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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31502105 Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal Sistema de Información Científica Hans Gundermann K. Procesos regionales y poblaciones indígenas en el norte de Chile. Un esquema de análisis con base en la continuidad y los cambios de la comunidad andina Estudios Atacameños, núm. 21, 2001, pp. 89-112, Universidad Católica del Norte Chile ¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista Estudios Atacameños, ISSN (Versión impresa): 0716-0925 [email protected] Universidad Católica del Norte Chile www.redalyc.org Proyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=31502105

Red de Revistas Científicas de América Latina, el Caribe, España y Portugal

Sistema de Información Científica

Hans Gundermann K.

Procesos regionales y poblaciones indígenas en el norte de Chile. Un esquema de análisis con base en la

continuidad y los cambios de la comunidad andina

Estudios Atacameños, núm. 21, 2001, pp. 89-112,

Universidad Católica del Norte

Chile

¿Cómo citar? Fascículo completo Más información del artículo Página de la revista

Estudios Atacameños,

ISSN (Versión impresa): 0716-0925

[email protected]

Universidad Católica del Norte

Chile

www.redalyc.orgProyecto académico sin fines de lucro, desarrollado bajo la iniciativa de acceso abierto

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PROCESOS REGIONALES Y POBLACIONES INDIGENAS EN EL NORTE DE CHILE…

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RESUMEN

Proponemos que en el marco de discontinuidades históri-cas significativas (imposición y desarrollo de un sistemacolonial; instauración de una modernidad latinoamerica-na; transformaciones de fines del siglo XX), las formascomunitarias andinas regionales se nos presentan a la vezcomo continuidad y transformación. La persistencia debeverse entonces como la continuidad transformada de lasinstituciones comunitarias andinas. Se hablará, así, de co-munidad colonial, de comunidad andina local y sucesorialpara el período moderno y de comunidad translocal paradenotar los extensos y profundos cambios de las últimasdécadas. La dinámica de la reproducción y el cambio re-sulta de la intervención de factores estructurales externosen relación con otros internos, correspondiente estos últi-mos, tanto a lógicas sociales andinas como a las formasde acción y reacción de los sujetos aymara que procesanesa relación y que en ello van transformándose. Se tomadistancia, por esta vía, de las tesis continuistas deesencialidades sociales transhistóricas (tesis indianistas, porejemplo); de las posiciones internalistas (aquella de que loandino se explica por lo andino; es decir, en marcos loca-les, posición que corresponde a las prácticas de una an-tropología tradicional), así como también de las tesis de ladesestructuración (bajo el postulado de que lo andino fuehecho desaparecer en el holocausto del progreso moderno).

Palabras claves: aymara – Chile – comunidad – cambiosocial – reintegración.

ABSTRACT

We propose that in the framework of significant historicaldiscontinuities (imposition and development of a colonialsystem; settlement of a Latin American modernity; trans-formations of late XXth century), the regional Andeancommunity forms appear at the same time as continuityand transformation. Therefore, persistency should be per-ceived as the transformed continuity of Andeancommunitarian institutions. Thus, it will be spoken, ofcolonial community, of local and successional Andeancommunity for the modern period and of translocal com-munity to denote the extensive and deep changes of thelast decades. The dynamic of reproduction and change isa result of the intervention of external structural factorsin relation to others that are internal, the latter corres-ponding both to Andean social logics, and forms of ac-tion and reaction of the aymara individuals, who process

this relation and transform themselves through it. In thisway, distance is taken from the continuity theses oftranshistorical social essencialities (Indianists theses, forexample); of internalists positions (that in which Andeanis explained by the Andean; that is to say in local frames,which corresponds to traditional anthropological prac-tices), as well as from destructuration theses (under thepostulate that the Andean was made disappear in the ho-locaust of modern progress).

Key words: aymara – Chile – community – social change– reintegration.

Introducción

Tracemos la ruta a seguir. Llevamos a efecto aquíun prolongado recorrido por la etnología y la his-toria de las instituciones comunales indígenas3 deTarapacá en el extremo norte de Chile, una de las

Procesos regionales y poblaciones indígenas en el norte de Chile.Un esquema de análisis con base en la continuidad

y los cambios de la comunidad andina1

HANS GUNDERMANN K.2

1 Trabajo desarrollado en el marco del Proyecto FONDECYTNº 1990503: “Etnias, identidades colectivas y Estados na-cionales en el Norte de Chile (siglos XIX–XX)” y del Pro-yecto Interno DI-01/2000 de la Universidad Arturo Prat:“Las organizaciones andinas y su dinámica en las regionesde Tarapacá y Antofagasta (1930-1990)”, ambos dirigidospor el autor. Del primero es partícipe también el antropólogoHéctor González de la Universidad de Tarapacá, en Arica,y la historiadora Cecilia Sanhueza. Del segundo, el Dr. Jor-ge Iván Vergara, de la Universidad Arturo Prat de Iquique.Una versión del texto fue presentada en el Simposio Nº 21del IV Congreso Chileno de Antropología denominado“Antropología Jurídica, Estado y pueblos indígenas”, diri-gido por Andrea Aravena y Milka Castro y realizado enSantiago entre el 19 y 23 de noviembre de 2001. Los co-mentarios y sugerencias que a este trabajo hiciera el Dr.Vergara, contribuyeron a hacerlo más consistente y legible,aporte que reconozco en todo su mérito.

2 Instituto de Investigaciones Arqueológicas y Museo (R.P.Gustavo Le Paige s.j.), de la Universidad Católica del Nor-te en San Pedro de Atacama. Email: [email protected]

3 Nos referimos a las instituciones comunales de la actualárea andina aymara. Hacemos referencias incidentales alcaso atacameño, inmediatamente al sur del espacio estu-diado, sin pretender en modo alguno una aplicación oextrapolación término a término de hipótesis, inferencias oresultados del estudio.

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regiones más meridionales del área andina (Figu-ra 1).4 El estudio de la reproducción y las transfor-maciones de la comunidad andina aymara se plan-tea en clave de larga duración (siglos XVI-XX).Lo hacemos mediante la aplicación de un esque-ma de análisis sociohistórico diversificado. Ela-boramos proposiciones o, si se quiere, hipótesisde cambio y continuidad aplicados a las comuni-dades andinas en su devenir histórico y se lleva aefecto su contrastación con información históricay etnográfica disponible. Se consigna una justifi-cación inicial de la oportunidad del esquema yalgunos de sus alcances. Varias adjetivaciones sir-ven para conceptualizar las transformaciones dela estructura comunitaria que se proponen. En cadacaso, se dan las explicaciones o definiciones mí-nimas suficientes. El concepto de comunidadtranslocal ocupa una posición central en el análi-sis de la comunidad andina de las últimas déca-das y representa un neologismo.5

4 Un breve recorrido histórico es necesario. El espacio andinoen la actual región administrativa de Tarapacá arranca de lareorganización de las poblaciones indígenas impulsadas porlas reformas del Virrey Toledo a finales del s. XVI. Lastierras altas del Correjimiento de Arica quedaron asignadasa reducciones indígenas, en tanto que en las tierras bajas yoasis (Pica, Tarapacá, Bajo Camiña, Codpa, Azapa y Lluta),aproximadamente desde los 2.000 a 2.500 m.snm haciaabajo, se fue formando un régimen de pequeñas haciendasespañolas. El límite norte del Correjimiento de Arica in-cluía el actual Departamento peruano de Tacna. En su sec-tor oriental limitaba con Pacajes, Carangas y Lípez. Esoslímites se han mantenido con relativamente pocas modifi-caciones modernas. En el siglo XVIII se separa la Provin-cia de Tarapacá en el sector sur, y la de Arica más al norte.Esta es la base de la organización administrativa republica-na peruana y, posteriormente, chilena. En efecto, el Trata-do de Ancón de 1884 cede a Chile Tarapacá, con límite enla quebrada de Camarones, y deja Arica y Tacna sujeta aun plebiscito. Este no se realizó y casi medio siglo mástarde se desmembra ese territorio, dejando Arica para Chiley Tacna para Perú. Dado el interés de las azufreras del vol-cán Tacora, el sector más alto de Tacna, hoy la comuna deGeneral Lagos, queda adscrita a Arica. El territorio cubier-to por el análisis de la comunidad andina corresponde,entonces, al sector medio y meridional del antiguo Corre-jimiento de Arica y a los sectores andinos del mismo, des-de los altos de Tacna hasta el valle de Guatacondo. Tam-bién es oportuna una breve aclaración ecológico-producti-va. A medida que nos desplazamos por la zona andina dela región hacia el sur, aumenta considerablemente la aridezy, por lo tanto, las posibilidades de producción agrícola ypecuaria. De aquí que los asentamientos empiezan a menu-dear en la parte norte de la Provincia de Iquique y en la deArica y Parinacota. Esa es la zona de comunidades andinassobre las que se pronuncia este trabajo.

5 Por razones de extensión, no se procede a una revisión dela literatura andina acerca de la comunidad, especialmentela peruana. La preferencia se entenderá si se repara en quela región que estudiamos perteneció a Perú hasta 1879 y,antes de eso, a la Audiencia de Lima en el Virreynato delPerú.

Figura 1. El espacio andino histórico indígena en la región deTarapacá.

Abordamos la continuidad y el cambio social in-dígena en una región específica del norte de Chi-le, tratados mediante el análisis antropológico ehistórico de la comunidad andina, institución so-cial por antonomasia de la sociedad aymara. Se-gún una mirada internalista, ciertamente parcial,la sociedad andina durante ciertos períodos histó-ricos corresponde o, si se quiere, es transparenteen buena medida con la comunidad. Repárese, porejemplo, en que la “reducción” colonial, más tar-de llamada comunidad indígena o, para la subre-gión que nos ocupa, comunidad andina, fue la ins-titución central de la “república de indios”, unade las divisiones sociales principales del diseñode sociedad colonial del Reino de España enAmérica. Hasta mediados del siglo XX y habidacuenta de numerosos y profundos cambios en loscontextos y en las propias comunidades, un juicio

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de este tipo podría todavía sostenerse. Por cuantoasumimos que tales formas institucionales loca-les representan la modalidad característica de laorganización social andina, el análisis de la co-munidad es también, hasta un cierto punto, el es-tudio de la dinámica de la sociedad andina comoun todo.

Por otra parte, si aceptamos el postulado de esacentralidad, podría también convenirse en que lacomunidad es, históricamente, uno de los nivelesde organización de la sociedad indígena más per-manentes y activos hacia el exterior en la defensaante poderes y agentes, estatales o privados, queamenazan a los campesinos indígenas y a la pro-pia institución. Siendo lo anterior bastante evidentey conocido, anotemos que ese papel no se agotacon el de actor social reactivo ante ambienteshostiles. Esa misma capacidad y dinamismo estambién desplegada para promover intereses y pro-pósitos, en particular de innovación y desarrollo,6

pero también de confrontación y conflicto porintereses colectivos.7 Esto no es sólo una cuestióndel pasado; guarda plena actualidad. La acciónpolítica y desarrollista de la población indígenaen los países andinos no se agota hoy en el planocomunal. Así lo atestiguan los movimientos in-dios de la zona, especialmente activos en Ecua-dor y Bolivia (Albó 1991, entre otros). Articula-dos en todos los casos sobre bases territoriales, laasociatividad en niveles provinciales, departamen-tales o regionales arranca desde grupos locales,correspondientes con o relacionados a las comu-nidades. Y desde allí, en parte por lo menos, seconstruyen y se legitiman, adquieren credibilidady autoridad. Por lo demás, las comunidades re-presentan la fuerza de tarea, la masa de manio-bra de tales movimientos. De manera inesperada,como sostenemos aquí, la comunidad reaparece,reconstituyéndose de formas poco imaginablespreviamente, acompañando el derrumbamiento delos espacios de contención históricos y la aventu-ra de las migraciones masivas, la incorporación

urbana y el cambio social de los indígenasandinos. En la última novela de José MaríaArguedas (1972) se avistan algunas de las moti-vaciones vitales que acompañan esos procesos,nunca fáciles y a veces desgarradores.8

Ese mismo estatus de centralidad lo adquiere ensu calidad de detentadora de posesiones territo-riales y recursos o, cuando menos, por su papelde institución organizadora de su gestión; porejemplo, de praderas, tierras de labranza, aguas,fuerza de trabajo, minerales, combustibles vege-tales. En distintos momentos históricos esos re-cursos pueden ser objeto de demandas y de inten-tos de apropiación por agentes económicos exter-nos. La comunidad se nos presenta ahora en posi-ción de receptora y objeto de presiones de lasfuerzas más generales que la envuelven. En esaperspectiva se nos presenta como una entidad so-ciológica sometida a determinaciones contextuales,pero respecto de las cuales está lejos de permane-cer como un sujeto inerme. En efecto, en los es-pacios andinos, buena parte de la conflictiva his-toria moderna de la relación entre comunidades yotros agentes económicos (gamonales serranos;más cerca de nuestros días, empresas mineras),se dan por el control, la posesión, la disposición,el uso y los beneficios resultantes de la explota-ción de recursos de las comunidades o de campe-sinos integrados por formas asociativas comuna-les. El modelo de economía neoliberal y globa-lizado, en plena expansión en los países andinos,ha acarreado ya la emergencia de nuevos conflic-tos y anuncia otros, a medida que se profundizasu instalación y que el capital se ocupa de inver-siones atractivas en áreas o respecto de recursosen los que existen intereses encontrados con sec-tores populares y sujetos rurales como las comu-nidades. A medida, también, que los sujetos so-ciales, comunidades indígenas entre otros, forta-lecen, recrean o elaboran “identidades defensivas”ante el avasallamiento de sus espacios y la enaje-nación de recursos (Castells 1997).9

6 Siguiendo en esta misma vena, indiquemos que a una vozautorizada en materia de desarrollo andino le parece quelas comunidades todavía constituyen “formas de organiza-ción indispensables para el progreso económico” (Kervyn1987: 71). Este juicio no podría sostenerse de no mediarun impulso hacia el cambio, eventualmente modernizador.

7 Los cantares de Manuel Scorza tematizan esta dimensiónpara el caso de las comunidades de la sierra central delPerú (Scorza 1991).

8 Sobre este tema se puede consultar para Bolivia a Albó,Greaves y Sandoval (1981-1984), para Perú a Degregori,Blondet y Linch (1986), Golte y Adams (1987), Steinhauf(1991), Salvador (1991), Alber (1999) y, según un plantea-miento más general, a Matos Mar (1984).

9 Sin ir más lejos, el surgimiento del movimiento étnico re-gional en el norte de Chile, la emergencia de una concien-cia étnica aymara y atacameña y la formación de organiza-ciones con esa orientación, tiene una de sus fuentes en el

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En este sentido, la elección de la comunidad re-presenta una oportunidad válida de conocimientode los fenómenos de “dinámica” (para usar unavieja expresión promovida por Comte) socialandina que venimos apuntando y, con ello, tam-bién de los resortes internos y los flujos que larecorren. Otras posibilidades de enfoque estándadas, ciertamente, por unidades sociales másincluyentes del tipo de las microrregiones andinas,los municipios o las regiones amplias; como asi-mismo por aquellas más exclusivas. De maneracaracterística encontramos entre estas últimas alas unidades económicas campesinas, los hogaresy los individuos. Sin duda, cada una de ellas abreposibilidades (destaca ciertas dimensiones y pro-piedades) y pone límites a otras (atenúa o haceborrosos algunos planos o ángulos del cambio).La comunidad ocupa una posición equipolar ointermedia que se puede aprovechar. Quedaflanqueada por unidades y planos de realidad so-cial más amplios (hacia los que se relaciona y delos que recibe fuerzas y presiones) y por unida-des más restringidas (que en un sentido la confor-man y, en otro, median sus relaciones con el ex-terior y el arribo de las influencias externas). Talubicación puede fundar, según nuestro juicio, unaposición estratégica de observación del cambiosocial andino.

La centralidad de la comunidad en el sistema so-cial andino tiene como contraparte, ahora en unaperspectiva de los actores sociales, una correspon-diente permanencia y vigencia en la acción co-lectiva. Se debe recordar, y esto no es una cues-tión menor, su condición de capital social y polí-tico. Su recurrente apelación como marco de con-formación de sujetos, actores, organización y ac-ción; su porfiado renacer allí donde parecía supe-rada por los tiempos y desaparecida.10 Su conti-

nua presencia histórica y contemporánea en elconflicto social andino. Su vigencia como sujetopolítico. El papel que al parecer tendrá a medidaque las políticas del multiculturalismo latinoame-ricano en ciernes vayan dando paso a diseñospolíticos de descentralización, autonomía, autoges-tión, gobierno local reforzado. Todo ello pareceautorizar el juicio acerca de su importancia socialy política para las poblaciones indígenas de lasubregión. Por cierto, lo es y lo será en un mundocon un pronóstico oscuro: los pueblos andinosenfrentan escenarios sociales y políticos crecien-temente complejos; en donde, por lo demás, ladesigualdad social y el balance de poderes es de-cididamente desfavorable para sus interese y pre-tensiones.

En otra dirección del argumento, digamos que unenfoque basado en la comunidad andina regionalpuede ser, también, una oportunidad de confron-tar visiones problemáticas y limitadas de la so-ciedad y del cambio social andino regional. Enalgunos círculos intelectuales chilenos y entre in-vestigadores regionales persiste una visión incom-pleta y contradictoria de la continuidad y el cam-bio social indígena. Se ve sólo ruptura, disconti-nuidad, allí donde además de cambio hay nota-bles continuidades. Se establece un diagnósticocatastrófico de la situación y el futuro aymara(elaborándose una visión del todo pesarosa de lacontinuidad de la etnia), en momentos que se es-taban formando sujetos y constituyéndose actoresétnicos que afirman el sentido y el proyecto de ladiferencia y, además, cuando estaban en francareformulación, no disolución, las bases de la inte-gración social andina (p.e., van Kessel, 1978,1980, 1990 y 1992; Guerrero 1978 y 1984).11 Ala inversa, en momentos en que la incorporaciónandina a la modernidad y su inclusión en proce-sos modernizadores regionales inciden sobre pro-fundas transformaciones sociales y culturales, sepostula la continuidad de una identidad étnicafundamental y de larga duración, a pesar de esasfuerzas y procesos, como si estas fueran del todo

conflicto por el agua que, hacia mediados de la década de1980, enfrentaron comunidades aymara de la quebrada deTarapacá y una empresa minera con inversiones en el sec-tor (H. González 1991; Gundermann 1996, 1997 y 2000;Gundermann y González 1996). Para un ejemplo más re-ciente, puede recordarse el conflicto por la privatización dela gestión del agua en Cochabamba, Bolivia, en el cual nu-merosas comunidades campesinas de la zona se involucrarondirectamente.

10 En Perú, las comunidades andinas han aumentado conside-rablemente en número y población involucrada cuando,como en las últimas décadas, se han dado ciertas posibili-dades legales para su formación y algún apoyo estatal parasu ejercicio (González de Olarte 1994: 177). Ciertamente,

no se trata de las comunidades tradicionales, aunque tam-poco surgen o se reactivan desde una tabula rasa ahistórica.Fenómenos equivalentes han tenido lugar en el NoroesteArgentino (Axel Nielsen, com. pers. 2001), en Bolivia yEcuador.

11 Una postura un tanto más matizada de este último autor seencontrará en Guerrero (1994), y de ambos en van Kessely Guerrero (1987).

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inocuas (Chipana 1986).12 En versiones menosforzadas, se ha tributado de una antropología tra-dicional que sigue todavía pesando en una prácti-ca y un discurso limitado. Aquella constituye ob-jetos etnográficos (comunidades, de preferencia),en que los procesos más generales que las remeceny transforman, aunque no necesariamente las di-suelven, parecieran no existir o no pesar mayor-mente.13 Una revisión de la cuestión de la conti-nuidad y el cambio contribuye a mostrar esas ca-rencias y a discutir las insuficiencias de enfoquesmarcados por definiciones acerca de lo socialandino como ruralidad, comunalidad y exoticidad.Estas fijaciones conceptuales podemos verlascomo formas de ontologización14 de los sujetossociales y las identidades de los indígenas de laregión que requieren ser discutidas y replan-teadas.15

Por último, completemos la introducción preci-sando qué momento de reflexión representa estetrabajo, qué ubicación tiene en un esfuerzo deinterpretación sociohistórica de las sociedadesindígenas regionales más ambicioso y de largoaliento. Por esta vía, es posible apreciar mejor lo

que no debe esperarse de él. Lo que exponemoses, simultáneamente, un esquema analítico y unconjunto de hipótesis acerca de las transforma-ciones y las muy cambiantes configuraciones queadquiere lo que denominamos como un sistemasocial andino regional. No es arbitrario, en el sen-tido de que surja sin referencias teóricas, presu-puestos metodológicos o sustento empírico; es enesta medida un producto razonado y fundamenta-do. Tiene la finalidad de proporcionar una orien-tación a la investigación histórica y etnológica,como también proporcionar contexto a la investi-gación sobre la formación y el cambio en los su-jetos y agentes sociales andinos. Dicho esto, sedebe entender la presencia de una doble restric-ción. Primero, no se encontrará aquí un análisisde sujetos y agentes sociales, sino de sistemas ysus transformaciones en el largo plazo. La agen-cia, la formación de sujetos sociales y sus subje-tividades, los cambios culturales profundos, lacambiante acción de los agentes sociales andinosante las fuerzas externas y sobre sí mismos, asícomo las continuidades, todo ello queda implica-do y ocasionalmente se lo trae a colación, perono es un trabajo que se dirija a su dilucidación ypresentación sistemática. Asimismo, tampoco seencontrará aquí una extensa base empírica, pre-sente en otros trabajos.16 Pedimos, en esa medi-da, la comprensión de los lectores. Subrogandouna presentación más completa que se irá produ-ciendo progresivamente, puede consultarse unaserie de trabajos elaborados por investigadoresinteresados en la región, entre los cuales se en-cuentra el autor (González H., 1990, 1996a, 1996b,

12 En general, una característica bastante extendida de argu-mentos indianistas y fundamentalistas.

13 El estudio de la comunidad andina en Chile tiene relativa-mente pocos autores. Provoste (1979 y 1980) aborda el temade la comunidad chilena, según la imagen que por aquelentonces se había elaborado en la literatura andina, espe-cialmente la peruana. Las aprecia como comunidades cor-porativas cerradas, provistas de una estructura comunal tra-dicional (sin diferenciación social, con una estratificaciónligada al prestigio, con una economía orientada al auto-consumo y de intercambio más que de mercado, etc.). Esaampliación de horizontes se completa con su estudio sobrela literatura peruana atingente a las comunidades (1984),pero sin retornar a los asuntos del norte de Chile. En sustrabajos encontramos un intento de tomar una perspectivaregional (la zona andina del norte de Chile) y de dialogarcon la literatura andina de la comunidad, saliendo así delmarco estrictamente etnográfico de los estudiosmonográficos o temáticos parciales que ella misma y otrosautores habían venido emprendiendo en años previos y alos que se daría todavía continuidad (Mostny, Jeldes yGonzález 1954; Martínez 1975, 1989a y 1989b; Risetti1977; Gómez 1980; Bernhardson 1982; Délano 1982; Cas-tro y Bahamondes 1988; González 1990; Arriaza 1991).

14 En el sentido de naturalización, de asumir la existencia depropiedades inherentes a un sujeto social, sin considerar sucondición de construcción, histórica y sociológicamenteproducida y situada.

15 Ver Kearney (1996) para una extensa discusión sobre elparticular.

16 Las investigaciones más importantes que hicieron posibleel acopio de información y el desarrollo de una toma deposición como la aquí expuesta han sido realizadas en con-junto con H. González (González et al. 1991; Gundermann1998b; González 1997a y 1997b). Ellas incluyen un estu-dio sobre el campesinado de la Región de Tarapacá, consi-derando aspectos como la población, las producciones, laestructura agraria, los sistemas productivos campesinos, etc.(González et al. 1991). Más tarde se desarrolla un estudiosobre las comunidades andinas, su historia colonial y sustransformaciones (Gundermann y González 1992 y 1997;Gundermann 1998c y 2001). En paralelo, se investiga acer-ca de los migrantes campesinos aymara en Arica e Iquique,las dos ciudades más importantes de la región de Tarapacá,prestando atención a las relaciones de los migrantes con elespacio andino, las actividades agropecuarias y sus comu-nidades de origen (González 1996a, 1996b y 1997b), loque da origen a un replanteamiento acerca de la propia ideade comunidad bajo la adjetivación de “translocalizada” (demanera más definida en Gundermann 2001).

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1997a y 1997b; González y Gundermann, 1989;S. González 1991; Gundermann 2001; Gundermanny González 1992, 1997; Hidalgo 1986; Tabilo,Venegas y González 1995; Tudela 1992 y 1993).

La dinámica de la permanencia y el cambioen la comunidad andina

La comunidad de indígenas de las regiones nu-cleares de Latinoamérica es evaluada por uno desus observadores y analistas más perspicaces comoun proyecto defensivo razonablemente exitoso anteel diseño de sociedad colonial elaborado por losconquistadores españoles, y la precariedad eco-nómica y social en la que quedaron sumergidoscon la pobre distribución de recursos y prerroga-tivas de poder que se les asignaron. La arquitec-tura institucional de la comunidad y su funciona-miento sólo se entienden adecuadamente si se re-para, por una parte, en la manera como se orquestóla participación de los indígenas en la sociedadcolonial y, por otra, en las estrategias que interna-mente instrumentaron para sortear amenazas ypresiones externas, así como tensiones y desequi-librios internos (Wolf 1967 [1959], 1977a [1955]y 1977b). La continuidad más que centenaria dela comunidad corporativa indígena testifica la for-taleza de su proyecto de continuidad. Sin embar-go, como sabemos, no fue en todas partes capazde perseverar, por lo que en algunas regiones des-apareció y en otros casos llegó a representar sóloun “cascarón vacío” (Wolf 1977b [1957]: 95).Estas defecciones son el resultado de las medidasinstruidas por los estados liberales decimonónicos,desconociendo las comunidades y delineando ladistribución particular de la tierra, por lo demáscongruentes con la dinámica expansiva de las ha-ciendas. Efectos del mismo orden llega a tener eldesarrollo de relaciones capitalistas en la agricul-tura o, de manera más general, a medida que seprofundiza la articulación del campesinado al ca-pitalismo. En planos locales, la diferenciaciónsocial interna y el control político y económicopor agentes externos amenazan también su inte-gridad.

En realidad, esa persistencia y la eventual “desna-turalización”, si así pudiéramos llamar algunas desus trayectorias históricas, fue posible al costo denumerosas transformaciones. Su prospección yanálisis en las comunidades aymara de las zonasde Tarapacá y Arica puede servir como un buenejemplo. De ellas puede decirse que, con poste-

rioridad a la constitución de un espacio y unasociedad colonial dualizados, la comunidadaymara mantuvo una obstinada permanencia, apesar de la magnitud y profundidad de las fuerzasde estructuración que en cada momento históricoconvergieron sobre estas regiones para definir suscaracterísticas.

Pero si no desapareció a costa de cambiar, debe-mos preguntarnos por la naturaleza y los atribu-tos de las transformaciones que permitieron sucontinuidad. Se trata, por lo tanto, de postular unconjunto de hipótesis que aborden una respuestacircunstanciada de la dualidad continuidad-cam-bio. Para validarse, ellas se refrendan con el ma-terial histórico y etnológico disponible y se veri-fica su congruencia con la literatura correspon-diente. Tal empresa acarrea algunas exigencias quepasamos a mencionar. En primer lugar, se hacenecesario especificar a qué tipo de transformacio-nes nos estamos refiriendo y, puesto que las alu-dimos en plural, su identidad o diferencia. Con-siste, asimismo, en consignar los estados o confi-guraciones a que dan lugar los cambios y segúnqué secuencia. A este nivel no pasamos, por lotanto, de tipificar las transformaciones de las co-munidades aymara con la suficiente amplitudcomo para no perdernos en un exceso de detallesy así poder ordenarlas en una secuencia temporal.Consiste en una suerte de “estática” (siguiendo aComte) comparativa realizada entre distintos mo-mentos en la evolución de las instituciones comu-nitarias.

Dando un paso más adelante, como segunda cues-tión, deberemos pronunciarnos qué tipos de fuer-zas concurrieron y según qué forma de interven-ción para provocar en cada caso las transforma-ciones identificadas; unos quizá como agentescausales directos y determinantes, otros limitán-dose a ser factores contribuyentes parciales, algu-no sólo dando una cierta direccionalidad a la tra-yectoria de los cambios. Por lo pronto, será deimportancia privilegiar entre fuerzas estructuralescontextuales de amplia cobertura y duración, deaquellas coyunturas particulares que con distintoradio de alcance tienen un efecto más efímero,aunque no necesariamente de poca importancia.Según el nivel de generalidad, es a su vez rele-vante discriminar entre factores externos, por logeneral estructurales y contextuales, de aquelloscorrespondientes a planos locales; estos últimosse desarrollan desde las contradicciones, tensio-

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nes y fuerzas internas que recorren las comunida-des y que presionan en el sentido de los cambios.Ellos resultarán de la forma como los factoresestructurales, por definición estructurantes, sonpuestos en relación con fuerzas internas que me-diatizan sus efectos (amplificándolos, redireccio-nándolos, mitigándolos, etc.). Pasamos, por lo tan-to, desde el plano de la descripción de las trans-formaciones al de un intento de explicaciónsociohistórica.

Apelamos a un plano histórico estructural y a fuer-zas internas para encontrar una explicación, en lalarga duración, de los cambios en las comunida-des, pero nada hemos dicho de la continuidad. Entanto sistema específico de elementos y relacio-nes institucionalizadas, la comunidad es inconce-bible sin el cambio. Su fundación y formaciónhacia finales del siglo XVI tiene lugar precisa-mente con la instauración de un sistema colonial,instauración que transforma profundamente lossistemas sociales previos. Pero, en cuanto a sudesenvolvimiento ulterior, el postulado del cam-bio de esa institución, de la comunidad andina,supone a la vez la premisa de la continuidad, elsupuesto de que los cambios que tienen lugar noterminan por disolver una identidad que le es pro-pia y así abrir paso a otra cosa, a algo de natura-leza distinta. Asumimos que incluso respecto dealgunas de las formas contemporáneas de la co-munidad y, a pesar de transformaciones de am-plio alcance que es necesario establecer, describiry poner en relación con sus respectivos contex-tos, es posible sostener la persistencia de un nú-cleo duro de propiedades que las definen. Con elfin de entregar un argumento consistente paraexplicar esa persistencia, deberemos identificar yprecisar la acción de fuerzas que otorgan perma-nencia y continuidad a las comunidades, ese es-pecífico producto generado en los albores de unanueva era en el marco del colonialismo implemen-tado por la Corona de España.

La continuidad de la comunidad

Dicho lo anterior, veamos manera de entendersustantivamente la continuidad de la comunidadandina. Un primer planteamiento se dirige a en-tender la notable continuidad colonial de la co-munidad aymara. Esta aparece tras poco más dedos siglos, en los inicios de los movimientosindependentistas, como una institución sólidamen-te establecida y, además, desarrollada. Esquemá-

tico y apenas esbozado en la primera mitad delsiglo XVII, ese orden comunitario progresivamen-te se enriquece y densifica hasta su culminacióndos siglos más tarde. Podemos asumir que la es-tabilidad detentada por la operación de las fuer-zas de estructuración y de coerción externas de lacomunidad es en parte responsable de este resul-tado. Es decir, de aquellas existentes en una so-ciedad colonial estamentaria, en la cual la conti-nuidad de las reducciones indígenas se hacía ne-cesaria y quizá indispensable.17

La responsabilidad recae, también en otra impor-tante medida, sobre factores internos. La comuni-dad es una respuesta defensiva provista de capa-cidades efectivas (a través de su sistema institu-cional) para hacer viable la reproducción socialde la población indígena. Aunque dentro de estre-chos márgenes de acción, la comunidad favorecióa los campesinos aymara en la obtención de re-querimientos vitales (acceso a recursos producti-vos, fuerza de trabajo, defensa). Y también, a lar-go plazo, de una sociedad y de un sistema cohe-rente de pensamiento acerca de un mundo provis-to de un orden social con apariencia de estable ypredecible; de significados reconstruidos compar-tidos acerca de la vida y la muerte, del orden delas cosas y del universo; de la condición de indí-gena en una sociedad colonial; del consentimien-to, aceptación y, por tanto, legitimidad de un des-tino como poblaciones socialmente subalternas.Esa sociedad también los obligó regularmente asu aceptación. Desde luego, no carentes de con-tradicciones, tensiones y oposiciones que actúana contracorriente, tales fuerzas defensivas y deacomodación creemos que complementan una res-puesta sobre la continuidad de la comunidadaymara de Arica y Tarapacá durante los siglosXVII, XVIII y parte del XIX.

Si la lógica del cambio de la comunidad colonial(reforma y desarrollo) terminaba reforzando su

17 En función de la contención por la Corona de los interesesprivados respecto a la fuerza de trabajo indígena, aunque,al mismo tiempo, para la empresa española disposición re-gulada de la fuerza de trabajo “autoreproducida” por lascomunidades; fuente viable de importantes tributos perma-nentes al Rey; forma de fijación de la población apta paraimponer modalidades eficientes de evangelización y capta-ción de recursos por la Iglesia, etc. (entre otros autoresconsúltese a Sánchez Albornoz [1978], Assadourian [1982]y Assadourian y colaboradores [1980]).

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capacidad para mantener los principales paráme-tros a través de los cuales se organizaba la vidade las unidades campesinas, el cambio de era traeaparejada una dinámica que opera a contracorrien-te de la anterior. Durante el siglo XIX y la prime-ra mitad del siglo XX, la continuidad de la comu-nidad está definida por la permanencia de discur-sos y prácticas que progresivamente guardan me-nos correspondencia directa con las bases econó-micas, sociales e institucionales de ella, en unescenario de cambios que afectan principalmentea las unidades de producción y a sus márgenes deautonomía en la operación de la institucionalidadcomunitaria (Gundermann 2001).18 De esta ma-nera, la continuidad es analizable en el seno deun sistema dinámico en el cual algunas de suspartes, al ser catalizadas por factores externos(cambios en la relación de fiscalidad y, por tanto,en el pacto de dominación; articulaciones mercan-tiles de nuevo cuño; en un primer momento for-mas de neocolonialidad dotadas de alguna per-meabilidad, etc.), están recorridas por tendenciasde cambio, cuyos ritmos de transformación sonmás intensos que aquellos que fungirán como losde la tradicionalidad (las dimensiones simbólicas,las prácticas rituales). Quedan sujetas, por lo tan-to, a resultados históricos asincrónicos. Tales dis-cursos y prácticas dan continuidad real a ciertosplanos; en otros aseveran la ilusión de una perma-nencia inalterada a medida que la vida económica(nivel de las unidades de producción) y política (enel de la comunidad) son recorridas y sacudidas porlos avatares modernizadores, tal como estos llegana los Andes.

La deslocalización de la comunidad producida porlas migraciones del último medio siglo, represen-ta la ruptura de la tradición colonial en los aspec-tos que ésta genuinamente pudiera perseverar, asícomo con la ilusión de una sociedad que se soste-nía sobre los pilares de lo no cambiado. En esteescenario, la continuidad debemos situarla de unaparticular manera. Por una parte, en el plano delas representaciones, entendidas más que en tér-minos de formaciones discursivas auténticas, comotradiciones formales o pseudotradiciones (Balan-dier 1975 y 1993). Otro tanto ocurre en el planode la sociedad, donde prácticas y sociabilidadestradicionales apoyan la incorporación aymara a

las corrientes regionales de la modernidad. Asi-mismo, la economía de la comunidad es en buenamedida un punto de apoyo para una comunidadque se recrea ampliando radicalmente sus límitesespaciales, al tiempo que se diferencia ycomplejiza. Los sistemas de relaciones con baseen la localidad y el parentesco sirven a la migra-ción y a las redes sociales construidas alrededor dela producción para el mercado, el transporte, elcomercio agrícola y de abastos y la economía in-formal de la nueva sociedad aymara.

Las imágenes elaboradas acerca del pasado en labúsqueda de continuidad con los tiempos presen-tes del cambio se recrean, al mismo tiempo, so-bre una base local y una más general de la comu-nidad étnica. Pagan el costo las pertenencias mi-crorregionales históricas. Ya no hay tradición ge-nuina, en el sentido de una correspondencia entreciertas representaciones y la dinámica de la so-ciedad. No podría ser de otro modo: está tenien-do lugar una transformación del sistema aymaraen su conjunto, en el cual se crean y recomponenelementos y relaciones que tienden hacia una nue-va definición societal.

Se habrá advertido que para denotar los cambiosacaecidos en la comunidad aymara utilizamosnociones adjetivadas de comunidad. Una salidaalternativa habría sido la de la ruptura y la pro-puesta de conceptos definidos o adaptados exclu-sivamente en referencia a los procesos emergen-tes dentro de cada uno de los períodos postula-dos, marcando de este modo con más fuerza lasdiferencias y discontinuidad. No es esta la víaseguida porque, salvo durante la fase de constitu-ción de las comunidades coloniales,19 en un mo-mento intermedio con el régimen republicano detratamiento hacia las comunidades y, en el pre-sente, considerando el otro extremo temporal, noadvertimos en el sistema comunitario aymara otroscambios radicales, transformaciones de fondo,mutaciones sociales en su sentido más pleno. Nodesmereciendo su indudable importancia, las acae-cidas entremedio de los hitos marcados en eselargo período resumido, representan cambios que,conservando la unidad del sistema (continuidadde la comunidad), se definen mejor como seriescomplejas de reformas. Debido a ello es que se

18 Cuestión a su vez ligada a la diferenciación, inducida ex-ternamente, de sus bases sociales.

19 Un momento al que no podemos menos que calificar defundacional, pero también de brutal destrucción del ordensocial precedente.

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hace indispensable destacar el cambio, pero tam-bién la continuidad y la relación dinámica entreambos. La fórmula en que nos amparamos paraapreciar transformaciones con continuidad es,entonces, la especificación del concepto de co-munidad según sus ciclos de cambio más signifi-cativos. De ahí la distinción que proponemos en-tre comunidad colonial, republicana (local ysucesorial) y translocal.

Dicho lo anterior, ¿cómo situar la continuidad dela comunidad y al mismo tiempo postular el sur-gimiento contemporáneo de una discontinuidadsocial de amplio alcance en la sociedad aymaray, por su condición de componente del sistema,en la misma comunidad? Así como la formaciónde la comunidad colonial no estuvo reñida con lacontinuidad de ciertos aspectos de la sociedad yla cultura regionales prehispánicas, hoy día lamutación en curso tampoco es incompatible conla permanencia de algunos elementos y relacio-nes. Pero, ¿en qué sentido es que la comunidadtiene continuidad en el tiempo? Por lo pronto, enel imaginario social aymara. Se le concibe comopilar, fundamento o garante de la continuidad his-tórica aymara y, en tal caso, unidad sociológicaadecuada para procesos de etnodesarrollo. Segúneste último aspecto, su continuidad es tambiénmateria de intervenciones activas de políticaétnica. Más allá de tales elaboraciones discursivasde la tradición, digamos que patrones de sociabi-lidad y aspectos de un ethos comunitario andinoparticipan estratégicamente de la rearticulaciónaymara con espacios sociales expandidos.

Si nos dirigimos a la consideración de otros pla-nos, podríamos decir que radicamos esa unidaden una relación, aquella que se da entre hogares ounidades de base que integran la colectividad y lapropia comunidad. El proyecto de comunidad co-lonial es el de una corporación, de una entidadpolítica, institucionalizada, dotada de un conjun-to de reglas que definen la membresía, la partici-pación, los derechos y deberes de sus integrantes,un gobierno propio, una relación definida con laadministración colonial. La comunidad no es lasuma de sus miembros; no es una asociación decampesinos o habitantes con intereses rurales.20

En la medida que esa condición mínima se pier-da, en tanto la comunidad se limite a una agrega-ción de hogares, a una asociación social, paraemplear un viejo término sociológico, entonces,posiblemente, estemos en presencia de una comu-nidad, pero no de una andina en el sentido quevenimos postulando. Puede que tenga asiento enespacios sociales andinos, pero no existirá ya unelemento de continuidad de largo plazo y habráque reconocer, entonces, la existencia de una rup-tura, de una nueva discontinuidad histórica a par-tir de la cual se abre otra situación, eventualmen-te otras formas de comunalidad. Al respecto, sos-tenemos para el caso del norte de Chile y, posi-blemente, para otras regiones andinas,21 que almenos una de las formas modernas de la comuni-dad andina (la comunidad sucesorial) retiene pro-piedades que dan una solución de continuidad ala vieja comunidad andina histórica. Pero, no cabeduda, sus alcances y aplicación son restringidos.Su cobertura en el espacio andino regional tam-bién lo es, puesto que se limita a las comunida-des altoandinas. Se reproduce a través de prácti-cas sociales internas que no gozan del reconoci-miento, respaldo o protección del Estado.

Dado lo anterior, habría entonces que responderafirmativamente la pregunta de si acaso nos en-contramos en una situación límite para la conti-nuidad de tal estructura de comunidad. No obs-tante, de ello no cabe en modo alguno inferir quecualquier forma de comunidad andina dejará detener existencia. Por el contrario, la asociatividadaymara es una las más notables características desu realidad social y política actual. Engarzandoestas proposiciones con lo dicho más arriba, en-tonces, no basta constatar la continuidad de ele-mentos y relaciones. Se hace necesario apreciarla existencia de una transformación estructural yla formación de un nuevo sistema que reposiciona

20 A título indicativo, digamos que un grupo es un conjuntode individuos relativamente circunscrito de tal modo quepuedan establecerse interacciones entre sus miembros, los

cuales comparten intereses dependientes de una condiciónsocial de base común. Una asociación, en tanto, es unacolectividad a la que unen intereses compartidos, interesesque se busca promover y que justifican el origen de la aso-ciación. Una organización, por su parte, comporta un gru-po con reglas y procedimientos de acción explícitos y máso menos codificados en función del desarrollo de objetivosconscientemente perseguidos. Un grupo puede considerar-se una etapa lógica y, cronológicamente anterior a una aso-ciación, una organización y una institución.

21 Sobre las que no podemos pronunciarnos de manera másdefinitiva, ya que un estudio comparativo escapa de lasposibilidades de la presente investigación.

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la comunidad. Según esto, la comunidad andinaes un componente de importancia, junto con otros,de un sistema social aymara nuevo. No es la des-aparición de la comunidad lo que está en cuestión(de sus formas modernas, claro está). Ella, a pe-sar de los numerosos cambios que hemos intenta-do trazar en su compleja arquitectura y trayecto-ria, goza hasta ahora de bastante buena salud.

En estos nuevos espacios sociales sigue mante-niendo importancia. Seguramente, ya no la mis-ma condición de núcleo, de corazón de la socie-dad aymara. Posiblemente, no retiene igualcentralidad social como la que antaño capturó lacomunidad rural, por mucho que en las represen-taciones aymara aparezca reteniendo un sitial queen los hechos cedió a otras figuras. Ella se en-cuentra hoy más dispersa, si atendemos a la con-dición más diferenciada y compleja de la socie-dad andina.

Las transformaciones de la comunidadandina regional

Atendamos ahora a las transformaciones. El des-pliegue de la dinámica de la comunidad podemoshacerlo manifiesto según dos coordenadas bási-cas. Primero, la del espacio social que es forma-do por la distribución de los elementos y las rela-ciones del sistema social andino y que le dan unaconfiguración, una estructuración. Segundo, la dela temporalidad, del tiempo social e histórico, enque el sistema social se reproduce y cambia, per-severa en una forma estructural o se transforma,sea de manera progresiva o drástica. Teniendo enmente este esquema, las transformaciones podríanordenarse estipulando la existencia de tres confi-guraciones características de la comunidad andinay tres procesos de cambio que denotan el paso deuna a otra.

Los resguardos coloniales

La primera de ellas es la comunidad colonial quecorresponde con el modelo de la comunidad cor-porativa cerrada (Wolf 1977a [1955] y 1977b[1957]), modelo al cual nos atenemos para suanálisis. Este análisis constituye el piso de traba-jo, serie temporal o línea base que requerimos paraproyectar el estudio de las transformaciones ycontinuidad andinas. Básicamente, consiste en unaforma de organización y gobierno local de pobla-ción indígena sujeta de relaciones de dominación

coloniales. La población indígena es sometida en“resguardos”, es “reducida a pueblos” y se la dotade un gobierno local. En el ordenamientoestamentario colonial el conjunto toma la formade una corporación con sus fueros y prerrogativas(Ots Capdequí 1959; Cotler 1978, entre otros). Aestas unidades se relaciona la administración co-lonial, el clero y agentes económicos privados confines de tributación, adoctrinamiento y exaccióneconómica. En el área que investigamos, da ori-gen a una organización particular del espacio re-gional. La economía agraria empresarial organi-zada en pequeñas haciendas se concentra en va-lles bajos y oasis, muy relacionada a los merca-dos mineros regionales y altoandinos. Por la pre-sión española el espacio andino, en tanto, se des-plaza a la cordillera, radicándose a la poblaciónpreferentemente en localidades agrícolas, ubicadasen quebradas medias y altas. Se da origen a unespacio agrario segmentado y dualizado, unido porflujos de fuerza de trabajo, otros bienes económi-cos y relaciones de poder (Gundermann 2001).

Un cambio es toda modificación de orden cuali-tativo en un sistema social, en sus elementos y/oen las relaciones que los unen. Pero, a cubiertode esta definición general, pueden desplegarse va-riadas posibilidades. Una primera distinción se nosimpone: la ruptura de los sistemas sociales exis-tentes al momento de la conquista en el sur de losAndes y la profunda reorganización impuesta porlas necesidades de operación de un dominio colo-nial que subordina a los indígenas a la ejecuciónde determinadas funciones para el sistema gene-ral no puede, por su radicalidad, menos que cali-ficarse como una verdadera revolución. Nos en-contramos en presencia, por lo tanto, de una trans-formación de amplio alcance que afecta la estruc-tura de la sociedad indígena (sus distintas dimen-siones, elementos y relaciones); asistimos a unaexperiencia traumática de cambio compulsivo queen menos de un siglo, pero particularmente du-rante las últimas décadas del siglo XVI, se pro-puso desmantelar y reorganizar de manera drásti-ca los sistemas precoloniales. Ciertamente, tras-pasan las coyunturas más duras y mantienen con-tinuidad numerosos y muy diversos elementos enlos planos tecnológico, económico, social, lingüís-tico, etc. Posiblemente, esto es lo que con dema-siada frecuencia ha llevado a creer en la perma-nencia de una suerte de esencia andina inmutablea los tiempos y los vientos de cambio –a vecesráfagas– que circulan por los Andes. Pero, de lo

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que hablamos es de cambio en el sistema socialcomo un todo y ello es lo que a no dudarlo tuvolugar a través del proceso de constituciónreduccional.

De esta manera, contra una opinión bastante ex-tendida (p.e., Matos Mar 1970), basamos lo sus-tancial de nuestros argumentos acerca de los orí-genes de la comunidad andina en la tesis de unaruptura o discontinuidad histórica, según la cualel proceso reduccional del siglo XVI e inicios delXVII constituye un momento fundacional de lassociedades indígenas en los Andes. Como ha sidoconvincentemente señalado por varios autores,entre ellos el mismo Matos Mar (Arguedas 1968;Fuenzalida 1970 y 1976; Matos Mar 1970;Bouysse-Cassagne 1987), el modelo de las comu-nidades campesinas de Castilla impuesto a fina-les del siglo XVI a los indígenas de los Andesconstituyó un “patrón externo de referencia” conarreglo al cual se organizó la comunidad y en cuyaarquitectura fueron selectivamente filtrados loselementos de la continuidad prehispánica. Segúnesto, el ayllu o jatha, para el caso aymara, conmás frecuencia de la esperada no constituyó “elnúcleo de su estructura” (como sostenía MatosMar 1970). Esta última forma de ver las cosassugiere una continuidad que en muchos casos, sies que no en la mayoría, está lejos de ser efecti-va. Digamos que el tipo de unidad sociológicaprehispánica a la cual se alude con estas denomi-naciones no siempre representó la base poblacionaldesde la que se constituyeron las reducciones.También cambian para un buen número de situa-ciones los propios principios de constitución deunidades sociales que más tardíamente retendránesas denominaciones.

Sostenemos la idea, por lo tanto, de la existenciade un estado de heterogeneidad étnica y socialprerreduccional, que es objeto de un proceso dehomogeneización mediante la redefinición de susespacios sociales en entidades estandarizadas, sutransformación en categoría de población tributa-ria, la recomposición de su sistema socio-políticoen el plano microrregional (cacicazgos) y local(comunitario) y la conversión religiosa forzada.La diversidad inicial es reducida a patrones co-munes en el seno de un proyecto de sociedad co-lonial (Hidalgo 1986).

Según lo anterior, los factores externos resultandecisivos en la formación de la sociedad indígena

colonial y de sus espacios sociales. Correlativa-mente, aquellos internos que logran alguna conti-nuidad tienen efectos considerablemente atenua-dos. Si bien lo anterior está sólidamente respalda-do por la evidencia histórica, es posible que unaatención adecuada otorgada, más allá de la fase deconstitución, a las operaciones de reproducción delsistema reduccional, nos aporten una perspectivacomplementaria acerca del interjuego entre fuer-zas externas e internas.22 Lo normal en estos casoses que la continuidad aparezca no sólo recontextua-lizada sino, además, refuncionalizada.23

Pero ese patrón general también comporta algunavariabilidad. Dependiendo de la relación entrecondiciones geográficas y actividad económica, sedesarrollarán tipos de unidades sociológicas, gru-pos y sistemas de relaciones específicas. La dis-tinción más relevante que con base en nuestrasinvestigaciones podemos destacar es la que opo-ne a las comunidades ganaderas de las tierras al-tas, de las agrícolas de las zonas medias y bajas.Desde un punto de vista socioproductivo, el unoes el mundo de las estancias ganaderas; el otro, elde las chacras. Las unas darán origen a una ver-sión muy particular de comunidad; las segundasson el dominio de las unidades de producción fa-miliares. Tienen un origen común como unidadesespaciales con fines productivos, respecto o entorno de las cuales con el tiempo se conformanunidades sociales y grupos muy diferentes.

Una suposición complementaria nos permitiráavanzar en el período colonial. La trayectoria ul-terior de la sociedad indígena colonial vista a tra-vés de su institución nodal, la “república de in-dios”, reducción o, más tardíamente, “comunidad”,es la de una sucesión progresiva, acumulativa, de

22 Un fenómeno presente en el área es el de la continuidad deciertas formas de organización social de los espacios eco-nómicos –como el de la economía vertical—, pero trans-formada en una microverticalidad todavía posible de ope-rar al interior de los espacios reduccionales. La “verticali-dad” antigua es reemplazada por el intercambio comple-mentario microrregional al interior de un espacio económi-co andino contraído a las tierras de la cordillera de losAndes.

23 Como sea, cabe rescatar la necesidad de una investigaciónsociohistórica sensible a los balances específicos que enlos Andes generan el juego de las causas internas y exter-nas, lo propio y lo ajeno, lo impuesto y lo que devienecontinuidad. Para ello es oportuno el estudio cuidadoso desituaciones regionales históricamente situadas.

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cambios que no alcanzan a transformar el con-junto en algo del todo diferente. Estas reformas,como cabe llamarlas, presidirán por prácticamen-te dos siglos la dinámica de la comunidad. Auncuando se refieren a cambios en dimensiones, ele-mentos o relaciones determinadas que no termi-nan por comprometer a la estructura social indí-gena como un todo, tampoco se trata de la pura ysimple substitución o modificación de elementosy relaciones de segundo orden. Según hipoteti-zamos, son cambios que detentan un carácter pro-gresivo por efecto de su acumulación y encade-namiento durante el largo período en el que tie-nen lugar. Lo son en el sentido de que se tradu-cen en el desarrollo cualitativo del sistema comu-nitario por adición y evolución de elementos yrelaciones, así como por un incremento de inte-gración del sistema. Conducirán al desarrollo delo que suele denominarse una matriz social y cul-tural andina colonial, la misma que en su expre-sión contemporánea ha sido explorada etnográ-ficamente y ha dado origen a la versión antro-pológica de la comunidad andina.

Asumimos, entonces, la existencia de una diná-mica comunitaria basada en el desarrollo de unamatriz sociológica y cultural durante los siglosXVII y XVIII. La estructuración colonial y sureproducción en el largo plazo tiene como resul-tante una síntesis o matriz institucional, social ycultural aymara inédita. Sus elementos sustancia-les son una base territorial (las reducciones), laoperación de una lógica dualista que imprime unaestructura segmentaria a las relaciones entre uni-dades sociales ubicadas en varios niveles de gene-ralidad (mitades, ayllus), a las categorías socioló-gicas (hombres/mujeres, mayores/menores) y a lasrepresentaciones espaciales y temporales presentesen la cosmología, el mito, la religión o el rito; asícomo un aparato institucional organizado por unsistema de funciones y cargos civiles y religiososrotativos. Se trata, por así decirlo, de un procesode “maduración” progresiva (Wachtel 1992).

Diferenciación y comunidades republicanas

Si el período colonial pudo ser caracterizado comode instauración compulsiva de las comunidades,lo que abre paso a la lenta elaboración históricade una síntesis sociocultural, en el republicano queparte a inicios del siglo XIX esa matriz es sacudi-da por diversas presiones. Se originan en un con-texto regional y suprarregional en transformación.

No obstante, es también oportuno recordar quelas comunidades están recorridas internamente portensiones que no acaban de resolverse; ellas soninherentes al diseño de las propias comunidadesy suelen ser catalizadas por la irrupción de ele-mentos externos. En su conjunto, el proceso ter-mina dando origen a formas modernas de comu-nidad. Proposiciones distintas y en varios aspec-tos opuestas debemos sostener, entonces, paraaportar una explicación del desenvolvimiento dela comunidad aymara durante el siglo XIX y laprimera mitad del siglo XX. En efecto, la dinámi-ca de la comunidad, más que una de desarrollohacia una mayor integración interna, durante esteperíodo se caracteriza por la concurrencia de fuer-zas tendientes a su transformación y diferencia-ción.

La estructura comunitaria se corresponde ahoracon las unidades locales de campesinos producto-res indígenas, que resultan tanto de la transfor-mación de las comunidades corporativas cerradasen contextos republicanos de formación de losEstados nacionales andinos como de la inclusiónde las áreas andinas en el ámbito de influencia deeconomías regionales capitalistas dirigidas haciala exportación de materias primas a ultramar. Enlas regiones del sur andino, éstas fueron econo-mías extractivas mineras. Sostenemos, entonces,que dos son los factores externos críticos en estastransformaciones. Ellas resultan de la acción delEstado republicano peruano y chileno que, a pe-sar del cambio de época y las indudables diferen-cias y énfasis, fueron de manera general coheren-tes en su relación con la comunidad. Con sus ac-ciones, omisiones y contradicciones trazan, porasí decirlo, una misma vía general de cambios.Resultan, también, de la intensificación de lamercantilización de las economías andinas, cues-tión que resulta del desarrollo de relaciones coneconomías extractivas modernas en plena expan-sión hacia finales del siglo XIX.

Ausencia de reconocimiento de la comunidadcomo una corporación, formas de representacióny gobierno local que se modernizan, régimen im-positivo que toma distancia de los resabios colo-niales, desarrollo de un sistema particular de te-nencia de la tierra,24 autonomía de los producto-

24 Un factor relacionado a la pérdida de legitimidad de la co-munidad histórica y, más directamente, a su capacidad deregir la operación de los mecanismos de transmisión y ac-

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res como sujetos de relaciones económicas con elexterior y en términos de la sujeción a la comuni-dad, todo ello actúa en la dirección de la transfor-mación de las comunidades tradicionales. Aunqueno están ausentes, los factores dinamizadores prin-cipales no se encuentran en las inercias o dinámi-cas de cambio internas, en el por lo general máspausado transcurrir de la vida indígena, sino quees en gran medida el resultado de la relación delEstado con la comunidad (o, más bien ausenciade ella, de manera oficial al menos) y del merca-do. Fuerzas y factores externos, tensiones y diná-micas internas, conducen a que, progresivamentepero de modo inexorable, tengan lugar importan-tes cambios.

El espacio andino se hace más permeable en laszonas de contacto con otras economías agrarias ylas economías mineras; en particular, allí dondeexisten dotaciones de recursos de interés para eco-nomías empresariales e industriales activadas porla exportación a las metrópolis. Esto conlleva nosólo que las economías campesinas andinas sevuelquen hacia una mayor relación con las eco-nomías del capital; en paralelo también se apre-cia el ingreso de nuevos sujetos económicos y laformación de otros tantos al interior de las pro-pias comunidades. Las comunidades o, más bien,ciertas áreas de ellas, son presionadas para abrir-se a las relaciones externas, a la incorporación yeventual inclusión de nuevos sujetos y, con ello, amultiplicar diferencias sociales horizontales (au-mento de variación social y cultural) y verticales(estratificación) internas. Esas relaciones se ejer-cen entonces de manera distinta y desigual segúnla región que consideremos (el área norte, el sec-tor sur, los valles, la alta cordillerra), en tanto que

las transformaciones en curso presentan asin-cronías notables.25 Así, los fenómenos de moder-nización no se desarrollan con similar intensidadni resultan en un cambio homogéneo. Un corola-rio obligado es la constatación de una sociedadandina que se hace más heterogénea. Un aspectode ello es el de los distintos resultados sociológi-cos a que se arriba según las zonas de que se trate.El ejemplo obligado es el de los dos subtipos decomunidad republicana que hemos identificado:local agrícola y sucesorial altoandina. Sólo estaúltima retendrá propiedades que permiten todavíadefinirla como andina; es decir, sustentada en lacontinuidad histórica de elementos relevantes.

Podríamos expresar, con un alto grado de genera-lidad, que fuerzas externas y contradicciones in-ternas van dirigiendo los cambios hacia un tipode transformación distinta de aquella que condu-jo a la consolidación de la matriz andino colo-nial; la dinámica y las consecuencias que instaurapresentan signos inversos. En efecto, detectamossubstituciones de elementos y modificaciones derelaciones en el sistema comunitario pero, ade-más, fenómenos de agregación de componentes yformación o desarrollo de otros aspectos y dimen-siones. Estos cambios tienen como dirección ladesagregación de la comunidad en subconjuntoso unidades menores que adquieren niveles crecien-tes de autonomía. Si el primer tipo de dinámicacorrespondió a un desarrollo interno, el segundoimplica reformas de mayor importancia, al puntode dar origen a un modelado comunitario nuevo.Reconstruyendo una imagen formal del proceso,y refiriéndonos a las entidades comunitarias, ladinámica del espacio andino regional visto en suconjunto es la de una desagregación de las comu-nidades históricas en unidades más pequeñas,mucho más directamente relacionadas con la lo-calización de recursos, su explotación campesina,las formas residenciales dispersas y circunstan-cias sociales muy localizadas. Según sostenemos,su formación se activa más intensamente desde lasegunda mitad del siglo XIX, en un proceso quese prolonga hasta la primera mitad del siglo XX,donde termina de definirse. No obstante, la ima-gen formal de la desagregación recubre muchomás: a la diferenciación segmentaria, acompañael desarrollo de formas más o menos incipientes,según los casos y momentos, de diferenciación

ceso a la tierra, es la formación de un registro de tierras.Apenas anexado el territorio regional aymara a Chile, ya afinales de la década de 1880 una primera oleada de inscrip-ciones de pastizales y chacras dejó en manos de los hoga-res y los subgrupos (linajes, estancias) los derechos sobrela tierra. Un elemento a tener en cuenta, asimismo, ya ini-ciado el siglo XX, es el incremento paulatino de la pobla-ción, aumentando la presión sobre la tierra y, en conse-cuencia, desarrollando las oportunidades de faccionalismoy conflicto. Retroceso de la comunidad y un aumento depoder sobre los recursos en manos de las subunidades so-ciales comunitarias crea un desequilibrio en el histórica-mente siempre tenso y precario balance entre hogares ogrupos y comunidad. De la recomposición del sistema defuerzas locales así generada surgen las neocomunidadeslocales.

25 Se llevan a efecto en progresiones más o menos rápidas yprofundas, según las áreas y dimensiones consideradas.

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estratificacional, centro periferia y funcional(Luhmann 1982 y 1998). La sociedad andina ini-cia una pauta de cambio hacia una mayor com-plejidad, que se ha intensificado con el tiempo.

Si por diferenciación entendemos fenómenos deemergencia, desarrollo o transformación desubconjuntos de la comunidad, lo que implicacambios en los elementos y reajustes correlativosen las relaciones internas, su consecuencia másinmediata es la recomposición y, en cualquier caso,la complejización del patrón de relaciones com-prendido en el marco institucional de la comuni-dad indígena. Las transformaciones del contextoregional y de la comunidad colonial abren unadinámica de diferenciación segmentaria y proli-feración de unidades. El espacio andino y, en par-ticular, el espacio social altoandino, se fragmentaintensamente. Surgen así las “estancias” o comu-nidades sucesoriales, como las definiéramos(González y Gundermann 1989), en el caso delas comunidades históricas pastoriles de la altacordillera, y las comunidades locales en las de lospequeños valles occidentales. Las unidades socia-les que controlan de manera crecientemente autó-noma la explotación, administración, traspaso yeventual enajenación de esas unidades de manejoproductivo ahora son, en la primera situación, losgrupos sucesoriales reclutados con base patrilinealy, en el de los valles, segmentos localizados deparentelas bilaterales (familias extensas en su ex-presión más amplia).

Por otra parte, la permeabilidad de las comunida-des agrícolas indígenas más importantes26 y, conello, la llegada a las comunidades más atrayentesde nuevos sujetos, la intensificación de las rela-ciones con el mercado, etc., acarrean consigo unfenómeno de diferenciación vertical y de forma-ción de un segmento social envestido de podereconómico y político, tanto local como zonal,basado en sus relaciones privilegiadas con el Es-tado y el mercado. Dado lo anterior, tiene lugar lareorganización de las relaciones de poder localesy, en íntima relación, un proceso de reconstruc-ción de fronteras étnicas que las desplaza hacialas comunidades alteñas. El desarrollo de diferen-cias económicas, la concentración de poder polí-tico local, el desplazamiento de fronteras étnicas,etc., dan origen a desigualdades sociales y la de-

finición de nexos estructurales entre cabeceraslocales y periferias que siguen líneas étnicas.

Pero, además, se sientan las bases para una dife-renciación funcional incipiente. Por una parte, ladiferenciación de autoridades y funciones públi-cas; por otra, un incremento decisivo de la auto-nomía y el poder de las unidades domésticas ylos grupos parentales, respecto del conjunto de lacomunidad. Lo primero se relaciona, inicialmen-te, con la transformación del régimen políticoadministrativo colonial en los Andes el cual, conposterioridad a las rebeliones de la segunda mi-tad del siglo XVIII, concentra funciones públicasno hereditarias en autoridades y representanteslocales, y luego, ya bajo el régimen republicanoperuano y más tarde chileno, separa de la tuicióndirecta de los cabildos locales y sus autoridadesalgunas funciones administrativas claves; todo ello,mediante el nombramiento de autoridades sujetasdirectamente a designación y control estatal. Porsu parte, el fortalecimiento y mayor autonomíade las unidades de producción y los grupos deparentesco tienen una fuente política y una eco-nómica, a veces mezcladas. El sistema tributarioperuano de contribuciones que afectaba a la po-blación indígena y, más adelante, la forma de cons-titución legal de la propiedad campesina aymarabajo las directrices del Estado chileno redefinen,a nuestro modo de ver de manera decisiva, la re-lación entre indígenas y Estado y las relacionesde propiedad sobre la tierra en las comunidadesandinas. Transforma radicalmente lo que se de-nominó el “pacto colonial” (Platt 1982) o, máspropiamente, el pacto de dominación entre Esta-do colonial y “república” de indígenas.27 Lo quese encuentra sometido así a disputa es el controlde la propiedad por parte de la comunidad. Estaresulta, en definitiva, la gran perdedora.28

26 Respecto del espacio social hacendal, al punto de que suslímites empiezan poco a poco a hacerse borrosos.

27 El énfasis en la relación entre unidad de producción y Es-tado sin la mediación de estamentos intermedios es, porcierto, consonante con el proyecto liberal de construcciónde un Estado nacional en el cual el vínculo político fundante,que envuelve a individuos y ya no a colectividades, es el deciudadanía.

28 Tampoco se deben sobredimensionar los cambios. Sostene-mos que la disminución de la capacidad de control sobre latierra se focaliza en el control particular del acceso a ella,que ahora no sólo se da de hecho –como fue de amplio usoen el pasado–, sino que también de derecho, en manos delas unidades productivas. La disposición de la tierra, encambio, se ve minada de una manera más paulatina, a me-dida que las relaciones de mercado van lentamente incor-porándose en las economías indígenas.

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Esta desagregación o separación tiene consecuen-cias también en una mayor libertad económica.La relación entre campesinado andino y mercadoarranca de momentos coloniales, pero en la re-gión que estudiamos es sólo hasta la segundamitad del siglo XIX que esa relación deja de serpara un segmento aymara importante lo que po-dríamos llamar una externalidad selectiva (com-ponente monetario para satisfacer obligacionesfiscales). Por influjo de la activación minera capi-talista en la meseta desértica conocida como Pam-pa del Tamarugal, aledaña a las comunidadesaymara, la relación con el mercado tiende ahoraa hacerse más integral, en el sentido que envuel-ve varios componentes de las economías campe-sinas. Las unidades campesinas dependen así com-parativamente menos de la comunidad para sureproducción y, en la medida que se diferenciansocialmente entre ellas, amenazan el propio pro-yecto de la comunidad como espacio defensivo eigualitario.29

Podemos agregar que las políticas económicas ylas economías de la segunda mitad del siglo XIXe inicios del siglo XX en Chile y los paísesandinos tienen consecuencias de signo variadosobre las economías indígenas preexistentes, perorara vez dejan de tener efectos sociales profundosy de amplio alcance. En unos casos destruyen otransforman radicalmente economías regionalesindígenas ya fuertemente mercantilizadas; enotros, como en la situación regional que estudia-mos, promueven intensas articulaciones a las eco-nomías capitalistas industriales en expansión. Enel centro sur de Chile, la incorporación de la lla-mada región de la Araucanía, primero a través dela acción del Estado (ocupación militar y crea-ción de centros urbanos e infraestructura, espe-cialmente de transporte) y luego a través de unadinámica agricultura comercial, condujo a unaverdadera involución y pauperización de las eco-nomías ganaderas mapuches (Bengoa 1985). Elcaso de Chayanta estudiado por Platt (1982) mues-tra, en línea con lo anterior, que la apertura a lasimportaciones de cereales chilenos (provenientesen buena medida de la región de la Araucanía,una vez que esta empezó a explotarse medianteempresas agrícolas modernas) arruinó una relati-

vamente próspera economía de producción ycomercialización de cereales en esa área indígenadel norte de Potosí. En la zona que estudiamos, laexpansión de la economía salitrera intensifica ydiversifica las relaciones previas entre las unida-des campesinas aymara y las empresas mercanti-les (pequeñas haciendas y faenas mineras de pla-ta). Lo hace a través del mercado de productoscampesinos y del de fuerza de trabajo asalariado(Gundermann 2001). Por la misma época, otrotanto ocurre en el caso atacameño, aunque convariaciones (Gundermann y Sanhueza 2002 Ms).Pero, mientras en el largo plazo el patrón de in-serción económico regional atacameño se orien-ta, establece y desarrolla en la proletarizaciónminera, el de los aymara se complejiza, introdu-ciendo un componente de integración económicaandina regional a través del mercado y el trans-porte, y a la vez desarrollando una dinámica eco-nomía informal urbana (González 1996a, 1996by 1997b; Gundermann 2001; Gundermann ySanhueza 2002 Ms).

La translocalización y el postulado de una nuevatransformación estructural

Las últimas décadas del siglo XX traen grandesnovedades para las comunidades. El tránsito ha-cia la segunda mitad del siglo XX porta consigodinámicas de cambio en rápida emergencia y degran amplitud. Podemos apreciarlas como signosde la transformación de un sistema de relacionesinterétnicas regional ya minado por modificacio-nes parciales previas, a uno transformado por pro-cesos de modernización. Cabría también identifi-carlas como evidencias de una profunda incorpo-ración a corrientes de modernidad, que dirigencambios sociales de amplio alcance en la socie-dad aymara. Algunos de sus síntomas son clara-mente ostensibles: intensas migraciones a mediosurbanos, una reorganización económica y demo-gráfica del espacio agrario regional en función deáreas económicamente más dinámicas y la pérdi-da de población de las zonas comunitarias tradi-cionales. El desborde interno y la inducción ex-terna a la apertura del espacio andino exponen deun modo más directo a los aymara, además, adiversas influencias sociales y culturales (verGundermann, 1998 Ms y 2001 Ms). Lo anteriorredunda en que las modalidades de articulaciónespacial en las que se encuentran involucrados esdefinitivamente regional, disolviendo o, por lomenos, mitigando la pertinencia analítica de opo-

29 Las nociones de campesino y campesinado que aquí em-pleamos se han nutrido de las lecturas de Wolf (1971) ySchejtman (1982).

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siciones como las de rural / urbano y campesino /asalariado, informal.

En un tercer momento de cambios estructurales,entonces, podría decirse que no es el espacioandino el que se hace permeable al ingreso deotros agentes y relaciones que, junto con el pro-cesamiento interno que se hace de ello, activan sutransformación. Por el contrario, aquel se refundaexpandiéndose drásticamente, mediante una inten-sificación, diversificación y ampliación de las re-laciones andinas en la región. En las últimas dé-cadas están teniendo lugar importantes fenóme-nos de movilidad espacial y diferenciación socialandina: migraciones temporales y definitivas, pa-trones de movilidad en la gradiente costa cordi-llera, instalaciones urbanas, desarrollo de una eco-nomía y una sociedad andina expandida ymultisituada, desarrollo de desigualdades socia-les, etc. Llamaremos a este proceso comoregionalización de la sociedad aymara. Al hablarde regionalización y no simplemente de migra-ciones o de marginalidad urbana aymara, desta-camos un hecho de importancia: no la ruptura,sino la formación de un sistema de relaciones quese despliega en uno y otro sentido, tanto en elnivel de los individuos-hogares, como en el co-lectivo, entre las localidades andinas y las áreasde migración. Esa regionalización también se ex-presa en la formación de ámbitos y redes econó-micos, sociales y culturales andinos en las zonasde nuevo asentamiento. Desde y con ellos se plan-tean ahora los nexos entre segmentos andinos ur-banos, periurbanos, de lo urbano a lo rural y a lainversa. Y, también, transformación del propioespacio andino histórico por influjo de estas rela-ciones regionalizadas y de la fuerza e influenciade los nuevos ámbitos andinos creados en la re-gión. Nuevos espacios y agentes sociales, un nue-vo sistema social, por lo tanto, que hacen de esasrelaciones regionalizadas algo bastante más com-plejo que, simplemente, relaciones entre los quese fueron y los que quedaron atrás. Se trata, enesa medida, de una transformación profunda y conamplios alcances, pero con elementos de conti-nuidad sociológica no desdeñables. Por eso, hastaahora es regionalización y no sólo segmentaciónde la sociedad, o fragmentación pura y simple.

En consonancia con el postulado de una disconti-nuidad histórica en curso basada en una más ple-na incorporación aymara a las fuerzas de la mo-dernidad, asumimos estar en presencia de cam-

bios radicales que nos ponen ante un sistema so-ciológico y modulaciones de la comunidad inédi-tas en la historia aymara. Ante el desafío de leerlos signos de los tiempos, arriesgamos la siguien-te visión prospectiva: se encuentra en plena ges-tación una discontinuidad histórica equivalente ala de la formación de las comunidades en el sigloXVI. Se trata, por lo tanto, de una transformaciónestructural de amplio alcance que, para el casodel nudo cordial de esta investigación, las comu-nidades de tierras, tiene implicaciones de signovariado. En un nivel general, se expresa en lapérdida de importancia objetiva del espacio andinocolonial original; este se amplía, diferencia y com-plejiza, haciendo del tradicional sólo un segmen-to o componente de un espacio andino regiona-lizado. Por su parte, las unidades socioterritorialesintegrantes de ese espacio tradicional pierden lacentralidad que tenían acordada (y con ello con-tingentes demográficos, actividad económica, so-cial y cultural), para cobrar otra importancia, alreposicionarse como segmentos rurales de colec-tividades deslocalizadas. En esa dinámica incor-poran nuevos componentes y relaciones al siste-ma comunitario. Ella implica, asimismo, la ten-dencia hacia una todavía mayor diferenciación ensubconjuntos que la que se había venido desarro-llando durante el siglo XIX y la primera mitaddel XX.

El concepto de comunidad translocal o trans-localizada30 podría expresar esa complejización(diferenciación y dislocación) incrementada. Lacomunidad andina se despliega más allá de la lo-calidad sin perderla.31 Esta imagen espacial torna

30 Es importante marcar la diferencia entre translocalizacióny deslocalización. Los fenómenos de translocalización su-brayan la idea de que la comunidad tiene una continuidad,pero que esta se da sin que quede circunscrita por la loca-lidad, sino que se presenta extendida y normalmente dis-persa sobre un espacio social más amplio. La deslocalizaciónexpresa más bien la idea de pérdida de la localidad. Este esun caso extremo, pero no desconocido en los Andes chile-nos. No cabe confundir entonces los fenómenos de latranslocalización con los de la deslocalización. Por ejem-plo, comunidades que sufrieron el desarraigo físico de supoblación durante los años de violencia en la sierra perua-na y que, más tarde, intentan retornar y reconstruir su co-munidad (Del Pino y Theidon 1999).

31 No existen en esta zona aymara fenómenos de transna-cionalización que autoricen hablar, además, de comunida-des transnacionales (Kearney y Nagengast 1989). Ese po-dría ser el caso de los migrantes aymara bolivianos a Bue-nos Aires.

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manifiesto que ahora es la totalidad del campesi-nado aymara quien deja de depender exclusiva omayoritariamente de sus comunidades y microrre-giones campesinas para su reproducción social.Es expresiva, asimismo, de la incorporación ayma-ra masiva y plena a la experiencia urbana, la eco-nomía de mercado, el desarrollo de redes socia-les, la formación de neocomunidades característi-cas de las nuevas sociabilidades, la apertura haciala cultura de masas, etc.

Hipotetizamos que la extensión y densidad de re-laciones que trae aparejada la regionalizaciónandina se lleva a efecto en dos niveles sociales,donde lo comunal juega un papel de importancia.También, que aunque considerablemente más com-pleja y diferenciada, la sociedad aymara regionalsigue encontrando en las instituciones comunalesun componente definitorio de su organizaciónsocial y de las condiciones de integración social32

de las últimas décadas y, posiblemente, de los añosvenideros. Tiene lugar, desde luego, en el nivelde los individuos y hogares a través de redes derelaciones sociales33 basadas en el parentesco, en

las cuales la comunidad local, la localidad de ori-gen, pone un marco, una delimitación relativa, ytambién una base de desarrollo de esas redes derelaciones. En segundo término, ello también tie-ne lugar por los grupos, asociaciones y organiza-ciones (asociativas o con base en grupos adscrip-tivos), que tienen su origen en las comunidadesde origen y que se amplían o desplazan y de lasque se sigue participando en contextos de migra-ción, o bien de las que se crean en las situacionesde translocalización. Además del nivel individualy de los hogares (relaciones que la comunidadlocal parametriza en cierta medida), no hay nadaque contribuya de manera tan decisiva como lascomunidades a dar forma (pero también a dar in-teligibilidad, sentido y anclaje social) a esaregionalización en sus aspectos de translocalidad,de extensión y complejización social. Al conjun-to de esas nuevas relaciones sociales denomina-mos, entonces, como comunidad translocal.

Hablamos de extensión o prolongación en el sen-tido de la continuidad de tipos de relaciones so-ciales institucionalizadas; por ejemplo, la coope-ración laboral interfamiliar. También nos referi-mos a desarrollo, con el significado de recreaciónadaptativa de relaciones; por ejemplo, mediantela formación de organizaciones de migrantes conbase local que buscan alcanzar determinados ob-jetivos. Nos remitimos también a creaciones einnovaciones, como, por ejemplo, la diversa gamade nuevas formas de relación que se establecenentre migrantes en las ciudades y de los migrantescon las localidades de origen. De esta manera,enfatizamos el doble movimiento de continuidadcon cambio que, asumimos, caracteriza la reformu-lación de las relaciones comunitarias en espaciossociales más amplios en los cuales transcurre hoyla vida aymara. Según lo que venimos exponien-do, los grupos y relaciones mencionados tampo-co pueden entenderse simplemente comoneocomunidades aymara urbanas, aun cuando escon el aporte de los miembros de los segmentos

32 Utilizamos el concepto de integración social para referir-nos a un estado o situación de orden y estructuración deuna sociedad, sistema social o grupo, no natural ni espon-táneo, sino producido socialmente; constituye una condi-ción de existencia de cualquier colectividad. Ese estadopuede ser variable en el tiempo y no homogéneo entreámbitos o subsistemas de la sociedad de que se trate. Laintegración no se reduce a aquella que pueda proporcionarla interdependencia originada en la división social del tra-bajo. Incluye también dimensiones sociales y simbólicas,estas últimas son crecientemente importantes a medida quela sociedad se hace más diferenciada y compleja. En unavena durkheimiana, se puede indicar de un consenso moralque origina disposiciones comunes; podemos recordar tam-bién a Tönnies acudiendo a la distinción entre un consensoracional basado en las relaciones contractuales, de lo cuales contraparte una integración fundada en los lazos prima-rios de la comunidad (parentesco, amistad, vecindad). Debetambién considerarse la integración resultante de las rela-ciones de poder exteriores y/o interiores al sistema socialconsiderado, así como la integración basada en el inter-cambio económico y social.

33 Sin entrar en mayores detalles, digamos que una red es unsistema de relaciones interpersonales en un campo social(concepto que en este contexto teórico expresa al conjuntode los individuos, o, eventualmente, al grupo de individuos,relacionados entre sí por una o más dimensiones vinculantes;por ejemplo, parentesco, amistad, vecindad, oficio o profe-sión, etc.). Según como se enfoque la prospección de lasrelaciones, se determinarán redes egocéntricas (definidas porlas relaciones de un individuo o Ego) o redes exocéntricas

(relaciones recíprocas entre varios individuos o, también,al interior de un grupo más o menos formalizado), partien-do de un criterio de unidad. Como puede suponerse, sonlas redes de este último tipo las que aquí más nos interesanen la medida que su existencia puede cotejarse con los lí-mites de las relaciones comunales definidas por el paren-tesco, la vecindad y/o la pertenencia comunal (Mitchell 1981[1966]; Mayer 1980 [1966]; Lomnitz 1983 [1975], 1998 y2001).

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urbanos que se forman las translocales. Se dife-rencian en un aspecto crucial: la referencia cen-tral a la localidad de origen que falta en las pri-meras, sea cual fuere el tipo de entidad que de-signen (“comunidad” aymara urbana regional oalguna organización sectorial, etc.). En cualquiercaso, cambio alude también a lo que no tiene con-tinuidad. Lo que no prosigue, para decirlo en dospalabras, lo que está rápidamente quedando atrás,es un mundo de vida centrado alrededor de lacomunidad rural de origen colonial. Esta centra-lidad, pero no la pérdida de referencia, es la queha venido cambiando; a veces de manera brutal ydesgarradora, en otras como apertura y liberación(normalmente ambas cosas vividas contradictoria-mente).

Dos puntualizaciones todavía. Primero, se habráadvertido que cuando hablamos de continuidadhasta el presente, no nos estamos refiriendo a pro-piedades que afirmarían la permanencia de unaestructura colectiva cuyo diseño arranca de tiem-pos coloniales. Por el contrario, nos remitimos ala expansión y también transformación de las co-munidades locales modernas. El modelo antiguonos remite a corporaciones para la vida rural enuna situación de dominación colonial, algunas decuyas propiedades tienen prolongaciones en lasunidades que se conforman durante condicionespolíticas y sociales republicanas en espacios mar-ginales y como poblaciones regionales margina-lizadas. Los modelos actuales (local y sucesorial),en cambio, dependen de un sistema regional derelaciones interétnicas profundamente transforma-do por procesos de modernización, al interior delcual las instituciones comunitarias aymara tienenun papel de importancia en la transformación yreintegración social andina.34 No está demás re-cordar, entonces, que cada una de las modu-laciones históricas de la comunidad es indisociableen su formación y dinámica de los procesos eco-nómicos, sociales y políticos de la sociedad colo-nial y, más tarde, las republicanas. Con mayorrazón se debe enfatizar esa relación para la últi-

ma de las versiones de la comunidad; específi-camente, respecto de las transformaciones que sehan venido desarrollando durante el último me-dio siglo en la región.

Segundo, materializada la regionalización en lostérminos y plazos descritos, cabe inquirir acercade las razones de porqué ella no disuelve las dife-rencias étnicas, por qué no se ha llevado a efectouna incorporación regional étnicamente indiferen-ciada,35 o diferenciada sobre bases no étnicas, yasean regionales, de clase o una combinación deellas (Degregori 1998). Estos procesos han sidomencionados en la literatura andinista como pér-dida de la identidad étnica a la que preceden “es-trategias de disimulo” (Albó 2002).36 Según unenfoque que aprecie la capacidad andina de agen-cia, podría argumentarse que aquella se conformacon arreglo a antecedentes sociales e históricosandinos (de continuidad con una sociedad rural yreproducción de algunas de sus instituciones), asícomo a capacidades y orientaciones que propor-cionan el capital social propio formado en esahistoria social. Tal circunstancia favorece unaregionalización con inserciones andinas relativa-mente especializadas. Se debe prestar cuidadosaatención a la capacidad andina de labrarse estra-tegias de acción en una situación de apertura so-cial y cambios rápidos, pero una respuesta máscompleta deberá encontrarse en el sistema de re-laciones interétnicas regionales. El recurso a lacultura y la tradición andina como organizador de

34 Y no desintegración como se ha querido ver. Desde luego,no hablamos de la integración tradicional. Nos encontra-mos hoy ante una relación entre etnia y región renovada.Esa renovación se expresa en una densa integración econó-mica, sociopolítica y simbólica con la región y el país. Porlo tanto, la aymara –y la atacameña– no son hoy socieda-des menos integradas que en el pasado; lo son de una dis-tinta manera, más compleja y contradictoria con seguridad,

pero no son unidades que manifiesten disfuncionalidades,anomia sistemática o carencia de fuentes de sentido. Porejemplo, económicamente la aymara queda integrada poruna definida y también activa participación en espacios yactividades que dan continuidad, transformada, a sus tradi-ciones como productores campesinos y a la de activos par-tícipes de intercambio entre pisos ecológicos. Claro que conescalas de operación y desde posiciones también defini-damente subordinadas, todo esto en una economía en laque los capitales regionales, pero sobre todo nacionales einternacionales, copan las áreas más rentables (comerciointernacional, minería, servicios básicos, finanzas). Su vulne-rabilidad también es alta, puesto que algunos de los rubrosde actividad económica en los que se ocupan dependen fuer-temente de lo que pase en los mercados y la economía regio-nal, nacional e internacional. Las formas tradicionales deintegración quedaron sobrepasadas hace bastante tiempo.

35 Algunas notas que aluden a este tema en el medio atacameñose encuentran en Gundermann (1998a).

36 Una modalidad de circulación étnica muy específica seencuentra descrita en Smith y Belote (2000), lo que da pis-tas acerca de la variedad de estos fenómenos.

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la regionalización debe completarse, entonces, conuna adecuada atención a las características delcontexto en que tiene lugar ese proceso. En tér-minos generales, la competencia por el espaciourbano (donde se busca residencia, empleo, ám-bitos de sociabilidad) y por el espacio agrario re-gional no tradicional (donde se pugna por el ac-ceso a la tierra y ganar condiciones favorables devinculación a los mercados de insumos producti-vos, créditos y productos campesinos), no ofrecepara los aymara ventajas especiales en compara-ción con otros actores que disputan los mismosbienes (otros productores agropecuarios, poblado-res de sectores populares, otros segmentos de tra-bajadores asalariados o del sector terciario de laeconomía). Por el contrario, se incorporan en si-tuación de desventaja respecto de niveles educa-cionales, capacitación laboral, competenciaslingüísticas, redes sociales y aceptación social.Acudir a orientaciones y capacidades de origenrural, trasladadas, adaptadas y reformuladas a con-textos urbanos y de agricultura parcelaria moder-nizada, puede representar muchas veces un recur-so crítico.

La regionalización aymara tiene lugar medianteuna participación en la división regional del tra-bajo relativamente especializada. Esa especializa-ción reproduce una especificidad regional que pre-viamente se sostuvo en la agricultura andina y, ala vez, mantiene la condición más general de gru-po social particular. La continuidad de las dife-rencias y las fronteras étnicas y la distancia so-cial se produce y reproduce, entonces, en la dia-léctica de las relaciones del campo de lo étnicoregional. Aquí se pone en juego la tradición y lamodernización, la continuidad y el cambio, loandino y lo regional, lo interno y lo externo. Y deello, hasta hoy al menos, se tiene un resultado dediferenciación de grupos según líneas de divisiónétnicas que se mantiene con cambios y a pesar deellos.

Un corolario anticipado es que, en un nivel me-nos general, las comunidades ahora translocali-zadas pueden adquirir la condición de tales en lamedida que permanezca, transformado, el siste-ma regional de relaciones interétnicas. De otromodo, la translocalización no existiría; con mi-graciones que conduzcan a la dilución de las di-ferencias étnicas habría sólo deslocalización. Esun fenómeno existente, pero no dotado de la

masividad suficiente como para imprimirle unadefinición a la dinámica social andina.

Conclusiones

Interesados por las cuestiones del cambio socialy la continuidad histórica de las poblaciones indí-genas del norte de Chile, hemos considerado con-veniente abordarlo a través del estudio de la co-munidad. Justifica esta decisión su condición deentidad articuladora de planos de lo social, la pro-longada existencia de que goza y la importanciaque se le atribuye, incluso hasta el presente. Conese propósito general en mente, hemos trabajadodos aspectos. Uno, el de la crítica a las visionesexistentes para, una vez desarrollada, dar paso auna propuesta que intenta resolver los problemasencontrados. Para ello seguimos un modo de pre-sentación que enfatiza una visión de la comunidadcomo sistema y como realidad social sometida enel tiempo a transformaciones de amplio alcance.

Recapitulando, digamos que el estudio de la co-munidad andina y por extensión, dada la centra-lidad que le hemos señalado, de las propias so-ciedades andinas regionales, se ha realizadosegún cuatro perspectivas o enfoques. Una queasociamos con la antropología tradicional poneénfasis en las localidades andinas y la configura-ción sociológica que es posible reconocer en ellas.Se enfatiza en lo económico, en cuestiones cultu-rales, en los grupos integrantes o una combina-ción de aspectos. Salvo excepciones, la regla esque se preste realmente poca atención al contextopolítico y económico más amplio y a la historiade las comunidades. Los intentos de interpreta-ción o explicación acuden a la tradición y a sufuerza, a lo no cambiado y a la capacidad de lossujetos andinos regionales (aymara, atacameños)por mantenerse, por reproducirse y perseverar. Confrecuencia esto no es explícito, no hay unaproblematización siquiera básica de la continui-dad y se debe inferir de los argumentos presenta-dos. La cuestión del cambio no aparece como untema de investigación importante. En la medidaque se presuma la persistencia, sin especificarla,se acarrea un entendimiento de la dinámica socialcomo continuidad y una comprensión esencialistade los sujetos estudiados: pueblos, localidad, co-munidad, grupo.

Otras posturas incluyen explícitamente la dinámicasocial, pero de maneras problemáticas. Aquellos

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que suscriben tesis indianistas o afines,37 presu-ponen persistencias precoloniales que no se limi-tan a elementos aislados, sino que verdaderosnúcleos esenciales radicados en el plano de losvalores culturales e, incluso, en el de determina-das prácticas. La continuidad de estas esenciassociales transhistóricas permite afirmar la existen-cia y vigencia de una identidad no reductible a lahistoria postcolonial. Ello, a pesar de que se tienemuy presente que en la historia colonial y moder-na se impactaron profundamente las culturasandinas y se sometieron a sus poblaciones. Por lotanto, se presta atención al contexto más amplio(sistema colonial, formas de subordinación repu-blicanas) y a la historia, pero para fundar una ima-gen que a fin de cuentas las hace inocuas por suincapacidad de doblegar, después de cinco siglos,la resistencia andina (ya que, de otro modo, esapersistencia no sería efectiva). Dominación étnicay continuidad o memoria de lo esencial funda yjustifica un proyecto de recuperación, restitucióny autonomía. Les son ajenas intelectual y prácti-camente las discontinuidades históricas, la forma-ción de nuevas matrices culturales andinas o almenos las profundas modificaciones a que fueronsometidas las preexistentes, la modernidad de lassociedades andinas, los usos ideológicos de la tra-dición. Desde la negación de esas dimensiones dela dinámica histórica es posible sostener, a la vez,la tesis de la continuidad cultural y el proyecto dela diferencia. Estas ideas acerca del pasado creanobjetos esenciales,38 desde los cuales se busca pro-veer de fundamentos a la demanda por el recono-cimiento étnico y el desarrollo de políticas étnicas.

Mucho más pesimista es otra variante de enfoqueque en la comprensión de lo andino incorpora ladimensión de la historia y presta una gran aten-ción al contexto social. De hecho, se dice que laacción de los centros de poder no ha sido contra-rrestada con éxito por las periferias andinas, algrado que estas se encuentran en un tris de disol-verse. A diferencia de las ideas de intelectuales yrepresentantes andinos recién resumidas, las tesisde la desestructuración operan bajo el postulado

de que lo andino fue hecho desaparecer, o casi,en el holocausto del progreso moderno. Por lotanto, le restan capacidad de resistir o de refundarla diferencia, como aquí sostenemos, sobre basesdistintas que las de un determinado pasado (pre-colombino o colonial). Las consecuencias negati-vas sobre el análisis social y la interpretación his-tórica son devastadoras. Podrían resumirse enesquematismo, reduccionismo, esencialismo y tra-dicionalismo.

Por nuestra parte, hemos ordenado las transfor-maciones históricas de las comunidades propo-niendo la sucesión de tres variantes. Primero, lacomunidad histórica o colonial (siglo XVI hastamediados del XIX) correspondiente al pueblo oreducción colonial; luego, encontramos a la co-munidad sucesorial y local (desde mediados delsiglo XIX hasta mediados del XX), relacionada,en las zonas de altura (áreas agrícolas y ganade-ras de la cordillera andina), al desarrollo desubunidades dentro de las comunidades históri-cas. Una condición para que se produjera estatransformación es la pérdida de importancia de lacomunidad histórica como una unidad política ycultural con capacidad de ordenar y organizar unnúmero relevante de aspectos de la vida socialandina.

Incorporando los cambios suscitados con la mi-gración aymara hacia los centros urbanos regio-nales, Arica e Iquique, a partir de 1940, aproxi-madamente, hemos elaborado la noción de comu-nidad translocal. En un sentido general, la nociónde comunidad translocal es una respuesta a lanecesidad de aligerar la herencia –y pesada car-ga– de categorías y constructos dicotómicosesencializados. Con ella intentamos, junto con elinevitable empleo de tipos ya consagrados o re-creados, hablar de espacios sociales más fluidos,con fronteras dúctiles y en transformación. Elloimplica, por lo pronto, pasar de la consideraciónde los individuos, los hogares o los grupos loca-les rurales al tratamiento de totalidades de segun-do nivel, al interior de las cuales esas unidadesadquieren existencia social. Esas realidades másamplias ya no pueden recortarse según los tiposhistóricos de espacios sociales que se constituye-ron en los Andes, sino que deben elaborarse deuna manera creativa. Cuando proponemos la no-ción de comunidad translocal intentamos precisa-mente eso: ajustar el encuadre de visión haciaámbitos sociales más amplios, con el objeto de

37 En la región, algunos intelectuales aymara y atacameñosque todavía han escrito poco, pero que por lo general sonactivos difusores de tales ideas en foros públicos, actos dedifusión cultural, etc.

38 En versiones extremas, la identidad étnica queda radicadaen la biología humana (“la sangre”, “la raza”, expresionesque se usan en sentido denotativo, no metafórico).

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recuperar totalidad, mejorar la focalización haciauna densa urdimbre de relaciones sociales hastaahora poco atendida y, al mismo tiempo, reteneratención sobre aquellos planos mejor conocidosque mantienen continuidad.

La comunidad translocal surge y se desarrolladurante el último medio siglo en directa asocia-ción con transformaciones que se están producien-do en el seno de una sociedad aymara que transi-ta hacia una cada vez más profunda integracióneconómica, sociopolítica y cultural con la región.Recordemos que el sostenido flujo de migrantesque se “descuelga” desde la cordillera hacia lacosta desde hace medio siglo ha segmentado lascomunidades y redistribuido su población en laregión. Un segmento corresponde a la comunidadrural, analizable como comunidad sucesorial enel altiplano y como comunidad aldeana en losvalles; otro, a los hogares, grupos y organizacio-

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