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A LA GUERRA EN BIPLANO

Page 3: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

Tflulo orlglnrlWar in a Strlngbrg

Edlclón orl¡lnrlC¡soll & Co.

TnducclónR¡ril Acuña

CublrrtrDorrdo

@ 1977 by Chartes Lamb@ lgEl Javier Vergora Editor S.A.

Juncal 691/Buenos Aires,/Rep. Argentina.

Queda hecho el depósito que previene la ley 11.?23Printed in Argentina - tmpreso en Argentina

Esta edición se tcrminó de imprimir€n los Tallerss Gráf icos TALGRAFT¡lc¡huano 638 - Buenos Aires - Argentinaen el me¡ de mar¿o de l9gl.

PROLOGOCAP. I :CAP. 2tCAP. 3:CAP. 4:CAP: 5:CAP. 6rcAP. 7|CAP. 8:CAP. 9:CAP. IO:CAP. I I :CAP. 12:CAP. I3:CAP. 14;CAP. I5:CAP. 16:CAP. I7:CAP. 18:CAP. 19:CAP.20:CAP.2I:CAP.22tCAP.23:CAP.24,.CAP.25:CAP. 26:CAP.27:CAP.28:CAP.29:CAP.30:CAP.3I:CAP.32:CAP.33:CAP.34:CAP.35:

INDICE

EL PRIMER OIA . .LOS PRIMEROS QUINCE DIAS .EL ULTIMO DIA . .LA NOCHE DEL ULTIMO OIA .LICENCIA DE SOBREVIV IENTEEL NACIMIENTO DE UNA.ESCUAORILLA . . .¡KILROY ESTA AQUI!EAUTISMOBIRCHAM NEWTONDUNKERQUE - DESDE EL AIREENTRENAMIENTOMARE NOSTRUMLA CHARCA DE CUNNINGHAMPREPARAT]VOS PARA UNABATALLA . . . . .DlA DEL JUICIOENLACEEL DIA PAVOROSOLAS CONSECUENCIASEL RENACER DE UNAESCUAOR¡LLA . . . . . .LA CAMPAÑA GRIEGALA ESCENA CAMBIANTEEVACUACION . . .MALTALA TAREAVUELO A LA LIBERTAD . .TELONINTERROGATORIOVIAJE AFRICANOAUMALELAGHOUATPSIQUIATRA DEL SAHARA. . . .EL VIAJE A CASAEL BOCADO AMARGOEL FINAL DE LA HISTORlAPOSDATA

9l l1823304l455357627076859098

r02l l8t24138148157175184r932052to228234244253262284297312319325

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LOS LIBROS DE GUERRA DE JAVIER VERGARA

Esta es una colección de l¡bros sobre un mundo en l lama¡.Estos títulos, cuidadosamente sereccionados, cubren en ru tota-

l idad el dramático arcance de ra Segunda Guerra Mundial. Muchos sontestimonios vividos por los hombre¡ gue lucharon sn este conflictoglobal donde el futuro der mundo civirizado pendía de un hiro. piro.tos de guerra, comandantes de tanqueS y de infantería, entre otros,relatan actos de varentía individuar en med¡o de ros horrores incon-mensurables de la guerra, Ellor presentan retratos de hombres valero.sos y reratos verldicos de heroismo y también de cobardía en acción,emocionanter sagas de supervivencia y tragedias de muerte, prematu-ras. Algunas de ta¡ historias están contadas desde er punto de vista delos aliados, otras, dos de sus enemigos, alemanes y japoneses. De estemodo, el lector podrá seguir paso e paso y muy de cerca, ra increíbrelucha de vida y muerte de ambos contendientes de esta guerra.

A través de estos l ibros empezamos a descubrir lo que era estarallí, ser partícipe en la epopeya del sigto XX.

PROLOGO

Por el

Vicealrnirante Sir Char les fvac5, v

K. C. 8. , C. B. E", D.5. O", D.5" C-

Cuando ia Roya! Navy recibió ce !a Re¿l Fuer¡a Aé:ea el ¡ l rma

.ré¡ea cie ia Fiot¿ en 1938, heÍedÓ aviones ob:<¡ ietcs ' Además, fueevi-

r lente, para las t r ipulaciones aéreas que quedaron, que no podíarr es '

f )erarnUevosaparatosdelaindustr iaaeionáut lcabr i tánic¿debidoa( lue su5 recursos est¿ban, nluy correctamente. concentrados en la pro-

r lucción Ce Flurr icanes y Spi t f i res para la RAF, a Í in de asegurat t lue'

cn caso de guerra, Gran Bretaña pudiera quedar ¿ 5¡ lvc ccmo ¡¡-senai

v Lomo base pera operaciones oÍensivas.Cuando un año más iarde, en 1939, fue c jecl¡ : -ada l i gr 'erra a

A|f 'man¡a.eIArmaAéreacJeiaFiotafuere<]uer¡d¡Faf¿ciJ{ ] l ! : . . .1 i r1";o. ,0 l . rmente en el mar s ino t ¡ r r 'b ién, cof ' t sus aviones obro¡ctc ls. pafn ¿!ro-

y.n a l¿ RAF frente a los rnuv modernos avic ' ie5 de la Luf iwaffe '

Si a lgr . . i r ros rniembros de las t r ipulaciones clei A¡nla Aére¿ de la

I l ( ) t¿ 11O COns¡deraban elevadas sus posibi l idades de sr.rpervivencia, es-

l rvrcron acertados, porque a¡gtrn05 de los hombres mejoreS;e peidre'

r0rr Jntes de que los Est¡dos unidos enttafan en l r : guerr ; t v oi . l f l teran

rr . r , r ¡u ipar gradualmente al Arm¿ Aérea cie ia F: lÓta aoi ! ¿vlon95 moder-

rrr¡s, dentro de los acue¡dos de Préstanros y Arr iendos'

iQuéfueloqueperrn¡t io¡ la 'pocastr inulai ; r ¡ ) r lesdelArm¡Ar,rr_J c€ la FiOi¿ jugar una parte tan v i ta l t ¡ - i los c ' i i icos a, ios de pe-

l r ( ¡ ( ) r :ntre 1939 Y 1943?Cualquier cosa q{le yo crea sobre esto, rnis pensarnientos vuelven

rrrv.rrr . rb lemente a Char les Lamb, porque él encarnó tcd¿s l¿s cual ld¿'

rk" , r ¡ r re permit ieron ¿ sus contemporáneos lograr tanto cort tan poco;

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f ; r 'c i*_{ i { i : : : t i l : : f - . ro, oL, i , ' iatr}ente c.of¿je, i rgenio, cortogrcgo opt inr lsrno y,}cL:-* inGc. uná fuer:¿ s. . ; ! :er ior c¡e j ider.rzco.

f ' ; : r ' ; ; ¡ ' lucircs Ce io¡ :cbreqiv ienieS, i : r 5egr- :ncla üuer¡¿ lv l r . rndiales un i . jé lJ: t rgaugfci l ; ; o i ros puedert iener algo que,e l¿s t isüa rec¿r,J¿rr l -1üt \ ¡ íu 'dary -nt i ¡ . 1." ' l ianl¡¿s e scr ib: : este. oro¡gg9, Chrr ies Larnb se in-ie¡¡ i : i r , r : r ¡ .hc: , l i i t ¡ i i ¡ . : : j la v iqe. '< i rnosepir¡nr . lperacrón iüsu¡tant€ Ce:¡ i expel ' i t r r r j t .3 i c ie: . i f tp ias en este l ibra.

L5; ierc c; ie. a l l i )¿f r - tü cbr i , l r , leciore: , ,ecoj : ¡ , ! ur tE pr jqueñ¿i. : : r t f ie {+ , r - : . : ; l r r r ¡Ción qrtr ! } .ü 5i€ntO ¡ l habefrne relaCi¡ tn¿iO pCr Af iOSaarn r j ! le l - r . : r ' j ¡ ¡ ¡ . r ; : t ¡ i - l ; t

¡ - . ü. E.

. i ¡

PARTE I

H. M. 5. Courage*s

CAPI ULO I

EL PRI[4ER DIA

i ' \o había nad¿ inu5i t ¡do en el esp¿ctáci , l i r l cr¿ ujr l r de ica, b,J( l ¡es<lc Su fu ' l l jestad, ancl . lc io en Plymouth Sound ba¡c ei ; r ) l d i ) r . ¡ r i¿ m.1ña.n¿ . ie seDt iembre. ní aún tr i t¿ndcrse de uno de los c,r ' ;co grani |¿i cor-l , \ . / i r ) l re: i iJ i ' ¡ tantcot . Su cubi¿rta de vucl ' , hervrJ c ié rroant l rp! , qt . ie sr j. r t r rerba¡ l oara la formación del don.r ingo y los peqi leños siut)o_c delrper ' tadores d¡str¡hüidos sobre l3 l r ¡erba d¿ las or i i las c le l l - lce eran,,rr :u rn,¡yorra, las eipcsas y los hi¡os cr : los hi¡rr ;b¡ei i je ¡ i . ¡urdr: . F-- !l ¡ , r rcc; ;cababi l de regresar a su puei io de i r¿rse {esp,.és de nir¡ . l r rs se-r l ' . i ¡ , is de au5€nc¡a y las rnujere' . hablab¡r i Éxr: i tadónrÉr! te +n' . re el iag'y r) ' r , . r r iar i a l barco en la b¿hi¿, ia l corr 'n i i . rn hecho las e:r ;o: . , rs y lurl . rn¡ , l r , r r r :s de rn¡r ineros desCe los dlas d¡¡ ; ! : F ¡¿nci ; Dr; : i .s .

t -54 in.J i i¿na, el entrJs¡asn¡o de i ¡ vt e l i ; : a l l ru4ar É91-. i a i i , ¡ :o¡dDrL' r ¡n¡ c ien: ' ¡ iensión que podi ; :er i t i rse eÍ e: i i re s¡ ! : i ro, f ,ue i l { jq j i j r lr l r , , r tc. : l n-r¿r. Era el 3 de sept iembre Ce 11- j ,19 y ic ' ios j . jb i¿ln (¡ue iü5, l r , rs da inqu¡eta paz estaban a punto de terrninai , protJ¡bterfr iñ le ¿!errr i ¡ r ro t l t : i . La invasión cje Hi t le: a Poicnia ¿ lar í :ncú y t re inta de lür , . r r \ . ) i r r del v iernes era el ú l t ¡mc de rrr l ¡chos gotf jes V ni s iqr ; iera l ; pei .i ¡ ¡ r , , r r ¡ r . i i cánd¡da de cualquier pai te podía seüu¡r duci¡nda cle que ell ' r i l r r ' ] r l ' / i11¡stro br i tánico de[r ía ahor¿ declarar ¡a girear i .

f - ¡ r ta cubier[¿ Ce vuelo, apoyado en mi espada, vest ic lo cornol In,r ' r r le n¿v¡ l con levi ia, yo r !1¡raba por encima r je l¿s c¿be¿*s Ce losi l r . i l [ [ ' f , )5 de la f lota y me preguft t¿b¿ que vencraS pr imerrt : la deciar. t -¡ r , ,n ( l { - . guerra de Chamberl¿in o i¿ lectur3 f i r r ¡ l noi e l cLrra de mis¡ l r , r r r r '5tat : ior :es mat l imoniales. En los dos do!\¡¡ngos previos, e l re ve-r l ¡ r rhr " [Jrassbound" Beale habi¿ lerco el non]br€ (omDl€to de ¡ni Í r ¡ -lur . r r '1r)o!J y el r rombre de su narroquia f rente a isdn la f r i r ¡u l ¡c iór i

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del barco, y después el mio, seguido de las palabras "en la parroquiadel buque de 5u Majestad, Courageous".

El reverendo Beale era conocido con el apodo de "Brassbound"(fcr lado de bronce) porque era un capel lán naval muy ant iguo y con-sideraba que tenía derecho a usar-una gorra de al to of ic ia l con hojascior¿d¿s en la v isera. El insist ía en usar la y nadie se habÍa molestadoen decir le qt ie se la qui tara porque el lo lo tenÍa fe l iz a él y divert íaa todos los cJemás.

Este c lomingo él añadir ía: "Esta es la tercera vez que se pregun-ta", y yo me sentía al iv iado porque sería la úl t ima. Ahora nada podrÍaimpecj i r que nos caséramos, ni srquiela Hi t ler .

Entre las person¿s que miraban al barco desde la or i l la estabami f t ¡ tu¡ .o padr ' rno, e l teniente de vuelo E. L. "Johnny" Hyde. Habíavenido Cirectamente desdc la base de hrd¡oavrones de la R.A.F. enMr,, ¡ r tbai ter i par: i ¿lmorzar a bordo conmigo y se habia detenido en laor i l i¿, err st . r c i :mino rode¿ndo el ast i l ler o, para ver s i nosotros ha-i-¡ fa; 'nos err ipel¡do d n"ioverno5-

Johnny y ¡o teni¿cros anteiedentes idént icos: en i930 habia-mos s¿i ido de nr¡ i :st¡ ;s escr ie las públ icas o¿r¿ hacernos a la mar comoaprendices en el Servic io Me¡c¡nte. Vo en l¿ Línea Clan. Nos conoci-rn05 en las Indi¿s Occidenl-ales, cuando serviamos como guardiamari-nas de la R.N.R. (Royal Navy Reserve, Reserva de la Marina Real) enei i ferentes acor¿¿¿dos. F- l estaba en el Val¡ant y yo estaba en el Rod-ney. f iabramos untdo fuerzas con otro R.N.R., un sudafr icano l la- .m¿do "k iar inero" N{alan, rambién del Val iant , y los t res bajamos at ie¡r¡ en Loncl¡es en !934 para rendir nuestros exámenes ante el Mi-nister io de Conle¡cio. Cuando hubimos pasado las pruebas. nuestro5f lamantes Cert i f ic¡dos de Competencia del Í \ ¡ in¡ster io de Comerc¡oer¿n r i ¡ r i t ¡ les. En l0 c jeprej ión de los pr imeros años de la década delt re i r i ia había tantos barcos inmovi l izados o l is tos para desarmarque los empie¡ ls ¿ bordo eran práct icamente imposibles de obtener.

üescubr inros que compart íamos la misma ardiente ambiciónde a¡rrerrder ¡ volar de modo que nos presentamos, juntos y en per-sona, al Aln. ' r rante Conrandante de las Reservas para ver s i podjamosingresar ai Arnr¡ Aérea de la Fiota. f I Alrnirante nos expl icó que laaviac¡órr de l ¡ Mar¡na era, en real idad. "El Arma Aérea de la Flota dela Rea¡ FLrer 'z¿ Aere¿". En l9 l8 el Royal Fly ing Corps se habia amal-gamadc con ei Royal Naval Air Service para convert i rse en la nuevatercera ram¿ de l¿s f 'uelzas Armadas, la Royal Air Force (R.A.F.) oReal Fuerz¿ Aére¿- No:, contó que en un di¿ la l lar ina habÍa perdidoel contr o l t le loda l ; rnvest igaciórr y desarrol lo en aviación naval yaviones navales: "Aquel dra, e l pnmero de abr i l de 1918, Día de losTontos, ic incuenta y c inco nr i l of ic ia les y t ropa cambiaron sus uni for-mes azul oscr¡ro por azul c laro y se de¡aron crecer horr ib les bigotes!Se l leva¡ 'on con el los dos m¡l qurnientos aviones que pertenecían a la

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l

Marina y casi un centenar de aeródromos dispersos por todo el mun-ldo. Desde entonces; el Ministerio del Aire ha controlado nuestra avia-oón y no hay forma de que los reservistas navales aprendan a volarr l ¡ tampoco podemos transfer i r los a ustedes a la Marina Real" .

Nos pidió disculpas, pero en 1935 ése fue el f inal de nuestrascsperanzas de poder volar con la Marina, de modo que fuimos de Lon-r l res a Aldwycb y.presentamos en el Minister io del Aire sol¡c¡ tude5para comisiones de servicio breves en la Real Fuerza Aérea. Esto noshrzo sent i rnos un poco culpables, pero s¡ la Marina no nos quería y elServicio Mercante no podia seguir empleándonos, iqué otra cosa po-( l iamos hacer? Como di jo Malan: "Si no puedes derrotar los, únete.. l e l los".

Nuestra presentación de sol ici tudes coinc¡d¡ó con la primera(|Jn expansión de la R.A.F. propic¡ada por Winston Churchi l l desdel . rs bancas de la oposic ión, cuando pudo por f ¡n señalar les a Baldwin yAtt lee que Alemania poseia dos mi l aviones en comparación conrruestros miserables quinientos. A la semana nos hic ieron exámenesnredicos y en un mes aprend¡mos ¿ volar.

Tres años después de nuestro ingreso a la R.A.F. el Almirantaz-r¡o recuperó el control de su propia aviación: en 1938, lord Chatf ie ldlxrgió la devolución del Arma Aérea de la Flota a la Mar¡na Real. se-r¿l¿ndo que la invest igación para el desarrol lo de la aviación navall r . rb ia s ido descuidada hasta el grado de insanía. Amenazó con renun-( r(rr como Primer Lord del Mar ¿ menos que su sol ici tud fuera conce-1lr( l¿, y en aquel los dÍas el Pr imer Lord del Mar era c¿s¡ un miembror l r : l Gabinete y el asunto se convir t ió en tema de debate nacional . Sernl)uso la razón y él ganó su batal la. Ni b ien el gobierno anunc¡ó su¡ lcr rs ión yo pedí mi t raslado a la nueva Arma Aérea de la Flota, con-l ro l¿da por la Marina. El of ic ia l comandante del Mando Costero se en-l . r r lo mucho y me d¡o veint icuatro horas "para pens¿rlo" de modo quey() envié un telegrama con respuesta pagada a mi prometida, quien tra-l r , r ¡ , rba en el Benenden School , de Kent, p id iéndole que el la tomara latk.r rsrón por mi. El la respondió con un mensaje muy simple. : " iTúr l r . l r ¡ 's decidir pero a mí me gustan los marinos!"

Casi inmediatamente me dieron una com¡s¡ón de corta dura-( r ¡ r on la nuev¿ rama aérea de la Marina, lo cual expl¡ca por qué yo¡rrr . r : r rcontraba en formac¡ón sobre la cubierta de vuelo del H. M. S.(-()rrr¿geous d¡ec¡oéqb meses más tarde, para el estal l ido de la guerra.l l r r r ' lo posible por persuadir a Johnny Hyde y a "Marinero" Malan a

' t r , . rcgresaran a la Marina conmigo, pero Johnny e5taba muy fel¡z( ( ,n sus hidroaviones Sunder land y "Mar¡nero" se había convert idor 'n uno de los pi lotos de caza más expertos de la R.A.F. El er¿ un "na-l r r r , r l " r ln todo sent ido de la palabra y s iempre lo hacÍa todo mejor que, rr . r l r ¡ r r rcra, s in percatarse de que él no era como los otros hombres.l ' . r r . r r ' l ¡ raÍs fue una cosa buena que se quedara donde estaba.

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En 1938, cando me puse otra ve; : rn i uni forme naval , yo teníaveint icuatro años. Los cuatro años que había pasacio en el mar en bar-cos cargueros y mis seis meses de entrenam¡ento en un acorazado, se_guidos de tres años de vuelo con el Mando Costero, habían sido duros,pero Hyde, Malan y yo habíamos conseguioo extr 'ae;- de todo el lo unac¿nt idad tremenda de diversión pese a la c iepresión económica y a losoc¿sionales oeríodos s¡n empleo. Como quarci iamarina de la R.N.R.yo había boxeado representando a la Marina en los campeonatos entrelas dist intas rama5 de ras fuerzas armadas en lg3g y como peso r iv ia-no; después, en 1936, luego de ganar el campeonato de of ic ia les dela R.A.F. en el mismo peso, hice to mismo por la R.A.F. y en 193g,nuevamente en la Marina, compet i en el mismo campeonato contraef Ejérci to y la Fuerza Aérea. Mi constante reapar ic ión en banclos dt_ferentes produjo c ier ta cant idad de comerrtar ios caust icos de los en-trenadores de la R.A.F. y de ta Marina, guienes me consideraban unrenegado pero sostenían que el los me habían enseñado a boxear,aunque, en real idad, yo había aprend¡do cuando er¿ aprend¡z de maren la Misión para los Marineros de Buenos Aires, bajo la experta direc-ción de un famoso pacire bo.xeador l lamado Canon Brady, quien unavez me persuadió a gue boxeara en el r ing profesional bajo el seudó_n¡mo de "Marinero Benson" con el argumento de que yo necesi tabala exper iencia y su Mis¡ón necesi taba el d¡nero. yo tenía que mante-nerme muy cal lado acerca de esto en t¡s Fuerzas Armadas, porque esaúnica apar ic ión como profesional me hub,e;a descal i f icado Dara ra ca-tegoría amateur.

No obst¿nte tas bromas y agudezas cle los ent,enadores de lasFuerzas Armadas, un hombre guedó realmente disgusiado ci-¡ando vor-ví a la Marina en 1938: e¡ 'a el entrenador del equipo 6l¿ r¿ t - f ¡ i ¡ ,s¡5ic l¿dde Oxford. En la semana de mi cambio de dest ino yo boxeé dos vecescontra Oxford: por la R.A.F. el lunes y por le Marina ei jueves. Nadapudo convencer a ese entrenador de Oxfo;.cj de que,r 'o no me habíaafei tado los b¡gotes y hecho el t raslado sirnplemente para dejar lo malparado. El estaba seguro de que en alguna parte se desarrc l laba algunaoscur¡ conspiración.

Después de la formación me encontrab¡ ocrrpado cantando ychar lando en el bar e invi tando con copas ¿ todos ros of ic iares porqueno h¿bían hecho objeciones ¡ m¡s amonestacrones de matr imoniocuando repent inamente se hizo s i lencio. Alcé la v ista y v i a l capi tány comandante que entraba en la antr .cámara El capi tán Makeig-Joneser¿ una f igura muy imponente gue superaba holgadamente el metroochenta de altura.

-Cabal leros -di jo él*- , e l pr imer lv l in istro está a punto de ha_

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cer un anuncio importante por radio y el Almirantazgo haenviado unmensaje general a la Flot¿ dic iendo que a todos los of ic ia les y t ropadebe dárseles la oportunidad de escuchar lo.

En el s i lencio mortal en aquel la agradable antecámara, con elsol entrando por los ojos de buey y hac¡endo redondas manchas deluz sobre los muebles tapizados en chintz y la superf ic ie pul ida de lasmesas, con una copa de ginebra en m¡ mano que parecía tan inapro-piada para la ocasión como el vaso de f lores sobre la mesa que tenÍa,r mi lado, escuchamos la voz t rémula de Mister Chamberlain, quebra-cla por la emoc¡ón, disculpándose por lo inevi table.

El ataque a Polonia había s ido la úl t ima promesa violada que acl no le dejaba alternativa... "so this country is now in a state of warwith Germany" (de nrodo que ahora este país se hal la en estado de( luef ra con Alemania).

El consternado si lenc¡o en la atestada antecámara emDezaba atorTiperse con un murmul lo de conversac¡ones, gero éstas f ueron in-1r ' r l rmpidas por el a larmante sonido de las bocinas del barco que to-i . rb¿n "Puestos de acción", y todos nos miramos atóni tos unos a otrosy pensamos: " iTan pronto!" ; entonces la voz del comandante surgiót)()r ios al topar lantes dic iendo a todos que nos reuniéramos sobre cu-l ¡ rcr ta v guarneciéramos los costados. Debíamos colocarrros uno all , r r lo Cei otro, todos alrededor del barco para v ig i lar un posible ataque(h' suDrnar¡nos y cuando subíamos las escaler i l las ormos el lonido del , r ¡ r r rnera alarma ant iaérea que l legaba desde Plymouth f lotando so-l , r1.el agu¿. En todo el pais aul laban las s i renas, por pr imera vez, de-l ¡ r ( lu ¿ un¿ estúpida falsa alarma que hizo que la gente corr iera I po-nr ' , \e a cubierto desde Land' End hasta John O'Groat 's.

La señal de "Todo Despejado" que indicaba el f inal dei ataque.(¡rro pocos minutos después, seguida ¡nmediatamente de "Seguro", t { , { , ls t }ocinas del b¿rco y entonces nos dir ig imos apresuradamente arr¡r" , l ro amarradero en los ast i l leros de Devonport , donde encontré.r lo l r r rny Hyde aguardando con impaciencia y quei jándose de secl .

t i d ia anter ior , en nuestro vraje bajandc el canal desde Ports-

" , , r ¡ l l r r i f ¡nde l rabíamos carg¿do el buque de mun¡ciones estando enr l , , t ¡ r ' !eco, nuestros destructores de escol ta habían detectado con el' , ( ,n,r¡ un subnrar ino desconocido que acechaba su,mergido, inmediata-rr , r l { ' fuera de Port l¿nd. Era uno de los dieciocho sumergibles que los. , r , r r r )es i rabian enviado a ocupat posic¡on€s en el canal y en los Ac-r ' . , r , r ( )ccidentales antes de lanzar su ataque a polonia, sabedores de,¡ , r , . r . l rarnber la in tendr ia que declarar la guerra. Su presencia provocó¡r ' , , l , , r \ especulaciones porque en Port land se hal laba el cuartel generalr l r I l \ ' , r l rc, nuestro nuevo método secfeto de detección de 5ubmarinos,y r ' r l ¡ , i l io , .1e que hubieran enviado a un gubmarino a ocupaf una po-' , r , , , r ( ionde erd seguro que ser ia detectado const i tu ia una indicación, l . r r . r r l r . t ¡ue los ¿lemanes nada sabían de este invento. Uno de nues-

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tros destructores fue enviado a mantenerse encima del submarino has-ta que fuera declarada la guerra, y mientras hablaba Chambertain, fue-ron lanzadas las pr imeras cargas de profundidad y para ese submarinola guerra terminó antes de haber empezado.

Su presencia tan arr iba en el canal ¡ndicaba también.oue debíahaber más ¡ ior los alrededores, especialmente af uera, donde nuestranavegación mercante estaría navegando a toda máquina hacia casa ysus barcos, uno por uno, ofrecerían blancos muy fác¡ les antes de quepudieran brganizarse convoyes.

El Swordf ish, e l avión que yo pi loteaba y de los cuales habja-veint¡cuatro en el courageous, podía i levar bombas antisubmarinas yer¿ fáci l adiv inar cuál ser ia nuestra misión futura.

En un bar muy atestado de la Union Street, de plymouth, pocodespués de bajar a t ierra en aquei la tarde de domingo, nos sobresarta-m05 cuando i r rumpió por la puerta la patrul la naval , luciendo oolai-nas y brazales.

- iHay aquÍ alguien del Courageous? -gr¡ to et subof ic iat queestaba a cargo.

Los que éramos del barco le hic imos una ser ia l y él se nos acer_có y adoptó la posic ión de atención, Como era el pr imer día de la gue-rra, era la pr imera vez que estábamos en t ierra en uni fo¡me y todosnos sentÍamos un poco t ímidos y observábamos ra mejor conductaposíble.

-Ustedes han sido l lamados, cabal leros -di jo el subofíc ia l - .Ticnen que volver a bordo inmediatamente.

Jo aún estarÍa en la ¡glesia y esperaba que yo la l lamara po¡ te-léfono durante la noche. Ahora habia perdido ra oportunidad. pero noquedab¿ t iempo para pensar en e5o. Er oscurecimiento era tan ¡nten-50 que los conductores de taxis que nos habían traído a t rerra noshabian advert ido que no harían más viajes por er resto de r¿ nochey que nosotros tendrí¿mos que regres¿r andando. Durante los pr i -meros meses de la guerra, antes de gue sal ieran al mercado las oan-tal las para faros de automóvi les, todos tuvieron que conctucrr us¿n-do solamente las luces raterares y eso hacía que conducir fuera unaperad¡l la.

. . El ruido en el bar era ensordecedor pero nosotros tenÍamos queregresar y f inalmente me subj sobre una mesa y pronuncié mi primerdiscurso en público. La buena gente de ptymouth había visto entrar ala palrul la y cuando levanté la mano hicieron obedientemente si lencio.Les di je que nos habían l lamado de nuestro barco y que teníamos quedarnos prisa.

-No hay taxis debido al oscurecimiento y me pregunto si aquíno h4brá algunos amabres dueños de automóvires que estén dispuestosa des¿fiar a la oscuridad y l levarnos de regreso al ast i l lero.

Tantos fueron los voluntarios que nos sentimos avergonzados.

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Todo dueño de automóvil presente insist ió en l levar a alguien y alf inal , para no defraudar a los ansiosos voluntar ios, a lgunos de nos-otros regresamos en sol¡tario esplendor, como únicos pasajeros de loscoches. Mi conductor era un simpát ico carnicero de carne de puer-co y en el v ia je a t ravés de la impenetrable oscur idad yo le eipl iquémi problema. Yo quería que Jo supiera que nuestras amonestacio-nes habían sido pronunciadas por tercera vez pero no se me permit íadecir le que. zarpábamos. El carnicero accedió amablemente a l lamarlapor te léfono en mi nombre más tarde, cuando el ú l t imo himno hubie-r¿ s ido entonado, y expl icar le que yo no podría hacer lo por un dia odos pero que la l lamarÍa ni b ien me fuera posible.

Cuando subia a bordo por la planchada, el murmul lo de las má-quinas me indicó que el barco estab¿ l is to para hacerse a la mar. Esta-l la totalmente a oscuras pero oí voces de marineros y al sargento dequardia que informaba a alguien que todos los of ic ia les y marinerpscstaban a bordo. Me pregunté cómo habÍa s ido logrado eso; debióscr un portaviones de la f lota, esa noche, en la oscur idad. Probable-rnente, e l comandante en jefe de Plymouth l lamó a una patrul la de lar . ¡uardia de cada barco que estaba en el ast i l lero porque el los deb¡eronr a cada dirección escr i ta en cada pase de sal ida y v is i tar a cada taber-rra de Plymouth y Davenport . Hacer que los hombres dejaran a suscsposas y famil ias después de una reunión de sólo pocas horas tambiént iebió costar t rabajo. Pero había que hacer lo, y a la hora pudimoszar-rr¿r s in una sola ausencia.

De pie junto a una batería, en medio del barco, observé cómo( ' l buque se desl¡zaba a t ravés del ast i l lero a oscuras y admiré la formar.n que maniobraba el capitán ayudándose solamente con las luces

¡r . r rpadeantes de las boyas. No se me ocurr ió que ésa ser ia la úl t imav{ ' . / que él l levar ia un barco a la mar o gue era la úl t ima vez gue elCourageous dejaba su puerto de base.. . o cualquier otro puerto.

Había s ido un día muy largo y decidí entrar.

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CAPITULO 2

LOS PRIMEROS QUINCE DIAS

Para el sábado 2 de septiembre, todos los pasajes en barcos de:t jna-d9s a América habían s¡do cancelados excepro en uno: el Athenia,de l3.ooo tonetadas. El v iernes l " de sept iembre embarcó arrededoide un rni l lar de pasajeros en Glasgow y en seguida zarpó hacia Liver-pool y Bel fast para cargar unos doscientos más. De estos, un porcen-taje substancial eran escolares, evacuados por padres ansioros queusaron todos sus poderes de persuasión y movieron todas ras patancasposibles para obtener una l i tera para sus seres quer idos a f in de queno se perdíeran esta úrt ima travesÍa programada antes der comienzode la guerra y que los l levar ia le jos del pel igro.

Los padres no hubieran podido adiv inar que durante ese mismof in de semana Hi i ler invadir Ía poronia, n i tampoco podran tener nin-gún mot ivo para saber que er 22 de agosto diec¡ocno submarinos are_manes habían sar ido s ig i rosamente de puerto para dir ig i rse a posic ionesde espera en nuestras rutas de navegación en el Ai lántico y en los Ac-cesos Occidentales.

A las cuatro de la mañana deldomingo 3 de sept iembre, el Athe.nia dejó atrás a rrranda y se encaminó hacia er embravecido Ai lánt¡co.El capi tán impuso una rut ina estr icta de , ,barco oscurecido,, porquesi b¡en la guerra no había comenzado, él no tenía ningún deseo depubl icar su part ida. No fue hasta la tarde de este funei to domingo,cuando la guerra tenia solamente dos horas de empezada, que esteba.rco fue torpedeado por un submarino alemán y doscientoi de susmil doscientos pasa.¡eros se perdieron. Lamentablemente, habÍa entreel los muchos niños. Durante la tarde empezaron a f¡rtrarse a travésdel Almirantazgo informes de otros b¿rcos atacaoos, y para la noche

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(Jel prrmer dia, la Eatal la del At lánt ico habia empezado con toda

' n tensidad.t-a l legada del submarino a co¡'nienzos de la Primera Guerra

l lundial había introducido un segundo hor izonte en la guerra navaly. entre las dos guerras, los almira¡r ies y los hombre: de ciencia ha-Ir i ¡ : r r dedicado una gran parte de su t iempo y el fuerao a combat¡r a, . . t ¡ amerraza sumergida. La l ieg¿i¿ de un tercer ho¡ ieonte.*el a i re-l r )b ia inqresado casi inadvert ida en la escena naval . La nr isma pare-r ,ó tener poco o ningún efecto e¡r la pi¿ni ; ¡cac;ón :-rava!, Dorque se' re i¿ que el tercer hor izonte er¿ pr incip¿imente uns cuest ión derrcierrse aérea de nue5tras costas y ei desariol lo d:J una caílactrJád,,c at . l . ¡ r efect ivamente por parte del Mancl¡ o; Br i r ¡oarr lero: . Ei¡,a¡rel del Arnra Aé¡ea de la Flot¿ había sido s¡éml,rÍ . ie apoyc ¿ io5r i rdnde5 cañone5 de la M¿rrn¿, nrds rcconoc;nt iento y gu¡]r ; ; $ i t i : , t ¡brr ,ar inr , y a nadre pareció habé¡sele ccr.¡¡r ido que la pt 'cx; , 'e¡ t i re:ret¡rr ; i lnaría con lcs portaviones convert icJos en la pr incip¿l f uerz¿, l r átaque de la Fiota

I ir septienrbre de 1939 teníamc¡s seis viL:. ios frortaviones, ell 'ai j le, €l Argus. el Furiou¡, el Courageous, el Glorious y el Hermes"t , r t re l¿r5 dos gr-rerras habia srdo constru¡do solarnente un portavio-r ' , r . e i Ark Royal , que entró en ierv¡cío en lg38 y al estal iar las hoE-tr l r : l ¡des se encontraba operando en el

^ i !ar c le l Norte. Otros cuatro,

ikr t ;¡ clase l l lustr ious, se hai l¿ban en construcción: el l l tugtr¡ous €s-l , r , ) ¡ i l róx¡mo a ser terminado y el Indomitable, e l Victor ious y ell-<¡rnridable e5tafran programados para entrar en servicio ni bien sus.r ' , l r r leros pudieran lanzar los por sus rampas de boladura. Otros dos de¡,or le lc más grande, con dos hangares y con la capacidad de l levar

,rvr()nes meJores y más grandes, estabao en los tableros de los proyec-¡r ' , r¿Js y 5e esoeraba que lueran construidos y botados aproxímada-r ' , , r . r te en unos tres años. Estos Cos eran el Indefat igable y ei lmpla-( , t l r le"

Cuando el 3 de septiembre el Courageous zarpó de Plymouthlr , r1o l ¡ proteccíón de la oscur idad para caer en el medio de una jau-¡r.r t le s!¡bmarinos alemanes, cl isponía de una escolt¿ de cu¿tro des-r , i l ( . t i ) ies.5e eSperaba que el bartrr atraer ió los aiaqueS de los Sub-r|. i l ¡n.:5 y qt ie entonces los destructqres. con 5u Asdic, lograrían los' , , ! , , r r j roscs regul i¿dos que se profet izaban iarr cont iad¿mente. La pre-. , , ' ' -r cje' b.rrco iarnl-r ién servir ia para Cesviar i¿ ¡ lención del enemigorl, i<,< [¿¡¡65 !ner{:antes y de su5 v¿l ios¿s cargas y pasajeros que regre.' . . r1;an ;p¡¿5s¡¿danrente a las ls las tsr i tánicar por docenas desde tcdasr,r ' , trartes del g¡obo. 5e esoeraba que las dos escuadri l las de Sword-Ir ' , l r . le a bo¡do c¿zarían y host igar i tn a los subm¿rinos y los ' rb! iga-r ' .r , i , : i rerrnanecer sumergtdos y 5e pensaba que la pfesencia de avisrrr", rc co! ' lv€r1iría en el elemento cj isuasivo más importante cor¡ lralo., su¡nergibles enem igos.

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El hecho de gue los veint icuatro biplanos a bordo tenÍan un po-tencial que iba mucho más al lá de cazar submarinos y que eran capa_ces dé atacar a barcos enemigos con torpedos en un radao de casidoscientas mil las, que más tarde se extend¡eron a más de ochocien_tas con tanques de rargo alcance, parecía no habérsere ocurrido a rosplanif icadores y fueron necesarios por lo menos dos años de encon¿_doS combates en el mar antes de que esto se hiciera evidente. Dur¿n-te la guerra, el valor der portaviones fue en rearidad muy considera-ble, y enviar al courageous a una concentración de actividad subma-rina para gue actuara como cebo para submarinos enemigos pudo ser' la decis ión correcta en las c i rcunstanci¿s s i hubiera habido una escot-ta adecuada, como habr ia s ido el c¿so con un ¿corazado, cuyos ca_i iones poseían un arcance de soramente t re inta y c inco mi i las comotnáximo. s i e l courageous hubiera s ido un acorazado ro habrra escor-taclo una pequeña ftota de buques, a n¡nguno de ros cuares se le habriapermit ido abandonar ra cort ina excepto pa(a caza( en ra vecindad in-mediata. Nuestros cuatrq (s5f¡r. tctores estaban para proteger al Cou-rageous pero también tenían que emprender caza submarina y res-ponder a pedidos de ayuda de barcos en dif icultades, y en aquellosdias iniciales del confr icto raramente había más de dos escoltas a ravista det barco. El Courageous of reci¿ un btanco fácj l .

A bordo, la act i tud de todos era despreocupada e informat.No l levábamos aviones cazas y los mismos no parecían necesarros acentenares de mil las al oeste de las lslas Sci l ty. Votamos con variost ipos de aviones de búsqueda en respuesta a pedidos de ayuda quellegaban en abundancia desde todas d¡recciones, pero est¿s i lamadassólo afectaban a los aviones y aviadores del barco, no al barco dondela atmósfera era engaños¿mente pacff ica. La tr ipulación der barco per-manecía en sus "puestos de crucero" durante el dÍa y las escoti l lasquedaban abiertas hasta que se transmitÍa la orden de "barco oscure-c¡do" a la caída der sor. Los of iciales se vestían para cenar todas rasnoches y a veces era dif jci l percatarse de que el país estaba en guerra.La ausencia de dos de nuestros cuatro escoltas durante la mayor par-te del t iempo no parecía preocupar a nadie porque se pensaba gue elAsdic era infat ible y se cons¡deraba que dos barcos aderante delportaviones eran más que suf icientes.

Nuestra actividad no tenía relación con la seguridad del barco.Cuando no estábamos volando en búsquedas en respuesta a avistajesde submarinos o a l lamadas de socorro, teníamos que mantenernospreparados sobre cubierta, l istos para entrar inmedíatamente en ac-ción si se recibía una rramada. Más tarde, ningún portaviones navega-ria jamás sin su propia patrurra aérea antisubmarina volando adelantedel barco y al alcance de ra vista y en profund¡dad. Muchas de estass€ns¿tas precauciones se pusieron en práctica gracias a las leccionesaprend¡das del Courageous.

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,1Ji,J l

La radiotelefonia (Rf l - ) entonces no habia alc¿nzado ¿ las es-cuadr i l las de Swordf ish y no exist ía ví inculo de rad¡o ert t re el barco y

sus aviones, aunque los art i l leros aéreos telegtaf istas podían lanzardesde el a i re mensajes inalámbricos que no podÍan ser respondic los.Era obl igator io un estr icto s i lencio inalámbrico. En el ¿vión' nuestroúnico medio de comunicarnos con el buque madl 'e,5i era necessr ' launa respuesta, era con una lámpara de destel los cu¡ndo el barco estabaa la v ista.

Durante una ausencia prolongada fuera del a lcance cie la v ista

del barco, ai portaviones raramente le era posible ¿tcnel se a 5u plan

pref i jado; pero cualquier al teración de curso y velocidad tenía que ser

ajust¿da para l levar lo nuevamente al lugar de ertcuentrc planeado ccn

3us aviones, con una aproximación de una o dos mi l las- El barco nopodía inform,lr a sus pi lotos debido al s i lencio inalámbrico y asínosotros teníamos que conservar un margen de segur idad de carbu-rante reduciendo nuestro radio de acción a f in de poder bt lscar al por '

taviones si é l no estaba donde esperábamos encontrar lc ¿ nuestra hota

est imada de l legada. Aún si estaba en el !ugar correcto, era posible

no ver lo s i ta v is ib i l idad era mala. Un errcr de un par r je nl i l las en la

navegación por el observador, o un error de un grado er l e l curso devuelo por el p i loto, era suf ic iente para ponernosel corazÓn en la boca

en condic iones de vis ib¡ l ¡dad reducida cuando el b¿rco no s€ t l iater la 'l izaba donde se lo esperaba, al f inal de un largo vuelo. Y en esJs oc¿-

siones el mar se veía muy fr io y host i l . Pero r luevamcnte ¿ bo¡dc, erareconfor ' tante encontrar a todo el mundo relalado y comportándosecon bastante rrorm¿'l idad.

El dorningo l0 de sept iem[re perdimos nuest io pr imer avion 1 'su t r ipulación. El p i toto era uno de nuestros l íderes de vuelo, urr avi¿-dor muy exper imentado l lamado Nigel Playfair . Lo acsmpañ¿b¿n unjoven subteniente observador l lamado Woodhouse y un telegrafista y

art i l lero l lamado Fr ieel l . Cuando regresaron de un patrul la je el barcoestaba cubjerfo.. pbt nubes, navegando entre ¿ltas olas, y aunque vo-laron por encima y nosotros los vimos, el los no nos vieron. Se encen-dieron ref lectores dir igidos a las nubes y se dispararon bengalas, pero

no hubo más señ¿les del avión.Yo tuve una conversación interesante con el comandante de

nuestra escuadr i l la, Pat Humphreys.. -óNo se le ha ocurrido, señor, que el los pudieron haber sido

derribados?-¡Derr ibados! iNo sea asno! Aquí estamos a mi l l¿s de cu¡ l -

quier parte.La tragedia me dio la oportunidad de decir algo que había es-

tado inquietándome desde hacía una semana.-Sé que es una posibi l idad muy remota, Fero no es imposible;

y creo que es hora de que armemos los cañones anti¿éreos'

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El Sworrl f ish tenfa una arretral¡adora Vickers adelante, la cu¿lera disparada por ei pi loto opr¡rniendo un botón en la columna ctecorrtroi; €ntorrces et carlón disparaba a t¡¿,¡és de ra hétíce, T¿mbiéntcnfamos un c¿ñón Lewis_en fa cabín¿ posterior, el cual era disparadopor el sbr€:vadcl o por sl art¡ l iero, 5¡ uno era lo bastante afortunadoci.- ' rno para l iev¡r el lulo de ur) tercer miernbro Oe ta tr¡pulaqon-- iusted h¿ est¿do nl irando dem¿siadas perícuras sobre'ta útt¡ma

luerr¡ l " ' rJi jc F;t r{unrphi 'eys rnoid¿¿mente-. ¿p¿r¿ qré cuernos fr"-rerncs baias en nr/estros cañones?.-Por<¡ue los cañones son más úti les con ¿l las que sin el las *_re-

ni iqué, con igual r ¡ rordac¡dad.Me ;eg¿ñ¡ron por niogtratme impert inente.t_¡ l r ¡n: i r iór ' ; de la pa: a la guerra l leva i iempo, y en el H.M.S.

Cotrageous no fue hasta el domingo s¡gu¡ente, l7 de septiemb.o, q;;la tr ipulnción del barco desperió iearmente ai r lecrro de que nos en-contráb;:nros en guerra; y aún entonces necesitamos que el capitánüÉ r '¡r1 submarino aremSn nos hic¡efa advert ir ra rearidad. su demost¡-a.ción f ue de lo ¡nás convtncente: ¡ las ocho de un¿ templada noche dedominso ér disparó doj torpedos contra el barco, ro5 cu¡res hicierontrnpacto casi simuttá¡rearnente en el costado de babor, y nosotros noshunrl¡nloi en veínte mínutcs.

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CAPITULO 3

EL I 'LTIMCI DIA

A las tres de la tarde del domingo 17 ue senirenlDre, crcnc oi l ' r 'tos y observadores entraron ¡uidogarnente en ci cuario de üi¡{: i¿l#sp3ra iornir e! té. Habíamos estedo en pie todo ei c l fa pcr s i se r , ¡ocu-cían l lamadas de emergenci¿ y qued( lba:olamente una hota a¡ l tes {¡ t lél ¡ otra escuadr i l ¡a tomara la guardia. Conro señaló t l r ¡estrc ccm¿ncl¿: t -te de vuelo, si te¡ríamos que despegar antes oe que l-ernt ina, 'a nue:; ir¿guardia a tas cr¡atro, serí¿ ésta nuestra últ im¡ o¡¡o¡tunid¿d de comero beber en muchas h¡rras.

lvl i observador tr¿jo:us emparedados ¿l eitro vecino al rtr ío ¡ 'nos sentamos en si lencio a beber nuestro té. Rot¡et ' t úJ¿ll era un te'n iente muy agradablé, f laco pero act ivo, con ondulado cabei io rui l io,que l labía venido de ¡a R.N.R. en 1938, c i€spués de ¡ taccr su eprendi-zaje en la Línea City. Aunque eite cambio nc¡ l i¿bí¡r: icjc r¡osibre c¡..¡ar '-do t t la lan, Hyde y yo lo sol ic i t ¡mos en i935, t res ¡ i to: ¡ : rás ia¡de, er i1938 --cr¡ando ¡ord Chatf ield ganó su t¡aial la ¡. :or ia d,:vü; ' ' ¡ctón sleiAr¡na Aérea d+ la Flot¿ a la M¡rin¡- 'muchos rn;emtlros cle i¿ resérl¡¿rlaval aceptaron comísiones en la Marin¡ r¡ermanente, ya i t .rera comootíc¡u¡"t de mar de l¿ rarna ejecutiva, la mayoria cle ic5 c!,alLi )3 t)special izarolr como submarinistas, o cor|ro pi lotos u ci:5err;¿üc¡rs ¡n lü

avración naval. W¿ ' habl¡ optado por hacerse ol isürvi ldor y l tuvÉbe"r 'res unes meses vol¿ndo juntoS" Al dejar la R.¡ i . f t . : , i pdsar ss¡s tres¡nos intermeCios en la R.A.F. yo habÍa perdido tre. ¿;1c' , de ¡nt i -güedad en l¿ M¿r¡ns pero no lo idntent¿ira pofque nati ia aCa'- ir i i lomás experi¿nci¡ en aviaciÓn que la que lrabrí.r obte¡r icl i ¡ de sira fo¡ 'nra, y aderrrás me h¿bfa ganacitr algrrnos buenos amigos.

Mientras bebíamos el té, nue*ctra p,az fue rot3 pr:¡ ei ¿rl ! . . ;ncio dc

) ' .

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l ; : i ic ; r ia r- ie l l ¡arc i : l l¿rnando a puestos de vuelo y en seguida, por elai topa! ' lante, ra orcren: "Tocros ros pirotos de guardia a sus aviones, ' .Me uní a la estampida general que abandonaba et cuarto de of ic ia lesy subí las e5(:¿ret-as ¿r cu¿rto de tr ipuracioneg en ra , . isra", donde guar-dábamos nuestr¿s rop¿s de vuero. Ve:i idos con nuestros trajes ente-r¡zó5 de mecánico, cascüs y ant iparras, corr imos a nuestros avionesque todo el d ia habían estado estacionados para despegar inrnediata-mente, arm¿dos con bombas ant isubmarinas y preparacros para unaemergencia. l l ientras nosotros calentábanros nuestros motores y pro-báb¿mos los rnagnt ' : tos, los observaciores recibían instrucciones ju i .o_mfr ldante Dan B¡ker, e i of ic ia l de operaciones, en el cuarto de opera-crones e¡] la is la. DespuÉ:, c l los corr jeron por la cubierta hasta sus avio_nes, I levando su: instrunrentos de navegacrón y Tablas Bigsworth,un m¿rco cu¿dr '¿do de madera provisto de reglas paralelas al cualsujetaLran Lrn diagr.arna de derrot¡ y carta, a f in de que pucl ieran nave-gar con la tabla apoyacia en l¿s rocl i l las en el l imrtado espacio de la c¿-brna poster ior . t ,etrás de el los, dando la cara a la popa, se sentabae¡ te¡egraf¡st¿ art i l lero, Doug Hemirrgway, quien ademis de manejarel cañón Lewis cuando er¿ necesar io, también sintoni¿aba ta radio áel¿vión a la f recuencia i r rarámbric¿ der barco par¿ m¿ntenerse arerta.

Cuando Waft hubo treoado a l¿ cabina poster ior y se hubo ama_rfado ar avi i rn por meci io der cabre de segur idao que se enganch¿ba enel ¿rnés entre ras piernas der observador y ras der art i i ler .o:" ; ; i . . . ; -te conocido como "suspensor"- me l l¿mó por el tubo acúst ico paradec¡rme lo que estábamos a punto de hacer. Unos tubos acúst icos decaucrro entre ambas cab¡nas conectaban ros at¡r icurares de ros t re ' cas-cos cfe vuelo, conocidos ccmo Tubos de Gosport , y eran muy ef icaces.[ra sorprendente ra crar idad con que uno podía oir var iéndose de estepr imit ivo medio de comunicación.

Eranros el ú l t imo de los ocho Swordf ish a oespegar y mientrasmirábamos a ros otros rodar hacia er centro de ra cubierta de vuero yascender en el a¡re, Robert Wai l me puso al tanto por el tubo acúi_t¡co.

-un gran barc. r je pasajeros, er ss Kar i r is ian, está srendo ame-na¿ado por un submarino ¿lemán en la suDert ic ie. Ei a le¡¡án ha orde_nado a pasajeros ¡z t r ipuracion que ocupen ios botes salvavicras antes deque él hunda al barco con sus cañones. Er of icrar de radio der barcoconsiguió pasar est¿ info 'm¿ción con su s.o.s. pero sóro tuvo t iempocje dar una posiqión bastante confusa. Se cree que están a 90 ó 100mil las at sur, en e¡ borcie ai lént ico det Golfo de Vizcaya, pero podríaestar en cualquier parte dentro de cincuenta nr i l las a !a redonda de laposic ión que dieron. Tenemos que hacer una búsqued.: d ivergente.Nosotros som05 el avión más externo del f ianco or¡ental . Aparente_mente hay un montón de otros informes no conf i rnr¡dos V t"nJre_osque mant¿nernss bien atentos ante ra posibre apar ic ión cre ctros st¡b-

4.4

marinos. a la ida y a la vuelta, y atacar al primero que veamos. iElmar está l leno de el los!

A continuación me dio el curso a tomar al despegar y pocos se-gundos después part ió el sépt imo avión y en seguida el nuestro. Cuan-do esa tarde abrí e l acelerador, fu i e l ú l t imo pi loto que despegó delH.M.S. Courageous, y sería el ú l t imo en aterr izar.

Desoués de haber volado en ese curso alrededor de quince mi-nutos, Wal l me habló por el tubo acúst ico.

-He hecho todas mis sumas -di jo- . iHay algo que usted quiet-asaber? La d¡stanc¡a de vis ib i l idad est imada por el barco es de ochomll las.

Discutimos los aspectos técnicos de la búsqueda. Según nues-tros dos E.T.A. ( t iempos est imados de arr ibo) -al radio de acción yde regreso a la c i ta con el barco- era evidente que no habr ia muchomargen de segur idad en lo concerniente al carburante. Entoncesdiscut imos la razón de nuestra búsqueda. Yo pregunté cuánto t iempole l levaría a un submarino hundir un barco con sus cañones y cuántodemorarÍan el pasaje de un barco y su t r ipulación en arr iar los botes yabandonar el barco. Hice la pregunta a Robert Wal l .

-Espero -di jo él- que aguardarán todo lo que se atrev¿n enla esperanza de que aparezca alguien que haya recibido su S.O.S.

Pregunté al radiotelegraf is ta art i l lero por el tubo. Hemingwayera un compañero de pr imera clase. El no habÍa oído ningún sonidoen el inalámbrico.

Aproximadamente durante la pr imera media hora pudimos veral avión que iba a estr ibor de nosotros pero nuestros cursos gradual-mente se separaron y después quedamos fuera del a lcance visual unodel otro, aunque habÍamos podido ver lo tanto t iempo que yo cons¡de-ré que la est imación del barco de distancia de vis ib i l idad era dema-siado baja. El avión que iba más le jos, sobre el otro f lanco, era pi lo-teado por Nei l Kemp, a noverr ta mi l las a estr ibor. El h izo el informede avistaje a las l7 horas pero nosotros estábamos fuera del a lcance detransmisión de su telégrafo inalámbrico y no oimos nada, de modoque seguimos volando.

Dos de los cuatro escol tas del barco part ieron a máxima veloci-dad hacia el informe de posición de Kemp y el barco alteró su cursoen la misma dirección y aumentó su velocidad a 25 nudos -casi lamáxima para el viejo Courageous- pero debido al si lencio inalám-br ico no pudo informarnos. La más l igera depresión de un manipula-dor lvíorse por cualquiera a bordo del barco habría atraído a los sub-rnar inos alemanes en urr radio de centenares de mi l las.

Más tarde me enteré de que los destructores recogieron a los pa-sajeros y la tr ipulación, encontraron a otro barco mercante y los tras-ladaron, y todos l legaron a salvo a dest ino. Nei l lanzó su ataque contrael submarino, que seguía en la superf ic ie, y logró hacer que se sumer-

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g¡era. 5ei5 de los aviones oyersl 51i señdl y carnir iaron de cui¡o áJnqueninguno pudo l legar a t ienrpo püra p¡r t ¡ í ipar en el ataque" La ¡ l te: 'e-ción de ctrr5o los puso al alc¿nce de la nuev¡ posición del portat, ir :-nes y toi los habí¿n de:cendido a ialvo antes de que Robert y yo, v eiavión que volaba i¡rrneoiatamenie a nuestr¿ rJerer:h¡¡. hubiérarr-ros ¡ l-canzado el Bunto má: ¿iei¿do de nuestrg trúsqueda.

Cuando regresarnoi no hal-ría seña¡es del Courageous * inmecia'tamente iniciar¡oc nuestra búsqueda en cuadro. Nos quedaba ui l coes-t ionable t iempo de vuelo de cuarenta -v crn.ü nrinutos, peri ! cá: i corrseguridad noi quec¡ürínrnos sin comtru¡t!bl¿ a ias ocho men<¡5 cuarto.Volé durante cuatro rnlr¡t .r ' to¡ h¡cia ei oesle, ci . :atr<¡ haci¿ el nort¿,ocho hacia el este y después ccho ña¿:r¿ el si jr , 'y ' atteré el cuf 'sD parainic iat e l quintc i r ¡¿no --¡ t ie ' : iséis minuto: hrc ia r t oeste* ¿on ¡ : l co-razén encogido. Ai iernrina¡ ¿se tr¡¿r¡u, 5¡ lo iográiramqrs. h¿lrr iarnosestado br iScando r , ¡¿renta V cirrco minr.r tgs y qt i i :á nos quedar ian cua-tro o cinco rrr i¡1,¡6r de Larburari te. Ni Wall n¡ yo hablarnos. Arnbos es-tábamos pensando en Niqel Pfayfair y sr i joven ob:e¡ 'vadcr, ex¿cta-mente hacía una semarla, y parecía seguro que ñosotros, como ei los,tambié¡r desopareceriamcS sin deiar rastros. Oentro de i¡n¿ hora seríade noche y la niebla que oscurecia el horrzor i te haciase más densa conel creposculo. Aqtrr no habia rr inquna posibi l idad de ser reccatados,qurnientas mi l las ai oerte de la¡ ls las Scyl ly.

Hacia el f inal de ese tramo de diecisé¡s n-r¡nutos haci¡ e l oeste.volando hacia el sol que estaba apenas a unoi pacos grados sobre e¡brumoso horizonte, empecé mi giro hacia el norte maldiciendo ld f¡, tade hclr izonte que hacía di f íc i l volar con precis ión. El panel de vueloa ciegas y el horizonte art i f ic ial ¿,.rn no h¿bian hecho sr: aparición, ytodo lo qr¡e tení¿mcs p,rra guiar*üs eÍa un indicador de Reio ) / Sigr j5ty un poco de nre¡curio fojo dentro de irn tubo de termómetrL-\ o¿raavisar al p i lotQ si estabs'rctando con la nar iz del avión hacia tbaloo fracia ¡rr iba. Cr¡andc *mperaba a v i ¡ ¡ r , e l sol poniente pasó sc¡bremi hombro i :quierdo y ,us ¡ : : .úos se r* f le j¿ron ei l a lgo que t t r ¡ l lo 5$bréef agua una fracción de segirrrdc a b¡bor. Comprobé ei giro ;r me <j ir i-g i hacia el lo. iPoel ía ser el b¿rcc? Del in i t ivamente, a l l í había algo.. .y entonces lo vi. . . el casco alarEado'y la proyecr: iór: roma cie uca t i-rnonerü bl indacla apuntancio h.rcia ¿rr iba -.un sr¡bmarino_. posib¡e-mente a unas cinc<¡ o seis mil las. i)r i té por et trrbo acústico.

-H¿y un submarino a pro¿ y f lat ler , a unas cinco mi l l ¡s. Creoque podemos alc¿nu ar lo . . nos dará algo que h¡ce r . . .

-- iQué piensa hacer? *preguntó Wall-- iAcuat:zar a ' ;u l¿tJo?- iPrimero lo dt¡carer,¡os! f odaví¡ tengo las bomb¿t.Yo me habfa resist ido a arrolar ias al ¿guo ¿nie5 de io: , i r ¡s ianies

previos al clescenso, porqrJe sin ei las hab¡iamos estado volando :rnobjeto y habríamos sido completamente impoientes.

-Muy b¡en -di jo Robert con r¡na voz resignada.

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Como yo, él odiaba la inactivldad de seguir volando, ¿guardan-do a que el motor tosier¿ con sus últ imas gotas de combust¡ble y sedetuviera definit ivamente. Por lo menos, nuestros últ imos momentosen el aire tendrian un propósito. Cualguier cosa era me¡or que *guirvolando ociosamente hasta que el motor enmudec¡era.

Puse el avión en un¿ picad¿ suave y cerré algo el acelerador aniedida que aumentab¡ ia velocid¿d. Dispuse el mecani;mo de arro¡arias bornlras, conocido co¡no "fvl¡ckey-rvloiJse", de r i lodo que los confi-tes cayeran iuntos. Este sería un dtal lue de una sola vez. No habíacomhust ib le ruf ic iente para mds de una picad¡.

Yo miraba i i jamente al sr¡bmarino" Parecía aumentar el tama-rie pero no acercars{r. Entonces caí en la cuenta: la distancia de visibí-l idad era rr¡ucl¡o n'¡ayor de lo cue pensáb¿rnos. Est¿b¿ a más de quincemil las y no era un submari¡ro: iEr¿ el barco! La t i r r ronera bl indada eral¡ is la del port¿viones.

- iEs ef Courageous! -1ri té y lancé ias bornbas al agua.Aceieré para convert ir la picada e¡ un planeo. Podia sent¡r lá

tensióa de los cios ocupantes de la cabirrá posterior gue estiraban elcuelto para observar mejor y contenÍan el al ientc. 5i alguno de nos-otro5 hubie¡a nrir¿do airededor hacia el m¡r en esta aprsximación f i-n¿|, habría visto la plumos¿ estela del periscopio de un submarino,porque en algún l irgar de l¿ vecindad, con el Courageout en sus miras,el capitán de ulr sub¡narino alemán también contenía el al iento y seacercaba para proceder a la matanza.

Cuando un portaviones vira tracia el viento para recibir a suavión, al pi loto a punto de descender le parece un moviiniento perezo-50, despreocupado. La proa empie:a a girar, al principio impercepti-blemente y después con nlás énf¿sis en un gracioso ¿rco. La poBa pa-rece moverse en sentido contrario, como resist iéndose al rrovimiento,y después cede bruscamente produciendo un poderoso oleaje en laparte posteríor. Mrentras el t¡¡rco está virando, el viento de través enla cubíerta de vuelo puede ser un antagonista violento para un pi lotoqu€ trate de descender antes de que el giro haya sido completado.Como nosotros estábamos a puntc de quedarnos rin conrbugtible, efviraje parecía interminable y Cespué: de h¿ce¡- un medio giro sobre elbarco decidi arr iesgarme pesa al viento clu¿edo y al r , iolento movimiento cle viraje y descender antee d€ que tuera demasiado tarde.

-- íEh! -protestó mi observédor-. iQué demonios está ha.ciendo? iEl barco apenas ha vir¡r lo la mitad y el señalero nos haceseñas enloquecidas para que no bajemos!

' El no podla saber que el indicador de combustible habia estadomarcando "Vaclo" desde hacía por lo menos diez minutos. Ll Sword.f islr tenía un rnotor radial Bristcn Pegasus 3 que impedí¡ lavisión deia cubierta de vuelo -y del barco- en lar etapas finales del de¡censo.Normalmente, acercándose en un su¿ve giro a babor, apuntando di-

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Page 14: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

rectamenteacubierta,esposiblemantener lacubiertaalavistahas-taelmomentodeenderezar;despuésesnecesar iomirarentrelosci-| indros de| motor, a |as .,horas once y doce' ' , cuando |as paletas ama.

ri l tas det señalero se hacen visibles por una fracciÓn de segundo mien-

tras la cub¡erta parece subir hacia uno a velocidad alarmante. Esto es-

tá muy b¡en de dia, pero de noche los c i l indros están siempre al ro jo

y br i l lan tanto que pueden impedir enteramente la v is ión de las seña-

íes tuminosas det of ic ia l de control de descenso en cubierta (comun-

mente l lamado batsman). Esa tarde, el batsman se mostraba muy ser-

vicial -agitando sus paletas sobre su cabeza en frenéticas señaies de

oue volv iéramos a subir y diéramos otra vuel ta- y yo pude ver lo en

todo momento sobre la cubierta.Afortunadamente, en 1939 las señales del of ic ia l de control de -

descenso en cubierta no eran obl igatorias; 5e las tomaba como una

guía. Me alegré de eso porque dudaba de que hubiera combust ib le

iuf iciente para obedecer, cosa que, de todos modos, no tenía inten-

ción de hacer. Pero ét tenía todo et derecho a pedirme que volv¡era

a subir. Aparte del evidente pel igro de descender sobre un área restr in-

gida que se movía v io lentamente a estr ibor mientras la popa giraba a

babor,yoibademasiadoal to-Portemoraquemicombust ib leseaca-bara en los últ imos vitales segundos, yo había conservado mi altura

para mantenerme a distancia de planeo durante todo el descenso y con

ia intención de hacerme a un lado si era necesario, o de dejar caer

el avión sobre la cubierta abriendo el acelerador con las últ imas gotas

de carburante, una vez que estuviéramos sobre la misma' Este es un

método bastante efectivo de aterr izar en cubierta con un Swordf ish

y 5e lo conoce como "colgarse de la hél ice"'

Para el pi loto de cualquier avión, antiguo o moderno' la altura

es como el dinero: es concebible que demasiada altura puede seI uha

incomodidad, pero demasiado poca es siempre fatal '

ElSwordf isht ieneunrobustotrendeaterr izajef i jo,unenormet imónymuybuenosfrenos.Sinuestrodescensofuebastantepareci .do a una torpe gaviota deiándose caer precipitadamente en el agua'

fue no obstante el lo exitoso y nada se rompíó' El gancho pescó un

cable y todo sal ió bien-- iCristo! --di jo Watt-. iEl barco todavía está virando hacia

el viento!carreteamos sóbre la cubierta y apl iqué los frenos cuando l lega-

mosalmontacargasdeproa,ymientras|osmecánicosde|aescuadr i l |aestabanplegandolasalas,elmotorSedetuvo'Nohabíasidonecesa'r io t irar de la palanca que corta la ignición' El poco combustible que

quedabaen|oscarburadoreshabíaretrocedidodentrodeItanquenibienmicolatocólacubierta-Elcarburante,s implemente,cesÓdef lu i r .Cruzamoselhangarybajamosa|cuartodeof ic ia|essinsaberquenr idescensoalocangrejo,quetantaindignaciónhabí¿causado'

2A

sería el ú l t imo sobre esa cubierta de vuelo. Un of ic ia l a bordo del H.M.S. lmpulsive -el destructor de escolta ubicado en nuestro cua-drante de estr ibor- habia tomado una f otograf Ía de m i aterrrzaje.La m¡sma apareció en muchos per iódicos unos pocos días después,con el epígrafe: "El ú l t imo avión que aterr tzó en la cubierta del Cou-rageous". El of ic ia l también se ocupó de tomar fotograf ías del barcomientras v i raba contra el v iento y consiguió algunas magnrf icas fotosdel portaviones inmediatamente antes e inmediatamente después deque fuera torpedeado. Cuando el barco viraba debió c luzarse frente ala proa del submarino, ofreciendo al a lemán la posibi l idad de apuntarcon comod¡dad directamente hacia adelante. Sus dos torpedos nosalcanzaron casi s imultáneamente, en el momento en que Wal l y yoentrábamos en el cuarto de of ic ia les.

-- iQué va a tomar? - le di je.Pero él no tuvo t iempo de responder porque en ese momento se

produjeron dos explosiones, separadas por una fracción de segundo, yde una violencia que yo no había oÍdo jamás. Si hubiera explotadoel núcleo de la t ierra y el universo se hubiese abierto de polo a polo,no habría podido ser peor. Todas las luces se apagaron inmediatamen-te y la cubierta retrocedió y subió arro. jándome hacia atrás, y la ondade calor que siguió arrancó la piel de mi cara y m¡s ropas. Hubo enel lo algo saiánico e i r real . En el súbi to s i lencio mortal que siguió, su-pe que el barco habia muerto.

En el pasi l lo del cuarto de of iciales el si lencio ensordecedor fueroto por el t int ineo de vidrios rompiéndose en alguna parte y el soni_do de agua que goteaba. También habÍa un rumor susurrante, per_sistente, que al principio no pude identi f icar. Después me percaté deque era el sonido que hacían los hombres al respirar.

El mamparo detrás de mÍ ahora estaba parcialmente debajo demis pies; mirando a popa, me encontraba con mi pie izquierdo sobrela cubierta, que hacia estr ibor se doblaba hacia arr iba en un ángulosorprendente. Mi otro píe estaba sobre la pared. En esta posíción, eraevidente que el barco no podrÍa seguir mucho t iempo a f lote. El si_lencio era atemorizador. Supuse que la maquinaria del barco habíavolado en pedazos. Todo lo que quedaba era un casco, no un barco,yacigndo sobre un costado. El lado de babor de la cubierta de vuelose hal laba apenas a centímetros sobre el nivel del mar.

Las pocas horas que siguieron fueron inolvidables. Hallarse tor-pedeados a bordo de un gran barco que t iene sólo veinte minutospara seguir a f lote es una experiencia extraña. El Courageous fue elprimer barco de la Royal Navy hundido en la Segunda Guerra Mun-dial, y los acontecimientos de los veinte minutos siguíentes y de lalarga noche poster¡or han hecho del l7 de septiembre una fecha quejamás tendré dif icultad para recordar.

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CAPITULO 4

LA NOCHE DEL ULTtfúO DIA

Cuando los torpedos desgarraron el costado del buque y esie s€

incl inó en un ángulo i- ini i" ible' inmerJiatamente fue obvio que

había recibido ,n go'p"-;ortal ' En ios primeros pocos segundos toda

la longitr.¡d del costado tle oaOor de la cubierta de vuelo quedó suspen-

dida a pocos centínretr l-s*ülu "p"¡ icie det mar' aplastando a los

botes del barco que *, ' i iun u¡ol"ntarnente a i¿ superf icie, arrancados

de sus lugares "n

tu, tuJ"*as inferiores' En esos segundos iniciales' los

av¡ones que había .n ui ' t tungut se desl izaro.n hacia babor aplastándose

unos contra otros y toni iu"tr m¿mparo de b¿bor' agravando la sala

de las cubiertas de tr ipt¡ lación se soltaron cle sus anclaies y resbalaron

violentament", su a¡ '¡e'on - los

tanques de combustible que inundó

ras cubiertas inferiores i un;-matigna perícura de aceite y petróreo

seextendiórápic|arnente-sobreelmarcalmoyrodeóa|barcoconunamezcla ¡nf lamab¡e qu"-n'Uittu podido estal lar en l lamas -y con una

exptosión masiva- *n '"uitqu¡"t

momento; centenares de hombres

f¡¡eron arroiado: ar ma'Jei i" toclas las partes del barco' algunos ab-

sorbidos desde sus .o*puÁl*¡"ntos del lado de ba-bor y uOica{o-s.11

debaio del nivei Oe ra iuperf ¡cie como gui jarros agitados por una vlo'

lenta mareiada; m¡r cosa! Jebieron suceder en todo el barco para ha-

cer inevitable su t¡n' oJi Ju "rrut

se combinaron para convert ir los úl-

t imos mornento. a troi l in una pesaoi¡ta de.si lencio y sonido contras'

tantes: el circuito "¡¿J¡lo

pi in. iprr der portaviones se cortó inmedia'

tamente, se extinguieroh todas las iuces' se cortó la energía para cada

pieza de maquinaria a lodo lo largo' lo ancho y la prof undidad' y ade'

rnás se si lenció el Eistemi de altáparlantes, de modo que ni siquiera

se pudo transmit ir r t oiJ"n esenc¡ai de "abandonar el barco"' y en una

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fracción de t iempo una act iva comunidad. murrnurante de vida. seconvirt ió en uña si lenciosa tumba f lotante. El otro acontecimientc notuvo efectos en cuanto a disminuir las condic iones de navegabi l idaddel barco pero fue quizá un golpe para la moral peor que cualquierotro factor ais lado, porque algún objeto, probablemente el mást i f deuna antena, cayó sobre la palanca que accionaba la sirena de vapor dela chimenea, y como si quis¡era compensar el fantasmal s i lencio deabajo, un largo y lamentoso aul l ido por encima de las cubiertas incl í -nadas y de la temblorosa superestructur¿, empezó a sonar como si elbarco mismo l lorara en sus agonías de muerte m¡entras sus cr:biertasl lenábanse lentamente, arrastrándolo a las profundidades.

Durante los terr ib les veinte minutos que demoró en hundirseel portaviones, perdieron sus vidas más de quinientos honrbres.

Cu¿ndo un barco se hunde siempre hay más par ientes, cuyasvidas han sido entr istecidas por los t rágicos acontecimientos, que hom-bres ahogados, y yo no deseo aumentar su tr isteza relatando todos loshorrores de aquella noche. En cualquier caso era momento para laacción. no para la ¡ntrospección, y había gue ignorar las cosas espan-tosas que estaban sucediendo y concentrarse en scbrevivir. Para ml,las pocas horas s iguientes, y la mayor parte de l¿ noche. fueron unaconfusa masa de ¿contecimientos aislados y agotadores, algunos delos cuales resul taban graciosos en una forrna macabra. Cuando el bar-co se incl inó y me dejó de pie en esa total oscuridad y en un ánguloant inatural en el pasi l lo del cuarto de of ic ia les, me sent i chocado yasustado pero no realmente sorprendido. Con alguna presencia sub-consciente -quizá un sexto sentido de boxeador para adivinar pel i-gros que.vendr ian- yo habÍa estado aguardando este golpe knock-out, desde que en el puerto de Plymouth, después oe la cleclaraciónde guerra de Chamberla¡n, nos ordenaron ocupar nuestros puestosde acción. Actuar como cebo para los submarinos alemanes e,a comoadelantar la derecha en vez de la izquierda, y mi mentón había que-daCo expuesto por quince días. Quizá era por eso que yo había l le-vado mi salvavidas inf lamable "Mae West" desde el cuarto de tr ipu-laciones en vez de dejarlo arr iba, cerca de la cubierta de vuelo con to-das mis otras ropas de volar. Cuando bajaba, lo había arrojado sobrela l i tera en mi cabina, que estaba inmediatamente a popa.de la ante-cámara, antes de apresurarme a ofrecer una copa a Wal l y pedir otrapara m í.

Cuando hube recobrado mis sentidos después de la atronadoraexplosión, recuerdo haber pensado dos cosas: "El organismo humanono está hecho para experimentar un sonido como ese" y "debo con-seguir inmediatamente mi Mae West". Pero antes de sal ir de la oscuri-dad de la antecámara oí una voz que pedía ayuda en un tono plañi-dero que no podía ser ignorado. Adentro, buscando a t ientas, encon-tré que un¿ gran bibl ioteca con puertas de cr istal habia s ido arran-

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cada del mamparo por la explosiÓn y había caido encima del of ic ia l

médico pr incipal , un hombre enorme de vientre prominente l lamaclo

Cl i f ford 'Bro*n. Era un of ic ia l médico muy popular ' cuyo buen humor

normalmente fesul taba un tónico mejor que sus medicinas navales

para sus pacientes; pero debajo de esa bibl ioteca' é l se sentÍa cualquier

ior i t .no, jovial . Con la fuérza nacida de la desesperación inspirada

por sus gr¡ tos, no me costó mucho levantar la bibl¡oteca -apenas lo

iJ i . ¡ .nté .para que él sal iera arrastrándose y pudiera Incorporarse-

y los dos quedamos en la media luz ' jadeando' Entonces él me mrlo

i tu lu, que entraba por los ojos de buey -que me horrorrzo ver que

se encontraban abiertos- y me dio las gracias' Me parecio que no era

momento de cortesías Y dr je:

-Mejor vamos a popu u toda pr isa' Si los ojos de buey del lado

de babor también están abiertos, e l barco se hundirá en cualqurer mo'

mento.Empujé su bul to colosal a l pasi l lo que l levaba directamente a

popa. A lo le jos, la puerta que se abría a la cubierta estaba inundada

de sol , como una br¡ l lante luz al f inal de un largo túnel ' que invi tara

a todos a la segur¡dad. Al l i lo dejé, caminando di f icul tosamente por

"t or .uro pasi t ló hacia su salvac¡ón' Yo me volv i cuesta arr iba' hacia

"st i ¡Uo, y en medio de intensa oscur idad' para buscar mi MaeWest en

l i . .Oinu¡ úve que trepar por la cubierta incl in¿da' Afortunadamen-

i . ru pr" t tu estaba abier ia y me fel ic i té por mi descuido: en ese ángulo

improbable hubiera podido quedar atascada si la dejaba cerrada' Bus'

qu¿ a t ¡entas sobre la l i tera el chaleco salvavidas inf lable y me lo puse'

Én-seguiOa, en medio de ese si lencio ul t raterreno y en la profunda os-

cur idad de esa cub¡erta incl inada, t raté de recordar en qué ca¡on esta-

ban tos peines de plata que había comprado para las doncel las del cor '

te jo de mi bocla; con el ios había dos bi l letes de cinco l ibras y el ani-

l lo de casamiento. Pero en ese momento' la cubierta bajo mis pies se

estremeció y sub¡o, y la incl inación a b¿bor aumento' Todos los l r -

bros de los estantes sobre mi escr i tor io cayeron y me golpearon en l¿

iabeza y tos hombros. El pánico hizo presa de mi pues pensé que el

barco daría una vuel ta completa y antes de saber qué me habla movr-

do, me encohtré en el pasi l io, o lv idados los.peines de plata ' Fue una

pena que el barco se mbv¡era en ese momento porque después resultÓ

lr . Vá hubiera tenido t iempo suf ic iente para encontrar los petnes y

metéimetos en el bols i l lo. Las amigas de mi novia los habr¡an aprecla-

do todavÍa más si los mismos hubieran sido rescatados de un barco

lua ,a hundía. Además, aunque apenas median unos doce centíme-

tros ¿e largo, isus estuches tenían grabadas cor-onas navales y habtan

resultado bastente caros!.EIs i Ient loytaoscur idadene|pa5i | |oeranopresivosypude5en.

t i r y ofr los cuerpos de los hombres que pasaban tropezando y respi-

ianáo agi taOamente. Era desconcertante verse obl igado a caminar con

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un pie sobre el mamparo de babor en vez de sobre la cubierta. Me unia la anónima y s i lenciosa procesión y la mano de alguien se apoyódesde atrás en mi hombro. úienquiera que haya sido, debió hacer lopara tener la segur idad f Ís ica de que estaba en posic ión vert ical j ian-qui l izado, el hombre ret i ró su mano y seguimos avanzando, mirandola br i l lante luz del sol a l f inal del túnel , la cual súbi tamente cambió auna aterror izadora incandescencia de color rojo sangre. Con un espas-mo involuntar io de espanto, pensé: , . iLa cubierta está en l lamas!" .Pero cuando sal Í tambaleándome ar aire f resco vi que sólo se t ratabadel sol poniente. La popa apuntaba al oeste y la puerta se l lenaba conel resplandor bermel lón, sangr iento, del crepúsculo. El contr¿ste en-tre la despiadada oscur idad de ra caverna que acababa de ab¿ndonary el ancho camino de ruz t i t i rante que se extendía sobre er mar desdeel honzonte era increible.

Pero no había t iempo para admirar el paisaje. Un pequeño gru_po de aviadores rodeaban el cañón de 4,7 de estr ibor montado en unpedestal junto a las barandi t las de la cubierta y yo miré hacia popa yvi un espectáculo horr ibre: en el ancho camino de luz l leno de ref le jossobre el agua, recortados contra er sor que se hundÍa detrás del hor i -zonte, estaban los per iscop¡os gemelos del submar¡no que nos habiatorpedeado, apuntando hacia arrrba. La idea de que nuestro enem¡goocul to acechaba apenas debajo de la superf ic ie, regodeándose con elespectáculo de un gran navío que se retorcía en su agonia de muerte,era obscena, y corr i por la incl inada cubierta para unirme al grupo deaviadores. El teniente Ingram estaba a cargo. Asist ido por los demás,había sacado un proyect i l de su deposi to y lo habia met ido en l¿ re-cámarai i tataba de apuntar el cañón hac¡a ¿bajo por medio del meca-nismo manual, que al pr incipio ninguno de nosotros entendió, pero f i -nalmente tuvimos éxrto.

- iUsted sabe cómo se dispara esta matdi ta cosa? -di jo Ingramcon ferocidad-- Me gustar ia volar los en pedazos.. .

Tuve que admit i r que no lo sabia. El manejo de los cañones delbarco no está incruido en el Manuar de Entrenamiento para pirotosNavales y ninguno de nosotros sabíamos qué teniamos que hacer acont inuación. Accionamos ro que creimos que era er disparador perono sucedió nada.

{reo que f uncionan a electr ic idad -di je tontamente.En cierto sentido, fue conveniente que no lográsemos dispa-

rar el proyecti l porque en ese momento aparecieron la cabeza y loshombros de un atoni to fogonero t repando por la popa y mirando di-rectamente hacia la boca der cañón. Er hombre habÍa sido arrojadoal mar y de vüelta a bordo, estaba buscando refugio temporario antesde tener que arrojarse nuevamente ar agua. La perspectiva de ser vora-do en pedazos por un grupo dejóvenes tenientes no era de ningún mo-do de su agrado. Estaba por dejarse caer nuevamente al inhóspito mar

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co nos hubiera visto si nosotros hubiésemos acuatizado v nos sentimo5

alentados porgue' en tJn momento en qrre tantos necesitaban Socorro'

los barcos podían ¿parecer de ninguna par ie ' como pol icías en un ac-

cidente.Las dos l toras siguienies' hasta medi 'rnoci le y l lusc¿nciÓ sobrevi-

v ientes, estuvieron f funut ¿t l "quretud' El destructor tenía que Cete-

ner sus máquinas mientras era recogido cada naciador y al quedar de-

teni<lo presentaba un of int.o fácrl para ei submarino' ce! cual todos

sospechábamos gue uun-pát*unuti" :" - : l - t : :¡ observando nuestras

maniobras (y podia nabei otros sut¡martr los en la vecintJad)' Ctlanclo

l.J. au"rpo ura izado del aguü nos aleiábamos ráp¡damenie corno pre-

caución contra posibles ataques' para buscar en otras áreas' y esto ha'

l iu ir*ur"nte di l íci l ia supervivencia para los nad¿dores.

Los que estaban g¡ g6¡digiones se mantenían m*y ocup¿d¡ls

ayudandc a los hombres elel lmpulsive en la atención de lo5: 'err ' iaho-

gados que eran sunirroi a boráo' Apl icábamos respiración art i f ic ia l

a quienes ta necesrtaoa-n-V ¿"tpu¿t los ¡ 'net¡amos en un baño cal iente

y les dábamos un pbco de l rcor para reanimarlos ' Para cuando yo l le '

gué a bordo tooos ro: t i iores r lo 'males habían sido bebic los y lo úni-

co que c¡ueciaba era aicohoi medicínal ' pero el n l ismo era un mara-

vi l loso reconsti tr¡vent""Ju'p'et del sabor. de.esa agua salada y acei-

tosa, Todo¡ neces¡t¿t¡ari t ipu v la tr ipulacion del destructor habia

hecho una gran pi la con iodo aqt le l ¡o de lo que podiarr prescindtt '

Yo me apoderé ¿" 'n-poi-Jt

pantal .onci . tos.de rugby' una ch¡quet3

de camarero rnaités y un put de zapatos de gi.mnasia' y cuando me los

puse irne percaté Oe que utur"¡u de perder tccio lo que poseia en el

mundo! Frac, smokrng, t "dt t rn¡5 rop35 civ l les y un' formes que nne ha-

bia l levado anos arrel i i r i r ' Urr par de pistolas.en un esiuche cle cuero

forrado cle terc iopelo rojo, pt los de qol f ' t rofeos de boxeo" ' de nada

val ía pensar uro y ."-ánie ¿tgo al respecto a Nei i Ker:rp ' qu¡en es'

taba vist iéndo:e a:"ni lacio. . - , ^^L-^. . ; . . i . r^r iv-- iNo t iene

'" i io ' tuntiur . .-di ic- '

. iHe.r-nos rcbrevrvidol ¡Y

esos pantaloncitos de ruglr¡r le r ientan muy otenl

Pregunté a Nei l i ; - i "n iu aiguna n*t icra de Sinrcrn Bo'ret t ' e l c1¡-

c ia l comarrdante de la otra ""uid ' ¡ t ¡u

de Swordf¡ :n ' v tue una extra '

ña coincidencra que c-uando estuvi¡ 'nos vestidos coñ nüe5tr¿s rüpat

improvisadas y sal¡mo5 a cubierta ' lo v¡mos pasar ' iendido sob're un

f lotador Car ley. S" t i " 'po " t tafa

r iOiAg y él se hal ! ¡ba inconsciente '

Afortunaclam€nte, eñ ese momento ei barco se enccntrab¿ detenido

y sÓlo fue cuest iÓn de unos pcrcos 'n inutos

subir io a bortJo' Yo !o l le-

vé bajo ct¡ l¡ ierta y * 'or.pt"ndió

su faita de pes*: hubiera podido

tener en m¡5 brazos a- ' ' 'n muchatho de díez ¿ños' Lo metimos en un

baño cal iente p"'o " ' '

üot ieguian cert¿clos' Traté de peisuadir io a

que tragara un poca Ae i lcofrót ' pero ét era un t ipo absiemlo y se

resiStió. aún inconscrenie.

38

--Pruebe oira vez -di jo Ne!t-. . Esa goti ta casi io hi¡o volver en' - t .

i r rc l iné la ¡otel !a contra su5 d¡entes; sus ojos se abr ieron por unbrev¡ i i r ' !1c i r : t ¡nte,9óioia sul ic iente f ra¡¿ qL,€ dt d i jera:

-- [ . , io- . . arec. . . que.. beberé. . . más.. . g iacias.l¡rnedi¿tamente votvió a eirtrar en í:om&.Di¡e a Nerl: -- iAún ¡ncc,¡ ' lsclelrte, Sirnon srgue cornportándose

cornG uri r .abal lerui iCuaiquier otro, obi igado a beber contr¿ sr_¡ y6¡g¡-¡ad. se h¿h, i¿ rnostrado lnr-¡clrc nrenos co¡-tés!

Jr¡nTo., lo carr¡¿.nro5, b;r jarnos !a e5calera y io acornodaínos en elsolé . :e l cüartu ie of ic i ¡ leE a¡ lüdo dei comant lar . te, quren tenía un ¡s-¡tr:{ ic et l l3t-rtosa. s'r c¿fa f5trüh8 corr:pletamente gris, peio cudndo lepiegr-rr ' , iÉ s¡ :s icr \ t i¿ ; ) ier i ¿i ¡c in i i r i con i . ¡ cabnz¿. Vr que algo andabai¡1: !1, ¡yrei¡ ' nr ;s ¡ü¿r,oJ r ietra¡o de l¿ manta qule lc cuDrra,¡ comprohé.¡ iJe i- :<t, ib,! cm¡'+ltr l i : / t{ :n¡,r i , !ni l0 oe lr ¡o. De rnt ldo qr/e lo f rOté con¡¡¡ . : iü; i l ¡ tqnor¿: i j i , ,su: n i : tcst¿c y cüntc cütr la vnl iosa ayud;.r de unjoven guar4larn¿rrr¡¿ l l ¡n"¡ 'Jc Arrdy l \ i tken, quren t¿rrnl ' i t in pertenecía -; ¡uei l r¿ i : : . - t ,<rdl : ' ia el c i Couf¡$eous. i -ó env'-r i i inr¡g ei l ü¡ra rn¡ntasec¡ y ;o tend;n,oi i ; r ¡evar,1er) te e: ' r e l soiá. i )er¡ ;ué: , Ai tken y yo bus-{¡mc5 \ jar¡a: t ¡ctel las ü¿c¡¿i . !as l ien¡moi con;rgua cal iente y tas dis-i r t i - lu i rn ' ¡s tor- io alred€Cór. f : ;*r¡ dr ' !a rrr¿r i ta. Dr¡rantc !¿ noche lo ob-:" : rvé c 'ca: i ¡ r t , : ! in¡ .nt t y v¡ i t i i j esl¡ l " l '€CCb"ar¡ t jc e i COior. P¿reCía:nui¡ tD rn€l 1, f .+r ia rr t¿n¡n¡.

H¿bia ot¡es menoS ¿tortunü,. I r )s l u¡¡¡ eanl idad ¡ le hombres¡ruriercñ cir¡ya¡rte jn noch¿. A¡gunas {. i$ €t is rnt¡erteg iueron ¡nnece-S.l f ! ¡5, án gSfeC;¿i ! i ]1,

Cuando r-¡n honb¡e se s iente drrratr iü y r ]st ; i r io y desaninraclo yl ' ¡e el t ¡do sujeto a ur, shock y er.rrrá ¡ her id¡1, es f¿ci t que se deje caerüi t u1) SOI-.O| ¡ je, Cu¡; puer je nO,Jesgar reCUp+tairé a rnen() t qUe Se hagaüir :c l¿r¿ sa.ud¡í lo y- 5acar lc de su : , ¡ : ¡ t i . l " Ani er l r ! i €r te s¡mple hecho. l i i i r¿! ia nt !¿he, l jaÉO a exper]saS d¡ ia v ida, le un hn¡, ' rbre ÉStaba ten-. : r i l { ) !ob¡¿ c; . :b.s, t ¡ , l ! . ¡ i - . to a una, le i . rs escct¡ t ¡ar qt le l lev¡han a i¿, , - r furgr{¿ dei cu¡r l ¡ ,Je l . ic ia ie: . Desde ,rn¡ di¿.¡¡ . r . rón. hai , ia que pasar¿¡r i i r : r : , iy ,¿ : ie éi . y cür¡ ; t iog hr)mbre: est . rbon b;r j¿nda cuerpo5 co-i r , ¡ t+soi ¡ ¡sr ! ¡ g,r" : ¡ lg;¿, g i ggrrgl i lur i ¡ I 'n¡ chstr , , ¡c¡ ;én pei igrcsa^ Me¡; ' ¡* i l !á tu i ) in ¿ éi y le plrequr?i¿ 5! !e iRt i icr ts! . ía c¿nrbi¿rse { . : :e lugeri . , i ,e j t r - ¡ i :u4 sorc ei tab* : ' lorrnido, col . . ra otr*s cent*n¿t es d¡sper9o_qsüh14 j .1s ¿. ubrertei c iet 3¡¡¿".

-- i \ . . 'á; ' ¡ -cel - -C jo cr s in abr; i lcs ¡os, de ¡-nodo que to Cejé unt, i f t r : 'SnOUilO

Má: t ¡ rc le i ¡ l tenta ú:r¿ ve?. isrc, e i d i jo: - iLn norrbre de1- : r1tL1, r1éjerr ,* t renqU i ic i

Estuvo a¡ i i toda i¿ nóche y.yo iÉ h¿bi4 "e|r¡ l ,q ig5 ¡ iaró ¡ l regun-t¿r le s l se sentí¿ bisn o: i necesi t ¡ba atgo, 1-:9¡q 5¡ernp{s rec¡bi té mis-rx¡ brusca respuesta. Por la marlana, +stüba muerto.

39

Page 18: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

cuando Kigget l y yo corr imos hacia él y lo izamos a bordo. Creo que

el hombre creyó que todos nosotros nos habiamos vuelto locos y que

nos disponiamos a volar le la cabeza.El destructor de nuestro cuadrante de estr ibor habia avtstado los

per¡scopios y súbi tamente arremet ió hacia adelante, con la popa hun'

dic la en el agua por la repent ina aceleración; pero el capi tán del sub-

rnar ino alemán vio el movimiento y los dos per iscopios desaparecie-ron antes de que el barco hubiera avanz¿do cincuenta metros' El des-

tructor lan¿ó una i luvia de cargas de profundidad sobre el lugar donde

habÍa estado el submarino y mató de esa forma a todos nuestros hom-

bres que estaban entonces en el agua, pero no pudo dañar al submari '

no. (Algunas semanas más tarde, el capi tán alemán recibió la Cru¿ de

Hierro por haber hundido al Courageous). Las intenciones del capi tán

rtel destructor f r ¡eron sanas, pefo yo me alegre de encontrarme aún a

bordo del Courageous en ese momento. Entonces apareció la cara del

comandante sobre el alcázar, mirando hacia abbjo desde la plataforma

del hidroavión, y gr i tó var ias veces "abandonen el barco". Su cara es'

taba gr is por la ansiedad Los hombres se lanzaban al agua en todas

direcciones, algunos desde la cubierta de vuelo que se encontraba a

unos veinte metros sobre el n ivel del mar. El pantoque, normalmente

ocul to bajo el agua, estaba horrrblemente expuesto y se encontraba

a unos tres metros más a estr ibor que la cubierta de vuelo. Mientrasyo miraba, un hombre calculó mal y no pudo alcanzar el mar. Me sen-

tÍ un poco descompuesto ¿nte el espectáculo y observé con el corazon

en la boca cuando el subteniente Oxley, uno de nuestro jóvenes pi lo-

tos, h izo el misrno intento. Por encima de nuestras cabezas' sal to al

aire con su Mae West colocado, el pecho arqueado hacia adelante y

los brazos exlendidos como en una zambul l ¡da de golondrana, y yo

sonreí a l iv iado cuando él pasó a pocos cent imetros del pantoque y

se hundió en el mar.Kiggel l r io. - iTípico! -d i jo- . iSolamente "Jumbo" Oxley

es caDaz de abandonar el barco con una zambul l ida de golondr inal

-Lo hizo para asegl¡arse de que no se estrel laría contra el pan'

toque -di je-- . Yo hubiera hecho lo mismo. Siempre me doy vuel ta

en el a i re s i t rato de zambul l r rme desde muy ai to en cualquier otratorma. Con una zambul l ida de golondr ina uno puede ver adónde va'

Ahora había una pequeña mult i tud de hombres junto a las ba-

rand¡f fas del a lcázar. Era el punto más cercano al ma( y el lugar más

fáci l para desembarcar. Un¿ corr iente cont inua de hombres pasaban

sobre las barandi l las y se arrojaban al agua; pero v i a dos o t res de la

Flot¿ de Reserva que se mantenian juntos y miraban melancol icamen-

te sobre la borda. Entonces mi atención fue atraida por un sonido que

venra desde arr iba, sobre la plataforrna del h idroavion. y cuando mi-

ré hacia al l Í v i que los Royal Marines estaban al ineándose proi i jamen-

te, como si estuvieran tomando parte en una parada mi l i tar . Un cabo

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estaba a cargo. Observé y espere que el d¡era la orden de abandonarel barco, pero el cabo ordenó desc¿nso y él mismo adopió es¿ pos¡-C;On -

- iMire esos Marinesl - te di je a Kr iggel l , gue estaba de pie ami lado"- . No han oido al comaudante y están esperando que elcapr iárr de los Royal Marines les c l iga qué t ienen que hacer. El fuearrojado al mar hace unos minutos, yo lo v i nadando hacia el destruc-tor con su chaieco salvavidas. Qui¿á el los no lo saben.

Para mantener una correcta formación los Royal Marines es-taban oblrgados a sostenerse de pie sobre la cubierta incl i ¡1ada oor lornenos unos cuarenta y c inco grac. los. parecian un numero cómicode un espectáculo de music-hal l .

- iQué t ipos estúpidosl - -d i ¡o Krggett-- iSe quedardn al t í has-1¡ que algu¡en les de una orden, y s i nadie lo hace, tor jos Se i rán a¡r i { lue con el barco todavia de pie en ese ángulo absurdo! -Fue ha-cia l¿ s56¡¡¿¡a de estr ibor qr.re t ievaba a la plataforma del h idro¿vión-.Vainos -me di1o, y yo t repé tras ét .

Fl teniente (A) L ancelot Kiqgei l era el ayurJarr te de la otra es_cuadr i l la comandada por el teniente-conr¿ndante Simon Borret t . yer¡ mi "contra¡rart ida"^ HabÍa l legado de la R.A.F. después de volarvár ' ros años en la India. err la f rontera noroeste, y l r ¡cí¿ la c inta verdey ñeqra c ie esa campaña. Era un pi loto est i . rpendo y un t¡po muy ef i -. ier) te con un carácter fuerte. sufrra rrn¿ tremenda desventaja: 5u ro5-' l ro muy s€t ' tsur ' t l . con cr¡rvaclos labios rojos y 01os oscuros, era una-cor:¡binación cle Rtrdol fo Valent ino y Ronald Colman --dos populares.¡ : t rós c ine¡natoqráf icos de antes de l¿ querra- y su cabel lo negro serraba er i onda! comci sr nubiera s ido arreqlado por 3lgún peinador<ir : u¡r ;a lón de Bonrr Street. Er no pocl ia evi t¿r su aoar i€ncia oero ramay.rn 'a de los of rc ia les n¿vales ortodoxos lo evi taban al pr incipío.h¡t td que descubr ian que era un t ipo perfectamente normal con un.i l1f . lCáble sentido dei humor. El efecto que tenÍa sobre algunas muje-¡es era notable, pero sobre los Royal Marine5 tL¿vo muy poco y lo miS.rro ry-re suiedio a mi. Expl icamos que el comandante habia dado la() , . l rn de ab¿ndcnar el Darco y que su capi tán de Royal Marines ha-l ) r , r s ido aírojado al m,rr y ya nc se errcontraba a bo¡do. El cabo mirór, ! , . ( , l ras rnang¿s izquierdas y enrojeció embarazado. A todos los av¡a-( l r ) rcs de la rama aérea, recién ingresados desde i939, les hacian i levarrr ' ¡ peq!Jena "A" de metal rodeada por una ram¿ de l¿urel bordada.r ' r r i r i r¿ de sus alas en la manga izquierda. Debido a que la , ,A" se des-¡rc, ;aba desrrués de unos pocos días y se caia y ta rama de laurel sola\r(Jr l r f lcabe muy poco, la "A" de metal fue en su momento cambiadat,or una tetra bordada y cos¡da dentro de la guirnalda.

La insignia estaba dest inada a advert¡r a todos los que la veÍan'r¡rrc ef portador nada sabia sobre la Marina, o sobre marinería o na-verr¡,rcrón, y que no podía esperarse de él que respondiera a ninguna

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Page 19: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

*: ::j r rij::":, [.# T;;;i:Ti.,,::';:,a s, c u bierta s, era d i f Íci,srempre me he senidld e b, p€ r c a t a r - " o " ol .' iii"',?i.i,"o ; f H::; : :'

,..f,l ffiIll' 'i ; i,í l

¡ r meor¿noche, el capi tán Oel ¡mpu1¡sobrevivientes habían ,¡0. I.."^,11,. ::nLul5¡ve decidió que todos tosvraJe a casa. ro¿o, nliP.recogidos

y que (guinas der our.o tuli ' le-ntimoi

t l, 'u' lJ' 'uotta hora de emprender el

nuestro temor a ,",. tt^ti: l lndt . toáu

"",olos

cuando oimos las má-

I :l 9,.,, e, "-n t J, ;; ; jfl "' j:'*,**"J* ii :::lriiü :: i : i.:::

::ol1 ,"u enorme murtitud ,"¡,"

"i 'Lrá,í":,".-oj.?i1T.rnos vimos que

I i jl,t " ff ..',LT;, : : :;: 1..", ; ;; ; ;; J ;; ",i; l.L i I ili: il,lJJj",,""T.;

Habí¿ también rcuando t"

"tr t i ¡u"l .r1l: : : ' 'untos of iqi¿ls5 51

-Todos ustedes l ineas de utu"" '

' iol-n¿rF€rlor€5

y irno de el los'

Drmos unos oo. l1o:nu saldrán ton i ' '

pedirnos ¿tención. os vrtores ul o':'l"rto'i"!¡:i.'."rt"trTfifl:]:

-Todos los maripodrán a". . r

' i ro.r ' l l " iot , t ienen que rr a laoandores para proveerr l . 1: : l t t

t t ""*"r ' , 'o cont iná -di jo- donde

rorma de., .pago excepr^l-ropa. nueva.

^" . ,ü, , l i to"

hay sastres agua¡"

en et cua' to oe or ic¡arel ?nal ," -Todos ,"r . i " l

un poco de dinero en

m¿s comodidades. s der H.M.s. ó..;;,;;:ffi"1.:il:r;i::?1::. Los cuarteles de l¿

:'^.- i.., u,,"nu,' u",,1;'; I Hi:|i? ;:f."J; i5 ?:t ̂se enc ue nt ra n den.una caminata corta, pero ru. or" |o" l "" i l ' " I ;1. t Drake. Er¿ sotoDaJo lo5 pies. -"- ' ¡v )Errr l r nuevamente suelo sól ido

4O4l

CAPITULO 5

LICENCIA DE SOBREVIVIENTE

Las anchas escal inatas de piedra que suben a cada lado de la en-

trada pr incipal del majestuoso casino de of ic ia les en H'M'5' Drake son

imponentes; y yo, con mis zapatos de gimnasia ' mis piernas desnuclas'

mi i pantalonci tos de r t rgby y la chaqueta de camarero maltés ' me ale '

gra ie que todos mis compañeros estuvieran igualmente r ldículos'

óuando entramos me alegré aún más, porque en ese hal l con paredes

recubiertas de madera nos encontramos cara a cara con el coman-

dante en jefe. Las f ranjas doradas de sus mangas parecian interm¡na-

blesydetrásdeél ,mirandcporencimadesuhombro'estabasusecre-tar io y ayudante, cuyos cordones caían de sus hombros como una cas'

cada de oro. En segundc plano, y a cada lado, había un numeroso

q¡rupo de of ic ia les y nos conmovió Que todas esas personas se hubieran

hecho presenres para ¡ecibirnos' Por el aspecto de la reunión' hubié '

ramos podido estar ¿srst iendo a alguna recepción of ic ia l '

Camareros con chaquetas blancas se rnovian entre nosotros

mientras esperábamos nuestro turno de ser entrevistados por el gran

hombre en persona. Un miembro de su estado mayor permanecía

a su lado con una l ibreta, tomando nota de nombres' grados y res-

puestas. Hasta que cada uno de nosotros hubo pasado por ese inte-

rrogator io, nos mantuvieron separados de la.mult i tud de espectadores

que aguardaban par¿ acompañarnos a los cuartos de baño y a los sas'

t ¡ es en la planta al ta.Cuando pasé iunto a la f i la de e 'spectaCores, uno de el los se ade-

1, i l - r to y me lanzó un jocoso puñetazo al pecho'

- iEsta es una pelea que perdiste! -di jo el teniente'coman-

<l¿nte Ceci l John "Gresham" Grenfel l , R'N' , quien había s ido teniente

Page 20: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

en el Rodney cuendo yo era guarcj iamarina de la R.N.R.mos ¡ntercambiado puñetázos tan a menudo que éramosI nt ¡mos.

Hab ia-arn rgos

A part i r de ese:no¡-nento terminaron ni is probl :ma:; é l me to-mÓ bajo JU p:ofección y oiga¡ izó conrpletamenie rni v ida i ¡ rmediata.y mi c¡sarniento. Pr imero que todo rne l levó rapic lamente escaierasarr iba a un gran salorr , donde vaf los represent.=nies de los pr6ygs¿6-Ie5 navdl€s agtrardaban detrás c is mesas pteEadi¿as cuhiel tas con ai tasni las de rop. ls c iv i le l l is tas para ta venta inmediar¿,

- 'Debes h¿cer esto antes de hañart€ o toclos los mejor.es t,ajesserán arrebatados -di jo Gresham.

Al pr incipio pareció que los sastres h.¡bian pensaclo que lasunicas per- to.as ce quienes podia esperarse que sobfevrvrer¿n a seme.. iante orclal ía teníarr que ser g¡gan1es, pofgr le todas las prencias eten de-masiadc grandes para mt, hasta que Gresham descübf ió un traje gr is acuadrss deba¡o de una pira de chaquet¿s. Me sent¿ba perfectamente,pero er¿ [¡n poco l lamat ivo para mi gusto, de mocio que cor.npré unascam¡sag muy senci l las V corbatas sobr ias p¿fa comDensar. Flasra mtrchodespuÉs mr esposa,. jo, se refer ia a ese trajo como,, iu t r ; le c le ievarr-taclor de api lestas". Debid<¡ a que rnt í p ies sor; enurmes, tarnbiéntuve poco para elegir en ese Sent ido y ai f inat debi cornprar unos za_patos color castaño de ¿f i rada punta y ca¡ l r ic i rc,sos dibujos e. e¡ c l rer .o"

--Van bien con el t ra je - .comentó Gresha¡n-Entonces recorde y pregunté a ios reprer,entantes de roper ia s i

terr ían algirn uni fo¡ . rne <Je gala para alqr_r i lar err p lyrnouth.- iPara qué demonios? .-exclenró C;r€shatn' . - . t \os ha¡t d icho

qur l l05 guardernos por e! momento. El unico ur i i form" noa*r¿r;6 atro-ra e5 Ltr la chaqueta or drnal . ja y una espada

"-Yo quiero a;qui lar un¿ gorr i de t re l ¡ icos V tarrrbién cunlprarurt l espada --r: l i . ¡o u f rr5 rpnrs5enl¡nte5. I oS,.rr¡epgd¿rrs; , .rr .¡116a emlt iean"vendedore:" : s iernpre son . , iepr.esentar i tes".

Expl iqué qrre estaba a prurrto de aa:¡ i . , ,¡r¿. y le cc)nté ¿ [ jreshamsi;br* ias ¡mor¡f : ) : iócion\ l ! , F | . :c of recio A i lev¡r . i te a cas¿ ¿t dta s¡-gu r€ nie.

" i l t ¡ l r v ie l i : , r ¡enes que cas¡r te mai l ¡ ¡ r ¡ rn i : rno! _-. i i jo_. Nopierdas'n mirüto de tr . ¡ r icencia. . , ipocira ser i¿, ! t im¿i Ahora i re-n'¡or a l¡atr iar por teléf (,1i lo.

Me accrmpañó a una cnb;na co¡-r r . r ¡ r tetéfono y di jo: -* ia¿ tul iarnád¡ míentras vo te preoaro un i luen bairo.

Cuanclc¡ t I ¡ rqué éi ns6¡s¡6, e l OperadOr c je l ar 'enal d¡ jo; - -¿US-ted es Cel üor:r¿g¿9u5r ¡_ntr.¡nces su5 i lamadas t ienen pr. iocidad sobre!as oru!nar i ¡s.

Me asort , lb¡ i ; ! ¡ velocrciat i ccn que rrre comun jco.L:t r¡¿,J¡s de ¡o ¿t¡ndió ia l la.rnada; yo esperaba que se mostra_

rra un poco sorprendida de que pudiera hablar con el la oor te léfono

42

Ii

tan poco t iempo despues de haber s ido hundido' pero la buena señora

se mostro bastante normal.-Me alegro tanto de que haya pod¡do l larnar por te léfono -me

di jo- . Jo quedará encantada. Recibimos un muy l indo mensaje de

uÁa ¿rnable persona de Plymouth h¿ce unos qtr¡nce dias y pensamos

que usted habia zarPadoMe sent i muy al iv iado. iAr i que no s¿bran! Yo cret que habría

aparecido en todos los per iódicos y en la radio pero' por supuesto' h¿-

cia menos de veint icuatro horas del naufragio

-Evidentemente, usted no ha oido la mala not ic ia ' Espero que

Jc tarrrpoco. Me temo que el buque fue l rundrdo ayer ' pero yo me en-

üuentro bien y sobre t ierra f i rme, en P|ynlouth, y a punto de que me

den una l rcei lc la.Hubo t ina b¡ 'eve pausa r-r ' l ier¡ t ras el la asirn¡ laba esta ¡nformac¡ón

bastante SorPrendente.-óEstá her ido? -pregunto an5ros¿nlente'

Le di je que nunca rne habia sent¡do melor '

-Estoy l rsto para una boda y una lun¿ de miel re lámpagos

-ag regué .-Por supuesto . - repuso el la s in vaci lar- ' iCuando vendrá con

l icencia?--Mañana -di je- Ent iendo que sera por t res semanas' Pero no

t iene objeto esperar nasta el d ia t re inta, ia fecha en que habiamos pta-

neado casarnos.-Claro que no, organizaremos la boda para est¿ semana'

iQué muier marav¡ l los¿!- iQué tal s i lo hacemos mañana? -pregunte'

-Demasiado pronto -di jo el la- ' Lo arreglarernos para el miér"

c oles.iPasado m¿ñana! iEspléndrdo! Todos esos cuentos sobre sue-

gras eran Puras habladur ias.Alrededor de una hora después Gresham me l levó en su auto-

, tó i , i l hasta la puerta de entrada al arsenal , . junto a la cur iosa casa del

. .onrodoro que parece como si hubiera s¡do diseñada por Emmet '

Fuera de la entrada vt una gran mult i tud de mujeres aguardando en el

i¿mino y mi euforra se evaporó. Aguardaban muy quietas' en s i lenc¡o'

. ] iaSombraqeesegranmurogr|squefezum¿histor ia.Estabaescr i -b iéndose historra nueva.. . una página terr ib le ' t rág¡ca de la misma' Por

lcmen05,másdetrescientasdeesasmujeresdescubr i r íanesanoche(.{Lro eran viudas. Algunas ya lo sabían y eran consoladas por las de-

¡ras. Era un espectáculo atormentador ' Apenas hacía quince días'

etras se habían reunido en Plymouth Hoe, con Johnny Hyde, para dar

l¿ btenvenida a 5us esposos para u¡14 r 'e i ' ¡n ión que resul tó dernasiado

trreve. Pero hubiera s ido mucho peor ' l r entonces el las hubiesen sabido

rrre nr¡nca volver ian a reunirse coi ' l 5u! esposos cuando el los fueron

43

Page 21: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

pregunta que no fuera sobre ¿viaciÓn' En otras palabras' era el único

dist int ivo. iamás usaoo por un of ic ia l naval para indicar que el porta-

dor n o estaba cal i f icado para hacer algo'

-Tienen qr" our ' , " pr isa - le di je al cabo- ' El barco se hunde

por la proa y ahora la popa está bien arr ib¿ del hor izonte' Véalo us-

ied mismo. En cualquier momento se i rá al fondo'

Pero los ojos del cabo estaban clavados en la "A" de mimanga'

Casi podr 'a ver las l Íneas de puntos que iban desde sus ojos di latados

hasta ta maldi ta letra. Átguien debió haber le dicho que evi tara a todos

los of ic¡ales de la rama ué'"u to-o a la plaga' En este punto' la expe-

r iencia de Kiggel l en el t rato con los nat¡vos de la f rontera noroeste

vino a nuestro rescate. El d io un paso al f rente y con la cabeza echada

hacia atrás y ambos brazos r íg ido5' gr i tó cómo un toro y su voz se

impuso a la s i rena del barco'_ iROYAL MARINES, ATENCION! iMEDIA VUELTA!

¡DESCANSO! iABANDONAR EL BARCOI iSALTAR INME'

DIATAMENTE POR LÁ EONONI i fODO EL MUNDO A MO-

VERSE!Era el único lenguaje que el los entendían y reaccionaron Inme-

diatamente- cas¡ antes'oe que tas palabras hubieran dejado de produ-

cir ecos sobre el agua hubo una estampida de traseros enfundados en

tela color caqui que desaparecían hac¡a el mar mientras el cabo los

miraba desconcertado'-VaYa - le di je Yo-, sera mejor que los s iga, Y buena suerte

para todos.De regreso en el a lcázar v i que la popa habia subido todavta

más y que era hora oe marcharme' Solo quedaban junto a las baran-

di l las los t res hombres de la Flota de Reserva' más un teniente (A) '

que parecía a punto c le c lescomponerse' Era uno dett : t - t - ' :^1111:"

i iggel t y escuché con horror izada cur iosidad su breve conversaclon'

El ten¡ente dr¡o que se sent ia demasiado enfermo para nadar y gue

bajaría a 5u cab¡na por una botel la de brandy que había ocul tado en

un cajón.Kiggel l le di jo que no fuera loco' Era obvio que no habíat iempo

para na¡ i ' imas al lá del n ivel del a lcázar ' o a cualquier parte del ¡nter¡or

i " i -uurto, pero el teniente se negó a escuchar y desapareció por la

pr" i t i "n ' la

oscur idad. Quizá pref i r ió i rse de esa manera' Desde en-

tonces me he pregunrado si no s¿bia nadar y erá demasiado orgul lo-

so para decir lo, pero ne descartado esa teorÍa por demasiado lmpro-

LuUr". Ouir¿ solo tenía s€d' Cualquiera que hava sido la razón' nunca

volv imos a ver lo.Descubr lmos que los t res hombres cle la Flota de Reserva no sa-

bian nadar y permanecían simplemente al l i ' abandonada toda esperan-

za de sobreviv i r y aguardando que el barco se los l levara al fondo'

Tuvimos una larga discusión porque yo no necesi taba mi Mae West

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ya que el destructor estaba tan cerca que hubiera pod¡do nadar variasveces hasta é1. El mar estaba calmo y probablemente estaría agrada-blemente templado. Ninguno de los hombres quiso aceptar mi MaeWest: d i jeron que con el sólo f lotarían y demorarían más t iempo pa-ra ahogarse. De modo que ofrecí l levar los, uno por uno, s i habia t iem-po, y después de mucha estúpida discusión uno de el los accedió yKiggel l lo ayudó a sal tar n i b ien yo me zambul l i . El mar estaba t ib ioy el Mae West era como un si l lón. Nunca antes lo habÍa probado en elagua y advert Í que hubiera podido f lotar dÍas con é1. El hombre l leva-ba unos t i rantes amari l los y yo lo tomé de el los pero no pude evi tarque met iera la cara bajo el agua e hic iera unos sonidos burbujeantes.Llegamos al destructor en cuest ión de minutos -diez como máximo-pero él ya estaba muerto. Un grupo de hombres a bordo del lmpul .s ive lo izó por la borda, pero me miraron y sacudieron tr¡stemente lascabezas. Esto me trastornó, porque ciertamente él no se había ahoga-do. Simplemente, era demasiado viejo para poder soportar el choquede los úl t imos veinte minutos. Me enfureci con el Almirantazgo porarrastrar nuevamente al mar a esos vie¡os pensionados. Sin el los, lomismo nos hubiéramos arreglado.

Cuando regresaba nadando al Courageous desde el destructor,la popa del portaviones se elevó súbi tamente en el a¡re hasta que elbarco quedo en posic iQn vert ical . El a lcázar apunto al c¡elo y p¿re-ció quedar a c ien metros de ia superf ic ie del mar. En seguida, elCourageous desaparec ió.

Todo a mi alrededor el mar era una masa de cabezas que su-bian y bajaban en el agua calma. Cuando el buque se hundió, surgióde la superf ic ie del mar un gran coro de vi tores y alguien empezó acantar "Apunten los cañones", cosa que me pareció gastar inút i l -mente el a l iento. Pocos minutos después oscureció y debi nadarbastante antes de encontrar al destructor. Me sent i muy contentocuando lo logré. En el mismo momento apareció en escena un trans-¿t lánt ico americano que recogió a centenares de sobreviv ientes.

Robert Wal l fue una de las pr imeras personas que vi sobre la< ubierta super ior del lmpuls¡ve cuando subi a bordo. El había t raga-( l ( ) una gran cant idad de acei te cuando nadó y se lo veÍa exhausto.M¿s tarde se descubr ió que se habra dañado un pulmón por haber t ra-r¡ , r r lo demasiada agua acei tos¿, pero en ese momento me aseguró que.,r : e¡rcontraba perfectamente. Me sentí muy al iv iado cuando lo v i . Co-rncnlé que era raro que no hubiéramos visto al barco de pasajeros ame-rr . rno durante nuestra búsqueda del portaviones, pero él señaló querrr¡sotros habiamos estado buscando hacia el sudoeste, mientras quer", lr : barco apareció desde el este. Nos preguntamos si el transatlánti-

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arrancados de suihogares aguella noche. Sentí un gran dolor en elestómago por todas el las y hubiera quer ido ser capaz de sal tar del au-tomóvi l y decir les algo que al iv iara su t r isteza. Pero no habia nada,nada que nadie pudiera decir , o hacer. Mis ojos se encontraron con losde Gresham y tuve que sonarme las nar ices.

El pueblo de Charl ton Al l Saints, en el condado de W¡l tshire,es una pequeña reunión de granjas, casas y cot tages agrupados alrede-dor de una gran ig lesia parroquial . Se ext iende sobre las or i l las del r íoAvon, debajo de la col ina boscosa que l leva a la propiedad de Nelson,y la majestuosa Trafalgar House en su cima.

Los habi tantes del puebl i to habÍan adquir ido un interés de pro-p¡etar ios en el H.M.S. Courageous: durante t res domingos, desde supúlpi to en la ig les¡a parroquial , e l canónigo había mencionado el norn-bre del barco al Droclamar nuestras amonestaciones.

El martes a la mañana, cuando la not ic ia del hundimiento apa-rec¡ó en la pr imera plana de todos los per iódicos del país, hubo unsentimiento de choque y horror en las granjas y cottages de mil las a laredonda;.pero por la tarde, cuando se supo que la boda tendría lugaral dÍa s¡gu¡ente, la t r is teza se convir t ió en júbi lo y s in que se lo pidie-ran, muchas.de las amas de casa locales decoraron la ig lesia con abun-dantes f lores. La directora cerró la escuela de la aldea por ese diay equipó a todos los niños con bander i tas br i tánicas, y cuando el miér-coles por la mañana l legué a la ig lesia, los n¡ños bordeaban el caminodesde la ver ja hasta el pórt ico y agi taban sus bander i tas. Todo fue tanespontáneo e inesperado que el espectáculo me conmovió profun-damente.

Ante el a l tar , de pie junto a mi novia velada.de blanco, se pro-dujo una reacción tardia que traté de controlar. Los acontecimientosde los úl t imos tres dias se agolparon en mi mente e hic ieron di f Íc i lla concentración. Cont inuamente veía imágenes mentales de aqúel lasmujeres que aguardaban en la entrada del arsenal naval ; después. elsubof¡c¡al de la Flota de Reserva que met ia la cara debajo del agua yel otro, más tarde, yac¡endo junto a la escot¡ l la y rechazando todaayuda hasta que murió, y el terr ib le espectáculo de la popa del barcoapuntando hacia el c ie lo inmediatamente antes del hundimientoi ln-ta t ragedia habia tenido lugar en un espacio de t iempo tan breve, ysin embargo, ese pavoroso acontecimiento me habia t raÍdo la fe l i -c idad. Pero ta l vez a aquel las mujeres en la entrada del arsenal leshubiera alegrado saber que alguien alcanzaba la fe l ic id¿d aún si éstaf lorecia sol i tar¡a, como una f lor creciendo sobre un montón de es-t iércol.

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IttI

PARTE I I

La Guerra Falsa

CAPITULO 6

EL NACIMIENTO DE UNA ESCUADRILLA

La aldea de Crawley, en Hampshire, cerca de Winchester, estácompuesta de exquis i tos cot tages ant¡guos con prol i jos techos de paja,que se enfrentan desde cada lado del único camino que desciende, des-de la carretera pr incipal en la c ima de la col ina, hasta la posada "Foxand Hounds" y un estanque circular en el fondo. Es muy hermosa. Lamayoría de los of ic ia les que habiamos sobreviv ido al hundimientodel Courageous fuimos dest inados a Worthy Down, un aeródromo na-val cercano, para formar una nueva escuadr i l la de Swordf ish, y de al-guna manera logramos alqui lar muchos de los cot tages de Crawley. Porel resto de aquel f r ío invierno de 1939 la aldea se convir t ió en el cuaf-te l general domést ico de la escuadr i l la Número 815.

Mi esposa y yo alqui lamos un cottage encantador dentro de losl Ímites de la aldea, l lamado "L¡t t le Tratch". Se creía que era la casadonde Thackeray había escr¡ to Vani ty Fair ("Fer ia de vanidades") ,aunque nunca pude descubir cómo empezó ese rumor. El cot tagevecino a "Li t t le f hatch" se l lamaba "Thackeray Cottage" y todavíase l lama asi . S¡ él había escr i to o no su gran obra en nuestro pr imerhogar de casados no disminuia para nada nuestro placer en la bel lezade la casi ta, que poseía una serenidad natural , imperturbable. Hastalos carámbanos que colgaban del techo por las mañanas par 'ecíanatract ivos.

Durante nqestro período de formación, la Escuadr i l la 815 eracomandada por el teniente-comandante Simon Borret t . El se habÍarecuperado de su inmersión en el mar lo bastante bien para guiarnosdurante nuestra etapa de dent ic ión, pero se lo veía pál ido y f laco. Noobstante el lo, nos dir ig ia en el a i re, mejoraba nuestro vuelo en forma-

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cibn y nos l levaba sobre el Solent para ataques sirnulados con torpe-dos y bombardeos en picada a t ierra, que debían ser para él muy ago-tadores. Siempre que era posible, Nei l Kemp tomaba el mando y lopersuadía a que permanec¡era en t ierra. Como segundo en el mando yl íder de vuelo, Nei l era muy ef ic iente, y podia ser con nosotros mu-cho más rudo eue Simon.

El Swordfish era un avión sól ido, y sus cual idades de robustezf ueron probadas casi hasta lo increíble por nuestro of ic ia l comandantetuna destemplada tarde de noviembre de 1939, cuando nos conducíade regreso desde nuestros bl¿ncos de práctica en el Solent. SobreSouthampton entramos entre nubes bajas y cuando emergimos, SimonhabÍa desaparecido. Volamos de regreso a Worthy Down y lo espera-mos. 5¡n que lo supiéramos, sobre Southampton se hab.ían colocadogtobos de cort ina contra aviones y Simon había caido entre el loscuando volaba entre las nubes- Fue el único de nosotros que no tuvosuerte: sus alas de babor golpearon con el cable de un globo y sin ad-vertencia él giró en redondo, ciento ochenta grados, a una velocidadque debió enloquecer lo de susto. Cuando se recuperó, comprobó queestaba volando en dirección contrar ia y que habia perdido a su escua-dr i l la. Cuando aterr izó en Worthy Down, v imos que sus planos pr inci-pales de babor estaban parcialmente cortados y que se mantenían jun-tos por los cables de vuelo y aterr izaje tendidos entre el los y unos po.cos centimetros del borde de sal ida de ambas alas, que todavia estaban¡ ntactos.

Las notables cual idades def Swordfish eran el producto del ge-nio de Marcel Lobel le, e l d iseñador pr incipal de la Fairey Aviat ionCompany. En 1933, el Almirantazgo pidió a Sir Richard Fairey qued¡$eñara un avión que pudiera l lenar todas las exigencias navales ex-cepto la defensa aérea de la Flota. Para empezar. enumeraron seis:reconocim¡ento sobre el mar y sobre t ¡erra; seguimiento, de día y denoche; observación del t i ro de los cañones de l05 barcos; misiones deescolta de convoyes, tales como búsquedas y ataques contra submari-nos; ataques con torpedos y bombardeo en picada contra barcos; sem-brado de minas -y transpoi-te de otras cargas pesadas- que en la Se-gunda Guerra Mundial variaban desde ref lectores a cohetes, más car-gas de profundidas, bombas y bengalas.

Combinar todas estas diversas funciones en un avión era un con-cepto revolucionario. HabÍa otras complicaciones que debían tenerseen cuenta en el d iseño: el avión tenia que ser capaz de aterr izar en su-perf icies pequeñas y en cubiertas que se balanceaban, a velocidadesmuy bajas. También tenia que poder l levar cargas pesadas de cerca de2.000 l ibras en un atague en picada a velocidades no le janas a los 200nudos si es que quería sobreviv¡r . Por lo tanto. una velocidad mÍnimabaja con toda la carga era esencial.

Lobel le produjo el protot ipo en 1934 al que l lamó "T.S.R." ,

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por "Torpedo Spotter Reconnaissance". Fue probado en v¡relo exi.tosamente y rebautizado Swordfish (Pez espada). Pero cuando se loprobó con todas esas cargas cií ferentes, un chtstoso cornentó: . .Ni

una ama de casa con f iebre de compras podria meter una variedadmás grande de artículos en su str ingbag {bolsa de rs6¡". El nombrequedó, y desde aguel momento los pi lotos siempre lo l lanraron Str ing.bag cuando hablab¿n entre el los del Swordf ish.

La pr imera escuadr i l la se formó en 1935, antes de que hubieraningún ternor de guerra. Debido a que parecía responcter a todas lalexigencias del estado mayor, parece que no se hicieron más ¡nvestiga-ciones en pos de un avión de ataque más moderno, y se in ic lc la gro"ducc¡ón masiva. En 1939 no exist ía un avión al ternat ivo y tos pi lota$navales tuvieron que hacer frente al enemigo con un apafato que er¡obsoleto aún según los estándars de antes de la guerra.

En consecuencia, resulta de to más ¡rotable que et Swordf¡shhay¿ s¡do el único avión que volaba en operacionet al estal lar ta guerray aún volaba contra el enemigo cuando ésta termino, en 1945.

De sus muchas armas, ia nr¿is devastadora cte todas era el iorpe.do áreo. Pesaba atrededor de 750 krlogramos y era capaz r je h¡¡ndir unbarco de 10.000 toneladas en pocos minutos desde el moment<¡ delimpacto. Para lanz¿r est¿ arma a la luz det dia y f rente a ¡ntensa opq-sic ión, se enseñaba a los pi lotos a atacar en una aguda picada, avelo-cidades de 180 nudos y más. Se ha sabido que en casos extremos al-canzaron en esa picada los 200 nudos, pero esto entrañaba un ver.dadero pel igro de que las alas se doblaran hacia atrás o se despten-dieran. En esa caída de cabeza hasta el n ivel del f i lar , e l p i loto teníala sensación de encontr¿rse de pie sobre la barra del t imón, mirandopor encima de l¿ sección central del plano principal superior. Su car¡quedaba sólo parcralmente protegida, de modo que el casco y las ar. ! -t ¡parra5 eran ¡mprescindibles pa!.a todcs !os indiv iduos norm¿les.Esas picadas tenian que estar muy cerc¿ de la vert ical, Cualguieravión moderno de superf ic ie l impia neces¡taba muchos centenares demetros para sal ir de una picada, pero el Sworclf ish podía ser niveladoen menos de cientocincuenta metros. Después de enderezar y ce(rarel acelerador, la velocidad de avance bajaba muy. rápidamente a 90nudos debido a la resistencia aerodinámica ofrecida por el tren r leaterr izaje f i jo y las r iostras y cables entre las alas. Esta violenta al-terac¡ón de velocidad hacia del avión un blanco di f íc i l para el ar-t i l lero de t¡erra o del barco atacado y la desaceleración súbi ta ayudab¿ai pi loto. a lanzar su arma con mucha precisión. No obstante, jamdr sedudó de gue el Str ingbag era una máquina muy lenta y en general unblanco vulnerable, espec¡almente de día.

Entre los pi lotos de Swordf ish circulaba urr chiste muy conoci-do según el cual el enemigo no tenia en sus miras tablas de velocidadtan bajas como la velocidad de crucero de 90 nudos del Str lngbrg,

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y por to tanto un Swordf ish sólo podia ser alcanzado por proyect i lesapuntados detrás de la cola. Esto era'una exageración, desde luego,aunqu€ en la af i rmacion había un elemento inquietante de verdad.Pero los lentos aparatos eran una presa fáci l para un pi loto de cazahábi l , s iempre que apreciara la notable maniobrabi l idad del v ie jo bi-plano al que estaba atacando.

Su armamento defens¡vo era un patét ico resabio de la Pr imeraGuerra Mundial : e l cañón Vickers de la cabina delantera era dispara-do por el p¡ loto a t ravés de la hél ice y era una etapa más avanzada quer.rn arco y f lechas. El cañón Lewis, en el habi táculo poster ior , d ispa-rado por el ar t ¡ l lero o por el observador, había s ido empleado con mu-cho éxi to en la Pr imera Guerra Mundial pero resul taba casi inút i l enia Segunda. El p¡ loto de Swordf ish sensato ignoraba estas armas y de-pos¡taba su fe en su propia habi l idad para maniobrar mejor que elotro hombre. Con al tura y espac¡o sufrc ientes para moverse con elavión, el Str ingbag podia bur larse casi de todos los otros aviones,con la posible excepción del Gladiator.

El Str ingbag podia ser manejado mu'y rudamente en act i tudesinc¡eibles, s in entrar en pérdida ni volverse ingobernable, s iempreque el p i loto supiera lo que estaba haciendo. Hacer que por error unSwordf ish bajara de la velocidad mÍnima de vuelo casi era una impo-síbi l idad. Marcel Lobel le le había dado al avión una velocidad mÍnimade 67 nudos y ningún pi loto, por más torpe que fuera, podía permit i rque la velocidad descendiera tanto s in notar lo. Hacer lo entrar en ba-rrena era un tr .abajo muy di f Íc i l : e l avión podr 'a pararse sobre su colaen pleno vuelo de modo que quedaba casi estacionar io, antes de.caeren un giro a baja velocidad, y entonces la recuper¿ción podÍa ser ins-tantánea. Una rápida apl icación de acelerador y t imón opuesto y unveloz descenso de la nar iz podian suminístrar una estabi l idad casi in-ñ¡ed¡ata, cuando la maniobra podia ser repet ida s in temor.

No habia ref inamientos que estorbaran tales como f laps o hél i -ce de paso var iable, y el t ren de aterr izaje no era retráct¡ l ; pero elavión tenr 'a una ventaja muy especial que, como todo lo demás en eseaparato, era senci l la y sumamente efect iva: su mira de torpedos erainfal ib le s i se la usaba con cuidado. Quienquiera que la diseñó. de-bió ser un genio como Marcel Lobel fe. Dos var i l las, una a cada ladodel habi táculo delantero y f i jas al borde de sal ida del a la super ior ,tenian una prol i ja hi lera de lampari l las eléctr icas separadas por espa-cios iguales. La distancia entre cada lampari l la y la s iguiente represen-taba cinco nudos de velocidad del enemigo.

Al aproximarse sobre el mar en ángulo recto al enemigo, a unadistancia de alrededor de dos mi l metros, e l p i loto apuntaba su aviónhacia" el barco con la lampari l la correcta en l ínea con la proa. Porejemplo, un barco que hacia veinte nudos necesi taba cuatro lampar¡-l las entre su proa y la nar iz del avión. En un ataque diurno, debido

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a que el avión era sumamente vulnerable durante esta r iesgosa aproxi-mación y el t iempo pasado a baja al tura sobre el agua tenía que serreducido a segundos si e l p i loto quer ia arrojar su afma y sobrevív i r ,la est¡m¿c¡ón de la velocidad del enemigo tenia que ser hecha antesde que el p i loto in ic iara su picada. Los derrapes de úi t imo minuto-por medio del uso del t imón- para mantener a la lampari l la al inea-d¿ sólo servían para sacar de al ineac¡ón al torpedo cuando era lanzado,y entonces podÍa correr en círculos.

Los torpedos eran ¿rmas extremadamente sensibles gue exigíanun vuelo preciso para actuar adecuadamente. TenÍan que ser lanzadosdesde una al tura de dieciocho metros. n i más ni menos. En el co-m¡enzo de la guerra no tenÍamos ningún ¿l t ímetro sensible ni panelde instrumentos de "vuelo a c iegas", y sólo podiamos leer nuestraal tura sobre el n ivel del mar con una aproximación de treinta metros.de nlodo que la al tura de lanzamiento exigÍa del p i loto una aprecia-ción exacta.

El torpedo, o mina magnét ica, colgado debajo del fuselaje, eralanzado por medio de un interruptor eléctr ico ubicado sobre el ace-lerador y operado por el p i loto con su pulgar izquierdo. Debido aque el arma era tan pesada, en el momento en que se sol taba la na-r iz del avión subia bruscamente y el p i loto, con su mano derecha, te-nia que bajar la y mantener al avión nivelado pues en caso contrar ioel torpedo caÍa como una marsopa. Si se dejaba que subiera la nar¡zdel avión, el torpedo era lanzado en la dirección general del b lancopero entraba en el mar con una gran salpicadura, como un zambul l idorque cayera de barr iga; pero s i e l avión se mantenia njvelado y f i rme,

" ' "pez" entraba en el mar en el ángulo correcto, s in rebotar y casi

s in salpicaduras, y part ía suave y velozmente hacia su blanco., Todas estas compl icaciones se simpl i f icaban si e l ataque podia

real izarse de nocl ,e. Entonces no habia necesidad de acercarse en pi ,cada y uno se desl¡zaba hacia el barco enemigo a medio acelerador enun largo planeo. Debido a que el Str ingbag tenia una si lueta de arañaera muy di f Íc i l ver lo de noche cuando se acercaba volando bajo so-bre el agua y uno podía acercarse hasta una distancia muy corta, demodo que el torpedo l legaba con certeza al b lanco. Cu¿ndo lo hacÍa,la pr¡mera señal para el p i loto at¿c¿nte era una pequeña bocanada dehumo que surgío hacia arr iba por la chimenea del barco, como uneructo producido por ese tremendo golpe en el estómago. EntonceshabÍa gue virar y alejarse rápidamente antes de que el barco volara yarrastrara al Swordf ish en la exolosión.

Podia hacer mucho fr fo en esas cabinas abiertas, donde uno ibaatado al paracaídas, pero yo s iempre tuve el más profundo respetopor el observador y el ar t i l lero, expuestos en la cabina poster ior ,sen-tados con las cabezas bajas para protegerse del viento y concentradosen su ex¡gente pero menos exci tante tarea de navegar o s intonizar

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la radio. El los quedaban completamente en las manos del hombredel asiento c le lantero y tenian que conf iar en que él los l levaría a sal-vo de regreso. El p i loto tenia la exci tación de lanzar el ¿rma y ev¡tarel fuego antiaéreo mientras que los otros dos permanecían impoten-tes en la cabina posterior, rezando para que el pi loto no cometierauna equivocación. Ciertamente, eran hombres muy val ientes y yo nohubiera cambiado mi lugar por el de el los por nada en el mundo.

En los dÍas de "Rol ls-Royce" de las pr imeras etapas de la gue-rra, cada píloto tenía ¡u mecánico y su ajustador propios, quienes seocupaban solamente de su avión. Fue err Worthy Downs donde co-nocí a Burns y a Brown, quienes ser ian mis amigos por el resto demi carrera naval . I

A el tos les debí la v ida una y otra vez. En la Escuadr i l la.815,mi avión era s ienrpr 'e el "Q", de "Queenie", y después de un t iempolos tres nos considerábamos parte de "Q". Ambos eran hombres muyeficientes. Burns era el mecánico que cuidaba amorosamente mi mo-tor y cuando él creÍa que yo había maltratado a la máquina, se mos-traba muy rudo conmigo en una manera jocosa. Brown, como a.ius-iador, se ocupaba del armaeón del avión; era un indiv iduo jov¡al , decara redonda. Burns tenía el rostro delgado, con expresión bel icosa,pero los dos poseían un carácter extremadamente bueno y eran in-tensamente leales. Se equil ibraban uno al otro perfectamente y yo nohubiera podido cont¿r con un equipo mejor. Más avanzada la gue-rra, fue necesar io introducir e l mantenimiento de aviones central¡za-do y los pi lotos raramente volaban dos veces en el mismo avión, ex-cepto por casual idad, y el personal de mantenimiento se ocupaba delas máquinas de la escuadri l la como un todo. Con aviones más perfec-cionados esto tuvo que l legar y por ser más económico tenía mássentido; pero yo me alegro de que en los dias del Swordfish el per-sonal de vuelo y de t ierra fueran partes del mismo avíón, porque esofuncionaba en una forma increfblemente conveniente. Sin Burns yBrown, "Q" de "Queenie" nunca hubiera se$uido siendo el mismo ma-ravi l loso viejo avión a través de todas las adversidades ni tampoco yohubiera podido volar seguro, sabiendo que en su motor o armazón nopodia haber nada malo que fuera controlable por manos humanas.

Aunque viv i r en Crawley y volar desde Worthy Down era suma-mente placentero y en la estación habia mucha actividad de otro t ipoque resultaba muy interesante. todos empezamos a sentirnos inquie-tos después del l7 de dic iembre de 1939, cuando el capi tán alemándel Graf Spee f inalmente hundió a su acorazado de bols i l lo a la sa-l ida del puerto de Montevideo. Durante cuatro dias escuchamos lasexcitantes noticias sobre tres cruceros bri tánicos l ibrando una vio-

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lenta batal la con un barco que podía disparar una andanada la mi-tad de poderosa que el poder de fuego total de los otros y que los su-peraba ampliamente en alcance; empero, el los sal ieron victoriosos.En el salón bar de la posada "Fox and Hounds" de Crawley, en aque.l la tranquila tarde de domingo, Neil Kemp expresó la opínión de to-dos nosotros.

- iEs hora de que volvamos a la guerra! -di jo- iTodo lo quehemos conseguido hasta ahora es que nos hundan!

Sólo podiamos aguardar órdenes y en el salón de of iciales y enel aeródromo entre col inas, nosotros éramos meramente una partede una gran comunidad. Docenas cle pi lotos de la R.N.V.R. (ReservaVoluntar ia de la Marina Real) estaban dest inados al l i , empleados enrecoger nuevos aviones de las fábricas y entregarlos a nuevas unidadesque se estaban formando en todas las lslas Británicas. Entre el los ha.bía do5 famosos actores gue eran tenientes (A) R.N.V,R., Ralph Ri.chardson y Laurence Olivier. También habia una discreta unidad ex-per imental ,comandada por Robin Ki l roy, un hombre famoso guetenía la reputación de ser uno de los pi lotos más diestros del Arma Aé-rea de la ñlota. Además de comandar una fascinante unidad que hactapruebas secretas, ocacionalmente se hacía t iempo para exponer al.gunas de sus pinturas en el West End de Londres, donde las mismasatraian a grandes mult i tudes. Era un hombre soltero, menudo y cur't ido, con modales tranquilos y amistosos, y cuando nototros le con-tamos que estábamos todos ansiosos de ser una escuadri l la en opera-ciones, él sonrió amablemente y di jo:

-Yo lo disfrutaria mientras sea posible. --Sonrió sugestivamen-te, como s¡ estuviera al tanto de nuestros futuros movimientos-. Us.tedes est¿rán en el frente cuando sea necesario, y una vez al l í les serádifíci l regresar;unto a sus esposas.

Después de Navidad fuimos trasladados al aeródromo de Cardif fpara perseguir a los submarinos alemanes de cuya presencia en el Ca-nal de Bristol se había infornrado. Nos di jeron que no regresan'amosa Worthy Down, de modo que cargamos nuestros repuestos y egu¡-pos en vagones de ferrocarri l y volamos hasta Cardif f , Nuestrag €spo-sas se qued¿ron, empacando las pertenencias que tenia,mos en loscottages, y después nos seguirían en automóvil .

Volando en patrul las al amanecer. h¿sta más al lá de la. ls la deLundy, estábamos un poco más cerca de l¿ guerra; pero como elaeródromo de Cardi f f se hal laba por debajo dei n ivel de las aguasdelcanal. pese a que se encontraba rodeado por un muro que hací¿ lasveces de dique, eran más las veces que el agua lo cr.¡bría y nosotrosnos veíamos imposibi l i tados de voldr.

Simon Borrett enflaguecía notablemente de semana a sémana ytodos empezamos a preocu! '¡¡rnes por é1. Pi lotear un Swordf¡sh re-querÍa mucha foftaleza física y el esfuerzo ernpezaba a afectarlo.

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peso en cornbust¡ble, lo cual , sumado a la carga normal de carburantedel Str ingbag, me daba un total de mit doscientos setenta y cinco l¡-t ros. L levando un torpedo simulado que pesaba unos ochocientoski logramos, conseguia mantenerme en el a i re casi nueve horas iy vo-laba una distancia de cerca de mi l rn i l las!

Hizo una pausa para perrni t i r que fuera ¿simi lada esta infor-macion.

' -Naturalrnente -cont i r ¡uó- ustedes se habrán percatado degue, en condic iones nornrales, volando contra el enemigo, yo no hu-brera l levado esa carga pof más que la m¡tad de la distancia, porquesi hubiese sido en ser¡o, la h¡br ia arrojadr.r a l a lcanzar el b lanco. Demodo que nueve horas no es una crfra arbi t rar ia. En condic ionesreales podenros volar aún más le jos que un mi i lar de mi l las. Err ¡ lues-tro vuelo de reqreso, desde cualquier parte a la que hayamos ten¡.do que l logar, no habrá carga, de modo que probablemente ooda_m05 mantenernos en el a¡re durante nueve horas y rnecl ia, quizádiez.

"Este co¡nbustrbre adic ionar nos h¿ dado ia oportunrrJacr de ases-tar a Alemania un golpe realmente desvastador. Ha puesto a nuestroi ícance una cant idacJ de blancos que no habían sido considerados an-ts-r pcr el Arma Aérea de l¿ Flcta porr lue no estaban a nuestro alcan-r.c, r¡xcr:,pto r. lesde un portaviones. Con nuestra exacta navegación po-: i t :n¡r,s volar ha:;t¿ la costa alemana y sembrar minas m¿qnéticas se_n¡ir: i urt¿ par:ta pref i j¿da, podernos bornbardear en picada a barcos y¡.u:r tc¡r ¿fem¿nés cuando el tos menu¡ lo esperen. Casi no hay l r .mrtesf¡¿ro nrrest¡a recién l i . r i lada vers¿t i l idad. üeberían estar orgul losos cler¡r . re Ésta urr ic l . rd haya srdo elegida para sei ia vanguardia c ie todas f¿sotras que seguirán.

" l lay un blanco r lue ha sido puesto a nuestro alcance y al cualpos¡blemente nrne¡rn otro ¿vión. con excepción dei sworcrf ish. podr iaatacar con las nr ismas posibi t idades de éxi to, y es el puerto alemande Wilhelmshaven. Como ustedes saben, es el puerto pr incipal delenemigo, porque está defendido en cada f lanco por masas de t ierra,y l legar al l i por rrrar s ignrfrca reniontar la 'Jesembocadr.rra del weser,un t iamo de agua que está fulerlernente ¡ iefendrdo conira ataquesde superf ic ie" Un ataque por mar con barcos está f r ¡era d€ la cues-t ión, y el r in i :o ataque que el los estar-án esperando .- jesdc el a i re esel bombardeo de alta cota. Nosotros les daremos r lna sof.presa desa_gradable -añadió alegremente-. Naturaimente, soio ¡os atacaremoscuando el puerto esté rebosante de barcos, pero dentro de la mayoriade las esclusas hay agua suf ic iente para que navegue un torpedo.Algunos pi lotos torpedearán a ¡os barcos, otros las compuertas de lasesclusas y ctros arrojarán minas magnéticas dentro de las esclusas,cuando no haya agua suficiente para un torpedo. En rs5urns¡, sembra-remos el caos en la princ¡pal plaza fuerte marít ima de Alemania, y po-

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demos hacer lo s in mucha di f icul tad y. . . s¡ somos háb¡ les". . quizá s inpérdidas.

"La Escuela de Fotografía N¿val ha hecho un nrodelo a escalade Wilhelmshaven, a part i r de cartas precisas y de fotograf ías tomadaspara nosotros por pi lotos de la R.A.F. de la base Benson. Graciasa esas fotos hemos podido señalar todas las posic iones de art i l ler iaant iaérea y la posic ión de todos los globos de cort ina. E! nrodelo esun hermoso trabajo pero algo pesado y este f in de seman¿ será l leva-do a nuestra nueva base en un camión cubierto. Dentro de las próxi-mas cuarenta y ocho horas, nosotros nos traslad¿remos a la estaciónde Bircham Newton del Mando Costero de la R.A.F., cerca de TheWash, en Norfolk. El resto de la escuadr i l la seguirá poco después.Algunos ya se encuentran al l i . El teniente-comandanl.e Chapman y yoya hemos vis i tado la base donde nos entrevrstamos con el capi tán delgrupo, un t ipo excelente de apel l ido Pr¡mro9e, qulen nos está aguar-dando. Su ayudante t iene una l is i¿ de casas en la vecindad que pue-den ser alqui ladas por los of ic ia les casados. Los sol teros como yo vi-v i remos en el casino de of ic ia les.

No me sorprendi cuando Kiggei l rnterrurnpto.- iEl resto de la escuadr i l la, señor? -preguntó, con voz des-

concertada-. Pero sr estamos todos aqui . . .Nuestro nuevo of ic ia l comandante le sonr ió benignamente.-Mientras ustedes estaban vofando como patos alrededor de

Worthy Down yo pasé bastante t iempo en ei Al¡ 'n i rantazgo el ig iendoa los t ipos adecuados para que vinieran a reunlrse con ustedes. Encon-trarán algunos rnuy vrejos amigos aguardándolos en Bircham Newton.Son lo más selecto del Arma Aérea de la Flota.

"Volv iendo a Wi lhelmshaven, en Bircham Newton el rnodeloserá mantenido fuera de la vrsta. bajo l lave y candado, disponiblesólo para nosot¡os; pero espero que cada of ic ia i se fanr i l iar ice con élpor lo menos una vez al dra, hasta Llue conozca cada uno de los edi-f ic ios que rodean al puerto, cada entr¿da de esclusa y ia posic ióndel cable de cada uno de los globos de cort ina. He decidido sobrenuestro cam¡no de entrada al puerto, y sobre i ¡ue5tro camino de sa-l ida. A su debido t iempo se ios mostr¿ré. Tendrer¡ros la sorpresa anuestro favor porque los huno5 no saben que un avión torpedero co-mo el Swordfrsh ha adquir ido súbi tamente la autonomia para volarhasta el puerto, de modo que a el los no se les ha ocurr ido poner redesant i torpedos. Ya he mencionado que algunas de las esclusas son pocoprofundas para un torpedo y gue en el las colocaremos minas; pero,cabal leroS, para cuando ustedes hayan volado las cornpuertas de algu-nas de las esclusas, ien Wi lhelmshaven habra agua srr f ic iente p¿ra quetorpedeen el ayuntamiento!

"Antes de marcharnos queda un r tem importante: la segur idad.No veo mot ivos para que sus esposas no'vengan con ustedes a Bir-

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cham Newton porque tengo que dar les una información aún más sor-prendente: en el verano, esta escuadr i l la se embarcará en un nuevoportaviones, el l l lustr i r ¡us, n i b¡en el mismo esté l ¡sto, y pasará muchot iempo antes de que vuelvan a ver las una vez que se hayan embarcado,de modo que aprovechen mientras puedan.

."Aunque las esposas pueden venir con nosotros, que quede cla-ramente entendido que esto no debe ser discut ido -ni s iquiera entreustedes fuera de esta habi tación- y c¡ert¡mente, no con sus esposas.Pueden decir les que harán algunos vuelos sobre el Mar del Norte, locual es verdad, pero a nuestro blanco pr incipal , e l puerto de Wilhelms-haven, no deben mencionáÍselo a ninguna otra alma v¡v¡ente.

"No se alarmen demasiado por todo esto. Pasará algún t iempoantes de que estén l is tos para Wi lhelmshaven y yo he dispuesto quenos permitan permanecer en Bircham Newton un mes o dos, de modoque tendremos mucho t iempo p¿ra adquir¡r la destreza necesar ia. Loque ustedes necesi tan es abundante exper iencia en ser atacados porla art i l ler ía ant iaérea, de modo que haremos muchos ensayos de bom-bardeo en picada y sembrado de minas antes de pensar en Wilhelms-haven. -Nos desarmó con una sonr isa-. Los alemanes son muy malost i radores contra una cosa tan lenta como el Swordf ish. iPuedo ase-gurar lo por exper iencia personal , durante m¡s vuelos exper imentalesdesde Worthy Down! Y, por supuesto. sólo atacaremos de noche.Vamos a tomar una copa en el bar del aeródromo. El bar del casinode la R.A.F. no estará abierto todavia.

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I

CAPITULO 8

BAUTISMO

Cuando volamos a Bircham Newton, habÍa en la escuadr i l la so-lamente dos pi lotos menores gue yo, a quienes les permit ieron quedar-

se porque protestaron cuando quis ieron separar los. La l Ínea div isor iaen la l is ta por orden de ant¡gúed¿d de la escuadr i f la habÍa caído in-mediatamente después de mi nombre. Los dos menores.que yo erandos subtenientes (A), R.N., de pocos años más que veinte: Jul ianSparke y Douglas Macaulay. Cuando sus nombres fueron menciona-dos, en vez de i r a empacar aguardaron a Robin en la antecámara delrancho de of ic ia les de la R.A.F., donde nosotros almorzamos.

Sospecho que Sparke encaró muy resuel tamente a su nuevo of i -c ia l comandante, y que se negó a sal i r con l icencia; eso habrá agradadoa Robin, puesto que es precisamente lo que él mismo habr ia hecho enlas mismas circunstancias. Los dos muchachos ganaron su batal la ypermanecieron con la escuadr i l la. Nuestra histor ia habría s ido di fe-rente s¡ no hubiese sido asi .

De todos los vuelos que tuve que hacer durante la guerra, nues-tras veint inueve misiones desde Bircham Newton fueron las que másme desagradaron. Cada viaje sobre el Mar del Norte era tan atemoriza-dor como el ú l t imo. En la pr imera.ocas¡ón, luché con náuseas y unagarganta cont inuamente reseca todo el t rayecto a t ravés del Mar delNorte y t raté de sacar ánimos de mi conocimiento de que esos sinto-mas eran viejos amigos mios. Siempre los sufr ia antes de subir a l r ingde boxeo y sabia que desaparecer jan con el pr imer campanazo.Desafortunadamente, en aquel pr imer ataque desde Bircham perdíla batal la, porque los s intomas rro t lesaparecieron hasta que fue de-masi¿do tarde. lbamos remontando el canal de las ls las Fr is ias a

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I85 nudos, pasando junto a ias negras s i luetas de las is las que se eleva-ban desde el mar, en las horas f r ías y oscuras previas al amanecer.Aproximadamente a t re inta metros sobre el nível del agud, yo volabadetrás de Robin, concentrándome en su débi l luz azul de formaciónque todos l levábamos en las r iostras de nuestras alas a cada lado delavión, mirando a popa. Eran muy di f ic i les de ver a menos que unofuera muy cerca del avión de adelante. Un barco con art i l ler ía ant i -aérea, espec¡almente anclado en medio del canal en preparación paraeste t ¡po de ataque, súbi tamente abr ió fuego con un volcán de proyec-t i les de colores que parecían exactamente los cohetes de la exhibi-c¡ón anual de fuegos de art i f ic io al f inal de la semana de Cowes. Ve-nÍan directamente hacia mi avión, desde muy cerca, y yo bajé mi na-r iz hacia abajo y babor y me abrí de el los antes de saber que lo habíahecho. Fue algo inst int ivo, pero rompí la formación - lo que Robinnos había dicho insistentemente que no hic iéramos- y desde ese mo-mento, por unos pocos aterror izadores minutos, fu i un avión ais ladovolando muy bajo, directamente sobre un grupo de esos pequeñosbarcos a los cuales ofrecía un blanco excelente. Quizá ayudé a la es-cuadr¡l la porque atraje todo el fuego y la formación de Swordfishsiguió volando, pasó las is las de Ameland y Schiermonnikoog y arro-jó sus minas como estaba planeado, f rente a la entrada del r ío Weser,junto a la is la de Wangerooge. Por algún mi lagro mi avión no fue de-rr ibado, pero en ambos planos pr incipales habia unos agujeros muyfeos cuando aterr icé en Bircham Newton, después de arreglármelasde alguna manera para poner a la is la de Terschel l ing entre los barcoscon cañones antiaéreos y yo, y regresar con la cola entre las piernasy mi mina magnét ica todavr 'a debajo de mi fuselaje. Me disculpé conmi observador, Dick Janvr in, y él se mostró muy compasivo. Dick eraun t ipo de un metro ochenta de al to, muy calmo, y nada parecÍa per-turbar jamás su ecuanimidad.

Cuando el resto de los aviones regresó poco después de romperel día, me quedé sobre el asfalto de la pista a esperar mi expulsión dela escuadr i l la. Cuando el los aterr izaron, quedé atón¡to al ver que miavión era el único que habia s ido alcanzado por tantos proyect i les.

Robin bajó del "A" de "Apples" y v ino hacia mi. Me puso unbrazo sobre los hombros en gesto tranquil izador.

-Siempre atraerá el fuego del enemigo si se sale de formación--me di jo, tan calmosamente como s¡ estuv¡era discutiendo la táct icade un part ido de cricket-. Con toda franqueza, la única respuesta es"pegarse a papá". Entonces sus pos¡bi l ¡dades de ser alcanzado seránmucho menores, se lo aseguro. -Me sacudió l igeramente el hombro ydi jo: -Usted y yo, y nuestros observadores, volveremos esta noche yl lenaremos el agujero en el campo minado. iDe acuerdo?

Todo ese día, Burns y Brown supervisaron las reparaciones de"Q" de "Queenie" con tela y cola y me sorprendí ante el poco daño

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que me habian caus¡do. Fiabia parecido mucho peor de lo que era enreal idad. El t rabajo de Brown era hermoso y en la mañ¿na, antes dedir ig i rme a casa para recogerm€. lo observé con admiración.

- iEstuvo un poco descuidaCo, señor? -di jo con una sonr¡sa-.iNo tendría que haber bebido todo ese brandy de su frasco!

Mi suegro me había dado un frasco de plata forrado en cuero yyo volaba con é1, l leno de brandy puro, y resist ía la tentación de to-mar un tr¿go h¿sta estar en el camino de regreso desde el b lanco.

Era algo que uno esperaba con ganas en el cam¡no de ida. Hacíapasar el f r io, pero ocas¡onalmente. un rápido sorbo sacaba la seque.dad Ce la garganta antes de errrprender el regreso, cuando el futuroinmediato parecía aterrador. Un¿ vez que Brown descubr ió el f rascoen mi carter¿ de maoas entre mis rodi l las, e l mismo se convir t ió enpropiedat l públ ica entre nosotros t res, y cuando aterr izábamos, Browntrepaba al p larro infer ior , se incl inaba dentro c le l habi táculo y lo saca-ba. Entonces lo sostenía contra la luz para ver cuánto había bebidoyo, tomaba rrn t rago y se lo pasaba. l Burns, quien siempre lo vaciaba.Se convir t io en una rut ina de todos los días -o de todas las noches-que habr ia chocado a la mayoría de los of ic ia les navales, porque si e lf rasco estaba vacio Brown decía, en un tono de desmedida admira-ción:

- iUsted es un bast¿rdo, señor lEsa noche el resto de la escuadr i l la quedó en t¡erra, pero nos-

otros teníarnos que volver a la zona minada. Me diero¡r otro aviónmientras las reparaciones del mio terminaban de secarse. Dick Janvr inestab¿ nuevanrente en el asiento trasero y me disculpé por ser la cau-sa de este vuelo adic ional paía é1, en un avión desconocido, pero élse mostro magnánirno como r iempre.

-Sospecho - t l r jo-- g i le nos l lev¿n de vuel ta según el pr incipiode que "un clavo sac¿ a otro c lavo".

- iQuiere dec¡r en caso de que nos hay¿mos vuelto t Írrr idos?-pregunté.

El asint ió con la cabeza.- iCr isto, lo s iento! - .d i je- iDespués de mi f iasco de anoche,

usted debe haberse sent ido bastante t ímido!-No lo culpo a usted en lo más ml 'n imo *di jo calnlosamente-.

Esto 'y s+c,.r i 'o de que.ro habría hec¡:o lc i : r ismo si hr¡blera ido pi to-teando.

Fi l ten¡ente ccnland¿nte Chapman, jefe de los observaclores,también fue muy brreno conmigo^ El y yo, y nuestras esposas que sel lamaban ambas Josephine. compart íamos la mrsma confortable man-s¡ón campestre cerca de Hr¡nstanton, l lamada "Wooden House", yasí é l tuvc oportunic lad de decirme lo que pensaba de mí cuandoregresábamos a la casa después de desayunar en el casino de of¡-cia les.

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-No les d¡ga a las muchachas -f ie d¡jo- que esta noche volve-remos a sal i r s in el resto de la escuadr i l la. Podrían enfadarse mucho.

- iUsted no lo está? -pregunté con cierto ternor.El r io. -Claro que no-di jo- . Francamente, yo no i reo que sea

necesar io volver al lá, porque esas maldi tas minas f ueron perfectamentelanzadas y dudo de que ningún barco pueda pasal entre el las por esecanal s in volar en pedazos. Pero Robin es un perfeccionista, y s i é lquiere volver, para m i está b¡en.

Llenamos la brecha y yo me mantuve "pegado a papá" y no su-fr í daño alguno.

Sembrar esas minas exrgra una navegacrón muy precisa, lo cualera responsabi l idad de Chapman. Cuando las seml¡raba, la escuadr i l lasiempre volaba en un¿ sola f i la y al l legar f rente a la rs la de Texel é lhacía que Robin nos condu¡era en un ¿mpl io c i rculo a nuestr .a al turade lanz¿miento de veinte metros. hasla que estaba complet¿mente se-guro de que habia dete¡m¡nado exactamente la posic ión. A veces, s ie l t iempo estaba malo y él no tenia esa segul idaci , hacia que Robinnos hic¡era dar otra vuel ta más y como rrosot los sabíanros que los te-léfonos estar ian sonando desde Trexel a Borkum, alertando a todoslos barcos de ¿rt i l le¡ ia ant iaérea y a los puestos de defensa de la costa,la maniobra resul taba muy inqu¡etante. Pero él no se dejaba conmoverpor nuestras protestas.

-No somos una band¿da de gal l inas para lanzar nuestros huevosindiscr iminadamente por todo el sucio gal l inero ---oecia-. Tenemosque poner los en el lugar adecuado o no trene sent ido h¡cer lo.

Tenia razón, es c laro, porque se los sembraba según una pautacuidadosamente estudiada, y un error de cien metros habr ia bastadopara dejar un pasadizo seguro en el área minada. Pocos nromentosantes de l legar al comienzo del área que habfa que in inar, de pie en sucabina ab¡erta y mirarrc io a popa, Chapman hacia una ser¡e de señalesde puntos con una l interna con capuchón azul y que srgni f icaba "pre-parados". Esa señal era repet ida todo a lo largo de la l inea por los ob-servadores que iban en las cabinas poster iores. Las rninas er ¿n lanzadaspor el mismo botón en el acelerador del p i loto usado para ar ' ro jar untorpedo, y nosotros nos quedábamos con los pulgares preparadosy los ojos pegados al avión que iba adelante. Yo iba s iembre inmedia-tamente detrás de Robin y cuando "Chappers" hacia nuevanrente la5eñal con la l interna, yo dejaba caer nuest¡ 'a m ina, Janvr i i l contabahast¡ d iez y encendía y apagaba su l interna y el avión que iba másatrás arrojaba la suya. Y asi sucesivamente, todo a lo largo de la f i la.El intervalo entre los lanzamientos var iaba con las c i imensiones cielárea a minar, pero habi tualmente era de diez segundos. TenÍamosque mantenernos en cuidadosa iormación aún después de habersernbr¿do nuestras minas, para asegur¿rnos de que el avión de lacola seguía la pauta correcta. A veces era di f ic i l ignorar las

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l lameantes cebol las y otros Inamistosos saludos que nos arrojaban.Inic iamos estos largos vuelos a f ines de marzo y los cont inua-

mos en abr i l y hasta entrado mayo. Al pr incipio, como of ic ia l de abas-tecimientos de la escuadr i l la, yo habia ret i rado unas cuantas chaquetasde vuelo de la R.A.F. del depósi to de ropa de Bircham Newton.Estaban f orradas de piel y las l lamaban chaquetas l rv ing. Como nos-otr05 no teníamos derecho a el las, f i rmé un recibo por un.,prés-tamo temporar io" y las maldi tas chaquetas me amargaron la v ida du-rante un año, hasta que encontré una forma de hacer que de. i¿ran deestar a mt cargo. A cualquier parte donde iba, después. los contadoresnavales me perseguian para que las devolv iera a f in de que el los pu-dieran poner sus l ¡bros en orden; pero muchas de las chaquetas acaba-ron en el mar, o en campos de pr is ioneros, o los of ic ia les fueron des-t¡nados a otras escuadr l l las y se las l levar on con el los. Era imposibledevolver las todas y yo ignoré esos pecl idos. Nosotros usábamos esaschaquetas encima de nuestros t ra jes de ntecánico enter izos y con bo-tas f orradas de piel que, af or tunadamente, er arr provistas por la Ma-r ina, como asf también los guantes de piel , y conseguÍamos mante-nernos aceptablemente abr igados. Pero envuel tos en esa forma, to-davía hacÍa mucho fr io en aquel las c¿b¡nas ab¡ertas, por lo cual ,en parte, yo l levaba el brandy. Siempre nos desconcertaba el estoi-c¡smo de Robin, que parecía completamente innecesar io, y ha5taloco. El usaba con placer la chaqueta l rv ing que yo le di , pefo éstaera la única concesión al c l ima que se perm¡t ía. Siempre volaba conel mismo equipo inadecuado: con el cuel lo de su chaqueta subido, cas-co s¡n ant¡Éarras, un par de zapatos de gimnasia en sus pies desnudos-nunca usaba calcgt ines en el a i re- y unos pantalones de franela gr¡s.Debió congelarse la mayor parte del t ¡empo, pero parecia completa-mente insensible al c l ima. Debajo de la chaqueta l rv ing usaba unavieja chaquet i l la de uni forme, pero solamente porque si lo hubierantomado pr is ionero s in el la, lo habrían fusi l¿do.

Pasó abri l y la primavera estuvo con nosotros. Los viejos bipla-nos despegaban y volaban a través del hermoso paisaje ¡nglés en sucam¡no a las temidas costas alemana y holandesa, y pasaban sobrepraderas y bosques, volaban sobrepart idos de cr iket de aldeas ygrupos de gente gue d¡sfrutaban del sol de la tarde. El o lor a hierbal legaba hasta. nosotros en las cab¡nas abiertas. Nunca nadie parecíam¡rar hacia arr iba y s¡ lo hacían, probablemente suponÍan que éramosuna escuadr i l la de entrenam¡ento. Dudo de que nadie se haya dadocuenta nunca de que nosotros íbamos en un vuelo que probable-mente terminarí¿ a la mañana siguiente, cuando todos el los estuvieranlevantándose de sus camas.

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Debido a la ausencia de un mecanismo de control oara con-trarrestar el torque (mornento o fuerza de torsión) en el Str ingbag,la única solución era exper imentar con esparadrapo y goma a f inde poder agregar un pequeño t imón adic ional en el costado del dedirección y al iv iar así la presión sobre la barra del t imón. Con ayudade Brown, yo exper imenté entre vuelo y vuelo y f inalmente corregícompletamente el defecto en el "Q" de "Queenie". Sin esto, habiaen la barr¿ del t imón una presion constante y uno sufr ía lo que se co-nocÍa como "pierna de Swordf ish". Como Simon era el of ic ia l coman-dante, no tenía t iempo para dedicarse a adaptar su propio avión, y enrazón de que nadie podÍa hacer lo por é1, su avión quedó sin correg¡r .La desviación del t imón es una cosa personal para cada p¡ loto y nopuede ser corregida por las piernas de uno para las piernas de otro.

Además, la exposic ión al v iento en una cabina abierta resul ta-ba agotadora después de pocas horas en el a i re. Por eso, todos nos sen-t imos al iv iados cuando Simon nos reunió una tarde, y en voz bajanos expresó cuánto lamentaba no poder cont¡nuar con nosotros.

Con mucha pena, él habia informado al Almirantazgo que nose sent ia lo suf ic ientemente f uerte para segurr s iendo nuestro l fder.De haber seguido, expl icó, habr ia puesto en pel igro nuestra ef ic ien-c¡a y nuestra segur idad.

Nos di jo gue entregar ia la escuadr i l la a otro teniente-coman-dante mucho más capaz que él para la tarea.

-Robin Ki l roy l lega mañana -agregó-. No puedo pensar enningún otro a quien yo prefer i r ia entregar la escuadr i l la.

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CAPITULO 7

¡KILROY ESTA AQUI!

A la mañana siguiente, nuestro nuevo of ic ia l comandante noshabló sentado sobre una mesa ubicad¿ en la tar ima de una sala deconferencias. Era un hombre menudo que parecía menor que susaños. Se encontraba al comienzo de l¿ cuarentena, sus facciones er¿njuveni les y muy tost¿das por el sol y su cabel lo castano tenía mecho-nes rubios, como si é l acabara de regresar de los t rópicos y su pelohubiera s ido desteñido por el sol .

Después de decir a lgunas cosas amables sobre Simon Borret t ,nos sobresal tó a todos div id iendo la escuadr i l la en dos y enviandoafuera a una mitad. Expl icó que teniamos que hacer un trabajo es-pecial que requer ia un mínimo de horas de vuelo de experíencia.

-Sé muy poco de la capacidad como pi lotos de ustedes y nadaen absoluto de ustedes como indiv iduos, asi que en esto no hay na-da personal . Pero como hay cierta urgenc¡a, envío afuera a todosaque-l los con menos de mi l horas de ' . , ¡ ¡e lo diurno y c ien horas de vuelonocturno. El los saldrán inmediata; , :nte con l icencia.

Cuando fueron le idos 5us nombres y el los se marcharon, él nospidió mucha atención. Fue un ped¡do innecesar io. Todos estábamoslocos de cur iosidad. El habló s in consul tar notas y con las manos enlos bols i l los.

-Cuando estaban en Worthy Down, tal vez notaron que a vecesyo pi loteaba un Swordf ish con un objeto extraño asomando en elaire desde el habi táculo poster¡or, donde habi tualmente se s¡enta elobservador. Siento decepcionar a los pi lotos. . . no era un reempla-zante del "mirador". . . era un tanque de combust ib le de largo alcance.

"En ese tanque, cabal leros, había casi quinientos k i logramos de

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CAPITULO 9

B¡RCHAI4 NE\I /TON

El of icial de comunicaciones de la base de Bircham Newton erael jefe de escuadr i l la inter ino Darby Wel land, un t t igueño p¡ loto aus't ra l iano con un fuerte sent ido del humor. En 1936 habiamos hechojuntos el pr imer curso de navegación astronémica de la R.A.F. enManston. Después que hubimos intercambiado saludos por este en-cuentro i r tesperado en el casino de of ic ia les de Bircham, é, v¡no con'migo al hangar para ver mi avión. Admit¡ó que nunca habt¿ visto unSwordfish y que sentí¿ curio: idad. El espectáculo de los grandes bi 'p lanos, estacionados fuera del hangar sobre la h¡erba, con sus enor-mes tanques de combust ib le de gran autonomía asomando de los hab¡-táculos poster iores, lo redujo al s i lencio.5e volv ió hacia mf con ev¡-dente incredul idad.

-óVuela con esa cosa l lena de combust ib le met ida entre ustedy el navegador? -preguntó asombrado--. Es un blanco conspicuoi.verdad? -Sacudió la cabeza, con expresión de duda-. Quiero decir¿no se siente un poqui to vulnerable con una conden¡da mina mag-nética asegurada a su barriga y esa cosa asomando sobre usted, detrásde su cuel lo?

-No creo que eso nos haga, 'nás vulnerabies --di je con tono ocpesadumbre-. iTodo et avión es un blanco conspicuo cuando volamosremontando ese can¿l de las is las Fr is ias a veinte rnetros de al tura y 'formaciónl

- iCuánto les l leva i r y volver?-Depende del viento, por supuesto, pero cada vuelo a trav

del Mal del Norte l leva un mínimo de dos horas y media. El t ie.sobre el blanco, al alcance de los barcos con cairones antiaéreost

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las baterías costeras raramente supera la media hora, pere I las ista5

largo. iCon ese tanque podemos mantenernos en el aire alrede.nueve horas 5i es necesar¡ot hora

Su cur iosidad fue atraida por la v ista de un corcho y un troz8de cordel que asomaba de un pequeño tubo en la parte super ior delIano ue.

-áQué es eso? -preguntó.Expl iqué que el tubo era una entrada.de aire para permit i r que

el combust ib le f luyera hacia el s istema de a,mentación.-Apunta hacia abajo -di je- directarñente al observador. Cuan-

do despegamos con el tanque l leno, ef ccrñbust¡ble t iene la fea cos-tumbre de caer sobre la cabeza del obser¿ador. De modo que hemospuesto en el tubo un tapón de corcho eo él extremo de un trozo decordel . Cuando estamos en el a i re, volando hor izontales y nivelados,el observador t i ra del cordel y el corcho sale.

Por alguna inexpl icable razón esto lanzó a Derby Wel land aun parox¡smo de hi lar idad incontrolable. Yo estaba acostumbrado aesa conducta de él y lo miré f r íamente, cosa que lo hizo reír aúnmás. Yo protesté y di je que era un recurso s¡mple y muy eficaz.

-¡Oh, sf , estoy de acuerdo! -di jo cuando se hubo recobradoy siguió mirando al avión y agi tando la cabeza.

- iEs t íp ico de la condenada Marina! -di jo con admiración-.iUstedes son capaces de hacer funcionar a un Str ingbag con corchosy trozos de cordel ! -Sonr ió con aprobación-. Debo admit i r que nopudieron encontrar un recurso mejor. Tiene el toque de Nelson. iEnla R.A.F. habríamos dejado ¿l avión en t ierra para una costosa modi-f icación !

Durante las pocas semanas siguientes nos mantuvimos muy ocu-pados. Nos sentábamos a tom¿r sol f uera del hangar o, cuando l lovía,en la sala de tr ipulaciones, jugando a las cartas con nuestras ropas devuelo puestas, en "al istamiento inmediato". Sobre la hierba, al lado decada avión, había una selección de armas sobre sus carret i l las, espe-rando para ser cargadas cuando se conocia el blanco. Torpedos, mi-nas, bombas de 250 l ibras a razón de seis por avión, incendiar ias,bengalas. Cuando sonaba el tetéfono, Robin iba corr iendo a la Sala. le Operaciones para ser informado, pero el mensaje acerca de cuáles

'mas habi¿ que cargar l tegaba antes de Que él regresara, y del mis-mo nosotros podíamos deducir hacia dónde íbamos. Sabiamos que el1ía gue los armeros de la escuadr i l la empezaran a cargar minas y'" 'oedos sería "el día", y Wi lhelmshaven serÍa el b lanco, pero du-

. , te abr i l y mayo, nueve de cada diez v ia jes fueron pata arrojarn inas." El 9 de abr i l , Alemania invadió a Dinamarca y Holanda y nues-

siembra de minas estuvo en gran demanda, generalmente a pedido': , .¡niestros hombreci l los dd sombrero hongo que l levaban porta-

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documentos y l legaban desde Londres por ferrocarr i l , para decir aRobin cuáles de nuestras minas habían explotado. Entonces tenÍamosgue volver a las áreas minadas para l lenar las brechas produc¡das porel hundimiento exi toso de algún barco. Siempre me intr igó cómo ha-cían esos hombreci tos para enterarse, a sólo unas pocas horas delhundimiento de un barco. Las l Íneas de comunicacrones que se ex-tendían entre el terr i tor io enemigo y este par 's parecian más rápidasy seguras que el servic io of ic ia l de correos.

Cuando estos mensajeros arr ibaban en mitad de la noche - locual pareci¿ ser su costumbre- el of ic ia l de guardia l lamaba a todaslas cas¿s y nosotros besábamos a nuestras esposas y nos dir ig iamos enautomóvi l a l aeródromo, en la oscur idad. Despertar en medjo de lanoche por el ru ido del te léfono, sabiendo que a uno le esperaban porlo menos seis horas en urta cabina abierta con el f r io y la oscur idad,y que dentro de alrededor de tres horas los cañones alemanes ha-r ian lo posible por poner para s iempre f uera de nuestro alcance eselecho conyugal , era demasiado desalentador para soportar lo muchot iempo. El contraste entre una esposa somnol ienta y lo que tenia-mos por delante era demasiado marcado, y cada vez que sonaba el te-léfono, uno,no podia evi tar preguntarse: " iSerá Wi lhelmshaven estanoche?" Sabíamos, s in discut i r lo, que cu¿ndo voláramos f inalmentea ese puerto, a lgunas esposas quedar ian v iud¿s, o sus maridos seríantomados pr is ioneros de guerra. Yo me sorprendia deseando que lasesposas fueran enviadas le jos. Si hubiéramos viv ido en el casino deof ic¡ales, e l cambio de una cama t ib ia por la cabina de un Swordf ishhabría s ido mucho menos intolerablq.

Nuestro arr ibo al aeródromo después de conducir desde Huns-tanton a menudo coincidía con incurs¡ones aéreas alemanas contraBircham Newton, ocas¡ón en que podiamos ver las l lamas y las ben-galas estal lando a la distancia como un amistoso saludo antes de des-pega-r . Los Ansons y Hudsons del Mando Costero recibían un durocast¡go durante la guerra fa lsa.

El 10 de mayo, Alemania invadió a Holand¿, Bélgica y Lu-xemburgo, y el l4 descendieron paracaidistas en el aeropuerto deRotterdam y nos enviaron a bombardear los en prcada en el momen-to que capturaron ese aeropuerto. Nuestra hora de l legada cas¡ fuedemasiado exacta: cuando Robin nos conducía entre las nubes,los aviones alemanes todavía estaban atacando, y así é l nos l levónuevamente sobre las nubes hasta que terminaron. Entonces ba-jamos con nuestras seis bombas de 250 l ibras por avión y atacamosa los rec¡én l legados antes de que tuvieran t¡empo de desprender-se ds sus paracaidas. Fue un cambio esplénd¡do mirar por encimadel ala super ior en p¡cada vert ical en vez de desl izarse bajo fuegoen formación cerrada, para sembrar minas. HabÍa en el lo unasensac¡ón de abandono y de sat isfacción por servir e l cast igo

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en vez de recibir lo en Bircham Newton. o f rente a las is lasFr is ias.

Más tarde, informes de los holandeses conf i rmaron gue la horade nuestro arr ibo había s ido perfecta y que el ataque habia tenidomucho éxi to, lo cual resul to t lanqui l rzador. Muchos de nosotros nospreocupamos, cuando vimos atacar a los alemanes, pues temimos ha-ber l legado demasiado pronto y ayudado a los hunos a capturar elaeroouerto.

La si tuación se volv ió muy confusa cuando pasó mayo. La Fuer-za Expedic ionar ia Br i tánica estab¿ sufr iendo perdidas terr ib les enFrancia. Nos sent imos sumamente animados por la l legada de WinS-ton Churchi l l a l cargo de pr imer minist¡o el I I de mayo y pensamosque su nuevo gobierno nacional sería un gran adelanto. Dos vecesdurante este per iodo tuvimos que volar a Det l ing, un aerodromo enKent, a f in de operar a t ravés del extremo sur del Mar del Norte parasembrar minas frente a las costas holandesa y belga, y cada vez tuvi-mos la impresión de que no regresarÍamos a Bircham Newton y lasesposas viajaron al sur para esperarnos en Ford, cerca de Arundel ;pero cada vez nos volv ieron a l lamar desde Eircham, presumiblementepara real izar el ataque a W¡lhelmshaven. La pr imera vez, el b lanco fuecambiado a úl t ¡mo momento y tuvimos que sembrar minas nuevamen-te, y la segunda hubiera podido acabal en un desastre s i no hubiesesido por la for ta leza mental de Robin. Nos di jeron que una cant idadimportante de barcos alemanes habí¡n zarpado desde var ios puertosy estaban anclados f rente a Borkum, y que nosotros teníamos que ata-car los con torpedos. Nuestra part ida fue demorada mientras se envia-ban vuelos de reconocim¡ento de la R.A.F. para conf i rmar los infor-mesr y así se perd¡ó tanto t iempo anies de que nos dieran orden dedespegar, que hubiera s ido ¡mpos¡ble para nosotros atacar en la oscu-r idad. Habríamos l legado a Borkum mucho después del amanecer ynuestras pos¡bi l ¡dades de lanzar las armas serÍan mín¡mas. Rob¡nprotestó y d¡. io que sería un suic id io, pero los controladores del cuar-te l general del grupo no tenían avrones torpederos al ternat ivos paraenviar y alguien tenÍa que ser el ch¡vo emisar io.

Ki l roy, con el rostro pál ido, nos dio las instrucciones. Debidoal factor t iempo, él quer ia que formáramos en una l fnea sobre elaeródromo, en nuestra formación de ataque, en vez de cambiar deformación al l legar a Texel , antes de volar remontando el canal de lasis las Fr is ias. Esto nos desconcertó, porque parecia haber poco sent idoen cruzar el Mar del Norte formados en una l Ínea. Quedaba sola-mente una hora de oscur idad, y debido a que nosotros teníamosque forrhar sobre é1, Robin fue el ú l t imo en despegar. Ni b ien es-tuvo en el a i re, é l apagó todas sus luces y se dir ig ió solo hacia elmar, dejándonos a nosotros volando en círculos sobre el aeródrb-mo, buscándolo. Al f ¡n, los controladores de t ierra de Bircham nos

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Page 33: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

de la Flota, é l se opuso vigorosamente al pr imer lord del mar y era fc-

conoc¡do con¡o el corresponsal má5 contrar io a la Marina en Fleet

Street.En la pr¡mavera de 1940, bajo enormes t i tu lares en el Sunday

ExpresS, su art iculo ocupó tres columnas enteras' Sus palabras han

sido condensadas y reproducidas aquÍ porque representan la opinión

imparcial de un hombre famoso, con vasta exper iencia de escr i tor

sobre temas de aviación, y los hombres que los pi loteaban, y son un

homenaje muy adecuado a Robin Ki l roy además de al Swordf ish.

"Justo cuando empezó la bl i tzkr ieg (guerra relámpago) contraNoruega, yo me encontraba en un apostadero del Mando Costero de la

R.A.F.. . . que era una colecc¡Ón de dispares ejemplares aeronáut icos.Et día que yo l legué al l í , nuestros per iódicos publ icaron mapas de

nuestras áreas m¡nadas.. . que bloqueaban puertos alemanes y dane'

ses en el Bál t ico, desde los cuales los barcos tenian que l levar t ropas

a Noruega."Muy acertadamente, nuestro pueblo di jo: Cosa maravi l losa es

la Marina br i tánica. ZPero cómo nuestros submarinos o nuestros lan-

zaminas atraviesan las áreas minadas alemanas y pasan entre los sub-

m.ar inos, destructores y fuerza aérea alemana para lanzar esas minas?"Esa noche, alrededor de la hora del cóctel en la antesala del

comedor, l legaron uno5 seis jóvenes of ic i¿les en uni f orme naval , con-duc¡dos por uno que era a su vez conducido por un bul l ' terr ier ami-gable pero de terror i f ico aspecto. Hombre y perro eran muy parecl-

dos y muy ingleses."Mi anf i t r ión me contó que eran.parte de una escuadr i l la del

Arma Aérea de la Flota que estaba en la base para una tarea especial .Más tarde me mostraron de qué se trataba y cómo la l levaban a

cabo."En el aeródromo habia una escuadr i l la de Fairey Swordf ish. . .

fa máquina fue construida para la Flota, para tareas de reconocl 'miento y de lanzamiento de torpedos, de modo que puede l levar pe-

sos considerables y su mejor velocidad de cru'cero está alrededor de la

de los aviones de entrenamiento que vemos f lotando por el c ie lo. Es-

tos Swordf ish eran di ferentes. Donde hubiera debido sentarse el na-

vegador había un enorme tanque de combust ib le met ido entre el p i -

loto y el habi táculo poster ior . Ocupaba todo el segundo as¡ento y ter-

minaba en una pared vacía, muy por arr iba de donde hubiera ten¡doque estar el segundo asiento. Al l i abajo, en el tercer as¡ento, e l nave-gador tenia que sentarse con sus piernas debajo de una masa de com-

bust ib le, todo l is to para envolver lo en l lamas si la alcanzaba una bal¿

¡ncend¡ar¡a. En los momentos previos a despegar, poco antes de os

curecer, en vez de los torpedos o bombas normales, grandes barr¡ l ¡ rsde extremos planos eran traídos en vagonetas y f i jados entre las r t ¡o

das. Eran nuestras minas magnéticas, mucho má5 potentes y nr.r(¡ l{ l

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t icas que las alemanas, de las cuales tanto oímos hablar en su momen-to. Estos barr i les reducian la velocidad de vuelo del Swordf ish a alre-dedor de 80 nudos.

"Esa noche, mientras el resto de nosotros nos íbamos a la cama,oimos el gruñido de los Br istol calentando sus motores y pocos mi-nutos más t¿rde el zumbido de, los pesados aparatos que despegaban.volaban en circulos sobre la cas8 del of ic ia l comandante y se dir igíanhacia el mar. A la mañana siguiente regresaron todos -ninguna pér-dida- e informaron de los resul tados, fomaron sus cenas a la horadel desayuno y se fueron a dofmir , todos l is tos para hacer lo nueva-mente en la noche siguiente. i

"Ahora imaginemos esa c¡ase de coraje --€l , ,coraje de las t resde la rn¿ñana" que Napoleón ¿dmiraba en nuestro pueblo-, e i apa-rato pel igrosamente sobrecargabo, l levando una mina que podía node¡ar nada que recoger s i estal laba, y además un cargamento decombust ib le capaz de dar le una autonomía de mi l mi l las, con unavelocidad a la que el peor de los art i l leros ant iaéreos u operador deref lectores no podia errar, s iendo su única protección contra los ca-zas el hecho de que era demasiado lento para que pudieran disoar¿r-le, e l p i loto y el navegador s in el compañérismo de una cabina, sol i -tar ios toda la noche en los extremos de un tubo acúst ico.

"El los no tenían nada de la exci tación del caza monoplaza osu intervalo para descansar después de un patrul Ía je de tres horas, ynada de la t r ipulación de los auxi l iares de vuelo de los bombarderosolos gr 'andes hidroaviones. Si a lguna vez hubo una soledad de dos, loss¡embram¡nas en los Swordf ish la tuvieron, por períodos de diez horasen la mayoría de los casos.

"Son los hombres más val ientes que he conocido. He visto a mu- /chos,:ondecorados con la V.C. (Victor ia Cross) y la D.S.O. (Ordenide Servic ios Dist inguidos). Ninguno de estos muchachos del ArmaiAérea de la Flota t ienen ninguna condecoración. Espero que despuéJlas hayan consequido. Nadie admira a nuestras t r ipulacione! de bomibarderos y a la gente del reconocimiento costero, y a nuestros pi lo-tos dc caza, más que yo. Pero esas parejas en los Swordf ish merecenser recordadas en la histor ia porque el las m¡smas hic ieron muchahistor ia".

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CAPITULO I O

DUNKERQUE _ DESDE EL AIRE

En l¿ [p66¿ de Chanrtrer la in r iomo pr¡mer mlRrstro i ¡3¡aci¿ ] i i r i ler

un¿ escasez de not ic ias y fue su renuncia, producid; e l l0 Ce rniyo,lo que hizo cornpret tder a lodos que i3s cos¡s r 'o le ib¡n bien a r luestroejérci to en Francia. F: l 28 de rnayo, el rey Leopoic lo sciprend:ó al

mundo presentando su rendic ión, y aunque la guerra de ia [ :uei 'z¿ [x-pedic ionarra Br i tánica ya habfa s 'do perdida, l . l capi tu lacicn de los

belgas la dejó completamente expuesta en un área de cincuenta k i -

lómetros hasta el mar.Nosotros lJegamos a Det l i r rg el 27 de mayo, un dra antes dÉ que

el rey Leopoldo se r indiera, y al d ia srgr.r iet i te l¿ evaci . l ¡c lón empezo

con toda intensidad. Cont inuo hast¿ el 4 de junio, durante t rno' i h¡s-

tór icos nueve días con sus noches"Cuando estuvo completada, la s i tuai : ion ruc r t :5u; ' ¡ ¡da p¿ra el

mundo por Winston Churchi l l en su electr i :ante d¡scur"¡o, c; . tanclo r l i jo:

"Luchafer:1os en la: p layas, l t ¡charemos ¿:, los c¡¡r lp. ls c ie : te, r iza¡e,lucharemos en los campos y las cal les, lucharef f tos en las col inas: ja '

más nos rentJiremos".hiucho te ha escr i to sobre Dunkerque pero rnuy poco se h¡ d¡ '

cho sobre la batal la en el a i re, y en las playas r luestros exhaustc-" : ' ,ot 'dados pensaron q' . re la aviación br i tánica era consprci ta por su JUslrr

c ia. En un momento en que los restos del e jérc i to br i tánicc er ' : r t r 5c)-

met¡dos a ataques cant inuos y aparenr"erne!-r te no ciefendidos r le l ls

aviones enemigos, esto el comprenS¡ble. En su d¡sci . r r5o en lA ( , r ¡ r r . i r , j

de los Comunes del 4 de junio c le 1940, Churchi l l h izo ln Jrolrbl t ¡ r ' r rexpl icar. Di jo él : "El los ( los alemanes) enviaron repet idas 6l¿ ¡¡J ¡ , r l '

aviones host i les, a veces más de un centenar en una 5ol¿ for ' ; r ( t ( - r r r t r

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la Real Fuerza Aérea presentó combate ar grueso de ia Fuerza AéreaAleman¡ y cai . rsó numerosas bajas, por lc menos cuatro a uno; y la Ma-r i r ra, u!¿r¡do casi un mi i lar de b¿rcos de todo t ipo, t ransportómás detresc¡enics t ¡e i r r ia y c inco mir hembre:, f r¿nceses y br i tánicos, arran-cándoios cle t¿5 f¿uss5 r je la nruerte y la verguen¡a... Debemos tenercurdado dc no asignar a esta hazai ia los at¡¡hutos de una victor ia. Lasguerras no se gtn¿rn c-on evacuactones. pero hubo una victor ia dentrodel rercate que debe ser 5eñal¿da. Fue ganada por la Fuerza Aérea.Mr'¡chos ' je nue3tros scrf l¿d65 que ! 'egresaban no vreron er trabajo dela Fuerz. i Aé¡ea, sóro vierorr a ros nonrbarderc5 frue escu.paron ar ata-que de protección. El tcs subest;man sus i )¿¿añas.. . , ,

Ader¡rás de ¡:oder ver a la, i leqt,eñas enrbarcaciones r¡ue salva_ban ¿ un ejérci lc ' , c jesde miSwordf¡sh pude ver a l¿ R,A.F. hacer lom¡sr¡¡o c iesde el a i le, fuera Ce la v ista de las playas. Armados con bom-bas. r iosctros voiáb¿mos degJe las playas de Dunkerque entre el .humoy ias i l¿nras Ce ia batai ia, h¿sta Calais y hasta Ostende por el otro la-d¡. y tJetpuas tr . tc ia el Mar de! Norte, atacando a tos gf upos de lanchasi i , r p€r:Ér, i5 Cío¡. i r jÉ: qutera oue podian-rOS enContrar l¿S, anteS de que pU-. j i ! i ¡ !n csir¡rse sebre la armada f lotante para ia matanza. V.n,án j r i -i j r l t i - ) l¿s t l r ¡eccior les, pr incipalmeri ie desde el norte, pero no creo que!:r: i r sel;r i i ¡ ! i¿ aicanzado las colur¡nas de pequeñas embarcaciones.!¡-r ¿¡ ¿irr vrr tes ¿ r¡ R-A-F. enÍrentándose con una ab!.umndora suoe-¡ io; idau ¡¡rrr ; t r i r ic¡ y sal i i v i r lor iosa. Fl 29 de mayo vi a una escuajra-l ia de f jef iants que.r tacab¿n ¿ una formac¡ón de bombarde¡os escol-f¿oc¡s oor ME i09 y I10. La lorm¿ción era t¿n vasta que resul tabai:.posible contar ei i ' : r¡ero cle i-roñbarderos enenrigos. Esa r¡oche meenteté de que l$s Def iants habian derr ibadO a diec¡ocho bombarde-r05 l lor ia nt¿ñ¡na '7 veint iuno en las pr imeras horas de la tarde. y éstar: . .e rrr larnerr te ui l¿ escuadr i l l¿ v is¡ble desde nt i cabina. Hur.r icanes,'u i ! ¡c i i¿trrr y todo t ipo posibre de avión que pocrían s€r usados como( '1;ói 5e l¿n¡aron contra ros bombarderos aremanes con éxi to incref-i : ie. , ; ¡u t r . rs dr 'a, El 1o de junio derr ibaron a setenta y ocho bombar-¡erci d l -onlaneS que se dir igían a masacrar a los soldados congregados' , r r i : r9 prayas, atacándolos 5¡n pausa desde el amanecer hasta las s¡etede ra iarde.

Aunque venían de bases de todo el paÍs, usaban Det l ing y aM¿¡rston p¡rra reabastecerse de combust ib le y municiones, y no i "ngoñ!ngun¿ dr-¡c ia de que s¡ no hubiera s ido por los t remendos esfuerzosde ia R.A.F. - fuera de la v ista de los hombres a quienes la n¡ ismaiuehabr por salvar- los t rescientos t re inta y c inco mi l hombres quefueron rescatados hub¡esen perecido en las playas, como to ¡raül .aplaneado i - i i t ler .

Quizá Ceba recordarse que debido a ta po!í t ica social ista, t resaños antes de Dunkerque, Gran Bretañ¿ podía contar solamente con500 aviones en total . Durante la guerra fa lsa, l¿s perdidas de la R.A.F.

7l

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dispararon bengalas verdes para ind¡carnos que teníamos que aterr lza(.

Como era el of ic ia l más ant iguo entre nosotros, Nei l Kemp res-pondió los urgentes pedidos de telefonear a la Sala de Operacionesde la base no bien aterr izara. Orden¿ron a Kemp telefonear inme-diatamente al grupo, y cuando lo hizo, el controlador exigiÓ saberqué había sal ido mal.

-No tengo idea -di jo Neil , con bastante sinceridad-. Hemosestado jugando a caz¿r a nuestro l íder durante los úl t imos treintaminutos, y s in éxi to.

-éQuién es el ¡d¡ota que ha volado solo mar afuer¿? - fue l ¡pregunta sigu¡ente.

*Me temo que tampoco puedo responder a eso. iNo tenernosidiot¿s en la escuadr¡ l la!

Permanecimos en la sala de tr ipulaciones toda la noche --o

lo que quedaba de el la- aguardando el regreso de Robin. Después deun par de horas, Nei l o uno o dos de los tenientes más ant iguos fue-

ron a la Sala de Operaciones de Bircham para hablar con Darby We-l land, 'quien estaba rnuy divert ido con todo el incidente. El estaba en-teramente de parte de Robin. Aparentemente, e l grupo habÍa extgi-do ta expl icación del capi tán del grupo y Wel land había tenido que

levantárse de la cama. La parte de Primrose de la conversación tele'fónica fue relatada por Weltand.

* iQué clase de t ipo es Ki l roy? -repi t ió el capi tán de grupo

Primrose.-No lo hay mejor. Yo apoyar ia s in reservas cualquier acción

emprendida por el teniente comandante Ki l roy.A cont inuación, quedó horror izado al enterarse de que Robin

estaba en camino sobre el Mar del Nor le. aparentemente decidi-do a atacar solo a los barcos alemanes, y ordenó a Darby que lo hi-

c¡era regresar inmediatamente.-Eso signi f ica romper el s i lencio inalámbrico, señor -Jenalo

Darby.-Entonces, rómpalo --di jo el capi tán de grupo-. Y aviseme

cuando el mensaje haya sido enviado y recibido.El teniente comandante Chapman, el observador más ant iguo,

me contó el resto de la histor ia mientras regresábamos en auto¡nóvr la Wooden House.

-Cuando recibi e l l lamado -di jo- estábarnos acercándonosa Texel y el sol se encontraba sobre el hor¡zonte. Comuniqué el men-saje a Robin por ei tubo acúst ico y el d i jo: " iHa acusado recibo?".Cu¡ndo le di je que si , é l d i jo: "Lást ima", y emprendió el regreso.Estoy seguro de que no lo habría hecho si yo no hubier¿ acusado r{rcr-

bo del mensaje.-Tuvieron mucha Suerte, señor --di je cuando me contó cro.

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-También ustedes -repl icó él- . ¡S¡ no hubiera s¡do por Robin,ahora todos estarÍamos sirviendo de al imento a los peces!

Después del segundo traslado abortado a Sussex y después delregreso a Norfolk, todas las esposas se s¡nt ieron bastante al iviadascuando Robin sugir ió que el las debian regresar a sus casas. Asi se hizo.Nos trasladamos al casino de of ic ia les, l is tos para el ataque a Wi l ,helmshaven, y aunque fue una separación dolorosa, desde nuestropunto de vista -y tuvimos numerosas f iestas de despedicfa en WoodenHouse- nos sent imos tranqui l izados cuando el las se marcharon.

En todo ese t iempo, Bircham Nelvton estaba bajo el mando ope-rat ivo de la R.A.F. y no podiamos escoger nosotros mtsmos a nues-tros blancos; de otra manera, habr iamos ¿tacado a Wi lhelrnshavenmucho antes de mayo. Robin habia admit ido que nosotros ya tenía-mos la capacidad necesar ia y que el pasadizo al Weser se habja con-vert ido en nuestro cal lejón trasero. Sabiamos dónde tenfarnos que es-perar fuego antiaéreo de barcos y baterías costeras, y bajo la expertaconducción de Robin, estoy seguro de que algunos de nosotros ha-bríamos regresado y el ataque habrÍa tenicJo cierto éxi to. Nunca po-dr iamos aver iguar lo, porque por alguna razón que yo nunca entendÍ,el cuartel general del grupo decidió enviar f inalmente una escuadr i l lade Beauforts de la R.A.F., y jamás descubr imos qué les sucedió por-que no regresó ninguno.

Fue bastante extraño, pero todos quedamos decepcionados-y hasta enojados- porque nos habían bir lado lo que consíderába-mos nuestra propia batal la del Arma Aérea de ia Flota; pero no hubot iempo para abr igar resent im¡entos- El 27 de mayo volamos rrueva-mente a Det l ing, para cubr i r la evacuación de Dunkerque real izadapor f requeñas embarcaciones, y nuestra relación con Bircham New-ton terminó.

Fue un baut ismo de lo más efect ivo y nada de lo que me exigie-ron hacer después en el a i re fue tan desagradable. Algunos vuelos fue-ron mas atemorizadores, pero, en comparación, menos pesadi l lescos.También nos demostró que, s i b¡en obsoletos en apar iencia, los v ie-jos Str ingbags eran un medio Ce trarrsporte muy efectivo cuandose volaba en esas espantosas operaciones.

Las palabras f inales acerca de aquel breve per iodo en ta histor iadel Swordf ish fueron escr i tas por el d i funto C. G. Grey, cuando eraedi tor fundador de The Aeroplane, una revísta de al ta reputaciónen circulos aeronáut icos. Su elogio fue más convincente porque élhabfa estado l ibranclo un duelo uni lateral con el Almirantazgo acercade cuest iones de aviación ya desde la Pr imer¿ Guerra Mundial . En1937, cuando el Almirantazgo recuperó el control del Arma Aérea

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Page 36: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

¡

¡eseiv iJra habi tacicnes dobles su,r ic ientes para todos rrosotros.Fr-¡e una par:sa agrai iabie pero demasiado breve. Un grupo de

Irorct io-¡ iu intos a urt c i l te de L; t t !ehamptolr a ver ' ,Blancan¡eves ylcs : : i * l t r , , enJnos", y.¡o y yo que,Jam<.rs encantados con la músicada ¿ls, l herm.isa pel icut '1, pr incipair lente porque 5ería el ú l t i rno es-DrctJcuio , i l que asrst¡ i r 'amos juntr :s err va¡ ios años. s lue5tro comDar-tr .Jc piacer c l r ¡ r ta ¡ni ls ica de la pel icui¿ iba a ter :er consecuenciatbastarr te i$nt¿3 para rr-r i , mas ava¡rzaq1¿ !¿ guer¡a.

El B c ie ¡ ln io volainos a Rolro¡ough, r :erca c je plymouth. para.)guardar un mrnsaje del l l lustr¡ous dic iéndonos que voláramos haciael canal ! i . r ra descender r : ¡ r l ¡ cubierta del f tor taviones. üuando este-cion¿nlo5 nr-¡est¡os av¡oni js en el perlr-reiro aeródrr_-,r;o r je hieiba, encon-trarrrol . esler in¡ lonns al ccnrandante Ri l roy y al terr iente ¿omancla¡¡ teLlrapr;rat i . anr l i . : )5 rr¡ i ty somirr ios. Nos di jeron que <lejar ian pronto lae 5í i i - .¡adi i i l i r para ocui)ar nuevr)5 dr:si inos, ¿nte5 Ce que r. iosotros nos, :5nr l )aIr i . i r , l í r l r - \S er r eI por taviOneS,

-. 'h ' lo es pcr ' e5o qi le üstaf f io5 . 'ne i¿¡rcól i ; :o i -adrnrt ió Rr.¡bin*- ,¡ ( ! l :Cjue afr- ,b{)5 Sei i i i i ) ¡05 rnUCi¡L) [enet ( lUe rTl i rCharnOS.

A cor i t i r t r ¡ación no: <l i io que el Glor ious habl : r s¡oo nt ;ncirc lo yci i . re rólc l r¿l¡¡a t : ' ¡ :s scibreviv ie¡r tes. El barco regiesdbJ cle l ioruegacon , : lgr . ¡ r los ¡r i rotoi na¿¿les y oi l {¿ R.A.F. qrre h, i t , ian est¡do volan-dc de:;Cfr ios iagol i )e lados, t rat¿i ldo de d€tener el avance alemán. Ensu t¡avesia ( le l Mar dcl l .Joi te, e l Glor ious, s in escoi ta adectrada, ha_bia quedado encerrado ent¡e el Scharnhorst y el Gneisenau. Debidr¡a qüe lo5 aviadores que ib.rn a bordo estahan tocJos conrpletanlentcexfr 'r t¡St.;¡ : , l , ,J : ;r ' r i r¿bri lr l re¿ltZadO vtr l iOS rJeSde el barCO. l le OtrCr rnO-do. lc,r C¡: i ; ¡ for . lzados ¡ iüm¡nes hr-rbr icr¿n podic jo se¡ avist¿doS e rn-lorr¡ i ¡du: otros [ ]a,co: par i r que pudte¡¿n inte¡ceptar los. F.ero ta lcornosucedreron las cosas. el v ie jo portaviones no tuvr: posibi l idad alguna de5alvar5e.

Pa¡eci¿ que nuestra perrnanencia en Rohoror_rgh y nuestra f rar ,t ida hac¡n el barco estar iarr errvur l tas en tr istez,r , y quizá par. : evi taresto, Robin y Cha¡rnran h¡c;eron atgo que fue i ¡ rcreibiente. te t r . rD,to perc que i los animó srroimeri te i ¡ te. l 'uvieron la sr¡erte de que suaventura no {uefa de5cut l ier ta, porque l rabr i ¡n ¿cabado ante una ¡ :or-te nrarcla!

Rct¡¡q tenra unos ant¡gos fr¿nceses c¡ue tenían uca posad¿ junlo¡ la cr-rsta, poci> rrrds al iá r ie Cherbr:rqo; muy cerca habia urr aeródro-mo dLl i rde l ¡abi3n ¿terr i¿édo ¿ menucic\ . MieÉiras noS0tros aguardá-barnos ei rnerrs;r je dei r l rustr ious y teníamos que quedarnos en er aeró-dro$ro, como ei l . rs no vendr ian con n05otros decidieron correr el r ies-po y V6¡¿¡ f ¡a5ta acruel la posada para descubr. i ! - hasta donde hab i ¡penctrado l¿ ocupacjo¡r a lemana. Pensaban tomar urras copas con elFosaclerG y hlr-er ¿ver i iuacioneg.

Er. : un ct ia templado y volaron sin sus t ra, ies de mecánico, con

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ras chaquel i l las de su uni forme. Las f lamantes alas de comanf l¿r] i8

cle Robin br i l laban muy l lamat iv¿s.Cuando aterr izaron, domo una cuest ión dÉ rut ina r le jaron los

¿! ' iones estac¡onad05 contra el v iento, l is tos para despegar. Después

crr¡z¿ron caminando el aeródromc y abr ieron la puer ia dc la tabern' l -

L l b¿r estaba repleto de soldar jos s lenranes.--Di je "Pardonnez-moi l" en mi t r re jor f r - ¡ncés y cerre la pi ler ta

' - r ronto Robin-.- . En seguida corr ' imos como locos y sal tamos ¡ l avión-

"ChapperS" tuvo que accionar el ¿rranc¡dor de inercia y después lar t -

¿¿r5e de cabeza ¿ la cab¡na trasera todavia cor i e l arr¿nüador en !a

;n¿¡ lo. iApen¿s loqramoS despegar a t iempo tnietr i r . :s una cart idad de

:rr>lda¡ los atemarre5 no5 cl¡sparaban con 9u5 r i f !es y revÓlvereS!

t . los c ie jaron al dÍa s¡gu¡ente, y cuar ldo se fuerotr a lgo de la

l legr ia pareció desaparecer de l ¡ escuadr i l la. Afor tunadarner l te, l ' i

orden de emb¿rcarnos l legÓ poco des;:ués dr: su part ida. El l l lustr iaus

:e encontrab¿ frente a l - .and' : End y noSotro5 teniamos que dcipegar

,rrmediatamerl te, para h¡cer nuestro pr ime( dr:scenso en 5u ci ' lb¡erta

¡ ie vuelo.Y¿ hab¡a¡nos visto algo de histor ia en m¡rcha, p( ' ro ver!a¡)ros

t r lucl io n1á5.

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PARTE I I I

H. M. S. l lustr ious

CAPITULO I I

ENTRENAMIENTO

Cuando bajamos de nuestros aviones, f rente a Land,s End,fuimos introducidos en el hangar. . yo me quedé junto al montacargasdelantero, mirando hacra popa, consciente de mi poca importancia enmedlo de este enorme complejo de maquinar ia. Miraba entre las alasplegadas de nlás r le cuarenta avrones, todos ubicados muy juntos,de Jcuerdo a un plan preconcebido, a f in de que pudieran ser acomo-dados todos al l i abajo. Las alas casi se toc¿ban. En los mamparos,unas marcas oe corores br i l lantes indicaban boc¿s de combust ib le,o correcciones para ¿tre comprinlc lo, acei te, agua, energia eléctr ica,todo vÍv idamente pinta<Jo en colores c laramente def in idos. a f in deque no pudtera haber ninguna equivocación. Arr iba, cort inas metá_l icas corr t ra i r r6s¡6¡6 estab¿n plegadas y arrol ladas, l is tas para ser b¿-ladas en unJ ef i )efgencra a f in de drvtdir a l hangar en tres compatt t -m¡enlos separados. Todo er techo era una sef ie de depósi tos elevadosque contenían rnotores de repuestos, hel tce5, tanques cie gran auto-nomra y toda clasc de objetos, pero además habia rocí¿dores cadapocos cent imetros, de modo que en caso de incendio, a l accionaruna palanca, las col t lnas caían y el hangar era rociado con chorro5cle agua salada.

Todo se veÍa f lamante y bel lamente l intpro. Era exci tante estartruev¿mente en el mar y en un barco nuevo. Bajo nuestros pies, lacubierta palpi taba. Estábamos en camino hacia plymouth. donde an_clar iarnos por esa noche.

Me uní a un grupo pequeño de pi lotos de la escuadr i l la gl5 ysubi a ia cubierta de vuelo. Quedamos sorprendidos por la cant idadde espacio disponible. No había parecido tan grande desde nuestras

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cab¡nas unos momentos antes, pero las cubiertas de vuelo jamás pare-cen muy grandes desde el aire. Mientras paseábamos por la cubierta¿dmirando al gran l l lustr ious se unió a nosotros el capi tán Denis Boyd.quien me sorpreñdió por el modo informal en que nos dio la b¡enve-nida a bordo. Yo estaba muy intr igado por conocer lo. Era un hombrefamoso, con una gran reputación. Jamás nadie mencionaba su nombresin agregar algún elogio y yo lo estudié con gran interés. Aunquetenia un rostro sensible, todo su aspecto i r radiaba determinación y yonoté que, cuando sonreía, sus labios permanecían fuertemente cerra-dos y su cara no perdia nada de su hosca resolución. Sin embargo, dealgún modo logÍaba transmit i r a l mismo trempo un carácter amable ysereno. Nos estrechó la mano a todos y cuando se volvÍa para dir ig i rsea poDa, hizo un comentar io muy l indo:

-He estado aguardando a este b¿rco en los ast i l leros de V¡ckers-Armstrong, en Barrow-in-Furness, dur¿nte muchos meses, mientrasestaban construyéndolo; pero ahora que ustedes han embarcado, elbarco está v ivo por pr imera vez- Es un momento que he estado espe-rando mucho t iempo. iUn portaviones sin aviones o aviadores es co-mo una casa s¡n muebles!

Nos dir ig ió otra leve sonr isa y se ret i ró.El comandante de vuelo del l l lustr ious era J. l . Robertson, ur¡

hombre menudo que se parecr 'a a un pájaro. Debido a 5u nar iz promi-nente y f acciones marcadas, se lo conocia como "Streamline" (Aero-dinámico). El barco navegaba a toda máquina haci¿ Plymouth y nossorprendimos cuando nos enteramos de que a la mañana siguientetemprano, antes que el barco levara anclas, tendríamos que volar.Volar desde una cubierta inmóvi l era un nuevo concepto p¿ra nos-otros y nos sorprendimos al constatar lo 'acertado que era. El Sword-f ish necesi taba muy poco espacio para despegar, y con un viento ra-zonable sobre la cubierta, cuando descencl iamos lo h¿cíamos a unavelocidad de alrededor de 65 nudos, la cual era bastante aceptablepara el robusto t ren de aterr izale del Swordf ish.

Yo nunca h¡bia estado a bordo de un portaviones construidoinic ia lmente para ese f in y me sentía sumamente impresionado. Solopodia hacer comparac¡ones con el v ie jo Courageous, pero en el l l lus-tr ious todo era t¿nto más grande y me. jor , que la comparación resul-taba absurda. El Courageous habia s ido convert¡do en portav¡ones apart i r del casco de un viejo crucero, pero este barco habia n¿cido a. lavida gracias a los ingenios combinados de muchos arqui tectos navales-El resul tado no era sólo un¿ obra maestra de plani f icación y diseñosino un poderoso barco de gran bel leza. Comparar lo con el Coura-geous equival ía a comparar lo con el Arca de Noé.

El l l lustr ious tenÍa dos escuadr i l las de Swordf ish y una escua-dr i l la de Skuas a bordo, y me alegré al enterarme de que eran las es-cuadr i l las que también habían estado volando desde Diet l ing. Me in-

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teresó percatarme de que nL¡est i os vr¡elü3 iobre [ - ] r ¡nkerque tambiénhabían sic lo parte de nuestf os prepa;-atrvos ¡ :ar a el barcc): uno de l r l5aspectos nrás in. iportantes dc csie ¡rer iodo es que iodos i leguen J cono-cer a todos lo rnás rapidamente posiblc, y grac¡a. , a [Junkerque, e: , toya había s ic jo logrado por los p¡ lo ios, los r¡ i ' rssr, /a. lores y los art i l le-ro5 aereos.

El pr imer barco de r tn¿ clase nuev.t suele l levar más t ientpopara entrenarnientos y períodos de prueba que sLls suce:ofes, erspecial-mente s i esié equlpado con una cant¡c lad rJe aparatos y acceror iosnovedosos. Había i¿ntos a bordo clel l l lustr ious que el capi tárr B<- iydhabia obtenido auior izaciórt ¡ rar¿ l leva¡ el b¿rrco a ias aquas pacr i rcas

del Car ibe, a f ln de que rrosotros ¡rr-rdiér. r rnos vcla¡ ias ve¡nt i i :u¿trohotas de 5er í ieco5¡r ío, y de poder entrenaf ) / e jef c i t ¡ ' I la i r i ¡ ru laci , . lndel barco sin restr icciones nr ter-rror a intel fererrc ia Liel cnr:nrrqcr.- ferr-dríanlos a Bermuda como base.

El per iodo cle pruebas necesaro c le¡rerrc le c le l t rernpo t luc l lc , rcconseguir que cada of ic ia l y t r . i ¡ . r r i lantc i leql¡e a ¿clqi . l i r i r u¡ la ef ic lenciatan f i fosa que pueda real izar su t rabalo. iutorrratrca y cornptetamenteen las c i rcunstancias mis di f r i - r les. [ . )L l r ¡ l1o el per ior lo de entren.r-miento, estas condic iones tcnran que ser reprodrrc idas, intensi f icedoslos obstácr-¡ ios y dism¡nuido el t iempo per nr i t ido, a l rn de qi . ¡e se con-vir t iera en un bafco de grrerra de pr imara cl ¡se a¡t tes de part i r .

Aunque nosotros volábamos casi toclos ros dias, y, t lqur)¡snoches, l¿ t r ipulacion del barco también tenia mucho traba1o. Estabanla mayor parte del t rerrrpo en los puestos dc acciolr , prar- l icando trro,zafarrarrc l - ¡o dr: i r ic .enci io, control de ¿ve, i¿s, abandono del barco ytod¿s las emeiqenc!¡s del texto. Las armas del barco er( tn disparadasdiar ianlente y e5to, cornf i inado con el iu ldo de los ¡ ' ¡ inne5. lue despe-gaban o eran catapul tacios y el constantÉr rr-rgrdo de io5 motores cu¿n-do volábamos en c¡rculos alrcdeoc>r del bar co. hacia ctue la5 conci i -c iones fuefan agotacloras par.r todos.

El éxi to o el f racaso c1e este inrportarr te perrodo depende casienteramente de la persorr . ; l ic l ¡d del capi ián, V e¡r Dcnis Bovd tenra-mOS a Un honrbre qire Srempre Se mostr . lba; tn i is toSo l re¡o tarnbiéndueño de un control comDleto.

Vr¡ lar : desde el l l lustr ious no je p¿rccra e rr¿da cJe lo que yo ha,bÍa exper imentado antes. La innov¿cion mas solpfenr lente era l¿ nue-va "barrera de segur idad" que atr :vesab¿ la cubier ia c lc vueio. Se i r¿-taba de una fuerte red de alan)bfe susper)dir la err t i r dos br-azos hi-drául icos que podían sub¡rse o bajarse. Estaba en Ia mitad de la c i r -b ierta de vuelo" a fa al tura ie la estructura del puente conocid¿ comola is la, y div idía a la cubierta en un áre¿ de aterr izaje y un área de es-tacionamiento. Anter iormente, r - rosotros soio h¡bianros podido des-cender con la cub¡erta despejada a f in de poder abr i r e l ¿celerador yseguir c le iargo si nuestro gancho de i reno rebotaba sobre todos los

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cables. El intervalo entre aterr izajes habra s ido condic ionado por elt iempo que l levaba carretear con el av¡ón hasta el montacargas delan-tero, p legar las alas, bajar al hangar y subir nuevamente el montacar-gas al n ivel de la cubierta. Con práct ica, e l m¡smo podfa reducirse ados mirrutos, pero cuando un portaviones está recibiendo aviones t ie-ne que navegar con el v¡ento y la dirección del v iento puede 5er diame-tralmente opuesta a la drreccrón de la escuadra o al cur 'so eventualque el barco t iene que tomar. Recibir a ooce avi<¡nes con intervalos dedos m rnutos s igni f rcaba navegar con el v iento por lo menos durantevernt icuatro minutos, lo cual es mucho 5r se va en la drreccrón inade-cuada. Con la introducción de la "barrera de segur idad", en vez debajar el avión al hangar inmediatarnente después de aterr izar, se loestacionaba en Ia cubierta de Droa. Si urr r ; i loto err¿ba a toclos loscables era detenido por la barrera en vez de segu i r hasta la cubiertade proa, donde se encontraban est¿cion¿dos los otros aviorres. Lared podra est i rarse mucho, como log c¿blc ' , r te l renado, de modoque detenia a la nar iz oel avión Lon un efecto anrort¡gu¿dor. Lahéi ice se hacia pedazos, naturalmente, y el r ¡oto¡. tenia que ser cuida-dr. lsamente revrsado después en busca de posibie-> dairos, pero a rnenu-do era sorprendente lo poco que se d.rñ. :ba el av¡on.

Con el uso de la barrera, e l rntervalo err t rc lo: ater{¡zales 5e re-dujo al t iempo que se necesi taba par¿ que t . ¡n avion descendlera, ca-rreteara sobre la red en posic ión baja y i legara al á¡ e¡ de estaciona-rniento. momento en que la red era sul¡ ida nuevarnente. Con la eI i -crencia conrbinada de "Streamline" y del of ic i¿l de crnt¡ol Ce descen-ro er¡ cr . . ¡b ier t ( r con sus paletas amar i l ias. e l intervalo entre r¡ue5ttosateirrzajes fue reducído a drez segundos, o veir¡ te cor¡¡o rnéxrmo.Le rnodo que en vez de necesi tar vcintrcuatro mirrutos parra hacer '¿te ¡ r izar . r una escuadr i i la de doce, bastaban mencl5 de cinco.

Ll of ic ia l de contr-oi de descenro en cub¡erta (D.1, .C.O.) , o'B¡tsman" (Paletero) er¿ el teniente co¡n¿ndante D. Mcl . Russel l ,

I cnocido como " l laggis". Pof pr- imera vez, sus señales eran obl ignto-r i ;s ¡ , r había que obedecer las. La Lrarrer-a tarr ib¡én era una cosa total-nrcr l ts: ¡oveciosa y hubo cief to recelo ante la introcluccion de e5¿s dosirncv¿ciones en ia v ida naval , hasta que estuvirrrc.s entrenadr:s, es de-

crr , h¡sta que f u imos expertos en nL¡est fos t ra l ia.¡os V nos hic¡mos am¡-¡Jos ccr i nuest¡os compañeros de trarco.

f I entren¿miento en el Car¡be fue un descanso rnaravi l loso. Cas¡locias las noches anclábamos en Hamil to¡r Bay e íbamos a t ¡erra a esefr¿raiso t ropical , y nadar en un mar lemplado y t ransparente y lostar-5e Jl sol entre muchachas hermosas hacía que Bircham Newton y losorL.ureci¡nientos parecieran muy le janos. Todo era tan inesperado queyc¡ tuve una sensación de i r real idad mientras estuv¡mos al l i .

[ l capi tán se aseguraba de que la t r ipulación del barco tuvierarno o dos dias l ibres los f ines de semana para descansar en t ierra, y los

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fueron tales que sin las enfát icas exhortaciones de Winston Churchi l ldesde las banc¿s de ra oposic ión en 1936, no hubiera habido avionespara defender ar ejérc i to en Dunkerque. Es un pensamiento rear ista.

Nuestra propia act iv idaci fue intensa durante esos nueve días ynoches, debido a que tuvimos gue cont inuar persiguiendo a ras ranchastorpederas de noche además de durante er día. Dormiamos cuando po-díamos mientras nuestros ¿viones eran reabastecidos de combust ib le ymuniciones, tendidos sobre ra hierba en er t ib io aire de verano, usandonuestros paracaídas como armohadas. subsist íamos con una dieta quese haría muy fami l iar durante la guerra: emparedados de carne enlata_da, innumerabres tazas de té y ra ocasionar ginebra. La Escuadr i l ra819 de swordf ish se nos unió y ra Escuadr i i la g03, de skuas navares,l legó.desde las Orkneys para ayudar a los cazas de la R.A.F. y ésta fuela pr imera vez gue vi a l barbirrojo char les Evans, su of ic ia l conrandan_te, a quien yo estaba dest inacJo a acompañar la mayor parte de m¡vida. El y su escuadr¡ l la habían hundido al Kónigsbérg en un f iordonoruego en abr i l , y su aspecto de pirata impresionó a Burns y Brown,quienes eran grandes admiradores de ér. DesmoncJ vinceni-Jones, suobservador, medfa de al tura unos cuantos centímetros más de unmetro ochenta y su enorrne f igura asomaba fuera de su skua comouno cle nuestros tanques de combust ib le de gran autonomía. Cada ve¿que despegaba nos saludaba alegremente con la mano, como si estu_viera div i r t iéndose intensamente.

Fue en Dett ing que el subteniente Sparke emergió como el hom-bre del momento. Era infat igabre y parecía capaz de orer a ras ranchastorpederas en la oscur idad. Después, Robin nos conto gue le habianpermit ido proponer un nombre para , ,servic ios meri tor ios, ,y que él nodudó en recomendar a Sparke para una inmediata D.S.C. Fue lapr¡mera condecoración recibida por la Escuadr i l la g 15 y f ue especial_mente agradable que la otrogaran al hombre más jo1¡en dl nosot lcs.

' Pero la forma de reconocimiento que más nos cornplació tuvo lugardurante nuestra úrt ima semana en Bircham Newton. Robin fue ascen-dido súbi tamente a comandante, en ¡orma totarmente inesperada, yesto fue algo que nos alegró a todos.

' Algo acerca der magníf ico espectácuro de es¿s corumnas de em-barcaciones, que iban conl inuamente entre Dunkerque y Dover oRamsgate, de modo que desde el a i re daba la impresión de que habríasido posible usar las como piedras p¿ra poner los pies y cruzar cami-nando er canar, encendía ra imaginación de todos ros que tuvimos rasorprendente exper iencia de mirar desde er aire cómo se hací¿ rahistor ia. Desde arr iba, ra sucesión de pequeñas embarcaciones -Droacon popa, tan cerca unas de otras que era di f ic i l ver el agua entre el l¿s,y tan pequeñas pero tan decididas-se veía dispuesta en r íneas parare.las que cruzaban en ¿mbos sent¡dos el canal , en una cl¡stancia de 40mil las. Las embarcaciones que regresaban con ros evacuados iban en

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las columnas centrales, protegidas en sus f iancos por lcs batcr- l ; r . l i reiban al cont inente¡ gero afuera, e¡ l ambos lados, replelos c le >cl i j¿-dos que regresaban a la patr ia, h¿bía destr t ¡ctores, 1r¿qatas, batremir ia-soceánicos y costeros, s iembraminas, cdñone! 'as, iodo t ipo posihr l i ld? cnrbarcación pequeña capaz oe errarbolar la t¡artclcra bri tart ica,actuando como guardianes de las pequeñas e¡nbarcacic¡nes que ibanen el nredio. Cuando era posi l ) le, los aviones navales e1l su vuelo aDunkerque se ubicaban en el f lanco externo de las e¡nbarcaciones derescate que regresaban a la patr ia, Pero era la armada Ce oequeñasembarcaciones de todas las fornras y tamaños que formalran las l ineasjnternas lo que daba tan increíhle espectáculo. f )ebajr¡ c le mis ¿lasiba la más grancle { :o lecc¡ón de embarcaciones de propiedad pr ivadaque jamás h¿bían navegado en compañía, s in qr,re se lo hrrbie¡; ln pedi-do. Yates de todas las desct ipciones, b¿rcos de pe5ca, r i ragas, qLiecne;ostreros, bafca¿as del Támesis a toda máquin¿ - .pero nr¡nteniéndose ala par con los otros- botes salvavidas, vapores de paletas, fe i r ies,hasta un barco contra incendios del l 'ámesis, e l Massey Shaw, perte-neciente a la br igada de bomberos de Londres. Una rnexo¡.able fa langede embarcaciones decic l ida5.r re5catar o i tundirse, c<¡mo hic icton int l -chas de el las. Aparecían en Rarnsgate y Dover ' r ' otros puertos delca-nal venidas de todo el pais. El e.¡ercrto br i tánico estaba en pet igro ypor lo tanto se hal laba en juego la segur idad del pais. l {o huho nece's¡dad de l lam¿das de clarín ni c ie ninguna apelación a! patrrot isnro.Si lenciosamente, desde casi cada puerto y amarradero y lacal idadcostera de Gran Bretana, hombres duenos de embarcaciotres deja¡onsus plumas fuentes, o sus herr¿mientas dc t raba;o, colq¿ron st lS sonl-breros hongo, besaron a sus esposas y zarp¿ron hacta uno ( le lo: dospuertos de Kent. Nunca en la histor ia marí t ima, a lo largc c le los 5i-glos, en ningún paÍs del mundo se había hecho a la mar una arm¿dacomo ésa, espontáneamente, s in instrucciones y s in recibir Órdenesde n¡nguna clase.

Después de Dunkerque vol¿mo5 a io largo de la costa s( l r h. t5taFord, cerca de Arundel , en Sussex. Los mecánicos de la escuadt i l lanecesi taban unos pocos días para ocuparse cte los ¿viones y" scn¡eter-los a una completa revis ión y reparación en la vecindad de buenostal leres navales antes de enrbarcarno5 en el l l lustr ;ous en Plymouthdentro de dos o t res días y Robin decidió qi-re toclcrs necesrtab¿mosuna oportunidad de recuperar el sueño que habtamos perd¡do.

Los sol teros a menudo t¡enen estas nociones equivocadas yponen demasiado énfasis en la importancia del suer io" Los of ic ia lescasados persuadimos a Chapman a que l lamara por te léfono a st¡esposa, quien vivía en un hotel en Li t t lehampton, y le prd¡era que

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hombres regresaban a bordo rean¡mados y dispuestos a cualquter cosa.Bermuda fue una sabia elección para un entrenamrento. esoeoal_mente en época de guerra.

Con Janvr in en el asiento poster ior , una tarde me hic ieron des-pegar, en compañÍa de un pi loto de Skua, para ensayar la mejor de-fensa de un Swordf ish contra un ataque de cazas a la luz del d ia.Supongo que muchos otros pi lotos fueron envtaoos a hacer lo mismo.Nosotros subimos a t res m¡r metros y entonces er piroto der skúa voróh¿cia el sol para empezar su pr¡mer ataque. Era un amigo mr,o, cuyaesposa acababa de tener su prrmer bebé.

Cuando picó desde el sol sobre micuadrante de babor yo hicelo gue habfa planeado hacer s iempre sr me sorprendia un caza enemi-go: torc i e l avión en un violento giro hac'a é1, es decir , hacia babor,y paré el avión sobre su cora. cuando su branco quedó súbi tamentequre10 --€n su cam¡no- ér t rató de mantenerme en sus miras pero enel ¡ntento se vorteó hacia atrás, temporar iamente fuera de contror.cuando él se dir ig ia hacia el mar en un r izo invert ido me sent i a l iv iadoal ver que rolaba y se alejaba subiendo para su próximo ataoue.

En el momento en que él g i ra 'ba, yo adelanté la palanca y jusea mi Swordf ish en una picada casi vert ical para perder toda l¿ al tu-ra que me fuera posible antes de su próxima picada.

-ZQue está haciendo? -preguntó cortésmente Janvr in. Su ur-banidad no lo abandonaba ni aun en los momentos más di f íc i les y suvoz ahora solamente expresaba una débir cur iosidad. Tenía interes enmi método de defensa y no estaba quejándose. Traté de expr icarremientras descendÍamos hacia el mar.

-Si usted puede no perder lo de vista e informarme cuando em-piece su próximo ataque se lo agradeceré. Si puedo l legar al n iveldel mar antes que él venga otra vez, é l tendrá que sal i r de su picada aunos ciento c incuenta o c¡ento ochenta metros, o se quedará s¡n a¡re.No bien él empiece a atacar, yo reduciré mi vélocidad de modo quesus drsp¿ros caigan más aderante de nosotros. s i ér t rata de hacer unataque en picada, probabremente rodará sobre su esparda. De modo'que para ponernos en sus miras, tendrá que desacelerar y aproximarsea nosotros tan rentamente como pueda. Entonces estaremoS cómod¿-mente con su canón Lewis. Seremos capaces de sacárnoslo de enc¡maporque sé que un Swordf ish es tan maniobrable como un Skua.. .

En el "Q" de' ,eueenie", Janvr in, yo y pat Beagley, e l radiotele_graf ista y art i r rero aéreo, estábamos a solamente unos veinte metrossobre el n ivel del mar cuando el p i loto in ic ió su segundo ataque, des_de quinientos o seiscientos metros.

El car ibe es t rasrúc¡do y su superf ic ie a vece5 está tan qu¡etaque en algunos ángulos de luz todo lo que se puede ver es un vagopanorama der fondo -color¡das cr iaturas der mar y rocas cub¡ertasde algas- como si en er medio no hubiera agua. En ra exci tación de ra

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cacería, sólo se me ocurre que el p¡ loto del Skua omit ió mirar a sual t ímetro y no tenía idea de que yo me encontraba a nivel del mar.Con horror, v i como lanzaba otro ataque en picada y en vez de sal i rdel mismo a una al tura segura, s iguió acercándose, t ratando de man-tener a mi Swordf ish en su mira, y cuando giró hacia atrás ya no te-nía espacio para recobrarse y se hundió en el mar en forma invert ida.

No habia posibi l idad de sobreviv i r después de entrar en el aguaen una picada invert ida, pero con la esperanza de un mi lagro volamoscierto t iempo alrededor del lugar. Lo único que subió a la superf ic iefue la rueda de cola del Skua. Janvr in lanzó una boya de humo, de-terminó con prec¡s¡ón la posic ion y regres¿mos rápidamente al barcopara dar la alarma. El l l lustr iou¡ recorr ió el área pero a mi amigo nolo volv¡mos a ver.

Muchos pr lotos alemanes cometieron más tarde el mismo errorde cálculo y sólo descubr¡eron la fantást ica maniobrabi l idad delSwordf ish con su úl t imo pensamiento consciente. La muerte de miamigo no fue inút i l porque ese método de defensa contra ataques diur-nos de cazas fue usado por pi lotos de Swordf ish durante toda la gue-rra, con éxi to t remendo. Cada pi loto de Str ingbag hizo el mismo des-cubr imiento s in ayuda mía, pero por lo menos, la muerte de aquelloven padre logró que ese método de defensa fuera el of ic ia lmenterecomendado a Sus Señorr 'as del Almirantazgo por el of tc ia l coman-<l¡nte del l l lustr ious.

Nuestra fugaz vis ión del paraÍso del Car ibe y nuestros planes derr d i rectamente al Mediterráneo desde Bermuda fueron interrumpidost)or una catástrofe menor: en un corto holocausto que se prolongó¡ l rededor de veinte minutos, e l barco perdió todos sus av¡ones cazasy tuvo que regresar al Reino Unido para reemplazar los. En muchaslormas resul tó una bendic ión, pero en el momento nos quedamos¡turdidos.

Nuestro celoso y muy popular comandante de vuelo jamás po-r l ia resist i r la tentación de ejerci tar a sus pi lotos y observadores en to-( l¿! las condic iones de vuelo razonables. Era un hombre de gran cora-1e personal , como lo demostró con preocupación nuestra después queun pi loto fue catapul tado y cayó al mar. Después que la maquinar iaf ue reparada, "Streamline" insist ió en ser él mismo el s iguiente pi lotoque sería catapul tado, por s i se repetía la fa l la. Siempre estaba d¡s-puesto a hacer todo lo que nos exigÍa a nosotros y por eso lo res-petábamos.

En el puerto de Bermuda, él no había podido hacernos volarcuando el barco est¿ba anclado porque raramente había v iento. Perouna mañana despertó con el sonido inconfundible de una tormenta

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t ropical . Miró por su ojo de buey y v io que el v iento soplaba con fuer-za. El barco habr 'a girado arrededor de su cabre y presentaba ra proaar v iento ' Despertó ar of ic iar meteorórogD y pfegunto cuanto dura-r Ía la tormenta. Cuando le c i i jeror-r que pocl ia durar iodo el d ia, in-s¡st ió en hacer vorar a ras t res esc,adr i r"rs. La meteororcqia nuncaserá una ciencia exacta y cuando nosctros regresamos ai b¿ico, que de-bía zarpar en una hora, había una c¿ima totar t íp ica de ras Bermuclas yno soplaba viento por ninguna parte.

En 1940 no se permitr 'an automóvi les en la is la y no habí¿ nin_guna parte donde se pudiera aterr izar con un avion. El aeródromo másproxtmo estaba en los Estados Un¡clos, a seiscientas mi l tas ds.¡¡ , . .

Se pensó en el uso de la , ,barrera de segur idad,, , pero s i r r v ientoen la cub¡erta h¿sta los Swordf ish habrían podido arrancar sus ganchosy eso estaba fuera de la cuest ión.

Todos los Swordf ish c lescendieron a salvo, con ra b¿rrer. t I ra lad<lpor sa se rompíarr sus ganchos. cada descenso est i ro al nráxrn¡o alcable de frenado. Cuando cada pi loto bajaba de su avión en cl ha¡gar,se dir igía a la "platafo 'n¿ de miro 'es" en la is la ¡rara obsef v.rr J l re5to.Los Skuas estat lan en apr ietos: en t ierra no habr¿ ningun iLrqar dondepudieran descender y era evidente que ninguno de el los podr i¿ ps¡rn¿-necer en ra cubierta de vuero después de tocarra ¿ su erevacia verocidadde entrada.

Como of ic ia l comandante, Char les Evans ¿rernzo pnmero.La desaceleración causada por su gancho al desgarrarse clel fuselajefue insuf ic iente para mantener lo sobre la cubierta c je vuelo, de rnodoque él desvió su avión y ro estrei ló de nar¡z contra ra isr¿. No hacefal ta decir que lo hizo alrosamente. El segundo Skua que descendiótambien clesgarró su gancho -como hic ieron todos los demás_ perol levaba demasiada velocidad y logró volver a eteva!.se en el arre. Du-rante los srguientes veinte minutos voló en circulos sobfe el barcoy observó cómo sus colegas pasab¿n por di f icul tades uno por uno. Oseguían el e jemplo del of ic ia l comandante y estrei laban sus nar icescontra la is la, o pasaban de largo después de haber desgarrado susganchos y caian a las aguas de la bahía. Hubo una excepcron: t¿ t rus-trada tormenta habia dejado una ráfaga rec¿tct t rante cJe viento ol-v idada en alguna parte de esa pintoresca bahia, y ra misma hizo suapar ic ión. iustamente cuando uno de ros Skuas tocaba ra cubiert¿.Después de desgarrar su gancho de frenado, et pr loto logró detener_lo a úl t imo momento y quedó b¿ranceándose sobre er borde, hastaque la cola volv ió a caer sobre cubierta y él se satvo. La proeza arran_có ví tores de la "plataforma de mirones".

Nadie se hir ió, pero el ar t i l lero que iba en et asiento t raserodel skua gue siguió de largo aparentemente enconrro que ra tensiónera excesiva para é1. su pi loto recibió instrucciones de encontrar unlugar para un aterr izaje forzoso en t ierra y el igro el sept¡mo fairway

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del campo de gol i de Belmont^ Esto era una angosta fa ja de hietba

afefrosa boideada a cad¿ Iado ¡ror pinos; el fa l rway cra tan angosto

que, el c1 ia anler ior , mi pelota habí¿ ret lotado en ics árboles. ElSkua

h jzo lo nr ismo. pero los árboles Solo conSlguieron ¿r r¡ncar le ambas

¿1.-rs y c l ¡cabó e¡r e i green, i¿:spuel de h¿cer el f t t - ryo en un solo golpe'

El ar t i l lerc sal to dr i la cal¡ l r ra posterror y e: ta l io e¡r l lanto '

Nadie lc cL.r lpo pot e5l() , p{rro cor i ro c¡ t<l urr hombr t c i t 'e l i lc i¿ una

0ñol . r f r€ barba r legra, pe ns. : l r l l o ' i qt le 5Ll c-onducta hahr r ¡ s icJo nienos

Incongr l te ' r tc s, h l rn le lJ estrc lc l ¡ ic t ¡do.

F I [ r¿rco r . r .Jresc, . ' r l Civr ie paf a rr)r reeqr-rrpaclo cor l F¿ir i :y Ful '

fn¿r5. que e ran r-rr [JLho i ; ]e l ( r i t . rs qrte loS Skt.) :15. i j - . : l )O r j l t ; i L lÉl fn( l ¡ ¿ t : r '

var i<15 SCrrt . . l t '<ts t )¿t : t r9¡-r i i r r i ( ) i Ftr l l l t ¡ ; r ! í i r r . ; i ' f ' . i11¡ ' . 'av¿t l i l¿ f ia ' '

s i i : j l rd. ; ' .1 t l+: e¡r t le l tar a S!t i :5c{ ja( j r : l l¿ c i r r l e i ¡1 i . . { )vL\ dJi t j . \ i ( ' : ' i ¡ ) : i t le

la Escu,¡J¡r l la 815 frre <jesen:b.¡rrad. l et i i )o¡¡rbi i ' ;11( j . { -er j i i j l ¡ ; {1

kn¡t t , rng. c¡r l - t { ¡ io l i l to apr+jsul¡d¿'nente r lesde i : rJ i rn i : ' l ;qt i ! i t 1 i i '

da5 l . rs ot¡a5 esposa: r ie la e: i ( . t tüo' i l la, perr l pí)cr ts di¿s ct(?s[)ue5 fui t t lo5

traslaclados a C;)rr1l)bel town' cn el Mut l ¡ le K¡ntyre - l l¿madrr después

Machrihanrslr- V colno ¡ i vrajc ¡ ;9r lerror.arr i l y barct : h3l ; t ! ; l t ( ) rn¿( l r )

vaí i05 dr,¡s a l ¡5 esposas, el Alnr i tani¿tzt lo las l levo a U¿rnpbel town er l

urr v ie io ¿vtón Dom¡nre, lo cu¿i f ' . te i t t t . re i l . ¡ lenrente at t rable ' f ' losot¡os

sospecft¡n¡os que Derr is l l r lyd y " : ¡ t r t ¡ ¡ t r l l i t lc" t r rv iero¡ i a lgo que ver

Lon e5¿ decrSlol l .L¡ escuadr i l la despi lgo . ie Ca¡Yl f ibel l ( lwn pocos rr ' l inutos despues

r lue el L)om¡r l le, y ' rc le lante c1e t¡n f rü l te cal ierr to que 5e cerrc l detrás

, le el los. f )es¿lortunJclJrnenle, 7o iut d( :mold( ju pot un ¡ i rado co-

nranrJar l te de ¡r ' i tendenci . l que quer ía saber lo sucedido con doce ch¡-

quetas <1e vuelo l ¡v ing, propreclacl i le la R.A. en FJrrcharn Newton,

y r je: ;pues de una i ¡ roa discusión sobt e eso, otancio t raté de part t r ,

f t r i detenic io Do¡ el I t ls t r t rctor conl ' l t ldarr te McKay, ei of ic ia l de meteo-

r o logi¡ . El er ' ¡ u¡ t l lor : ' ¡ t ¡ r¿ cotcr¡ l t1t¡ iu; cor l r r lo l l ' l lc : ' in lpe' turbables y

L¡¡ : excelente 5er ' ' . r i i ¡ ) i le l t luf i lor , pel¡) Ine tc lno t lue yc puse at i t l ta5

, . .osas en pel tgr 'o ¿quel i l ia- En 1940, urr p i lo i r - : podr ' l vo!ar s i lo desea-

óa, no ¡nrporta el t ientp<) que hubier a en ese f f rorncr l to. [ - .d t t t ior ma-

ción previa al vuelo cons¡st ía en un vistazo al i r t formt ' f r ¡eteolológico

y de5pué5 al m¿pa, p(rr ' . - ¡ escogel u l13 ruIa.-Volaré descendierrrJo por eival le de St l r l ¡nq - dr ie.

- i ' [ r : ¡nqui¡ t ¡ , ¡1¡¡ l¿r .ht i ! -c i l lo "r)c l ¡oclre" l '4cKay- ' Cuando

i¡s ui lotos c ie tomLt¡ t i . - .acion,:s 5e qLledal l en t rerra e3 ' l ronrento dr- ' ( ie '

ienerse ! p0rrs3í corr cuir jadlr . La Escu¡¡crrr l la 78i hoy ha cle;ar lo c le

vo ia r . . .La Escuadr i l i¿ 7t i1 e¡.¿ una famosa escuadr i l ia ¡rav.r l de t ranspsr-

te que garant izaba l ievar ¿ 5u5 p¿5¿jero5 a cualqlrrer parte con cr¡J l -

¡ lu ier- t ie¡npo.' -Sí - d¡Je yo . - per o el los no t lenen una esposa que lcs e sté

espera ndo.

e' ,

Page 42: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

Como recurso f inal , "School ie" usó una frase que nunca he ol-v idado. Tampoco he podido encontrar la en los Manuales, pero des-cr ibe muy adecuadamente c ier tas cond¡c¡ones de vuelo.

- iMi est imado muchacho -di jo él- , hoy hasta los pájarospref ieren caminar!

En real idad, el val le de St i r l ing es seguro casi con cualquiert iempo, en un Swordf ish. Disfruté de un vuelo agradable, s i b¡en auna al tura un poco baja, remontando el Fir th de Forth hasta St i r -l ing y c le al l í , debajo de las nubes, por el val le hasta Loch Lomond yel Clyde, Cespués de lo cual todo fue sumamente fáci l . Los hermo-ros Kyles cle Bute desaparecían dentro de nubes grises, pero abajohabia espalo suf ic icnte p.rra l legar a Rothesay y después volar bajan-do el estrecho de Ki lbrennan, dejando a mi izquierda las al tas col inasrJe / \ r r¿rr- ( lanrpbel town veíase muy boni ta, anidada en la or i l la del l t la prSqueña bahl 'a.

Machrihanish era un lugar agradable pero sólo nos dejaron tran-qui los unos pocos días. El l l de agosto el l l lustr ious se encontrabafrente a Ai lsa Craig, y nosotros tuvimos que volar hasta é1. El mismoavión Dominie l legó desde Donibrrst le para l levar a las 'esposas de re-greso a Edimburgo y m¡ úl t ¡ma vis ión de Jo fue por la ventani l la t ra-sera de la camioneta en que l¿s l levaban al aeródromo. Su cara estabaun poco tr iste y pensat iva. Habíamos pod¡do disfrutar de sólo unospocos meses juntos de los once que habtan pasado desde nuestrocasam¡ento y esos meses, por una u otra razón, habian sido bafantetensos. El v iv ido recuerdo de su cara enmarcada en aquel la ventani l latrasera me acompañaría a t ravés de muchas pruebas y t r ibulacionesdurante los dos años y tres meses que seguirían antes de que yo lavolv iera a ver. Fue una vis ión que en algunas ocas¡ones me ayudómucho.

CAPITULO I2

MARE NOSTRUM

Habíamos disfrutado de una tranqui la t ravesía a Gibral tar es-

col tando a un convoy dest inado al Medlterráneo, en compañia del

acorazado val¡ant y los dos cruceros ant iaéreos calcut ta y conventry '

Antes de que zarparam os, el 22 <Je agosto, e l contraalmir¿nte Lumley

Lyster embarcó p¿ra en¿rbolar su pabel lón a borr jo como contraalmi-

, i t " d" portaviones, Mediterráneo' El habia estado ¡ l mando del

Glor ious en este mar antes c le ser ascendido y su exper lencla ser la

in va lora b le.Teniamos que l levar al convoy a t ravés del "cal le jorr de l¿s bom-

bas", esa angosta f ranja de agu¿ que empicza en el canal Skirk i ' ¿ l

noroeste de Malta y rodea la is la haci¿ el suf , pasando pof las pia-

zas fuertes enemigas de Pantel lar ia y Lampedusa, bien al ¿lcance de

Sici l ia, y unrrnos con la f lota de Cunningham el 3 de sept¡embre'

En una char la dir ig ida a todos ¡e5 6f i ¡ i¿ les antes de zarpar de Gibrai-

tar , e l capi tán Boyd esbozÓ el cuadro táct ico en el Mediterr¡neo y

expl icó nuestras tareas futuras.Dosmesesantes,e|5dejunio,Fl i t |efhabIJdec|aradounague-

rra de "aniqui lación total" a todos sus enemigos'-Desde el l0 de junio -c l i jo el capi tán Eoycl-- avrones i ta l ia-

nos se han usado er l un ataque intensivo contr¡ la f lota Están usan-

do Cants, Savoia-Marchettr y Breda: BB' El los oct . ¡pJrr l¿s is las del

Dodecaneso, al norte de Creta, y han podido host igar a nuestro5 bar-

cos en ambos extremos del Mediterráneo' La Invasiórr de Grecia es

inevi table con el t iempo, y en 1939, cuando l t ¡ l ia inv¡dir i a Alb¡nia '

nosotros f i rmamos una garant ia c le auxi l iar a Grecia cort t r¿ l ¡ ¡9reslon'

Aunque por el momento el los 50n eStr¡ctanlente rreuttales y el general

II

Ir :

84

q4

Page 43: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

mas ar i lba c le mt y sus ¡ns¡gnras en las alas eran claramente v. is ib les,pero desde la vulnerable posic¡ón de Robin, rnás adelante, e l avióndebió parecer muv siniestro y ¿unque el Hudson no tuviera idea deque estaba ent¡ando en una zona de combate en la culminac¡ón deuna batal la, c¡er lamente parecía que iba a atacar a Ki l roy. El no tuvot iempo p¿ra h¿cer otra cosa que dir ig i r una ráfaga de proyect i les a sufu se la1e.

Cuandg ascent l io para volver a ¿tacar y v io los emblemas de laR.A.F. se aparto hor¡or izado, pero el daño estaba hecho. El Hudsonse alejo hacia Afr ic¿ de{ Norte, donde sus cuatro t r ipulantes pasaronlos do5 años y rnedio s iguientes en una ser¡e de pr is lones muy desa-gradables Ce l¿ [ j rancia de Vichy.

En real id¡d, e l Hudsc¡n no debió estar al l í . Antes de oue z¿r-párarrros de Gibral tar nos habían asegurado que cualquier avión des-conoc¡do se¡ ia host i l . t_a t r ipulación del f ludson, que volaba desdeMalta, tanrbién l rabia s ido infolnacla de que cualquier b¿rco o aviónque v¡eran ser ia errenr igo. Nrngurra cr_r lpa puede atr ibuirse a ninguna delas t r ipulaciones, i )erLr err retrospect iva parece sorprendente que laMarina y la R.A.f- . , e l ¡ e l cu¿rtel general de Malta, no tuvleran conoci-nr iento de c¡ue tocia ia f iot¿ del Medrterráneo estaba escol tando a un¡mportante corrvoy en el cal ie jón de las bomb¿s y que los avronesdel l l lustr ious donrrr l¿t ian el c ie lo al sur y al oeste.

Lntre los patrul la les ¿rt t isubntar inos adel¿nte del convoy, losSwor 'dfrs l ' ' de ambas escu¿dr¡ l las del l l lustr ious hic ieron un total detrernta vuelos de transporte a Hal Far, er t Malta, l levando paneles devuelo a c iegas en caJas cle mdoera er i e i h¿bi táculo poster ior , y tan-ques de combust ib le de gran ¡utorromia coigados debalo del fuselale,para la escuadr i l la 830, que tenía su base en la rs la. Despegábamos engrupos de dos o t res por vez cuando estábamos disponibles. Habr¿que l levar a t ierra veint icuatro unidades de cada art iculo. más sersSrvordf ish nuevos, recién sal idos de ta fábr ica.

La escuadr i l la 830 l levaba solamente dos meses de ex¡stencr¡ .En 1unio, cuando l ta l ia deciaró la guerra a Gran Bretaña, los pi loto:e5taban en una escuadr i l la de entrenamiento a bordo del v ieJo port¿-v¡ones de ejercic ios H. M. S. Argus, que había s ido construrdo en1917. Cuando los i ta l ianos empezaron a atacar a la f lota, e l Argusnavegaba a lo largo de la Riv iera f rancesa y recibió orden de regres¿ral Reino Unido "con la .máxirna celer idad". Todos los veint icuat¡cSwordf ish despegaron del barco y aterr izaron en Hyeres, y el l4 cJeJun¡o atacaron a Génova. Francia estaba a punto de rendirse y asifo hizo el 22 d,e junio. El of ic ia l comandante de la escuadr i l la c. le en.trenam¡ento, antes de ser encarcelado por la duración del conf l ic-to, l levó todos los aviones a Bone, en Afr ica del Norte. Algunos delos p¡ lotos apenas acababan de aprender a volar y él los envió a c¿savía Casablanca y Gibral tar , y el resto de los instructores y t r ipula-

8B

ciones, que eran capaces de volar en opera0ones, part ió hacia Maltael día que capi tu laron los f ranceses. Al l legar a Hal Far fueron rebau-t izados Escuadr i l la 830 y empezaron su vida operat iva el 30 de juniocon un ataque a Augusta, Sic i l ia.

Su tarea, asignada por el Qu¡nto Lord del Mar, era hundir alos barcos i ta l ianos que navegaban por los Estrechos de Messina haciaTrípol i y Bengh¿zi para abastecer al mariscal Graziani y a su ejérci toen L¡b¡a. La t ransic ión, desde la inmaculada atmósfera de plaza dearmas de una e5cuadr i l la de entrenamiento hasta una tarea en elf rente de combate que era quizá más vi ta l que la de cualquier otraescuadr¡ l la en el Mediterráneo, fue v io lentamente abrupta y durantelos pr imeros se¡s meses de la histor ia de la escuadr i l la sus bajas fueronmuy numerosas. En las pr imeras etapas se creyó que esto se debía ala fa l ta de combust ib le para los vuelos prolongados que eran necesa-r ios en aquel las temperaturas elevadas. Además. la ausencia de un ade-cuado panel de instrumentos con el cual deslrzarse de noche dentrode los puertos enemigos, o cu¿ndo se atacab¿ a convoyes con torpe-dos, debió ser respon5able de las pérd¡d¡s de unos cuantos, qu¡eness¡mplemente cayeron al mar. Cuandc nosotros les l levamos esos pa-neles de instrumentos y los tanques de combust ib le de gran autono-mí¿, tuvimos la esperanza de que sus problemas trubieran terminado.

Esos paneles y tanques me serían especralmente út i les, porquea los ocho meses me convert i r ía en el p i loto más ant iguo de la 830.Durante esos ocho meses la escuadr¡ l la voló casi todas las noches yfue la única fuerza de ataque con base en Malta capaz de atacar a lanavegación desde el a i re con torpedos. No tuvieron descanso y eranbombardeados todos los dias cuando tr¿taban de dormir a f in deestar preparados para el s iguiente ataque nocturno. Era una escuadr i -l la con una histor ia muy orgul losa.

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CAPITULO I3

LA CHARCA DE CUNNINGHAM

Durante los c inco meses s¡gu¡entes el l l lustr ious fue el c¿b¿l lode batal la de la Flota del Med¡terrárreo. Descie el momento de nuestroarr ibo, e l comandante en jefe aprovechó todas las oportunidades deconducir a su armada de acorazados, cruceros, destructores y do9portaviones tan provoc¡t ivamente como le fue posible, a menudo tla v ista de l ta l i¿, c<-rn la esperanza de atraer a la f iota de Mussol in i f , , ¡e-ra de sus puertos y obl igar la a combat i r . Dentro del puerto de Tarerr-to los i ta l ianos tenían muclros más barcos de grrerra de los que nos-otros podiamos reunir y numéricarnente nos superaban por le jos,pero estoy seguro de que sus almirantes comprerrdian que con el l l lus-tr ious, y ei Eagle quizá, navegar ldo en las cercanías, las probabi l ¡daclesno los favorecÍan. No teniar¡ forma de lanzar a ' : iones navales y hubie-ran tenido que conformarse con apoyo aéreo desde la costa, con l¿sconsiguientes demoras producidas cuando sus aviones con base en t¡e-rra tuvieran que volar desde el área de batal la para cargar combtrstr-b!e y municiones. El los sabian que Cunningh¿m podía' lanz, por lL)menos tres escuadr i l l¿s de Swordf ish torpederos contra sus barcos,apoyados por nuestra propia defensa que caza constantemente en elaire. Y asi permanecian en puerto, muy prudentemente, segirn nr iopinión.

Ningún comandante de f iota puede entrar en batal la s i r r co¡r t¿ren el iugar con su propia defens¿ aérea. Un hombre sin c inturon.rt i rantes puede sostenerse los pantalones sólo durante un perrodo cl( lt iempo l imi tado; más tarde o más tempranoi sus r f ianos serán rreLL'-sar ias para otro propósi to y la resul tante exposlc ión podr ia ser t i t t , r lcuando se lucha a la defensiva, y a corta distancia. Sin sus prot)ros

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portaviones, los almirantes i ta l ianos estab¿n precisamente en esa si-tuación: se les habían caído los pantalones.

Muchos al tos of ic ia les i ta l i¿nos hab¡¿n expl icaclo esto a Musso-I tn i , pero con supremo egoísmo, y srn comprender realmente el pro-blema, él repl icó: " iToda l ta l ia es un gran portaviones!"

Mientras Cunnirrgham navegaba de un l¿do a otro, arrastr¿ndoimpaciente su espada, los i ta l iarros hacían todo to que esiaba a su al-cance para correg¡r e l desequi l ibr- io, errv iando oleada tr"rs oleada a ata-car dl l l lustr ious y al Eagle. Eventualmente, y a causa de esto. e lEagle fue manteni t lo fuera det alcance de l t¿l ia. Durante ju l io habíasido sometido a unos violentos bombarr leos y aLlnque lo peor quesufr ió fueron proyect i les que cayerorr más o rnenos cerc¿,5a1¡ó con da-ños en su sistema de cornbust ib le. Se corrs ideró pruderr te nrantenei" loen el extrenr<.¡ or ierr ta i cfeí Medtterráneo, at afc¿nce de Ale.¡andría.Oc¿sionalmente, los bornbarderos ¡ td l ¡anos con<jescendian a arrojarsus bombas en la direcclón general de los acor¿zados y cruceros, pe-ro sólo cuando rruestros c¿zas le5 impecl ian atacar al l l lustr ious.El ru ido nrusrcal de nuestros cañorres múlt ip les pom.pon) y t1e losdiecrséis caf iones ar¡ t iaéreos de 4,5 pulga<Jas, y la voz del revererrdoHenry Lloyd hac¡endo sus incompar-al) les comentar¡os desde el puen-te, lo cual er¿ su tarea cuando la t r ipuiacrón del barco estaba en suspuestos de combate, era ahogado por el rugido de los Fulrnars c lue des-pegaban para ayudar a los aviones que y¿ estaban en el a i re. Si¡r muchasorpresa, comprobamos que podÍantos despegar y aterr izar con todoslos cañones del barco disparado; en muchos senttdos, resul taba tran-qui l izador saber que estaban disparando contra otro y rro contra nos-otros, lo cual sucedia a veces cuando regresábamos cle r¡oche al barcodeaunoodeados.

Los ataques i ta l i¿nos cont inuaron s¡n d¡sm¡nuir pese a las nu-merr;sas pérdidas cau)adas por Char les fv¿n, y su escuar l r i l la, perohacia f rnes de sept iemble notanlos que at¡nque ios ata<¡ues eran me-nos frecuentes, tomaba parte una cant idad nrayi l r de aviones enemi-gos, lo cual demostraba que habiarr adqurr ido un mayor respeto porla capacidad de la f lota de defenderse a sí misma. El Mediterráneo aúnno era l¿ "charca de Cunningham" con la f lot¿ r ta l iana dominando elcuaclro tóct ico desde Tarento, pero estaba le ios de ser ei , ,Mare Nos-trum ".

Durante uno de los encarnizados combates, nos encontrábamosen la "plataforma de rnirones". observ;ndo, cuando los Fulmars lo-graron incendiar a un hidroavión Cant. Dos de los ocupantes sal tarondel aparato en l lamas pero tenían solamente un paracar 'das para losdos y el espectáculo de esos dos cuerpos que se retorcían, como lom-br ices empalmadas en un anzuelo de pescador, c¿yendo hac¡a l ¡muerte desde tres mii metros, fue algo que hubiera prefe-r ido no presenciar. La mente retrocede al pensar en lo eue el ver-

9t

Page 45: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

dadero dueño del paracaídas debió decir le a su inesperado pasajero.En octubre, Mussol in i invadió Grecia y los problemas de Cun-

níngham aumentaron. Hubo que l levar armas y equipo desde Egiptoal Pireo y nos necesitaron en los dos extremos del Mediterráneo si-multáneamente. Para empezar, los soldados griegos fueron capacesde rechazar los ataques i tal ianos con la ayuda de armas y abasteci-mientos que les l levó la f lota. El los no p¡dieron el apoyo de las fuerzasarmadas br i tánicas para que los ayudáramos solamente contra l ta l ia,porque temían que entonces Alemania se uniera a los i ta l ianos y unataque conjunto por las potencias del Eje sería más de lo que podríansoportar. Los i ta l ianos podían host igar a los gr iegos desde ambosf lancos, a t r¿vés de los mares Jónico y Adr iát ico en el oeste y desdelas is las del Dodecaneso en el este. EmDezaron a bombardear a Greciay a Creta diar iamente y nuestros ataques a sus bases en el Dodecanesof ueron aumentados en frecuencia e intensidad. Volando encima de lostejados en cál idas noches de luna, esquivando los árboles que rodea-ban los edi f ic ios de blancos Fórt icos que eran puestos mi l i tares o resi-denci¿s de of ic ia les, podíamos ver a los edi f ic ios desintegrarse antenuestros ojos. Nuestros agentes inf i l t rados entre los i ta l ianos, vest i -dos de pescadores, monjes f ranciscanos o cualquier otro atruendoinconspicuo, t ransmit ían a Egipto información precisa que nos dabalos detal les exactos que necesi tábamos. Una vez fuienviado a bombar-de¿r el cuartel general de un almirante i ta l iano a medianoche, en lais la de Leros, y cuando pasé sobre el edi f ic io v i las caras de los asom-brados ocupantes que, desde una terraza, m¡raban alarmados haciaarr iba. El espectáculo de un ruidoso biplano aparecido súbi tamentesobre los árboles, con su tren de aterr izaje f ¡ jo dando la impresiónde que se disponía hacer un aterr izaje forzoso, antes de la explosiónde seis bombas de doscientas c incuenta l ibras, debió ser muy atemo-r izador.

Al regresar al barco al amanecer, después de un ataque seme-jante a is las con sonoros nombres como Stampal ia, o Scarpanto, mien-tras todo aún estaba oscuro, e l mar y las is las que se recortaban ensi lueta eran siniestros y host i les y toda la atmósfera c¡rcundante erain¿m¡stosa. Entonces, como por arte de magia, e l sol aparecia sobreel hor izonte y convert fa a las ¡s las en puertos de verde y oro y almar en un luminoso espectáculo azul br i l lante. En aquel los vuelosal amanecer, los pr¡meros rayos del sol revelaban un mundo muybel lo. Pero más a menudo volábamos de regreso en total oscundady se nos negaba la v is ión de esas is las hermosas. En sept iembre, cuandoanotaba mis horas de vuelo en mi diar io de pi loto. no me sorprendÍal descubr i r que había hecho más descensos sobre cubierta de nocheque de día.

En muchos sent idos yo preferÍa aterr izar en la oscu¡ idüd,porque entonces el mar era invis ib le y parecia una parte más cle la

92

noche que me rodeaba; de día podía adqu¡r¡r un aspecto vasto y hos-t i l . Después de un vuelo largo, que siempre incluía un breve períodode ¡ntensa exci t¿ción. uno se sentía cansado cuando se acercaba elmomento de aterr izar y aunque un descenso sobre una cubierta pue-de ser más senci l lo que en la pista de un aeródromo (debido a que so-bre la cubierta los cables del barco aferran al avión y lo ret ienen conf i rmeza), era un pef igro más que había que correr. Desde la popa delbarco, las ní t idas l ineas de las columnas de luz que señal¿ban el áreade descenso eran un espectáculo bienvenido. El sólo ver las era t ran-qui l izador, porque sólo eran vis ib les s i e l p i loto estaba volando en elcurso correcto de aproximación. Eran tan claras, aún con las lucesreducidas por el reóstato, que las varas de luci te br i l lantemente i lu-m¡nadas del of ic ia l de control de descenso aDenas eran necesar ias.Pero el las tamb¡én eran una gran ayuda para un pi loto cansado.Aunque yo disent ia a rnenudo con la interpretación dei señalero delmejor método de aproximación, sabía que s¡ obedecía a sus sei ia lesy me relajaba l legaría entero a la cubierta de vuelo.

Había posibi l idad de que ocurr ieran acc¡dentes, pero con elSwordf ish era tan fáci l aterr izar que en el l l lustr ious ocurr Ían muyraramente y solo cuando un avión o su pi loto habian sufr ido dañosen el a i re. En esas ocas¡ones todos corr iamos para ayudar a despejarrápidamente la cubierta. En una noche muy oscura, e l ü l t imo Sword-f ish que quedaba por aterr izar empezó a volar en cÍrculos ¿lrededordel barco para indicar que algo andaba mal. El observador había s idoher¡do y no podia manejar la lámpara de señales. Cuando el p i lotof inalmente tocó la cubierta, e l avión dio un sal to y nosotros v imos queel t ren de aterr izaje había s ido arranc¿do. Acabábamos de sacar ¿lpi loto, a l observador y al ar t i l lero del fuselaje volcado y aguardába-mos al ineados junto a los restos la l legada de la grúa móvi l , cuandovi la enhiesta f igura del a lmirante Lyster que se acercaba en la oscu-r idad. Debido a que fue el ú l t imo avión en aterr izar no había muchopánico y él est¿ba paseando por la cubierta para ver lo que habia su-ced¡do. Con un jersey de cuel lo al to y una vie. ja gorra de yacht ing,hubiera pod¡do conf undírselo muy baen con Church¡ l l .

En real idad, con esa vieja gorr¿, hubiera podido confundirselocon igual faci l idad con un subof ic ia l , que fue la equivocación que elteniente Swayne cometió y probablemente nunca olv idó. Aún en laoscur¡dad, el perf i l del a l to of ic ia l era inconfundible, espec¡almentedebajo de la c intura, y yo me sorprendí ante la descu¡dada fal ta dereconocimiento de lan.

El a lmirante se detuvo junto a lan Swayney quedó mirando losrestos del avión.

- iAlgún her ido? -preguntó con voz ronca.Cuando observan los restos de un accidente. todos los pi lotos

p¡ensan que hubiera podido sucederle a el los y esta idea puede poner-

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Metax¿s, el l íder gr iego, ha renovado su declar¿ción de neutral idad. losi ta l ¡anos han adoptadc una act i tud de evidente t rucurencia contra super luer lo vec¡no. Debemos apoyar a Grecia con nuestra máxima capa-cidad. Cu¿ndo mañana salgamos de Gibral tar , lo haremos escol t¿ndo ¡un convoy ( ,est lnado a i \ ra l ta, Grecia y el Medio Oriente" Este será e!pr imero cle muchos.

"En Egipto, e l e jérc i to brr15¡¡ .o del Medio Oriente está a! ¡n¿rr-do del qeneral s i r Archib¿trJ Wavel l , los i ta l ianos ocupan toda Libia ysu gerreral , e l marisral Gi-azianr, t iene sesenta y dos m¡l solc ia<los t r¿-jo sus órdene: y el lo: represei¡ tan una ¡rmerraza directa a [g ipto ya la f lo ia del Medrterraneo o¡" ienÍ¡1.

"Durante los proximos poccs meses no habrá esc¿sez cfe bla¡r-cos paia las e5cu¡dr i l l ¡5 c le 5! i /ordf ish. Atacarentos al enemrgo rJest : .e l Dodecaneso hasta Ll i ; ia. E¡r esta t ravesia terremos que hacer un. l tJ,que por so, .presa contre sr_r aeródromo de la ts la de Rodas, l larnadocalato, Desdc ese aerodrorno, los i ta l ianos han estado host igand'a r . rf lota durante lo: ú l t i rnos cros ¡nese5. L<.¡s sv¡ordf ish der Eagre ataci .rán al rn ismo t iempo ¿ M¿rt iza, la otra base que t ienen el tos en l ¡sis las del f )odec¿rreso".

Expi icó que en nuestrc¡ v ia je por el , ,cal le jón de l¿s bomb¿s,tenía¡nos que l leva'nuevos aviones y eouipo a ra escuacrr i i ra de Sworcr-f ish con base en Hal Far, Malta, y nos dio los antecedentes de l¿ es-cuadr i l la. Desde que l ta l ia había declarado la guerra en j t rn io, t . r es,cuadr i l la 830, en Har Far, había s ido casr ia ünica fuerz¿ r teataque contra la navegación ¡ t¿l iana y 5u5 pérdidas l rab¡an sido cu¿.t i osas.

- 'Dcsembarc¿re; 'nos tanques de combust¡bre r je gran autonorrrrapara el los, r ¡ t¿mbién paneles de vuelo a c iegas. Hósta dho¡.a h¿n.sr.rdo volando con el panel de instrumentos v ie jo.

Nuestros nuevos paneles habían sido inst¿lados mrentras, j l , t , lbamos en Escoci¡ y la di ferencia era t remenda.

---Los bombardeos de los i ta l ianos son nruy tmpreosos porqr/r ,e l lo: bombardear¡ adesde gran al tura para mantenerse f uera del atc¿nce de los cañones de la f lota. El radar actualmente en uso en los b.r ,cos c le Cunningham no es tan morlerno como el nuestro, y con nrrcstra nueva cl i rección de ca¿as esDerarn05 al ter¿t . todo el cuadro tar . t ¡<_¡rEl Eagle t ie.e t ¡ .es Gladiators a bordo, pi loteados por p¡ lotos ( t ¡ lSwordf ish a quienes el ccmand¿nte Keighly-peach ha enseñado !crnfca5 de cata, y hasta ahora han abat ido a Dnce aviones enemtgo\, lucual es increible cu¿nc¡o se recuerrJa qr.re ei radar de que disponerr csrnadeci . rado y r lue no pu€den detectar al avión enemigo hasta qrro t lt ie¡ len encinra. rengo ia inrpresión de que ra escuadr¡ i la go6 de *. , t ¡ ,barco fes dará a los i ta l ianos la mayar sorpresa de sus vidas c¡r t , r . ,próximas treinta y seis horas".

Más iarde habló por el s¡stema de al topartantes a ta t r r ! ¡u la_

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ción del b¿rcc y d¡ jc más c f ieno' lo mismo. Ternr inó cür l ur la enlo"cionante pred¡cc¡on:

*Debido a su aF¿rente inmunidad ante ataques cn el a i re, y aque han podido bonrbardear desde fuera del a lcance r le los car iot les dei¡ f lota, Mussoi in i se ha puei to ianfar¡-Ón; f ta adqtt i r ido el háb¡to derefer i rse al iv ledi terráneo como "fulare [ :ostr i rm", lo cu.r l s ic4ni f ica"rruestro m¿i " . Nosotros cambi¿l 'crnos todc eso; p¡ra ctral lc lo t )aya-mos alcanz¡do a la f lota del a¡ni¡rante Cunntngham los i ta l i¿nos ha-bran apiendrdo una lección que tos hará' ;aci lar anles de Jtacar a laf lota en el f , r turo. En vc¿ de " f r4¡re l . lostrum", varr lcs ¿ t . i l rn l ) tar esopor " la ch0rc.r de Cunningh; lnr"- Les ct igo esto ccrt l t ¡ ! r l voz no i r rse-qura, lo c¡ . ¡a! , (omo saben, es el le¡na del b¿rco.- . {Vcx non incerta)era el lem¿ r le l l l lustr ious)-

El 2 de seot iembrt : nuestrDs ca¿a5 enseñaron a lús i t¿! iatro" unasevera l¿aaión. En srr pr inter ataque, cuatrc f t . ¡ t ¡ ror l derr ih¡r t lo: püf l05Fulmars dei barco y los otros huyeron en desl :andad¿. In el Dodec. l -neso nos cobramos trn precio ter¡ ib le, ) l cuanclo vol¿rncs de regteso¡ l barco, todo el ¡eród¡omo de Calato efa ur!a nrasa de l larrras. Habia-mos dejado nuestra tar jeta c lc v is¡ ta con una "voz no insegura". Ser 'enviados a la eternidad por biplanos de aspecto ant lcuado debio ¡rre 'ducrr a los i ta l ianos un incómodo desconcierto.

En comparación con aquel los vt te ios para sembra¡ ' minas Í¡entea las is las Fr is ias fue senci¡ lo, y Br"rrns y BroiJn quedaron encantadosconrnigo: olv idé de tonrar un 5ólo Sorbo de mi f rasco ( lc t l ' and'r ' .

En nuestro v ia je por el cal le jón de las bombas, oleada trasoleada de aviones i ta l ianos trataron de aic¿nz¡r a l convoy, pero laescuadr i l la 806 trabajaba en tres turnos patrul lando a seis mi l metrosy estos vuelos eran dir ig¡dos hacia el enemigc, por c l equipo de direc-ción de cazas del barco. Cada avión enernigo era persegrJ¡do, peronuestros pi lotc> de caza e: t¿b¿n tan recargados de trabaio que RobinKi l roy se ofreció para pr lotear t . ¡n Fulmar. El v ia jaba a bordo dell l lustr ious corno pa:ajero, para comandar De kt ie¡ la, e l aerotJromo t la-val de Alejand; ' ía, y Char les €vans acepto su of tecimiento con grat i -tud.

Fiacia el f in¡ l de su sal¡da Ki l roy f t te dir ig ido hacia t ¡n Car i ' .que venía l igr : iendc a la f lota. Yo lustamente regresaba Ce un ¡rairu 'l la je ant isubmarino delante del convoy y estaba volando alredeCor delportav¡oner a unos qurnientos metros de al tura con la "prrs ic ión c leespera" en el cuadrante c ie babtrr del barco, y v¡ cómo Robin abatíaal Cant. Súbi tanrente" un Hur lson de la Real Ft¡erza AÉre¿ se me cru-¿o pcr c ie lante, voi¿ndo directamente hacia el Fulnrar de !?ob'n, y

comprendí lo que iba a suceder. El avión de la R.A.F. paso ur, r loco

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los qtr isquí l losos. Fue evidente que Swayne no estaba con ánirr iopara char las l rgeIas.

-- iPor amor de D¡os! -exclamó--. Acabamos de sac¿r io; c leal l í y enviar los a la enfermería. icómo dernonios espera usted qt¡e se-pamos s¡ están o no her ic los? iSi . i rerre que hacer preguntas estupid¿sdir í jase al of ic ia l ¡ -nédicol

Espere conteniendo ei a l ienio a c lue lan fuer¿ lanzado ¿ !os ¿i_IeS por Su im¡rertrr tenCi,r , per o ptr csc ei l tOnCes . /O nO cOnocia al aurt-t raalmirante Lurr ley Lyste¡.

*- iEstá bien, " .stá bien! -qrLl io el J l f r r r¿l te. pero con v()¿ dt_

vertrda-- . i . f r a l iqui I iceselEn segu¡cia se aleió en la oscl¡r ictar l .Cuando estr . ¡vt¡ l r . ¡ b, ls1_¡nte lc los <_or i ro pat¿l qu,J ¡ , .o t ) l i ¡ l r r

o i rnos, l leve lparte a lan.- iF,se no f ue modo de habl¿r cor. i e l a l ¡ r r i rar¡ te, l . rn! ¡Deber ia5

averqorrzart-o !- - iQue! - jadeo el-- . ipor Dios! ipense q!e era algun Llntc

subof ic ia l ! - Miró ncrvios¿rrnenf e en lJ c l i rección h¿cia cJonOc :e r , , ¡ -b ia alejado el a l r r r i rante-- . iQLlé harel iCrees que debo disculo¿¡rr ,e?

.--Yo no l r r har ia --di ie - . Si lo har:cs, é l sabrá c lu¡én eres. ipo,e I momento, no t tenr. la inerro¡ rdea!

Desde el conr ienzo dt nuestra época en el barco yo fr : i i :s , . idccomo cobayo, con gran indignacrórr de Burns y, Brown. Un¿ r . - i¿,ñana, fur enviado por el coir . randante de vuelo. Era un día t ¡anqui lo,con solo unos pocos patrul la jes de rut t t¿, y estábamos fuer¿ ciel ¿i-cance de cualquiet aeródromo l rost i l . yo ¿nsiaba pocler escrr f_r i r a l -gunas car i¿s_ Sicmpro que se pre5e| l t -aban est¡s ocasiones, podía acrr-tarse con q,e "Streanr l i .e" se salcrr ia co. a lqc der¡crníaco. f5ta vezera s imple: i : i quer i¿ saber cd<lntos Sr¡ , ,or cJí ish pJclr 'a coloc¡r lobrecl¡bierta f rente a los Fui¡ t , : rs p¿ra i l r ) ( r í rspegi je c i : rnpletantente ca,ga-dos; asr, "Q" <le "Queerr ie" f r :e alrst¿clo, ¿rr¡acjo con ser5 bornbas sí .muladas cie doscientas c incuenta t ibras y ranques de combust ib ieadic ion¿les cornpletamente l lenos y me hrcieron despegar oesde por -c lones de cubierta cada vez más reducidas. En el qtr into despegue que-dab¿ t¿n poca cubierta de vueio qrre el av¡ón cayó por la pro¿ ) , , t r rveque volar rozando las crestas de las olas con e¡ acelerador al máxir lcdurante med¡a m¡l fa antes de tener verocidacl suf icrente pafa ¿s(.endery arañar mr camino en el ¿ire con e! corazón en la boca, esDsrranclo . .baño f io en cualquier momenio- corr este exper i ¡nento se descur¡r róque con determinados v¡entos, ar lbas escuadr i l las podían 5€r ¡ ls5pr-chadas antes de casi la mitac de los caz¿s. pero desp,és cJer ¡¡r i r r ioaterr izaje, con una carga completa de combust ib le y bonrbas - queningún avión hubier¿ ten¡do que hacer no una vez y menos crnco-la tens¡ón fue escesiva para mi t ren de aterr izaje, que se quebtó y re-paro, y yo terminé desl izándome sobre la cubierta h¿sta la l . ¡arre¡a.

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Sorprendentemente, los daños fueron sólo superf ic ia les pero losdaños sufr idos por los temperamenos de Burns y Brcwn fueron in-calculables. El los me ayudaron a sal i r der avión mientras maldeciandescontroladamente a todos los al tos of ic ia les.

-Yo hubiera podido clecir a los tonios bastardos to que suce-der ia -d¡ jo Burns amargamente-. Ningún avrón hubiera tenido quealerr izar jamás con esa carg¿. Normalmente, o el combust ib le o lasbomba5 hubieran sido usados, probablemente los r j r :s. ¡No hay enel Arma Aérea de la Flota un avión clrseñaclo para descender sobre unacubierta con toda esa carga!

-Cada vez que uste<j tocaba ia cubrert¿, señor -- tont inuó_., .su t ren de aterr izaje se abrÍa como una cerda vic la par iendo. ieuéquieren i r a recoger con este avión ?

Brown respondió a esa pregunta y nle dio niuchos nlot ivospara pen5ar.

-Bueno -- le di jo a Burns, con una sortr¡sa torc ida cn mi c l i rec_ción-, e l los querían saber cuánta cubierta necesi tar ia el peor pi lotodel barco con la carga completa. Fs el v ie1o ¿sunto c le l minimo co_mún denom¡nador. iEl exper imento no habr ia val ic lo rnucho paralas masas si hubieran L.¡sado a un buen pi lotol

Hice un comentar io adecuado que arrojaba crertas duclas sobresu poses¡on de un cert i f icado de nac¡m¡ento, pero debr aclrni t i r quesu observación conten ia c ier ta logica indiscut ib le.

Los dos hombres me aseguraron que el avión estarÍa reparado atrempo para otra misión inolv idable.

Debido a un informe de rntet igencia que habia recibir . lo, e l a l_mrrante Lyster pidio un ataque inmediato a la is la c le Roclas, que de-bía ser real izado esa noche. pero en esos momentos er i l rustr iousoperaba frente a Túnez, y Rodas quedaba absolutamente fuera <jenuestro alcance. Er Eagle estaba en er área pero se había i rnpuesto els i lencio inalámbrico v ras instrucc¡ones no pocl ian ser t r¿nsmit idas.Janvr¡n recibió un despacho en un sobre sel lado y despegamos p¿raater i lzar en el Eagle, err e l otro extremo clel Mediterráneo. Esto con-sumiría casi todo nuestro cornbust ib le, aún con un tanque de largoalcance, y l levaría muchas horas de vuelo, de modo que tendr iamosque quedarnos a pasar la noche. Después de rrn iargo vuelo, encon-tramos al Eagle al sur de Creta. Su cubierta de vuelo parecfa muypequeña en comparaclón con la del l l lustr ious y sr¡s Glad¡ators asoma-ban sobre la cubierta reduciendo todavia nrás er área para el descen-so. volé en círcuros sobre er v ie jo barco, observándoro desde er ai-re por pr¡me(a vez. Había s ido conStruido en lg13 como acorazadopara la armada cht lena para ser baut izado.,Almirante Cochrane' , ,pero todo et t rabajo en él tuvo que detenerse durante la pr. imeraGuerra Mundial , y en 1917 el Almirantazgo volv ió a comprar lo a loschr¡enos por más de un mi l lón de l ibras y io convir t ió en portaviones.

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Mientras volaba sobre é1, el pensamiento deque los pi lotos habían es-tado aterr izando en esa oequeña área durante más de veint i t rés añosme hizo ref lexionar y esperé no hacer un mal papel .

Todos los portaviones t ienen un aparato de señales automát i -co montado en el extremo de popa de la is la, c laramente v is ib le parael p i loto a punto de aterr izar; éste era una pantal la que indicaba laaf i rmat iva hacia un lado y la negat iva hacia el otro. Era operado porel comandante de vuelo personalmente desde 3u pegueño puente.Cuando en el l l lustr ious se indicaba la af i rmat iva, quer ia decir que"Streamline" deseaba que aterr izáramos inmediatamente, s in ningu-na demora. No podÍa haber confusión entre las señales, que erancomunes a todos los portaviones. Me sorprend i a l ver que el Eagleseñalaba por la af i r rnat iv¿ e hice dos circulos, esperando a ver s i Iohabían hecho por enor, por.que el humo de su chimene¿ ind¡caba quenavegaba en el v iento. L lamé a Dick por el tubo acúst ico y Ie expuse elDroblema.

-Seguramente no esperarán que yo aterr ice en esa cubiertadiminuta con el barco navegando con el v iento.

Volamos var ias veces sobre el barco pero el m¡smo no daba in-dicación de cambiar de rumbo v la señal oor la af i rmat iva cont inua-ba f i rmemente.

Llamé nuevamente a Dick.-No hay señalero --di je-- , ipero quizá este v ie jo barco no ha

oido hablar del of ic ia l de co¡r t ro l de descensol Han estado demasia-dos años en el LeJano Oriente.

Dick seguÍa dudando de modo que decidi hacer una pasadalenta por el barco, sobre la cubierta de vuelo, paf¿ ver a qué velo-cidad tocar iamos la cubier- ta s i aterr izái lamos. Vol¿ndo más bajo queel puente, pero b¡en ¿rr iba de la cubierta de vuelo, todo lo que con-segui fue asustar a los of ic ia les que estaban en el puente del Eagle;yendo con el v iento era imposible volar lentamente y tuve que le-vantar mis alas de estr ibor para evi tar arrancar las gorras de las cabe-zas del capi tán y del comandante de vuelo cuando pasamos comoun relámpago. El barco viró rápidamente y aterr¡ce.

En el puente, e l comandante Keighly-Peach tuvo la amabi l i -dad de disculpaise, pero yo me percaté de que estaba sumamentef a st id ia do.

-Supongo que en parte fue culpa mía -di jo- . Nuestr¿ señalaf i rmatrva srempre se atasca cuando disparamos los c¿ñones a popade la ¡s la, pero seguramente usted no pensó que yo pretend Ía queaterr¡zara cuando el barco navegaba con el v iento ¿verdad? iCual-quier tonto sabe que eso es imposiblel

-No en el l l lustr ious, señor -di je- . Si está la señal af i rma-t iva, nosotros aterr izamos. Aún si e l barco navega a favor del v ientoy la banda de la Marina Real está tocando "Corazones de Roble" en

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el montacargas de proa y todos los cañones del barco están dispa-rando. is i no lo hacemos, corremos el r iesgo de ser cast igados pordesobedecer una orden!

Cuando los pi lotos y observadores del Eagle sal ieron de la salade conferencias del barco, por sus rostros pál¡dos me percaté de quelas órdenes del a lmirante que nosotros les habíamos l levado eran muydesagradables. Aparentemente, desde nuestro ataque de pr incipiosde sept iembre, Rodas habia s ido muy b¡en defend¡da y ahora habíados escuadr i l las de Bredas 88 en la is la. Esta era la razón por la cualLumley Lyster querÍa el ataque, antes del arr ibo de un convoy dest i -nado a Grecra. Aunque los Swordf ish del Eagle atacarían en la oscu-r¡dad, su vuelo de r€greso al b¿rco incluir ía un poco de luz diurnadebido a que no habrÍa t iempo suf ic iente para que el barco se acer-cara a Rodas a f rn de recoger a sus aviones antes de que rompierael d ia. Los Bredas podian volar más de mi l mi l las y como estabanequ¡pados con motores gemelos Piaggio, podÍan hacer más de 300nudos. Además, estab¿n fuertemente armados. con dos cañones de'1

,7 mm y t res ametral ladoras de 12,7 mm.Alrededor de las t res y media de la mañana estábamos al a lcan-

ce de Rodas por los Swordf ish y yo me levanté de mi l i tera para ver-los despegar. Uno de los aviones resbaló hacia otro al despegar y casivolco -no pude ver lo que sucedÍa en la oscur idad* y como yo per-tenecÍa al l l lustr ious, e l lo n¿da tenÍa que ver conmigo. Como temíague me tomaran por cur ioso y f isgon, me mantuve fuera del caminode los demás. Vi que las bombas de uno de los aviones dañados roda-ban por la cubierta de vuelo, lo cual provocó una estampida. Cuandolas bombas pudieron f inalmente ser sujetadas y el avión dañado fuedescendido al hangar, e l despegue de la mayorr 'a de los que tenianque atacar se habÍa demorado casi una hora, y tuvieron que atacara la luz del d ía. Hubo pocos sobreviv ientes.

Un observador fue recogido del mar unas semanas más tarde.Su cuerpo fue fáci lmente ident i f icado porque tenía su apel l ido y ran-go estampado en su chaleco salv¿vidas Mae West, e l cual lo habia l le-vado a t ravés del Mediterráneo. Lo encontraron f lotando. con la ca-ra hac¡a arr iba, f rente a la costa de Egipto.

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CAPITULO I4

PREPARATIVOS PARA UNA BATALLA

En octubre, la s¡ tuación err e l MecJ¡terránec¡ cambió para peor:m¡entras la f lota br ' i t j ¡ l rca estab¿ ocupacja escoi tando convoyes aGrecia desde Gibral tar y Egipto, los i ta l ianos estabair ¡gualmer¡1eatareados tratrsportando vastos aprovi5ionarYlrentos y rnunic ionesy tropas a Afr ica del Norte, por los estrechos cje Messir ' ¡a, más al láde Malta, a Trípol i y Benghazi . Nt¡est¡os submar inos y avicnes enMalta hacían todo l { r posible, pero los cor ' }voves eneñ) rgos lograbanpasar ccrn muy pocos cl¿nos o pércl idas. Para rrredr¡dos de octubr e,las fuerzas o 'e Gr¿zi¿rr i se habran atr inche:ado en Sidr Barranr, sobrela costa egipcia. En Grecia, pese a los éxi tos ¡nrciaies dcl e lérc¡ to he-lénico, los ¡ t¿l i¿nos e5iaban ¿vanzando. Corr solamente dos portavro-nes, uno de los cuales est ; rb¿ d¿ñado y desgasiado y teni¿ oue l inr i ta¡sus ¿ct iv ic lades al Mediter¡áneo o¡ ient¿1, nosotros no podramos estaren los dos extrenros del Merl i terráneo al r ¡ ¡sn1o trempo. Cr-¡nn rn-gham veíase acosado por probienr. ts desde t , . ;d¡ . ¡s lados y no era elmenor la co¡rstante necesidad de rnantener ¿ Maita ab¿slecrda des-cle Egipto.

Aunque tr :davia nr¡ habr¿n srdo convencid05 de hacerse a famar, la f lota i ia l iana, qle comprendra sers acoraz¿dos i ta l ¡anos, nLre-ve curce!os y diecis¡ete destructores que eran ias unidades pr incipalesentre muchos otros t i ¡ :os de buques de gue!ra anclados en la bal- , íade Torenio, representaban una abrunradora amenaza cad¡ vez q¡ lenuestra f lota se acercaba a Malta. La única forma en qi¡e podia solu-cionarse este problenla se hacra cada vez más cla¡a p¿ra nosot! 'os en ell l lustr ious. El p i loto pr incipal de la Escuadr i l la 819, un al to i r l ¡ndésdel norte l lamado Torrens-Spence, expuso el problema con gran cla-

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r ¡dad cuando un gruFo de nost¡ t ro; cstábamos serr t¿clos alrer jedordel bar del Hotel Ceci l , rJc-.r t r t r : ; i indría.

-Me temo que Ci i r )n i r tgt¡anr iendra que ser u ' ¡ ¡N€lson,, _di joer. y todos supirno5 !o qr.¡¿, h¡bía r¡uer ido decir .

El ? de ¿b¡ j1 de 1301, l . je l :c ln env¡( j Su3 i r¿g¿{¿5 al puerto de,.opei thague paf¿ ql . lL ' i lun¡ i i l r , j r - , J ¡ i )s l l . . t r r ,os ai lc l¿dos ¡ i l i porque¡ lO qur)r l¿¡t hacr.rSe ¿ l¿ r¡¿¡.

En 1340, en ,e! de. er;v¡ . ¡ , bar cc,5 6s supcf t ic ie, que habrían: ido,rn ' r t t ¡ i l , ic i ts : r nJnir . . . i r t : ¡ , i : . tdciu i r rgre 'ar en Iarento por {ar:s i rer- f ¡ . ¡ y bier¡ c i r : fe¡¿¡¿u 4r i r r . t ( ia der prrJr to, Lr-rr¡r i ingham tendr ia( i 'Je er,r i< i r 5u5 avior ie5 Swr_¡rc l t i :h, le r¡ustara o no. Todos sabtd¡¡osque ei L i t¿qL¡e t ra inevi iable y (Jurante c¡ctr- lbre estuvir l tos aguardandoüt í l t¿, lo Lt¡dl er .¿ nrr ly parecic jo a agu¿.trc1ar ef r l ia ¡ . lara ei ataque con-: ra Vy'r lhelnist laven cf escf e Blr¡ f r ¡ r ¡1¡ f r ¡ewtr-rn.

El pran par¿, 's le.r taqi ie existra crescre i935, cuando r tarra bom_ir¿rd€c ALrrSr ' i¿. t : r aorairndJrtc err lefe br r ta. . i .o qr i i enionces er ar-r l t r r ¡ t , t i : s , r Wi l i r ¡ rn l rv i l i i . i ._1,^/or lh Fishe_,, r i l t l r . rnb¡e terr l ¡b le, a quierrí -OrrOCr CLlar,do erd r . ln g, , l¿rc l r¿r ' ¡ .1, :na, : je la R.N.I?. (Rr_.Ser.va (Je ia Ma_ttn¡ R' :a i ) , a, .uCrt(1o i . ts boi t tb. lS ; ta l ta i laS l icv¡ei .or . r sObre ¡aS CabezaS deios rndtr fe lsó! . ¡ l ¡ is , r t ,o l , r tosct l .o5 creí l t , : ¡s, ntuy naturalntente, quet- i rarr !116]:-¿¡¡¿ der- i¿¡¡¡ , - - , i r r in¡ . r . ¡ r ¡1.¡¡¡" , t i t r iJ gr" . ler ia. A l ¡ordo del H.M.S. Glo¡- ious, e l p jarr Lr¡ t . : . r tar .ar a l¿ f lc ia, ta i ia, ,a en puerto se elabo_ro i r r rneci iat¿raeate, Doi , r r i rc¡r ior c ier ¡ i rnrr¿nte Fishe¡- . pero en i935,, re l l roS t)r)1r1, , os quer rai lJ r : ,1. t a i .Lr . l lqt¡ ler nrcCro, l rC ,rnportaba

lc¡ vr l rE()n,¿cis i - \ qtre tL le i ¿ e5,. t pr ta io, _ú nt) SrJiat . ]19nte se contuv¡eron,"¿si tst¿do,r y terr tb l r t roso5' , . s i ! t ¡J Ll i l { ) r teg¿rcn , t l ( .onlandante en jefei)¡ permito para tümar ni ! - t . . jLtrr¿ merj i rJa í r ¡cra c lc ia apt icac¡ón de san-f¡one5 Llet l ¡ in]c l ¡ te 'e l . inrr¡ latcr ' r . : : i !a r iavt ,gacior¡ i t¿! iana. pero hastai- 's¿s rncdic l¿s fueron ernprer; i l ic las con ciesgdno.,^ l . , lo hacer r tada,, ,tu( l l r lo Inrs ier Stanlr :y B¿l i j r r ¡n ai pr imer r_1¡ i , r is t ro r je Gran g,utuÁu,"que pLreda aqraviar ¿ l r ie in¡nt¿ Ustr . r l pr iecle rnrpedir que l¿ nave-gacion j ta l ian¡ apoye t¿ rnvasión, sr es posible, por rnedtc de,a apl¡ca-crón de sancic¡ne5 pacr i ic¿s, perc, f )o Cebe interfer¡r con su5 abasteci_m,entDS de pelróir ,o. t i 5r is buqrres lanc¡ucs se los c lebe de¡ar pasarsi , r moie5tar lo i" .

5 in petroreo la i r rvasrórr l l . l r r r ia f r ¡c.¡saoo y eso, crer tamente,;h¡br ia i r r i t ¡do mrrcho e f l r t ier lErr i r i , opirr i r rn, e5ie veÍgo¡tz(r5o episocl io tJc la his ior ia br i tá_

' ic¡ ¡ue erI gr . ln p,r i tc resDorr:abie cJc la segunda Guerra fu l r ¡nrJ i¿1.

i - r i 1935, s i se hubier¡ ¡ rerrnrt ido ¿l a l r r i rarr te Frslrer despleS¡r- su t t ; -: r 4 rr¡ ]ves de ra err t rad¡ crei canar de suez, en Frort said, ro i i t¿f i¿n.si ' r¿br i ¡ r ¡ c lado rnedi¿ vuerta con er rar-¡r¡ er l t re la5 plernaS, Srn c i is¡r . r rarr i i i : joto i i re. ¡o se h¿brí¿ producido la poster ior r r rvasion de Abis in i¿i 'Gran Bret¿ña habr ia s ido respetada en toclo el munclo. Tor lo loque ert tonces se neces¡taba, cuando H¡i ler era un rcciérr l ler t ¡ r lo.r l . r

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escena pol í t ¡ca, era una demostración de fuerza y determinac¡ón para

poner los a él y a Mussol in i en sus lugares. Cuando nosotros nadahicimos, Hit ler. y Mussolini -y los japoneses- quedaron convenc¡dosde gue Gran Bretaña ya no era una potencia in l luyente a la que habíaque tomar en cuenta, y en l ta l ia y Alemania a menudo nos déscr ib ie-ron como "degenerados". Para ser justos, a las potencias extranjerasse les dío todo el a l iento necesar io por parte de los br i tánicos paraque l legaran a esa conclusión: en esa época, cuando el ataque a Abis i -n ia estaba ten¡endo lugar, un profesor Joad ganó un muy publ ic i tado

debate en la Universidad de Oxford presentando la moción de que

"Esta casa.- ." ( la Oxford Union) "se negará a tomar las armas por elRey y el paÍs". Para los regoci jados Hit ier y Mussol in i , la t imida reac-

ción de Baldwin al ataque bravucón y uni lateral de l ta l ia demostrabaque el profesor Joad y sus estudiantes representaban el pensamientoy la conducta de la ¡uventud de este paÍa. "En el futuro podemos ig-norar los", d i jo Hi t ler , en un discurso dirrgido a los alemanes; y efec-t ivamente nos ignoraron.

Tres años más t¿rde, en marzo de I938, cuando Hit ler se anexÓAustr ia, e l comandante en jefe en el Mediterráneo era el a lmirantesir Dudley Pound. El , como su predecesor, también creyó que laguerra era segura, y pensando exactamente dentro de los m¡smosl¡neam¡entos del a lmirante Fisher, h izo venir a l cap¡tán del Glor ious-quien era su asesor aeronáut ico- y le di jo que preparara planes para

un ataque con toda energia desde el a i re contra la ' f lota i ta l iana enTarento. El jugaba a una rápida ofenstva por los br i tánicos, pero es-peraba que el ataque fuera real iz¿do por aviones con base en t¡erra.No se le ocurr ió que era posible hacer lo con aviones navales- Supequeña f lota apenas era, en tamaño, la mitad de la de los i ta l ianosy él querÍa asestar un golpe def in i t ivo antes de que lo env¡aran aprq ue.

A bordo del Glor ious, e l capi ián era Lumley Lyster, qu¡en ha-bia descubier- to el p lan de i935 entre los documentos secretos que

se guardaban en su caja fuerte cuando asumró el mando del barco.Había leído este plan con mucho inteies. Su re¿ccion inmed¡ata, cuan-do recibió la direct iv¿ del comandante en jefe, fue l lamar a sus dosavi¿dores de mayor jerarquía, e l conrandante Guy Wil loughby y elcomandante Lachlan Mackintosh de Mackintosh, jefe del c lan de esenombre y observador pr incipal del barco. Entre el los, estos t re.s hom-bres revisaron el p lan de 1935 y lo actual izaron. Las tres escu¿dri 'l las de Swordf ish del Glor ious (escuadr i l las 812,823 y 825) recib¡e 'ron un entrenamiento intensivo en descensos nocturnos sobre la cu-bierta de vuelo y en vuelo nocturno en general , incluyendo constan'tes s imulacros de ataque contra la f lota br i tánica surta en el GrandHarbour (Gran puerto) de Malta, en condic iones de oscurecim¡entoscle barcos y puerto. Al f inal iz¿r estos real istas ensayos, Lyster pre-

sentó su informe al a lmirante pound, quien de ninguna manera quedóconvencido.

El a lmirante pound no tenía fe en el Swordf ish como arma deataque y no comprendia todo ro devastador que podía ser ese avión.Pese al convencimiento de Lyster de que las ba. jas ser ian leves, DudleysostenÍa la creencia c je que las bajas ser ian demastado cuant¡osas y losresul tados demasiado insigni f rcantes para que val iera la pena lanzarun ataque con Swordf ish. No obstante, no habia al ternat iva y debióaceptar el p lan. Escr ib ió a Lyster dic iendo que lo hacía con mucharet¡cenc¡a y que esperaba que habr ia aviones con base en t ierra dis-pon¡bles para emprender la tarea. "soramente marineros que vivenen barcos deber ian atacar a otros barcos", d i jo, lo cual era una realcontradicción. cómo podÍa concir¡ar ese comentai lo con su sor¡c¡-tud de un ataque de aviones con base en t ierra, es di f íc i l de enten-de r .

to l

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que ofrecerse como voluntar io es buscarse problemas' Si nos dicen

que hagamos algo, no ' t "O"t i t

O'¿' está mtry bien; pero voluntar ios" '

iut "'oun,, Bovd asi nti ó' - Pued o entelde^r e:::

l::i"i:":: T;"1"1;:uenrs Duyu o) ' ¡ ' r ' , ones. puede hacer mu.

s¡"n, álñunl a ta noche recibirá *^"-t^j i : l : ' : : :ñc' v ranvrin lanzaran3i".l; Tiii I il'i ff : :'' i :ffi: ; " *': T; i : :-'."i',:.' i1"i' I I itri iilll,",l. X,"i l; ;lil : ; : iff ;: #' :i ; 1;¡i : :: " ::i'" J:i. : : : I" l''ffi l::las bensalas prrncrpdre)

;"; ;"; ; ; l ;" . . ián, pafa avudar u lot p, ' ,1^o^t-,o:vacíos, o lance una l ine r- ^+r.r ^ . r^Áras. use su cr i ter iollillliJ' iffit:':"t:l;l "n'"'

p'"""' En otras parabras' use su criterto

mandante en jefe. Su fal ta temporar ia no fue advert ida en El Cairo.El a lmirante Lyster me expl icó lo que yo tenÍa que hacer.-Las úl t imas fotograf i 'as son v¡tales -di jo- y usted no t iene

que volver s in el las. Le serán entregadas en Hai Far no bien hayansido reveladas, lo cual puede suceder mañana a la mañana. Tráigalaslo antes que pueda, a más tardar a mediodia-. Cuando yo me ret i ra-ba del puente, é l me detuvo. -A propósi to-di jo, como si acabara deocurr í rsele-- sr por casual idad ve patatas en Malta, t ra iga algunas para.la desoensa.

En Hal Far, e l comandante del apostadero era el comandante deala Al len, del Mando Costero, un hombre pulcro y apuesto con f inobigote negro y ojos penetrantes. Había s ido uno de mis instructoresen la Escuela de Navegación de la R.A.F. en Manston, en 1936. Elme expl icó que las fotograf ías no estarÍan disponibles hasta las 8 y3O de la mañan¿ siguiente.

- iQué le parece una part ida de póker esta noche? -di jo.En Manstcn habÍamos jugado a menudo, y accedi , pero le pre-

gunté qué podia hacer acerca del pedido de patatas del amirante. Elpareció dudar y después expl icó que también en Malta había escasez,pero que era posible obtener las a t ravés del mercado negro.

Cuando a la mañana siguiente volé de regreso al barco me sen-t ía muy sat isfecho conmrgo mismo. El costo de las patatas habia s idosumado a mi cuenta del rancho de of ic ia les por la noche pasada enHal Far, pero mis ganancias en el poker habian cancelado toda lacuenta, dejándome con un poco de cambio, de modo que en el nego-cio obtuve una ganancia -a costa de la R.A.F. - lo cual era muy sa-t r sfacto r io.

David Pol lock tomó las fotograf ías que le entregué y el a lmiran-te me dir ig io una mirada inquis i t iva.

- iConsigu io patatas? -pregu ntó.-Ahor¿ están l levándolas a ia despensa, señor -di je- . Cin-

cuenta k i lograrnos de las mejores patatas obtenibles en ei mercadonegro de Malta.

-ZCuánto? -preguntó ceñudo, pero me percaté de que estabacont ento.

-Me iemo que cinco l ibras ester l ina5, señor, pero no es necesa-r io af l ig i rse. . . fueron pagadas con mis ganancias en el póker de anoche.Si usted está de acuerdo, haré que lo anoten como crédi to en mi cuen-ta del comedor de of ic ia les.

- iNo quiero compl¡cac¡ones con su cochina cuenta del come-clor de of ic ia les! - repl ico el a lmirante-. AvÍsele al of ic ia l de intenden-cia y yo arreglaré con él

Yo había tenido mucha exper iencia t ratando de sacar les dinero,r los tenientes de intendenc¡a pero acepté graciosamente esta solución.

Las fotograf ías establecieron que la cort ina de veint iún globos

y sea út i l ' ¿r estaba con sus dos of ic ia les de operaciones,

., ."#.'o'n'iJtfi.t,'t"l'!t;;;;n' un hombre uito' 'nuv serio' de ca-

beilo oscuro, y er of iciar asistente de operaciones, teniente Dav¡d

Pol lock, R.N'V'R' tnt 'á ' -uu loruntar ia de la.Mariana Real) ' ioven aoo-

óado de una eminent; ' ; ; " t ; londinense (eran asesores legales del

áanco de Inglaterra) ' Pol lock se habia especial izado en interpreta-

ción fotográf ica y su *" ' j l - l " t "oto había: ido responsable de gran

parte de la plani f icaci .o ' i " int t 'uOu

a part i r de los anter iores esf uerzos

fotosráf lcos o" to ' p"oto- ' ' ; ; á; ;" üart in El había descubierto q 'ue

ciertas l íneas, l " rnunt i"*"¡ lanlus "n r1¡- i l ioorat ias ' que se crerar l

eran manchas de la emulsión' casi con segur idad eran globos de cor-

t ina contra av¡ones . . ; ; ; ; i " ; por cabtes' Aunque él estaba casr con'

venc¡do de hal larse "rr ' io ' t ' " "" t i t - ius

íotograf ías que se habían tomaoo

diar iamente durante lo ' - ¡ ' f t i *o ' d iez día.s ' y ' que a mi me enviarían

a buscar, conf¡rrnarran- o refutarían esto ' También mostrarían ta

urt irnu-Citp"t ición de los buques en el puerto'

p¿¡sss i ¡6r€íbl" ; ; "" ; ; - ;n asunto de tanta urgencia las regla-

mentaciones un,r" ,"rut ios y departamentos no hubieran podido pa'

sarse por alto. nunquJ';áá;l ; t rotografías habian ¡ ido tomadas

a sor ic i tud 0", .o*unái" i ; ; ; je ie oe ra t tcta crer Me<l i terráneo, eran

propiedad de ta R' p"- i " v Oesp'él de ser ¡ .eveladas en Malta ' ha-

bían sido l levadas en-auibn al cuartel general de intei¡g€ncia de la

R. A. F- en Et Ca¡ro ' ; ; ; " ; Pol lock:91:" ' t habían permit ido mi-

rarlas. Cuando 'u'

u' tuá¡aba con un este.reoscopio reconoció los

slobos de corttna -r"; ; ; ; ;" ;"; l i : t-- t :"^: 'evarse

ras rotosrarías a

Ale. iandría y ensenortas a su almirante ' pero el teniente de vuelo

ldris Jones, a cargo ¿-el cuartef general de. lntel lgencia en El Cairo'

no tenía autor izacioi pur.u t"O" ' nada del contenido del cuartel

general y tuvo q" 'n"gu"t ' De modo que Pol lock tomó nota de

la posic ión o" to ' " -"J iutu- i "ntot

de^cañones y de redes contra '

torpedos, y cuando l i r is Jones no estaba mirando' demostró la

intel igencia que podÍa esperarse de un graduado de la universidad

de Cambridg", , tu ' " 'of¿' lut devolv ió al día s iquiente ' cuanoo

ya habÍan Siclo copiadas en el departanrento fotográfico a bor-

do del l l lustr ious "

'

' " t* t t por

'e l a lmirante Lyster y el co-

104

l0s

Page 52: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

se elevaba desde barcazas arnarradas, separat las por t rescientog mDtros.

Como el S'wo¡df ish tent¿ menos de catorce rr ,etros de purf t¿ a prrnt ; - '

de las alas, habÍa espacro de sobta, pero serr¿ rrn caso de voi¿t dt : i ic-

gada y sal i r ja nrtry bajo crertamerrte, a nivel d€l agua, ¿ f in de Qt¡€ l r i r

b iera menos pel¡gro de chocar con los cables de lcs qlobo5 ¿segr i r ¡d i ) !

a las cubief tas r je las b¿fcaz¡s. ' l et)dr i ¡ r ;ue habe, suf r ¡ rente i l t t i ' ¡ ' r ' t '

c ión del puerto p¡te que los fJ l lotos ptrdieran ver las barcazas y !01 La-

bles además de los acorazados y crucelos que ter l ran r l l le ai3L'Jr ' \ /

nuestr o t rabajo de 1¿n¿adcres r ie betrgal . ¡s ser i ¡ rnu/ inrpo, tantr .

Era la pr imera \ iez qlre se uSaban benqaias para l l l - rmir tar t ¡n ¡ , i . r

gu aéreo. La R.É\.F. usÓ ¡nas tarde la rnisma tecnlca sobre Alenral i , . r ,

con gran éx i to. La l lamaron "Pathf t r td rngt" .

Como l iegaba nt leva gente a l¿ est :u¡dr i l la para or-Llpai 'e l i t - r ' : ¡ r r ' l

p i lotos y observadores que se habian perdido o hat l lan s ido tc i rn.r . i : ) ' :

pr is ioneros, habia muchos c.r tnbic,s, y r les¡,ués c ie t l ' restrcs ia '3c: 'vr , , '

los al H.M.S. Eagle, Jarrvr i r t y yo r lc volvrn¡Lrs . i 'u 'o lar ju¡ tos i : i l r l t

ascendido por ant ic.¡r . iedad al l tabi táculo postet io¡ del ¿vion dc l ' ' . rq ' j . ' i i

y desde entonces tniS ob5efvadores car)rbiar.on caSi (on cada v1; ' ic

Sentí perder a Dick Janvr i ¡ t , pero él sfcr i f ) re ! ' ¡¿bra ter l ,do 5iete ¡n-r"

más de ant igúedacl que yo y fu i afot t r t r l ¡q lo . : i tef ler lü ta¡¡ tc ' t ,enr;rc

en la cabina postei ior . Corno ¿¡mhos eranros hi jos de clel iqos. i€nr; i '

mos puntos de vista s i r r t iares. h. l e¡¿ i ¡n r t r t t r - i l ic i to grartde, Je'- ' - ' l ) t '

l lcrs rubios. t rar ' ¡q i . r i lo, de car¿cter c¿51 plat ' . l r lo, y er¿ Lt i l3 per 'Sl-¡r , . l l ¡J '

confortante p¿r¡ tener l l er¡ *¡ i asrent¡ , i p{Jsle! io ' ,

Debir lo al t ra: i¿r- . lo dr una cani !d;rd de l t r l r l tos v obser-v¿r;r¡ te ' .

desde el Eagle ar i ts de i ¡ue zarpiramos cle Alel l r rc i t ra, mrJchos ce t c<'

otros lencirrarr l05 quc vo'ar cc ' ' l dt+:conc)cidor er l la c. lb¡n¿ p(, : te¡ : i : I

en nuestfc v ia¡c a ' l -arert | -o. l " ' i r o i rse'v¡dr)¡ er . i c l iet t ier¡ lc Ker i Gi ievc: .

del F-agle. I tJo r :o: .or-rcc;ar i r05 de ¡ntcs v c l r ¡ ¡Jo i i i ie c i r . . rs hcÍ lbrr : t h¡ '

y¿n estar ió junt{)s dur ln lc i . :n per ioCi l t r l i ! r :ünr-err t lado iGl l i l le i ro ' .

oportunidar le: de l tegar d í .onocet ie oiei l . l {o tnt : rc¿,nb;an:s5 t t ,a i ie

rneCi, : docena de f i¿ses enf rc ia ¡d: l I l ¡ r vuel is.F-ra nec€:.¡r i , ) l r . l r -ef otrc: a. i l ls tes, aclerná5, def)¡da a la iFr ' :¿I¿

calamir¡at l q i le recryó iobre nos(¡ t tos e¡ nt . ¡€¡ t ro v i¿je h. lc ia l i i t . t : l

incendio en ni iestro hang¿r v ei problen- la de celc iera r je i Eagle iueron

l¿s dos pr i rner¡s. y {ndos estab¿rnos pfegul l lándor los ctrél ser le la tef -

cera cu¡ndo erT¡t)e/o a r)cur ' : ¡ ¡ . Probableme! i ie como íesul t ¡do dÉl in-

cendio en el hangar. ¡ . ¡no de l05 : -¿nr¡r¡es de recarga Ce combu;t ib ie de

i¿ escuadr i l la 819 c¡uedr.r cont¿r¡ l !nar lo y d,rrante t res días seguidos

esa escuadr i l ia perdró urr avión pcr dra, tocjos los ;uales cayeron ai

mar. Al pr in i : tpro Éren5¿rnos que se ciebí¿ a algún inexpl icabie proble-

ma de motor, hasta que l teqaron informes de los destr t lc tores que

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recog¡eron a los t r ipulantes y entonces nos percatamos cie que losacc¡dentes se debian a ¡mpurezas en el combust ib le.

Los ten¡entes Cl i f forc l ! Goir tg, que estuvieron en el terceraccidente, pudieron tomar parte en el ataque a Tarento después deotro accidente más, cuando su avión chocó con otro en la cubiertade vuelo es¡ noche. Debido a las t res caidas al mar y a la col is ión,el número lotal de Swordf ish en condic iones de tomar parte se ie-dujo de veintrcuatro a veinte en la .or ta t ravesía hacia el Mar Jóni-co.

L rr l ¡ conferenc¡a f inal en la sala de of ic ia les, un qran mapaa escdia c le T¡r .ento y una magnr ' f ica colección de anrpl iaciones delas f otoqr aÍras que yo había i rar 'do de Mal ia fueron clavados so-b¡e car t r l r r v cxpuestc)s paÍa que los pudiéramos examinar. Era po-sible estudr¿r 'cüda aspecto del puerto y srrs defensas, y los globosde c<¡r t r ¡ ra, v, por sr jpuesto, todos los barcos en detal le. En el puer-to exte¡ ior , l l¿mado el l ' ¡1ar Grande, habia seis acorazados amarradosen urr senr icrrculo: cuatrr : c le l¿ c lase Cavour con diee cañones de 12,6pulgadas y dos de la c lase Li t tor io, con cañones de 15 pulgadas.Todos ustos barcos estaban protegidos por redes ¿nt¡ torpedos lastra-das, srrs¡renci idas de f lotadores, que descendr 'an debajo de ia superf i -c ie tanto como ias qui l las de los barcos; pero los i ta l ianos se l levarÍanL¡n¿ sorpres3 porque nuestros torpedos aereos estaban equipados conPrstolas Duplex, un artefacto magnet ico que detonaba la cabeza ex-plosiva del torpedo cuando el mismo pasaba por debajo del barco,act ivado por el canrpo nr lgnét ico del casco. Estos perfeccionamien-tos habían sido inventa.Jos en el H.M.S. Vernon, ct¡ando el capi tánDenis Boyd estaba al nrando. Se los l lamaba Duplex porque cumpl ianuna funcron dobie o du¿l: e l "pez" explotaba ya fuera cu¿ndo pasahapor debajo, o por contacto s i chocaba con el casco del barco. Nei lKemp si lbó aprec¡at ivamente ante esta not ic ia y di jo: - iCara ganoyo.. . c.ruz pierdes tú!

Los once iorpedos q( ie se usar ian esa noche serían preparadospara qLre pasaran por debajo de ios cascos, para eludir las redes.

l - laci¿ el mar de lc l : 5eis acorazados, y entre el los y la entrada delpuerto, había t res cruceros con cañones de 8 pulgadas: el Zara, e l Fiu-me y el Gor iza. y extend¡éndose a t ravés d€l puerto, de lado a lado,habi¿ once globos anrarrados. Otros once rodeaban el puerto por el5r i r y er e51e.

En ei puerto inter ior ' , i lamarlo el f ,4ar P¡ccDlo, había do3 crucetoscon cañones de B oulgadas anrarrados en el centro: e l T¡ ieste y ei Bol-zano. y uno j t . rnto a otros. popa con Fop¡1, éñ autént¡crJ est i lo Medi-terráneo, habia cuatro cruceros de 6 nulgadas y diec,s iete destruc-tores-

Prestamente, a las 20.30, W¡l l ;amson, of ic ia i comandante dela 815 y 5c¡r l r - t t , nuestro observador -nás ant iguo. despegaron segui-

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dos por el re5to de la pr imera oleada de docc Swordf ish. La segundaoleada, dir ig ida por el teniente comandantc "( i inger" Hale. of ic ia lcomandante de la escuadr i l la 819 y jugador de rugby de la Marinay por Inglaterra, tan inconmovible como el Peñón de Gibral tar , te-nía que despegar una hora más tarde. Debido a las caidas al mar ya la col is ión, e l vuelo de Hale habfa s ido reducido a ocho aviones.Seis en nuestro vuelo y c¡nco en el segundo estaban armados contorpedos y el resto con bombas perforantes de 250 l ibras. Kiggel l yyo, los lanzadores de bengalas, íbamos armados con diecisérs bengalascon paracaidas cada uno y cuatro bombas.

Casi no bien despegamos tuvimos que sub¡r a t favés de densasnubes cúmulus y cuando emergimos a la luz de la luna, a 2-000 me-tros de al tura. solo se veían las luces de nueve de los doce aviones.Cuando los otros no pudieron encontrar a su l ider volaron direc-tamente a Tarento. Uno de el los era lan Swayne, quien voló a niveldel mar y l legó al área del b lanco quince minutos antes que los otros.El no tenia ningún deseo de ser el pr imer huésped no invi tado de lamarina i ta l iana en Tarento y por un cuarto de hora voló de un l¿doa otro, s in perder el puerto de vista y aguardando la oleada pr incipal .No podr 'a hacer otra cosa, pero por supuesto su presencia fue detec-tada por los s istemas de escucha i ta l iano y como resul tado todas lasdefensas del puerto y de los barcos fueron alertados. Durante losúl t imos quince minutos de nuestra t ravesia sobre el Mar Jónrco,Scar let t no tuvo problemas de navegación, porque Tarento podía servisto desde un¿ distancia de cincuenta mi l las o más debido a la bren-venida que nos aguardaba. El c ie lo sobre el puerto se ve[a como se love a veces sobre el Monte Etna, en Sic i l ia, cuando ese gran volcán en-tra en erupción. La oscur idad era desgarrada por una exhibic ion defuegos de art i f ic io que escupÍa l lamas hacia la noche hasta una al turade cerca de 1.500 mstros.

-Creo que nuestros anf i t r iones están esperandonos - le d¡ je aGrieve por el tubo acúst ico.

-No parecen muy contentos de vernos -di jo Grieve, y fue loúl t ímg que pudo decir por un buen t iempo, y por lo que debió ser unintervalo muy incómodo como pasajero en uná cabina abierta encimade un volcán. Mientras el hablaba. la lámpara de destel los de "Blood"Scar let t nos envió a Kiggel y a mÍ la señal d ic iéndonos que empezá-rámos a aumentar la i luminación sobre el atestado puerto, y una vezmás, por una inolv idable media hora, tuve vista a vuelo de pájaro dela histor ia desarrolándose ante mis ojos.

En Tarento, las defensas del puerto estaban diseñadas para pro-téger una de las f lotas más grandes, s i no la más grande, en existencia.

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Los ¡ ta l ¡anos tenían todas las habi l idades necesar ias para convert i r . loen la for tateza inexpugnable que debía ser: los cañones, emplazadosen puntos estratégicos sobre todas las escol leras y por todo el puerto,debian salvaguardar tod¿s las ¡nstalaciones auxi l iares de t ierr¿ qus 59combinaban para hacer de éste er puerto rqás importante. Tenía queser inexpugnable para que una f lota enorme pud¡.era descansar y real i_zal reparac¡ones en compieta segur idad. Distr ibuidos por el ast i l lerohabta ta l leres de maquinar ia, un dique seco f lotante capaz de alber.gar un acorazado de 35.000 toneladas y var ios arsenales repletos dearmas y proyect i les. Después estaban las vastas dársenas que habiaque defender, con grúas y radas de carga, desvÍos ferroviar ios y co_bert¡zos para locomotoras. No era sorprendente que hubiera cente-nares y centenares de cañones ant iaéreos y pom-poms múlt ip les yarmas cle corto alcance montadas en todo el puerto. Las redes contra-torpedos y los globos eran solamente accesor ios que contr ibr-r ian ahacer de éste uno de ros puertos en existencia mejor defendirJos.

Durante la conferencia de instrucciones f inal , e l comandanteGeorge Beale habÍa l lamado nuestra atención hacia todas esas insta-rac'ones con inf in i tos detal les cuando esbozó los métodos de ataque.

En un momento, d i jo: *v ahora, en cuanto al v ia je de regreso.. .- iNo perdamos t iempo val ioso hablando de eso! _¡epl icó

"Blood" Scar let t con su ronca voz.Fue un comentar io t íp ico de,,Blood", pero resul tó que Él era

uno de los cuatro presentes que estaban dest inados a no regresar.Maid¡c¡endo quedamente ¿ unos 1.500 metros de al tur¿, espe_

rando que Kiggel l empezara a lanzar sus bengalas, comprendi queestaba presenciando afgo que jamás había suced¡do en la histor¡ade la humanidad y que probablemente no volver¡a a repetrrse. La es-cuadr i l la Bi5 habia estado volando casi doce de los quince meses deguerra, y durante los úl t imos seis meses, cas¡ s¡n interrupción. habÍa-mos atraído el fuego enemigo por un promedio de por lo menos un¿hora por semana, pero yo nunca había imaginaoo que a¡go como estofuera posible. Antes de que el pr imer Swordf ich hubiera picado para¿tacar, e l t remendo rugido de los cañones de seis acorazaclos y las de-tonaciones de los cruceros y destructores hic ieron que ras defensasdel puerto oarecieran un espectáculo de menor importancia; las mis-mas eran el "grupo de extremistas fanát icos", nada más que los péta-los exter iores de una fror de i lamas que era ranzada a t ravés der aguaen oleada tras oleada por una ardiente raza de defensores en una ¡ntensaf ur ia de agi tación, apuntando a un branco ar que sóro podr 'an ver durantefugaces segundos; y dentro de ese inf ierno, separados por una hora,dos oleadas, de seis y después de cinco Swordf ish, p intados de un co_lor azul apagado para camuf la je, danzaban un ondulante arabesco demuerte y destrucción con sus torpedos, volando dentro del puerto ¿pocos metros sobre el n ivel del mar, tan bajo, en real idad, que (1o., ( )

I

t l

101)

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o tres de el los tocaron el agua con sus t 'uedas ct la l )do c lüJaban la en-entrada del puerto. Otros nueve esque¡ét icos aviones cayeror l delc ie lo nocturna y aparecieroi l en i in arcscenJo de ruroo en plcdda5

vert |cales desde el resplandor de ias berrgalas cofr paracaidas arnar i '

¡ ias. De modo que los cañones tenian t¡es niveles de dviones a los cu¿-les atacar: los aviones torpederos a baja ai tura, los bumbarder 'os enpicada y los lanzadores de bengalas. Los Swordfrsh c le jaron a Ia f lotai ta l iana convert ida en una fuerza i r ru i i l iz¿da, rodeacla por petroleo

f lotante que brotaba dei int ' , ' r ior c le lot ba¡cos e n¡edida qi- je sus fon-

dos y costados y cubiertas eran d€spedazados.En esas clcs oleaoas ur ' l tofal de ¡el¡r te ! rwotdf tsh ¿rrolafol l

on*e torpedog y cr iar€i l1.a y ocfr<.r bonlb. l5 de 250 l ibras perforantes,

en nredio de ¡os barcos; y todos, excepto c ios de los aviones, escapa-ron sin s iquiera un neunlát ico c iesinf laclo por r . rna bala perdida en susant;cr¡¿dos trenes de aterr izale i ; ios, y s in que fal lar¿ una sola bu. j Ía de

encendrdo. [Jeiaron un acorazado hundido, otro hurrdiéndose y untercero tan aver i¿do que cuairo añcs más iarde, cuando la guerra

ternr inó. todavÍa estaba en reparacione:. Pero eso fue solamente ioque sucedió en el puerto exter ior , ian pomposamente l lanlado elMar Grande; en la dársena i r ¡ ter i t l ¡ , o M¡r i r rccolo, t tes cruceros fur : -ron severanrente averracios, r ¡ r l¿ base de hrdroaviones fue destruida por

el fuego y en t ierra, en la or i i la occidental , la ref i ¡ rer ía c ie oet¡oleolue ¡t lcanzada por seis bomb¿s.

Parece increible que sólo dos aviones f l reran abat id05 a cambiode ian extensos daños. porque para oponersc ¿ est¿ hazaña. los "ex't rem¡l tas f¿nát icos" de las defe¡rsas portuarras dispararon un totelde 13.489 vuel tas de proyect i ies anttaérer.¡s de ¿i to ángtt lo a los lan-zadores c ie bengalas: 1"750 vr.¡el tas de cuat¡o pulgadas y 7 0C0 vuel tasde tres pulgadas a l<>5 once aviones torpeciercrs y bcrrrbardercs en pic¿-

d¿. No hay regi l t ros de {a cantrdad cle rr¡unrcion g¿5t¿da por todos iosbarcos, pero ia mrsma excedió ampi iamente el f ¡sqq ant iaereo de lasdelensas .Jet puerto. Todo esto fue apunlacto ¿ veinte biplanos lentosy rnt iguos que bai¡aban t"rn elegante nr inue er¡ rcedio de el los y real¡za-bar ' ; proezas de agi l ic iad que ningún otro avión podía rntentar s inc¡erse del c¡elo.

El ¿rr ibo c ie l pr imer avión a la entrada del puerto coincidió exac-t¿mente con el estal l ¡do de la pr imera bengala de Kiggel i en un globo

de lu¿ amari l la eue pareció quedar suspend¡do inmÓvi l en el a i reqr,r ieto de ia noche. Los canones lanzaban largas franjas de l lamas através de la entrada del puerto y escupian veneno hacia el mar, y losestal l idos de estos proyect i les t razadores i lurninaban al pr imer Sword-f ish tan br i l lantemente que desde arr iba ei avión, en vez de azul gr isá-

ceo, parecía de un color blanco respi¡ndeciente. Yo lo v¡ volar a t ravésde la entrada del puerto a mí l quinientos metros más abajo y desapare-cer entre el fuego ant iaéreo, e imag¡né que había s ido abat ido inme-

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diatamente. Después vi l ¡s l ine.rs de f uego re ' i .orc iér¡desc desde a¡ 'nbsgiados, dis! :arando t¡n [ :a¡o que detr¡eroi l a lcan:¡rse ui1"] a la otra. L,osapuntaclores de los cañones üt l i r ieron *:¡ tcnaes el¡va. su arcu iJe iu*gr. :para evi tar d ispararse unos a ot '*s y v i l i :s prayect¡ tes r¡ue expfoiah"rnen la c iudad de T¡rento, en ei fondo. L-os i ta l i¿nos enfrer¡ tab, :n l ¡ndi lema terr ib le: ise{uir ían { i rsparar ic ic ai e l r ¡s i r ,o avión ¡ n¡ve¡ delagua, alcanzarrdo de ese mcl iu a:us propios h:r ,c6r yr cañones y; tst¡ propio puerto ; , c iudaC, o elev¿rían tod<¡v ia más el ánnulo d¡: sr . lfuego? Finalmentr : h ic iercn lo segr.rndo porque lodos io¡ otrr , j . in-co Swo¡ 'df ¡sh atacanles lograr¡ ln ¡ f i r ; rse paso prrr r lebaio de cs¡ cci l ¡ l l r r -i la y encontrar a sus i : l ¡neos Si ¡ l l ar-cc d. j +uego [¡ i - tb i t . . r¿ i i r ]o ina:¡ t i . ¡ -n idO al n ivel del aqua, i r ' r : se: : ¿vrof r { )s t rabr i ¡n s idc; red¡-¡ ' ; ldo! a i , }ecl¿-zos en segi :ndo' , , cero o ' ( .añones h¿br ian c.¡usaclo cJ¿nos ¿u¡r nrd:gr¿n,Je5 en los h¿: ' r ¡ y an e i puef to r i ' r ismr. t .

Lo5 r-añ6re: ¡ r ' l iae¡:- 'o5 iJe ai to Jng'J lo cct :centr ; lbai i 1r- l r ! rL1!o t - ' l !las bengalas d: : Kic; , ¡ l ' : ! q i . t i r car¿ít 5u¿tverne!.r te hac¡¿ t i r l r ia en ¡ : r ; inCa:

esf e ias r je tuz . , . r r : ¡ ' ¡ i i ¡ c iq,é i l ; i rn in; ;ba to. . to i . r qug e: t1at)a tobrp ia cor-t ina de i lamas que brr :1;b¡ r lest ip ior ias pnf ies dÉj l pLrert* . l . -o5 c, , ¡*oi¡ i . jseguian por turno a cada bengala y ntalqastabarr to. l¿ sU i : r , :n ic ió¡r +r 'a-

tando de hacer i rnpacto ¡ jn esol evastv.)5 y ¡requer l r :s ! ich.¡ ! r - ¡5 inr .a;rdescentes. Cada bengala tenra un¿ ai : r ión rq: tard¿¡ j ¡ Cc i rq5r l4t¡¡6. ,metros antes de en{endersc, de tnoCc quo Ins car¡ú!-rc! cJr i ¿l to ¡ l :$ui t :no lograbafr nada, excepto hacer pract ia¡ rJe t lc qt 'c pdrr t i i ( i r t ! recr_{ i .tar mucho. Cuando ei ics disca¡aron cont¡a la pr imera berrgala, Kiq*. : r l lestab. l ocup¡do;1is¡ lar , rndo lJ +rr( .er¿ y.rs i s l - r :e,c!v. t r l rer i t r , tor jn r¡+renC¡ina dei pucrto. l " ló cons¡. i t i ¡9ron abat i r i r i ¡ lar i )of !gai , ts I ' l i ; l l ¿r . , i r ¡nc¡ue las ianzaba.

DeSpuér ¡OS rtai ra¡.Os {u, ! r r4, ' . . ¡ ' [ :C.¡Clc, ,

; ;or nui . .str '+ l ¡ r r l { t t l r i ¡ - : ;1r . .que no n¿bran usado r¡ : i iecl-er, - , r t . l ¡n Srvayne a0lr le i -111) r iue { l r j l i í1 .

l ler !c hecl to, h:h¡ lan .cn!e! t , idó (r . r r i l ¡ ¡ ¡ ; r . , - ¡dt . t i , . , r . , l lero CÉ5.de art iba' , ,C p, . rde,/ei - ü l l . . , i r ¡ i ¡ r l r , r pr i f \ ,É:r- i . t . t . i r r t i , i , i i {J 1 ' ¡ ¡ l ¡ ¡1r i i3.r iebidc a que i ' : . rs av¡ones v{)¡ , - } l l ¡ r } .1 plrcc- i r iet ! \s i r . ; í 6.nt i r t¿ Ci i¿gua, ei u5o de ref lector¡s i ¡¿brre ¡ i : , ¡n l l ¡do dp l i ¡ ¡ a lcs $d;: : . ¡ t i t .razados y a ias defens¿s del puer io. l r ¡ cr . ¡ ; l ! habr in s icJo L¡na qr¿n

ayuda para los aviorres at¡cantes en la selecr¡ól¡ c ls sus biancc¡s" É"nla segunda oleada, Torr*ns-Spence ¿dni i io l ra i ror r* :boiado en e,agua cr"¡ar ldo ¡ t r ' ¡ i ;e:ó la ¿ntr¿d¿ <Je! puer. to 'y , yo s ! toV .onver ict-do de qi te f i te ia baja al l r i fa de l . is ñ¡aqutn¿S ata{:añteS iO que {e: ;per!-ni t ¡ó entrar y saf i f srn sui ; ' i r i ¡n iasgrrño trajo esa sirnrbi i l ia ¿jefuego" Alguier l estaba destrnartc ¿:er aic. l l . lzaclo, por supuesto, y 'e l pobre tenientc Bayley y el tenier, te Siaulrhter, c le l H.f l .S, Éagle,desaparecieron envr. , ¡e l tos en l lar¡ ' ;as hacia sus rnuertes. , ,Hcoch"Wil l iamson y Scar let t lograron aicanza!. con un tofpedo a uno de l r ;9acorazadcs de la c lase Cavour antes de que los alcan¿aran ¿ el los ydespués cayeron al mar en su camino a un campo de pr is iorreros de

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taron ele alcanzar lo dispararrdo adelante de las misntas Set ían rnuyf¿rntr :s s i no lo huhiera¡r hecho,;y s i i . , . r a lcanzaron, dudo que frr t -b;úrdÍ1os pndido ver lo en rnedio de todds esa5 atras explcsrof ie!-

. --Me terrto que t¡sted t iene raz()r - ' {Ji jo Gri¡-:ve-. Pero ¡h{r,r¿n¿tia pc¡demo5 hacer.

-- F¡o, pero r leber iamos pensar en lo \ iuÉ !al los ¿ decir . - fc,dos

!os jefes querrán s¿ber exactamenie lo i t r re sü(-ecl l i ) ' " .5 i e i ataqttetuvo éxi tü y cuántos i rnpactos se logr¡ 'on ) ' todü io demás, y s lno5oi fos son¡ús los ú¡ ' ] ¡cos s(rbreviv icnie! , esperaian :1ue podarnos c. ie-c¡ ' rse¡o. Fr¿ncarnente, yo ro vr nada, aparte del fuego ant iaér( :o (1ue

c;. . r [ ¡¿ '¿¿ todo el puer lo, Nc podia ver ¡ t : 'a 'u 'és de ese fuego. iUsied v,oi i Nr,¡ l t<ernp y compahr¡ logtarcl- l . : !gút t t r r rpacto?

-Llsteci ¡ tanejah¿ el av¡ón aonro uír locc to( j , l c i t i ;n lp i r y cacla

' jez que tr¡ té de n-r i ra¡ hacia abajo, e l v ierr to casi rne ¡r r¿nc. lba i¿s ¿n' i i ¡ ;arr ;s. i I i puerto estaba cubrertc de I 'ueqc. y ' vo tenia qrre f i j ; r : -n i ,en i¿ brú!ut . ¡ pn! ü sabr l r hacia dóncJe nos dir ig iamosl

Dabió ser p¿t! 'a él una nieci¡a I rora n ' ;uy i r ,com¡lc l¿, ¿aur r(¡(¿ciodetrds iJe un dolgadc frrselaje de lo¡r¿ r 'on toCos esos proy"ectrre5. l i repasabarr s¡ lbai ldo a nuestro airecledor. En el vuelo de regreso de esasÍnis iones, yo s iempre rezaba ur)r¡ p iegar ia de agradecrnr iento por nos€r i ln üt lser\raclor. L-as resDonsabi l ic jades de el los terminaban en eli ¡ ! ¡nco, hasta que era hora de ernprender ol regfeso, y cntorrces tcnralrr¡ i r9 marrtener la cabeza bien fr ia V ser muy precisos, '7 hacc'r r -á lcr¡ tc¡sdi l r 'c i ies. f \ ,1¡entrós la exci tac¡ór i est¿ba en la c ima. todo lo eue el lospod ía n hacer era estarse q r. i iet os y r ezar .

Seguimos volancio ún t¡empo más hasta que rr i !a cort i r ra c1¡: des-tr i . rctores en el sendero c¡rre la luz de ia i r ¡ r . .¿ i razaba jobr? el n-rdr ' .5e los dist inguí¿ nruy c l ¡ i ' ¡ r lente aunr lue se encontraban a rna5 cirr-co c seis ¡nl l ¡as: s¡ !L¡etas nrt idas. c i r l l intr tas y negra5 contrJ. l f i r inr i -noso ref le jo de la l t tna, como pequenos corchcs dispersos sobre lafranja de agua r ie iante. G¡ ieve habi¿, . ;ermo:tra( lc ser Ljn n. j !e l1a. iorespléndido, s in un h¿z de radro para or ie¡"¡ t¿¡ ' re. Cuando lo l iamépcr el tubo acúst ico no obt, . rve respuesta y fue evidente que él lohabía. iescortect¿do, rJe ¡rrot jo qrre rn€ci l¿5. . ias. Er¿ l¿ se,rrai cor ' )ver)r-da para que un observacior conectara el tubo acúst¡co.

-- iQué sucede ahora? - .pregunto con rrrr poco de i ! r i tJcron.-- iTiene su cartucho de reconocirni¿nto en I¿ L; istola ' ¡ - -ore"

gunté.-5f . iPara cué?*Bueno, dispare ur l Lart t ,cho ahora, por Íavor. U:ted pueCe

seguir s i quiere pero yo voy a aterr izar. Al l t está la cort ina de des-tructor-es, a l l í abajo, a estr¡bor y adelante, en el ref le jo de la luna.No quiero que empiecen a díspararnos. iPodr ian tener mejor punte-r ía que los i ta l ianos!

Cuando el av¡ón fue descendido al hangar en el montacargas,

114

me pregurr té qué ibamos ¡ c iecrr para expl icar por qué el hangarestaba vacío de Swordf ish excepto el nuestro. Cuando el rnonia-carc¡as l legó a l¿ cubierta del h,rngar, Burns y Brown sal taron sobre e!ala rnientras el av¡on era empuj¿do hacia popa. Sus caras expresabanal ivro.

. - - iCu¡ndo casi tor ' los ios otros regresaron sin ustedes empeza-mos a creer que l t l5 habiarr derr ibado! -di jo Brown sact¡diendo lacabeza con repr-obación, y err seguida sattó ¿ cubierta para dyudara ernpuJar.

Asomé l¡ cabez¡ y miré asombrado a mi alrededor. Vi qr_re elhangar estaba repleto de avrones, en prol i jas f i las entre las que se mo-vtan los hombres, ; ,nre:ubi : : ,obre rni paracaídas para .n i rar con incre-d ul idad-

--Sólo f¿i lan t res que ¿ún no l leqaron, señor -- .d i . lo Burn: a le-grenrente, y mientras el habl¿ba oirnos el ru idc¡ de ruedas aterr izancloen la cubierta c le vLrelo y el qenr,do de los cables de freirado.

- iCon ése, sólo fa l t¿r. dos! - añadió Burns.Grieve y yo intercamb¡amos m¡radas de asombro. Casi pareci¡

un mrlagro.-Malas not ic i¿s. señor ' -d i ¡o Brown nr i r 'ándome inquieto de:tJe

la cubierta del hangar- - Dur¿nte el d ia tendremos que hacer unarevisación completa del avión a f ¡n de tetner lo l is to para esta noche.. .

* iEsta noche? --di je mientras nte daba un vuelco el corazón*.Perr Dios, durnramos un poco antes de empezar a pensar en est¡ noche.Usted guiere deci¡ "m¿iana". iQué tenenlos que hacer mañ¿na?

Son casi l ¡s t res de la inañana, señor, Ce rnodo que me temoque es "esta noche", no "rnañ¡na". Todos ustedes t ienen gue regresara Tarento y hacer lo todo de n!-revo.

Mienir¿s subíamos ia esr:aler i l la hacia la sa!a de conferencias.ambos guardamos si lencio Entonces cl¡ je: - .Parece que anoche fraca.samos comÍr le lamertg ! ' l io i esr,r t i lnemos que vclver. Perr ' , ¡ ro veD có-mo podra ser; 'nejor en Lrn : . - -qr- lndo int?nto. iMás bien al cDntrar!o!

Grieve resoondió a 'n is oalabr.¡ : con una expres¡ón cle profundodesal ier- . io y entrarn6: ¿ ia Sala dr co¡ l fet?¡rr--¡aS pafa enfrg¡ l ¡ ¡ ¿ ¡o.of ic ia les de intel igencia y hacer ¡ luestro rnforr¡e. Tcdos !os i lemás yahabÍan presentado sus i r l fonnes y ahor¿ est¡b¿n abajc, en ta antecí-mara. calr . l ¡ncio ia s l l j . , \z Í i i ' r i l i - r rs,r fo rrc: i t rcs nas i -er_¡nin-¡r¡5 con ei loS.LOt c¿mare¡ 'cS habíAir p;r , faC¿: i ln i t f re! ' , - ) q i rn ,_ iaCla "Bi{ ,Xve¡ l idOS a C¡-sa". El conrarrr ' iante l9 i¡r lr¡¡; j ¡ : ,r ' r- i . l rr¡-. i ¡Llso L n las rr,ñrlO:, Lln gnofrnewhisky con scda y C: jcJ;

-ZQué pi€rrsa del letr¡ . : ¡c dq bi , - ' r ,venir j ¡? Fire hrcfro por loscama, eros s in er le nad¡e 5e i ts sLrgi . ¡er¡ .

Lo miré con l rastan' ie r , {esebr imierr t í ] , scsoecho. - lv{e aleqra-rá nrucho más ver io mañ¿! ia ¡ : , : : ta ai ;o¡a - .c l i ie.

El sonr ró pate ' n¿inter, is.

t ls

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gi. ¡erra i ta i iano donde permanecerían los s¡guientes cuatro años ynred¡o.

Descle mi posic ión, a popa de Kiqgel l y Janvr in, yo no corr Íaningún peirgro y pude observar la escena cómodamente. Nunca habiaestedo en merios pel igro en ningún ataque hasta el de aquel la noche,cuando ei resto de la escuadr i l la volaba hac¡a las fauces del inf ierno.Nunca, ni antes ni después, pudo haber una concentración de fuegoserurejante y yo estaba convencido de que ninguno de los seis avionestor 'pederos habia podic lo sobreviv i r .

Siempre he estado agradecido a los i ta l ianos por prefer i r los pro'yact i fes de t ipo t razador, que se elevan en bolas de fuego ionocidascomo "cebo!¡as l lameantes". Es posible ver los venir desde el momentoque dejan la boca dei cañón hasta que pasan rugientes. ACmito que seelevan a una velocidad alarm¿rl te, pero s iempre habÍa t iempo de es-quivar los cor l una maniobra oportuna. En la oscur idad h¿bia t iemposuf ic iente para eludir los, y en todo caso, el los disparab¿n contra lasbengala: y no contra el avión.

Con mi v ista a vuelo de pájaro parecía que el puerto estaba másbr i l lantemente i lurninado de lo que hubier¿n quer¡do los Swordf ishat icantes. . . s i es que aiguno de el los todavía estaba en el a i re, cosaqr. ie parecía rmprcbabie. No tenia objeto aumentar su vulner¿bi l idad¡ lumináncloios aún més. Después de una vuel ta completa ¿lrededor delpuerto rne encontré sobre el costado oeste, mirando hacia abajoal Mar Piccolo, y tuve que regresar, a t ravés del Mar Grande, para l le-gar a las ref inerías de petróleo gue me habian ordenado bombardear.Lancé una úl t ima mirada a los cruceroS y destructores fondeadoserr e l puerto inter ior , p-oro todo el Mar Piccolo esiaba en sombras ylo: mismos no eran fáci imerrte dist inguibles. Jugué con la idea debajar, despué¡ de i lunl inar los con dos o t res bengalas, y de sembrarmis bombas sobre sus cubiertas, pero mientras vaci laba vi las alas blan-cas, el fuselaje y el p lano de cola de r . rn Swordf ish que volaba másab¡ ja y que estaba h¿ciendo precisamente eso, y comprendí que todolr : cue yo iograr ia serÍa l lunr inar desde arr iba ¿l avión que bombardea-ba en picada y hacer que su si lueta se recortara ni t idamente para losart i i leros ant¡aéreos de abajo. Al no poder ver los en la oscurtdad,,yo hubiera podido poner los en pel igro s i t rataba de seguir los y arro-jar también nt is bombas. En todo caso, "Streamline" habÍa insist idoen que obedeciera mis órdenes, de nlodo que, de mala gana, volé cru-zando e¡ puerto en busca de las ref inerÍas de petróleo. Tomé el tuboacúst ico y le di je a Grieve:

-Estoy a punto c ie atacar de modo que vea s¡ hacemos algúnirn pacto .

En seguida in¡c¡amos nuestra picada hacia t ierra. No vi n ingúnresul tado, pero como las bombas eran semiperforantes de bl indaje,cualquier explosión sería interna, probablemente después de que se

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hubieran enterrado en sus blancos, y no tenia objeto demorarse poral l i . En mi v ia je hacia las al turas v i ré a babor hacia el puerto, paraver s i había algo más que pudiera hacer con las bengalas que mequedaban, pero el fuego aún era intenso, cosa que me intr igó: o to-dos los Swordf ish habian : ido derr ibados o y¿ tendr ian que habersemarchado. No podÍa imaginar por qué el los estaban disparando contanta ferocidad hasta que me percaté de que mimotor estaba rugiendosobre las cabezas de el los. En nuestro camino a t ravés del puerto y ha-cia el mar, lancé las bengalas restantes, dejándolas detrás c le mí en ungrosero gesto de despedida, una por una, para alentar a los i ta l ianosa que malgastaran un poco más de sus inút i les pero costosas municio-nes. Fue un gesto que sólo requir ió t i rar de una palanca. DespuéssubÍ desde el mar por encima del rompeolas y hacta arr iba, hacia laoscur¡dad, hacia la paz del vuelo de regreso.

En todo el camino hacia nuestro encuentro con el barco frentea Cefalonia la luna quedó a m¡ cuadrante de estr ibor, lo cual me ayudóa rela.Jarme. Las nubes se habian dispersado todas y el r ie lante senderode oro l íquido que i luminaba la superf ic ie del mar desde e! hor izontehasta debajo de nosotros, h izo que el vueio fuera nruy fáci l . Cuandome d¡o el curso a tomar, Gr ieve me pidió que no lo interrum¡r iera af in de que él pudiera concentrarse en su navegación v en tratar dehacer funcionar el haz de aproximación al barco. El no estaba fami-l iar izado con el mismo, por supuesto, y aunque el s istema era muyef ic iente y podia reduc¡r en muchos minutos nuestro vuelo de regreso,no tentan un equipo moderno de radio s imi lar en el Eagle y Grieve ve_nia t ratando sin éxi to de sintonizar un haz de radio que nos or ientara.Yo me contenté con guardar s i lencio; necesi taba t iempo para relajar-me y al l i , en mi t ib ia cabina, con una luna br i l lante y un hor izonteclaramente def in ido por dos densidades di ferentes de oscur idad, nohabia necesidad de prestar más que una atención mecánica a los ins-i rumentos de vuelo nocturno.

Después de los úl t imos treinta minutos de espeluznante vuelosobre un volcán hecho por el hombre, ambos necesi tábamos t¡empopar¿ recuperar nuestro sent ido de las proporciones. pasó alrededor deuna hora antes de que tuviera que l lamar nuevamente a Grieve por eltubo acúst ico. Estaba inquieto.

-Estoy un poco preocupado -di je- . podemos ser los únicossobreviv ientes. Me sorprendería que no fuera así . Dudo de que algu-no de los pi lotos torpederos o bombarderos haya podido salvarse yno he visto al avión de Kiggel l después que él lanzó aquel la úl t imabengala sobre el extremo alejado del puerto. Los i ta l ianos podríanhaberse percatado de la acción retardada de las bengalas y quizá t ra-

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-Beba eso -di jo- y se sen¡rá mejor. Después bébase otro.Tengo la sensación de que n¡nguno de ustedes regresará. ieuierea posta r?

bas desde el comienzoel mundo l ibre", d i jo él

de la guerra. "Levantará los ánimos de todo

Fue úna apuest¿ qué mé al iv ió pé.der. Durante ¿t d i ¡ . et t iemooemp@ró y Lyrter y Boyd fansmitieroh un menEje at comañdañ!e enj€fe qué deci¡ : , 'Lár condic iones det t ¡empo inadecuadae p¡ra et re,91é30- Ta¡ento qued¿ en sus inanol'.

Creo que la mayoria de nosotros rentimos que et c¡DitáñBoyd h¡bra elev¿do una pequeña ptega¡i¡ por ér¿ tormeñta.Entré ñosovos. él e.¿ l¿ persoñ¿ már adec!¿d¿ p¿ra h¿ce¡-ro y quién teñi. más probabilid¡d de que rur ptegari¿s l!er¿n es,

A med¡odia, cuando todos h¿bi¿mos dorm¡do y no, h¿bi¿mosbañ¿do y vést ido, empezaro. a l leg¡r t¿s not ic i . r : ¡ot Gtenn Mari insde l¿ R.A.F. h¡bi¡n hecho un bueñ trab¿jo con las pr im€r¿s luces yhabi¿n obténido algunas fotográfias sorprendertes, de tas cuates de-duJeron que un ¿coraz¡do d¿ t¿ ct¿3é Cavour h¿bt¡ srdo hundido. aueel enorme L¡ttorio h¿bia s¡do ¿lc¿ñ2ado por tres torpédos y estariafue¡a de ¿cc¡ó¡ durante v¿rios meser y que un ¡cor.z.do de ta ctareOu¡llo habra s¡do encallado p¡ra evit¿r eu huñdimiento. Trer cruce-ros y sn dédructo. h¿bí¡n jido sev€raméñte ¡ve.iador y añbos ouer-tos eran un¡ m¡5a dé ñeqro petró¡eo flotañte.

En el p¡s¡do, por razones de sequr¡dad, todor núertros at¿qúescon Swordf ish habi¿n sido at f ibu¡dor ¡ t ¡ R,A.F. Aunoue estovteguro de que los it¡l¡¿nos s¿brcn que tor ¿vroóes ¿ra(¿ñtes ve4i¿ñde un port.viones y que nuertros ¿t¿quet no tos reatizab¿n ¿vionescon b¿se en tiera, re cons¡déró prudenie no decirto d€b¡do a que t¿vélocidad d. pa.tid¡ de la tlot¡ ér¿ timil¿da y lo mát lejos que po,di¿rhot est¡r una hora derpués eran treinla mi[¿s. y trescieñtas mi-llás die¿ horas más ta.dé, y hubier¡ sido detatar la porición de toda taflot¿ decir que cu¿lquGra de nLrestros at¡quet habí¿ sido reatizado porav¡ones ñav¿les, P.ro T¿rént6 t0€ ün éxito dem¿si¿do gra¡de p.ra es-té tr¿tam¡ento, y el nombre det b.rco fue un¿ noticia er todo ét mun,do dur¿nte los di¿t sigu¡ente5, Hitter ordenó a Goerinq enviar sus máseficiente! er.u¿dr¡¡las de bomb.rd€ros en pi.¿d¿ Sluk¡ ¿ S¡c¡tia p¡rahundir al lllunr¡osi a toda cost¿, y at fin t¿s fuerz¡s ateman¿s eniraronén la guera en el Mediteránéo_ Et resto de ta ftot¡ ¡t¿taana tu€ lrasta-dada ¿ Ndpoler y T¡renro dejó de ser un¡ b¡se mrt i i¿r . Como di¡o elcapitán, dir¡giéndoF a ¡¿ tr¡putación d¿¡ b¿rco: ,,Hemos ¡og.ado ñue5tro objetivo". Continuó ct¡ciondo qué, en una noche. tos ¡vionesdel barco habran rogrado <aus¿' ¿l en.migo ñás dáños que tos (¡u.s¡dos por Nelron en l¿ Batatl¡ de Trat¿tgar. y c¿ri et dobte de to quetoda l. Flüt¿ Brit¿n¡ca h¿bía logr¿do én t¿ B¡t¿lta de Jufl¿ñd¡¡ eñ t¿Pr¡mera Gu€rra Mund¡¡I. Péro to que fu€ má3 importanre. fu€ t. ori-mera notic¡a blena que legó a tos ingtesés aft¡g¡d$ por tar bom-

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CAPITULO I6

ENLACE

El canlbrr : dr s i tuaclón en ei Mediterranecl c lespués de Tarento seIr i ¡n. r ier i ¡nrente, rnuy niarc. :do y en seguida fue evidente que la ba.iü i la F¿hÍa s ido un punto r : r r rc iar en ra gtrerra. El abastecirnier¡ to ¿ Mal-i , l . d€sce F*{ j ipto y r iest lc ( i ¡ -¿1n FJretaira, y¿ no presentó ei rn ismo oro-i t i { in¡ ; ¡ rmJ5 V rrr¡nlc ic¡ t r :s plJcl¡eror} i fevarse ¿ Grecia con solo un¿dposic lon espofact ica de los p¡ lo1. ,s de los bomb¿rderos, ta l ¡anos.qu¡enei esi ; rb¿¡r srrnamente ocupados en L;reció, ¡ ratando cie apoyarlOs patéi iCos esf l re i^zos de si¡ desventurado ejerci to. Ccn los ¿basteci-l ¡ ie¡r tos t rar 'dos c i r :st je Grart Bretaf ,a. e l pequeñc ejerci to helén¡co lo_gr¿Oa maS que srrstener5e In nO'rrembre, COn enCrryle Sat isfaCCión delos a!baneses, . . ¡ r . r ienes habí. ln estat . ic balo l¿ c l r . ¡ i l r inac¡ón i ta l iana dest ieqLle f uerart rnvatJidc¡; por sr j ¡ - r repote ni t t vecrno el Vrernes S¿nio r le1939, los gr ieqo5 jograro?r lb l iqar 3 lcs i ta l t " rnos; retroceder hac¡a lasrnontanas ¿lD3ncs¿5 y er 22 de noviemb¡e captuarorr ia c iudad albane-sa de Kor i tz¡ .

Otr ; : ventaja ot l tenrr ja dü T¿rentc fue l ¡ recren encontfad3 l . tabi_l ic iad de ¡a f lo ls de tr¿er armas, rnuf¡ ; r : iones y otros aprovis ion¡mien-tos, inciuido¡ mi i lares de hcrni ; ies, ; r l Ejérci to Bfr ián¡.o cJel MedioOriente en fgipi r . r . Dur¿nte rrcvierrrbre, r r r rportantes i i ¡erz¿s de ¡ustra_tranos v rreoceiandeses fr¡eron tambien rJesembarca<las en { ls j¿¡d¡¡¿.en ruta hacia el desierto. e l I I de novie:rbr€ Wavel l capturó la plazafuerte de Gra¿iani err Sidi Barranr y enrpezó la completa destrucciónde ias legicnes i ta l ianas en l_ ib,a, que cr_r lnt i r ró con la captura deBenglrazi , dos meses más ' ,aroe.

Durante esta campaña, atgunog de los diecis iete Swordf ish delEagle volaron con er Ejérci to en ros desiertos eg¡pcio y r ib io. La prác-

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t ica de usar Swordf ish en el desierto se habí¡ puesto de moda er¡agosto, cuando tres 5tr ingbags del Eagle fueron deserr tbarcados enDekhel la mientras el b¿rco era somet ido a reparaciones que el born-bardeo de ju l io habra hecho necesar i¿s. La t r ipulación de un Blenheimde la R.A.F. habia informado de la presencia de un sub,m¿i lno enemi-go y de un destructor y otros dos barcos en una pequear¿ ensen¿dacerca de Tobruk, l lamada Bomba Bay. Armados con torpedos yconducrdos por el capi tán Ol iver Patch, de los Royai Marines, quienvenía volando en el Arma Aérea de la Flota desde 1937 y que más tar-de ser¡ 'a uno de los pi lotos de bombardeo del Eagle en Tarento, lostres aviones volaron a Sidi B¿rrani para mayor información. Después,volando a Bomba Bay, Patch condujo a ios otros dos pi¡otos a t ravésde la desernbocadu¡a de la caleta, luego de aprox¡rnarse a baja al turadesde el mar. El submarino estaba anciado dentro de la boca de la en-senada y la t r ipulación abr ió fuego con ar¡retral l¿doras, c ie rnodo que"Ol l ie" Patch le lanzó un torpedo desde trescientos nretros y lo hun-dió inmediatamente. Los otros dos pi lotos, tenientes Cheeseman yWel lham, s iguieron volando y encontraron un barco deposi to ancladojunto a uno de aprovis ionamiento y a un destructor. Atacando desdeambos lados con torpedos, hund¡eron a los t res.

Poster iormente se supo que eÍ submarino i rundido por Patchera el l lamado l r ide. Contenía hombres ranas de la Décima Flot i l laLigera i ta l iana, quienes se disponian a ¿iacar a la f lote br i tánica enAlejandr ia con min¿s " l¿pa".

Un avión que tenía capacidad de hundir a cuatro barcos con trestorpedos estuvo obviamente en gran demanda desde ese momento.Más tarde, los Swordf ish del desierto f ueron usados par-a atacar enpicado a tanques enemigos y en esto también tuvieron éxi to. iban ar-mados con bombas especiales ant¡ tanque que tenian una espoleta muylarga en la nar iz de modo que explotaban sobre l¿ superf ic ie al con-tacto inmecl iato y no despr-1¿5 de haberse enterrado en la arena.

Un Swordf ish que volvÍa dei desierto era fáci lmente reconoci-ble porque pocos lograban con5ervar sus rueclas de cola que sol ían serarrancadas cuando se aterr izaba en arena blanda. En su lugar, fue rnr-provisada una especie de patín de cola para el des¡erto, io cual exigíarefuerzos algo pesados en la cola; pero este peso ad¡cional era com-pensado por el retrro del montaje del gancho de frenado que sóloera necesar io cuando ei avión tenr 'a que ser u:¿do en portavrones.

Los armazones de repuesto para Swordf ish eran vir tualmenteimposibles de obtener en Gran Bretaña en esa época, porque el de-pósi to pr incipal del Arma Aérea de la Flota se encontraba en Coven-try 'y el 14 de noviembre esa gran ciudad habia s ido intensamentebombardeada y los depósi tos completamente destruidos. Los efec-tos de esto eran sent idos oor las escuadr i l las de Swordf ish en todoel mundo.

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Después de la pérdida de Wil l iamson, Nei l Kemp asumio el man-do temporar io de la escuadr i l la hasta que el teniente comandante Johnde F. Jago l legó a bordo para hacerse cargo. Como Wil l iamson, eltambién habia estado un t iempo sin volar y nosotros pasamos todasnuestras noches en Dekhei la haciendo formaciones nocturnas hastaque él estuvo nuevamente en buenas condic iones de nráctrca en vezde bajar a t ierra.

Durante una de esas formaciones nocturn¿s sobre Dekhei la.Jackie Jago me dio permiso para l levar conmigo a un coronel polacoa quien habia conocido en Alejandr ia. Después de un vue o ¿nter iora la luz del d i¿, e l polaco estaba ¿nsioso de repet i r la experrencia en laoscur¡dad. Parece un deseo algo descabel lado, per o los polacos son unaraza bastante extraña.

Antes de despegar, Ken Grrf f i ths, e l ar t i l lero te legraf is ta, ensencal polaco cómo ¿brochar el paracaidas del observador a la parte de-lantera de su correaje, en caso de emergencra, y a t i rar de la cuerdaque abría el paracaidas. Esto es un procedimiento ordrn¿r io, cot d i¿-no, para cualquier pasajero que no esté fami l iar izado con el Sword-f ish. De algún modo, conseguimos hacer le entender que el paracarda5sólo se abrocha cuando realmente existe un estado de emerqenc a:ningún observador o pasa. lero podr ia sentarse cómod¿mente e¡ l¿cab¡na trasera con ese molesto objeto debaj o del mento¡ L rnglesdel polaco no era muy bueno pero sonr io y asint io con la cabeza pa-ra ¡ndicar que habia entendido.

Cuando vuela en formacion con otros aviones en l¿ oscurd¿d,al p i loto le es imposible saber dónde se encuentra en re ¿c on con elsuelo o de dir ig i r más que una mirad¿ ocasional ¿ os r .strurrentos desu avión. sus ojos deben permanecer f i jos en el l rc ler y para nrantener-5e en pos¡c¡ón es necesar io ajustar constanter¡ente los ¿ce er¿doresA unos mi l quinientos metros de al tur¿ en lor m¡c or en V, yo rbainmediatamente a la derecha de Jackre y levaba vol¿ndo l ranqui lo

Flrededor de medi¿ hora cuanr jo se produlo rrn¿ scr e dc explosionesy mi motor se de5intcgrc. Trozos r je nretal ¿ rol o l )¿5¿ron vo ¿ndojunto a mi c¿bez¿ en urt rnodo rnuy alarmantc y creo cl le descie elsuelo el motor debio parecer una qrgantesca rued¿ de S¿nta Calalr ,na.

Alejandr ia estaba oscurecida, por supuesto, aunque por j ia d v i -sar al l i abaj o y adelante las luces amortrguadas del t ránsi to, pero alpr incipio no estuve seguro de si me encontraba sobre la t ierra o elmar. Afortunadamente la explosión habla s ido v ista y oida, no sola-mente en Dekhei la s ino por la mayor ia de los of ic ia les de los barcosen el puerto, y casi inmediatamente se encendieron las luces de or¡en-taoón. Me al iv io comprobar que me encontr¿ba d¡rectamente sobreel puerto y a una fáci l d istancia de planeo desde el aeródromo.

Llamé al ar t i l lero te legral ista por el tubo acúst ico.

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-Abroche ei paracaidas al correaie del polaco -di1e-. Existe

la oosibi l idad de que también estal len los otros cr l indros. . . están al

roj o. . . y podr iamos ¡ncendl¿rnos. Póngase iambién el suyo.

Sin un motor, yo debi¿ concentrarme en hacer una aproxima-

ción conveniente y planeando; despué5 de esa breve conversac¡ón, el

¿vion Daso Dor un per iodo corto de turbulencia, que yo supuse que se

debr '¿ al ¿ire cal iente despedido por las chimeneas de algún barco.

Por unos pocos momentos, "Q" de "Queenie" reboto y se estrernecio

violentamente y debr ' luchar para m¿ntener el control ; pero en segul-

da paso y nos nlvelamos otra vez, con al tura suf ic iente pafa m¿nio-

brar, de rnodo que el aterrrzaje forzoso fue en re¿l idad muy 5enci l lc .

A1 f inal de mi carreteo desprendr mts correas y me Incorpore Sobre.ni paracardas para d sc. lparme con el polaco y explrc¿r le que tendr i¿-

mos que aguardar ¿l l i a que nos recogieran, pero con sorpresa com-

probé que él no esiaba al l r . El ar t i l lero estaba solo en la cabina.

¿Donde está el polaco? -Pregunté.

Se arr o1 o en paracaidas -di j o Ken Gri f f i ths l lemát icamente

iTr¿té de detener lo pero ni b ien le abroché su paracaidas, el sal tó!

Luchamos como locos unos pocos segundos.. . pensé que usted se

dar '¿ cuenta de lo que sucedia. . . pero no pude retener lo y temlque estuviera creando drf icul tades, de modo que lo deje i r . iLe ha-

br 'amos dicho que 1os paracaidas Solamente se abrochaban en casos

de emergencia y con todos esos trozos de hierro al ro.1o pasando junto

a sus ordos, pienso que él creyo que era momento de sal tar !

Eso expl icaba el perodo de turbulencia: habra s ido provocado

por e1 ar t r lero te legraf ist¿ luchando con el polaco.

Deb o caer af mar di ie iSerá melor que consrgamos un

bole y lo recolamos ¿ntes de que se ahogue!

No creo que haya que preocuparse -dr io Ken . Su paracardas

se abr ió bien y durante utr momento fue i luminado por las l lamas del

motor . El descendió corno en una exhibic ión de aviación, i luminado

por ref lectores. Toda Alejandr ia debto ver lo. . . y oir lo iApuesto a que

todos esos egipcios han corr ido hasta el refugio ant iaéreo más próxi-m^ .ro\ /on. ió ¡ , ,p <o l r ¡ t ¡h¡ r ip, ,n ¡ laorrpl

e' vv Yvv

En real idad, su dramát ico descenso habra srdo visto por un pú-

bl ico muy grande y cas¡ hubo una fea col is¡on entre todos los bote5

de los barcos que corf ieron a rescatar lo.

Los polacos son una raza muy demostrat iva. Yo esperaba que

él estar ia fur ioso conmigo por exponer lo a tanto pel igro, pero des'

pués, cada vez que lo encontr¿ba casualmente en las cal les de Ale-jandr ia, é l me hacia sent i r enormemente ¡ncómodo insist iendo en be'

sarme en ambas mej i l las. Siempre me desagrada ser besado por algulen

de mi propio sexo, pero los coroneles polacos son di f ic i les c ie contro

lar cuando se Ianzan a públ icas demostraciones de afecto en plena ca-

l le. Es menos probable I lamar la ¿tención sr uno se somete dóci lmente .

*-- 7

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7-

Uno de los of ic ia les más interesantes a bordo tJel l l lustr iousera Arthur Sowman, teniente comandante c le intendencia a cargo delos aimacenes del barco. El me habia atacado acerca de las chaquetaslrv ing fa l tantes cuando nos embarcamos en Plymouth, pero cuandole hube contado toda la histor ia se convir t ió en un f i rme al iado y eramuy bueno para escr¡b¡r cartas con engañi f as.

--Llegará el d ia en que habrá que rendir cuentas --me advir-t ió- pero quizá para entonces a ustecj lo hayan derr ibado o estépr is ionero y en e5e caso podremos sacarnos la molest ia de encimacomo si fuera una cuenta no pagada.

Tenia una nar iz larga y curva que habÍa s ido maltratada en mu_chos scrums de rugby y en r ings de boxeo ya desde sus días en Dart-mouth, y él era una c¡ase de t ipo t ranqui lo y discreto, con un sent i_do del humor devastador acechando en el fondo. Había s ido secreta-r¡o del capi tán Boyd en Vernon, pero cuando un nuevo secretar iodel capi tán fue designado para el l l lustr ious, é l optó por el otro t ra-bajo a f in de permanecer con Denis Boyd, pues sabía que cu¿ndoBoyd fuera ascendido a contraalmirante, é l ser ia una vez más su se-cretar¡o.

Hacia f ines de dic iembre, él me preguntó como por casual¡dadcuánto de los depósi tos de la escuadr i l la había desembarcado vo enDekhei la.

-Ent iendo que t ienen al l i un depósi to preparado para usar locuando la escuadr i l la sea desembarcada -di jo.

-Sí -respondi- , pero tengo al l í lo mínimo. Siempre pode-mos regresar al barco si necesi tamos algo importante, como un motoro una hél ice de repuesto.

-Creo que debería hacer lo contrar io -di jo él- . Mantener abordo sólo las cosas que pueda neces¡tar cot id i¿namente, como equi_po de l impieza y esa clase de cosas.

- íPor qué? -pregunte*. ¿Cree que el barco está hundido, oa lgo peor?

El negó con la cabeza. -No, pero la guerra está canrbiando enel Mediterráneo, en el desierto, en Grecia y asi suces¡vamente. A lasescuadr¡ l las podr ian ordenar les desembarcar, para unirse a los mucha-chos del Eagle en el desierto, por ejemplo, y s i t ienen que volar desdeel medio del Mediterráneo, tendrán que dejar atrás todas las cosas pe-sada5 más necesar ias, como vagonetas, vagonetas par¿ torpedos ydemás. Si usted quiere, haré que mis asistentes de abastecimiento ha-gan una l is ta de lo que el los crean que deberían dejar a bordo y ustedpodrá desembarcar el resto. El los ayudarán con la descarga. Lo hare_mos mañana por la mañan¿, antes de que me olvroe.

Me pareció una medida sensata y a la mañana siguiente, mientrasestaba ocupado con nuestras cajas de equipo pesado, v i que las otrasescuadr¡ l las estaban haciendo lo m¡smo. Los aprovis ionamientos fue-

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ron rrevados a i i r - r ' r¿ y cargados en canr¡ones pafa enviar los a lo5 de-pósi tos de Dekhei la donde quedar i¿n al cuidadr: <Jel co¡¡¿¡¿un1""Lucy" Waters, un enorrne ex jugador de rugby de la Marina. El yel ser iof .Luccl ingtc,n, sarge' to c ier barco, {rarr ían b¿tai lado por raMarina en Twickenham clur. int+ m,. lchos ai ios, como delanteros.Lucdington h¡bía reí l rBsentado a Ingiaterra t rece veces y era er d¡rec-tor gerente de una larno5¿ f i i ' iná de cerveceios ce p,¡¡ tsmouür. dorrdeempleaba a mr.¡chos of rc ia l r : l navales ret i rado:. rnctuido *,seqirn un ru-rnor*- un aimira; ; te rei i r¿cl0" En 1g3g habla s¡rJo convocacro por rareserva y enviado al l l lustr ious. s, . i conducta en el barcc era inrnacu-iada y nc d.¡ba seirale s de es<-rs i r : teresantes y super iores antececlen-tes, excepto, q l j iu á, en ia r ; ¡€-sa rJel capi tán, cr¡¿nclo no por. l r ,d 50Dor-taf o i . a un ei¡)hrul ter o que d¿ha ro que obviame'te era nruy farsaev¡cienci¡ ' In esas ct¡s ic¡ne:. tenia tendencia a incr inarse sobre rarnesa del3nte cel capi tán y decir : " icochino rnent i rosa!" . r r : r cr¡alSiernprr : prrxrCrCaba unt !e, . ;er . t repr imenda dei Caprtán Boyr l .

Arthr¡ t - Sr¡wrnan Íue muy pn,rdenie al persuacl i rnDs a que degem-Darcatamos tar: t r l eqLr i ¡ ro. como estaba ¡-r iuv proxinro ar capi tán, erpresent ia lcs p.obienrai ccrn ant icrpacion y ter¡¡¿ una idea bastanteaproxrmada de !a suerte que tendría que enfrerr lar e l barco; per.o fuemuy Iniel¡gente al o iganizar et ta desrarga maSiva sin alarmarncs. Alseguír sr : consejc noiotros salvamos la nrayor parte de nuestro equt_po y pud,mo! seguir operando los pocos mese; s iguienles co¡ i nues-tros prop¡os rned¡og en t¡erras ¡nás exót icas, cJonde los repuestos ylas herranr ientas y el equipo pesado h.rbrÍan sido i rnposibles de ob-tener. Sin sr_¡ or ientación í i1t" t ( :h()g de nosotros no l rubiér¿mos oo-d¡do ;obre, , , ivrr por l 'a l t . ; de repuestos y elernentos esenciales, y laconsigrr ierr te inut i i iJaci de !o5 av¡onr! .

A una f iu:nrena i ie este ¡:rr. .rdente consejr¡ cle Sowrrran, casi lat¡ i tad de la t r iprr lación cJei harco r¡rur ió, incruido er señor Luddi 'g-ton, cuando los bombardero! e ienrancs { :mpozaron el proceso dehacer pedazos al barco. Comenzci e! r0 de enero y durante ese d¡ 'apavoroso y ras dos terr ibres semanas que sigrr ieron, cuando er l i lu¡-t r ious estaba en el G:¿nd Ha'bour de M¿rta bajo ataque constante,dÍa y noche, Arthu¡ Sc¡wman s¡ lvó rrruch¿s vidas Se mantuvo serenoe !mperturbablemente ¿nimoso, en circunstancias que ningún serhum¡r 'o hubiera pDd¡do ant ic ipar, : r ' que r :sparo s incer.ar.nente qr.renrnfi ! tn nOñi:1.{} tenga t l i_ie volv¡-.r a enir.entAr iamáS_

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EL DIA

CAPITULO I7

PAVORO5O

El 10 de eneío de 194i , en cornpañia de toda ia Flota, et l l luvtr ious ter i ia que escol tar a un gran convoy por ei canal de Skerki ,dest inaclo a Malta y l tecra. Por el progranra c le vuefos v i que yo ten-dr ia que hacer el patrul ia je ant isubmarino ¡nienor en !a m¡ñana, cuan-do debíamos encontrar al convoy en el cal le jón de las bombas, des-pegando a las 8.30 y aterr izando a las 12.30, cuando saldrÍa l¿ s i -guiente patrul la.

Debido a que ienia qrrr : patrul iar áreas de mar de crnco m¡l lasdelante de la cort in¿ de dest¡uctores y estarra: l ¡ v ista de la Flota ydel barco, no me proveyeron un <¡ i :serv¿dor. Ken Gri f f i ihs atender iala radlo ) / e i cañor) Leu,,rs y se sabía que a r t r i me gustaba Llsar lalán:para de deslei los en la c¿b¡¡na Ceianter¿.

En el programa v¡ ianib¡én que !os Fulmars de la Escuadr i l la806 tenia;r por c le lante un gran dia y que el tenienle Michael ("Ti f -fy") Torrens-Spence, et p¡ ioto más antrguo de la Escuacjr i l la 819,haría el Datrul la je exter ior con SworrJf ish, fuera dei a lc i ince de iavista de la Flota. con una tr ipulación completa.

Sal í a la cubier ia de popa para funrar nr i c igarr i l lo c le despuésdel c leSsvr lno. { jüe para nl i s ier tpre es el mejor momento c ie i c l ¡a. Depie en el c.ost¿clo t - jer¿-cho, balo la s¿l iente de la cL¡bíerta de vuelo, ba-ñ¿di , . err r I i ¡b 'o soi m¿t¡nal r le l Mediterráneo, ¡¡ : i ¡aba la t rurbujeanteeste¡a. le i t rarco que formaba oias grancles y espurnosas. H.M.S. Gal lantestab¿ a una: t res rni l las a popa y e¡ 'a un destructor qlre habr 'a estadocolocado en nr¡estru cuadrante de babor desde que sai¡mos de Ale-janclr ía" Estaba demasiado a popa y t rataba de alcanzarnos. Su proa

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co! ' taba hernrosamenle ese m¿r azul y sereno y arrojaba cont inu¿men-te una blanca esouma a ambos lados.

Torrens-Spence se rre unió y j r - rntos quedarnos adrnrrando altJesfructor.

-Probablemente ha estado muy atareado durante la noche -di-jo el- . - y ahora está i ratando de ocup¿r nuev¿mente su puesto. F:stái ;¿ciendo mucho más de treinta ¡rucics.

lú ierr t ras nosot los observ¿bamos, el destr i rctor se ronrpró errCos peclJros, unc de los crr¿les se hundió inmedrat¿nrente y el otroquedo f iotando en la super i ic ie corno unJ l¿ta ' racr '¿. [Jn segundo odc)5 dcspués oinros el sordo ruido de la ex¡r losron. Inmediatanrente,ei l l lustr ious empezo un lento qi to a estrr i lor p¿ra por rnrt i r que algu-¡ros : f estructores corr ieran a soccrrer al barcc dal l¿.Jct s i r r l r ¡¿¡ 6ul i . r r ' j :9ner se adelante c le i portavi , : ,nes

- iDios, qué espectáculo húnr lJ le! { l r . tc.Ti f f ' r 'asintro, pero ya e5t¿bJ Jn¿lrz¿frdo lc que i t . rbta suce.JtCo.- lba denrasiado rápido para haber s¡dc torpede¿do dc modo

r¡ i ie tuvo que ser una min¿. Pero el canal deD¡ó ser t larndo.¡r¡ tes der. lúe pasara el convoy. iQuizá íue esa m¡na que slempre se escapal F-s-r)ei( ; qr¡e no hay¿ rn. is escondidas por ac¡ui , porque i roy ' ,era todc.rt ¡ : i¿nte di f fc i l s in el pei igro adic ional de las nr i r ras.

Alce la v ista h¿cia él - -es muy ai to- v le prequnte c¡ué ha-t l r¿ quer ido c iecir . -ZCree que los i t¿l ianos ¡ tondrán rrrucfr . r O¡ losi-¡rón? l lan estado bastante t ranqui los desde el i l de novienrbre.

--No son los i ta l ianos quienes nre preocL.¡pan sino los matdi tos. . r ier l¿nes -diJo él lentamente*. Floy el los se rob¿rán el espectáculo,i no lo sabe?

-Ni s iquiera sé que estén tomando parte en la querra aquii i r le rontamente-. ZCuándo sucedio eso?

Como el p i loto más ani¡guo de su esc¡. la<jrr l la. y srendo ccman-' . j¿nte de vuelo, é l debia ver men:ajes que; i rn i nunca nte mostrab. ' ¡n.

F- l r io, pero su r isa no tuvo aiegría.-Corno resul tado de tocla esa publ ic ida<1 sobre farento, Mussol i -

nr h¿ pedido aytrda a Fl i t ler . El los r¡uieren hLrrrr l i r a l l l lustr ious. El( onvoy también es importante; ahoi 'a oue ios alemanes estár i t rasla-

'1¿rrdo tuerzas ei Mediter ráneo, ésta e5 prot 'abiemente nuestra úl t i rnao¡rortunidad de l lev¿r ab¿stecimientos a Malta y a Grecra. L_os trunos,r l ;ora t ienen un Fl iegerkorps comoieto estac¡on¿clo en gicr l ia y nos-( , t ro) los veremos en ¿ccion hoy y serenros su biarrco. -Me miró y yorr t ¡ue estaba muy preocupado-. En un Fl iegerkorps hay mucho mésr l r 'c¡en avtones, y la mayor ia. ,on bonibarderos er1 picada Stuka. Lo, 'xasperar i te es que nosotros somos su blanco pr incrpal y no hay ningu-i l . ' f r r - (eSidad de que estemos aqu l . . .

' iPero seguramente tene¡nos que escol tar a l convoy por e! ca-l le¡on de las bombas?

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' , , - ' ._. . | - . - . -

diera otra vuel ta. Entonces apareció un avión extraño volando de ba-bor a estr ibor, exactamente delante de mi, ¿ t ravés de la cubierta devuelo. Su enorme esvást ica estaba pintada en rojo en el lado de es-tr ibor de su fuselaje gr is. Cuando opr imí el d isparador de mi cañónVickers el Stuka estaba directamente delante de mis miras, pero seincl inó como en un saludo y dejó caer una bomba enorme directa-mente en el pozo del montacargas de popa, que todavÍa estaba abier-to. Por las l lamas que botaron del agujero en la cubierta comprendfque la bomba habia rodado fuera del montacargas y explotado den-tro del hangar. Entonces el montacargas mismo surgió de la cubierta,con todas sus tresc¡entas toneladas de peso. voló unos centímetros enel a¡re y volv ió a caer en ef agujero sobre uncostado, como un grantrozo de queso en forrna de cuña.

El pr imer Stuka f ue segu¡do de otro que voló en medio delfuego ant iaéreo, pasó casi rasando la cubierta y se elevó al pasar juntoa la chimenea. Con mi pulgar derecho opr imÍ el drsparador del cañon,abrí completamente el acelerador, g i ré a estr¡bor y me alejé haciaa r f lba.

Todo sucedió tan rápidamente que yo reaccioné inst int ivamentey no tuve t iempo de pensar "nos están atacando" hasta encontrarmeen medio del ja leo, lo cual probablemente fue una cos¿ buena.

El s iguiente per iodo corto de t iempo pudo ser de diez minutos,o veinte, o hasta sesenta. . . no tengo ¡dea de cuánto estuvimos bata-l lando por la supervivencia. Cuando cada segundo está repleto de fe-br i l act iv idad, el t iempo no t iene signi f icado. Diez segundos puedenparecer una hora y un minuto puede ser como toda una vida. Desdeel momento que abr i e l acelerador y subi me encontré entre losStuka -s in al ternat iva- y aunque el los v ia jaban a velocidad de re-lámpago, el espectáculo de m¡ pequeño avion escupiendo f uego porambos extremos fue demasiado provocat ivo para los ¿lem¿nes y algu-nos de el los se detuvieron para t i rar a mansatva, antes de emprendervelozmente el regreso a Sic i l ia; un rápido giro ascendente, un medioviraje y una corta picada, y esperaban encontrarme en sus miras,aguardando a que me derr ibar¿n. Tambaleándome a unos treinta me-tros sobre el n ivel del agua, pero bien a estr ibor del barco, para evi-tar los tuve que girar el avión en pequeños circulos cerrados hasta elpunto de casi detener lo, de modo que alas y fuselaje quedaban colgan-do obl icuamente de la hel ice. En jntervalos entre ataques, solamentel levanto la palanca hacia adelante y pateando el t imón opuesto con-seguía mantenerme en el arre. Todo el t iempo el acelerador estabaab¡erto al máximo y casi cont inuamente yo tenia mi pulgar apretadocontra el boton de disparar, s in embargo después del cuarto ataciue

t¿ó

comprobé que me encontraba sólo a unos pocos centenares de metrosadelante de la posic ión del barco, aunque alrededor de una mi l la a es-tr ibor. Nuestro avance sobre el agua había s¡do minimo y los Stukasdebieron creer que estaban atacando ¿ alguna fantást ica espec¡e deal fombra mágica voladora que podía girar dentro de la longi tud desus propras alas.

No habÍa t iempo para hablai-con ninguno de los dos que ibanen la cab¡na poster ior , pero pod ía oÍr los disparando el cañón Lewisdetrás de mi nuca y me sorprendio que no 5e hubieran desmayadocon esos giros pavorosaqmente cerrados. Era esencial a le jarse del bar-co porque estaba recib¡endo más cast¡90 que yo. Por todas partes apa-recian agujeros de balas y desgarrones en las alas, y una l ínea de pro-yect i les, que habí¿ empezado en el borde de sal¡da del p lano pr incipalinfer ior de estr ibor, habÍa terminado haciendo sal tar e l asa roja delperno que evi taba que se plegaran las alas y yo esperaba en cualquiermomento que las alas de estr ibor se plegaran;pero deb¡o ser solamenteel asa lo que había volado. Las alas s igu¡eron ab¡ertas en la posic iónadecuada.. . gracias a Dios.

En una pausa entre esos giros desesperados logré dir ig i r una rá-pida mirada hacia arr iba para ver de donde venian todos esos Stukasy vi var ios enjambres en formación cerrada, volando en cÍrculos muyal tos en el c ie lo, como avispas esperando su turno para picar sobreun pote de ja lea. Los v i apartándose, uno por L¡no, objetos diminu-tos con las alas br i l lando al sol . Se apartaban lentamente de la forma-ción -casi desoreocuoadamente- como si estuvieran tomando parteen una exhibic ión aérea y tuvieran todo el t iempo del mundo. A me-dida que cada punto plateado picaba hac¡a abajo se hacía más grandecon cada fracción de segundo y su picada se volvía más aguda hastaque se convert Ía en la gran mancha de un avión con una esvást ica ensu costado, picando vert icalmente a t ravés del fuego ant iaérea del bar-co. Volaban con mucha habi l idad y lanzaban sus ataques s¡n preo-cuparse por 5u propia segur idad. La di ferencia entre los métodos ale-manes y los de los i ta l ianos nunca hubieran podido ser demostradascon más clar idad. El los tenían una sola bomba por avión de modo quetenían que bajar a entregar la personalmente. Como la mtsm¿ era enor-me -pesaba 500 ki logramos- su determinación a no malgastar su ún¡-co gran huevo era comprens¡ble. Empezaban a sal i r de la picada a unosmil quinientos metros, cuando habran l levado su veloc¡dad ai máxi-mo desde unos tres mi l metros de al tura y sol taban la bomba mien-tras aún estaban.en picada, de modo que la misma seguia la t rayecto-r ia con mortal precis ión. El Stuka er¿ un avión feo para mirar lo peromuy ef ic iente en su trabajo

Debido a que la pr imera bomba fue prol i jamente plantada enel montacargas de popa y estal ló dentro del hangar, e l efecto de l¿onda expansiva fue hacia arr iba y hacia afuera, debajo de l¿ cubiert , t

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-Si , pero poclr íamos hacer lo rnuy cónrodamente ton e! b¿rcofuera dei a lcance de los aviones alenranes.. .

- iPor qué no lo hacemos, entonces?- 'Boyd y Lyster enviaron un ntensaje al comandante en. iefe se-

ñalando que no había necesidad de que el l l lustr ious se pusier-a al a l -cance de los Stukas y que la Escu¿dri l la 806 está reducida ap€n¿s amedia docena de cazas ut i l izables. Ul t imarrente lo t tan pasadr. l nral .

- - iCuái fue la reacc¡on del comandanie en jefe?-Di jo que la moral de la Flota s iempre es tan al ta cuando cl

l l lustr ious está a l¿ vrsta que él no podr ia responder por l¿s conse-cuencias s i no ! r . r estábamos, y que debíamos permanecer en nuesl . roo uest o.

-Pero los rnar inos verÍan a los aviones operando y sabr ian queel barco sigue en las cercanr 'as. L-os capi tanes podrían decir les lo queestuviera sucediendo.

-Precisamente *Ci . io Ti f fy- . Pero lo que el los no ent ienden esque el barco es solanrente una plataforma f lotante desde la cual ope-ramos y que s¡ psa platafofma es dañada o hundida el los perderánno sólo su protección inmediata desde el a i re s¡no toda la coberturaaérea en el Mediterráneo. Reaimente, es elemental . -Agi tó la cabezacon incredul idad-- . Lo que la respuesta dei cornarrdante en jefc qui-so decir fue, en real idad: "Cierren la boca. aténganse a sus órdenes, nodiscutan, s igan con su trabajo".

-P¿rece inuy extraño --nlurnruré, dudoso.--8ueno - 'd i jo Ti f fy- , r ¡u izá usted ent ienda por qué ei estal l ido

de esa rnina que acabamcs de ver es sólc¡ e l n l inci f r io. Este es un diaque nunca olv idar.á. Puede dar graci . rs a su buena estrel la por tenerque volar e5t¡ mai iana y t ro pernranecer en el hangar en los puestosde acción.

Aquel la rn¿irana yo debía estar excepcionalmente tonto, porquerecuerdo habe¡ ' calentado n'r i motor y despegado con ia mente compa-iatrvanrente t ranqui la, aunque Ti f fy Spence era una de las personasmás intel igentes a bordo y no sol ia hacer af i rmaciones descabel ladas.Después de ocupar mi puesto delante Ce la Flota, empecé mi ca-cería ant isubmarina sin pensar en la conversación con Ti f fy por másde unos pocos segundos por vez, cuando miraba hacia arr iba l leno derecelos; pero ei c ie lo s in nubes estaba completamente despejado. Elt iempo pasó lentamente, en s i lencio, durante la pr imera media hora.El ar t i l lero radiotelegrat ista y yo apenas hah¡ lamos. El era hombre depocas palabras y estab.r s iempre ocupado y yo r jo terrr 'a observadorpara preocuparme -pensé-- hasta que trna voz educad¿ nre l legó por eltubo Gosport y me hizo sobresal tar .

{ reo que deber ia volar un poco más al noreste para mantener-se paralelo con la cort in¿ de dertructores, señor -di jo la voz . En miopinión. estamos un poco de¡nasiado cerca de la Flota.

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-ZQuién demonios es usted? -pregunté.-Guardiamarina Wal l ington, señor -di jo él con ser iedad, como

si yo fuera tonto por haber hecho tan estúp¡da pregunta.En la cabina delantera, conjuré una cara - facciones delgadas

y una expresión bastante ansiosa. Un joven agradable de la otraescuadr i l la.

Siento tener que decirselo. . . iusted no sólo está en el aviónequivocado sino en la escuadr i l la equivocada! -di je.

-Este es el "Q" de "Queenie", iverdad?-Sí, pero de la 815, no de la 819. S¡ usted es el observador del

"Q" de "Queenie" de la 819 tendría que estar volarrdo detrás de Den-man What ley.

Hubo una pausa y el muchacho di jo; -Bien, iquién es usted,señor ?

Se lo di je y hubo otro prolongado si lencir¡ . Entonces él se dis-culpó y d¡ jo: -Debo haber subido a un avión equivocado por error.iPuede l levarme de regreso al barco?

-Me temo que no -di je- . Tengo que seguir patrul lando hastaaterr izar a las 12.30, cuando despegará la próxima patrul la. El l l lus.t r ious no giraría hasta ponerse contra el v iento por un único alerr iza-je, a menos que fuera un aterr izaje de emergencia.

A las 12.30 me encontraba en la posic ión de espera sobre elcuadrante de babor del l l lustr ious, observando'cómo giraba para po-nerse contra el v iento. Despegaron los Swordf isf i de la patrul la ant i -submarina V una bandada de Fulmars. " l -1agg¡s" Russel l , e l of ic ia lde control de descenso en cubierta, estaba en su posic ión acostum-brada junto a las torres de los cañones de 4,5 en el lado de babor dela cubierta de vuelo, agi tando sus paletas amari l las, y yo in ic ié miaproximación. Había arrojado mis bombas al agua de acuerdo con lasórdenes -nunca nos permit ian descender con bombas sin estal larpues el sacudón producido por el gancho de frenado al enganchar uncable podia hacer las caer de sus soportes y explotar sobre la cubiertade vuelo- y el ar t i l lero rad¡otelegraf ista había puesto la carga de pro-fundidad en "seguro". Esta carga se l levaba entre las patasdel t ren dealerr izaje, como un pájaro que l levara un huevo, y eran muy segurasra menos que uno descendiera en el mar, en cuyo caso, aunque estu-vieran en "seguro", estal laban a determinada profundidad. Cuandogiraba suavemente a babor con mi gancho de frenado bajo, Haggissúbi tamente desapareció de mi v ista en una gran nube de humo de to-dos los cañones de 4,5 que tenÍa bajo sus pies; pero ni aún entoncesyo me percaté de que algo anduviera mal. A menudo despegábamos yaterr izábamos con todos los cañones del barco disparando.

Incl inándome un poco más a babor, n ivelé para aproximarmea la cubierta de vuelo y v i que el montacargas de popa estaba bajado.Estar ia arr iba para cuando yo l legara al l Í o Haggis me indicarÍa que

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eran reconocibles y debajo de la cubierta de vuelo sólo había una cás-cara vacÍa con cuerpos muertos aplastados contra los mamparos encualquier parte donde uno mirara. El c i ru jano comandante Keevi ldemostró ser infat igable. Aparentemente sus nervios estaban de vaca_c¡ones, porque él se mantenía calmo y f r ío como si estuviera distr i_buyendo medicinas de su dispensar io en una revista de enfermos or-din¿r ia. Durante la quincena siguiente, en Malta, cuando los ataques albarco eran casi cont inuos, según un test igo presencial é l comió y dur_m¡ó unos pocos momentos cuarrdo pudo y nunca cesó de atender alos her¡dos y mor¡bundos, los nrut i lados y los quemados, por lo cualle fue concedida la Orden de Servic ios Dist inguidos. Muchos de losque le debieron sus vidas piensan que se merecia la Cruz de Victor i¿.

Otra D.S.O. que fue reciblda con gr i tos de alegr ia por los m¿-r ineros sobreviv ientes f ue otorgada al reverendo Henr-y Lloyd, cuyavoz animosa entre las -^xplosiones act i ¡ó como freno para l¿ locura.y muchas person¿s me han r :ont¿do córno se sint ieron alentadas porArthur Sowman, quien apareci¿ como ur i genio sal ido c le la botel lade un mago dondequiera que estal laba un¿ bor:rba, c l ic iendo: , ,V¿mosmuchachos, tomen l¿s mang¡s de ¡ncendio, apaguemos ese fuego.. . " ,tan calmosamente como si estuviera alentando a un equipo de rugbyPor sus esfuerzos le fue otorgacja una Mención en Despachos, que amenudo se considerab¿ l¿ "Cruz de Victor ia del pobre".

El seiror Ludd¡ngton, sargento del barco, sabÍa que el hangarera un ¡nf ierno rugiente donde los hombres morian por docenas, ycomo era un t ipo muy grande, rnuy curt ido, debió pensar que talvezpodría sacar a algunos y salvar ios. Cr:alquiera que hayan sido sus mo-t ivos, su cuerpo fue encontracio en e¡ hangar, donde yo dudo que hu-biera puesto antes el p ie. Habia src jo asf ix iado por ios hurnos tóxicosy severamente quemado

Todo esto suced¡ó en los pr imeros pocos minutos. Volando al_rededor del extremo de proa de la cubrerta de vuelo, srnt iéndomeinmensamente apenado ante l¿ v ista de Ia batal la q, . re estaba desarro-l lándose, v i docenas de hombres que corr ian por la cubierta de vuelocon mangas de rncenr l ro. Alrededc¡r de el los,230 metros de largo portreinta metros de anchc de cubrerta de hierro eran una masa de vapor;el calor del hangar de abajo convert ia al agua en vapor ni b ien éstatocaba el acero recaierr tado que quemaba los pies a los hombres. perotodos los cañones del barco estaban disparando y yo corr ia pel igrode ser derr¡bado por el los y, en todo caso, probablemente estaba es_torbando. Sentí como si estuviera abandonando a micasa y a la genteque amaba cuando el los estaban en pelrgro pero nada ganaría quedán-dome, de modo que viré hacia el nor.este, vagamente en la direcciónde Malta, y rne concentré en tratar de mantener estable al avión. Elextremo interrro del p lano prrncipal infer ior de estr ibor habia s idoseparado del fuselaje y colgaba de sus travesaños y cables de vuelo,

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suspendido del a la super ior y el av¡ón se había vuel to pesaclo t l t ' t t t . tnejar y neces¡taba mucho alerón opuesto. Pero todavia po( l ¡ . t v{¡ l , r l

Por el tubo acú5t¡co, le gr i té a mi improvlsado obser v,r( l ' ) l-Déme un curso hacia l¿1¡ l ta, por f avor -c l r je.--No puedo -respondió él casi e¡¡ Lrn susurro-. La t¿bl¿ r l r '

Bigsworth está f lotando en gasol ina.- iGasol ina? iEn la cabirrr poster ior-? i ,De que está h. l i l i¿rr t lo r

-Es verdad -di jo él-- . Estov hasta las rodi l i¿s en qasolrr t , t

Lo mismo el ar t i l lero.Estuve a punto de preguntar por qué no me lo h¿bta dic i to ¡ t t lcr

pero reconocí que no habia habido mucho t iempo para convetsaciones. t -os pobt 'es diablos detrás de mi debían est¿r s¡nt iéndcse rnrryenfermos, sacudidos de un lado a otro y con la gasol i r la salp¡cándololas caras. Miré el indicador de conrbust ib le, e l cual en un Swordf ls l lestá enterrado sobre el motor le jos de la cabina y sólo puede ser vrs-

to a i ¡ 'avés de un agr: jero en el tablelo de instrumentos, puesto al l tcon ese orooósi to. Hubier¡ debic lo estar indlcando ¿lrededor de B0qafones, pero mtentras yo miraba vi la c i f r¿ 48 carnbiar a 4J y enseguida a 46, y supe que te nd, íamos que descender rápidarnente etr e lmar In condic¡ones nor-males, e l rndic¿dcr glr¿ba rnuy lentamente,pero ahora la gasol ina est¿ba derfamándose y exist ía un pel igro realde que explotáramos en Ltna bol¿ de l lamas er¡ cualquier segundo, s ie l motor no se détenia pt inrero. l r , luestro tanque pr incrpal debia estaravenado, quizá por un trozo cle nreiral la de la ¿rt i l ler ía de la Flota,o quizá del fuego de los cañones de los Stukas, o quizá ambas cosas.lba a ser di f íc i l encontrar un pedazo de mar para descencler porque

toda su superf ic¡e -dondequiera que yo miraba- era ulra foresta desurt idores de agua de alrededor de dos y rnedio a t res metros de al tu 'ra, qr¡e parecian l íquir ios árboles de Navidad. Cada cañón de la Flotaestaba disparando al c ie lo directamente hacia arr iba y todos los f rag-mentos de proyect i les caian desde tres mi l metros y de a rni l lares.Era un espectáculo asombroso, como s¡ debajo de la superf ic ie estu-viera l ibrándose una batal la entre monstruos marinos y el Mediterrá-neo se hubiera vuel to ¡oco.

-Páseme la lámpara de destel los l r i té al guardiamarina, y

cuando éi la pasó sobre mi hombro hice señales a un destructor que

estaba á babor de nosotros.Cuando me respondieron, t ransmit Í : "Desciendo en el mar.

Por favor, recójanme".Con gran al iv io v i que me respondían con la letra "R", la cual

s igni f icaba "Mensaje Recibido", y v i que el barco vrraba hacia el v ien-to y los marineros corr ían por la cubierta para arr iar un bote. Hice urrsuave v¡raje a babor -no era seguro girar hacia el otro lado con solouna de las dos alas en cond¡ciones- y v i que otro Swordf ish ap. l recl . len mi cuadrante de babor. Me pregunté cuánto t iempo había est¿( lo

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"'rti5ffiffi1::,,,,ri:,

de vuelo. Fue io bastante potente para doblar las t resc¡entas toneladasdel nrontacargas delantero en una parábola y todas las instalacionesbl indadas de la cubierta de vuelo, que habían s¡do el orgul lo de laMarina, y el orgul lo del ast i l lero Vickers-Armstrong, fueron destrui-das instantáneamente. A part i r de entonces, además de los muchosimpactos cercanos que dañaron !a maquinar ia de dirección del barcoy doblaron su qui l la, t res bombas nrás de 500 ki logramos, perforan-tes de bl indaje, atravesaron la pulgada y media de acero checoslo-vaco de la cubierta de vuelo como si no exist iera o estuviera hechade cartón. Como eran perforantes de bl indaje, a lgunas de el las atra-vesaron también la cubierta del hangar antes de explotar debajo dela misma, en el salón de of ic ia les. Un of ic ia l de la R.A.F. que habíavenido con nosotros conro espectador ¡nteresado fue incapaz de se-guir tománclose ningirn rnteies adic ional : sentado en la anlecámara,cc¡n todo ese alboroto desarrolándose arr iba, debió haberse creÍdo¡azonablenlente seguro y a salvo de pel igros. Más tarde lo encontraronsentaCo en un si l lón calc inado, s in cabeza, pero sosteniendo aún en susmanos ur¡ e. jern¡, , lar abierto dc The T inres.

Los puntales de la sala de of ic ia les, de tubos de acero casi tangruesos como un poste de alumbrado común, fueron retorcidos y con-vert idos en espirales como candelabros ornamentales; empero, el re lo jde l . r sala de of ic ia les segura funcion¿ndo, danclo la hora exacta. Elefecto de una onda expansiva es s iempre ¡ncalculable. Puede matar aun hombrer y, s in embargo, apenas ajar las f lores de un vaso cei cano.

Peores cosas estaban sr.¡cediendo en el hangar, a lgunas de el lasindescr ipt ib les. Hombres yacier ido con su cerebro derramado sobrela cubierta er¿n una cosa corrún. Desde mi cabina, adelante del bar-co, pensé que podr ia i rnagrnar lo que sería esc; pero nadie hubierapod¡do visu¡ l izar el horror a rnenos que hubiese escuchad<¡ las des-cr ipciones de test igos presenciales como tuve que escuchar yo, sema-nas después y ad nauseam, para ayudar a !cs pobres diablos a desaho-garse. A meriudo habia t ratado de inragir iar lo por arr t ic ipado, cuandome en¡- :ontraba en el hangar con Dick Janvr in. Cada vez que la alarmascnaba enviándc¡¡ros a nuestros puestos de acción, todos los of ic ia lesdel departamento aéreo que no tenian la for tuna de encorr t rarsevolando tenian que encerrarse en el hangar hasta qtre el pel igra habíapasaCo. Nunca entenderé por qué, purqr- ie ese eia el l ¡ ¡ ¡ ico lugar don-de aguarclaba una ml¡erte segura s i una bomba explotaba dentro delos l inr i tes de ese ataúd de metal . Ademés de alojar a todos los ¡n-f larnables aviones que corr tenran cente¡¡ares c le l ibras de carbu¡ 'antede al to octanaje y mi l lares de municiones, los costados estaban cubier-tos con torpedos " l is tos para usar" y otros objetos como cargas deprofundidad sobre las cuaies nos sentábamos tratando de leer un l i -bro, porgue no habia ninquna tarea que (eal izar hasta gue ocurr¡eralo peor, momento en que se suponia que teniamos que apagar los

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incendios. Dick y yo s iempre buscábanros un espacio sobre la cubier-ta que no estuviera inmediatarner-r te debajo de una caja pesada de losdeposi tos colgantes y que podia contener un rnotor o una hél¡ce,prrrQue pensábar-n05 que sería rnejor ser vo!ado en pedazos pol e ltorpedo sobre el cual estábanros sentados qr-re apla: tados po,-algünpesado cajón. Debíamos permanecer al l i dentro, s in poder ver lo quesucedia, escuchando la rnúsica de órgano cJe los doce cañones pom-porn rrrúl t ip les <1ue tadlab.rr l su coro lnortal y el cont i r ruo la<ir ioo delos diecisé¡s de 4,5 pulgadas, por no nrencionar ei ru ido de lo: vein-t inueve cañones de corto alcance, todos haciendo lo posible por aho-gar la voz del reveiendo Henry Lloyd que decid: " . , ,está cayendo unabc;rrba y creo que errara a nuestra cubierta de Dabor. . . s i . . . ( i t3OOM!). . . er¡ó1". Parecia una estL¡p¡dez encerrarnos en el centro de un tarnbori ¡ r f lanr¡ble s in nada que hacer, excepto aguardaf lo inev¡table.

Por una vez la real idad lue mucho peo¡ quÉ la fantasfa. f l t ¡ar idola pr¡rner a Lromba explotó después de rebotar desde el montacargas,todas las cort in¿s corr t ra i r rcendio r letái icas estaban b; . j . rs y div id i¿nal hangar en i . res compart imierr ios se¡rarados, "a prr ieba de fuego".Al ser somet idas ¡ una onda expans¡va caDaz de dobl¿r a un monta-cargas de trescientas torrelad¿s, re:ul tarcrr inuIr ie: ; y se f lesintegraroni t ¡mediat¿me¡rte en rn¿sas de a; t r l las de rneial a l i .o jo de hasta un rne-tro de largo que atravesaron tod.ts l¿s obst¡ucci()nes y pusreron fuego ai .odos los aviones que ya no est¿ban ¿rdiendo como resul tado de lanr iSr¡¿ ¿*O¡osión, luego de decapi tar ¿ todos los que encontraron enel camino. El pobre Nei i Kemp fue nlr . rer to rn¡nediat¿rner.r te por unade csas asi i i las. I labía esiaclo de ¡r ie en el cenl . ro del nairgar- f ¡a[ . ¡ larrdocon Jackie Jago cuarrdo ocur ¡ ió la prtrnera subrta explosiórr . Jackiese errcor- ' t ró f rente a un cuerpo srn cabeza,. l ( . . ¡e efa todo lo que que-d¿ba de un i ipc.r estupendo c¡rre l rabira sr . - lo un rn¡r¿vi l l t ¡s<.r ¡ i rn i rarr tesi hubiera v iv ic lo" Aún r¡uer io, Nú¡ i 5e negó a caer, hasta que Jackie. l io un ei¡pujon a lo que qr-redaba

' le é1.L¿ gente qr-re ertaba en el l rangar se arrojo r¿ra abajo sobre la

cub¡erta de scero para dejar qr. :e todo les i la5¿ra por encima. La5 ba.ias de los avir¡nes incenciados sl lbab¿n y rebotalran corno centena-res de pelotas de goma disparadas dentr<¡ de urra pista cerrada desquash V nadie podi . l ponerse de pie en r : l t rar iga: 'y seguir con vida.Ei calor era insoportable y l - rumos toxicr)s esca¡taban de cámara5de oxigeno que estal laban y de acumuladore5 eléct¡ ico: lncendtados.Los infortunados hombfes al l i encerrados aprovecharon !a pr imeraoportunidad de s¿l i r del hangar por las puer ' tas hermét icas hac¡a larelat iva segur idad de los espacios de las baterías, peio c lespués de lapr¡mera bomba eran rnuy pocos los que pudreron h¿cer lo.

Después de ese dÍa, las cort inas contra rncendios se hic ieronde un mater ia l b lando, y jamás volv ieron ¿ usarse las de metal .

Después del pr imer ataque, pocas de las cubiertas dei barco

l3l

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¿l l í - Entonces vi su letra, p intacla en la col¡ , "Q" rJt "( . |uesnre' , , ypese al c¡5co v las ant iparras reconc.:cÍ 1ús f ¡c( ionas t i r t r i r ) ! . i le5 deDennran What ley.

' - \ { /a l l i r i<; tcr i -qr i té-- Zcuánto hace que Whai le,v p: , iá ¿hi ?-"Ac¡ i t . : { le j ieq¿r. Cr; : i . . que e; i ; esper¿ln(- jo que;a qr j rentos

lr¡c i . r lVi¿i t ¡ puei : r iü l i i re t i ¡5s¡1'¡¿s¡h¡ i re otra vez y Wir ; r t iey agrt i i su ¡runo en forma.1occsir , señn.

la¡ ' lc io ¡ nrr c¡bserv¿clot err r i i i cabl¡ra n,¡s l¿r ' i<¡r . Le l r i¿:e ur¡¡ 5e, tü p¿roél s iguió sci l r iencio. Como esiaba ¿ l ,a i i r I r i r , r rosotros no por: ia vr : rque m¡ ¿ia de el t r i i ror estat i ¡ ¿ punto c ie caer. Tampor_o f tocl , i l s¿lrcrque l ¡ pareja c. le la cabi¡ra t r ' ¡sefJ estabi hu. ,c l id¿ l ra; ia las rocr i l ¡ : , , : r i0aso I r na.

- ! la( lanle señ¿5 de que se aleje l r i te por ' e l tubo aLrr l i lc , ) - - .Los das. Est¿mos por descendef en el t1¡¿r. Sci la le¡ i hacia e i r ¡¿r y rr j -ganle seña5 con los pulqares i racia . :ba;o". . l ragan cLr¡ l r ¡ r i ier c o5a perodesháqanse de é1. Señ¿len €rr e i 1. , . rJ i reccior- : de Mai ln y. i , s¡ , to j s i i jue,ternr inar i también err e l ar ; r r . r .

i . lut tca al t tes habi¡ t iesr- t : i i r l ¡dr¡ corr l tn a! t í i r i Bí t r l t i t . t i l r . Co,. . untren de aierr izáje t i jo pcr i l . r l r lcs d, ' ¡ ¡ i . to. . ; , , lar ; . ta \ , , : i1{_ ' ! r r r : } : l . i l { i ¡ r _! ; i . l , :rueclaS toCAb. l r ) e | 3!¡ t ¡ó , . ) i , tnerú. p: : ru r :or j ' i | r ¡ , i ü: , i , r . r : , ¡ ) i t í i , j €r , )a í . . : t -b ina poster ior lerr '¿rno5 i¿ cola pe5a.Ja, ; r f cu( i i i r r : t l i r . i . rv l { j .1. Ái toreel ¿l¿ ¡ lgt cst i ibcr Cr) i !¿tra Cle, . ln CJl l l6r ¡ l ; ' l r ¡ i : i t t : : . ; . ie r ._1. :51,)rqf i . l i¿ ( .Or-r :n, : -tamerr le en cuatr¡urei f ¡ - tot . ,er l io. f l :cc p. t r . . : - i . ¡e t r : , i5 i ; t , . . t uníJ5 p{, i osSegunclos rnás. Voláb¿rncrs s() !Jrnef l te cr)rr r i i lar i r ( . r ! a lefones de b.- i : - r r j r ,con r¡n¿ pequeña ¡yudJ cJei a l ¡ i t ¡ i - lc t i , . r r f1r , r i i i ¡ , t )4r , . l e l , ¡v iór r t ¡ .1muy oes¿do par¿ rnaneJar, l - .1¡ . -Ét , ,Jr- i ¡ r r r i ) i rc) i / ¡ ra je. l i )ahor. ¿ pao.: Jelde5trucior --su chincho¡ ' ro gstab¿i tocñf¡üo í , ' l ¡? i .J¡ i . r r i rs! . r t ( r ! ¡ { r f t la j - -y ( lescer ld i tatr balo coñio me.t i revi ¡ f i í ) a j t - r r i t jÉj : i r ! r i , t se dcs¡)r ; ,1-dra i ro cayerar i ros desde tan ai to. É_rtc lerece, ei , t i )9/ '_Á i ¡ aproz,¡ l ta i ior-rremont¿ndo el v¡ento, cerré su¿rvement l e i ¿cel¡ : , -¿c, ' : r y.sr . r i r i , i t rbr .5Ubi la nar iz: en Seqi i ida cerré c i ¡ l r tp letantc:r ' r te ei ¿cr: lerar lcr i l i : ;n i : r i ¡que quedanros planeancio y el mar p¡:¿ba veiozmente nrr : i cerca. h. tsta que l legó el momento de subrr . ia nar iz urt poco nrás oara ma'r tc.r- i r ' ;las ruedas en ei a i re- En sus ul i in los mcrr ient . ¡s de vida, , ,Q" c ie , , r , iu4¿-

n¡e" dio un pequer io susp¡ro ¿i entrar en pirrdida y cayó perfectancir ,te de barr ica; después, durante un segundo, nos dcsl izamos ! ,1bre ¿lagua y las rL¡er ias se hur id ieron y la cr) la srrbió y subio, V ei l tonres nt icara toco el mar y:entí conlo s i t rubiéramos chocado ¿i :ntr¿ i ; r ia pa-red cje ladr i l los-

Los t l l t imos seüi . lndos iueron bastante v io lerr tos pc'¡ l i r€ ei pú:¿do motor cayó directar:-rente hacta abajo hasia que el a,r i r in r¡ i r r :c ióf lo iando colgado { : !é lar ¿i¿s. Justo antes de que el mar entr¿r. j en r¿cal l rna vr iugazrneir ie las ruer l¿s de Whai ley que p3sabdn ¡6¡¿¡q, ! ¡ a lagua y lo oí a él abrír completamente el acelerador y sub¡r j { is to ¡t iempo. Seb¡e mi cabeza vi dos pares dc piernas y pies V dc¡: fcrrn¡.

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vag¡s que vol¿ban catapul tadas casi en r jna p¿r¡ ibol¡ , Y dos simultár | . r rzarnbul i ida' i a unos veinte merf cs n1ás ¿del inte. " iEsc les ensenará aaseguraf sus "su5pün5ore5" en el f* iuro!" pensé"

De;>abrcciré mis correale5. rne ¿ferré ¡ l costado de la cat¡ ina, la( :ual apuntaba hacia abajo, v s¿l i y me i luge de pie !ob!"e €l borde deial ;d¿ clel a la ¡nfer iór €e babor. j ' r :Ccs ic¡s Swordi ish t ienen r¡na balsasalva r idas e¡-nout ida en ei ¿ia de b¿bcrr ¡ lue def¡ iera in{ larse automá-t ica¡¡ente al sumerg¡Íse €ñ áprr?. Al i i hav un ci l indro de oxígenopar¿ ese f in. La nue5tr . i 5ú¡o 5e h¡bia rnf ladr: a med¡ab, pero m¡en-tras ef ar t i l lero y e! gua{ci¡afnaí¡rr¡ n¿dahan hacia el avión yo saq[¡ét : ! resto de la bai :a c le gc, 'n, . c l . ' ' r , ¡ i : rgáf et1 el ;J l¿ y comprobé coñ ól i -v io c¡ t ie rnierr i - ra ' ; yc l i ra i :a, se ter i i t ¡ i i¿t) i i e i* i r ; l l¿r .

" [ : l f r ¡ i¿¡¡ v¡ejc Bro! , r ;1 " , per ' !é, "se aleqrará al enterarse de ques.,F(¡L¡¡ocr funcio,ro i rasta el f ¡nal" .

Er i seguida ai ' rcré !¿ t ' :¿ l :a a¡ n.r ; i . ¡ 'sLrbr a el i ' : .L, i t iesrruct¡ : r ie " t iüJab¡ ¡ br i . ,or pero >u i .h¡nchofro 5e dcorcaba

:Ll l : l t i r - r i - :n i i i - -srr t r ipulaci i l r i rerTi( : i l¿ l inuy ! ' r r¿i-- y sus renios 5utt ían yr . : , ¡bd.r ,11 est i l ' t anirüLie- / i1!Urr l i C¡ 1t5 r , ' i¿r . i t ¡e i r . ¡ i caf ' r r ¡ hact¡ atrás: , ' : ¡ r i . t ¡ r ) c i f - ' , t r i1o5 y cdrc¡Jad¿s- C¡mprendi que toclos estaban i ;ge ra-. : : t r r , i r i ¡ ¡5tér rcos d€sl l { rés Jr i sef boml i , l r 'de¡t1crs durante la úl t i ¡na hora.i ¡v,or: tst . : lba i 'unci i r i r rc iose rái : idamenle y . / j que l¿ baisa estaba ata-,r : r l . r !a ü4 b¿tr¡r pc: rne<i io dc ur¡¡ ctr t : ic ia delgacla. Mis c05 nadado-i r : ' subi€ro:¡ ¿i i¿ i la l5¿ v qued;¡ro! ' r inrnór¡ i le5 y jade&rtes; yo corté lacur i ! - . ja, d i un er luujón a¡ ala y ncs desi i¿afnos unos pocos metros pori¿ \ r , l ; )é i i ic ie del i t tar . Fue ei l Érse fr¡ 'ecrso r¡ornentcl ( lL ie recorr ' ¡e la cargat]e p ' l i r . r r ru id¿Li . con r¡ la enÍ¡ : r f : - ¡ ; i i i ie sci js; t , , iór l de. lesai !en1{, , Aurrquef.r l re, i . .1 er i "se1rrro", Éxplotar ia ¿ oei .e¡r¡rr ; r¿da prgfundidai : l ; yo no te-r ' . i r i lq.r d: : ü . r ; ié pr i fundidacl o de cuánt<¡ t iempo nos eüedabü. M¡ré, ar- i , r ¡ r ! r !e i l rc ior V v i la cabeza del capi tán en el p i ler ' r te, ohservando,- ' . i r , jnrüi t raS con sus binCculareS^ LaS grarr t feS letral de c¡ .omo deli r i , , : t ) f i ' . j . j ¡ i / . i rco . . - ! . '1. iv l_S. Juno - re5planOeCían bajo la br l l i¿nte l r r¿. . ' r i , : - ' i _y , . ;o pen5é: "Dentro de un minuto él n i ¡ estará rnuy co¡tento,i r . r¿r:L. lo 9r.¡ ch¡nchürro y t r ; .u lación vuelen pof los ¿i les a c¡ i rsa de la{ : : tL¡prdrr . r de la t r ipulación a la que v¡n¡eron a rescaiar" .

Nt)s i fefranros a los bordes del bote y entramos, y i¿ h¿lsa degorna 5e cesl i¿ó bajo nuestros pies y se ale.¡o. El i imone¡ del chincho-rru quisc recuperar l¿, pero yo di je: -No.. . déjela"- . v¿rnos, ei l rnar-cr 'ra.. . -- i , rrre h¡ce cargo ante la sorpresa del hombre" t ! , le puse de pieen la popa dei chinchorro y empecé a dar órdenes:

-Vamos, remen, maricas tontos. . . uno.. . do5.. . uno.. . dcs. . .todos. j : - ¡ntc5. . . adef l t ro. . . afuera. . . adentro. . . afuera"" . todos juntos". .

Así seguí toda el ca¡nino de regreso, hasta que estuv¡nlcs deba-tc de l¿ red cle iuer. las que colgaba dat costado del barco.

El guarCiamarina -v el ar t ¡ l lerü me nr i raban con expresiones der- i larcada desaprobación. Yo no podia decir por qué tenÍa tanta pr isa,

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porque los hombres se habr ian dejado dominar por el pánico y ha-brían remado todaví¿ peor. La tentación de aferrar esa red de cuer-das y t repar hacia la s<r lvación era casi abrumaCora, pero como yo l9shabía puesto en pel igro y era el único entre el los que sabia de la exis-tencia del pel igro, tenía que ser el ú l t imo en abandonar el bote y lesgr i té que se dielan pr isa. Cuando todos estuvieron trepando por el cos-tado del barco yo también sal té, respirando agi tadamente. Nunca,ni antes ni después, me sentí tan fe l iz de ¿bandonar un bote. Ahorael pobre y v ie jo "Q" de "Queenie" podía volar por los aires cuandoqu is iera.

El gal lardo y v ie;o avión se habia sostenido a f lote todo lo quele h¿bía s ido pos¡ble pero sus angrJst¡as f inales de muerte hic ieronerupc¡ón mientras yo t repaba por la red. SentÍ que el barco subíacon la explosión y i¿ ensordecedora cacofonía detrás de mi nre em-pujó contra el casco de acero. Por sobre mi hombro vi una enormemontaña de agua que se elevaba por el a i re, dem¿siado cerca para mígusto. Pero mientras volv ia nr i cabeza para mirar alcancé a ver algo to-davia més sorprendente; mientras subía por la red habÍa est¿do mi-rando a uno de los marineros del Juno que se errcontraba de pie en lacubierta superíor, mirárrdome. No l levaba gorra y cuando el ¡ -nar seelevó detrás de mí, v¡ que cada uno de los cabel los de su cabez¿ seerguía conrpletamente,¡ert ical . Pucio ser la onda expans¡\ , ¡ de la ex-plosión, pero yo creo que no fLre eso. Creo f i rmernente que vi a unhombre cuyos pelos se pusierorr de punta de miedo, antes de caerotra vez, y eso e5 un espectáculo que siempre recordaré.

Quizá como una form¿ ¡.et¿rdada de ¿l ivro, e l espectácrr lo delhombre con los pelos de punia nle lanzó a un acceso de r is i tas hi¡ té-r icas. Aún estaba tratando, inút i lmente, de no reÍ¡ cua¡rCo i lequé alpuente para enfrentarme con el capi tán, teniente-comandante s i r . SiJohn R. J. Tyrwhit t , Bart . , Royat Navy, quien era un t i f ¡ icc hcnrbrede destructor, con f acciones delgadas y n í t idas y gue no ( . ; ¡ba ser ja-les de hi lar¡dad. La explosión debió sobresal tar lo también a é1.

-Desearía que ustedes, la gente , ' Arma Aérea, recorderan asus cargas de profundidad antes de descender con un avión en el ntaren vez de asustar a los t r ipulantes de mi barco que fueron a rescatar-los -di jo secamente-. iSi prestaran más atención a sus asuntos en vezde conduc¡rse de una m¿nera of ic iosa en el bote, 5ería mucho más ma-r¡nero y de buenos modales!

Yo estaba ahogándome en mis intentos de contener la r isa y pordos o t res segundos no pude responder.

--áQué le hace tanta gracia ? -me preguntó, con f r ia ldacl g lacial ,-Lo s iento muchÍsimo, señor -di je-- . Sabe, fue porque recordé

mi carga de prolundidad que me pareció necesar io asúmir el man-do de la t r ipulación de su bote. pero. . . acabo de ver a uno de susmar¡neros con los pelos de punt¿... cuanclo la carga de profundidad

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estal ló, e l pelo del hombre también apuntó directamente hacia arr i_ba.. .

-No me sorprencle -d¡jo St John Tyrwhitt_. Si usted hubieraestado aquí ¿rr iba conmigo habr ia v isto que a mi5 peros res sucedÍalo mismo, supongo.

En aquel momento elno le encontró nada de gracioso;pero nrástarde logré hacer que se r iera del incidente.

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bian resul tado de la equivocación del guardiamarina. Al día s iguienteal primer ataaue, ya en Malta, "Strearr¡ l ine" Robertson trató de averi-guar cuáles t r ipulaciones se habian perdido a f in de poder respondera un mensaje inmediato del Almirantazlo; e l mensaje del Juno de quehabia recogido una tr ipulación de tres de un Swordfish descartabatoda posibi l idad de que el avión que habia descendido en el mar cer-ca del Juno hubiera s ido el mÍo. Su tarea fue extremadamente di f íc i lporque algunos de los p¡lotos y observadores en el hangar habían sidovolados en pedazos i r reconocibles y no volv ieron a verse trazas deellos; y todos los aviones ¿ bordo quedaron completamente destr ipa-dos.

En su nrensaje al Almirantazgo, el comandante Robertson in-c luyó al ar t i l iero te legraf ista y a mí entre los.que se consideraban"desaparecidos ".

Cuando Denman What ley alerr izó en Hl Far, no se le ocurr ió in-formar del dest ino c le su observador ausente porque él había v istoque el Juno nos recogt 'a y sabía que estábamos a salvo. Vaci ló en subira bordo del l l lustr¡ous cuando el mismo se encontr¿ba en FrenchCreek y bajo constante ataque; no tenía ningún deseo de molestar aun jefe de departamento con detal les s in importancia, cuando toda latr ipulación del barco luchaba por sobreviv¡r .

El l2 de enero, cuando el l l lustr íous f ue not ic ia de pr imeraplana en todos los per iódicos de Gran Bretaña y cuando a cada hora lats.B.C. t ransmit ia informat ivos sobre su épica batal la en el puerto deMalta, mi pobre esposa recibió su pr imer te legrama dic iéndole que yoestaba "desaparecido". Fue un ingrato fondo a los aterror izadoresbolet¡nes not ic iosos de la B.B.C. Naturalmente, yo no tuve conoci-miento de esto hasta que l legué a Alejandría quince dr 'as más tarde,y para entonces la pobre Jo ya habÍa dado por sentado que yo me en-contraba entre aquel los a quienes se referían como', los muchos muer-tos desconocidos".

Durante todos los c¿torce días en Malta, los pi lotos de Fulmarsdei barco l ibraron a cada hora batal las con los Stuka y fue en esta eta-pa que el subteniente Sparke se convir t ió en pi loto de caza y de-jó la Escuadr i l la 815. Char les Evans ya le había puesto el o jo comop¡loto excepcional desde hacía un t iempo y en Malta, cuando se en-contró desesperantemente fa l to de pi lotos, Sparke se le ofreció comovoluntar io. Desde entonces estuvo bajo el mando de Charles Evanshasta perder la v ida seis meses después, cuando volaba desde el H.M.S. Formidable. En el momento de su muerte, Sparke había ganado dosbarras para su D.S.C.

Mientras estaba en Malta, e l l l tustr¡ous fue alcaneado por dosbombas más, pero de 2.500 l ibras, y t res que cayeron muy cerca lolevantaron del agua y lo lanzaron contra el muel le Par latano, cau.sando más daños a su casco de acero; pero el acero en los corazones

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y mentes de los hombres que luchaban por salvarlo no era menos re-sistente. "Pincher" Mart in, el ingeniero jefe del barco, trabajó dia ynoche con sus hombres para reparar la maquinar ia de gobierno. Has-ta gue tuvieron éxi to, e l barco estuvo totalmente incapaci tado y el lostrabajaron continuamente, los hombres por turnos pero el teniente-co-mandante Mart in sin parar, deteniéndose solamente durante los ata-ques para evi tar que los mataran, hasta que él pudo informar que elbarco estaba "l isto para el mar".

Los ex¡tosos esfuerzos de Mart in le val ieron una D.S.C. La tareale había l levado catorce días y noches de ingrato t rabajo en condic io-nes sumamente desagradables de suc¡edad y mugre en esa agua co-rrompida; pero él había salvado al barco, y el 24 de enero, bajo lacubierta de la oscur idad, Denis Boyd pudo ubicarse en su maltrechopuente y sacar 5u navío al mar. Navegó por sus propios medios, a26 nudos, y el 26 de enero l legó a Alejandría, donde les dieron unabienvenida de héroes.

Después que el barco zarpó, los habi tantes de Malta hic ieroncelebrar servic ios especiales de acción de gracias; aungue contentosde que su ordal ía hubiera terminado, el los habían trabajado comoesclavos, de día y de noche, para ayudar al barco a recuperarse deloque de otro modo hubiesen sido her idas mortales, y su nombre seríapara s iempre parte de la histor ia de la pequeña is la.

Un Apéndice AlemánDor el

Teniente coronel Paul-Werner Hozzelde la Luftwaffe

Conoci al teniente coronel Hozzel después de la guerra y lo per-suadí a que escribiera para mí su vers¡ót l del ataque, que he reprodu-cido aqui exactamente como él la escribió,5¡n n¡ngún ¡ditamento nialteración. El era un t ipo tr igueño, apuesto, aplomado y con f¡rmemirada.

Los pr imeros d[as de enero de 1941, el ComandoSupremo Alemán ordenó que el Stuka-Geschwader 3 setrasladara de Francia a Sic i l ia, a la base aérea i ta l iana deTrapani , s i tuada en el ángulo noroeste de la is la. Este"Geschwader" estaba compuesto de dos "Grappen" (alas),una I Stuka l , y dos I Stuka 2, cada una de el las consisten-te de tres escuadri l las, teniendo en total todo el "Gesch-wader" alrededor de 100 aviones bombarderos en oica-da.

l4 l

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Este traslado fue ordenado con el objeto de reali-

zar un ataque sorpresivo contra convoyes británicos que

áp"tu"n dásde Gibraltar, Malta y Alejandría' y viceversa'

En ese momento yo era comandante de una base de

t Stuka I en lusterburg, Prusia Orient¿l' El comodoro

Iteniente coronel EOertf me ordenó organizar el movi'

;¡""t; d"i personal de tierra por tren y' después de eso'

¡ajar a Trapani con aquellos aviones que.hubieran queda-

oo itr¿t por no habei estado en condiciones de volar al

.oÑ"nto del traslado' De modo que así lo hice y aterri '

IJ .n rrupuni e l 13 de enero' con alrededor de l5 aviones'

lnmediatamente después de aterrizar' mi amigo' el

mayor Enneccerus' comandante tl I Stuka 2' me dijo que

ei éescr,waoer había lanzado un ataque con alrededor de

80 máquinas contra un gran convoy que iba en camino de

éiUrattir a Alejandría, órotegido por el portaviones l l lu¡'

tt iá"i, "r

.rrc.ro gxeier (u otro de su clase) y una floti l la

de destructores. et mayoi Enneccerus, quien tuvo que di'

r¡gir este ataque, recib¡ó orden de atacar solamente tres

fian.ot principales: el l l lustrious, el crucero y el transpor'

te más grande.El lO cle enero, con un c¡elo azul ' s in ninguna nube'

a|rededorde|ahoradelalmuerzo,part ióelGeschwader 'arrna¿o cada avión con una bomba de 500 kilos' Hasta

áon¿" yo recuerdo, alcan¿aron al convoy a pocas millas al

oeste de la isla cte Pantellaria' Altura operacional alrede'

áot Ot 4.800 metros, distribución de blancos: el grueso al

l l lustraou3, una escuadril la al crucero' una escuadril la al

transporte más grande. Empezó el ataque 5¡n n¡nguna

cubierta de cazas, punto de lanzamiento de bombas máxi'

mo 1.500 metros, mfnimo 700 metros' Según lo observa'

do durante el ataque, el l l lustriou¡ recibió cuatro bombas'

el crucero dos y et transporte también dos' El l l lustrious

se inclinÓ sobre un costádo y pareció quedar inmóvil ' El

crucero y el transporte 5e hundieron' Un planeado segun'

do ataque no pudo iniciarse porque' según recuerdo' falta'

ban tas bombas y se acercaba mal t iempo desde el oeste'

El últ imo informe de reconocimiento mencionó que el

l l lustrious, escorado' no podia moverse y que lo protegían

cuatro destructores'El mal t iempo duró varios días' no eran pos¡bles n¡

ataques n¡ reconoc¡mientos aéreos' El l3 de enero fueron

posibles los reconocimientos y se informó que el l l lu¡'

[.iou¡ v partes clel convoy se encontraban en La Valetta'

Fuego antiaéreo de todo calibre, alrededor de 92 baterías

t4?

(esto podría ser exagerado), alrededor de 40 Hurricanesen dos o tres aeródromos de emergencia distribuido¡ enla is la.

Esta era la situación cuando el Comandante Supre.mo de la Luftwaffe (mariscal Goering) nos ordenó hundirat l l lustrious en tos muelles de La vátetta. No habfamossuf rido pérdidas durante los ataques en et mar. Ahora per.dimos a nuestras mejores tripulaciones en los otaques quesiguieron. Cuando me levantaba por la mañana, yo sabíacon segur¡dad gue para ra puesta der sor, unasc¡nco o se¡stripulaciones ya no estarían. Un dia, despué, de la últ imam¡sión. el lÍder de mi segunda escuadril la, que era un tipomuy endurecido, no pudo presentarme su informe po, i.slágrimas: él era el últ imo de su escuadr¡l la, todos sus anti-guos compañeros habÍan muerto.

Entretanto, obtuvimos cobertura de cazas desde Ca-tania de un ala de M.E. lO9, dirig¡da por el teniente devuelo Muncheberg, quien era un j itoto Oe caza muy va.l iente, pronto condecorado con las .,Hojas de Roble; pa-ra la ,,Cruz de Cabattero". No obstante, on todo, los ata.ques rearizados hasta ahora er i lrustriou¡ no había sufridodañgs graves. pero ahora tenr.amos nuevas y estrictas ór-denes de hacer lo posible para hundir a ese barco, Demodo que fuimos a la base aérea de Catania y allÍ carga.mos bomb¿s de 1.000 kitos (2.500 fibras). Con es[asbombas debajo de ra barriga de nuestros aviones necesi.tamos alrededor de una hora y media para alcanzar un¡altura de 3.000 metros. Logramos lanzir cuatro de esasbombas en la cubierta del l l lurtrious, pero el barco ng sehundió porgue nuestras bombas no pudieron atravesarlas cubiertas acorazadas de abajo y debiio a los numerososmamparoS.

La tarde der dra en que er H.M.s. Juno ancró en la bahra desuda, creta, yo fui cutpabre de un .riói t¿.t¡.o. Después de una se-sión alcohóf ica a ra hora der armuerzo "n

ru ti iu de of ic¡ares, me con.vencieron de que bajara a tierra con el médicó der barco, un barbudocirujano teniente de la R.N.V.R. (Reserva voluntar ia áe la MarinaReal), quien también era er "oficiai de vinos"-oe fa lala de oficiares.El insistió en que le agradarfa contar con mi ayuda para seleccionaralgunos adecuados v¡nos y r¡cores gr¡egos y chipriotas para ra oooejade la sala de.oficiales, y que esperaba encont¡ar atgo aceptable entrelos v¡nos locales para cenar esa noche a bordo.Como simple pasajero en el barco, me agradó que me pidieran

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- i t

rII

I

que hic iera algo út i l aunque fuera por una sola vez. Fue una ingenui-dad de mi parte, pero yo estaba bajo la ¡mpresión de que los módicosson sobfios y confiabres rerpesentantes de ras crases profesionares. Ensu compañia, v is i té una gran cant idad de cant inas t ipo bodega y pro-bé toda clase de l íquidos gue él me aseguró que eran aptos para el con-sumo humano. En cada sótano se nos unieron entusiastas y pintores-cos cabal leros de Ia local idad, con rostros rubicundos y pleies crr t l -das, cuyas manos y bigotes eran tan vastos como su prodigiosa sed.No hablaban ingrés pero mostrábanse ararmantemeni" urnlrtoro, yhaber rechazado su hospi tar idad hubiera podido tener ser ias conse.cuencias.

VendrÍa argo peor: después de muchas arduas semanas en elmar y en t iempo de guerra, los of ic ia les de un destructor de la Flotahabi tuarmente piden ar capi tán que baje a ra sara de of ic iares en rapr¡mera noche en puerto para lo que se conoce como un . ,hooley, ,yque de ninguna manera es una forma abstemia de pasar el t ieÁpo.Todo habría sar ido bien y mi conducta no habr ia quedado en evi-dencia, s i no hubiese sido por la inesperada l legada del H.M.S. Eaglea las l l de la noche, cuando er "boorey" estaba en pleno desarror io.En el momento en que ra cadena de su ¿ncra cesó de sonar en ros ca-nales de los escobenes, la lámpara de señales del Eagle empezó a cen-tel lear y el capi tán der destructor recibió instruccrones cre enviar ensegu¡da a "ros t res t r ipurantes der swordf ish ' , , además, er comandan-te del Eagle envió un bote para evi tar demoras. Todos los of ic ia lesdel Eagle, desde er capi tán hacia abajo, estaban dec¡didos a escucharlo que había sucedido ar i l rustr ious de rabios de un test¡go presenciar.' Cuando subía al bote del Eagle, p isé inadvert idamente la carade ¿lgu¡en en la oscur idad, y por el s i lencio ant inatural gue siguió,sólo puedo suponer que fue la cara del pobre guardiamarina Wai l ing-ton, porque Ken Gri f f i ths hubiera proiestado inmediatamente. r r ] ¡acompañado ar arcázar der Eagre por un of ic iar de guardia que estabadesagradabremente sobrio. En ra antecámara encontré un com¡té derecepción de todos los of ic ia les del barco aguardándome, de pie ensi lencio solemne, y mirándome con expresionés oe disgusto gue me re-cordaron la expresión de mi reverendo progeni tor cuando leía elinforme del Director de mi escuela al f inal i iar e l perfodo escolar.Busqr,ré en las vacÍas cavernas de mi mente algo que decir y tuve quecaer 6n las frases usadas a veces por los aviadores cuando exageranuna si tuación pel igrosa:

- --Caballeros -di je- al l f estaba yo cabeza abajo, y sin nada

en... -pero en ese punto el am¿ble comandante Keighly-peach meacompañó a su cabina de día, a popa, para que pasara una buena no_che de sueño. Cuando no estaba en AlejandrÍa, ét dormía en su ca-b¡na de mar, en el puente.

,d l¿ mañana siguiente y bien descansado estuve en condiciones

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de describir ta batal la del l l lustr iour de una manera coherente.Volar desde el Eagte la semana siguiente fue una experiencia

interesante y mi admiración por todos los de a bordo aumentó dia-

r iamente. La cubierta de vuelo era tan delgada que se doblaba bajor

los Dies si uno era lo bastante despistado para ponerse a saltar. No pue'

do entender cómo se las arrreglaron para sobrevivir siete meses de con't inuos bombardeos sin padecer colapsos mentales. Un impacto directohabr ia hecho volar por los aires al v ie jo barco y no me sorprendió

descubrir que los "puestos de acción" para los aviadores del Eagleque no estaban volando estaban en el bar de la antecámara. Parecia

el lugar más sensato para estar puesto que se podía morir lo mismo

con una copa en la mano. El 23 de enero me sentí desvergonzada-mente al iv iado cuando el barco regresó a Alejandría.

Al día siguiente, los Swordf ish del l l lu¡tr ious que quedaban l le'garon a Dekhei la después de un largo vuelo en formación desde Malta '

vía Creta y Libia. Jackie Jago quedÓ atóni to al verme y fue entoncesque me enteré de que yo había estado en las l is tas de "desaparecidos"durante una quincena y envié inmediatamente a Jo un cable t ranqui 'l izador.

Jago me contó que la 815 estaba volv iéndose a formar a part i r

de los sobreviv ientes de ambas escuadr i l las y que ni b ien estuviéra 'mos l is tos i r jamos al desierto. La histor ia se repetÍa. La 815 había

empezado a part¡r de los sobreviv ientes de las dos escuadr i l las de

Swordf ish del Courageous y ahora lo har iamos todo de nuevo a part i r

de los sobreviv ientes de las dos escuadr i l las del l l lustr íous- La Escua'

dr i l la 819 sería completamente disuel ta.Los mecánicos y marineros l legaron a Alejandría en el l l lus '

t r ious el 26 de enero. Había suf ic ientes para formar una escuadr i l la.El barco entró en el puerto con el acompañamiento de una cacofo-nía t remenda. Cada barco hizo un "saludo" con su sirena y el l l lur '

t r ious ancló con un fondo de reson¿ntes v i tores de todos lo5 mar¡-

neros y of ic ia les de la Flota. Yo me apresuré a subir a bordo dondefui recibido por Burns y Brown, de pie en la cubierta de proa, con son-risas de borricos en sus feas caras, y no bien pudimos, bajamos a t ierray corr imos al Club de la Flota para beber en honor al inmortal recuer-

do de "Q" de "Queenie". Antes de bajar del barco hice una recorr idapor el mismo y el espectáculo que encontraron mis ojos resuftó cien'

to por c iento peor de lo peor que cualquiera hubiese podido imaginar.

Habia sido por dentro un barco tan bel lo, con si lenciosos pasi l los

y prol i jas cabinas l indamente amuebladas. El hangar s iempre había

sido el orgul lo del barco y las escuadr i l las habían r ival izado entre el laspara mantener lo impecable. Ahora ya no estaba al l í . No habia huel las

de su cubierta, sólo un enorme vacía rodeado por metal gris y retor '

c¡do, y los costados del barco eran vis ib les en una al tura de qu¡nce a

veinte metros, Dondequiera que uno miraba había signos de muerte

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v¡olenta en un espaclo abierto de retorcido desorden. Eché una mira-da l lena de dolor y huf.

La mayoría de las cubiertas debajo del hangar habÍan sido inun-dadat a causa del fuego pero encontré, f inalmente, mícabina despuésde una búsqueda de pesadil la que aún aparece en mis sueños cuandopaso una noche mala. Había sido l lenada completamente con aguaaceitosa y no quedaba nada. Lo que quedaba de mi ropa era irrecono-cible, pero encontré mi pequeña máquina de escribir portáti l. Su te-clado me sonreía con una mueca obscena; alguna caprichosa explo-sión la había doblado en dos, como un emparedado, como si hubierasido apretada en una gigantesca pinza de destrucción. Los olores quesubfan desde la cubierta eran demasiado reminiscentes del Courlgeouspoco antes de hund¡r9e, y me apresuré a alejarine, preguntándomecómo el barco habfa podido navegar las ochocientas millas desde Mal.ta a Alejandría sin irse a pique. Habfa sido un triunfo de la mente so.bre la materia, inspirado por el sereno Denis Boyd, cuya torva sonri-sa siempre estaba disponible para animar los corazones de quienes va-cilaban.

De vuelta en la cub¡erta encontré una atmósfera de hilaridad.La gente corrla a estrecharse las manos y darse palmadas en la espal-da. Acababa de recibirse un mensaje del Almirantazgo ascendiendoal capitán Denis Boyd a contraalmirante; Gerald Tuck, el comandan-te, habla sido promovído a capitán y tendría que relevar a Boyd en elmando del barco y l levar al mismo, a través del Canal de Suez, a Ertados Unidos para ser reconstruido por los neutrales americanos. Ar.thur Sowman, "Pincher" Martin y "Ginger" Hale eran ahora coman-dantes... el almirante Lyster tendrÍa que regresar a Inglaterra en aviónpara convertirse en Quinto Lord del Mar y Denis Boyd ocuparia su lu-gar como nuestro almirante en el Mediterráneo.

-Vamos, señor -dijo Brown con una sonrisa-, el viejo Burnsestá sed¡ento.

Pocos días más tarde me mandó llamar el nuevo almirante. Ha-bia instalado sus oficinas en Ras-el-tin, Alejandría. Cuando llegué asu edif icio agradablemente fresco fui recibido por el nuevo secretaraodel almirante, el comandante de intendencia Arthur Sowman. quienme miró desde detrás de su escritorio con gran solemnidad,

-Me temo gue tengo una mala noticia para usted --mpezó.-iQué sucede? -lnmediatamente olí una tomada de pelo-.

iEl almirante no estará por enviarme por fin a casa, verdad?Sowman desechó la sugerencia con un gesto, como si la razón

de mi visita no tuviera importancia comparada con su mala noticia.-No --dijo-. Dentro de un minuto puede entrar a verlo... él

t iene otro trabajo extraño para usted. Pero yo querÍa expresarle micompasión por su triste pérdida. Siento tener que decirle que todasesas chaquetas de vuelo lrving gue estaban a cargo de usted han sido

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destruidas durante el bombardeo. Tendré que tomar las medidas ne'cerarias para darlas de baja. d,E¡pero que podrá arreglárs€las sin ollas?

El t l luJtr¡out no fue vuelto a ver hasta la primavera de l942enMadagascar, cuando se convirtió en el buqu€ insignia del almiranteBoyd, quien era para entonces contraalm¡rante de portaviones de laFlota Oriental, Pero muchas cosas sucedieron en el intervalo'

t4 l

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CAPITULO 18

i AS CONSFCUENCIAS

l - . .ar siguia.ntrrs Cns,r i) : l t¿ri .15 f iJeroti r t- .r ,r ' ¡ ,nteregdntai pefo bastan.ter ; .c i r iu:¡s [ : taba pioqrant. l í lo qüa el H.ív, ! .S. iunr ¿cot¡paña!. ía ¿lfonvoy en todt¡ ea l- íaye, '- i$ ha¡ta ATen¿r, L.a!ro desnués de Davegar<.:+scien¡¡s r i r i i la5 f ¡36¡¿ el e: te Como ¡ntegránte d€ una podorosa es.coi ta püra var ios grande5 harccs mercante5, el crrc€fc Southarnpton,f rente a M¿lt¡ , lanzó un S., f , .S. y el Juno lue enviaoo ¿n su au¡. i l io.

; \1!rrquÉ el l l lust¡ ious hahía s¡do el b larrco pr incipal do los Stu"kus, ei 10 de e: i i r r t ) e l lo5 i labi¡n conscguic io hacef :mpactos cas¡ entodos tc: . barcas de l¿ Flota y el Southampton había s ido incendiado.f lurante c¡<i veint¡cuairo hürai st- l t r iptr lación iuchó contra las l l¿rrras,perc srn . ryuda estcban l ibr¿ndo trna batal l¿ perdida. Nos dir i_oimos ha-ci¡ a l l i 'a toda méqurna, pero de"pue: de navegar hacia el oeste du.rante casi un día nos enteramos cie que los of ic i¿les y rnar lneros delbarco habían sido rescatados y que el crucero h¿bja s i r j¿ hr¡ndidopor los cañúnes de rr, ;estros propios barcrj . Oe modo que el Junodio media vuel ta y pus¡rnos nuevarnenle proa al eí te, hac¡a Creta. yr¡r ' i fa m.l9 lar¡ ie anclainos en la b¡hía de Sud¡.

, t { ientras habían:o¡ e¡tado con el convoy, ¡rai : iamcs perntane-cido c¿si ¡:ontir iuamente encerrados en nuestrc-,s prrestos de acción.Ole¿da tras oleada de ¿vic\neJ enéinigos bomtlarde¿ron a io5 caígue-rÉ,s y fue svidente qr.re los futuros convoyeS serían horriblementevulnerables sin los avio¡res de un oo¡taviones para ciefend6rlos. Elfuego antiaéreo Ce ios buques de superf ioe era uña pobre defensacr:ntra un enemigo decldida gue atacaba desde et a i re. Aunque lo:ds¡tructeres de e:coita defendieron al convoy con máximo esfuerzo.var ios barccs fueron hundidos y lue inquietante comprobar que los

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bombarderos alemanes ercoglan Solamente aquellos qu{r rtr ' ( , t i )an aviü-neÚ de caza a Grec¡a: niñguno de ¡o5 otros mercanl.es f t¡c .r l ,r , ¿<lo. {)e l espionaje del enemigo era muy bueno, o en casa había h¡t ' ¡ , r , , r ; . is .tantes conversaciones descuid¿das cuando los balcos ést¿b¡rr . ,r :n,tr,

c¡rgad05.Anclados al abrigo de las altas col¡na5 ccronadas de nieve de

l¡ bahía de Suda, por primera vez en var¡as semanas los of iciales ytr ipulantes del Juno pudieron relajarse y el capitán bajó a alrnorzara la sala de of iciales, Fue mi primera oportunidad de aEradecerleadecuadamente por habernos rescatado v m€ d¡sculpé nuevamentepor haber estado a punto de hacer volar su barco. [ l me di;c qu€ an-tes de que el l l lustr iou¡ derapareciera en med¡o de una nube de irumcen dirección a Malta, él habla logrado enviar un r l .r€n3.r ie con ¡émFarade degtel los gue d€cía: "Resc¡tada i i ' ipr.r laciór. S.¿rs¡<rf isl , t¡ ;s oerso-na5 ",

*El los estaban muy ocupados con t i j t prop'os pi-oblerna: y nrlperd I t iem po tronsm it iencto nonr L reg -agregó.

Pensando en eso no rne fentf müy ¿¡rsioso, Cuando el barcoardla de extremo a extremo, repleto de municiones y con tanquesque l levaban mi les y mi les de l i t ros de gesol i r ra ce al to ocianaie i ¡s-tas para estal lar en l lamas en cualqu¡er rnomento, dudé que nadiea bordo del l l lu¡tr ious hubiera ten¡clo t iempo para preocuparse por'¡¿ber cuáles t r ipulaciones aére¡s rc l rabfan peroido y ' :uál se habías¡ lvado. Aquel la tarde, desde la cubierta del Juno, yo hebía r : i )nterr¡-plado al gran barco. notablemerrte e:corado a hit lor. en un¡ n¡:be dehumo y de l lamas, y emit iendo señales a tocos le-< demás barcos di-cie¡ldo gue estaba fuera de control; iu rner.ani5nio de gotr ierno habíasido dañado y giraba en ampl ios c i r i .u los en un intento dese: 'pe;adocle l logar a Malta antes de que cayera l¿ noche. Mrlagrosarnente, rumaquinar ia pr incipal no habla s ido dañada. Con tado ese humo y i l ¡ -rnas y con lo5 cañones dispar¿ndo a los Stuk¿s, ei barcc, er¿ un blan-co que el enemigo podía ver desde mi l la: de distanc¡a; y er los h¡cie-ron lo posible por hundir ' lo ¡ntes de qr¡e alcan¿ara la protección del¿s defenias del puerto. En un n¡omento así , mi supervivenc¡e era ¡n-signi f icante, cu¿nCo centen¿íes de t ,u.mbret ¿ bo¡-dr¡ estabdn rnut i la"dos, quemados, moriburrc!os, y en necesidad de atención inmediata.

-Me sorprende que tuvieran t iempo de recibir su mensaje, se-ñor -di je- pero creo que el hecho oe que usted haya dicho "tres"debió desconcertar los, r i es que pud¡eron peñsar en el lo. -Expl iqudla equivocación de Wal l ington-. Nadie a bordo sabrá que él volabaen mi avión. El los creyeron que yo iba acompañado solamente por e{art i l lero y que no tenfa observador. Pero, eomo dice usted, t ienencosas más importantes en q{¡é pensar.

Ni el teniente-comandante sir 5t John ' fyrwhitt , Bart. , n¡ yo.tuvimos la menor sospecha de las horr ibles consecLr*ncias que ya lra-

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de la cabina delantera habia una nota para él : , .No puedo seguir so-portando ia soledad un minuto más. iLo s iento! También me ,nar-cho.. . "

Con una fuerza derivada de la desesperación, e inspirado por unased que lo consumia, sprog reunió sus últ imas reservas de adrenalina ehizo girar la manivera der arranque. Naturarmente, para entonces elmotor ya estaba frío y arrancó en seguida. Apenas creyendo en susuerte, subió a la cabina y despegó. Después de una búsqueda infruc_tuosa de su art i l lero voró hacia er este, arcampamento austrar iano quehabía estado buscando a pie.

-¿Estaba muy le jos del s i t io donde hizo el aterr izaje forzoso?lregunté.

El me sonr ió débi lmente - iAlrededor de ochenta cochinas mi-l las! -d i jo t r is temente-. iFue una suerte que me volv iera!

Los austral ianos tuvieron que levantar lo fuera de la cabina.cuando bebió y t rató de comer argo ("mis rabios estaban tan hincha-dos que no podía t ragar") , lo pusieron en una cama. Antes de que-darse dormido pidió que sar ieran en busca de Bob Boddy, er art i i lero.

Var i ¡s horas después despertó con el c lamor chi l lón de vocesárabes y al mirar hacia fuera de ra t ienda vio un grupo de beduinosque l legaban en camei los ar campamento. En el romo de uno de losanimales estaba la f igura bamboleante del ¿rt i l lero aéreo.

Ambos sobrevivieron a esta notabre aventura para vorar con nos-otros a creta er 14 de febrero. Er día anterior yo había rogrado metera bordo del H.M.S. Barham todo lo que quedaba, incluídos los doscamiones eue fueron asegurados al alcázar del acorazado, donde sevefan completamente fuera de lugar. Et of ic iar de guardia ro desapro-bó claramente. .

-Cuando üsted haya termin¿do -di jo f r iamente- tengo instruc_ciones de l levar lo abajo a ver al cagi tán.

' El capi tán Cooke me l levó ante el v icealmirante pr idham_Wip-pel l .

-Este es el . ioven que ha convert ido a nuestro alcázar en unestacionamiento para automóvi les - fue su presentación.

El a lmirante me dió un jerez.-Me alegro de que podamos ayudar -di jo_, pero debo confe_

sar que nunca antes habÍa v isto camiones aparcados en el arcázar deun acorazado"

-Creo que Nelson debe estar revolviéndose en su tumba, señor-di jo el capi tán Cooke con una carcajada.

Los dos eran of ic ia les muy simpát icos y el capi tán me l levó aconocer las cubiert¿s de rancho del barco para que yo pudiera verdónde se alojaban ros mecánicos de ra escuadri i la- cuando regresé alaicázar, el of icial de guardia todavía estaba apabullado.

-Ustedes, la gente det Arma Aérea de la Flota -di jo_ no t ie-

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nen sentido de la tradición, iEs un sacri legio meter camiones en el

alcázart-No importa -di je tranquil izador-, quizá ustedes se hundan

en el viaje de regreso.En real idad, el H.M.S. Barham permaneció a f lote por unos

val iosos nueve meses y tomó parte destacada en la Batal la de Mata-pan. Pero el 25 de noviembre de ese año fue torpedeado por un sub-

marino y voló por los aires con muy pocos sobrevivientes' E¡ capi '

tán Cooke no estaba entre el los, lamento decir lo, pero el a lm¡rante

Pridham-Wippel l fue recogido i leso del mar.La acciÓn tuvo lugar en la bahÍa de Sol tum, Afr ica del Norte.

El acorazado V¡ l iant iba inmediatamente a popa y el capi tán C.E.

Morgan, al mando del H.M.S. Val iant , informó que cuatro m¡nutosy treinta segundos después de la explosión, todo rastro del poderoso

Barham había desaparecido para siempre.

Antes de la campaña del desierto la incidencia de fal las de mo-

tor en nuestros Swordfish habÍa sido despreciable. Los p¡lotos ha-

bían pod¡do conf iar en sus motores Pegasus con tanta seguridad como

en sus gerentes de banco para enviarles cartas de "Estimado señor:

A menos que.. . " cuando giraban en descubierto. Excepto cuando los

dañaba el enemigo, el med¡dor de presión de aceite se mantenía cons'

t¿ntemente en 60 l ibras por pulgada cuadrada y nunca vaci laba. Cuan-

Co to hacía era esencial un aterr izaje f orzoso inmediato.Hasta que el l l lustr ious fue bombardeado, los aviones de la es'

cuadri l la habian sido revisados regularmente de acuerdo con estr ictas

normas de mantenimiento; pero el l0 de enero los l ibros de bi tácora

de armazones y motores y los equipos de herramientas de los mecá'

nicos fueron todos destruidos cuando el hangar se ¡ncend¡ó. Desde

entonces, los aviones habían volado 880 mil las desde Malta a Ale'jandrÍa, vía Creta, y habian estado expuestos a las planicies arenosas

de Egipto y de Libia, casi s¡n ser atendidos en absoluto. Todos nece'

sitaban una inspecc¡ón completa, pero sin herram¡entas adecuadas y

con muy poco t iempo disponible, los hombres vaci laban en desarmar'

los pues cas¡ con certeza se los necesitaria en condiciones con muypoco t iempo de aviso previo. Las inspecciones diarias eran todo lo que

podÍa hacerse por la seguridad.Se produieron una buena cant¡dad de aterr izajes forzosos mien-

tras ayudábamos a expulsar a los i tal ianos de Libia' especialmente

en medio de tormentas de arena del desierto l lamadas s¡rocos. Hay que

experimentarlas para creer porque ninguna descripción podrfa pintar-

las adecuadamente. Remolinos de partfculas de grava y arena, tan den-

samente concentradas como una tormenta de agua, forman una impe-

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netrahle nube que oscurece l¡ lu¡, borra al so! ,- hace dif íci l re:pi:ar.Ningún motor de avión puede cont inuar funcionandc en es¡s condi-ciones durante mucho t iempo y la ún¡ca acción segura, cuando uno 3eencuentra atrapado en un siroco, es volar fu¿ra del mismo en la direc-ción más corta posible o aterr izar en:eguida. pero la visibi l idad setorna tan mala que es di f fc i l ver para aterr izar en una capa de arena5arremolinada5. En una de esas devast¿doras tormentas había con-seguido alerr izar cerca de un campamento de t iendas, próximo a To-bruk. Había perdido toda la noción de dirección mientras trataba deaterr i ¡ar por instrumentos, cuando el sol súbi tamente se oscurecióy no tuve idea de dénde estaba¡ me sentí agractecida cuando unas¡lueta borrosa aparecié entre la tempestad y aferró la punta de miala de babor. Por medio de frenéticas señales me gir ió entre peñascosy tr¡ncheras y derpués me incl icó qu* apagera mi motor haciéndomeuna seña con sus dedos como s¡ estuviera cortandose el cuel lo. Ap¿guéel motor y nre oregunté s i los i ta l iar :os usarían ! : misma señal , y espe-ré que mi guia no fr . ¡era un enernigo. Cuandc me abrí a t ientas carni-no hasts é1, quedé atóni to al comprobar que era i . rn capi tán de laMarina Real, vest ido en tr¡ je de bat¡ l l¿ r . le r :o lo¡ c¿qui . Me quedém¡rando boquiabierto las cuatro i i ras dor¿das en srrs hombreras. Sugorra naval, csn adornos doradcs en la visera, parecía incongruenteencima de su chaqueta y pantalones caqui .

Me tomó de un codo y rr,e condujo hast¿ el ir .r terior de una con_fortable t iend¿, al abr¡go del v iento, donde ta arena habÍ¿ sido exca-vad¿ para dejar más espacio para las cabezas. Mi guÍa me di jo qLre suapel l ido era Poland.

Cuando recuperé el a l ¡ento, c l i je: -Está usted rnrry le jcs del rnar,Señor. iQué demonios está haciendo aquí un capi tán nav¿l?

El capi tán Pcland sonr ió alegremente y me sirv ió una girrebra ala gue mezcló con un poco de agua de la botel la de estaño, envuei taen tela, que colgaba de su hombro.

-Enlace con la infentería -di jo, y con eso debía contentar-me-. N¡ bien esia tormenta amaine l¡sted deberá desDegar in.media-tamente, porque ha descendido en t ierra de nacl ie. ereo que lo he guia-do lo bastante !s j65 pero su av¡ón está fuera de nuestras defensas-

Demostró ser un a¡ l f i t r ión muy amable y lamenté tener que mar-charme sin aver igua, 'qué estaba haciendo él en et desierto. Nunca l le-gué a descubr i r su secreto.

El l0 de febrero, Jago y Caidecott ,srni th condu¡eron a ta mitadde la escu¿drr l la ¿ ¡ . ¡s¡¿¡¡¡o, en Creta, donde tendrían que ser nues-tro grupo avanzado hasta que Máieme estuviera l rsto. Volaron siguten-do la costa eg¡pcia hasta Mersa Mat¡-uth antes de virar h¿cia el nortesobre el mar y nos di jeron que usáramos la mt5ma ruta cu¿ndo iué-ramos a reunrrnosles. Alejandría a Creta, directamente, es un trayectoenteramente sobre el mar y a una distancia de 395 mi i ras. Volando

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vía Mersa Matruth se reducia en 95 m¡l las la distancia sobre el mar.En aquel la época no había en el Mediterráneo ninguna organizaciónde rescate aeronaval, de modo que los yuelos sobre ¿l mar se ha-cian lo más cortos pos¡ble, especialmente ahora que nuestros motoregno eran tan de confiar como antes. Cuando volábamos desde el l l lus.tr lous tampoco habiamos contado con organizaciones de rescate peroentonces nuéstros motores estaban adecuadamente atendidos y tení¿-mos el fr ío consuelo de saber que un destructor de cort ina pqdía ve-nir a rescatarnos s¡ nos v€íamos obl igados a descender en el rnar,siempre que en ese momento no estuv¡éramos demasiado lejos. A par-t ir del l0 de enero queciamos l ibrados completamente a nuestro: pro-p¡os medios.

La misnra falta de oyuda se apl ic¿ba en los vuelos sobre el de-sierto y aunque un lrornbre puede caminar en el desierto solamenteun t iempo l imitado antes de perecer de sed o de insol¡ciórr. por lomen05 puedo alejarse del avión accidentarjo p¡sando son¡e t ie¡ra f i rme.La mayoría de las fa l las del rnotor sobre el mar eran i r revocablesy los pi lotos y observadores reramente eran rescatados. Quedar a laderiva en un¿ balsa de caucho y a rnerced de los caprichos dei viento,rogando por un mi lagro que es rmprbbable gue ocurrar no habrías¡do m¡ forma favor i ta de terminar mis días.

Con el soberbio apoyo Ce Burns y Brown yo me sentía seguroen la convicción de que si cualquiera de los motores de la escuadri l laiba ¿ fa l lar , probablemente no sería el mío"

Para el 14 de febrero, el ¿eródromo de Máleme estuvo l isto ynos d¡eron órdenes de volar a Cret¡ para reunirnos con Jago y el grupoavanzado, quienes habían estado vol¿ndo desde Flerakl ion. Despuésde cruzar la l lan¿ costa eE¡pcia en Mersa lv/ iatruth, durante casi treshoras volamos pacíf icamente en formación ¿bierta, en dirección alnoroeste y a una al tura de u ' ¡os mi l metros. Durante la úl t ima horasobre el azul Mediterráneo, el brumoso calor del hor izonte abr igóa un barco de nubes ci imulus baias que se h¡c¡eron más grandesmientras nos acercábamos y gradualmente se sol¡d¡f ¡caron en los picosnevados de las montañas cretenses. La costd sur de Creta parece másimpresionante a un p¡loto que se acerca a t¡erra por primera vez;volando hacia la cadena montañosa. la meseta se extiende de es-te a oeste durante 130 mil las, que e9 mucho más de lo que ef ojoalcanza a ver en un día c¿luroso y brumoso, aún a m¡l metros dealtura. L.os p¡cos parecían crecer a medida que nos acercábamosy después subieron a nuestro encuentro y debimos ganar altura parapasar sobre el los. Mirando hacia abajo, me estremecí ante la vistade la cara granit ica de la montaña que tenía abajo y que caía a pi-co en el mar en una serie de f isuras sombrías entre manchas de solde color gr¡s y castaño, coronadas de nieve; imponente, pero ex-trañamente agradable a la vista después de tres horas sin nada rnás

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que er agua azur que ocurtaba profundidades de más de un mii lar debrazas.Una vez encima de la cadena de montañas, Torrens-spence

redujo la velocidad y nos condujo hacia la bahía de Suda v fui cni_tas planicies que forman la cara septentr ional de ra isla. creta t ienede ancho soramente veint icinco miras y en pocos momentos estuvi-mos volando sobre los tejados de Canea, la capital, pequeños cuadra-dos blancos entre la verdura, i luminados por el sol . Cont inuando nues_tra ruta hacia er oeste, por primera vez vímos ra t ierra roja der aeró-clromo de Máleme, directamente adelante, rodeado poi pequeñascolinas verdes de interminabres orivares. Nuestras t iendas descansabanentre el fol laje verde oscuro y los retorcídos troncos de los ol ivos, ydespués del desierto, todo nos pareció fascin¿ntemente atract ivá- CAPITULO 20

LA CAMPAÑA GRIEGA

Un mes después de la captura de Checoslovaquia por los alema-nes en marzo de 1939, el gobierno br i tánico garant izó la independen-cia e integridad de Grecia. Menos de dos años después, en enero de1941, cuando el moribundo l íder gr iego apeló a Gran Bretaña pidien-do ayuda, esa garantía tuvo que ser efect iü izada. Treinta mi l hombresfueron l levados cruzando el Mediterráneo ¡ una empresa desesper¿day la inexi tosa campaña que siguió fue emprendida como una obl iga-ción de honor hacia un val iente al iado que enfrent¿ba probabi l idadesabrumadoras en su contra.

No se esperaba que la campaña resul tara enteramente exi tosa,pero cuando resul tó costosa en hombres y en mater ia l muchos cr j t i -cos de si l lón cuest ionaron la conveniencia de despojar a Afr ica delNorte de hombres en aras de una causa que estaba condenada a f raca-sar. Para el los señalaré que la histor ia ha demostrado a menudo que elfracaso puede a veces ser tan glorioso -y productivo- como la victo-r¡a.

Mientras todo el poderío de la Royal Navy estaba comprometi-do en el Mediterráneo, escol tando convoyes de tropas a Grecia, erainevi table que el esfuerzo naval en cualquier otra parte tuviera queaf lo jarse. El a lmirante Cunningham no tuvo otra al ternat iva que con-centrar sus recursos en el lanzamiento exi toso de la campaña gr iega.Más tarde, cuando nuestras tropas estaban desplegadas a través de lafrontera griega en las montañas de Albania. los alemanes acometieronen Libia con una fuerza más poderosa que las unidades al iadas quehabian sido enviadas a Grecia. f l ,provecharon esta oportunidad paradesembarcar a Rommel y a sus divisiones Panzer (acorazadas) en Tri-

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Me pregunté cómo harfamos para h¿cer llegar a Creta nuestrapequoña camloneta. Yo me habfa hecho de ella, i legalmente, hacfaunas semanas. La vi en el mugll€ con un cargamento de eguiposnuevos consignados a un nuovo apostadero naval cerca de port sáld,que aún no habfa sldo t€rminado ds constru¡r. Todo lo que tuvequéhacer fue plntar "Escuadrilra 815, Dakheila", robre er destinataiiooriglnal. Me sentf muy contento cuando nos la entregaron pocos dfasdesauós.

Sln ella en Creta, no podrlamos vlsitar las bodegas para tomaruna coÉa o hacer comprag. Obvlamente, al acorazado no le agradarlacargar con un tercer vehfculo y yo tendría que librar una batallapara que me deJaran estacionar los dos camiones en su alcázar" De-cicl que pondrla ra camioneta sobre ra escoti i la der pequeño carguerocuando estuviera comp¡Étamente cargado. Esto significó más pinlura,pQfoue ra c¿pacidad de carga m¡rcada en la única grúa dol barco erai inco lonelad¡5 y la cámloneta tenfa ias c i f ras, ,7,5 toneladas, 'c lara.m6ñte i¡jürcadas 6n ra oortseuera der conductor, s¡cándole tgdat la5rusdas para aligerarla y plrtando "g15, Malene", enclma de la¡ cifrasde la portezu*ia, todo saríé bien, ¡unque me sentf muy allviado cuan.do quedó deposltada ¡obre la escoti l la. Siempre rospechá que los !f-m¡tes d€ carga de ras grrias de ba¡cos ocurtan un ampilo margen d€segrrridarl.

Mientras yo estaba cargando er barco, ros pirotos de la escuadri-l la se divertl¿n en Benghazi. cuando los ltallanos aceptaron la derrota,los pílotos entraron a la ciudad que habfan estado bombardeando to,das las noches, con los conqulstadores australianos que estaban ¡sdien.to: como dernonios. El tránsito todavla era dirigido por corteser po.lícla¡ it¡ l ianos, y corteses barmqn italianos servfan ¡ los oficiales dela e¡cuadril la como si estuvleran contentos de verlos, pienso queporqu€ ius corazones, desde el prlnciplo, no habfan estado con la cam-paña del desierto de Mussotini. En toda Libla, decena¡ cre millare¡ desold¿dos italianos se rendlan alogremente, a menudo do¡ o tres milhombros a un oficial brltánlco o del Commonwealth. Lo haclan evl-dentemente allvi¡dos porque la b¡talla hubigr¡ termlnado.

Aunque la prlmera campaña dsr decrerto de ta escuadrirta ha-bfa durado soram¿nte nueve dfas, cuando ilegaron de regreio aDekheila todcs pareclan cansados y estab¿n cubieños de lodo i ur.nu.Loc ¿vion€s también ertaban ilenos de eso y nos ilevó un par de dlailimpiar los flltros. Cada dfa hablan trasladado su base más al oeste yd¡¡rante €sos nueve dfas habfan atacado a ta navegación y a ras defen-sas portuarias en Benghazi. spencer Lea y ru arililero iuvieron queser enviador uno¡ dfas al hospitar para gue se recuperaran, y scntacrojunto a la cama de ellos escuché una hlstoria que podfa h¡ür sido ex_trafda de L¡r Mil y Una Noches.

l-ea habfa ttegado a ra gl5 oesoe ra g19, cuancro se fusionaron.

150

,;. ||

E,n su adole:cencia había tr¡baiade en un rancho de oveias en Au:tra-

t¡a y era un guerrero curt ido, rubio, que había s ioo unc de los p¡ lo '

tos de avionés torpederos en Tarento. Én una de sus incur¡ iones

sobre Benghazi su motor fue alcan¡ado oor el fuego antiaéreo y em'

pezó a peider aceite. Debido 3 ¡a escas€¡ de observ¡dores y a la casi

irnposibi l idad de encontrar un punt. aislado err la desolac¡ón del de'

sierto en la oscuridad, todos los vuelos de ! 'egreso tenían gue hacefse

sobre la costa, volando clespués hacia t ierre en un punto f i jo y en un

cur$o predeterminado durante rtn t iempo especif icado. c.on una se'

vera pérdida de aceite, |-ea decidió {egfesar vo|anrio directamenle

pero al f inal debió hacer un aterr izaie forzoso para reparaf l¿ avcrÍ¿.

Consiquió hacerlo a la luz de la luna pero después no putlo hacer

arfdncar su rnotor. El no estaba enterado de que un nlotor Bristol Fe'

g¡sus raramente arranca cuando está¡ cal iente y ét y 8ob Bndcly' e!

art i l lero, se dedicaron por turnos a ha;er girar le manivela de iner-

cia hasta que qued¿ron exhaustos. Al f ína¡ renunciaron y, desespera-

dos, antes cle consumir completamente la energÍa y de quo sal iera el

sol y los asara vivos, Lea decidíó carninar haciú las l ínea: F:¡ i tánicas

parJ "onr"guir

ayucla. pensaba que había L!n cafnpJrr lento . lrrstrai i t-

no alrcdedor de veinte mi l las al este. Antes de part i r . le di lo al ar t i l le-

ro que se qt tedara conel avión hasta gue i legara la aytrdl '

Por alguna razón, Lea era s iempre l lam¿do "Sproq" ' I ' r (ual su'

giere juveni l inocencia. Él no era joven ni in<lccnte, [ )q l r ) l )¿r ' I c1l¿t tdo

ierminó esta aventura er¡ un homt¡re aún rnls rr l r r l t . y ' ' . r l r ¡o. [ ) ¡ rs-

pués de camin¿r el resto de la noche y l - r nrAyor ¡r . r r l , ' rk ' l f l l . t \ l ( l r t ;err '

ie, Sin al imentos ni agua, t repó a ¡¡¿ 6. l t t t . r ( f ' , t rnt t . r ' . / ¡ t t t r ( ' , l l¿r r , r t ' i

este. Desde su lecho de hospi ta| , desc' ib ió ¡ ' .1 t ' ' , I lc< t . l r t t l r l t ( ,1| ( ' I i ( :1.

guaje de un cr iador de ovejas austr¿l iano.- iMi l las y mi l las de cochina arcn¿! dl lu s( ' ( ' l rnr j r r r ' ' l ' l r t I f !

solo objeto a la vista, sólo desierto y más desit ' r io '

Aunque casi no podía tenerse de pie v se sent i¿ ctr l t ¡qtrccct r ie

sed, no tuvo otra ¿l ternal iva que volver sobre st¡s paro: Sin i ig l ta

hubiera podido perecer, pero sprog siempre era un i iornlrre incieíh¡!e-

mente afortunado y por algún milagro tropezó con un pozo cJe ¿gu¿'

E|aguaestabaamuchoscentímetrospordeb¡ jode|nive|da|sue|oyfuera de su alcance, pero con típico ingenio se quitó todat sus ro¡:as

y las ató unas con otras hasta que consiguié meter un calcetín en el

agua.Lohizóyloexpr imióentresus|abics! |agados, i . repi t ¡Óe¡pro.ceso hasta que calmó su sed.

Fue probablemente una treta que habr'a aprendido en Austr¿'

t¡a. La targa relacién con las ovejas probablemente había en¡bota<lo st l

sentido ciel gustc porgue él describió el sabor del agua exprimida de

sus calcetines como néctai de los Cioses'Por otro mllagro encontró su camino de regreso hasta e! avión

abandonacjc. No habÍa 3€ñales det art i l lero. pero :uieta al parahl isas

t : :

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boxeo en la plaza pr incipal de Canea. El e jérc i to habÍa er ig ido el r ingen la soleada plaza y una enorme mult i tud se había reun¡do para pre-senc¡ar este encuentro amistoso entre ramas de las fuerzas armadasde los locos ingleses. Súbi tamente nos ensordeció el rugido de nume-rosos y extraños aviones Junker que volaban muy bajo sobre nuestrascabezas, con las ruedas y los f laps bajos, obviamente con la intenciónde aterr izar en Máleme. Como no habÍa habido alarma de ataque aéreoy ningún cañón había s ido disparado y era evidente que el los noesta-ban atacando la is la, indiqué a los pugi l is tas que cont inuaran. Másavanzado el programa se unió a los espectadores una mult i tud de avia-dores atezados y con uni formes azul oscuro de diseño desconocido.con extrañas insignias y emblemas. Eran aviadores búlgaros quehabían huido ante el huno invasor esa misma tarde y que acababan deaterr izar en ruta a Egipto. Estaban bastante exci tados y no se conten-taban con observar; después de unas desconcertantes negociacionescon los of ic ia les del e jérc i to a cargo de la exhibic ión de boxeo. expl i -caron que tenían con el los al campeón de peso r . ¡e l ter de lafuerza aé-rea búlgara, quien desaf iaba a cualquiera'que tuviera su peso de 64ki los. Finalmente, para conservar la paz, el e jérc i to encontró a un cabobr i tánico, muy tatuado, con la nar iz rota y la cara deformada, quienpar€caa regodearse con la inm inente batal la. Durante tres vueltasme v¡ rodeado de siniestros y bastante host i les desconocidos uni for-mados qu¡enes, entre vuel ta y vuel ta, me miraban en forma amena-zante. En el boxeo de af ic ionados durante la guerra, e l árbi t ro y losjueces se sentaban fuera del r ing sobre una plataforma. Los juecest¡mbién estaban rodeados de búlgaros y me miraban contr i tos; eramuy claro que s¡ el cabo br i tánico ganaba por puntos la decis ión ser iamuy impopular y podría in ic iar un incidente internacional . Ciertamen-te, nuestra segur idad estaría en pel igro. Afortunadamente, hacia el f i -nal de la tercera vuel ta, e l cabo noqueó a su contr¡ncante búlgaro,quien debió ser sacado inconsciente del r ing. Se evi taron incidentesdesagradables y pudo mantenerse una entente cordiate. Fue muy gra-t i f icante para el cabo, quien fue adecuadamente recompensado contragos.

Ocho dÍas más tarde terminaron nuestras vacaciones en Cretay los observadores tuvieron que agacharse junto a los fuegos del cam-pamento y ahumar sus t rozos de vidr io. Con la fuerte luminosídad, elSwordf ish era muy vulnerable a un ataque de cazas desde la direccióndel sol y la única forma de detectar los cuando picaban desde el ladociego del p i loto era gue el observador, p el ar t i l lero, v ig i laran mirandohacia el sol a t ravés de vidr io ahumado. Como nuestro único cañónVickers adelante, y el Lewis, atrás, el vidrio ahumado habia resultadomuy efectivo en la Pr¡mera Guerra Mundial, pero a diferencia de loscañones, comprobamos que no había que despreciarlo en la Segunda.

160

En Eleusis. e l aeródromo de Atenas, fu imos recibidos por unamult i tud de mecánicos de mantenimiento y armeros de la escuadr i l laque habÍan l legado a Grecia hacía pocos díasen un destructor. Burnsy Brown se veian tostados por el sol pero disgustados. Cuando lespregunté qué les sucedía me di jeron que la atmósfera en Atenas esta-ba tensa.

-Es un boni to lugar, señor -di jo Burns, a lgo ceñudo- y los.gr iegos parecen muy fel ices de vernos, pero como Alemania no estáen guerra con el los, ia lgunos de los bastardos alemanes andan paseán-dose por las cal les en uni forme! Fanfarronean en las tabernas y cafésy en las t iendas, muy tranqui los. Aparentemente están agregados a laembajada alemana y t ienen inmunidad diplomát ica o algo así , cual-quier cosa que eso signi f ique.

-Signi f ica que no podemos romperles las cochinas nar ices s inque nos arresten -di jo Brown, con expresión sombrÍa, pero en segui-d¿ su rostro se i luminó-. iSin embargo, hubo algunas escenas diver-t idas! Algunos de los muchachos se met ieron en problemas cuando pi-saron t ierra por pr imera vez. Habían tomado un poqui to de más, na-turalmente, y aqui la cerveza es excelente, suave como la seda, de mo-do que cuando vieron a un alemán de uni forme caminando hacia el losempujaron al bastardo y lo hic ieron entrar por el escaparate de unat¡enda-

- iQué suced¡ó después? -pregunté con aprensión-. No estánarrestados Zverdad?

-No. La pol ic ia gr iega los entregó a la patrul la naval porqueno podran hacerse entender por los muchachos. La patrul la anotó losnombres y los dejó en l íbertad. Pero al d ia s iguiente recibimos la v i -s i ta de un al to of ic ia l de la marina gr iega, creo que un capi tán, quienexpl icó que teniamos que terminar con esas cosas porque Alemaniano está en guerra con Grecia.

- iPronto lo estarán! -gruñó Burns-. Todo está muy bien,señor -continuó- pero el los están blen en guerra con nosotros yme revienta tener que compart i r con el los los c¿fés y las tabernascuando esos bastardos han estado bombardeándonos a nosotros, anuestras esposas y nuestros hi jos durante el ú l t imo año y medio.iPronto tendremos que ajustar cuentas!

Claramente, estaban incubándose problemas. Sin duda era lamás ¡mposible de las s i tuac¡ones. Me pregunté cómo se las arreglaríaJago si tuviera que enfrentarse al caso de uno de sus hombres acusadode "atacar al enemigo".

Poco después de que nosotros desembarcamos, el of ic ia l coman-dante, Caldecott-Smith, Torrens-Spence y Sutton fueron l levados enun automóvi l con chofer a entrevistarse con el v icemariscal del a i reJohn D'Albiac, comandante de todas las fuerzas br i tánicas en Grecia.Mientras aguardábamos en el hangar para escuchar qué se estaba co-

t6 l

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,------r¡¡¡ry{1

c¡nando para nuestro futuro inmediato, ordenamos nuestfos equiposdeacampar.Lascamasdecampañaeranmaravi l |osamentecompactascuando estaban apiladas y muy cÓmodas para dormir en ellas' Com'probamos que hubiera suficiente carne enlatada y ginebra y otros ar'

iÍcutos esenciales en la parte poster¡or de cada avión y nos sentimosseguros de que en cualquier momento tendríamos que despeg¿r a todaprisa. Cuando Jago y los otros regresaron' toda la escuadril la se con'gregóapuertascerradasenunade|asof ic inasde|hangar.Era|unes,10 de marzo de 1941.

Jago nos dijo que tendrÍamos que volar a nuestra base avanzadaen las montañas dos días más tarde, el miércoles 12 de marzo' para unatague contra la navegación enemiga en el puerto de Valona, a la no'

che siguiente. Después esbozó varios aspectos de la operación que fue'

ron fascinantes.-Me temo que tendremos que dejar aquí a la mayor ia de los

mecánicos-d¡ jo-porquenuestrabas€estáentrelasmontaña5,biendentro de Atbania, en terr i tor io enemigo. No se puede l legar por nrn 'guna carretera de modo que es inaccesible, excepto por aire, y cuandovolemos al l i tendremos las t r ipulaciones completas y el avión l levará

un torpedo, de modo que no sólo no habrá lugar en la cabina poste'

rior sino que el avión irá sobrecargado si tratamos de l levaflos tam'

bién a ustecles."Al l Í ya hay dos escuadr i l las de la R.A.F., una de Blenhe¡ms

y una de Wimpey. Han estado bombardeando posic¡ones enemigasporunus s€manas y los italianos están tratando af ano¡amente de ave'i iguar dónde tienen su base a f¡n de poder retribuir los cumplidos. Es

vital mantener secreta la ubicación de la base, espec¡almente hastaque los alemanes invadan Grecia, lo cual seguramente sucederá pron'

to. Aunque los i ta l ianos se afanaron mucho y han registradó las mon'tañas durante el dda con aviones de reconocimiento, todavia no hanpodido encontrar la base, iy por las instrucciones que acaban de dar'nos para l legar allí, eso no me sorprende en lo más mínimo! Hasta nos'otros tendremos d¡f ¡cultades en encontrar esa base'

. Describió nuestra ruta, que era sencil la en sus etap¿s in¡ciales'Teníamos que volar remontando el Golfo de Corinto y después ha'cia el mar a través del Golfo de Patrás, y remontar la costa occidentalde Grecia hasta la isla de Corf ú'

-Desde el extremo sur de Corfú tomaremos hacia el este y vola'remos a la costa albanesa, en una distancia de solamente unas diez mi'l las. Pero -acentuó la palabra- si somos avistados por cazas' tendre'mos que dar media vuelta inmediatamente. En ninguna circunstanciapodemos conduc¡rlos hasta la base, a la que llaman el "Valle de Para'mythia". El vicemariscal del aire fue muy claro en e5é aspecto; di¡oque s€ría mejor perder a toda la escuadril la de swordfish gue delatarla posición del aeródromo tecreto de la R.A.F-

t62

"Cuando volemos desde Albania hacia Corfú tendremos que po-der ver una enorme cadena de montaña5 a estr ibor de nosotros. Todoel país es una masa de montañas, de modo que es importante haceruna part ida exacta de Corfú a f in de asegurarnos de que l legamos conla cadena montañosa correcta a nuestra derecha. Pero tenemos unbuen hito para ayudarnos: la más alta de las montañas, de poco másde dos mil cien metros de altura, está en la cadena que necesitamos.-Nos miró con una sonrisa-. Será la tercera a nuestra derecha cuandovolernos hacia el interior de Albania. Cuando estemos cerca de el la,deberemos poder ver un amplio lecho de río seco al p¡e de la misma.Ese río señala al norte y todo lo que tenemos que hacer es seguir loen toda su longitud hasta Paramythia. Aparentemente, es claramentevisible desde el aire pero se curva como una serpiente, de modo queno se sorprendan si alteramos continuamente nuestro curso. El r ioterm¡na en el val le, justamente delante del carnpamento de la R.A.F,,de modo que nos guiará todo el camino y a t ravés de una abertura en-tre las montañas que rodean al v¿l le. La abertura es lo suficientemente¿ncha para la escuadr i l la de Blenheim de modo que debe ser lo par¿nosotros, pero por las dudas de que uno de ustedes no esté mirandocuando l leguemos, formaremos en una hi lera cuando crucemos lacosta de Albania.

"El Val le de Paramythia t iene diez mi l las de largo y m¡l metrosde profundidad, rodeado todo alrededor por montañas de unosmil ochocientos metros de altura. Como el val le está a mil metros so-bre el nivel del mar, cuando despeguemos para lanzar el ataque ten-dremos que subir por lo menos otros mi l metros antes de poner rum-bo a Valona, Con torpedos, nuestra velocidad al ascender se reduc¡ráa unos 7O nudos, de modo gue l levará cierto t iempo superar las mon-tañas. Después de despegar, tendremos que volar en círculos dentrodel val le antes de poder alejarnos y eso es lo que preocupa al maris-cal del a i re, Es un terr i tor io bastante di f íc i l para volar y deb¡do alpel igro de estrel larse contra las montañas, los Blenheim y los Wimpeysno quieren volar de noche. He expl icado que nosotros somos una e5-cuadr i l la de ataque nocturno y que prefer i r Íamos correr el r iesgo deestrel larnos con las montañas antes que atacar Valona de dia. El ma-riscal del a¡re se mostró muy dubitat ivo y me costó bastante persua-d¡r lo. Sin embargo, hemos señalado que podemos planear el horar iode nuestros ataques a f in de acercarnos al val le al amanecer, cuando ellecho del r io sea visible. Como compromiso, él insiste en que sola-mente volemos desde Paramythia cuando haya luna y yo estoy deacuerdo con eso. Podria ser muy dif íci l en una noche oscura, sinlu na.

Jackie expl icó que nos l tevaba a las montañas un día antespara que pudiéramos echar un buen vistazo a los alrededores y haceruna práctica de despegue nocturno, s¡n torpedos.

163

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pregunté cuántos otros sit¡os remotos como ése' sólo acces¡bles por

.¡r" "n

las apremiantes necesidacles de la guerra' existían en el mundo'

Esa noche, cuando la luna apareció sobre l¿s montañas l lenan'

do el val le de sombras profundas, comprendí que la misma había

estado bri l lando sobre el mismo paisaje, completamente impertur-

bido, durante cuatrocientos noventa mil lones de años y que segul-

i ía haciéndolo, probablemente, hasta el Día det Juic io Final '

El pensamiento hacía que nuestros asuntos parecieran comple'

tamente i in importancia y nuestra presencia al l l ' r idícula'

Las dos escuadri l las cte l¡ R'A'F' quedaron tan contentas de

u"rnoiy tan complacidas con la cerveza, que vivimos de su comida'

cámpleiamente gratis, todo el t iempo que estuvimos al l f ' Normal '

menie nuo¡era habido una pequeña cuenta de rancho para cada

ofici¡ | , porque 5e espera gue todos los of iciales de las tres ramas cfe

las fuerzas afmadas se al imenten a su pfopia costa no impoíta dónde

seencuentren-abordodeunbarco,encuarteles-eneldesierto-aunen las montañas de Albania. un gobierno agradecido paga la comida

ing"i iO. por los soldados y otros rangos, pero no para los of iciales'

a !uiun"i 5e con5ídera ¡¡¿ 6las€ privi legiada y quienes' aparte de una

asünac¡On diaria de dos o tres chel ines, deben mantenerse a sí mi¡ '

mo5.La comida t1o era problema en las montañas y había ocasio '

n", an que era excesiva' Los albaneses locales ba¡aban de las mon'

taña: al campamenro varias veces a la semana' carg¿ndo enolmes re-

ses en ün palo apoyado en sus hombros' La conversación era impos¡ '

b le, pero 5us Sonr¡sas amistosas y el p lacer que demost iaban cuando

bebjannuestracervezaynuestraginebrayfumabannuestfoscigarr í .l los, hacían innecesar ias a las palabras' En amabte s i lencio ' decl in¿ndo

toda ayuda, encendían un fuego, montaban una parr i l la y asaban la

carne óara nosótros, agachados sobre sus talones' 5u5 rostros oscuros

i l t lminados por el fuego, y con ampl ias sonr isas y muchos apretones

de manos cuando tes ofrecíaryros bebidas' Cuand¡ la carne estaba

cocida et los se ponÍan de pie e indicaban que estaba l ista para co'

merla, con graciosos gestos de las manos como personas de la realeza

qr" iq.O"."n los ví iores de ta mult i tud, y después desaparecían en

la noche, recha¿ando todo Pago.La siguiente vez queestuve en Atenas me ocupé de averiguar por

qué el los se mostraban tan amistosos' Después de todo' eran al i¿dos

de los i tat ianos y no de los griegos y nosotros estábamos en terr¡to-

r io enemigo. Me enteré de que a el los les habÍa disgustado encontrar '

se bajo la dominac¡ón de tos i tal ianos ya desde que Mussol¡ni lan¡ó

a sus ejércitos sobre el los. el Viernes Santo de 1939' Cuando en oc-

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"' ¡,¡¡ll¡l¡¡itlr¡tll¡lllllllllll¡lllll¡1ff$uuills{t rw

tubfe de 194G ltal ia invadió Grecia, eltos sr esforearon por facit i tarias cosas a los griegos y aunque los ;tal¡anoi obtuvieron éxitos inicia-les y alcanzaron una pos¡ción en Grecia b¡en al sur de paramythia,con l¿ ayuda de los al l¡aneses lo5 griegos lo; hicieron retroceder ysal ir de Grecia. Una no a: istencia pas¡va a sus conquistadores y unasi lenciosa cooperación con los griegos hizo toda la diferencia, y losi t ¡ l ¡anos hubieran podido ser expulsados compleiamento de Alba-nra si no hubiese gido por el peor inviarno de que se tenja memo-ria, cu¿ndo l¿ nieve detuvo todos los movii-nientos en cualquier di-rección.

Cr-¡ando ir€f lárno5 a Paramythia tos combates terrestres Se deSa-rrol lab¿n bíen ¿t :ur ¡.Je nOsotros y, oi icialmerrte, nos encontrábamosen t€rí i torro enemilo; psro €ra evidente, por ia reacción de lor pobla.dores de ete val le. gue no teníarnos nada que teme¡. de el las. No ha-brn pei ig; 'o de qrre lr¡s i tat iarros sup¡eran <le la existencia de un aeró.Cromo br i tánieo delrá: de sur l ínea5 por un ¿t i¿do tan ret icente.

Volar de¡da esa extr¡¡¡rdinaria fortale;a ent16 rnontañas era rnási, i i f ící l porque no habi¿ forma de descubrir la presión barométricaiocal , va fuera en Faramythi¿ o, por sueu€sto, en Valona. Sabfarnosgue el aeródromo estaba a mi l metros sobre el n ivel del mar, empsro,cuando ¿lerr izarnos, mi alt i rr¡etro indicaba solamente ¡eircientosmetros. Al despegar de Grecia, habf¿mos deierminado la presiónpara Eleusrs, que se encuentra a nivel del mar, en las or i l las det Golfode Atenas. Pero, por supuesto, la presión barornétr ica varla con la al-iufa. ia temperatura y las cond¡c¡ones dei t iempo, y en lugares al to ly con cond¡c¡anes de vientos desr:onoodas puede cantbiar a cadahor¡ , ya sea hacia arr¡ba o haga abaio. Un mi l iba¡ equiv¡ ie a no-v€nt¿. i c iento veinte metros y ¡s¡ un error cJe cinco mi l ibares puo-de l lev¿r a Lrn error cle ¿ltu:.a de UnOS quinierrtos metros" Todo aeró.c l romo, especialmente los de gr.an al tur¿, t iene erro¡es loc.r les que le$on propirJs y la prer ion barométr ica puede 5€r al t¿ o baja ha5ta enveinte grados o mds, var i ¡ndo cle dÍa a día y de ho¡a a hora. Hoyen dia la pr.esión es t ransnr i t ida a los pi lo ios poi radro c:uancjo el losvuelan de área a áre¿, de rncdo r : ¡ue ptredan a,usiar 5ir5, t l t í rnetros yapl icar lo que ie ccncce cunto "aoaptdcrones reqiorrales". Girandouna pequeña per i l la graduad¡ en el a l t l r ¡ retro para poclor adaDtar lapresión, e! i ¡51¡u¡ ' ls¡ to puede ser ajustado para q.re rndique al p i -loto su ¡ l tura exacta sobre ei nivel Cel mar en el área sobre la cualestá volando en ese momento.

Todo lo que podíamos hacer era ajustar et alt ímetro a nove-cientos metrss cuandc Cespegábamos de paramvthia. pero la situa.c¡ón podía variar en Valcrra, cr.¡¿¡rdo la altura exacta er¿ de impor-t¿ncia vital y cuando regresábamos a t ierra; era neces¡rio volar a ojo,en la oscuridad, y hacer ajustes visuales cuando podlamos veri f icarnuertra altura comparándola con algún hito conocido.

t67

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pol¡tan¡a y su rápida reconqu¡sta de todo el frente de Africa del Nortefue lograda deb¡do a gue nosotros habiamos retirado nuestras tropasdel escenario africano. Pero éste fue el precio gue hubo que p4arpar¿ mantener nuestra palabra. Finalmente, al obligar a los alemanesa luchar sobre un frente muy dilatado, demasiado amplio aún para susrecursos, pud¡mos obligarlos a pagar ellos también un precio terribley, en retrospectiva, es evidente que los breves dos mes€s y medio dela desafortunada campaña griega, aunque inexitosos en aquel momen-to, fueron una val iosa contr ibución a la v¡ctor ia f ¡nal .

Desde el comienzo mismo de la guerra, después de la ignominiade ser hundida en el H.M.S. Courageous, con la excepción del ataquea Tarento, la histor ia de la escuadr i l la 815 fue una constante repe-tición de intervenciones en campañas que terminaron con una victoriaalemana; pero todo esto era el t rabajo de cimientos que suministrarÍanla base esencial sobre la cual podría constru¡rse la victoria. Nuestracolocación de minas frente a la costa ¿lemana y nuestros intentos dedetener el avance alemán en Holanda, y nuestra actividad sobre Dun.kerque, habían sido todos intentos desesperados de ayudar a conten€rla marea de triunfos naz¡s que fueron inevitables en e5a etapa de laguerra. Todas esas luchar, inciuido nuestro éxito en Tarento, tuvie-ron lugar cuando Gran Bretaña s€ hallaba completamente sola y, comolo5 gr¡egos en l¿ p¡i¡¡¿y¿ra de 1941, en un momento en que enfrentá-bamos probabil idades abrumadoramente desfavorables. En los desier.tos de Africa del Norte la victoria de Wavell había sido hecha mássegura deb¡do a la presencia de divisiones neocelandezas y australianas,quienes fueron tamtrién un porcentaje substancial de los 30.000 hom-bres enviados a Grecia en una misión desesperada de misericordia;pero su desembarco inicial en Africa del Norte y su exitoso arribo aGrecia no hubieran sido posibles mientras una flota italiana, que cas¡duplic¿ba en dimensiones a la británica, monopol¡¿ara el cuadro tácti-co en el puerto de Tarento. Nos alentaba que nuestro exitoso ataquehubiera tenido consecuencias de tan amplios alcances y que hubieracontribuido en forma tan significativa a la victoria de Wavell y a la po-sibil idad de Cunningham de enviar esos convoyes a Grecia. La partedesempeñada en Grecia por las mismas tripulaciones de Swordfishfue escasamente notada o registrada en ta histori¿ de esa campaña,debido a que sus esfuerzos estuv¡eron concentrados contra la nave-gación en el Adriático desde una base secreta en las montañ¡¡s deAlbania, la cual estaba bien oculta a los ojos de todos. Pero comosiempre, su participación fue mucho más allá del concepto de lo quese esperaba de ellas. Que hayan estado allí es etcasamente conocido,aun en círculos navales, y ahora escribo sobre ello con el orgullo dehaber estado en esa compañía.

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El arroyuelo que corrÍa a través del huerto de ol ivos donde sehallaban nuestras t iendas era puro h¡elo y nieve fundida de las mon.tañas. Nos bañábamos diariamente en esa corrtente y calentábamos elagua en envases de hojalata para afeitarnos y hacer té. Durante veint i-ún días vivimos una existencia idí l ica, interrumpida por incursionesaéreas ocasionales cuando una enorme campana, colgada de unos ma-deros montados fuera de nuestra gran t ienda de c¿mpaña que daba alaeródromo, lanzaba una melancól ica alarma, advirt iéndonos que nospusiéramos inmediatamente a cubierto. En el aire, patrul lajes antisub-mar¡nos diurnos adelante de los convoyes eran animados por el ata"que ocasional lanzado por aviones alemanes e i tal ianos que operabandesde sus bases en las islas del Dodecaneso, que quedaban solamentea unas sesenta u ochenta mil las al noroeste. Los aviones enemigos eranresponsabil idad del teniente-comandante Alan Black, y sus Brewstersy Fulmars, que también operaban desde Máleme, y los Hurr¡canes dela R.A.F. desde Herakl ion, y durante estos ataques nosotros tendamosque descender hasta el nivel del mar para ev¡tar ser vigtos.

Los alemanes no estaban en guerra con los griegos pero ta gue-rra en el mar, y en el aire, estaba abierta para todos y el aeródromo deMáleme era un blanco cot¡d¡ano. Nubes de humo que explotaban rui-dosamente sobre las montañas coronadas de nieve en el claro cieloazul, dísparadas por los art i l leros antiaéreos que defendían el aeródro-mo. eran recordatorios constantes de que no estábamos de vacaciones;pero los hab¡tantes locales eran tan amistosos, y la atmósfera en loshuertos de ol ivos tan relajada, que la vista y el ruido de esas explos¡o-nes ocasionales y el tañido de la campana siempre l legaban como unchoque.

Mientras estábamos en Creta sabiamos que solamente estábamoshaciendo t iempo. Cuando todos los barcos hubieran atravesado elcanal de Ki thera y alcanzado el Pireo, nuestra ut i l idad habr ia termina-do y tendriamos gue dir igirnos a Grecia. Nuestros torpedos y bombasy el equipo pesado, como vagonetas para torpedos necesarias para es-t ibar los y cargar los, habian s¡do l levados por la f lota directamente alPireo para aguardarnos en Eleusis, e l gran aeródromo diez mi l las alnoroeste de Atenas, sobre las costas del golfo, frente a la isla deSalamina. Las ún¡cas armas que necesi tábamos en Creta er¿n bombasant isubmarinas y cargas de profundidad, pero en Grecia, una vez má5,estaríamos en la ofensiva. Con la l legada de las tropas al¡adas a Grecrala intervención alemana era inevitable, y era sólo cuestion de t iempoantes de que nos necesitaran para ayudar a contener una ¡nvas¡ón ale-mana desde el mar, a través de los estrechos de Otranto, en el fondodel Adriátíco.

Dieciséis dias después de nuestro arr ibo a Creta, sin avisar, Ale-mania invadió a Bulgaria. Era domingo,2 de marzo, cuando yo meencontraba fel izmente ocupado en hacer cle árbitro de un match de

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, "rlrirlillilfi illlllllllllltlliili r

Como Paramythia, et puerto de Valona t iene diez m¡l las de lar '

go y c¡nco de ancho y está rodeado de col inas y montañas por el lado

del mar y por el sur, gue varÍan en altura entre novecientos y mil

metros. úna montaña, al sudoeste, es l lamada San Basi l io y mide

ochocientos metros de altura. Nuestro s¡stema de aproximaciÓn era

subir sobre el mar en la vecindad de corfú, a una al tura de tres mi l

metros, lo cual nos l levaba toda una med¡a hora con un torpedo' y

despuéi descender en la oscuridad, a medio acelerador' y entrar en

el iuerto a través de una brecha det sudoeste entre San Bas¡l io y 5u

col ina vecina. Por la carta, sabiamos que est¿ brecha tenía exac-

tamente una altura de trescientos ochenta metros y cuando des'

cendiamos a t ravés de el la, un rápido ajuste al a l t imetro ' añadiendo

el propio peso sobre la brecha, tendrÍa que permit i rnos volar sobre

el puerto de modo que el avión l legara al f ondeadero a veinte metros

sobre el n ivel del mar, l is to para disparar su torpedo'

En teor la esta era la respuesta a nuestro problema' pero en la

práct ica no era tan fáci l , como lo de:cubr i en nuestro pr¡mer ata-

que. A las 3 a.m. de esa noche -13 de marzo- habíamos discut ido

detal ladamente el p lan, en Paramythia ' Poco antes de que tuviera '

mos que despegar me alarmó la act i tud de John Caldecott-Smith '

Eraunindiv iduobastantetranqui loquenorma|mentedemostrabamuy poca emoción, y lo mismo que todos nosotros, no tenfa inhibi '

cioÁes para hablar de su nerviosismo y tens¡ón, pero esa noche tenÍa

un intenso present imiento desdichado. Se lo veía anormalmente pá'

l ido y su boca estaba cerrada en una f ina lrnea recta, de modo que le

pregúnté si se sentia enfermo. Me miró sombríamente y di jo:

-No me gusta. No sé por qué, pero esta noche estoy tem'

blando.Traté de levantarle el ánimo. -Por lo menos -di je- tenemos

la protección de las col inas cuando hayamos lanzado nuestro pez" '

iy contra ese fondo oscuro estaremos arr iba y encima de el los antes

de que se hayan dado cuenta de qué los golpeó!

Por un reconocimiento previo real izado por uno de los pi lotos

de Wimpey que había volado sobre Valona esa tarde, sabíamos que el

amarradero estaba l leno de presas gordas' Había por lo menos media

docena de barcos grandes anclados en aguas profundas' y nuestros

torpedos estaban armados con pistolas Duptex' Un ataque con torpe'

dos desde el aire seria to últ imo que estarian esperando, y con las

luces del pueblo detrás de los barcos, no podíamos errar '

Traté de convencer de esto a John'-Cuando sus barcos empiecen a volar por los aires -di je- el los

no podrán vernog. Estarán cegados por las explos¡ones de los barcos'

-Lo sé -di jo él sin convicción-. Pero tengo un mal presenti '

miento, por lo menos para Jackie y para mí '

Una hora más tarde, alrededor de las 4 a 'm' , seguí a Jackie '

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a Caldecott y a Pat [ ] r . , r r ¡ l r .y. r . t .n l , I r , , r , I r . t , . r ¡ , r t r , . t r , 1, , , r t , t l , r t , ( l ) . ry aluste mi al t í r ¡et¡o <u,rrr t r r p,r , , r r ¡ , . t l . r , ¡ r l r ¡ . . r t r t r , l r , r r r . r l . r . t lpteCtstÓn pOtqUe tCnr. t , ¡ r r , | , , r ) , , , r r l r . t t ¡ t t . r . t t I r l r r . . , r . , , ¡ l r i ¡ l r ¡ r t r ¡ .1_ClOn del aviorr .Je JJr l<rc r¡rr , . r l ¡ . r . r ¡ t , , l , r r r l , . , Lr l ¡ r , , , l r , r l ¡ l r i , l , l i , ncgla5sombr¿s dg las nroat,rr , r \ a( , r ' r . r r r ¡ , ' . r r ( l r , r r , . r . , , , r ' r1rrrrr ,5 rrr is tar-de, Cuando voláb¿rn¡1, , i r ¡ ¡ r l l r r ¡ l i , r l r r r l , . l f ¡ r r , . r l ¡ r ¡ r r l ¡5 ¿c¡ ler¿doresCaSi CerfaCJOS y perr l r l r r r lo , l l l r r , r r r ¡ r r r l . r r t r r . ¡ r l r , , , l ( ,1( l , l la1lo c le nOSOtTOSpasaron ras "cer)or¡ . r" r , r r r r ' , r r r r , , , " y r , r r r rz r l t 'J¿ckie desapareció.PerrSé que lo h.-r l r r , l i l , r l r , r r ¡ . , r r1, , , , , t l \ t t , l r . l l ; r¿ c_¿rr io al ¿guA pOfqUeno hubo exDloslr¡ l r l r l r : ,1, r l i ¡ r . , r l ( , l l , t l ) r¿¡t a lc¿¡rzadO e¡ l Sr. t hél iCeO SU t¡OtOr. fn l l r r , , r ' r ¡ | | r l r r r" ,1,¡ t ¡ , ¡ , t l t t y ¿l Siguiente había CleSapare_c'c io. Pof L¡n n*) f r . r r r : , , Í1r¡ ' ¡1" , r l r r . . f ) tc ( ie tocio5 ros demás y penséque tent¿ al tur¡ i t r l r r ¡1 ' ¡ ,1, , t ) , t r , r , t lc¿f) . , . - l t a loS barcos anCLtdOS máSa0eiante. los c '¿los , , ) , , r r ' , , l . t i ) {1. ¿ . t i ¿ lcanCe, CuanOO m¡S ruedaS to-cafon ei ¿9,.1¡ (on l l r r i r ( lo i ) . lvoro50 y nt i gafganta se cerró en ese es-p¿smo esnJntoio r1r: , , , r gol ie t iene en ¡¿ mente cuancjo djce, ,se mesub¡o el coralon ¿ t , r boca". lnst i tnt ivamente mantuve el avion nive_l¡do trat¿rrc jo c lc rrruecl i t que capotara y abr i completamente el ace-reracor v aD,t te c l l roton cle rJ isp. t ro, porque el ¿gu¿ qurza habia ac_t¡vado la pis io la Duplex de la n¿r iz del torpedo y puesto en m¿r_cha la hél tce c lo l " Í rcz". L¡ subi t¿ c lesaceler¿cron duro solamenteunos dos segunCos y estuvir los nueyanrente en el a i r .e, pero fueronlos dos segundos nlás iar gos que conol jamás. Af urtanadamentea,rnos r l l r l quiniento5 metro5, c i l rect¿ntente c le lante de nosotros,habr. l un orarr b. l rco cuya ma5a oscui¿ 5e iecor tao¿ contra la luzde un :ef lector q!e !e r l ror¡ Ía en el foncjo, c lc rnodo que mipez no 5edesperdic io. Pero c lespues cle esa exper iencia alusté mial t ímetro m-rycu¡claaroSamente cu¿r. ic io rr¿se I lor es¿ brccha e insist i err que ros av,o-nes ent¡ar.rn err e l pUeit ! - r err fornraciór l r ruy . tb jer ta, a f in de que t ,u_Olera t temOO par a h.rCer 1. , . r .

Dice nrucho . le !¿ solrOa con:. t r ucctón del Swordf ish y de su¡ren de atcrrr , :¿. le ei i recho i - re qrre ¡ ; r r i rer . : tocar el mar. l la velocicadde 90 nudos o nras y soLrort . r r i t r ro5 5egLrncioS srn 5et arrancado, ytanrbren de ta potencr¿ del nrotor Elston y c lc ¡a estab¡ l idad del avióncomo un tcdo, que lo5 ¿lero. jes y alas fueran suÍrc¡entemente fuertespara manterter lo nivel¡do en tan subi ta Cesaceieracrón V que permi. ie-lan Sul l t r nLlevantente Srn j t¿ber Sufr iC. lO d¿ñoS. La nOChe Cle nuestrOataquc a Tarento, cuando Torre¡,s-spence comento después que hatíatoc¡do el agua con sLts r .uedas al volar:obr.e la entrada del puer. to,tuvo que soportar algunas tomaclas de pel6 porque parecia imprcba-Dle q!e crralquier avión pudrera hacer t ¡n¿ cosa asr srn c.rporar. El ex_pl icó cómo h¿bía m¿nieni<lo njvelarJo el ¡v ión antes de accionar ha_cia atrás la columna de control , a f ¡n de evi tar precisamente esc, yyo había tomado r¡entalmente nota porque después segui s, eJe,m-pro inst in i ¡vanrente- La reacción inmecr iata hubrera s ido t i r ¿r rre r¿

l ( ;9

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' , , , r r l l l l l i l l l l l I l l l l t l l i l i l i r l i , . ,

palanca de contfol para levantar la r lar iz, y estoy segtrro de que y¿)

así lo habría hecho de no h¿ber s ido por Ti Í fy, urr p¡ loto de prue-

basca| i f icadoyunoqelosaviado¡esmáseXper¡n ' ientadosdeIalu4a.r ina. cuando al amanecer est i lv imos cle regieso en Pararnyth!a le agra-

decí por haberme enseñaclo la f orma de Sobrevrvir '

En todo el camir lo de regreso estuve preguntándonte 5r eun le-

niamos tren de aterr izaje y pedí ¿ Ken Sirns' e! ar i i l le io ' que mrrara

50bre et cost¿üfo par¿ v¿r i f icar lo. Era un¡ Ce los art i l ieros mas expe-

r i r"nentados e hizo lo que pLrdo, pero r le[ ' ido a la corr ietr te de alre

y a la oscuríc lad fue imposible ver naia, lo 'ual

r los convenc' ió a am'

Los de que el t retr r ie; terr i¿¡ ie t l , ¡b i¿ s ido arr¡nc¿do y q: je tendr iarrros

gué hacer un ater l izaje t le b;rr iga. P:ro e¡r Par¡mythia las ¡ueci¡s aún

estafran al l í y real iz l rnos un . l ie l f r izaje norrnal , : in stña¡ d¡ l h¿ber 5u'

f r ido danos, v ptrc l imos volver ¡ re5oi tdr 'Al c l ia Siguiente ' escur: l ranclo Ie tedlc ' i t : l iana' o i : r - r05 que un

..cobarde ataque' . por sorpfesa habi¡ s ic l<> reJi ;zadc i )or ¡os br i tani-

co5 cont la harcos i ta l iano5 gn r : l r 'uer"o r ie V¡ton¿' pero que hahramos

causado muy pocos daf ics y qire t re- : ¿ir i ¡nef i r ( ¡h i¿t ] -s idc derr ibaCos y

su5 pi toto5 tomados prts iot leros' Fj í ' rsc1:ci i ' ' iÚ hai ' ia!ros perci iCo ai

avión del ¿f ic ia l comatr , lante, con sul t re: t r ipulente '" y ! ]or ese ' í r

forme supi t l ros q ' - re los t res. ; : i 'oto, übsef! 'a i i { ) r -y art i l lero ' hal l ídn 3idÓ

¡ecogic los. L-a at t ¡m¡cion cle c iue h¡bian ci¡ r ' 'bado tr ' ' ls avior 'es era

tan de conlrar colro la qt le 'Jecra que n¡ l neb'arnos hecho l r i t rgúrr

¡rnpacto,sabianlosC¡i- ie imL)á5. j1!¡ l ¡ i ] . - |c i i *5Í l l . i | i ia l lascl¿bIdoaqüenuestra p¡r t id,¡ r le l ¡ r r . r t r ¡q 1r ' hai , . ia v i5 i¿ i ¡ ; i l r tar ia por lo-< iuegos de

pof lO InenOS tre: l ' ' r rgrr : n -r ' ' t r i i¿ l i i I

f )e .ecrt i i ) err / \ tet : ; i l ; e i ! ' ie r¡ i1 r-¡ f ' lc ¿ l¿ erpcsa cie Joi in ' d lc ien'

dole que é1, J¿ckir : v P¿t i - le¿qley, e l ' l t t i i l t c ' f i¿: i " r i ¡n : i r lo tor lados

pr15ioneros. S¡r ! : ia üue e: t¿ ' r lc l¿ci i ' r l i ' l ' ) i i tü: : l ' ; : ¡e-ql¿-r f le i )on( l r Ie

en d¡f ieul taale! , pefo quiS' : ev; i - r r i l i¿s t re5 e:pcsa-c i¿;9on¡zarr te

espera mieni fas ia of ic is l l6¿¿ ¡¡ ; ¡ ¡$roba[]d y vol ' ' ' ta ¿ comprobar ' y

nO h¿bia duda r le qi te mi ' r ¡ iL l rmr- l t : ' ' ) ! - l

e¡ 3 Co¡ re '1¡ C;ef- t¿. l r -nente'

tuve muciro¡, f l tot) l r i r l la5 ! - t ¡ ¡ r l 'aber er lvr¡dü ei¡ l c ib ie ' i rero v¡ l ;o la

pena.fJespue: í je Ia pe¡di . l ¡ r te Jago v ca| , lecott-9nl i th, Ta¡ r .ens.Sperr .

ce s€ h¡zo ( : ¡ fEo con1o o{ i l¿ i comancante de ia 815 y / ¡"W'F St"r t ton'

conociCo csmo Al í ie, 5e conv,)- t ; ' r er l e l l :b ' ;ervadci pI incipal La es-

cuadr i t la iue 'J iv id¡da en dos ¿ f in c le qüe ui la mi1'ad pudiera estar en

las ntoatañ¡, : t t5ta paf a atacar m¡ent¡as l¿ otr¡ mitad se rearnlaba

en At€l l¿s. i , lehldr l a c¡ue nuest¡o: éxi tos s* i l ic ieron má5 extensivo5

en lcts crratrc diJ5 s¡qi- l lente ' , los capi t ¡ r les oe lc- 's barcos 5e mostra-

r0ñ reaclos a p ' : r rndr léúel Ío¡ ideados en el pr-rerto dt l ranie la noche y

aI ierrrr in¿r lapr imera5enlanatomaroniacostc¡n}b|ede¿ncl¿rafuera,

a|olargodeIacosta, Iocua|di f icu| tabanuestr¿taresdeencontr¡r .lo: ' De modo gue cada mitad tue div ic i ida nuevamente: un grupo po.

170

d¡a recorrer la corta hasta Durüz¿o ( inctuyéndolo) mientras que elotro iba a Valon¿. L¿.s defensas a" .rJ fr"r io aumentaron considera-blemente; rápidamente, e l los compáá¡"run qru nosotros entrába-mos pof ta brecha de San f3asi l io y a¡.rc laron un pequeño y bel icosoba166 qs¡ canones ¿nt iaéreos "n

ui" .or iuOo det puerto, iustanrentepor donde entrábamos- Otros fueron dispuestos a to largo de la l íneade nuestra aprox¡mación. ¿ Valona. En fu pr i rnoru ocas¡on que condujea mi grupo de seis a t ravés de la brecha, todos nos sobresal tamos cuan-do las cebo! las l l¿meantes aparecieron J"rOu un lug¿r inesperado.Cuando los otr-or barcos ab¡. ieron fuego nos sobresal tamos aún más,porqi . :e habian¡os perdi , lo al tura y nos estábamos acerc¿ndo para lan-¿¡r ios tcrpedos, y el v io lerr to , i , ¡Oo O" lo i -Norm¿irnente, .rá¿o ,se vuer¡ balo rueso, ;1:,H: i?i"tT,lJi!ijl;las l lamas ciei c¡ i ion y los pr65zs6l i i " r r r - r r .un,¡o el a i r_e, porque con elsonrdo del n io ior ,y su c¿sco de vueio, e l ru ido de l r_:s cañor ies quedaapagado. Las explcsione5 eran ntás alarmanres a corta O¡stanc¡alEsa noche. no habia en el puerto más que los barcos con caño_nes ¡nt iaéreor y asi , p¿ra s¿l i r , h icrmos un ctrcut to de la bahia paraevi tar a ios b¿rcos ant iaéreos O"l centro, l l cual nos l levó al iadociego del bel icoso barqui to que aguardaba'para Sorplendernos cuandosal iéramos. Et nos espe¡aba por ei otro ¡aoi l rue senci t ¡o lanz¿r le untorpeda desde el sur. Tenia solamente el tamaño de un barco pes-quero y realnrente fue.malgastar Ltn torpedo d¡5er iado para hundir aun oarco diez veces más granr le y me sentí un poco matasiete, pero: ] - : : r - r i r ,

amenaza para todos nosotros en ese fondeadero y todoIenra gue termina¡ rápidamente. Duoo lue algu¡"n . i l ; ; ; ; ; ; ;dado cr. lenta de lo que les sucedió.Otro r¡¿1e6o ¡n,,, s . s r, u,, o, ; ; ; ; ; ; ¿"# :: ",,1:.t; t:

Ti i " * i..,? T " l":, :,,1:. ;";, : :a todos. Nuestros exi tos dependían de que pucf iéramos acercarnos alos barcos sin se r vtst

1:"it:,"" ru os.-,,,,d;;,':;í,:?,.':,T,X.i:,jJ,i jJ".#:"T.'".:,'".j?:.:]da y el acelerador muy poco ¿bierto, era un btanco di f ic i l para queel los lo v ieran u oyeran. Una noche quedamos horror izados al ver loque parecia una boya i . tuminada en el centro-det puerto, tan grandecomo el Atbert Hal t . Estaba tan ¡r¡ l lantemenie ¡ !uminada gue 9u for-:1:-n ' r

era <j- isce¡-nible, v no rnrportaba desde clue dirección nos acer_caramos a Vatona, est i i lamo; conden¿dos a que nuestras s i luetas serecortaran contra la misma desde uno u otro de los grupos de caño-nes en ra or i ta ' ( )onrp.endiencio ra inmeoiat i necesrdad de ext inguiresa reveradora rruminacion, er pi roto oer ¿r iJmo sr,vorcf f ish de ra f i ra,al vr l r que los c inco aviones que lo precedaan estaban en problemas,puso muv correctamente su torpecio en el centro de fa boya y todaslas l 'ces se apagaron casi Inmecl !atamente_ Oarpr"r , por la radio, losi ta l ianos di¡eron que habiamos nun¡¡¿o a'un o"qr" hospi tar que habÍa

l7l

Page 83: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

estado,.comp|etamentei Iuminado' ' .Hic ieronmuchoruidoconestetema y af i rmaron que la hi . ¡a de Mussol in i , la condesa Ciano' fue la

"úl t ima en abandonar este barco que se hundia" '

Estas cosas suceden en época de guerra y aunque dudamos de

a veracidad de las declaraciones de los i ta l ianos' pudo ser verdad;

¿runque no habÍa cruces rojas y el barco (s i lo era) ctertamente esta-

t ,a s iendo usado para f ines mi l i tares' Aquel los de nosotros que regre'

srmos a Egipto fu imos interrogados muy sevet 'amente por el a lmi-

r i tnte Boycl antes que él quedara convencido de que no habÍamos co-

nret ido intencionalmente un cr inren ¡nternac¡onal '

Después de un ataque exi toso én Durazzo' la ' rez s l ! lu rente

que estuve en Atenas fui mandado a l lamar por el r r lar iscal del a¡re

ó'RlO¡u., quien me pidio un inforr¡e persotral conrpletc ' Después

me||evóaa|mofzaferre|Hote|GranBretagne,eneicentrodeAte-n,15, con algunos miembros de su e3tado mayor ' l - ' lacia unos pocos

rrr i r lutos qué estábamos sentados cuando el enrbalador aiemárr ' acom-

pañado por personal de su embajada, fue conduc¡do a la mesa veclrr¿'

iun a"r .u que podían oír lo que nosotros hablábamos Por las posi-

c iones de sus nucas era evidente que estaban escuchando cada pala-

b' 'a que decíamos y l lnalmente el v icemarisc¿l del ¿ire ' volv ietrdose

a su of ic ia l c le estado mayor de más ¡erarquia, y con voz muy clara,

le pr-eguntó:-Sasso, ¿na pensado en el problema de lo que podr iamos hacer

cr ln los alemanes después de la guer ra ?

Por un segundo, el of ic ia l pareció un poco sorprerrdido y los

crrel los de nuestros vecinos adquir ieron un color rolo br i l lante m¡en-

tras todos esperaban la r-espuesta' Entonces, elr un¿ voz tgualmente

cl : ra y teñida quizá con un toque de aburr imiento' e l of ic ia l d i jo:

-No he tenldo t iempo de pensar mucho en la cuest¡ón' se'

ñor, ipero podr ia ser una buena idea entr-egar los a los polacos!

Pocosminutosmástardenuestrosvecinosalemanespasaronaotra mesa.

Una consecuencia de aquel a lmuerzo fue que me perdi e l vuelo

en formación de regreso a Paramythia con mi mi iad de la escLra-

clr i l la y debi regresar solo. Les habr¿ dicho a los otros que no me es- '

peraran porque sabia que el los querían regres¿r 'cuanto antes a la paz

y la quietud del Val le de los cr :entos de hadas' antes del ataque

no:turno en las pr imeras horas de ta madlugada' Después' mis com-

paieros me acusafon de contr ibui l a esos cuentos de hadas' pero lo

qu:sucedió{uever i f icadoporeI jovensubtenienteobservadorqueib, ; i , conmigo en la ocasión y por otr¿ evidencra i r rd iscut ib le '

EIsubtenienteseofrecióvoIuntar iamenteavolarderegreSocon-migo porque tenla una ci ta con una muchach¿ en Atenas' Para enton'

." iyo aono.Ía bien el canr ino pero t recesi taba que alguien se sentara

atrás y v ig¡ lara con su trozo de vidr io ahumado la posible apar ic ión

l',,12

oe cazas. Esta era una regl¿ estr icta en el caso de que alguien que vola.fa soto pudiera ser segu¡clo hastá la Uuru i".r"tu de paramythia. Fueuna suerte que mi observador estuviera arrr , porque a arrededof demil quiníentos metros sobre Corf ú, gr¡ tó,- iCazas a pop¿, a ambos lados!Una rápida mirada por sobre mi hombro me reveló dos CR22¡tal ianos, pequeños caz.as biplano,

"qr¡puoos con un motor Fiatcapaz de hacer Z4O mil las por ¡rora y ion ametratfadoras gemel¿sque disparaban proyect i res de 12,7 n. ' ¡ r i ,nuirot . Los v i craramente enet resplandor cegador del sol , dos cuadrad¡tos negros que descen-dian hacia mi popa, pero afortunadamente unos trescier l tos me_tros más arr iba. Con et sot a popa, t ; ;J; ;c la un oranco ¡¿eal .Inmediatamente me deshice de mi iorpedo y esperé a estarsobre el mar. Más tarde me enter¿ Oe qu"

"uor, un consicJerable agi_r-Jero en et ángulo su,{oe¡te de Corfú. ó"rpr"r , ta rut ina que habÍaaprendido en Bermuda.vino en mi ayuda, y m¡entr¿s ros Fiat abríarrfuego yo puse ar swordf ish u"r t ¡ .uf ioüiu iu cota, ras baras pasaronpor adelante, y el los giraron.hacia atrás y cas¡ cnocaron en la vot te lreta ' Esperé que er subten¡ente estuu¡eiu l iJn ur"gr.ado a su as¡entoporque tenia que bajar a nivel del marlnmeo¡atamente y Oespu¿lsal i r de la picada en una violenta maniobrfuera der uuion, p",á'n9,.h3biu t¡u,"'po-puiu";J;:. RX*: #i:li::bia picado en un swordf ish tan ." i i . a. r . vert icar ni había sar idode la picada tan cerca del mar. En la picaJa mantuve el aceleradorcasi completamente abierto y el motor' qJn. ' ,-¡ l corno protesta. Cuan-do puse el aceleradorcada, estaba h,.i;;J".::,:."i: ?t..TJill í ;:ol"i,ill l;,ll,i;:dido si las alas se plegaban o se desprenáian comptetamente. porpoco no toqué el mar. y tuve que hacer , r g i ro cerrado hacia arr ibapara evi tar lo, fo cual h izo que el observador qr"ouru completamenteinconsciente durante unos pocos segundos.

Entonces los Fiat comet ieron ,n "rro,

f¿tal : se habÍan reco-brado de su barrena invert ida y habían sub- ido para atac¿r otra vezy se acercaban juntos, a l unisono, casi lado a tado. Si hubieran ata-cado separadamente, uno después del otro, me hubiesen borradodel c ie lo tan fáci lmente como se apaga una vela. Tuve t¡empo suf¡_clente para picar nuevamente hasta ei n ivel der agua a f in de ganarvelocidad y poder t repar vert icalmente con et acelerador cerrado yque el avión se detuviera. Esta vez fo Oul¿ i r rn poco más al lá de lavert ical , en un medio r ip reta me nte " r u." iu iu ¿ j..o_;'::r: ?:1 I j;'H: :x., 'l T,:r:ffi[:tamente en pérdida y apenas logré evi tar una oarrena inmediata;pero el motor respondió, aunque por. ,nu-trulaión de segundo estoyseguro de que todo elri.!, e" .i-io,ii"-n; oo"j'":""' ;tr',TJ:t,?.Ti: :?ri:: ¿"-: ffi

173

Page 84: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

-Mañana habrá luna nueva -continuó- de modo que tendre-mos una quincena atareada. Después de cada sal ida regresamos a Pa-ramythia para una comida y un descanso, pero 5ólo para cargar com-bustible suficiente para volar de regreso a Eleusis. En Paramythiasóto hay una cant idad l im¡tada de combust ib le, que fue l levado al l íen grandes tambores por una escuadri l la de Bostons. Pero es para losBlenheims y los Wimpeys, no para nosotros. Los Bostons pueden l le-var más, pero sólo cuando sea absolutarnente necesario porgue mien-tras menos tránsi to aéreo haya desde y hacia el val le menos probable

será que lo descubra el enemigo. En cualquier caso, tenemos que vo-lar de regreso a Atenas para rearmarnos con torpedos, de modo quetodo lo que necesi tamos en Paramythia es una escala rápida. Podemoscargar todo el combustible necesario cuando l leguemos de regresoaqu í".

Alguien preguntó por qué no podÍamos tener un deposi to detorpedos en la base avanzada y Jackie expl ico que hub¡era s ido nece-sar io l levar los al l í en avión, además de las pesadas vagonetas para car-garlos, y que eso no era posible.

-Después del pr imer ataque, cuando todos conozcamos el ca-mino desde y hacia Valona y Paramythia, será necesar io div id i r la es-cuadr i l la en dos o quizá en tres, a f in de gue siempre haya un grupo deSwordf ish cargados con torpedos, l is tos para atacar al l í en las monta-ñas. mientras los otros están rearmándose en Atenas.

Nos habló del puerto de Valona y de su importancia estratégi-ca para los i ta l ianos. Todas las t ropas i ta l ianas, y sus armas y muni-c iones, tenian que ser desembarcadas al l i porque era el puerto alba-nés más cercano a la f rontera gr iega.

- l ta l ia está solamente a c incuenta mi l las de Valona. cruzandolos Estrechos de Otranto, pero sólo hay una carretera que l leva al surdesde Valona y que es fáci lmente bombardeable durante el día,de modo que los i ta l ianos t ienen que cruzar andando el terr i tor iomontañoso. En Albania no es posible mover grandes fuerzas de hom-bres y maquinar ia en la oscur idad, aún por la única carretera, de mo-do que el los no t¡enen otra al ternat iva que viajar de dia sobre la5 mon-tañas. El único otro puerto que pueden usar es Durazzo, el cual seencuentra sesenta mi l las más al norte, y lo mismo se apl ica: hay sola-mente un¿ c¿rretera que conecta los dos puertos a lo largo de lacosta, y si los i tal ianos t ienen que desembarcar sus tropas en Durazzo,tendrán que viajar por t ierra de dia. La distancia desde Valona a lafrontera gr iega es de casi c ien mi l las, pero la distancia desde Du-razzo, por t ierra, sería de alrededor de ciento ochenta mi l las. . . en unpaís terr ib le. De modo que nuestro objet ivoes hacer le imposible a losi ta l ianos cont inuar usando Valona, a f in de que tengan que usar la ru-ta más larga, desde Durazzo.

"El los no esperarán ataques nocturnos con torpedos desde el

164

aire -de todos modos, al principio- de manera que por un t iempocontaremos con la ventaja de la sorpresa. No veo ninguna razón por lacual no podamos hundir muchos barcos en Valona, y después en Du-razzo, y después, quizá, en ef Adriát ico".

Hubo muchas cosas que hacer en las siguientes veint icuatrohoras antes de despegar. Jago había preguntado al vicemariscal delaire si había algo en especial que pudiéramos l levar con nosotros paralas dos escuadri l las de la R.A.F. y él habÍa sugerido cerveza enlatada.En los depósitos del escuadrón tuve que f i rmar por tre¡nta y se¡s ca-jas de la bebida.

El vuelo a Paramythia fue a t ravés de doscientas veinte mi l lasdel más hermoso paisaje que he visto jamás. En formación abierta,tuvimos que concentrarnos en vol¿¡ y sólo pudimos obtener unaimpresión fugaz de la quieta serenidad de las aguas de color azul pro-fundo del Gol fo de Corinto y de las pequeñas aldeas anidadas entrelos v iñedos y ol ivares en ras raderas de ras montañ¿s que se desr iza-ban muy lentamente bajo nuestras alas, i luminadas por un sol br i -l lante. Cada avión l levaba tres t r ipulantes, más un torpedo, dosca¡as de cerveza y otros artÍculos esenciales como g¡nebra y carneenlat¿da, y cualquier otra cosa que hubiéramos podido meter en ell ¡mitado espacio de la cabina poster ior . para cuando hub¡mos al_canzado el Golfo de Patrás, y remontado la costa gr¡ega hasta Cor-fú y después Albania y el lecho seco del r Ío, l levábamos volandodos horas y media. Los observadores y art i l leros tuvieron que per-manecer con sus ojos pegados a sus t rozos de vidr io ahumado duran_te todo el t iempo. La necesidad de avistar a los caeas enemigos eraaún de mayor ímportancia dur¿nte nuestro v ia je a paramythia porquela supervivencia de dos escu¿dri l las de la R.A.F. y de su base tam-bién est¿ban en pel igro. Todos estábarnos cansados y entumecidoscuando descendimos en la pista de hierba del aeródromo de para-mythia.

De pie sobre el a la infer ior , saqué mi paracaídas de la cabina,me lo colgué de un hombro y pisé la hierba, respirando con delei teel a¡re puro de la montaña. Entonces miré a mi alrededor y hacia arr i -ba, a las imponentes montañas, y exper imenté uno de esos momen-tos mágicos que permanecen en el recuerdo durante toda la v ida.Había s ido adecuadamente baut izado por generaciones de albane-ses, desde hacia s ig los: en su id ioma, lo l lamaban,,El val le de loscuentos de hadas". El v icemariscal del a i re se lo había dicho a JackieJago y hasta nos habra tomado el pelo, d ic iendo que,.s¡n duda, al-gunos de nosotros nos sent i r íamos doblemente a gusto al l i .

Diez mi l las de país de las hadas. entre elevadas montañas, unpintoresco paraíso de cambiante bel leza. Me ategró pensar que podrÍapasar muchas horas estudiándolo en las pocas semanas siguientes. Ha-bía permanecido inaccesible desde los t iempos de Adán y Eva y me

165

Page 85: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

dos i ta l ianos se hundían en el mar con dos grandes zambul l idas.

La distancia desde Corfú a Paramyth¡¿ era de solamente al-

rededor de veinte mi l las e h¡ce dos o t res ¡ntentos de hacer que el

subteniente respondiera, pero fuera de murmurar que no había s i -

c lo her ido cuando le pregunté, mantuvo un incómodo si lenc¡o. Espe-

ré que no le hubiera sucedido nada y ni b ien aterr icé me incorporé

y miré dentro de !a cabina trasera. El estaba violentamente descom-

puesto y l loran<Jo. tv le mostré muy compasivo, pero sospecho que a

éi le hizo desesperantemente desdichaclo el gue yo lo haya visto

en ese estado. Era embarazozo a ojos de é1, pero no de los míos'

Cuando iSurns y Borwn se enteraron de este inc¡dente con

los caza5, me tomdron el Pelo '* ' i5 i por lo menos hubiera disparado su cañón delantero,

señor l -d i jc Brown--. iSólo una pequeña bala, eso es todo' En-

tonces podría feclamar para usted dos cazas enemigos derr ibadosl

l r lo había h¿bido t iempo de apretar el d isparador ' Hasta que

aterr icé, pensé gue todo había s ido una batal la de habi l idad de pi '

lotos y que las balas no habían contado para nada' Pero cuando

levanté rni paracaÍdas del as¡ento de la cabina delantera y qurse col-

gárnlelo del hombro en la forma normal, se hizo pedazos y dejó

caer un3 bala i ta l iana en el asiento de metal . En el asiento habia

un gran agu. iero de bordes i r regt i lares- Por que el proyect i l no ex'

plotó, nunca lo sabré' Quizá mi ángel guardian met ió la mano' El

proyect i l habia entrado por el v ientre del avión y, presumiblemente,

había s ido amort iguado por la seda biarroa del paracaídas despues

de perforar el rnetal del asiento. Debió suceoer a nlenos de veinte

centínretros c le ia parte más sens¡ble c je mi ¿natomía, y en adelan-

te volé con una gruesa placa de bl indaje entre mi paracaÍdas y el

¡s¡ento. en la teor ia de que es mejot prevenir que curar.

Lo que me preocupó de esa bala, en retrospect iva, fue la c lar¿

¡ndicación de que yo había pasado de {a vert ical a un¿ posic ión in-

vert ic ia den¡asraclo prontc en el segundo ataque. En su pr imer intento,

las bnlas de los i tat ianos no se me acerc¿ron, y en el segundo el los

no tuvieron oportunidad de disparar hacia arr¡ba porque cuancto pa-

s¿ron el los m¡9mos volaban tnvert idos en 5u camlno a una tumba de

agua. De modo que cuando el los picaban, yo debía present¿r les

el v ientre de mi avión, lo cual fue un mal cálculo de parte mía' Pero

cuando encontré esa bala 5¡n explotar supe que yo sobreviv i r ia a la

guerra.

¡¡¡¡¡¡¡l¡¡l¡|¡l|¡!ll|¡¡¡¡¡liü¡lu¡ll¡¡¡¡l¡ü¡ll¡ll¡lli¡lx¡¡lllllilü¡¡xlllxl¡l¡¡ll¡¡l4¡¡¡|l|ll¡|¡4|¡¡t|l¡|||||

CAPITULO 2I

LA ESCET,IA CAMBIAhITE

Para el domingc 23 de marzo, cuando tü lune ! . rabia empe.:adrra menguar, la escuadr i l la habr 'a hundrdo una cant idad reconocid¿ r jecinco barcos de díez mrl tonelad¡s o más. l r luertr¡ : perdielas habi¡nsido cuantros¿s, afortui ' rad¿mente mós en ¿vionei qr-r :? en hombres.y ra crec¡ente incidencia de falras er i los motcre: enrpezal ta é pfeocL¡.parnos mucho. Después de un aterr izaje forzoso de Spencer Lea elmiércoles anter¡or, er prsb¡grn¿ 1enía qr,¡e ser resrrel tc ra; ; ic la,nonte.

Cuando "Sprog" y su observador no regresaron tJe u¡ra incul . .s ión y estuvieron ausentes dr:rante t res dias, aunque toclos estábamosansiosos por su suerte yo rne sentí¡- ! seguro de que aparecer ian. Co¡rroel lo habia demost¡ado en el desierto, habí¿ algr: de inclestructrhteen Sprog Lea y cuando el sóbado a la tarde él y su obser!1, ic lor ¿pi i rp-c ieron en la t ienda, sospecho gue yo me sr.rrprerrdr ñ1er l€)5 qrre i : l ' i¿ i -quter olro.

Durante unos agraviantes mon¡enlos, é l se l j rn i to. , r son¡ei ,fe i ¡z y no responcl ió a nuestras preguntas, pero cuando por í in habtónos conmoctonó a todos.

-Mi hel ice cayó -dr lo cafmosamente, como si fuera urr hechotan cot id iano como la pinchaCura r le un neunlat ico-- . Se sorpren_clerárr a l Saber que es posibte volar s¡n hél ice.

Se sirv ió un abundante wh¡sky y te dio otro ¡ 5u observador.Lo bebió de un trago y s¡rv io dD5 más. Nosotros lo bombarde¿moscon preguntas.

- iLas hél ices -di je yo- no se caen rolas, Sprog! Seguramentefue alcanzado por fuego ant iaéreo.

-No -di jo é1, agi tando la cabeza-. No hubo fuego ant iaéreo

174 175

Page 86: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

la noche del miércoles. No vi que dispararan un solo t i ro ' Los bar-

cos estaban anclados debajo de los acant i lados, fuera de Durazzo

¿recuerda n ?Tenía razón. Habfa habido muy poca oposic ión porque nos-

otros los sorprendimos con los pantalones bajos y todos a bordo de

los barcos dormían, incluidos los cent inelas, s i los habia.--Yo estaba sobre el lecho del r io al p ie de esa condenada gran

montaña -di jo él- . El motor empezó a correr como loco y cuando

cerré el aceler¿dor no suced¡ó nada. iNo clebe sorprender, cuando la

maldi ta hél ice se habia caído! ZAlguna vez oyeron el motor de un au-

tomóvi l cuando se corta el cable del acelerador? Fue así , sólo que

mucho peor. Gemia conro una mujer a la que estuvieran violando

soldados. Pensé que estal lar ía en l lamas en cualquier momento c le

modo oue cerré el encendido. is in duda.. . no tenía hél ice! No había

al tura suf ic iente para sal tar en paracaídas ni t iempo para un aterr iza-je forzoso ctecente, así que me estrel lé sobre el cochino lecho del

r ío. Afortunadamente aterr icé sobre una pendiente y el avion rodó

y terr . . i inó con las ruedas para arr iba' HabÍa quedado totalmente

inut i l izado, c le modo que lo quemamos'

Le preguntamos cómo habÍa regresado a Paramythia y él r ió '

- -Andando, por supuesto. iCómo creen que regresé? ZEn taxi?

No hay caminos en este lugar de modo que marchamos siguiendo el

lecho del r ío. Fue bastante áspera la marcha, en real idad. Casi puros

bosques. -Sonr ió meiarrcól icamente- ' iParece que cam inar es mi

fuerte en esta unic iad! iEstoy empezando a sent i rme como el Gato

Fél ix !A vuelo de pájaro, Paramythia estaba alrededor de quince mi-

l l¿s del p ie de ia gran montaña, perc el lecho del r ío se curvaba a t ra '

vés de por lo menos treinta mi l las de col inas y montañas boscosasque desde el a i re parecian sumamente di f íc i les. No es extraño que

le haya tomado tres dÍas recorrer las. Debió ser una camrnata muy

ard ua.Al día s iguiente Torrens-Spence me envió a Egipto para que

persuadiera al a lmirante Boyd de que nos permit iera disponer de al-

gunos aviones de repuesto antes de que la luna empezara nuevamente

a crecer el 10 de abr i l . L legué a Ras-el-Tin el martes 25 de marzo y

expl iqué al a lmirante el mot ivo de mi v is i ta.Me enteré de que se¡s Swordf ish, dest inados a la escuadr i l la

815, se hal laban a bordo del Formidable. El barco había estado rete-

nido var ias semanas en Suez, esperando que el Canal fuera l impiado

de minas, y acababa de l legar al Medi ierráneo. El a lmirante me di jo

que el barco estaba en al ta mar y que no l legarÍa a Alejandr ia hasta

dentro de unos d¡ez dÍas. Yo expl iqué acerca de Paramythia y de la

insistencia del mariscal del a i re de que voláramos solamente cuando

hubiera luna.

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-Habrá luna nuevamente el d iez de abr i l , señor, y yo debo estarde regreso bastante antes.

-Descanse en Dekhei la unos días -di jo él- . Vuelva a esta of i -c ina el jueves tres de abr i l , cuando yo tenga not ic ias del Formidabley de sus aviones. Eso le dejará a usted una semana para l levar los a Ate-nas. -Pensé cuidadosamente dos o tres segundos y después respondiómi pregunta no formulada-. Ahora hay en Dekhei la un pool dep¡lotos de reserva aguardando al Formidable. puede l lev¿rse a cinco deel los hasta Creta en los otros Swordf ish. yo arreglaré para que lostra¡gan desde Creta y me ocuparé de que Torrens-spence se encuen-tre en Máleme con suf ic ientes muchachos para l levar los aviones derepuesto a Grecia.

Le di las gracias y me marché. Mi semana de,,descanso" en Ale-jandrÍa era un respiro muy bienvenido, pero en los días que siguieronla escena táct íca en el Mediterráneo se volv ió sumamente confusa,Acontecimientos que conmocionaron al mundo se superpusieron unossobre otros. El d ia que yo vis i té al a lmirante, e l premier de yugos-lavia f i rmó un pacto con las potencias del Eje en Viena, contra los de-seos del pueblo servio, y esto tendria un efecto terr ible en la supervi-vencia de Grecia. El pueblo gr iego estaba conf iado en yugoslavia pa-ra defender su f rontera búlgara en caso de una invasión alemana. Aho-ra podían ser invadidos por el norte, a t ravés de Servia. pero al díasiguiente, los hombres que habían f i rmado la rendic ión de yugos-lavia fueron derrocados por un públ ico fur ioso y arrestados, y el jovenrey Pedro asumió la dirección de los asuntos yugoslavos.

El día que los yugoslavos se alzaron airados contra sus t ra ido-res, la f lota i ta l iana recibió órdenes de hacerse a la mar para atacara Grecia, por insistencia de Hit ler , para proporcionar una diversiónmientras los alemanes desembarcaban a Rommel y sus div is iones aco-razadas en El Aghei la, Tr ipol i tania. El Afr ika Korps alemán, al que lo.graron desembarcar en Afr ica del Norte, era todavja más poderoso quela fuerza que nosotros habíamos desembarcado en Grecia, y durantelos s iete d ías s igu ientes escuché las not ic ias con alarma creciente.Para cuando tuve que regresar a la of ic ina del a lmirante, Rommel yahabia recapturado Benghazi y se abría camino hacia el inter ior de Li-bia.

Para confundir más las cosas, cuando l legó la not ic ia de que loque quedaba de la f lota i ta l iana había zarpado efect ívamente y avan-zaba hacia Grecia, Cunningham corr¡ó al ataque y el puerto de Ale-jandría súbi tamente quedó vacío. Tres días más tarde, cuando regre-saron, la Batal la de Matapán se había convert ido en histor ia naval .

El 28 de marzo, el Formidable lanzó sus Swordf ish contra elVi t tor io Veneto y alcanzó el acorazado i ta l iano con var ios torpedos.En Malta, para mantener en t ierra a los aviones i ta l ianos y alemanes,los cuales, en caso contrar io, habrían bombardeado a la f lota de

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ICr.:nninghanr, Se ordenó a la Escuad¡ i l la de Swordf ish 830 y a algu-

Í¡os Blenha¡rrr de l : l R.A-F. que bombardeatan el aeródromo de Lecce,

en e¡ sur de i ta l ia. Lc¡s Swordf ish y los Blenhaim ¡nantuvieron sus ata-

ques contra Lecce durante iot lo el d ia; y en el aeródromo de Mále-

Íre, en Creta, forrens-Spence, quien ya estaba aguardando a los nue-

vos Swordf¡sh, despegó con un torpedo e hizo un ataque diurno con-

tra el crucero i ta l i¿no Pola, lograrrdo un inrp¿cto d¡fecto en la sala de

nréqtr inas c¡ue destruyó todo el s¡stetna eléctr ico, de modo que el bar-

co quedó ;ncapaotaclo de dispa¡.ar sus cañones. Cu¿ndo empezó a hun-

dir ie, e l destructor Jervis se le pusc a la par y recogiÓ al capi tán y la

t¡ ibulacion, y cuando subió ,1 bordo del Jervis, e l caprtan r ta l rano di lo:--Ese pi ioto e: tab¡ loco o cs el hombre más val iente del mundo.- [ i f fy Spence es una perSona de carácter fuerte pero de nlnguna

münera loco. Debido a su nervios¡smo inr¡ato s ienrpre se obl igaba a

l legar en sus ataques a r-¡na act i ic¡d ray¿na en e | ) t l lc ld 'o i 'e l cot¡er l ta-r io del i ta l iano no f ue de ninguna manera una exageracrón.

Et almirante Pr idham-Wippel l fue el p i t rnero en avistar a la f lota

eremiga desde el crucero Oric¡r . En compai i r 'a del Ajax, e l Perth y el

Gloucester, los atra. io hasta que estuvreron al a ica¡rce dc tos grandes

cañones de Cunningh¿m. Inforn¡o que "dt l ratr te la Der5ecuclon, una

cant idad cie proyect i les c le qu¡nce pulgadas Layeron ce¡ca de nos-

otros. oero con.o los demas baicoS, escapamos si t l un rasguño en

nuestra pintura".El Vi t tor io Veneto tuvo que volver '¿ su base despues de ser al-

canzado por los Swordf ish c le l Form¡dable, y aunque escapó de la ba-

tal la, los t re-s cruceros i ta l ianos fue¡on htrnr l idos por los grandes caño-

nes de los acorazados TJarspi te, Barham ¡r Val iant , y desde enioncesla f lc l ta i ta l iarr¡ dojó de exist i r conro fuerza conrbat iente. La pérdida

de cuatro crucefos y los daños a un acorazado '1o const¡ tu i r fan en sí

mismos un golpe de gracia, pero sumado: a los c jañc¡s inf l ig idos en Ta-

rento, la cola naval i ta l iana quedaba pr ivada de su agu i1ón.

Cuando la f lota br i tánica regresó a Alejandrra encontré en t ie '

r ra a algunos de los of ic ia les y los fe l ic i té por una gran vrctor ia naval .

Un teniente-comandante que era of ic¡al de entrenamiento f ts ico (es-pecial idad ahora ext inguida) y a quien hab ía conocido en la f rater-

nidad boxfst ica, comentó que ur la de las cosas l ¡ndas de la Batal la

de Matapán fue que no part ic iparon aviones. No obstante mi conoci-

m¡ento de que los "Pr ingers" -como se conocia a los of íc ia les de

entrenam¡ento f Ís ico- 5e dist inguran por un exceso de músculo

antes que de cerebro, no pude de. iar lo pasar inadvert ido, pues él lo

di jo con toda ser iedad. Los Swordf ish del Formidable habian sido

apoyados por los bombarderos de la R.A.F. que volaban desde Malta,quienes también lograron muchos impactos en el acorazado i ta l tanoy yo pensé que esto, por lo menos, debia ser reconocido, hasta por

un Spr inger. Sin embargo, me contenté con decir que esperaba que

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nadre cometer ia la equivocación de profer i r semejantes ton-terías al ¿icance de los oídos de la v i t ¡da del teniente-coman-dante Stead.

-¿Quién es el teniente-conrandante Stead? -me preguntó.-Fue la única víct ima br i tánica en toc!¿ ta batal la -dí je- .

Fue derr ibado cuando atacaba al Vi t tor io Venetto en un Swordf ish.El otrogamiento inrnediato de muchas D.S.O. y de montones de

D.S.C. despues de la Batat ta de Matapán ref le jó ta s¿t isfacción delalm¡rante Cunningham por el éxi to de este enfrentamiento. En su mo-nrento, solanrente dos D.S.O. y cuatro D.S.C. habian sido confer idaspor la Batal la de Tarento, y por rnás que uno tratara, era una compa-ración inevi tabie. Haie y Wi l l iamson recibieron cada uno inmediata-mente sus Ordenes cie Servic ios Dist inguidos y cuatro Cruces de Ser-v ic ios Dist inguidos f ueron concedidas a dos obsar.udores y un pi lotodel Eagle y a un observador, "Blood" Scar lo i r , dei l l lustr¡ou9. Toda latr ipulación del l l lustr ious protestó por ei lo. Los mecánicos estabanmuy indignados porque ni un solo pi loto de su barco, que montó elataque, fue honrado, ap¿rte de los dos of ic ia les comandante5 deescuadr i l l fa.

Después gue fueron anunciadas las condecoraciones de Mata-pán, Denis Boyd persuadió a un miembro del par lamento a que plan-teara en la Cámara de los Comunes una cuest ión acerca de la l is ta dehonores de T¿rento y, como resul tado, ocho meses después del ata-que, en nrayo de i94 l , dos D. S. O. y catorce D. S. C. más fueron aña-didas a la l is ta or ig inal . l_os otros diecíocho of ic ia les que tomamos par-te recibimos Menciones en Despachos. Estos tardías reconocimientosl legaron cuando veinte de ios cularenta hombres que habian volado enTarento estaban muertos.

En medio de todos eso5 exci tantes acontecimientos en Alejan-dría yo estaba pasáni lo la maravi l los¿mente, nadando, jugando gol f ybebiendo demasiado créme de menthe por las noches en los fascinan.tes bares de AlejandrÍa. En mj úl t ima noche recordé que K¡ggel l m€había dado un mensaje para el barman de uno de los famosos clubesnocturnos de la c iudad l l¿mado el Fal i ron. El barman era el c lobleexacto de un famoso astro de Hol lywood de antes de la guerra l lama-do Wal lace Beery, un t ¡po "duro" con corazón de oro, con una caracomc, de clr i rnpancé cast igado con del i ¡ - ium tremens y una voz querugia de-rde str garganta. Cuancjc l le l - ¡ube dado el nrensaie, e l barmanrne hrzo una pregunta.

--- iCómo está mister Kiggel l?En esos momentos yc, me preguntaba bastante sombríamente

si é l seguia con vida y cuántos de los ¿viones habrí¡n caido al mardesde que yo había volado a Egipto, y s in pensar lc, respondf: -pro-trablemente esté muerto ahora.

Pocos momentos despirés hubo un redoble de tambores en el

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, :L| !1úUB!

éramos, no tendría objeto cor i t inua¡ al l í . F:{ esfuerzo de transportarcañones ant iaéreos sobre esas rnontañas y la logrst ica de l levar pro-yect i les a Pararnythia hubier¿n sido una gran pérdida de t iempo, y encaso de ataque teniamos planeado sal tar a nuestros aviones y hurr deal l í lo mejor que pudiéramos. Esta er¿ otr¿ razón por la cual no erafact ib le tener ¡necán icos con nosotros en l ¡s montañas, según ten iaque expl icar repet idal veces;r a los Cisr , ¡ustados Burr¡s y Brown cadavez que regres¡ba a Eleusis.

L.a escuadr i l la cor¡ ió sobre la hie|L,¿, revólveres en mano, paraarrestar al ¡ntruso. Ti f fy tenir las piern.r : más largas y l lego pr imero.Siguió un curso de intelcepción, para l legar al f inal del carreteo delJunkers antes de que el p i loto pudiera dar media vuel ta. Fi resto deiot p i lotos y observadores lo srquró.¡adeando. Cu.:r . ¡do ei avior¡ sedetuvo, Ti f fy sal tc a la puerta, la abr ió de un t i rón y fnet ió su ie-vólver en el inter ior .

En el i ; r rgo cornpart i rnrento h¡bia t res pasajeros !entados, mi-rando hacia pop¡. LJ ' lo de ei los era ün joven guapo r jue se puso ce¡r ie y se presentó.

--Soy ei rey Pedro de Yur¡oslavia . - -d i jo, y señalsnclüleis otros p¡rsaj€;ros. agregó: -y este rabal lar-o rs mi prrrrrer

' - iY yo soy Papá Noel! ' -c l i io Ti t fy-- . Alrora ba1en,i rna v6r l . . .

Í :* i pr is ionerc de Ti f fy era efect iv¡rrnente el ioven rnonarca.I i ¡1"¡r la s ' t io sacado de Yugost¿v;a baio las nar ices de los ocupantes¿lei¡¡anes por el r r i loto y f ; r t r ip i r lación cie ese avrón, qrr¡enes eran gr ie-

4os, a búlgaro: . , o yr . rgoslar,os" i r l r rnr-a desc¡¡bi¡r¡os qué eran. l - labianrecibido instrucciones cJe atern¿ar er l P.rranrythia, [ j ¡ ra carEar combus-r ib le en su viaje a Aterras. Crec que el tercer pasaiero ará ur persond-je alemán muy impr:r tante qt l t habí¡ s ido t tsadc romo rehin cr-randoel rev fue e5carnole¡do. Cier- tamentr . , e l ¿lenrén frre pr is io l rero de el lostor jo el t ier i r ¡ : ro qi¡e est í , rvo eir p¿iarñvt l r i¿r . Frtr medir . ¡ ¡ le est¡ Orarná-i ic¡ acción" el c i lo lo : ;e habf i ¿rr t ic i [ ¡ ¡c lo a los rrrétcCol ¡ctuales c ieSCCUe:trcr JétCO Ct i r ' :1O.. i r , ! ¡n lJ y {_! i lCO.: t i , - )S.

6¡. ;gol l n:e cc¡r i io toda l¿ hist<.¡r ' ia al c l ía s iqtr i :nte, cuando está-bamos sentados en el tr¿r¡oar r le I ler"¡siE, r luraote un ¿tan'-re aéreo aAtenas. La escuadr i l ia est¡ba ¡er¡nic la l ror pr i r r rera vez desde el 6 deabr i l , porque después de la huic l¿ del r$y Per i ro t r . . rv i rnos que abando-nar Par'amyth ia def in i t ivar¡ren te.

-Ni b ien sal ió del avión, recr:nocimos al joven re¡r *di jo Kig-gel l- . Los l levamc¡l a la t¡enda para ofrecerles refrescos mientras latr ipulación cargaba combust ib le en el Junkers. Tenian rnucha pr isay sólo tenían t iempo para dos o tres bocados. Les ofr*cimos cecina,que rechazaron, y ginebra, que aceptaron. El pr¡mer m¡nistro no ha-blaba inglés, pero el joven Pedro había sido educado en Oundle,o en alguna parte, y lo hablaba perfectamente, de modo que creímos

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a ufro dem in i5tro.salg¿n de

que el pr¡mer ministro tambrén lo hablaba. Macaulay estaba s¡rvtendola ginebra y le di jo al ministro, "r1iga cuando", y cuando el t ipo norespond¡ó, Mac siguió s i rv iendo. Después, cuando Ti f fy se lc¡s l levó,di jo gue había oído decir que los yugoslavos tenian el hábi to de be-ber vodka como si fuera cerveza, y penso qlre lo mismo se apl icaba a laginebra. De todos modos, le dio al pobre hombre un cua¡to de l i t rode g¡nebra y quedó boquiabierto de admiración cu¿ndcl e l f l r imer rni-nistro la bebió en dos tragos. De modo que volvro ¿ l lenar el vaso conotro cuarto de l i t ro y di jo: "Encore, monsiet¡r" , y " iBravol" y esaclase de tonter ias. i (Jsted sabe como es Macauiayl

Asentí y aguardé, pero Kiggel l miraba a lo le jos, obviamentesaboreando el recuerdo.

- iVamosl -d¡ je con impaciencia-. iQue suceci ió después?Kiggel l r io. -Bueno, tuvinros que cargaf al pr imer rninrstro y

l levar lo a su avión y entonces todos despegaron.En Atenas serían recogidos por un Sunder i¿nd de la R.A"F. y

l levados a Jerusalén, y todo resul tó conforme al p lan- Presumíble-mente, e l pr imer ministro se recobró de 5u resac¿ rnrentras disfruta-ba de la hospi ta l rdad del Mando Costero en el hrdrnavrón. Pero elavión del rey había s ido segurdo hasta Paramythia y el enenr iEo, porf in. descubr io nuestra base de las montañas.

Como se esperaba, poco después de la part ida del joven monar-ca, una escuadr i l la de He¡nkeis volo alredeclor del val le como avispasen un tarro de miel y lanzaron bornbas sobre todo el lugar.

-No podran alcarrzarnos sin estrel l¿rse contra las montañas-di jo Kiggel l con una mueca- de modo que hic ierorr muy poco daño.Pero consiguieron asustarnos y fue evic lente qrre esto no iba a durar.Tarde o temprano podrían l iquidarnos. Todo la que tenían que ha-cer era acercarse rasando las c imas de las nrontai las, lanzar sus bom-bas al f inal de su pasada y rro podr ian errar. iDe nrodo que nos mar-chamos inmediatarnerr te, y . rqui estamos!

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escenar¡o y el gerente se ub¡có en el centro de la pista de bai le ypidió s i lencio.

-Tertgo una not ic ia terr ib le -di jo- . Damas y cabal leros". .mister Kiggel l . . . iha muerto!

Lo di jo con tonos desgarradores y hubo un inmediato corode lamentos de numerosas gargantas femeninas. A cont inuacion,el gerente pidió dos minutos de si lencio en memoria de mister Kiggel ly esta ceremonia fue precedida -y miser icordiosamente terminada-por más dramát icos redobles de tambores. Era demasiado tarde paraintervenir y me marché rápidamente antes que me hic ieran más pre-guntas, pero no sin mirar, atóni to, a todas las adorables cr iaturas quepermanecían de pie con las cabezas bajas y las lágr imas rodándolespor las mej i l las.

Mi opinión sobre Lance Kiggel l creció un ciento por c iento esanoche y al día s iguiente, cuando me reuní con é1, le di je que proba-blemente serÍa declarado fer iado nacional en toda Alejandría cuandoél regresara y descubrieran que seguia con v¡da.

- iBah! -di jo Sprog- iL loraban solamente porque el , proba-blemente, les debe una gran cant¡dad de dinero!

El domingo 6 de abr i l mis seis aviones estuvieron l is tos para elvuelo a Creta. Poco antes de despegar nos enteramos de que Alema-nia había invadido Grecia esa mañana- El Pireo habi¿ s ido bombar-deado y me apenó saber que uno de mis vrejos barcos de la LineaClan, el Clan Fra¡er, había s ido hundido en el puerto. Al mismo t iem-po, probablemente en venganza por el levantamiento contra su f rustra-do complot para anexarse Yugoslavia, este país también fue invadido.Ambas invasiones fueron en una escala s in precedentes y s in aviso pre-vio. El ataque a Grecia se hizo a t ravés de la f rontera búlgara, s inoposic ión del e jérc i to yugoslavo el cual había s ido destruido cuandoestaba en marcha, por carretera, desde el norte para defender esamisma frontera. El e jérc i to no contaba con defensa aérea cuandomarchaba por esa carretera y para la caída de la noche había sido re-ducido a pedazos, ametral lado y bombardeado.

El ataque a Yugoslavia fue lanzado con tangues, paracaidistasy bombarderos, desde Austr ia, Hungría y Baviera. Mientras el bravoy pequeño ejérci to yacía moribundo a la vera del camino, Belgradose convirt ió en un montón de ruinas humeantes-

Para el miércoles 9 de abr i l , la escuadr i l la 815 estaba nuevamen-te en Paramythia con el añadido de seis nuevos Swordfish. La lunaentraba en creciente al d fa s iguiente.

El te lón cayó soble Paramythia el jueves l7 de abr i l , fecha parala cual habíamos hundido cuatro barcos más. El enemigo había cesado

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completamente de usar Valona y nosotros habíamos alcanzado el ob-jet ivo de Jackre Jago.

Durante abr i l , los Swordf ish sq convir t ieron en "el ú l t ¡mo de losmohicanos". Todos los Blenheim hábian s¡do destruidos en sus ¿ta-ques diurnos y sólo quedaba un Wel ington, pero s in t r ipulación. Todoslos p¡ lotos de Wel l ingion habran muerto. El avión estaba estacionadosobre la hierba, a sotavento de la montaf ia del extremo del val le. conaspecto melancól ico y desamaparado, y yo planeaba pi lotear lo pues, lntes de la guerra había pi loteado bimotores. Pero mis planes fueronsuperados por los acontecimientos y los restos de aquel sol i tar io We-l l ington ¿ún deben estar al l i , proteEidos de los elementos por las mon-ta ñ as.

Aquel funesto jueves yo me encontraba en Aten¿s con mi gru-po y T¡f fy y Kiggel l se hal laban en las montañas con el suyo, de modoque me perdí e l acto f inal y la caida del te lón. Todavi¿ seguÍamos larut¡na de un dia s i y otro no, y casi todos los días las dos mitades dela escuadr i l l¿ se cruzaban sobre el Gol fo de Corinto, volando en di-recc¡ones opuestas. Durante la segunda sernana de abr i l los alemaneshabian avanzado hasta Yanina, una gran ciudad central que habiasido usada por las f uerzas al iadas como punto focal . Estaba solanrentea unas treinta y c inco mi l las al sudoeste de nosotros y cuando cayó enmanos del enemigo quedamos rodeados por alemanes, aunque deldenuestro escondi te nada vimos de el los y tuvinros la segur idaci de qrr*el los nada vieron de nosotros. . . durante el dí¿. Todavia no teni¿n ide¡de que nosotros estábamos al l í , en el medio, porque operái :amo-< r1enoche bajo la qubierta de la oscur idad, cuando habÍa pocas probabi l i -dades de que nos Cescubr ieran. De dí¿ ei asunto estaba volv iéndosepel iagudo; las úl t imas etapas de nuestra aproximación r lesde Atenashabía que hacer las casi rozando ei agua y nos desi izábamos nacia el in-ter ior del vai le en una sol¿ f i l¿. a l atardecer, a la al tura de las copas delos árboles, manteniéndorros b¡en por debajo de las c im¿s de las mon-tañas. Todos sabíanros c lue ela solamente cuest ión de días antes deque esta etapa r je la hisotr ia de la escuadr i l l¿ terminara.

t l jueves i7 de abr i l , después de su cena de cecina y ginebra,Ti f fy y su t r ipulación estabarr sentadog sobre la hierba, fuera de lagran t ienda, d¡sfrutando dei paisaje que siempre era rnagníf ico alsol pon¡ente. Se cl isponían a entrar para dorrnir unas pocas horas an-tes de despegar cuando un avión bimotor apareció en la brecha entrelas montañas, obviamente aproximándose para alerr izar. Sus ruedasy f laps estabarr bajos y perdia ai tura lentamente. Al pr incipio, todoslo miraron con ociosa cur iosidad, hasta que alguien gr i tó.

- . iEs un Junker 88!Todos sal taron l lenos de alarma.Nuestro improvisado aeródromo no tenía defensas de ninguna

clase. Suponíamos que nunca seríamos descubiertos, y que si lo

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' ¡ , . ¡ ¡ , r ' r N1.rL. t r . ¡ ! ,1) / vclv¡ó d i ienar le el vñ5cl , é l lo ol io receiosoi , ¡ r ¡ .v,r l r , r i r q l r r l 5ospechaba de nuestroS nlot¡vos p¿ra 5et tan hos_

rIr¡ , r r , r r r ( )s. Proiralr iemente dL!daba de que aún los locos br i tánicos fue-r . i l r r .¿[)¿ces de ofrecer copas ¿ rrn hombre que había bombardeado5U DarCO.

- iNo está envenenada! --Macaulay r io y aprovechó la opor-tunidad para volver a l lenar su propio vaso-. iMire | -d i io, y t ragóostentosamente el conten ido.

Le hic imos var ias preguntas sobre él mismo y sobre el ataqueal l l lustr¡ou3 y él admit ió que cuando bombardeaban al barco en Mal-ta suf r ieron muchas pérdidas. Quizá para congraciar sc con r¡osotrosprotestó que no era alemán -era un austr íaco del Trrol , y c l r lo r lueGoering habÍa enviado a todos sus paisanos a reqrmrcnlr)s y ' r . r r rda-des aéreas del f rente y que a el los s iempre les asignaban i¿5 t . t i l j , tsmás pel igrosas.

-Nosotros somos siempre los perros sucios -di lo corr ur¡ tonode resent imiento que me hrzo sospechar que probablernente esl¿badic iendo la verdad.

Cuando l lego la guardia, e l entrechoco los ta lones y se lo i leva.ron. Le deseamos buena suerte cuando se iba y ante eso et pareciodesconcertado. Era evidente que la corta reunión con nosotros le ha-bía resul tado di f ic i l de entender. Habia esperado rnsul tos, no g¡ne-bra y buenos deseos, y esto probablemente no encajaba con lo c lue tehabían contado acerca de los v i les br i tánicos.

Durante esos ataques aéreos fueron destruidos dos de nuestrosaviones, lo cual fue un golpe amargo. Estábamos haciendo todo toposible por atender a los pocos Swordf ish que quedaban para el vue-lo de 160 mi l las hasta Creta ese dia, con urr complemento gradual-mente reducido de mecánicos de mantenimiento que estaban sien-do evacuados por mar, d i rectamente a Egipto, en cada oportuni-dad que se presentaba. Cada avión gue era el iminado de la l is ta srg-ni f icaba otro pi loto y t r ipulación más que tendnan que i r a bordode algún barco. Pero habia l legado el momento de marcharnos o sercapturados. Los alemanes estaban rodeando a nuestras fuerzas con tro-pas de paracaidistas, lanzadas tan cerca como Cor¡nto, y en aquel losúl t imos días era imposibte entrar a la c iudad o moverse más afueradel recinto del aeródromo. Cuando volamos a Creta solo pucl imosreunir d iez aviones y todos los demás debieron subir precipi tada-mente a borco de Barcos, en el Diamond y el Wryneck, fueron hun-didos en el gol fo cuando evacuaban tropas; pero en general fue un exi-to, y no tan di f íc¡ l corno Dunkerque, porque los hornbres a quinesse evacuaba estaban comptetanlente en condic¡ones y no exhaustoso her idos.

Los sigu¡entes dos dias de regreso en Creta fue,on frenet¡cos yperdimos otros dos aviones hacrendo patrul la je ant isubmarino ade-

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lante de los bar¡.os dc ev¿cr.r¿cir ln, e:ta v*z atr¡ üt 'Sanclo c' l carr¿l deK¡thera [ racia el sur, e l i d i reccróir a [ :g ip lo. ! : l tcr l i€ l ts [Jetr t t tan Wh¿t-ley y un joven cbrervador l iam¿rlc, Green tuv¡eron r lue hacer un ate-rr izaje forzaso en ¡as p¡¿ya! de ¡ \n i rk i thera cuando les fa l ló el motor.Quedaron al i í v¡racias un05 did5, aguarda! '1do a un h¡cJroavión \{alrusque fue despachado r : ie5i le r l r ¡ crLicero pala recclger los, y mientrasesperaban fueron regiarnente ¿tendidos f)or el rey c,e la rs la, quient¿mbién era su c¿rtero. I l tenicnte Burnaby-f) favsor l no tL¡vo t¿ntasuerte. - fenia su t f i t iu laciói l conrpleta cuarrdo su motor f¿l ió sobreel mar y nosc-rtro5 lo huscantos cuarent, l y crcho horas mientras volÉ-bamos de un lado a otro er- ! r ruestros gatrul la les ant i5ubmarinos. Des-afort l ¡nadarnente, de los r¡ct i r : aviones resiantcs 5ólo t ! 'es estaban encondic iorres de vr; ia ' , v nr¡s¡¡ t ro: estában]os t ra i ra j lndo en el !os parapreparar los para ei largo vuel . : a Eüi i ) to y sr . ; lo era posible prescrndirde L¡nr. i t lü vez. Burn.rby-Dray\or i . su observacior y su art¡ l ler(- l , Fred-c{ ie Faulkes, í lotaron en u balra inf i ¡b le cas¡ , l la v ista de f \4áleme yaJrrrante dcs c l i rs y noche5 pr:c i ioror- t vernos vol . r r en busca ( le el los pe-no nada pudiercn hactrr para l lamar nueslra ütención. El tercer día,después que ¡os t res Sv.,ordf¡s l i en ¡ondic ior¡es volaron de regr€5o aEgipto, ernperó a ropl¡r vienic r iesi le t ierra qr-re lo; alejai ia de l¡ cos-ta, e igrrorrndo lc: r iregos i ! . j si l5 corr ' i i - .¡r- ierns, Br.rrnaby.Drayscn sedespo.¡ó de srrs ropas v 5e zamirul ió en sl ñ1¡r. L,¿ costd probabiemerr-te parecía engaño:arncnte cercana oespuis , , le tantr.¡ l i iernpo sin con' l i -da ni agrra, per¡J alJn parl: i l ¡n buc:i ¡ l . id¿aJoi en si. ; me.jor estado t l5¡coestab¿ den¡esiado íe¡os.

El v iento v s l t i *mpo pue' : fen h¿cer t re i ¡5 crue,e5; una horadespués que el p i l ( ) to se aleic n; lC.rndr. i ün su ;ntento suic ida de pedirsocorro e{ ú¡ento carnbio corr ip l { : i r i r . ' t r r t te y aunientÓ en intensidad.y por pr inrei"a vez impul:c <i iá i l . i r ¡ r ;e lna embarcación de cat¡cho l ra-c ia la is ia. t - labía un¡ ig lesr. t c! inrrrruta entfe * l aerodromo de Máler:rey el mar, V rns5e5 ¿nles n<-r-<otros l l ¡ l ¡r .- lr :rcs ciad<¡ pel 'rniso a los creten-ses p¿ra que cru¿;]rar¡ c¿tr inarrd¡: e l ¿erát- l rcni0 para dir ig i rse.r susgervicios r 'el igiosos y en oc¿i;or ' les lr ; ! h¡bí,rrn*s ¿cLrrnpaiiado. Duran-te uno de esos servicros la b¿ls¿ 1i : nu-; í ] ¡ i¿ vísta de lcs f ie les y el loscorr ieron a ¡v isar 3l¡ escu¡cir i i l ¡ .

Los dos l ioÍ lbre! de i¿r b¿ls¿ 5e recui)er¡r{Jn, perc el c¿déverr le Hurn¿b:*-Dr,¡v5¡n tue i lÉj . ldc pL:r ' { l l nt . t r Sobfe lJ play; nrrcos díasdespués.

iF,.re r¡ui: :á i¿ au:¡c¡rci¿ de st¡ Feso adicir j¡¡ ial lo qtte permit ióque el v ienio i rnpulsara l ¡ bal ia l r¿st¿ la 5.r lvñción ? És posible quee5a pecjueña diferenci¡ haya contado. Perr¡ el hé]cho r je que él perdiósu vida en un vano intento t ie salvar a sus compafieros deberíó quedarregistrado en las páginas de la historia del Arma Aérea de l¿ Flota.

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Page 91: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

r ¡ i l r l r i l i t l l i i i

En los úl t imo5 dias c le abr i l y or imeros cle rn.r . ¡ r l lo. , , r l r . r r r , r ¡ ¡ , . ,se preparaban err Grecia para Un ataque masivo a Creta, y sr t , , . rvr( i l r . , .de reconocimiento vol¿ban diar i¿¿: lente sobre la is la para ubtc, l r l ( ) , ,emplazamientos de cañones. Yo compart ía una of¡c ina con Al¿nBlack, e l of ic ia i comanclan' l .e c le un pur i¿do de cazas navales en Mále_me, ¡y le señalé a él que por lo i l ierros los ¿- lv io¡res de reconoc¡rnientono podÍan fotograf iar nueslr . ls c lcfensasl Nuestra of ic ina era la únicacon5trucc¡ón dr: l ¡c l r r l lo ür c l . r t_.r t i r i rcmo, \ . / L. i t t ¡n soporte contra unapared teni¿mos r loco rr f l r : . , .JO. l 1)r ' , r . ,p, : r . rba qi¡e con el los defende-r íamOS a M.l lcnrt- ' ( r r , l l ( l ( ) l r r , , , l l r 'nr , t l r ' , , r j lscr :nc. l ier¿n de IOS CielOScn 5{rs p¿r¡rJt( , . t , ,

Rcal lncntc, ¡ l r lc t t r t r . , 1)v/ , ) r ( l l r : l r r , , . ,1. : r r t i . . , r ro eran aptoS paravOlar. J rAt. lnclo t lc obtcner , ¡ [ l rc j ¡ i lVrrr l . r , r 1)rr , , ( ' ( l r j i r ; r ( ) . , r j . t .cr l ieg¿r UnmensJlc al a l rn i r . lntc Boyd, a l r ¡ r , .5 i i r - - L¡r l r ; ¡ l0 l r r r j r ' l . r l . t ¡ \ . f . c l t re p¿r-t ia, y el a lnr i rar¡ te vtno vcl . l r rdo ( ln s{- : ( . t ¡ r ¡1,¡¡¡ r r r ( l , rucro. , , f AIO"Jones, al m¡5mo día s iguiente. L legaton cn ur i l l icJro¡rr i i rn W¡lrus yel capi tán .}ones pasó la mañana entera ex,¡ l r ln¿rrc jo tor jo l los moto-res de nuestros ocho S,¡¡ordf is l . ¡ sobreviv ientes. c inco r ie los cualesneces¡taban un cambio completo de motor. Nosotros habiamos es-tado sacando piezas de esos cinco para atender a los t res que seencontraban en estadc razonable. pero el capi tán Jones Ci jo que,en su opinión, ninguno de el los er¡ t apto para voiver a volar. Cuan-do T¡f fy ptotestó y expl icó que nosotros esperábarrros tener a lostres en condic iones en vtent icuatro hotas, Jones expresó sus dudas.

-- iSin ningún mecánico de nranteninr iento? -areguntó.-Todavía hay uno o dos aqui , señor, de los que no fueron a

Grecia. Y el teniente-cornandantc Black nos ha prestado algunos delos suyos, En tor jo caso, noscrf os m¡sntos podemos har:er rnucho.

L.a decis ion l inal fue dejacla en nuest i ¡s ntan05, pero en suestado de entonces los rv icnes clebieion ser t iec!¿iadcs inservibles,por lo menos of ic ia l rnente.

Antes de que el a lm i rante y ei caprtan despegai-an p¿ra regre-sar a Egipto, "FATO" Jones ss dir ig ió a rn i .

-ZSuporrgo que se da cuent¡ :J. { l r . le cuando rcgrese J Egipto,5r t -egresa, poo! ' ra lenir f que va' ,sela5 con uf ta corte marci¿l?

-ZPor qué? -pregunté, s in sabcr crr i i c le nr is r l ¡ - ¡chos Decadosl¡abia l legaclo al conocimiento pútr l ico"

--Bueno, como of ic ia l de equipt . rs c ie la ¿56t. l¿¿,. i l la, usie,J ha f i r -mado por veint¡c jón av¡ones. jDónde cje¡nonios están?

Lr t¿rea de ¡econstruir t res avicnes a p.rr t i r de c inco aFJaratosinservibles habr ia estado fuera del a lcance cle la rnayoría de nos-otros, pero una vez más Torrens-Spence demostró su genio. Corriounico n¡ loto de pruebas cal i í ¡cado entre nosotros, e l h izo la mayorparte i lL ' l t rabajo ¡ 'n ientras nosotros le alcanzábamos las herram¡entasy hacíanros todo lo que nos decia. La mañana del 22 de abr i l oro_

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bamos a lo5 t res aparatos haciendo una vuel ta y un aterr lza¡e con

cada uno. No hubo t iempo para más. Sus motores no estaban muy

bien ajustados y hacían un ru¡do terr ib le, pero la al ternat iva era que-

darse y quizá ser tomados pr is ioneros. Ti f fy señaló que habia una

buena probabi l idad de que pudieran hacer las 300 mi l las hasta Mer-

sa Matruh y l legar a Dekhei la sobre t ¡erra, y que mientras más gentepud¡éramos sacar de al l í ser ia mejor. El y Al f ie Sutton quis ieronquedarse para ayudar a los muchos mi l lares de soldados a escapar dela is la. Habia cas¡ ve¡nte mi l hombres para evacuar y alguien que en-tendiera la di f Íc i l navegac¡ón de las embarcaciones de desembarco enesa costa f ragosa y que pudiera guiar a hombres no marineros hac¡ael las desde una costa host i l , ser ia invalorable y podraa salvar centena-res de v¡das. No nos gusto dejar a Ti f fy y al resto para que enf¡entarana los alemanes, pero él se mantuvo inf lexible.

En pr ivado, yo pensé que era discut ib le qué sería mós pel igro-

so: volar en esos v¡ejos cajones sobre 300 mi l las de mar abierto o que-

darse atrás para hacer f rente a los alemanes, y Ken Gri f f i ths, mi art i -l lero aéreo, me planteó eso mismo antes de que despegáramos' Peroyo sabía que Torrens-Spence y Sutton se negar ian a part i r hasta que

fx.rb¡eran ayudado a la mayor cant¡dad posible de hombres a escapar,

cuando l legara el momento.Fue un vuelo ép¡co que ninguno de nosotros olv¡dara Jamás.

Hubiéramos prefer ido volar directamente a Tobruk, que estaba a sÓ-to 210 mi l tas a t ravés del mar, comparado con las 300 hasta Mersa

Matruh; pero el Afr ika Korps alemán había l legado a Sol lum, que es-

tá bien al este de Tobruk, y Rommel estaba mov¡éndose hacia el este

a una veloc¡dad tal que no nos hubiéramos sorprend¡do de compro-bar que todo Egipto había caido para cuando nosotros l legáramos a

Dekhei la.Kiggel l iba adelante. El tercer p¡ loto era Rudorf , un extraver-

t ido menudo, dinámico y jovial . Volábamos en formación en V abier-ta, mirando de tanto en tanto nuestros vaci lantes indicadores de pre-

sión de ace¡te y haciéndonos muecas unos a los otros. El mío osci lóentre 50 y 60 l ibras por pulgada cuadrada todo el camino, lo cual hu-

biera s ido una razón bastante buena para hacer un aterr izaje de emer-gencia en c¡rcunstancias normales, y no hablemos de emprender unviaje de 300 mi l las fuera de la v ista de t ierra. Alrededor de los mi l qui-

n¡entos metros habia muchas nubes cúmulus y t repamos por unaabertura; en formac¡ón, con mucho recelo, para nivel¿r sobre las nu-bes en el br i t lante sol det Mediterráneo, con gran al iv io. Durante lahora s iguiente h¡ce lo posible por ev¡tar mirar el inquietante indica-dor de presión de aceite. Su temblorosa aguia sólo se¡via como cons-tante recordator io de que una vasta extensión de agua salada esperabadebajo de las nubes. Cuando div isamos parte de un convoy que sedir igía al este a t ravés de una abertura en nuestra blanca al fombra

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CAPITULO 22

EVACUACION

El 14 de abr i l , t res Cías ¿ntes de que la escuadr i l la dejara Para-nrythia, e l Pireo f ue intensivamente bombardeado y minado el Gol f ode Atenas. Muchos barcos f ueron hundidos, incluido el Clan Cummingque chocó con una mina y se fue i r - rmediatamente a pique. Cinco dÍasmá,s tarde, el 19, los alemanes lanzaron su ataque más violento. Fueun ,ataque devastador que casi no encontró defensas desde el a i re,aun{¡ue no por culpa de la R.A.F. La escasez de cazas durante toda lacampaña de Grecia fue nuest la ruina; los barcos que t¡arrsportabanHurrrcanes a Grecia eran sierrpre los elegic ios para el ataque, e tn i -c ia lmt:nte, los caz¡s que habi . r a l l í tuvieron que operar desde lasbases'aéreas avanzaclas QUe erJrr muy corrspicuas y en las cuales la dis-persión era imposible c iebido a lo nrontañoso del ten'eno que rodeabalos aeródromos- Debido a esto, l¿s escuadl l las de cazas fueron muyvulnerables a los ataques de aire a t ¡erra y sus pérdida5 fueron cuan-t i osas.

En los úl t imos pocos dias, la nrayoría de l i rs escu¿dri l las de laR.A.F. tuvieron que ser ret i radas completarrente de Grecia y la s i -tuación que enfrentaban los úl t imos de nuestros pi lotos de caza eracasi imposible.

El efecto de ese ataque del dÍa 19 fue tan abrumador que elgobierno gr iego decidió que Grecia no podÍa seguir res¡st ienr jo a losalemanes y pidió a todas las restantes fuerzas br i tánicas y del Com-monwealth que se ¡-et i rar¿n de Grecia para el d ia 21. Esto era impo-s¡ble, por supuesto, pero hic imos lo más que pudrmos.

El l9 f ue sábado, y ese d ía los art i l leros ant iaéreos que def en-dÍan Eleusis lograron derr ibar t res bombarderos Stuka en picada.

184

II

El pi loto de uno fue capturado por ios austral ianos que defendÍane! aeródromo y que nos lo entregaron a nosotros para que lo custo-diár¿mos hasta que l legara una escol ta para l levárselo. Lo arrojaroncon fuerza por una de las puertas del hangar.

- iQuieren ocuparse de este bastardo hasta que l legue una guar-d¡a? -gr¡ taron, y lo arrojaron hacia nosotros con un empel lón que ca-s¡ lo hace caer al suelo.

El a lemán se incorporó y quedó m¡rándonos. Era una f igura des-al iñada y desdichada que obviamente habÍa s ido rudamente t ratadadesde que lo habían obl igado a lanzarse en paracaÍdas de su Stuká.Era un muchacho de aspecto agradable con cabel lo rubio y una l in-da c¿r¿, la cual expresaba sorpresa por encontrarse en compari ía deun grupo de of icrales navales con copas en sus manos y que se dis-ponian a comer. La carne enlatada estaba distr ibuida sobre rebanadasde pan y dispuesta en platos en un prol i jo círculo de cajones. No era loque él esperaba encontrar, en un hangar ' , durante un ataque aéreo.

El no podÍa saber que el hangar había s ido nuestro hogar des-de hacía unos dias. Mientras Atenas estaba bajo ataque constantetodo movimiento era imposible, y nosotros v iv iamos y dorm iamosal l Í desde nuestro arr ibo de Paramythia.

Macaulay entregó al p i loto alemán una copa de ginebra y di jo:-Tome un trago.

Ante este inesperado gesto su expresión de sorpresa se convir-t ió en una de incredul idad, pero aceptó la copa con un cortés "Mu-chas gracias" e hizo a Macaulay una pequeña reverencia.

-Los of ic ia les navales br i tánicos son cabt l leros -di jo, pronun-ciando cada si laba separadamente y con el rostro r ig ido por la emo-c¡on-. Pero los austral ianos no son cabal leros.

Le preguntamos qué le sucedia y él murmuró que el los le habíanpateado el t rasero, arrancado sus botones e insignias y robado suCruz de Fl ierro.

Le preguntamos en qué batal la había ganado su Cruz de Hierro.-Por bomb¿rdear al portaviones l l lustr ious di jo- f rente a

Malta, en enero.Ante esto todos sol tamos ruidosas carca. jadas y el pareció des-

concertado y ofend¡do, de nlodo que le expl icamos que la mayorÍade nosotros habia estado a bordo de cse barco en ar¡uel la ocasron.

- i lmposible! -grr tó el-- . No hubieran sobreviv ido. iDespuésde tantas bombas el barco tuvo que hundirse!

Le aseguramos que el barco había zarpado de Malta por sus pro-pios medios a 26 nudos, pero fue evidente que él pensaba que estába- .mos mint iendo. Los alemanes l rabrían ment ido en las mismas circuns-tancias, por supuesto, asi que no tenia objeto t ratar de convencer lo.

-Denle otra g¡nebra --di jo Ti f fy, con voz resignada-. Creo queél se mereció su Cruz de Hierro.

II

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de nubes, la v ista de esos barcos diminutos al l í abajo, que navega-ban lentamente, fue una bendic ión. Saber que habia barcos amígosen las cercanías era, por lo menos, t ranqui l izador durante una pe-gueña parte de ese largo vu€lo a la l ibertad.

Al ver ese convoy, Rudorf nos h¡zo una señal f inal con los pul-gares hacia aba¡o y señaló al mar con un resignado encogimiento dehombros. Antes de que me hubiera percatado de su plan, él desapare-ció entre las nubes con la intención de descender en el mar cerca deuno de los barcos, mientras tenía pos¡bi l idad de qrre lo rescataran.Casi lo envidié, pero mi nrotor seguía funcionarrdo razonablementebien. Seguimos volando, esperanCcr que lo hubieran recogido, y Kig-gel l y yo nos sorprendim<.:s mucho cuando él . r terr izó en Dekhei launa o dos horas más tarde. Nos expl icó que el convoy iba escol tadopor el v ie jo Eagle, e l cual había s ido equipado con Fulmars, y ur, lnuevo radar. Par¿ y¡ ' ¡ s i éramos amigos o enenr igoS loS pi lotOS cle Cazadel barco habían sido dir ig idos hacia nosotros, y cuandg Rudo¡. femergió de entre las rrubes, directamente sobre el convoy, los Ful-mars estaban subiendo hacia él de la manera menos amistosa. pru-dentemente, él se apresuró a regresar entre las nubes y decidió queun motor con probiemas era menos host i l que los proyect i les delcañón de urr Fulrnar y qt,re of recía mejores posibi l idades.

- 'Cuanclo sal í de las nubes a mi l ochocientos metros, dejécle ver al convoy; pero los Fulmars también me habían perdido devi5ta, de modo que quedamos parejos.

Cont inuó expl icando que con amorosos cuidados a su c laudi-cante motor, iogró l legar ' ¡h ipando" a la costa egipcia. Aterr izóalrededor de media hora después de Kiggel l . yo habÍa aterr izadounos cuarenta minutos antes debido a que, involuntar iamente, Kiggel ly yo también nos habíamos separado.

Ese vuelo ¿ través del Merl i terráneo duró las tres horas y med¡amás largas que habia exper imentado. Después, con gran al iv io, ethor izonte azul cambió gradualmente a un amari l lo borroso y el marse convirt ió en arenü. Cuando cruzamos la l fnea de la costa soltéun gran suspiro de al iv io y le sonreí a Kiqgel l , pero él sacudió lacábeza dudosarnente y me hizo una seña con el pulgar hacia abajo.

5u avión se comportaba capr ichosamente, como si tuviera unamente propía y se s int Íera igualmente al iv iaclo de hal larse por f insobre t ierr¿ f i rme" Evidentemente quería aterr izay stn rnás demoray empezó a perder altura, gero cuando yo desaceleré para rnantenér-mele a la p¿r, K¡ggel l me hizo señas de que cont inuara. Ambossabfa-mos que si uno de nosotros tenía que aterr izar en esa desolada fajade t ierra de nadie, a menos que el otro l legara a destino rápidamentepara alertar a un grupo de búsqueda y rescate, nadie sabría jamásni gigu¡era gue nosotros habíamos despegado lrasta que fueran des-cub¡ertos nuestros e:queletos. Convencido de que Kiggel l intentaría

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cubr i r las 140 mi l las restantes ¿ndando,.rolé s iguiendo la costa eg¡p-cia a toda la velocidad que me atreví , para enviar una part ida a reco-ger lo. Sin que yo lo supiera, é l segufa detrás de mf, a rnuchas mi l lasde distancia, y fuera del a lc¿nce de la v ista. Cuando él hubo des-cendido a unos pocos centenares de metros sobre el desierto, su aviónpareció c l isgustarse ante la interminable v is ión de esa nada y deci-dió recogerse las fa idas y seguir volando. De algún modo, K¡ggel llogró hacer lo seguir , lo cual fue más de lo que yo me pude jactar.Cuando aterr icé en Dekhei la no tenia moior, lo cual fue culpa míasólo en parte. El motor s implenrente cayó hecho pedazos.

Nadie estaba esperándonos en el aeródromo y cuando voiédentro del c i rcui to v i a l of ic ia l pagador, comandante "Lucy" Wa-ters, y a var ios otros of ic ia les de inte4dencia bien conocidos, queestaban de pie fuera del casino r le of ic ia les, en la terraza, bebiendoel espantoso jerez que alguien había comprado en Chipre y que sevendia a los miembros del rancho a media piastra la copa. Despuésde la sépt ima copa, aclquir ía Lrn sabor razonable. Quedaron eviden-temente sorprendidos cuando vieron a un sol i tar io Swordf ish que seacercaba desde el oeste y no pude resist i r la tentación de picar sobresus caras vuel tas hacia arr iba. Quizá, por la alegr ia de estar de regre-50, me excedj ; de todos modos, la picada fue demasiado para mi de-ter iorado motor, e l cual se c lesintegró cuando volví a ascender, dts-persando sus ci l indros en todas direcciones. L¿ úl t ima vez que habíasucedido esto, habÍa s ido en la oscur idad, también con Ken Gri f f i thsen el asiento t rasero, pero ahora fue sobre la pista, a la luz del d ia,y no signi f icó ningún problema. Antes de aterr izar, tuve t iempo deadvert¡r a Ken. Pero cuando bajamos y caminamos hacia la partedelanter¿ del avrón, no5 encontramos con un tr iste espectáculo. Tro-zos de tubería asomaban aquí y al lá, donde hubieran debido estarlos c i l indros.

- iQué vergúenza! -di jo Ken con una gran sonr isa- iDes-pués de todo el t rabajo c¡ue nos tomamos en Máleme!

Habíamos ido a Grecia desde este ¿eródromo con veint idósaviones -hacfa solamente dos meses y medio-- aunque parecía todauna vida. Habi¿mos regresado con tres y todos necesi taban motoresnuevos, después de volar sobre un trayecto que habia s ido atravesadode muchas maneras extrañas desde que los minoicos habían comercia-do con los faraones, s ig los atras. No creo que esa ruta tan t ra j rnadahaya sido jamás cubierta en su larga histor ia de una manera tan aza-ro5a.

Los alemanes atacaron Creta el l9 de mayo. Más de 14.000 avio-nes alemanes fueron usados para desembarcar a 30.000 hombres. Laspérdidas alemanas fueron de 6.000 muertos y 11.000 her idos, perolograron capturar la is la después de doce dias de lucha que fue tan en-conada como cualquier otra l ibrada durante la Segunda Guerra Mun-

l9l

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que los f ranceses de Vichy están mostrando la mano. El los han f i r -¡nado un armist ic io con los i ta l ianos y los alemanes que ahora t ienenel control , y ent iendo que Túnez y Argel ia son gobernadas ahora porla Comisión l ta l iana del Armist ic io, de modo que para todos los f inesy propósitos, todo el norte de Afr ica, desde Marruecos hasta la actualposic¡ón de Rommel en Sol lum, es host¡1.

"La captura de Grecia ha sido un golpe grave, y s¡ nuestras fuer-zas son derrotadas en Creta, cosa que parece probable, la caída deEgipto y la evacuación de todas las fuerzas br i tánicas en el Mediterrá-neo es una sombria- posibi l idad. De modo que tenemos que detenera Rommel a toda costa, y la única forma en que podemos hacer loactualmente es cortar sus suministros desde l ta l ia.

Expl icó ue la escuadr i l la 830 de Swordf ish, can base en HalFar, f \4al ta, era la única fuerza de ataque nocturno que quedaba en to-do el Mediterráneo con capacidad de atacar a barco5 durante la nochecon torpedos, desde el a i re.

-Nt¡estros submarinc¡s están de cacer ia, en luerza. y los Blerr .heinr y Wel l ington de la R.A"F. han estado haciendo un trabajo mag-níf ico de día y han bombardeado r¡ruchos barcos; pero como resul ta-do, el enemigo evi ta rravegar al a lcance de Malta en horas diurnas. Demodo que, como puede usted ver, la escuadr i l la de Swordf ish de HalFar debe cargar con la mayor responsabi l idad, s i los barcos para Rom-mel logran pasar-

Tomó un sobre de su escr i to l io y rne lo entregó.-Le¿ esto -di jo gravemente,Me sorprendió ver que el sobre, y el encabezarniento del informe

mecanograf iado que contenía, estaban dir ig idos a mÍ personalmente yque el informe tenía la f i rm¿ del a lmirante. Lo leí atentamente y 5en-t í que la cara se me ponfa encarnad¿. Era dinamita, y solo Denis Boydhabía po<1ido dar un paso tar l poco ortodox<¡- ContenÍa ur ' ¡a l is ta deblancos pos¡bles para la escuadr i l la en Sic i l ia y Tr ipol i tania, pero tam-bién traía un sunraro de los f racasos y logros pasados, la cant idad deaviones y t r . ipulaciones perdidos por incursión y la cant idad de barcoshundidos. Era un docunrento aterror izador, y aunque el ¿lmirante sernostraba rnuy cr i t ico, en el papel parecian haber estado vclan¡ lo con-tra probabi l idades abrumadoramente desfavorables.

No rne habian designado en el mando ni nre habian dado unatarea específ ica, como pi loto pr incipai . Al f inal de la página, debajodel encabezamiento "Acción a ser emprendida al l legar", había t respalabras, en mayúsculas, manuscr i tas por Denis Boyd: iHUNDAN LANAVEGACION DE ROMiVIEL!

El alrnirante nre observaba atentamente mientras yo leÍa y tra'té de no parecer sorprendido. Cuando hube terminado, met i nueva-mente el documento en el sobre y lo guardé en el bols i l lo inter iorde mi chaqueta blanca.

t94

-Vaya y averigi ie qué anda mal -di lo él- ' y corrí jalo. Ese do-cumento es para usted la autori¿ación que le doy para que tornecualquier medida que considere necesar ia. LJselo con cuir f ado, despuésque haya estado ur los cuantos días con el los, y t rate de no ser into-ler-¿nte. Pero --hizo Lrn¿ pausa, y la intensidad de sus tres úl t ¡mas pa-iabras fue muy vehemente- I - IUNDA LA NAVEGACION DE ROM-MEI-"

Con cualquier otro hombre yo habrra pedido un nonrbramientodef in i t ivo, pero supuse que él tenía sus razones para este enfoqueobl icuo y poco ortodoxo. No se cuest ionahran los rnot ivos c le DenisBoyd.

--Fue una elección entre T-Spence, Kiggel l y r-rsted *di jo él-- .T-Spence aún está en Cret"r , y como Kiggel l es más ant iguo que us-ted, quiero que pernranezca en la escuadr¡ l ia 815 conro com¿ndante.Freséntese ¿hora ¿l capi tán del l - i .M.S. Hero para que le haga lugaren 5u oafco.

Me tendió la mano y me dcseó suerte, lo cual rne pareció surna-mente alentador.

Casi dos años pasaron ¿nies rJue viera nuevar¡rente al a lmiranteBoyd, pero durarr te todas las pruebas y t r rbulaciones que siguieron,saqué fuerzas del conocimiento de que él me habra enviado en esanr is ión part icular y que yo contaba con su apoyo incondic ion¿1,

lVl is intentos de despedirme de Burns y Brown y el resto de laescuadr i l la terminaron en nada. A bordo del H. M. S. Hero me di jeronque los planes habían sido cambi¿dos. El barco saldr ia en una direc-crórr opuesta para alguna operación y vo debía presentarme, inmedia-ta¡nente, a l capi tán del H.M.S. l lex, otro destructor, porque él estaba,rnsiosc de zarpar no bien yo estuviera l is to. Yo ya había hecho arre-glos, por te léfono, para que mi equipo fuera enviado al Hero. Tuver¡L:e actuar rápidamente para anular mi úl t ima snl i r : i tud y eso l levól iempo. Después tuve que descubr i r la dirección de la lavander ia adon-cle h¿bía s ido enviado mi ropa y recoger l¿. Para cuando hube termina-(lo y rre hube enibarcado en el barco correcto, er¿ clemasiado tarde¡r . r ra despedir ine de nadie en Dekhei la, que distaba doce ki lómetroscL. la c iudad.

5i B¡.rrns y Brown aún están vivos y l legan a leer esto, quizár 'n te nderán ahora por qué desaparec í súbi tamente s in decir adiós, or ; racias, a los dos grandes t ipos que ¡ne habían manienido en el a i re,v ivo y bien rJurante tanto t iempo. Dejar los parecía como abandonar;r 1.1 esposa y la fami l ia de uno. La 815 era algo más que una simpler ' :cuadr i l la, era un est i lo de vida. Sólo Kiggel l y yo habíamos sobre-vrvido desde el pr incipio, en el Courageous, y pareció extraño mar-

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charme así , como s¡ su futuro ya no tuv¡era interés para mf. Cuandoel l lex se desl izó s ig i losamente fuera del puerto de Alejandría esa no-

che, el nudo que yo tenía en migarganta era doloroso.Durante los pocos meses siguientes logré seguir las andanzas

de la escuadr i l la por informes de personas que pasaban por Maltaprovenientes de Egipto. Hacia f ines de mayo, después de reequiparsecon nuevos Swordf ish en Dekhei la, y aún bajo el mando del tenienteTorrens-Spence, volaron a Famagusta, Chipre, que estaba solamen-te a 80 mi l las de la costa de Sir ia, donde se preparaban di f icul tades.

Después del armist ic io f rancés con Alemania e l ta l ¡a, ese peque-

ño paÍs estuvo maduro para la penetración del Eje. Con Rommelprofundamente internado en Egipto, amenazando a AlejandrÍa y El

Cairo, la ocupación alemana de Sir ia habría cerrado la brecha entreel Afr ika Korps alemán en el desierto y las fuerzas alemanas en Greciay Creta, y el Canal de Suez habría quedado cerrado para la navega-ción br i tánica y al iada. La tarea de hacer retroceder a Rommel haciaLibia h¿bría s ido imposible y todo el Mediterráneo, con la excepciónde Malta, habr ia guedado en manos alemanas. De modo que el 8 dejunio, l levando con el los un e1érci to de fr¿nceses l ¡bres para echar salen la her ida, los al iados cruzaron a Sir ia desde Palest ina, Transjorda-nia e l rak. El mismo día, la Flota bombardeó Sir ia desde el mar y eldestructor Havock estuvo entre el los. Menciono esto ahora porque,más adelante, t iene una relación importante con esta histor ia.

Desde Chipre, los pi lotos de la escuadr i l la 815 se mantuvieronmuy ocupados at¿cando a barcos alemanes, i ta l ianos y de la Franciacle Vichy que trataban de l legar a Sir ia. Fue en esta etapa que el vuelode Macaulay se volv ió suic ida: no contento con informar que habiahundido a un barco de tantos mi les de toneladas, insist ía en ident i f icaral barco por su nombre. Para lograr lo tenia que volar alrededor de lapopa mientras el barco se hundÍa y leer el nombre y el puerto de re 'g istro a la luz de una lámpara de señales que él mismo operaba desdela cabina delantera.

Este imprudente acto de locura debía enfurecer al enemigo abordo del barco que se hundía tanto como aterror izaba al desdicha-do observador acurrucado en ef asiento t rasero del Str ingbag, y er i luna clara indicación de que Macauley había perdido una chaveta. Al-guien debió haber hecho algo al respecto, pero pocas semanas mástarde él p icó demasiado vert icalmente con su Swordf ish durante unataque y sus alas se desgarraron, y entonces ya fue demasiado tarde.

En retrospect iva, es evidente que a Macaulay deb¡eron obl igar-lo a permanecer en t ierra seís meses cuando por pr imera vez empezÓa comportarse de una manera extraña, pero es fáci l decir lo que hu-biera habido que hacer después de que ha pasado. lo peor. En todocaso, en la escuadr i l la nadie, n i s iquiera yo, se comportaba normal-mente, con la posíble excepción de Torrens-Spence, y hasta ese gran

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hombre era dado a retorcerse los cabellos entre sus dedos largos y ncr-v iosos por las noches, hasta que todos teníamos ganas de sal t¿r le err-c ima. Sin embargo, la muerte de Macaulav, y de su observador, e l sub-teniente Bai ley, no deberían ser olv idadas y no habrán s¡do en v¿no silos psiquiatras navales tomaran nota de las c i rcunst¿ncias c lue condu-je! 'on a el las. No creo que en 1941 nL¡estros psiquiatras estuvieran alíanto de que existen algun¿s personas { lue son incapaces de sufr i r uncolapso cuando la tensión 5e vuelve dernasrado grande pero que, enc¿mbro, :on ar¡astradas por un i i r tpulso interno i r . resist ib le a invi tar ai r n ' luerte aventurándose doncle ot fos no se atreven, hasta el puntoen clue la muerte t iene que ganar ' . Al pr¡mer s igno de desequi l ibr iom(ntai , esas person¿s debe¡ ian ser mantenidas bajo estrecha v¡g¡ lan-cia e impedidas de volar, antes c le que mate¡r a alguien de gran valor,r . .omo el subteniente (a) Ronald Ant i rony Bai ley, D.S.C., R.N.

Mi luqat.en la escuadr. i l la fue ocuoado por un barbado tenienteapel l rdado Cl i f f r - . ¡d, quren fue derr ibado después de que iorpedeó'-1. .o c l r - . los b¿rcoi de un convoy francés de Vichy que se dir igÍa a5ir ia. Cuanclo se lanzo ¿l rn¿r c lesde su Swordf ish, se encorr t ró nadan-i lo corr todr ' ¡s los sobreviv iente-s del barco al r ¡ue acababa de hundir ;y fue recogido por la i r ipulación de otro barco enemigo, el cual ,a su vez, fue totpedeado y hundido por los subtenientes Macaulayy Bai ley, pocos momentos después que Cl i f ford hubiera subido abordo. Por segunda vez, en menos cle una hora, se encontró en el aguaen compañia de los sobreviv ientes de dos barcos, a uno de los cualeshabi¿ hundido él mismo, y cuando fue rescatado por la t r ipulaciónde un tercero sólo le quedó rezar para que esta vez la escuadr i l la 815de., . r ra a f lote a ese tercer barco, porque tenja sobrados mot ivos parapensaI que era muy impopular para entonces entre sus captores de laFrancia de Vichy.

La secuela de este capítulo de acontecimientos fue igualmentelascin¿nte. Los f ranceses der \z ichy en Sir ia lo entregaron rápidamente,r los i ta l iano5 antes de rendirse a los al iados, porque sabjan que élsc¡ ia l iberado cuan¡. lo los al iados sal ieran vic ior iosos. Como se supon jar lue los f ranceses eran neutrales y noexist ía un estado de querra entreF rancia e Inqlaterra, esta acción fue totalmente contrar ia a la Conven-cicn 6l¿ Ginebr¿ sobre el t ratámrento de internados y, en Londres,, ' r Alrn¡r 'antazgo y el Foreiqn Of f ice exigieron su repatr iación. Los,t ¡ l r¿nos sólo aceptaron sobre la base de un carnbio y me ¡nteresór¡ber cuál er¿ ia " tasa de cambio" para un pi loto de Swordf ish conr.rrrgo de tenrente del Arma Aé¡e¿ de la Flota. Sin duda, los i ta l ianos{ rcyeron hacer u¡ l gran negocio, pero sospecho que el Almirantazgot onsrderó ei c¿mbio como muy razonable: ¡e l teniente Cl i f ford f ue' . rmbiado por dos mayores y un general i ta l ianol

Sir ia se r indió el 3 de junio, cuando la escuadr i l la Bl5 regresó,r l c lesierto para combat i r a Rommel. Durante esa prolongada campa-

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dial . Ti f fy y Al f ie ayudaron a la evacuación de más de 16.000 of ic ia-les y soldados, y cuando regresaron a Egipto en el ú l t imo barco quezarpó, Sutton debió ser internado unos días en un hospi ta l para repa-raciones en sus pies, que estaban como cascos de cabal lo. El habia gas-tado sus zapatos en las pr imeras cuarenta y ocho horas, escalandomontañas y descendiendo acant i lados de grani to, para mostrar elcamino a los soldados. Cuando cada barco part ía. los ocupantes lepedian que fuera con el los. Pero ni é l n i Ti f fy quis ieron marcharsehasta que se convencieron de que todos los hombres que podian serevacuados hab ían abandonado la is la.

Por sus esfuerzos en Creta, Sutton fue condecorado con unabarra para la Cruz de Servic ios Dist inguidos que habia ganado en Ta-rento, y en mi opinión, jamás condecoración alguna fue más me-recida.

Otra condecoración fue anunciada después de la Batal la deCreta y el lo elevó tremendamente el espír i tu de la escuadr i l la 815.Ti f fy Spence fue recompensado con una Cruz de Vuelo Dist inguidoque le conf¡r ió el gobierno gr iego como señal de reconocimiento atoda la escuadr i l la de Swordf ish. Nada hubiera podido complacernosmás.

Durante los doce días de lucha en Creta fueron hundidos trescruceros y cuatro destructores, pr incipalmente porque no ten ian de-fensas contra ataques aéreos. El pr imero de el los fue el H.M.S. Juno,el 2 l de mayo. El día 25 fue bombardeado el Formid¿ble. La not ic iademoró cierto t iempo en f i l t rarse hasta mí y cuando me enteré mesentí c ier tamente muy apenado, especialmente por el Juno. Pero hu-bo poco t iempo para lamentaciones porque, no b¡en regresé a Egip-to, e l a ln l i rante Boyd me envió a Malta para hacer el t rabajo másgrande que me había tocado hasta entonces, y durante la Batal lade Creta yo estaba arrojando bombas en esa cast igada is la.

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CAPITULO 23

N4ALTA

Unas noches después de volver a Egipto, regresé a Dekhel ia conKiggel l , Sprog Lea, lan Swayne y todos los demás después de una es-pléndida recorr ida de los salones de Alejandr ia. Eran alrededor de las

dos de la mañana y me sobresal té al ver un mensaje c lavado en elt¿blero de not ic ias con mi nombre en grandes letras rojas. El men'sa. je era muy claro: yo tenia que presentarme al ¿lmirante, personal-

mente. a las 9 de esa mañana.El saludo del a lmirante Boyd no hizo nada por mejorar m¡

re5aca.- iFel ic i taciones! -di . io, con su sonr¡sa un poqu¡to menos tor-

va que lo habi tual- . iUsted es nuestro pr imer voluntar io para ¡r aMalta !

Ante mi expresión de horror, é l d i jo: -Part i rá inmediatamente,no bien pueda recuperarse un poco.

Mientras yo permanecía en estupor, t ratando de recobrarme delchoque de su ¿f i rmación nada veraz -c ier tamente, yo no me habíaofrecido como voluntar io para nada y, en real idad, lo que todos es-táb¿mos esperando era que nos enviaran a casa para un poco de des-<.arrso -él se embarcó en una descr ipción de la s i tuaciÓn táct ica. Eldcsembarco de Rommel en El Aghei la el I de abr i l habfa s ido dema-' , iacjo exi toso. De alguna manera, él habia logrado p¿sar Malta con unav¿sta armada de barcos alemanes.

-No hubiera pod¡do desembarcar var ias div is iones Panzer. l r m¿das con grandes tanques sin previo conocimiento de los f ran-roses de Vichy. Sabemos que aviones, submarinos y lanchas torpe-rk ' r¿s alemanas están operando desde TrÍpol¡ y Túnez, de modo

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Este comentar¡o me desconcertó oorque todos los jóvenes que

estaban al l í sentaclos, o entcl Ipeciendo el c¿m¡no de o'r ros, eran pi lo-

tos y observadores.*-áEstos muchachos no son operacionales? --pregunté, y el te-

niente sacudió la cabeza y sonr ió conf idencialmente.- 'Salgamos al Pasi l lo --di jo.

Al l í , yo señalé hacia la otra habrtación' - iPor qué no se des-

parraman por al l i? -Preqr-rnté.- fso es soi¡mente para los al tos of ic ia les -di lo él- ' No se

nos oermite entrar ai l i a menos que rros l lamen.Pregunté cuántos al tos of ic ia les l rabía y él respondió que eran

tres: e i of ic ia l comaric lante, e l p i loto pr incipai y otro t ípo de tres

t i ras que era comandante <Je escuacir i i l ¡ . Parecía una distr ibución

muy in justa del espacio de ' . tna casa que todos tenían que cclmpait l r ,

pero me guardé rrr is opiniones para mí.Sal imos de la casa y no5 sen-

tamos en una pared baja que rodeaba el patro de la elr t rada pf i ¡ lc ipal '

E. l me cl i jo su nombre, que sonaba levemente germánico, y le hice

unas pocas prequntas acerca de la esr-uadr i l la. Sus respue:tas i ' le dejaron

estupefacto, y al pr incipio pensé que estaba tor ' rárrdo¡re el pelo '

-Es una escuadr i l la muy desusada -di jo él- r La ge nte t l ispara

contr¿ nosotros! Hacemos largos viajes a TrÍpol i y Sic i l ia paf¡ sem[¡r ' i l f

minas, iy el los nos hacen f uego! Flemos perdido l lnos cu¿i l tos avtonesy tr ipulaciones en los úl t imos utro o dos meses-

Esperó rni reacción, y sólo pude per lsar que por mi s i lencio

supuso que yo no le creia.-Es verd¿cl , se lo aseguro -r i i jo- . Es muy atemorizador, por

supuesto, y a rnuchos muchachos les han disoarado tar l to que ya

no pueden seguir volancJo. Todos esos of ic ia les que usiecl acaba de

ver están confrnados en trefra con espa5mo.- iQué demonios es eso? -Pregunté.-Oh.. . ya sabe.. . imposibi l idad de dormir , f a l ta de apctr to, rnal

carácter, temblores, fa l ta general de concelr t ración y co¡-r ' r ro i ' Creoque el estado es agravado por el a lcohol . La mayorÍa de los t tpt ls con

el espasmo son fuertes bebedores.--Usted dice que todos esos lóvenes de al l í adentro están impe-

didos de volar. ZQué hacen si no vuelan?-Todos t ienen trabajo que hacer, a veces. Cuando los pi lotos

operacionales aterr izan, el los se encargan del avión y los l levan a los

lugares de dispersión. Todos nuestros aparatos 5e gualdan el l hanga-

res a prueba cle botnbas, le jos del aeródromo. €s un largo camino para

recorrer antes de <lesayunar después de h¿ber estado volandc toda la

noche. cJe modo que los pi lotos operacionales están muy contentos de

entregar les sus avioneS.- iY por eso obt ienen paga de vuelo ? -pregunté- Mi compañero

pareció ofendido.

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- iOh. sí ! -d i jo- , Por supuesto. El los fueron enviacios acuía una misión de vuelo, y hasta que sean enviados a cualquier otraparte, t ienen derecho a el lo. iSe lo ganaron, sahe u$ted, ¡ntes de en_fermar de espasmo!

Lo dejé pasar, pero almacené la infsrmación como referencia.-¿Cuáles son los porcentajes de pi lotos que.ruelan y c le pi lo-

tos que no vuclan?-Mitad y mitact, aproximadarnente -di jo él-. por el rnomen"

to.-¿P¡ensa r.rsted que podrí.1 ernfreorar?-Bueno, todo el mur¡do termina con esp¡smo al f inal . - -ñ. le

m¡ró con expresión cle conocedor, como si prensar.r: , ,probablemcnteel s iguiente será usted".

-éQué efecto t iene la presencia de un montón de t ipcs queha adquir ido eso que usted l lama espasmo en los <len¡ás?

-Perdón.. . no ent iendo lo que usted quiere decir .-Bueno *di je- , s i yo fuera un p¡ loto operac¡onat y me encor l -

t r ¡ ra entre un montón de t ipos con espasmo v a quienes se ha pre"hibido volar, a mi también poclr ía pasarme lo misrno.

- iDespacio! -pr 'btestó él--. Aqr.rarcJe a haberexper iencia antes de decir cosas conro ésa.

Aspiré prof undamr:nte y t r¿té de controlar nl r¿umentando muy rápidanrente.

--Escuche --di je*, esta escuadri l la n¡da t iene cjo desusado.ZQué diablos cree usted que está t iaciendo el resto del Arma Aéreade la Flota? éJugando a los bolos? Calculo que, descle qt . re ernpezóesta cochina guer! .a, a mí me han disparado v¿r ias veces por geman¿, y¡o mismo a centenares c le otros, f_]ero nunca tropecé con nadie ouesufr iera de esa cosa que usted l lama espasmo. - . fv le puse c1e pie, e i r t rénuevamente en la casa v subí al prso al to para desempacar"

Espeié que e; rnensaje sería repet ido a otros y pense que unagran cant idad de jóvenes cabal lero: pronto comnrobarían q! ,e sus pa-gas de vuelo cesaban súbi tamente y que estaríar i en v ia je de re!¡resoa casa, en un barco muy lento c i i r ig ido al este. a t ravés <lel Ca¡ral c leSuez, s iguiendo una ruta evasiva por el At iánt íco.

Vendr ian choques peores. La escuadr i l ia g30 habfa empezadola existencia como una escuadr i l la de entrenamiento y su objet ivopr incipal había s ido inst¿lar un sent ido de discipl ina en personas co-mo yor que habíamos entr .ado en la Marina por una puerta t rasera. Nolmportaba 5i los p¡ lotos, y observadores, y anretral ladores y mecáni-cos de mantenimiento habían estado en pie qasi toda ia noche. teníanque formar para un desf i le carente de signi f icacro todas ras mañanas alas ocho, cuando la mayoría de el los hubiera deb¡do estar en sus. l í -teras- El subof ic ia l pr incipar presentaba sus grupos a ros comandantes,qu¡enes los inspeccionaban y, a su vez, se presentaban al of ic ia l

adqir i r ido c ie i . ta

f t i r ia, que estaba

201

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ccn' l ¡n{ lante,c lutén,cuar}dotehaL}¡anhechctodaslaspre' ;entaciones'aiüba i i¡ insptraclcrra o¡cen: "Ccnt¡núen con su trabaio"'

Al pr¡nci i i i t ) io encontré divert ido y traté de inr*ginar cuai

l .rabti¡ si t lo |a rgacciói l ge üurns v Brol. .¡n si les hr '¡ [¡ icranr<:s e|tc| ic, qu*

tenfari que foimar, en el üesierto, ' ) en Bircir¿m fr lewton' Pero pronto

se voiviá nruy irr i tanie, Traté con esfu€rzo cie recr:rdar ei ianseio de

Denis Ényd - 'rSea toi€t-¿nte'r ' - V dei prirr lente eapitón del l lex' q; '¡rén

n¡e h¿bía dir lro que ,.estas cosas t¡ender¡ a 4fr l .g|ñ19e..,e¡}¿¡* al f i r¡ai ' ' ;

y tocl i j el t ic¡npo, el docur¡ento dei alrnir¡nle ¡: ,e¡man;lcia t : in- lemcn-

te eri mi --eí letn. agtiarcl l i rr to el n"lÓmentci frsi{cló$;ct cle l¿ ver<J¿d'

Pe¡o cua¡rl i . ' r s ' ,-¡bí a un Sworcifrrtr r . le la e:tu¿dri l !a y' ' '+niprobé que

r ' l ¡ngl l r iüCelolpin* l*¡dqinSttume:¡ t*shaLl ía: i r lcr : i5¡üui€rdsac¡üor:e 9u e.:f1rl ' , ; : l ; l ¡s, l^ñi j 5ei l i : i f i l*¡. fsrr¡r:nt* tent¿d* a ttrc ' ! t¡¡r i i ; ¡nrr¡*f l le-

tr lnlgtr le- :r !"t {ai l t i : ¡ i .} . F¡{r3r. lnid ¿i rr i ic i¡ l üoti¡ar 'dat ' l te por i l !Je 5srgt ' j lsn

vrl iar¡r. !r¡ có:i ¡n5lru{nento: jr lat lecr¡adc5 ¿tiando ios paneles e:tab¡i- l

- : i l í , e¡t 5r. i$ ci: i 'Jn'35, aguül{ i3ndo a q[¡e i{)5 { i5; ' í61"! ' i ¡ r 'spl i io que la

es¿i¡arir i i ! ¡ L;r¡ oÍ lü! '¿ciona! y que no l¡ ' lbia onoriu'r ir t¡cJ í le f tort i¡ ! ' l05'

- l - lahría que ¡Je-' . i ¡r en t ierr¿' ¿r t*cla l¡ eScuaelrr l i ¡ p*r r¡na 5cni¡-

n¡ "r l i is--. Aclgnrás, n¡r- lg! ' !r1$ r ie los pl la"r 'rg ha'¡cl ;¿l: ' c 'rr¡ e¡ gr 'rcr

nanci V t{)düs r lnceS¡tar ían l lguria e$peiir de ct lr lo d* in5t¡ 'r ' :c<"tot l '

i :on torlc ü! t , icÍ.o que purie, Senij íé qLre !os F¿ni ' le5 hJc¡t i l t i lLre

yfr:¿r t i l r , i :3 lr¡ , j . ' f ic i i , nt¡ rnás cif ic¡1. cuan¡-!o f i ie i j r lersn a¡ü€f | ' :1*

¡r-,et i€r i *rr nt iS f¡ropios ¡5untos' no purJe dei¡r de col¡- lentar que ¡ loi-

str05 hairí¡m,¡s l levado !. : t paneles a t ierra desde el l l lustr iou¡, l t¡c¡¿

ochi: l ¡ 'eses, eor¡ ¡ iesgo para not$trol y p¿r;t el barco, y que todos

hat} ía| f ios. : reídnque|oshah,af . icolocadoinlr¡eciatanlenteenlo5aviü"np5. f ict 'o l- i l i , :omeil tart(-r no c¡u5Ó ningur¡a rt l lpiesion' fuera de cr¡n-

f i f inal 5u aF¡ ln i tn de que 1'* cra {-¡r1 j r }verr r r ruy p*r f iar le al que habi0

:ruf prnor e[ ' i vereda. r juizá : 'o io er¿, É]{ jro fue evir je¡ i ie l¡Jr¿ rYl l

¡1,,e trrdns el lL,: habi¡ i l vi ; l ¡do ¡*¡ 'n¿5' iario r leSd€ el rn¡sr4ü icroctrcmo

y un ,rr, nt isrno amL¡iente ¿temo¡j¡¡do¡' dt ' l :a¡rtE dem¡¡iaclo t lenlpo' y

i .¡ue net*sltahün iJr{ lcnlenlei l te un desc¿nga' Po¡ lo n¡enos' nosr¡tros'

en i¿ o- 'scuadr, l ja ¿¡15, h¡bia! 'ncrs cambiadc conl i t ruanrsñt¿ de escena'

r ioyh¡ l ¡ fa,rrostrastadadont¡est i ¡ i : ¡ lecasi tan¡;r¡c¡ ludocom{)f io 'i ,¡r :¡niáb¡¡ncs lo: oantalor¡e: ' !o cl:ai nos dar-)a r ' ;¡r lef l¡r¡ '

fn i i : Í1;e, i 5e f roduj*rsr l . ln3 c*r i t ¡d¿rcl ce incidentes' ;ue hic ie-

lon i r tevi t ¡ i ¡ !e un& a{:{ ión decir iu¿- Pr imeramer¡te, c l p i loto pr incipal

* dcsrr,ayó er¡ ia antec;jrnara *antes de que atlr iera el bar* ' y tüvo

q!. je 5er l levaclo Ll l I una c¿rni l l¿, echando 95pu¡' i1ó por ia bcc' l ' En rea-

l :deel, nurica se recooiÓ y unos ¡ño5 má5 tarde se 5uicidó" l ln segurtdo

lugar, el que le seguía en arl t igúedad estal ló en lágnrnas en l¿ pr¡vac¡-

d¿d de mi cabtña y co* iesó que no podÍa cont inu¿r; y te lcero' e l of¡-

c¡al ccr l - raüdañte d¿b¿ cl&ras senüles de que tünía que ser conf inado

e¡r t isrr¿. rnn prcrhibic ión de volar, a l t rat¡r de guiartrst en un ( :ur5o

irrverso al sur, cu¡nco nuestrc blanco se hal laba ¿l norte de lvlalta'

?o2

Era una noche os{:ur¿, s in luna, y ru avión era ei únice que teniabengala$. Ar l i r¿r rerrurr¿ié a mis intentos de atraer su at¿ncrén e hiceclar media vuelt¿ ¿ l¿ escua,Jri l la. Sin bengalas no pudinir. ;s enccntrarel barco al que tenfanrog qüé atacar, y después de hnber vc¡iado variasveces 5ol¡re el blanco, sin sabe'que estaba al l í , un furioro vicerr:aris.cal del aire rompió el si lencio inalámbrico y nos hizo regresar.

cu¿ndo áterr¡zarnes, er of i¿iar comandante seguÍa vorando en l¿dirección equivocada. presu¡nibremente, re habia dicho ui p¡rot" quupusiera proa al 5ur y en seguida se habfa dormiclo en el asiento porte,r ior ' El pobre t ipc' estaba absotutame¡rte exhausto. H¡ce ro posiotcpor expl icar por teféfono ar fur íoso vicemarisc¿r der ¿ire cuando élexigió saber qué estaha sr.rcecl iendo; inrnediatamente .¡e mo;tré com,prensivo y nre dio orden de arreglar con el servicio médico para queuna ambulancia esperara y recogiera al of icial co¡¡.:andante en el rno-mento que su avión regresara. Nunc¡ vo¡vím*5 a rrerl{ .J y. lL1 me $snt.¡profundamente al iv iado, por su bien ¡ ts i crmo por el nue:tro, y pot.-que ahora 4l podría recc¡brar su s¡lud.

l- .{ay un l ín: i te I la tensión que pr.;ede exigirse qur: sopurtr cual-quiera' Desde i lar Far elros h¿bí¡n vorado conira el rnenrigc casí to.das las noches dur¿nte c¡si r i íez meses. t-rabían srdo bombarctea,Jos i*-dos los días cuarrdo estüban en t ierra y, comis resuit¡dot de un tr¡t¡rde más de veinie swc¡rdf i lh, nunca habian pcdido'euni i nr is r . re nr:evcaparatos en condic iones en una io la ocasión" I \o se podía e{:r inr la cr¡ l -pa a nacj ie. La ¡nayoria de el los había l legacin a ese punto extref i¡ocle elast icrrJad n' leses anres c{e mi üegada, y estaban haciendo io posi"ble por oc:¡.¡ i tar ese hechú.

. El hechs de que ei r¡f iciat cornarrJante Iu¿r¡ un cbservarior y noun pi loto era irr. i f ; ictor agr¿vanie. Una escL¡"rdri l l¿ de ¡vi¡clores r lebeser conduc¡da al ataqr:e por sr : q l f ic ia l coniano.ant€, { iu ien, como el los,debe. ser un aviacior profesiona!. no s implernente un n¿veq¡nie. Sínt¡estro of jc ia l comandante hubiera s lc jo un hornbre r .a l i i i r ¡do tn losaipectos técnicos de ia aviacion, no h¡br j¿ p€:fm¡t i ( lo qüe esos pan€-les. de ínstrun¡Énto5 perrrran€cierán en su5 caj i js de m¡cera i lur¡nteocho me'es; ros paneres habrfan ¡ id¿: coroc¿do5 ! i- ] fnf, ;rat¡m*ri te rrerecibir los, y rnuchas v¡das no se h*bieran perdi f lc . En su rnente cani . r .daa, cargaca co^ una responsabi i i r i *d para la cu¿r él no esiab¡ entre-nacf o, los desf i ies rn¡t inales er¿n una form¡ de ¡utoengat io: m¡entrastodos pudier¿n torrna¡ e¡ 'r f i r¿s prori jas, hacer un rrreve desfire y saru-darlo mii i tarmente, tr¡rJo estat¡a l¡ ien en un mundo de ütrr) !"nodo en-loquecido.

Al dia siguierrte f iegó r.rrr transpclrte para f ievarse a tcidos ros"rnercante' der espasmo" a un campü de r iercanss. É! obserrr¿cier pri¡r-cipal. porgure no estaba entre el los, protestó.

-Usted no puede h¿cer esto -rne di jo queoamente cu¿ndo to-dos estaban fornradqrs y l istos para marcharse.

203

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ña del desierto, re su1:o ( lue un qrrrpo de Swordf ish tontÓ eqLtivoca-damente a unos tanqr-res br i tánico: ; Dñr tü i lques alern¿nes y los atacócon sus bornbas especiales an, l r ! .anqt. ies. En esa época había en el de-sierto varias escuadri l las de Srvordfislr y no ter"rgo icie¿ de r.udles pi-

lotos con¡t: i ierr-.¡¡r el *:rtr¡r, peri-r dudo quer hayatr sir jo d¿ ia f t l5. Si iofueron, s in c iurJ.r f i f f ¡ - Spencr {ü"5.0. , D.S-C., A"F.C. } ' ( r r rz c i r : Vue-lo Dist i i r l ¡u ido gr iega) presentó st t : t l tscr"r lp; t9 y expl ic i r que esas equivc-caciones pueden ocurr¡r aun en las rn ' : jotr :s escuadr i l l ¡s ¿otno la Bi l - : .En rni opiniórr , tue la mejor r ie tod¿¡ las esci l¿dr i l i¿s, y Ti l fv el rnejorde todos los l íderes.

El car¡ i tán <jei l -1.M.S. l lex t l r ¡ un cornand¿rt t+: r t i l t ¡ r a l to, con ce-jas t r i rsutas y mucho cabel lo qr i : , En nuestr¡ I r ¡ i rnera not lhe ' t l e lmar, en la pr ivacidad de st¡ r : ¡k l i l ra debajc l t fe i l prrc i : fe, t t rc ¡ ; rcgunlóqué iba yo a hacei er l Malta y le dt le que iba a [ . ¡ r t i rme.t l¿] esci l ¡ (J l l l lade Swordf ish con base en Hal f '¿r .

-Decluje, en la of ic in¡ del ¡efe rJr : escu¿dr¿, r : l l re uster<l v¿ ¿ haceralgcr especial . i .Está ar-r tor izado a i lccírrnelo?

t-a forma rr iás senci l l¿ de resportc lc i - a 5{¡ preq{ l r t l¿ 1u¿ dJr le elc locumento pafa que lo leyera. L: l se sentó err : r ¡ i i l lón y l r . l leyó mrryatentanrente. Después ol¿ó la v ist¡ y c l i io:

* iEs todo un informe! No r : reo que usteci debiera l lcvar lo en-cima mientras esté a t rordo. iDesearía que yo lo qrtarde tn rnicaja c lesegur id¿d, l rasta que usted baje a t ie i ' ra en Kal¿frana?

-5e lo agradecería mucfto, señor -di¡e-- . i f \4r r ¡ t ienra en el i ro l -s i t lo! - -El parecia ser un muv buorr t ipr6 y c iecidi contar le de mis te 'mores persc,nales acerc¿ del docurnento-- .Serr ia rnuy senci l lo s i yofuera a asr¡mir e l nrandr: , o por lo menos rne desigrraratr p i loto pr i t rc i 'pal -d i je- , pero al l í h¡V dos terr ientes rnás ar i t iguos qt¡ i - " yo, por r lomerrcionar al of ic ia l comandante, QLe es. ten¡entc-com:lnd¿rt . l t t+. Sitengo qrre mostrar ese papel a cualquiera de cl l r :s, es probable r : ¡ t te seofendan y entonces habrá un incidenle er i t re el corn¿¡rc iante de r . :sct ta-dra de Malta y el a lmirante Bovcl . [ :s una si tuación oara preo,rDatse

mucho, desde rni punto de v¡sta.*Si yo f r ¡era usteci -d i io Él*" , c i . ¡ando baje a f . icrra lo Í t iürc lar ia

en el bots i l lo el rnayor t iempo posi l ¡ le. Cluizá n,r tenga necesidarJ demostrar lo ¿ naci ie. Estas cosas t ienen tendenci¡ a ¡rreqiarse 5ota5.

Un cho{er nral tés nre recoqi( i en l ¡ .a iafran¡ y me l lev* col i ¡ la ¿r i i -ba durante un aiac.¡ue aéreo. iJespués tonlo la: r je Vi l ladiego. Me habíacJejado en t '1.11 F¡r House, que est¡ba v. l4í4, ] , t i . tvr : que s; i i r para veradónde estaban ocul tos todos. Finalrnente ertcorr t ré a un contandar l tede ala apovado cont¡a la entrada de un r .efugic l ant i¿éreo y me pre'senté. Et estaba observu¡66 las fascinantes estelas de vapor qt . le de-

198

jaban ias aviones que estaban l ib¡¡n ' lo una encarn! :acja batal la ¡érea:oi ; re ni¡estras c¿b¿z¿s. Err la c lar¿ exter is ión {¡e c ie lo azul . las blancasbr.rr ir i lJ¿s t la¿ab¿¡r los caprichasos ¡r icvirnientos de amrgo y errernigo,pero a una aÍ tura tdn grarr<le que los aviorres er¿n i ¡ rv is ib les. F- l coman-dante de ala me di j t ¡ que él era ei comandante del apostadero. Mien-' l ras nos estrechébarnos la r¡ lanc, su agrac.latr le {ara pecosa co(1 enori l1€5l i igoies :e arr 'ugó en una sonr isa, pero él s iq¡uió rnira¡do nacia arr i -t : ¡ . a la bat¿l l¿ que se desarrol l¿ba ar ientras t lablál¡¿m¡:rs. Me di jo queras¡ todo!, en f la¡ Far, est¿r i¿n b¡Jo l ie l r : ¡ ha¡ta qire se c l iera la señal' . te term¡¡r¿do el ataque arreo.

-Perdenros n:t¡cl :o trem¡:s r. ' ln ert05 refuqios --cl i jo ' .- pero yoiengo que dar un trr ren ejernplg, ¡ ¡ r . 'adie querr . i acercarse al cochinoü5tJ nto.

Me acompañó a una recofr id¿t de i¿ b¡gp y ¿ las tnstalacionesdcnrdst icas. Todos !os of ic i ¡ les r iavaies vrvían en la aue había s idofesicJencia c le l of ic i ¡ l comand¿nte. polque el a io jamiento de r¡ f rc ia leshabía: ; ;c l r bornharr iuado var¡as vece! y ahora era ui t montón de es-, 'omi l rn.r . Con cl aul l¿rr te son¡ci(¡ de l¿ 5s¡ i¿¡ de terrn¡n¿c¡ón del ata-! j r i . - : aereo. ¡ne ¿conrpaf ió nuevamer¡te a Flal Far I louse. Mierr t ¡as ca-,¡r ' r rátJan¡os ie hice var i ( rs preguntas, y cu. tndo lo interrogi . ré sobre lai i r ; . -1 '¿l dc lñ e. :cr¡adr i l l¿ de Sv, 'crc l f is f r , ¡ :areció incónrodo,

--^fer:Jrá que juzg¡r lo r¡stecl rnrsmo *-di jo-. l -1arr ¡rasado mo-I t lent ! )S mr.¡ ' , . dUl 'cs. LaS tr ipulacioi tes están desCanSando. EstuvierOrr,r .J lanclo ca5i tod¿ la nocl te y no lDs des¡:er lamos por un ataque menorl inc pt : ¡ ¡ l lgo rnás;ubstanoal Ptro espero que adentro encuentre av¡r ios holgazanes juqanr lo a las c l r tas, ahora c l r - ie el ataquc ha termi-n ¿üo"

i¡r - r t ¡ -é a! edi l i r - ro l lara aver iguar r¡ué ente ndia él por t ro lgazanes.l - : :5 ¡contr : r : . i rn ier t tos que srquieron f uert¡n surnanrente revelado-

' : ' ; . ' i 'o t lo espcrag¿ deSCubrr tan pronto un¿ de laS cauSas pr inci¡raleS,,J 1c,J i - ' rú i ) lérnas de la cscu¿dri l la, pero en med¡a hord me vi f rente a, .u i r : : y ' i : Í1:c i . r en una forma abruntadora. Err la planta baia i l ¡ l r ía doSlnia! l l r l )c ip. t les. una a cada lado de un pasi l lo que daba a la entrada¡; ; r rcrpal . Una estaba vacía p! : ro la otra era una masa sól ida de hunra-r : i rJ¿cl , reunrda en ruidosa confus¡ón. Era imposible caminar en esan¡bi tació¡r l in pedir a alguien que sal iera del camino, o s in pisar lastr iernas est i r i rdas de alguien, y permanecí en el vano de la pr.rerta es-r :u ih¿ndo el barul lo, preguntándome por qué todos 5e quedaban enr;na hat¡ i tación en vez de distr ibuirse entre ésa y la otra. Un tenientet)asó sobre var ios pares de pie|nas y se presentó como el observadori , r incip¿1. Tuvo que h¿!r lar muy al to para hacerse oír .

' -Eso no signi{ ica mL¡cho -di jo*- porque el of ic ia l comanciante

' \ ur) o l lseru¿dc¡r ; pero yo hago todo el t rabajo de burro.Comenté que el lugar parecía bastante atestado, y el gr i ió:

r i :spcre a ver lo cuando se lev¡nten las t r ípulaciones operacionales!

199

Page 100: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

mayor, pero como éste era un puesto donde no te¡rdría que volar,

p¡Oió a Lloyd que le permit iera cluedarse en Malta, pat 'a volar con la

escuadr i l la de reconocimiento de Glenn Mart in, i¿ cuando l legué, él

se encontraba bien establecido como su cf ic ia l comarrdante' Fue un

gran placer escuchar otra vez 5u acento austr¿l iano y encontrar su

iostro atezado mirándome por encima del borde de una copa' Cinco

meses después fue muerto err el desierto l ibio.

Los tres cen¿ibamos juntos en La Valleta cada vez que pc¡dia-

mos, y durante una de esas joviales comidas George Burges di jo que

había volado en defensa del l l lustr ious en enefo de ese año, cuando

el barco entrara averiado en el Grand l{arbour'

- iCuántos Fulmars del barco lograron sobreviv i r a la batal l¿ en

elmar?-pregunt i - .Aquel lamañana,habÍaabordosólocincoavto-nes cazas en condiciones de volar '

-Tres -di jo él- y dos de el los fueron derribados sobre Malta

durante los ataques al barco cuando éste estaba amarraclo'

- iCuántos cazas con base en t ierra hal¡ ía al l í ' entonces?*Cinco Hurricanes -f ub la sorprenclente respuesta' El hab ía

pi loteaclo at "Fai th", e l ú l t imo Gladiator que quedaba de aquel t r ío

inmortal , para ayudar a defender al barco-Yo le conté acerca del pi loto austríaco de Stuka que fue derriba-

do sobre Atenas, y e| comentó |o sorprendido que 5e hubiera sentido

si hubiese sabido que las cuant iosas pérdidas que el austr íaco admit ie '

ra que habÍan sufr ic lo los pi lotos ce stuka fueron inf l iq idas apenas

por un pr.rñado de Pi lotos.El 3 de abrit de ese at lo, una docena de Hurricanes había sid<r

traída al Mediterráneo en el Ark Royal y escoltada hasta Malta por

los skuas del barco, los cuales eran biplazas y l levaban un observador.

l-{abia tefm¡nado en tragedia para los skuas. El vuelo de regreso hu-

biera est i rado al máximo su radio de acción, aún en condicaones

de tíernpo norrnales, pero nacl ie había cont¿do con el siroco que 50"

pló durante el vuelo de rsg¡s56, y en ese violento viento de frente to-

dos se quedaron sin co¡nbustible y se perdieron. Una tr ipulación f lo-

tó en su balsa de caucho hast¿ las costas de Argel ia, dr¡nde fueron

tomados prigioneros por los franceses de Vichy.

En mayo de 1941, el g igu¡ente envío de Ht¡rr icanes aterr izó

en Hal Far, poco después de que yo me uniera a l¿ escuadr i l la 830'

Ve¡nt i t rés de el los fueron trai<los al Mediterráneo a bordo del H'M'5"

victorious. Durante su travesia, el barco se uniÓ al ataque al Bismarck,

y con t iempo muy inclemente, uno de sus pi lotos de Swordf ish to-

gró hacer el impacto en el mecanismo del t imón del Bismarck que po'

s ib i t i tó a tos grandescañones de la Flota acefcarse y hundir lo. cuando

ta escuadri l la de swordfish aterr izó otra vez. la cubierta de vuelo ciel

barco subÍa y ba.iaba dieciocho metros cada treinta segundos, pero

sólo un Swordf ish resultó d¿ñado: su rueda de cola cediÓ'

206

Los 23 Hurricanes aterr izaron todos en Hal Far y pudieron dar-nos in-formes de primera mano sobre las etap¿s f¡nales de la batal la.En esa época, Malta era el único pedazo de terr¡torio en el Me-diterráneo que aún seguía pintado de ró.¡o en et r¡¿p¿, indicando que5e encontraba en manos bri tánicas. con ra excepción de Gibrartar enun extremo, y Arejandría y Er cairo en er otrq, todas ras masas conti-nentales estaban coloreadas de negro, indicando ocupación y controlaremán' cuando estudié er mapa i" 'pur.J "n

er cuarter Generar de!ueJ1a.de L¿ Vaileta, no habÍa ninguna duda de gue la isla era ta l lavede Afr ica y de todo el teatro a. op"rui iones oet Mediterráneo. Unapegueña mota roia en el medio del mar, rodeada po,,orn¡r io;; ; ,daba una imagen tétr¡ca y todos nos

'r"nf iu-o, bastante aisrados.25 de mayo, et H.M.S. Formidable fue atcanzado p" i n"*.bas frente a Creta, y después de un¿s poi ir-ru_unus en Dekheita, pa-ra reequ¡parse, media docena de pirotos y observadores der Formida-ble fueron enviados a la escuadri l la S3O. U* a. el los era un enérgi-co teniente pi loto que media sólo c iento c incuenta cent imetros deal tura, l lam¿do George Myles Thomas Osborn. Era una torre cJe ener-gía, y tregó a t¡empo para ayudarme a ajustar ra escuadr¡i la y consegu¡r5u reorganización. Juntos supervisamos ra in' taración r je ros nuevospaneles de instrumentos, cancelamos todas las form¿.: iones y desfi-les, d¡spusimos de la antecámara de of ic ia les super iores y arreglamostransporte diar io para que todas las t r ipulacrones gue volaban cadanoche pudieran ir por las tardes a la rocosa bahÍa de Xalafrana, ¿ ¡noe que durmieran un poco tendidos al sol sobre tas rocas después denadar, en vez de hacinados en los refugios antiaéreos. La sugerenciame f ue hecha por un espléndido subof icíal pr incipat, quien seiraló quela al ta ¡nc¡cjencia de neurosis de ansiedad áru.uuruou por ta fa l t . r c lesueño.

-Nosotros tenemos trabajo que hacer durante ras tardes, señor,cuando lo permiten los .bombardeos, pero podemos dormir toda lanoche. Ustedes no pueden ayudarnos, ¿po, qué, entoncer, n;

";todos.a dormir bajo ei sot? Ustedes haien s.¡ t rabajo durante la nochey en algún momento t ienen que dorm¡r.Al terminar cada tarde regresábamos descansados y frescos,l istos para volar de noche, y nor-an.ontr¿Oumos con que tos mecá-nicos habian hecho maravi l las durante esas horas, reparantJo dañoscausados por las bombas y atendiendo los motores. Durante los ata-ques, el los tenian que buscar refugio y los aviones estaban t; ; ; ; ;los hangares a prueba de b-o¡.nbas, de modo que nuestra ausencia nohacia ninguna diferencia. Si nosotros noi-hlrO¡"ru,r,os acostado. ennue¡tras camas. en Hal Far. no habríamos pod¡do dormir mucho de-bido a que tos tres aeródromos, Lusu, fakuj i f nat rar, eran los blan-cos eteg¡dos prácticamente todas las tardes.

Casi antes de percatarme del cambio me encontré conduciendo

i

{Ii

I

207

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II1Ii

una escuadr i l la en la que no podía. hal lar d-efectos' Y extrañamente'

la proporción de aviones en condic iones mejoraba día a día ' Para

f ines de junio podiamos reunir doce avione5 cada noche' y para ju l io

pudimos hundirun p 'ot"J¡o mensual de 50'000 toneladas de barcos

i . no. ." f , y garant izábamos un 75 por c iento de impactos'

En ju l io, cuando nos convert imos en la pr imera escuadr i l la equt-

pada con radar, nuestru"tu '"u tu s impl i f icó ' El mismo se l lamaba radar

Ant i .surface-vessels t .oniru nuuios de superf ic ie) , abreviado A' : '

v '

y nos permit ió ver a tos üu"o'enemigos aún en las noches sin luna'

CuandoIosalemanesei taI ianossepercatarondequeér¿moscapaces'J" l isr" . forma mrlagrosa, de ver los en la oscur idad' a l pr incrpro pa'

recieron suponer que el lo tenía algo que ver con la estela d: t ' :^?t ] : : :

v lu ."r ruOu . formación en convoy que adoptaban' Cuando nos olan

acercarnos, abrían 5u f ormación tanto como pod Ían y deten Ían' sus

máquinas. Esto resul taba muy conveniente pues nos permit ía t i rat '

s in tener que calcular la desviación y entonces era cuest ión de esco'

de un crucero br i tánico por un avión to,rpedero; nadieles cree. Esta mañana, Mussol in i se mostró depr imido eindignado. Indud¿blemente, esto tendrá profunda reper-cusión en l ta l ia, Alemania, y sobre todo L¡bia ' , .

La presencia de dos acorazados br i tánicos en Malta probable-mente fue también un producto de la imaginación i ta l iana, porque elalmirante cunningham había abandonado el Grand Harbour de Maltacomo fondeadero para nuestros acorazados mayores ya desde que ell l lustr ious fuera obl igado a buscar refugio ai l i en enero y recibieratan duro cast¡go. Pero pudo haber sucedido. yo no estaba en Martaen esa fecha porque el l7 de sept iembre fui tomado pr is ionero.

Los acontecimientos que condujeron a esto empezaron en agos-to, cuando un buque tanque encal ló f rente a Trípol i . Como el barcoera un blanco tentador, e l v icemariscal c le l a i re l lamó sugir iendo queyo lo torpedeara, s i podÍa l legar al l í antes de que lo ref lotaran. Comoprecaución, fu i acompañado por el teniente Robert Edgar Bibby, dela Rese¡va Voluntar ia de la Marina Real, quien ¡ba cargado con bom_bas por s i yo fa l laba. Cuando l legamos a Tr ipol i , e l buque tanquehabía s ido ref lotado y estaba rodeado de redes ant i torpedos. de modoque Bibby tuvo que hundirro con sus bombas. Mientras yo estabacontemplando esto me disparó un destructor, también ancrado a la luzde l¿ luna y s in redes ant i torpedos. Asi fue como esa noche dosSwordf ish dieron cuenta de dos barcos, lo cual resul tó sumamentesat isfactor io.

Después pregunté al v icemariscal del a i re cómo hacia oaraconocer s¡empre estos movimientos de la navegación enem¡ga, contanta rapidez y exact i tud, pero no quiso decírmelo. El 28 de agostodescubr i r ía la respuesta por el modo di f ic i l , convir t iéndome en elhombre para las tareas probremát icas der v icemar¡scar der aire. Elme l lanró para decirme que habÍa enviado un automóvi lpor mí y quedeb ía presentarme en su of ic ina.

Me hal laba a punto de ingresar ar reino de ras aventuras de capay espada, y desde entonces mi v ida nunca volv ió a ser la misma. FLeun gran error de miparte, en c ierto modo, pero un hombre para tareasproblemát icas t iene poco para elegir cuando lo envÍan a un trabajo omisión, no importa lo que sea.

ger los en la pantal la de radar ' uno por uno'

En agosto t runa¡mos 1OO'O0O toneladas' Para ser exactos' e l

ú l t imo de los barcos hundidos fue enviado a pique diez minutos des-

pués de la medianoche del 31 de agosto' y por lo tanto correspondia

a la cuenta de sept iembr-e; pero a medida que fue pasando ese mes'

hubo cada vez menos;t ; ; ; t a los cuales atacar ' l : : "1,1: :" ' l l l ]9^ó

bastante, porque Rommel debería estar muy necesi tado de aprovls lo-

namientos después ou toJo' los hundimientos de los dos meses ante-

r iores. La razón se me aclaró después de la guerra ' cuando el conde

Ciano publ ícó su famoso diar io ' El 9 de noviembre de 194 I ' escr ib ió

la entrada siguiente:

"Desde el i9 de sept iembre hemos .renunciado a

hacer l legar los convoyes a Libia; cada intento ha s¡do

;;; ' . ; ; i ; t" v las perdidas sufr idas o:. ' - : : t t t 'u marina

mercante han alcanzado tales proporciones como para

desalgntar futuros exper imentos' Anoche lo intentamos

nuevamente; L ib ia necesi ta mater ia les ' armas' combust¡-

nLr, "n

cant idades mayores cada dia ' Y zarpó un convoy

de siete barcos, acompañado de dos cruceros de diez to-

neladaS y diez destructores, porque se sabía q.ue en Malta

i" t 'ü i i t¿"¡ .os tenían dos acorazados dest inados a actuar

como lobos entre las ovejas' Se produjo un encuentro '

cuyos resul tados son inexpt icabtes' Todos' q.uiero decir

toáos, nr"stros barcos fueron hunidos' además de uno o

qJtJ ' o. t o t res destructores' Los br i tánicos retornaron

a sus puertos despues de habernos masacrado' Natural-

mente, hoy nuestros varios cuarteles generales están pre-

; ; ; ; ; i " iú nani tuat , inevi table e imasinar io hundimiento

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j

CAPITULO 25

VUELO A LA LIBERTAD

del norte, o rncr¡rán.Suena rnetodramát ico, pero me temo que es c ier-to. El ios han estado haciendo cierto trabajo part icularmente val iosopero se han hecho sospechosos y ahor¡ los están vig¡l¿ndo, y hay po-cas esperanzas de que puedan escapar sin ayuda exterior. Eso es loque nosotros vamos a suministr-ar.

"Ant¡che estuvimos err contacto por radio con el los y volverána comuntcarse con nosotros está tarde a l . ls seis, por últ ima vez. Des_pués, tendrán gue enterr¿r sus t ransmisores. Esta noche tomarán untren de Argel a T'pol i . Cu¿ndo et t ren l iegu;: a l l í , ser; in recibidos porun piquete armado y los fusí larán"

"Natural¡¡ente, ei¡Ét5 no t ienen inlención Ce r¡r.¡edarse en el t i er" lAnoche, en 5u cornunic¿ción, esbozaron un pian {¡1¡e e5 bñitanlr: far,-t ib le"-

Me of reció un cigarr i l lo e insertó uno er) su boclui l l . ¡ ,*M¿ñana, a tas cuatro de la nrari¡na, su tren l leg.: a * ir t¡ . ._;*t¡rre

l la.rnádo Inf idavi l !*, en la c<¡sta tunecina del Golfo cle t- lanrl : .an:*i .Enf idavi l le se e¡rcupntra a sólo cuatro mi l las t ¡erra adentro v iu esta-ción ferroviar i¿ está sobre i¿ c¿rretera pr incipal desde Túne¿. del i ¡docrpuesto al mar, 'y 'contiqua A un üÍan carnp,f, que ¡.:5tá Ci* este tadO *-dellado del mar- ' dei c.rf i l inó. Es un cam¡ro lo suficienteniente granciepara un avión y el los nos han pecl ido que tengamos uno ¿l t í , l is to para{tespegar cuando l legire el tren. Parecen següros de poder escapar deesa pequeña €stac¡ón en la oscurídad, a esa hora de la mañana; pero to-da ia operación tendrá que ser planeada con gran precisión y el crono-metraje deberá ser perfecto, corno usted se puede inraginar. puedenp€rsegutr los, y qui*ren que el pi loto estd agtrardando con la mano enel aceleraclor y de cara ar v iento, a f in de poder sartar al avión y des-pegar antes de que los perseguidores puedan alcanzarles.

" lJle gustaría que usted hiciera este viaje, si es pos¡ble, pero s¡no, probablenrente pcdré €ncoñtrar a ctro".

--Grac¡as por el cumpl¡d.r, señor -rJi je-, Zpero qué podría im_pedir que yo lo haga? Quiaro decir, usted h¿ tomado su r lecisión iver"dad? El Sworclf ish seria un avión i<Jeai para este trpo de aventura.

*Así lo desearía yo *r1i jo. pensativo-. Desafortunadamente,estd demasiado le i r :s par¿ un Swordf ish. De Fnf idavi l le a Malta haydoscientas mil las.

-Trípol i está ¿ ciento nuventa, señor, y noiotros vamos y vol-vemos de al l í a menudo.

--Sí, pero según 5u Fropía af irmación, y la cie algunos otrospi lotos r le Swordfish, después de sus excursiones a Trípol i han regre.saclo con sus indicadores de combustible señalando un tanque vaclo,y este viaje incluye volar l ierra adentro, enccntrar un campo en la os-cur¡dad, aterr izar, quizá esperar con el motor encendido, volver adespegar, y demá:. -Sacudió la cabeza dubitat ivo-. Usted no hatenido t iempo de estudiar el problema, pero yo lre pasado casi toda

Cuando me h¡cieron entrar en la of íc ina del v icemariscal del

a¡re, é iestaba de pie junto a un francés civ i tde cabel lo oscuro y muy

corto. Se lo veía muy cansado y tenso' como si l levara mucho t iem'

po sin dorm¡r, y cuand; le fu i presentado me miró con oios br i l lan-

tes, ardientes, tun n"g,oi.orno tL cabello' Después de estrecharnos las

manoS SOpOrté su emoarazosa mirada escrutadora por unos momentos

hasta que, con Sorpresa de mi parte, el francés tomÓ mi mano y la es-

treir ,O'po, segunda vez,en forma muy emocional ' Sus ojos se l lenaron

JJ l j ; . ; ; . t y- sat¡ó rápidamente de ia habitación' como para sobre-

ponerse.-áDe qué se trata todo eso' señor? -pregunté-

El v icealmirante me hizo con su boqui l la una señal para queocu'

para un si l lón.-Usted me preguntó cómo supe acerca de aquel buque t:1q.1"

encal lado tan pronto después de que hubiera-sucedido' Bueno' esa tn-

ioÁacion, y ioOa la información que ha hecho posible que su escu.a'

dr i l la hundiera tantos barcos, es suministrada por una organ¡zación

de civ i les muy val ientes. El hómbre que acaba de conocer es el ldder '

Me h¡zo un ampl io bosquejo de la organizaciÓn' compuesta de

franceses t ibres y de trabaiadores de la Resistencia Francesa' y de lo

que la misma lograba, y ón su voz cortante y regular me habló de

un modo de vida qru yo nunca había imaginado' protagonizada por

r ,oaor", que arr iesgabán sus vidas en una forma aún más pel igrosa

que nosotros en nuestros Swordfish' y que lograban mucho má5'

-Et está preocupado porque dos de 5us mejores hombresestán

prófugos en Argel ia. Tienen veint icuatro horas para escapar de Afr ica

2ro 711

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- iSi alguna vez vuelvo a ver a uno de el los -repl iqué-, su per-

miso será cancelado, permanentemente!

Senti mucha pena por el los pero no era momento para sent¡-

mental ismos; era momento de evi tar lágr imas salvando vidas y mon-

tando en los aviones cos¿s como paneles de ¡nstrumentos' con alt íme-

tros sensi l ¡ les y hor izontes art i f ic ia les. El v icemariscal del a i re quedó

horror izadc cuanclo se enteró de que habíamos estado volando sin

ei los, y conf inÓ a la escuadr i l la en t ierra hasta que todos hubieron

sido colocados.Aunque éramos un¿ escuadr i l la naval , quedamos bajo el con-

trol operacional del v icemariscal del a i re Hugh Pughe Lloyd. Ofíc ia l -

mente, estábarnos baio el control administr¿t ivo del jefe de escuadra

de Malta, pero como volábamos todas las noches y pasábamos todo el

día esquivando l¿s t tombas, nunca tuvimos ocasión de molestar lo.CAPITULO 24

LA TAREA

Unas semanas antes de que el H.M.S. l lex me dejara en Kala-f iana, la conducción de la defensa aérea de Malta fue asumida por elv¡cemariscal del a i re Lroyd. su predecesor habia s ido el comodoroFreddy Maynard, guien habÍa retenido el puesto desde el pr imer ata-que i ta l iano a la pequeña is la. El asistente personal de Maynard eraGeorge Burges, quien piroteaba ros f amosos G r¿diators que f ueron en-contrados en Kalafrana en cajones rotulados , ,H.M.S. Glor ious", mu-cho después que ese barco part iera hacia el Mar del Norte. En laspr imeras batal las aéreas sobre Malta operaron desde Hal Far, junto concuatro Hurr icanes que eran la única defensa de cazas de la is la. Entreel los interceptaron setenta y dos formaciones enemigas y derr ibarontreinta y s iete aviones.

En ju l io de 1940, un evío de doce Hurr icanes habÍa s ldo l levadoal Mediterráneo en el portaviones H.M.S. Argus, desde cuya cubiertadespegaron hacia Malta. En los s iete meses siguientes, durante l4 lataques aéreos, los interceptaron a todos y batal laron con toda la Re-gia Aeronáut ica l ta l iana, basada en Sic i l ia. No es sorprendente que pa_ra marzo de l94l la mayorÍa hubieran sido destru¡oos.

George Burges aún estaba en Malta cuando l legué, con gran pla-cer para mi puesto que éramos viejos amigos, y el comandante de alaDarby Wel land también estaba en la is la. yo había conocido a Burgescuando hic imos juntos el curso de navegación de nueve meses enManston, antes de la guerra, y Wel land había s ido el of ic ia l de comu-nicaciones cuando la escuadr i l la 815 estaba en Bircham Newton. Du-rante mayo, él habia aterr izado en Malta en su camino a El Cairo.donde tenÍa que convert irse en el of icial de comunicaciones del estado

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la noche examinándolo desde todos los ángulos. Hay muchos otrosfacto¡es: de5pué5 de alerr izar y carretear, podrían tener que esperarun buen rato. He estudiado el mapa a gran escala del área y a esospobres diablos les l levará un buen t iempo escapar de esa estación,

cruzar la carretera, escalar el cerco del campo y después encorr t rar e lavión. Si los f ranceses de Vichy están buscándolos, o s i los están si-guiendo, podrÍan tener que ocul tarse en su camino hacia el aviÓn.Hay otros dos factores que vuelven crÍ t ica l¿ fa l ta de combust ib le:en el vuelo de regreso habrá t res personas en la cabina poster ior , por-que usted necesi tar-á un navegante muy competente, y los agentes arecoger 5on dos; y el vuelo de regreso será a la luz del dÍa y ustedtendrá que voiar e ntre Pantel lar ia y Lampedusa.

* iL¡s pat iu l las de cazas! --€xclamé*. Las habÍa olv idado.' ' -Prer¡garnente. Los i ta l ianos operan esas patrul la5 cont inuamen-

ie, c lesde el a lba hasta el crepúscr.r lo. Si usted t¡ene que dar un rodeopor el sur de Lampedusa, el lo añadirá, por lo menos, otras c incuentami l las al v ia je de regreso.

-5i un Swordf ish volara al n ivel del mar, dudo de que los i ta-l ianos lo v¡eran -d¡ je, y el v icemariscal del a i re asint io.

-Pero entonces estarÍa quemando gasol ina en la forma menoseconóm¡ca posible. - -Era evidente que el mariscal del a i re había estu-

diado el problema muy profundarnente, con un Swordf ish en la men-

te-. No -di jo, nuevamente negando con la cabeza-, aún con un tan'gue adic ional colgante de gasol ina, lo mismo le fa l tar ían alrededor de

doscientos l i t ros de combust ib le. No podría l levar uno de esos tanquesgrandes en la cab¡na poster¡or porque necesi tamos cada cent imetrode espacio para embutir al l i a los pasajeros.

Sus argumentos eran incontrovert ib les.-ZCómo puedo yo aYudar, ser ior?-Mi conocimiento de aviones l igeros está desactual izado. Si

quiere venir conmigo a ver al coronel que dir ige nuestr¿ sección deintel igencia, y obtener toda la información detal lada de é1, me gus-

taría que pensara en la clase de avión que se neces¡ta. Después l la-

maré por te léfono al Minister¡o del Aire y haré que traigan el aviÓnesta tarde o esta noche. Nuestro úl t imo plazo para l legar a Enf ide-vi l le es al amanecer y eso nos da hasta alrededor de medianoche para

s¿l i r de aquí. Si puede pensar en un avión que pueda despegar en po-

cos metros y que además tenga autonomía y que usted pueda pi lo-

tear, mucho mejor. Pero s i t iene que ser un avión que usted no ha pi lo-

teado nunca, puedo ped¡r un p¡loto adecuado para enviarlo con elavión. cuando hable por teléfono.

-- iCuánto espacio hay al l í , en ese campo, señor? -Yo estabapensando en el aterr izaje más..que en el despegue-. A las cuatro dela mañana habrá mucho rocío y los frenos no servirán de mucho.

-Es un típico campo tunecino de rastrojo arenoso -no habrá

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',' itrllil{1illl&lrirri

rocío -pero el coroner re dará las dimensiones exactas- creo gue ten-drá alrededor de mil m.etros para maniobrar.

S¿l imos a un pasí l lo y bajamos una escalera, s¡n dejar de hablar.-áHabrá alguna ayuda para aterr izar? -pregunté, con el cora-

zón en la boca. Era la pregunta de los sesenta y cuatro mil dólares.-Me temo que no -di jo como disculpándose_. Tanrpoco el

pi loto podrá usar su luz de aterr izaje, excepto en emergencias. Ten-drá que ser capaz de l legar y part i r s in.ser v isto. . . n i oído.

El coronel era un hombre al to, de aspecto dist inguic lo, y rnien-tras lo escuchaba me pregunté cuánras personas cam¡n¿ban po¡. Mar-ta con aspecto muy normal y, s in embargo, estaban empleadas en unsecreto mundo de fantasía y de capa y espada sin que nar. l ie lo suoie_ra. En seguida comprendÍ que el los no se¡vir i¿n para su i rabajo s ifueran reconocibles y la ref lexión nlo resul tó sumanrente inouíe-tante.

Alrededor de las once y media ya había reunido tocja la infor-mación que necesi taba para hacer mis cárcuros. Antes de r ie jar er edi-f ic io para encontrar un lugar t ranqui lo donde concent!-af f ie, e l v ice-mariscal me di jo que tenía una importante c i t ¡ para arrnorzar a raque no podía fa l tar , y que de no ser por eso me habr i ¡ ofrecicro unacomida.

-5i piensa en algo, quiero que me lo diga ínmecli¿tamerrte. Hoyeste asunto t¡ene pr¡or¡dacl sobre todo lo denrás, y nrientr":s mástemprano haga yo esa l lamada telefónica, mejor sera.

En el c lub de of ícíales de La Valet te el bar . .Solamente paraDamas" habÍa s ido rebaut izado,,El pozo de ias serpientes' , , y admi-t Ía a ambos sexos por el momento. Estaría vacío por lo menos porotra hora más y nunca era us¿do por la Marin¿ durante el ¿lmuerzo.Yo quería concentrarme con una copa de ginebra e¡r ja m¿no, cosague me resul taba de gran ayuda cuando tenía que hacer sumas com-pl icadas. Aparte del barman maltés, al l í no habi¿ nacl ie y despleguémis papeles en una mesa de un r incón. pe<Ji una ginebra grande, ionagua. Cuando él me la t ra jo había olv idado el agua, y yo tuve que ca-minar hasta la jarra que había sobre er bar. Er bar¡ .an se c i iscurpó.

-Llévesela, señor -di jo--. Tenemos jarr.as de sobra.Lo miré complacido. ipor supuesto! Le agradeci efusivamente,

pagué mi bebida y corr i a ver nuevarnente ¿l v icem¿riscal r le l ¡ i re.El no había in ic iado su almuerzo y v ino en sc,Juid¿.

-áHa pensado en algo?-Sí, señor. Es senci l lo. No l levo mi combust ib le adic ional en

un gran tanque sino en diez tambores de veinte i i tros. Cargo gasol i-na después de aterr izar y habrá espacio suficiente para mis p¿sajeros.Ahora vuelvo a Hal Far para practicar aterr iza¡e y carga de combus-t ible toda la tarde.

Hugh Pughe Lloyd me miró f i jamente mientras su cerebro alerta

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dei Norte, e l te légrafo de boca a boca es posiblemente el medio decomunlcacíón más rápido en existencia. Si son vistos por un árabe,varón o mujer, n iño o adul to, se sabrá desde Argel aTúnez en menosde una hora. No deben ser v istos por ningún alma viv iente.

Su siguiente pieza de información fue tan sorprendente que re-dujo a Robertson al s i lencio" Nos di jo que en el punto de ci ta ser ia-mos recogrdos por un Heinkel a lemán.

-Es un hidroavión y tendrán que nadar hasta é1, supongo. Tieneinsígnias alemanas en el fuselaje; una esvást ica.

No pude repr imirme y pregunté de dónde vendrÍa. El v icemaris-cal pareció diver i ido.

-Lo glrardanros en el hangar, en Kalafrana -di jo.Esa t¿rde estábanros aprendiendo sobre Malta muchas cosas oue

no sabiamos-A cont inu¿ción nos entregaron, contra recibo, dinero f rancés

que iendra¿rnos que devoi ' ¡er ¿ nuestro regreso, y pusieron sobre lamesa un¿ ca¡a con equ¡po de escape y nos cl i jeron que tomáramos loque quis iéramos. Habia en esa caja ¡ lgunos objetos fascinantes con loscuaies hubiera podido jugar horas, pero me contenté con una brújulaocul ta en una pipa y una hoja de sierra en una fund¿ de plást ico, quepoci ia ser insertada en las suelas de los zapatos o en las homb¡eras.Después nos hlc ieron memorizar una cant idacl de direcciones en Tú-nez, c le personas a las cu¿les podrÍarnos recurr i r s i necesi tábarnosayuda. Promet¡mos no escr ib i r esos non-¡bres y direcciones. Acto se-guido tuvieron que enseñarnos una clave compl icaoa.

-Si son tomados pr is ioner.os, usando esta c laye podrán pasarinformación sobre Afr ica del Norte directamente a nosorros o ponerseen contacto ¿ t ravés de Londres; haremos lo posible por rescatar los s isucede lo peor. de modo que es esencial que conozcan muy bien estaclave- Me temo que les l levará alrededor de una hora fami l ia_r izae'se con el ia, pero los l levaremos cle regreso a Hal Far at¡empo para que puedan dormir un poco, cuando crean que lahan aprendido.

Enlpecé a entender por qué et v icemariscal había estado tan ¿n-sioso de enccntrar un pi loto que ya estuv¡era en Malta para pi lotearel avión esa noche. No habría habido t iempo de preparar a un pi lototraído del Reino Unido.

Entorrces el coronel lanzó su bomba. La había reservado para elf ina l .

-Si sus pasajeros no se presentaran, todos estos esfuerzos ha-brían sido inút i les. Para asegurarnos de que el v ia je sea product ivo,y debido a que es r- lna oportunidad demasiado buena para perder la,l levarán con ustedes a dos agentes. El los ies serán presentados a me-di¿noche, en H¿i Far.

Al pr incipio protestamos. Robertson di jo que ya i r ía muy ¡n-

21. '

cómodo con toda esa gasol¡na en el asiento poster ior y yo expresémi preocupación sobre el consumo de gasol ina y peso.

- l rán terr ib lemente incómodos, señor -d¡ je- . Sus cabezasquedarán afuera, expuestas a la corr¡ente de aire, s i t ienen que sen-tarse sobre toda esa gasol ina, y necesitarán ropas protectorasr y cas_cos, y antiparras, y todas esas cosas.

-Todo está previsto -di jo el coronel-. Además de coj ines paraque se sienten. Estos hombres t ienen un trabajo muy importante quehacer y un poco de incomodidad nada signi f íca para él los. -Acentuóla úl t ima palabra y me sentí avergonzado de mi mismo por poner ob_jeciones.

Después que ei v icemariscal del a i re se marchó, el coronel tocóun t imbre y v ino una muchacha muy boni ta, con un lápiz y un blocde estenograf Ía, l ista para tomar dictado.

-Tengo que dictar las disposic iones en presencia de ustedes-me di jo el coronel- y agradeceré que agreguen cualquier cosa queoeSeen.

A cont inuación dictó un sumario de lo convenido, punto porpunto, como si estuviera redactando un contrato, y la secretar ia ano-tó todo sin dar muestras de interés o emoción. El coronel hubiera po-dido estar dictándole una i is ta de compras. para el la, era pu¡a rut ina.

Más tarde, cuando regresábamos a Hal Far, Robertson di io:-Lást ima.

-éLást ima? -pregunté-. ZPor qué?-Esa muchacha *sr-rspiró él- . Lást ima que no podamos l levar_

la con nosotros. Entonces el la mostraría algún interés. Si nos captura_ran y encerraran, el la serÍa una compañ Ía út i l y agradable.

Nuestros pasajeros arr ibaron a medianoche, poco después deque la escuadr i l la Cespegó, y desde el mcmento de su l legada toda laaventura adquír ió un mat iz más humarro y rrosotros nos sent imos mu-cho más entusiasmados. Eran dos personas muy agradables y total_mente di ferentes a lo que esperábamos. Creo que yo habÍa estadoesperando a un par de superhombres, embozados y con barba, perouno era un pequeño anciano sesentón y el otro casi un adolescente.Vestían en forma simi lar y hubieran podido ser tomados por abueloy nieto con sus pantalones desteñidos y sus zapatos y boinas ordina_r ios; y eran muy franceses. Me aseguraron que no estaban emparen-tados, pero la sorprendente di ferencia de sus edades y su act i tudcompletamente serena me hic ieron avergonzarme de mis temores yde inmediato me sentÍ humi lde. Si un anciano y un jovenci to podíanconf iarse a una persona completamente extraña de di ferente nacio-nal idad, y part¡r hacia sabía Dios qué pel igros, en un viaje terr ib le-mente incómodo, s in un murmul lo de queja -en real idad con ansias,porque burbu. jeaban de exci tación ante la perspect iva de un viaje enI 'avion-, iqué derecho tenía yo de pensar que toda la cosa era una

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' 1 i

locura? {y, por suBuesto, !o era, porque áquién había ofdr: jamás

de aterr izar con un ¿vión s¡n s iquiera la ayuda cle una l interna de bol-s i i lo ?).

E.n el camino cie regreso desde el aeródromo, después que "- i

ia l i r a la escuadr i l la para sus ataques a la navegar: ión f re¡r te a Trr-pol i , yo ¡nismo nre di t . rn gran susio" Por ímpulso, sólo para vercómoiba a ser ¿terr izar err la oscur idad" apagué l ¡s luces del ¡utomóvi l "Conducir en el oScurecirnientc¡, s in luces, era totalñlente i r t ipcsibley tuve que apl i6¿¡ rápidan-rente lor frenos. f I pensar en io r¡ue rne es-peraba ine tr izo estremecer el estómago y tuve que tretar de ale¡or esepensam fento.

Al mirar a esos dos del icioros fr¿nceses me percaté cle que nrehal laba en presencia se ios h*nrbres más v¡ l ientes que i r r ;b ia conoc¡-do jamás. 5ólo pude rezar para pr:der l l re.;arlos sirr rnat¡r ios.

Las doscientas r¡r i i la: hast¿ E.nf idavi l le parecfan interminableE-Asegurado a mi ¿siento fam¡l i¿¡, que tenía totJa la c¿modidad de unpar de zapatoÉ muy usados, el t i?!npo pasaba con deff iasi¿da lenti tud.Me concentraba en segr, i i r ur ' l cür5o mr-¡v cuidado y err -mantener unaal tura y velocid¿d corrstantel a t !n de que l legáramo5 al pr , r ¡ {e exactoen el momento adecuado, y repasaba ¡T¡entalmeirte una y otra veulas palabras de rJespedida del v icem¿riscal . Ei habfa adiv inado, por 5erél mismc un pi loto, que yo estab,a preocupado porel aterr izaje, y rnedio un excelente conlejo en tono comprensivo, en un intento cletranqui l izar m¡ mente.

*Si yo fuera usted, cruzaria !a costa eri tre seiscientos y rrove-clentos metros. a f in de tener suf ic¡ente al tura para maniobrar. Delmar hasta la estación son solamente cuatro mi l las v usted no necesi tausar su aeeleradcr más de lo estr ictanlenie necesar io, aunque podríatener que hacer io en lar ú l t im¿s etapas de su aproxirnauón. Pase sobrela estación ferroviar¡ ;"1 tan s i lencicsan'¡€ntc corno ie sea Bosihle y or ién-tese. Como la Francia de Vichy of ic;. l trnente ner está en guerr.: , r-rohabrá ningún oscurecimie¡r to, de rnúdo que en l¿ estación habrámuchas luces 1, automóviles aguardando el tren. É,1 viento prevale-ciente es de oeste a este, desde la estación a la costa. Cuando ustecldé la vuel ta mirará hacia ei este, hacia el amanecer, y puede haberun poco de lue en el hr : r izonte para ayuclar lo. En esta época del año,y a esa hora de la mañana, dudo que haya mucho viento para rno-lestarlo.

Estaba de p¡e muy cerca <le ni í y yo podía sent i r l¿ fuerz¿ quef luía de él hacia mí.

-Piense en esos pabres diablos en el t ren, y en lo aEradecidosque estarán *di jo con una sonris¿--. No será muy difei 'ente <le aterr i-zar en uno de esos portaviones de ustedes en la oscur idad. iMas fáci l ,probablernente !

Mientras nos aproximábamos a la costa, comprendí que era la fe

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1

que él tenía en mi lo que me asustaba más. Temía rnucho más no es-tar a la altr¡ra de sus expectatívas que a las c<¡nsecuencias para mí ymis pasajeros, 5i no lrr lograba.

5u descripción de las cond¡ciones sobre la estación ferrovi¿ria yel campo eran tan exactas que sentí que él estaba al l í a mi lado, ayu-dándorne a pi lotear el avión. y supuse que en ese momento, en su resi-dencia of icial en La Valetta, él est¡ l¡a haciendo precisamente eso,probablernente sentado en su esturJio. con un cigarr i l to en su largat ioqui l i¿, mirando ei re lo j . Lo que ninguno de nosotros h¿b¡a ant ic i -pado fue un exccso de puntual idad de los ferrocarr i ies f ranceses deVichy. Cuan<lo me.'h¿i laira solrre el mar, todavía a novecientos metros,pucle ver chispas y l lamas qrre subian en la oscuridad desde la locor-no-tora deterr ida en la estación. Era tan consplcr¡o como l¿ bal iza señal i ,¿adora de cualquier ' " reropuerto y me dio una clara rndicación clel po-co viento que lrabía --soplando de oeste a este-- tai ceimo hah:ía pro-nc5t icado ei vrcenr¿r isc¡ l dei a i re. Debí l legar. cJiez mi¡ :uto¡ ¡ntes Ceio planeado. G¡aci¿s a la locomotora, pude virar hacia el r , . iento antesde l legar a la est . rc ión.

La tré¡nula l inea de cielo gr is en el hor izonte r¡r iental fue r¡nalran avuda, pero el contraste hi¿o que la oscur idad que tenía inme-diatarnente deba¡o de mí pareciera más intensa. Entonces v¡ ia si luetarreqra del cerco clararixente recort¿da y desaceleré, rápiclamente, an-ies de perder lo de vista, manteniéndolo en mi arco de vis ib i l idad. y¡rerdí ; - l tura en un lento giro de planeo-_Antes r le que tuv¡era t iempode preocuparrne estaba al l í , corr iendo hac¡a mi, y pasamos planeandosobre el cerco con el avión descendiendo srrrenamente. Fn seguidalocarnos t ierra y rodamos sobre la hierba, con pequeflas saaud¡das.apl iqué 5t¡avemente los f renos y pensé: " ; l - . lemos nterr izado! ¡Lo lo-gramos! iFue muy fáci l ! "

E"n l¿ oscur idad, ia mayoría de los objetos parecen más cercanosy más grandes, y el cerco junto a la carretera era una gran sombraque se acercab¿ demasiado rápidamente a nosotros. Apl igué los f re-nos a fondo y la cola subió y en seguida cayó, y nos detuvimos.Estaba seguro de que nos encorrtrúl:amos tocando cas¡ el cerco y saltépara ver s i había espacio para gi iar . Mis pies se hundieron en arenablanda; v i que las ruedas esl¿[ ]an hundidas hasta los cutros y pensé:" iCristo! i ,Cómo haremos pare c|ar la vuelta?" Pero el cerco estababastante lejos. Volvi corr iendo y vi el casco de Robertgon, una o$curamancha redonda contra ei c ia lo nocturno. Al sal tar a l terminar micarreteo yo había al teraCo nuestra rut inñ pl3neada, pero le habíaadvert ido a mi acompañante que teníarnos que estar preparados paracualqu¡er eventual idad y "conservar la f luidez". Esta era la situaciónopuesta. Las ruedas estaban tan enterradas que tendríamos que com-batir la r iqidez. Trepé por el costado del fuselaje y le pedí que ba-jara un paquete de paracaídas y lo calzara debajo de la rueda de

2 t \ )

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babor. Cuando él bajó y miró el t ren de aterr izaje, v io inmediatamen-te el oroblema.

-Tendremos que usar todo el acelerador para v¡rar, y eso haráun ruido infernal . Retenga hacia atrás la punta del a la de babor cuan-do yo abra el acelerador, y cuando el avión se mueva, tome el para-caídas y arrójelo a la cabina poster¡or.

Yo estaba perdiendo t iempo. El era de una intel igenc¡a tanrápida que habia v isto inmediatamente el problema y la solución.Asint ió con la cabeza y me empujó hacia el avión.

Nuevamente en el asiento delantero, abrÍ el acelerador del i-cadamente y después con más decis ión, mientras él sostenía la puntadel a la. Cuando el avión empezó a v i rar , estábamos haciendo rr¡ idosuf ic iente para despertar a cualquiera en un radio de un par de mi-l las. Debieron oír lo en la estación ferroviar ia y pensé gue la gente es-taría cruzando la carretera a la carrera para ver qué ocurr Ía. Mientrasvirábamos, los faros de los automóvi les br i l laron a lo largo del cerco,aumentando mi tensión. Pero nadie parecía estar interesado, nicur io-so. Quizá el fuerte ru¡do de la locomotora que se alejaba bufando ylanzando l luvias de chispas al a i re ahogaba el ru ido de mi motor. iSialguno de los conductores o pasajeros de esos automóviles se hubieradetenido para m¡rar por encima de ese cerco, se habría l levado la sor-presa más grande de su vida!

Robertson recuperó e1 paracaídas aplastado, lo arrojó a la ca-bina posterior y en seguida se colgó del fuselaje mientras yo seguíagirando. Cuando cesé de girar él aferró nuevamente la punta del alay t iró hacia atrás, con sus talones clavados en el suelo, hasta gue que-damos enfrentando la estación ferroviaria y el viento. Entonces ini-ciamos nue5tra rut ina de recarga de combustible, o por lo menos lointentamos. Nuestros pasajeros habían bajado con las p¡ernas envara-das y palmeaban afectuosamente los costados del avión, sin prisapor marcharse. Nosotros éramos su últ imo eslabón con la seguridad yla c iv i l ización, y con la ausencia de enemistad, y evidentemente notenían muchos deseos de part ir . Como no podíamos empezar ¿ recar-gar combustible hasta que el los dejaran de estorbarnos, les hice darmedia vuelta y señalé hacia el sur, de modo que no tropezaran con lasalas, y les di un suave empujón.

-Bon chance, mes amis (Buena suerte, amigos mios) --gri té-mais al lez-vous-en, vi tement, s ' í l vous plait . . . trés vitement.. . rapide-ment., . Vite! Vite! (pero váyanse, de prisa, por favor.. . muy de prisa...rápidamente ide pr isa! ¡de pr¡sa!) .

Resul tó y el los se alejaron en la oscur idad, con algo de tr isteza-Yo sentí mucho separarme de el los en esa manera abrupta, pero seacercaba la luz del día y cada segundo era precioso.

Me encantaría muchÍsimo saber cómo les fue y qué sucedió,pero supongo que nunca lo averiguaré. El joven tendría ahora alrede-

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dor de cincuenta y c inco años, y quizá s i lee esto y recuerda que erael 28 de agosto de 1941, yo tenga not ic ias de é1.

La carga de combust ib le sal ió absolutamente según lo planeado;

terminamos en t iempo record y quedamos l is tos para recibir a nues't ros próximos pasajeros. Robertson se ubicó junto a la punta del a lacon su Mauser y yo, en la cabina delantera y ya con el c inturón desegur idad colocado, la mano en el acelerador y la Browning sobremr regazo.

Durante lo que pareció una eternidad, permaneci sentado,mirando hacia la oscur idad, s in detectar n¡ngún movimiento, exceptoun automóvi l ocasional cuando sus faros parpadeaban a lo largo delcerco, en el extremo más alejado del campo. Temía que mis ruedasvolv ieran a hundirse y f inalmente, cuando la espera se tornó insopor-table, pensando que quizá los hombres estaban buscándonos en la os-cur idad, encendí mis luces de navegación, atenuadas por el reóstato.A medida que pasaban los minutos las fu i intensi f icando cada vezmás, hasta que br i l laron en.toda su intensidad. Aún no suced¡ó n¿da.A cada momento que pasaba, el a lba se hacia más pronunciada y elc ie lo se i luminaba. Por f in, cuando la tensión alcanzó el punto de esta-l l ido, encendí la luz de aterr izaje y la moví de arr iba a abajo. Era unqr;n i raz de luz, tan br i l lante como un ref lector, y me sentí tant .orrspicuo como un faro, pero el t iempo era desesperantemente im-

¡ror t lnte y ¡ust i f icaba cualquier r iesgo.Entonces.. . l legó una respuesta en la distancia. Sólo una chis-

pi ta de luz, que pudo ser una cer i l la al enfenderse, pero por su s igni-f icación supe que era lo que esperábamos y apagué todo y quedé connri corazón lat iendo tan fuertemente como el motor -o así me pare'c ió- esperando una l luvia de balas desde la oscur idad si los hombresestaban siendo perseguidos. Dos si luetas oscura5 5urgieron jadeantes

cle la oscuridad y vi que Robertson los desafiabl COil ei iü '¿uS¿; y ¿;seguida los hacía apresurarse hacia el fuselaje. Est i rando mi cuel lo,sent i más gue vl cuQncto rvuos e5rt lvteroi , adentrO; un gOlpeci tO enmi hombro lo conf i rmó y abrí completamente el acelerador, s inimportarme el ru ido. Empezamos a rodar, aumentamos la velocidad,despegamos, pasamos sobre el cerco, la carretera y la estación ferro-viar ia, g i ramos y enf i lamos hacia la costa y el mar.

Cuando cruzamos la costa casi era de dia y en esa luz aguda delas pr¡meras horas de la mañana, cuando cada detal le prominenteresalta con tanta claridad antes que el sol haya expulsado a la5 som-bras, el mar se veía muy l impio y amistoso. Yo volaba con una cál i-da sensación de tr iunfo y de l ibertad después de la tensión de la es-pera. Me mantuve muy bajo, a la altura de las crestas de las olas, ysupe que los tres hombres que iban atrás estaban ocupados perforan-do latas y arrojándolas al agua. Esperé que tuvieran cuidado para quelas latas no golpearan contra la cola y el t imón del avión.

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, '11l l1 l l l t11,

Llevábamos en el a i re alrededor de una media hor¿ cuandosentí nuevarnente un golpecíto en el hombro. Volví la cabeza todo loque nre permit ían los correajes de segur idad y v i una mano tend¡dague pedía que la estrechara. No pude ver la cara pero estreché cál ida_mente esa mano. Entonces me t¡egé la voz de Robertson por el tuboacú st ico.

-Los dos quieren estrechar le la mano -d¡ jo- para agrade_cer le, ¡ rero les he expl icado que eso no e¡ féci l . Los pobres diablosse ven absolutamente exl iaustos, pero estén eufóricos -no hav otrapalabra para descr ib i r lo* y cont inrJamente agi tan las cabezas y d¡cen" les fous Anglais!" ( ¡ los iocos i r rEieses!) con r lemenda ¿clr¡rracion.

- Dígales q\re e5 prerrog¿i iva nue5tr¡ y cue nosctros pens¿-mos gue ei los son homb¡es miry- vai ientes --di je- . preqúnteles cuán_do desean regresar a Af r ica del Norte. iEstaré encantado cte l levar los!

*Les he da¡Jo sus emparedaclos y cafá *-di jo Robertson.Poco antes de que desoeg*rarnos, m¡ 9r!bof acial pr incipal me ha_

bia entregado unos paquetes envuei ios en papel a prueba cle grasa yun par de frascos térmicos.

-Con los s¿lt¡dos cjel rancho de 165 ¡¡;1s5, señor *hal l ia dichoel subof ic ia l - . No tenemos ia nrenor ide¿ de hacia dónde se di¡ i -gen o qué t ienen errtre manos, y no queremos satrerlo. ípero con-¡otenemos la impresión de que se var¡ de prcnic, pensantos que po<jr íannecesitar algo para conler!

Era elemental, realmente, y no sé por qué rro se nos t¡abíaocurr¡do l levar comida del rancho de of¡c¡¿les o de la cant ina. Su-¡longo que fue por holgazanería. pero es¡ noche n¡e senti ügradecí_do. !o rnismo que los agentes.

l l ra mast icando contento mis errparedados y bebiendo un pocode café cal ierr te dei f rasco térmir :o cuando volamos entre p¿ntel lar iav L¿rnpedusai pero 5ólo J unog pocos ntetros sohre las olas, y congi>. ' . r f ic iente er i e l tanque, y s in ningun¿ señal que hubiera po-dido causarncs ; ; , . i i ¡ " ;11: f i ' . i íu" , , , a J. , l : l

El l6 de sept¡embre me l lamó por te léfono ufr mayor de apel l i -do galés. Me di jo que lo hacÍ¿ en nombre del coronel , quien estabaafuera ocupado en otras t¿reas. Yo tenía que presentarme inmecl ia-tamente en la of icina del coronel. Varias veces me habian rnandadol lamar desde agosto, pero me l levó un poco de t¡empo expl icar le queno teníamos med¡o de transporte en la escuadr i l la; había s ido conf is-cado por el of icial comandante de Malta por "mal uso" mucho antesde m¡ l legada a la ísla. Aparentemente, alguien había sacado a paseara unas muchachas y eso iba contra los reglamentos. Era un detal lemuy fast idioso para mí.

222

-Es demas¡ado tejos para ir andando, mayor -di je-, de modo

que o usted envía un automóvi l y yo me quedo aqui '

En la of ic ina del coronel , expl iqué a un hombre taci turn<¡ de

uni forme caqui , con coronas de mayor en sus hombrog pero 5¡n ¡n '

s ignias de regimiento, que el coronel o el v icemariscal del a i re s iempre

enviaban un automóv¡ l a Hal Far cuando necesi taban a algu¡en de l¿

escuadr i l la 830. A cont inuac¡ón pregunté para qué me h'rbran matr-

dado l lamar y él me di jo que al amanecer del dÍa s iguierr te yo tendrÍa

que desembarcar a una persona muy inrportante sobre Lrn lago salado

cerca de Sousse. Era una misión senci l la, 5 in compl icac¡ones, pero co-

mo el lago salado era remoto, la persona mLly ¡ntportante serÍa pro-

vista con una bic ic leta para que pudiera alejarse'- iUna bic ic letal -d i je con incredul idad-. iDe ve¡ 'as?

El mayor pareció ¡gualmente sorprend¡do de que yo encontra-

ra extraña la sugerencia.-SÍ, ¿por qué no?-Bueno.. . no es posible l levar la dentro dei avión, no hay espa'

c io; pero Supongo que podremos atar ia en alguna parte. *La idea me

hizo reír.- iQué t iene de gracioso? -preguntó el mayot.-El Swordf ish es un tr ip laza, con cabi t ras abiertas. No está

diseñado para t ransportar bic ic letas. Pero ha l levado pfáct icamente

de todo lo que se pueda imaginar. Quizá se ha hecho antes, aul lque lo

dudo. Pero no creo que resul te una imposibi l idad aerodinámica'

La idea tenía un atract¡vo extraño. Esta gente de intel igencia

a veces t iene las ideas más extrañas, y lo de la bicicleta no era im-

pract icable.-Le será entregada después de oscurecer a f in de gue no des-

pierte indebida curiosidad -di jo é1.-Que no sea muy tarde. Podríamos tener necesidad de experi-

mentar, para ver dónde la pondremos.Estudié el mapa del mayor del tago salado y sus contornos y me

soi prendió que fuera un área adecuada para aterr izar '-El coronel me di jo que hay pocos espacios ab¡ertos en Afr ica

del Norte al a lcance de Malta, donde puede aterr izar un aviÓn, pero s i

este lago 5¡rve, no veo por qué no ha sido usado antes. iEs bastante

grande como para que aterr ice toda una escuadr i l la en formación!

- iDuda usted de mi palabra? -El mayor pareciÓ i r r i tado y me

pregunté la razon.-Claro que no -di je. Me daba cuenta de que este hombre

y yo no simpat izábamos y tengo tendencia a mostrarme rudo con la

gente gue no me gusta, de modo que traté de calmarlo-. Todo lo que

el coronel ha planeado desde esta of icina siempre ha salrdo perfecta-

mente. Ahora... Zy las demás cosas?-iQué otras cosas?

il

Page 109: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

-Dinero, d i recciones, equipo de escape, una ci ta con el Hein-kel .

-Esta es una tarea tan senci l la gue no hay necesidad de ningu-na de esas cosas -di jo é1.

Aqui intervine y le di je que o me suministraban todo eso otendr ia que encontrar a otro. El empezaba a mostrarse colér ico y yoa tener sosoechas.

- iDónde está el coronel , y el v icemariscal del a i re, y dóndeesta la secretar ia del coronel? No estoy nada seguro acerca de esteviaje. Usted tendría que estar dándome instrucciones, pero hasta aho-ra ha demostrado una notable ignorancia de todas estas cosas. Fran-camente, esto no me hace nada fel¡2.

El mayor me interrumpió y ahora le tocó a él hacer de paci f i -cador. Admit ió que yo tenia todo el derecho a ser cauteloso. Me ase-guró que el v icemaríscal del a i re estaba ausente por ese dia y que elcoronel habia s ido l lamado desde Egipto para asist i r a un¿ conferen-cia muy importante y a su secretar ia le habian d¡cio t . l l¿ l ) ¡en mere-cida l icencia hasta que regresara su 1efe.

-Yo trabajo en un dep¿rt . ¡mert to di fcrcntc c l i lo . e l coronelme dejó una nota acerca de este v ia le y di¡o quc ustccl s¿br ía lo quese necesi taba, de modo que en un minuto aver i i ¡uarc c lónde se guardatodo.

Me disculpé por ser tan t ruculento y j t rntos f ) rcf)ct t Jntos una ci tacon el Heinkel , pero yo tuve que decir le cómo cont¡ct . r r a l p i loto ydónde se guardaba el d inero. El equípo de esc¿pe cstab¿ en una cajaen el guardarrppa del coronel y yo tomé lo ( lue c iescaba. Lo únicoque él no pudo proporcionar fue una l is ta de direcciones. r)cfo esto nome pareció muy importante. La c i ta con el Heinkcl , por s i no tcgresá-bamos, sería f rente a Sousse, en la Bahía de Hamnlantet , lo cual s ig-ni f icaba una caminata de veint ic inco mi l las c lesde el laqo sala( jo;perocomo tendríamos todo el día para l legar al l i , sólo deber ' iarnos haceralrededor de dos mi l las por hora andando, lo cual par.eció r¿zorrable.Sería un aterr izaje al amanecer, lo que signi f icaba despeqar bastantepasada la medianoche.

Debido a que Alemania habia invadido Rusia, los ataqr-¡es ¿éreosa Malta no eran tan frecuentes o sevefos como antes y ahola que tcsbombardeos vespert inos casi eran cosa del pasaclo. nosotr os ood íamosponer en el a i re muchos más aviones en condic iones. Esa noche, cu¿n-do vi despegar a la escuadr i l la para un ataqrre a la navegación cercade Lampedusa, habia diecis iete Swordf ish, lo cual era más de lo quehabíamos podido lograr en cualquier otra ocasión anter ior . Los v ie levarse en elc ie lo con sus torpedos, y cuando saparecieron, empecéa preocuparme porque la bic ic leta no había aparecido y era la una dela mañana. El mecánico pr incipal había dispuesto que la atar iamos alas r iostras en posic ión normal, con sus ruedas apoyadas en el a la

224

infer ior de babor, deiándome espacio para.en.trar y Sal i r dc l¿ t -¿lr t t ¡ ' t '

Había conven¡co t tamari i 'poi i " r" tono a la Hal Far House cuat¡c lo l ' l

b ic ic leta fuera entregad;; : ; t casi la una y med¡a cuando lo htzo'

Habló con tono de desconcterto '-Nunca ," nt p"g'ntado adónde va en estos v ia jes ' señor ' y

no quiero ser indiscretó pero creo que - tendrÍa

que venir y echar

una mirada u . , tu o ' t ' t i t t ; ; ; " ; oe que la atemos' creo que le han

enviado una bic ic leta equivocada'

Pocos minutos más tarde' en el hangar ' ambos la m¡ramos con

incredul idad. en amoo's niJ ' iu iunnot ' delantero v t rasero' habia

coronas br i tánicas o,urJ"uiJ i g iu¡uáu, "n

el metal ' En cada lado del

t ravesai io, nÍ t idamente t tpt ' i 'á* con pintura blanca' habia dos pa-

labras: "ROYAL NAVY"'-No hay t¡empo de cambiar la por otra -di je- ' Tendríamos

que despegat- antes q '" t l "gu'o ' SuRongg que el los saben lo que ha-

cen, pero empiezo u tJnt ' áu¿os' set¿ fáci l . raspar las palabras y ptn-

tar con negro sobre ; ; ;** t ; t ' y sobre las coronas' s implemente

tendrá que pintar. iUse esmarte espeso y p¡nte todo ro necesar io!

En el a i re secará ráPidamente'

Media hora mas tarde l legó la persona muy imp^orta"t"-T: : : -

b le y madulo f rancés "n

un " fágunte

t ra je t rooical ' Su cara me resul '

taba vagament" tam¡r 'J ' i ' " to 'áJ o '" t raoía v¡sto su fotograf ía en los

per iódicos en alguna ;#t* 'dtd ' ?ero - t^r ,1te de no recordar quién

era. Mientras -uno' "J i" ' 'a

sob'e m¡s pa:1Je-ros en estos v ia¡es de ca-

pa y espada, "r .u

t"¡o ' ' Pero me sorprendí ' porque el coronel ' pocos

días antes, me naora p"t* t"¿" un árabe' vest ido como un sheik '

de quien di io que ser ia mi próximo pasaj .ero- Me habÍan dicho que e¡

árabe hablaba co" lenümente catorce id iomas di ferentes' pero entre

el los no estaba inctu¡ io " t

ingles' 5us antepasados habían hecho mag'

ní f ico t rabajo pur-u rJ ' Jr¡ t¿i icos duranie muchas generaciones V- 'Yo

esperaba con ansras l [* t ro en mi avión' Sin embargo' yo era s lm-

plemente ,n.onor. to ' r ' -J.1*¡ y no tenÍa por qué saber nada sobre

la organización a ra q '" ayudaba' Todos eran personas magnÍf icas que

vo teníaelpri;1"i,:"":l""'ltl i l.,ou" o" targo atcance cotsado debajo del

tren de ate-rr izaje V q" -t

Ol '- ía todo el-combustible necesar¡o para

un vuelo o" 'ug" 'o-J i 'ecto '

s in nadie a quien recoget: c: i l l? ' " : ] t -

mos sobre et tago sataJo, poco antes del amanecer ' e l lugar sevelamuy

siniestro. A la débi l f " , ' f a supe' t ic ie parecia un mar de hielo congelado;

pequeñas olas de espuma blanca se superponían unas Sobre otras pero

estab¿n ¡¡¡v quietü ' ; ; ; t l to¿a Lt áre¿ hubiera s ido sumida en

súbi ta inmovi l idad' t - l : 'é a Robertson por el tubo acúst ico'

-Me parece muy raro -di ie* y ^sospechosamente

húmedo'

Arroje u¡ f lotador i" i r trnt ' po' iuuo' ' Si se enciende' regresaremos

inmediatamente a Malta '

225

l¡Ú¡.r|fftr||ru5010{m¡ffiXIiütr

Page 110: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

[ i f lotador de l lama habría s ido act ivado por el agua y la l lamahabría ardido Sobre la superf iCie, arrojando una clara columna dehumo f¡ lanco.

Volamos en un ampl io cÍrculo, observando y aguardando, peronada sucedió.

-Arroje otra -di je-. La primera pudo fal lar.Cuando la segunda desapareció y no hubo indic io de humo ni

de l lamas, decidi¡nos aterr izar. La luz del día se acercaba ráoidamen-te, como sucede en el Mediterráneo, y ahora podia ver que el lagosalado estaba rodeado de una espesa foresta de pinos verdes. Unavez gue descend¡era y pasara sus copas, no tendríamos más reme-dio que aterr izar.

*Ahora tenemo5 que aterr izar - , te d¡. ie a Robertson- pero ela5pecto de todo esto rro me gusta. 5 in embargo, el mayor me aseguróque todc estaba perfecto, de modo que ahÍ vamos.

Descendi e l avión tan hor ieontal como me atreví y t raté de to-car la superf ic ie lo más cerca de la or¡ l la que me fuera posible. Supuseque la superf ic ie de sal tenia sólo unos pocos sent imetros de espe-sor y que cuando mis ruedas la quebraran, tocarfan terreno f i rme. Notenía forma de saber que la substancia i r real que se extendia delantede nosotros con un mal igno resplandor amari l lo ocul taba tres metrosde lodo traicionero, pero cuando nos hundimos unos pocos centf-metros supe gue estábamos en di f icul tades y que aterr izarfa como unpanqueque, como si descendiera en el mar, manteniendo mis ruedassobre la superf ic ie hasta el ú l t imo momento posible, por s¡ acasocapotábamos.

Cuando las ruedas tocaron esa costra, e l v iento s i lbaba entrelas alas con el p lacentero suspiro de una próxima detención, y esa no-ta cambió súbi tamente a un terr ib le sonido desgarrante, una especiede bascas, como si mi l lares de personas estuvieran vomitando. pare-ció que nos arrastrábamos arando centenares de melros de l imo ama_ri l lo hasta que las ruedas se hundieron profundamente y el motor yla hél ice cortaron el lodo. La cola sal tó hacia arr¡ba y quedamos enuna pos¡c¡on vert icai . Antes de que mi cara golpeara contra esa subs-tancia malol iente, a lcancé a ver dos pares de talones cat¿pul tados so-bre mi cabez¿ y pensé: , ' iMalc l i to Robertson, olv idó asegurar su sus-pensor y el del personaje muy rmportante!"

El o lor acre era nauseabundo y ni b ien nre l impié el todo de losojos miré hacia ¿rr iba y v i la cola y el t imón apuntando al c ie lo.Mientras miraba, más lodo cayó sobre mi cara. Chorreaba desde cadacentfmetro del f uselaje.

Las or i l las del lago parecían le janas, más al lá de un mar de esasubstancia terr ible, RecorrJé que hacia exactamente dos años deldÍa en que me había zambul l ido del Courageous que se hundía.Eso también habÍa ocurr ido un l7 de sept iembre. Entonces yo habÍa

226

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podido nadar hasta un destructor y ahora me pregunté cómo haria-mos para desplazarnos sobre esta substancia po¡lzoñoja. pero aniesde hacer cualquier otra cosa había dos personds que rescatar de ra as-f ix ia. Trepé sobre l¿ cabina y me puse de pie sobre er borde de sar¡daciel a la infer ior de babor. Vi que de atgún modo mis dos acompañan-tes habían sal ido a la super- f ic ie, pero yacÍan semisumergidos, t ratandode alcanzar la temporar ia segur idad der swordf ish cravado de nar iz.Desaté la bicicleta y la tendi hacia adelante para que pud¡eran aferraruna rueda, y el los lograron zafarse ciel lodo V subir . por lo menos esamálruina habia servido para argo. ipero parecía demasiado haberratraid() hasta aqui so{amente para esol

t

,i,

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Page 111: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

Iriiltlillllili*lilr,

examin¿ba rni propuesta. Derpués asint ió rápidamente. Todos :usmovimientor eran rápidos, y su mente re¡ccionaba de la misma ma-nera "

*Hien -di io-. f)espegue y aterr ice a través del aeródromo del- lal Far en vsz de a lo iargo, es decir, por la ruta más corta.". ten-drá qrre elaborar una rut ina muy rápida y recargar con su motorencendidt, en cas$ de que tenga que despegar apresuradamente-..carretea¡ con €¡ viento, por supuesto, ante5 de empezar a recargar.pcr ir misnra razbn-., esiése en la of icina del coronel a las seis.. .traig¡ t¡r¡rbién al <¡bservador.. . el i ja uno bueno que adem{s de nave-

Sar püeda mantener la boca cerrada... -Me despidió con un m¡¡vi-mlento de ¡d cafr€ea*^" Lo veré a las seis -di io y volvió con 5u5 irt-

rritadoi.

En l - la l Far invi té al subteniente (A) J. M. Robertson, n. ¡ ¡ ' V.R.. a venir conmigo como observador. Fra excepcionalmente intel i-gente y habfa venido a la aviación naval desde la B. B. C., dondefuera uno cle los brujos de laboratorio durante los primeros días deldesarrol lo de la tetevisión, Tenía una f lamfgera barba roja y un tempe-ramento v lvo que hacía juego con el la, pera el p lan atrajo su c intcosentido del humor.

El coronel habfa acentuado la nece:idad de que dejésemos lasmenos huellag poi iblet de nuestro aterr izaje por si ei campo tenÍa qtre

rer ut i l ieaclo nuevamente; si dejábamos señales de nuestra visi ta,en et futuro h¡brí¡ f iei igro r le gue el campo estuviera minado. Derreodo que todos los tarnborel v¿cios tendrfan que ser pttestos nueva-rnente en el avión y ¿rrojadLrs al mar no bien despegáram05; para que

no l lotar¿n hasta la cost¿, estarían l lenos de agujeros. Tres agudospuír¿ones serlan cclocados en la cabina poster¡or para el observadory los pasajeros. El los no podrían sentarse ni estar cómodos hasta quelo hubieran hecho, y estarían ocupados mientras volábamos entre laspatrul las Ce cazas.

Con práct ica, mejoramos gradualmente nuesira rut ina y cálculodel t i€mpo. Los tambores eran rectangulares y hechos de una aleaciÓnl¡v;al. ; , lo cual ayudaba. Eran fáci les de estibar y manejar. Pero un¿i¡ i ¡ do veinte i i t ros no e5 muy l iv¡an¡ y cuando hubin¡os repet ido larut ine unas Focas ve':es, ambos estáb¿mos exhaustos. Después de cadaaterr izr je, yo tenfa que raltar fuera de la cabina delantera y tomar laslatas de Rabertson, quien me las pasaba desde la cabina trasera. Yolas dejaba en el suelo y no bien toda¡ estaban abajo, las abría con unpun¿ón que tenfa que l levar conmigo en la cabina delantera. Mien-tras tantú, f lolrertson bajaba con una l lave de tuerca y un embudo, y

se serrtab¡ a horc¡jadas Sobre la cubierta del motor, de espaldas a la

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hélice, qr.re quedab¿ Cetrás de su c¿be¿a; quitatra l¿ t¡pa de i lenadoe irrsertaba el enrl¡udo, y para entonces yo me habi¿ Eubido sobreel a ia infer ior cón ur¡a lata l lend. Mientras dl echaoa !ü gasol¡na en eltanque principal, yo arrojaha iar latas v¿cías a ia cabirra trasera y leco.gfa los pequeños sel los de metal t¡r.re habí¿ arrar¡caoo cle las latas yt¡rnbién los arroi¡ba a la cabina tr¿s,tra.

Antes de enrpe¿ar estos experirnentos" ¡os mecánicos ttvieronque vaci¿r el tanque 5ülvo unos p,¡cos l j tros, y ciespués r le traernosviJr¡a5 c¿rga5 f ie l ¡ tas i lenas y ue observar nu*str¡ increí l ¡ {e grr¡nasieunas cuantas vecet, estoy sel luro de clr_¡e c¡uedarr:n convencidos de c¡uel¡abl¡mo,; perci ido !a razvn.

Me Flreocupaba es;:ecralnlente que Flobertson ;upiero cornclsubir ¿ l , : t .rpa dr-. | motof en l¡ oscuriclad, sin vac¡iar y- s¡n cfrt taér.5econ la h¿l¡*e. Le ex¡ l i r :ué qt je yo er¿ capau de encontrar rni c¿¡nin* deregreso a M¡l la l in un obsarvador, pero no sin una hél ice.

Eir la reuniór¡ de las seir yo temí que lss mcdaiel inrpert inr:ntesde Robertson pudieran r-¿usar problemas, y ¡ l ie ¡-rtr i¡ l escucfr$bar*osnuestrai órr1enes en una atrr¡ósfer¡ densarnente c¡rE¿dt { ie ci lpó vespüda, evité rnirarlo a los ojos. Pero pronto fue *viclente para él ctruela cuestión no era para reírse. C¡¡ando hr-rbe rJescri to nu{:stra rut in¿parü recargar combustible, el coroirel hi¿o frrmar ¿ l loherison Éior unM¿user cargado y a mf por una Browrr ing cargacJa" txpircó que.Ro-beltson tenclría que quedar . j t into a la punta del aia de babo¡-, con elMauser, para hacer frente a todos los que vinieran. Los fugit ivos tJa-r ian la palabra de contraseñd, que en esta ocasión era , ,Marsel le:a".

-- iQué hago si aparece alguien y me da la contraseña equiv*-cada ?

-Dispáreie innrediatamenle -di jo el corortel- y en seguidedespeguen tan rápidamente corno puedan. Si se *cercan extraños sin i¿contraseña querrá decir que los pasaJeros han s¡do capturados. Susintencíones serán m¿tarlos a ustede¡, de rr¡odo que las conclL¡sj,¡rresserían def¡n¡t ivas de cualqr¡ ier m<¡do.

Robertson me miró dubi tat ívc. - - iCtué ha¡á é¡ con su i3rowrr ing?--preguntó, señalándorne con la cabez¡.

.- 'Estará sent¿do en la cabina del¡nter¿ l isto para despecar --di-io el coronel-, pero estará ¿rrnacjo por si ustec necesita *yurfa.

*5i apunta en mí drrección -me di jo Robertson- tenga la tr 'on-r lad de recordar que yo soy e: de ia barba colorada.

Vendrian més sorpresa:. El coronel nos c! i jo qr_'e en caso C¿ es-t¡ e l iórno5 u otra di f icul tad gue nos impidiera regre5ar por nue5tr í rspi 'opros medios, tendría¡nos que dir ig i rnos * c ier to nunto de l¿ ccst . rque debtam05 menror izar. Deber iamcs encontrar i ros ¡ l i ¡ ¡ ! ¡s ochc, del .1 noche del mtsmo dia.

-*No está le jcs dÉ *nf idavi l le, pcro tendrán qi¡e ocutt . : : -se dr¡rante el dia, ¡nantenersú fuera de la vista de todr¡ el rnundo. [ :n Af r i , ,¡

? I I ,

Page 112: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

estábamos bien equipados para nuestra caminat¡ de veint icinco rni-l las. Cuando Robertson trepé a la cabina pora ret i rar su cámar¡. lerecordé que trajera las raciones de escape, la pistola Very y los car-tuchos de señales.

*Los dispararemos dentrc de ia cabina postqr¡ür y si eso no bas-ta para ¡ncend¡ar al avión, podenros di:parar desd* más lejcs al t¡nquede gasol ina con munición cargada- Pero debemos alejarnos lodo lo qrJepodamos, porque el avión volará cu¿ndo estal le el tanque ¡y sobreeste lodo no podrenros ponerr¡os a cubiertc¡ l

Cuando emerqió, Robertson insist ió en tonrar i ¡na fotograf íadel avión antes de que lo incencj iáramos y otra <Je mi, de rodi i lassobre el tablerc de Bígsworth. en el lodoi pero el t ¡empo pasabarápidamente y aún teníamos que hacer otra t r¿veEía de r¿nas írastala or i l la. Nos tendinlos sohre et lodo a unos veinte rnetr .os <Jel avióny dispararrros todos los cartuchos de señ¡ les y nüei t ras rnunic iones,pero el aparato no quer ia arder. Esi¿lra empaparJo de ¡oCc y al f inalrenunc¡¿rnos disgustaoos. Tranqur l rzamos r iuestras concrerrc ias pen-sando que nadie podría rescatarlo de ese lago cenagoso y que, si !ohací¿n, les sería de muy poca ut i l idad"

Antes de part i r hacia la r : r i ! la por segunda vez, le di je a Robert ,son cómo esperaba t¡ue podríamol escapar cle los árabes de aspectoases¡no que nos aquardaban en la or i l !a.

*He pasado cuatro años en el rnar r :on marineros indios y su-pongo que los ár¡bes no reaccionará¡r en forma muy di ferente. Losmar¡neros ¡nd¡os nunca pueden resist i rse a las te las v¡vamente colo-r idas, especialrnente seda, que es muy pof¡ular entre sus rnujeres.Cuando l leguemos a la of i l ta t i ra l 'emos ct* las cue¡das para abr i rdos de los paracaídas y dejarernos el tercerr¡ 5¡n ahíir , donde r¡uedanver lo. En ei r r romento que vean tod¿ esa seda "rmari l la se olv idaránde nosotros por un rato, y cuando estén dist¡ 'aídos, nosotros corre-remos como negr'os hacia el no¡-deste. Es una esperanza remota, perctpodría resu l tar"

Con dos elementos en que aooyarnos c¡cla uno, nuestro av¿ncefue mucho más rápido" LJna vez en la of j l l ¡ , después t le descansarrrnos morT¡en¿os, nos ir icimos una senal y i¡r . l rnc,! sirnui iénearnerrtelas cuerd¿s de nuestros paracaídas_ Nuestro pfan funcioné rnejor delo que nos habíanros ¡ t revido a esperar: cuendo cjos grandes balonesde seda amari l la se desplegaron sobre la hierba, los árabes arrojaronsus r i f les y se lanzaron sobre la te la. Mientres corr íamos h¡cia los ár-boles miré hacia air 'ás y v i q i . re nuestra part ida ni síquiera habíasido advert ida. Dos de los guardias luch¿ban por la posesión delparacaídas sin abrir y los otros desgarraban frenéticarnente la sed¿¿mari l la.

Corrirnos por lo rnenos media hora antes de caer agotados.Cuando nos hubimos recobrado palc ia lmente, ofrecí ¿ Robertson un

230

\orbri cle Ini f ! .asco y fusr entonces que descubrimos que él había oi"vrrJ¡dr) t r ¡ t ' r : . rs raciones de escape-

f l iL,r lo l i este ejesafortunado descuhr¡maent{r entré las s iete vr ' ,1)( i ra \ , ias ochc: de la rnañ;na y yo comet i g l error de maldecrr lorrotr. lr ic ir¡bia tr,¡ idr¡ su cáméra f otográf ica a expensas de nuestra:orn¡d¡ Yo h¿bia eleg¡do a Ma¡colm Robertson para estas misionesr l r ' i .5¡ ' ;o, ,urn pcr: : rápido cerel l ro, pero apenas lo conocia. Pronto(1,r !cr(br I q( ie era exirenradamente obst inado y bagtante i rasc¡ble.r i ;bÍJ to!¿1Ú¡¡t* cua¡ro o c¡nco años de di forq¡¡c ia entre nuestras eda-,:Jp.. i )e f r j i : b¡echa en ni lestra exl: ,e¡iencia crñ rnucho rnag marcada' i l . l i qur] rnr l ic¡ba n¡ i i i ra extra"

- - i { i rerr-!gs qu¿ perrsar esto cuidados¿rnente "di ie cuandoti- ' r i : l rnr; de in!uit i ! !- lo y i .ecr..rperé m¡ ecu¿nirniciad-- y m;!nt€ner l05 üJosttr.r | :) t) i( ' t i -c!5 ixar¡ ericcntr¿r cutiquie r cota qtre cr*fca. c*rnt¡ re¡nola-¡ ir . i : i { t) , ' ¡ f i ¡ i : f :¡ ;e.-r. slre p¡t lainCrs r-cirq*r. ' f enernü5 veint icinco rni l lasl uc r: ,1ri l , tr¿r.. . , Iuizá l l rr i i . - !r-c rnenos pcrrque ya hemos cubierto al| 'e-' i€r j r ) r ds t r . , . i retü üontar 'd:¡ los r jgscans*s y los períodos en eue ten-i¡. i incs ¡. , lug ocl¡! larnos, iros qu*darán airederjor de doce hs;¡s haciendo[¡or lc n¡er,cs cior lni i lar por hora.

- 'P<¡¡ oué ¡ 'noleltarnos en ocr¡ttarnos -- ' tJi jo é1. Fue un comenta-r ' , : i lespectirro, ncr un¿ prcgrir, ta'- . ' l -rene que haber nrucha qente enlr. '> ¡ lr€deti : . l rÉs que ncs darfa aigo de ccmer s¡ ge lq picl iésernrrs. Des-Iuris de tr:dc. aqui no están en guerra.

Le recordé la ¡clve¡.tencia del cornnel 5obre la forma en que seoror:ac¡atlan lóF notici¿s de persona a Í]eisona en Afr ica del Norte,perr é l lo desecnó comc una " lonter i¿ r le capa y esp¿da".

--5i nos compcrtarnos nornl¿lmente, n¿die se f i jará en nos-. l trcs; pero sa nos üünducinrc¡s ci:rno de¡incu€ntes fugit ivog, sólt tí r )n5r1lr¡rer¡ ic 's atraer la atención y hacernc". notá¡. Creo que el co-r i ; ¡ ) { r l no sabia de gué estaba hablant lc.

-- iTendrÍ¡ que rnrr¿rse en un es¡: . jot ^(J i ls-* . Este es un paÍs.rrabe y su rcstro blanco cubiert, . l de lr¿rr$, y sr.r hrarh* rr l . la, i lo hacenl : rn i i¿rnat ivc c$ü!o un¿ m¡nja en urr h l ; rdel l

f ' ¡ l ientras rná5 prctesi¿¡bn yo, rr¡*s r: l ¡st i¡¡ .rcig 5e ponf ü é1. l lebit 'erí:¿t¿rme de que ét estab¡ enojado cons¡q¿l ni isrnó uc¡ hab'er olvi-r l .rr jc la comida. Después de rneCiocira n¡.re.t¡ as rel*c¡<)n.:t estóbanr:r:ry tensas y anibos est$barr¡o¡ cansados, h: lmbr i*nto: e irr i tables"L¿ úl t ima comid¿ qu€ habiarnüs tonlado l ¡¿bi¿: i r i<¡ en l i4al t¿, l¿ nocheanter icr , y desde entoiTces no habíamos dcrm¡¿io. Ocas¡anairnente,c .¡ai ld¡ l veianlos un árabe condrrcíerrdo el bu+y de ur '¡ arado, o unaf iguÍa sol¡ tar ia rnaviéndose en el hor i¿onte cor| un cemel lo, yo mearrr: jaba al suelc; pero Robertson se negaba ü ponerse a eubierto y sef 'ur laba de nl i determinación a "ponerrns meiodra¡ndt ico". P6r 13iarde traté ¡ruevamente de fa¿onar con él y señalé que éramos muya tortunados.

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da, dos apoyos para los p¡es ¡ndicaban dónde tenía que agacharse elusuar io. Arr iba había un depósi to de agua vacio que no funcionaba.como la caden¿, que estaba atascada en la posic ión de desagote.Esta era la única previs ión tomada para ras funciones naturare-s deocho árabes y dos of ic ia les navales br i tánicos, y nuestros predece-sores. No fue hasta que me vi obl igado a hacer uso de el las que descu_br i que vendrÍan cosas peores: los árabes no usan papier-hygienique--nt iendo que eso es contrar io a las reglas de su rel¡g¡ón_ y no seproveia ese art ículo; y la pr imera vez que traté de agacharme, un,r i -do de escorpiones como langostas hizo su apar ic ión- El espectáculocre sus agui jones apuntados hacia arr iba, a pocos cent imetros demi anatomÍa, fue más que suf ic iente para mÍ y sal té y di un gr i tode alarma. Esto al teró a mi guardia árabe, quren estaba de p¡e consu bayoneta apuntada a mi barr iga. Se sorprendió mucho oor miincomprensibre reacción ante ra v¡sta de argo tan común como doso tres escorp¡ones, e ¡nmed¡atamente tuvo sospechas y me prnchóla barr iga con su bayoneta, gr i tando: _. ,At tendez!, ,

Más tarde, cuando me quejé a un of ic ia l del día f rancés de quelas ¡nsta¡aciones sani tar ias eran completamente inadecuadas para diezseres numanos y que necesi taban ser reacondic ionadas, él se encogióde hombros.

' -C'est la guerre -di jo.Est¿ mulet i l la, más el pretexto que siempre seguia: . .C,est pa.

reí l pour nous" (Es igual para nosotros), era ta respuesta estándar atodas las quej¿s, sobre cualquier tema desde purgas en tas sábanas, ychinches en ros jergones de paja y armohadas, a cucarachas en ra comi_da, todo lo cual era una parte regular, cot id iana, de la v id¿ bajo lahospi ta l idad de la Francia de Vichy.

Afortunadamente, habia algunos factores mit igantes acerca dela v id¿ en aquel fuerte. Durante nuestro pr imer dia nos prestaron pan_talones cortos de coior caqui y zapat i l las de suera de soga, como ant i -cuaclos zap¿tos de baño, p¿ra usar mientras nuestros pantalones y ca-misas eran ravados. A regañadientes, mientras estábamos sin camisas,nuestros guardianes nos permit ieron recuperar el sueño atrasado, yaunque las sábanas, gr ises y mal lavadas, hervían de chinches y

"r iu.ban horr ib lemente manchadas, y l¿s almohadas y cotchones estabanrel lenos con paja y bolas duras de est iércol de camelo, pudimos dor-mir todo el dr 'a y sólo nos despertamos cuando nos dieron un agua su-cia nauseabunda para nuestro consumo, en la mañana y en la noche.La comida nos fue traida por un árabe de largas vest iduras, quien ladejó en el medio del suelo en un receptáculo de metal parec¡do aun cubo. Huesos enormes nadaban en un caldo paroo y grasoso. Mástarde descubrí que eran cost i l las de camel lo.

Estos intervalos que pasamos despiertos nos perm¡t ieronacertarnos a la ventana para respirar un poco de aire f resco v en_

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tregarnos ar recién adquir ido hábito de fascarnos ras picaduras.Cu¿ndo nos devolv¡eron nuestra ropa nos sorprend,mos agrada-blemente al comprobar que habían sido lavadas, planchadas y muyprol i jamente reparadas. Estaba por quitarme ros pantarones cortosprestados y ponerme los.mÍos l impios, cuando vi a lgo desusado enellos; encontré un mensaje escri to con'rápiz indetebre en er forro deun bols i l lo, que decía: , .Mei l le iurs

souvenirs d,une demoisel te quivous a réparé votre pantalons, avec mes baisers les plus fous!,,(Ll-smejores recuerdos de una señorita que ha reparado sus pantalones,¡unto con mis besos más locos! .¡ Esie encantador . .Bi l let d,amour,,estaba f irmado ,.Neile' ,- ,_y

debajo. con su lápiz ¡>ara la¡¡os, habÍi fs_cr¡ to ras dos parabras. "Bonne chance!" (Buena suerte) brotando deun par de rabios sonr ientes, que eta habia t razado en forma de der i -cíoso arco de cupido.Aunque yo habÍa pasado largos períodos en la ventana, respi_r¿ndo el a i re f resco, no..había v¡sto nada parecido u unu _uj . i ,

" i lo-l ic Ía árabe, en su casi l la de cent inela, e ia el único r igno uir i t iu?vida, aparte de nuestros guardías inmediatamente debajo de ra venta-r ia. El pol icía añadia un toque de color al fondo de adoquines y mu_ros gríses. Su cara negra br i l laba bajo su sombrero rojo s¡n ul ; . E;som'ret,o no hubiera podido ser l lamado un fez, et cual ,a aofoau;la coroni l la y t iene una bor la. Este bajaba hasta las orejas y el guar-dia, con su chaquet¡ l la caquj V,u, páluinus, y una banda roja quele cruzaba el pecho descendiendo de su homnro derecho, parecÍaorgul loso de si mismo y un buen soldado. Sonr iéndole upr" iüt¡uu-mente un¿ o dos veces, yo lo habÍa hecho sonrerr y me gustó el re-lámpago blanco de sus dientes. Ni b ien leÍ er mensa.¡e de la mucha-cha, sal té a la ventana con mis pantalones en la mano y miré másatentamente las sombras. En un portal , bastante cerca del cent ine-la, pude ver la form¿ de una muchacha' fue agitaOa furt ivamente lamano al n ivel de su c intura. Levanté mis pantatones y sonreí . Alver esto, el la dio audazmente un paso hasta ponerse a Ia luzdet soly yo ví que era muy boni ta. Envió besos a mi venrana y yo respondícon igual entusiasmo, lo cual sobresal tó al cent inela árr-d, qr" ; ; ; ; ;que le enviaba los besos a é1. Entonces vio a Nel le, y con rn ' ret jmpa-go_ de sus dientes, S.¡t : . !1 comentar¡o juguetón y te ¿¡jo a ei ia,"Al lez" ' tout de suíte!" ( iVete, en seguioari. cuanio se aráiaoa, ei iaalzó dos dedos haciendo er signo oe i trurct 'r i l t de ra v de ra Victoriay envio un beso de despedida. La vista de su rostro sonriente y de lajovial sonr isa del cent inel¿ inmediatamente me hac¡eron sent i rme me-jor.

Entre los muchos interrogadores que fueron enviados para versi podían extraer de nosotros una admisión de culpabi l idad, estabael coronel que comandaba el fuerte. Era un pequeño of ic iat de caba_llerÍa f laco y atezado, un espahÍ, cuyo rostro oscuro y facciones del-

ÍÍtffilililill

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-Si fuéramos prisioneros de guerra prófugos -di je-, esta'r Íamos cocinados, comida o no comida, por estar ahora aquí. Nosencontramos en un área más poblada y tenemos que ser nruy cau'te losos. iUsted es un loco al comportarse como s¡ fuera el dueño deeste cochino lugar! Piense unos momentos en la sensibi l idad de estagente. No fal tamos en ninguna l is ta de pr is ioneros y nadie está buscán-donos. En real idad, s i usted dejara de conducirse como un loco, na-die tendr ia por qué saber que estamos aquf. Nos dir ig imos a una ci tapreviamente convenida, donde vendrá un avión a recogernos aproxr-madamente dentro de una hora. Probablemente, en este rnomentoestán calentando los motores en Kalafrana. Todo lo que tenernos quehacer es mantenernos fuera de la v ista y seguir canr inando. Si somoscapturados, nunca volveremos a encontrarnos en ur la posic ión tanafortunada; y s i sucede eso, será solamente después de nreses de tra-bajar duro, escr ib i r cartas en clave y aguardar. Por Dios, t lo pongatodo en pel igro sólo porque está disgustado con usted misrno y noquiere admit i r lo.

Ff era realmente un buen t ipo y rni forma de encarar lo estuvototalmente equivocada. Debido al agotamiento f ís ico y al hambre,y a constantes sorbos de mi f rasco cle brandv en ese sol abrasador,ninguno de nosotros era el mismo de siempre. Más tarde, cuando nosquedaban solamente unas pocas mi l las más para caminar, é l sal tó uncerco sin s iquiera detenerse para ver qué había del otro lado, y seencontró en una pequeña huerta detrás de una casi ta árabe de unasola planta. Una mujer corr ió gr i tando hacia la casi ta, y después de esosólo fue cuest ión de t iempo para que estuviéramos perdidos. Cuandola oímos gr i tar echamos a correr, pero nos persiguió el vengát ivo pe-queño terr ier b lanco de la mujer, con los pelos del lomo er¡zados deira, ladrando y mordiéndonos los ta lones. Su entusiasmo era conta-gioso y pronto se le unieron todos los demás perros de la vecindad.Por unos desdichados momentos, supe como se siente un zorro cuan-do es perseguido por una jaur ia de perros raposeros. Entonces unamult i tud de árabes surgió de ninguna parte, encerrándonos desdetodas direcciones, y quedamos completamente rodeados. Fingieronser amistosos, pero nos tomaron de los brazos con tanta fuerza quenos dol ió. Nos l levaron a una choza miserable donde otro árabe, encucl i l las ante un fuego, hervía huevos y preparaba una especie de in-fusión que pensé que pretendia ser café. Nos hic ieron sentar sobreel suelo de t ierra y nos ofrecieron un jarro de la bebida cal iente y unhuevo hervido a cada uno, que aceptamos con grat i tud. Ambos está-bamos ferozmente hambrientos y contentos de encontrarnos entrea m ¡gos.

No sabÍamos que en todas partes de Afr ica del Norte habíauna recompensa promet ida de un mi l lar de f rancos por la capturade un pr is ionero fugi t ivo br i tánico o al iado, y que esa suma era

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casi la paga de un año de un obrero árabe no cal i f icado en la Fran-cia de Vichy. Sin que nosotros lo supiéramos, mientras descansába-mos y calentábamos nuestras entranas, uno de los árabes se habíaescabul l ido para avisar a los gendarmes. Cuando súbi tamente entra-ron por la puerta pol icías f ranceses, luciendo revólveres y cachi-porras en los c inturones de sus uni formes, yo estaba asint iendoa Robertson, quien acababa de decir :

- ¡Ahí t iene! Yo le di ie que los árabes se mostr¿rían amisto-5 05-

En segundos se apoderaron de nosotros s in ceremonras ynos pus¡eron en automóvi les separados, bajo arresto, para l levarnosa la estación de pol icía, en la cal le pr incipal de Sousse.

Pese a su obst inación de aquel día, tengo todos los mot ivospara estar le agradecido a Robertson. A veces él puede ser una per-sona extremadamente desagradable -eso lo sé* y estoy seguro de quefue mi dngel guardián quien me impulsó a provocar su obst inación.Más avanzada esa tarde. cuando dos árabes nos custodiaban en la ouer-ta de nuestra celda con sus bayonetas caladas, escuchamos a ese Hein-kel que volaba en círculos, buscándonos, y t ratamos de sonreírnosuno al otro f i losóf icamente. Robertson se habÍa disculpado por suerror de ju ic io, y yo por mi temperamento feroz y mi intolerancia,y estábamos haciendo lo.¡osible por sacar el mejor part ido de una ma-la s i tuación. Cuando escL¡chamos a ese avión nos sent imos enfermosde f rustración y miser ia, pero semanas más tarde nos enteramos deque en su vuelo de regreso sin nosotros, e l Heinkel estal ló en l lamas yno hubo sobreviv ientes.

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CAPITULO 26

TELON

Nuestra pr imera responsabi l idad era hacia nuestro pasajero yten iamos que l levar lo rápidamente a t ierra f i rme, antes de intentarla destrucción del avión. Ambas cosas l levarían t iempo, de modo que,s¡n demora, los t res empezamos a caminar por el lodo en una f i la, conel personaje importante en el medio, avanzando sobre esa masa pega-josa val¡éndonos de los t res paquetes de paracaídas y del tablero deBigsworth def navegante para apoyar los p¡es. Con cada paso que dá-bamos nos hundíamos hasta las rodi l las, pero s in esos apoyos nos ha-bría¡nos hundido hasta la c intura y dudo que hubiéramos podido

iur¿ €r, ,pél desde mi paracaída" ' ' ,n l tablero Bigsworth delante de mí y pisé enun paso. Después Robertson t ; ; ; l?tdot

que venían atrás avanzabanpara ca íd a s de r as I od osa, p rot, n J ¡ o u olr, ;;?,1* !?i¿:"i".:"u::::: ; ::yado, a f in de poder pasarro por ra f i ra. Mry t"ntu.unte, ra or i i la em_pezó a acercarse; pero nuestro avance

"ru pénorurn"nte lento y yo mesentí como el t imonel de un pequeño velero qr" , .on,ru v iento y ma-rea, tratara de acercarsN o s I r evó a r,e¿ eJo, -J"':,:,';1L.:,

i J ;i,i, :,r;i: il il,','ii".,i, I i Hl-t ros desde el Swordf ish c lavado de nar iz, y Jurante esta poco dignaprocesión, sumergidos en el barro y andanio sobre manos y rodi l lascasi todo el t iempo, fu imos rnry "uidentus

puru rn pegueño grupo deárabes gue nos observaban desde aba¡o Oe los árboles de la or i l la.Cuando estuvimos más cerca vi que l levaban r¡ f tes y el f rancés expl icóque debían ser los guardias del lago. Ni Robertson nr yo pudimos en_tender por qué alguien que estuviera en su sano.¡urcio querr ía montar

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i l . l r , l r , l | i l r l r , l l ' , l l . l l r . l t , , l i , ¡ l i

una guardia sobre ese mar interior de l imo salado, pero no habiat iempo para pedir expl icaciones.

Cuando l legamos a la or i l la y nos desplomamos, los árabes senos acercaron, acar ic iando los cañones de sus r i f les de manera hartosignif icat iva. Cada hombre l levaba una placa de bronce con caracteresarábigos colgada del cuel lo por una cadena. Los cañones de sus armasde aspecto asesino tenían por lo menos noventa centímetros de lar-go y la expresión bel icosa de sus caras no nos dejó dudas de que nosconsideraban sus pr¡s¡oneros.

Después de un corto descanso, ignorando los r i f les que loapuntaban, el f rancés se puso de pie y dejó caer hasta sus pies el t ra-je de mecánico que se habia puesto para volar. Aparte de sus zapa-tos, que estaban l lenos de lodo, cuando se qui tó el l imo de la cara ad-quir ió un aspecto bastante respetable, pero yo no estaba preparadopara la reacción de los árabes. Cuando terminó de qui tarse su t rajede mecánico, el los bajaron sus armas y lo m¡raron atóni tos y boqui-abiertos -casi con reverencia- y yo comprendi que sabían quién eraé1. El reconocimiento fue instantáneo, y por la act i tud de los árabesfue evidente que nuestro pasajero era, en efecto, un personaje muyimportante, por lo menos de ese lado del Mediterráneo. El f rancésles habló en tono autor- i tar io en el id ioma de el los y después desapa-reció en el bosque, completamente l ibre. Nunca lo volv imos a ver.

Cuando nos desl izamos por la or i l la hacia el lago para volveral avión, los árabes hic ieron gestos como para evi tar lo; pero nosotroslos ignoramos y volv imos sobre nuestros pasos a t ravés de ese lodo es-pantoso. Había mucho que hacer antes de poder part i r hacia el lugarde nuestra c i ta. Por razones de segur idad habi¿mos qui tado nuestroequipo de radar antes de despegar, pero las antenas f i jas en las r ios-tras de las alas tenían que ser destruidas hasta un punto qub no pu-dieran ser vuel t¿s a armar, y las rompim05 en pequeños pedazos quearrojamos al lodo en todas direcc¡ones. Después tuvimos que buscaruna forma de esconder la bic ic leta" Si nos capturaban y la encontra-ban, tendríamos que dar expl icaciones embarazosas. No había ningu-na posibi l idad de l levar la a la or i l la, ¿unque hubiera pod¡do sernosmuy út i l . Sostenidos precar iamente sobre el borde de sal ida del a lapr incipal , la levantamos del barro, y con un "uno, dos, t res" la arro-jamos tan le jos como pudimos. Aterr izó no muy le jos de las alas debabor y se hundió inmediatamente, desapareciendo de la v ista. Sub-conscientemente, desde ese momento y durante muchos días, estuvepensando razones verosími les para su presencia y descarté var ias ideasfantást icas hasta que di con algo que sonaba razonablemente plau-sible.

En un pequeño bolso impermeable en la cabina poster ior te-niamos raciones suf ic ientes para mantenernos por veint icuatro horasy yo tenía mi f rasco de bols i l lo l leno de brandy puro, de modo que

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gad¿s eran tan coriáceos como sus pul idas botas de montar' Creoque sólo v ino a vernos por cur¡os¡dad, pero cuando sacó un cigarr i -l lo de su. paquete de Bastos Bleu, tendi una mano y el d i jo "Oui"dos veces, por la nar iz, "u - i , u ' i " en dos sf labas separadas, y me dio

todo el paquete. Desde entonces tuve simpatía por los espahis.El 20 de sept iembre fue mi segurrdo aniversar io de bod¿s. Tam-

bién fue el d ia en que fuimos trasladados a El Alouina, el aerÓcjromo

en Túnez, por nuestro nuevo guia y ¿compañante, e l capi tán Rubin

de Cervans, de la Fuerza Aérea Francesa. Habia venido desde Túnez

a buscarnos.

Durante nuestra caminata desde el lago, Robertsorr y yo había-

mos conveñ¡do aterrernos a una histor ia senc¡ l la. l -as not ic ias del ata-que de la escuadr i l la a la naveqación frentea Lampedusa habrían sido

transmit idas por radio a todo Túnez. Nosotros habíamos suf r ido unapérdida de gasol ina y habíamos volado al punto de t ierra más cercanoa Lan,pedusa, que era Sousse. A la débi l luz de la luna, yo habíareal izado un aterr izaje forzoso en el lago porque su superf ic¡e l isa era

¿penas vis ib le.En las pr inreras cuarenta mi l las, la carretera de Sousse a Túnez

sigue la l ínea de la costa, a t ravés de una zona l lana y abierta al norte,y noté muchos lugares de terreno f i rme y herboso donde hubierapodido aterr izar fáci lmente con nuestro personaje muy importante.Una gran cadena de montañas azules l imi taba nuestro hor izonte hacia

el oeste en todo el carnino hasta Túnez, separando las planic ies delGolfo de Harnmamet del Desierto ctel Sahara. En H¿mmamet doola-mos al noroeste, para atravesar las montañas. El aeródromo de El

Alouina está a pocos ki lórnetros al sur c je Túnez, sobre la carreteraa Cartago.

Llevábamos recorr idos alrededor de treinta k i lómetros desdeSousse cu¿ndo atravesamos velozmente Enf idavi l le y pasamos por elcampo donde habíamos aterr izado en agosto, pero fue antes de que

Robertson o yo nos diéramos cuenta, lo cual , quizá, fue muy conve'n¡ente, porque Rubin de Cervans nos estaba vigi lando atentamentepor el rabi l lo de sus pequeños ojos porcinos. Durante todos los c ien-to quince ki lómetros nos l lenó de preguntas -cuando no estaba ha-blando de sí mismo- y en los pr imeros diez minutos l legué a la con'c lusión de que él era uno de los indiv iduos más aburr idos y odiososque yo había conocido. Sr¡s modales eran furt ivos y él era incapaz demirarme a tos ojos por más de dos o tres sequndos, pues desviaba rá-pidamente la mirada y me espiaba, l leno de desconf ianza, desde de't rás de sus gruesas gafas de asta. Hablaba incesantemente un rnglésde academia de idiomas que pronunciaba con un marcado acento

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" rri l l l l l l l l i Irrl l t,

i , , , ¡ ¡ , ! | ! r r r ¡ t i l i t r i ¡ l t r l l l t l l t l ¡ | i

amer¡cano. Tamb¡ér i tenía algo de cockney, y la combinación de losdos, sumado también al acento f rancés, era algo tan pocc convtncen"te como su personal idad.

Nos expl icó que era muy pro br i tánico, razó¡r por l¿ cuai sr . ¡ :camaradas of ic ia les desconf iaban de él_

-No puedo conf iarme en un alrna viv iente -- t l i jo, sacudiendosu cabeza, lo cuat hizo tenlblar su papada.

Nos contó que ser iamos custodiados por la Fuer.ea Aérea Fran-cesa en El Alouina, unos "grandes t ipor que harán que lo par,en bien".Añadió: -Haré todo lo que pueda por ustedes, solo t ienen gu,," pedir"melo.

Com<¡ todo to que él d i jo en ese viaje fue desment ido desr je elmomento que l legamos a nuestro destino, iue evidente que et tr_.rb;.aesperado extraernos en el autornóvi l toda la infor.macioi l que necé-si taba. De otro modo iqué objeto tenia decirnos esas r ient i ras y pín-tarnos un cuadro tan rosado?

Nos condujeron a una celda pequeña y br i l lantemenle i l r ¡Eni-nada desde la cual se veía, a la distancia, la b¿ht 'a de Túnez. L.a pr;er-tá abierta daba a ur¡ balcón donde estabar¡ los inr¡vi iables guardia$ár 'abes con sus bayonetas caladas. puse a nuestro guia a prueba y lepedí un cepi l lo de dientes y un rol to de papel b ig iénico, pero, porsupuesto, nada de eso nos fue entrega<Jo.

-Veré qué puedo hacer -di jo él- pero me ve¡é en probfemass j e l Deux¡énre Bureau lo t lega a descubr i r .

Durante rnuchos días y noches ros guardias árabes hic ieron rcrposible por mantenernos despiertos, pero co¡no ra puerta der balcó¡rnunca se cerraba y las deslumbrantes luces estaban siempre encendi-das, los rnosqu¡tos necesi taban muy poca ayuda. Rubin de Cervansera un vis i tante diar io y su interrogator¡o era repet i t ivo y s in rnspi-ración, en cornparaaón con el Deuxi i ime Bureai¡, guien me l levópdra un ¡nterrogator iú vespert¡no, el cual fue real i¿ado con la ayr:dade un cable eléctr ico apl ic¿do a rni persona, ent¡e otros ref inan¡ ientos¿ún más desagradables. Pregunté a Rubin s i ésos eran ros grandes t i -pos que harían que lo pasáramos tan bien y él adguir ió una expre-sión aún más furt iva y se disculpó por la conducta de el los.

--Me gustaría poder hacer mds por ustedes, pero el los son t ipospel tgrosos.. .

Me al iv ió comprobar que a Robertson no lo somet ian a este t ra-t¿miento de tercer grado, presumibiemente porque él sólo tenía unat i ra y parecfa mucho más joven pese a su barba. Tuve cuidado de nodecir le lo que estaba sucediendo, por s i acaso ei los decidian someter-lo también a ese tratamiento. Hasta que eso suced¡era, é l se salvar iade la agonía de esperar esas vis i tas vespert inas. A veces er¿ di f ic i lcontenerme y no contar lo todo y una vez, cuando descubr i que elvef lo púb¡co del lado izquierdo de mi barr iga se habia vuel to branco

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de la noche a la mañana, tuve que cubr i rme rápidamente para que élno lo notara" A part i r de entonces fui muy recatado cuando me lava-ba de pies a cabeza en nuestra t ina común y s¡empre que podia meponia una toal la alrededor de la c intura.

Hubo varios factores atenuantes durante este desdichado pe-r iodo. Uno fue un simpát ico guardia f rancés, apostado debajo de nues-tra ventana, quien insist Ía en s¡ lbar "Siempre habrá una Inglaterra"durante toda su guardia. Después de un t iempo se volvía muy monóto-no, y aunque sus intenciones eran buenas, me hubiera gustado quesi lbara el Himno Nacional Alemán siquiera para variar. También medi cuenta de que el Deuxiéme Bureau estaba haciendo bluf f con algu-nas de sus amenazas y obtuve una gran sat isfacción personal cada vezque lograba vencer los en su propio juego. El los estaban decididos aaver iguar cómo la escuadr i l la consegufa hundir barcos en la total os-cur idad. Sospechaban que los al iados tenían una forma de artefactopara ver, pero el radar para detección de b¿rcos, o para "alerta tem-prano", sólo había s ido desarrol lado por sus enemigos y para el losera algo totalmente insospechado. Pude obtener un poco de respirocontán. lo les una h¡stor ia fantást ica sobre un aparato de escuchaque podia detectar el sonido de las máquinas de un barco desde unadistanci¿ muy grande y esperé que esto los l levarfa a detener susmáquinas más a menudo y en una etapa más temprana, ofreciendoasi mejores blancos a la escuadr i l la. Les dejé que me sonsacaran estainformación muy lenta y gradualmente, y les ofreci una gran repre-sentac¡ón de autorrecr iminación por haber proporcionado tan val iosainformación, todo lo cual resul tó más real ista porque aproveché para'dar r¡enda suel ta ¿f dolor que exper imentaba en esa oportunidad,

Sospecho que todo el mundo teme secretamente que claudicarábajo tan duro t ratamiento. A veces me había preguntado cómo reac-cionar ia yo y, s i l legaba a suceder, cuánto t iempo podr ia soportar lo.Me intr igó descubr i r que uno puede ser objet¡vo acerca del dolor,como si estuviera sucediéndole a otro, aunque dudo que hubiera po-dido considerar lo desapasionadamente s i me hubiesen permit idouna al ternat iva. El más grande factor atenuante era el hecho de queno teni¿ alternativa. El los trataban de obtener pruebas de mi compli-c idad en act iv idades subversivas, y s i hubiesen tr iunfado, las penas ha-brÍan sido totales y todo se habría perdido si yo c laudicaba. Saber esofue una ayuda tremenda y fue realmente muy tonto de parte de el losperder tanto t iempo y esfuerzos. Lo m¡smo se apl icaba a un nuevoenfoque que ensayaron en dos tardes consecut ivas y que casi tuvoéxi to porque fue más sut i l . Cuando fui conducido al pat io por un gru-po de interrogadores, en vez de l levarme a su of icina. me h¡c¡eronmarchar de un lado a otro mientras me formulaban preguntas. Diezsoldados de la Francia de Vichy estaban pract icando como pelotónde fusi lamiento, y después de una demostración completa, en la que

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i : ' . r ' , . , l l j i r l i i l l l i l t , . l l l l l l . i l , ,l r I I

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dispararon contra un muñeco apoyado contra la pared, quedaron enpos¡ción de descanso y me miraron f i jamente m¡entras yo desf¡ labafrente a el los. La sugerencia era obvia y al principio mis rodi l las sesint¡eron débi les, hasta que decidí que el los nada tenÍan que ganary si mucho gue perder si me fusi laban, a menos que yo admit ierami compl ic¡dad y revelara el nombre de mi pasajero, que era lo gueel los estaban busc¿ndo. Una vez que decidÍ que todo era bluf f , fuecomo jugar al póquer; pero yo tenr'a todas las cartas, incluida la manoganadora, porque no importaba lo que el los hic ieran, yo no podíadecir les la ident idad de mi pasajero puesto que no sabía quién era, aúnsi e l los lograban hacerme admit i r la presencia del personaje muy im-portante.

Una mañana, Rubin de Cervans me sorprendió mostrándomeuna fotograf ía de é1. No habia duda de que era nuestro personaje muyimportante. Con perfecta veracídad, pude decir que no tenr'a ide¿ dequién era é1.

-Sabemos que él estaba con ustedes -di jo torvamente.-Es un t ipo muy guapo, sea quien sea -di je con admiración.-ZVa a dec¡rme que nunca lo habia visto?-Podría ser posible -di je- . Su cara me es vagamente fami l iar .

iNo es un pol í t ico f rancés, o un general , o algo así? Creo que hevisto su fotografía en los periódícos, pero, ciertamente, no sé quiéne5.

- iBah! --di jo Rubin disgustado.Pero su mayor revés ocurr¡ó la mañana en que sus exploradores

descubrieron la bicicleta. Entró precipitadamente en nuestra celda,con aire de tr iunfo.

- ¡Hemos encqntrado su bic ic leta! - -d i jo.Tuve una sensac¡ón de al iv io. Había estado preparándome para

este momento tan a menudo, y por tanto t iempo, que casi d isfruté delos minutos s iguientes, que fueron el punto crucial de nuestro inte-rrogator io. Fue como levantar el te lón en un debut despueíde muchassemanas de ensayos agotadores.

-Temía que la encontrarían --di je- . Por Dios, no informende el lo. Me causarán ser ios problemas s¡ lo hacen y me enviarán anteuna corte marc¡al cuando vuelva a mi pais.

-éQué quiere decir?.¡-Es robada. Es propiedad del gobierno, como supongo habrán

notado. En Malta, los aviones están dispersos tan lejos del aeródromoque me l leva media hora caminar hasta poder desayunar. Detesto ca-minar.

-¡Oh, puf, puf ! -d i jo él indignado-. ZPretende decirme quel leva esa bic ic leta en su avión para no tener que caminar hasta ellugar donde toma su desayuno?

-Asi es -di je, y cuando él sacudió la cabeza con incredul idad.

241

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,r" ' i lr i l tr i l tr i l i i l i l l i l l i l i l l l l l l t i i l l l l lr i lr i¡,,,.,, i

PARTE V

El Sahara

cuando se l levaron nuestras ropas para ser lavadas y remendadas. Paraentonces nos h¿bían trasladado a un fuerte de cabal ler ia sobre una co-l ina al oeste, que dominaba a Sousse. Al romper el dÍa nos l levaron ¿través dei campo y col ina arr iba hasta el p intoresco fuerte" Los auto-rnóvi les cruzaron una arcada en una al ta pared de estuco y se detu-vieron en un pat io empedrado. Soldados árabes montaban guardia conlas bayonetas caladas. El los abr ieron las puertas y nos escol taron,subiendo una escalera de madera, a una gran habrtación desnuda quede alguna manera se las arreglaba p¿ra parecer completamerrte vacia,aunque contenía dos camas, una mesa y dos si l las. Tampoco susven-tanas con barrotes eran amistosas.

Dur¿nté dos dias y noches f u imos custodiados por ocho árabes,todo el t iempo con sus bayonetas caladas, hasta cuando estábamosdurmiendo. Estaban apostados en parejas fuer¡ de la puerta de nuestracelda, en la c ima y al p ie de la escalera de madera y fuera de nuestraventana, en el pat io empecJrado de ¡bajo. Quedamos desconcertadospor estas señale5 cle extrernada precaución, pero pareci 'a que los f ran-ceses estaban convencidos de que habían capturado a la PimpinelaEscar lata y a f loudini combinados. Con gu¡ños cle conocedores y con-f idenciales mov¡mientos de asent imiento de la cabeza, hacÍan lo pos¡-ble.por alentarnos a hablar y decirnos que estaban al tanto de que nos-otros nos encontrábamos comDrometidos en " le mécanisme clandes-t in" . Nos aseguraron que el los eran "sympathisants" y ferv ientes"gaul l is ts" y que podíamos hablar abiertamente. Nos preguntarondónde había ido nuestro "passager", pero nosotros conservamos unaire de desconcertada ¡ncomprensión ¡r nos negamos a dejarnos en-gañar. Nuestra constante respuesta, "Je ne comprend pas M'sieur" ,los ponía fur iosos y nos di jeron que éramos unos tontos s i pensá,bamos que podríamos continuar con nuestro trabajo clandes't inocontra adversar ios tan formidables como el los. Ex presaron torvasat isfacción por habernos capturado por f in, después que hubié-ramos hecho " tantos v ia jes a su país". Frotestamos nuestra inocen-cia tan f recuente y tan convincentemente que empecé a sent i rme in-dignado porque se negaban a creernos-

Los guardias nos seguian a todas partes, hasta al retrete, s i es11r- ie podía descrrbirse tan escuál ida rnstalación en fornra tan grandio-sa. f r lo habfa necesidad del guia, quien insistra en acompañarnos;su presencia, y ubicación, eran iconfundibles desde cuaiquier partede ese edi f ic io. Nuestra introducción a las pr imit ivas instalaciones sa-ni tar ias que los f ranceses de Vichy nunca dejaban de proporcionar,para sus pr is ioneros y sus soldados árabes por igual , fue inolv idable.Un ¡requeño agujero en el suelo habia s i r lo discernible alguna vez, peroestaba comnletarnente cub¡erto por la evidencia de las v is i tas de do-cerras de ciudadanos durante un l¿rgo per iodo y cuya puntería habíasadc extremadamente desci¡ idada. A cada iar jo de esa pi la nauseabun-

CAPITULO 27

INTEIiROGATORIO

La ventana cle nuestra celd¿ se at l r ia ¿ la c¿l le pr inr ipa¡ ce

Sousse, que se extencl ía muy larga h¡cra la distancia en u¡1a l i r iee

i"rüü**^te recta- En las sombras atargactas dei cál ido soi del atar-

i*aar, grrpot de atract iva gente joven clror laban y reran iuntos en una

atmósferadepaz.ErauncontrasieeXt|añovistcatr .avésdel(}sbarro-tes de una celda pol lcral . Palecr¿rr corr ' rp letarnente i r rafectados par la

i rurru qu" ruEía en tor ias ias otrat par ies rJel Mediterráneo y e! 'a rr l r '

tante no pocler reuni ise cLin el los ' Al pr incipro ' !a t r¿nsic¡on f is ica de

aceptar, y en ta5 pi i t i re: 'as una o r los sei lands l -uvimos que luchar con-

tra una sensaciÓn cie salvaje fesent i rn iento ' La tentacrorr de arrolar5e

sobre uno de esos relarnidos Ír¿' lceses en ornarrrentai io: ' t¡nifornles'

o loroso5 a agüa cle Cc-¡ lonia, erd easi i r resist ib le '

hiuestra pr¡mera comida conslst iÓ er¡ c¿be¡as cie pescaci l narJ¿n-

do eri agLla sucia, y los oios qi 'r ' : mirabart clegos lracia arr iba desde el

ptato no contr ibuyeron a € ' i t i r ' i lu iar e i apet i to ' P¿ro el café vtrro tnuy

i l ien, y despues f i€ nl lei trc rspas' nos cl ieron ¡ cada uno una toal la

f in¡pia y una pasti l l l de jabórr y rr:s escolt lrr :r¡r a ia douche' para la'

varnos ei barro pest i lente. Ante esta tan esperacia bendic ión' decrcl i '

mos qLie las cosas e5Iaban mejorándo, aun cuanclo fu imos l levaclol a

ui t pat io exterroi 'y comprcbarnos que la douche era solam*Í l te un grt-

fo de agr.ra f r ra 5cbre una p; la de pieclra ' r imi lat a los abrevaciercs gue

en Gran Bretai ia se proveen a los cabal los de t ivn ' Perc¡ nos sent lmos

agradecidol por esat pequenas mercedes; frclr lo r lenos' pud¡rnos

¡ibrarnos cie io L:eor de "tt

loclo seco' el c( lal se habi¿ metido en

todas oartes, incluso en nuestro cabr l l !o y debajo c ie nuestras uñas'

Et olor acre s iguió con nosotros nasta la mañana siguiente '

234 235

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y los alemanes. A los f ranceses de Vichy no se les ocurr ía que el losmismos podÍan ser atacados. A los aviones alemanes e i ta l ianos seles permit Ía usar El Alouina cont inuamente, pese a la así l lamadaneutral idad de Túnez. De pie entre los dos guardias árabes, en el bal-cón de mi celda, yo contaba los aviones que volaban en circulo,con esvásticas naz¡s pintadas en el fuselaje. Con todas estas activi-dades que se desarrol laban abiertamente, la presencia en Túnez délv icecónsul americano era una tremenda incomodidad Dara los f ran-ceses de Vichy y todos los movimientos del d ip lomát ico tenian queser vigi lados. Más tarde me enteré de que él se encontraba bajo "arreg-to abierto" y que se hal laba más o menos conf inado a su residencia,y que, cuando sal Ía, tenía que ser escol tado por un guardia de la Fran-cia de Vichy. Pero, a t ravés de canales diplomát icos, é l estaba encontacto con el mundo exter ior y, por lo tanto, era una persona muyimportante a la que habfa gue mantener en la ignorancia todo lo quefuera posible y apac¡guar cuando expresaba preocupación por cual-quer cosa que v¡era.

En 1941, los al¡ados estaban preparando el camino para el even-tual desembarco en Afr ica del Norte, e l cual tendría que produ-cirse tarde o temprano puesto que los f ranceses de Vichy estabancooperando con las potenc¡as del Eje; y mis pasajeros eran la punta delanza de e5e desembarco. Estoy seguro de que una de las primerascosas que tuvo que hacer nuestro personaje muy importante fuecontactar al v iceconsulado americano en Túnez, a f ín de que el v ice-cónsul supiera todo sobre nosotros, excepto (al principio) dónde nosencontráb¿mos. Nuestra desaparición estaba causando cierta preocu-pación en c¿sa; pese a muchos angustiosos ped¡dos nuestros, no senos habia permit ido enviar cables o te legramas, n¡ s¡quiera escr ib i rcartas, y sabÍamos que a nuestros parientes más cercanos les habíandicho que estábamos "desaparec¡dos".

Más de dos semanas después de que nuestro personajemuy importante hubiera v is i tado al v icecónsul americano en Tú-nez, las autor¡dades br i tán¡cas de Londres pid¡eron a ese diplomá-t¡co que aver iguara qué había s ido de Robertson y yo. Cuando éldescubrió que seguíamos deten¡dos en Túnez casi tres semanas des-pués de haber sido tomados prisioneros, preguntó por qué no ha-biamos sido trasladados al campo de internación of icial para el per-sonal mil i tar al iado, que entonces se encontraba en Aumale, enlas afueras be Argel. No satisfecho con la respuesta que le dieron,¡nsist¡ó en que le permit ieran ver al pi loto del Swordfish, y los fran-ceses de Vichy arreglaron precipitadamente una cena como formarápida de mostrarme a á1, a la distancia. Yo tenía que ser mostradocon un aspecto razonablemente presentable, y después de una rápidapresentación al americano, Rubin y todos los of iciales presentestenían órdenes de mantenerme tan alejado de él como fuera po:

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.lltrr rl,;illilltiití1iIr

sible, a f in oe que yo no pudiera hablar. Todo esto se volv ió evidenteen retrosDect iva.

Cuando Rubin entró precipi tadamente en mi celda esa tarde,i l radiaba simpatía y bonhomr'a fa lsas y se mostró obsequioso con hi-pócr i tas disculpas. Todo habia s ido una terr ib le equivocación y todoel mundo estaba desolado, y lo sentía mucho, pero mucho. El co-mandante quería reparar las cosas y me ofrecerÍa una suntuosa cenaen su residencia, para conocer a todos sus of ic ia les, quienes que-r ían también expresarme sus disculpas. Agregó que, como señal debuena fe, y a f in de que yo tuviera a alguien que tamb¡én hablarainglés, e l comandante habia invi tado, muy graciosamente, a l v icecón-sul amer¡cano y gue yo tenia que darme pr isa, porque debÍamos estaral l i en menos de una hora.

Como un prest id ig i tador en una f iesta infant i l , ese hombrer id iculo sacó de su espalda un rol lo de papel h ig iénico y un cepi l lode dientes, y me los ofreció con una reverencia. No me impresionó.Había algo i r real cn esta invi tac¡ón, l legada tan inesperadamente. Ledi je a Rubin que era fa lsa.

-Es como usted, Rubin. Falsa, de cabo a rabo.Hacía rato que habÍa dejado de mostrarme cortés con esa insu-

fr ib le cr iatura. El sólo mirar le me hacía descomooner.-Usted puede i rse al demonio -añadi- y digale al comandante

que se vaya al demon¡o, y también al v icecónsul americano. Todo loque quiero es dormir , y usted lo sabe.

El Deuxiéme Bureau había dado órdenes de que no me dejarandormir hasta que los hubiera sat isfecho ¿cerca de mi pasajero. CuandoRubin l legó con su mensaje, yo l levaba despierto s iete días y nochesy me encontraba casi fuera de mis cabales. Sabia que si no me dejabandornr i r , pronto morir ía. La v ig i l ia torzosa es un tormento peor que elhambre, y mucho peor gue no poder lavarse los dientes o l impiarseel t rasero, y como no nos daban comida suf ic iente para mantener lavida, ninguna de estas agradables cosas era tan v i ta l como dormir .Esa tarde, cuando me l levaron a m¡ cam¡nata por el pat io, mis guardia-nes tuvieron que sostenerme de cada brazo y yo me dormí mientrasestaba caminando. Hubiera podido dormirme parado sobre mi cabeza.

Rubin cumplía órdenes y t rató de ser bel icoso, pero yo lo in-terrumpí bruscamente.

-Gracias a ustedes, bastardos franceses e i ta l ianos, no estoyen codic iones de asist i r a n¡nguna cena ni de conocer a nadie. PorDios, déjeme en paz y digale a esos cochinos árabes del balcón quehagan lo mismo. Si su infernal comandante quiere disculparse, esaes la forma de demostrar lo. Tienen que dejarme dormir o moriré,y no estoy bromeando.

Esa gran bola de tocino temblaba de miedo y estaba tan nervio-so como un escolar l lamado al desoachodel d i rector. Le habían orde-

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nado l levarme a la res 'dencia del comandante " tout de sui te" y éllo haría, así tuviera que recurr¡r ¿ lo: árabes y sus bayonetas. No mequedaba fuerza f ís ica para resist i r y tuve que permit i r le gue me pu-siera la camisa, Estaba mareado por la fatrga y escasamente conscien-te, y en nuestro c¿mino a la cena debió pedir ayuda a un gendarmepara que me tomara del otro brazo. Entre el los me impidieron tender-me en el suelo, que era todo lo que yo deseaba.

Mientras nos acercábamos a la casa, t raté de recuperarme. Eraplenamenté consciente de que los f ranceses tenian algún mot ivc¡ ocul-to para esta func¡ón y tenía que manlenerme en guard¡a. En un salónl leno de gente, tuve que estrechar Ia mano del comandante. Ei eraun indiv iduo de facciones marc¿das, con una cara de jugador de pó-quer. Entre todas esas personas uni formadas, el uni forme oscuro delv icecónsul resul taba l lamat ivo. El d ip lomát ico era un hombre maduro,pegueño, l la¡nado Spr ings, con cal¡el lo gr is y o¡os alertas que me si-gt , l ¡eron por toda la estancia hasta gue estuve frente a é1. Cuando noshubimos estrechaclo la mano, Rubin t rató de alejarme pero el ameri-cano me tomó de la muñeca y empezó a hablaf de algo bastanteinsubstancial . En rned¡o de una frase, s in cambíar el tono de voz,insertó cuatro palabras fuera de contexto -"mantenga la boca ce-r tad¡"- y desnués siguió hablando sirr pausa.

Pür €se crípt¡co comentario, decluje qr-re él sabia todo acercads nosotros y que estal :a de nuestro lado. El lo también aclaró las, :¿jrs¡5 V rcveló el mol ivo ocl¡ l to t ras el súbi to cambio de act i tud. L le-nárrd<¡rne de aicohol , erhausto y con el esiómago vacío como estaba,ia: f r 'anceses de Vichy t ratarían de hacerme decir a lgo incr iminator ioen preseftc ia del replesentante of ic ia l de Estados Unidos, lo cual nosólo just i f icarÍa su conducta cr¡rrr inal de las úl t imas tres senranas. s inoque también l :s darí¡ una excusa perfecta para cualc lu ier medida adi-c ional que pudieran tomar, no importa lo v io lenta que fuera. El v ice-cónsul amer¡cano lo h¡zo muy bien y me sentí sumarnente agradecido.Quería que este buen arrrer icano supiera que en cualquier morrrentome ¡ba a desrnayar --pocl ia sent i r e l mareo que dominaba mis sent i -dos- y estaba decidido a que él supiera que no era por culpa mía.

-No puedo seguir teniéndorne en pie, señor - .d i1e, lo cual fueuna frase que esperé que Rubin" : ierrpre v ig i iante, no entendería.

*No t iene buen aspecto.-E:ios bastarc{os me han tenido desp¡erto más de una sern¿na y

no sé si voy {J vengo¡ de modo que no se sorprenda si me desmayo encualctuier monrento.

Rubin, fur íoso, t rató de atejarrne del amer¡cano y ya no tuvefuerzas para resist irmele, pero cuando nos alejábamos, el vicecónsulme hizo una señal de asent imiento, que signi f icaba: "Muy bien. Men-saje rec¡b¡do y comprend¡do".

Terminada la presentación, satisfecho e¡ honor, el comandante

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ocupó su lugar en la mesa, con el americano a su derecha y yo a su¡¿qu¡erda, de modo que los t res mirábamos en la misrna dirección yno nos veÍamos unos a otros. Rubin tuvo cuidado de que mi copa es-tuviera constantemente l lena. Yo decia "s i , por favor" , a todo lo queme ofrecÍan, porque querfa desmayarme antes de que algu¡en me en-redara en una conversación tramposa, y mientras más comiera y be-biera, más pronto sucedería. Mi úl t imo recuerdo de aquel la cena fueuna sensación de disgusto hacia mis anf i t r iones, porque usaban el mis-mo cuchi l lo y tenedor para todos los platos, aun en una ocasión social"

Cuando volví en mi me encontraba en mi celda, y Rrrbin, en-coler izado, estaba sacudiéndome el hombro. El sol estaba al to sobreel balcón y entraba a raudales por la ventana.

-¡Vamos.. . despierte! -d i jo torvamente-. Tengo que l levar losa los dos a un tren dest inado a Argel , y saldrá en menos de una hora.

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CAPITULO 28

VIAJE AFRICANO

En la plataforma de la estación ferroviar ia de Túnez, Rubin deCervans nos entregó a dos gendarmes y a una guardia de dos árabesarmados con sus inevi tables r i f les. También tenr 'an cascos de metal .y como disparo de despedida, le comenté a Rubin que, en un paÍsque se suponia que no estaba en guerra con nadie, la moda de usarcascos de metal era bastante sorprendente.

- iSus soldados los usan más que nosotros en Gran Bretaña!áQuizá temen que sus of ic ia les les disparen por la espalda?

Rubin no dio señales aparentes de pesar por separarse de nos-otros y nosotros le v imos alejarse s in lamentarnos.

El gendarme nos guió a un compart imiento reservado y se sentócon nosotros, y los árabes ocuparon sus puestos afuera, en el pasi l lo,presumiblemente para ale. lar a los otros pasajeros de nuestra conta-m¡nante presencia.

Nosotros teniamos muchas esperanzas de poder escapar duran-te el v ia je, y habiamos hecho algunos planes improvisados. Aunquenos habÍan registrado var ias veces, nuestros captores no habían en-contrado nuestro dinero f rancés y otros elementos de fuga. Yo teníauna brújula, astutamente dis imulada en una p¡pa muy usada, y Ro-bertson tenía otra, ocul ta en un botón de su camisa: pero lo más im-portante de todo, cada uno de nosotros tenía quinientos f rancos,prol i jamente plegados debajo de nuestras hombreras, junto con unahoja de sierra en su estuche r ig ido de plást ico.

Cuando se usa uni forme cagui es costumbre que las hombreras,que indican el rango, estén hechas de tela también blanda; pero la va-r iedad dorada y negra, que normalmente se usa con el uni forme

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tropical b lanco, puede usarse con ambos y const i tuyeexcelente para papel moneda y cualquier objeto chato.tado debajo de la hombrera, todo lo que se necesi tabacas puntadas con hi lo de algodon negro, y el d ineroocul to, s i las puntadas estaban bien hechas.

un esconditeUna vez inser-eran unas po-quedaba bien

Naturalmente, cuando caminábamos hacia el lugar de nuestraci ta con el Heinkel e l pr imer día, l levábamos nuestras hombreras enlos bols¡ l los de los pantalones. Cuando nos arrestaron, las sacamos co-mo prueba de que no éramos civ i les. Losgendarmes se mostraron muydesconf iados ante esto, lo mismo que Rubin de Cervans, quien nospreguntó por qué, s i no estábamos compl icados en act iv idades subver-s ivas, volábamos vest idos como civ i les. Fue lo que se hubiera consi-derado "una buena pregunta" en la escuela naval de Greenwich, parasorprender y poner en apuros a un profesor. Expl icamos que no po-díamos usar las deh¿jo del arnés del paracaidas sin que se rompierany que habíamos olv idado colocárnoslas cuando aterr izamos. Esa,también, fue "una buena respuesta" de escuela naval .

El d inero era esencial para nuestros planes. Nuestro objet ivo eraemborrachar a los dos gendarmes y después sal tar por la ventani l ladel compart imiento, cuando el t ren redujera l¿ marcha en algún lugarconveniente, cerca de Argel . Mientras más al oeste estuviera ese lugarresul tar ía más conveniente, pues nuestro dest ino f inal era Gibral tar ,vÍa Marruecos español . La única ventani l la de nuestro coche era muygrande, y antes de que el t ren dejara Túnez, Robertson descubr ió quese abría fáci lmente. Murmurando algo acerca de "aire f resco", la abr iócompletamente con un solo movimiento. Los gendarmes volv ieron acerrar la apresuradamente, agi tando las cabezas con reprobación, y di-c iendo: " iDéfendu!" (Prohibido).

Habíamos pensado qué decir a los pol icías para expl icar por quéteniamos tarto dinero. En la correcta suposic ión de que el los erannuestros guardianes solamente por ese viaje y que no eran of ic ia lesm¡l i tares, esperábamos que el los no supieran que nosotros no tenía-mos que poseer un centavo.

Después gue el t ren l levaba viajando alrededor de una hora yque hubimos establecido una amistosa relación con los dos hombres,Robertson expl icó que el cónsul americano en Túnez nos había dadoalgún dinero f rancés para pagar las cosas esenc¡ales que necesi tar íamoshasta l legar al campo de internación.

-Sh ustedes fueran tan amables y nos acompañaran al cochecomedor, nos gustaría invitarles con dos o tres copas. Tendremos quepermanecer en este tren un buen rato ápor qué, entonces, no d¡s-f rutar mientras podamos?

Los gendarmes accedieron de buena gana, especialmente si nos-otros pagábamos, y en el coche buffet pedí ouzo, el aperit ivo anisadoque se vuelve de color blanco t iza cuando se le agrega agua, y que es

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tan letal a la m¿ñana siguiente, después de un vaso de agua, como lofuera la noche anter ior . El ios se mostraron contentos bebiendo connosotros, s ienrpre que nosotros bebiéramos a la par de el los y quepagáramos la cuenta. Desafortunadamente, Robertson era abstemio.Para evi tar que los pol ic ias entraran en sospechas, yo tuve que com-prar cada vez copas para Robertson también, y cuando los dos hom-bres no miraban, bebérmelas además de las mías.

A la edad de veint is iete años, yo estaba tontamente y excesiva'mente conf iado en que podrÍa beber s in problemas hasta que el loscayeran debajo de la mesa. Me equivoqué. Aunque por c¡erto logréque los dos gendarmes se emborracharan como cubas, cuando re-gresamos al compart imiento yo no estaba en absoluto sobr io ni encondic iones de sal tar por ninguna ventani l la, aunque alguien la abr ie-ra para mi y me ayudara a sal i r . Esperé recobrarme para cuando elt ren l legara a cualquier parte más cerca de Argel , momento en que losgendarmes estarían nuevamente mareados, después de beber su caféde la mañana.

Habíamos olv idado un detal le esencial . Cuando los of ic i¿lesregresaron del coche bar, tambaleándose de un lado a otro del pa-

si l lo, entraron en sospechas y en la parada siguiente uno de el losdebió te lefonear a Constant ine, porque cuando entramos en esa esta-ción de frontera, a medianoche, dos destacamentos armados estabanformados en la plataforma: uno para los dos gendarmes y otro para

nosotros. Los f ranceses de Vichy no querÍan correr r iesgos de una re-pet ic ión de esta conducta en Argel ia. Los gendarmes tunecinos fueronl levados cast igados y a nosotros nos l levaron, por esa noche, a la es-tación de pol ic ia local .

Las cal les de Constant ine consisten en un gran número de col i -nas muy empinadas. Con nuestras escasas pertenencias colgadas denuestros hombros en una funda de almohada, y con un guardia árabearmado a cada lado, nos hic ieron subir esas cuestas en la oscur idad,y cuando l legamos a la estación de pol ic ia, era la una de la mañana.Todos estábamos malhumorad'os, tanto árabes como pr is ioneros.Nos encerraron en la habi tación de recepción pr incipal , donde unenorme sargento, con el cuel lo muy grueso, estaba sentado ante unescr i tor io, de f rente a una pequeña ventana. El p iso de la habi taciÓnera de piedra, y aparte de la s i l la y la mesa del sargento, no habianingún otro mueble en la estancía.

Un diminuto of ic ia l de la Francia de Vichy había s ido sacado desu cama en el cuartel del otro extremo de la c iudad para gue vin¡eraa tratar con nosotros. El también se sentía bastante malhumorado ynos di jo que tendr iamos que permanecer en esa habi tac¡ón por el res-to de la noche. durmiendo sobre el p iso de piedra. Ante esto, perdiel control . La combinación de los árabes empujándonos de tan pocodigna manera por las cal les a medianoche, y el f racaso de nuestros pla-

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nes de fuga, ahora que se habÍan l levado a los gendarmes ebr ios, fuedemasiado pala mi y permit í que el ouzo asumiera el control de mi9actos. Levanté al oequeño of ic ia l f rancés tomdndolc¡ de los codos yle di una buena sacudida.

- iCuándo vamos a Argei? --pregunté con ferocidad.-Láchez.moi! Inmédiatement! Tout de sui te! -*gr i tó. lan-

zando patatas al a i re.-No hasta que me lo diga -c l i je y le d¡ otra sacudida.*A hui t heures du mat¡n (a las ocho de la ni¿ñana)- d i jo escu-

piéndome las palabras a la cara.t -o dejé en el suelo mienrras perrsaba en el lo. No tenfa inten-

<. ión de pasar la nochc en una h¿D¡tac;cn con piso de p¡edra y s¡nmuebles y pedi que me l levaran a una celda, donde por lo menos dis-pondría de un colc l rón. Me lo , reg{rrolr" F-ntor¡ces exigr una audienciacon el of ic ia l comandante de¡ hombreci l lo y cuando me negaron estoLambién, volví a levantar lo y a sacudrr¡o con más vrgor. Desafortuna-' l larnente, e l gran sargentro ¡ntervino entonces y debi dejar lo nueva-mente en el sue¡o. Pero esta conducta habÍa logrado lo que querramos.Fur ioso po! ' haber s idc asi i ratado en medio de la ncche, el of ic ia ll lamó por te léfono a ¡u of ic ia l comanclante y una vez má5 nos l le-varon por las emprnadas ca¡ les de Consiant ine. Nos ccndujeron ; : unaof ic ina dt¡nde enconl"yamos a un i r r i tado coronel , sentado detrás deun escri torio, dobajo de un enorrne retratc¡ del rnariscal Pétain. Siguióun al tercado bast¿nte r id iculo, en que todos gr i taban a todos, y elpobre Rolrer ison trataba de paci f ic¿rnos. Fl coronef tenr '¿ v¿rías hi-lefas de condecoraü¡ones y medal las en el pecho, y en un momento dela infant i l esc¿na, éi l l¿n¡ó miateni iorr hacia el las.

--Regardez! -gri tó-" iHe ¿:ta¡jo en acción! iUsted no! -ysei ia ló mi hombro izquierdo donde, por supuesto, ns había s ignos devalor Después señalú con la manc la fotograf ía de Pétain que colgabacle la pared, sobre su cabe:a.

-C'est nron pére! *-drjo"

Tan sorprendido me dejó esta retór iea aleqoría que no pude con-tenerme y di ie que el rey de inglaterra er¿ m, t ío, lo cual era comple.tarnente f* lso. El coronel v lno hacia nrí y se rnost ió rnr¡>erConable-rnente grosero"

--Vous", , un Anglais. ," vouS n'ave¿ pas un pére. . . Church¡ l lseulement. , . et votre roi . " , et i ls ne sont r ien, . . r ien de tout (Usted.. .un inglés. . . usted no t iene p¿(¡s. . , Cl iur , -h i ! l solamente. . . y vuei t rcrey. . . y el log son nada.. . . nada en abroluto).

Ento¡lces cometi r . in error táct ico que he lamentado o nrenudo.Me incl iné sobre el escri toí io e hice [¡n desdeñoso gesto, con la puntade mis dedos y el dorso de mi mano derecha, sobre su hi lera de cin-tas y medal las.

*Pouf! -"di je despectivamente-. l l n ' importe. l l e¡t r ien

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de tout, aussi! Parce-que vous étes Vichy'Frangais! (Puf! Esono importa. Eso tampoco es nada! iPorque usted es un francés deVichy!) .

lnf lamado de i ra, e l coronel se incorporó y me abofeteó en lacara.

Todas las ¡nd¡gnidades de las úl t imas tres semanas y de aque-l la noche hirv ieron en mi inter ior con fur ia incontenible, y tuve quegolpear lo. Nada hubiera podido refrenarme. Fue un puñetazo cortocon la derecha que viajó sólo alrededor de quince centÍmetros, pero

traté de golpear lo con más fuerza de lo que había golpeado ¿ nadieen el cuadr¡ látero de boxeo. El golpe lo levantó de su si l lón y su cabe-za golpeó contra l¿ pared con un ruido sorcio. En seguida, él se desl i -zó hasta el suelo con los ojos cerrados y yo noté, fascinado, que esta-ba roncando. Antes de ese incidente yo creia que los ronquidos sota-mente se producÍan en medio de un sueño profundo, como señal debienestar. Pero ese hombre estaba roncando antes de que yo hubieraabierto mi puño.

Entonces se produjo una Babel . Media docena de árabes megolpearon en la cabeea y en el cuel lo con sus mosquetes y lograrondesplazar una cant idad de discos vertebrales, y desde entonces he su-fr idc de espondi losis y tendré que cont inuar t ratándome por el restode mi v ida; pero aun si yo hubiera sabido cuáles ser ian las consecuen-cias, no habría podido evi tar golpear a ese hombre. Casi val ió la pena.

El efecto inmediato f ue muy sat isfactor io. Al golpear al f rancésme hice merecedor a una celda en el cuartel hasta que el t ren par-t iera a la mañana siguiente, lo cual nos salvó a Robertson y a mí deotra caminata por esas empinadas cal les de Constant ine. Y la celdaresul tó más cómoda que el p iso empedrado de la estación de pol icía.

CAPITULO 29

AUfVIALE

Los pr imeros hombres tomados pr is ioneros por los f rancesesde Vichy en Afr ica del Norte fueron una cant idad de soldados delejérci to que habian l legado hasta Marsel la después de la caÍda de Dun-kerque y que después lograron cruzar el Mediterráneo, creyendoque ser ian repatr iados desde Argel ia, que era neutral y no estaba ocu-pada; pero el mariscal Pét¿in habia ya instalado su gobierno en Vichyy se había pasado a los alemanes, y los pobres t ipos fueron encerra-dos.

Para empezar, f ueron puestos en arresto domici l iar io en Argel ,donde viv ieron con bastante comodidad en una pequeña casa de pen-sión, mientras un campo de internación en gr¿n escala, con cercosde alambre de púas y puestos de ametral ladoras, era construido enLaghouat, un oasis en el Desierto del Sahara. Cuando la cant idad resul-tó demasiado numeroga para la casa de pensión, fueron trasladados aAumale, hasta que Laghouat estuv¡era l is to.

Mientras estuv¡eron en esa casa de pensión, sus comidas les eranl levadas por un¿ rol l iza camarera árabe que se mostraba muy am¡sto-sa. El la no hablaba inglés, de modo que los soldados le enseñaron al-gunas frases corteses, incluyendo una para que d¡jera a los visi tantesingleses cuando les l levara su té por las mañanas. Me pregunto quéle habrá suced¡do a la pobre muchacha cuando, más avanzada la gue-rra, a l tos of ic ia les br i tánicos se alojaron al l i . Cada mañana, con unasonr isa radiante, e l la s¿ludaba a sus c l ientes con la f rase: " iMuevanel culo y denme las sábanas!" .

Aumale es un bon¡to pueblo suburbano, a sesent¿ mi l las deArgel y de la costa del Mediterráneo. Estando al l í , muchos intentos

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rne lancé a mi s iguiente h¡stor ia, que estaba pensada para ajustarse

a su prgpia psicologia personal . Asumí una expresiÓn culpable, ta l

corr lo esperaría él en un inglés que admite un pecado venial .-Si necesi taba saber lo --di je-- , en Malta tengo una amiga que

espera que rne le presente inmediatamente cuanclo he estado volando

tod¿ ia noche. El ta prepara mi desayuno no bien oye que regresan

los aviones y se enf ada mucho si l lego retrasado.Siendo él f rancés, esto tenia un poco más de sent ido para Ru-

bin, quien, durante su conversación en el automóvi l , había dejado

entrever que tenr 'a amigas en todo el lugar. Pero él no era ningún

tonto; cr . rmo l levab¿ a,a5 en su uni forme, presumiblemente habiapi loteado ¿viones en algún momento de su vida. Sus oj i l los recorr ie '

ron la bahía mientras pensaba en esto, y antes de que él t t .rviera t iem-po de reconocer la improbabi l idat l aerodinámica de una h¡storta tanfantasiosa, yo saqué mi mano gattadora.

--Escuche *di. ie en tono de exasperación- por Dios, no me

meta en problemas y no quede usted como un ionto sugir iendo que

la bicicleta estaba rJestinada a alguna especie de espía' Use su sesera.

Si usted ha estudiado esa máguina debiÓ notar que t¡ene coronasbritánicas estampadas en cada guardafango -delantero y trasero- y

usted quedará como un tonto de remate s i sugiere a sus jefes que losbr i tánrcos enviaron aqui a un espía para que se pasee en una bic i -

c leta que dice a gr i tos: " iMírenme, soy inglesa!" , a todos los gue

se crucen con el la. Vamos, Rubin, use un poco de sent ido comúnpor una vez en su vida. ¡Nuestros muchachos de intel¡genc¡a no co-meterían una estupidez ast ' l

El pobre hombre se sentó desconcert¿do sobre m¡ cama y enseguida se puso de pie y suspiró.

-Supongo que no -di jo melancól icamente-. Pero no creo enesa histor ia de su desayuno.. . es puro. . . icómo dicen ustedes? áHo-jarasca? -Suspiró otra vez, y lanzó un úl t imo disparo.

-Esa amiga suya, podemos ver i f icar eso." . ZcÓmo se l larna y

dónde vive?Fue mi turno de suspirar. -Lo s iento mucho, Rub¡n, pero u5-

ted no parece entender a los br i tánicos. Ningún inglés dar ia jamás

ef nombre o la dirección de su amiga. Sería una cosa indecible,alroz 'Suponga que el marido se entera, cuando sus hombres vayan a meterla nar iz. Todo lo que estoy dispuesto a decir le es que el la es malte-sa, y muy boni ta, y celosa como un demon¡o. Si le s i rve de algo,me l leva casi media hora ir en bicicleta hasta la casa de el la por lasmañanas. Sin la bic ic leta, nunca la verÍa, y s i dejara la bic ic leta en elaeródromo mientras vuelo, a lgún bastardo me la robaría. Las bic i -cletas, en Malta, son como oro debido a la escasez de gasol ina.

- iPor qué no usa un automóvi l? -preguntó l leno de sospe'chas-. Usted podría conseguir suf iciente gasol ina.

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r l i r l l . i r .r1r

. r r , r r I i I r i l ¡ r l ¡ i | | i I i r l i l t t t i l l t l l l t l ¡ t i l l ¡ i t l

Baje ia voz. -Trampas para tanques -di je confidencialmente_.Tr¡da la isla está cubierta de ei las. Nadie puede conducir en Malta sinun perm¡so y yo no puedo pedir un permiso para ¡r a meterme en lacama de la esposa de otro, ¿verdacl?

Aceptó mi historia y me sorprendió que la inefíciencia de laorganiz¿c¡ón br i táníca de espionaje, después de todo, me salvara delpelotón de fusiramiento. por pr imera vez sentí un asomo de grat i tudhacia el mayor.

Robertson había s ido un oyente interesado durante toda la con-versación, y después que Rubin se fue, me sonr ió. Tenl ,amos cuidadode no dectr nada incriminatório ente nosotros, porque estábamosseguros de gue la celda tenía micrófonos ocul tos. pero él no pudoresist i rse a una brorna.

-Estoy tentado --drjo- de preguntarle quién es el la, pero séque no me lo dir ía.

Los franceses de Vichy tenían una treta m¡is en la manga yno tuvo éxito soramente porque ei los no arcanzaron a apreciar lasf rm¡tacrones del cuerpo huma.o. Ei los trataban de sacar capital deuna si tuación que había caíero sobre ei los a ra fuerza, en contra desus deseos, pero sospecho que no estaban al tanto de ras actividadesvespert inas del Deuxiéme Bureau, t ras puertas cerradas, y que no te-nian idea de que yo estaba acercándome a un estado de completoagotamiento f ís ico y de colapso.

Nunca antes mi cerebro habia funcionado con tanta rapidez,ni mis poderes de r .ecuperación habÍan sido tan exigidos. Era comosi cada af rent¿ f is ica agudizara mi ingenio, por inst into de conserva-cion, mientras desgastaba mi capacidad de resist i r . para Rubin de cer-v¿ns, yo seguia s¡er ido una esprna en su carne, y una espina muy mo-lesta, lo cual fue quizá la razón por la gue no puso objeción cuandole ordenaron, a últ¡mo rnomento, i lev¿rme'a ra residenci¿ der coman-dante cn un estado ro b¿srante presentable como para as¡st¡r a unace¡a of icral . 5 i e i ra consideró un¿ tarea imposible, no lo dio a enten-der. Pero yo estaba dernasiado exhausto. lba a encontrarme con elv icecónsul americano. 5in que yo lo supiera, é l habia exoresadopreocupación por nuestro bienestar y había que demnstrar le que se_guramos con vida.

En esa época, la posic ión c le l v icecónsul de Estados Unidosenj ünez estaba er izada de d¡f icul tades. f iuesto que Túnez, Argel iay Estados Unidos se suponía que eran neutra!es, los f ranceses de Vi-chy tenían mucho cuidado cle no disgustar a los amer¡canos por temora que esa gran nac¡ón entrara €n guerra contra sus jefes, los i ta l ianos

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de fuga fueron parcialmente exi tosos; algunos pr is ioneros lograron

escapar del edi f ic io, pero el Mediterráneo er¿ una barrer¿ infranquea-

ble y nadie consiguió jamás completar su huida. Cuar ldo fuimos tras-

ladados a Laghouat, e l lo se tornó imposible. Había muchos ¡ncent¡-

vos para escapar de Aumale porque las condic iones eran detestables.

Sólo los f ranceses de Vichy pudieron elegir e i luqar como si t io ade'

cuado para "r lo jar a seres hum¿nos. unos sesenta of ic ia les y soldados

de las t res ramas de las fuerzas armadas coexist ían en la pianta al ta

de un edi f ic io grande, parecido a un granero, sobre un nlan¡comio

para mujeres árabes. Toda la planta baia estaba ocupada por estas

desci ichadas d¿mas, quienes estaban todas incurablemente locas.

^ muchas de el las no 5e les permit Ía usar ninguna ropa para ev¡tarque se ahorcafan, y durante sus per iodos de eje|c ic io real izaban todas

sus funciones naturales -y muchas que eran ant inaturales- desnudas,

debajo de nuestras ventanas enrejadas. L¿s desgraciadas eran horr ib le-

mente feas, pero su apai ' ierrc ia no e¡a ni de le jos tan repuis iva como el

sonido y la fur ia de sus hábi tos, que eran indescr ipt ib les. Muchas de

el las aul laban toda la noche.El a l to edi f lc io había in ic iado su existencia como un depósi to

de una sola planta, pero en algún momento habian instalado un p¡so

permanente entre las v igas y habian construido paredes de madera

para div¡dir e l lugar en pequeños compart imientos de almacenamien-

to. En la pared exter ior de ladr i l los habían puesto ventanas prote-

gidas por sól¡dos barrotes para impedir la entrada de los ladrones;

ahora eran rnuy efect ivos para impedir que nosotros escapáramos'

aunque a veces lográbarnos hacer lo.Una escalera subí¿ h¿sta el centro de este extraf io alojamien-

to div id iéndolo en dos. Para dormir , los soldados usalran una mitady los of ic ia les l¿ otra, pero nos ¡nezclábamos l ibremente, especial-

mente en los dos p.rses de l ¡sta c l iar io i , cuandr¡ los f ranceses trata-

ban de mantenernos separados. P¿ra confrrndir los, a menudo cam-

biabamos de lugares durante esas ver i f ¡caciones, y s i un hombÍe con'

seguia pasar de un lado a otro durante el pase de l is ta, de modo que

lo contaba¡t c los ver ies, la confusión que se producía nos divert ía

muchís¡mo mientras nuestros captores se entregaban a un frene-

sí de fur ia. En esas ocasiones había poco que elegir entre los of i -

c ia les c le la Francia de Vichy y las damas de la planta baja.

Afuera, en la parte t rasera dei ed¡f¡c io, estaba la douche, ct tatrogr i fos de agua fr ía sobre pi las de p¡edra. En Aumaie no habí¿ duchas

de agua cal¡ente ni n inguna otra forma de abluciones. Las únicas

instalaciones sani tar¡as para sesenta pr¡s¡oneros eran tres agujeros en

el suelo de un cobert izo sobre t res tambores de metal , que se supo'

nia que debÍan ser vaciaclos una vez a la semana- Hubieran debido

vaciar los dia¡ iamente, porque la mayor ia de los hombres sufr ían

de disenter ia, f iebres y ataques casi cont inuos de icter ic ia- Los tam'

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']rL¡lil|ill|¡ll¡l¡¡il¡¡il¡liI¡li||lli¡r¡iIlil¡rl|¡l||ll||lliill||||lll|l|illl||il|l|||l|||ll||ll||lt|lllllll|||iff|f

bores se usaban constantemente y cuando se los l levaban parecianenomes cucuruchos de helado de chocolate.

El edi f ic io estaba rodeado de un al to muro, donde se aposta-ban guardias árabes cada veinte metros. A cualquiera que descubr ie-ran en un intento de fuga le dlsparaban inmediatamente, lo cual eraindefendible s i se recuerda que nosotros éramos " internados" en unpaís neutral y ní síquiera podiamos ser considerados "pr is ioneros deguerra". Debido a esta cond¡c¡ón, teníamos derecho a enviar cables ytelegramas y los f ranceses de Vichy tenían que permit í r lo, les gusta-ra o no. Una de las pr imeras cosas que hice fue enviar un cable a Jo,dic iéndole que estaba con vida pero pr is ionero; f ue un al iv io poderl racer eso después de todo ese t iemoo.

Por las mañanas, antes del pr imer pase de l is ta, nos t ra ian ja-r ¡as de "café" art i f ic ia l hecho con huesos de dát i les. Era de color azul()scuror pero después de unos pocos días comprobé que podia beber lo, ; in sent i r deseos de escupir lo y me pareció razonablemente pasable.t . ra cal iente y dulce, dos característ icas que raras veces exper imentá-l r¿mos en aquel escabroso alojamiento de madera. No se apl icaba lor¡ l ismo a la comida" Dos veces al d ia, grandes urnas de una bazof iarndescr ipt ib le eran dejadas sobre e! suelo, junto a la c ima de la esca-lera. El contenido era aún más detestable que la comida que nos ha-hian dado en el fuerte de Sousse.

Cuando nos traían esta com¡da para cerdos, los drabes que la¡rortaban estaban siempre acompañados por el of ic ia l de servic io del , r Francia de Vichy. El comandante de Aumale era un sádico consu-nrado a quien le gustaba ver a los hombres disputarse la repugnante( ()nr ida. Aquel los que l levaban más t iempo encerrados habían sido() l ) l iqados por las c i rcunstancias a habi tuarse a comerla, y estabanl , rn hambrientos que a menudo se producía, a l rededor de la urna, unal ,oco digna pelea por su contenido. Cuando se quedaba contemplan-r l r ¡ estd patét ica exhibic ión, e l comandante f r¿ncés de Víchy hacía' , rcmpre el mismo comentar io. Con una expresión de disgusto, se vol-vr , r a l of ic ia l de servic io y decía:

-Les Anglais! Comme les cochons. ( iLos ingleses! Como los, r ' r dos).

Antes de mi arr ibo, é l habia sentenciado a toda la comunidad,( ' l rcrales y soldados por igual , a un período de conf inamiento en una' , , ' l , r celda, todos encerrados juntos, tan hacinados que tenr 'an quet) , ' r rnanecer de pie y sentarse por turnos. Sin instalaciones sani tar¡asnr ( lerc ic io, fue un mi lagro que no enloquecieran.

La mayor ia de los internos tenía una cant idad de dinero f ran-, r . , , , que se las arreglaban para ocul tar durante los registros, y bajandor¡n cubo por medio de una cuerda, podíamos comprar latas de sardi-r , r , , , dát i les y setas a los árabes vendedores del mercado negro. Los,¡rr , r rcJias obtenían una comisión por permit i r esto, lo cual se sumaba

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al prec¡o inf lado. También había un mercado legí t imo una vez a la se-mana, en el pat io, organizado por los f ranceses de Vichy, durante elcual nos alentaban a comprar c igarr i l los, aguardíente y otras bebidasalcohól icas. Los f ranceses obtenían pingües ganancias de nuestrascompras y mientras más bebiéramos, menos probable serÍa que deseá-ramos escapar. Teniamos que pagar ¿ los vendedores del mercado ne-gro con dinero contante y sonante, pero en el mercado organizado ylegal , las sumas gastadas eran deducidas de nuestra asignación men-sua l .

Aunque se suponía que nosotros no debfamos poseer dinero,¡ nos otorgaba un crédi to mensual de 1.000 francos por cabeza.

Era pagado a los f ranceses, en efect ivo, por el v icecónsul americanoen Argel y Túnez, el m¡smo hombre que había s ido tan servic ia lconmigo. Este arreglo era parte del "Préstamo y arr iendo", y con losaños debió l legar a una sum¿ considerable. Cuando regresé al ReinoUnido e hice aver iguaciones, descubr i que los americanos jamás pi-dieron que les fuera devuel to ese dinero. En real idad, lo consideraroncomo algo que pagarían alegremente como parte del costo de la gue-rra en los años previos a la intervención de el los en el conf l ic to. Me hepreguntado si esto era apreciado por los otros pr is ioneros. Fue un ge5-to maravi l losamente magnánimo y t ip ico de la relación establecida en-tre Estados Un¡dos y Gran Bretaña por Roosevel t y Churchi l l . Sin esaasignación mensual se habr ian producido más muertes por inanic iónde las que hubo, y durante el año que siguió a nuestra estada enAumale, aunque perdimos a un porcent¿je de hombres que necesi ta-ban d¡etas especiales que eran imposibles de obtener y que no tenianninguna resistencia cuando caian enfermos, la mayorÍa sobreviv iópor la comida que pudieron comprar en le mercado negro. . . graciasa los amer¡canos.

Ropas y calzado eran cosas que no podÍamos comprar. Habíauna escasez terr ib le de ambos art iculos en toda Afr ica del Norte, ylos internos tenían que arreglárselas con las ropas y zapatos quel levaban cuando fueron tomados pr is ioneros. Como. resul tado, ér¿mosun grupo de indiv iduos andrajosos, muchos de los cuales teníamosque andar descalzos. Debido a que yo había aprendido a coser lonaen la Marina Mercante y a que el lo se había convert ido en un hobbypara mí, era bastante hábi l con la aguja. Me convert í en un uno delos sastres del campo y pasé muchas horas tratando de remendarlas ropas de los hombres, tarea que a veces resul taba casi imposiblecuando la te la estaba demas¡ado gastada. Pero haciamos lo mejor quepodíamos. Además, me convert í en uno de los barberos del campo;no había necesidad de darse pr isa y debido a la fa l ta de exper ien-cia, generalmente me l levaba por lo menos una hora cortar el peloa una caDeza.

Cada interno estaba prov¡sto de una cama y un. juego de las sába-

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nas grises que yo habia visto por primera vez en Sousse. Una vez atmes las sábanas eran cambiadas, y cuando l legaban las l impias de ialavander ia era esencial abr i r todos los bordes doblados, al i iar cuida_ctosamente los pl iegues y las arrugas, porque ocul tas al l í sol ía habercoronias de chinches- Después der chogue' in ic iar , uno tenia que tra-tar de aceptar esto como una molest¡a ocupactonat, pero nunca meacerqué a ra tarea sin un estremecimiento de horrorreada ant ic ipacÍón.Nuestras propias ropas también se infestaban, no rmportaba el cuidadoque pusiéramos. Era una batal la desigual porque las paredes del grane-ro hervian de chinches y cucarachas. cada vez que fumábamos-un ci-garr i r ro era rut inar io buscar a ros animari tos y matarros con er extre-mo encendido, mientras seguiamos conversando.A nuestro arr ibo a este inf ierno de Dante, Robertson y yo está_b¿mos tan agotados que dormimos casi una semana, despertándonos

solamente para el pase de l rsta y cuando alguna persona bondadosanos ofrecía sardinas. Las pr imeras personas que vi cuando atravesamoslas puertas der edi f ic io fueron a cooper y Duu,ar, ros prrotos der Hud-son que fueran derribados por Robert Kitroy er día que et i l rustr¡ousse unió a ra Frota der Mediterráneo. cuandó nos hubimos recobradode la sorpresa de vernos, les pregunté por qué estaban al l i .- iFuimos derr ibados por ra cochina Arma Aérea de ra Frota!-di jo Davies.Entonces sar ió todo y e 'os se sorprendieron por ra coincidencia

de que yo hubiera estado a unos pocos centenares de metros en míSwordf ish cuando sucedió aquel lo y que pud¡era decir les el nombredel p i loto que disparó contra el los desde su Fulmar. Hice fo posior"por demostrar les que no habÍa s ido culpa de Robin y tenÍamos mu_chos meses por delante para díscut i r ro desde cada ángulo. El los no es-taban resent idos, pero Davies tenia una hi ja entonceide cas¡ ¿os antsa la que jamás había v isto, y eso era un tema gue después de un t iem-po preferimos ev¡tar-Entre los otros pr is ioneros estaban el p i loto y el observador delskua que se quedó sin combust ibre en su vuero de regreso ar ArkRoyal después de haber escol t¿do a los Hurrrcanes hasta Malta. Ha_b' Ía también muchas tr ipuraciones de swordf ish gue habian sido toma-cras pr is ioneras cuando voraban desde Marta con ra escuadr i ta g30.Cuando hube recuperado el sueño perdido y fu i capaz de to-marme algún interés en lo que me rodeaba, decidi empezar a entre-narme y meJorar todo lo posible mi apt i tud f is ica. Escaparera el sue-no de todos y para el lo era esencial un buen estado f ís ico. Me hiceun saco para pract icar boxeo y una cuerda para sal tar , y empecéuna ser ia rut ina de entrenamiento. Mis ejercictos con el saco de are_na -moviéndome a mi derecha, alejándome de la derecha de mi"contr incante", y adelantándome con todo el cuerpo para golpear_

eran presenciados por una mult i tud de interesados "sp"itadores.

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quienes me pidieron que les diera lecciones de boxeo. Elv icecónsul ya

nos había hecho l legar guantes de ocho onzas y yo in ic¡é lo que se

convert i r ía en una inst i tución; esas lecciones de boxeo, todas las

mañanas, fueron parte de la v ida en aquel la comunidad y se volv¡eron

muy populares. Uno de los hombres a qu¡enes enseñé desde cero se

convir t ió en el canlpeón peso pluma de la Real Fuerza Aérea cuando

regresó al Reino Unido, lo cual me produjo una gran sat isfacción.

La comunidad necesi taba más que eso para conservar el es-

pÍr i tu. Durante los pr imeros uno o dos meses yo fui un espectador

y me sentí muy alarmado por el futuro. Escuchando las not ic¡as'

di fundidas por los f ranceses de Vichy, parecía que Gran Bretaña es-

taba perdiendo su sol i tar ia gueíra, y s i nosotros tendr iamos que seguirpr is ioneros unos cuantos años, pocos sobreviv i r iamos. El sent ido del

humor seguía br¡ l lar ido en la superf ic ie pero estaba tornándose for '

zado. lo cual era comprensible, pero muy preocupante. Cuando el

soldado, el marinero o el aviador no pueden encontrar nada de qué

reír , es casi tan pel igroso como cuando no t ienen nada de qué quelar-

se. En Aumale habia demasiado de lo segundo y no lo suf ic iente de

lo pr imero. El pasat iempo favor i to, cuando se sent ian aburr idos y fu-

r iosos, era provocar a los guardias árabes y a los f ranceses de Vichy'

quienes se i r r i taban con faci l idad. Todo lo que teniamos que hacer

era emBezar a cantar " iOh! iViva de Gaul le!" , una tonada pegadiza

con algunas palabras ofensivas y que ternr i r raba en un crescendo, con

las palabras " iDar lan, eres un bastardo!" . Car la vez que los árabes

oian esta ¡nelodia, d isparaban l luvias de balas por las ventanas. Antes

de empezar a cantar, nosot¡os nos sentábamos cle espaldas a la pared,

debajo de la ventana. armados con palos. un sombrero, un t rozo de

tela o cualquier otra cosa agi tada en el extremo del palo f rente a la

vent¿na era feducido inrnediatamente a f ragmentos por las balas. Cier-

tamente, los árabes eran muy buenos t¡radores.Sorprendentemente, otra canc¡Ón que nunca dejaba de provo-

car los era el h imno "Todas las cosas br i l lantes y hermosas". Nunca sa-

bré por qué les resul taba ofensivo -quizá porque s¡empre lo cantába-

mos después de "Viva de Gaul le"- pero era al f ¡nal de la segundal inea, "Todas las cr iaturas grandes y pequeñas.. . todas..- todas.. . " , que

la andanada de balas I legaba por la ventana. Ahora, cuando canto ese

himno en la ig lesia, todavia s iento deseos de agacharme cuando l lego

a la palabra "pequeñas".Aunque yo tenía más razones que la mayor ia de los dernás para

detestar a los franceses de Vichy, esas acti tudes de rebeldía me pare-

cÍan inút i les y estúpidas, y de mal gusto, aunque eran divert idas

mientras duraban. Cuando tenían lugar, la poblacion de Aumale sol ía

congregarse afuera, en el camino, y todos debieron pensar que los

pr isroneros br i tánicos que tenian entre el los eran un grupo muy ex-

traño. Estas demostraciones de odio e independenc¡a empeoraban el

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resent imiento entre carceleros y caut ivos y, en m¡op¡nión, no servtancle nada. Además, aterror izaban a las pobres mujeres de la planta baja.Debido a este efecto sobre las mujeres, lograba ocasionalmente disua-cl i r a m¡s compañeros, pero no s¡empre. El los necesi taban una válvulade escape en Aumale, para no volverse locos.

Mi inf luencia, para bien o para mal, fue alejada de la comunidadcuando l levaba yo al l r .unas pocas semanas. En uno de los pases del ista matut¡no5, el comal ldante leyó una orden que me sentenciaba asetenta días de conf inamiento sol i tar io por haber golpeado a un of i -r : i¿ l f rancés, lo cual fue saludado con vi tores de ios br i tánicos nt ientrasa mi me l levaban a las celdas. Todavía me encontraba al l í , c ios mesesmás tarde, cuando el campo fue trasladado al oasis en el Sahara, ysóio me sol taron tenrporar iamente para que pudiera i rasladarme conlos demds. En Laghouat ciebí regresar a las celdas para completar misenter lc ia. Por lo menos, en Laghouat las celdas eran meiores que enAumale. Aunque c¿recían completamente de luz, lcs guardias árabeseran más amistosos y a veces se sentaban a charfar, con la puerta abier-ta. En Aum¿le habia suf ic iente luz para ver pero no p¿ra leer. Unaluz br i l laba fuera de los barrotes de la ventana de micelda, y sacando¡ l ¡ is rnanos entre los barrotes, podia sostener un l ih¡ro y leer lo. Pero so-io lo hice una ve:. Agunos soldados franceses del p iso super ior v ieronlc que yo estaba haciendo V vaciaron sobre el l ibro el contenido de lnor inal que nre salpicó la cara. No estaba dispuesto a volver a correr eser|e-sgo; además, el l ibro quedó demasiado malol iente para leer lo.

En la celda de Aumale, un árabe vendecjor del mercado negrofue autroizado a v is i tarme en una ocas¡ón. Era un conf i tero y me ven-dio una buena cant idad de pasteles. Se los veÍa muy apet i tosos y comoyo estaba rrruy hambriento me arrojé sobre el los y devoré var ios rápi-r ianlente. Creo que ya habia comido cuatro o c inco cuando noté laspatas de cucaracha que asomaban en el medio. Cada pastel tenia una( 'norme cucaracha ¡nsertada en el medio. Evic ientemente, no podfanr:star al l í por azar.

Setenta días es un t iempo muy largo para estar encerrado y a, t ; las, Como el famoso Bruce, en Laghou¿t me [r ice muy arnigo de unaenorme araña que tenía su nido en un respiraderr ; c le l techo. Se ücul ta-t r¿ cuando soplaba el s i loco y cr , rando l¿ tormenta amainaba y el iarr- '¿parecia y empezaba a reconstruir su te la, yo l loraba de al iv io. Te-mía que hubrera sucumbido a la tormenta y el la era miúnica compa-nia. Esas lágr imas me hic ieron comprencler que si no ponia muchotrr idado, pronto me volvería loco, como las pobres mujeres de Au-rn¿t le "

El sonido del motor de un avión, seguido de un saludo de caño-fres, y poco después lo mismo pero en sent ido inverso, me intr igó en' ,u momento, en la oscur idad de mi celda. Cuando me sol taron, me( ()ntaron lo sucedido. El general Huntziger había l legado en avión

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CAPÍTULO 30

LAGHOUAT

Cuan<Jo part imos de Aurn¡ le l l ¡c i ; ¡ Laqho¡; ; : t . v ia jarnos er i l renh¡sta Djel fa, e l punto más meridiorrai de Argei ia al c¡ue podra l iogarsepor ferrocarr i l . Ésta profundarnentc enci¿vado *n ei Sat lara v cuandolos r ie les terminaron, nos p¡recio q:-re f rabirmos de.¡ado rntry atrás laciv i l ización. Durante l¿ úl t ima hora, por lo menos, el t ren haor¿ via-jado a través de desierto abierto dnnde no habie ¡,¡r¡a soia ser-ral devida-

Fuera de la sol i tar ia estación, nos met ieron eir c;mioneg y vra-jarnos otros c ienlo veinte k i lómetros nrás l ¡acia el sur; col l cad¿ ki-lórnetro nuestrol esprr i tus se huncl Ían más y rrueslr¿s esperanzas defuga eran devolacia: por el interminable pai :a ie de arena. Si tar¡ to nosl levaba l legar a nuestrc) dest ino por t ren y camión écór¡o podíamos es-perar regresar por esa ruta por nuestros propi,rs medlos'/

A la nrañana siguier i te, cuando el teniente lVlart in y sus fusi lerosnos i l{ lvaron a la c¡ma de un¡ col ina en iag ¿fr-¡erar de esa rni-sera guar-nic ión, nue;tra sensacion de ais l¿i-niento se iJr 'ofundizo. Mart in h. ib iasido bombart leado por ia Floi .a [ : r i tánic¿ en Si l ia y ccrmo resul t¿<Jose mostrab¿ fr iamente hosi i l en todos sus tr¿tr :s ccn nosotros. t .speróhasta que estuvimos completarnente rodeados por sus soldacios ár.a-bes y entonces l lamó nuestra atención hacia el rnter¡ninat¡ le desie¡toque se extendia en toclas direcciones i lac¡a un hor i¿onte ccrn¡: leta-mente c i rcular^ Pareció rnry satrsfecho con este paisaje. Cot"r un i ró-nico movimiento de la rr . lano, di jo: "Voi la! Regardez", { iAhí i ie,ren!Miren), y hablander en un inglés vaci l¿rr te, nos descr ib ió nuest.ro ¡rue-vo ambiente. Su mensaje fue descarnado y s in conces¡ones.

-Djel fa es el lugar mas cercano para encontrar agüa. Para l le-

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gar hasta al l í creben cruzar más de cien k ' rómetros de ciesierto. por5r alguno de ustedes t iene la eEpefónza de tomar u¡ l t ren al l r , déjen-me üdverf ¡r les que cualquier extraí lo que üparezc¿ en es¿ estac¡ón:lerá encer; aclc. Lo ¿rrestarán y no ic l ibe¡-¿rán lrasta que 5u presen-c{¡ haya sido ver i f icada por t lguien de Laghouai . Asr;que si estáni lecicl idos a escapar, ienclran por dst¡nte r:n viaje de trescier¡tos(:¡ncuenta k i lometros hasta Argel , la nrayor parte a nie. Los pr i -mefos doscientos ki lómetros serán a través del t jesierto V bajo el sol¡rCiente" Perr<lnaimente, y( l nci lo intentaria pese a que tengo mu-inos a, i05 de exper iencia en el Sah¿ra. Aquí, en Laqhouat, hay un ba-t ; i l iÓn de lusi ler"os, toCos t i r , :Cor¿s exceientos, y los espahfs c le l pre-r i¡¡er. que ron ros nrejores scrdarir¡s de cabaileria cel Ejércit ,) Francés.T.{)dos e:to5 sord.ldos estari agui para impedir que usrecies escapen' l i rara buscar los y encontr .af los sí lo hacen. En sr¡s cabal los, e l lOs lOsr:r ' r i :ontrarán antes ds que hayan podido ca¡ l i r rar unos pocos ki lórne-lrcls, : / los espahis ¡rabes son sold¿dos i_r,uy feroces.

Una ve¿ f i tds ab¿rcó c{,n un rr :ovin: iento de i¿ manr-¡ e l hor i¿on-' t , in i . ¡o"

*seg:rdez! --r l i ¡o torvanren.le*. Vou5 ¿vee la bonne chance.i \r ' l is propias r:pinrones ¿cerc¿ üe io ciesesperacfo de nuestra s¡-

' r r ¡ i - ' ¡ü ' lueror-r conf i ' rnadas por 5u5 parabras, pero no hubiera ¡dmi-ttci$ e-(üs s¿ntirtr ientos .rnte nadie. L¿¡nentableme'te, fuer.n dernos-l¿,rdas por la práct ica: en el año que siguió, aunque rnuchas perso-1i¿i escaparorr del cam¡:n y perdieron st¡s v idas en e! intento, creo que"l-e Camp des Internées Br i tannigue", en Laghouat, fue la ln¡ .u pr¡-' . :Jr) iT)¡ l i t¿r en tod.-r Europa de la cual n i un solo pr is ionero lo i ról r ' r : ¡¿¡5p der todo. Tocos ros que rograban sai i r a ese des¡erto fueron¡ l r . :vr¡e! tqs por los espe hrs, generalmente en estado lamentatr le. Antes1i : .ümi l l ¡ r ros qurrrce dÍas de conf i r ramiento soi i tar io en las celdasjr¡r ' ¡05, cü5¡ ciue segufa al i r¡ tento de fuga tan segur'anrente como el' r ,a : ig i ;e a la noche, generalmente era necesano que pesaran rrna', : : r l t .) táü& en el hospital para recuperarse.

l .Jr_¡estro alojamiento estaba diseñado para árabes y había s idor "rdc For árabes ciurante décadas. Lc¡s sordados eran arojadcs en dor-r¡r lL l , 'Os en cuyas puertas habaa placas que decian , .Vignt.c inq hom.rnes" {veint ic¡nco hombres). Nuestra cant idad habia aurmentado se-

' r ¡n¿ tras sefrana, y cuando i legamos a Laghouat habia por ro menos'r¿r 'enta hombres por dormitor io. Durante er año, este número au-"" : ' r tar ía a In¿¡s del doble y las condic iones se volverían ¡ncrescr ipt i -r)¡r. i y ¡,r fobiem.it ica la supervivencia. pero pafa ser justos con iosrr . ! , iceses de Victry, no habia otros alo. jamientos disponibles.

l^c5 of¡c ia les fueron ubicados en un bloque separaclo, tambíén¡r '1 r.¡rra :r: la planta, cue contenía una cani¡dad de habítaciones ne.'1 i r re '¿s que se cornunicaban entre sÍ . por ras ch¡nches y cucarachas'r ' rc: infestaban ras paredes, er¿ evic lente que también habian sido

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ocupadas por árabes. Mis dos am¡gos de ta R"A.F., ros teniente:Davies y cooper, ocupaban una habi tación rnrerna con dos camaspero s in puerta al exter ior , de modo que tenran gue at faves¿r dos ha_bi taciones pequeñas para l legar a la propia. La pnmera de ésas era elalojamiento de Monty, un capi tán del e jérc i to que había pasado la ma_yor parte de su vida en Argent ina. Era un hombre al to, barbado, quehablaba en susurros y se movía por su pequeña habi tación en zapat i_l las de tela. Creo que era el indiv iduo más zaparrastroso que vi jamás,pero era un t ipo muy agradable, pese a todo. Una tarde note tentejaisecas en su barba y cuando se lo señalé, é l d io un pequeño t i rón a subarba y una cant idad de eiras cayeron ar suero. Entonces nos mira-mos pensando la misma cosa: ino comiamos lentejas desde haciauna semana!

Yo ocupaba la pequeña habi tación entre la de Monty y la de losdos tenientes de aviación; por lo tanto, la rnisma era paso obl igadoentre ras dos habi taciones, pero tenia dos puertas que pocl ia cerrarde noche en invierno, cuando hacia mucho fr ío, o cuando necesi ta-ba un poco de pr ivacidad para hablar con alguren. A veces, la pr iva-c¡dad era esencial.

Cuando l legamos, me dieron unos pocos días para instalarmeantes de l levarme a ras cerdas para terminar nr i sentencia. Aparte dela oscur idad, mi pr incipar objeción ar confrnamrento sor i tar¡o erala lata, única concesión hecha por ros f ranceses a ras neces¡oades na-turales del ocupante. No hubiera podido decrrse que la misma erapara propósi tos sanítar ios porque nada tenía de sani tar io, y rara-mente la vaciaban, ni s iquiera cuando cambiaba et ocuDante_

Los franceses de Vichy sufr ían de tres carencias pr incipales:prrmeramente, aunque hablaban mucho de . ,1 'honneur de France,, ,no tenÍan ningún sent ido del honor, s ino que estaban dispuestos as¿l tar a cuarquier vagón de cora que ros i levase a ra v ictor ia, aun sii 'so s¡gn¡f icaba traic ionar a sus amigos. segundo, carecían cle sent idodel humor; tenÍan un profundo sent ido dó la sát i ra, pero eso es un¿cosa d¡ferente. Nunca podían soporta-, ,na broma contra elros m¡s-mos, y cualquier raza de gente que es Incapaz de reirse de sÍ mis-m¿ está c ier tamente muy enferma; y tercero _y quízá lo peor de to_do- carecían absolutamente de todo sent ido de la higiene.

Un dia hice estas observaciones al Slug, cuando ¡ba cam¡no aotros quince días de conf inamiento sol í tar io, ocas¡ón en que uno po-día dar r ienda suel ta a su temperamento pórque no había más queperder. Le di je que si arguna vez se me daba ra oportunidad de i r ala guerra contra el los me sent i r Ía complac¡do, pero que en vez delanzar bombas o torpedos, les arrojar ia asientos de retrete y rol losde papel h ig iénico.

Todas ras veces que fui sentenciado a conf inamiento sor i tar ioen Laghouat, cosa que ocurrió en tres oportunidades, estuve u aurgo

¿ó4

de un árabe pegueño y alegre cuyo nombre se pronunciaba "Av-¡¡-sa".No tengo idea de cómo se escr ibía y él no pudo decírmelo porque nosabia leer ni escr ib i r . Era un hombreci l lo br ibón cor l un par de ojosmuy deshonestos y un f loreciente b¡gote. TenÍa una marcad¿ incl i r ra-c¡ón por el v ino y las mujeres pero ¿mbas cosas, of ic ia lmente, leestaban vedadas por su rel ig ión. Aunque sólo podÍamos conversaf enun f rancés vaci lante, nos hic imos muy buenos amigos.

A cada pr is ionero br¡ tánico le daban todos los días un poco devino argel ino, porque el agua 5e hal l¿ba estr ict¿mente racionada yen todo caso no era apta para el consr:mo si no se la hervía previamen.te. El v ino era de la peor cal idad, más las sobras que quedaban des-pués que los f ranceses hubiesen recibido su ración. Era un vino muyáspero, rudo, con un sabor al que no me habi tué en muchos meses;pero a Ayi isa le gustaba mucho, y dándole diar iamente un poco en mijarro, lograba persuadir lo de gue vaciara mi lata de tanto en tanto.Una tarde, cuando había bebido más de lo que era bueno para é{, meregaló con una h¡stor¡a del iciosamente divert ida acerca de cómo lohabÍan condenado a un perr 'odo de confinamiento sol¡tario en esam¡sma celda. Le l levó alrededor de media hora contárrneio, lo cualfue espléndido porque mi puerta quedó ¿bierta todo el t iempo y asrpodia entrar un poco de aire f resco" Además,sus imitac¡ones de susof ic¡ales eran dignas de Mike Yarwood. Afortunadanrente, puedr-¡ con-tar esta historia en una frase: fue sorprendido en la cama con la es-posa de uno de los of iciales franceses.

La puerta de mi celda era asegurada por un muy sól icto cerrojode tres pesti l los gue no podía forzarse desde el interior. Cada vezque lo cerraban yo reÍa, porque los f ranceses no habian ¿dvert ido unapequeña rej i l la de hierro, a nivel del suelo, justamente al lado de l¿puerta, a t ravés de la cual hubieran debido sacar la tata "sani tar ia"cuando la vaciaban. Debido a que esto sucedía raramente -y cuandosucedia era mucho más fáci l sacar la por la puerta- el pequeño canda-do que aseguraba la rej i l la estaba oxidado en posic ión c le cerrado.Ourante mi pr imera semana me las arreglé para cort¿r la aldaba delcandado con m¡ hoja de sierra, y me alegró tener una oportunidadde usar la. Después, un poco de lodo y polvo cuidadosamente coloca-dos, ocultaron el corte del metal y el candado perrnaneció cerradoh¿sta que yo deseara usar lo. De mi exper iencia anter ior en Egiptoy Libia, sabía que ela esencial d isponel de ayuda exter ior y me guar-daba esto en la manga hasta que pudiera organizarse una fuga apro-p ¡ada.

En dic iembre de 1941, cuando estaba de regreso en el campa-mento pr incipal , recibí un te legrama de m¡ esposa dic iéndome que mehabian concedido l¿ Cruz de Servic ios Dist inguidos, según me enterémás tarde por las operaciones en Albania. Todos los te legramas erarrleidos cuidadosamente por los franceses antes de ser entregados, y eri

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er pase de i ls ta, e¡ Stug nie l t¿mó y ex¡giógue re di¡era la ra¿ón de esarecofipensa' Lcg franceses de vichy en Aurrare y Laghouat habían$ida ccmprÉt¿mr¡nte info¡ 'm¿dos de mis suprest¿s actividades subver-5ivas. y iüdos snsÍ)echaban.*Pourquoi? -¡:roguntó el Slug, Dbv¡arnente tup{)nienrJo que erauna recompens¿ por a, . ,eniuras contr¿ la Franci¡ de Vichy. La'razánno se especif ic¿i¡a err el lelegrarn¿.

. - -Je ne sais q$oi , ¡ / ¡ ' r ¡€ur --repr ique, en ere nromento con ab-soluta sincel idacJ.

.. -Quinze jours de r igueur en ce,rureo tout de s{_r¡te: .-ordenóéi , y urra ve¿ nrós n¡e encont¡e encerraclo y , ¡ rgr tado porÉ.yi isa, en micetcla.

L.rn rnes ír rá5 ford*, en enero de 1g42, recibi o l re¡ te leqrama demi Jcsepline, qr.:e deci.r: "Esroy lren¿ rJe trgutto. l-e h;¡n oioi-gadola Olden de 5er,¡ ic ios Dist inEuidos' ,_ iJna vez i t . rás rne l l¿n¡a¡on,Ji l ran-t€ el Dütc Ce l iSt¿.

-Fourquoi? -^pregirntc ef Slug.E.st¡ ve¿ ere pof urr ar;aque oi i toso a ]a n¿,regación dr: f iornmel,pero no '¡ i razr)n ¡:ara

-ciecír 'sero ar

' rug. Ira un¡ cL!*st ión pr¡v¿da en-t¡e rn¡ M(rnar.r .a y yo. tn t r :do.aro, t r i ¡ iornos est¿blecidü una rut in¿y yn no cluerfa ronrper cc,n i , t tr .¿dicicrn.

*-Ne Í¡e sais quoi , M,sieur.Me ternc que mis nloclales le <lesagl,aciarc.rn"' "Quln¿e jours de. r igueur en c* l iu le, t r ]ut de sui te! _rugió é1,con lo5 olos i iani*anies de coi*r ; .Étyr¡sa 9e ¡ leqr"ú de_ve¡m€ y rne piegrrrta., si h¿bí¡ r. ler: idido pa_sar ! i ' l¿ tei: .¡ l ¡orad¿ a!l i $.erí¿ ini incerc si ci i jer* qi le rne alegró ver ¿r l l i quai i i r ¡ i ; i . F l iaba ¡_¿r¡ iár¡ tJome de qrre **r ' " r , . " r ¡orrn *¡r ia os{ur¡-céO en u¡ ia celd¿ maloi iente , para { intonces, tos ütros of ictales y soi-dados dü Laghcr;at ¡ ¡u ' h¿bi . -n eieE¡do s" ; ;ayuoa," , te, , y yo er¿ res.pons;ble <je su biene:tar. ) . o is; . r i r l r i , r , y lu, uo, aa.ro, er¿¡ esencialespara la.5u¡)ervivenci¿ f fa!ra muc:ho traÁajc quc hacur. Estuve tentadocte env¡¿r un cal¡ le a 5u f lajest:ra a¡ patacio crie Buck¡ngham, dieie¡r-d.o: " ;g¿s1¿, por favor l ' , , per.a c lecidi que hub¡era pod¡clo ser con-siderado presuntrre:o.

No sé dr: n ingún otro r¡ue l l¿y¡ recibido una sentencia de quin-ce r l ias de conf inamiento sol i tar io cor¡ cada condecoración, y cuando

;iffi: x?::,:: i r tl'- J: ,?- :r iilixh :,J;I # llJ, ii;T: J f ñtilJ: i i .*r, .""rrado

muy iJiverr ido. pero ia oportuniOaO nunca se pre_

Para pasar el t iernpo, e¡r el total de un centenar de ci ias que tu-ve gue pasar en un¿ cefda oscura, me dediqué a pensar en toáa cta-se de cosas en l¿s cuales nunca me habia molestado en pensar antes.Debido a que me preocupaban las cue:t iones de d¡nero, examiné

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todas rnis experiencias desde la zambult ida desde el Courageous,en septiembre de 1939, a f in de poder descubrir dónde habí¡ ido aparar el dinero y cuánto habÍa rec¡f¡ ido en "pagri: extragrdir¡arios".No me habÍan permit ido elevar una reclamaciÓn pc¡r hi lb€' ' dejado misropas en Atenas, debido a que yo estaha "huyendo del enemigo".Según el comandante de intendencia Lucy Watets, de i jekhei la, s i

uno tomaba una medida evasiva como ésa se perdl 'a el derecho areclamar. Los papeles de mi poga iamás nre habían l legado, pero la

cuenta por la cerveza que l levé a las montañas de Albania, eso si.El gerente de la provedur ia fue uno de los pocos que logró sal i rde Atenas con todas sus cuenias antes de que i legaran los alema-nes. Cuando esta cuenta l legó a Hal Far, acudi a las ol¡c inas delof icial pagador en St Angelo, para reitalar a los contadores que ésaera una deucia <Je la escuadrit la y que la mitad de los muchachos ¡hofaestaban muertos y la mayoría de los otros erarr pr is¡onerosi o 9e er! 'contrab¿n dispersos por el desierto combal. lendo cont¡ 'a Flommel,y que no había posibir idad de haüer les pagar; pero los contadoresdi jeron: "Usted i ¡ rmó por t re i r t ta y : 'e is c¿ial de cerveza y debe pa'qar". Nada más. i ln¿dvel ' t ic ia¡ 'nente, ! 'o h¿i) l .¡ p¿g¿it¡ tooa ta cuentade rancho de In escuarlr i l ia en Paramythi;r por ca!¡ c¡os i ' r leges!

Dieciocho meses antes c ie la grrerr : , cüando Jo y yo ant, tn-c¡arnos nuestro compromiso en los per iódicsÉ, yo aeababü de volvera ponerme el uni forme naval de:pués de estar en la R.A.F. y algunoscle los tenientes navales condiscipulos mrbs en el mismo curso cje nue-ve meses de observadores hicieron io ptrsible por convencerme deque nadie puede nranteneí a lrna e5pssa Solanlente con 5u paga dernar ino. A lo largo cje los s¡glos, la nrayor ia c je tos of ic i¿les navalestení¿n vastas propiedades fam,l iares, dobles apei i idos c i tnportan-tes rentas personales. El los cons¡derab¿n ¿ su pagü corno d¡nero pa-

ra gastos ntenudos, par¿ pagar expensas incit lenteles conlü las cuen-tas mensuales de rancho, y sr"r cuota meniual de ui¡as pcc¿s l ibr¿sa Gieves, los sastres ncvales. Tamhrén se la us¡t¡a p¿f3 l r ¡gar ¡as 5u5cr¡p-ciones anuales a un club rrr i l i t¿r de Lor idres, 'y ' s i e igr . ) g iJedaba, alcan-zaba p¿ra la ocasional t rote! la de vino cuando cenai :ar , en t ¡erra.

En opinién de el los, era conrpletamente in ' lpos¡bie casarse 5¡nrentas part icr¡ lares. La boda naval normal solamente t*nfa lugar des-pués de lraber l legarJo, con los padres de Na novia, a un acuerdo que

involucraba una importante Surna de dinero, y para rnis compañeros,era inconcebible un cesamients¡ s in este acuerclo. Ningún tenienterecibía más de urra l ibra ester l ina por día durante sus ocho años.

Todo lo que yo podia permit i rme era la pr ima anual de unapóliza de seguror y hasta eso me resultaba demasiado oneroso. Lasprinras para seguros de vida de pi lotos de aviación eran altas. No nos

consideraban un buert r¡esgo en Lloyd's.Tres amables tenienter de la Royal Navy me l lev¿ron al Liphook

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con un grupo de pol í t icos de la Francia de Vichy. A una orden delSlug -- l coronel de la Legión Extranjera al mando de la guarnic ión

de Laghouat- todos los pr is ioneros br i tánicos tuvieron que formaren posic ión de atención, para escuchar unas palabras del general .

El 2 l de junio de 1940, el general Huntziger fue el jefe de la de-legación francesa de cuatro miembros gue se sentó, en un coche come-dor en el bosque de Compiégne, con Hit ler , Raeder, von Ribbentrop,Kei te l , Brauchi tsch y Hess, para discut i r los términos de la rendic iónfrancesa. El sábado 22 de junio, en nombre del mariscal Pétain, Hunt-z iger f i rmó la rendic ión de su país. Después voló a Roma, y el lunes24 de junio f i rmó el armist ic io i ta l iano. Los términos de ambos fue-ron sever is imos y, como di jo Churchi l l en la Cámara de los Comunes,

"Signi f icaban nada menos que la completa capi tu lación de Francia,y de un al iado poderoso, Franc¡a habíase conúert ido en un enemigo".

La vis i ta de Huntziger, y su discurso a los pr is¡oneros br i táni-cos en Laghouat, fueron el resul tado de que yo hubiera golpeado alcoronel f rancés en mi camino al campo, en Constant ine.

-solamente porque espero relaciones amistosas con Gran Bre-taña después de la guerra no he sentenciado a ese of¡c ia l a se¡s mesesde conf inam iento --d i1o.

Cuando él se ret i ¡aba, el Slug se demoró para decir é l tambiénunas palabras:

-La población árabe de Afr ica del Norte ha sido informadade que la recompensa por la captura de un pr is ionero br i tánico fugadoes de m¡l f rancos. Yo he al terado esto. Sigue siendo de mi l f rancoas siustedes nos son devuel tos v ivos, pero el los recibirán dos mi l f rancos siustedes nos son devuel tos muertos.

Poco después de estas inspiradas palabras, e l avión del generaldespegó para l levar lo de regreso a Argel y después a Francia. Se estre-l ló poco después, en algún lugar del Sahara, y todos los ocupantesperecieron.

Los of ic ia les f ranceses "en el campo" pueden ser sentenciadospor sus comandantes s in un tr ibunal marcial y s in una invest igación.Bajo cualquier otro s istema, el hecho de que el coronel insul tara alRey de lnglaterra, y al Pr imer Ministro br i tánico, hubiera surgido, nocomo una excusa de mi imperdonable conducta, pero sícomo un ate-nuante de mi cr imen. PresumiblerÍrente, según las leyes mi l i tares f ran-cesas, el coronel también tenÍa derecho a abofetearme si asi lo desea-ba. Para un joven teniente de la Royal Navy, de veint is iete años deedad, todas las acciones de ese coronel eran indefendibles, y aunquelas mias fueron incorr .ectas yo hubiera hecho lo mismo nuevamente,sólo que, quizá, con un poco más de fuerza.

En el momento, yo puse todo lo que pude en ese corto golpecon la derecha, pero durante unas semanas no había podido dormirni comer mucho, y no fue uno de mis mejores golpes. Sin embargo,

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, , , , , ,

el hecho de que ¡ndirectamente causó la muerte del hombre que ha-

bía f ¡ rmado la rendic ión de Francia, compensa su fal ta de fuerza"

26r

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cos- que desde nuestro punto de vista eran envrbs celestiales. Traje_ron cons¡go toda la música de . ,The ürncing years, ' , c le lvor Novel lo,y var ios blues de Paul Robeson, incluido , ,Mi nen¿ de cabel los r iza-dos", que nos conmovieron hond¿rnente en la quietud de las tórr idasnoches tropicales.

Pude obtener un poco de ropa del capitán de una lancha torpe_dera, un teniente Strang, del Clyde, y eso signi f icó una gran di feren-c¡a en mi aspecto. La historia de su lancha torpedera era sumamenteperturbadora, y después pasé horas componiendo una carta en clave,informando de los hechos a whi tehal t . De acuerdo con los términosde la Convención de Ginebra, Strang había l levado su torpedera a Ar-gel, acompañado de otro barco, pidiencio veint icr.¡atro horas para t iace rreparac¡ones esenciales. Aunque tenia derecho a permanecer ese pe_ríodo de t iempo, los franceses de Vichy no prestar-on atención a ref i-nam¡entos como la convención de Ginebra. Los reservistas volunta-r ios de la Royal Navy se encontraron arrestados ni bien amarraron ycon sus barcos apresados. Como comentó Strang, la recepcíón nohubiese podido ser más host i l s i hubieran recalado en un puertoalemán.

El único benef ic io que obteníamos de ser internados y no pr i -s ioneros de guerra era que no podían impedirnos enviar cuantas cartasy te legramas pudiéramos pag¿r, y como era un paÍs neutral que no es-taba en gue(ra¡ las cartas sol¿mente demoraban unas pocas semanas enl legar a dest ino. La c lave gue me habian enseñado en Malta resul tar iainvalorable en Laghouat. Era muy compl icada y las cartas resul tabandi f íc i les de componer, de modo que yo me mantenia fe l izmenteocupado días enteros. Err lo pr incipal , consist ian en instrucciones ami "coryedor de bolsa" de Londres para que comprara y vendiera ac_ciones inexistentes. En agosto, cuando me ensenab¿n sus comptej ida-des, me habían pedido que proporcionara e ' nornbre y la direcciónde alguien en quien pudiera conf iarse para que entregara mis cartasal Minister io de Guerra, s¡n dbr i r las y s in hacer preguntas. yo desig-né a mister A. P. Maggs, un amiqo rnt imo, mucho mayor que yo, cu_ya fami l ia poseia una f¿mosa r ib¡er ia que entorrces se encontraba enConduit Street hasta que fue bombardeada, pero que ahora está enBerkeley Square.

A. P. Maggs se encontraba aguel otoño en Escocia y se sor-prendió mucho cuando ro v is i tó un of ic iar der ejérc¡to uni fomado,pero prestamente accedió a hacer de interrnediario, especialmentecuando el of ic ia l le expl icó que mis cartas le serían devuel tas despuésde ser descifradas, con las partes importantes tachadas por er censor."Por lo menos tendré noticias de ér con más frecuencia que ro habi-tual" , d i jo, con el c in ismo de un viejo am¡go.

Otro arr ibo --del cual tuve que informar muy rápidamente porcarta cifrada- fue el der sheik árabe a quien habÍa conociclo en Maita.

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Llegó acompañado de dos sargentos de la Marina Real que eran co-mandos y que lo habían l levado remando a la costa desde un subma-rino. El árabe habíase afeitado la barba y el bigote y vestia un indes-cr ipt ib le t ra je c iv i l y se hacía l lamar "segundo teniente Dick Jones".Cuando comenté que tenía entendido gue el inglésera unod€ los po-cos id iomas que él no hablaba muy bien, él señaló que sólo habíaadoptado ese nombre y ese t i tu lo porgue lo habían capturado y suún¡ca pos¡bi l idad de sobrevivir estaba en convert irse en un prisione-ro mi l i tar .

Después de una conferencia para recibir instrucciones del ma-yor, é l y los dos comandos de la Marina habían ido hacia un lugarCe cita previamente convenido donde esperaban ser recibidos porotros agentes. En cambio, encontraron gendarmes aguardándolos yfueron sorprendidos con las manos en la masa. Fue entonces queél me contó del Heinkel que estal ló en l lamas en su viaje de regreso,después de buscarnos inúti lmente a Robertson y a mi.

Me parec¡ó que los antecedentes del "mayor" *y la ausenciadel coronel cuando se reunió con nosotros- necesitaban ser investi-gados y eso fue el tema de mi carta cifrada, que despaché al día si-guiente. Sin embargo, el problema con el mundo del espionaje es queuno jamás se entera de la histor ia f inal , y hasta hoy no sé si e l mayorera nada más que muy ineficiente, o un hombre muy astuto gue tra-bajaba para el otro lado. Preferiría pensar lo segundo, porque seríasumamente perturbador si la gente de nuestros servicios de espionajefuera tan ineficiente como parecía serlo aquel mayor. Desde entonceshe estado tratando de averiguarlo, hasta ahora sin resultados.

Le conté a "Dick Jones" del candado roto de mi celda y tratéde persuadir lo a que se hic iera sentenciar a conf inamiento sol i tar iopara que pudiera aprovechar lo, pero él coincidía con m¡ opinión deque la fuga solamente sería posible con ayuda del exter ior . Aunqueera árabe, no quería arr iesgarse ¿ una caminata por el desierto.

El no f ingía ser otra co5a que un devoto musulmán delante denuestros guardias, qurenes se sorprendieron cuando él sacó un tapetey rezo de rodi l las a Alá, usando todas las frases y respuestas correc-tas. Algo en sus actos les hizo percatarse de gue él era un sheik y em-pezaron a tratarlo con gran respeto. Estuvo con nosotros solamentedos semanas, antes de que él y los dos sargentos de la Marina fueranl levados, presumiblemente para fusi lar los, puesto que los habíansorprendido con mapas y otros elementos acusadores.

Para estar enterado de lo que sucedia en el mundo exterior,yoentrevistaba a todos los recién l legados en el momento en que entra-ban al campo, presumiblemente antes de que los l levaran al hospitalsi necesitaban tratamiento. En ese momento sus historias eran habi-tualmente veraces. Más tarde, cuando habian tenido tíempo para pen-sar. a veces la verdad resultaba oscurecida, espec¡almente si el los se

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sent ian culpables acerca de algún aspecto de su supervivencia. Cuandose trataba de evi tar ser capturados. a menudo era necesar io robar co-mida, y para mí era muy út i l saber con ant ic ipación si era probableque se produjeran vis i tas de la pol ic ia f rancesa, o del Deuxiéme Bu-Ieau.

Cuando sólo l legaron tres de los cuatro mrembros de la t r ipula-ción de un bombardero, después de pasar casi t res semanas f lotandoen una balsa, me permit ieron vis i tar los en el hospi ta l e l pr imer dia.Habían sido traidos desde Djel fa en una ambulancia y se encontra-ban muy déb¡ les. Su supervlvencia había s ido un mi lagro y yo les pre-gunté qué había s ido del p i loto. Los t res eran tocJos clel Common-wealth, y eran el navegante, e l operador de inalámbl ico y el ametra-l lador del avión. El los admit ieron que se había producido una di fe-rencia de opiniones entre los t res y el p i loto. Se habian detenido e¡tGibral tar para reparaciones temporar¡as y la t r ipulación pensó c¡ue lasreparac¡ones eran inadecuadas y t rataron de impedrr que el p i lotovolv iera a despegar. Cuando cayeron al mat, natutalmente culparon alpi toto.

-El murió en la balsa -di jo el navegante, con en¡b.-rr . tzo.- iLo sepul taron en el nrar? -pregunté.Se produjo un largo si lencio y despues, desde rrn¿ almoh¿cla,

una cara demacrada me miró con ojos desencalados.- iNos comimos al bastardo! -gimio el hon'rbre, y cerró los

ojos, como si la escena lo l lenara de dolo¡.Más tarde, cuando se hub¡eron recobrado y s¡ l iero¡r del hos.

pi ta l , t ratarpn de desment i r ' la af i rnraciórr arr tcr ior y dr ler<, l r r ( lue h¿-bían estado bromeando.

-Nadie conf iesa el canibal ismo, ni s iqurero err b¡onl¿l dr je, yhubo un largo per iodo de sr lencro que f ue una , tdnr rsron cle culp¿por parte de el los.

Entonces, uno me preguntó qué har ía yo al respcclo.-Nada -di je- . Yo no soy el of ic ia l nrés ant i t_;uo.rr . ¡uí y solo

estoy haciendo este t rabajo a sol ic i tud de los soldados ntas veteranos,que quer ian que se inyectara algo de discipl ina y orden er) la contun¡.dad. Si yo creyera que es i rnportante har ia un in lorrr¡e al ofrc ia lmás ant¡guo, pero no tengo intención de hacer lo. . . ia menos que us-tedes empiecen a asesinar a los otros pr is ioneros!

Pensé en el lo, m¡entras todos permaneciamos en s¡ lencio, y des-pués agregué: -No estoy en posic ión de juzgar, y no veo cómo alguienque no haya pasado por un hambre extremo podría juzgar los. Tendránque vav¡r con esto por el resto de sus vidas, y en mr opinión, eso ya essuf ic iente cast igo.

El hambre hace'cosas extrañas a las personas. Ciertamente, a l -tera nuestros valores. Cuando los hombres están al borde af i lado dela inanic ión, e l robo de un pedazo de pan puede ser un cr imen casi

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tan condenable como el homicidio. El hambre también puede pr¡vara una persona de su voluntad de viv i r . Tuve un ejemplo anter ior de es-to cuando un subof ic ia l pr¡ncipal , que lucÍa la medal la de Servic iosDist inguidos, me vis i tó después de unos pocos días de su l legada alcampo. Quería que yo le conf i rmara que el estado de cosas que élhabía v isto era permanente.

-Dígame si estoy equivocado, senor -d¡ jo- . La comida diar iaconsiste en una hogaza de pan entre cuatro, y la hogaza no es másgrande que L¡n plato de postre. Aparte del café azul de las mañanashay solamente una comida, una especie de sopa horrorosa. El agua pa-ra lavarse sólo l lega a las c inco y med¡a de la mai iana, por media hora.Hay tres tambores que son los retretes para más de un m¡l lar de hom-bres. Si queremos sal¡r de este lugar, nos matan a t i ros. iEs eso correc-to?

DiJe que me temia que sí .-Suena espantoso, lo sé, pero usted se sorprenderá de la rapi-

dez con que puede hab¡tuarse.*Yo no *di jo él sacudiendo la cabeza-. No es solamente es-

pantoso, es cr¡minal . iEstos bastardos ni s iquiera están en guerra yse supone que nosotros somos ¡nternados! Tenemos que dormir en elsuelo en alojamientos árabes adecuados sólo para ve¡nt¡c¡nco hombres,y hay más de cuarenta de nosotros. Solamente a t res hombres se lesperm¡te i r a las letr¡nas en la oscur idad. Si uno va s¡n saber cuántosestán ya al l i , corre el pel igro de que le vuelen la cabeza. úPor quéseguir v iv iendo?

-Porque más tarde o más temprano saldremos de este lugar yestaremos luchando nuevamente, por eso. Usted me será de gran ayu-da -di je- . Me vendrían muy bien unos cuantos subof ic ia les pr inci-pales con medal la de Servic ios Dist inguidos.

Se marchó en busca de un lugar razonablemente t ranqui lo paraacostarse y jamás se levantó. Uno o dos dias después, algu¡en lo vol-v¡ó cara arr iba y comprobó que habia muerto.

Yo no tenía idea de que era pos¡ble "marcharse" en esa forma,y un hombre debe hal larse en gran stress mental y con el ánimo porel suelo par¿ poder ¡costarse y morrr . Quizá su esposa lo había aban-donaclo, o él ter l r ' . r proi : lerrras personales de fami l ia" Esto se apl icaba auna cant ic lad de rndivrc l r - ros en el campo y yo les proporcionaba unhombro donde apoyar5e y les ( leba consejos dest inados a impedir queperdierrn la razon. Pe¡o ter l ran¡os t faba¡o para salvar a aquel los quedeseab¿r ' l v iv i r . y s i un honrbre r 'enunciaba y no seguía luchando, aunpor su prop¡a cue¡r ta, e¡r tonccs l . - ¡ decisron le pertenecía y poco po-dr.amos h¡6¡¡ ¡1; . ( l r r ] rós. { )4sci ichad¿r¡ente, hay pocos síntomas ex-ternos y f ) r t tcr lLc\ ( ie la en l r r rnedad nrental .

Qui , ' i e r ¡ . t 'or tun.rdo ( lue el hambr 'e matara todos los ¡rorr" , tm¡entos sr¡ i ' r r ¡ , : r -x,r . La i¿l ta de cornida -V las condictot tcs t le l t , ¡ r t r t , t

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miento- convert ian esos pensam¡entos en una impos¡b¡l idad. Cuandoun hombre está muriéndose de hambre, el sexo es lo úl t imo en lo quepiensa. Queda relegado a un pobre cuarto lugar en la l ista de priori-dades de necesidades básicas. La sed viene primero; para un hombreque está muriéndose de sed, beber t iene prioridad sobre todo lodemás. A la sed le s igue el sueño, que para los exhaustos es más impor-tante gue la comida. Def in i t ivamente, la comida viene en tercer lugary sólo después, cuanto todas las tres prioridades básicas han sido sa-t isfechas, el sexo empieza a contar.

Lleva t iempo descubrir este axioma y los recién l legados, cuyasbarr¡gas todavía estaban l lenas, a veces nos regalaban con coloridosrelatos de lo que le habrfan hecho a una mujer, "en ese mismo mo-mento", s i no hubieran estado pr is ioneros. Al f inal , a lguien que l leva-ba cierto t iempo en el campo les hacia la pregunta inevi table. Habi-tualmente, cuando el narrador l legaba a lo que yo l lamo " la braguetade la histor ia", a lguien fo interrumpia y decía: - iY qué le darías ael la de comer?

El hambre me proporc¡onó en Laghouat uno de los momentosmás exquis i tos de m¡ v ida, al cual s iempre atesoraré en el recuerdo.Sucedió cuando Ayi isa me escoltaba de regreso al campo despuéscle que yo completara una sentencia a confínamiento sol i tar io. Els¡empre me l levaba de regreso y cargaba, bendito sea, con mi pe-queño saco de pertenencias. Pasamos frente a la cocina de los espa-his y --confiando en mí- él entró sigi losamente y sal ió con un enor-me pedazo de pan untado con grasa, que me entregó con una gran son-r isa. Nada de lo que he comido jamás superó a esa senci l la comida, ynada ha vuelto a tener para mí mejor sabor. Comidas en el Savoy,pavo de Navidad, salmón ahumado -no importa qué- nada puede su-perar jamás el sabor fuerte de aquel celest ial pan con grasa de aque-l la mañana. Aún hoy puedo sent i r lo.

Los tres cercos de alambre de púas que rodeaban los tres ladosinternos del campo, desde una larga y alta pared en el fondo, eranparalelos entre sÍ y de tres metros y med¡o de al tura. Entre el los ha-bÍa, api lados, rol los de alambre de púas. Plataformas con ametral lado-ras y ref lectores habian sido instaladas en lugares estratégicos todoalrededor de la barr icada y a lo largo del muro, y había por lo menosuna en el techo de cada edi f ic io.

Descubr imos que l levaba d¡eciocho minutos arrastarse y atra-ve5ar ese cerco. El sargento Blecher, un barbudo granjero de NuevaZelandia, habÍa encontrado un lugar que quedaba fuera de la v ista delas plataformas de ref lectores. El era ági l y f lexible como un gato,con brazos que le l legaban más abajo de las rodi l las. Lo pensó muy

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i r : i1, l t i l i j r i r t

cuidadosamente, y mientras él se arrastraba, cara contra el suelo,

centÍmetro a centimetro, nosotros proporc¡onamos urla diversiónhaciendo un ru¡doso alboroto en el otro extremo del campo. Belcherestuvo afuera más t iempo que cualquier otro y cubr iÓ la mayor dis '

tanc¡a. Consiguió colgarse debajo de un c¿miÓrr todo cl camino hasta

Djel fa; pero más tarde, después de cam¡nar dias, se qui tÓ las botaspara al iv iar a sus p¡es hinchados y cuando despertó comprobó que setas habían robado. Sin botas no pudo cor¡ t ¡nuar y t t rvo que entre-gar5e.

Ninguna fuga tenía lugar sin repres¿l¡a9, y después del tr i t- l rr fo

de Eelcher, e l Slug prohibió todas las reuniones fuera de los ecl i f i -cios, excepto cuando pasaban t¡sta, y los ¡ jrabes recibieron Órd€n€lde disparar si más de tres personas se reunian en un gru$o. f ;st$ gl i l -

nif icó que sin una dispensa espec¡al tendríamos que ¡nter;"unlf . l rr-nuestros servicios rel igiosos domínicaleg, que yo había organi¿adaa pedido de algunos de los of iciales subalternos. Los servicior eranmuy concurridol y enieramente voluntarios; por una vez, me satisfa'cía dedicarme a la "ocupación de mi padre". El siempre se había sen-t ido decepcionado porqtre yo no trabía seguido sus pasos de párroco,y yo esperaba poder enviarle unas l íneas contándole sobre estos ser-vicios. Pensando en el lo, y en lo que él hubiera recomentado, pedi

una entrevista con "M'sieur le Commandant" , y en compañia de Ro'bairre, un prisionero f ranco canadiense, para que actuara como intér 'prete, mantuve un¿ corta reunión con el temible Slug de la LegiónExtranjera.

-Todo hombre t iene derecho a cantar un himno l05 domingospor la mañana --di je- y a los hombres les alegra el corazón levantarsus voces al unísono una vei a la semana. iQuizá podr[a usted apl icara los serv¡cios rel ig iosos el m¡smo pr incipio que al p¿se de l ¡sta?

-Non *di jo el Stug.-Usted no t iene derecho a prohibir que los hombres r indan

culto a Dios --di je-. Debo insist ir en que esta orden no ee apl iquea nuestros servicios rel igiosos.

-Non -di jo el Slug. Los bribones de la Legién Extranjera te'nían muy poco que decir de si mismos, y él nunca era una pertona

muy locuaz.-Entonces ignoraré la orden el domingo a la mañana --di je

en tono desafiante.-Vu -{Visto) dí jo el Slug.Pedí a Robairre que averiguara qué signif icaba ese "visto",

o "tomado nota". y al l i siguió una breve conversación entre el los

en francés, con mucho encogerse de hombros y gesticular por ambaspartes. La cara blanca e ¡nforme del Slug se volvía más parecida I l ¡

masi l ia con cada palabra y sus ojos eran hendiduras de las que nr¡n¿'

ba venen<¡.

l ' l ' . t

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- iEl d¡ce que será necesar¡o matar lo a usted! - i i1o Robierre¿legremente.

Cuando comun¡qué el resul tado de esta conversacion a los hom-bres, e l domingo a la mai iana todo el campo sal ió y formó un cÍrculoa mi alrededor. Mientras cantábamos "Padre Eterno, sálvanos", espe-ré s inceramente que El lo hic iera, porque los árabes estaban gr i tandoexci tadamente y apuntando sus armas hacia mi, con sus dedos en losdisparadores. Sin embargo, los hombres habian formado una fuertegu¿rdia de corps y también estaban en la l l 'nea de t i ro, de mo<Jo quedudé que el Slug permit iera gue nos convir t iésemos en rnárt i res c¡ is-t ianos a sus expensag. iHabrÍa pasado a la poster idad como el PoncioPi latos de la Segunda Guerra Mundial !

El día fue salvado por el jefe de los espahÍs c le l Prenr ier , coman-dante Jeunechamp, guien entró por la puel ta pr i r rc ipal en su inma-culado un¡forme y se detuvo detrás del cÍr 'culo, con su gorra en lamano. Entonces se unió a los cánt icos, y los árabes no pudieron abr i rfuego.

Fue una acc¡ón val iente de su pat te, en mas de un sent ic lo. Aun-que él podr ia decir que lo había hecho para salvar la car¿ de su of i -c ia l comandante, ya se encontraba bajo sospechas de ser un col labo-rateur. En pr ivado, me habia conf iado que tenia un hi jo que volabaen la Fuerza Aérea de Estados Unidos, y que durante la Pr imeraGuerra Mundiat é l había estado pr is ionero de los alemanes, com-part iendo un campo con los br i tánicos; además, había extendido mu-chas pequeñas amab¡l idades al campo en conjunto, de las cuales mepidió que no di jera nada. Desde entonces fue un hombre marcado pa-ra los otros of ic ia les de la Francia de Vichy, quienes eran todos cla-ramente part idar ios de H¡t ler y Pétain.

Llevábamos sólo unas pocas semanas en LaghouJt, cuando Mon-ty y yo hic imos un descubr imiento notable. completamente casual .Una mañana estábamos sentados ante una mesa fuef¿ de la ouerta deé1, en el pasad¡zo abovedado donde jugábamos al póquer la mayoríade las tardes, cuando noté un pequeno vent i ladero at p ie de su paredexter ior . Cuando le l lamé la atención hacia la abertura. mi interésera puramente octoso.

-áPara qué será? -di je- . No lo había v isto antes. ápor que5u hab¡taciqn t iene un vent i ladero a nivel del suelo?

Monty lo estudió, también por pr i rñera vez, y se puso muyexci tado. Me aferró de un brazo, me l levó a su habi tación y estudia-mos los niveles del suelo. Entonces vimos - también por pf intera vez-que el n ivel del corredor exter ior era l igeramente infer ior a l nrvel delsuelo de las habi taciones. Raspando cuidadosamente al¡ededor de laargamasa de una gran piCdra que estaba debajo de su can)a, y des-puis insertando palancas debajo, logramos levantar la y pudrmos verun enorme sótano. Tenia exactamente cuatro metros y med¡o de pro-

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' i l l l l l l l r l

fundidad y cuatro metros y medio de lado. Era un lugar ideal parainic iar un túnel , porque estaba en la parte del edi f ic io más alejada delmuro exter ior y nadie esperaría que fuera in ic iado un tunel desdela distancia mayor. Estoy completamente seguro de que los Jrance-ses de Vichy nada sabi¿n de la existenc¡a de aquel sótano. pues desaber lo habr ian v ig i lado mucho el lug¿r y en los s iete meses siguientes,cuando la excavación se real izaba casi s¡n interruoción. lo habrfan des-cubie¡to en muchas ocasiones.

Trabajando por turnos, hic imos un total de 1.750 horas cavan-do, y cuando estuvo terminado medía 68 metros de largo, un rnetrode al tura y un metro de ancho, y toda la t ierr¿ habia s ido ret i rada encrachoirs (sal ivaderas) atadas a cuerdas y amontonacla en ese sót¡no.Como el túnel estaba a cr-¡atro metros y mecl io del . ra jo del n ivel delsuelo, casi pudimos hacef todo el ¡u ido que qursimos.

La palabra túnel estaba prohibida en todo momenl.o. Se habla-ba de la "escuela de póquer" y cont inuamente 5e estaha feair¡ndouna part ida fuera de la puerta de Monty, la cual miraba hacia la en-trada pr incipal del campo, de modo que no solamente podianros vera los que ingresaban por la entrad¿ pr inc¡pal , s ino desde r ,ar ios cen-tenares de metros antes, cuando se acerc¿ban por el largo camino dela guarnic ión. Era senci l lo reponer rápidanrente la piedra y l lenar lasjunturas con una mezcla de polvo y dát i les que siempre se tení¿ amano. La entrada al túnel no hubiera pod¡do ser descub¡erta, a menosque el invest igador conociera su existencia y supiera dónde mirar.

Un eguipo de expertos se mantenía cont inuamente ocupado,haciendo velas y vent i ladores y at i lando instrurnentos para cavar.Otros se dedicaban a fraguar pases, tarjetas cle identir lacl y permi-sos de viaje. Otros, especial istas en magnet isnro, t r¿b¿jaban cons-truyendo brújulas en cajas vacÍas de crema para l impiar botas y cosassim¡lares. En toda comun¡dad de combat ientes, s iempre pueden en-contrarse expertos para cualquier tarea.

La vent i lación se conv¡r t íó en nuestro problema pr incipal .Cuando alcanzamos los treinta metros, el aire se volvió fét ido y em-pezó a fa l tar oxígeno. Las velas parpadeaban un momentoy en segui-da se apagaban. De modo que nuestros técnicos soldaron una cant i -dad de latas de leche Kl in desfondadas y construyeron un tubo mó-vi l ; y bajo las propias nar ices de los guardias árabes en el techo, mien-tras f ingían cavar una canaleta sani tar¡a, e l tubo fue hundido a unaprofundidad de cuatro metros y medio. Después, cuando logfamosunir e l túnel y el tubo, el problema fue muy di ferente: ihabÍa tantacorr iente de aire en el túnel que las velas se apagab¿n con el víentol

Para impedir que algún eirabe despistado usara la canaletacon el propósíto para el cual había s ido supuestamente construida,la l lenamos con largas piedras y di fundimos el rumor de que er¿ so-lamente para or inar, f ing¡endo nosotros mismos hacer lo. Esto t r ¡bí¿

?t l

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que real i¿ar lo con la egpalda vuel ta hacia el cent inela del techo y mi-ranüo hacia la pared, ia cual estaba demasiado le jos para que los cen-t¡nelas de al l í descubr ieran el engaño. Des¿fortunadamente, a lgunosde los árabes siguieron nuestro ejemplo y usaron la canaleta, pero co-mo dí jo D¿i Davies, d i f ic i lmente hubiéramos podido quejarnos alSlug de gue sus soldados or inaban en nuestro túrrel ,

Teníar*os que averíguar qué había del otro lado del muro, nofuera qr:e cuancjo caváramos hacia arr iba nos encontrásemos debajode urr edi f ic io o en medio del jardÍn de alguien, y var ios de nosotrosf¡rrnanto! nuestra promesa de honor l le no escapar para poder real i-¿ar t rn paseo organizado fuera dei campcr. Habíamos impuesto unafrrme reqla de que nadie d¡r í¿ jarnús su prornesa cie honor, en ningúnmomeri t$: p€ro poi acuerdo qeneral , ¡a regla iuvo que sei .dejada delado para esle propcsi to v i ta l . Uno o dos pur istas objetaron, dic iendoque dábañ)os la prornesa impr.opiarnente puesto que lo hacr'amospar¿ obtener inform¿ción en relación con una fuga; pero la promesade honor de un pr is ionero s igni f ica gue quien la da noescapará mien-tras esté ba¡o esa promesar iy nada hay que pueda impedir le admirarel paisaje!

La iglesia catól ica de Laghouat estaba en la dirección que ne,cesitábamoi y así, un domingo, muchos de nosotros insist ieronen que de la noche ¿ la m¿ñan¿ habían canrbiado de ret igión y expre-saron que guerían asist i r a misa. La ig lesia er¡ una fascinante combi-nación de arqui tectura f rancesa, marroquí y argel ina. Nos sent imosmuy al iv iados al comprobar- (cuando miramos casualmente en esa di_rección en el camino de regreso al campo) gue había un¿ l inda exten-sión de terreno l ibre fuera de la gran mural la, rnuy adecuada para jar-dineros af ic ionados.

' Aunque yo saLrí¿ que nadie sobreviv i ¡ ia ¿ la cam¡nata a t ravésdel desierto s in ayuda, cavar un túr¡el tenía sent ido porque propor-qion¡ba una maravi l losa terap¡a ocupacional para todos y nos dabauna sensación de sol idar idad. En todo caso, la ayuda exter ior podr ial legür para cuando terrnináramos ei trabajo. yo había conseguidoponerme en contacto con Malta acerca de un ¿vión. val iéndome dela c lave, y me habÍan pedído información sobre posibles lugares deaterr i¿aj€ cerca del campo, y se habia consider¿do un plan pararescatar un mdximo de cinco pr is ioneros. El general Huntziger habíalogrado aterr izar al t í , y fue senci l lo aver iguar el lugar.

Fuera del oasis h¿bia espacio sufíciente para que aterr izaranaviones bastante grandes, o hasta una formación de biplazas, como lo¡Beaufighters, si se organizaba su recepción como una operación mil i-tar adecuada. Si por cualouier razón el equipo de Matta tenÍa eue re-

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iirarse. .Johnny t lyCe trataría ele erreglar el aterr izaje de una escua-rJri l la r le Bear.rf iglrters, Habíamos estado en comunicación. val iéndo-nos de una clave escolar que tamb;én conoció Jo. Era rnuy senci l la,¡rero lo suficientemente buen¿ para pasar la censr¡ra cie los france-5e!.

Johrrny había s ido elegido por el Minister io del A¡re para pro-tagr:nizar una pel fcula c inematoqráf ica l tarr l¿da "Mando Costero",y le habían promet ido que podrra elegrr su comando después, comocebo p¿ra que ¿ceptara entrar en un set cinernatr:gráf icc y aleiarsede su Sunder l¿nd. A mí me hizo saber nruy c laramente que habfapecl ic lo Beauf ighters porquÉ tenía la in lención de aterr i¿ar en La-ghouat en el otoñú. En mi respuesta, y* int l iqué que " locaimente"podr ian hacefsü otrcs ¿rregios y que él c iebía segulr ton s l ¡s h¡dro-¿viones. Ese fue mi úl t imo mensaje dir ig ido ¿ é1. La siguiente cornt ' -n icación provino de Jo, y decía que él había s ido derr ibar jo durar,-duna incursión de Be¿uf ighters contra los alem¿nes en Noruega, y qi lelo trabian sepultado en la cirna de un¿ montaña, cerca de Trornso. F-nla rr l ismé carta. e l la me comunicaba la rnuerte de Darby Wel land,quien entonces volaba en el c,es¡erto.

Después de estas desalentadoras notici¿s pasé un perioco maiov me volvi i rr i table e intolerante. Cada irrtentc de fr;ga desde l-¡-ghouat era precedido cJe r iñas y t r i fu icas i ¡ i fant i les, cu¿nr lc i a lgur- to3indiv iduos trataban de probar que su regreso al Reino Unido er¿ m¿isimportante para la guerra que el de cualquier otro. Fara ponet ' f in aesta conducta puer i l , designé un Comité de Fuga con poder decidirquiénes debian marcharse y c¡rrrénes qrred¿rse. También se h¡cieroncargo de todo el equipo de fuga y del d inero y podian vetar los pla-nes de cualquiera. Esto no hubiera debido ser necesario, pero la na-turaleza humana. en cond¡ciones de hac¡namiento. a veces puedeser singularmente desagradable.

Entor¡ces sucedieron dos cosas, una después de otra. La prirne-ra fue r id icula, pero me al teró más cle lo que qi i ise admit i r lo, quizáporque esiaba tan depr i rn ic io por la noi ic¡a de la muerle de Johnny"Ciertamente, no me encontraba con ánimos para soportar ' la locura.En un programa de la BBC dest inado a las fuerzas armadas y dir ig i -do por ese grar¡ hombre, Freddy Grisewood, se daba a las esposasla oportunidad de hablar a sus maridos que prestaban serv¡cios enul t ramar, y Jo había conseguido habtarme desde t-ondres. Me v¡obl igado a pedir por escr¡to, of icialmente, una drspensa especial af i¡r de escucharla, porque nuestra electr ic¡dad era cort¿da por las t¡r-des, antes del horario del programa, y nuestro receptor emitía por losaltoparlantes generales. Como resultado, todo el campo estaba escu-chando.

Fue maravrl loso oír su voz después de todo ese t¡empo. El latuvo que poner cuidado para no mencionar gue yo estaba pr¡s ior¡e¡o,

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pero di jo: " iNo pensé que podría hablarte en tu oasis l" . Freddy Gri-sewood le pidló entonces que el ig iera una pieza mus¡cal del gusto deambos, y el la escogió la Marcha de los Enani tos, de Blancan¡eves, yexpl icó gue era la pel Ícula que habíamos visto juntos poco antes demi part ida, en Li t t lehampton, poco después de Dunkerque.

Los dos habíamos paseado por un camino, tomados de la manoy entonando l¿ canción, y en Laghouat la escuché con verdadero de-le i te. Los hombreci l los marchaban con sus p¡cos al hombro, cantan-do: "Cavamos --cavamos- cavam05 toda la noche", cuando con gransorpresa de mi parte, un capi tán del e jérc i to se me arrojó encima,ag¡tando los puños, y me golpeó en la cara. pensando que el pobret ipo estaba loco, o muy bebido -o ambas colas- resist Í la tentaciónde devoiver le los golpes y me agaché volvréndble l¿ espalda, de modoque sus puñetazos cayeron, inofensivos, en mis hombros. El hombreestaba histér ico y l levó un t¡empo calmarlo. Después meacusó de Do-ner en pel igro el túnel .

- iPor qué el ta el ig ió esa canción? -di jo- . Usted debió contar_le acerca del túnel en una carta.

Ese incidente me preocupó porque demostraba que los of ic ia-les estaban volv iéndose r igeramente rocos. Er segundo fue mucho másimportante y me af l ig ió enormemente. uno de ros hombres craves enmis propios planes de fuga, quien era una persona en la c lue todosconf idbamos por su intel igencia y capacidad para mantener la calmaen emergencias, súbi tamente perdió el control una noche y t rató deestrangular a uno cie sus mejores amigos. Estuvo muy cerca de lograr_lo y fue necesar ia media docena de nosotros para separarto cfe suvict ima. Yo conf iaba en este indiv ic luo p¿r¿ que se tendiera con-migo en el desierto, después de sal i r del campo, a f in de encenderuna l interna a intervalos para or ientar al avión o los aviones.

Después de estos dos incidentes, empecé a abr igar dudas acer-ca de la sabidur ia de mis planes, puesto gue todos estaban en unestado tan al terado y yo no tenía deseos de arr iesgar pi lotos y avionesval iosos en un intento de rescate que podia f racasar. Entonces vinola gota que hizo rebasar ra copa. Después de siete meses de cavar esetúnel l legamos a nuestra meta, y todo lo que quedaba era cavar ha-cia arr iba. Sucedió gue la noche que terminamos fue el día más c¿lu-roso del año en el s¿hara. una cant idad de personas expresó su inten-ción de marcharse inmed¡atamente. yo les pedi que aguardáramosunas pocas semanas, hasta que el c l ima fuera menos cruel , y hasta quepudiéramos arreglar la ayuda exterior, pero m¡ ped¡do cayó en oídossordos. La mayorÍa estuvo de acuerdo conmigo pero éramos impo-tentes para detener a los apresurados. su respuesta fue una cri t ic¿a nosotros por no querer marcharnos también.

-No vamos a pasar una noche más en tste espantoso lugarcuando hay una forma de escapar -di jeron.

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Afortunadamente, mi propio proyecto no dependía del túnel ,aunque hubiera s ido mucho más fáci l dereal izar s i hubiese estado dis-pon¡bte; pero dependía de la s i lenc¡osa cooperación de todo el campo,y yo conf iaba en cierto t rabajo de equipo de cinco personas especial-mente seleccionadas, algunas de las cuales estaban entre los veint inue-ve que sal ieron por el túnel esa noche telr ib lemente calurosa. Uno deel los, a quien yo esperaba l levar conmigo cuando esc¿páramos, era unof ic ia l de c ier ta edad, acos¿do por problemas fami l iares, y que rara-mente dormi¿. H¿bía habido oposic¡ón a esto porque él habría s idocasi como un peso muerto que cargar, pero me sent ia preocupado poré1. Antes del éxodo masivo, acudió a mí con lágr imas en los ojos y meexpl icó que s¡ el túnel iba a ser usado él tendr ia que marcharse, por-que es¿ podría ser su única oportunidad. Le di je que, en mi opinión,tenía mejores posibi l idades conmigo, pero me percaté de que habíatomado su decis ión, s i b ien con renuencia, y como sus ¿apatos esta-ban hechos pedazos, le di mis preciadas botas de gufa. las cuales ha-bía "adquir ido" con ayuda de Ayi isa, cuando estuve en las celda5 decast igo. Le deseé suerte y ésa fue la úl t ima conversación coherenteque mantuvimos, porque durante su caminat¿ en el desierto él fue gra-vemente afectado de insolación y . iamás recobró su salud mental .Más tarde me enteré de que pasó sus úl t imos diez años de vida en unas¡ lo.

Debido a estos sÍntomas de desór-denes mentales entre las per-sonas más responsables, sent i que no podia arr iesgal avrones y pi lotosy cancelé mi organización operat iva. Me habían dado un código sen-ci l lo para cancelac¡ones de emergencia. Todo lo que tuve que hacerfue enviar un telegr¿ma de una sola palabra a mi "agente de bolsa"de Londres, d ic iendo: "Venda".

Cuando conté al comité de fuga lo gue habia hecho me volvÍmuy impopular con ciertos grupos, quienes esperaron la oportunidady una noche me sorprendieron en la oscur idad y me dieron una tre-menda pal iza. Quedé con dos hermosos ojos negros y una c¿ra hin-chada que s¡gu¡ó conmigo casi una quincena, pero esto me conven-ció más de que yo había hecho lo correcto. En retrospect iva, nuncahe abr igado la menor duda sobre eso.

El masivo éxodo por ese túnel tuvo sus momentos de humor.Antes de que lo separaran de nosotros, habíamos obten¡do mucha va-l iosa inf ormación de "Dick Jones", e l sheik árabe, especialmente sobref as t radicíones y costumbres de su propia raza. Habíamos hablado deltúnel , y él nos di jo que cuando la superf ic ie de la t ierra está revuel ta,los árabes t ienen la cur iosa costumbre de dejar sus tar jetas de vis i t ¡sobre el suelo recién remov¡do en forma de sus propios excrement( . )1humanos, a f in de fert i l izar la t ie¡¡a. Sugir ió que si a lguna ve/ t r - 'nr , ¡mos éxi to y cavábamos un túnel h ic iéramos lo mismo, ¡r<tr t ¡ r tc lotf ranceses de Vichy buscar ian señales de túneles fuera del cr lnr l ) ( ) r l t " ,

; , l t I

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Golf Club en un costoso automóvi l , aparentemente para jugar un par-t ido entre cuatro. Todos el los tenían rentas person¿les igualmente ele-vadas, y durante todos esos agradables dieciocho hoyos, cuando nosencontrábarnos en los greens después de hacer nuestros caminos porseparado desde los tees, e l los hic ieron lo posible por expl icarme, conmr¡cho tacto. que era imposible mantenerse con una paga naval , porno hab,¿r de mantener además a una esposa. Ent le putts, yo aduleque si tenia que esperar hasta; ;oder permit i rme una espoga nuncanre casaría. Era improbable que Jlc¿nzara los grados super¡ores des_pues de retngresar en la M¿rin¿ pot una puerta t rasera, pero aun siconseguía una qorra con dorados, s i aguardaba hasta entonces, h¿bríanpasado los at ios melores de nuestras v idas y tendríamos que empezaruna farni l ia s iendo ancianos_

-No se mide el arnor en l ibras, chel ines y pen¡ques -declaré,agi t3ndo h¡cj¿ el los rrno de rnis palos cJe gol f - - . He encontrado a lamuchach¡ adecu¡da iy que me condenen si la dejo desl izarse de mismanos sólr¡ para casarrr le con alguna terrateniente como ustedes, quepueden per mit i rse cubr i r la de di¿¡¡¿¡1s5t

--No -di . jerot- l e l lcs* ¡pcro probablemente el la querrá comer!En aquel la época, el los estaban muy acertados. Sus Senorías

del Almi¡antazgo eran plet tamente consc¡entes de que la paga era¿ladecu¡da y suponiarr que todos los of ic ia les tenian rent¿s part icu-lares. l - loy esto ya no se apl ica.

Los aviado¡es navales s iempre l legábamos volando a puerto an_tes que arr¡b¿ra la Flota y regresábamos a nuestros portaviones des-pués clue la Flot¿ habr 'a zarpado; éramos, por lo tanto, los pr imerosen l legar y los úl t inros en sal i r , lo cual nos hacía muy populares conlas damas, pero bastante i rnpopulares con el resto de la Flota. Esto,más nu¿stra "paga de vuelo", caus¿ba en nuestros hermanos no avia-oores ¡nucho resent imiento. Err su opinión, a nosotros nos pagabanexcesrvan¡ente y terr ían tendencia a refer i rse a nosotros. despect iva-tnente, corno los "muchachos prefer idos", lo cual era, de parte deel los, cor-no deci¡ c¡ue las uvas estaban verdes_ Ni s iquiera se confor-maban cuando explrcábarnos que debrdo a que pasábamos más t iem-po en puerto necesi tábamos el d inero adic ional , e l cual sólo l legaba¿ cinco chel ines diar ios, de tot ios moclos.

La asignación por matr imonio no podÍa ser pagada a un of ic ia l¿ntes de que éste l legara a la edad de veint ic inco años, y a oios of i_ciales, cualquiera que tuviera la temeridad de casarse antes de te-ner derecho a la asignación por matr imonio, estaba , .v iv iendo en pe_cado". Antes de anunciar sus compromisos, se esperaba que los of i -c ia les sol ic i taran permiso para casarse a sus of ic ia les comancrantes yeste perm¡so laramente se concedía de buena gana a cualquiera queno l legar¿ a la edad est ipulada. Cuando presenté la cuest ión a mi co_mandante, yo tenia veint icuatro años, y él d i jo: -Naturalmente.

264

,lIIT

anuncia usted su compromiso, pero le aconsejo que espere por lo

menos un año más antes de l levar a su novia al a l tar 'Fue un consejo sensato porque, en todo caso, no podiamos per-

mit¡rnos casarnos antes de que yo tuv¡era derecho a la asignac¡Ónpor m¿tr imonio. Cumpl i m¡s ve¡nt ic inco años se¡s meses antes de laguerra y así , cuando el Courageous se hundiÓ, no vac¡ lamos. Era

ehtonces o nunca.Una asignación mensual a mi esposa, por medio de " la cont¿-

durÍa", aseguraba que su mensual idad serÍa deposi tada en nuestra

cuenta bancar ia conjunta, 5 in fa l ta, aun si mis papeles de paga fal ta-

ban, o en la vana suposic ión de que el la podría girar contra e5a cuer l -ta antes de que yo pudiera gastar lo. Lo que quedó no fue mucho

durante nuestros esenciales descansos de la guerra, en Aleiandría oAtenas.

Mientras me entregaba a estos pensamientos y hacía estas sumasen mi celda de Laghor"rat , contemplaba a la enorme ararra que tel la

su tela en el pequer io or i f ¡c io de vent i lación que era miúnica entradade luz. Sumé todos los "pagos extraoldinar ios" que habia recibidopara compr¿r ropa después del hundimiento del Courageous y delbombardeo del l l lustr ious, rnás el costo de reponer todo después denuestra huida de Grecia, cuando no me dejaron elevar una reclama-ción, y después anadÍ el costo de la cerveza que me habían obl igadoa pagar y t raté de recordar otras cosas caras. Desafortunadamente,había demasiadas; en aquel la malol iente celda árabe, esta ar i tmét icamental reveló que yo tendría que seguir s iendo pr is ionero pot lomenos un año más sr quería sal i r s in deudas de al l í .

Ese pensamiento no hieo nada por al iv¡ar la oscul . idad circun-dante.

Todo este anál is is del pasado no proporcionó una respuesta a

m¡5 problemas f inancieros, pero por lo menos me h¡¿o recordar todomuy claramente, como si hubiera Sucedido ayer, lo cual me ha perma-

t ido escr ib i r este l ibro. Nada hay que est imule la memoria tan ¡mpla-

cablemente como un centenar de días en la oscur idad,5¡n otra cosaque hacer excepto Pensar.

Los recién l legados gue arr¡baban a Laghouat casi semanal-mente eran en su mayoría t r ipulaciones de la R.A.F. que habían caido

en el mar y sufr ido espantosas pr ivaciones, a veces por largos pertoclos'

antes de ser rescat¿dos y Cespués internados; por lo tanto, todos nos

sorprendimos cuando dos tenientes de la Reserva Voluntar i¿ de la Ma-

r ina Real y los t r ipulante5 cle dos lanchas torpederas fueron traídos

al campo. Gozaban de espléndida 5alud y tenÍan con el los práct ica-

mente todas 5us poses¡ones -ron. ls, una b¡bl ioteca, gramóf onos, dis-

269

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',1¡'i'ffilttÑ##liit,

pués de un¿ fuga y no pensart 'an que nosotros estábamos enteradosde la costumbre árabe. Fodrr 'an confundirse ante una clara índicacióncle gue la t ierra había sido removida por árabes v eso podria demorarel descubr imiento.

La noche en cuestión, una cantidad de of iciales jóvenes ectra-ron suertes por este pr iv i legio. El gue ganara sería el ú l t imo en sal¡ry tendr ia la tarea de l lenar la abertura del túnel con la t ierra despla"zada y hacer todo lo posible por d¡s¡mular el hecho de que una grancant idad de personas habian sal ido recientenente por al l í , borran-do pisadas y demás hueilas. 5ólo entonces deberi¿ dejar su tarjetade vis i ta est i lo árabe.

Se ofrecieron muchos voluntarios para esta tarea, entre per-son¿s que no tenían planes de fuga, pero que disfrutar ian con una no-che de l ibertad. Sería divert ido, y valdría los quince dias de cast igo"Un al to y apuesto teniente de la Marina Real resul tó ganador. El ncrtenía ninguna intención de intentar la t ravesia del desierto, perose las había arreglado en alguna forma para concertar una ci ta con lacr iada del único hotel de Laghouat, e l Hotel Sahar ienne, y despuésde hacer todo lo que se requer ia de éi , se met ió en la cama de t¡namuchacha enormemente complacida. Lo arrestaron a ia mañanasiguiente, y después de quince dias en las celdas, regresó al campocon muy buen ¿specto.

El pase de l is ta de la mañana sigu¡enté fue interesante. El Slugno estaba al l i . Desafortunadamente, Jeunechamp estaba a cargo, perola cuenta la hizo el teniente Mart in. Repit¡ó su cuenta tres veces ycada vez se fue poniendo más pál ido. Al f inal nos di jeron que perma-neciéramos f ormados, míentras dos franceses registraban ei campo porsi los veint inueve ausente estaban ocul tos en alguna parte. Cuando re-gresaron, Jeunechanrp me sonr ió y di jo: "Bien Joue!" , lo cual fuemuy deport ivo de su parte, puesto que signi f icaba muchos proble-mas futuros para é1. Mart in no hi¿o un gesto semejante s ino quesal ió del campo con la cabeza al ta. Lo observé d¡r¡girse debajo de lasarcadas y ni b ien pensó que nadie lo veía, se apoyó contra la pared,con la cabeza sobre el antebrazo, presa de desesperación. El habíaestado de serv¡c¡o de guardia durante la noche y la fuga signif icabauna corte marc¡al para é1, y quizá un descenso en el rango.

Después de que el subteniente hubo l lenado el agujero, nuestrosexpertos cienti f icos plantaron una cantidad de trampas a lo largo deltúnel, en la suposición de que los franceses lo encontrarían desdeafuera, cuando buscaran t ierra removida. Estuvieron completamenteacertados. La tarjeta de visi ta del subteniente no engañó a nadie ylos f ranceses empezaron a cavar. Cuando emergieron en la hab¡tac¡ónde Monty, estaban muy enfadados. Artefactos explosivos, ratoneras,cracho¡r l lenas de agua, trampas cazabobos, toda clase de obstáculoshabían sido colocados para que tropezaran con el los antes de que

2a2 ,

pudieran l legar al com¡enzo del túnel¡ y entonces tuvieron que pedir

ayuda a gri tos para que alguien levantara la piedra de la entrada.Veint inueve hombres habían demorado m€nos de un cuarto

de hora para desaparecer en la noche, pero estuvieron de regreso en

Laghouat en menos de veint icuatro hora5, lo cual , en mi opinión, s ig-

nif icó desperdiciar siete meses de trabajo.

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CAPITULO 3I

PSIQUIATRIA DEL SAHARA

El l l de abr i l de 1942 cumplí veint iocho anos, y ese dia recibÍ

un preserr te del que hubiera prescindido con alegría. Mucho después

de la puesta del sol , toda la t r ipulación del H. M. S. Havock atravesóla entrada pr incipal . El Havock era un destructor de la Flota con un

histor ia l f¿moso y sólo fa l taba un rr¡ iembro de su tr iFulación, quien

había muerto cuando el barco encal ló a 26 nudos frente a Cabo Bon y

sufr ió una f isura en el caso.Con el los había dos pasajeros dist inguidos, el comandante R- F.

(Dick) Jessel , D, S. O., no hacia mucho comandante del H. M- S.

Legion. y su of ic ia l ingeniero, Tim Sayers. Después de l ibrar una delas batal las de destructores más notables de todos los t ¡empos -cuan-

do Jessel ignoró un mensaje de manera verdaderamente nelsoniana y

se dir ig ió hacia un acotazado enemigo, en vez de alejarse, al que acer-

tó con un torpedo -el Legíon fue bombardeado cuando se encon-

traba amarrado en Malta. El y Sayers se habían roto una pierna cada

uno. ahora estaban enyesados y se dirrqí ln a casa a bordo del Havock

cu¿ndo éste encal ló.La otra Dierna cle Jessel había s ic lo gravemente her ida en Malta,

antes de la guerra, nada menos que por el mismisimo Príncipe de Ga-les. El Príncipe ¡ba al t imón de una lancha muy veloz, y como era el

crepúsculo, no v io la cabeza de Jesse en el agua hasta que fue dema-

siado tarde. El nadador se zambul ló rápidamente, pero una plerna

fue ¿lcanzada por la hél ice de la lancha. A pedido del Pr incipe' fue

l levado rápidamente a Inglaterra en un crucero, pata ser inter nado en

un hosp¡t¿1.Desde el momento dei afr ibo de la gente del Havock, la ene-

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mistad del teniente Mart in se tornó aún más acentuada, porque elHavock era el barco que lo habia bombardeado en Sir ia. La nochede la l legada, él estaba de guardia, y cuando le pedimos comida y ca-fé adic ional , y Jergones de pala, y algunos cuchi l los, tenedores y cu-charas, todo lo gue pudo decir fue: "Demain. . . peut-étre" (mañana,puede ser) . 5 in camas suf ic ientes ni e lementos de rancho, la noche re-sul tó un dolor de cabeza; pero c le alguna manera nos arreglamos, ylos hombres hic ieron innumerables tazas de té y sacaron algunos boca-dos de sus paquetes de la Cruz Roja. Tuvimos que romper unos cuan-tos corazones en el proceso. Los que l levaban mucho t iempo en Lag-houat habían reunido una colección de platos, copas y cubiertos quepara el los eran precisos, pues eran las únicas posesiones terrenales quehabían "adquir ido" con esfuerzo a lo largo de los anos, por robo oastucia. Tuve que apelar a el los para que entregaran iodo aquel lo delo que pudieran prescindir , guardándose el míninro indispensable, yen esta tarea fui hábi lmente asist i r lo por nr is subof ic ia les,

En enero, cuando los hombres me prdieron quc rnyectara algode discipl ina en sus vidas, yo designé a t res subof ic ia les conro asisten-tes míos, parcialmente para l lenar las funciones de pol icÍa interna, pe-ro también para proteger a los hombres de los árabes y de los f rarrce-ses de V¡chy, actuando como intermediar ios of ic ia les. Elegi uno decada rama de las fuerzas armadas por sus condic iones de l iderazgo ysu sent ido del humor, lo cual era más importante que cualquier otracosa en ese ambiente. El sargento "Rudy" Knight por el Ejérci to;el sargento de aviación Stevens por la R.A.F. (un hombre gigantescocon barba de patr iarca y t remenda energía) , y el subof ic ia l Char lesWines por la Royal Navy. Los t res eran l fderes natos. Con su ayuda,designé of ic ia les de div is ión. Por lo que sé, fue la pr imera vez en lahistor ia mi l i tar que of ic ia les y soldados estaban encerrados juntos enun mismo campo de pr¡s¡oneros, y no tenÍamos otra forma de impo-ner discipl ina más que por la persuasión y el e jemplo. En una car-ta al Almirantazgo, señalé que tenÍamos intención de introducirnuestra propia discipl ina y apl icar cast igos internos por "del i toscontra la comunidad", y que, por lo tanto, debiamos estar en posi-c ión de tratar "sol ic i tudes de ascenso" cuando las mismas correspon-dieran.

Al declarar nuestras intenciones, al iv iamos al Almirantazgo dela neces¡dad de tomar una decisíón. Hubiera s ido más correcto paramí usar la expresión "proponemos", pero yo sabía que los funcio-nar ios c iv i les probablemente discut i r ian acerca de el lo eternamente,y bien o mal, nosotros tomamos la decis ión por el los. Pedí a Sus Seño-r ías que informaran al Minister io del Aire y al Minister io de Guerra,y hay que reconocer a los t res minister ios el habernosapoyado. El losrat i f icaron cada recomendación que hic imos y aceptaron el hecho con-sumado cuando les fue presentado. El Almirantazgo, hasta procesó

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s¡ón de educaciÓn f ís ica de las mananas bien temprano -dest inada a

que|oshombresestuvieran|evantadosdurantee|cortot¡empoenguehabÍa agua disponible para lavarse después- tenia que ser obl igator ia

paru , r i hombres. Cuando el los protestat 'on por tener que levantarse

tan temprano' Ios más Veteranos en eI campo Ies di jeron: . .No t ienen

que i r s¡ no lo dese¿n.. . es completame¡rte voluntar io", y todos volv ie-

ror l a acomodarse en sus l i teras. El capi tán, naturalmente. quedó

muy disgustado por esto, puesto que había dado una orden, y como

una , , forma suave de cast igo", supr imió et café a la mai iana siguiente.

Los portadores árabes no tenian forma de di ferenciar entre un grupo

dehombresyotroycuandolesdi jeronquenohabíaqueservircaféa una sección de la comunidad, decidieron no setvi rselo a ninguno'

Esto enfureció a los veteranos y ningún pr is ionero se presentó al pase

de l ¡sta.Cuando me enteré de lo que había sucedido, expt iqué al capi tán

del Havock que, debido a que todos pasábamos hambre, jamás inter-

fer íamos con la comida de los hombres en ninguna circunstancla, y

que supr imir e l café estaba muy le jos de ser un cast igo suave' El era

un t ipo muy bueno y comprendió inmediatamente su error y pidió

discu|pas,peroe|dañoyaestabahecho.ye|S|ugentróen|ahabi ta.c ión de Jessel inmediatamente y exigió a v iva voz severas medidas

discipl inar ias. Jessel lo despidió muy sumaf iamente y me mandÓ l la-

mar. Me dio instrucciones y aprendí a vérmelas con un mot in en un¿

fáci l tección que no he olv idado jamás.

Para el Dase de l is ta los hombres formaban por div is iones, de

tres en fondo en forma de una L doble, como una E mayúscula s in

la columna central .-Digales a los hombres que siento que no hayan tenido café

y expl¡que que fue un error que no volverá a producirse -di jo- '

At mismo t iempo. digales que me gustarÍa dir ig i r les unas palabras

después del pase de l is ta de mañana y dÍgales que les estare muy agra-

decido si t ienen la bondad de presentarse. cuando los f ranceses ha'

yan term¡nado su cuenta y usted y el Slug hayan intercambiado- sa-

ludos, quiero que los haga formar en una larga l inea, de tres en lon'

do. Haga mover las columnas hacia afuera, a derecha e ¡zqu¡erda, has-

ta que queden al ineadas con la columna central . Después hágalos girar

a f in de que todos queden mirando en la misma direcciÓn, en una lar '

ga columna de tres f i las. ¿Entendió? Bien. Después haga marchar

á todu tu columna de tres f i las hacia usted y ordene hacer al to cuando

estén a unos cinco pasos de los f ranceses' Después hágales dar media

vuel ta, a f in de que le den la espalda a usted.. .-LPara qué, señor? -pregunté, fascinado por este hombre

dinámico.El sonr ió, y como era judío su sonr isa t ransmit ió una suave

sab idu r ia.

288

-{uando usted les haga hacer media vuel ta yo estaré al l i , en-frentándolos. Cuando uno t iene que tratar con un motín, s iempre hayque hablar a las f i las de atrás. Los culpables srempre se ubican en lasf i las de atrés.Sólo he conocid.o a unos pocos jucl íos marrnos y todos eran per-sonas maravi l losas y l íd€res.excepcionales, per.o Dick Jessel era el mássobresalrente de todos. En el apuro Oe Oesemnarcar de un Ur,a" ql" ' r "hundia, e l había perdido su gofra oe unirorme con hojas doradas en ravtsera, pero mis expertos le habian hecho orra con el papel metál icoen que venía er¡vuel ta la margar ina. Ei t raba.¡o era exquis i to y desdecierta distancía er paper dorado parecÍa o¡ra aet Rear coreg¡o deLabores de Aguja.Cuando hice dar media vuel ta a los homores después de asus-tar a los f ranceses haciéndolos avanz¿r O"i i .orun.,"u,e, Jessel estabaal l l , i r rmóvi l ba¡o el fuerte sol , en pantalonur.o, to, y camisa con hom-breras blancos. Las hombrefas y , , go, l .o-aon doraclo refulgían en laluz cegador.a. Su b¿rba negra se proyectaba hac¡a adelante agresiva_mente, y en conjunto, .presentaba uÁ espectácuto i*pr"r tonJniu- qr lfue un shock para los. hombres.uun¿o-ia

"olv¡eron. Con una piernaenyesada y la otra más parecida a una trompa de elefante que a unmrembro humano, parecía ro que "ru,

,n orro guerrefo, Sedientode la sangre de etos- Los hombres permanec¡eron absorutamente in lmóvi les, en asombrado si lencio. "r

.no*"nio " l .a

perfecto.El los estudió s i lenciosament" Or, ,¿nte- unos rnstantes prenadosde tensión. Después habló:-Estamos aqui en exhibic ion, todo el t tempo, como anim¿lesen et zoo, con un nlontón de cochinos franceses y. i rabes rnlrándonosentre los bat rotes de

.nuestra ¡aula y "rpurundo

que claudiquemos.Si no podemos conduc¡fnos como hombres drscipl inados, a ñir de quenueSIroS espectadores recono¿can que 50mo5 br i tanicos, entoncesdeberíamos avergonzar.nos de nosotrás m¡smos. *A cont inuación, mel lamó por sobre ras cabeeas de ros hombr-es-. Ahora me har-á er favorde hacerse cargo de estos hombres y hacerres hacer orden cerr¿do cru-rante los próximos veinte minutos.5e alejó caminando con sus dos piernas t iesas y yo indiqué alos hombres que forntar¿n el cr . rculo habi tu¿l a nl i a l ¡ededor y mepregunte cómo reaccionar ian. Eran quinrento, o ,u,ra,antos, y pocosminutos antes habían estado malhu;; ,u;o; ; rur iosos. Ahora son-reían e hicíer on sus ejerc¡cios como sl estuvreran disf rutándolos.Ma¡ineros, soldados y aviadores son todos rguales bajo la piel :

l l t^n: : l r^y" hombre que sea capaz de metertes mredo. y cuando sa-Den que t ienen entre el los a un verdadero ¡ete oe hombt.es, son capa_

:: : . d: aceptar cualquier cosa.. . ihasta veinte mjnutos de ejercic iosvrotentos como cast igo, c l i r ig idos por . ,et .o; ; ; ; " ayuoante! , ,

289

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nuestras recomendaciones después que fuimos l iberados. Antes deque l legara el comandante Jessel yo habia elevado un informe sobreel subof icial Wines, diciendo que él estaba dando un magníf ico ejem-plo a of iciales y soldados por igual -y al enemigo-y recomendándo-lo para un ascenso. Años más tarde, cuando me crucé con él por puracasual idad, me sentí complacido al ver que l levaba el uni forme deteniente comandante.

Para asegurarnos de que toclas nuestras cartas l legaran a destinolas enviábamos por tres correos difetentes, marcadas Copia NúmeroUno. Dos y Tres.

La salud de la comunidad empeoraba vis ib lemente semana asemana y las única: not ic ias que recibíamos pasaban por los f i l t ros dela Francia de Vichy y nos informaban que el pueblo bri tánico pasabahambre y que el futuro se veía muy negro. Esto tenÍa un efecto te-rr ible en los prisioneros, quienes estaban encogiéndose pese a nues-tros juegos y nuestras clases de educación fÍsica. Los ejercicios teníanque ser muy suaves y yo nunca permitía que nadie boxeara conrounds de más de un minuto. Un estal l ido de pol iom¡el¡ t is mató a mu-chos; la primera vict ima fue el of icial médico del Havock, quien erael primer doctor que jamás habfa estado con nosotros. Los francesesde Vichy habian confiscado todo su equipo médico, pero tener unmédico en el campo era algo muy diferente. Una noche, cuando medir igía hacia los retretes, lo oí genrir y lo encontré yaciendo t ieso enel suelo, con un cigarr i l lo encendido. Me pidió que le quitara el c¡ga-rr i l lo y lo volviera sobre un costado. Por la mañana los franceses hí-cieron venir un avión para que lo l levara a Argel a f in de colocarloen un pulmotor, pero murió en el avión. Fue el pr ime¡o de unoscuantos que hicieron ese temido viaje aéreo en las semanas siguientes.Sólo sobrevivió un pequeño porcentaje. Todos los que habían estadoen contacto estrecho con los enfermos fueron puestos en aislamien-to, y en mi segunda mañ¿na en esta situación desperté con el cuel lot ieso y casi morí det susto. Pero resultó ser espondilosis, resultado deltratamiento que me habían brindado los árabes en Constantine, y to-do pasó, aungue yo tuve alguno5 momentos terr ibles.

Con estos antecedentes, era comprensible que muchos oficialesjóvenes objetaran que se los obl igara a asumir la tarea de of icial dedivisión. Agunos se quejaban porque est¿ban encerrados en una mismaprisión con los soldados rasos y señalaban gue eso era contrario ala Convención de Ginebra, ¡como si yo no lo supieral - iCómo po-día esperarse -decÍan- que se comportaran como oficiales cuandovestían los mismos harapos, nada tenían que ofrecer y también anda-ban descalzos, y compartían las mismas chinches, piojos y pulgas,y defecaban sobre los mismos desagradables tambores de petróleo?

Con algunos trataba de mostrarme paciente, pero con otros,estaba de acuerdo: "Si usted necesita todas las insignias, un uniforme

286

y demás dist int ivos para demostrar que es un of icial, quizá no lo sea;y si usted quiere, recomendaré que lo rebajen de grado. Entoncesno tendrá nada de qué quejarse". Pero esa répl ica brutal era necesa-ria sólo ocasionalmente. Cuando yo sugería gue por una vez teníanla oportun¡dad de hacer realmente algo por sus hombres, por lo me-nos dándoles ánimos, casi s iempre respondian. Sucedía tan a menu-do, que l legué a acuñar una respuesta muy efectiva: "Dudo que ten-ga jamás otra oportunidad como ésta para demostrar, a su proplasatisfacción, que no necesita de un uniforme par¿ ser reconocidocomo of ic¡a1".

Debido a que los mismos hombres me habían des¡gnado para latarea y a que yo la había aceptado con renuencia, raras eran las oca-siones en que era desafiada mi autoridad como . 'ayudante, ' , perocuando el lo sucedia. yo s iempre estaba disponible, por ' las mañ¿nas,en el cuadri látero de boxeo. Nunca antes mi interés en el boxeo habiaresultado tan conveniente. A menudo rezaba una pequeña plegariade agradecimiento porque entre los demás no habÍa un verdadero bo-xeador que hubiera pod¡do derribarme sin problemas. Todas las maña-nas yo subía al cuadr i látero y cualquiera podia t ratar. de. .golpearal cochino ayudante" si lo deseab¿, y muchos lo hacían; pero e5 sor-prendente lo que un s¡mple golpe con la izquierda puede lograr paradetener a un probable agresor, sin last imarlo demasiado. Una mañanaescuché una del icios¿ conversación sobre esto: un recién l legado es-taba quejándose de las condiciones al soldado raso Ballard, uno delos pr¡s¡oneros más ant¡guos que habían l legado al Mediterráneo desdeDunkerque. Era uno de mis favoritos, y lo persuadí a que una tardediera una magníf ica conferencia sobre su ocupac¡ón civi l . Fue suma-mente instruct iva, porque en su hogar en Kent él era un cazadorfurt ivo profesional. At recién l legado, le di jo: "siempre puedes desa-f iar a pelear al cochino ayudante si no te agrada la forma en que éldi ige las cosas, pero no te lo aconsejo. iEl maldi to probabtementete derr ibará de un puñetazo!"

Pocos dias después del arr ibo de la gente del Havock tuvimosun motín en gran escala, y agradecí a Dios por Oick Jessel y su sabi-duría. Fue mi primera y últ ima experiencia de un suceso semejante,afortunadamente, pero en muchos sentidos me enseñó una lección.Fue causado por un mal entendido producido por el violento cambiode entorno que no había sido del todo apreciado por el capitán delHavock, un teniente. Sus hombres de ninguna manera estaban en ma-yoria, y al perder a su barco y l levar a sus hombres a un campo de pri-sioneros, él habÍa perdido su control sobre el los sin advert ir lo. Natu-ralmente, e l los quedaron bajo el mando central del of ic ia l más ant i -guo, ahora Dick Jessel, quien era el único con derecho a castigar, apar-te de mí, y yo casi s iempre consul taba con él o leenviaba al culpablesi el castigo era necesario. El capitán del Havock decídió que mi se-

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Lográbamos mantenernos informados acerca de los asuntosmundiales y de la marcha de la guerra escuchando la ún¡ca radio quenos permit Ían; y por s i sucedía algo que el enemigo tratara de ocul tar-nos, manteniarnos una guardia de of iciales, quienes escuchaban porturnos todos los bolet ines de ul t ramar de la B.B.C. Esto contr ibur.aa contrarrestar las noticias tendenciosas que nos proporcionaban losf ranceses de Vichy.

Además, obteníamos un cuadro veraz de la s i tuación de lab¡osde los recién l legados, y era sorprendente cómo l tegaban, muy a me_nudo, prisioneros que habfan tomado parte en batal las recientes, lascuales habfan sido not ic ia destacada, algunas tan le janas como en laGuerra det Pacíf ico. Cuando sucedía esto, yo s iempre hacía lo posi-ble para persuadir a l indiv iduo a que diera una conferencia generalsobre el tema: "Yo estuve al l i y esto fue realmente lo que sucedió".

A veces, los recién f legados arr ibaban sin ostentación y se fu_sionaban err seguida con la comunidad, de modo que, después de uncorto t ¡empo, era di f Íc i l recordar ta época en que el los no estaban al l Í .Un caso asíera e[ teniente comandante pinson Wilmot Benni t t , D.S.C.,R. N. (Ret i rado), quien ¡ba como pasajero en un barco mercante quefue hundido frente a la costa argel ina. El nos contó que era el tenien_te comandante más antiguo de la l ísta of icial de of iciales ret irados,y que durante los úl t imos diecis iete años de su ret i ro habia s idopr imer of ic ia l del yate part icular det Duque de Westminster. Eraun t ipo díver l ído, y cada vez gue los f ranceses de Vichy hacían algoreprobable, él los desconcertaba quejándose con expres¡ones comor" iSu Gracia no hubiera aprobado eso!" y , , ieué habr ia dicho et Du-que de una acción semejante! , ,

Como fr isaba en los sesenta años, era el único de su generaciónen el campo y, debido a que su conversación giraba alrededor de unaera term inada antes de que naciéramos la mayoría de nosotros,era una f igura sol i tar ia. Pero era muy út i l para decidir una discu_sión, pues tenÍa una memoria notable, fotográf ica, y era una encic lo-pedía andante de información út i l . Cuando te hacían alguna preguntar¡dícula, como quién ganó la regata del año tal , o qué equipo obtuvotal Copa.. . un ojo giraba hacia arr iba y se volv ia más grande que elotro, mientras él buscaba la respuesta. Jamás se equivocaba.

Como era un personaje sol i tar io y bastante patét ico, todosnos alegramos cuando le permit ieron tener a una perra de raza inde-f inida a la que amparaba. El teniente Mart in díscutió con Jeunechampsobre esto, pero nosotros prometimos que nadie más pediría que ledejaran tener un an¡mal. Durante unos meses, los dos fueron insepa-rables, y cuando la perra quedó preñada yo tuve la seguridad de queBennitt estaba sacri f icando parte de sus mezquinas raciones para al i-mentar al an¡mal. Cuando l legó la cr ía él se puso fel iz como una alon-dra... hasta que Martín entró en el campo, mató a la madre de un t iro

290

,r: lr:Tr*¡jr,;lJ;lri¡iFl!ü!üEd,l

e hizo el iminar a los cachorros. Fue una acción sin sentido que sacu-d¡ó a toda la comunidad.

Encontré al anciano sentado en las sombras, l lorando queda-mente.

-Hubiera prefer ido que me matara a mí-di jo, y yo comprendícómo se sentía,

El carácter vengativo de Mart in siempre habia acechado entodas sus actítudes, pero después de la l legada de la trípulación delHavock. se mostró abiertamente. La l legada de los paguetes de laCruz Roja era una ocasión de regoci jo, pero Mart in hacía que losárabes los amontonaran bajo el sol , del lado exter ior de la barr¡cada,a veces durante días, y cuando nos eran entregados tenian que serabiertos delante de los guardias, quienes tenían órdenes de perforartodos los al imentos enlatados con las bayonetas -- ' ¡por s i guardanlas latas para intentos de fuga". La única forma de impedir que haganeso con algo que podría estropearse era gri tar "C'est cochon!" ( iEscerdol) . Por mot ivos rel¡g¡osos, el los no querían tocar nada gue estu-viera remotamente relacionado con el puerco.

Cuando se le ocurr ió amontonar las sacas de correo al otrolado del cerco, yo pedi una entrevista con el Slug, o Jeunechamp,pero Mart in habia t raído a un nuevo ayudante de apel l ido Rossignol ,un joven of ic ia l cadete que hablaba inglés bastante bien, y todo lo quedi jo como respuesta fue "Vu". Desde el incidente de los himnos,Jeunechamp era mantenido completamente separado de nosotros,y bajo Mart in las relacrones se pusieron tensas. La úl t ima gota fue lacancelación de nuestras duch¿s semanales. Antes nos l levaban, unavez a la semana, a la casa de duchas de los árabes, pero Mart in di jo:-Ahora hay demasiados ingleses y ustedes usan demasiada agua.Además, todos t ienen ictericia y están en cuarentena.

En real idad. las duchas no eran muy placenteras. No resul tabamuy agradable estar desnudos con ia bayoneta de un árabe apun-tando a nuestra ¿natomía, y el lo5 tenian la costumbre de esperar has-ta que un grupo de hombres estaba cubierto dejabón y entonces cor-tar e l agua, mientras gr i taban "Finis" . Para l lanrar la atención del Slughacia nuestro descontento, organizamos un mot in. Después de eso pu-dimos exigir un t rato más humano. El motín resul tó en las "sancio-nes" habituales, por supuesto, pero nosotros estábamos preparadosde antemano.

Cada vez gue los franceses de Vichy se enfadaban con nosotros,apl icaban estas "sanciones". Naturalmente, nosotros lo sabíamos poradelantado, lo cual nos daba una ventaja. Los of íciales de Vichy y susárabes armados entraban en el campo y se l levaban todo el papier.hygienique y confiscaban nuestra radio. El ret iro del papel higiénicoera todo un problema porque cualquier clase de papel era dif ici lde conseguir, pero nosotros ocultábamos todo lo que podíamos an-

29t

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,.1,¡

t ¡c ipadamente, y subst¡ tu iamos Ia radio que funcionaba por otra s¡-

mulada. Nuestros expertos habían construido un dupl icado y los dos

receotores eran idént icos. Aunque lo conf iscaron en muchas oca-

siones, los f ranceses jamás se percataron de que era una imitación

que no func¡onaba.'Hacia f ines de ju l io, nuestros asuntos dieron un giro def in i t i -

vo para mejor. Meses antes yo habÍa escr i to en clave, p¡d¡endo por

lo menos quinientos pares de fuertes botas del e jérc i to ' para que

las enviaran lo más pronto pos¡ble a f in de elevar la moral . A pr in-

c ip ios de agosio pudimos marchar desf i lando al pase de l is ta, y cuando

los hombres l legaron taconeando Sobre la arena endurec¡da, con pasos

marciales, ordené al to muy cerca de los f ranceses de Vichy, quienes

ya empezaban a retroceder, int imidados. Los hombres hic ieton al to

con un entrechocar de talones que resonó como la detonación de un

canón. Cualquier espectador hubiera podido engañarse y tomarlospor un grupo de hombres en excelente estado f ís ico. Yo, que sabia

lo extenuados y f rági les que estaban, me sent i hondamente conmov¡-

do ante el espectáculo. Pero fue sorprendente lo que hic ieron esas

botas por la moral .El I I de agosto, cuando un convoy vi tat se abría batal lando su

cam¡no desde Gibral tar hac¡a Malta, e l crucero Manchester fue alcan-

zado por dos torpedos y pocos dÍas después, la mitad de su tr ipula-

ción arr ibo a Laghouat. La otra mitad habÍa s ido l levada a Gibral tar

en destructores. De la noche a la mañana, la cant idad total de pr¡s io-

neros se elevó a más de un mi l lar , y desde entonces hubo más de cien

soldados al iados en cada dormitor io disenado para veint ic inco árabes.

Las condic iones en el campo se tornaron tan apabul lantes y tan in-

salubres que se hic ieron pel igrosas.La tr ipulación del Manchester no estaba muy fel iz de hal larse

en pr¡s ión. En ese convoy, un buque tanque que l levaba el combus-

t¡ble s in el cual Malta hubiera tanido que rendirse, fue atacado cont i -

nuamente durante todo el cam¡no. En las úl t imas m¡l las fue remolca-

do por dos destructores, a la velocidad de un nudo, y cuando l legó

al Grand Harbour todavía estaba bajo ataque y la mayoría de sus of i -

c i les y t r ipulantes estaban muertos. Pero el combust ib le l legó. Es una

h¡stona épica, de desusado interés, porque el capi tán era el único in 'g lés a bordo. El Ohio era un buque americano de la c lase Liberty ' con

tr ipulación americana, y los problemas que debió enfrentar ese capi tán

inglés apenas pueden imaginarse. Su nombre era D. W- Mason, y por

sus esfuerzos le fue confer ida la Cruz de Jorge.Toda la población de Malta sal¡ó para observal la l legada del

buque tanque. Hasta que el barco estuvo a salvo dentro del puerto,

los malteses permanecieron en total s i lencio; pero cuando los destruc-

tores lo remolcaron a t ravés de la entrada del puerto, la enorme mul-

t ¡ tud enloqueció de alegr ia. Sus vi tores se mezclaron con sol lozos,

292

'zli, ,ffij

pero fueron lágr¡mas de fel ic idad porque su is la se había salvado.El comandante Cl i f ford Gi l l era el of ic ia l navegante del Man-

chester y cuando descubrí que él tambiérr habia s ido el p i loto de H.M.S. Repulse cuando éste y el acorazado Pr ince of Wales fueron hun-didos por los japoneses frente a Singapur en dic iembre, lo persuadÍ aque diera una char la gerreral en el campo. Habiamos escuchado la ver-s ión de los f ranceses de Vichy cuando ocurr ió aquel lo, pero la B.B.C.habia dicho muy poco y fue fascinante escuchar toda la histor ia delabios de alguien que estuvo al l i .

En el inverosími l entorno de un oas¡s del Sahara, é l nos t ra ladóal Pacíf ico. La gráf ica descr ipción de la forma en que su capi tánguió a la t r ipulación del barco a t ravés de la destrozada cubierta, ha-blándoles con un megáfono, es algo que jamás olv idaré. Los hombrestenían que ser l levados hacia proa, paso a paso, y el capi tán Tennantse sentó en el puente, mirando hacia popa, y les habló con gran sere-nidad. "Un paso adelante; ahora, un paso a babor; ahora nuevamenteadelante". Y cuando el barco empezó a volcarse, él d i ¡o:"Y ahora, unpaso hac¡a el mar y buena suerte para todos".

Cl i f ford Gi l l nos contó que quedó tan fascinado por esta exhibi-c ión de mágico l iderazgo que olv idó que él y el capi tán también de-bían abandonar el barco, hasta que Tennant di jo: " iVamos, pi loto!iEs hora de m¿rchar.no5", y se encontraron de pronto en el mar m¡en-tras el barco daba una vuel ta contpleta y se hundia.

Agosto fue un mes l leno de incidentes en Laghouat. El dí¿ 19,el of ic ia l que estaba de turno oyendo la radio escuchó la not ic ia deldesembarco en Dieppe. Corr ió alrededor del campo gr i tando la not ic iade que los al iados habían desembarcado en Francia, y todos nosregoci jamos. Al día s iguiente oímos cómo los canadienses habíanluchado contra probab¡ l ¡dades abrumadoramente desfavor¿bles y nosresignamos a un futuro incierto, s int iéndonos más depr imidos quenunca. La vez s iguiente que sucedió lo mismo, todos sent imos sos-pechas. Fue el 7 de noviembre de 1942, v un¿ mañana tempranooímos al subteniente Donald Grant, cuyo hogar estaba en Bir-mingham, correr de edi f ic io en edi f ic io, gr i tando que estábamos l i -bres. Cuando conseguimos calmarlo, é l nos contó que los al iados ha-bían tomado Argel y que había escuchado una voz americana quetransmit ía desde Bl ida, cerca de Argel , p id¡endo a todos que conser-varan la calma, porque E¡senhower había desembarcado en Afr icadel Norte y Argel se había rendido.

Esta vez todos prestaron atención y empezaron a gr i tar y bai-lar , y nada hubiera podido detener los. Nuestro caut iver io casi habíaterminado y esta vez era c¡erto.

Las horas que siguieron estuvieron entre las más notables queexper imentaré . iamás. En sus camas en la guarnic ión de Laghouat,los. f ranceses oyeron el c lamol- y quedaron muy intr igados. Todas

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293

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las l Íneas telefónicas desde Argel estaban cortadas y el los no sabianque el desembarco había tenido lugar. Puesto que el lo ocurrió duran-te un período en que nuestra radio ( la falsa) estaba en poder de el los,no entendían gué podr?mos estar celebrando y el Slug, furioso, consu casaca roja y su gorra con vi¡Bra, entró en el campo con el of icialcadete como intérprete y exigió una expl icación. La mayoria de losinternos estaban fuer¿ de su5 alojam¡entos iempacando sus pocas po-sesiones, l istos para part ir !

Acompañé a Rossignol a la habi tación del capi tán- El of ic ia lmás ant¡guo era ahora el capitán del Manchester, pero yo 5egufa sien-do el ayudante y asistÍa a todas las reuniones. Cuando le dieron la no-t icia, el Slug empezó a preguntar cómo nos habíamos enterado y enreguida se tragó la pregunta. El capitán del Manchester le di jo que ha-

'bÍamos oído el anuncio por la radio y que a esta al tura no tenÍa obje-to aclarar ese aspecto. Con el seco comentario de que regresarÍa enseguida, el Stug se ret iró, pero pocos minutos después volvió conesti lográfíca y papel. Por medio de su intérprete, exig¡ó una declara-ción f i rmada del of ic ia l más ant iguo asegurando que no se trataba deuna tomada de pelo. Armado con esa declaración, se marchó nueva-mente para consultar con sus of iciales,

Pasaron unas horas hasta que hubo otra transmisión y para en-tonces ya había sido f¡rmado el armist icio de Argei. Durante ese pe-ríodo, los franceses de Laghouat carec¡eron de comunicación con eimundo exter ior y tuvieron que conf iar en nuestra palabra. No obs-tante, su s iguiente propuesta fue casi increíble. Alrededor de unadocena de hombres estaban hacinados en es¿ pequeña habi tación,la mayoría de el los br i tániccls, y todos nos miramos unos a otroscon incredul idad cuando Rossignol expl icó las exigencias del Slug.Estoy seguro de que nunca antes una propuesta tan ultrajante fue he-cha ¿ sus pr is ioneros por los mi l i tares de ninguna raza o pueblo enla histor¡a de la humanidad. Por medio del . loven of ic ia l cadete, e l

-16. coronel de ia Legión Extranjera se h¡zo entender con clar idad: ex-1'* i l r pl ico que todos los soldados árabes de la guarnición odraban a sus of i-

l .* l ' . c¡ales f ranceses,' -Estoy obl igado, por el honor de Francia, a defender esta guar-

nic¡ón si es atacada -di jo, y las palabras " l 'honneur de France" sedesl izaron por su garganta tan fáci lmente como una ostra de Col-chester hubiera resbalado por la mÍa*. Pero mientras nos defenda-mos, es probable que nuestros soldados árabes nos maten. De un od¡oanti francés se convert irá en un odio antiblanco, y los matarán a uste-des también.

Cuando se le preguntó qué querÍa que hiciésemos nosotros acer-ca de eso, él di jo que nos daria armas si nosotros aceptábamos prote-ger a los of iciales franceses desrle la retaguardia e impedíamos que losárabes los mataran a el los y n/ ,ataran a nosotros.

Llevó cierto t iempo as¡milar esto, y después de pedir le que acla-rara lrr propuesta, el capitán del Manchester se dir¡gió a Rossignol,hahlanclo rnuy lentamente:

-Por favor, pregunte al comandante si he entendido correcta-mente, diciendo si o no a las siguientes preguntas: uno... ¿él está ofre-ciéndonos proporcionarnos arrnas y municiorres a f in de que impida-n'¡os que su5 hombres maten ü su5 of iciales?

La respu€sta*Dos... iespera é1, seri¿mente, que nosotros le ayudemos a re-

chazar un ütaque de nuestras propias fuerzas?La respuesta a esto también fue "sí", pero con el aditamento de

c{ue la alternativa era l¿ muerte segura p¿ra todos los blancos que es-taban en el oasi$, antes de qu€ los al iados pudieran entrar en la guar-n ic ión.

'-Sr es asi -di jo el capitán - ipor qué no se r inde en vez de de-fencler una causa perd¡d¿?

La respuesta a esto fue "el honor de Francia".En este punto, ei capitán del Manchester pidió a los franceses

que se ret iraran mientras ót discutia con sus of¡ci¿les. No bien sehutr ieron marchado, todos nos miramos unos a otros y tratamos deno reírnos, porque los dol franceses aguardaban inmediatamentefuera de la puerta.

- iMe resul ta muy di f íc i l de creer l -d i jo ei of ic ia l más ant iguo.Yo deseé que el comandante Jessel estuviera al l í , pero se en-

contraba en el hospi ta l , atendiéndose 5u pierna rota.-Señor *di je- creo que r¡uedo geguir el retorc¡do pensamiento

que hay detrás cle esto. El sabe que no bien nos entregue las armas,nosotros le diremos "Muy bien, manos arr iba i inmediatamente!" ,Estoy seguro de que es eso lo que él quiere que hagamos. Entoncespodrá decir que fue obi igado a rendirse, " force majeure"" El sabe quenosotros, como somos ingleses locos, impediremos que sus árabes lom¡ten, y si se ha rendido a nosotros no tendra que defender la guar-nic ión, "1 'honneur de France" o no. El honor de él se habrá salvado,igual que su cuel lo grasiento. Hs una respuesta enviada del c ie lo paraun rnontón de problernas_.di je- pero si a uno de nuestros muchachosle damos un r i f le y un¿s pocas vuel tas de munición, ie l caso seríaquiénes matan p/¡nrero a los bastardos, los árabes o los bri tánicos!

--Pero si aceptamos armas de él y después lo arrestamos, él di-rá gue hemos violado una proñ¡esa -protestó el capitán.

-No vívir ia mucho t iempo si lo h¡cíera -di je-. Usted no esta-ba aquí cuando él dobló la rec<¡mpensa a los árabes si nosotros éra-mos devueltos muertos. Una palabra de más del Slug y nuestros mu-chachos lo colgarán de la palmera más cercana.

-Precisamente -d¡.¡o el of icial más ant¡guo, y l lamó a los fran-ceses y rechazó la oferta.

294 -*#üh,? 29'¡

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Quizá estuvo acertado. Hubiera podido producirse un verdade-

ro holoca¡sto s i mis muchachos hubiesen tenido armas. En ese mo'

mento el rencor era muy intenso: s in consul tar a nadie, un joven fo-

gonero del Manchester habÍa t ratado de sobornar a un guardia árabe

con su reloj de oro, para que le permit iera arrastrarse por debajo de la

barr icada; el árabe había aceptado el re lo j , pero no bien el fogonero

estuvo tendido debajo de los alambres de púa' lo mató de un disparo'

Hubo un motÍn por esta qausa, el cual f ue el mot ivo por el que se su'

ponía que no teniamos lá radio con nosotros, pero al f inal e l Slug se

vio obl igado a actuar e hizo registrar al árabe. Cuando el re lo j fue

encontrado en su poder, fue arrestado; pero la tensión, dentro y fue-

ra del campo, alcanzó un punto inf lamable y el Slug hubiera podido

ser la pr imera víct ima de su descabel lada idea.Aunque habíamos empezado a creer que éramos hombres olv i -

dados. nuestra inmediata l iberación era el i tem Dos en la agenda del

armist ic io de Argel ia, y en cuest ión de treinta y seis horas, los que l le-

vaban más t iempo en el campo trepaban a bordo de camiones que los

l levar ian a Djerfa. Durante él intervalo, mis subof ic ia les seleccionados

se div i r t ieron muchÍsimo a costa de Rossignol . Todavia estábamos

vigi lados -más celosamente que nunca- porque los f ranceses noguerÍan correr el pel igro cle nuestras posibles represal ias- y cada vezque el joven of ic ia l cadete tenía que entrar al campo, era seguido de

cerca por el sargento de aviación Stevens, el subof ic ia l Wines y el sar-gento "Rudy" Knight, y el resto, en act i tudes s¡n¡estras y acechantes,y pasándose los dedos a través de la garganta en s¡n¡estra amenaza de

degol lamiento- El muchacho ternr inó rodeándose de una guardia ar-

mada y la mayor parte del t iempo tenía los ojos l lenos de lágr imas-

En real idad, sólo le et taban tomando el pelo, pero mis hombres te-

nÍan un aspecto terr ib lemente s in iestro y cuando nos marchamoS'

el joven era una ruina nerviosa.

CAPITULO 32

EL VIAJE A CASA

Cuando arr imaron los camiones para que subiera el pr¡mer gru-po, los f ranceses no se arr iesgaron y no5 honr¿ron ponrenoo unguar-ora armado por cada dos pr is ioner-os. Estuvier on acertaoos, porque,como b¡en sabían el los, a igunos de los pr¡s ionefos que habian estadoencerrados dos años o más estaban ansiosos de aJustar cuentas ant i -guas. Entre los v i tores de los que quedaban atrás para seguirnos mástarde, nos condujeron marchando por er camino oe acceso. v¡ a Jeune-champ de pie en el fondo, observándonos par, t i r , y me le acelqué y leestreché la mano. Leagradecí por haber hecho lo posible po| . norotro,en ctrcunstancias muy di f íc i les y le c leseé suerte, pero me di cuentade que estaba tan nefvroso como un'rro de coro a punto de ca¡r tarsu pr¡mer solo y le pregunté qué le sucedi . . r .

*Para usted la guerra apenas corr let)za -di jo_ pero para míha terminado.Por ese comentar. io, y por su rostro pál ioo, supe que le espera_

ba un proceso del archiv i i lano más grande, el a lm¡rante Dar lan, cuyoarr ibo a Arger ia er día anter ior había recibido mucha pubr ic idad. Dar-lan respiraba fuego y lanzaba amenazas de pena c¿pttaf para todos losfranceses de Vichy que habían capi tu lado untn to, at¡dados.Cuando los c¿miones se pusieron en marcna, et movimiento meprodujo un leve mareo y miré sorprendldo a Cooper y a Davies, quie-

nes parecían estar exper imentando la misnra sensac¡ón. No habíamosestado sobre un vehiculo en movimiento desde hacÍa cas¡ un ai lo ynos l levó dos o t res mi l las volver a acostumbrarnos. pero vendr ian máss o rpfesaS -

A la mañana siguiente nos hic ieron bajar del t ren en una esta_

296 297

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ción de los suburbios de Argel, y por cal les laterales nos l levaron

a los muelles. Nos l tevaban a bordo de un transporte de tropas' el

H.f tn.S. Keren, y no bien hubiéramos embarcado' e l capi tán del bar"

co tenÍa órdenes de levar anclas y fondear fuera de Argel, en la rada'

A ninguno de nosotros se le permit ir Ía bajar a t ierra' Sospecho que ha'

bÍan circulado rumores en ei sent ido de que éramos una mult i tud de

á"s"sperados y, ciertamente, nuestro aspecto. no lo desmentía' En el

muelie vi a un of icial naval muy pulcramente vestido que caminaba

en nuestra d¡recc¡Ón, y cuya cara me era vagamente fami l iar ' Cuan-

do estr¡v imos más cerca vi que no era otro que Al f ieSutton' e l obser-

uaOoi pr¡n. ipal de la Escuadr i l la 8I5, a quien habia v isto por úl t ima

u", "n

Grecia. Gr i té " iAl f ie l" corr toda mi voz' y un sorprendido

teniente comandante A'W.F. Sutton, D's 'C' (y dos barras) ' detuvo

5us pasos y di jo, con cierto remi lgo: - iSanto Dios!

Ademásdelasofpresadeverme,Supcngoquequedóatón. i toante nuestra horr ib le apar iencia. Habíamos pasado toda la noche des-

f iertos en el tren, sin ninguna oportunidad cle lavarnos conveniente'

mente,demodoquedebÍamosdeteneruna:pectoespantoso'Lo5 guard¡as i i rabes empezaron a murmurar cuando me detuv€'

porque todo el grupo también tuvo que detenerse' Pero yo ya estaba

[.rüi" j *ues-y usé una frase coloqu¡al err " laghouatense" que s¡g-

ni f icabaunacant idaddecosas,entfeeI la5. .cál |ate ' 'y . .veteapasear ' ' 'Espl iqué a Sutton nuestro futuro inmedi¡ to '

- - iQué tonter ia l -d i jo él- ' No bien hayan fondeado enviaré

una fancha a buscar lo. Tier ie , lue venir J almorzdr conmigo a bordo

del Beuel lo.SubarcoeraeldeIestadonlal lordeiconl¡ndanteenjefeyhabia

encabezado el ataqrre ¿ f r rgel acercándose a toda velocidad baio un

nutr ido fuego ¡r enrDtst ienclo el maleón' Su proa esiaba un poco abo-

l lada conro resul taclo, pero el barco servía perfect¿rnente'

Mi pr¡mera cornir : l¿ c lespués de tanto t iempo fue t¡na exper ien-

cia inolv iúabl¿. E¡r mis harapos color caqui rne sentí avergonzado' pe'

ro Sutton me nresentó ¡ todr¡s en el cornedor r le of iciales como si yo

fuera un huéspecl de honor. El mantel de la mesa era tan blanco' br i '

l laban la pl¿terra y las copas y también el pan era blanco' había agua

para beber y comida de verdid. Después de una copa de ginebra hice

It p*nnro úescubrimiento -que toclos los prisioneros l iberados des-

pués de mucho t lempo exper imentan- de.que mi estómago se había

encogido y que no podta cotner' Dos bocados y me sentt descompues'

tc. Pero me ¿l¡v iÓ comprobar que mis entrañas estaban más que dis '

puestas a recibir la gota ocasional de alcohol '

Sutton 5e decepc¡onó mucho conrnigo' En el almuerzo me ofre-

ció el mando de una pequeña escuadri l la de aviones' El era el of icial

l" op*ru. icrnes <{et esiado mayor del jefe de portaviones' qu¡en enar'

bolaba su pabellÓn en et H'M'S' Victorious' Me sorprendiÓ enterarme

?98

cle que el a lmirante era Lumley Lister, quien había s ido relevar lo co.mo Quinto Lord del Mar por Denis Boyd.

-La escuadr i i la t iene media docena de swordf ish, t res Hurr ica-nes y un par de hidroaviones Walrus. Es una unida<J para tocio propó_sito. iUsted puede hacerse cargo y ajustar cuentas con sus amigosfranceses de Vichy!

--Sea razonabte, Alf ie -di je_. No he visto a mis esposa en dosaños y t res meses; no he pi loteado un avión en un año y medio y casime descompuse cuando viajé en su lento camión, ay"r ,

"n et

-Saha-ra. Peso rnenos de 56 ki logramos, estoy l leno de iorJnculos y nopuedo comer. iAdemás, no he tenido l icencia desde sept iembre de19391 iVoy camino a micasa y nadie va a detenerme!

Quedé atóni to al comprender que él me estaba haciendo unofrecinr iento en ser io, y señalé que los observ¿ciores s ienrpre suponenque el "hombre de aderante" t iene una tarea muy senc¡ i la en comoa-ración con la de el los. pocos observadores ent ienden siquiera l ; , ; ; -chos básicos del vuelo. Cuando se está fueró de práct¡ca, sería unalocura t repar a ra cab¡na de cuarquier avión sin un prevro entrenam¡en-to de repaso, ¡ncruido vuero con instructor. Er quedó decepcionadocuanoo nos separ¿mos, pero me aseguró que comprendÍa y yo lecre í.

El Keren era un viejo vapor de la l inea de la lndia, p intado aho_ra de color gr is acorazado y enar.bolando el pabel lón de la Flota. Ha_bía desembarcado a algunas tropas americ¿nas para su pr imer ataqueen servic io act ivo, y como a los americanos jamás les permit ian beóeralcohol a bordo, no tenia bar. La perspect iva de viajar a casa en unviejo vapor capaz de hacer diez nudos como máximo, y et cuat, paiapeor, era un barco , ,seco", me l lenó de horror. 5ut ton me habia di-cho que los accesos ar Mediterráneo estaban,enos de submarinos are-manes que cazaban en manadas. NavegarÍamos desde Gibral tar conuna escolta naval, pero siguiendo una ruta evasiva _zigzagueandoen el At lánt ico para no delatar nuestro dest ino_ en un convoy desiete nudos, de modo gue pasarían semanas antes de que arr ibáramosal Reino Unido. El sugir ió que al l legar a Gibrat tar me presentara alAlmirante Lyster, a bordo del Victoi íous, por s¡ atguno de los bu-ques de Su Majestad zarpaba hacia Inglaterra._ Por la noche, antes de que el Keren zarpaÍat me desl icé a la cu-bierta de botes para mirar ras ruces de nrger. L¿ pr is ión había s ido unaexper iencia interes¿nte y yo había upr"ndido sobre ra naturareza hu-mana y los capr ichos de la v ida más de lo que la mayoría de la gentepuede aprender en toda una vida. Todo habí¿ est i¿o conceniradáel_una arena pegueña, donde todo lo que podra pasarte a unacomu-nidad sin mujeres habia pasado. Codic ia, concupiscencia, odio, vani-dad, asesinato, y s in embargo todos aquel los hombres lo habían su-perado y muchos se benef ic iar ian con la exper iencia. Comprendí

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- - f fe oído hablar de é1, pero no nos conocemos personalmente'

¡Sin embargo, estoy seguro de gue él sabrá que yo no soy un lmpos-

tor lCuando el comandante de vuelo apareció después de unos pocos

minutos, f ue la s impatía encarnada. Todos los mayores de veint ic inco

año5 lo sabían todo sobre torlos los denrás en la av¡ac¡Ón naval! \¡ él

insist ió en l levarme directamente a ver al a lmirante, pese a mi desal i -

ñada apar ienc¡a.El a lmirante L\¡ster me saludó corno a un hi jo pródigo' El Vic '

tor¡ous zarpaba esa noche, para escol tar a un gran convoy de subma-

r inos dest i r ¡ado al c lyde, de rnodo que tuve suerte. El barco se unir ía

con el convov fuera c ie l Estrecho de Gibral tar después del oscurecer.

Cuando me ofreció l levarme a casa, pregunté s i estar ia dispuesto a

ofrecer un pasaje a las v ict imas de Robert Ki l tc 'y del Hudson, y el

aimirante asint ió con Placer.-Por supuesto. es lo menos que podemos hacer, y les dare-

mgs un¿ maravi l losa travesia a casa' -Se volv ió al comandante de vue'

lo-- . Me gustarÍa que haya una com¡sión de recepción aguardando,para qr le se oci lpe de ei los, y por favor, t ransmita por el s istema de al-

topar iantes, a la t r ipulación del barco, acerca de la presencia de el los

a bordo y ele toda la histor ia. -Después se dir ig ió nuevamente a mí

y me d¡ jo que volv iera al Keren con su lancha-. Recoja su equ¡po

y no deje de traer con ustecl ¿ esos dos pi lotos de la R-A'F'

Cooper estaba demasiaCo frúgi l y enfermo para enfrentarse con

una agi tada travesia en la lanch¿ dei a ln l i rante y pref i r iÓ quedarse en

su l i tera en el Keren, obviamente contento porciue la pequeña cabina

quedaría para él solo por el resto del v ia je a cata. Davres v ino conml-

go, y estoy seguro de gue para cuando l legó ai Reino Unido los of i -

c ia les y t r ipulantes del Victor ious habian hecho lo posible para per-

suadir lo a que perdonara a la aviaciÓn naval por haber lo derr¡bado

en 1940.A la mañana siguiente, en al ta mar, e l a lmirante pidió que yo

ne prerentara en su puente, donde me invi tó a unirme a él y su esta-

do mayor para tomar caldo con jerez, y cuando la cal iente bebida fue

traida por ei ¡nfante de marina Wright, quierr había s ido asistente

pesonal del a lmirante en el l l lustr iousr nos estrechamos calurosamente

la mano y yo lo fe l ic i té por haber sobreviv ido tanto t iempo en laque debía ser una tarea muY ardua.

-Vamos, basta de cháchara -di jo el a lmirante*. Sírvanos esa

bebida de una vez.Pero cuancio el infante de marina se hubo marchado, el a lmi-

rante di jo: -Me alegro de que haya recordado a Wirght. . . eso lo aní-

mará. Creo que ét ya sabe que cuando l leguemos me l ibraré de él '

El caoi tán Char les Coke, su jefe de estado mayor, quedó pasma-

do.

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-¿Librarse de é1, señor? Creí que usreqes te err ten{1r¿n,rrr ,yb ien,

Fl a lmirante gruñó. -E.s de.,nasiado conf ianzucln -*di jo, perr , ¡ , r , rsu expresión sospeché que no habraba rearrnente en sef¡o-- . óRecur¡rd¡,que el otro dia fuimos atacados por irornbardercs er": pícacia, f iente aArgel? Los hombres de los cañones pom-porn errab¡n todos los dis_paros y apuntaban en todas direcciones menos ra correcta. . /o nle ar;{ . r .mé desde el puente y les gri té que no fueran torpej y ese rnatdito clrWright v ino t ras de mi y me t i roneó cle ia chaqueta. Ernpetó a t ra i .arde hacerme volver adentro y gr i tór iEntre, v ie jo estúprdo!

El a lmirante f ing¡ó furrninarnos con ra mrradü cuando es|¿i l ; -mos en carcajadas.

Mi mente voió hacia Laghouat y a los f ranceg de Vichy. t la jo elrégimen de elros, e l desd¡chado wright hubier¿ sido encerr i ¡do enuna celda ¿r¡ tes de h¡ber tcnido i renrpo de pensar, y lo i of¡c;a¡es.JeVichy no habrí¡ 'encontr¡c i r - r r ¡ad¿ de gr-acioso en ia: i tuación. pero,por supuesto, ningr.rr.ro cJe los of iciales de el los habri¡ pa1¡1¡q1o inspi-rar una lealtad tan grande corno pdra que un ttoí i lbre 3* rtxpr r l f¡ ;r¡tan ruda y abiertanrerr te, nrovir jo por el aíecto nacra su. jefe_ El l ¡ r nopodia sucederle a ninguna de las potencias clel Eje, y en l in reiáir i_pago de inspiración, v i que este sent ic lo de la re¿rracJ y der l runror,y ta amistosa relación ent i .e of !c iaÍ y sol i fado, era lo qu,. : a l f ;n.aiderrot¿ría al enemígc y t raer ia l¿ v ictor ia para tot . i f ¡ ¡dos.

Durante nuestra t ravesia de! Golro Ce Vi ; :caya, un subrn¿r i -no ¿lemán fue obl igado a sr¡bir a la superf i6 ie por r¡r io d* ¡os destru, : -tores de la escol t ¡ , y el cap¡tan y i r ipulación fueron traslód.¡dos al v¡c.tor ious, donde hat¡ ía rrra; espaci . parJ et los. El capi tán alemán, paraempe¿ar, era nluy afrogarr te e rns¡. t io en que todor; los barcos clel con-voy serían hundidos antes de que l regáramoe, l nuestr .a rresi ino. car jamañana, cu¿nd' ro i levaban a cubierta para tomar a¡re y éi tenr ' ¡ i ¡oportunidad de cc¡ntar todos los barcos, nosotr i ¡s O¡rf* t ¡Ou,"o,ar \ ¡er que su expresión gs; volvÍa cada vez ¡nés desconcertada. Tod¿slas mañanas habÍa l¿ misma cant ic iad c le barcos, nave(Janclo en apa-rente serenidad. Todos l legaron a s¿lvo, pese a la advertencia de unaraque que signi f icó ra apar ic ión de un avión cóndor aremán cuancronos acercábamos a la punta sur de l r lancia- La cportunidad da derr i .bar a uno de esos bombarderos de gran autonornra, Que l levab¿ t¿ngigantesca carga de bombas, fue denrasiado terrt¿dor¿ para nuestrof iero almirante, quien hizo volver al convoy nuevamente hacia el maren ra esperanza de atraer ¿r bonrbardero hasta tenerro ai arcance delos cazas del portaviones, pero rne al ivíó compr.obar que el alernáneludió el cebo. Tdoo lo que yo quería era l legar a casa lo antes posi-ble, con el menor pel igro y exci tación posibies. Esperaba con ansiasuna larga l icencia, lejos cle barcos y de aviones y de cañones anti-aéreos.

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Poco antes de que ancláramos frente a Greenock, el a lm¡rante

me hizo l lamar nuevamente.-He recibido un mensaje del Quinto Lord del Mar, e l a lmirante

Denis Boyd -di jo- . Cuando el Keren l legue al l í en un día o dos, te-

nemos que hacer enviar a todos los ex pr is ioneros a Portsmouth, pa-

ra un completo examen médico, y para escuchar al Pr imer M¡nistro enpersona. No se les permit i rá c i rcular entre el públ ico hasta que esto

haya sicfo hecho, por su propio interés y por el interés de la guerra

en Afr ica del Norte. Yo he informado que usted no es portador deninguna enferrnedad infecciosa -según nuestro médico, quien lo ha

examinado a bordo- pero como usted y Davies han escapado de la

red, no t ienen que i r a Portsmouth. Dispondré que el teniente de avia-ción Davies vaya directamente al Minister io del Aire y usted t iene quepresentarse al Quinto Lord del Mar, no bien l legue a Londres. Debo

advert i r le que no t iene que hablar con nadie, incluida su esposa,acerca de sus experiencias en prisión o sus otras actividades en Afr icadel Norte, hasta que haya visto al a lmirante Boyd. iComprendido?

Le aseguré que sÍ.-Le harán un examen médico completo en Queen Anne's Man-

sions, en St James' Park, después que haya visto al Quinto; y cuandohaya hecho todo eso, quiero que vaya al l - totel Park Lane,en Piccadi-l ly , y reserve una habi tación doble para usted y su esposa para la no-

che del c inco de dic iembre. Si fuera usted, yo la reservar ia por dos

noches.- iPata qué, señor? -pregunté. El Hotel Park Lane estaba fuera

del a lcance de mi bols i l lo. pero me contuve de decir lo y el a lmirantesonr ió.

-Podrá reclama¡- expensas normales -di jo-. Yo me alojaréal l Í e l d ia c inco, y deseo conocer a su esposa.

Me sent i muy halagado por esto, pero vaci ié. No habia v isto ami esposa hacia más de dos ahos y me parecia bastante presuntuoso

organizar los asuntos de el la s in consul tar la previamente.-Desde luego, señor -di je- pero no puedo estar seguro de que

mi esposa estará al l í . El la está encargada de al imentar a toda la genteque hace aros de pistón Weltworthy y eso es un trabajo duro. . . haydos o t res fábr icas.

-El la ya está enterada -di jo él a legremente-. Estará al l i . Ha

sido invi tada al P¿lacio de Buckingham la mar-rana del d ia se¡s. Ustedtambién. El a lmirarr te Boyd y yo as¡st i remos a la invest idura de esamaÍrana y se han tomado disposic iones para que asista usted tam-bién.

Tartamudeé mi agradecimiento por ese tremendo cumpl ido, pe-

ro él rechazó mis palabras con un ademán. -Desearía que todos losotros jóvenes de las escuadr¡ l las de Swordf ish del Mediterráneo pudie-

ran venir también, pero la mayoría están muertos, o todavÍa en pr i -

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sión. Todos hemos ganado juntos estas cosas, y mientras más de uste-des puedan recibir las directamente del Monarca, mejor. Fue idea delalmirante Boyd, y su of ic ina ha hecho todos los arreglos necesar ios,asi que agradézcale cuando lo vea. No me agradezca a mí, pero estéel dÍa c inco en el Park Lane. Yo l legaré muy tarde, vest ido de civ i l .Usted puede acostarse temprano si lo desea, pero estoy ansioso porconocer a su cara m¡tad

Esos dos almirantes constantemente estaban dándonos sorDre-sas con sus mág¡cos toques de humanidad. Pocos meses después, s indecfrselo a é1, una de las hi jas del a lmirante Lyster se unió al Servi-c io Femenino de la Royal Navy, y él se la encontró cara a cara duran-te una inspección. La miró de arr iba abajo y di jo: - ioh, sí , yo co-nozco a su madre, jovenci ta!

Después de estar tanto t iempo encerrado y b¿jo const¿nte v i -g i lancia, l leva t iempo acostumbrarse a tener la l ibertad de hacer loque a uno le plazca, y el solo hecho de caminar s in que a uno lo mo-lesten era una del ic ia; pero poder levantar un teléfono y l famar a miesposa y mi fami l ia, realmente me hizo apreciar más claramente quecualquier otra cosa mi recién encontrada l ibertad. Cuando me comu-nicaron con Jo desde el hotel de la estación de Glasgow, fue un mo-mento tan maravi l loso que era di f ic i l saber qué decir después de unaausenc¡a de casi dos años y medio. CaÍmos en el gambito fáci l de ha-blar acerca de nuestros planes inmediatos, pero al pr incipio me fuedi f íc i l concentrarme porque yo escuchaba a su voz más que a lo queel la estab" dic iendo.

El la aceptó tomar un tren a Water loo la noche siguiente, paracuando yo hubiera podido reservar una habi tación doble en algunaparte y hacer todas las otras cosas requer idas. Expl iqué que teníaque presentarme por la mañana al Quinto Lord del Mar antes de ha-cer cualquier otra cosa.

-Espero que me den una buena l icencia, por lo menos paraaprender nuevamente a comer. . .

- iTe encuentras bien? -preguntó el la.-Sí, pero estoy un poco f laco, de modo que prepárate para

un shock. iPero al demonio con tus obreros de fábr icas, soy yo quiennecesi ta ser al imentado de ahora en adelante!

Hablamos de la próxima invest idura y el la me contó que\nepermit Ían l levar a dos invi tados al Palacio y que habia dispuesto quemi madre la acompañara. Le conté acerca del a lmirante Lyster y delHotel Park Lane, y el la sug¡r ió que yo reservara la habi tación at díasiguiente ¡rara estar seguros. Fue muy agradable tener alguien queme ayudara a pensar y plani f icar después de tanto t iempo.

-Of receremos un almuerzo después de tu invest idura, para to-da la fami l ia -di jo el la- . iSerá mejor que arregles eso tambiénl

A la mañana siguiente, en las of ic inas del Quinto Lord del Al-

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rntr¡ntazgc, en R€gent Street, Arthur Sowman me recibió con la f in-girJa digrr idad y el decoro requer idos de t¡n of ic ia l muy al to. Vi queahnra qüe su jefe era urr Lord del Mar, é i !ucía cuatro t i ras.

-En el f lJ turo esperaré de ul ied mucho más repeto -di jo,pero la voz al tanera {ue desment ida por la sonr isa debaio de su nar izagr. : í ieña-. ' fendré que ocuparme de usted durante toda la mañanay entregar lo al ¿lmi¡an' ;e a mediodia. en el l - ' lcr te l Picadi l ly-

Pareció un arreglo extraño l rasta c¡ue é! expl icó que el a lmiran-te vendrí¿ desde el oeste, remontando Piccadi l ly . Yo tenia que acom-pañar lo a ülguna parte, en la zona de Whiteh¿i l , a las doce en punto,

Fero Sor¿rman no estaba seguro del lugar.--Creo que una persona nrrry i rnportante desea hacer le pregun-

tas sobre Alr ic¿ del i 'Jorte. F-n estos morncntos eso es el foco de la.: tención de todos. - lr¡ le invitó a sentarrr¡e ante st¡ escri torio-. Ahora...tenemo; { lue i racer los arreglos necesar io: para qrue le pract iquen unexamen médico esta tarde, a¡; tes de gut l cont¿qie alguna enfermedadtropical a todüs los que le rodean.. .

Al dar las doce, el sonr iente almirante Boyd se nos unió en elsalón Cel Hotel Piccadi i ly . Me puse en posic ión de f i rnres y nos dimosla niano, pero su saludo no fue muy halagador.

. - iNo espere ningurra compasión de mí por haber estado ence-¡ ' rado todo este t iernpo! Yo lo errv ié a Malta para hundir los barcosde Rc'mmel y se lo t iene bien merecic lo por no l imi tarse a su misión.

S¿l i r ros a P¡ccadi l ly y subimos al asiento t rasero de un granHumber cr . ¡nclucido por ur) chofer y que enarbolaba el gal lardete del¿lmir¿nte. Part¡mos en direcc- ión a Piccadi l ly Circus y dejamos aArthur Sowman saludanr jo en ¡a acera. Cuando nos detuvimos por lastuces cJe tránsi to f rente al Teatro del Fiaymarket, pregunté al a lmiran-te adónde nos dir iqíamos.

-A l¿ casa del Alm¡rantaz!¡o -r i i jo é1, con una sonr isa torc ida- ' .Para evi tar ser ur, b lanco conocido, el Pr imer Ministro raramente usasu residencia del numero diez de Downing Street.

Quedé boquiabierto. - iVoy a conocer a W¡nston Churchi l l ,señor?

-Sí, pero sólo lo verá unos pocos momentos. El hablará a to-dos los ex pr is ioneros de Afr ica del Norte cuando el los l leguen, yccmo usted es el pr imero que l legó, él desea hacer le algunas pocaspreguntas. -Su rostro se puso nuevamente serio-. Es un gran honorpara usted -di jo, y en mi estado de atontamiento yo pensé que esefue el comentar io inás tonto e innecesar io que él h izo jamás-

Estaba tan emocionado por esta novedad que no pude hablardurante el resto del corto v ia je alrededor de Trafalgar Square y de-bajo del arco del Almirantazgo. Las cosas estaban sucediendo con de-masiada rapidez y yo no podía asimilarlas de gglpe, y todavia estabaatontado cuando me encontré estrechando la mano del hombre a

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*FEF:ffiF.

quien yo adm¡raba más que a ningún otro ser vrvo y ( .uy. t voz l r . r l r r , rconmovido al mundo. Los momentos que siEuieron f)a\¡r()n ¡ ln rn.respecie de bruma, como s¡ yo estuviera soñando, aunque r , t r l . r . , r r r ¡ r r r rdo ha quedado grabado en nr i memoria con tanta c lar idad c()nr() i r nr lcerebro hubiera estado fotograf iándolo todo.

Después de estrecharme la mano, el gran hombre grurió:- iHabi tualmente no pierdo t iempo discut iendo con tenientes!

Pero quiero saber dos o t res cosas acerca del par 's que usted acab¿ dedejar y de las condic iones en su pr is iorr .

Disparó algunas preguntas sobre los f ranceses de Vichy y yo h¡-ce lo posible por responderle con sensatez.

-DÍgame exactamente cómo eran las condic iones.. . en pocasoalabras -me ordenó.

-Eran espantosas, señor --di je. A cont inuación expl iqué que lacomida era insuf ic iente para sostener adecuadamente la v ida y quelas instalaciones sani tar ias Dara más de un mi l lar de hombres blancoshubieran sido insuf ic ientes para el puñado de árabes para los cualeshabÍan sido diseñadas, y que los franceses de Vichy habían despertadomucho odio. Después de esas pocas frases enmudecí, porque ya erabastante di f fc i l est¡r en presencia de este gran hombre sin la tensiónañadida de tener que dir ig i r le la palabra.

F- l Pr imer Ministro gruñó de insat isfacción.-No voy a pedir le a usted ni a sus compañeros gue digan men-

t i ras -di jo- y haremos lo posible por cast igar a los culpables; perovoy a pedir les a todos c¡ue se contengan en lo que dígan. L,a batal laen Afrrca del Norte está en pleno desarrol lo y sus resul tados pel¡gra-r ian s¡ nos ganamos el antagonismo del pueblo de habla f rancesa.Debernos persuadir los a que se pongan de nuestro lado, no en contrade nosotros, a f in de que no se pierdan centenares de v¡das. La marchade la t ¡atal la es más importante que las represal ias-. Me miró inquis i -t ivamente--. iUstecl cree que los franceses de Vichy se pasarán al ban,do al iado, joven?

-Treparán al vagón de cola. señor. Si nosotros estamos ganando,se pondrán de nuestra parte.

-Én otras palabras, no podemos permit irnos perder ningunabatal la en la l etapas in ic ia les. *{hurchi l l h izo una señal a l a lmiran-te Boyd y la entre ' r is ta terminó. Cr.¡ando nos ret i rábamos, di jo: -Supropia histor ia jamás debe ser contada, Zcomprendió? No por muchosaños. Usted se desempeñó bien y yo lo fe i ic i tc¡ , perc io nr ismo que es-ta reunión conmigo, debe olv idar que :ucedió-

- iEso no va a ser fáci l , señor! -d i je, y él me dir ig ió una sonr isaapreciat lva. La expresión traviesa de su car-a en ese nlomento ha que-dado conmigo para s iempre.

Después de lo gue parec¡ó un ex¿men médico rnuy completoque me hic ieron en las pr imeías horas Ce esa ta!"de, un grupo de

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of¡c ia les médicos me di jo que, básicamente, mi salud era buena.-Usted no t iene nada que no pueda remed¡arse con unas po-

cas semanas de descanso y de buena comida, y probablemente le da-rán dos meses de l icencia. Suponiendo eso, estamos dispuestos a de-clarar lo apto para misiones de vuelo ahora, a f in de que no tenga quemolestarse en ven¡r para otro examen médico al term¡nar 5u l icenc¡a.Naturalmente, s i a lgo anda mal t iene que informarnos sin demora.

Armado con m¡ f ¡cha médica, donde se decia que yo era "A.l .B" - la cu¿l es la categor ia médica más al ta- v is i té al comandanteresponsable de designar aviadores, a quien tenía que.sol ic i tar la l i -cencia. Sus of ic inas estaban en Rex House, en Regent Street también,en aquel la época. Me fel ic i tó por conservar mi categorÍa médica or i -g¡nal .

-Le daré diez días de l icenc¡a -di jo- y después el mando deuna escuadr i l la s iembre minas que opera desde Manston, en Kent.

Hice lo posible por expl icar lo que me habían dicho los mé-dicos, pero él me interrump¡ó secamente. '

- iCómo saben esos médicos la l icencia que tendrá usted? Sies "A. l .8." , usted no t¡ene nada malo. iYo decido cuánta l icen-cia se le dará, no el coch¡no cuerpo médico!

-La cal i f icación que el los me as¡gnaron depende de que yotenga dos meses de l icencia, por lo menos, senor -di je tercamen-te-. Por lo menos peso quince ki logramos menos de lo convenien-te, y todavía no puedo comer b¡en porque mi estómago se ha enco-g¡do.. .

-Entonces el los no lo hubiera declarado apto para volar -es-tal ló é1. Empezaba a enfadarse conmigo y yo también empecé a per-der el control .

-No he tenido ninguna l icencia adecuada desde que se hundióel Courageous, señor, en los pr imeros meses de la guerra. No he vis-to a mi esposa desde el verano de 1940. En todo caso, yo no soña-r ia con pi lotear un avión hasta haber hecho algo de entrenamientode reoaso. iSería una locura!

-Usted ha perdido el coraje i .verdad? -me preguntó disgusta-do, y ese comentar io fue la úi t ima gota. Tomé mi gorra, porque encualquier momento d¡r ia o haría algo que después lamentarÍa, y lomejor era marcharse rápidamente. Comprendi que los of ic ia les médi-cos estaban acertados: yo neces¡taba esos dos meses de l icencia.Creo que nunca antes habÍa estado tan fur¡oso en mi v ida. Me ousela gorra bajo el brazo y caminé hacia la puerta. Entonces me detuve.

-Si usted l lama a la junta médica de Queen Anne's, e l los con-f i rmarán lo que acabo de decir -sugerí , t ratando de controlar mi ca-rácter. Hice el comentar ió como si fuera la conducta más sensata paralos dos, pero sonó impert inente y el comandante estal ló de i ra.

- iNo venga a decirme lo que tengo que hacer! -Estaba real-

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mente fur ioso, lo cual fue una lást ima porque yo lo admiraba mucho.El mismo había l ibrado una guerra muy dura un año antes, y de pie

en su puerta, me pregunté s i habia estado sacando br i l lo a los fundi-l los de sus pantalones desde entonces y s i e l lo le había hecho perderel sent ido de las proporciones. Nada al tera tan rápidamente a unhombre como que lo obl iguen a sentarse ante un escr i tof io del Al-mirantazgo en época de guerra, espec¡almente cuando su tarea eraenviar a otros al f rente. Trate de expl icar que había hecho la sugeren-cia para probar le que yo decÍa la verdad, peto él me interrump¡o.

- iSanto Dios! - -exclamó-. iPor la forma en que se compor 'tan algunos de ustedes cuando vienen a esta of ic ina, cualquiera pensa-r ía que estamos dir ig iendo un picnic y no una guerra!

Como no conf iaba en mí para repl icar, me ret i ré. Más tarde,cuando hube recuperado algo de buen sent ido, comprendi que suscomentar ios fueron hechos en el calor del momento, srn pensar,pero durante una ho¡a o dos, mientfas aguardaba que l legara Jo, es-tuve tan fur ioso que casi l lore. SabÍa que los médicos no hubierandebido declararme "A. i . 8." y que la culpa era de el los tanto comodel comandante, y que todo lo que yo tenía que hacer era presentar 'me nuevamente en Queen Anne's y pedir les que lo l lamaran por te-léfono, pero mi orgul lo había s ido cast igado hasta la insensib¡ l idad,y cuando fui a Water loo para recibir a Jo, todavía me sentÍa mort i f i -cado. Pero al ver la a el la todos los otros pensamientos 5e borraron dem¡ mente, y en vez de necesi tar que me consolaran, comprobé gue te-nía que trabajar de pr isa para consolar a mi esposa. Cuando el la v iotodo el peso que yo había perdido estal ló en lágr imas, y pronto meolvidé de los "picnics en vez de una guerra".

En el bar pr incipal del Hotel Park Lane, la noche del c inco dedic ienlbre, Jo y yo nos sentamos a esperar al a lmirante Lyster hastaque el bar cerró; entonces, Jo insist ió en i rse a dormir . Le prometíque yo subir ía en media hora más si e l a lmirante no había l legadopara entonces, y me instalé en el salón de residentes para descabezarun corto sueño. Durante la guerra, e l Hotel Park Lane era uno de losprefer idos de las fuerzas canadienses, y uno o dos canadienses sal ie 'ron conmigo del bar. Sabían que yo estaba esperando a un almi-rante y se sent ian ansiosos de conocer lo. Cuando él entró, vest idocon un viejo impermeable naval con una gorra de color castaño echa-da sobre la nuca, más parecía un anciano of ic ia l de ¡ntendencia conalgunas copas de más que un almirante. Vino hasta mi mesa y pregun-tó qué había pasado con mi esposa. Le expl iqué que se había ido a lacama y le presenté a los canadienses. Uno de el los di jo:

- iVaya! iRealmente usted es un almirante, senor?Sir Lumley le sonr ió y di jo: -Si , creo que st- , con un claro

acento canadiense. En seguida l lamó a un botones y le di jo que tra 'jera inmediatamente a m¡ esposa.

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-Dígale que no dejaré que su marido se vaya a la cama hastaque el la haya aparec¡do. iPuede bajar en bata de noche si lo desea!

A continuación se sentó con nosotros y pidió bebidas paratodos.

Momentos después l legó Jo en bata de noche, con un aspectodelicioso, pero tratando de aparentar f i rmeza. El almirante le tomóuna mano y el la lo miró con expresión de desaprobación.

-áUsted es el almirante Lyster? -preguntó, y drjo ¿ conti-nuación: - iRealmente, debería sent i rse avergonzado! iYa es horade que estén en la cama en vista de lo que sucederá por la mañana!

El la invi tó a sentarse a su lado y l lamó al camarero de la noche.Eran casi las dos de la mañana cuando fuimos a acostarnos.

En el Palacio de Buckinghan, a la mañana siguiente, yo estabade pie al lado del a lmirante Boyd, junto a una gran chimenea en unaantesala, cuando fui pateado, con bastante fuerza, en el trasero y casicai sobre el fuego. Fue una conducta muy impropia de un almiranteen ese augusto ambiente, pero nada detenÍa jamás al incorregible al-mirante sir Lumley Lyster.

- iEso le enseñará a no traer a almirantes con resac¿ al Palacioen el futurol -d i jo el a lmirante.

Antes de que dejáramos la antesala, el Lord Charnbelán nos diolnstrucciones de úl t imo momento para que no habláramos al rey.

-Sólo respondan si o no --di jo-. Hay muchas personas paraaondecor¿r y estaremos escasos de t iempo.

Entonces entramos en el Salón de Bai le, donde la guardia per-manecía discretamente en el fondo, detrás de f i las de espectadoressi lenciosos, y una orquesta tocaba música suave. El Lord Chambelánestaba junto al monarca y anunciaba los nombres en voz al ta. Cuan-do me l legó el turno de acercarme al estrado, para enfrentar a mirey,di un paso adelante como me habian indicado, para ponerme a su al-cance. Después de estrecharme la mano, el rey me sorprendió con unapregu nta.

- iEnt iendo que usted ha estado pr is ionero? -Debido a un l i -gero tar tamudeo, el rey Jorge Vl hablaba en forma vaci lante, ha-ciendo una pausa entre palabra y palabra.

-Si, su Majestad -di je.- iDónde.. . estuvo.. . usted.. . pr is ionero? -preguntó é1.-En Afr ica del Norte f rancesa, señor -d¡ je, mir¿ndo con in-

quietud al Lord Chambelán. iEsa pregunta no podÍa ser respondidacon si o nol

El rey pareció sorprendido.-¡Oh! -d ' jo- . Usted quiere decir . . . e l otro día. . . i .entonces

acaba de ser puesto en l ibertad?-5í, sire --di je, y permaneci inmóvil mientras él prendia cosas

en mi pecho. Después nos estrechamos nuevamente la mano.

310

?-ü

{spero. . . encontrarme entre los pr imeros.. . que le dan la

bienvenida a casa -di jo, y en ese momento yo hubiera regresado con-

tento a Laghouat s i é l me lo hubiese ped¡do.

3l I

Page 153: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

que yo había crecido en ese campo, y después tendría que cu¡darmé

de la tendencia de medir a las personas con una vara in justa: " iCómo

se habría comportado en Laghouat?" Todos los males habian sido

compensados, y superados, por los br i l lantes ejemplos de la humani-

dad del hombre para con el hombre y de su siempre tr iunfante sent ido

del humor, s in el cual n inguno habrí¿ sobreviv ido. Pero me alegro que

hubiera terminado y que ya no me pedir ian que iugara a ser Dios.

A un golpeci to en mi hombro me volví y v i a una de mis per-

sonas favor i tas de p¡e en la oscur idacl . Er¿ uno de los or ig inales, quien

lo habi¿ exper imentado todo desde el pr¡ncipio, mucho antes de mi

l legada. Me tendia una carta.- iDespachará esto por co¡reo cuando l legue a Inglaterra, se-

ñor? -pregunto-. Es pata mi esposa.-Usted estará al l í antes que la carta. Pero s i no puede i r d i rec-

tamente a 5u c¿sa, Zpor qué no la despacha usted mismo?

El sacudió la c¿beza. -No voy con ustedes. Reqreso a Aumale'

He hecho un voto.- iDe qué está hablando?-Juré oue le cortar ia el cuel lo a ese bastardo antes de dejar el

pais. aun si es lo úl t imo que haga.-supondo que habla en ser io -d¡ je. Era un t ipo muy bueno y

yo sabia que no estaba bromeando. De alguna manera tenia que

tratar de disuadir lo, c le hacer le cambiar de opiniÓn. Intenté todos los

medios, pero él ya estaba f i rmemente decidido y seguÍa dic iendo:- iHe hecho un votol-supongamos qt te t iene éxi to -di je- . Será arrestado y acu-

sado de homicic l io. Creo que los al iados trataran de hacerse amigos

de los f ranceses de V¡chy, o en caso contrar io tendr ian entre manos

una sangr ienta batal la antes de poder l legar hasia Monty y su Octavo

Ejérci to, en el desierto de Libia. De modo que si usted asesina al bas-

tardo sádico, se hará muy impopul¿r con todo e[ mundo, incluidos

sus compañeros de Inglaterra. Pero s i se queda en el barco y regresa

a casa conmigo, todos podr ianlos elevar protestas contra aigunos

de esos br ibones de Vichy y ver que se haga just ic ia.

-Hice un voto -di jo é1, y eso fue para el e l f inal de la cues'

t ión. No tenía objeto seguir d iscut iendo-. Despache la carta pof

mí, i lo hará?Me la puso en la mano, y antes de que yo comprenclefa cua-

les eran sus intenciones, t repó sobre la barandi l la y se zambul ló en

el mar. Eso solamente no fue una proeza pequei ia, porque la cubier-

ta del barco estaba a alrededor de quince metros sobre el n ivel del

mar. Me asomé sobre el costado y alcancé a ver que nadaba hacia la

costa.Un grupo de ex pr isroneros se me acercó. También el los ha-

bían estado admirando el Paisa¡e.

300

-Zeué fue esa zambul l ida? _preguntó uno dc oi lo5.-Quizá fue ake n ve¿ de i r a ..r. 1i:;.,0i i.t".',"j ;,tff :L ",:: t1.,,;'

i,:, ;1, ít l,ll] .,];j ada.Mi amigo logró cumpl i r su voto, pero la tormenta que se cJesafrrsobre su acto fue ahogada por ta t remánda tormenta gue resutt i ) d{} lasesinato del a lmirante Dar lan esern¡s_o m"s, V el fue l levado rápi_damente a Inglaterra en avión. Tuve el present imiento de que l legira casa antes que nosotros, pero despaché su carta en Glasgow..Mástarde, debido a que ét había dado; i ;o; ; r" como referencia, reci_bí una carta der cuarter generár a" t , r .u*] de ras fuerzas armadas.en la que me pedÍan mi opinión sobre él como hombre. El les habíainformado que yo era er , .ayudunt. , '

v qr l 'podía, por ro tanto, ha_bfar con autor idad. yo respondí que él haLia hecho lo que todos que-r iamos hacer, pero que nosotros no habiamos ten¡do su determina.cion y coraje. Me ofrecí a hablar en fauor. oe el s i lo l levaban anteuna corte marciar, donde habría tenido er pracer de suger i r a ra cortem¿rcial gue él se merecr 'a una medal la, no -un cast igo. pude refer i rmea una carta que yo había escr i to sobre é1, muchos meses antes, en lacu¿l c l i je que había demostrado cual¡Oaáes qe un carácter sobresa_l¡ente y lo recomendé para un ascenso no bien fuera posible.

- . No creo que le hayan dado una medal la

f inalmente, to ui . "nJ¡.ron. ' pero me enteré de que,

El of ic ia l de guardia en el portaviones Victor ious, en G ¡bral-t¿r, tenra todo el derecho a mirarme con recefo cuando yo entréen el cuarto de of ic iates con. sandal ias y Oescotor idos pantalonescagui . Yo habia comprado en Laghouat, a 'uno Oe los of ic ia les de laR.N.V.R. de las torpederas, una " i " ¡ . . t lqr . i i i la

y una gorra de uni-forme, y aunque habÍa pasado muchas horas enderezando los ondu-lados galones de la Reserva Naval en tu, mungas, el resul tado se veíamuy pecul¡ar y poco ortodoxo. Sabia que tenL et aspecto de una cru_za de un of ic ja l naval extranjero .on ,n conJucto, de autobús, e hiceto posible para expl icar que acababan de l iberarme de un campo depr is ioneros y que deseaba presentarme al a lmirante Lyster. Ante es_te pedido, el of ic ia l de guardia pareció aún-m¿s receloso. Me percaté

i ; , : . r " mi ojet ivo era demas¡ado al to I po. ' ro tanto, bajé ta pun-

-Si usted no está dispuesto a comunicar mr nombre al a lm¡-rante, quizá tendr ia la amabi l idad ¿u pr.gr- ; tu, a l cornandante de:i : i :

t me puede concederun .orn"nto. úie temo que no sé quién

-Su nombre es comandante Figuls pr ice _me d¡ io.

301

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CAPITULO 33

EL BOCADO AMARGO

Después de un breve período de.vuelo de repaso, en enero, des-de un hel¿do ¿eródromo de Escocia, me alegré cuando me envraronnuevamente al sur, a Lee-on-solent, para fo¡ 'mar una nueva escuadi l -l la. Ser ia una unidad combinada , ,ant isubmarina y de ataque", conseis Swordf ish y se¡s Hurr icanes, dest¡nadas a un portaviones,,Wool-worth" en el Al tánt ico.

Después de catorce meses en el Sahara, yo sufr Ía el v io lentocambío de cl ima. crair , en ra costa nordeste de Escocia. habia s idoun lugar cruelmente f r Ío para pasar enero. La comida todavía eradi f ic i l de t ragar y yo habia aumentado apenas unos pocos ki los ysabÍa que hubiera tenido que pedir más r icencia. Er hecho de que raav¡ac¡ón naval estuviera desesperadamente escasa de pi lotos exper i -mentados era cosa sabida por todos, y no era posible pedir más t iem-po para reponerme. .a necesidad de absoluto s i lencio en el mar.después de operaciones de portaviones, habÍa resul tado en oúe laaviación naval fuer¿ una de las ramas más taci turnas del servic iosi lencioso, y las únicas not ic ias sobre nosotros que l regaban a ros t i -tu lares per iodist icos parecían just i f icar las cr í t icas de que vorába-mos en av¡ones obsoletos. Esto tenía un efecto marcado en el reclu-tamiento y todo muchacho inter igente con deseos de vorar iba di-rectamente a la R. A. F. , s in dedicar un solo pensamiento al ArmaAérea de ta Flotg, y nadie hubiera podido culpar los. No exist íannuevos postulante! y la necesidad se estaba volv¡endo desesperada.

Lee-on-Solent era nuestro cuartel general , y después de unaspocas semanas, cuando el a lmirante me pidió que diera una confe-rencia a todos los of ic ia les, lo hizo como lna orden v no como una

312

"ou1ryry{$i{,{jFW,

invi tación. El enorme cuartel de Lee estaba al mando de un comodo-ro, y cuando vi que é1, y el a lmirante, y sus estados mayores comb¡-nados, estaban entre el públ ico, junté coraje e insist í sobre la necesi-dad de alentar los reclutamientos, señalando que los mismos pi lotosque habían estado volando al comienzo de la guerra aún seguian lu-chando, s in esperanzas de relevo, y que estaban l legando rápidamen-te al f inal de sus resistencias s i es que habían tenido la suerte de so-breviv i r y de no ser tomados pr is ioneros.

A la mañana siguiente yo había preparado la sesión de entre-namiento de t i ro para la escuadr i l la y me disponía a dir ig i rme a miavión que se encontraba sobre la p¡sta, donde todos los pi lotos esta-ban aguardándome con sus motores en marcha, cuando sonó el te-léf ono sobre mi escr i tor io.

-Habla el capi tán médÍco de la Junta Médica Central -d i jou na voz.

-Lo siento, señor - interrumpi yo-. Lo l lamaré cuando ate-rr ice.

-Tiene clue venir a verme ahora mismo *diJo la voz.Yo murrrruré algo i r repet ib le y colgué el aur icular, mald¡ciendo

a todos los of ic ia les médicos.Alrededor de una hora después, cuando regresamos de las prác-

t icas de t i ro, encontré a un of¡c¡al aguardándome con un automóvi lcon chofer. Tenia que l levarme ante el comodoro por haber s ido gro-sero con el capi tán médico y haber desobedecido una orden. El como-doro me ordenó que fuera inmediatamente a presentar mis disculpas.

La Junta Médica Central funcionaba en una pequeña vi l la deladr i l los rojos sobre el paseo de Lee, y al l Í fu i recrbido por un cap¡tánmédico que i r radiaba ¡ovial idad. Cuando traté de disculparme, él sol tóuna r isotada.

-Tiene usted muy mal carácter -sonr ió- . iCreo que tendre-mos que hacer algo al respecto! Anoche escuché su conferencia consumo interés. Siéntese. Hay una o dos cosas que quis iera preguntar le.Por ejemplo, Zcuánta l icencia ha tenido desde que regresó el mes pa-sado de ese campo de pr¡s¡oneros?

Traté de expl icar le lo sucedido y él sacudio la cabeza, dic ien-do "Ridículo", cada vez que yo hice una pausa. Yo le pedi que ol-v idara todo el asunto.

-Soy of ic ia l comandante de mi propia escuadr i l la, señor, ytodo está resul tando muy bien y yo estoy contento. Quiero l levar losa su portaviones cuando estén l is tos, dentro de unas pocaS semanas.

-Muy bien -di jo él a legremente-. Pero hoy le haré un com-pleto examen médico y s i realmente usted está "A. l .8." , no inter-feri ré -

Entonces hizo algo extraordinar io: est i ró el brazo sobre el escr i -tor io y me tomó la mano y separó mis dedos para mirar entre el los.

313

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- iQué son estas cicatr ices? -preguntó, y se quedó escuchandomi¡ ¡ t ras yo expl icaba.

En las úl t imas semanas de pr is ión, los que l levábamos más t iem-po en el campo adelgazamos aún nrás y nuestros estómagos se disten-dieron. Empezamos a perder nuestro sentido del tacto. Cuando sos-tenía un cigarr i l lo encendido, me habÍa quemado var ias veces los de-dos sin sent i r lo. El pr imer indic io era, a menudo, el o lor a carne gue-mada.

-áEso no le pareció alarmante y extraño?-Todo era alarmante y extraño en aquel lugar -di je-. Pero

no duró mucho. No bien l legaron los paquetes de la Cruz Roja, recu-peramos el sentido del tacto y siempre supuse que eso tenÍa algo quever con la mala nutr ic ión.

-Asi es -di jo él y me acompañó al consul tor io médico. Por elresto del d ia me sometieron a exámenes exhaust ivos, y al f inal de latarde el jovial médico capi tán me invi tó a que lo acompañara a beberuna taza de té en su despacho y me dio la not ic ia de que yo no podr iavolar durante todo un año.

-Su vis ión es terr ib le y usted no debería estar volando; sus t ím-panos han estal lado, probablemente a causa del v io lento cambio decondic iones cl imát icas; y cuando se encuentre más fuerte y haya te-n¡do una l ¡cenc¡a adecuada, tendrá que hacerse extraer nueve dientes.Esas cicatr ices entre sus dedos me demuestran que usted ha padecidoun pr incipio de ber i ber i en esa pr is ión. Encontramos los mismos sín-tomas en algunos de sus compañeros de pr is ión cuando vinieron aPortsmouth. . . cosa que usted logró eludir .

Me dieron dos meses de l icencia ese mismo dia, s in opción, ycuando empecé a discut i r , é l d i jo:

-Su peso está muy por debajo de lo normal y solamente esobastarÍa para prohibir le volar. Tenga la amabi l idad de permit i rme queyo tome las decis iones concernientes a mi t rabajo.

Cuando regresé a Londres en noviembre, mi "padr ino", guienera un actor famoso, me habia ofrecido su casa de campo en la costade Dorset. Su nombre era Lesl¡e Banks, y cuando yo le conté que te-nÍa dos meses de l icencia, él señaló que estaba interpretando el papelprotagónico en "Love for Love"'(Amor por amor) de Congreve, en elteatro Phoenix de Londres, y gue no necesitarfa su casa de campo pormucho t¡empo.

-Llévese a Jo y quédese todo el t iempo gue quiera -me dúo.Además de ser un actor marav¡ l loso, él era un hombre muy

bondadoso. Después de dos meses en ese encantador cottage deWorth Matravers, en la is la de Purbeck, con vista al Canal , volví apresentarme al gordo capitán méd¡co, sint iéndome ciertamente, enexcelente estado.

- iMuy bien -di jo él- porque ahora le extraerán nueve dientes!

314

Explicó que me enviaria en una Eira de conferencia de doce

meses por las escuelas bri tánicas y que era esencial que pr¡mero me

hiciera atender por el dentista.Camino al odontólogo, comandante Luck. v is i té al a lm¡rante

para aclarar esa tontería de las conferencias, pero él me conf¡rmóla not ic ia.

-Ahora puede empezar esa campaña para consegu¡r nuevos pos-

tulantes de que usted hablaba -di jo-. Su primera charla será en Eaton,

dentro de una quincena, donde tendrá que presentarse al d i rector, mis '

terC. A. El l iot t . iAsegúrese de que para entonces tenga una l inda den'

tadu ra !Cuando me hubo sacado los nueve dientes, e l comandante Luck

se disculpó porque no tenía permit ido proporcionarn,e una nueva

dentadura grat is, pues yo tenÍa dientes propios suf ic ientes para mas'

t icar mi comida.-Tengo que ajustarme a los reglamentos -me di jo.-Si Sus Señorías no quieren pagármelos no me pondré ninguno

-repuse.- iPer¡ usted no puede andar por ahÍ así como estál -dUo el

comandante Luck, muy preocupado-- . iSe lo ve terr ib le!Estuve de acuerdo y le conté de mi propuesta gira de confe'

renc ¡as.-Siempre podré expl icar al director de Eaton y de todas las

otras escuelas gue el Almirantazgo se niega a proporcionar dien-tes a los ex pris¡oneÍos, y estoy cornpletamente dispuesto a hablar

a los etonianos acerca de la tacaña Aviación Naval -d i je cortésmente,

ceceando por los ht¡ecos en mis encias.Cuanclo nre presenté con mis d¡entes pagados por el Almiran-

tazgo al d i rector El l iot t , en su casa de Eaton, los mismos debieron

estar muy bien hechos porgue éste me hizo quedarme con él tres dias,y una gran cantidad de muchacn,:s optaron por ingresar al Arma Aérea

de la Flota, la Royal Navy y los Floyal Mar¡nes.Al f inat det ¿ño yo habfa descubierto que l06 muchachos de las

escuelas son el públ ico má5 maravi t loso de todos, y después de l levar '

los a las montañas albanesas y de presentarles al rey Pedro de Yugos-

lavia y a su alcohól ico Pr imer Ministro, y después meter los en aguel

túnet cte Laghouai , l lov¡eron ios pedidos de incorporac¡Ón. Una h¡s-

tor ia verdaderamente exci tante, no importa lo dura que sea, es para

el reclutamiento ur¡ atract ivq mucho mejor que el "redoblar de tam-

bores". Centenares c¡e muchachos de prirnera clase ¡ngresaron en la

Aviación l{aval y p¡lotearon aviones desde portaviones. Todos esosjóvenes que me egcucharon en 1943 ahora deben andar fr isando la

cincuentena, y dudo gue alguno de el los lo recuerde, pero la gira fue

un gran éxi to.Hacia f ines de año, cuando me cansé del sonido de mi propia

315

Page 156: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

cia real y entonces di je: - iCómo es que sabe usted eso, señor?Ambos reímos, y cuando el rey volv ió su cabeza para cont inuar

pasando revista a los marineros aún seguía sonr iendo, pero yo tambiénsonreía con toda mi cara. En ese preciso instante, los fotógrafosdel per iódico "Scotsman" tomaron la fotograf ía que mi fami l iaha l lamado desde entonces: "El Rey y yo".

La humorÍst ica s i tuación no terminó al l í : un¿ div is¡ón de cu-bierta de vuelo de un portaviones cons¡ste en hombres que están ex-puestos todo el t iempo a extrenres condic iones cl imát icas, más quecualquiera de los honlbres de las otras div is iones cle a bordo, y des-pués de seis meses o más en el Art ico, e l los estaban, en compara-ción, profundanrente bronceados. Durante las inspecciones yo hacíalo posible por hacer los mirar hacia arr iba, hacia el mást i l o la chime-nea, a f in de que mantuvieran los mentones en al to, y debo admit i rque en esas ocasiorres, vestidos con sus uniforrnes en perfectas condi-c¡ones, eran un gr upo muy agradable de mirar.

Al f inal izar su inspección el rey me fel ic i tó.--Los hombres rnás gal lardos del barco -cl i jo con voz clara.Le agradeci , y cuando él se alejó yo me volví a mis c iento no-

venta hombres y los estudié con sever¡dad. Se veÍan insufr ib lementepagados de si mrsnros.

-- iHan ofdo lo que ha dicho el rey? -pregunté, con \¡oz sor-prendida, y el los parecieron aún más complacidos y emit ieron un pe-queño murmul lo de asent imiento.

Yo gruñí y di je: - iMe gustaría poder decir lo misrno!El los emit ieron un pequeño gemido que fue más como un quedo

abucheo, con los ojos mirando hacia el c ie lo. Resonó en toda la cu-bierta de vuelo y el capi tán y comandante se volv ió rápidamente yme miró ceñudo, conlo reprenci iéndome p€ro yo seguía sonr iendode placer, y mis hombres tamb¡én.

Tod¿ la v is i ta re¡ l fue disf rutacia por todo el mundo a bordo"Su Majestad la reina h¿bía botado al lmplacable en Far i f ie lds cuan-do terminó la construcción del barco y tenía en el mismo un interéspersonal . Durante una informal conversación con el la en el salón deof iciales, después de la revista, yo le comenté que me causaba ¡nuchoplacer pensar que el rey me habÍa dado la bienvenida después de miúl t íma permanencia en ul t ramar y qure ahora venía a desearnos buenasuerte cuando part íamos para combat i r contra los japoneses.

-Es una coincidencia fe l iz , seirora -di je, y el la opinó lo mis-mo y di jo que se lo dir ía al rey.

318 319

tr ! r.!,r_*s ;qFtitiírillisiwpi i il

CAPITULO 34

EL FINAL DE LA HISTORIA

El H. M. S. lmplacable arr ibó a Sydney, Austral ia el día de la

victor ia en Europa, S de mayo de 1945, fecha de la rendic ión de los

alemanes. Nosotros nos disponíamos a integrarnos a la Flota Br i tá '

n ica c le l Paci f ico, const i tu ida casi exclusivamente por portaviones y

cuyas unidades pr incipales eran el Victor ious, e l Formidable, e l Indo-

m¡table, e l lndefat igable, y ahora nosotros, que ocuparíamos el lugar

del l l lustr ious,-el cual estaba en camino a casa- El 15 de junio tenía-

mos que hacer una operación, solos, contra la is la japonesa de Truk,

y a la5 dos de la mañana de ese día yo bajé para darme un baño, des-

pués de haber puesto en posic ión a 24 Avengers, 18 F¡ref l ies y L2

Seaf i res para un clespegue al amanecer- En el hangar Super ior , arma-

dos y l is tos para ponerse en posic ión y ser catapul tados, habÍa seis

Firef l ies que serían lanzados antes del ataque pr incipal para un reco-

nocimiento de Truk, y otros seis para ser catapul tados después que

hubieran part ido los aviones de reconocimiento.A bordo de este gran barco teníamos un total de ochenta y dos

aviones. Había más de tres mi l lares de hombres a bordo y, en mi opi-

n¡ón, era el buque más ef ic iente que jamás había enarbolado nuestro

oabel lón. También era un barco muy fel iz y, por supuesto, las dos

cosas son concom i tantes.Cuando bajé para mi baño hubiera debido acostarme por un par

de horas, pero sabía que me matarían o me her i r ían gravemente y me

pareció más sensato darme un baño. En todo caso, tenía que escr ib i r

a mi esposa y a mi madre y saldar mis cuentas l ibrando cheques' No

tenía dudas sobre esto. Después de casi seis años de luchar, uno pue-

de volverse vidente antes de las operaciones y en mi baño admiré

Page 157: A La Guerra en Biplano.charles Lamb

mi anatomía y pensé que era una lást ima que por f in fuera estro-peada. No puedo expl icar qué me hacía sent i r tanta segur idad. Nuncame había sent ido asÍ antes, en s i tuaciones mucho más per igrosas. car-decott smith había sent ido ro mismo antes de ser tomado pr is ioneroy yo habia conocido a otros que admit ieron sensaciones traumáticassimi lares antes de ser er iminados. Entonces recordé aquer proyect i ts¡n estarraf en mi paracaídas en paramythia y vorví a anar izar ra s i -tuación' E'a improbabre que me mataran, aquei la bara tenía escr i tomr nombre y yo habia sobreviv ido. No, en el peor de los casos yo sal-dr ía gravemente her ido.

A las cuatro c je la maí iana, con ropa inter ior l impia y f rescasprendas tropicares cre coror caqui , regresé a ra cubierta de vuero pa-ra despachar a ros seis Firefr ies de reconocimi 'ento, y cuando esiosregresaron después de una breve misión, h¿bía s iete aparatos en lapantal la der radar. Evidentemente, er sépt imo avión era un bombar-dero suic ida r¿ponés Kamikaze que seguÍa a ros seis en el vuero de re-greso al barco. Como la cubierta estaba l lena de aviones, cargados conbombaS y otras armas, fue necesar io un , ,despacho inmediato" v em-pezamos a catapurtar répidamente er resto de ros Firefr ies, a f ln deque pudter¿n despegat los r .est¿ntes y la cubierta quedara despejada.

El procedimiento se desarrol laba normalmente, y bajo la direc-ción de Charles Evans, s iempre tenía que hacérselo con el mínimode demoras: Yo sabfa que ros directores de cazas der barco habríandesviado a los aviones que regresaban en un,,rodeo evasivo, ,paradarnos t iempo.

Bajé mi batuta de Luci te luminoso cuando el cuarto pi loto meh¡zo señas de que estaba l is to, a f in de que et maquinista de la cu_bierta de vuelo accion¿ra la maquinar ia de la catapul ta, y me volvía med¡as, para agacharme debajo del a la, cuando el p i loto fuera lan_zado. En ese momento sentí un golpe increíble que me destrozó lapierna derecha y v¡ , a la media luz, que el avión no habia sal ido s inoqueestaba cravado de nar iz. comprendí que su hér ice de madera habÍagolpeado la cubierta de hierro y se había roto, y puedo recordar quecambié la luz verde por la roja para que se detuviera en lanzamienio.Los segundos siguientes fueron bastante confusos y no sé si me en-contraba sentado o de pie, pero recuerdo que di je a mi ayudante-el mecánico Hat- que fuera hasta ra puerta de ra is la a buicar unacam¡l la y cuatro cami l leros.

- iPara gué? -preguntó é1.Yo le respondÍ con una palabra muy descortés y d¡ je que erapara mi. Después de eso, indudablemente estaba sentado porque mipierna derecha se encontraba en alguna parte, debajo de mí, y t ru"gue dar la vuel ta para colocar la en posic ión normal. Entonces descu-

brí lo que parecia un montón de trozos de pegcado mojado dispersossobre la cubierta y pensé: , , iDios Santo, son partes de mí! , , , y los

320

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metí nuevamente en el agujero de mis pantalones, por s i l legaban a5er necesa noS.

No había dolor. La anatomia humana ha sido diseñada muyintel igentemente a f in de que cuando realmente sucede algo terr¡ble,el choque supera y apaga al dolor. Había descubierto lo mismocuandome sometían a interrogator io en Argel ia. . . io era Túnez? Mis pensa-m¡entos f ueron interrumpidos por la voz de Charles Evans por el me-gáfono. Estaba aclarando y él pudo verme, tendido sobre la cubierta.

* iNo es momento para descansar l - -gr i tó, y antes de que yopudiera encontrar a alguien para que le contara lo que habÍa sucedi-do, le oi decir a l grupo de manejo de los aviones: -Vamos, mucha-chos, no se queden ahÍ con la boca abierta, tenemos que despejarla cubierta de vuelo. Si está muerto, lo sent imos mucho, muchísi-mo. Pero sáquenlo del camino y l impien la sangre.

Un médico de la cubierta de vuelo, con una suave voz escoce-sa, me observó desde la oscur idad y preguntó qué me sucedía.

rMe he roto la pierna -di le.-- iEstá seguro?*Completamente.-Bueno, no se vaya -di jo, y sal ió disparado a conseguir ayuda.No hubiera necesi tado preocupar-se. Pasar ian cas¡ dos años

antes de que yo pudiera volver a caminar.Fui l levado hacia el lado de estr ibor Dol var ios de mis marine-

ros y yo t raté de hablar les porque era obvio que el los me creían muer-to: los tontos, sent imentales gandules estaban l lorando. En la cubier-ta de vuelo había 190 de el los, todos de Gales, y teniamos una del i -c¡os¿ relación de amor y odio. Yo sol ía intercambiar puñetazos conel los cada vez que hacían alguna tontería, y como resul tado, nun-ca ten íamos necesidad de perder t iempo aclarando quejas y t ransgre-s¡ones cuando l legábamos ¿ puerto. Simplemente, arreglábamos lascosas en la cubierta de vuelo, con Charles Evans alentándolos desdeel puente con el megáfono y gr i iándoles que me devolv ieran los gol-pes. El capi tán sentíase muy chocado por todo eso y me advir t ióque, s i había quejas, é l s iempre se pondría de parte de los mar¡ne-ros. Después, Char les importó a Johnny King al grupo de la cubiertade vuelo -el campeón europeo de peso gal lo y un espléndido pro-fesional- y después de eso los marineros sol ían gr i tar " iKing!"cada vez que yo los amenazaba, y en cada pausa entre vuelos noshacían hacer guantes juntos. El era muy di f íc¡ l de golpear, y velozcomo un relámpago, y todos lo est imábamos mucho.

Trevor D¿vid, mi asistente, apareció sal ido de la oscur idad yyo le di je algo acerca de que se hic iera cargo, pero él parecio inca-paz de entender lo que yo le decÍa. Entonces el sei ior Howe, el con-tramaestre, apareció con una lona vieja y lo que yo pensé que erasu grupo funerar io.

321

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" iJesús, van a coserme y arrojarme por la borda!" , pensé.De algún modo consegu í incorporarme por un segundo, y

Trevor di jo: -No está muerto, contramaestre; váyase.Después de eso no recuerdo nada muy claramente, excepto mo-

mentos ocasionales de conciencia en la enfermería, donde vi que meestaban ¡nyectando sangre y plasma por ambos brazos; pero la sangrevolv ia a sal i r , por mi pierna, y caía en un cubo. Aparentemente uséio-da la provis lón de sangre der barco, y er of ic iar médico tuvo que hacerun ped¡do a la t r ipuración para que ofrecieran sangre f resca. cuandoél volv ió a la enfermería, después de transmit i r e l pedido desde elpuente por el s istema de artoparrantes, había una f i ra de hombres quese extendia todo a lo rargo del barco y se curvaba alrededor del a l -cázar. char les Evans me contó esto en una de sus muchas vis i tas a laenfermeria y me hizo lagr imear. Me disculpé y expl iqué que nor_malmente, yo sólo l loro cuando me encuentro mirando a una botel lavacía, de noche muy tarde"

-El médico l lamó esta mañana al capi tán -me cl i jo, unos cua-tro días más tarde- y re pidió que redujera ra verocicrad para dismi-nuir la v ibración, a f in de poder amputar le la pierna; ipero yo lo di-suadÍ dic iéndole que usted ya t iene suf ic ientes desventajas al carecerde cerebro y que, por ro tanto, sería un gran error cortarre su cochinapierna !

-Bastardo -di je- ZDe veras él iba a amputar?Evans sonr ió y negó con un movirniento de cabeza-. No, el jo-

ven teniente c i ru jano de ra Reserva voruntar ia se ha hecho cargo deusted. El es nr iembro del Real Colegio de Cirujanos y acaba de ia l i f i_carse, de modo que conoce todas ras t retas. LJster i está en buenas ma-nos.

Desperte para escuchar er f inar cre una conversación entre Fer-gusson, el joverr teniente c i ru jano, y er of ic iar médico. Ei los creyeronque yo estaba inconsciente. o i que Fergusson decía:-- .s i *stec anrpu.ta estará sentenciándolo a andar con muletas el resto de su vida. Ten_drá que hacer lo en la cadera y no quedará muñón.

Esa información me fue muy út i l durante el año siguiente,porque me ayudó a resist i r la tentación cada vez que algún cir .u janoapresurado sugería la arnputación"

Cuando el barco regresó a Manus, en las ls las del Almirarr tazgo,me pusieron en una camil la, me bajaron a una barcaza y me l levaronal hospi ta l que la Marina de Estados Unidos ten ja en ta. jungla. Me ¿pe-nó mucho que ningurro de mis marineros estuviera cerca cle mÍ, ycuando el comand¿nte der barco vino a verme para hacerse cargo per-sonalmente de la operación de mi t raslado a la barcaza, le preguntédónde estaban todos.

-Usted está en l¿ l ista de casos pel igrosos -di jo él_ y a nadie,excepto a Charles, se le permite acercarse. El los querian que la banda

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tocara esa tonta canción que cantan en la cubierta de vuelo' pero

el médico di jo que las emociones son malas para usted' éSupongo

que eso lo hará sent i rse mejor?Le agradecí, porque era así . Cuando me bajaban, miré hacia

arr iba y v i una inter¡r inable f i la de cabezas que miraban en sr lencio

desde el lado de estr ibor de la cubierta de vueio. Eran centenare5 y

se extendían en toda la longi tud del barco' Habíamos compart ido la

violencia de vientos huracar lados y ¡os chubascos en la crrbierta de

vuelo durante un año y medio exactamente, y hatr íamos recorr ido

un largo camino, desde el Art ico al Pacíf ico ' Había s ido divert ido

trabajai con marineros en vez <je eStar todo el t iempo con of ic ia les.

Levanté un brazo y lo agi té a moclo c le despedida y todos e9t¡raron

el cuel lo y v i torearon" Fue muy conmovedor y me rnaldi je otra vez

porque empecé a serr t i r lágr imas en los c¡ jos.iGracias a Dios que no consigt t ieron la band¿!", pensé' La

cancion tonta era "Amistacl" , de la opeteta "La Dubarry" '

pero el los, en cada verso, ponían mi apel l ido porque r imaba

con las palabras de la le i . ra or ig inal . Yo sol ia maldecir los y de-

cir les que cal laran, pero raramente me obedecfan en eso y Evans sol ía

alenta r l os.Durante qurnce meses fui e l único inglés en el Hospi ta l Naval

de Base Núntero Quince de la Marina de Estados Unidos, en ly ' lanus.

dondemeconociancomo"esemaldi to inglés" 'Todoloquesucediaen el Reino unic lo, como la c lerrota de churchi l l en las elecciones in-

mecJiatamente después de la guerra o el "Préstamo v Arr iendos" a la

inversa, era cu lpa m ía y esperaban que yo les diera expl¡cac¡ones'

cuando l legó el c l ia c je la v ictor ia sobre Japón, después del estal l ido

de la bomba de Hiroshima, escr ib i una not¿ qtre aseguré a los p¡e5 de

mi cama, y que decía: "Ya sé que ustedes ganaron la guerra y les es-

toymuyagradecido' ' 'Penséqueconesoseevi tar íanIasdiscusiones,pero pareció tener el efecto opuesto en los pacientes de la Marina

de Estadr¡s Un¡dos.Los cirujanos americanos que trabajaban en aquel hospi ta l de

la jungla eran lo: rnejores de Estados Uniclos y el equipo y la aten-

ción eran increíblenrente buetros. Sin duda, el los me salvaron la v ida'

y la p¡erna- La penic i l ina acababa de ser descubierta y por un breve

períoooyoretuve|amarcamundialporhaberrecibido|¿máximacant idad jamás administrada- Parecía mucho en aquel la época, en mi-

l lones de unidades, pero la cant idacJ que me dieron a lo largo de var ios

meses hoy en día sería apl icada en una inyección.Finalmente los c i ru janos amer¡canos pudieron coser mi cadera'

Hubo que hacer lo en la sala de pacientes porque no me podían mover

hasta que estuviera enyesado, y como l levaría t res horas y media,

hubo que hacerlo sin anestesia. Me prequntaron si prefería mirar o

que me pusieran una cort ina para que no pudiera ver. Contemplé to-

.1,ül

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voz y cuando ya habia recuperado var¡os k i logramos, t raté con em-peño dp ^Je reconsideraran mi cal i f icación médica a f in de podervolver a volar, pero los reglamentos de la Junta Médica Central eranirrefutables y no pude persuadir a ningún of ic ia l médico a que meexaminara hasta que pasara el año que f i jaban los estatutos. Al f inalhice t rampa. En Yeovi l ton, persuadí al comandante de vuelo a que meprestara uno de sus Grumman Mart lets, a f in de poder hacer el númerorequer¡do de descensos en cubierta s imulada para cal i f ¡carme para ha-cer lo en la cubierta de un port¿viones. El era el comandante AlanBlack, con quien yo habia compart ido urra pequeña of ic ina en el aeró-dromo de Máleme, Creta, y su capi tán era Connol ly Abet-Smith, quienhabía s ido mi comandante de vuelo en el Courageous cuando el barcose hundio. Ninguno de el los sabía que me habian prohibido volar, demodo que yo estaba aprovechándome de su amistad. Después. arma-do con una f ¡cha f i rmada por Alan Black en la que decía que me en-contraba cal i f icado para descender en cub¡erta con Mart lets, fue fá-c i l convencer al comandante de vuelo del H. M. S. Argus de que medejara hacer una medi¿ docena de descensos en cubierta. Despuésadm¡tí gue había estado volando i legalmente, y el gato estuvo entrelas palomas, y hubieran podido tener lugar una cant idad de pro-cesos ante cortes marc¡ales. Suger i que sería más senci l lo para todossi mi categor ia médica podia ser cambiada con efecto retroact ivo, ypoco antes de la Navidad de I943 fui c lasi f icado "apto para todas lasact iv¡dades de vuelo" nuevamente, y en enero de 1944 estuve nueva-mente en el mar.

Los dos grandes portaviones, el Indefat igable y el lmplacable, es-taban próximos a su terminación en el Clyde. El lndefat igable habíaempezado su construcción tres meses antes de su barco hermano,el lmplacable, y por lo t¿nto entró pr imero en servic io, desde el as-t i l lero de John Brown. Tres meses después entró en servic io el lmpla-cable, en Fair f ie ld, Govan (capi tán Lachlan Mackintosh de Mackin-tosh) y sus Señorías hic ieron un exper imento en ese barco. Algunosde los portaviones de la Flota no h¿bían resul tado barcos muy fel i -ces, y para asegurarse de gue el lmplacable empezaba bien, todos losof ic ia les y marineros que pudieron ser encontrados y que habían servi-do bajo el m¿ndo de Denis Boyd en el l l lustr ious en 1940, fueron en-viados al barco. Char les Evans era el Jefe del Departamento del A¡re,con el nuevo t í tu lo de "comandante (del a i re)" y me invi tó a ser suas¡stente, o sea ten¡enté comandante de aviación, a c¿rgo de las ope-raciones en los hangares y en la cubierta de vuelo. El pr ímer coman-dante del barco habia s ido of ic ia l de art i l ler ia del l l lustr ious, Al f ¡eSutton era el comandante de operaciones, teníamos el mismo of¡c ia lmédico, comandante c i ru jano Keev¡1, D.S.O., y Bosun, y el temible9eñor Howe, y dondequiera que uno iba en el barco. ap¿recian mari-neros por los pasi l los y decÍan: "Hola, señor, ime recuerda?". Era

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un arreglo espléndido y el futuro del barco estuvo asegurado desdeel vamos.

Pocos días después de que el Indefat igable hubiera zarpado delast i l lero de John.Brown, mi contrapart ida en ese barco -su tenientecomandante de aviación- se v io involucrado en un ser io acc¡dentey yo fu¡ enviado en su lugar, en préstamo, y pasé tres meses en su cu-bierta de vuelo en el Art ico, durante var ios ataques al Tirpi tz y otrosblancos igualmente atract ivos en el norte de Noruega. El balco teníamala suerte y surgieron muchos ted¡osos inconven¡entes debido adefectos técnicos, y el dra que el lmplacable sal ió orgul losamentepor el Clyde en sus ensayos in ic ia les, con su banda de los RoyalMarines tocando con entusiasmo, el lndefat igable estaba forrde¿do enTai l o ' the Bank con todos sus aviones desembarcados y su mecanismode detención necesi tado de reparaciones. Yo tenía que regresar al lm-placable pocos dias después y lo observé pasar desde el a lcáza¡ del ln-defat igable con gran admiración. Su apar ic ión no fue tan b¡envenida abordo de su r ival . Cuando pasó, la banda del lmplacable in ic ió la luc-tuosa música de "John Brown's Body" y por un momento temi queel Indefat igable abr i r ia el fuego.

Pocos dias después volv i a l lmplacable y zarpamos hacia el Ar-t ico para nuestra cacerÍ¿ del Tirpi tz; y al terminar el año regresamosa Rosyth para reabastecernos antes de zarpar hacra el Paci f ico paracombat i r con los japoneses. El capi tán Mackintosh fue ascendidoa contralmirante y relevado por el cap¡tán Char les Hughes-Hal let .Poco antes de zarpar, Su Majestad el rey Jorge Vl y la reina vinierona bordo para despedirnos. Con el los estaban las dos pr¡ncesa5-

Cuando formamos para la inspección real y presenté mi div is iónal rey Jorge Vl , yo no tenia mot ivos para saber que él habia v is i tadorecientemente el H.M.S. Victor ious. HabÍa recorr ido el departamentoaéreo de ese gran barco acompañado por el teniente comandante devuelo E. W. ("Bi l l " ) Sykes, un buen amigo mío muy extravert ido yconocido en toda el Arma Aérea de l¿ Flota por su aire de prósperaurbanidad. Aparentemente, é l habia proporcionado al rey una com-pleta expl icación de los problemas de manejar, estacionar y operaraviones en portaviones, con acento part icular en las t remendas respon-sabi l idades del teniente comandante de vuelo.

- iQué div is ión di jo usted que es ésta? -preguntó Su Majes-tad, y cuando repetÍ la f rase: -La div is ión de cubierta de vuelo, se-ñor- e l sonr¡ó con expresión de conocedor.

- iEntonces usted debe ser el teniente comandante de vuelo!--exclamó.

-Sí, señor *di je, intr igado por su expresión r isueña.- iAh! -di jo el rey-. Entonces usted es el que hace la mayor

parte de I t rabajo y no obt iene ningún crédi to!Me quedé de una pieza ante esta demostración de perspica-

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do el procedimiento y quedé l leno de admiración por ta habir idad delos médicos.Cuando me enyesaron para el v ia je a casa, el c i ru jano americano

incluyó en el yeso un palo de escoba entre mis plern¿s para que fue_ra fáci l moverme. Separó mis piernas todo lo posable, porgue estoaceleraría más tarde la recuperación, pero después no me pod ianpasar por ninguna puerta normal s in ponerme de costado. Fui l leva-do en un viejo Dakota a t ravés del Océano pacíf ico hasta NuevaGuinea, cruzamos ros montes owen stanrey y aterr¡zamos en port Mo-resoy para cargar combust ib le; cont inu¿mos sobre el Mar de Coralhasta Townsvi l le, donde nos detuvimos para pasar la noche. Cuandodescendíamos para aterr izar en Townsvi i le y v i todasiras rrc"r J" ruc¡udad, sentí un estremecimiento de emoción porque era mi pr imerreingreso a un mundo de paz. Las luces habían r¡¿o

"n.un¿, iu l ' " -nEuropa hacia s iete meses, y hacía t res en el Lejano Oriente, pero yohabia v iv ido en un mundo oscurecido desde septrembre de 1939 y lasluces de Townsvi l le me hic ieron comprender muy claramente que laguerra reatmente había terminado-

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CAPITULO 35

POSDATA

Cuando viajaba a casa, echado de espaldas a bordo del H,M.S.lndomitable, e l Almirantazgo me otorgó una comisión permanente,

lo cu¡ l mc cl io nucvos incent ivos p¿ra recuper¿rme, s i es que necesi-

taba ¿lguno. Jo estab¿ aguardando al barco en Portsmouth y pude

saludar la con esta not ic ia, mient las al mismo t iempo me disculpabapor regr-esar en estado tan inservible. HabͿmos disfrutado unos po-

cos meses juntos en 1943, y en 1945, cuando regresé a casa por se-gunda vez, teníamos un hi . io nacido el ¿i io antet ior ; pero yo no pude

levant¿rme de la cama para ayudar a cr iar lo por otro año más. Cuan-do lo hice, desde una cama en el Hospi ta l Auxi l iar de la R. N. enSherborne, Dorsei , pesaba más de ochenta k i logramos. En el hospi '

ta l , todos pa¡ecí¿n enf laquecer cada vez más, pero debido a todo elejelc ic io v io lento de nr i juvcntud, yo estaba cada vez más gordo.

Cuando los c i ru janos me permit ieron levant¿rme, con una fé-r .u la c le hierro y muletas desdc el codo, logré persuadir a Sus Seño-r ías del Almirantazgo de t lue nre pusieran a cargo de los vuelos enYeovi l ton, entonces un pequei io aeródromo sin n¡nguna ¡mportanc¡a.Entonces pucle cont inua¡ en Sherborne como paciente externo. Du-rante el año siguiente aprerrdi nuevamente a volar, en un viejo Oxf ord,el cual er .a el único avión dentro del que podía meterme. Deb¡do aque nr i férula de hier-ro era r íg ida, tenia que apoyar mi pierna derechasobre el panel c je instrumentos y manejar el i imón con m¡ pie izquier-

c lo. Después de casi pefderme en un par cJe vuelos senc¡ l lo5, me perca-

té de que la férula estaba ¿fectando a la brújula. De modo que, mien-tras vo estaba en una cama en Yeovi l ton, la férula fue ret i rada y pasa-

El Dakota volo s iguiendo la costa or ientalBr isbane hasta Sydney, donde fui embarcado en eltable para la etapa f inal de mi vuel ta al hoqar.

de Austral ia, víaH. M. S. lndomi-

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