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JOSE MARIA ROSA - ARTICULOS Nota: Todos los artculos pertenecen a Jos Maria Rosa, excepto el apndice. Algunos e stn firmados con pseudnimos. INDICE La plaza mayor de una ciudad castellana Geneal oga de nuestros valores morales El origen de la oligarqua portea Nos los representa ntes del pueblo Alberdi y las ideas constitucionales del 53 Pequea biografa de Jua n Mara Gutierrez Pequea biografa de Salvador Mara del Carril Rosas y la repblica inde pendiente de Ro Grande Debate en la asamblea francesa de las primeras bases conve nidas con Lepredour (1849/50) Don Bernardo de Irigoyen Adolfo Saldas y la gnesis d e la "Historia de la confederacin Argentina" Respuesta a una agresin El revisionis mo histrico Unitarios y Federales Miron Burguin, la seorita Bosch y la ley de adua nas Rosas, la sociedad rural, los terratenientes y lvaro Yunque La constante mala suerte de Sarmiento de Gamboa La creacin segn los pampas Primera invasin Inglesa E l problema del Beagle La herica locura El Sabio y la Corte Herica Paysand El mister io de Pavn Por que Rosas fue a Inglaterra? El Otro Alberdi Artigas Definicion de l a Historia La Misin Garca Ante Lord Strangford Las diez noches histricas Una leccin de historia para Whebe Apendice: Pepe Rosa Preso LA PLAZA MAYOR DE UNA CIUDAD CASTELLANA Como no tiene asterisco en la gua Michelin, los turistas pasan de largo. No harem os eso. Sintate conmigo en este caf que voy a mostrarte la Plaza Mayor.

No es vistosa, pero pasaron en ella cosas memorables y bajo sus soportales discu rrieron personajes famosos: Es un milenio de historia de Espaa encerrado en pocas varas de piedra. Perdona si al hablar cierro los ojos: No se mira a la Historia , obra de Dios, como a una catedral, un palacio o un cuadro hecho por los hombre s. Naci mercado como todas las plazas mayores de las ciudades castellanas. All, do nde se alza el Ayuntamiento estaba hace mil aos la muralla de los rabes: es fcil se guir su huella en la calle ancha y curva que rodea al patio viejo. En aquella es quina se abra el postigo del trigo por donde los proveedores entraban los aliment os. El mercado quedaba fuera de los muros, a la manera musulmana. La ciudad era pequea, apenas una atalaya contra los cristianos del norte. Dos ferias anuales las mismas que subsisten en abril y septiembre -, se hacan en el descampado junto al postigo. Con los mercaderes llegaban los artesanos: obrajeros del cuero, bar ro o lienzo que pregonaban sus productos sentados en esteras. Pasadas las ferias , los mercaderes se llevaban sus tiendas pero los artesanos y proveedores quedab an. En el siglo X la ensea del len sustituy al estandarte blanco del Profeta en lo alto del alczar. La villa islmica pas a ser cristiana sin transformarse mucho: haba sido una avanzada de la media luna contra la cruz, ahora lo fue de esta contra a quella. Continuaron habitndola guerreros y mandando capitanes; los mercaderes, me nestrales y despenseros siguieron en el descampado como si nada hubiese ocurrido . En el XI Alfonso VI dio la villa en feudo al conde Ansrez como premio por su co raje en la toma de Toledo. Fue Ansrez un gran seor "leal, valiente esforado", como dice su epitafio en la Catedral. Otorg generosos fueros y llegaron a la villa cri stianos huidos de las guerras de Taifas; tambin mudjares y judos se acogieron a su proteccin vigilante. El Conde dio el despoblado del trigo a las monjas Clarisas p ara que lo labraran, pues quiso llevar el mercado a la puerta del naciente, fren te a su palacio. Pero las cosas no obedecen siempre a la voluntad de los hombres : los mercaderes y artesanos prefirieron quedarse en el despoblado pagando un de recho a las monjas, que para mantener el dominio, araban simblicamente la plaza u na vez al ao. Los proveedores elevaban sus tiendas en el centro mientras que los artesanos construan en su redor talleres de madera y luego ladrillo. As naci la Pla za Mayor. El ayuntamiento, que reemplaza a los Condes en el gobierno de la villa , vel por la correcta disposicin de los edificios y dispuso soportales para los das de mal tiempo.

Se derrumb la muralla rabe y otra ms slida complet el linde del poblado. Hacia el XII I la villa era una gran ciudad. La Plaza vino a quedar en su centro. Empez a llamr sela Plaza Mayor. Por ella se deslizaba toda la vida urbana. Sus talleres, no ta n afamados como los de Toledo, fueron ms numerosos. En esta acera, los lorigueros trabajaban el ante para jubones y guanteleria, en esa, odreros, lenceros y cabe strantes tenan sus talleres que pasaban de padres a hijos junto con los secretos del arte. All, en el ochavo los espaderos templaban las armas; mas all, junto a la Fuente Dorada, orfices y plateros tallaban sus joyas. Esa acera de enfrente se l lama todava "de registreros" porque los escribanos redactaban sobre mesas de pino cartas y peticiones. En la rinconada, el piafar de los caballos apretados sealab a los mesones: Los viajeros cataban el dulce hipocrs de la tierra o los crudos de l Duero tan famosos. En el centro se instalan las mesas donde los carnezeros taj aban la carne, los hortelanos exponan las verduras. En la Red, junto a la rincona da se olan las anguilas y besugos de los pescaderos. En la feria, dos veces al ao, la plaza adquira animacin. Corran el dinero y el hipocrs en abril y septiembre. Los domingos se quitaban las mesas, cercndose la plaza con un vallado para alancear toros o arriesgar volatines. Menestrales y villanos se agolpaban all mientras los prceres miraban desde los balcones las hazaas de sus iguales, pues toros era faen a de caballeros con brazo fuerte y monturas giles, aunque en ocasiones algn plebey o saltaba el vallado para ir contra la fiera con la sola proteccin de una capa y una espada. Los alguaciles se mostraban severos con estas transgresiones a las l eyes del arte y una ordenanza de Alfonso IX castigaba al espontneo con el comiso de la espada y algunos das de crcel sin evitar que el lance se repitiera el prximo domingo. Porque esta fue siempre tierra de valientes!, Los artesanos y menestrale s tenan espritu de seores y el coraje, la hidalgua y la fe valan para ellos tanto o m que las virtudes burguesas del trabajo, el ahorro o la templanza. Tambin con las ferias llegaban los juglares que por algunas monedas cantaban romances en lengu a popular, despreciados por los cultos apegados al latn medioeval, pues aqu, en la plaza naci nuestra lengua castellana, en transacciones de mercaderas y se mantuvo en los corrillos de compradores y vendedores. Un habla rspida que los juglares m usicalizaran con armonas y asonancias. Del mercado no tard en pasar a los hogares, luego a las sacristas para subir finalmente a los palacios. Tal vez en los mesone s de la rinconada, Gonzalo de Berceo, de jornada por aqu, cambi sus letrillas de c urso rimado por un vaso del buen vino de la tierra. A veces llegaba una carreta de comediantes a representar en un tinglado sus pasos y farsas de trama ingenua, como aquella carreta de la muerte que produjera el espanto de Don Quijote al en contrarla en un camino de la Mancha. Un cortejo de monos amaestrados o de osos b ailarines segua a los cmicos, haciendo las delicias de chicos y grandes. Naca as el teatro.

No todo era alegra en la plaza: malatos y baldados conmovan la caridad de este pue blo generoso con sus llagas y defectos. De noche se hacinaban en los soportales. Mezclados con ellos, los hermanos Franciscanos mendigaban por quienes tenan verge nza de hacerlo. Al valor coraje de los seores y al valor trabajo de los menestral es, Francisco de Ass haba opuesto otra moral basada en el valor de la bondad reper cutiendo hondamente en el alma generosa de este pueblo. En 1240, la reina doa Vio lante no quiso que los frailes durmieran bajo los soportales y les construy un mo nasterio en esta misma acera. Por eso se llama de San Francisco. Aqu tuvieron su iglesia, sus celdas su escuela y su asilo. San Francisco puso en el XIII una not a severa y gtica en la algazara del zoco. Los regidores edificaron la Casa Capitu lar junto al monasterio. La plaza se haca monumental. Era el centro de la ciudad y la ciudad el corazn de Castilla. En 1217, frente a una sencilla mesa guarnecida con las armas del reino, all junto a la acera de registreros, doa Berenguela abdi ca en su hijo Fernando el Santo. Durante las fiestas por el nuevo Rey y supongo que el futuro conquistador de Crdoba y Sevilla se alancean toros con pulso firme y nervios templados. En el XIV, Mara de Molina, adems de reina regente de Castilla era seora de la ciudad y aqu resida. El XV sera el siglo de mayor esplendor para la villa. En una casona de la calle Teresa Gil vivieron los Trastamara, reyes de C astilla y de Len: Juan II y Enrique IV nacieron en ella. En esos tiempos, anuncia dores del renacimiento, las fiestas fueron suntuosas. Una sobre todo dej memoria perdurable y has odo mencionarla. Ocurrira en septiembre de 1427 en ocasin de pasar doa Leonor de Aragn, hermana de la reina de Castilla, para casarse con el infante Don Duarte. Acompaaba a doa Leonor una gran corte de damas y caballeros y con ell os sus hermanos don Juan y don Enrique, famosos en los torneos y en la guerra. P ara tenerlos propicios, el poderoso Vlido don Alvaro de Luna, Condestable de Cast illa y Maestro de Santiago, orden justas de lanzas y poesas. All, junto a la acera de los lenceros, estaba el palacio regio guarnecido de armio, donde las reinas de Castilla y Portugal premiaron con flores naturales a los poetas y vieron quebra r lanzas a sus hermanos con el Rey Juan y el Vlido Luna. Desde el balcn del ayunta miento, adornado con las cinco lenguas de fuego del pendn concejil, don Rodrigo M anrique conde de Paredes presida los lances; junto a s un nio, su hijo de diez aos m irara la fiesta con ojos memorables porque despus aorara:

Que se hizo el Rey don Juan? Los infantes de Aragn que se hicieron? Que fue de tanto galn, que fue de tanta invencin como trujeron? Tras esa fiesta se va la edad media. La escena cambia, ya no se vio un palco de honor, sino un patbulo alzado en un extremo de la plaza aquel 2 de junio de 1453. Por la costanilla llega la lgubre comitiva que trae a don Alvaro de Luna a morir en el cadalso. El condestable va altivo y sereno a la muerte deshonrosa, su cab eza qued colgada muchos das en la boca de un len de piedra que estuvo all, donde aho ra se levanta aquel hotel, para ejemplo de la mudable fortuna de los favoritos y la difcil privanza de los poderosos. Ocho aos despus del ajusticiamiento del conde stable, un inmenso fuego destruira la plaza. Renacera ms hermosa. Los edificios fue ron de piedra y de cuatro pisos en uniforme estilo; se puso una fuente y en la t orre del reconstruido San Francisco colocse un reloj, el ms grande de entonces. Pa ra el casamiento de Isabel y Fernando, bendecido en el palacio de Vivero, no hub o fiestas: eran tiempos de guerra y los futuros Reyes Catlicos queran ocultarse de l Rey Enrique. Pero a poco retornar el esplendor al terminarse la reconstruccin de la Plaza, pues llegarn aos gloriosos para Espaa: haban terminado la reconquista y e l Len y el Castillo saltaban a Indias mientras los peces del mediterrneo llevaban las barras de Aragn. Un da de 1493 Cristbal Coln pas por la ciudad de jornada hasta d onde los reyes aguardaban el relato de su descubrimiento. La ciudad le recibira c on grandes fiestas en la plaza, tirando por adelantado las fabulosas riquezas qu e vendran de occidente. En esta plaza pronunci su frase: "Por palos, picas y azado nes: cien millones". Otro da el gran capitn trajo a Fernando las cuentas prdigament e espaolas de la conquista de Italia. Se viva un sueo de tesoros inagotables, las f iestas en la plaza fueron cada vez ms lujosas.

En enero de 1506, en ocasin de reconciliarse el Rey Fernando con su yerno, el arc hiduque Felipe, el agasajo fue memorable: descoll el volatinero Juan Ingls danzand o en la cuerda, armado con todas las armas y entre fuegos de artificio. Junto a los concurrentes debi estar Coln, viejo y olvidado, venido a gestionar de los nuev os reyes algo del favor perdido con la reina muerta. En noviembre nuevas fiestas celebraron la coronacin de Juana y Felipe en la catedral. Ya no pudo presenciarl as el triste almirante, haba muerto en mayo a la espera de una siempre diferida a udiencia y no se sabe con certeza donde muri. Supongo que, como viajero de trnsito debi ser en uno de los mesones de la rinconada o en las casas de hospedaje de es tos soportales. Su ltima mirada sera a la Plaza donde tanto se le agasajara en 149 3. Corrieron vientos de rebelin. Hubo algazara al alejarse Carlos V para ceirse la corona de Alemania, comprada con el dinero de las Indias. Los motines madurarn e n insurreccin y del ayuntamiento se extrae el pendn de las cinco lenguas de fuego para enfrentarlo a la prepotencia del estandarte imperial del guila bicfala; los p rocuradores en cortes fueron arrastrados por las piedras de la plaza y arrojados al ro. Pero todo se diluir como tormenta de verano despus de Villalar y el emperad or, a pedido de Fadrique Enriquez, no quiso castigar a la ciudad como lo hiciera con Toledo y Segovia. Una inscripcin en aquella acera recordar por mucho tiempo e l gesto aquel. Carlos amaba a la ciudad porque aqu fueron coronados sus padres y vivieron sus abuelos. Residi en ella con preferencia a Toledo; en el palacio de l os Pimenteles naci su hijo Felipe II; imagino los regocijos consiguientes del Csar aficionado a los torneos, luciendo sobre estas piedras su garbo de campen famoso . Tu has visto en la armera de Madrid las armaduras de Carlos V cinceladas por Be nvenuto Cellini, con las gualdrapas decoradas de castillos, leones, guilas, barra s, lises y cadenas de sus muchos dominios. Y lo imagino aos despus de paso por la ciudad para recogerse en el monasterio de Yuste. Conocera aqu a su nieto que lleva ba, con el nombre de su abuelo, la locura incurable de la bisabuela. Por esos aos , a un siglo del primer incendio, otra conflagracin borrara para siempre a San Fra ncisco, a las casas del ayuntamiento y a los edificios del contorno. Felipe II q uiso reconstruir la plaza pero ya no sera la misma. Tampoco Espaa lo era. Felipe e ncomend a Herrera el trazado de los palacios y monasterio; pero el arquitecto fue llamado al Escorial para hacer otro sueo de piedra. Eran tiempos de sueos. Espaa s e adormeca en un sueo imperial ajena a un tiempo que ya no era el suyo.

El oro vala ms que el honor y la gloria; corran gruesos ducados acuados en las cecas de Potos o Mxico y con el pretexto de lograrlos los artfices dejaron sus oficios. Pretexto, pues en realidad les empujaba la emulacin de los Amadises o Pentapoline s de los libros de caballeras, tan hechos para el espritu espaol. Los talleres qued aron desiertos, cerraron las barracas y vaciaron los soportales. La gran riqueza de las Indias trajo la pobreza inmensa de Espaa. Quienes no podan soar con las arm as, aquellos negados para la lucha por su condicin eclesistica, faltarles un brazo o tener gambadas las piernas, - llamrese Gngora, Cervantes o Quevedo - dieron en escribir sus sueos. Vino as el siglo de oro, contraste de grandes ingenios y grand es pcaros, de riquezas tradas de Amrica en galeones y tremenda miseria que despobla ba a Espaa: grandes sueos y pocas realidades. Al empezar el XVII Felipe III aposen tara en la villa tras una larga ausencia de reyes. Quera fijar aqu su capital defin itiva y orden un palacio fabuloso que no concluy nunca. Con la corte vinieron Cerv antes y Quevedo, mendigos de favores, discurriendo sobre Novelas Ejemplares y Re pblicas de Letras a la espera de la gracia soberana. La plaza, sin artesanos y ll ena de postulantes, era imagen de la Espaa que les tocaba vivir: la segunda parte del Quijote se compuso aqu. Fue esa estada por ocho aos de la corte, el postrer e splendor de la ciudad pues un da se march Felipe III regalando su palacio inconclu so al duque de Lerma. Con el se fueron Cervantes, Quevedo y todos los proyectos. Cay el silencio en los soportales desiertos apenas interrumpido por las ferias s emestrales o las procesiones de semana santa. En las fiestas los toros fueron ms mansos y no hubo torneadores ni volatineros de cartel. El chismorreo de los coto rros debi ser la sola voz de la plaza. En los cafs, abiertos por entonces, hombres pequeos y provincianos hablaban de una Espaa imperial que no exista. Inesperadamen te lleg el alboroto del siglo XIX. En 1808 vinieron los franceses; Napolen aposent a en el Palacio Real como dueo de casa. Pero los leones castellanos despertaron y en cada contertulio de caf renacera el guerrero. Payeses y rsticos empuaron sus hoc es. Pudo aquella ser la resurreccin de Espaa. Pero lo creyeron cosa de rtulos y se pusieron a la tarea de substituir palabras.

La Plaza es ejemplo de ese siglo desorientado y superficial: llamose "de la Cons titucin" en 1813. "Real de Fernando VII" en 1814, otra vez "de la Constitucin" en los aos de Riego para volver a "Fernando VII" cuando el cura Merino entrara con l os suyos en 1823. Por tercera vez "de la Constitucin" en los tiempos liberales de Isabel II y por unos das "de Carlos V" al tomarla Zufriategui con los carlistas en 1837. Las carteleras cambiaban esperanzas mientras los edificios se venan al s uelo y desaparecan los ltimos restos de San Francisco por la desamortizacin de Mend izabal. Hoy ha vuelto a llamarse MAYOR con previsin de eternidad. Esta es la hist oria de la plaza que es sntesis de la de Espaa. Mil aos pasaron por ella: los sopor tales y los edificios no son los mismos. No est el reloj de San Francisco y el ay untamiento es una barata y pretenciosa fbrica; hay un hotel donde pendiera en el siglo XV la cabeza de Don Alvaro de una argolla asida por un len de piedra y los automviles cruzan las piedras que resonaron bajo los cascos del caballo de Carlos V. No mires. Cierra los ojos y contempla la muralla rabe con el postigo del trig o; a los mercaderes de turbantes y babuchas sentados en el suelo sobre esteras; a las Clarisas arando la plaza; a San Fernando jurando los fueros de Castilla en tre hombres de hierro y pendones morados; a Jorge Manrique absorto por las luces de los infantes de Aragn; a don Alvaro de Luna en su cortejo que llega por la co stanilla; al pobre almirante de nuestra Amrica esperando una audiencia siempre di ferida. La plaza es la misma para quien sepa sentirla. No oyes en este silencio e l golpear de los maestros ferradores?; Aquella bruma no parece tener forma de una torre con reloj?; Ese rumor que trae el viento no ser Cervantes narrando la ltima aventura del Quijote? - Tal vez quien pase dentro de mil aos por Valladolid tambin lo oiga y tambin te vea a ti junto a los espectros de este caf. Jos Mara Rosa Genealoga de nuestros valores morales Moral de seores y moral de burgueses El pacto feudal produca recprocos derechos y obligaciones: el vasallo deba entregar parte del producido de la tierra al seor, y este proteger la vida y haciendas de aquel. De all que al seor se lo educara para la guerra, pues hacer la guerra era su oficio natural. Por eso la esencial virtud seorial fue el coraje: desde nio se le enseaba a templar sus nervios asistiendo a batallas y

familiarizndose con la muerte; de hombre acababa de adquirir un completo dominio sobre el miedo en arriesgadas cazas de jabal o en los torneos caballerescos. Y mi entras los juegos seoriales le creaban las condiciones fsicas del coraje, juglares y troveros preparbanle el espritu cantando, para su ejemplo, las estupendas hazaas de los Amads o Pentapolines cuyos brazos invencibles se encontraban siempre al s ervicio de Dios y de los dbiles. La vida del seor era perpetuo combate hasta que f laqueara el vigor de su brazo o se mostrara esquiva la suerte de las armas. El s eor vala ms cuanto menor fuera su capacidad de miedo. Si no poda dominar sus nervios , si en el combate el temor trababa sus acciones, era mejor que buscara en la me ditacin o en el claustro un oficio mas de acuerdo a espritus pacficos y reflexivos. El honor seorial consista en ser valiente, leal y generoso. Era la suya una inter pretacin heroica de la moral cristiana. Vala el valor, y esta palabra ha llegado a nosotros con el doble significado de coraje y medida de todas las cosas. Vala la lealtad, en ese mundo feudal de contratos verbales y de obligaciones imprescrip tibles. Vala el desprendimiento y la generosidad, pues el oro fue siempre un medi o, nunca un fin. Fuera de eso despreciaba todo lo dems: jugbase la vida en cada la nce de guerra, tirando el dinero que jams le falt ni le sobraba tampoco. Odiaba, c on todo el odio de su corazn generoso, a los infieles que no crean en su Dios, a l os herejes que lo interpretaban torcidamente o a quienes le disputaban su tierra o su dama y todos quienes como sus vecinos los burgueses no ponan como el, su ho nor en el coraje o daban la vida para defender a los dbiles, eran objeto de su al tivo desprecio. Esos amores y esos odios, esas admiraciones y esos desprecios sea laban la pauta de la conducta seorial. Era esta una moral que toleraba el despanz urramiento de un burgus para destinar a mejor provecho el oro de sus talegas, per o que tachaba inexorablemente a quienes dieran la menor muestra de flaquear el c oraje, o no tuvieran el valor de atenerse a la palabra empeada. Diferente al seor, el burgus ajustaba su conducta a otras normas. Lo que vala para el era el oro, y su educacin utilitaria le enseaba a conseguirlo y atesorarlo. Todo giraba en el bu rgo alrededor del dinero, y el joven dependiente aprenda en la barraca desde nio l a calidad y el precio de las mercaderas. Y al anochecer volaba su imaginacin escuc hando en la trastienda mencionar las grandes fortunas acumuladas por los Fugger germnicos, o las andanzas productivas de algn Polo viajero, que recorriera las isl as misteriosas donde se daban las especias valiossimas. De la misma raz latina hon os nos han llegado dos palabras, que no obstante ser sinnimas, suenan distintas a nuestros odos: honor y honra. El honor es seorial; la honra, burguesa. El caballe ro jugaba su honor all donde el mercader no pona su honra, y a la inversa. As como en los castillos seoriales hablbase del honor de quin jams rehuy un combate; en los b urgos mercantiles tratbase de honrado al rico, al hombre prctico que entreg su vida a la labor remunerativa. El burgus odiaba la guerra. La odiaba porque no poda com partir sus entusiasmos, porque tema sus saqueos , y porque no habiendo educado su s nervios, ni precisado hacerlo, senta miedo en los combates. Adems odiaba todo lo que perturbara su trabajo, pues para el mundo empezaba y conclua en su barraca. El burgo era solo una prolongacin de su comercio teniendo como nica misin la de alqui lar mercenarios para la custodia de sus negocios y hacienda. De esos dos mundos tan distintos, desprendanse dos morales diferentes, dos maneras diversas de valor ar la conducta: uno era el mundo del coraje , el otro el del oro. Uno era el com bate

, el otro la diaria labor; uno era la guerra, el otro la paz. Aquel la fidelidad , la generosidad, la valenta; este la temperancia, el trabajo el ahorro. Estas do s morales no son pasibles de comparacin valorativa. Son dos escalas apoyadas en b ases diferentes, irreductibles por lo tanto la una en la otra. La conducta era d istinta segn se apreciara con criterio seorial o con criterio ciudadano. Visto en seor, el burgus era un sujeto srdido y cobarde, que falto de coraje, recurra a su or o para suplirlo. Juzgado en burgus el seor era un bribn y un indolente que, necesit ado de oro, se vala de su coraje para obtenerlo. No fueron estas las nicas tablas de valores en el complejo mundo medieval. El artesano del burgo, de pequea burguesa, no apreciaba tanto el oro como la fama de su industria: el maestro no era fuert e en coraje ni en dineros, sino en destreza. Otro valor: lo bello constitua el me ridiano de su moral. En esos maestros de talleres medioevales lata el espritu que habra de producir, aos mas tarde, la magnfica eclosin del renacimiento: los artesano s tornaron en artfices; los artfices en artistas. La tica confundase con la esttica. La belleza material en los talleres, la belleza espiritual en las universidades. La armona del silogismo en los maestros de las escuelas corri pareja con lo acaba do de las formas materiales de los maestros de las artes. Tambin, para mayor anal oga, las universidades medioevales fueron organizadas como corporaciones, donde a l taller se le llamaba aula, facultad al gremio y discpulos a los aprendices. Un viejo valor la inteligencia se mantiene en las silenciosas bibliotecas de los co nventos o en las boardillas obscuras de los alquimistas o en las heladas terraza s de los astrnomos. Valer es saber, con inteligencia intus legere - leer adentro de las cosas Y otra escala distinta trajo Francisco de Ass enseando que haba un cor aje ms fuerte que el caballeresco, un tesoro mas rico que el dinero, una belleza mas hermosa que la armona de las formas, y una sabidura mas profunda que la cienci a de Aristteles: que era la bondad, el supremo valor de los actos humanos. Con es a escala de valores los hermanos mnimos se lanzan harapientos y mendigos por los caminos de Europa a ensear que lo bueno es lo que vale. Jos Mara Rosa El origen de la oligarqua portea Entrada de esclavos por Buenos Aires A poco de fundada Buenos Aires, el 1 de marzo de 1588, el Licenciado Ruano Tllez, fiscal de la audiencia de Charcas, escribe: En las provincias del Ro de la Plata s e ha descubierto una nueva navegacin del Brasil. Si este puerto (Buenos Aires) no se cierra, se ha de henchir por all el Per de portugueses y otros extranjeros... porque cada da vienen navos de Portugueses con negros y mercaderas.

Hacia 1599 el recio campamento de la Santsima Trinidad, que Garay fundase con sesen ta vecinos diez y nueve aos atrs, era el puerto de Buenos Aires, que llegar a quinien tos o seiscientos. No haba crecido por la prosperidad de sus chcaras, labradas perso nalmente por los vecinos feudatarios, que solo mandaban en el trabajo de sus muj eres y de su hijos; ni menos con sus suertes de estancias para el ganado vacuno, poco menos que abandonadas a los cimarrones que pastaban libremente; haba sido i mposible someter a encomienda a los indios pampas, y si el cacique Bagual y los suyos aceptaron bautizarse previos regalos exigidos imperiosamente, se mostraron reacios a trabajar la tierra o a pastorear el ganado por cuenta de otros. La po blacin haba crecido por su lugar excepcional en la boca occidental del Plata y cer ca de la desembocadura del Paran; la mayora de sus habitantes no eran vecinos de l a Santsima Trinidad, que integraban el registro del Cabildo y acudan a los alardes de la milicia, sino domiciliados del puerto de Nuestra Seora de Buenos Aires que ejercan el comercio. Porteos, no Trinitarios: el puerto se haba impuesto a la ciud ad. Para suplir la falta de brazos indgenas, que amenazaba hacer de la ciudad feu dataria, una factora de mercaderes, el adelantado Vera haba pedido a Espaa autoriza cin para traer quinientos negros de Guinea que supliran el trabajo de los indgenas pampeanos. La necesidad de mantener poblada y defendida una ciudad en el estuari o, mueve al Consejo Supremo de Indias a despachar favorablemente en 1591, a pesa r del problema sobre la posibilidad cristiana de la esclavitud que se debata entr e telogos y jurisperitos. Deban acarrearse los negros en barcas Portuguesas (de tr es aos atrs, posesin del Rey de Espaa) que podran llevar de retorno como pago la hari na de las chcaras y el sebo de los potros baguales. Pero no se limitaron los Port ugueses a traer ese nmero de esclavos, ni los vendieron exclusivamente en Buenos Aires, ni llevaron en retorno nicamente la harna y el sebo. Validos del permiso, d esembarcaron miles de africanos en forma no interrumpida, que arreaban en recuas al Alto Per para venderlos en el riqusimo Potos, hacerse pagar con la codiciada pl ata potosina que sacaban en retorno por el nada vigilado puerto de Buenos Aires. En caso de ponerse pesados los Oficiales Reales, disimulaban la extraccin en cos tales de harina rellenos de tierra. Potos era entonces la Villa Imperial, donde c orra abundante la plata de su cerro inagotable. Era en 1599 una metrpoli de 160.00 0 habitantes, cuando Buenos Aires tena seiscientos y Lima no llegaba a los diez m il. Posea todos los lujos: desde palacios a escuelas de danzas, y tambin como ocur re donde abunda el dinero todos los vicios: treinta y seis casas de juego, donde se jugaba el sol antes de amanecer, apostndose hasta cien mil patacones de plata a un naipe o un golpe de dados. Es comprensible que los portugueses quisieran v ender esclavos donde alcanzaban precios fabulosos, que ni aproximadamente podan i gualar los muy nobles, pero muy mseros, vecinos de Buenos Aires. Los portugueses En consecuencia de este trfico irregular y considerablemente beneficioso, muchos portugueses del negocio negrero se establecieron en el puerto, en Potos para vend er la mercadera o en las ciudades del trayecto a fin de vigilar las recuas. Los P orteos aumentaron de ao en ao y sus grandes ganancias contrastaban con las mdicas qu e los feudatarios sacaban de sus chcaras de harina o matanza de baguales en el ye rmo; como su modo de vida, limitado a anotar cargas, contratar peones de recuas y repartir los beneficios, con la laboriosa y austera existencia de los compaeros de Garay

que manejaban la azada de sol a sol, corran los potros en la pampa con maloca de indios o desembarcos de corsarios. Los pobladores despreciaban a los portugueses , sobre todo por cristianos nuevos, de antigua fe mosaica. No se daban cuenta su orgullo no lo hubiera permitido que seran en poco tiempo suplantados social y po lticamente por los recin llegados. Adems del trfico negrero, los portugueses no vaci laban en ejercer las actividades que llevaban a un rpido enriquecimiento. Se qued aron con los mejores lotes urbanos, ya que generosamente prestaron dinero a inte rs a los pobladores con garanta de sus propiedades. Las rurales, las chcaras, porqu e las estancias quedaron abandonadas por falta de encomendados, no les interesab an por ahora; despus las tendran tambin porque daban espectabilidad y seoro. Los port ugueses fueron propietarios antes de ser vecinos, cosa no permitida por las leye s, pero lo arreglarn hacindose otorgar por los obligados regidores cartas de vecin dad que, adems de confirmarlos en sus propiedades cuando los gobernadores se ponan pesados en averiguar por que tenan tierras quienes no eran vecinos les permita te ner rol y grado en la milicia comunal como cualquier hijo de vecino, aunque gene ralmente se hacan sustituir en las reseas contra indios o piratas por algn escudero pagado a su costa; y adems podan entrar al Cabildo como regidores o alcaldes. Tam poco el desprecio de algunos cristianos viejos llegaba a impedir al contrario el casamiento de sus hijas, de muy noble ejecutoria pero obligadas a partir terron es de sol a sol en su chcara de las orillas, con casa de barro con algn mercader o su hijo, que poda ponerle casa de ladrillo en el centro y darle una vida regalad a de seora de posibles. El Hermano Pecador

La cabeza de la colectividad y dirigente del negocio fue hasta 1608, Bernardo Snc hez, que se haca llamar el Hermano Pecador o el gran pecador. Era una figura extr aa que recorra las calles vestido de hbitos rados, quejndose plaideramente de sus pe os, para los que peda oraciones y penitencias. Era inmensamente rico y su casa, (e n la actual calle Moreno entre Defensa y Balcarce) amontonaba todos los lujos en alfombras, tapiceras, objetos de plata y mercaderas de Castilla. Sus donaciones a l a Santa Cruzada, limosnas a los conventos e iglesias para misas por la remisin de sus pecados, le daban buena opinin entre las seoras y el clero, donde encontraba sus mejores defensores. De cuando en cuando desapareca de la ciudad, sin que nadi e supiese su paradero. Por lo bajo, o por alguna indiscrecin de algn prior que le haba encomendado altas gestiones, se saba que haba ido a Espaa a entrevistarse con l os miembros del Consejo Supremo o con los ministros del Rey; alguna vez estuvo e n Roma y trajo cartas del Santo Padre para volver nuevamente a las lamentaciones en la calle, los golpes en el pecho y diciplinazos en pblico. Otras se lo encont raba en su carruaje por los caminos del Alto Per, segn explicaba, en peregrinacion es religiosas. Un personaje tan extrao de quienes reviven el pasado colonial sin acertar ninguno con sus actividades; el despistado Adolfo Garretn dice: Bernardo Snchez, llamado Bernardo pecador , el Hermano Pecador, etc., recorra las tierras y villas de Amrica vestido de ermitao y en traje de penitencia. Algunos creyeron qu e una gran falta le impona aquella vida errante y dolorosa; pero como no le falt n unca el numerario... es que practicaba el espionaje... es muy posible que vigila ra las actividades siempre inquietantes de la Compaa de Jess. Hernandarias, adicto incondicional de los ignacianos lo expuls de la provincia... Bernardo el pecador haba hecho diversos viajes a Espaa, compr solar y edific su casa. Dedicado a socorre r a sus semejantes y viviendo en estado de abnegacin no renunciaba a los goces de l amor. Flix de Ugarteche al hacer la nmina de los propietarios, en 1609, de la ca lle Defensa dice: ... la adquiri Bernardo Snchez, el Gran Pecador, el hombre miste rioso a quin saludaba cortsmente todo Buenos Aires de los primeros aos del siglo

XVII; dej aqu tantos bienes en casas, quintas, chcaras, estancias y ganados. Snchez las amuebl con lujo de acuerdo a la importancia de su persona; al hacer la nmina d e los habitantes de Buenos Aires, dice del mismo: Bernardo Snchez, llamado el Her mano Pecador ... padre de Juan Barragn, hombre misterioso, activo viajero, posibl emente agente secreto de la Corona, vivi en esta ciudad con intervalos desde los primeros aos del siglo XVII hasta 1608. el 18-6-05 le otorg poder el vicario de Sa nto Domingo, fray Bernardino de Lrraga para representar ante el Papa y el Monarca . Hernandarias lo haba expulsado de Asuncin, donde bajo la cubierta de la expiacin de sus pecados, era representante de los traficantes. Se instala en Buenos Aires, de donde tambin habra de expulsarlo Hernandarias en 1608 y morira en Lima ese mismo ao. Dej un hijo, vecino de influencia, casado con una hija de antiguos pobladores Diego de Trigueros y lleg a ser bajo el apellido irreprochablemente castellano d e Barragn, regidor perpetuo del Cabildo en 1616 y una de las figuras prceres de la sociedad portea. Intentos de reprimir el trfico La creciente actividad de los negreros en ese final del siglo XVI, mover al Virre y del Per, conde de Villar, a ordenar al gobernador Fernando Zrate, el cierre del puerto de Buenos Aires a la entrada de mas barcos con negros y gneros flamencos, incluidos holandeses. Ya se haba colmado con exceso lo permitido por el Consejo S upremo para Buenos Aires y abusado suficientemente llevndolos hasta Potos. Pero Zra te haba encontrado una manera fcil de aumentar su fortuna en la pobre gobernacin qu e le toc en suerte: si en Buenos Aires no haba plata como en Potos, poda extraerse, y abundante, en el ro epnimo. Va a cumplir la ley y ordena el cierre, pero encuent ra de inmediato la trampa o se la sugieren los hbiles portugueses por el medio senc illo de aceptar la entrada de barcos negreros en arribadas forzosas, que simulab an haber perdido el rumbo en viaje de frica a Brasil, o necesitar reparaciones de averas. Bastaba decomisar la carga, rematarla en subasta pblica y comprarla el mi smo. Informado dice una Cdula de Felipe III del 30 de noviembre de 1600, que don Fernando Zrate, gobernador que fue de esas provincias, dejaba entrar negros sin l icencia ma, se les decomisaron y, aunque se sacaron en almoneda nadie quiso pujar sabiendo que eran suyos, y as se vendieron en bajos precios. A ese procedimiento al margen de la ley que se hara habitual se lo llam contrabando ejemplar. Juan Ra mrez de Velazco, su sucesor, fue un hombre de procedimientos rectos que no permit i la entrada clandestina o disimulada de negros. Mantuvo el cierre con protesta d e toda la poblacin cristianos viejos y nuevos aduciendo aquellos carecer de capas , sombreros y botas por haber pocos artesanos en la ciudad y no llegar mas buque s de Europa, como tambin por no encontrar mercado para el exceso de su harina y c ueros, los solos productos bonaerenses. El Cabildo recurre al Consejo Supremo qu ien recomendar al nuevo gobernador, Diego Rodrguez Valdez y de la Banda, caballero de la orden de Santiago, que arbitre los medios para mejorar la situacin de los vecinos de la ciudad de la Santsima Trinidad. Se abre el puerto (1599)

Valdez cumplir a la letra. Y de a poco sacar su participacin. Llega de Espaa con el nuevo obispo de Asuncin, monseor Liano, un piquete de veteranos para custodiar la pequea fortaleza que en el Riachuelo cuidaba la ciudad, y siete buques cargados c on negros y gneros con licencia del Rey nuestro Seor, y para mi uso particular . A penas arribado, y tras recibir a la corporacin del Cabildo, que vinieron con capa s remendadas y botas rotas, y or una imploracin de los estantes del comercio por l os beneficios de la libertad de trfico, hace pregonar un bando por la apertura de l puerto que, por supuesto, produce comprensible jbilo a unos y otros. De inmedia to entran en la pequea ensenada del Riachuelo muchos buques holandeses y portugue ses que, al parecer, esperaban en las cercanas que descargara primero la flota de l gobernador. Valds y de la Banda no ir a Asuncin a recibirse del gobierno. Ya no e ra la ciudad del Guayr el centro del Ro de la Plata; se estaba mejor en el puerto, tan prodigo, y se ganar mas dinero. Destaca a Asuncin, como teniente, al hidalgo Francs Beatmont (o Viamont) y Navarra, y se queda en Buenos Aires. Nada ms hace, s ino morirse al ao escaso de llegar. Don Francs estar a cargo del gobierno interino hasta 1602 en que llega el pliego de Espaa con el nombramiento por Felipe III de Hernandarias como gobernador y una Cdula Real firmada en Valladolid, (por entonce s residencia del Rey), sobre permiso de comercio martimo que el gran criollo haba sugerido. Hernandarias gobernador. La Cedula de Permiso de 1602

Tal vez el eco del nombre de Hernandarias habra llegado al Consejo de Indias, o q uizs fue su poderoso pariente, el Ministro de Estado don Rodrigo Caldern, marques de Siete Iglesias, dueo de las voluntades del Rey y del Vlido duque de Lerma, quin seal su designacin y llev a la Cdula Real sus ideas sobre el trfico en el ro de la P a. Ahora el caudillo es gobernador por nombramiento regio. Tiene asegurada la es tabilidad por cinco aos lo menos, adems de prerrogativas que le confiere el sello con las armas Reales en el pliego recibido. Adems posee la Cdula de permiso que su pone ser el remedio a la situacin de la Santsima Trinidad, sin favorecer a portugue ses de fe sospechosa y manera de vivir tan opuesta a la de los viejos pobladores , ni llenar el interior de las Indias con esclavos de Guinea. La Cdula da por sei s aos renovables, a los vecinos de la Santsima Trinidad (todava se distingua de puert o de Buenos Aires) y exclusivamente a ellos, clasificados por antigedad, mritos y n ecesidades el privilegio de sacar a Brasil, en navos de su propiedad, una cantida d anual de fanegas de harina, de quintales de cecina y arrobas de sebo, para tra er en retorno ropas, lienzos, calzados, hierro y acero que necesitan, sin poder vendarlas fuera del municipio. Hernandarias har la clasificacin de los vecinos con justicia: los fundadores primero, los avecinados despus y en tercer lugar los hi jos de vecinos. Les distribuye los beneficios de la Cdula: la harina a exportar d eba provenir de las mismas chcaras de los permisionarios y haber sido molida en ta honas de la ciudad; la cecina y sebo extradas del ganado cimarrn que pastaba en el yermo. Los potros eran de todos los vecinos, por haberlo establecido Garay en s u pregn al iniciar la jornada fundadora, pero se planteo el problema de los vacun os. La orden de la merced invocaba derechos emanados de una disposicin espaola que legisla que en la pennsula la orden los vende y aplica su producto a redimir cau tivos. Pero Hernandarias y el Cabildo entendieron que los cimarrones alzados, en gran nmero, eran propiedad de los dueos de las abandonadas estancias, es decir de los primeros pobladores, que no pudieron pastorearlos por falta de peones indgenas ).

Fueron organizadas las primeras vaqueras para apoderarse de la cecina, corambre y sebo. La caza de baguales era libre a todos los vecinos, pero la de vacunos sil vestres solamente a aquellos a los que se les daba accin de vaquear, proporcionad a a los mostencos que demostraran habrseles alzado. La Cdula no dio buen resultado en un principio. Solamente en parte abarat las mercaderas que la ciudad no produca ni poda hacerlo mientras no tuviese una cantidad suficiente de artesanos; y fue un aliciente para las sementeras de trigo y para la organizacin de las primeras v aqueras. No pudo cumplirse al pi de la letra, mas tarde no fue posible. Los permis ados fueron comprados por los portugueses, que no se limitaban a los productos p ermitidos ni en la cantidad exigida, ni en venderlos solamente en Buenos Aires. Trajeron, con la complacencia de los Oficiales Reales convenientemente tocados, negros de guinea y gneros holandeses y de Flandes con destino a Potos y se llevaro n harina de Crdoba que compraban ms barata que la bonaerense y sobre todo la plata potosina, disimulada en los costales harineros. La corrupcin se extiende: el teniente Cabrera La capital de la provincia era nominalmente Asuncin, aunque las necesidades de la Defensa obligaban al gobernador a residir en Buenos Aires. Pero Hernandarias er a un gobernante andariego, que recorra incesantemente la jurisdiccin, cuando no ha ca entradas a la ciudad de los Csares; mientras estuvo en el puerto mas o menos pudo vigilar el cumplimiento de la ordenanza de 1602. Pero en 1603 debe ir a Asuncin, donde se ha reunido, con asistencia del primer obispo de la dicesis, fray Martn I gnacio de Loyola, un snodo provincial para tomar importantes resoluciones sobre e l trato de indios, la enseanza de la doctrina y extensin de las misiones religiosa s. Deja en Buenos Aires como teniente-gobernador a Pedro Luis de Cabrera, hijo d el fundador de Crdoba, hombre hasta entonces probo y de vida militar. Pero fue qu edar Cabrera en el gobierno y empezar a venderse pblicamente las permisiones y ma rchar caravanas de esclavos por los caminos del Tucumn hacia el Alto Per. El tenie nte se haba dado al lujo, comprando una casa lujosa donde pona una campana en la pu erta, que a medioda tocaba para que todos los pasajeros y forasteros pudiesen com er en el patio. Las noticias llegaron a Hernandarias, que mand desde Asuncin a Manu el de Fras con orden de averiguar las cosas y substituirlo. As lo hace Fras en juli o de 1604. La audiencia de Charcas, asombrada con las recuas de negros que entra ban en Potos, destaca a un juez pesquisidor, Juan Pedrero Tejo, que llega a Bueno s Aires con un joven secretario trado de Tucumn, de incorruptible moralidad: el es cribano Juan de Vergara, en quien descansar el peso de la investigacin. El sumario no marcha fcilmente en un comienzo, pues los vecinos eran reacios a confesar que vendan sus permisiones. Pero el joven Vergara extrema la pesquisa a la que ayuda ra un poco la presencia de Hernandarias y se descubre quienes traan los esclavos clandestinamente y sacaban la plata potosina. Pero Cabrera no fue condenado, qui zs por apoyo de Hernandarias: el proceso, aunque prob las irregularidades solo enc ontr presunciones que cabrera hubiese obtenido un beneficio al tolerarlas. Hernan darias se limit a separarlo del cargo.

La expulsin de los portugueses Desde antes de llegar al gobierno, Hernandarias gestionaba de Espaa una Cdula de e xpulsin de los portugueses que sin licencia estuvieran en la provincia. En 1603, Felipe III la dispone por estar esa gobernacin llena de gente de esa nacin, sospech osa en las cosas de la fe- Fras estaba a cargo de la gobernacin desde la cesanta de Cabrera, expulsa cuarenta portugueses solteros en su mayora artesanos que consigu en mover una intensa campaa en su favor. Se ve obligado a dejarlos en suspenso ha sta el regreso de Hernandarias de su expedicin a los Csares. En 1605 el gobernador ha vuelto y ordena el cumplimiento inmediato de la Cdula , precisamente gestiona da por el. Tambin que se impida el embarque de las permisiones en navos portuguese s, como se vena haciendo pese a la disposicin de la Cdula. La medida inclua a todos los portugueses llegados sin licencia, sin distincin de ser o no sospechosos en co sas de fe. El Cabildo, tocado por los portugueses, protesta el 3 de abril de 1605 pues se trata de un elemento de gran utilidad econmica para la ciudad y consigue d e Hernandarias que la ejecucin de la Cdula dispuesta y la interpretacin del permiso se difirieran a la consulta del obispo, fray Loyola, que reside en Asuncin. Fray Martn Ignacio dice al evacuar la consulta que si bien las rdenes Reales deban ser obedecidas, respetadas y reverenciadas ... ... no siempre se han de ejecutar ... con todo el rigor, sino que se han de interpretar con equidad natural... y no co nviene se guarde en particular de los navos de permiso y los portugueses casados, y del que ha aos que estn en esa tierra sirviendo a los oficios mecnicos en la agr icultura, porque de su cumplimiento se seguir la total destruccin de esa ciudad en lo espiritual y en lo temporal, lo cual contraviene el fin de Su Majestad al pr oponerse la Cdula, que es el bien y aumento de esta ciudad y la gobernacin. Fray Lo yola era un santo varn que supone que solo los portugueses que trabajaren en arte s mecnicas y en la agricultura habran de quedar; los comerciantes abren de inmedia to talleres en sus casas, donde sus mujeres e hijas hacan bordar e hilar por esclav as; algunos se hicieron reconocer como peones en tareas agrcolas por vecinos compla cientes y otros compraron tierras, aunque no tenan ttulo de vecinos, indispensable p ara adquirir propiedades. En cuanto a las Reales Cdulas, fueron, de acuerdo al parecer del obispo, dejadas de lado. Los regidores las colocaron sobre sus cabezas y dijeron que ans las obede can, respetaban y reverenciaban, pero no las acataban, por contrario al inters de Su Majestad. Era una facultad que las leyes indianas daban a los Cabildos; debien do la ordenanza o Cdula desobedecida volver a Espaa para su mejor estudio. Hernand arias debi conformarse y ningn portugus fue expulsado de Buenos Aires y volvieron los solteros que haban sido sacados por Fras. Siguieron el negocio: nadie vea los dese mbarcos de negros esclavos, ningn Oficial revisaba las permisiones ni inquira en los costales de harina exportada. Salvo en las pocas ocasiones que el gobernador es taba en Buenos Aires, donde sus criados estaban alerta a la entrada de los buque s portugueses por la consulta de Loyola debi admitirse que los permisionarios naveg aran sus frutos en buques que no fueran suyos - ; pero bastaba alejarse a la Ban da Oriental, la ciudad de los Csares, Santa Fe o Asuncin, para que entraran esclav os y saliera plata potosina por la boca falsa del Riachuelo. Todos saban que era el Hermano Pecador quien untaba la mano de los funcionarios, pero nadie, y mucho m enos los clrigos se atrevan a acusar a un hombre de tan gran religiosidad.

Tampoco los gobernadores del Tucumn y sus delegados en las ciudades de trnsito adv ertan el trfico regular de negros por plata entre Buenos Aires y Potos. Denuncias i ban muchas; pero en los procesos no se encontraban cargos. El Hermano Pecador reco rra incesantemente el camino del Alto Per en viajes de peregrinacin y humillacin, com deca, pero despus de su paso desaparecan las evidencias. Conflictos de Hernandarias con el Cabildo En 1607, Hernandarias se resuelve a acabar de una vez por todas con el Hermano Pe cador. Que los portugueses se quedasen en el puerto amparados en los vericuetos d e la interpretacin de fray Martn Ignacio, estaba mas all de sus posibilidades. Pero Bernardo Snchez no recorrera los caminos del Per en peregrinaciones de penitencias ni usara su hbitos rados y su expresiones plaideras por las calles de Buenos Aires. Lo haba desterrado de Asuncin en oto tiempo, ahora lo hara a Lima, donde la inquis icin averiguara sus pecados. Ha puesto como Oficiales Reales dos funcionarios de hon radez probada pedidos a Espaa; Simn de Valdez y Toms Ferrufino. Del primero hace en 1606 su teniente en Buenos Aires, y al ao siguiente le ordena la captura del Herm ano Pecador y su remisin a Lima. Y he aqu que Valdez no lo encuentra, no obstante s er pblico y notorio que est en Buenos Aires porque no cesaba con sus callejeos y l amentaciones. Llega entonces Hernandarias en agosto de 1607 a fin de cumplir per sonalmente la expulsin. Encuentra tambin la hostilidad de la poblacin y del goberna dor: los criados o escolta deben reir en la oscuridad con grupos embozados que pr etendan asaltar la casa y dar muerte a Hernandarias; el Cabildo, ante quin recurre el Hermano Pecador el 20 de agosto, pone obstculos a las diligencias que se hace n para averiguar su paradero. Algo confusamente relatado por las actas capitular es ocurre la noche del 19 de agosto. Hubo incidentes ante la casa de Simn de Vald ez que dan la impresin que el teniente ocultaba al Hermano Pecador, y este fue sa cado por servidores o criados de Hernandarias. Corre la noticia que Valdez ha si do muerto pues efectivamente relucieron espadas y hubo cintarazos y el teniente va a la residencia de Hernandarias y vuelve a su casa habindole reido. Como nada mas pas, Valdez queda como teniente; Hernandarias parta a la guerra contra los indio s y el Hermano Pecador se lo manda a Lima donde morir en 1608. El mercader portug us con carta de vecindad de Buenos Aires y tambin propietario de estancias y capitn de sus milicias Diego de Vega, dirigir desde entonces el negocio. Protesta Hernandarias en 1608 porque se venden tierras a portugueses: Y ansi much as personas tienen y poseen muchas tierras y chcaras y estancias sin ttulo orden n i razn alguna; y otras se han dado por personas no legtimas en nombre de Su Majest ad. Pero el Cabildo salva el problema otorgando ttulos de vecindad a los propietar ios. El gobernador Marn Negrn

En diciembre de 1609 ha terminado con exceso el perodo legal de Hernandarias y ll ega a Buenos Aires el nuevo gobernador, Diego Marn Negrn, caballero del hbito de Sa ntiago. Hernandarias se retira a su casa de Santa Fe con la conviccin de haber re ducido, ya que no impedido, las actividades de los contrabandistas. Marn Negrn sig ue su lnea. Admiraba al gran criollo, sobre todo despus de estudiar su juicio de r esidencia que concluy con un sobreseimiento total y la concesin del ttulo honorfico de Defensor de los Indios. Pero el nuevo gobernador era hombre enfermo y valindos e de ello y de la corrupcin que haba acabado por ganar a muchos -, recomenz la entr ada de esclavos en forma apenas disimulada de las arribadas forzosas del contrab ando ejemplar. El contrabando ejemplar y la corrupcin de los honrados funcionarios Reales. El procedimiento ya usado por Fernando de Zrate en su breve, pero lucrativo gobie rno de Buenos Aires en 1593, ser puesto en prctica de inmediato. El 28 de diciembr e de 1606 (an gobierna Hernandarias), llega al puerto bonaerense la barca portugu esa Nossa Senhora de Rosario con un cargamento de ochenta y siete esclavos. Su p atrn pide arribada forzosa diciendo haber perdido el rumbo entre frica y Brasil y te ner averas graves a reparar. Entonces el alguacil de Mar, el extremeo Antonio Sosa ( que en realidad es portugus y se apellida Souza), visita al honrado Juan de Verga ra, el hombre de confianza de Hernandarias y le propone un brillante y lcito nego cio: Vergara denunciara la carga ilegal, que entonces, conforme a las leyes, debe ra venderse en subasta pblica y darse la tercera parte al denunciante; pero Vergar a repartira la ganancia con el Alguacil de Mar, vedado por su empleo de cobrar po rcentaje alguno. La subasta debera hacerla Simn de Valdez como Tesorero Real (y a la vez Justicia Mayor), otro hombre de confianza de Hernandarias. Y el resultado es que nadie hace ofertas en ella, salvo Diego de Vega jefe entonces de la comu nidad portuguesa a quin se adjudica el lote. Y los negros son remitidos legalment e a Potos. El primer paso es el que cuesta. Ya enredados Vergara y Valdez con los negociantes no tardarn en asociarse con Diego de Vega y gestionar la llegada de mas buques negreros en arribada forzosa, denunciar la carga, sacarlos en pblica sub asta, comprarla y mandarla a Potos. El contrabando ejemplar tomar gran vuelo duran te el gobierno de Marn Negrn que, por confiar en los Oficiales Reales y ser imperm eable a toda corrupcin no se daba cuenta del estado moral en que haba cado el puert o y no advirti el negocio ilcito bajo las apariencias de legalidad. Los confederados La modesta asociacin portea de introductores de esclavos y funcionarios Reales cor rompidos vena a ser un engranaje dentro de una poderosa entidad internacional que tena el monopolio del trfico de negrero. Estaba manejada desde msterdam por judos s efarditas (que huyeron de Espaa y Portugal por mantener su religin), y era a msterd am donde iba a parar finalmente la plata potosina. La poderosa entidad tena sus c azadores en Angola y Guinea, sus bases de aprovisionamiento y mercados de venta en los puertos de Brasil y sus buques de bandera casi

siempre holandesa para el transporte de la mercadera. En los primeros tiempos haba s ido su gerente en Buenos Aires el Hermano Pecador; despus reemplazado por Pedro Mn dez de Sosa y finalmente por Diego de Vega. En Potos corra con la entrada de negro s y salida de plata, el riqusimo Diego Snchez de Lisboa, portugus que negaba su con dicin de cristiano nuevo, pero generalmente tenido como tal: padre del jurisconsu lto Antonio de Len Pinelo, que a poco integrara el Consejo Supremo de Indias y sera all, por su ciencia y rectitud, el mentor de mayor peso. Juan de Vergara, con fa ma de honradez cimentada en la pesquisa de Pedrero de Tejo, joven de influencia anta Marn Negrn y Hernandarias y letrado de hbiles recursos y extensos conocimientos legales, ya perdido todo escrpulo y tomado un afn de enriquecerse, sera el asesor d e la asociacin; Simn Valdez desde su cargo de Justicia mayor y el concepto de acri solada honradez administrativa, algo as como el jefe de relaciones pblicas del gru po. Estos asociados, cuyo dominio social y poltico del Buenos Aires llegar a ser c ompleto, fueron conocidos con el nombre que les puso Hernandarias de confederado s, es decir asociados ilcitamente en el negocio con las derivaciones morales y cr iminales que el riesgo requera, lo que se dice en Estados Unidos un gang, y a sus integrantes gangsters. En el Buenos Aires del comienzo del siglo XVII el contrab ando ejemplar lleg a hacerse cotidiano, las actividades de los confederados se mul tiplicaron y sus beneficios llegaron a ser cuantiosos. Buenos Aires se llena de patrones de buques negreros, marineros, capataces de esclavos, peones de recuas, factores de comercio y hasta hombres de accin al servicio de los esclavistas. Fu era de estos salarios por cuantiosos muy por encima de los escasos frutos de la tierra recogidos por los viejos pobladores llegan y se instalan con esplendidez muchos comerciantes portugueses. La amenaza de la Inquisicin Las actividades de los confederados llegaron finalmente a alarmar a Marn Negrn. No crey en la complicidad de muchos cristianos viejos todava descartaba a Juan de Ve rgara, Simn Valdez y el otro Oficial Real Toms Ferrufino y, como ocurre siempre, e ch la culpa exclusivamente a los cristianos nuevos. Como Hernandarias en 1602, co mprendi que el remedio no era poner trabas, fcilmente eludidas, al contrabando leg al e ilegal. Hernandarias haba querido proceder radicalmente con la expulsin en ma sa de todos los portugueses, cristianos viejos o nuevos, entrados sin autorizacin ; pero sus propsitos se haban estrellado con la oposicin de la sociedad portea y del obispo Loyola. Ahora Marn Negrn idea otro procedimiento que no por indirecto sera menos eficaz. No correra a los contrabandistas como portugueses sino como judaizante s: informa al Rey el 15 de junio de 1610 el gran desorden en la entrada de portugu eses sospechosos de religin... est el lugar lleno de ellos ... la mayor parte de l os habitantes ya lo son, y me dicen que tambin lo est de esta semilla la provincia del Tucumn; un Tribunal de la Inquisicin establecido en Buenos Aires, con fuerza su ficiente para hacerse respetar... evitara daos en este puerto y todas las provincia s del Reino del Per alejadas del tribunal de Lima. No hay pruebas, en realidad, de una falsa conversin de los cristianos nuevos llegados a Buenos Aires, que hacan e n todo momento gala de su ferviente cristianismo: suyos eran los mejores

donativos a la Santa Cruzada y algunos como el Hermano Pecador exteriorizaban un a gran fe cristiana traducida en fervorosos penitencias pblicas. El obispo Loyola , como mas tarde los monseores Carranza y Aresti, prelados de Buenos Aires, los t uvieron siempre en gran estima y defendieron algunas veces con el arma de la exc omunin contra los gobernadores demasiado exigentes o los viejos pobladores despec hados. Por lo dems todos, o casi todos los portugueses se casaron o casaron a sus hijos con cristianisimas hijas de pobladores, educaron a su descendencia en la estricta ortodoxia de la iglesia. Y a decir verdad, los cristianos nuevos no fue ron los peores ni mas enredistas. Juan de Vergara, que despus de cesar el gran en emigo del trfico se convirti en la cabeza local de la asociacin, era cristiano viej o, notario del Santo Oficio, Tesorero de la Santa Cruzada y fue por su gran infl uencia que hizo nombrar primer obispo de Buenos Aires a su primo el fraile sevil lano Pedro Carranza. De cualquier manera, un Tribunal de la Inquisicin en Buenos Aires donde solo haba una inoperante delegacin cuyo notario era precisamente Verga ra, molestara con sus averiguaciones sobre la ortodoxia de los cristianos nuevos y lo que era mas terrible la vida de los cristianos nuevos, y lo que era mas tem ible, poda incautarse bajo pretexto de inquirir prcticas judaizantes, de pruebas d ecisivas sobre el trfico negrero y sus responsables. Lo cierto es que la solicitu d de Marn Negrn fue demorada en el Consejo Supremo de Indias. Conjeturablemente se movieron secretas y poderosas influencias, pero lo cierto es que Buenos Aires n o tuvo Tribunal del Santo Oficio. Muerte de Marn Negrn (1613) En julio de 1613 Marn Negrn parece decidido a perseguir el trfico irregular. No sol amente est en trmite el Tribunal de la Inquisicin, sino en julio da un golpe Fuerte al contrabando ejemplar, estableciendo que las subastas de cargas ilegales por a rribada forzosa (donde nadie osaba hacer ofertas contra los confederados) se hici eran previa tasacin del mismo gobernador, y por su justo precio. El 26 de julio mor ira repentinamente. Una informacin posterior del Pesquisidor de la audiencia de Ch arcas, Enrique de Jerez, reunir abundantes presunciones de haber sido envenenado por su antiguo favorito Juan de Vergara, aunque no se encontr nadie en Buenos Air es que se atreviese a testimoniarlo. Mateo Leal de Ayala ocupa el gobierno Simn de Valdez, cuyas actividades se haban translucido, haba sido reemplazado en el cargo de Justicia Mayor de Buenos Aires por el vecino de Buenos Aires Mateo Lea l de Ayala, a quin le corresponda ocupar el gobierno mientras no llegase alguien d esignado en Espaa o en Lima. Ayala haba sido buen vecino un benemrito en el lxico de entonces pero no supo resistir a la corrupcin y durante su tiempo las actividade s de los confederados se ejercieron a la vista de todos y la corrupcin lleg a extr emos nunca alcanzados. Los buques negreros arribaron en gran nmero sin tomarse la s precauciones de las arribadas forzosas. Corri el dinero en abundancia, que patron es de barco, capataces de recuas, peones y marineros gastaban en casas de juego y prostitucin, abiertos en gran nmero. Ya se haban tirado por la borda todos los es crpulos y el mismo Tesorero Real y antiguo Justicia mayor, Simn de

Valdez abrira una sala de juego en su domicilio donde personalmente recoga la coima de los naipes, como declarar un testigo en el posterior proceso que le abrira Hern andarias. No todo el ambiente est corrompido. Un grupo de antiguos pobladores Her nandarias los llamar los benemritos a quienes se ha sumado un Oficial Real incorru ptible, el Depositario Domingo de Len, trata de resistir la pesada atmsfera de Bue nos Aires. Mantienen correspondencia con Hernandarias, que desde Santa Fe los in cita a no ceder en la lucha. Son el remanente de los antiguos pobladores, pues g ran parte se ha plegado a los confederados por alianza de familias o convenienci as personales, pero ellos Francisco de Salas, alcalde de 1er voto en el Cabildo de 1613, su yerno Gonzalo de Carvajal, el escribano del Cabildo Gonzalo Remn, los Higueras de Santana, Gribeo, Nieto de Humans; muchos de los cuales vinieron con Garay, tratarn de volver a los buenos y viejos tiempos sin portugueses, donde el honor vala mas que el dinero. Son todava dueos del Cabildo y constituyen un obstculo al libre desenvolvimiento de la banda. Tanto dinero corre, y tan buenas perspec tivas ofrece la plaza, que tres abogados Gabriel Snchez de Ojeda, Juspe de Fuenza linda y Diego Fernndez de Andrada vinieron a instalarse en Buenos Aires, que hast a entonces haba carecido de ellos. El Cabildo, ltimo reducto de los benemritos, tema con fundamento que vinieran a aumentar la corrupcin ambiente y no quiso admitirl os. El primer fraude electoral en Buenos Aires Los confederados necesitaban apoderarse del Cabildo, sobre todo de las varas de alcaldes que podan ser peligrosas en manos enemigas por distribuir y averiguar la justicia; no interesan tanto los escaos de regidores. Como es sabido, cada ao el 1 de enero, el Cabildo saliente elega al entrante. El de Buenos Aires estaba forma do por dos alcaldes y seis regidores con voto y por una prctica aceptada votaban tambin los Oficiales Reales. Estos eran tres: el tesorero Simn Valdez, el contador Toms Ferrufino y el Depositario Bernardo de Len. Los confederados contaran solo co n dos votos (Valdez Ferrufino), contra ocho (los dos Alcaldes, Francisco de Sal y Francisco Manzanares; Domingo Gribeo; Felipe Naharro; Gonzalo Carvajal, Miguel del Corro y Bartolom Frutos y el Depositario y a la vez Alfrez Real, Bernardo de Len el sexto regidor, Juan Quinteros, estaba preso en la crcel por un caso de crime n. Cmo transformar una minora de dos votos contra ocho en una mayora?. Empiezan el go bernador Ayala y Simn de Valdez a intentar la corrupcin de los votantes como nada veladamente lo denuncian el da de la eleccin del Alcalde de 1er. Voto y tres de lo s regidores pero su maniobra solamente les da dos votos: el Alcalde de 2do. Voto Manzanares, que se entrega con la promesa de elegirlo procurador general y mayo rdomo de propios y el regidor Felipe Naharro que se pasa a su bando si lo hacen Alcalde de Hermandad. Son cuatro votos contra seis. Al preso regidor Quinteros, el gobernador le da libertad bajo fiado a cambio del voto y ya son cinco contra se is. Llega el 1 de enero, da de la eleccin y los benemritos al entrar a la sala capit ular se enteran que la noche anterior ha sido apresado el escribano del Cabildo, Cristbal Remn, y uno de los regidores, Gribeo, y en cambio est presente el detenid o por caso de crimen Quinteros. Francisco de Salas protesta por las detenciones ma liciosas de Gribeo y Remn y la presencia del dilincuente Quinteros, y denuncia las tentativas hechas por Ayala junto con Vergara para sacar otro Alcalde que queran s acar. Tacha de nulo lo que va a hacerse. Lo acompaan en la protesta una, dos y tres bezes Len y Carvajal, mientras del Corro declara con prudencia que no se entrometa en si

abian sido las prisiones de dicho escribano y Regidor malisiosas, ni si se avian perdido botos o no. Ayala, que en su carcter de gobernador interino preside el ac to, explica que ha detenido a Gribeo y Remn por causas criminales que he fulminado contra ellos, negndose a una solicitud de Salas que en tal caso fueran trados con c ustodia; y en cuanto a Quinteros estaba en libertad bajo fiado, que acababa de conc ederle y por lo tanto poda presentarse al Cabildo y votar en las elecciones. Dice que por ausencia de Remn, ha nombrado para legalizar el acto al escribano de regis tro Gaspar de Azevedo. Acto seguido, como era de prctica, el presidente empieza l a eleccin recomendando a los capitulares toda paz, quietud y sosiego, dando su bot o libremente a quienes les paresise. Deben elegirse primeramente los dos Alcaldes : los cinco benemritos votan a Gonzalo de Carvajal y Domingo Gribeo y los cinco c onfederados a Juan de Vergara y Sebastin de Ordua. El escribano de registro tacha el voto que acaba de darse Carvajal a s mismo, y dice que por haber sido empatada la eleccin entre Gribeo, Vergara y Ordua el gobernador debe desempatar arrimando s u boto. Este lo arrima a Vergara y Ordua. Protesta Bernardo de Len porque el Capitan uan de Vergara es ombre poderoso y mercader, que tiene compaa con el Capitan Diego de Vega, mercader asimismo, vecino deste puerto de que biene muy gran dao a Su M agestad y a esta Republica, y que no siendo Alcaldes tienen esta mano, que sera s iendolo?... y en quanto a Sebastian Ordua contradize la misma eleccion por ser me rcader y estar aguardando de proximo una nao suya y de su ermano. Aade a su vez Go nzalo de Carvajal que el dicho Capitan Joan de Vergara es ombre que esta aunado e n esta con Diego de Vega, mercader .... y que el navo esperado por Ordua vena carga do de negros. Ayala no hace lugar a las contradisiones y proclama el resultado. L uego deben elegirse los regidores: en tres nombres los dos partidos estn de acuer do pero el gobernador debe arrimar su voto para elegir los otros tres. Tambin arrima para que Felipe Naharro sea alcalde de la Hermandad. Resulta tan escandalosa la eleccin que uno de los regidores designado por unanimidad el prestigioso Capitn F rancisco Muoz se niega a hacerse cargo prefiriendo sufrir la multa y prisin corres pondiente a sentarse en el escao. Quienes no se opusieron al fraude y denunciaron las actividades de ambos Alcaldes electos que debieron registrarse en actas ten drn muy pronto que sufrir las consecuencias: al escribano Remn se lo separa, al De positario de Len se le rechazan sus cuentas, obligndole a rembolsar de su bolsillo 2.200 pesos. En cambio quienes lo hicieron posible recibiran el premio: ya hemos dicho que a Felipe Naharro fue elegido alcalde de la Hermandad. El nuevo Cabild o har a Francisco de Manzanares, Sndico Procurador y Mayordomo de Propios, y hasta el cristiano nuevo, pero vecino y Capitn, Diego de Vega, es honrado como Mayordo mo del Hospital. Ya no hubo necesidad de disimular la entrada de negros. Diego d e Vega los desembarca en pleno da; quedan depositados en una propiedad de Simn Val dez junto al ro; de all salen en cuadrilla bajo el mando de capataces y custodiado s por peones, hacia el Alto Per. Con sus papeles en regla y sin sufrir obstculos. Un visitador de la audiencia de Charcas

El gran nmero de negros que llegan al altiplano desde Buenos Aires alarma como es comprensible a la audiencia de Charcas. Destaca un visitador, Enrique de Jerez, a averiguar lo que pasa. Jerez empieza a levantar una informacin. Pero Buenos Ai res est bajo el terror y nadie quiere declarar. Como Jerez molesta con inspeccion es personales y actitudes se lo llega a maltratar sin respeto a su alta jerarqua. Finalmente los nuevos Alcaldes lo apresan acusndolo de un delito imaginario y re miten a Charcas para su enjuiciamiento. Interinato de Don Francs de Beaumont y Navarra Todo eso extraa eleccin del Cabildo; recuas de esclavos, el apresamiento del Visit ador de la Real Audiencia y quejas sobre la inmoralidad de Buenos Aires llegan a Lima y el Virrey, marqus de Montesclaros, nombra un gobernador que haga cesar el interinato de Leal de Ayala. Es don Francs de Beaumont y Navarra, que ya haba est ado en Buenos Aires con Valdez y de la Banda y algo anduvo enredado en negocios de negros. Tal vez el Virrey no lo sabe porque le da firmes instrucciones de obs taculizar el trfico ilegal las Ordenanzas de Montesclaros con medidas de vigilancia y control de las descargas martimas. Don Francs llega a Buenos Aires en enero de 1615; y el mismo da hace pregonar las ordenanzas. Pero Juan de Vergara (ese ao Sndi co Procurador del Cabildo, que por supuesto tendr asegurada in aeternum la mayora co nfederada) presenta a los capitulares un memorial probando como el Virrey se haba excedido en sus atribuciones, violando las leyes fundamentales del Reino y perju dicando a la Real Hacienda con innecesarias y contraproducentes medidas de contr ol, que el Cabildo hace suyo y eleva a su vez al nuevo gobernador para que las O rdenanzas del virreinales sean acatadas pero no cumplidas. Beaumont as lo hace y las eleva con el memorial al Virrey para que las estudie mejor. Todo parece desl izar en los mejores carriles. Don Francs andaba perfectamente y para mejor sabase que el Consejo de Indias haba elevado al monarca una aceptable terna de candidato s a la gobernacin. Pero en abril llega a los confederados una noticia tremenda: F elipe III ha desechado la terna y elegido nuevamente a Hernandarias. Otra vez Hernandarias El 3 de mayo Hernandarias recibir en Santa Fe la Real Cdula de su nombramiento y e l 23 est en Buenos Aires y se hace recibir por el Cabildo (que vuelca su despecho dejando constancia que el nombramiento aunque de las Reales manos, es a espaldas de su Consejo Supremo). Como pronta medida mete presos a Vega, Valdez, Leal de A yala y Vergara, y les inicia proceso. Tropieza con mil dificultades. Nadie o muy pocos se animan a prestar declaracin; su Alguacil mayor, encargado de las dilige ncias, es misteriosamente asesinado. Hernandarias debe hacerse rodear por una es colta de santafesinos, porque los porteos no son de confiar. Manda a Espaa a Simn d e Valdez, para ser juzgado all en su condicin de Oficial Real, pero este soborna a l capitn del buque y consigue escapar; tambin escapa extraamente Juan de Vergara. Has ta estos extremos llegan los imposibles!, se queja Hernandarias a Felipe III. Per o no se amilana. Toda la

ciudad, o por lo menos la parte audible y visible de ella se le ha puesto en con tra: los confederados eran gente generosa y como el contrabando haca correr diner o, todos se beneficiaban. No solamente los que mercaban con negros, sino los hon rados: suban los alquileres, aumentaban los salarios, valan ms las producciones. No era mejor el estmulo que reciba el gobernador de otras poblaciones (fuera de Sant a Fe o Asuncin, donde su prestigio era grande). En Santiago del Estero y Crdoba se niegan a entregarle los procesados que haban buscado refugio all. El inmenso proceso Pese a todos, sigue la instruccin del proceso ayudado por el escribano Remn: el gi gantesco expediente llega a tener 16.000 fojas, porque los abogados de Buenos Ai res (ya los haban admitido los confederados) como defensores piden las mas invero smiles diligencias para retardar y confundir. No haba prueba cierta, por la dificu ltad de encontrar testigos; pero Hernandarias no vacila en atropellar con todo y pide y obtiene de la Audiencia de Charcas le de el carcter de Juez Pesquisidor q ue llevaba implcito la facultad de usar la cuestin extraordinaria; es decir, aplicar el tormento. No duda en hacerlo, y se entera con todos sus pormenores del enven enamiento del gobernador Marn Negrn, de la complicidad de Leal de Ayala los Oficia les Reales con los contrabandistas portugueses, la trama para apoderarse del Cab ildo, el monto del dinero ganado por cada uno, las maniobras para simular las ar ribadas forzosas, y que el Alguacil Mayor haba sido apualeado por gente de Vergara . Pero una vez que los testigos han declarado y firmado, desaparecen para reapar ecer en Santiago del Estero o Crdoba, mas all de los lmites de la provincia y desde cirse de lo declarado bajo tormento. Era verdad el tormento; pero tambin las declar aciones era verdaderas. Juan de Vergara, que consigue llegar a Charcas, se prese nta ante la Audiencia como un perseguido por el tirano, y consigue que el tribun al pida los autos de Hernandarias. Simn de Valdez, llegado a Espaa en absoluta lib ertad, mueve influencias en el Consejo de Indias para que se le reponga en el ca rgo de tesorero. Lo consigue en febrero de 1617. Hernandarias se asombra del esc aso eco que por su celo despierta en las autoridades, y del enorme poder de los e nemigos de la Patria como los llama en cartas a Felipe III para zafarse de todas las trabas. Si se hubiera de estar a los papeles y no a las ejecuciones escribe a l monarca el 25 de mayo de 1616 les sera muy fcil a los culpados probar con todos los vecinos de este puerto, y con los que en el entran, todo lo contrario de la verdad. El caudillo, ahora a la defensiva se siente mal querido y odiado por buscar el bien y la verdad, y ruega al Rey le permita cuidar su honra sin perderla, pue s la ha ganado sirviendo a Nuestra Majestad cuarenta y tres aos, y mas de veinte gobernando en diferente tiempo estas provincias. Se divide la provincia: La nueva gobernacin de Buenos Aires La privanza de Don Rodrigo Caldern, el ministro de estado pariente de Hernandaria s y, conjeturablemente, su apoyo en la corte declinaba en diciembre de 1617, mie ntras que la de Len Pinelo era poderosa en el Consejo de Indias. De all que las co sas se le fuerzan al criollo. No poda despojrselo del gobierno antes de cumplir el perodo de cinco aos; para hacerlo habra que sobornar un visitador del Supremo y a tanto no llegaba el poder de los traficantes. Pero haba

recursos y argucias, el mismo Hernandarias habra de facilitarlas porque en tiempo anterior solicit la separar el Guayr o Paraguay del Ro de la Plata por lo extenso del territorio a administrar. Repentinamente lo resuelve el Concejo Supremo, per o exactamente al revs: separa al Ro de la Plata haciendo de este una nueva provinc ia para la cual designa gobernador al navarro Diego de Gngora. Don Diego de Gngora

El designado era protegido del duque de Uceda, que haba substituido a su padre el duque de Lerma en el afecto de Felipe III y acababa de separar del ministerio d e estado a Don Rodrigo Caldern. La noticia del reemplazo de Hernandarias alegra s obremanera al Cabildo de Buenos Aires controlado por los confederados que lo fes teja como un triunfo propio y dispone un arco de honor en la calle del Riachuelo (hoy Defensa) por donde entrara desde el puerto que estaba en la boca, el nuevo gobernador. No era solamente por el reemplazo de Hernandarias, Simn de Valdez inf orma desde Lisboa que Gngora acaba de asociarse con los traficantes y estos le fa cilitarn dinero pues era pobre para comprar mercaderas holandesas e introducir com o efectos propios a su llegada al Plata. Una flota de buques cargados hasta el t ope lo acompaaban y en ella vena tambin simn Valdez. Lo primero que hace Gngora , ape nas recibido triunfalmente por el Cabildo, es pedir a Hernandarias la entrega de l sumario, que con todas sus omisiones y defectos , algo contena. Hernandarias se niega porque el nombramiento de Juez Pesquisidor era personal e independiente d el cargo de gobernador. Gngora , previo informe de los abogados, ordena el secues tro del voluminoso sumario y la prisin del caudillo (noviembre de 1618) sin miram ientos a su condicin de gobernador nominal del Paraguay. Hernandarias consigue en viar una protesta a la Audiencia de Charcas. Que mientras va al Alto Per, la estu dia el tribunal y vuelve a Buenos Aires con la orden de libertarlo y devolverle el sumario demorar seis meses. En mayo Hernandarias sale de la crcel y le devuelve n el sumario que est cambiado: los pocos testigos que mantenan sus dichos se han r ectificado ante Gngora, los presos que no haban podido escapar han sido dejados en libertad y el solo detenido es ahora Nicols de Ocampo el fiscal de Hernandarias. El proceso ha fracasado y no podr rehacerse jams. Hernandarias sale de la prisin e mbargado y pobre: mientras estuvo preso los Oficiales Reales le han seguido un j uicio de rendicin de cuentas y secuestrado sus bienes que fueron vendidos en suba sta pblica a un precio nfimo. Adems le levantarn sesenta y cuatro cargos girados al C nsejo Supremo para su juicio de residencia. A pesar de todo se empea en quedarse en Buenos Aires y seguir una imposible lucha contra un poder invisible e inexpug nable. Los regidores perpetuos A principios del siglo XVI haba empezado la costumbre de vender en pblica subasta los escaos de regidores, como si fueran oficios de naturaleza vendible. Esto se h aca en las mismas ciudades y en beneficio de las arcas Reales. En Buenos Aires no poda hacerse porque la constitucin de

Garay, aceptada por el Rey, dispona su eleccin anual por los capitulares salientes . Alguna vez se haba intentado la venta, pero el Cabildo la rechaz. Pero Juan de V ergara est en el Alto Per y obtiene que los seis cargos de regidores porteos, que d e cadaeros pasan a ser perpetuos, se saquen a venta pblica en Potos. Se presenta so lo a la subasta y ofrece por cada uno 700 pesos de plata; compra el lote ntegro q ue distribuye a su suegro, Diego Trigueros, sus dos concuados Juan Barragn (hijo d el Hermano Pecador) y Toms Rosendo, su amigo y socio Francisco de Melo, el soldad o Juan Bautista ngel que le ayud a escapar de la prisin y se reserva el sexto para el. Se viene con los nombramientos a Buenos Aires: los hace reconocer en el Cabi ldo, previo informe favorable de los diligentes abogados, los infaltables Juan d e Escobar Carrillo y Snchez de Ojeda, prontos a dictaminar lo justo o lo injusto con sus correspondientes citas legales y de jurisprudencia (Vergara les hace pag ar cincuenta pesos de plata por el Cabildo), y sienta toda su familia en la sala capitular. Desde entonces ser el dueo y seor absoluto de la ciudad y el solo elect or de los jueces. Persecucin a los benemritos Los confederados no se ensaan solamente con Hernandarias. No haba temores que pudi era restaurarse la influencia del gran caudillo, porque Don Rodrigo Caldern haba s ido apresado en Valladolid el 20 de febrero de 1619 y el 21 de octubre de 1621 s ido ajusticiado en la plaza mayor de Madrid por orden del joven Rey Felipe IV e instigacin de su favorito Gaspar de Guzmn, condeduque de Olivares. March con tanta compostura y desprecio al suplicio el marqus de las Siete Iglesias que qued una cle bre frase: Con ms orgullo que Don Rodrigo a la horca. Ocampo Saavedra, el fiscal del sumario, qued muchos aos en la crcel; su cuado, Garca de Villamayor es apresado al ir a Charcas a pedir justicia para su pariente; Cri stbal Remn, el antiguo escribano del Cabildo, que haba sido el secretario del sumar io, ser el mas castigado: Se le aplica como castigo la cuestin extraordinaria para s er deportado a frica en el cepo de un buque negrero. No resisti a los sufrimientos y muri en la travesa. Un visitador del Supremo La flota con mercaderas holandesas preparada en Lisboa por Gngora y Valdez causa a lgn escndalo en la corte; ya no estaba en el poder el duque de Uceda, protector de Gngora. En diciembre de 1620 es nombrado un altsimo personaje, el Licenciado Matas Delgado Flores, visitador del Consejo de Indias, para averiguar lo ocurrido; al ao siguiente est en Buenos Aires y se pone a la tarea. Al saber de la llegada de Delgado, Valdez ha escapado prudentemente a Chile, de donde no volver jams. Delgad o puede saber tal vez con la cuestin extraordinaria que las mercaderas tradas

por Gngora no han sido para su uso personal, sino fueron remitidas a Potos por el tenientegobernador Oscariz disimulando el viaje con una comisin de gobierno; que el negocio ha producido a Gngora y sus socios ms de doscientos mil pesos de plata. D elgado Flores es curioso y se pone a averiguar otras cosas sobre el contrabando; la introduccin clandestina o disimulada de negros, y las actividades de la banda que se haba apoderado del gobierno de la provincia y del Cabildo de la ciudad. S e pone al habla con Hernandarias y le pide su famoso expediente. El visitador es de carcter violento y tiene austera la conducta. Se niega a cumplimentar al Cabi ldo; manda a decir a Juan de Vergara no me siento yo donde estn los culpables cont ra quienes traigo comisin. A su entender Hernandarias se ha quedado corto porque los cmplices estn en todas partes: he de matar a los de esta ciudad se le oye decir (o se le atribuye haber dicho) en un momento de exaltacin. Entiende que no se salva ni la Compaa de Jess. Que ha comprado esclavos para sus misiones y participado en e l negocio. En consecuencia sugiere a la Audiencia de Charcas confirme a Hernanda rias como Juez Pesquisidor y le facilite seguir el sumariocon la extraordinaria. M ientras el, como visitador del Supremo, residenciar a Gngora y a todo el Cabildo. Tiene el defecto de no saberse contener, y dice a gritos sus propsitos. El Cabild o solo atina a informar a Charcas que Delgado Flores es recusable atenta la enemi ga declarada que tiene a toda esta repblica, Cabildo y vecinos. Ha de valerse de u n procedimiento curioso y rpido para sacudirse nada menos que a un Visitador del Consejo Supremo. Delgado Flores en su clera incontenible ha dicho segn se document ar con cuidado que iba a arrebatar a los padres de la Compaa sus embarques, meterlos presos, derribarles el colegio y sembrar sal en sus cimientos. De inmediato Juan de Vergara como notario del Santo Oficio hace nombrar a un Juez Conservador que de acuerdo a las disposiciones cannicas debe entender en las ofensas contra la r eligin y las rdenes religiosas: ser Francisco de Trejo, vinculado a los traficantes . Trejo hace un sumario rpido y secreto, condena a Delgado Flores a diez aos de de stierro en frica, y lo hace arrestar por los alguaciles del Cabildo; intilmente pro testa el alto personaje del agravio que en su persona se infera al Consejo de Ind ias y alega que la Justicia Eclesistica no tiene primaca sobre la civil, y menos p ara arrestar a un Juez. Lo meten en un buque negrero. Al Consejo Supremo le mand an el sumario levantado por Trejo. Nadie movi un dedo para ocuparse del detractor de los jesuitas que se pudri en el presidio de Ceuta. Los navos de permiso y la aduana seca de Crdoba Desde tiempo atrs estaba en Espaa Manuel de Fras, comisionado de los municipios pla tenses para gestionar las medidas que los beneficiaran. Fras haba conseguido que s e fletasen a Buenos Aires desde Sevilla, navos de permiso que llevasen mercaderas es paolas y retornasen con corambre y sebo sacados de las nacientes vaqueras. Vendran a reemplazar los permisos de navegar frutos otorgados por la Cdula de 1602 y que ta ntos abusos haban hecho posible. Pese a la oposicin del Cabildo de Buenos Aires, e n Espaa se conceden dos navos de permiso por ao, con manufacturas y esclavos para B uenos Aires, pero con la condicin de no llevarlos ms all de Crdoba, Para prevenirlo se instalar en Crdoba una aduana seca. Vuelve Fras a Buenos Aires en el primero de lo s navos autorizados. Ha sido nombrado gobernador del Paraguay en reemplazo de Her nandarias que no ha querido hacerse cargo. La llegada de los navos, y la novedad de la aduana seca (que obstaculizara el trnsito de

mercaderas y sobre todo de esclavos al Alto Per) han molestado a los confederados. El Cabildo de Buenos Aires lo acusa por las cosas que ha pedido contra sus instr ucciones, lo que no era verdad pues estas le prevenan buscar los beneficios para la repblica, pero no darle facilidades al contrabando. Al cargarse el retorno de la nave, Vergara y Vega quieren hacerlo fracasar acaparando los cueros para no deja r as el beneficio a los vecinos. Tambin dispone el Cabildo que se embarque Vega a fin de gestionar en Madrid la supresin de los navos de registro como inoperantes. Er a mucho cinismo semejante nombramiento, porque era conocido como jefe local de l os contrabandistas, y adems su condicin de cristiano nuevo dificultara sus trmites e n Espaa y el mismo Vega se resiste a aceptar. Pero Juan de Vergara le asegura que sus relaciones en la metrpoli lo pueden liberar de todo riesgo. El Pesquisidor Oyon No obstante lo ocurrido a Enrique de Jerez, a Hernandarias y a Delgado Flores, an haba quien quiso investigar lo que pasaba en Buenos Aires. La audiencia de Charc as aprovecha la presencia de Manuel de Fras en Buenos Aires para nombrarlo Pesqui sidor con la extraordinaria y le da instrucciones de detener a Leal de Ayala, Mate o de Grado y al Licenciado Snchez de Ojeda implicados en el famoso sumario de Her nandarias (Valdez y Vega no estaban en Buenos Aires, y Vergara tena fueros como R egidor) y venir con ellos hasta Charcas para ser juzgados all. Pero Fras, tal vez por el ejemplo del Pesquisidor Jerez, preso en Crdoba mucho tiempo antes de segui r a Charcas, el escribano Remn, muerto de consuncin en un buque negrero, Hernandar ias, reducido a la pobreza en su casa de Santa Fe y Delgado Flores en el presidi o de Ceuta, prefiere ir de inmediato a su gobierno en Asuncin. Entonces la Audien cia nombra a su Alguacil Mayor, Pedro Beltrn de Oyon. El 31 de marzo (de 1622) Oy on esta en Buenos Aires, pero no puede detener a nadie por un ingenioso ardid de Juan de Vergara, el cerebro de los confederados. Como los tres acusados tenan orde n de detencin emanada de Hernandarias que el gobernador Gngora no haba cumplido, Ay ala, Grado y Snchez de Ojeda se constituyen en prisin en el sala del Cabildo y el Alcalde de este se niega a darlos a Oyon sin ordenes expresas del seor Hernando Ar ias de Saavedra que estaba en Santa Fe. Era una manera de dar largas al asunto, y tal vez de escapar. Pero el gobernador Gngora de acuerdo con Vergara toma una ac titud que desconcierta a los dems confederados: saca a los tres del Cabildo y los entrega a Oyon que los lleva a Charcas. Ya no volveran a Buenos Aires. Vergara al frente de los confederados Lo que haba ocurrido era una lucha entre los confederados. Vergara ha querido apr ovechar la ausencia de Vega para birlarle la direccin del negocio, y se vale de Gn gora. Ya haba hecho denunciar por medio de este el 20 de mayo de 1621 apenas se e mbarc Diego de vega a Espaa que existiendo este hombre en esta tierra no es poderos o ningn gobernador. Vega es apresado y retenido en la metrpoli.

Es que los tiempos del trfico clandestino estaban contados desde que se haba permi tido desde Espaa la introduccin local de esclavos y otorgado el monopolio al asent ista espaol Antonio Fernndez Delbas. Buenos Aires no era puerto para los negros de Delbas, pero Vergara y Gngora vieron la ocasin de quedarse con el negocio negrero por el medio sencillo de gestionar de Delbas la designacin de Jueces en comisin y q uedarse con la carga de los contrabandos. Se empieza a hacer en 1620. Los Oficia les Reales se quejan que se los ha suplantado en la inspeccin de los buques negrero s; y la respuesta es apoyar a Oyon, entregarlos con los otros cabecillas de la b anda y quedarse solos en el negocio a partir de 1622. A Gngora le durara poco. En abril de 1622 llega a Buenos Aires otro personaje importante: el Oidor de Charca s, Licenciado Alonso Prez de Salazar que vena al puerto a levantar las residencias suya y de Hernandarias. De paso por Crdoba haba instalado all la aduana seca. Nada m enos que un Oidor, no ya un pesquisidor ni un visitador. Del disgusto ... a causa de unas calenturas o pesadumbre que le cargaron, dir su sucesor en mayo Gngora opt a por morirse y Prez de Salazar, en virtud de su investidura, se hace cargo del g obierno. El Oidor Prez de Salazar; reivindicacin de Hernandarias El Oidor no quiso tampoco ser recibido por el Cabildo con los festejos acostumbr ados. Al igual de Delgado Flores no consideraba digno al cuerpo. Actuar rpido pues tal vez tiene presente lo ocurrido a sus predecesores. En su sentencia del 24 d e julio de 1624 analiza y desecha lo sesenta y cuatro cargos contra Hernandarias reunidos por los antiguos confederados, y absuelve con todos los honores al cau dillo como buen juez, de entero y limpio proceder en la administracin de justicia y observancia de las Cdulas de Su Majestad y buen cobro de su Real Hacienda, evit ando que fuese defraudada con la buena guarda de este puerto. Lo considera merece dor de las mercedes y acrecentamientos con que Su Majestad honra y premia los que en semejante cargo le sirven fielmente. Apelada por el Cabildo al Consejo de Ind ias, la laudatoria absolucin es plenamente confirmada. Una sentencia semejante er a indicio de la prxima condena de los confederados. Lo hace Prez de Salazar: estud ia la deportacin y muerte del escribano Remn y condena a graves penas a Ordua Mondr agn, al Licenciado Snchez Ojeda (que ya estaba preso en Charcas), a los que priva del ejercicio de la profesin y destierra perpetuamente del reino del Per; a Francisc o Garca Romero, Simn Valdez (ausente en Chile y que no quera volver), a Juan Bautis ta ngel y sobre todo al fallecido gobernador Gngora, en cuyo juicio de residencia encuentra falsas arribadas forzosas, salida de mercaderas sin autorizacin, entrada clandestina de africanos y muchos cargos semejantes. Condena a su sucesin a la e norme multa de 500.000 ducados, la mas Fuerte jams impuesta a un gobernante. Pero nada puede hacer contra Juan de Vergara, amparado por