94-312-1-pb

18
Revista Iberoamericana, Vol. LXXII, Núms. 215-216, Abril-Septiembre 2006, 497-514 ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA: ACERCA DE UN EQUÍVOCO PERSISTENTE POR ROBERTO A. FOLLARI Universidad Nacional de Cuyo Beatriz Sarlo es una autora apocalíptica que critica a la TV, es una opinión generalizada entre el alumnado de la carrera de Ciencias de la Comunicación. Los estudiantes han asumido un “nuevo sentido común” por el cual cualquier crítica dirigida a los medios es inmediatamente tachada de “apocalíptica”, y con dicho rótulo, descalificada in toto como parte de una supuestamente superada noción propia de criterios ideologistas y anticuados. Si no fuera que en sentido estricto es imposible hablar de paradigmas en las ciencias sociales (Follari, “Sobre la inexistencia” 111), se diría que el paradigma impuesto en la Comunicología latinoamericana es aquel que propone: 1. Que los medios masivos –en especial la televisión– carecen de poder de influencia propio destacable; 2. que quienes miran TV tienen una alta capacidad para poder discernir acerca de los significados a disposición; 3. que incluso ello los lleva a establecer tácticas de resistencia cultural, política e ideológica, y 4. que no viene a cuento nunca el mote de “integrados” que pudiera aplicarse a autores que hablan elogiosamente sobre los medios, pero sí cabe apostrofar a quienes se propongan criticarlos. La impregnación de esta concepción se ha hecho tan significativa y naturalizada que los estudiantes no entienden que para el resto de las ciencias sociales la advertencia del peso de los medios sobre la opinión pública sea cada vez más fuerte (Bourdieu; Sartori), y lo sea en un sentido crítico a menudo ácido. O en todo caso, cuando desde la Comunicación se reconoce esta situación, se lo hace con una desdeñosa asunción de que tales críticas surgen promovidas por una noción mecánica, que los estudiantes de Comunicación achacan a la ¿teoría? de la aguja hipodérmica, según la cual la influencia de los medios carecía de mediación alguna por la subjetividad del receptor. A partir de allí, el nuevo sentido común se siente por completo consolidado, y por ello tiende a pensar como una “anomalía” –una especie de error incomprensible– lo que esté en colisión con él (exactamente como Kuhn lo señala para aquello que no se configure de acuerdo al paradigma) (Kuhn; Pérez Rasanz). De tal manera, ha quedado obturada cualquier mirada crítica sobre los medios –la televisión ante todo–, exactamente cuando la carnavalización de estos se manifiesta con más fuerza, cuando la subordinación a la tiranía del rating y el mercado lleva a niveles muy grandes de banalización, cuando la centralización de la propiedad configura holdings a menudo diseminados por todo tipo de medios, cuando la proliferación de talk-shows, reality-shows y programas de chimentos sobre la vida privada de “las estrellas” gana

Upload: ariadna-bpr

Post on 04-Oct-2015

5 views

Category:

Documents


0 download

DESCRIPTION

e

TRANSCRIPT

  • Revista Iberoamericana, Vol. LXXII, Nms. 215-216, Abril-Septiembre 2006, 497-514

    ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA:ACERCA DE UN EQUVOCO PERSISTENTE

    POR

    ROBERTO A. FOLLARIUniversidad Nacional de Cuyo

    Beatriz Sarlo es una autora apocalptica que critica a la TV, es una opiningeneralizada entre el alumnado de la carrera de Ciencias de la Comunicacin. Losestudiantes han asumido un nuevo sentido comn por el cual cualquier crtica dirigidaa los medios es inmediatamente tachada de apocalptica, y con dicho rtulo, descalificadain toto como parte de una supuestamente superada nocin propia de criterios ideologistasy anticuados. Si no fuera que en sentido estricto es imposible hablar de paradigmas en lasciencias sociales (Follari, Sobre la inexistencia 111), se dira que el paradigma impuestoen la Comunicologa latinoamericana es aquel que propone: 1. Que los medios masivosen especial la televisin carecen de poder de influencia propio destacable; 2. quequienes miran TV tienen una alta capacidad para poder discernir acerca de los significadosa disposicin; 3. que incluso ello los lleva a establecer tcticas de resistencia cultural,poltica e ideolgica, y 4. que no viene a cuento nunca el mote de integrados que pudieraaplicarse a autores que hablan elogiosamente sobre los medios, pero s cabe apostrofar aquienes se propongan criticarlos.

    La impregnacin de esta concepcin se ha hecho tan significativa y naturalizada quelos estudiantes no entienden que para el resto de las ciencias sociales la advertencia delpeso de los medios sobre la opinin pblica sea cada vez ms fuerte (Bourdieu; Sartori),y lo sea en un sentido crtico a menudo cido. O en todo caso, cuando desde laComunicacin se reconoce esta situacin, se lo hace con una desdeosa asuncin de quetales crticas surgen promovidas por una nocin mecnica, que los estudiantes deComunicacin achacan a la teora? de la aguja hipodrmica, segn la cual la influenciade los medios careca de mediacin alguna por la subjetividad del receptor. A partir de all,el nuevo sentido comn se siente por completo consolidado, y por ello tiende a pensarcomo una anomala una especie de error incomprensible lo que est en colisin conl (exactamente como Kuhn lo seala para aquello que no se configure de acuerdo alparadigma) (Kuhn; Prez Rasanz).

    De tal manera, ha quedado obturada cualquier mirada crtica sobre los medios latelevisin ante todo, exactamente cuando la carnavalizacin de estos se manifiesta conms fuerza, cuando la subordinacin a la tirana del rating y el mercado lleva a niveles muygrandes de banalizacin, cuando la centralizacin de la propiedad configura holdings amenudo diseminados por todo tipo de medios, cuando la proliferacin de talk-shows,reality-shows y programas de chimentos sobre la vida privada de las estrellas gana

  • 498 ROBERTO A. FOLLARI

    terreno impunemente en el campo de la programacin. Habr que celebrar esta verdaderainvasin del campo televisivo por la gritera, el vrtigo y en los mejores casos lasegmentacin informativa? Cierto que no todo en la TV se limita a este tipo de emisiones,pero cierto tambin que ellas conllevan la mayor cantidad de tiempo disponible, y quelogran niveles de audiencia que aplastan a los programas que no apelan al sensacionalismoy el escndalo.

    Es evidente que existe una tensin entre la TV deseable y la realmente existente,y alguien podra sealar que defiende a la primera y no a la segunda. Pero no es este elsentido comn hoy impuesto: los estudiantes defienden a la TV en tanto tal, comoformadora de la cultura de masas. Si esta ltima debe ser defendida como empricaasuncin de lo que la poblacin efectivamente acepta, tambin debe aceptarse la accinde los medios que lleva a establecerla.

    En un libro que alcanz considerable difusin en Argentina, Oscar Landi planteabauna singular teora de la recepcin segn la cual quien ve TV mantiene una conciencialcida a partir de la cual est en condiciones de tomar distancia de los mensajes y elegirslo aquellos que se ajustan a su propia expectativa, surgida de condiciones culturalesespecficas (Devrame 70). El optimismo de Landi y su retorno a una idea de sujetoepistmico transparente una nocin que no es vlida para referirse al estamento de loscientficos, y menos an puede serlo para quienes ven TV desde una atencin flotantees expuesto en el libro de una forma siempre ms matizada que las versiones que hantomado cuerpo en el estudiantado, las cuales son por su parte considerablementemaniqueas y a menudo desinformadas.

    Una versin con ms peso latinoamericano que la de Landi, es la propuesta por J.Martn-Barbero en De los medios a las mediaciones, anterior cronolgicamente a la deLandi. Su libro publicado a mediados de los ochentas propona la acentuacin de locultural como el punto decisivo para comprender las modalidades de interpretacin quese haga de los medios. Lo haca, sin embargo, con algunas diferencias respecto de Landi:la posicin poltico-ideolgica resultaba ms combativa con respecto al capitalismo, poruna parte. Por la otra, la densidad en el anlisis de las culturas populares latinoamericanasreferidas a los iniciales tiempos de expansin de la radio en la primera mitad del siglo XX,dejaban espacio a una versin no del todo consagratoria de la posterior cultura de masaspropuesta por la televisin.

    Una primera lectura de Barbero podra ponerlo definidamente en la tradicin deMaritegui, en la capacidad del peruano para comentar el turf o las costumbres cotidianas,y as repolitizar la interpretacin de estos espacios, habitualmente dejados de lado por losanlisis economicistas de la izquierda hegemnica. Sin embargo, la lectura que losestudiantes han hecho ha sido inversa. Se ha despolitizado el anlisis de estos objetos delo cotidiano y lo popular en s mismos, a la vez que se ha desconectado de toda referenciaa la poltica en su sentido ms especfico. De tal manera que se ha puesto del revs elsignificado inicial del texto, resemantizndolo en la direccin de un sentido comndescomprometido y acrtico. Sin duda que es esta una clave en que puede leerse la obrade Martn-Barbero, que abriera fuertemente campo hacia los posteriores desarrollos de losestudios sobre comunicacin en Latinoamrica. Ante la idea de la industria cultural comototalizacin de la significacin en manos del sistema, el mercado y la trivializacin,

  • 499ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    ninguna posibilidad poltica surge, que no sea la de la negacin puramente tica, o la dela integracin a partir de la imposibilidad de oponerse. Sealar que existen interpretacionesdivergentes, que estas dependen de la condicin cultural del receptor, que ste no quedaconvencido necesariamente por lo que los medios presenten, deja abierto el espacio a laposibilidad de la accin y la resistencia.

    Pero no es precisamente sta la lectura mayoritaria que se ha hecho de la obra, en susconsecuencias hacia la constitucin de una cultura cotidiana del estudiantado. Por elcontrario, se ha llegado a entender que en realidad es innecesario criticar a los medios, puesestos no influyen demasiado a nadie; los receptores tendran tan amplia libertadinterpretativa, que sera casi indiferente cul es el tipo de mensaje que reciben. Se volveratan ociosa como odiosa cualquier crtica a los medios, pues supondra agentes ideologizados(y por tanto anacrnicos), que expresan por esa va su resentimiento de intelectuales contrala cultura de masas. Y la lectura poltica debiera ser denegada, pues la gente no va aencontrar poltica en los medios, sino a satisfacer sus deseos de esparcimiento y diversin.

    Cmo es que ha podido producirse tal inversin de acentos en la interpretacin delaporte de Jess Martn-Barbero? Es en este sentido que se hace necesaria una teorizacinde cmo se dio la recepcin de la teora de la recepcin. Ciencias de la comunicacines una carrera de moda en Latinoamrica desde mediados de la dcada de los ochentas. Porun lado, porque es una especialidad relativamente nueva. Por otro, porque el auge de unode sus principales objetos de tratamiento (los medios masivos) ha conllevado el de ladisciplina que lo estudia. Lo cierto es que se trata de una carrera con una muy ampliamatrcula de ingreso, lo cual obviamente implica que este no es demasiado selectivo. Aesto se suma que la expectativa del estudio sobre los medios es a menudo ella misma unaexpectativa meditica, no acadmica. As como muchos alumnos de Ciencias Polticas (yya no en su primer ao de estudios) responden que estudian para llegar a ser polticoscuando se les pregunta por qu eligieron su carrera confundiendo as la poltica comoobjeto de la ciencia con la poltica prctica, los estudiantes de Comunicologa a menudoestudian esa carrera porque quieren ocupar lugares en los medios, sin tener en cuenta unaexpectativa propiamente acadmica al respecto. La corta tradicin cientfica de ladisciplina coadyuva para que el equvoco se incremente. Pero por cierto que todageneralizacin puede pecar de error o unilateralidad. Sin duda existen no pocos estudiantesde la carrera que no quieren ser comuniclogos sino comunicadores, y que por ello ven enlos medios un espacio de desempeo profesional, adems de en algunos casos un lugarposible de consagracin, incluso de salto a la fama o el estrellato. Es por ello que estosalumnos asumen como inters propio el que los medios salgan bien parados, fuera decualquier crtica. El fuerte deslizamiento de sentido operado en la interpretacin de la obrade Martn-Barbero hace que muchos de estos no-lectores de su obra (es obvio que lamayora no la conoce de primera mano), terminen recitando su propio discurso auto-justificante, antes que haciendo una versin plausible de lo establecido por el escritor deorigen espaol. Este tipo de estudiante no tiene intereses expresamente polticos, sinopersonales, profesionales y econmicos. De tal modo, la dimensin de accin polticacrtica que pueda extraerse del texto les est por completo fuera del horizonte deinteligibilidad, y lo que destacan como en toda lectura ocurre es slo aquello que se hacecompatible con sus personales inclinaciones y deseos.

  • 500 ROBERTO A. FOLLARI

    Es por ello que han banalizado el anlisis de una cuestin tan decisiva hoy como esla de la influencia meditica, donde se juega uno de los lugares troncales para laconfiguracin de opinin pblica en los difciles momentos que atraviesa Latinoamrica.Su versin de la teora de la aguja hipodrmica resulta caricaturesca, ya que es obvio quejams pudo creerse que todo lo que emitieran los medios se asuma por los receptores: delo contrario, estos fumaran diez marcas diferentes de cigarrillos, o compraran automvilesque no necesitan. Tambin se hace poco relevante sealar que la recepcin es activa, puesya desde la aeja escuela de la Gestalt se sabe que la percepcin es una construccin, y quesu gramtica se establece a partir de la necesaria seleccin y reconfiguracin de losestmulos exteriores. De modo que la cuestin es ms bien determinar qu efectos seproducen en el sujeto (o en su caso, en un grupo social o una unidad cultural determinada)a partir de los estmulos auditivos, o los visuales que se recibe por los medios masivos. Allcomienza la discusin relevante acerca de la constitucin del significado, y tambin porotro lado de los efectos sobre la configuracin de la subjetividad (Gonzlez Requena).

    Sobre el significado desde el punto de vista de la cultura, y de las relaciones de stacon la poltica, trata aquel libro inicial de Martn-Barbero. Con una lejana referencia a esaobra, a travs de otras ms despolitizadas, como la de Landi, los estudiantes han idohaciendo su propia novela familiar (Freud dixit) que ha terminado en la aceptacin lisay llana de la realidad como si esta tuviera en s misma la justificacin de su existencia. Unconformismo distrado al que Morley ha sealado con molde irnico: se trata de un Dontworry, be happy, isomrfico con alguna publicidad en boga (Morley, Televisin).

    Y por cierto: qu tendra que ver Walter Benjamin con todo esto? Aparentementenada, dado que su escritura parece estar muy lejos de una polmica como la que estamosrefiriendo. Sin embargo, los estudiantes de Comunicacin explcitamente lo sealan comouna de sus fuentes de legitimacin discursiva. Benjamin habra sido un defensor inequvocode la cultura de masas (sin tener en cuenta, por cierto, que sta no inclua an a la TVcuando l se suicida en 1940), alguien que se alejaba de los privilegios de la cultura letraday el saber de los intelectuales. Es ms: no tendra rasgo alguno de relacin con nocionesrevolucionario-marxistas en lo poltico, ni tampoco con la elitista Escuela de Frankfurt,apostrofada en bloque a partir de la conocida postura de Adorno sobre el jazz (Lunn 181).Tan sorprendente referencia al escritor alemn por cierto, menos ledo an que Martn-Barbero por los estudiantes de Comunicologa, reconoce tambin alguna huella deformadaen relacin con la exposicin del autor espaol radicado en Latinoamrica. El ha propuestola influencia de Benjamin como decisiva en la configuracin de su propia escritura(Martn-Barbero Mis encuentros 16), de manera que aquellos que han tomado partidoa favor de la cultura masiva entienden que esta mediacin puede autorizar la referencia ala autoridad de un autor del peso de Benjamin para sostener sus propias posiciones. Msque sus temas, lo que me aport Benjamin fue la disolucin del centro como mtodo,sugiere Martn-Barbero, para puntualizar cul fue la influencia recibida (Mis encuentros19).

  • 501ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    BEATRIZ SARLO: POPULISMO Y ELITISMO REVISITADOS

    Cabe aqu entroncar con una posicin radicalmente opuesta dentro de los estudiosculturales latinoamericanos en general, y sobre la valoracin de los medios y la culturamasiva en especial, como es la de la argentina Beatriz Sarlo. Tiene en comn con elconjunto de los estudios culturales el remitir a la dimensin cultural como centropredominante de atencin: las ciencias sociales estn casi ausentes en sus anlisis, o sonpresentadas a partir del criterio predominantemente esttico (tal sucede con sus referenciasa Bourdieu). En su caso, el estatus concedido a la cultura letrada la lleva a dar un pesomayor a la alta cultura, los aparatos especializados de poltica cultural, y el campoliterario, por encima de o excluyendo de plano la referencia a la cultura de masas: losdeportes, los medios masivos, la historieta.

    Sarlo rechaza de plano el conformismo poltico supuesto en un tratamiento acrticode la televisin y el conjunto de las nuevas tecnologas de la informacin y el ocio(videojuegos, por ej.). Destaca con fuerza cmo el peso de los expertos y los crticos hasido reemplazado por un simulacro de democracia, tal cual es el libre juego del mercado:

    Me refiero a la salida de emergencia descubierta por el populismo cultural, que encuentraen los sntomas del mercado un reemplazo capitalista a la vieja nocin romntica dePueblo. Para utilizar sin sobresaltos la salida de emergencia que seala el neo-populismode mercado, hay que hacer ojos ciegos frente a algunas cuestiones. La primera es la desu ley de hierro: el lucro... (El relativismo absoluto 30)

    Tambin destaca Sarlo que la libertad de quien interpreta los discursos e imgenestelevisivas no es tal, en tanto lo hace de acuerdo a sus competencias intelectualesadquiridas, y muchas de stas han sido establecidas por la televisin misma, con lo cualse compone un crculo vicioso sin salidas (Esttica y poltica 58).

    El ataque realizado por la autora contra la aceptacin indiscriminada de la cultura demasas es contundente cuando se remite a los efectos ideolgicos integradores que talaceptacin promueve:

    afirmar que un receptor popular o de elite de la industria cultural no es slo manipuladopor el mensaje sino que puede a su vez manipularlo, no implica afirmar que con unmensaje cualquiera puede hacer prcticamente cualquier cosa...Incluso invertir susentido, como en el caso de la parodia, supone una actividad extremadamente complejay encuentra en el mensaje puntos que lo hacen posible y puntos que lo impiden. (Lopopular 24)

    Tambin, en su enfrentamiento al relativismo esttico, Sarlo seala: Nadie podr sercondenado por sus ideas estticas, pero nadie tendr los instrumentos que permita hacerque las diferentes estticas puedan compararse, discutirse y validarse. El mercado, expertoen equivalentes abstractos, recibe a este pluralismo esttico como la ideologa ms afn asus necesidades (El relativismo absoluto 29). Este rechazo de lo convencional y decierto populismo para el cual todo est igualmente autorizado, se realiza desde un lugarepistmico que destaca la cultura letrada, la modernidad y el valor de los expertos como

  • 502 ROBERTO A. FOLLARI

    indisputable y necesario. Si bien ello est pensado por Sarlo como parte de los valores dela izquierda ideolgica, no cabe duda de que implica un elitismo marcado, desde el cualla cultura de masas se rechaza en bloque. Esta defensa de la modernidad (que a diferenciade Habermas, se sustenta ms en el gusto esttico refinado que en la nocin filosfica derazn) deja afuera todo aquello que hace al ms rico aporte que plantean los estudiosculturales, y que por cierto ha realizado Martn-Barbero: la inclusin de los temasplebeyos en la agenda, la entrada a la academia de lo mnimo y lo no-artstico, elentendimiento de la cultura como cotidianeidad vivida en la cual los sectores popularesconsumen radio, historietas, telenovelas, publicidades. Sarlo, en cambio, entiende comoproblemtico no slo el concepto de cultura de masas, sino tambin el de culturapopular (los cuales, por cierto, no son distinguidos entre s por la tradicin sajona).Lamenta que el concepto especializado de cultura ligado al arte haya sido reemplazado poruna nocin ms antropolgica y abarcadora, en tanto ello ha permitido entender igualmentea todo objeto como objeto cultural. As, buscando rescatar a Raymond Williams fuera dela tradicin actual en que lo instalan los estudios culturales hegemnicos, Sarlo sostiene:Como sea, en sus anlisis, Williams adjudic siempre un lugar distinguido a los discursosestticos e ideolgicos de los intelectuales (Lo popular 20).

    Como se ve, se trata de una defensa de la peculiaridad de los intelectuales y de losexpertos, frente al emparejamiento igualitario que propone la cultura de masas. Por tanto,tambin de una crtica hacia quienes desde la defensa de lo masivo cuestionan esasuperioridad de lo letrado, y hacen eco conceptual de las nuevas tendencias hegemnicasen el campo de la industria cultural. La postura de Sarlo aparece inevitablemente comoelitista, e implica una elptica minusvaloracin de la cultura cotidiana de los sectoressociales subordinados, la cual nunca ha estado informada por lo letrado, ni por la granliteratura, ni por valores estticos sofisticados y especializados. La defensa que la autorapractica de los expertos y su rechazo del relativismo, se hacen en nombre de una muytradicional apelacin a la superioridad de la cultura intelectualizada, apelacin que carecede matices y/o contrapesos.

    Un buen ejemplo resulta su artculo en torno al tema de lo moderno/posmoderno, queaparecen como un par de opuestos, sin advertencia terica de su mutua relacin deconstitucin (lo posmoderno como sobre-moderno) (Follari, Posmodernidad). Si bienal final del trabajo se plantean algunas de las perplejidades a que su reivindicacin de lomoderno lleva por ej., la defensa de la tecnologa, todo el peso de la autorreflexin estcargado exclusivamente hacia la modernidad: No hay cuestin esttica posmoderna,afirma categricamente (Un debate 89), negando a la vez a Lyotard y Vattimo, e inclusoa la evidencia de que la posmodernidad es una poca estetizante por excelencia.

    Este artculo es por dems demostrativo de un equvoco notorio en la posicin deSarlo: tiende a analizar la modernidad no como una poca, ni tampoco como unacondicin, sino como una extensin de su propia experiencia personal. As, afirmataxativamente: el Moderno (para el caso un moderno de izquierda)... Est, en primerlugar, su vocacin de ruptura con lo realmente existente: la modernidad es insatisfecha,y por eso son modernas las figuras del revolucionario y del reformista profundo (Undebate 89). El artculo siguiente al de Sarlo en esa publicacin, Lo actual y lamodernidad, de Renato Ortiz, opera como una refutacin del de la escritora argentina. No

  • 503ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    es que esto sea falso, pero s que es definidamente incompleto: modernos han sido losdictadores, los propulsores de la derecha tecnocrtica, las posiciones ideolgicas fuertes,por cierto no slo y tampoco mayoritariamente de izquierda. La modernidad crtica aque refiere Sarlo sin duda ha existido, pero es slo una de las facetas de lo moderno, y porcierto que est lejos de haber sido la dominante. De tal manera, la reduccin de lamodernidad a la figura del crtico de izquierdas, o al esteta letrado, el militante y elbohemio, resulta considerablemente desenfocada en relacin con la modernidadhegemnica, racionalizante y subordinadora de la dimensin esttica, productivista,regimentadora y burocrtica (en los trminos de la crtica que le ha hecho la Escuela deFrankfurt inicialmente, y luego Foucault). De esta ltima Sarlo no da cuenta; es ms,parece considerarla inexistente o irrelevante. La falta de suficiente mediacin terica enlas oposiciones moderno/posmoderno, cultura letrada/cultura popular y expertos/legos,promueve el equvoco de una defensa cerrada y unilateral de los primeros componentesde cada par, que no deja espacios para la cultura oral o la reflexin sobre las costumbres,y que tacha sin matices al relativismo esttico y la posmodernidad como condenables, sinpoder asumir aquello que de necesidad hay para que se hayan establecido con vigencia,en tanto el surgimiento de lo posmoderno se da ante el agotamiento y fracaso de lamodernidad (Follari, Modernidad).

    Tampoco estas especificidades analticas sobre los trabajos de Beatriz Sarlo sonconocidas por el comn de los estudiantes de Comunicacin. Se puede entender muy bienahora a qu se referan cuando hablaban de la supuestamente apocalptica autora: a sudescalificacin de la TV y de la cultura de masas en general. La cual a menudo es defendidapor ellos no en nombre de la nocin de cultura popular que tiene larga raigambre enel pensamiento crtico latinoamericano, sino en la de la versin sajona, esa que sostieneque popular es aquello que es ms consumido, simplemente lo que tiene ms llegada.Lo curioso es que tambin para Sarlo, Benjamin es una fuente inspiradora. Abundan losartculos sobre la obra del alemn en la revista Punto de Vista, que la escritora argentinadirige. Es, sin duda, uno de los autores ms referidos y estudiados en el conjunto de laproduccin de dicha revista. Es decir, que Benjamin est en manos de tirios y troyanos,y es apelado desde ambos lados de la polmica. Polmica tensada entre posiciones que sepresentan como definidamente no conciliables, y opuestas entre s.

    BENJAMIN: LA LETRA ENTRE TENSIONES

    Se sabe que no se puede hablar de un Benjamin verdadero. Est claro que sobrecualquier vida y cualquier obra existen interpretaciones mltiples, y no es factible dar auna y a esa sola certificado de validez. De cualquier modo y esto por cierto vale tambinpara la discusin sobre la interpretacin de mensajes televisivos esto no significa quecualquier interpretacin sea igualmente vlida, o que pueda realizarse arbitrariamente.Aquellas que se practiquen deben buscar ser compatibles con la mayor cantidad posiblede documentos, testimonios y textos, y deben guardar una lgica explicativa interna nocontradictoria.

    En todo caso, la formacin fuertemente literaria de Benjamin es indiscutible, tal comola posterior influencia de Brecht y el marxismo por un lado, y Scholem y la teologa juda

  • 504 ROBERTO A. FOLLARI

    por el otro. Esto da lugar a la rara conjuncin que se produce en su pensamiento y que noes fcil sintetizar en una exposicin breve: En lugar de una sntesis terica, las obras deBenjamin revelan una explosiva fecundacin recproca de corrientes intelectuales yexperiencias histricas registradas como por un sismgrafo (Lunn 200). Quien haya ledolas Tesis para una filosofa de la historia, o cualquiera de las Iluminaciones deBenjamin no puede dejar de apreciar la dificultad de su estilo fragmentario y aforstico,la extrema complejidad de las referencias literarias e histricas presentes, y sobre todo eldejo teolgico respecto de la sublimidad del instante, la escritura en la cual la redenciny lo sagrado reaparecen en una versin arduamente laica:

    en la representacin de felicidad vibra inalienablemente la de redencin. Y lo mismoocurre con la representacin de pasado, del cual hace la historia asunto suyo. El pasadolleva consigo un ndice temporal mediante el cual queda remitido a la redencin. Existeuna cita secreta entre las generaciones que fueron y la nuestra. Y como a cada generacinque vivi antes que nosotros, nos ha sido dada una flaca fuerza mesinica sobre la queel pasado exige derechos. (Tesis 178)

    Puede la sensibilidad de Benjamin tolerar los talk-shows al estilo Cristina, lalocutora de Miami? Es posible no advertir el abismo que separa esa escritura semi-msticade las comerciales tandas de msica seudo-tropical que la mayora de los canales de TVargentinos prodigan los sbados por la tarde?...El contraste no puede ser ms rotundo. Sinembargo, el cuasi-paradigma de la Comunicologa latinoamericana se sostiene en lasupuesta certidumbre de que Benjamin fue un defensor decidido de la cultura de masas,y que la TV actual puede defenderse homogneamente en su nombre. Y es esto lo queaparece como fuertemente inadecuado, una interpretacin de Benjamin que opera dehecho contra gran parte de la letra y la vida del autor. Y es este un equvoco que es necesariodisipar.

    SOBRE LA OBRA DE ARTE EN LA POCA DE SU REPRODUCTIBILIDAD TCNICA

    Este sera, a todas luces, el escrito a partir del cual se supone que la desaparicin delaura autoriza a pensar que cualquier nueva tecnologa meditica sera valoradapositivamente por el autor alemn. No cabe duda que la direccionalidad del texto estinfluida por Brecht, y que tiende a pensar al cine como una opcin de masas que permitava, por ejemplo, el montaje, romper estereotipos ideolgicos. La postura favorablehacia las posibilidades de la reproduccin masiva del arte es ciertamente evidente. Peroesto, no sin especificaciones. Una primera cuestin es que en este caso se apuntaprincipalmente al cine, no a la televisin. Alguien podra afirmar que si Benjamin hubieravivido durante los tiempos televisivos, hubiera extendido all sus reflexiones: pero talpostulacin es contra-fctica e indemostrable. De hecho, el cine es visto en lugarespblicos y colectivamente, mientras la TV promueve una experiencia privatizada y deseparacin fsica respecto de lo ajeno al propio espacio familiar. Y la atencin flotanteque la TV permite, el hecho de interrumpir la visin, ocuparse de otras cuestiones, etc.(Landi, Mirando) resulta muy diferente a la condicin de continuidad que establece lasala cinematogrfica, adems de la oscuridad que en ella existe. Por lo tanto, el paso de

  • 505ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    la referencia al cine hacia el caso de la TV es menos obvio de lo que suele suponerse. Ensegundo lugar, el contenido a que apunta Benjamin no es cualquiera: piensa en filmes quepromuevan el pensamiento. Da el ejemplo de Chaplin, y las referencias al montaje, mssu admiracin por el surrealismo, llevan a pensar en Buuel. Es cierto que por momentosse plantea una aceptacin del medio por s mismo: La vulnerabilidad del ensayo (apartedel hecho de que no haba captado las realidades soviticas en los aos treinta) resida ensu aparente insistencia en que todos estos cambios no eran tanto usos potenciales comoimplicaciones inherentes de los nuevos medios de comunicacin, seala Lunn. Pero deinmediato agrega: Lo que impeda su realizacin inmediata, en su opinin, era ladialctica de los modos productivos y las relaciones de produccin en la sociedadcapitalista... (178).

    Como se puede ver, dentro del capitalismo las potencialidades de la tcnica estaranlimitadas por las condiciones sociales. Mal podra entonces afirmarse que Benjaminsostiene que dentro del capitalismo la cultura efectivamente existente debe ser celebrada(en tanto guardara inmanentemente potencialidades crticas). En todo caso, quiz quepapensar en la radical ambivalencia de Benjamin sobre los procesos de la modernidad y elabandono de la tradicin. Por una parte, el autor sostena el valor de lo antiguo, inclusohablaba de su sentido revolucionario: No hay aqu cabida para el progresismo futurista,ya que la accin revolucionaria debe liberar el pasado oprimido. Con estas tesis, Benjamincombate la testaruda fe en el progreso de la socialdemocracia y el marxismo vulgar(Aguirre 9). Y tambin refuta cualquier confianza lineal depositada sobre las nuevastecnologas y sus posibilidades, se podra agregar. Es en este sentido que el texto sobrela reproductibilidad tiene que ponerse en relacin con el conjunto de la obra de Benjaminpara interpretarse. Y que en tal contexto, cualquier optimismo unilateral en la interpretacinde la modernidad y la modernizacin, resulta poco fiel a la matizada toma de posicin delescritor alemn: En el caso de Benjamin, esto revelar la estudiada ambivalencia quemuestra su obra en conjunto hacia la crisis de la cultura tradicional que Brecht haba vistosimplemente como una oportunidad esperanzadora (Lunn 175).

    Finalmente, cabe repetir la conocida cita del final del trabajo de Benjamin sobre lareproductibilidad tcnica, para apreciar el horizonte de inteligibilidad en que se inscriba,lejos de cualquier celebracin banal de los avances tecnolgicos, y menos an de la culturade la distraccin y el ocio: La humanidad, que antao, en Homero, era un objeto deespectculo para los dioses olmpicos, se ha convertido ahora en espectculo de s misma.Su autoalienacin ha alcanzado un grado que le permite vivir su propia destruccin comoun goce esttico de primer orden. Este es el esteticismo de la poltica que el fascismopropugna. El comunismo le contesta con la politizacin del arte (La obra 57).

    BENJAMIN DEFIENDE LA CULTURA LETRADA

    Por cierto, no hay en Benjamin denuestos contra la cultura callejera: por el contrario,su gusto por la deambulacin y las colecciones, su bsqueda de objetos raros y viejos lomuestran como alguien capaz de tener los ojos abiertos ms all del campo de lo letrado.Pero sin dudas, Benjamin lee lo no-letrado desde lo letrado. Dicho de otro modo, proponey sostiene una sensibilidad esttica sofisticada que slo puede alcanzarse gracias a la

  • 506 ROBERTO A. FOLLARI

    lectura sistemtica de los clsicos. La no-oposicin entre ambos tipos de cultura, puedeestablecerse slo a partir de que la una reconozca la existencia de la otra.

    Es entendible entonces que la sola cultura de masas librada a su impulso inherenteno producira los efectos que la interpretacin benjaminiana puede promover sobre losobjetos en que repara. Los comentarios tan eruditos como exquisitos sobre Proust, Gideo el surrealismo (Imaginacin) muestran una riqueza de matices y sutileza de comentarios,que slo pueden surgir del detalle de quien hace de la lectura una necesidad asumida, noslo por l personalmente, sino como modo socialmente recomendable de relacionarsecon el mundo. Vase, si no, la arrobada reflexin de Benjamin en torno a su propiabiblioteca, al gusto por los libros, tanto el tenerlos como objeto (lo cual, l seala,trasciende su lectura), como por lo que anticipan y guardan de la posibilidad de lecturamisma. El goce casi fetichista que el artculo sobre el tema presenta, nos exime decomentarios respecto a un Benjamin supuestamente objetor de los indeseables privilegiosasignados segn posiciones populistas a la escritura (Desembalo 23).

    BENJAMIN ES UN AUTOR DE LO SUBLIME

    La teologa judaica propuso a Benjamin su idea del nombrar como un modo de re-crear las cosas. El lenguaje tendra una funcin cuasi-sagrada de constitucin de mundos.A partir de all, Benjamin est a aos luz de celebrar cualesquiera formas de desencantamientodel mundo, como algunos han entendido por su posicin sobre la declinacin del aura.La influencia de Scholem en la obra y vida de Benjamin es suficientemente conocida, ascomo sus propios textos muestran lo antedicho (la cita ya transcripta habla de lomesinico, y dos veces de redencin). Incluso sus varios escritos acerca de la drogapueden entenderse en este contexto de experiencias de los lmites.

    Tambin en este caso la fina trama de referencias aparecidas en los artculos sobreProust o Gide, muestran el rescate del fragmento y el acontecimiento desde un punto devista que a su vez no desdea la dialctica ni la comprensin histrica. Si bien elconocimiento filosfico de Benjamin era limitado, la bsqueda de mostrar resonanciasentre lo material y el mundo del arte se sostuvo siempre (es un punto que est en el centrode su polmica con Adorno en torno a Baudelaire).

    BENJAMIN NO ERA UN PENSADOR OPTIMISTA

    La melancola personal del escritor alemn se deja traslucir en muchos de sus textos,pero es adems evidente en su biografa. Antes de su suicidio, ya haba tenido otro intento.Benjamin no es un autor deconstruccionista avant la lettre o un propulsor deldesvanecimiento del ser (Ballent et al. 20), pero es indudable que tuvo una personalidadinestable y depresiva, y que su obra expres ese talante muy claramente. No puede sinviolencia considerarse a Benjamin un defensor optimista del avance histrico quepudieran guardar las tecnologas, ni siquiera en grado puro del que pudiera conllevarla historia social de la humanidad. La cultura de masas, atravesada por el peso del consumocomo uno de sus baluartes constitutivos (Garca-Canclini Consumidores), necesita

  • 507ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    mostrar la vida como alegre fiesta de las posibilidades de compra, y del deleite que estasposibilitaran. En esa tesitura, su grado de banalidad y trivializacin llega muy a menudoa ser extremo. Entre el tono psicolgico sombro del ensayista germano, y el mundo deforzada algaraba del consumo propugnado por la TV, media el abismo ms absoluto.

    BENJAMIN NO ERA UN PENSADOR LIGHT

    La cultura de masas, tal como la TV la propone, aparece hoy transida por la falsaalegra de un presente perpetuo, dentro del cual no caben el ensimismamiento, el silencioni la reflexin. Ello conlleva la desaparicin discursiva de la cuestin del sufrimiento, lacual es cuidadosamente ocultada, llevando suponer un mundo alivianado que niega losconflictos, el dolor y la muerte (Rojas y Sternbach). Esta versin posmodernizada de lasubjetividad, est en las antpodas de las posiciones de Benjamin. Y en este sentido, sepodra recordar a Vallejo: Hay golpes en la vida tan fuertes, yo no s...golpes como dela ira de Dios. Y Benjamin, por su parte: El surrealismo se ha aproximado ms y ms ala respuesta comunista. Lo cual significa: pesimismo en toda la lnea. As es y plenamente(El surrealismo 60).

    De modo que la asociacin del pensador alemn a lecturas posmodernas est muylejos de resultar genuina. Al menos en cuanto a lo que la cuestin del alivianamientorefiere.

    BENJAMIN ERA UN MARXISTA REVOLUCIONARIO

    Es cierto que lo era de una muy especial manera, y que nunca fue un militante. PeroBenjamin fue marxista y lo fue hasta su muerte, y su muerte lo fue por ser marxista. Demodo que difcilmente pueda esto ser dejado de lado en el anlisis. Si bien Martn-Barberose reclama del legado del autor de las Iluminaciones, declara en otro contexto: Elcuestionamiento de la razn instrumental no atae nicamente al modelo informacional,sino que pone al descubierto lo que tena de horizonte epistemolgico y poltico elideologismo marxista. Y luego agrega: De otro lado, la cuestin trasnacional desbordaren los hechos y en la teora la cuestin del imperialismo... (La comunicacin 59). Elabandono del marxismo por la aproximacin trans-disciplinar propia de los estudiosculturales se hace all visible, propuesta que ha dado lugar a crticas especficas (FollariRelevo). Se podra alegar consistentemente que han cambiado los tiempos, y ya larevolucin no est en el horizonte como pareca estarlo en tiempos de Benjamin. Es lcitaesa posicin, pero ello no autoriza a dejar de sealar claramente la filiacin diferencial delpensador de Frankfurt, ya que sta fue constitutiva de su pensamiento, no casual nisecundaria. Por ejemplo, cuando dice: ...en cualquier acto revolucionario est viva unacomponente de ebriedad. Esta componente se identifica con la anrquica. Pero poner elacento exclusivamente sobre ella significara posponer por completo la preparacinmetdica y disciplinaria de la revolucin... (El surrealismo 58, nfasis nuestro).Hablando del surrealismo, seala: En tales movimientos hay siempre un instante en quela tensin original de la sociedad secreta tiene que explotar en la lucha profana por el podery el dominio, o de lo contrario se transformar y se desmoronar como manifestacinpblica (45).

  • 508 ROBERTO A. FOLLARI

    BENJAMIN FUE UN MIEMBRO DE LA ESCUELA DE FRANKFURT

    Es cierto que fue un miembro heterodoxo y enormemente singular dentro de laEscuela. Que tanto en su escritura como en la relacin institucional con el Instituto,permaneci siempre como un semi-marginal, a medias incluido y a medias fuera, concontratos episdicos y acercamientos no permanentes. Pero est claro que fue influido porotros miembros de la escuela, y que a su vez influy en ellos. Y que su esteticismo noresulta en absoluto ajeno al tipo de preocupaciones de la mayora de los autores de laescuela frankfurtiana. Desde esta perspectiva, se hace confusa la nocin sostenida desdeel sentido comn instalado en el estudiantado de Comunicacin, segn la cual Benjaminfue un celebrante de la cultura de masas, y los frankfurtianos fueron definitivamenteelitistas (en el conjunto de tales frankfurtianos, ellos no incluyen a Benjamin). Con estaafirmacin no slo se desteje la real asociacin histrica entre Benjamin y el resto de losescritores de Frankfurt, sino que se asume con escandalosa liviandad un juicio por el cualtodo el trabajo filosfico de la Escuela es desconsiderado, en nombre de una cuestinparcial como es la de su aristocratismo cultural.

    Tal simplificacin impide advertir el lugar de nociones como negatividad y criticidad,las cuales aparecen entonces simplemente como caprichos de intelectuales elitistas. A suvez, implica desconocer que la razn instrumental fue criticada decididamente por vezprimera por los frankfurtianos. La riqueza de la obra de estos autores en su crtica de larazn como dominio ha desembocado a largo plazo en obras posteriores que le sontributarias, como en Foucault, o incluso en algunos de los desarrollos posmodernos (porej., las referencias de Lyotard a Adorno). Tales sutilezas quedan fuera de la dupla de mutuaexclusin imaginada entre los frankfurtianos y Benjamin.

    ADORNO NO ES LA CONTRACARA DE BENJAMIN

    Esto se liga fuertemente a lo sealado en el punto anterior, y remite al ttulo generaldel presente artculo. Es cierto que existieron considerables tensiones entre Adorno yBenjamin: Lunn las muestra con precisin en su detallado estudio (Lunn 173). Adornocuestion fuertemente las tesis del texto sobre la reproductibilidad de la obra de arte,adems del estudio sobre Baudelaire (Adorno y Benjamin). Tanto Benjamin como Adornoeran hijos de hombres ricos, comerciantes exitosos. Quiz desde all mismo se entiendesu compartido rechazo frontal de lo convencional y del mundo burgus. Uno detestabatanto como el otro el campo de lo operativo y lo pragmtico. La fuerte diferencia entre ellosresida en el concepto de mediacin adorniano, notoriamente extrado de Hegel, y quesupona la no aceptacin de una especie de intuicionismo del instante, presente enBenjamin por va de la influencia de la teologa juda. A partir de all es que Adorno nopoda aceptar una versin favorable como la que su amigo se planteaba en torno a lareproductibilidad de las obras de arte. Por el contrario, su concepto de industria culturalcondenaba en masa esos desarrollos, en tanto no los adverta capaces de promoverconciencia crtica ni de producir una negacin del mundo productivista y mercantil.

    La crtica de Adorno es menos frgil de lo que suele suponerse, ya que si bien lacultura de masas puede proponer diversin y reconocimiento identitario, difcilmente

  • 509ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    pueda predisponer a una ruptura con la sensibilidad o el pensamiento dominante. Si bienel lenguaje aristocrtico del autor hace que se lo entienda solamente en trminos deelitismo, la objecin hace a uno de los puntos ms decisivos de la discusin a sostenersobre los estudios culturales latinoamericanos. No lleva la total desacralizacin a unaimposibilidad de generar valores alternativos desde los cuales retar a lo existente?

    En todo caso, si bien los dos amigos diferan sobre la literatura francesa (que tantoatrapaba a Benjamin) o sobre las vanguardias (en las que siempre confi Adorno), ambospensadores guardaban una nocin fuertemente rupturista de la experiencia esttica.Aunque Benjamin creyera que ello poda lograrse tambin con simples objetos antiguos,los dos pensadores proponan la discontinuidad, el acto de extraamiento, la no linealidadde la experiencia. En este sentido, aquello que gustaba a Benjamin tena que ver con suposibilidad de suspender el transcurrir del tiempo (subjetivamente, por supuesto), o deretrotraer estmulos desde el pasado. Por cierto, algo muy distante de la propuesta msdifundida en la emisin meditica. Y sin duda, muy cercano a la nocin adorniana depromover negatividad, extraamiento frente al mundo de lo dado.

    De modo que si bien en Adorno la huella hegeliana est siempre presente, lo esttambin la de Benjamin, el gusto por el fragmento o la sentencia fulminante: El todo eslo no verdadero. Justamente Minima moralia, libro de breves relatos personales yafirmaciones relampagueantes, es claro testimonio de la influencia de Benjamin, noexclusivamente detectable en este libro sino tambin en otros. Y a esto apunta Altamiranocuando afirma: Refirindose a Benjamin, Adorno escribi que aquel celebraba en KarlKraus un rasgo de s mismo. Mediante una ligera parfrasis, la frmula podra serempleada para Adorno, quien en su Caracterizacin de Walter Benjamin celebra en el otrorasgos de su propia obra. Y cita a Adorno: Todas sus manifestaciones dice, hablandode los trabajos de Benjamn se encuentran a la misma distancia del punto central (2) (estose podra cotejar con aquello que Martn-Barbero subraya en su personal recepcin deBenjamn). Y contina el texto: El ensayo gnero preferido de Adorno se rehsa asa simular la unidad de un orden conceptual sin brechas donde lo que es particular,especfico, cualitativo resulte ahogado o suministre, simplemente, el ejemplo de unacategora general y asume ostensiblemente su carcter fragmentario (3).

    Adorno y Benjamin, entonces. Tan polmicos entre s como slo pueden estarloquienes pisan el mismo campo (es evidente que no se puede discutir con aquellos que nocomparten el mismo foco de inters; se discute siempre en torno a algo que comprometea la vez a los interlocutores). Los avatares de la academia han promovido una oposicinsimple entre ellos, que es incapaz de advertir matices, claroscuros e influencias mutuas.

    CUL BENJAMIN EN LATINOAMRICA

    Martn-Barbero ha mostrado una especial perspicacia y sensibilidad para penetrar enel mundo de las culturas subalternas, desentraar sus usos, consumos y costumbres, yofrecer una detallada gama de descripciones y explicaciones a su respecto. Desde De losmedios a las mediaciones abri un espacio de inteleccin para fenmenos habitualmentesilenciados por la cultura de elites y la cultura letrada, y alent a que se mirara con otrosojos el detalle, la saga de las tradiciones en fuga, la terca identificacin con su mundo de

  • 510 ROBERTO A. FOLLARI

    parte de los condenados de la tierra. Se trata de una operacin tericamente necesaria ypolticamente decisiva, en la medida en que las izquierdas habitualmente no han sidocapaces de penetrar el mundo cultural de los sectores subordinados, y que a menudo lo handespreciado o, an valorndolo, no han tenido herramientas para comprenderlo. En lamejor tradicin de ese marxismo engarzado en el anlisis de lo cultural que fuera propiode Gramsci o de Maritegui, Martn-Barbero inaugur un espacio donde hoy lasposibilidades continan (por cierto, no era evidente por entonces que el autor se hubieraalejado del marxismo).

    Martn-Barbero relata su encuentro con la escritura de Benjamin, y su delectacin porsta: Si hay amores a primera vista...eso fue lo que sent (Mis encuentros 17). Y sinduda que su gusto por el detalle, su atencin a los acontecimientos, dejan notar lainfluencia del ensayista alemn. Sin embargo, la escritura de Barbero no es fragmentariani supone cortes sbitos en el fluir del tiempo: contrario a Benjamin, en Martn-Barberoel narrador no muere, el tiempo histrico no ha desaparecido, la mediacin... (Coln 36).

    Se puede afirmar que en Martn-Barbero la influencia benjaminiana existe comotambin existe en Sarlo, pero que est subordinada a un tipo de discursividad y deexplicacin que le da una continuidad conceptual que aqulla no tiene. Al ser la obra deMartn-Barbero tendiente a la no-clausura temtica, sin duda que lo es en una medidamucho menos marcada que en los abruptos cortes de Benjamin, y su tipo de escrituraconcientemente dispersa y descentrada. Es as que se pueden detectar en Martn-Barberootras fuentes tambin importantes en su formacin, y que han reabsorbido en parte ellegado de Benjamin. Por una parte ese marxismo inicial, que el autor espaol fueabandonando con el tiempo. Y posteriormente (y por cierto en buena medida comoreemplazo de dicho marxismo, como ha propuesto Jameson) (Conflictos 100), losestudios culturales, de raz sajona, a partir de la tradicin que va de Raymond Williams aStuart Hall, y luego a la importacin estadounidense de la corriente (Mattelart y Neveu).

    Martn-Barbero rechaza la denominacin de estudios culturales por algunas de susimplicaciones: Si el regreso de Benjamin al tiempo del Sur se produce desde losmrgenes, desde el exterior de la academia, el que visita el espacio de nuestras ciudadesparece ms ligado al acelerado ritmo de las modas en la internacional acadmica y susetiquetas de prestigio, como la de los estudios culturales (Mis encuentros 23). Sinembargo, parece difcil negar su relacin personal con tal tipo de estudios, an desde laelemental perspectiva de su lugar en las recopilaciones temticas del gnero (Moraa).

    Algunas de las caractersticas de los cultural studies sin duda que forman parte delacervo del pensador radicado en Colombia, como cierto peso de las humanidades endetrimento de las ciencias sociales (propio de la tradicin sajona al respecto) (Ydice),bien que mucho mejor equilibrado que en el caso de los autores estadounidenses; laprdida de influencia de la poltica normativa en el discurso (Ferguson y Golding 21),ligada al alejamiento del marxismo; la bsqueda de una siempre problemtica inter o trans-disciplinariedad; la insistencia en la importancia de los placeres en el consumo meditico,etc. (Morley Ortodoxias 221).1

    1 Morley critica la supuesta resistencia adscripta a los placeres del televidente. Por su parte,Schlesinger hace una crtica cordial pero directa a Martn-Barbero, sobre todo en relacin al supuesto

  • 511ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    Los estudios culturales han llegado como una cierta influencia Norte/Sur (Ydice10), y si bien han sido resemantizados en Latinoamrica, tal condicin de origen tipificamuchos de sus logros, pero tambin de sus limitaciones. No podemos sino hacernos ecode lo que seala Mabel Moraa: Cmo restituir...la historizacin y la poltica a anlisisque al relocalizarse en torno a la centralidad de la cultura parecen resolverse, confrecuencia, en el solaz del pensamiento dbil, las aventuras del pastiche ideolgico, o lastrampas de la amnesia colectiva? (Moraa 10). O como Hermann Herlinghaus encuentrarefirindose ya al mismo Martn-Barbero, dentro de un cuidado artculo muy elogioso desu obra: ...una autoinspeccin etnolgica de la modernidad se est articulando hoy desdedistintas perspectivas crticas. Esta se est convirtiendo no pocas veces en obsesinretrica que modula el principio de una descolonizacin del pensamiento occidental desdesus propios territorios acadmicos. Ah reside su fuerza, pero tambin sus lmites (11).En todo caso, Martn-Barbero le ha agregado a esta propuesta no slo su imaginacin ycapacidad para captar las especificidades latinoamericanas, sino tambin la influencia deBenjamin. Integrada en un discurso cuyos cauces se dibujan desde otras riberas tericas,ha perdido en el decurso los puntos ms ligados a la detencin teolgica y a la idea derevolucin, pero ha recuperado su poder de iluminacin en relacin a conceptos msgenerales, y mantenido su capacidad para captar lo instantneo y la minucia cotidiana, enla cual los sujetos sociales viven y se representan su drama.

    Beatriz Sarlo, por su parte, ha retomado el otro Benjamin: el del arte excelso, el dela mstica laica pero cuasi-teolgica, el de las lecturas apasionadas de los grandes autores.Desde all sostiene la importancia de la cultura letrada en la constitucin cultural y en laresistencia poltica. Personalmente, se podra acordar con ambos objetivos, pero sin dudase trata en Sarlo de un Benjamin donde se ha perdido la capacidad para iluminar locotidiano, exactamente aquello que de l ha sabido destilar Martn-Barbero.

    Cul es hoy el valor de este autor de la primera mitad del siglo XX y tan singularmentebifronte, cuyas ambivalencias permiten tomarlo desde polos contrarios sin traicionarlo?Es compartible su idea de que la crtica puede sostenerse desde la existencia de la culturaletrada. Sin establecimiento de criterios normativos, es imposible encontrar un puntodesde el que asentar la lucha contra lo existente. A partir de este ngulo de miras, se puedeencontrar razn a Sarlo cuando defiende a los expertos y la necesidad de lo normativo,expertos que en gran medida estn evaporados en los estudios culturales (Mc Quail).

    Pero lo intelectual no se sostiene en el aire, es materialmente producido desde lostrabajadores manuales, que garantizan la posibilidad de reproduccin de quienes hacentarea intelectual. Ms que eso: en trminos lukacsianos (y posteriores de Sohn Rethel), elpensamiento es slo forma terica de las prcticas sociales, y desde ese punto de vistael horizonte de sentido desde el cual la teora es posible (y tambin la literatura, por cierto)se constituye en la prctica social, en un lugar extra-terico. El pensamiento es deudorentonces de quienes no estn especializados en producir pensamiento terico. Yadems, para modificar la situacin social, hay que partir de las vivencias de los sectoresno hegemnicos, de su cotidianeidad y sus costumbres: Es all donde Benjamin se hacecentral, y donde los estudios culturales tienen mucho que aportar.

    de que las identidades nacionales estaran tan fuertemente daadas, que ya careceran de densidadpropia y de efectos en la accin social (165).

  • 512 ROBERTO A. FOLLARI

    Son stas las dos partes escindidas de la verdad, como sola querer la dialctica en sustiempos de auge. Los expertos son tan necesarios como la asuncin de la cultura popular:es exactamente la forma en que Gramsci se representaba a s mismo la constitucin dehegemona a partir del folklore y las tradiciones, mediado ello por la imprescindibleintervencin de los intelectuales. Ni intelectuales sin pueblo, ni pueblo sin intelectuales.Ni minucia sin totalidad, ni totalidad que aplaste los detalles. Ni elogio unilateral de lacultura de elites, ni subordinacin populista a los gustos de las masas. Ni politicismo queahogue el anlisis concreto de la cultura, ni anlisis cultural que se desembarace de lapoltica.

    Es pedir demasiado? Quizs. Pero en el gusto de Benjamin por lo antittico y lodesmesurado tenemos una inspiracin egregia para plantearnos la mxima autoexigenciadel concepto.

    BIBLIOGRAFA

    Adorno, Theodor. Minima moralia. Madrid: Taurus, 1987._____ y Benjamin, Walter: Cartas sobre Baudelaire. Punto de vista 38 (1990): 3-9.Aguirre, J. Walter Benjamin: esttica y revolucin. Prlogo a Walter Benjamin:

    Imaginacin y sociedad (Iluminaciones I). Madrid: Taurus, 1988. 7-14.Altamirano, Carlos. Variaciones sobre Adorno. Punto de vista 35 (1989): 1-6.Ballent, A., A. Gorelik y G. Silvestri. Las metrpolis de Benjamin. Punto de vista 45

    (1993): 19-27.Benjamin, Walter. Imaginacin y sociedad (Iluminaciones I). Madrid: Taurus, 1988._____ La obra de arte en la poca de su reproductibilidad tcnica. Discursos

    interrumpidos. Buenos Aires: Taurus, 1989. 15-58._____ Tesis de filosofa de la historia. Discursos interrumpidos. Buenos Aires: Taurus,

    1989. 175-192._____ El surrealismo (la ltima instantnea de la inteligencia europea). Imaginacin y

    sociedad (Iluminaciones I). Madrid: Taurus, 1988. 41-62._____ Desembalo mi biblioteca. Punto de vista 26 (1986): 23-27.Bourdieu, Pierre. Sobre la televisin. Barcelona: Anagrama, 1997.Coln, Eliseo. De los medios a las mediaciones o el devenir de la esttica y la historia:

    dilogo entre Walter Benjamin y Jess Martn-Barbero. Mapas nocturnos (dilogoscon la obra de Jess Martn-Barbero). VV.AA. Bogot: Universidad Central-DIUC,1998. 29-36.

    Ferguson, Marjorie y Peter Golding. Los estudios culturales en tiempos cambiantes:introduccin. Economa poltica y estudios culturales. Marjorie Ferguson y PeterGolding, eds. Barcelona: Bosch ed., 1998. 15-37.

    Follari, Roberto. Modernidad y posmodernidad: una ptica desde Amrica Latina.Buenos Aires: Aique/Rei/IDEAS, 1990.

    _____ Relevo en las ciencias sociales latinoamericanas: estudios culturales,transdisciplinariedad y multidisciplinariedad . Dia-logos de la comunicacin 65(2001): 31-36.

  • 513ADORNO Y BENJAMIN SOBRE LA CULTURA ...

    _____ Posmodernidad y estudios culturales: sinnimos?. RELEA 10 (2000): 79-101._____ Sobre la inexistencia de paradigmas en las ciencias sociales. Epistemologa y

    sociedad. Rosario: Homo Sapiens, 2000. 111-122.Garca Canclini, Nstor. Consumidores y ciudadanos. Mxico: Grijalbo, 1995.Gonzlez Requena, Jess. El discurso televisivo: espectculo de la posmodernidad.

    Madrid: Ctedra, 1992.Herlinghaus, Hermann. La modernidad ha comenzado a hablarnos donde jams lo

    esperbamos. Una nueva epistemologa poltica de la cultura en De los medios a lasmediaciones de J.Martn Barbero. Mapas nocturnos. VV.AA. Bogot: UniversidadCentral-DIUC, 1998. 11-27.

    Jameson, Fredric. Conflictos interdisciplinarios en la investigacin sobre cultura.Alteridades 5 (1993): 93-117.

    Kuhn, Thomas. La estructura de las revoluciones cientficas. Mxico: Fondo de CulturaEconmica, 1980.

    Landi, Oscar. Devrame otra vez (qu hizo la televisin con la gente, qu hace la gentecon la televisin). Buenos Aires: Planeta, 1992.

    _____ Mirando las noticias. El medio es la TV. A. Vacchieri, comp. Sarand (Argentina):La Marca, 1992. 78-82.

    Lunn, Eugene. Marxismo y modernismo (un estudio histrico de Lukcs, Benjamin yAdorno). Mxico: Fondo de Cultura Econmica, 1986.

    Lyotard, Jean. La posmodernidad explicada a los nios. Barcelona: Gedisa, 1990.Martn-Barbero, Jess. De los medios a las mediaciones. Bogot: Gustavo Gili, 1986._____ Mis encuentros con Walter Benjamin. Constelaciones de la comunicacin 1

    (2000): 16-23._____ La comunicacin en las transformaciones del campo cultural. Alteridades 5

    (1993): 59-68.Mattelart, Armand y E. Neveu. Introduccin a los estudios culturales. Barcelona: Paids,

    2004.McQuail, Denis. Se precisa ayuda de una poltica normativa: con buena disposicin y

    capaz, culturalistas de los medios de comunicacin soliciten informacin, por favor.Economa poltica y estudios culturales. Ferguson et al. Barcelona: Bosch, 1998. 95-120.

    Moraa, Mabel. Introduccin. Nuevas perspectivas desde/sobre Amrica Latina: eldesafo de los estudios culturales. Moraa, comp. Santiago de Chile: Cuarto Propio,2000. 9-13.

    Morley, David. Televisin, audiencias y estudios culturales. Buenos Aires: Amorrortu,1996.

    _____ Ortodoxias tericas: el textualismo, el constructivismo y la nueva etnografa en losestudios culturales. Economa y estudios culturales. Ferguson y Golding, eds.Barcelona: Bosch, 1998. 215-238.

    Ortiz, Renato. Lo actual y la modernidad. Nueva sociedad 116 (1991): 94-101.Prez Rasanz, Ana. Kuhn y el cambio cientfico. Mxico: Fondo de Cultura Econmica,

    1999.

  • 514 ROBERTO A. FOLLARI

    Rojas, M. y S. Sternbach. Entre dos siglos (una lectura psicoanaltica de la posmodernidad).Buenos Aires: Lugar ed., 1994.

    Sarlo, Beatriz. Esttica y poltica: la escena massmeditica. Poltica y comunicacin. H.Schmucler y C. Mata. Buenos Aires: Catlogos, 1992. 50-60.

    _____ El relativismo absoluto o cmo el mercado y la sociologa reflexionan sobreesttica. Punto de vista 48 (1994): 27-31.

    _____ Un debate sobre la cultura. Nueva sociedad 116 (1991): 88-93._____ Lo popular en la historia de la cultura. Punto de vista 35 (1989): 19-24.Sartori, Giovanni. Homo videns (la sociedad teledirigida). Madrid: Taurus, 1998.Schlesinger, Philip. Comentario sobre Jess Martn-Barbero. Comunicao e poltica

    9/1 (2002): 190-195.Sohn Rethel, Alfred. Trabajo manual y trabajo intelectual. Bogot: Ed. del Viejo Topo,

    1980.Vattimo, Gianni. El fin de la modernidad. Barcelona: Gedisa, 1987.Ydice, George. Tradiciones comparativas de estudios culturales: Amrica Latina y los

    Estados Unidos. Alteridades 5 (1993): 9-20.