altuna, h

Upload: aeobandoo

Post on 20-Feb-2018

219 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    1/16

    Andes

    ISSN: 0327-1676

    [email protected]

    Universidad Nacional de Salta

    Argentina

    Altuna, Elena

    Un letrado de la emancipacin: Bernardo de Monteagudo

    Andes, nm. 13, 2002, p. 0

    Universidad Nacional de Salta

    Salta, Argentina

    Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701302

    Cmo citar el artculo

    Nmero completo

    Ms informacin del artculo

    Pgina de la revista en redalyc.org

    Sistema de Informacin Cientfica

    Red de Revistas Cientficas de Amrica Latina, el Caribe, Espaa y Portugal

    Proyecto acadmico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

    http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=127&numero=4939http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/fasciculo.oa?id=127&numero=4939http://www.redalyc.org/comocitar.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=12701302http://www.redalyc.org/revista.oa?id=127
  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    2/16

    UN LETRADO DE LA EMANCIPACIN:

    BERNARDO DE MONTEAGUDO

    Elena Altuna*

    Bernardo de Monteagudo (1789-1825) fue uno de los iniciales propagadores delideario revolucionario en el sur del continente. Por sus inclinaciones ideolgicas, estuvomuy ligado a Juan Jos Castelli y a Mariano Moreno, cuya prdica continu en laAsociacin Patritica en 1812. Particip en la sublevacin de Chuquisaca en 1809, en laAsamblea del ao XIII, en las campaas libertadoras de Chile y Per; su breve e intensatrayectoria poltica se desarroll junto a Alvear, Pueyrredn, OHiggins y San Martn; ycuando ste abandon el Per, no vacil en ponerse a las rdenes de Simn Bolvar. Losescritos de Monteagudo conservan el vigor de la prdica, la rotundidad caracterstica deldiscurso revolucionario; en ellos se lee el dinamismo de un pensamiento que enraza en elvasto campo de la historia y la filosofa clsicas, pero que fructifica en la observacin delos sucesos puntuales y en la marcha vertiginosa del proceso revolucionario. En este trabajoabordaremos algunos de sus textos, con el propsito de aproximarnos al pensamiento de suautor respecto de la emancipacin americana y de los agentes sociales que deban incidir ensu consecucin, agentes cuyos roles dise en la letra y ayud a consolidar en lasrepresentaciones colectivas del siglo XIX. Nos centraremos, entonces, en ese aspecto delperfil del hombre pblico en el que se revela la impronta de unletrado de la emancipacin,

    que apost sistemticamente al poder de la escritura.

    Dilogo de sombras

    El ao 1809 marca el inicio de la carrera poltica de Bernardo de Monteagudo;siendo estudiante de Leyes en Charcas, escribe el Dilogo entre Atahualpa y FernandoVII en los Campos Elseos, cuya lectura teatralizada tuvo lugar probablemente en enero deese mismo ao, ante un grupo de condiscpulos de la Academia Carolina. No eran tiemposde quietud en esas aulas; hasta ellas llegaban los ecos del avance de las tropas napolenicassobra la Pennsula, la prisin de Fernando VIII, las pretensiones de su hermana, la princesaCarlota, regenta de Portugal y por entonces exiliada con su corte en Brasil. El Dilogo de

    Monteagudo, que circul en copias manuscritas en medios universitarios y revolucionarios,habra de aportar ideas que contribuyeron a crear el clima insurreccional que desemboc enlas revueltas de Charcas y La Paz, muy poco despus. En varios sentidos, pues, el textoposee un carcter fundacional, al modelar discursivamente un fermento social, dotndolo deargumentos contundentes respecto de la necesidad de poner fin a la sujecin colonial.

    El Dilogo conjuga las lneas de pensamiento y las lecturas comunes a la liteilustrada que integraba la Academia, una institucin cuya ndole conservadora tornaba pocoprobable la emergencia de ideas revolucionarias en su seno. Clment Thibaud se interroga:

    *Consejo de Investigacin de la Universidad Nacional de Salta.

    1

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    3/16

    Cmo pudo nacer un cuestionamiento sobre la naturaleza de la ley, del poder real y de su

    rol en Amrica, en el seno de una disposicin conceptual que provoca prcticamente unefecto de ceguera con respecto a toda novedad? (1997: 47). Al indagar acerca del tipo deconfiguracin intelectual de los letrados de Charcas, este historiador elabora una especie demetfora geolgica, segn la cual el sustrato ms profundo correspondera a laescolstica clsica y de la reforma catlica (Toms de Aquino, Francisco Surez que,aunque prohibido, parece haber circulado de manera casi corriente-, Juan de Mariana, Luisde Molina); una segunda capa estara conformada por la tcnica jurdica, esto es, un saberde carcter tradicional, pero enfocado hacia una prctica competente y real de suaplicacin, sustancial al funcionamiento de un estado moderno; este estrato se concatenacon el correspondiente a la Ilustracin. Junto al vasto conocimiento de la cultura clsica,especialmente la romana (Virgilio, Ovidio, Cicern, Salustio, Marcial) y las obras de los

    ilustrados espaoles Feijoo y Campomares, algunos profesores y discpulos frecuentaban alos franceses: Diderot, Rousseau, Voltaire, Mirabeau, Raynal y Montesquieu. ConcluyeThibaud que: La Ilustracin constituye un verdadero rumor, una serie de postuladosdifusos que convencen inclusive antes de haber sido estudiados y entendidosprofundamente (1997: 51).

    El texto es, por otra parte, representativo de una de las calas de las literaturasheterogneas: la correspondiente a la coyuntura independentista. Su ttulo expresa laconfluencia entre el Neoclasicismo -por el cual se reponen el dilogo, gnero didctico-ensaystico caracterizado por ser vehculo de cuestionamiento e indagacin deproblemticas contemporneas (Garca Berrio y Huerta Calvo 1992: 221), y la literatura de

    visiones grecolatina- y un aporte americano: el Incasmo. Por qu la eleccin deldilogo? Al respecto, debe recordarse que el hecho de que el texto fuese ledo (ms querepresentado) supone una audiencia, es decir un pblico que, dado el contenido delmensaje, poda ms tarde debatir las ideas expresadas y tomar una posicin. Este tipo dereuniones era frecuente en el ambiente ilustrado chuquisaqueo y en diferentes crculos deAmrica, donde las veladas patritico-literarias constituyeron una forma de sociabilidadcaracterstica del perodo independentista1. El dilogo reuna la voz y la letra, lospersonajes y el pblico, la oratoria y una incipiente teatralizacin, creando un ambientepropicio a la reflexin que el tema ameritaba2.

    En cuanto a la literatura de visiones, dos parecen haber sido los modelos tomadospor Monteagudo para su texto: el canto VI de laEneida, que relata el descenso de Eneas alos infiernos, su conversacin con familiares y muertos ilustres y su visita a los CamposElseos, y el Somnium Scipionis de Cicern, perteneciente al libro VI de su tratadofilosfico De re publica, del que slo han llegado fragmentos. El Somniumpresenta laconversacin entre Publio Cornelio Escipin, el Africano, vencedor de Anbal en la batallade Zama, y su nieto Publio Cornelio Escipin Emiliano, ante quien aparece como unasombra. El dilogo gira alrededor de cul sera la mejor constitucin poltica; la respuesta,que tiene su fundamentacin en la teora y en la historia, es que el mejor gobierno consisteen una mezcla de las tres formas bsicas, la democracia, la aristocracia y la monarqua,pues slo un sistema de este tipo puede ser garanta de la justicia necesaria a la vida del

    2

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    4/16

    Estado; este ideal se habra cumplido en la vieja constitucin romana (Gudeman 1952:

    114)3.

    Estas prestigiosas reminiscencias clsicas4se asocian con el Incasmo, que tendr supunto de efervescencia con la ideologa monrquica de San Martn; la fuente inmediata esGarcilaso de la Vega, quien en sus Comentarios Reales,proyectaba una visin idealizadadel Incario, considerado un imperio cuya grandeza radicaba en el buen gobierno; en estesentido, para los independentistas constitua la ms vlida representacin de un estado quese contrapona al vasallaje colonial. El Incasmo tiene varias etapas de desarrollo y, por lotanto, Inca es un significante que de acuerdo a las circunstancias socio-histricas y a lastendencias literarias dominantes adquiere significados diferentes-; en este momento dos sonlos textos representativos: el Dilogo de Monteagudo y el Canto a la victoria de Junn

    de Jos Joaqun de Olmedo, si bien, como observa Cornejo Polar (1989: 35), ste perteneceya al ciclo bolivariano. En ellos y en otros textos de la poca, suele presentarse la sombradel Inca Atahualpa o Huayna Cpac- para apostrofar a los guerreros en los campos debatalla y alentarlos a la victoria, pues se considera que la Independencia vindicar a losantiguos americanos de la opresin espaola de tres siglos. Pero no son los indgenascontemporneos quienes se alan a los revolucionarios, sino aquellos nobles a la que laconquista arrebat su poder. Ellos vuelven, pues, desde el reino de las sombras, para pedir

    justicia.

    Desde el punto de vista textual, el Dilogo consta de dos textos: el dilogo,propiamente dicho, y la proclama, encastrada en uno de los ltimos parlamentos del Inca.

    El primero despliega una extensa argumentacin, que remite al pasado de la conquista y lacolonia, en tanto que la proclama concentra en sus breves lneas una fuerte exhortacin a laaccin que en el futuro inmediato debern emprender los peruanos5. La escena dialogadaentre las sombras de Atahualpa y Fernando VII se desarrolla en los Campos Elseos. Unacuriosa innovacin frente a la tradicin de la literatura de visiones consiste en que elverosmil se construye sobre una anacrona de base; en efecto, si el Inca haba muertodurante la conquista, su presencia en la regin de los muertos es plausible, pero no ocurre lomismo con el referente real de la sombra de Fernando VII, lo que indica que a Monteagudopoco le interesan las cuestiones de verosimilitud en materia literaria; antes bien, se vale deun gnero prestigioso con el solo objetivo de despertar la conciencia libertaria, enmomentos en que el legtimo sucesor del trono haba sido depuesto y en su lugar reinabaJos Bonaparte (1808-1814). El destierro de Fernando VII es trasmutado en una muertesimblica (piadoso mi dolor, una vida me quit tan penosa y amarga) 6, con la que setratara de destacar el vaco de poder y la consecuente carencia de soberana. Por otra parte,la figura de este monarca se presenta casi desproblematizada en su melancola, imagen que,en rigor, no se aleja demasiado de la del Inca: El miserable Atahualpa, el infeliz soberanodel Per; ambos se identifican en su comn dolor por el poder perdido. Este tipo deconstruccin es la que da pie para una argumentacin que pivotea entre elparalelismoy ladesemejanza; en esa alternancia se va conformando el discurso emancipatorio.

    Los temas acerca de los cuales dialogan las sombras son el carcter de la conquista,sus causas polticas y religiosas y la independencia de las colonias. El punto de partida y, a

    3

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    5/16

    la vez, centro de la argumentacin, lo constituyen las nociones de tirana y obediencia

    forzada, frente a la de soberana entendida como la libre, espontnea y deliberada voluntadde los pueblos en la cesin de sus derechos (1977: 65)7. Sobre este mutuo acuerdo, lospersonajes discurren acerca de la similitud de situaciones. Dice el Inca a Fernando VII:Pues que de injusta e inicua la conquista habis notado de Espaa por Bonaparte, ni tesientas ni te admires que de usurpada y furtiva igualmente yo grade la dominacin que hatenido en Amrica el espaol (1977: 65). Al poner en entredicho tal comparacin,Fernando VII se presenta como un sujeto del no saber (no s con qu fundamento adecirme te avanzas); el desconocimiento del rey es un motivo de vieja data en el mbitocolonial8. En el Dilogo, tal estado da lugar a la informacin que, a partir de estainstancia, permitir argumentar al Inca, quien alienta a su interlocutor a consultar lashistorias.

    El segmento referido a la conquista tiene como fuentes inmediatas a Bartolom deLas Casas y al Inca Garcilaso. Del primero, Monteagudo toma el relato de las atrocidadescometidas sobre la poblacin indgena; el apasionado y contundente estilo lascasianoretorna en la similitud de sustantivos y eptetos para calificar la conducta de los espaoles;as, la injusta e inicua conquista, el ponzooso licor de la ambicin, su insaciablesed, la crueldad y la tirana que se exponen en el Dilogo, recuerdan las conquistasinicuas, tirnicas, la insaciable cudicia y ambicin del discurso del dominico. Lasdesdichadas vctimas de la ferocidad espaola, sometidas al espaol ms brbaro que lassanguinarias y ponzoosas fieras de la Libia, traen el eco de la reiterada imagen de loslobos hambrientos, tiranos, crueles, que despedazan a las ovejas en la Brevsima historia

    de la destruicin de las Indias(1542). La informacin referida al derrumbe del imperioincaico est tomada de otros cronistas. De raigambre garcilasiana es la representacin delpasado incaico como sociedad que obedece con amor las leyes de un soberano justo; setrata, por cierto, de una idealizacin forjada por las lites andinas, a principios del sigloXVII, cuando construyen una especie de identidad panandina y se conciben herederas delTawantinsuyo, borrando de este modo la heterogeneidad tnica y las conquistas incaicas dediferentes grupos (Garca Bedoya 2000); en todo caso, la gran obra de Garcilaso y suelaborada construccin de edades, el paso de una barbarie inicial a un estado decivilizacin, que preanunciaba el monotesmo y abonaba el terreno para la evangelizacin,conform un ideologema que vino a coincidir con las aspiraciones y reivindicaciones de loscriollos. El hecho de que en el Dilogo se acente la existencia de infinitos reyes, esdecir, de una estirpe de soberanos legtimos, constituye un argumento en contra de lasatrocidades y tormentos cometidos contra ellos, inequiparable a las conquistas de persas,griegos o romanos. Tambin la cuestin de la cesin de Alejandro VI, esgrimida porFernando VII, es rebatida por el Inca. La respuesta parece provenir de algunas de lasversiones que recogen la famosa escena de Cajamarca probablemente las de Lpez deGmara o Girolamo Benzoni- ocurrida la tarde del 16 de noviembre de 1532. Dice el Inca:

    Venero al Papa como a cabeza universal de la Iglesia, pero no puedo menos quedecir que debi ser una extravagancia muy consumada cuando cedi y don tanfrancamente lo que teniendo propio dueo, en ningn caso pudo ser suyo... (1977:68).

    4

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    6/16

    Adems, Atahualpa rebate el argumento de la evangelizacin, contra- argumentandoque ella no justifica el despojo del poder ni el dominio. Por ltimo, el espaol acude al

    juramento de fidelidad y vasallaje, lo que permite al Inca explayarse acerca del espritu delibertad del hombre y su imprescriptibilidad; la consecuencia que se sigue es que noexisti libertad en la aceptacin de ese vnculo, sino terror al despotismo. Est presente, eneste segmento, el Rousseau del Contrato Social, del que se ha valido Monteagudo parademostrar que la monarqua de hecho establecida en las colonias es ilegtima, puesto queexiste fuera de todo pacto social y se funda en el inters individual9.

    La contundencia de los argumentos de Atahualpa torna ms dbiles las razonesesgrimidas por el monarca depuesto, cuya figura pierde paulatinamente espesor; en efecto,

    si al inicio del dilogo se muestra desconocedor de la situacin de sus dominios deultramar, luego de la exposicin histrica de los terribles efectos de la conquista y lacolonia, termina de perfilarse como incapaz de dar felicidad a sus vasallos, lo queindirectamente lo convierte en un dspota.

    Por consiguiente, desde el mismo instante en que un monarca, piloto adormecido enel regazo del ocio o del inters, nada mira por el bien de sus vasallos, faltando l asus deberes, ha roto tambin los vnculos de sujecin y dependencia de supueblo. (1977: 69)

    El Dilogo, entonces, cumple con su finalidad heurstica; los hablantes han

    aportado sus razonamientos hasta alcanzar, de manera conjunta, una conclusin. FernandoVII no slo acepta la verdad que Atahualpa le propone, sino que adems coincide en lasfuturas acciones de los americanos. Este acuerdo da paso a la exhortacin que contiene laproclama, que se distingue abiertamente del dilogo por el cambio abrupto dedestinatarios; sern ahora los habitantes del Per, los paisanos a quienes se apelar paraque alcancen la libertad. El texto es breve y se caracteriza por presentar oposiciones muymarcadas en los niveles semntico y sintctico, articulados en series paralelsticas, rasgocaracterstico de los escritos de Monteagudo. As, por ejemplo: desaparezca la penosa yfunesta noche de la usurpacin y amanezca el claro y luminoso da de la libertad, conjugatanto la adjetivacin doble como el paralelismo sintctico y fnico. Los lexemas /encierro/,

    /esclavitud/, /violencia/, que han merecido un desarrollo de carcter histrico a lo largo deldilogo, se oponen a la serie desplegada en la proclama: /libertad/, /legalidad/, /igualdad(no-esclavitud), que evocan los enunciados de la Francia revolucionaria. La seleccinverbal tambin coadyuva al propsito exhortativo, marcando el trnsito de un estado depasividad a uno de actividad (habis mirado, recordad/ quebrantad, empezad,corred) y tienden a crear un climax que culmina en el vocablo libertad, equivalente afelicidad: publicando vuestra libertad, seris todos dichosos y el espectculo de unafelicidad ser envidiable (1997: 71). Observ Cornejo Polar respecto de la proclama comoacto comunicativo:

    Este acto lingstico fundacional est a caballo entre la palabra jurdico-notarial, quees capaz de forjar y consolidar realidades, y la palabra potica que tambin

    5

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    7/16

    funciona, aunque de otra manera, como productora de realidades. No mgica,

    porque lo que subyace en ella parece ser la fe ilustrada en el poder de la palabracomo portadora de la razn, la proclama semeja, al definirse como hacedora de lahistoria, ese poder misterioso, primordial. (1994: 114)

    Bernardo de Monteagudo escribir varias proclamas como idelogo de laindependencia, pero no habr de insistir con otro dilogo. El texto pertenece a una etapade formacin intelectual y supone circunstancias especficas la declamacin, un pblicoquizs reducido- en un mbito universitario. Un esquematismo en la construccin hace delos interlocutores del dilogo figuras acartonadas, producto tal vez del afn de ceirse a latradicin clsica y al tono argumentativo acadmico, familiar al grupo de condiscpulos queasistieron a la reunin; pero ese lastre desaparece ante la plasticidad de las imgenes que

    despliega la proclama, texto ste en el que se escucha la voz personal del tucumano.

    Las palabras y las instituciones

    Lo vertiginoso de los sucesos que tuvieron como escenarios a Chuquisaca, La Paz yBuenos Aires, el clima de exaltacin que se vive en esos das, encaminan rpidamente latrayectoria de Monteagudo como idelogo del movimiento emancipatorio; es as que en1812 se lo encuentra actuando en la Sociedad Patritica10. En su Oracin inauguralpronunciada la tarde del 13 de enero de ese ao despliega, ya en pleno dominio de un estilopropio, un discurso que en parte recupera el mensaje libertario del Dilogo, y en parteexpone otra faceta de su pensamiento: su capacidad para transformar en materia histrica

    los sucesos que se viven contemporneamente y otorgarles un sentido; este sentido seexpresa en la palabra-clave de sus escritos: LIBERTAD, que siempre habr de escribir conmaysculas. De otro lado, su discurso adquiere un sesgo decididamente fundacional; esecarcter performativo de la accin comunicativa se evidencia en la concrecin de nuevasinstituciones y en la construccin de los roles que deben cumplir los ciudadanos en unanueva sociedad. Desde esta perspectiva, el sintagma Oracin inaugural puede leerse enrelacin con el contexto especfico en que es pronunciada, pero tambin define el carcterde la mayora de sus escritos, fuesen stos proclamas, discursos patriticos o artculosperiodsticos.

    La Oracin, leda en ocasin de la apertura de las sesiones de la SociedadPatritica, mbito en el que se conjugan la oralidad con su gestualidad y la escritura serevela como valor supremo, posee un tono de misticismo propio de los iniciados. Con unaprosa pulida, donde cada vocablo es trabajado en pos de la claridad de las ideas, elExordio desarrolla la historia de la humanidad desde el punto de vista de su organizacinen sociedad y sus diferentes ensayos de gobierno. Examinadas, una vez ms, a la luz de lasteoras de Surez y Rousseau, la trana y el despotismo sealar Monteagudo- seconcentraban en el mundo antiguo, en contraste con la Amrica [que] gozaba de susderechos (1989: 244). La Oracin despliega los mismos argumentos que el Dilogo,denuncia la codicia, el fanatismo, la barbarie del conquistador y los tres siglos deopresin, que hicieron olvidar a los americanos que su LIBERTAD era imprescriptible,

    6

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    8/16

    hasta que poco antes los sucesos de la Pennsula precipitaron la revolucin, instancia que es

    designada como la poca de la salud. Al finalizar el Exordio, su autor se dirige a lospresentes para delimitar los objetivos de la Sociedad Patritica: Sostener con energa lamajestad del pueblo; fomentar la ilustracin... (1989: 247); sobre ellos habr de explayarseen lo que resta del texto.

    Particular inters reviste el Artculo Primero, que se abre con la sentencia Nohabra tiranos si no hubiera esclavos, y si todos sostuvieran sus derechos, la usurpacinsera imposible (1989: 247). El sujeto del enunciado se presenta como un observadorprivilegiado, capaz de aunar el conocimiento decantado del pasado con el anlisis delpresente y la evaluacin de las posibilidades polticas futuras. Este efecto de visinamplificada se presenta a travs del sintagma Cuando veo, cuya reiteracin parece

    refractar sobre el yo, ubicndolo en una posicin de superioridad frente al comn. Sedisea, de este modo, una de las figuras clave de la nueva sociedad en uso de sus derechos:la del hombre ilustrado, esto es, el que dirige su opinin. Se trata, por cierto, de unafigura que se gesta en la era revolucionaria, puesto que, como sostiene Monteagudo envarios de sus escritos, el estado colonial impidi, como parte de su plan de dominacin, quelas luces del intelecto brillaran en el continente. La otra figura es la del hroe;posedo stedel amor a la gloria emprende cosas grandes y su ejemplo se comunica al pueblohacindolo elevar sus virtudes; el hroe se halla en un plano superior de moral, sin rastrosde ambicin personal, guiado slo por el amor a la gloria. Monteagudo estconstruyendo, con los modelos que le brinda la Antigedad, un sujeto necesario para lahora de la emancipacin. A este conductor de la accin militar le acompaa el conductor de

    las ideas, el hombre ilustrado que modela la opinin del pueblo. El inters comn a estastres entidades es la Libertad; novedoso objetivo que requiere de sujetos competentes,tambin nuevos, para un tiempo que se estrena, puesto que el pasado slo ha contado con eltirano y el esclavo. As, frente a esta oposicin, se propone un conjunto de actores en unarelacin de complementariedad. El consenso respecto de la voluntad soberana es, por otraparte, la fuerza que permite que una institucin como la que Monteagudo inaugura con suOracin, surja en un momento de formacin de la conciencia comunitaria; su carcterrector de forjadora de la patria es vital, como lo es el periodismo, puesto que de elladepende el destino de la voluntad general. La Oracin busca concitar la alianza de idealesentre los miembros de la Asociacin Patritica, profundamente consustanciados con laidea de que la ignorancia propicia la esclavitud y slo el ejemplo de las virtudes mejora alos pueblos: La sociedad patritica salvar la patria con sus apreciables luces, dir al finalde su discurso. El propsito formativo se canaliza, entre otros aspectos, en la creacin delmodelo del hroe, cuya funcin ejemplarizante es necesaria a la cohesin que demanda elsentimiento patritico.

    Glorias para la patria

    La apelacin al sentimiento patrio se presenta en la Declamacin del 29 deoctubre de 1812, publicada en El grito del Sud del 10 de noviembre de ese ao.Monteagudo se dirige a los ciudadanos, a propsito de la batalla de Tucumn del 24 de

    7

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    9/16

    setiembre. Es, nuevamente, el observador privilegiado quien extrae la ejemplaridad de un

    suceso, que traspone en palabras para crear su memoria:

    Cuando yo veo a los guerreros del Tucumn, insultar al peligro con denuedo,provocar la misma muerte con valor, abrir, al fin, su sepulcro con placer ypresentarse luego a las legiones enemigas [...] cuando yo los veo cubiertos deheridas y de sangre, agonizar con las armas en la mano, al mismo tiempo que huancon pavor los alucinados siervos del protervo Goyeneche; oigo que los ltimossuspiros de cada vencedor moribundo se dirigen a nosotros proclamando en elmismo sacrificio de su vida la obligacin que nos impone. (1989: 258-259)

    Ese ver, ese or, son el privilegio del hombre ilustrado, observador y traductor

    de los sucesos del presente en ejemplares, esto es: intemporales y susceptibles de imitacinpor parte de los ciudadanos. El hroe se construye segn rasgos especficos: 1) renunciaal inters individual y a los afectos familiares; 2) llega al sacrificio de la propia vida; 3) superformancese cumple en el campo de batalla; 4) est imbuido de amor a la gloria; 5) seproyecta a la posteridad. Por su parte, el pueblo efecta una clara separacin entre elhombre y el hroe, pues es ste el perfil de donde emana lo ejemplar. Este ltimo aspectosuele hallarse muy unido a la instancia de trnsito hacia la muerte; en efecto, el hroe seconsagra como tal en el momento final11:

    Cuando me traslado a ese terrible y glorioso campo de batalla, me parece,ciudadanos, que veo a cada uno de los que expiran, contemplar sus heridas con

    transporte y decir en su corazn antes de entregar el espritu: oh patria ma! Yo nolloro otra desgracia en este momento que la de no poder morir ms de una vez envuestro obsequio; y slo siento que la posteridad, a quien consagro mi existencia, noutilice acaso la sangre que acabo de derramar por su salud... (1989: 261)

    La glorificacin de este momento, a travs de las (posibles) palabras finalescontiene la apelacin a los ciudadanos, puesto que un hroe existe en la medida en que ases considerado por el resto de los hombres. En la distancia que media entre el serexcepcional y los seres ordinarios, se genera un pacto a travs del cual los hombres imitanlas virtudes superiores del conductor. Para que ello ocurra, no obstante, es necesaria lacreacin de una memoria histrica que unifique el cuerpo social, memoria que, por otraparte, no es lacunaria ni azarosa, sino conscientemente dirigida y controlada, tal como, porejemplo, se propugna en varios pasajes el Plan de Operaciones(1810) de Mariano Moreno.

    Consciente de su papel de formador de la opinin pblica, Monteagudo utiliza elperiodismo como vehculo de difusin ideolgica; a partir de 1811 publica artculos decarcter didctico en La Gazeta, destinados a despertar la conciencia del pueblo respectode un conjunto de temas esenciales: el patriotismo, las virtudes cvicas, el ejercicio de lalibertad. En uno de ellos, dedicado A las americanas del Sud, incita a las madres yesposas a estimular el amor a la patria en los varones de la familia, apuntando con ello auna institucin social que se consideraba fundamental para el futuro desarrollo de lanacin12. Pero tal vez el artculo donde resalte con ms fuerza el rol de formador del

    8

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    10/16

    hombre ilustrado sea el titulado Patriotismo (3 de enero de 1811). En l distingue entre el

    amor a la patria como producto de un sentimiento natural y el patriotismo como una virtudo un hbito producido por la conjuncin de muchas virtudes. Seala: Para amar a la patriabasta ser hombre, para ser patriota es preciso ser ciudadano, quiero decir, tener las virtudesde tal (1989: 106). De este modo, va deslindando diferencias que pueden parecer, enprincipio, sutiles, buscando perfilar una tica cuyos modelos estn tomados de la historiaromana. De esa historia prestigiosa, ejemplar, se vale Monteagudo, quien la recreaconstantemente para formar en sus lectores los ciudadanos ilustrados- la concienciaacerca de su propio papel en el diseo comunitario. En este sentido, se muestra seguidor deRousseau y su nocin de religin civil, esto es, de la necesidad de profundizar lasociabilidad del buen ciudadano, en pos de la consecucin de la santidad del contrato civily de las leyes ( M. Chevalier 1960: 174). No, por cierto, menor incidencia ejerce el

    Montesquieu deDel espritu de las leyes (J.J. Chevalier 1974), no solamente porque losletrados de la emancipacin valorarn el bien supremo de la ley contra toda forma deopresin, sino porque algunos de ellos los acusados de jacobinismo, como Moreno,Castelli, Monteagudo- enarbolarn ese principio como baremo diferenciador entre un antesy un despus de la revolucin.

    La historia del presente

    Otra lnea, que completa la sealada anteriormente, es la que desarrolla comohistoriador de los recientes sucesos revolucionarios. Los escritos de Monteagudo nopertenecen, en rigor, al campo de la historiografa clsica del siglo XIX; son, antes bien,

    ensayos histricos a la manera de los elaborados por los franceses y espaoles de laIlustracin. Textos como El siglo XIX y la revolucin, Ensayo sobre la revolucin delRo de la Plata desde el 25 de mayo de 1809, o Estado actual de la revolucin, renen elbalance de las coyunturas con la extrapolacin del carcter ejemplar de las accionesheroicas y el anlisis de las posibilidades futuras, teniendo siempre como centro de lasreflexiones la distincin entre la tirana y la libertad. Cabe sealar que la perspectiva queasume el hablante, de focalizacin amplia, respecto de los acontecimientos revolucionariosen los que l particip, adems de sus muchas lecturas, lo sitan en un lugar privilegiadopara hablar, pero no obnubila su propia percepcin de la diversidad de opiniones que locircundan y de las que se hace cargo, ni escamotea la cuestin del tipo de lenguaje msadecuado para establecer el vnculo con el destinatario13. En un Parntesis a lasobservaciones didcticas, publicado en La Gazeta el 28 de marzo de 1812, reflexiona enestos trminos:

    ... el objeto que me he propuesto: recordar las principales pocas de nuestrarevolucin, analizar la verdadera tendencia de nuestros gobiernos anteriores, dar unaidea osada de lo que actualmente somos y de lo que seremos en breve bajo el mismosistema, rasgar el velo que oculta al pueblo sus enfermedades, y cuando no puedapersuadirle mis ideas, hacerle temer al menos el progreso de sus errores, estos sonlos motivos que me determinan a suspender el curso de mis propias reflexiones.

    9

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    11/16

    Pero qu mtodo seguir y en qu lenguaje hablar para obrar con ms

    acierto? Jams he credo agradar a todos, sera esto una locura; tampoco he dudadoque agradar a algunos, y no es extrao. (1989: 148-149)

    Monteagudo tiene, pues, no solamente una clara visin de los objetivos que le cabenen el plan revolucionario; tambin conoce los riesgos de un protagonismo que, escandalosoo heroico, no deja de ejercer a lo largo de su vida. Sin embargo, en sus escritos la voluntadde establecer una diferencia entre el hombre pblico y el privado es explcita. En uno de sustextos ms conocidos, la Memoria de 1823, que le fuera encargada por San Martn,adopta la posicin de patriota virtuoso en la defensa de su actuacin como funcionariopblico al frente del Ministerio de Estado y Relaciones Exteriores del Per. La centralidaddel yo que suele regir los escritos de carcter autobiogrfico no desaparece de este texto;

    por el contrario, la primera persona preside desde la primera frase la Memoria. Pero no esla confesin, ni el recuerdo personal lo que emerge al reconstruirse la trayectoria vital, sinolos principios polticos que la guiaron y moldearon al hombre pblico. Esta opcin suponeotro modo de protagonismo, caracterstico del letrado de la emancipacin, quien se auto-representa como modelo de las luces y virtudes que pretende insuflar al pueblo. Lamemoria seala un punto de partida: el 25 de mayo de 1809, cuando se produce el conatorevolucionario en La Plata. Este ingreso en la esfera pblica, que le acarre la prisin,presenta a un Monteagudo entregado de lleno a la causa de la revolucin. Desde aquel dadice- vivo gratuitamente: una vez condenado a muerte y otras prximo a encontrarla, yono pens sobrevivir a tanto riesgo (1989: 44). Seala, como una profunda equivocacin, sufanatismo de aquella poca, su lectura acrtica del Pacto Social, sus apasionados artculos

    de Mrtir o Libre: ...ser patriota sin ser frentico por la democracia era para m unacontradiccin, y este era mi texto (1989: 44).

    Pocos aos despus, en El censor de la revolucin, publicado en 1819 en Chile,reconocer que su poca experiencia en materia de gobiernos lo llev a ese fanatismo de lademocracia, que ms tarde, al contacto con realidades socio-histricas diferentes,abandona; como otros actores de la poca, Monteagudo fue partcipe de fugaces ensayos enmateria de modelos polticos14. Safford (1991) ha sealado la influencia del racionalismoilustrado en los primeros intentos constitucionales de 1811-1812 en Hispanoamrica, losque rpidamente mostraron su inadecuacin al contexto particular, al dar paso a las luchasentre facciones. El establecimiento de ejecutivos dbiles, la confianza desmedida en laexistencia de derechos naturales inalienables, e incluso la adopcin del sistema federal,dieron cauce a un estado de anarqua que llev, a partir de 1815, a impulsar la tendencia aejecutivos fuertes y al ejercicio del control centralizado sobre la administracinprovincial15. Desengaado, pues, de unos ideales, e incluso de una retrica con la que losapoyara, su visin de lo que ocurra en el Per al momento de la emancipacin es, ahora,absolutamente descarnada: ...digmoslo francamente: con excepcin de algunas docenasde hombres, el resto de los habitantes no tuvieron ms objeto al principio, que arrancar a losespaoles el poder de que abusaban... (1989: 45). La descripcin de este estado desituacin, da cuenta de cul fue el papel que cumpli Monteagudo en su estancia peruana:expandir y atizar la pasin popular, encaminarla hacia la revolucin y lograr la desaparicinde todo sentimiento de sujecin:

    10

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    12/16

    He aqu el primer principio de mi conducta pblica. Yo emple todos los mediosque estaban a mi alcance para inflamar el odio contra los espaoles: suger medidasde severidad, y siempre estuve pronto a apoyar las que tenan por objeto disminuirsu nmero y debilitar su influjo privado y pblico. Este era mi sistema, y no pasin:yo no poda aborrecer a una porcin de miserables que no conoca, y que apreciabaen general... (1989: 46)

    La conviccin de que una revolucin supone la transformacin absoluta de lossujetos es el principio rector del accionar del tucumano, que en todo momento deslinda delo que se podra entender como inters individual. El segundo principio consiste enrestringir las ideas democrticas, persuadido de que ellas no pueden implantarse sin antes

    hacer un examen de la moral del pueblo, de su grado de civilizacin, de la distribucin de lariqueza y de las interrelaciones grupales; a este anlisis dedica los siguientes apartados,concluyendo en la inviabilidad de la aplicacin del sistema democrtico en un pasatravesado por los odios raciales y los resentimientos provincianos. De estas reflexionesderiva el tercer principio:

    ...fomentar la instruccin pblica y remover todos los obstculos que la retardan.Yo creo, que el mejor modo de ser liberal, y el nico que puede servir de garantaa las nuevas instituciones que se adopten, es colocar la presente generacin a nivelcon su siglo, y unirla al mundo ilustrado por medio de las ideas y pensamientos,que hasta aqu han sido prohibidos, para que la separacin durase ms. Esta es la

    empresa ms digna del celo y de la perseverancia de los verdaderos patriotas: estees el medio de disponer a los pueblos a recibir esas reformas, y que siendoextemporneas, envenenan la sociedad y la destruyen... (1989: 54)

    Su experiencia revolucionaria se presenta como el producto de una doble accin: laencaminada a aniquilar los elementos contrarrevolucionarios, y la dirigida a crear elambiente de ilustracin necesario a una gobierno constitucional vigoroso. Es sta va la querevisa, en un ejercicio que roza la autocrtica, si se consideran las inflamadas proclamas desus inicios como idelogo:

    Algunos se irritarn de la franqueza con que hablo, pero hasta cundo alucinar alos pueblos con declamaciones vacas de sentido y con esperanzas tan seductorascomo falsas? [...] Este escrito, sea cual fuese su mrito, vivir ms que yo; y cuandolas pasiones contemporneas hayan callado en la tumba, espero que se har justiciaa mis intenciones: ellas son las de un americano, las de un hombre que no es nuevoen la revolucin y que ha pasado por todas las alternativas de la fortuna en elespacio de catorce aos. (1989: 60)

    La Memoria, que finaliza con la exposicin de las causas que llevaron a suseparacin del cargo, al dejar San Martn el Per para marchar a su encuentro con Bolvar,en Guayaquil, ha permitido a su autor plantear su lugar de enunciacin en el marco delproceso revolucionario, como propagador de las ideas que lo sustentaban. En tanto

    11

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    13/16

    intelectual, su figura tiene ciertos puntos de contacto con Simn Rodrguez, no solamente

    porque ambos buscan proyectarse en el plano de las ideas y porque estimulan valores comola ilustracin, sino adems porque entienden que su rol es complementario al del hombre dearmas (Altuna 1999). De otro lado, Monteagudo, como Simn Rodrguez, pertenece a unageneracin que se vea a s misma como americana y que pensaba que la consolidacinde las nuevas repblicas precisaba de la existencia de una liga de estados, en cuyo foro sediscutiesen los intereses y las formas de gobierno particulares, tema que desarrolla en suensayo Federacin hispanoamericana, de 1824.

    Bernardo de Monteagudo fue, cabalmente, un letrado de la Emancipacin, pero norestringi su labor a la escritura. Precisamente, el haber participado en otro tipo de tareas enlas campaas libertadoras, le permitieron acceder a la toma de decisiones en diversos

    terrenos y a actuar en el gobierno. No obstante, fue la palabra su autntico instrumento depoder, el medio privilegiado para alcanzar los fines revolucionarios. Considerada enperspectiva, su escritura trascendi como afirma en la Memoria- su propia trayectoriavital, para crear una pica de la accin revolucionaria, que encarn en hroescontemporneos: OHiggins, San Martn, Bolvar.

    12

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    14/16

    1Citas y Notas

    El dilogo como forma literaria (pinsese en los dilogos platnicos) est ligado, en sus orgenes, al problemadialctico de la bsqueda de la verdad. El interlocutor se ve obligado a aceptar la verdad tras la sucesin de lasargumentaciones del orador. Se presupone que el interlocutor es la encarnacin del auditorio universal [...] En edilogo, los diversos interlocutores entablan una discusin, aportando distintos argumentos susceptibles de unconclusin (dilogo heurstico) (Marchese y Forradellas 1994: 100).2Una muestra de la difusin que este tipo de textos tuvo en Amrica durante el perodo es el Dilogo de diversosmuertos sobre la Independencia de Amrica (1821) del centroamericano Jos Cecilio del Valle. En l recupera epasado precolonial lo reescribe- y argumenta respecto de la independencia, a travs de las voces de personajetomados de la tradicin clsica Filantropo, Palemon- y de la historia Cristbal Coln y Rousseau, Carlos I y CarloIII-. En 1822, del Valle recibi en Guatemala a Monteagudo, quien se convirti en intermediario entre l y Bolvar (Cfrdel Valle en AA.VV. 1977, tomo II).3Agrega Gudeman: Est escrito en estilo ditirmbico, casi impetuoso, y en un tono semimstico, proftico, culminandoen la tesis de que las acciones terrenas de los grandes hombres reciben la merecida recompensa despus de su muerte.(1952: 115). Rastros de este estilo conserva el texto de Monteagudo, que adems explican la eleccin de los campoElseos para el encuentro de los personajes; rodeadas ambas figuras del halo prestigioso de monarcas a quienes se leusurpara su reino, preservan una estatura moral que habilita su estancia en ese lugar. Cabe aadir que, para PetrarcaEscipin encarna la mejor poca de Roma, la de las grandes conquistas de la Repblica y la de la consolidacin de sucultura; es el hroe poltico y militar de la civilizacin, que confronta con el hroe de la barbarie: Anbal (CfrBompiani 1967, T. XI).4Pedro Luis Barcia tambin ha observado la incidencia que en los poetas de la Revolucin tuvieron los ejercicios deretrica, las normas preceptivas y los modelos de las clases de latinidad de la Academia Carolina. Destaca esa suerte deincongruencia que se sigue de utilizar frmulas de vigencia peninsular para denostar a los espaoles y advierte acercde la funcin que ellas cumplieron en esta particular coyuntura americana: Pero, aunque fuera gesto escolar reiteradoel aproximar lo cotidiano a los paradigmas de la antigedad grecolatina, es sealable el hecho de que esa trasposicinesa asimilacin, ms an, esa adecuacin a nuestra realidad nacional de esos das a los arquetipos consagrados, dealguna manera promova hacia lo pico nuestra materia, la ennobleca al cargarla de asociaciones prestigiosas y hacerlacodear con las figuras de los Campos Elseos (1982: lxxvi).

    5 Ambas formas como observa Cornejo Polar (1994: 113)- pertenecen a la oratoria de la poca, muy ligada anacimiento de las repblicas.6De esta incongruencia da cuenta, incluso, el propio texto, ya que en la proclama se dice: No nos detenga Fernandoporque o no tiene o no tendr en breve ms vida que su nombre, ni ms existencia que la que publican el fraude y lamentira (1977: 71).7El Dilogo repone la doctrina del jesuita Francisco Surez, quien en contra de la teora del absolutismo, consideraque la soberana slo pertenece a Dios y es delegada por l al pueblo, cuyo consentimiento constituye el ttulo originade la autoridad del prncipe (M. Chevalier 1960: 645).8Dio lugar a una literatura de memoriales y avisos proponiendo remedios a la ignorancia del monarca respecto de loque ocurra en las colonias. Desde Las Casas a Guamn Poma, desde Buenaventura de Salinas y Crdoba a lomemoriales escritos a instancias de las lites andinas, prevalece la idea de que el monarca no soluciona las deficienciadel sistema colonial porque desconoce sus males.9 Rousseau (2001) distingue entre el gobierno, conformado por hombres particulares que ejecutan las leyes, y esoberano, es decir, el pueblo en corporacin que vota las leyes. La voluntad del soberanoes inalienable (el poder puedcederse, la voluntad no; por lo tanto, ningn pacto de sumisin es de sociedad); es indivisible, infalible y absoluta.10Un elemento aglutinador, a lo largo del perodo 1800-1830, han sido las primeras sociedades juveniles surgidas poinflujo liberal sobre el modelo de las sociedades filantrpicas europeas. Los hombres liberales anteriores a lRevolucin de Mayo hicieron un ensayo en la Sociedad Patritica, Literaria y Econmica... En 1811, el grupo adicto las ideas de Mariano Moreno en la conduccin de la nueva nacin se constituy en Sociedad Patritica, de accinpoltica y oratoria antes que estrictamente literaria. Se reuna en el caf de Marcos y, noche a noche, algn miembrodeclamaba o lea algn trabajo. Fueron sus socios ms fogosos: Julin Alvarez, Agustn Donado, Antonio L. Berutti [...entre un total de cincuenta concurrentes habituales. La Sociedad Patritica fue arrasada por la faccin antimorenistaque se afirm en el gobierno, luego del alejamiento del idelogo, pero sirvi para revelar el talento poltico de Bernardode Monteagudo y en su ncleo activo se incub la idea gestora de la Logia Lautaro (AA. VV, 1977: 126).11En un trabajo dedicado a las diversas concepciones de lo nacional en la Venezuela de los aos 1810-1830, AliciRos observa: La imagen monumental y anticuaria que hasta hoy se maneja de una Venezuela de grandes hroesincomprendidos por un pueblo incapaz de alcanzar su altura, no es slo producto azaroso de la historiografa posterior

    Este fue el ideal nacional plasmado durante la poca misma de la revolucin de independencia por los letrados (1994140).12Ms tarde, durante su Protectorado en el Per, San Martn dirigir una proclama las limeas en el mismo sentido

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    15/16

    13Ese destinatario es denominado, en ciertas oportunidades, el ciudadano ilustrado; no es aquel que a Monteagudo lpreocupa en cuanto a la comprensin del mensaje. En otras, el destinatario es el pueblo; es aqu donde surge l

    verdadera escisin, pues para el ilustrado de la emancipacin el pueblo es un sintagma equivalente a la chusma oel vulgo. En la conflictiva relacin que se propone, el letrado considera que la educacin es la nica va parestablecer un lenguaje comn (para homogeneizar y asimilar la voz del otro); sin embargo, la urgencia del momentolas particulares circunstancias que se viven, impiden que se cumpla un plan revolucionario de manera articulada. Destas contradicciones tampoco escap Monteagudo.14Un caso similar es el de Simn Bolvar, quien en su Memoria a los ciudadanos de la Nueva Granada por uncaraqueo (1812), analiza las razones del fracaso de la Primera Repblica venezolana; entre ellas, la adopcin desistema federal, para el cual los pueblos recientemente emancipados no parecan estar an preparados (cfr. Ros 1994153).15Monteagudo lo expresa en estos trminos: El furor democrtico, y algunas veces la adhesin al sistema federal, hansido para los pueblos de Amrica la funesta caja que abri Epimeteo, despus que la belleza de la obra de Vulcanosedujo su imprudencia (1989: 45).

    Bibliografa

    AA.VV., Las sociedades, enHistoria de la Literatura Argentina. Tomo I. Centro Editor de AmricaLatina, Buenos Aires, 1968.

    BARCIA, Pedro Luis, Edicin crtica, estudio y notas aLa Lira Argentina o coleccin de piezas po-ticas dadas a luz en Buenos Aires durante la guerra de su Independencia.

    Academia Argentina de Letras, Buenos Aires, 1982.

    CHEVALIER, Jacques,Historia del pensamiento. Tomo II. Trad. J. A. Migues. Aguilar, Madrid, 1960.

    CHEVALIER, Jean-Jacques,Los grandes textos polticos. Trad. A. Rodrguez Huscar. Aguilar,Madrid, 1974.

    CORNEJO POLAR, Antonio,Escribir en el aire.Ensayo sobre la heterogeneidad socio-cultural enLas literaturas andinas. Horizonte, Lima, 1994.

    CORNEJO POLAR, Antonio,La formacin de la tradicin literaria en el Per.CEP, Lima, 1989.

    Diccionario de Literatura Bompiani. Tomo XI. Montaner y Simn, Barcelona,1967.

    GARCIA-BEDOYA, Carlos,La literatura peruana en el periodo de estabilizacin colonial.Universidad Nacional Mayor de San Marcos Fondo Editorial, Lima, 2000.

    GARCIA BERRIO, Antonio y HUERTA CALVO Javier, Los gneros literarios: sistema e historia. CtedraMadrid, 1992.

    GUDEMAN, Alfred,Historia de la literatura latina. Trad. Carlos Riba. Labor, Barcelona, 1952.

    LAS CASAS, Bartolom de,Brevsima Relacin de la Destruicin de las Indias. Edicin de AndrSaint-Lu. Ctedra, Madrid, 1996.

    MARCHESE, Angelo y FORRADELLAS, Joaqun,Diccionario de retrica, crtica y terminologa literaria. ArielBarcelona, 1994.

    MONTEAGUDO, Bernardo de, Dilogo entre Atahualpa y Fernando VII en los Campos Eliseos,en: AA. VV., Pensamiento poltico de la Emancipacin. Tomo I. Prlogo de Jos Lui

    Romero. Seleccin, notas y cronologa de Jos Luis Romero y Luis Alberto RomeroAyacucho, Caracas, 1977.

  • 7/24/2019 ALTUNA, H

    16/16

    Rojas. Honorable Senado de la Nacin, Buenos Aires, 1989.

    RIOS, Alicia, Venezuela entre 1810 y 1830: las diversas concepciones de lo nacional, en:Gonzlez Stephan, Beatriz, Javier Lasarte, Graciela Montaldo, MaraJulia Daroqui comp.,Esplendores y miserias del siglo XIX. Cultura ysociedad en Amrica Latina. Monte Avila, Caracas,1994: 139-160.

    ROUSSEAU, Jean-Jacques,El Contrato Social. Compilacin, traduccin y prlogo de RamnTarruella. Longseller, Buenos Aires, 2001.

    SAFFORD, Frank, Poltica, ideologa y sociedad, en: Bethell, Leslie, editor,Historia de AmricaLatina. Volumen VI. Crtica, Barcelona, 1991: 42-104.

    THIBAUD, Clment, La Academia Carolina de Charcas: una escuela de dirigentes para la inde-pendencia, en: Barragn, Rossana, comp.,El siglo XIX: Bolivia y AmricaLatina. Traduccin del artculo de Marcela de Grande. Muela delDiablo, La Paz, 1997: 39-59.

    VALLE, Jos Cecilio del, Dilogo de diversos muertos sobre la Independencia de Amrica, en: AA. VV., Pensamiento poltico de la Emancipacin. Tomo II. Prlogo de Jos LuiRomero. Seleccin, notas y cronologa de Jos Luis Romero y Luis Alberto RomeroAyacucho, Caracas, 1977.

    Un letrado de la emancipacin: Bernardo de Monteagudo

    Resumen

    Este trabajo aborda los escritos polticos de Bernardo de Monteagudo desde el punto de vistade la accin comunicativa que ellos proponen, en orden a la emancipacin buscada, a la concresinde nuevas instituciones y al diseo de los roles que los ciudadanos deban cumplir en las nuevassociedades americanas.

    Palabras claves: Monteagudo, escritos, emancipacin, retrica, cvica.

    Elena Altuna

    A literate of the emancipation: Bernardo de Monteagudo

    Abstract

    This work covers the politic papers of Bernardo de Monteagudo from the point of view tothe comunicational actions that they propose, according to the desired Emancipation, to the newinstitutions and the design of the roles that the citizens must be have in the raising americansocieties