acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2bac_m_files/eps 25 de... · web viewno tienen formación...

21

Click here to load reader

Upload: hatuong

Post on 20-Jan-2019

217 views

Category:

Documents


0 download

TRANSCRIPT

Page 1: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

EPS 25 DE SEPTIEMBRE 2011

ENTREVISTA A RICARDO MUTTI.............................................................................................................................1Los escritores delincuentes........................................................................................................................................ 6Sanidad pública: el buque fantasma.....................................................................................................................10Una larga noche.......................................................................................................................................................... 11El triunfo del profesor Salgado..........................................................................................................................13El fin de un idilio........................................................................................................................................................... 15

ENTREVISTA A RICARDO MUTTI"Solo se muestran seguros los jóvenes y los estúpidos"JESÚS RUIZ MANTILLA 25/09/2011Entre los pinos, los tilos y los robles de los alrededores de Salzburgo, un napolitano como Riccardo Muti se siente extraño. Más si es verano y la temperatura no pasa de los 13 grados. A Muti lo que le gusta son otros árboles. Cree que existe la patria de los olivos y esa se halla en los contornos del Mediterráneo, donde él nació hace 70 años.

Pero para hacer gran música, aparte de venir de Italia, el país que fue cuna de la ópera, hay que hacer paradas en el norte. Y Salzburgo es una cita continua para él desde hace 40 años. Allí fue vecino de Herbert von Karajan. De él heredó a su mayordomo, Francesco, un originario de Asís que fue fiel al director hasta su último suspiro. "Él me dijo una vez que presentía que yo estaría cerca cuando se muriera, y no se equivocó. Cuando sufrió su infarto, me tocó hacerle el boca a boca", recuerda Francesco mientras esperamos a Muti en el salón de su casa. El mayordomo trabaja para él desde que Karajan muriera en 1989. De batuta en batuta.

Pero aparte de Salzburgo, Muti tiene otra cita obligatoria este año. Será Oviedo, cuando reciba el Premio Príncipe de Asturias de las Artes. Se lo han dado en reconocimiento a una carrera tan imponente como polémica. Ensalzado por su rigor en el gran repertorio de la ópera, Muti ha sido también denostado, odiado y acusado de autoritario en algunos momentos de su trayectoria. Sobre todo, tras su salida de La Scala de Milán, después de una ristra de enfrentamientos con los músicos, los políticos y otros responsables del teatro en una especie de trifulca "a la italiana", como define él.

Hoy vive alejado de intrigas, reconocido en uno de sus mejores momentos artísticos y volcado en la recuperación de un repertorio injustamente tratado como es el de los cimientos de la ópera napolitana. Ese trabajo le unirá al Teatro Real en lo que espera que sea una colaboración intensa en la etapa de Gerard Mortier. Consistirá en intercambiar títulos de óperas napolitanas en Madrid, donde en el siglo XVIII se representaban asiduamente de la mano de divos como los castratti Farinelli o Caffarelli en los reinados de Felipe V a Carlos III.Trascendente y fieramente humano, Muti disfruta hablando de legendarios directores tanto como se muestra dispuesto a sacar los colores a Berlusconi en público poniendo a un teatro en pie para que le canten el 'Va pensiero' del Nabucco verdiano durante una representación. Es esa pieza en la que el coro exclama: "¡Oh mia patria, sì bella e perduta!". Eso es saber hacerse respetar.

Page 2: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Como napolitano, usted es un hombre del sur. Se me hace raro encontrarme con usted por esta Europa Central, a 13 grados en verano. Yo creo que en los países donde crecen olivos tenemos una manera de concebir las cosas muy parecida. Italia, España, Grecia, el norte de África, es un círculo mágico, que establece una diferencia de carácter, de temperamento. El Mediterráneo... Fue el centro de la cultura y la civilización en el mundo. El olivo es un árbol que une, proyecta una espiritualidad.¿En qué sentido? En que compartimos una misma concepción de la vida y también un sentido de la muerte. Para nosotros, la muerte es la continuación de la vida, pero no en sentido católico. Para nosotros es un acontecimiento trágico, dramático, así la sentimos y la representamos, como cuando marchamos en procesión, es teatral. En la música y la literatura afrontamos el hecho de la muerte con unas percepciones violentas que vienen de nuestra naturaleza, pero también con dulzura. Cuando vamos a los museos y observamos los artistas mediterráneos y los del norte, nos diferencian la luz y las tinieblas. El día y la noche.Tampoco es una tonta casualidad que viva usted en Salzburgo en la calle Karajan. Aquí, mi Francesco fue el mayordomo del maestro Karajan durante 30 años. Conmigo lleva 20 años. Es una casualidad. Yo llegué a Salzburgo en 1971, este año he cumplido 40 de colaboración con el festival, consecutivos. Todos los años. Yo tenía 30 y ahora he cumplido 70. Pensé que sería estupendo comprar una casa. Un día me mandaron unas flores por mi cumpleaños. Y por error se las dejaron a Karajan, que vivía a 400 metros de aquí, y Francesco me las trajo. Yo le pregunté si sabía de algún terreno y me mostró este. Era el destino. Por un ramo de flores equivocadas de dirección, yo encontré esta casa.Mágico. Sí, un poco, es verdad.Más con lo que admiraba usted a Karajan. Cierto. Fue quien me invitó a dirigir en Salzburgo. Me llamó por teléfono. Yo estaba en una ciudad de Carolina del Norte y recibo una llamada a las siete de la mañana. "¿Quién será?", me preguntaba. Y escuché: "Soy Karajan".Y usted, firme. Le dije a mi mujer: "Es un estúpido gastándome una broma". Pero después me di cuenta de que efectivamente era él. Lo escuchó y me dijo que efectivamente era él. Yo le pregunté: "Maestro, ¿cómo se las ha arreglado para encontrarme?". Y él me respondió: "Si alguien quiere encontrar a una persona, la encuentra". Esto era un poco...¿Aterrorizante...? Eso. Me preguntó: "¿Ha dirigido alguna vez Così fan tutte?". Le dije que no, que solo había hecho Las bodas de Fígaro. La última vez que se había representado en Salzburgo fue con Böhm y había sido el éxito más clamoroso del festival. ¡Para mí era un suicidio! Le dije: "¿Me deja pensármelo?". Y respondió: "¿Sí o no?". No tuve una relación muy fluida, me mantuve al margen de su círculo, no quería hacerle la corte, siempre quise mostrarme independiente. Pero cuando tuvo problemas grandes con la Filarmónica de Berlín, muchos le abandonaron, se alejaron de él, como cuando hieren al león. Fue entonces cuando me acerqué a él. Otros se fueron. Comencé una relación muy intensa en la que hablábamos no tanto de música, sino más bien de directores históricos: de Toscanini, de Furtwängler, pero conocía a otros como Antonio Guarnieri, por ejemplo.Le veo ahí en una fotografía con Carlos Kleiber. ¿También tuvo una relación especial con él? Eran ustedes muy distintos. Sí, pero muy amigos. Él era un director encerrado en sí mismo, con gran pasión por la vida, pero atormentado. Tenía una alegría trascendente, que se notaba en su música. También fue un hombre muy crítico, sobre todo consigo mismo. Necesitaba amar y ser amado. Tampoco tenía mucha confianza en el ser humano. En esa foto intercambiamos las firmas, sobre mi imagen él puso la suya y yo la mía en él. Pero mírele, confiado, sonriente, porque sabía que yo sentía por él una gran admiración. Teníamos un sentido del humor no igual, pero fuerte. Yo napolitano y él berlinés, un tanto golfo.¿Por qué Karajan adivinó que usted interpretaría tan bien a Mozart? Él supo que había dirigido Las bodas de Fígaro en Florencia. Se fijaba en el talento joven. Lo seguía. De él se dice que era egoísta, un dictador, pero a mí me ayudó.

Page 3: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Quizá Mozart, en esa diferencia que hablábamos entre el norte y el sur, puede que sea quien más puentes ha tendido en la música y la emoción para unir ambos mundos. Mozart era absolutamente universal. Puede ser seguido, comprendido y amado en cualquier lugar del mundo. Es el pan de la vida.Fue tan adelantado que sorprendió a Lorenzo da Ponte cuando le dijo sobre 'Las bodas de Fígaro', la obra de Beaumarchais: "¿Usted cree que podríamos convertir esta comedia en un drama?". Ya entonces comprendía la transmutación de los géneros. Es incluso posmoderno. En ese sentido, también estaba fuera del tiempo. En el gusto y en la creación. Ambos afrontaban el problema de la vida. Eran hombres que hablaban sobre los hombres, no hombres que se dirigían a la divinidad. Son carnales, reflejan nuestras flaquezas, nuestras miserias, nuestros sueños, nuestros pecados, no como Beethoven, que era un moralista. Mozart nos comprende. Sus obras parten de una realidad: somos así, ¿quién se atreve a juzgarnos? Incluso a Don Giovanni. Ni él resulta odioso. Cuando acaba en el infierno, varios personajes quedan como perdidos sin su mal ejemplo.Los contrastes nos definen. El bien contra el mal. La virtud contra el defecto. Un director de orquesta también se define en contraste con lo que no escucha en su justo término. ¿Cuáles deben ser sus cualidades? Lo primero es que debe hacer valer una autoridad, pero no en sentido dictatorial, sino de respeto ganado por la sabiduría. También un carisma, una capacidad de control sobre la orquesta que no debe imponerse, sino implantarse convenciendo. Es importante llegar. Antes de subirse al podio, la orquesta ya debe saber con quién trata.Por eso es importante entrar bien el primer día, que se note cierta actitud. Así es. Todo esto debe existir sin descartar las cualidades naturales, una cierta capacidad de liderazgo, de guía. Se nace con eso. Y ante todo, una gran preparación. Robusta, sólida, no solo musical, también humanística. La orquesta debe saber esto. Tanto es así que los músicos de la Filarmónica de Viena solían decir: "Un director empieza a ser bueno a partir de los 60 años". La experiencia... Lo contrario a lo que ocurre hoy, que chavales de 20 años dirigen la Novena de Beethoven. No tienen formación para tales partituras.Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en su juventud... Yo dirigí por primera vez la Novena con 46 años. Había hecho todo. Pero hay obras, como Falstaff, de Verdi, por ejemplo, que no interpreté hasta los 47 o 48, no antes.Cada cosa a su tiempo... Cierto, se puede dirigir a cualquier edad. Pero interpretar... Eso no, requiere una complejidad que se adquiere con la vida.Después de su salida traumática de La Scala de Milán, ¿qué aprendió? Aquello no fue tan terrible como lo pintaron. Mis 19 años allá fueron maravillosos. Después se desató un conflicto político al que se apuntaron los sindicatos hasta degenerar en algo a la italiana.Hasta el punto de que todo el mundo se puso en su contra. No, no; por ejemplo, recuerdo que al mes de salir de La Scala, regresé con la Filarmónica de Viena y fue un triunfo. Después fui a dirigir a Nueva York, y el primer violín me dijo: "Su pérdida es nuestra ganancia". El mundo musical jamás se lo explicó. Los periódicos confundieron tanto la situación que nadie se enteraba.Pero aquello le dolería profundamente. Sí, sí, fue duro. Pero yo no soy un pelota, ni voy diciendo sí señor a nadie.Eso seguro. No iba a aceptar ninguna componenda y me fui. Hoy es el día que recibo muchas cartas de músicos de La Scala en la que me piden que regrese.¿Después de haberse unido para echarle? Sí, ya es demasiado tarde, ¿no?Un poco hipócritas, ¿no le parece? Cierto. Mire este artículo en la prensa italiana (muestra un ejemplar de La Repubblica) que dice: "Querríamos volver a verle pronto de regreso sobre el podio de La Scala". Y que sería capaz de cambiar hasta el rock. Recoge también lo que decía Toscanini, que nuestro oficio es el más absurdo del mundo.¿Sienten nostalgia? Eso parece. A mí, ¿qué me ha aportado la edad? Inseguridad. Cuando eres joven te sientes fuerte, convencido, seguro. Con la edad...Eso nos pasa a todos. Cuanto más avanzamos, más dudas surgen.

Page 4: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Pero la duda es creativa. Para un artista es la vida. Solo se muestran seguros los jóvenes y los estúpidos.A propósito... Eso nos lleva a la bronca que le echó este verano usted a Berlusconi en público. ¿Cómo fue? Tenemos estos problemas con el presupuesto de la cultura. Siempre lo he combatido. Me siento muy italiano y muy europeo en esto. Veo con preocupación que estamos perdiendo nuestra identidad cultural, y eso será la gran tragedia final para nosotros. Cuando interpreté Nabucco, la gente me pidió un bis en el coro del 'Va pensiero'. Para un italiano es un himno y un símbolo, incluso para quienes no saben de dónde viene, esa música es Italia. Sentí cuando el coro entonaba la frase: "Oh mi patria, tan bella como perdida", percibí una emoción extraña, como si realmente expresaran una verdad profunda.¿Más que otras veces? Mucho más. La gente pedía bis y yo no suelo darlos. En casos como el 'Va pensiero' siempre lo piden y me parece rutinario. Pero esta vez decidí dirigirme al público. Y dije: "He percibido una extraña e insólita emoción. No quisiera que esta noche, este coro, en vez de ser un símbolo, se convierta en un llanto por una nación verdaderamente perdida considerando todo lo que se está haciendo contra la cultura. La única posibilidad para que no ocurra esto es que yo lo repita, pero para que todo el mundo lo cante". Fue emocionante. Todo el teatro cantó.¿Berlusconi también? No sé. Pero lo que tuvo todo esto fue una gran repercusión en Italia. Hasta el punto de que Tremonti, el ministro de Economía, me citó y le dije lo que pensaba: que no es posible que se deje morir la cultura en nuestro país mientras en China existen 30 millones de pianistas y 15 millones de violinistas. Que China se convierta en una referencia y domine la cultura europea mientras nosotros no conocemos la suya. Así jugamos en desventaja y las generaciones del futuro quedan en sus manos. A través de la cultura dominas.Eso ya lo han demostrado el Imperio Romano y Hollywood. Ciertamente. Y no puede dejarse en manos de un sistema cerrado. En una dictadura, lo primero que se controla es a los poetas, los artistas. Porque los artistas son una bomba de relojería. La mente no se puede controlar. Tremonti lo comprendió. Después me encontré a Berlusconi y me dijo: "Vamos a examinar el problema". Yo le contesté que así no avanzaríamos porque lo que Tremonti me había dicho es que lo resolvería. Esa noche se firmó el decreto que salvaba la situación. Pero no es suficiente. Existe otro: el de la educación, y eso nos afecta a casi todos en Europa. No se resuelve el asunto dando dinero, sino en las escuelas. Los niños deben ser conscientes desde muy pronto de haber nacido en países con una gran historia, en España, en Italia, en Francia, y sobre esa base construiremos la civilización de mañana. No podemos resignarnos a una ciudadanía que ignora su pasado, su herencia, y sucumbe a la superficialidad, donde no se dedica un minuto al pensamiento, a la palabra, al afecto. Yo no digo esto ahora que tengo 70 años, siempre lo he mantenido, antes lo decía con más firmeza.Pero eso es porque era joven y seguro de sí mismo... Claro, ahora empiezo a dudar hasta de esto.No creo, porque en esto coincide usted hasta con quien decían que era su enemigo de siempre: Claudio Abbado. No es cierto. Es otra historia. Larga, larga.Clarifiquemos. Ya lo hemos hecho, pero insisto. Cuando entré a estudiar en Milán en el conservatorio, Abbado ya había comenzado su carrera. Nos llevamos nueve años. No éramos amigos. Nos encontrábamos de vez en cuando. Él se convirtió en director de La Scala, y yo, del Maggio Musicale Fiorentino. Ahí ciertos sectores comenzaron a sembrar una rivalidad.Como en el fútbol. Como si fuéramos el Inter y el Milan, pero no ha sido así entre nosotros. Tenemos una relación duradera. Nunca hemos mantenido desencuentros. Ya somos mayores, deberíamos acabar con estas tonterías. Pero es verdad que, como usted dice, en la música a veces se inventan esas rivalidades parecidas a las deportivas, de hincha.Y esa colaboración que va a emprender en Madrid, ¿de qué se trata? Empezamos con I due figaro, una partitura de Mercadante que se halló en Madrid.

Page 5: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Con respecto a la ópera napolitana, la relación con Madrid fue intensísima con figuras como Farinelli, el 'castratto' que vivió 20 años allí e introdujo en el reino a los mejores del género. Pero hoy es el día que no tiene una estatua ni una calle, ¿qué le parece? ¿Ah sí? Seguro que le harán justicia. La idea del Teatro Real de dar continuidad allí al Festival de Pentecostés tiene más lógica incluso que si se hace en Salzburgo. Durante cinco años hemos hecho en Austria música napolitana, pero donde realmente tiene lógica es en Madrid. Esa relación entre ambos lugares fue impresionante, ahí está el humus natural. Encontraremos más títulos. Cosas que hizo Farinelli y otro castratto, Caffarelli. Deberíamos hacer este reconocimiento.Aunque eran completamente distintos. Sí, Farinelli, una gran persona, merece un busto, una estatua, y Caffarelli, insoportable, tremendo. Cuando se retiró este último, se hizo una casa en Nápoles en la que escribió: "Así como Anfión construyó Tebas, yo he edificado este palacio". Y alguien añadió debajo: "Él con un par y tú sin nada". Genial, ¿no?El caso es ir a la raíz de un género que ha sido muy poco reconocido. Mozart encontraba Nápoles como su gran inspiración, más que la ópera veneciana. Aunque aquella ciudad se llevara toda la gloria de haberla creado. Esto es una gran injusticia y una confusión tremenda. Cuando Mozart viajó a Italia, su destino era Nápoles. Él sabía que allí se encontraba el fundamento de la música europea. En el último siglo, las óperas de repertorio que se representan más son 30. ¿De dónde vienen? El mundo de Bellini, Donizetti y Rossini, sin la escuela napolitana no existiría, y detrás, el resto. También Haydn, Schubert, por supuesto Mozart, beben de ahí.Se le ve contento. Bastante.¿Disfruta de la vida y de la música? Sí, sí, de la vida sí. La música es un tormento. El horizonte es muy lejano. Nunca llegas. La perfección es imposible, el problema es que la verdad no se alcanza.¿Uno empieza a dejar de ser joven cuando comprende eso? ¿Cuando en vez de buscar la perfección se conforma con una verdad? La verdad no existe tampoco. Se van construyendo certezas, unas encima de otras, juntos, pero nunca solos. Escucho discos de hace 20 o 30 años y no sé dónde está la respuesta más auténtica a lo que he hecho. ¿Cuál me refleja mejor, más fielmente? No lo sé. Tampoco importa. Somos personas finitas, no infinitas.¿Es esa su idea de la trascendencia? ¿En qué cree? Creo, pero no en un sentido católico. Creo en que cada uno de nosotros tenemos una energía divina y que al morir regresa al universo para poder formar parte de otras cosas. Esa energía no muere nunca y será eterna, esta es nuestra eternidad. Pero tampoco estoy seguro de esto. Como dice Macbeth: "Quien ha muerto no resucita". Nadie ha regresado del otro lado. Cuando dirijo unRéquiem de Verdi o Mozart siento una trascendencia. No puedo hacerlo sin creer. Si no lo siento, ¿para qué lo hago? Cuando hablamos reflejamos esa espiritualidad. ¿Por qué al morir nos volvemos pesados como el mármol y nos despedimos de nuestra ligereza? De repente, nos transformamos en piedras. ¿Por qué? Porque hemos liberado el hálito divino y este vuelve al universo. Son estas cosas las que me hacen pensar. La creatividad no son dos y dos son cuatro. Es otra cosa.De Nino Rota a la orquesta CherubiniRiccardo Muti (Nápoles, 1941) es, junto a Claudio Abbado, el director italiano vivo más prestigioso del mundo. Discípulo de Nino Rota, ha seguido la estela de grandes compatriotas suyos como Arturo Toscanini o Giulini. Su prestigio, aparte de a ser responsable de La Scala de Milán durante 19 años, le ha llevado a dirigir asiduamente las mejores orquestas del mundo, desde las filarmónicas de Berlín y Viena hasta otras de las que ha sido y es titular como la Sinfónica de Chicago.

También fue responsable del Maggio Musicale Fiorentino y ha acumulado éxitos con el repertorio italiano y francés -sobre todo- en el mundo de la ópera. Uno de los proyectos con los que más comprometido se siente es con la Joven Orquesta Cherubini, junto a la que recuperan repertorio de la escuela napolitana.

Page 6: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

Page 7: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Los escritores delincuentesJOSÉ OVEJERO 25/09/2011Cuando Norman Mailer estaba escribiendo La canción del verdugo, en la que cuenta la historia de Gary Gilmore, el presidiario que luchó para que no le conmutaran la pena de muerte, recibió una carta de otro presidiario, Jack Henry Abbott, quien le ofrecía ayuda para entender la violencia en las cárceles estadounidenses. Después de intercambiar algunas cartas, Mailer quedó impresionado con la lucidez de Abbott y le apoyó para que le publicasen un libro, En el vientre de la bestia, y también para que le concedieran la libertad condicional. Posiblemente Mailer pensó que, aunque su protegido hubiese cometido delitos particularmente violentos, quien es capaz de escribir reflexiones tan atinadas y de pensar con tanta penetración sobre sí mismo, no merecía estar en la cárcel. Pocas semanas después de obtener la libertad condicional, Abbott mató a un camarero de una cuchillada.Es comprensible que Mailer quedase fascinado por Abbott: su prosa es poderosa, cargada de energía, sus reflexiones, a menudo inteligentes, poco habituales en alguien que había pasado toda su vida en la cárcel -desde los doce años solo había disfrutado de nueve meses de libertad-, y que se había formado a sí mismo mediante la lectura: en En el vientre de la bestia, Abbott presume de no haber visitado ningún curso para presos porque los consideraba una manera de domesticar al recluso, de enseñarle solo aquello que el sistema desea que conozca. Había conseguido su formación intelectual mediante la lectura; para ponerlo en sus propias palabras: "Nunca había oído pronunciar las nueve décimas partes de mi vocabulario". Esa misma fascinación la han sentido numerosos intelectuales que han promovido la libertad de escritores que se encontraban encarcelados: el polaco Segiusz Piasecki, autor de esa hermosa novela que es El enamorado de la Osa Mayor; el dramaturgo -quizá justamente olvidado- Alfonso Vidal y Planas; el costarricense José León Sánchez; la chilena María Luisa Bombal, el autor de novelas negras Massimo Carlotto; todos ellos, y otros muchos, tienen en común haber salido de prisión sin cumplir íntegra su pena gracias a la presión de intelectuales que admiraban la obra de esos autores. La mayoría, al contrario que Abbott, no volvió a delinquir.Quizá el atractivo del escritor que ha estado en la cárcel resida en que le suponemos una vida mucho más interesante que la nuestra, de la que queremos que nos haga partícipes. Conscientes de ese atractivo, incluso hay quienes se inventan un pasado delictivo para seducir a la prensa y al público: un caso reciente es el de James Frey; sus libros se convirtieron en superventas tras aparecer en el programa televisivo de Oprah Winfrey y revelar sus delitos... inventados. Otro ejemplo es el de Jean Ray, autor belga de historias fantásticas y de terror -muy recomendable la novela Malpertuis-; Ray se inventó un pasado de contrabandista y una genealogía que lo hacía descender de un lobo de mar y de una mestiza sioux. Ese deseo de impresionar mediante el contacto con el mundo carcelario puede llevar a extremos ridículos, como el del escritor Fréderic Beigbeder, personaje de la literatura y de las fiestas francesas de famoseo, quien promocionaba su novela más reciente explicando con cierta solemnidad cómo le había influido su estancia en prisión; había pasado nada menos que 48 horas en detención provisional.La mayoría de los "escritores delincuentes" ha contado su autobiografía, más o menos novelada. Teniendo una historia tan interesante que escribir, la propia, ¿para qué buscar más lejos? Contar, contarse, justificarse, aportar pruebas de descargo, coartadas, circunstancias atenuantes. El escritor que ha pasado años en prisión usa el libro que escribe como nueva sala del tribunal: en él aporta datos, las pruebas que no se tuvieron en cuenta, y el lector se convierte en el juez que debe considerar si la pena impuesta fue justa o no. Pero eso no basta; muchos también quieren que nosotros, los lectores, seamos conscientes de nuestras propias culpas; la sociedad a la que pertenecemos no es menos criminal que ellos. Ya en el siglo XV, el magnífico y provocador poeta francés François Villon, que pasó varias temporadas encarcelado y al que solo el exilio salvó de la pena de muerte, ponía en duda las categorías morales con las que juzgamos los delitos: "¿Por qué

Page 8: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

me haces llamar ladrón? / ¿Porque se me ve piratear / sobre un pequeño navío? / Si como tú pudiera hacerme armar / como tú emperador sería".

El doble objetivo de reivindicarse y de acusar a los demás cumplen los dos volúmenes autobiográficos de Chester Himes; por un lado Himes reconoce sus delitos, incluso los magnifica, porque no quiere quedar como el delincuente cutre que era, pero no se olvida de acusar también a la sociedad brutalmente racista que le tocó vivir; si él es culpable, ¿qué decir de una sociedad que te niega el trabajo porque eres negro, es más, que te puede encarcelar y obligarte a realizar gratis duras faenas porque estás en paro y eres un maldito negro? Que no le vengan a él con culpas.

El otro aspecto que Himes quiere retocar es el de su sexualidad; machista feroz, obsesionado con el sexo interracial, homófobo que en sus novelas ambientadas en Harlem se ensaña con travestis y maricas, tiene un pasado que encaja mal con su pose de hombre de una pieza: en una novela de juventud, veladamente autobiográfica, el protagonista tiene relaciones homosexuales en la cárcel. Así que, además de corregir esa novela para dificultar la identificación del protagonista con el autor, en su posterior autobiografía resalta sus devaneos con prostitutas, cuenta sus relaciones con numerosas mujeres, pero solo dedica unas pocas páginas a los ocho años que pasó en la penitenciaria de Ohio. Pero no nos apresuremos a levantar el dedo acusador: todos ensayamos gestos ante un espejo imaginario para encontrar esa imagen que nos satisface y que es la que deseamos que vean los demás.

También Karl May, el prolífico autor alemán de novelas de aventuras, padre de Winnetou y de Old Shatterhand, quiso remendar el pasado al final de su vida, cuando se vio acosado por periodistas carroñeros que pretendían desvelar sus imposturas. May nunca fue un buen escritor, a pesar de ser un gran creador de personajes y de ficciones, no tanto en la literatura como en la vida real; ya de joven había realizado estafas asumiendo una identidad que no era la suya, llegando a hacerse pasar por inspector de policía y, una vez detenido, por rico propietario de plantaciones en Martinica. Pero su personaje más logrado fue el del escritor Karl May: aunque nunca había puesto un pie fuera de Europa, empezó a alimentar la leyenda de que él era en realidad Old Shatterhand y había estado al mando de una tribu de apaches, se fotografiaba ataviado con sombrero de ala ancha, botas altas, collar de "dientes de oso" y pistola al cinto; su casa estaba llena de trofeos de caza supuestamente abatida por él; presumía de hablar más de cuarenta idiomas, aunque tan solo chapurreaba francés e inglés. Y el público decidió creer que lo que May contaba en sus novelas eran historias reales, aspiración desconcertante en quien abre un libro de ficción. Cuando sus imposturas empezaron a ser reveladas, May fue cambiando la versión de su historia, escribió una autobiografía mucho más realista, pero en la que silenciaba o pasaba de puntillas por aquellos detalles que precisamente quiso hacer olvidar con el personaje que había construido: la miseria de los primeros años, el padre alcohólico y violento, sus robos y sus estafas. El libro debía absolverle, demostrar su inocencia.Algún escritor ha buscado esa absolución de manera más sutil, esto es, confesando sus culpas pero presentándose como una persona nueva, cambiada, reformada. Y si el escritor se ha transformado, se ha convertido en otro, ¿no sería injusto acusarle de los actos cometidos por su antiguo yo? Maurice Sachs desarrolló esta técnica hasta la perfección. Amigo de Cocteau, Gide, Max Jacob, sablista, estafador, ladrón; creo que revela bastante sobre su personalidad saber que Sachs era un judío que se convirtió al cristianismo y después se hizo protestante, siempre por razones que no tenían que ver con la religión sino con el interés. A pesar de todo, no es fácil asomarse a la profundidad de sus contradicciones: adoptó a un niño y lo abandonó a los pocos meses, y aunque había escrito furiosas diatribas contra el antisemitismo de sus contemporáneos, se convirtió en espía para la Gestapo y después en delator de los compañeros que estaban encarcelados con él; si solía salirse con la suya en sus chanchullos es porque Maurice Sachs era una persona con tanto encanto que podía seducir a hombres que nunca habían

Page 9: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

mantenido una relación homosexual y recuperar una y otra vez la confianza de aquellos a los que robaba.

De joven se había jurado ser un gran hombre o nada, disyuntiva particularmente peligrosa. Cuando terminó su primera novela se la envió a Cocteau, quien sentenció: "Maurice, tú podrás hacer todo lo que quieras menos una cosa: ser escritor". Y más tarde también dirían de él que su mejor libro era su conversación. Pero eso no impidió que publicara varios libros autobiográficos, unos más novelados que otros, en los que contaba con descaro sus pillerías, disimulaba sus delitos, engatusaba al lector para que le concediese su perdón: ¿acaso no tiene más merito quien sale de la abyección que quien no ha sufrido nunca la tentación de caer en ella?

Otros escritores delincuentes, pocos, prefirieron no adornar su propia historia y contarla con un máximo de objetividad, sin buscar el perdón o una sentencia absolutoria. Hugh Collins lo hace de manera quizá más descarnada que ningún otro; Collins llegó a ser considerado el hombre más violento de Escocia. Con al menos una muerte a sus espaldas, y una larga historia de alcohol, drogas y cuchilladas, vivió en una guerra perpetua y salvaje contra sus carceleros. Tras participar en un programa de reinserción en una unidad especial para convictos particularmente violentos, descubrió la escultura y la escritura. En sus obras autobiográficas, de las que no hay traducción al español, no hace como Sachs ese acto de prestidigitación de desdoblarse en dos personas, una culpable y una inocente. No pide disculpas ni enmaraña los hechos, y se atreve a describir sus actos sin ningún tipo de paños calientes: "Le agarré por detrás, le cogí por el pelo, tiré de su cabeza hacia atrás y le rajé a lo largo de la mandíbula derecha; la sangre me salpicó de repente la cara, el pelo y la camisa en un chorro constante [...] La mayoría de las autobiografías criminales utilizan la amnesia, pasando de puntillas sobre los hechos. Es increíble cuántos asesinos no pueden recordarse matando a una persona. Lo que yo estoy describiendo aquí es la fealdad de la violencia gratuita. ¿Hay algún otro tipo de violencia?".

Otro autor delincuente que no busca justificarse es Jack Black, cuya autobiografía novelada Nunca ganas es una de mis favoritas. Quizá sea excesivo considerarlo escritor, ya que su principal obra es esa autobiografía para la que además contó con la ayuda de una mujer, Rose Wilder Lane, quien también ayudó a su madre, Laura Ingalls, a escribir la serie autobiográfica La casa de la pradera. El libro de Black, aunque pretende ser una advertencia de que la vida delictiva no lleva a ningún sitio, también es un canto a sus años de vagabundeo y robos, a esas décadas en las que el salvaje Oeste va civilizándose, entrando en una modernidad quizá más confortable pero desde luego menos excitante que la etapa vivida por Black durante su juventud; contado con un estilo distante, casi objetivo, el libro cautiva al lector por su descripción detallada de los robos de Black y sus amigos en Estados Unidos y Canadá, y también por sus críticas al sistema carcelario. Otro de los méritos del libro es que sirvió de inspiración a William Burroughs, uno de los grandes autores delincuentes. Politoxicómano, hizo de la droga su razón de ser y el sustrato del que se alimentó una escritura al borde de la disolución. Homosexual -en una época en que era delito serlo-, drogadicto, homicida, ni siquiera oculta sus fantasías pederastas. Otro que no pide disculpas ni perdón. Le da igual lo que piense la gente, solo se interesa por las drogas y los efectos en su cuerpo, al que trata como materia inerte, con la frialdad de un científico que experimenta con cobayas. Su delito principal es sobradamente conocido: mató a su mujer de un disparo jugando a Guillermo Tell, aunque lo que ella balanceaba en la cabeza no era una manzana sino, mucho más apropiado para la vida de borracheras y cuelgues de ambos, una copa llena de cualquiera que fuese el alcohol que estaba bebiendo. Ese momento no le abandonó nunca, como no le abandonó su pasión por las armas, para escándalo de muchos.Tampoco se disculpó Jean Genet, quien hizo del delito una religión. A él le debemos una frase que podría aplicarse a tantos de sus compañeros de escritura y de prisión: " [...] mi

Page 10: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

vida debe ser leyenda, es decir, legible, y su lectura dar nacimiento a una emoción nueva que llamo poesía: yo ya no soy nada más que un pretexto".

Pero sería demasiado limitado pensar que los escritores delincuentes escriben solo para hablar de sí mismos. Ni siquiera todos lo hacen, como Álvaro Mutis; aunque escribió en Diario de Lecumberri sobre su estancia de casi año y medio en esa prisión mexicana, apenas habla de sí mismo y parece mucho más concentrado en contar lo que le rodea que en su propia historia, quizá porque prefiere hacer olvidar su delito -malversación de fondos-, pero quizá también porque cuando llegó a la cárcel ya era escritor y como tal tenía intereses lierarios que iban más allá de dar testimonio de sí mismo. Y Anne Perry fue mucho más radical: no dedicó ni uno solo de los numerosos libros que ha publicado a la propia historia, aunque en este caso sin duda se debe a que durante muchos años prefirió ocultar que, cuando era una adolescente, ella y una amiga habían asesinado a la madre de esta en un parque machacándole el cráneo con un ladrillo metido en una media. Solo cuando la película Criaturas celestiales desenterró aquel lejano proceso, se vio obligada a revisitar un pasado que hubiera deseado mantener oculto. Sin embargo, el tema de la culpa y del recuerdo de esa culpa surge una y otra vez, casi involuntariamente, en sus novelas. ¿Hasta cuándo es alguien culpable? ¿Lava el olvido la culpa? ¿Debe esta ser expuesta en público, no tiene el culpable derecho a la intimidad? Estas preguntas aparecen implícitas en su literatura, que se vuelve autobiografía clandestina, lamento, contrición.Escribir, sí, para contar la propia historia, pero también porque es una manera de trascender los muros de la prisión. Sobre todo los escritores que nunca habían tenido relación con la literatura, algunos casi analfabetos, de repente descubren que la escritura les libera, no solo porque el libro les permite adentrarse en un mundo en el que son ellos los que imponen sus propias reglas, en los que son sus deseos los que cuentan y no las órdenes de los guardianes; también porque el libro, una vez publicado, se convierte en un instrumento de rebelión: la cárcel hasta hace muy poco, era -y aún lo es en muchos casos- el lugar del silencio, de la sumisión, donde quedan en suspenso los derechos humanos básicos, un sistema totalitario en el que no existe libertad de expresión y donde el castigo puede imponerse con una severidad desproporcionada. Hablar estaba prohibido en muchas cárceles; escribir era un delito que podía ser castigado con penas corporales. Muchos de quienes han escrito de la cárcel cuentan cómo un guardián les quita las páginas escritas, las destruye a veces con placer sádico. Porque el libro sortea el silencio impuesto; lo que el convicto no puede decirle al guardián desde dentro se lo dice desde el exterior: el libro regresa a la cárcel para hacer justicia, también como venganza; la literatura creada en prisión traza una historia del terror en el inframundo carcelario. El escritor delincuente que cuenta su experiencia en la cárcel no solo se evade con sus pensamientos, también puede buscar una nueva forma de justicia, e incluso puede obtener un medio de vida alejado del delito al salir de prisión. Pocas veces podrá decirse con más razón que la literatura es liberadora.EscritoresJean GenetFrancés (1910-1986). Vagabundo, ladrón y chapero; exhibió lo más descarnado de su deseo carnal homosexual. El autor de 'Diario del ladrón', 'Querelle de Brest', 'Las criadas', 'Un cautivo enamorado' y 'El condenado a muerte' hizo religión del delito. Tuvo hasta diez condenas consecutivas.

Anne PerryInglesa nacida en 1938. Cuando tenía 16 años, planeó y ejecutó con su amiga Pauline el asesinato de la madre de esta. Le machacaron el cráneo con un ladrillo. No quiso volver sobre su pasado hasta que la película 'Criaturas celestiales' (1994), de Peter Jackson, desenterró el lejano y doloroso proceso (sobre estas líneas, un fotograma).

Jack Henry Abbot

Page 11: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Estadounidense (1944-2002). El mejor ejemplo de la tensión entre las pulsiones criminales y la capacidad creativa. Autor de 'En el vientre de la bestia'. Cautivó a Norman Mailer, que le ayudó a conseguir la libertad condicional. Pero mató a un camarero, volvió a la celda y se suicidó.

Hugh CollinsEste escocés tuvo un largo historial de alcohol, drogas y cuchilladas, aunque solo se le pudo probar un asesinato. Descubrió la escritura y la escultura en un programa de reinserción, gracias al cual pudo abandonar la prisión tras 15 años encarcelado. Publicó su primer libro, 'Autobiografía de un asesino', en 1998, seis años después de haber sido puesto en libertad.

William S. BurroughsEstadounidense (1914-1997). Uno de los grandes autores que hizo del delito seña de identidad. Politoxicómano, adicto a la heroína y las armas, y homosexual

-cuando era delito- que no ocultaba sus fantasías pederastas. Miembro de la generación 'beat' y referente contracultural. Mató a su mujer de un extraño disparo.

Jack BlackNacido en Vancouver (Canadá) en 1871; criado en Misuri (EE UU). Murió en 1932, supuestamente se suicidó. Otro delincuente escritor que nunca buscó justificarse y que nos dejó una importante autobiografía novelada, 'Nunca ganas'. En ella critica la vida criminal, pero también el sistema carcelario. Es, ante todo, un canto a la libertad.

Chester HimesEscritor afroamericano que nació en Misuri en 1909 y murió en Alicante en 1984. Famoso por sus novelas policiacas con el conflicto racial como protagonista. Su vida en el filo del abismo -robos, juegos y homofobia- marcó su juventud. Al final ingresó en prisión por robo a mano armada. Las letras le permitieron volar desde la celda.

Frederic BeigbederFrancés nacido en 1965. Representante del escritor que coquetea con el lado oscuro de la vida -oscuro pero 'light'- como promoción en los medios y las fiestas de famosos. Trabajó en publicidad y ha sabido usar el malditismo como 'marketing'. Así, ha sacado provecho a las 48 horas que pasó en prisión en 2008 por posesión de cocaína.

© EDICIONES EL PAÍS S.L. - Miguel Yuste 40 - 28037 Madrid [España] - Tel. 91 337 8200

Page 12: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Sanidad pública: el buque fantasmaMARUJA TORRES 25/09/2011La primera vez que estuve en el edificio de traumatología del hospital Vall d'Hebron de Barcelona fue hace poco menos de diecisiete años, para una consulta que dio lugar a una exitosa operación en la rodilla y una excelente relación con el doctor Joan Nardi, jefe del servicio y una de las personalidades más sensatas y divertidas que he conocido, con o sin bata. Tengo fe ciega en él y sus diagnósticos: nunca engaña, ni pone paños calientes, ni permite que uno pida milagritos. Ayuda mucho a encajar la realidad y a torearla.

Mi rodilla -y mis huesos, en general- encontraron en ese edificio azul y blanco, grande y sólido, emblemático, una especie de hogar sanitario. No, una especie, no: un hogar sanitario real, serio. Entrar y salir, tanto por urgencias, con muletas -porque no tiene peldaños-, como subiendo la escalera principal con un bastón o ya sin él y casi bailando, entrar allí, digo, nunca fue para mí motivo de desazón o recelo. Me abría paso por entre los pacientes internos que, en silla de ruedas o más o menos perjudicados, tomaban el sol a la entrada y fumaban. Me metía como podía en los atiborrados ascensores, concebidos para albergar holgadamente una camilla, me arriesgaba a subir y bajar y viajar en el ascensor, con tal de no perderlo. Cuando frecuentaba la sala de rehabilitación, en donde tantas lecciones de humanidad recibí -tanto sufrimiento verdadero, entre aquellas paredes-, me sentía segura, como en todo el edificio y, más adelante, en la construcción principal. Tuve hospitalizados a parientes, a amigos, pasé angustias, me deprimí saliendo y dejando atrás tanto dolor, tantos dolores, tantas vidas que, en su momento de máxima fragilidad, encontraban en la sanidad pública, al menos, la seguridad de recibir aquello por lo que habían estado pagando durante años, décadas de trabajo.

Ayer volví a pasar consulta. No había ido desde abril: antes de iniciar la gira de mi último libro, mi traumatólogo predilecto me echó una ojeada y me dijo que podía afrontarla. ¿Cuánto tiempo ha transcurrido desde entonces? ¿Cuatro, cinco meses?Me cuesta referir aquí lo que ayer hallé, cómo ha arrasado la política de recortes -aquí y ahora de la Generalitat convergente; aunque ya antes empezó a moverse el piso- aplicada sin piedad y a rajatabla. Las cifras sobre Vall d'Hebron, conocidas públicamente -como las que afectan a todos los centros sanitarios públicos- gracias a filtraciones y a sindicatos, se convierten en un rudo mazazo cuando se encuentra una frente a sus consecuencias. Algo que ha costado tanto construir puede destruirse por decreto en dos días. El esfuerzo de médicos, enfermeros, celadores, camilleros, de todo el personal sanitario: a tomar por saco. Qué satisfechos deben de sentirse los gobernantes globales. Vosotros os esforzasteis por levantar cabeza durante siglo y pico, nosotros os achantamos de hoy para mañana. Así. Sin complejos. ¿Hay grandeza en esa manera de gobernar? No me lo parece. Ser un mandado es ser un mandado, aunque quien pague los platos rotos y los recados servidos sea el ciudadano raso.

De modo que las 7.000 operaciones que dejarán de realizarse este año en el complejo Vall d'Hebron, las 56 camas eliminadas definitivamente, y las que caerán; y los cierres que vienen, y lo que está sucediendo en ambulatorios, en otros hospitales... Todo ello se materializó ante mis ojos. Y el edificio vacío de traumatología de Vall d'Hebron se convirtió en la metáfora viviente de la ruina moral y social en que hemos entrado en este invierno de nuestro descontento que se inició con la crisis más grande, sí, pero también gestionada por los inútiles más audaces y despiadados que hemos conocido.No había enfermos ni había camillas ni había enfermeros ni había prácticamente luz en la planta del servicio, cuando salí del vacío ascensor. Han desaparecido las personas de recepción que nos acogían. Nadie circula por los pasillos, nadie espera en la salita.

Y nadie tuvo que contarme lo que contemplé, lo que sentí. La impresión de naufragio de algo mucho más grande que nosotros, algo que nos unía. Yo me resisto a llamarlo Estado del bienestar, y lo definiría más bien como estado de reparación de injusticias, de redistribución de la riqueza que hemos generado.

Page 13: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Cómo duele ese edificio a media luz. Pero sólo a quienes nos importa.

Page 14: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Una larga nocheRAY LORIGA 25/09/2011Es solo miedo, miedo lento y largo, dentro de una larga noche... cuando la noche debiera ser una sábana bordada".

Así le cantaba Chabuca Granda a una noche como otra cualquiera. Una como ésta en la que crece la deuda y sube la prima y lo mejor que se puede decir de un país es que no es tan malo como el otro. Cuando alguien con cara de mandatario, o mandatario en ciernes, nos dice que hay que estar tranquilos porque no somos Grecia, parece evidente que hay que preocuparse. En noches de tal pelo, conviene recordar con Chabuca que es solo miedo, lento, largo y dentro. Las malas noticias destruyen el ánimo y el ánimo destruido no genera sino malas noticias, y así a esa pescadilla infernal se le va acabando primero la cola y después el cuerpo de tanto meterlo en la boca.

Vale que no es todo ilusión, pero la ilusión cuenta. Y no me refiero a la ilusión de los susodichos mandatarios, sino a la de cada uno y cada cual.

A pesar de lo que nos quieren hacer creer en sus discursos, la vida de cada uno la ha resuelto siempre cada uno desde que a un mono le dio por estirar las piernas, y es la capacidad individual la que fortalece o desintegra un colectivo. Pregúntenle a Guardiola.

A Kurt Vonnegut, autor de Matadero cinco entre otras muchas brillantes novelas, le preguntaron en una entrevista para The Paris Review cómo había sido su experiencia en la Segunda Guerra Mundial. Empezó diciendo que al verse en el frente se dedicó a imitar lo que había aprendido en algunas películas bélicas. Cuando le preguntaron directamente si había disparado a alguien, se limitó a responder: "Lo pensé".Cabría pensar leyendo esa entrevista y leyendo a Vonnegut en general que no hay experiencia que aniquile de manera definitiva el sentido del humor. Poco más se puede hacer durante una noche larga que restarle al problema el miedo.

Un famosísimo escritor chino cuyo nombre no recuerdo recomendaba ante el abismo del miedo pensar en jirafas.

¿Por qué en jirafas? Preguntó entonces ese discípulo que todos los grandes escritores chinos no parecen tener siempre convenientemente a mano.

Porque las jirafas no asustan a nadie. Respondió el chino sin inmutarse.

Claro está que no vamos a incrementar el producto interior bruto pensando en jirafas, pero pensar en monstruos tampoco parece mejor solución. E insultar a Grecia, menos aún.

A poco que uno se fije, resulta curioso comprobar cómo el principio del fin comenzó cuando las noticias de economía saltaron desde el centro de los periódicos (eso que se llamaba el salmón de los negocios) a la primera página. La primera lectura de este dato nos permite establecer de manera creo que sensata que los bancos, la gran empresa y todas esas extrañas agencias de calificación escondían entonces sus beneficios con un rubor opuesto a la gallardía con la que ahora presumen de sus deudas. La explicación a este fenómeno es bastante clara, en el reparto del desastre tocamos a más de lo que nos correspondió en su día en el reparto de beneficios.Cualquier economista recién salido de donde sea que salen los economistas les confirmará inmediatamente que esta pequeña operación de cálculo corresponde al territorio impune (e inane) de la más ramplona demagogia, y no puedo sino estar de acuerdo, de ahí que aquello de pensar en jirafas resulte tan saludable.

Page 15: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Anudados por las lianas de una jungla que no acertaremos nunca a entender, y que nadie parece dispuesto a explicarnos, no queda otra que salvarse uno a uno. Pensando en jirafas o en lo que a ustedes les de la real gana.

Después de esta guerra, con un poco de suerte, tal vez podamos responder algún día como Vonnegut a la pregunta de si le disparamos o no a alguien durante la contienda.

"Lo pensé".

Es lo más cerca que podremos llegar a estar de una conciencia tranquila.

No es una sábana bordada, pero servirá para conciliar el sueño.

Page 16: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

El triunfo del profesor SalgadoALMUDENA GRANDES 25/09/2011Cuando se quedó viuda creyó que nunca podría volver a interesarse por la vida.

Era eso lo que había perdido, no a su marido, porque sin él no tenía ganas de nada, desde el zumo del desayuno hasta el sueño de cada noche. Le sobraban todos los segundos de cada día, y así fue durante semanas, luego meses, por fin un año entero. Sus hijos, su hermana, sus amigos no lo entendían. Ya había perdido la cuenta de todos los gimnasios, todos los balnearios, todos los viajes que la habían aconsejado, cuando aquel icono apareció en la pantalla de su ordenador. ¡Que arda Troya! Y esto, ¿qué será?Era un juego, un juego de estrategia, en apariencia tonto, en realidad dificilísimo, y fue su salvación. Su marido, Miguel Salgado, catedrático de Filología Clásica, traductor y editor de La Ilíada, habría estado orgulloso de ella, porque no fue fácil. Tardó dos semanas en lograr que Agamenón se rindiera, pero salvó Troya y, entretanto, volvió a comer, a pasear, a acostarse a su hora. Miguel y ella siempre habían ido con los troyanos. Por eso, cuando tuvo que ponerse un nombre, escogió Andrómaca.Después, volvió a empezar. Perdió su segunda guerra, ¡maldito Aquiles!, y se juró a sí misma nunca más volvería a ver los muros de Troya ardiendo en la pantalla de su ordenador. El juego se hizo famoso. Aparecieron artículos en los periódicos, reportajes en la televisión y un nuevo reclamo en el menú principal. Modo torneo, decía, ¡Que arda Troya! Ahora puedes enfrentarte con jugadores de todo el mundo...Y todos iban con los griegos, menos uno, que se llamaba Héctor, pero a ella le daba igual. A la hora de la partida, cogía una foto de Miguel, le daba un beso, la colocaba a su lado, sobre la mesa, y... ¡Toma ésta! ¡Y ésta, aqueos del demonio...! Una noche, después de su enésima victoria, se abrió una ventana inesperada en la pantalla. Era una invitación a un torneo presencial que se celebraría en un hotel de la Gran Vía. Se puso tan nerviosa que salió a la calle, caminó hasta cansarse y, al volver a casa, se excusó. No podía ir con sus setenta y dos años a jugar en público con unos críos, aunque ardiera Troya. Pero, por fortuna, Troya no ardió, porque Héctor ganó el torneo.Seis meses más tarde perdió ante Aquiles para que las llamas redujeran a cenizas el palacio de Príamo en millones de pantallas de todo el mundo. ¡Héctor, qué has hecho!, musitó con los ojos llenos de lágrimas. Pues al Campeonato Nacional voy, se dijo. Y fue.

-Perdone, señora, no puede pasar, aquí se celebra un torneo de videojuegos y... -cuando volvió a mirarla ya se había colgado del cuello la identificación que había recibido por correo-. ¿Andrómaca? -y aquel chico estaba tan pálido como si llevara una túnica blanca y al nieto de Príamo en los brazos-. ¿Usted es Andrómaca?

-Sí, yo soy Andrómaca.

-¡Arturo! -entonces salió corriendo-. No os lo vais a creer...

Una semana después, en la final, le llegaría a ella el turno de la palidez y el asombro. No había perdido ninguna batalla, pero tampoco se había quedado ningún día a celebrarlo, porque, a su edad, irse con aquellos muchachos a tomar unas cañas... La otra manga se jugaba en una sala diferente, y no conocía a su contrincante, pero tampoco le tenía miedo. Ocupó su silla frente a la pantalla gigante, sacó la foto de Miguel del bolso, la besó y la puso a su lado. Un segundo después, alguien la cogió y no se la devolvió.

-Hola, abuela -su nieto le sonreía con la foto en la mano.

-¡Héctor! -le miró y sintió sobre todo miedo-. ¿Qué haces aquí? Tú...Tú... ¿Lo sabe tu madre?

-Abu, ¿por quién me tomas? -él se echó a reír, se acercó a ella, la besó-. Por supuesto que no.

Page 17: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

Héctor era el mayor de sus nietos. Tenía 26 años, una novia japonesa y una licenciatura en Informática. Además, tocaba el acordeón, pero nada de eso le importaba al juez que se acercó a darles una mala noticia.

-Tenemos un conflicto -proclamó.

-¡Uy!, si fuera sólo uno... -apuntó ella.

-Ya -Héctor sonrió-. No pasa nada, yo seré Grecia.

-De ninguna manera, yo tengo mucho gusto en cederte...

-Que no, abuela. Tú tienes mejor historial que yo. Tú eres Troya.

Cuando cesaron los aplausos, antes de que comenzara la batalla, Héctor se acercó a Andrómaca y le habló al oído.

-¿A que estás pensando en dejarme ganar, abuela? -ella negó con la cabeza-. Como lo intentes, me suicido.

-Pero, Héctor, si a mí me da igual...

-¿Y a él? -señaló la foto que estaba entre los dos-. Troya no puede arder, abuela, no puede arder, ¿entendido? No tengas piedad.

-Tranquilo, cariño -ella se inclinó hacia él, le besó en la mejilla-. No la tendré.

Tres horas más tarde, los griegos se rindieron. Héctor nunca había celebrado tanto una derrota.

Page 18: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

El fin de un idilioJAVIER MARÍAS 25/09/2011Son tantas las librerías que he visitado a lo largo de mi vida, en diferentes países, que me he encontrado en ellas con toda clase de individuos, a menudo pintorescos o excéntricos, sobre todo en las de viejo, lance, anticuario o segunda mano. Lo que nunca me había ocurrido, hasta el pasado agosto, es que me echaran de uno de estos establecimientos por mí tan queridos.

Durante mis años en Inglaterra conocí a numerosos libreros extravagantes o maniáticos, y de algunos he hablado en otras ocasiones. Recuerdo a una mujer que solía viajar de feria en feria -de esas que se celebran en vestíbulos de hoteles o en claustros de iglesias-, con su preciado cargamento selecto. Tanto apego le tenía que se debatía entre su necesidad de venderlo, para ganarse la vida, y su aversión a desprenderse de él. Era como si quisiera poner impedimentos a los compradores que por otra parte le resultaban vitales, de manera que, antes de separarse de algún volumen, interrogaba a fondo al cliente sobre sus conocimientos del autor por el que se interesaba. Y, si veía que eran escasos o su interés espúreo (sí, yo escribo "espúreo", como Galdós y otros; me da igual lo que diga el DRAE), si percibía un ánimo especulativo, iba subiendo el precio sobre la marcha, una vez y otra, hasta disuadir al pretendiente. Más delirante era el dueño -un hombre elegante- de una librería sin mota de polvo y llena de grandes tesoros (ediciones firmadas por Sterne o Dickens o Henry James, rarezas bibliográficas descomunales). Cada vez que uno inquiría el precio de alguna joya, respondía invariablemente: "Ah, ese volumen no está en venta". Cuando le pregunté, desesperado, exactamente cuáles estaban en venta, para así acabar antes, me respondió ofendido: "Oh, la mayoría, la mayoría, ¿usted qué cree? No voy a atentar contra mi negocio". Pero, al intentarlo de nuevo con dos o tres ejemplares más, me decía: "Está visto que hoy no es su día de suerte. Ese tampoco está en venta". Supe luego por un amigo de Oxford que el hombre era un impostor: un coleccionista que había adquirido un local y fingía ser librero porque, tras hacerse con una magnífica y costosa biblioteca, no soportaba que nadie se la admirara, envidiara y codiciara. Su mayor disfrute era ver cómo sus ingenuos clientes anhelaban sus posesiones, para dejarlos siempre con un palmo de narices.La librería de este agosto no era anticuaria, sino normal, y está en la calle Kohlmarkt de Viena. Aunque no leo alemán, no me sé resistir a entrar en esos locales. Quería ver si se había publicado algo nuevo de o sobre el austriaco Thomas Bernhard, uno de mis autores favoritos, y hacerme, si lo encontraba, con un DVD de entrevistas con él -una rodada en Madrid, otra en Palma-, para verlo y oírlo hablar, aunque no fuera a entender lo que decía. Me constaba que se vendía sólo en librerías. El dueño era un individuo que en seguida me recordó a Monóstatos, como era adecuado en Viena. Monóstatos (disculpe quien lo recuerde) es un personaje secundario de la ópera de Mozart La flauta mágica, quizá el más malvado y grotesco. Se lo suele representar calvo y torvo, y es el carcelero de la heroína, Pamina, a la que mantiene cautiva y desea callada e inútilmente. Este librero era completamente calvo, torvo y con larga barba, y parecía el carcelero de su propia tienda. Le pregunté si hablaba inglés. Respondió altanero: "¡Por supuesto!" (lo hablaba, pero mal, por cierto). Inicié mi segunda pregunta: "¿Tiene usted por casualidad un DVD ...?" No me dejó terminar, y con desprecio me soltó: "Aquí no vendemos DVDs. Sólo libros". "Ya, pero es que iba a preguntarle por un DVD de un escritor ..." Me volvió a cortar en seco y con malos modos: "Ya le he dicho. ¡No DVDs! Sólo vendemos libros". No pude reprimirme: "Dudo que vendan ninguno, si ni siquiera deja terminar sus preguntas a los clientes". Busqué los libros de Bernhard y saqué un volumen que me llamó la atención, del estante. Estaba retractilado, así que ni siquiera lo hojeé, miré sólo la contraportada. Se acercó feroz, devolvió el libro a su sitio y me abroncó: "¡No coja nada! ¡Pregúnteme a mí antes!". No daba crédito: "¿Es que aquí no se pueden mirar los libros?" "¡No, no se puede! ¡Me pregunta a mí antes de tocar ninguno!", respondió colérico. La primera librería del mundo en la que no se permitía echar un vistazo. No era posible, me pregunté si le había caído yo fatal por algún motivo. "Pero, ¿a usted qué le pasa?", no

Page 19: acmateo.esacmateo.es/lengua_castellana/2BAC_M_files/EPS 25 DE... · Web viewNo tienen formación para tales partituras. Bueno, ustedes también dirigirían obras de ese calibre en

pude por menos de decirle. "¡No! ¿Qué le pasa a usted?", me contestó al borde de la apoplejía, y en seguida añadió: "¡Mejor se marcha! ¡Márchese, márchese, márchese!" Y me señaló la salida con su rígido dedo monostático. Aunque lo vi muy histérico, no estaba por largarme sin más (soy combativo), pero Carme, mi acompañante estupefacta, me convenció de dejarlo correr. Así que cogimos la puerta y me despedí con un sarcástico: "Ha sido usted muy amable". Monóstatos le había tomado gusto a repetir mis palabras, porque absurdamente me respondió: "¡No, usted ha sido muy amable!"Remoloneé ante su escaparate, dudando si entrar de nuevo y preguntarle -como exigía- por todos y cada uno de sus intocables libros, y hacerle así perder la tarde, además de sacarlo aún más de quicio. Lo dejé estar. Pero para mí fue un día de luto: a partir de esa fecha sufro el insólito agravio de haber sido expulsado de una librería. No sólo me permiten ganarme la vida, vendiendo lo que escribo (y me he dejado una fortuna en ellas), sino que tal vez sean los lugares del mundo que más venero. El librero vienés Monóstatos me ha arrojado un baldón y ha terminado con mi inacabable idilio con esos establecimientos, en los que me había sentido tan a gusto siempre.