tipo ll. Ambas apuntan a la identificación de necesidades y al cumplimiento de metas y
objetivos de manera conjunta, es decir que se logra establecer una relación bidireccional que apoya
la participación activa del consultante con relación a las orientaciones dadas por el terapeuta.
Norcross y Wampold (2011) establecen que la alianza en el proceso de psicoterapia es un
factor determinante para la relación terapéutica, la cual ha demostrado efectividad en
investigaciones en terapia basada en la evidencia. Dicha relación actúa de manera articulada con
los métodos de tratamiento, las características del paciente y las cualidades del psicoterapeuta para
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lograr un entendimiento de la efectividad (o inefectividad) de la psicoterapia (Kazantzis et al.,
2018). Por lo anterior se considera importante el análisis de la relación terapéutica a la luz del
proceso psicoterapéutico con niños y adolescentes. Lo anterior, unido a la identificación de
contribuciones que genera la alianza terapéutica desde sus diferentes dimensiones y lecturas en el
cumplimiento de objetivos terapéuticos; toda vez que las características que esta población
evidencia, varían a las manifestadas por consultantes adultos.
Bajo esta mirada se puede decir que la alianza abarca todo el proceso terapéutico y permite
evidenciar si durante este se presentaron cambios positivos, se cumplieron las tareas y los objetivos
planteados (Valdés, Gómez, & Reinel, 2018). Por tanto, el aporte académico de este articulo
basado desde el enfoque clínico cognitivo conductual es el reconocimiento de la importancia que
tiene la alianza terapéutica en la eficacia del proceso y a su vez como puede generar posibles
predictores de ineficacia en el mismo, esto a la luz de las diferentes teorías que dan cuenta de sus
dimensiones. (Valdés, Gómez, & Reinel, 2018).
Así pues, este artículo pretende generar reflexión y análisis que se deriva de la contrastación
y la identificación de las líneas de apoyo, que genera la alianza terapéutica en la adherencia al
tratamiento, y en el cumplimiento de los objetivos de intervención en el proceso con niños, niñas
y adolescentes. En aras de brindar elementos que apoyen la formación del terapeuta, y con el fin
de fortalecer sus habilidades, las cuales contribuyen en la eficacia del proceso, se tendrán presentes
las limitaciones halladas.
Es importante mencionar que para el desarrollo de este artículo de revisión, se llevó a cabo
una recopilación, análisis y contraste de artículos, libros e investigaciones en un rango entre 10 y
15 años, a través de consultas de bases de datos especializadas en español e inglés, como Redalyc,
Dialnet, Scopus, scielo, Ebsco, Ebooks Desclee; repositorio UCP; el origen de dichos artículos
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corresponden a países de habla hispana como España, Ecuador, Argentina y países de habla inglesa
como Canadá y Estados Unidos, que se consideraron para el presente artículo, puesto que en éstos
países se han realizado un mayor número de publicaciones científicas sobre la alianza terapéutica
con niños, niñas y adolescentes.
MARCO TEORICO
Uno de los intereses que surge dentro del acercamiento a la alianza terapéutica es
el abordaje de la población infanto-juvenil y su salud mental, ya que a partir de estas
características se logra trenzar los elementos que apoyan el proceso de intervención, lo cual se
puede ver reflejado en lo manifestado por Martínez, Morral & Payá (2020) quienes afirman:
Como colectivo de profesionales de salud mental nos vemos en el deber deontológico de
aportar nuestra visión en relación con los cuidados de los niños y niñas y la atención sanitaria
específica, especialmente a los más vulnerables, que ha de proporcionarse en salud mental, con el
fin de aportar orientación desde la mejor evidencia científica disponible y en base a las
experiencias en otros entornos. (Martínez, Morral & Payán, 2020, p. 7)
Por tanto, la articulación de la salud mental y los procesos terapéuticos cobran gran
relevancia, debido a que facilitan el establecimiento de herramienta de apoyo, atención y
orientación de los niños, niñas y adolescentes en el afrontamiento de múltiples fenómenos que
pueden tener raíces en lo social, o en áreas como la fisiológica y psicológica; lo que fortalece el
establecimiento de estrategias adecuadas a su ciclo vital de desarrollo (Holguín, 2016, p.13); en
esta medida los procesos de desarrollo de los niños, niñas y adolescentes se convierten en factores
cruciales para la orientación del espacio terapéutico y el manejo de estrategias que faciliten el
abordaje de las técnicas que sostiene la intervención.
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Unido a esto no se puede desconocer dentro de la atención psicológica la relación que existe
entre el desarrollo de la persona y la importancia de tener una lectura de este, desde un marco
normativo que sustenta no solo los derechos y la importancia de su bienestar, sino el surgimiento
de factores cruciales para la garantía de los planteamientos legales, entre los cuales está la escucha
de los niños, niñas y adolescentes, el respeto y la protección, conforme a la siguiente norma:
“Artículo 1°. El objeto de la presente ley es garantizar el ejercicio pleno del Derecho a la Salud
Mental a la población colombiana, priorizando a los niños, las niñas y adolescentes, mediante la
promoción de la salud y la prevención del trastorno mental, la Atención Integral e Integrada en
Salud Mental en el ámbito del Sistema General de Seguridad Social en Salud¨ (ley 1616 de 2013).
Bajo esta mirada normativa se logra vislumbrar la corresponsabilidad que se tiene tanto en
lo público como en lo privado, con relación a la protección, cuidado y garantía de los derechos de
los niños, niñas, esto independientemente de la profesión u oficio que la persona ejerza, toda vez
que lo primordial es salvaguardar el bienestar de esta población.
Es importante también resaltar el papel de la escucha en el proceso de atención. Aunado a
ello, los diferentes modelos terapéuticos se enfocan en mostrar como algunos factores del paciente
y del terapeuta forman parte del cambio en el proceso psicoterapéutico; planteándose la existencia
de factores específicos y no específicos, siendo los específicos todas aquellas actuaciones
intencionadas por parte del terapeuta como la interpretación, la comprensión y la recolección de
datos. Por otra parte, los factores no específicos son los que se encuentran relacionados con las
cualidades inherentes a una relación humana satisfactoria. (Santibáñez, P & Róman, M. 2008)
Es importante resaltar que el fortalecimiento del proceso psicoterapéutico requiere de una
serie de habilidades por parte del terapeuta, las cuales se encuentran presentes durante todo el
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proceso que se lleva a cabo, dichas habilidades corresponden a la capacidad de entender y
escuchar.
Cabe aclarar que Hernández, E (2010) no tiene en cuenta que este tipo de habilidades no
son inherentes al estilo tomado por cada psicoterapeuta, debido a que el psicólogo asume un estilo
partiendo de sus habilidades y capacidades formadas.
Las habilidades como la escucha, se convierten en un papel fundamental durante el proceso
de intervención, teniendo en cuenta que el paciente que acude a consulta no solo lo hace en busca
de ayuda, sino que además busca un espacio donde pueda descargar su malestar psicológico por
medio de la palabra: “La escucha como elemento esencial en la terapia implica algo más que una
habilidad comunicativa del terapeuta, es una disposición personal de éste para querer entender la
vivencia del otro” (Hernández, E, 2010, p. 03).
Teniendo presente lo mencionado sobre la importancia de la escucha y la comunicación
con los niños, niñas y adolescentes, en aras de garantizar su bienestar, es pertinente introducir la
relación terapéutica en la atención clínica, toda vez que permite vislumbrar un panorama orientado
al establecimiento de estrategias que apoyen la atención psicológica; para esto Gómez, B. (s.f)
dice que la relación entre consultante y terapeuta es el canal que posibilita la comunicación y el
establecimiento de la psicoterapia, lo que favorece entonces el ejercicio del tratamiento,
asegurando efectividad hasta del 30% en la mejoría del diagnóstico del paciente; tal como lo
plantea Lambert (1992) tomado por Gómez (s.f), es a partir de la relación como se da paso al
establecimiento de la alianza terapéutica, la cual es transversal al proceso de intervención, según
esto, entonces es oportuno decir, que la relación terapéutica es el proceso primordial para el
establecimiento de la alianza, y que es construida entre terapeuta y paciente desde el primer
encuentro hasta la finalización de la psicoterapia.
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En concordancia con la importancia de la relación terapéutica y la efectividad que esta
tiene en el proceso terapéutico, es necesario mencionar que su inicio se demarca en el momento
en que se entabla el primer contacto con el paciente, donde según Etchevers y otros (2012) se
definen ciertas características que potencian la relación terapéutica, estas relacionan factores
externos al terapeuta que sirven de aporte al establecimiento de la relación, entre ellas está
compartir la cultura y la religión, sugiriendo que el hecho de desconocer los factores culturales de
los pacientes incrementa la posibilidad de realizar diagnósticos errados, y que el compartir la
cultura por su parte fortalece el vínculo entre paciente y terapeuta, asimismo esta idea es apoyada
por Ospina (2008) en su artículo “la relación terapeuta- paciente en el mundo contemporáneo”, en
el que hace referencia al nivel educativo y el uso de la tecnología como factores importantes en el
establecimiento de la relación terapéutica.
Según Siegel (2007) citado por Gonzalo (2010) se ubican tres componente importantes a la hora
de establecer la relación terapéutica con niños, dichos componentes hacen referencias a tres
conceptos los cuales aluden a patrones de relación y de comunicación entre los cuidadores y el
niño; así pues el psicoterapeuta debe incluir estos aspectos en la psicoterapia ya que construyen
una adecuada relación con el paciente puesto que contribuyen a reparar el daño emocional sufrido
o parte del mismo brindando seguridad y confianza para poder abordar otro objetivos terapéuticos.
El primer concepto es el apego terapéutico el cual se basa en la teoría del apego de Bowlby (1998)
mencionando que los niños que han padecido un trauma presentan altas probabilidades de
desarrollar un trastorno del apego, esto se relaciona con la psicoterapia en la medida que el niño
va a traer al encuentro un patrón conductual que busca la proximidad ansiosa con el profesional y
un miedo profundo a no ser lo suficientemente amado y aceptado por el terapeuta, cada
comportamiento dependerá entonces del tipo de apego del menor.
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El segundo concepto es la relación sintonizada resonante con el terapeuta, esta es una manera de
regular al niño dentro del proceso psicoterapéutico, dicho concepto se basa en alinear el estado
emocional del terapeuta con el del niño, de tal forma que ambos se conecten durante la sesión,
puesto que “muchos fracasos terapéuticos y resistencias suceden porque los profesionales no
somos capaces de adecuarnos al patrón de danza relacional del menor” (Gonzalo, 2010,p. 194)
Finalmente, el tercer concepto de dialogo mentalizador reflexivo argumenta que durante el primer
año de vida el niño comienza a percibir la intención en otra persona y que la mente dispone de la
habilidad para detectar que otra persona también tiene una mente y un foco de atención. (Siegel,
2007).
Por tanto, es válido decir que la relación terapéutica se encuentra moldeada por la identidad
personal del terapeuta y las necesidades de este y el paciente, es entonces según Muran (2007)
tomado por Gómez (s.f) “una negociación intersubjetiva” entre las necesidades del paciente y el
terapeuta compartiendo un fin común. El terapeuta entonces podrá explorar y descubrir la teoría
del cambio del paciente, teniendo la potestad de aportar ideas y sugerencias que contribuyan a la
construcción de tales cambios, favoreciendo el acuerdo entre los objetivos planteados, abriendo
paso a los acuerdos en la toma de decisiones durante la psicoterapia.
De acuerdo con lo anterior y a las particularidades bio-psico-sociales del paciente, se puede
considerar que el nivel educativo de quien acude a consulta es uno de los factores externos al
terapeuta, que pueden incidir de manera positiva o negativa en el proceso, toda vez que esto
contribuye a que la persona pueda generar auto-búsquedas sobre su sintomatología, las cuales no
cuentan con un acompañamiento y explicación profesional. Autores como Ospina (2008) en su
artículo “la relación terapeuta-paciente en el mundo contemporáneo” hace énfasis que algunos
consultantes, quizás antes de obtener un diagnóstico, ya han investigado por su cuenta y creado
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sus deducciones, lo que hace que exista un sesgo a la hora de iniciar el proceso de psicoterapia en
la medida en que existen unos conceptos previos por parte del paciente, los cuales el terapeuta
debe entrar a confirmar o refutar; esto permite a su vez que el paciente sea demandante y requiera
mejor información con mayor claridad sobre su diagnóstico, cabe resaltar que estos aspectos
derivados del factor educativo del consultante pueden generar la deserción del proceso, ya que en
algunos casos pueden creer que es suficiente con la información obtenida por otros medios.
(Rondón, Otálora & Salamanca, 2009). También, el uso de la tecnología se convierte en un factor
importante en la psicoterapia, en la medida en la que el paciente se fijará en los elementos o la
locación moderna utilizada por el terapeuta durante el proceso.
Como se logra evidenciar, hasta este punto se ha mencionado la importancia de la relación
terapéutica y algunos factores que influyen en ella; así pues, en cuanto a la alianza terapéutica, se
puede decir que ha sido un concepto que ha atravesado por diferentes momentos históricos,
partiendo desde el psicoanálisis con Freud, donde se establece la importancia de esta a partir del
referente de transferencia ; asimismo Freud hace mención a la contra referencia, siendo la respuesta
que el terapeuta ejerce sobre el consultante y su relación con él resulta en el proceso terapéutico,
allí se evidencia la importancia de dicho concepto, luego de analizar varios autores que realizaban
sus propias definiciones y relaciones respecto al concepto.
Santibáñez (2003) partió de las primeras ideas que Freud (1970), exponía sobre el pacto
analítico, dando paso al desarrollo de cuatro formulaciones teóricas, que se convierten en la base
de las investigaciones sobre la alianza terapéutica; la primera formulación hace referencia a la
perspectiva psicodinámica sobre la relación de trabajo (Greenson,1967), es decir, realizar el
trabajo con base al compromiso del cuerpo, la capacidad de movilizar la inteligencia para
reaccionar, sentir e interpretar las situaciones (Wolf ,R. 2010).
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Seguida de la teoría centrada en el cliente (Rogers, 1951), hace mención a la forma en la
que el paciente se percibe a si mismo de manera consciente y no como el terapeuta pueda
interpretarlo (Arias, W 2015) la teoría de la influencia social (Strong, 1968) basada en los cambios
de conducta o de pensamiento, que pueden generarse en una persona debido a la interacción con
el medio, demás personas o grupos (Vivas,J.2001), y finalmente la formulación integrativa de la
alianza de trabajo (Bordin, 1975) que es la capacidad que tiene tanto el terapeuta como cliente para
trabajar conjuntamente hacia los objetivos previstos. (Corbella, F & Botella, L 2003).
A su vez Bordin (1979) tomado por Andrade, N (2005) establece tres (3) componentes para
lograr una alianza terapéutica eficaz; el primero es el establecimiento del vínculo, el que se conoce
como un concepto que implica diversos aspectos positivos entre paciente y terapeuta,
determinando la perspectiva que el paciente tiene del terapeuta; asimismo, tal autor plantea algunos
aspectos que deben mantenerse en equilibrio como la empatía, que hace referencia a la capacidad
de ponerse en el lugar de la otra persona y entender lo que quizás esta puede estar sintiendo, la
confianza mutua, que es la comodidad que tiene el paciente para expresar sus sentimientos, ideas
y opiniones al terapeuta y a su vez, la tranquilidad con la que el terapeuta puede realizar su labor
dentro del proceso terapéutico, y finalmente la aceptación, donde se valida y se reconoce la
posición del otro. De igual forma cabe resaltar que un término que mantiene relación con el vínculo
es el de rapport, entendido como “la relación cálida y relajada de mutuo entendimiento, aceptación
y compatibilidad comprensiva entre los individuos” (Balbuena, O, 201, p. 281), es decir, el
contacto afectivo entre paciente y terapeuta, no solamente hace referencia a la capacidad de
ponerse en la situación del paciente, sino además que el terapeuta se logre interesar en el avance
que el paciente tenga en su proceso y ofrecer un ambiente de empatía, confianza y apertura que
posibilite un clima de aceptación positiva.
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La segunda dimensión plantea que es importante realizar un acuerdo entre el paciente y el
terapeuta, donde se pacten los objetivos terapéuticos, teniendo en cuenta que deben ser de mutuo
consentimiento, definiendo qué es lo que se pretende con la intervención. El terapeuta posee un
conocimiento y una actitud para ponerlos en favor del bienestar de su paciente, y como
consecuencia de lo cual el paciente asume una posición sumisa y de espera frente a la cura desde
el punto de vista psicoanalítico (Ospina, L, 2008). Desde el enfoque cognitivo conductual la
modalidad de trabajo se encuentra basada en un papel activo y cooperativo entre paciente y
terapeuta, reforzando así la alianza terapéutica.
La tercera dimensión es el cumplimiento de tareas y objetivos establecidos en el inicio del
proceso terapéutico, objetivos que dan cumplimiento por parte del terapeuta y el paciente; una vez
se haya realizado dicho acuerdo entre ambas partes en relación a las tareas o actividades a realizar
durante el proceso, se establecerán también los medios adecuados para alcanzar dichos objetivos,
teniendo en cuenta que “una relación terapéutica que se encuentre bajo los parámetros adecuados
se caracteriza por cómo el paciente tanto como el terapeuta perciben el compromiso y la
importancia de realizar las tareas” (Andrade, N,2005), en el caso de los niños, niñas y adolescentes,
este podría medirse con la puntualidad en la entrega de los compromisos pactados en cada sesión.
Al plantear la forma de estudiar la relación terapéutica desde la perspectiva de los
adolescentes, autores como Fernández, O & Herrera, P (2016), postulan que aún no hay claridad
en si dicha alianza es mejor que sea evaluada por el paciente o por el terapeuta, sin embargo
consideran realmente importante tomar en cuenta ambas perspectivas, recogiendo así las
experiencias tanto del sujeto como las observaciones indicadas por el terapeuta; Según Karver et
al (2008) “es la alianza evaluada desde la perspectiva del adolescente la que más se relacionaría
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con los resultados de la terapia” (Fernández, O & Herrera, P, 2016, p.562), tal relación sería
moderada por el grado en el que se involucra el individuo adolescente en su tratamiento.
Por otro lado, autores como Luborsky (1976) sugiere que la alianza entre terapeuta y
paciente se desarrolle en dos fases, ambas fases se tienen en cuenta no solo para población adulta,
sino también para niños, niñas y adolescentes; la primera fase o alianza tipo I, representa la
percepción que el paciente tiene del terapeuta como una persona que le ayuda y que le ofrece apoyo
con el fin de lograr una relación cálida y afectuosa, y se presenta sobretodo en el inicio de una
psicoterapia; la segunda fase o alianza tipo II, en fases posteriores del proceso psicoterapéutico,
incluye el “capital” que destina el paciente a trabajar y colaborar conjuntamente con el terapeuta
en las tareas propias del proceso, siendo este parte de la participación activa del consultante dentro
de su proceso. (Andrade, N, 2005), es decir, en esta fase el terapeuta pasa a explicar con claridad
lo que se realizará en las sesiones terapéuticas, se llegarán a acuerdos respecto a los objetivos
terapéuticos, pretendiendo entonces que el paciente además de estar de acuerdo y sentirse
conforme con el funcionamiento de las sesiones y con las tareas a realizar; asuma una posición
activa durante el proceso, lo que permitirá tener conocimiento pleno de los aspectos que se
abordaran en él. Si los aspectos mencionados son respetados y aceptados por el paciente el tendrá
resultados positivos.
Otras características para llevar una buena terapia y manejar las dificultades que se
presenten son: Una adecuada comunicación terapeuta-paciente, tener empatía, respeto, concreción
y escucha activa; la empatía se entiende como la capacidad de ponerse en el lugar del otro,
comprender las vivencias del paciente desde los propios supuestos de este y trasmitirle claramente
este mensaje (Laborda, A & Rodríguez, C, 2005). Es fundamental que el profesional no solo
entienda lo que el otro le dice, sino el sentido que para él tiene; el buen comportamiento de un
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terapeuta con su paciente se caracteriza en los buenos valores, en la confianza que pueda brindar,
en la ética en la que se incluye el secreto profesional y en la creatividad a la hora de colocar tareas
o realizar un plan terapéutico, evitando perjuicios y evitando aislar al paciente de sus propios
criterios.
Dando paso a la entrevista desde el enfoque clínico cognitivo conductual, se enmarcan una
serie de características y habilidades de los terapeutas, no solo pasos técnicos que implica la
entrevista o diseño de entrevista, sino cada una de las actitudes que debe tener el terapeuta, esto
permite que se establezca una relación terapéutica favorable, algunas de las principales actitudes
que Bados y García (2011) menciona son escucha activa, empatía, aceptación incondicional,
autenticidad, cordialidad, competencia, confianza y directividad; es preciso mencionar que cada
una de ellas están orientadas tanto a la población adulta como a los niños, niñas y adolescentes,
ya que apoyan la transversalización de la alianza terapéutica.
Cuanto más empatía y aceptación consigamos sentir y transmitir al
paciente, se creará una mejor relación terapéutica, lo que le motivará a continuar
trabajando en la intervención, y lo que se traduce a su vez en una mayor
adherencia al tratamiento (Jurado, L, 2013, p. 27).
Esto nos invita a tener presente la empatía vista desde ambas partes, desde la habilidad que
el terapeuta requiere para fortalecer la relación terapéutica y desde la empatía que puede desarrollar
el paciente, propiamente la población etaria elegida en este artículo.
La empatía “Es una habilidad que nos permite entender y compartir los sentimientos de los
otros, su forma de pensar sin juzgar ni tener que estar de acuerdo con la otra persona¨.
(UNICEF, 2019, p. 6), entendiendo esta como una habilidad que el ser humano desarrolla en sus
etapas, mencionando también que “La participación, el respeto mutuo y la aceptación son actitudes
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y conductas que debemos adquirir desde las edades más tempranas y para lograrlo, es fundamental
desarrollar la empatía. En la escuela es donde muchos niños comienzan a socializar con sus pares
y tienen un contacto más profundo con el mundo exterior.” UNICEF partiendo de la premisa de
que la empatía se construye desde la primera infancia en diferentes contextos, principalmente en
la interacción con más pares. Lo mencionado permite comprender la relación terapéutica entre
paciente en especial los niños, niñas y adolescentes y terapeuta a partir de la habilidad de empatía
de ambos, entendiendo que ello posibilita crear un vínculo terapéutico que permitirá establecer
una relación terapéutica positiva, donde posteriormente se puede lograr una alianza terapéutica
eficaz debido a la construcción de objetivos por mutuo acuerdo, compromiso por ambas partes y
resultados deseados.
Dando paso a la alianza terapéutica cabe resaltar el estudio de caso cuyo objetivo era
analizar procesos terapéuticos completos de adolescentes diagnosticados con difusión de identidad
realizado por Valdés, Gómez & Reinel (2018), el cual logra evidenciar que en el proceso de la
alianza terapéutica son fundamentales los elementos de la comunicación y empatía, en el abordaje
desde la perspectiva de adolescente, en el cual se fortalece la vinculación de colaboración mutua
y la relación cognitiva. Así mismo, se puede identificar en el texto que la escucha activa por parte
del psicólogo permite que el adolescente pueda mencionar sus experiencias, y al sentir libertad en
sus expresiones a partir de la confianza depositada en el terapeuta se inicia un proceso empático
que favorecerá la vinculación y colaboración mutua, además, hace mención a la importancia de la
familia durante el proceso terapéutico, debido a que estos posibilitan que los objetivos pactados
con el adolescente puedan desarrollarse a través del proceso, apoyando al adolescente y
fortaleciendo su relaciones familiares por medio de las sesiones y red de apoyo desde el grupo
primario.
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De igual importancia Valdés, Gómez & Reinel (2018) enmarcan en la investigación los
posibles momentos de ruptura y la resolución de alianza que puede darse en el proceso terapéutico,
donde se identificó 2 tipos de rupturas; rupturas de distanciamiento y rupturas de confrontación,
en la primera se evidenció en la negación y respuesta mínima por parte del adolescente, evitación
y desconexión, acompañado de autocrítica y desesperanza; y en la segunda se evidenció quejas
dirigidas al terapeuta, de las intervenciones y tareas, quejas hacia los parámetros generales de la
terapia como muestra en las tablas de la investigación, a partir de ello se realizan intentos para la
resolución, donde se invita al paciente a expresar sus sentimientos negativos y conocer su
perspectiva o desconocimiento, explicar, justificar y restructurar las tareas en terapia, y auto
revelar su propia experiencia. Por todo lo mencionado, cabe resaltar que cada caso clínico en niñas
y adolescentes presenta un curso completamente diferente por la particularidad de este, pero sí se
considera de importancia el ejemplo de la investigación, para comprender que durante el proceso
terapéutico se pueden presentar rupturas de la alianza terapéutica.
Asimismo autores como Tamara, R, Roussos, A & Martín, J (2018) en su estudio
experimental, el cual tenía como objetivo evaluar las rupturas y resoluciones de la alianza
terapéutica en psicoterapia y su vínculo con los cambios terapéuticos y abandonos tempranos,
lograron distinguir 3 grupos de 5 casos cada uno, los que abandonaron, no cambio, cambio,
obteniendo como resultado que en la primera sesión no es común hallar rupturas en ninguno de los
tres grupos analizados; por otra parte enmarcan los porcentajes de incremento en las demás
sesiones de las posibles rupturas y resoluciones para confrontarlas, lo que evidencia la importancia
de reconocer dichas causas en los procesos terapéuticos, para dar solución en las sesiones con el
fin de que no interfieran en el proceso y alianza terapéutica.
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La ruptura de la relación terapéutica o de la alianza terapéutica puede presentarse por
diversas causas; existen terapeutas que “empujan” u obligan a sus pacientes a hablar en momentos
donde no se sienten preparados o en confianza para hacerlo, en el caso de los jóvenes o
adolescentes no todos logran establecer la suficiente confianza en los primeros encuentros con el
terapeuta, la ruptura de la alianza terapéutica también ocurre cundo los terapeutas son demasiado
formales, y quienes enfatizan la similitud de sus vivencias con la de sus pacientes (García, A,
Laborda, J & Rodríguez, A; 2005), de esta manera es importante tener en cuenta que para evitar
incurrir en el primer error señalado por los autores en referencia, es preciso permitir al paciente
tomarse el tiempo que considere pertinente para emitir su respuesta con la información que este
desee brindar, de igual manera respetar los silencios que se presenten durante la intervención; en
cuanto a la exposición de las vivencias personales por parte del terapeuta es importante que este
conozca la postura del paciente frente a dicha situación; las auto revelaciones deben ser un
ofrecimiento controlado de información, teniendo en cuenta que todos los pacientes son un mundo,
todos tienen diferentes personalidades y maneras de percibir el mundo, por ende, el terapeuta
debe tener cuidado a la hora de contar o colocar ejemplos de su propia vida; en el caso de los
adolescentes, se pueden sentir identificados, o les puede servir para confiar y no sentirse juzgados,
a otros les podría parecer inadecuado, molesto o hasta gracioso, causando problemas o ruptura de
la alianza terapéutica.
Por su parte autores como Valdés, Gómez, & Reinel (2018), argumentan que la alianza
terapéutica va más allá de predecir el éxito terapéutico; señalando que la identificación de
marcadores verbales y no verbales de ruptura terapéutica durante las sesiones es importante;
resaltando además que las tensiones en el vínculo fueron una oportunidad para el cambio
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terapéutico, debido a que cada situación de tensión entre el paciente y terapeuta permitió trasformar
la relación de ambos, lo que tuvo impacto en el proceso de cambio.
De acuerdo con lo anterior, en algunas ocasiones el paciente no acude a consulta de manera
voluntaria, sino dirigido por otras personas como lo son los familiares y amigos, o remitidos por
otros profesionales, esto puede generar una barrera que dificulta que se establezca una buena
relación terapéutica; así pues, el terapeuta deberá tener un énfasis especial en ganarse su confianza
rompiendo el hielo y hablando con él de temas que le interesen; el terapeuta puede basarse en
información previa como los datos personales del cliente. (López, A & García, E, 2011).
En el caso de los adolescentes que tienen problemas de conducta López, A & García, E
(2011) plantean que por lo general se les dificulta desde un inicio tener una buena alianza
terapéutica y abandonan el proceso, mientras que los pacientes que tienen pocos problemas de
conducta, son pacientes que han buscado ayuda por sí mismos y se encuentran a gusto en un
tratamiento que les permita recibir apoyo de un profesional. En cualquiera de los casos presentados
es de gran importancia la motivación y la vivencia positiva del psicólogo en terapia, junto a la
necesidad de conocer las vivencias de su paciente en el proceso terapéutico, es decir, el
establecimiento del vínculo entre paciente y terapeuta y la forma en la que se desarrolla la alianza
terapéutica, siendo de gran importancia la comunicación y la información que este brinde, de esta
manera se beneficiará el proceso terapéutico.
No obstante para lograr manejar las diferentes dificultades que se pueden presentar durante
las sesiones psicológicas, López, A & García, E (2011) mencionan que es fundamental prevenir
y/o manejar el desgaste profesional, en la medida en que el terapeuta podría perder el interés en el
caso debido a su propio desgaste, presentando confusiones, desánimo y rompiéndose la alianza
terapéutica, es por ello que el terapeuta debe organizar el trabajo de modo que también pueda
19
descansar, mantener una vida familiar, social y de ocio, cuidar la salud, de igual manera,
reestructurar las posibles creencias de que es el principal responsable de los cambios de los
pacientes y de que ellos deben estar tan motivados y trabajando fuertemente como el terapeuta, y
no asumir responsabilidades que corresponden a otros.
Gómez, B. (s.f) en su artículo “La relación terapéutica en terapia cognitiva” define al rol
del paciente haciendo referencia a la disposición que este tiene para participar en el proceso
terapéutico y los objetivos propuestos, característica fundamental para el desarrollo y
sostenimiento de la alianza terapéutica. Así mismo, el autor referenciado argumentó que la terapia
cognitiva “apunta fuertemente a promover en cada individuo su agenda personal”, según esto
entonces los pacientes crean su propio cambio a través de un proceso de exploración de él como
paciente y la experiencia que lleva a la creación de nuevos significados, y por ende de su
comportamiento; siendo así lo que hace el terapeuta entonces es proveer al paciente lo que este
necesita, yendo más allá de lo que dice la teoría, siendo entonces el descubrimiento de nuevos
significados por parte del paciente lo que conduce al cambio del mismo.
Belloch & Fernández, H (2010) argumentan que es de mucha utilidad solicitar al paciente
realizar una descripción precisa sobre las expectativas que tiene del tratamiento en cuanto al
tiempo, frecuencia y acciones que se llevarán a cabo; esto no significa que el terapeuta deberá
responder a ellas, pero sí deberá tenerlas en cuenta en el establecimiento del plan de trabajo,
llegando a la conclusión de que el acuerdo entre las creencias y las expectativas del paciente, junto
con las del terapeuta son fundamentales en el establecimiento de la alianza.
Al pasar el tiempo de psicoterapia, el terapeuta coordinará la selección de tareas con el fin
de mantener la nueva orientación de los objetivos y la regulación de la psicoterapia; el rol del
terapeuta entonces durante la alianza será el de moderador, es decir, aquella persona que se
20
encargará de dar una dirección al proceso de psicoterapia y a la vinculación del consultante a este,
en aras no solo de lograr la implementación de técnicas, sino, el cumplimiento de objetivos que
apoyan la psicoterapia.
Por tanto, es importante articular la acción del terapeuta y el consultante a la categoría
de adherencia, toda vez que permitirá abordar el interés, compromiso y demás variables que
median la relación terapéutica en pro de la psicoterapia; en este caso Alfonso, L. (2004) en su
investigación “Acerca del concepto de adherencia al tratamiento” reflexiona acerca de la
trascendencia que tiene el tema de la adherencia a los tratamientos médicos, esto debido a que
algunas conductas de riesgo y/o problemas de salud requieren de manera necesaria que las personas
cumplan y pongan en práctica a cabalidad las indicaciones dadas por los terapeutas de salud, con
el fin de alcanzar los objetivos planteados; sin embargo, estas prácticas no siempre se realizan
correctamente.
Por otra parte, la distinción de los términos de cumplimiento y adherencia, se entienden como
“el proceso a través del cual el paciente lleva a cabo adecuadamente las indicaciones terapéuticas” (Arias,
Y, 2001, p. 01), es decir, que cumple con las prescripciones que se le han dado para el manejo de una
determinada enfermedad. Asimismo, dicho autor plantea que la adherencia al tratamiento se encuentra
relacionada con diversidad de conductas, por lo que se convierte en un fenómeno complejo; en el caso de
la psicoterapia se hace referencia no solamente a asistir a las sesiones programadas, sino también a cumplir
a cabalidad las tareas que se proponen en cada una de ellas, realizarlas dentro de los términos propuestos y
con las condiciones requeridas, lo que da cuenta del papel activo del paciente dentro del proceso.
Al tener en cuenta no solo la complejidad, sino la importancia que tiene la adherencia
en el proceso terapéutico, es necesario realizar seguimiento a partir de la evaluación mediante la
implementación de métodos como el auto informe y auto registro, los cuales posibilitan la
21
recolección de información y análisis de la misma, en aras de identificar la vinculación del
consultante con el cumplimiento de los objetivos, por tanto es conveniente incluir en estos métodos
el uso de datos que puedan brindar las personas cercanas al paciente, quienes asumen un rol de
coequiperos al iniciar el proceso de intervención psicoterapéutica. Paya (Departamento de
Psicología, 1996) citada por Arias (2001) plantea que, para la evaluación de la adherencia al
tratamiento, es conveniente tener en cuenta otros factores como la valoración de los logros
obtenidos y la asistencia a las citas programadas.
En esta misma línea el autor argumenta que existen múltiples factores que influyen en
la adherencia terapéutica, el primero de ellos hace mención a los factores relacionados con la
interacción del paciente y el profesional de salud, es decir, la existencia de componentes como la
escucha o una comunicación eficaz, fluida y clara en concordancia con el bienestar del paciente,
posibilita el fortalecimiento del establecimiento correcto de la alianza terapéutica. El segundo
factor se relaciona con el régimen terapéutico y todo aquello relacionado a este, tal como la
complejidad del tratamiento, la dosificación en el caso de los medicamentos y los efectos
secundarios que genere el mismo.
Seguidamente se encuentran las características de la enfermedad, señalando la
importancia de los síntomas y la mejoría de estos con el correcto seguimiento del tratamiento y
finalmente plantea los aspectos psicosociales del paciente tales como creencia, actitudes, la
representación mental acerca de la enfermedad y el apoyo social con el que cuenta el paciente
(Arias, Y. 2001)
La autora Gómez, M (s.f) de la universidad de la Sabana propone que cuando una
persona es diagnosticada con alguna enfermedad generalmente piensa en la opción de seguir con
las indicaciones terapéuticas, argumentando que cuando una persona es diagnosticada con algún
22
tipo de enfermedad por lo general piensa en tomar dos caminos, atacar o aplacar la enfermedad, o
rechazar cualquier tipo de ayuda, ambas opciones pueden darse ya sea en el comienzo de la
intervención o durante el proceso; estas decisiones según la autora se deben en gran medida a la
falta de conocimiento de los pacientes sobre los beneficios comprobados de manera científica que
conlleva el cumplir con el tratamiento ordenado. Asimismo, Ginarte (s.f) manifiesta que el
paciente al cumplir con el tratamiento ordenado no solo conlleva a una mejora en su calidad de
vida, sino en todo su núcleo familiar y social.
El apoyo social y familiar es percibido de manera subjetiva según cada uno de los
pacientes, siendo este un factor importante en la adherencia a los tratamientos ordenados y a la
progresión de la enfermedad. Remor, (2003) citado por Villa & Vinnaccia (2006) relaciona las
estrategias de afrontamiento y el apoyo social percibido por el paciente con el distrés emocional,
es decir, por aquellos sentimientos que varían de intensidad en el paciente tales como tristeza,
inseguridad, confusión y preocupación, se puede generar la aparición de síntomas más severos
como el desarrollo de patologías relacionadas con el estado de ánimo. Estos sentimientos se
encuentran directamente relacionados con la adherencia del paciente al tratamiento indicado por
el profesional, una vez que estas emociones interfieren en la disposición que tiene el paciente para
escuchar, para expresarse y para seguir las indicaciones ordenadas por el profesional.
Por otra parte “La no adherencia al tratamiento es concebida en la actualidad como una
de las principales dificultades de salud pública” (Donate, G & Galeano, A, 2020, p. 03).
Entendiendo que la alianza terapéutica y la adherencia al tratamiento son primordiales en cualquier
terapia y procedimiento médico para el cumplimiento de los objetivos terapéuticos, en este caso
con niños, niñas y adolescentes, debido a que los pacientes logran asumir un rol activo
responsabilizándose de su proceso, asumiendo y aceptando la importancia de continuar o realizar
23
el procedimiento; cabe resaltar la importancia de las redes de apoyo, es decir los recursos externos
tales como familiares, amigos, y grupos a los que el paciente pertenezca y con los que cuenta para
apropiarse correctamente de su proceso; para lograr que esta población asuma la responsabilidad
y la continuidad del mismo es importante que el terapeuta muestre empatía, entable una buena
alianza terapéutica y le haga saber al paciente que comprende la situación, además, realizar
psicoeducación sobre la importancia de empoderarse y responsabilizarse de su malestar. Si no se
logra una adherencia al tratamiento se puede presentar complicaciones en cuanto a la salud mental
y física de los pacientes.
Según Hidalgo, L. (2020) Algunos factores relacionados con la adherencia al
tratamiento son aquellos que permiten que se dé o no la efectividad de este, uno de ellos es la
resistencia de la familia en la participación del proceso, por ende, la red de apoyo y el
acompañamiento familiar es un factor fundamental para obtener resultados positivos en la
psicoterapia; asimismo es importante tener en cuenta cómo se encuentra la salud mental de los
cuidadores y cuáles son los estigmas sociales que tienen dichas redes de apoyo frente a la patología
del paciente. Algunos cuidadores o red de apoyo son resistentes y no son conscientes de la atención
y el procedimiento terapéutico y por el contrario tienden a rechazarlo y no estar comprometidos,
afectando así la adherencia del paciente al tratamiento; por ello es importante al momento de
realizar la intervención considerar la realidad sociocultural e individual, las dinámicas familiares
y el compromiso de cada paciente y cuidador, para reconocer quienes pueden presentar oposición
y no adherencia al tratamiento (Hidalgo, L. 2020)
24
DISCUSIÓN
Respecto a la contribución de la alianza terapéutica en la adherencia al tratamiento y en el
cumplimiento de los objetivos terapéuticos con niños, niñas y adolescentes, se ha logrado
identificar conceptos relevantes que permiten establecer una comprensión más amplia acerca del
tema central en dicha población, presentando las diferentes perspectivas de autores significativos
que han abordado los conceptos de alianza y relación terapéutica, evidenciando cómo cada enfoque
psicológico asume la alianza terapéutica haciendo énfasis en el enfoque clínico cognitivo
conductual, por ello, es importante indagar sobre este, ya que esta temática aborda generalmente
el motivo de consulta y los objetivos terapéuticos que se trazan entre el paciente y el psicólogo,
pero que se aparta un poco de las posibles perspectivas que puede tener el paciente frente al
proceso.
Bordin (1979) hace énfasis en las 3 dimensiones de la alianza terapéutica, en lo que se
resalta la importancia del establecimiento de un vínculo basado en la empatía y comunicación, en
su segunda dimensión subraya los objetivos que se crean de un acuerdo mutuo entre el paciente y
el terapeuta y posterior a ello para que se logre cumplir dichos objetivos, el compromiso y
cumplimiento de las diferentes tareas que se presentan para poder llegar al desarrollo de estos; es
allí donde se evidencia el logro de una buena alianza terapéutica, debido a que se generó un cambio
en el proceso terapéutico y una adherencia al tratamiento, además de las tres dimensiones
establecidas por el autor que enmarcan las pautas para lograrlo, adicional a ello también se tiene
en cuenta las posibles rupturas que pueden presentarse y las diversas herramientas que puede
desarrollar el terapeuta para resolver las rupturas. Por ello, es importante tener en cuenta la
adherencia al tratamiento en niños, niñas y adolescentes, debido a que, si se logra una adherencia
25
al tratamiento ordenado, se va lograr un cambio y un cumplimiento a los objetivos establecidos
con el paciente, generando allí una alianza terapéutica.
En el texto la importancia de adhesión al tratamiento de Gómez, M (s.f) de la universidad
de la Sabana, se menciona que la relación de interacción de terapeuta y paciente tiene gran
importancia la comunicación, escucha activa y satisfacción del paciente. Se ha evidenciado que
proporcionar la información por parte del terapeuta para dar a conocer cada objetivo de la
intervención es necesaria ya que favorece y aumenta los niveles de comprensión por parte del
paciente, contribuyendo a aumentar la adherencia. De igual forma la satisfacción del paciente,
desde el punto de vista afectivo, mejora la adherencia al Tratamiento y la relación con el terapeuta,
esto se asocia a un notable incremento del cumplimiento de metas terapéuticas y de los objetivos
específicos de intervención
A partir de las investigaciones revisadas en líneas anteriores, se halla que las rupturas de
alianza terapéutica han sido poco estudiadas en cuanto a su impacto en el proceso terapéutico.
La alianza queda silente en la relación terapéutica, actúa sin sentir; pero las rupturas
aparecen más pronto o más tarde, y pasan a marcar el ritmo de una sesión, de una secuencia, incluso
de fases enteras. No se trata solo de que las rupturas sean un obstáculo, sino que más bien son
“oportunidades” para conocer, explorar en profundidad, y resolver conflictos o necesidades de los
pacientes. (Safran, J & Muran, J, S.f, p. 16).
Por otra parte, Tamara, R & Roussos, A (2018) en el resultado de su investigación en la
cual tomaron muestra de 2 grupos de pacientes-terapeutas, logró obtener resultados donde hace un
llamado a los psicólogos clínicos a tener conciencia de la ruptura en las primeras sesiones de
tratamiento, lo cual podría afectar todo el proceso, y logren generar estrategias para cada caso
intentando resolver las dificultades presentadas en terapia, para así fortalecer el vínculo y producir
26
cambios. A partir de esto es posible enmarcar la importancia de la alianza terapéutica dentro del
proceso, ya que si esta se rompe bien sea al inicio o en cualquier momento de la psicoterapia, se
perderá la adherencia al tratamiento del paciente y por ende se dificultará el cumplimiento de los
objetivos establecidos,
Es importante aclarar que las habilidades del terapeuta juegan un papel fundamental a la
hora de identificar una posible ruptura durante el proceso de psicoterapia, y así una vez detectados,
poder generar estrategias que le permitan resolver dichos inconvenientes que imposibilitan que se
establezca una correcta alianza terapéutica, teniendo en cuenta la particularidad de los casos, de
los pacientes y del momento en el cual se está generando la posible ruptura.
Dentro de la revisión se evidenció como limitación la falta de artículos e investigaciones
que abordan a profundidad la alianza terapéutica en población de niños niñas y adolescentes,
debido a que únicamente se aborda desde el proceso terapéutico relacionado con farmacología y
patologías diagnosticadas, lo cual no permite lograr una amplia información, según Davies &
Wright (2008) citado por Fernández, O & Herrera, P (2016) los estudios que consideran la opinión
de niños, niñas y adolescentes sobre el proceso terapéutico son escasos, sin embargo algunos
estudios realizados muestran la importancia de hacer partícipes a esta población en estos estudios,
en la medida en la que son parte activa de la intervención terapéutica; demás de ello cabe resaltar
que en la búsqueda de antecedentes, también es notorio la falta de fuentes confiables de
investigaciones y artículos, debido a que presentan inconsistencias en su información y fuentes de
publicación, ya que los datos presentados en las investigaciones no guardan relación con la
información teórica. Es de suma importancia tener en cuenta a la población de niños, niñas y
adolescentes a la hora de evaluar el proceso de intervención, esto teniendo en cuenta que al igual
que la población de adultos cumplen un papel activo y determinante dentro de la intervención, lo
27
anterior con el fin de posibilitar la identificación de herramientas que garanticen la adherencia al
tratamiento. De acuerdo con ello, se recomienda fortalecer desde el campo investigativo artículos
que se encuentren orientados a profundizar sobre dichos aspectos.
Otra limitación hallada en las investigaciones cuando se realiza búsqueda de
términos como “Alianza terapéutica” es que algunas investigaciones de tipo cuantitativas
como las de Santibáñez, P & Román, M. (2009), ya han desarrollado unas estadísticas con
porcentajes acerca de la efectividad de la alianza terapéutica, pero no se especifican
fundamentos que sustenten dichas cifras, no se referencian muestras ni investigaciones
cuantitativas para dar fundamentación a las estadísticas que manifiestan, además se está
cuantificando un concepto cualitativo que varía dependiendo cada caso clínico, y puede
explorar el concepto debido a que se enmarcaría en un único significado que está limitado
a partir de un dato estadístico; se considera que se debe tener rigurosidad cuando se
desarrolla la definición del concepto “Alianza terapéutica”, debido a la construcción
histórica y la particularidad en el ejercicio profesional, teniendo en cuenta las distinciones
que pueden darse a lo largo del proceso terapéutico. Debido a lo anterior, es importante que
el terapeuta tenga claridad sobre los conceptos de alianza y relación terapéutica, esto le
permitirá identificar posibles inconvenientes y fortalecer los aspectos necesarios dentro de
la psicoterapia, para llevar a cabo un proceso terapéutico efectivo y así evitar posibles
rupturas.
De manera general se logra vislumbrar cómo contribuye la alianza terapéutica a la
adherencia al tratamiento y al cumplimiento de los objetivos terapéuticos dentro del proceso, se
invita a próximas investigaciones o artículos a que tomen en cuenta los hallazgos encontrados para
28
abordar temáticas que son importantes dentro del ejercicio profesional, además para lograr bases
fundamentadas que puedan aportar elementos al conocimiento.
Se considera que una buena alianza terapéutica es determinante para lograr generar en el
paciente una correcta adherencia al tratamiento, además garantiza el cumplimiento de los objetivos
de intervención y por ende un proceso de psicoterapia efectiva. De igual manera una buena alianza
terapéutica le brindará al niño, niña y adolescente la comodidad de expresar su malestar en un
ambiente cómodo, esto a su vez permitirá por medio del discurso la eliminación parcial de sus
síntomas, por ende, se acercará más al cumplimiento de los objetivos propuestos.
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