5 de febrero, huelga policial y saqueos en lima

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411 INVESTIGACIONES SOCIALES Hace 30 años 5 de febrero: huelga policial, saqueos e incendios en Lima Manuel Valladares Quijano Universidad Nacional Mayor de San Marcos E-mail: [email protected] RESUMEN Los acontecimientos ocurridos en Lima el 5 de febrero de 1975, estremecieron el poder político del gobierno militar presidido por el general Juan Velasco Alvarado. Por una parte, revelaron por lo menos dos graves problemas: el agotamiento del proceso de reformas en el contexto de la crisis internacional de la economía capita- lista y la agudización de tensiones y conflictos al interior de las Fuerzas Armadas. Por otra parte, anunciaron el pronto advenimiento de un nuevo gobierno que concluiría formalmente con el proceso de reformas. PALABRAS CLAVE: Régimen militar, Velasco, Perú, disturbios, Lima, Estado, APRA. ABSTRACT The events that unfolded in Lima on February 5 th , 1975, unsettled General Juan Velasco’s military regime, laying bare its weaknesses. Indeed, since then –against the backdrop of the world capitalist crisis– it became evident that the reformist process had come to an end, and that the conflicts within the armed forces had reached a point of high tension. Also, the February 5 th events heralded the imminent advent of a new government that officially would close the reformist period. KEY WORDS: Military regime, Velasco, Peru, Disturbances, Lima, State, APRA. Hace 30 años, el 5 de febrero de 1975, Lima y el Callao y todos sus distritos amanecieron sin protección policial y desguarnecidos en su seguridad cotidiana como ciudades gigantes y populosas que ya eran. En horas de la madrugada se había iniciado una huelga por una serie de reivindicaciones del personal de la Guar- dia Civil que normalmente prestaba servicios tanto en las comisarías como res- guardando diversos puntos de la capital y de la vecina provincia constitucional: zonas comerciales, mercados, bancos, edificios públicos, tránsito en las principales AÑO IX N° 14, pp. 411-422 [UNMSM / IIHS, Lima, 2005]

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5 de Febrero, Huelga Policial y Saqueos en Lima

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  • 411INVESTIGACIONES SOCIALES

    Hace 30 aos5 de febrero: huelga policial, saqueos

    e incendios en Lima

    Manuel Valladares QuijanoUniversidad Nacional Mayor de San Marcos

    E-mail: [email protected]

    RESUMENLos acontecimientos ocurridos en Lima el 5 de febrero de 1975, estremecieron elpoder poltico del gobierno militar presidido por el general Juan Velasco Alvarado.Por una parte, revelaron por lo menos dos graves problemas: el agotamiento delproceso de reformas en el contexto de la crisis internacional de la economa capita-lista y la agudizacin de tensiones y conflictos al interior de las Fuerzas Armadas.Por otra parte, anunciaron el pronto advenimiento de un nuevo gobierno queconcluira formalmente con el proceso de reformas.

    PALABRAS CLAVE: Rgimen militar, Velasco, Per, disturbios, Lima, Estado, APRA.

    ABSTRACTThe events that unfolded in Lima on February 5th, 1975, unsettled General JuanVelascos military regime, laying bare its weaknesses. Indeed, since then againstthe backdrop of the world capitalist crisis it became evident that the reformistprocess had come to an end, and that the conflicts within the armed forces hadreached a point of high tension. Also, the February 5th events heralded the imminentadvent of a new government that officially would close the reformist period.

    KEY WORDS: Military regime, Velasco, Peru, Disturbances, Lima, State, APRA.

    Hace 30 aos, el 5 de febrero de 1975, Lima y el Callao y todos sus distritosamanecieron sin proteccin policial y desguarnecidos en su seguridad cotidianacomo ciudades gigantes y populosas que ya eran. En horas de la madrugada sehaba iniciado una huelga por una serie de reivindicaciones del personal de la Guar-dia Civil que normalmente prestaba servicios tanto en las comisaras como res-guardando diversos puntos de la capital y de la vecina provincia constitucional:zonas comerciales, mercados, bancos, edificios pblicos, trnsito en las principales

    AO IX N 14, pp. 411-422 [UNMSM / IIHS, Lima, 2005]

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    avenidas, etc. Al amanecer y al movilizarse en todas las direcciones cientos ymiles de personas con destino a sus centros de trabajo, el mismo que arrancabaentre las siete y las ocho de la maana, no se haba visto un solo Guardia Civil enningn lugar. Tampoco a miembros de otros cuerpos o unidades policiales. Vale lapena recordar que en ese entonces existan tres cuerpos diferentes de lo que ahorase llama Polica Nacional: Guardia Civil, Guardia Republicana y Polica de Investi-gaciones del Per (PIP). Una significativa cantidad (varios cientos) del personalde la Guardia Civil, cabeza y columna vertebral de la rebelin, se haba acantonadoen el local de Radio Patrulla de la Av. 28 de Julio del distrito de La Victoria.

    En medio de esa situacin de desconcierto, ms o menos desde las 10 de lamaana, comenzaron a movilizarse por diferentes calles y avenidas del viejo cen-tro de Lima grupos de personas de sectores populares, fundamentalmente jvenes,que provocaban disturbios y llamaban a saqueos, incendios y otras acciones devandalismo. Unos minutos ms tarde, estos saqueos, incendios, pillajes, etc., co-menzaron a producirse precisamente en el centro histrico de la capital y pronto semultiplicaron a otros barrios y distritos. Desde luego, velozmente y en trminosmultitudinarios haba crecido la cantidad de gente que sin habrselo propuesto deantemano pas a dominar la escena poniendo en marcha las ms diversas modali-dades de violencia contra la propiedad pblica y privada. Aproximadamente du-rante las dos o tres horas de imperio creciente de la violencia, no apareci enescena ninguna fuerza gubernamental civil, militar o policial que contuviera a susfuriosos protagonistas. Recin a partir hasta las 12:30 pm o de la 1:00 pm salieronen fila desde el Polgono del Rmac algunos tanques y en la medida que avanzabancon diferentes rumbos y ocupaban sus emplazamientos empezaron a dispersarselas multitudes que por varias horas se haban adueado de la situacin.

    Cmo pudieron suceder esos acontecimientos bajo un gobierno que gozabade mucho prestigio a nivel nacional e internacional? Es cierto que internamente elgobierno del general Velasco Alvarado enfrentaba enemigos y adversarios polti-cos, pero tambin contaba con el apoyo y la simpata de significativos sectores dela sociedad peruana. Los enemigos polticos lo conformaban exiguas minoras quehaban perdido poder y privilegios y que, sin duda, invertan buena parte de sutiempo en conspirar y en ese plan probablemente andaban pescando contactos alinterior de la oficialidad de las Fuerzas Armadas y de las Fuerzas Policiales. Losadversarios polticos estaban representados por dirigentes de partidos, organiza-ciones y movimientos que se disputaban entre s la hegemona en la direccinideolgica y poltica de los trabajadores y masas populares (movimiento obrero,movimiento campesino, movimiento barrial, movimiento magisterial, movimientoestudiantil, etc.) y, como tales, debatan entre s y con los representantes del go-bierno, con sus tericos y periodistas, acerca de los problemas fundamentales de larealidad peruana, del modelo de economa, Estado y sociedad que se pretendaconstruir y, desde luego, respecto de las perspectivas del Per y Amrica Latina.

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    El gobierno, por su parte, contaba con aliados y asesores muy destacados prove-nientes especialmente de corrientes y agrupaciones reformistas y nacionalistasradicales con presencia importante en medios sindicales, acadmicos e intelectua-les. Por todo esto, se puede reiterar la pregunta: Cmo as pudo ser sorprendido elprestigioso y poderoso gobierno militar del presidente Velasco Alvarado? Por su-puesto, se nos puede decir que han habido muchos casos en la historia de sorpre-sas y cadas inesperadas de gobiernos mucho ms fuertes e, inclusive, como nosensean experiencias recientes, de derrumbe y colapso de sistemas polticos todo-poderosos construidos durante dcadas enteras. Con esto no pretendemos cerrarel debate sino, ms bien, provocarlo.

    Fue el primer y ltimo gran susto que se llevel gobierno del general Juan Velasco Alvarado

    El gobierno militar presidido por el general Juan Velasco Alvarado, haba cumplidoseis aos y cuatro meses en el ejercicio del poder poltico. Entre el Golpe de Esta-do del 3 de octubre de 1968 y el 5 de febrero de 1975, el general Velasco Alvarado,sus ministros y los equipos de militares que lo secundaban, haban gobernado elpas sumando progresivamente una serie de xitos polticos con relacin a su dis-curso nacionalista y dentro de lo que ellos mismos denominaban Plan del GobiernoRevolucionario de las Fuerzas Armadas (Plan Cahuide). Superadas las inicialesdiferencias o discrepancias al interior de la alta oficialidad de las tres armas, habaterminado por imponerse la unidad institucional del Ejrcito, la Marina y la Avia-cin. La hegemona dentro de esa unidad la tena la oficialidad del Ejrcito. Porotro lado, no haban tenido que enfrentar ninguna resistencia social o poltica quefuera significativa; ms bien, se ganaron la simpata, cuando no el apoyo, de impor-tantes sectores de trabajadores y masas populares. Por todo ello, seguramentepara quienes controlaban el poder del Estado los acontecimientos del 5 de febreroconstituyeron lo ms inesperado posible de cuanto peligro se poda imaginar parala estabilidad poltica y slo comparable con relmpago en cielo sereno. Pero aho-ra sera bueno saber que tan sereno estaba el cielo.

    Afirmados en el pleno control del aparato del Estado y bajo el impacto de susprimeras medidas polticas, los militares desalojaron desde un principio y sin mira-mientos los restos de poder oligrquico que an quedaban en las esferas de lapoltica nacional. Llevaron a cabo una serie de nacionalizaciones y estatizacionesde empresas privadas que por mucho tiempo o casi eternamente haban estado enmanos de sus dueos extranjeros o peruanos (Los dueos del Per, como losllamaba en su afamado libro el Ing. Carlos Malpica). Una de las primeras y msimpactantes medidas en ese sentido fue la nacionalizacin de los yacimientos pe-trolferos de la Brea y Parias y cuya reivindicacin se haba constituido en unsmbolo de las luchas nacionalistas y antiimperialistas por ms de medio siglo.

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    Tambin fueron nacionalizadas o estatizadas poderosas empresas mineras de ca-pital imperialista como la Cerro de Pasco Corporation y la Marcona Mining Company.Y, sobre todo, los militares velasquistas se dieron el lujo de protagonizar nada me-nos que la Reforma Agraria en el Per, tambin constituido en otro smbolo deprolongados y recurrentes reclamos de carcter antigamonal y antiterrateniente, apartir del manifiesto que el propio presidente Velasco Alvarado leyera ante la na-cin el 24 de junio de 1969 con motivo de la celebracin del Da del Indio y que apartir de entonces se llamara Da del Campesino. En ese mismo acto se promulgla respectiva Ley de Reforma Agraria. Dicha reforma comenz inclusive horasantes de la lectura del manifiesto y de la promulgacin de la Ley, con la interven-cin del Ejrcito en el control y administracin de las grandes haciendas azucare-ras de la Costa Norte, desalojando a los barones del azcar de su poder conside-rado ilimitado e intocable. En el transcurso de los meses y aos siguientes la mayorparte de las haciendas del pas les haban sido arrebatadas (expropiadas) a sussempiternos dueos (caciques, gamonales, terratenientes, etc.) y cuya nueva po-sesin y usufructo se les haba cedido a las comunidades indgenas y en general alas poblaciones campesinas. Tambin, se haban llevado a cabo reformas en elsector industrial llegando a crear, por ejemplo, la comunidad industrial. Algoms. El gobierno del General Velasco Alvarado restableci relaciones diplomti-cas con Cuba revolucionaria y estableci por primera vez relaciones diplomticascon la Rusia Sovitica, con la China Comunista de Mao Tse-Tung y con casi todoslos pases que pertenecan al entonces campo socialista. En 1974, el gobierno mi-litar sorprendi a medio mundo con la expropiacin de los peridicos y otros me-dios de comunicacin. Los dueos de los medios de prensa nunca haban tenido,por decir lo menos, identificacin alguna con las reformas del gobierno militar. Enrealidad, tampoco haban tenido mayor identificacin con los grandes problemasnacionales y con las grandes urgencias de la inmensa mayora de peruanos. Ob-viamente, siempre ha habido periodistas libres y con independencia de criterio peroesto es otro asunto. Desde luego, producida la expropiacin, nfimas minoras en elPer y en el extranjero haban denunciado a grito pelado el tan grave atentadocontra la libertad de prensa.

    En el transcurso de 7 aos, el presidente Velasco Alvarado y su gobierno nohaban enfrentado conflictos gremiales o polticos que pudieran ser significativos.Apenas haban sido objeto de crticas ms tericas que polticas por parte de lasdiversas tendencias de la oposicin: APRA, partidos y agrupaciones de la izquier-da revolucionaria (maostas, trotskystas, castristas, guevaristas, marxista-leninistas,socialistas a secas, etc.), derecha belaundista, extrema derecha pepecista, etc.Simultneamente, tuvieron lugar unos que otros paros y huelgas por parte de sindi-catos como el del SUTEP recin fundado, de los trabajadores mineros de Toquepalay Cuajone, de Centromn y otros. Las crticas eran bsicamente al modelo desociedad y Estado peruanos que se quera construir. Los propios militares en el

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    poder o sus voceros se defendan sosteniendo que el de ellos era un gobierno decarcter antifeudal, antioligrquico y antiimperialista y, al mismo tiempo, un gobier-no que se propona construir una economa y una sociedad que fuera libertaria y departicipacin plena, no comunista y no capitalista. Para algunos de los ms lci-dos crticos de aquella experiencia, lo que estaba ocurriendo en el Per era unamuy tarda construccin de un capitalismo de Estado. Como se puede observar, lasaguas del debate constituan un inmenso mar. Haba mucho de claridad pero tam-bin algo de confusin. O quizs al revs. Refirindose a estas cosas, en un opor-tunidad un periodista pregunt al historiador Pablo Macera sobre qu es lo queestaba sucediendo en el Per. Revolucin?, reformas?, reformismo nacionalis-ta?, comunismo?, capitalismo de Estado?, modernizacin capitalista? La res-puesta del Dr. Macera fue ms o menos la siguiente: No se preocupe, lo que pasaes que el Per recin est entrando al siglo XX.

    De manera paralela a sus realizaciones y a sus discursos, el gobierno militardecidi orientar y conducir directamente la organizacin y movilizacin de secto-res de trabajadores y masas populares tanto en el campo como en la ciudad, co-menzando por aquellos sectores inmersos en los procesos de reformas; la inter-vencin del gobierno en este terreno, significaba no slo entrar en competenciacon la organizacin y movilizacin autnomas e independientes impulsadas porpartidos polticos y movimientos sindicales sino, tambin y peligrosamente, revela-ba el intento de anularlos o destruirlos para luego uncir a sus bases al burocrticocarro del gobierno y del Estado. Quizs, se pretenda hacer, sabindolo o no, algoparecido a lo ocurrido en Mxico desde los aos 30 cuando el presidente LzaroCrdenas y el PRI impusieron la organizacin corporativa de los trabajadores y degran parte de la sociedad. El gobierno militar cre aparatos como Sinamos parapautar la organizacin y movilizacin de obreros, campesinos, estudiantes, pobla-dores de barriadas o Pueblos Jvenes, etc. En tal sentido, el apoyo que se organi-zaba para defender las ideas y las realizaciones del gobierno militar era segmentadoy de compartimentos estancos impidiendo, por lo mismo, la articulacin y las rela-ciones horizontales. En el transcurso de 1974 ya eran cada vez ms notorias lasdificultades y limitaciones de aquellos intentos de organizacin corporativa; en ciertomodo, se estancaban o retrocedan frente a las organizaciones autnomas de lostrabajadores. Sin embargo, desde las alturas del poder todava no se perciba conclaridad que esa experiencia ya constitua un problema grave y que estaba destina-do al fracaso en el corto o mediano plazo.

    Lo anterior podra invitar a una cierta incredulidad o al debate, pero hay algoque est fuera de toda duda y discusin. Un enorme y grave problema que tuvoque enfrentar el gobierno del presidente Velasco Alvarado fue la crisis internacio-nal de la economa capitalista que se desencaden en el segundo semestre de 1973y cuyo impacto y reproduccin fueron inmediatos en Amrica Latina y concreta-mente en el Per. El estallido de dicha crisis tuvo lugar en los pases capitalistas

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    avanzados y desarrollados y cuyas principales manifestaciones externas fueron larecesin industrial y la desocupacin masiva de mano de obra calificada. En elcaso peruano y mirando retrospectivamente, esta crisis se fue constituyendo, demanera casi imperceptible, en una especie de larga antesala de lo que sera eltrmino del mandato velasquista y el cual sucedi a travs de un Golpe de Estadoa fines de agosto de 1975. Aunque oficialmente no se quera admitir, o quizs seignoraba en algunos casos, de manera simultnea al desarrollo de esta crisis y adespecho de los discursos ms encendidamente nacionalistas y triunfalistas, fuehacindose cada vez notorio tanto para observadores nacionales como extranjerosla contencin progresiva de las reformas y en particular de la reforma agraria.Basta recordar la disminucin paulatina de la ayuda tcnica y crediticia del Estadoa los cooperativistas y trabajadores del mundo agrario. Ciertamente, a pesar de sugravedad creciente, esta crisis de la economa an no asust al gobierno y directa-mente no hizo tambalear su poder. Recin los acontecimientos del 5 de febrero de1975 constituyeron el primer y ltimo gran susto para el gobierno del presidenteVelasco Alvarado. Lo del susto, viene de unos comentarios que haca Anbal Quijanocuando mirbamos titulares de peridicos sobre los candentes y caticos momen-tos del 5 de febrero que haba vivido Lima y, entonces, Anbal dijo: este el primergran susto que se lleva el gobierno militar del general Velasco Alvarado. Pero aestas alturas y transcurridos 30 aos, habr que reconocer que en el trasfondo deesos acontecimientos estaban, quizs todava invisibles para el simple espectador opara el periodista que anda cazando noticias, los efectos de la crisis acumulados adiario desde setiembre-octubre de 1973 y cuyas vctimas no podan ser sino, comosiempre ocurre, las inmensas mayoras de peruanos: resquebrajamiento de las con-diciones materiales de existencia, lenta pero real desocupacin en el sector indus-trial, disminucin o congelacin de sueldos y salarios, amenazas de reduccin depersonal, etc. Pues, entonces, el cielo no estaba tan sereno y ya haban habidonubarrones anunciando situaciones difciles y complicadas y stas se fueron confi-gurando dramticamente una detrs de otra.

    5 de febrero: soledad del presidente Velasco Alvarado

    Llam la atencin de mucha gente, en el Per y en el extranjero, de que habiendoamanecido Lima y sus alrededores, desguarnecidos de toda proteccin policial noaparecieran desde tempranas horas de la maana contingentes de la Guardia Repu-blicana, de la PIP y especialmente del Ejrcito y la Marina para brindar proteccin ala ciudad asumiendo el control y la vigilancia de puntos claves y estratgicos. Hanpasado 30 aos y an no se sabe con precisin si el gobierno imparti rdenes y nofue obedecido por quienes tenan mando directo de aquellos contingentes de tropas,o simplemente el gobierno se sinti arrogante y confiado y no dio ninguna disposicina nadie. Lo cierto es que hubiera sido suficiente que tropas del Ejrcito de la Segunda

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    Regin-Lima hubieran salido del polgono del Rmac desde las primeras horas de lamaana y posesionarse en determinados lugares. Esto no ocurri. En el supuesto deque las rdenes hubieran sido dadas por el presidente Velasco o por el Comit Ase-sor del Presidente (COAP), antes o a partir de las 10:00 am, la verdad es que lastropas de la Segunda Regin-Lima que estaban al mando del general RodrguezFigueroa no salieron hasta la 1:00 pm. Simplemente, el jefe de la revolucin peruanafue desobedecido. En todo caso, el responsable principal de lo que se haca o no sehaca era el general Francisco Morales Bermdez, quien apenas unos das anteshaba asumido los cargos de Primer Ministro y Comandante General de las FuerzasArmadas. Su inmediato subordinado en Lima era el general Leonidas RodrguezFigueroa y quin no atin a tomar ninguna accin preventiva o disuasiva. Estos he-chos nos permiten imaginar la soledad poltica del presidente Velasco Alvarado enesas horas crticas del 5 de febrero de 1975.

    Se trata, en realidad, no slo de imaginar aquella soledad sino de verificar yconstatar un problema mucho ms complejo: la agudizacin de conflictos que sehaban estado dando al interior mismo de las Fuerzas Armadas y ms precisamen-te en el seno de la oficialidad. Probablemente desde el estallido de la crisis interna-cional de la economa capitalista, comenzaron a desarrollarse por lo menos dostendencias a nivel de la oficialidad de las Fuerzas Armadas: a) por la profundizaciny continuidad de las reformas; b) por la contencin y apaciguamiento de esasreformas. En ese contexto tenan lugar, adems, disputas de orden personal porocupar puestos de preferencia en el aparato del Estado y a nivel de la cpula delpoder poltico. Se pueden recordar conflictos de esa naturaleza, por ejemplo, entrelos generales Rodrguez Figueroa y Javier Tantalen Vanini o entre los generalesFernndez Maldonado y Francisco Morales Bermdez. Estos conflictos entre losrepresentantes de las principales tendencias ideolgicas y polticas al interior de lasFuerzas Armadas y de la oficialidad, cobraron toda su sangre fra y brutalidad enlas tres o cuatro horas del 5 de febrero en las que Lima y el Callao fueron escena-rios de incendios de numerosos locales y de saqueo de centros comerciales en susdiferentes barrios y distritos. La dimensin agresiva de esta brutalidad militar yahaba sido puesta en prtica unas horas antes cuando en la madrugada del mismoda tanques del Ejrcito, bajo el mando del general Leonidas Rodrguez Figueroaingresaron violentamente al local de Radio Patrulla en el distrito de La Victoria yaplastaron a cientos y cientos de guardias civiles muchos de los cuales nuncallegaron a tener una tumba para el descanso de sus restos. As comenz la trgicahistoria de los desaparecidos en la agitada vida poltica peruana de la segundamitad del siglo XX. De esa manera, a sangre y fuego, fue debelada la huelga de laGuardia Civil, sin tomar en cuenta que los huelguistas daban a conocer su rendi-cin pacficamente y sin condiciones.

    En los das siguientes a estos hechos, la prensa trataba de explicar el carcter delos mismos acudiendo, como siempre lo hace, a entrevistas a personajes de la polti-

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    ca, funcionarios, intelectuales, etc. Entre tantas declaraciones, hubo una muy lacni-ca pero contundente. Radio Caracol de Colombia entrevist telefnicamente al jefedel APRA Vctor Ral Haya de la Torre, quien a sus 80 aos de edad se encontrabaen su residencia de Villa Mercedes, preguntndole qu opinin o interpretacin tenade los hechos ocurridos el 5 de febrero y la respuesta fue la siguiente: Se ha resque-brajado la unidad de las Fuerzas Armadas. Esta declaracin tocaba un aspectoneurlgico del aparato del Estado y seguramente puso de vuelta y media a quienesan integraban los crculos de confianza del general Velasco Alvarado y, a su vez,alent a personajes como el general Francisco Morales Bermdez y compinches aurdir desde entonces el Golpe de Estado que se producira seis meses ms tarde.

    Quin dirigi las marchas, los saqueos e incendios?

    A partir de las 10 de la maana del 5 de febrero, diferentes calles y avenidas delcentro histrico de Lima comenzaron a ser recorridas por grupos aparentementedispersos y desconectados entre s pero que se manifestaban con gestos y actitu-des parecidos, haciendo circular el rumor de que apareceran mayor cantidad depersonas y de grupos para apoderarse de la situacin e imponer su presencia enuna ciudad sin proteccin alguna. En efecto, especialmente en las avenidas Wilson(hoy Garcilaso de la Vega), La Colmena, Alfonso Ugarte y en la Plaza San Martnfueron apareciendo de manera creciente turbas de jvenes que llamaban a algo ascomo una rebelin contra el gobierno militar. Ms o menos entre las 11 y las 12 dela maana, cientos de jvenes recorran las avenidas de La Colmena y Wilson,empujando carretillas que llevaban gasolina en galones o bidones. Este combusti-ble sirvi, por ejemplo, para incendiar el local del famoso Casino Militar (CrculoMilitar) que se encontraba en uno de los portales de la Plaza San Martn y, tam-bin, del gigantesco y lujoso auditorio del moderno y recientemente construidoCentro Cvico que se encontraba en la Av. Wilson. Igualmente, en la recta anteriorde la misma Av. Wilson, entre el jirn Uruguay y el jirn Bolivia, fue incendiado ellocal del peridico El Correo. Se intent hacer lo mismo con el local del peridicoExpreso que quedaba en el Jr. Ica, muy cerca de la Av. Tacna. Mientras tanto,otras turbas integradas por gente de sectores mayormente populares, procedentesde distritos y barrios empobrecidos como el Rmac, Bajo el Puente, Barrios Altos,Matute y La Victoria y de barriadas o pueblos jvenes relativamente cercanos, seconstituyeron en los protagonistas de los saqueos a tiendas y centros comercialesdel centro histrico de Lima, del Mercado Central, de la Av. Abancay, de la Av.Wilson, de la Av. Alfonso Ugarte, de la Av. Manco Cpac, etc. Grupos y turbasenteras de gentes se cargaban todo tipo de productos de las tiendas y centroscomerciales, desde vveres hasta vestidos, joyas y artefactos electrodomsticos.En breves minutos quedaron vacos, por ejemplo, los entonces gigantescos centroscomerciales como los de Monterrey, Scala Gigante y otros.

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    Debe subrayarse que fueron multitudes procedentes de sectores empobreci-dos y populares quienes se apoderaron por unas horas de escenarios urbanos comoLima y algunos de sus distritos. Si hacia la 1:00 de la tarde o poco despus nohubieran aparecido en las calles los tanques del Ejrcito, probablemente estas masasjuveniles y populares enfurecidas hubieran avanzado hacia Miraflores y San Isidroy los blancos de su furia podran haber sido mansiones, edificios pblicos, edificiosde empresas privadas, bancos, lujosos locales comerciales, etc.

    El gobierno militar tena adversarios polticos desde la extrema izquierda, pa-sando por movimientos socialdemcratas, socialcristianos y centristas, hasta laextrema derecha. En ese entonces se especulaba de que algunas de esas tenden-cias podan haber dirigido los violentos acontecimientos del 5 de febrero. El propiogobierno no hizo pblico ningn manifiesto de forma inmediata pero s lo hizo indi-rectamente a travs de sus voceros o personas de su confianza que dirigan losperidicos estatizados y otros medios de comunicacin. Entre ellos, era La Crni-ca el principal vocero periodstico del gobierno y se encontraba bajo la direccindel escritor y periodista Guillermo Thorndike y en el que colaboraban numerososescritores e intelectuales. A travs de este peridico se sostuvo la idea, por nodecir la denuncia, de que el APRA y su jefe Vctor Ral Haya de la Torre habranestado en la direccin poltica de los violentos hechos del 5 de febrero. Es ms.Buscando demostrar la veracidad de la direccin aprista, en das sucesivos sepublicaron imgenes de grupos de jvenes que se supona eran apristas participan-do de manera protagnica en los incendios de los locales ya mencionados. Inclusi-ve, en algunas de esas imgenes apareca un joven alto, melenudo y con patillasque podra haber sido alguien parecido al entonces desconocido Alan Garca Prezy que a la sazn tena unos 25 aos de edad. A nadie se le ocurra decir que ladireccin poltica de los sucesos podra haber estado en manos de las organizacio-nes o partidos de la izquierda revolucionaria o de las agrupaciones y movimientosde la derecha. Al mismo tiempo, se dej en un segundo plano la discusin o lasespeculaciones para saber qu fuerzas polticas o econmicas podran haber esta-do detrs de la huelga de la Guardia Civil. Podra haber sido alguna fraccin de laderecha cavernaria o tradicional?

    El APRA y todos sus lderes negaron en todos los tonos cualquier responsabi-lidad de direccin poltica en los sucesos del 5 de febrero. Adems del propiogobierno, tambin las agrupaciones de la izquierda revolucionaria, los movimientossindicales como la CGTP y sus afiliados y, en fin, las diversas tiendas de la dere-cha, se inclinaban a pensar o a creer de que al APRA le corresponda la nicaresponsabilidad por aquellos sucesos. Todava casi dos semanas despus del 5 defebrero, el mismsimo Presidente de la Repblica, general Juan Velasco Alvarado,ley un manifiesto a la nacin en el cual responsabilizaba de manera enftica alAPRA y a su jefe Haya de la Torre. Desde luego, Haya de la Torre nunca se dioel trabajo de responder de manera directa. Ms bien, algunas veces haca alusio-

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    nes irnicas acerca de las muy modestas concepciones tericas e ideolgicas desus acusadores y adversarios.

    Han transcurrido 30 aos de la huelga de la Guardia Civil, de los incendios ysaqueos de Lima y an no se sabe con claridad y precisin qu organizaciones ofuerzas polticas podran haber constituido la direccin de esos sucesos. Pero s esposible explicarse el trasfondo de los mismos tomando en cuenta el hecho de laampliacin y profundizacin de la crisis econmica en el Per, en el contexto de lacrisis internacional capitalista que vena desarrollndose, como ya se dijo, desde elsegundo semestre de 1973 y cuyas mayores manifestaciones eran la recesinindustrial, la inflacin y la desocupacin masiva de mano de obra calificada en lospropios pases capitalista desarrollados. Hoy se puede recordar que en el transcur-so de 100 aos el sistema econmico internacional sufri tres grandes crisis. Laque estall en 1973 fue la tercera. Para las inmensas mayoras del mundo haballegado a su fin la sensacin de bienestar y prosperidad que haba estado ocurrien-do desde el trmino de la Segunda Guerra Mundial. Para la inmensa mayora deperuanos, tambin estaba llegando a su fin una similar sensacin de bienestar yprosperidad, al resquebrajarse el precario y dbil piso de la modernizacin econ-mica que haba venido desarrollndose por espacio de 25 o 30 aos. Desde elsegundo semestre de 1973 fueron resquebrajndose y debilitndose las yacrnicamente modestas condiciones materiales de existencia de los trabajadores ypobres del campo y la ciudad; en ese contexto se haban estado achatando demanera lenta pero sistemtica los sueldos y salarios y, tambin, empezaba a hacer-se sentir la desocupacin de la mano de obra asalariada en el ficticio sector indus-trial. Tambin para los empleados del Estado (ms de medio milln de empleadosen los ministerios y en el conjunto de la administracin pblica, ms de 150 milmaestros de escuelas y colegios, ms de 100 mil miembros de la Guardia Civil, dela Guardia Republicana y de la PIP, profesores universitarios, etc.) haba comen-zado el estancamiento o congelacin irreversibles de sus sueldos y salarios. Irre-versibles hasta hoy. Igualmente, en los sectores econmicos en los que estaban enmarcha las reformas, especialmente la Reforma Agraria, los trabajadorescooperativizados y de las SAIS empezaron a enfrentar dificultades de carctereconmico y comercial. Al desencadenarse la crisis econmica, el gobierno military el Estado dejaron de brindar apoyo tcnico y crediticio a los sectorescooperativizados porque, al mismo tiempo, se haca cada vez ms difcil la impor-tacin de los materiales y componentes requeridos.

    El piso econmico de la sociedad peruana, especialmente en sus sectoresaparentemente modernizados, se haba estado haciendo trizas. Sobre ese piso,cualquier cosa podra haber sucedido. Estaban ocurriendo una serie de paros yhuelgas de trabajadores en el sector industrial pero eran asumidos como parte delo cotidiano. Pero lo que ocurri en trminos espectaculares y dramticos fue,pues, la huelga de la Guardia Civil y los violentos sucesos del 5 de febrero. En el

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    caso de haberse dado una o ms direcciones polticas para producir esos hechos,slo en una situacin de pobreza creciente como la de entonces podan haberaparecido protagonistas enfurecidos, seguidores o partidarios. Puede decirse queen una situacin como la de aquellos tiempos, bastaba una chispa para incendiarla pradera.

    Lima, 4 de febrero de 2005

    BIBLIOGRAFA

    Acerca del Per en la dcada de los 70 y sobre el carcter de las diversas refor-mas dirigidas por el gobierno militar de entonces, hay abundante bibliografa y unabuena parte de ella fue producida al ritmo de los procesos mismos en marcha. Encambio, es poco lo que se conoce sobre acontecimientos especficos como los del5 de febrero de 1975 y, por eso, en este caso nos hemos limitado bsicamente a laconsulta de las fuentes primarias. La experiencia poltica peruana de aquella dca-da ha sido probablemente una de las ms intensamente debatidas de toda la histo-ria nacional del siglo XX. Se debati en el Per y en el extranjero. Por ahora,apenas podemos entregar unas cuantas referencias al respecto.

    COTLER, CLEVES, FITZGERALD, LOWENTHAL, NORTH, THORP y otros1985 El gobierno militar. Una experiencia peruana 1968-1980. Instituto de

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