acuarelas hbbinas volumen i

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Acuarelas Huancabambinas Vol. I Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 1 MIGUEL JUSTINO RAMIREZ ADRIANZEN ACUARELAS HUANCABAMBINAS VOL. I LEYENDAS Y AÑORANZAS DE MI ANDE Piura, Julio de 1,943

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Acuarelas Huancabambinas Vol. I

Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 1

MIGUEL JUSTINO RAMIREZ ADRIANZEN

ACUARELAS

HUANCABAMBINAS

VOL. I

LEYENDAS Y AÑORANZAS

DE MI ANDE

Piura, Julio de 1,943

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Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 2

OBISPADO DE PIURA _____ . _____

Nos, D. D. Fortunato Chirichigno, por la gracia de Dios y

benignidad de la S. S. A.

OBISPO DE PIURA

A nuestro amado hijo en Cristo, Pbro. Miguel Justino Ramírez Adrianzén. En vista de la solicitud que me habéis presentado, pidiéndome la necesaria licencia para dar a la imprenta la primera parte de nuestra obra folklórica ACUARELAS HUANCABAMBINAS, siendo el titulo de la primera parte, presentada a nuestra aprobación y censura LEYENDAS Y AÑORANZAS DE MI ANDE, y habiendo sido examinada por Nuestra orden, sin que se haya hallado algo opuesto a la fe o sanas costumbres.

OS CONCEDEMOS la licencia necesaria para que pueda ser impresa, debiendo, conforme a Ley, remitir dos ejemplares a esta H. Curia Episcopal. Dado en nuestro palacio Episcopal de la Ciudad de Piura, a los trece de septiembre de mil novecientos cuarenta y nueve. Sellado por el de nuestro cargo, firmado pos Nos y refrendado por nuestro Canciller.

Tómese razón, comuníquense y archívense.

L.S. FORTUNATO Obispo de Piura

Por orden de su Excia.

L.S. José Santos García

Canciller.

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Miguel Justino Ramírez Adrianzen Página 3

¡Viva Cristo Rey!

Quiero vivir y morir en la Fe y Gracia de mi Divino Maestro Cristo Jesús, de quien soy indigno Ministro suyo.

DECLARO: Que en cuales quiera de mis escritos, frase, palabras o conceptos expresados en este librito ACUARELAS HUANCABAMBINAS, no están conforme con las enseñanzas de mi Señor Jesucristo o de mi Madre la Iglesia, son fruto de mi ignorancia: Que al dar publicidad a este librito ACUARELAS HUANCABAMBINAS sólo pretendo dar a conocer a los amantes de nuestra literatura autóctona los usos, costumbres, creencias, supersticiones, poesías del alma popular, sin identificarme con las ideas y expresiones en ellas vertidas.

POR LO TANTO:

Como humilde y buen hijo de la Iglesia Católica, Apostólica y Romana las someto enteramente a sus enseñanzas y me adhiero incondicionalmente a la Fe de mi Señor Jesucristo, a quien sean dados siempre honor y gloria.

Miguel Justino Ramírez Adrianzén Presbítero

Huancabamba, julio 1° de 1943

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R.P. Miguel Justino Ramirez Adrianzen

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PROLOGO ____ . ____

Para los Huancabambinos, para nosotros que hemos salido a

la edad temprana de nuestro terruño, siempre es una suerte el volver a él, para mirar con ojos absortos el rubí del Pariacaca y la esmeralda del Güitiligún, los pétreos colosos tutelares de nuestro pueblo anfractuoso y multicolor.

Es una suerte tornar al cabo de algunos años al escenario de nuestros juegos, de nuestros ajetreos, de nuestros amores, de nuestros estudios y de nuestros sueños infantiles, de la época pueril en que considerábamos a nuestros lares como el centro del microcosmos único que admitíamos finito, como que sólo llegaba al agreste horizonte formado por las cumbres de los cerros circunvecinos.

Pero suerte mayor es la que ha tenido Miguel Justino Ramírez Adrianzén, pues torno a Huancabamba después de largos años, ordenado en Roma, cuando ya era un hombre cuajado en el crisol de una espléndida cultura general. Y no llego sólo a ver y volver, sino a quedarse por más o menos una década, dedicado paralelamente a dos actividades espirituales; el sacerdocio y el amor a la tierra natal. Llegar, ver y volver es para nosotros magnifico; pero para Miguel Justino Ramírez Adrianzén ha sido mejor, por haberse quedado para ver de nuevo, con ojos distintos, lo que vio en la infancia cuando todo parece mágico y mágicamente opera en nuestra conciencia naciente. El sí ha podido darse el placer que otros Huancabambinos le envidiamos, de establecer comparaciones subjetivas entre la visión de la niñez y la representación ecuánime del adulto, que ve cosas nuevas, pero no puede ver todas las que vio, nítidas, en la primera edad.

Y como no ha sido contemplativa solamente la actitud de Ramírez, y como a su inteligencia y a su cultura, une rara habilidad de saber interpretar y decir, he aquí que ha producido brillantes paginas emocionadas y para sus coterráneos

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emocionantes, algunas de las cuales integran este libro de “Acuarelas Huancabambinas”, que he leído y releído con placer, casi –si se puede decir– con devoción, reverentemente.

Con Pedro Elera y con José Eulogio Garrido –que en libro “Carbunclos” a ver ido sentimentalmente gratísimo recuerdo de su infancia huancabambina– Miguel Justino Ramírez integra la trilogía de intelectualidad y de la emotividad huancabambina.

El primero, ya desaparecido, romántico poeta del siglo anterior, como homero y como Milton, ciego y espiritualmente vidente, dijo de Huancabamba su patria.

“Si yo sería inmortal, patria querida, por una eternidad mi único anhelo

seria descorrer toda mi vida, de tus recuerdos el dorado velo;

para que el alma, siempre conmovida con la idea elocuente de tu cielo,

no admitiera otro bien que tu belleza, ni otra felicidad que tu grandeza”.

¡Y cómo nos sentimos, Elera, tan bien en Huancabamba, por

su belleza! ¡Y cómo no podemos, Elera, tener la felicidad de verla grande! ¡Y hemos de conformarnos, Elera, con sólo verla bella!

Ramírez hubiera podido escribir lo que Elera escribió y acaso quisiera también suscribir lo que a Elera le acabo de decir yo.

Acuarelas Huancabambinas, Leyendas y añoranzas de mi ande, escritas con habilidad y cariño, conforman el libro que el lector tiene delante y a cuya atenta lectura se le invita, prometiéndosele vivos cuadros exóticos para la gente “Yungana”, episodios emocionantes, paisajes de embeleso, leyendas telúricas, personajes heterogéneos; pero formando todo una unidad harmónica.

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El estilo, a veces cortado, del autor es original. Y sus repeticiones, que podrían ser monótonas, son, por el contrario, emotivas, como por ejemplo:

“Una sombra que se vestía con las gotas del agua. Una sombra que caminaba con los vientos. Una sombra que llamaba con los truenos. Una sombra que hacía señas con los relámpagos. Una sombra que gemía y silbaba con la tempestad”

Al leer estas líneas, sin quererlo pensamos en el poeta

suicida cuando en uno de sus nocturnos, dice:

“… Y eran una, Y eran una, Y eran una sola sombra larga, Y eran una sola sombra larga, Y eran una sola sombra larga”.

Atinadas metáforas campean por el libro. La pálida luna, la

luna argentina, la luna de plata, la Selene de los poetas es raramente descrita por Ramírez: “La luna redonda ilumina con su luz Color de Mercurio los campos y los montes”. La luna de plata es usual; la luna mercúrica es original.

El largo trato con la gente andina ha hecho del autor un experto en vocablos y giros de la fabla serrana. Par los no habituados en ella el autor ha escrito al final del libro una jerga huancabambina, con la que puede bien entender, expresiones como estas:

“He venido a visitarlas –dice una labriega, hablando con las plantas- y ver si están poniendo (o cargando) –Velay, vos, que haragana que estás,- Y vos, también, que marraja que tías quedau”.

Eglógico y poemático muchas veces, siempre es acertado en la descripción del ambiente y de la escena y siempre fácil en la

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narración de los sucesos, lo que ha de ser especialmente placentero para nuestros coterráneos y novedoso para los lectores extraños a nuestro bendito lar.

El capítulo final del libro, la ultima “Acuarela”, ha tenido Ramírez la exquisita delicadeza de dedicármela. Y se lo agradezco mucho al amigo, al paisano, con quien tenemos, en los campos del intelecto y del espíritu, muchas coincidencias y ninguna discrepancia, con quien estudiamos juntos en la escuelita primaria, allá entre los cerros miríficos donde seguíamos embelesados la procesión inolvidable de la Virgen del Carmen, con sus “diablicos” trompudos y cascabeleros y su “Capataz” de amplia capa y henchida panza… Y me enorgullece que diga de mí lo que dice: que soy huancabambino cien por ciento: Claro que me enorgullece el elogio por venir de un huancabambino de veinticuatro quilates.

Néstor Samuel Martos Garrido.

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¿POR QUE ACUARELAS HUANCABAMBINAS?

¿Acuarelas?... -Sí, acuarelas. Y ¡Acuarelas Huancabambinas! Bien sé, lector amigo, que tú ya sabes que acuarelas son

pinturas que hacen con colores diluidos en agua, y ¡Velay

catay! Por qué se me ha ocurrido bautizar esta runfla de

costumbres de mi santa tierra con el nombre de Acuarelas Huancabambinas, porque son pinturas hechas a pluma con el folklore huancabambino diluido en tinta.

Que hacen conocer a Huancabamba Que hacen amarla Que hacen recordarla. Y que a ti, te invito a leerlas, para que las pongas colorido en

donde les falta, corrijas líneas en donde estén mal trazadas, quites sombras en donde te venga en mente y agregues luz en donde tu gusto lo exija.

Si satisfacen tu curiosidad o tu paladar literario, muchas

gracias, dispénsales un rinconcito en los anaqueles de tu biblioteca. Y si las encuentras mondas y lirondas y de mal gusto, entiérralas para que descansen en paz, y amén.

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Y sin meterme en literaturas, ni en filosofías, llanamente te diré lo que dijeron no se quienes, y que aquí viene a sacarme de aprietos: Conocer, es amar… Recordar es vivir…

Que mentiríamos que amamos la tierra en donde hemos nacido, sí al mismo tiempo:

Desconociéramos los recuerdos de familia. Ignoráramos las tradiciones que nos legaron nuestros

mayores. Olvidáramos los hechos históricos que la encumbran y la

encadenan a la vida nacional. Si no siguiéramos las huellas de los hijos ilustres que han

dado celebridad.

Conocer nuestro pueblo: Es amarlo. Y todo está dicho. Es sentir orgullo de haber nacido en él, sin que importe el

que ocupe un modesto rincón en el Ande. Es amar nuestra cuna. Es amar el regazo y los brazos de nuestra madre. Es amar el sacrifico y trabajo de nuestro padre. Es amar nuestra infancia juguetona y bullanguera. Es amar nuestra juventud soñadora y visionaria. Es amar nuestra virilidad madura y juiciosa. Es amar nuestra senectud invernal y cargada de experiencia. Es amar nuestro postrer descanso.

Recordar nuestro pueblo: Es vivir. Es vivir la vida que amontonó años pletóricos de recuerdos. Es vivir la vida que se va llevando girones de nuestros

corazones.

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Es vivir para realizar el prodigio bíblico del Profeta, vivificando ese hacinamiento de estampas y memorias de tiempos pretéritos.

Conocer nuestro pueblo: Es amarlo. Es amar la vida que ellos nos dieron. Es amar la vida que pone sello inconfundible en las

colectividades de los pueblos. Es amar las costumbres de nuestros mayores.

Porque los pueblos son: Lo que son sus costumbres.

Y las costumbres son: El vivir cotidiano de las colectividades. El espíritu de los pueblos que vivificó el ayer, realiza el

presente e informará el mañana.

Y conocer esas costumbres: Es fusionar nuestra mente y nuestro corazón con la mente y

el corazón de nuestros antepasados. Es forjar nuestra vida en el molde que ellos nos dejaron. Es sentir hoy, lo que ellos sintieron ayer. Es creer hoy, lo que los hijos verificarán mañana.

Y recordar esas costumbres Es vivir Es vivir los recuerdos de nuestros padres adentrándonos en

el laberinto de su existencia. Es vivir los recuerdos latentes en nuestra alma. Es vivir los hechos pasados que realizaron las generaciones

de tiempos idos. Es vivir los hechos venideros que realizarán las generaciones

de tiempos futuros.

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Porque esas costumbres también son: Un interrogante que se abre. Un interrogante que se cierra. No te olvides de las horas de cariño, de alegría, de triunfo. Pasionarias de las horas de lucha, de abatimiento, de dolor,

de llanto, que se siembran y crecen en las veras del río de nuestra vida que corren a hundirse en el mar de la eternidad.

Estelas que deja la vida que pasa. Eslabones de piedra. Eslabones de cobre. Eslabones de hierro. Eslabones de plata. Eslabones de oro. ¡No importa de qué! Porque todos son eslabones que forman la cadena de nuestra

historia.

Y esas costumbres de ayer y de hoy: Son el alfa y el omega, que encierran la vida huancabambina,

y que tú, lector amigo, encontraras en esta Exposición de Acuarelas Huancabambinas que te ofrezco.

Porque acuarelas Huancabambinas son: La narración de exactos verismos de las costumbres de ayer

y de hoy que han tenido su lienzo en esta provincia piurana de Huancabamba.

Fragmentos de la vida anecdótica popular llena de emoción. Bosquejos y remedos de las bellezas del ande, y que mi

espíritu de observación ha plasmado en escuetas y débiles líneas desprovistas de colorido y de vena literaria.

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En acuarelas Huancabambinas: Finalmente te diré, haciendo mío un pensamiento de

Bécquer, que te relato no sé si cuentos que parecen historias, o más bien, son historias folklóricas Huancabambinas que parecen cuentos.

Y…

Conocer, es amar… Recordar, es vivir… Si no lo tienes a mal, lector amigo

Huancabamba, 8 de Febrero de 1943.

MIGUEL JUSTINO RAMIREZ ADRIANZEN.

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EL PARIACACA Y EL GUITILIGUN

Cerró Pariacaca

Cerró Güitiligún

Indios viejos del caserío de Cajas de Segunda nos contaron esta Leyenda que tiene “Sabor cusqueño”, y que nos dice de la incógnita desaparición del pueblo de Huancapampa de tanta importancia en tiempos del incanato. (De nuestra Monografía de Huancabamba)

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Cerros Legendarios.

PARIACACA y GUITILIGUN (1) son dos cerros coloreados de bermejo el uno y de galena el otro que, en cielo Zafiro, perfilan las siluetas de una ballena y de una pirámide; el primero está al levante, el segundo al poniente de la ciudad de Huancabamba; el uno parece recelar del otro porque entre ambos guardan en sus entrañas la leyenda del encantamiento del pueblo incaico de Huancapampa que, sobre verde campiña, sueña hoy en su glorioso pasado.

El Pariacaca, es roja y rutilante hoguera que prende todas las mañanas el sol del amanecer, el Güitiligún, es cenicienta y humeante hoguera que se apaga con el sol al hundirse solitario en cada atardecer.

El Pariacaca es cerro romántico por el que se asoma coquetona la luna plateando de encantos a la ciudad. El Güitiligún, es cerro épico de noche y día atalaya la ciudad.

El Pariacaca, se perfuma de heliotropo, y se retrata y se baña en las aguas de la quebrada Ungulo. El Güitiligún, se perfuma de tuyuguero, y se retrata y se baña en las aguas del Río Grande (2).

El Pariacaca, es centinela erótica que se eleva como himno matinal de alabanza a la Divinidad. El Güitiligún, es centinela de recogimiento y gratitud que se eleva como himno vespertino de acción de gracias a la Divinidad. __________ (1) Pariacaca.- Llamado también Cerro Colorado, presenta formación geológica

distinta de los demás cerros que rodean a la ciudad de Huancabamba (Departamento de Piura); está al este y debe su nombre al color rojizo que tiene. Pariacaca, palabra quechua: Paria “Rojo” y Caca “Peña”. Según el Diccionario Sanmarti, significa “Peña de gorriones”. Güitiligún.- Cerro que se encuentra al oeste de la ciudad, tiene la forma de pirámide. No sabemos a qué dialecto pertenece, los indígenas nos han dicho que significa Cerro Resguardo. A otros indígenas los hemos oído llamarlo Buitriligun, significando Peña de Buitres, pues, en sus peñas abundan estas aves de rapiña.

(2) En muchos documentos antiguos de esta Provincia, y aún actualmente, los indios denominan todavía Rio Grande al rio Huancabamba.

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El Pariacaca, guarda en el cementerio viejo los restos de los hijos de Huancabamba que murieron antaño. El Güitiligún, guarda en el cementerio nuevo (1) los restos de los hijos de Huancabamba que morirán hogaño.

El Pariacaca, es oriente, es vida, abre un interrogante que parece preguntarnos ¿de dónde vienes? El Güitiligún es ocaso, es término, cierra un interrogante que parece decirnos ¿A dónde vas?

El Pariacaca y el Güitiligún son los dos cerros que formó el Padre Sol para guardar encantado el pueblo de Huancapampa, y al Rey blanco y a sus soldados cuando quisieron apoderarse del pueblo y de su Inga. Así lo cuenta la leyenda, y hela aquí:

Encantamiento del pueblo Incaico de Huancapampa.

Idos son ya los tiempos que a nuestro antepasados se les apareció un Negro, joven apuesto y de garrida presencia.

Se Inquietaron las pacíficas gentes de las tribus Huancabambinas, porque para ellas, como lo es aun para los indios de hoy, el “Negro” es un heraldo de acontecimientos a realizarse, encarna un espíritu maligno que acarrea la desgracia, el exterminio o la muerte, y en las “mesas de brujería” representa al diablo. Por eso su presencia les anunciaba que algo extraño, algo extraordinario iba a suceder.

Cavilosos y angustiados le seguían por doquiera iba, atisbando sus pasos y ponderando sus palabras ¡tantas cosas raras veían en él!

__________ (1) La ciudad de Huancabamba tiene “dos cementerios”, ambos a 2 km de la

ciudad, llamados Cementerio Viejo y Cementerio Nuevo; el primero, aunque clausurado, aun continúan sepultando cadáveres pues desean que sus sagrados restos reposen junto a los restos de sus mayores; en el segundo sepultan los cadáveres de los que fallecen en nuestros días.

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Un día vieron que desaparecían por una de las cuevas llamadas de los Tucos que se ven en el cerro Pariacaca, en la parte que da a la ciudad. No supieron más de él, nadie le volvió a ver, todos olvidaron al misterioso aparecido. Transcurrido había un año desde la desaparición misteriosa del “Negro”, y ¡Cual no sería el asombro de las gentes al verle salir por el socavón que existe en la parte sureste del Pariacaca, al lado del cerro Chite! ¡Qué contraste! ¡Que de alifafes descubrían ahora en él, estaba viejo, demacrado e irreconocible y, de remate el “Negro” estaba oriento!.. ¡El cerro Pariacaca lo había pasmado!

-¿Qué había sucedido al negro? Se preguntaban mutuamente las gentes curiosas. ¿Qué cosas ha visto o ha encontrado en el vientre del cetáceo ciclópeo el Pariacaca que, en tal talante, lo había arrojado? ¿Qué ha hecho, allí dentro, durante un año? Como otro Jonás, este “Negro” misterioso, después de un año, salía incólume del vientre del cetáceo ciclópeo el Pariacaca para contar la destrucción y el encanto de la Huancapampa Incaica.

Recuperado que hubo el equilibrio de sus facultades y curado de “la tapiadura” del cerro, el “Negro”, contó, a las gentes que le abrumaban con encuestas, estas lindas cosas:

En el vespertino de cierto día… De esos vespertinos rosicleres del ande que son como los ardientes anhelos de un corazón apasionado… como poemas vernaculares que canta el alma soñadora cuando ríe la fronda y el prado y cantan los pajarillos… Como la oración de la tarde que brota a flor de labios cuando el heliotropo exhala de su corola delicado aroma… Como la única orquesta que se escucha cuando la noche llega en el rumor de las quebradas y en el siseo del viento avivando esperanzas… En uno de esos vespertinos cuando los “candelillos” prenden sus luces, de las cuevas del Pariacaca salían como vomitados noctívagos avechuchos que con sus onomatopéyicos tucúuu… tucúuu… tucúuu… cuuurrr… que parecían doblar de viejas y rajadas campanas al día que declina, me paseaba yo por el lomo del cerro Pariacaca inquiriendo que podría ser el similor de una lengua de luz que muchas veces había visto resplandecer

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en las noches oscuras. De pronto sentí correr un vientecillo frio que enervaba mi cuerpo y me arrastraba hacia la boca de la cueva de los Tucos, era el vientecillo “mal aire del gentil” que me atraía, sin saber cómo fui camino adelante, el mundo desapareció de mi vista, sumido en el caos era presa de encantamiento, una “sombra fuerte” me conducía al corazón del mismo cerro Pariacaca, y cuando menos lo esperaba y como si despertara de un sueño me hallaba en el pueblo cautivo de Huancapampa. Las grandezas arquitectónicas de que se enorgulleció allí estaban aun enhiestas; por su aderezo y por los recamados de oro se distinguían el Templo del sol, el Recinto de la Vírgenes Sagradas y el Palacio del Inga. Allí estaban las grandes despensas en donde se guardaban los ajustes de combustible para cada año. Qué hermosa es la laguna que había allí, la cual se podía bogar en canoas o en balsas. Y tantas cosas admirables tiene aquel pueblo encantado que, el año transcurrido me ha parecido un solo día.

Los Ingas, señores de este pueblo y de estas tierras habían vivido en medio de la opulencia y el regalo, y sus moradores fueron felices, viviendo en paz dedicados a sus trabajos hasta el infausto día en que desde lejanas tierras llegó un forastero y poderoso Rey Blanco que, lleno de codicia y envidia, quiso apoderarse de las tierras y riquezas. Más, todo el ahinco que en reducir a servidumbre al Inga y a sus vasallos ponían eran espuelas que apremiaban a estas tribus a rechazar a los intrusos. No quedaba otra cosa que la conquista para dominarlas.

Un parlamentario enviado por el Rey Blanco se presentó ante el Inga para conminarlo a entregarse con toda su gente y con todos sus bienes.

El Inga, después de escuchar airado tal intimidación, para hacerle conocer a los suyos, hace tocar la generala. Todos acuden presurosos al llamado del Inga. Todos se manifiestan decididos a rechazar al intruso. Todos están resueltos a resistir y a morir si es necesario.

Un grito general de ¡Guerra! ¡Guerra! Se oyó en todos los confines de las tribus Huancabambinas.

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Ambos bandos estaban ya listos para presentar batalla a su contendor. Retiro y fuga vergonzosa esperaba el Rey Blanco si la suerte era adversa a sus armas; dogal de esclavitud esperaba al Rey Inga si era derrotado en la batalla.

El Inga se había parapetado con los suyos en la plaza y en las entradas del pueblo. El Rey Blanco acampaba con sus soldados en la cima del Güitiligún.

Se inicia la batalla… Se pelea denodadamente… Se encabritó el espíritu del Rey Blanco con la negativa y

aunque llevaba las de perder, enardecido de ira toma de su aljaba una flecha, la enciende, tesa el arco y, desde la cumbre del cerro Güitiligún, la arroja contra el Inga que en aquel momento se encontraba con sus mejores guerreros en la plaza principal. La flecha va a clavarse certeramente en el corazón del Inga.

Al sentirse herido el Inga, clama a su padre el Sol vengue su muerte dando tres airados gritos que retumbaron en los cerros.

¡Venganza, oh Padre Sol! ¡Venganza, oh Padre Sol! ¡Venganza, oh Padre Sol! Agonizante, cae en los brazos de sus vasallos que le rodean

consternados. El Inga, da el adiós a sus bizarros vasallos y haciendo un esfuerzo supremo como para recoger los últimos alientos de su espíritu arranca valeroso de su pecho la flecha encendida y la tira sobre el pueblo. Al instante, voraz incendio abraza la población y por encanto y como una lengua de fuego surge rubicundo y calcinado el cerro Pariacaca que, como en

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áureo cofre, guarda para siempre cautiva a la sin par Huacapampa Incaica.

El Padre Sol tendió sobre el Pariacaca dosel teñido de purpura y negros nubarrones cubrieron el Güitiligún.

El Rey Blanco recibe su castigo siendo transformado en laguna Invencible y rugiente en las entrañas del Güitiligún, y sus soldados se transformaron en peces que poblarían sus aguas.

Callaba el “Negro” y volvía a su ensimismamiento.

Y hoy, en las tempestades: Por eso, agregaron los indígenas que esta Leyenda les

contaron, nadie ha podido dar con la laguna que se comunica con las lagunas de las Huaringas. En las tempestades que desencadenan sobre el cerro Güitiligún la laguna encantada se sale de madre, y por las “Zanoras” que forman el “Citan” del cerro Güitiligún vagan los peces, que de ella son arrebatados y que son los soldados del Rey Blanco.

La flecha de oro, diz que aun se la ve relucir en las noches cerradas y, cuando alguien quiere apoderarse de ella, como su corazón esté lleno de codicia al intentar cogerla “Siguro que se le juye de las manos y ¡das! Se hunde en el Pariacaca y desaparece esta luzada de oro”.

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PANORAMA HUANCABAMBINO

MERCEDES TARSILA. LUZ MARIA LUISA. Nuestros Padres nos enseñaron a amar la tierra en que nacimos, ellos ¡La quisieron tanto! ¡Y la quisieron grande! Recordando el cariño paternal dedico a ustedes la descripción del hermoso Panorama de nuestra tierra natal.

Bendiciendo al señor. Escribe V. Bernini: “Cuando desde lo Alto de un Monte

dirigimos la mirada sobre una vasta extensión de colinas y llanos, o de noche paseando por una senda solitaria miramos al cielo estrellado, ¿No nos sentimos, por decirlo así, arrebatados a un mundo nuevo? ¿No parece que las puertas de los cielos se abren para invitarnos a un palacio encantador?

Así también, ¡Cuantas veces! Desde los altozanos de la ciudad, o desde los alcores vecinos he paseado mi vista por el hermoso Panorama que circunda a Huancabamba, mi tierra bendita, otras tantas veces me he sentido arrebatado a bendecir al Señor que es quien la ha rodeado de tan grandioso y bello horizonte y de tan embrujada y variopinta campiña.

Horizonte Huancabambino: ¡Caleidoscopio maravilloso! En él saltan graciosos,

indefinidos y caprichosamente dibujados los perfiles recortados de las multicolores aristas de las cumbres andinas que circundan a la ciudad.

Huamani: ¡Puna fría! En donde corre el viento arremolinado y ululante

y humedecido de neblina, y desde donde desciende ondeando en

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las pajas del cerro, en las ramas de los arbustos, y en los trigales de las laderas el alado cierzo, como si fuera al hálito enervante de los brujos.

Huaringas: ¡Lagunas encantadas! Talismanes de portentos maravillosos

¡Mezquitas de peregrinantes crédulos que buscan buena suerte, buena salud, o tratan de ajustar un amor o de compactar un daño!

¡Huaringas! Símbolos tradicionales del espíritu agorero de las antiguas y modernas gentes.

¡Huaringas! ¡Cuán mentadas y visitadas sois!

Jiplan y Ullma: Montículos cascajosos que sirven de atalaya a las fértiles

llanuras de Chontapampa y que, por entre las colinas de Yaputo y de Aliguay, se alzan para otear la ciudad.

Altillo: Campiña hermosa salpicada de casitas rodeadas de verdor

que inclemente cuartea y destruye “La Rajadura” (1) Derrumbes que amenazan la ciudad. Ojos de agua que aparecen de las filtraciones de los terrenos superiores. Mirador que se desquicia.

Cataluco: ¡Cumbres azuladas! Cubiertas por umbrosas selvas y cuyas

faldas presentan un tablero inclinado y parcelado por las chacras, por las invernas y por los sembríos.

Tablero coloreado por el bermellón de las tejas de los techados de las casas de los indígenas.

________ (1) La Rajadura.-La ciudad de Huancabamba está amenazada por una grieta

que baja desde el Altillo y termina en el Rio, bifurcándose en una grieta que termina en el arenal y la otra en el Ungulo y en el rio.

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Pariacaca: ¡Farallón rojizo con figura de ballena! Que nos regalas con

esa hoguera siempre encendida y alimentada por la ira del encantamiento del Inga Huancabambino.

¡Oh legendario Colorado! Tú guardas también cautiva a la sin par Huancabamba Incaica, y nos hablas de un pasado glorioso.

¡Pariacaca! ¡Qué bello eres en las inolvidables noches de plenilunio! Noches de cielo turquí; noches de ilusión; nocturnos de amor; noches místicas, que recrean el alma contemplando las beldades del creador, acercándola más a él; noches privilegiadas que permiten contemplar, de diferentes puntos, dos veces la aparición tranquila y majestuosa de la luna que, como blanca hostia se va elevando en la curvidad celeste subida por las manos de invisible sacerdote, y tú, ¡Oh Colorado! Simbolizas áureo cáliz que lo circunda como espirales de inciencio, las juguetonas neblinas.

Chite: ¡Feliz cerro! Porque desde tu cima el inmortal “Ciego Elera”

(1) contemplo, también, en su niñez, la belleza de esta bendita tierra y su recuerdo y revelación inolvidable arrancaron de su lira las notas sentidas de su “Canto a Huancabamba”.

La Viuda: ¡Cerro altivo y de leyenda! Cumbres elevadas que se alzan a

lo infinito, y se cubren con manto virginal de neblinas para no permitir se distingan las enmarañadas sendas por las cuales pudiera escapar “La Viuda” cautiva por el amor del pastor.

__________ (1) Don Pedro Elera, poeta romántico huancabambino conocido por el “Ciego

Elera”.

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Lindamente engalanada, pero marchita por el llanto su hermosa faz, la han visto muchas veces las gentes, y han escuchado las suplicas que les hacía para que acudan a libertarla, pero al punto, se oyen ruidos espantosos, se desencadenan tempestades, se corre el albur de ser ganados por el cerro y quedar encantados. La Viuda desaparece por el laberinto de las sendas. Cañón del Rio Grande:

Como en dos cortinas se rasga aquí el panorama para dejar escapar las aguas del Rio Grande que, cual sierpe de plata, va huyendo al marañón.

Saquir: ¡Cerro añilado! Que cual trapecio te alzas en medio de las

ricas, fértiles y sedientas tierras sondorillanas. Cerro “sordo” a los embrujos de los aquelarres.

Güitiligún: ¡Legendario vigía de la ciudad! Desde tus andenes ¡Cuan

bella se divisa la campiña huancabambina! De tus entrañas, y de antro desconocido, nuestras abuelitas

vieron salir al “Carbunclo” todas las noches de viernes Santo, y sus labios prorrumpieron en cuentos mil relatos estas fantásticas apariciones saturadas de ingenuidades y de inverosímiles.

Las tempestades de invierno parecen repetir el prodigio obrado por Moisés en la roca de Horeb, pues cuando de entre las cargadas nubes que sopla el Jalqueño saltan los rayos para enterrarse en tus cumbres, de aquí y de allá nacen innumerables torrentes que descienden en borbollones cenagosos formando “sitanes” que por derrubiadas peñas saltan en estruendosas cascadas, y por las hondonadas, como colambos y macanches trenzados en lucha mortal, bajan las “Zanoras” retorciéndose en sus lechos llenos de cantos y guijarros que arrastran en ímpetu

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loco las aguas limonosas chispeando candela, y zumbando en los chiflones de sucias espumas hasta llegar a confundirse con el Rio Grande, al que dejan, como tributo de invasión, carrascales ingentes que le obligan a replegarse hacia los barrancos de la ciudad.

Tu ríspida pendiente esta revestida de henequenes, juncos, pishcoles, cactus cuyos brazos semejan candelabros de catedral sosteniendo grandes y gruesos cirios, en el chorro de lana que brota de estos brazos parecen, incrustados como rubíes sus golosos y rojos frutos.

Tambo y Matara: ¡Lomas romboidales! En cuyas cimas los sembrados de

cereales, los potreros cubiertos de verdeantes pastos, y las montañas tupidas de maderas van formando ondulaciones variopintas hasta arribar a las tierras puneñas de Jacocha.

Cash-cashs: ¡Peregrino dombo pétreo! Que das la impresión de un viejo

castillo señorial adornado de almenas y torres.

Quispe y Jicate: ¡Laderas frías y de magnifico clima! Tierras cubiertas por

voluptuosas mieses y habitadas por lindas serranitas de tipo español.

Rio Grande: Rio murmurante en cuya cañada se siente un vacio de

infinita grandeza, y en cuya cuenca mueren los ribazos andinos, abruptos, guijosos, llenos de barrancos unos, y escondiendo verdes vegas otros!

Rio grande que con el rumor de tus aguas adormeces a la ciudad que cual náyade surge de tus cristales para reclinarse plácidamente sobre el lecho de voluptuosa campiña policromada por los cercos de méjicos, entrelazados con plantas de capulíes,

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morales, limos, chirimoyos que encierran en áreas multiformes maizales y pastales en donde pasen los ganados.

Pleonasmo: Pleonasmo de bellezas indescriptibles y de singular

magnificencia, de rincones encantadores; de armonioso silbar de “regidores” y pajarillos; de ir y volver de los rebaños guiados por zagalitas que llevan siempre el “Guango” como cayado, y el “Shucsho” como compás de la canción monótona e indefinida que escapa de su pecho como ancestral gemido de su raza autóctona.

De ir y volver de bueyes majestuosos que tiran el arado puyados por el fornido cholo que no piensa sino en la proximidad de la lluvia que ha de fecundar la semilla que ha echado en el surco confiado de obtener de la bondad de Dios abundante cosecha.

De serpentear de caminos y de estrechas sendas que conducen a las humildes chozas de indígenas que se esconden entre los matorrales y rediles de ganados.

De rumor de ríos y quebradas que cantan himnos en las noches silenciosas.

Y de mil bellezas más. Es el panorama que circunda a Huancabamba. Y que es un himno de alabanzas al Dios que lo ha creado, y

que en el alma de todo buen huancabambino al conjuro de los recuerdos.

Sugiere espiritualidad… Sugiere grandiosidad… Sugiere amor… Sugiere poesía… ¡Qué hermoso y que elocuente es para mí este rincón del

ande, de esta mi querida tierra bendita!

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GUICUCU: MI TAITAAA

A los hijos de san francisco de Asís que como Párrocos, regentarán la dilatada y católica provincia de Huancabamba. Que benéfica sea su labor sacerdotal y óptima los frutos en mies del señor.

Las gentes de mi tierra se inquietan: Jinetes con talante cauteloso y llevando consigo un

instrumental desconocido cruzan la ciudad. ¡Todo un enigma! Las gentes de mi tierra están inquietas, curiosas, parleras. Unas van, otras vienen. Unas preguntan, otras responden. Unas afirman haber oído, otras haber visto. Unas traen noticias de allá, otras llevan recados de acá. ¡Qué pasa? ¡Qué sucede? ¡Por qué preocupación tanta? A mí, lector amigo, allí me tienes en medio del barullo,

inquiriendo, y… cuentan que… ¡No sé!.. Se trata de… No es un dogma… Si quieres creer, lo crees, y si no quieres, ¡No te he dicho nada!

Cordonazo de San Francisco: Las horas meridianas están sofocantes, sombrías tristes. Ráfagas de viento súbitas, cortantes, calientes, han

doblegado las copas de los arboles, han barrido las pampas, las laderas, los caminos; han levantado aquí y allá torbellinos de polvo y hojarasca; en las alturas han arremolinado las nubes y las han hecho girar de oriente a poniente.

¡Parece que va a llover!

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Las faldas de los cerros, cubiertas de humedad y vaporosa neblina, parecen estar detrás de una luna de vidrio empañada, mas la neblina se torna densa y negra como si fuera un poncho de barragán.

¡Se cerró el aguacero! Uno tras otro, los rayos comienzan a estampar sus rúbricas

diamantinas en las altas cumbres, inundando el horizonte con lámparas de luz vivísima y el cielo parece quebrarse y echa a la borda sus cargas de cajones (1).

Las nubes vierten copiosamente sobre la tierra gruesas gotas de agua.

¡Y llueve a cantaros! Las gentes se recogen en sus casas. Los caminantes corren a albergarse bajo los árboles coposos. Los zagales con sus rebaños se hacen hato bajo los chopes o

se recogen en sus rediles. Los pájaros vuelan raudos a sus nidos o a refugiarse en las

enramadas. Las raposas huyen a sus cuevas y guaridas. Sólo los sapos y las ranas martillando estentóreos cro crós

en sus gargantas salen de sus escondrijos saltando regocijados. ¡Corred, volad, huid que emparama la tempestad! Nuevas rachas de viento zumban en los arboles, baten

puertas y ventanas de las casas, sus dueños corren a trancarlas. ¡Las ventanas de mis ojos trancadas están también por el

sueño! ¡Y rige la tempestad! Goterones de agua y tamaños granizos redoblan en los

techos de calamina y apedrean en los techos de teja. El agua corre formando “Zanoras” cenegosas, estrepitosas y

humeantes arrastrando galfas y palizadas, y por los despeñaderos saltan los sitanes.

¡Jesús, que aguacero tan loco! __________ (1) Cargadas de Cajones.- De esta manera se expresan las gentes cuando

escuchan truenos prolongados.

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Las nubes terminaron de acechar su aguaceronaso y se desvanecieron, apagaron sus luces deslumbrantes, silenciaron su duelo atronador y huyeron de los cerros.

¡Amainó la tempestad! Es que ha sido sólo pasadita de nube. ¡Paramo blanco! ¡Paramo espanta mestizo! (1) ¡El cordonazo de San Francisco! “Ya no cae ni lluvia, ni hay viento. Ya en el cielo refulge buen solaso. Se acabó el páramo espanta mestizo. Y de San Francisco el cordonazo”.

A descubrir un misterio y un tesoro: Como un airón de gloria ostentan ya las descargadas y

sutiles nubecillas bello y gayo arco iris, pendón de paz izado en el cielo.

El sol esplendente en el dombo azul eléctrico irradiaba vida, alegría y bonanza de los corazones.

Los arboles, lavado el polvo de sus hojas tenían avivando su glauco atrayente, y golosos succionaban savia por sus venas.

Las gotas de rocío fulgían nacaradas en las corolas virginales de las flores y en las hojas verdes de esperanza.

Las últimas briznas de agua agonizaban en los prados o escurriendo de las laderas fecundadas caían a las quebradas.

Los caminos “Resbalosos” y llenos de charcos sus “Camellones” comenzaban aorearse.

Los “regidores” silbaban sus melodías vesperales en los faiques cubiertos de botones amarillos que despedían agradable aroma esparcida por el fresco vientecillo.

Los campos se alegraban y revivían. ¡Después de la tempestad había venido la calma!

__________ (1) Espanta Mestizo.- Garúas pasajeras que los indígenas no hacen caso y que

diz los blancos se atemorizan.

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Calles debajo de la ciudad van caballeros varios jinetes, que por la vestimenta pertrechosa que lucen, nos dicen que van en plan de exploración.

Cada cual rumiando van los comentarios que había recogido de las gentes y puestos ahítas sus imaginaciones.

Las crecientes de “El cordonazo de San Francisco” habían arrastrado juntamente con la palizada el puente de chalaco por el que debían pasar a la banda, pero esto no los detiene, pues el “Rio había bajado”, (1) y el desplaye era vadeable.

Acicateados por descubrir un “Misterio” y un “Oculto Tesoro” arrean… y arrean las caballerías en cuestas, bajadas y llanos.

Sin saber cómo, ni cómo no, ni por dónde, extraviaron el camino que los llevaba a “Uchupata”. Voltearon el cerro Saquir y se encontraron en la mitad del más bello y ameno prado y la “Huaca” y la “Ermita” ¡Oh! Allí estaban.

Una ríspida subida, una laja de granito negro y un murillo de piedra con chamba levantado alrededor del prado les impide llegar a él.

¿Quien la guiado a los viajeros hasta este encantador lugar? ¿Qué virtud desconocido los ha empujado hasta su valladar? Era el “Espiritu” del Inca, la “Vertu” del cerro añilado de

Saquir que los “había ganado” a los viajeros y los había conducido hasta aquel ignoto prado.

Pero la codicia se apodero de ellos y sufren en castigo la pena de Tántalo: estan a tiro de piedra de la “Huaca” y la “Ermita” que afanosamente buscaban y no pueden pasar adelante; están estupefactos, inmóviles.

Invocan la “vertu”, abren un portillo en la muralla, suben encorajinados y se dirigen por el sendero que conduce a la puerta de la Ermita, orlada por un arco formado por las enmarañadas zarzas crecidas junto a él, y que daban acceso a la bocamina de la huaca. __________ (1) Bajar el Río.- Disminuir de caudal. En la costa dícese cuando el rio llega a un

lugar o primera repunta de una creciente.

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Fuera, las paredes de la ermita están ruinosas, ennegrecidas por la humedad y correr del tiempo destructor, musgos y hiedras se trepaban por ellas.

Dentro de la ermita reina silencio y quietud de tumba; el aire se siente pesado y mal oliente a moho; el altar mayor se ha destruido; los calendrabos están verdosos por la materia formada sosteniendo velas sucias, amarillentas, chorreadas, torcidas; los floreros rotos, las violetas, las azucenas se han podrido y deshojado; las paredes cubiertas de polvo y telarañas; el piso cuarteado y ostentando estampadas varias huellas de cascos de caballos.

Mas allá la huaca cubierta de espinas y abrojos, la entrada osca, impenetrable; un ruido misterioso y espeluznante se escucha en su interior, allí estaba encantado el trapiche maldito, empañado con la pátina de los siglos.

Los viajeros se estremecieron de miedo cerval, estaban mudos de espanto y quisieron huir. Huir para no quedar encantados.

Iban hacerlo, cuando inopinadamente escucharon un ruido producido por las revoluciones de las masas del trapiche de oro encantado en la huaca que les heló la sangre, y en la ermita escucharon como aleteo de un pajarillo primero, luego pasos de sandalias y el frufrú de tosco sayal, y estupefactos vieron aparecer un Fraile Franciscano, flácido de cuerpo, macilento de rostro, de humilde mirada fijada en el suelo, de encanecido cerquillo y cubierto con la cepellinaque, con paso grave se encaminaba al centro del altar, lo besa, se vuelve hacia ellos y, con voz dulce y reposada que penetraba en el alma, estas cosas les dijo:

-Hermanos míos, ¡Quien os ha traído hasta este lugar vedado a los curiosos mortales! ¡Quien ha podido decirlos de mi existencia! ¡Por que habéis venido a romper el silencio de soledad y de mi retiro! ¿Sois tan potentes y magos para sacarme de este encantamiento?

Amad y servid a Dios en espíritu y en verdad.

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Amaos los unos a los otros. La sangre del justo y el salario del pobre claman venganza

del cielo. Maldito, el que a Dios maldice. Y tomando su nudoso cordón hizo con él una cruz en el aire,

y desapareció por donde había aparecido. Soplo un fuerte viento como de huracán, la ermita bambaleó

y silencio el ruido en la huaca. Pero en la lejana vega en donde verdeaba el cañaveral

chirriaban las masas del trapiche de oro encantado, y en el cerco de méjicos que circunda la choza melancólicamente llamaba “Guicucu” a mi Táaii-táa.

Yo, lector amigo, como antes te he manifestado, estaba en el número de los expedicionarios que hablan llegado a Uchupata a descubrir el misterio solapado en la ermita ruinosa y desencantar el trapiche de oro de la huaca, ¡Qué desilusión! Acababa de recibir una carta de un amigo (1) en la cual me contaba esta “Leyenda” me había quedado dormido en mi hamaca, con la carta en las manos y…”estaba soñando”…

Uchupata: Uchupata es palabra quechua que, según los entendidos,

significa: “Cima, lugar del ají”. Uchu: Ají; Pata: Andén, cima. En los documentos encontrados por el que esto escribe, en el

archivo parroquial de Huancabamba, consta que en el año 1783: “Guaylas” “Ochupata” e “Ingano”, eran haciendas que distaban 7 leguas del pueblo; aprediadas en 2,000 pesos, cuyos dueños eran los indios que trabajaban por composición del Rey. __________ (1) Los datos de esta Leyenda fueron recogidos por el Normalista

huancabambino Sr. Ismael A. Samaniego en la excursión que con los alumnos de 5° y 6° año del centro escolar de Canchaque N° 42 hiciera al caserío Uchupata, agregando otros más que me dieran otros amigos y vecinos del lugar. Muy agradecido. En el cerro Campana de Canchaque se afirma que una serpentina de oro y trapiche están encantados y dícese que pertenecieron a un sacerdote que los había desencantado y se ha tejido también una leyenda muy parecida.

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En Guaylas residían 13 hombres casados, 11 mujeres casadas, 3 adultos y 3 adultas y párvulas.

Tierras de pan sembrar y de criar. Tenían 500 vacas; 150 yeguas, 142 ovejas y 102 cabras. Las tres haciendas formaron la “Parcialidad de Huarmaca” o de

“Ingano”, tuvieron libro especial para sentar partidas de bautismos y

defunciones.

Actualmente “Uchupata” forma parte como caserío del distrito de Sondorillo. Dista del pueblo 10 Kilómetros aproximadamente. Tiene escuela Mixta numero 471.

El Guicucú: Con el nombre de “Guicucú”, se conoce en Huancabamba un

pájaro cuyo plumaje es color amarillo marrón, el pecho amarillento, muy parecido al zorzal, su nombre lo debe a su canto tristón que en invierno parece decir: Gui-cuu-cúuu y que los indígenas interpretan por mi Táaii-táaa; en el verano cambia de modulación y claramente se distingue: chaau-cháau, significando: “Adios-adios”. Canta al atardecer, cuando asienta la neblina o va a llover, por eso se le llama también el “llamador de agua”. Vive en las partes frías, en las cordilleras. Su nido es muy original, lo hace en hueco profundo a los bordes de los peñascos, otros nos han dicho que los hacen en el centro de los matorrales, el ingreso a él lo forma una gradería acaracolada.

El Señor Feudal y el San Franciscano: En la hoyada de Uchupata, a la izquierda del camino de

herradura que va de Sondorillo a Huarmaca, se ve un montículo guijoso de tierra amarillenta, resumiendo agua bermellonada y conocido por el nombre de la “Huaca de Jamanga”, es muy conocida y celebrada por los brujos, pues allí hacen sus “atomías”, es decir, compactan con el negro o espíritu maligno, citan las sombras o espíritus y “ajustan” en ella a los contrarios, afirmando que aquellas gotas de agua que filtran de la huaca son las sombras, o los indios encantados por maldición sacerdotal.

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En esta huaca, refiere la leyenda, que hay enterrados una “Serpentina de plata y un trapiche de oro” que en los tiempos que no existían cheques circulares pero sí el fino metal por un acaudalado Señor Feudal, dueño de aquella comarca que cultivaba cuidadosamente con el trabajo forzado de los indios, y extraía de las entrañas de las cordilleras los preciados metales auríferos y argénteos. En las medias noches de los viernes, diz se oye el crujido de las masas del trapiche y el gotear de la destilación de la serpentina.

El señor Feudal era un mandón, un explotador, un ambicioso con genio dado a perros.

Arabescos y jacarandas rodeaban su suntuosa residencia, deslumbrante era la ostentación que de lujo hacia, muelles las comodidades, voluptuoso su vivir. Se alimentaba con la injusticia y sus pies corrían la maldad y se apresuraban a derramar la sangre inocente de los pobres indígenas que amenazaban aquella fortuna y proporcionaba aquel regalo, pero que henchian de despojos sus míseras cabañas.

En la misma hondonada a tiros de fusil, a la sombra de vergonzante vegetación, cercada de cardos y “cabuyas”, se erguía increpadora una humilde “Ermita”, deslucida y pobretona, en donde se respiraba atmósfera de virtud, aquella ermita era la única armadura defensiva que tenían los pobres indios contra el orgullo y atrocidades de aquel inicuo y ambicioso patrón, era un pararrayos providencial de sus iras y venganzas, un oasis de caridad y consuelo. Vivía en ella un hijo del pobrecillo de Asís.

Su voz penetraba en el silencio de los campos; el ruido de los pliegues de su sayal y los restallidos de sus sandalias se confundían con el bisbisear de las doradas mieses agitadas por las brisas de la tarde, cuando iba a evangelizar a los atormentados colonos, sumidos en el error y en la idolatría, les llevaba palabras de amor y de resignación que eran para ellos bálsamo que curaba las abiertas heridas de su corazón y dulces esperanzas de una vida mejor y de recompensas celestiales.

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El cuidaba de ellos, como cuidaba Francisco de las florecías del campo y las avecillas de los bosques.

El les daba el pan de caridad, como Francisco lo daba al lobo de Gubbio y al cuervo de la Porciúncula.

El daba su capa por su vida, como Francisco la dio al pastor por el corderillo que llevaba atado con recia soga destinado al matadero.

El les enseñaba amar a Dios y poner con él su confianza, como Francisco tenía todas sus cosas en Dios.

El les enseñaba a ensalzarle y bendecirle entonando cánticos de alegría, como francisco en la euritmia matinal de las avecillas.

A los compas de sus tristes yaravíes, entonaban como Francisco su himno al hermano sol.

El les repetía siempre el evangelio de amor: “Amaos los unos a los otros” y haced penitencia para conquistar el reino de los cielos.

El ennoblecía la condición abyecta en que vivían despertando ideales divinos de grandezas eternas.

El les inculcaba la virtud de la obediencia y respeto para amansar el orgullo de su poderoso amo.

El también, hablaba de la Justicia Divina para despertar del letargo de desmoralización en que el Señor Feudal vivía, pero este tenía el corazón berroqueño y oídos de mercader para escuchar sus obligaciones. Maldición y encantamiento

En los días del señor, el hijo de Francisco de Asís congregaba a todos los indios para que asistiesen a la santa misa. Arrogante y ufano asistía también el amo, en lugar visible y preferencial, más por satisfacer su orgullo que por cumplir un precepto.

El hijo de Francisco de Asís instruía a todos en las verdades eternas, y un domingo estas divinas sentencias enhebraba: Hermanos carísimos en el señor: “Adquirid la sabiduría que vale más que la plata y sus frutos son más precioso que el oro acendrado”

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“El Señor introduce la miseria en la casa del impío, pero echa su bendición sobre las cosas de los pobres”.

“Quien esconde los granos será maldito de los pueblos; mas la bendición descenderá sobre la cabeza de los que sacan al mercado”

“Abominables son al Señor, las pesas falsas; malísima cosa en la balanza infiel”

“No hace el Señor acepción de personas en perjuicio del pobre, y escucha las palabras del injuriado”

“Vosotros los siervos, estad sumisos con todo temor a los amos, no tan solo a los buenos y apacibles, sino también a los de recia condición”

“Si tienes un siervo fiel, cuida de él como de ti mismo, trátalo como hermano”

Y vosotros, amos, haced otro tanto con ellos, excusando las amenazas; considerando que unos y otros tenéis un mismo Señor allá en los cielos y que no hay en El acepción de personas.

“El señor no dará largas, sino que vengara a los justos, y hará justicia, el fortísimo no sufrirá a sus opresores, sino que con tribulaciones quebrantara su espinazo”.

Estas palabras de los libros santos, hirieron en lo vivo el orgullo del patrón, quien precipitadamente abandona el lugar sagrado jurando castigar y callar la voz del predicador.

Se dirige a su casa. Vestido de sus mejores prendas y valiosas alhajas, y en el corcel ricamente enjaezado, vuelve a la ermita, ciego de cólera, con la faz demudada, con el cabello aborrascado sobre la frente, con pisto de matón, con el rebenque chasqueante en su mano temblorosa de ira y su corazón sediento de venganza.

Galopa su caballo y su furia se acrecienta, energúmeno infernal, penetra en la ermita, y así despotrica.

Yo tratar de tú y voz a estos indios salvajes. Yo considerarme hermano e igual a quienes tengo con el

dogal en el cuello. Yo abrir mis graneros a estos perros hambrientos. Yo tener que pagar jornal a quienes son mis esclavos.

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¡Se habrá visto cosa igual! En un ¡Ay! Desgarrador y de espanto prorrumpen los

pobrecitos indios implorando la misericordia Divina. El rebenque del sacrílego no cesa de descargar en fieros

latigazos sobre las espaldas de los allí reunidos, sus improperios y blasfemias resuenan en ecos aterradores. El indomable y desbocado bruto se encabrita, relincha, piafa como si quisiera echar de sí tan pesada carga.

El misionero levantando los brazos al cielo y clamando al Señor los libres de la vindicta, cae de rodillas ante el altar y ora.

El rabioso amo no ceja en su criminal y sacrílego vejamen contra aquellos indefensos e inocentes indios, era un chacal hambriento diezmando el rebaño. Su ira iba a descargarla también contra el misionero franciscano.

-Vos fraile desalmado e ingrato inculcando sentimientos de redención y libertad a quienes me pertenecen por derecho de conquista.

A mí, obligarme a repartir mi fortuna a esta gente canalla y mal nacida.

Vuestras palabras son amargas como el ajenjo y venenosas como el vitriolo, pero no han de doblegar mi cerviz.

Ni vuestras amenazas ni vuestras maldiciones caerán sobre mí. ¡Dios en los cielos y yo en mis heredades!

El hijo de Francisco de Asís se levanta, su rostro está severo, su mirada avasalladora, imperiosa su voz, y apostrofando al blasfemo feudal, le dice:

-¡Detente, furia infernal! Tus crímenes y tus sacrilegios claman venganza al cielo. “Ni andes diciendo: ¡Gran poder es el mío! ¿Quién podrá hacer dar razón de mis acciones? Pues Dios seguramente tomara de ti terrible venganza”.

¡Maldito! ¡Maldito! ¡Maldito! El talante del misionero y aquella terrible maldición

atemperaron la ira del señor feudal, acoquinado y avergonzado, quiso hacer volver grupas a su desbocado bruto. ¡Pero inútil! Como una visión desaparece en el encantamiento, dando un

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terrible grito de ¡Maldición! Su caballo indómito relinchó espantosamente, y el trapiche de oro crujió terroríficamente.

Se había encantado. La tierra se lo había tragado. La calma vuelve a los ultrajados indios y en profundo

silencio y recogimiento claman perdón al Altísimo. El Hijo de Francisco de Asís llena de consuelos y de amor a

los fieles pero convertidos en gotas de agua bermellonada quedan también encantados.

Entonces el hijo de Francisco de Asís canta tristemente la elegía de su encanto y transformándose en “Guicucu”, alza el vuelo, desaparece y en las lejanías iba muriendo su silbo:

¡Gui-cucu! ¡Gui-cucu…! ¡Mi-taii táaa! ¡Mi-taii táaa…! Chau chaaau! Chau chaaau…! ¡Adiós! ¡Adios! ¡Adios! ¡Adiós!

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MINGANDO EN LAS ARADAS, EN LAS SIEMBRAS Y EN LAS COSECHAS

A la señora Emilia Gonzales Orbegoso de Barúa Ganoza.

¡Dios! ¡Tierra! ¡Vida vernacular! ¡Dios! ¡Tierra! ¡Vida vernacular! ¡Dios! Hacedor. ¡Tierra! Obra de sus manos. ¡Vida vernacular! Trabajo. Dios, espíritu perfectísimo ¡Mi Padre! Tierra, limo del que fui formado ¡Mi madre! Trabajo, mandato divino, medio para llegar a Dios. Naturaleza, beldad, magnamidad de Dios, ¡Que bella eres! Dios puso en ti un edén amenísimo. En tu silencio de infinidad tienes un bello y elocuente

lenguaje: “Los cielos y la tierra pregonan la gloria de Dios” “Gloria a Dios en las alturas”, cantan los ángeles. “Gloria a Dos en las alturas”, repite el hombre. “Y en la tierra paz”, canta los ángeles. “Y en la tierra paz”, repercute la naturaleza ecoica. Tierra, morada del hombre viador, trasunto de la patria

celestial. Tierra, cofre sacrosanto, que recibió la Púrpura Divina, que la santificó y redimió.

Tierra, regada por el sudor del hombre para amasar el pan de cada día, en el rodar del tiempo…

Rueda el tiempo y rueda la vida. Rueda la vida: naciendo, creciendo, muriendo. Rueda la vida, para perderse en el momento único, presente,

infinito, Eternidad.

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Rueda el tiempo en el rodar de la tierra sobre su eje dando origen al día y a la noche.

Rueda el tiempo en el año solar sobre la mesa redonda de las cuatro estaciones:

Viene el invierno y ruedan las siembras. Viene la primavera y ruedan las flores. Viene el verano y ruedan los frutos. Viene el otoño y ruedan las cosechas. Y en este vertiginoso rodar de estaciones, de días y de

noches de etapas de la vida, el hombre cumple el mandato divino: "Comerás el pan con el sudor de tu rostro"; siente en carne propia la maldición divina: "Arrancando espinas y abrojos"; se redime y hace méritos: "cosechando frutos de vida eterna".

El hombre ama y admira la naturaleza; pero ama, y contempla en ella a Dios.

¡Oh que bella es la naturaleza! ¡Oh qué bello es vivir en ella! ¡Qué linda y apacible la vida, agreste y vernacular, que rueda

juntamente con el rodar de la creación y embelesa el alma con fulgores de lampos de esperanzas eternas!

¡Vivir en la tierra para merecer vivir en el cielo! ¡Oh hombre has sido creado para amar a Dios y para cultivar

la tierra y merecer ir a Dios! -Sí, cultiva ¡oh hombre! cultiva: Cultiva la tierra: Cultiva la inteligencia, la verdad. Cultiva el corazón, el amor. Cultiva la virtud, el bien. Cultiva la creación arrancándole sus secretos

y conociendo sus maravillas, que ella te predica: ¡Dios! ¡Oh hombre, eres cultivador por antonomasia! "Hombre hecho de tierra, para trabajar la tierra: Agrícola es;

pero si en el trabajo material ve la ordenación divina que lo lleva a la consecución de un fin divino; Divino es".

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Las aves del cielo no siembran, ni tienen graneros, y nunca les falta qué comer.

Los lirios del prado no hilan, ni tejen y se visten con primor. Y el hombre que no puede agregar un codo a su estatura, ni

cae un pelo de su cabeza sin la voluntad de Dios: “tiene poca fe”. Los cielos y la tierra, en el arpa inconmensurable de la

hermosa bóveda azul tañen canticos y loas a la magnificencia de Dios; el hombre de fe en la pequeña armónica de su corazón salmodia himnos de amor y canticos de reconocimiento al Creador, por eso del alto cielo desciende rocío matinal de bendiciones y de paz sobre la tierra y aparece refulgente el sol sobre los buenos y sobre los malos.

¡Oh que bella es la naturaleza! En su silencio de infinidad tiene un bello y elocuente

lenguaje. ¡Qué bello es vivir en ella teniendo el corazón en el cielo! Todo un Dios bajo del cielo para vivir en ella. ¡Que linda y apacible la vida agreste y vernacular que rueda

juntamente con el rodar de la creación y embelesa el alma con fulgores de lampos de esperanzas eternas!

¿Quién por insensible que sea no siente la grandeza y beldad de la creación "cuando ora levante sus ojos al cielo, ora los tienda sobre la tierra, ora los fije sobre sí mismo"? ¿Y quién no siente impelido a exclamar? "Cielos y tierra, ángeles y hombres bendigamos juntos al señor que nos ha creado, alabémosle y ensalcémosle eternamente".

Edén, Edén, que te perdimos. Edén, Edén, en que Dios puso al hombre para que trabajara. Edén, Edén, ¡oh feliz tú en el que un Dios prometió hacerse

hombre, por el hombre que allí le había ofendido! Tierra, tierra, que regamos con lágrimas y sudores para

conquistar el cielo. ¡Qué bella es la naturaleza! ¡Qué bello vivir en ella para merecer vivir en el cielo! ¡Qué linda y apacible la vida agreste y vernacular que rueda

juntamente con el rodar de la creación y embelesa nuestra alma

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con fulgores de lampos de esperanzas eternas!

En cada tierra sus usos: Después de este breve prolegómeno, de esta expansión

espiritual bendiciendo a Dios que nos ha creado y admirando la obra de sus manos, creada para la gloria suya y servicio nuestro, ved cómo el campesino huancabambino trabaja la tierra, la siembra y recoge los frutos.

Veamos una manera cómo cumple con el precepto divino: "Trabajarás"

Asistamos a una escena agrícola. Venid y ved una "Minga". Bien sabes, lector amigo, lo que es una "minga”. Por nuestra

historia patria sabes que por la agricultura se engrandeció el Imperio de los Incas, que las faenas agrícolas, las practicaban al son de cantos, en medio de grandes regocijos y se trabajaba con “Mingas”.

Estas Mingas los indígenas aún conservan: mutuamente hacen la prestación de su trabajo voluntario, con la condición de reciprocidad.

Y en mi tierra huancabambina también se conservan las "mingas". Por eso te invito: vayamos al Ande, vayamos a mi tierra huancabambina porque en cada "tierra sus usos" dice el adagio, y para hablar de las costumbres de los usos de mi tierra, ¡Bendito sea Dios! mi mollera me parece ser un “guango”, mi pluma un “shucsho” y la hebra que se hila y ovilla mis acuarelas, que cuentan enhebrando y ovillando los "usos y costumbres Huancabambinas".

El chacray invita a las mingayes a la minga: Al agricultor serrano que rompe, cruza, riega, desyerba o

cosecha sus cementeras con la ayuda gratuita de las amistades o compadres se le llama “Chacray”. Y las amistades o compadres que acuden a su convite se les llaman “Mingayes o Mingueros”.

La “Minga” casi siempre acostumbran hacerla en día domingo o día de fiesta, reinando alegría.

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El “Chacray” abre el calendario Bristol y consulta las predicaciones del tiempo, averigua los días de las fases de la luna y dispone las fechas en que ha de realizar las faenas agrícolas: sus “mingas”; con antelación “convida y pide la fuerza” (1) a los dueños de las parcelas colindantes para que le “den la mano”

-Pal domingo entrante, dio y en ocho, voy estar de “minga”, lo ruego, compadrito, paque miacompañes, no ei ser mala paga con so persona.

-¡Ay, compadrito, nada mías pedido! Mis toros los tengo ociosos poray iré sin faltita nenguna el domingo muy de mañanita.

Oscuro, oscuro del domingo convenido, en las lomas y en los oteros se oyen gritos de los “mingayes”, cuyos ecos se pierden en las quebradas y contestan los cerros.

-Poyar voooooy…, compadrito, a so miiingaaa… -Ya vaaamooooss…, Señorciiiitooo… Espeeeeramee en la

trancaaa… Ulalio, padirnos juuuuunntooooss… -Yastoy yugando los tooooroooss… Y ya mesmiiiitoooo

lualcanzo, compañeriiitooo… -¡Compadre Juliaaaann! ¡Compadre Juliaaaann… ¿Qué no

viene acompañaaaaarnooooos…? Luestamos esperaaaandoo… No deje de veniiiirr… Que pa hoy dia hamos quedauuuuuuu…

Y más gritos… Y más silbos… Y más recomendaciones… Y nuevas invitaciones se oyen por doquier… En las sementeras del “chacray se van reuniendo, van

llegando por el caminos y atajos los “mingayes”. Unos a “dar la mano”. Otros a “devolver la fuerza”. Los aradores con sus bolsicos, con sus barretones o con sus

quichas. ______________ (1) Darse la mano o darse o devolverse la fuerza.- Ayudarse mutuamente y

sin recompensa alguna en las faenas agrícolas otros trabajos.

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Los reservadores con sus lampas. Los cosechadores con sus bolsicos, con sus “pipinas”, con sus

hoces.

Agrados del chacray a los mingayes: El Chacray recibe a todos los mingayes sonrientes, cariñoso,

con apretones de manos, con palmaditas en los lomos y con la impresindible “limenta” de aguardiente en la mano pa darlos so copa a so llegada, pa quitarlos el frio o componer so cuerpo. Luego brindales so mate de “ucho” (Otros dicen Lucho): mondoguito, guineo, papas, zapallo, frijolitos verdes, que asientan con “so poto de guarapo o so medida de caña diarral”.

Al terminar la minga les dan el potaje especial llamado “patas pa arriba, o zango o colmena”, es la mashca ahogado de trigo, con chicharrones, culantro, ajo verde, cebolla y manteca y en caldo de gallina, acompañado de una “servilleta de cancha” o mote con tocino. A las mujeres o a los hijos de los mingayes que han ido sólo por gustar, o para acompañar a sus gentes, o a sus padres, les acomodan el “cashun” o hato en el cual acomodan los mates chaneros conteniendo el chane.

Los rastrojos descansados están, oxiginandose “pa componerse” y hacerse fértiles.

Limpios los han dejado los ganados al rebuscarse; y los recios torbellinos de las tardes los han barrido. Los cordonazos de otoño los han remojado y humedicido tercia y “geme”.

El dia de la minga, para hecer las “roturas” ha llegado. Los mingayes ya están invadiendo la sementera, ¡miradlos! Treinta o más aradores conduciendo treinta o más yuntas

dirigidas por treinta o más cholitos guiadores. Cada mingay ha escogido un trozo de terreno para ararlo y

se convidan con sus láteres para darse el encuentro, o hacen apuestas de ¿Quién saca primerito el trozo?; el chacray es el que apremia el encuentro o al que primero sale o gana la apuesta con

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una buena copa de aguardiente, o con una medida o poto de guarapo.

El chacray da la voz de comenzar el trabajo: -Agora sí, compañeritos, a “pujarse parejo” pa acabar

tempranito. ¡Aprovechemos la mañanita que el sol quema como si juera a llover! ¡Adentro muchos!

Los mingayes escupen las manos y las frotan y arman gran algazara.

-¡Adentro ñaños! ¡Ñija! ¡Adentro y con dulces! -Nuay quiacobardarse, compañeritos, pugen no más, quial

toro es al que le duele. Silban y gritan. “Pitan” y rien. Conversan y flirtean. Y asi animan a las yuntas: -¡Amo! ¡Amo! ¡Aya! ¡Aya! ¡Jala! ¡Jala! Al dar la vuelta en el término de cada surco el arador levanta

el arado deteniendo la yunta: ¡Asha! ¡Asha! Entretanto que el guiador lo hace cejar dándole unos

golpecitos suavemente en la testuz con la varita que lleva para dirigirla:

-¡Desha! ¡Desha! ¡Vuelta! ¡Vuelta! El arador de nuevo entierra la reja del arado para abrir un

nuevo surco. Y así tanto de ida como de regreso van abriendo un nuevo

surco; y en este ir, voltear, venir, animar las yuntas y abrir surcos se termina “las roturas”.

Las cruzadas: Hay terrenos que requieren cruzarlos cuando las tierras

están cansadas, gastadas o flacas, aun que hoy generalmente

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todos los necesitan. El cruce del terreno suple en pequeña parte el abono que debería echársele.

En este día de las cruzadas, que también suelen hacerlo el mismo día de las aradas, de las cabeceras al pie del terreno, y del pie del terreno a la cabecera suben y bajan las yuntas al son de:

-¡Sube! ¡Sube! No te quedes “Granizo cemarrón” ¡Baja! ¡Baja! Torito mulato. ¡Arriba! ¡Arriba! Que pa eso están bien comidos “guishlulos” ¡Baja! ¡Baja! Torito mulato. -¡Sube! ¡Sube! Lluvia de plata ¡Baja! ¡Baja! Ojo de venau. Y suben… Y bajan… Y bajan… y suben… las yuntas, los aradores, los seguidores. Y la sementera queda lista para recibir la semilla.

Las siembras: ¿Quién hay que no siembre? ¡Todos vamos sembrando en la vida! Siembra el sacerdote la semilla divina del Evangelio en el

surco abierto por la fe. Siembra el padre de familia la semilla de la felicidad de sus

hijos en el surco abierto por sus sacrificios y buenos ejemplos. Siembra la madre la semilla del amor en el surco de sus

entrañas y el regazo de su pecho. Siembra el maestro la semilla de la ciencia y de la virtud en

el surco abierto por la instrucción y educación. Siembra el sabio y el filosofo la semilla de los primeros

principios en el surco abierto por sus investigaciones y elucubraciones.

Siembra la autoridad la semilla del bien común en el surco abierto por la custodia del orden y de la ley.

Siembra el Juez la justicia social en el surco abierto de su recto veredicto y sentencia inapelable de dar a cada uno lo suyo.

Siembra el médico la semilla de la salud en el surco abierto por sus prescripciones preservativas y por el bisturí.

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Siembra el militar la semilla de la paz y del honor nacional en el surco abierto por la guerra.

Siembra el comerciante la semilla del oro en el surco abierto por sus industrias y transacciones.

Siembra el poeta la semilla del gay decir en el surco abierto por sus rimas y sus versos que beben y aspiran la beldad de la creación.

Siembra el periodista la semilla del bien y del progreso en el surco abierto por la opinión pública.

Siembra el caritativo la semilla de la gratitud y del merito en el surco abierto por su generosidad y desprendimiento.

Siembra el amigo la semilla en el surco abierto por la fusión de dos corazones.

Siembran todas las almas meritos para la otra vida en el surco abierto por el cumplimiento de las leyes.

Siembran todas las inteligencias. Siembran todos los corazones. Siembran todos… Sí, todos. Todos vamos sembrando por el camino de la vida. Siembra la creación la belleza… Siembran las noches oscuras y serenas el cielo de estrellas… Siembran también los vientos y recogen tempestades… Siembras las quimeras y recogen desilusiones… Siembra la ociosidad y recoge vicios… Se siembra en el mar… y no se recoge nada. Siembra el agricultor las semillas de las mieses en el surco

que abre la reja del arado… Y vamos a cosechar… Sí, vamos al campo… Ya una garza de plumaje negro venida de no sé donde

presagiando invierno y año bueno ha cruzado rauda los aires de sur a norte.

Ya la luna esta en creciente. Ya la vacada escosa la han votado a los potreros de los cerros

para que ramoneen las puyas y las hojas tiernas que brotan de las nacientes semillas.

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Ya los porcinos llevan tramojos para que no osen las sementeras.

Ya las gallinas tienen cruzadas en el pico una pluma para que no escarben ni mochen las matitas.

Con el ramusgo de la mañanita el chacray ha hecho desparramar el frejol en la sementera, y a puesto dos pajareros para ausentar y correr a la “pajarada”; pero la “bichauchada, la palomada y la enmanada” limpian el grano se levantan diaquí y si asientan puallá cuando la zumba los guaracazos de los cholejoncitos pajareros.

Los “mingayes” están listos con sus guiadores y sembradores, que llevan la alforja sembradora al hombro, un lado lleno de maíz y el otro lado lleno de habas o frejoles.

Puyan las yuntas, y los novillos echando gallardamente hacia atrás la testuz; sacan su larga y áspera lengua para lamer ya una ya otra de las ventanas de sus narices; mueven a uno y otro lado sus redondos y escandilados ojos negros; enarcan sus cuerpos sumergidos sus panzas y metiendo sus pezuñas traseras un palmo adelante; chicotean sobre sus lomos sus mechosas colas; dejan oír un mugido ronco y cortado como si fuera un quejido de cólera y protesta, con tronco robusto y majestuoso tiran el arado; la reja acerada se unde en el suelo presionada por la musculosa mano del arador, el surco se abre como un símbolo de fuerza y de trabajo y recibe voluptuoso la semilla virgen que han de fecundar.

La sembradora camina atrás, siempre al lado de abajo, al comenzar cada surco mete la mano derecha en cada lado de la alforja, saca un puñado de semilla, y como si estuviera contándolas o pasando las cuentas de un rosario va dejándolas caer por entre medio de sus dedos índice y pulgar una por una y a cierta distancia, diciendo:

“Sembrare como sembré diantes. Y venderé como vendí diantes: Porque si no llegará la oscura Y el terreno no producirá nada”.

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- ¡Sigue! ¡Sigue! ¡Puaqui! ¡Puaqui! ¡Desha! ¡Desha! Dice en cambio el cholito guiador. Los desbordes del nuevo surco cubrían la semilla sembrada

en el anterior y recibía la semilla de otra clase de grano. De ida caía de las manos de la sembradora simienta de maíz. De venida caia de las manos de la sembradora simienta de

habas. En las siembras, como en las aradas reina también la alegría;

se oyen silvos, gritos, se hacen apuestas. Los jaques “mingayes” alaban la fuerza de sus novillos; y

queriendo “echarles la pata” (1) a los otros exclaman: -¡Que van a ser tus yuntas enclenques tan juerzudos como

las mías… Que van poder pararse esos porros magros con mis viejos aradores.

-Puya. Puya, cholo viejo haragán, que te ganan los toros. Mira ya voy a sacar mi parada.

-¿Qué gracia, vos sos joven y yo viejo, la tierra me reclama! -¡Ara, ara, cholo, no estés namorando a la compaña

sembradora, ya la “morena” tiene dueño! -¡Vaya con lo que salió este viejo pestiferiento, dijo metiendo

su cuchara, la sembradora aludida, malayita con mi mala suerte, con que corazón luestara hablando! Y pegándole una chupadita de dientes continúo: cholo patojo vos cree que soy chivo de fiesta que blanquiando cuatro soles ya está el negocio hecho, este quiero, este lualzo.

-Oye, china, canturrio el viejo: “No los digas con soberbia, Porque la boca castiga”. -Apúrense, cholos, grito otro, que ya va siendo hora de

mover las quijadas, y allí sí, ¡quiagudos van estar!

________________ (1) Echar la pata.- Adagio que indica que una persona superá a otra persona en un

certamen; o en la ejecución de una obra dejando deslucida a otra.

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Y de esta manera entre chanzas y faramallas se ponía fin a las siembras.

Una ceremonia final realiza el “Chacray”; en el centro de la sementera. Forma una cruz con granos de maíz, coloca en medio de ella una crucecita con granas de madera y rocía alrededor agua bendita; va luego a las cuatro esquinas de la sementera y rocía igualmente con agua bendita en forma de Cruz pidiendo al Señor les conceda abundantes cosechas, diciendo:

Ahora si, Dios Taitito, manda tu aguacerito, y líbranos de las plagas y bendice nuestros sembraus.

Promediando la sementera y las distancias colocan también dos maniquíes o espantajos revestidos de harapos y una lata para producir ruido al ser agitada por el viento y sirva para espantar a los pájaros.

Las sembradoras durante la siembra no pueden en todo el día ni hilar, ni tejer, ni escarmenar lana, ni desmotar algodón, “malograrían toda la simiente”

Los “mingayes” después de pedir los clásicos perdones y disculpas por la ayuda prestada, desatan los arados y los colocan sobre el garzón del yugo, de suerte que el timón vaya arrastrando.

El chacray los despide agradeciéndoles: -Dios so lo pague, señorcito, por allí corresponderemos

algún día, que todo favor es prestado en esta vida, y estrechando las manos a todos los “mingayes se dan el

-¡Hasta otro rato, señorcito! -¡Hasta más tarde, compadritos! -Puaqui hamos de golver otro día. Y se van… Se van cantando alegrías y amores. Se van silbando tristezas y penas. Se van comprometiendo para cuando a ellos también les

toque el turno de hacer su minga.

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Sembrando tubérculos: En la siembra de “tubérculos”: papas, ocas, ollocos hay algo

novedoso que merece contarse en párrafo aparte. La siembra la hacen en el cuarto creciente de la luna. “Sembrar de semilla”, dicen cuando siembran los tuberculos

en terreno trabajado y que es necesario arar primero. “Sembrar de mongote”, cuando siembran en terreno nuevo o rozado recientemente, y entonces la semilla enterranla en huecos abiertos por los barretones o por “quinchas”.

Sembrador de tubérculos cualquierita no puede ser, hay que conseguir individuos que tengan “buena mano”, de lo contrario se daña la semilla o no nace.

Se les alimenta especialmente con sancochado de cuyes y gallina.

Deben guardar dieta de la mujer. No pueden coger ni sogas, ni bejucos, porque si estas cosas

hacen la planta no carga y se hace raizuda. Terminada la siembra debe tirar bajo la barbacoa o cama

para dormir, el barretón o la quincha y el bolsico que ha utilizado en la siembra e ir a dar cuenta a la “comadre candela”, dicendole:

-Comadre Candela: ya sembré las papas, las ocas, los ollocos que me mandastes sembrar; y abrazandose con las tullpas continua:

“Naceran, naceran papitas, olloquitos, oquitas… No se dejaran comer del “puluche” Cargaran… cargaran papitas, olloquitos, oquitas… Grandes y buenas pa nuestro buche… Como las tullpas… como las tullpas… Grandes y buenas pa nuestro buche… Como las tullpas… como las tullpas… No se dejaran comer del puluche.

Resiervos:

Nacida la semilla y cuando la matita ya esta grandecita que pueda resistir al sol y al viento se hacen las resiervas pa que el

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monte no gane el sembrau y a la vez apodan los tubérculos pa que macolen y pongan buenos cuayes.

Nacida la planta no se permite el ingreso a la sementera a ninguna mujer cargando hijos, por que el llanto del “Guagua” atrae daños, robos y perjuicios.

Para las resiervas, los mingayes forman cuadrillas de a ocho a veinte personas teniendo por jefe un puntero, resiervan en cuadros que llaman “chascos”; al terminar la parcela se juntan todos para cerrar el chasco y el chacray les convida una copa de aguardiente o una medida de “guarapo”.

El chacray recomienda a los reservadores mingayes: -Tendrán cuidadito, señorcitos con no pelar las matitas del

maíz juntamente con el monte. Si por casualidad los mingayes arrancan o malograran

alguna planta buena, de esta manera se disculpan. -Chacraycito, esta matita a sido “macho”, por eso lo hemos

sacau. De pronto uno de los reservadores exclaman: -¡Suerte! ¡Suerte! El chacray está de güenas, va a tener güena

cosecha yayaiii… La arañita cargadora, chacraycito… La arañita cargadora, chacraycito, devisela, devisela como se paseya con su quipecito en so espinazo.

En verdad, una araña caminaba junto a una mata de maíz, llevando en la parte del espinazo una bolsita llena de sus huevecitos, el “quipe”, y por eso la conoce con el nombre de la “Araña cargadora”, que presagia opima cosecha.

Las malas yerbas arrancadas se hacían montones y se botaban a los caminos, o se juntaban para quemarlas tan luego se sequen.

La resierva ha terminado.

Asustando las sementeras: Días después… Lumbrarada riente de sol. Alegría esmeraldina de las sementeras.

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Regosijos de los campesinos. Una mujer en cinta avanza por los sembrados recorriéndolos

y viendo donde las plantas no están poniendo o cargando y con su “guango” varea suavemente a las matas marrajas diciéndoles suplicante:

“He venido a visitarlas y ver si están poniendo. Velay, vos que aragana que estas; Y vos, también que marraja que tias quedau. Cargaran, cargaran bastantísimo. Pa eso he venido, asustarlas pa sutarlas… Pa que carguen y ni se queden asina no más. Pura hoja… pura hoja y nada de fruto… Pa que no las empuñe el chamusco Cargaran… cargaran bastantísimo. Cosa de dar gusto y no quedarlas yanga no ma… Si sienta la plaga la sembrado (o sea el gusano verde,

llamado puluche) “paque la plaga se alevante y se vayga”, cogen unos gusanos y los tuestan, o bien les atraviesan un palito por la cola y sacándolo por la boca para voltear al revés al gusano y lo clavan a la raíz de la planta; o bien hacen exorcizar del sacerdote un poco de gusanos, y luego los entierran en los sembrados y esparcen agua bendita por la sementera; o bien llaman a un brujo paque lo bote “yanga” a la plaga puel cerro. Y, riase su merced: ¡La plaga sialza!

Cuando el maíz comienza a choclear la chacraya manda “sacar las madres”, o primeros y mejores choclos y hacen con ellos tamales a los sancochan, no pueden asarlos pues esto trae el “chamusco” a la sementera.

Segunda vez la mujer en cinta vuelve otro dia a entrar a la sementera para “asustar la chacra de dentro… en dentro… de dentro… en dentro…”

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Jaulas, Chiclas, Trampas: No podemos pasar por alto este acápite relacionado con las

jaulas, chiclas, trampas que, en tiempo de cosechas, suelen colocarse contra los animales dañinos.

Los chiquillos se entretienen amarrando lasos corredizos en los choclos para cazar pericos.

O bien hacen jaulas para cazar pajarillos, y especialmente palomas. De cañas de carrizo o pequeñas varas hacen una camilla en forma de capa de caja, de los angulos de la jaula que descansan en tierra, amarran un torzalito que forma triangulo al ser tezado por la punta de una barillaque lleva en la parte superior dos ranuras o “mueshcashs”, en la una se sostiene la jaula y en la otra hecha por el reverso se sostiene otra varilla que fijada en la tierra mantiene la jaula levantada. En tierra y dentro del angulo que forma el torzalito colocan granos de maíz, trigo o alberjas; el pajarillo salta al torzalito, cae la jaula y queda atrapado en ella.

Otros colocan una sola varilla dividida en dos mitades que se superponen en la división hecha en forma de L; la mitad superior lleva una ranura en la cual se sostiene la jaula levantada y la otra mitad va a tierra tesando el torzalito, al saltar sobre este el pajarillo, la varita se desune y cae a tierra la jaula.

A los perros o les amarran una pata delantera al collar, o bien del collar amarran un pedazo de soga que arrastra un trozo de palo de madera pesada de 40 cm x 4 de diámetro aproximadamente y al que denominan “Carlanca o Tarlanca”, esta impide al perro el alejarse de la casa.

A los chanchos colocan en el pescuezo un triangulo formado de palos y que llaman “tramojo”

Para los perros dañinos y para los zorros pactichos colocan en los portillos abiertos “La chicla”. Es una cama en forma de triangulo hecha de magueyes o varas del tamaño de un metro más o menos, sobre la cual colocan varias piedras de regular tamaño; debajo, en el centro, colocan un trozo de carne; una de las puntas de la “Chicla” la apoyan levantada en un estacón o en

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un tronco de árbol, de tal manera, que pueda resbalar fácilmente y caer en el momento que el “perverso”, coma la carnaza.

Hay otra trampa llamada horca. Se aprovecha un árbol o bien se planta un horcón; a una distancia se clavan en el suelo formando circulo y calculando que pueda meter la cabeza un perro, varias estaquitas de 30 cm., aproximadamente, una de las cuales, que da frente al horcón, debe ser doble y estar profundamente enterrada tiene la forma del numero uno, la llaman “Garabato”, cuyo vértice debe quedar a la altura de otra estaquita, clavada en el centro del circulo y a la altura de 10 o de 15cm., llamada “puya”, en la cual colocan el bocado o trozo de carne y apoyan, de suerte que pueda zafar fácilmente extremo de un palito transversal que se sostiene además en el ángulo del “garabato”, del extremo se amarra una cuerda doble que resista la fuerza de la trampa y que se amarra del otro extremo a la veta o soga que colgada al horcón mantiene en suspenso una piedra de regular tamaño; al otro extremo de la veta o soga se coloca formando lazo corredizo sobre el circulo de estacas. El perro al meter la cabeza y cuello para comer la carne, mueve y suelta el palito transversal, cae la piedra dando tirón a la soga que enlaza al perro y muere ahorcado.

Otro en lugar de piedra, aseguran en el suelo una vara gruesa y flexible, la apoyan sobre el horcón o sobre un trapecio de palos, arqueándola cuanto resista; del extremo de esta palanca aseguran la veta que por medio de la cuerda doble queda tensada y sosteniendo el palito transversal que presiona sobre el “garabato” y monta sobre la puya en donde esta la carnaza. Al soltarse este palito la palanca da el tirón terrible al animal chicoteándolo en el aire y ahorcándolo.

Las cosechas: ¡Qué alegre que están los campos! ¡Qué alegre y fresca la mañana! ¡Qué alegre la choza y alegre la pampa barrida! ¡Qué alegre y satisfecha la familia campesina!

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¡Que alegres los fogones y bullidoras las menestras en las ollas que han de dar pábulo a la concurrencia de la minga!

¡Qué alegres, viva y chisporroteante la comadre candela! ¡Qué alegre y laboriosa los cosecheros con sus pipinas,

quinches, hoces y barretones en las manos y con las alforjas cosecheras al hombro!

¡Qué alegres y doradas las espigas columpiándose en sus tallos y las mazorcas en sus tarayas y voluptuosos tubérculos anidados en panzonas aporcas de sus raíces!

¡Qué alegres y satisfechos los ganados rumiando los pangales y los caballitos trilladores relinchando y piafando en las eras!

¡Qué alegres los pericos y los cumanés picando los choclos, las palomas y los gorriones recogiendo en las eras, las perdices y torcazas echadas en sus nidos alimentando a sus pichones, y los pechos colorados levantando su vuelo como flechas lanzadas del suelo y diciendo a sus hermanos pájaros en su escala musical: “que ricos que están los choclitos”!

¡Qué alegres los patos y los gansos nadando en el agua y picoteando el pasto maduro, y el pavo real tocando corneta en el mojinete de la casa!

¡Qué alegres las gallinas cacareando el huevo que han puesto escondido en el maizal!

¡Que alegres y melodiosos los pájaros en los arboles coposos silbando: “todo es alegría aquí”!

¡Qué alegre zumba el viento cuando acude a los silbos del ventedor para limpiar de paja y tamo al trigo y a la cebada!

¡Qué alegre los panzones zurrones con sus bocas abiertas y las trojes barridas esperando llenarse de granos y de tubérculos!

¡Todo esta alegre! ¡Como alegres están las almas que han sembrado el bien y

recogen frutos de virtudes! ¿Cómo alegres están las almas que han desyerbado a tiempo

uno a uno las malezas y abrojos de sus defectos y cosechas la perfección!

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¡Como alegres están los corazones gozando en el cumplimiento de su deber!

¡Como alegres los corazones que desvinculándose de esta tierra levantan el alma a Dios, como el justo Abel para ofrendarle lo mejor de sus cosechas; sus buenas obras, y musitar agradecido y ferviente las ternuras del “Padre nuestro que estas en los cielos… El pan nuestro de cada día dánosle hoy…!

Almas que cosechais frutos de la tierra, cosechad siempre bienes que la polilla no destruya, ni el ladrón arrebate y no olvidéis que el pan no solo os da Dios para “vos” sino que lo da para todos: “El pan nuestro de cada día dánoslo hoy”.

Abrid vuestros graneros a los pobres y a los necesitados, no sois vosotros sino Dios quien ha dado el incremento a la simiente que depositasteis en el surco abierto por vuestro trabajo y regado por vuestro sudor y Dios, Padre de todos es el que hace salir su sol y hace llover para los buenos y para los malos.

Si, el año ha sido bueno porque Dios ha echado su bendición, ha enviado su luz, calor, agua, viento, día y noche.

Si, ¡por eso el año ha sido bueno! ¡Por eso la cosecha esta optima! Y, ¡vaya con la superstición! Muchas veces la cosecha es

abundante porque ha habido la coincidencia de que algún miembro principal de la familia del chacray ha muerto!!! Y, ¡cascaras dulces, no digo nada!

-“La sementera ha dau como nengun año porque so cabeza o so mano del chacraycito muerto ha siu la que luaecho cargar a la chacra”

Mingando en las cosechas: Una garza de plumaje blanco, venida de no sé donde,

presagiando verano, ha cruzado rauda los aires de norte a sur. Y a cosechar paisanos. ¡Y a cosechar mingando! ¡Todos están invitados a la minga!

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Y el dia señalado los mingayes cosecheros van a la sementera y a la voz de mando del chacray comienzan a despangar choclos con las pipinas; quiebran mazorcas y llenan las alforjas cosecheras que llevan al hombro.

Con la hoz siegan las pajas del trigo y de lacebada, y amarran las gavillas.

Con las quinchas o con los barretones sacan nidadas de papas, ollucos, ocas.

Con las manos manojean habas y pelan alberjas o frejoles. Hacen montones de papas, de ocas y de ollucos. Hacen montones de gavillas de trigo y que el acomodador va

formando el “toro-parva” Hacen montones de tercios de alverjas y de habas, y que el

parvador va formando la parva. Hacen montones de gavillas de cebada que el ringlador va

formando “los ringlones”. Y los cosecheros van y vienen de la sementera a la casa y de

la casa a la sementera. Van con las alforjas cosecheras vacias… Vuelven con las alforjas cosecheras llenas… Vuelven a “acostar” Vuelven a parvar. Vuelven a ringlar. Van y vuelven sin cesar. El frejol se cosecha primero, por la mañana. Por la tarde se

manojean las habas y se pelan las alverjas, luego se cosechan el maíz.

El trabajo de las cosechas es amenizado con animadas y sostenidas charlas y sonoras carcajadas.

Unos silban una tonada y otros entonan una cumanana. Unos avivan la minga y al chacray y otros pitan desafiantes. De pronto uno de los cosecheros encuentra una mazorca de

maíz cuyos granos están coloreados de amarillo, rojo, blanco o negro, o unos granos son de un color y otros de otro color y que llaman “maíz misha”.

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-¡Misha! ¡Misha! ¡Mi suerte! Y llamando la atención a la cosechera que canturrea a su

lado “una triste”, le dice: -¡Oye china! ¡Aguita no más que hemosa es esta mazorca, y

recíbela, que alla va! Y la tira para que a su vez la apañe en sus manos.

Si ella la recibe y la mira… el cosechero mingay se adelanta a decirle riendo a carcajadas:

-Te mishe… Te mishe para una talega de tortillas… o pa que me hiles un poncho…

--¡Anda, cholo hambriento y enterezau, que güeaa me la hiciste…

Y por esta broma, ¡felices días aquellos! La “china mishada” quedaba obligada a preparar al dia siguiente el buen café con so talega de tortillas, o bien a hilarse el poncho… Pero, al revés, si la mingaya cosechara es la que encuentra la “mazorca misha”, (u otro fruto) es el cholo el que debe cumplimentar a la mishadora con un convite, con un vestido, con un par de zapatos… según ella le haya multado.

El sol declina. Refresca la tarde. El chilalo canta. Se va el mingay. Y la cosecha termina.

Trillas:

Los días están de buen sol. Los vientos están corriendo. Los caballitos trilladores ya están prontos y

“arrejuntándose” en el pangal. Ha llegado volando el día de la trilla. Las heras están barridas junto a las parvas redondas, junto a

las parvas cuadradas o toros parvas. Eran cerradas para trillar trigo y cebada. ¡Adentro aguilios!

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Y los caballos sueltos rondan en la era animados por el areador, que no cesa de animarlos:

- Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuuurrrrrrrrr… Vuelta, vuelta caballito… Caballito vuelta, vuelta… Ayo… ayo… caballito… Caballito no te quedes… Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uurrrrrrrrr… ¡Guuishshsh!... ¡Guuishshshshshshshshshshshsh!... ¡Ala pajarada!... Restalla el rebenque y se escucha el zumbido del aleteo de

las avecillas que levantan el vuelo para caer de nuevo ávidos sobre la era.

Y… Trillando… Trillando… Girando… Girando… Los caballitos en la era… Tronando… tronando El arreador el boyero… Las espigas van soltando Los granos para el granero… Eras abiertas para trillar alverjas. Dos o tres caballitos arrebiatados, y el delantero tirando de

una soga por el trillador. - Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuurrrrrrrrr… Vuelta, vuelta caballito… Caballito vuelta, vuelta… Ayo… ayo caballito… Caballito no te canses… - Uurrrrr… Uurrrrrrrrr… Uuuuuuuuuurrrrrrrrr… - ¡Arrrzzaaaa… arrrrzaaaaaaaaaa… - ¡A la palomada!

Restalla el rebenque y se escucha el tableteo producido por el aletear de las palomas que levantan el vuelo para caer de nuevo ávidas sobre la era hasta ponerse buchonas.

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Trillando… Trillando… Trillando… Trillando… Girando… Girando… Los caballitos en la era… Tronando… tronando El arreador el boyero… Las vainas iban soltando Alverjas para el granero.

El trillado o arreador cabecea primero las gavillas o tercios en la era poniendo la parte de las espigas hacia el centro, y comienza de nuevo el vértigo:

El rondar de los caballitos El girar en el centro como un trompo del trillador. Animando a los caballitos. Y espantando a la pajareada. Cuando ya el grano se ha Soltado de las espigas de las

gavillas puestas, el trillador detiene a los caballos y hace una nueva echada de gavillas, y de nuevo comienza a movilizar sus caballitos y a animarlos con sus gritos.

Y luego otra echada… Y otra… Y otra… Cuando se ha terminado la parva, o está muy llena la era, se

comienza a destamar.

Destamando: Con una horqueta, de palo de un metro de largo más o

menos, que tiene tres dientes cóncavos en forma de tenedor, se toma un poco del grano trillado y se avienta al aire para que el viento arrastre la paja y tamo y quede el grano en la era.

El venteador entre tanto llama al viento silbándolo: - Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo… Y zumbando Zumbando… Y silbando Silbando...

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Viene el viento... Sopla la paja. Sopla el tamo... El grano se limpia Cuando la horqueta no puede recoger ni paja, ni el tamo, se

hace uso de la pala, sigue venteando y llamando al viento: - Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo… En el centro de la era se hace un montón del grano, se coloca

una Cruz pequeña en el medio, y la Cruz se tanteya el pulso para aventar allí la pala de grano hasta lograr cubrirla; luego se desentierra esta Cruz y se vuelve a colocar encima tanteyando siempre el pulso para cubrirla de nuevo; y así hasta que haya desaparecido el tamo, alternando siempre con las llamadas del viento:

- Juiiiooo. .. Juíiiooo…Juio… Juío… Juío… Juuiiiiiiioooooo… Y zumbando Zumbando… Y silbando Silbando... Viene el viento... Sopla la paja. Sopla el tamo... El grano se limpia Echado de esta manera el grano se carga a las trojes y a los

zurrones. Cuando se ha recogido la casi totalidad del grano, se barre la

era y se junta la greanza, o sea los granos que quedan mezclados con tamo y tierra y se ventean con una lapilla o con un mate ya esto llaman “enrostrar”.

La era queda limpia. La trilla y la venteada han terminado. El agricultor serrano guarda para si en sus zurrones cuanto

necesitan para el consumo de su familia durante el año, de allí es decir: “mi troje, mi zurrón no debe a nadie”; el sobrante es lo único que venden a las amistades, o llevan de regalo a los compadres, o de agrado cuando van a pedir “un suplico” a los blancos. Anteriormente separaban la porción que acostumbraban

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pagar como “primicias” a la Santa Iglesia en el po’o cuarterón o “primiciero” que para tal fin tenían especialmente reservado; su capacidad era medio almud.

Vareando: Los frejoles, las habas, no se trillan, los manojos colócanlos

en un pellejo de toro o sobre jergas y con varas de membrillo o de chuquo del tamaño de un metro más o menos y que llaman “las vareadoras” azotan los manojos para separar de las vainas el grano.

Luego con un mate o con lapilla se ventea para limpiar el grano.

Jugando a los huamanes: No sé por qué se llama así al juego en que se entretienen, los

niños en el tiempo de las cosechas. El juego de los huamanes es muy parecido al juego del Jack,

iba a decir precursor del Jack que juegan nuestros niños de hoy. “Los huamanes” son frejoles que tienen pintas coloreadas

que los niños separan de los montones en tiempo de las cosechas, unos con pintas azules, otros negros, otros rojos, otros barrosos, según el gusto de cada cual. Cada jugador escoge once; de estos tres tienen nombres especial y se distinguen de los demás por ser dos los más grandes y uno el mas pequeño de la partida; se les llama “toro”, al más grande y hace de capitán del oncenio; vaca al que le sigue en tamaño al anterior y ternerito al más pequeño de todos; los otros ocho frejoles son de tamaño corriente pero que llevan la misma pinta; algunos jugadores escogen el capitán de distinto color de pinta de los huamanes.

-Muchachos, ved que bonitos frejoles de colores están saliendo en la cosecha.

-¡A ver, enseña! -Mira, mira estos pintaditos de azul ¡Que bonitos! -¡Uf! Estos pintaditos de rojo que yo halle, están más bonitos.

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-¡Va! Yo también: encontré unos lindos y del color que me gustan a mí, estos pintaditos de negro. ¡Fijate, que te están echando la pata!

-Entonces ahora si, muchachos, juguemos a los "huamanes”. -Esto mismo iba a decirles yo. -Buenó, ¡listos! -¿Todos tienen huamanes de distinto color? -Sí, sí, sí. Y todos contaban una, dos y tres veces los once

frejoles del mismo color. -Yó, ya tengo los míos y les voy a poner, toro barroso. -Yo a los míos les pongo el toro del mismo color. -Sentémonos en la jerga. -¡Muchachos! el que pierde sablea un real a papa para

comprar confites, ¿ya? -Ya estuvo… Ya estuvo… ¿A quién le tocara hacer el trabajito

o se va de frente el “ñape”. -Comienzo yo, dijo uno; y tomando los once huamanes de

todos los jugadores en el hueco de las manos los agita fuertemente y tomándolos en solo la mano derecha, los tira al aire para recibirlos sobre los dedos extendidos de la parte externa, tratando de eliminar los huamanes de las partidas contrarias. Si queda algún huaman de los contrarios, teniendo siempre extendidos los dedos los tira de nuevo al aire y los recoge en la palma de la mano extendida.

-¡Qué inútil que estás, en vez de coger tus huamanes te has quedado con los míos. Presta y vas a ver como se Juega.

Pasaba el turno al de la derecha. Agitó los huamanes en las manos y los tiró al aire y al

recogerlos encima de los dedos extendidos habían quedado sólo tres huamanes: el toro, la vaca y el ternerito de su oncenio.

-Buena les eché la pata, ¿qué les dije yo? Así se juega, eché lazo a los tres jefes. '., .

-Arza, pues, dijo otro, o los sacas o los canjeas con tus "huamanes ¿qué prefieres? Y, nada de trampas. ¡Gua!

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-Voy a ser zonzo, mejor lo cambio, y voy a sacar. Por el Toro Capitán. ¡Tres! vengan tres. Por la Vaca ¡dos! vengan dos. Por el Ternerito su hijito luna! salga uno. Muy bien.

Es regla de juego que cuando el jugador eliminando los huamanes contrarios se quedan con los tres "huamanes capitanes" tiene derecho o a retirarlos del juego, o bien a canjearlos con tres, dos o uno de sus huamanes que retira favorablemente del juego. Pero si quedan los capitanes del oncenio contrario entonces tiene que pagar haciendo volver al juego otros tantos.

-Sigo jugando… ¡Se fue!... Pero con tan mala suerte en esta vez, que al mirar los huamanes que habían quedado sobre sus extendidos dedos vio con pesar que eran el Toro, la vaca y el ternerito de sus contrarios.

-¡Paga! ¡Paga! A vomitar se ha dicho, lo que te llevastes. -Crees qué las chiripas son a cada rato y ¡qué contento que

estabas! ¡Y adormir! Pasó el turno al siguiente de la derecha, el cual después de

tres tiradas consiguió separar dos humanes suyos, y paso el turno al último.

- Vean, muchachos, así se juega, dijo! Se recogen en las manos los huamanes… se chongolotean bien… y ¡arriba toritos!..

¡Sí, bonito va estar, antes no vas a querer, el último mono se ahoga.

- ¡Ay! ¡Ah! ¡Ah! Fíjense, no más, y no digan que miento. ¡Mis once huamanes de un cocacho. ¡Los gané a toditos. Salí yo, ahora hay que ver quién pierde.

-Cogió de nuevo los huamanes el primero y ¡Arriba Güishgulos!

- ¡Eso es! ¡Eso es! Mi Torito Capitán solititito. Gané yo, y salgo. (Cuando en el primer tiro se logra separar el Toro se gana el juego).

Y seguían jugando hasta que cada cual, conseguía separar sus propios huamanes, el primero que lo conseguía era el ganador.

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Lector amigo: Te invito a ir a mi Ande para asistir a las "mingas", ahora

regresémonos y gracias por tu compañía. Aquí termino estos recuerdos de cuando era niño, y de cuando era Párroco y llegaba a las cementeras indígenas y compartía con mis amados feligreses y paisanos largas horas conociendo sus costumbres y dichos para hoy como ¡"Dulce recuerdo! escribirlas. '¡Ay! ¡Cuántas de estas costumbres que daban colorido a la vida vérnacular han desaparecido ya; y otras van desapareciendo! El tiempo excelente “Lo bórra todo” ira borrando hasta estos recuerdos, pero aquí están mis acuarelas escritas con paciencia y cariño y después de prolija investigación, que conservaran estas costumbres en el colorido de estas líneas.

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EL CERRO DE LA VIUDA A mis feligreses de San Miguel de Sondor agradeciendo las múltiples muestras de aprecio recibidas.

El Cerro de la Viuda Destacándose en forma piramidal sobre el luminoso

horizonte huancabambino y a 3,716 metros sobre el nivel del mar, se alza altivo el cerro conocido con el nombre de "Cerro La Viuda" que, teniendo como bastión el cerro Pashirca, se esconde allí, como en un verde nido, el antiguo pueblo de San Miguel de Sóndor.

Este cerro da también su nombre a parte de la cordillera de los Andes que corre al este de la ciudad de Huancabamba denominándola "Cordillera de La Viuda", cuyo espinazo sirve de divisoria de las provincias de Huancabamba y Jaén, y por ende, de los departamentos de Piura y Cajamarca.

Las faldas de este cerro que miran al pueblo están parceladas y cultivadas y forman el Caserío de Shilcaya y la hoyada de Huaricanche.

En la meseta existen lagunas en las cuales tienen su origen las quebradas de Chantaco; el Zorro, Shimbia, y Curlata de este lado y el rio Tabaconas del otro lado.

Los naturales no se atreven a llegar a la meseta del Cerro La Viuda sin estar prevenidos con algún “arte” debidamente “ajustado” por los brujos porque temen quedar encantados pues afirman que en una laguna grande se encuentra cautiva una "viuda" que por su hermosura y riqueza cautiva a quienes se encuentran con ella.

Auras de Libertad

Corrían los años del segundo decenio del siglo XIX.

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En el cielo peruano brillaban ya las luces de la antorcha de la libertad.

Por doquier se oían las trompeterías que incitaban a los pueblos a la rebelión contra el dominador español.

Las multitudes agolpábanse para formar filas en los ejércitos patriotas.

Pero tres centurias de coloniaje, habían abierto profunda herida de rencor y desconfianza en los vencidos y domeñados indios.

Y mitas, Encomiendas, Pongos, Camaricos, Eran los únicos símbolos heráldicos que podían ostentar los

hijos del sol. Ante la persecución sin cuartel y sin conmiseración que los

patriotas de los primeros movimientos de insurrección, muchos indios temerosos de que se ejerciera represalias con ellos, prefirieron abandonar sus chozas solariegas, sus chacras feraces e ir en busca de sosiego en las jalcas de los elevados cerros.

Los esposos huyen de la campiña huancabambina. Dos humildes campesinos: marido y mujer, vivían

pacíficamente arranchados en una de las parcialidades huancabambinas dedicados a la crianza y pastoreo de sus ganados, el cielo les bendecia con la abundancia de bienes. A ellos llegó el rumor agudo, acompasado y marcial de rebelión.

Por los caminos reales vieron desfilar a las mesnadas patriotas que iban a luchar por la libertad. Pero aquellos indios apegados a la tierra y a los rebaños, desconfiados y temerosos de sufrir cupos y tropelías de las cuales estaban ya ahítos, determinaron huir.

Y huyen, sí, huyen... Con sus alforjas llenas de ropas. Con sus alforjas llenas de granos.

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Con sus alforjas llenas de cuanto tenían. Y huyen, sí, huyen… Sin comunicar a nadie su partida. Envueltos en nubes de polvo que levantan sus ganados al

caminar. Y huyen, sí, huyen... En busca de pastos para sus ganados. En busca de soledad que sirviera de consuelo a desdicha

tanta.

Y en el cerro azul viven felices. Hacia el cerro azul, que tiene al frente se encaminan los dos

humildes campesinos: marido y mujer que vivieron arrancados en una de las parcialidades huancabambinas. En la fría jalca del cerro azul encuentran el paraíso soñado.

Allí viven alejados de todo trato humano, teniendo a sus ganados como únicos compañeros y confidentes, haciendo vida patriarcal a la sombra de la rústica chocita que edificaron en un meandro de las rocas para que les defendiera dé las inclemencias de los elementos.

Amábanse con delirio y pródigabase delicados cuidados. El destello de luz que brillaba en el fondo de las negras pupilas del fornido cholo.

Dentro del marco de su mísera vida se sentían felices, nada les faltaba y nada ambicionaban. Se gozában con el aumento de sus ganados, que les obsequiaban lana para sus vestidos y abundante leche para su sustento y de la cual elaboraban requesón que endulzaban con miel silvestre. La hospitalaria tierra les regalaba abundantes cosechas de papas, ollucos y ocas para llenar la olla.

Sus perros guardianes ahuyentaban por las noches al tigrillo, al puma y al pacticho que de cuando en cuando merodeaban los corrales para arrebatar los guachos que cada año hacían su aparición por mayo.

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Así vivieron, como habían soñado, tranquilos y contentos en la soledad de su rancho.

Y así pasaron los días y pasaron los años y la muerte se cernía sobre ellos con su guadaña desenvainada.

Muere el pastor. Al fin llego el día inesperado. El día infausto. El día no soñado. EI día de la separación de los dos amantes esposos. El día de la "definición " del pastor El día en que a la amante esposa toca cerrar reverente y

dolorida los ojos vidriados del esposo muerto.

Pesar de la viuda por la muerte del pastor. Y desde este día de la muerte del pastor, se torna espantosa

la situación de la viuda. No hay quien la consuele en su aflictiva orfandad. Frenética por el dolor, comienza a vagar por aquellos paramos solitarios, y buscando al pastor:

Recorre las breñas… Recorre las cementeras… Recorre las sendas enmarañadas… Recorre los parajes con él vividos… En varo llora. En vano llama. En vano grita… En vano requiere al compañero de su amor… Sus lastimeros quejidos se confunden con el zumbar del

viento. Sus lágrimas se mezclan con las aguas cristalinas del

riachuelo. Pero ni el viento le trae noticias de su esposo. Ni las aguas del riachuelo le dicen algo del pastor. Hasta los ganados balan tristes y los perros aúllan doloridos,

porque su amo ya no los acaricia, porque el pastor a muerto.

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Y la infortunada viuda corría y corría… Suspiraba y lloraba… Gritaba y se quejaba… Y silbaba a porfía… Sólo los cerros "respondenes" repetían los lamentos de la

viuda solitaria del cerro azul. .

Y un día escucha el silbo del pastor: Y fue un día... Un día de jalca... Un día en que el viento rechiflaba impetuoso… Un día en que el cielo se encapotaba de negro con espesas

nubes… Un día que azotaba recio la tempestad… Cuando he aquí que de repente, la viuda oye, muriendo por

la jalcá un silbó agudo y largo: Juuiíiíiuuuuuuuuuu… Juuiíiíiuuuuuuuuuu… Era el silbo con que el pastor acostumbraba reunir el ganado

en los corrales. La viuda, bien lo conocía. ¡Lo había escuchado tantas veces!

-¿Quién ha silbado? Se preguntó así misma. Sí, no me cabe duda, él ha sido el que ha silbado. ¡Mi esposo!... Nerviosa e intranquila escucha atenta, mira y remira alrededor de la jalca y a las cumbres del cerro azul. Y contesta también ella:

Juuiiiiínuuuuuuuuu… Juuiiiiínuuuuuuuuu… Agudas notas que exhala del fondo de su corazón transido de

dolor que se perdieron por las laderas y por las cumbres del cerro azul.

Y el viento sigue zumbando… Y la chirapa sigue cayendo… Y el silbo sigue silbando… Juníiiiíuuuuuuuuuu… Juníiiiíuuuuuuuuuu…

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Ya no cabía duda a la desdichada viviente puneña que aquel silbo era el silbo del pastor, y cada momento más desesperada y angustiada, otea el horizonte hasta que a lo lejos, columbra una sombra.

Una sombra que se forma con las vaporosas nubes. Una sombra que se vestía con las gotas del aguacero. Una sombra que caminaba con los vientos. Una sombra que llamaba con los truenos. Una sombra que hacía señas con los relámpagos. Una sombra que gemía y silbaba con la tempestad Una sombra que se transformaba en el pastor que tanto

buscaba.

La sombra invita a la viuda a que le siga: La viuda creyó estar presa de ilusión y temblaba de espanto;

pero la sombra se iba acercando rauda hacia ella y le invitaba a seguirla, diciendo:

-Ven, veeen… Sígueme, amada mía. Loca de contenta y llorando de emoción la infortunada viuda

al reconocer en la sombra al esposo que había perdido y que ahora volvía a encontrar, exclama: .

-SÍ, es él, es él. ¡Mi esposo que tanto he llorado ¡Mi esposo que tanto he buscado!... Mi esposo que había muerto…

La sombra del pastor no cesa de repetir la invitación. -Ven, veeen… Sígueme, amada mía. La viuda presurosa reúne sus ganados y va en pos de la

sombra que con mayor insistencia repetía: -Ven, veeen… Sígueme, amada mía. Nada detiene ya a la viuda y arreando sus ganados sigue tras

la sombra del pastor; y la sombra del pastor, también sin detenerse, sigue adelante como guía y llamando a porfía a la viuda:

-Ven, veeen… Sígueme amada mía. Y la sombra llamando y la viuda siguiéndola, llegaron a las

orillas de una laguna grande.

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-Ven, veeen… sigueme, amada mía. -Ven, veeen Sígueme, amada mía, no temas. Hipnotizada y atraída irresistiblemente por la visión, a pie

enjuto, la viuda sigue adelante, arreando sus ganados.

Encantamiento de la viuda: Y… ¡Ydas!... ¡Das, la laguna engulle a todos! La viuda y sus rebaños quedan para siempre encantados en

la “Laguna grande del cerro azul”. Y la laguna grande del Cerro Azul cerró su boca, se enfureció

y se salió de madre. El cerró azul retumbo con ruidos espeluznantes… El cielo se encapotó de luto… Y rugió la tempestad.

Los Sondoreños temen escalar el cerro azul: Desde entonces el cerro azul que se destaca en forma

piramidal sobre el luminoso horizonte huancabambino y que esconde como en un nido verde al pueblo de "San Miguel de Sóndor" se conoce con el nombre de "EI Cerro de la Viuda”.

Ningún sondoreño se atreve a escalarlo y cuando rastreando

las reses pérdidas o persiguiendo las "alzadas", o cuando concurren a las limpias de las acequias, se han encontrado cercanos a la cumbre, diz haber escuchado cantares y silbidos, risas y lamentos, aves y ruidos, tintinear de monedas de oro y plata, balar de ovejas, mugir de toros y cacarear de gallinas, han visto luego aparecer una mujer hermosa, esbelta, cautivante y vestida de viuda que les invitaba a seguirla, no queriendo correr el albur de quedar cautivos al ser "ganados" por la "viuda" han huido espantados y el cerro ha comenzado a bramar, una tétrica cerrazón los arropaba y se desencadenaba horrorosa tempestad.

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EL CAU

Estas cosas me contaron quienes diz vieron y oyeron que sucedieron en Tuluce - Sóndor, y va con todo

pelo y candelillo.

Al Bartolo le da ataque: Cierto día y a la hora que las gallinas se trepaban al gallinero,

después de haber "sacau su tareya" de desyerbo de maíz, el Bartolo a su hogar volvía, tembleque ingresó a él y cayó desplomada en medio de la sala.

Al sentir el golpe de la caída la madre, que a la sazón atizaba la "parada" de frejoles y al ver a su hijo tendido en el suelo, corre en su auxilio, exclamando:

-¡Josús, Señor! ¿Qué ti pasa hijo mío? ¡Ay Taitito, qué ataque tan juertísimo lo agarró a mi Bartolo! ¡Jacintaaa… Maquitooo… ¡Vengan, hijitas! ¡Qué! ¿No oyen? ¡Corran que lo ha empuñau el ataque a so hermanito! ¡Coorran! ¡Vengan a ayudarme!

A los gritos de la madre, las muchachas corrieron presurosa y encontraron a su hermano Bartolo tendido en medio de la sala, arrojando espuma por la boca, bañado en sudor glacial:

-¡Pobre Bartolito, nunca lo ha dau asina! ¡Qué sirá; Señor! ¡Quién sabe si se muere nuestro único hermanito!

Todas lloraban y hacían muchas gachas. Frotábanle el rostro con thimolina, le jalában el dedo corazón, le limpiában la espuma que arrojaba por la boca y le secában el sudor. La madre ordenó a las muchachas:

-Corranse, hijitas, peru yastán aquí, vos Jacinta anda onde mi comadrita Mateya y compralo azhares y toronjil, y vos, Maquito anda donde mi compadrito sacristán y ruégalo, por los huesecitos de so taita, que te venda piedra lara y aguacáliz. No si dimoren.

Después de un largo rato que las muchacas habían regresado y preparado los remedios, consiguieron hacerle pasar al Bartolo

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una cucharadita, el Bartolo exhaló un fuerte suspiro y comenzaba a mover los ojos; la madre que tenía sobre las faldas la cabeza de su hijo, se esforzaba en hacerle pasar de cuando en cuando cucharaditas de remedio para que volviera en sí. El Bartolo miraba sorprendido y extrañado en torno suyo, y enjugándose con la manga de la camisa la frente dijo:

-Mama, no sé qui tengo, cierre bien las puertas, no seya que dentre…

-Pero si las puertas están cerradas, cholito, le interrumpió la madre ¿quién va adentrar, hijito? Estas en to casa perlita. ¿Quí miedo tienes? ¿Qué te pasa Bartolito?

-Ay quiatroz, mama!... ¡Ay que atroz, mama! Repetía con frenesí.

-¿Atroz?... Repitió a su vez la madre, peru ¿quí cosa es atroz? Si yo no veyo nada.

Era atroz… Negro… Lanudo…

Transcurrido un lapso de silencio y de quietud y de haber tomado, otra cucharadita más de toronjil con agua de azahares serenada, agua-cáliz, malva y piedra-lara que le dio la madre, Bartolo trato de incorporarse y echó una mirada escrutadora alrededor suyo y comenzó a contarles lo que le había acontecido.

-Al regresar de mi trabajo, mama y al pasar por delante del cementerio ví un animal fierísimo, ya lo digo:

Era negro… Era lanudo…. Era atroz… Parecía un oso… Y lo vide que sacaba candela con sus garras… Y el fierísimo esta raspa que raspa... Sí, mama, y sabes onde? Raspa que raspa la sepultura del

"gente mala vida" que enterraron lotro día riecencito. Raspa que raspa la sepultura de ese gente “minchulay"

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Raspa que raspa la sepultura del "gente" ese, que por más que lo tapan y lo entierran más ondo siempre, siempre luoyan so caja sobre la sepultura.

¡Ay, Dios Taitito! Cuando ese animal fierisimo me vido, lo digo mama, se asuspendió puel aire como si juera un guitre, reventó como un cuete de luces y desaparecio por la oyada gritando clarito:

-Caúúúú… Caaúúúúúú… Caaaaaúúúúúú´… ¡Quí sosto, mama, siapoderó de mí, "yanga" miaventé a la

carrera y ni me doy cuenta cómo he llegau pacá! ¡Ay mama, si se me revela!

-¡Virgen Santísima de la Sunciona, ruega por nosotros! Exclamo la madre, estrechando a su hijo, presa de miedo. Ay, hijito, si también a yo me parece que lo veyo, que loigo!... Y dirigiéndose a Jacinta y a Maquita les manda:

- ¡Ay, perlitas! Váyanse las dos juntitas y atranquen las puertas. Amarren las ventanas. Suelten los perros. ¡Josús las ampare! Cuidadito con salir a la calle, muchachas. Vénganse prontito y acuéstense.

Habiendo hecho lo ordenado, se, acostaron todos, dejaron encendido el candil, y se encomendaron a Dios.

Piro antes recemos, hijitos: Po… Po... Por la señal... Pa... Pa... Padre nuestrooo… Qui... Quí… qui miedo po… po… Por Diosss… Sa... Sa... Saaantototo… Fue… Fue... Fuerte. Sa... Sa... Saaanto Inmortal. Líbranos, See... Seeeüor de todo mal… Amééénnnn…

Aquella noche la madre y los tres hijos arrebujáronse bien en su lecho, que juntaron con el Bartolo y durmieron a sobresaltos.

Al día siguiente, como se extiende la verdolaga en pampa húmeda, así se extendió por la comarca la conseja de que el Bartolo había visto y oído gritar al enemigo malo, “El Cau” que lo encontró raspa que raspa la sepultura del "gente minchulay "; pero las gentes yaparon que también lo habían visto y oído la madre y las hermanas, y no sé cuántas, personas más.

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Regresando de un entierro: Era otro día. A la mesmita hora. Cuando él último toque del Ángelus de las campanas de la

torre de la Iglesia se había perdido por las lejanías de los collados.

Un grupo de gente india abandonaba el cementerio del Caserío de Tuluce y regresaba a la casa mortuoria, después de haber cumplido con la obra de misericordia de enterrar a los muertos, y como para el humilde indio no hay nicho sino sólo zanja y una cruz, bendita, los enterradores indios regresaban:

Con barretas al hombro. Con palanas al hombro. Con vetas terciadas al hombro. Con los ponchos al hombro. Y las chinas que iban allí en campaña regresaban: Con las ollas del sancochado vacías. Con los calabazos chicheros vacíos. Con las "limetas" de aguardiente vacía. Con los "quispes” vacíos sin el peso de los tamales, ni de las

menestras sancochadas ni de las tortillas tostadas. Cualquiera al verlos dudaría que regresaban de haber dejado

bajo tierra, a tres o más estados, un cadáver, porque regresaban "Shumaditos” y en formidable babel, como si regresaran de una feria, de una orgia…

Unos, llorando. Otros, cantando. Otros, riendo. Otros, chanceando con las "chinas". Otros, abrazados mutuamente recordando al finadito, so

cumpita. Otros, "pitando" como toros con el ¡Ñija! Retador. Y de trecho en trecho, hacían posas para escanciar copas de

licor, que se servían en un pedazo de cuerno o a pico de botella.

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Y oyeron un grito: Pero de pronto, allá por la cañada, repercutió un grito

enervante: -Caúúúú… Caaaúúúúú… Caaaaaúúúúúúúúú… -¿Oyeron, compañeritos? Dijo uno. - ¿Qué, grito tan fierísimo? Dijo otro. -Parece que dijo: "Caúúú". Agregó otro. - Si no es nada, interrumpió otro, ya están ustedes miedosos

como "guaguas", el aguardiente los hace oír gritos. Yo creo, afirmó otro, que es el maligno que vido el Bartolo

lotro día no más y lo pegó so sosto con el mesmo fierísimo grito. En estos entremedios estaban, cuando por segunda vez, y

más perceptible, volvieron a oir. -Caúúúú… Caaaúúúúú… Caaaaaúúúúúúúúú… Pavoridos, hicieronse hato como manada de ovejas, y

guardaron angustioso silencio hasta que a la agachapada, preguntabanse mutuamente:

-¿Quién estará penando? -¡Si será el finadito quiacabamos de enterrar quianda

recogiendo sos pasos por el mundo! -Ya lue dicho quiaser el enemigo que cuentas vido loto dia el

Bartolo y so familia. -Entón, pongamos los poñales en cruz.

Y mirando el cementerio: Rápidamente esfumaronse de los enterradores los vapores

alcohólicos que se les habían trepado a la cabeza, y sacando los pies de las alforjas, prosiguieron su camino, no sin dejar de volver inquietos el rostro hacia atrás, pero ¡oh suceso! uno de ellos les llama la atención:

- Devisen, devisen el panteón, Devisen a ese oso negro que está raspa que raspa la sepultura.

¡Vamos a correrlo, ¿quierén? Ya decía yo, interrumpió uno, de ellos, que lo que antes

oímos no era grito del enemigo alguno, ni "Cáu"; lo que oímos han

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sido los bramidos de ese oso negro, ¡sia de estar de hambre el facineroso!

Veyan no más, al osito qui nos ha hecho dar tanto miedo. Se convenciéron todos de que en realidad era un oso lo que

sus ojos veían y bramidos del susto echaron a correr muy cautos a dar caza al oso negro que estaba en el cementerio raspa que raspa la sepultura del "Minchulay"

Pero de pronto aquel espectro de oso, como lo había visto primero el Bartolo y ahora los enterradores, se levanta en los aires como si fuera un buitre y reventando como cohete irradiando candelillos desapareció dando gritos estentóreos:

-Caúúúú… Caaaúúúúú… Caaaaaúúúúúúúúú… A los sepultureros cazadores del oso negro se les helo la

sangre y desconcertados y asustados huyeron en dirección de sus hogares.

Y la nueva aparición del “Cau” raspando siempre la sepultura del “Minchulay” corrió de boca en boca.

Y todo era el “Cau”:

Al día siguiente, lenguas se hacían los del aledaño Tuluceño contando, aumentando y acomodando sabrosamente la nueva aparición del "Caú" a los sepultureros.

Desde entonces, a la hora que el sol declinaba nadie salia de su casa por temor al “Cau”.

Nadie viajaba de noche por temor al "Caú". Nadie quería que le sorprendiera la noche fuera del poblado

porque el "caú" asustaba o se montaba a las ancas de las caballerías.

Y cualquier grito o ruido que se oía; cualquier desgracia que sobrevenía atribuiase al "Caú".

Si alguien sufría de ataques de nervios, o epilépticos, cardiacos, era porque como el Bartolo o los sepultureros habían visto al "Caú".

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Si los niños lloraban incansables o se despertaban sobresaltados por la noche era porque estaban viendo u oyendo la visión del maligno “Cau”

Si runruneaba el viento en los resquicios de las puertas o ventanas, era el "Caú" que runruneaba.

Si rabiaba el agua de la quebrada con las piedras que se oponían en su desliz; era el "Caú" el que armaba el lio.

Si relinchaba el caballo o rebuznaba el asno en el corral dando respingos, era el “Caú" el que estaba montado, en ellos, aguijoneaba los hijares y los encabritaba.

Si aullaba el perro, era porque el “Cau” lo azuzaba. Si maullaba el gato, era el "Caú” el que armaba jaleo en los

tejados. Y todo era el “Cau” el maligno enemigo, desde el día en que

sepultaron al "minchulay" y vieron al oso negro que estaba raspa que raspa su sepultura y luego alzándose en el aire irradiaba candelillos y desaparecía gritando:

- Caúúú… Caaaúúúú… Caaaaaúüúúúúúúüú…

¿Qué es el Cau y que es el Minchulay? Es creencia general en esta región que el "Caú" es un espíritu

malo o un enemigo que aparece bajo diferentes formas: unas veces como ave negra muy grande: pavo, cóndor… Otras veces, se aparece en forma de fiera: oso o chancho; y algunas veces aún en forma humana saliendo de la sepultura de los "Minchulayes", y que después de su muerte grita alrededor de las casas en donde pecaron diciendo perceptiblemente “Caaaúúúúú… y luego levantándose por los aires revienta en miles de chispazos o candelillos.

El Minchulay o Minshulay y también Shingaya, dicese a aquella persona que vive incestuosamente con sus padres, hermanos, o bien con sus compadres espirituales.

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¿Por qué se aparecia en Tuluce el “Cau”: -¡Ay, cumadrita, decía una pastora a su vecina, ¿sabe osté por

qué se está apareciéndose el "Caú"? -¡Ay, cumadrita de mi corazón, sólo sé decirle que el maligno

nos tiene aturdidos y enfermosos con so gritadera tuitas las noches!

-Voz de todos es, cumadrita, que el "Caú" está aura apareciéndose y gritando porque reciencito no má ha muerto ese "gente minshulay" que hizo mala vida con so hermana y hasta con la otra persona de so cumadre espiritual, y murió sin alcanzar confesión ni oleos, y las gentes que pasan por el cementerio luencuentran so sepultura abierta y so caja ajuera, botau a un lau asegurando ques el "Caú" el que lo desentierra al "shingaya” y luego de noche, se vastar grita que grita alrededor de la casa onde morió.

¿Cómo se libraron y ahuyentaron al “Cau”: Para librarse de este infernal enemigo, el "Caú", que tan

tumbada traía la tranquilidad y la alegría del caserío de Tuluce, los vecinos fueron al cementerio sepultar por última vez la caja que contenía los restos del que en vida fue un miserable y escandaloso "minchulay", un repugnante " shingaya " colocaron la caja tapa abajo, regaron agua bendita, colocaron sobre la tumba una cruz e hicieron cantar por las benditas ánimas siete responsos, pero sin que nadie estuviera presente en el momento de cantarlos.

Y desde entonces no se ha vuelto a escuchar al "Caú" ni se le ha visto merodeando por estas serranías.

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EL LEON-GENTE

A Rosa Isabel Guerrero.

Alborada de otoño: ¡Alboradas serranas de otoño! La luna está redonda y enseñoreada del cielo azul, ilumina su

luz color de mercurio los campos y los montes, y comienza a apearse por el Güitiligún porque ya viene el día.

La noche silente va huyendo por el occidente porque el amanecer bullicioso va llegando por el levante con el lucero de la mañana.

Los escorzos de los cerros y los cruces de los caminos se patentizan en las lejanías como serpientes de plata.

Los vientos fríos que bajaban de las punas comienzan a caldearse.

Las raposas regresan tímidas y soñolientas a sus oquedades. Los gallos en las enramadas sacuden sus alas, cantan sus

corococos, y saltan al suelo a recoger migajas y piedrecillas. Los primeros rayos del sol aparecen disparados como

flechas doradas por detrás del "Pariacaca" y la naturaleza reverdece y se inunda de vida y alegría.

Las luces de la ciudad colgadas de los postes, alumbran agonizantes calles, y los moradores despiertan con la alborada abandonando sus plácidos lechos.

Las chinas madrugadoras avivan las candelas de los fogones y por las quinchas de las chozas diseminadas aquí y allá se escapan los resplandores que se agrandan, se achican cuando se encienden o apagan.

¡Alboradas serranas de otoño! Que llegan con el piar de los pajarillos. Que Ilegan con la algaraza de las gentes madrugadoras. Que llegan al són de los "chiques" y yaravíes que entonan los

indios en el rondador, en el pingullo o cantan las chinitas o tocan haciendo vibrar las trompas.

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Por los caminos y senderos se sienten pasos de caballos aguilios que montan los campesinos que van al pueblo para comprar sal, ropa o visitar a sus compadres, o por una precisa.

Por las calles empedradas se sienten pasos de ojotas de los vendedores de leche, de alfalfa, de "cascarones". El chilalo se asoma a la puerta de su casucha de barro y da la hora: las seis de la mañana: ¡Chí la-la-la-lá-láááaa!

El Chiquiaco tiende su vuelo de chope en chope y da también su primer repique: ¡Chu-quia-cá-ca-cáuc…!

¡Oh bellas alboradas! ¡Alboradas serranas de otoño!

Onde se braido el Conce:

En una choza solitaria cubierta de "pencas" y perdida en el recodo del camino, viven patriarcal y cachazudamente un cholo viejo: el “Conce", una china vieja: la "Bernarda" y dos cholejoncitos, hijos suyos: el Lucio y la Goya.

Y junto a esta choza hay una pampa verde con chopes verdes, matorrales verdes, arboles verdes.

El "Conce" no ha dormido en la choza solariega; su lecho de cuero de toro y sus "pununas" están fríos como la alborada.

La "Narda" espera impaciente el regreso de su " gente. Ha rayado el día y el "Cónce" nuaparece. - ¿Onde se braido el "Cónce"? Y, en mentando al "Conce", ¡das! se aparece y se acerca a la

choza solitaria, jadeante y satisfecho de que lu aido bonito. Los perros salen a su encuentro y saltan contentos en su

rededor, menean la cola y hociquean a su amo. El "Conce" trae sobre sus hombros una oveja moribunda. La Narda se comide a ayudar al Conce apiar luvejita. Oveja, que no es de su rebaño, pues el Conce no tiene nionde

caerse muerto. Oveja, que no es suya. Oveja, que ha "ñapeado" de corral ajeno.

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Oveja, que trae tinto en su propia sangre su hermoso vellón blanco con pintas negras.

Oveja, que hace desesperados esfuerzos para desasirse de los robustos brazos que la tienen aprisionada.

Oveja, que da su último balido como si implorara piedad, o como si quisiera enviar un ¡adios! postrero a su recental que dejó guacho en la majada.

Oveja, que tiene en el cuerpo huellas terribles de zarpazos de fiera.

¿De fiera? Sí, de fiera… De fiera zahareña. De fiera hambrienta. De fiera cruel. De fiera "Leon-gente". León, que no es fiera de verdad, porque los leones de la

montaña no lo han engendrado ni parido. Gente, que no es gente de verdad, porque es una

metamorfosis de un brujo viejo, transformado en fiera, Sí, brujo viejo convertido en "León-gente". Pero este León-Gente es el mesmito Conce en so persona,

aquel viejo brujo que vive en la choza solitaria cubierta de pencas y perdida en el recodo del camino, que se ha hecho león, que se ha hecho Gente: “León”, para cazar la oveja de hermoso bermellón blanco con pintas negras; "Gente", para comérsela en unión de so Narda, de so Lucio y de so Goya.

El Conce y la Misha León: El Conce, está ya viejo. El Conce, es renombrado brujo. El Conce, hace "sientos” o mesas. El Conce, '" Shinga " tabaco. El Conce bebe Misha- León.

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Sí, la misha-león, planta solanácea de propiedades alcaloídes y de afectos hipnóticos, cuyas, hojas grandes y ovaladas tienen en sus contornos pequeños picos que semejan garras, diz, que de León. Esta misha-León, los brujos se van de bruces, afirmando que la toman cuando están ya viejos.

Y como el Conce es brujo. Y como el Conce está viejo. Y como el Conce, la noche anterior, había. Bebido una

“pócima” de misha-león se había convertido en león-gente y había matado a la oveja de hermoso vellón blanco con pintas negras y que ahora traía a la choza triste de pencas, como pingue botia.

¿Por qué y cómo el Conce se transforma en León-Gente? Porque en la choza solitaria cubierta de pencas y perdida en

el recodo del camino tiene sentados sus reales la mayor lacería. Porque las juerzas del Conce y de la Narda se han

entumecido y su campo labrantío por los malos años pasados los vendieron a su compadre Antuco, y de medio en medio se comieron la platita que recibieron.

Porque el Conce no puede resignarse a que le falte carne en el garabato, porque no quiere resignarse a ver magros a su Narda, ni a sus cholejoncitos, es que bebe la misha-león para convertirse en León-gente y poder hacer perjuicios.

Y ved lo que hacía: se escondía en el chope de chinchines que había en la pampa verde, allí despojábase de su poncho de barragán, de su camisa de tocuyo, de su pantalón de lana de oveja, bebía la pócima de misha-león y comenzaba a revolcarse en la pampa verde de derecha a izquierda, una y otra vez, pero siempre de derecha a izquierda.

¡Oh mirífica metamorfosis! El Conce-gente, adquiría "¡das, das!" Cabeza de león. Cuerpo de león Patas de león.

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Garras de león. Cola de león. , Rugido de león. Y ya no es el Conce de la choza solitaria cubiertas de pencas

y perdida en el recodo del camino sino el "León-gente de la leyenda".

Que hace daño en los corrales. Que salta cercos y valladares. Que come gallinas. Que come ovejas. Que come cuanto comestible encuentra. Que desaparece cuando ve gente.

El León-Gente es invulnerable: En las altas y silenciosas horas de las noches, por las laderas

y hondonadas retumba fierísimo el rugido de la fiera dañina y hambrienta.

Los campesinos se hacen lenguas contándose unos a otros que del cerro negro ha bajado un león que está diezmando sus rebaños y que el cumpa Antuco vido el león la otro nochecita no más y que se le hizo humo cuando trató de perseguido para darle caza; que muchos se han hecho campaña para rastrear, pero que el maldito animal parecía caminar por los aires y desaparecia sin dejar marcadas las huellas. "De juro", decían otros, que ha de ser el "maligno" León-gente y nó un león de la montaña y llenábanse de pavor porque saben que al León-gente lo defiende el "Negro".

Y por eso: Los palos se quiebran en el espinazo. Los cuchillos se ponen broncos y se parten, y no consiguen

rejonear el "guergüero". Las balas resbalan y rebotan de su panza. Los canes no lo atacan, a pesar que los cholos los "ushcan". Ushcan al sinvergüenza. Ushcan al así como tú.

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Ushcan al contigo dos. Ushcan a tú retrato. Ushcan a la tú eres mi encanto. Ushcan a la lárgate de aquí. Y es que a los mismos perros se les volvia las carnes de

gallina, y ni ladran, ni muerden, ni rastrean al León-Gente. ¡Vaya con el maldito animal!

¿Cómo dar caza al León-Gente? ¿Onde, irás maligno leoncito que te escapes de nuestras

manos?, ya sabemos la contra, decía el cumpa Antuco a sus vecinos, reunidos en una de las casitas sembradas aquí y allá en la campiña, y en donde habían ido a comprometer al Nicasio, cholo que tenía muy giiena puntería, onde ponía el ojo ponía la bala, y que sabía preparar la contra para matar al Leon-gente, y como a él también le estaba haciendo "barrizola" en su rebaño, "a voz de Comunidad" (1), acordaron hacerle el '"suplico" para que mate a la dañina fiera.

-No se lo habéis dicho al sordo, dijo el Nicasio. Ya lo tenía pensado, señorcitos, déjenlo por mi cuenta no más; que en la primera noche que con el León-gente me tope, sera la última de su vida, ya lo veo con su mondongo colgando y revolcándose en su propia sangre.

Y en los rostros de todos se dibujó la esperanza de verse libres del maldito león que le arrebataba, sus mejores recentales.

-Si asina los haces, cholo, cada uno de nosotros te haremos el presente de un huachito.

La muerte del León-gente estaba decretada, y al terminar la sesión campista, todos hicieron la promesa de guardar secreto, sellando sus labios para que no llegara a oídos del viejo brujo.

_________________ (1) A voz de comunidad.- Dicho de los comuneros huancabambinos cuando

toman una resolución con consentimiento unánime de todos; a pedido de todos los comuneros.

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Nicasio, el cazador prepara los plomos: Sin dar tregua de espera, el Nicasio prepara personalmente

las balas hechizas y su escopeta de dos cañones. Junto al fogón de la cocina hace un pequeño hoyo en el suelo,

en él entierra hasta el gollete un canuto de carrizo. Derrite en seguida un poco de plomo y cuidadosamente lo vacia en el canuto. Espera que se enfríe y solidifique, desemtierra entonces el canuto y saca la barrita de plomo, la corta en dos pedazos, los redondea bien y hace de ellos dos perdigones para su escopeta de dos cañones, dibujando en cada uno con un punzón una cruz.

-Aura, sí, voyme onde el Padre Cura pa que me las bendiga y los eche su evangelio.

- Padre, taitito, aquí vengo paque me lueches la bendición a estos dos plomitos porque el León-gente nos está acabando "del tiro" nuestros animalitos todas las noches ronda nuestros rebaños y carga las mejores ovejas y las más gordas gallinas y como sólo la bala hechiza; bendecida y evangeliada es la única que puede perforar el pellejo del maligno, vengo a pedirte también que evangeleyes.

-Cuidadito con emplearlas en otros fines y vayas a planear otros crímenes.

-¡Ay, Taitito, Señor, Dios me favorezca! En verdad, te digo que son pa matar al León, vos sabes, Padrecito que los brujos que son el mesmo diablo cuando llegan a viejos se convierten en León-gente y onde va la Cruz el diablo desaparece. - Supersticiosa creencia de tantas cabezas güeras. Mata al León pero no mates al gente y el Padre Cura bendijo y evangelió los dos perdigones signados con cruz.

Nicasio el cazador, espera al Leon-Gente: El Nicasio lleno de confianza regresa a su choza, descuelga

del garabato su escopeta de dos cañones, la asea, le hace cruces y la carga con los dos perdigones hechizos que ya están bendecidos y evangeliados y espera:

Espera la noche.

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Espera que salga la luna. Espera escondido en el matorral. Espera que el León-gente se anuncie con su bramido

terrorífico. Espera que el León-gente asalte su gallinero. Espera, que el León-gente merodee su corral de ovejas. Espera con la escopeta de dos cañones cargada con los

perdigones signados con cruz y evangeliados. Y para que el León-gente no huela la pólvora y no le falle el

punto ha dibujado en el extremo de los cañones una cruz con los plomos, y él también se ha hecho santiguar en ayunitas.

Y allá en la pampa verde:

Allá en la pampa verde donde está la choza solitaria, cubierta de pencas y perdida en el recodo del camino está la Narda avivando el fuego y haciendo hervir la hoya que contiene la "vertú” y El Conce sediento de sangre ovejuna, comienza apurar a sorbos largos la misha-leon, y como perro pulguiento, se tumba al suelo y se revuelca de derecha a izquierda una y otra vez y siempre de derecha a izquierda.

Y el brujo ya no es gente. El brujo se ha transformado en león. Y la noche está como día con la luz de la luna. Y la noche está por la mitad. Y ¡das! El León-gente se levanta, salta, corre, brama, no hay

tropiezos para él, no hay cercos que lo detengan. Pero el León-gente no presiente que la guadaña de la muerte

le va a dar el tajo de muerte. Y el León-gente se dirige a los gallineros y a los corrales para

asaltarlos en busca de sus presas favoritas. Para su mala suerte, su fatal destino lo encamina a cazar una

oveja, precisamente de las de Nicasio el cazador.

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El León-Gente es herido y muere: Nicasio el cazador escucho los bramidos del León-gente cada

vez más claros y cercanos, sereno y corajudo desde su escondite en el matorral está al aguaite tratando de localizarlo:

-¡Alli viene! Las ovejas también han sentido su vecindad e inquietas se

han levantarlo y se han hecho hato en un rincón del corral. -De esta no te escapas facineroso, porque el diablo te va a

cargar. Ya está a tiro de su escopeta de dos cañones y se santigua y

resantigua y muy calladito murmura: -¡Santísima Virgen del Carmen! ¡San pedrito Chicuatero! (1)

dadme guen punto. Que no se vayan a ir los tiros en banda. Levanta el gatillo de su escopeta de dos cañones, y haciendo

mampuesto del horcón, del tronco del árbol que lo cubría, cerró el ojo y apunta al León-gente que viene derechititito a su gallinero, a su corral de ovejas, presiona el gatillo y...

pen ... peen… Un rugido espantoso se escuchó, después de las

detonaciones. Los dos plomos hechizos, signados con cruz y evangeliados habían, herido en la legitima al León-gente. Nicasio el cazador, con la escopeta de dos cañones todavía humeante entre las manos, ve desaparecer a su víctima dejando gotas de sangre a lo largo de la senda por la cual huye.

Y llega a su pampa verde: Exánime y a más no poder y dando quejidos lastimeros, llega

esta noche a la pampa verde de la choza solitaria cubierta de pencas y escondida en el recodo del camino, y yace revolcándose

_______________ (1) En la iglesia de Huancabamba existe una imagen del Apóstol San Pedro que

se afirma ha sido traído del Pueblo encantado de Chicuate.

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en los charcos de la sangre caliente que mana de sus heridas; pero ahora lo hace de izquierda a derecha, una y otra vez, pero siempre de izquierda a derecha.

Y el León-gente vuelve a su ser. ¡Das! ¡Das! recobra: La cabeza de gente. El cuerpo de gente. Las manos de gente. Las piernas de gente. El habla de gente. Y ya no es el "León-gente de la leyenda" sino el mesmito

Conce, en cuerpo y alma, el mesmito cholo viejo y renombrado brujo que espera intranquila la Narda porque ella, en el silencio de la noche, ha escuchado el silbido de las balas de la escopeta de dos cañones del Nicasio el cazador, y como no hay corazón traidor a su dueño, su corazón desosegado ha presentido la desgracia que le ha ocurrido a su Conce.

El Conce no trae ovejas. El Conce no trae gallinas. El Cóncs no trae que comer. EI Conce esta única vez no ha podido hacer daño. El Concs no trae nada. Digo mal, sí trae algo, trae dos perdigones signados con Cruz

y evangeliados, que el cholo de guena puntería, Nicasio el cazador, le ha metido en el cuerpo, hiriéndole en la legítima.

Y ahora está sangrando Está, herido en la legítima Está, herido de muerte Herido por los dos perdigones de la escopeta de dos

cañones qué le han perforado las entrañas.

Y el Conce muere: La luna desciende una vez más del alto cielo y se apea por el

Güitiligún, mientras que por el Pariacaca, aparecen doradas y risueñas las alboradas serranas de otoño.

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Que llegan con el piar de los pajarillos. Que llegan con la algazara de las gentes madrugadoras. Que llegan al són de los chiques y yaravíes que entonan los

indios en el rondador, en el pingullo o cantan las chinitas o tocan haciendo vibrar las trompas.

Que llegan con el nuevo día. Alla en la choza de pencas hay desolación, tristeza,

desamparo, llanto. Conce, el viejo brujo que se había transformado en Leon-

gente, muere. Muere revolcándose en los charcos de su propia sangre. Muere, como morian las ovejitas que él mataba despiadado. Muere, dando el adiós estrechando en sus huesosos brazos,

los brazos flácidos de su compañera, de su Narda. El Lucio y la Goshyta están también allí postrados, llorando

al Conce muerto. ¡Pobres cholejoncitos, llorando están con su Narda su

orfandad, y preguntándose unos a otros: -¿Quién habrá matado a nuestro Conce? ¡Ay, Dios taitito, a ¿ quién pondremos nuestras quejas?

La campiña está tranquila: Y... Desde la muerte del Conce, el viejo brujo, convertido en

León-gente, misteriosa para los moradores de la choza solitaria cubierta de pencas y perdida en el recodo del camino, pero menos para el cholo de güena puntería, Nicasio el cazador.

La campiña está tranquila. Nadie hace perjuicios. Las gallinas están ovando. Las ovejas aumentando. Las gentes campesinas se preguntan mutuamente, una y otra

vez: ¿Qué se ha hecho el León-gente? ¿Onde se braido?

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Pero los cerros repiten el eco de los estampidos de la escopeta de dos cañones. Las balas signadas de cruz y evangeliadas, lo han matado…

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¡PONCHO! ¡PONCHITO MIO!

¡Poncho! ¡Ponchito mío! ¡Poncho de lana! ¡Ponchito mío calentador! ¡Poncho de algodón! ¡Ponchito mío refrescador! ¡Poncho encauchado! ¡Ponchito mío impermeable! ¡Poncho de color entero! ¡Ponchito mío firme! ¡Poncho de gayas listas! ¡Ponchito mío cautivador! ¡Poncho! ¡Ponchito, ponchito mío! ¡Poncho! Milenaria prenda de vestir incaico que Mama Ocllo

diera a sus vasallos. Los años por ti han pasado y pasando van... Y tú, siempre viejo, siempre nuevo, siempre alegre, descansas, sobre los hombre del indio y del blanco, del "picho" y del mayor, del gente y de la morena.

¡Ponchito ponchito mío! De mis vestiduras, eres mi más, preciada prenda.

¡Poncho! postiza pelambre del indio autóctono, infaltible, inseparable; casi, casi eres para el lo que la concha al molusco, con el siempre estas desde la cuna al sepulcro; desde el amanecer hasta anochecer; en el trabajo y en el descansó; en la casa y en las calles; en la ciudad y en el campo; en el valle, en los altos montaña; cuando viaja a pie o a caballo, cuando viaja en tren o en carro.

¡Ponchito, pochito mío! Compañero de mi vivir cotidiano, no me abandones jamás.

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¡Poncho! Presente de familia. Tú dices de los arruyos de los “guaguas”; de los juegos de la infancia, de las alegrías del hogar, de los triunfos y de las quiebras de la familia.

¡Ponchito, ponchito mío! Eres hoja del álbum de mi hogar, que me recuerdas las dulces y amargas horas del corazón.

¡Poncho! Cronicón de la vida que pasa. Tu historias el medrar cotidiano; las quimeras de la niñez; las inquietudes de la juventud; los esfuerzos de la virilidad, las experiencias de la senectud.

¡Ponchito, ponchito mío! Eres como una apacheta que marcas las épocas de mi vida: inocencia, ilusión, trabajo, enseñanzas.

¡Poncho! Abrigo insustituible. Tú defiendes del frio cuando la temperatura baja; cuando sopla helado el viento de “los altos”; cuando la neblina rastrea los caminos y las laderas; cuando los miembros se entumecen y emparaman.

¡Ponchito, ponchito mío calentador! ¡Tapame, tápame que tengo frio!

¡Poncho! Paraguas sin par. Tú me defiendes de la “mojada” cuando humedeces la chirapa; cuando azota el páramo, cuando la lluvia cae, cuando ruge la tempestad.

¡Ponchito, ponchito mío impermeable! ¡Guaréceme, guaréceme que me estoy mojando.

¡Poncho! “Pununa” que cobijas las dulces horas de sueño. Tapado contigo el indio sueña con los poblados lejanos; con los escorzos de los caminos; con las laderas de los campos; con las florecitas silvestres; con las mieses doradas; con los frutos voluptuosos; con las ovejitas de los potreros; con la “morena” que lo cautivo en la encrucijada de los senderos; con el compadre que “topo” en el puente de la quebrada.

¡Ponchito, ponchito mío! Acurrucadito entre los pliegues resguarda mi descansó mientras mi fantasía sueña quimeras.

¡Ponchito! Emblema de la igualdad. Como la noche cubre con su negro manto, la soberbia cumbre y el profundo abismo; el plateado de las calaminas de los techos y el bermellón de los

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tejados; la arboleada umbría y el erial asoleado; los caminos inacabables y los ríos que huyen. La hartura que vivifica y el hambre que mata; la pompa que rie y la miseria que llora; el oro codiciado y el despreciado estiércol; asi, tu cubres sin distinción al grande y al pequeño; al que tiene el calor de una casita y al que tiene el frio de una triste choza; al que viste ricas prendas y al que se cubre de harapos; al que transita por el pueblo y al mendigo errante; al soberbio y al humilde; al sano y al enfermo; al inocente y al criminal.

¡Ponchito, ponchito mío de color entero! Cubierto contigo a todos me vas igualando.

¡Poncho! Pentagrama del indio, cuyas notas entona en el “rondador”, en la quena, en el “pingullo”, y la “china” ejecuta en la “trompa o levantando la voz, cuando descansan a la sombra de los capulíes o de los enmarañados chopes o las veras de los riachuelos y “jaguayes” (1) improvisan cantares a la tierra y al sol, al agua y al viento, al vergel y a la floresta, al rodeo y a la cosecha expasionando su alegría y alejando la tristeza de sus corazones.

¡Ponchito, ponchito mío cautivador! Recoge mis canciones sentidas y vernaculares y échalas al viento.

¡Poncho! Testigo de los amores indios allá en la cañada, cuando alternando con el coqueteo de los saucítos del río o con los arrullos de las palomas escondidas en los chirimoyos, los "campistas" se dicen sus intenciones, se dicen sus cuitas, se dicen sus promesas.

¡Ponchito, ponchito mío cautivador! Talismán de amores vernaculares, tú amonestas dulcemente que:

“Cuando te vayas a bañar, No te metas muy al hondo, No te dejes engañar, De los ponchitos al hombro". “Dices que no me quieres.

_________________ (1) Jaguayes.- Ojos de agua. Norias o abrevadores de ganados.

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Por poncho roto, Por poncho roto… ¡Caramba, ¡ay sí! El poncho tiene remedio, Que me des otro, Que me des otro… ¡Ay, como, no… ¡Poncho! Vademécum nocturno. Tú acompañas al indio

cuando la noche está serena y el cielo diáfano; cuando la luna está, hermosa y las estrellas brillantes; cuando los "bichauches" pían y los gallos cantan, cuando aúllan los perros y gritan los "pactichos", cuando' runrunea el río y bisbisea la fronda.

¡Ponchito, ponchito mío firme! Ven y vámonos a la plaza, al puente, a la colina, a la playa, a gozar de las bellezas del nocturno.

¡Poncho! Pararrayos de sol. Tú favoreces al viajero cuando cruza las "quichuas o calientes" o las ardientes tierras, costeñas; cuando se erisipela el cuerpo o se ahoga el alma.

¡Ponchito, ponchito mío refrescador! Defiéndeme de la canícula y proseguiré mi camino.

¡Poncho! Vestido de gala. Cardado como terciopelo por las benditas manos de una tierna madre o de una amante esposa; tú, terciado al pecho o suelto al hombro, te luces cuando el indio va a la fiesta, a la procesión, al sarao, al convite, a la compaña, al holgorio, o al funeral.

¡Ponchito, ponchito mío firme, fiel amigo de mis andanzas, partícipe de mis consuelos, de mis alegrías, de mis penas, eres el más rico regalo de familia.

¡Poncho! Guante de reto. A ti el indio bravo y guapo te lleva arrastrando para que lo "pise" quien se crea igual o más, pudiente y, sin más requilorio, vérselas con él en singular y descomunal pelea; “broquel” que defiende su vida cuando el machete criminal relampagueante y fiero quiere dividir en dos mitades al enemigo.

¡Ponchito, ponchito mío firme! Tú' eres el símbolo del valor de mi brazo, y escudo que defiendes mi vida.

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¡Ponchito! Sudario del indio cuando la vida acaba, cuando el cuerpo helado y yerto es escondido bajo tierra. ¡Ponchito, Ponchito mío! Sé, tú, mi mortaja cuando me haya muerto.

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UNA HACIENDA SERRANA A lo memoria del Iltmo Monseñor Dr. Guillermo Eloy Rarnírez V. Si tú hubieras leído estas "Acuarelas Huancabambinas", remembranzas de la querida tierra cuanto hubieran ganado con tus ilustraciones y tus recuerdos.

El invierno llega. Aun alcancé a verlo en una hacienda… Hacienda que esta empotrerada en el espinazo del Ande

huancabambino… El dueño de la hacienda vive opulento en Lima, o se pasea

pricipescamente o en Roma, o en Paris o en Londres… Un administrador o un Locador tienen a su encargo la

condución de la hacienda… Pero el invierno ha llegado a la hacienda… Ya los cerros parecen islotes en medio del mar albo de

neblina que se encuentra detenida en las hondonadas por la fuerza de los vientos encontrados.

Ya las lluvias comienzan a caer copiosamente… Ya las zánoras y las quebradas, venaje de los ríos costeños,

bajan bramantes y arrolladoras… Ya los "sitanes" se descuelgan zumbantes por las peñas

abruptas… Ya los ríos se hinchan en sus cauces, y se forman vórtices en

sus vados… Ya los caminos tortuosos se enlodan con el barro, y los

camellones se llenan de charcos, y los derrumbes impiden el tránsito…

Ya hace frío en las alturas, y hace calor en las “quichuas”.

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Y el Administrador o el Locador de la hacienda empotrerada en el espinazo del Ande huancabambino no resisten el aislamiento invernal, se va de vacaciones, sí, de vacaciones… a conocer o Lima, o Truiillo, o Chiclayo…

Era un primero de enero… Fiesta de Año Nuevo… Para el indio todo es viejo…

¡Año Nuevo!... Un jalón más en las miríadas de horas vividas… Un jalón más que señala el nuevo derrotero del vivir que se

inicia… ¡Año Nuevo! ¡Vida Nueva!... ¡Vida nueva! ¿En hacienda vieja?... ¡Una paradoja! ¡Una quimera!... Porque en hacienda vieja, vida nueva, no la hay. No la hay para el indio mandón. No la hay para el indio yanacona. No la hay para el indio concertado. No la hay para indio arrendatario… Para el indio, en hacienda vieja; ¡todo es viejo! Viejo el patron que le manda. Viejo, el administrador que hace sus veces. Viejo, el canon que paga anualmente. Viejo el acerbo de obligaciones que cumple.

Por eso vive esclavizado. Y siendo todo viejo para el indio, el indio vive aùn

esclavizado: Esclavizarlo a sus tierras y sembrados. Esclavizado a su choza. Esclavizado a su familia.

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Esclavizado a sus crías. Esclavizado a su patrón, locador o administrador. Esclavizado a sus costumbres. Esclávizado a sus supersticiones. Esclavizado a los augurios del brujo, Esclavizado a las fases de la luna. Esclavizado a su crasa ignorancia. Y ved aquí por qué, para el indio no hay, no puede haber

todavía ni año nuevo, ni, vida nueva en hacienda vieja.

Era un primero de enero… Fiesta de año nuevo… Caminando a hacer el pago del arriendo…

Y en este día de Año Nuevo, mirad los caminos viejos y las sendas, viejas del latifundio empotrerado en el espinazo del Ande huancabambino recorridos por grupos de gentes indias, muchos a pie y muy pocos a caballo.

Unos vienen arreando el toro. Otros jalando la oveja. Otros cargando alforjas llenas de cereales. Metamorfosis del sudor del indio convertido en carne de

potrero… Metamorfosis del sudor del indio convertido de zurrón… Metamorfosis de la explotación del indio que muge rebelión. Y las chinas, como cireneas del dolor vernacular allí van

también en "compaña". Con la gallina gorda. Con el vellón de lana. Con el calabazo galonero para comprar aguardiente. "Gallina", que es atentado a la economía hogareña. "Vellón", que es atentado al vestidor de la familia. "Aguardiente", que es el narcótico para animalizar y explotar

al indio.

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Y en los "caminos viejos", y en las "sendas viejas", los cholos se van juntando con los cholos, y las chinas y en ese encuentro de amargura se saludan:

-Buenos días nos de Dios, señorcito… ¿Ya está osté bajando? -Si, siñorcito, estimos yendo a la hacienta (1) pacer el pago

del arriendo del año viejo… Y es que en hacienda vieja, "sólo hay nuevo": ¡el nuevo pago

del arriendo del año viejo en el día de Año Nuevo!

Era un primero de enero… Fiesta de año nuevo… “El Coloniaje… no se ha ido todavía…

Y los “colonos” o como mejor expresa el indio "El Coloniaje" del latifundio empotrerado en el espinazo del Ande huancabarnbino va llegando a la "Casa hacienda".

¡Otra paradoja! ¡Otra quimera! El coloniaje no va llegando, ese coloniaje, llegó hace cuatro

siglos y aún no se ha ido. En hacienda vieja, es también ¡viejo el coloniaje! El indio, como el jumento de la fábula de Esopo, ha

cambiado en las centurias de dueño, pero no de señor, no se ha quitado aún la albarda de la opresión que lo domina.

¡La casa Hacienda! O simplemente ¡La hacienda! ¡Allí está!... Solita en la loma del cerro… Silenciosa en medio del berilado de la pradera… Como un espectro amurallado en el boscaje que la circunda… Una huerta, una inverna, una corraliza de vacas hay junto a

ella. _________________ (1) Hacienta.- Los indios dicen hacienta y muy pocos hacienda, indicando la

Casa-Hacienda.

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¡La casa hacienda! ¡La "hacienta"! No es la casa de familia, ni la hospedería del "coloniaje".

Para, el colono es morada a la que llega de paso, teme llegar allí, porque para él es una casa vieja.

Porque allí hay perros de presa que descuartizan. Porque allí hay un "macho de nueve puntos" para templar. Porque allí hay un "boyero de siete trallas" para flagear. Porque allí hay un administrador que arrebujado en su

abrigo o en su poncho, escarpinado, con fuete en mano y revólver al cinto siempre está imponiendo mandatos con ásperas y gruesas palabras.

A la Casa-Hacienda sólo llegan los "forasteros" para comerciar los ganados o cereales entregados por los colonos el día de Año Nuevo.

Sólo llegan los pongos y las pongas, para el servicio domestico.

Sólo los fiscales, para rendir cuentas. Sólo llegan los mayorales de campo con su gentada, los

primeros para recibir órdenes; la gentada, para cumplirlas. Para cumplir obligaciones. Para pagar arriendos, Para sufrir castigos. Para comprar aguardiente. Y… luego se van... ¿Se van?... -Sí… Porque están de paso Porque estorban y hay que tenerles cuidado… Porque están en casa vieja. Porque están en la Hacienta.

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Era un primero de enero… Fiesta de año nuevo… Administrador y personal…

La Hacienda empotrerada en el espinazo del Ande huancabambino para su mejor explotación feudal está dividida, por razones de clima, en secciones: "La jalca y la quichua" La jalca, la parte fría y la quichua la parte cálida.

El personal de administración está constituido por dos Mayorales de Campo. Dos Mayorales de Peones, con treinta hombres a mando de cada uno. Un Mayoral de arrieros. Dos Fiscales, que tienen a su cargo las pongas y el ponguito. Dos carpinteros. Un cocedor de odres. Siete o más vaqueros según el número de ganado. Dos Concertados o Crianderos de burros uno y de yeguas otro.

Estos indios son responsables de todo lo que está a su cargo y no reciben pago alguno. No se les cobra arriendos y se les permite elegir las tierras para sus crías y sembrados, la única gratificación que reciben es una o dos botellas de aguardiente. Pequeñas ventajas que nunca recompensan el trabajo y obligaciones a que están sometidos y que les imposibilita atender sus sembrados.

¡Años de feudalismo y de vacas flacas que esperamos se vayan pronto y no vuelvan más!

Faenas del indio en la hacienda serrana. Sorprendamos ahora en sus faenas cotidianas a estos indios

que rinden para la hacienda y hacen rendir a sus hermanos de raza, y preguntemos a cada uno: ¿Cual es tu misión o mejor tu obligación?

Al mayoral de campo de la Jalca y al mayoral de campo de la Quichua.

¡Indio! Que vas por los "atajos" de los caminos, que gritas desde los collados y desde las lomas notificando a los arrendatarios para que se presenten a la Casa - Hacienda a pagar

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arriendos en Enero… A rodear ganados y arrear "puntas y partidas de ganados" a la costa en mayo… A romper y cruzar tierras en octubre y noviembre… A esparcir semillas en diciembre y enero… y a cosechar las mieses en julio y agosto…

¡Indio! Fuctótum del patrón, conocedor de encrucijadas y rinconadas y de toda la "gentada" que vive en el latifundio serrano.

¡Indio! Que te has convertido ya en el "patrón indio, dinos: ¿quién eres?

Mestecito, no sabes que yo lo represento al patrón que soy “El Mayoral de la Jalca” onde mando a los indios que viven en las punas frías, que visten tela de lana de sos ovejas, y que los llaman los “Mashqueros”.

-Mestecito, yo también soy el nombrau Mayoral de Campo de la “Quichua” onde mando a los indios quian sacau arriendo en la parte caliente, que visten telas pintadas de algodón y que llaman los “Yuqueros”.

Al mayoral de peones.

¡Indio! Que con toscas manos empuñas el pico y la lampa, la barreta y el azadón, parai ir componiendo zurcos, arrancando malezas, y aporcando plantas.

¡Indio! Que cortas ramas espinudas para arreglar cercos, cerrar portillos y renovar valladares.

¡Indio! Que unces el yúgo a la yunta de moledores para, hacer girar la “Mijarra” y funcionar el trapiche de bronce o la máquina de fierro.

¡Indio! Que vas colocando cañas entre las junturas de las mazas de los trapiches para exprimir el jugo, que fermentado ha de ser tu veneno.

¡Indio! Esforzado y trabajador, dinos ¿quién eres? - Mestecito, soy el Mayoral de Peones, y devisa esos quince

braceros confiaus a me cargo, y dedicaus a la limpia de invernas, sembraus, reparación de cercos, y ocupaus en la molienda de la caña.

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Al mayoral de riego…. ¡Indio! Que te remontas a las tomas de las acequias a soltar el

agua fecundizante y la vienes siguiendo como si fuera una serpiente a quien anhelas acestar el lampaso mortifero en la cabeza.

¡Indio! Que cierras y abres compuertas poniendo, y quitando chambas para que el líquido elemento fertilice los sembrados.

¡Indio! Que vas mesclando tus ayes y sudores con los murmurios y corrientes de las aguas y de las acequias, dinos ¿quien eres?

-Mestecito, soy el mayoral de riego que me han dau a mes ordenes tres hombres regadores paque cuidemos de humedecer los sedientos pastales y sementeras de la hacienda. Es regador mandado.

¡Indio! Que corres por el camino real que conduce a la Ciudad o al Pueblo llevando poncho y bolsico al hombro, ¿qué urgente necesidad te aguijonea para ir tan presuroso? ¡Indio! Desfigurado por el sudor y el polvo, ¿a dónde vas jadeante por sendas incultas y peligrosas? ¿Acaso llevas entre manos un pingue negocio que realizar?

¡Indio! ¿Qué vehemente deseo o angustia llevas en tu alma para acortar así distancias y ganar tiempo?

¡Indio! ¿Recorres aún el largo y penoso camino de la esclavitud? Conjúrote me digas ¿quién eres y en que misión vas?

- Mestecito, soy el Regador mandau, el propio o expreso que está, listo a toda hora y a la mano pacer los servicios de rapido del patron a los vecinos póblados; soy el posteyon que llevo y traigo sos cartas y sos telegramas.

Al Mayoral de Arrieros.

¡Indio! Que arreas cuesta arriba y bajada abajo numerosas recuas de burros perezos y de caballos remolones que has requisado a los arrendatarios.

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¡Indio! Que te preocupas del sillon y del lomillo, del sudadero y de las retranca, del sinchón, de la soga y de la maroma.

¡Indio! Que reniegas cuando contrapesas bultos, coces con “cushas-cashs” alforjas o churcas paquetes ¿acaso piensas en la supercostal carga uncida a ti con la coyunda de la esclavitud?

¡Indio! ¿Cuyos son estos tesoros, o esas chucherías, cuyas las recuas? ¿Quién eres tù?

-Mestecito, yo soy el nombrau Mayoral de Arrieros, encargau de transportar los productos de las cosechas y de cuanto plazca al patrón, desde la hacienta hasta donde lo de so real gana.

Al peón. ¡Indio! Que al vigoroso golpe del calabazo, del hacha y del

machete inclemente, derribas en tierra añosos y corpulentos árboles, y con la "shaguana" amontonas el desrame para entregarlos a las voraces llamas.

¡Indio! ¿Por qué te muestras con tanta rabia y con tanta furia en tu afán devastador?

¡Indio! ¿Por qué reduces a cenizas los árboles qué te regalaron con su sombra, te proporcionaron madera y encendajas para tu hogar.

¡Indio! ¿Qué móvil tienes para proceder así? -Mestecito, soy el Peón de la hacienta que cumplo con mi

"óbligo" de preparar el raso o el "mogote" pa que sirva de sementera de pan sembrar hoy, y mañana el barbecho con sus póngales sirva de potrero pa engordar el ganau de la "hacienta”.

Al peón que obligan a trabajar en la costa:

¡Indio! ¿Por qué bajas triste y “mógino” a la costa llevando sólo tu poncho y bolsico, en que cargas la talega de tostado y menestras sancochadas, como único bagaje?

¡Indio! ¿Por qué te parece interminable ese camino de arena que sancocha tus pies y fatiga tu pecho?

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¡Indio! ¿Por qué vas a respirar ambientes de fuego y polvo que quemarán y ensuciarán tus pulmones y entrañas acostumbrados al frescor de las auras andinas?

¡Indio! ¡Que ambición te arranca de tus pampas, de tus laderas, de tus cerros?

-Mestecito; el patrón lu exige asina a uno dir a cumplir los obligos de la hacienta serrana en so hacienta costeña y si no bajamos a trabajar a la costa castigarán me pellejo y me botaran de la hacienta.

Al vaquero o pastor de ganados. ¡Indio! Que vas vagueante tras los rebaños para pastarlos en

los potreros, abrevarlos en las quebradas y "jaguayes” y vigilarlos en los sesteaderos. ¡Indio! Que no tienes más compañía que tu mujer, tus hijos y tus perros guardianes que comparten contigo hambres, intemperies y malhadada suerte. ¡Indio! Que te asechan el puma y el ladrón, que te amenzan el cóndor y el buitre para arrebatarte los ternerillos y recentales.

¡Indio! Que prolijamente marcas en la “Tarja” (l) la "mueshca” que equivale a cada cabeza que recibes del patrón o a cada nueva aprición que sobreviene durante el año.

¡Indio! Que vas tocando en el pingullo y en el roncador la elegia del servilismo mientras rumian las vaquillas.

¡Indio! Dinos ¿quién eres? -Mestecito, no ves que soy el "Vaquero o el Pastor;

encargndo de la crianza de los ganaus de la hacienta, ¡Guay de mi! si no lo compruebo a me patrón la muerte o desaparición de la res, díotro modo me exigirá devolver el "Chancelo”o si de no me cuelgan al duro y Frío macho.

_________________ (1) Tarja.- Vara de 30 a 40 ctms. Aproximadament en la cual los vaqueros de las

haciendas, mediante ranuras o mueshs cashs consignan el número de ganado que reciben del patrón.

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El rodeador de ganado. ¡Indio! Que montas sobre corcel y persigues como fiera

hambrienta a los toros y vacas que encuentras a tu paso. ¡Indio! ¿Que no temes quedarte colgado, como absalón, de tu

lacia cabellera en los zarzales y ramas de las montañas cuando corres ciego en pos de la novillada?

¡Indio! Que haces girar, sobre tu cabeza el lazo ganadero para lanzarlo con gracia y maestría a las astas del maguete y al tajante y firme tiron que das a la betilla, deiarlo domado y hacer que te siga como manso cordero.

¡Indio! Que juntas ganado de la hacienda y de los colindantes en los corralones de las vaquerías, dinos ¿quién eres tú?

- Mestecito, no sabes que soy el rodeador que arrejunto todo ganaun que sea ajeno y que encuentro pastiando del lau desta hacienta; el de me patrón pa ponerlo so señal o si tiene y ver si está con forme el número con el que marca la tarja; el ajeno pa cobrarlo el “pasaje” y el mostrenco y recién nacido pa que queden con la marca de la hacienta.

Al concertado burrero y al concertado yeguarizo. ¡Indio! Que vas de prado en prado y de breña en breña con

esa peara de burros. ¡Indio! Que cuidas con tanto celo que embarnesca la

yegüeria, dinos ¿quién eres tú? - Mestecito, soy el Concertau Burrero, encargau de la cria de

burros de carga de la hacienda. -Mestecito, soy el Concertau Yeguarizo, encargau, de la cria

del ganau caballar.

Al Fiscal de la quichua. ¡Indio! Que te calas de choza en choza como abominable

zaragutero buscando aliños, recados y mantequilla. ¡Indio! Que buscas afanoso gallinas, gordas y huanchos

cebados.

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¡Indio! Que exiges, a los errendatarios te vendan lo que necesitas para satisfacer el apetito de tu patrón, como si impusieras odioso cupo.

¡Indio! ¿No ves que el patrón vive opíparamente y los colonos llevan vida magra?

¡Indio! Que custodias enseres y herramientas de trabajo. ¡Indio! Que recibes huéspedes y cuidas de sus prendas, dinos

¿quién eres tú? - Mestecito, soy el "Fiscal de la quichua, mian nombrau

encargnu de surtirlo sos despensas. También mian entregun a me cuidau los enseres o bienes que hay en ella. Y cada mes, tengo de cambiar a los ponguitos y a las ponguitas.

Al Fiscal de la Jalca o Resandero. ¡Indio¡ que por las mañanitas domingueras vas a adorar la

Cruz y a rezar a Dios en la Capilla de la jalca. ¡Indio! Que congregas a las chinitas de la hacienda para

hacerles rezar la "Dotrina Cristiana". ¡Indio! Que ignaro amalgamas superstición con religión y

que enseñas una doctrina de amor con el latigo del esclavo, dinos ¿quién eres tú?

- Mestecito soy el Fiscal de la Jalca o el fiscal Resandero, de la hacienta que luenseño la Dotrina Cristiana y el "Resau" a las chinas y hacer so barrido semanal a la Capilla de la hacienta. Al maestro carpintero.

¡Indio! Que labras palos y pules madera, que colas y entornillas piezas y ventanas.

¡Indio! dinos ¿son acaso para amueblar o asegurar tu casa? - Mestecito, cómo piensas, vos yanga... ¡Qués que van ser pa

me pobre choza destartalada y mísera! No, mestecito, yo soy el Carpintero de la Hacienta y a me patrón luestoy haciendo sos taburetes o sos muebles que lo dicen.

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Al Odrero. ¡Indio! Que con lezna y chaveta en mano vas dando puntadas

y cortes en el duro y remojado cuero de res. ¡Indio! ¿Qué utilidad vas a darle a esos recipientes de una o

de media botija de capacidad? - Mestecito, soy el Cocedor de Odres, que no mi ves quistoy

cociendo los capachos paque la hacienta luaga carguío de aguardiente.

Al ponguito o Domestico ¡Indiecito pespito! Que estás con el “ande patrón” en los

labios, que barres la casa hacienda y limpias muebles, que sirves a la mesa y tienes el estribo al patrón que va a cabalgar.

¡Indiecito pespito! Sobre quien ya comenzó a cerrarse el dogal del servilismo, dinos ¿por qué dejaste tu hogar calientito siempre con el amor paternal? ¿Por qué dejaste tus pampas en donde triscabas sonriendo, cantando y respirando a pulmón lleno el aire de tus sierras.

¡Indiecito pespito! Que no has sentido castigo alguno de tus padres ¿por qué vienes a sufrir el látigo del patrón?

- Mestecito, ¡ay, siñorcito! qui nu ves qui mian amenazau pa qui lo venga hacer al patrón servicio de manos de so persona.

A la ponga tejedora. ¡China Juncal! Que llevas como sombrero en la “cushma” el

“jerguir” de “guango” y en las infinitas vueltas que imprimes con tus dedos al "shucsho" vas transformando en kilómetros de hilo y envolviendo en ovillas las motas de algodón y los bellones de lana.

¡China juncal! Sentada a la sombra de frondoso naranjo y sujeta al telar por la “paricuna” pasas los días bajando sombras y cruzando tramas y vas fabricando ponchos y "pununas".

¡China juncal! Que al compás de la "cayua" vas también tejiendo endechas en tus cumananas, dinos ¿acaso hilas o acaso tejes prendas para tí, o para tus padres, o para tu gente?

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- Mestecito, y diay pa qué sos corioso, no ves que soy la Ponga Tejedora que lo hilo y lo tejo las lanas de las ovejas de la hacienta, pacer los ponchos y las mantas del patrón.

A la ponga lavandera. ¡China guapa! sentada a la orilla de la corriente de la acequia

o junto al chorro que, con las pompas de jabón, vas quitando impurezas a los montones de ropa que, pieza por pieza, van deslizando por tus manos.

¡China guapa! ¿Acaso cuentas entretanto a la quebrada tus cuitas y tus ayes?

¡China guapa! Acaso alistas con tanto esmero tus vestidos por que vas a estar de fiesta o de “compaña” en algún velorio o desposorio?

-Mestecito, me llaman la Ponga Lavandera de la hacienta porque lo lavo las ropas del patrón.

A la ponga cocinera. ¡China sonrosada por las llamas de la candela! que aliñas con

tanto cuidado y preparas viandas que no acostumbras gustar en tu frugal menu hogareño.

¡China sonrosada por las llamas de la candela! Que mueves incansable la paleta en el perol dulcero preparando manjares de agridulce sabor que no acostumbras paladear.

¡China sonrosada por las llamas de la candela! dinos, ¿para quién son esas viandas y esas golosinas?

Mestecito, estoy haciendo el servicio de Ponga Cocinera, y qué tu quieres soy la qui preparo la comida y los dulces pa la mesa del patrón.

Siembras y cosechas: Mayoral de campo de la Jalca ¿A dónde Vas?

¡Indio Mayoral de campo de la Jalca ¿Adónde vas con tanta yunta de bueyes uncidos y arrastrando arados por esas pampas y laderas, como si fueras ostentando el blasón de tu servilismo?

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¡Indio Mayoral de campo de la Jalca! ¿A dónde vas con esas arrobas de semillas de diferentes cereales ¿Son acaso el "huando" con que vas a pagar tu libertad?

- Mestecito, qui no ves quia llegau el tiempo de la siembra, qui los aguaceros están dale que dale, qui la luna está ya en cresciente y qui yo soy el Mayoral de Campo de la Jalca, qui tengo el óbligo diacer los sembríos de las semillas que me deye il patrón.

- Mestecito, mera, il patrón, sólo si encarga de darme la semiente y en agosto recibe centuplicada la producción; él ni ara, ni unce un buey, ni carga alforja, ni agarra una mazorca, ni corta una espiga.

Mayoral de campo de la Quichua, ¿A dónde vas? ¡Indio mayoral de campo de la Quichua! ¿A dónde vas con

esa gentada con alforja al hombro, con hoces y con "pipinas” en las manos?

¡Indio mayoral de campo de la Quichua! ¿A caso vas con esa gentada a recoger el fruto de la semilla que sembraste para tí con tus esfuerzos, y regaste con tus sudores para llenar tus zurrones?

- Mestecito, alevanta los ojos y divisa qui las mieses están ya maduras, los vientos se despiertan alaus de sus lejanas cavernas, es ya la semana de Agosto destinada a las cosechas, y como yo soy el Mayoral de Campo de la Quichua debo arrejuntarlas.

- Mestecito, cien hombres de mi sección son los qui estás merando despangando mazorcas y amontonandolas en los trojes; estas mañanita del lunes llegaron. Esas fogatas que humeyan allí son para "acostar" las mazorcas quian quedau verdionas a "Gualos", paque si hornen y luego embucharlas con queso fresco. El miércoles, jueves y viernes harán el desgrano en los haces de "torontas" o tusas, qui llamamos "burros". El sábado y domingo "acostarán" en la pampa el maiz desgranado paque siasolee, y el otro lunes, dioy en ocho, tengo que despachar a la costa las mil quinientas arrobas en quistá calculau la cosecha. ¡Dios Taitito

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sabe por cuánto los venderá me patron! Pa la semilla si guarda so parte, y otra lo separamos pa darlo de comer a la pionada.

- Mestecito, el próximo lunes bien oscuro hai de venir el Mayoral de Campo de la Julca con la arrierada y las piaras necesarias paqui luaga il trasporte del cargamento.

- Mestecito, durante las frías noches devisarás a los cosecheros entretenerse en hacer huecos hondos en el suelo, que luego lo meten candela paque se calefaccionen, y en el rescoldo que queda arrojan "sambumbas" pa qui si hornen y comérlas con miel en lugar de desayuno.

También hais de ver quemando "torontas" pa arrejuntar harta ceniza pa empliarla en la pela de las arrobas de “Mote” que si manda de “Camarico” especial a la patrona en nombre de la pionada.

- Mestecito, aguaita ese "Ranchito hecho de tarayas o cañas de maíz” y que consta de un dormitorio, sala y descanso. ¿Ve allí, echado sobre la hamaca muellemente a se siñor? Es el patrón de la hacienta, ¡es el trabajo que tiene! y para reconfortar su muelle ocupación lu ha traido una "ponga cocinera" que lo prepare so comida: arroz con gallina, queso fresco con miel, sambumba hornada con leche y huevos frescos.

- Y tú Indio Cosechero, dinos ¿qué recibes en pago? Mestecito, cumplo con mi obligo de costumbre, y solo me

dan como gratifico el fiambre del día, "tostau o cancha", yuca, sambumba con miel y una copa de aguardiente.

Arriendos. ¡Indio que vives en la hacienda empotrerada en el Ande

huancabambino! ¿Cuál es el canon que pagas de arriendo por tus chacras, por el pasto de tus crías?

- Mestecito, más o menos cuatrocientos arrendatarios vivimos diseminados en la "jalca" y en la "Quichua". Los Yanaconas, que por lo general nunca rosamos más de veinte cuadras; pagamos por el piso diez soles anuales.

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Cuando uno de nuestros hijos "saca só mogier" es apuntado como nuevo arrendatario y paga aparte.

Además, estamos obligados a vender una cabeza de ganau a la hacienta a diez soles el vacuno, y a cuarenta centavós el bobino o el cabríó. Más o menos cien vendemos res y los trecientos restantes vendemos oveja. Debemos vender también una arroba de grano a razón de cuarenta centavos y traer una gallina de regalo. El ganau debe ser entregau en el mes de mayo, siendo obligau conducirlo al sitio ondi el patrón señale cuando se “arrea” ganau a la costa cada arrendatario tiene el obligo de conducir una res.

Obligaciones

¡Indio arrendatario! ¿Qué obligaciones más tienes? - Mestecito, estamos obligaus a la compostura de los caminos

de herradura y de los caminos de las vaquerías de la hacienda, limpia y canalización de acequias. Compostura y renovación de cercos. "Riego y desyerbo de invernas. Siembra, corte, carguio y molienda de cañas. Siembra, desyerbo, riego, cosecha de cereales. Arados y carguíos en general de lo qui ordene el patrón. Todo sin remuneración alguna.

Los que pagamos arriendo redondo, esto es cincuenta o más soles por año, no hacemos obligación alguna, exceptuando la venta de ganau y granos. Sin permiso del hacendau nadie puede vender a otros, pues cuando lo sabe el patrón que vendemos ganau, "a juera", nos obliga a venderle dos reses por cada una de las vendidas.

¡Y hace más de un siglo! Sí, "Hace más de un siglo" que ya el Generalísimo y

Libertador San Martín expidió su famoso decreto de que: "nadie, sea civil o eclesiástico podía obligar a un ciudadano a consagrarse gratuitamente al servicio de otro, por ser, un atentado contra, la naturaleza y la libertad" y extinguió el servicio de pongas y yanaconasgos, “bajo pena de expatriacion".

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Pero en pleno siglo XX aún hay no sólo rezagos; sino “Feúdalismo de legítimo cuño virreinal atrincherado en el ande. Era un primero de enero… Fiesta de año Nuevo… ¡El Juyo! ¡El Juyo!...

De un inadvertido y hondo hueco que había en una esquina de la alcoba del Patrón, adornada con cretonas azul-rosadas, comienza a asomar la cabeza de una culebra que se va deslizando tranquilamente por medio de la habitación.

La patrona estaba recostada muellemente en una poltrona, y al ver la sierpe, lanza un angustioso grito:

- ¡Ay! ¡Ay! ¡La culebra! ¡La culebra! ¡Corran! ¡Corran! Pero la sierpe describiendo eses con su cerúleo cuerpo y

despidiendo destellos amenazadores de sus vivaces ojos, abandona la habitación, sin saberse por dónde desapareció.

Los colonos que escucharon el grito desgarrador de la patrona acudieron con palos y lampas en auxilio, y pregúntanle:

- ¿Que lo pasa a la patrona? - ¿Qué cosa hay patronita? - ¡La culebra, indios, la culebra! - ¿Por dónde la vido, patronita? - Por allí, por allí ha salido y por aquí se corrió; ¡Síganla!

¡Búsquenla! ¡Mátenla pronto! ¡Jesús, qué susto me ha dado! Los colonos buscan la culebra cuidadosamente, y apenas si

distinguen la señal que ha sendereado en su deslizamiento. - Patronita, ¿quién sabe sia sido "El Juyo”! -¡Juyo, es! Por eso no luallamos. -¡Qué Juyo, ni juyo! Mátenla pronto. - ¡Ay, patronita! ¿Quien sabe si te vas a dir! O te vas, a morir,

porque la culebra no lencontramos: ¡El Juyo! ¡El Juyo hai ser! Y entre el coloniaje de la hacienda comienza a correr el

murmullo de que ha aparecido “El Juyo”, agüero que presagia

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que los patrones se van o se mueren, porque “El Juyo” salió de la alcoba de los patrones.

Y, en verdad... ¡Los patrones, también se van... ¿Se van para no volver? - Sí, aquellos administradores de aquel año viejo se fueron

para no vol ver… Pero. En hacienda vieja se cambia, de señores pero no de amos... Y nuevos amos volverán en año lluevo...

El Coloniaje, también se va… El coloniaje de la Jalca y el coloniaje de la Quichua, también

se van... -Sí, se van… - Y ¿por qué?... Porque ya cuatrocientos colonos desanudaron de las puntas

de sus pañuelos los diez o los veinte soles que tenían separados para el pago de arriendos que dieron relleno a las arcas del patrón.

Ya cien colonos vendieron vaconas que les proporcionaban leche y quesillos matinalmente y que en adelante pastarán en los potreros del patrón.

Ya trescientos colonos vendieron machorritos que balaban dulcemente a la sombra de los alisos y chinchines y regalaban su lana en mayo, en adelante acrecentarán el aprisco del patrón.

Ya cuatrocientos colonos obsequiaron cuatro cientas gallinas gordas, cuyos huevos juntaban para venderlos y comprar la sal, en adelante apechugarán al patrón.

Ya cuatrocientos colonos transportarán cuatro cientas arrobas de menestras de sus exhaustos zurrones a los voluptuosos graneros del patron.

Ya cuatrocientos colonós también se van, pero para ellos no ha aparecido EL JUYO presagiando ausencia del coloniaje, por eso ellos se van… pero para volver…

Sí, para volver…

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Para volver a las aradas y "cruces"… Para volver a las siembras de maíz, trigo, cebada, alverjas… Para vol ver a las resiervas y a los riegos… Para volver a las cosechas… Para volver a la molienda de caña… Para volver a los rodeos… Para volver a arrear ganados a la costa… Para volver a componer acequias, caminos, invernas,

cercos… Para volver al cargío de cereales… Para volver a trabajar allá abajo en la costa… Para volver, si, a cumplir el acervo de obligaciones sin

remuneración alguna. Porque en hacienda vieja siempre vuelven las viejas

obligaciones… Siempre vuelven las viejas costumbres… Y…

¡Indio! ¡Indio! ¿Qué llevas de la hacienda vieja? - ¡Ay, mestecito! Que ¿qué llevo? Sólo llevo, ¡ay, sí! Una pena en el alma… Una carga en el cuerpo… Una copa de aguardiente para olvidar mí desdicha…

Y… Naturaleza repite el eco de la queja del indio:

Los caminos sinuosos. Los cerros de la jalca. Los valles de la quichua. Las sementeras voluptuosas. Los rastrojos estériles y oxigenándose de nuevo. Los árboles cargados de frutos. El mugir de los toros. El valar de las ovejas. El cacarear de las gallinas.

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El relinchar de los caballos. El aullido de los perros guardianes. El viento tremante en las quiebras de peñas. El romper de los cristales de las quebradas. Las luzadas de los relámpagos. La tronazón de los truenos. Y, hasta la misma Casa Hacienda que queda silenciosa en

medio del delirado de la pradera. Repiten sin cesar el melancólico eco de la cumanana

indigena:

"El pobre es una escalera por donde el rico sube y baja”

"El rico llega a tener, porque el pobre le trabaja"

Era un primero de Enero… Fiesta de año nuevo.

Y aún alcancé a ver en una hacienda empotrerada en el espinazo del Ande huancabambino que en pleno siglo XX hay no sólo rezagas, sino feudalismo de legítimo cuño virreinal atrincherado en el ande. (1) ________________________ (1) Cuando escribí esta estampa y la publiqué en el diario piurano "LA

INDUSTRIA"; algunos hacendados de mi tierra Huancabambina sintieron el dedo en la llaga y el acíbar de las verdades desnudas, y, quisieron protestar… y me amenazaron con ¡JUICIO! Pero el JUICIO lo gané antes de iniciarlo… Una feliz coincidencia me dió él triunfo y como se dice en jerga: EL TAPON: En la cámara de Senadores se oyó también el chasquido del rebenque de la voz del Senador por Lambayeque que delataba estos hechos de servilismo y de explotación y pidió se hiciera una investigación de lo que precisamente 0CURRIA EN LAS HACIENDAS DE LA PROVINCIA

DE HUANCABAMBA… ¡Como si hubiéramos estado de acuerdo!... ¡Como si

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juntitos hubiéramos soplado la pluma!... Y, claro está nadie protestó, y era mejor no meneallo… Y, a este pobre escribidor ni le reclamaron, ni lo enjuiciaron…

Valgan verdades, cuando escribí estas costumbres, a las que ni quito ni pongo un ápice más de la verdad -(Si declaro, que si las conocí, fue porque mi padre tuvo como locador, año y medio dicha hacienda, y que no estando conforme a mi conciencia sacerdotal ¡explotación sin nombre! me tocó hacer entrega de la misma, por la muerte de mi padre)- no iba más lejos, ni creí se seguiría felices consecucucias… Hacendado hubo que vendió su hacienda porque el comprador le dijo: "mire usted... estas costumbres, -y le enseñó un número de “La Industria", en que estaba esta estampa - ya no se pueden sostener… usted verá… Esta hacienda esta hoy parcelada por compra de los colonos… Y, gracias a Dios, la otra hacienda de que hago mención en esta estampa también esta ya parcelada. Algo más: un Gobernador de Canchaque, me contó una vez: -Tengo que darle las gracias, estimado Señor, porque la publicación de su escrito, estuvo oportunísimo para mí, con él pude solucionar un conflicto entro el coloniaje y el patrón de una hacienda. No puedo resistir tampoco al dejar de transcribir una carta y una felicitación recibidascon motivo de la publicación de esta ACUARELA: Lima, 15 de septiembre de 1946. Sr. Dr. Don Miguel Justino Ramírez Adrianzen. Chulucanas. Muy distinguido doctor y amigo: Con vivo placer he recibido sus breves líneas del 6 de la presente, y los recortes de trabajos suyos que ha tenido la fineza de enviarme, -por lo poco que pude leer en Huancabamba, hace tres años, de su importante monografía sobro la provincia, su historia y su folklore, veo el alto valor de esa obra. El aporte de Ud. al estudio de las lagunas Huaringas es interesantísimo, y su artículo sobre “Una hacienda Serrana", tiene datos de sociologia de la region muy interesantes, los mismos que tratados en forma técnica, serían un gran aporte para el conocimiento de nuestro país.- ¿Hay posibilidades de que se publique pronto su libro? lo espero con el mayor interés, porque además del placer de leerlo, sacaré de él la buena documentación para la obra en que estoy empeñado desde hace mas de diez años: MI PAIS de la cual tengo ya editados cuatro volúmenes y tres en

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preparacion:- Le reitero las gracias y la expresión de mi alta estimación intelectual por la valiosa labor de Ud. y quedo su muy atte.

LUIS ALAYZA PAZ SOLDAN.

Y la felicitación de un hermano en el sacerdocio, dice así: Tu Acuarela “UNA HACIENDA SERRANA" es un magnífico cuadro que pinta al vivo la trrste realidad de nuestros desventurados indios para quienes por desgracia, no ha sonado aún la hora de la redención. Todo lo que dices es la verdad, y aún te QUEDAS CORTO, porque los crimenes que cometen con esa pobre gente son horribles, de esa humanidad, claman venganza al cielo. Impasibles, los dejamos perecer en la miseria; acostumbrados al dolor, no se quejan: resginados arrastran una vida de esclavos, sin ilusión, sin esperanza, siempre temerosos de que aún lo que ama su corazón venga a servir de pabulo a la insaciable lujuria del amo. ¡Pobre indio! Ni siquiera tiene la felicidad, de una fe ilustrada que te enseñe a llevar con santa resignación la Cruz de esclavitud; crees a tu modo, supersticiosamente. ¡Sufres animalmente!... Y en el hondo silencio de tu alma, en tu profunda mirada melancolica, y en los suspiros que exhalas sin darte cuenta, hay una queja contra tus opresores, hay un grito que sube hasta el Trono del Altísimo pidiendo ¿venganza? ¿Protección y amparo? No lo sé, pero sí sé que hay justicia divina ; que los espantosos sacudimientos sociales han Ilevado como olas embravecidas a las turbas, a los que fueron explotados por la codicia, y al siniestro fulgor de los palacios incendiados, y entre los ayes de los que ayer fueron verdugos del pobre, se apagó el incendio con la sangre de los déspotas, porque Dios, cansado de tanta maldad, siempre ha permitido estos espantosos ejemplos y ha dejado que los hombres se hagan justicia por sí mismos, ¡Qué terrible es la justicia de los pueblos indignados por la maldad de los que los tiranizan! Está acumulándose el odio, y el día que el Indio se de cuenta de sus derechos y sacuda el yugo ¡Ay de los grandos patrones! ¡La justicia social será sangrienta! Amigo, sin pensar, '''eructavit cor meum verbu…" La lectura de tu artículo, me ha conmovido. Siempre he sido un decidido defensor del Indio, ojalá que tu brillante artículo tenga la virtud de despertar en los Señores Diputados y Senadores sentimientos de humanidad y dicten leyes que protejan al pobre indio, estableciendo tribunales que los ampare y vean sus causas… Atte.

JAVIER ASTUDILLO DE LA PEÑA.

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La Carretera de Piura a Huancabamba

Moisés Joaquín Ramírez Novoa: Recordando aquellas tardes dominicales en que a la vez que oxigenábamos el cuerpo en los alcores, gosabamos de "las horas del regreso".

Construcción de la carretera. La carretera que une a mi tierra huancabambina con la

Carretera Panamericana, ha demorado mucho años para su apertura, hasta el presente (1,942) lleva más de cuatro lustros en construcción.

Muchos ingenieros han dirigido los trabajos. Mucha plata se ha gastado "cuasi-cuasi"como para adoquinar

con febles las huellas por lo menos hasta Canchaque. Siendo Presidente de la República el señor Augusto B.

Leguia, la comenzó La Vial, esta ley hizo respingar a los vecinos tanto del pueblo como de las campiñas; La Vial fué abrogada; pero la carretera sólo había llegado al Campamento de Ingano. Siendo Presidente de la República el General Luis M. Sánchez Cerro se continuó la construcción por la Junta de Obras Públicas, pero no pudo realizar el trabajo en la roca. Finalmente, y como quierita se terminó en el tiempo del plan vial quinquenal del Presidente Mariscal Oscar R. Benavides. (1)

Iniciados los trabajos de la carretera importaron a esta ciudad autos y camiones, que se encaramaban por esas calles de Dios a arrempujones y pedían auxilio en cada esquina. _______________ (1) En nuestra obra Monografia de Huancabamba, se hace una descrpción de

la carretera, ingenieros que la construyeron de Piura a Huancabamba hay 213 kilometros.

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La Comuna nombró a uno de sus ediles inspector de rodaje y la mas brillante actuación del edil fue plantarse en seco y en sus trece para no dejar manejar carros a los primeros pilotos mientras no lucieran el respectivo Kepicito, llevando una plaquita que dijera: Chaulffer Brevetado N° 1… 2…

La carretera se comenzó de la ciudad para alla, para la cordillera. De Canchaque para alla, para la costa. Venia un Ingeniero y hacía un trazo. Venia otro ingeniero y hacia otro trazo. Nuevamente venía otro Ingeniero y, nuevos planos, nuevos proyectos, y la carretera está siempre apenas mas arribita. De allí que los archisapientisimos vaqueanos de estos aledaños, creyeron que los estaban cabuleando, y también metieron su cuchara y trataron de enmendar a los señores profesionales los planos a cada rato, esto evidentemente ellos no lo aguantaban y se calentaban, no hacían nada y, se iban… o los largaban y venían otros y lo mesmo.

Mis paisanos acosturnbrados a batir mantequilla y a sobar queso no sabían trabajar en piedra, y tuvieron que llamar en su auxilio a los huamachucos. Fueron los vecinos de la provincia de Huamachuco que, acostumbrados a los trabajos en minas, hicieron el tramo rocoso de la carretera: "La Peña Brava de Huando".

La carretera estuvo expedita, para el tráfico publico el día que se colocó el puente de fierro sobre La Quebrada Seca, el día aniversario de la batalla de Tarapaca: 27 de Noviembre de 1939, y los huancabambinos desde entonces, pudimos "tirar pa alla, pa bajo, pa la costa” sentaditos en auto o en Camión. Un automóvil del Ministerio de fomento conduciendo al ingeniero departamental señor Rabanal, fue el primero en llegar a esta ciudad en viaje directo desde Piura. Viajando desde Piura: Impresiones de un viaje.

La carretera de Huancabamba hasta su entroque con la panamericana, tiene un recorrido pintoresco que alegra el

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espíritu con sus magnificos panoramas; que cautiva la vista con sus variopintos paisajes y crispa los nervios cuando corre paralela al borde del precipicio.

Viajando desde Piura, y en el kilometro 64+700 se deja el asfalto de la panamericana y desviando hacia la izquierda sigue en medio de calurosos y abochornadores arenales, para continuar un largo tramo no tan bueno, pero que peor tampoco puede ser, pasa por Carrasquillo, Pabur, Buenos Aires, Malacasi, Salitral, Chanro.

En los linderos de la Provincia de Huancabamba. Pasando el río Serrán nos encontramos ya en la hacienda

Chanro, en los límites de la provincia de Morropon con la provincia de Huancabamba.

Desde aquí la carretera se va desarrollando entre campo de color de oro que presentan los arrozales de Chanro, San Antonio y Guabal.

Se respira ambiente aromatizado por el Palo Santo, Gigantescos, botijones, verdeantes, y coposos Ceibos (1), con sus flores blancas y amarillas o sus bellotas de lana, atavían como maceteros las escalinatas de los cerros.

Juguetona y coqueta la carreta, sensíblemente comienza a subir y a entrañarse por ricones encantadores que transportan el alma a la templacion de la Bondad Infinita. A las doradas espigas de los arrozales y a sus gavillas amontonadas en altos y redondos almiares comienzan a sustituirlas los verdes cañaverales y los tercios de caña que se amontona ante los trapiches de bronce o las máquinas de acero para extraerles el jugo.

El sudario plomizo y polvoriento que gravitaba el ambiente costeño con llamaradas de ofuscante calor se cambia por un manto virginial de nubes blancas y el resol del suelo por diáfana visibilidad y con auras de agradables frescor. _______________ (1) Ceibos.- Don Antonio Raimundi dide Ceibas, pero los naturales siempre

los denominan “Ceibos”

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Las tierras secas y tristes se han trocado en tierras mojadas y risueñas.

Las quebradas secas que se han pasado y dejado atrás esperando sedientas el agua estival que ha de fecundar las exhuberantes tierras costeñas, ahora se cruzan quebradas y riachuelos que cantan su canción de puna y de fecundidad en el carrillón de las piedras bolas a la verdegueante campiña de los pueblos de Canchaque, Palambla y Faique.

Llega a Canchaque: La carretera llega a La Afiladera, pasa el riachuelo de El

Faique que viene de San Antonio, por el puente de Fierro “Potenciano Choquehuanca" y, trepante, zigzagueante, recostada a la Peña y teniendo al canto opuesto el precipicio unas veces y otras dividiendo cañaverales, naranjales, guineales y cafetales, el oro canchaquense, va subiendo, va subiendo como en busca de ese nido hermoso de Canchaque, nido colgado de los cerros Yaguanduz, Mishahuaca y Huando que, a la vez, lo circundan como un anfiteatro.

Hay verdor… Hay belleza… Hay policromía en el paisaje. Hay un clima primaveral. A muchos, diré mejor, a casi todos los que allí han llegado, les

he oído llamar á Canchaque: La Suiza Piurana, pero ninguno de los que a Canchaque llegaron a calificarlo de Suiza Piurana, al menos que yo sepa, ¡Ninguno… ninguno ha estado en Suiza! Pero agradeciendo la merecida lisonja a este riconcito primoroso, es explicable el calificativo en quienes viajando de Piura, en donde se carece de tan bellos y variados paisajes, llamen Suiza a cualquier rincón serrano.

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Sigue a Palambla: La carretera huidiza y caracoleando se escapa del pueblo de

Canchaque atravezando la Plaza Principal y sigue al vecino pueblo de Palambla.

El panorama comienza aquí a expandirse, el alma parece, también ensancharse a la contemplación.

Hay sol explendente. Hay oxígeno puro para los pulmones. Hay vida exuberante. Se cruza la Plaza Principal de Palambla. Allá arribita está La Iglesia de Nuestra Señora del Agua Santa

como una muda plegaria a la Di vinidad.

Y sube… Y sube… La carretera sigue subiendo. Deja a la derecha el cerro de

Guayanay coronado por una Cruz, y voltea sobre el pueblo y sigue por chacras de maíz y regresa al lúcumo, alla abajo campos cubiertos de caña, naranjales y cafetales parcelados por las filas de alamos, allí por capricho de la naturaleza, se ven multitud de piedras grandes y esféricas que parecen estuvieran culateando a las casas de ese pueblo progresista y villa del sol El Faique que, como una X, está en el centro de las villas: Villa Flor, Villa Hermosa, Villa Franca.

Allá en la loma coloreada se divisa la Casa-hacienda de San Antonio, y más allá como telon de fondo los cerros de Huasimal y Huarmaca.

Más abajo se ven los lechos de los ríos y los valles costeños. Y la carretera sube… Y sube… El carro, enganchando en primera parece querer alcanzar la

neblina que va cuesta arriba, sus llantas van ovillando el camino, y borrando las huellas que dejó estampadas el indio que camina adelante cachazudo, sudoroso, melancólico, y que luego quedará atras para hollar también él, las ingratas huellas de "la máquina,

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rezongando a ese "carro animal" que asustó e hizo curcubiar al caballito en que venía montada "so joven" y lo “arrio so golpe”.

Y la carretera sube… Y sube… Se pasa un sinnúmero de puentes. Puentes hechos con

varengas de los árboles de la misma montaña. ¡Ay qué puentes, Señor! Que detienen la respiración, que desafían la muerte, que hacen encomendar el alma a Dios, porque esos puentes son más bien trampolines en donde hace gimnasia el diablo cuando tiene frio!!!

Y la carretera sube… Y sube... Ríe el sol en su gama de colores. Hay auras de heliotropo y perfumes embriadores de flores

silvestres. Hay ozono de cordillera. Hay neblinas que humean los cerros y lloviznas que asperjan

las nubes. Hay zumbidos de vientos y rumores de quebradas. Hay pájaros montañeses y pavas de monte. Hay altivas cumbres y profundos abismos. Hay bosques umbrosos y peñas bravas. Hay maravillosas puestas de sol y hermosas apariciones de

luna. Hay humos de cigarrillos y tragos largos de legítimo

canchaquense. Hay jaculatorias de angustia y comentarios de las obras

realizadas en las rocas. Hay grandiosidad. Hay poesía. En simpático contraste, se va: oyendo el shiiishsh…

Ooooshsb… Shuuuuushsh… Urruullp… Urruuunup… del arriero abúlico que arrea su peara de “piagenitos” cargados de mercaderías o productos, los que de cuando en cuando se detienen para morder el pasto o para descanzar, o dar paso al

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carro que se acerca tocando claxon y del que ¡maldita la gracia que les hace!

Huando:

Y llegamos al Cerro Huando. Sí, el cerro Huando allí está corno un atalaya que otea, los

espejeantes lagos azules de las profundidades, los luminosos y ardorosos del desierto, las cúspides de los cerros envueltos en vagarosos turbantes de blanca neblina que parece un mar de nieve salpicado de islotes; si allí está Huando como un hito donde la carretera deja la "quichua” para voltear a la cumbre, al Tambo.

Allí en Huando, en esos cerros gemelos unidos por una piedra, los indios, litaron al sol el oro que llevaban a Cajamarca para el rescate de su Inca Atahualpa y el padre sol aceptando el presente ofrecido para memoria de la posteridad lo convirtió en piedra.

Allí está la Peña Brava, allí están los cerros que semejan el perfil de las pirámides egipcias; allí esta también la piedra grande que desde lejos figura una cabeza humana.

Pero los huesos se ponen de punta. El corazón palpita violentamente. El abismo corre paralelo a la carretera. ¡Que fantástico! para unos. ¡Qué grandioso! para otros. ¡Qué espantoso! para muchos. ¡Qué soberbio! para los más. Y, ¡favorécenos, Señor! Una ruptura de frénos. Una mala virada de timón. Un descuido del chauffer… ¡Al abismo! y ni como contar después el cuento! Pero Huando tiene recuerdos para los que íbamos a, ver y

curiosear los trabajos de apertura de ese "trozo bravo de la carretera" (El autor que esto escribe ha visto realizar los trabajos de apertura y el avance tramo a tramo).

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Huando tiene recuerdos inolvidables para los canchaquenses ¡Oh! ellos recordarán esos paseitos que a Huando hicieron para ver volar la peña a pedazos con la explosión de la dinamita. Recordarán las pachamancas y las finas atenciones con que en sus campamentos les brindaron el afectuoso señor Ernesto León, el generoso y leído representante de “La Contrata José Rabines” Sr. Néstor Alegría y que amenizaron los versos y cantares del señor Antonio Andoaga. Estos caballeros no sólo hicieronse cargo del más difícil tramo de la carretera, sinó que brindaron simpatía y amistad, como buenos hijos del Departamento de la Libertad.

Las rocas de Huando los recordarán siempre. Allí tendida en la margen del abismo taraceada en granítica piedra que podríamos lIamarla La Piedra del Recuerdo han dejado grabada esta inscripción:

CONTRATA JOSE RABINES

Trabajo hecho por Andoaga y por Obreros de la Libertad y Cajamarca

Porque en Huando estos inolvidables señores con sus

huamachucos y cajamarquinos fornidos que chacchaban la coca y esteriorizaban la nostalgia de su terruño en tristes huainos y alegres cachuitas.

De las pampas verdes bajan los chivatos; y en sus cachos dicen: ¡Vivan los borrachos!

Y al golpe del combo y del barreno. Soportando el sol y el viento. Bañados en neblina y lluvia. Al fregor del trueno y de la explosión de la dinamita. Hicieron pedazos la Peña Brava de Huando y terminaron la

carretera de mi tierra a la costa. Y la carretera sube… Y Sube…

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“Tambo Lomas” Serpenteando siempre al borde del precipicio, la carretera

sigue a minas, Tierra Blanca y llega al viejo Tambo Lomas. Viento… Frío… Páramo… Apetito… Descanso… Allí nos recibe el inolvidable Don Pedro Guerrero conocido

por todos por Don Pedro Lómas, a quien nosotros podríamos llamar el Ruso Negro de la Jalca (1) porque su color negro contrasta con la blanca niebla, su vozarrón compite con el trueno, su musculatura es capaz de estrangular a un oso de la montaña, sus abrigos invernales son como los de San Juan en el desierto, de pieles, y lleva un capote del año que ni él, ni yo sabemos cuál es, pero los servicios que brinda Don Pedro Lomas a todo viajero son oro de buena ley.

Acompáñalo en su solitaria vida, y en el cumplimiento de las obras de misericordia de dar posada al peregrino, y de dar de comer y beber al que lo ha menester, su cara mitad, del mismo pelo y de la misma maza que él, la servicial y amable "Nativa".

Tan luego llegan los viajeros "blanquitos", Don Pedro Lomas, después de invitarlos a “apearse a descansar”, desdobla sobre la mesa el "hule” que arrollado en una caña de Guayaquil tiene guardado en un rincón, y del que sólo gozan las personas de sus simpatías. Danila Nativa, a indicación de Don Pedro, atiza la candela y prepara rica taza de café, cuyos primeros tragos se toman muy calientitos, pero los últimos están ya helados. Otras veces se consigue estofado, picante, charquí.

________________ (1) Por más de 35 años este simpatico y amable negro ha prestado los

mejores servicios a los viandantes en este abandonado tambo, pero como todo hombre humanitario y sacrificado: “La ingratitud es la única recompesa”.

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Y todo, por unos cuantos cobres pero Don Pedro, después del clásico "perdonarán ustedes, señores, no hay nada mas con qué atenderlos, agrega para los descontentos: "el que quiera más facilidades a su casa... "

Y la carretera sube... Y sube...

Rumitana: Rumitana, nos recibe enfurecido. El viento detenido en las

quiebras y en las cuevas de las peñas, pero gime fuertemente en las lomas y en las asomadas, nos tira arenillas, piedrecillas y puñados de páramo, chicotean el rostro y no, dejan ni respirar con libertad.

Allí en la peña hay un hueco, es el Toco de Rumitana, lleno de

guineos, naranjas, mechones de cabello, dinero, que dejaron los transeúntes que nos precedieron “paque no les pise el cerro, paque no se ponga brava la Laguna Negra, paque la Cordillera no emparame"

Dejemos, también, nuestro tributo pa tener güen viaje. Y la carretera sube... Y sube...

Volteando la carretera: La carretera llega al cuello de la cordillera, al Portachuelo de

Surupite y, "voltiemos al otro lau", pero todavía subiendo... A pocos kilómetros de este Portachuelo y a mano derecha

está la famosa Laguna Negra. Y más allacito no más… llegamos a la parte más alta de la carretera: 3,200 metros sobre el nivel del mar.

Y la carretera comienza a descender. Y baja… Baja…

Y baja… Y baja… El carro comienza a acelerar y engancha en tercera, mano al

freno! Que sorpresa tan distinta se presenta a nuestra vista! ¡Todo

ha cambiado!

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Panoramas multiformes. El paisaje es magnifico, arrobador y cambiantes sus

lontananzas. Ribazos de cerros que avanzan a la cuenca del Río Grande. Melgas de trigo y alberjas. Melgas de habas y papas. Melgas de Ollucos y ocas. A derecha y a izquierda. Palomas que revolotean inquietas y se juntan en las eras. Bandadas de pájaros que se posan en las sementeras. Bueyes, ovejas y caballos que rebuscan en los rastrojos o

pacen en los potreros. Alamos y alisos, zarzas y chinchines rodean las casas de los

campesinos. Y en esas humildes chozas, los indios labriegos y pastores

viven alejados de la civilizacion alimentándose del fruto de sus tierras; vistiendo de la lana de sus ovejas y haciendo vida pacífica y común “con so mogier con sus cholitos, con su perro,con su gashinitas, con su puerquito y con su cuy”.

Y la carretera baja... y baja...

Ingano y Quispampa: La carretera sigue bajando por HuayIas, Juzgara, Singo,

Capsol, La paquina. Curvatura celeste del cielo. Dombos de cerros en el horizonte. Barrancos y despeñaderos que blanquean en lontananza. Quebradas que se hunden en el RíoGrande. Fertiles valles perdidos en los escorzos. De frente el cerro Pariacaca, rojo como candela. Y la carretera baja… Y baja…

El Mirador: Y volteamos al Mirador. ¡Huancabamba a la vista!

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La ciudad más oriental del Departamento de Piura. Una inmensa Cruz tendida en medio de mullida campiña. Una Ciudad pintoresca colgada entre el Guitiligún y el

Pariacaca, y bañada por el Río Grande. Y la carretera baja... Y baja.

A dos kilómetros de la ciudad: Y la carretera cortando trigales y maizales baja por Puerto

Arturo, dejando al lado derecho y a un kilómetro el Campo de Aterrizaje, llega a los Jungos, arribita y a la izquierda está La Gruta de la Virgen de Lourdes y acasito a la derecha La Ciudad Blanca, en donde termina el viaje de la vida, pero no nuestro viaje desde Piura, faltan dos kilómetros exactos, un saludo y un recuerdo a los muertos: ¡paz en sus tumbas! y sigamos bajando...

Por fin en Huancabamba:

Y la carretera baja… Y baja… Baja por la Zeta, hasta el mismo “doble puente Augusto B:

Leguín (2), que entrelaza el Guitiligun con el alto de la paloma. Quispampa con la ciudad.

El Rio Grande o Huancabamba corre a darnos la bienvenida con el bullicio de sus corrientes y la sonrisa de sus chiflones, y pasando el puente a la otra banda, llegamos por fin a la ciudad de Huancabamba.

Y ha terminado el recorrido de la carretera de Piura a Huancabamaba. _________________________ (1) El año 1955 que visité mí querida tierra encontré a continuación del

Cementerio un uuevo barrio formado Por dos calles, muy alegre y pintoresco, y al que se le denomina Talarita.

(2) Para armar el actual puente de fierro se dejó el antiguo puente que unía el camino de herradura; con el propósito de ser trasladado después a otro lugar, pero fueron muchos los caseríos que lo reclamaban y no pudiendo satisfacerlos, se alegó que el quitarlo comprometería la estabilidad del Puente Augusto B. Leguía y que el traslado resultaría más costoso que adquirir uno nuevo, y allí esta. Ahora hay peligro de quedarse sin ninguno, pues los cimientos de la Parte de la Ciudad se han hundido y cuarteado.

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PIEDRAS DEL RECUERDO

¿Qué huancabambino de las viejas generaciones no han conocido cinco celebres piedras que la naturaleza había enclavado en el perímetro de la ciudad de Huancabamba, y en las cuales la tradición había taraceado recuerdos y entretejido leyendas? Pero ¡ay! De unas el tiempo guarda memorias y de otras el avance natural del progreso las ha destruido, sus sillares han servido para cimientos de las modernas casas que se han edificado La piedra de Cristo:

Aún se conservan vestigios del antiguo camino pedregoso donde las lagartijas se tendían al sol reluciendo el verde rosa de sus pellejos, la vivacidad de sus amarillentos ojos y el asesar de sus gargantas ávidas de insectos o arañando el suelo y sendereado con la cola se metían a sus huecos o se trepaban por los mejicos y huachumas que crecían agresivos en los bordes huyendo de las pedradas de los chiquillos que ejercitaban en ellas su puntería. ¡Cuántas veces recorrí de niño este camino que, rodeando el barranco del alto de la iglesia, salía del barrio de chalaco, orillaba el rio y terminaba en el puente de fierro, conjunción con el camino que venía de la villa, conocido por “la bajada al puente”; y en el puente de fierro arrancaba el camino real que bajaba a Palambla, y que hoy es el terminal de la carretera de Piura que entra en la ciudad.

Este camino trajinaban aguateros, lavanderas, llevadores a dar de beber agua a las acémilas, matanceros jalando reses de “pelar” a las cuales clavarían en la testuz su puñaleta y abriría sus curvas y cebadas panzas bajo la curva bóveda cielo, porque entonces, el camal era la playa cubierta de verde grama y rodeada de tártagos y chirimoyos, que al rio aún no se le había “antojado” llevársela; pero el camino que había bajado al rio volvía a subir y se alongaba hasta el puente, por el proseguían los viajantes que iban a la otra banda o iban a la costa.

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Por este lugar el rio corría mansamente, quebrada su corriente por el recodo que formaban una piedra grande, en donde diz había dibujada en uno de sus lados una imagen de Cristo, allí se formaban una gran laguna, en la cual la muchachada de entonces tenía su baño público, de los cantos de la piedra de Cristo hacían trampolín para aventarse a nadar; crecientes posteriores taparon la laguna y arrasaron la pampa, el rio cambio de lecho hacia la derecha, hacia la “peña de los gallinazos” dejando un carrascal sobre su viejo cauce, en donde hoy se ha construido y un poco más arriba de la piedra de Cristo un campo deportivo y a cuya cabecera se ha edificado el nuevo camal. Matorrales y amontonamiento de tierra han cubierto la piedra de Cristo y nadie se acuerda de ella ni ven al Cristo que diz vieron las generaciones de antaño.

La piedra chacona En la volteada del camino que venía de Chalaco por encima

de la "Fragua de los Chumaceros" y en dirección de la piedra de Cristo había una piedra grande conocida por la piedra "chacona", era confirmada como la piedra de la "citas", la palomillada de mi tierra hizo junto a ella su campo de Agramante, allí acudían a medir la fuerza de su brazo cuando alguien les había mentado la madre, les había tocado la barbita, o botado la mano del mal amigo que los enardecía, como enardece el indio para la pelea al toro que bufa echándole puñados de tierra a la testuz. ¡Que de desafíos y trompeaduras! ¡Que de chinchones se levantaron! ¡Que de ojos se verdearon! ¡Que de “chocolate” (1) batieron las ñatas y rociaron a la piedra chocona! La piedra chacona tenía por uno de sus costados una pequeña cueva, era el escondite de los vaqueros (2), el lugar donde se barrían los lalos y las tunas y se… _____________ (1) Chocolate.- Chorrear, derrame de sangre de las narices provocando por un

puñetazo o golpe. (2) Vaquero.- Llamase a los niños que sin razón que lo justifique no asisten a

las clases y engañan a sus padres acudiendo a lugares en donde pueden divertirse o esconderse en las horas que debieron acudir al colegio.

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…atorozonaba con ellos, en donde se hacia los repartos de los naipes, o se entretenían matando zaparcitas y tortolitas, por eso allí llegaban seguros los titas chasqueando el rebenque buceando a los hijos y a los muchachos moginos de tanto jugar checos; de hacer bailar trompos, o boquiabiertos con la mirada suspendida en las cometas que hacían volar. Cupido tuvo también que hacer por la piedra Chacona entre tejiendo idilios, arrancando suspiros y formalizaban juramentos. En fin aquí se congregaban las gentes para mirar la lejanía del camino, el arribo o partida de los viajeros que venían a los años de la costa, o para darles el adiós cuando se marchaban de ella.

Hoy la piedra chacona no existe, la volaron con dinamita y con sus cantos rodados han rodado en el olvido los recuerdos de que ella fue testigo. La silla de la viuda.

Otra gran piedra con apariencias de sillón había en el arranque del caminillo que entre tunales, muretes y méjicos se escapaba al rio por el lado de chalaco y una escasa cuadra más abajo del anterior con el cual también empalmaba.

Durante el día a esta piedra se le conocía como La Silla de la Viuda, no era temida y más bien era chacota y guapetona el sentarse en ella como en un trono, servianse también de ella para descansar cuando carleantes con la ropa, lata de agua, o tercio de chamizas sobre la cabeza venían desde el rio; pero al “golpe de la oración” ¡Jesús me valga! El tránsito por aquel aciago lugar infundía temor y eran muy contados los que pasaban delante de la Silla de la Viuda, no sin antes pedir al viento ahuecara las alas para "pasar volando" y en las horas “pesadas” de la noche, ahí si te quiero ver escopeta, había que engallarse metiéndose un “gallo” entre el pecho y la espalda; muy urgente necesidad había de tenerse para merodear por aquel lugar; pues era más que seguro encontrar a la "mala visión", sentadita en la piedra: una "viuda" vestida de luto cerrado y riguroso ¡ay!, qué miedo, mamacita! Cada asustada contaba a su modo cómo la había

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encontrado y visto: unos de negro entero, otros con gran cabellera y cubierto el rostro con las manos pero si afirmaban si todos, que bruces se habían ido, si la oían llamarlos por sus nombres…

-¡Ah viuda, viuda! ¿Triste o alegre? No lo sé, pero esta linda laya estaba asusta que asusta a los intonsos creyentes de quimeras de los tiempos que ya pasaron.

Hoy, La Silla de la Viuda, ya no existe, la destruyeron de puro “manatural” para hacer cimientos y pretiles de la carretera y de las casas, enterrándolas en el surco del olvido el trampantojo que en ella tenía sentado su real. La piedra del muerto

En el camino que saliendo de la ciudad va a Sóndor y que se le ha denominado “camino a la provincia” y en la conjunción con el sendero que baja por el colorado, se veía como levantada por un pellizcón una piedra de caprichosa forma que en los atardeceres o en las noches de luna parece en verdad un muerto tendido a la vera izquierda del camino que formaba un recodo, de allí su nombre "La Piedra del Muerto" ¡Pavor de caminantes y espanto de tímidos que a esas horas de penumbra por allí transitaban! ¡Ay Señor! Si hasta los briosos zainos y los mansos gachos respingaban bufaban o se encabritaban. Cruces y más cruces hacíanse los viajeros sobre el pecho, frente y nuca para calmar su angustia y galopante su galopante corazón al sufrir la representación fantasmagórica.

¡Ay Dios Taitito! Si a la mala suerte permitía "toparse en aquel mal paso" con un acompañamiento de indios “shumaditos” y bullangueros cargando un “guando de muerto” y haciendo sobre aquella piedra la obligada posa para refocilarse, entre tanto con fiambres y bebezon de “guarapo” y cañazo para reponer y sacar “juerzas” ¡Ay el muerto: Pobres talones de los caminantes que tenían que rajar abarrajándose en carrera abierta para caer de bruces con patatús y echando espuma.

Esto sí que era salir el muerto al camino.

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¡Que de sabrosas historietas no se cuentan de la piedra del muerto, contadas con tanta convicción y detalles como si le hubieran estado a uno repitiendo que dos y dos son cuatro!.

Pero ya la piedra del muerto no existe flotando el recuerdo para la posteridad de que allí salía el muerto.

La piedra de los lobos:

En el sitio del arenal y a la orilla izquierda del rio, existe una piedra en donde se asolean los lobos del rio y los Martin pescadores y conocida por “La piedra de los lobos”; delante de ella el rio ha formado una laguna, llamada la laguna de la piedra de los lobos, a la cual acuden los muchachos a bañarse, allí se nada bien bonito y se puede zabullir a gusto; desde la piedra, como un trampolín pueden aventarse, dar volantines y tremendos panzazos; allí se refrescan con el agua, y se calientan con el sol y también es un rincón propicio para “vaqueros”; sólo el viernes Santo hay aun quienes no se bañan por no correr el albur de convertirse en sirena.

Hoy la piedra de los lobos aun se ha resistido a convertirse en cantos rodados y rodar con el rio de recuerdos al mar del olvido; el rio la ha respetado, las crecientes y empuje de las zánoras han arenado muchas veces la laguna de los lobos, pero las mismas crecientes han vuelto a limpiarla y de cuando en vez los lobos, los pájaros y la muchachada se bañan en la laguna, se calientan y secan en la piedra riendo a la vida.

Y ríen los recuerdos que recordar es vivir. El Marcahuas

Hasta principios del siglo XX, casi todo lo que hoy encierra las calles Huáscar, Unión y Huancabamba y La Laguna, era una colina conocida como el Marcahuas y más o menos donde estaba ubicado el corral de la casa del que fuera don Miguel Sáenz, habían dos grandes piedras labradas, en forma de obelisco y como de dos estados de alto y otra distante aproximadamente dos o mas metros una piedra como un gran batan. En

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determinadas fechas o fiestas se subía un indio de la comunidad de segunda y tocaba un cacho que terminaba en una vejiga de toro, era señal para reunir a los comuneros de dicha comunidad de segunda para tratar asuntos graves. En ese mismo obelisco amarraban a los indios delincuentes para castigarlos.

Estas piedras que podrían ser monumentos de los tiempos incaicos y que nos dirían de la desaparecida ciudad incaica fatalmente la destruyeron para hacer cimientos de una casa. Y así el tiempo ha ido destruyendo las piedras de los recuerdos.

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AÑORANDO MIS CORDILLERAS

A Néstor Martos Garrido, distinguido paisano, amigo, valor del periodismo piurano y huancabambino cien por ciento.

No sé por qué hoy he añorado la cadena de cerros que cruza

mi tierra. Y es que he tendido la mirada por el desierto inhóspito y he

caído en profundo sopor con el reverbero de sus médanos… El arrullo de las palomas cuculas ha despertado y hecho sentir inmensa emoción contemplando los algarrobos añosos, con millares de vainas doradas pendientes de sus ramas que tumbarán los alisios y se cebarán con ellas los ganados.... Los frondosos mangos ataviados de gualdos y dulces frutos, que gustosos "chuparán " el niño y el anciano… Los campos cubiertos de espigas voluptuosas de arroz que llenará el "mate" del pobre y el plato del rico… Las hectáreas incontables de algodón brindando sus motas blancas y pardas que hilarán la industria en sus máquinas y las tejedoras en sus copos y " cungalpos"… Sólo unas cuantas flores amarillas de guayacán o de overal y otras lilas de borrachera adornaban los campos que se retrataban en mis pupilas… Y, el manso río que fecunda: parte de este erial piurano, y que baja de allá arriba de las cordilleras de mis sierras han traído a mi memoria un mensaje de añoranza, una evocación nostálgica; andina de la cadena de cerros que cruzan mi tierra huancabambina.

Y, hoy… ¡No sé por qué, he recordado y añorado tanto!... Sí, he recordado y añorado los ríos de aguas plateadas unas

veces y prietas otras; los valles cubiertos de lozanía, las campiñas hermoseadas de flores multiculores y exhalando perfumes, los pajarillos de plumajes policromos haciendo sentir sus gorjeos desde entre las peñas y ramajes; las punas frías cubiertas de paja,

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de grama, dé rocío y azotadas por el viento, la neblina y el páramo.

He añorado los "retiros" parcelados de, potreros en donde triscan los cervatillos, pacen los ganados, vuelan: las perdices y canta el Diostedé; las laderas labradas a fin de hacer salir el alimento del seno de la tierra, las quintas y chacras con sus limos, naranjos, chirimoyos y capulíes; las parvas y las eras con sus caballitos trilladores y con las bandadas de palomas torcazas y cumanes revoloteando alrededor, esperando que se descuide el arreador para caer sobre ellas y ponerse buchonas.

He añorado las leguas de caminos, las volteadas de las lomas, las cuestas arriba, las bajadas abajo, los resbalones en el barro, las salpicadas de los charcos, el tranquear en los camellones y el vadear de las quebradas.

He añorado el zumbido del viento, el pirueteo fulgurante de los relámpagos, el tableteo horrísono de los truenos, los dale y dale de los aguaceros constantes, las crecientes de los ríos y quebradas, el ímpetu ruidoso de las "zanoras" que de estampía se precipitan en salpicantes “sitanes".

He añorado los cantares vernaculares y eróticos de los campesinos, y los tañidos de los pingullos, de las trompas y de los rondadores cuando están de fiesta en el bohío o van camino para hacer las compras en la ciudad; el alborozo de las mañanitas, la diafanidad cenital, la melancolía de los atardeceres y el silencio recogedor de las noches.

He añorado los amaños y los fatídicos silbos de las jaurías brujas en los altozanos; el pitar retador de los embriagados que arrastran el poncho para que con aquel que lo pise, medir el golpe de sus "astas" el tajo de sus machetes; el mugir de los toros bravos y raspar la tierra con sus pezuñas allá en los alcores midiendo las fuerzas de sus cachos y de su testuz; el aullar de los perros rondando las "ovejerías" los alaridos del pactico y los cantos lúgubres de la paca-paca y del huacabó.

He añorado los cerros milenarios y los peñascales que desde mi niñez contemplé como colosos arrabiatados y erguidos sobre

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el horizonte, bautizados con nombres quechuas los más, y castellanos los menos. Cerros que nos están diciendo de sus embrujos, de sus encantos, de sus leyendas y de apariciones.

En el cerro Pariacaca se halla encantada la Ciudad Incaica de

Huancapampa; y hay una piedra llamada la Piedra del Muerto que mete susto a los viajeros que solitarios transitan en las penumbras de las noches.

El Guitiligun retiene aún en el cautiverio al ambicioso Rey

Blanco y a sus soldados que flecharon al inca huancabambino. Por sus caminillos escarpados pasearse el Carbunclo mitológico irradiando luz diamantina al peso de la media noche.

En Chicuate Grande, duerme en el encanto otro pueblo

célebre por la abundancia de su oro y de sus piedras preciosas "San Juan Bautista de Chicuate”.

En Huamaní, está el Santuario y el "Yermo de la Brujería

Norteña. En la viuda, llora y gime seducida la linda Pastorcita que

perdió a su marido. En Huaylas, “el ahorcado” nos habla de la justicia del inca

castigando a los delincuentes. En las angosturas, el Rey inga dejo estampadas las huellas de

sus pies en las piedras ovelísticas de cada lado cuando dividió y separó las rocas para dejar expedito el paso por donde bajaba el camino imperial y las aguas de la quebrada de su nombre.

También allí en las Angosturas, está la "Piedra de las

Doncellas", en la cual los enamorados "sortean" la esposa que les conviene escoger, para conseguido recogen varias piedras de la

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quebrada echan el resuello sobre cada una de ellas bautizándolas con el nombre de la "morena" que cautiva sus amores y van arrojándolas sobre la "Piedra de las Doncellas", y piedrecilla que queda en la oquedad de la "piedra jacadora" indica la enamorada que debe tomar por esposa el "sorteador.

En Talaneo, se recuerdan las leyendas de "Dos Frailes”: el

uno, que después de haber misionado por aquellos páramos, fue perseguido, ultrajado y asesinado por los vecinos pero él había echado la maldición al lugar: "tanto... ajo,…ajo, me dicen que sólo ajos ha de producir esta estancia". Y la del otro fraile que, yendo camino de Pacaipampa, quiso maldecir las lagunas Huaringas, quedo encantado convirtiéndose en "Piedras" tanto él como su cantor, sacristán y la carga, desde entonces contemplase el perfil de un "Fraile" en una piedra, y más allá la piedra llamada “La Respondona", piedra ecoica que refleja con argentina claridad el eco de cuanto se dice, es el cantor que acompañaba al fraile.

En el cerro Campana, se oyen los Sones del bronce en las

tétricas horas de la noche (1). En la Putaga, se conoce la "Piedra de la Vieja", sobre la cual"

se precipita un sitán que golpea reciamente el estrecho caminito que da vuelta a la piedra y conduce a Salalá, aquel peligroso vericueto azotado por la caída del agua debía cruzar el que quería casarse con alguna de las dos hermosas doncellas,' hijas de la india vieja que vivía en aquellas montañas.

En la bajada del Cerro Negro, hay una piedra llamada

"Maray", hermosa ñusta convertida en monolito.

____________ (1) Son varios los cerros en los cuales se afirma oír sones de campanas los

días viernes, o los viernes santos. En Chicuate, en el Cerro Negro de la Huaringa, en el cerro campana de Canchaque y otros.

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En Huarmaca en la peña "Chapango" encuéntrase admirablemente labrada la letra M, con una ringlera, de piedras, blancas caprichosamente puestas por la naturaleza.

La Iglesia parroquial de "Santa Ana de Huarmaca" y fila de

casas construidas sobre aquel acirate son el "Diovrtium Aquarum"; de las aguas que van a dos océanos; al Pacífico y al Atlántico.

Y la depresión de esta cordillera de Huarmaca el Portachuelo

de Porculla, es hasta ahora, la parte más baja de los andes sudamericanos conocida.

En Huando, tendido como un puente que une los cabezos de

dos cerros están, según unos, el "Cadáver Petrificado de un Inca"; según otros es un “Huando Encantado” (1), de los que llevaban los indios para el rescate de Atahualpa.

En Huando también se ve una piedra que perfila una cabeza

Humana. En San Antonio de Canchaque, yace en el suelo, partida por

un rayo, la, escultura de un burro (o más bien un puma?) que recibía un chorro de agua por la boca y lo despedía por donde, no lo puedo decir y que tú, bien lo imaginas.

Guayanay, es Sombra de Varón; Campana es Sombra de

Mujer, cuando un viejo principal de la comarca va a morir, los dos cerros están gritándose uno a otro.

___________ (1) Huando.- La academia escribe Guando significado parihuela aquí seguimos

la manera tal como siempre se ha denominado al cerro Huando de Canchaque.

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El Sitán de Curlata afirmase baja de una laguna orlada de flores, y que en los Viernes Santo cae sobre un perol de bronce que da vueltas sobre sí mismo, si alguien se acerca para apoderarse, se cierra la neblina, llueve torrencialmente y desaparece el encanto. "

En la Huaca de Jamanga, hay espíritus encantados, los brujos

la invocan en sus "otomías" y operaciones. Cerca de allí también está la "Piedra de la Lagartija", defensora de los brujos sondorrillanos.

He añorado los cerros milenarios de mi tierra por las, cuevas

preñadas de restos de gentiles; por sus baños que servían de- barreño a las personas sagradas de los reyezuelos ; porque horadados en las peñas que están a las orillas de los caminos hay varios "tocos" que son las alcancías que la superstición ha fabricado para recibir las ofrendas: para los espíritus protectores de la cordillera (¡); porque en los cerros negros hay lagunas que esconden el "mamayacu" de las aguas; por la alegría que causan sus multiformes panoramas y puestas de sol; por el vacío de infinita tristeza que causan sus abismos; por los baqueteos que engendran el cruce de los portachuelos ; por el pavor que infunden, los precipicios y las cuestas "sale si puedes o las del diablo"; por los espasmos que se padecen en los escorzos en donde asustan los malignos espíritus; grita y revienta el ,"Cau"; o desaparece el duende robándose una "guagüita"; porque éste cerro “pisa” el otro "jaca", el de mas allá “Escupe” el de aculla “tapia” y ese "culurau" es testigo de una cuita de amor. Porque en la cumbre de este cerro se levanta una Capillita a la Santa Cruz; en aquellas peñas se aparece una vez al año una linda Virgen; o aparece un Santo, o se ve tremolar una bandera.

¡Ved aquí… por qué hoy he recordado y añorado tanto… los cerros que cruzan mi tierra huancabambina.

Y sobre todo, porque se alzan los montes y se abajan los valles en el lugar en que tú, ¡oh Dios mío! los estableciste.

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¡Oh Dios Creador, cuán grandes y bellas son las obras de tus manos!

¡Por esto!... ¡Por esto!... ¡Por esto, Gran Dios he recordado y añorado hoy la cadena de cerros de mi tierra huancabambina!

Y he añorado, también; esa ascensión ascética de mi alma hacia ti, Señor, y esa ascensión acética fatigosa corporal, pero bella, hacia la altura, caballero en mi macho negro, empujado por las ventolas, bebiendo los vientos, bañado por luz purísima de radiante sol, o por la neblina y el páramo, embelesado por las maravillas de la naturaleza, y exclamando alborozado: "Señor, los cielos y la tierra cantan tu gloria, y nos dicen de tu infinita grandeza y Majestad".

Y, hoy… Recuerdo y añoro cuando caminaba entre cercos de méjicos que parecían presentar armas a mi paso con sus erguidos magueyes, aparecían luego los chuquis, los chinchines, los romerios cubiertos de achupallas, de orquídeas, de pingo-pingo, desaparecía la vegetación y se alzaba los matorrales de zarzas cargadas de negros racimos de mollacas de agridulce sabor, las jalapas brindando dulces frutos. A los cercos sucedían las “pucaras” con las "chambas” que macollaban cucharillos luciendo sus manojos de flores blancas y sus gruesas vainas abiertas, las mismas que cuando niño me llevaba mi padre para jugar “Los salta palitos” allí crecen los helechos gigantes y las achupallas espinudas o del Inca, dando un aspecto de puñales y que los indígenas suelen quemar en octubre para llamar la lluvia.

Y arreando, arreando… llegaba a El Alto, si ¡El Alto! ¡La Puna!

¡El cruce del Portachuelo"… aún recuerdo como si fuera ayer!... El cruce de la cordillera lo hacía casi siempre acompañado

con el Maestro Capilla (1), con el Sacristán, o con algún amigo.

________________ (1) Durante mis doce años de estadía en Huancabamba en todos mis viajes me

sirvieron de magníficos y atentos compañeros mi cantor José Astudillo y José de la Paz Manchay, los recuerdo con gratitud.

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Unas veces pasábamos la puna tranquila, despejada y con agradable temperatura, Pero otras y las más veces íbamos arrecidos de frio, teníamos que ponernos dos ponchos de lana: el pardo con listas negras y el canchaqueño listado de azul y blanco, en las lanillas levantadas por las cardas que manejaron las benditas manos de mi madre, veíamos ensartarse gotitas de lluvia que parecían diamantes, los sombreros teníamos que calarlos hasta los orejas, sujetarlos con pasador o con pañuelos grandes y escurrir de cuando en cuando el agua que se enlagunaba en las copas.

- Pique, pique, señor, me decían mis acompañantes, para que

pasemos rápido "El Alto, la cordillera está brava y el aguacerito nos va a pelar.

Acezantes iban los mulos subiendo la cuesta de Aquellas

soledades, de trecho en trecho se detenía para darse un pequeño descanso y repelar pasto, teniendo que animarlos con el ¡vamos! ¡Vamos! ¡Haya! ¡Haya! para que continúen caminando.

Acequias de agua cruzaban el camino, límpidas eran las

aguas, que discurrían pasando revista a las piedrecillas, a las lascas, y a las arenas del lecho; a unas, la corriente parecía impartirles órdenes de marchar a otras de hacer ronda en los remansos, a estas tocábales arrebato precipitándolas los chiflones por sobre piedras desgastadas, aquellas huían por una compuerta o desertaban por los caminos o permanecían quietas al toque de fajina en una laguna· Pero a los mulos negábamosles abrevarse en aquellas aguas fierísimas, para que no les diera dolor de panza.

-Ya vamos a salir la cuesta, señor arreemos, arreemos no

más... que el viento nos carga...

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El viento jugaba con la neblina, de los fastigios la trasladaba a los oteros de las laderas, a los cerros, de los cerros la extendía como un albornoz sobre la jalea, de la jalea la recogía en las cañadas, o la detenía en los abismos, y otras veces, formando caprichosas figuras suspendiala en vilo de la curvatura azul.

Los ponchos se ahuecaban y chicoteaban nuestras caras,

parecía que íbamos a volar como globos. Los mulos se ariscaban cuando el viento silbaba en sus orejas y los botaba fuera del camino, luchábamos para guiarlos por los caminillos marcados en la grama por el continuo traficar de las bestias y ganados, pero las manos las teníamos entumecidas y apenas podíamos manejar las riendas.

La jalca estaba fría, brava… La neblina que cruzaba, rauda

por las pampas no permitía distinguir al compañero que iba adelante, ni casi ver el camino. El páramo recrudecía, y rachas violentas acompañadas de granizo parecía que nos abaleaban, luchábamos ora para acomodar los ponchos, ora para componer los sombreros, ora para enjugamos el rostro, ora animábamos a los mulos, ora nos llamábamos unos a otros para no perdemos, ora nos encomendábamos al cielo para que nos favorezca y vernos libres al otro lado del cerro.

¡Por fin habíamos cruzado Los Altos!... Mala suerte habíamos

tenido aquella vez, pero gracias a Dios, nada habíamos tenido que lamentar, los rayos tampoco nos habían alcanzado, ni el viento nos había tumbado.

El viaje continua ameno, ya podíamos respirar tranquilos,

conversar y admirar las maravillas de la naturaleza. Descendido que habíamos un largo trecho, pedíamos posada

en las primeras casitas cuyos dueños nos recibían cariñosamente llamándonos compadritos y a mi Padre Curita. Tendíamos nuestros ponchos en el cerco, desensillábamos los mulos para

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que se revuelquen y recojan pasto, entretanto que nosotros sentados alrededor de la candela, hacíamos preparar la taza de agua caliente; un agradabilísimo supinuni, culén o lanche que luego bebíamos acompañado del buen fiambre que llevábamos, y es que el frio ¡nos había abierto el apetito!

-¡Ved aquí… porqué hoy he recordado y añorado tanto! Y es que he tendido la mirada por el desierto inhóspito y he

caído en profundo sopor con el reverbero de sus médanos… Una garza blanca cruzó por el espacio azul, mientras una

paloma cuculi arrullaba desde un zapote. Garza blanca, dije, ha sido para mí la evocación del recuerdo

de los cerros de mi tierra huancabambina, y arrullo de paloma cuculi mi añoranza.

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Vocabulario Significado de los vocablos utilizados en esta obrita y que en jerga Huancabambina o en lenguaje familiar tiene significado especial. Evidentemente que muchos de estos vocablos son palabras quechuas o de otro dialecto incaico y que han conservado los indígenas de las campiñas huancabambinas en los cuales es fácil también percibir nobles arcaísmos y no pocos barbarismos chocantes para los piadosos oídos clásicos pero muy sabrosos y bellos en lenguaje popular. En la industria, diario piurano del 6 de diciembre de 1940 y con el titulo IDIOMA publicamos un listin de estos vocablos, en nuestras obritas “Lo que el cholo Cano me dijo” y “Cumananas Piuranas” y otros artículos publicados en los diarios de Piura y en algunas revistas de Lima hemos aumentado este Vocabulario-Jerga.

A

Agarrar.- Cosechar: Juan esta ya agarrando maíz. Robar: Juan se agarro un sol. Agrado.- Regalo, obsequio: Elias llevo a su maestro un libro de agrado. Ajustar.- Superstición; componenda o amarre que diz hacen los brujos mediante ensalmos, añagazas o invocaciones para transmitir el espíritu del Inca (que cren como encarnación en los cerros, lagunas, huacas u objetos incaicos) a las personas, crias de animales, empresas, negocios u otras cosas y tengan asi buena suerte, aumentos, éxito, etc., y se alejen de envidias, daños, hechizos. Pedro se esta haciendo rico por que tiene ajustada su

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suerte. Las crias de Pablo aumentan porque están ajustadas. Dicen que Juan se casó con Maria porque le hizo ajustar en las Huarinjas. Alto.- Puna, Jalca, parte más elevada y fría de la cordillera: El Alto de Huamani es muy bravo. El alto de la laguna negra felizmente se pasa pronto picando un poquito a la acemila. Alzada.- Libación de huachuma o Sanpedro mezclada con otras yerbas que beben los brujos en las mesas para alcanzar a ver enfermedades, daños, o descubrir las contras que deben dar a sus pacientes para librarlos de los hechizos ocacionados por otros brujos. A Juan le han hecho daño, tiene que consultar a un brujo para que le de la contra. Dicese de los ganados mostrencos, salvajes, idomesticables: En el pajonal hay mucha res alzada. Huraño: Pedro es bien alzado. Arrebatar.- Por arrabiatar. Arrebiatado.- Insecto que ataca especialmente a la bellota del algodón y van siempre unido el uno al otro. Arte.- Utensillo empleado en brujería como instrumental de trabajo; varas, piedras, conchas, yerbas, olores, etc. Amuleto. La piedra mundo es el arte preferido del brujo Juan. ¡Asha! ¡Asha¡.- Interjección usada para animar o asustar a los animales, o para llamar la atención a las persona.

B

Bajar el rio.- En la sierra significa que un rio o quebrada ha disminuido de cauda; en la costa que ha llegado la primera repunta de un rio a quebrada que duranre el año ha permanecido seco. “Ya bajo el rio que estaba de monte a monte”. “Hasta hoy no

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había aun bajado el rio, pero la repunta ya viene a diez kilómetros atrás”. Barrizola.- Despilfarro: “Juan hizo barrizola de su herencia”. No dejar nada o rematar malamente las cosas. “Pedro estando mareado hizo barrizola de todo el servicio de mesa”. “Elias Vladimir hizo barrizola de los manjares el dia del convite”. Bichauche.- Gorrion. Bichauchada.- Manada de gorriones. Boyero.- Latigo de un metro y medio aproximadamente de cuero de res o de soga y que suele amarrarse en el estremo de una pequeña vara utilizando para arrear ganados. Bronquel.- Ovillo que con el poncho hacen los guapos o peleadores o bravos en el antebrazo para recibir en el los machetazos o amortiguar los golpes de las astas. Burros.- Haces de corontas o tuzas utilizados para desgranar las mazorcas o como banquitos para sentarse.

C

Cabuya.- Planta muy parecida al méjico o agave,las hojas o pencas son mas angostas y color verde-amarillo, las pudren para sacar la fibra utilizada en la confección de sogas. El tallo lo llaman turgo, y el fruto que es una bellota utilizándola para preparar encurtidos; el ganado también la come y es excelente alimento.

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Camellon.- Lomos de tierra y canales de agua que a distancia del tranco de los ganados mayores se forman en los caminos durante la estación de las lluvias. Candelillos.- Chispas de candela: “Diego Alonso hizo saltar candelillos de las piedras”. Candelia.- Luciernaga. “Las candelías se ven de noche” Cashun.- Hato en el cual los indegenas acomodan ropas, talegas o mates conteniendo viandas y que, amarrando en la punta del poncho o del rebozo, y cargan al hombro en sus viajes. Cau.- Espiritu maligno, cuyo nombre se ha formado por la onomatopeya de su grito, pues se afirma que suele gritar cáuu… cada vez que fallece alguna persona que en vida fue Minshulay o Shingaya. Cayua.- Tabla de madera resistente y pesada de 10 a 12 centimetros de ancho por 70 u 80 centimetros de largo en forma de cuchillo, por un costado delgado y del otro grueso, y que utilzan las chinas en el tejido para asentar la trama y el cruce. Civiles.- Guineos enanos. Clase de platano de comida. Compuesto.- Conjunto inmudo de yervas, huevos por dridos, hígado de res, etc. Preparados por los brujos que suelen arrojar a las casas o a los campos para ocasionar daños, enfermedades, maleficios. Lo denominan también Tutapure, Guandure, que colocan en las propias casas o chacras para defenderlas contra daños o hechicería que pudieran hacer otros brujos, o bien como defensores para que nadie entre a robar. A veces por el contrario. “Dicen que la casa de doña Katty esta defendida por el Guandure”

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Contra.- Pocima o brebaje preparado por los brujos para darlo como antídoto a sus pacientes. Amuleto dado por los brujos como preservativo contra hechicerías, daños, etc. “Teresa, tienes que tomar la contra para curarte del daño que tehan hecho”. Cuayes.- Tuberculos de mayor tamaño que obtienen en las cosechas, los cuales suelen apartar para obsequiar a los cosechadores o a las amistades. “muchachos escojan los cuayes para que lleven a su familia”. Cuchos.- Frutas o cosas unidas naturalmente (siamés) ¡A cucho!: Cargar a un niño a horcajadas sobre los hombros. “Ven Yhilian Ivet para llevarte a cucho”. Cungalpo o Cungaipo.- Tiras de tablas resistente de 6 centimetros de ancho por 70 centimetros de largo, cuyos extremos llevan una ranura en forma de la letra U, y sirven para asegurar las cabeceras del tejido o parado; el superior se asegura a un árbol o a un tronco y el inferior a la paricuna. Cushca.- Torzalito de cabuya. Cushma.- Ceñidor o faja de 10 a 15 centimetros de ancho con el cual las chinas sujetan el capús (o vestido de las indias de esta región.)

CH

Chacray.- Dueño de una chacra que invita a sus amigos a la minga. Chambas o Champas.- Pequeños bloques de tierra humeda y enraizada con grama utilizados como adobe para formar pircas o cercos y sobre los cuales se suele sembrar mejicos u otra planta

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espinuda; o también para formar compuertas de desvio de agua de acequias. Chancelo.- Ganado de igual o de mejor calidad que los vaqueros de las haciendas están obligados a retribuir a los patrones por cada res que den por robada o muerta o no puden comprobar la muerte mediante el cuero. Chamusco.- Retostada que sufren los sembrios cuando garua y luego reciben sol fuerte o bien cuando sufren fuertes heladas por la noche. Chane.- Fiambre o porción de alimentos o golosinas que se lleva como fiambre en un viaje; o como comida cuando los indios van a trabajar o como un pequeño obsequio (de las viandas) que se lleva a la familia o al amigo que no ha podido asistir a un almuerzo o invitación. Chasco.- Cuadros o parcelas en que se dividen las sementeras para ser sembrados por los Mingayes. Al terminar cada cual su chasco se reúnen todos en el encuentro y a estos llaman cerrar el chascos. Chicla.- Jaula para cazar aves finas. China.- (Vocablo mochica que significa hembra). Denominación dad a las indias en el departamento de Piura. “Las Chinas visten todavía como en el incaico”. Enamorada: “Yo tengo mi china con quien me voy a casar”. Expresión de cariño: “Chinita Linda”. Chique.- Baile acostumbrado en la provincia de Huancabamba. Es un huayno en el cual el hombre baila siempre parejita con la mujer, sin alejarse de su lado, la mujer ha de procurar en la revuelta y al descuido dar u caderazo al hombre intentándola derribarlo por tierra.

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Chuquiaco.- Zorzal.

D

¡Das! o ¡Das, das! o ¡En un das!.- Interjección que denota que una cosa debe hacerse rápidamente al instante, al momento: ¡Das se fue Ivet! “Oye das!” “Diego en un das, das hece ese mandadito” “¡Das, das se hacen las cosas! Definición.- Muerte. “Para los gastos de mi definición dejo una yunta de bueyes”. “Viene la definición y todo se acaba”. Definir.- Victimar, matar: “Juan definió a Pedro de un balazo”. ¡Desha!.- Intersección usada para hacer cejar a los animales, especialmente yuntas. Diamantina.- Rompope al cual se le agrega leche.

E

Enrostrar.- Ventear la granza o cereales que quedan al terminar las trillas revueltos con tierra y que se recogen al barrer las eras. Espanta mestizo.- Paramo blaco, garua acompañada de sol y viento.

G

Gallo.- Aguardiente de caña con esencia de sabor a anis. Muchacho peleador. “Voy a mi gallo (Por pedro o X).

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Ganados.- Personas cuyas “sombra o espiritus” diz han sido jacados o cautivados por una visión, un cerro, una huaca, o haber tocado un arte. “Si no me persigno me gana la laguna”. Ganar.- Cautivar, embrujar. Atraer con encantos. Jacar. Gente.- (Mi) Marido. “Maria no quiso recibirme porque no estaba su gente”. Figuras de la baraja: Sota, caballo y rey o del casino JQK. “En esta data de cartas me han venido mucha gente”. Guacarnaca.- Aguardiente de caña de azúcar: “Pedro no tienes guacarnaca para quitar el frio”. Guagua.- Niño de pechos o de tierna edad. “El guaga esta llorando”. “Bien guagüito esta todavía Elias Vladimir”. Gualo.- Mazorca de maíz que aun no es fácil desgranar y se come generalmente horneada o asada. “Pedro aparta los gualos para comerlos horneados después de sacar la tarea”. Guango.- Copo. “Las chinas nunca dejan su guango”. Guarapo.- Jugo de caña de azúcar cocinado para darle mejor sabor, lo cocinan especialmente con hojas de naranjo. Cuando tiene 3 o 4 dias de fermentación lo llaman churrusco, y si en este estado de fermentación le echan chancaca o azúcar, lo llaman Tumban. Se dice también el Pulque o jugo de mejico; ambos los hacen hervir para sacar miel. Hombre sin acción: “Pedro esta hecho un guarapo”. Latigo hecho de la penca verde del mejico produce ronchas y escozor: “pedro le sobo tres guarapazos a Juan”. Guerguero.- Garganta. “A Juan le duele el guerguero”. Guicucu.- Nombre de una avecilla.

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Guitiligun.- Cerro que se encuentra al oeste de la ciudad de Huancabamba parece ser palabra mochica; los indígenas afirman que significa “Cerro resguarda” y en verdad, es una atalaya de la ciudad; algunos indios lo llaman Buitriligun, significando peña de buitres por abundar en su peñas muchas de ellas. Gustar.- Entretenerse en mirar detenidamente y con satisfacción una cosa, un espectáculo, un escaparate, una fiesta, etc. “Juan se ha ido a gustar el cinema”. “Pedro esta gustando el juego de balón”.

H

Hechizo.- Artefacto hecho en el lugar de mayor garantía que el importado. “Juan ha mandado hacer una llave hechiza”. Huamanes.- Huaman dialecto mochica significa alcon. Juego que los niños se divierten en tiempo de cosechas. Huando.- Nombre de un cerro del distrito de Canchaque. Su nombre hace alusión a los cargamentos de oro que hicieron los indios para el rescate de Atahualpa y que según leyendas quedaron ocultos en los cerros, quebradas, lagunas, etc.; Significando andas, parihuela. La academia lo escribe Guando. “En la laguna negra hay escondido un huando o sea un entierro, un tesoro incaico”.

J

Jaguay.- Ojo de agua. Noria o abrevadero de ganados en los despoblados. German Leguia y Martinez sostiene que debe escribirse Jaguey, nosotros siempre hemos escuchado jaguay. “Al Jaguay de pavas salen los vanados a tomar agua”.

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Jacar.- Contaminarse con algún daño o hechizo o enfermedad tocando o teniendo consigo artes de brujería. “No toques esa chonta porque te va a jacar”. Jejeres.- Chucherias, cachivaches, menudencias, cosas sin importancia. “Pedro se fue a Piura llevando todos sus Jéjeres”. Jerguir.- Vara delgada de un metro de largo aproximadamente termina en una pequeña horqueta en la cual se amarra y aegura el copo de lana o de algodón y se puede levar donde quiera se vaya prendido a la cintura. Joven.- (Mi) Comcubina que se tiene en la calle o fuera de casa; pero si se tiene a cargo en la propia casa se llama Joven de asiento. Tambien sólo enamorado: “Maria allí viene tu joven”. “Maria ya es joven de pedro”. “Pedro ya tiene a Maria de joven de asiento”. ¡Juyo!.- Abusión por la cual los indígenas creen que una persona se va o se muere cuando una culebra, mariposa u otro animal de color negro sale del dormitorio, de la sala principal, o aparece cerca de una persona.

L

Limeta.- Calabazo en forma de botella de gollete derecho y estrecho y vientre ancho. “En mi alforja traigo una limeta de aguardiente”. Limpiar.- Hacer masajes y machucones con yerbas calentadas, especialmente molle, como antídoto contra el mal aire, jaquecas, alergias. Ganar todo el dinero a un jugador. “Pedro limpio a Juan en el Briscan”.

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M

Macho o Cepo.- Instrumento de suplicio. Madero grueso de 2 metros de largo por 80 centimetros de ancho y 10 de espesor aproximadamente, dividido longitudinalmente en dos partes que sobreponen llevando 7 o 9 huecos de 15 centimetros de diámetro y equidistantes 20 centimetros; el del centro es de mayor tamaño destinado a aprisionar el cuello de una persona, los restantes ahorcan los pies y las manos. Maguey.- Tallo del mejico o agave en el cual fructifican las alcaparras; al tallo de la cabuya se le llama Turgo. Mal aire.- Corriente de aire que causa gripes, pulmonías, etc. Es superstición de los indios que ir a las cuevas de los cerros, o cavar en las huacas incaicas, o sepulturas se adquiere una enfermedad especial que llaman “Mal de aire del gentil” o del muerto: “A Pedro le empuño el mal de aire de gentil y no se cura sino con la contra”. Mamayacu.- Palabra quechua que significa madre de las aguas. Los brujos diz que del fondo de las lagunas de las cordilleras extraen esta madre o Mamayacu y que exparsido sobre las cordilleras produce lluvia. Marrajo.- Caprichoso, remiso, empacador, desobediente. “Diego es bien marrajo con su madre”. Manatural.- (de puro) y manaturaloso; mal corazón. “Pedro es bien manaturaloso con su hermano”. Por maldad, sin razón o miramiento. “De puro manatural Pedro pega a su hijo”. “De manaturalozo nomás arranco el rosal”. Mashca.- Polvillo de quinua, de alverjas, cebada u otro cereal tostado y que suelen mezclar con chancaca o azúcar.

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Mashquero.- El que se alimenta o le gusta la mashca. Mayor, Mayorita.- Anciano, viejecita. Medida.- Poto pqueño que tiene la capacidad de uno o dos vasos corrientes de mesa en la cual brindan chicha o guarapo de caña. “Elias trae una medida para brindar chicha a tu abuelo”. Botella blanca que utilizan los vendedores de licores para ver mediante la señal colocada generalmente trozos de cera negra o pitas que cantidad han de dar en la venta al por menor por un real, una peseta, etc. Mijarra.- Palo mayor que moviliza los trapiches o maquinas de moler caña de azúcar, va fijado por un extremo al eje del trapiche o de la maquina y por el otro extremo se asegura a la palanca, llamada arrastra que va amarrada al garzón del yugo. Minchulay o Minshulay.- (Shingaya) Hombre que ha cometido incesto, especialmente cuando convive con los compadres espirituales, o con sus padres, hijos, o hermanos. Mingay.- Minguero, campesino que concurre a una minga a prestar gratuitamente su trabajo con cargo de reprocidad. Misha.- Huarhuar o floripondio, planta usada en brujería. Narcótico y la toman principalmente para descubrir tesoros ocultos. Se dice también a las mazorcas de maíz u otras cosas que tienen colores varios y que traen buena suerte al que las encuentra y si le da otra persona, esta queda obligada a dar lo que se le pide: “Ivet misho a Elias por un almuerzo”. Es celebre el Misha León: Dice una leyenda que brujo viejo que la bebe se convierte en León-Gente. Mishar.- Tiene el mismo sentido que Jacar. Tomar la misha para descubrir una cosa. Comprometerse a hacer una cosa: “Vladimir

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misho a Katty para que le haga un poncho”. El Mishado es algo así como un médium, pues hace lo que quiere o le manda el mishador. Mogote.- Trozo de terreno que se siembra por primera vez. Mojino.- Mojigato, hipócrita. ¡Vean a este mojino con las que me sale! Ponerse amoratado por arrebato de cólera o por erisipela. “Se puso Elias mojino de cólera”. “Vino del paseo bien mojino por el fuerte sol”. Morena.- Enamorada. “Diego tiene su morena en Lima”. Mueshca.- Ranurita hecha en una varenga de madera o fierro para asegurar una amarra o como señal de medida. Mula.- Por asta. Varenga o bastón que sirve de arma para pelear.

N

Negro.- En las mesas de brujería totemes de piedra o de madera, color negro representa al diablo, es el protector, defensor de la mesa o también espíritu malo que daña y estorba las mesas (En la costa lo llaman Sota de Bastos). Heraldo de acontecimientos. “Ya viene el negro anunciando la llegada del alcalde de Juego”. A estos negros cuando sirven para divertir a la gente los llaman también Juajuayes.

Ñ

Ñape.- Robo, hurto pequeño. (Ñapear: Robar)

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O

Obligo.- Obligación, cargo. “Ivet está cumpliendo con su obligo”. Oriento.- Idiota, trastornado, enagenado, bromista de mal gusto. “Elias está hecho un oriento”. “No seas oriento mentecato”. Otomías.- Pactos que diz hacen los brujos con el negro o diablo en mesas o sientos. Operaciones, ajustes, sientos, etc. “Juan no para sino haciendo otomías con el negro”. “En hacer otomías no hay quien gane a Pedro”. Ovejerias.- Majada o paraje en donde se pasta un rebaño de ovejas y en donde suelen tener corralones para recogerlos por la tarde.

P

Pajarada.- Pajareria, manadas o abundancia de pajaros. Parada.- Colocar una olla sobre tullpas: Ivet ¿Paraste la olla con agua? Porción de menestras que consume una familia en el almuerzo o cena: “Yhilian pararás los frejoles para la cena”. Tarea de seis tercios de caña. “Diego ¿Cuántas paradas vas ya echando al trapiche? Pariacaca.- Cerró colorado que esta al este de la ciudad de Huancabamba y que se caracteriza por su color rojo y en el cual dice una leyenda está encantado la ciudad incaica de Huancabamba. Palabra quechua: Paria = Rojo; Caca = Peña. Según otros significa Peña o comarca de gorriones.

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Paricuna.- Llamada también “abraza cintura”. Faja de cabuya ohilo de algodón de 10 centimetros de ancho que la tejedora cruza en la cintura y de los extremos terminados en forma de lazo asegura el “Cungalpo Inferior” que le permite tesar a comodidad suya el “Tejido o Parado”. Parva.- Simplemente, denomina al monton de gavillas arregladas en forma redonda. Toro-Parva, llámanse a las parvas arregladas en forma rectangular y de mayor numero de gavillas que la anterior. Ringlones, llama a las parvas de cebada. Pasaje.- Pago que se hace a las haciendas por el pastaje del ganado ajeno capturado durante los rodeos. Pasmado.- Se dice de las personas enfermas o contagiadas de algún mal por arte de brujería. Plantas a las que ha cuidado el chamusco o helada. Persona que ha cesado en un cargo o ha dejado de ser autoridad. “Aquí tienes a Juan, el alcalde pasmado”. Pasmar.- Enfermar, atontar, dañar o contagiar males. Pelar.- Beneficiar o matar el ganado. “Mañana voy a pelar una res para vender carne en el mercado”. Penca.- Hoja del agave que se utilizan como techados, cuando está seca, la llaman “Jarapa o Karapa” y sirve para la calecfacción de hornos. De la penca sacan fibra para sogas, la penca que sale junto al maguey sirve para amarrar y llaman: Quishque. Tambien por copa de licor: “Juan ven tómate un pencazo”. Penquiar.- Dar latigazos, flagelar: “Juan dio a Pedro una penquiada de padre y señor mio”. Tomar copas. “Elias esta penquiando cañita con Diego”.

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Piajeno.- En la costa, asi llaman al asno. Se tiene por falta de educación usar en vocablo burro y así se expresan siempre: “Manuel alquílame a tu piajenito, con perdón de la mala palabra”. Picho.- Niño de 3 a 6 años aproximadamente, muy vivaracho. Pipina.- Otros dicen Tipina. Punzón o pequeña estaca de mano utilizada para romper la panga del choclo cuando se despanga o pela o se usa como alfiler. Pisar.- Abusión por la cual creen los indígenas que los cerros enferman a los pasajeros que atraviesan las cordilleras o se han quedado a dormir en ellas. “A Elias lo ha pisado el cerro el dia que fue al cerro a buscar el ganado”. Pitar.- Grito que los indios borrachos o los famosos Guapos suelen dar usando las interjeccion ¡Ñija! Para retar a los adversarios, avivar la pelea, o provocarla invitando a otros a que pisen el poncho que llevan arrastrando, contestar estos gritos o interjección que llaman pitadas es lo mismo que recoger el guante. “Ñija ¿Quién me pisa el poncho? Mugir del toro: “El toro pita cuando esta por pelear”. Precisa.- (Voy por una) Deligencia importante y urgente. Pucara.- Doble cerco que divide los potreros o haciendas, del lado de fuera se hace una zanja, que sirve a veces como desague y de tierra y chamba que se ha sacado de la zanja, se forma el cerco de manera de tapia, sobre ella se siembran mejicos u otras plantas espinudas, zarzas o cucharillos. Puluche.- Gusano que vive bajo tierra y destruye la simiente y tubérculos.

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Pununas.- Mantas de lana tejidas por las indias y usadas como cobijas. Puya.- Varenga utilizada para arrear ganados. Pequeña estaquita colocada en el centro del ruedo de estacas que forman la trampa “horca” sobre la cual se apoya la varita que sostiene el escape de la trampa. Punta acerada que los niños colocan en el trompo. Brote de la cimiente al nacer o del maíz para preparar la jora o pachucho.

Q

Quinchas.- Estacones de madera resistentes utilizados como barretas para hacer hoyos en las siembras; las utilizan también en los desyerbos y en las cosechas o “sacas” de tubérculos. Quichua.- Regiones de los valles serranos próximos a la costa cuyo clima es caluroso y húmedo. Aveces dicen los calientes. Quipe.- Hato de ropa, fiambre u otras cosas que las chinas cargan a la espalda en el rebozo.

R

Rabon.- Encendedor, mechero o cordón de algodón que colocaba pegado a un pedernal para que se encendiera al saltar la chispa que se sacaba con una pieza de acero u otro pedernal, lo utilizaban los fumadores. Rebozo.- Especie de Chall. Prenda de vestido de las chinas usada desde los tallanes. Es tejido de lana pura de color blanco, morado, verde, rojo o listado; lo llevan terciado al pecho y anudados los

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extremos utilizando para cargar el “quipe”; hijos, ropas, menestras. Regidores.- Soña o chisco. Repe.- Espezado de guineo verde con presa de carne especialmente de chancho. Respondon.- Cantor o maestro de capilla. “Juan esta de respondon del señor cura”. Cerros o lugares ecoicos: “Este cerro es respondon”. Retiros.- Caserios o estancias distantes 3 a 5 kilometros de los pueblos o ciudades: “Vivo en los retiros” Ringlones.- Vease parva. Rompope.- Bebida alimenticia que se prepara batiendo separadamente las claras y las yemas de huevos, luego se agrega una cucharada de azúcar por huevo y un cuarto de litro de aguardiente de caña más o menos por cada doce huevos, se agrega también o un poco de esencia de café o bien un vaso de jugo de naranja. Si se agrega leche se llama Diamantina.

S

Sambumba.- Calabaza parecida al zapallo comestible. De esta cucurbitácea se prepara: Mazamorra, sambumba con leche y arina de maíz. Rayado: Sambumba horneada con naranja agria y chancaca. Alfajor: sambumba horneada con piña y camote. Cabello de angel: sambumba horneada con piña azúcar blanca. Hijiape: sambumba verde con menestras verdes; habas, frejoles, papas, leche, choclo (un chupe).

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Sanfranciscano.- Por Francisco: “Ha venido un fraile sanfranciscano”. Shaguana.- Varenga de 2 a 4 metros de largo que termina en forma de gancho o garabato utilizada para cosechar frutas o jalar ramas. “Diego hazte una shaguana para cosechar chirimoyas”. “La Juana está ya de shaguona” Es decir está ya casadera. Shingaya.- Vease Minchulay. Siento.- Cada noche que pasan los brujos y sus pacientes haciendo atomias, operaciones, ajustes, hechizos, etc. “Con dos sientos ajusto mi cria o la suerte”. A veces por Mesa: Significa el conjunto de artes usados por los brujos en una noche de brujería o en un siento. Sinones.- Es el brujo de mayor celebridad de una región; es el que sigue o rifa la suerte de los pacientes en la baraja y señala al paciente cual de sus compañeros ha de curarlo. Sitan.- Cascada de agua. “Zumbaban los sitanes durante la tempestad”. Por viento tempestuoso. “El sitán me llevó el sombrero”. Sombra.- Cruce que forman los hilos del parado o tejido entre los tocarpos o estacas en las cuales se hace el urdido y que en el telar forma y conserva la Iyagua, luego pasa el hilo o trama. Shucsho.- Huso de hilar. Shumado.- (Chumado) Embriagado. Súplico.- Ruego, favor, gracia: “Juan quiere pedirte un súplico” “Vengo a pedirte un súplico”.

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T

Tapiar.- Ajustar a una persona, negocio, haciéndole maleficio, o transtornando sus falcultades o anulando sus actividades; azonzar: “A juan lo han tapiado en el cerro negro”. “Si Pedro parece tapaido pues no sabe que hacer”. Taraya.- Tallo Ocaña del maíz. Tarja.- Instrumento de contabilidad, en el cual los indios por medio de rayas o mueshcashs hechas en una verenga pequeña anotan la cantidad de ganado recibida de los patrones, diferenciándolos por padres de dos años, un año y recién nacidos. Tarlanca.- Trangallo o trozo de madera pesada que amarran al collar de los perros que les impide alejarse de la casa o hacer daños a los sembrados. Tiro.- (Del) Del todo, totalmente: “Pedro se fue del tiro”. “Del tiro le gano”. Toro.- Hombre peleador o guapo: “Ya está pitando el toro de sapce”. El frejol más grande que hace de capitán en el juego de los huamanes. Vease en parva: Toro-parva. Toco.- Cavidad o hueco pequeño que existen o naturalmente o han sido hechos en las peñas o en los bordes de los taludes de los caminos y en los cuales los viajeros suelen dejar dinero, frutas, cabellos, prendas de vestir como ofrendas a los espiritus desconocidos a fin de obtener feliz viaje, tranquila cordillera, o librarse de las enfermedades del cerro o los pise el cerro.

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Topar.- Encontrarse en un camino: “Juan topó con pedro en el camino”. Carear los gallos: “Pedro, vamos a topar los gallos”. Fornicar. Toronta.- Tuza del maíz. Tramojo.- Triangulo formando con palos pequeños y que coocan en el pescuezo de los perros o chanchos para que no hagan daño en los sembrados. Trueque.- Indio sucesor en un mando, cargo o autoridad. “Cuando yo termine mi año, Pedro será mi trueque”. Tumbau.- Vease guarapo.

U

Ultos.- Renacuajo. Ucho.- Llamado también Lucho. Mate de comida que brindan a los mingueros o concurrentes al trabajo a la hora del desayuno: mondiguito, guineo, papas, zapallo, frejolitos verdes. Ungulo.- Quebrada que desemboca a la izquierda del rio Huancabamba. En el titulo de Chantaco se le llama Angulo. Ushca.- ¡Ushca! Interjección empleada para azuzar a los perros obligándolos a perseguir y buscar la presa: ¡busca, busca! ¿Será una corruptela de esta interjección?

V

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Vertú.- Raras veces dicen la virtud. Espiritu, fuerza desconocida o poder curativo de las yerbas o de los artes. Los brujos tienen la superstición que ciertos cerros, quebradas, huacas, etc., tienen fuerza magnetica y misteriosa que gana, es decir: encanta, cautiva o asegura a quienes ellos citan para ocasionarles bienes o males.

Y

Yanga.- Sin ton, ni son: Juan se fue yanga, asi no mas. ¡Qué, yanga no mas viene! De su cuenta; Pedro yanga no mas anda.

Z

Zanora.- Alud de agua impetuosa y devastadora que se forma con las tempestades, dejando pedregales. El mismo cauce pedregoso dejado.

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INDICE

Licencia Eclesiastica ……………………………………………………………. 2 Profesión de fe …………………………………………………………………….... 3 Prologo del Sr. Nestor Samuel Martos Garrido…………………………. 5 ¿Por qué Acuarelas Huancabambinas?..................................................... 9 El Pariacaca y el Guitiligun…………………………………………………… 14 Panorama Huancabambino…………………………………………………... 21 Guicucú: Mi taitaaaa…………………………………………………………….. 27 Mingando en las aradas, en las siembras y en las cosechas…39 El cerro de la viuda…………………………………………………………….. 67 El Cau…………………………………………………………………………………. 74 El león gente……………………………………………………………………….. 82 ¡Poncho! ¡Ponchito mio! …………………………………………………….. 94 Una hacienda serrana………………………………………………………….. 99 La carretera de Piura a Huancabamba……………………………….. 122 Piedras del recuerdo ………………………………………………………… 134

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Añorando mis cordilleras…………………………………………………… 140 Vocabulario……………………………………………………………………... 150