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27 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ / 27 EL ESPECTADOR / JUEVES 19 DE SEPTIEMBRE DE 2 01 3 ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~ ~~~~~~~ moreños es de la construcción de la central hidroeléctrica que lo- gró abastecer, en principio, al pueblo y luego a algunas fincas de las 22 veredas que componen el corregimiento. Ante la falta de ayuda de Ciéna- ga, a la que pertenece Palmor y que ocupa el 93% de este munici- pio, los habitantes se dirigieron a Barranquilla, al Programa Espe- cial de Energía de la Costa Atlán- tica (Pesenca), institución creada por el gobierno alemán en 1989 para dotar a poblaciones con pe- queñas plantas eléctricas o solu- ciones no convencionales de energía. “Querían hacer una planta en algún lugar de la región donde hubiera mucha agua”, re- cuerda don Gilberto Vázquez. El río Cheruba era el indicado. En 1991 se inauguró la central, para beneficio de 105 viviendas. La comunidad pagó $15 millones. También hubo aportes del Comi- té de Cafeteros, la Gobernación de Magdalena y la Alcaldía de Ciénaga, que se unieron al final al ver la trascendencia del proyecto. El resto —la mayoría— lo donó el gobierno alemán. “El Banco Agrario nos prestó a cada usuario $90.000 por acción. A mí me tocó pagar $360.000, sin coger un cen- tavo. Los que no pudieron no compraron acciones y ahora quieren electricidad”, dice Mari- na Medina Cordero, hermana de Miguel Medina, principal impul- sor de la hidroeléctrica. La construcción de la obra tar- dó dos años. “Nos colaboró la Corporación Eléctrica de la Costa Atlántica (Corelca) —cuenta Me- dina—, llevando postes, para ese momento de palo, hasta donde había carretera. El resto los car- gábamos nosotros mismos hasta arriba, donde el acceso es difícil”. Y eso es mucho decir. Para llegar a Palmor hay que recorrer durante más de dos horas una carretera destapada. Pero en realidad la luz llegó el 10 de septiembre de 1990, así la placa en la central diga que fue el 2 de febrero de 1991. “Mi herma- no murió 15 días después de ha- ber llegado la luz. Murió en esa obra”, me corrige la hermana de Miguel Medina. Su nombre tam- bién adorna la placa. Cuando no había energía eléc- trica “los que tenían forma de ha- cerlo compraron su plantica; otros utilizaban esperma o me- chones de petróleo. En la casa se quemaban de a dos o tres paqueti- cos de esperma semanal. Imagí- nese cuánto vale eso... Pero luego, con llegada de la central, eso fue mucha alegría”, indica Luis Gon- zález, también fundador. Además del ahorro, el pueblo progresó. Comenzaron a comprar licuado- ra, lavadora, televisor, abanico. “Esos aparaticos son una ayuda muy grande y ese alumbrado es una belleza”. Este corregimiento, hecho a pulso, comparte territorio con los pueblos indígenas kogui y arhua- co, quienes —como los campesi- nos— fueron desplazados de La Guajira. Ellos no han sido ajenos a los progresos de Palmor. Francis- co Gil, profesor de un grupo de ni- ños del resguardo Kogui Malayo Arhuaco, que llegaron al pueblo a realizar su bachillerato, dice que sus “hermanos” (unos 2.000) se han beneficiado indirectamente de la central: van todos los fines de semana hasta el pueblo para comprar los alimentos y también aprovechan las herramientas tec- nológicas de las escuelas. Sin embargo, pese a huir de ella, la violencia alcanzó a este pueblo que tiene más iglesias que cole- gios. Primero fue la guerrilla. Desde los 90 hasta el año 2003. “En la década de los 80 hubo Ejér- cito, pero cuando llegó (Andrés) Pastrana se llevaron la Fuerza Pú- blica. Quedamos abandonados, a merced del que llegara. Hubo un momento muy difícil en el que ya nadie trabajaba. Había siete muertos en una noche. Siendo (Álvaro) Uribe presidente, el Ejército recuperó la Sierra”, afir- ma González. Luego llegaron las autodefensas. Hoy Palmor goza de tranquili- dad. Sólo de vez en cuando los uniformados borrachos protago- nizan algunos desórdenes. Los palmoreños también se quejan de la carretera que sigue sin pavi- mentar “y eso que somos la capi- tal cafetera del Magdalena”, se- ñala Marcel Pérez, presidente de la Junta de Acción Comunal. Igualmente los afectan la titu- lación de tierras, el precario pues- to de salud que no cuenta ni con ambulancia y la falta de profeso- res en los colegios, que renuncian porque no les pagan. “Dios per- mita que nos volvamos munici- Centrales filo de agua La construcción de nuevas hidroeléctricas puede ser una oportunidad para contribuir al equilibrio del planeta. La central La Herradura, de EPM, con una capacidad instalada de 19,8 MW, entró en operación en agosto de 2004 y hoy se encuentra registrada como proyecto de mecanismo de desarrollo limpio (MDL) por la Convención Marco de las Naciones Unidas para el Cambio Climático, parte del Protocolo de Kioto. Está ubicada en los límites de los municipios de Cañasgordas y Frontino, a 142 kilómetros de Medellín, por la carretera al mar. La captación del proyecto sobre el río La Herradura está localizada en el municipio de Frontino, mientras en el municipio de Cañasgordas se encuentran la casa de máquinas, las obras de conducción y la descarga de aguas turbinadas al río Cañas- gordas. Posee dos unidades genera- doras accionadas por turbinas tipo Francis de eje horizontal. La central aprovecha una caída neta de 230,6 metros y un caudal de cinco metros cúbicos por segundo (m3/s). pio”, es otro de los clamores que se escuchan por las contadas ca- lles del corregimiento. De ser así, tendrían sus propios recursos. La construcción que una vez los hizo sentir orgullosos, ya no daba abasto. La pequeña central hidroeléctrica que en 1991 aten- día 105 viviendas pasó a proveer a unos 420 suscriptores, lo que de- terioró el servicio. Los raciona- mientos no se hicieron esperar. Cuando se bajaba la potencia de la luz, era necesario suspender dos o tres horas el servicio en la no- che. “Hablamos con el gerente de Colturbinas, que conoce el tema de hidroeléctricas. Le pregunté si me apoyaba en la ampliación, pe- ro le advertí que no tenía plata pa- ra pagarle. Accedió”, dice Marcel Pérez. Además recuerda que cuando todo comenzó “no había hornos microondas, neveras, abanicos; ni televisores, estufas o licuadoras, y las planchas eran de carbón. Al llegar la energía la gen- te compró sus electrodomésticos, pero con eso llegó también la de- ficiencia”. Ni siquiera la prohibi- ción de usar estufas eléctricas los salvó del desabastecimiento. Como los buenos palmoreños, Pérez no se quedó quieto. “Adop- tamos una política de cambiar los bombillos tradicionales por aho- rradores y eso nos dio resultados. Luego distribuimos la región en sectores y hoy, cuando se necesi- ta, quitamos la energía por zo- nas”. Otra de las soluciones fue instalar una serie de capacitores para que no colapsaran los gene- radores. A algunas de las pocas escuelas del corregimiento, paradójica- mente, llegó primero el computa- dor que la luz. “Hay unas escuelas que han logrado conseguir una plantica, pero indudablemente se hace necesario llevarles energía”, afirma Pérez. El proyecto de am- pliación va dirigido a repotenciar la necesidad que tiene el pueblo, pero también a llevarle energía a 300 hogares más. La intención es construir una subestación. Julio Varela, vicepresidente de la Junta y compañero de batallas de Marcel Pérez, llegó a la región hace 12 años, también desplaza- do, y cuenta que algunos poblado- res están pesimistas frente al pro- yecto, porque desde hace 10 años se está hablando de la ampliación. Pero agrega que sólo ellos, Marcel y Julio, entienden la impotencia y tristeza que se siente cuando, de- bido a “la idiosincrasia política, donde todo es para familias de apellido, no se puede progresar. Dios tarda, pero no olvida”. Entre los pesimistas podría contarse doña Marina Medina —orgullosa porque fue la primera en comprar un refrigerador para su restaurante—, quien dice que, si su hermano Miguel viviera, “hace rato la ampliación estaría lista, porque para eso se necesita es berraquera”. Sin embargo, Marcel Pérez y los otros miem- bros de la Junta siguen empeña- dos en llevar energía a más de 400 familias. Cada vivienda deberá cancelar $700.000 de matrícula. En el proyecto de ampliación (segunda fase) para garantizar energía las 24 horas del día y me- jorar la calidad del servicio, se in- vertirán alrededor de $2.500 mi- llones gracias al apoyo financiero del Instituto de Planificación y Promoción de Soluciones Ener- géticas para las Zonas No Inter- conectadas (IPSE) y la Oficina en Colombia de la Agencia de Esta- dos Unidos para el Desarrollo In- ternacional (Usaid). Para llegar a Palmor hay que recorrer dos horas por carretera destapada desde Ciénaga hacia el interior de la Sierra Nevada de Santa Marta. ~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~~

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moreños es de la construcción dela central hidroeléctrica que lo-gró abastecer, en principio, alpueblo y luego a algunas fincas delas 22 veredas que componen elc o r re g i m i e n t o.

Ante la falta de ayuda de Ciéna-ga, a la que pertenece Palmor yque ocupa el 93% de este munici-pio, los habitantes se dirigieron aBarranquilla, al Programa Espe-cial de Energía de la Costa Atlán-tica (Pesenca), institución creadapor el gobierno alemán en 1989para dotar a poblaciones con pe-queñas plantas eléctricas o solu-ciones no convencionales deenergía. “Querían hacer unaplanta en algún lugar de la regióndonde hubiera mucha agua”, re-cuerda don Gilberto Vázquez. Elrío Cheruba era el indicado.

En 1991 se inauguró la central,para beneficio de 105 viviendas.La comunidad pagó $15 millones.También hubo aportes del Comi-té de Cafeteros, la Gobernaciónde Magdalena y la Alcaldía deCiénaga, que se unieron al final alver la trascendencia del proyecto.El resto —la mayoría— lo donó elgobierno alemán. “El BancoAgrario nos prestó a cada usuario$90.000 por acción. A mí me tocópagar $360.000, sin coger un cen-tavo. Los que no pudieron nocompraron acciones y ahoraquieren electricidad”, dice Mari-na Medina Cordero, hermana deMiguel Medina, principal impul-sor de la hidroeléctrica.

La construcción de la obra tar-dó dos años. “Nos colaboró laCorporación Eléctrica de la CostaAtlántica (Corelca) —cuenta Me-dina—, llevando postes, para esemomento de palo, hasta dondehabía carretera. El resto los car-gábamos nosotros mismos hastaarriba, donde el acceso es difícil”.Y eso es mucho decir. Para llegar aPalmor hay que recorrer durantemás de dos horas una carreterad e st a p a d a .

Pero en realidad la luz llegó el10 de septiembre de 1990, así laplaca en la central diga que fue el2 de febrero de 1991. “Mi herma-no murió 15 días después de ha-ber llegado la luz. Murió en esao b ra ”, me corrige la hermana deMiguel Medina. Su nombre tam-bién adorna la placa.

Cuando no había energía eléc-trica “los que tenían forma de ha-cerlo compraron su plantica;otros utilizaban esperma o me-

chones de petróleo. En la casa sequemaban de a dos o tres paqueti-cos de esperma semanal. Imagí-nese cuánto vale eso... Pero luego,con llegada de la central, eso fuemucha alegría”, indica Luis Gon-zález, también fundador. Ademásdel ahorro, el pueblo progresó.Comenzaron a comprar licuado-ra, lavadora, televisor, abanico.“Esos aparaticos son una ayudamuy grande y ese alumbrado esuna belleza”.

Este corregimiento, hecho apulso, comparte territorio con lospueblos indígenas kogui y arhua-co, quienes —como los campesi-nos— fueron desplazados de LaGuajira. Ellos no han sido ajenos alos progresos de Palmor. Francis-co Gil, profesor de un grupo de ni-ños del resguardo Kogui MalayoArhuaco, que llegaron al pueblo arealizar su bachillerato, dice quesus “hermanos” (unos 2.000) sehan beneficiado indirectamentede la central: van todos los finesde semana hasta el pueblo paracomprar los alimentos y tambiénaprovechan las herramientas tec-nológicas de las escuelas.

Sin embargo, pese a huir de ella,

la violencia alcanzó a este puebloque tiene más iglesias que cole-gios. Primero fue la guerrilla.Desde los 90 hasta el año 2003.“En la década de los 80 hubo Ejér-cito, pero cuando llegó (Andrés)Pastrana se llevaron la Fuerza Pú-blica. Quedamos abandonados, amerced del que llegara. Hubo unmomento muy difícil en el que yanadie trabajaba. Había sietemuertos en una noche. Siendo(Álvaro) Uribe presidente, elEjército recuperó la Sierra”, afir-ma González. Luego llegaron lasa u t o d e f e n s a s.

Hoy Palmor goza de tranquili-dad. Sólo de vez en cuando losuniformados borrachos protago-nizan algunos desórdenes. Lospalmoreños también se quejan dela carretera que sigue sin pavi-mentar “y eso que somos la capi-tal cafetera del Magdalena”, se-ñala Marcel Pérez, presidente dela Junta de Acción Comunal.

Igualmente los afectan la titu-lación de tierras, el precario pues-to de salud que no cuenta ni conambulancia y la falta de profeso-res en los colegios, que renuncianporque no les pagan. “Dios per-mita que nos volvamos munici-

Centrales filo de aguaLa construcción de nuevashidroeléctricas puede ser unaoportunidad para contribuir alequilibrio del planeta. La centralLa Herradura, de EPM, con unacapacidad instalada de 19,8MW, entró en operación enagosto de 2004 y hoy seencuentra registrada comoproyecto de mecanismo dedesarrollo limpio (MDL) por laConvención Marco de lasNaciones Unidas para el Cambio

Climático, parte delProtocolo de

K i o to.E st áubicadaen loslímites de

los municipios de Cañasgordasy Frontino, a 142 kilómetros deMedellín, por la carretera al mar.La captación del proyecto sobreel río La Herradura estálocalizada en el municipio deFrontino, mientras en elmunicipio de Cañasgordas seencuentran la casa demáquinas, las obras deconducción y la descarga deaguas turbinadas al río Cañas-g o rd a s .Posee dos unidades genera-doras accionadas por turbinastipo Francis de eje horizontal. Lacentral aprovecha una caídaneta de 230,6 metros y un caudalde cinco metros cúbicos porsegundo (m3/s).

pio”, es otro de los clamores quese escuchan por las contadas ca-lles del corregimiento. De ser así,tendrían sus propios recursos.

La construcción que una vezlos hizo sentir orgullosos, ya nodaba abasto. La pequeña centralhidroeléctrica que en 1991 aten-día 105 viviendas pasó a proveer aunos 420 suscriptores, lo que de-terioró el servicio. Los raciona-mientos no se hicieron esperar.Cuando se bajaba la potencia de laluz, era necesario suspender doso tres horas el servicio en la no-c h e.

“Hablamos con el gerente deColturbinas, que conoce el temade hidroeléctricas. Le pregunté sime apoyaba en la ampliación, pe-ro le advertí que no tenía plata pa-ra pagarle. Accedió”, dice MarcelPérez. Además recuerda quecuando todo comenzó “no habíahornos microondas, neveras,abanicos; ni televisores, estufas olicuadoras, y las planchas eran decarbón. Al llegar la energía la gen-te compró sus electrodomésticos,pero con eso llegó también la de-ficiencia”. Ni siquiera la prohibi-ción de usar estufas eléctricas lossalvó del desabastecimiento.

Como los buenos palmoreños,Pérez no se quedó quieto. “Adop -tamos una política de cambiar losbombillos tradicionales por aho-rradores y eso nos dio resultados.Luego distribuimos la región ensectores y hoy, cuando se necesi-ta, quitamos la energía por zo-nas”. Otra de las soluciones fueinstalar una serie de capacitorespara que no colapsaran los gene-ra d o re s.

A algunas de las pocas escuelasdel corregimiento, paradójica-mente, llegó primero el computa-dor que la luz. “Hay unas escuelasque han logrado conseguir unaplantica, pero indudablemente sehace necesario llevarles energía”,afirma Pérez. El proyecto de am-pliación va dirigido a repotenciarla necesidad que tiene el pueblo,pero también a llevarle energía a300 hogares más. La intención esconstruir una subestación.

Julio Varela, vicepresidente dela Junta y compañero de batallasde Marcel Pérez, llegó a la regiónhace 12 años, también desplaza-do, y cuenta que algunos poblado-res están pesimistas frente al pro-yecto, porque desde hace 10 añosse está hablando de la ampliación.Pero agrega que sólo ellos, Marcely Julio, entienden la impotencia ytristeza que se siente cuando, de-bido a “la idiosincrasia política,donde todo es para familias deapellido, no se puede progresar.Dios tarda, pero no olvida”.

Entre los pesimistas podríacontarse doña Marina Medina—orgullosa porque fue la primeraen comprar un refrigerador parasu restaurante—, quien dice que,si su hermano Miguel viviera,“hace rato la ampliación estaríalista, porque para eso se necesitaes berraquera”. Sin embargo,Marcel Pérez y los otros miem-bros de la Junta siguen empeña-dos en llevar energía a más de 400familias. Cada vivienda deberácancelar $700.000 de matrícula.

En el proyecto de ampliación(segunda fase) para garantizarenergía las 24 horas del día y me-jorar la calidad del servicio, se in-vertirán alrededor de $2.500 mi-llones gracias al apoyo financierodel Instituto de Planificación yPromoción de Soluciones Ener-géticas para las Zonas No Inter-conectadas (IPSE) y la Oficina enColombia de la Agencia de Esta-dos Unidos para el Desarrollo In-ternacional (Usaid).

Para llegar a Palmor hay que recorrer dos horas por carretera destapada desde Ciénaga hacia el interior de la Sierra Nevada de Santa Marta.

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