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29 abril Domingo V de Pascua (Ciclo B) – 2018 1. TEXTOS LITÚRGICOS 1.a LECTURAS Les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino Lectura de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31 Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento, empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor. Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso. La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo. Palabra de Dios. SALMO Sal 21, 26b-28. 30-32 R. Te alabaré, Señor, en la gran asamblea. O bien: Aleluia.

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29 abril

Domingo V de Pascua

(Ciclo B) – 2018

1. TEXTOS LITÚRGICOS

1.a LECTURAS

Les contó en qué forma Saulo

había visto al Señor en el camino

Lectura de los Hechos de los Apóstoles 9, 26-31

Cuando Saulo llegó a Jerusalén, trató de unirse a los discípulos, pero todos le tenían desconfianza porque no

creían que también él fuera un verdadero discípulo. Entonces Bernabé, haciéndose cargo de él, lo llevó hasta

donde se encontraban los Apóstoles, y les contó en qué forma Saulo había visto al Señor en el camino, cómo le

había hablado, y con cuánta valentía había predicado en Damasco en el nombre de Jesús. Desde ese momento,

empezó a convivir con los discípulos en Jerusalén y predicaba decididamente en el nombre del Señor.

Hablaba también con los judíos de lengua griega y discutía con ellos, pero estos tramaban su muerte. Sus

hermanos, al enterarse, lo condujeron a Cesarea y de allí lo enviaron a Tarso.

La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor

del Señor y crecía en número, asistida por el Espíritu Santo.

Palabra de Dios.

SALMO Sal 21, 26b-28. 30-32

R. Te alabaré, Señor, en la gran asamblea.

O bien:

Aleluia.

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Cumpliré mis votos delante de los fieles:

los pobres comerán hasta saciarse

y los que buscan al Señor lo alabarán.

¡Que sus corazones vivan para siempre! R.

Todos los confines de la tierra

se acordarán y volverán al Señor;

todas las familias de los pueblos

se postrarán en su presencia. R.

Todos los que duermen en el sepulcro

se postrarán en su presencia;

todos los que bajaron a la tierra

doblarán la rodilla ante él. R.

Mi alma vivirá para el Señor,

y mis descendientes lo servirán.

Hablarán del Señor a la generación futura,

anunciarán su justicia a los que nacerán después,

porque esta es la obra del Señor. R.

Su mandamiento es éste:

que creamos y nos amemos

Lectura de la primera carta del apóstol san Juan 3, 18-24

Hijitos míos, no amemos solamente con la lengua y de palabra, sino con obras y de verdad. En esto

conoceremos que somos de la verdad, y estaremos tranquilos delante de Dios aunque nuestra conciencia nos

reproche algo, porque Dios es más grande que nuestra conciencia y conoce todas las cosas.

Queridos míos, si nuestro corazón no nos hace ningún reproche, podemos acercarnos a Dios con plena

confianza, y él nos concederá todo cuanto le pidamos, porque cumplimos sus mandamientos y hacemos lo que

le agrada.

Su mandamiento es este: que creamos en el nombre de su Hijo Jesucristo, y nos amemos los unos a los otros

como él nos ordenó.

El que cumple sus mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que él permanece en

nosotros, por el Espíritu que nos ha dado.

Palabra de Dios.

ALELUIA Jn 15, 4a. 5b

Aleluia.

Permanezcan en mí,

como yo permanezco en ustedes.

El que permanece en mí, da mucho fruto.

Aleluia.

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EVANGELIO

El que permanece en mí, y Yo en él,

da mucho fruto

+ Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan 15, 1-8

Jesús dijo a sus discípulos:

«Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. El corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da

fruto, lo poda para que dé más todavía. Ustedes ya están limpios por la palabra que yo les anuncié. Permanezcan

en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid,

tampoco ustedes, si no permanecen en mí.

Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de

mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se

recoge, se arroja al fuego y arde.

Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán.

La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.»

Palabra del Señor.

1.b GUION PARA LA MISA

V Domingo de Pascua (B)

Entrada:

Celebramos hoy el quinto domingo de Pascua. Con este domingo nos vamos acercando ya a la culminación del

Tiempo Pascual, que es la Ascensión del Señor y la venida del Espíritu Santo en Pentecostés. Participemos del

Santo Sacrificio de la Misa de una manera digna, atenta y devota.

Primera Lectura: Hch 9,26-31

Pablo predica decididamente en el nombre del Señor Jesús, quien se le había manifestado en el camino.

Segunda Lectura: 1 Jn 3,18-24

El mandamiento legado por Jesús consiste en que creamos en Él y nos amemos de verdad.

Evangelio: Jn 15,1-8

Fuimos injertados en Cristo por la gracia del bautismo para que demos frutos abundantes en su Cuerpo Místico

que es la Iglesia.

Preces:

Hermanos, pidamos a Dios por lo que nos hace falta y unamos a nuestra oración las necesidades de los

pobres.

A cada intención respondemos cantando:

* Por todos los miembros de la Iglesia, para que los cristianos sean cada vez más conscientes de que la fe que

profesan es ante todo una decisión que afecta a toda la existencia, y que debe traducirse en obras. Oremos.

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* Por los responsables del destino de las naciones; para que la fidelidad a la verdad caracterice su difícil misión

y elijan los caminos de justicia y paz para sus estados. Oremos.

*Por los pobres, los enfermos, los que sufren penas o tristezas; para que siempre reciban de nosotros todo

aquello que evidencie que los amamos realmente. Oremos.

* Por Argentina, para que no se apruebe la ley del aborto. Oremos.

*Por todos nosotros para que creciendo en unidad, descubramos el Misterio de la Iglesia como una familia a la

que pertenecemos y en la cual estamos llamados a dar mucho fruto. Oremos.

Dios y Señor nuestro; ayúdanos a crecer como hijos tuyos permaneciendo siempre unidos a Jesucristo.

Te lo pedimos por Él mismo, nuestro Señor.

Ofertorio:

Queremos permanecer unidos a Cristo por el Amor y transformarnos en Él por medio de la participación en su

Sacrificio.

Presentamos:

* Alimentos que ofrecemos para nuestros hermanos más necesitados.

* Los dones del pan y del vino, para que sean transformados en Cristo, Vida nuestra.

Comunión:

En Cristo somos injertados para vivir en el Amor de Dios y así perseverar en el bien hasta la vida eterna.

Salida:

La celebración del Sacrificio de Cristo nos ha llenado de fervor y celo apostólico. Vayamos al mundo para

manifestar a todos los hombres la verdad del Evangelio de la Vida.

(Gentileza del Monasterio “Santa Teresa de los Andes” (SSVM) _ San Rafael _ Argentina)

Directorio Homilético I

55. Desde el V domingo de Pascua la dinámica de las lecturas bíblicas se traslada de la celebración de la

Resurrección del Señor a la preparación del momento culminante del Tiempo de Pascua, y a la Venida del

Espíritu Santo en Pentecostés. El hecho de que los pasajes evangélicos de estos domingos estén todos extraídos

de los discursos de Cristo al final de la Última Cena, manifiesta su profundo significado eucarístico. Las

lecturas y las oraciones ofrecen al homileta la ocasión de exponer cual es la función del Espíritu Santo en el

camino que vive la Iglesia. Los párrafos del Catecismo que conciernen «al Espíritu y la Palabra de Dios en el

tiempo de las promesas» (CEC 702-716) se refieren a las lecturas de la Vigilia pascual, relacionadas con la obra

del Espíritu Santo, mientras que los párrafos que consideran el tema «el Espíritu Santo y la Iglesia en la Liturgia» (CEC 1091-1109) pueden servir de ayuda al homileta para ilustrar cómo el Espíritu Santo hace

presente en la Liturgia el Misterio Pascual de Cristo.

(CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO, Directorio Homilético, 2014, nº 55)

Párrafos del Catecismo de la Iglesia Católica sugeridos por Directorio Homilético

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Quinto domingo de Pascua

CEC 2746-2751: la oración de Cristo en la Última Cena

CEC 736, 755, 787, 1108, 1988, 2074: Cristo es la vid, nosotros los sarmientos

CEC 953, 1822-1829: la caridad

LA ORACION DE LA HORA DE JESUS

2746 Cuando ha llegado su hora, Jesús ora al Padre (cf Jn 17). Su oración, la más larga transmitida por el

Evangelio, abarca toda la Economía de la creación y de la salvación, así como su Muerte y su

Resurrección. Al igual que la Pascua de Jesús, sucedida "una vez por todas", permanece siempre actual,

de la misma manera la oración de la "hora de Jesús" sigue presente en la Liturgia de la Iglesia.

2747 La tradición cristiana acertadamente la denomina la oración "sacerdotal" de Jesús. Es la oración de

nuestro Sumo Sacerdote, inseparable de su sacrificio, de su "paso" [pascua] hacia el Padre donde él es

"consagrado" enteramente al Padre (cf Jn 17, 11. 13. 19).

2748 En esta oración pascual, sacrificial, todo está "recapitulado" en El (cf Ef 1, 10): Dios y el mundo, el Verbo

y la carne, la vida eterna y el tiempo, el amor que se entrega y el pecado que lo traiciona, los discípulos

presentes y los que creerán en El por su palabra, la humillación y la Gloria. Es la oración de la unidad.

2749 Jesús ha cumplido toda la obra del Padre, y su oración, al igual que su sacrificio, se extiende hasta la

consumación de los siglos. La oración de la "hora de Jesús" llena los últimos tiempos y los lleva hacia su

consumación. Jesús, el Hijo a quien el Padre ha dado todo, se entrega enteramente al Padre y, al mismo

tiempo, se expresa con una libertad soberana (cf Jn 17, 11. 13. 19. 24) debido al poder que el Padre le ha

dado sobre toda carne. El Hijo que se ha hecho Siervo, es el Señor, el Pantocrator. Nuestro Sumo

Sacerdote que ruega por nosotros es también el que ora en nosotros y el Dios que nos escucha.

2750 Si en el Santo Nombre de Jesús, nos ponemos a orar, podemos recibir en toda su hondura la oración que él

nos enseña: "Padre Nuestro". La oración sacerdotal de Jesús inspira, desde dentro, las grandes peticiones

del Padrenuestro: la preocupación por el Nombre del Padre (cf Jn 17, 6. 11. 12. 26), el deseo de su Reino

(la Gloria; cf Jn 17, 1. 5. 10. 24. 23-26), el cumplimiento de la voluntad del Padre, de su Designio de

salvación (cf Jn 17, 2. 4 .6. 9. 11. 12. 24) y la liberación del mal (cf Jn 17, 15).

2751 Por último, en esta oración Jesús nos revela y nos da el "conocimiento" indisociable del Padre y del Hijo

(cf Jn 17, 3. 6-10. 25) que es el misterio mismo de la vida de oración.

736 Gracias a este poder del Espíritu Santo los hijos de Dios pueden dar fruto. El que nos ha injertado en la

Vid verdadera hará que demos "el fruto del Espíritu que es caridad, alegría, paz, paciencia, afabilidad,

bondad, fidelidad, mansedumbre, templanza"(Ga 5, 22-23). "El Espíritu es nuestra Vida": cuanto más

renunciamos a nosotros mismos (cf. Mt 16, 24-26), más "obramos también según el Espíritu" (Ga 5, 25):

Por la comunión con él, el Espíritu Santo nos hace espirituales, nos restablece en el Paraíso, nos lleva al

Reino de los cielos y a la adopción filial, nos da la confianza de llamar a Dios Padre y de participar en la gracia

de Cristo, de ser llamado hijo de la luz y de tener parte en la gloria eterna (San Basilio, Spir. 15,36).

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755 "La Iglesia es labranza o campo de Dios (1 Co 3, 9). En este campo crece el antiguo olivo cuya raíz santa

fueron los patriarcas y en el que tuvo y tendrá lugar la reconciliación de los judíos y de los gentiles (Rm

11, 13-26). El labrador del cielo la plantó como viña selecta (Mt 21, 33-43 par.; cf. Is 5, 1-7). La

verdadera vid es Cristo, que da vida y fecundidad a a los sarmientos, es decir, a nosotros, que

permanecemos en él por medio de la Iglesia y que sin él no podemos hacer nada (Jn 15, 1-5)".

II LA IGLESIA, CUERPO DE CRISTO

La Iglesia es comunión con Jesús

787 Desde el comienzo, Jesús asoció a sus discípulos a su vida (cf. Mc. 1,16-20; 3, 13-19); les reveló el

Misterio del Reino (cf. Mt 13, 10-17); les dio parte en su misión, en su alegría (cf. Lc 10, 17-20) y en sus

sufrimientos (cf. Lc 22, 28-30). Jesús habla de una comunión todavía más íntima entre él y los que le

sigan: "Permaneced en Mí, como yo en vosotros ... Yo soy la vid y vosotros los sarmientos" (Jn 15, 4-5).

Anuncia una comunión misteriosa y real entre su propio cuerpo y el nuestro: "Quien come mi carne y

bebe mi sangre permanece en Mí y Yo en él" (Jn 6, 56).

La comunión del Espíritu Santo

1108 La finalidad de la misión del Espíritu Santo en toda acción litúrgica es poner en comunión con Cristo para

formar su Cuerpo. El Espíritu Santo es como la savia de la viña del Padre que da su fruto en los

sarmientos (cf Jn 15,1-17; Ga 5,22). En la Liturgia se realiza la cooperación más íntima entre el Espíritu

Santo y la Iglesia. El Espíritu de Comunión permanece indefectiblemente en la Iglesia, y por eso la Iglesia

es el gran sacramento de la comunión divina que reúne a los hijos de Dios dispersos. El fruto del Espíritu

en la Liturgia es inseparablemente comunión con la Trinidad Santa y comunión fraterna (cf 1 Jn 1,3-7).

1988 Por el poder del Espíritu Santo participamos en la Pasión de Cristo, muriendo al pecado, y en su

Resurrección, naciendo a una vida nueva; somos miembros de su Cuerpo que es la Iglesia (cf 1 Co 12),

sarmientos unidos a la Vid que es él mismo (cf Jn 15,1-4):

Por el Espíritu Santo participamos de Dios. Por la participación del Espíritu venimos a ser partícipes de la

naturaleza divina...Por eso, aquellos en quienes habita el Espíritu están divinizados (S. Atanasio, ep.

Serap. 1,24).

"Sin mí no podéis hacer nada"

2074 Jesús dice: "Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí como yo en él, ése da mucho

fruto; porque sin mí no podéis hacer nada" (Jn 15,5). El fruto evocado en estas palabras es la santidad de

una vida fecundada por la unión con Cristo. Cuando creemos en Jesucristo, participamos en sus misterios

y guardamos sus mandamientos, el Salvador mismo ama en nosotros a su Padre y a sus hermanos, nuestro

Padre y nuestros hermanos. Su persona viene a ser, por obra del Espíritu, la norma viva e interior de

nuestro obrar. "Este es el mandamiento mío: que os améis los unos a los otros como yo os he amado" (Jn

15,12).

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953 La comunión de la caridad : En la "comunión de los santos" "ninguno de nosotros vive para sí mismo;

como tampoco muere nadie para sí mismo" (Rm 14, 7). "Si sufre un miembro, todos los demás sufren con

él. Si un miembro es honrado, todos los demás toman parte en su gozo. Ahora bien, vosotros sois el

cuerpo de Cristo, y sus miembros cada uno por su parte" (1 Co 12, 26-27). "La caridad no busca su

interés" (1 Co 13, 5; cf. 10, 24). El menor de nuestros actos hecho con caridad repercute en beneficio de

todos, en esta solidaridad entre todos los hombres, vivos o muertos, que se funda en la comunión de los

santos. Todo pecado daña a esta comunión.

La caridad

1822 La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas las cosas por él mismo y a nuestro

prójimo como a nosotros mismos por amor de Dios.

1823 Jesús hace de la caridad el mandamiento nuevo (cf Jn 13,34). Amando a los suyos "hasta el fin" (Jn 13,1),

manifiesta el amor del Padre que ha recibido. Amándose unos a otros, los discípulos imitan el amor de

Jesús que reciben también en ellos. Por eso Jesús dice: "Como el Padre me amó, yo también os he amado

a vosotros; permaneced en mi amor" (Jn 15,9). Y también: "Este es el mandamiento mío: que os améis

unos a otros como yo os he amado" (Jn 15,12).

1824 Fruto del Espíritu y plenitud de la ley, la caridad guarda los mandamientos de Dios y de Cristo:

"Permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor" (Jn 15,9-10; cf Mt

22,40; Rm 13,8-10).

1825 Cristo murió por amor a nosotros cuando éramos todavía enemigos (cf Rm 5,10). El Señor nos pide que

amemos como él hasta nuestros enemigos (cf Mt 5,44), que nos hagamos prójimos del más lejano (cf Lc

10,27-37), que amemos a los niños (cf Mc 9,37) y a los pobres como a él mismo (cf Mt 25,40.45).

El apóstol S. Pablo ofrece una descripción incomparable de la caridad: "La caridad es paciente, es

servicial; la caridad no es envidiosa. no es jactanciosa, no se engríe; es decorosa; no busca su interés; no

se irrita; no toma en cuenta el mal; no se alegra de la injusticia; se alegra con la verdad. Todo lo excusa.

Todo lo cree. Todo lo espera. Todo lo soporta (1 Co 13,4-7).

1826 "Si no tengo caridad -dice también el apóstol- nada soy...". Y todo lo que es privilegio, servicio, virtud

misma..."si no tengo caridad, nada me aprovecha" (1 Co 13,1-4). La caridad es superior a todas las

virtudes. Es la primera de las virtudes teologales: "Ahora subsisten la fe, la esperanza y la caridad, estas

tres. Pero la mayor de todas ellas es la caridad" (1 Co 13,13).

1827 El ejercicio de todas las virtudes está animado e inspirado por la caridad. Esta es "el vínculo de la

perfección" (Col 3,14); es la forma de las virtudes; las articula y las ordena entre sí; es fuente y término de

su práctica cristiana. La caridad asegura y purifica nuestra facultad humana de amar. La eleva a la

perfección sobrenatural del amor divino.

1828 La práctica de la vida moral animada por la caridad da al cristiano la libertad espiritual de los hijos de

Dios. Este no se halla ante Dios como un esclavo, en el temor servil, ni como el mercenario en busca de

un jornal, sino como un hijo que responde al amor del "que nos amó primero" (1 Jn 4,19):

O nos apartamos del mal por temor del castigo y estamos en la disposición del esclavo, o buscamos el

incentivo de la recompensa y nos parecemos a mercenarios, o finalmente obedecemos por el bien mismo

del amor del que manda...y entonces estamos en la disposición de hijos (S. Basilio, reg. fus. prol. 3).

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1829 La caridad tiene por frutos el gozo, la paz y la misericordia. Exige la práctica del bien y la corrección

fraterna; es benevolencia; suscita la reciprocidad; es siempre desinteresada y generosa; es amistad y

comunión:

La culminación de todas nuestras obras es el amor. Ese es el fin; para conseguirlo, corremos; haci a él

corremos; una vez llegados, en él reposamos (S. Agustín, ep. Jo. 10,4).

2. EXÉGESIS

Manuel De Tuya

Alegoría de la vid

(Jn 15,1-11)

1 Yo soy la vid verdadera y mi Padre es el viñador. 2 Todo sarmiento que en mí no lleve fruto, lo cortará; y

todo el que dé fruto, lo podará, para que dé más fruto. 3 Vosotros estáis ya limpios por la palabra que os he

hablado; 4 permaneced en mí y Yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto de sí mismo si no

permaneciese en la vid, tampoco vosotros si no permaneciereis en mí. 5 Yo soy la vid, vosotros los sarmientos.

El que permanece en mí y Yo en él, ése da mucho fruto, porque sin mí no podéis hacer nada. 6 El que no

permanece en mí, es echado fuera, como el sarmiento, y se seca, y los amontonan y los arrojan al fuego para

que ardan. 7 Si permanecéis en mí y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que quisiereis, y se os

dará. 8 En esto será glorificado mi Padre, en que deis mucho fruto, y así seréis discípulos míos. 9 Como el

Padre me amó, Yo también os he amado; permaneced en mi amor. 10 Si guardareis mis preceptos,

permaneceréis en mi amor, como yo guardé los preceptos de mi Padre y permanezco en su amor. 11 Esto os lo

digo para que yo me goce en vosotros, y vuestro gozo sea cumplido.

Discuten los autores acerca del género literario de este pasaje, sobre si es alegoría o parábola. Se ve en la

simple lectura que hay elementos de ambas; se trata, pues, de un género mixto; y como en él prevalece el

elemento alegórico, pues comienza por elementos alegóricos y toda la trama fundamental de la misma es

alegórica, se la ha de tener por una alegoría-parabolizante.

Cristo comienza la alegoría presentándose como “la vid verdadera” (ή αληθινή ). “Verdadera” puede

significar auténtico, genuino, contrapuesto a degenerado, falso; o también significar superior, excelente,

contrapuesto a vulgar, ordinario. La segunda significación es la que parece más lógica. Es “vid verdadera” en

cuanto se trasladan a él, en el orden espiritual, las propiedades de la vid. En el apócrifo Apocalipsis de Baruc, la

viña aparece como símbolo del Mesías. Acaso la inspira aquí el “vino” de la última Cena. La Didajé (9:2) habla

de la “vid santa de David.”

Al Padre se lo representa como el que trabaja esta viña: el “labrador” (γεωργός ).

Lo que aquí se quiere expresar es que Cristo, Dios-hombre, influye directamente, por la gracia, en los

sarmientos. El Padre, en cambio, es el que tiene el gobierno y providencia exterior de la viña.

El tema central es la necesidad de estar unidos a Cristo (v.5). Pero hay dos modos de estar unidos a Cristo. Se habla de los fieles en general, tal como está redactado, aunque pudiera apuntar, originariamente a los

apóstoles (v.8).

Uno es por la fe, bautismo, pero sin obras. Al que así se comporta, el Padre lo “cortará” de la Vid-Cristo.

El Padre, que ejerce el gobierno y providencia exterior, consumará la separación que, culpablemente, tenga ese

sarmiento. Es efecto de la “fe sin obras,” que es “fe muerta” (Stg_2:17). La fe que no “opera por la “caridad”

(Gal_5:6). Así se anuncia el peligro trascendental en que están estos sarmientos. ¿Cuándo serán separados de

Cristo? No se dice. En la muerte, por la pérdida de la fe, por una excomunión. Sin embargo, por la comparación

literaria de textos de este mismo pasaje, en que se habla de los “sarmientos cortados y echados al fuego” (v.6),

acaso se refiera especialmente al juicio final, como se ve en los sinópticos (Mat_13:40.42; 25.41). También se

hace ver la libertad del hombre y la culpabilidad de su no cooperación a la gracia (v.5b-8). La forma

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“sapiencial” en que es anunciado y el hablarse según la naturaleza de las cosas, no considera el caso en que el

sarmiento desgajado pueda ser nuevamente injertado; lo que sería aquí el arrepentimiento y penitencia.

Pero hay otra forma de estar unido a Cristo: por la fe, el bautismo y la fructificación en obras. Al que así

está, el Padre lo “podará” (καθαφεί = lo “limpiará”) para que dé más fruto.” Cuando en las vides los sarmientos

son excesivos, hay que podarlos para que la demasiada proliferación no reste vigor a la savia. A su semejanza se

hará con el fiel< sarmiento” esta poda: se le quitarán los obstáculos que le impiden a la savia de la gracia

fructificar y expansionarse. Pero aquí esta comparación es parabólica, pues la savia de la gracia no se agota en

Cristo ni la proliferación de los cristianos es obstáculo al vigor de la savia. Se enseña aquí la gran doctrina de

las “purificaciones”, que “in genere” será el “negar se a sí mismo” o todo lo que es apego egoísta e

impedimento a la fructificación de la gracia. Esta enseñanza de Cristo es el mejor comentario al libro de Job:

por qué sufre el justo.

La doctrina general — sapiencial — encuentra en el v.3 una aplicación directa a los apóstoles. La obra

de “purificación” a que aludió evoca la “limpieza” en que ellos estaban a la hora del lavatorio de los pies

(Jua_13:10). Tienen fundamentalmente esa pureza a causa de “la palabra que os he hablado,” es decir, el

Evangelio: toda la enseñanza que Cristo les hizo, ya que sus palabras “son espíritu y vida.”

Estando ya unidos a la Vid, sólo necesitan, pues, tener toda esa vitalidad, “permanecer” en ella, en él. Es

permanencia mutua: él en ellos y ellos en él.

El verbo que se usa, “permanecer” (μένω ), es el término propio y técnico de Jn. Lo usa 40 veces en su

evangelio y 23 en su primera epístola. Y formula aquí con él la íntima, permanente y vital unión de los fieles

con Cristo. Es la palabra que usa para expresar el efecto eucarístico de unión (Jua_6:56.57). La dicción puede

tener sentido preceptivo o condicional: “permanece” o “permanecer para.” Fundamentalmente el sentido no

cambia. Lo esencial es estar unidos a Cristo. Este pensamiento va a ser desarrollado en los apartados siguientes:

1) “Sin mí no podéis hacer nada” (v. 52). Esta es la sentencia fundamental de todo el pasaje. Es uno de

los textos que enseña la absoluta necesidad de la dependencia sobrenatural de Cristo. El concilio II Milevitano,

de 416, y Cartaginense XVI, de 418, después de definir la necesidad de la gracia para toda obra sobrenatural,

invocan en el mismo canon definitorio estas palabras de Cristo, con las cuales “no dice: Sin mí más difícilmente

lo podéis hacer, sino que dice: Sin mí no podéis hacer nada” . Invocan este texto para lo mismo el concilio

Arausicano II, de 529, confirmado luego por Bonifacio II; el concilio de Trento y el Vaticano II.

2) “El que permanece en mí..., ése da mucho fruto” (v. 5ab). El pensamiento progresa. No solamente sin

la unión a Cristo no se puede nada — aspecto semita negativo — , sino que, “permaneciendo” en Él — aspecto

positivo — , se “da mucho fruto.” La acción de la savia-gracia tiende a expansionarse. Cuando el cristiano

responde a las mociones de la misma, “da fruto” y el Padre le “poda” para que se expansione más la gracia, “dé

mucho fruto.”

Aunque no se dice, está latiendo en todo este pasaje el aspecto del mérito en esta obra hecha en unión

con Cristo. El concilio de Trento invoca este pasaje para hacer ver el mérito de la obra hecha en gracia.

3) “Si permanecéis en mí..., pedid lo que quisiereis y se os dará” (v. 7). Este versículo es como un

paréntesis entre el 6 y 8. Si el v. 7 está en su propio contexto histórico, se explica esta promesa o porque Cristo

les da la clave normal para “permanecer” unidos a Él, o porque, asombrados ellos ante la posible perspectiva de

la separación, lo que es imposible después de decirles que les iba a preparar las “mansiones,” les da la solución

para esta unión: el recurso a la oración.

La formulación con que se hace es universal: se les dará cualquier cosa que pidan. La forma rotunda

“sapiencial” podría tener excepciones o ser interpretada conforme a Jn (1Jn_5:14), en la hipótesis que, “si le

pedimos algo conforme a su voluntad, Él nos oye”. Pues es oración que se hace “permaneciendo” unidos a

Cristo, y, movidos por su savia, nada se pediría que no convenga (cf. Jua_14:13).

(…).

4) “En esto será glorificado mi Padre: en que deis mucho fruto” (v.8). La misión de Cristo es “glorificar”

al Padre. Pero ¿cuál es el deseo del Padre en orden a la fructificación de estos “sarmientos” unidos a Cristo-

Vid? No tienen tasa ni módulo. La enseñanza ya está dada antes (v. 2), al decirse que al que dé fruto se lo

“podará” para que dé “más fruto.” La “glorificación,” pues, del Padre está en que “deis mucho fruto.” Se

refiere, en general, a la santidad como fruto; pero también se refiere, en concreto, a los frutos del apostolado.

(…).

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5) “Al que no permanece en mí..., lo arrojan al fuego para que arda” (v. 6). Es el aspecto semita negativo

de la no “permanencia” en Cristo-Vid. La imagen está tomada de los sarmientos secos. Con ella sólo se anuncia

el hecho del castigo de estos “sarmientos” unidos a Cristo sin fructificación. Pero, si se tiene en cuenta su

afinidad conceptual con la descripción de Mt del juicio final (Mat_13:40.42), acaso esta descripción de Jn sea

una alusión a la separación oficial de Cristo en el juicio último, del que habla el cuarto evangelio (Jua_5:29;

Jua_11:23.24).

(DE TUYA, M., Evangelio de San Juan, en PROFESORES DE SALAMANCA, La Biblia comentada, BAC, Madrid,

1977)

3. COMENTARIO TEOLÓGICO

P. Leonardo Castellani

Parábola de la vid y los sarmientos

"Yo soy la Vid y vosotros los Sarmientos... Sin mí, nada podéis hacer" (Jo. XV, 1).

Esta es la palabra única que Cristo nos reveló el misterio de la Gracia, sobre el cual se han escrito tantas

bibliotecas y es una palabra sanjuanina; quiero decir que la trae san Juan. Verdad es que Cristo había aludido a

ella en el coloquio a Nicodemos ("de verdad te digo que si el hombre no naciere de nuevo, no puede entrar en el

Reino"); a la Samaritana ("te daré del agua viva... fuente de agua corriente hacia la vida eterna") y en las otras

parábolas del Agua y de la Luz. Pero aquí directamente.

Después san Pablo glosó esta palabra en todas direcciones; después vinieron san Agustín y los

Pelagianos y escribieron sobre ella como para cubrir un lienzo de pared; después santo Tomás y los Maniqueos;

después Calvino y Belarmino; después Jansenio, Pascal y Luis de Molina; después Hegel y Kierkegaard; y en

este tiempo, ya no sé cuántos más. La cristología, la gracia y la Iglesia son los puntos capitales de las contiendas

teológicas de veinte siglos: los que han ocasionado más herejías y más sabias discusiones. La larga Despedida

de la Ultima Cena, salido ya Judas, es interrumpida por este brusco mandato: "Levantaos, vámonos de aquí",

después del cual sigue esta parábola; lo cual indica que se pronunció en el camino al Oliveto, quizás entre las

ralas viñas que entrecortaban los olivos. Ella dice así:

"Yo soy la vid verdadera

Y mi padre es el viñador

Todo sarmiento que en mí no lleve fruto Lo cortaré

Y todo el que lleve fruto

Lo limpiaré

Para que lleve pleno fruto

Más vosotros ya estáis limpios

Por las palabras que Yo os hablé".

(En el griego hay un juego de palabras (paranomasia) con los verbos airei y kat'airei, cortar y limpiar.

Como si dijéramos: "al que lleve fruto lo podaré; al que no lo lleve, lo perderé).

"Permaneced en mí, y Yo en vosotros

Como el sarmiento no puede llevar de sí fruto

Si no permaneciere en la vid Así tampoco vosotros

Si no permanecéis en mí Yo soy la Vid

Vosotros los Sarmientos

Quien en Mí permanece y Yo en él Éste llevará mucho fruto

Pues SIN Mí NADA PODÉIS HACER.

Si alguien no permanece en mí

Será echado fuera como sarmiento podado

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Se secará y será amontonado Y arrojado al fuego

Y arderá".

Al llamarse "Vid verdadera" Cristo alude a la "vid perversa", "vid sin fruto", "vid amarga" como

llamaron muchas veces los profetas al Israel prevaricador; y en la última parte de la parábola recuerda al

recitado XV de Ezequiel, que amenaza con el fuego a los moradores de Jerusalén recalcitrante.

"El palo de la vid, ¿es más que un palo? ¿Habrá madera en él para hacer obra? ¿Servirá tan siquiera para

percha? ¿Para colgar las ollas? Alimento del fuego. El fuego prende en él de parte a parte. Y su meollo lo hace

polvo el fuego..."

El sarmiento arrojado al fuego es el hombre que no permanece injertado en Cristo, ni Cristo por tanto en

él, por la gracia santificante: no solamente no lleva fruto, más se seca y es desechado; no solamente se vuelve

inútil, más al final estorba y es aniquilado. Temerosa palabra.

Misterioso injerto éste que nos incorpora al Dios humanado y edifica el "cuerpo místico" de Cristo: la

solidaridad de la raza humana es completada y substituida por una solidaridad más alta, invisible, sobrenatural y

milagrosa. Cristo no salvó a la "Humanidad"; el hombre no se salva por su incorporación a la Humanidad.

Cristo salvó a las almas individuales una a una, si con su albedrío "permanecen en Él". Nos salvarnos por

nuestra incorporación a Cristo.

"Permanecer": a nosotros nos toca solamente mantenernos, no entrar: Dios nos hace entrar. Incluso el

inicio de la fe pertenece a la moción de la gracia de Dios. Toda nuestra salvación, del principio al fin, depende

omnímodamente de Dios; pero Dios la desea mucho más que nosotros mismos. Entonces, ¿qué culpa tengo yo

de no creer? Si Dios es el que tiene que hacerme creer, que me haga creer; y arrepentirme y justificarme y llevar

fruto y perseverar hasta la muerte. Eso no puede ser. Yo me salvo por mi libre albedrío. Dios me ayuda después

de yo decidido. Eso dice mi conciencia (Pelagio).

La salvación del hombre es su adopción como hijo de Dios, su injerto o incorporación en Cristo. Eso es

algo que está más allá de las fuerzas y méritos de toda natura: su efección, pues, y su iniciativa pertenece a

Dios: es una "gracia"; pero no temáis, a nadie puede faltar la gracia. Es tan imposible a Dios dejar de difundir la

gracia como al sol suspender su luz. La gracia es el amor de Dios y Dios es el Amor por esencia (san Agustín).

"Como anda el desarrollo de los conceptos apriori fundamentales, así anda en la esfera del cristianismo

la oración. Pues aquí habría que creer que el hombre se coloca del modo más libre, con el gesto más subjetivo,

en una relación con lo divino, y sin embargo nos enseñan que es el Espíritu Santo la causa de la oración, de tal

modo que la única oración que nos restaría libre sería el "poder orar"; bien que, mirándolo de más cerca, eso

mismo es en nosotros el efecto de una causa que no somos nosotros..." (Kierkegaard, Diario, 2 dic. 1838).

(Me sorprende la ortodoxia de Kierkegaard. Si hubo un hombre expuesto por su espíritu y la

circunstancia a caer en errores dogmáticos, fue él. Y sin embargo no veo que haya errado en ningún dogma;

malgrado su oscura deducción del Pecado Original a partir de la "Angustia"; y malgrado muchas proposiciones

sueltas dialécticamente exageradas, que se equilibran, no obstante, dos a dos).

Hay una posición central en teología: o san Agustín o Pelagio, o la afirmación o la supresión de la gracia

de Dios, de la cual depende toda la doctrina cristiana. Las dos posiciones han sido llevadas al extremo después;

una, por Calvino (supresión del libre albedrío); y la otra por el naturalismo moderno (identificación de la gracia

con la natura). Pero necesariamente todo filósofo se pone en una dellas, pues todo filósofo tiene un juicio de

valor acerca de la naturaleza humana -y por ende del camino moral del hombre- o bien no merece llamarse

filósofo. Más aun, todo hombre está en una de ellas; o confía en Dios para obrar el bien, o confía en sí mismo

para obrar el bien; o desespera de obrar el bien. Es irrupción de la desesperación en el problema, es un

fenómeno moderno; y es la posición del llamado "existencialismo" ateo francés, pecado contra las virtudes

teologales, y última prolongación del "enciclopedismo" francés del siglo XVIII, que era deísta y no ateo, que

era optimista y no desesperado; pero era igualmente lúbrico, frívolo y anárquico.

En el melodrama diderotiano y victorhuguesco llamado "El Diablo y el Buen Dios", el autor o el

protagonista, después de tratar de vivir en perverso, haciendo "el mal por el mal mismo"', decide por capricho

(tirándolo a los dados) hacer el Bien y se vuelve de golpe santo -para producir sólo dolores y quebrantos

mayores, según el autor. Se vuelve santo sin empezar por el arrepentimiento y la penitencia, se cuela de rondón

en el amor místico de Dios, termina antes de haber empezado; y al fin decide que no hay Dios, o que "Dios ha

muerto" (cosa que había escrito Nietzsche en 1890) que es todo el "mensaje" del confuso dramón. Realmente

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merece que le den el Premio Nobel. Una vez que ha retratado así la doctrina cristiana, ya puede blasfemar en

grande a costa de ella por toda la pieza. Hace como esos teólogos escolásticos de quienes cuenta Unamuno que

se fabrican un "maniqueo" a su gusto y después lo refutan victoriosamente, mientras el maniqueo real sigue tan

campante: "teólogos escolásticos" con quienes puede ser Unamuno esté haciendo lo mismo que reprocha:

fabricándoselos.

Quiero decir que la exageración de la gracia por Calvino ha llevado a la negación de la gracia unida a la

desesperación y al odio formal a Dios, pecado de poseídos: a una especie satánica de pelagio-calvinismo. Bien,

¿para qué preocuparse de ellos? ¡Que se preocupe Victoria Ocampo! San Pedro ya los conoció en su tiempo:

"nubes sin agua, hinchados de fábulas de vieja, que van desatados hacia la tempestad de las tinieblas", con

Premio Nobel y todo.

Nosotros cantemos los dones del amor de Dios al hombre, la creación, el libre albedrío, la gracia

santificante y la gloria del cielo; que no es sino la gracia al fin triunfante y manifiesta para siempre, por Cristo

Nuestro Señor -en medio de la confusa batahola de diez mil errores que no son sino uno solo; y habrán de

amontonarse un día en uno solo, como los sarmientos secos, para ser arrojados al fuego.

Creo en lo que reveló el Hijo de Dios: que sin Él yo nada puedo, y en Él lo puedo todo en orden a la

salvación, que es el todo en todo. "Credo quidquid dixit Dei Filius" cantó santo Tomás con voz de querube.

Creo pues en lo siguiente:

Que el hombre fue creado en estado de justicia sobrenatural y adopción divina; que cayó por su culpa; y

que fue reparado por la Encarnación y la muerte del Verbo de Dios;

Que la gracia de Dios o unión mística con Cristo es absolutamente necesaria para toda obra buena

salvífica;

Que aunque sin la gracia el hombre puede conocer algunas verdades, poner algunos actos naturalmente

honestos e inventar la "Moral Laica" de Agustín Álvarez, aunque no cumplirla; sin embargo no puede guardar

la Ley Natural mucho tiempo; no puede ni creer con fe sobrenatural ni convertirse a Dios; no puede resistir por

siempre a las tentaciones graves, no puede sin especial privilegio (como el concedido a María Santísima)

eliminar la concupiscencia, y evitar todos los pecados leves;

Que Dios no manda nada imposible, que su gracia está ofrecida a todos, incluso a los infieles;

Que el endurecimiento en el pecado no se da sino como castigo del pecado; que Dios no niega la gracia

suficiente ni siquiera a los endurecidos (en cuyo albedrío está volverla de "suficiente", "eficaz"); y que al que

hace lo que está en sí, no le puede fallar la gracia;

Que aunque sea gratuita, hay que orar por la gracia; y que aun los que están perfectamente santificados,

necesitan de la gracia: más que los demás, a osadas.

Que todos los justos pueden perseverar si quieren, no empero mucho tiempo sin el auxilio de la gracia; y

que la perseverancia final es un gran don de Dios; el cual en el cielo corona lo que Él mismo ha hecho -y que el

hombre ha hecho al mismo tiempo con Él.

Que la gracia de Dios así coopera con la voluntad humana; que ninguna cosa buena hace el hombre que

no la haga Dios juntamente, como los colores los hace la luz a la vez y el cuerpo que la refracta, en causalidad

recíproca.

Que la gracia habitual es un don sobrenatural permanente, que no sólo reviste al alma más la penetra;

por el cual se borran los pecados, el hombre es renovado internamente, en él habita el espíritu de Dios, se hace

consorte de la natura divina, hijo de Dios adoptivo, heredero del Reino Celeste, y amigo de Dios.

Que los justos por la cooperación a la gracia realmente merecen el Reino Celeste, que ganan realmente

la vida eterna así como el aumento de la gracia y el éxito de sus peticiones, aunque no la justificación misma; y

que las condiciones del mérito son el estado de gracia, el libre albedrío, y la promesa de Dios.

Que estoy lleno de gozo de que mi salvación dependa de Dios principalmente y no de mí solo.

Después de este Credo que al fin todos saben, pero que repetir no está de más, contaré una anécdota verídica: un

religioso viejo me dijo un día: "yo he dicho ya 12.638 misas (pues las he contado), he dado 56 tandas de

ejercicios y todas a mujeres casadas, y he escrito 18 libros devotos; me parece que me he ganado el cielo..." ¡No

lo creas! ¡Siervos inútiles somos! El cielo es un don gratuito de Dios, que corona nuestras buenas obras que son

también de Dios. A lo cual un protestante que estaba presente se levantó, me dio la mano y me dijo: "Usted es

de los nuestros".

No lo creas tampoco.

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Ningún hombre puede saber de cierto que está justificado, sino por expresa revelación de Dios.

Ningún justo puede estar seguro de perseverar sino por expresa revelación de Dios.

Ninguno puede gloriarse de lo que ha hecho, pues ¿qué cosa tienes que no hayas recibido?

Al parangón del cielo, todas nuestras obras, en cuanto nuestras, son basura; y es la luz de la gracia que

hay en ellas lo que las hace luminosas a Dios; o sea "meritorias". No te gloríes de la luz que puede haber en ti,

que no es tuya; sobre todo, si es la luz que ven los hombres, o que dan los hombres, triste luz. Alégrate de la luz

invisible que estallará en ti un día más allá de este mundo. Escóndela por las dudas. No andes buscando ruido

por tus dineros. Deja que Dios la manifieste, si quiere.

Una persona que está tremendamente en cruz, me dijo: "Dicen que el dolor eleva; a mí no me ha

elevado". La única respuesta es: "Nosotros como somos sensitivos, quisiéramos sentir la elevación; pero la

elevación a veces no se siente (de momento) pues la gracia es invisible e insensibilible. El sarmiento injertado

puede que no se sienta crecer; o que no crezca; pero ha sido elevado al ser injertado. Nadie ve a una raíz crecer;

y es preciso crezca ella primero para que se vea crecer el árbol. La gracia trabaja primero "para abajo".

La gloria del cielo es simplemente la prolongación de ese "accidente de orden sobrenatural que

pertenece a la categoría Cualidad" (como dicen los pedantes) que es la gracia de Dios; la cual "se hará

manifiesta", y estallará como por todos los poros del alma ante la mirada de Dios, consumando nuestra

semejanza definitiva con Él "pues seremos como Dios cuando le veamos como É1 es"; consortes de la natura

divina, y más suyos que los sarmientos lo son de la vid; y más nuestro Él que el Padre, el Amigo y el Esposo;

tan nuestro como el Sol lo es del rayo de sol; connaturalizado con nosotros más que la cepa lo está con el

injerto. Y esto es lo que el Apóstol dice que "ni ojo vio, ni oído oyó, ni en corazón de hombre pudo caber, ni

fantasía soñar, ni palabra decir", que estallará en nosotros: el fruto al fin pleno del celestial Viñador. Porque "Yo

os puse para que vayáis y acrecentéis y llevéis más fruto, y vuestro fruto permanezca". Todo está contenido en

esa breve palabra de Cristo; en tomo de la cual giran todas las otras excelsas palabras que forman esta

Despedida de la Última Cena, la cual Cristo interrumpió bruscamente con el duro acto de Voluntad de ir a los

tormentos y a la muerte, y expresó con estas palabras: "Más para que conozca el mundo que amo a mi Padre,

levantaos, vámonos de aquí". ¿Adónde? Al Monte Oliveto, a la cita con el Traidor, al encuentro del

Príncipe de este Mundo.

Y esta breve palabra de Cristo: "Sin Mí nada podéis hacer" sobrevuela hoy la olla podrida de la

Humanidad, por sobre esta civilización triste y engreída, por sobre el sordo ruido de armas, las arrogancias de

los políticos, la soberbia de la falsa Ciencia, las hueras payasadas del arte descentrado, las mentiras de los

pseudoprofetas, las amenazas y los gemidos de los oprimidos, la fútil cháchara de las multitudes sin norte, las

efímeras construcciones de los demagogos, las blasfemias de los demoníacos y las preces aparentemente

incontestadas de los justos; como la paloma con la hoja de olivo sobre las aguas del Diluvio. ¡Dichosos los que

están en el Arca! Sin Mí nada podéis hacer. El chiste del "Te" de san Agustín: "Qui creavit te sine te, non

salvabit te sine te". "El que te creó a ti sin ti, no te salvará a ti sin ti".

(CASTELLANI, L., Las Parábolas de Cristo, Ediciones Jauja, Mendoza (Argentina), 1994, p. 310 – 317)

4. SANTOS PADRES

El Señor -queriendo enseñarnos la necesidad que tenemos de estar unidos a él por el amor, y el gran provecho que nos proviene de esta unión- se da a sí mismo el nombre de vid, y llama sarmientos a los que están

injertados y como introducidos en él, y han sido hechos ya partícipes de su misma naturaleza por la

comunicación del Espíritu Santo (ya que es el santo Espíritu de Cristo quien nos une a él).

La adhesión de los que se allegan a la vid es una adhesión de voluntad y de propósito, la unión de la vid

con nosotros es una adhesión de afecto y de naturaleza. Movidos por nuestro buen propósito, nos allegamos a

Cristo por la fe y, así, nos convertimos en linaje suyo, al obtener de él la dignidad de la adopción filial. En

efecto, como dice san Pablo, quien se une al Señor es un espíritu con él.

Del mismo modo que el Apóstol, en otro lugar de la Escritura, da al Señor el nombre de base y

fundamento (ya que sobre él somos edificados y somos llamados piedras vivas y espirituales, formando un

sacerdocio sagrado, para ser morada de Dios en el Espíritu, y no existe otro modo con que podamos ser así

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edificados, si no tenemos a Cristo por fundamento), aquí también, en el mismo sentido, el Señor se da a sí

mismo el nombre de vid, como madre y educadora de sus sarmientos.

Hemos sido regenerados por él y en él, en el Espíritu, para que demos frutos de vida, no de aquella vida

antigua y ya caduca, sino de aquella otra que consiste en la novedad de vida y en el amor para con él. Nuestra

permanencia en este nuevo ser depende de que estemos en cierto modo injertados en él, de que permanezcamos

tenazmente adheridos al santo mandamiento nuevo que se nos ha dado, y nos toca a nosotros conservar con

solicitud este título de nobleza, no permitiendo en absoluto que el Espíritu que habita en nosotros sea

contristado en lo más mínimo, ya que por él habita Dios en nosotros.

El evangelista Juan nos enseña sabiamente de qué modo estamos en Cristo y él en nosotros, cuando dice:

En esto conocemos que permanecemos en él y él en nosotros: en que nos ha dado de su Espíritu.

En efecto, del mismo modo que la raíz comunica a las ramas su misma manera de ser, así también el

Verbo unigénito de Dios infunde en los santos un cierto parentesco de naturaleza con Dios Padre y consigo

mismo, otorgando el Espíritu y una santidad omnímoda, principalmente, a aquellos que están unidos a él por la

fe, a quienes impulsa a su amor, infundiendo en ellos el conocimiento de toda virtud y bondad.

(SAN CIRILO DE ALEJANDRÍA, Comentario sobre el evangelio de San Juan, Libro 10, 2: PG, 74, 331-334)

5. APLICACIÓN

P. José A. Marcone, IVE

La vid y los sarmientos

(Jn 15,1-8)

Introducción

El Directorio Homilético nos indica el tenor exacto que tienen las lecturas de hoy: “Desde el V domingo

de Pascua la dinámica de las lecturas bíblicas se traslada de la celebración de la Resurrección del Señor a la

preparación del momento culminante del Tiempo de Pascua, y a la Venida del Espíritu Santo en Pentecostés. El

hecho de que los pasajes evangélicos de estos domingos estén todos extraídos de los discursos de Cristo al final

de la Última Cena, manifiesta su profundo significado eucarístico”1. Trataremos, en la medida de lo posible,

hacer resaltar estas características de las lecturas de hoy, que, como vimos, son dos: 1. Su tensión hacia

Pentecostés, la venida pública del Espíritu Santo, y 2. Su significado eucarístico.

1. El sentido fundamental de la parábola

a. La vid. Jesucristo dice hoy: “Yo soy la vid verdadera” (Jn 15,1). Una vid consiste, esencialmente, en

un tronco o cepa; luego, sarmientos o ramas; y, finalmente, frutos, que son los racimos de uva. Ahora bien, en

esta parábola el mismo Jesús, después de decir que la vid es Él, dice que los sarmientos de esta vid somos

nosotros, es decir, los que hemos creído en Cristo y hemos recibido el Bautismo. Esto lo dice y lo reafirma en

los siete versículos que siguen (Jn 15,2-8).

Entonces la pregunta es: Finalmente, ¿qué representa la vid? ¿A Jesucristo o a nosotros? La respuesta es:

a los dos. O dicho de una manera más exacta y más teológica: la vid representa a Cristo, pero no sólo el Cristo-

Verbo Encarnado, sino el Cristo Total, el Pléroma, es decir, la Cabeza y el Cuerpo, la Cabeza y los miembros.

En definitiva, la Iglesia Católica.

1 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, n 55.

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Santo Tomás de Aquino confirma esta interpretación: “Cristo es la verdadera vid en cuanto es Cabeza de

la Iglesia, el hombre Cristo Jesús”2.

Es San Pablo el que usa la palabra griega Pléroma para expresar al Cristo Total, es decir, a la Cabeza y a

los miembros: “Bajo sus pies sometió todas las cosas y le constituyó Cabeza suprema de la Iglesia, que es su

Cuerpo, la Plenitud (Pléroma) del que lo llena todo en todo” (Ef 1,22-23). Los cristianos se unen a la Cabeza a

través del Bautismo y así constituyen el Pléroma, ‘la Plenitud’. El Pléroma es Cristo y sus miembros, la cepa y

sus sarmientos.

San Pablo expresa de manera inmejorable la relación que hay entre Cristo y sus miembros, entre la cepa

y sus sarmientos. En efecto, él dice que Cristo y sus miembros, son, entre sí, ‘con-corpóreos’(Ef 3,6)3. Esta

palabra usada aquí es la única vez que se usa en todo el NT4. Además, no es usada nunca en la biblia griega del

AT llamada ‘de los LXX’. Esto significa que es San Pablo el que inventó, con su brillante genio literario y

religioso, esta palabra para expresar la relación que hay entre Cristo y sus miembros bautizados5.

Ahora bien, Jesucristo agrega: “Yo soy la vida verdadera”. ¿Qué necesidad tenía de agregar la palabra

verdadera? Tenía necesidad, porque Jesucristo quiere que su figura quede resaltada, negro sobre blanco, en el

fondo de la falsa vid. Lo dice Santo Tomás: “Aquí ‘verdadera’ debe entenderse como lo verdadero se opone a lo

corrupto, como el vinagre se opone al vino, porque el vinagre es vino corrompido. Por eso dice ‘verdadera’,

para que se la distinga de la vid corrupta, que es el pueblo judío, del cual está dicho: ‘Yo te había plantado de

cepa generosa, toda ella de vástago legítimo. ¿Cómo te has convertido en planta degenerada de una viña

bastarda?’ (Jer 2,21)”6.

b. Los sarmientos en general. Dice Santo Tomás: “Los sarmientos son de la misma naturaleza que la vid.

De esto se sigue que los sarmientos de la parábola representan a los que están adheridos a Cristo”7. Dice,

además: “Sucede aquí lo que literalmente sucede en los sarmientos materiales. En efecto, de la raíz o cepa

asciende la savia hasta los sarmientos para darles vida”8. Por lo tanto, Santo Tomás está diciendo que la Cabeza,

el Verbo Encarnado, tiene la misma naturaleza que los sarmientos, es decir, los bautizados. Además, que los 2 “Christus est ergo vitis vera secundum hoc quod est caput Ecclesiae, homo Christus Iesus” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Evangelium S. Ioannis lectura, caput 15, lectio 1; traducción nuestra). 3 En griego, ‘con-corpóreos’ se dice sýs-somos. Sýs es la preposición syn, devenida en sys a causa de la letra que le sigue. Syn significa ‘con’. Sómos es un adjetivo que significa ‘corporal’. Viene de sóma, ‘cuerpo’. De aquí viene, por ejemplo, la palabra castellana ‘somatizar’, que es la acción y el efecto de llevar al cuerpo una realidad psíquica o anímica. La Vulgata traduce sýs-somos como con-corporalis. 4 La palabra que se usa una sola vez se llama hápax que, en griego, significa ‘único’. 5 San Pablo usa, además, otras ¡catorce! expresiones semejantes que expresan la misma relación entre Cristo-Cabeza y los

miembros. La gran mayoría de ellas no aparecen en la LXX, lo cual quiere decir que San Pablo las usa de manera original para

expresar dicha relación. Las nombramos aquí. Ponemos primero su significado en español, luego la palabra griega usada en el

original y, finalmente, la traducción que de ella hace San Jerónimo en la Vulgata. 1. Rm 8,17: ‘Con-sufriente’ (sym-pásjomen; com-

patimur). 2. Gál 2,19 y Rm 6,6: ‘Con-crucificado’ (syn-estaúromai; con-fixus). 3. 2Tim 2,11: ‘Con-muertos’ (syn-apethánomen; con-

mortui). 4. Filp 3,10: ‘Con-formados a su muerte’ (sym-morphoúmenos; con-figuratus). 5. Rm 6,5: ‘Con-plantados’ (sym-phýtoi; com-

plantati). 6. Rm 6,4 y Col 2,12: ‘Con-sepultados’ (syn-etáphemen; con-sepulti). 7. Ef 2,6 y Col 2,12;3,1: ‘Con-resucitados’ (syn-

égeiren; con-resuscitavit). 8. 2Tim 2,11: ‘Con-vividos’ (resucitados) (sy-dsésomen; con-vivemus). 9. Ef 2,5 y Col 2,13: ‘Con-vivificados’

(syn-edsoopoíese; con-vivificavit). 10. Rm 8,17: ‘Con-glorificados’ (syn-doxasthômen; con-glorificemur). 11. Filp 3,21: ‘Con-forme’

(sym-morphón; con-figuratus). 12. Rm 8,17 y Ef 3,6: ‘Co-herederos’ (syg-kleronómoi; co-heredes). 13. Ef 2,6: ‘Con-sentados’ (syn-

ekáthisen; con-sedere). 14. 2Tim 2,12: ‘Con-reinantes’ (sym-basileúsomen; con-regnabimus). 6 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. Respecto a esto dice el P. Castellani: “Al llamarse ‘Vid verdadera’ Cristo alude a la ‘vid perversa’, ‘vid sin fruto’, ‘vid amarga’ como llamaron muchas veces los profetas al Israel prevaricador” (CASTELLANI, L., Las parábolas de Cristo, Ediciones Jauja, Mendoza (Argentina), 1994, p. 311). 7 “Palmites autem sunt de natura vitis: unde adhaerentes Christo sunt palmites huius vitis” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem;

traducción nuestra). 8 “Ad litteram, palmes materialis (…), ex cuius radice humor ad vegetationem palmitum ascendit” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; cursiva nuestra).

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sarmientos son alimentados con la misma vida que nutre a la Cabeza. ¿Cómo puede ser esto? ¿Cómo puede ser

que nosotros tengamos la misma naturaleza que la Cabeza, que es hombre y Dios al mismo tiempo? ¿Cómo

puede ser que la vida de la Cabeza, la cual es Dios, sea la misma vida de los miembros?

Esto es perfectamente posible por aquello que se llama ‘gracia santificante’, cuya definición clásica es:

“Cualidad sobrenatural que inhiere en la esencia del alma que nos da una participación física y formal (aunque

análoga y accidental) de la misma naturaleza de Dios”9. El núcleo de esta definición es absolutamente bíblico.

En efecto, dice San Pedro: “Con ello nos ha regalado los preciosos y más grandes bienes prometidos, para que

por éstos lleguéis a ser partícipes de la naturaleza divina” (2Pe 1,4).

La savia que brota de la raíz de la vid, y va de la cepa a los sarmientos es esta ‘gracia santificante’, que

es una participación en la naturaleza de Dios. Ella es el punto ad quem, el punto donde termina la justificación.

Nadie puede decirse justo y justificado sin la gracia santificante10. Por eso, se puede decir con toda precisión

teológica que el que vive en gracia de Dios es Dios por participación11.

Así como el sarmiento no puede dar ningún fruto si no recibe la savia de la cepa, así tampoco el cristiano

puede hacer ninguna obra buena sin la gracia santificante. Por eso dice: “Sin mí nada podéis hacer” (Jn 15,5).

Esto, dice Santo Tomás, lo dice especialmente por los pelagianos: “Con esta frase instruye los corazones de los

humildes y confunde los corazones de los soberbios, principalmente, el de los pelagianos, quienes dicen que las

buenas obras de las virtudes se pueden hacer por sí mismos sin la ayuda de Dios. Con esto ellos quieren

reivindicar el libre arbitrio, pero lo único que logran es hundirlo más”12.

c. Los sarmientos malos. El sarmiento malo es el que está unido a la vid pero no ha dado fruto. Si no ha

dado fruto es porque la savia de la cepa no ha llegado a él. Es el hombre que está unido a Cristo por el carácter

del Bautismo (que es indeleble) y por la fe, pero que no tiene la gracia santificante. ‘Dar frutos’ significa haber

llenado la propia vida con obras buenas informadas por la caridad, es decir, en gracia de Dios. El Padre corta el

sarmiento que no da fruto (v. 2), lo cual significa que el hombre bautizado puede quedar escindido del Pléroma

no sólo por haber hecho el mal sino también por no haber hecho el bien, es decir, por no dar frutos13.

En las consecuencias que se siguen para el sarmiento malo, que están expresadas en el v. 6, Santo Tomás

ve toda una teología del infierno. En la frase ‘es arrojado afuera’ ve la pena de daño del infierno14. En el hecho

que ‘se seca’ ve un matiz más de la misma pena de daño y la llama ‘segunda pena de daño’15. En el hecho que

‘son recogidos’, ve la pena de ser asociados a los malos. Así como se juntan los sarmientos que han sido

9 Cf. ROYO MARÍN, A., Teología de la perfección cristiana, BAC, Madrid, 200812, p. 115. Respecto a esto dice el P. Castellani: “‘Yo soy la vid y vosotros los Sarmientos… Sin mí, nada podéis hacer’ (Jn 15,1.5). Esta es la palabra única en que Cristo nos reveló el misterio de la Gracia” (CASTELLANI, L., Idem, p. 310). 10 Incluso aquellos que se salvan sin conocer a Jesucristo, por haber sido fieles a su conciencia. Si se salvaron fue porque, al momento de morir, tenían la gracia santificante. 11 Respecto a esto dice el Catecismo de la Iglesia Católica, citando a San Atanasio y Santo Tomás de Aquino: “‘Porque el Hijo de Dios

se hizo hombre para hacernos Dios’ (San Atanasio de Alejandría, De Incarnatione, 54, 3: PG 25, 192B). (…) ‘El Hijo Unigénito de Dios,

queriendo hacernos partícipes de su divinidad, asumió nuestra naturaleza, para que, habiéndose hecho hombre, hiciera dioses a los

hombres’ (Santo Tomás de Aquino, Oficio de la festividad del Corpus, Of. de Maitines, primer Nocturno, Lectrua I)” (CEC, nº 460). 12 “Sine me nihil potestis facere. In quo et corda instruit humilium, et corda obstruit superborum, et praecipue Pelagianorum, qui dicunt bona opera virtutum et legis sine Dei adiutorio ex seipsis facere posse: in quo dum liberum arbitrium asserere volunt, eum magis praecipitant” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra). 13 Es también el caso del siervo indolente que había recibido un denario y lo enterró en vez de hacerlo fructificar (cf. Lc 13,7). 14 “Cuándo dice ‘son arrojados fuera’, se refiere a la pena de daño, es decir, a la expulsión de la gloria” (“Pertinet ad poenam damni, scilicet expulsio a gloria; unde dicit mittetur foras”; SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra). 15 “La segunda pena de daño es el secamiento, cuando dice ‘y se seca’” (“Secunda poena damni est arefactio; unde dicit et arescet” (SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra). En castellano existe la palabra ‘secamiento’ = acción y efecto de secar o secarse (DRAE).

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cortados, así también serán aglomerados los condenados; y ese será un sufrimiento más16. En el hecho de que

‘los echan al fuego’ ve la pena de sentido que tendrán los cuerpos de los condenados después de la resurrección.

En el hecho que ‘arden’, ve la eternidad de las penas.

d. Los sarmientos buenos. Los sarmientos que dan fruto son podados de los vástagos superfluos para que

den más fruto todavía. ¿Qué significa ser podados para dar más frutos? Responde Santo Tomás: “Dios purifica

al cristiano introduciéndolo en tribulaciones y tentaciones, para hacerlo más fuerte en el bien obrar. (…) Porque,

aunque ya estén puros, no hay nadie en esta vida que esté tan puro que no necesite ser más y más purificado.

Como dice San Juan: ‘Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos y la verdad no

está en nosotros’ (1Jn 1,8). Y el Apocalipsis dice: ‘Que el justo practique todavía más la justicia, y el santo se

santifique todavía más” (Apoc 22,11)”17.

De esta manera queda explicado con bastante detalle el sentido fundamental de la parábola. Sin

embargo, la parábola nos habla de otras realidades que pertenecen también a su sentido literal.

2. La Eucaristía

Igual que en castellano, en griego hay una distinción entre la palabra ‘vid’ y la palabra ‘viña’. ‘Vid’ es

una planta singular, ‘viña’ es un conjunto de vides. La palabra ‘vid’ en los evangelios solamente se usa en dos

contextos: en el evangelio de hoy y en los evangelios sinópticos cuando Jesús dice, dentro de la Última Cena:

“Yo os aseguro que ya no beberé del producto de la vid hasta el día en que lo beba nuevo en el Reino de Dios”

(Mc 14,25; Mt 26,29; Lc 22,18). En Mt y en Mc la frase viene inmediatamente después de la consagración del

vino en la Institución de la Eucaristía. Por lo tanto, la frase de Jesús ‘el producto de la vid’, se refiere sin

ninguna duda al vino, con referencia directa al vino que se convirtió en la Sangre de Cristo.

Por lo tanto, podemos, legítimamente, poner en correlación la ‘vid’ del evangelio de hoy con ‘el

producto de la vid’ de la Última Cena. En otras palabras, al decir Jesús en el evangelio de hoy ‘vid’ quiere que

pensemos en el ‘producto de la vid’, que es el vino. Esa correlación ‘vid – vino’ es querida por el mismo texto

de hoy, debido a lo que Jesús dice en los sinópticos. Esta correlación arroja como resultado obvio que en la vid

del evangelio de hoy hay una referencia a la Sangre de Cristo, que, sin duda, es producto de la vid. En el

ofertorio de la Misa el sacerdote dice: “Bendito seas, Señor, Dios del universo, por este vino, fruto de la vid y

del trabajo del hombre”.

Por otro lado, no debemos olvidar que la parábola de la vid que acabamos de escuchar fue dicha pocos

momentos después de haber instituido el sacramento eucarístico de su Cuerpo y Sangre. Por eso dice el

Directorio Homilético, según ya lo hemos citado: “El hecho de que los pasajes evangélicos de estos domingos

estén todos extraídos de los discursos de Cristo al final de la Última Cena, manifiesta su profundo significado

eucarístico”18.

Santo Tomás también ve en la vid de hoy un significado eucarístico. Dice el santo: “Cristo dice ‘Yo soy

la vid’ porque la vid, aunque parezca despreciable, sin embargo, excede en la dulzura de sus frutos a todas las

plantas. De la misma manera, Cristo, aunque parecía despreciado por el mundo, porque era pobre y parecía

innoble y soportó la ignominia, sin embargo, dio frutos dulcísimos (…). Y por eso Cristo es la vid que da (…) el

vino que reconforta, es decir, el vino de nuestra refección, tal como Él mismo lo dice: ‘Mi sangre es verdadera

16 “La tercera pena es la asociación de los malos cristianos con los malos, cuando dice ‘y los recogen’. Los que recogen son los Ángeles segadores, y los que son recogidos son los malos” (“Tertia poena est eorum cum malis associatio; unde dicit et colligent eum, scilicet Angeli messores, ad malos”; SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra). 17 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. 18 CONGREGACIÓN PARA EL CULTO DIVINO Y LA DISCIPLINA DE LOS SACRAMENTOS, Directorio Homilético, año 2014, nº 55.

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bebida’ (Jn 6,56). Antes también se había comparado a sí mismo con el grano de trigo (cf. Jn 12,24), porque su

carne verdaderamente es alimento”19.

Pero, además, en el evangelio de hoy hay otra referencia textual a la Eucaristía. Se trata de la expresión

‘permanecer en Cristo’ y ‘Cristo en nosotros’. Siete veces en el corto lapso de ocho versículos se usa el verbo

‘permanecer’ (en el original griego, ménein), tanto para indicar que el cristiano debe permanecer en Cristo como

para indicar que Cristo permanece en nosotros. Ahora bien, en el capítulo 6 de San Juan, Jesús afirma con toda

claridad que la causa de esa ‘permanencia’ mutua es la Eucaristía: “El que come mi carne y bebe mi sangre,

permanece (ménein) en mí, y yo en él” (Jn 6,56).

Santo Tomás confirma esta exégesis. Él dice: “Cuando Cristo dice ‘Permaneced en mí’ (Jn 15,4) quiere

decir (…) ‘permaneced en mí por la participación en los sacramentos’, como Él mismo dijo antes: ‘El que come

mi carne y beba mi sangre, permanece en mí, y yo en él’ (Jn 6,56)”20.

3. La tensión hacia Pentecostés

La primera y segunda lectura de hoy vienen a completar lo dicho hasta ahora. En efecto, ellas le dan a

todo lo dicho su tensión hacia Pentecostés. En la primera lectura se dice: “La Iglesia, entre tanto, gozaba de paz

en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba consolidando, vivía en el temor del Señor y crecía en número, asistida

por el Espíritu Santo” (Hech 9,31).

Por lo tanto, la unidad que se expresa en la unión entre la cepa y los sarmientos es atribuida a la acción

del Espíritu Santo. La comunión intra eclesial, que la hace vivir en paz y dar frutos, es decir, crecer, tiene como

causa el Espíritu Santo. En Pentecostés, esa comunión quedará particularmente de manifiesto en la glosolalia,

es decir, en el don de lenguas, por el cual los pueblos paganos y el pueblo judío fiel a Cristo se unen en un único

idioma (cf. Hech 2,4-13).

Asimismo, la ‘permanencia’ mutua entre el cristiano y Cristo que se hace gracias a la Eucaristía, es

causada y revelada por el Espíritu Santo. Por eso dice San Juan en la segunda lectura: “El que cumple sus

mandamientos permanece en Dios, y Dios permanece en él; y sabemos que Él permanece en nosotros, por el

Espíritu que nos ha dado” (1Jn 3,24).

Conclusión

La clave de este evangelio, entonces, podría expresarse con la simplicidad del “Catecismo de las 93

Preguntas”, escrito, precisamente, para simples y rudos: para salvarse hay que vivir en gracia; y para mantener

la gracia es necesario comulgar frecuentemente el Cuerpo y Sangre de Cristo. La gracia es infundida en el alma

del hombre a través de los siete sacramentos.

Recuerdo lo que me sucedió una vez en una diócesis de Saturno, donde estaba misionando. Habíamos

organizado una Misión Popular al modo en que las hacían San Alfonso María de Ligorio o San Luis María

Grignion de Montfort. Habíamos reunido unos 100 misioneros, entre sacerdotes, religiosas, seminaristas y

laicos. Teníamos planeado hacer visitas de casas a la mañana, a la tarde catecismo y, al caer la tarde, Misa y

sermón misionero. Después de unos diez días de Misión pensábamos administrar todos los sacramentos:

Bautismos de niños, Confesiones, Primeras Comuniones de niños y adultos, Confirmación de adultos, Unción

de los Enfermos y Matrimonios. Exactamente así lo hacían los santos que acabamos de citar. Cuando fuimos a

presentarle el proyecto al prelado encargado de esa jurisdicción eclesiástica, puso un rostro un poco amargo, se

19 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra. También podemos poner en contacto nuestro texto de hoy con otro texto de San Juan: las Bodas de Caná. Allí, el agua convertida en vino tiene también un significado eucarístico (cf. BROWN, R., Il Vangelo e le Lettere di Giovanni. Breve commentario, Editrice Queriniana, Brescia, 1994, p. 39), porque las Bodas de Caná son un símbolo del banquete mesiánico y la bebida de ese banquete mesiánico es la Sangre de Jesús. 20 SANCTI TOMAE DE AQUINO, Ibidem; traducción nuestra.

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apoyó con los antebrazos sobre el escritorio, se inclinó hacia mí que estaba al frente y me dijo con el tono de

quien está absolutamente convencido de lo que dice: “¿Y me quiere decir, Padre, cuántos de esos fieles que

serán misionados quedarán participando en la parroquia?” Y entonces comprendí algo que ya venía viendo

desde hacía tiempo: para muchos la participación en la parroquia es el Octavo Sacramento que, además, es el

más importante de los ocho.

Esto, dicho de una manera simple, directa y casi brutal, es semi-pelagianismo, sino pelagianismo entero.

Quizá podemos llamarlo ‘pelagianismo práctico’, porque no se animarían a negar la gracia en el plano doctrinal.

Pero sí en la práctica. Éste es el ambiente que se vive, en general, en los estamentos más concretos de la Iglesia

y que debería acabarse. No comprenden que un instante de gracia santificante en el alma de una persona vale

más que la participación en todos los grupos parroquiales durante toda la vida. Aquel día me gané el glorioso

epíteto de ‘sacramentalista’, palabra despectiva con que los neo-pelagianos quieren descalificar a los que

(todavía) creemos en la fuerza de la gracia santificante.

En las trincheras de la primera línea del apostolado de la Iglesia se libra esta batalla, expresada en mil

controversias, algunas pequeñas, otras grandes21. Con razón dice Castellani: “Hay una posición central en

teología: o San Agustín o Pelagio, o la afirmación o la supresión de la gracia de Dios, de la cual depende toda la

doctrina cristiana”22. Y, agregaría yo, la salvación de las almas.

Papa Francisco

Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!

El Evangelio de hoy nos presenta a Jesús durante la última Cena, en el momento en el que sabe que la

muerte está ya cercana. Ha llegado su «hora». Por última vez Él está con sus discípulos, y entonces quiere

imprimir bien en sus mentes una verdad fundamental: también cuando Él ya no estará físicamente en medio a

ellos, podrán permanecer aún unidos a Él de un modo nuevo, y así dar mucho fruto. Todos podemos estar

unidos a Jesús de un modo nuevo. Si por el contrario uno perdiese esta comunión con Él, esta comunión con Él

se volvería estéril, es más, dañina para la comunidad. Y para expresar esta realidad, este nuevo modo de estar

unidos a Él, Jesús usa la imagen de la vid y los sarmientos, y dice así: «Así como el sarmiento no puede dar

fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros

los sarmientos» (Jn 15, 4-5). Con esta figura nos enseña cómo quedarnos en Él, estar unidos a Él, aunque no

esté físicamente presente.

Jesús es la vid y a través de Él —como la savia en el árbol— pasa a los sarmientos el amor mismo de

Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús quiere hacernos

entender la importancia de permanecer unidos a Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen

totalmente de la vid, en donde se encuentra la fuente de su vida. Así es para nosotros cristianos. Insertados con

el Bautismo en Cristo, hemos recibido gratuitamente de Él el don de la vida nueva; y podemos permanecer en

comunión vital con Cristo. Es necesario mantenerse fieles al Bautismo, y crecer en la amistad con el Señor

mediante la oración, la oración de todos los días, la escucha y la docilidad a su Palabra —leer el Evangelio—, la participación en los Sacramentos, especialmente en la Eucaristía y Reconciliación.

Si uno está íntimamente unido a Jesús, goza de los dones del Espíritu Santo, que —como nos dice san

Pablo— son «amor, alegría, paz, magnanimidad, benevolencia, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio de

sí» (Gal 5, 22). Estos son los dones que recibimos si permanecemos unidos a Jesús; y como consecuencia, una

21 Algunas de estas controversias son, sólo por dar algún ejemplo: la importancia de los padrinos confrontada al Sacramento del Bautismo; la importancia del tiempo de catecismo confrontada a los Sacramentos de la Eucaristía y la Confirmación; la participación parroquial como condición para la recepción de los sacramentos. 22 CASTELLANI, L., Idem, p. 313.

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persona que está así unida a Él hace mucho bien al prójimo y a la sociedad, es una persona cristiana. De estas

actitudes, de hecho, se reconoce si uno es un auténtico cristiano, como por los frutos se reconoce al árbol. Los

frutos de esta unión profunda con Jesús son maravillosos: toda nuestra persona es transformada por la gracia del

Espíritu: alma, inteligencia, voluntad, afectos, y también el cuerpo, porque somos unidad de espíritu y cuerpo.

Recibimos un nuevo modo de ser, la vida de Cristo se convierte también en la nuestra: podemos pensar como

Él, actuar como Él, ver el mundo y las cosas con los ojos de Jesús. Como consecuencia, podemos amar a

nuestros hermanos, comenzando por los más pobres y los que sufren, como hizo Él, y amarlos con su corazón y

llevar así al mundo frutos de bondad, de caridad y de paz.

Cada uno de nosotros es un sarmiento de la única vid; y todos juntos estamos llamados a llevar los frutos

de esta pertenencia común a Cristo y a la Iglesia. Encomendémonos a la intercesión de la Virgen María, para

que podamos ser sarmientos vivos en la Iglesia y testimoniar de manera coherente nuestra fe —coherencia de

vida y pensamiento, de vida y fe—, conscientes de que todos, de acuerdo a nuestra vocación particular,

participamos de la única misión salvífica de Cristo.

(PAPA FRANCISCO, Regina Coeli, Plaza de San Pedro, Domingo 3 de mayo de 2015)

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Homilética se compone de 7 Secciones principales:

Textos Litúrgicos: aquí encontrará Las Lecturas del Domingo y los salmos, así como el Guion para la

celebración de la Santa Misa.

Directorio Homilético: es un resumen que busca dar los elementos que ayudarían a realizar un enfoque

adecuado del el evangelio y las lecturas del domingo para poder brindar una predicación más uniforme,

conforme al DIRECTORIO HOMILÉTICO promulgado por la Congregación para el Culto Divino y la

Disciplina de los Sacramentos de la Santa Sede en el 2014.

Exégesis: presenta un análisis exegético del evangelio del domingo, tomado de especialistas, licenciados,

doctores en exégesis, así como en ocasiones de Papas o sacerdotes que se destacan por su análisis

exegético del texto.

Santos Padres: esta sección busca proporcionar la interpretación de los Santos Padres de la Iglesia, así

como los sermones u escritos referentes al texto del domingo propio del boletín de aquellos santos

doctores de la Iglesia.

Aplicación: costa de sermones del domingo ya preparados para la predica, los cuales pueden facilitar la

ilación o alguna idea para que los sacerdotes puedan aplicar en la predicación.

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que le permite desarrollar algún aspecto del tema propio de las lecturas del domingo analizado.

¿Qué es el IVE, el porqué de este servicio de Homilética?

El Instituto del Verbo Encarnado fue fundado el 25 de Marzo de 1984, en San Rafael, Mendoza,

Argentina. El 8 de Mayo de 2004 fue aprobado como instituto de vida religiosa de derecho Diocesano en

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Segni, Italia. Siendo su Fundador el Sacerdote Católico Carlos Miguel Buela. Nuestra familia religiosa tiene

como carisma la prolongación de la Encarnación del Verbo en todas las manifestaciones del

hombre, y como fin específico la evangelización de la cultura; para mejor hacerlo proporciona a los

misioneros de la familia y a toda la Iglesia este servicio como una herramienta eficaz enraizada y nutrida

en las sagradas escrituras y en la perenne tradición y magisterio de la única Iglesia fundada por

Jesucristo, la Iglesia Católica Apostólica Romana.

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