6 - pavanetti - madre - reflexion y calma

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“REFLEXIÓN Y CALMA” REMEDIO EFICAZ PARA CORREGIR LAS DEBILIDADES DE LA MADRE EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS. En gran medida la reflexión y la calma, es la actitud más personal que debe tener la madre frente a todos los problemas de la autoridad. Desde el fondo de la realidad sino se llega por un trabajo consciente y personal, a asegurar definitivamente una actitud de reflexión, de ponderación, y una soberana calma de la voluntad y un reposo imperturbable ante todos los acontecimientos, no se podrá poseer la autoridad que se necesita para educar. Recordemos algunos conceptos ya vistos, es importante notar que la autoridad es imprescindible para educar; pero nunca se dejará de insistir en la necesidad de la “autoridad-ascendiente”, más que en la “autoridad-imposición”. Ya que la segunda dependerá siempre de la primera, y hasta puede desaparecer totalmente ante aquélla cuando la primera se ejerce con la autoridad, superior a todas, como es la “autoridad del amor”. Toda actitud que vaya contra estas dos condiciones: de reflexión y de la calma, hace perder prestigio y ascendiente ante los subordinados, y por el mismo hecho, casi se perdería automáticamente, la fuerza impositiva, y el convencimiento irá disminuyendo hasta desaparecer. Ya que la fuerza del convencimiento depende de la claridad y de la racionalidad y del ascendiente de quien habla. Los niños saben pocas cosas, pero son especialistas consumados en diagnosticar los defectos de sus padres. ¡Cuántas veces se quejan los padres de no obtener obediencia de los hijos! tanto, que algunas madres preguntan: ¿Qué tendrá mi hijo que no me obedece? Y se le responde, con frecuencia, insinuándole la pregunta a la inversa: ¿Qué habrá en mí que obstaculice en el espíritu de mi hijo, la entrega de su voluntad a la obediencia? Ya que a veces se ha comprobado cómo su hijo, con otras personas, es obediente. Pero en los casos tan frecuentes, hoy día, de niños caprichosos y desobedientes, frente a esos casos difíciles, es necesario armarse de no muchos medios de castigo, sino de mucha ponderación y reflexión, de mucha serenidad que da el control de sí mismo. Y con ello, se triunfa siempre.

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El arte del autocontrol via reflexión en calma para obtener de los hijos lo mejor de ellos.

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“REFLEXIÓN Y CALMA” REMEDIO EFICAZ PARA CORREGIR LAS DEBILIDADES DE LA MADRE EN LA EDUCACIÓN DE LOS HIJOS.

En gran medida la reflexión y la calma, es la actitud más personal que debe tener la madre frente a todos los problemas de la autoridad.

Desde el fondo de la realidad sino se llega por un trabajo consciente y personal, a asegurar definitivamente una actitud de reflexión, de ponderación, y una soberana calma de la voluntad y un reposo imperturbable ante todos los acontecimientos, no se podrá poseer la autoridad que se necesita para educar.

Recordemos algunos conceptos ya vistos, es importante notar que la autoridad es imprescindible para educar; pero nunca se dejará de insistir en la necesidad de la “autoridad-ascendiente”, más que en la “autoridad-imposición”. Ya que la segunda dependerá siempre de la primera, y hasta puede desaparecer totalmente ante aquélla cuando la primera se ejerce con la autoridad, superior a todas, como es la “autoridad del amor”.

Toda actitud que vaya contra estas dos condiciones: de reflexión y de la calma, hace perder prestigio y ascendiente ante los subordinados, y por el mismo hecho, casi se perdería automáticamente, la fuerza impositiva, y el convencimiento irá disminuyendo hasta desaparecer. Ya que la fuerza del convencimiento depende de la claridad y de la racionalidad y del ascendiente de quien habla. Los niños saben pocas cosas, pero son especialistas consumados en diagnosticar los defectos de sus padres. ¡Cuántas veces se quejan los padres de no obtener obediencia de los hijos! tanto, que algunas madres preguntan: ¿Qué tendrá mi hijo que no me obedece? Y se le responde, con frecuencia, insinuándole la pregunta a la inversa: ¿Qué habrá en mí que obstaculice en el espíritu de mi hijo, la entrega de su voluntad a la obediencia? Ya que a veces se ha comprobado cómo su hijo, con otras personas, es obediente.

Pero en los casos tan frecuentes, hoy día, de niños caprichosos y desobedientes, frente a esos casos difíciles, es necesario armarse de no muchos medios de castigo, sino de mucha ponderación y reflexión, de mucha serenidad que da el control de sí mismo. Y con ello, se triunfa siempre.

No solamente estas dos condiciones son los elementos necesarios para ejercer la autoridad con eficacia, sino que su ausencia denotaría falta de empeño y atención al problema educativo. Ya que todo se deja a las impresiones del momento. ¡Cuántas vueltas y revueltas para comprar un sombrero, para hacerse de un modelo nuevo! ¡Cuántas conversaciones para programar un viaje! ¡Cuántas consultas y meditaciones para hacer los negocios! Sin embargo, para el gran negocio de la educación, todo se improvisa, todo se resuelve en el momento.

Se ha insistido anteriormente sobre la necesidad de que se tuviera un método y programa: (vuelvan a leer y analizar el escrito: “Un método de educación” publicado en este medio)  eso, además de darles una orientación permanente y asegurarles la continuidad de la obra educativa, les hace prever muchísimas cosas y les facilita, así, la reflexión en los momentos que se exige una decisión rápida; pero, sobre todo, ilumina todos sus pasos. Todas  las intemperancias en el uso de la autoridad vienen de que no se ha reflexionado, sea porque no se dedica tiempo a la reflexión o sea porque no se tiene el hábito de pensar.

La reflexión debe constar, de dos partes: la primera debe ocuparse de las órdenes que se deben de dar; la segunda, de la gradación en las órdenes y de la forma de exigir su cumplimiento.

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Uno de los errores más comunes en educación, y que indica precisamente la falta de reflexión momentánea y habitual, es la exigencia de todas las cosas en el mismo plano. Muchas veces las madres arman un escándalo porque no se lavan bien sus hijos, y sin embargo no existe la misma preocupación por los niños que tienen el alma llena de pecados. Se preocupan y se desesperan por la buena educación de los modales, pero nunca se preocupan si los hijos son de corazón puro. No quieren que las estorben y molesten, y no se preocupan para saber si ellas  están presidiendo en el desarrollo interior de sus hijos. No se preguntan jamás si el hijo está contento de su madre. Eso lo dan como cosa supuesta.

Madres, contesten estas preguntas con verdad: ¿alguna vez se les ha ocurrido esta pregunta: “Mi hijo estará contento de mí? ¿Mi hijo, será feliz, se sentirá plenamente feliz porque yo soy su madre?”

Quizás ya se les hayan ocurrido estas preguntas: y cuando afloraban un poco en el subconsciente, y sin discutirlas, las descartaban anticipando las respuestas afirmativas. Este es un problema muy delicado, a causa de la falta de reflexión en que actualmente se vive. Con todo, esto visto, no faltará una madre que diga, con la intención de evitarse el trabajo de pensar por sí misma: “Es cierto todo esto, pero queremos algunas normas prácticas.”

EN LA PRACTICA

1)Debo reflexionar. Debo acostumbrarme a reflexionar. Nunca me debe de faltar la reflexión en mi vida. pensaré y pesaré mucho mis palabras. Pocas, y muy breves, decididas, terminantes y afectuosas.

2)Debo tener un método de reflexión para ordenar bien. ¿A quién voy a mandar? A mi hijo. ¿A cuál de ellos? Ya que no todos tienen la misma modalidad, y no a todos se les debe mandar en la misma forma.

Hay que obtener de todos el mismo espíritu de obediencia; pero los medios deben ser proporcionados a cada uno de ellos.

¿Qué le voy a mandar? ¿Cómo se lo voy a mandar? ¿Cómo se encuentra él para recibir estas órdenes? ¿De qué recursos me voy a valer para que me entienda más, le caiga mejor, comprenda más rápido y se sienta alentado a realizarlo? Lo que le mando, ¿es proporcionado a su edad, a sus fuerzas morales? Si a mí me mandaran esto mismo, en la misma forma, ¿cómo me sentiría?

No faltará quien diga: “Pero si comienzo a pensar tanto, nunca voy a dar una orden.” Y se le contesta: pero, ¿es que no ha dado usted demasiadas órdenes hasta ahora y,  por eso mismo, porque ha dado órdenes sin reflexionar, no ha sido bien obedecida?

Se quejan las madres de que no les hacen caso sus hijos; en mayor de los casos no es culpa de ellos; el mal esta en la madre. Y la solución a ello es hablar menos y pensar más.

Piensen madres todas estas cosas antes, y verán cómo desaparecen los nubarrones del cielo, cesan los rayos de todas las amenazas, y vuelve a despejarse todo completamente. Entonces reinará la luz de un gran entendimiento, de una hermosa obediencia y una concordia y suavidad extraordinarias.

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Si antes de dar órdenes reflexionan, se van a maravillar de la cantidad de reformas que deben introducir en su gobierno. Entonces su obra dará sus frutos al ciento por uno.

3)Debo observar primero todo el conjunto y luego subordinar la percepción de los detalles a este conjunto.

Ya que frecuentemente se exige con extremada severidad una cosa cualquiera; luego se reflexiona y se ve que era un detalle. Si por ese detalle se hizo saltar sangre, cuando venga una falta en lo fundamental de la vida (si se mantiene la proporción) no habrá para ella severidad ni castigo suficiente.

Esta alocada exigencia de todas las cosas en la misma forma, aparece inmediatamente ante el  niño como algo irracional; le hace perder el sentido de la jerarquía de las cosas y se consigue un efecto contrario: en vez de acentuar el aprecio por el bien, se produce un escepticismo, que es siempre la antesala de la inmoralidad.

Así como se puede contemplar toda la hermosura de la fachada de una catedral si pegamos nuestro rostro a la primera moldura que admiramos, sino que es necesario tomar la distancia necesaria para percibir, en primer lugar, la armonía del conjunto, y sólo cuando nos hemos como saturado del conjunto estamos en condiciones de juzgar los detalles, así, en la misma forma, se debe conducir con los problemas de la obediencia. Todo esto, ayudará a entender el cuarto consejo.

4)Debo saber economizar las fuerzas. Generalmente se pierde el equilibrio y la justa aplicación de la autoridad: por naderías se agotan todos los recursos y, para los casos de urgente y profunda actuación, por carencia de reservas, se claudica en debilidades inconcebibles.

El sentido de lo gradual y de lo justo debe saturar todas las intervenciones de la autoridad.

La buena interpretación de los más delicados matices constituye el mérito principal de la ejecución de un trozo musical: así también hay que saber matizar la intervención de la autoridad.

Hasta aquí hemos expuesto, todo lo referente a la reflexión; ahora vamos abordar todo lo referente a la serenidad.

Hoy en día se vive en constante agitación, son tan grandes los problemas que agitan en el corazón y que se deben en cierto modo disimular a todas y con todo el mundo, son tan impertinentes los chicos, y también los grandes, que hacen exclamar a la madre: “¡Estoy tan agotada, tan desanimada! Los nervios no me dan más.”

Comprendiendo todo eso, y mucho más, tanto en la esposa como en el esposo, la solución para todos: es la calma y la serenidad, con ellas estarán mejor y harán mayor bien a los suyos. El dejarse llevar por la agitación, en todos los casos les hace mal, y no obtienen ningún bien. Es necesario actuar siempre con el reposo, la calma, la serenidad propios de aquellos espíritus superiores que se superaron porque tuvieron el coraje de imponer silencio a su interior y dominar la impetuosidad de todas las fuerzas rebeladas: con esa calma siempre se hará bien a ustedes mismos y realizarán mejor sus obras.

¿Será posible, encontrar una de esas almas serenas, medidas, prudentes, dueñas de sí mismas en todos los momentos? ¿Se podrá entrar a ese santuario, en donde uno de esos hogares benditos en

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los cuales impera como una serenísima reina una madre maravillosa? En la inalterable calma de sus fuerzas, perpetuamente graciosa y sonriente en el resplandor de su alta virtud, esta reina de serenidad no es turbada ni por las importunidades de sus niños, ni por los accidentes de salud, o las preocupaciones de la casa, ni por las vicisitudes incesantemente móviles de la existencia.

El deber, debe ser una estrella, que marcha como los reyes antiguos, y que sabe, lo mismo que ellos, que Dios es el motor: Dios, sobre quien la madre se apoya; Dios, nunca le faltará; Dios, que tiene en sus manos paternales todos los acontecimientos de su vida de madre y de esposa, de dueña de casa y de mujer de acción.

En el Hogar, donde hay serenidad, reina la paz, casi el silencio. Y si las voces se elevan es para mezclarse unas a otras en un concierto de alegría.

¿Saben cuál es el secreto de toda esta armonía y alegría? El secreto de esa reina es la serenidad.

¿Saben por qué ese reino es tan diverso de los demás? Por que, ella es dueña de sí misma.

Por último espero en Dios, que las madres mediten y reflexiones estos necesarios consejos, para que los lleven a la práctica y con ello, ejerzan de la mejor la autoridad recibida por Dios.

Del libro “Paternidad y Autoridad” del P. Eduardo Pavanetti.