alvar, c. geografía e historia literaria

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Armando López Castro María Luzdivina Cuesta Torre (editores) ACTAS DEL XI CONGRESO INTERNACIONAL DE LA ASOCIACIÓN HISPÁNICA DE LITERATURA MEDIEVAL (Universidad de León, 20 al 24 de septiembre de 2005) VOLUMEN I UNIVERSIDAD DE LEÓN Secretariado de Publicaciones 2007

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Literatura Española; Edad Media

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  • Armando Lpez Castro

    Mara Luzdivina Cuesta Torre

    (editores)

    A C T A S DEL X I CONGRESO INTERNACIONAL DE LA

    ASOCIACIN HISPNICA DE LITERATURA M E D I E V A L

    (Universidad de Len, 20 al 24 de septiembre de 2005)

    V O L U M E N I

    U N I V E R S I D A D DE L E N Secretariado de Publicaciones

    2007

  • Asociacin Hispnica de Literatura Medieval. Congreso Internacional (11. 2005. Len)

    Actas del XI Congreso Internacional de la Asociacin Hispnica de Literatura Medieval : (Universidad de Len, 20 al 24 de septiembre de 2005) / Armando Lpez Castro, Mara Luzdivina Cuesta Torre (editores). [Len] : Universidad de Len, Secretariado de Publicaciones, 2007

    2 V . : il. ; 24 cm. Contiene : Voi. I - Voi. II. - Textos en espaol, portugus y cataln ISBN 978-84-9773-357-6 1. Literatura medieval-Historia y critica-Congresos. I. Lpez Castro,

    Annando. II. Cuesta Torre, Mara Luzdivina. III. Universidad de Len. Secretariado de Publicaciones. III. Ttulo

    82.09"04/14"(063)

    U n i v e r s i d a d d e L e n

    Secretariado de Publicaciones

    Los autores

    ISBN: 978-84-9773-357-6

    Depsito Legal: LE-1443-2007

    Impresin: Universidad de Len. Servicio de Imprenta

  • GEOGRAFIA E HISTORIA LITERARIA

    Carlos Alvar

    Universit de Genve

    1. INTRODUCCIN

    En 1949, el historiador de la literatura italiana, Cario Dionisotti dio una conferencia en el Bedford College for Women de la Universidad de Londres en la que se planteaba el carcter unitario de la Literatura Italiana. Dos aos ms tarde publicara sus palabras en Italian Studies con el titulo de "Geografia e storia della Letteratura Italiana"'. Dionisotti se haca eco de la discusin acerca de la unidad de la Historia de Italia, que haba surgido en los aos treinta y que haba quedado zanjada, al parecer, con la brillante intervencin de Benedetto Croce (1936): no se poda hablar de una Historia de Italia anterior al proceso unificador del Risorgimento, debindose centrar los estudios en las distintas historias de las diferentes unidades polticas, regionales o municipales en las que durante siglos se haba dividido Italia.

    En cierta medida, la situacin de la Pennsula Ibrica ha sido similar hasta la unificacin de los Reyes Catlicos y, por lo tanto, toda la Edad Media quedara bajo la duda de la diversidad o de la falta de unidad. Y, sin embargo, nunca, que yo sepa, se ha planteado semejante cuestin referida a nuestra literatura. Dicho de otro modo, cuando hablamos de Literatura Espaola Medieval, estamos recurriendo a un concepto claro y bien definido, que responde a una realidad? Parece que no hay dudas al respecto y que la unanimidad se impone. Basta revisar los ttulos de los manuales para que sospechemos que la denominacin no presenta fisuras: Historia de la Literatura Espaola. La Edad Media o Historia de la Literatura Medieval Espaola son las denominaciones al uso. Puede haber estudios parciales o dedicados a gneros determinados, pero nadie se cuestiona ni el alcance cronolgico, ni la extensin geogrfica.

    Otra cosa es la inclusin o no de textos escritos en otras lenguas peninsulares, romnicas y semticas, junto con el latn, o la existencia de historias de la literatura de cada una de esas lenguas (hispanolatina, hebraicoespaola, hispanorabe, gallegoportuguesa, catalana, aragonesa) o de regiones geogrficas que pueden identificarse con antiguos reinos (gallega, navarra, valenciana, mallorquna). Pero el centro de la Pennsula Ibrica, identificable con gran parte del reino castellano-leons, mantiene su carcter unitario.

    Es posible que la Literatua Espaola Medieval constituya un conjunto unifonne y que lo realmente importante sea el estudio de los textos, de los pocos textos, que se nos han conservado; pero sabemos que en todo Occidente haba una corriente unificadora, representada por la cultura en latn y por la Iglesia, y una multiplicidad de manifestaciones locales, que seguan las modas de centros de mayor prestigio. Debemos pensar que el centro peninsular se sustrae a esa tendencia generalizada en Francia, Italia o Alemania? Tal vez las circunstancias histricas del reino castellanoleons llevaron a nuestra literatura por otros derroteros y sta sera una ms de las originalidades hispnicas.

    Creo que merece la pena dedicar unos minutos a la unidad de la literatura espaola medieval para intentar comprender qu ocurri en el reino castellanoleons entre los siglos XII y XV.

    ' C. Dionisotti, "Geografa e storia della Letteratura Italiana", Italian Studies , 6 , 1951, pp. 70-93. Reimpreso en el volumen del mismo ttulo. Einaudi, Torino, 1999, pp. 25-54.

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  • 2. LAS HISTORIAS DE LA LITERATURA

    Las historias de la literatura nacen, en Espaa, a mediados del siglo XVIII. Con anterioridad haba biografas de autores o repertorios de ttulos, sin grandes preocupaciones acerca de la exhaustividad o seleccin del contenido (A. Garca Matamoros, Tamayo Vargas, Nicols Antonio, B. J. Gallardo, etc.)^.

    Hay que pensar, pues, en obras como Los orgenes de la poesa castellana de Luis Jos Velzqucz (1754), las Memorias para la historia de la poesa v poetas espaoles de Martin Sarmiento (1775) o la ms conocida por todos nosotros Coleccin de poesas castellanas anteriores al siglo XV de Toms Antonio Snchez (1779-1790).

    Estas historias de la literatura, o de la poesa, surgen a mediados del siglo XVIII de fonna contempornea al desarrollo de la idea moderna de "nacin", de contenido poltico, basada en la creencia de que hay caractersticas diferenciadoras entre los pobladores de unos territorios y otros: los franceses son fciles y ligeros; los italianos, locos y juguetones; los espaoles, serios; malvados, los ingleses; fieros, los escoceses; ebrios, los alemanes o embusteros los griegos, segn las palabras utilizadas por Terreros al defmir el tmiino "nacin" en su Diccionario (1785, pero escrito mucho antes). Esas diferencias marcaban una identidad, lo que a su vez permita escribir historias nacionales e historias de la literatura con las mismas caractersticas.

    Pero adems, Espaa en el siglo XVIII, debilitada de su pasado esplendoroso, se vio sometida a continuos acosos militares y polticos, y tuvo que hacer frente a la propaganda de otras potencias (leyenda negra. Inquisicin, etc.), lo que tuvo como consecuencia una actitud defensiva y de reivindicacin de la cultura espaola. Y as, en Espaa como en otros pases europeos, se "inventa" la historia nacional, y se plantea la unidad del territorio, la cohesin de sus habitantes, a la vez que se ponen de manifiesto las claras diferencias que los separan de sus vecinos. La cultura en general participa de esos enfrentamientos y la literatura se "nacionaliza", de forma que los intelectuales se alejan del ideal marcado por Petrarca y seguido por los humanistas. En este proceso, castellano pasa a ser sinnimo de espaol. Son los primeros aos de una nueva dinasta, los borbones (con Felipe V, en 1700), que tienen que justificar su legitimidad y reforzar la unidad de su reino mediante el centralismo.

    Sin embargo, se considera que, hasta los Reyes Catlicos, Espaa es ms una idea geogrfica que una unidad poltica, y como tal contiene distintas lenguas y culturas; slo a partir de la unificacin poltica que supone el matrimonio de Isabel y Femando, la historia de la literatura "espaola" es historia de la literatura "en castellano". Y as, los primeros historiadores de nuestra literatura, empezando con Luis Jos Velzquez, al hablar de la Edad Media incluyen toda la produccin escrita por autores nacidos en la Pennsula Ibrica, independientemente de que est en latn, en hebreo, en rabe o en gallego, cataln o castellano: Sneca, Lucano y Marcial son espaoles, como San Isidoro o los poetas rabes, con un criterio incluyente comn a muchos otros intelectuales del momento que no slo pretenden crear una conciencia nacional unifcadora -en armona con el pensamiento de la corte-, sino que adems quieren establecer una continuidad literaria en ese concepto que es "Espaa", cuyas huellas rastrean en un pasado "nacional" lleno de grandes escritores dignos de imitar, tanto o ms que los extranjeros.

    Es cierto que a la vez que se constma la historia nacional iban naciendo historias locales, pero en modo alguno ese proceso afect a la literatura de la Edad Media, quizs por la falta de textos y, sin duda, por la falta de conocimientos necesarios para distinguir muchos matices.

    ' Tomo parte de la intoimaein que sigue de ,1. Alvarez Bairientos. "Nacin e historia literaria a mediados del siglo .XVIII en Espaa", en L. Romero Tobar (ed.), Himirki itermia/Histmia de la iiteralum. Zaragoza, Prensas universitarias de Zaragoza. 204, pp. 101 y ss.

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  • Los eruditos de los siglos XVIII y XIX se empellaron en la laboriosa tarea de rescatar documentos y de interpretar, a travs de los testimonios salvados, el pasado nacional con una perspectiva -ya lo he sealado- que sintonizaba perfectamente con las preocupaciones de la nueva dinasta y que era claro testimonio de los tiempos modernos^. Los textos medievales eran una pieza ms en ese conjunto; una pieza que poda servir para establecer la antigedad de la nacin. El pasado se converta en "referente comn popular" con una carga poltica necesaria para la identificacin de la nueva dinasta con la tradicin anterior, lo que asegurara un cmodo y prestigioso continuismo; las "esencias patrias" se encuentran en el pueblo, y, naturalmente, en la literatura que conoce el pueblo: los romances se convierten en piedra angular de esta construccin ms ideolgica que hennenutica'*.

    Un hilo continuo e ininterrumpido lleva desde los Orgenes de la poesa castellana de Luis Jos Velzquez (1754) al voi. III de la Historia de la poesa y de la elocuencia de los pueblos modernos de F. Bouterwek (1801-1819), cuya traduccin al francs en 1812 (Histoire de la littrature espagnole) fue manejada por J.C. Simonde de Sismondi para su De la littrature du Midi de l'Europe, que vio la luz en 1813 y en la que habla del "espritu nacional" y de los frutos tardos. El hilo no se interrumpe y reaparece, muy mejorado y elaborado, en las pginas de la History of Spanish Lierature de G. Ticknor (1849). Luego vendrn las Historia crtica de la literatura espaola de J. Amador de los Ros (desde 1861), que recoge la tradicin anterior y se construye con espritu polmico frente a los detractores de la cultura espaola; la riqueza y variedad de materiales de primera mano recogidos en los 7 volmenes dedicados por Amador de los Ros a la Edad Media son sorprendentes y se explican por el carcter exhaustivo y crtico de esta obra que pronto se convertir en la base de otras historias de la literatura. A finales de siglo pertenece la de J. Fitzmaurice-Kelly (1898, traducida al espaol en 1901 por A. Bonilla y Sanmartn, con prlogo de M. Menndez Pelayo). Vendrn luego J. Cejador (1915, que habla de literatura castellana), J. Hurtado y A. Gonzlez Palencia (1922, frecuente en nuestras bibliotecas universitarias y muy apreciado por su rica bibliografa), A. Valbuena Prat (1937), A. Bell (1938), A. del Ro (1948, que an se usaba en las Universidades en los aos sesenta), G. Daz-PIaja (1949-67, en 7 volmenes) o J. L. Alborg (1966) y algunas ms que repetan unos planteamientos heredados generacin tras generacin desde el siglo XVIII, justificables por los avalares de la historia de Espaa de los dos ltimos siglos de confrontacin armada y propagandstica con otras potencias europeas: la crisis del 98 reforzaba los planteamientos autrquicos y de menosprecio hacia el exterior; la Guerra Civil supuso un considerable aislamiento cuando apenas habamos salido de la perplejidad de la prdida de las colonias... Pero esos mismos planteamientos haban sido heredados generacin tras generacin, de forma menos justificable, por la inercia crtica^.

    ^ Diego de Mecolaeta (m. en 1747) copi los textos de Berceo; al clrigo riojano tambin dedic parte de su trabajo Domingo Ibarreta (1710-1785); a Francisco J. de Santiago y Palomares (1718-1796) se debe la copia de los Proverbios de Salomn; Rafael Floranes Vlez de Robles y Encinas (1743-1801), Martn Sarmiento (1695-1771), Gregorio Mayns y Sisear (1699-1781) o Toms Antonio Snchez (1723-1802) son nombres bien conocidos por los medievalistas.

    Vase F. Wulff, Las esencias patrias. Historiografa e historia antigua en la construccin de la identidad espaola (siglosXVI-XX). Barcelona, Crtica, 2003.

    ^ Se puede seguir el itinerario de las historias de la literatura a travs del "Esquema historiogrfico de la Literatura Espaola" que traza G. Daz-Plaja en las pp. LXI-LXXV de su Historia General de las Literaturas Hispnicas. Vol. L Barcelona, Edit. Bama, 1949. El texto de G. Daz-Plaja va precedido por una "Introduccin" de R. Menndez Pidal (pp. XIII-LIX) en la que se establecen unas caractersticas de la literatura espaola frecuentemente repetidas por otros esmdiosos de pocas ms recientes. Con otra perspectiva, A. Gmez Moreno, "Historia y canon de la literatura espaola medieval: 20 aos de evolucin y cambios", en L. Romero Tobar (ed.). Historia literaria /Historia de a literatura, cit., pp. 161-175.

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  • El hecho cierto es que gran parte de esas historias de la literatura hablaban de Espaa como un conjunto perfectamente definido e identificable por unas caractersticas o unas peculiaridades, que no son otra cosa que el "genio nacional": la "asincrona" literaria (que es una forma de denominar el "retraso cultural"), el dualismo (religiosidad y erofismo, realismo e idealismo), el popularismo (unido a la anonimia y a la tradicionalidad, al talante democrtico de los protagonistas, como el Cid, el Arcipreste de Hita o Calisto), el predominio de lo moral sobre el intelectualismo, el ingenio, la gracia y el buen humor, el barroquismo...

    Y, naturalmente, la imagen unida y coherente de Espaa, caracterizada por el reino castellano-leons, o ms an, por Castilla. Esta caracterstica est tan asumida por todos que apenas le prestan atencin.

    3.LA REALIDAD HISTRICA DE ESPAA

    Creo que una historia de la literatura no puede hacerse sin tener en cuenta aspectos concretos de la produccin de la obra literaria y, en especial, sin hacer referencia a los puntos de encuentro de las lites culturales y las lites polticas representados fundamentalmente por las cortes de grandes seores laicos o eclesisticos^.

    Es bien sabido que el poder necesita a los intelectuales por muchas razones, entre las que se pueden sealar algunas tan importantes como la legitimacin de determinadas acciones o del propio linaje, el prestigio, la diplomacia, la elaboracin de la historia o la difusin de determinadas ideas. Los intelectuales, en fin, pueden ser educadores y pueden entretener de una manera adecuada a los miembros de las distintas estructuras del poder.

    Naturalmente, los intelectuales tambin necesitan del poder, que les da seguridad, alimento y se convierte con frecuencia en la mejor plataforma para difundir el arte propio y dar a conocer el xito obtenido^.

    Los trovadores del sur de Francia frecuentaron las cortes de los condes de Provenza, de Tolosa y de Aquitania, adems de otros centros menores como Combom, Turena, Alvemia,Ventadom, Limoges, Aurenga, Sault, Dia, Montpellier, Bziers o Narbona. En el dominio de Oil eran bien conocidas las cortes de Blois-Champagne, Clermont, Flandes o Beauvais, adems de la inglesa de Plantagenet. En Alemania o en Escandinavia no faltaban cortes en las que se cultivaba la literatura con mayor o menor intensidad, como en la del obispo Wolfger de Passau o en la de Hermann de Thringia. Y en el dominio del gallego-portugus, son bien conocidas las de los Traba (Pontevedra) o de los Sousa (Portugal), etc. A estas listas se pueden aadir las cortes de los reyes, que son, sin duda las ms conocidas y las que marcan las pautas.

    Sin embargo, en el caso castellano-leons, apenas se habla de algo ms que de la corte de Alfonso X, y resulta muy extrao que no hubiera un desarrollo similar al de los dems reinos europeos.

    Es cierto que en la Pennsula Ibrica el feudalismo no adquiri las caractersticas tan marcadas que presenta en otros lugares y que, posiblemente, la Reconquista hizo que los miembros de la nobleza estuvieran ms preocupados por las armas que por las letras, por lo menos hasta el siglo XV.

    Un ejemplo de los planteamientos propuestos se encuentra en P. Boitani, M. Mancini, A. Vrvaro (dir.), Lo spazio letterario del Medioevo. 2. Il Medioevo volgare. Voi. 1, tomo II. Roma, Salerno Editrice, 2001. Adems de otros captulos que ahora no afectan a nuestro propsito, resultan tiles los de A. D'Agostino, "La corte di Alfonso X di Castiglia", pp. 735-786; L. Vozzo, "Corti nobiliari e citt nella Castiglia del Trecento", pp. 847- 872 y V. Bertolucci Pizzorusso, "Le corti del Portogallo", pp. 935-953.

    ' A. Roncaglia, "Le corti medievali", en A. Asor Rosa, Letteratura italiana. L II letterato e le istituzioni. Torino, Einaudi, 1982, pp. 33-147. W. Mliga, "L'Aquitania trobadorica", en P. Boitani, M. Mancini, A. Vrvaro (dir.). Lo spazio letterario del Medioevo. 2. Il Medioevo volgare. Voi. I, tomo II, cit., pp. 201 -251.

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  • Pero tambin sabemos de la importancia de ciertas ciudades en el desarrollo de la literatura: Pars o Arras en Francia, las ciudades toscanas en Italia... Y qu ciudades destacaron en Castilla y Len? Burgos,ToIedo, Segovia, vila, Salamanca, Sevilla?

    En general, da la sensacin de que las historias de la literatura se construyen al margen de los centros de produccin, dando ms importancia a otros aspectos que a las circunstancias concretas que podran representar las relaciones del intelectual con el poder ms prximo, o a las relaciones del literato con el pblico. Y sin embargo, tanto las unas como las otras condicionan en gran medida el texto y si no pueden explicar todas las dudas y despejar las incgnitas que se nos plantean, s que pueden contribuir a una ms profunda comprensin de la actividad cultural en el reino castellano-leons.

    Es cierto que los datos que poseemos son escasos y que posiblemente no permiten establecer una tupida red de relaciones. Por otra parte, tambin es verdad que muchas de las cortes citadas slo funcionaron como centros de encuentro de poetas de forma espordica o vinculadas a algn noble especialmente inclinado hacia la literatura en latn o en lengua romance.

    Pero la cuestin que surge parece obvia: fue el reino castellano-leons ajeno a las tendencias culturales comunes a todo el Occidente europeo?

    La respuesta inmediata corrobora el hecho diferencial, apoyado en un aislamiento que justificara el retraso tantas veces reiterado (la "asincrona") como una caracterstica de nuestra literatura.

    Sin embargo, los hechos histricos y polticos bien documentados dejan patente la presencia de la Pennsula Ibrica y de Castilla y Len en el complejo entramado de relaciones de los pases de la Cristiandad: Alfonso VIII (1155, rey 1158-1214) cas con Leonor Plantagenet, hija de Enrique II de Inglaterra y nieta del primer trovador de nombre conocido, Guilhem de Peitieus (1170); Enrique I rein tres aos (1214-1217) y no lleg a tomar esposa, aunque se haba concertado su matrimonio con una infanta leonesa; Femando III (1201, rey de Castilla en 1217 y de Len en 1230-1252) cas en primeras nupcias con Beatriz de Suabia, princesa alemana, nieta de Federico Barbarroja y sobrina de Alexis IV Angeles, emperador de Bizancio, y el mismo rey Femando III espos en segundas nupcias a la francesa Juana de Ponthieu; Alfonso X cas con Violante de Aragn, hija de Jaime I y de Violante de Hungra; uno de los hermanos de Alfonso X, el infante D. Felipe, que fue arzobispo de Toledo, se cas luego con Cristina de Nomega; mientras que otra hermana, Leonor de Castilla casara con Eduardo I de Inglaterra. Entre los hijos de Alfonso X, la infanta Beatriz se cas con Guillermo de Monferrato y el malogrado primognito Femando de la Cerda, con Blanca hija de Luis IX de Francia; Pedro, con Margarita de Narbona; Juan, con Juana de Monferrato; y Beatriz, hija ilegtima de Alfonso X, con Afonso III de Portugal. AI menos desde el siglo XI, desde tiempos de Alfonso VI, hay una marcada tendencia en la poltica matrimonial de los reyes castellanoleoneses hacia la intemacionalizacin, que supongo que tendra algunos resultados ms que alianzas y descendientes, y se manifestara en modas y hbitos literarios.

    Si vamos un poco ms all en nuestras pesquisas, encontramos que Don Diego Lpez de Haro (m. I2I4), seor de Vizcaya, de Rioja y Njera en tiempos de Alfonso VIII, tuvo una importante corte de juglares y trovadores. Y es muy posible que la otra gran familia del reino, los Lara, tambin tuviera su propia corte (en especial el conde Femando Nez de Lara), como la tenan Pedro Ruiz de Azagra (m. 1186) en Albarracn y Rodrigo Daz de Cameros, de origen riojano. Pero esto ocurra a finales del siglo XII, cuando en Castilla an no haba una literatura escrita en lengua vemcula. Las informaciones nos llegan, fundamentalmente, a travs de las referencias contenidas en las poesas de trovadores provenzales^.

    ' C. Alvar, La poesa trovadoresca en Espaa y Portugal. Madrid, CUPSA, 1977, pp. 135 y ss.

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  • Luego, los testimonios se difuminan y las referencias se pierden en el bosque de los stemmata. Tal vez la transmisin de los textos ha hecho que slo se conserven los vinculados a centros de produccin muy poderosos, mientras que las pequeas cortes, si las hubo, quedaran eclipsadas por las grandes figuras. No hay duda de que el infante don Alfonso, futuro Rey Sabio, se rode de una importante corte de poetas durante sus campaas en Jan y Murcia y que su hermano el infante D. Enrique (1230-1303), parece ser el nico noble castellano que mantiene una corte de gentes de letras a su lado, y posiblemente hasta su muerte. Pero estos son los testimonios que se derivan de las poesas de los trovadores provenzales y gallegoportugueses'. Seguramente, si nos acercamos a los textos castellanos podremos encontrar otros datos.

    4 . L o s TESTIMONIOS

    El carcter voltil, meramente circunstancial, de algunos de estos centros intelectuales hace muy difcil su estudio, pues en muchas ocasiones -y si hay suerte-, slo quedan referencias indirectas. Con mayor razn, resulta prcticamente imposible trazar un continuum, que permita construir una historia, pues la misma esencia de estos centros es la discontinuidad cronolgica y espacial: se podr hablar de circunstancias concretas en cada caso (por ejemplo, la crisis de la dicesis de Palencia en el siglo XIV para Las mocedades de Rodrigo), pero en vano nos esforzaremos en encontrar una continuidad a este fenmeno que es espordico, sin duda, pero no necesariamente aleatorio, ya que son necesarias detenninadas circunstancias para que nazca uno de estos centros de produccin.

    Por otra parte, no se puede olvidar que la prdida de muchos textos -y en la literatura castellana han sido numerossimas las prdidas- puede deberse a accidentes muy diversos, pero tambin a cambios ideolgicos o estticos. De manera que la homogeneidad y coherencia de nuestra literatura medieval no slo sera el resultado de la historiografa literaria, sino tambin de una seleccin producida por el paso del tiempo y orientada por los intereses polticos de determinados grupos'".

    4.1 . PICA

    Se suele admitir la existencia de distintos ncleos picos (invasin rabe y "ciclo francs", independencia de Castilla y el Cid), pero que yo sepa no se ha hablado mucho del origen de los poemas conservados o perdidos.

    Aceptando la muy discutible existencia de un ncleo dedicado a la invasin rabe, que servira a los defensores del neotradicionalismo para establecer un vnculo entre la epopeya visigoda (y germnica, por ende) y la castellana, y para atestiguar la antigedad del gnero que habra vivido en estado latente, resulta llamativa la ausencia de poemas vinculados con el reino de Len y la polarizacin en tomo a Castilla. Don Rodrigo y Covadonga, la historia de la Cava y la traicin de don Julin podan ser perfectamente asumidos en la tradicin castellana".

    ' Id. , pp. 259 y ss. Vase, adems, R. Menndez Fidai, Poesa juglaresca y orgenes de las literaturas romnicas. 6" ed., corregida y aumentada. Madrid, Instituto de Estudios Polticos, 1957. El reinado de Alfonso X es el mejor estudiado; pueden consultarse al respecto los trabajos de C. Alvar, "Poesa y poltica en la corte alfonsi". Cuadernos Hispanoamericanos, 410, 1984, pp. 5-20; Idem, "La cruzada de Jan y la poesa gallego-portuguesa", en V. Beltrn (ed.). Actas del ! Congreso de la AHLM. Barcelona, PPU, 1988, pp. 133-144. V. Beltrn, La corte de Babel. Lenguas, potica y poltica en la Espaa del siglo XIIL Madrid, Gredos, 2005.

    Las causas de esa abundante desaparicin de textos se pueden ver en A. D. Deyermond, La literatura perdida de la Edad Media castellana. Catlogo y estudio. L pica y romances. Salamanca, Universidad, 1995, pp. 20-28, donde se indican hasta diecisis motivos distintos.

    " A. D. Deyermond, "Medieval Spanish Epic Cycles: Observations on their Formation and Development", Kentucky Romance Quarterly, 23, 1976, pp. 281-303; para la evolucin de la crtica referida a la pica, vase C. Alvar, "Posie pique espagnole mdivale. Cinquante ans d'tudes", en prensa.

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  • F. Gmez Redondo nos ha explicado cmo pudieron ser los primitivos carmina latinos dedicados a los enfrentamientos entre el reino de Len y el condado de Castilla en el siglo X y primera mitad del siglo XI: posiblemente tendran carcter crtico y satrico ante el desarrollo de una Castilla brbara y violenta que se levantaba contra la monarqua legtima heredera del poder visigodo'^. Y es posible que el Camino de Santiago no fuera ajeno a la difusin y adaptacin de algunos temas franceses'^.

    Jacques Horrent, al contrario que Gmez Redondo, piensa que la pica hispnica nace en Castilla en la primera mitad del siglo XI, ajena al influjo francs o rabe, y que muy posiblemente no hubo pica leonesa (ni catalana, aragonesa o gallegoportuguesa)''*.

    Como hiptesis de trabajo, la argumentacin de Gmez Redondo me parece convincente y nos llevara al meollo del antagonismo castellano-leons. Pero lo que no sealan ni Horrent ni Gmez Redondo, o al menos no lo hacen con la importancia debida, es que en el fondo subyacen tambin los enfrentamientos ideolgicos y polticos que se dieron desde finales del siglo XI entre los partidarios de la implantacin de la orden de Cluny (entre los que se encontraba Alfonso VI, que fue el impulsor de la presencia francesa en Castilla y Len) y los que defendan la vieja tradicin mozrabe. El resultado es bien sabido, y desde 1080 los cluniacenses ocuparon las principales sedes eclesisticas, lo que supona, adems, la obediencia directa a Roma en plena poca de la Querella de las Investiduras, con la limitacin de atribuciones del rey y de la nobleza en el nombramiento de obispos y abades. La conquista de Toledo (1085) y el establecimiento de la primaca eclesisca de Espaa en la ciudad castellana frente a las pretensiones de Santiago de Compostela marcaba el triunfo definitivo de los deseos de Castilla. Y as, el Codex Calistinus y toda la historia narrada en la Crnica de pseudo-Turpin elaborara algunos episodios de la vida de Alfonso VI, cambiando el nombre del rey por el del emperador Carlomagno: maniobra que atribuira a los franceses la liberacin del Camino de Santiago y que servira seguramente para calmar los nimos de los ms reticentes ante la presencia de la orden de Cluny.

    En todo caso, lo que aqu nos interesa es que aquella primitiva epopeya leonesa, quizs de carcter culto y en latn, desapareci tras el triunfo de Castilla sin dejar rastro apenas en nuestra tradicin literaria, ni en las historias de la literatura: tal vez la leyenda de Bemardo del Carpio recogida en la Primera Crnica General conserve un ejemplo independiente de los enfrentamientos con Castilla- de lo que pudo ser esa pica leonesa perdida.

    Algo similar debi ocurrir con la epopeya pirenaica, cuya existencia tambin es controvertida: la Campana de Huesca y parte de la leyenda de Bemardo del Carpio podran atestiguar la existencia de centros interesados en desarrollar y mantener un determinado espritu; el testimonio del Roncesvalles no es ajeno a la presencia francesa en tierras pirenaicas y puede atestiguar un intento de atraer o de retener a los peregrinos en el Camino de Santiago navarro (quizs convendra recordar el capitel de Roldn y Ferragut en el Palacio de la Reina en Estella)

    F. Gmez Redondo, "La otra pica", en J. M. Lucia Megias, P. Gracia Alonso y C. Martn Daza, Actas del VI Congreso Internacional de la Asociacin Hispnica de Literatura Medieval, vol. L Alcal de Henares, Universidad, 1997, pp. 701-719.

    M" J. Lacarra, "El camino de Santiago y la literatura castellana medieval", en El Camino de Santiago y la articulacin del espacio hispnico. XX Semana de Estudios Medievales. Pamplona, Gobierno de Navarra, 1994, pp. 315-336. ^ Jacques Horrent, L'pope dans la Pninsule Ibrique , dans Grundriss der romanischen Litteraturen des Mitteralters. Vol. III, tome 1/2, fase. 9. Heidelberg, Cari Winter Universitatsverlag, 1987.

    Jules Horrent, La Chanson de Roland dans les littratures franaise et espagnole au Moyen-ge. Paris, Les Belles Lettres (Bibliothque de la Facult de Philosophie et Lettres de l'Universit de Lige, fase. 120), 1951. Id. Roncesvalles. tudes sur le fragment de cantar de gesta conserv l'Archiva de Navarra (Pampelune). Paris, Les Belles Lettres (Bibliothque de la Facult de Philosophie et Lettres de l'Universit de Lige, fase. 122), 1951. Para el cantar de La campana de Huesca, vase C. Alvar y M. Alvar, pica medieval espaola. Madrid, Ctedra, 1991, pp. 309 y ss.

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  • Es cierto que la pica es un gnero cargado de problemas y de incgnitas, y que difcilmente se puede utilizar como argumentacin sin que los razonamientos se conviertan en armas de doble filo. Tambin es cierto que se suelen aducir los cantares de gesta como claros testimonios de la propaganda a favor de los monasterios ms prximos. En algunos casos es as, y no hay dudas. Sin embargo, no siempre se recuerda que durante gran parte de la Edad Media, la Iglesia no siempre estuvo atenta a la oracin, o no en exclusividad, pues durante los siglos XI a XIII mantiene un duro pulso con el poder laico; as, no se puede considerar que la propaganda sea algo inocente o que el silencio en otros casos sea slo el resultado de la oracin. Asuntos temporales y celestiales se mezclan de forma inextricable, aunque en la Literatura no siempre se encuentren las huellas.

    4 .2 EL MESTER DE CLERECA

    Resultara muy fcil encontrar en las Crnicas -y as ocurre en la Estoria de Espaa alfons- ejemplos de las turbulentas relaciones entre la Iglesia y el Rey. La defensa de unos derechos o los recortes de ciertas prerrogativas hacan estallar de inmediato el enfrentamiento armado. Pero a mi modo de ver hubo otros enfrentamientos menos vistosos, pero tan reales como las mismas guerras.

    Llama la atencin que, desaparecida la pica leonesa, apenas queden ms cantares de gesta que los que transmitan la imagen del hroe nacional.

    El captulo siguiente de nuestra peculiar historia de la literatura medieval se abre con el mester de clereca: el riojano Berceo; el Libro de Alexandre de marcados rasgos leoneses o aragoneses, segn el manuscrito; el Libro de Apolonio salido tambin de mbito aragons; o el burgals Poema de Fernn Gonzlez.

    No parece necesario insistir aqu en el carcter culto, clerical de las obras escritas en cuaderna va. La tradicin latina y francesa se aprecia de forma continua e ininterrumpida en las fuentes que utilizan estos autores, como es bien sabido, y la coherencia del grupo hace pensar en su dependencia de instituciones con un propsito y un objetivo bien definidos.

    La creacin de la Universidad de Palencia por Alfonso VIII y el obispo don Tello (1212-1214) y protegida por bula papal de Honorio III (1221) podra haber sido uno de los pilares que sustentaron el desarrollo del mester de clereca'^.

    La importancia que la orden de Cluny dio al Camino de Santiago hizo que la ruta jacobea se convirtiera en un importante eje de penetracin y asimilacin de novedades literarias, como ya hemos sealado.

    La atraccin de Pars como centro de estudios y, por lo tanto, la irradiacin literaria que desde all se produce; las decisiones del IV Concilio de Letrn... No hay duda de los vnculos del mester con la tradicin culta francesa de carcter clerical y, posiblemente, de tradicin cluniacense. Quedaban ya lejos los enfrentamientos de finales del siglo XI; la reforma eclesistica haba triunfado en Castilla y Len, y los dos reinos volvern a unirse en 1230 con Femando III.

    Para nuestro propsito es irrelevante que se considere al mester de clereca un movimiento literario o que se trate de una escuela, de un gnero o de un estilo. No tengo dudas acerca de la homogeneidad del grupo y de que todos los autores que escriben en cuaderna va en el siglo XIII responden a un mismo estmulo, aunque no se puede sustentar la misma idea cuando nos referimos a los autores del siglo XIV.

    Quizs s que habra que matizar la cronologa, que nos lleva desde 1236 hasta 1252, de Berceo al Poema de Fernn Gonzlez, con la incgnita del Libro de Alexandre, que en todo caso

    1. Uria, Panorama critico del mester de clereca. Madrid, Castalia, 2000.

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  • hay que situar en el reinado de Femando III. Y notemos la coincidencia, sin mayor relevancia, de que en 1236 Crdoba, la antigua capital del califato cay en manos cristianas.

    Hagamos una pausa que nos permita mantener unida la cronologa.

    4.3 . LA PROSA DIDCTICA

    A finales del reino de Femando III se traducen del rabe un grupo de textos de carcter didcfico o moralizante, que se haban difundido con anterioridad entre los mdicos judos. Por los datos que tenemos, se pueden situar las traducciones entre 1230 y 1260, o quizs en un perodo ms restringido. Forman parte de esta moda transitoria el Libro de los buenos proverbios, los Bocados de oro, el Libro de los cien captulos, Flores de Filosofia, Poridat de las poridades, etc.'^

    El origen rabe de estos textos contrasta notablemente con la tradicn europeista del mester de clereca, y frente a la utilizacin de la cuadema va por este movimiento literario, los textos didcticos citados recurren a la prosa. Estamos ante dos mundos que se oponen.

    La proximidad de la prosa didctica de origen rabe a los espejos de prncipes como el Libro de los doze sabios o tractado de la nobleza y lealtad, traducido por deseo expreso de Femando III para que sirviera para la instruccin de sus hijos en tomo a 1240, hace pensar que todas estas obras salieron de un mismo centro de produccin, muy prximo al poder real y con el propsito de adoctrinar a los hijos de la nobleza, de formar prncipes. Es el momento en el que se traduce tambin el Calila e Dimna, en 1251 o 1261, aunque fuera por encargo del infante don Alfonso o del ya rey Alfonso X.

    Ya en otra ocasin he tenido la oportunidad de ocuparme de este asunto, pero ahora tengo que volver a l aunque sea de forma somera, para cerrar mi argumentacin; Es posible que haya que pensar en un momento de indudable mudejarismo de la corte castellana, referido tanto a la cultura en general como a la tica en particular; se ha escogido textos de la tradicin rabe, en detrimento de los hbitos occidentales. Las razones de esta decisin sern muy variadas, e incluirn, sin duda, el presfigio de los consejeros judos y, tambin, la facilidad de encontrar los textos'I

    Y llama la atencin que a partir de 1300 no vuelvan a encontrarse traducciones de este tipo, ni derivados de las mismas, como lo eran el Libro de los doze sabios o los Castigos de Sancho IV. El mudejarismo de la corte castellana habr desaparecido, como tantas otras modas que se fueron perdiendo en las sucesivas minoras de los reyes, en las tensiones sociales, en las continuas crisis del siglo XIV: el cambio ideolgico se ha identificado con las nuevas tendencias que se establecen en Castilla a travs de la figura de la reina doa Mara de Molina, mujer de Sancho IV, y que darn lugar al denominado "molinismo", caracterizado -indamentalmente-por un regreso a la relacin con Francia y por un encumbramiento de los poderes eclesisticos, frente a la nobleza

    Con esta perspectiva, el mester de clereca no se presenta slo como un movimiento literario, sino como un bastin clerical ante las tendencias de la corte. Porque no debemos olvidar - y esto es importante- que las obras de Berceo y las primeras producciones en cuadema va son rigurosamente coetneas de las traducciones de textos rabes. Coetneas, s, pero se desarrollan en mbitos geogrficos y culturales muy diferentes, tanto que no hay posible relacin entre ellos. En el Norte de la Pennsula el peso de Cluny sigue siendo considerable; quizs, tambin el influjo de la Universidad de Palencia. Al Sur de Toledo las cosas transcurren de otra

    " C. Alvar, "Narrativa breve: traducciones, adaptaciones, interpretaciones", en Typologie des formes narratives brves au Moyen Age (domaine roman) II. Nanterre, Universit de Paris X-Nanterre, 2001, pp. 135-148.

    C. Alvar, "Narrativa breve", cit., pp. 141-142. " Idem, pp. 142-143. Para el "molinismo", vase F. Gmez Redondo, Historia de la prosa medieval castellana. Vol. I. Madrid, Ctedra, 1998, pp. 856 y ss.

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  • manera, especialmente a partir del ao de 1236, con la conquista de Crdoba y ms aiin en 1248 con la llegada de los cristianos a Sevilla y la fascinacin del mundo rabe.

    5. CONCLUSIONES

    Llegamos al final del recorrido. Tras la aparente coherencia de la literatura "espaola" medieval resultante de la historiografa literaria heredera del pensamiento del siglo XVIII, se descubren aspectos que hacen pensar en un paisaje mucho ms rico y variado: cortes poticas que generalmente han quedado eclipsadas o han desaparecido; enfrentamientos polticos que acabaron con todo testimonio favorable a los vencidos o posibles justificaciones ideolgicas a fenmenos difcilmente explicables como la distribucin geogrfica del mester de clereca y de las traducciones de textos didcticos.

    En este panorama se puede sospechar la influencia de la orden de Cluny, o el relieve de algunos centros como San Milln, Burgos, Palencia, Toledo... Sabemos poco, muy poco, de Len, pero es indudable que tambin aqu debi existir cierta literatura.

    En todo caso, creo que no se puede hablar de carcter unitario, y que posiblemente un estudio detallado, atento y minucioso de cada uno de nuestros textos, revelar una riqueza de matices que hasta ahora se nos ha escapado. O quizs persigamos un fantasma imposible de sujetar.

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