alejandro von humboldt y la calumnia de américa · dice uno de estos optimistas autores, es el del...

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SENDEROS LOS EXPEDIENTES SECRETOS Alejandro von Humboldt y la "calumnia de América" Edmundo O'Gorman Hacia el ocaso de su vida, Edmundo O'Gorman (1906-1995) afirmaba que el historiador debía ser ''el mago que penetra en el discurso histórico, pero no para Con tan breve frase se definla a si mismo y todo el trabajo que como tal realizó durante mm de 50 años, Abogado de profesión, al doblar los 30 años atendió el llamado de la historia, En este sentido, su primer libro, Hiscoria de las divisiones territoriales de México (1937), fi" el prólogo de una promesa que se cumplió con creces. Durante 14 años (1938- 1952) trabajó en el Archivo General de la Nación, esa 'selva de libros que como solla llamarlo. Alll se acercó a la época colonial, periodo sobre el que proyectó una sólida mirado en la que se entretejla su formación de abogado, filósofo e historiador. Esta mirado, aguda e inteligente, le permitió plantear la hipótesis por la cual, en gran medida, debe su renombre: América no fUe "descubierta" sino "inventada': Desde Fundamentos de la hiscoria de América (1942) hasta la Invención de Amética (1958) es posible rastrear el desarrollo, comprobación y consolidación de esta hipótesis, cuya ImportancIa con.trlbuClón se reconoció de inmediato, cuando se discutía y debatía e12 torno a la mexlcanidady el ser americano. El meto que a continuación se reproduce es la intervención que elya consagrado historiador pron,unctó el6 de Julzo de 1959 en la Facultad de Filosojia y Letras de la UNAM, con motIVO del pnmer centenario de la muerte de Humboldt. La revista Universidad de MéXICO recuperó estas palabras en su edición correspondiente al mes de agosto de 1959 (vol. XlII, nlÍm. 12). Muy narural, muy explicablemente cuando nosotros, acá, recordamos el nombre del barón Alejandro von Hum- boldt nos viene a la memoria y al corazón la obra que le dedicó a México, el JUSlamente célebre Ensayo sobre el Reino de la Nueva España. Pero con ser eso explicable y natural, lo cieno es que propendemos así, cefiido el espíritu por el amor a lo propio, a empobrecer la más amplia perspectiva en que debe situarse la figura de Humboldt si, como es el propósito, queremos hontarlo en esta ocasión que nos tiene reunidos para conmemorar el primer centenario de su muerte. . El Ensa!o sobre la Nueva España, VISIón SOCiológica y económica del vie- jo virreinato, es apenas un fragmento 92 Ab,¡1 2003. UNIVERSIDAD DE M¡XICO (y no por cieno el más original) de una obra mucho más vasta y comprensiva, en cuyas páginas alienta una posición frente a América que no sólo le presta a la obra su unidad ideológica, sino que expresa el sentido universalista que en su día le valió la aclamación y que para nosotros es motivo del más vivo interés y aun de gratitud histórica. Tratemos de situarnos en la circuns- tancia. Surgida Amética en el seno de la cultura de Occidente como el resul- tado de su actividad inventiva o crea- dora, ese nuevo mundo, que allí estaba reclamando su incorporación al cauce del devenir histórico universal, ocupó la atención de los mejores espíritus de la comunidad europea. Todo el siglo XVI resuena con los rumores y los ecos de las explicaciones y de las polémicas que suscitó la aparición de ese nuevo im. previstO e imptevisible ente que, salido del océano, venía a ampliar en tan gran escala el domicilio cósmico del hom- bre, el escenario desu vivirydesu morir. y es que, por entonces y ante rodo, América se ofrecía ante la conciencia del Viejo Mundo como un pufiado de angustiosas interrogaciones, puesto que, reto a todas las ideas recibidas, su existencia venía a poner en duda la validez del orden cristiano, genial injer- to de Jesús en el venerable tronco del saber y de la estructura política de grie- gos y latinos. Pero en la medida en que se arbitraron las respuestas, es decir, en que se fue con· jurando la amenaza de aquellos des- conocidos cielos e inéditas regiones, de aquella apretada muchedumbre de desnu- dos pueblos, en esa misma medida se fue produciendo ese eclipse casi IOtal que, en el campo de la especulación teórica, padeció América y lo americano a lo largo del siglo XVII. A este de otro modo desconcertante fenómeno con· tribuyó no poco, además, el celoso aislamiento en que España mantuVO a sus colonias de ultramar, de suerte que, ya entrado el siglo XVIII, predominaba en Europa un desconocimiento tal acerca del Nuevo Mundo que más que eso era un agujero en el tejido de la cultura, laguna que permitía todas las confusiones, el escepticismo Y la extravagancia. Notemos entonces, el terrible trance en que se 'hallaron los "filósofos", porque no se olvide que estarnOS en la Ilustración, la época de las luces que tOdo debían aclararlo, la época de La Enciclopedia que todo debía saberlo, y allí estaba ese hueco, ese vacío, esa

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SENDEROS LOS EXPEDIENTES SECRETOS

Alejandro von Humboldt y la "calumnia de América"

Edmundo O'Gorman

Hacia el ocaso de su vida, Edmundo O'Gorman (1906-1995) afirmaba que elhistoriador debía ser ''el mago que penetra en el discurso histórico, pero no paraencadenarlo'~ Con tan breve frase se definla a si mismo y todo el trabajo que como talrealizó durante mm de 50 años,

Abogado de profesión, al doblar los 30 años atendió el llamado de la historia, En estesentido, su primer libro, Hiscoria de las divisiones territoriales de México (1937),fi" el prólogo de una promesa que se cumplió con creces. Durante 14 años (1938­1952) trabajó en elArchivo General de la Nación, esa 'selva de libros que hablaban~

como solla llamarlo. Alll se acercó a la época colonial, periodo sobre el queproyectó unasólida mirado en la que se entretejla su formación de abogado, filósofo e historiador.Esta mirado, aguda e inteligente, le permitióplantear la hipótesis por la cual, en granmedida, debe su renombre: América no fUe "descubierta" sino "inventada': DesdeFundamentos de la hiscoria de América (1942) hasta la Invención de Amética(1958) es posible rastrear el desarrollo, comprobación y consolidación de esta hipótesis,cuya ImportancIa~ con.trlbuClón se reconoció de inmediato, cuando se discutíay debatíae12 torno a la mexlcanidady el ser americano.

Elmeto que acontinuación se reproduce es la intervención que elya consagrado historiadorpron,unctó el6 de Julzo de 1959 en la Facultad de Filosojia y Letras de la UNAM, conmotIVO del pnmer centenario de la muerte de Humboldt. La revista Universidad deMéXICO recuperó estas palabras en su edición correspondiente al mes de agosto de 1959(vol. XlII, nlÍm. 12).

Muy narural, muy explicablementecuando nosotros, acá, recordamos elnombre del barón Alejandro von Hum­boldt nos viene a la memoria y alcorazón la obra que le dedicó aMéxico,el JUSlamente célebre Ensayo sobre elReino de la Nueva España.

Pero con ser eso explicable y natural,lo cieno es que propendemos así,cefiido el espíritu por el amor a lopropio, a empobrecer la más ampliaperspectiva en que debe situarse lafigura de Humboldt si, como es elpropósito, queremos hontarlo en estaocasión que nos tiene reunidos paraconmemorar el primer centenario desu muerte.

.El Ensa!o sobre la Nueva España,VISIón SOCiológica yeconómica del vie­jo virreinato, es apenas un fragmento

92 Ab,¡1 2003. UNIVERSIDAD DE M¡XICO

(y no por cieno el más original) de unaobra mucho más vasta y comprensiva,en cuyas páginas alienta una posiciónfrente a América que no sólo le prestaa la obra su unidad ideológica, sino queexpresa el sentido universalista que ensu día le valió la aclamación y que paranosotros es motivo del más vivo interésy aun de gratitud histórica.

Tratemos de situarnos en la circuns­tancia. Surgida Amética en el seno dela cultura de Occidente como el resul­tado de su actividad inventiva o crea­dora, ese nuevo mundo, que allí estabareclamando su incorporación al caucedel devenir histórico universal, ocupó laatención de los mejores espíritus dela comunidad europea. Todo el siglo XVI

resuena con los rumores y los ecos delas explicaciones y de las polémicas que

suscitó la aparición de ese nuevo im.previstO e imptevisible ente que, salidodel océano, venía a ampliar en tan granescala el domicilio cósmico del hom­bre, el escenario desu vivirydesu morir.y es que, por entonces y ante rodo,América se ofrecía ante la concienciadel Viejo Mundo como un pufiado deangustiosas interrogaciones, puestoque, reto a todas las ideas recibidas, suexistencia venía a poner en duda lavalidez del orden cristiano, genial injer­to de Jesús en el venerable tronco delsaber y de la estructura política de grie­gos y latinos.

Pero en la medida en que se arbitraronlas respuestas, es decir, en que se fue con·jurando la amenaza de aquellos des­conocidos cielos e inéditas regiones, deaquella apretada muchedumbre de desnu­dos pueblos, en esa misma medida sefue produciendo ese eclipse casi IOtalque, en el campo de la especulaciónteórica, padeció América y lo americanoa lo largo del siglo XVII. A este de otromodo desconcertante fenómeno con·tribuyó no poco, además, el celosoaislamiento en que España mantuVO asus colonias de ultramar, de suerte que,ya entrado el siglo XVIII, predominabaen Europa un desconocimiento talacerca del Nuevo Mundo que más queeso era un agujero en el tejido de lacultura, laguna que permitía todaslas confusiones, el escepticismo Ylaextravagancia.

Notemos entonces, el terrible tranceen que se 'hallaron los "filósofos",porque no se olvide que estarnOS en laIlustración, la época de las luces quetOdo debían aclararlo, la época de LaEnciclopedia que todo debía saberlo, yallí estaba ese hueco, ese vacío, esa

mancha oscura como un cáncer en elcuerpo inmaculado de los conoci­mientos. Lo nacural, lo debido era,claro está, informarse; pero ¿cómoconceder crédito al dicho de frailes yclérigos, por añadidura españoles,fuentes casi únicas a las que podíarecurrirse? ¿Qué diría Voltaire? iPri­mero muertos antes que Incurnr ensemejanre desprestigio! ¿Por qué no,entonces, cruzar el océano con la razóna cuestas y observar personalmente lanaturaleza de América, e informarse delgesto y hechura de sus nativoshabitantes, de su hiscocia. de su cultura?Pero ¿quién sería el valiente que seanimaría a emprender tan largo, in­cómodo y peligroso viaje? ¡Primeromuertos antes que abandonar París.desertar sus salones y renunciar a susplaceres! Y sin embargo, allí estabaAmérica exigiendo su inclusión en elsaber de La Enciclopedia.

El hecho, claro está, es mucho máscomplejo y hay otros motivos que nocabe siquiera esbozar aquí. perolo cierto es que, como salida de aquellaCOyuntura, apareció en rápida sucesiónuna serie de obras referentes al NuevoMundo que en conjunto i",egran elnúcleo de eso que en orro lugar hellamado la "calumnia de América". Sí,Amética existe; es parte del mundo yen ella han vivido unos pueblos enmedio de una naturaleza feroz ysalvaje;pero América, explican los filósofosilustrados, muestra unas caracterís­ticas que indican a las claras su falrade madurez por haber emergido del~céano en fecha, dicen, compara­tiVamente reciente. Se trata, pues, deun mundo nuevo, pero nuevo en unsentido literal y absoluto. De aquí,agregan, se deducen consecuenciasfundamentales yse explican muchas par­ncuJaridades. En efecto, en su consti­tución geológica el continente no se haest b·l· da I Iza o, Como se advierte por losfrecuentes y terribles sismos que lo>suelan y por la actividad de sus vol­canes; por la humedad reinante, el

mundo vegetal impera soberano enimpenetrables, pantanosas y pestíferasselvas; y allí donde el cultivo es posible,las plantas son todo hoja y rindenmísera cosecha. Las fruras son más pe­queñas y carecen del delicioso saborque en Europa. Las especies animales,por otra parte, son notoriamenteinfetiores a las del Viejo Mundo entamaño, resistencia y ferocidad y las quehan sido llevadas por los europeos

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Manuel Chong, Panamá

pronto degeneran. Un caso notable,dice uno de estos optimistas autores, esel del perro que, a poco tiempo, pierdeen América no sólo el hermoso brillode su pelo, sino hasta la facultad deladrar. Los reptiles y los insectos, encambio, organismos inferiores que son,abundan más que en cualquiera otraparte de la Tierra y constituyen plagasque estorban los progresos de toda vidacivilizada, y ponen en constante peligrola salud del hombre. En cuanto al indioamericano, para qué decir lo que re­sulta en cotejo con el europeo. A esterespecto se distinguió por encima detodos un tal Comelio de Pauw con susfamosas Investigaciones filosóficas sob"los americanos. Piénsese lo peor y serádifícil igualar la imagen del indio queaparece a lo largo de las nutridas págl-

SENDEROS

nas de este libro. No es grato. ni delcaso entrar en detalles: todos los rasgofísicos y morales de los nativos deAmérica dan pie a interpreraciona tanligeras como denigran res. A 1, porejemplo, la escasez de peJo en el rostroy en el cuerpo sirve de disparadero alargas yeruditísimas especulaciones quevienen a parar en la condenación delindio como un hombre en quienapenas existe el impulso sexuaL dedonde a su vez ya se conjeturará laserie de tristes consecuencias que na­turalmente se desprenden. Américaes. pues, lo negativo, el continentedegenerado y aun maldito.

Talla sombría imagen que del NuevoMundo se forjó el Siglo de las Luces.porque si es cierto que no pasó sin reto,sobre todo por parte de insignes criolloscomo Jefferson y nuestro ilustreClavijero. no lo es menos que en laconciencia europea de la épocaprevaleció la adversa idea en virtud dela gran autoridad de quienes la pro­hijaron. Ahora bien, en este punto yhora, cabaJIero andante de la ciencia,se presentó en escena Alejandro vanHumboldt.

Humboldt nació en el Siglo de lasLuces y se nutrió de sus ensd1anzas¡pero Humboldt no fue un "iluStrado".Pertenece a esa generación magníficapresidida. en lo que toca a la filosof!a dela historia. por el genio de Herder. elpadre del romanticismo en Alemania.Un nuevo espírieo anima a estO hom­bres. Cuando contemplan el compliadomosaico que ofrece el panorama de lahistoria, ya no di ciernen en tajantecontraste un gtupo de naciones b:iIbarasy otro de civilizadas. divididos por unabismo impasable. Alguno pueblos. escierto y así lo afirma expresamenteHumboldt, han sido más ClpaCCS y sehan ennoblecido más que OtrOS por elcultivo del esplritu; pero estO no quien:decir ni puede, que uno pueblos seanen s/más nobles que OtCOS. Es preciso.pues, rechazar vigorosamente la des­consoladora suposición de que hay unas

UNIVERSIDAD DE MtXICO • Abril 2003 "

SENDEROS

razas superiores y mras inferiores. y enefecro, la desigualdad que Dfrece elespecráculo de lo humano no se atienea nada que renga un carácrer absolutoque. como maldición metafísica,amarice aclasificar alas naciones en doscampos incomunicados, luminoso ypositivo el uno, negativo y tenebroso elOtro. No, la desigualdad existe, pero esrelativa, relativa, no a las capacidades yfacultades del hombre y menos aún asupuestas diferencias consticutiva5, sinoa las circunstancias del ambiente, yaadverso, ya propicio al progreso de lacivilización. Cada pueblo, por consi­guiente, elabora sus propios ideales y lamanera peculiar de realizarlos y por esorepresenta no el peldaño más elevado dela cultura en un sentido absoluto.pero sí el más alto grado a que puedeaspirar el hombre en un momento dadoy de acuerdo con las condiciones en quese ha venido desarrollando su vidahistórica. De este modo, es compatibleestimar como espiritualmente soberanoa un pueblo determinado, sin necesidadde incurrir, sin embargo, en la injusticiay falacia de juzgar a los demás por aquelpatrón. A!ií se ha aprendido, dice Hum­boldt, a conocer a las naciones cuyascostumbres, instituciones y artes difierende las adoptadas ycultivadas por griegosy romanos, de manera que ya no seestima indigno de atención todo aque­llo que se aleja del estilo propio a esospueblos tan privilegiados. No juz­guemos, añade, a las antiguas civili­zaciones americanas según los principiossacados de la historia de las naciones quenuestros estudios nos recuerdan ince­santemente.

,Quién, pues, mejor que Humboldtpara romper lanzas en desagravio de laAmérica calumniada? Ytanto más can­to que, a diferencia de los detractores,no sólo se preocupó por adquirir unainformación de primer orden, sino que,así equipado, cruzó el océano paraobs.ervar por su cuenta y a su riesgo lasregIOnes de cuya naturaleza y habi­tames tamo mal se decía.

94 Abr;l 2003. UNIVERSIDAD DE MÉXICO

Vistos estos antecedentes, el resultadode esta cruzada ya no puede ofrecersorpresa. La famosa tesis que vda enAmérica un continente nuevo en el sen­tido geológico y biológico le parece aHumboldt un disparate científico.Tales ideas, dice, ya me paredan anti­filosóficas aún antes de emprender laexploración, porque son contrarias alas nociones sobre las leyes físicasreconocidas por la ciencia. Pensar queen la Tierra existen unas porciones"jóvenes" y otras "viejas" sólo cabe enla imaginación de quienes se compla­cen en buscar contrastes entre los doshemisferios, sin esforzarse por conce­bir la estructura total del globo. Lomismo podría decirse de ltalia del surrespecto a la del norte, porque enaquélla, a diferencia de ésta, se registranerupciones volcánicas. No existe razónalguna para afirmar que una parteentera del planeta sea más antigua omás nueva que otra. Pero si esto es así,la tesis entera cae por su base. Américaes un continente tan antiguo como losotros y su naturaleza y sus hombres,aunque ofrecen diferencias y extra­ñezas, nada tienen de degeneración, nide innata debilidad. El conde Buffonsimple y sencillamente se equivocócuando afirmó que el gato montésamericano es un tigre venido a menoso que la viculia es un camello vergon­zante, y en cuanto a las afirmacionesrespecto a la impotencia, cobardía,pereza, barbarie y estupidez de losindios nativos de América, sólo sirven~a~a revelar la ignorancia, el escep­tiCIsmo y los prejuicios de quienes tales

~sas escriben. Allí están, como pruebaIrrefutab~e en s~ .~omra, los vesrigiosde las antiguas CIvilIzaciones de Méxicoy de Perú, elocuentes testimonios dela actividad, energía, inteligencia eimaginación del hombre americano.

He aquí el sentido más íntimo yge­neral de la gran obra que Humboldtdedicó a América. Cierto, no fue elúnico ni el primero en poner esfuerzoy talento al servicio de la causa delNuevo Mundo, pero no cabe duda quepor la inmensa autoridad científica deque gozó y por haber sabido enfocar ladefensa de Amética a la luz de la filoso­fía entonces predominante, es aAlejan­dro van Humboldt a quien le debemosla definitiva rehabilitación en laconciencia europea de todo cuamonuestro continente ofrece de originaly propio. ~