2.1 el pensamiento moderno

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UNIDAD II HUMANISMO Y DEBATE DE LA MODERNIDAD 2.1 EL PENSAMIENTO MODERNO El abigarrado cuerpo de ideas que conforma el pensamiento moderno no obedece a hechos programados, ni menos, a un estado de ideas que hayan emergido en forma fortuita. Han de acontecer una sucesión de situaciones y hechos de distinta naturaleza que van a encontrar el clímax de su cristalización en la Revolución Francesa. Anterior a la Revolución Francesa, el origen de la Modernidad podemos remontarlo al siglo XVII cuando Galileo sienta las bases de lo que pasará a reconocerse como la ciencia moderna. Incluso, podríamos remitirnos al periodo de la Reforma, en el siglo XVI, cuando el hombre logra la libertad espiritual y de conciencia religiosa. Otros prefieren ver su origen en el siglo XIV y XV tomando como referencias la invención de la imprenta, el reloj mecánico o el descubrimiento de América. Sin embargo, al margen del hecho histórico que pueda identificar su origen, lo cierto es que éste viene a representar el punto de quiebre de la sociedad feudal, tanto en el orden intelectual, social, cultural como en el político. La Modernidad viene a describir una determinada concepción del hombre y del mundo en la que participan principios culturales provenientes de los campos más diversos. Si bien sus principios se originan en la Europa de los siglos XVI y XVII, contendrá elementos posteriores que se irán incorporando en los siglos siguientes. La incorporación de nuevos elementos nos presentan una

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Page 1: 2.1 El Pensamiento Moderno

UNIDAD II HUMANISMO Y DEBATE DE LA MODERNIDAD

2.1 EL PENSAMIENTO MODERNO

El abigarrado cuerpo de ideas que conforma el pensamiento moderno no obedece a

hechos programados, ni menos, a un estado de ideas que hayan emergido en forma

fortuita. Han de acontecer una sucesión de situaciones y hechos de distinta naturaleza

que van a encontrar el clímax de su cristalización en la Revolución Francesa.

Anterior a la Revolución Francesa, el origen de la Modernidad podemos remontarlo al

siglo XVII cuando Galileo sienta las bases de lo que pasará a reconocerse como la ciencia

moderna. Incluso, podríamos remitirnos al periodo de la Reforma, en el siglo XVI, cuando

el hombre logra la libertad espiritual y de conciencia religiosa. Otros prefieren ver su

origen en el siglo XIV y XV tomando como referencias la invención de la imprenta, el reloj

mecánico o el descubrimiento de América. Sin embargo, al margen del hecho histórico

que pueda identificar su origen, lo cierto es que éste viene a representar el punto de

quiebre de la sociedad feudal, tanto en el orden intelectual, social, cultural como en el

político.

La Modernidad viene a describir una determinada concepción del hombre y del mundo en

la que participan principios culturales provenientes de los campos más diversos. Si bien

sus principios se originan en la Europa de los siglos XVI y XVII, contendrá elementos

posteriores que se irán incorporando en los siglos siguientes. La incorporación de nuevos

elementos nos presentan una Modernidad que se caracteriza por la planetización de

todos los procesos de modernización y, por tanto, la universalización de los principales

problemas que afectan a nuestras sociedades. La historia moderna reconocerá un

fenómeno histórico-cultural que se centrará en tomo a aquel esfuerzo tendiente a romper

las cadenas de todo determinismo que atente contra la legítima autonomía del hombre

como ser racional y libre.

La Modernidad ha sabido probar que al hombre le ha sido posible gobernarse por sí

mismo, tomar sus propias decisiones, pensar y sentir como mejor lo creyese conveniente.

Los principios de la democracia política, de la autonomía religiosa, del secularismo, etc.

han sabido dar expresión al anhelo de libertad desde ópticas distintas. Prontamente se

fueron rompiendo las cadenas que habían oprimido a los hombres por siglos, siendo este

hecho, precisamente, el mayor atributo logrado por el hombre moderno. Ciertamente, el

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hombre había vencido finalmente a las fuerzas de la naturaleza adueñándose de ella y se

había sacudido de la dominación de la Iglesia y del Estado absolutista. La abolición de la

dominación exterior parecía ser no sólo una condición necesaria, sino también

imprescindible para alcanzar el objetivo anhelado por las generaciones precedentes, vale

decir, la libertad plena del individuo.

Ahora bien, la vastedad y complejidad que representa la Modernidad nos obligan a

enfrentarla a través de múltiples planos. No en vano más o menos 400 años de historia es

un tiempo más que suficiente para que hayan acontecido una sucesión de hechos que

han terminado por estructurar una época histórica con perfiles muy propios. En este perfil

podemos apreciar que, aunque la Modernidad aparece como el tiempo histórico más

breve, en ella se han sucedido muchas más mutaciones que en cualesquiera de las

épocas anteriores.

En este periodo se consignan importantes cambios en la estructura económica, política y

social que se habían mantenido inalterables durante toda la época del Medioevo. El

mercado queda condicionado a las nuevas leyes económicas de la oferta y la demanda, y

la antigua economía feudal cede paso al desarrollo del capitalismo. Las nuevas relaciones

mercantiles hacen del vender y comprar un acto de autonomía humana en donde la

decisión del que participa en dicho acto resultará una opción propia de cuyas

consecuencias tendrá que responder ante sí mismo. Sobre los principios de las nuevas

condiciones económicas se empiezan a sentar las bases de una nueva organización de la

sociedad en donde el Estado-Nación emerge como el referente más inmediato. Aparecen

nuevos intereses y con ello, también, las nuevas clases sociales que se precipitan en su

antagonismo y diferenciación a partir de la Revolución Industrial. A pesar de las barreras

que se interponen entre ellas, la Modernidad generará perspectivas de movilidad social

que lograrán, posteriormente, dar paso al nuevo mundo socialista.

No obstante, no se podrían reconstruir todas las diversas variables que se le han venido

incorporando, especialmente en el presente siglo, porque la Modernidad, en nuestros

días, muestra formas y facetas muy distintas a las de hace sólo un par de décadas. Se

presenta distinta en la medida que los supuestos fundacionales originarios que la

determinaron parecen haberse cumplido más o menos con creces (libertad, democracia,

progreso, mayor posibilidad de consumo, etc.). Sin embargo, pese a estos supuestos, nos

queda una sensación como si algo extraño nos estuviera pasando; algo así como si

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estuviéramos sobresaturados de Modernidad, viviendo sustentados en los derrames de

sus numerosos flujos. Quizás esta sensación se deba al hecho de saber que tenemos que

enfrentamos a un camino ineludible nos guste o no nos guste y esto, por cierto, sí

constituye un problema, en la medida que el hombre a través de la historia siempre ha

caminado en base a alternativas que ahora parece ya no tenerlas.

No sin razón, José Joaquín Brunner, en Bienvenidos a la Modernidad, señala que «lo que

hasta ayer fue una búsqueda se revela ahora, de golpe, como un encuentro ineludible…

La Modernidad ha dejado de ser una elección. Es un hecho de la época,

contradictoriamente asumido por las sociedades y grupos dirigentes». Así, la Modernidad,

al ser una realidad ineludible aún pese a todas las diferencias que la distingan de un lugar

a otro, lo cierto es que se apoya muchas veces en dispositivos de artificialidad que

invaden las más diversas categorías de las actividades humanas. Lo dicho -según el

mismo Brunner- nos pone ante el hecho de que la discusión sobre la Modernidad no

reside en aceptarla o rechazarla, sino más bien en determinar la fisonomía que habremos

de imprimirle en el futuro. En el tratamiento del tema recurriremos a usar los términos

moderno, modernidad y modernización, los que se refieren a una temporalidad, a una

cultura y a un proceso de transformación material, respectivamente.

Lo «moderno» corresponde a una temporalidad en que el tiempo aparece gobernado y

programado por el hombre y, en tal sentido, lo moderno aparecerá asociado a un tiempo

que es presente, que es nuevo. La «modernidad», corresponde a una determinada cultura

donde se sitúan determinados parámetros, tales como la secularización, la política, el

saber científico, etc. Y en cuanto a la «modernización», debemos entenderla como el

proceso de cambios en los procesos productivos tendiente a una mayor eficiencia, una

mayor racionalización, con cálculo de medios y fines que llevan a una cierta

burocratización de la sociedad y a fenómenos derivados, como la industrialización y las

urbanizaciones.

LA MODERNIDAD

Es una etapa histórica, filosófica, distinguida por el avance del pensamiento científico y

sobre todo, el surgir de la racionalidad individual y colectiva. Por ello, la modernidad es

definida como un periodo que conlleva las connotaciones de la época de la Ilustración.

Está caracterizada por la autorreflexión, es decir, el sujeto al obtener el conocimiento

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teórico, realiza un análisis y este conlleva a una retroalimentación. Haber más resalta que

gracias a este proceso mental, un individuo no sólo es capaz de transformar el

conocimiento, sino a la sociedad. Otra característica de este periodo es la

descontextualización, pero no en el sentido ambiguo que podría llevarnos a pensar en el

desinterés. Nos referimos específicamente al surgir de una emancipación contextual; en

otras palabras, se pretende que haya una renovación total del entorno en que se

desenvuelven los seres humanos para no seguir con la transmisión ideológico-cultural. En

el aspecto político se instaura un estado “moderno“, basado en los ideales del progreso

social Modernidad Y Humanismo.