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Vol. 2 Nº2 Mayo 2014 LA AVENTURA DEL SANADOR. PERCEPCIÓN, VALORACIÓN Y SIGNIFICADO QUE OTORGAN DOS PSICOTERAPEUTAS TRANSPERSONALES A SU ROL Y EJERCICIO CLÍNICO Por PAMELA TORRES CHOMÓN, [email protected] RESUMEN Este trabajo examina la postura de dos selectos psicoterapeutas nacionales de la visión transpersonal, desde la interrogante: ¿Cuál es la valoración, sentido y significado que atribuyen a su ejercicio clínico?, determinando cuál es esa mirada desde su testimonio como actor social. Y desde ahí: ¿qué significa ser psicoterapeuta transpersonal?, ¿cómo se actualiza el ser humano en el misterioso mundo de lo psicoterapéutico?, ¿qué permite el despliegue del ser en la dupla de trabajo paciente y psicoterapeuta? ¿quién (se) sana? ¿cómo va descubriendo el paciente quién es realmente? Se recoge el relato desde los aprendizajes personales de dos psicoterapeutas humanistas transpersonales chilenos, revisando sus visiones, propuestas, aplicaciones para llegar a un manifiesto terapéutico. Seres con intenciones de cambio en su mochila, que buscan la transformación encaminada al desarrollo humano. No se trata de una compilación teórica, sino de un registro centrado en el quehacer práctico. Una reflexión, una metacognición, de lo que significa este ejercicio clínico desde la orientación humanista transpersonal. 1

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En el presente documento encontrarás la experiencia de 2 teóricos principales desde la perspectiva Psicología Transpersonal, despues de una entrevista realizada a un grupo de los mismos a cerca de como creen que se debe hacer terapia Psicológica con una visión Transpersonal. De avordan temáticas tales como: el rol del terapeuta, la dinámica terapeuta-paciente, el rol del paciente.

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Vol. 2 Nº2 Mayo 2014

LA AVENTURA DEL SANADOR. PERCEPCIÓN, VALORACIÓN Y SIGNIFICADO QUE OTORGAN DOS PSICOTERAPEUTAS TRANSPERSONALES A SU ROL Y EJERCICIO CLÍNICO

Por PAMELA TORRES CHOMÓN, [email protected]

RESUMEN

Este trabajo examina la postura de dos selectos psicoterapeutas nacionales de la visión transpersonal, desde la interrogante: ¿Cuál es la valoración, sentido y significado que atribuyen a su ejercicio clínico?, determinando cuál es esa mirada desde su testimonio como actor social.

Y desde ahí: ¿qué significa ser psicoterapeuta transpersonal?, ¿cómo se actualiza el ser humano en el misterioso mundo de lo psicoterapéutico?, ¿qué permite el despliegue del ser en la dupla de trabajo paciente y psicoterapeuta? ¿quién (se) sana? ¿cómo va descubriendo el paciente quién es realmente?

Se recoge el relato desde los aprendizajes personales de dos psicoterapeutas humanistas transpersonales chilenos, revisando sus visiones, propuestas, aplicaciones para llegar a un manifiesto terapéutico. Seres con intenciones de cambio en su mochila, que buscan la transformación encaminada al desarrollo humano. No se trata de una compilación teórica, sino de un registro centrado en el quehacer práctico. Una reflexión, una metacognición, de lo que significa este ejercicio clínico desde la orientación humanista transpersonal.

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PALABRAS CLAVES: Psicoterapia, transpersonal, psicoterapeutas, psicología humanista, psicología transpersonal, psicología integral, conciencia, evolución de la conciencia.

ABSTRACT

This work examines the therapeutical approach of highly considered national transpersonal psychotherapists, using the following guiding question: Which is the value, direction and meaning that they attribute to their clinical practice?, An attempt is made to determine what is specific to that regard, based on their testimony as agents in their unique social role.

Furthermore, what does it mean to be a transpersonal psychotherapist? How does the human being come unto its full potential in the mysterious world of psychotherapy? What is it that allows the unfolding of being within the patient- psychotherapist working partnership? Who heals? How does the patient start to discover who it really is?

Personal learning stories from two Chilean transpersonal humanistic psychotherapists are gathered here, and their vision, proposals, and strategy are reviewed in order to arrive at a therapeutic manifesto. These are beings who carry their will for change in their knapsack, who strive for transformation aimed at human development. This is not a theoretical compilation, but rather a practice-centered record. It´s a reflection on what therapeuthical practice means from a transpersonal humanistic perspective.

KEYWORDS: Psycotherapy, transpersonal, psychotherapists, humanistic psychology, transpersonal psychology, integral psychology, consciousness, consciousness evolution.

RECIBIDO: 04 de abril de 2014.

ACEPTADO: 18 de abril de 2014.

CÓMO CITAR ESTE ARTÍCULO:

Torres, P. (2014). La aventura del sanador. Percepción, valoración y significado que otorgan dos psicoterapeutas transpersonales a su rol y ejercicio clínico. Visión Posible. Recuperado el [día] de [mes] de [año] desde http://upacifico.cl/visionposible/.

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INTRODUCCIÓN

Tú estás aquí para permitir que el divino propósito del universo se despliegue.

¡Esa es tu importancia!

Eckhart Tolle

Las interrogantes fundamentales que orientaron este trabajo fueron: ¿Cuál es

el sentido, valoraciones y percepción que dos psicoterapeutas transpersonales

chilenos atribuyen a su ejercicio clínico profesional? La idea fue determinar

cuál era la mirada.

Lo relevante de la propuesta es que se trata de un paradigma aún emergente

en psicología, y no hay estudio que reúna la propuesta y la mirada de

psicoterapeutas humanistas transpersonales de Santiago de Chile.

El campo de estudio fueron dos psicoterapeutas humanistas transpersonales

de Santiago de Chile, ambos con vasta trayectoria y treinta años de profesión.

El objeto de estudio fueron el sentido, las valoraciones y los significados que

los psicoterapeutas otorgaron a la práctica clínica que realizan.

Estratega, mago, guerrero o alquimista… Cada uno en su estilo se fueron

develando a través de explicaciones y descripciones de lo que hacen y cómo

hacen este sacro oficio de la psicoterapia, cómo ven al consultante y cómo se

plantean como psicoterapeutas. Ni médicos ni gurúes, más bien comenzaron a

perfilarse como inspiradores…

Derivadas de las interrogantes ya enunciadas surgieron preguntas tales como:

¿Cuál es el rol del terapeuta? ¿Qué recursos debería ocupar para permitir el

despliegue del ser? Por ahora, se podría responder que el terapeuta utópico

(idealizado como maestro, vieja sabia, chamán) debería facilitar la conexión

con la celebración y el regocijo del propio ser. Y eso lo hace bien el que está en

gratitud, el que acepta e integra, el que sabe, el que confía, el que fluye...

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Resulta seductora la idea de un “terapeuta libre del deseo (y la exigencia) de

curar” que Thomas Hora expresa en “Psicoterapia y salud en Oriente y

Occidente”:

“Nadie hace psicoterapia, lo único que nosotros podemos hacer es

permitir que la psicoterapia tenga lugar. La psicoterapia no es pasiva ni

activa. La psicoterapia es la amorosa y respetuosa sensibilidad a lo que es

en cada momento”.

Alivia, por un lado, y conecta con otro tipo de motivaciones y mayores

exigencias, por otro. Pero se intuye que por ahí podría ir el camino de

transformarse en una “presencia benéfica”, como indica el mismo Welwood

(Welwood, 2002).

Karen Wegela, en “Cómo ser una ayuda en vez de una molestia” (Wegela,

1996), manifiesta que hay tres cualidades importantes de considerar: la

capacidad de acoger cualquier cosa que surja, la llama “apertura”; la

capacidad de sentir las experiencias, “claridad”, y la capacidad de compasión

(en el sentido budista de empatía o ‘ternura de corazón’) o “calidez”.

Agrega:

“Son nuestra naturaleza, a pesar de lo que esté pasando (…) Cuando

podemos manifestar apertura, claridad y compasión, sin importar cuál es

la experiencia, entonces estamos tocando nuestra cordura

resplandeciente. Esto es posible en cualquier momento”.

Invita a esta aventura esta propuesta de Welwood: “Cuando más podía estar

conmigo, más podía estar con los demás y permitirles ser ellos mismos”. Y así

ir por la vía de contemplar las estrategias egoicas (mías y de los otros) “no

como enemigo sino como intentos de ser nosotros mismos”, permitiendo “que

la experiencia de la otra persona resuene en y a través de mí”.

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Explica Welwood:

“Nuestro ego es un testimonio claro de la fuerza del amor. Se desarrolló

como una forma de protegernos de las amenazas percibidas a nuestra

existencia, fundamentalmente, la falta de amor. Erigimos las defensas de

nuestro ego precisamente en aquellas regiones en que era más patente

nuestra carencia de amor, de modo que cada vez que se pone en marcha

una estrategia defensiva, prestamos también un homenaje implícito a la

importancia del amor” (Welwood, 2002).

Una noble consigna resulta el “devolverle al paciente lo que él es”. Es una

difícil tarea, pero un bello desafío que tiene que ver no sólo con la

disponibilidad, sino que con una actitud: con “la reverencia ante la existencia y

singularidad de cada paciente”, expresa (Welwood, 2002).

Porque la principal pregunta que la visión transpersonal quiere responder es

¿quién eres?, aludiendo a un ser multidimensional que se va actualizando.

Héctor Bazán (Bazán, 2007) explica:

“La existencia es el despliegue de la esencia. Ésta se realiza cuando las

necesidades de las diversas etapas de su despliegue posible se satisfacen

o no. Si es así, hay armonía; si no, psicopatología. El conflicto se genera

por no ser confirmado como ser en el plano emocional-vital, existencial y

trascendente”.

Aurobindo, gran pensador de la India plantea:

“Aquello que dentro de nosotros quiere progresar y saber no es la mente,

sino algo que está detrás de ella y se sirve de ella”

¿A qué está aludiendo Sri Aurobindo? ¡A la conciencia! Esto es un asunto

complicado, porque en Occidente hemos reducido nuestra vida psíquica a

nuestra actividad mental.

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La visión transpersonal plantea una conciencia que trasciende la mente y se

expande en los límites del nacimiento y la muerte. Estudios de Kenneth Ring y

Michael Sabom exploran el tema con los sorprendentes relatos de personas

que revivieron de su muerte clínica. Buen ejemplo para entender cómo la

conciencia puede hallarse como telón de fondo o contexto más allá de la

muerte.

La psicología transpersonal entiende la espiritualidad como inherente al ser

humano. Como dice Pierre Teilhard de Chardin: “Somos seres espirituales

viviendo una experiencia humana". Asimismo, lo transpersonal asume que la

personalidad no corresponde a la totalidad del individuo ni es el mejor armazón

posible para existir y adaptarse. La idea es romper la ilusión que cada uno vive

para darnos cuenta quiénes somos realmente y, así, identificarnos con un

estado de paz.

Gustavo Jiménez, psicólogo y quizás el más antiguo difusor de la meditación

budista de nuestro país, acota:

“Nos vamos sanando a medida que vamos despertando y conectando con

la bondad básica. Eso no se puede comprar... Hay que sentarse a meditar.

Así, el melodrama de nuestras tragedias personales, familiares,

cósmicas... o cómicas, turbias o acongojadas, va transitando hacia a un

ámbito íntimo y amplio de dulzura, amor, compasión e inteligencia

infinita” (Jiménez, 2008, entrevista inédita de la autora).

Eckhar Tolle quien plantea en “La Nueva Tierra (Tolle, 2005) la idea del sanador

como pura presencia que ve en el otro tan sólo otra presencia que tiene que

despojarse de esos cuerpos del dolor, esos surcos en la manera de sentir y

pensar... No es necesario comprender mejor, es necesario establecer un nuevo

vínculo para culminar esa historia infeliz que es la identidad. O, como

recomienda Paula Sepúlveda: “recuperar la biografía para darla de baja”. Como

señalar la piel al abandonarla, como una serpiente que se renueva al dejar sus

escamas. Algo se suelta, se libera, entre sensaciones de pérdida y plenitud…

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Ya no hay lucha, ni dolor ni preocupación, sólo hay experiencia… “Todo en la

vida está bendito”, señala Paula.

En este trabajo se busca describir y analizar la propuesta de psicoterapeutas

de Chile, sus creencias y las prácticas que despliegan y transmiten dentro de

su comunidad de especialistas y con sus pacientes.

Se seleccionó a dos psicoterapeutas de esta orientación, de una muestra inicial

que congregaba a más de una decena de “candidatos”. Posteriormente se

recogió la propuesta de cinco psicoterapeutas, todos casualmente con treinta

años de servicio clínico profesional: Héctor Bazán, Alejandro Celis, Gustavo

Jiménez, Paula Sepúlveda y Gonzalo Pérez. De ellos, seleccionamos (en aras de

la síntesis y el espacio del escrito) sólo a dos:

PAULA SEPÚLVEDA CAMPOS, psicóloga de la Universidad Católica, desde su

infancia escuchó hablar de las experiencias de Claudio Naranjo y de las buenas

nuevas de Lola Hoffmann. Posteriormente vivió el programa Fisher Hoffman,

una reconocida terapia de descondicionamiento.

GONZALO PÉREZ BENAVIDES, psicólogo de la Universidad de Chile que ha

reflexionado sobre la astrología como coadyuvante para entender los grandes

ciclos de la evolución de la conciencia humana. Es un lúcido conferencista y ha

escrito reciente su libro de vida llamada “Un espejo Cósmico” donde habla de

astros y arquetipos.

Aquí comienza la privilegiada tarea de develarlos -como señala Luis Weinstein-

desde “el sencillo y silvestre preguntar. Y por qué, de dónde. Y qué hay más

allá, después” (Weinstein, 2003). Y luego transcribirlos, reescribirlos.

En este trabajo se señalarán objetivos y preguntas directrices, detallará la

metodología ocupada, para luego entregar los resultados a través de un

análisis descriptivo. Luego discutirá los hallazgos para entregar las

conclusiones y reflexiones finales.

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OBJETIVOS Y PREGUNTAS DIRECTRICES

Objetivo General: Describir percepciones, valoraciones y significados en

torno a la práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal.

Objetivos Específicos: Identificar los significados que tienen los

psicoterapeutas de su rol y ejercicio clínico profesional, identificar las

valoraciones que le otorgan los psicoterapeutas a su intervención en el proceso

de sanación e identificar las percepciones atribuidas por los psicoterapeutas al

proceso e hitos en el despliegue del paciente.

Preguntas Directrices: ¿Qué significa ser psicoterapeuta transpersonal?

¿Qué sana? ¿Cuándo se actualiza el paciente y qué lo permite?

METODOLOGÍA

JUSTIFICACIÓN DEL ENFOQUE METODOLÓGICO. El enfoque metodológico

utilizado en el presente trabajo se sitúa en el paradigma interpretativo,

intentando acceder al significado de la acción social de la psicoterapia de

visión humanista transpersonal desde los psicoterapeutas como actores

sociales. Es un estudio descriptivo de tipo exploratorio sobre sus

significaciones, valoraciones y percepciones de su ejercicio clínico.

Corresponde a una investigación cualitativa y, como tal, inductiva. Ello

significa que el punto de partida del diseño son las preguntas directrices que

orientan y guían tanto la recolección de información como su análisis. Se trata

de un trabajo que aborda una metacognición de lo que significa ser

psicoterapeuta transpersonal, centrado en el quehacer práctico, desarrollando

un conocimiento ideográfico, sin perder de vista la realidad como dinámica,

múltiple, holística y co-construida.

Se aborda desde una perspectiva teórica fenomenológica, descrita como tal,

a partir de Deutscher (1973), cuya vasta tradición se alberga en la filosofía y

en la sociología (Husserl, 1913; Bruyn, 1966; Berger y Luckmann, 1967; Shutz,

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1967; Psathas, 1973). Se busca describir los fenómenos sociales desde la

propia perspectiva del actor, examinando el modo en que se experimenta el

mundo. Desde esta posición, la realidad que importa es lo que las personas

perciben como relevante. En tal sentido, es de una investigación en la que se

asume el desafío fenoménico de alcanzar lo que Max Weber (1968) ha

denominado ‘verstehen’, es decir, el relato descriptivo en un nivel personal de

los motivos y creencias que están detrás de las acciones de dos

psicoterapeutas transpersonales respecto a su ejercicio clínico.

PARTICIPANTES. El procedimiento muestral corresponde a un muestreo

intencionado de acuerdo con los criterios de Patton (Patton, 1982). La

muestra fue seleccionada por la realizadora de este escrito de acuerdo a

antecedentes proporcionados por la especialización a la que ha sido expuesta.

Los criterios de inclusión estipulados, según el encuadre del problema de

investigación, fueron: psicoterapeuta, de orientación humanista transpersonal,

vasta experiencia profesional (años de ejercicio profesional), psicólogo o

psiquiatra.

RECOLECCIÓN DE DATOS. La entrevista en profundidad

semiestructurada fue el instrumento ocupado de recolección de la

información. A cada actor social se le invitó a discurrir en cómo se manifiesta

su quehacer, sobre el proceso de psicoterapia, la figura del psicoterapeuta y

del paciente a partir de un guión de entrevista previamente elaborado.

Se escogió la entrevista en profundidad porque se trata de una técnica en

donde ocurre un encuentro entre dos iguales y se va profundizando en las

percepciones, valoraciones y sentidos del actor social respecto de su

problemática, mediante la relación intersubjetiva entrevistado-entrevistador.

Sólo se realizó una única entrevista con cada sujeto muestral de una hora

de duración aproximadamente. El encuentro ocurrió, en el caso de Gonzalo

Pérez, en su consulta-residencia. Y, en el caso de Paula Sepúlveda, en el

domicilio de la investigadora.

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ANÁLISIS DE DATOS. Siguiendo la naturaleza inductiva de una investigación

cualitativa, se desarrollaron conceptos, descripciones e intelecciones, a partir

de las preguntas directrices formuladas en la investigación (Taylor y Bogdan,

1986).

El análisis descriptivo de los datos se realizó a través de la codificación

abierta, fragmentando los datos en categorías y subcategorías, para constituir

un índice de conceptos básicos. Posteriormente se procedió a construir el

correlato de este análisis de acuerdo con la estructura categorial de las

visiones y valoraciones de los psicoterapeutas transpersonales en torno a su

quehacer clínico.

En cuanto a los criterios de rigor del estudio, se ha efectuado triangulación

temporal, es decir que cada entrevista fue analizada más de una vez en el

tiempo, y triangulación de investigadores, es decir, las entrevistas fueron

revisadas también por otros observadores hábiles.

ASPECTOS ÉTICOS. Las entrevistas contaron con la voluntariedad de ambos

participantes. Los sujetos de la muestra fueron convocados a través de una

solicitud escrita (vía correo electrónico) y verbal, en la cual se invitó a

participar en este estudio. Además, se les solicitó permiso para grabar el audio

de las entrevistas, mediante grabadora “analógica” de bolsillo.

RESULTADOS (ANÁLISIS DESCRIPTIVO)

La psicoterapia como impulso evolutivo

PAULA SEPÚLVEDA plantea, en la entrevista realizada para este estudio, que

la práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal se trata de

un encuentro que provee las condiciones necesarias para que ocurran

experiencias e inspiraciones que permiten que el paciente se habite en

conformidad consigo mismo. Y propone una ruta cuyo vector va desde nuestra

personalidad (o ego) hacia el contacto más íntimo con el alma o esencia (que

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es lo que seríamos realmente), permitiendo que surja lo verdadero y despierte

lo genuino.

Indica que las vivencias de sufrimiento abren un momento evolutivo posible:

“a mí me encanta la psicoterapia como un impulso a la evolución más que

a la curación, pero están ligados. Una psicoterapia bendecida verá a un

entusiasta paciente trasluciendo emocionado el recuerdo de sí mismo.

Entonces las ‘alianzas’ han dado paso el ‘encuentro’ y se hace difícil,

honradamente difícil, saber quien sana a quien”.

Percibe que la propuesta transpersonal se abocaría a escuchar, lo espiritual, lo

inspirador, lo intuitivo, reconociendo lo complejo que es describir

concretamente de qué se tratan sus intervenciones y desde dónde funcionan,

recalcando nuevamente lo inefable de esta mirada y reconociendo que le

resulta difícil hablar cómo ocurren los procesos, cómo ocurre la transformación,

“aunque vale la pena el esfuerzo porque es más interesante”. Y frente al

encuentro terapéutico, señala:

“De pronto algo está sucediendo (…) es un estado no ordinario de

conciencia (…) no hago hada (…) estoy receptiva (…), dócil (…), lúcida…”

Y esa presencia en estado distinto de conciencia, implica para Paula dos cosas:

“bajar información” (recepción) y “hacer estratégicamente” (acción). Y

especifica que la revelación de información es desde la certeza, la fluidez, la

emoción y lo otro se encamina hacia “acechar el ego del paciente, para que el

paciente vea su ego con perspectiva”.

Para la psicóloga esta orientación reporta beneficios en lo personal: inspira,

reinspira, conecta, disciplina, permite comprender que todo está bien y que

“así es el viaje”. Y valora su intervención en relación a proveer un contexto que

impulse a la evolución. “Hay que buscar al ser saludable actualizándose”,

explica.

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Manifiesta que su mirada diagnóstica tiene que ver primero con descartar

patologías graves, visualizar al paciente desde el eneagrama, determinando

sus niveles de sufrimiento, desadaptación, no actualización, desarmonía por

área específica. Y argumenta que recoge los problemas como posibilidades

puesto que en el corazón del problema estaría la solución: “estamos invertidos,

nacemos invertidos y justamente en el conflicto está el potencial”.

En todo caso, indica que sus hipótesis diagnósticas “son siempre transitorias” y

que entre los recursos terapéuticos que ocupa está el espejeo constante

usando de metáforas, historias, trabajo de sueños, imaginerías, entre otros.

Frente a su visión de ser humano plantea que somos “seres encarnados en

distintos niveles de densidad (..) un alma aprisionada buscando expresarse (…)

una valiente luchadora tratando de actualizar tu alma”.

Significa el vivir como un proceso de encarnación que implica sufrimiento: “Y

encarnar supone ser heridos, demanda adaptarnos. Encarnar es una vivencia

heroica que hay que celebrar para luego afinarnos y permitir que emerja el

Ser”.

Valora el enfermarse como un “perderse, invertirse (expresar la antivirtud),

desafinarse estar sordo, sufrir, alejarse del eje, del foco, del centro…”. Y

sanarse como volver a casa, volver a la virtud.

Sin embargo, esta psicóloga expresa que se maneja en “dos niveles”. Por un

lado comprende un nivel dual que percibe lo que realizan “mis manos”, donde

la realidad puede separarse en saludable-enfermo. Y otro nivel, que trasciende

la dualidad, donde entiende que existen “las Manos”, accediendo a una

realidad siempre perfecta.

“A veces tengo tan clara esta sensación casi conmovedora que hay algo

que está detrás todo el tiempo. Y que todo ha estado bien hecho. Cuando

me encuentro en este estado ya no sé si hay enfermos y sanos. Quizá

estar más enfermo es estar olvidado de Ti Mismo. Estando más sano me

doy cuenta a ratos y tengo esa experiencia si de qué me tengo que

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preocupar si estoy en buenas manos. No sólo mis manos. Porque mis

manos lo que han hecho cuando se han convertido en buenas manos es

que se han aliado con las Manos. Entonces estamos trabajando juntos. La

persona empieza su vuelta a casa cuando puede comprender y

experimentar la diferencia entre la base de datos que le dieron como

información y la base de datos original, genuina”.

A juicio de Paula, la sanación adviene cuando aparece la simetría en el vínculo

terapeuta-paciente. Criterios de mejoría para ella son: cuando no hay síntoma,

no hay “fiebre”, quedan con “hambre”, continúan buscando búsquedas del

alma (“mi criterio de mejoría favorito”), cuando algo despierta, cuando “el ser

despierta”, es “afinarse”, se mejoran las condiciones de respuesta, alivio de

síntomas permiten percatarse de mejorías, afinar el oído, recuperar la

inspiración, confiar en el sentido, despertar al sentido, un viaje. Porque parte

del proceso es trabajar a través de la polaridad: “tenemos que irnos un poco al

infierno”. La persona sana, concluye Paula, se renueva, se actualiza, busca,

tiene capacidad de aprender.

“La sanación ¿cuándo inicia? Podemos estimarlo. Podemos hacer

consenso. Pero ¿termina?. Evoco al poeta Kavafis: “Itaca sólo prometió el

viaje... Ítaca te ha concedido ya un hermoso viaje”. Viene a decir que lo

que merece la pena en la vida no es tu objetivo, sino todo lo que aprendes

al tratar de conseguirlo”.

Y describe con mayor definición:

“La vieja realidad se deshace, se esfuma. Surge una nueva Realidad.

Grande, gigantesca, generosa. Todo cabe. Mucho más puede Ser.

Antiguos gendarmes, celadores, policías y alcaides son dados de baja.

Quedan en libertad. Antiguos curas y monjas cuelgan el hábito. Pequeños

niños tontos, ojerosos, torturados y castigados son liberados. Pequeños

despojos salen al sol. Caen ídolos, el poder se democratiza. Los cadáveres

se sepultan y se entregan a la transformación. La muerte se desdemoniza.

Aparecen los vecinos, los hermanos. Aparece la comunidad. Aparece lo

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que es. Y es grande y está bien. El paciente recogerá sus propias señales.

Las tendrá que usar: sus sentimientos, sus sensaciones. Retazos de

recuerdos. ¡Volver a sentir lo evitado!. Invertir la orden de no sentir lo

sentido. Se acerca al cruce. El punto cero. Hasta aquí todo es esfuerzo y

trabajo. Si el terapeuta está bendecido, sabrá aliar también al ego. Todo

vale en el camino de regreso a casa. Todo es pura cuesta arriba, todo es

pujar y empujar. Hasta el punto cero. A partir de allí ‘casa’ ejerce su

fuerza de atracción. Liberados de la fuerza gravitacional de la neurosis, el

Ser se eleva. Cada vez es menor el esfuerzo. Cada vez es menos. Casa

está llamando y ha sido escuchada. Ambos, terapeuta y paciente, asisten

conmovidos al cambio de signo. A partir de aquí, el aceleramiento es

sostenido. El imán actúa y atrae cada vez con más potencia. Surge la

nueva forma. Esplendorosa y lejanamente familiar”.

Frente a los significados que tiene Paula Sepúlveda de su rol y ejercicio clínico

profesional manifestó que su identidad se corresponde inevitablemente con su

quehacer: “su ser persona vinculado a ser terapeuta”. Y para ello le fue

necesario “afinarse”, es decir, desplegar un camino de desarrollo personal

progresivo, con un sentido de evolución, es decir, “de menos a más”,

trabajando el “ego” a lo largo de la vida.

Para Paula un psicoterapeuta no se hace, sino que “nace con cierto talento que

se afina”. Y tendría que tener ciertas cualidades como: ser autoridad, ser

verosímil, que sepa “leer” al paciente y percibir qué necesita (ella plantea

¿requiere silencio, humor o contención?) que tenga estrategia, que sea

compasivo. Y la compasión la ve como expresión de un “sanador herido”,

puesto que ve al psicoterapeuta como “pecador rehabilitado, un neurótico

anónimo, una ex alcohólica, ex neurótica que sabe lo que es estar en el

infierno y que, al mismo tiempo, conoce el alivio de salir de él”. Paula asume

que el psicoterapeuta es un “inspirador que despierta el sentido”.

Para la psicóloga, la experiencia, los eventos biográficos, sus propias

búsquedas y encuentros fueron parte de su formación. Para ella es importante

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“dejarse guiar por lo intuitivo y lo biográfico accidental”. En su vivencia

personal, ella se pregunta “¿no sé por qué fui dócil a ello?” Considerando que

lo transpersonal se valora –durante su etapa universitaria- como un camino y

una búsqueda que escapa a lo convencional. E incluso describe lo difícil e

inenarrable que, en sus albores, era aludir a ello: “era un camino extra oficial,

que daba nervio decirla. Primero fue una búsqueda y luego tuvo nombre”. De

todas formas era “el lado negro, psicopático, exiliado, al margen e

innombrable de la psicología”.

Frente a aspectos formativos en el ejercicio del oficio, la psicoterapeuta

reconoce que le resultó de particular importancia su vínculo con Eleodoro Ortiz

de Zárate, terapeuta del que aprendió “todo lo que sé de psicoterapia”. En ese

ámbito ella alude a cómo este cuerpo de conocimientos y prácticas se

transmite de maestro a discípulo: se desarrollaría a través de “una cadena de

seres que se van ayudando”.

La psicoterapia como aventura

GONZALO PÉREZ valora la psicoterapia como un encuentro de almas, de

esencias; una relación entre iguales donde uno de los dos seres iguales conoce

algo; es decir, profesionalmente una de esas dos almas -en ese momento y en

ese setting- puede despejarse un poco. Define esta instancia como inspirada,

sagrada, secreta, verdadera, aventurera, donde se intenta “asomar hacia una

visión nítida sobre el proceso del otro para transmitir a la otra esencia ‘tú

sabes, tú puedes’”.

Aclara que es algo fácil, que brota, fluye con naturalidad, es disposición a

servir, llega, es socrático, dialéctico, es un nacimiento.

Especifica que es un tiempo “impecable, un tiempo de cirujano”, es conversar

“la firme, la dura, la terrible”. Y también es tener permiso para preguntar,

buscando la “esencia”. Señala que “las cosas más aventureras del alma las

vivo casi todas en consulta”, enfatizando la “intensidad interpersonal” que se

juega en la consulta: “son encuentros a todo dar”.

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La meta del trabajo terapéutico para Gonzalo es acceder a la aceptación y ello

incluye desmitificar el idealismo, perdonarse, no tomarse en serio y, en

definitiva, despejar los obstáculos para el amor. Asume una visión jungiana

frente a la psicoterapia y plantea que primero se “tiene que construir el edificio

y que se tiene que venir abajo; Jung aceptaba pacientes desde la cincuentena.

Es necesaria la desilusión como punto de partida, la revuelta para empezar y

darnos cuenta que formamos parte de un universo viviente, palpitante,

presente”.

Su mirada diagnóstica incluye alcances y capacidades del consultante, es

decir, donde puede llegar y de qué es capaz. Utiliza la astrología como mapa,

determinando en qué etapa está el paciente, en qué etapa del sufrimiento

está. Un punto importante para él es discriminar la patología grave y efectuar

diagnóstico diferencial, evaluando la estructura de la persona y “prestar

atención a si no hay algo orgánico”. También valora si es “corazón puro” (“de

buena fe, con deseo verdadero de asumir la transformación”) o “corazón

corrupto” (“corazón distorsionado que elige mentir o manipular”). Y distingue

“pacientes fértiles” versus “pacientes cuyas opciones están lejos”.

Entre los recursos terapéuticos: desde la guía interior. Limpiando factores

egóticos. Oportunidad de conversar en serio. Profundizar su conocimiento de sí

mismo. Comunicación ajustada a la situación del consultante. Percibir el valor

evolutivo del conflicto.

Respecto de los significados y percepciones que tiene Gonzalo de su rol y

ejercicio clínico profesional define: “el psicoterapeuta es un partero que da un

servicio explícito a la humanidad, un tiempo que no es corriente”. Y describe:

“No produzco ni la guagua ni el parto, pero sé cómo ocurre y estoy ahí

ayudando a las personas en sus contracciones psíquicas. Cae el cascarón

de la programación social. Ayudo al renacimiento de la guagua

maravillosa que es el ser inocente, la esencia”.

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Refiere como cualidades del psicoterapeuta la autenticidad, la coherencia

profesional, personal y trabajo espiritual. Debe ser honesto y focalizado en el

paciente. No identificarse con el otro; la idea sería empatizar con el problema

del otro, separándolo de la propia vida: “no perder los límites, no confundir el

espacio, no hacer ‘puré’”

Frente al vínculo terapéutico plantea que se tiene que establecer una relación

igualitaria y una comunicación democrática para no inhibir la fuerza del

desarrollo responsable del paciente. Detalla que no se debe entrar en el

espacio jerárquico ni autoritario: no imponer lo que el paciente tiene que hacer

o definir lo que le pasa. Tiene que ser empático, tener la capacidad de

reconocer lo que el otro está sintiendo, comprender el espacio dónde está y,

sobretodo, abrir el corazón para sentir compasivamente.

Entre las estrategias, destaca “la risa como algo liberador. Aprender a reírse

de sí mismo. Invitar al otro a que nos riamos juntos”. Y mirar, observar,

escuchar; “distinguir cuándo la persona está conectada y cuando se está

contando un cuento; hacer intervenciones laparoscópicas: sin confrontación.

Dejar en evidencia el encatrado (…) Tomarle la palabra al paciente y llevarlo a

una profundidad. Descolocar. Cambiar el contexto (…) Soslayar el ego, porque

el ego busca la complicidad del terapeuta. Y ocupar la contratransferencia,

porque es potentísima. Lo que dice el paciente siempre tiene resonancias

personales en el psicoterapeuta”.

Respecto a su formación profesional, menciona el efecto profundo que tuvo

una vivencia personal de “conciencia expandida” al inicio de su carrera de

pregrado:

“Se abrieron las puertas de la percepción: pasé de ver televisión en

blanco y negro a televisión en colores. Percibí mayor vivacidad, mayor

intensidad, mayor belleza. Percibí la energía. Todo era vivo y vívido. Tuve

una visión esencial. Y sensación de lo inmediato, de estar corporalmente

conectado con la naturaleza. Una sensación íntima de alegría, entrega,

gratitud, amor fluyendo sin dificultad, un brillo intelectual fantástico, una

17

sensación íntima hacia adentro. De comprender, puesto que las cosas se

tornaban obvias y transparentes. La contradicción desapareció: todo se

armoniza, todo se volvía coherente, todo se volvía consistente”.

Frente a otros hitos que llevaron a la visión transpersonal relata que la

psicología humanista estaba de moda y, con ella, se “liberó el animal feliz:

estar sanos, compartir, trabajar, cantar, bailar, hacer el amor”. Y menciona lo

que describen los psicólogos de la corriente transpersonal con al menos una

veintena de años de ejercicio profesional: el cambio de paradigma.

“Lo que ocurre es que cuando el animal está sano, el príncipe o la

princesa galácticos quieren abrir sus parabólicas al universo. Y ahí

comienzan otros procesos. En esos mismos años conocí a Lola Hoffmann,

mi amiga y maestra, que me conectó con lo junguiano y con la tradición

transpersonal europea. Entonces, comenzaron a tener nombres

experiencias y a adqurí conexión con las tradiciones. Ella estaba volada,

en esa época, con el I Ching, con la sabiduría china. Me pasó lo mismo que

todos los psicólogos de vanguardia de mi época. Es que vivimos los

setenta en forma muy humanista y en los ochenta se fue moviendo todo

esto hacia la meditación, el mundo budista y transpersonal”.

Y desde ese aprendizaje, junto su maestra y amiga Lola Hoffmann, comienza a

moverse hacia otros intereses: la astrología, la meditación, el mundo sutil.

Este psicólogo significa el vivir desde sus comprensiones desde la conciencia

expandida. Y menciona que comprendió el sentido de este juego (la vida), de

porqué está aquí y que “lo que vive la humanidad es un malentendido”.

Asegura que el sufrimiento tiene arreglo. Aunque lo incorpora como

oportunidad: afirma que viviendo “la exclusión del paraíso y la noche oscura

del alma” pudo entender que “el sentido de estar aquí es ayudar a los

semejantes”. Dice que para ayudar es necesario ir donde está detenida la

energía, ir hacia el dolor y transformar las emociones negativas.

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Gonzalo percibe el ser humano enfermo como encerrado en algo, inalcanzable

en algo, blindado en un peligro. Lo enfermo para él frustración, obsesión,

“fiebre”, sufrimiento. Aunque distinguiendo dos tipos de sufrimiento: los

inevitables, es decir el dolor de los cambios vitales, y los evitables o

sufrimientos del ego. Y significa el sanarse como un despertar, comprender,

hacer conciente. Y se percibe y distingue lo saludable porque “el alma sana da,

comparte y disfruta, transmite luz y alegría”. En síntesis, este psicólogo

visualiza al ser humano “como un ser que sufre y que anhela amarse”.

DISCUSIÓN

Tres son los fenómenos principales que se despejaron en el desarrollo de este

trabajo:

La figura del psicoterapeuta transpersonal, con su visión, aspectos

formativos y actitudinales.

La práctica de la psicoterapia transpersonal, métodos diagnósticos,

intervenciones y meta.

Y la figura del paciente-buscador-consultante.

Pese a que la orientación transpersonal reúne heterogéneas y multiformes

miradas del mundo psíquico, tanto como en Paula Sepúlveda como en Gonzalo

Pérez apareció una visión bastante particular y similar de ser humano.

Los entrevistados entienden el ser humano como un ser en evolución, como un

ser en proceso psicoespiritual. Asimismo, de sus relatos se devela una

concepción multinivel, multidimensional de problemática humana. Y

discriminan aspectos sustantivos y accesorios en el vivir, distinguiendo

factores egoicos y esenciales. Los primeros aludirían elementos más

superficiales que tienen que ver con la personalidad e imagen de sí mismos;

los otros, con lo más verdadero. Además aseguran que la cualidad sanadora

yace en el buscador. Y asumen el sufrimiento-conflicto como puerta evolutiva.

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Respecto a su formación, se constató que en ambos vida y oficio se unifican. Y

el trabajo personal de autoconocimiento y las experiencias de vida suman

maestría. Asimismo, reconocen la psicoterapia como un oficio-arte-disciplina

que se aprende desde el rol de paciente, aprendiz, discípulo, buscador. Los

psicólogos, además, han internalizado un marco referencial integral e

integrativo que da cuenta de una visión holística del ser humano y de la

realidad. Y los respalda académicamente su formación universitaria –en las dos

más importantes y tradicionales del país-, admitiendo que ello les permite

conceptualizar, comprender y diferenciar en el campo clínico.

En relación a su actitud en el ejercicio clínico desde la mirada transpersonal,

nuestros entrevistados aludieron a tres aspectos específicos: al estado de

conciencia al que accedían, a la presencia particular a la que estaban

orientados y a las estrategias que utilizaban. Respecto a lo primero,

describieron entrar en contacto con “estados expandidos”, “lúcidos”,

“impecables”, “inspirados”. Sobre la presencia particular se orientaba a

aceptar, empatizar, confiar, ser compasiva, no juzgar, esperar, observar,

escuchar, discriminar ser conectado y desconectado, entre otros.

En relación a la estrategia que desarrollan, se encamina, por una parte, a

proveer nuevas vivencias (descolocando, acechando, invitando a reírse) y, por

otra, a proveer nuevos significados que permitan resignificar y redefinir la

experiencia.

La psicoterapia transpersonal la definen como ‘encuentro’ de dos almas,

aludiendo a una visión inclusiva que incorpora espacios sutiles del ser, también

como ‘aventura’ sagrada hacia el misterio de sí mismo y como ‘invitación’ a la

evolución, asumiendo una valoración progresiva del curso de la conciencia en

la historia ontogénica y filogénica.

En torno al diagnóstico -además de la mirada funcional, estructural y

comprensiva de la psicología convencional- exploran aspectos relacionados con

la cualidad psicoenergética del paciente y asumen el diagnóstico como una

hipótesis transitoria que permite sondear, investigar, profundizar.

20

En torno a la intervención, plantean proveer las condiciones necesarias que

inviten a la paciente a sentirse, auto observarse, establecer distancia,

desmontar lo condicionado (permitir que colapse lo mecánico que constriñe y

limita), desidentificarse, aceptar, integrar y educir la cualidad sanadora

inherente del paciente. Ellos, como se ha señalado, trabajan con lo intangible:

lo inspirado, la intuición.

La meta del trabajo psicoterapéutico está encaminado a despertar dimensiones

esenciales que otorguen comprensión (significados más amplios, descubrir

sentidos), estabilidad: (contacto con habitarse, centrarse junto con favorecer el

desapego, con la emergencia del testigo interior a la que aluden tradiciones

espirituales ancestrales) y dinamismo (un impulso a seguir buscando y

actualizándose).

Y, en relación al paciente, ambos psicoterapeutas lo definen como ser que

sufre, ser que anhela amarse, aceptarse, aprender; como ser espiritual,

sagrado, trascendente en proceso de evolución, y como ser sano que tiene

potencial.

CONCLUSIONES

“Y con mi aliento puro comienzo a cantar hoy

y abro de par en par las puertas a la energía original de la naturaleza

desenfrenada”

Walt Whitman, Canto a mi mismo

Luego de atender a los significados, valoraciones y percepciones en torno a la

práctica psicoterapéutica de orientación humanista transpersonal que

entregaron los psicólogos Paula Sepúlveda y Gonzalo Pérez, en este trabajo

quedan resonando al menos tres aspectos:

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TIENDE A INTEGRARSE EL CAMINO PROFESIONAL CON EL CAMINO DE

VIDA. Lo personal y lo laboral se concilian en un estilo de vida, que

retroalimenta, que nutre, que inspira. Ser y hacer que compromete al propio

terapeuta en su proyecto existencial y de servicio. La unificación de vida y

oficio en la experiencia de explorarse, de reflejar al otro, de mirarse. La visión

transpersonal se integra no sólo como comprensión sino como valoración que

otorga sentido y contextualiza. Mientras Paula señala que “se afina” como

persona para ser terapeuta, Gonzalo indica: “Se me dio en forma espontánea a

partir de mi primera relación de pareja”. Una curiosa coincidencia es que en

ambos psicoterapeutas la mirada transpersonal aparece en la biografía antes

que la formación profesional.

El rol de psicoterapeuta se despliega más allá de la voluntad. Hacer, pensar y

decir buscan coherencia. No hay voluntad ni intención puesta en “parecer”,

sino en “ser”. No es el psicólogo investido de un papel esperado: que da pautas

o que no dice nada... empático, curioso, neutro o cercano. Más allá de una

postura o propósito, el psicólogo transpersonal se responsabiliza de un

compromiso, de una actitud de vida.

Mientras la Sociedad Chilena de Psicología Clínica acredita como psicólogo

clínico especialista en psicoterapia, cursando programas tutoriales o postítulos,

la postura clínica transpersonal emerge como camino de vida.

TIENDE A COMPLEMENTARSE LO TEÓRICO Y LO EXPERIENCIAL. Las

necesidades psicoespirituales de Gonzalo y Paula no se satisfacen en sus

estudios formales. En primera instancia, aparece lo transpersonal como un

llamado que se topa, durante la etapa formativa de nuestros entrevistados, con

un currículo que rechaza dimensiones transegoicas. “Yo estudié psicología

porque me interesaba el alma. Y del alma no me hablaron en la escuela, me

hablaron de pura conducta”, expresa Gonzalo formado en la Universidad de

Chile. Paula, de la Universidad Católica, cuenta que cuando llegó a la escuela

encontró “que nadie conocía lo que yo consideraba que era la psicología. Fue

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un shock. Porque era como que todo esto era el lado negro, el lado psicopático,

de la psicología. Así es que me quedé bastante perpleja”.

En este ámbito, cabe tomar en cuenta el cambio paradigmático que se produce

en nuestro país con el surgimiento de la Escuela de Psicología de la

Universidad del Pacífico en el concierto de formaciones universitarias de

pregrado. El Dr. Héctor Bazán, quien lidera esta iniciativa, manifiesta: “La

escuela universitaria que tenemos surge porque hay un hambre de

trascendencia. El vacío existencial no se resuelve con medicamentos.

Entonces, esta búsqueda (…) ha permitido que se cultive una nueva

sensibilidad, surjan universidades y esta escuela que, como escuela de

pregrado (…) es la única que ha organizado su malla curricular orgánicamente

desde la visión transpersonal.

Gonzalo Pérez, después de la entrevista, aclara la importancia de conciliar lo

académico con la vivencia: “Inevitablemente, toda sistematización intelectual

a la experiencia transpersonal la distorsiona, sutil o gruesamente. Como por

ejemplo, las doctrinas religiosas. Resulta comparable a un tratado de sexología

para una persona que no conoce el deseo ni el orgasmo. La teoría

transpersonal sin vivencia en carne propia viene a ser una etnología de una

cultura fascinante, pero irremediablemente ajena. Pero, como todas las almas

añoran la experiencia de conciencia expandida, indica al menos un lugar muy

anhelado. Lo decisivo para evitar los autoengaños, idealizaciones e hipocresías

tan comunes en el ámbito de las espiritualidades es el desarrollo de una ética

de honestidad intransable, implementada con un escepticismo de amable

ironía y abundante comunicación. Solo es tan fácil sugestionarse y engañarse;

en el grupo de iguales en confianza, muy distinto. Una transpersonalidad

genuina es siempre pragmática y sencilla; jamás idealista o solemne” (Perez,

2008).

Lo transpersonal emerge para los entrevistados fundamentalmente como

fenómeno: más que constructo teórico, como condición inherente a lo humano.

Entonces, uno podría preguntarse qué implicancias tiene este alero académico.

23

Gianfranco Mónaco, profesor de la escuela de psicología de la Universidad del

pacifico, plantea que es necesario complementar experiencia y teoría. “Tanto,

como resulta saludable el trabajo de los dos hemisferios”. Y eso queda

confirmado, puesto que tanto Paula como Gonzalo traslucen un acabado

bagaje teórico-clínico.

TIENDE A DESPLEGARSE UN ARTE PSICOTERAPÉUTICA. Un oficio-arte-

disciplina que emerge de una disposición natural y que se traspasa de maestro

a discípulo, “una cadena de seres que se van ayudando”: “Doro” (Doroteo Ortiz

de Zarate) para Paula y Lola Hoffmann (Helena Jacoby) para Gonzalo. Seres

que comparten su ser y su quehacer. Más que proporcionar conocimientos,

estos seres que modelan, traspasan lo medicinal para acceder a lo poético:

inspiran, sugieren, insuflan. Nuestros entrevistados aprenden desde el rol de

paciente, aprendiz, buscador para, a su vez, desplegar sus propios estilos como

terapeutas replicando algunos aspectos del arte de sus referentes.

Y vislumbramos en Gonzalo y Paula su arte. Se develaron como

desmalezadores del jardín del alma, cazadores de ego, guías de camino,

navegantes de aguas profundas… Arte, del latín ‘ars’, alude a “una virtud,

disposición y habilidad para hacer algo” Son los abordajes del desafío

terapéutico los que hablaron de destrezas y virtudes particulares. ¡Los astros

de Gonzalo y las flores de Paula! Recursos como la fuerza de la tierra, el agua,

el fuego y el aire…

El abordaje creativo de la tierra, del arraigo, junto con cuidar las raíces y

aceptar -sin apresurar- los ciclos naturales, invita a sentir lo obvio y

amplificarlo en la conciencia. En tanto, la presencia del agua, de la apertura a

la sensualidad y la curiosidad, convoca a explorar, navegar, viajar a tierras

remotas para finalmente “regresar a casa” (Sepúlveda, 2008). Y del fuego, de

la chispa de la atención y el intelecto nos llama a estar alerta y conciente:

“impecable” (Pérez, 2008). Y, finalmente, el abordaje creativo del aire, del

guía, nos mueve a confluir hacia una realidad mayor.

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¿Qué hace de nuestros psicoterapeutas entrevistados inspiradores,

buscadores, artesanos del trabajo interior? Puede haber variedad de objetivos

del tratamiento y muchas estrategias de intervención tomadas de distintas

corrientes de la psicología, sin embargo, lo distintivo que muestran Paula y

Gonzalo es desde dónde hacen lo que hacen: desde qué mirada, desde qué

actitud escuchan, crean vínculos, convocan a experienciar, rescatan o

restauran lo dañado. Desde dónde despliegan su danza y su canto, su oficio, su

arte. Y proponen una paradójica invitación que los aleja de la psicoterapia

convencional: permitir contemplar la vivencia problemática “tal cual es”

(Welwood, 1990), sin orientarse a su solución. Su apuesta es que, en la medida

en que se experiencie lo sombrío o “el conflicto evitado” (Sepúlveda, 2008),

con la atención viva, a poco andar, se recupera el Ser –pues la esencia ha

comenzado a iluminar el ego- y se produce la transformación.

REFLEXIONES FINALES

“Allí donde despierta el amor, muere el yo, el oscuro déspota”

Rumi

Es la insoportable levedad de la presencia. ¡La eclosión de la viveza pura! Sin

apellidos. Como pura intensidad que no puede ser llamada dolor, amor, sabor,

olor a nada. No tiene cadencia, textura ni cosquilleo registrable. Porque a la

hora que lo hacemos, comenzamos a dramatizar la vivencia desde esas

palabras boconas que conocemos de antemano.

Así parece ser el pequeño duelo que abre espacio al trabajo psicoterapéutico

transpersonal. Ese viaje de dura semilla a sutilísimo brote. Podría ser la

crisálida en ese tiempo que nunca brilla. Retiro en el que nos sentimos boa

digiriendo elefantes. No tenemos idea, pobres oruguitas, pero podríamos estar

a punto de saber lo que es canela. ¿Qué hago? ¿Cómo lo hago? ¿Para dónde

vamos? ¿Qué significa esto? Y yo ¿qué monos pinto? Gonzalo Pérez responde:

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“La epifanía psicoterapéutica viene cuando es necesaria y siempre relacionada

con el otro”.

Hay un instante cada tantas que se vive desde la pérdida y la plenitud. Una

desilusión encantada. Eso que no tiene nombre y pareciera ser un instante en

que ningún logro ni ningún fracaso puede ser tan relevante. Y uno simplemente

se rinde a la metamorfosis y ya no teme. Metanóiate: “El Ser está llamando”,

puedes dar un “salto evolutivo”, indica Paula Sepúlveda. Es esa necesidad de

parir para seguir. Es “la muerte menos temida que da más vida”, de Pedro de

Valdivia. O el momento en que los eventos se transforman en “accesorios”,

como describe el psiquiatra Héctor Bazán. Se acalla por un momento la tiranía

de la intención, de la emoción, del miedo, del deseo, de la mente. Las

preferencias son sólo preferencias. Las tendencias son sólo tendencias. Surgen

posibilidades ignotas hasta entonces.

Una mudanza hacia el centro, a la poética más genuina y, a la vez, más

anónima y misteriosa. Imposible encontrar un autor que la firme. ¿Quién se

está expresando? Es en ese instante revelado, quizá, que comienza la

AVENTURA DEL SANADOR, del consultante…, de dos buscadores

despertándose y despertando a la humanidad.

REFERENCIAS

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REVISTAS

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INTERNET

Celis, A. (Visitado 2008, Octubre 10). El concepto de despertar espiritual en el enfoque psicoterapéutico transpersonal. [Documento www] URL http://www.transformacion.cl/despertarespiritual.htm.

* Para acceder a la transcripción completa de las entrevistas a los psicoterapeutas Gonzalo Pérez y Paula Sepúlveda, solicite a [email protected].

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