a rostro oculto #11
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Número 11 de la revista A Rostro Oculto. Publicación independiente de cultura y opinión pública.TRANSCRIPT
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a rostro oculto diciembre
Introducción Javier Hernández ………………… 4
Prologo Alejandra Koráki ………………… 5
El salto de la esperanza... Yoyita Margarita ………………… 6
Pertenencia Sergio Coronel ………………… 7
Cierro los ojos y le veo Concha ………………… 8
Hojas Frescas Miguel Dirzo ………………… 9
Invasión Natural en la Ciudad Anel Hernandez ………………… 10
Sacrificios Carmen Rodriguez ………………… 11+
Surgir del Silencio Juan José Enríquez ………………… 16
Eliseo hombre de paz Concha ………………… 17
Invasión Natural en la Ciudad II Anel Hernandez ………………… 18
Agonía Elizabeth Vazquez ………………… 19
Eterno Ruben RL ………………… 21
Espejismos Sergio Coronel ………………… 25
Te siente en la piel Yoyita Margarita ………………… 26
Luchín Cap. 4 Las heridas de ayer Jesús Hernandez ………………… 27
Epílogo: Sueños Alejandra Koráki ………………… 30
Editorial
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Contenido
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A nuestros apreciables lectores y colaboradores, los invitamos a
dar vida y crecimiento a este proyecto, quedando a disposición
los siguientes medios de contacto:
http://issuu.com/ARostroOcultoRevista
https://www.facebook.com/groups/a.rostro.oculto/
Somos voz sin censura,
imagen que detalla el universo.
Somos A Rostro Oculto.
Portada: Alejandra Koráki
Título: Nochebuenas
Contraportada: Anel Hernández
Título: Invasión natural en la ciudad
Todas las colaboraciones incluidas son propiedad intelectual de sus autores,
queda restricta cualquier reproducción total o parcial sin autorización de los
autores.
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Y así es como hemos llegado a la edición número 11 de A Rostro Oculto, mismo
número con el que damos la despedida al 2014, mismo que nos deja un satisfactorio
sabor de boca por el trabajo realizado a lo largo de este año y de estos once meses en los
que nos han acompañado.
Nos es muy placentero el compartir con ustedes, lectores, todo escrito plasmado en estas
páginas, hechas por y para ustedes. En esta ocasión, nos remitimos al verso, a lo dicho
desde lo más profundo del ser, esas emociones evocadas al amor, en discursos
pasionales. También, se nos presenta en relato, la disyuntiva entre el deseo propio y la
expectativa rodeadora, y el asfixiante deseo de liberarse a través del dolor. A su vez, se
muestra una reflexión a la transición del año, el que agoniza, pero da paso a una nueva
oportunidad.
Independientemente de los significados y ritos basados en la religión que acompañan
estas fechas, es una época que nos invita a la reflexión, a la búsqueda de una mejor
versión de nosotros mismos, y a su vez, la cercanía de los seres amados. Dicho esto, y a
nombre de todos los colaboradores de A Rostro Oculto, les deseamos excelentes
festividades, libremente de la ideología que manejen. Esperamos fervientemente el
siguiente número, el primer número del año 2015, donde ansiamos contar una vez más
con su lectura y su compañía.
Un año más en esta era, en este espacio y este tiempo, un año repleto de aprendizajes,
conocimientos y experiencias. ¡Muchas gracias por su compañía! Nos vemos en el
siguiente año, en un nuevo número.
Los misterios, la sabiduría y la solución a problemas, el destino siempre cambiante y la
suerte caprichosa. Los cambios repentinos, la fortaleza, y también la desgracia y lo
imprevisto… Todo es bien recibido mientras sea tergiversado en un escalón más hacia
la victoria, hacia el éxito…
Bienvenidos, A Rostro Oculto #11
Somos voz sin censura,
imagen que detalla el universo.
Somos A Rostro Oculto.
Introducción
Javier Olivares Hernández.
Diciembre 2014
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Alejandra Koráki @alexacrow
Llegan las fiestas, esas que todos (o casi todos) celebran. Esas que nos llenan de júbilo
y a la vez añoranza. Esas que nos hacen sentir cálidos en el invierno, nos hacen sentir
más en familia, más en contacto con nuestros seres queridos.
Es cierto que el país y el mundo atraviesa una de sus peores crisis de nuestros tiempos,
es verdad que a veces quisiéramos cambiar radicalmente las cosas, la situación, la
realidad. No olvidemos lo importante que es mantenernos alertas y vigilantes. Yo lo
invito a que nos relajemos, convivamos, festejemos y disfrutemos de estos días, pero sin
dejar de lado lo que más importa que es nuestro futuro, con un ojo a las fiestas y otro a
los gobiernos.
Solo así podremos estar tranquilos.
Y por cierto, de todo corazón y en nombre de todo el consejo editorial de la revista, yo
le deseo todo lo mejor.
Nuestros mejores deseos y por supuesto nuestro agradecimiento está con usted, nuestro
más importante elemento, nuestro lector.
Que el año entrante traiga consigo cosas mejores, no importa si usted celebra Navidad,
Hanukkah, Yule, Kwanza, etc., o si no celebra nada, de igual forma le deseamos lo
mejor.
prólogo
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Yoyita Margarita
Luces azules, calma, belleza,
Altura y miedo, helechos, islas,
Cielo que no alarma, turismo,
Fe.Es el Salto de la Esperanza,
Caridad, suerte, paciencia, luz.
Pero no se salta desde arriba,
Se observa, se cuida, se respeta.
Dios lo manda,
Ha nacido de repente en Ziertw,
Parroquia de Larmoinitt, en Suewk.
Tierra de gente que ha sufrido guerras,
Hambre, sed.
Voy y vengo, recomiendo el paisaje,
Trofeo de pobres hombres que mal
Van, mal vivieron, mal caminaron,
Pero ahora...Fe.
Ahora, azul, perdonando se llenan
Los ojos, se recuperan, levantan
E incluso se hacen inmortales.
Modelos a copiar por otros pueblos,
Creyentes a pesar de todo, de todos,
Fe.Luchan sin armas, besan y abrazan,
Trabajan y no se desmayan,
Saben de amor, aprecio, errores
De otros seres sin inteligencia.
Su rezo es interior, sentido
Y consentido por el resto porque
Necesitamos gente como ellos,
Buenos, de altura, frescos, con fe.
No es para saltar, es para admirar,
Imaginar vivir en ese lugar especial
Lleno de magia, piedad y representando
Las fuerzas, la fuerza, del bien.
el salto de la
esperanza de Ziertw
“Significar si” Yoyita Margarita
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Sergio Coronel
Quiero saberte mía
mía en espíritu
mía en alma la materia es finita,
cambiante y corrupta
esa no me importa compartirla,
mientras en nosotros exista
la alquimia álmica y espiritual
de la verdadera pertenencia cósmica
inmutable y traducida en eones,
buscándonos incansables, por mundos,
esferas estelares y abismos crepusculares...
pertenencia
“Las cosas en su sitio” Yoyita Margarita
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Concha
Fue mi amor,Sagrado,Real,
Fue mi luz celeste,Cordial,
Fue mi estrella,Sol de playa
Y rutina cierta
Y feliz.Eliseo.
Cierro los ojos
Y le veo, es azul,
Es como un albaricoque,
Es amable, elegante
Y del otro mundo.
Cierro los ojos,
Aparece, es mi amado
Que llega con rosas rojas,
Con una carta en su bolsillo,
Con misericordia,
Entrega,
Permiso de Dios
En regla.
Gracias por visitarme
Cada atardecer,
Gracias y besos grandes,
Reales,
Sentidos siempre
Porque nuestro amor
Fue inolvidable.Eliseo,
Mi gran amor
Nada cobarde,
Mi consuelo tenerle
Al cerrar mis ojos,
Al dejarme llevar
Por las olas,
El viento
Y el mar en calma.
y le veo cierro los ojos
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Miguel Ángel Dirzo
Agregar cuenta de twitter o contacto---------> @Miguel Ángel
Dirzo
Soy uno de esos árboles tristes que se pone feliz con el viento
tengo ramas podridas por la luz de la luna que he viso con mis tallos y entre copas,
hojas frescas de recuerdos-besos.
Me muevo con la ola, el olor a café y la mujer,
de mis hojas cuelgan el amor, la tristeza,
más la primera que la segunda y a veces más la segunda que una naranja.
Se me pegan los gusanos, me orinan los perros,
siempre están celosos del sol y el petirrojo,
me buscan las mariposas de alas grandes y no me quito, les dejo.
La brisa me hace el amor en las madrugadas y yo se lo hago con todas mi hojas.
Soy uno de esos árboles al que le nace una sombra fresca
donde no se cae al infierno, pero tampoco se sube al cielo,
sólo se puede leer la vida con ojos quietos sobre tus senos.
hojas
frescas
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Anel Hernandez
@anel hernandez -- contacto de anel
en la ciudad invasión natural
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Carmen Rodríguez Ibarra
@crod6471
Día tras día, la suma de todos los sonidos lleva a Silvia al mismo estado. El delirio de
buscarle musicalidad a las cosas cotidianas, tenía fundamento en la ocasión que, por sus
buenas calificaciones, asistió junto con niños de otras escuelas a un concierto. Era al
aire libre y verían a una orquesta sinfónica. Observó atenta como los músicos ocupaban
el escenario, los saludos cordiales entre ellos, el bullicio para ubicarse, y cómo afinaron
los instrumentos antes de la llegada del director. Sobra decir el efecto que tuvo en ella; a
los once años sólo conocía esa música por referencia, quizá algún breve vistazo en la
televisión, o casi como un tropezón al girar la perilla para sintonizar el radio.
En el presente, atrás de ella, se escuchaba el ruido del molino, como si fuera el tremor
lejano pero potente de las percusiones. Más cerca, unos solitarios granos de maíz que se
habían olvidado, caen a las tinas, para cumplir su transfiguración en nixtamal. Con
mucha imaginación semejan los violines en un pizzicato. La máquina tortilladora
chirriando, es un grupo de cellos. Al frente, las personas charlan en la fila; algún perro
ladra ostentando ser el poseedor de ese territorio, niños en un partido de futbol callejero,
pelean la posibilidad de un tiro penal. La salida de las primeras tortillas, algo deformes,
parecen suplicar que ella las enrolle crudas para regresarlas al depósito de masa con la
mano derecha, después serán tortillas perfectas. Al mismo tiempo con la izquierda
controla la tensión y el agua. Se sintió directora de orquesta, todo a su oído se convierte
en una pieza musical.
Hace una semana regresó a casa con premura ante el aviso de que algo malo le había
sucedido a su papá. Dueño de varias tortillerías, intentaron extorsionarlo amenazando
con la muerte si se negaba a pagar lo que ya se conocía como derecho de piso, o sea, el
simple y natural derecho a trabajar; se negó rotundo diciendo que él no mantenía
haraganes. A una cuadra de la tortillería principal, la primera que había instalado, lo
asesinaron acribillándolo en su auto.
Desde que comenzó a estudiar música, su vida transcurrió en dos mundos, la
responsabilidad de ser hija única del magnate tortillero de la región y el anhelo de ser
pianista. Su padre deseaba legar a alguien el producto de su esfuerzo, pero los parientes
cercanos sólo se acercaban para pedir ayuda económica y lo defraudaban en el trabajo.
Además, su esposa, una mujer enfermiza y sobreprotegida, no pudo tener más hijos.
Un día después del sepelio, congregados en el rezo tradicional del rosario, los
empleados de las tortillerías miraban con temor y gesto de súplica a Silvia. No dudaban
sacrificios
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de su capacidad para llevar el negocio, siempre fue la ayudante de papá desde pequeña.
Más bien temían que se inclinara a proseguir sus estudios de música. El apremio no era
circunstancial, supo siempre el destino que parecía ineludible. Para su padre, la música
significaba un pasatiempo que le pagaba y le permitía, suponiendo que un día, volvería
al redil; cada fin de semana o vacación, la tenía con él aprendiendo del negocio.
Y tomó la decisión. Los ruegos y lágrimas de su madre porque, “yo no soy buena ni pa´
los números, ni pa´ nada de esas cosas de hombres” y, “cómo se va a quedar la gente sin
trabajo por tu capricho del piano”, la dejó sin otro camino. Esa noche, después de llorar
ahogando su llanto en la almohada, para no mortificar a su hipocondriaca madre,
eternamente enferma, buscó desahogo. Ya antes había descansado con ese tipo de
catarsis.
Aunque era complicado conseguir navajas de rasurar, guardaba una buena dotación.
Tomó una, y después de desinfectarla con alcohol, puso su camisón hasta la cintura
sentada en el inodoro, procediendo a hacer cortes en sus muslos, esta vez incluso más
profundos que otras ocasiones, como para olvidar el pesar de su alma con dolor físico.
Al mismo tiempo, tarareaba una mazurca de Chopin que estaba estudiando, dirigiendo
en el aire con la mano que tenía la navaja, cada corte se acompañaba de alguna nota
apasionada y un gesto de dolor con las notas preciosas de la pieza. Exprimió con fuerza
cada herida, se limpió con algodones empapados en alcohol, esperando la coagulación y
se retiró a dormir.
Tecuizpoh realizaba la repetitiva rutina de pasar y repasar el metlapil sobre el metatl
remoliendo maíz, de la misma forma repasaba los hechos que llevaron su destino a un
fatal cambio de un día para otro. Ayer, su señora, esposa preferida de un miembro de la
nobleza mexica, había muerto en batalla, es decir, dando a luz. Como era costumbre la
acompañarían al otro mundo parte de su servidumbre y apenas hacía unos momentos,
comunicaron quiénes tendrían este alto honor. Todas las mujeres de la cocina anhelaban
formar parte del acompañamiento mortuorio. Aunque tenían la certeza del destino al
morir (desde pequeños lo aprendieron) ella estaba temerosa.
Concluyó que tal vez era porque apenas unos días antes le pidió matrimonio un joven
que también servía en palacio. Se ilusionó pensando en el futuro al lado de un hombre y
ahora sería sacrificada a la mañana siguiente.
Mientras esperaban el anuncio, estaba casi segura de que no estaba entre las elegidas,
por el corto tiempo que llevaba sirviendo. Sentimientos contradictorios bullían desde
entonces, pues viva, era indigna aunque siguiera trabajando para la nobleza.
Muerta tendría honor, pero acaso, ¿no sintió vibrar su piel al contacto de las traviesas
manos de su prometido? Ayer escaparon brevemente de la custodia de la madre en el
campo lleno de arbustos; unos cuantos roces de sus manos la habían puesto en un
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estado, como cuando los hombres tenían cuatrocientos conejos en su mente por ingerir
mucho teometl.
Una piedra determinó su destino. Dos pequeños hijos del señor, lanzaron piedras con
sus hondas hiriendo a la cocinera favorita, justo en el lugar donde se corta el mechón
mortuorio; la herida era tan grande, que los sacerdotes consideraron un insulto y mal
augurio elegir a la cocinera. En cambio, la muchacha nueva, tan fresca e inocente
acallaría los funestos designios que pudieran venir.
Por última vez palpó la masa. El aplauso rítmico y lleno de energía para extender los
sabrosos discos sonó, una a una las tortillas caían en el comal y las volteaba para verlas
inflarse con el calor. Se preguntaba si todas esas que se regodeaban de ser elegidas, en
verdad no temían morir, ¿por qué entonces tomaban de manos y pies a los que serían
sacrificados? Esto la hizo sentir menos culpable.
Al otro día muy temprano y ya sin el mechón en su cabeza, se había bañado, y vestía la
ropa indicada. Se dirigió al templo. Uno a uno veía morir a los acompañantes, sus
cuerpos iban a dar a la pira donde se quemaban y se elevó una nube negra en el cielo. El
olor de carne quemada la asqueaba y su corazón se aceleró con tanta fuerza, que creyó
estallaría antes de llegar al altar.
Llena de zozobra, con sudor abundante, sus pies la llevaban a su destino. Al llegar, fue
colocada en la piedra, llena de sangre de los que ofrendaron antes que ella, alcanzó a
sentir el tufo desagradable de la sangre seca en el cabello hecho bolas del sacerdote.
“¡Cuántos guerreros y cuántas doncellas dejaron huella en esos pelos asquerosos!”,
pensó. Enseguida, la asustó su leve irreverencia.
Al ver acercarse la navaja exhaló un grito profundo, espantoso. Apoyada en sus talones
y arqueando la espalda, se sacudió en una pose desconcertante y tenebrosa, inútil su
último gesto de preservación. La levantaron en vilo y sin fuerza ya, se desplomó, fue
muy rápido y no tan doloroso. Después cerró los ojos, siempre le resultó desagradable
ver a los muertos quemándose con los ojos abiertos y no quería que la vieran así. Para
Olivia, el único y poderoso motivo que justificaba a aquellas personas pisoteando su
hermoso césped era recibir en su casa al CEO (Chief Executive Officier) de la
transnacional en la que su marido dirigía la región Latinoamérica. El visitante francés,
en su juventud, fue estudiante de intercambio en México, país del que textual dijo “se
enamoró” entre otras cosas, por su gastronomía. Sabía comer picante, aunque señaló
“no mucho picoso” y fue muy específico al decir que deseaba una comida típica con
trastes de barro y tortillas a mano.
Ahí estaba un ejército de mujeres y hombres instalando cazuelas encima de tlecuiles
hechos con tabiques sobre la meseta de tabique rojo barnizado que limitaba la entrada
del bello porche. Conectaron un gigantesco comal a un tanque de gas con la pintura
desgastada y preguntó si no había manera de cubrirlo, porque afeaba su entrada, la
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respuesta fue taparlo con papel caple que consiguió aprisa la encopetada organizadora
de eventos.
Una dieta eterna, además de la obstinada negación de sus orígenes, hacía que en vez de
tortilla se comiera pan de diversos tipos dependiendo del menú del día. No se consumía
comida mexicana con frecuencia en casa. De vez en cuando en viajes o salidas de fin de
semana se detenían a comer una quesadilla en algún pueblito polvoriento, pero no era
afecta a la comida de su país aunque su cocinera, Rafaela, le hiciera sopes a su marido a
escondidas mientras ella quemaba calorías en el gimnasio.
El evento fue un éxito. Al mole, frijoles y otros guisos típicos, se agregaron platillos
fusión como las quesadillas de camarón y lasagna de huitlacoche. Los cincuenta
invitados, todos altos ejecutivos y sus familias, expresaron el buen gusto, magnífico
sazón y el lindo toque típico incluso en las sillas de madera y palma tejida que dieron
marco, pero al anotarse un triunfo como anfitriona, lo único en que ella pensaba era
cuántas sesiones de gimnasio le costaría a aquellas señoras de esbelta figura, quemar
tantas calorías. De las que no estaban en forma, ni acordarse.
Aquella noche, una vez que su marido durmió plácido después de sexo rutinario, que él
afirmaba era para dormir más relajado, Olivia se levantó. Llegando a la cocina esperaba
Rafaela, ya habían hecho cita para esa noche. Del gigantesco refrigerador, sacó trastes
donde había guardado comida del evento, una bandeja con masa y puso manos a la obra.
Amasó mientras el comal se calentaba y los guisos se entibiaban en el microondas. Una
a una le hizo quesadillas de cada guiso, de tamaño mediano como solicitara y fritas en
manteca de cerdo, y acompañó con una enorme botella de gaseosa. Después de un
atracón fenomenal (los guisos eran veinte diferentes) Olivia salió de la cocina. –Señora,
¿quiere que la ayude? –dijo la cocinera, mientras le ofrecía dos trocitos de papel
aluminio. –No es necesario, ve a dormir – Olivia sentía ya un ligero malestar estomacal
–sólo ordena la cocina y hecha aromatizante. ¡Apesta a fritanga!
Ascendió la escalera hasta el cuarto de visitas, cada paso suyo era dado con señorío,
como le habían enseñado desde niña. Con el televisor prendido en un canal de música,
se encerró en el cuarto de baño. Después de amarrar su rubia y abundante cabellera,
puso un trocito de papel aluminio en cada fila de dientes adhiriendo firmemente; se
arrodilló frente al inodoro e introduciendo sus dedos, índice y medio, empezó a vomitar.
Aún no comprendía por qué cada vez que realizaba este acto llegaba a su mente la
oración del Yo, pecador.
Yo confieso ante Dios todo poderoso. Sus dedos en la garganta.
Y ante vosotros hermanos. Primera oleada de vómito, siempre la más difícil.
Que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión. Dos oleadas más,
abundantes, terribles, como si además de expulsar el alimento expulsara la rutina, la
superficialidad.
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Por mi culpa. La imagen de su abuela purépecha, grandes caderas y senos, pantorrillas
de bronce firmes como columnas.
Por mi culpa. Su madre, piel apiñonada, más esbelta, hija de un extranjero rubio,
siempre a dieta y con clases de gimnasia reductiva.
Por mi grandísima culpa. Ella misma. Castaña clara, rubia a punta de tintes, temerosa
de que sus formas tendientes a ser voluptuosas crecieran.
Por eso ruego a Santa María siempre virgen, a los ángeles, a los santos….el ardor por
los ácidos gástricos, dolor en el pecho, llanto incontrolable mientras retiraba los trozos
de aluminio, fue tal la oleada que se movieron de su lugar, va al lavabo y lava
meticulosa la boca y los dientes. Deja de llorar.
Amén.
Al salir, la cocinera esperaba con una botellita de antiácido, y una taza. –Un tecito de
tila señora, sin azúcar –le dijo, mientras destapó el frasco y revisó el baño para ponerlo
en orden. –Gracias, me voy a dormir. Hasta mañana.
Cuernavaca, Morelos noviembre del 2012.
“Amarte sol”
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Juan José Enríquez Rivera.
El fluir de las horas, de los días, de los siglos
cual sol silenciado en un cantarito de agua
la sirena atesora celosamente tan fugaz
como un suspiro mostrando su claridad…
¿Qué sucedió aquella noche estrellada?
Recuerdo escuchar que reía mi melancólica sombra
que hubiese soñado al amanecer…
Esta locura sabes que es mía y renacerá
como un roble frente a ti contra todo lo vano…
¿Quién tiró de la cuerda
cuando el cobarde latido se alejó lentamente
y florece con quien fuera un extraño ser de luz?
Expira sigiloso…
¿Acaso sería una gran quimera?
Seguirás el aroma de muerte
que parece haber estallado
en un cielo harto de sangre y oscuridad…
surgir del
silencio
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Concha
Ha sufrido mi hombre,
le han robado, amenazado,
pero es hombre de paz.
Eliseo, hombre de paz.
Eliseo, hombre real.
Eliseo siempre, Eliseo.
Eliseo, cuento de hadas,
gracias por fijarte en esta dama.
Eliseo, victoria certera, blanca luz alba
y nubes de oveja.
sol que amarra y anima,
bendice y cultiva.
Eliseo trabajador, entregado a su familia
viviendo siempre, por amor.
Paz, cordura, paciencia, inteligencia,
buenos deseos, pedido de mano,
boda, hijos, gloria y banana,
naranja y pizza, patatas y agua,
calor y sudor, vencer, andar, madurar, unirse
y conocer la felicidad.
Eliseo, hombre de paz,
entero, ejemplo, bueno, caballeroso y fiel.
Eliseo, mi despertar, limpio, riguroso, fresco, sustancioso.
Eliseo, te recuerdo y llevo dentro.
Te adoro y deseo el cielo, la tranquilidad, el infinito y el Universo.
Eliseo no me olvides, somos los dos, uno, aunque estemos lejos, uno somos.
eliseo
hombre de paz
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Fotografías de: Anel Hernandez
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Elizabeth Vázquez-Marroquín
Al fin de cuentas, de esto se trata la vida, sencillamente de vivirla. Vienes a este mundo
con demasiadas preguntas, la mayoría de las veces te desesperas y crees no haber
hallado respuestas. Sin embargo, observa de lejos el panorama, trata de verlo con mayor
nitidez, y te darás cuenta que en cada paso hubo una respuesta. Todo fue un paso
adelante con una pregunta y una respuesta incluida.
Cuando vives todo gira a gran velocidad, cuando te estás muriendo, todo es demasiado
lento e irónicamente lo ves en cámara lenta. Ves tu vida. Ves tu muerte. Te enfrentas
únicamente a ti mismo. Sin escudo ni espada, no hay de qué defenderse ni de qué
protegerse, eres tú mismo solo contigo o en contra de ti mismo. Cuando se agoniza llega
una extraña sensación de hacer el recuento de todo y ver la vida desde la pausa perfecta,
no para analizarla, eso sería una pérdida de tiempo para los pocos minutos que se te
reservan. Observas y te fijas en esos pequeños detalles que construiste. Si forjaste con
fuerza un sueño, seguro lo verás ya realizado, aunque en su momento no lo pudiste ver
por ser exigente contigo mismo, por fijarte en el logro de otros, por miles de razones
que cuando vives te roban la tranquilidad y la energía para ver tus propios frutos.
Eres humano, muy humano y la poca decencia que tuviste contigo mismo la verás justo
cuando la muerte se siente frente a ti. Pides mucho si deseas quedarte otro rato más.
Cuando la muerte está decidida y tiene órdenes, lo que debes hacer es darte prisa para
saborear tus últimos minutos en tu cuerpo pedinche que tenía hambre, frío, sueño, calor.
Déjate de tonterías, no pienses en el daño, el miedo, el odio; si la muerte ahí está, ya te
irás en unos cuantos minutos. Saborea tu respiración, saborea tu saliva, saborea tus
entrañas, saborea tus recuerdos, pronto no tendrás ni siquiera lo poco que te queda como
humano, después de que agonizas, ya no eres tú. Después de que agonizas, para el
mundo eres un cadáver, para el ser supremo, quién sabe quién serás, seguramente serás
lo que fuiste mientras estabas vivo, seguramente sólo él sabrá quién eres o quizás
disfrutaste tu agonía y te fuiste sabiendo quién eres y quién fuiste. Recuerda que eres lo
que fuiste, fuiste lo que quisiste ser, y serás la huella marcada con fuego y sangre de lo
que refleja tu pasado. Eres un ser humano, especie única en el mundo, la más
prestigiada, pero la más incauta.
El mismo Dios se sigue sorprendiendo de hasta dónde llega el ser humano con tal de no
quebrarse, es resistente, es sensible, es rudo, es el reflejo de él mismo, pero sin dejar de
ser humano pues sigue cometiendo demasiados crímenes en contra de sí mismo. Así es
el ser humano, a veces tan racional y tan espiritual que puede reflejar los mejores rasgos
de Dios, sin embargo, suele ser a veces soberbio, estúpido, orgulloso, mentiroso, vil,
agonía
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que pareciera que a cada instante hay un demonio y un ángel en su interior luchando por
sobresalir. Oh si, la batalla eterna, la que nunca deja de marcar al ser humano, la batalla
entre el bien y el mal. Qué es lo bueno y qué es lo malo, se pregunta el ser humano
cuando es pequeño. Esto es bueno y me gusta, esto es malo y también me gusta, dice el
ser humano cuando ya es grande. Entonces, de qué te sirve saberlo si lo harás esté bien
o mal, punto crítico que aún el ser humano no puede discernir. La raya invisible de
cuando algo deja de ser bueno porque ya es malo. Aprende a diferenciarlo, ahí está la
clave. Cuando se te salgan las lágrimas por haber dado la sangre y las entrañas por algo
o por alguien, entonces es bueno. Cuando la cara se te caiga de vergüenza, cuando no
soportes la obscuridad, el silencio, cuando te hagas indiferente a la mano que pide ayuda
y te pases de largo, entonces puede ser malo. Es fácil saberlo, pero la lucha entre
ángeles y demonios te nublaran la vista, no sabrás verlo, y cuando lo veas ya habrás
hecho lo bueno o lo malo, lo único que ves cuando te das cuenta, es el resultado de todo.
Ese resultado, es el mismo que estará en tu propia agonía. Es tuyo, te pertenece, tú
decidiste, tú lo viviste. Ahí está tu agonía, en el resultado de todo lo que dices, piensas y
haces.
En pocos días terminará mi turno. Soy el año que agoniza con su invierno, su primavera,
su verano y ya estoy otoñando mi despedida, como lo hicieron los años pasados. Me
voy como cada año, llevándome lo que ni siquiera te has dado cuenta que me entregaste.
Me voy llevándome las muertes de seres humanos inocentes, causadas por otros
humanos. Es triste ver al mismo ser humano acabando consigo mismo, ojalá hubiera
escuchado que las muertes fueron porque un león los atacó ferozmente o un siniestro
demonio subió de los infiernos y sencillamente los quemo. Pero no es así, las letras que
suman la historia están llenas de sangre y de odio.
Me despido llevándome la misma historia de siempre, el ser humano acabando consigo
mismo porque es incapaz de amar a su propia especie. Sale orgulloso y alegre por las
calles, visita las tiendas departamentales mientras estoy ya por irme. Soy el año, el año
que empezó justo como comienzan todos los años, con un enero para terminar en
diciembre. Estoy por concluir mi estancia y en pocos días seré pasado. Soy un año, soy
invisible y sin embargo, siempre me estaré sumado cronológicamente a la vida del ser
humano. Soy el año que terminará, soy el pasado, soy la agenda llena de actividades,
soy parte del recorrido que tiene que hacer el hombre, soy el tiempo purgándose de todo
lo que ocurre para renovarse y entregarle al futuro las nuevas esperanzas al mundo, un
próximo año. Aunque ya se acerca el siguiente año, disfruto mi agonía, soy un año más,
aún soy tuyo, hazme tuyo hasta el final. Agonizo, pero aún estoy vivo, entrégame tus
últimos minutos en silencio, donde solo estemos tú y yo, yo me voy, tú te quedarás,
tienes un destino, tienes que seguir viviéndolo.
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Rubén RL
@RubenRmzLem
Yo pongo el café
Tú
la taza...
mis labios
tu piel...
el sol
las estrellas...
reunión de
constelaciones
y órbitas perdidas...
A veces sonrisas
A veces temblores
A veces tus ojos
A veces sabores
o encuentros...
Abandonar las palabras
arrinconar los versos
que susurren
sin reglas
las ansias de vernos...
Cabalgar tu piel
y mis labios
lid pronunciada
argucias y trampas
alevosas tus manos
irredentas incendiarias
las noches sin paz...
eterno
“Que no cantemos al sol” Yoyita Margarita
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a rostro oculto diciembre
conquistando espasmos
sitiando pezones
rodeando cinturas
arañando victorias
desafiando las leyes
confundiendo...sintiendo...mi piel tu piel
tu piel mi piel
en eterno cuerpo...
II
Con este frío
tus piernas enredadas en las mías
o en mis manos laboriosas descifrando códigos
para viajar a través del universo...
Al encuentro de tus ojos con mi piel desnuda
Y mis manos sobre tu vientre gestando la tormenta...
Dos gotas de agua, no distintas pero distantes
a veces serenas
a veces ardientes asomándose a las ventanas...
Cuando se unen los labios
con dientes ardientes
se presagia tormenta...
Un grito
la espalda marcada por los surcos
de una llamarada
en medio de la tormenta...
De esas noches que quiero
arrancarte los mejores versos
debajo de la piel
pero tú tan lejana...
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“Invasión natural en la ciudad” Anel Hernandez
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Sergio Coronel
La vida te enseña que nada es lo que crees
todo es un reflejo de algún espejismo perdido
en un desierto inconmensurable.
Ni lo que crees que te lastima existe en realidad
¿Cómo puede existir
si a millones de años luz
está estallando una súper nova y ni siquiera te enteras?
Existen galaxias completas que se estrellan entre sí
millones de soles, planetas y lunas
sucumben ante un cataclismo incomprensible
para la mente humana.
Así que antes de sufrir por tu espejismo
intenta al menos comprender tu existencia
en este plano dimensional.
Al menos eso, te dará una pequeña idea,
de lo que has venido a hacer
en lugar de derramar lágrimas por espejismos
que al ser eso, no valen la pena
para derramar ni una sola lágrima…
espejismos
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Yoyita Margarita
Él, cariñoso contigo, invisible también,
Él, que anda despacio, se equivoca y no arranca, siempre siendo él.
Él, que ahora no está, se ha marchado y dejado a esta flor en soledad, aun sintiéndole.
Él, no ha dicho palabra, hizo las maletas y se fue con "ella".
Él, por encima de todo, de todos, es él.
Ella, que espera caprichosa, deseando sus besos, robándote sus abrazos, aun siendo "la
otra".
Ella, que se viste de seda y se pinta los labios, perfuma con magnolias y vive para
contentarlo, animarlo, entusiasmarlo, cosa que tú también sabes hacer muy bien,
Pero amiga, se fue con ella.
“Nieve en el campo”
Yoyita Margarita
te siente
en la piel
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Jesús Hernández Villafuerte
miyoliterario.blogspot.mx
@jesushdzv
“El caballo era otro juego
en aquel pequeño espacio
y al animal parecía
le gustaba ese trabajo.”
En su exilio, Luchín, vivió agobiado de recuerdos y ausencias. Lloraba todas las noches,
recordaba a Remedios, su madre temerosa, Lucho, su padre asesinado, Ramón, su
padrino silenciado, y a Nora, a quien hasta ahora reconocía como su tía.
Había más figuras en las meditaciones de este joven. Se encontraban su caballo alazán,
sus perros, su pelota de trapo y también sus amigos. Su niñez despojada contra sus
alegrías en las tardes de mayo.
En aquel cerro pelado, la pobreza se amigaba al hambre y el hambre debía sobrellevar
las horas de sol. No había más, resistir contra el calor, la sequía y la necesidad; sonreír a
la adversidad. Soñar un futuro distinto, mejor; pero ante todo, no decir más de lo
indispensable, no actuar en virtud de los anhelos. Soñar y no hablar, imaginar y jamás
conspirar contra la realidad.
El chileno de esa parte del Atacama vivía bajo la condena perpetua de permanecer
arrodillado. Cuando una gallina osaba creerse halcón era degollada, de eso se encargaba
Delgado, el cacique de la región. Nadie tenía permiso de volar, ni siquiera mirar al
cielo, pues el mandato del sanguinario y despiadado Caballero Blanco dictaba que: ante
la oposición, la solución era llevar la boca llena de lodo.
Luchín recordaba todas esas historias, e incluso tenía en mente el obituario negro. Una
placa de concreto donde el pueblo anotaba el nombre de los asesinados y desaparecidos;
por casualidad todos enemigos de Delgado.
Ahí solía jugar con Alejandra y Rodrigo; juntos recitaban los nombres lacerados en la
placa situada a la puerta de la iglesia, y mirando directamente al Cristo Minero gritaban:
Murió en defensa de Chile y en busca de la libertad del Atacama.
luchín. Capítulo 4
las heridas de ayer
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Su vida era una colección de memorias de sufrimiento. Incluso ahora que se postraba
ante el féretro de su padrino.
En el momento en que el joven se disponía a encender un nuevo cirio, se escuchó en el
tono más rebelde y firme: — José Luis Villa Jara, hijo de la tierra y heredero del
viento; murió en defensa de Chile y en busca de la libertad del Atacama. Luchín sonrió
e inmediatamente buscó a aquella mujer que había pronunciado su nombre. Él sabía
quién era, su voz era la misma.
— ¡Ale!
— ¡Luchín, amigo mío!
Alejandra abrazaba a Luchín y aunque nadie podía ver sus rostros, en ambos se
dibujaban lágrimas y, más en especial, una sonrisa que seguro iluminaba al corazón más
apesadumbrado.
Alejandra había dejado de ser la niña tímida y frágil que conoció Luchín. Ahora lucía
imponente, radiante, como hija del sol. — Los hijos de Inti. Recuerdas. – Le dijo
Luchín.
— Los poderosos herederos del sol. Nacidos de la llama eterna y la rebelde
luminosidad. — Respondió ella.
— Aquellos capaces de dar la vida por el pueblo que sufre.
— Sí. Nobles, justicieros, revolucionarios. Mensajeros de amor y esperanza.
— Eres una hija del sol.
Alejandra se ruborizó, era bello mirarla así; cualquiera vería en ella a la dulce y cándida
maestra del pueblo, la seducción del Atacama, pero no Luchín, el sólo contemplaba a
aquella chiquilla que corrió junto a él por todo el monte.
Los años habían hecho de ella una mujer atractiva; su cabello largo y ondulado, su piel
blanca e inmaculada y su siempre amable sonrisa la convertían en imagen de idolatría y
admiración. Conforme su armónica figura, también armónica su voz, y sin embargo,
imponente.
Ella era la única mujer que se había atrevido a confrontar a Delgado. Quizá la única en
el pueblo que se había resistido a los chantajes y caprichos de Dante. Él se había metido
con lo más preciado en su vida, sus niños y su escuela. Intentó quemar la escuela y
destituir a la maestra, ella no se dejó. Nunca se había dejado. Eso le admiraba su
familia, en especial su amigo revolucionario.
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Luchín la miraba, sonreía y recordaba. No lo hacía con malicia, para él, seguían siendo
los niños que corrían hasta el fondo de las barrancas, los que renacían con el sol.- Te
extrañé, fue mucho tiempo, y sin embargo eres el mismo, el soñador. – Dijo ella.- La
vida es perra, te cambia, al menos es su constante pretensión. Me resisto aún. –
Respondió Luis.- Resistimos, no hay alternativa.
Hubo silencio, interrumpido por el cortejo fúnebre que estaba listo para descender por el
cerro.
Luchín corrió, tomó el féretro en la parte inferior; abajo y a la izquierda, y así camino,
hasta llegar al camposanto. En solemne y místico silencio. Una vez más llovió,
finamente y a cuentagotas, pero de nuevo el milagro del agua en el Atacama. El agua
terminaba perdiéndose contra la tierra sedienta y mientras las manos de las mujeres
cubrían los rostros vidriosos, los abatidos y escasos hombres realizaban las faenas de
entierro. Remedios lloraba, Nora suspiraba y Alejandra permanecía con la mirada recia,
ausente del mundo, suspendida en las disertaciones de la injusticia y la monstruosidad;
en El Caballero Blanco.
El funeral avanzó entre una nata de emociones, bien podría haber sido esa la escena más
melancólica de una película latinoamericana, pero en el drama de Luchín existían tantas
escenas así, que seguro sería una reencarnación de todos los infortunios del pueblo
chileno.- ¿Dónde está mi hijo? – Aulló Remedios, profanando la tranquilidad del
funeral.
Entre la formalidad y el cumplimiento de la tradición, nadie pudo percatarse de que el
joven revolucionario se había ido en dirección de la plaza. Alejandra había ido a
perseguirlo, pero Luchín era un rayo.
Hombres y mujeres se miraron y no faltó quien mencionó que la mujer estaba
trastornada, que la muerte de Ramón le afectaba los nervios. Y es que, Remedios era la
popular viuda de Lucho, pocos recordaban a aquel pequeño que fue desterrado para
permanecer seguro. – Está afectada, es la humedad que se levanta del piso. Es el olor a
muerto. – dijo Nora bañada en nerviosismo. Abrazó a Remedios y le susurró con
firmeza y plena convicción. – No lo arriesgues, todavía no.
Remedios lo entendió, se serenó hasta el momento en que Alejandra la abrazaba, había
llegado corriendo, muy exaltada y con la única misión de susurrar.
- Fue donde Delgado, Luchín fue a morir.
(Originalmente publicado en escritosengrito.blogspot.mx)
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SUEÑOS
Con un puñado de sueños, me marcharé caminando
Hacia el final del túnel y hacia la luz cegadora
Con los ojos cerrados y sin embargo, mirando
Buscando aquellos destellos de tibieza sanadora.
epílogo
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Dirección
Jesús Hernández
Diseño
Alejandra Koráki
Consejo de editores
Teresa Bernal
Miguel Dirzo
Cynthia Galicia
Relaciones Públicas
Rebeca Moya
Rubén Ramírez
Colaboraciones y comentarios:
Colaboran:
Javier O / Alejandra K / Yoyita M/ Sergio / Concha / Miguel D / Anel H / Carmen R / Juan E /
Elizabeth V /Rubén R / Jesús H
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“Invasión natural en la ciudad” Anel Hernandez