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91 Acerca de complejidad, desigualdad social y el complejo cultural Pica-Tarapacá en los Andes Centro-Sur (1000-1450 DC) 1 MAURICIO URIBE R. 2 RESUMEN El propósito principal de este trabajo es revisar los con- ceptos de complejidad y desigualdad social, intentando comprender arqueológicamente los sistemas que desarro- llaron las poblaciones de los Andes Centro-Sur durante el Período Intermedio Tardío, en el caso particular del Complejo Cultural Pica-Tarapacá del Norte Grande de Chile. Se discuten aquellas propuestas que plantean a la sociedad andina post-Tiwanaku y pre-Inca como expre- siones de una sociedad jerarquizada y/o segmentaria que desarrolló complejos mecanismos económicos, identitarios y étnicos con el propósito de mantener supuestas ideas de comunidad, solidaridad e igualdad. El panorama plan- teado aspira a contribuir al registro, comprensión y discusión sobre la evolución social de las sociedades centro-sur andinas, enfrentando diferentes materialidades en el marco espacial de Tarapacá, y los ejercicios reflexi- vos de la arqueología en torno a estos sustantivos temas de la teoría social. Palabras claves: Complejo Cultural Pica-Tarapacá – Pe- ríodo Intermedio Tardío – evolución complejidad y des- igualdad social. ABSTRACT This paper’s main purpose is to review the concepts of social complexity and inequality in order to reach an archaeological understanding of the systems developed by South Central Andes populations during Late Intermediate Period, on the basis of the case of the Pica-Tarapacá Cultural Complex in Chile’s Norte Grande. We discuss the proposals that consider that post-Tiwanaku and pre- Inca Andean were highly segmented and/or hierarchical societies, that developed complex economic, identity and ethnic mechanisms with the purpose of maintaining ideas of community, solidarity and equality. Our work seeks to contribute to the recording, understanding and discussion of social evolution in South Central Andean societies, and by confronting different materials in the spatial framework of Tarapacá, as well as the reflective exercises of archaeology around these substantial social theory topics. Key words: Pica-Tarapacá Cultural Complex – Late Intermediate Period – evolution, complexity and social inequality. Recibido: Agosto 2005. Aceptado: Marzo 2006. Introducción Al sur de Arica y sus valles comienza una región arqueológica diferente, en cuyo paisaje se van con- figurando cuatro ámbitos subregionales que de antigua data han regulado el carácter y tipos de asentamientos humanos (Schiappacasse et al. 1989: 202-204). El altiplano con estepas de pas- tos duros y bofedales, cuencas y salares interio- res óptimos para la caza y el pastoreo (p.e., Co- posa y Huasco), limitado hacia el poniente por el cordón montañoso que origina una divisoria de aguas de gran potencial hidráulico y agrícola. Luego, aparece el plano inclinado que desciende hasta la Pampa del Tamarugal con unas 23 que- bradas entre las de Camiña o Tana y el río Loa, alternadas por el desierto absoluto. Estas quebra- das interrumpen su curso en un tercer ámbito, co- rrespondiente a la depresión conocida como la Pampa del Tamarugal, cuenca endorreica de re- lleno aluvial donde se han formado mantos sub- terráneos de agua que mantuvieron una gran for- mación forestal. La Pampa, por su parte, queda cerrada hacia el occidente por el cordón monta- ñoso de la Cordillera de la Costa, el que presenta un fuerte acantilado con estrechas plataformas o playas, salvo por Tana-Camiña y el Loa, casi sin recursos de agua corriente. Esto deja un litoral muy desértico, pero altamente rico en recursos marinos de recolecta, pesca y caza, mantenidas por aguadas y la densa neblina costera o camanchaca. Las sociedades que habitaron Pica y Tarapacá durante el Período Intermedio Tardío han sido definidas como señoríos, sociedades de prestigio 1 Este artículo forma parte del Proyecto FONDECYT 1030923: “El Complejo Cultural Pica-Tarapacá. Propues- tas para una arqueología de las sociedades de los Andes Centro-Sur (1000-1540 DC)”, dirigido por M. Uribe, L. Adán, C. Agüero, C. Moragas y F. Vilches. 2 Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Ig- nacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago, CHILE. Email: [email protected] Estudios Atacameños N° 31, pp. 91-114 (2006)

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ACERCA DE COMPLEJIDAD, DESIGUALDAD SOCIAL…

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Acerca de complejidad, desigualdad social y el complejo culturalPica-Tarapacá en los Andes Centro-Sur (1000-1450 DC)1

MAURICIO URIBE R.2

RESUMEN

El propósito principal de este trabajo es revisar los con-ceptos de complejidad y desigualdad social, intentandocomprender arqueológicamente los sistemas que desarro-llaron las poblaciones de los Andes Centro-Sur duranteel Período Intermedio Tardío, en el caso particular delComplejo Cultural Pica-Tarapacá del Norte Grande deChile. Se discuten aquellas propuestas que plantean a lasociedad andina post-Tiwanaku y pre-Inca como expre-siones de una sociedad jerarquizada y/o segmentaria quedesarrolló complejos mecanismos económicos, identitariosy étnicos con el propósito de mantener supuestas ideas decomunidad, solidaridad e igualdad. El panorama plan-teado aspira a contribuir al registro, comprensión ydiscusión sobre la evolución social de las sociedadescentro-sur andinas, enfrentando diferentes materialidadesen el marco espacial de Tarapacá, y los ejercicios reflexi-vos de la arqueología en torno a estos sustantivos temasde la teoría social.

Palabras claves: Complejo Cultural Pica-Tarapacá – Pe-ríodo Intermedio Tardío – evolución complejidad y des-igualdad social.

ABSTRACT

This paper’s main purpose is to review the concepts ofsocial complexity and inequality in order to reach anarchaeological understanding of the systems developed bySouth Central Andes populations during Late IntermediatePeriod, on the basis of the case of the Pica-TarapacáCultural Complex in Chile’s Norte Grande. We discussthe proposals that consider that post-Tiwanaku and pre-Inca Andean were highly segmented and/or hierarchicalsocieties, that developed complex economic, identity andethnic mechanisms with the purpose of maintaining ideasof community, solidarity and equality. Our work seeks tocontribute to the recording, understanding and discussionof social evolution in South Central Andean societies, andby confronting different materials in the spatial framework

of Tarapacá, as well as the reflective exercises ofarchaeology around these substantial social theory topics.

Key words: Pica-Tarapacá Cultural Complex – LateIntermediate Period – evolution, complexity and socialinequality.

Recibido: Agosto 2005. Aceptado: Marzo 2006.

Introducción

Al sur de Arica y sus valles comienza una regiónarqueológica diferente, en cuyo paisaje se van con-figurando cuatro ámbitos subregionales que deantigua data han regulado el carácter y tipos deasentamientos humanos (Schiappacasse et al.1989: 202-204). El altiplano con estepas de pas-tos duros y bofedales, cuencas y salares interio-res óptimos para la caza y el pastoreo (p.e., Co-posa y Huasco), limitado hacia el poniente por elcordón montañoso que origina una divisoria deaguas de gran potencial hidráulico y agrícola.Luego, aparece el plano inclinado que desciendehasta la Pampa del Tamarugal con unas 23 que-bradas entre las de Camiña o Tana y el río Loa,alternadas por el desierto absoluto. Estas quebra-das interrumpen su curso en un tercer ámbito, co-rrespondiente a la depresión conocida como laPampa del Tamarugal, cuenca endorreica de re-lleno aluvial donde se han formado mantos sub-terráneos de agua que mantuvieron una gran for-mación forestal. La Pampa, por su parte, quedacerrada hacia el occidente por el cordón monta-ñoso de la Cordillera de la Costa, el que presentaun fuerte acantilado con estrechas plataformas oplayas, salvo por Tana-Camiña y el Loa, casi sinrecursos de agua corriente. Esto deja un litoralmuy desértico, pero altamente rico en recursosmarinos de recolecta, pesca y caza, mantenidaspor aguadas y la densa neblina costera ocamanchaca.

Las sociedades que habitaron Pica y Tarapacádurante el Período Intermedio Tardío han sidodefinidas como señoríos, sociedades de prestigio

1 Este artículo forma parte del Proyecto FONDECYT1030923: “El Complejo Cultural Pica-Tarapacá. Propues-tas para una arqueología de las sociedades de los AndesCentro-Sur (1000-1540 DC)”, dirigido por M. Uribe, L.Adán, C. Agüero, C. Moragas y F. Vilches.

2 Departamento de Antropología, Universidad de Chile. Ig-nacio Carrera Pinto 1045, Ñuñoa, Santiago, CHILE. Email:[email protected]

Estudios Atacameños N° 31, pp. 91-114 (2006)

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y rango, situación supuestamente compartida porlas poblaciones del Norte Grande de Chile y, engeneral, por las sociedades de los Andes Centro-Sur (Núñez 1979; Schiappacasse et al. 1989;Núñez y Dillehay 1995 [1978]). Estos señoríos,en tanto sistemas sociales, perseguirían un interésbásico de las poblaciones andinas, correspondientea la autosuficiencia o sustentabilidad social y eco-nómica, soportada sobre complejas estructurassociales y refinados mecanismos de complemen-tariedad ecológica e interacción étnica (Murra1972 y 2002; Núñez y Dillehay 1995 [1978]).

Dentro de este marco, el proceso de evoluciónsocial de las poblaciones andinas resultaría, parael período comprendido entre la desintegración deTiwanaku y el surgimiento del Tawantinsuyu, enla constitución de estos señoríos, definidos tradi-cionalmente a partir de la existencia del ayllu ohatta y la interacción social basada en relacionesde reciprocidad y redistribución (Alberti y Mayer1974; Santoro 1995). Este sistema de interacción,que permitía el acceso y la circulación a recursosy objetos, habría tenido como protagonistas uncierto nivel de esferas políticas compartidas conotras etnias, originando sistemas que losarqueólogos han denominado de “movilidad gira-toria” y “complementariedad reticular”, entre otros(Núñez y Dillehay 1995 [1978]; Llagostera 1995;Santoro et al. 2001). De acuerdo a los trabajos deMurra (1972, 1983 y 2002), estas etnias o nacio-nes andinas se conciben como poseedoras de unaorganización corporativa dual, conformada porgrupos sociales divididos en mitades o parciali-dades de ayllus, social y/o políticamente opuestaso desiguales, pero complementarias. Estas parcia-lidades se integrarían en niveles jerárquicos decomplejidad creciente, que manifestarían gran efi-ciencia en el manejo de la fuerza de trabajo, sinla mediación necesaria de un aparato burocrático,cívico, religioso y/o militar. Estos grupos de basehabrían estado ligados por lazos de parentesco,reciprocidad y redistribución con sus líderes ocabezas y, a través de ellos, con otras unidadesétnicas generando una armonía social y dando laidea de escasa desigualdad, al menos coincidentecon lo material (Núñez y Dillehay 1995 [1978];Schiappacasse et al. 1989).

La anterior concepción se constituyó en una suer-te de paradigma de las sociedades andinaspreincaicas, empleando como armazón teórico elauge experimentado por los estudios etnohistóricos

andinos, especialmente a partir de las contribu-ciones de Murra (1972 y 2002) y sus estudiossobre las sociedades agropecuarias del altiplano.Sin embargo, nuestra lectura observa que lo queen un principio se constituyó en un fundamentalestímulo para la arqueología de las sociedadesandinas y el ejercicio interdisciplinario, en la ac-tualidad se expresa en la carencia de interpreta-ciones sobre los sistemas sociales del IntermedioTardío a partir de la cultura material propiamentetal producida por estas poblaciones, aplicándosecasi sin crítica los modelos etnohistóricos(Llagostera 1976; Uribe 1999-2000). Al contra-rio, los restos arqueológicos han sido utilizadospara fortalecer el modelo previo sin una cuidado-sa exposición de la forma en que ellos se han in-terpretado y obviando interesantes aportes surgi-dos de las arqueologías interpretativas en el estu-dio de la complejización de los sistemas socialesy la dinámica del poder (Miller y Tilley 1984;Gutiérrez 1990; Earle 1991).

De hecho, las debilidades de estos modelos hansido expuestas por sus mismos autores quienesseñalan, por ejemplo, que la movilidad giratoria:

“...tiene limitaciones obvias. Se concentra, casiexclusivamente, en aspectos económicos y demo-gráficos del área de estudio, proporcionando es-casa información sobre organización política osocial. Existen razones para esto. Se ha trabaja-do tan poco en áreas de actividad intra eintersitios, patrones de asentamiento y de residen-cia, y bienes de estatus de grupos de élite y no-élite, que sólo es posible especular acerca del tipoy nivel de la organización social y política queexistió...” (Núñez y Dillehay 1978 [1995]: 150;subrayado es nuestro).

Frente a esto, nuestra hipótesis es que las socie-dades andinas post-Tiwanaku y pre-Inca, comootras de Arica y Atacama, pueden ser concebidascomo sociedades segmentarias y jerarquizadas(Albarracín 1996), que desarrollan diversos y com-plejos mecanismos para mantener una idea deigualdad y contener el surgimiento de la estratifi-cación o el Estado (Clastres 1978). Bajo la Teoríade la Práctica (Bourdieu 1977 y 1979) y asumien-do los planteamientos de Platt (1987: 98), en cuan-to a que en los Andes “la jerarquía estaba –para-dójicamente– al servicio de la igualdad”, creemosmás bien que estos mecanismos buscaban la frag-mentación poblacional y la complementariedad de

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recursos para mantener una tensión social; mos-trando un equilibrio o armonía en las comunidadesde los Andes Centro-Sur que, como hemos plan-teado en otros casos (Uribe y Adán 2005 Ms), ayu-daba a ocultar ideológicamente sus propias con-tradicciones y profundas desigualdades sociales.

Por lo tanto, en esta oportunidad, nuestro objeti-vo es aportar un marco teórico que parece másadecuado para el estudio arqueológico de la com-plejidad social y la desigualdad en esta parte delos Andes. Creemos que la presentación de estemarco de referencia es consistente con la hipóte-sis planteada previamente, con las limitantes delambiente desértico extremo, así como con losdatos preexistentes y nuevos que estamos obte-niendo en un caso particular como el ComplejoCultural Pica-Tarapacá (Figura 1).3 De acuerdo ala evidencia que ahora tenemos, las interpretacio-

nes tradicionales sobre los sistemas sociales du-rante el Período Intermedio Tardío, que se redu-cen al concepto de señorío (Núñez 1984), nosparecen insuficientes y requirentes de una re-flexión teórica más profunda y explícita. En suma,en este trabajo enfatizamos la reflexión acerca delos supuestos que comparte nuestra investigación,ordenando la presentación en dos pasos: primerolo teórico respecto a la desigualdad social, luegouna síntesis de nuevos datos, para terminar discu-tiendo en torno a sus relaciones y consecuenciaspara la arqueología de las sociedades tardías deTarapacá.

Paso I: Del reconocimiento de la desigualdadsocial en arqueología

El problema y el caso que estamos tratando enesta oportunidad se vincula con lo que analítica-mente la arqueología ha concebido como socie-dades complejas, es decir, en oposición a aque-llas sociedades que se consideran simples, comolas de cazadores recolectores, con grupos peque-ños, más bien móviles, y donde el sistema de pa-rentesco conformaba una organización empleada

Figura 1. Mapa de la región geográfica y cultural de Tarapacá, con los principales sitios arqueológicos mencionados en el texto.

3 Tradicionalmente, dentro de la arqueología chilena se haempleado la designación “Complejo” para denotar aquellasexpresiones culturales cuyo conocimiento descansaba enheterogéneas manifestaciones materiales, sobre todo fune-rarias (p.e., Núñez 1965).

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para resolver la estructura social, económica, po-lítica o de otra índole, hasta que esas poblacionesse convirtieron en agricultores y pastores dandopredominio a la vida sedentaria y grandes grupossociales (Adams 2000). Dicha situación, tradicio-nal e históricamente ha sido entendida como la“Revolución Neolítica” e incluso como una “Re-volución Urbana” que habría dado paso a la “Civi-lización” (Childe 1988 [1925]). Sin embargo, mu-cho se ha discutido acerca de lo apropiado de to-dos estos términos (complejidad, revolución neolí-tica y urbana, civilización y Estado), tanto dentrocomo fuera de la antropología y la arqueología(Wenke 1981; Rowlands 1989; Ember y Ember1997).

Pero más allá de continuar esta discusión, com-partimos la idea de que las sociedades complejasrepresentan una forma de realidad histórica y cul-tural cuyos orígenes tuvieron una evolución odevenir autóctono en distintos puntos del planetay que no debieron nada de su nueva complejidada culturas o poblaciones externas (Adams 2000).De este modo, se sucedieron e incorporaronancestrales desarrollos aldeanos que se caracteri-zaban por un limitado número de personas, ungobierno consensual, creencias populares e inter-cambios económicos restringidos de productosbásicos y manufacturas, hasta alcanzar una granespecialización económica, sistemas religiososinstitucionalizados, tomas de decisiones centrali-zadas en organizaciones proestatales dentro de unaestructura social excluyente, en que pequeños gru-pos asumieron el control y administración porsobre una gran masa poblacional y amplios terri-torios, llegando a surgir un patrón de asentamien-to urbano y, finalmente, ciudades. Todas las for-maciones sociales como culturales, en definitiva,quedaron organizadas de manera jerárquica y cla-ramente desigual, por lo que las sociedades decastas y clases basadas en el estatus religioso ypolítico se convirtieron en la norma de la estrati-ficación (Johnson y Earle 2000).

Como Flannery (1975) y Cordy (1981) han plan-teado, la naturaleza del cambio en la evolucióncultural debe ser establecida antes que sus cau-sas, ya que nosotros no podemos tratar directa-mente con las fuerzas materiales y sociales quecausaron la evolución. Asimismo, debemos evitarlas categorías tipológicas esencialistas que nosfuerzan a pensar la evolución cultural en tantosociedades simples vs. sociedades complejas, ca-

zadores recolectores vs. productores de alimen-tos, no-estatales vs. estatales, no en términosdicotómicos, sino dialécticos. La mayoría de losacercamientos a la evolución social han sidotipológicos, desde Marx y Engels (Engels 1971) oMorgan (1987 [1877]) hasta Fried (1967) y Service(1975), se distinguen sociedades igualitarias y des-iguales que pasan por una secuencia de estadiosprogresivos que han derivado en esquemas de de-sarrollo sociopolítico. Posteriormente, variosantropólogos han criticado estos enfoques desdeperspectivas evolutivas multilineales (p.e., Stewart1949, 1955; Wright 1977; Sanders y Webster1978). Plog (1974 y 1977), más aún, indica queesto conlleva a una forma de mirar el cambio comounidades discontinuas y no como un flujo conti-nuo, sin embargo, se ha mantenido el uso de es-tas categorías. Todo esto fuerza a subsumir unamplio rango de procesos evolutivos bajo unaúnica etiqueta (p.e., banda, tribu, jefatura, Esta-do), asumiendo que todos los aspectos de la cul-tura siguieron el mismo trayecto y en modos equi-valentes, llevando a reduccionismos y mecanicis-mos extremos. No obstante, hoy se acepta que laevolución social existe y comprende distintos gra-dos de complejidad, diversidad cultural y desigual-dad social (Johnson y Earle 2003).

Desde Marx en adelante se entiende complejidady estratificación como equivalentes, donde la gentese ordena de acuerdo a su relación de propiedadcon los medios de producción, donde la lucha declases mueve la evolución y hace la historia. Den-tro de este marco, la desigualdad significa una dis-tribución diferencial de las personas en una escalade parámetros sociales, generando diferencias en-tre niveles de acceso a ellos, donde la distribuciónde los recursos y bienes materiales parecen repre-sentar ese acceso desigual. Por lo tanto, la visióntradicional es que la mayor heterogeneidad condu-ce a mayor desigualdad, lo que se grafica en latípica pirámide social. Desde la antropología y laarqueología, Flannery (1975) representa lo ante-rior a través de grados de segregación y centrali-zación social, dados por un incremento de niveleso flujos de información en un sentido vertical tipopirámide social, explicando ambientalmente elcambio. No obstante, una reflexión más críticadiscute estas miradas etnocéntricas, lineales yreduccionistas (Wenke 1981).

Ya que las diferencias entre las sociedades inclu-yen aspectos como la diferenciación y la desigual-

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dad social, la idea es centrarse en la caracteriza-ción de este cambio a través de la dialéctica dedichos constituyentes para un adecuado tratamien-to arqueológico (McGuire 1983). Heterogeneidado diferenciación, según Blau (1977), correspon-dería a la amplia distribución de roles y estatusdentro de la sociedad. Desigualdad, por su parte,compromete el acceso diferencial a los recursosmateriales y sociales según la heterogeneidad deroles y estatus de esa sociedad (Blau 1977). Estose traduce en ejes horizontales y verticales consus respectivos valores que estructuran histórica-mente una organización y cuya interacción gene-ra modos evolutivos particulares y múltiples. Eneste sentido, es común que la complejidad com-prenda variados grados de diferenciaciónsocioeconómica y política al interior de una so-ciedad que depende en gran medida de las múlti-ples condiciones históricas previas.

La antropología y la arqueología han definido estaestratificación como diferenciación producida enmúltiples aspectos de la vida social no sólo declase, cuya suma de parámetros define a los indi-viduos, apoyando la visión clásica de que socie-dades más homogéneas son menos desiguales,mientras que las menos homogéneas son más des-iguales (Ember y Ember 1997). No obstante, lasociología plantea que la complejidad no es sóloel agregado de distintos niveles dados en una je-rarquía, pues en toda sociedad existe una ampliadiferenciación de parámetros o heterogeneidadcomprendida por múltiples roles y estatus que seordenan en una estructura determinada, por lo quela sociedad compleja se constituye por esa grandiversidad social y siempre es desigual (Ember yEmber 1977). En este sentido, la heterogeneidadno implica de por sí una jerarquía de distintosvalores y accesos, sino más bien parámetros no-minales horizontales (sexo, edad, filiación, acti-vidad, entre otros); pero, cuando estos se estable-cen dentro de una escala o se constituyen enparámetros de valor se establece la mayor o me-nor desigualdad dentro de una sociedad. De estemodo, la reducción de la diferenciación es laradicalización de los parámetros sociales y susvalores, atomizando su heterogeneidad y amplifi-cando la desigualdad entre menos roles y estatussignificativos existan.

En términos sociales, la heterogeneidad de unapoblación puede cambiar por incremento en losgrados de diferenciación, aumento de los niveles

jerárquicos y mayor independencia entre gruposde una misma sociedad. Estos procesos, sin em-bargo, no implican necesariamente cambios en ladesigualdad e incluso puede darse lo contrariocomo una apariencia de mayor igualdad. McGuire(1983), al respecto, propone que existe una para-dójica situación de correlación negativa entre he-terogeneidad y desigualdad, en las cuales las di-ferencias de acceso significan una concentracióno reducción de los niveles de diferenciación so-cial, la limitación de la libertad y la ampliaciónde la desigualdad. Es decir, la desigualdad signi-ficaría que se atomizan o acumulan las diferen-cias, reduciéndolas a opuestos contradictorios yexcluyentes, bajo cuya forma se determina la re-presentación y la conducta social, quizás comouna ideología.

La cultura material ha sido relevante para evaluarestos paradigmas (Childe 2002 [1942], Clark 1980),por lo tanto, se constituye en una prometedora víapara el estudio de la complejidad y desigualdadsocial, pues la materialidad explicita las diferen-cias de roles y estatus, evocando la conducta dife-rente asociada a ellos. La evolución, entonces, esla historia de la complejidad social que desde unaperspectiva metodológica requiere establecer parasu comprensión, entre otros aspectos, la interacciónentre heterogeneidad y desigualdad, entendiendoque a mayor heterogeneidad la sociedad no nece-sariamente es más desigual, sino al revés y que encualquier caso es más o menos compleja.

Desde los grupos organizados en “sistemasconcéntricos”, como los cazadores recolectores,donde las personas se integran por los mismosatributos, hasta las organizaciones por “intersec-ción”, en las que las personas unidas en gruposfragmentados como tribus y jefaturas compartenatributos excluyentes, las sociedades han intenta-do de manera ancestral reducir las infinitas dis-tinciones individuales, generando sistemas de de-nominación y clasificación de sus miembros(McGuire 1983). En algún momento parece ha-berse producido la gran desigualdad, en tanto hubouna gran reducción de la heterogeneidad yradicalización de los valores de ciertos estatuscomo pudo ser a través del surgimiento del Esta-do, cuando grandes masas de población obliga-ron a intensificar sus sistemas de clasificación yorden social para mantener una estructura históri-camente viable y económicamente sustentable.Desde esta perspectiva, es claro que las formas

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sociales tradicionales o simples son bastante con-servadoras; pero, al mismo tiempo, son proclivesal cambio debido a los grados extremos que pue-de alcanzar la desigualdad social en ellas a travésde la disciplina y sumisión impuesta por la cos-tumbre y la contingencia (Clastres 1978).

Dentro de esta historia, el surgimiento del Esta-do4 se concibe como el momento de manifesta-ción de la mayor desigualdad a través de un largoproceso de diferenciación e integración, en pala-bras de Flannery (1975), segregación y centrali-zación; claramente expresados, por ejemplo, enlos cambios del parentesco como la gran institu-ción que ya no explica toda la organización de lasociedad (Fried 1967). Pero una vez producida estagran desigualdad inicial, quizás al modo de losEstados Prístinos o la Sociedad Clasista Inicial(Fried 1985; Gutiérrez 1990), sería imposible evi-tarla y las sociedades tenderían a volver a unamayor heterogeneidad para controlar o luchar con-tra esa desigualdad. Bajo estas situaciones, lasorganizaciones privilegiarían “sistemas de inter-sección” inhibiendo las radicalizaciones autorita-rias o despóticas de monarcas, así como las revo-luciones y colapsos provocados por las bases so-ciales; promoviendo otras vías de cambio y elsurgimiento de nuevas institucionalidades, repre-sentadas entre otros por los Estados Secundariosy nuevas religiones (Trigger 1993).

Desde este punto de vista, un aspecto de interéspara la arqueología ha sido preguntarse acerca dela naturaleza y origen de estas formaciones eco-nómico-sociales, uno de cuyos elementos esen-ciales pareciera ser la radicalización de la des-igualdad, poniendo en práctica dinámicasexcluyentes al mismo tiempo que de sometimien-to al interior de la sociedad (Bourdieu 1977, 1979;Foucault 1972, 1979). Sin embargo, más queinvolucrarnos en la temática del origen de la com-plejidad y desigualdad social, nos ha interesadoprimero acercarnos a su reconocimiento y com-prensión arqueológica para llegar en el futuro auna reflexión más acabada al respecto. Por talrazón, hemos escogido el caso del Complejo Cul-tural Pica-Tarapacá (1000-1450 DC), ya que nosplantea el desarrollo de una sociedad que, sin ser

una formación estatal, representa una situaciónparticular donde se están desenvolviendo de ma-nera implícita como explícita los elementos quecaracterizan una sociedad compleja. Asimismo,optamos por ciertas perspectivas teóricas ymetodológicas precisas y no por toda la literaturaexistente –labor ambiciosa que evidentemente nossupera–, ya que nos orientan en esta tarea, siendonuestro objetivo final llevar a cabo una discusiónde estos marcos de referencia confrontados connuestro propio registro arqueológico de este seg-mento del Norte Grande de Chile.

Paso II: Nuevas visiones sobre el ComplejoCultural Pica-Tarapacá

Los diferentes sitios y materiales estudiados pornosotros, así como la arquitectura y el sistema deasentamiento, fueron analizados en terreno y la-boratorio por especialistas en cada materia (p.e.,cerámica, material lítico, textiles, entre otros),intentando abarcar la variada ecología de la re-gión entre la costa y la sierra (Figura 1), con susconsiguientes sistemas económicos y sociales. Enlos casos de la alfarería, materiales líticos, texti-les y funerarios, el análisis se completó con larevisión de colecciones de museos, a lo que sesuma una sistematización del arte rupestre de lospoblados ubicados en los valles interiores y unaexhaustiva caracterización biológica de la pobla-ción a partir del sitio Pica-8 en el oasis homóni-mo (Zlatar 1984). Los resultados que resumimosa continuación nos permiten una nueva caracteri-zación de lo que se conoce como Pica-Tarapacá apartir de sus diferentes materialidades y locacio-nes geográficas que, finalmente, nos llevan a unadiscusión sobre las hipótesis o modelos que refie-ren a la evolución y complejidad social duranteel Intermedio Tardío en esta parte de los AndesCentro-Sur.

Entorno geográfico y patrones de asentamiento

En este contexto territorial, el espacio ocupadopor las sociedades Pica-Tarapacá presenta una granvariedad de ambientes y ecosistemas, pudiendolas poblaciones asentadas desarrollar una ampliavariedad de especializaciones socioeconómicasentre la costa y altiplano (Núñez 1984; Ajata 2004Ms). Espacialmente, en el plano inclinado y pre-cordillera existe una relación casi directa entre losasentamientos y los espacios bajos, siendo estosúltimos lugares de cursos de agua con pastizales

4 En el sentido de Clastres (1978), en tanto una condiciónsocial y no necesariamente la institución burocrática y jurí-dica de la sociedad occidental.

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y cultivos, como de acceso a zonas de recolec-ción, caza y tránsito (p.e., Pampa del Tamarugaly litoral). Por su parte, los sitios de la planiciecostera que presentan una mayor altitud y pen-diente se hallan más alejados de los cursos deagua, privilegiando el acceso al mar y sus recur-sos, llegando a un alto grado de especializaciónen ciertos lugares donde el recurso hídrico estácasi ausente, salvo por los afloramientos de aguay neblinas o camanchacas (Núñez y Varela 1968).

De esta manera, los asentamientos de la planicielitoral presentan grandes espacios ligados a lasactividades de recolección, caza y pesca marinaen el mar y la terraza litoral. Es decir, que la mayorparte de las zonas económicas se relacionan di-rectamente con los recursos del mar, algunas delas cuales, además, tienen acceso a los recursosde desembocadura de río, sobre todo, vegetales.Los asentamientos del plano inclinado se insertanen espacios alejados del mar y bastante áridos(como cualquier otro espacio del norte de Chile),presentando los mayores porcentajes de lecho derío en comparación con los asentamientos de al-turas superiores como la precordillera. Estos le-chos se combinan con sectores de terrenos bas-tante planos, aptos para cultivos en temporadaestival. Estas actividades también se complemen-tarían en la Pampa con la recolección de frutosdel algarrobo, chañar y madera del tamarugo enlas cercanías de las quebradas. Los asentamientosde la precordillera, en cambio, muestran un me-nor porcentaje de lecho de río en comparacióncon los sitios del plano inclinado. Y, por otra par-te, la superficie de sus terrenos es mucho más ac-cidentada con presencia de quebradas secundariasy quebradillas que descienden de las laderas ad-yacentes. No obstante, esta localización les pro-vee de importantes recursos hídricos otorgados porla misma orografía, así como por la mayor capta-ción de precipitaciones que recibe esta zona y quese incrementa con la altura. Por lo tanto, no esextraño que en algún momento las poblacionesasentadas en estos territorios invirtieran grandesesfuerzos en la habilitación de terrazas agrícolasy canales de regadío en las laderas rocosas de granpendiente.

Todo esto podría ser interpretado como una suer-te de especialización en la explotación de recur-sos y posible complementariedad entre grupos.Tales observaciones nos llevan a plantear que elemplazamiento de los sitios arqueológicos en es-

tos espacios no es resultado de la casualidad o dela toma de decisiones azarosas por parte de laspoblaciones tarapaqueñas. Más bien responde auna lógica racional, a estrategias precisas relacio-nadas con la explotación de recursos en un am-biente determinado. De hecho, los asentamientosanalizados no suelen emplazarse directamente enespacios importantes económicamente, como le-chos de ríos o aquellas franjas de terreno máscercanas al mar. En todos los casos se maximizanlos posibles espacios de producción agrícola, almismo tiempo que se buscan lugares con un de-terminado dominio y acceso a los recursos y elentorno silvestre (p.e., mar y pampa), así comode máxima protección de los fenómenos ambien-tales (p.e., avenidas, inundaciones, maremotos,entre otros). El comportamiento de las variablesde emplazamiento nos da cuenta de parte del es-pectro de estrategias utilizadas por las poblacio-nes del pasado, estrategias ligadas preferentementecon el mundo económico, aunque también posi-blemente con otros motivos que llevan a elegirdeterminados lugares de asentamiento y las for-mas de toma de decisión involucradas en ello.

Asumiendo esta espacialidad hemos estudiado unconjunto de sitios arqueológicos distribuidos entres de las más importantes quebradas de Camiña,Tarapacá y Mamiña (Nama-1, Camiña-1 yLaymisiña; Caserones-1, Tarapacá Viejo, Caroray Chusmiza; Jamajuga o Cerro Gentilar) y dos enla costa de Pisagua (Pisagua-B y Pisagua-N), in-tentando recoger los disímiles sustratos de la am-plia región que compromete el Complejo Pica-Tarapacá (Adán y Urbina 2004 Ms; Adán et al.2005 Ms; Moragas 2004 Ms). De este modo, enuna primera aproximación, intentamos documen-tar que las poblaciones tardías de Tarapacá seexpresan arquitectónicamente de manera diferen-cial de acuerdo a la dinámica histórica de accesoa los recursos y la naturaleza del paisaje en cadacaso. En términos del patrón de asentamiento lossitios analizados señalan distintas situaciones queforman parte de la historia tardía de la regióntarapaqueña y pueden ser hipóteticamente relacio-nadas con cierta formación económica-social cons-picua a cada caso.

El primero de estos se relaciona con una tradi-ción arquitectónica formativa (p.e., Caserones-1y Pircas, Guatacondo-1 y Ramaditas, entre otros),la cual desde el punto de vista del paisaje se en-cuentra en estrecha interdependencia con la ex-

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plotación de los recursos del plano inclinado, laPampa del Tamarugal y la costa (Mostny 1970;Núñez 1981 y 1982; Rivera et al. 1995-96; Adánet al. 2005 Ms). Este sistema del que es herederay representativa la ocupación tardía de Casero-nes-1 (Núñez 1966; True et al. 1970)5, en la pri-mera mitad del Intermedio Tardío, configuraasentamientos “únicos” en términos de su com-posición arquitectónica con trazado ortogonal, de

plantas rectangulares, circulares y/o mixtas dediversas dimensiones, calidades y emplazamiento(Figura 2). Donde, si bien la agricultura es im-portante, es probable que en este contexto la pre-sencia de arquitectura pública con grandes pla-zas, edificios y almacenes, ocupando espacioscentrales, claramente duales en términos de lodoméstico y comunal, todo encerrado por murosdobles de circunvalación, sea más bien funcionala la regulación de las prácticas de recolección enun intento por mantener la inherente vulnerabili-dad de los recursos silvestres ante importantespresiones demográficas, y así contener las conse-cuentes crisis económicas y sociales heredadasdesde fines del Arcaico (Núñez 1989). La impor-tancia de la recolección es elocuente a través delas notables densidades de plantas silvestres, enespecial algarrobo, que hemos obtenido de lasexcavaciones del sitio (57.14%), no obstante, elmaíz también tiene una destacada presencia.

Las otras aldeas de Tarapacá y Camiña, por suparte, participan de dos patrones diferentes, pero

Figura 2. Vista de Caserones-1 en el sector inferior de la quebrada de Tarapacá y Pampa del Tamarugal.

5 Nuestra adscripción de Caserones-1 al Período IntermedioTardío se sustenta en la alta frecuencia (48%) y amplia dis-tribución (90.6%) que aquí alcanza la cerámica del Com-ponente Pica-Tarapacá, aunque constituyendo una de lasocupaciones terminales del sitio (según nuestrasexcavaciones). Al respecto, esta cerámica exhibe fechasabsolutas de termoluminiscencia entre Camarones yQuillagua que la ubican temporalmente al menos desde el950 DC en adelante. Sin embargo, tiende a concentrarsehacia los momentos más tempranos del Intermedio Tardío(950-1200 DC), lo cual hemos corroborado por C14 dentrodel transecto costa-valle en Camiña-1 y Pisagua-N, aludien-do a un vínculo cronológico y estilístico con la alfareríadel Formativo (Uribe et al. 2006 Ms).

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que entendemos contemporáneos al anterior.Como bien señalaban L. Núñez (1979) y P. Núñez(1983 y 1984), la ocupación de la cuenca tarapa-queña hacia los momentos tardíos comienza aascender por las quebradas, lo que expresaría uncreciente alejamiento de los recursos de la Pampadel Tamarugal, así como la emergencia de siste-mas económicos ahora mayormente basados enla producción agrícola. Esta suerte de desvalori-zación de los recursos de la Pampa6 , seguramen-te relacionada con niveles de inestabilidad econó-mica y social que ofrecían los recursos de la re-colección en un contexto de mayor presión de-mográfica, se ve afectada, además, por la amplia-ción agrícola y relevancia que adquieren en estosmomentos las redes de tráfico basadas en siste-mas de caravanas, documentados también por elaumento de cerámica foránea, objetos miscelá-neos, textiles locales muy elaborados, fauna yvegetales exóticos y sobre todo por el arte rupes-tre (Núñez 1976 y 1985).

En estos momentos, apreciamos la segmentaciónde las poblaciones antes casi urbanas de Tarapacá,nucleadas en pocos poblados (p.e., Caserones-1 yGuatacondo-1), lo que pareciera tener relación conuna atomización que sería la norma post-Tiwanaku(Schiappacasse et al. 1989; Albarracín 1996), bas-tante visible en la variabilidad funcional de losasentamientos que hemos comenzado a vislum-brar en lugares como Huarasiña, Carora y TarapacáViejo sólo en esta última quebrada, los que man-tienen el trazado ortogonal de Caserones. Y deeste sistema también se desprenderían las ocupa-ciones tardías de la costa (Pisagua-B y N), concementerios, sitios habitacionales dispersos y otrosaglutinados a modo de campamentos y aldeas conplantas de trazado rectangular a irregular, de ta-maños homogéneos, muros de piedra y cañas (Fi-gura 3). Con todo, estos indicarían un sistema deasentamiento ancestral y tradicional con modes-tas comunidades del litoral que coexisten einteractúan con los desarrollos contemporáneos delos valles interiores, pero que no necesariamenteresponden a enclaves o colonias vallunas (Moragas1995; Sanhueza 1985; Adán y Urbina 2004 Ms).

Paralelo a esto, por otro lado, observamos queCamiña, Nama, Chusmiza y Jamajuga (Figuras 4y 5) aparecen participando de esta esfera cultural,pero también con las tierras altas, unificándoseen un eje longitudinal con la sierra de Arica, elAltiplano Meridional y Puna del Loa (Adán et al.2005 Ms). Allí se manifiesta una sociedad alejadadel sustrato y la complejidad formativa de la Pam-pa con sus oasis, la que irrumpe con un patrónarquitectónico distinto basado en una construcciónexpeditiva en ladera o cerro no ortogonal y en elpredominio de los conglomerados de planta cir-cular. Al contrario del caso anterior, aquí los gran-des lugares públicos están ausentes o muy dife-renciados del espacio habitacional, donde apare-cen sitios ceremoniales como Laymisiña y Namacon chullpas de adobe y cistas de piedra que, ade-más de constituirse en espacios de congregaciónsocial por sí mismos, vinculados al culto de losantepasados, ligan este sistema a expresiones pro-pias del altiplano y a la sierra de los Valles Occi-dentales (Figura 6). De hecho, parecen represen-tar una dinámica clásica de verticalidad a travésde la interacción con esas poblaciones.

El arte rupestre presente en sitios como Camiña-1,Tarapacá Viejo (Tr-47 y Tr-49), Chusmiza yJamajuga con más de un centenar de paneles de-tectados, también aporta a la caracterización deesta diversidad de tradiciones arquitectónicas dePica-Tarapacá, sobre todo, en torno a la discusiónde lo público y privado de las dinámicas socialesque inferimos (Núñez y Briones 1967-1968;Vilches y Cabello 2004 Ms).7 Y si bien estas ma-nifestaciones son corrientes en el paisaje deTarapacá a través de geoglifos y petroglifos(Núñez y Briones 1967-1968; Núñez 1976, 1985),las expresiones que hemos analizado hasta elmomento se encuentran directamente incluidas enlos asentamientos habitacionales y sus estructu-ras residenciales. En ellos predominan los bloquesrocosos grabados con petroglifos, en marcadaorientación hacia el norte y el este, siendo las fi-guras geométricas el motivo más popular, sobretodo los círculos en sus diversas manifestaciones,aunque secundados y también combinados configuras antropomorfas, zoomorfas e incluso

6 Nos referimos a un descenso en las frecuencias de los re-cursos silvestres en los estratos superiores de lasexcavaciones de Caserones, así como una gran ausencia deestos en Camiña, en especial del algarrobo, a la vez queaquí es evidente el predominio de las plantas cultivadas(García 2006 Ms).

7 No hemos incluido las típicas expresiones de geoglifos quecaracterizan a la región, puesto que por ahora estamos tra-bajando con el arte rupestre inscrito en los sitioshabitacionales y/o directamente vinculados a ellos.

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Figura 4. Vista de Camiña-1 en el ámbito de la sierra de Tarapacá.

Figura 3. Vista de la costa interfluvial de Tarapacá, donde se emplaza el sitio Pisagua-N.

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Figura 5. Vista de Jamajuga (Mamiña) en el ámbito de la sierra de Tarapacá.

Figura 6. Chullpa del altiplano de Tarapacá (Citani, Isluga).

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fitomorfas (Figura 7). Esta opción por figurasgeométricas, en especial, círculos, indica que setrata de una población que otorga una tremendaimportancia a los elementos que decide fijar en laroca al momento de representarse a sí mismos,pudiendo encontrar en aquel motivo un símbolosatisfactorio. Desde este punto de vista, nos en-frentamos a grupos que activamente producen yreproducen su carácter social en la manera queorganizan su diario vivir en torno a imágenes queconsideran importantes (Vilches y Cabello 2004Ms). Tal situación no la hemos detectado hasta el

momento en sitios con datación anterior comoCaserones-1, por lo cual representaría una carac-terística clásica y tardía dentro del desarrollo re-gional, quizás vinculada a transformaciones so-ciales internas y/o conexiones externas (p.e.,liderazgo e intercambio). Al respecto, resulta su-gerente que arquitectura con cerámica altiplánicade Camiña-1 esté asociada a paneles con motivosúnicos desde el punto de vista representacional,correspondientes a una figura fitomorfa y otraantropoforma con tocado (Vilches y Cabello 2004Ms). Del mismo modo, representaciones bastante

Figura 7. Arte rupestre de Tarapacá: a) Tarapacá Viejo (Tarapacá-49); b-d) Jamajuga; c) Camiña-1.

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pautadas de la figura humana en Chusmiza yJamajuga hacen referencia directa a la vestimentay tocados usados por estas poblaciones adscritasal complejo Pica-Tarapacá, del todo vinculables ala evidencia textil de la zona como túnicassemitrapezoidales, cascos y gorros con coletas,objetos que se relacionan con situaciones de iden-tidad e interacción con otras poblaciones (Agüeroet al. 1997 y 1999). De esta manera, la represen-tación de ciertas imágenes a través del arte rupes-tre, sugieren una complejidad social distinta amomentos previos, la cual denota una unidad in-terna en lo doméstico, al mismo tiempo que unadiferenciación y naturalización externa o pública.

Entonces, además de la segmentación de la po-blación con fines productivos en múltiples pobla-dos con su propia dinámica política, todo lo ante-rior documenta una variabilidad funcional acordea un sistema económico mucho más diversificadoen producción agrícola, mantención de las prácti-cas de recolección, funcionamiento de redes detráfico, entre otros, que indican un sistema socialcomplejo, muy diverso, competitivo y en procesode ampliación. Todo esto nos permite plantear almenos dos modalidades en la estructura de lasorganizaciones sociales tarapaqueñas, una de fuer-te raigambre en el Formativo Tardío, claramentejerarquizada, centralizadora e inclusiva propia deTarapacá; y otra más cercana a los desarrollosseptentrionales de los Valles Occidentales y elaltiplano en la sierra, que representaría un nivelmás doméstico de organización del espacio, a lavez que una representación y ejercicio externosdel intercambio, el prestigio y el poder, con pre-eminencia del culto a los antepasados. A estas dosmodalidades del interior, se agregaría una tercera,vinculada, pero igualmente independiente, corres-pondiente a una tradición costera que se remonta-ría a fines del Arcaico e inicios del Formativo,propia de poblaciones marítimas conservadoraseconómicamente articuladas con los valles aun-que bastante autónomas en lo social (Núñez yMoragas 1983).

Economía doméstica e intercambio regional

Las especies vegetales registradas indican que tan-to Caserones como Camiña y seguramente el res-to de los sitios mencionados poseían un régimenintensivo y equivalente de uso de maíz en su die-ta (42 a 54% de presencia en macrorrestos), sien-do posible que esta especie estuviese siendo plan-

tada adyacente a los asentamientos como es evi-dente en su asociación a lechos de ríos, laderas ycampos de cultivos en todos ellos implementandocanchones y andenes (García 2006 Ms). En estesentido, una sobreproducción de cultivos debió sercapaz de sustentar a grandes comunidades loca-les, las que, además, pudieron actuar como pro-veedoras de maíz a larga distancia. De hecho, enla costa, los sitios de Pisagua debieron acceder aproducción de maíz u otras especies cultivadas através del intercambio con comunidades del inte-rior (Vidal et al. 2004). Por su parte, la baja pre-sencia de calabazas y porotos hacen suponer laexistencia de productos de carácter más local quemuy posiblemente actuaron como recurso com-plementario a la dieta de maíz, otorgando proteí-nas y lípidos (Vidal et al. 2004).

Así, Caserones como Camiña nos muestran elmanejo de monocultivos, principalmente maíz,aunque no se descarta la producción de calabazasy porotos, constituyendo la manutención de suspoblaciones a través de la implementación de sis-temas agrícolas bien definidos, cuyos productosse conformarían como los recursos básicos de sub-sistencia y de intercambio por excelencia, desti-nados hacia otras regiones, apoyando entonces lacirculación de sus bienes locales y asegurando elingreso de materiales extranjeros. Por ejemplo, desemillas, frutos y maderas alóctonas (debido alcarácter exógeno de ciertas especies comoAnandenanthera sp., Aspidosperma desmanthum,Aspidosperma quebracho-blanco, Gossypium sp.,Mucuna sp., Prosopis algarrobilla). En este sen-tido, en términos alimenticios como en otrosrubros y coherente con la cercanía de la Pampadel Tamarugal, la actividad de recolecta y silvícolasería igualmente importante y complementaria,siendo en sitios como Caserones-1, donde estasactividades adquieren mayor relevancia por lo quela recolección y manejo de frutos y madera pu-dieron constituir una labor análoga y complemen-taria a la agricultura. De hecho, aquí se define unmomento más temprano dentro de las prácticaseconómicas de la región, con gran énfasis en elalgarrobo, chañar y molle, especialmente eviden-te en los estratos inferiores del sitio, para luegopasar a depender esencialmente de la actividadagrícola como en Camiña-1 (García 2006 Ms).

Por su parte, la evidencia zooarqueológica indicaal interior de Tarapacá presencia principalmentede roedores (57%) y camélidos (31%), además de

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peces y animales introducidos. Entre los roedoresse encuentran restos de dos géneros, chinchillidosy sigmodontinos, cuya principal diferencia está enel tamaño, considerándose como recursoalimentario sólo los chinchillidos (Lagidiumviscacia, Chinchilla brevicaudata y Chinchillalanígera), que, por otro lado, son los más abun-dantes. Los restos de camélidos, en tanto, son re-lativamente escasos y no determinables en su con-dición doméstica, mientras que un recurso poconumeroso, aunque importante, son los restos depescados (2.59%), pero también indeterminablespor el momento. Lo anterior refleja dos situacio-nes en relación con la explotación del medio, porun lado, existiría una dependencia estricta de lafauna circundante, a la vez que una manera dife-rencial de usufructuar del espacio y sus recursos.En este sentido, en todos se consumen roedores,sin embargo, Caserones destaca como lugar depaso entre la costa y el interior con claro acceso asus recursos de pescados, mariscos y conchas; entanto Camiña expresa una utilización de las lade-ras y cerros que se internan hacia la sierra dondese mantiene el empleo de camélidos, aunque a lapar del incremento del empleo de estos como ali-mento y también para la movilidad. La acotadapresencia de camélido en los valles sugiere unaespecialización en el transporte y, por lo tanto,denotando el conocido tráfico de caravanas por laregión, sobre todo, en lugares como Caserones,donde estos animales aparecen representados demanera casi exclusiva por fecas, cuero o piel yfibra.

Paralelamente, las relaciones con la costa se vuel-ven más evidentes dependiendo de la cercanía conel litoral, destacando el acceso hacia los recursosmarinos con distintos fines (p.e., alimenticios ysuntuarios). En este contexto, no es extraña unaespecialización en dichos recursos como lo de-muestran los sitios costeros de Pisagua, llegandoa claros niveles de sobreproducción y conserva-ción de productos marinos seguramente para elintercambio por recursos del interior. Loscamélidos, de hecho, son escasísimos en el litoralpor lo cual indicarían una actividad de caza mar-ginal o el paso de caravanas. Nuestros análisisindican un predominio y alta diversidad de faunaictiológica (72.1%), sobre todo jurel y corvina(Trachurus symmetricus y Cilus gilberti), segui-dos muy abajo por mamíferos terrestres y mari-nos, junto con aves. Los restos malacológicos, porotro lado, aquí destacan por su abundancia y va-

riedad con más de 40 especies de moluscos y casi30 de gastrópodos, además de varios bivalvos,chitones, equinodermos y crustáceos (incluso al-gunos actualmente ausentes en la costa norte comoMulinia sp.). De esta manera, se confirma un altogrado de especialización extractiva de los recur-sos marinos alcanzada por las poblaciones costerascon fines alimenticios y para intercambio; en tan-to, los grupos del interior refieren a un crecientemanejo de los camélidos, pero con propósitosmenos domésticos, tendiente a una especializaciónen los atributos tecnológicos del animal comopudo ser el pastoreo y la movilidad caravánica.Obviamente, por lo tanto, su base alimenticia laconstituyó el consumo de otros animales (p.e.,roedores) y la agricultura, e inclusive, esta tam-bién pudo serlo en gran medida para el litoral.

En suma, los distintos patrones de asentamientodetectados son coherentes con especializacioneseconómicas, ya sea marítima, con énfasis en larecolección vegetal (p.e., Caserones), por intensi-ficación agrícola y/o intercambio (p.e., Camiña yNama), los que serían manejados de manera au-tónoma al mismo tiempo que complementaria ydiacrónica. Todo este sistema económico iría dela mano con la producción cerámica, lítica yartesanal. En estos momentos, la Región deTarapacá se caracterizó por una tradición alfareramonocroma y esencialmente doméstica que du-rante el Período Intermedio Tardío se reconocecomo parte del Complejo Pica-Tarapacá, denotan-do una clara continuidad con el Formativo Tardíosegún los registros para Caserones (290-750 DC).El estudio sistemático de su cerámica confirmaque los tipos Pica-Charcollo y sus variantes(Núñez 1965; Ayala y Uribe 1996; Uribe et al.2006 Ms), son los principales representantes deldesarrollo regional (67.4%), con antecedentes enla cerámica Quillagua-Tarapacá (Uribe y Ayala2004) del Formativo (16%), manifestándose in-discutiblemente, según nuestra recopilación de fe-chados por termoluminiscencia a lo largo del todoel período desde 950 hasta 1470 DC. No obstan-te, también sería notable la interacción de Pica-Tarapacá con las culturas del Altiplano Meridio-nal, Arica y Atacama durante el Intermedio Tar-dío. Así, en la parte media y alta de los vallestarapaqueños se manifestarían cerámicasaltiplánicas preincaicas e incaicas (con al menosun 11.8% de frecuencia), totalmente ausentes enCaserones y con fechas posteriores al 1200 DC(Moragas 1993). En este caso, el tipo Isluga Ne-

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gro sobre Rojo, se convertiría en la principal alfa-rería del altiplano que irradia hacia Tarapacá(Sanhueza 1981; Sanhueza y Olmos 1981), esta-bleciéndose vínculos estilísticos con otras cerá-micas negro sobre rojo como Chilpe, Kollau yPacajes (Rydén 1947; Dauelsberg 1972-73;Albarracín 1996), al mismo tiempo que manten-dría un fuerte nexo cultural con el espacioCarangas del Altiplano Meridional (Sanhueza yOlmos 1981; Michel 2000). Por su parte, salvoalgunos sitios funerarios, en la costa la alfareríaes un objeto escaso en los asentamientos residen-ciales. En ellos observamos un predominio de lostipos Pica-Charcollo (hasta un 80%), por lo tanto,tarapaqueño, dentro de un carácter esencialmentedoméstico de los sitios, a su vez, que dependien-tes de la producción cerámica del interior.

Esta situación, sobre todo, en las quebradas, va-lles y oasis, sugiere una radicalización de la com-plejidad económica y social que no parece sersatisfecha por la producción cerámica local comoantes, al menos por la alfarería monocroma tradi-cional, y seguramente tampoco solventada por laeconomía regional conllevando a ampliar las re-des de interacción más allá de la costa (Núñez1979). De acuerdo a ello, la introducción de cerá-mica decorada altiplánica, como valluna e inclu-so circumpuneña en el interior, podría referir abienes exóticos insertos en ese tráfico y en la con-figuración de una trama social distinta apoyadaen los nexos externos y nuevas competencias po-líticas, particularmente con el altiplano. Al mis-mo tiempo, esto incluso pudo provocar desplaza-mientos considerables de poblaciones hacia la sie-rra y los valles, considerando que la alfareríaIsluga y Chilpe adquieren una representación no-table en ciertos asentamientos, con frecuenciascercanas al tipo Pica-Charcollo (Moragas 1993;Uribe et al. 2006 Ms). Y, producto de ello, seobservaría una ocupación dual y compartida deeste espacio hasta la llegada del Inka a la región(Schiappacasse et al. 1989), con grupos al este dela Pampa del Tamarugal más vinculados al alti-plano, mientras otros mantendrían un carácter máslocal y ligado a la costa desde este borde hacia ellitoral, otra vez coherente con los patrones de asen-tamiento descritos.

Dentro de los sitios del interior, por otra parte, esgeneralizado encontrar una industria lítica vincu-lada al uso de núcleos, cantos y guijarros con uncarácter altamente expeditivo que incluye el uso

de lascas con filos vivos y bordes escasamenteretocados, utilizados en labores de faenamientotanto de animales como posiblemente de maderasa juzgar por la presencia de raspadores y cepillos.A la par, especialmente en Camiña-1, se distin-guen locus donde se llevan a cabo actividadesrelacionadas con talla bifacial, que incluirían lamanufactura de instrumentos como puntas de pro-yectil (escotadas y pedunculadas) y perforadores,así como la confección de cuentas de collar (enmineral de cobre y conchas), dentro de un siste-ma económico distinto, donde se vislumbra ciertadiferenciación laboral, antes más generalizada enCaserones. Asimismo, la manufactura de cuentasinsinúa una eventual producción de bienessuntuarios e intercambio, concebida a partir de unacomplejidad social que pone énfasis en la diversi-ficación económica, la generación de excedentesy la demostración de jerarquía. Por lo tanto, lapresencia de espacios claramente destinados a talproducción señalarían la existencia de especialis-tas o artesanos dedicados a esta, con la consiguien-te diferenciación social y el acceso a bienes antesmás comunes.

Por ejemplo, es probable que las poblacionesvallunas hayan interactuado con las de la costa dedos formas: primero, por un aprovisionamientocompartido de materias primas en la Pampa delTamarugal (p.e., sílices) y, segundo, por la diver-sidad de producción económica evidenciada en lasherramientas líticas entre ambas zonas (p.e., re-cursos marítimos, agrícolas, silvícolas o suntua-rios), promoviendo el tráfico entre ellas por esosinsumos o bienes (p.e., a cambio de conchas). Deacuerdo a lo anterior, los grupos del interior lle-garían a ciertos grados de especialización en latalla lítica, pero en la confección de ciertos ins-trumentos y adornos como las cuentas para el in-tercambio. De hecho, las especies malacológicasregistradas en todos los sitios son similares, des-tacando por su frecuencia y cantidad Olivaperuviana (gastrópodo), Choromytilus chorus(choro zapato) y Argopecten purpuratus (ostión).Observamos en ello un comportamiento selectivotras la elección de determinadas especies demoluscos, a la vez que se aprecia una especiali-zación en el trabajo de Oliva peruviana, elocuen-te en áreas de actividad detectadas en Camiña-1.Debemos, por lo tanto, señalar que en todos lossitios analizados se encontraron tanto restos deornamentos o cuentas como desechos de su ma-nufactura, reconociéndose varios objetos termina-

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dos e instrumentos. Pero, las excavaciones de estesitio revelan contextos domésticos de producciónartesanal y una estandarización en la producciónde ornamentos de concha, apoyando la idea deuna especifidad laboral como social en este tipode trabajo que antes, como en Caserones, aparecemás generalizada.

Lo más probable es que durante la época de estosasentamientos haya existido una articulación en-tre los sitios costeros e interiores que proveyera aestos últimos de recursos como alimentos y con-chas. Entonces, creemos que, las conchas presen-tes en los valles fueron recolectadas selectivamentey tuvieron la condición de material exótico, puesse llevaron a los sitios del interior para ser traba-jadas en la producción de ornamentos comochaquiras o cuentas de collares u otros adornoscorporales. Por lo tanto, podríamos esbozar queestos ornamentos de conchas marinas sirvieroncomo amuletos que proveían protección y pros-peridad (Trubitt 2003), e incluso que podrían te-ner funciones rituales relacionadas con demarca-ciones visuales de estatus o jerarquía. Y, lo que esabsolutamente coherente con el ingreso e incre-mento de cerámicas decoradas del altiplano o deArica, y de otros objetos exóticos como los meta-les que hemos comenzado a registrar en contex-tos residenciales de los asentamientos más serra-nos (p.e., alfileres o tupus), marcando otra dife-rencia con los poblados cercanos a la Pampa yaquellos de la costa.

Identidad cultural y biológica

Como hemos visto, los patrones arquitectónicosy la economía local documentan la segmentacióndel sistema tradicional heredado del Formativo,mientras que la alfarería y la circulación de obje-tos exóticos señalan una unidad articulada entredistintas entidades que fundamentan la existenciadel Complejo Pica-Tarapacá (Núñez 1965). Du-rante esta época apreciamos que las poblacionestarapaqueñas se expresan ampliamente dentro desu territorio nuclear, a lo cual se suma un estilotextil peculiar que es capaz de mimetizarse e in-cluso ocultar otras identidades como las de Aricay Atacama (Agüero 2006). En términos textiles,la región de Tarapacá se nos presenta como unespacio intermedio entre las tradiciones de VallesOccidentales y Circumpuneña (Agüero 2000a yb), variando el avance de una u otra en términoscronológicos. Al parecer, Tarapacá y los tejidos

de Pica constituyeron el límite sur de la primeratradición aun cuando sus tejidos muestran carac-terísticas particulares que la hacen distintiva. Es-tos se extienden durante la primera mitad del In-termedio Tardío por la costa de Tarapacá (entrePisagua e Iquique), el litoral de Arica y el Loainferior. Se trata de túnicas semitrapezoidales conorillas de urdimbre curvas y decoración por fazde urdimbre organizada en listados laterales poli-cromos; en las pocas ocasiones en que la decora-ción es bordada, esta se realiza principalmente enpuntada anillada y satín. Las bolsas las integranchuspas y bolsas-faja con decoración por urdim-bres complementarias y flotantes, así como bol-sas agrícolas decoradas con listas lisas. Todas es-tas prendas tienen la particularidad de utilizar unatrama continua, elemento que, junto a los otrosmencionados, se hacen extensivos al universo tex-til ariqueño, reafirmando su inclusión dentro dela tradición de Valles Occidentales. Sólo la curva-tura en las orillas de urdimbre de las túnicas esuna innovación tecnológica propia de Tarapacá,lo que nos permite conocer su procedencia espe-cífica. A todo lo anterior se suman cascos y go-rros con coletas a modo de tocados. Obviamente,lo anterior iría de la mano de una mayorinteracción con las poblaciones de los bordes, conprobabilidad a través del intercambio y transfor-maciones en la estructura interna de la economíay sociedad de Pica-Tarapacá, consolidándose supropia industria textil en el ámbito cotidiano comofunerario. Paralelamente, la menor riqueza y va-riedad que detectamos en la costa (Agüero 2006),así como la recurrencia de prendas reparadas, alu-den a una dependencia por parte del litoral de te-jidos del interior, distinguiéndose algunos núcleoscosteros donde estos se concentraron como enalgunos cementerios de Pisagua e Iquique. Y yaque muchos textiles se distribuirían del interior ala costa, desde ciertos puntos de esta se pudieronredistribuir hacia distintos lugares del litoral, so-bre todo, a sus fronteras (p.e., Pisagua y el Loa).

El resto de los materiales funerarios, particular-mente de Pica-8 y la costa de Iquique, parecencoincidir con la anterior situación. En este caso,los objetos corresponden a 56 tipos de artefactospertenecientes a distintos complejos artefactualesrelativos a caza-combate, pesca, recolección, agri-cultura, alimentación, textilería, atavíos y ritua-les. En términos generales se aprecia una tradi-ción artefactual común en los sitios de Iquiquecorrespondientes a Bajo Molle, Patillos, Los Ver-

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des y Cáñamo, permitiéndonos sostener en esteespacio ecológico la existencia de una entidadcultural claramente dependiente de los recursosmarinos que se maneja con una producción mate-rial que incluye una misma variedad tipológica anivel del complejo de caza, pesca y recolecciónmarina, seguido por aquel alimenticio, psico-trópico, de atavíos y en menor frecuencia de he-rramientas tecnológicas (p.e., textil). Como pue-de apreciarse, en ninguno de los casos hemosregistrado objetos propios del trabajo agrícola, dela actividad caravanera, ni de instrumentos musi-cales que sí aparecen en el interior como en Pica-8(Zlatar 1984). Ahora, en sus conexiones conTarapacá tenemos la impresión que los gruposcosteros suelen desarrollar y mantener una identi-dad propia, pero que se relacionan con aquellosde quebradas, valles y oasis mediante fuertes la-zos de intercambio, tranzados mediante alianzaspolíticas, las que tienen su expresión en los con-textos funerarios diferenciados (Núñez 1984;Moragas 1995). Pues, si bien se aprecia una dis-tinción clara entre lo que acontece en los contex-tos funerarios de la costa con aquellos de Pica(Zlatar 1984.), también se verifican clases o tiposde objetos muy similares (p.e., calabazas, cestos,entre otros), aunque difieran estilísticamente entanto que los objetos ricamente decorados no acon-tecen comúnmente en el litoral. Además, en lacosta estos materiales del interior no alteran eltradicional complejo de caza-pesca-recolección nitampoco intervienen de manera sustantiva el ri-tual funerario (p.e., incorporación de cánidos orestos de animales propios de la costa en las tum-bas [Moragas 1995]), espacio fundamental dondese desenvuelven las particulares ideas de mundoque caracterizan a los grupos.

De este modo, resulta evidente una dependenciapor ciertos bienes y recursos que fluyen por ellitoral y los valles, cuyo movimiento parecieraestar manejado desde el interior y sobre la basede objetos para el intercambio como tejidos ymúltiples artefactos que sirvieron de ofrendas fu-nerarias, señalando distintas identidades dentro deun marco cultural compartido. Por ejemplo, cerá-micas del Altiplano, tejidos de Arica y complejopsicotrópico de Atacama, todo lo cual se traduceen notables diferencias de acumulación entre losindividuos enterrados en Pica-8, distinguiéndoseque sólo un 14% a 15% pueden considerarse “másricos” que el resto (Catalán 2006). Paralelamente,una alta frecuencia de instrumentos de caza o ar-

mas, así como cierta vestimenta y adornos (p.e.,petos y cascos de cuero) vinculados a ciertos per-sonajes que, además, poseen trajes especiales (p.e.,túnicas decoradas por teñido), exaltan la repre-sentación de algunos individuos, de la mismamanera como se manifiesta en el arte rupestre,denotando el clima de competencia entre diver-sos grupos y las diferencias sociales que hemosestado sugiriendo.

Respecto a las características biológicas de las po-blaciones que se vistieron y enterraron con estosobjetos, nuestro estudio por ahora se ha centradoen la colección osteológica de Pica-8, pues siguesiendo el mayor sitio funerario sistemáticamenteexcavado de Pica-Tarapacá (Zlatar 1984). La co-lección aparece constituida por unos 100 esquele-tos, analizándose 54 en esta oportunidad en cuan-to sexo, edad, rasgos discretos, patologías, modosde vida, deformaciones craneanas y peinados(Retamal 2004 Ms). La población muestra unaesperanza de vida no mayor a los 45 años, sugi-riendo una alta mortalidad entre las mujeres alre-dedor de los 25 a 30 años. Esta población, ade-más, estaría compuesta por tipos braquicéfalos ymesocéfalos, distinguiéndose dimorfismo sexualen los adultos con relación a la deformacióncraneana y los peinados. Una parte importanteaparece con deformación intencional, donde lasmujeres se caracterizan por la deformación tabu-lar oblicua, mientras que los hombres, en general,se muestran no deformados. Asimismo, peinadoscon trenzas que convergen embarriladas a los la-dos serían propios de las mujeres, al contrario delos hombres en quienes convergerían en la nuca,en tanto que los menores y adultos mayores notendrían peinados. En síntesis, se detectó una po-blación agrícola sin mayor variabilidad genética(salvo por la presencia de dos tiposcraneométricos), tampoco en términos de modosde vida ni paleopatológicos. No obstante, existi-rían ciertas condiciones sociales y de género muysugerentes acerca de cierta heterogeneidad inter-na, asociada también con hacinamiento, mala ali-mentación, falta de higiene y alguna violenciaintragrupal. Por lo tanto, existen factores exter-nos ambientales y carenciales que mermaron lacalidad de vida de la población y aumentaron suspatrones de morbilidad, muy relacionada con en-fermedades infecciosas donde destacó la tubercu-losis, convirtiéndose Pica en un importante cen-tro de reproducción de la patología. A ello se sumacierta violencia interna, aparte de los traumatismos

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propios de la actividad cotidiana, con posible se-gregación sexual, especialmente dirigida a la mu-jer. Esta situación diferencial respecto al génerofemenino se une al dimorfismo manifestado pordeformaciones y peinados, sugiriendo una claraidentificación de este género y lo masculino (apar-te de los menores y adultos mayores).

De este modo, las evidencias artefactuales de di-ferencias culturales y sociales serían concordantescon una población también biológica e interna-mente diversa. Más aún, de acuerdo a un análisisde morfometría ósea de los individuos de las tum-bas de Pica, es posible afirmar que existen distin-ciones en el aspecto facial del cráneo entre dosgrupos8 divididos por estatus social, siguiendo lacategorización basada en la acumulación de ofren-das y ajuar de los mencionados cementerios(Retamal 2004 Ms; Catalán 2006). La que, a suvez, ha sido confirmada por el análisis de rasgosdiscretos, sugiriendo que las diferencias socialespueden tener correspondencias biológicas con gru-pos endogámicos y foráneos con mayor capaci-dad de acumulación. Es decir, las causas de estasmorfologías diferenciadas relacionadas con elestatus social implican que los grupos de élite alinterior de la población pueden estar realizandoendogamia, con el fin de evitar la expansión delas “riquezas” o el poder hacia estratos socialesmás bajos. Así, se estaría dando un caso de diver-gencia de los caracteres genéticos y, por ende,morfológicos, que aumentaría progresivamente enel tiempo y en la medida que se mantuviera laclausura reproductiva entre ambos grupos. Por otrolado, también es probable que los altos estatus dePica provengan de otros grupos, más bienforáneos, quienes estarían controlando la produc-ción y las riquezas, pensando que los individuos“importantes” son más heterogéneos que los gru-pos “pobres”, es decir, que la élite extranjera esmás diferente entre sí que dentro de los locales.Estas alternativas parecen las más auspiciosas, yaque las variables ambiental y cultural tienden amostrar una población agrícola bastante homogé-

nea, sin mayor variabilidad en términos de mo-dos de vida y paleopatológicos, salvo ciertas con-diciones de género desiguales entre hombres ymujeres. En definitiva, nos parece bastante pro-bable que exista una diferenciación social susten-tada o correlacionada con variables biológicas quealuden al aspecto, al menos facial, de los indivi-duos que pertenecieron al Complejo, lo que seríacoincidente con la fuerte dinámica interna y ex-terna que postulamos para Pica-Tarapacá duranteel Intermedio Tardío.

Elementos de complejidad y desigualdadsocial en Pica-Tarapacá, Andes Centro Sur

A lo largo de este trabajo, nuestra idea no ha sidodiscutir la pertinencia de conceptos como VallesOccidentales o Complejo Cultural Pica-Tarapacá,sino su representación social. Recapitulando, tra-dicionalmente se ha entendido a las comunidadesPica-Tarapacá, ubicadas entre las quebradas yoasis interiores de Camiña y el río Loa, integran-do un sistema único de complementariedad eco-nómica y social con los espacios de la sierra y elaltiplano, lo que habría permitido el aprovecha-miento racional de los recursos de diferentes am-bientes de la vertiente occidental andina (Núñez1965 y 1979; Moragas 1995). Además, estas mis-mas comunidades dispondrían de pequeños encla-ves en el litoral, cerca de recursos de agua, exten-diendo el sistema hasta la costa (Sanhueza 1985;Moragas 1995). Así, en este territorio se habríangenerado puntos terminales obligados para el ac-ceso a importantes recursos y su intercambio, cuyarelevancia quedaría plasmada en geoglifos ypetroglifos y, con ello, una notable concentraciónde rutas de caravanas de llamas a lo largo de laPampa del Tamarugal (Niemeyer 1961; Núñez1976 y 1985), que en ausencia de vías naturalesconectaban el interior con la costa. Se plantea,por lo tanto, la existencia de un tráfico prehis-pánico que puso en contacto vertical y horizontaldistintos pisos ecológicos de los Andes, basadoen los tradicionales principios andinos de eco-complementariedad (Núnez 1984).

Y, siguiendo a Núñez, la información etnohistóricaapoyaría para Tarapacá y Pica la constitución deuna organización sociopolítica única, con coloniascomunes en la costa y el altiplano que habríansustentado todo este sistema. Al respecto, se alu-de a que la etnohistoria señala que ciertos seño-res habrían controlado los recursos costeros, de

8 Un grupo se caracteriza por variaciones en la expansión-contracción de la escama frontal en sentido transversal yleve contracción-expansión de la órbita y región zigomaxilaren sentido vertical. El otro presenta variaciones en la ex-pansión-contracción de la escama frontal en sentido verti-cal y transversal y expansión-contracción de la órbita y re-gión zigomaxilar en sentido vertical.

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valles y oasis bajos como altos y aún ciertos seg-mentos del altiplano, sincrónicamente ocupados einterdigitados por colonias de señoríos propiamen-te altiplánicos. En su interior, los diferentes en-claves o colonias comprenderían estructuras dualescomo en Pica, donde se detectan parcialidadesdiferenciadas. Para Núñez (1984), la comunidadera conducida por una acotada jerarquíasociopolítica reconocida por la calidad de sus tum-bas y abundante ajuar de estatus, dentro de unamplio dominio de sepulturas simples e indivi-duales, donde las labores eran suficientementeespecializadas en agricultura, caza, cultos ytextilería, entre otros, con una distribución de bie-nes algo asimétrica. En consecuencia, el Comple-jo Pica-Tarapacá constituía un señorío liderado porautoridades étnicas residentes en cada zona deproducción, que en última instancia representa-rían una sociedad jerarquizada, aunque mantenien-do una armonía social interna y externa, sustenta-da en los valores andinos de la reciprocidad, elintercambio y la redistribución (Núñez y Dillehay1995 [1978]).

Por lo tanto, las principales hipótesis que se hanmanejado para explicar el surgimiento de esteComplejo, como una sociedad característica de losdesarrollos regionales tardíos del área, se basanen las propuestas del control vertical y el tráficode caravanas como los mecanismos que promo-vieron la evolución y complejidad de sus pobla-ciones (Murra 1972; Núñez y Dillehay 1995[1978]), dándole un prioritario papel al efecto delaltiplano y sus ideales humanistas. Sin embargo,los datos que aquí hemos referido al igual que laevaluación de los antecedentes disponibles sobrePica-Tarapacá, nos permiten profundizar y enri-quecer esta concepción y retomar la discusiónsobre la organización social centro-sur andina, enparticularidad respecto a los grados de compleji-dad y desigualdad social, más acordes con elmarco teórico propuesto en este trabajo.

En primer lugar, entre los antecedentes revisadosllama la atención la poca valoración del sustratohistórico, particularmente del Formativo, y la apli-cación recurrente de una tendencia interpretativaque como motor último de toda innovación nohace más que mirar al interior y el altiplano, conaltos valores sociales y casi morales. Tal situa-ción se expresa en la valoración sólo nominal yno histórica de los desarrollos previos y, conse-cuentemente, la escasa estimación de las pobla-

ciones locales como agentes del cambio culturalinterno, producto de una mirada evolucionista,difusionista y romántica. Lo anterior se manifies-ta en perspectivas características de una época dela arqueología del Norte Grande de Chile:

“...sólo un ‘pensamiento progresista’ (Núñez1989:82) pudo acercar a la sociedad a los um-brales de la civilización, con propuestas cultura-les formativas que dieron origen a la sociedadcampesina mucho antes del surgimiento de losEstados e imperios panandinos. La ‘idea de civi-lización’ (Núñez 1989:84), por lo tanto, envuelvea aquellas comunidades que lograron integrarbeneficios religiosos, políticos, arquitectónicos,científico-tecnológicos y artísticos, basados en unafundamentación agropecuaria, en donde la luchapor la subsistencia es mínima en tanto que la vidase teje en una trama proto urbana definitivamen-te estable y duradera...” (Uribe y Adán 2005 Ms).

Con todo, si bien en las discusiones más recien-tes sobre el tema se observa una clara adhesión ala tesis referida (p.e., Sanhueza 1985; Moragas1995), tímidamente también se comienzan a plan-tear la importancia y vigencia de las poblacioneslocales, su evolución e interacción no sólo comoseñoríos, colonias o caravaneros, sino dentro deun patrón más heterogéneo y diverso que la idealimagen construida con anterioridad.

Al respecto, creemos haber constatado cómo através del tiempo se produce la segmentación delas poblaciones de Tarapacá, por lo menos, deacuerdo a su acercamiento y explotación del am-biente en que se insertan, donde sin duda la mo-vilidad, la especialización laboral y sobreproduc-ción, el intercambio y la interacción de los vallesmedios con la costa y las tierras altas, son elo-cuentes. Sin embargo, no se trata de un procesoni de grupos humanos homogéneos, sino de unsistema diverso que hunde sus raíces en el For-mativo, hasta el momento en gran ausencia deTiwanaku9 y sin un traslado altiplánico elocuente

9 De la decena de sitios habitacionales que nos encontramostrabajando, no existe ninguna evidencia de presenciaTiwanaku, por lo menos cerámica (Uribe et al. 2006 Ms);mientras que entre las muestras funerarias, estas evidenciasse reducen a escasos ejemplares textiles que, por lo demás,en su mayoría corresponden a expresiones locales y termi-nales de los Valles Occidentales (Agüero 2006).

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previo. Razón por la que estas estrategias econó-micas u otras, como las que detectamos hasta aho-ra, son el producto de una situación histórica degrupos políticamente autónomos, diversa comoversátil en el tiempo y que en gran medida debiódepender de los segmentos de poder al interior yentre los grupos que habitaron este territorio, cons-picuos en sus diferencias de acumulación e inclu-so físicas que demuestran la hegemonía de unagran desigualdad social.

Volviendo a nuestro marco de referencia (McGuire1983), proponemos a modo de hipótesis la exis-tencia de una gran autarquía y homogeneidad afines del Formativo y principios del IntermedioTardío, representada por Caserones, que sería laexpresión de una crítica tensión e inequidad. Laconstrucción de grandes poblados de característi-cas únicas al servicio de una gran congregaciónsocial en torno a la recolección, la agricultura yla movilidad entre valles, pampa y costa, pudohaber promocionado una gran complejidad socialque derivó en desigualdad social explícita, elo-cuente en la segregación de los espacios domésti-cos y públicos, privilegiados para el desplieguesocial y el ejercicio individual del poder. Frente aesto, el evidente abandono de Caserones y el con-siguiente surgimiento y dispersión de aldeas ha-cia ricos espacios agrícolas en las quebradas queenfatizan lo doméstico y segregan lo público enchullpas, arte rupestre u otras manifestaciones ri-tuales, aluden a un claro cambio social derivadode una reacción a la desigualdad social previa.Sin embargo, pareciera que, en vez de ser elimi-nada esta desigualdad para seguir existiendo elsistema, aquella habría sido sublimada a travésde la fragmentación de la sociedad tarapaqueña,mostrando una mayor heterogeneidad vinculadaal fin de la economía comunitaria (Hardin 1968),con una especialización laboral y agrícola, la exal-tación de las identidades locales, la separación dela actividad pública como del culto religioso, elintercambio con zonas de frontera, con una sutilpero elocuente representación de la autoridad y elpoder en un arte rupestre doméstico y sus mani-festaciones biológicas.

En este sentido, las sociedades del Período Inter-medio Tardío del Norte Grande de Chile, así comootras de los Andes Centro-Sur, pudieron ser laexpresión de una gran complejidad que más alláde corresponder a unidades a modo de simplesfases, señoríos jerarquizados o etnias armónicas,

como se ha planteado tradicionalmente, represen-tarían el resultado de una gran desigualdad y seg-mentación. En el caso de Pica-Tarapacá, comointentamos ejemplificar aquí, esto estaría dado poruna gran desigualdad que pudo tener sus orígenesen el Formativo, cuando se identifican claras uni-dades territoriales y se centraliza la heterogenei-dad dentro de una notable circunscripción geo-gráfica e histórica (Núñez 1989). Y si bien el sis-tema no puede sostenerse sobre estas bases, laspoblaciones optan por la fragmentación de la so-ciedad, aludiendo a nuevas formas de comunidad,promovidas por individuos a modo de líderes ocaudillos como las figuras antropomorfas del arterupestre de los poblados.

Visto desde una secuencia temporal, proponemosque el Período Formativo Tardío representado porCaserones mantendría cierta continuidad con losprimeros momentos del Intermedio Tardío, mos-trando grupos bastante autárquicos cada vez másdensos y afectados por las presiones sociales deun modo de vida comunitario, cuya economía poresta misma lógica se deterioraría y derivaría enlas transformaciones entre una y otra época. Loanterior, según nuestros fechados por termolu-miniscencia y radiocarbono (Uribe et al. 2006Ms), se mantendría entre el 950 y 1200 DC con-figurando el Complejo Pica-Tarapacá, pero des-pués del 1200 DC se producirían transformacio-nes ligadas a la introducción y circulación en losvalles y oasis interiores de cerámicas foráneas,principalmente decoradas, sobre todo del Altipla-no Meridional y también Arica de los Valles Oc-cidentales, del mismo modo que piezas del Loa ySan Pedro de Atacama. A lo que se unirían, ahorasabemos, la industria textil, artefactos funerariosmisceláneos y los adornos de conchas estanda-rizados, de la mano de la circulación de produc-tos agrícolas, forestales y marinos. En este senti-do, nos parece que, a partir del 1200 DC, las po-blaciones Pica-Tarapacá se vuelcan hacia todo suterritorio y/o se vuelven más receptivas, extendien-do sus redes de interacción y con gran preemi-nencia de los lazos con el Altiplano Meridional.

De esta manera, creemos haber dado un paso fren-te a la crítica ya hecha por nuestros predecesores,en cuanto los modelos en uso se han centrado enlos aspectos económicos y demográficos propor-cionando escasa y especulativa información so-bre su organización política o social (Núñez yDillehay 1995 [1978]: 150), a la cual nos esta-

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mos acercando de manera evidente dando cuentaahora de una sociedad menos utópica, con unaoculta pero notable desigualdad en su interior. Coneste antecedente podemos profundizar con mayorseguridad dentro de la complejidad de las socie-dades que integraron Pica-Tarapacá y esta partede los Andes Centro-Sur. Toda la complejidadsocial del área, por lo tanto, no se puede reducir aconceptos como el de Señorío usado hasta ahoray que no calza bien con la actual realidad arqueo-lógica. Al contrario, creemos que la heterogenei-dad expuesta responde a la desigualdad social quese ha desarrollado con el tiempo en los VallesOccidentales, correspondiente a una competenciapor reproducir en más espacios esa formaciónsocial, ya que en este ambiente desértico no pue-de existir centralizado, sobre todo cuando las prác-ticas económicas han sido exitosas y han llevadoa la acumulación material como de poder. Por eso,apoyamos la idea de sociedades segmentarias parael Intermedio Tardío del área (Albarracín 1996),como una categoría intermedia entre sociedades“contra el Estado” y “estatales” (Clastres 1978),articulada por la competencia de comunidades y

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líderes que se diferencian sutilmente del predo-minio de los ámbitos domésticos, al menos, enmonumentos funerarios, el arte rupestre y susmanifestaciones mortuorias.

Agradecimientos A mis colegas Leonor Adán,Carolina Agüero, Cora Moragas y Flora Vilches.Asimismo, a quienes han facilitado los análisisespecíficos como Rolando Ajata, FranciscoBahamondes, Gloria Cabello, Carlos Carrasco,Dánisa Catalán, Oscar Espoueys, MagdalenaGarcía, Josefina González, Viviana Manríquez,Rodrigo Retamal, Lorena Sanhueza, SimónUrbina, Jimena Valenzuela y Alejandra Vidal. APaulina Chávez por las ilustraciones. A AxelNielsen por la invitación a participar con este tra-bajo en el Simposio de Desigualdad Social delXV Congreso Nacional de Arqueología Argenti-na, así como los valiosos comentarios de losevaluadores que han permitido mejorar la calidaddel manuscrito. Finalmente, gracias a las comuni-dades locales de Tarapacá, en particular dePisagua, Camiña, Nama, San Lorenzo, Chusmiza,Huarasiña y Mamiña, por su acogida.

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