Ágreda y vargas, diego de - novelas morales

Upload: alcamp

Post on 05-Apr-2018

217 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    1/58

    DIEGODEGREDAY VARGAS

    Novelas moralesNovelas moralesNovelas morales, tiles por sus documentos (1620)

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    2/58

    Eduardo,Rey de Inglaterra ...................................................................................................................... .........3El hermano indiscreto ......................................................................................................................21La ocasin desdichada .....................................................................................................................41

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    3/58

    EDUARDO,

    REYDE INGLATERRAEduardo, rey de Inglaterra, tan cruel enemigo de la coronado Francia, como las

    crnicas publican, tuvo reida guerra con los escoceses, retirndolos yrestringindoles en lo ms intimo de su reino; esta tuvo fin, como otras suelen, conel casamiento del Rey con la hija del de Escocia, de quien tuvo algunos hijos, yentre ellos el primognito, que del nombre del padre se llam Eduardo, segundo

    prncipe de Gales, que rein despus de sus das, tan belicoso, que no cedi en lasarmas a ninguno de su tiempo, y aventaj a muchos de los ms famosos capitanesdel pasado.

    Tuvo este un vasallo, cuyo nombre era Guillermo de la Roca, tan valeroso yprctico capitn, que por su consejo, como por su valor, lleg al deseado fin lasms dificultosas empresas, que le dieron honroso lugar en el inmortal templo de lafama. A este, despus que el valeroso Prncipe, por la muerte de su padre, hered elreino, en pago de sus servicios le dio el condado de Salven, en el confn deEscocia, y casle con una nobilsima dama, hija del marqus de Belflor, cuya

    belleza entre las de aquel reino era juzgada por ms que humana, y a pocos daspasados de los alegres desposorios, como hombres necesarios para negociosimportantes del servicio de su rey, fue forzoso que el Marqus y Conde hiciesenausencia tan sentida en el alma de sus esposas, cuanto disimuladas de las muestrasexteriores; despidironse, no dando aun en el ltimo trance muestra de que se les

    pudiese conocer menos que un nimo varonil.El Conde, que sumamente amaba su nuevo empleo, tanto por su hermosuracomo por sus merecimientos, parti atravesada el alma, anteponiendo, como losnobles deben, el servicio de su rey a sus mayores comodidades. No hubieron

    pasado veinte das de su ausencia, cuando vino nueva que el rey de Francia, muloantiguo de la corona de Inglaterra, por trato que tuvo, como a hombres tanimportantes, porque no le fuesen de impedimento a sus designios, los puso en unacuidadosa prisin, cosa que igualmente fue de la madre) hija sentida, y tambin delRey, a quien hacan notable falta; y as como se public, los escoceses con furiosompetu asaltar el castillo de Salveri, donde la Condesa viva, por ser fuerza muyimportante de sus confines y parecera que estaba falta de defensa. Ella, olvidando

    la femenil flaqueza, se mostr en su defensa una valerosa Camila, una valientePantasilen, capitaneando con mucho valor y gobierno sus soldados, proveyendo loque juzgaba mas forzoso, y avisando al Rey del peligro en que se hallaba, quecomo agradecido, viendo el gran riesgo que corra por la falta de los que por venira servirle estaban en prisin, acudi a socorrer ocasin tan forzosa como lo debenhacer los buenos reyes, repartiendo sus favores y mercedes con los que los sirvenapartados de su presencia, mas benemritos que los que intilmente en sus corteslos lisonjean. Los escoceses, conocindola infructuosa batera por el visible dao,

    junto con estar avisados de sus espas de la venida del Rey, como del intento quetraa de hacer jornada, con poca ganancia y menos reputacin se retiraron, de queavisado el Rey, y asimismo de la batera que el enemigo haba hecho, prueba de la

    obstinada determinacin de su voluntad, como de la defensa que se le opuso,admirado del valor de una mujer, quiso ver por sus ojos lo que a sus odos parecaincreble; y hallndose cerca, prosigui su camino, de que avisada la Condesa en el

    pequeo espacio que la breve dilacin conceda, hizo la prevencin posible, porquela Marquesa se haba retirado, por hallarse indispuesta, a otro lugar suyo a gozar de

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    4/58

    ms saludables aires,; y teniendo aviso de que ya llegaba, le sali a recibir,haciendo abrir todas las puertas de la ciudad y castillo, dejando prevenido para suentrada que a un tiempo se hiciese una salva real, para que el violentado plomo,impelido del fuego por el instrumento del temeroso metal, avisase de la venida desu dueo.

    Era la Condesa la ms hermosa y gentil dama de toda la isla, y tanto, que atodas las seoras de ella exceda en hermosura, honestidad, recato y gentileza.Como el Rey la vio tan ricamente aderezada, dando lux, ser y maravilla a su naturalcompostura, y la belleza incomparable de que estaba dotada, hicieron en lsuspensin sus sentidos, y admirando tanta gentileza, qued tan enamorado, queinclinndose ella para besarle la mano con la debida reverencia, l con muchahumanidad y con sobrado amor la recogi en los brazos, y levantndola del suelo,valindose de la usanza de la tierra, la bes en el rostro. Los caballeros que leacompaaban, admirados y suspensos, no apartaban de ella la vista, y el Rey, fijosen ella los ojos sin desviarlos un punto, con evidentes muestras las daba de sunimo apasionado; y ella, que gozaba de igual discrecin que de donaire, con

    discretas palabras y conocidas lisonjas dio gracias al Rey del socorro, diciendo quelos escoceses con sola la certidumbre de su venida, sin osar esperarle, no solohaban dejado el cerco, mas desampararon los ltimos trminos de la tierra,amedrentados de solo el glorioso nombre de su valor; y prosiguiendo paraentremeterle en la pltica de lo sucedido en el cerco, entraron en el castillo comotriunfantes, donde el Rey se hosped, y mientras se aprestaban las mesas, el quevino a ver enemigas bateras, de los poderosos rayos de sus hermosos ojos se halltan cautivo, que cuanto ms procur valerse de los reparos de su autoridad yobligacin, se hallaba con menos defensa, y ya en su determinada voluntad,expuesto al albedro de tan agradable enemigo y dueo, pensando solo en elaquieto de la voluntad, arrimado el brazo a una ventana, sobre la mano reclinado elrostro, y seales ciertas de no fingida melancola. Cuando la Condesa le vio tantriste y pensativo, llegando a l con el debido respeto e igual gracia, acompaadade un atractivo donaire, le dijo:

    Seor, en el tiempo que es razn mostraros tan alegre a vuestros vasallos,cuando, sin sacarla espada, solo con la sombra de vuestro valor se confiesanvuestros enemigos vencidos, muestra cierta de que aqu no tiene lugar la lisonja,que no es poco que por breve trmino huya de los palacios, cuando debieranalegrarse vuestros soldados y pueblo, que depende de vuestras acciones estarlo, escuando vos, que sois su padre y cabeza les mostris el rostro triste?

    El Rey, mas obstinado en su propsito y al encanto de las suaves palabras,

    parecindole la presente buena ocasin de descubrirle el penetrante veneno de suhermosura y las abrasadoras llamas que le atormentaban... Oh portentosos efectosde aquella ciega, si poderosa deidad! Que el que preso de tu poder noche y da, conimpetuoso corriente de palabras en sus ojos y boca, se quejado su mal, determinadode pedir su justicia en el tribunal que le agravia, teme delante de la causa del modoque el discpulo de pocos aos en la presencia del riguroso maestro, el que delantede los ms valientes enemigos atrevidamente sabe defender lo que le toca, teme yenmudece de una mujer; otros, as como sienten el peligroso veneno,descubrindole previenen remedio. De este modo, como fluctuante bajel impelidode dos contrarios vientos, estaba Eduardo, que el que sin impedimento puede decirlo que siente, no es verdadero rigor el que padece, sino inflamado deseo de lo que

    espera... Advirtiendo que la Condesa callando daba muestras de esperar surespuesta, los ojos hechos lenguas del alma, le dijo:Ay, hermosa Condesa, prenda inestimable del venturoso que puede alcanzar

    el poder de vuestros merecimientos! Msero yo, cuan apartados estn mispensamientos de aquello que vos podis imaginar! Yo tengo en el alma un cruel

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    5/58

    enemigo que me atormenta, y no es posible apartarle de ella; naci despus quellegu aqu, y no acierto a resolverme.

    Callaba la Condesa viendo en el Rey semejantes rodeos de sus conocidospensamientos, cuando l, prosiguiendo con un piadoso suspiro, la dijo:

    Qu decs, seora? No sabris darme algn alivio a tanta pena?

    Ella, disimulando, dijo:Seor, mal podr dar remedio ignorando el dao Y desvindose de

    quererse dar por entendida, prosigui: Si estis triste porque el enemigo hatalado la tierra, el dao no es tan grande que sea capaz de tanto sentimiento como elvuestro, y a Dios gracias, que estis en estado que con muchas ventajas podistomar la debida satisfaccin de su atrevimiento, pues tantas veces la habis tomadocon mucho honor vuestro.

    El Rey, algo ms alentado, replic:Ay, seora mil! Si es que estimo mi vida, es forzoso que os manifieste la

    ocasin de mi mal; supla vuestra discrecin las faltas de mi atrevimiento, puesnaci de la honrosa causa de vuestro respeta porque me pareci conveniente que

    nadie, sino es vos y yo, sepa este secreto. as como llegu a vuestra casa y os viacompaada de tal belleza, de tan prudentes y honestos modos, de tanta gracia,gentileza y valor, que como piedras preciosas engastadas en oro finsimoresplandecen en el amable engaste de vuestra hermosura, de modo me abrasaronlos rayos hermosos de vuestros ojos, tirana agradable de los ms libres

    pensamientos, que para disponer de mi no estoy en mi poder; todo depende delvuestro, y es de suerte, que mi vida o mi muerte est en vuestra mano; y siagradecida a mi amor, teniendo compasin de mi me recibiereis por vuestro, vivirel ms contento del mundo, y si, como lo creo de vos, ingrata a tanta aficin,negareis el socorro al inmenso dolor que como cera al fuego me consume,

    brevemente fenecern mis das, que del mismo modo puedo vivir sin vos que uncuerpo sin alma.

    Con esto dio fin a su razonamiento, y con el temor que el reo espera la ltimasentencia, suspenso en las palabras del que la pronuncia, de quien depende su vidao muerte, con esta misma suspensin aguardaba el Rey la respuesta de la Condesa,que como vio que esperaba, con grave y honesto rostro, a quien los ms encendidosclaveles pudieran envidiar, que su vergenza deposit en sus hermosas mejillas,con una majestuosa y respetable severidad respondi:

    Seor; si las razones que me habis dicho entendiera que no eran ms quepor aliviaren parte los trabajos del pasado camino, como me las habis significado,la ms corts respuesta que pudiera dar era no responderos; mas oblgame a creer

    lo que digo pensar que tan catlico y generoso prncipe en todas las ocasionesgustar, conforme a su grandeza, dar antes honor que quitarle, y ms cuando se osrepresenten los muchos servicios de mi padre y esposo, hechos en tan importantesocasiones contra el mayor de vuestros enemigos. Lo que os suplico es que quedeaqu sepultado este injusto como licencioso deseo, no porque puede padecerdetrimento mi reputacin, que en lodo tiempo vivir segura con los que conocieronas mis obligaciones como la puntualidad con que yo acudo a su cumplimiento,sino por el peligro que puede correr vuestra opinin en el juicio de los que no osson muy afectos, cuando se alcanzase a saber lo que me habis significado, que nosolo se usaba de sinrazn conmigo, quebrantando la ley del hospedaje, mas deingratitud con las prendas mas, que por vuestro servicio estn presos en Francia; y

    pues os hizo Dios tan valeroso que sabis sojuzgar poderosos enemigos, venced losms importantes, que son vuestros mal regidos deseos, atendiendo solo, como esjusto, a nuestro amparo y al gobierno del reino.

    En esto avisaron al Rey que la comida le aguardaba; sentse, comi poco,pensativo y melanclico, procurando con recato cuidadosamente no apartar la vista

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    6/58

    de su dao, como el enfermo que ordinariamente apetece lo que le causa la dilacinde su enfermedad, y tal vez el fin miserable de su vida. Estuvo aquel da en Salvericonsiderando la batera, de que con los suyos habl largamente, mas porsatisfacerlos que por su satisfaccin; que los prncipes como son de todos ms que

    propios, es forzoso que a todos satisfagan, y ms a la gente de la milicia, dueos de

    los ms poderosos imperios en ocasiones, que en esto hacen conocida ventaja a losprofesores de letras, pues dan las leyes que ellos ejecutan, y para mandar ygobernar en la paz sobran hombres, mas para conquistar y defender las monarquasse hallan muy pocos, y son menester muchos.

    No apartaba un punto de su consideracin el Rey la respuesta de la Condesa,que cuanto ms la consideraba imposible, mas le atormentaba su resistencia. Esordinario en los amantes alabar la honestidad y recato en las mujeres, virtud enellas tan dignamente estimada; pero si en las que aman conocen nimo casto,voluntad firme, dales notable disgusto, dndoles nombres de speras e intratables,como las querran con los otros, mas para s fciles, blandas y amorosas,

    parecindoles que con ellos son crueles, soberbias e inhumanas. Tal estaba

    Eduardo, que viendo que su dama como incontrastable roca a las furiosas olas desus persuasiones perseveraba firme, mostrando con sus desprecios notable valor, laculpaba junto con su fortuna. Al fin, por no dar sospechas, como por forzososnegocios que le ocurran, remitiendo para mejor ocasin la prosecucin de sus

    pensamientos, el da siguiente se despidi cortsmente de la Condesa, dejndolalargos recados y cumplimientos para su madre, y suplicndola que pensase con masacuerdo su remedio. Ella le respondi con mucha gentileza, agradeciendo larecibida merced, y suplicando a Dios que le diese victoria contra sus enemigos.Fuese el Rey, y de all ados das vino su madre, a quien dio larga cuenta de todo elsuceso, y ella como prudente, previniendo loa futuros daos, como otros por elcontrario los desean, tema semejante favor.

    En este tiempo el rey de Francia dio licencia de que el marqus de Belflorfuese a Londres a tratar ciertos acuerdos con el Rey, y no teniendo efecto, volviesea la prisin, de que habiendo mandado que hiciese pleito homenaje, hizo sucamino, lleg a la corte de Inglaterra, y escribiendo a su mujer y hija su llegada,dndoles larga cuenta de sus trabajos y peregrinaciones, consolndolas con que

    presto ira en persona a darlas ms amplia relacin. Fue para ellas de notablealegra la carta, parecindoles que se iba facilitando camino para que sus deseoscon la libertad de sus dueos tuviesen buen suceso, y aunque saban por las cartasque esta dependa de la voluntad del Rey, jams le quisieron escribirsuplicndoselo, cosa que l dese, y no viendo el efecto, no le caus pequeo

    disgusto su entereza. Respondieron al Marqus, acompaando las cartas conalgunos regalos mujeriles en tal ocasin, que mas es prueba de amor que remediode necesidad da quien no la padeca. fue el Marqus muy bien recibido del Rey,dndole muy buenas esperanzas de los acuerdos que vena a tratar, en qu consistala libertad de su yerno, junto con la relacin del aprieto en que se haba vistoaquella fuerza, la puntualidad de la socorro, como el valor de la Condesa. l le dio

    por tantas mercedes infinitas gracias, dando por bien empleados los trabajos que ensu prisin haba padecido por su servicio, y por bien remunerados con los favoresen su ausencia recibidos; y pidindole licencia para ir i ver su casa, le pareci aEduardo que la fortuna le favoreca y ayudaba su intento, facilitndole la vista do laque tanto amaba, y honrndole de palabras, que lo saben hacer muy ampliamente

    los poderosos cuando les importo, respondi as:Marqus, ya sabis la mucha estimacin que el Rey, mi seor y padre, queest en el cielo, hizo de vos, y que yo que hered sus obligaciones os tengo en lamisma; la falta que me ha hecho vuestra ausencia, solo la dejo al tiempo, que con la

    prosperidad de mis sucesos acreditar mis palabras. Yo trato al presente en mi

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    7/58

    consejo la ms importante resolucin que por ventura haya tenido, ni pienso quepodr ofrecrsele a esta corona. Esto ha de durar muchos das; y as, estoydeterminado, por ser tan conforme a razn el agradecimiento, particularmente enlos prncipes, que los trabajos que por mi causa ha padecido vuestra casa tengan fincon la libertad del Conde; y pues vos sois de mi consejo, y vuestra persona tan

    importante a la ma, como os he significado, y la causa de que hubieredesamparado vuestra casa la corte, y hallaros ausente, parceme que vencida estadificultad con que hayis venido, con su venida podran excusaros de trabajososcaminos, y a m de la incomodidad que en una apretada ocasin podra causarme elhallarme ausente.

    Fue tanto el contento que el Marqus recibi de las engaosas palabras, quecon el cebo de la lisonja traan escondido el mortal anzuelo de su pretensin, quecreyendo que todos aquellos favores fuesen dignos de sus mritos, porque el amor

    propio raras veces deja de juzgar apasionadamente; y as, le pidi licencia para irpor su casa, y l, parecindole que con la comunicacin sera fcil que sedescubriese su engao, con mas apretados encaramientos comenz a poner las

    mismas dificultades, y el Conde agradecido envi al punto cartas con orden de quesu casa se viniese luego a Londres con la mayor brevedad posible. Aunque fueronal punto obedecidas, fue con evidentes sospechas, como encareca en ellas tanto elfavor del Rey, de que semejante jornada fuese trazada por orden suya.

    En este tiempo llegaron al Marqus cartas de Francia dndole cuenta cmo enbreves das el conde de Salveri haba pasado a mejor vida, y con ellas sutestamento, en que deja heredero al Rey del condado que le haba hecho merced,encargndole que por sus servicios amparase a la Condesa, queriendo obligarle poreste camino para que le hiciese merced de l. Venan asimismo cartas del Rey, queconmovido a lstima del suceso, le daba por libre del pleito homenaje con quehaba salido de la prisin, ya tuviese o no el esperado suceso el negocio que vena atratar, a que el Marqus respondi con el agradecimiento que deba a tan noesperada merced; y dndole cuenta de todo al Rey, que aunque fingi tristeza desemejante desgracia, sumamente alegre por parecerle que ya tena su pretensinsegura, o por lo menos en mejor estado, deseando granjear la gracia del Conde, leenvi a visitar, y junto con el psame la merced del estarlo que por el testamento letocaba para la viuda Condesa, con largas promesas de mayores mercedes, ydespus fue l en persona con muchas muestras de sentimiento, vestido de luto,

    procurando consolarle; de que el Marques, dando las debidas gracias a tanparticulares mercedes como las recibidas, se sinti tan favorecido, que templ enparle el suceso del yerno, parecindole tal merced pronstico de ms grandioso

    empleo en su hija, que avisada una jornada de Londres del lastimoso suceso, noobstante el grande sentimiento, mostr en las pblicas acciones el invencible nimode su corazn. Entr de noche en su casa, que era muy cerca de palacio, y avisadoel Rey de un camarero suyo, con quien solo descansaba de su amorosa pena, trazde ir a verla, que para facilitar esta visita haba hecho la de su padre, ycomunicndolo con l, le bes la mano, as por la pasada merced como por el

    presente favor, y disponiendo tas cosas de su casa, fue a acompaar al que con elcolor de honrarle daba ya que decir, viendo tantas mercedes donde haba tanhermosa causa.

    Lleg el Rey, y fue recibido de la Condesa y su madre con humildes cortesas,y despus de las palabras de cumplimiento que de una parte a otra pasaron, estando

    algo apartado con la viuda Condesa, en sumisa voz la dijo:El presente suceso nos muestra que como justo parece que favorece el cieloel deseo que en vos tengo tan bien empleado; pues habiendo procurado contenermede amaros, no porque yo lo deseo, pues fuera desear el fin de mi vida, sino porobedecer la primera cosa que quisisteis mandarme, pues tengo con vos tan poca

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    8/58

    fortuna, que en ella parece que cifrasteis toda vuestra voluntad, mas me abrasomientras ms diligencias intento por serviros; y os doy mi palabra que en lo que

    padezco por mis pasiones, todos conocen que amo, pero todos ignoran la causa. Alpunto que os veo, de nuevo os adoro y os estimo por nica seora ma.

    Ella respondi agradecida que hacia la debida estimacin de la recibida merced

    como de su rey y seor, pero que entendiese que en ningn tiempo la estimara deotra manera; que si fuera verdadero su amor, como deca, llevara solo por fin el desu honor; pero que el que en algo excediese en esto, ni poda tener buen suceso, nien su pecho ni voluntad tendra jams estimable correspondencia.

    Despidise muy desconsolado el Rey, haciendo las mayores diligencias que enun hombre muy enamorado y poderoso pueden imaginarse; y despus que madre ehija vieron que el mal del Rey era irremediable, por no dar alguna ocasionen que el

    poder violentase el respeto y su determinacin, procuraban con mucha instanciaque el Marqus las volviese a su tierra ; y viendo que anhelante y engaado con elfavor del Rey, no solo no condescenda con ellas, mas le disgustaba el orlo, noosaban declararse; y as, tomaron por remedio el que suele ser en este caso el ms

    importante, que era el evitar todas las ocasiones que se le pudiesen dar al Rey deamarla excusando el salir de casa, el gozar de las ventanas y aderezarse con tan

    poco cuidado, que pudiese en parte disminuir su hermosura.Todas estas cosas encendan mas el nimo del apasionado Rey; y vise tan

    apretado de la desesperacin, que alentado de su poder admiti por ltimo remedioel de la violencia; mas como el que de veras est enamorado es como el delincuenteque con el ms grave delito jams desespera de su vida, antes con astucias ydiligencias procura prevenir su remedio, tantas hizo el enamorado Eduardo, queaunque fueron con el mayor secreto que lo era posible, y ellas con el mismo salanmuy pocas veces de su casa, tena aviso de todas, y ponindose dos o tres vecesdelante, alimentaba la vista de aquel amable cuanto deseado veneno, y con ser suhbito ms conforme al de monja que de viuda, cuyo monjil negro y largas tocas,en las que se usan, cubren el da de hoy una florida primavera de colores, quegeneralmente disculpan todas con el humor melanclico, aunque conocidamente lesabe que nace del alegre. El Rey estaba de modo, que todas estas diligencias eran

    para l infructuosas, y en la verdad comnmente lo son; porque el diamanteengastado en plomo no pierde un punto los brillantes rayos de su resplandor, queantes sale ms por la poca contradiccin que halla en el bajo metal, como se mostren el presente. No le aprovecharon a Eduardo promesas, dejando el cumplimientode ellas en su voluntad buenas palabras, favores ni humana diligencia para que ella

    perdiese de vista su primer propsito, que cuando las mujeres vienen a volver la

    primera voluntad en obstinacin, ni hay peligro que las espante, ni beneficio quelas obligue. Pues el Rey, como enamorado, que quien lo est raras veces deja de sersospechoso, parecile que aunque el padre disimulaba, que no fuese l la ocasinde tanto desdn, juzgando por imposible que en el pecho de una mujer cupiesetanto rigor si no fuese alimentado de persona que con autoridad pudiese obligar a laobservancia de sus documentos. Esta sospecha le causaba una profunda melancola,

    porque es al poderoso cruel injuria el defenderse de la injusta voluntad que deseancon justa y corts resistencia. Combatido de varios pensamientos, despus de milimaginarios discursos, llevado de la ceguedad y furia de su mal gobernado deseo,se resolvi en uno, el ms inaudito o inhumano que puede creerse, y tal, que porcastigo vena a ser en persona tan calificada crudelsimo, y fue en hablar al

    Marqus libremente, acompaando sus razones de favores, caricias y promesas,aunque aventurase en la conquista de la deseada posesin su estado, pues con ladilacin de su deseo aventuraba lo ms importante, que era su vida; y habiendo

    pensado muy despacio un cumplido razonamiento, y comunicndole con sucamarero, le pidi su parecer, y l le dijo que pareca cosa fuera de toda razn que

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    9/58

    con persona de tanta autoridad y servicios como el Marqus se le perdiese tanconocidamente el respeto; y que a lo que entenda, no poda creer que l supiese,que los favores hasta all recibidos corriesen por semejante camino, porque losexcusara; y que era bien advenir que al mismo punto que alcanzasen semejantesdeseos se tendra en l un poderoso contrario, y que tambin se deba mirar que era

    un hombre valeroso, y que l y su padre se haban criado en la corte, donde siemprehaban tenido honrosa reputacin y haban salido bien de dificultosas empresas, yque era amado el Marqus, y respetado generalmente. Todo esto fue de poco

    provecho para el Rey, que determinado de poner en ejecucin su intento, le envi allamar diciendo que tena que conferir con l cosas importantes: el Marqus vino al

    punto, y hall que el Rey le esperaba en un secreto camarn, donde as como entrle mand que cerrase la puerta.

    Estuvo Eduardo sobre una camilla de campo, y quiso que junto a l se sentaseen ella el Marqus, que por el debido respeto no obedeca; viendo que el Rey leobligaba, se sent, aguardando lo que le mandase, y l se estuvo un pequeoespacio sin hacer movimiento; y despus, los ojos con infinitas seales de lgrimas,

    con profundos suspiros interrumpidos de las palabras, le habl as:Marqus, padre y amigo, hceos llamar a mi presencia para comunicar con

    vos el ms importante negocio que jams ha ocurrido, pues no me importa menosque la propia vida, y en muchos que se me han ofrecido peligrosos no me he vistonunca en tan gran peligro, porque me siento combatido de mortales congojas, tanvencido de mis propias pasiones, que sin duda, si con la brevedad que tanta pena

    pide no se me aplica el conveniente remedio, vendr a padecer la ms desesperadamuerte que el ms miserable de los humanos hasta hoy ha padecido. Dichoso puedellamarse solo aquel que con el freno de la razn puede gobernar sus apetitos, y conla justa medida de la justicia regular sus acciones, que esto es solo lo que de los

    brutos nos diferencia; que ellos, siguiendo su natural instinto, corren tras su apetito,y nosotros con la razn podemos elegir y escoger justamente, y cuando nosapartamos del verdadero y derecho camino, la culpa es nuestra, pues dejndonosllevar de una falsa y aparente delectacin, nos dejamos precipitar en los abismos

    profundos de los vicios. Msero yo, que todas estas cosas comprendo y veo, yconociendo cuan violentamente me lleva fuera de camino mi propia pasin, ni

    puedo ni me atrevo a retirarme al verdadero amparo, que conozco ser el que meconviene; digo que puedo, y ms propiamente podra decir que no quiero, pues medejo arrastrar de mis pasiones. Soy como el cazador que llevado de la codicia deseguir una fiera por un intrincado y espeso bosque, se halla tan adelante en suseguimiento, que cuando quiero dejarla, no halla el camino, y mientras ms porfa

    buscarle, ms se imposibilita de lo que desea. Todo esto os he dicho, Marqus, noporque no conozco mi error, mas porque conociendo vos que no soy mo, quecarezco de libertad, y no est en mi mano el prevalerme, tengis de mi compasin.Yo, que gloriosamente por tierra y mar venc mis enemigos, y en Francia hice elnombre ingls respetable y temido, me siento tan rendido y ligado de unadepravada voluntad, de un desordenado deseo, que no me puedo desatar nicontenerme; y mi vida, que mejor puedo llamar muerte, la veo tan acompaada de

    penas y angustias, que soy el verdadero receptculo de las miserias y desdichas.Qu excusas tendr mi yerro que disculpen mis obligaciones, puescompensndolas, no hallar ninguna que no sea frvola y de poco fundamento?Sola una hallo, que es el ser viudo y mozo, causa que parece que la misma

    naturaleza defiende, y haber hecho de mi parte los posibles esfuerzos, yhabindolos hallado todos intiles remedios a tan desesperado accidente, el ltimoque me queda ya como desconfiado de mi salud es rogaros que me digis a qu estobligado un vasallo cuando la vida de su rey depende de su mano.

    El Marqus le dijo:

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    10/58

    Corrido estoy de que me preguntis eso, pues su obligacin es poner por susalud, no solo su hacienda y vida, sino lo ms importante, que es su honor. Y sivoluntad de vasallo os tiene en tal punto, no dudis quo ms importa vuestra vidaque todo lo referido; y esto se entienda empezando de m al primero. Oh fuerza dela adulacin! Oh consejo injusto! Oh bien merecido castigo de quien un punto se

    aparta de la verdad, pues nadie debe ser obedecido sino en lo justo y honesto!Qued suspenso Eduardo, y al fin de un pequeo espacio dijo:

    Ay, Marqus amigo, cun alentado me dejan vuestras honrosas razones! Yano dudo de ponerme en vuestras manos, porque quin mejor que yo sabe que en eltiempo de mi padre y mo habis sabido derramar vuestra noble sangre y mucha delos enemigos en nuestro servicio, y en las ms peligrosas ocasiones nos habisayudado con prudentes consejos, no menos convenientes para conseguir lasdificultosas empresas que los valerosos hechos de ese invicto brazo, y no una vez,sino infinitas, no solo os he hallado incansable, sino siempre que se me ha ofrecido,con nuevo aliento y fuerzas de servirme? Por qu en mi mayor necesidad noesperar de vos todo el favor y ayuda que un hombre de otro esperar pueda?

    Cmo creer que me pueda negar sus palabras el que no ha sabido negarme lasobras ms importantes, su propia sangre? Solo de ellas tengo ahora necesidad,Marqus; porque s con certidumbre que si de veras queris servirme, ellas solasharn el fruto que deseo. En cambio de lo que os ruego, porque no pensis queservs a seor ingrato, os ofrezco que partir con vos mi reino; y si lo que yo os

    pidiere os parece difcil de poner en ejecucin, considerad que si se ofreciera, lohiciera yo por vos, y que el servicio tanto es ms agradecido cuanto tiene en si msdificultad; mayor prueba hace el amigo de voluntad cuanto ms aventura por suamigo, porque las que solo se hacen con las palabras, con ellas mismas tienencondigna satisfaccin. Considerad, os ruego, lo que es disgustar un rey, de quienhaciendo lo contrario, podris disponer a vuestra voluntad ; si me dej vuestroyerno por heredero del condado de Salveri, me dej mi padre por seor de estereino, y con la liberalidad con que os di aquel, os ruego que dispongis de este. Vostenis cuatro hijos varones, a quien es imposible dar el estado que vuestra calidad

    pide; yo os doy la palabra de drsele tal, que no les quede ocasin de envidiar alms poderoso; ya vos sabis como s gratificar a quien me sirve; y as,

    parecindoos condescender con mi deseo, veris en breve el fruto que os sigue; quesi a los que con pequeos servicios me obligaron no he sido ingrato, menos lo sercon vos, en cuyas manos pongo mi vida.

    Aqu los profundos suspiros y lgrimas que procuraron, queriendo mostrarse,aprobar por verdadero el sentimiento del Rey, suspendieron sus palabras, y el

    Marqus, que le amaba, viendo las evidentes seales de la pasin que tena,ignorando la causa de verse rogar con tanta instancia, y deseando el aumento de sushijos, conmovido de piedad, hizo una grande oferta, prosiguiendo:

    Seor, empleadme sin respeto ninguno, que empeo de nuevo mi palabraque desde que os jur por rey y seor os tengo por pleito homenaje empeada, queen todo aquello que con mi entendimiento, fuerzas y lengua valiere para serviros,seris de m con la debida fidelidad servido; y si fuere conveniente, no solo la vidaque tengo, mil que tuviramos yo y mis hijos, las emplearemos en serviros. Quincon semejantes ruegos a un rey poderoso que le tena obligado con sus favores,respondiera al contrario? Cmo tan honrado vasallo pudiera creer que se le

    propusiera semejante demanda? Mas en toda ocasin los hombres deben ser

    cuerdos en lo que prometen, que si el Marqus midiera sus pocas fuerzas con elpoder de quien le rogaba, con pequeo acuerdo pudiera sospechar que solo eltesoro de su sangre depositado en el frgil vidrio de una hermosura corra peligroen tan fuerte ocasin.

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    11/58

    Las palabras del Marqus cubrieren el rostro del Rey de mil colores, y animadode amor, con temerosa voz le dijo:

    La Condesa, vuestra hija, es quien me tiene en el estado que os digo; ellasola me aborrece porque la adoro; sin ella ni puedo vivir ni quiero; si deseisservirme, si deseis que viva, haced que me ame. Creis vos que a tan leal vasallo,

    a tan verdadero amigo sin mucha fuerza de pasin me atreviera a lo que os ruego?Mi yerro es inexcusable, disclpeme con vos amor; que si habis en algn tiempo

    pasado por el rigor de su tirana, bastantemente pienso que estoy disculpado.Acurdeseos cuntas veces vos y el Duque, mi primo, me habis reprendido lomucho que ocupaba el tiempo en la caza, advirtindome el dao que podracausarme el viento, lluvias y vigilias, nieve y hielo; no por mi gusto, como ajeno de

    juicio, corr los montes y los valles, sino con intento de sujetar mis pasiones, o porlo menos tener con ellas alguna tregua; y viendo que nada me aprovechaba, acudal ltimo socorro; tened lstima de m, y si castillos, villas, tierras, tesoros queris,u otra cosa que en mi poder sea, aqu tenis en blanco mi firma, disponed a vuestravoluntad.

    El Marqus como noble habl lo que se le ofreca, diciendo:Seor, yo me hallo reducido al ms estrecho paso que pudo verse hombre de

    mi calidad, porque cualquiera resolucin que tome ha de ser en mi dao; hallmeobligado por el vnculo de mi promesa, si agraviado de que con ddivas y promesasme tratis como a hombre bajo. Yo estoy determinado, porque primero que falte mi

    palabra, querra que falte mi vida, no obstante que no ignoro que no debe quedarobligada sino en lo que fuere justo; pero veo de por medio vuestra vida. Yo le dira mi hija cuanto me habis pedido, como de vos lo entiendo, advirtiendo que puedorogar, y no obligarla con la fuerza; basta que de mi entienda vuestro deseo cuandoyo os tuviera muy ofendido; mas, seor, antes que me ausente os quiero suplicarque ante vos me sea lcito el deciros mi sentimiento antes que formar quejas anteotro. Es posible que en vos haya cabido pensamiento de manchar sangre que paravuestro servicio y acrecentamiento jams excus el derramarse? Este es el premioque yo y mi casa esperamos de nuestros servicios? Qu pudiramos esperar delms ofendido enemigo? Vos, seor, a mi hija el honor, a mi la alegra, a mis hijosla libertad de poderse dejar ver en pblico, y el mayor de los agravios, pues querisque sea el ministro de mi vituperio? Advertid que os toca, cuando otro intentaraagraviarme, salir a mi defensa: si vos me ofendis, a quin podr quejarme? Soloa vuestra prudencia constituyo por juez de mi agravio; que tengo de vos talconfianza, que si os juzgo parte en este caso, no creer jams que apasionado

    juzguis tanta desdicha. Estas son las gracias que rends al cielo por vuestras

    victorias, volviendo el reino que Dios os encarg, con semejantes excesos, unpeligroso bosque de latrocinios; que donde falta la justicia y asiste la violencia,qu puede hallarse que no sea confusin? Si vos con promesas, caricias y ddivas

    podis vencer la firme voluntad de mi hija, podrme quejar de ella? Mas si lasolicitis, con ms razn me podr quejar de que el cielo la dot de ms prudenciay obligaciones: la mayor merced que de vos puedo recibir es que no me hagisninguna, que mientras ms alto lugar ocupare, ser con mas irrisin y venganzasealado de mis enemigos; y si lo que he dicho pareciere demasa, atribuidlo ms ami voluntad que a poco deseo de serviros; y con vuestra licencia voy a poner enejecucin lo que me habis mandado.

    Y sin aguardar otra respuesta se fue.

    De modo obraron en el Rey las prudentes razones del Marqus, que rompiendola poderosa fuerza de la verdad los velos de tanta pasin, conoci su injustademanda, y estuvo para desasirse de tan penosa prisin; mas volviendo laconsideracin a su empleo, mudaba de opinin, diciendo:

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    12/58

    Cmo inconsideradamente procuro romper tan indisoluble lazo? Si nacipara que la amase, estimarla siempre. El Marqus es su padre, y habl como letocaba; soy su rey, l mi vasallo; ni soy el primero, ni ser el ltimo.

    Pero despus, alumbrado de algn rayo de razn, dificultaba y reprima suspasiones, y combatido de mil contrarios pensamientos, se mostr a los suyos con

    alegre rostro, encubriendo la pasin del nimo, accin de las ms penosas que loshombres hacen, y el Marqus lleg a su casa pensando en lo que el Rey le habadicho; y despus que consigo mismo discurri del caso, por no ser comunicable,envi a llamar a la Condesa, que vino luego a su presencia, y haciendo que sesentase a su lado, la dijo:

    Qu cierto estoy, amada hija ma, que lo que ahora os dijere os ha de causarnotable admiracin, y ms cuando juzguis con vuestro raro entendimiento,acompaado de vuestro recato, lo poco que a m me toca: ms que de dos malesque forzosamente se haya de padecer el uno, es cordura elegir el menos daoso, notiene duda; y as, no dudo yo que vos como discreta, valindoos de lo que digo,aprobis la eleccin que yo tengo hecha. Yo desde el tiempo que alcanc uso de

    razn hasta el presente estim siempre ms el honor que la vida, porque segn miopinin, es mejor morir inocente que vivir culpado hecho fbula del vulgo, juezsevero de las humanas acciones; el trabajo de vivir debajo de ajeno imperio, nosolo obliga, mas en muchas ocasiones fuerza a ejecutar lo contrario que loshombres desean, atendiendo a la calidad de los tiempos y a la voluntad de los quegobiernan, vistindose forzosamente el hbito de sus deseos; digo pues que hoy mellam el Rey, y as como llegu a su presencia, despus de largos prembulos,

    poniendo en mi mano la conservacin de su reino y vida, me pidi favor. Nac suvasallo, y promet de hacer cuanto me mandase, y l, valindose de mi liberalcuanto inadvertida promesa, acompaando sus palabras de ardientes suspiros y decopiosas lgrimas, me cont cuan sin remedio os amaba: quin imaginara jamsque a m poda comunicrseme caso semejante? Y prosigui contando todo lo quecon l haba pasado: aqu veris, dijo, a qu trminos me has reducido una ofertaindiscreta, una depravada, voluntad; respondle, como es verdad, que puedorogaros, forzaros no; yo os ruego que amis a nuestro Rey, que con estoocasionaris que sean vuestros hermanos poderosos seores en esta isla. Yo hedicho lo que habis odo por no faltar a mi palabra; pues sois prudente, no dudoque, considerado lo referido, hagis eleccin de lo ms conveniente.

    Call el Marqus, y la Condesa, lo que duraron sus palabras, de honestodesdn y vergenza tena de modo encendido el rostro, que no dudo que a los queen tal punto la miraran pareciera ms hermosa, y al fin de una breve suspensin

    respondi:Padre y seor, si por largas experiencias no conociera vuestro valor,acompaado de la mucha merced que me habis hecho, y el amor que siempre mehabis tenido, con justa razn me admiraran vuestras palabras. Por excusaros elenojo que era forzoso que os cansasen semejantes desvaros, procur siempreapartarlos de vos, como de m la voluntad de quien tan injustamente me persigue,haciendo todas las diligencias que a mis fuerzas han sido posibles. Si como el Reylo es de este limitado reino lo fuera del mundo, tuvieran el mismo efecto susdeseos, porque ms que el humano imperio estimo vuestra honra, la de mishermanos y mis obligaciones; y esto es lo de menos estima a quien se debe guardarrespeto. Que ms se le debe a aquel seor a quien nuestras obligaciones son

    infinitas, y se deben anteponer las primeras. Es verdad que nacimos sujetos; pero elalbedro tan libre, que aun el mismo que nos lo dio le dej a nuestra disposicin;pues qu cosa sera sujetarle a hombre humano contra el precepto de quien noscomunic tanto beneficio, el poder, las riquezas y seoros que me ofrece? Yoconfieso que adquiridas por justo medio son estimables, cuanto por el contrario

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    13/58

    aborrecibles; porque aquel a quien fallase la vida, qu le podran aprovechar loshumanos tesoros? Pues al que le faltase la ms importante, que es el honor, cosavana y de poco fundamento se le ofrecer. Yo estimo vuestros mandamientos en loque debo, y tengo tomada firme resolucin de ofrecer mil vidas que tuviera primeroque dejar la ms pequea mancha en mis obligaciones.

    Conmovido el padre, lleno el venerable rostro de piadosas lgrimas, la abraz,alabando la discreta y magnnima respuesta de su hija, loando consigo mismo talvalor y grandeza de nimo, dando gracias al cielo por tanto beneficio, despidisede ella, que dio larga cuenta a su madre de lo referido, y entre las dos alabaron la

    prudencia del viejo, dando la Marquesa a la hija muchas gracias por tan honrosadeterminacin; y el Marqus, confutando consigo mismo lo que al Rey debaresponder, fue a palacio, y con l a solas, le dijo:

    Seor, en cumplimiento de lo que os promet, os juro por la fe que a Dios y avos debo, que hable con la Condesa declarndola vuestra voluntad; y rogndolaque la cumpliese, se resolvi, despus de largos razonamientos, a que perderaantes la vida que tal le pasase por el pensamiento. Al principio advert que poda

    rogarla y no serviros, con la fuerza; ya hice lo que me mandasteis, cumpl con loque os he prometido, y para que conozcis en m hay mayores muestras que meacrediten, con vuestra licencia querra retirarme a mi tierra para prevenir, comoquien por mi larga edad est tan de camino, algunas cosas importantes para m

    jornada.El Rey, conociendo el yerro de haberse declarado, mal satisfecho, se la

    concedi, quedando melanclico, revolviendo varias cosas en su imaginacin.El da siguiente el Marqus sali de Londres acompaado de sus hijos varones,

    y se fue a sus castillos triste y pensativo, considerando su desgracia, junto con elperdido respeto, tan indigno de su lealtad y servicios, sin atreverse a llevar a la hija,por no disgustar al Rey; y as, fue forzoso quedar su madre en su compaa, no msque por buenos respetos, que su honesto recato y entereza poda dar seguraconfianza en caso que por su misma seguridad, del Rey no poda temerse violencia,que as como entendi la partida del Marqus y que haba dejado la hija, se enteren lo que sospechaba de la diligencia de! padre. Lleg a tanta desesperacin con elimpedimento y resistencia de su voluntad, que en l los das y las noches eraniguales, pues siempre careca de reposo, coma poco, y con suspiros continuos huala compaa de sus mas familiares con la aprensin de la constante crueldad de laCondesa, mudando con la mudanza del nimo de modo las costumbres, que de tresdas que daba en la semana audiencia pblica, sin dejarse ver, la daba por susministros, cosa que con los prncipes destruyen las provincias; porque importa todo

    el buen gobierno de ellas que todo pase por su mano, que entiendan las quejas ysplicas de sus sbditos y la vida de sus ministros; que si en esta parte sientendescuido, se hacen pblicos tiranos de los oficios que administran. Y digo, en fin,que a los reinos es ms conveniente tolerar los yerros de su natural seor quegobernarse por los ms conocidos aciertos de los vasallos; porque cuando yerra el

    prncipe, quin hay tan mal intencionado que dude que fue con buena intencin ydeseo de acertar, yerro que no es digno de juzgarse por agravio? Y por el contrario,el que est puesto en su lugar y en sus mas loables resoluciones mira siempre alnorte de sus particulares intereses; y si yerra, raras veces deja de ser de malicia,llevado del deseo de venganza o de codicia, o por adelantarse a sus iguales, o poroprimir a sus inferiores, y ninguno puede ser tan amado como el prncipe, a quien

    Dios adelant. Naturalmente los hombres aborrecen que se les oponga o aventaje elms amigo, el ms amable y propincuo deudo: pues qu sentirn de ver que se lesadelante el que no naci, o no juzgan su igual, o el que si les es superior desaman yaborrecen por la propia tirana o por la que usan aquellos que dependen por varioscaminos de su poder? Porque raras veces suelen ser los mejores los que alcanzan

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    14/58

    las privanzas de los reyes; y as no caminan por el camino real de la virtud, porqueel propio natural los gua por los atajos de la inclinacin del prncipe, de laadulacin, del inters, de la hipocresa, hasta verse tan apoderados de lo quedesean, que llegados a conocer sus defectos, hay dificultad en el deshacerse deellos, por el peligro que tienen los desaciertos de los que de nuevo se han de hacer

    capaces, aunque tengan buena intencin; y as, la piedra fundamental del gobiernoes examinar con cuidado la vida de aquellos con quien se ha de comunicar, porquees forzoso ser todo gobierno comunicable.

    Todas las cosas que al Rey solan ser de gusto le disgustaban, como eranjustas, tirar bohordos, ejercitar las armas y la caza. Tena cerca de su palacio unacasa de recreacin sobre el Tmesis, famoso ro de Londres, y habiendo de ir a ella

    por tierra o por agua, qu por las dos partes se poda ir, era forzoso pasar por lacasa de la Condesa, que advertida de que por su ocasin frecuentaba ms quedebiera este camino, excusndolo ella cuidadosamente todas las ocasiones, l lavea raras veces, de que notablemente se entristeca, sin dejar de proseguir sucamino, contentndose con solo ver las paredes que ocultaban su tesoro; y como la

    privacin enciende el deseo, comenz a continuar de manera su viaje, que lo que atodos era oculto, fue en muy breves das pblico a toda la ciudad, que sabiendo laentereza de la Condesa, que ellos llamaban rigor, y lo que el Rey padeca, laculparon de ingratitud, y la aborrecan, deseando que remediase tantas penas por sucausa padecidas, que generalmente son todos liberales de aquello que no lesimporta, que siempre el vulgo est pronto en vituperar la virtud, como en aprobarlo que no lo es; y puede tanto la lisonja, que muchos hicieron grandes diligencias,solo a fin de mostrarse favorecidos; y viendo la invencible constancia de laCondesa, aconsejaron al Rey que usase de su poder, valindose de la violencia,ofrecindose a ser los ejecutores de traer efecto semejante tirana

    Quiso el Rey primero ver el nimo de la Marquesa antes que se valiese de losconsejos, que no le parecan mal; y as, la envi a hablar con su camarero, queinstruido de todo, despus de haber ido a su casa y hecho las cortesas que se

    pueden imaginar que hara quien iba a rogar cosa tan deseada, la dijo:Seora Marquesa, el Rey os besa las manos, y de su parte os asegura que os

    desea todo bien, y de la ma os certifico que ms que otra cosa en el mundo deseoel buen suceso de estos negocios, no tanto por su gusto como por ver que contratoda razn, de donde poda esperarse premio, se puede temer una desdicha. Digo

    pues que dice que l ha hecho todo lo posible, y aun lo no conveniente a su decoro,por aquistar la gracia de mi seora la Condesa con el secreto y reputacin que sedebe a tantas prendas y a tanto amor, cuyas vanas demostraciones puso en boca del

    vulgo lo que estuviera excusado, pues no ser este el primero ni ltimo suceso queen este caso baya sucedido, que tambin sabe que esto ha sido tal vez ocasin demuchas muertes de prncipes, desolacin de imperios, y que tendra por mas

    piadoso que llegase la suya que padecer lo que injustamente por vuestra causapadece, pues gustis de tenerle por enemigo. Usando de su poder pblicamentellevar a palacio lo que desea con poco honor vuestro y menos estimacin suya, yen lugar de mostrarse amigo del Marqus y de su casa y hacerle merced, har quecon su destruccin conozcan en l obras de capital enemigo, efectos de su ira y

    justo rigor; porque tiene deliberado, no solo por su parecer, sino por muchos, tandoctos como desapasionados, que no es bien que l muera por una obstinacin malfundada de una mujer, poniendo con la falta de su persona en evidente peligro sus

    estados; y en caso semejante debe prevaler la causa pblica, aunque peligrecualquiera particular, y de los daos con evidencia forzosos, es puesto en raznelegir el que pareciere menos daoso, y con esto quedad con Dios, que ocasin esesta de veleros de vuestra prudencia.

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    15/58

    La Marquesa, oyendo la no esperada respuesta acompaada de tan injusta ytirnica resolucin, oprimida del temor, le pareca que ya a sus ojos vea laviolencia de su hija, y que sus odos oan las lastimosas quejas de sus agravios; yocupada de copiosos diluvios de lgrimas, temblando suplic al camarero que laconservase en la buena gracia del Rey, y de su parte le suplicase la suspensin de

    tal desdicha hasta que ella, advirtiendo a su hija de las obligaciones con que todoshaban nacido de servirle, procurase conservarle en la primera resolucin, ydesviarle en todo de la segunda. El prometi servirla, y parti alegre con talrespuesta a ganar en albricias la gracia de su dueo, que incrdulo dudaba decuanto le deca, y haciendo mayores extremos que le haban costado sus desdenes,esperaba la deseada respuesta, midiendo el tiempo por minutos, y hacindoselecada uno siglos de dilacin. En este tiempo la Marquesa fue al cuarto de su hija, aquien hall entretenida con sus criadas en su labor, cosa en nuestros tiemposconveniente, muy lcita y forzosa, no solo en las ms comunes mujeres, sino en lasmayores seoras, que no es excusa la grandeza para gastar mal el tiempo, cosa deque nacen las dificultades y desrdenes que se saben, y quedndose con ella a

    solas, le cont todo lo que con el camarero la haba pasado, acompaando susrazones de copiosas lgrimas, y abrazndola tiernamente prosigui de esta suerte:

    Amada hija ma, ya alcanc tiempo en que, vindote la ms hermosa yrecatada de nuestro reino, me juzgu por madre felicsima, creyendo que losrarsimos dotes de que te adorn naturaleza nos fueran causa de honrososacrecentamientos. Mas, ay, cuan raras veces aciertan los juicios humanos, pues

    pienso que naciste para nuestra universal destruccin! Vence en algo la dureza detu condicin, no en nada que no sea licito y honesto, que esto ms vale padecer milmuertes que exceder un punto de las honrosas obligaciones con que naciste, sinotemplando el rigor de modo que la justa defensa no se juzgue desprecio; porque sicomo te digo te dejas gobernar de la ocasin y el tiempo, trocars mi dolor enalegra. No sabes que ms que a todos los hermanos te amo, y que las obras puedencontigo haber, acreditado mis palabras. Djate guiar de tu madre, que te estima yadora, y piensa que el Rey es poderoso y que, no solo est enamorado, sino loco;que tu virtud, indignamente juzgada crueldad, le tiene puesto a peligro de perder lavida, y que somos aborrecibles a todos los que desean su salud, y que sola t no ladeseas. Acurdesete las injurias y maldiciones que hemos odo del ignorante vulgoy del adulador cortesano. Si esto es verdad, en pago de la deuda natural que nosdebes, no quieras ser nuestra destruccin, pues puede remediarse valindose de unahonesta prudencia, de un agrado cuidadoso. Los reyes, cuando ven despreciadossus ruegos de aquellos a quien pueden mandar, vlense del poder. No quieras que

    la ltima cuanto injusta resolucin de un poderoso ocasione nuestro vituperio. Miratus hermanos y padre desterrados, yo viuda, porque todos temen al Rey, y ms a ti,que has de ser causa de su afrenta, a que es forzoso que se siga la venganza que hade ocasionar su destruccin. Dichosa yo si el primero da de tu vida fuera el ltimoo el postrero mo, o si en lugar de tu esposo ocuparas un mrmol No des ocasin aque justamente me queje, que te d nombre de cruel, de ingrata, y sobre todo dedescorts, contra tu propia sangre.

    Ces con esto oprimida de un mortal desmayo que la dej tan helada e inmvil,que se tuviese por cierto que la hubiesen desamparado los vitales espritus. Llorabala Condesa amargamente tanta desventura, enternecida de maternal afecto yoprimida de tantas persecuciones, pues las padeca aun de los mismos obligados a

    su defensa, si bien no se podan llamar tales, por ser siempre debajo del pretexto desu honrosa defensin, mas nunca su invicto nimo dud de proseguir en sudeterminada voluntad. En mano de tantos contrarios, combatida como peasco enmedio del mar, firme al continuo contraste del fluctan te cristal, ms movida acompasin, determin de librar a los suyos de tantos trabajos con la mas valerosa

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    16/58

    determinacin que se ha visto en los presentes siglos, ni se oy en las mscelebradas matronas de la antigedad, ni podrn esperarse de los venideros; queuna alma generosa, cuando injustamente se conoce ofendida y estimulada de la ira,de tal modo se enciende en la venganza, que aunque conozca su total ruina,

    produce furiosos efectos; y las mujeres en toda determinacin son ms fciles,

    intrpidas e invencibles, una vez determinadas; pues con la ltima determinacin,siendo solo de s misma, que importa mucho para que las que se desean tengasefecto en no comunicarlas; despus que con los remedios y caricias vio libre del

    peligroso desmayo a la Marquesa, enviando a las criadas fuera, a quien para ayudadel remedio del inopinado accidente haba llamado, y consolndola, respondi:

    Amada seora y madre, a quien por tantas mercedes recibidas tan justamentedebo este ttulo, enjugad las piadosas lgrimas, bastantes a ablandar el corazn msfiero, el ms inaccesible peasco y el ms firme diamante, que ya mi nimo estdispuesto a que no se le d nombre de cruel ni a ser causa de vuestros disgustos,como de la calamidad de mi padre y hermanos, pues si careciera de remedio, conmi muerte procurara su vida. Sabe el cielo que la que intento por serviros es para

    m la ms penosa; pero con vuestros consejos, salvo mis obligaciones, queconservar antes que mi vida, podremos remediar nuestro dao, sin recibir el quems debe temerse. Cesen las lgrimas, y sin que intervenga ms que vos y yo,como a quien les importa, quiero que veamos al Rey y que acaben tantosinconvenientes.

    La madre, con la no esperada respuesta, tan fuera de s de contento como antesla haba tenido el pesar, dudaba de haber odo semejantes palabras, dando graciasal cielo por tan grande beneficio, como muchos ignorantes que de los mismossucesos con que le ofenden por propia malicia le dan agradecimiento, como si lfuese inspirador de maldades, sino fuente abundante y perenne de donde procedetodo bien, y abrazando a la bija lloraba de contento: tal es la locura de los mortalesque solemnizan su propia desventura como en otros sujetos la fuerza de la codicia,que no perdona la propia sangre, tan imitado en nuestra miserable edad, donde, sinser solicitadas, se solicita el precio miserable de propias y ajenas culpas.

    Era esto por la mitad de julio, cuando el Padre universal de los mortales, en elmedio da, con las furiosas saetas de sus rayos obligaba a los humanos a generalsosiego, en cuyo tiempo la Marquesa hizo prevenir un pequeo batel para ir al

    jardn o casa de placer donde el Rey estaba por gozar d ms sosiego, que, comoest dicho, era cerca de su casa. La Condesa mientras esto se previno se retir a suoratorio, y sin valerse de otros preciosos adornos que de un cerrado cuchillo para lams apretada ocasin, considerando que en las ltimas y forzosas por flacas manos

    de mujeres haba Dios confundido la obstinacin de mas pertinaces y ferocesenemigos, llena de confianza del feliz suceso por las dos causas que ocurran en elpresente caso, que eran la defensa del divino precepto y su honor, se puso derodillas delante de una devotsima efigie de aquella Seora que antes de los siglosen la mente divina fue preservada de la original culpa para que gozase de ladignidad de su madre. Tena asimismo en sus santsimos brazos la imagen de susantsimo Hijo y seor nuestro, ante quien con devoto y humilde corazn dijo:

    Seora ma, hija del Padre, madre del Verbo, y esposa del Espirito Santo,que os escogi para tan alto ministerio: Cosa es cierta que si pudiera ser que fueraismadre de tan inaccesible Seor, menos que con el don inestimable y precioso devuestra santsima pureza, no admitierais tan grandiosa dignidad; y siendo esto tan

    cierto como es, las causas que piden la conservacin de castos deseos, como madrepiadosa de los mortales, os toca su defensa. Esta parece, Seora, que mspropiamente os incumbe su patrocinio. Ya os consta de la presente necesidad, yasimismo como quien de tan cerca mira la divina Esencia, en quien se ven todas lascosas, lo mas oculto de mi corazn, favoreced delante de aquel Seor, ante quien

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    17/58

    hallasteis tanto favor, lo que os suplico y veis que esta ocasin pide, sin permitirque por mis culpas prevalezca la parle injusta y depravada de las mortales pasionesde nuestra fragilidad.

    Acabado este breve razonamiento, confiada en la que pueden confiar elremedio todos los que le pidieren para las cosas justas, sali donde la Marquesa su

    madre la aguardaba, y las dos, cortando la plata del caudaloso Tmesis con elpequeo esquife, llegaron a las riberas del deleitoso jardn, que estaba de tal modofabricado, que por sola una puerta poda entrarse en l, porque todo lo dems locircundaba un altsimo muro en torno. La puerta estaba acuso abierta, porque elRey, como estaba melanclico, se entretena en las riberas de aquellos cristales, yel camarero algo desviado no perda de vista la puerta, sentado debajo del doselque fabricaban las copadas ramas entretejidas de unos ancianos robles, gozando dela fresca respiracin de las crespas olas, y tambin por evitar que nadie entrase,advirtiendo de la ocupacin del Rey.

    Llegaron madre y bija, ordenando al que guiaba el pequeo barco que de allno le moviese, y pisando las doradas arenas del caudaloso corriente, las ninfas

    sacaron las hermosas cabezas coronadas de ovas, espadaas y lirios, admirando conparticular suspensin tanta belleza; ellas pisaron las gradas de la puerta, vistiendode nueva luz los deshabitados prticos. Como el camarero las vio, desengaado desu vista, lleno de notable espanto, recibindolas con la debida cortesa, con milcaricias las salud, preguntndoles qu mandaban. Respondi la Marquesa:

    Venimos a ver y hacer reverencia a nuestro natural seor, como ha poco queos dije que lo procurarla.

    El con suma alegra hizo meter el estrecho leo en que venan en un pequeoescao, que hecho a mano, serva de guardar los que el Rey tena para su recreaciny servicio; cerr ]a puerta, y entretenindolas con la vista de las curiosidades queall haba, las fue guiando hasta donde el Rey estaba, no considerando la crueldadde su dama, que cuando le informaron de lo qu pasaba, sali alegre sobremanera arecibirlas, dudando de su vista, parecindole ilusin de su fantstica imaginacin loque tena presente.

    Recibilas con las muestras de voluntad y agradecimiento que peda semejantevisita, y la Condesa, as como vio al Rey, discurri por sus venas un improvisohielo; aun mismo tiempo se le encendi el rostro de un modo, que se lo acrecenthermosura, si ms era posible de la que antes tena; y l, sin haber podido hastaentonces hablar palabra, ocupndolo el repentino accidente los sentidos; y cuandovolvi en s con mucha humanidad las dijo que fuesen muy bien venidas,

    prosiguiendo:

    Qu buena estrella ma, qu suceso feliz os ha trado con esta siesta a quegoce yo la vista de esta deseada presencia?Y entonces la Marquesa, hacindole la debida cortesa, que la Condesa,

    ocupada de la vergenza y temor, no pudo hablar palabra, le dijo:Seor, viene mi hija con deseo de serviros, como disgustada de haberse

    mostrado rigurosa y de haber perdido un instante vuestra gracia.Mostrse el Rey sumamente agradecido, y haciendo las honestas caricias a la

    Condesa que la presencia de su madre peda, a que ella se mostr siempredesdeosa, no levantando los ojos del suelo; eran iguales el contento en el Rey y eldisgusto en la Condesa, que no pienso que puedan de otro modo encarecerse tancontrarios afectos.

    Juzgando el Rey a vergonzoso encogimiento su desvo, orden al camarero queentretuviese a la Marquesa, y l con varias plticas se retir a su cuarto, y llegandoe su mismo aposento con la Condesa, cerr las puertas, y ella, as como las viocerradas, temiendo alguna violencia, vindose inadvertidamente en el lugar que

    jams pens y desamparada, arrojse de rodillas a sus pies, y le dijo:

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    18/58

    Seor, nuevo intento del que habis imaginado me ha conducido al trminoen que me veis; pero pues solo vuestra salud me ha obligado a serviros, comomujer deseo saber si son hijas del alma tan exquisitas diligencias, suplicndoos unamerced, que para vos ser fcil, y para m me obligar eternamente.

    El Rey, que con la congoja y afecto le pareciera ms hermosa, juzg por tanta

    ventura que le pidiese algo, como la del fin de su pretensin, y con los msexecrables juramentos que pudo confirm su palabra de cumplir todo aquello enque le emplease, como no fuese dejar de amarla, porque eso saba que no haba de

    poder cumplirlo; y querindola levantar del suelo, no lo consinti, antes besandosus manos por el prometido favor, sac el cuchillo, y con piadosas lgrimas queadornaban sus hermosas mejillas dijo:

    Seor, la merced que yo os suplico es que me amis lo que os durare la vida,y que con este instrumento acabis la ma antes que yo vea mi afrenta, pues tengo

    parte de vuestra sangre; y si no cumpliredes lo que prometisteis, delante de vosllegar mi muerte, y el cuerpo sin el vital aliento podr quedar en vuestro poder;

    pero no el alma, que mientras le animare, cmo podr consentir hacer caricias a su

    mayor enemigo?Ces con esto inundando por los hermosos soles de su rostro dos ocanos; y el

    Rey con nueva admiracin de tanta y tan hermosa resistencia, ms perdidomientras ms la miraba, nuevamente enamorado de tan piadosa accin, yenternecido, como quien la amaba, de sus trabajos, viendo que sin ella no podavivir, resuelto en su ltima determinacin, considerando que, como deca, era susangre, y los grandes servicios de sus pasados, con la debida cortesa la levant,diciendo:

    Seora, no quiera Dios que yo quiebre mi palabra y que agravie a la prendaque ms que a m mismo quiero; pues antes al que conociese, no digo deseoso detal ejecucin, sino solo con el intento de ella, procurara yo acabar la vida como ami mortal enemigo. Cesen ya las honrosas resistencias de vuestro valor, y venzan,que es justo, las injustas diligencias de mis deseos, porque yo quedar muyconsolado con que me hayas dejado la libertad de amaros, que tanta es laobligacin en que me tiene puesto vuestra virtud, que sin ella aunque s que habade ser a costa de mi vida, no me atreviera a disgustaros; pero yo pienso hacer demodo, con vuestra licencia, que seis un vivo ejemplo al mundo de lo que debeestimarse la honra, pues por la justa estimacin que habis tenido y tenis de lavuestra, quiero que alcancis diferente fin del que todos podan esperar de milocura; y creed que el indigno amor que os tuve est ya tan fuera de mi alma, queaun del tiempo que seore mi pecho estoy corrido, y que he entrado en su lugar el

    justo y verdadero.La Condesa entonces, dando infinitas gracias a aquella Seora, por cuyo medioes de creer que en tan breve tiempo hubo tal mudanza de voluntad, abri la puerta,y entrando el camarero y la Marquesa, que estaba con la pena que puedeimaginarse, viendo cmo su hija se la haban apartado de s, temerosa de algunadesgracia, si confiada de su valor, hizo que las dos se sentasen, y habl con l ensecreto, dndole la orden conforme al intento que tena, y l parti a ejecutara, yentretenindose el Rey con ellas en varias plticas, en breve espacio entraron todassus criadas, y luego la nobleza de las damas de la corte, y despus el obispoevoracense, hombre docto, y por cuyo expediente pasaban los ms graves y arduosnegocios, y en su acompaamiento los ms importantes seores del reino, todos

    admirados de ver sentadas al lado del Rey aquellas seoras, y que la viuda tena losojos no en todo libres de los copiosos diluvios que la pasada ocasin le habacausado. Callaban todos esperando el fin para que fuesen llamados, cuando el Rey,interrumpiendo el confuso silencio, dijo:

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    19/58

    Nobles y fidelsimos vasallos mos, aqu os he juntado para que veis quepuede alabarse mi reino que posee ms valerosas damas que cuantas nos celebra laantigedad, como lo dir la historia que hoy tenemos presente y contando porextenso toda la referida hasta el estado presente, prosigui: Y tambin quieroque conozcis que si hay valor, virtud a ellas tan digna de que cia sus hermosas

    frentes el lauro de la inmortalidad, digno premio de sus hazaas, es justo que sepisque tenis Rey que sabe premiar en algo, ya que en todo es imposible, alguna partede nimo tan valeroso, de constancia tan invencible como os la ha dicho el presentesuceso, que por notorio no refiero. Hoy tenis delante vuestra reina y mi esposa,como la que mejor lo merece.

    A que todos respondieron en una profunda cortesa, y llamando al obispo quese acercase, hizo que hiciese la forma del sacramento; y acabado con alegres

    parabienes y aclamaciones, la besaron todos la mano, y Eduardo hizo algunasmercedes. El contento de la Condesa fue grande, como quien haba llegado a taldignidad por los propios mritos y virtud; que los que las alcanzan por otroscaminos no gozan de la verdadera posesin de ellas, sino de la injusta tirana con

    que las usurpan. En poco espacio la fama de tanta novedad se haba extendido porla corte, que con suma alegra la recibieron todos generalmente, alabando la

    prudente resolucin del Rey.El Marqus y sus hijos haban venido a Londres, deseosos, el uno de ver a su

    mujer o hija, y los dems a su madre y hermana; y apenas entraron por la puerta dela ciudad, cuando la nueva, como si fuera mala, sali a recibirlos, y sin serconocidos, se informaron del confuso tropel del vulgo, y llegando a su casa ciertosde la verdad, dejando el de camino, se pusieron en hbito decente, y con uno de sushijos envi el Marqus a dar aviso al Rey de su venida, suplicndole que le dieselicencia de besarle la mano, cuya respuesta fue enviar al prncipe de Gales, su

    primognito, acompaado de los infantes y nobleza que ya haban besado la manoa la Reina para que le acompaasen, y l con igual contento que en otra ocasintuvo pesar tan sin culpa suya, porque no hay persecucin que, como no proceda de

    propias culpas, no la compense el cielo con la suma liberalidad que paga buenosintentos, que no quiere con los sucesos prsperos o adversos sino encaminar lo queno nos conviene, que cuando sucede al contrario, en nosotros est la culpa, porqueno usamos como debemos de sus favores.

    Despus de las forzosas cortesas y alegres parabienes que de una parte a otrapasaron, con excesivos favores fue del Prncipe, infantes y caballeros llevado apalacio, donde le sali a recibir el Rey, y honrndole le hizo sentar al lado de suhija, y le mand que la hablase. El lleg a quererla besar la mano, y ella no lo

    consinti, y se abrazaron tiernamente; y como estaban con el referidoacompaamiento, salieron en pblico por toda la ciudad, donde con milbendiciones y muestras de amor fueron nuevamente aclamados, y se hicieron lasmas grandiosas fiestas que jams se vieron, acompaadas de infinitas mercedes y

    perdn general de todos los delitos que sin parte dependan de la voluntad real;toda la nobleza del reino procur mostrarse liberal, haciendo increbles gastos porel gusto y servicio de su Rey, que dio grandiosos premios a los que los ganaron enlas justas, honrando particularmente a los extranjeros, que a la novedad del caso, dediversas partes acudieron muchos.

    Ocup el Rey a su suegro y cuados en los mas preeminentes oficios, y con eltiempo l y todo su reino conocieron la acertada eleccin siendo la Reina un

    verdadero ejemplo de aquistar la verdadera fama, donde solo se llega por el caminode la virtud, como ella lleg; de modo que cuando no sea por el eterno premio quecon certeza se espera, digno de tanta estimacin en quien alcanza el verdaderoconocimiento, por los buenos sucesos y felicidades presentes se debe vivir bien,creyendo con certeza que aquel Seor que tanto nos ama, si tal vez consiente la

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    20/58

    persecucin de los suyos, no les pone lazos, sino ocasiones, deseoso de que seaprovechen de ellas como deben para que ganen el premio de la inmortal corona.

    En Eduardo se nos muestra un rey agradecido, pero demasiadamente curioso,pues el suceso de su amor procedi de ir donde no importara su presencia; nosensea con cunto cuidado deben los reyes huir las visitas de las mujeres hermosas,

    y particularmente de las casadas; la prudencia con que procur encubrir su grandepasin, la obligacin que los superiores tienen a no dar mal ejemplo. El declararseo la Condesa, teniendo a su padre y esposo tantas obligaciones, la fuerza de esta

    pasin. Hablar el Rey sin su voluntad con los suyos en la batera, y otras materiasde milicia, la satisfaccin que deben dar a todos los reyes, porque generalmente sonde todos. Los favores del Marqus para facilitar su pretensin hasta llegarse a valerde l mismo y de la Marquesa, y del propio poder, para usar de violencia,

    perdiendo el respeto a su obligacin y decoro, la furia con que las propias pasionesseorean los poderosos a quien todos sus deseos y acciones parecen y juzganlcitos. El verse vencido y obligado de tan honrosa resistencia, y despus recibirla

    por mujer, nos ensea que as como el amor que consigue el ilcito fin suele

    siempre tener mal suceso, as la que solo permiti el lcito abri los ojos de la razny conocimiento en el Rey, de modo que le lleg el debido premio a la virtud.

    Partirse el Conde dejando a su esposa moza y recin casada, nos avisa que noes cuerda resolucin casarse los que estn sujetos a ausencias que dependen deajena voluntad.

    Recibir la Condesa al Rey sin la compaa de su madre y esposo, avisa a lasmujeres casadas que huyan la vista de los hombres, particularmente la de los

    poderosos, en toda ocasin, pues se gana ms honra con el huir de ser vistas quecon la ms honrosa resistencia. Las diligencias que hizo para desviar la voluntaddel Rey, las persecuciones que tuvo mostrndose a todas firme, ensea lasobligaciones que las mujeres nobles tienen de estimar en ms el honor que la vida.Acudir por remedio a Dios por la intercesin de su santsima Madre, nos avisa quequien se valiere de tan poderosos como justos medios, si le conviniere, tendrn susdeseos feliz suceso, como este le tuvo.

    Las diligencias de los vasallos, el deseo del vulgo nos ensea la fuerza de laadulacin y cuan liberales son todos de lo que no les importa.

    Dejar la Marquesa sola a la Condesa cuando el Rey vino, advierte a las madresel cuidado que deben tener, pues muchas veces en unas el descuido, y en otras elmucho cuidado es causa de los infelices sucesos de la juventud, de que darnestrecha cuenta y recibirn riguroso castigo.

    El Marqus, que ignor tantos favores y apretados ruegos, denota los

    imprudentes que, no midiendo sus pocas fuerzas, como ignorantes, todo les pareceque se debe a su ingenio, prudencia y merecimientos. Prometer sin saber lo que sele peda es cosa inexcusable e indigna, y ms el hacer caso de honra el cumplir la

    promesa cuando no es justa, pues no solo no obliga, sino que es bajeza de nimo sucumplimiento. Dejar l y sus hijos la corte cuando se ven ofendidos del mismo aquien tocaba su amparo, nos ensea que, ya tengamos o no razn, es cordura huir elrostro a los poderosos. Volver a su casa y hallar tan impensadamente tan alegresuceso, de donde poda esperarse tan infeliz, nos advierte que muchas veces seguan las cosas tan diferentes del juicio humano, que tal vez los ms encumbradossin saber cmo se hallan en mil penosas calamidades, y otros, sin alcanzar pordnde, de en medio de las persecuciones y trabajos, se ven exaltados y favorecidos

    en el ms sublime grado de la fortuna.

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    21/58

    ELHERMANOINDISCRETO

    Granada, la ms insigne ciudad de Espaa, tanto por sus magnficos ysuntuosos edificios como por la copiosa muchedumbre de ciudadanos que lahabitan, acompaados de serafines que en forma humana gozan del ms amable

    privilegio de naturaleza, conocida y reputada generalmente por paraso de Espaa,cuyos amenos carmines exceden los jardines hibleos, los celebrados pensiles dePersia; hechizo general de forasteros, donde con agradable emulacin igualmentecompiten los estimables dones del cielo, salubres aires, abundancia, riquezas yhermosura, centro de grandezas y comodidades, que bastaran a hacer opulento yamable al ms clebre reino del orbe. En esta ciudad, o ms propiamente paraso dedeleites, viva un caballero mayorazgo, cuyo nombre era don Alonso de Vargas, de

    moderada hacienda y grandiosa virtud, tan adornado de la librea de la muerte,cuanto desengaado de la inconstante fragilidad de las humanas miserias, y con lacertidumbre del fin del destierro, como prudente, prevena el cierto como temerosocamino, la forzosa y estrecha cuenta del recibido talento. Gozaba de una hija y unhijo, cuyo nombre era don Juan, y el de ella doa Isabel, siguiendo el apellido de su

    padre; eran el nico consuelo de sus cansados aos, que como vivas imgenes desu alma representaban en su vista la agradable prorrogacin de la frgil naturaleza,de los hombres tan deseada, siendo ellos generalmente amados por la buenamemoria de sus progenitores, y doa Isabel particularmente por su honesto recato y

    prudencia, como l por su cortesa y buenas partes; porque si en la ciudad seofrecan fiestas, era el regocijo da ellas; si disensiones, el que a costa de su

    comodidad y hacienda las compona y ajustaba; y finalmente, era corts, liberal ycumplido con sus amigos iguales, familiar y prdigo con los inferiores, con quelleg a ser un general hechizo de las voluntades. De la suya dependan las msgrandiosas y humildes; en ella, sobre una conocida virtud, compelan cordura,recato, hermosura y agrado, causa de que cuando se ofreca hablar de sus mritos,todo era en sus alabanzas, tan justamente merecidas.

    Frecuentando don Juan, como es ordinario, la conversacin y trato de otroscaballeros mozos, hizo particular amistad con uno, que se llamaba don DiegoMachuca, descendiente de aquel famoso que en la conquista de Sevilla por la faltade la espada hizo con el ramo de olivo tan valerosos hechos; y como suelen serunas mismas las cosas que los afectos dictan en iguales aos, no se hallaban un

    punto divididos, juntos gozaban de los entretenimientos, si no forzosos, mscomunes a la juventud. En el discurso de esta amistad don Juan dio cuenta a su

    padre y hermana de la que con don Diego profesaba, y el buen viejo, que conoca lavirtud y calidad del caballero, que cuando acompaan o un sujeto de pocos aosson dignas de veneracin, y ms en este siglo, donde la juventud hace gala de losvicios, de que debiera afrentarse. Aprob don Alonso el buen acierto; rogle que locontinuase, y dejndole a solas con la hermana, se retir a su cuarto; y don Juan,como uno de aquellos a quien la falta de qu hablar suele hacer notable dao,

    prosigui indiscretamente encareciendo los merecimientos de su amigo, bizarra,liberalidad y discrecin, pintndole el ms perfecto caballero del mundo; de modoque la vana curiosidad, tan peligrosa en las mujeres, despert en doa Isabel eldeseo de verle, llevada de la novedad de tanta perfeccin, que b que mas recato

    profesa, pocas veces ocasionada sabe librarse; y as, a las doncellas es imprudenciaalabarles hombres, sino mujeres que estn en opinin de virtuosas, cosa que rarasveces causa envidia, porque loarlas, en presenciado damas, de bizarras, entendidas

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    22/58

    y hermosas, en el ms estrecho parentesco viene a ser grosera, y en la msentendida engendra sospecha de algn desprecio, cosa que notan con particularcuidado, dndose por ofendidas del ms pequeo descuido, y calificando porimprudente al que en algo falta de la que tienen recibida por ley de cortesa; puesdisimulando como saben en las ocasiones, que en esto llevan notable ventaja a los

    hombres, respondi que se holgaba mucho de verle tan bien empleado; porquedems del crdito que a l se le deba, le tena en el debido lugar desde el punto quevio la aprobacin de su prudente padre; y que as le rogaba la continuase, y l lo

    prometi as, y prosigui diciendo que era tanto lo que lo deseaba, que gustara quesu amigo fuera a propsito para que el estrecho lazo de parentesco enlazara el de sucorrespondencia; a quien ella, adornado el rostro de las afectuosas colores, de quecon mucha facilidad se valen en los tiempos que les parecen a propsito,representndolos tan vivos, que pocos hombres, aunque advertidos de suinconstancia, hay que no los crean, y no obstante que deseaba licitas ocasiones desu visita, respondi:

    Seor y hermano, no hubiera cosa hoy en el mundo que estando dependiente

    de mi albedro no la remitiera a vuestra gusto, as por lo que yo os amo como porvuestros merecimientos; pero ni yo estoy en edad de semejantes ocasiones, nicuando lo estuviera, tengo dispuesta la voluntad; porque desde el punto que pudehacer en mi eleccin, la tengo dirigida a mejor esposo, si ya nuestro padre, comoverdadero dueo de mi disposicin, no ordenase otra cosa; que segn la voluntadcon que me hace merced, creo que por ser tan justo el intento mo, no le opondr elestorbo de su mandamiento, y ms teniendo, como tiene, a quien dejar en su lugar

    por cabeza y seor de su casa.Replic l diciendo que lo propuesto era solo gastar el tiempo en lo referido

    como se haba de gastar en otra cosas, que llegando el de su determinacin, hablabacon la cordura que de tanta virtud y entendimiento poda esperarse, dejando sueleccin dependiente del acertado juicio de su padre, de lo que l se sentanuevamente obligado. Y despidise diciendo que esperaba en Dios que conociesealgn da, ya que en todo le pareca imposible, alguna pequea parte de sus deseos,dejndola con muchos de ver el alabado caballero.

    El se fue a buscar a don Diego, a quien dio larga cuenta del pasado coloquio,pintndole a su hermana, su hermosura, discrecin y intento; y l muy agradecido atanta merced, procuraba mostrarse con corteses palabras; y siendo del amigoigualmente correspondido, los dos se dieron por satisfechos.

    Representndole a don Diego su imaginacin la hermosura de doa Isabel,junto con la ocasin que de servirla se ofreca., solicitada ms de su prspera

    fortuna que de su diligencia, animbale la igualdad que entre los dos haba parafacilitar toda ocasin amorosa que a su propsito pudiese ofrecerse; y as, propusoen su nimo de remitir a la vista lo que la fama deca, y prosiguiendo en varias

    plticas la conversacin, su amigo se apart de l, que, como si le importara lavida, hizo una amplia relacin a su hermana de lo que con don Diego haba pasado,tornando a fomentar el fuego que haba encendido el viento de sus indiscretas

    palabras. Ya solo pensaba cmo sin ofensa de su recato podra verle, yofrecindosele mil imposibles, solo le servan de tormento viendo tan lejos elefecto de su pretensin, que en las mujeres tiene la aprensin de lo que aman oaborrecen notable fuerza, dejndose oprimir de la furia de los afectos. Pues donDiego, que combatido de pensamientos varios le propona su deseo diversos

    caminos, vino a dar en el que por nuestros pecados en estos tiempos es ordinario,que es verla en una iglesia, cosa mal entendida y peor remediada, y en esta ocasin.De una noble y honrada doncella, en cuya sujeta no se poda esperar sino justas yhonestas pretensiones, aunque no es lcito, parece menos culpable; pero esto andatan libre, que con las que en sus casa por su pblica desenvoltura no tienen

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    23/58

    dificultad ni inconveniente, hace gala la juventud de que en los templos se vea supblica libertad irreverencia. Ay de los magistrados y eclesisticos que loconsienten!

    Aguard don Diego con cuidadoso desvelo a que fuese da de fiesta; pusoespas a don Juan, aguardando a que saliese de su casa, y luego fue a buscarle por

    tener ms ocasin de informarse de los criados; y ofrecindole la fortuna la quedeseaba a su propsito, encontr con uno a quien pregunt por l, y dictndole quehaba salido fuera, replic que adnde le podra hallar, si acaso, como era justo, ibaacompaando a mi seora doa Isabel, porque sentira que le dejase por otracompaa ; a que l respondi que don Juan hua de su compaa, porque la oa suseora en aquel monasterio de enfrente, y que su padre le acompaaba como unode sus escuderos, y que esto sola ser tan temprano, que ella y el alba se levantabana un tiempo; que hoy ignoraba la causa de su detencin, juzgndolo l a favor de sufortuna; y por no dar sospecha con tantas informaciones, se despidi diciendo quele importaba hablar a su amigo don Juan. Dijo el criado que le avisara para que le

    buscase y cumpliese con sus obligaciones, que es el primero que dese cumplir las

    de su dueo, que suelen hacer aborrecibles, y particularmente a los seores; y as,deben procurar que sus criados sean generalmente corteses y agradables, y el mejormodo de que lo sean es que no vean lo contrario en ellos. Despidise, y aguardandoa que saliesen de casa, como que volva a proseguir la propuesta diligencia, entren la iglesia, donde al descuido, mientras hizo oracin, fingiendo que no los vea,elevado en la prodigiosa hermosura de doa Isabel, fue ms larga de lo quesemejante ocasin peda. El padre y la hija, que no quitaban de l los ojos, alababanla buena eleccin de don Juan, confirmando con nuevo crdito la opinin que de ltenan; y como los afectos amorosos son un rayo a cuya imitacin dan en la vista, ydejndola sana rompen y sujetan el corazn, o segn otros, conformidad deaspectos, y ms propiamente de la juventud o igualdad para trazar la comodidad

    propia, que hoy est el mundo de manera, que hay pocas voluntades que no sea esteel principal blanco de su intento, si bien los hombres con la natural libertad quenaturaleza les concedi son ms fciles en el amar si menos firmes; y las mujeres

    por el contraro, oprimidas del freno de la vergenza, son ms tardas; pero forzadasde la pasin y resueltas, son ms firmes en su determinacin, rompen mayoresdificultades e imposibles, porque no les concedi naturaleza que variasen en laeleccin ni que segunda vez probasen su fortuna, ponindoles por freno de sufragilidad la comn desestimacin que por el perdimiento del honor adquieren, queno hay amor que lo sufra, ni obligaciones que la sobrelleven.

    A un tiempo heridos los dos de la venenosa flecha, al descuido se miraban,

    cuando el anciano padre, rompiendo el silencio de los amantes, llam a don Diego,preguntndole la causa de honrar sus barrios, y asimismo de no le haber hablado, aquien l, despus de los debidos cumplimientos que el lugar requera, ofrecindosecriado de la que ya era dueo de su alma y por aficionado servidor suyo. DoaIsabel, con mucha cortesa, pocas palabras, variacin de colores, le dio las debidasgracias, y prosigui don Diego:

    Seor mo, prendas vuestras son causa de que yo goce del gusto de acudir avuestros barrios, obligado de la que del seor don Juan recibo, que pudieraobligarme el no carecer de ella, no a tan corto viaje, sino a pisar los ms remotosclimas, a navegar los mas procelosos mares, sin que mi amor dejara de trocar todasestas dificultades en contentos y descansos procedidos de su compaa. Desde esta

    maana ha que le busco, que he juzgado por siglos los instantes de su ausencia,casi celoso, que sufre este lenguaje tan verdadera amistad, de la causa que puedadivertirle de la ma; y as, no sosiego hasta que le vea, ni le tendr hasta que tengade l larga relacin de lo que digo; y prendas vuestras son, seor, las que en la

    presente ocasin han dado causa a. que muestre algn gnero de remisin en mis

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    24/58

    obligaciones, a que hubiera acudido desde el punto que entr en esta iglesia, que osvi desde que entr en ella. Mas viendo a vuestro lado a mi seora doa Isabel, nome atreviera a besaros las manos, si no fuera con el apremio fuerte de vuestromandamiento. Esta misma causa lo ha sido de que en vuestra casa no busque a miamigo, que aunque me pudiera dar osada el lugar que ha dado a mis pocos

    merecimientos, y la merced con que s que honris siempre a los que se precian devuestros, es cortedad ma, de que en primer lugar os pido perdn, el usar conmoderacin de las mercedes de los amigos.

    Qued la dama suspensa y obligada del corts razonamiento, y tan rendida, quesolo trazaba en su imaginacin de verse a solas con su querido don Diego; ydejando el lugar a la venerable presencia de su padre, que alegre de verle tanentendido, como de la eleccin de su hijo, le respondi:

    Grandes son las obligaciones que tengo a mi hijo por la obediencia grandeque siempre me ha mostrado, por las pocas pesadumbres de que me ha sido causa,

    por la afable cortesa con que como galn sirve a su hermana, dirigiendo las dems,y esta accin a mi gusto, sabiendo que es ella la cifra de todas en las que puede

    agradarme; y cuando cre que no pudiera obligarme ms, hallo que los juicioshumanos yerran, pues me hallo ms obligado al ver el buen acierto de haberosescogido por amigo, de que puedo decir que se le puede tener envidia; si lahermosura es carta de recomendacin del cuerpo, las palabras cuerdas lo son delalma; ved cunto ser ms estimada la de tan poderoso superior. Estimo en tantovuestra cordura, que hallaris en m el amor igual que a don Juan debo, y sentirque no s ofrezcan muchas ocasiones en que experimentis que mis palabras salende mi corazn, y de aqu adelante tendr por frvola la excusa de vuestra cortedaden visitar mi casa, que har mucha estimacin de que acudis a honrarla, no solo

    por ser amigo, sino por m, que quiero que me tengis en el nmero de los que msos estiman.

    Dijo entonces doa Isabel:Y yo tambin os lo suplico, tanto por mi propio inters como por el gusto

    que conozco en don Alonso, mi seor, que estimo en el grado que en misobligaciones piden.

    Don Diego con notables muestras de agradecimiento estim a padre y a hijatan notable merced, teniendo a felicsimo suceso la recomendacin de la que tenasu voluntad escogida por seora de su alma.

    Y estando en esto, vino don Juan, que haba sabido que su amigo le buscaba, yhallndole como digo, le dio breve cuenta y disculpa de su ausencia, y

    prosiguiendo le dijo:

    Vuestras cortedades pienso que han de ser quien acabe nuestra amistad;quejoso estoy que usis conmigo de cumplimientos, cosa entre amigos tanexcusada

    Y l prometiendo la enmienda que sumamente deseaba, se fueronacompaando a doa Isabel, que con cuidadoso recato no quitaba los ojos de donDiego, siendo igualmente correspondida; y despedidos los dos con las debidasceremonias, sin un punto de sosiego, se vali don Diego de un paje que don Juantena, de quien se fingi pariente, por llevar adelante su intento. Pues el paje,agradecido del nuevo parentesco, que no hay nadie que, aunque sepa lo contrario,excuse lo que le est bien, prometi en su servicio grandes imposibles, no

    perdonando la vida y otros impertinentes encarecimientos, nacidos siembre ms de

    propio inters que de verdadero amor. Dor su yerro el pretendiente, facilitandocon semejante diligencia, tanto su parentesco como su pretensin.Sucedile a este criado lo que a algunos maridos, que viendo aparecer en sus

    casas, no lo que sufre su caudal, sino lo que no se pudiera juntar entre todo sulinaje, siempre dan crdito a su buena fortuna. Qued entre los dos concertado que

  • 8/2/2019 GREDA Y VARGAS, DIEGO DE - Novelas morales

    25/58

    este negocio, por el peligro que tena, se tratase con mucho recato, porque losprincipios son los que yerran o aciertan los ms importantes casos. l ofreci queira descubriendo tierra y avisando de las ocasiones en que sin peligro pudiese

    presentarse a sus ojos y darse a entender que, ganada la puerta de la comunicacin,tiene facilidad ganar la del alma; despidironse, y pasronse algunos das, en que

    con los avisos del criado goz don Diego la comunicacin y honestos favores dedoa Isabel; y llevando los dos el intent