aguaita_nº21

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REVISTA DEL OBSERVATORIO DEL CARIBE COLOMBIANO

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R E V I S T A D E L O B S E R V A T O R I O D E L C A R I B E C O L O M B I A N O

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R E V I S T A D E L O B S E R V A T O R I O D E L C A R I B E C O L O M B I A N ON Ú M E R O 2 1 – D I C I E M B R E 2 0 0 9 C A R T A G E N A D E I N D I A S

D I R E C T O R ACADÉMI C OD I R E C T O R A E J E C U T I VA (E)

E D I T O R

Antonio Hernández GamarraBeatriz Bechara de BorgeAriel Castillo Mier

CONSEJO EDITORIAL

Alberto Abello VivesWeildler Guerra CurveloCristo Figueroa SánchezCecilia López MontañoAdolfo Meisel RocaClaudia MosqueraJorge Nieves OviedoMaria Trillos AmayaFabio Zambrano PantojaGloria Triana

CONSEJO ASESOR

Maria del Rosario Guerra de la EspriellaJaime Abello BanfiCarmen Arévalo CorreaPatricia Iriarte Diaz GranadosMario GiraldoFelipe Merlano de la OssaBeatriz Bechara de BorgeRoberto Burgos Cantor Gustavo Bell Lemus

ENTIDADES DE APOYO

Universidad del AtlánticoUniversidad de CartagenaUniversidad de CórdobaUniversidad de la GuajiraUniversidad del MagdalenaUniversidad Popular del CesarUniversidad de SucreCámara de Comercio de CartagenaCámara de Comercio de SincelejoColcienciasMinisterio de Cultura

DISEÑO GÁFICO

DIAGRAMACIÓN

COLABORADORES DE ESTE NÚMERO

FOTOGRAFÍAS

I LUSTRACIONES I M PRESIÓN

C A N J E , S U S C R I P C I O N E S Y C O R R E S PONDENCIA TELÉFONOS

CORREO ELECTRÓNICO W E B S I T E

Eduardo Polanco

Adriana Prieto

Ernesto Bassi ArévaloAlberto Abello VivesJoaquín Viloria de la HozAntonio Hernández GamarraLuis Armando Galvis Adolfo MeiselJairo Parada CorralesGraciela MagliaJosé Luis Diaz-GranadosEsteban Bendeck OlivellaAlberto Salcedo RamosCiro Quiroz Abel Medina SierraJulio Oñate MartínezVíctor Bravo MendozaRafael Oñate RiveroEmilio Sánchez AlsinaSantander Durán EscalonaBeto MurgasCristo HoyosÁlvaro MirandaEduardo MárcelesGerald Martin

Luis Alcalá del OlmoAlberto Abello VivesAugusto OteroIrina JunielesNereo LópezGustavo RamírezAbel Medina SierraRafael Oñate RiveroOlga Lucía Jordán

Rómulo Bustos AguirrePanamericana Formas e Impresos S.A.Getsemaní, Calle del Guerrero No. 29 - 02 2º piso6602491 – 6601364 – [email protected]

El Observatorio del Caribe Colombiano es el centro de estudios regionales del Sistema Universitario Estatal (SUE) del Caribey realiza programas concertados con el Ministerio de Cultura de Colombia.

El material de esta publicación puede ser reproducido parcial o totalmente citando la fuente y el autor. Las opiniones expresadasen los artículos firmados son de exclusiva responsabilidad de sus autores y no comprometen al Observatorio del Caribe Colombiano.

Impreso en Colombia, Printed in Colombia, Cartagena, diciembre de 2009I S S N 0 1 2 4 - 0 7 2 2

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C O N T E N I D O

EDITORIAL

OPINIÓNLa importancia de ser Caribe: reflexiones en torno a un mal chiste

Ernesto Bassi Arévalo11

Modesto el balance de la AEC en sus 15 años. Entrevista a Norman Girvan, ex secretario de AECAlberto Abello Vives

25

H I S T O R I AHaití: la tragedia continúa, la refundación apenas empieza

29

C I U D A D Y R E G I Ó NUna propuesta de diálogo que cumple 90 años

Antonio Hernández Gamarra44

E C O N O M Í A Y S O C I E D A DFondo de Compensación Regional: Igualdad de oportunidades para la periferia colombiana

50

El Fondo de Compensación Regional: un primer pasoJairo Parada Corrales

72

E C O N O M Í A Y S O C I E D A DCompromiso Caribe: de La Liga Costeña al Fondo de Compensación Regional

76

C U L T U R A De la machina imperial a la vereda tropical: poesía, identidad y nación en el Caribe afrohispánico

Graciela Maglia83

D O S S I E RRafael Escalona en el recuerdo

José Luis Díaz-Granados88

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Estudio jurídico probatorio de La custodia de BadilloEsteban Bendeck Olivella

91Tres veces Escalona

Alberto Salcedo Ramos97

Recuerdo que Jaime Molina...Ciro Alfonso Quiroz Otero

103

Escalona y su aventura en La GuajiraAbel Medina Sierra

105

La garra de águila de EscalonaJulio Oñate Martínez

113

Del Nobel Literario al vallenato nobel(Pequeña biografía de una grande amistad)

Víctor Bravo Mendoza116

El Playonero: el legado de Rafael Escalona a un amigo y compañeroRafael Oñate Rivero

121

ESCALONA SE MUERE Emilio Sánchez Alsina

123

En el funeral del maestro Rafael EscalonaSantander Durán Escalona

125

Maestro EscalonaAlberto Murgas

129

A R T E S P L Á S T I C A SAlfredo y Cecilia. Cuando la diferencia inspira y enriquece

Cristo Hoyos131

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P O E S I AÁLVARO MIRANDA

135

L A A L E G R Í A D E L E E R Visión totalizadora arriesgada, pero necesaria

Álvaro Medina137

Historia cuantitativa e institucional Adolfo Meisel Roca

139

La más ambiciosa crónica de la parábola vital y literaria de nuestro NobelGustavo Ramírez Ariza

142

NOTICIAS145

R E S Ú M E N E S1 5 1

A U T O R E S1 5 3

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ED

IT

OR

IA

L En la versión 21 de nuestra Revista Aguaita llamamos la atención sobre tres temas que deseamos compartir con nuestros lectores. El primero de ellos es la renova-ción del portal del Observatorio cuya página de inicio incluye dos plataformas:

la de la Red Ocaribe, que permite la colaboración entre grupos de investigadores, y la del Sistema de Indicadores socioeconómicos de la Región Caribe Colombiana.

El Sistema de Indicadores es una plataforma virtual que tiene como propósito hacerle seguimiento a temas estratégicos para el desarrollo regional. Actualmente la plataforma contiene información histórica de indicadores relacionados con tres temas: el cumpli-miento de los objetivos de desarrollo del milenio, la medición de la competitividad de las ciudades del Caribe Colombiano y el cumplimiento del Compromiso Caribe, los cuales, a corto plazo, incluirán indicadores de desempeño fiscal y financiero de los departa-mentos, capitales y municipios de la región y, de manera especial, en un mediano plazo los de seguridad alimentaria y nutricional.

Estos desarrollos tecnológicos facilitarán a nuestros lectores el seguimiento a la realidad de la región, y de manera especial la consulta sobre los resultados logrados en el cumplimiento del Compromiso Caribe. Precisamente, sobre este tema, publicamos dos artículos en la presente edición de Aguaita, que son resultados del esfuerzo académico de investigadores del Caribe, y han sido presentados en seminarios que han congregado al sector público y privado con el objetivo de estudiar las acciones requeridas para alcanzar el bienestar de los habitantes de la región.

Siguiendo con el Compromiso Caribe, un segundo tema que queremos destacar es la dinamización de los avances en la medición de los indicadores del Compromiso Caribe con las tecnologías y prácticas Web 2.0. Nos proponemos crear en formato digital informes que visualicen y compartan el conocimiento que subyace a las inicia-tivas del Compromiso y, al tiempo, se dé acceso a fuentes de información relevantes que permitan su actualización en forma colaborativa e integrada.

Para el desarrollo de este proyecto se buscará colaboración de quienes en distintas entidades del gobierno y del sector productivo son responsables o tienen que ver con alguna dimensión del Compromiso Caribe. Con este propósito, los invitamos a formar parte de la red del Observatorio del Caribe. En esta red se llevarán a cabo sesiones sincrónicas y asincrónicas, en las cuales se analice y se depure la propuesta de indi-cadores de la región Caribe. La versión digital resultado del proyecto de seguimiento estará a disposición de los interesados en el sitio web del Observatorio, con una ventana para recibir información de retorno.

En tercer lugar, basados en la necesidad de permitir a nuestros lectores una dinámica participativa en los espacios de la revista Aguaita y, con el fin de evitar que se sienta que ésta es un espacio privilegiado para unos pocos, a partir de la próxima edición, abriremos a través de la web la convocatoria a los investigadores a que participen con artículos inéditos en las diversas secciones de la revista.

Además, propiciaremos que entre un número de la revista y otro, y a través de tecno-logías de la información y las comunicaciones, se fomente la participación virtual:

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estaremos abiertos a recibir sus sugerencias sobre temas, tratamientos y enfoques que enriquezcan a nuestros lectores y a la Corporación misma en el cumplimiento de su misión.

La revista tendrá dos formas de publicar artículos o trabajos. Se podrán recibir artí-culos inéditos, bien sea por iniciativa de los autores o por invitación de la revista. La recepción de artículos, sugerencias y comentarios se hará de acuerdo con las normas que se pueden consultar en nuestro portal. Los artículos se publicarán en la revista impresa o en una sección especial de nuestra página web destinada a la publicación digital de las colaboraciones seleccionadas por el consejo editorial.

Es, pues, nuestro mayor interés que disfruten de la lectura de la presente edición en la que rendimos un homenaje al maestro Rafael Escalona, uno de los hijos más desta-cados de la región, creador a través de su música, de lazos de unión con el resto del país y el mundo.

Reiteramos la invitación a colaborar con la tarea del compromiso Caribe y con nuestra revista Aguaita y esperamos con estas iniciativas dinamizar la agenda de los investiga-dores, y colaboradores que comparten la pasión por el Caribe.

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11AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

O P I N I Ó N

La importancia de ser Caribe: reflexiones en torno a un mal chisteErnesto Bassi Arévalo

En mayo del 2005, Cartagena fue sede de la 37ª reunión anual de la Asociación de Historiadores del Caribe. La reunión estuvo llena de esos lugares comunes que son un deleite para quienes estu-diamos la historia del Caribe. Durante cuatro días, los asistentes disfrutamos de estimulantes confe-rencias sobre esclavitud, trata de esclavos, cima-rronaje, raza y clase, la diáspora caribeña, la figura de Eric Williams y muchos otros interesantes temas. Además, fuimos testigos de interminables debates entre historiadores de las Antillas fran-cesas y el Caribe inglés en torno a la supremacía histórica y académica de sus territorios caribeños y apreciamos los llamados de los historiadores de Cuba y Puerto Rico a no olvidar la importancia del Caribe español.

La reunión, sin embargo, también nos permitió enterarnos de que para un buen número de histo-riadores del Caribe, Cartagena y toda la región Caribe colombiana (quizás con la excepción de San Andrés y Providencia), no figuran en el espacio territorial que ellos denominan “el Caribe”. De hecho, a lo largo de la conferencia fueron frecuentes las referencias al hecho de que esta era la primera reunión de la Asociación que se celebraba por fuera del Caribe. Esta observación se convirtió en una especia de chiste, celebrado hasta la saciedad por buena parte de la audiencia. Para el grupo de historiadores, científicos sociales, estudiantes de diversas disciplinas y visitantes acostumbrados a pensarnos y describirnos como caribeños por haber nacido, crecido y/o adelantado gran parte de nuestra formación académica en el Caribe colom-

biano, el chiste era más bien un insulto. ¿Cómo era posible que un grupo de historiadores caribeñistas considerara que Cartagena, la más caribeña de las ciudades del Caribe, no pertenecía al Caribe? ¿Qué, si no caribe, era entonces Cartagena? ¿Qué, si no caribeños, éramos los que nos sentimos insultados

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12 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

con el chiste? ¿Qué, entonces, es el Caribe? ¿Qué significa ser del Caribe?

Responder estas preguntas requiere entender el problema de la pertenencia al Caribe como un conflicto en el cual la identidad colectiva como autodenominación choca con la identidad colec-tiva como condición impuesta por otros. En el caso particular de la pertenencia al Caribe de los habitantes del Caribe colombiano, las identi-dades en conflicto tienen raíces históricas que se examinan en este artículo. Así, este documento está organizado en tres secciones, la primera de las cuales proporciona un marco conceptual que permite entender por qué para los habitantes del Caribe colombiano es (o debe ser) importante el reconocimiento de la región como parte integral del Caribe. La segunda sección presenta un nuevo intento de “definir” el Caribe, pensándolo no sólo como un espacio geográfico (es decir, un conjunto de islas, montañas, ríos, valles, penínsulas, bahías,

etc., ubicado en coordenadas geográficas clara-mente definidas), sino también como un universo,

una cultura y/o una conciencia. Finalmente, con base en la división histórica de Colombia entre “el inte-rior” y “la costa,” presentaré una explicación de la reacción negativa generada por el mal chiste sobre la no pertenencia de Cartagena al Caribe.

1 El concepto de identidad y el mal chiste de Cartagena

Lo ocurrido en Cartagena debe entenderse como la expresión del conflicto clásico entre una identidad colectiva autoproclamada por los miem-bros de un grupo y la identidad de dicho grupo definida desde la perspectiva de individuos fuera del mismo. Para explicar este conflicto, es impor-tante, en primer lugar, definir lo que se entiende por identidad. Mi uso del término identidad es cercano al de Megan Vaughan, quien esta-bleció una definición que destaca la naturaleza de las identidades como simultáneamente auto-definidas e impuestas por otros. En su estudio de la esclavitud en Mauritius durante el siglo XVIII, Vaughan (1998: 192-193) sostiene que:

Cuando empleo el término ‘identidad’ con la inten-ción de reconstruir la historia social de Mauritius en el siglo XVIII, puedo estar usándolo en diferentes formas. Puedo usarlo para hacer referencia a lo que en los expedientes históricos aparece como iden-tidades conscientemente afirmadas por los actores históricos, su autoidentificación… Puedo usarlo para referirme a la adscripción de identidades por parte de un grupo de personas a sus contemporáneos. O puedo usarlo en referencia a mi reconstrucción, en retrospectiva, de identidades que los contemporá-neos quizás nunca articularon; [puede hacer refe-rencia a] mi ensamblaje de componentes (lenguaje, vestimenta, comportamiento social, prácticas reli-giosas) que, en mi opinión, deben haber constituido algún tipo de demarcación significativa entre un grupo y otro; identidades que probablemente ‘son vividas’ en el cuerpo, pero que carecen de un equiva-lente discursivo.

De especial interés para mi enfoque son los dos primeros usos del término: identidad como auto-identificación, es decir, como es usada por un colectivo para agrupar a sus miembros y describir su lugar en una sociedad determinada; e identidad

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13AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

como etiqueta asignada por un grupo de personas a otro.

Entender las identidades de estas dos maneras permite explicar el mal chiste de Cartagena de la siguiente forma: un grupo de personas que se autodenominan caribeños (caribeños # 1), niega la identidad caribe a otro grupo cuyos miembros se identifican a sí mismos como caribeños (caribeños # 2). Los caribeños # 2 se auto-identifican como caribeños, pero son percibidos por los caribeños # 1 como extraños, como personas por fuera del Caribe. La identidad caribe de los caribeños # 1, por su parte, no fue puesta en duda: tanto en sus mentes como en la de los demás, los caribeños # 1 son percibidos como del Caribe. ¿Son los cari-beños # 1 más legítimamente caribe que los cari-beños # 2? ¿Son las islas del Caribe más caribe que el Caribe continental? Responder estas preguntas, naturalmente, requiere primero definir qué es el Caribe.

2 Definiciones del Caribe

Definir el Caribe constituye un ritual que todo caribeñista debe superar en algún momento en su evolución intelectual. Por lo tanto, hay un número impresionante de definiciones del Caribe, ninguna de las cuales ha estado libre de la controversia que definir este espacio genera.

Antonio Benítez Rojo (1998) fue uno de los intelectuales que realizó mayores esfuerzos por alcanzar una definición universal del Caribe. El reconocimiento de los múltiples obstá-culos a que debe enfrentarse quien intente definir el Caribe, constituye el punto de partida de su interpretación. En su opinión,

Los principales obstáculos que a de vencer cualquier estudio global de las sociedades insulares y continen-tales que integran el Caribe son, precisamente, aquellos que por lo general enumeran los científicos para definir el área: su fragmentación, su inestabilidad, su recíproco aislamiento, su desarraigo, su complejidad cultural, su dispersa historiografía, su contingencia y su provisio-nalidad.” Benitez Rojo (1998: 15)

Agrupando estos obstáculos / características bajo la etiqueta de “diversidad”, Gary Van Valen (2006: 30) destaca la heterogeneidad política, lingüística y cultural del Caribe, afirmando que:

El área comúnmente denominada el Caribe incluye veintiocho jurisdicciones políticas (algunas indepen-dientes, otras no), cuatro lenguas oficiales europeas, probablemente diecisiete lenguas criollas, y pobla-ciones de origen africano, europeo, indígena, asiático y otras ascendencias mixtas.

En un intento por superar los obstáculos y, al mismo tiempo, reconocer la diversidad, Benítez Rojo describió al Caribe como el producto de una “máquina”,” creada por Cristóbal Colón, mejorada por Pedro Menéndez de Avilés y perfeccionada por los plantadores de azúcar. Esta máquina, afirma Benítez Rojo (1998: 24), creó el Caribe, porque

produjo… no menos de diez millones de esclavos afri-canos y centenares de miles de coolíes provenientes de la India, de la China, de la Malasia… (ayudó) a producir capitalismo mercantil y capitalismo industrial…, subde-sarrollo africano…, población caribeña…; (y) produjo guerras imperialistas, bloques coloniales, rebeliones,

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represiones, sugar islands, palenques de cimarrones, banana republics, intervenciones, bases aeronavales, dictaduras, ocupaciones militares, revoluciones de toda suerte e, incluso, un “estado libre asociado” junto a un estado socialista no libre.

Si bien la definición de Benítez Rojo incluye todo aquello que hace parte del Caribe, no ofrece una respuesta convincente a la pregunta qué es el Caribe. En este sentido, constituye un claro ejemplo de lo que Frank Moya Pons (1970: 36) denomina “el Caribe problemático.” Antes y después de Benítez Rojo, muchos caribeñistas han intentado definir el Caribe. Sus interpretaciones han explicado el Caribe como zona geográfica (el Caribe como lugar) y, otras veces, como un espacio cultural, social, normalmente asociado a un determinado territorio (la ecúmene Caribe). En otras ocasiones han argumentado que es necesario, dada la heterogeneidad de la región, pensar en la existencia de varios Caribes, algunos reales y otros imaginarios. Mi análisis de las diferentes defini-ciones me lleva a plantear la necesidad de entender

el Caribe como una construcción socio-histórica que varía de acuerdo con la perspectiva desde la cual se le está definiendo. En este sentido quién, cuándo y para qué se define el caribe son preguntas tan importantes como qué es el Caribe.

2.1 El Caribe como lugar

Las dos definiciones básicas del Caribe como lugar, es decir, en términos puramente geográ-ficos son: (i) el Caribe como la cadena de islas que conforman las Indias Occidentales y (ii) el Caribe como “aquellos países que bordean el Mar Caribe.” Van Valen (2006: 30). Estas dos defini-ciones geográficas son componentes fundamen-tales del análisis de Antonio Gaztambide (2003), quien, tras reconocer que “no existe una defini-ción pura y exacta del Caribe”, establece cuatro Caribes geográficos. Después de rastrear el uso de la palabra Caribe en mapas y documentos escritos por marineros, funcionarios de gobierno y cartó-grafos ingleses, españoles, franceses y holandeses, Gaztambide concluye que el término Caribe fue utilizado hasta finales del siglo XIX para referirse a los pueblos indígenas que habitaban las primeras islas conquistadas por los españoles en América. El uso de Caribe para hacer referencia a un territorio, plantea Gaztambide, es una invención del siglo XX. En este sentido, la palabra Caribe se ha utili-zado para hacer referencia a cuatro áreas geográ-ficas diferentes: (i) las islas del Caribe o las Indias Occidentales, incluidas las Guayanas y Belice y en ocasiones incluso las Bahamas y Bermuda, (ii) el Caribe geo-político, constituido por las islas del Caribe, América Central y Panamá, (iii) el Gran Caribe o Cuenca del Caribe, que incluye el Caribe geo-político, Colombia, Venezuela y partes de México y (iv) el Caribe cultural o Afro-América Central, que abarca los territorios al norte de Brasil y al sur de Estados Unidos (sin incluir ni al uno ni al otro) donde se desarrollaron economías de plan-tación. Gatzambide (2003: 82)

Estas definiciones son, en gran medida, arbitra-rias y su autor no proporciona justificaciones sufi-cientes para ninguna de ellas. Sin embargo, dos de sus planteamientos deben ser tenidos en cuenta. En primer lugar, Gaztambide afirma que cualquier

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definición del Caribe depende del contexto en que se utiliza. En segundo lugar, llama la atención sobre la necesidad de añadir un adjetivo (insular, geo-político, Gran o cultural) a cualquier defini-ción del Caribe, lo cual, si bien no implica nece-sariamente un acuerdo general en torno al signifi-cado del término Caribe, al menos proporciona un mejor sentido de ubicación.

2.2 La génesis y el desarrollo de una ecúmene Caribe

Sidney Mintz nos brinda una definición del Caribe mucho más elaborada, pero aún no del todo satisfactoria. Más de treinta años atrás, Mintz (1971:

20) había propuesto definir el Caribe, a partir de la identificación de una serie de elementos comunes que le permitieron interpretar el Caribe como un área socio-cultural caracterizada por las siguientes nueve características:

(1) una ecología de tierras bajas, subtropical e insular;

(2) la extirpación rápida de las poblaciones indí-genas tras la primera llegada de los europeos;

(3) la definición temprana de las islas como una esfera del capitalismo agrícola europeo, con base en el cultivo de caña de azúcar, la mano de obra esclava y el sistema de plantación;

(4) el desarrollo paralelo de estructuras sociales insulares caracterizadas por una débil organiza-ción de las comunidades locales y el desarrollo de una estructura de clases bipolar, mantenidas gracias a la dominación extranjera, las restric-ciones en el acceso a la tierra, la riqueza y el poder político y el uso de diferencias físicas como indi-cadores de estatus social;

(5) la coexistencia de grandes planta-ciones y la agricultura en pequeña escala; (6) la continua introducción de grandes cantidades de “extranjeros” a los sectores más bajos de la estructura social, en condiciones caracterizadas por grandes restricciones en las oportunidades de ascenso económico, social o político; (7) la ausencia de una ideología de identidad

nacional que pudiera servir como un objetivo para la aculturación masiva;

(8) la persistencia del colonialismo y del ambiente colonial;

(9) un alto grado de individualización—particularmente en términos económicos. Años después Mintz perfeccionó su definición

del Caribe como área socio-cultural refiriéndose al Caribe como una ecúmene, es decir, de acuerdo con Kroeber, “una unidad histórica... un marco en el que tiene lugar una combinación particular de procesos que llevan a ciertos resultados únicos”. El Caribe como ecúmene, afirma Mintz (1996: 293),

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16 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

no tiene nada que ver con el lenguaje, los alimentos, el vestido u otros índices culturales similares…, sino con una visión del mundo mismo, arraigada en innu-merables individuos, que llegaron o fueron traídos a la región a lo largo de varios siglos, sustituyendo a aque-llos que habían muerto o que habían sido exterminados por enfermedades, guerras y por la empresa imperial europea.

El énfasis de Mintz (1996: 299) en la importancia de una cierta “visión del mundo” para entender el Caribe, sin duda, un componente fundamental de su interpretación, es claramente expresado en la siguiente afirmación:

Los esclavos de Jamaica, podrían no haber sido capaces de hablar con los esclavos de Saint Domingue en la misma lengua; sin embargo, sus experiencias eran lo suficientemente similares para darles una visión común, al menos en ciertos detalles particulares, que nunca ha sido completamente destruida.

El problema con la definición de Mintz es que impone límites geográficos a esa visión común.

Dichos límites restringen esa visión común a un Caribe geográfico constituido por las islas del Caribe, Belice y las Guayanas. Ciertas experien-cias históricas, como el cimarronaje y el sistema de plantación (ambas incluidas en sus nueve rasgos característicos del Caribe), tornan problemáticas las fronteras del Caribe de Mintz, pues le impiden aceptar la existencia de un Caribe más amplio. Pero, ante todo, el problema con esta definición es que, dado que su punto de partida es una idea geográfica fija que define al Caribe como las islas del Caribe, Belice y las Guayanas, Mintz sólo está interesado en caracterizar esa área geográfica predeterminada. Por esta razón, su caracterización del Caribe como ecúmene no provee evidencia suficiente para negar la pertenencia al Caribe de territorios no incluidos en la definición, como el noreste de Brasil, algunas partes del sur de Estados Unidos, los departa-mentos del norte de Colombia y Venezuela y algunos territorios de México y América Central. 2.3 No uno, sino muchos Caribes

Las falencias en las definiciones de Mintz y Gaztambide dan la impresión de que el Caribe como entidad, ya sea geográfica, social, cultural o económica es imposible de definir satisfactoria-mente. Algunos han propuesto que no existe el Caribe, en singular. La idea de varios Caribes fue propuesta, por primera vez, por Frank Moya Pons (1970: 33), quien puso en duda la existencia de una conciencia caribe, con la cual, a su vez, cuestionó la existencia de un Caribe único:

Para la mayoría de la población del área, hablar del Caribe sólo tiene sentido como una conve-niencia [o convención] en las clases de geografía; para la mayoría de sus habitantes el Caribe como comunidad viva, con intereses y aspiraciones comunes, simplemente no existe. En la práctica, parece más sensato pensar en la coexistencia de varios Caribes, uno junto al otro.

2.4 El Caribe imaginado

Todas las definiciones anteriores, tanto las que defienden la existencia de un Caribe único, como las que plantean la necesidad de reconocer varios

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Caribes coexistiendo uno junto al otro, están estrechamente vinculadas con una zona geográ-fica estructurada en torno a las islas del Caribe. En un estudio reciente, Mimi Sheller trató de alejarse de las interpretaciones geográficas proponiendo entender el Caribe como un objeto que puede ser estudiado y deseado, un objeto o una mercancía de consumo. Resumiendo las diferentes interpreta-ciones que he presentado hasta ahora y añadiendo la suya propia, Sheller (2000: 5) afirma que el Caribe

es a menudo definido como la agrupación de islas compuesta por las Antillas Mayores, las Antillas Menores y las Bahamas, además de ciertas zonas costeras de América del Sur y Centroamérica que comparten una relación histórica y cultural caracteri-zada por la existencia de sociedades de plantaciones (por ejemplo, Surinam, Guayana, Belice) ... Sin embargo, en lugar de una definición geográfica o histórico-cul-tural, prefiero… pensar el Caribe como un efecto, una fantasía, un conjunto de prácticas, y un contexto.

Si bien Sheller (2000: 6,8) se aleja de las defini-ciones netamente geográficas, su planteamiento no abandona completamente la idea de que el Caribe tiene una ubicación específica. El Caribe, afirma, es “a la vez real e imaginario”, y es a la vez real e imaginario como “objeto de estudio, producido en los centros académicos del norte y como objeto de deseo en las culturas de consumo populares.

2.5 El Caribe como una construcción socio-histórica

La definición del Caribe de Sheller es la que más se aproxima a mi propia interpretación. En mi opinión, el Caribe debe ser entendido como una construcción socio-histórica, cuyo signifi-cado varía de acuerdo con quien lo define, cuando se está definiendo y con qué fines. Como cons-trucción socio-histórica el término caribe debe ser entendido como un concepto más cercano a “raza”, “clase” o “religión” que a Colombia, Francia, África o Europa. De la misma forma que el término “raza” que, dependiendo de quién lo esté utilizando, puede referirse a un tipo biológico, una posición ideológica o una categoría político-

administrativa,1 la palabra caribe puede tener múltiples significados. El término caribe se ha utilizado y sigue siendo utilizado como una cate-goría geográfica (cuando se hace referencia a las Indias Occidentales o al Gran Caribe), como una categoría cultural (cuando se usa para describir la música del Caribe o los alimentos del Caribe) y como una categoría de identidad (cuando alguien afirma “yo soy caribeño”).

Como lugar, el Caribe es real (es posible ir al Caribe, pisar el Caribe); como categoría cultural y como identidad, el Caribe es una invención. El

Caribe real y el Caribe inventado o imaginado no son mutuamente excluyentes. De hecho, coexiste uno junto al otro. Por lo tanto, debido a que existen muchos Caribes reales y muchos Caribes imaginados, definir la idea de identidad caribe o caribeñidad resulta bastante complicado.

1- Para diferentes usos del término “raza” ver Michael Banton (2000: 51-57).

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3 El mal chiste de Cartagena y la importancia de ser Caribe

A fin de comprender las reacciones al chiste de Cartagena y la importancia que asignan los caribeños # 2 a ser percibidos como del Caribe (en otras palabras, la importancia de eliminar las distinciones entre caribeños # 1 y caribeños # 2) resulta necesario entender dos aspectos signi-ficativos de la historia de Colombia: primero, la rivalidad histórica entre “la costa” y “el interior”; y segundo, el giro lingüístico representado por la transición del uso de la expresión Costa Atlántica al uso de Costa Caribe. Esta transición ha sido acompañada, en algunos casos, por un cambio en la identidad: de costeño a caribeño.

La división entre la costa y el interior, tal como lo han planteado varios historiadores,2 tiene sus raíces en la rivalidad que durante los tiempos coloniales

2- Peter Wade (1993), Alfonso Múnera (1998) y (2005) y Marixa Lasso (2007) se cuentan entre quienes han estu-diado esta división.

enfrentó a Cartagena, el principal puerto del virrei-nato de la Nueva Granada, y a Santa Fe, la capital del mismo. Esta rivalidad se expresó de manera explícita durante la primera etapa de las guerras de independencia, cuando Santa Fe se mostró parti-daria de un régimen centralista y Cartagena optó por el federalismo. Las guerras de independencia, uno de cuyos resultados fue la destrucción y ruina de Cartagena, definieron además el triunfo del interior sobre la costa y marcaron el inicio de un largo proceso de deterioro para Cartagena y sus alrededores. (Bell Lemus 1991: 105-130) y (Meisel y Calvo 2005). Desde las décadas inmediatamente posteriores a las guerras de independencia, el dete-rioro de Cartagena y las provincias vecinas fue explicado con base en argumentos desarrollados a partir de teorías de determinismo climático, que presentaban la decadencia de la costa como conse-cuencia natural de las condiciones climáticas de la región. Asimismo, probablemente con miras a presentar la nueva nación como capaz de desarro-llarse, se inició un proceso de descaribeñización que se hizo evidente en la asignación del término “Costa Atlántica” a la región comprendida por las

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provincias del norte de Colombia. El giro lingüís-tico de Costa Atlántica a Costa Caribe, iniciado tímidamente a finales de la década de 1970, sólo tomó fuerza a partir de la aprobación de la Consti-tución de 1991. (Bell 2006: 123-143). La transición de costeño a caribeño, por su parte, aún está por producirse.

3.1 La división entre la costa y el interior en la historia de Colombia y en la imaginación histórica. La rivalidad colonial y los orígenes de la división

Desde su fundación en 1533 y durante todo el período colonial Cartagena fue una de las ciudades más importantes de los territorios españoles en América, probablemente sólo superada por México, Lima y La Habana. Desde mediados del siglo XVI hasta principios del siglo XVIII, Cartagena fue el principal puerto de esclavos de la América espa-ñola. Durante el período colonial, Cartagena basó su importancia en el hecho de que la legislación española la hizo “el único punto de contacto legal-mente establecido con el mundo exterior.” (Múnera 1998: 43). Santa Fe, por su parte, fue siempre la capital de la Audiencia y, desde 1739, del Virrei-nato de la Nueva Granada. La distancia geográ-fica (1,154 kilómetros y 40 días de viaje en barco y a lomo de mula) y las diferencias económicas (Cartagena fue uno de los principales defensores del comercio con naciones extranjeras, mientras que Santa Fe se manifestó a favor de un sistema de protección que favoreciera sus ventas de harina) explican la rivalidad que se desarrolló entre las dos ciudades y sus respectivas áreas de influencia.

La creación del virreinato de la Nueva Granada

en 1739 fue uno de los momentos en que la riva-lidad entre Cartagena y Santa Fe se hizo evidente. Tal como nos ha recordado Gustavo Bell (2006: 130),

cuando se crea el Virreinato de la Nueva Granada en 1739, al momento de definir cuál va a ser la capital del virreinato, hay toda una discusión que dura aproxi-madamente una semana, en Madrid, de dónde debía quedar la capital de la nueva entidad político-admi-

nistrativa. Quienes decían que debía ser Cartagena aducían su mayor contacto, por razones de las rutas interoceánicas, con la metrópoli... Quienes decían que debía ser Santa Fe de Bogotá lo hacían porque esta se hallaba, por su distancia al mar, protegida de cualquier ataque de los ingleses...; en fin, hubo una argumenta-ción que duró por espacio de una semana hasta que finalmente se decidió que la capital debía ser Santafé de Bogotá.”

La decisión de hacer de Santa Fe la capital del nuevo virreinato fue seguida por una serie de decisiones políticas que ilustran una tendencia reformista “proveniente de las ideas fisiocráticas entonces en boga, a fortalecer la agricultura del interior para promover el desarrollo del país.” (Múnera 1998: 49).

A lo largo del siglo XVIII, la rivalidad entre la costa y el interior se expresó a través de tres impor-tantes debates en torno a tres temas recurrentes: (i) el situado (transferencias de dinero de todas las provincias del virreinato de Nueva Granada a la provincia de Cartagena, justificadas por el hecho de que Cartagena, como principal punto de entrada al virreinato, tenía que estar bien protegida

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frente a cualquier intento de invasión extranjera), (ii) la construcción de caminos, y (iii) la produc-ción y el comercio de harina.3 De acuerdo con Múnera (1998: 130), los debates en torno a estos temas revelan la existencia de “dos proyectos contradictorios de desarrollo económico regional surgidos de los intereses contrapuestos de las élites de Cartagena y Santa Fe de Bogotá.” El Consu-lado de Comercio de Cartagena, creado en 1795, fue el organismo que mejor expresó la posición del Caribe colombiano en estos temas. Su contraparte en Santa Fe, el consulado de comercio creado un par de años después del de Cartagena, defendió las posiciones del interior en el tema comercial.

Las controversias generadas en torno a la producción y el comercio de harina son el mejor ejemplo disponible de las formas en que se expresó la división entre Cartagena y Santa Fe durante las últimas décadas del período colonial. En su análisis de dicha controversia Múnera (1998: 126) observa que,

Mientras Santa Fe y las otras provincias del interior vieron a Cartagena como el más importante mercado para sus productos agrícolas, particularmente para su harina, Cartagena, situada en el Mar Caribe y larga-mente acostumbrada a abastecerse ella misma a través de su intercambio con ultramar, intentaba establecer un comercio más abierto y libre con las colonias vecinas y los Estados Unidos.”

Con la llegada de las guerras de independencia “la rivalidad entre cartageneros y santafereños se transformaría en guerra abierta.” Durante la fase inicial de las guerras de independencia, el gremio de comerciantes de Cartagena “se convirtió en uno de los organismos claves en la lucha por la auto-nomía política del Caribe colombiano.” (Múnera 1998: 118, 116)

Las guerras de la independencia: ruina de

Cartagena y triunfo del interior

La crisis de la monarquía española luego de la toma de la Península Ibérica por las tropas napoleónicas

3- Para una discusión del situado ver Adolfo Meisel (2005 a); para la construcción de caminos y el comercio de harinas ver Múnera (1998).

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en 1808 es reconocida como el principal detonante de las guerras de independencia en la América española4. La crisis también precipitó el desarrollo de una nueva etapa en la rivalidad entre Cartagena y Santafé. De hecho, una de las tempranas manifestaciones de las guerras de independencia, en la Nueva Granada, fue la lucha, liderada por Cartagena, por obtener no sólo su independencia de la monarquía española (a la cual inicialmente Cartagena “sólo” le exigió mayor autonomía) sino, sobre todo, de Santafé.

Durante los primeros años de las guerras de independencia, la rivalidad entre Santa Fe y Carta-gena dio lugar a lo que en la historiografía colom-biana se conoce como la Patria Boba, una guerra civil que enfrentó a las provincias que, lideradas por Cartagena, apoyaron el establecimiento de un sistema federalista contra las provincias que bajo la dirección de Santa Fe se manifestaron a favor del centralismo. La táctica de Cartagena, durante este período, que se extiende desde 1810 hasta 1815, consistió en reclamar autonomía política y económica con el fin de “destruir a Santa Fe como centro de poder.” (Múnera 1998: 164).

Este conflicto interno fue resuelto por uno de los acontecimientos más dramáticos de la historia de Colombia, la llamada Reconquista, como conse-cuencia de la cual un ejército español comandado por el mariscal de campo Pablo Morillo resta-bleció la autoridad española en todo el virreinato. Aunque el control español se mantuvo por menos de 5 años, después de los cuales Colombia surgió como una nación independiente, la Reconquista tuvo consecuencias fatales para las aspiraciones de Cartagena de superar el control de Santa Fe. De hecho, una de las consecuencias más desas-trosas de la Reconquista fue la ruina absoluta de Cartagena tras sufrir un largo asedio por el ejér-cito español en 1815. Sólo cinco años más tarde, una vez más, Cartagena fue sitiada, esta vez por los patriotas dispuestos a expulsar a todos los espa-ñoles de Colombia. El efecto combinado de los dos sitios y las múltiples batallas libradas en Carta-gena y sus alrededores determinaron la decadencia económica y política de Cartagena.

4- Ver, por ejemplo, Jaime Rodríguez (2005).

Veinte años después, a principios de 1840, a pesar de su incapacidad para recuperarse de los daños causados por las guerras de indepen-dencia, Cartagena (que pese a su deplorable estado continuaba siendo la ciudad más importante del Caribe colombiano) renovó su lucha por lograr mayor autonomía frente a Santa Fe. Este nuevo intento autonomista se desarrolló como un capí-tulo (el capítulo Caribe) de la llamada Guerra de los Supremos—una guerra civil que enfrentó a las élites provinciales en contra del poder central de Bogotá—caracterizado por el intento del Caribe colombiano de tratar de separarse de Colombia para formar las Provincias Federadas de la Costa Caribe. El intento, inicialmente exitoso, culminó en un estruendoso fracaso que profundizó la crisis que las guerras de independencia habían produ-cido en la región.

El corolario de la Guerra de los Supremos y su importancia en la determinación del papel del Caribe colombiano en la nación colombiana fueron recientemente descritos por Gustavo Bell (2006: 134-135), quien afirma que,

después de esta guerra, Cartagena literalmente queda exhausta, agotada, pues, ya venía así desde las guerras de independencia. Prácticamente liquidada, pierde toda su importancia dentro de la Nueva Granada y, con ello, también la importancia de la Costa en la nueva composición política del país”.

Racialización de la división o la creación de la Costa Atlántico: el interior blanco y civilizado contra la costa negra y salvaje

La ruina de la costa Caribe fue luego usada por las élites del interior para resaltar las diferencias entre las tierras altas (es decir, los Andes, Santa Fe, el interior) y las tierras bajas (para nuestros propósitos, la región Caribe, Cartagena, la costa). Con base en teorías de determinismo ambiental / climático desarrolladas a partir del siglo XVIII para explicar la diferencia entre Europa y sus colo-nias tropicales, un grupo de intelectuales neogra-nadinos, liderados por Francisco José de Caldas, venían desarrollando, desde finales del siglo XVIII, una versión local de determinismo geográ-

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fico que defendía “sin ninguna vacilación la idea de una nación con dos componentes básicos: laci-vilización de los Andes y la barbarie del resto del territorio.” (Múnera 2005: 76)5

Luego de culminada la Guerra de los Supremos, las doctrinas climáticas de Caldas fueron explíci-tamente expresadas en términos raciales, alegando que la barbarie y el atraso del Caribe y el resto de las tierras bajas tropicales se debían al hecho de que estas tierras eran habitadas por las razas

impuras (es decir, los negros y los indios). Manuel Ancízar, uno de los geógrafos colombianos más famosos del siglo XIX, manifestó claramente esta posición en 1850, al referirse a las provincias del interior como “los majestuosos Andes, habitados casi en total por la raza blanca, inteligente y traba-jadora, propietaria del suelo felizmente dividido en pequeños predios que afianzan la independencia

5- Para una discusión general de la aplicación en América Latina del determinismo geográfico y otras teorías de racismo científico ver, Antonello Gerbi (1982) y Nancy Leys Stepan (1991).

de los moradores” (Múnera 1998: 150). La costa Caribe, por su parte, era habitada por negros, que, como nos recuerda Peter Wade (1993: 14), eran percibidos como perezosos e indolentes.

Si bien la división entre Andes civilizados y Caribe salvaje funcionaba como un paliativo contra los temores de las élites del interior (ya que esta justificación les permitía sentirse europeos), no fue suficiente “para crear y definir una nación que pudiera competir en la escena mundial. Una nación que pudiera ser moderna y progresista.” (Wade 1993: 9). Para lograr esto, era necesario presentar a toda la nación, no sólo a su interior andino, como blanca, y, por lo tanto, capaz de progresar y alcanzar niveles de civilización compa-rables a los de Europa. La estrategia seguida para lograr este objetivo se basó en dos componentes fundamentales. Por un lado, el gobierno central intentó (aunque sin éxito) fomentar la inmigra-ción masiva de europeos blancos que deberían mezclarse con negros e indios para “blanquear” la nación. Por otra parte, dado que el término “Caribe” se asociaba con la esclavitud, la oscu-ridad y el atraso, el Gobierno optó por eliminar el componente Caribe de la nación colombiana. Con miras a lograr este último objetivo, tal como lo demuestra Gustavo Bell (2006: 138-140), con base en su lectura de una serie de compen-dios geográficos de mediados del siglo XIX, el término Mar Caribe fue sustituido en los mapas de Colombia con el término Océano Atlántico. La Costa Caribe, desde entonces pasó a denominarse la Costa Atlántica. Colombia, buscando ser más civilizada, más blanca, optó por la supresión de su identidad caribeña. El atraso de la costa Caribe colombiana fue usado para justificar la elimina-ción de la identidad caribe. Al mismo tiempo, ese atraso, derivado directamente de las guerras de independencia, impidió a los habitantes del Caribe colombiano desarrollar cualquier acción tendiente a rescatar la identidad caribe de la nación colombiana.

3.2 De costeño a caribeño: ¿Hemos llegado?

La rivalidad entre Cartagena y Santa Fe y la división histórica entre la costa y el interior nos brindan las claves para entender que la identidad

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de los habitantes del norte de Colombia se deriva directamente de una percepción negativa de lo que significa ser del interior. Los habitantes del interior (los cachacos), a su vez, se perciben a sí mismos en oposición a lo que, en su opinión, significa ser de la costa. En este sentido, la identidad de los habi-tantes del Caribe colombiano es una construcción creada en oposición a lo que uno no es (no se es cachaco).6 Sin embargo, la auto-identificación de los habitantes del norte de Colombia como cari-beños es un fenómeno reciente, aún en proceso de consolidación. Tradicionalmente los habitantes del norte de Colombia nos hemos percibido a noso-tros mismos como costeños. La idea de ser caribe ha sido una incorporación relativamente reciente, promovida por un grupo reducido de intelectuales, académicos, políticos y gestores culturales.

Uno de los aspectos fundamentales del proyecto promovido por esta intelectualidad ha sido el intento de rescatar una identidad caribe evidente en aspectos como la música, las comidas y el estilo de vida. La idea, desarrollada inicialmente durante la década de 1980, tomó fuerza con la aprobación de la Constitución de 1991 que creó estrategias de desarrollo regional para cada región colombiana, incluyendo lo que entonces empezó a ser llamado institucionalmente Caribe colombiano. El Obser-vatorio del Caribe Colombiano, centro de inves-tigación económica, social y cultural del Caribe colombiano creado en 1997, con miras a “generar conocimiento de excelencia, promover el debate y producir propuestas que mejoren la calidad de vida de los habitantes del Caribe Colombiano,” así como, “divulgar ampliamente su producción intelectual,”7 ha sido sin duda la institución que ha liderado el proceso de generar conciencia en torno a la identidad caribe de los habitantes de los departamentos del norte de Colombia. De la mano de entidades como el Banco de la República (Sede Cartagena) y la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Sede Caribe, el Observatorio ha publicado nume-rosos volúmenes cuya divulgación ha jugado un papel crucial en el desarrollo del conocimiento

6- Para la idea de identidades definidas en relación a lo que uno no es ver Linda Colley (1992: 6) y Marixa Lasso (2007: 153).

7- http://ocaribe.org/observatorio/observatorio.php

sobre la región y la consolidación de su identidad. Más recientemente, con la idea central de hacer visible la identidad caribe y continuar divulgando la idea de pertenencia al Caribe se han puesto en marcha otras iniciativas como el Parque Cultural del Caribe y el recientemente inaugurado Museo del Caribe, que buscan afianzar y difundir, tanto a nivel regional como nacional e internacional, la idea de que Colombia y muchos de sus habitantes pertenecen al Caribe.8 El reto ahora consiste en recordarnos a nosotros mismos que somos Caribe; en hacer efectiva la transición de ser y sentirnos costeños, a ser y sentirnos caribeños.

Conclusión

No existe un acuerdo general en torno a cómo definir el Caribe. Dos tendencias principales caracterizan la literatura sobre el tema: una defini-ción restrictiva que sólo entiende al Caribe como la cadena de islas conformada por las Antillas Menores y Mayores y una interpretación amplia que incluye a todos los países con costas en el Mar Caribe. Además, existe una tendencia, mucho más reciente, que intenta liberarse de la geografía para definir al Caribe como un ente imaginado sin fronteras físicas determinadas. Pese a la falta de consenso en cuanto al significado del Caribe, es importante reconocer la importancia que algunos pueblos (por ejemplos, algunos habitantes del Caribe colombiano) asignan al reconocimiento como caribeños. La explicación de esa necesidad de ser caribe tiene fuertes raíces históricas, cuya comprensión hace posible entender (pero no cele-brar) el chiste sobre la no pertenencia de Carta-gena al Caribe.

Sin embargo, todavía queda mucho por hacer para apreciar el grado de caribeñización de la iden-tidad costeña. Si bien la rivalidad que dividía y sigue dividiendo al interior y la costa es innegable, es necesario plantear algunas dudas con respecto al grado de aceptación que el gentilicio caribeño ha alcanzado entre los habitantes del Caribe colom-biano. La gente de la región definitivamente se

8- Para información sobre el Parque Cultural del Caribe y el Museo del Caribe ver www.culturacaribe.org

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autoidentifica en oposición a los cachacos, pero eso no necesariamente implica que la mayoría de ellos se piensen a sí mismos como caribe. La tran-sición de costeños a caribeños es un proceso en desarrollo, cuya culminación exige la elaboración y divulgación de estudios históricos que ilustren los

vínculos que hacían del Caribe colombiano parte integral del espacio Caribe, así como el proceso mediante el cual se fueron debilitando (y olvi-dando) dichos vínculos. Reconstruir esta historia permitirá fortalecer el argumento en torno a la importancia de ser caribe.

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25AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Modesto el balance de la AEC en sus 15 años Entrevista a Norman Girvan, ex secretario de AECAlberto Abello Vives

Economista y profesor universitario, actual-mente vinculado laboralmente al Instituto de Relaciones Internacionales de la Universidad de West Indies, en el Campus de San Agustín, en la República de Trinidad y Tobago, Norman Girvan es, además, un prestigioso especialista en el área del Caribe, desde joven uno de los analistas más consagrados del Caribe inglés por sus contri-buciones a las teorías de la dependencia, que ha combinado la academia con su experiencia en organismos internacionales como la Asociación de Estados del Caribe (AEC), de la cual fue el segundo Secretario General. Conocido por sus varios libros y artículos publicados en varios idiomas, Girvan, mientras esperaba el avión que lo conduciría de

Santo Domingo a Panamá, tras haber asistido a una reunión de expertos en el Centro León de la Ciudad de Santiago de los Caballeros en la Repú-blica Dominicana, concedió a Alberto Abello, ex director del Observatorio del Caribe Colombiano, la siguiente entrevista para la revista AGUAITA.

Quién mejor que Norman Girvan para hacer un balance de la Asociación de Estados del Caribe, en sus 15 años de operación en su sede de Puerto España, en Trinidad, luego de haber sido fundada en Cartagena de Indias en 1994. La Asociación de Estados del Caribe, si bien es el principal orga-nismo de integración regional, sus posibilidades reales de incidencia en la misma están limitadas desde su mismo origen debido a su fragilidad insti-

O P I N I Ó N

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26 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

tucional y a las diferencias regionales internas alre-dedor de la economía y agentes externos, lo cual exige que este organismo, para el cumplimiento de su misión, sea pensado nuevamente.

Para un “grancaribeñista” como usted, ¿cuáles fueron las lecciones aprendidas en su paso por la Asociación de Estados del Caribe (AEC)?La importancia de sobrepasar la ignorancia

mutua, las diferencias de percepciones que existen entre diferentes culturas de origen metropolitano, entre las distintas membresías de la AEC.

Las esferas más grandes y más importantes eran los países hispanoparlantes integrados por el Grupo de los Tres (G3: México, Colombia y Vene-zuela); Cuba y República Dominicana, con pobla-ción relativamente más grande; y, por otro lado, un gran número de islas pequeñas que son, a la vez, un gran número de miembros, más de una decena.

La ignorancia mutua de la historia, las culturas, las percepciones es impresionante. La gran barrera es el idioma, en la medida que el idioma es el portador de la cultura, la historia, las referencias populares, indispensables para facilitar el entendi-miento.

En el Caribe cada país tiene sus propias refe-rencias particulares que son desconocidas para

los otros, como los diferentes sistemas legales que dificultaron las negociaciones del convenio sobre el transporte y el de turismo.

La AEC tuvo coyunturas difíciles en el problema bananero entre Centroamérica y Caricom. Hubo conflicto de intereses entre exportadores centro-americanos (multinacionales con el apoyo de los gobiernos) y los exportadores del Caribe inglés. Hubo malas relaciones entre angloparlantes y centroamericanos. Esto ocurrió después de creada la AEC y contribuyó a la no construcción de la confianza entre las partes.

La lección: el idioma y el entendimiento de la cultura y la historia de los distintos países. La mayor parte de oficiales angloparlantes no conoce la historia centroamericana, los héroes nacionales, a Bolívar, la historia de las intervenciones, las guerras civiles… Los países hispanoamericanos más conocidos entre los angloparlantes son Cuba y República Dominicana. Centroamérica, Colombia y México, pero no mucho, porque los anglopar-lantes recién se independizaron y recién entraron en la OEA.

Esto hay que verlo como un “work in progress”: no se van a encontrar intereses económicos comunes fácilmente. La liberación del comercio en este momento no es lo más importante para la AEC. No debe ser la tarea prioritaria, porque no hay muchos beneficios potenciales. Ni del lado de los grandes hay interés, ni del de los pequeños hay productos.

Hay que empezar por el idioma, por el inter-cambio cultural, por las relaciones entre turismo y cultura, por lo relativo al patrimonio, a los deportes, a la música que es el idioma común.

Cultura e integración regional

Eso quiere decir que ha debido crearse una AEC no para la política y la economía, sino para la cultura.Una de las principales experiencias de integra-

ción lo fueron los Carifiestas que comenzaron en los años setenta y aunque fueron iniciativa de los angloparlantes del Caricom, siempre incluyeron países hispanoamericanos.

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27AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Como está hoy la AEC, hay que priorizar en su programa la cultura y los idiomas.

No se debe depender de iniciativas estatales, de gobierno para estos programas porque, si bien se requiere el apoyo oficial, los gobiernos y las agencias oficiales no saben cómo manejar esto. La iniciativa para integrar desde los idiomas y la cultura tiene que surgir de la academia, del sector privado y de la cultura misma.

La hora del balance

¿Cuál es el balance luego de quince años de la AEC?Difícil, porque la AEC se lanzó con la expec-

tativa de que iba a ser un área de comercio libre y eso no ocurrió por varias razones. Una de ellas, porque se lanzó el ALCA por parte de Estados Unidos, quince meses después de creada la AEC, y todos los países se orientaron a las negociaciones del ALCA, lo cual hundió los planes de la AEC e hizo entonces que la AEC enfatizara otros temas como los desastres naturales, el turismo y el transporte.

Debo anotar que, sin embargo, el actual esquema de coope-ración sobre el Mar Caribe se comenzó en AEC. Posiblemente el aporte más significa-tivo de la AEC ha sido la Iniciativa del Mar Caribe que permitió a la Asamblea General de las Naciones Unidas que reconocieran a este mar como un área para el desarrollo soste-nible y, por lo tanto, se promoviera la coopera-ción regional e interna-cional en el manejo de este recurso común.

También se han hecho aportes en turismo: me

refiero al convenio sobre turismo sostenible con la que se identificaron ciertos destinos y se expidió la declaración del Gran Caribe como zona de turismo sostenible, calificando más y más destinos. También hubo acuerdos para el transporte aéreo, para líneas registradas en el Gran Caribe. Hay algunos proyectos de entrenamiento en idiomas, otros en cooperación frente a los desastres natu-rales.

Pero el balance en general es modesto. La AEC no satisfizo las grandes expectativas que existían al momento de su creación.

La AEC, ¿debe seguir existiendo, se justifica?Sí. A lo mejor fortalecerla, pero tal vez concen-

trando objetivos, concentrando sus esfuerzos en el Mar Caribe y en la Cultura. Los países no aportan grandes recursos a la AEC como a otros organismos, a la manera de la OEA o Caricom, o a la manera de la cooperación bilateral (con el ALBA, o Petrocaribe). El espacio para la AEC lo conforman el Mar Caribe y los idiomas.

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28 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

La AEC y nuevos miembros

¿Estados Unidos y Brasil han intentado entrar a la AEC?Estados Unidos no lo ha intentado, ellos son

muy consistentes. Como Cuba pertenece a la AEC y ellos quieren aislarla, no reconocen a la AEC y no han permitido que Puerto Rico e Islas Vírgenes Estadounidenses entren como miembros asociados.

Brasil actualmente es observador. Se le debe invitar como miembro completo.

Colombia y la AEC

En Colombia se cree que la iniciativa de la AEC fue del gobierno colombiano, que la promueve y apoya su creación en Cartagena de Indias; ¿cuál es realmente la posición de Colombia?La iniciativa surge en el seno de Caricom sobre

la base de aumentar el intercambio de esta área comercial con sus vecinos hispanoparlantes, rompiendo el círculo de sus relaciones comerciales internas. Caricom salió a proponer esta asocia-ción a México, Colombia, Cuba. El presidente César Gaviria de Colombia la apoyó. Al terminar la Guerra Fría y las guerras civiles centroameri-canas, la necesidad de construir relaciones entre el continente y las islas e incorporar además a Cuba, fueron prioritarias. Gaviria apoyó y fue anfitrión de la Cumbre.

¿Cuál es la posición de Colombia ante la AEC después del gobierno del presidente César Gaviria?No fue tan entusiasta; el entusiasmo inicial no se

mantuvo. Colombia tiene muchas preocupaciones internas. Se reversó a su visión de país andino. Aunque bajo la presidencia de Andrés Pastrana y la vicepresidencia de Gustavo Bell se aumentaron las relaciones bilaterales con Jamaica y Trinidad

y Tobago, principalmente. Luego la embajada de Trinidad y Tobago fue cerrada.

Tengo la impresión de que, en este momento, hay una crisis en la AEC y Colombia está buscando un consenso para relanzarla. Es muy importante que tenga éxito. Si tiene éxito se relanzaría, si no lo tiene, la AEC va a declinar.

México visto por Girvan

Y, qué ha pasado con México frente a la AEC?No estoy seguro que se autodefina con una voca-

ción caribeña: su posición en AEC fue asegurar que esta organización no hiciera mucho, restringir su actuar, siempre presionando las delegaciones para que no se hiciera nada. Frenó la AEC; no estoy seguro de que tenga una política coherente. Los mexicanos miran más al norte que al Caribe.

Casi todos los países de AEC miran más al Norte.Sí. Pero Cuba y Venezuela miran más al Sur. La

mayor parte del turismo y las remesas vienen del Norte. Pero estos países desde el punto de vista estratégico deben de mirar más al Sur. Ahora las cosas están cambiando, tres países del Caricom entraron al ALBA y la mayor parte tiene vínculos con Petrocaribe.

Frente al ALBA

¿Cree usted que ALBA reemplazaría a la AEC en el esquema de libre comercio?No, porque ALBA es un esquema de coopera-

ción comercial y financiera, no es un esquema de libre comercio.

Santo Domingo, República Dominicana, 1° de noviembre de 2009

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29AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

H I S T O R I A

Haití: la tragedia continúa, la refundación apenas empieza

Joaquín Viloria De la Hoz

La refundación de Haití, 206 años después de su Independencia, va a necesitar del esfuerzo conjunto y continuado de la comunidad internacional, al menos por una década. En este sentido, el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, enviado especial de la ONU para Haití, invitó a empresarios y políticos del

mundo a invertir en este país del Caribe, “con el fin de reconstruirlo diferente a como era antes del terremoto… Haití tiene la oportunidad de escapar de su pasado, y construir un futuro mejor”1

1 - (EFE, Yahoo News, 28 de enero de 2010).

Fotografía de Luis Alcalá del Olmo / Primera Hora

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30 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Introducción

La historia trágica de Haití empezó mucho antes del 12 de enero de 2010, día en que un fuerte terremoto de categoría 7 en la escala de Richter destruyó gran parte de la isla. La tragedia se remonta cinco siglos atrás, cuando españoles y franceses aniquilaron a la población nativa, remplazada por esclavos africanos. Esta isla, habi-tada originalmente por indígenas taínos y llamada por ellos Quisqueya, fue descubierta por Colón en su primer viaje y rebautizada como La Española. Desde la década de 1620 bucaneros franceses se empezaron a establecer en la parte occidental de la isla, lo que generó enfrentamientos con España, quien finalmente cedió este territorio a Francia en 1697 (Briceño, 1989; Bidegáin, 1984).

En 1767, la colonia francesa de Saint-Domingue exportó más de 50 millones de libras de azúcar refinada, un millón de libras de añil y dos millones de libras de algodón. En estos años, produjo cerca del 40% del azúcar y el 60% del café que consumía Europa (El Tiempo, 2010). No cabe duda que Santo Domingo fue la joya de la corona del imperio

francés durante el siglo XVIII, la colonia más rica del hemisferio Occidental explotada intensa-mente por un despiadado régimen esclavista. Esa maquinaria brutal necesitaba mucha mano de obra esclava y unos pocos blancos que hicieran cumplir el régimen esclavista: así, en 1785, había cerca de 700.000 de esclavos procedentes, en su mayoría, de las costas africanas de Guinea, Congo y Angola (Diamond, 2005). Por su parte, los blancos fran-ceses sólo llegaban a 32.000, el 5% de la pobla-ción total, lo que daba una relación de 22 esclavos por cada blanco establecido en la isla. Los fran-ceses mostraban orgullosos en Europa su colonia más productiva, mientras al interior de la isla el inconformismo de los esclavos era creciente, por las condiciones despiadadas como trabajaban y vivían. Este sistema perverso sumió en la miseria y el analfabetismo a más del 90% de la población de la isla, integrada por esclavos de origen africano.

El inconformismo inicial de los esclavos

Los esclavos empezaron a huir de las condiciones infrahumanas de la plantación, para refugiarse en

Fotografía de Luis Alcalá del Olmo / Primera Hora

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las montañas, en donde establecieron palenques o comunidades de negros libres. El más famoso de los cimarrones fue Mackandal, quien huyó en 1751. Este antiguo esclavo de Guinea combinaba su accionar guerrillero con la hechicería, ya que él mismo era un houngan o sacerdote vudú. Mackandal fue el azote de los esclavistas por varios años, hasta cuando fue tomado prisionero por los franceses y quemado vivo en 1758 (Bidegáin, 1984; Franco, 1966). El vudú es una religión sincrética que se originó por la combinación de las creencias de los esclavos africanos traídos a América, con las del catolicísimo practicado por los colonizadores blancos. De esta mezcla de creencias se originó el vudú de Haití, la santería de Cuba y el candomblé de Brasil, entre otras prácticas religiosas de origen africano.

Otro sacerdote del vudú, Zamba Boukman, es considerado el precursor de la Revolución de Haití, pues en agosto de 1791 invocó los espíritus y dioses africanos para que ayudaran a los esclavos a liberarse de sus amos blancos. El vudú les daba fortaleza a estos esclavos sublevados que luchaban contra un imperio poderoso. En ese sentido, “el vudú era para el pueblo de Haití de estos años, el arma ideológica para combatir el colonialismo francés” (Uribe, Gutiérrez y Álvarez, 1997: 17).

Las plegarias que al parecer elevó Boukman han sido motivo de diversas inter-pretaciones, como la del predicador Pat Robertson, ultraconservador norte-americano, quien consi-dera que lo sucedido en 1791 fue un pacto de los esclavos haitianos con Satanás. Según las fantasías mentales de Robertson, Boukman le dijo al diablo las siguientes palabras: “Te serviremos si nos quitas de encima a los franceses… El diablo les dijo: Ok, denlo por hecho. Se deshicieron de los franceses, pero fueron maldecidos” (Noticia-

Cristiana.Com). Este predicador multimillonario, propietario del canal de televisión Christian Broadcas-ting Network, así como de minas de oro y diamantes en África, tiene un discurso abiertamente racista: “En la retorcida mente de ese fanático religioso es imperdonable que un pueblo de negros dedicados al vudú y a la hechicería se subleve contra sus amos cristianos; y que haya triunfado, resulta inexpli-cable sin la oportuna mediación de Satanás” (El Espectador, 2010). Boukman fue apresado y asesi-nado, pero la semilla de la independencia se había esparcido.

La Independencia y el siglo XIX

En el mes de agosto de 1971, un grupo de esclavos dio inicio a la Revolución Haitiana, que culminó con su independencia el 1° de enero de 1804. Haití se convertía de esa manera en la segunda república en ganar su independencia en el Hemisferio Occi-dental, después de los Estados Unidos.

Por múltiples factores, la independencia le resultó muy costosa al pueblo haitiano. En primer lugar, la sublevación fue sanguinaria y brutal, y se calcula que hubo más de 110.000 muertos: unos 60.000 de parte de los abolicionistas negros y mulatos, frente a 50.000 de los colonizadores franceses

Fotografía de Luis Alcalá del Olmo / Primera Hora

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(Uribe, Gutiérrez y Álvarez, 1997). En la guerra se aplicó la táctica de tierra arrasada, por lo que luego de trece años de lucha, la economía del país quedó en ruinas: las haciendas esclavistas habían sido quemadas en su gran mayoría, la mano de obra esclava había sido liberada y los inversionistas franceses habían huido o muerto en esos años de guerra.

Este sistema colonial fue altamente excluyente y racista: menos del 10% de la población, compuesta por blancos y algunos mulatos, tenía derecho a la educación y a la propiedad. Por lo anterior, la inde-pendencia dejó a Haití con una población mayori-tariamente analfabeta, la cual nunca tuvo la opor-tunidad de asistir a la escuela. Ahora, su dirigencia estaba compuesta por guerreros, quienes contaban con una bajísima preparación intelectual o expe-riencia política. El gran héroe de la lucha por la emancipación fue Francois Toussaint L Ouverture, un miembro de la nobleza africana convertido en esclavo, quien practicó la botánica y se alfabe-tizó de adulto. Toussaint luchó contra franceses, ingleses y españoles desde 1793. En 1801, proclamó la constitución haitiana, la cual declaraba abolida la esclavitud. Este acto fue tomado como una afrenta por parte de Napoleón Bonaparte, quien envió un contingente superior a 42.000 soldados para someter a los esclavos insurrectos, al mando de su cuñado, el general Lecrerc (Briceño, 1989; Casimir, 2007). A través del engaño, Toussaint fue capturado en 1802 y desterrado a Francia, donde murió al año siguiente.

La lucha continuó bajo el mando militar de Jean Jacques Dessalines, antiguo esclavo, quien derrotó definitivamente a los franceses y declaró la inde-pendencia de Haití el primero de enero de 1804. Luego de la humillante derrota del ejército napo-leónico en el Caribe, Francia reclamó de Haití una millonaria indemnización. Ante el temor que los esclavos de Estados Unidos o del resto de colonias siguieran el “mal ejemplo” de la sublevación, así como una forma de presionar el pago de la indem-nización, las potencias coloniales como Francia, Gran Bretaña y España, además de Estados Unidos, bloquearon económica y políticamente a la nueva república.

Dessalines instauró un gobierno autoritario y despótico, declarándose Emperador Jacques I, lo que generó resistencia y divisiones en toda la isla, tanto en la parte francesa como en la española, la cual había conquistado. Los españoles aprove-charon esta situación de descontento para recu-perar la parte oriental de la isla, mientras en la zona occidental se fueron consolidando los poderes de Henry Christophe y Alexander Petion. Luego del asesinato de Dessalines en 1806, estos generales se disputaron el poder y estuvieron en guerra hasta 1810 (Franco, 1966; Cole, 1967).

Chistophe, un antiguo esclavo, fue elegido Presi-dente, mientras Petion controlaba el senado, lo que ocasionó guerra entre las dos facciones y la divi-sión del país. Chistophe se fortaleció en el norte y se proclamó Rey, con el nombre de Henry I de Haití, en donde dilapidó el escaso presupuesto de la Nación, ordenando la construcción del Palacio de Sans Souci, seis castillos y la imponente Fortaleza Laferriere, convertida en uno de los principales atractivos turísticos del país1. La Nobleza Haitiana, creada por Christophe, la conformaba una corte con el rey y su reina, 4 príncipes, 8 duques, 14 caba-lleros, 22 condes y 37 barones. Esta ostentación y nepotismo generó descontento entre un sector de la población, que con el tiempo se fue generali-zando (Cole, 1967).

En el sur de Haití, Alexander Petion proclamó la República. Como Presidente, este mulato educado en la Academia Militar de París, reivindicó la democracia liberal, en contra del autoritarismo de Christophe. En 1806, como miembro del gabi-nete de Dessalines, Petion ofreció su hospitalidad y colaboración al precursor venezolano Francisco Miranda, a quien le entregó la “Espada Libertadora de Haití”, símbolo de la lucha de su pueblo. Una década después, siendo Presidente de la República, al saber de la reconquista española de sus antiguas colonias y la consiguiente derrota de los patriotas colombo-venezolanos, invitó a Simón Bolívar para que organizara la retoma de Venezuela desde Haití, brindándole armas, municiones, embarcaciones y soldados. Bolívar recibió apoyo de todo tipo a cambio de acoger la Declaración de los Derechos

1- Parque Histórico Nacional Ciudadela, Sans Souci y Ramiers, en: unesco.org

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del Hombre y conceder la libertad de los esclavos una vez liberados esos territorios. Sobre este acon-tecimiento dijo Bolívar: “Perdida Venezuela y la Nueva Granada, la isla de Haití me recibió con hospitalidad: el magnánimo Presidente Alexander Petion me prestó su protección y bajo sus auspicios formé una expedición de 300 hombres compara-bles en valor, patriotismo y virtud a los compa-ñeros de Leonidas…” (Fundación Polar, s.f.)

A pesar del pedido de Petion, la manumisión de los esclavos en Colombia y Venezuela no se consiguió durante el gobierno de Bolívar, sino que se alcanzaría apenas en 1850 y 1854, respectiva-mente, casi cuatro décadas después de la ayuda haitiana. Bolívar, un rico criollo venezolano de origen español, le temía a un alzamiento de negros y mulatos que pudiera desembocar en una “pardo-cracia”. Algunos autores sostienen que esta descon-fianza lo llevó a tomar la decisión de ejecutar a los generales mulatos Piar y Padilla (Helg, 2002).

Según Helg, luego de algunos movimientos de Padilla en contra de Montilla en Cartagena, “Bolívar… decidió que Padilla debía ser ejecutado, eliminando así al único general pardo de la Nueva Granada… Bolívar estaba obsesionado con la idea de que la pardocracia (literalmente, el gobierno de los pardos) podría transformar a Venezuela y a la Costa en otro Haití. Por eso, en 1817, Bolívar hizo ejecutar al líder pardo Manuel Piar” y en 1828, al general mulato José Prudencio Padilla (Helg, 2002: 4). Montilla acusó a Padilla de entregarles armas a los pobres y a los negros de Getsemaní. El general Montilla “sabía que si invocaba el fantasma de una revolución a la haitiana en Cartagena, iba a despertar los temores más profundos de Bolívar y asegurar así la eliminación de Padilla” (Helg, 2002: 10).

Petion murió de fiebre amarilla en 1818, viendo una Haití dividida en un reino y una república, mientras el resto de América Latina no había logrado todavía su Independencia. Por su parte, Christophe se suicidó en 1820, en medio de cons-piraciones y la crisis económica del país, mientras su hijo, el delfín Víctor Enrique, fue linchado por la multitud (Cole, 1967; Franco, 1966).

A Petion lo sucedió como Presidente el general Jean Pierre Boyer quien, como él, también mulato,

nació libre y se educó en Francia. Luego del suicidio de Christophe o Rey Henry I, Boyer reunificó Haití y en 1822 invadió la parte oriental, unificando de esta manera toda la isla Española y cumpliendo así el sueño del Padre de la Patria Toussaint L’Overture (Briceño, 1989). Para ese entonces, Haití tenía una población superior a 800.000 personas, mientras la parte oriental o zona hispana de Santo Domingo escasamente llegaba a 70.000 habitantes.

Además del sentimiento unificador, esta expan-sión haitiana tenía como uno de sus propósitos, conseguir recursos para un país que seguía aislado por Francia y demás potencias. Boyer abolió la esclavitud e impulsó una reforma agraria en la zona oriental, lo que le atrajo la simpatía de los sectores medios y bajos de la población. Pero a diferencia de lo que sucedió en el Haití francés, en donde la mayoría de blancos fueron expulsados o murieron durante la guerra de independencia, en la parte oriental de origen español el gobierno de Boyer respetó la vida de los blancos y mestizos, bajo la condición que no se opusieran a sus políticas. Con las reformas de Boyer, la economía isleña en su conjunto tuvo un crecimiento inicial que pronto se fue perdiendo. Rápidamente Dessalines, Petion y Boyer se dieron cuenta que la economía no funcio-naba, tanto por el embargo impuesto por Francia y demás potencias, como por el desmantelamiento de la base productiva haitiana, sustentada en la plantación esclavista de la caña de azúcar.

La abolición de la esclavitud, la distribución de tierras adelantada por Petion y la reforma agraria impulsada por Boyer le dieron un gran sentido de justicia social a la revolución haitiana, pero esto los llevó a enfrentarse a la dura realidad de que los nuevos propietarios rurales no tenían ni el capital ni la preparación y, en ocasiones, ni la motivación para producir mercancías para el mercado nacional o externo. Dessalines intentó infructuosamente restablecer la plantación y el trabajo forzoso, como una manera de reactivar la economía del país, pero se encontró con la férrea resistencia de los antiguos esclavos quienes consideraban que esta propuesta era una forma de volver a las prácticas esclavistas. Boyer tuvo propuestas similares y la respuesta de los trabajadores rurales fue similar.

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En 1826 el gobierno de Boyer aceptó pagar una indemnización a Francia por 150 millones de francos-oro, que luego de varias negociaciones quedó en 90 millones (The Boston Globe, 2004). Al reconocérsele este pago, Francia aceptaba la inde-pendencia de su ex colonia, mientras el gobierno de Haití esperaba salir del aislamiento al que lo habían sometido las potencias europeas y Estados Unidos durante dos décadas. Inglaterra reco-noció la independencia haitiana en 1839, mientras Estados Unidos y el Vaticano sólo la aceptaron en la década de 1860.

No hay que olvidar que Haití oprimía a Santo Domingo y Boyer fue considerado en esta parte como un tirano, llegando incluso a cerrar colegios y universidades para convertirlos en cárceles de los opositores2. En ambos lados de la isla se dio la oposición a la presidencia vitalicia de Boyer, por parte de sus antiguos aliados como hateros y la clase media urbana y rural. Esta crítica situación lo llevó a que renunciara y saliera exiliado a Francia en 1843. Esta situación fue aprovechada por la población oriental de la isla y en 1844 se indepen-dizaron bajo el nombre de República Dominicana, país mayoritariamente mestizo, hispano-parlante y católico. A partir de ese momento, estos dos países

2- Entrevista con el sacerdote haitiano Antoine St. Hilaire, párroco de San Basilio de Palenque, Malagana, San Cayetano y Sincerín, 13 de febrero de 2010.

vecinos, que comparten una misma isla, tomaron rumbos diferentes.

Sin proponérselo, durante la administración de Boyer se profundizó la tendencia de que el gobierno era para los mulatos y el ejército para los negros. Dentro de esta dinámica, fue ascendiendo dentro de la milicia Francois Soulouque, quien había nacido esclavo de la casta Mandinga. Soulouque ascendió rápidamente en la milicia, hasta llegar al cargo de Comandante de la Guardia Nacional. Este militar no aprendió a leer ni a escribir, pero en 1847 se convirtió en Presidente de la República y dos años después se proclamó Emperador de Haití, bajo el nombre de Faustino I. Sus políticas favorecieron a la población negra, en contra de los intereses de los mulatos. En 1859 “El Emperador” fue derro-cado, por lo que se vio obligado a exiliarse con su familia, llevando consigo una enorme fortuna (Briceño, 1989; Franco, 1966).

La corrupción se hacía presente de esta forma en la política haitiana.

Hasta aquí podemos ver una combinación de factores que han condenado a Haití a padecer una pobreza extrema, la más grande del hemisferio occidental: el despiadado sistema colonial francés; el bloqueo y aislamiento a que fue sometido por las potencias europeas y Estados Unidos, por el temor a que se extendiera la revolución de los esclavos; el pago de la indemnización que Francia le impuso a su ex colonia; el despilfarro y nepo-tismo que practicaron la mayoría de sus dirigentes, en momentos en que el país padecía de problemas económicos; el escaso capital humano y social del grueso de la población haitiana al momento de su independencia, visto como una consecuencia del legado colonial. Estos son algunos factores, pero aún faltan más.

El papel de Estados Unidos: invasiones y apoyo a dictaduras

El Presidente de Estados Unidos, Thomas Jefferson, no reconoció la nueva república de anti-guos esclavos, mientras el Congreso de la Unión bloqueó el comercio con la isla. Fue sólo en 1861 cuando el presidente Abraham Lincoln aceptó la independencia de Haití, por lo que, cerca de

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cuatro décadas, la economía más dinámica del continente americano aisló y bloqueó la segunda república del hemisferio occidental y la primera, a nivel mundial, en la que triunfó una sublevación de esclavos. En tal sentido, tanto el colonialismo francés como el neocolonialismo norteamericano tuvieron un peso decisivo en la malformación de la democracia haitiana, así como en el incremento progresivo de la pobreza. Pero fue a principios del siglo XX cuando los empresarios norteamericanos se empezaron a interesar por Haití, con miras hacia la construcción de ferrocarriles, la adquisición de tierras para cultivar banano y la compra de bancos (Franco, 1966).

A partir de 1910, la deuda del país con varios bancos norteamericanos fue creciente, a tal punto que el Citibank compró el Banque de la République d´Haïti, banco central que tenía el monopolio de la emisión de dinero. La otra empresa norteame-ricana de mucho peso en la economía del país fue la Haitian American Sugar Company, dedicada a la producción y exportación de azúcar. Con el

pretexto de la moratoria de la deuda y de proteger los intereses de las empresas norteamericanas, el Presidente de Estados Unidos Woodrow Wilson envió tropas a Haití en 1915 y estuvieron allí por 19 años, hasta 1934. Los marines también inva-dieron República Dominicana en 1916, logrando unificar el mando sobre la isla. En todos estos años de ocupación, la preocupación norteameri-cana no fue la debilidad democrática de Haití, las deficiencias en sus sistemas educativo y de salud o la creciente pobreza de su población. El obje-tivo central era darles seguridad a los empresarios norteamericanos y garantizar que Haití terminara de cancelar su deuda con el Citibank (Briceño, 1989; Castor, 1968).

Los Duvalier y el vudú como control social

En las siguientes dos décadas, luego de la salida de las tropas norteamericanas, se sucedieron gobiernos ineptos, se consolidó el poder del ejér-cito y se agudizaron los enfrentamientos entre

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la élite mulata y las negritudes mayoritarias. En este período, el ejército haitiano derrocó a los presidentes Elie Lescot (1941-1946), Dumarsais Estimé (1946-1950) y Paul Mogloire (1950-1957). También en estos años se formó profesional-mente Francois Duvalier, médico negro de origen humilde, quien trabajaba en los sectores populares luchando contra enfermedades tropicales como el paludismo, la fiebre amarilla y el tifo. Por su expe-riencia y popularidad llegó a ser director general del Servicio Sanitario Nacional y Ministro de Salud. Este médico, conocido popularmente como Papá Doc, se convirtió en Presidente de la República en 1957, con el apoyo del ejército y con un discurso populista en contra de la minoría mulata (Diede-rich, 1972). Tal vez tratando de imitar a Mackandal y Boukman, Duvalier recurrió a las prácticas del vudú para afianzar su poder. Se proclamó hougan o sacerdote vudú y trató por todos los medios de imitar la imagen del Barón Samedi, loa o dios de la muerte, como una manera de intimidar a la pobla-ción en su mayoría supersticiosa.

Durante el período Duvalier la práctica del vudú se generalizó y dentro de ésta el fenómeno zombi fue muy importante. Una de las formas de castigo o pena capital dentro del vudú es la zombificación, o forma de convertir a las personas en zombi. De acuerdo con la creencia popular haitiana, durante la zombificación, el alma de una persona se la roba un bokor, hechicero o hougan malvado, el cual posee poderes sobrenaturales. Esta creencia ha hecho que los haitianos le tengan temor al saludo o contacto físico con una persona que no conocen, “ya que les puede robar el alma para convertirlos en zombi”3. El zombi es una persona muerta en vida, en estado de semi-inconciencia, letárgico, de aire ausente, ojos apagados, que puede oír e incluso hablar, pero no recuerda su pasado. “Así se le puede utilizar como una bestia de carga a la que su amo explota sin piedad, obligándole a trabajar en las más duras tareas del campo” (Latino Seguridad.com).

Pero la explicación científica del zombi “no es otra cosa que un ser vivo narcotizado por un poderoso veneno – tetrodontoxina, sesenta mil

3- Entrevista con el sacerdote haitiano Antoine St. Hilaire, párroco de San Basilio de Palenque…, 13 de febrero de 2010.

veces más potente que la cocaína y quinientas más que el cianuro- extraído de algunos… peces y que los Hougan utilizan a la perfección” (El Espectador, 2010). La tetrodontoxina se extrae de varios peces de la familia de los Tetrodóntidos, frecuentes en el mar Caribe, siendo uno de los más comunes el pez balón. Según Biffi, el zombi más popular de Haití se llamó Clervius Narcise: “murió” en 1962, fue “revivido” por un bokor al día siguiente de su entierro y fue vendido como esclavo para trabajar en una plantación, en pleno período de terror de Papá Doc. Luego de trabajar esclavizado durante 18 años, apareció vagando por las calles de la ciudad de Gonaives en enero de 1980, según consta en un informe judicial que ha sido objeto de estudio por parte de historiadores y antropólogos. “Ciencia o magia negra, el temor de la zombificación ha sido utilizado siempre en Haití como mecanismo de control social y político” (El Espectador, 2010). Francois Duvalier, Papá Doc o la reencarnación del Barón Sámedi, tres personificaciones malvadas y un solo dictador verdadero, fue un experto en exacerbar estos temores en la población, a la cual mantuvo controlada a través del miedo supersti-cioso y de la violencia física.

Las prácticas autoritarias llevaron a Duvalier a conformar la milicia de Voluntarios de la Segu-ridad Nacional, los tristemente célebres Tonton Macoute, paramilitares que se convirtieron en los guardianes del régimen y en el terror de la población. También firmó un acuerdo de mutua protección con el también dictador dominicano Leónidas Trujillo, para neutralizar la oposi-ción que pudiera refugiarse en el país vecino. La corrupción y el despotismo de Duvalier llevaron a que el presidente John F. Kennedy suspendiera la ayuda a Haití, pero luego del magnicidio de éste, en Estados Unidos consideraron a Duvalier como un aliado anticomunista que podía neutralizar la influencia cubana en la región. Papá Doc se hizo reelegir en varias ocasiones y en 1964 fue procla-mado presidente vitalicio, hasta su muerte ocurrida en 1971 (Diederich, 1972).

Tomando como base el mal ejemplo de Papá Doc, algunos historiadores y científicos sociales desca-lifican el vudú como una práctica contraprodu-cente para el desarrollo económico y político de

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Haití. Otros analistas opinan que los cono-cimientos del vudú resultaron muy prove-chosos para forta-lecer mentalmente a la población negra de Haití que combatió al ejército francés y ganó la guerra de independencia hace más de 200 años4. Lo que no es tolerable es utilizar el vudú como una herramienta para atemorizar a la pobla-ción y combatir a la oposición interna. Esta segunda forma ha sido catastró-fica para el pueblo haitiano y la era Duvalier es la prueba reina de esta práctica. En la primera forma, el vudú es una creencia religiosa como cualquier otra, pero la segunda se puede asociar a una práctica terrorista que no se debería tolerar.

Muerto Papá Doc, lo sucedió su hijo Jean-Claude Duvalier, Nene Doc, el presidente más joven en la historia de Haití, quien fue derrocado por una insurrección popular en febrero de 1986. El período de gobierno de los Duvalier fue cercano a las tres décadas, durante el cual Haití se convirtió en el país más pobre del Continente Americano, la represión fue severa y generalizada, mientras la corrupción y el nepotismo se enquistaron en los diferentes estamentos del Estado.

Historia reciente: las tres últimas décadas

Nene Doc Duvalier recibió asilo político en Francia, a donde llegó con su enorme fortuna escondida en bancos suizos y otros paraísos fiscales, que el gobierno haitiano calculó en cien millones

4- Entrevista con el sacerdote haitiano Antoine St. Hilaire, párroco de San Basilio de Palenque…, 13 de febrero de 2010.

de dólares y algunas ONG s estiman que puede llegar a 900 millones (El País, 2010; Comité para la Anulación de la Deuda del Tercer Mundo – CADTM, 2009). De esa gran fortuna, en Suiza sólo se pudieron localizar 5,7 millones de dólares, suma que fue denunciada por el gobierno haitiano por considerarla mal habida. El febrero de 2009, el Ministerio de Justicia decidió que esos fondos debían ser devueltos al pueblo haitiano,

decisión confirmada por el Tribunal Penal Federal. Pero en agosto del 2009, los abogados de la familia Duvalier presentaron un recurso ante el Tribunal, con el argumento de que los crímenes que están relacionados con la fortuna familiar habían pres-crito. El Tribunal aceptó el recurso, por lo que el proceso sigue estancado. Para el gobierno suizo y para el Ministerio de Justicia, “Suiza parte del principio de que los fondos en disputa no perte-necen a los Duvalier” (El País, 2010). En medio de la devastación de Haití por el terremoto del 12 de enero de 2010, sería de buen recibo un concepto positivo del gobierno y de la justicia suiza a favor del pueblo haitiano.

Vale la pena señalar algunas diferencias entre Haití, República Dominicana y Jamaica: entre 1980 y 2003, el PIB de Haití a precios constantes decreció a una tasa de - 0,82% promedio anual, mientras el PIB per cápita cayó de 632 a 332 dólares. Por su parte, este último indicador creció el 17% en Jamaica y 57% en República Dominicana, lo que demuestra la dinámica económica de estos dos últimos países, en contraste con Haití (Verner, 2008). En el 2008, el PIB per cápita de Haití fue de 391 dólares constantes, frente a 3.714 de Jamaica

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y 3.688 de República Dominicana, 10% y 11% respectivamente del de tales países (Cepal, 2010). Tanto en Haití como en Jamaica más del 90% de la población es afro-descendiente, mientras Repú-blica Dominicana es mayoritariamente mestiza. En este último país, la densidad de población es de 204 habitantes por kilómetro cuadrado, en Jamaica de 252, mientras en Haití es de 360 habitantes por kilómetro cuadrado, convirtiéndolo en el país con mayor densidad de población del Hemisferio Occi-dental, junto a Barbados (Verner, 2008).

Cerca del 80% de los diez millones de haitianos viven en condiciones de pobreza, y se ven en la necesidad de cocinar con leña o carbón vegetal, reforzando el círculo vicioso entre pobreza y defo-restación en la parte oriental de la isla La Espa-ñola. A finales del siglo XX, el 28% del territorio de República Dominicana estaba cubierto de bosques, mientras en Haití era escasamente el 1%. Esta proporción se ve reflejada en el sistema de parques nacionales de cada país, pues mientras en el primero existen 74 parques o reservas forestales, el segundo sólo tiene cuatro (Diamond,2005). Además, el desempleo llega al 70% de la pobla-ción en edad de trabajar y la desnutrición se eleva al 50%.

En los últimos 25 años, luego del fin de la era Duvalier, Haití sigue viviendo en constante ines-tabilidad política y un empobrecimiento continuo, producto de golpes de estado, desembarco de tropas extranjeras, así como de la delincuencia callejera y la corrupción a todos los niveles. En este período sobresale la figura del dos veces presidente y dos veces derrocado Jean-Bertrand Aristide, sacerdote salesiano de gran ascendencia popular.

En medio de todo ese desgobierno y la amenaza de una lucha armada creciente, las Naciones Unidas han desplegado cinco misiones en los últimos 17 años (1993-2010). La primera Misión se desarrolló entre 1993 y 1996, para prestar asis-tencia al gobierno democrático “en la preserva-ción del entorno estable, la profesionalización de las fuerzas armadas y la creación de una fuerza de policía”5. En su momento de máxima presencia,

5- Toda la información referente a las misiones de la ONU en Haití están disponibles en: www.un.org/spanish/depts/dpko/minustah

la ONU desplegó 6.000 soldados y 850 policías, además de 340 funcionarios. La segunda Misión abarcó el período de julio de 1996 a junio de 1997, de la que formaban parte 1.525 efectivos militares y de policía, así como 251 funcionarios civiles. La tercera Misión fue durante cuatro meses en 1997 y tuvo como propósito prestar asistencia al gobierno para la profesionalización de la Policía Nacional. Los efectivos autorizados fueron 250 policías civiles y 50 militares.

La cuarta Misión fue la de Policía Civil de las Naciones Unidas en Haití (MIPONUH), en la que se puso especial énfasis en la profesionaliza-ción, en tanto asistencia a nivel de supervisores y formación de unidades especializadas de policía. Se desarrolló entre diciembre de 1997 y marzo de 2000, y participaron 300 oficiales de policía y 205 funcionarios civiles. La actual presencia de la ONU, llamada Misión de las Naciones Unidas para la Estabilización de Haití (MINUSTAH, por sus siglas en francés), comenzó en 2004, luego de la intervención militar conjunta de Estados Unidos, Canadá, Francia y Chile que derrocó al Presidente Jean-Bertrand Aristide. El mandato de esta Misión se extiende hasta octubre de 2010 y está compuesta por más de 9.000 efectivos uniformados, entre soldados y policías, 1.700 funcionarios nacionales e internacionales y 215 voluntarios de la ONU.

Consecuencias de los huracanes y el terremoto

Después de seis años la Minustah, bajo el mando de Brasil, había logrado algunos avances en el proceso de estabilización política y control de la violencia en Haití, pero para efectos prác-ticos su papel terminó el 12 de enero de 2010. Ese día, Haití sufrió el terremoto más fuerte de los últimos 200 años: el gobierno reconoció 230.000 muertos y 1.200.000 personas desplazadas, de las cuales 500.000 en Puerto Príncipe, la ciudad más afectada por el terremoto. Muchas de estos desplazados han buscado refugio en la zona rural del país. Las instalaciones de la Misión de la ONU colapsaron durante el terremoto, ocasionando

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entre sus funcionarios 92 bajas, 30 lesionados y 7 desaparecidos6.

Algunos años antes al terremoto, en septiembre de 2004, el huracán Jeanne azotó Haití con un balance trágico de más de 3.000 personas muertas y 170.000 damnificados sin agua, alimentos ni techo durante los días siguientes a la tragedia, además de gran parte de la infraestructura de comunica-ciones y servicios destruida. En ese año, su PIB per cápita a precios constantes, tuvo una caída del 5% con respecto al año anterior (Cepal, 2010). La tragedia causada por el huracán movió la solida-ridad internacional que, en dos mesas de donantes durante el 2005, una celebrada en Washington y otra en Cayena (Guyana Francesa), recaudaron 1.300 millones de dólares en la primera y 1.100 millones de dólares en la segunda. Pese a la euforia inicial, el Primer Ministro de Haití y el Canciller dominicano criticaron la lentitud con que fluyeron las donaciones: “del monto de recursos financieros sólo se ha aplicado un 8% del total, es decir, unos 90 millones de dólares y de esa suma la mitad ha sido para apoyar el proceso electoral” (Prensa Dominicana – Alter Presse, 18 de marzo de 2005).

De acuerdo con el Primer Ministro de Haití, este país perdió en los 35 segundos del terremoto el 60% de su PIB, ya que la actividad económica estaba concentrada en la capital de la República. Cálculos conservadores de las Naciones Unidas estiman que el terremoto pudo haber destruido como mínimo el 15% de la economía haitiana. De otra parte, el más reciente documento de trabajo del BID calcula que si el número de víctimas del terre-moto estuvo entre 230.000 y 250.000 muertos, los daños podrían girar entre 8.1 y 13.9 mil millones de dólares (Cavallo et al., 2010).

El tamaño de las pérdidas obliga a la comunidad internacional a repensar su compromiso con este país, tanto en lo atinente a deuda externa como a donaciones. En septiembre de 2008, la deuda nominal de Haití con sus diferentes acreedores ascendía a 1.884 millones de dólares, de los cuales

6- Ver: www.un.org/spanish/depts/dpko/minustah

41% la había contraído con el BID, 27% con el Banco Mundial, 10% con el Club de París, 6% con el FMI y el 16% restante con otros orga-nismos multilaterales o países. Luego que el Banco Mundial y el FMI integraran a Haití a la Iniciativa para Países Pobres Altamente Endeudados (HIPC por su sigla en inglés), la deuda neta del país quedó en 1.130 millones de dólares (IMF, 2009).

Un estudio citado por la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo (Untad, por su sigla en inglés) señala que “los efectos de 21 desastres naturales en países de bajos ingresos entre 1980 y el 2008 mostró que agregaron 24 puntos porcentuales a la proporción de deuda del país afectado en el… PIB en los tres años subsi-guientes” (Reuters América Latina, 29 de enero de 2010). Por lo anterior, la Untad recomienda a los acreedores de Haití condonar la deuda externa del

país, como una forma de evitar una mayor paupe-rización de su población.

En esta línea de acción, los países miembros del G-7 anunciaron la condonación de la deuda externa de Haití y un llamado similar hizo el Fondo Monetario Internacional (FMI), para que la financiación y ayuda internacional a Haití siga los lineamientos del Plan Marshall a partir del cual se reconstruyó Europa luego de la Segunda Guerra Mundial (Reuters y Yahoo Finanzas). Por su parte Francia, la ex metrópoli que obligó a Haití a que

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le pagara una indemnización por 90 millones de francos-oro, que a precios actuales podría ascender a 21.000 millones de dólares, decidió condonar a este país caribeño 56 millones de euros de su deuda, equivalente a 72,5 millones de dólares (El Mundo, 2010). No hay que olvidar que al asumir el compromiso del pago de la indemnización a Francia, Haití se condenó a endeudarse con bancos europeos y norteamericanos por más de un siglo. Hubo períodos en que el pago de la deuda alcanzó el 80% del presupuesto de esta república caribeña (The Boston Globe, 2004; El Espectador, 2010).

En 2004, el gobierno francés organizó una comisión para estudiar el asunto haitiano (cono-cida como Comisión Régis Debray) y llegó a la conclusión que Francia no debía reconocer tal pago a Haití, con el argumento de que no hay fundamento jurídico en la reclamación (Toussaint y Perchellet, s.f.). Sólo como ejemplo citaré el caso de Libia: este país del norte de África fue ocupado por Italia en 1911 y consiguió su independencia en 1951. El gobierno libio reclamó por décadas una compensación económica por los daños sufridos durante la ocupación colonial. Luego de múltiples negociaciones, el gobierno italiano se comprometió a pagar una indemnización por 5.000 millones de dólares durante los próximos 25 años (BBC Mundo). Claro, Libia es un gran socio comercial

para Italia, a quien le vende hidrocarburos y le compra diferentes bienes manufacturados. Haití no tiene esta condición. ¡Negocio es negocio!

Tal vez el pilar fundamental para construir un nuevo Haití sean las donaciones. Pero debe quedar claro que los haitianos no quieren restaurar las edificaciones destruidas o averiadas, sino susti-tuirlas “por algo totalmente nuevo, moderno… volver a construir mejor” (Ban Ki-Moon). Con este objetivo, a finales de marzo de 2010, la ONU organizó en Nueva York una conferencia de donantes. En ésta, la comunidad internacional superó las expectativas, al acordar donar en los próximos dos años 5.300 millones de dólares y a mediano plazo 9.900 millones. De la cifra inicial, la Unión Europea ofreció cerca de 1.600 millones de dólares y Estados Unidos 1.150 millones. Dentro de los europeos, España donaría 583 millones de dólares, mientras Francia lo haría con algo más de 300 millones. Pese a la generosidad mostrada, hay dudas de que los gobiernos y ONG s cumplan sus promesas. Se sabe que en 1998, luego del paso devastador del huracán Mitch, los donantes se comprometieron con 9.000 millones de dólares, pero sólo se hizo efectivo una tercera parte (El Mundo, 2010). De acuerdo con el secretario general de la ONU, la totalidad de las donaciones se cana-lizará a través de un fondo fiduciario administrado

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por el Banco Mundial, teniendo como codirectores al primer ministro de Haití, Jean Max Bellerive, y al enviado especial de la ONU, el ex presidente Bill Clinton.

Reflexiones finales

La refundación de Haití, 206 años después de su Independencia, va a necesitar del esfuerzo conjunto y continuado de la comunidad interna-cional, al menos por una década. En este sentido, el ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, enviado especial de la ONU para Haití, invitó a empresarios y políticos del mundo a invertir en este país del Caribe, “con el fin de reconstruirlo diferente a como era antes del terremoto… Haití tiene la oportunidad de escapar de su pasado, y construir un futuro mejor” (EFE, Yahoo News, 28 de enero de 2010).

Ojalá la reconstrucción de Haití tenga menos protagonismo histriónico de Estados Unidos y Francia, para dar paso a la participación de naciones más humanitarias como Suiza, Canadá, Finlandia, Chile, Suecia, Corea del Sur, Brasil o Sudáfrica,

por sólo citar algunos ejemplos. Pero además de los países, las ONGs y organismos multilaterales también deberían ser humildes a la hora de ofrecer su ayuda al pueblo haitiano. Deben anteponer los fines humanitarios a los propagandísticos ya que, de acuerdo con el Primer Ministro de Haití, “las ONGs se peleaban entre ellas mismas por la gestión de la ayuda, (generando) discusiones extre-madamente difíciles entre el Gobierno, los provee-dores de fondos y las citadas organizaciones” (EFE, 28 de enero de 2010). Detrás de estas discu-siones se esconde el temor de los donantes por el mal uso que el gobierno haitiano pueda darle a los recursos, tanto por el nivel de corrupción como por la escasa capacidad para administrar eficien-temente y de forma transparente la ayuda inter-nacional. Por eso, para que la reconstrucción de Haití sea un éxito y la ayuda internacional fluya, es necesario un gobierno democrático que ataque frontalmente la pobreza y que consolide su auto-ridad a través de la transparencia, la eficiencia y la rendición de cuentas.

La ayuda norteamericana debe ir más allá del desembarco de los 16.000 marines en todo el terri-torio de Haití. Obama, en su condición de social-

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demócrata y de primer presidente afroamericano de Estados Unidos, tiene la oportunidad histórica de brindar una generosa ayuda humanitaria y de largo plazo para construir mejor el primer país libre en América Latina, cuya población es mayo-ritariamente negra.

Es necesario que el país más pobre del hemisferio Occidental salga del estado de postración a que fue condenado hace más de dos siglos, cuando tuvo que cancelarle a Francia una deuda inexistente. La ayuda a Haití debería ser sin contraprestaciones, para que de alguna manera compense los elevados costos que le representaron al pueblo haitiano el bloqueo post-independencia, así como las ocupa-ciones militares y el apoyo de Estados Unidos a dictaduras durante el siglo XX. La única exigencia admisible es que esta ayuda sea administrada de forma transparente y eficiente.

Para lograr estructurar un plan de reconstruc-ción coherente, viable y justo, las Naciones Unidas (ONU) debería aumentar su presencia en la isla, centralizar la ayuda y a su vez hacerla más fluida a través de organizaciones comunitarias, como,

por ejemplo, la de las madres o mujeres en general, quienes han demostrado un alto grado de soli-daridad, honestidad y gestión. De acuerdo con el Secretario General de la ONU, Haití requiere un nuevo contrato social que empodere “a las mujeres, como jefas de familia y sustento del hogar, como nuevas empresarias, como defen-soras de los vulnerables” (Ban Ki-Moon, 2010). También sería de gran utilidad conformar un comité asesor ad-honorem con personalidades como el ex presidente sudafricano Nelson Mandela, el ex Secretario General de la ONU Koffi Annan o el ex presidente chileno Ricardo Lagos, con el ex presidente Clinton como su Enviado Especial. A través de estos personajes, las Naciones Unidas deben sacar y aprovechar esa naturaleza lucha-dora de los haitianos, la misma que a través de los siglos utilizaron Mackandal, Boukman, Toussiant, Dessalines, Petion o Aristide para luchar contra las tiranías, lograr su independencia o buscar su libertad. La misma fortaleza que han demostrado cientos de miles de haitianos sobrevivientes del terremoto del 12 de enero de 2010.

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C I U D A D Y R E G I Ó N

Una propuesta de diálogo que cumple 90 años∗Antonio Hernández Gamarra

Necesaria reminiscencia

Desde aquí, desde este mar Caribe, azul y plata, signados por un sueño de justicia, le proponemos hoy, nuevamente, un diálogo por la equidad a la nación colombiana. Invitación que hicimos por primera vez hace 90 años y que se ha desarro-llado en múltiples escenarios, unas veces en tono de escarceo y, las más de ellas, como fruto de una actividad intelectual profundamente reflexiva. Propuesta inspirada, hoy como ayer, en el fortale-cimiento de la unidad nacional, pues siempre fue su propósito la búsqueda de un trato más equita-tivo para nuestra región, y no el cultivo estéril de un regionalismo hirsuto o el rechazo altisonante a la autoridad del gobierno central.

Desde 1919 cuando la Liga Costeña forjó “un acuerdo regional donde se identificaron políticas comunes y se superaron tradicionales rencillas

internas” (Posada Carbó, 1985: 41), lo que los caribeños hemos querido, al reclamar ese trato, es el mejor estar de la nación colombiana como un todo y no simplemente beneficios indebidos para nuestra región. Cuando la Liga Costeña reivindicó la necesidad de mejoras en la navegación por el río Magdalena y por el Canal de Dique, no se oponía a la extensión de la red de los ferrocarriles en el inte-rior del país, pues lo que se quería era integrar los sistemas viales para garantizar la expansión de la economía nacional en todas las direcciones geográ-ficas. Aspecto que se debe destacar hoy y siempre. Basta recordar que Tomás Suri Salcedo, el último Ministro de Hacienda nativo del Caribe, dijo en la sesión inaugural de la Liga: “Precisa también que consideremos como obras que sirven directamente a nuestros propios intereses la construcción de los ferrocarriles que de Bucaramanga y Cúcuta salgan al Río, y la proyectada prolongación del Ferroca-rril de la Sabana que pondría a Cundinamarca y parte de Bogotá en comunicación directa con el río Magdalena” (Posada Carbó, 1985: 35).

Esa mirada conjunta a la expansión de los mercados nacional y regional merece la gratitud de todos los colombianos, y particularmente de nosotros, aquí en el Caribe, para con los directores de los medios de comunicación que impulsaron la creación de la Liga Costeña y respaldaron sus reco-mendaciones, las cuales quedaron consagradas en el memorial que el 15 de agosto de 1919 le dirigiera el samario Manuel Dávila Flórez al Presidente de la Cámara de Representantes. Sin duda, otra sería la suerte del país si nuestra propuesta de diálogo de 1919 no hubiese sido víctima de la indiferencia

*Intervención de Antonio Hernández Gamarra, Director Académico del Observatorio del Caribe Colombiano, en el evento Compromiso Caribe: de la Liga Costeña al Fondo de Compensación Regional.

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del poder central y no se hubiese opacado por la presencia, con el tiempo, de visiones banderizas.

Luego de una fugaz aparición en 1934, la idea del diálogo regional con la nación colombiana resur-giría a mediados de los años 70 con la creación del Sistema de Planeación Urbana Regional (SIPUR) y la constitución de la Asociación de Departamentos de la Costa Atlántica.

Víctima de sus debilidades financieras y del menosprecio del Departamento Nacional de Planeación, que nunca le prestó su decidido concurso pese a ser miembro de su Junta Directiva, el trabajo del SIPUR ayudó, entre 1974 y 1982, a la formulación de catorce significativos proyectos.

A pesar de su escaso impacto en la totalidad del territorio, el SIPUR conservó la llama de la inte-gración y de la identidad caribeña, la cual se avivó con la celebración del Foro que tuvo lugar aquí en Puerto Galeón en marzo de 1981, bajo el lema de: Autonomía y Desarrollo. Reunión en la que se discutieron los bajos índices de desarrollo del Caribe y se concluyó otra vez en la necesidad “de construir una infraestructura político administra-tiva en la cual, la participación democrática de sus habitantes garantice que los recursos donados por la naturaleza a esta región redunden en la cons-trucción de una sociedad más equilibrada y justa para toda Colombia”. (Anónimo, 1981: 3). Ese encuentro que despertó enorme entusiasmo en toda la región dio lugar a la organización de otros seis foros similares que se llevaron a cabo entre 1982 y 1997. En esos eventos se hizo patente la necesidad de que se reconociera la identidad de la región Caribe y la expresión de la misma frente al poder central, lo cual, a la larga, se materializó con la creación y puesta en funcionamiento del CORPES.

Aunque limitado en su concepción y víctima de algunas rutinas administrativas en su accionar, el CORPES luchó por institucionalizar el planea-miento regional y preparó estudios sobre sanea-miento básico, educación y salud y le prestó apoyo a los entes territoriales más débiles. Su lánguida desaparición, al igual que la de sus pares en otras regiones, es prueba adicional del escaso interés del poder central en darle mayor autonomía a las regiones colombianas.

No obstante el entierro de pobre que se le dio al CORPES, la idea de entablar un diálogo regional con la nación en busca de la equidad ha vuelto a la palestra, con especial dinámica, en años recientes. En el 2007 el Observatorio del Caribe, el Centro de Estudios Económicos Regionales del Banco de la República, sucursal Cartagena, y FUNDE-SARROLLO, convocaron la celebración de ocho talleres en cada uno de nuestros departamentos y aunaron esfuerzos para que en Barranquilla el 2 de noviembre de ese último año se firmara el Manifiesto que hoy conocemos con el nombre de Compromiso Caribe.

A ese Manifiesto le vamos a dar especial vita-lidad aquí en el día de hoy, pues ahora, más que nunca, es necesario “convertir en política de Estado la reducción de las enormes disparidades regionales en el ingreso y en los indicadores de bienestar material y lograr que en Colombia las políticas encaminadas a erradicar la pobreza se orienten con base en las necesidades territoriales” (Compromiso Caribe, 2007).

El encuentro de hoy honra nuestra obligación con esa primera finalidad del Manifiesto y nos reafirma en el deber de seguir buscando, con la acción y con la palabra, el logro de los demás postu-lados del Compromiso Caribe, pues es necesario fortalecer el aparato productivo de nuestra región, crear mejores empleos, superar la pobreza, deste-rrar la desnutrición infantil, eliminar el analfabe-tismo, alcanzar mejoras sustanciales en la cantidad y calidad de la educación en todos sus niveles y propender por un manejo ambiental amigable con la naturaleza. A lo anterior se debe añadir el trabajo de las administraciones para refrendar, día a día, el empeño de fortalecer la identidad regional y la creación de redes empresariales e institucio-nales de cooperación, que hagan posible un mayor intercambio comercial al interior de nuestro terri-torio.

Sin embargo, ninguna de esas laudables fina-lidades es el más importante llamado de nuestro Manifiesto, porque para bien de nuestra región el Compromiso Caribe trasciende el fin del bien-estar material para ir en pos de una nueva insti-tucionalidad. Es decir, lo que queremos es una conducta donde la política vuelva a tener como eje

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tutelar la preocupación por el bienestar ciudadano y el acrecentamiento de los bienes colectivos.

Sueño del Caribe

Si hacemos realidad los propósitos del Compro-miso Caribe, en un futuro no lejano, la nuestra dejará de ser una región asolada por la pobreza, como está hoy a la luz de los indicadores conte-nidos en el documento sobre el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio, que preparamos en el Observatorio del Caribe con el apoyo del PNUD, y que entregaremos en breve a cada uno de ustedes.

Por el contrario, la nuestra pasará a ser una región habitada por una población más sana y mejor educada, que viva en un plano de elevada convivencia consigo misma y con la naturaleza, en donde medianos propietarios rurales manejen de manera técnica la tierra y generen empleos esta-bles y bien remunerados, y cuyas ciudades estén ordenadamente planeadas en el uso del suelo urbano, cuenten con amplias coberturas de servi-cios públicos y empleos formales y en las cuales movilizarse sea parte del disfrute de la vida y no andanza azarosa.

Esa región valorará en toda su dimensión, a diferencia de hoy, la importancia de la actividad pesquera y no seguirá dándole la espalda al mar ni al potencial de comercio que su buen uso supone. Allí la industria se desarrollará para explotar y transformar los productos minerales y las mate-rias primas de origen agrícola, de tal forma que sea posible exportar una parte importante de la producción regional, para lo cual se deberá contar con un sistema de transporte eficiente y relativa-mente barato.

En defensa de los bienes colectivos, en nuestra región la política será la forma de concebir y resolver todo problema público y no un mezquino e interesado ejercicio electoral. Ese Caribe soñado albergará a un pueblo lleno de alegría interior, celoso creador de su música, sus bailes y demás tradiciones populares, defensor acérrimo de la libertad y con un espíritu siempre dispuesto a superar los obstáculos que enfrente su destino. Ese Caribe será una región orgullosa de su pasado y

sus habitantes seremos conscientes de las comple-jidades culturales y de las particulares condiciones de supervivencia de las minorías étnicas.

Retos del Caribe

Se requiere, sin embargo, que la equidad, la competitividad y la defensa de los bienes colec-tivos estén estrechamente entrelazadas para que podamos hacer realidad nuestro sueño y para que no nos perdamos en el mundo de las frivolidades o en los avatares de mezquinas rencillas.

Digámoslo de manera tal que se nos oiga en todos los rincones de Colombia: no hay dico-tomía entre la búsqueda de una mayor equidad y el crecimiento acelerado de la producción, porque la lucha contra la pobreza y un mayor crecimiento económico son dos fines virtuosos que se refuerzan mutuamente. Como la política económica nacional no reconoce ese hecho, no le da prioridad a la aminoración de los pronunciados desequilibrios económicos que existen entre nuestras regiones y a las profundas desigualdades que ellos generan.

Es por eso por lo que se hace necesario que la nación ponga en marcha una política específica de lucha contra la pobreza en la periferia colom-biana, que incluya no sólo al Caribe, sino a la Costa Pacífica, la Amazonía, la Orinoquía, el Norte de Santander y la zona costera del Urabá antioqueño. Política que requiere de un mayor esfuerzo tribu-tario territorial que debe complementarse con la creación del Fondo de Compensación Regional, cuyo soporte técnico será expuesto detalladamente por los Doctores Adolfo Meisel y Luis Armando Galvis en la primera sesión de esta tarde y cuyos orígenes, justo es reconocerlo, se remontan a algunas de las ideas que Orlando Fals Borda expuso en la Asamblea Constituyente de 1991.

La segunda condición para enfrentar con éxito los retos del Caribe es propiciar un desarrollo económico competitivo, para lo cual se requiere el diseño de políticas nacionales y territoriales que aceleren la tasa de crecimiento de las regiones más atrasadas del país.

Esa propuesta es la manera de entender que al proponer la institucionalización del Fondo de Compensación Regional no perseguimos parti-

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cipar en un juego de suma cero, pues no se trata de quitarle recursos a unas regiones para favorecer a otras. Lo que buscamos es que al crecer más rápidamente las regiones más pobres potencien el crecimiento del resto del país y de la nación como un todo. Así se lograría una convergencia en las condiciones de bienestar de las distintas regiones de la nación, haciendo que se cierre la amplia brecha que hoy existe entre ellas.

Aquí en el Caribe la aceleración de la tasa de crecimiento de la producción y de los ingresos pasa por interiorizar la importancia creciente que viene teniendo el sector minero energético en la economía de la región. Nadie puede negar el aporte que la minería hace al crecimiento del PIB y de las exportaciones. No obstante hay que advertir, y prevenir, los riesgos que conlleva un desarrollo desordenado del sector minero energético.

Muchos de esos riesgos se han materializado en algunos de nuestros departamentos, en los cuales no se ha hecho buen uso de las regalías y el desarrollo tiende a ser poco igualitario, pues el empleo directo que se genera es muy escaso y son pocos los enlaces económicos de las explota-ciones mineras con las economías locales. El reto es idear la forma de ligar, de manera competitiva, la producción de carbón en El Cesar y La Guajira, el níquel en Córdoba y el gas en Sucre a sus econo-mías.

El otro sector económico en el que hay que forta-lecer los encadenamientos productivos es el de la ganadería, pues quiérase o no, esa actividad sigue teniendo notoria importancia en Sucre, Córdoba, Cesar y Magdalena. Lo que hoy caracteriza a la mayoría de las explotaciones ganaderas es el poco uso del capital, el pastoreo extensivo y un empleo precario. Dos terceras partes de los trabajadores que laboran en la ganadería no han terminado la escuela primaria y por ello no es de extrañar que muchísimos de ellos devenguen menos que el salario mínimo.

Se debe entender cabalmente que una ganadería más intensiva en el uso de capital privado deman-dará empleos más calificados para las labores propias de la manutención de los ganados y el manejo de los hatos, así como bienes, servicios e insumos con lo cual se fortalecerán los encadena-

mientos hacia atrás de la actividad y se mejorará el empleo rural no agropecuario. Ese cambio en las explotaciones ganaderas haría que el sector se convirtiera en un verdadero sistema productivo, con hondos efectos en la competitividad exporta-dora y la calidad del empleo no sólo en los hatos ganaderos, sino también en todo el ámbito rural.

Pero la política de aceleración de nuestro creci-miento quedaría trunca si no se enfatiza también la dinamización de un turismo responsable y su entronque con servicios que son intensivos en el uso de mano de obra. De igual importancia es, para los fines de la mayor competitividad de la región, la búsqueda de mercados externos, especialmente en el Gran Caribe, para la producción agroindustrial de la región.

El desarrollo competitivo en todas esas áreas debe tener como referente, en todo momento, el buen manejo de los recursos ambientales, en espe-cial en las explotaciones mineras.

La tercera condición para hacer realidad nuestro sueño se sustenta en el manejo probo de los recursos públicos. Es indispensable que en el Caribe surja una ciudadanía que condene abiertamente la búsqueda de la riqueza mal habida y en donde,

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por ende, la corrupción sea mal vista y sancionada socialmente. Como se señala en el Compromiso Caribe, hay que “promover la condena social a la corrupción por sus perversos efectos sobre la legi-

timidad del Estado y el demérito de lo público; por su destrucción del capital social… por su sustrac-ción del gasto destinado a promover la equidad y la igualdad de oportunidades; por su desestímulo a una sana competencia empresarial; y, por su desaliento respecto del logro de méritos, la ética del trabajo, el emprendimiento y la innovación”. (Compromiso Caribe, 2007). Esa condena supone llevar a la conciencia colectiva la idea de que la lucha contra la corrupción no es solamente un problema administrativo, sino el problema político por excelencia en nuestra región.

Ganar la batalla contra la corrupción requiere, entonces, un acuerdo social por la transparencia y la probidad que defienda el erario como algo sagrado, eduque en defensa de lo colectivo, no sólo a los funcionarios estatales, y comprometa también a los empresarios y a la ciudadanía, en general, porque lo que se debe buscar es darle prioridad al interés común para lo cual es necesario, aunque insuficiente, una buena política pública.

Lo que se necesita es una relación complemen-taria entre el sector público y el sector privado y una sociedad civil que construya puentes entre ellos en defensa de lo colectivo.

Unas reflexiones finales

Al hacer hoy otra vez una propuesta de diálogo en busca de una Colombia más equi-tativa, debemos recordar que en el pasado nuestros fracasos se han debido, en buena parte, a la manera cómo se nos estigmatiza, porque se nos juzga como hombres carentes de probidad o porque se nos tilda de inca-paces.

Esa no fue una percepción que nació en el siglo XX. Hace unas semanas Carmen Arévalo recordó que “Francisco José de Caldas sostenía que la civilización sólo era posible en zonas templadas y no en las tierras cálidas que estaban pobladas por tribus de salvajes y bárbaros. Más adelante, José María Samper agregaría que en zonas diferentes al altiplano también era posible la civilización pero únicamente donde existiera

la raza blanca”. A lo cual Carmen añadía que “en la medida en que la Costa se identificaba con el salvajismo, los círculos políticos e intelectuales del interior, enfrentados a la definición de la identidad nacional, se auto reconocían como portadores de los valores civilizadores de la Nación”. (Arévalo, 2009).

Desde los tiempos del Sabio Caldas y de José María Samper algo ha mejorado a ese respecto, aunque no todo. Hace algunos años le oí decir a uno de nuestros más conspicuos economistas que el gabinete ideal era aquel en el cual no se sentaran más de dos costeños.

Nada más la semana pasada un buen amigo interiorano, cultor de las ideas social demócratas, a quien le envié el documento sobre el Fondo de Compensación Regional, me dijo que nues-tros fines al propiciar esa política eran, sin duda, loables, pero que desconfiaba sobre la imposibi-lidad de que “no se robaran la plata”.

Sabemos que la conducta de algunos de nuestros políticos y funcionarios justifican tales temores,

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pero también sabemos cuán injustas son las gene-ralizaciones sobre nuestra incapacidad y sobre nuestra falta de probidad y la única manera eficaz de responder a esos prejuicios es con hechos. Afor-tunadamente algunos de nuestros logros son de tan clara contundencia que han merecido público reconocimiento de tirios, troyanos y cachacos.

Para solamente singularizar un caso, la tarea que se impusieron quienes idearon el Museo del Caribe, y el trabajo de quienes hicieron posible su puesta en funcionamiento, nos debe llenar de orgullo. Esta es una institución que, al decir de Marcelo Dantas, el museógrafo brasileño que lo diseñó, está llamada a producir un cambio real sobre la manera como nos vemos nosotros mismos y sobre cómo somos percibidos por el resto del mundo.

El Museo es producto de la constancia, del trabajo y de la investigación rigurosa que, como bien lo señaló Mauricio Reina, le entrega a nuestra gente sus raíces, pues “recoge las fibras esenciales de nuestra cultura para adornar con gozo el alma caribeña” y en un ejercicio pedagógico demuestra “que cualquier proceso de aprendizaje puede ser una auténtica fiesta, y de esa manera pone una carga de profundidad en la base del anacrónico, punitivo y autoritario sistema educativo colom-biano” (Reina, 2009).

Termino diciendo que el deber de memoria y el derecho de saber que encierran estas palabras no los hubiera podido ejercer estando ausente del Caribe. Por eso mi gratitud para quienes, ahora hace un año, pensaron mi vinculación al Observatorio del Caribe, un centro de pensamiento con diez años de existencia, cuyas tres finalidades principales son: generar conocimiento, promover la investigación y gestionar una mejor región. Ideal este último que acompaña a Adolfo Meisel y a sus colaboradores en el Centro de Estudios Económicos Regionales y que dio aliento a Madalina Barboza y a todos nuestros compañeros del Observatorio para hacer posible nuestro encuentro de hoy.

Todos ellos merecen nuestro reconocimiento porque, al igual que en 1919 y en 1981, se nos posibilita, frente a los caribeños y frente a quienes aspiran a dirigir los destinos del país a partir de agosto de 2010, cuya participación en nuestra reunión agradecemos vivamente sin ningún distingo, declararnos entrañablemente colom-bianos al reclamar para las gentes del Caribe más desarrollo, más bienestar y más autonomía.

Una declaración y un reclamo que reiteraremos pasado mañana, 10 de Octubre, en Barranquilla cuando le demos inicio a la celebración anual del Día del Caribe.

Bibliografía

Anónimo (1981), “Principales planteamientos del Primer Foro de la Costa”. Diario del Caribe, Barranquilla, 29 de marzo: 3.Arévalo, Carmen, El Museo del Caribe y su contribución a la construcción de la región Caribe. Mimeo.Posada Carbó, Eduardo (1985), “La Liga Costeña de 1919, una expresión de poder regional”. Boletín Cultural y Bibliográfico,

3, Vol. XXII.Reina, Mauricio. “Orgullo Caribe”. Portafolio, 8 de mayo de 2009. Portafolio.com.co

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E C O N O M Í A Y S O C I E D A D

Fondo de Compensación Regional: Igualdad de oportunidades para la periferia colombianaLuis Armando Galvis y Adolfo Meisel Roca

1 Introducción

En este documento se propone la creación de un Fondo de Compensación Regional (FCR) para lograr una mayor equidad horizontal en el territorio colombiano e impulsar el desarrollo de la periferia del país, donde vive más del 44% de la población nacional y el 60% de los habitantes con Necesi-dades Básicas Insatisfechas (NBI). En el presente trabajo se avanza sobre investigaciones previas que han discutido el tema de un FCR (Barón & Meisel, 2005; Bonet & Alvis, 2007).

En Colombia se ha encontrado evidencia de trampas de pobreza y de persistencia de dicha pobreza a través del tiempo (Galvis & Meisel, 2010; Gaviria & Gelves, 2009). En la literatura económica se ha encontrado que estas condiciones se convierten en equili-brios de bajos ingresos (Azariadis, 2006). Por lo anterior, basados en los resultados empí-ricos respecto a la persistencia y a las trampas de pobreza, se propone que entes externos le den un gran empuje a las regiones que presentan dicha

situación (Rosenstein-Rodan, 1943; Sachs, 2005). El FCR sería la política pública llamada a dar ese gran empuje económico temporal (“big push”) a la periferia para escapar de ese equilibrio perverso.

Este es el fundamento intelectual para proponer que en Colombia se cree un FCR que le dé una segunda oportunidad a las regiones de la periferia del país. La idea es que se logre una distribución más equitativa de los recursos del fisco nacional y que dichos recursos se inviertan con eficacia para lograr que la zonas periféricas del país converjan con el centro andino, donde tradicionalmente se

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ha concentrado el desarrollo económico nacional (Galvis, 2007).

El presente documento se divide en siete secciones, siendo la primera esta introducción. La segunda sección presenta un análisis de las condiciones de la periferia costera y de cómo la localización de la actividad económica sobre el litoral puede ayudarle a esas zonas rezagadas para encaminarse al crecimiento económico diná-mico. La tercera sección discute los antecedentes de políticas como la del Fondo de Compensación Regional a nivel internacional. La cuarta sección discute la necesidad y justificación de un Fondo de Compensación Regional para Colombia, así como las bases que deben orientar su funcionamiento. La quinta sección presenta la propuesta específica para Colombia definiendo la población objetivo y elaborando una aproximación a la cuantía que representaría el FCR. La sexta sección propone una estructura organizacional y de funcionamiento del FCR. Finalmente, la séptima sección concluye.

Las perspectivas de la periferia colombiana a la luz de la geografía económica

En la literatura sobre crecimiento económico y geografía económica es común encontrar eviden-cias que muestran que las regiones más prósperas están localizadas en las zonas costeras. Por ejemplo, en Estados Unidos, las zonas más dinámicas en crecimiento económico y demográfico están loca-lizadas a menos de 80 km de las costas (Rappaport & Sachs, 2003) (véase Mapa 1).

A nivel mundial, los países que se localizan a menos de 100 km de las costas ocupan cerca del 5% de la superficie habitable del globo y aportan 37% de la producción bruta mundial (Gallup et al., 1998). En Colombia, dicho patrón no se observa y, por el contrario, lo que se encuentra es que los municipios que están localizados a menos de 100 km de las costas están en condiciones precarias en términos de su nivel desarrollo socioeconómico (Meisel & Pérez, 2007).

Mapa 1. PIB por Km2 en el continente americano.

Fuente: Tomado de Gallup et al. (1998).

Según se muestra en el Gráfico 1, a través de un análisis por bandas de distancia a la línea costera, se encuentra una clara relación negativa entre la distancia a la costa y el índice de NBI promedio. También hay una relación positiva entre la distancia a la costa y la participación de la población muni-cipal en el total nacional (véase Gráfico 2). En otras palabras, lo que se observa en Colombia es que una mayor cercanía a las costas está correlacionada con situaciones de pobreza más críticas y baja partici-pación en la población total nacional.

Es necesario resaltar que la franja a menos de 100 km de distancia de la costa se caracteriza por un régimen espacial diferente al del resto del país. Ello se puede ver en la Tabla 1, en donde se mues-tran los resultados de un análisis de descomposi-ción de varianza por medio de un modelo ANOVA espacial. En este caso, la variable dependiente es el índice de NBI y las variables independientes son

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el rezago espacial del índice NBI y la variable del régimen espacial dado por los 100 km de distancia a la costa. Como se puede observar, la variable del régimen espacial es altamente significativa y positiva, lo cual implica que, aún controlando por la autocorrelación espacial, existe un efecto dife-rencial de los municipios ubicados a lo largo de la franja de los 100 km de la costa. Dicho diferen-cial en este caso no es el que se espera, según los resultados encontrados en otros países (Rappaport & Sachs, 2003), pues en el caso de Colombia hay mayores índices de pobreza en las áreas cercanas a la costa en comparación con el resto del país.

Gráfico 1. Relación entre la distancia a la línea costera y el índice de NBI promedio en 2005.

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE y la base cartográfica del IGAC.

Gráfico 2. Relación entre la distancia a la línea costera y la participación en la población nacional en 2005.

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE y la base cartográfica del IGAC.

Del resultado anterior se deduce que el país tiene un enorme reto, que consiste en fortalecer el desa-rrollo de las regiones aledañas a las costas para que se impulse la localización de la actividad produc-tiva cerca de los puertos, ya que de esa manera se reducirán los costos para exportar.

Tabla 1. Pruebas de Heterogeneidad discreta en la franja de 100 km de la línea costera

Variable dependiente: Índice de NBI.

VariableCoeficientes del modelo

MCO

Coeficientes del modelo de

rezago espacialConstante 41,94 [0,68] 9,15 [1,069]

Dummy 100km de la costa 14,67 [1,4] 3,06 [1,005]

Diagnósticos dependencia espacial

LM Lag 1.079,85 (0,000)

LM Error 1.059,62 (0,000)

Test robusto Lag 20,23 (0,000)

Test robusto Error 0,003 (0,955)

Coef. Autocorre-lación espacial (rho)

0,78 [0,022]

Fuente: Cálculos de los autores con base en GeoDa. Errores estándar en corchetes y p-valores en paréntesis. Las pruebas de máxima verosimilitud (LM Lag, LM Error) no son concluyentes respecto a si el modelo que mejor ajusta los datos es el de rezago espacial o el de error espacial, pues ambas pruebas LM resultaron significativas. Por esa razón, se utilizaron las pruebas robustas que sí fueron concluyentes y favorecieron la escogencia de un modelo de rezago espacial.

En un modelo de economía más abierta, que esté acompañado de una infraestructura urbana y portuaria en las costas, la industria tenderá a trasladarse a estas zonas para reducir los costos de transporte (Krugman & Livas-Elizondo, 1996). La relocalización de la producción en las costas y zonas portuarias ha sido relativamente lenta en Colombia, debido al rezago de las costas en términos de infraestructura y capital humano, así como en los aspectos institucionales.

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En Colombia se ha planteado que la mayor aper-tura en el comercio exterior no fue inmediatamente efectiva en términos de los resultados esperados con respecto a la relocalización de la producción hacia las costas (Fernández, 1998). Ello podría desvirtuar una política que privilegie el desarrollo urbano y de infraestructura en la periferia, espe-cialmente en el corredor costero. Sin embargo, esta última argumentación es discutible por cuanto los índices de apertura comercial muestran pocos avances para la economía colombiana.

Utilizando el índice tradicional de comercio global que mide el grado de apertura económica, exportaciones más importaciones en relación al PIB, se encuentra que éste tuvo un incremento importante en los noventas. Sin embargo, utili-zando el índice de apertura definido como el valor agregado de los sectores transables en relación al valor agregado total, se encuentra que, desde inicios de los noventas hasta 1999, éste último se redujo sustancialmente (Villar, 2000). En otras palabras, se puede decir que la apertura de la economía durante los noventas fue poco evidente (véase Gráfico 3). A esto se suma el que el índice de comercio global fue jalonado por el comporta-miento de las importaciones, por lo que la mayor integración con el comercio exterior en Colombia no se dio de adentro hacia fuera, sino al contrario, y ello, por supuesto, no implicó relocalización de la producción en las zonas costeras.

En cualquier caso, es necesario resaltar que para que la apertura económica sea más útil para el país, es necesario que se cuente con la infraestructura de capital humano y físico para ser competitivos en el ámbito internacional. Las posibilidades de que, por ejemplo, un tratado de libre comercio, TLC, con los Estados Unidos sea benéfico, van a estar determinadas igualmente por la capacidad del país de producir bienes a precios competitivos y de tener el capital humano necesario para producir bienes que cumplan con los estándares de calidad requeridos por el mercado estadounidense.

Es importante resaltar que con la localización de las industrias en las zonas periféricas, especial-mente cerca de las costas, se reducen los costos de

transporte hacia los puertos. En este punto hay que resaltar lo costoso que resulta enviar mercancía desde la zona central de Colombia a los puertos de embarque. Por ejemplo, enviar un contenedor de 40 pies a un puerto marítimo en Colombia puede costar alrededor de US$2.280 desde Bogotá y alre-dedor de US$2.230 desde Medellín1. En contraste, enviar el mismo contenedor desde Cartagena a Miami cuesta US$1.485 y desde Cartagena a Rotterdam cuesta US$1.824.2

Gráfico 3. Índice alternativo de apertura, 1980-2007p.

Fuente: Cálculos de los autores con base en Villar (2000) y DANE – Cuentas Nacionales. El índice es el resultado de dividir el valor agregado de los sectores transables sobre el valor agregado total.

La localización de la actividad económica en las zonas periféricas también puede generar condi-ciones para un mayor crecimiento a través del fortalecimiento de los mercados locales, consis-tente con un mayor empleo y la ampliación del consumo y la demanda de bienes al interior de los municipios periféricos.

Por todo lo anterior, es importante que se forta-lezcan las condiciones para la localización de industrias a lo largo del corredor costero, para que se contribuya con el objetivo de sacar la periferia de su condición de trampa de pobreza.

Evidencia internacional en torno a la reduc-ción de la pobreza por medio de los Fondos de Compensación Regional (FCR)

1- Cálculos con base en Ceballos et al. (2007).

2- Cifras tomadas de Proexport (www.proexport.com.co), en el año 2008.

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A nivel internacional hay muchas experiencias que se pueden mencionar para ilustrar cómo puede operar un FCR. Bonet y Alvis (2007) hicieron una revisión de la literatura al respecto, destacando los casos de Italia, Brasil, la Unión Europea y Australia. Es importante mencionar que Brasil constituye un caso interesante con la creación del Banco del Nordeste en 1952, cuyo objetivo es el de promover el desarrollo de esa región, la más pobre del país, y con la posterior creación del Fondo Constitucional de Financiamiento del Nordeste, FNE, se han dado pasos importantes en la agenda de reducción de las disparidades regionales.

El FNE se creó en 1988 a través de un artículo constitucional y fue reglamentado en 1989, estable-ciéndose como un fondo cuyo objetivo es contri-buir al desarrollo económico y social del Nordeste, por medio de la ejecución de programas y proyectos de financiamiento de diferentes sectores produc-tivos para lograr un desarrollo regional más equi-librado. El fondo destina sus recursos principal-mente a la financiación de inversión en proyectos de largo plazo y para el fortalecimiento de la capa-cidad productiva regional. El FNE puede finan-ciar proyectos de productores individuales, de empresas y también de asociaciones y cooperativas de producción.

Adicionalmente, en Brasil existe el Fondo de Participación de los Estados y el Distrito Federal (FPE), que corresponde a transferencias del 21,5% de los recaudos de impuestos sobre productos industrializados, IPI, el del impuesto sobre la renta, IR, y el Fondo de Participación de los Muni-cipios (FPM), que corresponde a transferencias del 22,5% de los recaudos por concepto de IPI e IR.

Ambos fondos se distribuyen de manera directa-mente proporcional a la población, e inversamente proporcional a la renta per cápita de la unidad territorial que recibe las transferencias, siendo congruente con el ánimo redistributivo de las polí-ticas económicas del país, que están fundamen-tadas en el mandato constitucional.

Con respecto al logro de los fondos en mejorar la condiciones económicas de las regiones rezagadas en Brasil se puede mencionar el estudio de Da-Silva et al. (2007). En dicho estudio se analizan los resul-tados de la comparación de las empresas que han

Escuela en La Boquilla, Cartagena. Foto de Irina Junieles.

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recibido recursos para proyectos productivos en el Nordeste y se encontró que, en comparación con las empresas que no han recibido los recursos, las primeras han aumentado el número de empleados en al menos 52%, durante el período 2000-2003. Los resultados no son significativos para el caso de los salarios.3 Por otra parte, (Haddad et al., 2009), empleando un análisis de insumo-producto, muestran resultados positivos en términos de las transferencias constitucionales hacia las zonas más pobres, en el sentido que estas zonas son las que se han beneficiado mayoritariamente de dichas transferencias y que se ha alcanzado una distri-bución más equilibrada de la actividad económica regional.

Uno de los casos más exitosos de política regional para el alivio de los desequilibrios territoriales es el de la Unión Europea. Dichas políticas se focalizan en fortalecer las regiones más pobres de los países miembros para reducir las disparidades econó-micas. Los países que más se han beneficiado de las transferencias de recursos son Irlanda, Portugal y España, y todos ellos se han acercado a los niveles de ingreso per cápita del resto de Europa.

Un caso para resaltar, dentro de la Unión Europea, es el de España, que entre 1988 y 2006 ha reducido en 15% el rezago en el ingreso per cápita frente a los quince países originales de la Unión Europea, EU-15. De esa reducción, cerca de 6 puntos porcentuales se le atribuyen al efecto de los recursos recibidos de los fondos estructu-rales y de cohesión (Sosvilla-Rivero & Cuadrado-Roura, 2009).

También existen casos en que los fondos de compensación territorial no han sido exitosos. Un ejemplo de ellos es Chile, donde se creó el Fondo Nacional de Desarrollo Regional, FNDR, cuyo objetivo es alcanzar un desarrollo equitativo entre las regiones chilenas. La evaluación de los resul-tados del FNDR ha mostrado que los recursos girados por éste se han concentrado en la Región Metropolitana, la más próspera del país (Aroca, 2009). Si se analiza la forma como opera dicho

3- Para evaluar los efectos de la política, Da-Silva et al. (2007) utilizan la técnica de apareamiento, pues la elegibilidad para recibir dineros del FNE puede no ser aleatoria y en ese caso los resultados estarían afectados por el sesgo de selección.

Fondo, se encuentra que éste tiene mecanismos de funcionamiento muy similares a los que se siguen en Colombia al asignar los recursos de las regalías indirectas, los cuales son por demanda. El resultado que se espera es que las regiones que tienen los recursos humanos e institucionales que les permiten una mayor capacidad de formular y presentar proyectos, serán las que concentren el grueso de los giros. Eso es lo que se observa en el ejemplo de Chile y al parecer, lo que ha suce-dido en Colombia con las regalías indirectas. Es decir, el problema se presenta cuando las reglas de funcionamiento de los fondos de compensación ponen a competir como iguales a regiones que son desiguales en sus niveles de desarrollo económico e institucional.

Justificación y bases que orientan el funcionamiento del FCR

1.1 Justificación y fines del FCR

En esta sección se discuten las motivaciones que, desde una perspectiva de desarrollo regional, justi-fican la existencia de un FCR, así como los fines del mismo.

La propuesta del FCR parte de una estrategia para el desarrollo regional con tres pilares, según se muestra en la Ilustración 1

Ilustración 1. Estrategia triple para el crecimiento y desarrollo regional de largo plazo.

Nueva de lo público

Estrategia de desarrollo

Fondo de Compensación Regional (FCR)

Fuente: Elaboración de los autores con base en la presentación del Director Académico del Observatorio del Caribe, Antonio Hernández Gamarra, en el conversatorio donde se presentó el FCR en Bogotá el 6 de Julio de 2009.

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La estrategia de desarrollo productivo está enca-minada a lograr mayores niveles de bienestar para la población, reconociendo que no puede haber una dicotomía entre los objetivos de mayor crecimiento económico y los de reducción de las disparidades, pues estos objetivos se complementan. La nueva ética de lo público, a su vez, refuerza el anterior pilar en el sentido de que si bien las políticas para alcanzar mayores niveles de equidad son indispen-sables, es de vital importancia que se dé prioridad a la defensa de lo colectivo, y se vigile el buen uso de los recursos, condenando social y jurídicamente la corrupción y el despilfarro de los bienes públicos. En este componente es crucial el papel de la vigi-lancia ciudadana, para que haga el seguimiento y acompañamiento al ejercicio de los organismos de control del Estado para que se dé un control fiscal participativo. En ese control fiscal participativo lo moralmente válido, lo culturalmente aceptado y lo legalmente permitido deben converger.4

Es importante resaltar que el principio que orienta la política del FCR es el de brindar igualdad de oportunidades para todas las regiones de Colombia, así como incentivar el despegue econó-mico de la periferia.

En el Gráfico 4 (véase en la siguiente página)(panel A), se muestra que, para el caso de Colombia, es evidente el carácter regresivo de la distribución de los ingresos fiscales entre las regiones. En el Gráfico 4 (panel B), se muestra la misma relación, pero sin incluir el sector minero. En este último gráfico se ubica a Bogotá como la ciudad de mayor PIB per cápita promedio y, además, como la que más transferencias por pobre recibió, en promedio, durante el período 2005-2007.

En un escenario donde la asignación fuera progresiva, la asociación encontrada en los dos anteriores gráficos sería negativa, en vez de la posi-tiva que se observa. Llama la atención la posición que ocupan la gran mayoría de los departamentos de la periferia, los cuales, a pesar de tener un PIB per cápita bajo, reciben transferencias por pobre que están por debajo del promedio nacional.

4- Véase al respecto Mockus (1994)

Gráfico 4. Relación entre las transferencias totales por pobre y el PIB per cápita departamental, promedio 2005-2007.

Panel A. Incluyendo minería e hidrocarburos.

Panel B. Excluyendo minería e hidrocarburos.

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE y DNP. Las transferencias incluyen regalías y transferencias del gobierno central a los departamentos y municipios. La población pobre de un departamento se definió como el número de personas con NBI.

1.2 Bases que orientan el funcionamiento del FCR

El FCR debe estar fundamentado en principios que orienten su funcionamiento. Esos principios deben definir la focalización de los recursos y el horizonte temporal sobre el que va a operar el FCR, para garantizar su éxito en la reducción de las disparidades económicas entre las regiones de Colombia. Entre los principios que se plantean para lograr su efectividad se cuentan: continuidad, integralidad, fortalecimiento del capital humano y focalización espacial.

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1.2.1 Continuidad

La política de asignación de recursos del FCR debe ser una política de largo plazo, es decir, una política de Estado. De esta manera, el FCR podrá ser un instrumento de política económica que no esté ligado a un partido político o al gobierno de turno, por cuanto la pobreza en gran parte del territorio es estructural, y sus principales aspectos solo cambian gradualmente.

En este sentido es importante resaltar que los niveles de pobreza, medidos por los índices de NBI municipales, en los últimos cuatro censos de pobla-ción (1973, 1985, 1993 y 2005) han mostrado una correlación bastante alta. Esto quiere decir que los municipios que tenían un alto nivel de NBI en 1973 siguen manteniendo niveles altos en el año 2005. Es por ello que planteamos que la continuidad en las políticas de reducción de las disparidades debe ser un elemento indispensable, pues la persistencia en los niveles relativos de pobreza implica la exis-tencia de trampas espaciales o geográficas que no se eliminan en un lapso de tiempo breve.

Tabla 2. Correlación entre los índices de NBI municipales 1973-2005.

1973 1985 1993

1985 0,89 1,00

1993 0,74 0,82 1,00

2005 0,70 0,76 0,85

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE, Censos de población.

Sin embargo, la existencia del FCR debe ser para un período específico de tiempo y no una polí-tica permanente. Consideramos que se requieren al menos tres períodos presidenciales (2010-2022) para que el esfuerzo por reducir las brechas regio-nales avance de manera significativa. Una de las ventajas de un horizonte temporal definido es que para las regiones, desde el principio, es muy claro el gran reto que tienen para aprovechar esa opor-tunidad de carácter transitorio.

1.2.2 Integralidad

En un estudio reciente del Centro de Investiga-ciones para el Desarrollo, CID de la Universidad Nacional se planteaba que “la inequidad nacional está lejos de resolverse y la pobreza no se reducirá sustancial-mente mientras al crecimiento económico no se lo acompañe de medidas efectivas de redistribución del ingreso” (Bonilla & González, 2006, p. 2).

Coincidimos con ese argumento y, por ello, nos parece importante que los recursos destinados al FCR garanticen que la inversión del Estado en las zonas rezagadas esté orientada a dos objetivos primordiales que impulsarán su desarrollo soste-nido: el crecimiento económico y la reducción de la pobreza.

La formulación de este objetivo está orientada a que se superen las condiciones estructurales que mantienen a la población de la periferia sumida en el atraso, pues la continua reproducción de las condiciones de pobreza, que se transmiten por generaciones, representa un obstáculo que no puede superarse solamente con los limitados recursos de que disponen los municipios pobres de la periferia.

1.2.3 Fortalecimiento del capital humano

Es importante que se considere que una de las inversiones estratégicas para el desarrollo socio-económico de los habitantes de la periferia es el capital humano. Este objetivo de la política de Estado, encaminado a dinamizar la generación de valor agregado, va de la mano con el anterior obje-tivo de reducción de pobreza e impulso al creci-miento económico en las regiones rezagadas. En este punto hay que resaltar que, en gran medida, las diferencias en los niveles de ingreso departa-mentales o entre ciudades están asociadas a dife-rencias en la dotación de capital humano. Por ejemplo, Galvis (2004) encontró que existe una brecha bastante pronunciada entre los salarios de la mano de obra no calificada y la que tiene niveles educativos medio y superior. Por esa razón, las principales ciudades y áreas metropolitanas del país tienen salarios que en promedio están por

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debajo de los de Bogotá, que tiene los indicadores de capital humano más altos del país.

El papel del gobierno debe ser el de facilitar el acceso a la educación como mecanismo de movilidad social para que las zonas de más bajos recursos logren nivelarse con las demás regiones. Sin embargo, lo que se observa en Colombia es que existen enormes desigualdades regionales en la dotación de la infraestructura educativa (Bonet, 2006). Ello implica que para buena parte de la población, la ubicada en las regiones periféricas,

las menos prósperas, tiene desventajas en el acceso a la educa-ción.

1.2.4 Focalización espacial

La política que oriente el funciona-miento del FCR debe tener un referente espacial explícito, pues en Colombia los grupos humanos que están en condiciones de pobreza y de bajos índices de calidad de vida se encuen-tran agrupados alre-dedor de la periferia y no aleatoriamente, como se esperaría si la pobreza no tuviera patrones espaciales.

La política de reducción de la pobreza debe considerar, pues, que ésta no se distribuye aleatoriamente en el espacio.

Se espera que con una política que tenga un referente espacial, las externalidades positivas, en términos del gasto público, ayuden para que se obtengan mayores niveles de bienestar de la población.

Propuesta para Colombia

Población objetivo

El FCR busca fortalecer las economías de la periferia colombiana, el corredor costero y la zona oriental para impulsar su desarrollo local. Un proyecto de tal naturaleza estaría beneficiando aproximadamente al 44% de la población del país y llegando al 81% del territorio colombiano. Para efectos de la delimitación de la población objetivo se han tenido en cuenta criterios como los índices de pobreza basados en los NBI, las tasas de cober-tura educativa, el ingreso per cápita, entre otros.

La zona que se está tomando como referencia para delimitar la región Norte comprende los departamentos de la Costa Caribe: Atlántico, Bolívar, Cesar, Córdoba, La Guajira, Magda-lena, San Andrés, Sucre y Norte de Santander -este último departamento en términos de varia-bles económicas y sociales es una continuación de la Costa Caribe-; el Caribe antioqueño5 que comprende los municipios de Arboletes, Necoclí, San Juan de Urabá, y Turbo; tres departamentos de la Costa Pacífica: Cauca, Chocó, Nariño y el muni-cipio de Buenaventura. A esta franja se le adicionan los departamentos de la Amazonía (Amazonas, Caquetá, Guainía, Guaviare, Putumayo y Vaupés); y los departamentos de la Orinoquía (Arauca, Casanare, Meta y Vichada).

De esta manera se divide el país en un esquema centro-periferia, el cual ya se ha identificado ante-riormente por medio de métodos de análisis espa-cial. Efectivamente, por medio de variables proxy del nivel de actividad económica como los depó-sitos bancarios y los impuestos locales per cápita, se encontraron diferencias sustanciales de la región andina (centro) en relación con los municipios de la periferia (Galvis, 2007). Además, se ha encontrado que en la región, que denominamos la periferia, es donde la incidencia de la pobreza es más marcada,

5- Los municipios del Caribe antioqueño fueron anexados a la zona considerada como la periferia, por ser bastante pobres y estar expuestos, al igual que el resto del Caribe, a condiciones desfavorables por su localización en la periferia, en una zona donde se experimentan condiciones extremas del clima (Pérez, 2007).

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Mapa 2. Municipios de la periferia económica de Colombia.

Fuente: Elaboración propia utilizando la base cartográfica del IGAC.

En total, en la periferia del país, definida como se anotó anteriormente, se localizan 497 muni-cipios6, tal como se muestra en el Mapa 2. En el mapa se observa que la región andina equivale aproximadamente a una quinta parte del territorio nacional. Sin embargo, es importante anotar que ésta concentra aproximadamente el 56% de la población en 623 municipios, lo cual es un indica-tivo de la gran densidad de municipios y de pobla-ción que existe en dicha zona.

6 - Esto representa el 44% de los municipios del país.

Además de la alta densidad de municipios y de población, la región central se caracteriza por presentar indicadores sociales y económicos favo-rables. Por ejemplo, la tasa de analfabetismo es la mitad de la que se presenta en la región del norte (Costa Caribe más Norte de Santander). Así mismo, el porcentaje de personas con NBI es más del doble en la región de la periferia en relación a la región central (véase Tabla 3). En términos económicos las estadísticas son también muy claras en mostrar que la región de la periferia presenta un notable atraso frente al centro andino (véase Tabla 4)

y donde la persistencia de la pobreza se ha mantenido más arraigada no solo en el espacio, sino a través del tiempo (Galvis & Meisel, 2010).

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Tabla 3. Principales variables sociales de las regiones central y periférica.

Región Municipios % Población (2008)

Como % del total nacional

Tasa analfa-betismo (2005)

Población regional con NBI (2005)

Como % del total nacional

% población con NBI

Corredor Costero + Norte de Santander

375 33,5 14.708.067 33,1 8,62 6.434.333 52,7 43,72

Orinoquía/Amazonía 122 10,9 2.454.921 5,5 5,46 980.043 8,0

39,92

Total periferia 497 44,4 17.162.988 38,6 6,81 7.414.376 60,8 43,18

Andina central 623 55,6 27.279.836 61,4 4,26 4.788.231 39,2 17,55

TOTAL 1.120 100 44.442.824 100 5,64 12.202.607 100 27,45

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE, DNP y Superintendencia Bancaria. Tasa de analfabetismo calculada con la población de 15 años y más que no sabe leer sobre la población total.

Tabla 4. Principales variables económicas de las regiones central y periférica.

RegiónPIB per Cápita 2007 (pesos

de 2000)

Como % del pro-

medio Nacio-

nal

Valor agrega-do Industrial

2007 (millones de

pesos de 2000)

Como % del total

Nacio-nal

Valor agrega-do Industrial per cápita

2007(pesos de

200)

Como % del pro-

medio Nacio-

nal

Captaciones bancarias a

Diciembre de 2008

(millones de pesos de 2008)

Como % del total Nacional

aptaciones bancarias a

Diciembre de 2008

(pesos de 2008)

Como % del pro-

medio Nacional

CorredorCostero +Norte de Santader 3.871.410 62.1 7.596.467 17.7 544.823 55.8 12.823.469 8.5 871.425,8 25.8

Orinoquía / Amazonía 6.770.120 108.6 743.756 1.7 308.032 31.5 4.157.090 2.8 1.693.370,2 50.1

TotalPeriferia 4.299.290 69.0 8.340.223 19.4 509.870 52.2 16.980.599 11.3 988.942,3 29.3

Andina Central 7.377.423 118.4 34.578.860 80.6 1.254.289 128.4 133.241.198 88.7 4.884.237,5 144.5

TOTAL 6.231.163 42.919.083 100.0 977.076,2 150.221.757 100.0 3.379.547,3

Fuente: Cálculos de los autores con base en DNP y Superintendencia Bancaria.

Page 61: Aguaita_Nº21

61AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Pareciera existir una correlación entre el rezago en los indicadores económicos y sociales y la presencia de cultivos ilícitos. En efecto, en los últimos años se encuentra que los departamentos de la periferia contribuyen con más del 90% de las áreas sembradas de coca, según se muestra en la tabla 5.

Tabla 5. Cultivos de coca en Colombia por departamento, 2001-2005 (hectáreas).

Departamento 2002 2003 2004 2005

Meta 9.222 12.814 18.740 17.305

Nariño 15.131 17.628 14.154 13.875

Putumayo 13.725 7.559 4.386 8.963

Guaviare 27.381 16.163 9.769 8.658

Vichada 4.910 3.818 4.692 7.826

Antioquia 3.030 4.273 5.168 6.414

Caquetá 8.412 7.230 6.500 4.988

Bolívar 2.735 4.470 3.402 3.670Córdoba 385 838 1.536 3.136

Cauca 2.120 1.443 1.266 2.705

Arauca 2.214 539 1.552 1.883Chocó 0 453 323 1.025

Santander 463 632 1.124 981

Amazonas 784 625 783 897

Norte deSantander 8.041 4.471 3.055 844

Guainía 749 726 721 752

Vaupés 1.485 1.157 1.084 671

Boyacá 118 594 359 342

Guajira 354 275 556 329

Magdalena 644 484 706 213

Caldas 0 54 358 189

Cundinamarca 57 57 71 56

Valle del Cauca 111 37 45 28

Total Nacional 102.071 86.340 80.350 85.750

Total de la periferia 98.292 80.693 73.225 77.740

Participación periferia (%)

96,30

93,46

91,13

90,66

Fuente: United Nations (2006). Una primera aproximación al tamaño del FCR

1.4 Una primera aproximación al tamaño del FCR

Para determinar cuál debería ser el tamaño del FCR en términos de los recursos que debe manejar, hay que tener en cuenta que el objetivo principal del FCR es reducir las disparidades regionales de la periferia frente al resto del país. La primera pregunta que surge es: ¿cuál es la brecha de recursos de los municipios de la periferia? Si se consideran solo los recursos transferidos por concepto de regalías y del Sistema General de Participaciones, SGP, se encuentra que los munici-pios de la periferia reciben en promedio 27% más recursos per cápita que el resto del país.

No obstante lo anterior, cuando se tienen en cuenta los ingresos que los municipios generan localmente, por concepto de ingresos tributarios, más los ingresos que son transferidos, se encuentra que la periferia dispone de recursos que en promedio son 14% menos respecto de los recursos per cápita de que disponen los municipios del resto del país para proveer los servicios que ofrece a sus ciudadanos.

Esta brecha en los ingresos municipales tiene efectos en las diferencias de acceso a servicios como la educación, salud, saneamiento básico, y en general, en las condiciones de pobreza y rezago de los municipios de la periferia. Es así como en la periferia, el 43% de los habitantes está clasifi-cado en condiciones de NBI, mientras que en el resto del país ese indicador solo alcanza el 18%. Por ello, es de vital importancia que se promuevan políticas que estén dirigidas a subsanar tal brecha en recursos y en condiciones de pobreza.

Los cálculos de la cuantía que representa el FCR están basados en el diferencial de ingresos (ingresos locales más transferencias) per cápita de cada uno de los municipios de la periferia en relación con el promedio de ingresos del resto del país. Aquellos municipios que están por debajo de dicho promedio se clasifican como beneficiarios. En la Tabla 6 se muestran las estadísticas para los municipios de la periferia y el número de munici-pios beneficiarios. Ese diferencial se multiplica por la población objetivo en los municipios beneficia-rios y se obtiene el monto a transferir para cada uno de los municipios de la periferia.

Page 62: Aguaita_Nº21

62 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Tabla 6. Población objetivo y municipios beneficiarios del FCR.

DepartamentosMunicipios de la perife-

ria

Población objetivo

Municipios beneficia-

dos

Población beneficiada

NORTE 234 10.754.883 188

6.667.425 Atlántico 23

2.255.164 22 1.083.984

Bolívar 45 1.937.316 39

857.015 Cesar 25

941.207 20 847.553

Córdoba 28 1.534.854 21

1.161.766 La Guajira 15

763.439 10 555.158

Magdalena 30 1.180.051 27

1.057.061 Sucre 26

794.904 20 475.266

S. Andrés y Prov. 2 72.167 0 -

Norte de Santander 40

1.275.781 29 629.622

ANTIOQUIA 4 239.894 3

107.501 Antioquia 4

239.894 3 107.501

PACIFICO 137 3.713.290 107

3.046.625 Cauca 42

1.297.594 39 1.253.458

Chocó 30 467.099 20

393.549 Nariño 64

1.599.646 47 1.050.667

Valle del Cauca 1 348.951 1

348.951 AMAZONIA 60

1.004.135 25 672.299

Amazonas 11 70.332 2

46.293 Caquetá 17

436.443 13 274.562

Guaviare 4 100.237 2

77.440 Guainía 9

37.084 0 -

Putumayo 13 319.390 7

244.614 Vaupés 6

40.649 1 29.390

ORINOQUIA 62 1.450.786 24

477.436 Arauca 7

241.446 4 119.817

Casanare 19 313.433 3

46.664 Meta 29

835.461 15 265.869

Vichada 7 60.446 2

45.086 TOTAL 497 17.162.988 347 10.971.286

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE - DNP.

Page 63: Aguaita_Nº21

63AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

Reducir, pues, esa brecha en términos de recursos requiere transferir cerca de 1,6 billones de pesos anualmente a los municipios de la periferia, según cálculos mostrados en la Tabla 7 . La transferencia de dichos recursos significaría un aumento de un tercio de las transferencias que actualmente recibe en promedio la periferia.

De acuerdo con los cálculos realizados, los muni-cipios del Caribe recibirían el 63% de los recursos,

el Caribe Antioqueño el 1,1%, el Pacífico 25,5%, Amazonía 5,5% y la Orinoquía 4,7%.

1.4.1 ¿Qué tan importantes son estos recursos en el contexto de las finanzas del país?

Si se compara el monto de los recursos para transferir con las cuantías transferidas al resto del país se encuentra que, en promedio, estos representan el 24% de dichas transferencias. Si se

Tabla 7. Tamaño del FCR. ($ de 2008).

DepartamentosRecursos a transferir

(Millones $)

Participa-ción porcen-

tual

Población beneficiada

Recursos per cápita ($)

NORTE 1.017.367 63,2 6.667.425 152.588

Atlántico 269.833 16,8 1.083.984 248.927

Bolívar 149.735 9,3 857.015 174.717

Cesar 73.061 4,5 847.553 86.203

Córdoba 120.628 7,5 1.161.766 103.831

La Guajira 104.680 6,5 555.158 188.558

Magdalena 125.704 7,8 1.057.061 118.918

Sucre 52.093 3,2 475.266 109.608

S. Andrés y Prov. - 0,0 - -

Norte de Santander 121.633 7,6 629.622 193.185

ANTIOQUIA 18.431 1,1 107.501 171.451

Antioquia 18.431 1,1 107.501 171.451

PACIFICO 410.190 25,5 3.046.625 134.638

Cauca 201.640 12,5 1.253.458 160.867

Chocó 63.735 4,0 393.549 161.950

Nariño 143.625 8,9 1.050.667 136.699

Valle del Cauca 1.190 0,1 348.951 3.410

AMAZONIA 89.104 5,5 672.299 132.536

Amazonas 5.169 0,3 46.293 111.660

Caquetá 45.455 2,8 274.562 165.553

Guaviare 7.994 0,5 77.440 103.222

Guainía - 0,0 - -

Putumayo 28.020 1,7 244.614 114.550

Vaupés 2.466 0,2 29.390 83.920

ORINOQUIA 74.931 4,7 477.436 156.945

Arauca 23.561 1,5 119.817 196.638

Casanare 4.621 0,3 46.664 99.029

Meta 42.452 2,6 265.869 159.672

Vichada 4.298 0,3 45.086 95.321

TOTAL 1,610,023 100 10.971.286 146.748.8

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE - DNP.

Page 64: Aguaita_Nº21

64 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

compara con el PIB nacional, que en el 2008 fue de cerca de $432 billones, se encuentra que estos representan un 0,4% del PIB. Con respecto a los ingresos disponibles de la nación que se calcularon en aproximadamente $66 billones, sólo teniendo en cuenta los ingresos corrientes, ICN, se estima que el FCR representa un 2,4% de dichos ingresos.

Ahora bien, es importante tener en cuenta que el FCR se plantea como una política del Gobierno Nacional Central, GNC, y para ello es necesario saber cuánto representaría de los ingresos del GNC implementar dicha política. El presupuesto del GNC en 2008 fue de 66,6 billones7, lo cual implica que el FCR representaría el 2,4% de dicho monto.

Es bueno aclarar que el orden de magnitudes de los recursos que se transferirían a la periferia por medio del FCR no es mayor que los recursos adicio-nales del presupuesto nacional que se han entre-gado en épocas recientes a algunas de las regiones más prósperas de Colombia, contribuyendo de esa forma a ahondar las desigualdades económicas espaciales. Un ejemplo muy gráfico de esto último es el caso de lo sucedido en el 2004, cuando se rees-tructuró la deuda del Metro de Medellín.8 A raíz de este hecho, es importante anotar que este tipo de medidas de política donde el gobierno nacional asigna recursos para subvencionar una fracción de la población no es algo inusual en nuestro país. Esto se puede corroborar en un estudio de la Contraloría General de la República, CGR, donde se evaluó el acuerdo de reestructuración de la deuda del Metro de Medellín con la Nación. En esa negociación el gobierno central asumió la responsabilidad la deuda externa que en ese año tenía el Metro, así como la de condonar la deuda que el metro tenía con la Nación. Esto implicó que la Nación asumiera en el año 2004 una deuda de

7- Cifras con base en CONFIS (2009).

8- El acuerdo se firmó el 25 de marzo de 2004, en una reunión que “…se efectuó dentro de un ambiente positivo, donde se mostró la voluntad de las partes para encontrar un acuerdo justo y equitativo para todos, en torno a la reestructuración de la deuda de la Región con la Nación por concepto de la cons-trucción del Metro” (Tomado de la página de la Presidencia de la República:www.presidencia.gov.co/sne/2004/marzo/25/12252004.html

3,3 billones de pesos. Las dos deudas del Metro (con la Nación y con los acreedores externos) se pactó que se le pagarían a la Nación en 58 años y 10 meses a una tasa de interés del 6% nominal fijo9 utilizando la pignoración de una fracción de los recursos de la sobretasa a la gasolina en Medellín, y del impuesto al tabaco por parte del Departa-mento de Antioquia.

En el ejercicio financiero que hizo la CGR para calcular cuál fue el valor que se le condonó al Metro de Medellín por el acuerdo del 2004 se utili-zaron varios escenarios.10 En uno de los escenarios más ajustados a la realidad, cuando se utiliza una tasa nominal anual fija del 10% para los intereses a pagarle a la Nación, el subsidio que la ciudad de Medellín recibió por concepto de la reestructura-ción de la deuda del Metro asciende a 3,8 billones de pesos de 2008. Lo que equivale a decir que, en términos per cápita, los habitantes de Mede-llín recibieron por esta vía una transferencia de la Nación en el 2004 de $1.664.646 a pesos cons-tantes de 2008.

En contraste con lo anterior, los recursos que se propone que se le asignarían al primer compo-nente del FCR durante los 12 años propuestos, cuando se traen a valor presente con la misma tasa del 10%, equivalen en términos per cápita a $993.676 pesos de 2008. Es decir, 67% menos por persona beneficiada.

Lo más grave del análisis anterior es que la rees-tructuración de la deuda del Metro de Medellín de 1994 benefició a unos 2 millones de personas que viven en una de las zonas más prosperas del país, con un índice de NBI de solo 12%. Es decir, que esta enorme operación fiscal del gobierno central fue muy regresiva desde el punto de vista de la equidad horizontal (territorial). En contraste con lo anterior, el FCR beneficiaría 11 millones de habi-tantes, con un índice de NBI promedio de 43%.

También hay que considerar que el subsidio total a la ciudad de Medellín podría ser mayor que el

9- Ello implica que se estaría cobrando una tasa interés real muy baja, que de acuerdo con los términos de la negociación, sería liquidado con interés simple, no compuesto (véase al respecto Contraloría General de la República (2006)).

10- Contraloría General de la República (2004).

Page 65: Aguaita_Nº21

65AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

que hemos considerado en estos cálculos, ya que la deuda se pactó a una tasa nominal del 6% fija hasta el año 2062, y proyectando una tasa de creci-miento de rentas por tabaco y sobretasa a la gaso-lina del 5%, que no son muy probables. Así, pues, los cálculos son bastante conservadores y bien podría ser que el subsidio para el Metro de Mede-llín fuera mucho mayor de lo que se ha mencio-nado (al respecto véase Contraloría General de la República, 2004).

Hemos querido discutir el caso de la reestruc-turación de la deuda del Metro de Medellín para ilustrar que el principal obstáculo para volver una realidad el proyecto del FCR no es de orden fiscal, sino de voluntad política y de claridad en cuales deben ser los objetivos del gasto del gobierno central. También sirve este ejemplo, para mostrar la relevancia de la influencia política para el desa-rrollo económico de las regiones colombianas.

1.4.2 Áreas de focalización de recursos

El FCR propuesto consta de dos tipos de programas. El primero, que es de nivelación de recursos, cuyos requerimientos equivalen a 1,6 billones anuales y que será un complemento a los recursos transferidos a través del SGP. El segundo componente se destinará a la financiación de proyectos de impacto regional.

Así pues, los recursos de este fondo serán inver-tidos en el fortalecimiento del capital humano, principalmente en educación y salud, y también en el mejoramiento de la infraestructura urbana que favorezca la productividad y competitividad de las economías locales. En la medida que en la peri-feria se logre crear infraestructura urbana, formar fuerza de trabajo capacitada para alcanzar niveles de productividad más altos, aprovechar econo-mías de escala y de aglomeración, se espera que las economías de la región puedan competir en pie de igualdad con las demás regiones del país, pero más allá de eso, que puedan lograr condiciones socioeconómicas comparables con las de dichas regiones.

Para cumplir con estos objetivos es esencial que los recursos del FCR sean invertidos en los rubros de:

Infraestructura de capital humano• Salud• Infraestructura física para la productividad y • competitividadFortalecimiento institucional•

Tabla 8. Déficits en cupos escolares por nivel educativo (número de cupos requeridos por nivel educativo).

Déficits

Departamento Preescolar Primaria Secundaria Superior

NORTE 313.553 163.151 398.228 179.349

Atlántico 44.816 24.185 63.816 31.111

Bolívar 45.250 22.731 66.979 26.167

Cesar 33.685 17.861 41.469 18.137

Córdoba 47.094 19.684 56.316 28.504

La Guajira 35.078 36.225 40.577 11.914

Magdalena 38.498 18.910 46.068 24.210

Sucre 20.904 7.423 26.164 14.035

S. Andrés y Prov. 906 239 1.179 660

Norte de Santander 47.322 15.893 55.660 24.611

ANTIOQUIA 13.313 5.283 13.113 5.831

Antioquia 13.313 5.283 13.113 5.831

PACIFICO 132.158 73.785 193.667 75.417

Cauca 43.920 20.074 67.679 26.728

Chocó 18.275 20.541 25.608 6.488

Nariño 60.034 27.859 87.373 37.360 Valle del Cauca 9.929 5.311 13.007 4.841

AMAZONIA 32.072 17.909 40.960 16.858

Amazonas 2.018 1.029 2.115 1.146

Caquetá 15.142 7.737 19.316 7.389

Guainía 877 645 851 221

Guaviare 2.390 1.430 3.086 1.160

Putumayo 10.697 6.625 14.769 6.709

Vaupés 948 443 823 233

ORINOQUIA 44.691 16.623 48.712 24.478

Arauca 5.255 1.556 6.477 3.416

Casanare 11.487 4.408 12.695 6.177

Meta 24.888 8.438 26.387 13.696

Vichada 3.061 2.221 3.153 1.189

TOTAL 535.787 276.751 694.680 301.933

Fuente: Cálculos de los autores con base en DANE, Censo de 2005.

Focalizándose en el tipo de inversiones que se deben hacer a partir del FCR, se puede obtener una estimación de cuánto se requeriría para eliminar

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66 AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

las brechas en la dotación de los rubros anterior-mente mencionados. Para el caso de la educación, por ejemplo, si se tiene en cuenta el objetivo de alcanzar la universalización de la educación primaria y secundaria, y que se duplique la actual cobertura en la educación universitaria, se requiere garantizar cupos para 1.809.151 alumnos, según se muestra en la Tabla 8. Teniendo en cuenta los costos estimados para cada uno de estos niveles (véase Corpoeducación, 2001), se calcula que para cubrir los faltantes existentes en el sector educa-tivo se requiere invertir cerca de $3,1 billones en dicho sector. La desagregación de dicho monto por niveles educativos se muestra en la Tabla 9.

En Bogotá, para la vigencia del 2009, se presu-puesta un total de 1,9 billones para educación, 1,6 billones para el sector salud y 1,5 para infraestruc-tura de movilidad. Se podría pensar que un coefi-ciente de 0,8 de los requerimientos en educación se asigna para salud y, con respecto a infraestruc-tura, ese coeficiente es de 0,78. En Cali, a partir del Plan Operativo Anual de Inversiones, POAI, se calcula un coeficiente de 0,68 en la relación salud a educación y de 0,71 en la relación infraestructura a educación y en Medellín, dichas cifras son respec-tivamente 0,53 y 0,43.11

Tabla 9. Inversiones requeridas para cubrir los déficits educativos por nivel.

Costos (Millones de $)

Departamento Preescolar Primaria Secundaria Superior

NORTE 302.512 157.406 296.792 1.117.032

Atlántico 43.238 23.333 47.561 193.768

Bolívar 43.657 21.931 49.918 162.962

Cesar 32.499 17.232 30.906 112.969

Córdoba 45.436 18.991 41.971 177.526

La Guajira 33.843 34.949 30.241 74.202

Magdalena 37.142 18.244 34.334 150.803

Sucre 20.168 7.162 19.500 87.401

S. Andrés y Prov. 874 231 879 4.108

Norte de Santander 45.656 15.333 41.482 153.292

ANTIOQUIA 12.844 5.097 9.773 36.321

11- Cifras calculadas con base en la Secretaría de Hacienda Municipal de Cali, Secretaría de Hacienda Distrital de Bogotá y la Alcaldía de Medellín.

Antioquia 12.844 5.097 9.773 36.321

PACIFICO 127.504

71.187

144.337

469.753

Cauca 42.373 19.367 50.440 166.489

Chocó 17.631 19.818 19.085 40.418

Nariño 57.920 26.878 65.118 232.696

Valle del Cauca 9.579 5.124 9.694 30.151

AMAZONIA 30.943 17.278 30.527 105.009

Amazonas 1.947 993 1.576 7.138

Caquetá 14.609 7.465 14.396 46.031

Guainía 846 622 634 1.375

Guaviare 2.306 1.380 2.300 7.224

Putumayo 10.320 6.392 11.007 41.794

Vaupés 915 427 613 1.447 ORINOQUIA 43.117 16.038 36.304 152.480 Arauca 5.070 1.501 4.827 21.275 Casanare 11.083 4.253 9.461 38.483 Meta 24.012 8.141 19.666 85.315 Vichada 2.953 2.143 2.350 7.407 TOTAL 516.921 267.006 517.733 1.880.595

Fuente: Cálculos de los autores con base en Corpoeducación (2001).

Tomando la media de los coeficientes calcu-lados en el párrafo anterior se puede estimar que, en promedio, los sectores de salud y de infraes-tructura requieren de 2,1 billones y 2 billones, respectivamente, para mantener un equilibrio con los requerimientos en educación. En total, solo en estos tres sectores, que son de vital importancia para reducir el rezago de la periferia del país, los requerimientos alcanzan 7,2 billones. Ello implica que en un período de gobierno de cuatro años se podría avanzar mucho en el cierre de la brecha.

1.4.3 Posibles fuentes de financiación

Tal como se señaló, el FCR debe estar confor-mado por dos componentes. El primero de ellos tiene como objetivo la nivelación de los recursos municipales, para que en la periferia los muni-cipios tengan recursos similares al centro. Este componente puede ser financiado con recursos provenientes del impuesto sobre la renta. En este escenario, se propondría una estrategia similar a la seguida por Brasil, que creó el Fondo Constitu-cional de Financiamiento del Nordeste, financiado con impuestos federales. Considerando que para el año 2008 el cierre fiscal reportó unos ingresos

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por concepto de impuestos sobre la renta de $24,4 billones, sería necesario aumentar dichos recaudos en un 6,5% anualmente, para destinar los 1,6 billones requeridos para el componente de nivela-ción de recursos fiscales.12

Hay que anotar que las zonas donde la presencia del gobierno es menor son las que se ven más afec-tadas por la presencia de grupos al margen de la ley y cultivos ilícitos. Por ejemplo, en 2005 los depar-tamentos de la periferia colombiana participaron con el 90% de las áreas dedicadas al cultivo de coca. Adicionalmente, se ha encontrado evidencia de que existe una asociación positiva entre produc-ción de coca y tasa de homicidios violentos, lo cual es más evidente en las zonas rurales que en las urbanas (Angrist & Kugler, 2008). Con ello, la importancia de cerrar las brechas en las condi-ciones de vida de los colombianos, que también puede ser considerada una fuente de conflicto, obliga a plantearse que de igual manera se justifi-caría destinar recursos del impuesto a la renta para la solidaridad y la cohesión social.

El segundo componente del FCR es el que se destinará a la generación de proyectos de impacto regional que cubran los déficits en salud, educa-ción e infraestructura para la competitividad. De este componente se destinarán fondos para finan-ciar proyectos que sean presentados por dos o más departamentos o dos o más municipios, que pueden pertenecer a distintos departamentos. Esto último se propone como una estrategia para que se desarrollen esfuerzos coordinados para lograr un desarrollo regional que tenga impacto sobre una gran proporción de la población de la periferia.

Una de las posibles fuentes de financiación de este componente del FCR podrían ser las rega-lías indirectas, que en 2008 fueron de aproxi-madamente $1,45 billones.13 Dado que para este segundo componente del FCR se requieren $7,2

12- En este apartado es pertinente mencionar el caso de Alemania que, para ayudar a la cohesión social después de la reunificación, introdujo un aumento en el impuesto temporal sobre la renta de aproximadamente 5,5% sobre el nivel que se venía cobrando.

13- Asumiendo el crecimiento de los tres últimos años, que fue en promedio del 18%, sobre los 1,23 billones que giraron a los municipios del FNR en 2007.

billones, se calcula que, al cabo de cinco años, se podrían reducir algunos de los principales déficits y alcanzar las metas propuestas en términos de los proyectos estratégicos para la periferia del país.

1.5 El reto del esfuerzo fiscal

Algunos analistas no están de acuerdo con la propuesta de una política como la del FCR, pues consideran que los mayores recursos trans-feridos por el gobierno central podrían generar “pereza fiscal”, ya que al tener mayores recursos (incondicionales) para financiar el gasto local, los gobiernos municipales y departamentales supues-tamente no tendrían incentivos para mejorar sus bases tributarias o para mejorar sus políticas de gestión en la recaudación de impuestos (es decir, no harían un “esfuerzo fiscal). Lo anterior, como veremos, no tiene ningún referente empírico que le de soporte. En este sentido, Restrepo et al., (2000, p. 11) mencionan que un argumento como éste, “no tiene una sólida demostración”, pues encuen-tran que, a lo largo de la década de los noventa, se evidenció un mayor esfuerzo tributario por parte de los gobiernos municipales. Mencionan también que “donde sí se registra una aparente pereza fiscal es en el orden departamental. Pero en este caso, el problema radica más en el deterioro de las bases gravables de sus tributos” (Restrepo et al., 2000, p. 11)

Tomando como muestra los municipios que son capitales departamentales, Acosta et al. (1999), en un estudio de Fedesarrollo, muestran que las transferencias del gobierno central a los entes territoriales son independientes del esfuerzo fiscal de estos últimos. En otras palabras, que no se puede afirmar que las mayores transferencias estén creando “pereza fiscal”. Consistentemente con lo anterior, Zapata et al. (2001) encontraron que no existe evidencia de la existencia de pereza fiscal en una muestra de 147 municipios.

Para un período posterior, 1995-2004, Fernández (2007) analiza el efecto de las transferencias en el esfuerzo fiscal de los municipios y reporta resultados en la misma dirección de los estudios mencionados anteriormente, concluyendo que no existe evidencia de “pereza fiscal”. Así, pues, más bien lo que explica las diferencias en la tribu-

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tación local son las diferencias en la capacidad tributaria y el nivel de actividad económica de los entes territoriales. Por ello, si se fortalece la capa-cidad productiva y competitiva de los municipios y departamentos a través de inversiones en capital humano, infraestructura y vías, se podría mejorar sus bases tributarias y sus recaudos locales.

Tampoco hay evidencia de “pereza fiscal” en las regiones menos desarrolladas en el recaudo de los impuestos nacionales, como el IVA y el de la renta. Nótese que dichos recaudos están altamente correlacionados con el PIB departamental, lo cual evidencia nuevamente que la capacidad de recaudos locales depende de la generación de ingresos a nivel local. En el 2007, último año para el cual existen cifras del PIB departamental, la correlación del PIB con los recaudos de IVA e impuesto sobre la renta14 era de 0,96. Considerando que el sector minero y de hidrocarburos no reflejan tan bien la actividad económica local, puesto que son enclaves asociados a recursos naturales, se excluyen dichos sectores del cálculo y se encuentra que la correla-ción es de 0,98. La asociación es bastante clara en el Gráfico 5.

Gráfico 5. Relación entre los recaudos de IVA e impuesto sobre la renta y el PIB departamental, 2007.

Fuente: Cálculos de los autores con base en DIAN y DANE.

También es necesario garantizar que esos recursos van a ser utilizados con transparencia y

14- Cifras tomadas de la DIAN. Para el cálculo de los recaudos departamentales se agregaron las cifras de las administraciones locales de impuestos.

eficacia. Con el objetivo de ponerle una talanquera a la corrupción, consideramos que la propuesta que en su momento hizo la Comisión Indepen-diente del Gasto Público debería ser aprobada como parte del paquete legislativo que lleve a la creación del FCR. Ese grupo de expertos reco-mendó lo siguiente:

“…someter a consideración del Congreso una reforma que permita la intervención temporal del Gobierno Central en entidades territoriales insolventes, que hayan incumplido los programas de reestructuración de sus pasivos y sus obliga-ciones sociales.” (Comisión Independiente del Gasto Público, 2007, p.23).

Estructura del FCR

El FCR estará conformado por cuatro instancias que desempeñarán funciones administrativas, de planeación y de seguimiento:

Consejo Directivo1. Director2. Secretaría Técnica3. Unidad de evaluación y seguimiento4.

Para la Secretaría Técnica se sugieren tres asesores, con formación mínima de maestría en economía, con experiencia mínima profesional

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comprobada de tres años en temas relacionados con la formulación y evaluación de proyectos, planeación económica o medio ambiente.

La Secretaría Técnica tendrá a su cargo la formulación de objetivos y estrategias específicas por desarrollar con cada uno de los proyectos a financiarse a través del FCR. También evaluará los proyectos presentados y les dará o no un aval para ser presentados al Consejo Directivo, quienes tomarán la decisión.

Es función de la Secretaría Técnica formular un documento marco para el desarrollo de la periferia, así como la elaboración de los lineamientos para los proyectos específicos de inversión a desarro-llar como parte de ese plan. De igual manera, los proyectos o inversiones específicas que los miem-bros del Consejo Directivo sugieran como parte de las iniciativas a llevar a cabo para impulsar el desarrollo de la región tendrán que ser evaluados por la Secretaría Técnica. Esto último, con el fin de garantizar que los recursos del FCR, empleados en la financiación de dichos proyectos, tengan el impacto requerido y que los recursos del FCR se asignen como parte de una estrategia de desarrollo socio-económico para la periferia.

Se requiere que cada proyecto por ser financiado con los recursos del FCR siga los lineamientos del Banco de Programas y Proyectos de Inversión, BPIN, del Departamento Nacional de Planeación, DNP; especialmente que tenga un cronograma de actividades con los respectivos indicadores que permitan hacer el seguimiento y la evaluación de los resultados.

La Unidad de Evaluación y Seguimiento tiene, como su nombre lo indica, la responsabi-lidad de hacer la evaluación de los resultados de los proyectos financiados a través del FCR y del avance de los municipios que reciben recursos complementarios a los del SGP. La Unidad de Evaluación y Seguimiento tendrá como prin-cipal función la de garantizar que los objetivos propuestos en los proyectos de inversión a finan-ciarse con recursos del FCR se cumplan a caba-lidad. Para ello, la Unidad de Evaluación y Segui-miento utilizará como base los documentos elaborados por la Secretaría Técnica, en especial,

lo concerniente a los objetivos específicos y las metas planteadas por cada proyecto de inversión.

Cada proyecto de inversión formulado en la Secretaría Técnica deberá tener un reporte de resultados esperados enmarcados dentro de un horizonte temporal y dichos resultados deben estar sustentados en indicadores específicos que puedan ser medibles.

Ilustración 2. Estructura organizacional del FCR.

Conclusiones

La investigación de las disparidades económicas regionales en Colombia ha señalado profundas diferencias en las condiciones de vida y, en general, de acceso a las oportunidades. En este sentido, es importante el estudio de esas disparidades, pero más allá de continuar con su diagnóstico, es necesario empezar a proponer medidas que ayuden a cerrar la brecha en educación, salud e infraestructura, para que las regiones ubicadas en la periferia se integren a la economía nacional e internacional.

En este documento, se presentaron los linea-mientos por seguir en la formulación e implemen-tación de un Fondo de Compensación Regional, FCR. Los resultados de los cálculos reportan que la zona Norte, que comprende la región Caribe y Norte de Santander, es la que requiere el mayor monto de recursos para reducir las brechas en los recursos disponibles y atender las necesidades de sus ciudadanos. Este resultado no es sorpren-dente, pues hay amplia evidencia de que por varias décadas esta región ha presentado los índices más críticos de pobreza, solo superada por el departa-mento del Chocó. El desempeño de esta zona del

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país es de importancia crucial, pues representa la quinta parte de la población nacional.

Consistente con la evidencia de trampas de pobreza y de persistencia en la pobreza en Colombia, se encuentra que la periferia del país es la que peores indicadores socio-económicos presenta. Por lo anterior, se propone que el FCR sería la política pública llamada a dar ese gran empuje económico temporal que requiere la peri-feria, para escapar de ese equilibrio perverso de

bajos ingresos que representan las trampas de pobreza.

Finalmente, es importante advertir que, más que una propuesta inflexible, lo que aquí se presenta es una primera aproximación, para que sirva como punto de partida de una amplia discusión y reflexión colectiva. De ese debate debe surgir una propuesta formalizada en un proyecto de ley que permita poner en práctica el FCR.

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El Fondo de Compensación Regional: un primer pasoJairo Parada Corrales

Con la propuesta contenida en el documento “Fondo de Compen-sación Regional: Igualdad de Oportunidades para la Periferia Colombiana” de Galvis y Meisel (2009), se puede afirmar que los reclamos del Caribe Colombiano se unen a todos los de la periferia excluida del país, consignando una idea central consistente en que el desarrollo del Caribe es algo que le conviene al país, nece-sario para la unidad territorial e imprescindible para la construc-ción de un desarrollo equitativo y sostenible. No es un embeleco de los costeños, pues se recoge una problemática que afecta 497 municipios de la periferia del país y 17,2 millones de habitantes. Se trata de un 44% de la población colombiana y el 60% de los habi-tantes con NBI. Aunque el docu-mento se escribió para toda la periferia colombiana, es evidente que, de su población objetivo, de casi 11 millones de habitantes, el 55% de esa cifra está en el Caribe Colombiano. Es entonces, una propuesta escrita desde el Caribe para todo el país.

Esta es una primera innovación en el análisis que el documento involucra: no se trata de uno más de los numerosos estudios sobre el Caribe Colom-biano, la inmensidad de su pobreza y su relativo

atraso, bibliografía valiosa y recogida en los últimos treinta años, que hace del Caribe una de las regiones más estudiadas en el país; ni se podrá recibir con la típica displicencia andina como la eterna queja de los costeños. Esta vez se trata de una propuesta bien fundamentada, para toda la periferia marginada del país, desde la Guajira hasta Nariño, y desde Buenaventura y el Chocó, hasta el Vichada.

Justificación y Fines

El desarrollo desigual de las regiones del país indudable-mente se debe entender como un resultado histórico, que combina geografía e instituciones, pero también ejercicios del poder sobre el territorio. No es, por tanto, un resultado de razas y geografía, sino un producto social y humano, ligado a un tipo específico de capitalismo que combina premodernidad, autoritarismo y concentración

de ejercicio del poder desde las alturas geográficas del país. Hemos llegado a esto por el patrón de acumulación seguido, por la forma como se han construido nuestras instituciones y por la manera cómo se ha ejercido el poder político.

E C O N O M Í A Y S O C I E D A D

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La región Caribe y la periferia ha caído en las “trampas de pobreza” o “efectos de vecindario” que reseña el documento, los cuales debemos entender más que como causas, como descripción profunda de lo que padecemos. La pobreza se ha asentado tanto en nuestra periferia que, sin duda, se necesita “un gran empuje temporal para salir de ese equilibrio perverso para entrar en una etapa de crecimiento autosostenido” (Galvis y Meisel, p.2). Sin duda, aunque los autores no lo mencionan, se recogen, a nivel territorial, aquellas ideas de las “viejas” teorías del desarrollo que nos llevan a economistas algo heterodoxos, quienes como Nurske, Myrdal, Rosenstein-Rodan y Hirschman, enfatizaron estas poderosas ideas, las cuales fueron calificadas por Paul Krugman como los años de las “grandes teorías”.

Es que el problema de las trampas de pobreza no se resuelve con la inercia vegetativa de algo más de inversiones públicas adicionales cada año. Ellas exigen tratamientos de choque, algo adicional al incremento anual de los recursos de transferencia en educación y salud, es decir, se necesitan inver-siones que aprovechen los eslabonamientos y complementariedades de las cadenas productivas y las economías que generan las indivisibilidades de las inversiones públicas de infraestructura a nivel de la oferta de infraestructura. El desarrollo de las periferias atrasadas de las naciones, como lo muestra la experiencia mundial, exige esfuerzos de décadas, tenaces y sostenidos.

El Fondo de Compensación Regional se propone un objetivo ambicioso “lograr el despegue econó-mico de la periferia del país”. Me asalta la idea que una tarea de esa envergadura trascienda la de un Fondo, pues ella debiera de ser una verdadera polí-tica de estado cuya temporalidad tal vez deba ser mayor que la propuesta por el documento.

En forma contundente el documento demuestra los resultados de múltiples investigaciones las cuales señalan que el sistema de transferencias del país no ha logrado descompensar los desbalances regionales del país. En otras palabras, y esto hay que repetirlo hasta el cansancio, en el país no hay convergencia en el desarrollo regional de ningún tipo, a pesar del alegato de algunos economistas de

Bogotá, y tampoco tenemos políticas de fondo que reduzcan los desequili-brios regionales.

El centralismo de la sociedad colom-biana es tan inmanente que todo el esfuerzo de la descentralización muni-cipalista no ha podido generar conver-gencia en el desarrollo regional. Hasta las regalías han terminado prácticamente al libre arbitrio del gobierno central, luego de la fallida experiencia del Fondo Nacional de Regalías, carcomido por la poli-tiquería y el clientelismo de la década anterior. En esta década, los ajustes constitucionales recientes al sistema de transferencias, sólo han perseguido mantener el status quo y garantizarle más recursos al nivel central para sus programas nacionales, usando la estabilidad fiscal como pretexto.

El documento señala con claridad que con el actual status quo, necesitaríamos unos 177 años para que la periferia alcance un PIB per capita igual al resto del país. Si ajustamos esas cifras por la crisis actual, me temo que el plazo se extendería a unos 200 años. En síntesis, en forma contun-dente, el documento nos lleva a una conclusión esencial: con el régimen actual de transferencias seguiremos condenados al atraso relativo, y ello no se puede aceptar por razones éticas, económicas y políticas.

Los gráficos 2 y 3 parecen ir en contravía de lo que la lógica económica y espacial nos muestra en otras naciones, constituyéndose Colombia en una excepción. Además, aunque en el documento se alega que la apertura no ha sido tanta como se ha creído1, tampoco se puede negar que en dinámica industrial y exportaciones las regiones andinas y Santander le siguen ganando la partida en materia de aprovechamiento de la globalización.

El comentario sobre los fletes (Galvis y Meisel, p. 11) no logra aclarar si es posible vencer estos

1- El trabajo de Villar se refiere a la década de los 90s. Un examen más amplio se necesitaría para ver los efectos más globales hasta el 2008. Es posible que los indicadores cambien allí más a favor de la apertura, pues el descenso del 37% en 1990 al 32% en el 2007 se magnifica un poco en el gráfico 4. Además, la tasa de crecimiento del PIB se aceleró del 2002 al 2007, basada más en los bienes no-transables. Sin duda, el país es hoy más abierto que en 1991, a pesar de los retrocesos.

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obstáculos con mayores economías de escala y de aglomeración. Además, en su ayuda van los actuales planes del gobierno en materia de corre-dores viales de la Competitividad y las transver-sales que no lo son, como la Ruta del Sol, desde nuestra óptica caribeña.

Las bases del funcionamiento del FCR El tema de la continuidad de la política del FCR

me parece merece una mayor profundidad en el análisis. La idea de que sea por un período espe-cífico, es válida, pues las compensaciones son ayudas y resultan odiosas por mucho tiempo. Pero el período propuesto, simplemente por un cálculo aritmético, resulta verdaderamente un ejercicio tímido y demasiado optimista. Si uno recuerda las tesis institucionales de dependencia en el sendero, el atraso regional no se va a poder corregir tan rápido. Es una ilusión tecnocrática.

La experiencia del Brasil y España, por ejemplo, indica que períodos tal vez de dos o tres décadas van a ser necesarios. Algo que nos viene afectando desde la mitad del siglo pasado, no se va a corregir en doce años. Vamos a necesitar recursos no sólo para lo social y la infraestructura, sino también para apuntalar los cambios institucionales. La inercia de las sociedades es muy pesada en estos terrenos.

En cuanto a la integralidad de las políticas, es válida la propuesta de destinar los recursos a dos objetivos: el crecimiento económico y la reducción de la pobreza, apoyando la inversión en infraes-tructura educativa, salud, desarrollo urbano y agro-pecuario. Las inversiones deben apuntar a elevar nuestro capital humano, pero a la vez generar propuestas que impulsen el desarrollo productivo.

Sin embargo, aquí deseo hacer una digresión. Es frecuente escuchar en la región que el desarrollo nos llegará por la vía de la cobertura de las NBI. Nadie se puede oponer a tan loable propósito, pero hay que decir que es insuficiente.

No basta con que tengamos buenas coberturas en educación y salud, y que elevemos la calidad del capital humano: es necesario que en la región se generen las sinergias empresariales y productivas para que estos recursos ya preparados encuentren empleo. Por ello, el uso de los recursos del FCR

es delicado. No puede servir sólo para llenar los vacíos de la inercia y la injusticia del SGP. Debe dedicarse también a proyectos que impacten la vida de los ciudadanos en forma de una materia-lidad que genere modernidad.

Por ello, la idea de que el FCR apuntale la inver-sión física en varios sectores, resulta sana, pues los vacíos del SGP hay que corregirlos, por otro lado, reformando nuevamente la Constitución para que vuelva al espíritu de 1991. Facilitaríamos al centro un verdadero ardid, si se nos dan recursos al FCR sólo para mayores coberturas. Sería darnos en otro Fondo lo que nos deberían dar en el SGP. Como se consigna en el mismo documento (Galvis y Meisel, p.24), la experiencia del Nordeste Brasileño indica que los fondos se deben utilizar para el “fortaleci-miento de la capacidad productiva regional”. En realidad, el FCR debería ser el embrión de una verdadera banca de desarrollo, ausente hoy en el país.

El tamaño del FCR

El monto de los recursos que exige el FCR para el cubrimiento del déficit en NBI en el horizonte temporal planteado es realmente modesto: apenas de 1.6 billones anualmente, apenas 2.2 veces de lo que va a costar el túnel de la Línea por 14 kiló-metros, y un 2.4% de los Ingresos Corrientes de la Nación (ICN). Es algo que se puede cubrir con un esfuerzo tributario al igual que el llamado impuesto para la seguridad democrática. Es más, si se emprendiese este esfuerzo, de seguro no se necesitaran tantos recursos para esta política.

La otra parte clave del Fondo son los recursos que se pueden tomar de las regalías indirectas, sin tocar los municipios ni departamentos produc-tores, los cuales pueden cubrir las necesidades en este respecto. Aquí se resaltan los propósitos de infraestructura para la competitividad y el desa-rrollo institucional, aspectos claves del desarrollo regional. El desarrollo de las regiones periféricas implica de hecho un compromiso con la demo-cracia, el desarrollo de la sociedad civil y la trans-parencia en el manejo de lo público, aspectos que la Región Caribe todavía debe desarrollar y forta-lecer para generar credibilidad.

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La estructura del FCR

Sobre la estructura del FCR el documento no dice mucho. Pero el diablo está en los detalles. El diseño debe evitar los errores de Cormagdalena, cuya junta directiva es tan grande como inma-nejable, pero también evitar que sea una junta donde no haya representatividad balanceada de las regiones. Una junta directiva sólo en manos del Gobierno Nacional sería otro instrumento más para el centralismo institucionalizado de nuestro país. La Secretaría Técnica parece muy reducida ante el reto de los proyectos planteados y, a lo mejor, los requerimientos en experiencia de manejo de proyectos deben ser mayores. Las expe-riencias previas del Corpes y el FNR deben servir para buscar diseños adecuados que eviten equipos muy estrechos o frondas burocráticas. Es algo que se puede buscar en la reglamentación de la ley.

El FCR: Sólo un paso inicial

El documento parece dejar la impresión de que con el FCR resolveríamos nuestros problemas en unos cuantos años. Lo que he argumentado aquí es que el Fondo es apenas un instrumento inicial de un largo camino, en el cual la verdadera herramienta institucional debe ser la regionalización. La regio-nalización es la palanca institucional clave que nos permite incrustar nuestra capacidad de decisión en la inversión pública nacional, para poder tener un rol que cumplir en los programas de inversión del estado y ser protagonistas de nuestro desarrollo.

Las recientes discusiones de los parlamentarios del Caribe con el gobierno nacional, ad portas de la aprobación del presupuesto general de la nación del 2010, no es sino la dolorosa comprobación de cómo llegamos tarde en estas discusiones. No por la pereza de nuestros parlamentarios, sino por la estructura institucional del marco normativo del Presupuesto General de la Nación. La norma, en efecto, establece los períodos y plazos para este proceso. En los meses de abril y mayo, se reúnen los comités funcionales de inversión, a los cuales asisten los delegados de los ministerios y departa-mentos administrativos, a partir de los cuales se elabora el Plan Operativo Anual de Inversiones,

armándose la estructura del presupuesto. Por eso, al no tener las regiones vocería en estos comités, sólo queda esperar el pataleo tardío de goberna-dores y parlamentarios en septiembre y octubre.

La tragedia se repite como comedia todos los años, viendo las regiones periféricas sufrir los embates de los intereses consolidados. Por ello, me toca aquí repetir lo que afirmé en la firma del Compromiso Caribe en Noviembre del 2007. Pare-ciera que hemos reducido nuestras aspiraciones al FCR, ante la necesidad, frente al centro, de ser ‘prácticos’, ‘realistas’ y tener sentido común.

Pero lo que los ciudadanos de la Región debemos reclamar con energía, sin dejar que nos quiten el derecho a soñar -entendiendo que un pueblo que no sueña renuncia a la vida y al futuro-, es algo absolutamente superior y contundente: la auto-nomía regional para decidir nuestros asuntos en vías, medio ambiente, infraestructura eléctrica, portuaria, desarrollo agroindustrial, comercial, ciencia y tecnología, telecomunicaciones, rela-ciones económicas con el exterior y educación superior.

Las metas anteriores lógicamente nos llevan nuevamente al problema de la regionalización que se pretende evadir. Implica además, un alinea-miento de las instituciones con el desarrollo progresivo de la región, una profunda renovación política y un cambio de visión de las elites empre-sariales. Deben entender que si quieren negociar exitosamente en al marco de la globalización, deben contar con gobiernos locales y provinciales fuertes, con mucha autonomía como la experiencia china y europea sugieren.

El desarrollo regional del Caribe es el problema de todos y del país, y se debe entender a su vez, que el desarrollo de la Costa, le conviene al país. Solo así realmente contaremos con instrumentos efectivos para reducir las desigualdades regionales en Colombia y abriremos espacios de dignidad política para el ciudadano del Caribe Colombiano. El esfuerzo de hoy es un paso valioso y necesario. Sería un logro tremendo si lo concretamos en ley de la República. Pero es sólo eso: un paso.

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Compromiso Caribe: de La Liga Costeña al Fondo de Compensación Regional

Centro de Convenciones Pozos ColoradosHotel Estelar SantamarSanta Marta, Octubre 8 de 2009

Juan Pablo Diazgranados, alcalde de Santa Marta, considera que superar las desigualdades será el desafío más importante de los dirigentes de la región. El Fondo de Compensación Regional (FCR) sería un instrumento para reducir las dispa-ridades, si los que están al frente de las administra-ciones regionales se comprometen a invertir esos recursos eficientemente.

Omar Diazgrandos Velásquez, gobernador del Magdalena, sostuvo que en este siglo nuestro mejor regalo para las regiones rezagadas de Colombia será el FCR con criterio de unidad nacional. Las negociaciones son más exitosas cuando se hacen en bloque. A su juicio, ha llegado la hora de unirse políticos, técnicos y administradores públicos y privados para buscar el desarrollo regional, por lo cual invitó a la academia a una expedición que entregue el conocimiento a nuestra región como única arma de paz: “Es la hora del Caribe, es la hora de Colombia, el Caribe unido es la gran trans-formación”.

Antonio Gamarra Hernández, director acadé-mico del Observatorio del Caribe Colombiano, propuso un diálogo por la unidad de la nación colombiana, como se hizo hace 90 años, inspirado en el fortalecimiento de la unidad nacional. En 2007 se firmó un manifiesto llamado Compromiso

Caribe y hoy, con la propuesta del FCR, lo que se busca es que, con el crecimiento más acelerado de las regiones pobres, se potencialice el del resto del país, es decir, el de la nación como un todo: “No hay dicotomía entre la búsqueda de mayor equidad y crecimiento de la producción”. Por eso se necesita una política que disminuya la desigualdad regional y propicie un desarrollo económico que acelere el crecimiento de la producción de las regiones. (Ver documento “Una propuesta de dialogo que cumple 90 años” en www.ocaribe.org).

Édgar Rey Sinning, director de Telecaribe, consi-dera la gobernabilidad democrática como esencial en los países que promueven el desarrollo, por lo que, para la región, recuperarla es un compromiso de todos y, para el Caribe, su difusión es imperiosa.

Judith Pinedo Flórez, alcaldesa de Cartagena, considera que se debe adoptar una visión estraté-gica que busque el bienestar colectivo, trasladando el poder a los ciudadanos para que decidan en los asuntos públicos. Los alcaldes de Barranquilla, Cartagena y Santa Marta planean convertirse en un corredor del buen vivir con personas que lideren el desarrollo regional: “Si hemos tenido dificultades de gobernabilidad que han sido promovidas por la corrupción, hoy, esa excusa quedó en el pasado,

E C O N O M Í A Y S O C I E D A D

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por eso sería una miopía grande que el país no entienda que si al Caribe no le va bien, tampoco al país”.

Cristian Moreno Panesso, gobernador del Cesar, expresa que el centro del debate político que vive Colombia está marcado por la moral pública y privada. La agenda debe ser cómo se hace y cómo se mide. Las prácticas monopolísticas de las reservas mineras, concentradas en el Cesar y La Guajira, deben revisarse desde el marco que permite al gobierno aceptar esa explotación. La

responsabilidad social, tanto del sector público como del privado, debe consolidarse y sanear a nuestra comunidad. Este escenario, que conjuga el retorno de la unidad Caribe, implica el interés de los empresarios, gobernantes y centros de investi-gación en el desarrollo de una política que mire lo referente a Colombia y el Caribe.

Eduardo Verano de la Rosa, gobernador del Atlántico, reafirma la importancia del FCR como instrumento de desarrollo de las regiones reza-gadas del país, cuyo criterio de repartición de las

Candidatos presidenciales en Santa Marta. De izquierda a derecha: Rafael Pardo, Germán Vargas Lleras, Sergio Fajardo, Víctor Herrera (moderador) y Noemí Sanín.

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transferencias de la nación debe ser el número de habitantes con necesidades básicas insatisfechas (NBI) y no, como se hace ahora, por el número de habitantes que lo reciben en mayor proporción, los de las regiones más ricas. Considera que se puede hacer un buen gobierno con actitud posi-tiva dentro de lo institucional para ejercer control sobre nuestro destino, al tiempo que invitó al Sí a la región Caribe.

Adolfo Meisel Roca, gerente del Banco de la Repú-blica-Sucursal Cartagena, expone las bases para la creación del Fondo de Compensación Regional para impulsar el desarrollo de la periferia colom-biana, ya que la descentralización no ha ayudado a reducir las disparidades regionales en Colombia. Hace referencia a la literatura internacional y a las teorías más influyentes como la de los “efectos del vecindario” y las “trampas de pobreza” y menciona algunas experiencias internacionales con esta clase de fondos, destacando los casos de Italia, Brasil, la Unión Europea y Australia. Propone que el FCR de Colombia se sustente por los principios de conti-nuidad, integralidad, fortalecimiento del capital humano y focalización espacial, complementado con una estrategia triple para el desarrollo regional de largo plazo: FCR, nueva ética de lo público y estrategia de desarrollo productivo. (Ver docu-mento para discusión “Fondo de compensación regional: Igualdad de oportunidades para la peri-feria colombiana” en www.ocaribe.org).

Salomón Kalmanovitz, decano de la Facultad de Ciencias Económico-Administrativas de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, Bogotá, ve un resurgimiento de una cultura cívica y el interés de enfrentar el problema de corrupción en la región. A la pregunta por qué es pobre la región Caribe, responde que las mismas razones que en otras regiones:

La mala distribución de la tierra, pues muchos 1)campesinos no tienen derecho de propiedad.

La geografía que no ayuda por el clima y la 2)baja fertilidad de los suelos en gran parte de las tierras.

La corrupción que alimenta el atraso. El 3)Estado se construye a nivel local y las malas

administraciones conducen a la decadencia de las ciudades.

Hay municipios muy atrasados que no recaudan impuestos y propone un impuesto más alto para los latifundios que no sean productivos. En cuanto al FCR sugiere se le incluyan unos elementos que no alimenten la pereza fiscal.

Olga Lucía Acosta Navarro, asesora regional de la Cepal, afirma que es en el terreno local donde se resuelven los problemas. Considera que la propuesta del FCR es un punto de llegada estu-diado para reducir las desigualdades y dispari-dades regionales en Colombia. Siente que hay un espacio para sacar adelante esta propuesta, pero se requieren tres acciones:

El FCR nos plantea reencontrar el rumbo de la 1)descentralización: no debe ser un simple tema de recursos; se requiere avanzar hacia sistemas que incluyan incentivos y recompensen los buenos resultados.

El mayor gasto social no ha reducido la 2)pobreza, la plata no lo es todo, la pobreza se puede reducir en el largo plazo con educación, nutrición, pero también hay que enfrentar las crisis de corto plazo con políticas asistenciales y articular las instituciones de política social, integrar el Sistema de Participación Social (SPS) y el FCR con las estategias de JUNTOS que lleva a cabo Acción Social.

Construir instituciones de la política social: 3)las políticas sociales son más demandantes de calidad institucional, porque son alta-mente redistributivas, cruzan límites juris-diccionales, requieren movilización en todo el territorio, involucran a varios actores polí-ticos en distintas etapas de su implementación y atienden su problema con características multidimensionales. La dificultad de integrar las regiones al desarrollo nacional es por las acciones instrumentales sin un marco cohe-rente de política, la falta de articulación entre actores, políticas e instituciones, y la regionali-zación de políticas sectoriales inconexas.

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Jorge Iván Gonzalez, director del Centro de Investigaciones para el Desarrollo (CID) de la Universidad Nacional de Colombia, comparte en gran medida el diagnóstico de Olga Lucia Acosta y del documento del FCR, que ayudan al debate, como por ejemplo: los resultados de la Misión de Pobreza están bastante alineados con el diagnós-tico hecho por el FCR. En el país se acabó con la seguridad alimentaria y se aumentó la indigencia. Hay una brecha profunda entre lo rural y lo urbano que corresponde a la diferenciación que se hace en el documento entre centro y periferia. Es preciso, agrega, hacer mayor énfasis en la focalización espa-cial de la política, porque con ello se puede pasar de externalidades negativas a positivas, acabar con la focalización individual o sectorial y profundizar más en la sostenibilidad del fondo. Expresa los siguientes interrogantes:

¿Cómo combatir la trampa de pobreza? Hay 1)un problema de estructura agraria, existe una ruptura rural y urbana. Existe inequidad, el Gini es alto, el 60% de pobres están en el campo y el 40% en lo urbano. La focalización espacial se debe discutir y pensar en dinámicas que generen externalidades y cambios posi-tivos. La aglomeración tiene virtudes enormes. Las 13 ciudades no están cayendo en la trampa de pobreza y es el efecto de las externalidades de la aglomeración.

¿Hasta dónde el FCR puede general recursos 2)y cambios estructurales? ¿Por qué no estamos trabajando en cambios de tributación? El tema de sostenibilidad se debe trabajar más, el FCR genera choques fuertes y temporales. Hay un aspecto estructural que tiene que ver con la tributación.

¿Cómo el FCR va a mover el empleo e incen-3)tivar el consumo?

¿Cómo el FCR va a modificar ese cambio de 4)desarrollo de la periferia, bloques de tierra, financiación? La idea debe ir acompañada de algo agresivo.

Sobre el tema de la equidad invita a tocar 5)problemas estructurales, como lograr que con el FCR se avance hacia una sociedad liberal frente a los temas redistributivos. El FCR debe

ser el primer paso para llegar a esta reflexión sistemática.

Jairo Parada, docente investigador de la Univer-sidad del Norte, envió sus comentarios que leyó Félix Álvarez, profesor de la Universidad del Atlán-tico. El FCR es un primer paso y una propuesta bien fundamentada para disminuir las disparidades de la periferia. El desarrollo del país se debe entender como la combinación de geografía, instituciones, posmodernidad y ejercicio del poder. Las trampas de pobreza exigen tratamientos de choques, inver-siones que aprovechen los eslabonamientos que generen desarrollo. El FRC se propone unos obje-tivos ambiciosos y debe transcender a una política de Estado. La continuidad de esta política merece mayor estudio, pues las experiencias de Brasil y España nos dicen que se necesitan más de dos décadas. No basta con tener buena educación y salud, sino que es necesario que se den las sinergias que generen empleo, proyectos que impacten en la vida de los colombianos que eliminen la margina-lidad. El FCR debería ser el embrión de una banca de inversión para el desarrollo que requiere el país. La estructura del FCR debe evitar los errores de otras instituciones como Cormagdalena. El docu-mento final es el paso inicial de un logro común cuya herramienta debe ser la regionalización. El desarrollo de la región Caribe le conviene al país. El FCR es una propuesta necesaria, pero no sufi-ciente.

El modelador, Amilkar Acosta Medina, expre-

sidente del Senado, hace una recopilación de las ideas expresadas por los comentaristas y agrega que la Constitución consagra a Colombia como una nación de regiones. El Plan Nacional de Desa-rrollo debería partir de los planes regionales de desarrollo, pero por la falta de ellos prescinde del desarrollo regional.

Intervenciones del público:

Carlos Martínez Simahan, exsenador y exmi-nistro de Agricultura, dice que esta pedagogía debe continuar, este es un problema histórico al que se debe buscar solución.

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Roberto Navarro, profesor de la Universidad del Magdalena, considera que Colombia está aislada porque la sociedad civil no exige y las políticas deben salir de las comunidades.

Cristo García Tapias, poeta y columnista de El Universal, pregunta ¿Por qué no construir una liga costeña como factor político y de ahí construir un FCR como proyecto político? Lo demás se deriva de él.

El presidente de los apicultores del departa-mento de La Guajira dice que le llama la atención que los panelistas y el documento trata de normas generales y le gustaría saber cómo la sociedad civil se conectaría con ese FRC.

Intervención de los candidatos presidenciales

Germán Vargas Lleras, candidato presidencial por el partido Cambio Radical, expresa que los indicadores sociales de la región Caribe nos dan una claridad de la situación que no se debe seguir tolerando. Manifiesta su voluntad para impulsar el Compromiso Caribe y lo ha integrado a su programa. El SGP representa 22 billones de pesos, los recursos que faltan provienen de recursos propios, no obstante, las regiones más rezagadas no realizan inversiones y se van rezagando a un bajo estado de desarrollo. Así las cosas, urge un fondo de compensación regional igual a los meca-nismos de transferencias. Es importante que el FCR sea eficiente, no genere pereza fiscal y que sea permanente. El FCR que se empieza a ventilar en Colombia no es algo aislado, y ya va siendo la hora de introducirlo en Colombia. En cuanto a la autonomía regional se debe impulsar esa iniciativa en quienes quieran hacerlo. Se ha retrocedido en la descentralización, no se puede seguir con el criterio según el cual es por la corrupción por lo que se llegado a esa centralización. Entregó unas iniciativas de cómo funcionaría ese FCR.

Rafael Pardo Rueda, candidato presidencial por el partido Liberal Colombiano, dice que el FCR es una iniciativa insuficiente para reducir la pobreza. Las cifras que requiere el fondo son las que se redu-jeron con la reforma de las transferencias. Se ha

demostrado que las transferencias son útiles, pero no logran reducir el estado de pobreza. La formula está en la autonomía regional diferencial, en la cual las regiones tengan capacidad de orientar su desa-rrollo económico con lo que tienen de potencial. En el Caribe deben tener influencia los sectores portuario y agropecuario, modificando la estruc-tura productiva de la ganadería y la agricultura, que incluya transformación tributaria para quien no sea productivo, que paguen impuestos más altos por la tierra improductiva. EL FCR es una idea interesante que apoya y buscará cómo financiarlo, para que regiones atrasadas tengan mecanismos de compensación, para que con la autonomía regional se busque su desarrollo.

Sergio Fajardo, candidato presidencial por el movimiento Compromiso Ciudadano por Colombia, expresa que en el Caribe se deben apro-vechar toda la riqueza, todas las capacidades y todo el potencial para reducir la desigualdad y la pobreza. Pero la condición inicial es transformar la política, saliendo de las palabras. Hay que deste-rrar la vieja frase: “Todos son iguales; prometen y no cumplen. Todos son ladrones”. Las decisiones más importantes de la sociedad las toman los polí-ticos. De la forma como se llega al poder, así será la gestión pública (los medios justifican el fin). Los que pagan para llegar, llegan a negociar y pagar con los recursos públicos. La corrupción entra al poder público de la mano del clientelismo y la poli-tiquería. La parapolítica es el peor ejemplo. Si el desarrollo de Colombia en el siglo XXI pasa por el Caribe, ¿a qué le apostamos?

Las ciudades o centros urbanos muestras los 1)contrastes urbanos más grandes e impac-tantes en la región Caribe. Hay que apostarle a desarrollos urbanos integrales, la vivienda de interés social y las condiciones ambientales van de la mano con la seguridad urbana, si no hay un alto riesgo.

El campo ha mejorado la seguridad en muchos 2)espacios, pero tenemos una despensa agrícola, pecuaria y pesquera y en Colombia no ha habido apuesta de región en cuanto a educa-ción rural, conexión vial y la propiedad de la

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tierra. Se necesita un nuevo modelo para los pequeños productores.

Infraestructura: el Caribe es la puerta de 3)entrada y salida de Colombia. Hay que cons-truir vías transversales e integrar productiva-mente.

El turismo: será una gran apuesta para el 4)Caribe integrando lo cultural y lo ambiental.

Desarrollo y medio ambiente: la mayor 5)destrucción ambiental está en el Caribe. Hay que apostarle a la energía renovable con ciencia y tecnología. El carbón y el gas se extrae y se van, no se puede permitir la destrucción del medio ambiente. El mar como fuente de desarrollo tiene que ser parte de un proyecto productivo y modelo de desarrollo.

Gustavo Petro, candidato presidencial por el Polo Democrático, propone un modelo subsidiado de alimentación. El FCR es necesario pero no sufi-ciente. Su modelo parte de lo siguiente:

El problema nace de la riqueza1) La riqueza nace del trabajo2) La modernización urbana debe incluir la 3)

población pobre. La tierra es un tema esencial. Hay que tras-4)

ladar la tierra fértil de la mafia a la producción de alimentos. ¿Cómo lograr pacíficamente quitar la tierra a la mafia? La nueva política implica negociar con la mafia esas tierras. ¿Cómo lograr que la tierra se convierta en productiva? Hay que subsidiar al productor de alimentos. Se requiere un banco que democra-tice el crédito y que le garantice los ingresos al campesino, sin que éste sea afectado por las variaciones en los precios de los productos. El desarrollo es un florecimiento de la potencia-lidad interna y la tierra es una potencialidad.

Democratizar el sistema educativo con un • sistema de colegio-universidad, en donde el alumno de último • año pueda seguir estudiando en su propio colegio una profesión de algo que necesite su región.¿Cúal es la obra de infraestructura que se •

requiere? La navegabilidad del río Mag-dalena, pues el costo de transporte fluvial es bajo. El río Magdalena será la principal obra coherente con la producción de ali-mentos.La autonomía no se puede conseguir sin • democratización. Hay que democratizar de la tierra, los saberes y los créditos.

Noemí Sanín, precandidata a la presidencia por el partido Conservador, considera que el desarrollo de Colombia está en el Caribe. Un problema del Caribe es la incapacidad de asociación.

Educación: el fundamento para el desarrollo 1)está en la educación y la universalización del conocimiento, al cual es preciso democratizar. La educación debe ser de calidad y bilingüe, el bachillerato clásico se tiene que ampliar con el Sena. La universidad se tiene que meter en el campo, esas tierras improductivas se deben dar a las universidades para que se investigue en ellas.

Economía: no se pueden tener modelos que 2)privilegien solo al 50% de la población. La ética tiene que recuperar un espacio en la sociedad. La ética social, la ética inversionista.

La ética social debe permitir que la gente se 3)eduque, produzca y progrese.

Infraestructura: el país debe tener autopistas, 4)ferrocarriles y aeropuertos importantes. La infraestructura puede ser un negocio para los particulares y donde no sea un buen negocio entra el Estado. Fortalecer el transporte acuá-tico que es el más barato en el mundo…

Suscribe el FCR, pero piensa que nos queda 5)corto, pues es en el presupuesto nacional donde se consiguen los recursos.

Fernando Araújo, precandidato a la presidencia por el partido Conservados, dice que es el mo-mento de la región Caribe. Tenemos un potencial y podemos aspirar a crecer y mejorar las condicio-nes de vida de nuestros coterráneos. Lo primero que necesitamos es trabajar. El primer deber de un mandatario es generar esa posibilidad.

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El futuro del país está en el agua en donde 1)encuentra una enorme fuente de trabajo para los colombianos. En los ríos del país vamos a desarrollar esas industrias relacionadas con el agua (alimentos, puertos, náuticas, astilleros, entre otras). El potencial marítimo se sustenta con los ríos.

El potencial del turismo en la región Caribe es 2)importante.

El agua es un factor crucial que la región puede 3)explotar mejor.

En lo industrial hay que buscar la relocaliza-4)ción de industrias en la región.

Infraestructura: desarrollo vial nacional, 5)departamental y terciario.

Andrés Felipe Arias, precandidato a la presi-dencia por el partido Conservador, expone sus fundamentos del desarrollo regional basado en los siguientes puntos:

Seguridad urbana: se necesita incremento del 1)pie de fuerza.

Capital humano: hay que cambiar la forma 2)como se paga a los maestros, pagarles más y exigirles más. Ampliar la cobertura y mejorar la calidad.

Capital físico: vías, aeropuertos, ferrocarriles, 3)riego y drenaje.

Navegabilidad del río Magdalena y el puerto 4)de Barranquilla.

Sector económico: 5)Agroindustria. ¿Qué necesitamos? Un fondo

de capital (FINAGRO), trabajo sanitario (ICA, INVIMA, y otros). Incentivo de riego para la pequeña, mediana y grande empresarios. Crédito blando, asistencia técnica. Biocombustibles (biodiesel y etanol) apoyados con políticas de precios mínimos y seguir investigando.

Pesca, acuicultura y camaronicultura: apoyadas con un plan pesquero nacional, políticas ambien-tales, políticas sanitarias, seguro contra la tasa de cambio, corporación financiera para la pesca, créditos blandos para la pequeña empresa y los pescadores, asociatividad y trabajo conjunto con las gobernaciones y alcaldías.

Turismo: mantener las exenciones tributarias hotelera, crear un modelo mixto para la conce-sión de playas que sean administradas por entes privados, confiabilidad abastecimiento del servicio público, bilingüismo y capacitación para la aten-ción al turista (Sena), segunda vivienda. Otros sectores: Zonas Francas en sectores de talla mundial (salud).

Para que lo anterior se cumpla, hay que tener sostenibilidad fiscal.

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83AGUAITA VENTIUNO / DICIEMBRE 2009

C U L T U R A

“¡Amiga, te digo que allá en la loma, viven raizales que no saben cómo pedir un vaso de agua en español!”. Mi primer viaje a San Andrés islas en 1991 transcurrió tran-quilamente, como era previsible para una visitante extran-jera, aclimatada previamente en el trópico sui generis de la capital andina. Tras una hora y media de vuelo, encontré calor, maravillosas playas, coco loco, piña colada, reggae music y el Creole English de los nativos, cuyo sincopado ritmo discursivo y apócope gramatical, lo convierten en argot inaccesible para cualquier hablante de otra comu-nidad lingüística. Frente al mar de siete colores, la precaria infraestructura hotelera no restaba encanto a la zona turís-

tica, surcada por toda suerte de vendedores ambulantes quienes, descalzos

sobre la arena, corre-teaban atosi-

De la machina imperial a la vereda tropical: poesía, identidad y nación en el Caribe afrohispánico*

Caribe, caníbal, devorador de bajos fondos, marítimos suplicios y albas de promisorias delicias. Anclado en la efímera tierra firme de tus islas, soñadas más que vistas. Con fiero terruño enconado en tu corazón vendido a los navíos. Traficante de distancias y tesoros enterrados en tu esperanza baldía; con un pie cobi-jado en el abrazo caliente y el otro aventurado en la ciénaga, en arenas movedizas. Sin relojes ni mapas ni brújula. Al Oriente, mar en contra, cebado en el ciego cloc cloc que arrulla tu regreso imposible.

Graciela Maglia

gando al viajero con amuletos, artesanías y platos típicos, verdaderos tesoros para el forastero: collares de conchas, albóndigas de cangrejo, torta de piña, aceite de coco…

Pero el segundo fue un viaje iniciático: llegué por azar o destino a la parte alta, The Hill, en el corazón de la isla, en donde, cercada de verdes manglares e interminables montes de palma, sin el maquillaje aderezado para el turismo, sobrevive casi intacta una cultura afroantillana que lleva varios siglos en el Caribe, en una convivencia comunitaria que perpetúa valores y costumbres ances-trales. Como es de conocimiento común, por medio del Tratado Esguerra-Bárcenas, San Andrés islas pasó a integrar el territorio

c o l o m b i a n o

d e s d e 1 9 2 8 . 1

Esta circuns-tancia generó una

situación de diglosia lingüística y cultural en

la isla, con fuerte resistencia por parte de de la comunidad

vernácula, sin duda identificada con las culturas anglófonas del Archipiélago

caribeño.2

*- Introducción del libro: De la machina imperial a la vereda tropical. Poesía, identidad y nación en el caribe afrohispánico, publicado en mayo de 2009.

1- Cfr. Francisco Avella Esquivel (2000)

2- De la misma manera que Jamaica, Puerto Limón, en Costa Rica, Blueffields, en Nicaragua o las Islas Caimán.

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¡Había, en efecto, una enorme incongruencia entre mi exotizada visión austral3 de las tierras cari-beñas y la realidad que acababa de conocer! Ese paisaje paradisíaco, cuya aparente calma exaspera el espíritu citadino de los paseantes es, en verdad, el telón de fondo de complejas encrucijadas histó-ricas, políticas, económicas y culturales, comunes en esa isla que se repite del metarchipiélago caribeño: por una parte, rutas imperiales, relaciones colo-niales, comercio eslavista, sociedad de plantación, procesos de racialización, dermocracia, mime-tismo colonial, espectáculo sexual for export y, por otra, hibridación étnica, creolización lingüística, rituales populares, resistencia cultural, textuali-dades corporales, performance, carpe diem tropical, mimicry, pactos tribales, archivo oral. 4

Aunque las experiencias compartidas son deci-sivas en este Black Atlantic, existen importantes diferencias según el saldo de la relaciones colo-niales particulares y el grado de consolidación de lazos neocoloniales en el área. Por ejemplo, en San Juan de Puerto Rico, Estado Libre Asociado de los EEUU, la modernidad se encuentra por las calles con la memoria cultural que recuerda el origen

3- “Austral” : con el significado de “hemisferio Austral”, en relación con mi país de origen, Argentina.

4- A esta primera experiencia exploratoria, le siguieron viajes formales de investigación y docencia alrededor del tema cari-beño: fui a Cartagena de Indias en el año 2001, como ponente en el V Congreso Internacional de Estudios del Caribe; en el año 2002, como conferencista en el Homenaje nacional a los 20 años del Nobel de Gabriel García Márquez, organizado por la Cátedra del Caribe del Observatorio del Caribe colombiano, y, en el 2005, como ponente en la Séptima conferencia sobre Literaturas del Caribe, organizado por el Instituto Interna-cional de Estudios del Caribe en la Universidad de Cartagena. En el año 2000 visité Barranquilla como Profesora Invitada del Programa de Especialización en Literatura del Caribe de la Universidad del Atlántico y asistí a la Primera feria del Libro del Caribe en Barranquilla, que incluyó el conversatorio con el Nobel de Santa Lucía, Derek Walcott, en el año 2001. Conocí Trinidad & Tobago, cuando participé como ponente en el VIII Congreso de SOLAR, en West Indies University, sede de Puerto España. Visité San Juan de Puerto Rico, cuando asistí en calidad de ponente en el XXVI Congreso de LASA, en el año 2006. Durante mi beca como Fulbright Scholar In Residence en Holyoke Community College, a lo largo de los años 2006-2007, estuve trabajando con la comunidad puertorriqueña que vive en Holyoke, MA (USA). Finalmente, entrevisté a los palenqueros de San Basilio con motivo del proyecto de Investi-gación que adelanto.

hispano y antillano desde las narrativas literarias y visuales, la salsa, la cocina antillana y el ron. Pero también existe toda una comunidad de nación en la diáspora, incluso en el aire, como el escritor Luis Rafael Sánchez retrata en La guagua aérea.

En el territorio continental, el Caribe se extiende a lo largo de la costa atlántica con características que difieren de las islas antillanas, en parte porque estas sociedades no se desarrollaron alrededor de la economía de plantación capitalista, sino en la explotación minera y el régimen de hacienda patriarcal; pero también por su particular tipo de mestizaje, con importante participación del sustrato indígena, creciente a medida que avan-zamos hacia el oriente por las costas de Colombia.5 Esta circunstancia ha generado una hibridación

5- Desde Cartagena de Indias, en el Departamento de Bolívar, pasando por Barranquilla , en el Departamento del Atlántico, por Santa Marta, en el Departamento de Magdalena, hasta Riohacha y el Cabo de la Vela, en la Guajira.

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étnica y cultural peculiar, en la que conviven el mulato, el mestizo y el zambo.

Comprobé que mientras los poetas de las islas circulaban en antologías y publicaciones nacio-nales e internacionales -tal es el caso de los poetas dominicanos, cubanos y portorriqueños- el colom-biano Jorge Artel, era más difícil de rastrear, no sólo en el país, sino en el campo literario caribeño. Sin embargo, en las ciudades de la costa atlán-tica, Artel tiene seguidores entusiastas y lectores asiduos, que siguieron de cerca la investigación del Lawrence E. Prescott con motivo de su libro Without hatreds or fears. Jorge Artel and the struggle for black literary expression in Colombia. 6 A pesar de que tuvo varias ediciones, Tambores en la noche, texto que reúne la obra poética del autor, no es fácil de conseguir. Sin duda, ha influido el hiato comuni-cativo que existe entre la costa y el interior del país -por otra parte orquestado desde la centralidad de su capital- apenas superado con la eclosión iden-titaria que representara la narrativa de Gabriel García Márquez a partir de Cien años de Soledad, en 1967. Pero Artel escribe en los años cuarenta

6- Prescott, L.E. (2000).

y debe dejar por largo tiempo el país por motivos políticos después del Bogotazo, revuelta popular en la que fuera asesinado el líder Jorge Eliécer Gaitán, en 1948.

El surgimiento de la identidad caribeña, sin duda, testimonia el nacimiento de una identidad transna-cional asumida en su hibridación y legible en las distintas tomas de posición dentro del campo lite-rario 1930-1940 en el Caribe hispánico. Es tiempo de evaluar cómo esta noción des-territorializada de identidad dibuja un territorio virtual dominante en el imaginario colectivo del sujeto cultural caribeño, que problematiza el concepto de nación y formula el enfrentamiento identidad caribeña/ conciencia nacional. En este pliegue particular de la historia, en la frontera entre dos milenios, nuevo tiempo eje alrededor del cual las identidades se desestabilizan, las nacionalidades se globalizan y las autoridades se exorcizan y los textos se hibridizan, el metachipié-lago multicultural caribeño7, suerte de “metáfora de toda la humanidad”8, se constituye en un para-digma de sociedades migrantes, transculturadas e intersticiales, cuyas manifestaciones artísticas no canónicas reclaman una nueva mirada crítica.

Las identidades transversas y los espacios intermedios que se gestaron en el Caribe adelan-

7- Cfr. A.Benítez Rojo (1989: 3). El término “metarchipiélago” designa, según el escritor cubano, un archipiélago que carece de límites y de centro y extiende su área de influencia mucho más allá del Trópico de Cáncer y la línea del Ecuador. “Un conjunto discontinuo” de “condensaciones inestables, turbulencias, remolinos, racimos de burbujas, algas deshilachadas galeones hundidos, ruido de rompientes, peces voladores, graznido de gaviotas, aguaceros, fosforescencias nocturnas, mareas y resacas, inciertos viajes de la significación”.

8- “The Caribbean territories have a universal significance far beyond their size and social weight. They seem to be a slice of Western civilization put under a microscope”. (“Los territorios caribeños tienen una significación universal mucho más allá de su tamaño y peso social. Parecen ser una rebanada de la civili-zación occidental puesta bajo el microscopio.” Citado por M. Dash (1996).

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taron la problemática que plantea la globalización actual, porque desafiaron desde los comienzos las representaciones monoculturalistas y desacre-ditaron las grandes cartografías históricas de la modernidad, trazadas desde la centralidad de Occi-dente. El complejo escenario lingüístico del créole, sumado a las ambiguas identidades criollas de las sociedades de la posplantación de la Gran Cuenca, en las que el sedimento de las formas culturales africanas se superpusieron al sustrato indígena, bajo la legislación imperial de la Colonia, origi-naron un nuevo discurso, imposible de analizar desde los modelos eurocéntricos. Se hace indis-pensable una revaluación de esta producción desde una perspectiva teórico-metodológica, que trans-greda las fronteras de la crítica tradicional.

A partir de un análisis en contrapunto del Caribe hispanohablante, trabajé puntualmente el texto cultural caribeño como producto de una lectura otra de la realidad, generador de nuevas estéticas y comparé criterios de clasificación exógenos, como geográficos, lingüísticos y étnicos, frente a criterios endógenos alrededor de la definición de identidad caribeña, así como su relación con las prácticas lingüísticas del Caribe hispanófono de la década del treinta.

Leí los textos dentro de sus contextos. Así, la propuesta de Luis Palés Matos frente a las retóricas del nacionalismo cultural en la generación de los años treinta en Puerto Rico; la producción temprana de Nicolás Guillén en la Cuba prerrevolucionaria, la poesía de Manuel del Cabral y Franklin Mieses Burgos en el ambiente del trujillato y el antiahi-tianismo dominicano; los versos de Jorge Artel en un país letrado y leguleyo, dominado por la elite conservadora durante más de medio siglo, dentro del enfrentamiento costa-andes en Colombia, establecido desde el imaginario discriminatorio decimonónico, por el sabio Caldas y José Celes-tino Mutis y , por último, la producción temprana de Guillén en la Cuba prerrevolucionario, en el escenario blanqueado y denigrado de los críticos años treinta. Busqué establecer las relaciones entre campo literario y campo del poder en el Caribe de los años treinta con miras a definir las identidades

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nacionales diseñadas desde la comunidad imagi-nada de nación, frente a las identidades culturales reales, plurilingües y pluriétnicas, invisibilizadas, blanqueadas o eufemizadas por el discurso domi-nante, y examinar así la literatura en su función antropológica y etnográfica, en la labor de como

los rizomas del Caribe, en los intersticios de las disciplinas en las que me eduqué y las experiencias culturales que me hablaron desde otros lugares de la enunciación, a los que me llevó insensiblemente, el flujo de la vida.

Bibliografía

Avella Esquivel, Francisco (2000), “San Andrés. Ciudad Insular”, en .Abello Vives, Alberto y Giaimo Cháves, Silvana (comp.), Poblamiento y ciudades del Caribe colombiano, Observatorio del Caribe colombiano - Universidad del Atlántico, Bogotá.

Benítez Rojo, Antonio (1989), La isla que se repite, Ediciones del Norte, Hanover.Dash, M. (1996), “Psychology, Creolization , and Hibridization”, en Bruce King, ed., New National and Poscolonial literatures.

An Introduction, Clarendon, Oxford. Prescott, L.E. (2000) , Without hatreds or fears. Jorge Artel and the struggle for black literary expression in Colombia, Wayne State

University Press, Detroit.

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D O S S I E R

Homenaje a Rafael Escalona

En la tarde del 13 de mayo de 2009, en la capital del país, murió del corazón, como lo había previsto en sus cantos de amor, uno de los compositores más famosos y polémicos de la música popular colombiana: Rafael Calixto Escalona Martínez. Protagonista principal, aunque no único, en la entronización internacional de la música valle-nata, creador junto Con Alfonso López Michelsen y Consuelo Araujonoguera del Festival de la Leyenda Vallenata, el compositor patillalero, de 82 años, a diferencia de la mayoría de los grandes músicos populares, no murió en la miseria; por el contrario, si algún compositor colombiano ha podido disfrutar en vida las mieles de la gloria, ese ha sido el maestro Rafael Escalona. Y muy mere-cidamente, pues gracias a su notable talento tanto para la composición como para el manejo de las relaciones personales, pudo, junto con sus contem-poráneos Manuel Zapata Olivella, Gabriel García Márquez, Alejandro Obregón, Sonia Osorio, Álvaro Cepeda Samudio, Leo Matiz, Delia Zapata, Lucho Bermúdez, Pacho Galán, Nereo López, Enrique Grau, Cecilia Porras, Meira Delmar, Héctor Rojas Herazo, Germán Vargas, Alfonso Fuenmayor y Orlando Fals Borda, entre otros, cumplir un papel fundamental en la afirmación de la vitalidad y la universalidad de la cultura cari-beña colombiana, en el panorama nacional, y de la cultura colombiana, en el exterior.

Rafael Escalona llevó a su plenitud el román-tico programa enunciado por Candelario Obeso en 1877, en el prólogo a sus Cantos populares de mi tierra:

En la poesía popular hay y hubo siempre, sin las ventajas filosóficas, una sobra copiosa de deli-cado sentimiento, y mucha in apreciable joya de bellísimas imágenes. Así, tengo para mí que es sólo cultivándola con el esmero requerido como

alcanzan las naciones a fundar su verdadera posi-tiva literatura, tal lo comprueba el conocimiento de la historia.

Ojalá, pues, que de hoy más, trabajen sobre este propósito en la medida y el modo conducente a un pueblo civilizado, los jóvenes amantes del progreso del país, y de esta suerte pronto se clamará el furor de imitación, tan triste, que tanto ha retrasado el ensanche de las letras hispano-americanas.(Obeso, 1950: 12-13)1

La suya es, pues, una poesía inmersa en la tradi-ción ancestral de los cantores errantes, voces anónimas de vaqueros y campesinos, ignorantes de la métrica, desconocedores de la escritura, que supieron expresar la visión del mundo de su comunidad. No obstante, Escalona, a partir de una experiencia auténtica de la vida del campo -- que le permite identificar al ave que canta en la selva y no se ve o al viento frío de la Nevada o al indio por el pelo y a los padres por la barba y a los cucaracheros por su cambiadera de nido y a las fiebres malas por su presencia en todas partes y su permanencia en ninguna y las mañas del gavilán cebado y las lenguas carniceras de San Juan y la huella del novillo cimarrón en el barro y los rateros honrados de las iglesias y la ruta de las nubes que se llevan los vientos y sus letreros blancos y la envidia de las estrellas y la cabecita gacha del jerre jerre al caminar y los mensajes de las mariposas y el lenguaje del rey de los turpiales --, supo ir más allá del modelo de los pioneros del vallenato –Pacho Rada, Abel Antonio Villa, Lorenzo Morales, Emiliano Zuleta, Juan Muñoz, Chico Bolaño- al incorporar sus nociones de retórica adquiridas en

1- Candelario Obeso (1950), Cantos populares de mi tierra, Biblioteca Popular de Cultura Colombiana, Bogotá.

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el bachillerato y la sabiduría prosódica de Poncho Cotes y Tobías Enrique Pumarejo, así como sus lecturas de la Biblia, Rómulo Gallegos y Alfredo Gómez Jaime, entre otros.

Compositor sin saber leer ni escribir música ni interpretar instrumento alguno ni haber recibido el grado de bachiller, Escalona tuvo el mérito de lograr, gracias a la calidad de sus letras, que la música vallenata, confinada a las colitas en la cola del patio y a las celebraciones rurales, trascendiera su prestigio local y marginal, y se diera a conocer en todo el país y fuera de él. No hay duda de que el vallenato es otro a partir de su producción lite-rario-musical y que las generaciones posteriores no pueden ignorar su legado así asuman derroteros diversos.

Cuando Gabriel García Márquez, después de “El bogotazo” inició su aventura periodística en Cartagena y Barranquilla, cayó en la cuenta de que el camino de su narrativa no era el correcto: sus cuentos iniciales eran totalmente ajenos a esa expe-riencia iniciática de su vida en Aracataca y traicio-naban todo ese universo en vías de desaparición de su infancia que él quería perpetuar con las pala-bras. Sin duda alguna una experiencia intelectual que lo llevó a replantear su proyecto narrativo fue el conocimiento de los cantos de Escalona en los que veía recreado, de manera anticipada, un mundo afín al que deseaba plasmar en sus novelas, con sus coroneles solitarios desencantados de la guerra, en esos pueblos polvorientos y sin futuro, expuestos a sequías salvajes y lluvias furiosas, a crecientes y pestes, entre la sierra impenetrable y el río de aguas diáfanas, pero, sobre todo, una manera de narrar ese universo impregnada de la sabiduría analfa-beta y antigua de los abuelos, atenta a los detalles circunstanciales que hacen verosímiles las historias

fantásticas, respetuosa de una visión del mundo que trascendía los límites del realismo rastrero al incorporar los mitos de la gente, las leyendas, las supersticiones, la imaginación delirante del narrador oral, el humor irreverente de la mama-dera de gallo, y de un lenguaje coloquial lleno de expresiones regionales y de hipérboles e imágenes (comparaciones y metáforas) que se apoyaban en el entorno caribe.

Conscientes de que es mucho lo que puede decirse en torno a la vida y la obra de Rafael Esca-lona, ambas significativas en la historia de nuestra cultura, Aguaita ha querido reunir a voces autori-zadas en el tema para que reflexionen y aporten informaciones e ideas que contribuyan a una intelección más enriquecedora y placentera de su producción literario-musical. Aunque por razones de espacio nos vimos obligados a reducir la partici-pación amplia que hubiéramos deseado, nos parece que los textos aquí recogidos están a la altura de la dignidad del maestro. Como en un coro, acorde con el homenajeado, hemos querido armonizar voces diversas desde la de los colegas en la compo-sición y la parranda hasta las de los académicos de los estudios culturales, pasando por las de juristas eminentes, periodistas prestigiosos y profesores investigadores. Todos, desde perspectivas parti-culares, que van del agradecimiento cordial a la indagación por la génesis de los cantos de Esca-lona, pasando por el intento de revelar las costuras ocultas de su universo narrativo hasta el inventario de sus motivos de inspiración, el examen de sus relaciones amistosas e intelectuales, su trato privile-giado con los poderosos y la crónica familiar o la de sus postrimerías, ofrecen un amplio panorama de la trayectoria artística y pública de Rafael Escalona.

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Rafael Escalona en el recuerdoJosé Luis Díaz-Granados

Recuerdo que a finales de la década de los cincuenta, el doctor Alfonso López Michelsen respondió, en una entrevista radial con el poeta Arturo Camacho Ramírez, que su hobby era escu-char las canciones de Valledupar y de la Provincia (de donde era su abuela paterna, Rosario Pumarejo Cotes), especialmente los sones compuestos por un joven llamado Rafael Escalona. A mí me emocionó este concepto, porque en las tertulias familiares de mi casa de Palermo, en Bogotá, esa música se escu-chaba con mucha frecuencia, no siendo –como no lo sería hasta veinte años después- del gusto de los “cachacos”, como tampoco lo era en las clases altas de Santa Marta, Barranquilla y Cartagena.

A mí me gustaban mucho esas canciones y las oía en mis años de poeta precoz en un radio transistor del que no me desprendía ni de día ni de noche. Eran paseos y merengues que yo siempre asociaba con un universo particular que había creado en los años 62 y 64 cuando había decidido conver-tirme en escritor y por lo cual había abandonado mis estudios secundarios. Don Simón Daro Dawi-dowicz me había empleado como mensajero de su almacén de discos y allí adquirí el único que existía de Escalona: un long-play de Bovea y sus vallenatos que incluía “El testamento”, “La brasilera”, “La molinera”, “El chevrolito” y “La mensajera”, entre otros sones memorables. Luego aparecería “María Tere”, que contenía “La custodia de Badillo”, el primero de los paseos de Escalona que le dio fama nacional en 1965.

En julio de ese año viajé a Riohacha, invitado por el primer gobernador de La Guajira, José Ignacio Vives Echeverría, al acto de inauguración

del Departamento. En ese entonces, mi padre vivía en Fundación, donde dirigía la planeación muni-cipal. De Riohacha me dirigí a Fundación, por la antigua carretera que pasaba por Valledupar, con la música de Escalona en la mente, y justo cuando el bus hizo la parada en esta ciudad, la radio dejó escuchar las notas de “El testamento”. Lo que vino enseguida fue un milagro estival: la recreación viva de la geografía literaria de la canción, pues desde el mediodía hasta el atardecer, bajo la brisa cálida de la región pasamos por Valencia, tomamos la Sabana, Caracolicito y, luego, Fundación.

Había endiosado tanto al maestro Escalona que cuando García Márquez vino a Bogotá un año después, al estreno de su película “Tiempo de morir”, el juglar vallenato fue casi el único tema de conversación cuando lo fui a visitar al Hotel

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Tequendama. Allí lo escuché a Gabo cantar “La custodia de Badillo” mientras tomaba una ducha y luego me comentó que al día siguiente tenía cita con “el sobrino del obispo” en su natal Aracataca, en compañía de Álvaro Cepeda Samudio, Daniel Samper Pizano y otros compadres del novelista, aún desconocido por el grueso público. Todavía no se hablaba de festivales vallenatos ni de nada que se le pareciera.

En 1967, Gabo publicó Cien años de soledad, “un vallenato de 300 páginas” cuya fama le dio la vuelta al mundo. Allí aparecía Rafael Escalona como uno de los personajes del mítico Macondo. En diciembre de ese mismo año, se creó el Depar-tamento del Cesar y el doctor López Michelsen fue su primer gobernador. Los dos acontecimientos, de alguna manera, le dieron visa infinita al vallenato –en especial a los cantos de Escalona-, y sus ritmos esplendentes comenzaron a saborear la aceptación nacional e internacional.

Nunca olvidaré aquella noche de octubre de 1967 cuando mi entrañable amigo y paisano Rafael Araújo Gámez me invitó a una celebración en casa de su cuñado, el entonces senador Hugo Escobar Sierra, en donde estaban López Michelsen y la Niña Ceci, Alvaro Gómez Hurtado, Samuel Moreno

Díaz y María Eugenia Rojas, y un montón de polí-ticos del momento. Al fondo de la sala, sentado, solitario, tímido y pensativo, descubrí de pronto al maestro Rafael Escalona. Era la primera vez que lo veía en persona. Mi emoción fue indescriptible. Sin dudarlo un instante, y desafiando mi propia timidez, le entregué una plaquette mía titulada Poemas, en la cual aparecía este epigrama escrito el año anterior:

Escalona, califa vallenato, decile a tu acordeón que me regale una fotografía... El maestro, entre sorprendido y jubiloso, me dio

las gracias y guardó en su bolsillo en cuadernillo. Luego me dijo:

-- Cuando vayas a Valledupar, vas a mi casa. Te hablas con Toño Murgas y armamos una parranda con Colacho y todos mis amigos...

Abrumado y agradecido con la vida, me dediqué el resto de la noche a disfrutar con el corazón en la mano de la parranda que se extendió hasta el amanecer con Escalona, Colacho Mendoza y el resto de sus acompañantes.

Al día siguiente, en el famoso pent house de López Michelsen, se llevaría a cabo una reunión similar (a la cual fui invitado por la Niña Ceci), pero con otro motivo: el maestro Rafael necesitaba un préstamo de la Caja de Crédito Agrario y entonces López convocó a un grupo de amigos entre los cuales se encontraba el doctor José Elías del Hierro, gerente de la entidad, ante quien se cantó el paseo de Esca-lona a “La Caja Agraria”:

Señor gerente le vengo a pedir que me dé un préstamo p al algodónporque el gusano se comió el arroz y ahora no tengo con qué responder.Y el gerente me contestó:“No te preocupes, Rafael,la Caja te lo arregla bien. para eso soy gerente yo... En los años siguientes, el prestigio de Escalona

fue creciendo de manera vertiginosa. Alcanzó las más altas cimas de la fama y el afecto de las gentes.

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Cuando Gabo recibió el Premio Nóbel, en 1982, estuvo junto a él en las ceremonias reales de Esto-colmo.

En esa década de los 80, vi muchas veces al maestro vallenato porque coincidíamos con frecuencia en el mismo restaurante: “El Corcel”, donde almorzábamos comida casera, especial-mente bandeja paisa. Dicho restaurante quedaba detrás de la Iglesia de Santa Teresita, entre mi casa de Palermo y la sede principal de SAYCO. Allí Escalona iba casi siempre acompañado de otra

leyenda musical, el maestro Jorge Villamil, con quien alternaba la presidencia y vicepresidencia de la conocida sociedad de autores.

Una vez, en 1984, le dije que yo acababa de publicar la edición completa de mi libro El laberinto, donde había un poema dedicado a mi padre con la estructura de la letra de su paseo “El compadre Simón”

(Poncho Cotes hizo un viaje por El Plan, / me invitó y con mucha pena, / no acepté su invitación, / porque me han dicho que en ese lugar / hombe y que no vive el compadre Simón).

Escalona me dijo: “Vamos a tu casa ahora mismo y me das varios ejemplares para yo repartir en Valle-dupar”. Nos subimos a un carro conducido por el maestro Villamil y en pocos minutos llegamos a mi casa. Cuando Margot, mi madre, abrió la puerta, Escalona se bajó del auto de manera inmediata y le hizo un saludo reverente como buen caballero que era “y con las damas cumplido”.

Años después, en 1996, cuando lancé en una feria del libro la obra póstuma de mi padre, Geografía económica del Magdalena Grande, el maestro Escalona me sorprendió con su presencia en el acto. Recordé que ambos habían estado juntos en una célebre convención del MRL en Valledupar en los años 60, presidida por López Michelsen y “Nacho” Vives. Después de la presentación del libro, en compañía de entrañables paisanos samarios y amigos valle-natos bebimos whisky del mejor, de manera deli-ciosa y copiosa.

Las diversas ocasiones en que me encontré con el maestro Rafael Escalona siempre me mostró una misma faz: la de un hombre con una gran dignidad, discreto, muy consciente de su impor-tancia, orgulloso, pero amable, y amigo de sus amigos. Siempre dispuesto a departir con sencillez y generosidad, pero indiscutiblemente convencido de que era el más grande compositor vallenato de todos los tiempos.

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Estudio jurídico probatorio de La custodia de BadilloEsteban Bendeck Olivella

La custodia de Badillo es una página antológica de derecho probatorio, en la cual Rafael Esca-lona juega con la figura del indicio y además hace una radiografía de lo que es la justicia cuando se trata de impartirla a los de “cuello blanco” o personas influyentes y, de paso, se refiere a una figura delictiva muy de moda hoy, aunque no está consagrada en el actual Código Penal, que se podría denominar “prevaricato por miedo”.

La custodia de Badillo

Parece que el pueblo e´ Badillo se ha puesto de malas

de malas porque su reliquia la quieren cambiar. Primero fue un San Antonio, lo hizo Enrique

Maya pero lo de ahora es distinto les voy a explicar.

En la casa de Gregorio muy segura estaba, una reliquia del pueblo tipo colonial,

era una custodia linda muy grande y pesada, que ahora por una liviana la quieren cambiar.

Se la llevaron, se la llevaron, se la llevaron, ya se perdió

Lo que pasa es que la tiene un ratero honrado lo que ocurre es que un honrado se la robó.

Aunque digan que es calumnia del pueblo e´Badillo ellos con mucha razón presentaron sus pruebas:

no tiene el mismo tamaño, ni pesa lo mismo no tienen el mismo color, entonces no es ella.

Parece que el inspector como que tuvo miedo,

mucho miedo en este caso para proceder, porque todavía no han dicho quién es el ratero aunque todo mundo sabe quiénes pueden ser.

Seguramente que no fui yo,

ni Alfonso López, ni Pedro Castro Ahora no fue Enrique Maya quien se la robó y ahora no podrán decir que fue un vallenatoAl pobre de Enrique Maya lo metieron preso solo porque al San Antonio, lo tomó prestao

Y al que se ha robado el cáliz, nadita le han hecho este robo de los curas se quedó enterrao

Ahora sí estoy convencido que esto de la fama no deja de sé un problema, para quien la tiene

quiso caer el cielo encima cuando Enrique Maya pero lo de ahora es más grave y ninguno lo mueve.

Se la llevaron, se la llevaron,

se la llevaron, ya se perdió Lo que pasa es que la tiene un ratero honrado

lo que ocurre es que un honrado se la robó

Mi compadre Colás Guerra cuando tenga fiesta debe de abrí bien los ojos para vigilar

con una cuarentaicinco en la puerta e´ la Iglesia y a ninguno con sotana lo dejen pasar

Y al terminar la misa que se pongan

del cura pa´abajo a requisar

Análisis histórico

He aquí la historia.Todos los años, para la fiesta de San Antonio,

Gregorio, al llegar el cura para celebrar la misa, le hacía entrega de los vasos sagrados que durante todo el año guardaba en un baúl de esos que utilizaban los piratas y que cerraba con un candado de dos libras y media y argollas hechas de alambre de púa.

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Gregorio había realizado eso desde hacía mucho tiempo y nadie ponía en duda ni su fervor por San Antonio ni su honradez a toda prueba.

Esta vez el cura hizo exactamente lo que habían hecho él y sus antecesores durante muchos años, que era devolver los vasos sagrados que Gregorio procedía a introducir en el baúl, pero en esta ocasión el depositario notó algo extraño al acariciar y sopesar con sus manos callosas la “custodia” y, de inmediato, se dio cuenta de que era otra y así se lo hizo conocer al pueblo que, al enterarse de lo sucedido, montó en santa ira y expresó colectivamente la protesta con indigna-ción.

Los ciudadanos prestantes del pueblo se fueron a Valledupar para sentar su protesta ante el señor obispo, porque el inspector como que tuvo miedo en este caso para proceder. Al mismo tiempo le expusieron sus razones y le pidieron que tomara las medidas para que la custodia original fuera devuelta. El prelado como respuesta los amenazó con la excomunión por lo que consideró que era

una calumnia o imputación directa de un delito, en este caso el hurto, que el pueblo atribuía al cura español.

La historia de lo sucedido entre los pobladores de Badillo y el señor obispo llegó, con pelos y señales, a los oídos de Escalona y él, ni corto ni perezoso, pasó a plasmarla en su canto.

Elementos probatorios

Pasemos a ver cuáles son los elementos probato-rios existentes en “La custodia de Badillo.

Tenemos, en primer lugar, los indicios: la original, es decir, lo que fue objeto de sustracción, tenía unas calidades específicas: “era linda, muy grande y pesada” y, ahora, la quieren cambiar por otra “liviana”. Nótese de paso que aquí está el dolo o su elemento volitivo: “la quieren cambiar”; tenemos el aspecto subjetivo del pueblo de Badillo que presentó “sus pruebas”.

Primer indicio: No tiene el mismo tamaño.Segundo indicio: No pesa lo mismo.Tercer indicio: No tiene el mismo color.

De esas tres premisas, concluye Escalona en su canto, a la manera escolástica, con la salvedad de que prescinde del ergo “entonces no es ella”, ya con lo anterior “Todo el mundo sabe quiénes pueden ser”, la autoría del crimen ya está localizada. Pero es en la estrofa del coro cuando, por exclusión, queda identificada hasta la nacionalidad de la persona que perpetró el delito:

Seguramente que no fui yo, ni Alfonso López, ni Pedro Castro Ahora no fue Enrique Maya quien se la robó y ahora no podrán decir que fue un vallenato

Téngase en cuenta que, a diferencia de lo que sucede en el interior del país, el adverbio segura-mente, no significa posiblemente, sino con toda seguridad. Después ya no cabe ningún equívoco en cuanto a la autoría y el pueblo de Badillo llega a la certeza judicial: “este robo de los curas se quedó enterrao”.

Esteban Bendeck Olivella

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Antes de seguir adelante, obsérvese la discrimi-nación de la justicia “al pobre de Enrique Maya, lo pusieron preso, /sólo porque a San Antonio lo tomó prestao”. En cambio, al otro, cuyo nombre por misericordia y que Dios lo tenga en su gloria, quien se apropió del bien ajeno, de gran valor afectivo, de gran cuantía y de extraordinaria significación, a él no le pasó nada.

La prueba que acumula Escalona, y que él analiza como experto juez, es abrumadora porque ya no cabe ninguna duda, el delito llegó a su consumación, “se la llevaron, se la llevaron, /se la llevaron, ya se perdió”, y se sabe, con certeza, en poder de quién está, “la tiene un ratero honrado”

y se sabe quién fue el que la sustrajo: “lo que ocurre es que un honrado se la robó”. Lo demás es labor de la pericia indicial, y como ésa no funciona en este país, pues que se arrogue su función, en nombre del pueblo, “Colás” Guerra, para que cuando advenga la fiesta “abra bien los ojos” y se ponga a vigilar, en la seguridad de que dará con el autor y le bastará con plantarse con una “cuarenta y cinco” en la puerta de la iglesia, para que “a ninguno con sotana, lo dejen pasar” y “al terminar la misa que se pongan / del cura pa’ bajo a requisar” ¿Se dan cuenta, señores magistrados, juristas y compañeros estudiantes de Derecho, de la tremenda lección de derecho probatorio que nos da Rafael?

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Tres veces Escalona

Alberto Salcedo Ramos

1El tiempo

Rafael Escalona es, sin ninguna duda, el cronista mayor de la música vallenata. No solamente se vale de la narración y la interpretación, dos requi-sitos consustanciales del género crónica, sino que, además, plantea en muchos de sus cantos tramas que se resuelven a través del tiempo. No hay que olvidar que la palabra “crónica” deriva de la voz griega “Cronos”, que significa, precisamente, tiempo.

Varias de sus canciones comienzan, discurren y acaban de manera redonda, perfecta. Principian y terminan un ciclo. Desarrollan un argumento que se agota en sí mismo, porque contiene la génesis y la conclusión. En “El Almirante Padilla”, Escalona comienza hablando de la Guajira arriba, donde nace el contrabando, y termina ofreciendo una fiesta para celebrar el día en que a ese barco pirata bandido un submarino lo voltee en Corea. No es

gratuito que la canción empiece con una ubicación geográfica que contiene el verbo “nacer”: ese es el punto de partida. Y tampoco es gratuito que el final de la trama sea el hipotético momento en que al barco El Almirante Padilla lo hundan en el mar. Ese es el punto de llegada. Tal hundimiento puede asimilarse, desde luego, con la muerte que cierra el ciclo.

Veamos otro ejemplo. La canción “El general Dangond” comienza diciéndonos que “en su automóvil resplandeciente/ de Villanueva para El Molino/ va el general y regresa siempre/ con esa viuda muy resentido”. En este caso, como se ve, el ciclo también incluye una referencia espacial: el carro del general empieza a rodar por el espacio y, de paso, comienza a andar el tiempo de la canción. Uno podría reemplazar el verso “va el general” por “nace el general”, porque en ese momento está

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brotando a la vida como criatura y como tema. Los últimos versos de la canción concluyen la trama:

Van a decirlo muchas personasCuando se crucen por El RamalNo solamente murió EscalonaAquí enterraron al general.

Escalona, en una de sus clásicas hipérboles, se permite la licencia poética de imaginar la muerte del general, lo cual le sirve como colofón para el viaje espacio-temporal que había comenzado cuando el carro de Dangond, hombre dispuesto y enamorado, entró a la escena pitando en el mismo ramal en el que ahora su dueño termina ente-rrado. El ciclo -- circular, definitivo -- se cierra en el mismo punto en el que se abrió, y es perfecto porque no sólo nos presenta la conclusión del ser narrado – el general Dangond –, sino también la conclusión del ser que narra – el maestro Esca-lona --. El cantor y la criatura de su canto acaban fundidos en una sola muerte común. Brotaron a la vida juntos, en El Ramal de El Molino, y juntos se van de ella, en ese mismo lugar.

En la canción “La patillalera” el ciclo comienza con la gritería que Juana Arias forma en El Valle y termina cuando el narrador de la historia le acon-seja al personaje que no pierda su tiempo buscando los favores del doctor Molina y que, más bien, se ponga a criar a sus biznietos. Este final contiene, de manera tácita, el comienzo de un nuevo ciclo, encarnado en los biznietos que nacerán de la rela-ción entre Luis Manuel y la nieta de Juana Arias. La luz ya se está apagando para ella, la protago-nista del canto, que es una anciana, pero comienza a encenderse para sus nuevos descendientes.

En la canción “La creciente del Cesar” el viaje narrativo empieza mostrándonos a un enamorado temerario – el propio Escalona – capaz de desa-fiar al aguacero y al río crecido con tal de ver a su amada, y termina con una advertencia tremendista de ese mismo enamorado: “si no quieres condo-lerte/ de mi pena y mi pesar/ me voy a tirá al Cesar/ pa que me ahogue la corriente”. Es decir, el personaje que brota en el canto por obra y gracia del amor, se despide del mundo también por obra y gracia del amor: en el río Cesar empieza a cantar

y allí mismo podría dejar de hacerlo si finalmente cumple su amenaza de tirársele a la corriente para morir ahogado.

Abrir un ciclo y cerrarlo, poner el punto inicial del círculo y luego ser capaz de clausurarlo en el lugar preciso y en el momento justo: en esto Escalona es decididamente magistral y no tiene pares en el folclor vallenato. Escalona hace gala de un talento incomparable para contar historias

pertenecientes a un universo narrativo circular, un universo narrativo que es génesis y, al mismo tiempo, consumación. Es un universo narrativo que, como ya dije, se agota en sí mismo: Escalona lo inaugura y Escalona lo clausura. Luego se cuida de esconder las llaves, el Ábrete Sésamo de ese universo particular, en una caja fuerte en la que no puedan ser encontradas ni por Alí Babá ni por los cuarenta ladrones ni por nadie más, porque sólo él sabe cómo se accede a cada uno de los lugares nombrados, sólo él tiene las coordenadas para subir a la casa en el aire donde vive Ada Luz, y

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sólo él sabe dónde diablos queda el manantial en el que se baña Rosa María, y sólo él sabe en qué sitio de Estambul venden peines como el que una vez le ofreció a una de sus musas. Por eso Escalona y sólo Escalona es capaz de reinar a sus anchas en un mundo hecho a su medida, un mundo donde solo él fecunda y destruye, un mundo que nace con él y muere con él.

Con mucha frecuencia se repite que Escalona es un cronista. De hecho, yo empecé mi disertación, deliberadamente, por este punto. Y he elegido este ángulo porque me parece que, aunque todo el mundo sabe que “crónica” viene del vocablo “cronos”, poco se habla, a fin de cuentas, de la forma en que el tiempo influye en sus historias.

El tiempo es consustancial al relato como lo es también a la vida humana. Se puede establecer un paralelismo entre el principio, el desarrollo y el final de una historia y el ciclo de nacimiento, creci-miento y muerte del ser humano.

La novelista Carmen Martín Gaite afirma que “el tiempo tiene que fluir siempre dentro del relato, tiene que dejar su huella, zarandear a las gentes que se mueven dentro de él, irlas transformando. Que se vea cómo y por qué y a través de qué fases, se pasa de un estado a otro”.1

¿A cuento de qué traigo a colación esta cita? Resulta que muchos despistados están conven-cidos de que manejar el tiempo en las historias que se narran se reduce a dar la hora o a especi-ficar la fecha. El reto es mucho más complejo, ya que, como todos nosotros sabemos, para dar la hora bastan los relojes y para indicar la fecha, los calendarios. En cambio, para hacernos sentir los cambios dictados por el tiempo, las transforma-ciones impuestas por el implacable Dios Cronos, se necesitan narradores superiores. Como Esca-lona, ni más ni menos.

Ya vimos cómo sus cantos, individualmente, abren y cierran un ciclo. También es preciso decir que si tomamos sus canciones en conjunto, como una obra completa y monolítica, nos toparemos con un universo narrativo que va mutando a través de los años, en la medida en que su creador va sufriendo una metamorfosis. Al hacer este ejercicio descubrimos que Escalona, viejo zorro, se burló de

1- Citado en Imízcoz (1999: 94)

nosotros. Nos hizo creer que estaba contándonos la vida de los otros cuando, en realidad, estaba era contando la suya propia: narraba a los otros para narrarse a sí mismo. Él era él y, al mismo tiempo, cada una de sus criaturas. Reunida su obra monumental, vemos íntegra la trayectoria vital del propio Escalona: la obra nos habla, al principio, de un muchacho inocentón, lleno de ilusiones, que extraña a su profesor Castañeda; nos habla luego de su periplo como estudiante interno en un colegio remoto en el que pasaba hambre; después se burla – con la típica crueldad juvenil – de los defectos de los mayores. La obra sigue avanzando por los vericuetos del tiempo: nos habla de los primeros amores, perfila ya al Don Juan de atar en el que se convertirá su protagonista; viene el matrimonio, vienen los escarceos con las otras mujeres, vienen los hijos, viene la fase de Escalona como guardián de las costumbres y de la cultura de su región, como cronista de la época que le tocó en suerte, como retratista agudo de sus contemporáneos; como voz mayor para documentar el recuerdo, como forjador de un universo en el que todos

Escalona con sus hijas Ada Luz y Rosa María. Foto de Nereo López.

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sus canales convergen y todos sus seres se entre-cruzan. El creador burlón de los primeros años, el que comparó al pobre Sabitas con un armadillo, es después un hombre cauteloso que se relaciona con políticos importantes y ocupa cargos oficiales. Ya no siembra algodón en el campo, sino que lleva una vida citadina. Ahora el combustible de sus cantos no es tanto la ironía como la nostalgia: echa de menos a sus amigos, canta algunas pérdidas dolorosas como la del dirigente Pedro Castro y la del pintor Jaime Molina. Sigue cortejando a cuanta mujer le pasa por el frente, cómo no, pero ya no es el galán impetuoso que amenaza con tirársele a un río crecido, sino el enamorado otoñal que, desde el estudio de su apartamento en una ciudad fría y distante de su entorno, le dice a su compañera que “como me iba pa’ mi tierra/ casi me mata a besitos”. Y a besitos muere y cierra el ciclo.

2 El universo

En su calidad de compositor, Rafael Escalona utiliza los versos como medio de comunicación con sus interlocutores. En versos cuenta y en versos canta. En versos concibe la historia, en versos la pasa al papel. No es esclavo de la rima consonante, aunque la usa la mayoría de las veces. Y lo hace, por cierto, con un tino tan impecable como el que caracteriza su métrica. Pero esos cantos forjados a través de la estructura característica de la poesía, conforman en el fondo un universo narrativo sólido, sin fisuras, en el que cada elemento está directa o indirectamente relacionado con los otros. Vistas individualmente, las canciones de Escalona son piezas autosuficientes, dotadas de sentido completo. Vistas en conjunto, una detrás de la otra, se transforman en capítulos sucesivos de la gran novela musical del Magdalena Grande. La única novela colombiana que se puede cantar desde la primera hasta la última línea. Una novela en la que hay asombros, mofas, lamentos, contem-plación, memoria. Una novela por la que desfila toda nuestra fauna social, desde los héroes de las guerras civiles hasta los magistrados en trance de reposo, pasando por los contrabandistas delirantes, las chismosas impenitentes, los donjuanes que asedian a sus musas, los políticos interioranos que

se pasean por la provincia en busca de acólitos, los agricultores que viven a merced de los caprichos del tiempo, los compadres resentidos. Oír a Esca-lona es leerlo. Leerlo es conocerlo a él y conocer su época. Conocer su época es saber de dónde venimos nosotros. Saber de dónde venimos noso-tros es documentar la memoria y reforzar nuestro sentido de pertenencia. Reforzar nuestro sentido de pertenencia es amar lo que somos. Escalona nos regala motivos para celebrar y celebrarnos.

Casi todos los compositores, incluidos algunos de los mejores, elaboran canciones sueltas, aisladas, que si acaso guardan una unidad es debido a que responden al estilo de un creador único. Escalona, además de tener un sello propio fácilmente recono-cible – lo cual es un atributo del que sólo disfrutan los maestros – ha forjado un universo literario y musical compacto, cuyos elementos son intertex-tuales. Se repiten como en un juego de espejos. Pasan, a menudo, de una canción a la otra. Así, El Ramal en el que Escalona suspira de amor en la canción “La molinera” es el mismo ramal por el cual pasa pitando el general Dangond. El contra-bandista que, en la canción “El Chevrolito”, llegó cargado desde los mares de Aruba, está herma-nado con El Tite, el pobre Tite Socarrás, que lo ha perdido todo por “contrabandeá”. A su vez, ese Tite Socarrás descrito como “muy triste” en la canción “El Almirante Padilla”, es presentado después, en la canción “El villanuevero”, como un hombre aventajado a la hora de tirar trompadas. En la gran novela escaloniana hay un capítulo para que la vieja Sara, furiosa, excomulgue a su hijo Simón, y otro capítulo para que la vieja Sara, risueña, flequetee por El Plan con el traje blanco que el maestro Escalona piensa regalarle. El perso-naje que en la canción “La nostalgia de Poncho” sale los lunes por la mañana muerto de tristeza, porque se aleja de sus tres hijos pequeños, es el mismo personaje enamoradizo que, con mañas de gavilán, anda a la caza de una palomita inocente en “La ceiba de Villanueva” y es también el mismo personaje que, después, en la canción “El mal informado”, aparece ya como un hombre mayor, achacoso, mirando “por debajito como armadillo asustao”. El pintor Jaime Molina, que en la canción “El pirata” va a pintar la herida sangrante del

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enamorado que anda desterrado del barrio Lope-rena, es el mismo personaje que después, al morir, inspira una elegía desgarradora. Escalona – totali-zador, integral – no deja cabo suelto. En el colmo del virtuosismo narrativo, se da el lujo de explorar dos veces, de ida y vuelta, el mismo camino: en la canción “El testamento” lo recorre en un sentido y en la canción “El hambre del Liceo” lo recorre en sentido contrario. Es como decir que tiene una mirada lo suficientemente penetrante para captar la realidad y su revés.

¿Cuántos compositores – de cualquier género, en cualquier época – podrían decir a boca llena que su obra musical es un universo monolítico cuyas piezas, autosuficientes y al mismo tiempo conec-tadas entre sí, conforman una gran novela?

3 La fantasía

Los cantos de Escalona tienen otra cualidad única: son producto de la realidad común y corriente pero, al mismo tiempo, parecen forjados por una imaginación desbordada.

Tal fenómeno podría explicarse con el siguiente comentario de Daniel Samper Pizano (2002: 80): “la actitud de Escalona es la del cronista que oye unas historias aquí y las cuenta allá. No es necesa-riamente testigo de ellas, aunque podría serlo. Por eso, antes de proceder a su relato, notifica al audi-

torio que son cosas que le contaron, con lo cual deja flotando una duda implícita sobre su veracidad y, de paso, adquiere licencia para exagerar y aplicar el tamiz del humor o la ironía a lo que narra”.

Escalona es un híbrido de cronista con fabu-lador. Del reportero tiene la libreta de apuntes y del fabulador su libertad para deformar, exagerar, o añadir, de acuerdo con sus conveniencias narra-tivas y estéticas. Sabitas es un personaje real descu-bierto por el ojo fisgón del cronista. Pero resulta que el fabulador no se daría por bien servido si simplemente tuviera que limitarse a mostrar lo que encuentra en el original. Entonces crea una cola de armadillo y, sin inmutarse, se la pega a su criatura. Escalona utiliza la materia prima del cronista, valga decir, la realidad, y la enriquece con sus fantasías. Funde, en un mismo cuadro, la crea-ción con la recreación, y no siempre nos permite ver las costuras de su truco de mago. Así las cosas, a ratos no sabemos hasta dónde llega la realidad y hasta dónde su invención.

Escalona es, entonces, una mezcla de Félix María Samaniego, el fabulador, con El Tuerto López, el poeta satírico que oficia como notario y en cada viñeta da fe del acontecer en su parroquia. Escalona es, a veces, la invención desenfrenada de García Márquez, a veces, el testimonio documental de Manuel Zapata Olivella, y a veces, la fotografía fidedigna de Nereo López.

Hay dos elementos adicionales que quisiera destacar sobre su mundo narrativo. Uno es la universalidad ligada a la atemporalidad. ¿Qué prodigio hace posible que unos cantos costum-bristas, llenos de modismos como “flequetear”, y repletos de personajes locales, hayan gustado en toda Colombia y aun en el exterior? ¿Cómo se explica el hecho de que estos cantos, ambientados en gran parte en un país rural, parroquial, sigan vigentes en el moderno país de hoy, inmerso en el fenómeno de la globalización?

Para responder a estas preguntas acudo a León Tolstoy, el escritor ruso, quien sentenció: “pinta bien tu aldea y serás universal”. Eso fue lo que hizo Escalona con su genio incomparable: pintó su aldea como nadie más lo ha hecho.

El segundo elemento que quiero destacar surgió un día en que yo hablaba con Escalona en

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tantos políticos, quizá había aprendido algo del carácter promesero de ellos, y siempre, tal vez por marrullero, prometía lo que no era posible cumplir. Al fin y al cabo – le dije – regalar una casa en el aire sale gratis, mientras que regalarla en tierra podría costar un dineral. El maestro me dirigió la mirada que un verdugo le dirigiría a su víctima segundos

antes de troncharle la cabeza. Pero no me decapitó, sino que se quedó serio. A conti-nuación yo le di mi segunda interpretación del fenómeno: un poeta grande como él era dueño del mundo con todos sus arreos, y tenía derecho a regalar los mares, los ríos, las perlas y todo lo demás, a quien quisiera y cuando quisiera. El maestro sonrió, por fin, y yo creo que el recuerdo de esa sonrisa vani-dosa es ahora un buen punto para cerrar el ciclo. Y para seguir celebrándolo como el más grande de los grandes.

su apartamento de Bogotá. Estábamos sentados en el sofá de la sala cuando, de pronto, caí en la cuenta de que el maestro se había pasado su vida musical regalando lo que, al fin y al cabo, no era de él: el maestro se había declarado dueño de los arcoíris, le había prometido a una musa un tesoro del Amazonas y a otra, una nube rosada. En ese momento recordé una pista que, sobre su personalidad, nos dio Consuelo Araujono-guera en su libro Escalona. El hombre y el mito: Escalona – según la lúcida observación de La Cacica – necesitaba estar cada vez más lejos de la realidad que lo circundaba y siempre en pos de algo distinto de lo que tenía a la mano.

Pero a mí también se me ocurrieron dos explicaciones en aquel momento. Y ambas se las comenté al maestro. La primera: como Escalona, en virtud de sus méritos cultu-rales, había sido acogido por

Bibliografía

Imízcoz, Teresa (1999), Manual para cuentistas, Península, Barcelona.Samper Pizano, Daniel y Pilar Tafur (2002), Rafael Escalona: vida y cantos del maestro vallenato, MTM, Bogotá.

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Recuerdo que Jaime Molina... Ciro Alfonso Quiroz Otero

A Jaime Molina no era extraño verlo espiando a sus amigos en una esquina cualquiera de Valle-dupar. Sentado, meditaba, al timón de un viejo Willys, color verde, modelo 52. Iba inventando cosas y salpicando con humor sus palabras apre-suradas o rasguñando, con el pincel en la mano, un cartón, haciendo trazos sobre trazos, creando y dándole vida a sucesos regionales.

Libre como eran sus músculos, basta imagi-narlo ahora esforzándose en pintar la irresistible obstinación de Rafael Escalona, con su preten-sión de lograr que en esta tierra picaresca, este pintor de carne y hueso y espíritu crítico dibujara perpleja la silueta de un corazón sangrando por la angustia del hombre enamorado, fingiéndose pirata en los contornos del barrio Loperena.

Me refiero, a Jaime Molina, el pintor, crítico, poeta, narrador y espectador del coloquio, que cualquier día, con sus trazos, puso en planos su biografía y unió como cuentas los rastros de las discordias propias del Valledupar de los años cincuenta. Molina era hombre de acción, pulso y

letras que jugó con sarcástico conocimiento en el corto espacio de una vida, signada por el destino que le deparó la singular virtud de pintar, inclu-sive, el pensamiento.

En aquellos años, Valledupar era un pueblo, donde cada cosa ocupaba su lugar en la preocu-pación de sus pocos y tradicionales habitantes. Tuvo también su historia y su foro, su teatro, sus juegos prohibidos y no prohibidos, con tiempo para el destape de la vida privada de quienes, por alguna razón, perdieron su reposo, acosados por la plumilla de Molina, por haber ocupado indeco-rosamente un puesto o portarse contrario a lo que mandan las buenas maneras.

En La Bolsa, primer café que hubo en la ciudad, según Lolita Acosta, los vallenatos aprendieron a tomar tinto sentados y a cualquier hora, disci-plinados por Coli Botero, apodado así en Maceo, Antioquia, emigrante y aventurero comerciante dueño de su apodo, hasta impedir que Molina se lo quitara a cambio de otro.

Allí, en La Bolsa, esquina de las calles Cesar y Grande, había atención, cultura, chisme, crítica y comentarios. Ahí mismo podía cotizarse un negocio grande de vacas gordas o novillos por lotes, la semana de un machetero, un ordeñador o tractorista y también la gracia magistral de un acordeonero.

Todas esas cosas pujantes, hasta entonces, en el medio, las recogía el pincel de Molina; las dibujaba y, al día siguiente, aparecían en la cartelera de La Bolsa, que así como distribuía tintos, licores, barajas y dominós, cambiaba cheques chimbos y se convertía, por la gana de Molina, en la primera galería de arte que tuvo Valledupar.

Mágicamente, todo suceso experimentaba su propia metamorfosis gracias a Molina: humor, puro humor, por la divina gracia que caricaturizaba

Con su amigo de toda la vida Jaime Molina, a quien le escribió una canciòn. Foto de Nereo López

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todo lo que lo rodeaba. Nada escapaba: personajes, comerciantes, alcaldes; el Concejo Municipal y sus concejales, blanco de los dardos de su diabó-lico pincel, que los enredaba en sus dedos grafí-ticos que no perdonaban ni transaban ni conci-liaban, pues a Molina nunca fue posible cotizarlo.

Podía vérsele portando la radiolita verde que apodó “La alcahueta”, cómplice de fiestas, alegrías y pesares, aparato que emitía voces cuando Molina le ordenaba; si callaba de repente, él, como dueño, le daba un puño y el aparato sonaba. Grabadora que fue testigo de su voz, capaz de recitar sin tomar aire “El sueño de las Escalinatas” de Zalamea, los discursos de Gaitán o los poemas de Neruda, de memoria, a los que agregaba su fecha de creación o circunstancia inspiradora, haciendo historia que gustaba, contagiaba y divertía.

Quedan aún en labios vallenatos chistes y anécdotas, como irrepetibles retratos de un pasado sarcástico, buscando sin lograrlo rectificar su mundo con coloquios. Era un buen artista.

Así como Molina solía pintar las cosas, Esca-lona las cantaba o a la inversa. Por eso no tardó un pacto y consistió en que el día que uno de los dos muriera, el otro debía recordarlo con lo que sabía hacer. Así lo registraría Escalona, cuando partió su amigo:

Recuerdo que Jaime Molinacuando estaba borrachoponía esta condición:que sí yo moría primero,él me hacia un retrato;que sí él se moría primero, le sacara un son.Ahora prefiero de esa condición,que él me hiciera el retratoy no sacarle un son.

Famosas fueron sus parrandasque a ningún amigo dejaba dormir:cuando estaba borracho, siempre me insultaba,con frases de cariño, que él sabía decir.

La frase de cariño era el madrazo cordial para quien le hiciera de las suyas. No era para menos; el pacto debía cumplirse. Mucho antes, Molina, en alusión a Escalona, había dicho:

Ya no son las notas acordes, del acordeón de mi compadre Garlitos Noriega en la Paz ni la tan ofrecida visita de Escalona a la vieja Sara ni las luces de El Plan, que miraba el compadre Simón, en una noche oscura desde la Serranía, ni siquiera la congoja del trovador herido al despedir la brasileña que jamás volvió. No está tampoco el recuerdo triste del playonero que miraba plasmado en la arena el corazón de su amada gracias a la pezuña de un novillo, ni es tampoco el agua cristalina y fresca que viera bajo el puente Tobías Enrique Pumarejo cuando dijo “cállate corazón” lo que me saca de esta aureola invulnerable de pensamientos profundos.

Era un extraordinario pintor, un narrador oral de gran talento y astucia, quien había nacido en Patillal el 7 de marzo de 1926 y, sin salir jamás de Valledupar, murió allí el 15 de agosto de 1978.

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Escalona y su aventura en La Guajira

Abel Medina Sierra

Escalona ha cumplido su deseo de posteridad; como bien lo supo augurar, “arriba de las estre-llas”, festeja la plenitud, mientras en la tierra en que ofrendó sus cantos no ahorramos elogios y mues-tras de exaltación por el que fuera el más renom-brado compositor vallenato de la historia. Esca-lona el mito y el hito, Escalona el que conquistó nombradía para nuestra música, el genio compi-lador del anecdotario regional, el gran señor, el don Juan irrefrenable, el gavilán aventurero, el embajador ante la élite del país, el maestro.

Más allá de la exacerbación que produce el hecho de su muerte, en Escalona hay que reco-nocer sus nada despreciables méritos en tanto músico como personaje influyente. Fue el gran cronista de la cotidianidad provinciana, tuvo una envidiable capacidad para contar historias y lograr una síntesis casi perfecta en la trama de sus cantos. Sus canciones supieron llegarle al alma del país diverso, su lista de éxitos es larga, son cantos tan memorables en el imaginario nacional que se han convertido en referente nacional de la música popular. También comparte el mérito junto a Tobías Pumarejo de ser precursor del compo-sitor dedicado exclusivamente a la creación sin ser intérprete (acordeonero o cantante), es decir, fundador de la profesión y figura del compositor. Sus canciones exploran nuevas fórmulas expre-sivas como la alegoría, evidentes en canciones como “La casa en aire” o “Rosa María”, “El gavilán ceba o”; lleva la crítica social al plano esté-tico en “La custodia de Badillo”, “El hambre del Liceo” o “Lengua sanjuanera”.

En el plano de la métrica Escalona también repre-senta un hito: tomó la redondilla de versos de arte menor y con pocas preguntas y respuestas y la convirtió en un verso de arte mayor, una estrofa de mayor complejidad y riqueza musical. Lo anterior es lo que nuestro paisano e investigador Emma-nuel Pichón Mora denomina “la indisciplina retó-rica de Escalona que constituye una verdadera ruptura con las formas de componer versos de sus antecesores. Rafael Calixto también instaura en la música vallenata el código del donjuanismo, tan asumido por compositores posteriores como Rafael Manjarrez o Roberto Calderón. Escalona fue el gran gavilán, creó un romancero musical con sus motivos sentimentales: La Maye (Marina Arzuaga), la Molinera, la Mona del Cañaguate, La monita de ojos verdes, Dina Luz, María Tere, “la Antioqueñita” y La brasilera son apenas algunas de las protagonistas de numerososo episodios

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amorosos cuyos detalles sirvieron para definir un código del galanteo en los hombres de la región. Hoy, su figura pasa a la historia como el gran galán, el don Juan de nuestra épica musical.

Bien es sabido, que el acordeón siempre ha despertado recelo entre algunas élites sociales e intelectuales. El vallenato necesitaba de un andamio para subir a los ámbitos que lo invisi-bilizaban por su condición campesina y su largo trasiego crapuloso en las cantinas europeas y barras de marineros. Fue Escalona, hijo del ilustre coronel de la guerra de los Mil días, Clemente Escalona Labarcés, y la respetable dama patillalera Margarita Martínez Celedón, sobrino del insigne obispo, poeta y sabio Rafael Celedón, quien abrió las celosas puertas de la sociedad vallenata para que una música de peones y campesinos guajiros conquistara los salones de la alta sociedad valdu-parense. Fue también quien con sus cantos y su arrolladora personalidad y condición de anfi-trión hizo que figuras de la vida intelectual y pública del país como Gabriel García Márquez, Álvaro Cepeda Samudio, Manuel Zapata Olivella, Alfonso López Michelsen, Fabio Lozano, Daniel Samper y Enrique Santos Calderón, entre otros, descubrieran la magia cautivadora del canto valle-nato. Que personalidades de tanta estatura en el imaginario del país se interesaran en el vallenato fue un escalón trascendente para superar la atalaya excluyente de un país que miraba de soslayo la música popular costeña que luego supo arropar la identidad nacional.

Escalona Martínez será recordado como un osado aventurero, hombre de muchas empresas, capaz de recorrer y desbrozar en sus andanzas y correrías, los todavía intransitables y tortuosos caminos y carreteables del antiguo Magdalena Grande. Desde que tenía 17 años y ya se cantaban en Valledupar y su área de influencia sus primeras canciones El profe Castañeda, El carro Ford, La enfer-medad de Emiliano y Miguel Canales, subía a Manaure buscando a su mentor Poncho Cotes Queruz, tomaba luego el camino de la Sierra Montaña para cantarle a la Vieja Sara en El Plan. Luego, el estudio en el Liceo Celedón de Santa Marta, las visitas a su natal Patillal y los escarceos amorosos en La Paz, San Diego, El Molino o San Juan lo cimentaron como un verdadero campeador de la provincia, un andariego de la música y un emprendedor e industrioso baluarte. Consuelo Araujonoguera, su biógrafa, comadre y confidente, bien da cuenta del periplo ingobernable de este aventurero en su obra Escalona: El hombre y el mito (1998):

seguido por un regimiento de amigos y partidarios irreductibles, como él, en su empeño de de vivir intensamente y apasionadamente, la vida de Esca-lona fue nada más ni nada menos que un solo canto largo y continuado. Hoy aquí por la mañana y en la tardecita en La Paz, para seguir por la noche hacia Villanueva o Manaure, de acuerdo con la ruta que trazaran los vientos de la oportunidad; en la madrugada en San Juan, golpeando con sones y paseos los postigos de barrotes torneados de las ventanas de de la casa de Fefa Brugés; al mediodía en Fonseca, por la noche en Barrancas, mañana de regreso en Urumita o El Molino, y pasado mañana en cualquier otro sitio y lugar de los muchos por donde se regaron sus cantos y la nombradía de su talento inmenso.

De sus andanzas, en especial, por La Guajira, conquistando territorio a punta de verso y galanteo, queda el testimonio cantado de El gavilán ceba o, pieza de magistral recurso alegórico:

Señores, abran el ojoQue el gavilán no viene solo

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Mujeres, cierren las puertasQue ya el gavilán se acerca

Gustavo Cotes lo vio en FonsecaY así me cuenta lo que sucedióEntró a una casa que estaba entreabiertaCogió una polla y desapareció

En los caminos se ven las trampasQue la gente pone para el gavilánY cuando lo buscaban en BarrancasEl estaba tranquilo durmiendo en San Juan

Fueron motivos tanto sentimentales como laborales los que lo vincularon con La Guajira. Desde entonces, para el Maestro, este territorio sería también un nido de afectos, un territorio que ensanchaba su reino sentimental, musical y laboral, su aventura extrema, su hechizo exis-tencial. Siempre reconoció el protagonismo de esta región en el surgimiento de esta expresión musical. Nos ha enrostrado que por Riohacha entró el acordeón, pero que la influencia vallenata no se arraigó en el norte de La Guajira “porque los riohacheros siempre han sido muy pretenciosos y preferían música europea y del Caribe”. La única vez que pude conversar directamente y cercana-mente con el maestro, hace poco hace años en Albania, nos contó, sin recatos, que Valledupar nunca fue pueblo de acordeoneros, el primer acor-deonero fue Chema Guerra un paisano de Esca-lona que al decir del maestro “solo macujeaba el acordeón”; agregaba que “en Valledupar en los sesentas, cuando venía López Michelsen y perso-nalidades de Bogotá los acordeoneros había que irlos a buscar a La Guajira porque no había”. El maestro sabía que sus cantos antes de ser grabados tuvieron un marco musical con acento guajiro: Colacho Mendoza y Víctor Soto, los acordeo-neros que acompañaron sus parrandas. A Colacho lo conoció en 1957, sería su segunda influencia musical después de Poncho Cotes. Hicieron una amistad arraigada, Colacho fue su empleado, su amigo, su acordeonero y su mejor intérprete. Con Colacho protagonizó muchas parrandas en el Hotel América o el Café La Bolsa de Valledupar, en el

barrio Cañaguate o en cualquier pueblo. Colacho grabó la mayoría de sus éxitos con Bovea, Alberto Fernández o Pedro García cuando no lo hacía con su propia voz. Víctor Soto era de Cañaverales, hoy vive en Estados Unidos. Lo conoció en Bogotá donde hacía parte de Los Magdalenos, el primer conjunto vallenato de la capital. Solía acompañar a Escalona en parrandas de salón, de patio y en correrías por los pueblos de la región.

La Guajira a finales de los 50 s y 60`s, época de plenitud autoral de Escalona, era para el maestro, como para el imaginario colectivo nacional, un escenario encantado, inhóspito, poco accesible, sin más ley que el arrojo y la osadía de los hombres. Es pertinente que la denominación de Guajira sólo, hacia los años sesenta, comenzó a aplicarse a todo el territorio del actual departamento, pues antes se aplicaba exclusivamente al norte desértico, indígena y costero. La Guajira, en los cantos de Escalona, aparece inicialmente como lo distante, desde su primera canción, El profe Castañeda. El docente que tanto admiraba Escalona fue trasla-dado del colegio Loperena de Valledupar al Liceo Padilla de Riohacha, hecho que suscitó, a inicios de 1943, los primeros versos del que sería genio fecundo de la vallenatía: Cuando sopla el viento frío de la nevada/ Que en horas de estudio llega al Loperena/ Ese

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frio conmueve toda el alma/ Lo mismo que la ausencia del Profe Castañeda”.

La Guajira es no sólo la tierra del extrañamiento, el destierro y de baja escolaridad en otros cantos de Escalona como El bachiller en la que expresa; “Felices aquellos los que pueden presentar/ El grado bonito que conquista a las mujeres/ Como no lo tengo yo me voy a desterrar/ Para La Guajira, donde no haya bachilleres”. También es tierra de acechanzas y peligros, tierra de riesgos y arrojo, pero también de oportunidades y bonanzas, de aventura y esperanzas. Así lo reitera también en Mala suerte:

Díganle a Chema MaestreTambién a Turo MolinaQue yo me voy pa´La GuajiraPorque aquí tengo mala suerte

Y si no puedo volverPorque en La Guajira mueroSolo quedará el recuerdoDe aquel amigo que se fue

La Guajira fue un territorio fértil para que Escalona sembrara su propio jardín sentimental. Convivió con Dina Luz Cuadrado (hermana de Egidio Cuadrado, acordeonero de Carlos Vives) a quien le compuso Dina Luz y Mala suerte, entre otras canciones. Su trasiego apasionado por La Guajira se teje desde Eduvilia López a quien compuso Mari-posa urumitera, pero nunca conquistó, pues resultó siendo novia de su amigo Caviche Aponte, como tampoco lograría fructificar un romance con Elsa Armenta, La Molinera que lo hacía suspirar apenas avistaba el ramal de El Molino. A la China Ariño, la donairosa muchacha de Los Pondores que le inspiró El cazador, la misma relación que desató chismes y rumores en San Juan del Cesar y que él respondió con Las lengua sanjuaneras. En el mismo San Juan del Cesar cultivó una de sus grandes pasiones, “La monita de los ojos verdes”, la única relación en la que éste gavilán siempre ocultó la identidad de su paloma, el amor que le inspiró El medallón, El regalito, El Mejoral y Honda herida, ponderada por Consuelo Araújo Noguera como la más alta expresión del cancionero vallenato. En el mismo pueblo le compone a Francia María El

copete, la muchacha que fue su pretendida y terminó siendo su cuñada. En Fonseca conoció, en casa del compositor José María “Chema” Gómez (autor de Compae Chipuco), a su hermana Carmen Gómez, la de la canción homónima, aquella esbelta y altiva doncella que “tiene los ojos de España, ¡olé! y la elegancia latina”, la misma que como Remedios La Bella no hubo encanto masculino que pudiera rendirla y prefirió la soltería. Ni siquiera Escalona pudo rendir sus encantos, pero a la que sí tributó con su hermoso merengue.

Pero en el territorio vecino no solo encontró las más bellas flores, también los más

caros y entrañables amigos. Una de sus primeras canciones la dedicó a alguien a quien sólo conocía por sus canciones: Emiliano Zuleta Baquero. Supo que estaba enfermo y le mandó un recado cantado, La enfermedad de Emiliano

Allá en el Valle he tenido la noticiaA mí me dijo un hombre que Emiliano está malMe mortifica que un muchacho tan jovenPor falta de de malicia se deje maltratar

Mile no solo sobrevivió a la enfermedad, sino que fraguó con el maestro una perdurable amistad

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y compadrazgo, pues Escalona sería el padrino de su hijo Poncho Zuleta. Pero esta canción no solo granjeó la amistad con Zuleta, sino con la inmortal Vieja Sara, madre de Mile y Toño Salas. En compañía de Poncho Cotes solía visitar a esta matrona que vivía en El Plan de la Sierra Montaña en donde solía organizar durante las fiestas de Corpus Christi largas jornadas de competencias entre decimeros. Para exaltar a esta fecunda recita-dora compuso La vieja Sara:

Yo vengo a hacerle a la vieja SaraUna vista que le ofrecíPa que no diga de míQue yo la tengo olvidada

También le llevo su regalitoDe un corte blanco con su collarPa´que haga un traje bonitoY flequetee por El Plan

Este último verso originó una discusión entre la Vieja Sara y su pariente Simón Salas. Este músico prometió a Escalona un guiso de gallina cuando fuera de nuevo a El Plan. Cuando Escalona llegó la vieja Sara le contó que éste no tenía animales, a lo que Simón respondió con unos versos que acusaban a la matrona de querer quedar bien con Escalona por los presentes que le hizo. La ira de Sara terminó echando de la casa a Simón, situación que originó la canción de Escalona El destierro de Simón:

Poncho Cotes tenía un viaje para El PlanMe invitó y con mucha pena no acepté la invitaciónPorque me han dicho que en ese lugarYa y que no vive el compadre Simón

Preguntaba cuáles fueron los motivosQue tuvo ese gran amigo pa´ ausentarse del lugarY Toño Salas en el Valle me dijoQue la vieja Sara lo botó de El Plan

En su inventario de afectos y álbum de exalta-ciones aparece ponderando las virtudes amoreras de su gran amigo Poncho Cotes Queruz quien

pretendía a Thelma Ovalle, madre del canta-autor Poncho Cotes Jr. Los celosos padres de la “paloma” no contaban con que Poncho tenía un gran aliado en las canciones de Escalona, aquel que mientras esperaban un descuido de los padres de Thelma, compuso al pie de la milenaria ceiba de Villanueva el merengue El Gavilán rastrero con el recurso de la alegoría animal:

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En la ceiba ´e Villanueva Canta un gavilán bajitoY es diciendo que se llevaA una hija de Ovallito

Fue sembrando amistades por toda la zona, anfi-triones de amplia gratuidad, compadres pletóricos de atenciones, parranderos dispuestos, alcahuetas solícitos. Sus cantos exaltan el ritual de la amistad cosechada con aprecio despojado de interés. Le cantó al músico de bandas Reyes Torres, padre de una gran estela de bajistas famosos a quien le debía un bautizo con El villanuevero:

De Reyes Torres ya yo he recibidoMuchas razones y un poco é reca´ o Y ahora me dicen que está resentidoPorque no le he bautizado el pela´o

Le ofrendó un canto como regalo de bodas a su acordeonero e intérprete de confianza Colacho Mendoza, en ese merengue titulado El matrimonio

de Colacho; apenado consoló a un gran amigo en Urumita con El compadre Tomás. Nos legó ésa dramática historia de amor de El general Dangond de Villanueva, a quien casa mata el amor de una moli-nera. Congració a El tigre de las Marías de Urumita y a Villanueva por su gesta amorosa, así como ponderó las virtudes musicales de Chema Gómez con una canción que exalta la obra máxima del fonsequero con la canción El Retrato de Chipuco. Criticó a un compañero de estudios del Liceo Celedón, Rafael José Parodi, por alardear de ser argentino con El Che sanjuanero. Tuvo formas sutiles de exaltar mediante la broma y la anécdota, así lo hizo con su ahijado Poncho Zuleta en La camisa de Poncho, también a Leandro Díaz, su gran colega y uno de los últimos sobrevivientes de su generación cantoral la dedicó La casa de Leandro.

Pero logró palpar personalmente los extremos de La Guajira con su aventura como contraban-dista. Desde el peligro, el susto, el sudor y tras-nocho hasta el amor de una princesa wayuu y los buenos dividendos. Con apenas 19 años, Escalona

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se le mide al oficio del contrabando y al tráfico de semovientes entre Colombia y Venezuela, la que sería una de sus más excitantes aventuras, opor-tunidad para nuevos lances amorosos y motivo para memorables canciones. En 1946 conoce a Fernando Daza “Tatica”, con quien lo une el hecho de ser su “alcahueta” en sus pretensiones de conquistar a la Ambrosina, “La China” Ariño, novia de Tatica. Este sanjuanero es quien lo motiva a cruzar la “agreste” pero bonancible Guajira, la tierra poblada de indios y de oportunidades econó-micas. Escalona encuentra así un nuevo vínculo con toda la dimensión territorial de esta región.

De ésta época recuerda como quien declara una osada gesta: “Así irrumpí en La Guajira inmensa. Crucé la frontera y comencé una nueva actividad al lado de hombres rudos, de costumbres fuertes y sentimientos nobles, que se ganaban la vida en un oficio mercantil que se llamaba contrabando, pero que en la época estaba protegido y “lega-lizado” por algo más poderoso que la ley, que es la fuerza de la costumbre. Tatica me introdujo en todos los secretos del negocio y con él fui la primera vez y muchas más. Comencé con unos 20 cochinos que compramos en compañía. Me entusiasmaba la idea de ganar dinero viajando, que ha sido una de mis aficiones, pero también me atraía la aventura en sí misma. Ir en esos tiempos a Venezuela llevando contra-bando no era como soplar y hacer botellas. Había que tener los riñones en su sitio y los pantalones bien amarrados. Los caminos no eran sino trochas que, en verano, se convertían en un desierto de polvo y, en invierno, en tremedales. No había término medio.”

El episodio más dramático y peligroso de esta travesía en la frontera colombo- venezolana, lo representa el paso por el riachuelo Paraguachón que en actuales épocas de invierno atraviesa el corregimiento del mismo nombre. Escalona y Tatica, como los demás contrabandistas y “male-teros” o “trocheros” que traficaban con indocu-mentados colombianos, tenían que esquivar la frontera oficial y cruzar el riachuelo que represen-taba para entonces un tortuoso y hostil tránsito como recuerda el maestro: “En uno de esos amane-ceres llegamos una vez a Paraguachón… tenía fama de ser un lugar teso y peligroso porque los indios se dedicaban a los viajeros para quitarles la mercancía. El solo nombre infundía temor. Se escuchaban cuentos de comerciantes que habían sido asesinados en sus orillas y sus cadáveres echados

a las aguas, de donde nunca fueron rescatados. En invierno, el caudal aumentaba de tal modo que era un verdadero río de corrientes impetuosas. Ahí tocaba esperar a que bajara la corriente y nos picaban los mosquitos y nos acosaba el hambre y se nos iban poniendo los nervios de punta por la incertidumbre sobre cuándo podrían atacar los indios. Uno dormía con un ojo abierto y el revólver en la mano.”

Escalona recuerda que, incluso, se llegó a correr el comentario de que una de las caravanas asal-tadas por los hostiles indígenas wayuu en el paso de Paraguachón, era la de Tatica y él. Cuando llegó a Valledupar y se enteró de los comentarios, intuyó enseguida que tan temeraria empresa no podía pasar desapercibida en el telar de su existencia y en su cancionero vivencial. Así compuso el paseo Paraguachón cuya letra expresa:

Oiga, compadre, yo conozco muchos hombresQue hablan de machos cuando están bebiendo ronLos invito a ParaguachónPa´ que prueben sus pantalones

Paraguachón es un arroyo que hizo el DiabloY que divide a Colombia y VenezuelaY allí me dijo un venezolano“Mira chico, tú aquí no llegas”

¿Adónde estarán mis cochinosQue en la trocha se me han perdido?¿Mis cochinos dónde estarán?Se han perdido en la palizá

Yo soy de buena´ y ningún cerdo se me ha idoPorque del carro no salen sin amarrá ¡Ay! Yo no voy a trabajáPa´darles de comé a los indios

Vi un sanjuanero que se jalaba las greñasMe causó risa y entonces le dije yo:“Ay, ese es castigo de DiosPorque tienen muy mala lengua”

¿Adónde estarán mis cochinosQue en la trocha se me han perdido?¿Mis cochinos dónde estarán?Se han perdido en la palizá

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De esta misma época de empresa contrabandista, es la canción El chevrolito dedicada a Yiya Zuleta y en la que Escalona encarna a su gran amigo y socio de aventura Tatica Daza, novio de la esquiva Yiya:

Tengo un Chevrolito que compréPara ir a Maracaibo a negociáUn puestecito a´lante te apartéY el que me pida un cupo va pa´tras

De allá de La Guajira te traeréLas perlas más hermosas para tiPa´que hagas un collar, homb´e y despuésSerás una princesa para mí

Si te vas conmigo no te cuesta ná Te llevo a Maracaibo a conocé Cruzamos la frontera y más alláLa tierra del petróleo vas a ver

En su épica como contrabandista no podía faltar un enredo amoroso. En plena Guajira venezolana conoció una princesa que cedió a su galanteo y el recuerdo de este romance pervive en la canción La flor de La Guajira:

Qué flor tan linda, qué flor tan bellaÉsta guajira de VenezuelaEs entre todas la más queridaLa flor más bella de La Guajira

Flor Emmanuel es su nombreY hasta las flores la admiranY reconocen su nombreComo Flor de La Guajira

Tiempo después, a inicios de los 50, Escalona vive de cerca y como testigo, otro episodio de la vida riesgosa del contrabando. Los villanueveros Enrique Orozco y Tite Socarrás se someten a la temeraria actividad del contrabando de café desde Villanueva, embarcándose en Puerto López y con destino final Aruba. Tite era entrañable amigo de Escalona, así que el maestro padeció como tragedia propia la malograda experiencia de éste. Doscientos sacos de café madurado en las sierras de

Villanueva llegaron a Puerto López donde el barco San Marcos de los Iguarán de Maicao lo cargaría parar llevarlos a Aruba. En pleno puerto natural se apareció el “Pirata”. No se trataba de un corsario inglés de la calaña de Morgan o Francis Drake, sino del barco de la Armada Nacional “Almirante Padilla” que decomisó no solo el cargamento, sino el barco. Además de la ruina de Orozco y Tite Socarrás (quien moriría años después en un duelo público), el suceso nos dejó una canción inmortal que de paso, se enmarca en el contexto de una tradición guajira de contrabando y economía subnormal, El Tite Socarrás:

Allá en La Guajira arriba Donde nace el contrabandoEl Almirante PadillaBarrió a Puerto LópezY lo dejó arruinado

Pobre Tite, pobre TitePobre Tite Socarrás Ahora se encuentra muy tristeLo ha perdido todoPor contrabadiá

Barco pirata bandidoQue Santo Tomás me creaUna fiesta le he ofrecidoCuando un submarinoTe voltee en Corea

Son episodios de una épica que marcaron y curtieron la vida de Escalona y motivaron sus cantos y su lúdica capacidad para tejer y relatar historias. La Guajira, que hoy deplora su muerte, sabe que en el corazón del maestro se anidaron muchos afectos por esta tierra, que la mayoría de su cancionero se construyó con ladrillos de arena, brisa y misterio que nuestro departamento le prestó para que su genio lúcido legara a todas las generaciones de la posteridad su canto iluminado, la magia fecunda de su verso, el alegre y vitalista contagio de su música.

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La garra de águila de EscalonaJulio Oñate Martínez

En el Valledupar de comienzos de la década de los sesenta del siglo pasado era muy célebre la barra de parranderos - Edgardo Pupo y los hermanos Pavajeau, Jaime Molina y el “Picho” Castro, entre otros- que siempre acompañaba al compositor Rafael Escalona cuando éste daba a conocer una nueva obra musical. Eran frecuentes la reuniones en el patio acogedor de la residencia de don Osca-rito Pupo Martínez, patriarca liberal que mantenía un cercano vinculo amistoso y político con otros notables del partido como Pedro Castro Monsalvo, Clemente, Eloy y Efraín Quintero.

Un día coincidieron en el sitio de reunión, motivados por la cercana visita que haría a Valle-dupar el aspirante a la Presidencia de la Republica, Guillermo León Valencia. Las personalidades del liberalismo sostuvieron un largo debate sobre la conveniencia de hacerse presente ante el Dr. Valencia, pues existía disparidad de criterios ante esta iniciativa. Escalona estaba ahí y, sin titubeos,

dejó sentado que él y sus compañeros de farra sí recibirían al ilustre visitante movidos por la admi-ración patriótica que le inspiraba la memoria de su padre, el poeta Guillermo Valencia. Esta postura de Escalona sirvió de acicate para que don Osca-rito, líder de la cofradía liberal, determinara que el partido en pleno asistiría al recibimiento del caudillo conservador, quien seria huésped de honor en la residencia de Don Jacobo Martínez.

Escalona era ya una celebridad y en su finca Chapi-nero, cercana a Valledupar, bautizada así en home-naje a los distinguidos amigos que Rafael tenía en la capital como el Dr. Alfonso López Michelsen, Miguel Santamaría Dávila y Fabio Lozano Simo-nelli, principalmente, mantenía acuartelado al acordeonero Colacho Mendoza.

En la residencia de don Oscarito, el Dr. Valencia escuchó por vez primera las historias cantadas de los sucesos que trascendían en la provincia de Padilla y que Escalona entonaba con orgullo valle-nato. Emocionado por el apasionante momento y en correspondencia a los cantos de Rafael, el hijo del renombrado poeta recitó, dedicado al compositor un poema inédito de su padre titulado “Nocturno”. Tras el efusivo y prolongado aplauso de los contertulios, Escalona discretamente le comentó al Dr. Valencia que él ya conocía el poema, a lo que Valencia respondió con asombro que le parecía imposible y le pidió una explicación. Rafael le contó entonces que el Dr. Hernando Molina, viejo condiscípulo vallenato de su padre, se lo sabía de memoria y ya lo había declamado en un par de ocasiones. Enterado del suceso, don Oscarito se fue con Rafael a la casa del Dr. Molina para invitarlo a que les hiciera compañía en tan memorable reunión y, antes de salir, Rafa le pidió que le facilitara el referido poema, ese que celosamente había conservado desde su época

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de estudiante en una hoja de papel amarillo con rayas azules, con los versos escritos de puño y letra de su autor, y con él en la mano regresaron a la reunión. Fue notable la emoción del Dr. Valencia al constatar que, en efecto, se trataba de la letra de su padre, y un par de lágrimas rodaron por sus mejillas en tanto que el Dr. Molina con su caracte-rística y adornada elocuencia le refirió, de manera detallada, episodios de su juventud junto al noble vate payanés.

Al término de esa parranda memorable, el futuro Presidente quedó comprometido en llevar a Bogotá al compositor Escalona como embajador musical de esta cálida tierra donde recibió tantas manifestaciones de aprecio y cariño, incluso de liberales de rancia estirpe.

Pasó el tiempo y ya posesionado Valencia en el Palacio de San Carlos, un funcionario de la presi-dencia se comunicó con Escalona para protoco-lizar la invitación por parte del primer mandatario a la comitiva folclórica integrada por Colacho Mendoza, Simón Herrera y Donado Mendoza, en los aristocráticos salones de palacio en los que sólo tenían asiento las altas esferas del gobierno. Fue la primera ocasión en que la música vallenata llegó a niveles tan altos, pues además de la familia presidencial y de varios ministros del despacho, se hicieron presentes los líderes políticos de ambos partidos, Belisario Betancourt y Alfonso López Michelsen. Al momento de la despedida, el presi-dente Valencia le obsequió a Escalona la garra de un águila, que había cazado en sus primeras incur-siones cinegéticas en Popayán, como un símbolo de las grandes conquistas que en el campo político y personal había logrado a través de su fructífera vida.

El eximio compositor guajiro Armando Zaba-leta, que en esos momentos vivía una gran época de esplendor imponiendo éxitos como Trajecito gris, La interesada y Amor comprado, recogió todo el anterior episodio en el paseo la Garra que, en la disquera Fuentes, grabó con el acordeón de Chema Martínez:

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El regreso de Rafa y sus pupilos a Valledupar fue un poco accidentado, ya que debido a unas repa-raciones en la pista del aeropuerto Alfonso López, al avión de la Fuerza Aérea que los transportaba le tocó aterrizar en la pista de la empresa de fumiga-ción Cayta en Codazzi. Hasta allí fue a recibirlos el grupo de compinches parranderos, encabezados por los hermanos Pavajeau, Jaime Molina, Hugues Martínez, Poncho Cotes y Andrés Becerra.

Cuidadosamente envuelta en delicado papel y metida en una cajeta de Whisky Robertico (pues el Old Par no llegaba aún por aquí) llevaba Esca-lona su flamante garra. En Valledupar, la parranda para celebrar tan notable acontecimiento fue en casa de los Pavajeau, quienes colgaron la garra por largo tiempo en una percha para sombreros que el doctor Roberto tenía en la sala de su residencia, de donde en algún descuido se cayó y fue a parar a las fauces de Freddy, el perro de la familia que, debajo del palito de mango del patio, alcanzó a ruñirle algo antes de que “El Turco” la rescatara de semejante peligro. Finalmente Escalona se llevó la garra para donde su hermana Justa y hoy celosamente la guarda una de sus hijas.

Escalona tiene una garra de águilaque Valencia le obsequióen la fiesta vallenataque él hizo en el palacio presidencialUna de las primeras que él mató cuando estaba muy niño en Popayán Con su dedicatoria se la dio Ya se la lleva pa Valledupar

Valencia no ha sentido la situación desgarradora del paísporque conservaba la garrade la primera águila que él matóAhora sí la va a tener que sentirporque Escalona ya se la llevóporque con ella fue que el aprendióen la vida a tolerar y a sufrirValencia dice que cuando se tiene garra se puede padecerporque dice que con ellaes que de sus enemigos se ha salvadode ahora en adelante no sé que va a hacersi Escalona lo deja desgarradoél no ha debido haberla regaladohasta no haber entregado el poder

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Del Nobel Literario al vallenato nobel

(Pequeña biografía de una grande amistad)

Víctor Bravo Mendoza

Todas las glorias de este mundo no valen lo que un buen amigo Voltaire

En su libro: Riohacha y los indios guajiros (1893), el francés Henri Candelier, al describir el talante de los riohacheros, destaca su pasión por tres diver-siones: las “Parrandas”, las peleas de gallos y la “Cubiemba”. En lo que Henri Candelier llama “Cubiemba”, aparecen descritos dos instrumentos musicales que nos sirven como preámbulo para resaltar cómo desde el instante mismo de su concepción, nuestro Premio Nobel de Literatura, estuvo signado por la música.

Todo el mundo conoce el acordeón, importado de Alemania, los tambores o mejor dicho el tamboril, tiene esa particularidad en su forma de cono truncado y no tiene sino una sola piel: es algo parecido al instrumento de los negros de la Martinica. También se coloca entre las piernas y se toca con las manos.“La Guacharaca” no se parece a ningún otro instrumento con el que se lo pueda comparar. Es un pequeño tallo de madera, plana, de una caña y de dos dedos de largo, cubierta con una delgada placa de hierro o de cinc con dientes en forma de sierra, con muescas parecidas a una cremallera, si usted prefiere (Candelier 1994: 59).

La invitación a la “Cubiemba” se hacía interpre-tando algunos aires musicales con los tres instru-mentos enumerados y al ritmo de la música comen-zaban a «desfilar hombres y mujeres en grupo, los hombres en mangas de camisa, las mujeres llevando velas prendidas y “Cucuyos” o gusanos de luz en el cabello y el talle».

En este ambiente realizaron su vida matrimo-nial, participando de las vivencias sociales de la época, Nicolás Ricardo Márquez Mejía y Tranqui-lina Iguarán Cotes, guajiros nacidos en Riohacha, en 1864, el uno, y en 1863, la otra, quienes a través de su hija Luisa Santiaga alcanzaron la gloria de

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ser los abuelos maternos de nuestro Premio Nobel de Literatura. Y si nos atenemos a la terminante afirmación del biógrafo inglés Gerald Martin, fue en esta misma ciudad de acordeón, tambor y guacharaca, donde 33 años después del ambiente descrito por Henri Candelier, engendraron a Gabriel García Márquez. Sus padres: Gabriel Eligio García Martínez y Luisa Santiaga Márquez Iguarán, habían contraído matrimonio en 1926 y para celebrar la luna de miel viajaron de Santa Marta a Riohacha, a “la casa de la familia Márquez Iguarán junto a la aduana de Riohacha (…) donde la “exce-lente puntería” de Gabriel Eligio hizo posible la concepción de Gabriel García Márquez (Martin 2009: 640).

Naturalmente que en Riohacha, en 1893, no solo se escuchaba música interpretada en acordeón. Muchísimo antes de ese año, merced a una fluida relación con Europa y los Estados Unidos –en ella “se conocían las invenciones más recientes, desde la lámpara de doble globo hasta el alimento enlatado que venía de mundos desconocidos, los zapatos de suela engo-mada, las tejas de Holanda que se utilizaban como lastre de las embarcaciones, los licores de Escocia y el champagne de Francia, los vinos españoles, los salamis de Lisboa, y las medicinas de París” (Robles 1986: 36), y según lo registra el periódico El eco de la Juventud del 16 de enero de 1849, las señoritas Isabel Tovar Navarro y Manuela Gómez Daza, daban conciertos de piano en los que interpretaban, entre otras piezas, Fantasía Robin des Bois, de Schelinger, Nocturne, de Godertroit y Chardard, Fantasía sobre la Vestal de Mercadante y Le lac des fées, de Auber.

La significativa presencia de la música en Riohacha, entorno cultural de los Márquez-Iguarán parece anunciar una constante en la vida y en la obra de García Márquez: su intensa relación con este arte. Todo ello queda confirmado en sus memorias Vivir para contarla, al informarnos, por ejemplo, que Gabriel Eligio y Luisa Santiaga, sus progenitores, fueron intérpretes, de dos instru-mentos de alto abolengo: el violín y el piano. Y aunque el padre aprendió a tocar -era muy hábil al hacerlo- el violín de oído, la madre sí tomó lecciones de piano, lo cual explica que el gusto musical de nuestro Nobel Literario no se limitara a lo popular del vallenato, el bolero, la salsa o el merengue de la región que le brindó la primera formación intelectual y, como en su obra literaria, explorara asimismo ese otro universo musical

representado por los grandes intérpretes –y por coincidencias, casi todos escritos con la B de lo bueno que siempre nos traslada a la exclamación de… ¡Bravo!-: Bach, Beethoven, Brahms, Beatles y Bartók… las cinco bes sin las cuales, Graciela, personaje del monólogo Diatriba de amor contra un hombre sentado, ya no pudo seguir viviendo (García Márquez 1996: 51).

Esa formación musical interiorizada hasta convertirse “en una pasión casi secreta y para siempre”, debieron alimentársela, sobre todo, “los acordeoneros que cantaban a gritos las cosas que sucedían en la Provincia” (García Márquez 2002: 108), quienes, a su vez, con la forma “como rela-taban un hecho, una historia”, fueron claves en la elección de su camino literario, en especial, un compositor que no tocaba el acordeón: Rafael Calixto Escalona Martínez.

Nacido en 1927, el mismo año que García Márquez, cuando se conocieron en Barranquilla, en 1947, Escalona era “el autor de las canciones que se cantaban y se siguen cantando de este lado del mundo” (García Márquez 2002: 454). Desde 1944, con sólo 17 años, ya había comenzado a narrar las historias cotidianas vividas en nuestros pueblos. Gabriel García Márquez debió quedar deslumbrado después de escucharle los versos de piezas narrativas como El perro de Pavajeau, para que los dos hayan cimentado esa “amistad de toda la vida”, consolidada en la mutua admiración por la cultura popular.

Cuando Gabriel García Márquez viaja por primera vez a los pueblos de la provincia por invi-tación de Escalona, es como si ya hubiera estado en ella y hubiese conocido a sus gentes: “No me sorprendió, porque todo lo que encontraba, todo lo que ocurría, toda la gente que me presentaban era como si ya lo hubiera vivido, y no en otra vida, sino en la que estaba viviendo. (García Márquez 2002: 492). Esa constata-ción permitió la consolidación de un proyecto afín, a través de intuiciones muy personales y medios artísticos diferentes, orientado a empoderar ante el país la cultura de la región que les vio crecer, de tal manera que sus narraciones musicales y literarias sobre el Caribe colombiano, alimentándose la una de la otra, conforman una unidad afín a esa amistad que los dos entablaron para “toda la vida”.

Lo anterior explica que cuando Gabriel García Márquez puso en juego su imaginación para deno-

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minar, en sus obras de ficción, con el nombre de pila de cada uno, a sus amigos en la vida real, previendo, de manera consciente, el “peligro de quedar privado del vivificante contacto” de alguno de ellos, haya sido el de Rafael Escalona, su compo-sitor favorito de las composiciones vallenatas, el único que aparece con su nombre y apellido completos en sus novelas cumbres, El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad.

Si revisamos la obra periodística de García Márquez encontramos que en La Jirafa, columna periodística diaria que Gabriel García Márquez firmaba con el seudónimo de Septimus, en El Heraldo de Barranquilla, el 14 de marzo de 1950, al referirse a la admiración de Meira Delmar por las canciones vallenatas, comentaba: “Meira del Mar no habría sido menos poeta si no fuera admiradora de la música vallenata (...) pero sí me habría extrañado que no confesara esa admiración”, Gabriel García Márquez,

renglones adelante, promete hablar de “Rafael Esca-lona y de las ventajas que ha obtenido frente a sus cofrades por la significativa circunstancia de ser bachiller del Liceo Celedón de Santa Marta”, motivo por el cual lo consi-dera “el intelectual del vallenato” y advierte que sus colegas “de alpargatas y sombrero alón –como el “Compae Chipuco” – están satisfechos de que así sea. (García Márquez 1981: 212)

El 24 mes de marzo de 1950, García Márquez escribe:

Escalona – lo había dicho ya – es el intelectual de nuestros aires populares, el que se impuso un proceso de maduración hasta alcanzar ese estado de gracia en que su música respira ya el aire de la pura poesía. Es un hombre joven, discreto, de pocas palabras. Casi puede decirse que sólo abre la boca para decir la letra y la melodía de sus

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propias canciones, como si no tuviera el mundo, para él, un idioma más adecuado y expresivo que el de su música. (García Márquez 1981: 225).

Sin embargo, para el Escalona estudiante del “Liceo Celedón” lo importante, en realidad, no era ser “bachiller diplomao”, sino componer canciones que hicieran visible la cultura de su tierra, parran-dear y cantarle a sus amigos y narrar sus propias vivencias como quedó consignado en dos de sus canciones de esa época, El hambre del liceo

Con esta noticia le fueron a mi mamáque yo de lo flaco ya me parecía un fideoes el hambre del Liceoque no me deja engordá

y El bachiller:Como yo no tengo diploma de bachilleren el Valle dicen que no puedo enamorar miren cómo aprecian las mujeres el papel con tanto de sobra que se ve en el basural

Estructuradas a partir de la ironía, elemento esencial en El coronel no tiene quien le escriba y Cien años de soledad, obras donde la reversión de la lógica y lo ridículo que ello produce constituyen una cons-tante, las dos canciones de Escalona ilustran una de las afinidades entre los dos universos artísticos. Si recordamos el motivo del hambre en El coronel y la desvalorización del conocimiento por parte del sabio catalán cuando abandona a Macondo en Cien años de soledad, quizá podremos entender la reco-mendación de García Márquez: “el que quiera entender Cien años de soledad que comience por Escalona”, y el relieve que le otorga al compositor en su obra al caracterizarlo como heredero de los secretos de Francisco el Hombre, el mítico fundador del canto vallenato. Además, el protagonista de El coronel no tiene quien le escriba, en un homenaje explícito a Rafael Escalona, se niega a atender la sugerencia de su mujer, para no morirse de hambre, de salir a vender un reloj de pared, por el temor de que cuando lo vean por la calle con semejante esca-parate en el hombro, lo saquen en una canción de Rafael Escalona, lo que lo convertiría en el blanco

de la burla popular, como ha ocurrido con algunos personajes de los cantos de Escalona.

Y en la vinculación que compartían por las raíces de la cultura popular de sus pueblos, entraron, por ejemplo, en relación con una misma toponimia. En la obra del uno y el otro, aparecen muchos nombres de los pueblos de La Guajira y el Cesar: Valledupar, la Paz, Manaure, Urumita, Villanueva, San Juan del Cesar y Fonseca, se constituyen en compo-nentes de sus creaciones artísticas. Además, en la autonomía de su creación, destaca, pensamos, un referente esencial, en cuanto que los dos, lo vincu-laron a sus obras cumbres: el dinamismo del vuelo en imágenes aéreas, agrandando con ello nuestro universo caribe, tonificándolo de altura y ascen-sión. Hacemos referencia a “La casa en el aire”…

Yo voy a hacer una casa en el aire,Solamente pa’ que vivas tú,Y después le pongo un letrero bien grandeCon nubes blancas que diga Ada Luz

El que no vuela no subea ver a Ada Luz en la nube,el que no vuela no sube alláa ver a Ada Luz en la inmensidad

Esta magnifica descripción de ascenso, de la que Rafael Escalona hace méritos en honor a ese ser divino que vio en su hija Ada Luz, Gabriel García Márquez la traspone en Cien años de soledad, al describirnos el vuelo celestial de Remedios, la bella…

… y dejó las sábanas a merced de la luz, viendo a Remedios, la bella, que le decía adiós con la mano, entre el deslumbrante aleteo de las sábanas que subían con ella, que abandonaban con ella el aire de los escarabajos y las dalias, y pasaban con ella a través del aire donde termi-naban las cuatro de la tarde, y se perdieron con ella para siempre en los altos aires donde no podían alcanzarla ni los más altos pájaros de la memoria (García Márquez 1984: 199- 200).

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Ahora veamos la reciprocidad amistosa presente en “El vallenato Nobel”, canto compuesto por Rafael Escalona un año después de su regreso de Estocolmo donde acompañó a García Márquez en la recepción del Premio Nobel de Literatura:

Gabo te manda de Estocolmo un pocón de cosas muy lindas, una mariposa amarilla y muchos pescaditos de oro.Le mostré las frases tan lindas que escribiste en un papelito pa` que se dé cuenta Gabito que yo sí tengo quien me escriba.

Al respecto conviene recordar el comentario de Consuelo Araujonoguera en relación con esta composición de Escalona:

Es realmente asombrosa la forma como Escalona va engastando, como si fueran las cuentas de un collar, los personajes y los elementos de Cien años de soledad y algo de aquel meticuloso sufri-miento del coronel, para lograr un canto perfecto dentro de su concreción y su estructura. Y llama la atención de este merengue el alarde de ingenio y de gracia que Escalona vuelve a desplegar para regocijarse con el éxito del amigo, destacando las cosas y las personas claves de su obra sin caer en el facilismo de ponderarlas directamente. No. Él

sigue engastando las cuentas del collar musical, pero a la vez entreteje hilos dorados de su propia orfebrería y el resultado es que el vallenato de Gabo es un vallenato a García Márquez, pero, sustancialmente es un canto para Dina Luz, la mujer de Escalona. Y nos diría después el compo-sitor: “¿Habrá muestra más alta de admiración y solidaridad para un amigo que reunir las mejores cosas que ese amigo ha creado y entre-gárselas juntas a la mujer que uno ama? O, al contrario, ¿involucrar a la mujer que uno ama en el reconocimiento que se le hace al amigo?”. Obsérvese que cada verso de este merengue es un ejemplo de síntesis y de precisión, elaborado con la magia y la belleza de la obra macondiana y con la ternura del compositor. (Araujonoguera 2000: 340)

¡Qué buena nota encuadra el merengue de Rafael Escalona Martínez! Sobre todo, como reconoci-miento a un amigo que sostiene ante los amigos la siguiente premisa: “Ojalá encontrara yo un amigo que me quisiera la mitad de lo que yo quiero al amigo que menos me quiere”. (Martínez 1969: 30) ¡Y no queda ninguna duda de que lo encontró, además para “toda la vida” en alguien que, con su corazón parecido “a un imán”, no permitió que el deseo de aquella premisa fuese a tiranizar la esperanza del amigo!

Bibliografía

Araujonoguera Consuelo (2002), Trilogía vallenata: Vallenatología. Escalona. Lexicón de Valle de Upar, Ministerio de Cultura, Bogotá.Candelier Henry (1994), Riohacha y los indios guajiros, ECOE, Bogotá.

El eco de la Juventud, edición número 20. (Citado en Historia de la música en la ciudad de Riohacha. Siglos XIX y XX. Varios autores, página 26).

García Márquez, Gabriel (1984), Cien años de soledad, Editorial Oveja Negra, Bogotá.___________ (1983) El coronel no tiene quien le escriba, Orbis, Bogotá.___________ (2002) Vivir para contarla, Norma, Bogotá.___________ (1981) Textos costeños, edición de Jacques Gilard, Barcelona.

___________ (1996) Diatriba de amor contra un hombre sentado, Arango Editores, Bogotá.

Martín, Gerald (2009), Gabriel García Márquez. Una vida, Debate, Bogotá.Martínez, Pedro, comp. (1969). Recopilación de textos sobre Gabriel García Márquez. Casa de las Américas. La Habana, Cuba.Robles Cataño, Osvaldo (1986), Recuerdos del Riohacha que se fue, Dante Editores, Bogotá.

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El Playonero: el legado de Rafael Escalona a un amigo y compañeroRafael Oñate Rivero

El Maestro Rafael, siempre dijo: “Yo soy una persona que cuento el cuento en cinco minutos. Fiel reflejo y testimonio de aconteceres diarios de todo lo que pasa y lo que sucede a mí alrededor; temas hechos a mis amigos que, al ponerles melo-días, le gustan a toda la gente y se riegan de boca en boca como el bostezo”.

Y esto fue lo que sucedió cuando al llegar a Codazzi, en la plenitud de la bonanza algodonera se encuentra con una cantidad de personas con quienes en anteriores oportunidades había consoli-dado una amistad, gracias a su instinto relacionista provinciano, salpicado con chispas de simpatía y el magnetismo de su personalidad que nos permite entender por qué en cada parranda brotaban a su alrededor amistades imperecederas con su cúmulo de afectos que le tendían la mano y en cada viaje irrumpían las flechas furtivas de las miradas femeninas que delataban la presencia de una nueva conquista de amor.

Experto creador de historias sencillas que compendian añoranzas y cuadros costumbristas de una región entera, Escalona, compone “El playonero”, un canto en el que convierte a su amigo Urbano en el protagonista de un relato que trasciende lo individual para expresar una realidad colectiva:

Yo salí, yo salí de los playones, yo salí de los playones

que hay a orillas del río Cesar (bis) Yo soy el que sé enlazar, hombre a los novillos

hombre, a los novillos cimarrones Que salen de la montaña, a dormir a los playones y se van de madrugada, porque el tigre se los come

Codazzi, emporio progresista del sector agrope-cuario de la época, se convirtió en el remanso de paz de “El caporal de los playones” cuando uno de sus planes de conquista logró sus frutos y se queda en el nido de un nuevo amor formado con Doña Elcida Daza Cuello, en cuyo hogar nacen 10 hijos que, unidos a otros 10 provenientes de la unión con Doña Hilda Córdoba Morales, completan 20 y 10 más que germinaron en otras uniones nos dice en cuentas claras que la estirpe de Urbano Castro Céspedes, “El Playonero del Cesar”, está compuesta por 28 hijos:

Me llaman, me llaman el vallenato, me llaman el vallenato

y en Codazzi tengo renombre Yo soy Urbanito Castro, hombe el caporal,

hombe el caporal de los playones porque cuando tiro el lazo ningún toro se me esconde

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La hermandad y la estimación fueron los sentimientos predominantes en la amistad del mayoral Urbano Castro con el compositor Rafael Escalona, surgida de afinidades como el gusto por las leyendas e imaginerías de la región, ateso-radas en su infancia, y todas aquellas jornadas parranderas de juventud, cuando ambos se movían en los altos círculos sociales y culturales de Valledupar, depar-tiendo con Hernandito Molina Céspedes, primo hermano de Urbanito, por la época en que Pachín, hermano de Rafael, piropeaba a una hermana de Urbano. Tal fue el punto de partida del apego, el aprecio y la simpatía que identificaron a los dos amigos durante el periplo de sus vidas, en las que no hubo hijo que no reconocieran ni trago corto al que le hicieran asco ni parranda en la que no se encontraran ni mujer a la que le negaran un piropo ni verso al que no acompañaran con las palmas.

Consuelo Araújo en su libro Rafael Escalona el Hombre y El Mito describe detalladamente al perso-naje inspirador del canto:

Hijo de padres que pertenecían a tradicionales familias vallenatas, Urbanito, como se le dijo siempre, escogió el monte y renunció sin más ni

más a los atractivos y ventajas de la vida social de Valledupar. Siendo un muchacho todavía se internó en los extensos playones a orillas del río Cesar, hasta donde se extendían los límites de las diez mil hectáreas de terreno que formaban el globo de tierra conocido como “El Sinaí”, cuya posesión ejerció, desde tiempos inmemoriales, don Casimiro Maestre Amaya.

Muerto don Casimiro Raúl en el año de 1945, el doctor Pupo se hizo cargo del manejo de los bienes de su esposa y de los hijos de su cuñado, que quedaron huérfanos siendo aún muy niños, Hernán, Armando y Rodolfo. La administración de la hacienda El Sinaí, que en verdad no era de él sino de su señora, se la encargó el doctor Pupo a Urbanito Castro quien, con el correr del tiempo, se convertiría en experto caporal del extenso territorio donde miles de cabezas de ganado de la familia Maestre pastaban a sus anchas, sin más dominio que el lazo certero que encima de sus cabezas hacía zumbar Urbano Castro.

Yo tengo, yo tengo una fama buena, yo tengo una fama buena

extendida en todo el playón: porque conozco en la huella

hombe si el novillo, hombe si el novillo es cimarrón...

A este amigo y a este estilo de vida les hizo Esca-lona el paseo “El playonero” que es, quizás, un homenaje a nuestros hombres del campo; a los que renunciaron voluntariamente a las comodi-dades de la ciudad para internarse monte adentro a defender y a poner a producir los patrimonios agropecuarios de esta región. A los que, en medio de los peligros que acechaban a las manadas y a sus vidas, aún tenían tiempo para descubrir la poesía y encontrar el mensaje de amor en la huella que en forma de corazón deja pintada la pata del toro en el lodo de los playones húmedos.

A través de su vida de juglar, en su permanente peregrina-ción de un pueblo a otro, Escalona se convirtió en el aban-derado de la cultura y las costumbres de la región, gracias a su versátil musa, hábil para la comprensión y la recreación imaginativa de los diversos lugares que visitaba.

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ESCALONA SE MUERE Emilio Sánchez Alsina

No fue fácil hablar con el maestro Rafael Esca-lona días antes de su muerte. En más de una ocasión, se debió aplazar la que sería su última entrevista, pues su precaria salud lo mantenía, de manera casi permanente, en la clínica, en una dura y vana lucha contra una enfermedad imbatible.

Tras haber persistido durante meses ante su esposa quien, pese a su decidida colaboración, se veía impedida para fijarme una fecha, temí que, en tales circunstancias, resultara imposible sentarme a conversar con el maestro de maestros de la música colombiana. Considerando impertinente de mi parte invadir su privacidad en momentos tan difí-ciles, tanto para él como para su familia, olvidé el asunto y me resigné al silencio.

Pero un día cualquiera, sobre las once de la mañana, cuando el sol de verano de Bogotá atacaba inmisericorde y el firmamento parecía más azul que de costumbre, recibí una llamada que me dejó frío. Era su mujer quien, sin preámbulos, me dijo: “Véngase ya, que el maestro lo espera.”

En mi afán por llegar a la cita, partí sin más elementos que mi agenda de notas y el estilógrafo que siempre me acompañan. En un instante estuve por primera vez en la puerta de su casa al norte de Bogotá. Era asimismo la primera vez que iba a hablar con él.

Sobriamente adornada con pinturas y escul-turas de artistas mundialmente reconocidos, la casa denotaba elegancia. Al lado de una poltrona de cuero negro, sobre una pequeña mesa redonda de madera, reposaba en libro. Eran las memorias de su vida. Observaba el entorno, durante esos instantes eternos que anteceden a un encuentro largamente esperado, cuando, calzando unas

botas negras, puntiagudas y relucientes, el maestro apareció con su lento caminar, como un impo-nente actor de cine, cubierto con una elegante gabardina beige que cubría su impecable vestido negro de tres piezas que contrastaba con la corbata de tonos rojos y suaves. Un soberbio sombrero negro de fieltro que, como más tarde descubrí,

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llevaba su firma en alto relieve, resaltaba su figura. Todo hacía juego en su vestir como en un verda-dero gentleman.

Pálido y amarillento, su rostro no mostraba arrugas marcadas, pese a su avanzada edad. Aunque su piel tenía un color cetrino, su débil voz denotaba dignidad: ni un solo lamento ni una sola pausa que no fuera más que para tomar aliento y proseguir su relato como afanoso por verter en unos minutos todos sus recuerdos. Sus ojos se veían profunda-mente hundidos como si quisieran ocultarse para siempre, ya sin luz ni brillo, pero el tono de su voz no perdía la picardía de niño travieso cuya risa suave celebraba sus propias ocurrencias.

Sin apasionamiento, sin melancolía, quizá con la seguridad de quien se despide sin odios ni remordimientos, no sólo contó historias, en su estilo alegre y llano, sino que entonó varias melo-días, desconocidas para mí, con silbidos como de pájaros, pese a que él parecía más bien un águila tierna y veterana, plena de sabiduría. El ritmo lo marcaba con un ligero golpeteo de sus dedos, casi una caricia, sobre la mesa de madera.

Me habla de Alfonso López Michelsen, con quien compartió innumerables parrandas, rememorando una de sus frases, “el hombre en unas circunstan-cias, no es el hombre en otras circunstancias”, para destacar cómo los factores cambian el accionar y la conducta del hombre. Sus recuerdos regresan a aquella época en la que el vallenato “era como una mierda, no sólo de boñiga, según los seño-ritos andinos que no resistían esos cantos al amor nacidos de las entrañas campesinas, como aquel que decía, “la mujer que yo coja,/ la hago parir,/ si no es por la boca,/ es la por la nariz”: versos que escandalizaban y hacían sonrojar a los nostálgicos del vals, quienes no conocían ni siquiera la cagada de una vaca”.

De Gabriel García Márquez habla como si él mismo fuera el autor de Cien años de soledad: “Gabo lo ha dicho, esa obra monumental no es sino un

vallenato”. La desolación lo aqueja al recordar la violencia reciente que castiga todas las regiones de Colombia. “El pasto verde está cubierto con la sábana de la paz” me dice melancólicamente. Menciona las guerras de la independencia en la cual sus ancestros pelearon en batallas trágicas que no le dejaron a Colombia sino sangre, pues los colombianos, según él, no entendimos nunca que “al final de la guerra fue cuando debieron ocurrir las grandes batallas”.

Le pregunto si la música es un camino para lograr la tan añorada paz en Colombia. Me aclara que “músico no es el que toca un instrumento, sino el que hace música; todo el mundo canta, todo el mundo cree que sabe cantar” y a renglón seguido agrega: “en las cosas que no se mete Dios, es en la política; esa se la dejó a los hombres. Imagínate, si todavía con la política no hemos podido hacer los cambios, menos con la música”. Le pregunto, entonces, si sólo un milagro puede salvarnos y me responde, entre risas: “Los santos no hacen mila-gros, los milagros los hacen los curas por la buena relación que tienen con Dios”.

De manera sencilla y lógica exalta el don divino de la música, don con que el creador ha iluminado a analfabetas que le han cantado al mundo aque-llos versos inolvidables de Juancho Polo Valencia: “se murió mi compañera qué tristeza, / se murió mi compañera que dolor.../” Y agrega que “Las bellas artes son un don de Dios, si yo hiciera algo para que viniera la inspiración, no hay inspiración”. Las horas transcurren y llega finalmente la hora de la despedida. Me pregunta si estoy satisfecho con su largo diálogo. Le confirmo que sí y le doy las gracias con un largo apretón de manos. Entonces me dice: “yo creo en Dios, le hablo y le pido como se debe hablar a Dios, con el derecho que otorga la fe.” Me mira intensamente a los ojos y se despide. Para siempre.

Bogotá, febrero de 2.009.

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En el funeral del maestro Rafael Escalona1

Santander Durán Escalona

Cuando la mula del coronel Clemente Escalona logró vadear las aguas engañosamente mansas del Rio Badillo, su jinete nunca pensó que, más allá de su bien ganada fama de combatiente alcanzada en la Guerra de los Mil Días, su nombre comenzaba a ser escrito en la historia, por otras razones: por razones de paz y de amor.

Su compadre y compañero de armas, Juanito Olivella, lo había invitado a Valledupar, para que descansara y se repusiera de la amargura de la derrota liberal, prometiéndole que le presentaría

1- Palabras del cantautor Santander Durán Escalona, en repre-sentación de la familia Escalona, para agradecer el respeto, reconocimiento y cariño brindado por el pueblo colombiano a Rafael Escalona y a su inconmensurable obra musical.Plaza Mayor de Valledupar. Colombia. Mayo 15 de 2009.

a la mujer más bella de la Provincia, para que se casara con ella.

Movido por la curiosidad y acompañado de su compadre, esa tarde a lomos de “La Golondrina”, cruzó el húmedo lecho arenoso del arroyo cono-cido como La Malena y presintiendo lo mejor, los cascos de su mula iniciaron un alegre galope sobre la sabana de Patillal, que se abría ante sus ojos aventureros de cazador de amores.

Lo que él no sabía era que el cazador sería cazado y su corazón se rendiría ante la extraordi-naria belleza de una mujer provinciana de cabellos rubios y ojos azules, Margarita Martínez Daza, hija de Sebastián Martínez Daza, popularmente cono-cido como “El Blanco Tián”, y de Rosa Manuela Daza Celedón, la sobrina preferida del famoso obispo Rafael Celedón.

En Patillal, el coronel sufrió la segunda derrota de su vida. Una feliz derrota ante el amor. Esca-lona, herido por la mirada azul que lo hechizaba, regresó varias veces. Al final se quedó y el matri-monio se efectuó en Atánquez. Corría el año de 1914.

El Creador fue magnánimo con la joven pareja y, algunos años más tarde, un grupo de 9 chicuelos correteaba en las noches de luna llena, por la sabana, jugando con sus primos y los hijos de los vecinos, mientras los mayores los vigilaban desde la puerta de la casa del abuelo Sebastián Martínez.

Las musas también fueron prodigas con los hijos de Clemente y Margarita. Justa Matilde, “La Nena”; Abigail, “Abi”; Margarita, “Magola”; y Blanca Ligia, “La Bella”, recibieron los dones de la belleza, del donaire, la memoria prodigiosa, la palabra precisa y a tiempo, la ternura y la simpatía. Abigail - la de los ojos grises - se jacta de haber llorado en el vientre de su madre y sus hermanos

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juran que, además, nació con los dones de la profecía y la clarividencia, heredadas de su abuelo Sebastián Martínez.

Nelson, conocido como “Papá Necho”, alto, delgado, de cabellos y ojos negros, recibió el don de la palabra que lo convertiría en creador fabu-loso de increíbles historias fantasmagóricas, en maestro de escuela, en político de verbo ardiente y en el mejor buscapleitos y amigo de sus amigos de la Provincia.

Clemente, el rubio de los ojos azul - grisá-ceos y al que todo el mundo llamaba cariñosa-mente “Pachín”, recibió el don del buen humor, la carcajada fácil y la vocación de servicio que lo convirtió en el amigo sincero, sin distingo de clases sociales.

Tulio y Jorge murieron muy jóvenes.Y cuando nadie lo esperaba, llegó Rafael. Un

nombre de Arcángel para un chico consentido, travieso, burlón, imprudente y gozón, de ojos color café y mirada dulce y ensoñadora que años más tarde rendiría, por amor, a los más altivos e indomables corazones femeninos de la Provincia.

Una noche, mientras Rafael se gestaba en el vientre de Margarita, el coronel y ella despertaron asombrados, porque en la penumbra de la habita-ción, se comenzó a escuchar un murmullo musical

que llenaba el silencio. Una música desconocida y suave que los envolvía, arrullándolos y llenándolos de amor. Intrigados, abrieron las ventanas, dejando entrar el aire fresco que llegaba de la Sierra Nevada y miraron hacia el pueblo. Desperdigadas en la sabana, distinguieron en la oscuridad, las casas de bahareque de siempre, sumergidas en el silencio del descanso nocturno. Todo el pueblo dormía. No pasaba nada. Todo estaba quieto. Solitario. En silencio. Y el murmullo musical continuaba.

Entonces, el Coronel, colocó su rostro sobre el vientre redondo y lleno de nueva vida de su amada y al levantar la mirada, los ojos se le llenaron de lágrimas. Después, lentamente susurró:

-“¡Margoth! ¡El niño está cantando!”.Desde entonces, desde el vientre de su madre,

Rafael sabía cuál sería su destino al nacer. El 27 de Mayo de 1927, el cantor llegó llorando.

Ante tanto niño correteando por la casa, el patio y la sabana, su hermana mayor, Justa Matilde, asumió el compromiso de cuidarlo. Pero lo cuidó tan bien, que lo malcrió. Lo llenó de pechiches, de mimos, de besos y lo convirtió en lo que después sería: un consentido de todos. Un malcriado, en el mejor sentido de la palabra, lo cual es un contrasentido.

Desde niño, ejerció una extraña y atractiva impre-sión en los que lo conocían, tocando fácilmente los corazones con el fulgor casi mágico y la ternura de sus ojos color café – dorados. Cuando creció un poquito, espiaba a las visitas para enterarse de cosas que sus hermanos ni sospechaban. Y de esta manera, se quedó con el gusto de andar detrás de los mayores, averiguando historias del vecindario que no le importaban. Siempre pegado a los panta-lones del Coronel y de “El Viejo Pedro Guerra”, brincando, indagando, montando, a pelo, burros y caballos viejos, inventando historias fantásticas, silbando, silbando, silbando y cantando.

Escondido, en las reuniones que se realizaban en la casa de su madre, donde el coronel Esca-lona con su figura alta, morena, delgada, de bigote militar, nariz aguileña y cabellos lisos cortados “a la plancha”, era el centro de la atención, conoció la poesía de su padre, quien interpretaba el tiple y cantaba temas como “El Cisne” (Pasillo), “Flores Negras” (Pasillo) y “Sobre las Olas” (Vals) o decla-

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maba sus propios poemas y los de su compañero de parrandas, el ya famoso poeta Julio Flórez.

Allí también conoció las décimas perfectas de Luis Gregorio Maestre, el poeta de Carrizal, un caserío cercano, y escuchaba a los cantores campe-sinos que llegaban de Atánquez, La Junta, San Juan, Villanueva y El Molino. Allí tuvo su encuentro con la música de acordeones, escuchando a Manuel José Maestre, “Manoché”, interpretando sencillas tonadas provincianas. Y allí, en Patillal, comenzó a componer sus primeros versos infantiles.

Un día apareció en la casa de “El Blanco Tian”, un jinete. Saludó desde el caballo y mirando de frente a Justa Escalona, tal como había mirado y conquistado a tantas mujeres, con voz melodiosa comenzó a entonar una canción desconocida, que se le quedó en el corazón:

Muchacha patillalera. Muchacha patillalera Muchacha patillalera. Adiós, querida paisanaYo me voy de Patillal. Yo me voy adoloridoY eso a mí me está matando. Y eso a mí me parte el alma

Desde entonces, Tobías Enrique Pumarejo, fue su maestro para desentrañar los misterios del canto vallenato. Cuando “Don Toba” llegaba, persi-guiendo inútilmente a la indomable Justa Matilde, Rafael le desensillaba el caballo y lo llevaba a la pesebrera para bañarlo y darle comida. Pero también, en su búsqueda interminable de conoci-

mientos, se pegaba a Tobías Enrique y no le perdía pisada, preguntando y preguntando.

Años después, la familia Escalona-Martínez se trasladó a Valledupar, donde el jovenzuelo, por su simpatía y por meterse en donde no lo llamaban, fiel a sus preferencias de andar con los mayores, fue acogido por los patriarcas de la Plaza Mayor. Y mientras sus amigos contemporáneos aún jugaban trompo en las calles arenosas y en la inmensa Plaza de Valledupar, Rafael comenzaba a componer canciones con un humor increíble para su edad. También comenzó a cultivar una virtud a la cual siempre ha sido fiel: ser amigo de sus amigos y de los amigos de sus amigos. Ser el amigo de todos

Dicen las antiguas tradiciones iniciáticas, que cuando el alumno está listo, aparece el Maestro. Al comenzar su bachillerato en el Colegio Loperena, encontró a su Gran Maestro: Alfonso “Poncho” Cotes Queruz, su excelente profesor de Caste-llano.

“Poncho” Cotes, parrandero, poeta, declamador, guitarrista, piropeador elegante de cuanta dama se ponía al alcance de su vista, cantor siempre enamorado - con dos mujeres- le enseñó lo que le faltaba: lo inició en los milenarios secretos árabes sobre el arte de enamorar cantando, descifradas en las lecturas noctámbulas de una antigua versión de “Las Mil y Una Noches”; lo acompañaba con su guitarra, para enseñarlo a cantar pausada y afinadamente, mientras le brindaba uno que otro trago y lo llevaba a parrandear en cada pueblo de

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la Provincia, tejiendo así una red interminable y maravillosa de amigos y compadres.

Y aprendió también de “Poncho”, a entrar en las casas ajenas, en donde hubiera muchachas bonitas, revisando primero las comidas que se estaban preparando en las cocinas, destapando ollas y probando guisos, para ver si con esa mezcla de belleza y sazón, valía la pena quedarse.

De esta manera, el Maestro “Poncho” Cotes, consciente de la joya sin pulir que llegaba a sus manos, se dedicó discretamente a Rafael, para modelar en él una mente y unos sentimientos que lo convertirían en el mejor intérprete y represen-tante de la vida y la cultura provinciana, en un modelo a seguir por la juventud de la época, en un insaciable perseguidor de amores y en el mejor cultor de la amistad, la poesía y el canto Vallenato. Al decir del coronel Escalona, “Poncho Cotes lo terminó de descomponer”.

Sin las enseñanzas maquiavélicas de Poncho Cotes; sin los versos y las noches de parrandas compartidas con cientos de amigos; sin los perso-najes populares que inmortalizó en sus canciones; sin el acompañamiento mágico del acordeón de “Colacho” Mendoza; sin el amor y los celos legen-darios de su bella novia juvenil, musa inspiradora de sus mejores cantos, hoy su digna esposa, Doña Marina Arzuaga Mejía, ”La Maye”, apelativo cari-ñoso creado para ella en un arrebato de amor; sin las miradas enamoradas, los suspiros, las cari-cias de muchas mujeres y el nacimiento de todos sus hijos; si la fragata “Almirante Padilla” no se hubiera tomado a Puerto López; si el General Gustavo Rojas Pinilla, no lo hubiera llevado, por primera vez a Bogotá, presentándolo ante el país; si no hubiera impulsado a la canción vallenata desde los corrales, las haciendas ganaderas y los patios traseros de las casas, hasta pasearla por los más selectos escenarios nacionales e internacionales; si no hubiera gozado de la alcahuetería de la vieja Petra Arias, para armar parrandas en el patio de su tienda, en el Barrio Cañaguate; si no hubiera acom-pañado desde la clandestinidad, a los “camaradas” Tulio Villa y Julio Gámez, líderes populares hoy en uso de buen retiro - para alivio de nuestra Alcaldía – en la primera invasión de tierras urbanas reali-

zada en Valledupar, las cuales posteriormente se convirtieron en el Barrio Primero de Mayo de esta ciudad; si no hubiera practicado con tantos líderes políticos de Colombia, su ideario político personal titulado “La amistad y la música Vallenata, por encima de los Partidos”; si no hubiera ayudado a crear el Departamento del Cesar y el Festival de la Leyenda Vallenata; si no existiera el testimonio de decenas de amigos de carne y hueso, que lo vieron componer todas y cada una de sus canciones; si no hubiera sido toda su vida un “deshacedor de entuertos” y el mejor “palabrero” o mediador para arreglar problemas entre amigos y familias enemis-tadas, en donde su sola palabra era aceptada como Ley; sin la adoración eterna de Cielito Romero, distinguida dama de San Juan del Cesar, quien desde el día en que lo conoció armó un pequeño altar en la cocina de su casa, con velas eternamente encendidas, en donde colocó la fotografía de Esca-lona y la estampa de San Cayetano y día tras día, durante los últimos 60 años, se arrodilló para rogar al Santo que le concediera, al menos por un minuto, el amor y la pasión terrenal de “su Rafa”; si para arreglar esa situación y alejar las tentaciones, no hubiera designado a Cielito como madrina de bautizo de su primera hija, Ada Luz; y, especial-mente, sin la presencia en su vida de los amigos de siempre, Gabriel García Márquez, “El Gabo”, los integrantes de “El Grupo de La Cueva”, El Último Embaucador, el fabuloso “Mago Borletty”, los “Mellos” Pérez en Aracataca, el fotógrafo “Nereo” y el hijo preferido de “Changó”, “El Ekobio Mayor”, Manuel Zapata Olivella, quienes lo espe-cializaron en el sutil arte Caribeño de mamar gallo; sin su fortaleza y virilidad para enfrentar a la muerte; sin todas esas experiencias de vida, unidas a su talento y a la bendición y protección del Altí-simo, posiblemente Rafael Escalona nunca hubiera llegado a ser el Gran Cantor de Colombia.

Rafael Escalona nació para cantar y su recuerdo será una eterna invocación a la nacionalidad, a nuestro patrimonio cultural, a la amistad y un canto a la vida.

Buen viaje, Cantor del Pueblo, mensajero de la Amistad, la Paz y la Esperanza.

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Maestro EscalonaAlberto Murgas

Maestro Escalona: acerca de usted todo parece estar dicho, mucho se ha escrito. Prácticamente no hubo intelectual, estadista o político colombiano que no tuviera que ver con los pormenores de su existencia, aunque cuatro personajes marcan la trascendencia de su vida: Alfonso López Michelsen lo nacionalizó; Gabriel García Márquez lo univer-salizó; Consuelo Araujo Noguera lo mitificó; y Nicolás “Colacho” Mendoza lo consagró.

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No obstante, nosotros, los compositores, queremos expresarnos para rendirle tributo de admiración y agradecerle infinitamente su legado. Quienes desde niño seguimos sus pasos nos percatamos cómo desarrolló el sentido de perte-nencia con los amigos elevando a la cota máxima el sentido de la amistad. Pero lo más importante fue cómo nos enseñó a narrar los aconteceres; a describir nuestros paisajes; a retratar personas humildes convirtiéndolas en personajes recono-cidísimos; a sintetizar, con el rigor del más grande poeta, cualquier ocurrencia en la región. Pero la enseñanza más intensa y placentera fue la de cómo metaforizar la Sierra Nevada, de donde se desprende la creciente del Cesar, visible cuando se transita por la curva del Salguero, la cual, de ahora en adelante, debería llamarse “La curva de Escalona” y erigir allí un monumento en honor del enamorado más enamorado de la región, aquel que sufrió el drama más terrible, ese que con sus dos piernas quebrás dijo que eso no era ná, precisa-mente porque estaba enamorao.

No hubo pueblo de la región del cual el maestro no nos contara para quererlo, visitarlo y parran-dearlo: La Paz, San Diego, Manaure, El Plan, Urumita, Fonseca, El Molino, San Juan, aunque Villanueva fue el escenario que nutrió al máximo su inspiración: Tite Socarrás, Enriquito, Jaime y Beltrán Orozco, el General Dangond, Chico Daza, Emiliano Zuleta, el “Tigre de las Marías”, El ahijado (Manuelito, el hijo de Reyes Torres),

Dina Luz, la Ceiba de Villanueva, Juan Félix Daza, Poncho Cotes, Ovallito, Geño Celedón, etc.

El doctor Esteban Bendeck Olivella, por la sencilla razón de la amistad y la camaradería, convirtió La Custodia de Badillo en una pagina antológica de derecho probatorio, en la cual Rafael Escalona juega con la figura del indicio. Para esa ocasión, 20 de septiembre de 1988, el oferente invitó a magistrados, juristas y estudiantes de derecho a que le acompañaran en su intervención en el homenaje nacional tributado por la Univer-sidad Libre al maestro Rafael Escalona.

El periodista Juan Gossaín, cuando terminó el homenaje, manifestó: “Así, ¿quién no aprende derecho?”.

Maestro: los compositores estaremos eterna-mente agradecidos de usted, pues le dio lustre a la sociedad de Autores y Compositores de Colombia SAYCO cuando fue su Presidente; pero no sola-mente por ello, sino porque con su presencia en los estrados senatoriales, en muchas batallas, siempre luchó por su reivindicación.

Así como lo dijo Consuelo Araujo, Maestro: “De muchos será alabada su inteligencia y jamás será echado en olvido. No se borrará su memoria y su nombre vivirá de generación en generación. Los pueblos cantarán sus cantos y la asamblea prego-nará sus alabanzas. Mientras viva, su nombre será ilustre entre mil.”

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A R T E S P L Á S T I C A S

Alfredo y Cecilia. Cuando la diferencia inspira y enriqueceCristo Hoyos

Expresiones y lenguajes que podrían conside-rarse para tiempos pasados, en la medida que no poseen la demanda, la liviandad y la escasa profun-didad que imperan en el grueso de las realizaciones artísticas del momento, siguen siendo imprescin-dibles como sustento y contexto de creaciones en el campo de la música, la literatura, las artes plás-ticas y visuales de la actualidad. Continuar con una expresión plástica, a partir de la figura humana o del ámbito arquitectónico creado por el hombre, son ejecutorias y temáticas demasiado clásicas y formales o conceptos, para nada vigentes, según consideraciones y apreciaciones de quienes de manera estrecha y vanidosa se creen los intérpretes del espíritu y las tendencias que debe regir en la actualidad.

Así mismo, una actividad artística apoyada en los soportes clásicos (lienzos, maderas, basti-dores, escom-bros), con pigmentos (lápiz, óleo, acrílico) que se consi-deran salidos de circulación en el quehacer plástico y vistos con recelo por la contempora-neidad digital, en

tanto que manuales y domésticos, no han impe-dido en ningún momento a los reconocidos artistas cartageneros Alfredo Guerrero y Cecilia Delgado que persistan en su diario e íntimo proyecto de vida: pintar.

Alfredo Guerrero (1936) inicia su formación académica con el entusiasmo que le despertara la creación de la Escuela de Bellas Artes de Carta-gena, consolidada en 1959, y, en los años siguientes, junto a Cecilia Delgado (1941), integró el conocido Grupo de los 15, colectivo cuyo mentor e impulsor principal fue Pierre Daguet, y del cual formaban parte también Darío Morales, Heriberto Cogollo, Blasco Caballero, Augusto Martínez, Hamlet Porto, Libe de Zulategui, las hermanas Gloria y Escilda Díaz, Blanca de la Espriella, Jasir Farja, Bruni Gómez, Marcel Lombana y Yadira Vásquez, entre otros. Cecilia Delgado, al igual que Alfredo Guerrero, complementa su formación en reco-nocidas instituciones como la Academia de San Marcos de Florencia y las Escuelas de Bellas Artes de Paris, de Madrid y de la Universidad Nacional en Bogotá.

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Esta pareja-institución de la vida artística y cultural de Cartagena de Indias, siempre unida, logra a través de los años configurar sus particu-lares mundos estéticos y, desde la década de los setentas, su obra adquiere un notable reconoci-miento en el panorama de las artes nacionales del que dan cuenta el gran número de participaciones en exposiciones, salones, bienales, certámenes y eventos a los cuales han sido convocados e invi-tados.

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Alfredo, discreto, austero, prudente, con rigu-rosa disciplina y Cecilia, abierta, sociable, expre-siva y flexible, abordan sus temas y los procesos creativos y las técnicas del oficio plástico de una manera casi opuesta. Sin embargo, para ambos fue definitivo el acceso al laboratorio y estudio foto-gráfico de Don Enrique Delgado, padre de Cecilia. Los tubos de óleos alemanes que se utilizaban para colorear las fotografías en blanco y negro, deslum-braron a Cecilia desde sus comienzos y es preci-samente en esa técnica de la iluminación donde podemos encontrar el elemento más importante y reiterativo de toda su obra: la luz. Así mismo ocurre con la obra de Alfredo, quien, al decir del crítico Álvaro Medina, es esencialmente un dibujante. Si hacemos un seguimiento cuidadoso a todos sus períodos, identificaremos cómo el dibujo, soporte estructural de toda su producción, surge de las primeras representaciones fotográficas y de las fotografías dibujadas que el artista revive en la década del setenta, a partir de los rostros y personajes anónimos, desconocidos, olvidados, encontrados por él en los archivos de la muy reco-nocida Foto Delgado.

Alfredo Guerrero se consagra al perfecciona-miento de su ya extraordinario dibujo, que le exige intensas jornadas de contacto, casi íntimo y sin interrupciones, con las obras en proceso y con la figura femenina, protagónica de los retratos y autorretratos, las escenas de fondo, conformadas con muebles, sillas, telas, yesos, frascos, molduras, retratos, documentos y una infinita utilería selec-cionada con cuidadoso gusto, crea las atmósferas

que muestran cómo en el mundo actual los tiempos no se pueden leer de manera lineal, mucho menos en el Caribe y, en particular, en su natal Cartagena.

Edificando una familiar arquitectura, delineando cálidos espacios vacíos y, más recientemente, nichos, Cecilia Delgado ha creado su personal clima estético. Pura pintura que se traduce en luz y tiempo, otro elemento que también aborda Alfredo, pero que Cecilia, a su manera, tomando distancia en el proceso creativo, constata en su vivir diario, captura con exactitud gracias a una intensa y controlada paleta. Ella afianza su temá-tica con los postulados de la geometría de la luz, sin la cual, la arquitectura no sería posible en el soporte plano o bidimensional que utiliza.

De un mundo en sepia, con la nostalgia de un Caribe que se oxida, envejece y arruina, es el alma de esta pareja de artistas, tan disímiles como complementarios, que nos permiten constatar en sus obras la coexistencia del ayer y el presente, así como los estragos que nos infiere el paso del tiempo. Los quiebres del papel, sus arrugas y los hongos, clips y tachuelas, pedazos de cintas que se sueltan, fragmentos y grietas, muros derruidos y decolorados, plácidos zaguanes con celosías y ventanales, nichos con múltiples elementos en reposo, la figura femenina desnuda y sensual y el ámbito arquitectónico construido por el hombre, son sólo los pretextos temáticos de Alfredo Guerrero y Cecilia Delgado para mantener su confianza en una pintura viva, silenciosa y dura-dera, en medio de la alharaca de medios y técnicas sofisticadas que son solo eso.

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P O E S I A

ÁLVARO MIRANDA

Los parientes

Un cedro fulgura entre el mercado donde los vivos se han de convertir en muertos.¿Un cedro? ¿Un ataúd de marca?Acaso eso yace escondido entre los estantes, entrela alhucema, los frijoles, la librea y la estopa que está en venta. Acaso la tersura de un cedro ante la ripia que se vende, acaso incendio sin tiempo ante el ruido de la oferta y la demanda.

Vetas del más acá que el tiempo pinta, Vetas del más allá que un perro remueva en círculos con su cola.

¡Hagan quietud en los abismos los que venden!

En medio del mercado donde se oferta un bagreo un ramo de jacinto, el tiempo borra todo conocido.¿Dónde rodará tu nombre, dónde el mío? ¿Quién llamará a quién, quién nombrará ese apodo cuando vaguensus letras sin sentido?

El mensajero viene del puesto donde se ofrece buti-farra, la mujer de donde un ángel escamado como pezespera que paguen una libra de lebranche. Laguna del hacer, trabajo y errancia de los que día a día hacen vidapara caer al mar. El mercado es vida y en élel cuerpo sin vida dará su grito a los silencios.

¿Quién detiene su andar? ¿Quién pregunta por la rigidezdel cuerpo que, una vez muerto, compite con el cactus?Un dios sin nombre acompaña al ángel queha sido descamado como un pez. ¿Son del cielo? ¿De dónde carajo han aparecido?¿Quién los llamó? ¿Se llevan al pariente? Sí, ahí está el pálido, el pariente que gira en su flor de vida para que lo vean triunfar en el mercado. ¡Si! Es el dios sin nombre el que ha gritado:

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“Que venga acá el que se llama lirio sumergido en lo podrido”. El pariente deja sobre la mesa lo vendido y se marcha con el diossin nombre, con el ángel escamado.

¿Quién llora el despojo que no es ónix, coral o bosque? ¿Qué habitante con carnes puede ser el deudo que clama a su difunto y luego ríe y luego gime y luego dice adiós sin encontrar la primavera?

¿Conoces, tú, lector, esa llama que chispa tras chispa se goteahasta que la brisa de un sólo abrazo la mete en sus entrañas?

El extinto entra a la luz y es de sombra. Voz del mudo entre la nada, oscuridad que olvida los pasos sin destino y la inmersión del navegante hacia lo eterno se torna en una espiga que se parte por sí misma. Ahí se arrinconan los muertos, en el costado donde el alma arponeada pierde todas sus presencias.

Ellos cantan a su propio fuego que se mezcla con el agua.

Volátiles como la hoguera que se mete en otra hoguera, los muertos, los muertos duermen eternamente con un ojo abierto y el otro picado por el escaramujo y la lengua de la sombra.

Humo y una memoria desaguada en el abismo donde los murciélagos pierden la esperanza.

Los muertos asoman una hojita de hierbabuena entre su boca. ¿Qué mal olor espantan con el verde?¿Qué buenas nuevas nos trae su clorofila?

Su máxima está en quitar la peste que el crepúsculo otorga a los vivos., Frágil el suspenso que separa el aquí de la vana espe-ranza...

Hay que responder a cada muerto con un hasta siempre y encerrar su “nunca más” en la inmensidad de los andrajos que deja la vida,y decirle que tranquilo, que vaya en paz,que todo se ha vendido en el mercado.

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L A A L E G R Í A D E L E E R

Visión totalizadora arriesgada, pero necesariaEduardo Márceles DaconteLos recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de ColombiaPublicultural, Bogotá, 2009.

Álvaro Medina

A través de la segunda mitad del siglo XX, Eduardo Márceles Daconte ejerció en Colombia la crítica de arte con la intensidad y la dedicación que esta ambiciosa investigación nos recuerda. Al publicar sus ensayos sobre las artes visuales, presentados aquí de manera parcial, ya que los ha distribuido en tres volúmenes y éste es apenas uno de ellos, el autor ha preferido ser totalizador en vez de selectivo, dentro de los criterios que ha sabido fijar

para dar cohesión a Los recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de Colombia.

Esta visión totalizadora es arriesgada, pero necesaria. En general, se prefiere escoger las mejores páginas de una fructí-fera carrera. Es el tipo de deci-sión que se toma teniendo en cuenta, además, que los artistas que un día prometieron aportes mayores nunca llegaron a ellos y que en toda actividad hay aban-donos, si no del oficio, al menos sí de los postulados, de los conceptos o de las teorías que un día le dieron la razón de ser a exposiciones y obras.

Si algunos pueden repro-char que el contenido de este volumen sea profuso, me parece innegable, por otra parte, que sus artículos ofrecen la ventaja de erigirse en el testimonio de un período histórico específico. Para conseguirlo, Márceles Daconte procuró abarcar ese momento en toda su extensión, casi se

diría que sin dejar resquicio sin revisar, acucioso de someter a análisis a los artistas que, a su juicio, trabajaban dentro de los parámetros de profesionalismo que él juzgaba incontrovertibles y valederos.

Este tipo de investigación es rara en Colombia y bastante falta hace a la hora de querer elaborar una historia documen-tada del arte. En la actualidad, al abordarla, no basta dar los datos biográficos de un artista y definir a grandes rasgos las particularidades de su obra. Un artista también es lo que, a favor o en contra, se opina de lo que exhibe en determinado momento. Márceles Daconte abunda en opiniones que toca leer y evaluar, de modo que su esfuerzo es válido, incluso en el caso de nombres hoy familiares a nosotros, pero ante los cuales, asombrada, la posteridad inda-gará por la suerte que pudieron correr.

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¿Cuántos artistas trabajaban en Colombia cuando los primeros artículos aparecieron en suple-mentos, revistas y catálogos? No es fácil precisarlo, pero es factible calcular que eran casi mil. Un siglo antes, redondeaban los cincuenta. Quiere decir que Márceles Daconte intentó ponerse a tono con la cantidad, pero indagando por la calidad, hasta llegar a incluir, en época reciente, a un substancial grupo de artistas más jóvenes que, en su opinión, se destacan en el ámbito de esta región de Colombia.

El balance es personal y pensado con la idea de comu-nicar la mayor cantidad de información útil, que el autor pondera con sus reflexiones sobre las diferentes posiciones conceptuales y estéticas que se iban revelando paso a paso. En cuanto a la investigación, si no es exhaustiva, tiene el mérito

de parecerlo, y esto es algo que apreciarán mejor los historia-dores de las generaciones por venir. Los recursos de la imaginación: Artes visuales de la región andina de Colombia contiene algunos textos de carácter histórico, elabo-rados como ágiles resúmenes de lo sucedido alrededor de una determinada orientación plás-tica (véanse los artículos sobre el expresionismo o la abstracción, por ejemplo), o de un medio (la fotografía, la escultura, el humor gráfico), o de un tema (la flora, el bodegón, la imagen de Bolívar), a los que se agregan ensayos de definiciones regionales (las artes en Santander y de modo más específico en Bucaramanga) o de presencias activas allende las fronteras (un completo y perti-nente estudio sobre los nume-rosos artistas colombianos resi-dentes en el extranjero).

Es de anotar que Márceles Daconte ha escrito también sobre la actividad teatral en Colombia, que en su momento siguió de cerca con una dedicación y un interés semejante al que lo hacía deambular por galerías y museos. Viajero incansable, narrador, cronista y crítico, las páginas de este libro cierran con una entre-vista a Marta Traba que posee, por las ideas que expone y las aclaraciones que hace quien fuera nuestra más prestigiosa y acatada crítica de arte, la densidad sufi-ciente para creer que algunas de las declaraciones recogidas serán muy citadas. Con ese jugoso diálogo entre críticos, Eduardo Márceles Daconte le estampa el sello apropiado al plan tota-lizador que este necesario libro pone en juego.

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L A A L E G R Í A D E L E E R

Historia cuantitativa e institucional

Salomón KalmanovitzNueva Historia Económica de ColombiaTaurus, 2010

Desde hace ya casi cuarenta años, Salomón Kalmanovitz ha estado estudiando la historia económica de Colombia a la luz de la teoría económica y los problemas contemporáneos del país. Inicialmente lo hizo desde el marxismo. Más recientemente, lo ha hecho desde el instituciona-lismo, tal como lo ha promovido Douglas North y desde la nueva economía política, al estilo de la que practican Daron Acemoglu y sus asociados. En cualquier caso, ese interés por la teoría ha estado acompañado por una gran preocupación por la evidencia empírica y el rigor a la hora de tratar constatar las diferentes hipótesis de trabajo. Quizá es en este punto en donde más se diferenció Kalmanovitz de la mayoría de los economistas que, en la década de 1970, aceptaron

los grandes paradigmas entonces en boga, como el marxismo o la dependencia.

Con su reciente obra, Nueva Historia Económica de Colombia, Kalmanovitz ratifica que en nuestro país los estudios en este campo atraviesan por un época de buena producción, pues en la última década se ha publicado una gran cantidad de trabajos de muy buena calidad. Con el equipo de trabajo que conformó para esta obra, entre quienes se encuentran Edwin López, Enrique López, Carlos Brando, Carlos Alberto Jaimes y José Vidal, Kalmanovitz ha logrado sintetizar de una manera cohe-rente una serie de trabajos en los distintos tópicos de la historia económica colombiana.

La prosa es ágil y el texto incluye muchos gráficos y

cuadros, lo cual hace más fácil la lectura. No está recargado con detalles analíticos o econo-métricos, por lo cual pienso que su público puede incluir a todo estudiante universitario o profe-sional que se interese en el tema, sin que necesariamente conozca la teoría económica o la historio-grafía económica colombiana.

La obra se concentra en el periodo republicano. Del total de 17 capítulos que tiene, 15%, se refieren a los siglos XIX y XX. El primer capítulo describe la economía en el periodo preco-lombino, concentrándose sobre todo en el comercio entre las diferentes regiones de lo que hoy es Colombia, sin mayor análisis cuantitativo. En el segundo capítulo, se sintetiza el periodo colonial, tratando temas que brindan una visión panorámica

Adolfo Meisel Roca

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de la evolución de la población, la producción de oro a través del tiempo y las cuentas fiscales.

Llama la atención que en el capítulo 2 del libro no se haya desarrollado acerca de la confor-mación de la estructura agraria en el periodo colonial, el régimen de propiedad de la tierra y las relaciones laborales. Esto resulta muy llamativo ya que en trabajos previos Kalmanovitz ha estu-diado estos temas en gran detalle. Además, el énfasis en la impor-tancia de las instituciones como determinantes de largo plazo del crecimiento económico es uno de los aspectos centrales en la argumentación de este libro. Por esa razón, resulta sorprendente el menor énfasis que se le otorga al desarrollo de las instituciones agrarias en ese capítulo.

Tal como lo hemos señalado el grueso del libro se concentra en la independencia y el periodo republicano. También aquí hay un sesgo, pues sólo tres capítulos se refieren al siglo XIX y 12 al siglo XX.

Los capítulos del siglo XIX tienen varias contribuciones importantes, pero en particular resaltaré los que trae el número 3, titulado “La Independencia y la economía en el siglo XIX”. Allí los autores presentan cálculos, un tanto a mano alzada, del producto interno bruto colombiano desde 1800 hasta 1905. Este es un primer intento de caracterizar la evolu-ción global de la producción, para lo que se hicieron cálculos más o menos desagregados para algunos años, como 1800, y en la mayoría se hacen extrapola-

ciones combinadas con la intui-ción económica y la información de tipo más cualitativa. Estos procedimientos despiertan, entre algunos historiadores económicos, cierta prevención. Personalmente pienso que son una aproximación que, por lo menos, establece un orden de magnitudes sobre la cual se puede discutir de manera más precisa. Además, sospecho que trabajos posteriores van a corro-borar a grandes rasgos los resul-tados de Kalmanovitz, aunque es posible que los corrijan para algunos subperiodos y otros detalles puntuales, pero sin un cambio dramático en el orden de magnitudes.

El periodo mejor tratado es el siglo XX, con 12 capítulos. En parte ello corresponde a que es el siglo para el cual hay mejor infor-mación cuantitativa y la estruc-tura económica, la economía de mercado, se ajusta mejor a las herramientas de la nueva historia económica. Considero que existe otra razón: se trata del periodo sobre cuya historia económica han aportado más los economistas en las dos últimas décadas y, además, corresponde a los años que Kalmanovitz ha investigado a profundidad en el último decenio.

Quiero señalar que para mí resulta una sorpresa que no se le hubiera dado relevancia al desa-rrollo del sistema de transporte en el siglo XX, sobre todo que se mencionó varias veces en el texto como uno de los mayores obstáculos al crecimiento econó-mico durante el XIX, el cual solo vino a ser superado a partir

de de la década de 1930. Esto es especialmente curioso si se tiene en cuenta que hay trabajos muy sólidos sobre el desarrollo del sistema de transporte terrestre, como el de María Teresa Ramírez sobre los ferrocarriles y el de Álvaro Pachón, sobre el trans-porte por carreteras.

Para concluir, resalto que la Nueva Historia Económica de Salomón Kalmanovitz y sus asociados es, a la fecha, la mejor síntesis de los avances logrados por la historiografía económica nacional en las dos ultimas décadas. Tiene la ventaja de estar escrita de manera clara, sin jerga y sin tecnicismos. Además, nos da una buena visión global de la evolución del producto interno bruto colombiano y sus compo-nentes en los dos primeros siglos de vida independiente.

Tal vez su principal limitación es la síntesis demasiado breve de los tres siglos de vida colo-nial, que fue cuando se forjaron las instituciones que han deter-minado el sendero seguido por la economía colombina desde 1810. En parte, ello es un reflejo de lo poco que hemos trabajado los economistas en el estudio de nuestra economía colonial. Al menos tres factores han frenado las incursiones de los econo-mistas en el periodo colonial. La primera es la noción equivo-cada de que hay muy poca infor-mación cuantitativa. Esto es completamente falso. De hecho hay más información económica para los siglos coloniales que para el siglo XIX. La razón es que en ese siglo hubo que cons-truir un estado de manera muy

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lenta, mientras que la burocracia española era muy organizada a la hora de recoger la informa-ción que requería sobre ingresos fiscales, producción, comercio y población, entre otras. Esa información se encuentra en los archivos de Colombia y España y es necesario reconstruirla desde las fuentes primarias, un trabajo dispendioso y poco valorado dentro de la cultura del atajo que es tan común en nuestro medio. Un segundo obstáculo, que no

debe resultar demasiado difícil de subsanar, es que se requiere un buen conocimiento de las insti-tuciones económicas y sociales de la colonia, pues resultan muy diferentes de aquellas con las cuales están familiarizados los economistas. Por último, para poder leer las fuentes primarias, para los siglos XVI y XVII, es necesario conocer paleografía, pues de otra manera los textos resultan ilegibles. Se necesita, pues, que los futuros historia-

dores económicos se familia-ricen con esa técnica de lectura.

No me queda sino felicitar al profesor Salomón Kalmanovitz y su equipo de trabajo por esta obra a la cual invito a acercarse a todos aquellos que quieran conocer mejor sobre cómo se ha formado la economía colom-biana. Aquí encontrarán el estado del arte en un lenguaje directo y sin barroquismos técnicos o teóricos.

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L A A L E G R Í A D E L E E R

La más ambiciosa crónica de la parábola vital y literaria de nuestro Nobel

Gerald MartinGabriel García Márquez Una vida.Tr. del inglés de Eugenia Vásquez Nacarino. Random House Mondadori, Bogotá, 2009.762 pp.

El académico británico Gerald Martin nos ha adelantado, con Gabriel García Márquez. Una vida, la versión abreviada, en 762 páginas, de la obra en progreso que viene construyendo desde 1990 y que, según él, terminará, si acaso, el último de sus días. Mientras tanto, ya contamos - fruto de cientos de entrevistas a personajes de la más variada condición, de una exhaustiva labor de acopio documental, del conocimiento ejemplar del tema y una acertada visión del oficio de biógrafo- con la más ambi-ciosa crónica de la parábola vital de nuestro premio Nobel de literatura y un jugoso relato de cien años que también lo es de nuestra particular historia.

No obstante, varios meses después de su publicación, pese a los promocionados lanza-mientos, el éxito en las ventas, la significativa trayectoria profe-sional y la evidente simpatía que despierta el autor y, sobre todo, a la relevancia del tema, la impre-sión que persiste es la de que el libro se ha leído en todos lados, menos en Colombia. Y es que a diferencia de lo publicado, por ejemplo, en México o España, no ha habido aquí un ensayo, un estudio, una valoración impor-tante, acorde con la magnitud del trabajo de Martin. Si bien han circulado reseñas, comenta-rios, opiniones, ¿quién ha leído el libro en serio, quién ha dicho algo que valga la pena o que, al

menos, sirva de contrapunto y contribuya de manera signifi-cativa a redondear la tarea de análisis y comprensión de la vida y la obra de García Márquez que propone el biógrafo? La pobre recepción colombiana de la obra no trasciende el comentario en tono menor de sabor (y saber) local, el recuento anecdótico, el chisme caliente, la envidia desvergonzada y el codazo sola-pado.

Por eso ahora es cuando más lamentamos la temprana muerte de Jorge García Usta y saber que ya no contamos con la que hubiera sido su lectura -siempre distinta, original, inteligente- y su autorizada opinión sobre esta biografía de García Márquez

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que, entre tantas otras cosas discutibles, sostiene que Gabo empezó a escribir La hojarasca en Barranquilla y no en Cartagena.

Mientras aparece la reseña verdaderamente crítica que sitúe y valore a fondo, como lo merece, el trabajo de Martin, quisiéramos abordar un primer nivel de acercamiento a la obra, a la manera de notas de lectura al margen, relacionadas con la edición en español, para señalar alguna errata y varias pifias gramaticales y gazapos evidentes, con la esperanza de contribuir a que la edición definitiva de esta biografía y el esperado libro de fondo que algún día finalizará Gerald Martin salgan sin deta-llitos que tal vez sean de poca monta para un lector extranjero, aunque minan injustamente la grandeza de la tarea propuesta y la meritoria labor cumplida por el biógrafo.

Veamos:p. 29: “(…) el sol de la

costa Atlántica al norte de Colombia…” (Al norte de Colombia lo que encontramos es el sol y la costa del Mar Caribe; el Océano Atlántico, propia-mente dicho, está más arriba de las Antillas.)

p. 61: “(…) Tranquilina hacía dulces en una gran cubeta de acero” (Una muy desafortu-nada traducción; ese recipiente redondo donde doña Tranqui-lina hacía la jalea de guayaba se llama paila, es de cobre y lo vendían los gitanos.)

p. 96: “(…) con ciénagas y jungla a ambos lados;” (En mi época jungla era un anglicismo; se repite en las pág. 97, 99,156,

246,…; en español castizo, selva.)

p. 97: “Se cultivaban también bananas” (Mejor el mascu-lino bananos, de los que Mr. Herbert se comió dos racimos la primera vez que los probó. Y no nos recuerden más aquello de “banana republic.”)

p. 105: “[En Bogotá] todos llevaban ponchos” (Quienes las hacen y quienes las usan, en la sabana cundiboyacense, las llaman ruanas)

p. 135: “(…) las cosas (…) empezaron a ir a mejor” (¿a mejorar?)

p. 139: “(…) la sede del estado de Cundinamarca” (La divi-sión política de Colombia es en departamentos y no en estados.)

p. 150: “Entre las relaciones más destacadas que cultivaba cabe destacar” (Repetición que se destaca.)

p. 159: “Zapata Olivella (…) había nacido en Cartagena” (En verdad en Lorica, Córdoba.)

p. 159: “(…) La Paz, en las estri-baciones de la Sierra Nevada” (Si bien está frente a la Sierra, La Paz está ubicada al otro lado del río Cesar, más cerca de la Serranía de Perijá.)

p. 161: “(…) efervescente puerto marítimo de Barran-quilla” (Por más que se quiera otra cosa, Barranquilla es puerto fluvial.)

p. 161: “(Barranquilla en 1950) rozaba el medio millón de habi-tantes” (Está bien que se magni-fique el capítulo barranquillero de Gabo, pero no que se le doble la población a la ciudad; es más ajustado a la realidad hablar de

unos 220.000 habitantes para la época.)

p. 166: “(…) no decía tacos” (Localismo; pronunciar vulgari-dades, palabrotas.)

p. 166: “(…) era un fornicador (…) regular” (¡Gabo mal polvo!, o ¿“tirador” frecuente?)

p. 168: “(…) un largo período de tiempo” (¿período de otra cosa?)

p. 169: “Llegaron a Araca-taca y caminaron por las calles desiertas, procurando protegerse a la sombra de los nogales.” (No hay nogales en Aracataca ni en Macondo. Esos son los “almen-dros centenarios” que aparecen amorosa y nostálgicamente citados en la obra de Gabo; el nogal es el árbol emblemático de… ¡Bogotá!)

p. 172: “(…) la cultura del inte-rior Atlántico” (¡Qué cuentos! esa es la cultura de La Provincia del Magdalena Grande.)

p. 180: “De hecho, 1947 fue el año en que García Márquez se graduó de Zipaquirá.” (El grado de bachiller fue en diciembre de 1946. En 1947 Gabo estaba en Bogotá, matriculado en la Universidad Nacional. ¿Qué será eso de graduarse de Zipaquirá?)

p. 190: “Escalona llevó a su amigo (…) a conocer a los trova-dores camperos” (Esta expre-sión es imperdonable entre los vallenatólogos que nos hablan de juglares, como los de España en la Edad Media.)

p. 198: “El director de El Espectador era [en 1954] José “Mono” Salgar” (Craso error: don Guillermo Cano.)

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p. 201: “(…) se hizo asiduo del cine club de Bogotá” (En realidad, cine club de Colombia.)

p. 207: “Chocó, un depar-tamento no urbanizado con amplias zonas verdes” (Pareciera que se hablara de un conjunto residencial. Tal vez sea más apropiado: poco poblado y con extensas zonas selváticas)

p. 229: “(…) casi dos años exactos.” (Casi una contradic-ción exacta.)

p. 235: “(…) una perspectiva casi cinemática” (¿Será cinema-tográfica? Se refiere a la imagen, no al movimiento.)

p. 243: “(…) céntimos” (Angli-cismo; esos son los famosos 5 centavos que a Gabo siempre le hacían falta)

p. 244: “(…) andábamos a la greña” (Modismo por disputa, pelea, rencilla)

p. 254: “Tras el telón de acero” (La traducción al español debe ser La cortina de hierro, pues así se respeta el título que el propio García Márquez dio a sus crónicas sobre ese viaje.)

p. 293: “(…) el padre Torres tomaba parte activa en las comu-nidades marginales de Bogotá y cada vez se sentía más alienado de la jerarquía eclesiástica tradi-cional” (¿Será alejado de? o ¿alienado por?)

p. 313: “(…) estar sin blanca” (Modismo para decir que se está sin dinero.)

p. 313: “(…) fueron a derechas” (Modismo; ir por el camino correcto.)

p. 398: “(…) le debía de ir aburriendo” (Le aburría.)

p. 449: “(…) una prensa completamente estadista” (¿será estatal?, ¿oficialista? Estadista Barack Obama.)

p. 484: “(…) el mal fario” (Modismo gitano; que trae la mala suerte.)

p. 507: “(…) se vuelven las tornas” (Modismo; se invierten los papeles.)

p. 516: “(…) dinero capitalista” (¿?)

p. 523: (…) lo que tan a menudo ha dicho García Márquez: que su relación con el cine es una especie de matrimonio desgra-ciado” (La frase de Gabo es distinta y menos patética: “(…) un matrimonio mal avenido”)

p. 529: “(…) la práctica tota-lidad de América Latina” (¿Será “prácticamente la totalidad”?)

p. 546: “(…) Unión Patriótica (antiguos militantes de las (…) FARC)” (Este fue el falso y criminal argumento de quienes idearon, patrocinaron, permi-tieron o justificaron el asesinato de más 4.000 dirigentes y mili-

tantes de la U.P., ninguno de ellos ex guerrillero o cosa pare-cida.)

p. 586: “(…) todo el perio-dismo debe ser investigado por definición” (Será investigativo o investigador; sujeto y no objeto de la acción.)

p. 616: “Después de que hubimos hablado” (¿hablamos?)

p. 649: “(…) la época de GGM en el colegio San Juan” (Es el San José de Barranquilla.)

p. 651: “La cumbia más popular en Colombia, compuesta años después, se llama “Colegiala.”” (Ni cumbia ni la más popular; puro “chucuchucu”)

p. 652: “Alfredo López Michelsen” (Pasémosla por errata: Alfonso.)

Esta breve antología de desatinos de diverso orden, deja una inquietud: ¿tampoco leyó el libro a quien el autor resalta en los agradecimientos como “nuestro brillante asesor lingüís-tico, el novelista colombiano Juan Gabriel Vásquez”? Si lo hizo ¿por qué no revisó con el cuidado y la diligencia debidos, como se esperaba de él, el texto traducido en mala hora, y como La mala hora en su momento, al español de la Madre Patria?

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N O T I C I A S

NOTICIAS AGUAITA

El Observatorio renueva su portal Web!

El pasado 5 de Junio, a propósito del día del medio ambiente, el Observatorio habilitó, para consulta del público en general, un renovado portal Web, el cual busca fortalecer la red de investiga-dores sobre el Caribe Colombiano, aportándoles herramientas virtuales que faciliten su interacción y el acceso al conocimiento que se produce sobre la región.

Esta renovación logró:

• Disponibilidad de segunda lengua• Navegación y diagramación mejoradas• Memorias para imágenes, videos, música

y documentos• Reorganización de Contenidos• Técnicas WEB 2.0 y AJAX• Suscripciones a contenidos y RSS• Graficas dinámicas• Compatibilidad con el estándar W3C• Técnicas SEO aplicadas

El Portal del Observatorio es visitado diaria-mente por mas de 1.000 personas provenientes de diversos continentes ampliando así nuestra cober-

tura a nivel nacional e internacional. El portal además permite que se conozcan más de 100 publicaciones en formato electrónico y rescata material fotográfico y literario.

Coloquio “Perspectivas del Caribe: conocimiento, sociedad, economía e institucionalidad”

El pasado 14 de abril tuvo lugar en Cartagena el Coloquio “Perspectivas del Caribe: conocimiento, sociedad, economía e institucionalidad” organi-zado por el Observatorio del Caribe Colombiano. El evento contó con la asistencia del Director General de Colciencias Dr. Juan Francisco Miranda, a quien se le hizo un reconocimiento por su apoyo y gestión hacia el Observatorio del Caribe, acto que estuvo a cargo del Presidente del Consejo Directivo del Observatorio Dr. Herman García Amador.

En su intervención, Miranda expresó que se han logrado importantes avances en la región en lo referente al programa estratégico de erosión costera, la creación de capacidades en los centros de investigación de carbón y ganadería, el forta-lecimiento del Observatorio del Caribe, la forma-

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ción de investigadores, y la cooperación con las entidades territoriales y las Cámaras de Comercio.

El director del organismo que promueve las polí-ticas públicas de ciencia y tecnología en Colombia también invitó a los gobiernos regionales a que apuesten por los mecanismos de regionalización de inversiones en este campo, que están contem-pladas en la Ley 1268 de Ciencia y Tecnología.

“Los gobiernos regionales deben invertir y presentar proyectos que se pueden financiar con regalías indirectas, ahora tenemos instrumentos regionales para impulsar un desarrollo basado en el conocimiento”, subrayó Miranda.

Para el funcionario existe el reto de priorizar las áreas donde se quiere generar conocimiento, e insistió en la necesidad de que se construya un aparato productivo que demande conocimiento por encima de cualquier otro recurso.

La síntesis y las conclusiones del coloquio estuvieron a cargo del Dr. Antonio Hernandez Gamarra, Director Académico del Observatorio, quien expuso las bases para lograr el objetivo de disminuir la pobreza en la Región del Caribe Colombiano. Para el Dr. Hernández se requieren cuatro condiciones básicas para el logro de este objetivo: más equidad, mayor competitividad, mejores instituciones y más conocimiento.

Presentación de la Plataforma Virtual “Sistema de Indicadores de Desarrollo de la región Caribe Colombiana”

En el Coloquio del pasado 14 de Abril se presentó la Plataforma virtual “Sistema de Indicadores de Desarrollo del Caribe Colombiano”, proyecto financiado por Colciencias y el Grupo Banco-lombia. Esta herramienta virtual, es el resultado del esfuerzo de un grupo de investigadores del Obser-vatorio del Caribe Colombiano, que durante varios años ha venido trabajando en tres temas estraté-gicos para el desarrollo regional: la competitividad de las ciudades del Caribe colombiano, el segui-miento de los objetivos de desarrollo del milenio y el cumplimiento del Compromiso Caribe

El sistema de indicadores de desarrollo de la Región Caribe colombiana, cuyo diseño técnico fue elaborado por el grupo de investigación E-soluciones de la Universidad de Cartagena es también un paso más del Observatorio del Caribe colombiano para fortalecer su presencia regional y su quehacer investigativo, y contribuir al fortaleci-miento del sistema de ciencia, tecnología e innova-ción en la Región Caribe. Este sistema ofrece:

Un seguimiento a la agenda de desarrollo • contenida en el Compromiso Caribe, para lo cual ha desarrollado un sistema de in-dicadores relacionados con los puntos del Compromiso. Cifras e indicadores sobre la situación • competitiva de 22 ciudades de Colombia, incluidas las ocho capitales del Caribe co-lombiano. Una herramienta de simulación que permi-• te a los usuarios estimar los cambios que tendría las ciudades en el ranking de com-petitividad en caso de que se modifique al menos uno de los valores de los indicado-res analizados. Una base estadística de diversas fuentes • sobre el estado de la región y sus depar-tamentos y municipios frente a los ODM, que permitirá monitorear los avances o re-trocesos en este campo.

La idea de esta plataforma tiene sus orígenes en la firma del Compromiso Caribe (nombre de la declaración firmada el 2 de noviembre de 2007 al clausurarse, en Barranquilla, la sesión final del

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Taller del Caribe Colombiano). Luego de este evento, el Observatorio del Caribe Colombiano convocó a los directores de investigación de las Universidades del SUE Caribe, y les propuso que fueran los grupos de las universidades con líneas de investigación relacionados con temas de desa-rrollo regional, los que participaran en la evalua-ción del Plan de Desarrollo de cada departamento, frente a los puntos acordados en el Compromiso Caribe. De allí es donde surge el proyecto de cons-trucción de una plataforma virtual, que tuviese información actualizada para la región Caribe, sus departamentos y municipios, acerca de un sistema de indicadores relacionados con los puntos del Compromiso, y especialmente de dos de ellos: el cumplimiento de los Objetivos de Desarrollo del Milenio y los avances en Competitividad.

Actualmente, se trabaja en la ampliación de los indicadores incluidos en la plataforma, incorpo-rando un módulo de indicadores fiscales. Esta ampliación se justifica el hecho de que el segui-miento al Compromiso Caribe se realiza con base a las metas establecidas en los planes de desarrollo, por lo cual es necesario contar con indicadores que permitan evaluar el desempeño (dependencia de las transferencias, generación de recursos propios, capacidad de ahorro y deuda pública, entre otros) y la gestión (capacidad administrativa) de las admi-nistraciones departamentales y de los municipios mayores del país, de tal forma que se cuente con información veraz y oportuna sobre la generación, manejo y uso eficiente, responsable y transparente de los recursos públicos, especialmente de los correspondientes a las regalías, en los municipios donde hay explotación de recursos naturales no renovables.

El Compromiso Caribe en la web 2.0

El Observatorio prepara para el mes de septiembre la exposición en la web de los alcances del compromiso Caribe en las ciudades capitales y los demás municipios de la región, con lo cual la comunidad podrá participar activamente bien sea conociendo los alcances, agregando valor a los mismos o discutiendo acerca de sus resultados.

Seminarios - Taller de Indicadores de Competitividad e Indicadores Fiscales

El Observatorio del Caribe Colombiano realizó los días 25 y 26 de febrero dos seminarios - taller sobre indicadores de competitividad e indicadores fiscales, respectivamente.

El evento de competitividad tuvo como objetivo mejorar la metodología de cálculo del Indicador Global de Competitividad, con el fin de obtener resultados más robustos en la medición.

La agenda del día inició con una presentación general del Indicador Global de de Competitividad por parte del equipo investigador del Observatorio del Caribe Colombiano. Posteriormente, expertos regionales y nacionales que asistieron al evento realizaron comentarios y propuestas de mejoras a los indicadores de cada uno de los factores que hacían parte de la medición.

El evento concluyó con una discusión sobre el Análisis de Componentes Principales de los rangos ACPR, metodología empleada para la construc-ción del ranking de competitividad de las ciudades colombianas.

Por otra parte, el seminario – taller sobre indi-cadores fiscales estuvo orientado principalmente a investigadores y funcionarios de las áreas de Hacienda y Planeación de los gobiernos munici-pales y departamentales.

Este evento fue dirigido por el economista Luis Hernando Barreto Nieto, experto en macroeco-nomía y finanzas públicas, y con amplia experiencia en diseño, formulación, seguimiento y análisis de políticas públicas.

El objetivo de la actividad fue presentar y discutir un modelo de indicadores que permita hacer seguimiento al desempeño y gestión fiscal de los departamentos del Caribe colombiano, de

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las ciudades capitales y de una muestra representa-tiva de municipios de la región. Estos indicadores podrán ser consultados en el Sistema de Indica-dores de Desarrollo de la Región Caribe Colom-biana el próximo mes de septiembre.

La red Ocaribe se renueva

La red Ocaribe coordinada por el Observatorio, aglutina un significativo grupo de investigadores e instituciones que se ocupan del estudio del Caribe colombiano desde diversas perspectivas.

La Red Ocaribe se renueva con mayor interacti-vidad: a través de una plataforma de colaboración permite crear grupos de trabajo y sus integrantes aportan trabajo intelectual a un proyecto con un objetivo común al grupo. Con este modelo inno-vador de trabajo, le invitamos a que se inscriba a través de nuestra web www.ocaribe.org/red/

Premio a la innovación en TIC 2000 región caribe colombiana

Entre el 20 de mayo y el 8 de junio de 2010 estuvo abierta la primera Convocatoria del concurso “Proyectos Innovadores de Aplicación de TIC en la Región Caribe 2010” realizada por el Ministerio de Tecnologías de la Información y las Comunica-ciones y El Observatorio del Caribe Colombiano. Recibiéndose 80 proyectos provenientes de 76 instituciones nacionales y territoriales que están aplicando las TIC en la región Caribe.

De los proyectos recibidos, 66 cumplieron con los requisitos fijados en los términos de referencia.

Los resultados de la convocatoria dieron como ganadores a los siguientes 3 proyectos:

Red Telemática de Conocimiento “Sincé • Digit@L”, de la Alcaldía de Sincé y la Cámara de Comercio de SincelejoCartagena Crece Innovando, de CINTEL • y la Fundación PROBOQUILLA Sistema de Riego por Goteo Controlado • por Computador y Vía Celular, del SENA Regional GuajiraDe igual manera se otorgo mención de • honor a los siguientes 6 proyectos: implementación de servicios de teleme-• dicina de baja y mediana complejidad en IPS ubicadas en diferentes regiones del territorio colombiano incluida la región Caribe, de la Fundación Cardiovascular de Colombia

El folclor popular (oral) Cereteano visto desde las narraciones de los niños, con la ayuda de las TIC, de la La Institución Educativa Dolores Garrido de González.

Plataforma de tecnologías de la información y comunicaciones (TIC) para propiciar la orga-nización y colaboración en los actores del sistema general de seguridad social en salud (SGSSS), de la Universidad Simón Bolívar

Diseño e implementación de los bancos de objetos de aprendizaje institucionales de las Universidades de Córdoba, Pontificia Boliva-riana (Seccional Montería) y del Sinú para inte-grar las mediaciones tecnológicas y pedagógicas a los procesos educativos, de la Universidad de Córdoba, la Universidad Pontificia Bolivariana y la Universidad del Sinú.

Sincelejo Digital - “Las TICs como factor deter-minante para aumentar la competitividad y dismi-nuir la pobreza”, de la Alcaldía de Sincelejo y la Cámara de Comercio de Sincelejo

Plataforma de tecnologías de la información y las comunicaciones (TIC s) para propiciar la orga-nización y colaboración en los actores del sector turístico en el Caribe colombiano, de la Univer-sidad Simón Bolívar

El Jurado seleccionado estuvo integrado por personas con destacada formación académica y amplia experiencia profesional en el área de las Tecnologías de la Información y las Comuni-

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caciones, con el propósito de asegurar la mejor evaluación y acertar en la entrega de estos premios. Las 3 personas del jurado son:

Maria Juliana Tobón, magister en ciencias polí-ticas y asesora del observatorio observando tic de la Corporación Colombia digital.

Luis Hernando Gutierrez, doctor en economía y profesor titular de la Universidad del Rosario

Nicola Stornelli, comunicador social, locutor y promotor de radio y televisión, director ejecu-tivo de la fundación puerto digital de Valledupar y asesor de la vicerrectoría de investigaciones de la Universidad del Cesar.

Proyectos Ganadores

Cartagena Crece Innovando – Fundación Proboquilla –Cintel

Sincé Digital- Cámara de Comercio de Sincelejo

Proyecto de riego por goteo -Sena Regional Guajira

La premiación de los ganadores se realizó el pasado 22 de Julio, en el Centro de Convenciones de Cartagena, acto presidido por el Ministro de Tecnologías de Información y Comunicaciones del Dr. Daniel Enrique Medina Velandia. En el marco de este evento se realizó la presentación de la conferencia “Perspectivas de las TIC en la región Caribe Colombiana”, a cargo de la Dra. María del Rosario Guerra. Además, el ingeniero Julio Rodrí-guez, de la Universidad de Cartagena, realizó la presentación del taller virtual sobre Oportunidad de Formación en TIC, al cual se puede acceder a través del portal del Observatorio.

Jaime Manrique Ardila, escritor invitado a Leer el Caribe 2010

El narrador, poeta y ensayista Jaime Manrique Ardila nació en Barranquilla pero reside desde muy joven en Nueva York, donde ha forjado una destacada carrera literaria que le ha valido el reco-nocimiento de la crítica y numerosos galardones, entre ellos el Internacional Latino Book Award (Mejor novela, ficción histórica), recibido en 2007 por su libro Nuestras vidas son los ríos.

Jaime Manrique Ardila, escritor invitado a Leer el Caribe, el escritor dijo que “ser escogido para este importante programa representa un honor excep-cional, que acepto con humildad”.

Leer el Caribe es un programa concertado entre el Ministerio de Cultura, el Observatorio del Caribe Colombiano, el Banco de la República, la Univer-sidad de Cartagena, la Secretaría de Educación Distrital, la Red de Educadores de Castellano y el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena.

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La Obra De Manrique Ardila Jaime Manrique nació el 6 de junio de 1949

en Barranquilla, sin embargo buena parte de su carrera la ha desarrollado en Nueva York. Obtuvo una licenciatura en inglés de la Universidad South Florida en 1972 y luego participó en talleres litera-rios en la Universidad de Columbia con el escritor Manuel Puig, a quien considera su maestro.

En 1976 ganó el Premio Nacional de Poesía Eduardo Cote Lemus con el libro Los adoradores de la luna y en 1978 publicó El cadáver de papá, su cele-brado libro de cuentos. Un año más tarde apareció el libro de poesía Golpe de Dados. A partir de los años ochenta la carrera de Manrique se desarrolla en Estados Unidos. En 1986 se hizo ciudadano norteamericano.

La región Caribe colombiana en la Feria Internacional del Libro

El Observatorio del Caribe ha promovido la participación de la Región Caribe Colombiana en la 23ª Feria del Libro 2010 en Bogotá, uno de los 3 eventos editoriales más importantes de Latino-américa, que se realizará del 11 al 23 de Agosto.

El Observatorio ha invitado al Centro de Estu-dios Económicos Regionales del Banco de la

Republica, sede Cartagena y a las Universidades del SUE Caribe, miembros asociados del Obser-vatorio del Caribe Colombiano: Universidad del Atlántico, Universidad de Cartagena, Universidad de Córdoba, Universidad del Magdalena, Univer-sidad de la Guajira, Universidad Popular del Cesar y Universidad de Sucre.

En el marco de la Feria, el Observatorio también programó las siguientes Cátedras del Caribe:

1. “REGION CARIBE: LEY DE ORDENA-MIENTO TERRITOIAL”

Participantes:Dr. Jaime Castro CastroDr. Amilkar AcostaDr. Eduardo Verano De La RosaModerador: Dr. Edgardo Maya VillazonLugar; Salón De Greiff, Corferias, BogotáFecha: Jueves 19 de Agosto, 2010Hora: 11:00 – 13:00 horas

2. “ PROPUESTA FONDO COMPENSACION REGIONAL”

Conferencista:Dr Adolfo Meisel RocaPanelistas:Dr. Luis Armando GalvisDra. María Del Rosario GuerraDr. Juan Carlos RamírezDr. Mauricio OliveraModerador: Dr. Antonio Hernández GamarraLugar; Salón Porfirio Barba Jacob, Corferias, BogotáFecha: Viernes 20 de Agosto, 2010Hora: 11:00 – 13:00 horas

3. “LAS MUJERES EN LA NARRATIVA DEL CARIBE COLOMBIANO”.

Conferencista:Roberto Montes MathieuComentarios:Albio Martínez.Lugar: Auditorio Pabellón Bicentenario, Corferias, BogotáFecha: Domingo 15 de Agosto, 2010Hora: 16:00 – 16:45 horas 4. “POÉTICAS VISUALES EN EL CARIBE COLOMBIANO”.

Conferencista:Alvaro MedinaLugar: Auditorio Pabellón Bicentenario, Corferias, BogotáFecha: Martes 17 de Agosto, 2010Hora: 16:00 – 16:45 horas

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La importancia de ser Caribe: reflexiones en torno a un mal chisteErnesto Bassi Arévalo

Resumen A partir de un “chiste” realizado y celebrado en

la 37ª reunión de la Asociación de Historiadores del Caribe sobre la pertenencia de Cartagena y el Caribe colombiano a la región Caribe, el presente artículo analiza el proceso histórico de vincula-ción y desvinculación del norte colombiano a la región geohistórica caribeña. Luego de una breve reflexión en torno al concepto de identidad y una sección en la que se presentan diferentes defini-ciones del Caribe, el artículo se centra en entender la construcción de la identidad caribe en el Caribe colombiano, presentando las raíces históricas que sustentan dicha identidad, analizando la impor-tancia de ser caribe y evaluando el grado de arrai-gamiento que la idea de ser caribe ha alcanzado entre los habitantes de la región.

Abstract Taking as starting point a “joke” that was told

and celebrated in the 37th meeting of the Associa-tion of Caribbean Historians about Cartagena’s and Caribbean Colombia’s belonging to the Carib-bean region, this article analyzes the historical process that linked and later unlinked Caribbean Colombia from the geo-historic Caribbean region. After a brief reflection on the concept of identity and a section that presents different definitions of the Caribbean, the article focus on understanding the construction of Caribbean Colombia’s Carib-bean identity, presenting the roots that support that identity, analyzing the importance of being Caribbean, and evaluating the degree to which the idea of being Caribbean has become rooted among the region’s inhabitants.

Palabras claveCaribe, identidad, Caribe colombianoKey words:Caribbean región, identity, Caribbean Colombia

Fondo de Compensación Regional: Igualdad de oportunidades para la periferia colombiana

Luis Armando Galvis y Adolfo Meisel Roca

Resumen

En el presente documento se propone la crea-ción de un Fondo de Compensación Regional (FCR) para impulsar el desarrollo de la periferia de Colombia, la cual concentra más del 44% de la población total y el 60% de los habitantes con Nece-sidades Básicas Insatisfechas (NBI). Es impor-tante resaltar que el principio que debe orientar la política del FCR es el de contribuir al despegue

económico de la periferia, así como fomentar la igualdad de oportunidades para todas las regiones de Colombia. Esa igualdad de oportunidades no se ha logrado con las políticas de descentralización fiscal. Por el contrario, lo que sugiere la evidencia empírica es que los recursos están siendo asignados de manera regresiva, pues llegan en mayor propor-ción a las regiones de mayores ingresos, medidos éstos por el PIB per cápita. La propuesta del FCR para Colombia consta de dos tipos de programas. El primero es de nivelación de recursos entre las regiones del país, y un segundo componente que sería destinado a la financiación de proyectos de impacto regional. A través de un análisis de depen-dencias espaciales se seleccionaron las subregiones. A partir de allí, se estableció cuales son las más

R E S U M E N E S

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pobres, encontrándose que la periferia colom-biana está constituida por el corredor costero (Caribe y Norte de Santander más Pacífico) y la zona Oriental (Orinoquia y Amazonia). El obje-tivo principal del FCR es reducir las disparidades regionales de la periferia frente al resto del país. En cuanto a las fuentes de financiación se propone que el primer componente podría ser financiado con recursos provenientes del impuesto sobre la renta. El segundo componente estaría financiado con las regalías indirectas. Finalmente, es importante advertir que, más que una propuesta inflexible, lo que aquí se presenta es una primera aproximación, para que sirva como punto de partida de una amplia discusión y reflexión colectiva. De ese debate debe surgir una propuesta formalizada en un proyecto de ley que permita poner en práctica el FCR.

Palabras clave: Economía regional, Fondo de Compensación,

centro-periferia, distribución del ingreso.

AbstractThis document proposes the creation of a

Regional Compensation Fund (RCF) to improve the development prospects of Colombia’s peri-phery, which concentrates a more than 44% of the total population. At least 60% of the inhabi-tants of the periphery can be classified as poor,

according to the index Unsatisfied Basic Needs (UBN). It is important to stress that policies of the RCF policies are oriented towards achieving greater equality among the regions of Colombia. That equality is focused mainly in the opportuni-ties available for the people. Unfortunately, those opportunities haven’t been achieved with the poli-cies of fiscal decentralization. On the contrary, the empirical evidence suggests that the resources are being assigned regressively, in other words, in the regions where there is more income more resources are being assigned.

The RCF will have two main programs. The first one seeks to reduce inequalities in fiscal resources among the regions. The second compo-nent will finance projects of regional impact. The periphery is made up of the Caribbean and Pacific coasts and the Amazon and Orinoco regions, plus de department of Norte de Santander. Finally, it is important to draw attention to the fact that this proposal is only one of the possible approaches to solve this problem. Thus, it should be seen as a starting point for a national debate on how to reduce regional disparities, rather than as final draft.

Key words: Regional Economy, Compensation Funds,

Center- Periphery, Distribution of Income.

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A U T O R E S

Ernesto Bassi Aré[email protected]

Economista de la Universidad de Los Andes con maestría en Historia de América Latina del Instituto de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Londres y estudios de posgrado en Historia del Mundo Hispánico del Consejo Superior de Investigaciones Científicas de Madrid, España. Actualmente realiza estudios de docto-rado en la Universidad de California, Irvine, donde adelanta una tesis que explora las conexiones entre los puertos y costas del Caribe colombiano y los principales puertos del Caribe insular y el Atlán-tico norte durante la Era de las Revoluciones. Ha sido profesor del departamento de historia de la Universidad de Los Andes y pasante del Observa-torio del Caribe colombiano.

Alberto Abello [email protected]

Santa Marta, Magdalena. Economista de la Universidad Externado de Colombia. Magíster en Estudios del Caribe de la Universidad Nacional de Colombia. Ex director del Observatorio del Caribe Colombiano. Miembro de la red Ocaribe de investigadores. Actualmente es el Decano de la Facultad de Ciencias Económicas y Adminis-trativas y director de la maestría en Desarrollo y Cultura de la Universidad Tecnológica de Bolívar. Autor y compilador de varios libros entre los que se encuentran: La región y la economía mundial. Cedetrabajo. Bogotá. 1997; El Caribe colombiano, la realidad regional al final del siglo XX. Coordinador con Cecilia López Montaño. DNP. Observatorio del Caribe colombiano. Tercer Mundo. 1998; La Costa que queremos, reflexiones sobre el Caribe colombiano en el umbral del 2000. Coeditor con Cecilia López Montaño. DNP. Universidad del Atlántico, Obser-vatorio del Caribe colombiano. 1998; Directorio de profesionales para la investigación en el Caribe colombiano. Fonade. Observatorio del Caribe Colombiano.

1998; Estructura industrial del Caribe colombiano (19741996). Coautor y director de la investigación. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000. Pobla-miento y Ciudades del Caribe colombiano. Compilador conjuntamente con Silvana Giaimo. Observatorio del Caribe Colombiano. 2000; El Caribe en la Nación Colombiana; compilador. Memorias de la X Cátedra Ernesto Restrepo Tirado del Museo Nacional y el Observatorio del Caribe Colombiano. Bogotá (2006). exdirector de la revista Aguaita del Obser-vatorio del Caribe Colombiano. Asesor científico del Museo del Caribe (Barranquilla) y de la Casa Museo de García Márquez en Aracataca.

Joaquín Viloria de la [email protected]

Santa Marta. Economista de la Universidad Externado de Colombia. Magister en Planificación y Administración del Desarrollo Regional, Univer-sidad de los Andes. Magister en Economía y Polí-ticas Públicas, Universidad de Chile. Doctorado en Historia. Investigador del Centro de Estudios Económicos Regionales (CEER) del Banco de la República - Sucursal Cartagena.

Antonio Hernández [email protected]

Sincé, 1944. Ex contralor general Economista de la Universidad Nacional, fue elegido Contralor General en agosto de 2002 y por su desempeño fue premiado con la Orden del Congreso, con Especia-lización en Política Monetaria en la Universidad de Rice en Estados Unidos. Fue decano de economía de la Universidad Externado y la Universidad del Valle. Entre l982 y 1989 ocupó la presidencia de la Financiera Energética Nacional y de la Empresa Colombiana de Gas. Posteriormente fue nombrado Ministro de Agricultura en el primer gabinete del

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gobierno de Samper. En 1996 se desempeñó como codirector del Banco de la República, cargo que ocupó hasta 2001. Director académico del Obser-vatorio del Caribe

Luis Armando [email protected]

Cali, 1974. MSc en Economía de la Universidad de Illinois en Urbana-Champaign y Ph.D. (C) en Geografía de la misma universidad. Actualmente se desempeña como Investigador Económico del Centro de Estudios Económicos Regionales –CEER- del Banco de la República en Carta-gena. Previamente estuvo vinculado al GeoDa Center for Geospatial Analysis and Computation en Arizona State University. Ha publicado varios artículos sobre economía regional y crecimiento económico y convergencia en Colombia.

Adolfo Meisel [email protected]

Barranquilla, 1954. Gerente del Banco de la República, Sucursal Cartagena. Economista de la Universidad de los Andes, Magíster y doctor en Economía de la Universidad de Illinois, Magíster en Sociología de la Universidad de Yale. En los últimos años sus investigaciones han sido sobre la historia monetaria y fiscal de Colombia, la evolu-ción en las disparidades regionales y la historia económica del Caribe colombiano. Ha publi-cado, entre otros libros, Política, políticos y desarrollo socioeconómico de la Costa Atlántica: una visión histórica (1989) y El Banco de la República: antecedentes, evolu-ción y estructura (1990). Es compilador con Haroldo Calvo de los libros Cartagena de Indias y su historia (1998), El rezago de la Costa Caribe colombiana (1999), Cartagena de Indias en el siglo XIX (2002), Cartagena de Indias en el siglo XVIII (2005), Cartagena de Indias en el siglo XX (2006) y Cartagena de Indias en el siglo XVII (2007).

Jairo Parada [email protected]

Economista de la Universidad del Atlántico (1973), con estudios de Maestría en la Univer-sidad Nacional de Colombia (Bogotá) y título de Master of Arts en Economía de la Southern Illi-nois University (1985). Con estudios doctorales de la Pennsylvania State University, y PhD. en Economía de la Universidad de Missouri-Kansas City(2001-2006). Fue profesor Titular de la Universidad del Atlántico y Decano de la Facultad de Ciencias Económicas de dicha Universidad, y Lecturer de la Pennsylvania State University y la Universidad de Missouri-Kansas City.

Ha participado como investigador y coordi-nador del Área productiva del Corpes Costa-Atlántica (1991-1995), fue miembro del Comité de Regionalización de la Ciencia y Tecnología de Colciencias (1994). Ha trabajado como consultor de la Corporación Calidad, con la Universidad del Norte, la Pennsylvania Higher Education Agency, la Gobernación del Atlántico, y la firma de consultoría Econometría, S. A, y ha realizado trabajos de consultoría para Colciencias en temas institucionales. Ha publicado más de 35 artículos y ensayos tanto en Revistas nacionales, regionales e internacionales y ha participado en numerosas Conferencias internacionales como LASA, AFIT, ASSA, WSSA, MVA, entre otras. Fue Asesor de la Gobernación del Atlántico. Colombia en el 2008. Actualmente es columnista semanal de El Heraldo y profesor del Departamento de Economía de la Universidad del Norte.

Graciela Maglia [email protected]

Doctora en Literatura. Universidad Paris IV. Sorbona, Francia. Fulbright Scholar in Residence. Massachusetts. USA. DEA Universidad Paul Valéry de Montpellier, Francia. Magister en Literatura y Lingüística Hispanoamericana, Instituto Caro y Cuervo de Colombia. Estudios de Especialización en Literaturas Clásicas, Universidad Nacional del Sur de Argentina. Directora Maestría en Litera-

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tura. Pontificia Universidad Javeriana. Colombia. Profesora del Doctorado en Ciencias Sociales y Humanas de la Universidad Javeriana. Asesora del Ministerio de Cultura en el Año de la Afroco-lombianidad. Conferencista invitada en Université de la Sorbonne París IV, (Francia), Georgetown University y Howard University, Washington (USA), Instituto de Literatura Hispanoamericana, Universidad de Buenos Aires( Argentina), entre otros.

Libros publicados: De la machina imperial a la vereda tropical. Poesía, identidad y nación en el caribe afro-hispánico, 2009; De la nostalgia demorada de la tierra al destierro a-moroso de la nostalgia. Morada al Sur, de Aurelio Arturo: aproximación sociocrítica, 2001. Sintaxis de la decisión trágica: Sófocles, Ayax: una lectura semioló-gica, 2005.

José Luis Díaz-Granados [email protected]

Santa Marta, 1946. Poeta, novelista y periodista cultural. Comentarista de libros en Lecturas Domi-nicales de El Tiempo y presentador del programa de televisión Ventana al Libro (1993-1997). Fue finalista del Premio “Rómulo Gallegos” con su novela Las puertas del infierno (1985). Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar en 1990. Premio Nacional de Novela “Aniversario Ciudad de Pereira”, 1994.Su poesía se halla reunida en un volumen titulado La fiesta perpetua. Obra poética, 1962-2002 (2003). El Gobierno de Chile le otorgó la Medalla de Honor Presidencial “Centenario Pablo Neruda” en 2004.

Víctor Bravo [email protected]

Distracción, sur de La Guajira. Fundó y dirige el taller literario Cantos de Juyá en Riohacha; y ha sido ganador y finalista de varios concursos regionales y nacionales de literatura, y compilador de antolo-gías de literatura guajira. Autor de los poemarios Los gritos del olvido, Martirologio de los ámbitos del ego en ese otro que me sueño y Signobrario. Ración de sombras,

y de los libros de ensayo La Guajira en su litera-tura, La Guajira: Ecología y metáfora y La Guajira en la obra de Gabriel García Márquez, entre otros. Fue becario del Ministerio de Cultura-Fondos Mixtos del Caribe. En su gestión cultural, se ha hecho acreedor a reconocimientos como la medalla Luz de la Fundación para las Artes Indígenas de Mara-caibo (Venezuela), y la orden al mérito cultural Medalla Luis A. Robles y el Homenaje en Vida del Fondo Mixto para la Promoción de la Cultura y las Artes de La Guajira. Se desempeñó como presi-dente del Consejo Nacional de Literatura y conse-jero nacional de cultura (2004-2007), y en la actua-lidad dirige el Taller de Escritura Creativa Renata de La Guajira desde 2006, todos del Ministerio de Cultura.

Alberto Salcedo Ramos [email protected]

Barranquilla, 1963. Cronista colombiano incluido en diversas antologías nacionales e internacionales de periodismo, es considerado uno de los mejores periodistas narrativos latinoamericanos y forma parte del grupo Nuevos Cronistas de Indias. Varios de los temas que ha abordado están rela-cionados con la cultura popular. Sus crónicas han aparecido en diversas revistas, tales como SoHo, El Malpensante, Arcadia (Colombia), Gatopardo, Hoja por hoja (México), Etiqueta Negra (Perú), Ecos (Alemania), Diners (Ecuador), Marcapasos y Plátano Verde (Venezuela) y Courrier International (Francia). Algunas de sus crónicas han sido traducidas al inglés, al francés y al alemán e incluidas en las antologías Lo mejor del periodismo de América Latina (FNPI y Fondo de Cultura Económica, 2006), Crónicas latinoamericanas: periodismo al límite (Funda-ción Educativa San Judas, Costa Rica. 2008), Anto-logía de grandes reportajes colombianos (Aguilar 2001) y Antología de grandes crónicas colombianas (Aguilar, 2004). Entre sus obras figuran Diez juglares en su patio (en coautoría con Jorge García Usta) (1991). Los golpes de la esperanza (1994). De un hombre obli-gado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas (1999) y El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de

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Kid Pambelé. (2005). Coautor de Manual de géneros periodísticos (en compañía de otros autores) (2005) y Un vallenato y 9 senderos (2009). Ganador de nume-rosos premios entre los cuales se destacan: Premio Internacional de Periodismo Rey de España; Premio a la Excelencia de la Sociedad Interame-ricana de Prensa (SIP); Premio Nacional de Perio-dismo Simón Bolivar (cuatro veces), Premio de la Cámara Colombiana del Libro al Mejor Libro de Periodismo del Año, Premio al Mejor Documental en la II Jornada Iberoamericana de Televisión, celebrada en Cuba. La productora Paraíso Picture llevará al cine su libro El oro y la oscuridad”.

Rafael Oñate [email protected]

Periodista e Investigador Columnista de El Espectador (1.978 - 1.982) en la edición de la Costa y Vanguardia Liberal. Director del Noticiero Testi-monio en la emisora La voz del Cañaguate (1.984 – 1.986). Director fundador de la revista Virtual Región Caribe. Com. Director y Fundador de la revista Festival de la Leyenda Vallenata (1.980). Obras publicadas: Apertura democrática. Elección popular de Alcaldes (1.987), El maestro Molina. Biografía (1.985), El maestro Bendeck. Biografía (1.991). Vallenatos inmortales. Serie Biográfica de los Juglares de la Música Vallenata. (1.999 – 2.001), El “Pollo”López. El cronista de macondo-Texto Biográfico- (2008).

Abel Medina [email protected]

Maicao. Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad de La Guajira con Especializa-ción en Informática Educativa de la Corporación Antonio Nariño. Docente en ejercicio vinculado a la cátedra universitaria desde hace casi 15 años. Como escritor ha incursionado en géneros como el cuento, el ensayo, la crónica, el reportaje, el perfil y los textos didácticos. Conferencista e investi-gador de la música vallenata desde los estudios culturales. Ha participado como libretista e inves-tigador en varios documentales para Telecaribe.

Ha publicado los libros: Asombros de la tierra de los yolujás (cuentos 1999), El vallenato: constante espiritual de un pueblo (ensayo investigativo, premio departa-mental 2002), Los procesos escriturales y de comprensión textual (texto didáctico, 2003), “Seis cantores valle-natos y una identidad (investigación creación, premio departamental 2004). 40 años de alegría (antología musical comentada, 2005). En co-autoría con Julio Oñate Martínez y Emmanuel Pichón Mora, Luis Enrique Martínez: forma e identidad del vallenato. (Ensayo investigativo, 2007). Editorial Magisterio de Bogotá hizo la segunda edición de su primer libro ahora con el título de Relatos esotéricos de las pampas: la voz del arcano (2008). Ganador de la convocatoria departamental de creación literaria con el libro de cuentos “Destiempos”. Esteban Bendeck Olivella

Villanueva (La Guajira), 1927 – Bogotá, 1993. Abogado penalista y constitucionalista egresado de la Universidad Nacional, donde se graduó con la tesis laureada presidida por el Doctor Darío Echandía, titulada: Gaitán y Ferri: Discípulo y maestro. Se especializó en derecho penal en la Univer-sidad de Roma (Italia) y en derecho público en la Universidad de París (Francia). Representante a la Cámara por el Departamento de la Guajira durante un periodo Legislativo. Decano de la Facultad de Derecho de la Universidad Libre en donde dictaba su cátedra. Presidente de la Sociedad Jurídica de la Universidad Nacional, promotor de la Reforma Judicial referente a estudios de derecho, presidente de los decanos de Derecho en Colombia, miembro de la sociedad económica Amigos del País y del Colegio de Abogados de Bogotá. Además se desempeñó como conjuez de la Sala Constitu-cional y de la Corte Suprema de Justicia, conjuez del Tribunal Superior de Bogotá, magistrado de la Supercorte, del Consejo de Estado y del Tribunal Administrativo de Cundinamarca. En su larga acti-vidad académica fue profesor de derecho público, teoría del Estado, derecho constitucional colom-biano, administrativo y penal de la Universidad Libre; de filosofía del derecho, en la Universidad Nacional, y de derecho económico y ciencias polí-

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ticas, en la facultad de economía de la Universidad Jorge Tadeo Lozano, además de otras cátedras en las universidades de América y la Gran Colombia. Escribió varios libros de derecho.

Julio Oñate Martí[email protected]

Villanueva, La Guajira, 1942. Ingeniero Agró-nomo de la Universidad del Tolima. Compositor. Más de 80 canciones suyas han sido grabadas por los principales cojuntos vallenatos del país. Ganó el Concurso de Canción Inédita del Festival de la Leyenda Vallenata en Valledupar en 1977. Fue presentador del programa de televisión Estelares del Vallenato. Artículos suyos han sido publicados en periódicos y revistas de la costa Caribe colom-biana. Obras: El ABC del vallenato (2003) y Cuando Matilde camina. Historias detrás del vallenato (2006).

Ciro Alfonso Quiroz [email protected]

El Paso, Cesar, 1942. Bachiller del Colegio Fran-ciscano San Luis Beltrán de Santa Marta. Doctor en Derecho, Ciencias Sociales y Políticas, en la Universidad Nacional de Colombia, en la que regenta la cátedra de Derecho Penal. Reconocido abogado litigante, en sus comienzos se desempeñó como juez de la República y contribuyó a fundar y consolidar a Asonal judicial. Ha sido miembro de la Junta Directiva de la Facultad de Derecho, Cien-cias Políticas y Sociales y Presidente de la Asocia-ción de Abogados y Vicepresidente del Colegio de Abogados de la Universidad Nacional y Orador de la Gran Logia de Colombia. Crónicas suyas figuran en la Antología de las grandes crónicas colombianas 1529-1948, Aguilar, 2003, compilada por Daniel Samper Pizano. Medalla al mérito por la Respetable Logia Estrella del

Alberto “Beto” Murgascolombiana. Colaborador en Lecturas Dominicales

de El Tiempo, Revista Colombiana de Folclor y Carta Universitaria. Autor de Vallenato, hombre y canto (1983) y La Universidad Nacional en sus pasillos (2002).

Beto [email protected]

Jose Alberto Murgas Peñaloza, nació el 8 de septiembre de 1948 en Villanueva, La Guajira. La serranía del Perijá fue el entorno donde desarrolló su vocación escuchando a los juglares que en ese entonces se paseaban de finca en finca con sus acordeones al pecho entonando los cantares terrí-genos que hoy se escuchan por todo el país y en el exterior. Músicos como Chico Bolaño, Emiliano Zuleta Baquero, Escolástico Romero y compo-sitores como Rafael Escalona, Leandro Díaz y Armando Zabaleta, nutrieron su estilo alegre y picaresco que hoy reflejan sus paseos y merengues vallenatos. Como compositor profesional inicia su labor folclórica en el año de 1969 cuando Alfredo Gutiérrez le graba la obra “Cariñito mío”. Poste-riormente muchos conjuntos vallenatos le han incluido sus canciones, casi noventa, en sus graba-ciones. Entre sus obras se destacan “La negra”, “Después de viejo”, “La sirena samaria”, “Nativo del Valle”, “Juglares de mi tierra”, “La gustadera” y “El hombre caribeño”. Orquestas nacionales e internacionales como Los Melódicos, la Dimen-sión Latina, La Renovación de México, Roberto Torres, Rasputín, Juan Piña y Alfredo de la Fe, entre otros, han grabado versiones de algunos de sus temas. Estudioso del folclor es, además, colec-cionista y ha dictado varias conferencias sobre el acordeón.

Emilio Sánchez Alsina [email protected]

Ocaña, 1955. Abogado. Adelanta una investi-gación sobre la vida y la obra de Gabriel García Márquez. Fue entrevistado por Gerald Martin para su biografía.

Santander Durán [email protected]

Ingeniero agrónomo de la Universidad del Tolima con Especialización en Ciencias Ambientales. Compositor. Presidente de la Fundación Cantau-

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tores Vallenatos. Coordinador Interinstitucional del Cluster de la Cultura y de la Música Vallenata. 45 canciones suyas han sido grabadas por los prin-cipales grupos musicales vallenatos. Ganador, en 1.985, del Premio Nacional de la Canción Colom-biana, “Centauro de Oro”, en el Festival Nacional de la Canción Colombiana de Villavicencio con el paseo “Bajo la luna”. Ha sido el primer compo-sitor en alcanzar en cuatro oportunidades el título de “Rey de la Canción Inédita” en las 40 ediciones del Festival de la Leyenda Vallenata y es el actual “Rey de Reyes” de dicho concurso. Entre sus composiciones se destacan: “Las bananeras”, “Ausencia”, “Cerro de Murillo”, “Diosa de la serranía”, “Lamento arhuaco”, “Ensueño Caribe” y “Añoranzas del Cesar”.

Cristo Hoyos [email protected]

Sahagún, Córdoba, 1952. Historiador de la Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional de Colombia y artista plástico de amplia trayectoria. Su obra se ha desarrollado en el campo de la pintura, el grabado, el dibujo y el diseño y ha sido exhibida en los museos de Arte Moderno de Barranquilla, Cartagena, Bucaramanga y Bogotá, así como en el Museo de Arte de la Universidad Nacional de Colombia y en el Centro Colombo Americano. Ha participado en varios salones regionales y nacionales de artes visuales. Seleccio-nado para la Primera Bienal de Pintura del Caribe y Centroamérica en el Museo de Arte Moderno de Santo Domingo. Fue incluido en Colombia, Contem-porary Images en el Queens Museum of Art. Ha reali-zado lustraciones para libros y revistas así como diseño de afiches, carteles, vestuario y escenografía para obra teatrales, cine y ópera. En el campo de la docencia se le reconoce como el primer maestro de figurín en Colombia. Desarrolló la exposición “Un poeta para el Caribe” en homenaje a Jorge García Usta. Su trabajo Tambucos, ceretas y cafongos. Recipientes, soportes y empaques del antiguo Departamento de Bolívar (2002) se ganó la Tercera Convocatoria de las Becas de Investigación Cultural Héctor

Rojas Herazo del Observatorio del Caribe Colom-biano y el Ministerio de Cultura en 2001.

Álvaro [email protected]

Santa Marta, 1945. Poeta y novelista. Su primer libro de poemas Indiada, aparece en 1971. En 1982 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con su libro Los escritos de don Sancho Jimeno como nove-lista recibió el Primer Premio de la Universidad de Belgrano, Buenos Aires, con La risa del cuervo en 1983, novela histórica que, a su vez, ganó en 1992, el galardón Pedro Gómez Valderrama a la mejor novela publicada en el último quinquenio en Colombia. En 2007 se publica su segunda novela, Un cadáver para armar. Su obra poética aparece reunida en Simulación de un reino (1996). Como investigador ha publicado Colombia, la senda dorada del trigo (2002), León de Greiff en el país de Bolombolo (2001), Crónicas para olvidar la historia (2007) y Jorge Eliécer Gaitán. El fuego de una vida (2008).

Rómulo Bustos [email protected]

Santa Catalina de Alejandría, Bolívar, 1954. Realizó estudios de Derecho y Ciencias Polí-ticas en la Universidad de Cartagena y Literatura Hispanoamericana en el Instituto Caro y Cuervo. Se ha desempeñado como profesor de literatura en la Facultad de Ciencias Humanas de la Univer-sidad de Cartagena. Ha publicado: El oscuro sello de Dios (1988), Lunación del amor (1990), En el traspatio del cielo (Premio Nacional de Poesía Colcultura 1993) y Palabra que golpea un color imaginario (1996) en la colección Encuentros Iberoamericanos, de la Universidad Internacional de Andalucía. Otros libros suyos son: La estación de la sed (1998) y Anto-logía de poetas costeños (1993). Oración del impuro, editada por la Universidad Nacional, reúne su obra poética completa.

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Álvaro [email protected]

Barranquilla en 1942. Arquitecto, narrador y crítico e historiador del arte. Ha residido gran parte de su vida en los Estados Unidos y Francia, Finalista en el Premio Biblioteca Seix Barral con una novela aún inédita, Papa Rey. En los años sesenta militó en el movimiento nadaísta con el seudónimo “José Gabriel Jorge”. Integrante de la Comisión Coordinadora del Suplemento del Diario del Caribe, 1973-1979. Ejerció la crítica de arte a través de la Radio Nacional y se dedicó a investigar en fuentes primarias la historia del arte colom-biano. Durante muchos años se desempeñó como curador del Museo de Arte Moderno de Bogotá, actividad que compaginó con la docencia, siendo profesor adscrito del Instituto de Investigaciones Estéticas de la Universidad Nacional de Colombia Sede Bogotá. Autor de más de una decena de libros sobre el acontecer artístico del país, entre los que cabe destacar: Procesos del arte en Colombia (1978); El arte colombiano de los años veinte y treinta (1995); Alfredo Guerrero y su mundo pictórico (1998); Armando Villegas (2005) y Juan Cárdenas (2007). Curador de importantes exposiciones internacionales y nacio-nales como Colombia en el umbral de la modernidad, en 1997; Arte y violencia en Colombia desde 1948, en 1999; Carlos Salas – Pintura activa, en 2000; Nadín Ospina – Tergiversaciones y Germán Londoño – Como un río de sangre, ambas en 2001. Su investigación sobre el arte colombiano de los años veinte y treinta le mereció el Premio Nacional de Historia, otorgado por Colcultura. Parte de su producción académica e intelectual ha sido traducida al inglés, al francés y al alemán. En 2000, Medina publicó su investi-gación pionera titulada El arte del Caribe colombiano, bajo los auspicios de la Secretaría de Educación y Cultura de la Gobernación de Bolívar. En los

años siguientes continuó esas investigaciones que culminaron en su obra más reciente Poéticas visuales del Caribe colombiano al promediar el siglo XX (2008)

Luis Alcalá del Olmo [email protected]

Madrid, 1969. Fotógrafo español afincado en Puerto Rico desde 1997. Hace más de veinte años que se dedica al fotoperiodismo. Es profesor de Fotoperiodismo en la Universidad del Sagrado Corazón de Puerto Rico y trabaja para el diario Primera hora. Se define, además, como un antro-pólogo visual, alguien que documenta el folklore con imágenes y que ha recorrido varios países estudiando el fenómeno de los peregrinos peni-tentes: Filipinas, Etiopía, Cuba, Brasil y Haití, entre otros. Ha documentado el vudú haitiano durante años. En enero, volvió a Puerto Príncipe a cubrir el terremoto, una de las tragedias más grandes de la historia del planeta, toda una gene-ración perdida entre los 19 y los 50 años, sepultada entre las piedras.

Gustavo Adolfo Ramírez [email protected]

Gestor cultural con estudios de maestría en literatura. Desde 1993 dirige la fundación cultural Palabrería. Entre otros, ha participado en los siguientes eventos relacionados con García Márquez: autor y curador de la exposición Cuando Gabo era feliz y cachaco, Archivo de Bogotá, 2009; curador y organizador de la exposición Gabo del Alma, 20a Feria Internacional del Libro de Bogotá, 2007; autor y curador de la exposición Gabo en los días que uno tras otro eran la vida, Biblioteca Nacional, 2006. Autor de la investigación “García Márquez: 60 años de bibliografía bogotana”.

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